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Extremadura
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EXTREMADURA
(Badajoz y Cáceres)
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Di la RiAt. AcADKitiii SsviLtaNA DE Bi'ENAs Lm*s, Jefe Sufibioe Honohabio
Fotograbados de Joariztl y Mariezcurreiia
CnOHOS DE XuMBTItA
BARCELOIS^
ESTABLECmiERTO TIPOGRÁFICO - EDITORIAL DE DANIEL CORTEZO Y C
Calle i>b Pallars (Salón de San Juan)
6
A LAS EXCMAS. DIPUTACIONES PpiNClALES.
DTE
:8ADAJOZ Y OÁCERES
Como extremeño que soy, nacido en ese pueblo para
mí siempre tan querido y en el que pienso morir, de-
dico esta obra á las dos Corporaciones que más ge-
nuinamente llevan la representación de Extremadura,
^ dando así muestra del amor que por su patria siente
El Autor.
Madrid i." Enero de 1887.
lNTI\ODUCCIÓN
1
Geografía extremeña
/j XTREM ADüRA la constítuye hoy una gran parte del territorio
^^>\ que en otros tiempos formaba el país conocido por los ro-
manos con el nombre de Lusiíaniay compuesto de los pue-
blos llamados Cuneos^ TurdetanoSy Celtas^ Túrdulos^ Lusita-
nos (Túrdulos viejos) y Vettones. Conñnaba esta vasta región,
por oriente, con la Cartaginense y la Bética^ de la que estaba
separada por el río Anna (Guadiana); por el mediodía y po-
niente con el Océano, desde el Guadiana al Cabo de San Vicente
(denominado Promontorium sacrum)^ y desde éste al río Durius
(Duero) ; y por el norte con la Gallecia.
Bastan las anteriores indicaciones para saberse que la hoy
región extremeña estaba enclavada en tierra de los Turdetanos,
Celtas^ Túrdulos viejos y Vettones. Emérita -Augusta (Mérida),
PaX' Augusta (Badajoz), CastraCacilia (Cáceres), Norva-Cesa-
rece (Alcántara), Ccecilius^Vicus (Baños), Cauriumo de los Ut-
iones (Coria), Ucultuniacum (Calera), Valerio (Campanario),
VIH INTRODUCCIÓN
Castrum-Erat (Castuera), Tur abriga (Cabeza del Buey), Cap-
parra (Caparra), Coniributa (Fuente-cantos), Seria Empo-
rium (Feria), Xdruz (Jerez de los Caballeros), Cúrica {(ZdX^rá) ^
Licon (Lobón), Vitis (La-Parra), Basis (La-Roca), Persiana
(Medina de las Torres), MeteliumCoecilia (Medellín), Astyla
(Magacela), Ambracia-Vettonia (Malpartida de Plasencia), Dul-
cís Placida (Plasencia), ínter anium (Salvaleón), Evandria (Ta-
layera), Castrce Julia (Trujillo), Libora (Talavera la Vieja),
UrbS'Sacrce (Usagre), Vesci (Villanueva de la Serena), Segeda
(Zafra), Hipa Menor (Zalamea) y otras muchas ciudades impor-
tantes, emporio fueron de la población romana, en las demar-
caciones antedichas.
La extensión y límites de Extremadura han sufrido diversas
modificaciones, según por las que España ha pasado también.
Después de la dominación romana, cuando la venida de los bár-
baros del Norte, Extremadura entró á formar parte del reino de
Atace, cuya corte la tuvo en Mérida en 418, donde también vi-
vieron Rechiia (440) y Richiario (443) ; pero más tarde, finali-
zando la primera mitad del siglo viii, cuando en 746 el famoso
Emir Juzef fué elegido para gobernar España, y dividió en cinco
partes este reino, Extremadura quedó en la provincia de Mere*
da (Mérida), que comprendía la Lusitania y casi toda la Galicia,
pues abrazaba entre otros territorios los de Mérida (su capital),
Braga (Baracara)^ Lisboa (Leschbuna)^ Oporto (Boríkal)^ Lugo
(Lek)y Astorga (EschíorkaJ^ Badajoz (Batalgos^ Baled-Ayx ó
Baxangos) y Évora (Elbora 6 Exbura).
Á la caída del Califato de Córdoba, cuando la muerte de
Hescham III, Extremadura se erigió en reino, alzándose Sabur
ó ^apor I, gobernador que era de Mérida, contra su soberano,
y, fijando la corte en Badajoz, se creó entonces la monarquía
denominada del Poniente^ compuesta de las dos Extremaduras
y el reino de los Algarves, que fué gobernada desde 1009 á
1085 por multitud de soberanos, cuya cronología comienza en
^apor I y termina con Omar Almotawaquil.
INTRODUCCIÓN IX
En príncipios del siglo xiii el rey de León D. Alfonso IX
conquistó á los árabes todo el antiguo reino de ^apor; formóla
provincia de Extremadura (Extrema-hora)^ con los territorios
de Soria y Alcaraz, de Castilla, toda la hoy Extremadura y
parte de Portugal, y más tarde se redujo su región á la parte
occidental del reino de Toledo, entre Castilla, León, Portugal y
Andalucía, dividiéndose en Extremadura Alta, y Extremadura
Baja^ tomando la primera denominación toda la tierra de Tala-
vera la Reina, y la comprendida entre el río Tietar y el Tajo, y
la segunda lo restante del terreno hasta el límite meridional que
bafía el Guadiana; división que respetó después Felipe II, cuando
ensanchó sus dominios hasta Lisboa, y que persistió hasta
Carlos III, que en 1785 redujo los límites de la comarca extre-
meña, llevando á Toledo el territorio de Talavera de la Reina,
y perdiendo con ello Extremadura sus mejores pueblos por la
parte Este. Quince años después, en 1800, se hizo nueva de-
marcación de territorio, ensanchando sus límites Extremadura
con la agregación de varios pueblos tomados á las provincias de
Salamanca y Toledo, aunque cediendo á las mismas otros de
menor importancia. Estas divisiones, que tan frecuentemente alte-
raban el orden geográfico en la comarca extremeña, se hicieron
sentir mayormente desde que en 1794 se estableció en Cáceres
la Audiencia Territorial, pues era de rigor dotar á los partidos
judiciales de las condiciones necesarias que regularan su pobla
ción, distancias á la capital y medios de comunicación entre sí.
Entonces se le dio á los partidos judiciales la división que han
conservado hasta poco há; fuera de muy leves alteraciones, di-
vidíase la entonces provincia extremeña en los de Alcántara,
Badajoz, Cáceres, Llerena, Mérida, Plasencia, Trujillo y Villa-
nueva de la Serena.
El gobierno intruso que se creó en 1810 por la invasión
francesa, no quiso respetar este estado geográfico, porque las
divisiones de la Península para el establecimiento de las nuevas
Prefecturas, se sobrepusieron á las del orden militar y judicial.
INTRODUCCIÓN
hasta entonces existente. A la Prefectura de Talavera de la Reina
se le agregaron los mejores pueblos de Cáceres, separando así
del territorio extremeño los pueblos situados al Norte del puer-
to de Plasencia y derecha del río Alagón, que los llevó á la Pre-
fectura de Ciudad Rodrigo ; división anómala y á todas luces in-
justificada, y que dejó de existir con aquel gobierno, como era
lógico que sucediera.
Apenas sucedió la liberación de la Península del poder ex-
tranjero, se declaró en vigor la demarcación de 1799, que con
muy leves modificaciones continuó hasta 1833, en que el terri-
torio extremeño quedó dividido en dos provincias civiles, Badajoz
y Cáceres, quedando ésta con 13 partidos judiciales y 15 la de
Badajoz, en cuyos términos continúa ; y aunque por algunos se
conserva todavía la antigua denominación de Extremadura Alta
y Baja, para determinar con la primera á la de Cáceres y con la
segunda á la de Badajoz, tal aplicación no está en uso ni influye
por consiguiente para nada en la demarcación del territorio.
Pero si en lo civil se hallan separadas estas dos provincias her-
manas, en lo militar y en lo jurídico no, pues ambas forman una
Capitanía general que reside en Badajoz, y una Audiencia terri-
torial que reside en Cáceres. En el orden eclesiástico ya ofrece
su división más dificultades para determinarla. Bastará que sepa
el lector ahora que nada menos que seis obispos gobiernan el
territorio extremeño: los de Badajoz, Plasencia, Coria, Toledo,
Avila y Ciudad-Rodrigo, y hasta, poco há, también los priores
de San Marcos de León (de la Orden de Santiago), Alcántara,
Magacela y Zalamea de la Serena (todos de la Orden de Alcán-
tara).
Tal fué, hasta 1833, la antigua provincia extremeña, situada
al Oriente de la península entre los 38® y 40^25' de latitud
Norte, y los 9® 30' 1 2'' de longitud de la isla del Hierro.
Confina al N. y N. E. con el antiguo reino de León; al E. con
Castilla la Nueva; S. y S. E. con los reinos de Sevilla y Córdoba;
al O. con el reino de Portugal, extendiéndose 213 kilómetros
INTRODUCCIÓN XI
de N. á S. desde las sierras de Gata hasta Sierra-Morena, i68
de latitud de E. á O. en su mayor anchura, con 43,229 kilóme-
tros de superficie cuadrada.
Estos límites son naturales, formados sólo por una cadena
de montañas que por todas partes rodean el territorio y la se-
paran de las demás comarcas; por el S. la Sierra-Morena, que
corre de E. á O. hasta internarse en Portugal; por el E. un
ramo de la misma sierra que corre de S. á N. desde los confines
de Extremadura y los de Sevilla y Córdoba hasta el río Gua-
diana, en los de Extremadura y la Mancha; las montañas de
Guadalupe, que se extiende entre los ríos Guadiana y Tajo, y
una línea que corta el territorio de la Vera de Plasencia, desde
el Tajo hasta la sierra de Gredos; por este punto y en dirección
de E. á O. la sierra de Tornanacas y la de Béjar, y la que corre
desde Baños de Monte-mayor por Valdelajeve y Lagunilla hasta
las Batuecas y sierra de Francia ; por el O. y en dirección de
N. á S. la sierra de Gata, la ribera de Eljas hasta el Tajo;
desde este río al de Guadiana la sierra de Puertalegre hasta
incorporarse otra vez con Sierra-Morena en las fronteras del
reino de Sevilla: de estas sierras principales se desprenden otras
subalternas que corren por el interior de la provincia, siguiendo
el curso de los ríos que nacen en ellas.
Este inmenso territorio, que en lo antiguo fué poblado
por 600,000 almas, y hoy lo ocupan 748,600 según los últimos
datos oficiales (i), formó casi siempre una sola provincia; pero
antes como ahora se reconoció la necesidad de subdividirlo en
dos ó más regiones, porque tan gran extensión de terreno, las
anchas cordilleras y los caudalosos ríos que le cruzan, han sido
constantemente un impedimento para el buen gobierno de los
pueblos. La mayor dificultad para vencer estos males ha sido
(i) La estadística de 1877 daba ala provincia de Badajoz 428,01 $ almas en
su población de derecho y 4^2,809 en la de hecho, y á la de Cáceres 297,969
y 306.594 respectivamente, lo queda un total de 725,984 de derecho, y 739,403
de hecho, en las dos provincias.
XII INTRODUCCIÓN
poder fijar de una manera conveniente cuántas habían de ser las
subdivisiones, y cuáles también las capitales de las nuevas pro-
vincias. Las sierras de Guadalupe, Montanches y San Pedro,
que son los límites naturales de las cuencas de los ríos Tajo y
Guadiana, dividen naturalmente el territorio en dos partes casi
iguales y esto era ya bastante al objeto. Por otra parte, el curso
de los ríos la dividen en tres regiones, que también guardan pro-
porción. En la actual división ha prevalecido el primer medio,
atendiendo solamente á la dirección de las montañas. Había
quien lo sacrificaba todo al segundo medio y pedía hacer tres
provincias, en vez de dos, porque, según los que esto deseaban,
los ríos son los límites más claros é incuestionables, y cuando
estos ríos son caudalosos, como sucede á los dos mencionados,
el fi-accionamento del territorio produce inmensos males difíciles
de remediar. Pero razones de economía mayormente fiíeron
causa de que triunfasen los primeros, y en vez de tres se hiciesen
dos provincias de Extremadura, eligiendo como capitalidad Ba-
dajoz y Cáceres, que son poblaciones principalísimas, la primera
plaza inexpugnable, situada á cuatro kilómetros de la frontera
portuguesa, y la segunda colocada en el centro de la región alta
de Extremadura, y jpor consiguiente en proporción igual para
todos los pueblos de su comarca. Hubo también quien pensó en
hacer cuatro provincias, cuyas capitales eran Badajoz, Mérida,
Cáceres y Plasencia; pero este fraccionamiento daba por resul-
tado la existencia de cuatro provincias microscópicas, más pe-
queñas que Ávila, Segóvia ó Soria, y despertó también la ¡dea
de reclamar para Trujillo otra provincia, con la que resultarían
entonces cinco de las dos en que actualmente se divide Extre-
madura.
Conocida ya la antigua geografía de esta comarca, justo será
que el lector sepa la de las actuales provincias.
La de Badajoz, compuesta de 15 partidos judiciales, 162
ayuntamientos y 432.809 habitantes, repartidos en 22,475 ^^^^'
metros cuadrados, linda por el N. con Cáceres y Ciudad-Real;
INTRODUCCIÓN XIII
por el E. con la última y Córdoba; por el S. con ésta, Sevilla y
Huelva, y por el O. con Portugal. Por la parte N. se extiende
la cordillera Oreto-Herminiana, y por el S. la Mariánica. El mapa
de esta provincia ofrece un plano irregular, sobre el que pueden
tirarse cinco líneas: i.* de San Vicente á Cheles que da frente
á Portugal, en la parte más alta de este reino; 2.* de Cheles á
Encínas^la, línea que parte del Guadiana, á su entrada en Por-
tugal, y termina recta en el lugar en que une Huelva con el ve-
cino reino; 3.^ de Encinasala á Fuente del Arco, límites extre-
mos que tocan con Huelva y Sevilla; 4.^ de Fuente del Arco á
los montes por cima de Herrera del Duque, fronteras de Cór-
doba y Ciudad-Real; y 5.^ desde Herrera del Duque hasta San
Vicente, que la divide de Cáceres.
Cuenta con los partidos judiciales siguientes: Alburquerque,
Almendralejo, Castuera, Don Benito, Fregenal de la Sierra,
Fuente de Cantos, Herrera del Duque, Jerez de los Caballeros,
Llerena, Mérida, Olivenza, Puebla de Alcocer, Villanueva la
Serena, Zafra y el de la capital, con cuatro audiencias de lo cri-
minal: las de Don Benito, Llerena, Badajoz y Almendralejo.
La provincia de Cáceres, que ocupa una extensión de 20,754
kilómetros cuadrados, con 13 partidos judiciales, 224 ayunta-
mientos y 304,594 habitantes, tiene por límites al N. Salamanca;
al E. Avila, Toledo y Ciudad-Real; al S. Badajoz y al O. Por-
tugal. Está atravesada por las cordilleras Carpeto-Vetónica y
Oreto-Herminiana, y la riegan los ríos Tajo, Tiétar, Alagón, Río
del Monte y Salor. El mapa de esta provincia ofrece cinco líneas:
la I .* de la Sierra de Gata que la separa de Salamanca y com-
prende desde Valverde del Fresno hasta Baños de Montemayor;
la 2*.* desde este punto á Madrigal, límites de Avila; la 3.* desde
dicho punto hasta el confín de la Sierra de Altamira, que forman
las fronteras con Toledo; la 4.^ desde dicha Sierra hasta Valen-
cia de Alcántara, límites con Badajoz; y la 5.* desde dicha villa
hasta Valverde del Fresno, frontera arriba de Portugal.
Sus partidos judiciales los tiene situados en Alcántara, Coria,
XIV 1NTR0DUCCI(3N
Garrovillas, Granadilla, Hoyes, Jarandilla, Logrosán, Montán-
chez, Navalmoral de la Mata, Plasencia, Trujillo, Valencia de
Alcántara y la capital, donde reside la audiencia territorial, y
también la audiencia de lo criminal, como en Plasencia, donde
existe otra.
II
Extremadura geológica, geognóstica y prehistórica
Examinada la topografía del suelo extremeño, se verá que
no existe en la Península otra comarca que tenga relieve más
complicado que la que se extiende al E. de la frontera de Portu-
gal entre los ríos Tajo y Guadalquivir; pues la multitud de ac-
cidentes é interrupciones de esta región montañosa se presenta
de un modo sorprendente al viajero que acaba de atravesar las
monótonas llanuras de Castilla la Nueva, llanuras que se conti-
núan, salvo pequeñas distancias, por toda la cuenca del Gua-
diana, hasta muy entrado en Portugal.
La parte central del país, entre Talarrubias, Cabeza del
Buey, Castuera, Garlitos, etc., la forma una explanada cuya al-
tura media sobre el nivel del mar se eleva á 1 600 pies. Puebla
de Alcocer, edificada sobre una colina de 150 pies, y 1800 so-
bre el nivel del mar, está á la altura de Madrid, y por consi-
guiente á la de la llanura de Castilla la Nueva, que baja insensi-
blemente hacia el O. en las inmediaciones de Extremadura.
M. Le Play, ingeniero de minas y profesor francés, que ha
hecho estudios gepgnósticos por diversas regiones de España,
afirma que el nivel de las altas regiones en la llanura central
de Extremadura se asemeja sobremaner^i á las que limitan la
orilla derecha del río Tajo en las ceroaí^í^^ ^^ Aranjuez y Ta-
INTRODUCCIÓN XV
lavera la Reina. Y estas altas márgenes formarían, si estuvie-
sen situadas en las llanuras del N. de Alemania, un verdadero
país de montañas. En efecto, su nivel es el mismo que el de los
llanos del Hartz occidental, con el cual presenta Extremadura
otros puntos de semejanza, pues si el cielo pardusco y la vege-
tación del Norte se encontrasen también á 13^ hacia el S., el
paisajista y el geólogo confundirían los llanos de Talarrubias
con los de Clausthal y Zellerfeld, al mismo tiempo que el minero
podría entrever esperanzas de hallar los filones que después de
tantos siglos hacen la riqueza del Hartz hannoveriano, como
hoy la hacen también en los de Cantuera los filones que explo-
ta en su rico sub-suelo, según explica bien al pormenor Somoza
de la Peña (i).
Alburquerque, Trujillo, las cercanías de Llerena, hasta más
arriba de Almadén, ocupan la misma altura. Su suelo es de rocas
antiguas, de estratos muy inclinados y aun diseminados de rocas
cristalinas. El valle del Guadiana , desde los límites de la Man-
cha hasta la altura de la Puebla de Alcocer, el río tiene su cur-
so por una caja estrecha de 75 metros de profundidad bajo los
llanos de transición, y el lecho de canto rodado se ve entre las
orillas formadas por lo común de un muro casi vertical de
esquistos ó de grauvacas. Poco después de Alcocer las llanuras
del río descienden por toda la parte izquierda, en tanto que por
la derecha siguen las colinas elevadas hasta el Zuja, escapando
el Guadiana después por ancho cauce sobre terreno terciario,
hasta más allá de El vas, y viéndose en su cauce á Lobón, sobre
una meseta de 48 metros; á Badajoz, á unos 55, y al Castillo
de San Cristóbal, sobre roca caliza, á más de 60.
El Guadalquivir corre entre Córdoba y Sevilla, bajo una
caja de 35 metros, y el nivel de esta parte de Andalucía no
(i) Nuevos tesoros. Opúsculo geógrafo-topográfico- geólogo-minero-histórico
de una parte de la provincia de Badajoz, con una rápida ojeada á la memoria espa-
ñola, por D. B. Somoza de la Peña. (Madrid, 187$.)
I
XVI INTRODUCCIÓN
pasa de 400 metros más bajo que el de los pastos de Extrema-
dura.
Las montañas de Sierra Morena, y muy particularmente
entre Trujillo y Almaraz, hacen desaparecer la marca caracte-
rística que presenta la mesa central del suelo extremeño , sobre
cuyos llanos se elevan estas montañas 200 metros, compren-
diendo un ancho de 300 á 400 al sumo. Vistas estas montañas
transversalmente, ofrecen un triángulo perfecto que puede apre-
ciarse en todos sus detalles, por hallarse el terreno desnudo de
arboleda. Por el contrario, si se observa esta Sierra en su direc-
ción por la orilla izquierda del Guadiana. En el centro de la Se-
rena, al O. del Zuja, entre Puebla de Alcocer y Cabeza del Buey,
la mesa baja con pendiente suave á nivelarse con el llano; pero
poco más allá surge una muralla, rota en muy pocos puntos,
por la que se ve la prolongación de la mesa y el horizonte de
otras cordilleras mucho más distantes y también más elevadas.
Estas cadenas rectilíneas, se hallan interrumpidas por frecuen-
tes quebradas que el globo, al despedazamiento de su corteza,
parec.e que ha formado para que sobre estos macizos aislados
de forma piramidal, los conquistadores estableciesen sus puntos
militares y sus atalayas de observación. Por lo demás, la altura
de Sierra- Morena, por lo que comprende á Extremadura, no
pasa de 1,200 metros sobre el nivel del mar, y las mesas más
elevadas se las gradúa á un nivel de 800 á i ,00o metros. Entre
Llerena y Guadalcanal no alcanzan estas proporciones segura-
mente.
La sierra de Guadalupe, situada entre Tajo y Guadiana,
forma una cordillera de montañas de granito, que según D. Fer-
nando Cútoli, ingeniero de minas, tiene la misma composición
mineralógica que la de Montanches, por lo que se ve que la
formación de esta especie nace en los altos cerros de Logro-
sán. Al N. de esta villa se ve un grupo de montañas eslabo-
nadas entre sí, orientado al O. 72^ I^. — ^La irregularidad de
esta estratificación y la constancia de \^ dirección de las capas
INTRODUCCIÓN XVII
en gran longitud, se destaca en toda esta cordillera, muy espe-
cialmente entre la Solana y Aldea-Nueva de Centenera. No
aventuraremos mucho si decimos que esta pequeña cadena, que
comienza á disminuir junto á Berzocana, es un estribo de la sie-
rra de Guadalupe, cuya analogía granítica la asemeja á las coli-
nas de Trujillo. Las sierras estas se elevan sobre las aguas de
Mira vete muy cerca de 800 metros , y la formación de multitud
de otras montañas, conocidas por la Sierra de Alburquerque,
Sierra de San Mames, Sierra de San Pedro, Sierra de San León,
Sierra de Montanches, etc., van separando sensiblemente el Tajo
del Guadiana, notándose este alejamiento de ambas corrientes,
desde las Sierras de Solana hasta la frontera de Portugal. Al-
gunas de estas montañas, como la de Montanches, por ejemplo,
tiene por partes una altura de 420 metros y está formada de
granito, teniéndose que bajar al nivel de la mesa, para hallar
las rocas que van siempre al E. 40° S.
Las sierras de Hornachos, cuya orientación es de N. á S.;
las de San Servan, que varían de O. 60*^ N., y las de Esparra-
gosa de Lares, que corresponden á las de Alcocer, y nacen en
Guadalena, dirigiéndose al O. 4° N., y terminando en el Guadiana,
son las más elevadas; su macizo es aislado y formado por grue-
sas rocas cuarzosas, que surgen diseminadas, estas últimas, á la
derecha del río, muriendo en las sierras de Orellana. No es
menos importante que las anteriores la sierra que cruza entre
Cartuera y Cabeza del Buey, en dirección O. 16° N., ocupando
una grande extensión de terreno cuarzoso. Sobre una de sus
mesas se ven todavía las ruinas del histórico castillo de Almor-
chón, del que oportunamente hablaremos.
En la región septentrional de Cáceres están las Sierras de
la Vera, que nacen en los Picos de los Gredos, al S. O., corren
hacia las de Béjar, y se internan por la provincia de Ávila. Sir-
ve de asiento á diversas poblaciones, corta los valles, cierra las
corrientes de multitud de arroyuelos, que avanzan y retroce-
den culebreando cien veces, hasta encontrar su desagüe. Sierra
XVIII INTRODUCCIÓN
Llana, donde cuenta más elevación, mide 2,400 metros. En San
Madrigal sólo mide 500 metros y 600 en Garganta de la Olla.
Domina todo el rico valle de Jerte, la Vera de Plasencia y las
comarcas más pintorescas de ese agreste rincón de Extremadura.
Las sierras de Baños de Montemayor y de Hervás, estriba -
ciones de la de Béjar, son importantes. Sus picos, llamados
Majada Reina, Portilla de la Resbaladiza y Santo Tello, son
eminentes y se prolongan al S. O. Las sierras de Francia, la de
Gata, la de Santiago y la de Jola, son otras tantas cordilleras
de menor importancia, pero todas dignas de conocerse y ya des-
critas recientemente por la Comisión del Mapa Geológico ( i ) ,
aunque no con la exactitud y detención que era de desear.
Forman contraste con todas las montañas y sierras, des-
critas con la rapidez que conviene á esta obra, las llanuras que
cuenta Extremadura. Desde Guareña á Badajoz está la mayor
de todas, que, salvo muy cortos espacios, abraza una extensión
de más de 78 kilómetros de territorio, bañado por las aguas
del Guadiana; y allá, en el extremo contrario del territorio ex-
tremeño, al S. de la Vera de Plasencia, está la otra llanura de-
nominada Campo Arameño, que mide unos 40 kilómetros entre
el Tajo y Tiétar, de E. á O. y unos 25 de N. á S. — Los Llanos
de la Jarilla, próximos á Plasencia, cruzados por el río Ambroz,
por su parte media; el que se halla entre la sierra de San Pedro
y el Tajo, con superficie de 1,200 kilómetros; la comarca entre
Cáceres y Trujillo, junto á la carretera, comprendiendo Hinojal,
Talaván, Torrejón del Río, hasta Jaraicejo, y después á Trujillo,
por Deleitosa y Aldea-Centenera, en una extensión de 2 000
kilómetros; la de San Pedro á Montanches, y, últimamente, la
del Villar del Pedroso, son todas llanuras inmensas que deter-
minan las condiciones especiales del país que describimos geog-
nóstica y geológicamente.
(i) Memoria f^^eológico-minera de la provi^ »/# d^ Cáceres, por los ingenieros
de minas D. J. Egozcue y D. L. Mallada. (Mfj^ '^^i^p. de Tello: 1876.)
)
INTRODUCCIÓN XIX
Determinemos ahora las rocas y minerales, para completar
este trabajo científico sobre Extremadura. Se encuentran rocas
graníticas en Garlitos, y una masa enorme al S. de Guadiana,
hasta Sierra- Morena, y desde Casas de Bel vis, Logrosán, Vus-
té, Valencia de Alcántara, Ceclavín, hasta Trujillo; dioríticas,
gnéisicas, cambrianas, silurianas, devonianas, cuaternarias y re
cientes, desde arcillosa y de todas índoles conocidas hasta las
cah'zas con impresiones vegetales que se ven en la Aliseda. El
cuarzo, en muchas sierras de Badajoz y Cáceres; hialino, en el
Puerto del Comendador; tibroso, en Cáceres; con fosforita en
Aceituna, y con todos los caracteres conocidos en diversos otros
puntos. Fosforitas, en términos de Ceclavín, Cáceres, Zarza la
Mayor, la Aliseda, la Mata, Trujillo, Casas de D. Antonio, Al-
balá, Montanches, Malpartida de Cáceres, Arroyo del Puerco,
Alcántara, Alburquerque, Miajadas y Logrosán (i). Los minera-
les metálicos, desde la markasita hasta la pirita de hierro, en con-
creaciones empavonadas; la leberkisa, hematites de varias clases,
pirolusita, galena, blenda, chalcopirita, cobre, stibina, jamesonita
y vrano, se encuentran en multitud de parajes de una y otra
provincia extremeña, juntamente con rocas, piedras de varias
clases y minerales secundarios (2). El manganeso se halla en
Olivenza, en la Codosera el antimonio, el plomo argentífero en
Zarza de la Granadilla, el pórfido en Zalamea, las eufotidas y
dioritas en Alburquerque, Badajoz, Guarefta, Villagonzalo y
(i) Estudio sobre la fosforita de Extremadura^ por ?I capitán Widdrington y
el profesor de ciencias naturales C. Daubeny. (T. I del Quarierly Journal.)
Descripción oritognóstica del afatito torreo de Logrosán en Extremadura^ por
D. Cristiano Herrgen, profesor de la real cátedra de mineralogía. (T. I., Anales de
Historia natural.)
Memoria sobre la fosforita de Logrosán^ escrita de orden del Gobierno^ por los
ingenieros de minas D. F. Naranjo y D. L. Peñuelas. (Ms. M. de Fomento.)
Memoria acerca de la fosforita y otras sustancias minerales fosfatadas, por don
Casiano de Prado, á la cual sirve de complemento un artículo titulado: tcCuatro
palabras más sobre la fosforita.» (T. X de la Revista de Minas.)
Sociedad general de fosfatos de Cáceres. fCáceres, 1 876.)
(3) Historia general y particular de las minas de Extremadura^ por D. Vicente
Maestre, vecino de Coria. (Ms. en 5 tomos en 4.**).
XX INTRODUCCIÓN
(i; Esí¿¿dtoít y otservaciotJtíS ^eolü^icas relativas á terrenos que comprenden
parle de la provincia de Badajoz y de las de Sevilla, Toledo y Ciudad-Real; y corles
ideológicos de estos terrenos^ por D. Francisco de Luxán. (T. I, 3." serie, parte i.*,
páginas "? á 34, y parte 2.', pa^^inas i á 7 i de las Memorias de la Real Academia de
Ciencias de Madrid. )
Mérida. En Pedrozo y Fuente del Arco se ve trap. En las cuen
cas de Espiel, Belmez y Almorchón aparece hierro carbonatado. {
Es digno de notar, porque acusa caracteres de terreno secunda-
rio, las pizarras y psamitas, apiarantos nubarradas de diversos
colores, que existen en las sierras de Cabeza del Buey hasta las
de Almadén, por los fósiles que contienen, á semejanza de los
que aparecen en los terrenos secundarios de Alemania, Inglate-
rra y Francia (i).
Mr. Le Play clasifica de caliza de agua dulce la roca de San
Cristóbal de Badajoz, iguales á las que encontró Mr. Silvestrop
(tn varios puntos de España. Pero es evidente que toda la comar-
ca del Guadiana está compuesta de un conglomerado de cantos
rodados con cemento arcilloso en mesetas de 60 ó 70 metros
sobre el Guadiana. Tales son las de superficie horizontal sobre
que están edificadas al E. Lobón y Badajoz. Mr. Dehayes con- J
firma esta nuestra opinión. Los que niegan tal concepto no saben
que las capas fragmentarias forman y recubren gran número de
pequeños machones de rocas de transición, y pocas veces estas
pequeñas formaciones superficiales son producto de una verda-
dera sedimentación.
Las rocas que rodean á Badajoz, por el lado del Rivillas y
Calomón, presentan estos caracteres que son comunes á todas
las demás rocas que como ellas están bajo capas fragmentarias.
Y por esto las conglomeraciones de cantos rodados recubren
con otras capas fragmentarias rocas del segundo período, como
las de Badajoz y otros lugares de Extremadura, donde con fre-
cuencia las fracciones superficiales son producto de una verda-
dera sedimentación.
Ahora mismo podemos citar un hecho confirmando la opinión
BADAJOZ. - Campesino
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I N T KO I)U CCIÓ N XXI
anterior. Practicando nosotros en fines del año anterior excava-
ciones en las inmediaciones de Cáceres, sobre terrenos que al
parecer eran secundarios, nos encontramos con objetos prehistó-
ricos, pero de época relativamente moderna. Estos objetos apa-
recidos cerca de la histórica y antigua vía que guiaba hacia la
villa de Arroyo del Puerco, donde antes se descubrieron los ex-
votos de bronce á la diosa indígena Ataecina Turibigense, han
sido: varias hachas de piedra, fragmentos de utensilios también
de bronce, una cabeza de mujer en hueco, toscamente labrada,
y varios pedazos de cerámica, como ladrillos de forma cúbica
agujereados en opuestos sentidos, siendo lo más notable del te-
soro, una pequeña copa de bronce de 25 milímetros de alta, en
cuya cara anterior están incrustados de plata dos caracteres
íberos-lusitanos, análogos á los de las monedas autónomas de
Elbora (Évora) y de Salada (Alcocer dol Sal).
Y á 1 2 kilómetros de Badajoz, siguiendo la orilla izquierda
del Guadiana, y á la pequeña distancia de 60 metros del río, en
ocasión de estarse excavando para hacer una noria en la huerta
del cortijo de Albarrán, apareció en 1882 un curioso vaso etrus-
co que hoy figura en el Museo de Badajoz.
El suelo extremeño, como decimos en otra obra sobre este
país (i), ha experimentado las más encontradas metamorfosis,
tanto en sus habitantes como en sus condiciones geológicas. .Y
circunscribiéndonos á la región en que está enclavado Badajoz,
hemos de consignar ciertos datos que para el caso presente tie-
nen suma importancia.
No hace aún cuarenta años que en los campos de Lobón,
próximos á Tálavera, como en Bótoa, Mayorga y Valencia de
Alcántara, aparecieron gran número de Sácelos ó Antas (2)^ y
dentro de algunas de éstas había saetas, cuchillos y otros uten-
(i) Historia de Tálavera la Real, villa de la provincia de Badajoz, pág. 4010.
(Madrid, Imp. de M. G. Hernández, 1879).
(2) Indudablemente de la época tíeoliihica, esto es, la época mas moderna de
la edad de piedra.
XXII INTRODUCCIÓN
,t
silios de pedernal. Estos eran restos, indudablemente, de los
tiempos primitivos. Y que la comarca Lusitana tiene toda ella
estos vestigios no puede dudarse.
A orillas del arroyo Guadancil, en el término de Garrovillas,
se encuentran habitaciones formadas con grandes pizarras clava-
das en el suelo y sustentando otras horizontales, que forman el
techo, en cuyo recinto abundan las hachas, cuchillos, flechas y
dijes de piedra pulimentada.
Cerca de Valencia de Alcántara, en la dehesa Mayorga y á
orillas del Salor, hay otras construcciones semejantes de piedra
granito, en las que también se encuentran los mismos instrumen-
tos que en el punto antes citado.
Junto á Plasencia, en la dehesa Valcochero, al sitio de la
Era de la Guijosa, se encuentran los mismos vestigios en un re-
cinto bastante extenso que se conoce estuvo defendido por una
muralla en los puntos que de él era accesible; pues lo demás
del recinto lo tenía natural. Pero estas construcciones están ex-
cavadas debajo de grandes peñascos que las servían de cubierta,
y hoy hay muchas rellenas de tierra. En el centro está la mayor,
que llaman cueva de Boquique, apodo de un facineroso que se
refugiaba en ella : caben diez ó doce caballos y cuarenta ó cin-
cuenta hombres. Uno de los peñascos que la sirve de cubierta
tiene más de veinte metros de largo. Hoy tiene una boca gran-
de, que debió en sus primitivos tiempos estar cerrada, y no tener
otras entradas que aquellas más pequeñas en que se conoce han
rozado la roca para abrirlas. En estas cuevas están mezclados
los instrumentos de piedra con las hachas de bronce y con frag-
mentos de cerámica muy tosca, en que no intervino el torno
alfarero. Cerca también de Plasencia se hallan los muros de una
población de esta época, en los riscos que llaman de Villavieja,
denominados también de Plasencia la antigua.
En el castillo de los Lucillos, asentado sobre la margen de-
recha del turbulento Tajo, no lejos de Alcántara, aparecieron,
tiempo hace, subterráneos donde existían objetos antiquísimos,
INTRODUCCIÓN X X 11 1
como fué un sepulcro con la pátera y cuchillo de los sacrificios,
grabado en relieve sobre una tosca piedra; otro con un ala de
buitre; otro con un toro, y muchas monedas que nadie, hasta
hoy, han podido descifrar (i). Y junto á Coniributa (Fuente-
Cantos) aparecieron en 1842, en el cerro denominado Castille-
jos^ multitud de cimientos perfectamente alineados, formando
plazas, calles y grupos de edificios. De entre estos cimientos sa-
caron monedas celtíberas, medallas y barras de plomo, objetos
de arte toscamente labrados, y otros restos curiosos (2), que se
asimilan á los que aparecen en Grecia y en otros pueblos perte-
necientes á la primera civilización, y que clasifican Mr. Le Play
y sir John Lubbok con el nombre de neoliiküa, una de las cua-
tro en que se dividen los tiempos prehistóricos, posteriores á los
preciosos descubrimientos geológicos de la California, en 1877,
á los de la masía de Garrot (Tarragona), en 1884, y á los de
la mina Bully-Grenay, del departamento de Calais (Francia),
en 1883 (3).
Pero si examinamos el sub suelo, sobre el cual se encontra-
ron los restos de la población primitiva en la hoy Extremadu-
ra, nos encontraremos que esta región tiene grandes riquezas
(i) Tampoco debemos omitir que siglo y medio há fueron encontrados unos
troqueles con el busto grosero de un hombre, y con signos y caracteres descdlio-
cidos, lo cual nos hace sospechar que aquel pueblo (Lucillos) acuñaba antes de la
invasión romana á la manera que otros de la España independiente. Entre las mo-
nedas de los Lucillos, que la casualidad nos ha proporcionado, tenemos una mi#y
bien conservada, cuyos signos guardan analogía con los celtíberos, pero no son
los mismos, y menos la tienen con los turdetanos y fenicios. (Aniigüedades de Ex-
tremaduray por José Viu, tomo I, p¿g. i 33.— Madrid, Imp. de P. Moreno, 1852).
(2) Esta obra prodigiosa existía indudablemente antes de los romanos, y guar-
daba analogía con algunas de las llamadas f>elásgicas que aún se conservan en
Grecia anteriores á la época helénica, propiamente dicha, por ejemplo, en Mice-
nas, en Tirinto, en Gardiki, etc. Tal vez de la que hablamos viniera á ser con el
tiempo la verdadera Contributa- Julia, así titulada por haber contribuido á soste-
ner la guerra pompeyana á favor de César. {Antigüedades de Extremadura, tomo I,
pág. 2 1 6.)
(3) Los de la California consisten en un bosque petrificado; los de Carrol en
un ser antidiluviano, de unos tres metros de largo por uno y medio de ancho, y
los de Bully-Grenay en diez y seis cuerpos humanos petrificados y perfectamente
enteros. .
XXIV INTRODUCCIÓN
geológicas y prehistóricas por estudiar, y en tal concepto desco-
nocidas.
En 1864 se practicaron, bajo nuestra dirección, ciertas exca-
vaciones en las huertas de Talavera, donde indudablemente ha.
vivido en la antigüedad una masa de población huertana (i), y
á las primeras brazadas de tierra encontramos unos clavos de
bronce de la época del Renacimiento; más abajo varios cacharros
de carácter árabe, y en las últimas tierras excavadas, ya en el
suelo primitivo que debió haber allí en la época de César Augus-
to, monedas (2) y vasijas de arcilla y dos restos de ataúdes, de
arcilla también, formados por unos tejones ó ladrillos rojos, de
formas y dimensiones inusitadas en época posterior á la de los
emperadores del mundo romano; de manera que esta excava-
ción ha ofrecido como una especie de comprobante geológico-
histórico de la agitada vida por que atravesó en la antigüedad la
villa de Talavera la Real.
Pero, si todos estos restos y monedas tienen gran valor para
el historiador y el numismático, más le tienen para los geólogos
los restros antropológicos y los fósiles que nosotros mismos
descubrimos, sobre las excavaciones á que venimos refiriéndonos
más arriba.
Los que se dedican á los estudios prehistóricos y á la ciencia
antropológica, pueden conocer una buena colección de ejempla-
(i) Hortelano es el que cuida y cultiva una huerta ó huerto, y huertano, pala-
bra que por cierto no está en el Diccionario de la Academia, significa habitante de
la huerta, en contraposición al habitante de la ciudad.
(2) Siete años después cedimos estas monedas al Museo Arqueológico de Ba-
dajoz. He aquí el oficio en que se nos acusa el recibo de estas monedas :
«Esta Comisión de Monumentos ha recibido con sumo aprecio los objetos expre-
»sados al margen, de los que se ha servido hacer donación al Museo Arqueológico
«provincial, y ha acordado se den á V. S. las gracias por su generoso desprendi-
amíento,
«Cumpliendo con el referido acuerdo, tengo el honor de participarlo á V. S.
»para su conocimiento y satisfacción. Dios guarde á V. S. muchos años. Badajoz
• 24 de Junio de 187 1.— Fernando Bernáldez. — Sr. D. Nicolás Díaz y Pérez.» (En el
«margen.) «Un pequeño bronce de Emérita Augusta.»— «Otro idem imperial deDe-
«ciano.»— «Otro idem de Claudio 11 (el Gótico).»— «Un gran bronce de M. A. Filipo.»
I
CACEKES. — Campesina
INTRODUCCIÓN XXV
res que recogimos para ordenarlos y clasificarlos, presentándo-
los más tarde en la Exposición Nacional de Madrid de 1873,
figurando en el grupo séptimo de la segunda sección, como puede
verse por el Catálogo de la misma (i). Y aquella colección, com-
pletada hasta el número de noventa y un ejemplar, la cedimos
gratuitamente al Instituto provincial de Badajoz, en 1874, clasi-
ficando los fósiles en el orden siguiente:
Caja primera, — 37 ejemplares de fósiles antropológicos.
Caja segunda. — 28 idem id. id.
Caja tercera, — Un trozo de una articulación tibofemoral,
quizás de un mastodonte (2).
Caja cuarta, — Un trozo superior de un fémur.
Caja quinta, — Otro idem de un Ammonites-giganteus (mo-
lusco.)
Caja sexta, — Otro idem de un fémur de un Dinoctherium y
otro de una tibia de Anaploterium.
Caja séptima, — 6 ejemplares Terebrátulas (molusco.)
Caja octava, — 6 ejemplares Isocardianas diminutas (mo-
lusco.)
Caja novena. — Un ejemplar... ¿Pectén? y otro Ammonites...
¿bisulcatus ó estriatus? (molusco.)
(i; Kn SU pág. 30 se lee lo siguiente : •
«S-— DÍAZ Y PÉREZ (Nicolág); Madrid.— Colección de fósiles.— $9. —Un fémur.
»— 60. Sesenta trozos humanos.— 61. Amonites.— 62. Tellina compressa.— 63. Iso-
•cardia.— 64. Limnea.— 6$. Pectén.— 66. Üstreas.- 67 Terebrátulas.- 68. Isocar-
ttdianas diminutas.— 69. Ammonites giganteus (molusco).— 70. Dinoctherium.—
1171. Anaploterium.»
(2) En la Verdiére (Francia), sobre una capa de terreno terciario miocénico, y
á la profundidad de ocho metros, se acaban de descubrir dos colmillos de masto-
donte, de QO centímetros de largo, al mismo tiempo que una quijada del mismo
animal, con siete molares bien conservados. En el Museo de Marsella vimos estos
curiosos restos en 1882. No es menos interesante esta otra noticia: El profesor
Snow, miembro de la expedición científica proyectada por la Universidad de
Kansas, á unas 300 millas del Este de Benver, capital de Colorado, ha hecho en
1878 un descubrimiento geológico muy importante. Consiste en un reptil ó la-
garto colosal, tan bien conservado que aún presenta grandes porciones de la piel.
Hasta aquí los geólogos habían encontrado centenares de muestras de saurios tan
sólo en huesos pelados, de manera que el hallazgo de la piel de dicho animal es
cosa nueva para la ciencia.
4
XXVI INTRODUCCIÓN
Caja ¿iédma.—lJn ejemplar Isocardia destrozada por la pre-
sión de los horizontes superiores (molusco.)
Ca/a décima primera, — 3 ejemplares Ostras... ¿Gregoria-
nas? (molusco.)
Caja décima segunda. — Un ejemplar Isocardia (molusco.)
Caja décima tercera. — Un ejemplar huevo del Quelonium...
¿primitivus? (i).
Caja décima cuarta, — Otro idem trozo... ¿Linnea? (mo-
lusco.)
Basta la relación de estos fósiles para comprender la impor-
tancia de la colección que hoy ñgura en los gabinetes del Insti-
tuto de Badajoz (2), habiendo merecido el autor de este libro,
por tan modesto desprendimiento, que su nombre figure en la
Memoria que este establecimiento literario publicara en 1875,
al reseñar el aumento del material científico del mismo, en el
expresado año (3).
(1) Para la clasifícación de estos fósiles hemos consultado á las personas en-
tendidas y aun así no hemos podido clasificar varios ejemplares, como los conte-
nidos en las cajas tercera, novena, décima, décima-primera y décima-cuarta.
(2) He aquí el oficio en que se nos acusa el recibo de dichos fósiles :
a Distrito Universitario de Sevilla.— Instituto provincial de Badajoz,— En
nombre propio, en el del Claustro de este Instituto provincial, y en el de la ense-
ñanza á que nos consagramos, doy á V. S. las gracias por el importante donativo
que se ha servido hacer al gabinete del Establecimiento de mi cargo, de una co-
lección de 9 1 fósiles encontrados en las repetidas investigaciones arqueológicas
verificadas por V. S. en las inmediaciones de Talavera la Real durante el verano
de 1870, y que en parte figuraron en la Exposición Nacional de Madrid celebrada
en 1873. Puede V. S. estar seguro que los objetos donados figurarán en lugar
preferente, ya por su importancia, ya por ser el producto de investigaciones he-
chas en este país, y que el nombre de V. S. se inscribirá merecidamente entre los
más distinguidos protectores de la Escuela y propagadores de la enseñanza en la
provincia de Badajoz.— Dios guarde á V. S. muchos años.— Badajoz 3 de Marzo
de 1874.— Dr. Valeriano Ordóñez.— Hay una TÚhT\cñ,-^Sr.D, Nicolás Diaz y Pérez,»
(3) «Un hijo de esta capital, el Sr. D. Nicolás Díaz y Pérez, hizo en el mes de
«Febrero último el donativo á los gabinetes de este establecimiento de una colec-
»ción de 9 1 fósiles encontrados en las investigaciones arqueológicas por él veri*
)>fícadas en las inmediaciones de Talavera la Real, durante el verano de 1870, y
•que en parte figuraron en la Exposición Nacional de Madrid, celebrada en 187'?.
»— El Director del Instituto en nombre del Claustro, en el de la enseñanza y en el
«propio, dio las gracias al Sr. D. Nicolás Díaz y Pérez, asegurándole que los objc^
»t08 donados figurarían en lugar preferente, ya por ser el producto de investiga-
aciones hechas en este país, ya como merecido tributo de agradecimiento á un
^"^
t
INTRODUCCIÓN XXVII
Si aquí fuésemos á extractar las noticias de otros descubrí
mientos prehistóricos que han tenido lugar en el suelo extreme-
ño, habríamos de excedernos á las proporciones de esta Intro-
ducción que precede á nuestra reseña de los monumentos histó-
ricos que tiene Extremadura.
III
Hidrología extremeña
Extremadura es uno de los países que más urgente necesi-
dad siente por que se hagan reconocimientos en busca de aguas
subterráneas, pues aparte de las pocas fuentes naturales que
cuenta la comarca, su población se ve obligada á beber aguas de
pozos no siempre purificadas, de cisternas, aljibes, charcas sin
corrientes, ó de ríos sin canalizar, y cuyas aguas arrastran las
materias fecales de las poblaciones por ellos bañadas, y apagan
la sed á los inmensos rebaños de ovejas y piaras de cerdos que
viven en los campos regados por estos ríos. Dividiremos este tra-
bajo en las siguientes partes: i.* Fuentes naturales. — 2.* Ríos
y arroyos. — 3.* Caídas de aguas. — 4.* Fuentes minerales. —
5.* Charcas.
Las fuentes naturales escasean en las regiones llanas; en
cambio abundan en la región montañosa septentrional y en las
sierras de Jerez de los Caballeros, Guadalupe y de San Pedro.
«laudabilísimo recuerdo en favor de la enseñanza y de este establecimiento litera-
»rio de la pToyincia,i»^( Resumen del estado del Instituto provincial de segunda ense-
ñanza de Badajoz, durante el año académico de 1873 á 1874, leído por su secre-
tario D. Carlos Soler y Arques, en el acto de apertura de estudios celebrado el
i.^ de Octubre de 1874.— Badajoz. Imprenta de la Viuda de Arteaga, San Blas, 2.
— 187 s.)— Véanse las páginas 10 y 11.
XXVIII INTRODUCCIÓN
Las de mejores aguas son las que brotan en el granito, á la
vez que también las más copiosas. En Gata, Hervas, Baños,
Jerte, Valencia de Alcántara, Valverde del Fresno, Eljas, Villa-
miel, San Martín de Trevejos, Cilleros y otros pueblos asenta-
dos sobre terrenos graníticos, las aguas brotan con abundancia
por todas partes. La otra región opuesta, en la provincia de Ba-
dajoz, que abraza Jerez y los pueblos de los valles, no tiene me-
nos aguas naturales. Se asemeja esta comarca á la de los valles
de Jerte, de Plasencia y de la Vera, donde los manantiales se
muestran con tal profusión que sería prolijo enumerarlos.
La sierra de Hervas, la del Torno y la de Montanches dan
aguas abundantes por todas partes, y en Castañar de Ibor nacen
nada menos que seis arroyos denominados Castañar, Fuente-
Blanca, San Benito, Calabazas, Aguiloa y Gualigesno, que pocas
veces suspenden sú curso.
Las aguas que brotan en las pizarras cambrianas son más
escasas, de aguas menos puras y se secan en fines de Mayo; ade-
más, no son muy puras, porque forman sarro ferruginoso, son
gruesas, salobres y repugnantes al paladar. Y tampoco son bue-
nas las que salen de las piedras calizas, como la de Rivilla, en
Badajoz; la del Marco y la de Concejo, en Cáceres, que se reco-
nocen como magnesiadas. La de Caballeros, como Fuente nueva,
ambas de Badajoz, tienen los mismos caracteres.
Los manantiales que brotan de suelo cuaternario son poco
abundantes, y siempre sus aguas son salobres, como las de las
fuentes de Sancadilla, Serrejón, Casatejada, Talavera la Vieja y
la de los Alunados y la de Mafra, en Badajoz. Esta última fué
obra de los mediados del siglo xvi, como se declara en la siguien-
te inscripción encontrada pocos años hace, cuando se trató,
en 1859, de limpiarla:
INTRODUCCIÓN XXIX
LA CIUDAD DE BADAJOZ
MANDÓ HACER ESTA FUENTE
POR MANDADO DE SU CORREGIDOR
D GONZALO DE MAFRA.
EN MDXXLV.
FUÉ MAESTRO DE LA OBRA
GASPAR MÉNDEZ
Otra fuente de Badajoz, la conocida por el nombre de Rívi-
Ua, se hizo en 1549, como se ve por esta inscripción que junto
á ella puede aún leerse, y dice así :
LA ILUSTRE CIUDAD
DE BADAJOZ MANDÓ HACER
ESTA FUENTE, SIENDO
GOBERNADOR DON NUÍíO
DE LA CUEVA Y OTRAS
OBRAS CON EL MESMO
TÍTULO, SIENDO
MAESTRO bE HIAS
GASPAR MÉNDEZ
AlffO DE MDXLVIIII AÑOS.
En Plasencia hay de antiguo muchas fuentes naturales. Las
mejores son las de la casa de D. Diego Esteban de Carvajal,
ediñcio arruinado hoy en el llamado Berrocal, levantado en los
comienzos del siglo xvi. Sobre uno de sus dos arcos de sillería
se lee la siguiente inscripción :
ARRIBA ESTÁ EL AGUA VIVA,
PORQUE QUIEN BEBE DE MÍ
TORNARÁ CON SED AQUÍ.
En 1574 se construyó la cañería y los arcos de San An-
tón (i), para las aguas de dicha ciudad, y el cafto de San Pedro,
en 1577 (2).
(i) En uno de los arcos de la cañería se lee: Se hizo año de 1574 siendo
Corregidor D. Fernando Mecía y Soto Ortiz Sosa, quien reparó el acueduc-
to todo.
(2) En él se lee : Corrió esta fuente de la Cruz el día de la Cruz de Mayo
DEL año de 1 $77.
XXX INTRODUCCIÓN
Los ríos y arroyos que bañan el suelo extremeño serían
bastantes para el riego de una gran parte de su comarca si co-
rriesen canalizados, ó en cauces reducidos que retuviesen cauda-
les para el estío. Son los principales el Tajo y el Guadiana,
adonde afluyen todos los demás de índole secundaria. Sabiéndo-
se, pues, los itinerarios de ambos ríos, se adquiere un conoci-
miento exacto de la hidrología extremeña, en sus corrientes
fluviales.
Casi la totalidad de la provincia de Cáceres pertenece á la
cuenca del histórico Tajo^ ese río qiie hizo hablar un poeta espa-
ñol y que tantos recuerdos tiene para España entera. Su naci-
miento es en la sierra de Molina, donde bifurcan las tres pro-
vincias : Teruel, Cuenca y Guadalajara. Es el primero de los de
España atendiendo al orden de mayor longitud, y el tercero,
tanto en relación á la extensión superficial en sus cuencas, como
en el número de tributarios que lo alimentan. Penetra en la
provincia de Cáceres por término de Alcolea, sirviendo un corto
trecho de límite entre Toledo y Cáceres; y después de recorrer
no poco territorio extremeño, apenas recibe el Sever se escapa
á Portugal para unirse al Océano Atlántico, frente á Lisboa.
Desde mediados, casi, del siglo xvi ha sido este rio objeto
de estudio por parte de varios ingenieros que le han querido
hacer navegable. En 1581, Antonelli; en 1641, Carduci, Mar-
telli y Salcedo; en 1755, Pontero, Briz, Simón Gil y Fernández
Olmo; y, en 1829, Gabanes, han trabajado para realizar la na-
vegación de este río, sin que ninguno de estos cuatro proyectos
hayan podido realizarse.
En los comienzos del reinado de Felipe III los navieros de
Abrantes solicitaron del rey el privilegio exclusivo de la navega-
ción del Tajo, desde Lisboa á Alcántara. Entre las circunstan-
cias que alegaban para esta gracia era una de ellas su posición
geográfica y sus conocimientos prácticos. Contaban con todos los
barcos necesarios, algunos de ellos de 200 toneladas, y á nin-
gún naviero de Abrantes había sucedido fracaso alguno, etc.
INTRODUCCIÓN XXXI
Poco después los propios navieros volvieron á pedir á S. M. tu-
viese á bien reforzar los puntos de remolque con más hombres
pagados por el Estado (i), pues las naos demasiado satisfacían
á S. M,; que igualase en privilegios á todos los buques y prohi-
biese los de 50 toneladas arriba entre Vilavella á Alcántara ; que
se eximiera de derecho de ancla á los de la matrícula de Abran-
tes, declarando este puerto depósito con franquicias, pagándole
S. M. todos los fletes atrasados. £1 gremio se obligaba á hacer
la navegación de Abrantes á Alcántara en 24 horas, con Ponien-
te, y vice-versa en 12, con solos timón y remos.
Todos estos datos demuestran el poco interés que los reyes
han puesto en la gobernación del país, pues de otro modo pudo
hacerse navegable el Tajo; ora cuando Felipe II, por el proyec-
to de Antonelli; ora cuando Felipe III, por los navieros de
Abrantes ; ora cuando Felipe IV, por el proyecto de Carduci,
Martelli y Salcedo (2); ora cuando Carlos III, por el de Pontero,
Briz, Simón Gil y Fernández Olmo (3), y ora también, cuando
Fernando VII, por el de Gabanes (4). Si se hubiera realizado
esta grande obra, los pueblos ribereños del Tajo serían los más
(i) Viu, en su Extremadura, tomo II, págs. 30'5-3o6.
(2) Corografía del rio TOfjo^ hecha por Luís Carduci, matemático de S. M.,
junto con el reconocimiento que por su mandado han hecho el licenciado D. Euge-
nio de Salcedo, abogado, Julio Martelli y el dicho Luis Carduci, ingeniero, al gran
Monarca de las Españas y el Nuevo Mundo, D. Felipe IV el Grande.— Año de mil
seiscientos cuarenta (Ms. de la R. A. de la H.)*
(3) Noticia que con permiso de S. M. da al piiblico D. Carlos de Simón Pontero,
de su Consejo, y Alcalde de Casa y Corte, de las obligaciones que ha contraído en
su contrato la Compañía de la navegación del Tajo, y de los privilegios con que
Su Majestad la fomenta, para que los que interesen sus acciones, se informen con
perfecto conocimiento de las utilidades que promete esta obra y los auxilios que
merece á la piedad de S. M. en consideración á las obligaciones de la Compañía y
al beneficio que resultará al público en su ejecución. (Madrid, 1757).
Insíructiones sive tractatus de Tagi navegatione, rogatu Caroli Pontero ; qui con-
silium suj>er hac re suum proponere decreverat ministerio Regis catholice el supremo
Casíellce Senatui, (Ms.)
(4) Memoria que tiene por objeto manifestar la posibilidad y facilidad de hacer
navegable el rio Tajo desde Aranjuez hasta el Atlántico, las ventajas de esta empre-
sa y las condiciones hechas á la misma para realizar la navegación, por D. Fran-
cisco Javier de Cabanes.— Publícase de Real orden. (Madrid, 1829).
XXXll INTRODUCCIÓN
ricos de la Península, como oportunamente observa D. Cándido
Osuna (i).
Por lo demás, el Tajo corre por entre estrechos y profundos
cauces, pues algunas veces le vemos á 150 metros de profundi-
dad y tan estrecho como el llamado Salto del Gitano^ próximo
á Acebuche, donde es fama que más de un hombre lo ha pasa-
do á salto.
El curso de este río es de 750 kilómetros y abraza una re-
gión superficial de 1 1,250. Los que le son tributarios suben á más
de 100, contándose entre sus más principales Tiétar, Ibor, Al-
monte, Alagón, Salor, Eljas y Sever, y entre los de segundo
orden Tamuja, Guadilobos, Ambroz, Arrago, Alburrel, Pedroso,
Guadija, Fresnedoso, Lavid, Malvecino, Fresneda, Jartín, Mai-
món, Galavid, Calatrucha, Carbajo, Casillas, Aurela, Negal y
Cabrioso.
El Tajo es el río de más historia que se conoce en España.
Los romanos le llamaron Tagus, que viene del hebreo Tagk
(correr por tortuosidades). Los amigos de la fábula dicen que el
rey Tago dio su nombre á este río, mientras otros sostienen que
es del pueblo Tagus, Isidoro el Hispalense dice que lo tomó de
Tar ThagOy por nacer en la provincia Cartaginense; y no falta
quien afirma que Tagus viene de Dag^ vocablo fenicio que signi-
fica pescado. La definición hebrea parece la más aceptable (2).
Marcial celebra mucho este río, porque en sus márgenes
encontraba abrigo contra los ardores del sol « debajo de frondo-
(i) Proyectada navegación del Ta/o, presentado á la Exorna. Diputación de la
provincia de Cáceres, por D. C. O. (Cándido Osuna), diputado por el partido de
Garrovillas.— Leído y aprobado en sesión de 14 de Enero. (Cáceres, 1843).
(2) Tajo, su nombre de hoy significa cortadura, el cual dentro de esta provin-
cia es bien apropiado, pues corre de oriente á poniente por una profunda y estre-
cha cortadura del terreno hecha por sus aguas, la cual divide la provincia en dos
partes desiguales, siendo la del Norte algo mayor. Su nombre antiguo fué Tagus
que viene de la voz oriental Dag ó Tag que significa el pez; San Isidoro le hace
derivar del nombre de una ciudad antigua próxima á su nacimiento, que se llama-
ba Carthago. La ciudad fue la que tomó el nombre del río llamándose Charta (ciu-
dad), Tagus (río), que significa ciudad del Tajo. (Origen del nombre de Extrema-
dura, por D. Vicente Paredes y Guillen, arquitecto, pág. 74.— Plasencia, 1886).
INTRODUCCIÓN XXXIII
sas enramadas...»; Prudencio le llama «salutífero y encantador»;
Ovidio y otros le dan el dictado de auriferOy y Mela dice que
«llevan sus arenas oro y perlas», aludiendo al oro que en la
antigüedad, y hasta mediados del siglo xvi, arrastraron sus
aguas (i). Estrabón describió este río, atribuyendo á su boca
veinte estadios y una profundidad capaz para sostener navios
cargados con 10,000 talentos; y nuestro Fr. Luís de León en su
famosa Profecía del Tajo^ le hace hablar diciendo:
« Folgaba el rey Rodrigo
con la fermosa Cava en la ribera
del Tajo, sin testigo,
el río sacó fuera
el pecho, y le habló de esta manera : »
Tito Livio y Alpino Alejandrino le citan con elogio. E! pre-
tor P. Junio Bruto, apellidado el Caico, penetró en España por
sus aguas hasta Morón, el año 189 antes de Cristo, y des-
de 186 servían sus orillas de barrera contra las huestes manda-
das por los pretores Q. Crispino y C. Calpurnio, dándose enton-
ces aquella famosa batalla donde murieron 30,000 celtíberos.
También tuvo su campamento en sus márgenes el pretor F. Fia-
vio, que libró una batalla junto á Elbura, matando á 25,000 es-
( I ) Notas sobre las minas y def^ósiios auri/eros de las Extremaduras españolas
y portuguesas^ por Mr. H. W. Bristow. ( Londres, tomo I del The Mining and Smel-
ting Magazine).
Análisis de la mina de oro de la Encomienda de la Claviera en Extremadura^ por
D. Domingo García Fernández. (Véase la Historia general y particular de las minas
de Extremadura, por D. Vicente Maestre).
Informe sobre la mina de la Claviera^ al Excmo. Sr. Conde de Lerena, por el mis-
mo. (Véase la Historia de García Fernández;.
Informes á S. M. y Real Junta de Comercio^ Moneda y Minas., sobre algunas pro-
ducciones naturales descubiertas en estos últimos tiempos en los dominios de
España y otros trabajos, de D. Domingo García Fernández, inspector general de
Ensayos de Moneda, comisionado del Ministro de la Real Hacienda y de dicha Jun-
ta para los asuntos de Química, etc.— De orden superior. (Madrid, i 798).
Terrenos auri/eros de Extremadura, por D. Amalio Maestre. (Tomo II, de la Re-
vista Minera).
5
XXXIV INTRODUCCIÓN
pañoles, cogiéndoles 4,800 prisioneros, 500 caballos y 88 ban-
deras.
Sería muy largo narrar aquí esta parte histórica del Tajo,
cuyas bocas corresponden á los 13^40' longitud, 40^45' latitud.
El Guadiana nace en los catorce manantiales de Villarrubia,
conocidos por los Ojos del Guadiana, Los primeros nacimientos
son tres: Canal^ Cercano y Mari- López ^ que forman el río que
recorre hasta entrar en el Océano Atlántico, por Ayamonte,
594 kilómetros, recogiendo las aguas de más de 100 ríos y arro-
yos. Los más principales de aquellos son: Azuer, Záncara, Rus,
Osa, Coreóles ó Florida, Gigüela, Riansares, Amarguillo, Ba
ñuelos. Jabalón, Bullaque, Milagros, Alcobilla, Valdehornos, Bo-
donal, Estena, Guadarranque, Guadalupejo, Valhondo, Silvadi-
lio, Zújar, San Pedro, Aguamatillas, Guadarramilla, Buey,
Guadelmez, Horcajo, Navaluengua, Guadamora, Valdeazogues,
Gargantiel, Alcudia, Esteras, Gualemar, Hermanas, Ajo, Gua-
dalefra. Molar, Ruecas, Pizarroso, Gargaliga, Alcollarín, Horti-
gas, Guadamez, Burdalo, Matachel, Conejo, Retín, Valdemeden,
Palomillas, Albarregas, Aljucén, Lácara, Cordobilla, Guadajira,
Albuera de Zafra, Aguas Claras, Robledillo, Albuera de Feria,
Antrín, Albuera, LosPrados, Los-Linos, Chicas-Piernas, Santa
Coloma, Alcazaba, Lureanilla, Guerrero, Toya, Aguas Blanqui-
llas, Gévora, Zapatón, Sausustre, Albarranega, Rivilla, Valver-
de, Táliga, Frega-Muñoz, Alcarrache, Algolí, Ardila, Bodión,
Parrilla, Múrtiga, Calinte, Cortegana, Sillo, Gargallón, Chanza,
Cubos, Alcalaboza, Malagón, Albaca, Guadiana-Alto, Odiel,
Oraque, Rivereta, Fresnera, Meca, Bujarda, Tinto, Madroño y
Piedras.
La fábula ha inventado « que este río tenía un puente de sie-
te leguas, sobre el cual pacían multitud de rebaños. % Fr. Juan
Bautista Moles, con una candidez que encanta, dice: «Este es
>el río de quien se relata que tiene en España una puente de
>seis leguas en largo: en la cual pueden apacentar diez mil
» cabezas de ganado: porque en Castilla á los principios de la
INTRODUCCIÓN XXXV
> corriente de su nacimiento se hunde y pierde, y viene á salir
• siete leguas adelante...» Los que esto dicen lo confunden con
otro río Guadiana, que nace en Ruidera y confluye en el Zanca-
ra, siete leguas más arriba de Villarrubia de los Ojos, donde
están los catorce manantiales que dan origen al Guadiana que
corre hasta Ayamonte, sin necesitar la confluencia del río Zánca-
ra, que por lo regular suele secarse anualmente en primero de
Agosto, en tanto que de los Ojos de Guadiana brota el agua
á borbotones, sin que haya memoria de haberlos visto enjutos.
Los romanos llamaron á este río Anna, del que hablan Pli-
nio y Estrabón. El primero dice que tenía su origen en la Celti-
beria ; el segundo que corría por la parte áspera de esta región
y desembocaba por dos bocas navegables en el mar, de donde
se podía venir hasta la ciudad de Emérita -Augusta (i). Ptolomeo
coloca las fuentes del Anna (2) en el grado 14 de longitud. Divi-
dida España en Tarraconense, Bética y Lusitana, dicho río fué
el término divisorio de estas tres provincias romanas.
Los árabes llamaron á este río Guadiy Guadal y Gua-alana.
No falta quien afírma que también se llamó Gualman.
Las ciudades que baña este río, en su curso por Extremadu-
ra, como asimismo el Tajo, las citaremos oportunamente en el
curso de esta obra, para no anticipar aquí lo que hemos de decir
más ordenadamente.
(i) Estrabón dice que la Lusitania era muy opulenta en virtud de las ventajas
que por gozar de ríos navegables le adquiría el comercio; con cuya expresión de
ríos en plural da á entender que no era sólo el Tajo, sino también el Guadiana na-
vegable ; pues son los dos únicos ríos principales que bañan la Lusitania. Pero
más claramente lo dijo á la pág. 140, donde afírma que el río >1 na entraba en el
mar por dos bocas, que ambas servían á la navegación: Anas fluvius duobus se
evolvens osliis quorum singulce sunt naveg aitones. (Historia de las antigüedades de
Mérida, por Fernández Pérez, pág. 21).
{2) ...el famoso rio Guadiana llamado antiguamente el río Ana^ que dividía la
Provincia Bética de la Provincia Lusitana, y agora divide los Reynos de Castilla
de los de Portugal, por algunas partes, desde Badajoz, hasta la mar donde entra
por el puerto Ayamonte. Este vocablo, gua, significa en lengua arábiga, aguas; y
como los Moros poseyeron á España tantos años, llamaron áeste rio,^ua, de Ana^
que era decir, aguas de Ana, ó río de Ana, en Guadiana. (Baptista Molss, Memo-
rial de la Provincia de San Gabriel^ C. Lili, pág. 1 5 3).
XXXVl INTRODUCCIÓN
Terminaremos estos estudios hidrográficos citando las caídas
de aguas, las fuentes minerales y charcas de Extremadura.
Pocas caídas de aguas se conocen en este país. El Chorro
de la Meancera, junto á Gaseo, ofrece una bonita cascada de
unos lOO metros de altura; la Caída de laCervigona, próxima
al Acebo, no baja de 50 metros de desnivel; las que ofrecen
las aguas del río Cabril, desde su nacimiento hasta las huertas
, de la villa; las que nos da el río Jerte, entre Honduras y Cabe-
zuela ; la de Ambroz, próximo á Hervaz, y últimamente las que
nos dan la mayor parte de los riachuelos de la Vera de Piasen*
cia, muchos de las Hurdes y de Sierra de Gata, no pocos de
Guadalupe y San Pedro y algunos de Jerez de los Caballeros y
del término de Llerena.
La fuente mineral de Loro, situada á cinco kilómetros de
Guadalupe, se reconoce en sus aguas ferruginosas bicarbonata-
das, iguales condiciones médicas que las de Puerto-llano (Ciudad
Real) según la obra del Dr. Forner y Segarra (i); las dos de
aguas termales en Baños de Montemayor son notables, y á juz-
gar por los profesores Martínez Serrano, Rodríguez Solano, y
Lletget, superan á las de Ledesma y aun á las de las dos Alha-
mas (2); y finalmente, la fuente de Alange, de aguas bicarbona-
tadas cálcidas, es tan celebrada como las anteriores, pues aparte
(i) Disertación de las virtudes medicinales de la fuente de Loro, nuevamente
descubierta en las sierras de Guadalupe : la escribió el Dr. D. Francisco Forner y
Segarra, médico honorario de familia del Rey K. S. y del Real monasterio de Nues-
tra Señora de Santa Marta de Guadalupe. (Madrid, Imp. de Sancho, i 780).
(2) Investigaciones hidrológicas en particular sobre el manantial termal del
pueblo de Baños de Montemayor y Béjar^ por D. Francisco Martínez Serrano. (Siete
Memorias impresas : 5 en Plasencia, las primeras, y las dos últimas en Cáceres;
tres en 1843, una en 184^ y dos en 1845).
Virtudes medicinales y análisis del agua minero-medicinal de Baños, por el doc-
tor D. Cristóbal Rodríguez Solano, del antiguo gremio y claustro de la Universidad
de Salamanca, último catedrático en la misma de la de Astronomía, socio de varias
Corporaciones científicas y económicas, director de baños y aguas minerales por
Su Majestad desde 1829, y actual de los de Baños. (Cáceres, 1850).
Baños-de-Baños (viajes por mi patria), por D. Nicolás Díaz y Pérez, con un pró-
logo por D. Francisco Cañamaque (segunda edición}.— (Madrid, Imp. de J. A. Gar-
cía, 1881).
INTRODUCCIÓN XXXVII
de que su manantial es muy conocido desde los tiempos roma-
nos, aun creen algunos que fueron ambos establecimientos, el
de Baños de Montemayor y el de Alange, balnearios de sa-
lubridad y descanso para las legiones de Italia. Después de
los siglos transcurridos desde el conocimiento de estas aguas,
hoy gozan de fama europea.
Ocho obras conocemos sobre estas aguas de Alange ( i ) y
bastan los nombres de los autores para reconocer las virtudes
médicas de las mismas.
Junto á Santibáñez el Alto existe la Fuente polvorosa^ con
abundante agua hidrógeno-suturado y á la temperatura 15^5,
siendo 11^5 la del aire á la sombra. Otra fuente sulfuro-fría se
ve á cuatro kilómetros de Zorita, de escasa importancia por su
pobre caudal, como tampoco la tienen, por la misma causa,
la de San Gregorio^ junto á Brozas; la de Hedegosay próxima
á Ceclavín; la Fuente del Oro^ en término del Castañar; la
Trampal^ junto áCarmonita; la del Carrasco^ al E. de Al-
moharín ; la del Padre Mateo^ próxima á Valencia de Alcántara;
la Herrumbrosa^ de Cilleros y otras muy inferiores en LaHava,
Garlitos, Casar de Cáceres, Membrío, Campo, Granadilla, La
Aliseda y Botija.
( I ) Disertación sobre las aguas minerales de Alange^ por el Dr. Alsinet, médico
militar de xViérida. (Ms., 1751).
Breve discurso sobre los baños termales que tuvieron los romanos cerca de Alan-
ge en Extremadura^ por D. Mariano Madramany y Calatayud. (Ms. en la R. A. de
la H., letra K, 166).
Breve memoria acerca de los baños de Alange^ por D. Zacarías Gómez Bueno,
director interino del Establecimiento. (Ms.)
Memoria sobre los baños de Alange^ presentada al concurso de 1839 parala
provisión de las direcciones vacantes de aguas minerales. (Ms.)
Baños minerales de Alange, por D. José Benito Lentijo, director de baños. ( Ba-
dajoz, 1830).
Memoria sobre los baños de Alange, presentada por D. Luís Colodrón al concur-
so de 1838 para la provisióh de vacantes de baños. (Ms.)
Monografía de las aguas y baños de Alange, por D. Julián de Villaescusa, doctor
en medicina y en cirujía, actual visador del Establecimiento, etc. (Madrid, 1850).
Baños de Alange,— uSu historia, descripción y efectos maravillosos de sus
aguas», por D. Abdón Berbén, antiguo médico titular de la misma villa y actual
propietario del Establecimiento. (Ms.)
XXXVIII INTRODUCCIÓN
Las charcas que se conocen en Extremadura pueden consi-
derarse solamente como depósitos naturales, porque todas han
sido establecidas artificialmente, para que en las prolongadas
sequías encuentren los vecinos las aguas recogidas de las llu-
vias. Más de lOO pueblos en las dos provincias tienen para sus
necesidades exclusivamente las aguas de charca, que en los me-
ses de Julio, Agosto y Setiembre son su único recurso. La de
Zalamea la Serena, la de la Albuera, la de Talavera, la de Lan-
cho^ junto á Malpartida de Cáceres; la Nueva^ del Casar; la de
San Miguel^ del Arroyo del Puerco; la de Palancosóy de Naval-
moral ; la de Vega^ de Brozas; la de Arce^ de Navas del Madro-
ño; la de La Torre^ en Serradilla; y en fin, las de La Trucha^
en Guadalupe; la Albuera^ en Albalá; las de Runel y Mata Ra-
nas^ en Trujillo, son, puede decirse, las que merecen citarse,
tanto por la dimensión que algunas reúnen cuanto por la im-
portancia que en el país tienen.
IV
Del nombre de Extremadura y de sus armas
Terminado ya el ligero examen que á manera de introito
nos proponíamos escribir para esta obra, tratando de la Geo-
grafía, Geología, Geognóstica, Prehistoria y la Hidrología extre-
meña, hemos de terminar este ya pesado trabajo con algunas
noticias sobre el nombre de Extremadura y las armas que la
ciencia heráldica señaló á este país.
Es un verdadero problema determinar el origen, fundamento
y causas ocasionales que dieron origen al nombre Extremadura,
La etimología de este vocablo ha dado lugar á los más encon-
trados razonamientos por parte de Zurita, Garibay, Morales,
INTRODUCCIÓN XXXIX
Mariana, Mosquera, Tamayo, Moreno de Vargas y Solano de
Figueroa.
Dicen estos autores, casi sin variantes, que Extremadura
se tomó de la voz latina extrema hora^ y se le dio á la hoy co-
marca extremeña porque el territorio comprendido entre el río
Ardua y Badajoz fué la última conquista del rey Alonso IX de
León en 1228. No faltan quienes la crean originaria de Extre-
mcidurt, porque abraza una gran porción de las Castillas, desde
la orilla izquierda del río Duero ^ desde Soria hasta Alcaraz (i).
Pero esta crítica no la encontramos exacta, pues en nuestra
humilde opinión, no pueden ser los extremos del Duero los que
dieran el nombre á esta comarca.
Si así fuera, Soria y Beira serían las Extremaduras (2), que
son las que están en los extremos del río, y no se llamaría desde
mediados del siglo xiii con este nombre á las provincias de Ba-
dajoz y Cáceres que las atraviesan el Guadiana y Tajo respec-
tivamente; ni á la Extremadura portuguesa, que con más pro-
piedad hubiera tomado el nombre del río á cuyo extremo se
encuentra. Tampoco le recibieron porque fueran las tierras más
próximas al Duero, porque, en este caso, serían llamadas así
Castilla la Vieja y la Beira Alta, y menos porque fueran más
( i) Tomó su nombre, según unos, de la expresión latina extrema-hora, porque
el territorio comprendido entre Badajoz y el río Ardila fué la última conquista del
rey D. Alonso IX de León en 1228; otros la derivan de la voz Extremaduri^ porque
abraza una gran porción de las Castillas, á saber: desde la orilla izquierda del río
Duero^ comprendiendo desde Soria por el N. y Alcaraz por el E. (Madoz, Dicciona-
rio geogrdfico-estadistico-histórico^ t. VIH, pág. 62 1).
(2) «Soria pura cabeza de Extremadura.» Soria se titulaba cabeza de Extrema-
dura, porque de las cuatro cuadrillas del Consejo de la Mesta, la de Soria era la
que presidía los concejos de las Extremaduras y los de Sierras, y hacía cabeza de
las cuatro por ser la sucesora de Numancia, que en todos los tiempos fué la prin-
cipal cabeza de la Celtiberia, y por lo tanto de la trashumancia, como su nombre
lo indica, según el Diccionario de Cortes: «Numancia, nombre céltico de los Cel-
tas nómades^ de aquí Nomadia, Nomantia y Numancia.» Paulo Orosio dice que Nu-
mancia era cabeza de Galicia; no porque la comarca denominada Galicia llegase á
Soria; sino porque galicia, numancia y trashumancia son lo mismo que viajar, ó
emigrar los ganados; y Gallaico y Extremeño signifícan los pastores que los con-
ducen á los extremos de los caminos que tienen que recorrer de los agostaderos á
los invernaderos.
XL INTRODUCCIÓN
distantes, porque antes del año 1 240 en que fué concluida de
reconquistar Extremadura, hacía 166 años que se había conquis-
tado Toledo, 83 que se había conquistado Andújar, 3 Malagón,
Calatrava y Alarcos: poblaciones todas más extremadamente
distantes del Duero que las que comprende Extremadura, y por
tanto, si viniese el nombre de la extremada distancia del citado
río, debieran con más propiedad llamar en aquella época Extre-
madura á la provincia de Toledo y parte de Andalucía ; y si tal
hubiera sido el origen, no hubieran perdido estas aún el nom-
bre, porque el río no ha hecho mayor su distancia á Cáceres ni
acortado la de Andújar. Podrá replicarse que, si bien no recibió
el nombre porque estuviese en los extremos del Duero, ni por
estar cerca de él, ni por encontrarse muy distante, lo recibiera
porque las comarcas de los extremos del Duero fueran ensan
chándose con la reconquista, é hicieran extensivo su nombre á
las provincias de Badajoz y Cáceres, viniendo de este modo á
recibir el nombre de los extremos del mencionado río, sin ser
las comarcas en que nace y muere, ni estar próximas á ella.
Y una vez admitida esta doctrina, tenemos forzosamente que
aceptar que hubo anterior á las hoy comarcas extremeñas de
Portugal y España, otras que también fueron llamadas Extre-
meñaSy deduciéndose de aquí que este nombre no fué hecho para
las provincias que hoy le llevan. En las Cortes de 1258, cele-
bradas en Valladolid, hay una cláusula en que se dice literal-
mente « que ningún rico ome nin otro ome ninguno que non
ttome conducho en Castilla, nin Extremadura^ nin en Toledo
»con toda la tierra, ni toda Landalucia, ni en regno de León nin
>su exíremadur j ^ nin en Asturias, nin en Gallizia en todo lo
»que es del Rey.»
Dedúcese de los términos en que está redactado el anterior
ordenamiento: i.° Que había dos Extremaduras: una que era
de León y otra que no lo era; 2.^ Que la una Extremadura está
escrita con letra mayúscula como nombre propio, y la de León
lo está con letra minúscula, como si se la diera el nombre por
INTRODUCCIÓN XLI
el uso que León hiciera de la comarca, y no como nombre pro*
pió de ella.
En el período de cien aflos, en que fueron fronteras de los
moros el Tajo y el Monte, se llamaría Extremadura el territorio
comprendido entre esta frontera y el Duero ; pero si ñjamos
nuestra atención en los documentos ofídales de aquella época,
veremos que se adjudicaban de los Veinos de León y de Castilla,
todo lo que está entre las cumbres de la cordillera del Guada-
rrama y Duero; y que de dicha cordillera abajo se titulaba
Extremadura y tierra de Toledo, ó mejor dicho^ reino de To-
ledo.
Tenemos, forzosamente, que deducir que, si se llamó Extre-
madura la comarca que hoy tiene este nombre por los extremos
del Duero, fué porque á ella se hizo extensivo los del extremo
del río, y no porque se hiciera el vocablo para nombrarla con
mayor propiedad, como han supuesto muchos.
Pero asintiendo á lo que refiere sobre el particular D. Vicen-
te Paredes en su citado opúsculo sobre el Origen del nombre de
extremadura^ deberemos remontarnos á la población trashu-
mante que vivía de los ganados, en los tiempos de la Recon-
quista, ora en las montañas de León, ora en sus extremos ó
cuencas del Tajo y el Guadiana, para conocer el verdadero
origen y aplicación del vocablo extremadura, dado desde el
siglo XIII á lo que hoy son provincias de Badajoz y Cáceres: por
esto en los sucesos y costumbres del pueblo conquistador debe^
mos buscar el origen de esta denominación.
£1 pueblo refugiado en las montañas de Asturias no perdió
en muchos siglos ni su organización política, ni sus derechos civi-
les. Al conquistar iban estableciéndose civil y militarmente con
las mismas costumbres que tenían antes de la invasión musulma*
na. Los godos dividieron su terreno en tres partes, dos pertene-
cían á los godos y una á los índigenas, que ellos llamaban roma-
nos. Los godos aprovechaban las suyas con la ganadería,,
principalmente, según consta por el Fuero Juzgo; los españoles
XLII INTRODUCCIÓN
la suya con la ganadería y la agricultura. Los godos por medio
de sus leyes protegían á los españoles de los abusos de su domi-
nación, y les respetaban sus costumbres administrativas; pero
no siempre fué bastante sincera esta protección, y las faltas á lo
convenido dio lugar á la sublevación de los rústicos de Oróspe-
da, en tiempos de Leovigildo. El reparto de los terrenos en un
principio satisfacía las necesidades de unos y otros ; pero aumen-
tada la población, las dos terceras partes no eran suficientes á
los godos, ni la tercera de los indígenas bastaba á sus necesida-
des agrícolas y pecuarias.
Á los dominados los vejaban con impuestos: no permitían
la mezcla de su raza con la de los dominadores, y esta cualidad
de intereses y guerra intestina, que duraba á la irrupción sarra-
cena, entró por mucho en la manera de obrar durante la invasión
y la reconquista. Los que los godos llamaban romanos, más de-
dicados á la agricultura, y por tanto con una riqueza inmueble,
fueron los que quedaron viviendo entre los conquistadores. Los
godos con sus ganados, que era su principal riqueza, y los
españoles (los dedicados á la ganadería), se refugiaron en las
montañas del Norte. Sus ganados acostumbrados á la trashuma-
ción, no podían prosperar sin los invernaderos, y tuvieron nece-
sidad de conquistarlos de los enemigos. Los árabes que también
eran aficionados á la ganadería, y establecieron la trashumación,
según cuenta Reynaud, y refiere más al pormenor el historiador
Al-Haken, necesitaban los pastos de invierno y no podían con-
sentir que sus contrarios los recuperaran. Esto dio lugar á la
lucha, en la que entraba por mucho la prosperidad ó ruina de
la ganadería. Para los godos y españoles, que por costumbre y
por necesidad explotaban la ganadería, era más importante la
subsistencia de esta explotación. Por esta causa á medida que
iban ensanchando sus dominios, los iban también ocupando con
el ganado, combinando su organización militar con la pastoril,
cosa que no tenían que estudiar, pues la tenían combinada antes
de la venida de los moros para defender sus ganados de las ase-
J
INTRODUCCIÓN XLIII
chanzas de los que ellos llamaban romanos, sus dominados; pues
aquella autoridad semicivil, semi militar y medio administrativa,
que llamaban Gardingo^ no era otra cosa que lo que después
de la reconquista fué el Alcalde Mayor del Concejo de la Mesta/
como ya se le llamaba en 1 3 1 o. El terreno que iban ganando lo
dividían en provincias, cada una la gobernaba un Duque, que
mandaba las tropas; la administraba el Gardingo^ que cuidaba
de defender los ganados^ juzgaba las discordias entre los gana-
deros, y era teniente del Duque en el ejército. Á cada población
la gobernaba un Conde y su Vicario, y todos los moradores esta*
ban obligados á presentarse armados al ser llamados para la
guerra. Á medida que iban ensanchando sus conquistas, iban
fortificando ciudades en las fronteras, y en premio de estas con-
quistas las concedían privilegios que en un principio fué el dere-
cho de regirse por leyes propias, más tarde el reparto del botín
conquistado, y por último el señorío sobre las tierras que gana-
sen, amparando en los derechos á la población civil el Gardin-
go, ó Alcalde Mayor, que gobernaba á nombre del Concejo, cuyo
origen se remonta al siglo vii.
Este antiquísimo Concejo, que en una ú otra forma le hemos
visto figurar en todos los acontecimientos de nuestro país desde
los tiempos más remotos, entrañó en sus leyes las costumbres
de los godos en el aprovechamiento de las dos terceras partes
del terreno que se reservaron ; su subsistencia fué la causa y la
necesidad de la reconquista, y cuando durante ésta pudieron ha-
cerlo, se dedicaron á escribir y restablecer sus reglamentos y
leyes anteriores á la invasión árabe: las primeras que conoce-
mos restablecidas del Fuero de Eurico, son los privilegios dados
en 1273 por D. Alfonso el Sabio á este Concejo (i).
(i) Los ejecutores de los acuerdos del Concejo eran :
I .** Los Alcaldes ordinarios : nombraba uno cada cuadrilla con jurisdicción en
las demandas civiles entre Hermanos.
2,"* Alcaldes de Alzada : se nombraban dos por cada cuadrilla para recibir las^
presentaciones de los que apelaren de los Alcaldes de Cuadrilla, ó Juez del Con-
XLIV INTRODUCCIÓN
En estos privilegios daban á los pueblos de los puertos rea-
les, hasta las márgenes del Guadiana, el nombre de Extremos ó
Tierras Llanas. En el segundo privilegio, dado en Gualda
Cejo, para que ante ellos se alegara y probase lo conveniente, afín de que los Alcal-
des de Apelaciones despacharan brevemente.
3.^ Alcaldes de Apelaciones: nombraba cada cuadrilla para conocer de las
jipelaciones de los Alcaldes de Cuadrilla y Jueces del Concejo; y determinar por
los procesos que ante ellos llevaren, dos días antes de que terminase el Concejo,
para si alguna de las partes quisiera apelar.
4.* Alcaldes Entregadores : eran tenientes del Mayor, y por él nombrados,
hasta el año i 568, en que fué comprado este derecho por el Concejo al Conde de
Buendia, desde la cual fecha los nombraba el presidente del Consejo de la Corona
en cuatro letrados, uno por cada Cuadrilla. Tenían cada uno sus ministros, que
eran un Procurador Fiscal, un Escribano y dos Alguaciles. Salían á establecer sus
audiencias, dentro de veinte días de concluido el Concejo, en los sitios que pre-
viamente se señalaban, que habían de ser en cabezas de provincia, partido ó pue-
blos de mucho vecindario. No tenían jurisdicción contra Hermanos en general;
pero sí contra los que de ellos maltrataban ganados; contra los que fingían ventas
de sus ganados para perjudicar á otros Hermanos; contra los que hurtaren de
diez cabezas arriba; y contra los Hermanos que resistieren á pagar el repartimien-
to hecho por el Concejo. Reconocían los privilegios ó Ejecutorias de las villas ó
pueblos que tratasen de quebrantar los del Concejo, y procedían contra los que
los alegaban, cuando no eran legítimos. Castigaban las heridas y malos tratamien-
tos hechos á los pastores. Procedían en las causas de ocupación, ó rompimientos
de cañadas; contra los que hacían nuevas dehesas y viñas; contra las imposicio-
nes y acrecentamiento de tributos á los ganados... etc., etc.
El Concejo de la Mesta se conoce constituido como tal desde 1 3 1 1 , y se compo-
nía de cuatro cuadrillas, cuyo orden de jerarquías era el de sus nombres: Soria,
Cuenca, Segovia y León. Sus Alcaldes Mayores lo fueron por derecho propio hasta
el año 1499 4^^ compró el concejo el oficio al Conde-Buendía. Antes de esta fecha,
según la epístola 73 del doctor Fernán Gómez de Cibdadreal, año de 1437, «el
cargo de Juzgaduría é Alcaidía de Mesta fué siempre de Fidalgos de honor...» Con
anterioridad á estas fechas ya citadas se celebraban dos concejos cada año, uno
en las Sierras, y otro en los Extremos. En 1273 se celebraba un concejo de mestas
en Montemolín á primero de Enero, y otros dos, uno en las Sierras y otro en los
Extremos, en los puntos que en el de Montemolín se acordaba: posteriormente sólo
se celebraban dos; los de las Sierras habían de celebrarse desde Berlanga hasta
Ayllón, y los de los Extremos desde Don Benito hasta Siruela y los lugares inter-
medios. Hubo en esto de los lugares en que se habían de celebrar los concejos
muchas cuestiones, por lo que, la Provisión de 27 de Octubre de 1600, ordenó
que los de Extremadura se hicieran en Talavera, Oropesa, Puente del Arzobispo,
ó Villanueva de la Serena; y los de Sierras en Ayllón, Cifuentes, Berlanga ó Buen-
dia. No concluyeron con esto las discordias ni se cumplía lo acordado; pues se
conservan actas de concejos celebrados en lo que hoy es Extremadura, en Don Be-
nito, Villanueva, Siruela, Guadalupe, Mérida, Santa Cruz, Medellín y Campanario;
y fuera de este territorio en Barajas, Puebla de Montalbán, Leganés, Humanes,
Chinchón, Móstoles, Alcobendas, Colmenar de Oreja, Villaexcusa de Haro, Naval-
carnero, Guadalajara, Talavera, Pinto, Olmedo, Madrid, Algete, Valdemoro, Loe-
ches, Vallecas, Chamartín y Escalona.
INTRODUCCIÓN XLV
(Guadalajara) el 2 de Setiembre del año de 1273, se dice tex*
tualmente: «E demando y defíendo que nenguno sea osado de
» prendarlos, nin de embargarlos^ por nengunas de estas razo-
»nes, también en las Sierras como en los Extremos. ^
En los tiempos anteriores al año de 1609, en que se hizo la
recopilación de los privilegios de la Mesta, se llamaron Extre-
mos todos los terrenos de pastos útiles para invierno, ó sean
los que no llamaban Sierras y ocupaban los alcaldes de Tierras
llanas. Desde 1609, con motivo de asignar los Concejos, se re-
dujo á llamar Extremos los terrenos de pastos de invierno desde
los Puertos Reales hacia la Extremadura, Mancha y Andalucía,
como puede verse en el cuaderno, 3.* parte, página 93, Ley
I.*, tít. 14, lib. 3 de la Recopilación.
Antes de esta fecha se llamaban Extremos todo lo que no
eran sierras é invernaban en ellos los ganados (i), equivaliendo
así la palabra Extremo á invernadero, y á el extremo del viaje
que hacía cada rebaño desde la Sierra ó punto en que se apa-
ce n taba en el verano, hasta el sitio en que había de pasar el
invierno (2).
En el privilegio dado por D. Sancho en el año de 1 288, se
decía así : « E esto non tengo por bien ; ende mando á todos
» aquellos que hobieren á dezmar sus ganados en los Estremos,
>que non tomen carneros, ni ovejas... salvo que los cuenten, y
(i) Pueden verse los privilegios concedidos al Concejo por D. Sancho en To-
ledo año de 1 288 ; los de D. Juan I en 1 379 ; la Real Carta de D. Juan 11 en 1454;
los de los Reyes Católicos en Jaén en 1489; de Carlos V en 1529; de Felipe II
•en I <; 6 1 .
(2) No es porque sus extremos sean duroSy como se dice vulgarmente, ni por-
que la antigua tocase en el Duero, sino porque adoptado como punto de partida
de los Leoneses el río Durio ó Duero en sus expediciones contra los árabes del
Sur, pareció bien designar las tierras sometida^ dándoles un nombre acomodado
á la distancia ganada. Nuestro país (por Extremadura) íué desde luego un Ultra-
mar para los conquistadores, lejano extremadamente del Duero. Añádese que en
e\ siglo XII al XIII, que fué cuando se inventó el nombre, era efectivamente nues-
tra Extremadura lo más distante de los dominios de León. Así discurre también
con aducción de datos el erudito Padre J. B. de C, autor del Roteiro de Portugal,
hablando de su Extremadura portuguesa ^Viu, en su Extremadura, al 1. 1, pág. 5.)
LXVI INTRODUCCIÓN
»que tomen de vente corderos iino por la mitad de diezmo en el
^ Estremo que el ganado pastare^ é que le den carta de paga-
amento.»
Y en las concesiones hechas en las cortes de Valladolid por
el propio rey, en 22 de Mayo de 1293, X ^ petición déla ciudad
de Plasencia, se decía: «Otro sí: A lo que nos pidieron que no
»se les tome servicios de los ganados que no salieren de sus
> términos para ir á estremo ^ é invernasen en la tierra, tenemos
>por bien que no se lo demanden ni se lo tomen de los ganados
9 que allí moraren todo el año.»
Por lo que se ve bien claro que llamaban Extremos á los
invernaderos ó puntos á que iban á pasar los ganados el invier-
no, ya fueran de Extremadura, de Castilla ó Andalucía, demos*
trándonos también esto que se han conocido con el nombre de
Extremadura diversas comarcas, distintas de la conocida hoy
por esta denominación.
Y á que perdieran el nombre de Extremaduras las Tierras
Llanas, Extremos ó Invernaderos que hay de la cordillera Car-
petovetónica arriba, contribuyó eficazmente la Ley i.*, título 14,^
libro 3 de la Recopilación hecha de los privilegios en 1 609 ; y
además, el acuerdo tomado anteriormente por el Concejo cele-
brado en el Burgo de Osma el año 1561, en el que dispusieron,
respecto á la concurrencia de los alcaldes de Tierras Llanas 6
Extremos, que: «Los Alcaldes del dicho concejo, que estuvieran
»de Ciudad Real abajo, y de Toledo y de Talavera y Plasencia,
»sean obligados á ir en cada un año al concejo que se hace en
»las Extremaduras.» Por esta causa de que los alcaldes, estos,
concurrían á los concejos de las Extremaduras, y los otros de
estas poblaciones arriba, aunque eran de Extremos, Extrema-
duras ó Tierras Llanas, concurrían á los concejos de las Sierras,
vino á reducirse y concretarse el nombre de Extremadura á los
territorios de Extremos que están de Puertos Reales abajo (i).
(i) á la misma Extremadura de Puertos abajo se aludía en los ordenamientos-
que hicieron las Cortes de Burgos celebradas en 1379, cuando dicen: «Otro sí:
INTRODUCCIÓN XLVII
Parécenos que estas razones prueban suficientemente el ori-
gen del nombre Extremadura y las razones históricas que exis-
ten para que por dicho nombre sean conocidas hasta hoy las
provincias de Badajoz y Cáceres.
Las armas ó blasones que éstas tuviesen desde el siglo xiii
son las mismas que adoptó Badajoz, cabeza de Extremadura,
desde que la conquistara del poder de los árabes el rey D. Al-
fonso IX de León. Son, pues, estas armas, dos columnas sobre
<:ampo azul con dos leones rapantes y coronados. Sobre la
<:abeza de estas dos columnas se lee Non plus ultra, esto es,
no más allá, expresando sin duda con esto que en Extrema-
dura terminaban los límites del reino de León, como as{ era la
verdad.
A lo que nos pidieron por merced, que cuando reuniésemos Cortes ó Ayuntamien-
tos que mandásemos fuesen dadas posadas convenientes y barrio apartado á to-
dos los Procuradores de nuestros Reinos, y que sea entregado el barrio al primer
Procurador que viniere de Castilla, ó de León, ó de las ExtremaduraSy 6 de las
Andulucias para que lo guarde y reparta.»
Badajoz
CAPITULO PRIMERO
El puente de las Palmas.
Origen de la ciudad de Badajoz y su importancia
en tiempo de los romanos. — Badajoz, cabeza del reino de Algarve y
la Lusitania
I
N las guerras de Viriato, anterior á los roma-
nos, la hoy ciudad de Badajoz se conocía con
el nombre de Civitas Pacis, No se sabe el
origen de este pueblo que debió ser funda-
ción de los turdetanos.
Una pequeña cadena eslabonada de coli-
nas calizas corta transversalmente el curso
del Guadiana, que no pudo atravesar sin for-
mar un ángulo para ir en busca de la peque-
ña cortadura por que pasa encajonado. Bada-
joz domina la orilla izquierda de este desfiladero, sucediendo
otro tanto al fuerte de San Cristóbal, construido en la eminencia
de la colina opuesta. Sobre la orilla izquierda, la pendiente de
la colina, modificada por el arte, está coronada de casas que
descienden en anfiteatro hacia el río, aprisionadas por un cerco
de murallas inexpugnables en otros tiempos y hoy perfectamente
inútiles ante los modernos progresos en el arte de la guerra.
Visto Badajoz desde el lado opuesto al río ofrece un pano-
rama sorprendente. A la derecha, tocando casi con los antiguos
muros romanos, asoma el palacio del príncipe de la Paz. Un
grupo central de edificios y torres antiguas separa el referido
palacio de otro edificio destinado á maestranza de artillería,
obra de ñnes del siglo xviii, que se levanta al otro extremo de
la ciudad; y antepuesto á esta hermosa vista el río Guadiana
corre majestuosa y pausadamente, como temeroso de tener que
entregar pronto sus cristalinas aguas al reino vecino (i).
Pero lo que mayormente resalta en este cuadro, ante los
ojos del espectador, es el puente que frente á la ciudad atravie-
sa este río. Es una obra sorprendente que se comenzó en 1460
y se temünó en los tiempos de D. Felipe I llamado el Hermoso.
(t) El Guadiana ha recorrido desde au nacimiento haaU Badajoz, 461 kilóme-
tros, 87; mctrosiy 77 kilámetros después, en el 538 de au curso, entra en Portu-
gal, en cuyo reino discurre en una longitud de t $0 kilómetros próximamente.
BADAJOZ 53
La fecha, pues, de esta obra es de, principios de la segunda
mitad del siglo xv, aunque la portada de la ciudad es de Feli-
pe I, si bien por el cordón franciscano que en los extremos altos
y bajos de los torreones se ve, parece como terminada esta
obra en tiempos de la regencia del cardenal Cisneros.
En esta época, pues, se levantó una de las maravillas más
grandiosas que guarda Extremadura : el puente sobre el Gua-
diana (el Aunas de los romanos y el Guadal-ana de los ára-^
bes), llamado hoy de las Palmas ^ por las muchas que había
puestas por nuestros anteriores dominadores á la entrada del
mismo, desde la Puerta de la Traición, más allá de la Breva^
Cana (i), hasta el sitio que después se conoció con el nombre
de plaza de la Cruz, ya dentro de los muros de la ciudad (2).
El viajero que contempla tan preciosa obra, queda sorpren-
dido de cuánto puede la mano del hombre guiada por su inteli*
gencia, y no acierta á comprender que este monumento sea de
los tiempos modernos, atribuyéndolo á los romanos, que hacían
estas obras de fama imperecedera.
Sea esta obra, pues, la más famosa y grande que guarda
(i) Las inmediaciones, hasta el siglo xvii, eran un verdadero verjel de huer-
tos frondosos, plantas aromáticas y árboles frutales. Desde el cerro del Almendro
hasta la Granadilla, por la parte acá del Guadiana, y desde los llanos de Gévora
hasta las orillas del Gaya, las palmeras y naranjales daban sombra y frescura al
caminante y sabrosos frutos á la alimentación del vecindario. Y hasta dentro de la
ciudad se extendían los beneficios de esta varia y rica vegetación, de la que hoy
no se conserva ni el más leve vestigio. Un historiador eclesiástico del siglo xvii^^
Gil González Dávila, dice á este propósito lo siguiente : « Lo interior de la ciudad
(de Badajoz) abunda en huertos y planteles; cógense muchas naranjas, limas, limo-
nes y aceitunas que exceden en grandeza alas buenas de Andalucía. Tiene tambiéa
muchas palmas, que, descollándose por el aire, dan á los ojos una linda vista. Den-
tro y en su contorno, se recoge mucho pan, vino, aceite, fruta y caza.»
(3) Entre lo llamado la Breva Cana y el Puente de Palmas se hizo un bonito
paseo público en 1535, por mandado del Corregidor D. Gonzalo de Mafra^ abrién-
dose á orillas del río una fuente que se le llamó la de Mafra, Este fué el primer pa-
seo público que tuvo Badajoz, abundando en él las palmas y los álamos, no meno8>
que los chopos, mezclados con los naranjos y limoneros. En la plaza de la Cruz se
hizo otro paseo en 17 14; pero el Corregidor Galindo, en 1812 edificó el que
se conoció hasta 1870, destruido para dar paso á una carretera de circunvala-
ción.
54 Badajoz
Extremadura. El puente de Mérida (i) construido por Augusto
y ampliado por Trajano, aunque mucho más largo, no tiene
comparación con el de Badajoz, pues la fábrica defectuosa del
emeritense por sus torturas y desniveles en las rasantes, pjerde
la importancia que pudiera tener para el estudio de la arqueo-
logía, y sólo encierra un recuerdo histórico por la antigüedad
que reconoce. Y el de Alcántara (2), construido por Trajano, es
más majestuoso por su elevación, pero más estrecho y corto que
el de Badajoz, así es que no puede considerarse mejor que éste.
El puente de Palmas es en su fábrica elegante, y por su
construcción y estilo, de tiempos relativamente modernos. Todo
en línea recta y subido en el centro 1*92 para la vertiente de
las aguas, hacen de él una obra completa y digna de estudio
para los arquitectos. No tiene ' la latitud del de Mérida, ni la
elevación del de Alcántara, como hemos dicho ya, pero es en su
conjunto una obra mejor acabada.
Su latitud consiste en 6*84 metros, y su longitud en 582*30,
con treinta y dos arcos, todos diferentes entre sí, pues se com-
prende que la simetría y elegancia de la obra fueron sacrificadas
á su solidez, puesto que la cimentación de los arcos está basada
sobre piedra viva, exceptuando el del medio, que tuvieron que
f ,
d) Mide 820'! 2 de largo por 8' 3 6 de ancho. La parte realmente más antigua
de esta obra es la que está pegada á la ciudad y concluye en la capilla de San An-
tonio, midiendo un trayecto de 640 varas. Trajano hizo su prolongación y las pla-
zas que había á los costados, en la parte central con plazas muradas y que servían
como de aduanas cuando era el río navegable y por él venían los barcos desde
Ayamonte, y aun desde el mar á la Roma ibérica, como nos enseña aquel cantar
que decía :
Mérida, que en las Españas
algún tiempo fuiste Roma.
La altura de este puente, desde el nivel ordinario de las aguas, es de diez me-
tros, y respecto á la navegación del Guadiana, Estrabón confirma este aserto, co-
mo ya decimos en el prólogo de esta obra.
(2> Tiene 189^49 de longitud por 6^69 de ancho, y mide una altura sobre el
nivel del agua de setenta y tres metros. Fué construido en 103 de j. C, ó sea el
quinto del Consulado de Trajano.
empotrarle entre cajones de piedras y morteros de argamasas,
cruzados por
tirantes de hie-
rro. Mide su al-
tura, sobre el
nivel ordinario
de las aguas, en
su mitad 13' 7 2
metros y 12*32
en sus costados.
Aunque parezca
ésta poca altu-
ra, no lo es en S
sí, considerando <
que el Guadla- .
na se extiende ;, ^
por entre los ar- *
eos del puente ■ z
hasta 5 1 5 me- £
tros, y su co- ^-
rriente marcha S
sosegada, como <
ofendida tal vez
del poco apre-
cio en que la
tienen los extre-
meños.
Y si mira-
mos la situación
topográfica del
puente, no de-
jará de extra-
ñamos que se
construyese la obra de tan colosales dimensiones en un terreno
56 BADAJOZ
tan llano, y precisamente donde el río se extiende más, tenien-
do tan próximo otro punto más propio, entre el castillo y el
fuerte de San Cristóbal, por donde el río corre más estrecho,
canalizado por dos altos cerros de roca viva, sobre la que podía
apoyarse toda la obra; y buscando en el centro tierra firme para
estribar un pie con arranques á izquierda y derecha, pudo hacerse
un puente más alto que el de Alcántara, con dos ojos solamen-
te, ahorrándose por este trazado una mitad de la obra, pues así
no hubiera excedido de 260 metros. Esto nos induce á creer
<jue el puente se hizo sobre cimientos de otro anterior; pero sin
autenticidad que lo justifique, no nos atrevemos á afirmarlo. Las
reglas de buena arquitectura enseñan que para construir un
puente se ha buscado siempre lo más estrecho del río y donde
sus orillas están á más altura.
Los romanos adoptaron este sistema en casi todos los que
construyeron. Véase el de Lérida sobre el Segre; el de Alcántara
sobre el Tajo; el del Istro (Danubio), también de Trajano (i),
y otros muchos de aquella época. Y el no hacerse el de Palmas
donde indicamos, nos afirma que hubo otro en el mismo sitio,
construcción de los godos ó de los árabes, y el cual sirvió para
cimentar la obra nueva. Pero sea como quiera, el puente de Pal-
mas es una obra grandiosa, que merece ser conocida por todos
los amantes de los estudios arquitectónicos.
Todavía en el siglo xvi se veía sobre un arco que tenía á su
salida para Portugal, una piedra con esta inscripción, casi ile-
gible :
P... AUG...
EDIFICAVIT PONTEM...
HISPANIA... REXS...
ANNO DE MCDLX.
(i) Fué cortado después en i 24 por Adriano para impedir el tránsito de los
germanos y godos. Tenía veinte pilares de 34^28 de elevación por i6'72 de an-
chura, con una longitud de 86 i'o8.
BADAJOZ 57
Tiene á su entrada por la ciudad dos altos torreones que le
sirven de defensa, pues sobre ellos se colocan culebrinas de me-
tralla, para barrer el paso del puente. Estos torreones, así como
la puerta que está en medio de ellos, son de un gusto excelente
y tienen gran mérito arquitectónico. El arco del centro es jónico,
muy sencillo, artesonado de cuadros y molduras, todo ello tra-
bajado primorosamente en piedra de mármol. En el frontis hay
una inscripción que indica la época en que se hizo la obra, y de-
bajo dos cabezas, encerradas en dos orlas circulares, dando los
retratos de Isabel I y de D. Fernando V. La expresada inscrip-
ción dice así:
PHILIPUS HISPANIARUM FLANDRI ET UTRISQUE SICILIAE
PRINCEPUS CAROLI V. ROMANORUM IMPERATORIS
FILIUS. ANNO 1 55 1.
Puede leerse así: t Felipe, príncipe de España, Flandes y
> ambas Sicilias , hijo de Carlos V , emperador romano , afto
de 1551.» En este afto fué reconocido heredero del reino de los
Países-Bajos, y su padre le otorgó poderes en la ciudad de
Ausburgo para que se encargara del gobierno de Espafta.
Los torreones se elevan á una altura de 16 metros; sin duda
como obra de los tiempos del cardenal Cisneros, están envueltos,
arriba y abajo, del cordón que aquel regente cogullado ceñía á
todas sus obras, símbolo de la Orden franciscana, á la que él
pertenecía (i).
Tal era la obra comenzada en 1 460 y terminada en tiempo
de Cisneros.
Pero el monumento que sobre el Guadiana hicieron en aque-
llos tiempos no debió tener toda la solidez necesaria para sufrir
la fuerza de las aguas en época de inundación, pues ochenta y
(i) Sirvieron estos torreones circulares hasta 1823 para prisión de Estado, y
en ellos han estado presos todos los personajes políticos y grandes criminales que
fueron juzgados en Badajoz desde que se terminó esta obra.
8
$8 BADAJOZ
cinco años más tarde, en 1545, tuvo una crecida tan grande el
Guadiana, que sus aguas se elevaron sobre el nivel ordinario
1 4*78 metros, esto es, i'o6 por cima de las barandas. En este
estado corrió el río tres días. Como se comprende, esto tenía
que dar fatales resultados á la obra, y en el descenso de las
aguas se notó la caída de los tres ojos últimos, la ruina de los
seis anteriores, el deterioro de los restantes y el hundimiento del
arco monumental que había á su salida, y en cuyo frente se en-
contraba la inscripción á que antes nos hemos referido.
La recomposición importaba millones, y no era fácil por de
pronto reparar tanto mal. Pero pasó tiempo. Transcurrieron
treinta y cinco aftos. En el de 1580, cuando la muerte del car-
denal-rey D. Enrique de Portugal, vino á Badajoz D. Felipe II
á la cabeza de las tropas mandadas por el Duque de Alba, que
conquistó el vecino reino; y el monarca español, que ardía en
deseos de mejorar las poblaciones por donde pasaba, mandó que
repararan el puente, no omitiendo gastos, hasta ofreciéndose á
contribuir con una gran suma (que nunca dio), en caso de que
hiciera falta dinero. Y en efecto, animado el Ayuntamiento de
Badajoz, y á la cabeza del cuerpo municipal su prefecto D. Die-
go Hurtado de Mendoza, emprendieron la obra en 1581 y nos
la dieron terminada quince después, en el de 1596, como lo ex-
presa la siguiente inscripción que hasta 1 869 se veía en el centro
de la derecha, y que decía así:
FHILIPPHO. 11. HISP. ET. IND. REGE. URBIS.
PROEFECTUS DÚO. DI.** — HUR.° D
MENDOCA. S. P. Q. PACIS AUGUSTíE OPUS HOC. PUBLICAE
totl orbis saluti, publicis, sumptib
perfectum: dicavit
anno domine mdxcvi.
Nosotros leemos en esta inscripción lo siguiente : c Siendo
>Don Felipe II rey de las Españas é Indias y Gobernador de
testa Ciudad Don Diego Hurtado de Mendoza, el Senado ó
BADAJOZ 59
t Ayuntamiento de Paz Augusta dedicó á la salud de todo el
»orbe esta obra, acabada de los fondos públicos, en el año del
>Seftor de 1596.»
Por cima de esta inscripción lucían varios blasones (i): en el
centro los de la casa de Austria, á la derecha los de la Ciudad,
iguales á los que tienen adoptados sus Ayuntamientos, y á la
izquierda los de la familia de Mendoza, descendiente de la de
Solís, por lo cual ostentan sus armas, luciendo su motete de Ave
María y Gracia Plena,
Muy radical y completa sería la restauración que se hizo
entonces del puente de las Palmas, cuando se atrevieron á decir
que aquella obra fué acabada en 1596, y ni aun se creyeron
obligados, los que la dispusieron^ á conservar la inscripción que
había sobre el arco de salida al camino de Portugal, como era
de rigor, pues realmente no se hizo en 1596, sino en 1460, y el
corregidor Mendoza, sólo por un arranque de vanidad, nunca
justificado, pudo decir que fué hecha en su tiempo.
Pero no fué esta la sola vez que el puente necesitó restaura-
ciones por los desperfectos que sufriera con las avenidas del río,
pues que cincuenta y ocho aftos después, en el de 1603, hubo
otra que también vertió el agua por cima de las barandas, y de
cuyas resultas se derribaron nada menos que los trece ojos últi-
mos ; es decir, que sólo quedaron en pie los quince primeros, que
son indudablemente los más resistentes, como que fueron los
dirigidos por el famoso arquitecto Juan de Badajoz, y su restau-
ración fué seguida del plan que diera, en 1594, Juan de Herrera.
El poeta extremeño Joaquín Ranero de la Cepeda, nacido
en Badajoz en los mediados del siglo xvi, pintando la entrada
de Felipe II en dicha ciudad, cuando la visitara en 1580, hace
referencia á este puente, como puede verse por los siguientes
(i) Don Diego Hurtado de Mendoza era de Badajoz, y 8u casa solariega todavía
está en pie, calle de Chapín, número 18. Sobre la puerta luce aún el escudo de
los de Solís, de quien era oriundo por su madre, D." Ramona Solís.
6o BADAJOZ
versos que acotamos de la preciosa poesía que el vate dedica al
hecho citado:
Entre Orinace (i) y la Muela (2)
deslizase el Guadiana,
dibujando en sus cristales
el cielo puro del alba.
Corónanle largo puente
que hoy une tierras hermanas,
y que fueron otro tiempo
de Bética y Lusitana. .
Cuatro arcos trazó allí Herrera
que han de ser de eterna fama
si no los tres de la puente
el de Puerta de los Palmas.
Por él pasó victorioso
el gran duque de Alba,
de la conquista del Luso
con las tropas castellanas.
Montaba un bruto alazán
de cabos negros y plata,
de soberbia fermosura
que envidió la mesma Arabia.
A su derecha Felipe
desnuda lucía la espada,
brillando más que el acero
la grandeza de monarca.
Destruida, pues, una gran parte del puente, la restauración
no se hizo esperar mucho tiempo, pues como expresa la siguien-
te inscripción, nueve años más tarde estaba ya muy adelantada
la obra. Hela aquí como se encontraba grabada sobre el arco 27,
y en una gran piedra de mármol, fija sobre la baranda derecha
del puente, hasta 1869:
( ¡ ) El cerro donde está hoy el actual fuerte llamado de San Cristóbal. Se llamó
en otros tiempos de Orinace por tener en él su palacio los condes ó duques de
este nombre.
(2) El cerro en que está asentado el castillo de Badajoz, y que por afectar su
forma á la de una muela, se le conoció por largos años con este nombre.
i
Badajoz 6i
Reedificó esta puente desde
6 días de Julio de i6og años por mandado
de S. Magestad siendo Corregidor de esta
Ciudad y Juez de Comisión para ello,
D. Fernando Ruiz de Alarcon, Caballero
del Abito de Santiago y Señor de las billas
' de Santa Maria del Campo, Balera
y Proveda^ en su tiempo sacó todos los
cimientos de ella y hizo construir
pilares y seis arcos y otras
cosas f hasta 6 dias de Junio
de 1612 años que dejó
la bar a (i).
Siguieron las obras de restauración, después del mando de
Ruiz de Alarcón, y ya en 1620 estaba terminado el puente y
comenzado el fortín que está á su salida, el cual se terminó
en 1626 (2).
Es de notar en la avenida de 1 603 que el resto del puente
no sufrió detrimento alguno, aunque el agua se elevó á tres pies
sobre la baranda del puente.
Pero no han sido éstas las únicas avenidas del Guadiana, ni
tampoco las últimas reparaciones del puente.
En Enero de 1 796, estando Carlos IV en Badajoz con toda su
corte, preparando la guerra contra Portugal, ocurrió otra aveni-
da que subió el agua 14*80 metros sobre su nivel ordinario. Se
temió que el puente fuese arrollado por la corriente, que jamás
se había visto tan impetuosa. Una tarde se reunieron con Car-
(í) Dice aquí el Corregidor que reedificó el puente; que hizo i i pilares, á que
corresponden 1 2 arcos, y de éstos sólo construyó seis. Pues, i y los otros seis, se
hicieron ellos? {Y cuatro pilas más y cuatro arcos que faltaban hasta los 1 6 des>
truidos, quién los hizo ? | Lástima que callase los nombres de D.* Maria del Carmen
Valero, natural de Talavera la Real, y de otras personas y corporaciones de Bada-
joz que no eran corregidores y, sin embargo, contribuyeron con sus capitales á la
obra!
(2) Treinta y dos años más tarde este fuerte tuvo su historia, con motivo de
la guerra con Portugal. En 1658 el regimiento de infantería titulado Tercio viejo
de Sevilla, mandado por el marqués de Lanzarote, hizo en estos muros heroicida-
des, y defendió la entrada del puente admirablemente ; pero, poco después, cayó
todo el regimiento prisionero en el fuerte de Pardaleras, el i «5 de Enero de 16^9.
02 BADAJOZ
los IV y el alcalde- corregidor, el marqués de Cagigal, todos los
demás grandes que acompañaban á la corte y hasta Godoy, á
fin de tratar del medio más á propósito para añrmar el puente,
por cuya seguridad temían todos, disponiéndose colocar sobre
él cuarenta piezas de artillería de gran calibre. Godoy, entre
serio y sonriente, opinó porque pusiesen sobre el puente «cuatro
gallegos, en la seguridad, según él, de que pesarían más que
toda la artillería junta de la plaza.»
En 1814 hubo otra avenida que elevó el agua 12*10 metros
sobre el nivel ordinario.
En 1823 sucedió otra que fué menor que la anterior, pues
elevó el agua 9*40 metros sobre el nivel ordinario.
En 1859 sucedió otra que subió el agua á la altura de la
de 1814.
En 1869 sucedió otra que subió á la altura de la de 1823.
En ésta el puente quedó algo resentido, hasta el punto de
que en 1871 se hizo en él una reforma consistente en sustituir
los macizos antepechos de mampostería y sillería, por una ligera
balaustrada de hierro descansando sobre las aceras ó andenes
de piedra de grano levantadas sobre el paseo central que se
formó de piedra partida. Con esto se mejoró el piso, que antes
era de adoquín muy gastado, y por tanto, incómodo para el
tránsito de carruajes, y se aumentó en más de un metro la an-
chura con la desaparición de los antiguos antepechos y el
vuelo que se dio á las losas de los andenes (i).
( 1 ) Entonces fué el derribar los antepechos de mampostería, y cuando desapa-
recieron las inscripciones de las obras de i 596 y las de 1 6 1 2, sin que la Comisión
de Monumentos históricos de la provincia haya reclamado estas lápidas, como
pudo hacerlo, puesto que autoridad tenía para ello, y las disposiciones que se han
dado en varias épocas por el Gobierno se lo imponía. ^Á dónde han ido á parar
estas inscripciones? Apenas si han pasado doce años desde que han desaparecido
del puente, y ya nadie podrá respondernos satisfactoriamente. Y sucederá con
estas inscripciones lo que con las que poseyó el canónigo Dosma y Delgado, lo
que con la del arco del puente de Palmas, referente á la primitiva construcción
del mismo en 1460, lo que con la sepulcral árabe encontrada en Santa María del
Castillo, y lo que con otras tantas inscripciones antiguas, aparecidas en diversas
épocas y perdidas para la historia patria. Cuando se edificaba el Seminario Conci-
BADAJOZ 63
Lástima fué que por economía se hubiese puesto una baran-
da de hierro tan poco consistente que al menor empuje cedía,
y peor aún el emplear en la obra granito flojo de Portugal,
cuando muy cerca de Badajoz lo hay de excelentes cualidades,
siendo esta la causa principal para que ocurriesen las frecuentes
roturas que se dieron en él, pues el puente resistió así muy
poco.
En 1876 ocurrió la última avenida y quizás también la ma-
yor, -vertiendo el agua sobre las barandas, elevándose sobre el
nivel ordinario unos 13*84 metros.
Cuando al siguiente día descendieron las aguas se vio con
sorpresa que no existían las barandas de hierro y que habían
caído siete de los arcos que se levantaron en 1609 pof ^1 co-
rregidor D. Fernando Ruiz de Alarcón, y que correspondían á
partir del origen, á los 17 al 23 inclusive. La reparación tampo-
co se hizo esperar mucho, y por cierto que fué hecha con gran
conciencia, porque los arcos nuevos no desmerecen en nada á los
antiguos, el piso ha mejorado, el acerado ó andenes es mejor
que el anterior, y la baranda ofrece más seguridades que la
antigua de hierro (i).
Es muy del caso hacer constar que en ninguna de las cinco
últimas avenidas ha padecido el puente el menor desnivel, ni
el más leve deterioro en su parte de cimentación; pues si bien
la caída de los arcos en la última inundación, parecía que
podía resentir lo demás de la obra, nada afectó á ésta aquel
suceso.
liar de San Athón, estaban en sus patios la mayoría de las lápidas que había co-
leccionado en su casa el canonista Dosma y Delgado, y ya en últimos del siglo
anterior, cuando el anticuario Ponz estuvo en Badajoz, las buscó inútilmente.
Esta indiferencia por los monumentos antiguos y por los recuerdos de nuestras
tradiciones acusan, cuando menos, poco amor patrio. Y sin embargo, los extreme-
ños lo tienen muy sobrado. ¿Cómo se explica esto ?
(i) Las obras fueron dirigidas por el ingeniero jefe de la provincia, D. Manuel
Cervera, persona muy docta en arquitectura, y que si no contara con otras que le
han dado ya nombre, lo bastaría á tenerlo ésta del puente de las Palmas.
6^ BADAJOZ
Resumamos, pues, las avenidas, señalando la elevación de
sus aguas sobre el nivel ordinario (i).
Altura
ÉPOCAS de las aguas
1545 Enero, 18 al 28 14*78 metros.
1603 Diciembre, 11 al 15 y 19 al 26. 14*80
1796 Enero, 29 al 30 ii'34
1814 Marzo, 3 al 7 12*10
1823 Febrero, 8 al 1 1 9*40
1859 Enero, 24 al 29 11*26
1876 Diciembre, 7 12*50
»
Estas son las siete inundaciones mayores que ha tenido
el Guadiana desde el siglo xvi.
Tales, son, pues, las memorias principales del puente de Pal-
mas, y las peripecias mayores por que ha pasado hasta nosotros
esta grande obra, que es el orgullo de Extremadura (2).
Por cuanto dejamos dicho, se comprenderá la importancia
de esta obra, como el interés que despierta á los ojos del curio-
so y del anticuario.
Pero la tiene también para los que contemplan estas cosas
por el prisma de lo fantástico. Vista esta obra en el crepús-
culo de la tarde, desde Poniente, en que sobresale en primer
término, apareciendo el Guadiana en segundo, más allá la ciu-
dad nueva como fondo decorativo, destacándose en sus alturas
(i) Las hemos tomado en Mayo, cuando el río corre en su caudal regular, esto
es, en el término medio entre Enero y Agosto. Sin embargo, hemos de hacer una
aclaración: las medidas las hemos tomado el año anterior, y como desde la des-
trucción de las pesqueras las aguas han bajado de su antiguo nivel casi 1*19 me-
tros, nuestras medidas no pueden estar conformes con las que se consignan en
obras y estadísticas, tomadas todas con anterioridad á las últimas obras realiza-
das, y á que nos hemos referido en este capítulo.
(2) A esto quizás se deba el que ni en las guerras con Portugal, ni en la inva-
sión francesa los ejércitos cortasen este puente, cuando no han respetado el de
Ajuda, junto á Olivenza, el de Alcántara, el de Gaya, y casi todos los que contaba
la provincia de Extremadura. En 1641 se pensó en cortarlo; pero el Ayuntamien-
to se opuso, y aunque el general en jefe de las tropas que operaban en la plaza lo
pedía, fué lo cierto que no logró su propósito.
BADAJOZ 65
y sobre los muros y almenas romanas los restos y torreones
del pueblo antiguo, el panorama es fantástico, el cuadro es com-
pleto. Los crepúsculos en los pueblos meridionales son alegres.
Roban siempre al sol los reflejos de sus últimos resplandores.
Y rielando sobre las aguas del Guadiana estas sutiles ráfagas del
sol que se oculta, el puente aparece como una mole sombría,
gigantesca, que tiene algo de misterioso y algo también de real.
Algunas veces, cuando nos hemos ido acercando á él en estos
momentos crepusculares, después de un día claro pasado en los
campos de Gévora ó en los de Caya, hemos tenido miedo.
Y era el respeto que infunden al ánimo del arqueólogo estas
obras en que han intervenido siglos y hombres y reyes y corre-
gidores y operarios y víctimas, que víctimas ha causado también,
y no pocas, esta gran obra, para que sea después útil y bene-
ficiosa á la humanidad.
II
Así discurríamos la última tarde que entrábamos en Badajoz,
por su puerta llamada de las Palmas, más atento nuestro es-
píritu á la acción de los tiempos pasados que al presente de
esta ciudad tan célebre en los fastos de la historia extremeña.
Siguiendo, pues, nuestro impulso, y antes de que el lector sepa
lo que Badajoz guarda hoy dentro de sus muros, disertaremos
sobre la historia de esta famosa ciudad.
Vandoucourt considera á los iberos como los aborigénes ó
indígenas de España, y viniendo en averiguación de las razas
que la poblaron nos aparecen efectivamente los iberos como los
pobladores primitivos. Esta raza, venida de las tribus indo esci-
tas, era compuesta de pastores y guerreros, opinión aceptada
por La Fuente y dicha antes de Vandoucourt por Bayer, Schlo-
66 BADAJOZ
zez y Adehung. Estrabón tiene también á los iberos como ori-
ginarios del pueblo español, y según este historiador, atravesa-
ron la garganta de los Pirineos otra raza llamada Galos, que
después de sostener largas guerras con los iberos, se unieron á
ellos y dominaron así á la Península, bajo la denominación de
celtíberos. La hoy España y Portugal estaba poblada por estas
dos grandes razas que al par que se engrandecían fraccionában-
se en pequeñas tribus dominando cada una su comarca, que más
tarde se llamaron provincias y después reinos. Estrabón dice que
los que moraban en la Lusitania eran los turdetanos, que ante-
cedieron á los tiros^ los griegos y los fenicios^ todos como á
unos quinientos años antes de Cristo. Los focenses y metelinen-
se, y otros isleños del mar Egeo y del Jónico, consta también
que se establecieron en la Lusitania, mezclándose en ella estas
razas y viviendo como hermanas.
No aventuraremos mucho diciendo que Badajoz fué funda-
ción de estos tiempos, porque Estrabón dice que en la época
de Escipión el Africano, unos 208 años antes de Cristo, había ya
en Badajoz una población; y 144 de la misma era, durante las
guerras de Viriato, hubo una fortaleza, dentro de la cual parece
que el intrépido guerrero firmó su tratado de paz con los lega-
dos de Roma.
La comarca lusitana era rica, no tanto por las ciudades que
ya contaba, cuanto por el producto de su suelo y del sub-suelo.
Amílcar se admiró de que los lusitanos se valiesen para todos
sus usos domésticos de útiles de plata, pues hasta las tinajas,
vasos y platos (cuenta el general cartaginés), eran de plata y oro.
Sabido es que el famoso general ibero concibió el proyecto
de deliberar á su patria de la dominación de Roma. Alzóse
contra ella el año de 149 antes de Cristo, y en el espacio de
cuatro años derrotó á cuatro ejércitos sucesivos compuestos de
numerosas legiones y mandados por los más entendidos genera-
les que Roma contaba. En 144 sus tropas operaban en las mon-
tañas túrdulas ó turdetanas ; el cansancio se había apoderado de
68 BADAJOZ
aquellos valientes que fueron rechazados, aunque no vencidos,
por los consulares (i). Viriato vio entonces el peligro que corría
su valerosa empresa y se corrió por las montañas celtíberas re-
clutando gentes y buscando armas, organizando su ejército y
operando de nuevo contra los romanos á quienes venció y obli-
gó al fin á capitular, en un pueblo que desde entonces se deno-
minó Civitas Pacis^ después Pax-Augusta y hoy Badajoz. En
esta ciudad, pues, capitularon los generales romanos, haciendo
la paz con el famoso Viriato, y no reconocidas las bases de esta
capitulación por Roma, al año siguiente la rompieron sigilosa-
mente, y sin previa declaración de hostilidad, atacaron de impro-
viso á Viriato. Retirábase éste á las montañas á esperar nuevas
victorias, cuando fué Vendido por tres oficiales suyos á quienes
sedujo el oro romano, y le dieron muerte cobardemente, sorpren-
diéndole dormido en su tienda, el año 140 antes de Cristo.
Estos pasajes que relatan varios autores y tratan de rectifi-
car con escasa suerte otros que no los estiman del todo exactos,
dan como origen de gran antigüedad la fundación de Badajoz,
ciudad que, como la de Mérida, Medellín y otras ya principales,
la fundaron los túrdulos viejos, como dice Plinio, pues habitaron
estos en las márgenes del río Guadiana y confinaban con los
vetones por la línea de Trujillo y de Cáceres.
Los romanos, antes del imperio de Augusto habían forzado
la conquista de España; las legiones 5.* y 10.* se posesionaron
de la Lusitania, y la primera mayormente de los pueblos com-
prendidos entre Almadén y Mérida, y la segunda de los de Ta-
lavera la Real hasta Lisboa. Por estas legiones y bajo la direc-
ción del legado Publio Carisio, se abrieron caminos, se levanta-
ron puentes, se engrandecieron las colonias, se fundaron ciudades
y pueblos suntuosos, recordando todo ello el empeño con que
el emperador Augusto tomó la conquista de España. Demuestra
(1) Diccionario histórico biográfico^ critico y bibliográfico de autores, artistas
y extremeños ilustres (t. II, art. Viriato),
BADAJOZ 69
esta aserción, más que otro hecho alguno, el haberse dado su
propio nombre á Emérida y á Civitas Pacis^ llamadas desde
entonces Emérita Augusta la primera, y Pax- Augusta la se-
gunda. Por lo que hace á esta la distinguió con la categoría de
Colonia y á más la invistió con la autoridad de Curia Pontifical^
centro donde residía la jurisdicción sacerdotal (i). En el trozo
de la muralla antigua del M. que se destruyó cuando se edifica-
ron las modernas que hoy tiene Badajoz, existía una inscripción
monumental que decía así:
CVRIAE . PONT
FLAM . PACIS
VE . FLAMI
•
La Lusitania contaba con cinco colonias: Emérita, Metelli-
num, Norva Caesarae, Pax- Augusta y Scalabin (Santaren). Restos
importantes de sepulcros, caminos, edificios y templos diversos
denuncian la importancia de la colonia Pax- Augusta. Todavía se
conservaba hasta el siglo xvi, en la catedral de Badajoz, la si-
guiente sepulcral que menciona Dosma y Delgado:
P . CINCIO . PAP . RVF .
A . M . LEG . X .
P . CINCIVS . PAP . TVSCVS
PATRI . SVO . ET . SIBI .
PER . SE . D. S. F. C.
Esto es: tÁ Publio Cincino ó Cincio Rufo... soldado de la
» legión 10.* Publio Cincio Papirio Tusco hizo construir de su
•bolsillo este sepulcro para su padre y para sí mismo, etc.»
Los escritores portugueses atribuyen las glorias de la colo-
nia Pax- Augusta á Paz-Julia, y esto no puede comprobarse con
razonamiento serio. El mismo error existe en la afirmación de
(I) pLiNio, libro IV, c. XXII.
70 BADAJOZ
Otros que hacen á Pax-Augusta y á Pax -Julia una misma ciudad,
refiriendo ambas denominaciones á la Beja portuguesa (i). Plinio
habla mil veces de la colonia Pacense^ como de la ciudad Pax-
Augusta, y no le da dictado alguno, por lo que se demuestra
que no tuvo otro que el dado por los soldados romanos de
la I o.* legión, cuando la engrandecieron 22 años antes de Cris-
to. De esta opinión son la mayoría de los escritores que del
asunto tratan y muy particularmente el cronista Dosma y Del-
gado (2). Este autor copia entre otras las siguientes inscripcio-
nes que él leyó, encontradas en Badajoz. En su catedral, entran-
do por la puerta de la Magdalena, á la derecha, había esta
dedicatoria :
D. M. S.
IVLIO
VOGEM . ES
DEORVM . TES .
PIVS IN SVOL .
IVLIVS ALLVS
FILIVS PATRI SAN
CTISSIMO . FACIVN
DVM . CVRAVIT
Este Julio Alo cumplió su voto, por testimonio de los dioses
(i) Pro colonia Pacensí, epístola ad Vasceum^ por Andrés Rescndio. (Ulissipo-
ne, I 561. Otra, Colonia, 1600 y otra idem en 161 3).
Libellus de Pace-Julia^ por el mismo. (Ms.)
Apología por Bej'a^ ó Pax Julia ilustrada^ por Diego de Gouvea é Barradas. (Ms.)
Historia de Beja^ por Félix Pereira. (Ms.)
Antigüedades de Beja. por Diego de Gouvea é Barradas. (Ms.)
Memorias históricas de la ciudad de Btíja, por Jerónimo de Carbalhal Freyre.
(Ms.)
Antigüedades de Beja, por Vasco Freiré. (Ms.)
¡y^emorias históricas de Be/a y Mértola, por Chr'istovsimXdiVier da Silva Ganho-
teiro. (Ms )
Historia da cidade de É^a, por Marcial do Avcllar da Costa. (Ms.)
Noticias das antigüedades de Beja, por José Gago da Silva. (Ms.)
Todos estos autores escribieron á favor de Beja, como también el P. Francisco
de Oliveira, el bibliófilo Barbosa, el ex-ministro Silvestre Hiveyro, el P. Francisco
de Jesús, y en nuestros tiempos el académico D. Aureliano Fernández Guerra.
(2) Discursos Patrios de la Ciudad de Badajoz, c. VIH, pág. 37. (Badajoz, 1870.)
BADAJOZ 71
manes, haciendo este enterramiento para su padre Julio Vigense.
En el convento de monjas de Santa Lucía se encontró esta
obra sepulcral :
L . IVLIVS . T . F .
CHRESCENS .
AN . XIX .H.S.E.S.T.T.L.
MATER . F. P. C.
Dice tque Julio, hijo de Tito y por sobrenombre Crescente,
»de 19 años de edad, está aquí enterrado. Séale la tierra leve.»
En el monasterio de frailes agustinos había esta otra:
lELI^ HYGLE
AVGVSTA. PORVS.
MATRI. OFTIIVLE
DVLCISSlMiE
AMANTISSIMi«
Se deduce de la anterior inscripción que tPoro puso este
» monumento á Helia Higia, de Augusta (de Pax Augusta), su
» madre dulcísima y amantísima.»
Aparte de estas y otras inscripciones que podríamos aquí
traer, existe en Badajoz como recuerdo de los tiempos romanos
gran parte de las murallas de su castillo. Esta fortaleza antiquí-
sima la constituye un gran círculo mural que pertenece á todas
las épocas. El trozo que está entre la muralla de Pajaritos^
hasta entrado en la plaza de San José, es romano; desde esta
plaza á la puerta del castillo, árabe; desde la puerta citada
hasta salir de la Plaza- Alta, del siglo xv y xvi; la continuación
hasta la llamada Galera^ romano; y lo restante, hasta enlazar
con el baluarte de Pajaritos^ corresponde al siglo xvii y xviii,
cuando se trabajaba en las obras de las murallas que tiene la
ciudad moderna. La obra romana es de argamasa ú hormigón,
sin ladrillos ni piedras cortadas. La constituye un murallón que
tiene por partes hasta 16 metros de altura, por 3 de espesor,
72 BADAJOZ
todo él de ese mortero de cal y chinas rodadas, igual á la ma-
yoría de las obras de su tiempo que se ven en otros varios pun-
tos de Europa, y que tanta consistencia ha llegado á tomar,
que para destruirlo hay necesidad de emplear el barreno.
Para mayor defensa del Castillo tenía este muro unos cuerpos
salientes, cuadrados unos, octógonos otros, y toda la muralla
en general estaba coronada de almenas como de un metro de al-
tura, cuadradas y terminando en ángulo, aunque poco pronun-
ciado. Examinando el plano de esta antigua fortaleza se ve que
era una línea tirada por la orilla del Guadiana (como hoy mismo
puede comprobarse por los fragmentos de cimentación que exis-
ten) y seguía dando vuelta, como á enlazar con el trozo, hoy
en pie, y que dando frente á la moderna ciudad la separa del
Castillo, desde orillas del Guadiana hasta la Galera^ donde es-
tuvo la Puerta de Mérida. Desde aquí el muro antiguo partía á
las orillas del Ribilla, girando en circunferencia hasta enlazar
con el trozo del frente al Guadiana, quedando así cerrada por
muros inexpugnables la antigua Paz-Augusta. En qué tiempos
se hicieron estas murallas, no se sabe. Las de Mérida, que deben
ser de la misma época, las hizo el emperador Augusto, según
refiere su liberto Hygino. Es natural que Augusto, que también
dio su nombre á Badajoz y lo engrandeció, elevándolo á la dig-
nidad de Colonia y estableciendo en Badajoz Curia Pontifical, á
la manera de la que había en Roma, hiciese también sus murallas.
De éstas el trozo más notable es el que está comprendido entre
la Plaza del Reloj y la Galera, Como á la mitad de este trozo
está un cuerpo saliente que sirvió en tiempos de los árabes de
atalaya y desde mediados del siglo xvi de torre para el reloj de
la ciudad. La primera campana que tuvo esta torre fué histórica
en alto grado, si hemos de creer una tradición que corre entre el
vulgo y que no la consideramos tan despreciable que debamos
prescindir de ella en este libro. La llevó á Badajoz el obispo
Fr. Pedro Pérez, primer prelado que contó aquella sede, después
de su reconquista por D. Alfonso IX de León. Dicha campana
74 BADAJOZ
servía para convocar á los cristianos cuando los árabes intenta-
ban acometer la ciudad, como frecuentemente aconteció en los
primeros años que Badajoz fué redimido del poder de los mu-
sulmanes. Tenía esta campana una inscripción que decía así: Los
cristianos me agitan en defensa de su grey: Jesús^ María y
y osé ^ . Llamaban á esta campana la de espanta-perros^ porque
servía para ahuyentar á los musulmanes, y por esto lleva aún
esta torre el nombre de Espanta-perros^ cuyo origen romano
está comprobado suficientemente. Adosada á los muros roma-
nos se edificó la antigua parroquia de San Lorenzo, construida
en el siglo xiii y consagrada, por el obispo Fr. Pedro Pérez, al
Apóstol Santiago. Después se convirtió en hospital y ermita de
San Salvador (i), y se hizo de nuevo la espadaña que está sobre
la torre, para colocar la campana fundida en principios del si-
glo XVI con el material de la que llevó á Badajoz el obispo Pérez,
cuando la reconquista de la ciudad.
Esta campana, no menos histórica que la anterior, tenía la
siguiente inscripción (2):
Jesús María y José
Esta campana se hizo aíío de mil quinientos y dIez y siete aííos, siendo
CORREGIDOR EL MUY MAGNÍFICO SeÑOR AnTONIO HERNÁNDEZ GUEVARA.
La ermita del Salvador, antigua parroquia de San Lorenzo,
(i) La parroquia de San Lorenzo se edificó más tarde en un modesto templo
destruido después en el siglo xvii para levantar en su área el convento de San
Agustín, en la calle del mismo nombre.
(3) En Agosto de 1878, el ayunt9miento de Badajoz dispuso la construcción
de esta campana, sin previo el detenido examen de sus condiciones como obra de
arte, y el estudio de sus relaciones históricas, y sin que se cumplieran las forma-
lidades exigidas por las leyes en los casos en que las corporaciones populares
hayan de proceder á la destrucción de un objeto acerca del cual quépala sospecha
de que pueda tener carácter monumental. Protestó de hecho tan bárbaro la Junta
de Monumentos, y acudió en queja á la Academia de la Historia. Tomó parte en
esta entonces ruidosa cuestión el ministro de Fomento, mandando instruir expe-
diente, y el asunto se hizo tabla, porque la Academia informó por conducto de uno
de sus miembros, erudito, anticuario y extremeño, por añadidura, que la campana
destruida carecía de importancia histórica!... ¡Cosas de España I
BADAJOZ 75
conserva en su interior toda la estructura de un edificio del si-
glo xni (i).
Por todo lo expuesto, se ve la importancia que Badajoz
alcanzó en tiempo de la dominación romana, en que llegó á ser
la colonia más principal del convento jurídico Emerítense. No
cerraremos este período sin consignar antes el nombre de una
poetisa distinguida que nació en Badajoz, á los mediados del
siglo II. Su fama de poetisa le hizo pronto competir con los
bardos de toda la Península, llegando su nombre á ser celebrado
en Roma, donde acudían todos los sabios del mundo. Serena
Augusta pertenecía á una familia de alto coturno, que dio su
nombre á una rica región de Extremadura, La Serena, y memo-
rías de ella se encuentran en lápidas romanas existentes en el
país (2).
III
Destruida la preponderancia de Roma, su influencia comenzó
á quebrantarse bien pronto en España, y el pernicioso ejemplo
que dio el bajo imperío íiié causa de que triunfasen las ván-
dalos y suevos en su irrupción por la península. Los romanos
(1) En I s 52 se hizo la puerta de Mérida, que estaba frente á la Galera y \a
carretera desde Badajoz á aquella ciudad, como lo expresa la inscripción que está
sobre la portada del hospital del Salvador, bajo las armas de la ciudad, y en lo que
puede leerse de ella dice :
ESTE CAMINO 1 PVERTA DE MÉRIDA
SE HIZO EN EL ANO DE MDLII
Sobre el pórtico exterior de este edificio, como en los dos del piso bajo del
mismo, que están á la izquierda, está escrita la fecha de 1552.
(2) En la villa de Alange puede verse una lápida romana, detrás del estableci-
miento balneario, que hace referencia á una enferma curada y perteneciente á esta
familia.
76 BADAJOZ
resistieron más de treinta años á los invasores, y desde los mu*
ros de Mérida, Badajoz, Medellín, Coria y Cáceres, sostuvieron
luchas encarnizadas; pero triunfaron los bárbaros, y la Lusitania
cayó en poder de los alanos. Atace, que mandaba en Mérida por
los años de 418, fué acometido por los godos. Alace unido á los
romanos venidos de Badajoz, y mandados por el rey Walia, ad-
mitió la batalla, muriendo en ella los dos reyes y más de 26,000
combatientes de ambas partes.
Los godos hicieron poco durante su dominación en Badajoz.
Ciudad ésta secundaria, siguió las vicisitudes de las luchas que
godos, vándalos, suevos y romanos sostuvieron largos aflos.
En 440 sufrió mucho con los destrozos que hizo en sus edificios
Rechila, especialmente en los religiosos, pues en Badajoz tuvo
mucha aceptación desde un principio la predicación del Evange-
lio, y si hemos de creer lo que dicen cronistas autorizados, desde
mediados del siglo primero hubo allí iglesias católicas, y obis-
pado sufragáneo del de Mérida (i). El obispo 3enedictus man-
daba los caballeros de Badajoz y se unió á Tendero, Conde de
Mérida y á Máximo, arzobispo de esta ciudad, y los tres, con
un ejército de 16,000 caballeros, reforzaron el de D. Rodrigo
que fué vencido en 712 en los campos de Guadalete, donde pa-
rece que murió el obispo de Badajoz, con la mayoría de los ca-
balleros que mandaba y más de i ,00o de Mérida. El arzobispo
de ésta con D. Rodrigo pudieron escapar con unos 300 caba-
lleros y huyeron en dirección á Mérida, donde por prudencia no
quisieron penetrar, refugiándose en el monasterio de Cauliana,
doce kilómetros de Mérida hacia Lobón : otros llaman á este
monasterio Cubillana (2).
(1) Hasta la batalla de Guadalete en 713, contó el obispado de Badajoz trece
prelados que fueron: un santo mártir que murió el año 64, San Sergio Paulo (73),
Rescintus (98), Domicianus Pacensi (343), San Apringius (525), San Urso Pacen-
si ($68), Palmado I (589), Lauro I ($97), Madario ICó-j^), Teodorus Pacensi (646),
San Adeodato (656), San Juan 1 (681), y San Benedictus (710).
(3) Entre Lobón y Mérida, á la izquierda del Guadiana, existe una ermita que
se llama de Cubillana, nombre de un pueblo que hubo asentado no lejos de ella, y
BADAJOZ 77
La toma de Mérida por las tropas de Muza, dio el triunfo
de los árabes por toda la Lusitania. En últimos del año 712
Badajoz fué ganado por Muza y sucesivamente Zafra, Llerena y
otros pueblos principales. El rey Jusuf dividió España en siete
partes. La Hética, la de Toledo, la de Mérida, la de Celtiberia, la
de Zaragoza y la de Narbona. Badajoz, agregado desde entonces
á Mérida, siguió la suerte de esta ciudad en sus rebeliones y gue-
rras ora contra Abderrahmán I, ora contra D. Alfonso II, ora
contra Abderrahmán II. El rey de León D. Ordoño II la con-
quistó en 915, y dos años más tarde, encontrándose el monarca
leonés en la ciudad, recibió en ella al arráez de Mérida en de-
manda de paz, bajo ciertos tributos. Vuelta á poder de los infie-
les, continuó con éstos hasta que más tarde ^apur, gobernador
de Mérida, se rebeló contra su señor y se coronó en Badajoz
como rey de los Algarves y de la Lusitania, suceso el más im-
portante que registran los anales extremeños, pues fué origen y
fundamento de una poderosa monarquía que vivió largos años y
contó larga serie de príncipes ilustrados y poderosos.
^apur, llamado el Marida por haber sido gobernador de
Mérida, no era extremeño, ni aun español siquiera, pues del an-
tiguo reino persa vino á España y entró al servicio del rey
Alaacam (i) contra quien se rebeló, comenzando su reinado en
resto de un edificio que fué un magnífico monasterio fundado en el siglo vi con el
nombre de Caultana, quizás el de alguna divinidad cristiana, hoy desconocida
Obra también de los godos fué la restauración del puente de Mérida en tiempos
de Ervigio, y había ocurrido en los días de esta invasión de árabes por tierras
lusitanas, un hecho que la historia no ha podido presentar con claridad. Después
de la batalla de Guadaletc, dada el 3 i de Julio de 7 1 1 , y vencido el rey D. Rodrigo,
corrió el monarca godo á ocultarse á la Lusitania, y disfrazado de pastor estuvo
en Mérida, donde fué conocido por un diácono que le llevó á ocultarse al monas-
terio de Cauliana (a), de donde pasó á Talavcra y á Badajoz para internarse en el
hoy Portugal, llegando hasta Alcobaza, no lejos de Pederneira, donde murió á
bien poco. (Historia de Talavera la Real, por Díaz y Pérez, págs. 57 y 59).
(i) Alhaken ó Alaacam, hijo de Hixcn, rey de Córdoba, que había nacido
en Alhakená ó Alaacam.
(a) No se sabe si el arzobispo de Mérida, que asistió ¿ la batalla de Guadalete, fué Miximo lí otro que le
sustituyese ; pero se asegura que, destruido el ejército cristiano, el rey D. Rodrigo se vino huyendo con pocos
de los suyos hasta el monasterio de Cauliana, distante dos leguas de Mérida — (Historia de Mérida, por
Fernández y Pérez, pág. xia.)
^8 BADAJOZ
Badajoz por los años de 1009 á 101 1, y murió en 1022, reinan-
do trece, sino fueron quince aftos. En Abril de 1883, con ocasión
de estarse sacando cimientos nuevos en una casa de la calle de
Abril de Badajoz, señalada hoy con el número 17, y propiedad
de D. Eduardo García Florindo, apareció una piedra de mármol
blanco muy bien labrada, que mide ©'46 de largo por o'35 de
ancho, dándose en ella la lápida sepulcral de este rey. He aqui
esta curiosa inscripción :
BADAJOZ 79
Traducida literalmente dice así:
En el nombre de Alláh, el clemente^ el misericordioso;
este es el sepulcro de ^apor (ó ^apur) el hachih (i); compadézcase de él
Alláh: murió en la noche deljuei^es
á diez noches pasadas del mes de Xaában
del año trece y cua-
trocientos (2); 7 testificaba
que no hay Dios más sino Alláh.
Esta inscripción tiene suma importancia por referirse al
rey de Badajoz, primero de los monarcas independientes de
dicha población, y cuyo reinado no se sabía cuándo comenzó, ni
cuándo acabó: con la inscripción anterior sabemos ya esto últi-
mo; pues parece de lo poquísimo que de él dicen los autores
árabes, que reinó hasta su muerte (3): tampoco sabíamos que
hubiera tomado el título de Hachib^ aunque era de suponer, por
ser el que usaron casi todos los primeros reyes de taifas.
^apor fué un gran rey. Aprovechando los despojos de los
poderosos reyes de Córdoba, supo formar un gran reino, por él
llamado de los Algarve y la Lusitania, cuyos límites tocaban
con Almadén y Salamanca y terminaban en Lisboa. Fué, bien
puede decirse, uno de los Estados más ricos y extensos que los
árabes tenían en el Occidente de España.
Por otra parte, ^apor era un hombre ilustrado; prote-
gió las letras y fomentó los intereses materiales. Las obras que
(i) Primer ministro (nombre de rey) que se daban modestamente, por no lla-
marse rey. Todos los reyes de pequeños Estados se llamaban Hachib^ esto es, mi-
nistro de Hixenll.
(2) De nuestra era 1022.
(3) En Badajoz se coronó rey de la Lusitania y del Algarve un tal Sabur, persa
de nación, que había sido camarero del rey AÍaacan y con esto se constituyó
aquella ciudad en la clase de cabeza y capital, quedando dependiente de ella la de
Mérida, en donde Sabur puso por gobernador á un joven confidente y muy amigo
suyo, llamado Abdala Muslamá. Muerto Sabur le sucedió el mismo Abdala, que
aprovechándose de las revueltas de la guerra civil, se hizo dueño absoluto de todo
el estado de Algarve: fué uno de los reyes moros más poderosos, que se tituló
Almanzor, y tenía su corte en Badajoz. (Fernández Pérez, Historia de Merida^ pá-
gina 120).
8o BADAJOZ
llevó á cabo en su reino, reparando las carreteras y puentes, el
acueducto llamado árabe, la población huertana que fundó en
las márgenes del Guadal ana (Guadiana), que se extendía desde
dos leguas antes de Mérida hasta diez más abajo de Badajoz,
son elocuentes muestras de que supo gobernar como buen rey.
Codera, en el estudio que publicó sobre las monedas hispano-
árabes (i), habla de ^apor en los siguientes términos:
€ Podrá parecer aventurado el intercalar uno ó varios reye-
zuelos en Badajoz, suponiendo que su historia debe estar des-
lindada al menos en cuanto á la sucesión de los reyes ; pero son
tan escasas las noticias conservadas en los autores conocidos,
que Mr. Dozy, admitiendo cinco reyes de Badajoz (Sapur^ —
Abu Mohammad Abdallah ben Maglamah Almanzor, — Abu
Bequer Mohamad Almothaffar ^ — Yahya Almanzor II y Ornar
Almotawaquil) y sólo se atreve á fijar el fin del reinado del 3.^ y
del 5.® (2), y por cierto que según resulta de las monedas que
dejó grabadas el ya difunto D. Antonio Delgado, había dos de
Yahya Almanzor II de los años 456 y 457, anteriores por tanto
al 460 en que se supone la muerte de su antecesor Abu Buquer
Mohammad Almothaffar (3).
tSapur que llevó el título de hachib^ comenzó á reinar hacia
el año 406 y murió, según resulta de su inscripción sepulcral,
en la noche del jueves, nueve noches pasadas del mes de xaá-
ban, del año 413.
»De este rey Sapur se tienen muy pocas noticias: Aben Al-
Atsir, uno de los pocos autores que le mencionan, dice: cEn
» cuanto á Badajoz, se alzó en ella el esclavo Sapur, el amirí,
» llamado Almanzor» (edi. Tornberg. to. ix, p. 203). Aben
(i) Boletín de la Real Academia dd la Historia (t. IV^cuaderno VI, Juliode 1884.
— Págs. 3 «5 3-59)-
(3) Hisioire des musulmans d' Espagne jusqu'a la conquéle de VAndalousie par
les Almorávides^ par R. Dozy (t. IV, p. 3^02).
(3) Para los datos acerca de la historia de los reyes de Badajoz, véase Hoogu-
liet. Specimen e litteris orientalibus exhibcns diversorum scriptorum locos de Re-
gia Aphta sidarum familia.
BADAJOZ 8l
Alabbar, tomándolo de Aben Hayyan, dice algo más; pues le
llama cliente ó liberto de Almoftansir, con quien tuvo mucho
valimiento: y añade que lleno de riquezas é influencia, se apo-
deró del mando (de Badajoz); y próximo á morir, dejó el reino
á Mohammad Almothaffír (debió ser á Abdallah Almansur): Ca-
siri, Bibliotheca Arábico Escurialensis ^ t. ii, p. 41.
» Abu Mohammad Abdallah ben Mohammad ben Ma^lamah,
el primero de la familia de los Aftasitas de Badajoz, sucedió en
el mando á Sapur (i), y tampoco conocemos la fecha de su
muerte (martes 19 de chumada postrero del año 437) más que
por la inscripción sepulcral (2).
» Si las monedas que han dado ocasión á este escrito son de
Badajoz, y Jálid fué rey de esta población, su reinado envuelve
quizá la idea de que Abu Mohammad Abdallah fuese privado
del reino, al menos en parte del año 43 1 , á que pertenecen dichas
monedas...»
Las anteriores noticias son bien curiosas, porque ilustran
dudas que todos abrigábamos sobre los reyes de Badajoz. La
(i) Codera traduce la sepulcral de Sapur así:
En el nombre de Allah, el clemente, el misericordioso ,
este (es) el sepulcro de Sapur el hachib, compadézcase de él
Allah: y murió en la noche del jueves
á diez noches pasadas de xaába
en el año tres diez y cua-
tro cientos (41 y); y testificaba
que no (hay) Dios sino Allah,
(2) Esta importante inscripción sepulcral, de la cual el Sr. D. Pascual de Ga-
yangos posee copia, hecha por el señor Saavedra, dice así:
En el nombre de Allah^ el clemente, el misericordioso,
este es el sepulcro de Almanzor Abdallah ben Mohammad ben
Maglamach, apiádese de él Allah, y apiádese de quien pida
para él su misericordia; murió en la noche del martes
á once noches Por andar de chumada postrero del año siete
y treinta y cuatro cientos
No se pueden leer las tres ó cuatro palabras que faltan ; Moreno Nieto la leyó
completa.
XI
82 BADAJOZ
cronología de éstos es aún para los escritores hispano -árabes
un problema. Se cita por Dozy en el orden siguiente:
I. — Sapur ó ^apor (el-Almanzor-el-Marid).
II. — Abud-Mohammad-Abdallah-ben-Maclamach-Almanzorl.
III. — Abud-Bequer (Beker) Mohamad-Al-Mothaffar.
IV. — Yahya-Almanzor II.
V. — Ornar — Almotawaquil.
Almanzor sucedió indudablemente á Sapur, si hemos de creer
la inscripción hallada en Badajoz por D. Luís Villanueva, en la
parroquia de Santa María la Real (antigua Catedral Pacense) y
que decía así, según la traducción que de ella hizo el Sr. Moreno
Nieto :
Este es el sepulcro de Almansur-
Abdallah'Beri'Mohammed-Ben
Mas lama. Ap ¿adátese Dios de él y del
que haga oración en su favor.
Murió el martes 79 de chumada
2.° del año de 437.
Corresponde esta fecha al 30 de Diciembre de 1045.
Pero volviendo á los monarcas del Algarbe y la Lusitania,
otros nombres suenan en las crónicas, como reyes de Badajoz,
que nosotros damos sin otro orden que el que les dan las citas
que hemos buscado. Helos aquí:
I. — Aben-Abel-ben-Alá.
II. — Abenut-Abenjacob.
III. — Agucajera. QAhukaheraá?)
IV. — TramayetaGoltan.
V.— Jali.
VI, — MowafFak.
VIL — Alcama (Alkama).
VIII. — Omar-Ibn-Mohammed Q Omar- Almotawaquil ?)
IX. — Sid-Ray (Sebdaray).
X. — Alhacen-Iben-Alhamar.
BADAJOZ 83
XI. — Abu-Mahomad-Omar-Almetua Kelo (¿ Ornar- Almota-
waquil ?)
XII.— AlyJbnAlhajan.
XIII.— Alaflfás (BeniAl).
XIV. — Sebdaray-Síd-Ray .
Varios de estos nombres los vemos también figurar como
gobernadores de Badajoz, cuando era dependiente esta ciudad
de los reyes de Córdoba, y después de la caída del último rey
de Badajoz.
Otro personaje extremeño, del que se habla mucho en la
historia, fué Omarben-Mohamad-ben-AbdalIáben-Mohamad-ben«
Moslama, poeta y rey de la dinastía de los Alaphthas^ nacido
en Badajoz, y uno de los monarcas más notables que tuvo el
reino lusitano, á la caída del califato de Córdoba.
Casiri, uno de los que han vulgarizado en España la historia
y la literatura de los árabes, hablando del poema de Ben-Abdum-
Mohamad-Abdelmaqid^ dice del rey Mohamad-ben -Moslama lo
siguiente :
cEn el catálogo de la Biblioteca Real de París (códi-
ce MCDLXXXVI) se hace mención de estos libros (los del Mo-
hamad), llamándolos, con error, historia ó poema de los antiguos
reyes de Persia y de los hechos y cosas de los Kalifas, siendo
así que sólo se aducen algunas de estas para exornar y embe-
llecer el poema con rasgos de erudición.
» Tratando de las desgracias de Omar y de la estirpe de los
Beni Aphthas, dice lo siguiente el clarísimo escritor Ben Al-
Katib, en su Biblioteca arábigo-hispana:
» Fué Omar-ben-Mohamad-ben-Abdalla-ben-Mohamad-ben-
Moslama, conocido por Ben*AlaphthasAltagib, natural de Ba-
dajoz (i) Meknasista de origen, rey del Algarve (su verdadero
nombre Almentuakil- Alalia), biznieto de Abdallá (2), conocido
( 1 ) Patria Pacensis^ dice Casiri.
(2) Nieto nada más, según Ben-AIkatib, en la genealogía que escribe de Ornar.
84 BADAJOZ
por Ben-Alaphthas, varón que nadó en el lugar llamado Phabs
Albellota, acaso Encinaralla, cerca de Córdoba, el cual, aunque
de humilde sangre, supo con su valor y prudencia adquirir gran-
des honores, pues Saburo (i), siendo rey de la Lusitania, le en-
comendó el cuidado de sus negocios, y hasta el de sus hijos, lo
que dio ocasión á Abdallá, cuando el rey murió, para expulsar á
sus hijos y apoderarse del reino. Próximo él á la muerte, colocó
en el trono á su hijo Abu-Baker-Mohamad, llamado Almodphero,
príncipe dotado de gran prudencia, erudición y fortaleza, que
con el título de Memoria^ escribió una obra histórica en 50 to-
mos. Á éste sucedió en el reino Omar, cuya infeliz historia es
por todo extremo trágica.
» Habiendo acudido á sitiar á Granada el año de 483 de la
hégira, receloso del poder de su propio generalísimo Josep-ben-
Tasphin, huyó furtivamente del real, y atemorizados sus vasa-
llos con esta cobarde defección, entregaron á los almorávides
Lisboa, Santarén y otras ciudades, excepto Badajoz, que en
aquel tiempo era la corte.
» Entonces Omar se ocultó otra vez; pero, por huir del pe-
ligro, fué descubierto por los suyos, y tomada la ciudad, el rey
de los almorávides le puso á él y á sus hijos en la cárcel públi-
ca, y poco después, vendidos en almonedas sus valores, le dio
una muerte horrorosa en presencia de los cadáveres de sus hijos,
andando el año de la hégira 487. No faltaron á este príncipe,
en tan triste caso, poetas insignes que le lloraran, siendo la más
célebre de estas composiciones la del poema de Ben-Abdum, en
el cual (añade Casiri) hay no pocos versos del mismo Omar,
versos que alaba mucho Ben-Alkatib en su Biblioteca. »
Hasta aquí Casiri, quien confunde algunas de estas noticias.
Ben-Taxñn fué rey de los almorávides y no generalísimo de
Omar. Éste se confederó con Ben-Taxfin en guerra con los cali-
có Qapur ó Qapor, le llaman otros, no faltando quien lo cite por los nombres
de Lapur y Lapor.
BADAJOZ 85
fas de Andalucía, sus propios hermanos. Además, no está proba-
do que el rey de Badajoz asistiera al cerco de Granada, ni mucho
menos que fuese cobarde, ni huyese ante el peligro que le ofre-
cieran las huestes de Jose-ben-Taphin, piies muchos historiado-
res refieren del monarca de Badajoz hechos gloriosos, no faltan-
do poetas que canten su valor. Respecto á su trágica muerte.
Conde la refiere en los siguientes términos (i):
€...En tanto que esto pasaba en la parte oriental de España,
Syr-ben-Bekir, el más astuto de los caudillos almorávides, se
encaminó con poderosa hueste de almorávides á tierra de Al-
garve para ocupar el reino de Badajoz, que tenía Omar-ben-Mu-
hamad-ben-Alaftas, apellidado Almetuakilbila ; ocupó fácilmente
las ciudades y muchas fortalezas y entró en Zelb (2), y Evora,
y vino con su campo delante de Badajoz, defendiéndose con
valor el rey Ben-AIaftas, pero la fortuna había vuelto las espal-
das á estos príncipes.
»Era vulgar crédito y popular creencia que había una pro-
fecía que anunciaba la irremediable caída de los reyes de Es-
pafta, y que serían vencidos y depuestos por unos príncipes de
África. Esta persuasión popular de la gente del vulgo era tan
perniciosa en este tiempo, que fué una gran parte para que los
almorávides se enseñoreasen tan fácilmente de España, y para
que sus príncipes no hiciesen cosa de provecho en su defensa.
Dióse una reñida batalla, en que los de Aben-Alaftas quedaron
vencidos, y presos dos hijos del rey, que acaudillaba su gente;
estos eran Al&dil y Alabas, que no cedieron hasta que, muy mal
heridos y abandonados de los suyos, cayeron en manos de los
almorávides. Los de la ciudad, intimidados con el horror del su-
ceso de la batalla, forzaron al rey á concertar la tregua de la
ciudad. Ofrecióle el caudillo Ben-Abi-Bekir que saliese seguro
con sus hijos, familia y cuanto tenía; pero después que se apo-
co Historia de los árabes en España, 1. 11, cap. XXII.
(2) Hoy Elvas, llamado malamente por algunos Yelves, y situado á i 5 kiló-
metros de Badajoz, dentro del reino de Portugal.
86 BADAJOZ
deró de la ciudad con esta condición y le dejó salir de ella con
sus hijos, mujeres y esclavos, luego envió cierta tropa de caba-
llería de Lamtuna (i) en su seguimiento, que alcanzaron á esta
desgraciada familia en cercanías de Badajoz, y allí alancearon
con inhumana crueldad al rey Almetuakil y á sus dos hijos Al-
fadil y Alabas. Acaeció esta lastimosa tragedia en sábado, día
siete de la luna de Safar del año cuatrocientos ochenta y siete.
Todo esto fué por orden de Yuzef-ben-Tazfin.
» Lamentaron esta desgracia los más célebres poetas de
aquel tiempo, y anda en boca de todos la elegía del Wacir de
su palacio Abu-Muhamad-Abdelmegid-ben-Abdun. Era el rey
Almetuakil muy docto y amigo de los sabios, y pasaba con ellos
el tiempo con tanto placer, que se olvidaba de todas las cosas.
Tenía en su mismo alcázar por secretario al Wacir Abdelmegid,
insigne poeta que competía con el célebre cordobés Abdala-ben-
Zeidun, privado del rey Aben-Abed, cuyas canciones eran el en-
canto de las musas, así de España y de África, como de Oriente.
Era Cadilcoa de su corte el sabio Aben-Mocama.
«Cuéntase de este rey Almetuakil, que solazándose en su
jardín en compañía de su Wacir Abu-Talib-ben-Ganin, se entre-
tuvo tanto tiempo que se le pasó la hora de comer, y era día en
que tenía nobles Xekes que le esperaban, y como llegase la
noche y el rey no viniese, los Xekes pidieron de comer y se les
sirvió parte de la comida del rey, y recordándole su Wacir la
hora y los convidados y le dijese uno de sus siervos que ya
habían tomado parte de su comida, envió al Wacir para que le
excusase con ellos, y tomando una hoja de alcomare ó de atar-
fe, escribió dos versos refiriendo la causa de su olvido y diciendo
que los culpados ya tenían recibida la pena de su delito, siendo
todos recíprocos ejecutores de ella.
»E1 hijo de Almetuakil, llamado Negindola, walí de Santa-
rim (2), fué encarcelado en Almithema, y refería Aben-Zarfon,
(i) ^La-Albuera, á so kilómetros de Badajoz?
(2) Santarén, hoy.
BADAJOZ 87
cadí de la Aljama de Córdoba, que en cierta ocasión le entró á
visitar el Wacir Alcatib-Abu-Bekar-benAlcabotorna, poco des-
pués de la desgracia de su padre y hermanos, y cuando le vio
no pudo contener sus lágrimas, mirando en tan miserable estado
al que había sido señor de tan ricas ciudades, y reducido á una
estrecha prisión el que solía vivir en magníficos alcázares, ro-
deado de nobles Xekes, que le respetaban y servían. Tales
vueltas da la fortuna á su inquieta y deleznable rueda.
»Así acabaron los reyes de Andalucía; los puso en el trono
la discordia y la guerra civil ; vivieron en continuas desavenen-
cias, destruyendo por sus particulares intereses la fuerza y uni-
dad de España ; facilitaron el engrandecimiento de sus enemigos,
en tanto que ellos en provincias y ciudades establecieron sus
débiles y efímeras soberanías, pues como decía un poeta anda-
luz de aquel tiempo :
En España los pueblos divididos
llaman Amir Amumenin su Arráez.
»Y cuando conocieron su yerro y pensaron remediar sus
males, llamaron en su auxilio á los moros de África, que desola-
ron la España, vencieron á los cristianos y después vencieron y
destrozaron á los Amires, dándoles en pago muerte cruel ó vida
miserable, más cruel que la misma muerte...»
Tales son los escasos datos que sobre el rey de Badajoz en-
contramos en Conde. Ellos, no obstante su deficiencia, bastan
para saber la desgraciada muerte del monarca y la de su dinas-
tía Athaphthas.
Omar-ben- Mohamad-ben - Abdallá- ben- Mohamar-ben • Mosla-
ma fué, á lo que parece, el quinto y último rey de Badajoz, cuya
monarquía registró rigurosamente el siguiente orden cronoló-
gico:
I. Sapur ó ^por (el-Almanzor-el-Marid).
II. Abud Mohammad-Abdallah-ben-Maglamach-Almanzor I.
III. Abud-Bequer (Beker) Mohamad-Al-MothafFar.
88 BADAJOZ
IV. Yahya-Almanzor II.
V. Omar-ben-Mohamad .
Este monarca tuvo tres hijos. Al mayor llamado Omar-Al
metuakil-Negm-dolaben- Alafas; le seguían Alfadil-AImetuakil-
ben-Alafás, y Ben-Alabás-Almetuakü-ben-Alafás, conocido por
Omar-Almetuakir-Alabás-ben-Alafás.
El primero fué walí de Santarén, murió en la prisión, y los
otros dos^ como decimos más arriba, alanceados en el campo.
Todos los autores que hablan del rey de Badajoz citan su
nombre con elogio, no faltándolos también para su antecesor Al-
metuakil-AlalIá-Omar-ben-Mohamad-ben-Abdallá-ben Mohamed-
ben-Moslama, mayormente conocido por otros diversos nombres.
Era hijo del rey Al-Modhaífar. Nació en Badajoz en 436 de la
hégira, y ocupó el trono por muerte de su padre en 460, reinan-
do 29 años, pues en el de 489 fué destronado y preso con sus
hijos por Jusoph Ibin-Tasehiphin, emperador de los almorávi-
des, quien, instigado por el turbulento Almotawaccil, le hizo la
guerra con gran suerte para él y mayor desgracia para el rey de
Badajoz, bien que el vencido aquí lo fué él poco después, por
Sir-Ibn-Alí-Bacer.
Sobre la triste suerte del rey de Badajoz encontramos en el
tomo V de las obras de Ibn-Kaldum, que existía en la biblioteca
de Leyden (núm. 1,350 y 1,351), lo siguiente:
€ Desde aquí se trasladó (Sir-Ibn Abi-Bacer) á Badajoz, y
apoderado del señor de esta ciudad, Omar-Ibn-1-Aphtas, así como
de sus hijos, les dio muerte el día de las víctimas (año 489).
Matólos porque les constaba el trato que habían hecho con el
rey de los cristianos y sus propósitos de entregarle la ciudad de
Badajoz. »
Parécennos estas noticias bastantes á esclarecer la genealo-
gía del rey de Badajoz.
No fué menos celebrado Abu -Baker- Mohamad-Almodphero,
que ocupa un puesto eminente entre los hombres de ciencia de
su época. «
BADAJOZ 89
Fué Mohamad-AImodphero, al decir de los escritores árabes,
un notable escritor del siglo xi é ilustre príncipe de la dinastía
de los Abdallas, como biznieto de Abdallá, y rey de Badajoz á
la muerte de su padre.
Había nacido en Badajoz (como su padre Omar-ben-Moha-
mad-ben-Abdalla-ben-Mohamad-ben-Moslama) en año de 390 de
la hégira y se educó con los mejores profesores de sus tiempos.
A la muerte de ^apur, ocurrida en el año 413 (1022 de
nuestra era); su padre Omar- que era secretario del expresado
monarca, expulsó á los príncipes del reino y se proclamó rey de
Badajoz, sucediéndole más tarde su hijo, que fué uno de los prín-
cipes más ilustrados que tuvo la Lusitania, como cuenta Casiri.
Mohamad-Almodphero debió morir por los años de 468, y
le sucedió en el trono su hijo Omar.
En 1877, practicando excavaciones para las obras que se
ejecutaban en el cuartel de la Bomba, en dicha ciudad, se encon-
traron dos lápidas sepulcrales, y una de ellas, referente á un
Xeque llamado Albukasen, que traducida dice así:
fEn el nombre de Dios clemente y misercordioso. Y que
» derrame Dios sus beneficios sobre Mahomed. Todo lo que hay
» sobre la tierra fenece, y no queda sino Dios, poseedor de la
» gloria y de la honra. Este es el sepulcro de Xeque (ó Yequé),
»el alfaqui Albukasem-ben-Hasan-bar-Jarhum-Elancaridu (i). Ilu-
»mine Dios su sepulcro y santifique su alma. Padeció el martirio
»en la parte oriental de Badajoz, cuando los españoles fueron
^traidores á ella (2) en la paz (3). Jueves, día primero del mes
>de Rabian segundo, año de 556 (4).»
(1) Natural del pueblo ó tribu de Sancaridu, que ignoramos cuál fuese.
(2) Es decir, á la ciudad de Badajoz.
C3) Según el historiador citado antes, en este año se apoderaron los moros de
Badajoz, de Beja y de Evora.—El sentido de esta frase debe de ser, que estando
ocupada la plaza por los moros, la acometieron los cristianos faltando á alguna
capitulación ó tratado de paz.
(4) De esta era 1 1 6 1 .
90 BADAJOZ
La otra lápida, como esta misma que traducimos, está en
Madrid, en el Museo de Ingenieros, No hacemos ahora más re-
ferencia á ella porque corresponde mayormente á un hijo de
Mérida, y con más oportunidad daremos su traducción. Esta de
más arriba sirve para testificar cómo cuando los vecinos de Ba-
dajoz en I i6i se entregaron á los cristianos, murió sacrificado
en defensa de su grey Albu-Kasem.
Los datos expuestos más arriba demuestran la importancia
que alcanzó Badajoz en los siglos xi y xii. Corte de una mo-
narquía poderosa, fué centro de gran cultura y sirvió de cuna
á Jaimird-ben-Najid-Almohawi, abogado distinguido y de los ju-
ristas más célebres que' tuvo España en el siglo xi, según afirma
Aben-Pascual; Xarhabil-al-Hasan-ben, célebre profesor y escri-
tor didáctico nacido en fines del siglo x, y de quien dice Ahmed-
ben-Yahya, tque fué uno de los eruditos más esclarecidos que
» había conocido en sus tiempos»; Abd-al-lah-bas-Mohammad-
ben-Aciyd, escritor famoso, padre del distinguido Abud-Moha-
med, y autor de varias obras; Soleimán-ben-Mohammad-ben-
Babdal, jurisconsulto y esclarecido poeta; Yaya-ben-Soleimán-
ben-Babdal, sabio propiamente, porque se distinguió en ciencias
naturales, y con todos estos, y á la cabeza de todos el famoso
Abu-Mohamed-Abd-Allah-Abul-Walid-al-Nihil, famoso poeta na-
cido en 1015, que gozó de fama prodigiosa. Se le hace autor de
un poema sobre la dinastía de los Aphtasidarum; pero confunden
á este escritor con Abou-Mohammed, natural de Évora, y autor,
en efecto, de esta elegía, que se guarda en el monasterio es-
curialense, y sobre la cual se han escrito multitud de volúmenes.
Consta, no obstante, que Walid-alNihil fué autor de una Retó-
rica que citan con elogio los poetas de su tiempo.
Referiremos un hecho que encontramos en la Historia de
España, por Lafuente, cuando habla de Ebu-Ma, que reinaba en
Almería en los tiempos del poeta badajocense. Después de haber
colmado de mercedes el rey al poeta, éste, desde Sevilla, donde
se encontraba, cometió la ingratitud de insultarle en una sátira
BADAJOZ 91
compuesta en honor del rey de Sevilla, que acababa de ser ven-
cedor del de Almería, con los siguientes versos :
EbU'Abed ha destruido los berberiscos ;
Ebu-Mau ha exterminado los pollos de las aldeas.
Pasado algún tiempo, el poeta fué á Almería y el rey le in-
vitó á comer, no sirviéndole otros platos que pollos aderezados
de distintas maneras.
— Pero, señor — exclamó el poeta, — ¿no hay en todo el reino
de Almería otro manjar que servir á la mesa del rey?
— Otro sí tenemos — respondió el rey; — pero he querido
probaros cuánto os engañasteis al afirmar en cierta poesía que
Ebu-Ma, el rey de Sevilla, había exterminado los pollos de
mis aldeas.
Quedó el poeta abochornado, sin poder encontrar una hon*
rosa justificación á su imprudente conducta, y comprendiéndolo
así el rey de Almería, añadió :
— Tranquilizaos; un hombre como vos no gana reputación,
ni vive, sino obrando como vos : el solo que merece mi cólera es
el que os oyó recitar versos que ultrajaban á otro igual suyo.
£1 poeta, no satisfecho de su posición en Almería, abandonó
la corte de Abu-Ma-Al-Motacin, escribiéndole otros versos de
arrepentimiento, en que celebraba su ilustración, liberalidad y
larguezas.
CAPÍTULO II
D. Alfonso Enríquez de Portugal y D. Femando II de León en Badajoz.— De
algunos sucesos importantes. — El Estandarte y la Caldera.
I
ON la dinastía de los Alaphthas terminó la mo-
narquía de los Algarves y la Lusitania que ^apur
estableció en Badajoz, y al morir su último rey
alanceado por los almorávides el año de 1094, ^
2 de Febrero, la reacción más espantosa se obró
en el reino, porque á la liberalidad y cultura de
sus reyes sucedió la tiranía de los almorávides y
la pobreza del país, esquilmado por las guerras
y los impuestos de sus nuevos gobernantes.
En tanto los reyes cristianos comenzaron á soñar ya con
ganar Extremadura. De fecha anterior, D. Alfonso II intentó
pasar con sus conquistas hasta Badajoz y fué vencido en los
campos de Mérida, en 1086, el 23 de Octubre, por el rey de
Badajoz, Almanzor II, ayudado por el rey de Sevilla. Ochenta y
dos años después, en 11 68, el rey de Portugal D. Alfonso En-
ríquez atravesó las fronteras árabes, y olvidándose que Badajoz
94 BADAJOZ
era prenda apetecida por D. Fernando, rey de León, se propu-
so someterlo, como había hecho ya con Beja, Évora, Moura,
Serpa, Alconchel y otras plazas.
D. Alfonso formó su ejército y lo confió al capitán Giraldo,
quien partió para Badajoz en 1167, deteniéndose desde Abran-
tes en la conquista de otros pueblos. La de Badajoz debió ser
allá por el año de 11 68, aunque otros la anotan en el de
1 169 (i). Retiróse Giraldo de Badajoz, dejando un Alcaide
nombrado; pero apenas el ejército portugués llegaba á Lisboa,
los moros de Badajoz se rebelaron contra su Alcaide y los cris-
tianos, entre quienes hicieron muchas muertes, y gozaron de su
independencia, hasta que un año más tarde se presentó el mismo
D. Alfonso con buena copia de gentes para tomarla en definiti-
va: y cuando ya se encontraba dentro de sus murallas, batiendo
uno por uno los baluartes interiores que los moros defendían
con tenaz empeño, se apareció de sorpresa á defenderlos el rey
D. Fernando II, hecho que desconcertó en tales términos al
portugués que sólo pensó en escapar de segura prisión, y hu-
biéralo conseguido si en la veloz carrera de su caballo no hu-
biese tropezado contra el cerrojo de la puerta que había hacia
el norte del Castillo, por donde intentara escapar. La violen-
cia del choque hizo rodar por el suelo al fugitivo con una pier-
na rota, y caer en manos del monarca á quien tan mala pasada
pretendía hacer, cjusto castigo, exclama Lafuente, á la traición
>que le había franqueado la entrada en la ciudad.» Desde en-
tonces no pudo gozar salud, y murió al cabo.
Fama es, y lo pregonan á una todos los historiadores, de
que el rey D. Fernando trató con mucha consideración al rey
portugués, mejor dicho, con generosidad. Tal conducta no era
de esperar, pues cuando menos creían que lo mandaría encerrar
en algún monasterio ó ignorado castillo, como venganza justa
(1) In era MCCVI quinto Nonas Maii interiit Alcaide Geraldus Badalouci, {Cro-
nicón primero de Coimbra.)
BADAJOZ 95
que debía tener por la conducta poco caballeresca que siguió el
rey portugués. Ó de otro modo, que le exigiría una petición
grande, porque la de entregar lo que pocos días antes le había
ganado no era nada, y menos resarcirle de los escudos que tuvo
que gastar por sostener una guerra que sólo por su culpa se vio
precisado á emprender.
El rey de León, después de haber pasado algunos días du-
rante los cuales hizo curar á su prisionero de guerra, le dijo:
Retírate^ restituyeme lo que me has usurpado^ respeta otra vez
mejor los tratados y vete de Badajoz^ libre para cuidar tu reino.
Y aquel Alfonso Enríquez, el terror y espanto de los moros,
el que hasta entonces había obligado á los reyes de Castilla y
León á que respetaran su altanería, admitió la generosa propo-
sición de D. Fernando devolviendo los veinticinco castillos que
le tenía cogidos en Galicia, y despidióse en Badajoz de su yerno
haciéndole un presente de veinte caballos de batalla, volviéndo-
se libre á su reino, bien que la fractura de la pierna no le per-
mitió ya en adelante dirigir la guerra.
La plaza de Badajoz quedó desde entonces libre de que la
acometieran más los portugueses, y gobernada por Abenabel,
jefe de los musulmanes, aunque feudatarios del monarca leo-
nés, á quien pagaban vasallaje. La puerta por donde entrara
el rey portugués y en la que también sufrió tan grande como
merecida derrota D, Alfonso, se llama la puerta de la Traición.
Es la que se conserva cerrada hacia el Norte, frente á la des-
embocadura del Rivillas en el Guadiana. Así se ha conñrmado
también en estos versos del romancero de San Pedro de Al-
cántara:
«A morir viene en Rivillas
Que también muere veloz
En el gran río, lamiendo
La puerta de la Traición.Tf
No están conformes todos los autores en el año de este su-
96 BADAJOZ
ceso, que ha inspirado á más de un poeta para cantarlo en el
• romance. Garibay (i) lo cita en 1179. El arzobispo D. Rodri-
go (2) lo da en 1 160. Mariana (3) en 1 180 y la Crónica Lusita-
na en 1206, que corresponde á 1 158, como convienen todos (4).
Pero está probado que fué en 1 207 (i 1 69 de Cristo) cuando tuvo
lugar este suceso, por un privilegio de la iglesia de Astorga,
que trae González Dávila (5) y dice así: Facía carta eo anno,
quo Dominus famosissimus Rex Ferdinandus victoriosissime ce-
pit Regem Portugallensem en Badalocio^ era MCCVIL
Para mayor seguridad puede consultarse un documento del
Archivo Nacional de Lisboa (6), que dice estar fechado en No-
viembre de 1 1 69, y contiene estas terminantes palabras: t Quando
Rex venit Badalioz et jacebat injirmus in balneis de Alafoen,,,,
En el Museo Provincial de Badajoz existe actualmente un
precioso plato de bronce perfectamente cincelado, en cuyo fondo
se leen formando orla circular estas letras:
R. A.^ H/ ANO MCXLVII.
Esta joya de arte antiguo fué encontrada cerca de la puerta
de la Traición, y bien á las claras denuncia su dedicatoria y fe-
cha (7), haber pertenecido al ilustre prisionero del rey de León.
(i) Libro XXXIV, cap. XIII.
(2) Libro VII, cap. 23.
(3) Libro Xí, cap. XV.
(4) Dice la Crónica Lusitana: Era 1206, Facium est inforiunium Regis D. Al-
fonsi etsui exerciius in Badalioz^ anno 41 regni ejus. Pero la Crónica Coimbricen-
se tercera, que sigue por lo común á la Lusitana, de quien discrepa bien poco,
dice así: Era MCCVII factum est infortunium 'Regis Al/onsi contra exerciius ejus in
civitate Badalioz,
( $ ) Teatro Eclesiástico de Badajoz.
(6) Torre do Tombo en la Cámara dos Diputados, mazo i 2 de Foraes antiguos,
núm. 3, tolio 69 vuelto.
(7) Grande confusión me ha ofrecido esta lectura, por la circunstancia de ha-
llarse la fecha con arreglo á la era cristiana y no con arreglo á la vulgar, que era
la que en España se seguía entonces. Desde luego se comprende que la inscripción
está puesta en latín, pues el dialecto portugués debía por aquel entonces hallarse
en sus comienzos; y así entiendo que dice: Rege Alphonso Enriquez an (n) o 1 147.
BADAJOZ 97
II
A las guerras de D. Ordofto II por la reconquista del país,
sucedieron las intentonas malogradas de D. Alfonso VI de León,
vencido en los campos de Zagala, distante tres leguas de Tala-
vera, y con esta derrota del rey cristiano, el triunfo completo
de los almorávides, dueños del país hasta la batalla de las Navas
de Tolosa, en que D. Alfonso IX, animado de la fe cristiana y
ayudado por los caballeros y prelados del reino, acometió la
conquista de la hoy Extremadura, obra que llevó á feliz término
en un breve plazo, conquistando á Mérida, Cáceres, Medellín y
Villanueva de la Serena, acampando sus tropas el 1 2 de Marzo
de 1228 en los campos de Talavera, donde entró con sus no-
bles el día 13, hasta el 14, en que los ejércitos emprendieron la
marcha hacia Badajoz, para reforzar y animar á las tropas que
ya sitiaban aquella plaza, conquistada al ñn el 19, día de San
José, gracias al valor de las huestes cristiana3, contra las cuales
eran ya impotentes todos los esfuerzos que oponían los árabes,
mandados por el famoso Abenuc y secundados por Abenabel.
De esta suerte aparece en dativo el nombre del monarca, lo que prueba que el
plato le había sido dedicado 6 donado por alguien. Además, en el original dice
ano en vez de anno^ que es como debiera decir ya sea en latin ó en portugués, y
por tanto es lorzoso convenir, ó en que hubo error por parte del grabador, ó en
que se suprimió la n que falta con el fín de que cupiesen las demás letras en la cir-
cunferencia. Por último; la fecha 1 147 está contada por años de Jesucristo, contra
la costumbre que en Portugal, Castilla y Aragón se seguía de contar por la era
española (38 años anterior á J. C), por donde se viene en conocimiento de que
debió construirse el plato en el extranjero. Y digo que está contada en años de
Jesucristo, porque Alfonso Enríquez comenzó á regir su país en la era 1 1 50 (ó sea
en 1 1 1 2), y por consiguiente no puede creerse que la cifra allí grabada represen-
te la era 1 147, tres años anterior al dueño; esto aparte de que Alfonso gobernó
como conde hasta el año 1 1 39 en que tomó el título de rey. Por esto creo firme-
mente que la joya procede del extranjero, y no me parece extraviado que acaso
fuera donación del Papa, grande amigo de Alfonso ó del rey de Francia, que no lo
éramenos. (M. R. Martínez: Bolelin-Revista del Instituto de Badajoz, pág. 109.)
»3
98 BADAJOZ
Aquí terminaron las conquistas del rey D. Alfonso IX de
León, á cuyo monarca debió Extremadura verse redimida de
las gentes mahometanas.
Por un privilegio de D. Alfonso, concedido al monasterio de
Valparaíso, fecha 8 de Enero de 1230, vemos que toma este
monarca desde dicha fecha el título de rey de Batalloz (i).
En 1279 se encontraron en esta ciudad D. Alfonso X de
Castilla, D. Dionisio de Portugal y su hermano D. Alonso, lla-
mados por el primero para lograr de reconciliarlos. Badajoz
siguió á D. Alfonso cuando su hijo D. Sancho tomó, en 1282,
las riendas del Gobierno de Castilla, como regente del reino;
el infante fué á reducirla á su obediencia, pero le rechaza-
ron los ejércitos árabes que D. Alfonso había llamado en su
auxilio. Más tarde D. Alfonso la cedió, con Sevilla, á su hijo
D. Sancho, con el título de rey, aunque feudatario de los de
Castilla; pero no tuvo efecto esta donación, porque su hijo le
sucedió en todos sus estados.
Como Badajoz se pobló en tiempo de su conquista con gen-
tes que pertenecían ó seguían á dos familias muy principales,
denominadas, una los portugueses y y otra los bejaranos^ y por
el reparto de tierras que á cada una les cupo cuando la conquis-
ta, surgieron grandes disgustos, pues diferentes veces se vio
toda la ciudad en armas, D. Sancho vino en 1288 á poner paz
entre los alborotadores de uno y otro bando. Un año más tarde,
reprodújose la rebelión, ahora con carácter más grave, pues los
portugaleses lograron despojar de sus haciendas á todos los
bejaranos y expulsarlos de la ciudad. Acudieron en queja al
rey. Éste mandó resarcir sus bienes á los bejaranos y restable-
cerlos en su derecho. Los portugaleses alentados por D. Alfon-
so Godínez, favorito del monarca, se negaron á obedecer, y en-
(i) Los árabes llaman constantemente á la ciudad Batalt'oz; y con muy poca
diferencia, el Silense, la crónica de Alfonso VII y el cronicón de Coímbra la dicen
Badcílio:^- pero hallamos en el siglo xiii nada menos que diez maneras diferentes
para nombrarla, empleando cuatro formas el rey D. Alfonso X en las Cantigas,
BADAJOZ 99
tonces los contrarios acudieron á las armas, matando gran
número de ellos y lanzando de la ciudad á los restantes. Esto
tuvo lugar en la mañana del lo de Abril de 1289 (1).
Añadieron á esto otro acto más peligroso : enarbolar la ban-
dera de D. Alfonso de la Cerda, á quien llamaron por su
rey. Indignóse D. Sancho IV y mandó al punto sus ejércitos
sobre ellos. Rindiéronse á partido, salvo las vidas ; pero no se
(1) Se refiere una tradición popular á consecuencia de suponerse muerto en
este día, celebrando misa en la Catedral, el obispo D. Alfonso I. — El P. Fita y Fer-
nández Guerra, en su libro Recuerdos de un viaje, recogen esta tradición, y la
cuentan en los términos siguientes :
«..* Los portugaleses apropiáronse ciertas dehesas que pertenecían álos bejara-
nos. Acuden éstos al rey Sancho el Bravo ó el Pravo, como se le dijo primero; y
obtuvieron repetidas provisiones para ser restituidos. Pero como no se cumplie-
sen, por ser portugalés D. Alfonso Godínez, favorito del monarca, y el rey contes-
tase á los bejaranos que á ellos les tocaba hacerlas valer, los bejaranos, cuando
alboreaba el día de la Pascua, lo de Abril, acometen en sus casas á los portugale-
ses, apellidando libertad, aclaman por rey á D. Alfonso el de la Cerda, y aquellas
dos numerosas y prepotentes familias convierten la ciudad en horrible campo de
batalla. Acércase la hora de la misa mayor, y ni canónigos ni servidores de la
iglesia, nadie se atrevía á dirigirse al templo. Un santo y anciano sacerdote no
puede llevar en paz que deje de celebrarse el oficio divino; penetra en la catedral,
acompañado de un fiel paje, hace abrir las puertas, repicarlas campanas, se revis-
te, sube al altar mayor, espera largo rato; pero la iglesia está vacía: ni un alma,
excepto el preste y su monaguillo, atravesó los umbrales. Por fuera asordan el
espacio gritos de venganza y enojo, maldiciones y blasfemias, y el incesante gol-
pear de las armas. Comienza la misa; y en la plegaria que sigue al introito, pide
con vehementísima caridad el celebrante que, al renovarse en tan glorioso día el
sacrificio del Unigénito de Dios nuestro Redentor y Maestro, no falte devoto pue-
blo que lo presencie y ensalce y glorifique. Vuélvese para la salutación de rúbri-
ca, y párase inmóvil y absorto al contemplar llena toda la iglesia de inmenso y
devotísimo concurso. Renueva la salutación al principiar el ofertorio, y entre los
asistentes ve infinitas damas con riquísimos brocados, proceres y magnates con
garnachas y preciadas lobas, guerreros ilustres de acerina malla cubiertos, caba-
lleros en cuyos mantos resplandecía la verde cruz de Alcántara, dos ó tres monjes
que ceñían mitra episcopal, y algún prelado á quien el mismo celebrante cerró los
ojos en el lecho de muerte. Entonces conoció que los muertos se habían levantado
de sus sepulturas para asistir á la santa misa; y en los momentos pidió con ardo-
rosas lágrimas por los vivos y los difuntos. Pero al volverse y decir lie, missa est,
aquel inmenso pueblo de ultratumba desapareció como por ensalmo; y al inclinar
sobre el altar el sacerdote la cabeza y pedir á la Trinidad Santísima que admitiese
el tributo de su fiel servidumbre, espiró en aquel punto, quedando yerto cadáver.
No debía permanecer ya entre los vivos quien se había ofrecido de esta manera en
sacrificio con la hostia inmaculada para aplacar la justa ira del cielo.»
No hemos de añadir que la anterior leyenda no tiene el menor fundamento. La
traemos aquí porque no despreciamos cuentos ni tradiciones que el pueblo acepta.
loo
BADAJOZ
les guardó lo concertado, y con una crueldad sin ejemplo, los
bejaranos, en número de 4,000 entre hombres y mujeres, fueron
pasados á cuchillo en la mañana del rg de Mayo de 1 289, y
sepultados frente á la puerta de Mérida, donde luego se edificó
la ermita de San Roque. Tan sangrienta tragedia, que han refe-
rido á porfía poetas (1) y cronistas, mereció el anatema de las
gentes honradas.
(i) Lorenzo Sepúlveda, poeta de Badajoz y romancero del siglo xvi, escribió
sobre este hecho el siguiente romance:
tíBandos de Badajoz entre Portugaleses y Bejaranos.— D. Sancho IV los pasa á estos
últimos d cuchillo porque le desobedecieron
Allá dentro en Badajoz
dos bandos hay muy contrarios,
uno los Portugaleses
contra de los Bejaranos.
Acusan los Portugueses
á el su contrario bando
sobre el gozar de las tierras
queriendo ser ventajado.
El rey D. Sancho está en Burgos,
las querellas le han llegado ;
el rey por los Portugueses
se mostraba aficionado.
Quitar los heredamientos
mandó á los Bejaranos
y que de ellos todos gocen
los que eran ajustados.
Los Bejaranos se quejan,
viéndose desheredados;
importunaron al rey
que revoque lo mandado,
porque andan muy perdidos
de sus haberes privados.
El rey, viendo su razón
y que eran agraviados,
mandó luego dar sus cartas,
en que de ellas ha mandado
que luego los Portugueses
vuelvan á los Bejaranos
todos sus heredamientos
sin haber cosa faltado.
A Badajoz se trujeron
y les fué notificado;
no lo quisieron cumplir
ni volverles lo tomado.
Al rey tornara á quejarse
todo el bando Bcjarano.
El rey le dio por respuesta
que pues no cumplían su mando,
y habían tan gran poder
como tenían sus contrarios,
hagan por fuerza cumplirlos,
si no quisieren de grado.
Con esto que dijo el rey
gran orgullo habían cobrado;
llegaron á Badajoz,
apercibieron su bando.
Todos con armas secretas
con presteza se han armado ;
dijeron que cumplan luego
las cartas que el rey ha dado.
no quieren los Portugueses,
mas aquesos Bejaranos
echan la mano á sus armas,
en ellos hacen estragos.
Alzáronse con la villa,
viendo el mal que habían obrado;
cobrando miedo del rey
que se lo habría demandado;
témense mucho de muertos
no podrán ser escapados.
En la villa, que es muy fuerte,
puesto han muy buen recado
de gentes y bastimentos,
y contra el rey se han lanzado.
Nombran rey á D. Alfonso,
que es hijo de D. Fernando.
El rey con crecido enojo
su mensaje había enviado
BADAJOZ
lOI
Desde esta fecha hasta la entrada de Felipe II en Portugal,
en fines del siglo xvi, las guerras, pocas veces interrumpidas
entre España y Portugal, tuvieron á Badajoz en constante alarma,
siendo juguete de las veleidades políticas ó ambiciones de familia
entre los monarcas de ambos reinos. En 1 303 marchó á Badajoz
la reina viuda de Castilla, para reclamar del monarca portugués
lo que por razón de dote debió entregar á su hija, infanta de
Portugal, casada con D. Fernando de Castilla. El monarca por-
tugués le entregó i .cx>o,ooo de maravedises. Al año siguiente
fué también á Badajoz D. Fernando IV de Castilla, con intento
de visitar al de Portugal, su suegro, con quien tenía algunas
diferencias, y recobrar así los lugares que durante su menor
edad le había empeñado. El portugués le facilitó una gruesa
suma y le volvió á dar más dipero para proseguir la guerra con-
tra los moros, empeñándole la ciudad de Badajoz.
En 1 33 1 D. Alfonso de Castilla fué á Badajoz á verse con
Santa Isabel, y cinco años más tarde el rey de Portugal cercaba
á Badajoz y le combatía con gran denuedo, porque el de Casti-
lla no había querido levantar el cerco de Lerma, según se lo
habían suplicado los embajadores portugueses; pero hubo de
retirarse, y para aquella ciudad, por cuya parte pensaba principiar
al maestre de Calatrava,
don Rodrigo era llamado,
y al gran maestre del Temple,
y á otros muchos hijosdalgo,
y á Córdoba y á Sevilla,
á todos les ha rogado
que cerque á Badajoz
todo el bando bejarano.
Como ellos lo supieron
al castillo se han pasado;
alzáronse con la Muela,
que era muy fortificado.
Los del rey allí los cercan;
mas luego se han concertado
que den el castillo al rey,
y ellos les han segurado
que el rey los perdonaría,
sin castigar lo pasado.
Debajo de este seguro
luego se habían entregado,
ansí también el castillo
los del rey lo habían cobrado.
El rey con crecido enojo
mandó matar todo el bando :
entre homes y mujeres
cuatro mil han degollado.
Todos los mató en un día,
que ninguno no han dejado
que hobiese por apellido
sobrenombre Bejarano.
La justicia fué cruel
según que vos he contado;
pero los que son traidores
merecen hacer tal pago.i»
I02 BADAJOZ
la guerra contra Portugal, hizo llamamiento de gentes, en 1337,
D. Alfonso de Castilla, reuniendo 20,000 infantes y hasta
5,500 caballos.
Á una legua de Badajoz y dos de Elvas se vieron, en 1354,
los infantes de Castilla, hermanos del rey D. Pedro, con don
Juan Alonso de Alburquerque, tratando de sus haciendas y de
ir á la mano al rey en sus desatinados y temerarios intentos.
Veintiocho años después, D. Juan I de Castilla se dirigió á Ba-
dajoz con un ejército formidable, al saber que un ejército inglés y
otro portugués acampaban á tres leguas de la ciudad. Las tropas
aliadas contaban 6,000 caballos y 18,000 flecheros. Los caste-
llanos excedían de este número. El tratado que se celebró en
Badajoz puso paz entre ambos contendientes; pero dos años
después, en 1384, un ejército portugués al mando del famoso
D. Ñuño Alvarez Pereira, acometió al ejército castellano en los
llanos de Badajoz y logró vencerlo, matando á más de 3,000 com-
batientes, y entre ellos al maestre de Alcántara D. Diego Gó-
mez Barroso, siendo esta derrota para Castilla el comienzo de
otras mayores, pues doce años más tarde el ejército portugués
entraba victorioso en Badajoz, llevándose prisionero al goberna-
dor, que era el mariscal Garci Gómez de Herrera, y se paseó
por el interior de la comarca extremeña, subyugando á las ciu-
dades y quemando los lugares pequeños que no aprontaban
las sumas que les pedían.
III
Por esta época tuvo lugar un suceso sobre el cual se ha
escrito mucho y se ha inventado más por los poetas y novelis-
tas antiguos. Una tradición corre por los pueblos de la frontera
que relata lo acaecido en Badajoz con motivo de haberse roba-
do la bandera de la ciudad por los portugueses, en ocasión de
BADAJOZ 103
estarse celebrando la ñesta del Corpus Christi. Nada encontra-
mos en las crónicas del siglo xiv que justifique esta tradición.
Sin embargo, escritores muy notables no se han desdeñado de
acogerla como corre por las gentes del pueblo, y nosotros
siguiendo esta corriente la referiremos tal y cómo la encontramos.
Hela aquí:
€ Desde muy antiguo que, al decir de una leyenda extreme-
ña, había en Badajoz la tradicional costumbre de hacer prece
der la procesión del Santisimo Corpus Christi (i), de un hom-
bre conduciendo una enorme caldera de hierro, llamada por el
vulgo la caldera del portugués (2), mientras que la misma solem-
nidad se celebraba por los portugueses en la ciudad de Elvas,
pueblo distante de Badajoz 18 kilómetros, siguiendo á una ban-
dera española llamada comunmente El Estandarte de Bada
J^^ (3)- Y estas antiguas costumbres, que apenas si recuerdan
ambos pueblos limítrofes, y si las recuerdan es de una manera
extraña y desfigurada, tienen su origen en un suceso tan raro
como original.
>Las fiestas celebradas en Badajoz á la segunda mitad del
(i) El papa Urbano IV instituyó esta fiesta y la del Sagrado Corazón de Jesús
como las mayores de la Iglesia Católica en el año de 1 264, y Clemente V declaró
obligatoria su observancia en principios del siglo xv.
(2) Dícese, no sabemos con qué fundamento, que esta caldera se custodiaba
hasta el siglo xvi en el Ayuntamiento de Badajoz. Nosotros no hemos encontrado
, documento que justifique esta aserción, pero sabemos que en el antiguo edificio
del Ayuntamiento de aquella ciudad, levantado en principios del siglo xvi cuando
se hicieron las casas y portales de la llamada Plaza Alta^ en uno de cuyos frentes
estaba situado el referido edificio, al costado iquierdo del llamado Peso-i^e¿2/, había
en su piso bajo una habitación llamada de la caldera del portugués.
(3) Un escritor portugués, Neves e Mello, cuenta, sobre lo acaecido con este
estandarte, lo siguiente :
« Foi uso por muitos annos, depois da trágica aventura que referimos (la del
»robo de la bandera de Badajoz) mostrar-se no día dá procissáo do Corpus Christi
DO estandarte hespanhol na fortaleza d' Elvas, e na praza de Badajoz tangían (toca-
»ban) urna caldeira de cobre em commemora^áo do desgraciado fin que teve o ca-
»yalleiro...»
Otros escritores portugueses, y entre ellos nuestro amigo el señor Vilhena e
Barbosa, haciéndose eco de esta tradición, la cuentan de distinto modo que Neves
e Mello, aunque todos reconocen el hecho principal que da origen al recuerdo his-
tórico del Estandarte español y la Caldera del portugués.
104 BADAJOZ
siglo XIV, el día de la solemne procesión del Santísimo Corpus
Christi (i), er^n cosa digna de verse, si hemos de creer cuanto
hasta nosotros ha llegado de la antigua tradición que nos ocupa.
>Y después de la extraordinaria pompa del culto religioso
que los vecinos de fuera y dentro del Castillo tributaban, como
buenos católicos, al cuerpo de Dios, las músicas, danzas^ cabal-
gatas, juegos de cintas y cañas, danzas, representaciones de
autos y farsas sacramentales y otros alegres entretenimientos,
como el de correr lanzas y toros, no era acaso lo que menos
hacía llamar en tropel á las gentes de las aldeas y pueblos cer-
canos al almenado Castillo, alcázar principal y asiento otras
veces de los reyes árabes de la Lusitania y del Algarve.
>Los buenos portugueses de aquella época, olvidando por
un momento las eternas rivalidades que de siempre los desunían
con los turbulentos españoles, atravesaban en aquel día alegre-
mente la frontera (2), sin recordar siquiera que algunas veces
la habían pasado en son de guerra, para medir sus valerosas
armas con las no menos temibles de los intrépidos castellanos.
«Entre los muchos festejos que en Badajoz tenían lugar en
aquella ñesta, había predilección por las farsas y representacio-
nes (3) y por carreras de caballos, habiéndose creado un buen
(i) Salía de la iglesia parroquial denominada Santa María del Castillo, anti-
guamente Catedral, y venía de tránsito á la entonces moderna catedral del obispa-
do Pacense, templo levantado sobre los cimientos de una mezquita árabe conver-
tida, como hemos dicho ya, en iglesia católica, bajo la advocación de San Juan
Bautista.
(2) La frontera dista de Elvas sólo doce kilómetros y seis de Badajoz, y la
forma el pequeño río denominado Caya^ por el cual dice un poeta, también de Ba-
dajoz, Barrantes, lo siguiente:
a ¡Vedle ! Pasó.— Es el Caya,
que apenas moja la abrasada tierra
con las campiñas portuguesas raya
y las campiñas españolas cierra.)»
(3) Para las fiestas de i $31, escribió el poeta D. Diego Sánchez de Badajoz,
denominado El Dachtlier, canónigo después de aquella catedral, y antes párroco
de Talavera, varias obras, como fueron La Farsa Teologal, La Farsa de Navidad
y la del Santistmo Sacramento. En las obras poéticas de este vate aparecen multi-
BADAJOZ 10$
premio para el caballero que diese mayor número de vueltas al
rededor de un círculo anteriormente demarcado, sustentando en
la mano derecha el pesado estandarte de la dudad, con cuya
insignia las huestes cristianas entraron victoriosas en Badajoz
cuando lo ganaron á los sectarios de Mahoma.
> Aquella función, cuando las luchas de destreza y de fuerza
entretenían á la nobleza y causaban el encanto del populacho
embrutecido por la guerra en que le hacían servir los señores^ era
tud de autos y faras escritas probablemente para las fiestas de este día, pues en
todas las catedrales se celebraban de igual manera. Sabemos por los Códices de
las de Gerona y Barcelona que los asuntos tratados en la primera época eran,
entre otros, El sueño y la venta de José^ El sacrificio de Isaac^ La Anunciación de la
Virgen Santa Eulalia con sus compañeras, Gtc. En Sevilla, durante el primer ter-
cio del siglo XVI, se representaban los autos Adán y Eva^ La Epiphania^ El descen-
dimiento de la Cruz, Lo de la conversión de Constantino cuando mandó soltar los
niños, Lainvención de la Cruz, El juicio (coa Paraíso é infierno) y algún otro.
En 1532 había diferencias entre los dos Cabildos sobre la forma de proceder en
la fiesta del Corpus, con cuyo motivo nombró la ciudad á los señores Conde de
Gelves y flernán Darias, alguacil mayor, y Pedro Suárez de Castilla y F. de Alcá-
zar; los cuales unidos á los que el Cabildo Catedral eligió, que fueron los señores
D. Juan Ruiz de Bacza, chantre, el licenciado Puerta, arcediano de Reina, Pedro Pi-
nelo y el maestro Suero, canónigo, y bajo la presidencia del señor cardenal don
Alonso Manrique, arzobispo de Sevilla, acordaron en el mes de Abril del citado
año el orden que se había de guardar en la procesión.
En este acuerdo se dispone, entre otras cosas :
«Que luego vayan las cofradías y oficios con su cera, pendones y música, cada
uno la que pudiere haber por la orden, que suelen ir sin memorias ni danzas de
espadas.»
Y más adelante :
«Que señalen lugares donde se hacen las representaciones. Los autos que pare-
ce se pueden representar son los siguientes:
I .** El primero Adán y Eva.
2." El segundo la Epiphania.
-5.° El descendimiento de la Cruz.
4.*' La Invención de la Cruz.
^.*» Lo de la conversión de Constantino cuando mandó soltar los Niños.
6.** El juicio, con paraíso é infierno.
7.*' Y véase si se podrá hacer la Ascensión, y también véase si se podrá hacer
la immición del Spirilu Santo.»
«Con cada representación de las susodichas ha de venir* su Memoria ó Danza
de las que suelen traer los oficiales.»
«Otro sí, que de cada oficio vayan bastantes personas para los regir y hacer an-
dar y que con cada una representación vaya un alguacil.» (Lib. 1 2 de Autos del
Cabildo Catedral, Pág. i 50 v.)
»4
I06 BADAJOZ
siempre por nobles y plebeyos deseada, y fué también la en que
tuvo origen la tradición que nos ocupa.
»En el año 1384, en la víspera de la festiva romería de Ba-
dajoz, hallábanse reunidos varios jóvenes en la sala de armas
del gobernador de la ciudad de Elvas. Uno de ellos, llamado
Juan Páez Gago, sobrino del gobernador, y acaso el más teme-
rario, sino el más valiente, concibió el arrojo de hacer una
apuesta con sus compañeros sobre coger la bandera española ó
estandarte de Badajoz, y traerla dentro de los muros de la ciu-
dad portuguesa.
»El intrépido y atrevido portugués llegó al siguiente día á
Badajoz, consiguiendo entrar con otros caballeros en las funcio-
nes; y al tomar parte en las corridas de caballos, empuñó, cuan-
do le tocó en suerte, el glorioso estandarte, dando con él la
primera vuelta á todo galopar de su fogoso caballo; después
dio la segunda con no menos brío, y á la tercera, en vez de vol-
ver á la estacada, d6nde las gentes presenciaban el espectáculo,
emprendió una precipitada carrera en dirección á Portugal, y
huyó gritando: — €¡0 estandarte levo!... ¡O estandarte levo!»
€ Quedaron todos los españoles atónitos y sin poder tomar
decisión por el primer momento. Recuperada en breve la sereni-
dad y la energía, momentáneamente perdida, partieron á todo
galopar trece caballeros en seguimiento del osado portugués
galopando á más y mejor, movidos por el vehemente deseo de
la venganza de hecho tan ruin; pero el portugués llevaba gran
delantera, y animado ya por el corto espacio que le separaba
de Elvas tomó la dirección de una de sus puertas acosando á su
caballo para más pronto entrar en la plaza; mas por desgracia
suya, estaba levantado el puente levadizo. Entonces, cubierto
él de sudor, y su fogoso caballo de espuma, se dirigió á otra
puerta, pero estaba también levantado el puente levadizo : como
por la anterior, le era vedado el tránsito á la plaza.
» Y era que el gobernador de ella había visto á gran número
de españoles galopar en dirección á Elvas, y por temor al peli-
BADAJOZ 107
gro, á causa del hecho cometido por el intrépido portugués,
mandó cerrar las puertas de la ciudad.
» Viendo indignado el valeroso Juan Páez Gago que en breve
le alcanzarían las espadas y^ lanzas enemigas, no temió su vida,
y arrojando el glorioso estandarte por cima de las murallas, ex-
clamó cayendo sobre su rendido caballo en el foso : t ¡Morra o
home!... ¡Fique a fama!...»
«Entonces se lanzaron sobre él todos los españoles, hiriéron-
le en su cuerpo con espadas y lanzas, le llevaron á Badajoz,
donde le dieron muerte arrojándolo en una caldera de aceite
hirviendo. >
Tal es la tradición.
Por este suceso, sin duda, hasta muchos años después de
esta trágica aventura se llevaba delante de la procesión del
Santísimo Corpus Christí^ en Badajoz, una caldera, mientras
que en Elvas se conducía el estandarte castellano (i).
Varias leyendas hemos consultado sobre este triste suceso,
y todas cortadas casi por igual pluma. Nosotros, no obstante,
nada hemos podido hallar en crónicas ni manuscritos que justi-
fique la autenticidad que quisiéramos dar, robusteciendo antiguas
tradiciones, á esta leyenda (2), que á ser cierta como es posible
cuando plumas de autores acreditados no se han desdeñado en
aceptarla, no ha sido lo más justo que la historia olvide este
hecho, ni el nombre de los trece castellanos que prendieron al
portugués, para dar muerte á un valiente que bien merecía me-
jor premio por aventura tan arrojada como la que él cometiera,
digna sólo de los hombres del siglo xiv.
(i) Las armas de Elvas están formadas por un escudo con las quinas portu-
guesas, y en el centro un caballero con un estandarte desplegado.
(2) Hemos examinado los archivos del Ayuntamiento de Elvas, como los de Ba-
dajoz, y nada hemos encontrado sobre este suceso que multitud de portugueses
han celebrado en verso y prosa, sin que unos ni otros den más luz que aquella que
la antigüedad ha transmitido y el pueblo conservado, quizás aumentando ó dismi-
nuyendo los hechos; pero siempre conservando la esencia, principal objeto de esta
tradición que nosotros transcribimos fielmente, como hasta nosotros ha llegado.
I08 BADAJOZ
Otra leyenda, paralela á la anterior, corre por los pueblos
fronterizos de Portugal. Varía de la de Páez Gago, en que al
protagonista se le llama Gil Fernández y el hecho del estandarte
ocurre en la madrugada de San Juan. Pinto Leal atribuye á
Gil Fernández el robo de la bandera á los españoles, en tanto Vil-
hena Barbosa declara que fué Páez Gago (i). Todos los escri-
tores portugueses reconocen como verídico el robo del pendón
castellano por el joven Páez Gago, ó por Gil Fernández, fijando
el suceso en 1384. Hemos narrado fielmente la tradición espa-
ñola. Haremos lo propio con la portuguesa, que dice así:
cEra la poética noche de San Juan. Al mismo tiempo que
dentro de la villa de Elvas la gente cristiana celebraba con can-
ciones y músicas alrededor de las hogueras el nacimiento del
precursor de Cristo, los moros que habitaban fuera de la villa,
en el barrio de Almocóvar, celebraban también á su modo esta
fiesta, corriendo cintas á caballo y quemando iluminarias.
• Ocurría esto en 1384, poco tiempo después del levanta-
miento que hizo el maestre de Aviz en defensa del reino lusitano,
y á tiempo que en las fronteras los adelantados promovían la
defensa del país contra los preparativos del enemigo extran-
jero.
«Para poder ir á la Morería era menester salir de la villa,
porque este barrio estaba separado de ella por el Outeiro do
(i) Sebastián de Sousa Dantas Baracho, en unas cartas muy eruditas que fir-
maba en Elvas y le publicaba O' Diario Ilustrado, de Lisboa, dice hablando del
escudo de armas de Elvas:
«O sr. Pinho Leal, na alternativa de ser ou nao el rei a figura das armas, pro-
nuncia-se por que seja o cavalleiro Gil Fernandes, á quem attribue a lenda que
outros contam de Joao Paes Gago.
Esta lenda é evidentemente imita(;ao da que a tradi(;ao oral conserva em Tran-
coso, á respeito de Joao Ti^ao, como se pode ver no Almanach de Lembran-
fas, 6.* 186.
Consta-me que ha um folhetim do sr. Vilhena Barbosa á respeito do legendario
Joao Paes Gago.
Nao sei o que n'elle se contém ; mas ñas Leudas peninsulares poe José de Torres
o successo no anno de i4'?8, e que é tao alto de fundamento, como o dizer-se que
íoi Gil Fernandes o mancebo audacioso que trouxe o estandarte de Badajoz.»
BADAJOZ 109
Szso^ el monasterio Santo Domingo y la cerca vieja. Las mura-
llas de Elvas, comenzadas en el reinado de D. Fernando, es-
taban lejos de concluirse, porque como este monarca hacía y
deshacía las guerras con la misma facilidad con que aceptaba ó
despedía novios para la infanta, su hija, no se trataba con inte-
rés de fomentar las obras, y por esto sólo había edificados al-
gunos lienzos de la muralla que debían de ligar en todo el cir-
cuito á 23 fortísimas torres, que más tarde habrían de indicar
cierto progreso deseado en el arte de la fortificación.
• El alcaide mayor Gil Fernández, y otros muchos caballeros
que de antiguo habían tomado parte en las guerras de Castilla
que á diario se suscitaban entre los pueblos de la frontera, qui-
sieron ir á las fiestas de Almocóvar. Las circunstancias aconse-
jaban ser prudentes ante los castellanos fronteros, pero en aquel
entonces más, porque ardía la guerra entre uno y otro pueblo,
y el alcaide mayor no debía abandonar bajo ningún pretexto la
plaza que le estaba confiada; pero Gil Fernández, á quien los
peligros no le intimidaban, no quiso privarse del gozo que había
de producirle la fiesta y á ella se fué con denodado valor. Para
desvanecer los recelos, á los que trataban de disuadirle de su
intento, les decía que procurasen cerrar las puertas de sus casas
y vigilarlas bien para contar sus celdas aseguradas, y que en
cuanto á él tocaba, razones bastantes tenía para creer que no
habría emboscada por parte de los castellanos, pues ellos ha-
brían de salir peor librados en la contienda, y partió á Almo-
cóvar.
•Los temores de los de dentro de la villa no tardaron en tener
algún fundamento. Aun Gil Fernández con los demás caballeros
que le seguían, no habían atravesado la explanada del monte,
antes de llegar al fin de su vertiente, cuando toparon con gran
número de caballeros castellanos que galopaban sobre briosos
caballos, alumbrados por la blanca luna que reflejaba sus rayos
sobre los pulidos arneses y los yelmos de finísimo acero tole-
dano.
lio BADAJOZ
>Gil Fernández golpeó á su caballo, y adivinando al punto
que no venían los castellanos á las fiestas, y que sus deseos era
buscar combatientes, detúvose el tiempo preciso para reunir pre-
cipitadamente á sus escuderos y hombres de armas, y ya juntos
todos, apretando los acicates sobre los caballos y desnudando
las espadas, arremetieron en masa sobre el enemigo que al punto
cedió por el centro, y el alférez que en él estaba se dejó arre-
batar el pendón de Castilla que traía en su mano, pasando á las
de Gil Fernández. Los caballeros portugueses siguieron aco-
sando á los castellanos, espada en mano y por largo tiempo, en
tanto que el alcaide mayor partió hasta los muros de Elvas, á
todo correr de su caballo, y ya frente á ellos, arrojó para dentro
de la villa y por cima de los muros, el estandarte castellano (i),
tornando á galope á buscar de nuevo á los caballeros portugue-
ses que resistían valerosamente en su puesto al enemigo, hasta
que retirándose los castellanos, tornáronse á la villa los portu-
gueses, guardando sus espadas, que raro era el día que no se
envainaban teñidas en sangre.
> Después de la muerte de Gil Fernández, quisieron los de
Elvas eternizar la memoria de aquel, para ellos, glorioso hecho,
y desde entonces celebraban todos los años su aniversario, tras-
ladándose procesional mente al alto del Outeiro do Siso^ desde
donde se divisa Badajoz, y entre otras ceremonias, una de ellas
era enarbolar varias veces el pendón castellano para que lo
f i) Souza Dantas Baracho refíere este episodio en los siguientes términos :
«Gil Fernandes sopeou o ginete, e adivinhando que nao era ás festas que elles
vinham, senao a pelejar, apenas se conteve suspenso o tempo necesario para reu-
nir rápidamente os seus escudeiros e homens de armas: e juntos que foram, ba-
tendo os acicates, sacando das espadas, cairam en massa con tal impeto sobre os
inimigos, que logo ao primeiro investimento cedeu ó centro, o alferes que n'elle
estava largou o pendao que trazia ñas maos de Gil Fernandes e em quanto os
cavaiiieros portuguezes se apartavam, acossando os castcihancs, até muito além
do que bastava,o alcaide-mór chegava-se ao muro da villa impellia para dentro d'
ella o precioso despojo, e ia de novo tomar logar ao lado dos seus cavalleiros até
que faltou quem aparasse os golpes furiosos despedidos d'aquellas espadas, que
raro era o dia em que nao ñcavam retintas de sangue.»
Badajoz iii
viesen desde Badajoz, mostrándole así á los castellanos el trofeo
victorioso de la refriega tenida en la noche de San Juan de 1384,
en cuyo encuentro los caballeros castellanos hicieron una retirada
tan poco honrosa, pues como cuenta un cronista portugués del
siglo XVI: ctendo vindo a buscar honra, só levaram vergonha.»
» Consta también por referencias encontradas en crónicas an-
tiguas de Elvas, que en las fiestas de San Juan, desde la muerte
de Gil Fernández, la nobleza de la villa cabalgando sobre brio-
sos caballos y con lujosas armas, acompañaba al pendón caste*
llano; había escaramuzas de fuegos artificiales y simulacros de
guerra, y otras muchas fiestas, con admiración y entusiasmo de
los vecinos de Elvas y de sus pueblos inmediatos (i).
• Desde aquel tiempo y hasta el siglo xvi entregaban los ve-
cinos de Elvas el pendón castellano al caballero que lo custo-
diaba en su casa, en medio de las mayores ceremonias, arroján-
doselo por la muralla que Gil Fernández lo lanzó á la villa, y le
decían: Defenderéis este pendáo que Gil Fernandes ganhou aos
castelhanos! — Respondía: Defenderei. — Fazeis pleito e homena-
gem^ a fdro de bom portuguez^ de o nao largar setn perder a
vida? — Respondía: Sy, — Pois com esta condigao vol-o entregamos,
> Es de notar que esta fiesta, andando los tiempos, perdiera
su importancia, quizás por falta de entusiasmo en los portugue-
ses, después de transcurridos los primeros años en que existían
vivientes que acaso fueron camaradas de Gil Fernández.
«Desde 1580 se suprimió la ceremonia de mostrar el pendón
á los castellanos — según afirma Souza Dantas Baracho, — y se
guardó en la casa de Ayuntamiento; pero el día de San Juan lo
paseaba por las calles el concejal más joven de la villa. Esta
(i) Ayres Varella refiere que: «A nobreza da villa n'estc solemne dia, em bons
cavallos, e com lustrosas armas, acompanhava oapendáo; havia escaramuzas, ca-
rreiras, e outras muitas festas, com admira^ao dos logares visinhos, de que resul-
tau o adagio S. ]oao de Elvas.n
En la catedral de Elvas dicen que estaba depositado el pendón castellano, como
en la de Badajoz existen aún varias banderas ganadas á los portugueses en las gue-
rras del siglo XVII.
112 BADAJOZ
misma costumbre, como la de celebrarse en Elvas con gran
pompa la victoria de AIjubarrota, fué abolida durante la domi-
nación española, restaurándose más tarde las mismas ceremonias,
cuando se declaró independiente el reino; pero la ñesta de San
Juan, propiamente dicha, quedó suprimida el año de 1 707 en
que cayó tal día en vísperas de la festividad del Corpus Chris-
ti (i), y prosiguiendo la falta de entusiasmo por las ceremonias
del pendón castellano, pasaron á celebrarse juntas con la del
Corpus Chrtsíi, >
Tal es, pues, la tradición portuguesa. Una y otra concuer-
dan con el hecho del pendón castellano, y las dos están acepta-
das por escritores portugueses de gran valía. El lector con su
prudente discreción escogerá de ambas tradiciones lo que su
razón le aconseje.
(i) Dice Souza Dantas Baracho: «Pelos de i 580 supprimiu-8e o uso de mostrar
o pendao aos oastelhanos; este se guardou na casa da cámara, e no propio diasaia
com elle o vereador mais mo(;o ao redor da villa. Este mesmo costume, como o de
celebrar a victoria de AIjubarrota, foi abolido durante a dominac^ao cstran^^eira.
Restaurado, dcpois que tivemos outra vez reis naturaes, a sua pratica nao se
estendcu mais que até á guerra da Liga, pois que, caindo a Testa de Corpo de Deus
em 1707 exactamente na vcspcra de San Joao, e continuando a decair gradualmen-
te o esplendor com que se faziaa do pendáo, passou a celebrar-seconjunctamcnte
uma e outra, e pela succcssao dos annos se foi pcrdendo ainda a pratica de algu-
mas usan(;as d' ella, de forma que a nos legaram apenas os nossos maiores o uso
de fechar as portas como se disse.»
CAPITULO III
Del nombre antiguo de Badajoz.
Fundación y vicisitudes de su obispado hasta el siglo XVI. — La Catedral
de Badajoz. — San Slsenando, Santa Engracia y San Athon
I
L nombre que tuvo Badajoz en los pri-
mitivos tiempos, concuerdan todos los
autores en que fué el de Civitas Paces^
^^ así como en los tiempos romanos el de
Paz Augusta; pero á la irrupción aga-
rena se corrompió este nombre hasta com-
poner el de hoy, Badajoz, no sin pasar por
multitud de variantes. Badajoz, según algu-
nos, es nombre árabe, Baladaix^ que quiere decir tierra de sa-
nidad, y, según otros, tierra de nogales. Se llamó por los árabes
BathaljuSy nombre derivado del hebreo Gbaí^ que, según Josefo,
signiñca Valle, y de Djevel, que equivale á Monte ^ por lo que
Badajoz vale tanto como Monte del Valle. Pero entendemos
harto caprichosas estas definiciones, que consideramos un tanto
arbitrarias.
>5
114 BADAJOZ
BaxauguSy le llamó Vaseo.
BadtaxoSj Ginés de Sepúlveda.
Batkalios, Omari ben Mohamed.
Badalloucey Ab¡ Mohamad.
Badalocio, Abdelmaliki.
BatalyoSy Bal al doxi y Baldallaloz^ los cronistas árabes de
Conde.
BatlioSy algunos manuscritos de la Biblioteca Escurialense.
Batalyaus^ Almakarí, en la traducción de D. Pascual Ga-
yangos.
Badalioz, la crónica de Alfonso VII, la Lusitana y la Conim-
brícense tercera.
Badalioth^ el Cronicón Compostelano.
BadalociOy los Anales Complutenses y la Historia del arzo-
bispo de Toledo don Rodrigo Jiménez.
Vadalozum, la Crónica de Lucas de Tuy.
Vadalocio, un privilegio de la Iglesia de Astorga, fechado
en la era 1 207, y citado por González Dávila.
Balladozo^ los Anales Toledanos segundos.
Badalloz^ un privilegio otorgado en la era 1 293 á su Igle-
sia Catedral por D. Alfonso X, y citado por R. Dosma.
BadaliouSy las Cantigas del Rey D. Alfonso el Sabio.
BadajoSy el poema de Alfonso XI.
BaldajoZy el Cronicón Burgense.
Badalouciy el Conimbricense primero y D. Alfonso X el
Sabio.
Badaloucey una Carta otorgada por D. Fernando de Portu-
gal en la era 1417, y citada por el canónigo R. Dosma.
Badalhosue, el Conimbricense quinto.
BatalioZy la mayoría de los escritores del siglo ix.
Badajioz y Batalloutio^ en el siglo xii.
Badaioz, Badallouce y Badallouco, en el siglo xiii; estos
seis últimos nombres, encontrados por Fernández Guerra, en
documentos que no conocemos, ni él cita.
BADAJOZ 115
Á la vista de todas estas denominaciones , que suman
hasta 32, incluyendo la de Badaliauzu^ no se podrá dudar que
esta es una de tantas formas con que por la corrupción del len-
guaje latino, los comienzos del romance castellano y otras
varias causas se designó en los documentos de la Edad-media á
la ciudad de Badajoz.
No falta quien le adjudica el nombre de Badia^ pretendiendo
que fué el mismo que tuvo en tiempo de los romanos. Pero esta
población sitiada por Escipión, según reñeren Valerio Máximo
y Plutarco, parece aludir á la región de los Badios en Galicia, y
en caso de traerla á las orillas del Guadiana, no podríamos pres-
cindir de identiñcarla con la mansión Budua del Itinerario de
Antonino Pío, enclavada hacia la ermita de Bótoa, y por tanto
al Norte del río (1).
II
El obispado de Badajoz aparece fundado entre los primeros
de España. Dosma y Delgado, como Suárez de Figueroa y
cuantos escritores religiosos han tratado de él, lo remontan á la
segunda mitad del siglo primero, demostrando con el catálogo
(i) Ciento cincuenta y dos millas señala este itinerario entre Lisba y Mérida,
en esta forma:
Iter ab Olisipone Ementan (más al N. que el II). . 152
i Aritio Praetorio (entre Benaven^e y Salvaterra). . 38
2 Abelterio (Alter do Chao; 28
3 Matusano (Ponte do Sor) 24
4 Ad Septem Aras (Alégrete- 8
5 Budua (Ermita de Bótoa) 12
6 Plagiaría (hacia Matanza) 12
7 Emérita 3Q
Total i$2
II 6 BADAJOZ
de sus 1 3 primeros prelados que citamos en el capítulo primero,
que continuó sin interrupción en épocas sucesivas. No se acomo-
dan con esta opinión los que quieren fundar un obispado muzá-
rabe que no se remonta á más allá del siglo x. En un docu-
mento otorgado por el rey de León D. Ramiro II á la iglesia de
Santiago, fechado en la era 970, que corresponde al afio 932
de J. C, aparece entre los testigos uno que firma Julius Epis-
copus de BadaliaucUy y á este prelado le quieren hacer el prime-
ro de la Sede Pacense^ sin tener en cuenta que éste era el XVI de
los prelados que habían gobernado aquella iglesia, desde el
año 64 en que la vemos regida por su obispo. Consta que san
Apringio lo era de Badajoz en 525, pues de él escribe el mismo
San Máximo, lo siguiente: Apringius Episcopus^ Pacis Augustoe^
in Hispania^ nonprucul ab urbe Eméritos; que Pax Anajiuvio
apporita est Esto es: Apringio, obispo de la ciudad de Badajoz,
no lejos de la ciudad de Mérida, que PaxAugusta fué llamada
por Flavio.
Jorge Cardoso, escritor portugués, en su libro Agiologio Lu-
sitano^ á la pág. 24, t. I, trata de San Apringio, á quien hace
el segundo de los prelados de Badajoz, ignorando acaso que
antes que Apringio hubo cuatro obispos en la Iglesia Pacense.
El nombre de los primeros prelados nos lo comunica Dosma
y Delgado por el epitafio sepulcral de Daniel, encontrado en
Badajoz y conservado en el museo que guardaba en su propia
casa (1). Decía así:
( I ) «En mis casas (¿i) está una piedra blanca de sepultura, hallada cuando mi tío
»>AIvar Pérez Dosma, arcipreste de Cáceres, canónigo en esta iglesia las labraba en
«los solares de alrededor (/?). Tiene doce versos latinos dodecasílabos acrósticos,
»en letras entre romanas y góticas. .♦.» Y después añade Dosma y Delgado, como
expresando sus últimos deseos, que esta losa se coloque junto á su sepultura en
la Catedral; que los versos tienen «faltas de ortografía, que hizo el simple ofícial
oque los esculpió»; que hay en ellos «algunas faltas en la cantidad de las silabas,
{a\ La primera de la calle de Moraleja, esquina á la Pla/a de la Constitución, que forma el llamado
Rincón de S. Blas.
ib) La casa inmediata, primera de la calle de S. Blas, pocos años hace derribada para edificar la moder-
na propiedad del Sr. Rincón.
BADAJOZ 117
DESERIT fuñera: DANIEL ORRIDA,
ALLETIS JUNGITUR, RUÉ CELESTIBUS,
NEXUS MILITIBUS, QUI FUIT OPTIMUS*.
INMUNIS POPULIS AC VENERABILIS:
ENJACENT PR.tSULIS MEMBRA PURIFICi:
LISIMATHl ECCE, TESTA QUE CESPITE;
ESCEPTUS SPIRITUS ARCE DOMINICA.
PISCATORT OBIJT PRILULA FERITUS.
CORUSCO FRUITUR COELITUS GAUDIO,
OBTUTU DOMINi; MENSE JANUARIO
PRECEPS DUCITUR, ER.E MILLESSIMO
IN ET TRICÉSIMO, BIS QUATER ADDITO.
Aparecen, pues, los nombres de Daniel I, Alletis, Inmune,
Purifico, Sysimato, Prilula y Daniel II, que suman por todos
siete prelados, y todos ellos figuran entre los 13 nombres ya
citados en el capítulo primero (i). En el siglo ix sigue Isidoro
Pacensi (el joven) que gobernaba la Sede en 840.
Dosma y Delgado, para diferenciarlo del de Sevilla, que
llevaba igual nombre, le llamaba el menor. Fué uno de los escri-
tores más notables del siglo ix, como historiador. El célebre
erudito y bibliófilo D. José Pellicer, en su curioso manuscrito (de
nuestra propiedad) Observaciones á la antigüedad y autoridad
del Cronicón de Dulcilio^ cronista tolentino y obispo de Sala-
manca, en 873, dice á propósito de este célebre Cronicón^ y refi-
riéndose á Isidoro, el XIV prelado Pacense, lo siguiente:
<Fué su autor (Dulcilio) sin controversia alguna, el primero
tque escribió Historia Universal después de la Pérdida. Al me-
«como entonces declinaba la lengua latina»; y en fin, que está acscrita en letras
wcntre romanas y góticas»>. (Discursos Patrios^ P^g* i 2 i déla edición moderna.)
(i) D. Matías R. Martínez, en su trabajo titulado El Obispado Muzárabe de
Badajoz, no se conforma con el sentido que da Dosma y Delgado a la lápida ante-
rior, y la traduce de este modo: «Daniel, que fué muy bueno, privilegiado y vene-
orable en (con ó para) los pueblos, deja los severos funerales y se junta á los muer-
otos, asociados ritualmente á las milicias celestiales. Aquí yacen los restos del
ocadáver purísimo del Obispo: y he aquí que echada la tierra, es recibido su espí-
•ritu en la mansión divina. El Pecador murió herido de flecha (ó en motín). Disfru-
»ta en el cielo de un gozo resplandeciente en presencia del Señor. Es arrebatado
«en el mes de Enero, era de mil y treinta y ocho.»
Il8 BADAJOZ
nos yo no he visto otra que le preceda. Porque la de Isidoro
obispo de Badajoz, es un Epítome particular (ó Efemérides,
como él le intitula) de los Califas ó Emperadores Árabes, co-
menzando desde el año 6i i, que dice ser el primero del Em-
perador Heraclio, y sólo extiende su narración á la pérdida de
España (que escribe como testigo de vista) y fenece su escri-
tura en el año de 754, que dice fué el séptimo de Juceph, últi-
mo Virrey, y Capitán general de los Califas. Otros dos libros,
que Isidoro afirma haber escrito, se han perdido, con da,ño co-
mún de la Historia; pues no hay duda que si parecieran, se
hallaran seguras las noticias y el verdadero modo de aquel
primer plantar los principios de la Restauración de este Impe-
rio. Uno llamaba Epitoma Temporalia^ donde dice escribe las
guerras de España, y las que tuvieron los Moros y los Sarra-
cenos, distinguiendo como dato, estas dos Naciones tan con-
fundidas en nuestras crónicas. Otro intitulaba : Liber Verborum
Isidori^ que sin duda sería la Historia de los reyes de España
de su tiempo. Si estos se descubriesen, no hay duda que serían
los más antiguos: mas entre tanto substituye su lugar nuestro
Cronicón > (por el de Dulcilio). Después añade lo siguiente:
... el año de 1132, hizo D. Pelayo, obispo de Oviedo, una re-
copilación de las crónicas antiguas, que pudo juntar, cuyo título
es Liber Chronicorum ab Exondio Mundi^ usque yEram
MCLXX, En él va insertado á la letra el Cronicón de Isidoro
el Mozo, obispo de Badajoz, desde el principio del mundo, hasta
los reyes Alanos, Vándalos y Suecos de España. %
Siguieron á Isidoro en el gobierno de su Sede hasta el año
de 1500 unos 44 prelados. Todos ellos, hasta Gómez de Figue-
roa en 1 480, fueron elegidos por los cabildos, y los demás por la
corona, sin duda por las regalías que esta logró alcanzar de
Roma desde últimos del siglo xv, sino lo fué antes (i). Pero la
(i) Este— Gómez de Figueroa— fué el último prelado de los elegidos por el Ca-
bildo, pues desde 1481,103 obispos fueron nombrados por el rey, ocasionando
BADAJOZ 119
normalidad de la Iglesia Pacense comienza en Fr. Pedro Pérez,
primer prelado que la gobernó después de la Reconquista (i),
pues antes de ella los prelados sufrieron persecuciones, y hubie-
ron de ausentarse muchos al país de los cristianos. Sin embargo,
el rey moro de Badajoz, AlhacenlbenAlhamar, consta que am-
paró el culto de los cristianos, aunque sometiéndolo á ciertos
impuestos, como se demuestra por el siguiente documento
suyo:
fPor cuanto el grande Alá me colocó y constituyó sobre la
gente cristiana, ordeno y mando :
> I .° Que los cristianos que hubiere en mis tierras paguen
> doblados tributos y pechos que los moros.
>2.^ Que las iglesias que tuvieren paguen y pechen cada
• una 25 pesantes (2) de buena plata.
esto no pocos conflictos, pues cuenta Dosma y Delgado: «Decían viejos que este
«fué postrero Prelado que gobernó siendo electo del cabildo de la iglesia, sin cn-
wlrometerse los reyes, que después acá nombran los obispos sin que los cabildos
»elijan. También decían algunos, que habiéndose en la ciudad nombrado obispo,
»el rey nombró otro, que murió en breve, y otro, que murió tras él dentro del año.
"Con todo, luego aquel año en una carta fecha por 23 de Noviembre, los reyes ca-
Dtólicos encargaron á nuestro cabildo: «que eligiesen por obispo á D. Pedro Mar-
)»tinez Perxano, maestro en Santa Teología, Deán de Toledo, de mucha ciencia,
«por cuya provisión habían enviado á suplicar al Papa, que creían lo haría, para
»que no hubiese contradición. ..w—fDtscwrsos patrios^ etc. — Catálogo episcopal,
(i) Los obispos que hubo después de Apringius fueron: S. Urso Pacense
($68), Palmacio I (589), Lauro I (597), Modario I (633), Teodorus Pacense (646),
S. Adeodato (656), S. Juan 1 (681), S. Benedictus (694), Isidoro (840), Immus
Paulus (874), Julius (932), Angelo Pacense (950), Aletis, mártir Í960), Daniel,
mártir (970), Purifico (973), Lisimaco (984), Pirula, mártir (999), Daniel II
(1002), Fr. Pedro Pérez (1255), Fr. Lorenzo (1267), D. Bernardo 1(1270), Fr.
Lorenzo Suárez (i 273), D. Gil Colond (i 284), D. Juan II (i 286), Alfonso (1287),
D. Gil Ruiz (i 289)1 D. Bernardo II (1 304), Fr. Simón (i 309), D. Bernabé 1(131 3),
Fr. Simón de Sousd (i 3 16), D. Bernabé II (132$), D. Juan III (i 33 i), D. Fernando
Ramírez Sais (i 3 3'5), D. Vicente Estevanés (i 341), Fr. Alonso de Vargas (i 343)»
Fr. Pedro Tomás (i 34")), D. Juan García Palomeque (i 349), D. Fernando Sánchez
y Sánchez (i 370), D. Fernando Suárez de Figueroa (i 379), Fr. Felipe de Herrera
y Tolosa (1401), D. Pedro Tenorio (1402}, Ü. \lfonso Estévanez (1403), D. Gon-
zalo Pacense (1407), Fr. Diego Badán (14 10), Fr. Juan Morales (141 5), D. Loren-
zo de Figueroa (1445), D.Pedro Martínez de Pexano (i485),D. Bernardo López de
CarvaiaHi489), D.Juan Ruiz de Mesina (1494), D. Juan Rodríguez de Fonseca
(M97)í y C)- Alfonso Manrique de Lara (i $00).
(2) Pesante era una moneda de plata del peso de una onza.
120 BADAJOZ
•3-° Qu^ por cada monasterio paguen 50 pesantes.
>4.*^ Que por cada Obispo paguen también 100 pesantes.»
Los obispos, pues, que gobernaron la Sede Pacense^ desde
el siglo X (Julio, 932), al siglo xi (Daniel II, 1002), que fueron
ocho, gozaron del derecho que les daba su dignidad episcopal,
gobernando los mahometanos. Alhacen-Bequer reinaba en 1022,
cuando aún vivía Daniel II, que ocupó la silla en 1000, y falle-
ció en 1038, en una rebelión ocurrida en Badajoz por una flecha
de los amotinados.
III
Conquistado Badajoz por el rey de León Alfonso IX, dejó
por obispo de la ciudad áFr. Pedro Pérez, que durante 25 años
estuvo llamándose Obispo de BadaJltoz, hasta que en el de 1255
vino á afirmarse Petrus prtmus Espicopus Pacensis,
Se encargó este prelado del obispado en momentos muy
difíciles para él. La época de los almorávides, que habían domi-
nado la ciudad casi una centuria, fué para los cristianos de exter-
minio. Sus templos todos quedaron destruidos y ellos mismos
fueron pocos los que pudieron resistir á la persecución.
Fr. Pedro trajo sacerdotes de León y de Sevilla; levantó las
iglesias de San Lorenzo y de Santiago, aquella á espaldas de la
Torre de Espanta-perros^ y ésta dentro del Castillo y en la calle
que después llevó el mismo nombre de Santiago; mandó cons-
truir la iglesia de Santa María, que fué Catedral algún tiempo,
y se llamó Parroquia Antigua de Santa María la Real, y por
último dio principio á las obras de la Catedral, que se edificó
bajo la advocación de San Juan Evangelista. Este templo tiene
su historia.
Se levantó en el siglo ix una capilla que el fervor católico de
Catedral Pacense. — Iglesia t
122 BADAJOZ
los cristianos que vivían en la corte del rey Alcama dedicaban
á San Juan Bautista. Esta capilla se engrandeció en 1070, sien-
do rey de Badajoz Ornar Ibn-Mohammed, y si para su fundación
trabajó mucho el obispo Immus Paulo, XV prelado Pacense,
para mejorarla y engrandecerla no contribuyó menos Manuel
(el diácono)^ paje que había sido del obispo Daniel II.
La historia de este templo católico, levantado en tiempos de
los árabes, es el testimonio vivo de la tolerancia ilustrada que
ejercieron los hijos de Mahoma con los que algunos siglos des-
pués les habían de expulsar del país, cuando no quemar vivos
en algún Auto de fe, de esos que tan frecuentemente nos ofrecía
el Santo Oficio.
Aquella iglesia se destruyó en 1230, y sobre sus restos
mandó construir la actual el rey D. Alfonso IX de León, que
dos años antes, el 19 de Marzo de 1228, había conquistado
Badajoz del poder de los árabes y nombró su obispo á fray
Pedro Pérez, que impulsó las obras y concedió numerosas indul-
gencias á los que la favoreciesen. En 1232 se comenzaron los
trabajos, que duraron cincuenta y dos años, pues hasta el 1 7 de
Setiembre de 1284 no se consagró por el obispo fray Lorenzo
Suárez.
Es esta iglesia de un gusto detestable en su exterior, por
los diferentes estilos que la distinguen, y su torre alta y cuadrada,
sin ornamentación, parece una mole pesada más propia para
atalaya ó punto de defensa que para campanario de catedral.
Situada ésta en el centro de la Plaza de la Constitución, está
tan mal trazada que no guarda regularidad con el área de la
plaza, ni está orientada, ni tiene proporciones para con los demás
edificios que la rodean.
La torre, comenzada en 1 240, se terminó 1 79 años después,
en el de 1 41 9, gobernando la sede fray Diego Badán, porque esta
catedral para quedar como hoy se ve, necesitó del concurso de
muchas generaciones. Desde un principio las obras fueron muy
lentamente; pero en 1250 tomaron gran impulso, motivado á
Badajoz 123
que el rey D. Alfonso X el Sabio hizo donaciones y permitió
que otros también las hicieran para construir y dotar la nueva
iglesia. Los obispos, por otra parte, concedieron multitud de
indulgencias á los que se interesaran por las obras, que á pesar
de tantos esfuerzos duraron hasta últimos del siglo xv y en
rigor hasta mediados del siguiente, pudiendo decirse que esta
catedral ha tardado en levantarse tres centuras y media.
En 1509 mandó el prelado D. Alfonso Manrique que se
hiciese á su costa el claustro, cuyas obras se terminaron en
1520, ostentando sus escudos de armas por dentro y fuera de
la portada.
El obispo D. Alfonso Manrique, en vista de sus grandes ser-
vicios y de su vasto talento fué nombrado arzobispo de Sevilla
en 1523, pero como profesaba gran cariño á Badajoz y á su
iglesia, volvió después y consagró la primera campana grande
de la catedral, de la que fué padrino el conde de Cabra. Ésta
se inutilizó en el siglo pasado (17 19).
El obispo Fr. Jerónimo Rodríguez de Valderas, hizo muchas
donaciones á la catedral, entre las que se recuerda el retablo
del altar mayor de la capilla del Sagrario.
El ilustre prelado D. Juan Marín del Rodezno fué uno de
los que más contribuyeron al engrandecimiento de la Catedral.
Son innumerables las obras que se llevaron á cabo en este tem-
plo, costeadas de su peculio particular.
En la capilla de la Magdalena existe un magníñco sepulcro
de mármol, sostenido por tres leones, al lado de la Epístola.
Allí se guardan sus restos. También se ostentan los escudos de
armas del fundador (i).
(1) Un letrero que había en la capilla de la Magdalena decía así :
«El ilustre Sr. D. Juan Marín del Rodezno , obispo de esta diócesis, á sus ex-
•pensas, mandó hacer en esta iglesia la capilla mayor, presbiterio, colaterales,
osacrístía principal y cajones de ella, el oratorio, la capilla de Santa María Magda-
plena con su sepulcro de mármol, esta sacristía copiosamente adornada, el panteón
»y entierro de los señores obispos y prebendados, la capilla del Santo Cristo con
•otro panteón, cuartos para los sacristanes, bodegas y oficinas, dos salas capitu-
124 Badajoz
El obispo D. Manuel Pérez Minayo también hizo notables
donaciones, entre las que se pueden contar los bancos de los
caperos, forrados de terciopelo carmesí con galón de oro; el
dorado de los dos órganos pequeños, con sus tribunas; un rico
terno de tisú blanco valenciano, guarnecido de galón y fleco de
oro; los balcones que vienen desde el órgano grande á los pe-
queños. Los enlosados, asiento y todo lo de albañilería, con lo
anterior relacionado, fueron obras cuyo coste ascendió á 1 60,2 1 5
reales, que de primera intención regaló á la Catedral.
Después mandó hacer la magnífica colgadura de terciopelo
carmesí, con fleco, franja y galón de oro, que aún ostenta hoy la
iglesia, cuyo coste, con la cornisa dorada, ascendió á 260,000
reales. Se estrenó en semana santa de 1767. En 7 de Diciem-
bre, del mismo año, regaló el facistol del coro, que consiste en
una hermosa águila de bronce dorado. Costó 1 6,000 reales, y
fué hecha en Badajoz, en la platería de José Rívero, como
asimismo cuatro cetros de plata para los caperos, que también
regaló en 21 de Marzo de 1768: costaron 14,000 reales.
En Noviembre de 1770 dio otro lujoso terno de tisú encar-
nado, de lo más riquísimo que ha salido de las fábricas de To-
ledo, con otras prendas que tuvo el gusto que se hicieran en su
palacio, costándole 30,000 reales: lo que regaló este prelado
asciende á la suma de 466,215 reales. Murió Pérez Minayo,
i>lares, osario, graneros, la efigie de San Juan Bautista colocada sobre la puerta
«principal, el enlosado de toda la iglesia, el de las capillas y sacristías, el enrejado
nsobredorado del coro, la crujía, la capilla mayor, el pulpito, las tribunas, un palio
i»de tela rica con diez varas de plata labrada y diez y seis campanitas de lo mismo,
»las tres cancelas de las tres puertas de la iglesia y otras muchas obras en ella.»
A más de lo enumerado, mandó edificar los conventos de las Descalzas y
Santa Catalina, así como la mayor parte de los arcos de la plaza alta é infínitas
obras de menos precio.
El panteón, sacristía, capilla de la Magdalena, y Escuela práctica de maestros
en el convento de Santa Catalina, ostentan aún las armas del benéfico fundador.
Falleció en Badajoz el i 2 de Enero de i 706, y sus restos descansan en la ya
citada capilla de la Magdalena y en su magnífico sepulcro de mármol, sostenido
por tres leones de piedra, al lado de la Epístola.
Badajoz 125
el 28 de Setiembre de 1 779, enterrándose en la catedral, al lado
del altar de San Blas, donde tiene un modesto epitafio.
Pero, tiempo es que digamos al lector los objetos de arte que
se guardan en este templo. En primer término está la sillería del
coro, que según opinión de autorizados inteligentes, no hay otra
mejor en España. Esta rica sillería y molduras son de roble artís-
ticamente esculpido. Tiene 79 sillas y su escultura de medio re-
lieve con estatuas de imágenes, medallones y arabescos, es de
un mérito artístico digno de la observación por cuantos amen el
arte. Se hizo en 1557 y quiere el erudito Fernández Guerra ver
en su ejecución la mano del famoso Berruguete. El P. Fita dice
que si no es obra de este artista, se debe á uno de sus mejores
discípulos. El historiador Herculano, que tanto nombre goza en
Portugal, y el anticuario Carderera, creen que sea de Berru-
guete.
Ocupa el coro la nave central, de las tres en que está
dividida la iglesia, y en las laterales de las naves derecha é iz-
quierda se distribuyen 1 2 capillas. Las mejores son las del Sa-
grario, la Magdalena y la del Baptisterio. En la de las Reliquias
se guardan algunas de suma antigüedad. La lápida de bronce
que cubre el sepulcro del Duque de Feria, donde está esculpido
el valiente capitán de cuerpo entero y armado en traje de guerra,
es obra notable. Este sepulcro está colocado en la capilla de los
Duques, ó sea la segunda de la izquierda, entrando por la puer-
ta principal. La lápida se labró en Italia, donde estuvo de emba-
jador el Duque.
Los altares de San Blas y el de la Antigua son del siglo xvi.
El retablo del altar mayor es de muy mal gusto. Se terminó
en 1 708. En él resaltan las estatuas de San Juan y la Concep-
ción, que son dos esculturas muy correctas.
Los sepulcros de Dosma y Delgado, como los de algún obis-
• po, no ofrecen importancia, porque se reducen simplemente á la
inscripción sobre piedra del país.
Las capillas del claustro no ofrecen interés , pero los tapices
120 BADAJOZ
y pinturas de la sala Capitular no dejan de tenerlo. Los tapices,
aunque se tienen como de Alberto Durero, no son suyos. Segu-
ramente se fabricaron un siglo anterior al en que floreció este
artista, que falleció en 1522. Son seguramente italianos, y
antiguamente decoraban la capilla de los Duques de Feria. Su-
ponemos que el Duque, enterrado en ella, sería el donante de
estos tapices, que sin ser de gran mérito no dejan de tener im-
portancia.
El cuadro de la SacraFamilia es del famoso Pedro Ataña-
sio Bocanegra, como lo reza en su propia ñrma. Este artista era
el mejor discípulo que contó Alonso Cano, y de aquí el atribuir-
le esta obra Ponz, Ceán Bermúdez y otros anticuarios.
Las andas de plata en que colocan la custodia durante las
ñestas del Corpus es obra del hábil platero Juan de Arce.
Los cuadros de Morales, Murillo, Céspedes y Esquivel, aun-
que pocos, son muy buenos, y no dejan de tener mérito las co-
pias de las obras del Ticiano, de Rivera y de Leonardo de Vinci,
que se ven en la sacristía, en la Capitular, y en algunas capillas.
Del maestro Morales es el San Dimas, en óvalo, del aparador
de la izquierda del altar mayor. Parece increíble que habiendo
sido este pintor maestro de la Catedral más de treinta años, no
tenga en ésta más obra suya que el cuadro citado. Es bastante
ya para conocer la escuela de su autor, que nació en Badajoz, en
151 7, y murió en su patria, en 1586. Su maestro, Pedro Cam-
paña, le enseñó el colorido, después de haber estudiado el dibujo
con Pedro Rubiales, su paisano y amigo después, y de quien —
¡cosa extraña! — no se conoce una sola obra suya en Extrema-
dura, cuando tantas dejó por Italia, y en Roma mayormente.
Luís de Morales, duro, incorrecto y nimio, interpretó, mejor
que ningún otro artista de su siglo, el sentimiento, la ñnalidad,
el concepto, mejor dicho, de sus tiempos. Se vivía cuando él
pintaba para la Iglesia. El recogimiento del claustro; la vida
contemplativa de una celda ; la austeridad del desierto dieron
tono y vigor al misticismo que inspiraba á toda aquella socie-
BADAJOZ 127
dad en que vivieron nuestros mayores. Morales fué intérprete de
esa civilización mística, y en su paleta retrató el espíritu de sus
tiempos. Nadie hasta él sintió la expresión de dolor que supo
dar á sus Ecce- Hamos; nadie como él interpretó el retrato de
María Dolorosa. Rafael es más dulce, Juan de Juanes más inte-
ligente; pero ninguno de los coloristas primitivos reúne la unción
religiosa, el sentimiento místico que Morales. Tuvo pocos discí-
pulos; no formó escuela, ni le supieron imitar los que trataron
de seguirle; porque al genio no se le sigue sin estar identificado
de lo mismo que le inspira.
Rubiales, aunque más antiguo que Morales y como él tam-
bién de Badajoz y pintor religioso, no se le parece en nada.
Rubiales se fué á Italia sirviendo al duque de Feria, nuestro
embajador, y en Roma estudió y en Roma pintó hasta su muerte,
debiéndose á esta circunstancia el que su nombre no ñgure
entre los cuadros que hay en su patria.
Cuatro tablas que existen en la sacristía de la catedral se
atribuyen á Morales. Esto es una injuria que las gentes poco
doctas en materia de arte quieren dirigir al pintor extremeño.
El retrato del obispo Marín del Rodezno, obra del pintor
Mures (Francisco José), y que está bajo la Magdalena Ezquivel,
es notable. No son peores los cuadros de Palomino, Mures (Alon-
so) y Estrada, que están en el sagrario.
IV
Pero unidos á esta catedral, que aunque modesta por su ar-
quitectura y por las obras que encierra, es importante por su
antigüedad; unidos, repetimos, á esta catedral, van los nombres
de San Sisenando, Santa Engracia y San Athón. El primero,
sacerdote ejemplar que supo ofrecer su sangre á Cristo en honor
128 BADAJOZ
de su doctrina; la segunda, joven mística que ha inspirado mu •
chas fábulas y tradiciones; el tercero, sabio teólogo que murió
ocupando una Sede de las más importantes de Italia.
Sisenando nació en Badajoz, en el afto de 831, y lo citan
todos los cronistas extremeños como perteneciente á los levitas.
En Córdoba, el afto de 851, el 17 de Julio, sufrió martirio,
juntamente con otros presbíteros.
Mucho se ha escrito sobre la vida de este místico, á quien
otros autores (i) hacen natural de Beja (en Portugal), y aun
obispo de aquella ciudad; pero la congregación de ritos decidió
la contienda en favor de Badajoz, en cuya iglesia se le reza un
himno el 1 7 de Julio, cantando in primis vesperts, que empieza
así:
O Sisenande fervide
Pacense lumen fulgidum
Levita Christi nobilis,
Exemplar ediscentium
Paterna linquens limina
Opes caducas despicis,
Quarens semper stabilis
Discedis a Pacenstbus...
Los falsos cronicones hacen á Sisenando portugués, monje
cisterciense y obispo de Beja. Basta para destruir tanta inexac-
titud consignar que la orden del Cister se fundó dos siglos des-
pués que murió Sisenando y que Beja no ha sido jamás obis-
pado.
El Santordl Español^ no obstante, admite todas estas false-
dacjes, y cita el día de San Sisenando el 4 de Enero.
Otros autores le ITaman Cicinando.
(i) He aquí las noticias de las obras publicadas ó escritas sobre el mártir San
Sisenando:
1 . Vida de San Sisenando y mártir ^ por fray Francisco de Oliveira. (Ms.)
2. Poema de Sisenando, pelo P. Manuel Feyo, (Ms.)
3. Memorias históricas, Sisenando mar tyr. Beya sua patria, pelo Y S. Fray Ma-
noel do Cenáculo sua primer obispo da mesma Diócesis. (Ms.)
BADAJOZ 129*
Don Joaquín Lorenzo Vülanueva, en su Compendio del Año
Cristiano (Madrid 1886), al tomo VII, pág. 106, dice de San
Sisenando lo que antes refieren del santo extremeño los autores
de crónicas falsas. Por tanto, su relación sobre el santo de Ba-
dajoz tiene todos los honores de la fábula, como que está tomada
de los cronicones milagreros del siglo xvii (i), cuyos autores
conocieron hasta tía cara risuefta de los mártires de la Iglesia,
(i) «De grande esfuerzo y gozo fué para todos los cristianos que gemían en
Córdoba debajo del yugo de los moros el brío y ánimo celestial con que en el rei-
nado de Abderrahmán un delicado mancebo, llamado Sisenando, dio la vida por
Cristo. Era este siervo de Dios natural de la ciudad Pacense ó Pax-Julia (a), en la
Lusitania, famosa y fuerte población de romanos fundada en el sitio donde está
hoy Beja, cuyas ruinas bien muestran allí la grandeza y majestad que primero
tuvo, gastada ya, no por el tiempo, sino por la furia de los moros cuando conquis-
taron á España. Restauró la gloria de su ciudad este soldado de Cristo, sustitu-
yendo á su antiguo esplendor la nobleza de su virtud y los triunfos de la fortaleza
cristiana.
Lleváronlo sus padres á Córdoba para que aprovechase en doctrina y en virtud
con los excelentes maestros de la una y de la otra, que en aquella ciudad flore-
cían.
Grande era el ansia que Sisenando padecía de ver cumplido su deseo. Quiso el
Señor templársela anticipándole esta buena nueva con particular revelación. Es-
taba el santo joven respondiendo á un billete que le escribió un amigo, y cuando
tenía ya escritos tres ó cuatro renglones, dejó súbitamente la pluma y, lleno de
gozo, se puso en pie, y vuelto al que le había llevado la carta le dio la respuesta
conforme estaba, sin acabarla, y le dijo en presencia de muchos: «Hijo, vete luego
»de aquí, no te hallen en este lugar los ministros del juez que vienen ya para sa-
nearme de esta cárcel.» Esto dijo con cara de risa, y luego llegaron los alguaciles
con. gran estruendo y vocería buscándolo, á los cuales recibió él á pie, quedó sin
moverse ni mudársele el rostro. Con gran furia descargaron sobre el santo mozo
muchos golpes y bofetadas y á empellones lo llevaron ante el juez. Iba á él muy
gozoso como si tuviera ya sobre su cabeza aquella perpetua corona con que sus
buenos amigos le habían convidado.
Puesto en el tribunal, perseveró constantemente en la confesión de Cristo, por
cuya causa fué degollado tal día como hoy (¿)), que fué jueves, en el año de 8$ i.
La iglesia de Córdoba celebra mañana (c) su fiesta. Su santo cuerpo quedó delante
del palacioreal, donde lo degollaron. Después fué echado en el río, mas fué Nuestro
Señor servido que pasado algún tiempo unas mujeres lo hallaron entre unas pie-
dras y fué sepultado en la iglesia de San Acisclo, donde se crió. Ahora se guardan
sus reliquias con otras muchas en la iglesia de San Pedro. Parte de ellas alcanzó
la ciudad de Beja en tiempo de Felipe II, siendo obispo de Córdoba don Francisco
Reinoso.»
(a) Pax-Augu«ta, que ué Badajoz y no Beja, como algunos pretenden.
(¿) Día z6 de Julio,
(r) Día z 7 de Julio.
>7
130 BADAJOZ
cuando iban al suplicio,» y reproducen los diálogos de éstos con
los verdugos de Roma, cuando se les obligaba á renunciar de la
fe cristiana durante los primeros siglos de la Iglesia.
No necesitó el diácono Sisenando nada de lo que le atribuye
Villanueva para ceñir la corona de los mártires. Huido de Bada-
joz, su patria, cuando por la dominación de los árabes los cris-
tianos fueron tan perseguidos en toda la Lusitania, buscó am-
paro en Córdoba, bien porque como centro de más cultura
creyese hallar más tolerancia, ó porque en la corte de Abder-
rahmán vivían también muchos cristianos, y entre ellos se cre-
yese más necesario. Y arreciando en Córdoba, como en todas
partes, la persecución contra los que ejercían el culto cristiano,
fué mártir, como tantos otros que supieron morir por su fe acen-
drada y su amor á la nueva doctrina, que tan perseguida se
encontraba en el siglo ix.
Otra cosa fué Santa Engracia (virgen y mártir diferente de
la que con el mismo nombre sufrió tormento en Zaragoza, rei-
nando Domiciano), nacida en Badajoz en 1020, según cuentan
los falsos cronicones.
Los padres de Engracia habían prometido su mano á un
moro cacique; pero como la joven fuese católica y además hu-
biese prometido á Dios su virginidad, huyó á Castilla tan luego
como supo las pretensiones de sus padres. Súpolo muy luego
Abu-Alahá, su prometido esposo, corrió tras la fugitiva, y dán-
dola alcance junto á los montes Carvajales, próximos á León,
le cortó la cabeza y la condujo en trofeo hasta Badajoz, arro-
jándola á las aguas del río Guadiana.
Las crónicas no han dejado de formar de todo esto su tra-
dición, de que hemos de prescindir aquí en gracia á lo insustan-
cial de su fábula, consignando tan sólo que, recogida la cabeza
de Engracia por unos cristianos que en vida fueron sus amigos,
se conservó como reliquia, y poco después, en el siglo xii, se
levantó un templo á media legua de Badajoz, en honor á la már-
tir, depositándose en él su cabeza, para veneración de los fieles.
BADAJOZ 131
A la extinción de los Templarios, á quienes pertenecía el templo,
se trasladó la reliquia á la parroquia de Santa María del Casti-
llo, y por último, en el año de 1462, se condujo en solemne
procesión á la parroquia de San Lorenzo. Santa Engracia flore-
ció en principios del siglo xi, y sufrió martirio á mediados del
mismo, reinando en Castilla D. Fernando I y en Badajoz Alman-
zor.
San Athón, obispo de Pistoya, en el antiguo reino de Tos-
cana (Italia) es otro de los hijos célebres de esta iglesia, conser-
vándose en la misma reliquias suyas.
Ignoramos los antecedentes de familia de San Athón y por
consiguiente los rasgos característicos que señalan la vida del
mismo en su infancia: sólo sabemos que nació en Badajoz el 1 1
de Mayo de 1 100. A la edad de diez y nueve años partió para
Roma, donde estudió teología, y á los veinticinco años tomó el
hábito de la orden de Villa-Humbrosa, siendo elegido, en 1 139,
Abad. Según una crónica religiosa de Toscana, fué tal el celo
que desplegó este monje en el cumplimiento de su deber, que
en 1 145 le eligieron general de la Orden, y poco más tarde
Anastasio IV le nombró obispo de la célebre catedral de Pistoya,
en la ciudad de su nombre, en la provincia de Florencia, del an-
tiguo reino de la Toscana.
El cuerpo de este varón místico descansa en la referida ca*
tedral, desde su muerte, en 1 1 71, y es venerado como santo (i),
(i) Por más que hemos buscado en autores florentinos, y en los antecedentes
que existen en la Catedral de Pistoya, nada encontramos sobre la canonización de
San Athón. Los historiadores de éste tampoco dicen por qué tiempos, ni qué Pon-
tífice le canonizara, y Gil González, como el P. Croiset, tampoco revelan este dato
que tan importante nos sería para esclarecer la vida del ilustre extremeño. Indu-
dablemente, si se encontraran las obras de Luís Llórente y de Fr. Pancracio, cree-
mos que se esclarecerían nuestras dudas.
El P. Croiset le llama el beato Athón y no todos los historiadores toscanos con-
vienen en llamarle sanio, porque mientras unos lo citan por el obispo de Pistoya,
y otros por el venerable Athón, los menos le llaman santo; es más, uno de los ca-
nónigos de Pistoya nos hizo la pregunta siguiente: ^Podría usted decirnos cuándo
se canonizó nuestro obispo? Porque aquí no tenemos otro documento sobre el par-
ticular que el Acta de i 743, levantada con ocasión de destaparse su sepulcro, y
en cuyo documento se le llama santo.
1^2 Badajoz
^«MM^^^^^teri^
mostrándolo al público el día de su festividad con motivo de la
función que le dedican los ñeles del obispado pistoyense.
Un monje de VillaHumbrosa, fray Pancracio, escribió la
vida del prelado de Pistoya, en versos sáficos, algunos tan bue-
nos como los siguientes :
cHunc adens presens celebrandae miris;
Laudibus, dulcí, noviterque cantu :
Nomen includi prsercibus vocari ;
Annuae nostri.
Thura jam sacris, Arabumque constum,
In focis guttas adolens sabeas;
Nomen Atonis prsecibus beati
Mixta frecuentes.
Propter id nostrum Deus apulisse
Facid ad litus resonis audque
Nunc Anse Apis, ubi Lusitanos
Betica finit.v
También parece que un Luís Llórente, al decir del maestro
González Dávila, escribió otro libro titulado: Vida de San Aihón,
obispo de Pistoya^ impresa no sabemos dónde, ni en qué año.
La iglesia de Badajoz le reza el día 22 de Mayo, y conserva
reliquias de este santo prelado desde 1743 en que se las conce-
dió el cabildo de la catedral de Pistoya. En una crónica del siglo
anterior se dan pormenores de este hecho (i).
No tenemos más antecedentes con referencia á San Athón,
cuya tumba visitamos el 17 de Mayo de 1882, seguidos de
una Comisión del cabildo de la catedral de Pistoya, que al mo-
mento de saber el deán del mismo nuestro propósito y el objeto
que nos hacía detenernos en la ciudad, se anticipó á acompañar-
nos y darnos cuantas noticias tenía con referencia á un obispo,
noticias muy importantes, puesto que se referían á la vida lite-
raria de aquél prelado, que siendo abad de Valle Umbrosa ó
(i) Diccionario histórico, biográfico^ critico y bibliográfico de autores^ artistas
y extremeños ilustres (Tomo I, pág. 6 i á 62.)
Badajoz 133
UmbrosOy que de ambos modos le vemos citado, escribía obras
que le atribuye un historiador anónimo de la diócesis pistoyana.
Las guerras que Pisa sostuvo con Pistoya, antes y después de
ser la república de su nombre, pues duraron hasta el siglo xvi,
fueron la causa de que los ejércitos devastasen las bibliotecas
mejores de aquel país, y á esto se atribuye la pérdida de las
obras del abad Athón (i) que no llegaron á publicarse, pero
que le sirvieron tal vez de mérito, amén de sus virtudes, para
su elevación á la silla episcopal (2).
(i) Sceli, un autor del siglo xv, cita una de estas obras cpn el título de Doc-
trina para los catecúmenos. Parece que otra obra trataba del hautismo,
(2) En la obra el Año Cristiano del P. Croiset, refundida por D. Antonio Bravo
y Tudela, se le llama «el beato Athón;» no así en el Acta levantada en la catedral
de Pistoya con motivo de las fíestas que se le hicieron al santo en 1743, con oca-
sión de destaparse su sepulcro, en que se dice... «estando presente el ilustre obispo,
los canónigos del Cabildo, y curas párrocos y demás señores que son hoy funcio-
narios de la curia diocesana, se ha practicado en la iglesia catedral un minucioso
reconocimiento del sagrado cuerpo del santo obispo* Athón, del que, con las for-
malidades debidas, se extrajo un buen trozo de los brazos para ser distribuido,
como reliquia de la catedral de Badajoz, de donde era y donde es venerado el santo,
levantándose la oportuna acta, que firmaron todos los interesados, que tuvieron
ocasión de admirar el perfecto estado en que se encuentra el citado cuerpo, no
obstante los siglos transcurridos. El señor obispo de Pistoya, cabildo y párrocos,
son los custodios de tan importante y santo depósito, y como tales, guardan las
llaves de la urna, donde, en forma de sepulcro, se custodia al santo.»
CAPITULO IV
De otros edinctoe religiosos .^Sigue la hUtorla civil.— De las armas de Badajoi
OS principales antecedentes histó-
ricos y artísticos de la catedral
de Badajoz, han robado la mayor
parte del capítulo anterior, y la
descripción de sus parroquias,
conventos y ermitas ocuparán, en
su mayoría, el presente.
No tiene Badajoz, propiamen-
te dicho, más que una parroquia
y un solo párroco. Aquella es la
catedral ; éste su obispo, quien nombra cuatro vicarios, con el
título de curas del Sagrario, que sirven otras tantas iglesias,
en lo respectivo al ministerio parroquial. Son estas cuatro pa-
rroquias la del Sagrario {en la Catedral), Santa María, San An-
drés y la Concepción. En lo antiguo hubo siete, habiendo des-
aparecido tres en principios del siglo, denominadas Santa María
136 BADAJOZ
de Calatrava (de los caballeros de Alcántara) existente en el re-
cinto del antiguo castillo; Santiago, después ermita de las lágri-
mas, arruinada por los franceses en 181 1; y San Pedro, dentro
del cuartel de infantería que había en el mismo recinto y que fué
también destruida en igual fecha.
La parroquial de San Andrés ocupaba la plaza del mismo
nombre, hasta 1834 en que derribado el templo como medida
de ornato, se trasladó al convento próximo de Madre de Dios.
Era San Andrés un templo antiguo, de principios del siglo xv.
Tenía un exterior malo, pero guardaba cuadros de Morales, un
retablo de Berruguete, de la época de la sillería djel coro de la
Catedral, y era rico en enterramientos de gente muy principal.
Esta parroquial tiene un gran lienzo representando á San
Antonio Abad. Está firmado por Francisco Javier de Mures. El
Juicio-Final que hay en otra capilla también es del mismo artista.
Sobre la portada de la sacristía se ve una gran tabla dividida en
nueve partes, y en cada una de ellas se ve la figura de un santo.
Es un cuadro de Luís de Morales, de su peor época, y estuvo
en el altar mayor del destruido templo de San Andrés. Los in-
teligentes han querido negarle á Morales la paternidad de su
obra, pero en el altar donde estaba colocado había una inscrip-
ción que decía así: tSe hizo este retablo mayor en 1558 con las
> limosnas de los fieles, Us que diera á la parroquia S. M. el
>Rey N. S. y las del poderoso caballero Sr. Duque de Feria,
> patrón de la capilla. La pintura de los nueve cuadros es del
» maestro Luís Morales, director de obras y maestro de las de
>la Catedral.»
La parroquial de la Concepción es moderna. Se creó des-
pués de la exclaustración, en el convento de frailes franciscanos
denominados de San Gabriel, situado al final de la calle de San
Juan. Es este convento de larga historia. Se levantó á los me-
diados del siglo XVI, á dos kilómetros por cima de Badajoz, fun-
dado por San Pedro de Alcántara, y á la comunidad pertenecie-
ron doctos y sabios teólogos, hombres de gran virtud que so-
BADAJOZ 137
bresaüeron en la vida mística y contemplativa; algunos, como
San Pedro de Alcántara, canonizó después la Iglesia. El obispo
Minayo levantó en el centro de la ciudad un nuevo y suntuoso
albergue para trasladar á él la comunidad, haciendo un templo
á semejanza del de San Francisco el Grande, de Madrid. Se ter-
minó en su totalidad á expensas de las limosnas de los ñeles.
En fines del siglo xviii el referido prelado puso la primera piedra
y se terminó en 1772, siendo su primer guardián Fr. Juan Caro
y el célebre P. Ternavacas. El 14 de Junio se trasladó la comu-
nidad, de la casa que habitó largos aftos en despoblado, á la
nueva, y predicó el sermón en la fiesta de aquel día Fr. Francis-
co de San José y Almendralejo (i).
En este templo espacioso, elegante y el más favorecido
acaso por los vecinos de la ciudad, se ven algunas pinturas bue-
nas. Pero se le atribuye á Morales, injustamente, el cuadro que
está en el altar de una capilla, representando á Cristo caído con la
cruz á cuestas. Ponz, que adjudica esta obra al divino Morales,
no la miró bien. Es un lienzo que al sumo pertenecerá á los co-
mienzos del siglo XVII, aparte que su ejecución es impropia del
autor que se le supone.
Hemos tratado á dos celebridades de esta iglesia. Al P. Ga-
llardo, franciscano exclaustrado de este mismo convento y más
tarde párroco de la Concepción. Fué muy conocido por sus ideas
liberales. En el pronunciamiento de 1 843 apareció por las calles
de la ciudad con un sable colgado sobre la sotana y un enorme
morrión de miliciano, encasquetado hasta las orejas. Estas cosas
le sirvieron para morir de Deán de Ceuta. Y al P. José, conocido
por el sobrenombre á^ el de la cabeza gorda. Fué compañero de
clausura del anterior, y teniente cura, con él también, de su pa-
rroquia. Medía de estatura 1*97 centímetros, de hombro á hom-
(i) Colocación (¿traslación?) de la iglesia de S, Gabriel de Badajo:^ dta 14 de
Junio He ryy2.— Por Fray Francisco de San Josef y Almendralejo y predicador gene-
ral y morador en sobredicho convenio, (Ms.}
x8
138 BADAJOZ
bro 0*69 y su cabeza una circunferencia de 0*71 centímetros (i).
La parroquial de Santa María es la más antigua de la ciu-
dad. Primeramente estuvo en Santa María del Castillo, mezqui-
ta árabe, anterior á la reconquista, y templo católico después de
ésta, por obra del obispo Fr. Pedro Pérez. Esta iglesia, que al-
gunos años sirvió de Catedral, era notable por los azulejos de
algunas de sus capillas y los enterramientos de las gentes prin-
cipales que guardaba. Tenía sepulcros de multitud de obispos,
generales, alcaldes mayores, títulos de Castilla y sobre todo los
de tres Duques de Feria, patronos que fueron de la iglesia.
Ocupada esta, en 181 1, por las tropas francesas, se trasladó el
culto á la iglesia de los PP. Jesuítas (situada en la calle de los
Padres) quedando abandonado y en ruina el edificio, menos su
alta torre, que se destinó á prisiones militares. Hoy está todo
ello transformado. Las necesidades modernas han obligado á le-
vantar sobre la antigua mezquita árabe, más tarde Catedral y
después parroquia de Santa María, un hermoso Hospital para
las tropas que guarnecen la plaza, sin que los ingenieros milita-
res que dirigieron las obras tuviesen la previsión de salvar las
inscripciones sepulcrales y los preciosos restos que resultaron
en el derribo del antiguo templo y primitiva Catedral Pacense.
Con estos antecedentes pasó la parroquial á la iglesia de
(i) Su cráneo, que conservamos en nuestro despacho, mide una circunferen-
cia de o'68 centímetros.
El origen de este religioso no puede ser más raro. La mañana del 19 de Marzo
de 1804, fiesta de S. José, al abrir un traile la puerta del convento de S. Gabriel,
que daba á la calle del mismo nombre, se encontró con un cesto que tenía las asas
muy reatadas.
— Maestro — exclamó ante la aparición inesperada, dirigiéndose á un carpinte-
ro cuyo taller estaba frente á la puerta del convento — i qué será esto >
— El regalo, acaso, que S. José mande hoy á la comunidad— respondió el car-
pintero.
Fraile y carpintero abrieron la cesta y se encontraron sorprendidos ante lo que
en ella vieron : un niño recién-nacido, con una cabeza muy gruesa.
— ¡ Al Hospicio con él ! — exclamó el fraile.
— tso, no— replicó el carpintero;— yo me lo llevo y tendré un hijo más.
El niño creció, y cuando tuvo 1 5 años se entró en el convento mismo en que
fué hallado la mañana del 1 9 de Marzo, profesó y se hizo fraile franciscano.
BADAJOZ 139
PP. Jesuítas, cerrada desde la expulsión de aquellos, y en 1852
se trasladó al convento de frailes agustinos, donde en la actua-
lidad tiene decoroso hospedaje. Este templo se hizo en 1620,
ediñcado sobre la antigua parroquia de San Lorenzo, para al-
bergar en él á la comunidad que vivía á extramuros, en Santa
Engracia y Santa Marina. De él queda lo destinado al culto:
una nave espaciosa, con 10 capillas á sus laterales y muy cu-
riosos enterramientos, entre los que se ven los de los generales
De-Gabriel (D. Fernando y D. Martín) y el del Duque de Ba-
dajoz, D. Hernán Gómez de Solís, nacido en la ciudad de Jerez
de los Caballeros, el año de 1427. Este poderoso señor era
descendiente de los So/ises de Asturias, del siglo xiii. Por sus
hechos en la guerra le dio el rey el señorío de Salvatierra y
Villanueva de Barcarrota, siendo también Alcaide de Burgos.
El título de Duque de Badajoz, dado por don Enrique IV,
lo poseyó hasta 1470, que se incorporó á la corona, como se
dice en la Historia de la casa de Lara^ lib. 5, fol. 461.
D. Hernán ó D. Fernando murió en Badajoz, según se ve
por la siguiente sepulcral que se encuentra bajo las gradas del
altar mayor de la hoy parroquial de Santa María:
Aquí jaze el famoso y gran
CA VALLERO D. FeRNAN GoMEZ DE SOLÍS
QUE FUÉ Duque de Badajoz y señor
DE LAS VILLAS DE SALVATIERRA V Vl-
LLANUEVA DE BaRCARROTA Y DEL
Consejo del Rey N. S. y la Duquesa
Doña Beatriz Manuela su mujer
Y D. Pedro Solís su hijo y sus
DESCENDIENTES PATRONOS EN ESTA
CAPILLA QUE FUNDARON Y DOTARON EN
LA Dehesa de Guadapera y otros
VIENES.
El altar mayor de esta iglesia fué obra del pintor sajones
Antonio Luchencky, venido á España en la época de Carlos III.
Algunos cuadros se ven, copias de Morales y de Zurbarán y
140 BADAJOZ
entre estos, dos originales de Francisco Javier de Mures. Son in-
dudablemente los mejores cuadros de Mures, estos que están
en Santa María, y por cierto que el autor del Diccionario enci-
clopédico de la lengua los atribuye á Morales, como si pudiera
haber dudas entre la obra de uno y otro artista. Estos cuadros
estaban en dos altares de la iglesia de los Jesuítas, para quienes
los pintó Mures. Son de proporciones colosales, en lienzo y de
cuerpos enteros las figuras. Ni Morales pintó en lienzo, ni hizo
jamás cuadros completos. Además, que ni la escuela es la suya,
ni el asunto, aparte de que á primera vista se revela que estos
cuadros son de la primera mitad del siglo xviii.
Debajo de estos dos cuadros están los sepulcros de los dos
hijos del Marqués de Bay, muertos gloriosamente en la guerra
contra Portugal.
La Ermita de los Mártires^ sino por su importancia histó-
rica, por la antigüedad, merece especial mención para nosotros.
La fe, auxiliada por la tradición, ha formado su crónica sobre el
origen de este antiguo templo, que existía hasta los comienzos
del siglo, extramuros de la ciudad de Badajoz.
No sabemos qué santos varones fueron sacrificados, en los
últimos tiempos del Imperio Romano, en Badajoz, porque las
Crónicas nos dan muchos nombres, todos distintos, y lo que es
aún peor, sin datos en que fundarse pueda la buena razón de una
crítica imparcial.
En esto de santos y de mártires sucedió en los tienipos pa-
sados una cosa escandalosa: cada cronista insertó los que quiso,
y los pueblos se apropiaron aquellos que más fama adquirían
en las localidades, donde acaso mejor preparaban sus virtudes
los encargados de explotar las cosas santas.
Así, prescindiendo de cuanto la tradición cuenta y la fe ad-
mite, en lo tocante al origen de la Ermita de los Mártires^
hemos de decir lisa y llanamente lo que sobre edificio tan anti-
guo consta en la historia.
Por los años de 1 3 1 1 se hizo este templo, situado á unos
BADAJOZ 141
dos kilómetros de Badajoz, sobre el sitio denominado Cerrillo
de los Mártires^ junto al puente que está en el arroyo de Cala-
món, y no lejos de éste.
Parece que era de modesto aspecto, aunque de pretensión
artística. Su portada de ojival apuntado, con templete gótico
coronado de crestería, era elegante. A los costados elevábanse
dos modestos torreones, donde se veían dos campanas. El edi-
ficio era pequeño, rodeado todo él de gradas, donde había arbo-
lado en abundancia. En su interior se veía un altar mayor de
orden dórico, y ocho más á los costados laterales.
En 1536 estaba esta ermita al cuidado de fray Diego de
Chávez, de la Orden de San Gabriel, y el cual murió, según la
Crónica de la Orden^ en opinión de santo, refiriendo de él fi*ay
Juan Bautista Moles, en su Memorial de la provincia de San Ga*
briely y al cap. VIII, lo siguiente: ^ y desde entonces (1540),
fray Diego (de Chávez) fuese á la ermita de los Mártires de
Badajoz, por ser aquella ciudad su patria, para ser menospre-
ciado donde le conocían, en especial que era de noble gente de
aquella ciudad. Allí en la ermita, con edad de más de sesenta
años, acabó sus días, con memoria de uno de los más austeros
frailes que hubo en su tiempo en la Provincia y en la Orden,
acerca de los años del Señor 1557....»
El sepulcro de fray Diego estaba á la derecha de la pila del
agua bendita, juntamente de otra sepultura que declaraba ser
la de un antiguo ermitaño que tuvo el templo allá por los años
de 141 3, y que habiendo sido racionero de la Catedral quiso ser
enterrado donde tantos años había vivido al servicio de Dios y
de su culto.
El mismo Moles, en su obra ya citada, al cap. Lili, párra-
fo 154, en que trata de la fundación del convento de San Gabriel,
dice lo siguiente:
fEste dicho convento de San Francisco de Badajoz, y otro
de la ciudad de Plasencia, se dieron entonces á la provincia de
San Miguel, porque la nuestra de San Gabriel, á quien le venía
142 BADAJOZ
conforme el Breve (de Pío V, en 1576) no las puso, por tener
éstas de San Gabriel, y de San Miguel fuera, y juntas las dichas
ciudades, y se dio libre entrada de ellos á sus vecinos, los padres
conventuales, que en el sobredicho año 1 5 1 9 estaban en los
dichos dos conventos y la recepción desta casa, y la de San
Miguel, de Plasencia, contrariaban la recepción dellas: por la
cual costó algunos caminos á Roma y Capítulos Generales.
Recogiéronse los nuestros frailes luego al principio en una er-
mita de los Mártires que está junto á la ciudad (de Badajoz), y
allí estuvieron de prestado, poco más ó menos dos años, y al
de 1 52 1 tomaron seguramente ante dicho sitio y asiento >
(por el de San Gabriel).
Ya se ve, por lo que dejamos transcrito, que la ermita de
los Mártires sería un edificio muy capaz, cuando albergó á toda
una comunidad. Pero si estos datos no existiesen para testimo-
nio de tales afirmaciones, los restos del referido edificio, que
aún se conservaron en pie hasta poco há, bastarían á darnos la
razón.
La historia no nos dice lo que era éste en su interior, pero
sábese que guardaba un cuadro colocado en su altar mayor, re-
presentando el martirio de San Esteban, tabla del famoso Luís
de Morales, y quizás la obra más primorosa que podíamos citar
hoy del inspirado pintor extremeño, si vamos á creer lo que de
ella dicen unos apuntes que hasta nosotros han llegado, sobre
los cuadros de Morales más conocidos hasta el siglo xvii.
Por cima de la ventana que tenía el templo, á la derecha de
la puerta principal, había una columna de mármol, con la si-
guiente inscripción:
t
FÍZOSE ESTA ERMITA DE MÁRTIRES
POR LOS FIELES
DEVOTOS DE ESTA CIUDAD
DE BADAJOZ,
LA PUENTE, CALZADAS I DEMÁS:
AÑO DE 1 31 1
BADAJOZ 143
Se levantó, pues, este templo en los tiempos del rey don
Alfonso XI, y cuando era obispo de Badajoz D. Bernabé I.
Dentro del templo y próxima al altar mayor existía esta
inscripción :
REEDIFICÓSE ESTA ERMITA
AÑO DE MDXVn DEL SEÑOR.
Esto es, en los tiempos del emperador Carlos V, siendo
obispo de Badajoz D. Pedro Ruiz de la Mata.
Cuando la guerra con Portugal se arruinó este edificio. Res-
taurado malamente en 1759 por el obispo D. Manuel Pérez Mi-
nayo, fué nuevamente destruido y para siempre, en 18 10, por
el ejército español que operaba en la defensa de la plaza.
El extinguido convento de PP. Trinitarios tenía suma im-
portancia. Se edificó en 1274, junto á la puerta de la ciudad
que lleva su nombre, y en el mismo sitio en que existía una
ermita cristiana levantada por los católicos de la ciudad en prin-
cipios del siglo x, ejerciéndose en ella culto durante la domina-
ción musulmana. Más tarde fué también hospital de la redención
de cautivos. Este convento, que era notable por su decorado
suntuoso y las riquezas que reunía, especialmente en cuadros
de Morales, Zurbarán, Rivera y Juan de Juanes, fué quemado
por los franceses en 18 10 y totalmente derribado por los ingle-
ses un año más tarde. El ayuntamiento de la ciudad, con el
cabildo Catedral acudía procesionalmente á este templo á cierta
festividad anual que en él se celebraba, por ser el más antiguo
que se conocía. Esta costumbre duró hasta 18 10 (i).
El convento de Santo Domingo lo fundaron los Duques de
Badajoz, bajo la inspiración del venerable Fray Luís de Granada,
(i) El 19 de Marzo, fiesta de S. José (en cuyo día del año 1 228 ganó D. Alfon-
so IX Badajoz á los moros), el Ayuntamiento celebraba la liberación de la ciudad,
del poder de infieles, con una fiesta religiosa á que acudía en corporación, y des-
de tiempo inmemorial tenía lugar en el convento de la Trinidad. Desde 18 10 se
trasladó esta festividad á la ermita de S. José.
144 BADAJOZ
en 1556, cuando contaba cincuenta de edad. El sabio fray Luís,
con su amor á las austeridades de la vida monacal que él amó,
recorrió España y Portugal fundando monasterios. El rey por-
tugués le ofrecía el arzobispado de Braga, que no quiso aceptar,
y después de varias fundaciones en el vecino reino permaneció
en Badajoz más de 16 años, ordenando aquella comunidad do-
minicana que gobernó largo tiempo. Consta que en la celda de
este convento escribió su libro Guia de los pecadores y terminó
la Retórica eclesiástica^ meditando también su última obra De
contemptus mundi.
La reina viuda de D. Juan III de Portugal, de quien era con-
fesor, le llamó para su Consejo, puesto que también dejó por
su celda en el convento de Badajoz, y más tarde Sixto V le
ofreció el capelo cardinalicio. Fray Luís de Granada murió
en 1588 bajó el sayal franciscano, y la celda que él ocupó en
este convento sirvió después para dormitorio del capataz de cua-
dra, en el penal que se creó en 1848 en el local de este edificio
que tantos recuerdos encerraba para España entera. Su iglesia,
sin embargo, continúa al culto, como agregada á la parroquia
del Sagrario; pero sin cuadros, sin la sillería del coro, con las
solas paredes y los altares desnudos de efigies. La huerta del
convento está en parte conservada. Aún existe la palmera donde
el sabio teólogo solía pasar las mejores horas de sus medita-
ciones. Este árbol sobrevive para contar á las generaciones de
tres siglos cómo el tiempo pasa y la gloria de los sabios es
imperecedera.
El convento de San Francisco, de PP. observantes, se fun-
dó en principios del siglo xviii, costeando todas sus obras el rey
de Portugal D. Juan V. Era de fábrica elegante y espaciosa. La
nave que constituía la iglesia, con su crucero, era magnífica, así
como el coro, sacristía y demás dependencias. Sus pinturas mu-
rales, los cuadros que estaban en sus capillas y los retablos de
sus altares, todo muy digno de sus fundadores. Guardaba ente-
rramientos suntuosos, como los de la familia de Goy, los de
BADAJOZ 145
D.* María Luisa Manuel y Villena, condesa de Murillo y mar-
quesa de Santa Cruz, grande de España de i .* clase, muerta
en 1 747, y los de los marqueses de Cagigal y de la Lapilla. Este
edificio fué abandonado al culto y convertido en cuartel de in-
fantería en 1 849.
Ocho conventos de monjas había en esta ciudad, de los que
sólo quedan tres, habiendo desaparecido los de San Onofre,
Santa Catalina, Santa Lucía, Madre de Dios y Nuestra Señora
de los Remedios. Los existentes son: Santa Ana, franciscano,
fundado en 1 5 1 9 por los duques de Feria y el obispo D. Pedro
Ruiz de la Mata. En su comunidad han vivido vírgenes esclare-
cidas en las letras y en el misticismo. En sus bóvedas fué depo-
sitado, en 1580, el cadáver de la reina D.* Ana, mujer de Feli-
pe II, muerta en Badajoz el 26 de Octubre, y trasladada al
panteón del monasterio de Jerónimos del Escorial, el 14 de No-
viembre del mismo año. Este convento es modesto; su iglesia
es pequeña; pero tiene un claustro interior, todo él pintado al
fresco por Francisco Javier de Mures, que es notable y digno
de que sean conocidas estas pinturas que muy pocos inteligen-
tes han podido ver. Como el edificio está ruinoso y en víspera
de ser desalojado por la comunidad que lo habita desde los co-
mienzos del siglo XVI, tememos por la suerte de estas pinturas,
que perecerán tal vez bajo la acción codiciosa del futuro dueño
del solar que hoy ocupa este convento. Las comunidades de los
de Santa Lucía y Madre de Dios pasaron á vivir con la de San-
tana, desde su supresión en 1836. El primero de estos conven-
tos se fundó en 1540 y el segundo en 1548.
El convento de las Descalzas se fundó en 1572 por el obis-
po D. Diego Gómez de la Madriz, contribuyendo con una gran
suma para terminar sus obras el rey de Portugal, según escri-
turas otorgadas en Madrid, el 12 de Enero de 1573, ante el es-
cribano D. Juan Rodríguez de Isla. Su fábrica es modesta. A la
izquierda del altar mayor está el enterramiento del general conde
de la Torre del Fresno, inmolado por la soldadesca y popula-
19
j
146 BADAJOZ
cho, en aras de su ineptitud política, cuando el levantamiento de
Badajoz, en 30 de Mayo de 1808. Cuando en 1836 se supri-
mieron cuatro conventos de monjas, las comunidades de San
Onofre y de Santa Catalina pasaron á vivir con la de esta co-
munidad. El ediñcio de aquél se enajenó para ediñcar casas par
ticulares; el de éste se derribó, en parte, para hacer edificios
donde se hospedan la Escuela Normal, la Sociedad Económica
de Amigos del País, el Museo Arqueológico, la Biblioteca públi-
ca, el Instituto de 2.^ enseñanza y la Diputación provincial.
El de carmelitas descalzas se hizo en 1730 por el obispo
D. Amador Merino de Malaquilla. Su capacidad es reducida y
la comunidad pobre. Guarda muy buenas pinturas de los her-
manos Mures y de los Estradas. En 1868, suprimido el conven-
to de Nuestra Señora de los Remedios, su comunidad pasó con
la de Carmelitas. El de los Remedios también fué fundación del
obispo Merino de Malaquilla.
Hay varios otros templos, pero de escasa importancia. £1
de la Soledad, de fundación del siglo anterior; el de San José,
de fines del siglo xvi, y el de la Paz, restablecido por el obispo
García Gil, en 1858. En extramuros, donde se conocían multi-
tud de ellos, sólo existen el de Bótoa, de fecha inmemorial, aun-
que su edificio es moderno, y el del Sagrado Corazón de Jesús,
levantado en 1 869. Los templos que han desaparecido son los
de San Roque, Telena, Santa Engracia, los Mártires, San Ga-
briel y Santa Marina, todos de orden muy inferior.
Por la descripción que hacemos de los templos que había en
el reducido recinto de la plaza de Badajoz, comprenderá el dis-
creto lector que las comunidades religiosas y el clero regular
habían ido estrechando al vecindario para hacerlo vivir entre
campanarios y altos muros monacales. Es la historia de todos
los pueblos latinos durante los siglos xiii al xviii, en que la so-
ciedad se desarrollaba á las puertas de los monasterios.
Badajoz 147
II
Reanudando de nuevo la historia civil, interrumpida en el
capítulo segundo, para dar entrada á la parte religiosa, esencía-
lísima en una obra como la presente, diremos que en 1472 vino
á Badajoz el rey D. Enrique IV de Castilla, con el propósito de
conferenciar con el de Portugal. El duque de Feria, en cuyo
poder se encontraba esta plaza, apenas supo que se acercaba á
ella el monarca de Castilla le envió emisarios participándole que
no intentara penetrar en Badajoz, porque sería preso. No dio
crédito D. Enrique á los delegados del duque, y cuando se iba
á poner en marcha, para hacer noche en la ciudad, mandó un
capitán de su escolta á enterarse de lo que ocurría en ella, y
frente á las murallas se encontró con las puertas cerradas y las
almenas coronadas de soldados. Llevó la nueva al rey, y éste
desistió de sus propósitos, teniendo que vadear á caballo el
Guadiana y dirigirse á la frontera por trochas peligrosas. A ori-
llas del río Caya celebró la deseada entrevista con el portugués
á quien propuso el casamiento con la princesa D.* Juana, asunto
sobre el que no hubo convenio y se retiró D. Enrique avergon-
zado por el feo que recibió en la frontera y el desaire que le
hiciera el de Feria.
Poco después de este suceso se recrudeció la guerra con
Portugal, hasta el punto que tuvo que venir á la frontera la
reina, esposa de D. Fernando, con cuyo motivo hizo una ex-
cursión por Extremadura, dio multitud de fueros á sus pue-
blos y proclamó los de Cáceres. En Badajoz adelantaron
mucho en este siglo las obras públicas que hasta muy entrado
el XVI no dejaron de hacerse. El Puente de las Palmas, como
ya decimos en otro lugar de este libro, es de estos tiempos;
poco después se recomponían las fortificaciones ampliándolas,
t4§ 6 A b A j o z
para poner en defensa á la población creada fuera de los muros
del Castillo, desde la Breva cana hasta muy pasado el puente.
Sobre una pequeña puerta que está en la Breva-cana^ se leen los
fragmentos de esta inscripción que justiñcan nuestras palabras:
MDXXXXI ANOS. REY
NANDO EL GRAN EMPERA
DOR DON CARLOS
V. I SIENDO CORRE
GIDOR EL SEÑOR
PEDRO DE ESPINO
SA. EL ESCVDO
ES DE LA CIVDAD.
También se habían terminado ya las obras del Puente del
Gévora, río cuyas aguas vierten en el Guadiana frente, casi, de
Badajoz. El río Gévora nace en Portugal y entra en España por
las inmediaciones de*La-Codosera, recorriendo hasta el Guadia-
na 5 1 kilómetros. Cinco más arriba está el puente construido en
la época también de Carlos V, como se declara en la siguiente
inscripción:
LA ILVSTRE CIVDAD DE BADAJOZ
MANDÓ HACER ESTE PUENTE
CON LA BELLOTA COMVN*,
HÍZOLA EN CUATRO AÑOS GASPAR
MÉNDEZ» REINANDO EL CATÓLICO
EMPERADOR DON CARLOS I.
ACABÓLA EL DÍA QVE EL GRAN TURCO
LE HVIO LA BATALLA EN TVNES
Esto es, se terminó el 21 de Julio del año 1535.
Frente á esta inscripción estaba otra que decía: El Corre-
gidor D, Pedro de Espinosa dirigió esta obra y las calzadas que
la cruzan hasta Badajoz^ que se acabaron en 1536 años para
bien de todos.
BADAJOZ 149
Tiene su historia este puente. Su paso ha costado mucha
sangre á españoles y portugueses durante la guerra Peninsular
de los siglos XVII y xviii, y en 1811 junto á él se dio la famosa
batalla titulada del Gévora, librada el 7 de Febrero, en la que
quedó roto y deshecho nuestro ejército, costando la vida á los
más valientes y entre otros al heroico general De-Gabriel.
Al comenzar casi el último tercio del siglo xvi, Badajoz ves-
tía de gala, como señal de público regocijo.
El día 7 de Diciembre de 1576, como á las 10 de su maña-
na, el Rey D. Sebastián, monarca ilustre de Portugal, entraba
en Badajoz, de paso para el monasterio de Yuste, donde quería
tener una entrevista con su tío el emperador D. Carlos V.
La ciudad lo recibió de un modo pomposo, como se recibe
á un monarca de una nación vecina y aliada. £1 cabildo, el ayun-
tamiento y toda la grandeza, seguida del pueblo, salió á espe-
rar al joven monarca á la puerta de Palmas : el Rey sobre su
caballo entró bajo palio, apeándose á la puerta de la Catedral.
Hubo ñestas públicas y el diez por la mañana el rey portugués
abandonaba la ciudad en dirección al monasterio de Yuste,
morada del que había sido Emperador, con el nombre de Car-
los I en España y V en Alemania. Aquel joven monarca,
que apenas contaba 24 años, lleno de esperanzas, y con un
mundo de fantasías por delante de su cabeza, pedía auxilios á
Carlos V para su empresa de conquistar el país de los infieles,
en Marruecos. Ofreció mandarle una numerosa falanje de tropas
Carlos V, y con esta esperanza, acaso, el joven monarca corrió
en busca de aventuras, al otro lado del Estrecho, donde sólo
encontró la muerte, dos años después de su entrada en Badajoz.
Muerto el monarca portugués, fué llamado á aquel trono el an-
ciano Cardenal D. Enrique, como heredero más próximo á la
corona. Extinguida la línea masculina, con su muerte no dejaba
heredero directo, y creyéndola próxima, en 11 de Febrero de
1579, dio un edicto convocando en el término de dos meses á
cuantos se creyeran con derecho á sucederle, ofreciendo deter-
ijo Badajoz
minar y fallar en justicia. — Se presentaron, como nietos del rey
D. Manuel, D. Felipe II, D. Antonio, prior de Ocr ato, bastardo^
Manuel Filiberto de Saboya y Catalina, esposa del Duque de
Braganza; y, como biznieto, Ramiro Farnesio. Lisboa fué con
vertida en teatro de maquinaciones. D. Enrique prefería á la Du
quesa de Braganza, con quien había pensado casarse; pero núes
tro embajador D. Cristóbal de Mora había ganado las volunta
des que, consultadas, estaban en mayoría por D. Felipe II. To
dos los pretendientes se retiraron excepto el bullicioso Prior de
Ocrato, que, como bastardo, era el que tenía menos derecho.
Muerto D. Enrique en 31 de Enero de 1580, la cuestión
había de decidirse por las armas. Mientras, el Prior fué procla-
mado en Santaren y Lisboa, y todo eran partidos, exacciones y
confusión en el reino. — Entonces D. Felipe reunió en Badajoz en
primeros de Junio un ejército de 25,000 infantes y dos mil seis-
cientos caballos con 57 piezas de batir y 50 barcas en carros, á
cuyo mando venía el anciano y leal Duque de Alba, salido de
la cárcel de Uceda para tal empresa. — A poco llegó el Mo-
narca á Badajoz, acompañado de la reina, del príncipe D. Die-
go, jurado sucesor por muerte de D. Fernando, de las infantas
y del Archiduque Alberto, acomodándose toda la regia comitiva
en el entonces palacio de los marqueses de la Lapilla, situado
en la plaza de la Soledad.
Á los dos días revistó el rey su ejército en las llanuras de
Calatraveja, entre el río Gévora y el camino de Alburquerque, y,
seguidamente, dio orden de marchar á operaciones.
Las plazas de Yelves y Olivenza se entregaron sin combatir
á Pedro de Médicis, hermano del gran Duque de Toscana, que
mandaba los italianos, y lo mismo hicieron las poblaciones de la
cuenca del Tajo hasta Setubal, defendidas por compañías ingle-
sas y francesas que auxiliaban al de Ocrato. El Duque de Alba
las arrojó de allí bizarramente y prosiguió su marcha hasta Lis-
boa, donde entró sin resistencia alguna.
En tanto el rey Felipe II cayó enfermo de gravedad en Ba-
BADAJOZ 151
dajoz, y cuando entró en la convalecencia enfermó su mujer,
doña Ana, que al fin murió, partiendo el rey á Lisboa á tomar
posesión del país conquistado y ensanchando entonces sus do-
minios con toda la Península Ibérica, y las numerosas posesiones
que Portugal tenía en Ultramar.
III
Antes de proseguir narrando los sucesos que sobrevinieron
á Badajoz después de abandonarlo Felipe II, conviene decir algo
al lector sobre el escudo de armas de esta ciudad, consistente
en un escudete ó blasón de gules, campo azul, por donde cam-
pea un león subiendo á una columna, envuelta por una banda
en que está grabada la siguiente inscripción : plus ultra, esto
es, adelante, más allá, sigue, continúa.
Amigos de las investigaciones históricas por lo que á Extre-
madura referirse pueda, por ser el país donde se meció nuestra
cuna, hemos querido conocer las razones que hubo en otro
tiempo para señalar con tal alegoría las armas ó blasones de
Badajoz; y henos aquí que no encontramos justificadas con la
historia las que hoy ostenta su Ayuntamiento.
Deberemos ante todo comprobar aquí esta afirmación con
las razones que sobre el particular nos ofrecen las crónicas, para
no llevar las dudas á los eruditos, ni martirizar la memoria de
nuestros historiadores.
En documentos auténticos, que hemos visto, pertenecientes
al archivo de la catedral Pacense, y por algunos escudos de la
ciudad antigua, se observa un blasón donde está grabado un
cuerno lleno de productos del país, inclinado hacia la izquierda
en acción á derramarse, y por cima esta inscripción, bajo una
corona goda: c. pax august^e, bien que en otros hemos visto
152 BADAJOZ
la misma alegoría, aunque vanada la inscripción por esta otra:
CIVITA PACENSE.
Todo esto nos hace inclinar á la opinión de que las armas
de Badajoz, desde tiempo inmemorial, fueron éstas que indica-
mos, expresando la abundancia la fecundidad de su campiña; el
lema, el nombre de la ciudad; y la corona, el título del que la
gobernaba desde los tiempos de Recaredo II, en el año de 620.
Y justificada, en parte, esta opinión en un documento que
hemos visto perteneciente al décimo de los obispos de Badajoz,
el cual vivía, según su firma, que se encuentra en el archivo de
la catedral de Toledo (i), en el año de 649, cuando reinaba
Recesvinto, y el prelado se llama por antonomasia : teodoredum
Dic ET APOST. SEDIS G. EPISCOPUS PACENSE, cuyo lema, á excepción
del nombre del prelado, que, como era consiguiente, cada uno
usó del suyo, ha seguido adoptándose hasta los de hoy, que
lo rodean á un escudo heráldico de las armas del obispado, el
cual presenta, bajo de un sombrero pastoril, emblema de toda
autoridad mitrada siempre que de él pendan seis borlas, un
escudete con una cruz por cabeza, entre báculo y mitra (á de-
recha aquél y á izquierda ésta), y cuatro cuarteles: en el primero
aparece un cordero, símbolo de San Juan Bautista, á quien está
consagrada la catedral del obispado ; en el segundo una estrella;
en el tercero un áncora; y en el cuarto una cruz, como la de los
templarios, leyéndose en los ángulos verticales y en la lateral
de abajo el siguiente lema ó mote : Lucerna ejus est agnus.
Hasta ahora nada hay que se refiera directamente á las ac-
tuales armas de Badajoz. Todos los blasones á que más arriba
hacemos referencia, ya se comprende que son de la época goda
y visigoda; pero en la invasión de los árabes, ó en la domina-
ción musulmana, parece que todo se pierde, y ni Conde, ni Razy,
ni los demás autores que escriben de la corte de los Sabures,
( I ) Teodoredo, décimo obispo de Badajoz, debía haber asistido al séptimo Con-
cilio de Toledo, pero encontrándose enfermo á la sazón, delegó en el presbítero
Constantino.
BADAJOZ 153
de los Aplítasidas, de los Beni-Aphthás y de los otros monarcas
que reinaron en Badajoz, cabeza desde el siglo xi hasta el xii
de la Lusitania y del Algarbe^ nos hablan de las armas que
señalaban á esta ciudad, de modo que de la época antigua sólo
conocemos los blasones godos. Punto es este muy oscuro para
todos.
Por lo que hace á las armas de Badajoz desde el siglo xiii,
ya es otra cosa: Rodrigo Méndez en su Geografía^ Antonio de
Moya en sus Armas y Blasones^ y Madoz en su Diccionario^
todos están conformes en que consiste en un escudo, campo azul,
con dos columnas, sostenidas por dos leones coronados, y una
orla envuelta á las columnas con el lema siguiente : Non plus
Ultra; esto es, no más allá, hasta aquí, etc.
Rodrigo Dosma, autor para nosotros de mayor fe,«dice en sus
Discursos Patrios^ que Badajoz usó por armas antiguamente un
león coronado, y en el reverso una ciudad encastillada sobre
ondas. Comprobóle el cronista con el sello de una donación
hecha á la catedral en 28 de Mayo de 1255, de la villa de
Campo-Mayor, en Portugal, y otras que se conservan en el ar-
chivo de aquella iglesia, cuyo cabildo, según Gil González Dá-
vila, en su Teatro eclesiástico de la iglesia y ciudad de Badajoz^
tiene por armas el cordero de San Juan y una venera debajo,
por devoción á Santiago, y á un lado un león rampante^ y al
otro lado un castillo^ ármeos de la ciudad.
Y cuando uno y otro autor citan estas armas, como las anti-
guas, señal de que en sus tiempos las habían sustituido por las
que mencionan Rodrigo Méndez, y Madoz, como después éstas
se han cambiado por las que en la actualidad se conocen, faltan-
do así al espíritu de la historia, no respetando la tradición herál-
dica que nos daba las armas de Badajoz desde su origen cris-
tiano, esto es, las del escudo, campo azul, con dos columnas sos-
tenidas por dos leones coronados, y una orla con el lema
indicado de: Non Plus Ultra.
Y ahora nos es preciso hacer alguna consideración sobre lo
so
154 BADAJOZ
que en sí representa esta alegoría emblemática. Todos saben
que en la imagen de la columna señalaban los antiguos mitólo-
gos el fin 6 término de las tierras que poseían. Así lo hizo Hér-
cules con las que fijó en Cádiz, como significando no había más
tierra en la Península por conquistar. Cuando más tarde hizo
división Augusto César en España de los términos de su con-
quista, dio á Ciudad-Rodrigo las columnas (que aun hoy mismo
conserva por blasón), porque allí señaló los límites de las pro-
vincias que reservaba á su dominio. Y la misma causa y razón
hubo trece siglos después en D. Alfonso IX de León, para con-
ceder á Badajoz las que le señaló en su privilegio, y que son á
las que nos referimos más arriba. Y decimos que hubo en el
rey D. Alfonso las mismas razones, para dar á Badajoz las que
le señaló, que en Augusto para las que dio á Ciudad-Rodrigo,
porque siendo Badajoz el término y fin de los dominios de Es-
paña, no se podía declarar con otra alegoría más propia la po-
sición geográfica de Badajoz, tanto en ser la parte más extrema
del dominio del rey de León, cuanto por ser su fin, puesto que
lindaba con el reino de Portugal, y así que á Badajoz se le debió
guardar las armas de D. Alfonso, que son las que le correspon-
den, por conservar el espíritu de la verdad histórica, y no las
que tiene hoy, que expresan, históricamente hablando, un senti-
do enteramente contradictorio (i).
Ahora bien ; estando este punto tan claro y preciso, estando
tan á la letra de las crónicas, ¿cómo es que le encontramos adul-
terado con desconocimiento de la verdad? ¿Es por ventura el
ayuntamiento arbitro para mudar las armas de una ciudad P Y
en este caso, ¿puede hacerse esto sin razones fundadas que
(i) No es el prímero á quien hemos oído exponer que tal vez Felipe II, al en-
sanchar sus dominios hasta Lisboa, impondría el cambio de las antiguas armas ó
blasones, trocando el Non plus ultra dado por D. Alfonso IX, por el Ultra plus que
hoy tiene. Pero el hecho no puede aceptarse, primero porque no está en lo posible,
y segundo porque siendo esto de fecha tan moderna, se conservaría la disposición
regia en los libros y crónicas de aquellos tiempos.
Badajoz 155
expliquen los inconvenientes de las unas y lo legal ó necesa-
rio de sustituirlas por otras? (i).
A nuestro humilde entender no hay lugar para esto, pues
que Badajoz está lo mismo que en tiempos de su reconquista
por el rey D. Alfonso de León; y de aquí deducimos que su
ayuntamiento ha autorizado un abuso con menosprecio de la
historia, faltando á las tradiciones pasadas, y lo que es más dolo-
roso, olvidando hasta los fueros que á esta ciudad le diera en su
reconquista el noveno Alfonso de León.
Nada justifica esta falta histórica que debió ser admitida de
muy antiguo, porque todavía existe en pie un edificio de la se-
gunda mitad del siglo xvi, y perfectamente conservado, donde
lucen las armas de Badajoz tal como las admite en la actualidad
el Ayuntamiento: es el edificio de la antigua parroquia de San
Lorenzo.
En este templo-hospital, hoy abandonado, y cuya puerta
principal que da á la Galera^ está perfectamente conservada
como hemos dicho ya, el curioso puede ver sobre el frontis de
la portada las armas actuales de Badajoz, sin que exista en toda
la ciudad ningún otro escudo, ni edificio antiguo que nos mues-
tre el primitivo escudo con las armas tal como las concedió el
rey D. Alfonso IX de León, en su privilegio del afio 1232.
Acaso existiese este escudo en el arco triunfal que había á
la salida del puente de las Palmas, antes de las obras que para
su reedificación hicieran en el mismo en tiempos de Felipe II, ó
en una puerta pequeña que está en los muros viejos á las baja-
das del castillo 'junto al Guadiana; porque esta puerta es de la
época del emperador Carlos V, y en la inscripción que sobre la
misma se encuentra, se dice que el escudo de armas que había
(i) En E/ Averiguador, semanario de eruditos y anticuarios que se publicaba
en 1868, al número 3, del 19 de Enero, pueden verse las preguntas que hicimos
sobre este particular, preguntas á las que nos contestaron dos curiosos, sin resol-
ver nuestras dudas. (Véase el número 6 de la indicada revista, correspondiente
al 9 de Febrero y el 8 de 23 del mismo mes.)
156 BADAJOZ
más arriba era el de la ciudad. A no haberse destruido este
muro, se debe tal vez no conservar hoy un testimonio vivo de
las armas' dadas á la ciudad por el rey D. Alfonso IX de León.
Repetimos que no se explica el cambio de escudo 6 armas
que ha hecho este Ayuntamiento (i), siendo esto más sensible
en la actualidad en que pertenecen á su cuerpo municipal per-
sonas muy autorizadas en las letras y en la historia patria (2).
(1) En 1 2 de Diciembre de 1867 elevamos una Memoria al excelentísimo
Ayuntamiento de Badajoz, exponiendo la razón histórica que teníamos para que
dicha Corporación abriera un informe á fin de esclarecer todos los antecedentes
sobre el particular y deliberase después si procedía ó no restablecer las antiguas
armas ó blasones, y esta es la fecha que, á pesar de los 20 años que han transcu-
rrido desde entonces, no hemos podido averiguar qué acuerdo recayó sobre dicho
escrito, ni aun si mereció éste los honores de ser leído en la sesión, como proce-
día y era justo.
(2) Acudimos después á la Real Academia de la Historia, dándole noticias de
las dudas que abrigábamos sobre la autenticidad de las armas de Badajoz, y pidién-
dole su valioso concurso para ante el Ayuntamiento de Badajoz; y aquella docta
Corporación que, después de ser sabia sabe ser cortés y por consiguiente bien
educada, nos hizo el honor de contestar en los términos siguientes :
V La Heal Academia de la Historia recibió á su tiempo con sumo aprecio las no-
ticias comunicadas por V. S. en sus oficios del 5 de Noviembre y i 2 de Diciembre
del año último acerca de las antigüedades descubiertas en el Valle de Santa Ana,
cerca de Jerez de los Caballeros, y acerca del escudo de armas de esa ciudad (Ba-
dajoz), y acordó pasarlo á informe de la comisión de antigüedades. Conformándose
ahora con lo informado por dicha comisión, ha acordado que se den á V. S., según
lo ejecuto, las más expresivas gracias por su celo y noticias, que tomará muy en
cuenta la Academia para la ilustración de la Historia de Kxtremadura, y que se le
diga al mismo tiempo que no corresponde al instituto de este cuerpo literario
censurar los actos de las autoridades ó de los particulares relativos al uso del
blasón.
»D¡08 guarde á V. S. muchos años. Madrid 31 de Marzo de iS68,— Pedro Sa-
bau, secretario. ^Sr. D. Nicolás Diaz y Perez.n
CAPÍTULO V
De los fueros de Badajoz,— Ezten si ún y limites de bu obispado. — Los bienes
comunales (cañadas y rescalvadoa) d« Bad^os
OS fueros que Badajoz haya go-
zado desde su . conquista por las
tropas cristianas de D. Alfon-
so IX de León, han sido objeto
de controversias entre historiado-
res y eruditos que han conside-
rado apócrifos los que le atri-
buye el obispo Fr. Antonio de
Guevara, en tanto que otros los
han dado por verdaderos. De-
purar este punto histórico, con documentos que comprueben
la verdad, es imposible, porque cada autor defiende su opinión
bajo propios razonamientos, y en el archivo municipal de aque-
lla ciudad apenas si se encuentra un papel de fecha anterior al
siglo XV. ¡Qué más! el libro llamado de Los Fueros^ que cuida-
dosamente allí se guarda, es una simple Carta de confirmación
158 BADAJOZ
de los privilegios (en su mayoría rurales y económicos), hecha
en tiempo del rey D. Carlos IV (en 1790), que forma un ele-
gante volumen con orladas márgenes en colores primorosamen-
te combinados, de 57 fojas de blanco pergamino, encuadernado
en chagrín rojo, y en él no se hace referencia directa ni indirec-
ta á ninguno de los fueros; ni á los atribuidos á D. Alfonso IX,
ni á los que se creen dados por D. Alfonso XI, que los dos
monarcas los dieron, indudablemente, aunque pretendan negar-
se por algunos eruditos. En esta Carta de confirmación se co-
mienza por un fuero dado por D. Alfonso X, en 1 2 1 4, fechado
en Burgos; no se citan de ningún otro monarca anterior, ni los
que después se enumeren son los mismos que cita Guevara, ni
menciona Dosma y Delgado, como veremos después.
Los fueros dados por el rey D. Alfonso IX á Badajoz, se im-
primieron en caracteres góticos, como supone Barrantes y Mo-
reno (i), y citan otros muchos eruditos que á ellos se refieren.
Pero debieron imprimirse pocos ejemplares, ó circularon entre
muy contadas personas las copias del manuscrito gótico, cuando
Guevara no los conoció y considera como únicos fueros de que
gozó Badajoz, los que él menciona, dados por D. Alfon-
so XI (2), según el tomo impreso que de ellos poseyó.
De aquí deducimos que D. Alfonso IX primeramente, y
al conquistar á Badajoz del poder de los moros, le dotó de
fueros, como era usanza en aquellos tiempos, cuando los mo-
(1) Que ha existido esta impresión gótica, ó copias abundantes de mano, tan
parecidas á las de molde que los indoctos podían confundirlas, es cosa indudable.
Rodrigo Dosma la tuvo en su librería, como declara en el Catálogo de los obispos
de Badajoz^ que corre unido á los Discursos patrios de la Real ciudad,— ^D, Alon-
»80 IX (dice)... pobló la ciudad y tierra de cristianos, á quien dio los fueros llama-
»dos de Badajoz, que yo tengo ciertos, no los fingidos de Guevara...» ('i4^ara/o^ara
la historia de Extremadura^ tom. I, pág. 1 09).
(2) Letra para el obispo de Badajoz (lo era D. Pedro Sarmiento y Díaz), en la
cual se declaran los fueros antiguos de Badajoz, escrita en Valladolid d 20 de Abril
de t$26 (va incluida en su colección de Epístolas familiares^ ocupando el núme-
ro XIX de la ppmera parte de la edición de Salamanca, de 1577, por P. Laso, y en
la misma obra, su primera edición, de 1 5 39, hecha en Valladolid).
BADAJOZ 1^9
narcas conquistaban ciudades principales á los infieles, fueros
«que tuvo por verdaderos» el cronista Dosma y Delgado (i),y
más tarde el rey D. Alfonso XI favoreció también á dicha ciu-
dad con otros fueros suyos que llegaron á coleccionarse en un
volumen, conociendo esta obra el obispo de Mondoftedo, hom*
bre muy docto, aunque malamente tratado por los historiadores
y cronistas que le sucedieron. £1 mismo obispo de Mondoftedo
refiere cómo y cuándo encontró este precioso Códice, en los si-
guientes términos que literalmente dicen así: «En el año 1522,
> pasando yo por la villa de Zafra, me allegué á la tienda de un
» librero, el cual estaba deshojando un libro viejo de pergamino
> para encuadernar otro libro nuevo, y como conocí que el libro
>era mejor para leer que no para encuadernar, díle por él ocho
•reales, y aun diérale ocho ducados. Ya, sefior, sabréis como
>era el libro de los fueros de Badajoz, que hizo el Rey Don
> Alonso XI, príncipe que fué muy valeroso y no poco sabio.»
¿Era esto un cuento inventado por el obispo? Pues una men-
tira sería también su hallazgo, y esto no es de creer. Por otra
parte; ¿eran los fueros alguna patrafta fingida á capricho de
alguno, y llegada por casualidad á manos de Guevara, que has-
ta tal punto se deslumhró con su lectura y les dio crédito? Im-
posible. £1 autor de la epístola no era ningún lego en asuntos
paleográficos, históricos y jurídicos, para que pudiera descono-
cer si un escrito que caía en sus manos era de la fecha que en
él se consignaba ó había sido confeccionado después. Tenemos
por consiguiente que creerlo por su dicho, y considerar auténti-
co aquel texto porque él por tal lo tenía, y le sobraba autoridad
para definir en el particular.
¿Es acaso que él mismo fingió el texto? Capricho en verdad
(i) D. Alfonso IX... habiendo vencido á Abenuc, rey, é gran poder de moros,
tomó á Cáceres, Montanches, Mérida y Badajoz, por cuanto Abenabel se había re-
belado, y así este rey no dejó más su gobierno en poder de infieles, antes pobló la
ciudad de cristianos, á quien dio los fueros llamados de Badajoz, que yo tengo
ciertos, no los íin>;idos de Guevara, salvo que algunos moros por pley testase que-
daron por moradores. (Discursos Patrios, pág. 227).
l60 BADAJOZ
peregrino hubiera sido, porque en él habrían ido implícitas una
mentira y una calumnia que á nada conducía.
Pero, á la verdad, que el obispo de Mondofiedo no gozó de
gran crédito en sus tiempos y peor le tuvo después. El erudito
Pedro Rhua, profesor de humanidades, dijo de él lo siguiente (i):
€...Es vuestra señoría de sangre de Guevara: es en oficio Chro-
nista : es de profesión Theólogo : es en dignidad y méritos Obis-
po: de todos estos renombres es amar la verdad: predicar la
verdad: ó morir por ella: escribir verdad: vivir en la verdad.
Así holgara oir verdad y ser avisado de ella... Escribí á vuestra
señoría, que entre otras cosas que en sus Obras culpan los lec-
tores: es una la más fea, y intolerable que pueda caer en es-
critor de autoridad : como vuestra señoría lo es : y es que da
Fábulas por Historias, y ficciones propias por narraciones age-
ñas: y alega autores que no lo dicen, ó lo decían de otra mane-
ra, ó son tales que nos los hallarán c si no in ophanis > , como
dijeron los Crotoniatas á los Sibaritas : en lo cual vuestra Seño •
ría pierde su autoridad, y el lector si es idiota es engañado: y si
es diligente, pierde el tiempo cuando busca á do cantan los gallos
de Nibas: como dijo el refrán Griego... »
Parecerá extraño que esto se escriba en crítica á las obras
de un obispo (2) ; pero cuando Dosma y Delgado se atrevió á
llamar embustero al prelado de Mondoñedo, no estaban otros
obligados á guardarle más miramientos. Bernardo de Aldrete,
hablando del obispo de Mondoñedo (3), dice: c ...Lo mismo es
con los fueros de Badajoz (se refiere á los de Guevara), si son
ciertos; que yo en esto no quiero determinar. Por el autor que
los puso corre riesgo su certidumbre, por la poca que tienen
otras cosas que escribe...»
( i ) En sus Epístolas^ la tercera.
(2) Sus obras más notables fueron: El villano del Danubio,— Marco Aurelio y
Faustina,— Filosofía moral de los principes,— Contra las guerras de conquista.—
Contra la disolución de la vejez,— Sobre la muerte.
(3) Del origen y principio de la lengua castellana^ libro II.
BADAJOZ l6l
Resulta que Dosma y Delgado, el bachiller Rhua y Bernardo
de Alderete ponen en duda la existencia de estos fueros que
fray Antonio de Guevara da como auténticos. También los tene-
mos nosotros como tales y cualquier crítico desapasionado pen-
sará con nosotros leyendo la rdación sincera que hace Guevara
de cómo le hurtaron el Códice donde se daban los fueros, cuyo
relato nos enseña también que en todos tiempos hubo quien ro-
base libros. Un familiar del obispo de Badajoz penetró en la
librería del de Mondoñedo y hurtó el libro de los Fueros que
llevó luego á su señor; mas como éste no entendiera su contenido,
comisionó al mismo secretario para que fuese á suplicar á fray
Antonio que se sirviera explicárselo, y ésta fué la razón de diri-
girle la epístola en que con toda seriedad reprocha lo sucedido.
€ Recibí la letra de vuestra señoría — dice — con la cual me rego-
cijé mucho antes que la leyese, y después quedé enojado cuando
la hube leído: no porque me escrebía, sino por lo que me man-
daba y aun demandaba. Si Plutarco no nos engaña, en la cámara
'de Dionisio siracusano ninguno entraba: en la librería de Lúculo
ninguno se asentaba. Marco Aurelio la llave de su estudio aun
de su Faustina no naba, y á la verdad que ellos tenían razón;
porque cosas hay de tal calidad, que no sólo no se han de dejar
tratar, mas aun, ni mirar... Digo esto, señor, porque si yo no
metiera á vuestro secretario en mi estudio, ni él fuera parlero,
ni vuestra señoría importuno. Decísme, señor, que os dijo haber
visto en mi librería en un banco de libros viejos, dellos góticos,
dellos latinos, dellos mozárabes, dellos caldeos, dellos arábigos,
y que acordó hurtarme uno, el que hacía mucho á vuestro pro-
pósito. En lo que él os dijo, él os dijo verdad, y en lo que hizo,
él me hizo muy grande ruindad... Como yo, señor, no tengo
otra hacienda que granjear, ni otros pasatiempos en que me re-
crear, sino en los libros que he procurado, y aun de diversos
reinos buscado, creedme una cosa, y es, que llegarme á los libros
es sacarme los ojos...»
Con esto bastará para convencer al lector de que el texto de
21
102 BADAJOZ
los Fueros que Guevara poseía es un documento verdadero y
fehaciente, que de ser falso no hubiera interesado á su dueño el
deseo de conservarle, ni se comprende que hubiera estampado
en su carta un hecho que, dado después á la imprenta, había de
dejar tan mal parado al secretara del obispo de Badajoz.
Explicaremos ahora algunos de los textos de estos Fueros,
según aparecen en la carta al obispo de Badajoz que lo era
p. Pedro Sarmiento y Díaz, sucesor del sabio dominico Fray
Bernardo de Mesa.
« Qut dixer^ hastas hontes^ hastas homes^ peche diez mar ave-
náis á ¿os camperos: mas si se firmare con tres^ no peche cosa, »
Esto es, que todo el que gritare t al arma > pague diez mal'ave-
dís á los guardas ó custodios del campo (camperos); pero si
prueba con tres testigos que no dio tal grito, quede libre de
pena. Guevara entiende los camperos por los alcaldes de la her-
mandad. Esto procede de que en su tiempo existía esta institu-
ción, creada por los Reyes Católicos, y sus miembros tenían el
cargo de velar por la seguridad en los campos y el poblado, *
C0190 anteriormente le habían tenido los camperos.
€ Todo home que truxer cochiello^ en villa ó en villar^ peche
^de caloña tres maravedís. ^ Prohíbese en esta disposición el uso
de puñal so pena de tres maravedís. Dice el texto en villa 6 en
villar y haciendo extensiva su orden á los villares ó aldehuelas
incorporadas á Badajoz y formando estado municipal con ella,
pues había multitud en sus cercanías que en su mayor parte han
desaparecido, como más adelante diremos. La palabra caloña
aparece aquí en el sentido de pena pecuniaria, pues aunque más
generalmente expresase las penas impuestas por el delito de
calumnia, tenemos sin embargo el verbo caloñar que indistinta-
mente significaba multar con dinero.
€ Todo home que ir quisiere fuer de villa ó fuer de villar^ si
%ezquerdare cuchiello sin fe de campero^ peche de caloña diez
%maravedis,% Es una prohibición del uso de armas á todo el que
hubiere de ausentarse de la población y lugares de su comarca.
BADAJOZ 163
á no ser que para ello haya obtenido licencia competente 6 fe
de algún campero. Aquí aparece el arcaísmo ezquerdar que
rara vez se encuentra en documentos posteriores al siglo xv.
« Todo burgo que ficier en forza al campero campreando^ si
%Jicier apellido y non fuer subvenido, peche una gran caloña, >
Todo burgo que cometiere la sinrazón de no socorrer [subvenir)
al campero que, estando inspeccionando al campo [campeando)
hiciere llamamiento ó apellido de alarma, pague una gran multa..
Entendemos que la palabra burgo se refiere aquí á los concejos
de los lugares pedáneos de Badajoz, más bien que á los mismos
lugares, porque la misma acepción suele verse en disposiciones
de otros fueros locales que tienen grande analogía con ésta.
€ Todo home que al dia compra mas de una dinerada de pan
ferial^ peche diez maravedis. » Todo el que diariamente compre
más de una dinerada de pan en el mercado, pague la multa de
diez maravedís. Esta ordenanza obedece en espíritu á las absur-
das doctrinas económicas profesadas en España hasta mitad del
siglo actual, pues desconociéndose las ventajas del libre-cambio,
se marcaban los precios de los artículos, las cantidades que lia-
bían de comprar los vecinos, y hasta el límite á que había de
extenderse la importación ó exportación de los productos.
La palabra dinerada no hay datos en que poder explicaí*
el valor que representa: el Diccionario de nuestra Academia la
entiende por moneda antigua de valor desconocido (i). No puede
negarse que en el texto de este fuero se alude á una medida
que costaba el precio representado por una dinerada^ como en
nuestro tiempo se dice dos pesetas de tal mercancía^ un duro ó
un real de tal otra^ expresando el valor de la cosa por la can-
tidad, en peso ó medida, de la misma. Aun el valor del mará-
(i) Dinerada: s. f . : gran cantidad de dinero.— Ant.: Precio, — El importe de
un dinero, y lo que se da por un dinero.— Cosa preciosa, estimable.
=Número. : moneda antigua de muy poco valor. {Diccionario enciclopédico de la
lengua española^ tomo I, pág. 793}.
164 Badajoz
vedi antiguo no es fácil hoy precisarle en razón áOas muchas
alteraciones que vino sufriendo el sistema monetario desde Fer-
nando III hasta Felipe II. En los tiempos á que pertenecen estos
fueros se llama dinerada al dinero^ especie de moneda tomada
como tipo menor para la contabilidad. Diez dineros constituían
un maravedí sencillo; diez maravedís un húrgales, y seis burga-
leses un maravedí de oro; y como según los cálculos más auto-
fizados el maravedí sencillo equivalía á 45 ^\^ de los modernos,
ó sean 34 céntimos de peseta, el dinero ó dinerada equivaldría
á 34 milésimas (la décima parte), ó sean 0,136 de real (poco
más de un cuarto). Esta que hoy nos parece insignificante can-
tidad, no debió serlo en tiempos de Alfonso XI, en razón á la
gran diferencia que de ellos nos separa en materia económica.
Guevara traduce la palabra dinerada por maravedí, acaso
porque con las alteraciones de la moneda coincidiesen en su
tiempo ambos valores; pero no creemos que pueda entenderse
lo mismo respecto de la época de los fueros por las razones
aducidas, y porque en el texto mismo antes transcrito aparecen
las#dos palabras dinerada y «/¿^raz/^^// representando claramente
valores diversos.
€ Mande concejo que non manquen en ferial los ochavos y
§chaveros^ porque no anden hi malas entr añeras^ y si anduvieren^
los alcaldes las enf ornen, > No está muy clara la explicación que
de esta ordenanza hace el obispo de Mondoftedo, ni estamos
seguros de poderla interpretar con exactitud. Llama Guevara
ochavo á la fanega de ocho celemines, y ochavero al medidor.
tMoquilon que vez destajare y ñciere aviesso, peche al qtie se
lo firmare cinco maravedís^ y si tomare alfadias^ sea encepado, >
El cobrador de maquilas que una vez se extraviare y cometiere
delito, pague á quien se lo pruebe cinco maravedís, y si tomare
cohecho, sea castigado en el cepo de Concejo.
Qui ficier tal aviesso y enforcias^ que no merezca caloña,, los
treses ó seises le enforquen en ferial, » Al que cometa tan grande
delito y sinrazón, que no pueda ser redimido con pena pecunia-
BADAJOZ 165
ría y los regidores lo ahorquen en día de mercado. Llamaban tre-
ses á los regidores cuando eran tres en número, y seises cuando
eran seis; de suerte que el decir aquí treses ó seises revela que
los fueros abarcaban lo mismo á los lugares pedáneos de Bada-
joz, que á esta población, como antes se ha visto decir en villa
ó en villar. Por lo demás, esta ordenanza acaba de confirmar el
juicio que á la crítica moderna merecen casi todos los fueros
municipales y cartas -pueblas de nuestros antiguos Concejos,
cuya durísima severidad les hace aparecer como códigos penales
más implacables que la ley general.
« Todo home mesturgo que mesturgare del concijil al Rey^
quanio havier le manque^ y le apellidan mesturgo sine caloña. >
Todo hombre cizañero que sembrare cizaña entre el concejo y
el rey, pierda cuanto tenga y sea apellidado cizañero sin peligro
de multa por llamárselo.
€ Texeros de Badajoz millaren in villa y villar dinerada de
texa y ladriello,^ Los tejeros de Badajoz cobrarán en villa y en
lugar una dinerada por millar de teja ó ladrillo. Aquí vuelve
Guevara á traducir la palabra dinerada por maravedí, y vuelven
nuestras dudas acerca del valor que legítimamente representa la
dinerada; porque si esta moneda es la misma que llamaban di-
nero, creemos imposible que por ella pudieran venderse níil
tejas ó ladrillos.
No haremos más comentarios á estos textos, conformándo-
nos con los comentarios á los 10 fueros citados.
Hemos hablado de la Carta de confirmación de los privilegios
que se guarda en el archivo del Ayuntamiento de Badajoz, y por
ella sabemos que aquella ciudad gozó de 27 fueros ó privilegios,
todos posteriores á los de D. Alfonso IX, pero que á pesar de
ser en su mayoría rurales y económicos, son muy importantes.
Conviene á nuestro propósito dar aquí de este Códice lo re-
ferente tan sólo á los 27 fueros comprendidos desde 1214
hasta 1324, que abraza el período entre D. Alfonso X, y don
Sancho IV inclusives.
l66 BADAJOZ
Dice así este libro en sus confirmaciones (i): t Sepan cuantos
esta carta de privilegio^ y confirmación vieran^ cómo Nos Don
Carlos cuarto de este nombre por la grcuia de Dios^ Rey de
Castilla^ de León, de Aragón^ de las dos Sicilias, de Jerusalén, de
Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia^ de Ma-
llorca, de Sevilla^ de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia,
de yaen, de los Algarbes, de Algeciras, de Gibr altar ^ de las Islas
Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales, Islas y Tierra
firme del Mar Océano, Archiduque de Austria, Duque de Bor-
boña, de Brabante, de Milán, Conde de Abspurgo, de Flandes,
de Vizcaya, del Tirol, de Rosellón, de Barcelona, Señor de Viz-
caya y de Molina f etc.
Vimos una carta de privilegio y conformidad del Señor Rey
Don Fernando Sexto, mi tío (que esté en gloria), escrita en per-
gamino sellada con sello de plomo pendiente en hilos de sedas
de colores, librada por sus concertadores y escribanos mayo-
res, de los Privilegios y continuaciones y de otros oficiales de su
Real casa. Fechada en Madrid á veinte y nueve de Noviembre
año de 1 747 á favor de la ciudad de Badajoz en que se inserta
á la letra la siguiente excepciones y franqueza concedida á
dicha ciudad por algunos Señores Reyes mis predecesores á
saber.
I .° Uno del Señor Rey Don Alonso Décimo, fechado en
Burgos, Era á veinte y dos Marzo de mil trescientos y catorce (2)
confirmando la división de términos entre el consejo de Badajoz
y Territorio del Orden de Uclés, que el citado Emperador man
dó hacer al Obispo de Ciudad-Rodrigo Don Domingo Martín, á
Fernán Roiz, Abad de Cobarrubias, y al Alcalde Roy Fernández.
2.® Otro del mismo Señor Rey, fechado en Falencia ádíez
y ocho de Mayo, Era de mil doscientos noventa y tres, en que
(1) Lo reproducimos literalmente, con su propia puntuación y ortografía.
(3) Esta fecha debe estar indudablemente equivocada; debe de decir: mil dos-
cientos catorce.
BADAJOZ 167
concede al Consejo de Badajoz una feria anual, que empiece dos
días después de Pascua mayor hasta quince días.
3.^ Otro del mismo Emperador D. Alonso Décimo que
confirma al Consejo de Badajoz la mitad del término de Azaga-
11a, Piedra Buena, Mayorga, etc., sobre que litigó con el Maes-
tre de Alcántara.
4.® Otro del mismo Emperador D. Alonso, fecho en Va-
lladolid á treinta y uno de Marzo, Era de mil doscientos noven-
ta, en que confirma á Badajoz los términos que señaló á dicha
Ciudad el Rey D. Alonso su Abuelo en su fuero.
5.® Otro del Señor Rey Don Alonso Décimo dado en Se-
villa último día de Enero, Era de mil trescientos y tres, confir-
mando á los vecinos de Badajoz las particiones de heredamien-
tos que hicieron entre sí, declarándolas libres y quitas para
siempre jamás.
6.® Otro del mismo Señor Rey Don Alonso Décimo, dado
en Sevilla á veinte y tres de Marzo, Era de mil trescientos
veinte y dos, concediendo á Ibs vecinos de Badajoz la merced
de que en cualquier pesquisa que se hiciere contra ellos, se les
dé traslado, según fuero, de los dichos y pruebas para su de-
fensa.
7.^ Otro del mismo Señor Rey, fecho en Valladolid á
trece de Enero, Era de mil doscientos noventa y dos, concedien-
do á los vecinos de Badajoz la merced de no poder ser presos
por deudas que tuvieren á favor de los judíos.
8. Otro del mismo Señor Rey Don Alonso Décimo, en
Burgos á veinte de Julio, Era de mil trescientos catorce, concedió
á los Caballeros de Badajoz, que tuvieren caballo, armas y Lo-
rigas (i) el ser escusados de todo pecho, así ellos como sus
apaniaguados.
(i> Armadura hecha de láminas pequeñas, por lo común de acero, sobrepues-
tas unas á otras, para defensa del cuerpo. Por lo común la gastaban todos los ca-
balleros para ir á la guerra.
l68 BADAJOZ
9.° Otro del Señor Rey Don Sancho cuarto fecho en Bur-
gas á seis de Mayo, Era de mil trescientos treinta, concedió al
Consejo de Badajoz, los Montes, Riberas, Sotos de árboles que
están en ellos, los Encinales, Alcornocales, Aguas, Hornos de
Cal, Piedras para Haceñas y molinos sitos en el término de dicha
ciudad.
10. Otro del dicho Señor Don Sancho cuarto, fecho en
Valladolid á seis de Mayo, Era de mil trescientos veinte y tres
concedió al consejo de Badajoz, el Montazgo de los ganados, y
que según fuero, le tome en dicha ciudad y su término.
1 1. Otro del mismo Señor Rey Don Sancho IV, fecho en
Avila á catorce de Mayo, Era de mil trescientos veinte y tres
que confirma al Consejo de Badajoz una carta de su padre el
Rey Don Alonso décimo, que le concedió el poder hacer Dehesas
de aquellos heredamientos y tierras, que cupieron á los vecinos
en partición, conservando en su integridad las Cañadas, é impi-
diendo á los Alcaldes de los Pastores el que los prendan por
ello, mediante que como en cosa propia pueden hacer lo que
quisieren.
12. Otro del Señor Rey Don Sancho cuarto fecho en Va-
lladolid á cinco de Mayo, Era de mil trescientos veinte y tres,
en que conñrma una carta de su padre el Rey Don Alfonso dé-
cimo, que concedió al Consejo de Badajoz, en exercer la Justicia
en Igual (i) y Campo-mayor, y que si el Obispo quisiere hacerla
no se lo consientan.
13. Otro del mismo Rey Don Sancho cuarto confirmando
una carta de su Padre en que manda á los Cogedores de pechos
tengan por escusados á los vecinos de Badajoz, guardándoles
sus Privilegios, mediante que de no hacerlo así, se despoblaba
dicha Ciudad, y su Término.
(i) No entendemos esto. Parece que debe decir: que concedió al concejo de
Badajoz hacer justicia por igual entre sus vecinos, sin excepción de privilegios y
entre los de Campo-Mayor, sin permitirla hacer al obispo, que como hemos dicho
en otro lugar de esta obra, dicho pueblo pertenecía á su jurisdicción eclesiástica.
BADAJOZ 169
1 4. Otro del mismo Seflor Rey conñrmando otra carta de
su padre en que prohibe á los Consejos de Mérida, Cáceres, Al-
cántara y Xerez (que parten términos) que entren sus ganados
en el de dicha ciudad de Badajoz. .
15. Otro del mismo Seflor Rey Don Sancho cuarto conce-
dió á los Caballeros de Badajoz, que fueren en Hueste y lleva-
ren Lorigas y Caballos cuatro escusados á cada uno.
1 6. Otro del mismo Seflor Rey franqueando de diezmo y
Portazgo á los mercaderes, que vinieren á feria de Badajoz por
el término de los 1 5 días que dura.
1 7. Otro del mismo Seflor Don Sancho cuarto confirman-
do la carta de su padre, que concedió al Consejo de Badajoz, y
al que tuviere la Seña, los treinta maravedís, que percibía el juez
de Martiniega (i) etc.
1 8. Otro del mismo Seflor Rey Don Sancho cuarto confir-
mando al Consejo de Badajoz, la merced de que los Obispos,
ni Órdenes militares no puedan comprar ni enagenar heredades
foreras en dichas Ciudad y su término.
1 9. Otro del mismo Seflor Rey confirmando al Consejo de
Badajoz la merced que le hizo su Padre el Rey Don Alonso dé-
cimo de que ninguno le tome ni embargue sus Hencinales, Al-
cornocales, Piedras de Aceflas, Riveras y demás que espresa.
20. Otro del mismo Seflor Rey confirmando al Consejo de
Badajoz la merced que le hizo su padre, de que cuando haya
pleitos sobre testamentos en dicha Ciudad y su término se vean
y determinen por jueces seculares.
2 1 . Otro del citado Rey Don Sancho IV, confirmando la
merced que su padre hizo al Consejo de Badajoz dé que los ju-
díos pagasen las Oncenas de todo cuanto vendieren.
(i) Tributo ó contribución que se debia pagar el dia de S. Martín (i i de No-
viembre) por las heredades que cada uno poseía, ora al rey si estaban situadas
en lugares poblados de términos suyos propios, ora á los señores si lo estaban en
lugares de su señorío.
sa
lyO BADAJOZ
22. Otro del mismo confirmando la merced que su padre
hizo al Consejo de Badajoz de no pagar Montazgo, ni Servicio
de los Ganados que trageren en su término.
23. Otro del citado Señor Rey Don Sancho IV, que en
trece de Mayo, Era de mil trescientos veinte y tres concedió á
todos los que vinieran á avecindarse á Badajoz, el Privilegio de
ser escusado de todo pecho, salvo moneda forrea, por término
de diez años. '
24. Otro del mismo Señor Rey Don Sancho IV, que en
dos de Diciembre de la Era de mil trescientos veinte y cuatro
concedió al Consejo de Badajoz, varias mercedes y gracias que
expresa á la larga, las cuales se concedieron entonces á otros
Consejos.
25. Otro del mismo Señor Rey Don Sancho IV, confir-
mando al Consejo de Badajoz la gracia de los treinta maravedís
de la moneda que concedió su padre el Rey Don Alonso al que
llevase las Señas y juzgase las cosas pertenecientes á la Martí-
niega.
26. Otro del mismo Señor Rey señalando el precio que se
había de pagar por el hallazgo de los Halcones que se perdie-
sen á los halconeros del rey.
27. Otro del mismo Señor Rey Don Sancho IV, fecho en
Burgos á diez y siete de Mayo, Era de mil trescientos veinte y
cuatro, en que hace merced á los vecinos de Badajoz de que
aunque no tengan carta de sus heredades, sean creídos, si di-
xesen que las compraron ú heredaron en tiempos que, no haUa
escribanos en dicha población y no se les moleste.
Asimismo vimos dos cédulas firmadas de nuestras Reales
manos: Una fecha en Mérida á quince de Marzo de mil setecien-
tos ochenta y nueve tocante á la forma que se debe observar en
los privilegios que de Nos se confirmaren, escribiendo de nuevo
solamente el pliego, ó pliegos de pergamino que fuesen necesa-
rios para las cabezas y pies de tales confirmaciones, sin que sea
preciso copiar de nuevo á la letra los privilegios, sino en las
BADAJOZ 171
cosas que en la misma cédula se especifica. Y la otra hecha en
la Villa de Madrid á nueve de Agosto del presente año de mil
setecientos y noventa para que la Ciudad de Badajoz se le libre
y despache la confirmación que ha solicitado de sus privilegios,
disimulándola y supliéndola el defecto de no tener la del Señor
Rey Don Carlos Tercero: el tenor de las cuales dichas dos cé-
dulas, y el de la referida carta de privilegio y confirmación aquí
unidas ó incorporadas, es como sigue: El Rey etc., etc.
Aquí siguen las dos Cédulas que suprimimos por no ser de
interés.
II
£1 obispado de Badajoz, desde su origen hasta hoy, ha sufrido
muchas correcciones en su constitución geográfica, pasando por
multitud de alteraciones en sus límites y extensión. Su obispo fué
sufragáneo del arzobispo de Mérida, hasta 1 109 en que esta digni-
dad metropolitana destruida por Wamba, se trasladó á Santiago
de Compostela, por bula del papa Calixto II. El territorio del obis-
pado Paxcense fué hasta muy entrado el siglo xiii inmenso, por-
que fuera del que ocupaban las órdenes militares, comprendía
casi todo Extremadura y parte de Portugal, con no pocos pue-
blos de las provincias de Córdoba y Salamanca. En el siglo xiv,
cuando ya estaban formados los obispados de Plasencia, Coria
y Ciudad-Rodrigo, y las órdenes habían llevado el dominio de
sus privilegios á las mejores ciudades del reino, el obispado
Paxcense se vio reducido á las iglesias de los pueblos siguientes:
Aldea del Conde, Azagala, Aldea de los Caballeros, Albalá del
Resio, Alconchel, Albuera, Alburquerque, Almendral, Alconera,
Atalaya, Badajoz, Botoa, Benavente, Bercial, Baldesola, ó Bal-
delasola, Bodonal, Burguilos, Caspio, Cubillos, Ciruelo, CogoUa,
172 BADAJOZ
Casa-Sola, Cortijo, Cantíllana, Cornudilla, Cobillana, Cañaveral
Coto, Cuellos, Caya, Codosera, Corte de Peleas, Cheles, Febre-
ro, Fresnos de Oiivenza, Fresno, Fuente-Omendo, Fregenal de
la Sierra, Feria, Guadajira, Grandina, Granadilla, Gévora, Hi-
guera de Vargas, Higuera de Fregenal, Hinojales, Jerez de los
Caballeros, La-Corducela, La-Granja, Los-Arcos, La-Matanza,
Malpartida, Medinilla, Manzanete, Mantera, Morera, Mañoca,
Nogales, Oliva, Pesquero, Parra, Puebla del Conde, QuintaníUa,
Rebellados, Rubio, Sastenga, Santa Marta de la Rivera, San
Roque, Solaza, Santa Engracia, Soríana, Salvatierra, Salvaleón,
Santamarta, Torre de María Esteban, Torrecilla, Telena, Ta-
lavera la Real, Torre, Valdesevilla, Valverde, Villar de Rey,
Villanueva de Barcarrota, Valencia del Mombuey, Villanueva
del Fresno, Valle de Santa Ana, Valle de Matamoros, Valencia
del Ventoso, Villalva, Valverde de Barquillos, Villa-García, Za-
razo, Zamoreja, Zahimos y Zafra, que suman por todas 95 ciuda-
des, pueblos y villas. Además le eran tributarios en sus diezmos
al obispado Paxcense, las siguientes ciudades y villas: Crato,
Campomayor, Crujas, Los-Santos, Mora, Malfarja, Morón, No-
dar, Oiivenza, Osete, Piedra Buena, Serpa, San Felices, Táliga,
Uguela y Yclves (El vas), que suman por todos 16.
Todo este orden geográfico varió desde el siglo xvi, pues
cuando se formó el llamado arreglo de diócesis, en 1848, este
obispado se vio reducido á 50 pueblos, con 89 parroquias, 3 1
conventos, 89 santuarios y ermitas, regido todo ello por 59 pá-
rrocos, 18 tenientes, 42 beneficiados, 176 capellanes y 189 de-
pendientes. En 1587 contaba la diócesis 54 pilas bautismales,
con 24,014 vecinos, ó sean 96,056 almas, y en 1769 con igual
número de pilas y 77^137 almas.
Consta por escrituras antiguas y disposiciones de los prela-
dos, que las villas y lugares citados más arriba no carecían de
importancia.
En el sínodo celebrado en Badajoz el año de 1255 P^^ ^^
obispo D. Fr. Pedro Pérez, disponiendo las reglas á que habían
BADAJOZ 173
de atenerse los párrocos, clérigos, monjas y seglares, dice al
tratar de que los fíeles sean sepultados en las iglesias, lo si-
guiente: c... é los cristianos sean soterrados (sepultados) en la
sé, é si en la dicha dubdad ó en su territorio muriese é ente
territorio queremos que sea del rio de Olibencia ( i ) aquende é
aguende (¿ayende?) de los regnados de las nuestras aldeas
Valverde é las Revelladas, é Valdesevilla é el Albufera (2) é
Talaveira (3). Las cuales aldeas ya son por ciertos términos
poseídas, é des de Guadiana así como va ome á la cabeza de
la Carbonera, é donde á la Torre de Sagrajos (4), en como se
estiende hasta las cuestas de Botova. — Otro sí ordenamos que
sea este dicho territorio Xebora así como va á la cabera de la
Libiana, é donde como va á Tojabolsas (¿sic?) et des de el
Vostre de Valde Alborquerque con su Altesa (¿sic?) assí como
viene ayuso de la carrera ancha de Campomayor é dende como
va derecha amient al rio de caya...»
Por otras constituciones más modernas se disponen que
... é non faga el obispo Ración prestamera, nin servidera, en
las eglesias de entelena (Telena) con fínojales (Hinojales) nin
de comudiella (Cornudilla) con medienella (Merinilla) nin de
la torrecilla con*el carpió, nin del verceal con Malpartida nin
de Botova (Bótoa) con covillana (Cuvillana), porque son loga-
res de la limitación de la Sée, nin pongan capellanes, é resciban
los sacramentos que y moran de los cureros de la Sée é sirvan
las eglesias de los dichos logares, é sus feligreses, que moran
por capellanes cureros, é deven apaftar sus diezmos en el cille-
ro de la Sée. »
Solano de Figueroa dice que el Bercial estaba poblado aún
en el siglo xv, pues refiere este escritor, tan versado en asuntos
(1) Olivenza.
(2) Albuera.
(f) Talayera la Real.
(4) Dehesa de Sagra ja.
174 BADAJOZ
que se ligaban con la catedral de Badajoz, como «también pa-
rece estar poblado (el Verceal) el año mil cuatrocientos y cator-
ce, porque en una escritura de veinte de Agosto, Juan mosquera
de mbscoso y mari Sánchez su mujer (nota marginal: hijas y
vecinos de Talaverilla) ^ hija y heredera de Sancho Sánchez de
Badajoz y mayor gutierrez. Sobrina de gonzalo Sánchez her-
mano del Sancho Sánchez pleyteando sobre ciertas heredades
en el verceal é en malpartida é en sus términos (así se dice en la
escritura) Aldea é términos de dicha cibdat ett,^ (por Badajoz), se
concertaron con el Dean y Cabildo, que les pagarian en cada un
año seiscientos maravedís de la moneda que corriese al tiempo
de la Paga, por la vida de sus hijos, y nietos legítimos, y pasa-
do vuelban las heredades al cavildo...»
La aldea de Sarteneja estaba próxima á Talavera la Real,
según lo indica una escritura que Miguel Duran otorgó en 4 de
Agosto de 1376, en razón de una sepultura que había compra-
do en la catedral de Badajoz para Elvira Pérez, su mujer, siendo
testigos D. Lorenzo Alfón, racionero, D. López Fernández y
Regodón, presbítero, y D. Juan Pérez, cura Párroco de Tala-
vera y cU Sarteneja^ como así se le nombra, y él se ñrma. Es
de advertir que el nombre de esta aldea, hoy totalmente des-
truida, era también Sartenja y Lartenja^ que de ambas mane-
ras lo encontramos escrito en documentos que hemos registra-
do, pertenecientes á los siglos xii y xiii (i).
Sarteneja fué aldea de moros, muy poblada y rica por sus
campos fértiles. En el siglo xv se suscitó un pleito entre sus ve-
cinos y el Ayuntamiento de Badajoz, por derechos á unas dehe-
sas, y en 1434, á petición del Ayuntamiento de Badajoz (2), el
(i) En los documentos que se custodian en el Archivo de la Catedral de Bada-
joz, donde se pueden ver las actuaciones de aquel largo litigio que al fin se termi-
nó por mediación del obispo D. Bernardo López de Carvajal, que fué elevado á la
dignidad cardenalicia, en 1449.
(2) En el Archivo del Ayuntamiento de esta ciudad existen documentos cu-
riosos, con relación á este litigio, transigido al fin por mediación y á favor del Ca-
bildo catedral de Badajoz, en 14^6.
BADAJOZ 175
rey D. Juan II envió al juez D. García López de León, para que
como comisionado regio averiguase las dehesas, montes, prados
y ejidos del término de Sarteneja, declarando en poder de qué
caballeros estaban, á ñn de que los mandase restituir á la ciu-
dad de Badajoz, á la cual pertenecían, <é non á Sarteneja, ne á
Talavera, e non eran de estos pueblos.»
Y más tarde, en 1484, cuando mandaban los Reyes Católi-
cos, se dieron nuevos autos. Uno de ellos, dice así, en lo con-
cerniente á Sarteneja:
c... e otro sí por el dicho garcilopez de León fué dada otra
«sentencia en favor de dicha ciodad (la de Badajoz) contra Lope
>de Cervera y Constanza barba perez, mujer que fué de Alvaro
»diaz, y otros, en que declaró el lugar de Sarteneja aversido lu-
>gar poblado de la dicha ciodad, y petenecerle su exido y dehe-
>sa, y reservó su derecho á las partes para gozar de las ereda-
>des que tenian en ella...»
Malpartida fué otra aldea importante del Obispado, pues
consta que por el año de 1287 era lugar muy principal, bastan-
te poblado y donde tenían haciendas y también casas algunos
caballeros de la vecina Badajoz; pero del 1297 ^^ conoce este
dato más claramente, por un compromiso que hicieron al canó-
nigo Garci Fernández y Ferrand Ibáñez de la Cámara, ante Rui
Fernández, en veintinueve de Setiembre de la era de mil tres-
cientos treinta y cinco, que es el año de mil doscientos noventa
y siete, y comienza de este modo : — t Sepan cuantos esta carta
•hieren, como sobre pleito é contienda que es entre nos Ferran
tibañez de la Cámara de la una parte é Garcifernandez, Cañó-
>nigo de la Seé de Badajoz de la otra en razón de un hereda-
» miento que el rey Don Sancho obo dado á mi Ferran Ibañez,
»el cual heredamiento es el lugar do dicen Malpartida aldea
»D£ Badajoz, é que me vos dicho Garcifernandez demandábades
»en nombre de Elvira vuestra Sobrina et uno si por razón de
» casas que yo mismo Ferran Ibañez ñce en el sobredicho lugar
»de Malpartida: el otro sobre el pan que fué deste dito here-
176 BADAJOZ
»damiento, que fué pues esto en casa de Don Román: et sobre
•esta razón, por partir pleito é contienda de entre nos, abenímo-
»nos de lo meter, é metérnoslo en manos de Don Gil (i), Obispo
>de Badaios, á quien tomamos por nuestro amigo arbitro en esta
•razón, etc.» — Después, por herencia 6 compra lo poseyó Án-
gel Sánchez Caballero, que junto con D.^ María, su mujer, la
dejaron en capellanía al Cabildo, en mil trescientos cuarenta y
ocho, que fué el afto de mil trescientos diez. « En veinte y dos
de Mayo de mil trescientos setenta y uno, que fué el año de mil
trescientos treinta y tres) permite el Cabildo á la dicha Doña
María, que goce de este heredamiento con tal que ponga su
capellán que cante en la catedral. En mil cuatrocientos y cator-
ce tuvo esta heredad Juan Mosquera é hizo donación de ella á
Hernán Gómez de Solis, Señor de las villas de Salvatierra y
Barcarrota y Duque de Badajoz, como se ha dicho ya. » Y sa-
liendo el cabildo á contradecir este legado, el dicho Fernán
Gómez de Solis, hizo escritura de pagar al cabildo «siete mil
seiscientos maravedís en cada año, de la moneda que corriese
al tiempo de la paga, su fecha en Badaijos Lunes diez y ocho
de Julio de mil cuatrocientos ochenta y cinco.» Poseyóla don
Alonso Manrique, Alguacil mayor, Prefecto de esta ciudad,
de quien la compró el capitán D. Sebastian Montero, y en su
testamento la deja por hacienda de un Hospital que mandó ha-
cer en esta ciudad, situado en la hoy plaza de Minayo.
No tuvo menos importancia Santa María de la Rivera, aldea
que algunos creen corresponde al lugar donde Antonino Pío
sitúa á Evandriana, que es Talavera la Real.
La iglesia de Santa María de la Rivera juega un papel im-
portante en el Obispado, según las disposiciones de que ha sido
objeto por parte de los obispos. Aún se conserva en pie, como
único recuerdo de esta aldea. Está situada entre Lobón y Tala-
vera, en el camino real que de esta villa va á Madrid, y la fábri-
(i) Don Gil Colond, sucesor de Fray Lorenzo Suárez en i 274.
BADAJOZ 177
ca de su capilla da bien claramente á entender no pequeña
antigüedad. García González Terear, Señor de esta Dehesa, que
después heredaron los condes de Benavente, y hoy se llama
Aldea del Conde, pretendió tener dos partes en su diezmo, ale-
gando alguna antigua costumbre y haber sido villa de los Caba-
lleros Templarios. Y habiéndose apelado al Juez Metropolitano,
declaró éste por auto de veinte y tres de Febrero de 1457, por
ante Francisco Sánchez Arévalo, notario, haber sido y ser del
Obispado de Badajoz, y confirmando la sentencia de provisión
en defensa del Deán y Cabildo, dice entre otras cosas lo siguien-
te: «É ansimesmo por las disposiciones de los testigos, nin de los
» dichos instrumentos ante mí presentados, non se prueba el dicho
» Logar de Santa María de la Rivera ser de los Templarios,
»como dicen, etc., é sino que había sido de Badajoz.»
La aldea de Cortijo consta haber estado poblada por la sen-
tencia dada á García López de León ; y por la comisión confiada
por los Reyes Católicos al Lie. Diego López de Truxillo, que
dice: «Otrosí: por el dicho Juez fué dada otra sentencia en pre-
ssencia de las partes en que declara la jurisdicción del Lugar del
» Cortijo, pertenecía á la dicha Ciudad y en la cuenta de subsidio
»del año de 1438 se repartió como hallí se dice: «Al Cortijo lugar
>de Rodrigo Mexia...» Sólo conserva una casa fuerte que está en
el camino de Talavera á Solana sobre el río Guadaxira, propie-
dad que fué de los marqueses de la Guardia.
No lejos de Cortijo está Guadaxira, aldea poblada en el
siglo XIII, según cierto privilegio del Maestre de Santiago, don
Pelay Pérez Correa, dado en Mérida, en la Era de 1307, que
fué año de 1269, á favor de D. Juan Pérez de Badajoz, en el
cual se dice: «Damos é otorgamos é confirmamos á este D. Juan
> Pérez, de sobre dicho un heredamiento de Guadaxira conom-
>brada de las casas que fueron de Domingo Pérez, el obejero.»
De todo lo expuesto se desprende que la mayor parte de
las aldeas que tenía Badajoz hasta los siglos xiv y xv, fueron
destruidas unas por las guerras de la Restauración y otras por
•3
178 BADAJOZ
la de Portugal. Ya en el siglo xvi no existían la mayor parte de
ellas, algunas de las cuales habían sido muy importantes en los
tiempos antiguos, como por ejemplo, Rubio, Febrero, Zarazo,
Fresno de Olivenza, La-Matanza, Malpartida, Elfresno, Caspio,
Cubillo, Bótoba, Benavente, Aldea del Conde, Ciruelo, Valdese-
villa, Bercial, Zamoreja, Lagranja, Rebellados, Azagalla, Cogo-
11a, Casa-Sola, Pesquero, Aldea de los Caballeros, Losarcos,
Cantillana, Hinojales, Albalá del Resio, Baldesola, Cornudilla,
Cuellos, Cobillana, Medínilla, Mañoca, Cañaveral, Telena, Gran-
dina, San Roque, Corchuela, Granadilla, Manzanete, Solaza,
Santa Engracia, Gévora, Caya, Soriana y Manteras, que hoy se
ven, las que más, convertidas en modestas casas de labor.
III
Las condiciones especiales que distinguieron á las razas
trashumantes que poblaron en la antigüedad el suelo extreme-
ño, se dejan ver apenas se estudia la organización de sus mu-
nicipios y el objeto de los fueros que los mismos recababan de
los reyes para el mejoramiento de la agricultura y el fomento
de la ganadería.
De tiempos de los godos, sino de anterior, se conoce la
Cañada Real de Sancha-Brava, que viene desde León hasta
buscar el extremo de Portugal, cañada que medía 80 varas de
ancho y aun 100 por donde el terreno lo permitía. Ya hemos
explicado en el Prólogo de este libro la necesidad que tenían los
ganaderos de buscar abrigo para sus rebaños en el crudo in*
vierno, y yerbas para la época del agosto. Esta cañada, de la
que apenas queda hoy rastro, era, puede decirse, el sostén del
pueblo trashumante, pues gracias á ella sus ganados corrían de
BADAJOZ 1 79
extremo á extremo de la Península huyendo de los rigores del
tiempo. Pero desde la Reconquista, la población extremeña se
multiplicó y necesariamente su agricultura y su ganadería re-
querían más amplitud. Para atender á estas necesidades se formó
la propiedad comunada y las cañadas y rescalvados que daban
pastaje y aposento á los rebaños.
Veintidós cañadas contaba Badajoz, desde fecha inmemorial,
y desde tiempo antiguo también se nota una escandalosa deten-
tación de estos terrenos, demostrando así el abandono en que se
encuentran los bienes comunales, abandono que es la causa de
que estos bienes vayan desapareciendo hasta el punto de que
hoy no puede salirse fuera de poblado, en ninguna dirección sin
ir, puede decirse, por propiedad que llega á ser particular, por
la incuria de los concejales, que no tienen en cuenta que no sólo
se adquiere responsabilidad por lo malo que se hace, sino tam-
bién que se incurre en ella, al menos nioralmente, por lo bueno
que deja de hacerse ; puesto que la apropiación de estos terrenos
es una detentación, y es tan delincuente el que detenta como el
constituido en autoridad que lo consiente.
Por una real provisión expedida en Valladolid el 1 2 de Junio
de 1 55 1, se viene en conocimiento de la necesidad que hubo ya
de que el corregidor de entonces se dedicase á reivindicar te-
rrenos que estaban usurpados y que él logró descubrir, habiendo
aparejos — como decía el procurador general de la ciudad — para
descubrir otros.
£1 señor Salazar, que desempeñaba á la sazón este honroso
cargo, era hombre previsor, puesto que observando sin duda la
gran añción que entonces había ya á apoderarse de los terrenos
pertenecientes á la ciudad, y para que éstos no se detentasen
nuevamente, presentó la siguiente petición:
filustre Señor: El Bachiller Diego Sánchez y Salazar, pro-
curador general de esta ciudad, digo: que por otras peticiones
he suplicado á S. S. mandase proveer como se hiciese un libro
en que estuviesen inscritas todas las cosas tocantes á bienes,
l8o BADAJOZ
propios y rentas de ciudad y depósitos de pan y alcabalas y ser-
vicios, é cuentas y razón de todo ello; y otro libro en que estu-
viesen escritos los límites y mojones de los términos de esta
ciudad, en los lugares comarcanos é con las dehesas que hay en
el término é las visitaciones de todo ello, los cuales libros no se
han puesto en obra de se hacer, hasta que el muy magnífico
señor Diego de Zúftiga, corregidor que al presente es por S. M.,
los ha mandado hacer, y está hecho uno de los dichos libros,
en el cual muy cumplidamente se contienen todas las rentas que
son al cargo de la ciudad, y las tierras y rescal vados y otros
que el señor corregidor ha descubierto y hay grandes aparejos
para descubrirse mds^ y asimesmo contiene los bienes muebles
de la ciudad y depósito de pan y cuentas de todo ello, cuentas
de alcabalas y juicios y la orden que en todo ello en adelante
se ha de tener, é así mesmo su merced ha mandado se haga el
dicho libro de amojonamientos de términos, de los cuales es
muy grande la utilidad y provecho que á esta ciudad se le si-
guen é sería muy mayor sin comparación, dándose orden, como
la que estos libros contienen, y el efecto de ellos se conserve y
perpetúe: para que así se haga suplico á V. S. se practique en
ello para que se gane provisión de S. M. en que mande aprobar
los dichos libros y dar orden como de aquí adelante se guarde
lo en ellos asentado y en lo así V. S. hacer hará lo que á buenos
é celosos administradores de República conviene. — El Bachiller,
Salazar. »
Dióse, pues, cuenta de la petición del procurador general
en la sesión celebrada el 24 de Abril de 1551, resolviéndose
que se llevara al cabildo inmediato el libro que había mandado
hacer el corregidor, acerca de lo pedido por el Sr. Salazar, para
que se viera que estaba todo lo que éste pedía, bien asentado,
y si algo faltaba se pusiera.
Y en efecto, en la sesión celebrada el 4 de Mayo de 1551,
el ayuntamiento después de examinar el libro grande de marca
mayor, bien encuadernado, que presentó el corregidor, para que
BADAJOZ l8l
no se dejara de continuar dicho libro y que permaneciera perpe-
tuamente, ordenó lo que sigue:
€ Primeramente, que el dicho libro esté en poder del corre-
gidor ó juez de residencia que es ó fuese en esta ciudad, y que
en dejando la vara sea obligado á entregar dicho libro al que
sucediere en su lugar, porque el corregidor 6 juez que viniese,
teniendo dicho libro en su poder, muy en breve tendrá enten-
dido todas las cosas y hacienda de esta ciudad.»
c Otro sí : que se prosiga la orden que está comenzada en el
dicho libro, que es la mejor que se puede tener para claridad
y verdad de los negocios de Hacienda de esta ciudad, que es
en cada año escribir el tenor de cada renta de propios, 6 de
tierra, rescalvados ó de otra cosa que sea á cargo de la ciudad,
que se vendiere ó diere en renta, cada una en una hoja y lugar
del dicho libro, en que la tabla, y registro de él está acotada,
declarando qué renta ó cosa se vendió ó dio en renta y por
qué tiempo, y por qué precio y á qué persona y fiador, y á qué
plazo de paga, y cómo de ello se hizo cargo el mayordomo 6
persona que lo ha de cobrar, asimismo las relaciones de cuen-
tas de propios, depósitos de pan, alcabalas, juicios y otras se«
mejantes cosas; escribiendo en suma, cuándo fué el alcance y
quién lo queda á deber y qué persona queda á cargo de lo
cobrar y las demás relaciones necesarias á las cosas de hacienda
en el dicho libro sentadas, cada cosa escrita en la hoja y lugar
donde va comenzado el registrado y así cesará todo error y
fraude...»
Tanta importancia daba el ayuntamiento al libro mandado
hacer, y de tanto interés juzgaba que se continuasen haciendo
en él los asientos prevenidos, que creyó conveniente establecer
una penalidad para el caso de que el corregidor tuviese algún
descuido respecto al particular, como lo expresa el siguiente
acuerdo: *... Y que el dicho señor corregidor y juez de residen-
»cia que es ó fuere, sea obligado á seguir esta orden acerca del
• dicho libro y cuentas y hacienda en él contenidas, sopeña que
l82 BADAJOZ
>por cualquier cosa de ellas, que dejase de así hacer, incurra
>en pena veinte ducados, los cuales se descontarán de su sala-
trio, y se queden en la ciudad, y que del tenor de dicho libro
»haya otro libro en el arca del cabildo de esta dicha ciudad...»
Conforme á lo solicitado por el procurador general de la
ciudad, en la petición que copiamos anterioi'mente, se acudió al
rey á fin de obtener provisión de S. M. aprobando el libro men-
cionado y dando orden para que en adelante se guardase y res-
petase lo anotado en el mismo ; y efectivamente, en 1 2 de Junio
de 1 55 1 se expidió real provisión, en la que consta haberse
aprobado los acuerdos del ayuntamiento, mandándose guardar-
los, cumplirlos y ejecutarlos en todas sus partes. De esta pro-
visión se sacó un testimonio en 25 de Junio de 1551 por el es-
cribano público de la ciudad, Juan Unzueta, á presencia de los
tres testigos Miguel Rodríguez, García Hernández y Antonio
Peinado, con lo cual se puso en vigor todo lo acordado por el
ayuntamiento. He aquí ahora las cañadas que se inscribieron en
el libro:
Cañada de las Cuestas de Cuadrejones y Rinconcillo^ n,^ I.
— Esta cañada tiene 370 varas de ancho; comienza desde el
Vado del Moro, en Guadiana, hasta la dehesa de Cantillana, se-
gún se amojonó en el año de 1552.
Cañada de ¿as Bardocas, n.^ II, — Esta cañada tiene 370
varas y empieza desde Guadiana hasta dar en la calzada.
Cañada de Calatraveja^ n.^ III — Esta cañada tiene 370
varas y sigue por dicha dehesa hasta llegar á la de los Aljobos.
Cañada de los Aljobos^ n,^ IV, — Esta cañada tiene 370 va-
ras de ancho y empieza desde la salida de Calatraveja hasta
pasar del todo la dehesa de dichos Aljobos y entrar en la de
Bótoa.
Cañada de Bótoa y el Pedazo^ n.^ V, — Esta cañada tiene 350
varas de ancho y sigue por dicha dehesa de Bótoa y la del Pe*
dazo hasta concluir en la de Villar del Rey.
Cañada de Cubillos y Sierra Traviesa^ n,^ VI, — Esta ca-
BADAJOZ 183
nada tiene 370 varas de ancho y sigue por dicha dehesa de Cu-
billos á la de Sierra quebrada, vía recta.
Cañada de Sancha Brava ^ n.^ VIL — Esta cañada tiene 370
varas de ancho y empieza desde el Vado del Moro en Guadiana
y sigue por la dehesa Boyal de la Corchuela por Majadal Blan-
co de la misma á pasar el arroyo Calamón.
Cañada de ¿os Fresnos y Satis/olías^ n,^ VI I L — Esta cañada
tiene 300 varas de ancho y empieza desde los Montes por To-
rrebaja, Sartenejas, la Rueda, y baja hasta los Fresnos.
Cañada del Cedeño^ Cocosa, Coníreras, Calamón é Hinoja-
les, n,^ IX, — Esta cañada tiene 300 varas de ancho y empieza
desde Chafrillo á Valdesevilla por el baldío de Calamón, dehesa
del Cedeño, Cocosa é Hinojales y fenece en los rescalvados de
la ribera de 01iven¿a.
Cañada de los Silos y Poca Civera, «.° X, — Esta cañada
tiene 60 varas de ancho y empieza desde el lugar de Valverde
de Leganés hasta dar con la ribera de Olívenza y sigue toda la
ribera arriba por la vera del Santo, donde dicen el Valle de los
Diablos á dar á la roza de García Martínez Mulgoso.
Cañada de Valdesevilla^ n.^ XI — Esta cañada tiene 370 va-
ras de ancho y empieza desde la dehesa de los Arcos y pasa
por dicha dehesa de Valdesevilla y la del Rasiro.
Cañada de la Torrecilla^ n.^ XII — Esta cañada tiene 370
varas de ancho y empieza desde el arroyo de las Torrecillas á
unirse con la del Cedeño, y sigue por Valdepegas, á dar con la
dehesa del Alcornoque, por el baldío á buscar el de los Tres
Arroyos, vía recta á la dehesa de Torrequebrada, la de Silveri-
Ua por el Prado Ruano, hasta Guadiana.
Cañada del baldio del Álamo ^ n,^ XIII —Esta cañada tie-
ne 96 varas de ancho y empieza desde la Fuente del Álamo
siguiendo por la dehesa de la Lapilla y Canchorras, la Lapilla,
Dehesita de Monjas, la del Novillero y Pestaña, rescalvado de
la de los Fresnos á la dehesa y Uguna de Valverde.
Cañada de la Fuente del Rubio ^ n.^ XIV. — Este abrevadero
184 BADAJOZ
de la Fuente del Rubio, es de cabida de 40 fanegas de tierra y
su ancho es de 40 varas.
Cañada de las Merinillas, n,^ XV, — Esta cañada tiene 90
varas de ancho y empieza por el baldío, y sigue entre las dos
dehesas Merinillas Altas y Bajas y debe estar por dichas dos
dehesas, como las demás, abierta en todo tiempo.
Cañada y Abrevadero del Chorlito^ n,^ XVI. — Este abre-
vadero tiene 90 varas de ancho, y empieza por el baldío, y sigue
por entre las dos dehesas Merinillas Altas y Bajas; su recinto
es comprensivo de dichas 90 varas, para el comido y uso de las
aguas, que pasan y pasten en dichos baldíos los ganados.
Cañada del Cucuadero^ n,^ XVII . — Esta cañada tiene 90
varas de ancho y sigue á bajar, hasta el arroyo de la legua legal,
de la villa de la Roca.
Cañada de yUiueta ó Jilimonetillos ^ n.^ XVIII — Esta
cañada tiene 90 varas de ancho, la que no puede ser labrada
por persona alguna para no causar molestia su acogida á los
ganados que pasan de una á otra parte.
Cañada de los Rostros ^ isla del Romo y baldío de ella^ n^ XIX.
— Esta cañada tiene 3 1 o varas de ancho y empieza desde Gua-
diana hasta los rescalvados de Chafrillo.
Cañada del Prado de Silvera, n.° XX. — Esta cañada tie-
370 varas de ancho para todo paso de ganados al río Gua-
diana.
Cañada de Telena, n.^ XXI — Esta cañada tiene 90 varas
de ancho y empieza desde Guadiana siguiendo por el baldío del
Mercadillo á la dehesa de Telena, la del Cedeño y Corchuela.
Cañada del Tesorero, n,^ XXII — Esta cañada tiene 370
varas de ancho; empieza desde dicho Tesorero, por la legua y
media, hasta dar con la cañada de Bótoa.
No aparecen más cañadas ni abrevaderos en el libro muni-
cipal de Badajoz, abierto en 1 5 5 1 ; pero hubo otras de cuya exis-
tencia no nos cabe dudar pqj* documentos y registros que de
ellas hemos visto. Quizás á la fecha en que se abrieron las ins-
BADAJOZ 185
cripciones de las anteriores habría desaparecido todo rastro de
ellas, ó no estaría bien probado su origen comunal y esto impi-
dió su inscripción donde las otras: pero es lo cierto que en 1410
existían entre otras cañadas que no se citan en el libro de 1551
las de la Granadilla y la de Malpica cuyas mensuras desconoce-
mos, así como el abrevadero de Los Molinos, situado á la
derecha del Guadiana, pasando el Puente de las Palmas.
La Cañada Real de Sancha-Brava era distinta de la que con
el número siete figura registrada en el libro municipal, pues esta
era puramente local y la otra general.
Bastan los datos aquí consignados para saber las servidum-
bres que tenía la ganadería de Badajoz, servidumbre de que hoy
no cuenta porque la codicia de los propietarios, de una parte, y
el abandono de los concejales, de otra, hizo que de antiguo pa-
sase esta riqueza comunal al dominio particular.
'4
CAPÍTULO VI
Hijos Ilustres de Badajoz desde el siglo Xin al XVII.
Sánchez de Badajoz. — Don Juan de Badajoz. — Joaquín Romero de la
Cepeda. — Rodrigo Dosma y Delgado
I
EMOS omitido en las diferentes cues-
^ tiones' tratadas en los capítulos prece-
^ dentes, las noticias biográficas de los
hombres célebres que ilustran á la ciu-
dad de Badajoz, desde la Reconquista
hasta los comienzos del siglo xvii,
excepción hecha de los pintores Mora-
les y Rubiales; y Badajoz, como casi
todos los pueblos extremeños, ha dado en la citada época genios
grandiosos en las armas, en la navegación , en la vida contem-
plativa y en las letras.
Al terminar el siglo xv, la atención de todos los hombres
valerosos se fijó en los viajes á países desconocidos. Colón, El-
cano y Vasco de Gama animaron el espíritu de aquellos hom-
bres que por el amor á las aventuras, ó por el interés, soñaban
con lo desconocido. Extremadura se despobló por mandar á las
l88 BADAJOZ
Indias su mejor juventud, y en las diversas expediciones al otro
lado de los mares fueron jugando un gran papel los capitanes
Nufto de Tobar, lugarteniente que fué de Hernando de Soto,
en la toma y conquista de las Floridas; Luís de Moscoso, maese
de campo del mismo Soto; Juan de Vega y Diego de Castro, no
menos célebres y compañeros de los anteriores; Cristóbal Mos-
quera, capitán con Pizarro, en el Perú; Juan Alonso, compañero
del famoso Vasco Núñez ; Arias de Acebedo, notable en las re-
vueltas del Panamá; Juan Núñez de Prado, conquistador del Tu-
cumán, y todos nacidos en Badajoz, donde contemporáneos á
ellos vivían también el célebre cronista Dosma y Delgado,
los inspirados poetas Sánchez de Badajoz y Romero de la Ce-
peda, el político Alfonso de Badajoz y el arquitecto Juan de
Badajoz, quienes por sus antecedentes históricos unos y litera-
rios otros^ merecen lugar preferente en este capítulo (i).
II
La familia de los Sánchez de Badajoz pobló esta ciudad
desde los primeros días de su reconquista, y la ilustraron des-
pués con políticos y literatos de gran fama.
Fernán Sánchez de Badajoz había nacido en esta ciudad por
el año de 1329. En su juventud fué militar, y en las guerras
entre D. Pedro I de Castilla y D. Enrique II (el de las Merce-
des ó el Dadivoso)^ se puso al lado del bastardo, á quien pro-
tegió con sus huestes en Extremadura, levantando por él ban-
dera.
(i) Las biografías de todos estos hombres las encontrará ei lector en nuestra
obra Diccionario histórico^ biográfico^ critico y bibliográfico de autores, artistas y
extremeños ilustres, (Madrid, 1884.— Dos tomos en folio mayor, con retratos,
autógrafos y facsímiles.)
BADAJOZ 189 '
El rey fratricida le honró con su confianza^ y desde 1357 se
vio á D. Fernán de consejero del monarca, interviniendo en
las guerras que éste sostuvo largo tiempo con el rey de Portu-
gal, D. Fernando, quien disputaba la corona de Castilla como
biznieto de D. Sancho el Bravo ^ dirigiendo la política que siguió
España con Francia, á lo que se debió la derrota de la escua*
dra inglesa, el mejor triunfo del monarca usurpador y fratri-
cida.
En 1360 D. Fernán Sánchez de Badajoz era alcalde de esta
ciudad, y en 1367 alcanzó del rey D. Enrique el señorío de la
villa y castillo de Villanueva de Barcarrota.
D. Fernán descendía del famoso caballero Sánchez, que
acompañó en 1228 al rey D. Alfonso IX á la conquista de Ba-
dajoz, siendo él quien más puso en la victoria, y por cuyos servi-
cios le concedió el rey el segundo apellido de Badajoz, como
dice Silva y Almeida en su libro Nobleza de Extremadura, al
fol. 354.
Garci Sánchez de Badajoz, su descendiente, fué un poeta y
trovador distinguido, que nació en el año de 1475.
La época de este trovador fué acaso la más gloriosa que
cuenta España para su literatura caballeresca.
Apenas las monarquías cristianas se fueron formando, y á
medida que gozaran de paz, hubo reinos, en la hoy Península
ibérica, que contaron con una verdadera corte de trovadores y
literatos capaz de dar fama á una civilización. El rey D. Juan
fué el más entusiasta por las letras, y en Aragón como en Va-
lencia, y en Extremadura como en Cataluña, aparecieron vates
ilustres, que son la fama de aquellos tiempos. D. Alfonso el
Sabio inició en Sevilla tal vez la afición de los monarcas espa-
ñoles por las letras, pues Macías el Enamorado^ el arcipreste
de Hita, como los primitivos trovadores catalanes y valencianos,
amparados vivían bajo las almenas de los palacios feudales.
Extremadura tomó gran parte en esta empresa próspera
para las letras patrias, influyendo poderosamente, por medio de
igO BADAJOZ
SUS trovadores y filósofos, en el desenvolvimiento que la litera-
tura nacional tomara desde el siglo xiv hasta el xvii, como lo
justifican las obras del trovador Garci Sánchez, las comedias de
su hermano el bachiller D. Diego Sánchez, y cuanto escribieran
Vasco Díaz Tanco, Bartolomé de Torres Naharro, Luís de Zú-
fiiga, Lorenzo Sepúlveda, Sánchez el Brócense^ Dosma y Del-
gado, Arias Montano y otros tantos ilustres genios como po-
dríamos citar aquí sin el temor de cansar con tantas citas.
El músico Sánchez de Badajoz es considerado por nuestros
críticos, y sobre todo por los poetas del siglo xv, una originali-
dad que no tiene rival, no tanto por el nombre que le dan sus
versos y canciones, como por las genialidades que le distinguían.
Las anécdotas que de él refieren las crónicas lo presentan como
un aventurero estrafalario muy semejante á los trovadores que
hasta su época recorrían los pueblos de Europa cargados del
laúd, cautivando á las muchedumbres (i).
(i) Cuenta un cronista que estando en cierta ocasión penado por una dama,
subióse muerto de sus amores á un terrado que tenía, desde donde algunas veces
la podía ver. Y estando allí un día, un grande amigo suyo lo fué á visitar y el cual,
preguntando á sus criados que á dónde estaba, le fué dicho que allá arriba, en el
terrado. Él se subió derecho alU, y hallándole solo le dijo que cómo estaba allí.
Respondió prontamente Garci-Sánchez: v^á dónde puede estar mejor el muerto
que enterrado ?•> Dando á entender que, pues estaba muerto de amor, era razón
que estuviese enterrado.
También cuenta de él esta otra anécdota, que no es menos chistosa:
«Habitaba en Jerez, en tiempo de los Reyes Católicos, el poeta Garci-Sánchez,
uno de los ingenios más sobresalientes por aquel tiempo en el instrumento de la
vihuela. Pero fué tal su decidida afíción por él, que se volvió demente. Llega-
do á Jerez un corregidor, gran músico y tañedor de dicho instrumento, sabedor
de la habilidad de Garci-Sánchez, le mandó llamar, á pesar de su estado de locu-
ra, rogándole tocase algunas de sus piezas favoritas. Garci-Sánchez formó empe-
ño en que el corregidor había de tocar primero, y puso la vihuela en sus manos.
El corregidor no quería; pero fueron tantas las súplicas y corteses palabras del
demente, que al fin accedió, tocando antes que Garci-Sánchez, quien dejó admira-
dos á todos los que le escucharon. Quiso saber el corregidor por qué Garci-Sán-
chez le había rogado tanto para que tocara el primero, pensando había sido con
ánimo de deslucirlo, y le dijo:
»— Señor Garci-Sánchez, ^por qué ha porfiado vuesamerced tanto para que yo
tomase primero la vihuela?
»— Señor corregidor— contestó inmediatamente y con mucha gracia el loco,—
porque quería ver en poder de la justicia á la que tanto mal me ha ocasionado.»
BADAJOZ 191
Es este notable trovador una de las figuras literarias más
grandes que ostentó Extremadura en el siglo xv, en que tocaba
á su término la guerra de la Reconquista, epopeya colosal que
escribieron nuestros antepasados con poemas y ("omances á
cual más célebres, y que forma quizá el mejor florón de nues-
tra literatura nacional. Su mejor obra parece que fué El infier-
no de amor. Pero conocemos de él varias poesías sueltas, que
se han impreso y coleccionado en el Cancionero general^ al
tomo XVI, pág. 640 (B. de A A. E.) (i).
No conocemos más trabajos de este poeta.
En la Lamentación de amor^ una de sus mejores composi-
ciones, encontramos estrofas como ésta:
cMérída, que en las Españas
otro tiempo fuiste Roma,
mira á mí,
|Y verás que en mis entrañas
hay mayor fuego y carcoma
que no en tiU
(i) El primero comienza:
* «Caminando por mis males,
abogando d^esperanza,
sin ninguna confianza
de quien podiese valerme,
determiné de perderme
é irme por unas montañas,
donde vi bestias extrañas,
fieras de quien hube miedo.»
Y termina:
«Adonde iré, adonde iré,
que mal vecino amor es.»
El segundo romance comienza asi :
«Despedido de Consuelo
con pena de amor tan fuerte,
queriendo darme la muerte
de verme desesperado,
por consolar mi cuidado
me saii por una senda.»
Y termina:
« Pues si sabéis conoceros,
bien podéis aseguraros
que es imposible olvidaros
quien una vez pudo veros.»
192 BADAJOZ
Se cita un antiguo romance del siglo viii, que comienza con
los dos primeros versos de la anterior estrofa, y esto nos hace
suponer que la cita es falsa, ó que Sánchez de Badajoz copió
los dos primeros versos de aquel romance para su estrofa en
Lameníación de amor y lo cual no es creíble.
Hermano de éste era el bachiller D. Diego Sánchez, poeta
dramático nacido en 1479. Estudió en Salamanca y fué paje
del obispo pacense D. Pedro Ruiz de la Mata. En 15 18 fué
nombrado párroco de la villa de Talavera, en la iglesia de Núes*
tra Señora de Gracia, única parroquia de ella.
Puede decirse muy bien que en sus tiempos no tuvo autor
que le aventajase en esto de escribir para el teatro, y con es-
pecialidad farsas ó autos sacramentales ^ que tan en boga era
en todo el siglo xv y hasta el xvii, pues como el pueblo no tenía
otra mejor diversión que el teatro, todos los ingenios dieron
pasto á esta necesidad de los tiempos. Y era justo, porque el
pueblo siempre ha necesitado diversiones que le distraigan y
entretengan; así vemos jra en los primitivos tiempos el teatro,
los juegos olímpicos y el circo; en la Edad-media, los torneos,
los juegos de caftas, justas, y, finalmente, en nuestra época, los
espectáculos han aumentado de una manera prodigiosa, rena-
ciendo el teatro con su antiguo esplendor.
El teatro caracteriza las costumbres de un pueblo, presen-
tando sus inclinaciones y modo de ser. Todas las naciones han
tenido eminentes varones que se han dedicado á él. Shakspeare,
en Inglaterra; Schiller, en Alemania; Corneille, Racine y Molié*
re, en Francia, y en nuestra España los inmortales Lope de
Vega, Calderón de la Barca y otros muchos, que han sabido
elevar el teatro español á la altura en que se halla, y que, sien-
do el orgullo del paí¿ en que nacieron, son la admiración de
los extranjeros, como lo fué también nuestro Diego Sánchez,
que por medio de sus obras prestó una gran influencia en la
literatura nacional.
No sabemos los principios de este poeta ni aun dónde hizo
BADAJOZ 193
SOS estudios. Por la antefirma suya, que hemos visto en los
libros parroquiales de Talavera la Real, donde estuvo de párro-
co desde 15 18 hasta 1529, en que le sustituyó D. Pedro Gon-
zález de Burguillos, sabemos que era Bachiller; pero por auto-
res y referencias que después se hacen á su nombre, como autor
y poeta dramático, vemos que se le llama el Canónigo de Bada-
joz por unos, y el Cura de Talavera por otros, induciéndonos
esto á creer que pudo ser muy bien canónigo después de párro-
co, como nos consta que antes de estar en Talavera había sido
también paje del obispo D. Pedro Ruiz de la Mata.
Pero volviendo á las obras de D. Diego, diremos que la
mejor que se le reconoce es la que lleva por título: Recopilación
en metro del Bachiller Diego Sánchez de Badajoz ^ en el qualpor
gracioso cortesano y pastoril estilo se cuenta y declaran muchas
Jiguras y autoridades cU la Sagrada Escriptura,
Esta obra, impresa en los tiempos del autor, ha sido reim-
presa é ilustrada en 1881, y figura como tomo I de las de Sán-
chez de Badajoz, por lo cual deducimos desde, un principio que
la empresa Libros de antaño^ que la da á luz, se proponía reim-
primir todas las del poeta badajocense (i).
(1) Contiene este tomo:
1 .** Poesías (hasta la pág. 8o).
2.** Las siguientes farsas y autos :
a. Farsa teologal,
b. Farsa de la Natividad.
c. Farsa de Santa Bárbara.
ch. Farsa de Salomón.
d. Farsa moral.
e. Farsa de colmenero.
f. Farsa de Tamar.
g. Farsa dicha militar.
h. Farsa nacional del libre albedrio.
i. Farsa de matrimonio,
'], Farsa del Santísimo Sacramento.
1. Farsa de los doctores.
Todas estas obras se dan recogidas en el tomo XI de la biblioteca de los Libros
de antañOy que es el tomo I de las del poeta de Badajoz.
Las poesías que preceden á los autos y farsas ya citados llevan los siguientes
títulos :
as
194 BADAJOZ
En efecto, en fines del año anterior dio el II y último del poe-
ta, que á pesar de tener el pie de imprenta como dado en 1 88o,
no se repartió sino seis años después (i). En el apéndice de
I .* Montería espiritual.
3.' Matraca de jugadores,
3.* Romance á Nuestra Señora.
4,° Romance á la Pasión.
5.** Coplas á la sarna.
6.* Invitatorio para cantar los muchachos el dia del Corpus.
7.* Otro para cantar y bailar al tono del Chapirón.
8.' Introito de pescadores de tierra de Badajoz.
9.' Introito de los Siete pecados.
1 o. Introito de Herradores.
1 1 . Copias á San Juan Bautista.
1 2. Copias duna mon/a.
El Introito de Pescadores de tierra de Badajoz, comienza así :
Past. ¡Dios! Que de hcrme pastor
yo me hallo arrepentido,
porque ya sabéis que he sido
muy nombrado pescador.
Es ofício de primor,
que á los pobres pescadores
para ser predicadores
escogió Nuestro Señor...
Y termina con estos otros:
i Aquesta boga he tenido ?
Es para el señor prior,
porque sé que es pescador,
y es bogas el más pescado,
todos estotros señores
paguen si quieren comellos,
que no podrán bastecellos
cuatrocientos pescadores.
¡ Hablar! amores, amores;
perdonen si no he sabido^
que hablo sobre bebido
y no curo de primores.
Esta obra de la Recopilación en metro estáfíelmente reproducida del único ejem-
plar gótico que se conoce de ella, y en su licencia para imprimirse, dada en Toro
por D. Francisco de Ledesma, en 23 de Abril de 1552, se dice fué pedida por
Juan de Figucroa, vecino de Talavera la Real, y sobrino del bachiller D. DiegOi
citándose la Recopilación de farsas y sermones^ con un Confisionar io,
(i) Contiene:
a. Farsa del matrimonio.
b. Del Santísimo Sacramento.
BADAJOZ 19»;
este libro se dan trabajos muy curiosos (i). El último lo firma
Barrantes y Moreno en Manila, en Diciembre de 1885.
Hernán Sánchez era hermano de los anteriores, y como
ellos nació en Badajoz el año de 1496.
En las primeras expediciones de Pizarro marchó á la Améri-
ca, con la codicia que otros tantos aventureros, que pretendían
hacerse ricos á toda costa y en el menor tiempo posible. Por el
afto de 1539 se hallaba en la América Central, y recorrió todo
el reino de Nueva Granada, recién sometido á su mando, esta-
bleciéndose en Cartago, ciudad que él engrandeció, como la me-
jor en toda la provincia d^ Pompayán, situada á 37 leguas de
Santa Fe de Bogotá.
Algún tiempo después el emperador le nombró gobernador
de Cartago, con cuyo motivo hizo las mayores atrocidades
que pueden idearse contra los indios, por apoderarse de las
riquezas del país, sometiéndolos á los más escandalosos vejáme-
nes. Con tan censurable conducta reunió una fortuna inmensa;
pero las quejas contra él llegaron hasta el emperador, el cual.
c.
De los Dadores.
d.
De la Fortuna ó Hado.
c.
De Isaac.
f.
Del molinero.
g-
Del Moysén (Del rey Moisés).
ch
. De Sania Susana.
i.
Del Rey David.
•
I.
De Abraham.
1.
De la Iglesia.
11.
Del Herrero,
m.
De la Salutación.
n.
De San Pedro.
ñ.
De la Hechicera.
0.
De la Ventura.
P.
De la Muerte.
q-
Del Juego de cañas.
r.
Dan^a de los f>ecados.
(I)
a. De la edición presente.
b. De la edición gótica y del ejemplar tínico.
c. Del autor y su tiempo.
d. De las poesías y de las farsas.
e. Fe de erratas.
196 BADAJOZ
sometiendo todas ellas al Real Consejo de Indias, se dispuso
que fuese depuesto y entregase el mando al capitán Diego Gu-
tiérrez, quien había de instruir una información amplísima so-
bre las denuncias que existían contra Hernán Sánchez de Ba-
dajoz (i).
Es fama que Diego Gutiérrez se presentó en Cartago con
tropas que le siguieron; prendió á Hernán Sánchez de Badajoz
en nombre del emperador Carlos V, y después de apoderarse
de cuantos bienes él tenía y de sus dineros y vestimentas, le
puso en libertad á condición de que se embarcase al momento
para España. Parécenos que el Gutiérrez no era mejor que Sán-
chez de Badajoz, en punto á probidad, porque apenas éste llegó
á la Península, se dio á prisión como vino de América, y desde
la cárcel real de esta corte comenzó á reclamar contra el Diego
(i) He aquí este curioso escrito :
«REAL CÉDULA Á HBRNAN SÁNCHEZ DE BADAJOZ PARA QUE SALGA DE LA
* GOBERNACIÓN DE CARTAGO
Talavera^ 1 1 de Enero de ¡$41.
»)EI Rey.— Hernán Sánchez de Badajoz, sabed que nos abemos mandado tomar
cierto asiento y capitulación con Diego Gutiérrez sobre la conquista y población
de la provincia de Cartago, el quai me ha hecho relación que á su noticia ha veni-
do, que vos, por virtud de cierto asiento que con vos tomó el Doctor Robles, os
abéis entrado con gente dentro los términos de la dicha governacion, y abéis he-
cho y poblado algunos pueblos, y abéis ávido mucha cantidad de oro y otras
cosas de los yndios della, c me suplicó vos mandase, so graves penas, que luego
saliéredes de la dicha su governacion y Ic diésedes qüenta de todo lo que oviése-
des ávido, y lo volviéscdes y restituyésedes, para que nos pudiese dar qüenta y
avisarnos dello, y mandásemos á los vezinos de los pueblos que oviéscdcs pobla-
do en la dicha su governacion que le obedeciesen como á su governador y cum-
pliesen sus mandamientos, como eran obligados, ó como la mi merced fuesj, lo
qual visto por los del nuestro Consejo Real de las Indias, fué acordado que devia-
mos mandar dar esta nuestra Cédula en la dicha razón, c yo tóvelo por bien, por-
que vos mando que, luego que con ella fuércdes requerido, salgáis de la dicha
provincia de Cartago, que ansí hemos dado en gobernación al dicho Diego Gutié-
rrez, y no entendáis en cosa alguna de lo que por el dicho Doctor Robles os fué
encomendado, por virtud de la capitulación e asiento que con vos tomó, e si qui-
siésedes quedar como vezino á vivir e poblar en la dicha provincia, lo podáis ha-
zer, obedeciendo como á nuestro gobernador de la dicha provincia al dicho Diego
Gutiérrez, lo qual ansi hazed e cumplid, so pena de la nuestra merced e de perdi-
miento de todos vuestros bienes para nuestra Cámara e fisco; e mandamos á los
Concejos, Justicias, Regidores, Cavalleros, escuderos, oficiales e omcs buenos de
todos e cualesquier pueblos que oviese poblados ó se poblosen en la dicha pro-
BADAJOZ 197
Gutiérrez, hasta el punto que el Consejo de las Indias tuvo que
dictar providencia en el asunto (i).
Este proceso no terminó en vida de Hernán Sánchez de Ba-
dajoz, el cual murió en la miseria, purgando así sus culpas
cometidas en América.
vincia de Cartago, y á otras cualesquier personas, capitanes e gentes que en ella
residieren, que ayan y tengan por nuestro governador de la dicha provincia al
dicho Diego Gutiérrez, y como a tal le obedezcan y cumplan sus mandamientos y
le entreguen cualesquier varas de justicia que tengan, y no usen mas dellas sin
nuestra licencia y especial mandado, so las penas en que caen e incurren los que
usan de oficios públicos para que no tienen poder ni facultad. Fecha en la villa
de Talavera á honze dias del mes de henero de mili e quinientos e quarenta e un
años.—Fr. G. CardinaHs Htspalensis. Refrendada de Juan de Samano.— Señalada
de los dichos.»
(i) Hela aquí:
«REAL CÉDULA Á RODRIGO DE CONTRERAS PARA QUE ENVÍE Á LA CASA DE CON-
TRATACIÓN DE SEVILLA LOS BIENES CONFISCADOS Á HERNÁN SÁNCHEZ DE
BADAJOZ.
Valladolidf i.f de Mayo de is-l''
»>E1 Rey. — Rodrigo de Contreras, nuestro governador de la provincia de Nicara-
gua: Hernán Sánchez de Badajoz me a hecho relación que estando él en la Cosia
rrica, por comisión e licencia de la Audiencia real de Panamá, conquistando e pa-
(^ificando aquella tierra, fuistes vos a ella diciendo ser de vuestra governacion, y
le prendistes y tomastes todo el oro y plata, bienes y esclavos, y cavallos que
tenia, que todo ello vale más de quince mil castellanos y a él le ynviastes preso
ante nos, y os quedastes con los dichos bienes, sin quererle dar dellos cosa algu-
na para su gasto; de que avia recibido mucho agravio y daño, y me suplico que
pues el estava preso en la Carecí rreal desta Corte, y su negocio estaba pendiente
en el nuestro Consejo de las Yndias, donde se haria justicia, vos mandase qjue
bolbiesedes a el (o a quien su poder hobiese) todo lo que ansi le abiades tomado
(o como la mi merced fuese), lo qual visto por los de nuestro Consejo, fue acor-
dado que debíamos mandar dar esta nuestra cédula para vos, e yo tóbelo por bien,
por que vos mando que luego que con esta mi Cédula fueredes rrequerido, en-
bieys ante nos al dicho Consejo el ynventario de los bienes que ansi tomastes al
dicho Hernán Sánchez de Badajoz, con juramento de todo lo que fué, sin quedar
cosa alguna, y el oro y plata que ansi lo tomastes lo enbieys á nuestros oydores
del Audiencia rreal de Panamá, para que ellos de alli lo enbien a poder de los
nuestros oficiales que residen en la Ciudad de Sevilla, en la casa de la Contrata-
ción de las Yndias, e si algunos de los bienes que ansi le tomastes están en pié,
los vendáis en almoneda publica e lo procedido dellos lo ynbieis juntamente con
el dicho oro e plata, lo cual ansí haced e cumplid so pena de la nuestra merced y
de diez mil ducados de oro para la nuestra Cámara e fisco.
«Fecha en la Villa de Valladolid a catorce dias del mes de mayo de mili e qui-
nientos y cuarenta y dos años.— yo e/ rrey.— rrefrendada de Samano.— Señalada
del Doctor Veltran y Obispo de Lugo y doctor Vernal y licenciado Gutiérrez Ve-
lazquez.»
198 BADAJOZ
Y apuntaremos aquí una coincidencia que se da entre Her-
nán Sánchez de Badajoz y sus antecesores Alfonso de Badajoz
y Garci-Méndez de Badajoz: aquél se víó procesado y confisca-
dos sus bienes ; éstos también fueron procesados y confiscados
sus bienes, uno y otros por faltas iguales.
III
El célebre arquitecto Juan de Badajoz, sigue cronológica-
mente á los personajes anteriores.
Pocas noticias tenemos de este famosísimo artista. En 1520
estaba en Sevilla cautivando la atención de los inteligentes con
sus obras de escultura ; pero parece que después se dedicó con
predilección á la arquitectura.
En 1537 trazó y dirigió la obra plateresca del claustro bajo
del famoso monasterio de San Zoilo, de Carrión de los Condes,
y después concluyó parte de la fachada principal del convento
de San Marcos de León, en cuya ciudad residía, dirigiendo los
trabajos de su famosa Catedral.
Fué llamado á Sevilla para consultarle el cierre de los tres
arcos principales de aquella Catedral, y se negó á dirigir los
trabajos de la recomposición y ensanche de la de Badajoz, idea-
dos por el obispo D. Francisco de Navarra y Díaz, porque á
juicio del artista había de tirarse todo el edificio para hacerlo
nuevamente.
La Catedral nueva de Salamanca, trazada por Juan Gil y
Hontañón, fué dirigida por Juan de Badajoz, asociado á Fílipo,
que dirigía la obra de la de Sevilla, á Covarrubias que estaba
encargado de la de Toledo, y á Vallejo que terminaba la de
Burgos.
D. J. Agustín Ceán Bermúdez, en su Diccionario histórico
BADAJOZ 199
de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España^
dice al tomo I, hablando de Juan de Badajoz, que c fué escultor
y arquitecto. Trazó y dirigió el año de 1537 la obra plateresca
del claustro bdjo del Monasterio de San Zoilo de Carrión de los
Condes, lleno de infinitas medallas, adornos y relieves de buen
gusto, que ejecutaron Juan de Bobadilla y Pedro Cicero, como
se reñere en sus artículos (los que él les dedica en su obra). Era
entonces arquitecto de la Santa Iglesia de León, y concluyó
parte de la fachada principal del convento de San Marcos en
aquella ciudad, que contiene excelentes medallas en el zócalo
sobre que descansa el primer cuerpo, y en las pilastras que divi-
den de arriba á bajo la fachada, con caprichosos grotescos, todo
lo cual está trabajado con gusto y delicadeza.»
Juan de Badajoz hizo el célebre Monasterio de San Pedro
de Escalona. Sobre la puerta que conduce al Claustro hay una
lápida que lo declara, según en ella se lee, que es lo siguiente:
Anno domini M.D.XLV. die Vero IX
Aprilis Hanc Aedem didacus lucius.
Abbas et Johanne Badajoz Architecto
Ab ipsis fundamentis erexit.
Badajoz falleció en 1 5 7 2 y le sucedió en la dirección de sus
trabajos el arquitecto Ribero y su aparejador Rodrigo Margóte.
IV
Joaquín Romero de la Cepeda fué un eminente poeta nacido
en 1540. Fué de gran resonancia en el siglo xvi por su estilo
culto, su dicción castiza y la influencia que prestara con sus obras.
Su libro Conserva espiritual^ publicado en Medina del Cam-
po el aAo de 1588, es curioso, ya que no importante en los
tiempos que corren. Va dirigido á D.^ Francisca de Padilla,
200 BADAJOZ
M. de Auftón, y es compuesto de una especie de canciones pre-
cedidas de elogios por Pedro Carreto y Gregorio Galindo.
Pero la fama de Romero de la Cepeda le nace mayormente
de sus trabajos dramáticos, pues los cuenta suyos de gran mé-
rito, no obstante haberse perdido para los amantes de la crítica.
Sus tiempos también le favorecieron mucho, porque la poesía
dramática, al entrar el siglo xvi, formaba en España una escuela
respetable, pues baste decir que entre los muchos que se dedi-
caron al teatro en aquellos tiempos, podemos citar á Luís de
Miranda, Juan Timoneda, Luís de Avendafio, Pedro Suárez de
Robles, Alonso de la Vega y Juan de la Cueva, autor de Los
siete infantes de Lara y La muerte de Virginia, Éste dividió la
comedia en tres jornadas, en vez de cinco, aunque se atribuye
esta novedad á Cervantes. Contemporáneos de Cueva fueron Cris-
tóbal Virues; el aragonés Andrés Rey de Artieda, que compuso
Los amantes de Teruel^ Los encantos d£ Merlin y otras varias;
Gaspar de Aguilar^y Cervantes, siendo las más apreciadas Los
tratos de Argel, La Numancia y La Confusa,
Lope no elevó el teatro á la perfección, como hubiera podi-
do hacerlo si no se hubiese entregado á su imaginación, á seme.
janza de lo que hizo también Romero de la Cepeda. La mejor
obra de éste es El salvaje, que, aunque no del todo original,
porque es una imitación de La Celestina, fué muy celebrada por
todos los poetas de los tiempos de su autor. Pero indudable-
mente lo que más nombre dio á Romero de la Cepeda fué su
Conserva espiritual^ obra ya muy rara y que apenas si se en-
cuentra en las bibliotecas más selectas. En esta obra está
fielmente representada la facultad del vate, y ya se deja ver
en sus versos, un tanto dulces, algo de la filosofía de su si-
glo (I).
(i) Empieza asi:
«Fuera Venus y Cupido,
que aqui no tenéis lugar;
yo desde agora os despido,
BADAJOZ 30I
Pero las poesías de este autor tienen rasgos notables que ha-
cen resaltar las dotes del vate y las del historiador, que ambas
porque no queréis entrar
en lugar tan recogido...»
Luego discurre muy acertadamente, acerca de la vanidad y los engaños, de
esta manera :
« La humana vida del hombre,
con mil ansias conservada,
en esta triste jornada
tiene por propio renombre
ser de dolores cercada.
Que del cansado tivir
se puede muy bien decir
cuanto la vida durare,
que acierta el que la llamare
no vivir, sino morir.
Y aunque el tiempo es corto y breve
de esta vida trabajosa,
es tan triste y tan penosa,
que en ella se gusta y bebe
miel amarga y dcsgustosa.
Y es tan continuo el tormento,
que si se halla un contento,
se tiene por cosa cierta
estar tocando á la puerta
el triste arrepentimiento.
Estos deleites mundanos,
pasatiempos y alegrías,
^qué son, sino niñerías
de contentamientos vanos
que se acaban con los días?^
Y el qtie mucho deseó
un placer, si lo alcanzó
queda dello arrepentido,
ó por avello perdido,
ó porque al fin lo perdió.
Pensamientos y deseos
fundados sobre la arena,
¿qué son, sino lloro y pena
atraídos por rodeos '
con que el alma se condena?
Y ^qué son las presunciones
de tan locas hinchazones
de este mandar y valer,
pues al cabo se ha de ver
que quedan por los rincones ?»
36
202 BADAJOZ
reunía el poeta badajoceAo, como lo demuestra muy sobrada-
mente en su otro libro La antigua^ memorable y sangrienta des-
tructibn de Troya^ sacada de varios autores^ repartida en diez
narraciones (Toledo, 1583).
Se divide esta obra, tan renombrada por los eruditos, en diez
novelas en prosa, veinte romances y un resumen histórico de lo
acaecido á los diferentes personajes después del sitio.
Otras obras tiene impresas en Sevilla, en 1582, y que aun
de menos importancia que las anteriores, no tienen tan poca que
no merezcan recomendarse al erudito y al bibliófilo.
Y más adelante critica el poeta la costumbre que' había de prodigar el tra-
tamiento de ilusirisimo á todas las personas de mediana posición, con estos
versos :
ttYa no se puede escribir
magnifico, noble, honrado,
es cosa para reir
que en cualquiera suerte ó estado
ilustre habéis de decir.
Ilustre es el caballera,
ilustre la monja ó fraile,
ilustre el acemilero,
ilustre el sastre y pelaire,
ilustre un vil zapatero.
Ilustre es un ganapán,
ilustre el pobre y el rico,
ilustre es un sacristán,
ilustre es un pasto rcico,
ilustre el cura y deán...»
Tiene la Conserva espiritual sentencias lindísimas. Por las siguientes, que co-
gemos al azar, podrá juzgar el lector de todas ellas :
«...Y duermas tan á contento
en tus pensamientos vanos,
que no tengas pensamiento,
que la vida es como viento
que se va de entre las manos.
Con mala levadura
corrompe la masa tierna,
ansí la mala escritura,
si buen seso no gobierna,
corrompe flaca natura.»
BADAJOZ
203
Rodrigo Dosma y Delgado es el célebre cronista que cierra
el número de los hijos ilustres de Badajoz en la época á que nos
venimos refiriendo. Había nacido el 20 de Julio de 1533, de una
ilustre familia oriunda de Cáceres, y que desde principios del
siglo XVI tenía legítima representación en la antigua capital de
Extremadura, pues en 1523 eran canónigos de la catedral de Ba-
dajoz D. Alvar Pérez, Pedro Dosma, Luís Delgado y Luís Dos-
ma, próximos deudos de nuestro teólogo y cronista.
Fué su padre D. Luís Delgado, canónigo ya citado, y su
madre Francisca Rodríguez Pacheco, como el mismo Dosma y
Delgado dice en su testamento, que manuscrito se conserva en
el Seminario Conciliar de San Athón de Badajoz (i).
(i) En él se dice : « y en la dicha yglesia do quiero que se entierre perso-
»na alguna sino mis parientes y criados y allí se traslade el cuerpo de mi madre
i»francisca rrodriguez pacheco y su padre pedro sanchez pacheeo de la sepultura
»mia que está en entrando (en la Catedral) en el claustro del Bautista en que des-
•pues nadie se entierre ; y escríbase en la piedra no se abra más, y trasládese
«también los güesos de mi agüela theresa rrodriguez, madre de mi madre, muger
»de Pedro sanchez pacheco, que por mi ausencia se enterró ante el altar del bau-
»tista, en el claustro entre las sepulturas de mi padre luis delgado y la descobar ;
»y en mi sepulcro otro que ninguno xamás se meta.» ^
Aún puede leerse en el sepulcro del canónigo Luis Delgado su inscripción, que
dice así :
z
DOMI ME
aquí YAZE LU
0
0
IS DELGADO
( Escudo de lot Dosmas y DeIg«dof . )
0
:=
CANÓNIGO
DE ESTA SAN
C/3
H
0
0.
TA IGKEZIA
>
204 BADAJOZ
Por estos antecedentes de los padres de Dosma y Delgado,
se viene á conocimiento de que sus verdaderos apellidos eran
los de Delgado y Rodríguez^ y no Dosma y Delgado^ como se
llamó hasta el año de 1 594, ni Dosma Pacheco^ que adoptó desde
esta fecha, y con cuyos apellidos firmó su testamento en 1599.
Suponemos que no se llamó Delgado y Rodríguez por no
denunciar en sus primeros aAos el origen ilegal de su nacimien-
to, y con más motivo, cuanto que su padre vivía desempeñando
una canongía en la catedral de Badajoz; miramiento que no en-
contramos del todo justificado, cuando á la sazón del nacimiento
de Dosma y Delgado era común en los curas vivir en amance-
bamiento con una ó más mujeres, pues desde mediados del si-
glo XIV se legisló sobre este punto, para dar legitimidad al fruto
de estas uniones ilegítimas, y hasta se dispuso que vistiesen las
barraganas de los clérigos de trajes distintos que las demás mu-
jeres honradas (i).
Y dados estos rebajamientos en el alto y bajo clero de
aquellos tiempos, no comprendemos cómo Dosma y Delgado no
se llamó desde un principio Delgado y Rodríguez, como era lo
natural, dados los apellidos de sus padres. Pero esto es cuestión
secundaria para la vida literaria y religiosa del cronista extre-
meño, que estudió sus primeros años en Badajoz, con un su tío
Alvar Pérez, clérigo y después canónigo, y quien parece que
contribuyó no poco para costearle sus estudios mayores en la
Universidad de Salamanca, la Atenas española en aquellos
tiempos, y en cuya ciudad terminó Dosma y Delgado la teolo-
gía, las leyes y los estudios lingüísticos, aprendiendo el hebreo,
el griego, el sirio, el caldeo y el latín á la mayor perfección, y
siendo más tarde, en 1566, catedrático de teología en dicho
centro superior de enseñanza.
(i) Véase el ordenamiento del rey D. Pedro I, fechado en Valladolid, en 1351,
relativo al traje que debían usar las mancebas de los clérigos ; y el fuero de D. Al-
fonso X de León, á favor de los clérigos de Salamanca, para que pudieran dejar
herederos de sus bienes á los hijos que hubiesen en barraganía.
BADAJOZ 205
Con los genios que brillaron en pleno siglo xvi, se vio al
teólogo y cronista Dosma y Delgado, figurando su nombre en-
tre los escritores m^s distinguidos de la época así nacionales
como extranjeros; pues Dosma y Delgado completó sus estu-
dios en universidades extranjeras, y en Alemania y Holanda re-
sidió algún tiempo, aprendiendo la lengua semítica, á lo que
debió el ser buscado por Arias Montano para que le ayudara á
componer la Biblia Poliglota^ según afírma el historiador por-
tugués Gonzalo Xavier Alcagova. Con predilección Dosma y
Delgado escribió de ciencias eclesiásticas y de historia, teniendo
la desgracia de no ver la mayoría de sus obras impresas. Sola-
mente publicó tres: El Tratado del sacramento^ los Diálogos y
sus Discursos (i).
Sostienen algunos que las tres obras se publicaron en un
solo volumen, con portada propia y foliación distinta, opinión
que está justificada hasta cierto punto con el ejemplar de Tra-
tado del sacramento que se guarda en la Biblioteca Nacional de
Lisboa, donde puede leerse al reverso de la portada una nota
impresa que dice así: En este volumen se contienen las obras si-
guientes:
I.® Del sacranunto^ tres libros.
2.® De las cosas morales^ doce diálogos.
3.® Discursos patrios de la ciudad de Badajoz,
En el privilegio para la publicación de todas sus obras, dado
el 29 de Mayo de 1584, por Felipe II, en San Lorenzo del Es-
corial, se citan todas las que tenía de antiguo preparadas Dos-
ma y Delgado para publicar, y sobre las cuales pidió licencias.
Comprenden todas ellas veinte (2).
( 1 ) I .« Traíalo del sacramento de la Penitencia y calidades del confesor y pe-
nilente, y otros discursos (Madrid, i6oi).
3.* Diálogos morales (Madrid, 1601).
3.* Discursos patrios de la real ciudad de Badajoz (Madrid, 1 60 1).
(2) Las escritas en latín :
I.* Comentaria in sancta cuator evangelia,
2.* De authoritaloe sacrce scripturee.
206 BADAJOZ
D. Vicente Barrantes y Moreno le atribuye varios papeles
que están en la B. N. (Q. 87, fojas 135 y 136) y á que les da
el nombre de libro titulado: Noticias de Pedro de Valencia. La
única prueba que alega para tan débil afirmación es la de ha-
llarse en dichos papeles el sobre de una carta dirigida Al señor
Rodrigo Dosma y Delgado^ canónigo de Badajoz^ mi señor.
No creemos que á estos papeles puedan dárseles el nombre
de Noticias de Pedro de Valencia^ ni mucho menos atribuírseles
á Dosma y Delgado.
No sabemos cuándo escribiera éste sus obras, ni siquiera sí
las compuso en EspaAa ó el extranjero, porque la vida del cro-
nista extremeño, llamado por antonomasia Cronista de Felipe 11^
es un tanto oscura en todo lo que se refiere á sus primeros
aAos; pero es lo probable que en el aAo de 1578 terminara sus
viajes por el extranjero, porque al siguiente era ya canónigo de
la catedral de Badajoz, donde figuró muchos afíos, como la me-
jor lumbrera de aquel obispado, tanto por el nombre que le
dieran sus obras, cuanto por la parte que tomara en los sínodos
diocesanos celebrados en sus tiempos.
3.* De theologia nativa, cum consider alione entis et qualitale propositionum,
4.* Espositio in psalmos et cántica,
$ .' De comuni mathemaiica.
6.* De arithmetica,
7.» De perspectiva.
8.» De spheris.
9.* De computo eclesiástico,
10 De ponderihus et potentiis,
11 De monetis et mensures,
I 2 De geometria cum paregis et conicis : annotationes in euclidem archimedem
et alios.
Las escritas en romance ó castellano son :
I .■ De la confesión,
i/ Diálogos morales,
3.* De cosas de devoción {en Ytrso).
4/ De gramática castellana.
5 .• De arte poética,
6.* De música,
7.* De rethórica.
B.'^ De la antigüedad y sucesos de Badajoz.
BADAJOZ 207
Falleció Dosma y Delgado el 9 de Agosto de 1599, durante
la epidemia sufrida en Badajoz, otorgando testamento que se
abrió el mismo día, por mandato de Francisco González y ante
el Corregidor Antonio Dávalos, documento que se guarda, conio
hemos dicho ya, en el Seminario de San Athón, y por el cual
sabemos noticias curiosísimas y que vienen á ilustrar la vida del
cronista extremeño, pues que redactado por él, escrito de su
mano, trae minuciosidades y detalles que retratan al erudito y
hombre de letras, apegado á las antigüedades como todo buen
cronista del siglo xvi.
En la reimpresión que se hizo en Badajoz, el año de 1870,
de los Discursos patrios por la Comisión de Monumentos, se
inserta este testamento que reproducimos nosotros también en
el Diccionario de extremeños célebres (V. el 1. 1, pág. 223 á 227).
CAPITULO Vil
1.a Jndependencia de Portugal.
Los fu«rtm de San Crlstilbal y de Pardaleras. — El hospital de San Sebastián,
el Seminarlo de San Athón y otras obras Importantes.
Nueva guerra con Portugal y venida de los Reyes á Badajoz
SUDAMOS en este capítulo los sucesos
la guerra con Portugal, ¡nterrumpi-
5 para narrar acontecimientos íntimos
la ciudad de Badajoz.
Las cortes de Tomar, convocadas
r Felipe II, desde Badajoz, para el
' de Abril de 1 58 1 , afirmaron la lega-
ad de la invasión española en el ve-
cino reino, y Felipe II se creyó desde
aquel momento que había afirmado para siempre en la cabeza
de sus sucesores la corona de la monarquía española, que re*
presentaba la de toda la gran Península Ibérica.
Su política fué estrecha y miserable, lo mismo en el exte-
rior que en el interior del reino, llevándonos por derroteros inse-
guros, sufriendo descalabros nuestros soldados en mar y tierra
210 BADAJOZ
y dejándonos á su muerte multitud de conflictos por resolver.
Felipe III no respondió á las esperanzas que tenía el país en su
nombre y su reinado pasó por una serie de calamidades precur-
soras á las que inició, desde un principio, su sucesor Carlos II.
Si la unión de Portugal y España fué en principio una obra me-
ritoria por parte de Felipe II, parece que Felipe III y Carlos 11
se habían concitado, por su torpe administración y tiránicos
actos, en justificar la rebelión de Pinto Riveiro, en Lisboa, el
i.^ de Diciembre de 1640, proclamando la independencia del
antiguo reino portugués, conspiración urdida en el antiguo pala-
cio de Almada, de donde salieron los rebeldes á los gritos de
¡libertad! y ¡viva D. Juan IV! arrollaron la guardia de palacio,
dando de puñaladas al ministro Vasconcelos, al Teniente Corre-
gidor de Lisboa y á otros personajes. La virreina D.* Margarita
fué presa y obligada á dar orden para entregar la ciudadela. —
Todos los fuertes, en suma, abrieron sus puertas á la armada
muchedumbre, y D. Juan fué proclamado en todo el reino y sus
dominios, volviendo éste á su antigua independencia.
Este suceso había de venir á refluir en Badajoz con graves
resultados, porque siendo el comienzo de la llamada Guerra
Peninsular, sostenida más de siglo y medio en la frontera de am-
bos reinos, á Badajoz tocó, como plaza considerada inexpugna-
ble y decisiva, jugar el principal papel en tan larga contienda.
II
La guerra extranjera y la de Cataluña absorbían por enton-
ces la atención de Felipe IV, y en tanto comenzaban las incur-
siones de los portugueses molestando á los pueblos de la
frontera.
La primera acometida del ejército portugués fué á Badajoz,
BADAJOZ 211
por la parte que da frente al Guadiana, pues las tropas por-
tuguesas no quisieron, por entonces, ó no pudieron pasar el río.
Se habían terminado ya las fortificaciones por este lado de
la plaza y estaban próximas á cerrarse por todas partes, pues
sólo faltaban los baluartes de la puerta de Trinidad, que por fin
quedaron terminados en 1680.
En el año 1641 se reunieron los ejércitos de Badajoz y El-
vas, comenzándose las operaciones que duraron más de cuarenta
afios. El ejército portugués devastó nuestros campos, como el
espaftol los de Portugal.
Por órdenes del gobierno se aceleraron las obras de fortifi-
cación en Badajoz, y en primer término las del fuerte de San
Cristóbal y las de defensa del Puente de las Palmas. Falta de
guarnición la Plaza, frente á ella la de Elvas, donde se organi-
zaba un ejército completo, se formó entonces la célebre Milicia
Urbana, reuniéndose dos batallones de más de 1,200 hombres,
que con los 4,600 que había en la Plaza, formaban ya un buen
contingente.
El fuerte de San Cristóbal, construido sobre el cerro de
Orinace, y con los restos del palacio que en él tenían los condes
ó duques de este nombre, era uno de los puntos más inexpug-
nables de Badajoz, por su elevación de 60 metros sobre el nivel
del Guadiana, y su situación, coronando una roca caliza de difí*
cil acceso. Esta fortaleza la guarnecía la Milicia Urbana.
El ejército portugués dirigió desde un principio las opera-
ciones sobre Badajoz, y emprendieron sus trabajos con gran
tenacidad. Libraron batalla como la del Montijo, é intentaron
sitios y asaltos como el de Badajoz, donde la Milicia Urbana lo*
gró un nombre imperecedero.
Especialmente en la defensa del fuerte de San Cristóbal y
reductos de la cabeza del puente, los urbanos rayaron en la he-
roicidad, inspirando los hechos de aquellos combates romances
y obras dramáticas que el furor patriótico hacía representar para
excitar los ánimos.
212 BADAJOZ
Simultáneamente españoles y portugueses triunfaban un día
para ser vencidos otro ; ganaban un pueblo para perderlo des-
pués; incendiaban una villa del lado acá de la frontera mientras
del lado allá ardía otra.
Los horrores de la guerra se apuraban á cada momento y
se apelaba á todos los recursos para vencer.
En 1658 ya tomó más proporciones la pelea.
El marqués de San Germán había ganado en el año anterior
á OHvenza.
El conde de San Lorenzo intentó inútilmente recuperarla, y
visto que sus tropas se diezmaban sin conseguir su ñn, se vino
sobre Badajoz, concentrándose en sus inmediaciones un grueso
ejército portugués, que pasaron el Guadiana, y por consiguiente
dispuestos á un formal sitio.
Defendía la plaza el marqués de Lanzarote, y el bloqueo se
inició primeramente sin gran resultado, pero después con éxito^
pues casi puede decir que existía el sitio, y en aquella época se
repetía como aforismo: c Plaza sitiada, plaza ganada.»
El general portugués Vasconcelos, tomó las baterías de los
Mártires y del cerro de San Miguel.
La acción, pues, se venía á ejercer sobre el débil fuerte de
Pardaleras, cuyas obras se habían terminado poco antes.
La esperanza de los españoles estaba puesta en aquellos
muros, al parecer insignificantes, y que decidieron, no obstante
y por aquellos tiempos, la victoria.
Un cronista de aquellos sucesos, cuenta lo acaecido enton-
ces á nuestras tropas en los términos siguientes:
€ Estaba en Badajoz el regimiento de infantería titulado:
Tercio viejo de Sevilla, Empezó el tercio de la Armada su exis-
tencia belicosa en el sitio de Badajoz. Cuando el tercio entró en
el recinto de la plaza, constaba de quinientos cincuenta hom-
bres, y se hallaba bajo las inmediatas órdenes de su primer
Maestre de Campo, Marqués de Lanzarote (35 de Junio); en el
asalto que dieron los sitiadores hizo este cuerpo prodigios de
BADAJOZ 213
denuedo; el Maestre de Campo Lanzarote y el Sargento Mayor
Segura, émulos en valor y en hidalgos sentimientos, prodigaron
sus personas en los mayores peligros; el Marqués pereció con
la muerte de los héroes y Segura recibió una herida gloriosa.
El éxito fué proporcionado á tan nobles sacrificios, porque el
enemigo tuvo que abandonar el camino cubierto y una media
luna de que se apoderara al principio de la acción.
«Inflamado el enemigo por este suceso, y pasando de la de-
fensiva á la ofensiva, el tercio de la Armada verifica una salida
impetuosa (día 24) cuyo resultado fué arrojar á los sitiadores
de su recinto con su línea de circunvalación. No desistieron, sin
embargo, los sitiadores, antes redoblando sus fuerzas, atacaron
con mayor energía el fuerte de San Miguel (24 de Setiembre).
Una columna, cuyo nervio principal formaba el tercio de la Ar-
mada, sale de la plaza, se dirige al fuerte acometido, y en me-
dio de las sombras de la noche trabaja con creciente anhelo en
mejorar las obras de fortificación. Empero, los portugueses, co-
nociendo el valor del tiempo y á fin de impedir los trabajos de
defensa, dan un furioso asalto con la flor de sus tropas, al mis-
mo fuerte de San Miguel; toda la guarnición de la plaza acude
velozmente al encuentro del enemigo, pero éste consigue arro-
llar nuestra izquierda y se adelanta con aire de triunfo hasta el
pie de la brecha que su artillería había abierto en el frente. Mas
aquí estaban los valientes soldados de la Armada, cuyos pechos
y brazos ofrecían un muro mucho más difícil de expugnar que
el que había caído al impulso de los proyectiles contrarios; tres
veces se renovó el ataque (día 27) y otras tantas fueron repeli-
dos los agresores, los cuales se retiraron extramuros, por la
fatiga, diezmados por las balas, quebrantado el ánimo y muy
disminuida su fuerza material. No obstante, como el fuerte ha-
bía sufrido gran deterioro, el gobernador dispuso que se eva-
cuase, replegándose la Armada al interior de la plaza.
«Guiado por su nuevo Maestre de Campo D. Antonio Pa-
nlagua, se decidió el tercio con mucho ardor á fortificar el cerro
214 Badajoz
(fuerte) de Pardaleras, Fueron sus tareas y afanes fecundos en
resultados decisivos, porque los portugueses, convencidos al fin
de la inutilidad de sus tentativas, levantaron el campo y se reti-
raron al lado opuesto de la frontera (13 de Octubre).
• Allí fueron á buscarles los españoles y les siguieron hasta
Yelves ; pero los laureles obtenidos en la defensa de Badajoz se
marchitaron en el asedio de la plaza portuguesa. Constituía el
tercio de la Armada parte de la línea española, y ya la plaza,
atormentada por la miseria y afligida por la enfermedad epidé-
mica, se hallaba al punto de sucumbir, cuando se presentó en
su auxilio el ejército portugués. Libróse la batalla, y habiendo
caído gran golpe de enemigos sobre nuestra derecha, donde se
hallaba el tercio de D. Nicolás de Córdoba, recibió el de la
Armada órdenes apremiantes para socorrerle.
• Balanceaba el éxito del combate, cuando nuestra caballe-
ría retrocedió súbitamente, dejando descubiertos los flancos del
ejército español: en vano el ejército de la Armada procuró
sostenerse al apoyo de las trincheras, porque al fin en pos de
sangrienta pugna, tuvo que ceder al torrente arrollador de los
enemigos, emprendiendo su retirada vía de Badajoz.
• Empero reputando imposible resistir en campo abierto á
los escuadrones portugueses, el Maestre de Campo Paniagua
se refugió con los suyos en un fuerte (de Pardaleras) donde hizo
una obstinada defensa, hasta que hallándose herido él mismo,
agotadas las municiones y debilitada á lo sumo la tropa por el
hambre, la sed y la fatiga, tuvo que rendirse á los sitiadores
que se habían presentado en aquel punto en número muy con-
siderable • (15 de Enero).
Así terminó esa epopeya de la guerra Peninsular, tomando
el fuerte de Pardaleras, el 15 de Enero de 1658, las tropas por-
tuguesas.
Tres veces intentaron asaltarlo. Paniagua los rechazó con
energía. Contaba con unos 100 artilleros y unos 600 infantes.
El enemigo presentaba más de seis mil hombres.
BADAJOZ 215
Sitiado el fuerte, incomunicado por otra parte con la plaza,
sin recursos por más de tres días, falta la guarnición de muni-
ciones y de alimentos, Paniagua intenta romper por el camino
cubierto hasta el baluarte de la plaza.
Esta intentona era inútil.
Estaba cortado el camino, ocupadas las avanzadas y los si-
tios estratégicos.
Las tropas de Paniagua habíanse reducido á 300 plazas.
Con el alma dolorida, con el cuerpo fajado, por las heridas
de las balas enemigas, pidió capitulación, y el fuerte de Parda-
leras íué tomado por los portugueses, que encontraron los fosos
llenos de cadáveres y el cuartel de la fortificación repleto de
moribundos.
Dueños por entonces los portugueses de las fortificaciones
exteriores de Badajoz, por aquel lado de la plaza, se disponían
á estrechar el sitio, cuando las tropas del privado de Felipe IV,
D. Luís de Haro, compuestas de unos 8,600 infantes, que ve-
nían á reforzar á las de Paniagua, las hicieron abandonar todo
lo que habían ganado y retroceder precipitadamente hasta Elvas.
Unos 1,300 valientes soldados murieron en la defensa de
Pardaleras, con más sesenta oficiales, aparte de 400 heridos que
había el día de la rendición.
Así escribió su primera página en la historia, aquel modes-
to fuerte que apenas si puede levantar sus muros por fuera
de los glacis exteriores que le rodean.
Salió después de Badajoz D. Luís de Haro á poner sitio
formal á la plaza de Elvas, que se defendió bizarramente
hasta la llegada de sus fuerzas que, aunque con grandes pér-
didas, destrozaron nuestro ejército; D. Luís que había mirado
el combate desde un fuerte, huyó á Badajoz abandonando hasta
los papeles del Ministerio, y dejando en el campo más de 4,000
hombres, artillería, tiendas y bagajes. Allí pereció el general
portugués Andrés de Alburquerque, y fué herido gravemente
de un balazo nuestro duque de San Germán.
2l6 BADAJOZ
Organizóse de nuevo nuestro ejército en Badajoz, al mando
de D. Juan de Austria, emprendiendo las operaciones en ñnes
de Noviembre de 1 66 1 . En Diciembre quitó á los portugueses
el castillo de Alconchel, siguiendo por la frontera vencedor unas
veces y vencido otras, hasta 1665 en que los reveses obligaron
á D. Felipe IV á hacer un esfuerzo para recobrar la superiori-
dad.
£1 marqués de Caracena se puso al frente de mayores fuer-
zas, que fueron derrotadas el 1 7 de Junio en el sitio de Villavi-
ciosa, acabando de consumar la ruina de nuestros batallones.
Esto parece que produjo una enfermedad á D. Felipe, de la que
falleció el 1 7 de Setiembre, á los 60 años de edad.
En el estado en que estaba el reino, no pudo estorbar su
hijo D. Carlos II, que fuesen quemadas y saqueadas las fronte-
ras, hasta 1668 en que, después de muchas dificultades, se trató
la paz reconociendo la independencia de Portugal, y devolvién-
dose los contendientes las plazas recíprocamente tomadas, ex-
cepto la de Ceuta que quedó en nuestro poder (i).
III
Se fundaron á la sazón en Badajoz dos establecimientos no-
tables, benéfico uno, de enseñanza el otro, existentes ambos
para gloria de sus fundadores.
(i) Las guerras de expulsión primero y después estas de sucesión, destruye-
ron todas las aldeas de Badajoz, que ya en su mayoría estaban despobladas, como
por ejemplo los lugares siguientes: Azagala, Aldea de los Caballeros, Aldea del
Conde, Albalá, Benavente, Bercial, Baldcsola, Bótóba, Caspio, Cubillo, Ciruelo,
Cogolla, Casasola, Cantillana. Cuellos, Cubillana, Cañaveral, Coto, Corchuela,
Caya, Febrero, Fresno, Guadajiras, Granadilla, Hinojales, La Matanza, La Granja,
Los Arcos, Malpartida, Merinillas, Mañocas, Manzanete, Pesquero, Hubio, Rebclla-
do, Recio, Santa Engracia, Telena, Valdesevilla, Zarazo, Zamoreja y la Albufera,
que después fué poblada con el nombre de Albuera, y en cuyo lugar existia en
tiempo de los Romanos otro pueblo denominado Lamtuna.
BADAJOZ 217
En 1650 D. Sebastián Montero de Espinosa, uno de los
más ricos vecinos de Badajoz, y de los más filántropos también^
estableció con su mayorazgo el Hospital de San Sebastián, para
asistir á los pobres de enfermedades curables, señalando una
crecida renta para su beneficio. Y el Arcediano de la catedral,
D. Juan Vázquez Morcillo, fundó una obra pía que agregó tam-
bién al dicho Hospital, con el fin de curar á las mujeres, seña-
lándole unas grandes rentas. Gracias á ellas pudo estar hasta
la desamortización dicho establecimiento en un estado flore-
ciente.
El obispo D. Fr. Jerónimo Rodríguez de Valderas, mercena-
rio, natural de Ciudad Rodrigo, que tomó posesión del Obispa-
do en 9 de Setiembre de 1662, fundó en 1664 el Seminario Con-
ciliar de San Athón, fundación que había recomendado el Santo
Concilio de Trento, dedicando sumas respetables á este esta-
blecimiento, levantado modestamente al final de la calle de Ma-
raleja. Le dotó de cátedras de gramática, ideología, matemá-
ticas puras, lógica, física experimental y teología, destinando
28,000 reales para ellas, á 4,000 por cada asignatura. Las ren-
tas de que se sostenía este centro de enseñanza religiosa eran
22,000 reales de derechos de fincas, censos y matrículas y
68,000 del Estado, por las antiguas masas decimales, que hacen
un total de 90,000 reales anuales. Como los alumnos son inter-
nos, pagan una cantidad fija que permite al establecimiento sos-
tener 20 becas de gracia.
En los primeros años de su vida este centro de enseñanza,
único que había en Badajoz, tuvo suma importancia. En él se
educaron los más notables hombres que salieron en Extrema-
dura, y en los tiempos presentes recordamos el arzobispo Del-
gado y Moreno, al obispo Alvarez, á Godoy, Calatrava, Bravo
Murillo, etc., etc. En estos últimos años ha perdido mucho. Su
profesorado no es aquel que contó en los tiempos pasados, ni la
concurrencia de alumnos tampoco tan numerosa.
El obispo D. Juan Marín del Rodezno levantó en 1681 el
28
2l8 BADAJOZ
palacio obispal. La obra, aunque grande, es modesta en su cons-
trucción y nunca tomó importancia.
En 1680 se terminaron las obras de la fortificación de la
plaza, principiadas en tiempos de Carlos V, dando comienzo por
los muros que circundan la ciudad frente al río Guadiana, y ter-
minados en dicha fecha de 1 680 por los de la puerta llamada
de Trinidad. Sumas inmensas se consumieron en estas obras que
duraron un siglo, para ser perfectamente inútiles hoy que el
arte de la guerra ha hecho variar todos los antiguos medios de
defensa. Pero las frecuentes guerras con Portugal hicieron pre-
cisos entonces estos gastos que no eran á la sazón tan inútiles,
puesto que las fortificaciones aquellas obedecían á los adelantos
de la época.
IV
Comenzó el siglo xviii con la nueva guerra de Portugal. El
archiduque Carlos de Austria disputó los derechos al trono á
Felipe V, uniéndose para combatirlo, no sólo con Inglaterra,
Holanda y Saboya, sino también con D. Pedro de Portugal que
se declaró á favor de la liga. D. Pedro publicó un nianifiesto
defendiendo los derechos del Archiduque, que tomó el nombre
de Carlos III, manifiesto en que hablaba de restablecer la liber-
tad de España, amenazada, según él, por el gobierno de la casa
de Francia. Reunió un consejo de guerra que decidió, por últi-
mo, principiar en 1704 las acostumbradas irrupciones por la
frontera extremeña. En tanto D. Felipe publicó otro manifiesto
en defensa de sus derechos, refutando los que alegaba el aus-
tríaco, y auxiliado por un ejército francés al mando del Duque
de Berwick, declaró la guerra á Portugal, encaminándose hacia
Plasencia, donde pasó revista á cuarenta mil hombres. Mientras
Badajoz 219
tales cosas pasaban, Badajoz había sido atacado por fuerzas
considerables al mando del general Falgue; pero una bomba
que la plaza introdujo en su almacén de pólvora, le obligó á
levantar el sitio, y arrojándose bizarra y simultáneamente sobre
él la milicia urbana y la escasa guarnición, lo arrollaron hasta
el punto de sorprenderle muchos puestos sin orden para la reti-
rada. Esta se convirtió en una vergonzosa fuga, mientras que el
campo de los vencedores fué cubierto de palmas y laureles por
las gentes de la ^apital.
En Octubre de 1 705 volvieron los portugueses á repetir el
sitio con treinta y nueve batallones, la necesaria artillería y cin-
co mil caballos, sufriendo la milicia el porñado ataque al lado de
una muy escasa guarnición. La artillería portuguesa que batió los
muros de Badajoz, no fué capaz de batir la constancia, el esfuer-
zo y la lealtad de nuestros mayores, que rechazaron los asaltos
con heroico brazo, sosteniéndose hasta que apareció el ejército
español al mando del general Ronquillo, á cuya vista se retiró
el enemigo esquivando la batalla. Por este hecho de armas nom-
bró D. Felipe oficiales del ejército á los que mandaban las doce
compañías urbanas de Badajoz.
Las banderas austriacas y portuguesas marchaban á su vez
por otros puntos de victoria en victoria, y hacían vacilar el tro-
no de Felipe V.
El marqués de las Minas, en Mayo de 1706, derrotó en estas
inmediaciones á nuestros soldados mandados por el general Ma-
rros, y bloqueó en seguida la plaza, desmantelada de los ante-
riores asedios y sin elementos para resistir un nuevo ataque. Las
doce compañías de la milicia se decidieron entonces á renovar
el ejemplo de Numancia, rechazando las proposiciones de entre-
garse al enemigo, sufriendo con animosidad el asedio y consi-
guiendo al fin que levantase el cerco sin resultados fructuosos.
Más tarde D. Felipe, en carta de 27 de Julio, fechada en el Real
Campo de Atienza, saludaba á los Urbanos, con aprecio de sus
servicios, manifestando lo gratas que le habían sido las noticias
220 BADAJOZ
de su fidelidad siempre constante. — Tales fueron los sucesos
desarrollados en Badajoz poco antes de que el ejército anglo-
portugués penetrase por el Puerto de Guadarrama, y de que el
Marqués de Villaverde tomase posesión de Madrid en nombre
del Archiduque que llegó á llamarse Carlos III y á ser procla-
mado rey de España con toda solemnidad. La corona no podía,
empero, ser estable en sus sienes cuando toda Castilla se había
declarado á favor de D. Felipe V.
Diversos fueron los azares de la guerra; ya en 1709, los
aliados dejaron casi paradas las operaciones de España para
atender á los Países Bajos. En Badajoz el Marqués de Bay, con
diez y seis mil hombres, derrotó el 7 de Mayo en los campos de
la Gudiña al Marqués de la Frontera y á sus subalternos Gallo
way y San Juan, haciéndoles 2,000 muertos y 3,000 prisioneros
entre ellos á San Juan, general de la caballería, y cogiéndoles sie-
te banderas, 8 estandartes, todo el bagaje, 1 7 piezas de artille-
ría, carros, municiones, tiendas y puentes para el paso de los
ríos. A esta victoria siguió la ocupación de Valencia de Alcánta-
ra evacuada por los aliados.
En los años siguientes no hubo sino pequeñas incursiones,
siempre castigadas por nuestra parte, hasta que en 6 de Febre-
ro de 1 7 1 5 se ultimó el tratado de Utrech entre España, Portu-
gal y los demás contendientes. Nosotros cedimos la colonia del
Sacramento, situada en el río de la Plata, pagando lo que se
debía desde 1696 á una compañía portuguesa por el asiento de
negros. En cambio se nos restituyeron la plaza de Alburquerque
y otros puntos de Extremadura, y se nos dio un equivalente á
las colonias cedidas á satisfacción de D. Felipe V, que quedó
en posesión de la corona de España y de sus Indias. Así acabó
esta guerra calamitosa que destruyó media Extremadura y sem-
bró el luto y la consternación en todo el país.
Catorce años más tarde tenía lugar en Badajoz otro suceso,
que aun realizado con carácter de familia, tuvo alcance político.
Habiéndose seguido negociaciones desde 1728, para casar al
BADAJOZ 221
príncipe de Asturias D. Fernando con la infanta de Portugal
D.^ María Bárbara de Braganza, y al príncipe del Brasil D. José
de Braganza con la infanta española D.* María Ana Victoria, las
fañiilias reales de España y Portugal llegaron á Badajoz el i6 de
Enero de 1729, con objeto de celebrar las bodas. Verificáronse
éstas en una magnífica tienda levantada junto al puente del Caya
el día 19, y allí mismo se hicieron los dobles desposorios entre
fiestas y regocijos. Asistió á las ceremonias, como testigo, el
obispo de Badajoz D. Pedro Francisco Lebanto y Vibaldo, que
había cedido su palacio para hospedar en él á la real familia, tras-
ladándose á la casa del teniente general D. Alonso de Escobar.
Estas diversiones costaron la vida al Prelado quien, el 2 de Fe-
brero siguiente, merced á una pulmonía que cogió en ellas falle-
ció, enterrándose en la Catedral, dentro de la capilla de Santa
Bárbara.
Acompañaron á la familia real, en su excursión á Badajoz,
el cardenal de Borja y D. Alvaro Mendoza; cuatro capellanes de
Cámara; el marqués de Villena, el de Villagarcía y el de Almodó-
var ; el conde de Safateli y el de Arenales ; el marqués de Terán;
el aposentador de palacio y cinco mozos de oficio; D.Juan Bau-
tista Palacio, primer cirujano de Cámara; D. Fernando Francis-
co Guincones, alcalde de casa y corte, con dos alguaciles y doce
alabarderos; el marqués de Montealegre, el de Cogolludo y el
de Cuéllar, el conde de Montijo, el de Oropesa, el de Maceda,
el de Pareen, el de Miranda, el de Fuensalida y el de Castro-
Ponce, el duque de Montellano, y todos los gentiles-hombres de
la real Cámara, con escuderos, pajes, secretarios, ayudas de
cámara, escuderos de á pie y á caballo, caballerizos, gente de
librea y ballesteros, todos en número de 309.
El día 27 de dicho mes salió la corte para Sevilla, despidién-
dola la plaza con salvas de artillería.
CAPITULO VIH
De las obras que se hicieron en Badajoz. — De los hermanos pintores
Mures y Estradas.— El Príncipe de la Paz
I
N 1 743 se trajeron á Badajoz reliquias de
San Athón, desde su tumba, en Pistoya
^> (Italia), con cuyo motivo hubo grandes
ñestas (i), y más tarde el obispo don
Amador Malaquilla construía el nuevo
edificio para alojar al Seminario Conciliar
de San Athón. Las fiestas que ocasionaron
en la ciudad la inauguración del nuevo edi-
ficio, instalado frente al convento de San
Francisco (hoy plaza de Minayo), fueron suntuosas y tuvieron
lugar del i8 al 22 de Octubre de 1754.
(i) Una crónica de aquel tiempo refiere este hecho del modo siguiente : «De-
seaba este cabildo lograr las de este Santo, obispo de Pistoya, natural de esta ciu-
dad y canónigo de esta Santa Iglesia. Se le rezaba con oficio de doble menor, en
virtud de breve de Su Santidad Paulo V, de 8 de \bril de 1614.
«Hallábase en Roma de pretendiente el Dr. D. Fernando de la Bastida, présbite-
224 BADAJOZ
Carlos III mejoró después la población con obras de verda-
dera utilidad. Fué la primera la destinada á Hospital, mandado
fabricar por R. O. del 12 de Abril de 1757, con protección del
obispo D. Manuel Pérez Minayo, el cabildo catedral y el ilustre
Ayuntamiento. Este prelado, que había gastado más de 600,000
reales en obras para la catedral, acabó de perpetuar su memo-
ria construyendo á sus expensas todo el Real Hospicio del Cam-
po de San Francisco, obra que costó más de millón y medio de
reales. La capital le ha tributado hoy el homenaje de su recuer-
do dándole al espacioso frente de donde está situado el Hospicio,
el nombre de plaza de Minayo.
Es el HospitalCasa-hospicio y Beneficencia, uno de los me-
ro, vecino de Salvatierra, capellán que había sido del obispo D. Francisco Leban-
to, y se le escribió para lograr el fin apetecido.
»Se enviarsn cartas del obispo de esta ciudad y del cabildo, para el obispo y
cabildo de Pistoya, y se consiguió una reliquia del cuerpo de San Atón, incorrup-
to después de 600 años.
»RecogióIa á su poder dicho D. Fernando de la Bastida en una caja primorosa,
forrada por dentro de tela carmesí, de seda, y guarnecida con galón de oro, y por
fuera con terciopelo carmesí y galón de oro. La reliquia fué extraída del brazo
siniestro por el señor obispo de Pistoya. Venía la caja, cerrada, sellada y con su
auténtica por dentro.
nHalIábase vacante la canongía de Prior de esta Catedral por fallecimiento de
D. Fernando Antonio Barrena, y el Papa proveyó esta Prebenda en D. Fernando
de la Bastida, quien al retirarse para esta ciudad trajo la caja y reliquia personal-
mente, llegando aquí el 1 4 de Agosto de i 743.
«Presentóse al obispo y dispuso abrir la caja con toda solemnidad. Dio parte á
la ciudad, quien nombró comisarios que asistiesen, con dos capitulares que eligió
el obispo, como testigos de mayor excepción.
»)La función se hizo el 1 7 de Agosto en la Sala Capitular baja, ante una concu-
rrencia numerosa. Se extrajo la reliquia y se manifestó al concurso, tocándose á la
vez las campanas de la catedral y todas las de la ciudad: acompañados de la músi-
ca, se cantó la Antífona del Santo; su ilustrísima dijo la oración, y volvió la reli-
quia á su caja, cerrándola con la auténtica y dio su certificación.
»Se abrió después otra caja que también trajo de Roma el referido D. Fernando
de la Bastida con las reliquias de San Marcos, San Marceliano, San Félix, papa,
San Cosme y San Damián.
«La de San Atón consistía en una pequeña tira del cutis y carne seca de la del
Santo, la que debe hallarse en el convento de carmelitas descalzas de esta ciudad,
donde la llevó el señor obispo Malaguilla para ser venerada por aquellas madres,
hijas de Santa Teresa de Jesús.
»Las cartas que vinieron del obispo y cabildo de Pistoya, están en latín y tra-
ducidas, y se hallan en sus legajos de á folio correspondientes.»
lí A D A J o Z -'2S
jores montados de España, y honra mucho á la provincia de
Badajoz el que lo sostenga con lujo.
Carlos III declaró legítimas también las ordenanzas munici-
pales de Badajoz, sancionando en ellas ciertos y antiguos dere
chos de sus vecinos, y en 1766 mandó construir el Parque de
Artillería, edificado en la plaza de San Vicente bajo la dirección
del entendido jefe de ingenieros D. Martín De Gabriel y Vilano-
va, nacido en Alcántara en 1721 y fallecido en Badajoz en 1786,
según su lápida sepulcral que se lee én la parroquial de Santa
María, antes convento de San Agustín.
II
Florecían á la sazón en Badajoz los hermanos Mures y los
hermanos Estradas, casi á un mismo tiempo, todos pintores, y
aunque no de primer orden, algunos de éstos llegaron á pintar
muy regularmente. Alonso Mures había nacido en 1690. Fué
militar en su juventud, estuvo en la guerra contra Portugal
como capitán de coraza, y después se retiró enfermo de dolores
y con una herida en el brazo izquierdo, cultivando la pintura.
Ceán Bermúdez (en su Diccionario^ al tomo III y pág. 219),
dice que fué «llamado comunmente el Viejo ^ para distinguirle
de sus hijos que también pintaron. Nació á fines del siglo xvii y
falleció por los años de 61 del siglo xviii. Ignoramos quién haya
sido su maestro; mas sabemos que sus obras y la protección
del obispo Malaguilla en aquella ciudad le dieron buen nom-
bre y fama. Es cierto que estaba dotado de fecunda imagina-
ción, que entendía el dibujo, que daba gracia á las figuras, que
tenía fuego en la composición y fuerza del claro oscuro. Así lo
publican los claustros de San Agustín y de San Francisco, y
toda la obra de las carmelitas de Badajoz, siendo muy celebrado
29
220 BADAJOZ
sobre todos el San Francisco de Paula que está en la iglesia
de los observantes de aquella ciudad. »
A pesar de estos elogios de Ceán Bermúdez, Alonso Mures
era un pintor muy inferior á su hijo Alonso Javier. El obispo
D. Amador Merino de Malaguilla le protegió mucho; pero falto
de buenos maestros y sin modelos que poder estudiar, no pudo
jamás hacer obras buenas.
Murió en Badajoz en 1761, dejando tres hijos, todos pinto-
res, Alonso Javier, Francisco María y Manuel.
Su hijo Alonso Javier de Mures y Marqués había nacido
en 171 1. En 1730 fué á Sevilla, donde estudió la pintura, no
sabemos con qué maestros, aunque es de suponer que los que
fuesen discípulos de Murillo, porque las obras que de Mures se
conservan, que no son muchas por desgracia, ni tan conocidas
como era de desear, son de la escuela de aquel famoso pintor se-
villano, fama de sus tiempos y gloria de los presentes y venideros.
No se puede apreciar el mérito de este artista, ni se le pue-
de estudiar en su conjunto sin visitar antes el convento de mon-
jas de Santa Ana, en Badajoz, porque dentro de sus muros,
esto es, en el patio interior, existe un claustro bajo pintado al
fresco, obra admirable que revela el talento prodigioso de un
ilustre extremeño que allá en los mediados del siglo xviii, cuan-
do la decadencia de las artes y de las letras, vivía en su patria
haciendo cuadros tan notables como los dos grandes lienzos que
están al lado de la Epístola uno y del Evangelio otro, en la hoy
parroquia de Santa María y anteriormente convento de padres
Agustinos, llevados allí al trasladarse el templo de la antigua
iglesia de los padres jesuítas. Por cierto que el autor del Dic-
cionario enciclopédico^ siguiendo en esto á D. Pascual Madoz,
atribuye estos dos lienzos á Luís Morales, como si éste hubiese
pintado sobre tela, ni tuviese en sus cuadros alguna figura en-
tera, ni en suma, se hubiera separado de su escuela, en la que
era solo, puesto que sus discípulos ó imitadores apenas si han
dejado rastro del pincel de su maestro, excepción hecha de
BADAJOZ 227
Juan Labrador, único pintor que supo seguir á tan inspirado co
mo fecundo genio.
Pueden verse, además de las ya citadas, otras obras de este
artista: varios retratos de los prelados pacenses, en la catedral
de Badajoz; el Juicio final^ en la parroquia de San Andrés,
antiguo convento de Madre de Dios^ así como también algunos
otros cuadros harto suficientes para darle nombre al modesto
artista que falleció en Badajoz en 1781, olvidado de propios y
extraños, pues sus obras apenas si las conocen media docena
de aficionados que por curiosidad las han reconocido tan pronto
como el autor de estas líneas dio algunas noticias de Mures en
un artículo biográfico que publicara en el núm. 1 8 de ^/ Museo
Extremeño,
Francisco María, su hermano, había nacido en 1728. De
su padre, primero, y de su hermano, después, aprendió la pintu-
ra, logrando hacer mejores cuadros que su padre, aunque muy
inferiores á los de su hermano Alonso Javier.
La iglesia de Santiago, que estaba en el castillo de Badajoz,
conservó los bonitos frescos y algunos cuadros de este artista;
y la capilla del duque de Badajoz, en Santa María la Real, tam-
bién fué restaurada toda ella en 1 754 por este artista, que ape-
nas si ha dejado otros trabajos dignos de citarse. Aun estos
mejores, de que hacemos mención, no existen hoy, porque la
iglesia de Santiago fué destruida en 1 8 1 1 para edificar la bate-
ría de las Lágrimas, y la parroquia de Santa María la Real fué
destruida en 1860 para edificar el hospital militar.
Don Francisco murió en 1784, en Badajoz, estando pintando
un cuadro y los frescos para dos capillas del convento de mon-
jas de Santa Lucía, de la misma ciudad.
Manuel, su hermano, el más joven, nació en 1734 y aprendió
la pintura con los anteriores, pero nunca llegó á contar con una
obra de mérito. Al menos las que de él conocemos son bien in-
feriores, especialmente una Virgen que terminó en 1 763 y que
hemos visto en poder de D. Jacobo Vegas, de Badajoz.
/
2i8 BADAJOZ
Ignacio Estrada fué pintor y escultor. Nació en Badajoz, el
2 1 de Marzo de 1724, siendo sus padres D. Manuel Estrada y
D.^ María Antonia Marroquín. Aprendió la pintura con su pa-
dre y ^n compañía de su hermano Juan, con quien siempre es-
tuvo, lo mismo en la pintura que en las armas, pues ambos fue-
ron á la vez que pintores tenientes de la Milicia Urbana. D. An-
tonio Ponz (en la carta V, del t. VIII de su Viaje de España) y
cita á estos dos artistas, como por incidencia, no siendo esto
justo, porque bien merecían que sus obras hubieran sido citadas
•
por Ponz, ya que pudo conocerlas á su paso por Badajoz, en
cuya ciudad firma la expresada carta V.
Más explícito que Ponz está Ceán Bermúdez, que al tomo II
de su Diccionario, hablando de los hermanos Estrada, dice lo
siguiente:
«Su padre que también ejercía la pintura, los inclinó á ella
desde los primeros años; y aunque no habían hecho progresos
notables en este arte, tuvo bastante discernimiento para presen-
tarles modelos con que pudiesen formar buen gusto. Mas ha-
biendo sido atacado de unas cataratas que le privaron de la
vista, por espacio de siete años, no pudo completar tan digna
obra. D. Juan, ansioso de la curación de su padre, á los diez y
ocho años de edad lo trajo á Madrid á fin de conseguirla, y con
este motivo entró en la clase de discípulo con D. Pablo Perni-
charo, amigo y compañero de su padre en el aprendizaje. Prin-
cipió aquí á desplegar su talento y afición á la pintura, de suer-
te que don los rudimentos que había traído de Badajoz y con los
tres años que estuvo bajo la dirección de su maestro, volvió con
su padre curado de la dolencia á su patria en estado de poder
enseñar á su hermano Ignacio lo que había adquirido, quien
supo aprovechar muy bien sus luces.
t Ambos trabajaron indistintamente las obras que se presen-
taban, por lo que es difícil distinguir sus estilos peculiares, bien
que siendo D. Juan tardo en la invención, se acomodaba mejor
á copiar de la naturaleza; pero D. Ignacio, que era vivo y osado
BADAJOZ 229
en ejecutar, juzgando que las ciencias y las artes se dan la
mano, procuró estudiar en los mejores libros de historia y de
artes, uniendo los preceptos de éstos á los ejemplos de aquellos
y formó su juicio en las matemáticas, arquitectura, perspectiva,
escultura y pintura, de lo que resultó que Ignacio era el que in-
ventaba, y Juan el que ejecutaba.
> Aquél, más filósofo, no aspiró á títulos ni distinciones; pero
éste logró que la Real Academia de San Fernando, la de Bellas
Letras de Sevilla, y el Obispo de Badajoz, D. Manuel Pérez
Minayo, le condecorasen; la primera con el título de Académico
en 10 de Noviembre de 1754, la segunda admitiéndole en su
seno por su individuo en 27 de Marzo de 1756, y el tercero
nombrándole pintor de su diócesis en 13 de Enero de 1775.
Ambos fueron Tenientes de la Milicia Urbana de aquella ciudad,
y hace mención de elllos don Antonio Ponz en su Viaje de Es-
paña.
>Don Ignacio falleció en Badajoz el día 19 de Diciembre de
I 790; mas D. Juan, aunque mayor, le sobrevivió año y medio
hasta el 28 de Julio de 1792. D. Ignacio dirigió y proyectó el
monumento de las Descalzas de aquella ciudad, levantó planos
para otros pueblos de España y Portugal, trazó portadas, reta-
blos y edificios, que no se ejecutaron; y trabajó de escultura el
San Pedro que está en Santa María la Real, y otras estatuas; y
D. Juan, después de la muerte de su hermano, pintó un cuadro
de la Trinidad para el convento de los Remedios de Badajoz,
una Virgen de Belén, de que hizo muchas repeticiones, y otros
para particulares. Los públicos, que se atribuyen distintamente
á los dos hermanos, son los siguientes:
>En Badajoz:
% Iglesia de la Soledad. — Dos lienzos grandes que represen-
tan la Virgen del Carmen con Santo Domingo y San Francisco,
aliviando las penas del Purgatorio: el santuario de Nuestra Se-
ñora del Pilar de Zaragoza visitado por muchos peregrinos, y
otras dos más pequeñas.
230 H A D A J o Z
% Sania María, — £1 martirio de San Juan Nepomuceno, un
Ecce-Homo y una Dolorosa.
%San yosef. — Los desposorios del Santo Patriarca, y la pre-
sentación de Jesús en el Templo.
> Catedral, — Un retrato del Obispo Minayo.
% El Hospicio, — Otro del mismo prelado.
> Santa Lucia, — Uno de Carlos III.
% Santa Ana, — Otro del propio soberano.
>En Fregenal de la Sierra existen:
% Iglesia que fué de los Jesuitas, — Los cuatro Evangelistas.
^ Santa Ana, — San Joaquín y la Virgen al lado de la
Epístola.
>En el Montijo:
% Parroquial, — Dos cuadros grandes que representan los
fundadores de la capilla de la Concepción, y en la del Señor del
Pasmo, una Virgen y un San Juan, colocados en los altares co-
laterales. >
Estas obras, sin que sean de primer orden, merecen ser co-
nocidas por los amantes de las artes bellas.
III
La proclamación de Carlos IV fué augurio de las grandes
desgracias que habían de pesar sobre España. Más apto este
rey para la caza y los ejercicios de equitación que para el go-
bierno de un reino, dejó gobernar á su mujer María Luisa, quien
compartía la autoridad real con sus favoritos. Godoy, que fué
el que más gozó del amor de esta reina, era nacido en Badajoz.
Nada más lejos de nuestro ánimo como el deseo de avivar
apagados rencores al escribir la vida de uno de los más funes-
tos personajes que coadyuvaron á la reacción que acaeció en
BADAJOZ 231
España con la caída y persecución de los sabios ministros de
Carlos III, y á la preparación de la sangrienta lucha con la Fran-
cia de 1 808, comenzada heroicamente el 2 de Mayo y terminada
con la expulsión del invasor del territorio español, donde la
prostitución de sus cortesanas habían rebajado los caracteres y
la moral se había ya casi perdido, gracias al pernicioso ejemplo
que reyes, príncipes y favoritos daban á porfía para enseñanza
de los más.
Fijamos la atención en aquella tristemente célebre figura de
nuestra historia contemporánea, tan sólo para hacernos cargo
de cuan mudable es la fortuna con aquellos á quienes otorga un
día sus espléndidas mercedes, y de cómo los errores é inexpe-
riencias de gobernantes encumbrados por el favor y el capricho
de los soberanos, no por sus talentos y virtudes, acarrean, á la
corta ó á la larga, la ruina de los pueblos, y los empeñan en
graves conflictos, cuya tremenda responsabilidad cae al cabo so-
bre el legítimo culpable, ennegreciendo su memoria.
Desde Adán hasta nuestros días, no se conoció favorito
alguno que llegara á un grado tal de privanza como el que
alcanzó Godoy en la corte de Carlos IV. Tampoco se conoció
otro alguno cuya caída fuese tan brusca, cuya expiación fuese
tan prolongada, y cuyo olvido por parte de sus coetáneos fuese
tan completo. Luna, Calderón, Olivares, Lerma, Nithard, Va-
lenzuela, Alberoni, Riperdá y Esquilache, conservan hasta su
última hora destellos de su pasada grandeza ó de su engrande-
cimiento, para hablar más propiamente. Godoy muere olvidado
de su patria en país extranjero, al cabo de cuarenta años de su
caída. Había sido total el eclipse de su fortuna y de su nombre.
Pero contemplémosle en las alturas.
Poco tiempo y menos trabajo le costó escalarlas. Nacido en
Badajoz á 1 2 de Mayo de 1 766, del coronel de milicias D. José
y de la dama de honor de la reina, doña Antonia Justa, que
vivían, según unos, en la casa solariega de los Godoyes, situada
en Puerto-Chico (hoy Atocha), señalada con el número 67, y
232 BADAJOZ
cuyo edificio sufrió tanto cuando la crecida del Guadiana y la
inundación del 6 de Diciembre de 1786, que un año después fué
preciso derribarlo; y según otros, en la calle de Santa Lucía,
casa señalada con los números 1 2 y 1 4, aunque nos inclinamos
á creer que fuese en la primera, porque la segunda se labró
en 1779.
La familia de Godoy era noble, pero oscura; y cuando nació
Manuel se encontraba desterrada de la corte, según parece, por
el morigerado Carlos III. Godoy entró bajo la dirección del ca-
nónigo D. Mateo Delgado, después obispo, á aprender con él
matemáticas, y con otros profesores equitación y esgrima, y
luego en Madrid algo de las lenguas francesa é italiana. Á todo
esto se redujo la intrucción del que había de regir con omnímo-
dos poderes los destinos de España. Empujado por el soplo
favorable de la fortuna, ingresa en la distinguida Guardia de
Corps, que equivale para él á pisar el primer peldaño de la
escala por donde ha de ascender con rapidez asombrosa.
Los buenos oficios de la historia no han bastado á descu-
brir otra causa del encumbramiento del joven guardia, que las
apasionadas simpatías de la reina.
Godoy era un joven de veinticuatro años — dice un historia-
dor moderno, — y Carlos IV tenía cuarenta; la naturaleza había
dotado á aquél de seductora figura, y éste presentaba una fiso-
nomía de abultadas formas y continente desairado; el primero
conmovía con sus maneras y conversación las pasiones livianas
de la mujer, y el segundo no encontraba placer superior al de
la caza. ¿A qué proseguir este paralelo que antes que nosotros
hizo sin duda la reina María Luisa? Ella fué (para nadie es un
misterio), quien acumuló sobre un simple soldado de su guardia
todas las más altas dignidades de la monarquía, quien dio en él
á Carlos IV su mancilla, y á la nación el gobierno ignominioso
y corruptor de un valido...
Esto supuesto, prosigamos.
Ya se sabe que nadie sino Godoy precipitó la caída de Fio-
BADAJOZ 233
ridablanca; verdad es que para velar el motivo de algún modo,
vemos que se da cabida en el gobierno al conde de Aranda;
pero no tarda éste en abandonarle, quedando Godoy constituido
en arbitro de la nación y de los reyes, para no dejar de serlo
por espacio de tres lustros.
La declaración de guerra á Francia á raíz de la ejecución
de Luís XVI, es el primer acto político importante y el primer
desacierto trascendental de Godoy; pero bien pronto las cir-
cunstancias hácenle arrepentirse y negociar con tanto empeño
la paz de Basilea, ñrmada á 22 de Julio de 1795, como el que
había demostrado en provocar la conflagración. £1 tal tratado
vale á Godoy el título, tan pomposo como inmerecido, de Prín-
cipe de la Paz; pero vale también á España que, irritada Ingla-
terra por nuestra alianza con la República francesa, comience
á hostilizar nuestras costas, débilmente por fortuna, sin que la
Francia nos preste auxilio alguno, á pesar de lo pactado.
De poco sirve al país que vengan al ministerio varones tan
ilustrados y tan dignos como Saavedra y Jovellanos; su existen-
cia ministerial es un relámpago; tratan honradamente de derro-
tar ^ Godoy, visto la imposibilidad de anteponer los intereses
del país á los« del favorito, y son víctimas de sus buenos deseos.
Arrecian entre tanto las hostilidades de Inglaterra y los odios
de la nación hacia el privado: le aborrece la nobleza al recordar
su humilde origen y al presenciar su casamiento con la hija ma-
yor del infante D. Luís, prima hermana del rey y condesa de
Chinchón; le aborrece el clero por la emprendida desamortiza-
ción de la inmensa riqueza eclesiástica; le odia el país en masa,
entre otras razones, por los ruinosos empréstitos realizados para
salir de apuros, el primero de los cuales empréstitos se elevó
nada menos que á 100 millones, reforzados á poco con otros
sesenta.
Vuelto Napoleón de Egipto, lleno de lauros y de ambicio-
nes, el Gobierno español, impulsado por el francés, declara la
guerra á Portugal, so pretexto de sustraerle al inmenso poder
30
234 Badajoz
de Inglaterra. Veinticinco mil franceses nos ayudan á acometer
tal iniquidad, y Godoy es nombrado Generalísimo de nuestras
fuerzas terrestres y marítimas; para él había de ser el reino de
los Algarbes, caso de que el triunfo coronase la aventura ; pero
como el tratado de Amiens suspende la ejecución del proyecto,
el príncipe de la Paz recibe el ducado de la Albufera, ya que
por entonces se le ha frustrado lo del reino.
El descontento popular sigue creciendo; le aviva poderosa-
mente la pérdida de nuestra marina en Trafalgar, ocurrida
en 2 1 de Octubre de 1 805 , y no hay mal en el país que no se
atribuya á Godoy, aunque en rigor no sea el culpable de todos
ellos.
Pasando por alto otros de menos importancia, lleguemos á
uno de los más descomunales desatinos de nuestro personaje.
Multitud de circunstancias habían hecho sospechar á las políti-
eos españoles, aun á Godoy mismo, que el codicioso Bonaparte
aí)rigaba trascendentales miras y proyectos acerca de la pose-
sión de nuestra patria.
Entre Rusia, Portugal y España concertóse un plan secreto:
Portugal se pondría en pie de guerra; alarmada por ello España
haría lo mismo, sin inspirar á Napoleón sospechas, y cuando
éste comenzase su contienda con Rusia, las potencias occidenta-
les aliadas se presentarían ante las descuidadas costas france-
sas, ayudadas por Inglaterra; la atención de Francia tenía en-
tonces que dividirse entre el Norte, el Levante y el Occidente,
y su poder y su preponderancia quedarían debilitados. De la
reserva sobre este plan dependía su resultado. Pero he aquí
que el imprudente Godoy, al saber que Napoleón marcha sobre
Prusia y creyendo dar un golpe de patriotismo que le granjeara
una popularidad asombrosa, lanza á los cuatro vientos desde el
Escorial la célebre proclama del 6 de Octubre de 1806, llaman-
do al país á las armas para combatir á un enemigo incógnito,
pero que todo el mundo adivina cuál fuese, así como todo el
mundo anatematizaba tan imprudentísima proclama.
B /I D A J o Z 235
No tarda en conocer su error el favorito, al ver rodar la
corona de Federico en la batalla de Jena; envía entonces á Na-
poleón un emisario para felicitarle, temeroso de la venganza
del coloso del siglo; finge éste creer en la sinceridad de Godoy,
y la angustia de nuestra imbécil corte se apacigua, y se torna
en humillante y ciega confianza en Bonaparte. Valido de ella,
arregla el tratado de Fontainebleau, prometiendo á Godoy la
soberanía de una parte de Portugal, y con pretexto de dirigirse
á este reino, entra en España un ejército francés al mando del
general Junot. Pero cada día se acumulan junto á los Pirineos
nuevas tropas francesas, y cuando forman ya un ejército pode-
roso, penetran en nuestra Península por tres distintos puntos.
Esto ocurría á fines de 1807 y principios de 1808.
Veía la España con vehemente zozobra hechos tales, pre-
sentía las consecuencias de aquel modo de violar la Francia el
tratado que sólo la permitía internar en nuestro país 30,000
hombres; pero el gobierno de Godoy, lejos de adoptar medida
alguna preventiva, deja que las tropas imperiales se enseñoreen
de nuestro territorio y se apoderen pérfidamente de Pamplona
y Barcelona.
Las iras del pueblo adquieren subidas proporciones, la ven-
da cae por fin de los ojos del privado, prepara el viaje de la
corte y el suyo á Sevilla ó Cádiz, desde donde, sí las cosas lo
exigen, se trasladarán á Méjico, sin ocurrírsele ni remotamente
aprestar los ejércitos á la defensa de la patria, y al llegar el 1 7
de Marzo estalla el furioso motín de Aranjuez (donde la corte
residía), en el que el pueblo pide la cabeza de Godoy á toda
costa y allana la casa del valido; tiene éste tiempo de ocultarse
en el olvidado desván, y en él permanece más de treinta horas;
pero acosado por la sed, abandona su escondrijo, encuentra al
paso un centinela, le implora una taza de caldo ofreciéndole cre-
cidas recompensas á cambio de su silencio. Sus súplicas y pro-
mesas son estériles; el centinela, fiel á la consigna, da parte de
la aparición del que el pueblo creía ya fugado, cunde la noticia
236 BADAJOZ
con rapidez eléctrica, reúnense de nuevo las masas tumultuaria-
mente ante la casa de Godoy, y gracias á que la Reina, entera-
da del caso, envía á toda prisa su escuadrón de Guardias á pro-
teger la existencia del valido, que á no llegar tan oportunamen-
te el socorro hubiera dado el pueblo buena cuenta del odiadísimo
magnate. Queda éste preso en el cuartel, pero ni aun así
cesa la actitud amenazadora de las gentes que, ya la obra co-
menzada, anhela llevarla al suspirado término, arrancando á
Carlos IV la abdicación en el príncipe Fernando, acompañado
por supuesto de la destitución del favorito.
Las impresiones recibidas por el monarca en el tal motín, y
las astutas maquinaciones de Napoleón, cuyas tropas mandadas
por Murat (grande amigo de Godoy), habían de penetrar en Ma-
drid seis días más tarde, determinan por fin al Rey á abdicar en
su hijo, acto que realiza en 19 de Marzo.
Cuando Bonaparte, á costa de terribles y heroicas vicisitu-
des que todo buen español recuerda vivamente en este día,
porque en el inmemorial 2 de Mayo acaecieron, hace ratificar
la tal abdicación en Bayona, allí está también presente el mal-
hadado favorito, que sigue á los Reyes más tarde á Compiégne,
y con ellos vive algún tiempo en el palacio de Barghese.
Nublada la estrella de Godoy con tamañas peripecias, ya no
vuelve á refulgir un solo instante, y su nombre fué maldecido
por todos los buenos españoles que en aquella epopeya san-
grienta vertieron generosamente su sangre por la libertad y la
independencia de la patria. Y sin embargo de que los sucesos de
la vida política de Godoy tuvieron resonancia en toda Europa,
y su funesta influencia en la suerte de España trajo sobre esta
nación tantos desastres, no faltaron personas que á muy poco
de los motines de Aranjuez y Madrid, escribían con intento de
vindicar al favorito, ora atribuyendo á la guerra con Portugal
una importancia y honor para España que nunca tuvo, ora tam-
bién tratando de probar la falsedad con que le atribuían propó-
sitos de coronarse rey de un Estado, formado con mitad del
BADAJOZ 237
suelo portugués y mitad del español, como s¡ para nadie fuese
un secreto, capaz de borrarse de la historia, el tratado de Fon-
tainebleau, del que hablaremos después.
La campaña que felizmente terminó Napoleón en el alto y
bajo Egipto, le hicieron concebir planes de ensanchar sus domi?
nios por toda Europa, comenzando por la latina; y como base
estratégica de su ambicioso plan político, quería inaugurarlo po-
niendo en movimiento los ejércitos de España y Portugal, para
que en lucha entre sí se debilitasen las fuerzas de ambos pue-
blos peninsulares y él pudiese después con mayor impunidad
coronar su obra de anexionar á la Francia la Península Ibérica.
Torpes ó ignorantes los políticos que rodeaban á Carlos IV,
todos de la talla de Godoy, que era el que inspiraba á la ma-
yoría de ellos, cayeron en el lazo tendido por Napoleón, que
había aconsejado á España una guerra contra Portugal, para
redimirle de la protección inglesa, pero con la oferta de reservar
después tantas ó cuantas provincias portuguesas que, unidas á
la Extremadura española, formarían el futuro reino que había
de ser regido por Godoy.
Bajo este pacto declaróse la guerra á Portugal, y los ejérci-
tos españoles acudieron sobre Badajoz, campo de operaciones
para emprender desde luego la campaña. Carlos IV con la corte
vino por segunda vez (1) también á la plaza extremeña, y mien-
tras él y sus cortesanos cazaban en los montes de Tala vera,
Mérida y Montijo, María Luisa pasaba los días con Godoy en
Badajoz, gozando del impúdico amor que le guardaba su antiguo
guardia de escolta.
(i) La primera fué en la primavera de 1796, en que la corte visitó Badajoz,
acompañada de Godoy, en el viaje que hicieron SS. MM. por Extremadura y Anda-
lucía, para cumplir el voto de la reina de visitar el cuerpo de San Fernando, caso
de recobrar su salud el Príncipe de Asturias. Don Carlos IV, paró en esta pobla-
ción unos días, luciendo en sus campos su habilidad en la escopeta al lado de
Paino, Cajigal, Rocha, Manso, y el presbítero D. Juan Cabrera, único que le aven-
tajara en la caza, incluyendo todos los corsarios que fueron á las diversas expe-
diciones.
238 BADAJOZ
Emprendióse aquella injustificada campaña que llevó la agre-
sión á un pueblo hermano, y nuestras tropas entraron en Ofi-
venza, Arronche y otros pueblos más insignificantes, preparán-
dose más tarde para el sitio de Elvas, plaza de primer orden, y
sobre la cual el Rey de Portugal había puesto singular empeño
en conservar para su reino, en tanto que Godoy se proponía
ganarla y proseguir, en son de conquista, hasta Lisboa, sin
duda, puesto que soñaba en entrar en Portoalegre inmediata-
mente de ganada Arronche, sin comprender tan siquiera que lo
que hacía era servir de comparsa en la comedia que Napoleón I
hacía representar á España para el logro de su política ambi-
ciosa. La ignorancia de Godoy en este punto no tiene culpa.
Obraba con los ojos cerrados, y no era esto lo peor, sino que
le seguían también los reyes.
En 1 8 14 se publicó en Madrid un pequeño opúsculo de 38
páginas, conteniendo parte de la correspondencia secreta que
sostuvo Godoy con María Luisa, en cuyo folleto encontramos la
siguiente epístola, que por referirse á la guerra con Portugal, es
muy del caso para este sitio. Esta carta es notable, y dice así:
€ Cuartel general de Badajoz^ jo de Mayo de 1801.
• Señora: Sean felices los días de hoy, y por mi parte ofrez-
>co en obsequio de VV. MM. esa plaza de Arronche y la espe-
tranza de Portalegre cerrando la línea, etc., etc. Un pobre exér*
«cito hace esto, y mientras Manuel tenga aliento no osarán los
» enemigos de VV. MM. levantar la cabeza.
• Cúidese V. M. por Dios; esto es lo que importa (!!!), y que
» conserve sus bondades al más fiel (!!!) de sus vasallos Q. B, S. ?,,
» Manuel.»
¿No están retratados en esta carta todos los que jugaron
principal papel en la corte de Carlos W} ¡Desgraciado monarca
y desgraciado país que era regido por reyes y cortesanos como
los que redactaron la epístola anterior! El generalísimo que di-
rigía y mandaba el ejército español, era una vulgaridad lo mismo
en la guerra que en la política. Gracias al valor, nunca desmen-
BADAJOZ 239
tido de nuestras tropas, no sufrimos un descalabro de las del
portugués, pues el cuartel general era compuesto de nulidades
que en un todo correspondían á las del generalísimo. Como de-
talle curioso, que puede retratar algo de lo que en él pasaba,
diremos que como postdata á la carta que copiamos más arriba,
se lee: No envió edecanes, porque no saben correr d caballo (///).
Está juzgado, por esto solo, el cuartel general que rodeaba al
afortunado Godoy.
Éste, después de la victoria de Yelves, escribía también á
María Luisa otras cartas que no eran menos notables. En una
de ellas le decía lo siguiente: t Señora: Conténtese V. M. con
>esas naranjas, que son de los jardines de Yelves, tomadas á
>mi vista por las tropas que encerraron en la plaza al enemigo.
tÁ las doce y media se tiró (disparó) el primer fusil, y á la una
t empezó ya la plaza con mucho acierto, aunque los muertos
t nuestros no han sido más que tres,..^
Parece, por todo esto, que la guerra con Portugal era real-
mente una farsa, en la que nos hacían tomar un importante
papel los políticos del imperio francés. Con razón, el pueblo,
que siempre tiene un sentido más elevado que los personajes de
relumbrón, llamó aquella guerra la de las naranjas^ frase muy
propia para ridiculizar el aparato belicoso con que Godoy se
presentó en Badajoz, acompañando á Carlos IV.
Pero observemos que el hombre que no tenía escrúpulos
en desmembrar á su patria de dos provincias para unirlas á
otras cuatro portuguesas y coronarse rey, los tiene y mucho
(aunque creemos fuese aparentemente), en recibir cinco millones
de libras que le quería regalar Luciano Bonaparte, cuando se
proponía la indemnización que Portugal había de dar á España
por aquella guerra. Avergonzado el favorito de quererle hacer
Luciano Bonaparte cómplice de tal inmoralidad, escribía á Ma-
ría Luisa en i.^ de Julio de 1801, desde el cuartel general de
Badajoz una extensa carta y dentro de la cual incluía el siguien-
te papel de su propio puño y letra :
240 BADAJOZ
«Esta relación, señora, supone lo que un cuento y para no
ticia de V. M. solamente. Luciano tiene orden de pedir quince
millones de libras para su gobierno, y pidió treinta de nuevas á
primeras. Advirtiéndole yo la enormidad de esta condición, bajó
á veinticinco, y me dijo: — «Quince para el gobierno y diez para
nosotros.» — Al pronto no hice aprecio de su expresión, pero
habiéndomelo repetido, le dije: — «Pues, amigo mío, si el go-
bierno recibe quince solamente, vmd. debe contentarse con cinco
y pedir los veinte.» — Entonces me añadió: — «¿Y vmd.?... es ne-
cesario aprovechar tales ocasiones, pues no se presentan todos
los días.» — Vs. Ms. se persuadirán del rubor y enfado con que
le respondí, teniendo necesidad de cautelarme al mismo tiempo
para impedir otra ejecutoria de las que presenta en tales actos;
pero insistiendo en convencerle, diciéndole que pida sólo las
suyas y abreviaremos el trabajo, no hay forma ; le he hecho re-
flexiones negándole la posibilidad de que haya en secreto tal
convenio, pero nada basta á persuadirle y sólo me dice en su
última: — « Vmd. no tiene sino dos millones de renta ^ yo tengo
cuatro hechos en un solo año de ministerio^ y hasta que junte
doce es preciso aprovechar los medios, > En este estado no sé
cómo manifestarme que cuando llegue el caso, ni sé el medio de
eludir sus ideas. Y pensaba desembarazarme de esto hablando
á Pinto, si es que el trato se hace, pues suponiéndole entonces
al embajador un convenio entre los dos, vendría á verificarse
que el Portugal no le pagaba, ni yo incurriría en tal degrada-
ción, pues aunque esté recibido en Europa (por desgracia), no
todos los contratantes son como Manuel. Este diablo hace sus
cuentas de pedrería y dinero, de suerte que exceptuadas las
condiciones sine qua non que les hayan mandado observar, no
habría dificultad en alterar todas las otras, mediante dinero. La
cosa, por desgracia y fortuna, no tiene efecto aún; pero si llega
el caso será terrible. Dice que á su hermano José le valió el
tratado de Luneville cuatro millones de libras y otras muchas
cosas...»
BADAJOZ 241
El estilo de este escrito retrata la personalidad de su autor
y su nulidad para la alta política y el gobierno del Estado. ¡Qué
extraño, pues, el fatal resultado que tuvo este hombre funesto,
en España! La relajación moral de la corte de Carlos IV, la de-
cadencia política de España en su tiempo, las desgracias que
pesaron sobre esta gran nación hasta 181 2, en que la era cons-
titucional la redime de la reacción juntamente que de las bayo-
netas francesas, de todo tuvo culpa el audaz favorito, que escu-
dado en la ciega amistad que le profesaba el monarca, y en las
ilícitas relaciones que sostenía de antiguo con la reina, envolvió
á España en las desgracias por que atravesaba desde la guerra
con Inglaterra hasta la invasión francesa.
Apenas fué reconocido como rey Fernando VII en la tarde
del 19 de Marzo, se pensó seriamente en proseguir una perse-
cución contra Godoy que le hiciera salir para siempre de Espa-
ña, y el 21 de Marzo apareció el decreto confiscando todos sus
bienes, efectos, derechos y acciones. Godoy marchó al lado de
Carlos IV hasta la muerte del monarca, y ya pobre, exhausto
absolutamente de recursos, traslada últimamente su residencia
á París en 1835, donde vivía hasta 1850, oscuro y olvidado,
merced á una pensión de 6,500 francos otorgada por Luís Fe-
lipe.
El que había vivido en opulentos palacios, á cuyas puertas
formaba una brillante guardia siempre que entraba ó salía, viene
á morir en la capital de Francia, en humildísimo piso tercero de
la rué Mtchaudüre, núm. 20, el 4 de Octubre de 1851, á los
ochenta y cuatro años de edad y cuarenta y cuatro de su caída.
El que había ostentado los títulos de serenísimo Príncipe
de la Paz y de Bassano, gran Almirante, Generalísimo y Minis-
tro universal de España é Indias, duque de la Alcudia y de la
Albufera, conde de Chinchón y de Evoramonte y señor del Soto
de Roma, Comendador de Valencia del Ventoso, Rivera y Acon-
chel, condecorado con el Toisón de Oro y con todas las conde-
coraciones habidas en Europa, llega al fondo de la tumba, en
3»
242 BADAJOZ
país extraño, olvidado de todos sus compatriotas, y sin otro
título á la gratitud de la posteridad que el de haber abrigado á
veces muy buenas intenciones.
Porque, justo es decirlo: como compensación, siquiera sea
débil, á sus muchísimos y crasísimos errores, hijos de su esca-
sa instrucción y de su poca experiencia, demostró Godoy en
repetidos casos loables tendencias al florecimiento y la cultura
de su patria. Vémosle, con efecto, luchar contra la Inquisición,
aunque de soslayo; iniciar la desamortización (i) y prohibir los
enterramientos en las iglesias; hacer propaganda en contra de
la apasionada y fanática añción á las corridas de toros; favore-
cer el esplendor de las bellas artes, y auxiliar á la agricultura
contra los privilegios de la ganadería, organizar expediciones
científicas encomendadas á Rojas Clemente y á Badía, y enviar
á Balmis á América para propagar la vacuna; proteger el esta-
blecimiento de la escuela de sordo-mudos y la Instittición Real
Pestalozziana.
Hemos acumulado sobre Godoy, relatando con la posible
(i) Á esto indudablemente debió el haber recibido aplausos y elogios que á
nuestro entender no estaban muy justificados. Meléndez Valdés, en una de sus
mejores odas, tuvo la debilidad de decirle :
«Ya á vuestro mando poderoso corren
las luces, la enseñanza: tiembla y gime
azorado el error; de espigas de oro
la madre España coronada encumbra
su frente venerable, y cual un tiempo
sobre el orbe domina triunfadora.»
El señor Moratín le decía en otra :
«Tú lo sabes, señor, y en tus acciones
ejemplo das. Tú la virtud oscura,
tú la inocencia amparas. Si olvidado
el mérito se vio, tú le coronas:
las letras á tu sombra florecieron,
el celo aplaudes, el error perdonas... etc.»
¡Tal es el mundo, y tales son los hombres! Aplausos á la prosperidad, insul-
tos á la desgracia.
BADAJOZ 243
brevedad su historia, cuantos cargos le corresponden; hemos
apuntado también sus méritos y buenos servicios. Compare aho
ra el lector el haber con el debe^ y pronuncie su juicio, si le
place, sobre el personaje en autos.
A nosotros no nos toca hacer otra cosa. El lector que quie-
ra conocer los pormenores de la vida de este personaje político,
puede hacerlo leyendo las obras que sobre él se han pu-
blicado (i).
Terminaremos copiando aquí todos los títulos y condecora-
ciones que reunió Godoy. Fué primer marqués de la Alcudia
en 21 de Abril de 1792, príncipe de la Paz, duque y señor de
Sueca, dos veces grande de España de primera clase, conde de
Evoramonte en Portugal, barón de Mascalbó en Cataluña, prín-
cipe de Bassano en Roma, señor de los Estados de la Campana
de Albalat y la Serena, del Lago de la Albufera de Valencia y
de las Villas de Huetor de Santillana y Veas, señor de los Sotos
de Roma y Aldovea, regidor perpetuo de las villas de Madrid,
la Nava del Rey y Reus, y de las ciudades de Santiago, Cádiz,
(i) i .' Diario de los públicos regocijos con que la M. N. y M. L. ciudad de Ba-
dajoz^ eic.^ ha celebrado la exaltación de su ilustre, distinguido y amado hijo y com-
patriota el Serenísimo señor D. Manuel Godoy, etc. (Badajoz, imprenta de D.Juan
Patrón, 1807.)
2.* Carta de gracias del Principe de la Paz á la ciudad de Badajoz. (Sin a. ni 1.
de imp., cuatro páginas en folio.)
3.' Retrato político del Serenísimo señor Principe de la Paz, etc. (Madrid, im-
prenta Real, 1807.)
4.' Aviso al piíblico. (Madrid, 1808: una hoja en gran folio.)
5.a Noticia histórica de D. Ma^iuel Godoy, etc. (Bayona, librería de Gossc.)
6.* Una parte de la correspondencia de Godoy con la reina María Luisa, publi-
cada por D. O. Z. de O. (Madrid, imprenta de Fuentenebro, 1814.)
7.' Cañonazos en tres descargas, por el Tío Trabuco, (Madrid, imprenta de
Justo Sánchez, 1808.)
8.' Cuenta dada de su vida política por D. Manuel Godoy. (Madrid, imprenta de
Sancha, 1836 á 1838.)
9.' Vida política de T>. Manuel Godoy, por D. Manuel Olivo y Otero. (Madrid,
imprenta de Benito Landero y compañía, i84«).)
I o.* Exposición que dirige á las Corles Constituyentes la condesa de Chinchón,
etcétera. (Madrid, imprenta de Andrés y Compañía, 18$ 5.)
Otros varios papeles y libros se han publicado sobre Godoy en España y el ex>
tranjero, pero todos de muy escaso valor para la historia del mismo.
244 BADAJOZ
Málaga, Ronda, Écija, Burgos, Valencia, Murcia, Manresa,
Guadalajara, Gerona, Barcelona, Peñíscola, Sanlúcar de Barra-
meda, Lérida, Toledo, Toro, Zamora, Asunción del Paraguay,
Buenos Aires y Méjico, veinticuatro preminente de Jerez de la
Frontera, de Sevilla y Jerez de los Caballeros, generalísimo y
almirante mayor de España y de las Indias con el tratamiento
de Alteza, primer ministro del rey D. Carlos IV, su gentil hom-
bre de Cámara con ejercicio, y consejero de Estado, jefe supe-
rior de los reales cuerpos de artillería é ingenieros, capitán de
guardias de Corps, coronel general de los regimientos suizos,
Hermano mayor y Alcalde perpetuo de la Santa Real Herman-
dad vieja de la ciudad de Toledo, con voz, voto y presidencia
en todas su funciones, presidente del Cuerpo colegiado de la
Nobleza de Madrid, caballero de la insigne orden del Toisón de
Oro, comendador de Valencia del Ventoso, Rivera y Aceuchar,
en la orden de Santiago, gran cruz de Carlos III y San Herme-
negildo, de Cristo en Roma y Portugal, de San Genaro y San
Fernando y Mérito de Ñapóles, gran Cordón de la Legión de
Honor de Francia, bailio y gran Cruz de la orden de San Juan
de Jerusalén, benemérito de la Real Sociedad Económica Matri-
tense, etc., etc.
CAPITULO IX
Alzamiento de Badajoz en 1606, y muerte del Conde de la Torra del Fresno.
Segundo recuerdo del Fuerte de Pardaloras.
Capitulaoidn de Badajoz. — Segudo sitio de esta plaza.
Reconquista por las tropas aliadas
A siempre pacífica ciudad de Ba-
dajoz salió de su acostumbrado
reposo y agitáronse sus vecinos
en tumultuario motín la mañana
del 30 de Mayo de 1808.
La historia de lo ocurrido en
este día, sus antecedentes y cuan-
to con el principal suceso que lo
ocasionó pueda y deba decirse
nos proponemos describir en este capítulo.
El día 4 de Mayo principió á impacientarse el vecindario de
Badajoz al saber el famoso aviso del Alcalde de Móstoles res-
pecto al peligro en que se encontraba Madrid.
El Sr. Conde de la Torre del Fresno conferenció con el
marqués del Socorro, D. Francisco Solano, á quien reemplazaba
2jj6 BADAJOZ
en el mando de la Capitanía general, y convocaron una junta
militar, que dio el día 5 una proclama para oponerse á los fran-
ceses, la primera de su clase en España. Enviáronse oficiales
para este caso arriesgado á Lisboa, Madrid y Sevilla, y no pue-
de dudarse que, entonces, obraron con valentía las referidas
autoridades; empero recibieron nuevos avisos de la tranquilidad
de Madrid y alucinado Solano por cartas de amigos suyos y por
la decisión de Murat de que volviese á la Capitanía general de
Andalucía, y su amistad y sus consejos, dícese, que mudaron tam-
bién al Sr. Conde de la Torre del Fresno. Crecía en tanto la
fermentación en Badajoz, y, avivadas las pasiones por los im-
presos de la corte, tratábase de promover el levantamiento ge-
neral. Personas de acendrado patriotismo, como eran D. José
María Calatrava, luego diputado á cortes, el teniente rey Don
Juan Gregorio Mancio, el tesorero D. Félix Ovalle, D. Alonso
Calderón, y otros, concertaron un plan que debía ejecutarse, á
la vez, el 3 de Junio, en la capital y cabeza de partido. En el
ardor que abrigaba este pueblo, un caso inesperado anticipó el
aborto de la revolución. Torre Fresno ordenó que el 30 de Mayo,
día de San Fernando, no se hiciese salva, ni se enarbolase la
bandera. Este acto no estaba justificado y sobre todo era anti-
patriótico eii aquellos momentos.
Pero conozcamos los hechos, y para hacerlo debidamente,
comenzáremos por saber quién era este desgraciado general que
debió su muerte á la torpeza de las autoridades, sino fué tam-
bién á las suyas propias.
El Excmo. Sr. D. Toribio Grajera de Vargas, conde de la
Torre del Fresno y teniente general, nació en Badajoz el año
de 1766, hijo del primer conde de la Torre del Fresno, título
creado por el rey D. Fernando VI en 1747. Fué un valiente mi-
litar que se distinguió en la campaña contra Portugal y á quien
desgraciadamente sacrificó la soldadesca desenfrenada en la re-
belión de Badajoz, acaecida el 30 de Mayo de 1808.
En los archivos de aquella Capitanía general existe la copia
BADAJOZ 247
(el original fué pedido por el ministro de la Guerra para la for-
mación de la historia) de la sumaria actuada en justificación de
la conducta militar y política observada por el conde, en la que
actuaron de juez fiscal D. Manuel Cabrera, comandante del
segundo batallón del regimiento de infantería de Burgos, y de
secretario el teniente del regimiento infantería de Mallorca,
D. Ventura Hernández (i).
Examinando esta causa, que se hizo célebre por aquella
época, se comprende la inocencia del conde-general, ya que no
se vean claros los móviles que impulsaron á los alborotadores á
sacrificar su vida justamente en aquellos días que sacrificaban
en Sevilla la del señor conde del Águila y en Cádiz la del mar-
qués del Socorro, y todos tres t acusados de traidores ante el
enemigo invasor».
Por nuestra parte y en lo que hace referencia al desgraciado
conde de la Torre del Fresno, hemos de decir aquí que se le
acusó injustamente. Desde los primeros momentos en que se
tomaron en Badajoz disposiciones contra el ejército invasor,
apareció el conde entre los de primera fila dando disposiciones
acertadísimas y contribuyendo generosamente á defender el te-
rritorio.
Su primer documento, acaso el más importante de los que
dirigió á las autoridades y juntas de la provincia fué el siguien-
te, por él suscrito:
€ Gobierno militar de Extremadura. — Circular: Los avi-
»sos que se han recibido (2) manifiestan que nuestro amado
• soberano y el gobierno se hallan en riesgo inminente, y cuando
•todos los pueblos se encuentran resueltos á morir, antes que
• sea destruido el gobierno, conviene que V. haga publicar en
»los de su partido, que aunque las noticias no son del todo au-
í I ) Pertenece al legajo 1 8, causa núm. 9.
(2) Se refiere á las primeras noticias llegadas á Badajoz el día 4 sobre los suce-
sos del día 2 en Madrid.
248
BADAJOZ
ténticas, deben ser suficientes para que los buenos españoles
se armen y se dispongan á defender la patria, si por desgracia
saliese cierto que nuestros aliados correspondían con perfidias
á la amistad y buena fe con que los recibimos. En su conse-
cuencia, y siendo preciso para nuestra conservación y defensa
que ésta se haga con el mayor orden, y correspondamos así á
las esperanzas de la patria, abrirá V. tres registros: En el pri-
mero se alistarán todas aquellas personas que mientras duren
las circunstancias actuales quieran servir en los regimientos de
línea que tenemos en la provincia, y conviene aumentar hasta
dos mil hombres cada uno. En el segundo todos cuantos quie-
ran servir en el tercio ó tercios del pueblo, que llevarán la
bandera y divisa que tenga á bien elegir y se les señalan ofi-
ciales que los instruyan y dirijan. En el tercero se pondrán
todos aquellos que puedan servir con caballos y armas, á los
cuales se les dará la misma organización que á la anterior, y
que todo ello se ejecute con la brevedad del rayo, para que el
enemigo, si llegase á serlo, se convenza de que los españoles
jamás conocen peligros cuando es preciso salvar y vengar al
rey, la religión ó la patria. A fin de que todo se halle pronto
si llega el caso de emprender la marcha, debe V. tener nom-
brado el número de carros y acémilas que son necesarias para
conducir víveres y efectos precisos para la subsistencia y mu-
niciones que llevarán consigo. Yo me glorío y honro de ser
comandante general de mi provincia, fiel y valiente, que en
ningún tiempo ha desmentido su valor, y me prometo que en
esta ocasión se acreditará más que nunca que sabemos preferir
todos los contratiempos y todos los trabajos á una opresión
injusta. Dios guarde á V. muchos años. — Badajoz 5 de Mayo
de 1 808. — Ei conde de la Torre del Fresno, >
Nótese que este documento tiene la fecha del 5 de Mayo (i),
(í j En este día llegó á Badajoz un comisionado con la alocución del alcalde de
Móstoles.
BADAJOZ 249
esto es, que está redactado y remitido á los pueblos de la pro-
vincia de Extremadura el mismo dí^ en que llegaron á Badajoz
emisarios con el parte del inmortal alcalde de Móstoles, parte
que corrió tres días de un extremo á otro de la Península y que
él solo bastó para levantar á España entera como un solo hom-
bre en defensa de su independencia, no cejando ningún pueblo
en patriotismo, pues Extremadura, como si obedeciese, á igual
que en otros tiempos, á la voz de Viriato, hace heroicidades, y
la noble Asturias, cual si la Providencia en sus inescrutables
designios la destinara siempre á ser como la levadura de nues-
tra nacionalidad, evoca la sombra de Pelayo, y con el denuedo
y el coraje que once siglos antes combatiera la irrupción sarra-
cena, es la primera en lanzar el grito de independencia. Galicia,
su hermana del alma, secunda el movimiento, y so pretexto de
no haber enarbolado, según costumbre, en los baluartes y en
los castillos el estandarte de San Fernando el 30 de Mayo, los
habitantes de la Coruña se amotinan, y guiados y dirigidos por
oscuro pero fogoso artesano, asaltan el parque, se apoderan de
cuarenta mil fusiles y con ellos se arman los estudiantes de la
universidad compostelana que forman el Batallón literario.
La misma Castilla, llana como la palma de la mano, abierta
por los cuatro vientos y por lo mismo amenazada de continuo
por los ejércitos franceses, evocando la memoria y siguiendo el
ejemplo de sus comuneros, se alza en armas contra la fuerza
francesa, y lidia en honrosa lid por la independencia, como en
tiempo de Carlos V lidiara por la libertad.
El célebre alcalde de Móstoles redacta el mismo día del al-
zamiento de Madrid, el memorable 2 de Mayo, la siguiente bre-
ve y elocuentísima circular:
fLa patria está en peligro. Madrid perece víctima de la per-
»ñdia francesa. Españoles, acudid á salvarla. — Madrid 2 de
»Mayo de 1808. — El alcalde de Móstoles,^
Un vendedor de pajuelas, se desciñe su faja encarnada, la
hace mil girones, ata á una caña el más ancho de ellos, impro-
sa
250 BADAJOZ
visa así roja bandera, y en medio de la plaza del Mercado, en
Valencia, le declara la guerra solemnemente al coloso de Euro-
pa en los siguientes términos: tUn pobre palleter li declara la
•guerra á Napoleón. ¡Viva Fernando VII y muiguen els traidors!»
Y de esta suerte se levanta como un solo hombre España en-
tera.
Puede decirse con razón que los anales de nuestra historia,
tan llenos á cada paso de inmortales hechos de armas, no re-
gistran un período que cuente tan homéricos combates como
este de la guerra de la independencia.
Dotada nuestra raza como ninguna otra de complexión gue-
rrera por naturaleza, despreciador también nuestro pueblo como
ninguno otro de la muerte, sabe pelear y morir con gloría en
todas partes.
En Sagunto y en Numancia, cuando peleábamos contra Car-
tago y Roma; en las montañas de Asturias, con Pelayo, cuando
combatíamos contra los árabes; en la conquista del Nuevo Mun-
do, con Hernán-Cortés, cuando luchábamos contra las tribus
salvajes de Motezuma; en Pavía con D. Antonio Leiva, cuando
la guerra contra Francisco I; en el golfo de Lepanto, con
D. Juan de Austria, cuando íbamos contra los turcos, y hasta
en estas guerras civiles como las Germanías de Valencia, como
las comunidades de Castilla, siempre y en todas partes supimos
pelear con verdadero heroísmo.
Pero en la guerra de la independencia el valor de los espa-
ñoles sube de punto. En vano semejantes á los ejércitos de Ala-
rico en Roma, los ejércitos de Napoleón en España siembran
por doquier la desolación y la muerte: en vano incendian las
villas y talan los campos y saquean las ciudades: en vano opo-
nen á inexpertos soldados y mal armadas guerrillas, ejércitos
numerosos avezados al combate: el genio de la guerra está con
nosotros, porque la memoria de Viriato, de Pelayo y del Cid
nos acompaña y nos sirve de ejemplo en estos momentos supre-
mos de lucha. Y así, cuando todo el mundo creía convertida
BADAJOZ 251
España, por los excesos de la tiranía, en una manada de siervos,
y por la invasión y matanza de los franceses en inmenso cemen-
terio relleno de cadáveres, sorprendemos á Europa con la vic-
toria de Bailen, donde el general Castaños derrota á los impe-
riales y les hace veintidós mil prisioneros; con los sitios de
Zaragoza y Gerona, donde llevan á cabo los españoles proezas
de valor que maravillan y asombran al mismo Bonaparte; con
el sagrado libro de la Constitución de Cádiz, cuya letra enseña
evidentemente el inmenso amor que sentimos por la indepen-
dencia y por la libertad.
¡Loor á los mártires de la Independencia española, á aque-
llos preclaros varones que detuvieron en Sigüenza, en la Albue-
ra, en Tárrega y en Chiclana, la marcha triunfal del ejército
vencedor de Jena, de Austerlitz y de Marengo; honor á aque-
llos que ilustraron los fastos de nuestra historia con las glorias
de Arapiles, de Tolosa y San Marcial; á aquellos que abatieron
el orgullo de las águilas imperiales é hirieron mortalmente en
el corazón á Bonaparte, en Ortthses y Aix! ¡Loor á aquella na-
ción afortunada que nos rescató y redimió del extranjero! ¡Loor
á España! ¡Loor á los españoles que así supieron luchar y vencer!
Pero hemos dejado correr la pluma en alas del patriotismo,
anticipándonos á los sucesos de esta guerra sin ejemplo en el
mundo moderno. A prepararla con el mejor entusiasmo se aper-
cibía el conde de la Torre del Fresno cuando publicaba el 5 de
Mayo la orden que hemos copiado ya, y desde dicha época
hasta el día 30 de aquel mes nada había en sus actos que se le
pudiese juzgar de mal español. En este indicado día, y por la
misma causa que se inició el movimiento de la Corufta, se rea-
lizó el de Badajoz, pereciendo el indefenso conde á manos de la
soldadesca desenfrenada y siendo después arrastrado por el po-
pulacho que siguió aquel injustificado movimiento.
Veamos lo que resulta del proceso, y examinemos al efecto
algunas de las declaraciones testificales, dando principio por la
del general D. José de Galluzo, que dice así: el 30 de Mayo es-
252 BADAJOZ
taba citada la Junta para las ocho de la mañana, y reunida ésta
en el local acostumbrado, plaza de las Descalzas, palacio de los
condes de la Torre del Fresno, manifestó el señor general conde
de la Torre del Fresno, gobernador militar que era á la sazón
de este distrito y capitán general interino, por ausencia del que
lo era en propiedad D. Juan Carrafa, que con motivo de los
acontecimientos de Madrid y oficios de la Junta Suprema de
Sevilla, era necesario meditar muy bien y pronto los medios que
debieran adoptarse para la defensa de la provincia, y á poco
rato de esta propuesta, que sería á las nueve y media de la ma-
ñana, se notó conmoción popular y dio una salva (1) que sin
orden del expresado general hizo el pueblo, enarbolando la
bandera, con cuyo motivo se disolvió la Junta sin poder acordar
cosa alguna...»
El teniente coronel D. Laureano de las Fuentes, dijo:
«...Como á las dos de la tarde, el pueblo amotinado en la
plaza de la Cruz, rodeaba el cuerpo de guardia del oficial y sol-
dados que guardaban la puerta de Palmas, pidiendo en voz y
grito la vida del conde de la Torre del Fresno, á quien acusaban
de traidor. El conde, refugiado en el citado cuerpo de guardia,
se resistía á salir á vista del populacho, pero á esta hora llegó
el excelentísimo señor marqués de Monsalud y el teniente coro-
nel D. Laureano de las Fuentes, que declara, y empezaron en
tan críticos momentos á persuadir al pueblo de la inocencia del
conde, para que sosegaran los ánimos y que de este modo todo
se podría componer, pues que nada se adelantaría con lo que
(i) Era costumbre de remoto tiempo disparar las tres salvas de los días de
fiesta real á la caída de la tarde, con interrupción de una media hora cada salva;
pero los amotinados el 30 de Mayo se dirigieron al baluarte de San Vicente, donde
estaban los cañones que de antiguo se dedicaban á estas solemnidades, y capita-
neados por una mujer varonil llamada María Cambero, mayormente conocida por
el sobrenombre de la Mariona, y al son del toque de un tambor, hábilmente ma-
nejado por un tal Ciríaco Gamarra, la Mariona se quitó las medias y mantón, em-
pleándolas para tacos de! primer cañón disparado, y después de aquel disparo los
otros no se hicieron esperar hasta los 2 $ que eran de ordenanza.
BADAJOZ 253
pedían, que era que saliera el conde de aquel puesto para qui-
tarle la vida; pero todo fué infructuoso, á pesar de que el mismo
conde, subido en una mesa, y sin ninguna divisa de mando, le
decía: c ¡Hijos! yo no quiero tener mando alguno; yo soy vues-
• tro compañero y paisano, y como un leal, verdadero y constan-
»te español me vanaglorio el hacer todo lo que sea debido en
» defensa de mi rey y señor D. Fernando VII y de mi amada pa-
»tria.» Pero todo fué inútil, pues al fin consiguieron arrancarlo
de aquel punto, y á muy pocos pasos un artillero desenvainó el
machete y dirigiendo su cortante hoja hacia la cabeza del conde
exclamó: c¡Esto se hace con los traidores!» y el cuerpo del des-
graciado general cayó al suelo inanimado y sin espíritu...»
El Excmo. Sr. D. Mateo Delgado y Moreno, arzobispo de
Sebaste y obispo de Badajoz, dijo:
t...Que estándose tratando del asunto en el que manifestó
desde luego con coda franqueza, buena fe y deseo de hacer lo
mejor en defensa de dicho Soberano y de la Patria (i) se pre-
sentó el populacho alborotado delante de su casa, al que se
procuró contentar saliendo á los balcones, así el conde como
varios de los que habíamos concurrido á ellas sin que hubiesen
sido suficientes razones algunas para conseguirlo, ni haberse
prestado el conde á que se disparase la artillería, como se dis-
paró y á dejar ó entregar el mando, en vista de la desconfianza
que manifestaron los alborotadores ; y habiéndose estos entrado
en la misma casa del conde, atropellando la guardia (2) enton-
ces bajó, se incorporó con ellos y llevándolo por donde quisieron,
por último le dieron varios golpes y le quitaron la vida, siendo
víctima de un populacho desenfrenado y ciego, á pretexto de
vanas é infundadas desconfianzas que fueron desgraciadamente
repetidas, por aquella época, contra los más decididos por la
(i) Se refiere al conde.
(3) Por oponerse el prelado á que saliera el conde de su casa, desconocieron
la autoridad del arzobispo y hasta su dignidad revestida por los hábitos, y recibió
dos bofetadas de mano de uno de los amotinados.
2í>4 BADAJOZ
justa causa, si es que no hubo algunos agentes ocultos que die-
sen impulsos á la conmoción por venganza y resentimientos par-
ticulares »
Del Sr. D. Manuel Madera, rico comerciante de Badajoz:
€... El populacho, amotinado á la puerta del general conde
de la Torre del Fresno, escuchó de los labios de éste : t que él
»no se había negado á que se arbolara, y que las salvas se ha-
»rían á las horas acostumbradas»...
Del canónigo y maestre escuela de la Catedral, D. Juan
Caldera :
«... Que tiene noticias de la muerte violenta que sufrió el
conde de la Torre del Fresno, en el mismo día, entre tres y
cuatro de la tarde... y que aunque no la presenció, oyó decir á
algunos testigos de vista que los principales agresores fueron
varios soldados que se hallaban en la plaza y que al parecer
debieron ser seducidos para acometer tan horrible atentado,
pues que los paisanos no se les vid hacer la menor demostración
de amenazar la persona del conde ^ cuya particularidad fué públi-
ca en toda la ciudad...»
El coronel D. Diego de Toro, dijo:
«... En aquella mañana había mandado, delante del que de-
clara, el conde de la Torre del Fresno, al ayudante de esta
plaza, D. José Fernández (que es ya muerto), que fuese inme-
diatamente para que se arbolase la bandera, y habiendo pedido
el populacho de que se hiciese salva por la artillería lo mandó
también, faltando á la costumbre que de tiempo inmemorial ha-
bía en esta plaza, pues las tres salvas se ejecutaban: la primera,
una hora antes de ponerse el sol ; la segunda, media, y la últi-
ma al ponerse... (i).»
El presbítero D. José Romero y Segura, dijo:
(i) Cuando el ayudante Fernández se dirigía por la calle del Granado, para
dar orden á la guardia de la Maestranza que hiciese la salva, ya se oyeron los pri-
meros disparos y por consiguiente tal orden era inútil para calmarlos amotinados
que se habían anticipado á ella.
BADAJOZ 255
»... que no sólo se halló en Badajoz el día en que se cita,
sino que estuvo en la casa del conde de la Torre del Fresno
hasta cerca de las once, hora que había principiado el alboroto
del pueblo, y que presenció, por lo tanto, que el referido gene-
ral ofreció á los amotinados que se presentaron en la plaza de
las Descalzas (muchachos los más) y que pedían se hiciese en
aquella hora la salva, que se harían las tres de ordenanza á las
horas acostumbradas.»
El deán D. Francisco Romero de Castilla, dijo:
€... Que teniendo presente el general las noticias que habían
llegado *á esta plaza en los días ó tiempos en que ocurrieron
los hechos que incluyen estas preguntas, y habiendo llegado á
esta plaza el aviso que dio el alcalde de Móstoles, que si mal
no recuerdo fué el día 4 de Mayo de 1808 noticiando lo que
pasó en Madrid el día 2 del mismo, en el mismo día 4 formó el
conde una junta para resolver lo que debiera hacerse.»
El provisor D. Gabriel Rafael Blázquez Prieto, dijo :
€... Que el conde había recibido noticias del levantamiento
de Sevilla y la muerte del señor conde del Águila, y que pen-
saba convocar á junta, lo que nos pareció bien, haciéndole yo
un ligero recuerdo de su circular, y en efecto, se citó á junta
para el siguiente día 30 de Mayo... Llegó el momento de la
junta, y cuando estábamos deliberando se oyeron resonar conti-
guos cañonazos de esta plaza, seguidos de una gran gritería, y
uno de los concurrentes propuso que saliera yo acompañado del
regidor perpetuo de la ciudad D. Pedro Martín Saavedra á cal-
mar los alborotadores, y salimos, informándonos de que hacia
el convento de la Trinidad estaban los pronunciados, nos dirigi-
mos al campo de San Juan, llamado plaza de Fernando VII,
cuando vimos que de la calle de San Blas venía gran porción
de hombres y mujeres gritando: ¡Viva la religión! ¡Viva el rey!
•Mueran los traidores!; pero todos fueron detenidos por mí y
por el regidor referido, y ambos les gritamos con palabras de
verdadera reflexión, mostrándose todos avenidos y dispuestos á
256 BADAJOZ
retirarse á sus casas, lo cual se hubiera conseguido si en esto
no apareciese una columna de hombres, todos soldados, vesti-
dos á la manera de que están en los cuarteles, y algunos con
fusiles, otros con bayonetas y los más con sables y algunos
tambores y dos banderas, una de un regimiento (i) y la otra
muy antigua y muy pequeña que luego vi en casa del señor
general Galluzo, y entendí haber sido de la iglesia del convento
de San Agustín (2). Esta columna venía como de la calle de
San Juan y se dirigió á la plaza que llaman de las Descalzas,
sin que nosotros pudiéramos contenerla, y detrás las gentes
que teníamos calmadas siguió, quedando mi compañero y yo
solos, dirigiéndonos á la referida plaza de las Descalzas, y lle-
gados á ellas pudimos ganar la puerta del convento, desde
donde vimos al ilustrísimo señor arzobispo, obispo y otros indi-
viduos dirigiendo palabras al pueblo, y á poco pudimos ganar
la puerta de la casa del referido conde, colocándome á la puer-
ta derecha, de donde vi que cinco soldados tenían Iols hojas de
los sables limpias y se dirigieron á la puerta, arremetiendo con-
tra todos los impedimentos, viniendo á afligir más aquel trance
la noticia dada por algunos de que había llegado un correo y
había traición, cosa de todo punto falsa, pues yo, individuo de
la junta, me constaba lo dicho, y sé que el correo eran pliegos
despachados por el general Junot, y otros de Murat para aquel
general... A las nueve de la noche corrimos al zaguán de la
casa del difunto conde, donde se encontraba hecho pedazos, y
á esta hora se verificó el entierro sin ceremonia alguna de la
iglesia de las Descalzas (3). La muerte del señor conde la moti-
vó el tener la Comandancia general de esta provincia á su car-
go, de la conjuración fraguada contra él, como también contra
(i) De infantería de Extremadura.
(2) La ganada á los portugueses por el general Bay, ó mejor dicho por sus
hijos, enterrados en el convento de San Agustín.
(3) A la izquierda del altar mayor se levanta este sepulcro de piedra de már-
mol, con una modesta inscripción.
BADAJOZ 237
los señores conde del Águila, en Sevilla, y marqués del Soco-
rro, en Cádiz, en cuyas ejecuciones intervinieron militares más
eficazmente que los habitantes de la población...»
Don José Garrigó, coronel de ejército y comandante agre-
gado al regimiento de húsares de Bailen, dijo:
« A las doce y media de la tarde me encontraba detenido
en el cuerpo de guardia de Palmas, donde estaba el populacho
que intentaba invadir dicho edificio militar para apoderarse del
conde y matarlo. Considerándonos resguardados allí bien pronto
vimos lo contrario, pues que el populacho rompió la ventana del
referido cuerpo de guardia, que daba al paseo de la Alameda
Vieja, y por ella entraron muchos hombres, lo' cual visto por
los húsares de mi regimiento que me ayudaban á impedir al
pueblo sus intentos, hasta que reconvenidos los mismos por el
pueblo, uno de ellos me cogió por piernas y brazos y me sacó
á la puerta desde donde se me dirigió á mí un zapador levan-
tando el machete, el cual fué detenido por mis húsares, y en la
confusión todo lo perdí de vista, pero oí decir que el mismo za-
pador que intentó matarme degolló al conde (i)....>
Tales son los hechos que resultan en la causa, relatados por
diez personas de las más caracterizadas de la ciudad y todas
testigos presenciales de las escenas tumultuosas del 30 de Mayo,
y la mayoría coopartícipes en la junta de las disposiciones adop-
tadas por el conde, desde el 5 de Mayo en que se recibió en
Badajoz el aviso del alcalde de Móstoles.
De todas estas declaraciones se desprende que el militarismo,
la soldadesca, fué el espíritu y cuerpo de aquel escandaloso
motín que pudo haber traído consecuencias más funestas, pues
que á las once de la mañana, en que habían tenido noticia del
motín los presos de la cárcel, se sublevaron haciendo resisten-
cia contra la guardia, lo cual, sabido que fué por el conde en
(i) En efecto, es cierto, siendo lo más particular del caso, que presenció el
hecho la numerosa guardia de Puerta de Palmas, formada y con las armas en des-
canso.
33
258 BADAJOZ
el momento que salía de la junta, mandó al general D. Juan
Gregorio Mansio, para que con su presencia y las disposiciones
que adoptase, refrenara los presos y castigara á los culpables.
Pero el tiempo pasó; los ánimos se calmaron y tras un día
y otro se aclaró la conducta del conde, que no pudo ser más
noble ni más leal para su patria; así fué que el fiscal de la causa
acordó un dictamen favorable al conde, y pasando al Consejo
de guerra los señores generales que (i) actuaron como vocales,
declararon por unanimidad al conde t indemne, libre de todo
f cargo por buen servidor, leal y fiel vasallo al rey nuestro señor;
tque se publique su inocencia en La Gaceta del Gobierno; que
fse circule álos inspectores y directores generales de las dife-
f rentes armas para que llegue á noticia de los individuos del
•ejército; igualmente declara que la conducta militar y política
•observada en el año 1808, fué arreglada y propia de un mili-
ftar pundonoroso; que se dé cuenta á S. M. por el Supremo de
fia guerra, del distinguido mérito que contrajo en el año 1808,
f siendo el primero que se declaró abiertamente contra nuestros
» enemigos, alarmando esta provincia con eminente riesgo de su
fvida, por sí se digna S. M. declararlo en grado heroico benemé-
rito de la patria (2) •
(i) En 18 16 se publicó en Badajoz, en la imprenta de la Capitanía general, un
folleto en 4."* de once páginas, con el siguiente título : Dictamen fiscal y acuerdo
del Consejo de guerra de oficiales generales celebrado en la i>laza de Badajoz el
dia 4 de yulio de 1816 por real orden de 16 de Febrero del mismo ^ para justificar la
conducta militar y política observada en el año 1808 por el mariscal de campo co-
mandante general que fué de la provincia de Extremadura^ D. Toribio Gragera,
conde de la Torre del Fresno. Este es el único documento impreso que el lector
puede consultar sobre la muerte de este desgraciado general.
(2) Nada se dice en esta información sobre la suerte que les cupo á los que
dieron muerte al general, porque muerto éste y sustituido en el mando por don
Juan de la Cuesta, ordenó éste formar un proceso en averiguación de los autores
del suceso el 30 de Mayo. En la cárcel estaban desde entonces unas sesenta per-
sonas, cuando habiendo sido nombrado el general Galluzo en Setiembre para
reemplazar á Cuesta, así que tomó posesión del mando el iS activó el proceso que
se terminó el 29, á los once días, ahorcando á cinco de los culpables en la Plaza-
Alta y poniendo en libertad á los restantes presos. Los cinco ahorcados entre cuyo
número se hallaba el célebre Ciriaco el del tambor y el artillero que dio muerte al
general, fueron enterrados en Santa María, antigua iglesia de los PP. Jesuítas.
BADAJOZ 2^9
II
Don José Galluzo se encargó de reemplazar al conde y por
su orden congregóse después una junta de lo más selecto de la
capital. Tan acertadas y enérgicas fueron sus disposiciones,
que pronto contó el ejército extremeño 20,000 hombres al
acabar el mes de Junio, para lo cual, con proclamas y hechos
arriesgados, arrancaron muchos de ellos á la vigilancia de Junot
en Portugal, de los que tenía en sus filas procedentes de la an-
terior alianza. Por otra parte, se habían ya interceptado las co-
municaciones de Portugal con la Mancha y Andalucía, desconcer-
tando los cálculos del enemigo. El 7 de Setiembre el general
don José de Arce, por orden de esta junta, sitió también en
Yelves al jefe francés Girord, obligándole á encerrarse en el
fuerte de Lippe. Tales sucesos precipitaron la llamada conven-
ción de Cintra, por la cual las armas francesas dejaban á Por.
tugal libre, y España no contaba enemigos á su espalda.
En tanto el ejemplo dado al país con la muerte del conde
de la Torre del Fresno tuvo nuevas víctimas. Primeramente con
la muerte del general D. Benito San Juan que había mandado
el ejército de Extremadura y que fué traidoramente asesinado
por la soldadesca, en Talavera de la Reina, el 7 de Diciembre,
mientras el 16 eran inmolados en Badajoz el coronel de milicias
don Tiburcio Garcelen y el ex-tesorero general D. Antonio No-
riega, antiguo allegado del Príncipe de la Paz.
El general Cuesta había reemplazado á Galluzo, y apenas
tomó el mando el mariscal Víctor, primero y su colega Mortier,
después, se aproximaron á Badajoz, de donde fueron repelidos
heroicamente. El 1 1 de Enero de 1 8 1 1 fué sitiada Olivenza, que
el día 22 se rindió, casi á los primeros tiros del enemigo, y el 26,
26ü BADAJOZ
el ejército victorioso se presentaba frente á Badajoz, siguiendo
la línea que en 1658 había emprendido el portugués.
La primera medida del francés fué coronar de artillería los
cerros de San Miguel, el Almendro, las Mallas y el San Vicente,
prolongando, en estos dos últimos, una trinchera que flanqueaba
el fuerte de Pardaleras.
Menacho se comunicaba diariamente con el fuerte y prepa-
raba su plan para desde él destrozar las primeras intentonas del
enemigo.
Las lluvias de aquellos días hicieron crecer las corrientes del
modesto Rivillas, invadiendo, en parte, las obras del ejército
francés. Aprovechando este recurso, el día 3 de Febrero las ba-
terías del Pardaleras arrojaron 500 proyectiles al enemigo, y la
infantería, en número de 400 plazas, hicieron una salida que des-
truyó parte de las obras de los franceses, le causaron cien muer-
tos y trescientos heridos.
Desde aquel día los fuegos de Pardaleras se cruzaban con
las baterías de San Miguel, Almendro, Mallas y Viento, cau-
sando grandes destrozos en estos atrincheramientos y enorme
número de bajas. El 7, el general D. Carlos de España, apoyado
por las baterías de Pardaleras, hizo otra salida, apoderándose
de varias piezas y desmontó clavando las piezas de San Miguel
y del Almendro.
Pero el ejército francés vio al punto el peligro. Se reforzó
con la infantería del cerro Gordo, y el 9 por la noche todo el
grueso de sus tropas cae sobre Parladeras, lo bombardean, arro-
jan sobre él unos 1,000 proyectiles, lo sitian, hacen 700 bajas
en su guarnición, y un oñcial enemigo, que había reconocido la
fortiñcación días antes, dirigió el asalto por entre las empalizadas.
Nuestros soldados morían luchando con honor, cayendo bajo el
plomo de las tropas francesas, y lo que era más doloroso aún,
por las balas que Menacho les arrojaba para destruir una forti-
ñcación que veía en poder del enemigo, con eminente peligro
para Badajoz.
BADAJOZ 261
La noche del día 9 de Febrero de 1 8 1 1 fué memorable
para los pocos valientes españoles que quedaron con vida den-
tro de Pardaleras*
Al amanecer del 10 los rayos opacos de un día triste y os-
curo alumbraron el campamento, donde se encontraban más
de 2,000 cadáveres de los valientes que sucumbieron en defensa
del fuerte.
Esta es la segunda página que tiene en la historia el Fuerte
de Pardaleras, La pérdida de éste fué para Menacho un golpe
fatal que pronto refluyó contra la defensa de la plaza.
Cuando hemos visitado el fuerte de Pardaleras y hemos pi-
sado algunos huesos, ó hemos encontrado restos de aquella
jornada, recordamos, sin querer, á nuestros valientes abuelos,
que supieron luchar heroicamente contra los vencedores de las
Pirámides, de Austerlitz y de Marengo.
Por eso al pasar por la puerta de este fuerte nos quitamos
el sombrero y saludamos con respeto á los ya olvidados héroes
de 1658 y 181 1.
III
La pérdida de la noche del 9 de Febrero desconcertó á los
españoles, y conocido esto por el mariscal Soult dirigió su ata-
que en la mañana del día 19 al campamento español de las
orillas del Gévora, y en tan aciago día, rotos y deshechos los
españoles y abandonada la infantería por la tropa de las demás
armas, fué cuando el valeroso brigadier D. José De-Gabriel
lleno de generoso despecho, con sólo 3 soldados que le siguie-
ron, cargó sobre el duque de Aremberg, jefe de la caballería
francesa, rompiendo sus fílas y llegando hasta tirarle una cuchi-
llada. En tal instante cayó sin vida herido por los oficiales que ro-
deaban al duque, espirando en sus labios las palabras de ¡fuego.,.
202 BADAJOZ
fuego! con que lleno de ardimiento animaba á los compañeros
de gloria que le habían seguido. La pelea terminó poco después,
bloqueándose Badajoz por la derecha del Guadiana, lo cual no
fué bastante á intimidar todavía al heroico Menacho.
El hecho del valiente De- Gabriel tuvo otro ejemplo en el
teniente-artillería de la brigada de Canarias D. Miguel Fontur-
vel. De edad avanzada, pidió que se le confiase el puesto de más
peligro. Mutilado por la metralla de las dos piernas y un brazo,
espiró animando á sus soldados, con las voces de ¡viva la pa-
tria!,,, ¡contento muero por ella!
El 4 de Marzo moría también el verdadero héroe de nues-
tras tropas, el general D. Rafael Menacho, observando una sa-
lida desde cerca del baluarte de S. Juan. Depositóse su ca-
dáver en la catedral, siendo sepultado en el panteón de sus
obispos.
Esta pérdida sembró el pánico en los sitiados, y el ge-
neral Imaz, hombre tímido y de pocos alcances, entró á ocupar
el puesto de Menacho. No habían transcurrido 6 días cuando
sin estar abierta la brecha y el telégrafo óptico de Elvas anun-
ciaba que la plaza sería socorrida, el general Imaz pidió capi-
tulación.
Más de siete mil hombres rindieron las armas en el Campo
de San Roque, cayendo también en poder del enemigo mil y
cien enfermos, artillería y municiones de boca y guerra.
Imaz quiso más tarde cubrir su mengua con el dictamen de
varios jefes que votaron la rendición ; pero arrestados él y su
ayudante Hore, trataron de mancillar el honor extremeño con
injuriosas calumnias contra la conducta del vecindario de Bada-
joz, y se esclarecieron los hechos al contestarle los patriotas Ca-
latrava, Fernández Golfín, Martínez, Herrera, Laguna y Riesco
que opinaron contra la conducta del general (i).
( I ) En el informe que suscribieron estos buenos patricios se decía entre otras
cosas: M pesar de los rumores esparcidos, estamos muy le/os de sospechar infidencia
BADAJOZ 263
IV
El Mariscal Soult primero y después el Gobernador Philip-
pon, siguieron la política de hacer que sus subordinados trata-
sen lo mejor posible al vecindario y á la guarnición prisionera
de guerra. Empero ni estas reflexivas determinaciones, que la
prudencia imponía á los vencedores, ni nada, por entonces, era
suficiente para apagar la oculta saña de los vencidos. Las armas
de fuego, el rudo golpe de los instrumentos de labranza, y otros
medios de destrucción, no perdonaron al pobre extranjero que
presentó un momento propicio para que le hiciesen desaparecer
de la escena del mundo.
Los pozos de las casas y las cisternas recibían á diario los
inertes cuerpos de pobres soldados ñranceses que no tenían otro
delito que el de seguir la suerte que le deparaba á sus genera-
les la ambiciosa política de Napoleón.
El nombramiento del general Beresford para mandar el ejér-
cito aliado^ fué un síntoma que se dejó sentir pronto en Bada-
joz. Puesto á la cabeza de las tropas principió por hacer que los
franceses evacuasen á Campomayor, trayéndolos precipitada-
mente hasta Badajoz en derrota la caballería portuguesa.
Sitiada después Olivenza el 9 de Abril, se rindió el 15, ca-
yendo prisionera la guarnición francesa que la defendía.
en el Sr. Hore^ asi como no la sospechamos en D, 7osé Imaz; fero es lo cierto que la
plaza de Badajoz podía y debía defenderse y no hay que atribuirlo sino á que no se
quiso ó no se supo defender,» En otra se lee: «£/ que conferenció y concluyó la capi-
tulación con el Sr. Hore fué el Je/e de estado mayor del mismo Mortier, al cual cuidó
el gobernador de que se le preparara un buen refresco y d su acompañamiento, si
lo traia,y> Y en otro lugar dice: «Se habla de una conf erencia reservada y misteriosa
que el Sr. Hore tuvo en el cuerpo de guardia de la puerta de Trinidad, conferencia
que dio lugar ájuicios poco favorables.»
i
264 BADAJOZ
El 4 de Mayo emprendió Beresford el primer asedio contra
Badajoz, acompañándole la i.^ división del 5.® ejército español
al mando de D. Carlos de España. La brecha había de abrirse
frente al fuerte de San Cristóbal, y mal estudiado el plan, hubo
de levantarse el cerco la noche del 15, con la pérdida infructuo-
sa de 700 hombres, á la noticia de que avanzaba Soult con nu-
merosas huestes á socorrer la plaza.
Vencido éste en la batalla de la Albuera, mandada el 1 6 por
los generales Beresford, Castaños, Blake y Ballesteros, vino
otra vez sobre Badajoz el 18 la división de Hamilton, renovando
el bloqueo por la izquierda del Guadiana, auxiliado de tropas
españolas, á la orden de D. Pedro Agustín Girón.
El 25 embistió Houston por la derecha del río, auxiliando
Hamilton á la división de la izquierda. El 29 principió á abrir trin-
chera al frente de San Cristóbal, entreteniendo al enemigo con
acometidas y disparos de artillería hacia los baluartes contrarios
por bajo de Pardaleras. El 3 1 se principió otra brecha al medio
día del Castillo, después de haber tentado inútilmente asaltar la
de San Cristóbal, de la que fueron repelidos con pérdida. El 9 de
Junio se repitió aquí el asalto no con mayor fruto que el anterior.
Vellington convirtió entonces en bloqueo lo que había sido sitio, en
cuya ocasión se escapó el fuego de una hoguera á los artilleros
portugueses que estaban á la izquierda del Guadiana, fuego que
duró quince días, abrasando cuanto halló hasta cerca de Méri-
da. El 17, descercó Wellington á Badajoz, noticioso de que ve-
nían á defenderle los ejércitos de Soult y Marmont.
Unos 12,000 proyectiles habían arrojado dentro de la plaza
los sitiadores. Su vecindario estaba consternado. Más de 400 casas
habían sido pasto de las llamas. Las demás estaban en ruinas.
El hambre se dejaba sentir, pues ya se comenzó á acortar las
raciones. Y en este estado se retiraban las tropas aliadas. Un
mes más de bloqueo, y sin otra agresión más enérgica la ciudad
hubiese desaparecido entre el fuego y los escombros.
Badajoz 265
El tercer sitio no se hizo mucho esperar. Comenzó el 1 6 de
Marzo de 181 2, cuando el gobernador Philippon había ya re-
parado las fortificaciones destruidas de los anteriores. El 19
hicieron los franceses una salida, causando bastante destrozo, y
del 20 al 25 se llevó el Guadiana un puente de barcas que,
para el paso de las tropas, se había colocado media legua por
bajo de la población. El 25 se rompió el fuego contra el fuerte
de la Picuriña, que fué tomado aquella noche por los ingleses,
plantando allí baterías para batir la cortina de Trinidad y la de
Santa María del Castillo. Para defensa de la primera habían
preparado los franceses una inundación del Rivillas que cogía
los fosos, la cual no pudieron inutilizar los ingleses. El 6 de
Abril estaban practicables tres brechas: una frente á San Cris-
tóbal ; otra en Santa María del Castillo, y otra en la Cortina de
la Trinidad. Á las diez de la noche dieron los ingleses simultá-
nea embestida con su habitual denuedo. Su brío se estrellaba
contra una tenaz resistencia, y no hemos de describir los horro-
res del asalto. Cuatro mil hombres perdieron, hasta que, luchan-
do y reluchando, dentro ya del Castillo, un incidente feliz acabó
de decidir la victoria. Las tropas mandadas por Walker, escala-
ron el baluarte de San Vicente, y se corrieron por la muralla
hasta las brechas, atacando por la espalda al enemigo, cuya
guarnición quedó prisionera con su general y principales oficia-
les que, escapados primero á San Cristóbal, capitularon al si-
guiente día.
Entraron los ingleses en Badajoz y sometieron á la ciudad
á tres días de saqueo. La soldadesca inglesa, ebria de los exce-
sos del vino, deseosa del placer y de la rapacidad, no respeta-
34
266 BADAJOZ
ron nada. Las jóvenes doncellas de más tierna edad, las monjas
de los monasterios, las matronas que por su edad eran dignas
de mayor respeto, todas cayeron bajo la acción del soldado vic-
torioso que en su exceso ni al obispo reconocieron y hasta del
bolsillo del general aliado robaron el reloj y le saquearon el
dinero. Así se portaron con los vecinos de Badajoz, cuando los
esperaban como aliados, preparándoles regalos y refrescos. Sus
infamias llegaron hasta el punto de tener que mandar Welling-
ton tropas de fuera á contener el desenfreno. Las iglesias fueron
saqueadas por ellos, llevándose sus riquezas, y lo mismo hicie-
ron con las casas de la mayor parte de los vecinos.
Las cortes de Cádiz, no confundiendo el mérito de Welling-
ton con las tropelías de la soldadesca, condecoró al general con
la gran cruz de San Fernando, y mandó colocar un escudo de
armas en el sitio de la principal brecha del castillo en conme-
ración de sus gloriosos hechos.
La ciudad fué entregada después por los ingleses al Capitán
general de Extremadura, que lo era entonces el marqués de
Monsalud, quedando el vecindario completamente atribulado
con tan rudos golpes.
Restablecida lentamente la calma, principiaron á reedificarse
los muros y edificios particulares, y cada cual fué volviendo á
la vida del trabajo en su taller, en su comercio, en sus campos,
en su despacho ó en sus oficinas.
CAPÍTULO X
Progresos de la higiene eú Badajoz. — Sus paseos públicos.
Noticia de los edificios más notables, de las murallas y de su Milia
Urban y Leal
I
^ EMOS expuesto, en capítulos anteriores,
^ todo el pasado de la ciudad de Bada-
joz. Tócanos ahora conocer su presen-
te. Ciudad antigua, plaza murada des-
de muy remotos siglos, residencia de
las autoridades superiores en el orden
militar, civil y eclesiástico, cuenta con
una población de derecho que sube á 24,31 1 almas. Tiene bue-
nas escuelas, tres bibliotecas (la provincial del Instituto, la del
Seminario y la pública de la Sociedad de Amigos del País), un
Instituto, una Escuela Normal, un Seminario, Museo arqueoló-
gico, buenos hospitales (el civil y el militar), Parque de ingenie-
ros, Maestranza de artillería, cuarteles, establecimientos comer-
ciales, cafés, teatros, paseos, etc., etc. Sus comunicaciones férreas
con Lisboa, Sevilla y Madrid, hacen hoy de esta ciudad un pue-
208 h A D A J o Z
blo nuevo donde renace la vida y la actividad de que antes ca-
recía. Por otra parte, los progresos que en estos últimos años
ha logrado la higiene en toda Extremadura (i), y especialmente
en Badajoz, desde que ha sido dotado de buenas aguas potables
y el vecindario deja de usar, para su alimentación, la del Guadia-
na, la salud pública h& mejorado marcadamente, hasta el punto
de que el año de 1882, en que la mortalidad registró datos muy
desconsoladores, pues acusaron una verdadera situación epidé-
mica, tuvo 981 defunciones por 949 nacimientos y un resultado,
por tanto, de 32 menos de diferencia.
Aparte de lo que para esto hayan influido las nuevas aguas
potables, suman para este resultante el haber dado corriente al
charco que formaban las aguas estancadas en el llamado char-
co del puente, el arbolado que se ha plantado en los paseos
y las murallas, el alejamiento de las esterqueras, situadas le-
jos de la población, la prohibición de criar cerdos en los corra-
les de las casas y de enterrarse en las iglesias, y la situación
del nuevo cementerio á tres kilómetros de la población. Una
ciudad de cerca de 25,000 almas, reducida á un estrecho recinto
murado, necesitaba someterse á todas estas reglas higiénicas si
(i) Las enfermedades palúdicas muy especialmente diezmaban la población
extremeña, hasta el punto que los nacimientos han estado por lo común al nivel
de las defunciones. Hoy no es así. Bastará para probar esta afirmación los siguien-
tes datos:
Durante el mes de Setiembre último, época de más mortandad al año, han ocu-
rrido en la provincia de Badajoz 1,203 defunciones y 1,523 nacimientos, resul-
tando un aumento de población de 320.
Éntrelos fallecidos, 444 tenían menos de un año; 302 eran de i á 5 ; 41 de 5
á 10; 28 de 10 á 20; 95 de 20 á 40; i 23 de 40 á 60 y i 70 mayores de 60.
Han fallecido: de viruela 3; de sarampión 16; de escarlatina 13; de difteria y
crup 16; de coqueluche 12; de tifus abdominal 8; de tifus exantemático 1 1; de có-
lera 3; de disenterías 64; de fiebre puerperal 28; de intermitentes palúdicas 54;
de otras enfermedades infecciosas 70; de tisis 34 ; de enfermedades agudas de los
órganos respiratorios 59; de apoplegía 21; de reumatismo articular agudo i ; de
catarro intestinal 57; de cólera infantil 25; de las demás enfermedades 695; de
muerte violenta por accidente 7 y por homicidio 6.
Entre los nacidos i ,493 eran legítimos (776 varones y 7 1 7 hembras) y 30 na-
turales (14 varones y 16 hembras).
BADAJOZ 269
quería no verse diezmada á cada momento por el destructor
enemigo de la muerte.
II
Badajoz tiene hoy dos bonitos paseos : uno interior y otro
exterior; el primero en el llamado Campo de San Francisco y
el segundo á la izquierda de la carretera á Portugal, denomina-
do el Vivero, y ambos muy modernos, como que el primero es
del afio 1836 y el segundo de 1862.
¿Qué paseos había, pues, en Badajoz, antes de la primera
fecha? El asunto no deja de tener importancia entre los curio-
sos que dedican á la historia local algún interés. Diremos, pues,
lo que sobre el particular sabemos.
El primer paseo público de que existe memoria en Badajoz,
lo hizo el corregidor D. Gonzalo de Mafra en 1535. Se habían
terminado, poco antes, los muros que para defensa de la ciudad
nueva, en las afueras del Castillo, se construyeron bajo la direc-
ción del arquitecto Gaspar Méndez, desde el sitio denominado la
Breva CanUy que arrancaba del Castillo, hasta los cubos del puen-
te de las Palmas; y entre los expresados muros y las aguas del río,
se abrió una fuente llamada la de Mafra; se plantaron árboles
entre las palmas que de antiguo había por el expresado sitio y
se hicieron asientos de piedra y de mamposteríá entre las calles
de árboles, obras todas dirigidas por el expresado Méndez.
Aún existían, hasta poco há, restos de fuente y paseo, ya
que ni palmas ni otros árboles hace muchos años que no se re-
cuerdan (i).
Tal fué el primer paseo público que existió en Badajoz, allá
(1) Véase la Iniroducción^ pág. xxviii.
i
270 H A D A J o Z
en remotos tiempos. En los presentes han existido varios que
nos toca reseñar.
En 181 2, apenas las tropas extranjeras abandonaron la ciu-
dad, y cuando las familias huidas habían regresado á ella, se
pensó en levantar los edificios arruinados y en hermosear la
población. Había á la sazón en Badajoz un corregidor llamado
Galindo, muy activo y celoso por los intereses públicos, si he-
mos de creer lo que de él cuenta la fama. Por su dirección se
trazó el elegante paseo que hasta pocos años hace existía con
el nombre de Paseo de la Cruz^ después Alameda Vieja^ situado
á la derecha de la puerta de las Palmas. Tenía arboleda en sus
cinco calles y estaba cerrado por un doble muro bajo, con asien-
tos, y una puerta de hierro al frente de las casas llamadas de
Falcato, y tres más á la plaza de la Cruz.
En la primera había una inscripción que decía: Acabóse este
paseo en 12 de Mayo de t8^2.
En la central de las que daban á la plaza de la Cruz se leía:
El Ayuntamiento de la muy leal y muy noble ciudad de Badajoz
mandó hacer este paseo ^ siendo corregidor D Galindo y por
su mandado.
Este paseo, que allá por los años de 181 2 á 1834 fué el cen
tro de reuniones entre los jóvenes y damas principales de la ciu-
dad, se demolió en 1867 para la carretera de circunvalación y
edificar casas, dando así ensanche á la ciudad, demasiado estre-
cha en sus antiguos edificios.
Pero la Alameda Vieja por su situación, ya que no por su
falta de condiciones para paseo, no podía serlo por mucho tiem-
po con asentimiento de todos, y así fué que bien pronto se pen-
só en edificar otro que reuniese mejores condiciones, y de aquí
el pensamiento que surgiera en 1836 para hacer el de San Fran-
cisco.
Este jardín y paseo público reconoce por fundador al gene-
ral gobernador D. Juan Gonzalo de Anleo, el cual le dio su
nombre; pero casi todo él fué reformado poco después por el
BADAJOZ 271
Ayuntamiento presidido por D. José María López, que colocó
asientos de manipostería en sus extremos, hizo un hermoso
salón en el centro, y en su testero principal elevó un caprichoso
obelisco de piedra de mármol, en forma poligonal, con una fuen-
te que le servía de pie, la cual estaba rodeada de asientos en
forma de glorieta circular y espaciosa. Dicho obelisco, en su
frente al salón central, tenía estos versos, redactados por don
Gabino Tejado y que indican la persona á quien se dedicó la
obra:
<LDe amor y gratitud fiel monumento
que d la reina Cristina le consagra
el Muy Noble y Leal Ayuntamiento, i^
Y en el frente que daba al extinguido convento de San Fran-
cisco, se leía esta otra inscripción :
A María Cristina,
Reina gobernadora de España
Año de i8jg.
Algunos años después se hicieron otras reformas en el ex-
presado paseo, como fué el cerrarlo con verjas de madera pin-
tadas de verde,, levantar el salón central á metro y medio sobre
el piso regular y rodearle de una baranda de hierro, en la cual
se leía lo siguiente:
Se mandó construir
por el Ayuntamiento
Cofistitucional de
1840,
siendo Alcaldes don
Manuel Molano
y don
Manuel Lindo.
De esta época fué también el muro en forma octógona que
guardaba la noria y cuya obra formada de arcadas góticas, era
272 BADAJOZ
un verdadero estorbo que impedía á las gentes verse desde
todos los extremos del paseo.
En 1862 se destruyó esta obra, se puso la verja del exte-
rior, los asientos de hierro y las columnas para los faroles, ha-
ciéndose con todas estas reformas un bonito paseo, el único
bueno que hoy cuenta Badajoz en su interior, porque el de la
plaza de San Juan, hoy de la Constitución, hecho en 1840 por
el alcalde D. José María Al barran, como el de la plaza de San
Andrés, mandado hacer por D. José María Domínguez, en 1870,
no deben considerarse como tales, y sólo otro jardín puede
competir con el de San Francisco: el del Vivero^ fuera del puen-
te de las Palmas, pero que á pesar de la frondosidad de su ar-
boleda y de estar situado frente al Guadiana, no es concurrido
por las gentes de la población, que prefieren el antiguo paseo
que allá en 1836 mandara hacer el general Anleo, al que se
construyó en 1862.
Tal es la historia de los paseos y jardines de Badajoz, desde
el siglo XVI.
III
La plaza de la Constitución, antiguamente campo de San
Juan, por encontrarse en ella la Catedral, templo dedicado al
Bautista, es uno.de los sitios más alegres de la ciudad. En ella
está el antiguo teatro. A su frente se ve la casa consistorial, de
construcción moderna. En su planta están las oficinas de la
comprobación de pesas y medidas y la audiencia de lo criminal;
en el piso superior las oficinas municipales, el archivo y un pre-
cioso salón de sesiones con pinturas al fresco que no dejan de
tener mérito.
No siempre ha estado en esta plaza la casa consistorial.
BADAJOZ 37;
Hasta fines del siglo xvi estuvo en el Castillo, situada en la
calle de Santiago, anteriormente denominada de Alí-al-Majá.
En el siglo xvi se trasladó á la plaza Alta, donde se celebraba
el mercado, á la derecha de) Peso Colodrazgo, ocupando la casa
de balcón corrido y dos ventanas altas á sus costados, como aún
BADAJOZ.— Casas Coni
se ven. En últimos del siglo xviti se edificó otra casa más á
propósito, en la plaza de la Constitución, edificio de gran facha-
da, con un balcón corrido de extremo á extremo de ella, sobre
gruesas y altas columnas montadas en basamentos cuadrados.
Su imperfecta construcción, poca solidez y fea perspectiva, uni-
da á la mala distribución en su trazado interior, le hicieron insu-
ficiente para las necesidades de las oficinas municipales. Se
inauguró en iSoí para la venida del rey D. Carlos IV á Bada-
274 BADAJOZ
joz. En 1848 se pensó derribarla para edificar otro local que
reuniese las comodidades necesarias, medida que se llevó á cabo
poco después^ en 1850, dándose principio á las obras^ que se
terminaron nueve años más tarde, en 1859.
Este nuevo edificio, de dos pisos y planta baja, tiene en su
centro un cuerpo saliente de arcos en la planta baja y seis co-
lumnas en el principal. En el cuerpo superior está el reloj, y so-
bre las campanas de la espadaña que corona este cuerpo saliente
estuvo la histórica campana denominada Espanta-perros^ destrui-
da en 1878 (i).
En este edificio se hospedaron los reyes D.* Isabel II pri-
mero, y D. Alfonso XII después, cuando pasaron por Badajoz^
en su excursión á la corte de los reyes de Portugal.
Al costado izquierdo de la casa consistorial se alza la cate-
dral, cuyo edificio hemos descrito oprtunamente, y el derecho
lo cierran una línea de casas particulares, en su mayoría ocupa-
das por comercios, cafés y librerías.
En la calle de Hernán Cortés está el Instituto, Escuela Nor-
mal, Diputación Provincial, Museo Arqueológico y Sociedad de
Amigos del País, albergados bajo un mismo edificio, que en su
antigüedad fué convento de religiosas agustinas, construido
en 1 680 ppr el obispo D. Juan Marín del Rodezno. La Escuela
Normal ocupa la parte que aún se conserva de lo que fué con-
vento de monjas agustinas, bajo la advocación de Santa Catali-
na, y las demás corporaciones restantes lo edificado reciente-
mente. El Instituto ocupa quizás la mejor parte. Sus cátedras
están bien instaladas y el paraninfo es muy elegante y se en-
cuentra decorado con gusto. En la planta baja están la Sociedad
Económica de Amigos del País, que cuenta con una buena
biblioteca que la ha hecho pública, y la Comisión provincial de
Monumentos, que tiene un modesto museo de objetos antiguos.
En él pueden verse tres estatuas togadas, mutiladas de pies y
(i) Véase la nota de la pág. 74.
BADAJOZ 275
manos, obra de atrevido cincel romano, descubiertas en Medina
de las Torres (la antigua Persiana), el año de 1849. Miden las
dos mayores 1*90 de alto y la tercera i'io. Las otras estatuas,
traídas de Mérida, también romanas, son de orden muy secun-
dario. No así varias inscripciones y lápidas de los siglos i á iii,
un trozo de mosaico y varios fragmentos de columnas, cornisas,
fu3tes y baldosines (azulejos) árabes, etc., etc.
En armas pueden verse también^ como curiosidad histórica,
una espada falcada, cuya argentada empuñadura es un arrogan-
te caballo marino mordiéndose la cola, trabajo del más exquisito
gusto y ejecución; otra espada corta muy interesante y un pu-
ñal, ambas armas con empuñadura de plata, labrada á mara-
villa.
La espuela grande del siglo xi, no es menos notable.
Estas armas y la espuela se encontraron poco hace en Reina,
la antigua Respública Regtnensis.
Los pocos ejemplares que guarda de candiles, platos y ánfo-
ras romanas, no tienen importancia. En cambio la tienen, y en
alto grado, dos vasos pequeños, uno de gusto helénico y otro
etrusco. El primero está muy bien cincelado, con incrustaciones
representando la vendimia, y se halló en el despoblado de Vale-
ria la Vieja, donde estuvo Nertóbriga; el segundo apareció
en 1882 en el cortijo de Albarrán, y á él nos referimos en el
prólogo de esta obra (i).
Guárdase también en este modesto Museo un curioso mone-
tario con más de cien monedas autónomas españolas, tres visi-
godas y algunas árabes, contándose entre las primeras las rarí-
simas de Salacia (Alcázar de Sal), Arsa (Arzuaga), Vesci (Vi-
llanueva la Serena) y Turriregince (Reina).
En la calle de Moreno Nieto (antes de Santa Catalina) se
ven casas particulares de muy buen gusto; el palacio del Obispo,
poca há restaurado y enfrente la antigua enfermería de los padres
(i) Véase á la pág. xxi.
276 BADAJOZ
franciscanos, dónde hoy se hospedan el Liceo de Artesanos (en
el principal), sociedad fundada en 25 de Agosto de 1852 por el
profesor de música D. Luís Galindo, y una fábrica de cerveza
(en el bajo) que es más antigua que aquel.
La plaza de Minayo está después. En su centro ha de ele-
varse la estatua de Moreno Nieto, dentro de un mísero jardín»
en forma de ataúd. El ala derecha de esta plaza está formaida
por un cuartel de infantería edificado en 1849; donde estuvo el
antiguo convento franciscano. El nuevo Teatro, titulado de
López Ayala, inaugurado el año anterior, cierra otro frente de
la plaza, y el tercero y último de ella lo forman el santuario
de San Athón, el Hospicio y Hospital de San Sebastián, cuyos
edificios denuncian la esplendidez de sus fundadores.
Detrás del Teatro, á la derecha, se halla el cuartel de caba-
llería, titulado de la Bomba, edificado en tiempo de Carlos III,
donde estuvo la antigua Alcazaba árabe. En las obras que hicie-
ron para ampliar este cuartel, en 1867, aparecieron las lápidas
sepulcrales de Aobaid-Allah-Ahmed-Escakiul-el-Merich, jefe de
la gente Almohadesa^ y del Xequé el alfaquí Albul Kasemben.
HasambenFarhun-Flancaridu, personajes sacrificados cuando las
revueltas entre AlmoravixUs y Mulatzimuuds ^ en los mediados
del siglo XII (i).
El paseo de San Francisco (antes Delicias de Anleó)^ está á
la izquierda del Teatro, dando frente al Parque de Ingenieros,
edificio levantado por Carlos IV y destruido, en parte, cuando el
sitio de la plaza, en 1 8 1 1 . De él sólo se conserva la planta baja.
Á espaldas de este edificio se halla el baluarte de la Bom-
ba, donde recibió el disparo de cañón el valiente general Mena-
cho, cuando recorría las fortificaciones animando á las tropas
españolas que en la mañana del 4 de Marzo protegían una salida
(1) VéasG mi Diccionario de extremeños célebres, t. I, págs. 20 y 22, donde
publico íntegras estas inscripciones y los sucesos que precedieron á la muerte de
ambos personajes.
Badajoz 277
de la plaza contra los franceses, posesionados del cerro del
Viento.
Los jefes y oñciales que guarnecían la plaza en 1853, que-
riendo perpetuar esta fecha, que va unida al nombre de Mena-
cho, grabaron sobre una lápida una inscripción donde se con-
signa en términos lacónicos el acontecimiento que pretendían
conmemorar. Esta lápida estuvo sobre la entrada de la poterna
que estaba á la derecha del citado cuartel. Más tarde se trasla-
dó al baluarte más allá, donde Menacho cayó muerto. Dice así
esta inscripción :
A la memoria
del Excelentísimo Señor General
Gobernador de esta plaza
DON RAFAEL MENACHO
muerto gloriosamente
en esta muralla
el día 4 de Marzo del año 181 1
defendiendo el trono
y la independencia patria.
Los Excelentísimos Señores
Capitán General ^ 2.** Cabo,
Jefes y Oficiales
de todas las armas é institutos
que la guarnecen
en el año de iS^j,
Renovado en 1862.
Continuando la línea de fortificación que venimos describien-
do, se llega al baluarte de Santo Domingo, donde se ve un
cuartel en ruinas, la huerta llamada de Tovar, el matadero y
el cuartel de la Guardia civil. El cuartel ruinoso se incendió
en 1 8 1 1 , cuando el sitio de la plaza, y desde entonces quedó
278 BADAJOZ
en ruinas. La huerta y el matadero formaban parte de las huer
tas del convento de PP. dominicos, como asimismo el cuartel,
edificio reformado por el gobernador D. Ventura Díaz para es-
tablecimiento correccional y hoy ocupado por la Guardia civil.
En el baluarte de San Vicente está la batería de la plaza
para hacer los saludos de artillería en los días de ordenanza, y
más allá el baluarte de Guadiana, frente á la Maestranza y enla-
zando con los cubos del puente de Palmas, en la antigua plaza
de la Cruz, donde se desarrolló la sangrienta tragedia del
día 30 de Mayo de 1 808 que costó la vida al conde de la Torre
del Fresno. Esta plaza desaparecerá muy pronto, pues en ella
se está edificando actualmente una gran manzana de casas.
La Alameda Vieja sigue á continuación. Ni de este antiguo
paseo, ni del Hospital de la Santa Cruz, extinguido á los media-
dos del siglo xviTi (situado en las casas que miraban al paseo),
quedan hoy el más remoto resquicio.
Los baluartes de Puerto-Chico, Puerta-Nueva y Pajaritos,
siguen después. Desde este último se ve el palacio de Godoy,
edificio modesto, por terminar, acaso destinado á ser el centro
de aquella corte haitiana con que soñó el que quiso llamarse
rey de los Algarves, microscópico Estado con que le obsequiaba
Napoleón, por el tratado de Fontainebleau.
Al terminar el baluarte de Pajaritos comienzan los muros
del castillo, ennegrecidos por los siglos, pero resistentes, como
fué el poder de Roma. Su altura parece como indicar el dominio
de los que le fabricaron. En pie resisten estos muros, casi, diez
y nueve siglos. El tiempo no ha ejercido sobre ellos su acción
destructora. Pueden resistir otros tantos siglos, para decir á las
edades venideras que allí estuvieron cuarenta siglos antes los le-
gendarios de Augusto poblando la colonia Paz-Augusta^ donde
había existido la antigua Civitas Paces, Hasta frente á la ermita
de San José los muros son romanos, siguiendo después los que
hiciera el inquieto muladí Abderrahamán-ben-Meruán, en el
año 876, cuando después de sus victorias en Mériday Alhange,
BADAJOZ 279
sobre los enemigos de Mahommad I, rey de Córdoba, éste le
nombró gobernador de BatcUioz, En la plaza de San José está
la cárcel, edificio de grande fachada, pero sin condiciones para
el objeto á que está destinado. En él ingresó, en 1 781, el famo-
so ladrón Diego Corrientes. Perseguido en Madrid, primero, y
en Andalucía, más tarde, huyó en dirección á Portugal. Por las
cercanías de Olivenza vagaba fugitivo, cuando teniendo noticias
de él la hortelana Esperanza Novoa, lo delató, y cogido en su
huerta fué conducido por los arcabuceros reales á esta cárcel,
permaneciendo en el calabozo negro hasta que le llevaron á Se-
villa, para entregarlo á manos del verdugo.
Cinco años después se sublevaron los presos que había en
esta cárcel, entre los que se contaban más de 40 facinerosos.
Por un complot que nadie pudo explicar, se aparecieron arma-
dos y municionados los 103 presos entonces aquí encerrados, y
al amanecer del día 16 de Abril de 1786, se arrojaron sobre la
guardia que custodiaba el edificio, y rompieron el fuego por las
ventanas altas y bajas. La guarnición se replegó á reforzar las
puertas de la plaza, y la batería de San Vicente y la Milicia
Urbana formó en la Plaza de la Soledad para acometer y redu-
cir á los revoltosos. Una sección de lanceros formó en la Plaza-
Alta y otra frente á San José; 600 milicianos subieron por la
calle de Mesones, y sin temor al fuego que les hacían desde
la cárcel, pudieron ganar la plaza de San José, en tanto que
otros 400 urbanos habían entrado por la calle de Zapatería y
ocupaban el Peso Colodrazgo y los portales frente á la cárcel,
arrojando á la puerta de ésta 300 abrojos de hierro que los
artilleros subieron de la maestranza, impidiendo así la salida de
los presos, que intentaban fugarse por la ventana de la ca-
pilla.
A las doce de la mañana comenzóles á faltar municiones;
los urbanos lograron ganar la puerta de la cárcel con pocas
bajas, y ya perdidos los de dentro pidieron capitulación, entre-
gándose discrecionalmente: 22 heridos, 13 contusos y 9 muertos
28o BADAJOZ
resultaron entre los presos. Los urbanos sufrieron algunas bajas,
aunque no tantas como los rebeldes (i) y desde esta época se
(i) Por este y otros servicios prestados en la í^uerra con Portugal, se expidió
el siguiente decreto : mEl rey, en consideración á los servicios que han acreditado
los oficiales del cuerpo de Milicias Urbanas de esta plaza, y á la concesión que les
hizo su Augusto Abuelo, ha venido en concederles la graduación de oficiales de
Milicias Provinciales; y opción á merced al Hábito en las órdenes Militares á los
que estén en posesión de Nobleza, y con las circunstancias que se requieren para
que puedan tenerla los expresados oficiales de Milicias Provinciales. Lo que parti-
cipo á V. G. de su R. O. para su inteligencia, noticia y satisfacción del referido
cuerpo; incluyendo los documentos que sus Capitanes acompañarán en su instan-
cia, á fin de que V. E. se los devuelva. Dios guarde á V. E. muchos años. S. Lo-
renzo 31 de Octubre de 1792.— ^/an^e.— Señor Don Miguel Dragonet.»
Y tres años después se libró esta otra R. O. «Al Intendente de este Exercito co-
munico con esta fecha lo siguiente: «Estando mandado por Real Cédula de 26 de
«Diciembre de 1777, que los mozos que sirvan en las compañías de Milicias Urba-
»nas que hay establecidas en varias Provincias del Reino sean comprendidas en
»los alistamientos y sorteos para el reemplazo del Exercito, es la Real voluntad se
»esté á esta determinación, y se observe para los de Alburquerque, Alcántara, Va-
»lcncia y Alconchel ; pero no para ios mozos que sirven en la de esa Piaza^ por
«haberles concedido S. M. las mismas consideraciones que á las Milicias Provin-
»ciales del Reino.»
Lo traslado á V. E. de R. O. para su inteligencia y cumplimiento en la parte
que le toca. Dios guarde á V. E. muchos años. Aranjuez, 22 de Enero de i 795.—
Alange. — Sr. D. Luís de Godoy.»
También son curiosos estos documentos relacionados con la propia Milicia Ur-
bana:
«El Mariscal de Campo D. Carlos de Wit, Gobernador Político y Militar de la
Plaza de Badajoz, ha hecho presente al Rey los inconvenientes que originan para
la recta administración de Justicia, de haberse declarado propio el Juzgado de esa
Capitanía General el conocimiento de las causas relativas á los individuos del
Cuerpo de esas Milicias Urbanas: enterado S. M. se ha servido resolver, que sin
embargo de lo prevenido por Real Orden del 8 de Agosto último, quede dicho
Cuerpo sujeto al Juzgado del Gobernador de la Plaza, como Coronel nato de él ;
quedando en su lugar la autoridad del Capitán General para los recursos en caso
de Guerra.— Lo participo á V. E. para su inteligencia y cumplimiento en la parte
que le toca. Dios guarde á V. S. muchos años. Madrid, 26 de Diciembre de 1 797.
—Alvarez.— Señor Comandante General interino de Extremadura.»
«Excmo. Señor: El Rey se ha enterado del informe que V. E. ha remitido con
fecha de 22 del lunes último pasado acerca de la representación hecha por la
Ciudad de Badajoz, sobre los perjuicios que originan á la Provincia, por el abuso
que de su fuero hacen los individuos de ese Cuerpo de Milicia Urbana; y S. M. se
ha servido resolver: que contribuyan al servicio con sus carruajes y caballerías
como los demás vecinos, según sus clases, y que el conocimiento de las causas de
dichos individuos pertenezcan al juzgado de esa Capitanía General. En cuanto á la
reunión de ese Corregimiento al Gobierno Militar que V. E. propone como útil y
necesaria, resolverá por la vía de Gracia y Justicia lo que sea de su soberano
agrado. Lo participo á V. E. de R. O. para su inteligencia y noticia de la Ciudad de
BADAJOZ 281
fíjó un cuerpo de guardia en la Plaza de San Juan, donde entra-
ban de servido 80 urbanos, con un capitán y dos tenientes (i).
Más allá de la cárcel está la nueva puerta que da ingreso al
castillo, mandada hacer por D. Ñuño de la Cueva y Guevara.
Ocupa esta fortaleza un área de 480 metros de N. á O. — S. E.,
y 260, S. O. — N. E. De la antigua población sólo se conservan
las ruinas del palacio de los Duques de la Roca y de Feria, y
la primitiva catedral (antes mezquita árabe), convertida hoy en
Hospital Militar. Próximo á él está el depósito de las aguas que
surten á Badajoz, terminado en 1881. El antiguo cementerio que
tuvo la ciudad hasta 1833, se ve más á la izquierda (2). Se hizo
Badajoz. Dios guarde á V. E. muchos años. S. Ildefonso, 8 de Agosto de 1797.—
Juan Manuel Alvarez.— Señor Capitán General del Exército acantonado en Extre-
madura.»
(i) «Con esta fecha comunico al Señor D. Diego de Gardoquí lo siguiente:
«Habiendo dado cuenta al Rey de la consulta que V. E. me pasó con papel de 14
»de Mayo último hecha por los oficios del Exército de Extremadura, relativa. á que
nse abonen seis maravedises diarios por razón de utensilios á cada uno de los
»ochenta hombres de Milicias Urbanas de la Plaza de Badajoz, que se hallan pues-
«tos sobre las Armas ; y enterado de ella S. M. ha resuelto que se les den los seis
»maravedís que proponen los oficios. Lo traslado á V. S. de R. O. para su noticia.»
Dios guarde á V. S. muchos años. Aranjuez, 24 de Junio de 1795.— Alange.—
Señor Comandante General interino de Extremadura.»
La invasión francesa disolvió esta fuerza popular que volvió á organizarse con
el advenimiento del sistema constitucional, como se justifica por el siguiente do-
cumento:
«Entre las obligaciones del Ayuntamiento Constitucional, no es la que exige
menos atención la seguridad de las personas y bienes del vecindario, con objeto
de conservar el orden público de que no hay poca necesidad en las actuales cir-
cunstancias.
«Con este fin, he acordado se restablezca el cuerpo de Milicia Urbana á su anti-
gua planta, esperando que V. S. como Coronel Nato del mismo, dará las órdenes
oportunas al intento, avisándonos su resolución á efectos convenientes.
«Dios guarde á V. S. muchos años. Badajoz, 26 de Julio de 181 3. —Juan Cabrera
de la Rocha.— Benito Daroca.— Francisco Plasvallo Peñalosa.— Señor Gobernador
militar de esta Plaza.»
(2) En él se dio sepulturar al general Arco-Agüero, capitán general que era de
Badajoz, cuando le arrastró su caballo una tarde que salió á pasear por la carre-
tera de Alburqucrque, recibiendo con su muerte honda herida el partido liberal.
Su entierro fué un suceso de gran resonancia política. Los patriotas de Badajoz
compusieron para este acto un paso fúnebre, que después tocaron todas las bandas
militares del reino, acompañado de la letra que le escribieron y que comenzaba así:
jYa murió Arco-Agüero,
Arco-Agüero, nuestro general,
36
382 BADAJOZ
sobre el solar donde tuvieron su palacio los Beni-Alaftas, que
reinaron hasta que los almorávides les arrebataron el reino
en 1094.
Saliendo del castillo para el E., está la Plaza- Alta, donde
existe, desde el siglo xvi, la plaza de abastos. Más allá sigue el
barrio de los judíos, donde se ve en ruina la antigua Casa de
la Meca, habitada hasta el siglo xvi por las últimas familias árabes
que permanecieron en la ciudad, después de la expulsión de los
de su raza.
La torre de Espanta-perros, frente á la puerta de Méri-
da, que ya no existe y describimos anteriormente, cierra los
antiguos muros del castillo que enlazan á los de la moderna
ciudad.
Más al E. después de los baluartes de San Roque y Rebe-
llín, se llega á la Puerta de Trinidad (antes de San Roque), que
da paso por los tres puentes (el del mismo nombre, el de Ribilla
y del Rebellín), á las carreteras de Sevilla, Madrid y otros ca-
minos vecinales. Continuando la línea de fortificación murada se
llega, dejando atrás varios baluartes, á la Puerta del Pilar (antes
de Jerez), contigua al cuartel de la Bomba, de donde partimos
para recorrer el muro de Badajoz, que se extiende por las faldas
de la colina en que está asentada la ciudad, cubriéndola toda
con fortificaciones del sistema moderno, abaluartadas, que la de*
fienden considerablemente, teniendo después fosos, ante-foso y
y nos queda el valiente Piquero (a),
defensor de la libertad!
¡Viva la nación!
¡Y la Constitución!
¡Viva, viva los liberales! etc., etc.
Los realistas, á la reacción de Fernando VII, profanaron el sepulcro de este
general, señalando la voz pública como autores de este escandaloso atentado á
Orozco, Pasos, Padilla, Lixasos, Navarro, y otros de fatal recordación para los li-
berales de Badajoz.
[a) Gobernador militar de Badajoz.
BADAJOZ 283
contra fosos, con tambores y fortines de avanzadas por delante
de los baluartes que hacen á éstos inexpugnables.
Dentro de Badajoz no existen palacios antiguos. £1 del mar-
qués de la Lapilla, situado en la Plaza de la Soledad (donde se
hospedó Felipe II en 1580), se derribó en 1856 por amenazar
ruina ; el del Duque de Orinace desapareció en principios del
siglo XVII para las obras de fortificación del fuerte de San Cris
tóbal; el de los duques de la Roca y de Feria está en ruinas,
y los del Conde de la Torre del Fresno, Marqueses de Cajigal
y de Costales no tienen más importancia que de modestas casas
solariegas, relativamente modernas si se comparan con las de
los señores de Solís, Godoy, Laguna, De-Combes, Mansio, Car-
bonell. Rocha, Silva y Pantoja, Moscoso, Becerra y otras fami-
lias que desde el siglo xv hasta el presente han venido siendo,
en más ó en menos, la verdadera nobleza de la ciudad (i).
(i) Por nota del Cap. I damos el nombre de los obispos de Badajoz hasta el
año de 710, y por otra del Cap. llI*los que gobernaron aquella sede hasta i 500.
Completaremos el catálogo de estos prelados hasta los tiempos actuales con los
siguientes nombres: D. Pedro Ruizde la Matad S 17)1^1*- Bernardo de Mesad $21),
D. Pedro Sarmiento y Díaz (1525), D. Pedro González Manso (i 529), D.Jerónimo
Suárez (153'?), D. Francisco de Navarro y Díaz, después arzobispo de Valen-
cia (i ^49), D. Cristóbal de Rojas Santos (i 5 56), el Beato Juan de Ribera, después
Patriarca de Antioquía (i 562), D. Diego de Simancas (i 569), D. Diego Gómez de
la Madrid (1579), D. Andrés Fernández de Córdoba (i 590), D. Juan Beltrán de
Guevara, después arzobispo de Santiago (1603), Fr. Pedro Poncede León (161 2),
D.Cristóbal de Lobera ( 1 6 1 4), D. Pedro Fernández de Zorrilla (1616), D.Juan
Roca de Campo-Frío (16 19), D. Gabriel Ortiz de Sotomayor (1622), Fr. José de la
Cerda (1630), Fr. Ángel Manrique (1638), D. Diego López de la Vega (1650), Don
Diego de Castillo y Artiga dos i), D. Gabriel de Esparza (1658), D. Jerónimo Ro-
dríguez de Valderas (1662), Fr. Francisco Ruiz Mendoza (1665), D. Juan María
del Rodezno d668), D. Manuel Beltrán de la Cueva (1670), D. Amador Merino de
Malaguilla (1680), D. Francisco Valero y Losada (1689), D. Francisco Lebanto y
Villaldo (1720), D.Manuel Pérez Minayo (1768:, Fr. Jerónimo Rodríguez de la
Vera (1780), Fr. Alonso Solís de Grájera (1793), D. Alonso Solís y Marro-
quí (1799), D. Gabriel Álvarezy Godoy {1799), D.Mateo Delgado y Moreno (18 10),
D. Pedro Grájera y Roa ( 1 843), Fr. Francisco Javier Rodríguez de Obregón ( 1 849),
D. Fr. Manuel García Gil, después arzobispo de Zaragoza y cardenal (185 5), Don
Mariano Aguacil (1859), D. Pantaleón Monserrat y Navarro (1862), D. Joaquín
Hernández y Herrero (1664) y Fernández Ramírez y Vázquez (1870), que hacen
un total de 100 prelados, correspondiendo tres al siglo i, uno al iv, cuatro al vi,
cinco al vil, dos al ix, siete al x, uno al xi, ocho al xiii, trece al xiv, trece al xv,
doce al xvi, diez y siete al xvii, seis al xviii y ocho al xix.
CAPITULO XI
Talavera, Lobón, Montijo, Puebla de la Calzada y Garrovilla.
La obra de los romanos en los campos de Marida. — Su puente monumental
I
ESDE Badajoz á Mérida, se recorren 6o kiló-
metros por ferro carril, y se cruza por los pue-
blos de Talavera, Lobón, Montijo, Puebla de
la Calzada y Garrovilla, siguiendo siem-
pre las márgenes del río Guadiana, en
este territorio de mayor importancia que
contó en la antigüedad el pueblo turde-
taño.
La región Túrdula era inmensa. Pérez
Quintero supone (i) que se hallaba comprendida
entre el Guadalquivir y el Guadiana, desde los
puntos en que ambos ríos entran en el mar hasta
los contrapuntos de Medellín y de Andújar. A esta comarca la
denomina Pérez Quintero Beturia Túrdula^ dándola por pobla-
(O La Beturia vindicada^ ó ilustración critica de su tierra, con las noticias de
algunas de sus ciudades é islxs. —{SeviWai. Imprenta de Vázquez y compañía, i 794).
286 BADAJOZ
dores los celtas y túrdulos, á quienes otros llamaron túrdulos
viejos, para diferenciarlos de los túrdulos que habitaban las cos-
tas de levante y el Ampurdán, que vivían con todas las razas.
Ortiz de Thovar incluye á Talavera entre los sesenta y siete
pueblos que á su juicio componían la región de la Bética turde-
tana (i), consignando en su libro que esta población era origi-
naria de los túrdulos. De la misma opinión es también el padre
Enrique Flores, que sostiene la antigüedad de Talavera como
turdetana (2), y hasta se atreve á darla mayor antigüedad,
pues cree sea anterior á la fundación de Mérida, Badajoz, Me-
dellín y Cácere^, como Fernández y Pérez, que la atribuye á los
griegos (3). En concreto nada se sabe del origen primitivo de
este pueblo; pero está comprobado que fué población romana
pues la cita en su Itinerario Antonino Pío (4). Entre algunos
papeles antiguos que conservaba el que era alcalde de Talavera
en 1865, nuestro amigo D. Mateo Grájera, ya difunto, había un
sermón original del racionero de la catedral de Badajoz, D. Fran-
cisco Doblado y Atienza, que vivía á mediados del siglo xvii.
En dicho sermón, pronunciado en la iglesia de Nuestra Señora
de Gracia, á propósito de la función de gracias que la villa hacía
(i) Partidos triunfantes de la Beturia Tiirdula^ con todas las poblaciones libres
comprendidas bajo el circo de quince leguas de la villa de Hornachos.->(Ms. de
la propiedad del Sr. Barrantes y Moreno.)
(2) De la Lusitania antigua y de su Metrópoli Mérida en particular.— (Jomo XIII
de la España Sagrada,)
(3) Los griegos fundaron la ciudad de Evandria en la Lusitania, que Ptolomeo
coloca junto á Mérida. (Historia de Mérida^ pág. 6.)
(4) A B. OLYSSYPONE EMERITAM . M . M . P . CCXll."
SIC. VEL CCVIII.
Ecuabona. M. P. XII. Couna.
Cetóbriga. M. P. Xll. Setubal.
Ciciliana. M. P. XII. Agualva.
Malceca. M. P. VIH. Marateca.
Salacia. M. P. XX. Alcacer.
Ebora. M. P. XL. Ebora.
Adanam. Flu. M. P. LX. Guadiana (por Badajoz.)
Evandriana. M. P. XII. Talavera.
Emérita. M. P. XXXVI. Mérida.
BADAJOZ . 287
á su patrona, por haberla librado de la peste que en 1658 diez-
mó por largo tiempo los pueblos de las orillas del Guadiana,
se hace mención de la antigüedad de Talavera (i), afirmándose,
con textos del poeta emeritense Deciano, contemporáneo que
fué de Augusto, que anterior á la dominación romana era ya un
pueblo de consideración, conocido por los nombres de Pantra^
Epamptra y Talavandria, Y en otros papeles pertenecientes al
referido Doblado y Atienza, que poseyó largos aftos el citado Grá-
jera, y hoy conservamos en nuestro poder, se encuentran datos
curiosos sobre las principales personas que han vivido en la
villa, y se dan noticias de algunos restos antiguos é inscripciones
romanas encontradas en los olivares al N. de la Villa, al ha-
cerse unas excavaciones para edificar una casa de guarda y un
pozo. La relación de los objetos encontrados, copiada literal-
mente, es como sigue:
I .^ Dos ánforas de barro blanco.
2.^ Una estatua de Minerva, de mármol blanco, como de
diez palmos de alta, como peana.
3.® Siete columnas de mármol, orden dórico.
4.** Varios fragmentos de capiteles, molduras, votivas y
sepulcrales.
5.^ Tres cascos de metal.
6.° Dos lanzas.
7.^ Una espuela y dos estribos de hierro labrado con dibu-
jos primorosos.
8.^ Varias hoyas cinerarias, con restos humanos, monedas
y piedras de valor.
(i) Este nombre está compuesto de taleok (la tarja de palo en que señalan la
cuenta de lo que dan y de lo que reciben cortando y haciendo sus muescas en las
dos unidas de las que una se lleva el que recibe y la otra el que da), y de Evandria
(nombre de la mansión del camino romano de Lisboa á Mérida pasando por Pue-
bla de la Calzada) componiéndose el de Talavandria, que vino á reducirse en
Talavera. Lo que se cobraba aquí era el montazgo al pasar el río los ganados tras-
humantes que venían á invernar á Extremadura. Evandria significa la hidalguía y
equidad de sus habitantes, ó de las cuentas de las tarjas.
288 ^ BADAJOZ
9.^ Una sepulcral con inscripción poco legible.
10. Dos trozos de estatua sobre pedestal griego.
11. Una sepulcral completa con la siguiente inscripción:
D. M. S.
G. J. M. NIGIDIO.
AN. XXXIJ H. S. E. S. T. T. L.
M. F. P. C.
1 2. Otra sepulcral incompleta en su inscripción, que pa
rece contener la siguiente:
A. R. IVLIVS.
H. S. E. S. T. T. L.
En la lápida primera leemos: Que Quinto Julio Máximo
Nigidio^ de treinta y dos años de edad^ está alli sepultado, Séale
la tierra leve. Esto es, Hic situs est^ sit tibi térra levis con que
los romanos cerraban sus inscripciones sepulcrales, invocando
sobre todo á los dioses manes con la sabida fórmula D. M. S.
La segunda inscripción tiene borrado el primer letrero, y en
el segundo y tercero puede leerse: Apio Rufo Julio está aqui
sepultado^ etc.
En las inmediaciones de la villa se alza el templo de Santa
María de la Rivera, que en lo antiguo estaba rodeado de un
caserío que formaba una aldea de Talavera.
La fábrica de esta capilla da á entender que la obra era de
una remota antigüedad, no menos que los restos del caserío que
le rodea. El año de 1861, arando un labriego en dirección N. O.
de la iglesia, encontró una jarra de barro cocido, con tapadera,
que guardaba 1 2 monedas romanas de oro, la mayoría de ellas
de Nerón y Trajano, y nosotros mismos encontramos no lejos
de donde abría los surcos el labriego referido, un precioso bron-
ce de Onuba (Huelva), tres de Emérita-Augusta (Mérida), y
BADAJOZ 289
cinco de Itálica (Santiponce). Junto á estas monedas, había frag-
mentos de ediñcación romana, y un ánfora sobre una piedra se-
pulcral que tenía esta inscripción :
J. M. R. CONVLVS.
I ! I I XIX Llü^r.
H. S. K S. T. 1 . L.
Fáltale la mitad del segundo renglón; pero puede leerse de
este modo: Julio Máximo Rufo Conulo^ soldado de la décima
novena legión romana^ está aquí sepultado.
En otra piedra que estaba no lejos de la anterior, se leía la
siguiente inscripción, que no podemos traducir:
M. CORNELIVS
TAM
EBAN : : : : A : : :
FANENTINA .
FRATKI.
Todos estos datos prueban que las inmediaciones de Santa
María de la Rivera era lugar poblado, quizá la misma Evandria
romana.
Hoy no conserva esta población nada de su pasado. La pa-
rroquial, es de época relativamente moderna. Fué primeramente
una ermita ediñcada en el siglo xi por el obispo de Badajoz
Daniel II, bajo la advocación de Nuestra Señora de Gracia,
Este templo sirvió de base para el que hoy existe, levantado en
últimos del siglo xiv ó principios del xv, como indica su portada,
y restaurado más tarde, en 1639, antes de las guerras con Por-
tugal. En 1 410 el cura de Nuestra Señora de Gracia se titu-
laba «Párroco de Talavera y de Sartenja,» aldea anexa á Tala-
vera, conocida después con el nombre de Sarteneja y destruida
en 1644 por los portugueses, que la quemaron en 19 de Abril.
Es la parroquia de Talavera un templo elegante, aunque
37
290 BADAJOZ
modesto. £1 retablo del altar mayor es de madera tallada. Se
terminó en 1 490 y es obra de verdadero arte, tanto por su pro-
yección como por la manera delicada con que está ejecutado. Su
estilo es compuesto, y parece que al mismo artista que la hizo
se debe el del altar mayor del célebre monasterio de Guadalu-
pe, que es de principios del siglo xvi. Pobre esta parroquia en
decorado, sin cuadros de mérito que reseñar, citaremos de ella
solamente el sepulcro del caballero D. Ivo de Esquivel, muerto
^^ i579i y el del párroco D. Antonio Soitino de Godoy, comi-
sario que fué del Santo Oñcio, fallecido en 171 2. La sacristía s6
hizo en 1785 y la torre en 1807. Puede decirse que de la pri-
mitiva iglesia no queda más que el pórtico, formado por un
cuerpo saliente pesado y falto de gusto, todo él de piedra be-
rroqueña.
La iglesia de Santa María de Rivera es acaso de mayor an-
tigüedad que la anterior. Los Templarios se la disputaron al
obispo de Badajoz y la disfrutaron largos años, hasta que la po-
seyó, en 1 44 1, D. García González de Llerena, señor de la
Aldea de la Rivera, quien pleiteando con Juan Sánchez de Aré-
valo, recabó una sentencia declarando ser la iglesia y la aldea
del obispo y no de los Templarios.
£1 convento de carmelitas descalzos se fundó en 161 8, y
como las ermitas de San José, Santo Toribio y los Mártires,
nada ofrece de particular al artista.
Talavera fué conquistada por las tropas de D. Alfonso IX de
León, el día 13 de Marzo de 1228.
En 1 8 de Febrero de 1558 falleció en esta villa la reina doña
Leonor, que venía de Flandes, su patria. Era hermana de Car-
los V y tía de don Felipe II. Fué recibida con gran pompa en
Valladolid el 24 de Octubre de 1556, y dos años después, de
paso para Lisboa, murió en Talavera, á las seis de la noche, del
día citado, víctima de una tifoidea maligna. El día 2 7 de Febrero
fué trasladado su cadáver á Mérida, para ser conducido después
al monasterio del Escorial.
BADAJOZ 291
La guerra con Portugal destruyó, en parte, esta importante
villa, pues desde 1 644 hasta 1 709 la invadieron trece veces los
ejércitos portugueses, la saquearon otras tantas y la incendia-
ron tres.
La célebre batalla del Montijo, librada el 26 de Mayo
de 1644, terminó en los campos de Talavera de un modo ad-
verso para las armas portuguesas. Pasaron de 3,067 los cadá-
veres á que tuvieron que dar sepultura los clérigos del Montijo,
La Puebla, Arroyo y Talavera, y en los montes próximos, por
donde huyó en dispersión el enemigo, se encontraron otros i ,00o
cadáveres.
Lobón está situado á seis kilómetros de Talavera. Es pueblo
célebre en los anales extremeños. Está situado á la izquierda
del Guadiana, en una alta meseta formada por conglomeración
nes de arrastre. Los romanos lo fundaron con el nombre de
Licáity donde levantaron una fortaleza, cuyos vestigios se en-
cuentran á 80 metros de la villa, y se conocen por el nombre
de muralleja de los promontorios.
Los romanos, después de haber vencido á los cartagineses,
se hicieron dueños de España, teniendo que sostener antes una
lucha gigantesca con los españoles, que no se sometieron de
buen grado á los nuevos dominadores. Los pueblos de Extre-
madura comprendidos en la antigua . Lusitania, fueron teatro de
estas guerras, y no lejos de Lobón libraron españoles y roma-
nos la batalla famosa en que Paulo Emilio, que mandaba la
España Ulterior, fué vencido. Ambrosio de Morales cuenta (i)
esta gloriosa jornada en los términos siguientes:
«El pretor Paulo Emilio peleó en los pueblos Vascetanos,
acerca de un lugar llamado Lycón, con los Lusitanos: y ellos se
» hubieron tan esforzadamente en la batalla, que mataron seis
»mil del exército de los romanos, y todos los demás llenos de
• temor se encerraron huyendo dentro de sus reales, y comba-
tí) En su Crónica, al tomo III, libro VII, cap. XI V.
292 BADAJOZ
» tiéndeselos los españoles con mucha furia, ellos los defendieron
• con harta dificultad. No osó esperar Paulo Emilio allí el se-
•gundo combate, y así sacó como mejor pudo ese poco de
• exército que le quedaba: y como quien verdaderamente huía y
>no caminaba, con la mayor priesa y jornadas que pudo, se
•metió muy dentro de las tierras pacíficas de amigos y confede-
trados del pueblo romano...»
Plutarco y Valerio Máximo confirman este suceso sobre el
que también Tito Livio habla (i), y Moreno de Vargas lo auto-
riza (2) con razonamientos propios.
Los árabes destruyeron su castillo y en el siglo xii comenzó
á poblarse de nuevo por los caballeros de la Orden de Santia-
go. D. Diego Alvarado y González, personaje nacido en Lobón
en 1460, fué después comendador de esta villa y de la de Mon-
tijo, engrandeciéndola con obras y donaciones importantes. Cau-
dillo el más valeroso acaso que tuvieron los RR. CC. en sus
campañas por Extremadura, logró someter á la obediencia á
multitud de rebeldes y gozó de gran renombre.
Sus hijos Diego, Gonzalo, Jorge, Juan y Pedro, todos re-
(i) Década 4.*, libro 7.*, cap. XVII,
(2) «.... Dice el canónigo Osma que fué la antigua Licón, junto á la cual los
lusitanos mataron seis mil romanos, é hicieron huir á los demás, y á su capitán el
Procónsul Publio Emilio; lo cual sucedió en el año de 188 antes del nacimiento
del Señor, y fué nueva tan triste para Roma, que disminuyó la alegría del triunfo
que á la sazón estaba preparado á Marco Atilio de la victoria que había consegui-
do de Etalia, como lo refíere Tito Lucio, el cual dice, que esta victoria de los lu-
sitanos fué en tierra de los vacctanos, á donde estaba el pueblo llamado Licón. y
F linio da á entender que los vacetanos estaban junto á Tajo, y así parece que Licón
no puede ser Lobo: pero si bien es verdad que las naciones de los carpetanos,
vacceos, vettones, celtíberos y arenacos estaban en la provincia tarraconense, es
cierto que pasaron á la Lusitania y los vettones poblaron en tierra de Mérida y los
célticos en la de Badajoz, como ya habemos dicho; pero así no es mucho que con
ellos viniesen los vaceos, y se quedasen en el intermedio de estas dos ciudades á
donde ahora está Lobón: porque Licón en griego, según el canónigo Alderete, es
el lobo: y Ortelio aíirma que Licón es Lobón, y lo comprueban algunas ruinas y
cimientos de edificios antiguos que se hallan en el Castillo, si bien cerca, y sus
aposentos son de obra más moderna...» (Historia de Mérida, libro V, pág. 39$.)
BADAJOZ 293
nombrados conquistadores, nacieron también en Lobón (i). El
último de estos fué el que ocupa en la historia el más preferente
lugar. Había nacido en 1495. Bien joven pensó en marchar á
las aventuras que tantos otros corrieron en el Nuevo-Mundo.
No fué solo allá) sino con cuatro hermanos- y dos primos suyos,
y se halló en 15 18 en aquellas regiones, desde donde partió á
las órdenes de Grijalba para explorar con los navios equipados
por el gobernador Velázquez, las costas del continente ame-
ricano.
Dotado de un valor sereno, de una actitud digna y de una
actividad prodigiosa, Alvarado contribuyó al éxito de cuantos
combates y escaramuzas ganaron los españoles, y notoriamente
en Tabasco y en Otumba; y tan temible por su esfuerzo como
simpático por su viril aspecto y su juventud, apellidábanle los
indios, por su cabellera rubia y rizosa como su barba. Tono-
tionhtzin (el hijo del Sol).
íntimo de Cortés, sin que jamás osase olvidar la autoridad
de aquel gran hombre, influyó poderosamente en la victoria de
su general contra D. Panfilo de Narváez; fué uno de sus hom-
bres de confianza en el primer período de la ocupación de Mé-
jico y en la famosa retirada nocturna del i.® de Julio de 1520
(la noche triste). Alvarado regía la retaguardia, cargo honroso,
pero el más difícil de cumplir con los innumerables enjambres
de indios emboscados á lo largo de las pavorosas lagunas.
En 1523 recibió el esforzado capitán el mando de 300 in-
fantes, 160 caballos, cuatro piezas de artillería y algunos cien-
tos de indios auxiliares, para someter las tribus indias de las
orillas del Pacífico y reducir las provincias de Zacatulan, Telma-
tepec. Soconusco y Vtlatlan, quedando herido de un flechazo en
Cayacati, donde se le sometió el enemigo y fundó después la ciu-
dad de Santiago de los caballeros (Guatemala la Vieja), y acto
(i) Villanueva la Serena, Jerez de los Caballeros, Barcarrota y Badajoz, se dis-
putan la gloria de ser la patria de estos famosos capitanes.
294 Badajoz
continuo envió á su hermano Diego á fundar el establecimiento
de San Jorge, en Teculatran.
La fortuna le sonreía cada vez más; joven aún, pues apenas
contaba cuarenta años, bien amistado con el más poderoso mo-
narca de la tierra, dueño de una fortuna pingüe y amado con
entusiasmo por una mujer que á sus gracias personales unía una
instrucción rara en su sexo en aquel tiempo, Pedro de Alvarado,
según alguno de sus biógrafos, vaciló entre los consejos de su
esposa y de sus deudos para que gozase en paz el fruto de sus
hazañas y el afán incesante de gloria que le acosaba; pero su
índole, como la de sus compañeros, le arrastraba, y á su regreso
de América emprendió de nuevo la serie de aquellas aventuras
pasmosas que debían concluir con su vida, el mismo año que su
esposa, sus deudos, cuanto más quería, pereciendo todos tam-
bién víctimas de la catástrofe que á continuación se narra.
Alvarado tardó cerca de un año en prevenirse para su última
expedición: infatigable en sus propósitos, dando grandes pro-
porciones al viaje que proyectaba, armó varios buques, equi-
pó 1 ,000 soldados, sin contar los auxilios indígenas, y se hizo á
la vela con la fe inalterable del que está acostumbrado á com-
batir victoriosamente con los elementos y con los hombres: una
tempestad le arrojó á la costa de Michocam, y antes de que pu-
diese reparar las averías, tuvo que contender con una multitud
de indios, que le presentaron batalla con respetables fuerzas. No
fué larga la lucha: Alvarado, que había resistido á las empon-
zoñadas flechas de los aztecas, á los miasmas de los climas
insanos y á los enjambres de aguerridos indios que le cerraban
el paso y le atacaban en las aguas de Méjico, murió de una
caída del caballo, en Puebla de Avalos, en 1545, llorado de
todos sus deudos y amigos. Pocos meses después, una inunda-
ción destruyó casi en totalidad la villa de Santiago, y la casa
del gobernador fué de los primeros ediñcios deshechos por el
siniestro; su esposa y deudos perecieron, sin que nadie pudiera
prestarles el más leve auxilio.
BADAJOZ 2Q5
Á Pedro Alvarado le acibararon los últimos días de su vida
sus émulos, pues delatado al gobierno de la nación fué objeto
de un ruidoso proceso (i), del que salió bien.
Escribió diez y seis Relaciones narrando parte de sus viajes,
á que dan suma importancia los escritores americanistas (2).
Fué también de Lobón el célebre jurista Hernand Yáñez de
Lobón, personaje político en tiempos de los RR. CC. Había
nacido en 1431 y desde su juventud figuró al lado de los reyes,
ora como Consejero de ellos, ora también como Alcalde mayor
de la casa y corte. En 1480 fué comisionado por los RR. CC
para procesar al Nuncio Apostólico en España (3) Francisco
Ortiz, que se encontraba á la sazón en Trujillo. El Papa Sixto IV
no corría en relaciones cordiales con los RR. y CC. y en España
el Nuncio, juntamente con los obispos de Osuna y Cuenca, que
hacían abiertamente la causa del Pontífice, fueron presos y some-
tidos al proceso que siguió Hernand Yáñez.
Aparte de estos recuerdos, Lobón no tiene otros dignos de
mencionarse. Su iglesia parroquial, de mala fábrica, sus arrui-
nadas ermitas de Santa Brígida, los Mártires y Nuestra Señora
de los Remedios, como el convento de San Francisco (antes
hospital de Santiago), reducido á escombros, no ofrecen nada
al historiador ni al artista.
Cinco kilómetros después está la villa del Montijo, pueblo
romano, denominado Agla^ arruinado en la invasión árabe y re
(i) Proceso de residencia contra Pedro de i4/varaúfo.— Ilustrado con estampas
sacadas de los antiguos códices mexicanos, y noticias biográficas, críticas y ar-
queológicas, por José Fernando Ramírez. Lo publica paleografiado del ms. original
del licenciado Ignacio L. Kayón (Méjico, 1847, XXIII, 304 págs., cuatro láminas,
la primera el retrato y facsimile de Alvarado).
(2) Carias de relación del adelantado D. Pedro de Alvarado, escritas al rey de
España y al capitán Hernán Cortés, sobre la conquista y pacificación de los reinos
de Guatemala y la expedición que hizo desde el puerto de Iztapa al Perú, etc., etc.
(B. de Act. E. t. XXII.) Son dos cartas.
Carias de relación^ etc., etc. (Nueva-York, 1864}.— Son 14 cartas.
(3) Interrogatorio hecho de orden de los Reyes Católicos por el Alcalde de Corte
Fernand Yáñez de Lobón al Nuncio Apostólico en España^ en el año de 1480. (Ei
Siglo pintoresco, .Madrid, 1845, t- U págs. 89 y 91.)
290 BADAJOZ
poblado por los musulmanes, el año 525, llamándole Mentesa,
en memoria de la patria de Abderramen, rey de Córdoba, que
hallándose en Mérida le mandó poblar.
Mentesa le hacen derivar algunos de Mentha ó yerba-btiena.
Otros sostienen que Montijo quiere decir monte pequeño, to-
mándolo en la acepción de altura ó en la de bosque.
Nada conserva de sus antiguos tiempos. El palacio de los
condes del Montijo no tiene importancia, como tampoco la tienen
la casa de Ayuntamiento, levantada en 1605; ^ Pósito, cons-
truido en 1789; el convento de religiosas, la parroquia de San
Pedro, ni las ermitas de Jesús Nazareno y Ntra. Sra. de la villa.
Esta sufrió mucho en los mediados del siglo xvii, con las
guerras de Portugal. Tres veces fué incendiada y siete entró en
ella el enemigo.
Ciento sesenta años sostuvieron portugueses y españoles
una lucha que comenzó en 1640 y terminó con la paz de Godoy,
en 1 801. Diferencias de los derechos reales entre la nobleza
portuguesa y el rey de España; la independencia de Portugal,
iniciada por los enemigos del Conde-duque, y la guerra de Ca-
taluña, mayormente, habían debilitado de tal manera las fuerzas
de España, que no hubo forma de resistir á las agresiones que
venían de Portugal ; así fué que impunemente el general de ca-
ballería Martín Alfonso de Mello, conde de San Lorenzo, puede
llegar con sus tropas, en 1641, hasta Val verde de Leganés, que
ganó al saqueo, para incendiar después á Villar del Rey, mien-
tras el ofícial de caballería Cristóbal de Carbalho, y el general
Francisco de Mello, conseguían algunos triunfos frente á los
muros de Olivenza. Un año más tarde, el mismo general en-
traba triunfante en Alconchel, ganaba de nuevo la villa de Val-
verde y entraba al saqueo en la de Cheles, mientras que otro
ejército operaba por la parte alta de Extremadura, donde el
general de la provincia de Beira, Sancho Manuel, llegaba con
sus huestes hasta Coria, y otro general también, Fernando
Téllez de Meneses, tomaba á Valverde y Eljas.
BADAJOZ 297
En 1 643 los portugueses incendian á Alconchel, que ocupa-
ron nuevamente en 6 de Octubre, mientras el capitán Juan
Saldanha de Gama, primero, y el general Mello, después, triun-
faron de nuestros soldados frente casi á los viejos muros del
castillo de Alburquerque.
Escudados los portugueses en la falta de medios que tenía
el Gobierno español, para resistir sus ataques, decidieron venir
sobre los pueblos del interior, y en primeros de Abril de 1644,
mandaba el Monarca portugués D. Juan IV un ejército que co-
menzó á operar en los campos de Badajoz y siguió hacia Tala-
vera, en cuya villa entró después de una larga resistencia,
el 20 de aquel mes, saqueando al vecindario, incendiando las
casas, y destruyendo cuanto encontraba á su paso. En esto tro-
pas de Mérida acuden á la Puebla y Montijo; pero el ejército
portugués, mandado por Mathias de Alburquerque, libró, en
Montijo, la famosa batalla que el 26 de Mayo se decidió, según
unos á favor de los portugueses, según otros por los españoles,
pues si no faltó un vate lusitano que cantase el triunfo de Por-
tugal (i), tampoco faltó otro vate castellano que hiciese de El
más valiente extremeño^ Bernardo Díaz del Montijo (2), el se-
gundo D. Rodrigo Díaz de Vivar (3), y á quien está dedicado el
romance que el Sr. Duran publica en su colección, titulado Ro-
mances vulgares de valentías, guapezas y desafueros (4), al nú-
mero 1342.
(i) Juan Suárez da Gama concejal del Ayuntamiento de Setubal, en su obra
poética Baialha do Montijo.
(2) Era natural del Montijo, y aunque de origen oscuro logró gran renombre
por sus hechos en la guerra.
(3) Comedia de D. Pedro Francisco Lamini.
(4) Romancero General, ó colección de Romances Castellanos, anteriores al
siglo XVIII, páginas 386 y 387.
El romance es curiosísimo, por cuyo motivo no podemos excusarnos de dar
aquí, por lo menos, algunas de sus estrofas, como son estas:
La primera:
«Escuchadme, jaquetones
que sois de la vida airada.
38
298 BADAJOZ
Esta guerra produjo la ruina de Extremadura, pues más de
cuarenta aldeas de ella desaparecieron y el país quedó también
despoblado, y esto, después de las emigraciones á las Américas
y la que produjo también las guerras de Flandes, dio motivo á
que un estadista del siglo xvii considerase el país extremeño
como €una comarca desierta de gentes y de civilización.»
Pero fijemos los términos y proporciones que alcanzara la
batalla del Montijo, que decidió por aquel entonces nuestra pre-
ponderancia sobre el ejército portugués. Un historiador casi
coetáneo de aquel suceso (i), y por tanto digno para nosotros
un caso que ha sucedido
con un mancebo del ampa:
es Bernardo del Montijo,
que sólo ser de allí basta
para ser rayo y asombro
de la nación lusitana.»
Aquí cuenta el poeta anónimo las valentías del montijano, y la manera que tuvo
de ofrecerse voluntario contra los portugueses, con estos otros versos;
— «Sírvete, gran capitán,
sírvete darme plaza,
que por el cielo te juro
y por esta humilde espada,
que he de seguir tus banderas
hasta morir en campaña.»—
Brazo-Fuerte, conociendo
del mancebo la arrogancia,
lo admitió en su compañía
toda la gente bizarra;
solo con veinte caballos
que son los que le acompañan,
que pasean por Guareña
como por sus mismas casas,
no dejan ganado á vida
que á Badajoz no lo traigan;
no dan cuartel á ninguno,
que cuantos encuentran matan.»
El poeta sigue contando las hazañas de este valiente extremeño.
(i) Alvarez de la Fuente, en la Sucesión Real de España.— k las páginas 350 á
366.— Tomo III.
BADAJOZ ' 299
de toda preferencia, describe este hecho de armas en los siguien-
tes términos:
«Governando las Armas de Extremadura y Frontera de Ba-
dajoz el valeroso Marqués de Torrecusa. Tuvo aviso de la vigi-
lancia y cuydado que el que se llamaba Rey de Portugal ponía
en juntar Exército numeroso con todo secreto: No se le pasó
éste, que el Marqués no le penetrase. Y así ordenó al Maestre
de Campo, Juan Rodríguez Silveyra, que con algunas compañías
y dos piezas de artillería se metiese en la villa de Alburquerque,
como lo executó dos horas antes que el Enemigo llegase á dar
vista á esta Villa: y aunque sus naturales estaban con algún
cuidado, pero sin ningún temor por haver sabido que el Exérci-
to se encaminaba por Campo-Mayor: Pasó junto Auguela y llegó
á pasar el rio de Votova, media legua de Alburquerque: y así,
antes que entrara el socorro de Badajoz, tenian guarnecidas las
trincheras y tomados los pasos, y algunos mozos briosos le ha-
vian puesto algunas emboscadas en unos barrancos y cercos
fuera del Lugar, de modo, que el Portugués conoció quan difi«
cultosa empresa empezaba. Yba por Maestre de Campo el ge-
neral Mathías de Alburquerque: Su Exército se componía de
nueve mil Ynfantes y dos mil Cavallos, los quinientos Dragones,
ocho piezas de Artillería y mil y quinientos Gastadores, y mu-
cho bagage. La noche que llegó á Alburquerque hizo tomar los
puestos, y ocupó un cerro que llaman Santa Lucía: Los de den-
tro hicieron lo mismo, y por saber, que por el Arrabal de San
Albín havia cargado mas gente el enemigo, se encomendó su
defensa á los Estudiantes y Clérigos... En dos días se desvane-
ció el orgullo Portugués d/sl pensamiento que tenia de esta em-
presa, y se retiró.
» Encaminó el enemigo su Exército á Villar del Rey; saqueó-
le, y quemóle, y dos leguas más adelante, ázia Castilla, hizo lo
mismo en la Roca, y de otro Lugar pequeño: y dexandose caer
á las márgenes de Guadiana, saqueó y quemó á la Puebla; y lo
mismo hizo del Montijo, aunque aquí topó alguna resistencia,
300 BADAJOZ
por estar dentro con su compañía Don Juan de Sata, que la en-
tretuvo tres días; pero como Lugar abierto, se retiró á la Ygle-
sia, y allí capituló, aunque los portugueses se dieron por tan
ofendidos, que no le guardaron nada, é intentaron matarle; y lo
huvieran hecho, si no fuera por unos Cavalleros Franceses que
le defendieron, diciendo haver obrado como valiente Capitán, y
no merecía ser maltratado, y le llevaron prisionero, con más
valor que poder: Y sentido el Marqués de Torrecusa de la pér-
dida de los Pueblos, ordenó al Maestre de Campo el Marqués
de Molinguen, General de la Cavallería, y á Dionysio de Guz-
man, General de la Artillería, y demás Oficiales, que con la
gente, que se havia juntado, partiessen á encontrar al enemigo
adonde quiera que lo encontrassen; y assí llegaron á Talaverue-
la (oy Talavera la Real), tres leguas de Badajoz, y media legua
de ella esguazaron el Rio Guadiana: y habiendo passado á 24 de
Mayo nuestra tropa, se hallaron tres mil ciento y veinte Infan-
tes y mil quinientos Cavallos, y dos piezas pequeñas de Artille-
ría; y por no haver llegado la gente del Partido de Mérida, es-
peraron hasta 25 del dicho. A los 26, dia del Corpus, tenia le-
vantado un Altar para decir Misa, y que la oyessen todos, el
Vicario General D. Gabriel Ortiz de Orbe. Apenas llegada á
decir la Epístola, cuando nuestros Batidores avisaron como el
enemigo marchaba para nuestro Campo. Acabada la Misa, dis-
puso nuestro Exército el General de Artillería, é hizo oficio de
Maestre de Campo el General: y siendo aquella Campaña tan
rasa, que en dos leguas no hay una mata, y conociendo, que
por la mucha gente, que el enemigo tenia, la frente de su Exér-
cito ocupaba gran espacio, dispuso el. suyo con maña de mucha
frente, y poco cuerpo, pues solo ocupaba siete hileras de gruesso.
Los Portugueses sentaron su Exército entre dos lagunas, de-
xando á las espaldas el vagage, y carros: Su General, Mathías
de Alburquerque, que estuvo en un repecho mirando nuestro
Exército, y su disposición, é hizo burla y dixo: — Que no era po-
sible se atreviesse á pelear aquel Exército con la disposición
BADAJOZ 301
que llevaba; mas nuestros Cabos avisaron á nuestros Soldados
que en dando la primera carga la Mosquetería, cerrassen luego
á pelear con las espadas; y assí lo executaron, puesto el Mar-
qués de Molinguen en el cuerno derecho de nuestro Exército, y
su Theniente en el izquierdo: Empezó á disparar su Artillería, y
la nuestra disparó ocho cañonazos. Embistió nuestra Cavallería
por el cuerno derecho y también por el izquierdo. El Theniente
de la Cavallería D. Francisco Velasco, con tan gran valor acau-
dillados por el General, que luego empezó á desordenarse, y
volver las espaldas; y fué lo bueno, que llegaron á sus Escua-
drones de picas, y los hicieron que las levan tassen, para poder
pasar: esto fué á tiempo, que ya havian dado los nuestros la
primera carga, y acometieron tan á tiempo, que llegaron al Es-
quadron de las picas, cuando las tenian levantadas; y así fué
grande el estrago, que nuestra Ynfantería hizo, con tanto valor,
que se pasmó á los enemigos, y huvo hombre, que cayó muerto
de afán, y corage, de tantos Portugueses como mató; y de esto
huvo muchos testigos: Y retirado por sus Camaradas, le mira-
ron, y no le hallaron herida ninguna, ni cardenal de otro ningún
golpe. Este mozo era natural de Toledo. Qué elogios no canta-
ra la antigüedad, si este caso cayera en manos de su Gentilismo?
La Ynfantería empezó á retirarse, y simalmente cortaron los
nuestros dos Tercios, la del Conde Fiesco, y el de Estacio Pique,
que eran los que mas resistencia habian hecho; pero nuestra
Ynfantería estuvo tan valerosa, que ganó la Artillería: y el
Maestre dé Campo Don Francisco Agüero, con su Cavallería,
llevado de su esfuerzo, siguió también al enemigo, y fué conse-
guir la mas feliz victoria faltar tantos cabos en nuestro Exército,
que no quedara Portugués con vida, porque nuestra Ynfantería
se cebó en su Real, que era muy rico, por lo mucho que habia
robado en el Montijo, y la Puebla, é infinitas cavalgaduras. Fué
un desorden grande este, porque cortaron los tirantes del tren
de las muías de la Artillería, y se dexaron las piezas, de modo
que tuvo lugar de retirarla el Portugués, dexando muchos carros.
302 BADAJOZ
municiones, y otros pertrechos, y muchas armas, y una legua
de allí dexaron un mortero de tirar bombas. De los nuestros
que con demasiado valor se señalaron en esta ocasión, fueron
muchos. El Capitán Don Juan de Sata, que llevaban prisionero,
viendo lo que passaba, dio con un puñal al que le guardaba, y
le mató, y subió en el cavallo, y se metió en la batalla, y peleó
como esforzado. El Conde de Torrejon, Maestre de Campo re-
formado, como rayo, se mostraba en los mayores peligros de la
batalla. Don Diego Gerardino, Maestre de Campo de los Irlan-
deses, viendo que el Maestre de Campo Mascareñas se resistia
con esfuerzo, se encaminó á él, y en poco espacio dio con él
muerto en tierra. Los que murieron de nuestra gente passaron
de seiscientos, y entre ellos tres Maestres de Campo. Don José
de Pulgar, que obró, y executó en esta batalla con grandísimo
esfuerzo, murió en Badajoz de una herida en la cabeza. Juan
Rodríguez Sylveira, gran perseguidor de sus Compatriotas.
Don Francisco Luna, maestre de Campo del Tercio de Badajoz:
Todos los demás Maestres de Campo salieron heridos (i): mu-
co Estos llegaron á ser héroes de romances, pues en uno anónimo, que no ha
llegado á coleccionarse, hay estrofas como esta:
«Los valientes castellanos
y Silveyra el valeroso,
con Badajoz animoso
vencieron al lusitano;
y los tercios extremeños
que Torrecusa mandara
formaron nobles empeños
porque sus armas triunfara.»
Otros romances se escribieron á propósito de esta guerra, por la que los portu-
gueses cantaban:
c<El Montijo se quema,
La-Puebla llora:
pobre Talaverilla,
te quedas sola.»
A su vez los soldados españoles respondían:
BADAJOZ 303
rieron diez Capitanes de Cavallos, y sesenta Capitanes de Yn-
fantería y otros Cabos. El Marqués de Torrecusa ordenó al Vi-
cario General, que juntando los Clérigos, y Pueblo de Talavera,
del Arroyo de Mérida, del Montijo, y de la Puebla, enterrasen
los muertos del Campo Portugués, y él lo hizo en un malacon,
y zanja antigua, retirándolos de los pies en cavallos uncidos, y
enterrando el Domingo, Lunes y Martes, tres mil y sesenta y
siete cuerpos. Estos fueron los que se hallaron en la Campaña,
y sin llegar al monte, en el cual, y donde se detuvieron, passa>
ron de mil los que murieron, y la derrota fué tal, que su Exér-
cito llegó deshecho á Portugal, pues solo se hallaron dos mil
Ynfantes, y doscientos Cavallos.»
Hasta aquí la relación que encontramos de esta batalla, y
los recuerdos del Montijo.
Á poco más de un kilómetro de este pueblo está Puebla de la
Calzada (i), llamada así por la vía romana que á sus inmediacio-
nes pasa. No sabemos qué nombre tuvo en los tiempos de Roma.
Existía ya cuando el engrandecimiento de Mérida, pero había de
ser una población insignificante cuando no la cita en su Itinera-
rio Antonino Pío, entre lae mansiones comprendidas de Lisboa
á Mérida, ni en las de esta ciudad á Badajoz. Además, los vesti-
gios antiguos encontrados en esta población denuncian su origen
romano y aun su correspondencia á población árabe, de menos
importancia acaso que su vecina Mentesa.
«Ya no arde el Montijo,
ni La-Puebla llora;
no teme Talavera
quedarse sola.
La guerra con Portugal
ha sido muy sanguina:
más sangre mea un pollo
cuando tiene mal de orina.»
( I ) Es lo mismo que pobladura por la que atraviesa la calzada ó camino roma-
no, y efectivamente le cruza.
304 BADAJOZ
El maestre de Santiago la arrebató de manos de los Tem-
plarios, formando desde entonces parte de la encomienda de
Mérida, y en 1580, le fueron concedidos los privilegios de vi-
llazgo, en el acto de venderla á D.* María Enríquez, marquesa
de Villanueva del Fresno, y al fallecimiento de esta señora
pasó á los estados del conde del Montijo.
Hasta mediados del siglo xvii fué población importante entre
los pueblos que contó Extremadura desde la Reconquista; pero
la guerra de Portugal la destruyó totalmente, saqueándola prime-
ro, y quemándola después, pues consta que estuvo ardiendo desde
el día 23 de Mayo de 1644, que fué lunes, hasta el 26 por la
mañana, que fué jueves, día de la batalla del Montijo. El conde
la repobló seguidamente concediendo á los que quisieran habi-
tarla ciertas prerrogativas y mercedes que sirvieron para aumen-
tar su vecindario en pocos años. Por estas razones todo lo que
existe en esta villa es moderno, desde su parroquia de la Asun-
ción hasta la casa de Ayuntamiento.
La Garrovilla sigue en la prolongación de la carretera de
Mérida, y está situada á ocho kilómetros de la Puebla. Población
romana de bastante importancia, conocida por el nombre de
Daxpo Augusta^ asentada en la margen derecha del Guadiana,
los tiempos han borrado de ella todo recuerdo antiguo. Su pa-
rroquial, la Asunción de Nuestra Señora, no deja de tener impor-
tancia, especialmente su portada, que indica ser de los mejores
tiempos del siglo xvi.
II
Apenas el viajero abandona las inmediaciones de Garrovilla
y á manera que avanza hacia Mérida, comienza á observar por
todas direcciones despojos de población romana. Las primeras
BADAJOZ 305
ruinas que se encuentran son las del antiguo monasterio de Cau-
liana y donde los romanos tenían población, y en el siglo v se
edificó un templo católico que era visitado frecuentemente por
los arzobispos de Mérida, y por su construcción á semejanza de
fortaleza, los Templarios, que la poseían, fué teatro de sangrien-
tos hechos durante la guerra de la reconquista. Los historiado-
res antiguos citan este monasterio con frecuencia y en él ocurrió,
en los primeros días de la invasión de los árabes, un hecho que
la historia aún no ha podido presentar con entera claridad.
Después de aquella famosa batalla de Guadalete, dada
él 31 de Julio de 711, y vencido en ella el rey D. Rodrigo,
corrió el monarca godo á ocultarse á la Lusitania; estando en
Mérida disfrazado de pastor y reconocido que fué por un diáco-
no, le llevó á ocultarse en el monasterio de Cauliana, donde le
esperaban un puñado de leales suyos y juntos marcharon á Ba-
dajoz, internáronse en el hoy Portugal, llegando hasta Alcaboza,
no lejos dePedermeira (i), muriendo en 714 rigiendo el pequeño
reino que fundara en el extremo del río Duero (2), según la lá-
pida sepulcral de este monarca hallada poco hace, é interpretada
hábilmente por un sabio arqueólogo portugués.
Siguiendo hacia Mérida, antes de llegar á ella, como á unos
cuatro kilómetros, se ven levantarse erguidos los restos de sus
famosos acueductos, y su memorable puente desafía á los tiempos
y se burla de los siglos, ni más ni menos que si pretendiese ser
eterno; y como panorama de agradable aspecto, está la ciudad
esparramada sobre una baja colina de terreno de arrastre que
la eleva sobre el río Guadiana unos 20 metros al sumo.
(:) No se sabe si el arzobispo de Mérida, que asistió á la batalla de Guadalete,
fué Máximo ú otro que le sustituyese; pero se asegura que, destruido el ejército
cristiano, el rey D. Rodrigo se vino huyendo con pocos de los suyos hasta el mo-
nasterio de Cauliana, distante dos leguas de Méñáai.— (Historia de Mérida, por
Fernández y Pérez, pág. 112.)
(2) La tradición de que apenas arribó á Portugal fué á morir al convento de
Pedermeira, confesando á un monje del mismo su personalidad, es un cuento ba-
sado en lo que sobre el particular refiere cierto cronista religioso autor de esta
falsedad.
:9
^OÓ BADAJOZ
Es Mérida para el hombre ilustrado que no desdeña la his-
toria y la arqueología, una Roma en pequeño, con sus monumen-
tos dignos de estudio, sus recuerdos inolvidables y sus tradicio-
nes de otras edades. Fué la antigua Emérita- Augusta, en otros
tiempos, el emporio de la Península Ibérica. Y cada vez que
cruzamos por sus alrededores recogemos impresiones agrada-
bles. Porque las ruinas, para nosotros, son siempre vestigios
solemnes. Nos quedamos mirando á ellas y nuestra mente forja
en su ideal mil historias fantásticas.
MERIDA.-VlSTA CENEHAl.
Un capitel, una columna, una cornisa, una lápida partida;
los mármoles dispersos, los musgos y las flores que crecen y
viven por entre sus rendijas; un paredón solo, aún en pie, como
desafiando al tiempo; un arco irregular en su forma, encierran
poemas que queremos adivinar, como si pudiera leerse de se-
guido el libro que guardan estos despojos de otras civilizacio-
nes. Pero no hay que confundir los escombros con las ruinas:
aquellos son los destrozos vulgares; éstas son las reliquias
majestuosas del pasado. Las ruinas vienen después de los mo-
numentos, como detrás de aquellas vienen los escombros. Es lo
propio que acontece con las criaturas humanas. La mujer, por
ejemplo, que todos conocieron en su período de floreciente her-
BADAJOZ 307
mosura, bella y seductora, cuando el invierno de la vida le apa-
ga sus gracias, pierde, es verdad, aquel esplendor en que sus
vivas pupilas se animaban; mas conserva siempre los restos de
su pasada hermosura... unos capiteles del mejor orden: — tson
buenas ruinas,» — dicen los entendidos, porque según la ley de
la correlación que guardan las formas, imaginada por Cuvier,
de la punta de una línea rosada, de la curva de un pie pequeño,
ó de la graciosa ondulación del cuello, se puede formar cabal
juicio de lo que sería el edificio en los tiempos en que sus admi-
radores lo contemplaban.
Una casita de campo pintada de verde, en medio de una
huerta abundante de lechugas y habas, es una cosa muy alegre,
muy pastoril, muy higiénica, que está pidiendo dos corderos
guisados con picante y una botella de vino; mas no vale tanto
como el placer que se siente recorriendo estas comarcas, donde
Viriato, el primer español que peleó por la libertad de su patria,
destrozó á las legiones que Roma mandara para sujetar á Espa-
ña al carro de la tiranía de los Césares. Allí, más adelante, apa-
rece Mérida. La arcada que se ve junto á ella, es el acueducto
construido en tiempos de Augusto. Era una obra colosal. Hoy
no quedan de ella más que 37 pilares, algunos en tres órdenes
de arcos, unos sobre otros, de más de 26 metros de altura, por
cuyo encañado de 2 ' 50 de ancho y aun más de alto, corría el
agua para los baños, jardines, batanes, molinos y otros artefac-
tos que había dentro de la ciudad.
Pero los romanos surtieron á Mérida de muchas aguas, y al
efecto á más del Acueducto de los Milagros (que tomaba el
agua del Lago de Proserpina), edificaron los de San Lázaro,
Borbollón, Campomanes y Carija.
El de San Lázaro, que seguía en importancia al de los Mila-
gros, tomaba las aguas del valle de las Tomas hasta las fuentes
del vecindario. Este antiguo acueducto fué arrasado por los ala*
nos, parte de cuyos canales aún se ven esparcidos sobre tierra,
subsistiendo en pie dos arcos de sillería almohadillada, bajo los
308 BADAJOZ
cuales pasaba la calzada romana, que venía por Córdoba, La
Mancha y Toledo.
La cañería del mismo nombre que hoy existe, es de mam-
postería con una arcada arábiga. Fué nuevamente encañada
en 1625, y su construcción gótica ó sarracénica, tuvo por objeto
sustituir al primitivo acueducto.
El del Borbollón tenía su origen en la dehesa de Campo-
manes, se dirigía por Caño quebrado^ las Vicarías y abastecía la
Naumaguia. El agua del pilar llamado de AlbarregaSy es, al pa-
recer, filtración de este acueducto.
Los dos últimos, de los que se conservan huellas visibles,
eran secundarios y partían de los montes de Campomanes y de
Carija. El primero atraviesa la hacienda de Casa Herrera^ el
valle de Valhondo ó Valjondo^ costea el cerro de la Godina y
penetra en el acueducto de San Lázaro^ por el valle de las To-
mas. Y el segundo, desde la falda de la sierra de Carija, se di-
rige á buscar el acueducto de Los Milagros^ 6 sea el producto
del gran estanque, ó charca llamada La- Albuhera.
Se denominó este acuieducto antiguamente Caditja^ y corre
por el país una tradición del rapto de cierta joven cristiana de
Mérida por un musulmán, y encerrada en una casa que éste
tenía en sus propiedades, á poca distancia de la ciudad, donde la
tuvo secuestrada én su compañía más de 30 años, en tanto que
el padre de la joven anduvo peregrinando por toda la Península
en busca de la hija que consideraba perdida para siempre, y por
el sentimiento que ésta le produjo se le extravió la razón y vio
morir de dolor á su mujer y á tres hijos. Ya á la vejez supo es-
taba su hija encerrada en el palacio que su amante, el musul-
mán, tenía próximo á Mérida; corrió hasta él y pudo penetrar
donde estaba ella, exclamando al verla: c¡Cara hija me costas-
tes!» Añade la tradición que la piedad cristiana del pueblo eme-
ritense mandó levantar una cruz de piedra muy bien labrada
sobre el palacio donde estuvo prisionera esta joven, y al lugar
de esta cruz se le llama de Carija.
Hasta aquí la fábula. La verdad que la buena crítica nos en-
seña, desprecia la leyenda, como era forzoso. La Sierra de Ca-
rija, denominada anteriormente de Cadüj'a, atraviesa la campiña
emeritense. Sobre
esta sierra, y co-
mo á cinco kilóme-
tros de Mérida, en
dirección ala Char-
ca de la Proser-
pina, se alza una
cruz gótica, perfec-
tamente labrada,
obra del siglo xiii
ó del XIV, cruz que
lleva el nombre de
la sierra donde se
encuentra. En sus
alrededores no
aparecen vestigios
de ediñcación anti-
gua, ni la historia
nos habla que hu-
biese en aquel lu-
gar población al-
guna. Es, segura-
mente, esta cruz
signo cristiano co-
mo otros tantos
que en los tiempos pasados ñjábanse en las proximidades de
los pueblos. Algunos la creen de origen romano. No lo es, se-
guramente, y á primera vista se ve que no es obra más allá del
siglo XIII.
Además su propio nombre nos indica que Caditja es voca-
blo árabe. En el siglo xii se le llamaba á esta sierra Cad-itga al
310 BADAJOZ
Marid^ esto es, Caditga de Metida ^ y es indudable que tal
nombre lo debió á los árabes, únicos que pudieron dárselo.
Caditga era el nombre de la mujer de Mahoma ó Mahomed,
viuda rica, casada en 6o i con este Profeta de la Meca, y que
bien pronto despertó veneración entre los nuevos creyentes de
su marido. Es de suponer que los árabes que poblaron el reino
de Marida dedicaron esta sierra á la esposa de su Profeta.
Pero, volviendo á estos acueductos, diremos que todos ellos
presentan la regularidad y solidez arquitectónicas, comunes á
todas las obras que edificaron los romanos. Gigantescos pilares
de cantería cuadrada y simétrica, cuyas piedras gravitan unas
sobre otras, sin cal ni betún, por series quinquenales sobre pa-
ramentos, ó hileras de gruesos ladrillos; una triple arcada enla-
zando y adornando tan asombrosas moles ; canales más ó menos
anchos, de fina argamasa impermeable á la disolvente acción de
las aguas; receptáculos subterráneos para reunir los manantia-
les, á cuyo fondo se desciende por bien ordenadas graderías; y
más sorprendente aún que todas estas atrevidas ejecuciones, las
enormes distancias por ellos recorridas, pues el acueducto Los
Milagros, de una longitud que no bajaría de seis kilómetros, y
cuyos pilares supertérreos, irguiendo su cabeza hoy á través de
más de 19 siglos, figuran en número de 37, es sumamente pe-
queño, si se compara con el de Tarragona, que alcanzaba
48 kilómetros, de los cuales 15 se hallaban, hasta hace pocos
años, perfectamente conservados.
La mayor parte de los acueductos, cuyos restos se encuen-
tran en las ciudades españolas, son obra del período imperial,
por más que alguno tenga un origen más remoto, como, por
ejemplo, el construido en Ébora, población de Lusitania, que
parece lo fué por los cartagineses, toda vez que ya existía antes
de la segunda guerra púnica, y de la destrucción de Carjago por
los romanos.
Lo más notable que hoy se conoce entre nosotros en este
género de monumentos, es el acueducto de Segovia, así por su
312 BADAJOZ
forma esbelta y sólida construcción, como por su longevidad,
puesto que todavía surte de aguas á dicha población. Contiene
este edificio i6i arcos de sillares de piedra, sostenidos por pi-
lares de dos metros de anchura en su frente y lados interiores.
Comienza por una sola arcada, continúa con dos, y termina en
la plaza del Azoguejo, donde se eleva á una altura de 28 me-
tros. El arroyo de Riofrío lo abastece, cuya excelente agua se
reúne en un gran depósito de bien labrada cantería, erigido en
las cercanías de la ciudad. No pasará desapercibido en este
lugar, ya que de cañerías romanas tratamos, el célebre acue-
ducto hispalense conocido por Los Caños de Carmona^ obra
atrevida y grandiosa, que desde la puerta del mismo nombre ha
proveído de abundantes aguas á las fuentes públicas de la anti-
gua Hispalis, Los romanos taladraron una colina en Alcalá de
Guadaira, once kilómetros de dicha ciudad, construyendo un
vasto recipiente para recoger las aguas, que, encauzadas y al
aire libre alternativamente, corrían en forma de ribera hasta la
Cruz del Campo, prosiguiendo su curso sobre multitud de arcos
hasta la expresada puerta de Carmona.
Las dimensiones de los pilares de los acueductos emeriten-
ses Los Milagros y San Lázaro^ son las siguientes:
Las del primero, 27 metros de elevación, por 4 en cuadro
en su base, con su estribo y tajamar á uno y otro lado, de
I metro 75 centímetros de ancho por 2 y 80 centímetros de
longitud, subiendo en disminución casi en forma de pirámide
hasta el canal de las aguas. Y las del segundo, ó sean de los
dos arcos que aún existen ; cada uno alcanza 4 metros 80 cen-
tímetros de anchura, los mismos de elevación, y 2*75 centí-
metros de fondo; sobre su cornisa hay tres machones de 8 me-
tros de altura próximamente hasta la extremidad de los arcos
superiores, que sostenían el canal. De las enormes moles frag-
mentarias de este soberbio acueducto, patentes á la vista de
eminentes arqueólogos, é ilustrados viajeros y anticuarios, se
deduce, por el juicio que su observación les ha merecido, que el
BADAJOZ 313
derruido acueducto de San Lázaro nada dejaba que desear, y
aun puede decirse que excedió en suntuosidad y belleza al edi-
ficado, y muy grandioso también, por los romanos en la ciudad
de Segovia.
III
Pero el viajero puede contemplar otra obra notable antes de
penetrar en la ciudad. El puente sobre el Guadiana, verdadera
joya arquitectónica, conservada en parte con toda la pureza de
su primitiva fábrica, restaurada varias veces en trozos muy prin-
cipales y siempre, antes como ahora, admirada de propios y ex-
traños.
Este famoso puente mide una longitud, la mayor acaso que
puente alguno en España, de 910 metros, 5 de anchura y
64 arcos, que dan paso á las aguas en las grandes avenidas,
aunque esto sólo se verifica por trece ó catorce en el estado
normal de sus corrientes.
Ignórase la época de su construcción, por más que los his-
toriadores de Mérida la fijen en el año de 95 antes de J. C, en
el que se abrió la vía militar ó calzada romana (vía lata) por
disposición del cónsul Publio Licinio Craso.
Acaso haya dado lugar á esta suposición por parte de Mo-
reno de Vargas, el hecho de haberse encontrado en 1 640, con
ocasión de hacerse algunas obras para reparar las murallas que
defendiesen la ciudad de cualquiera contingencia por la guerra
contra Portugal, varios sepulcros griegos, no lejos del puente,
y uno de ellos se notaba por el enterramiento del cadáver en
pie, guardando la sepultura, la figura de una ancha pirámide re-
vestida de cal y cubierta por dos tejas de barro color verdoso:
en una de aquellas estaba grabada la letra Alpha, y en la otra
40
314 BADAJOZ
Omega, primera y última del alfabeto griego, y que parecían in-
dicar esta idea : principio y fin de la vida.
En las otras dos sepulturas planas, colocadas á muy corta
distancia de la anterior, se hallaron pequeñísimos fragmentos de
huesos y algunas monedas griegas que nadie pudo descifrar.
Los que dicen que Mérida era una ciudad importante, antes
mucho de la época romana, y denominan á su puente Pons ro-
manus antiquuSy reconstruido sobre el Pons grcecus antiquus^
ven en Mérida á una poderosa ciudad ibérica, cuyos moradores
lucharon con Viriato contra Roma, y más tarde fué arrasada por
la indómita bravura de sus defensores, sepultados con sus mu-
jeres é hijos entr€ sus escombros bajo el victorioso estandarte
de las legiones del pueblo-rey. Pero ó existió la primitiva Mir-
midona^ Memórida^ ó Moral antes de Augusta Emérila^ en cuyo
caso este puente debió ser construido por los griegos, ó Publio
Caricio, y no Licinio Craso, hizo edificar una obra, cuya existen-
cia no consta, de una manera auténtica, haber precedido á la ins-
talación de la colonia de eméritos^ de quienes proviene la forma-
ción de Mérida.
Para nosotros el puente de ésta es romano y obra de los
tiempos de P. L. Craso. Este cónsul, que gobernó la República
en unión de Pompeyo y de Espartaco, al último de los cuales se
debió el exterminio de los rebelados siervos; Craso, que tam-
bién formó con Pompeyo parte del primer triunvirato, y á quie-
nes expulsó César, por consecuencia de las batallas de Farsalia,
Thapsus y Munda, parece haber sido el autor de esta obra, pues
de sus tiempos vino el engrandecimiento de Mérida. Nosotros,
al menos, no damos mayor antigüedad á este puente. Pero co-
nozcamos por sí esta obra. Su primer tramo de 6 arcos, desde
su cabeza hasta el primer descenso, parece corresponder por la
incongruencia y carácter general de su ejecución, al arte de los
primitivos tiempos romanos cuando invadieron la Lusitania; su
fábrica, desde la torrecilla llamada El Pico que hay en su cen-
tro, hasta el arco casi cubierto de tierra que corona el término
BADAJOZ 315
de la obra, es romana, por lo regular del tiempo de Trajano, á
quien se dedicó otro arco de triunfo, levantado al extremo final
del puente, arco cuyos cimientos y vestigios se ven todavía, y
fué demolido por los sarracenos; y la parte de arcada que se
halla entre el primer descenso y el Pico^ corresponde á la arqui-
tectura del siglo XVII. Ya hemos dicho la opinión de Estrabón,
que los ríos de Lusitania eran navegables (Tajo y Guadiana); y
si hemos de dar crédito á la historia, habremos de convenir que
en Emérita existió una isla ó muelle de figura pentagonal, que
dividió el río en dos brazos, y á cuya rada llegaban embarcacio-
nes cargadas de mercancías, agua arriba y agua abajo del curso
del río. Todayía se conservan las ruinas de aquella plaza mer-
cantil ó centro de abastos entre el Pico del puente y su primer
descenso, con huecos ó vanos en sus enormes fi-agmentos de ar-
gamasa, que demuestran la forma de sus almacenes destinados
á la colocación de los géneros y mercancías. Esta plaza de co-
mercio ó isla entre los dos brazos del río, fué arrastrada por una
grande avenida, siendo arzobispo el famoso D. Cenón, y Sala-
mino gobernador de Emérita ^ en el reinado del godo Ervigio:
construyéronse por este monarca cinco arcos entre el Pico y el
expresado descenso, y, en virtud de esta reparación, los dos
puentes que separaban el muelle quedaron unidos, ó formando
uno solo.
La memoria de esta obra se nos ha conservado en unos
versos latinos que copió el maestro Fiórez, del Códice de Azagra,
que dicen así:
Incipient ver si in ponte Eineritensi inscripti.
Solver ai antiquas moles ruinosa vetustas
Lapsum et senio ruptum pended a t opus,
Perdiderat usum suspensa via per amnem,
Et libera pontis casus neggbat iter,
Nunc tempore potentis Getarum Ervigii Regiis
Quot debitas sibi prcecepit excoli térras,
Studerit magnanimus factis extendere nomen
Veterum, et titulis addidit Salla suum.
3l6 BADAJOZ
Nam postquam exímiis novavit manibus urbem
Hoc magis viiraculum pairare non dístitit.
Construxii arcos, penitus fundavit in nudis
Et mirum autor ¿s, imitans civit opus.
Necnon et patria tantiim creare inmimen
Sumini Sacerdotis Zenonts suavit amor.
Urbs antigua felix manset per scecula tonga
Novata studio ducis et Pontifices. - Era DCCI,
Esta fecha está indudablemente equivocada por yerro de los
copistas, y debe ser la de 724, que corresponde al año de 686,
ó alguno de los cinco anteriores, porque el rey Ervigio comenzó
á reinar en 680 y murió en 687.
Diez siglos vivió la reparación hecha por Salamino ó el duque
de Salla, hasta el 23 de Diciembre del año de 1603, ^^ ^ ^^
otra arriada derribó la obra gótica, la cual fué sustituida por
cinco hermosos arcos y el atrio ó templete llamado Pico^ que
se fabricaron en el año de 16 10, reinando D. Felipe III de Aus-
tria, según consta de las dos inscripciones grabadas en mármol
á los costados laterales de la entrada del referido atrio, una la-
tina, y otra traducida, que dice así: Por mandato y comisión de
la Majestad católica de D, Felipe tercero^ Rey de España y de
las Indias^ N, S, D. Juan Thomás Fábaro^ Comendador de
fíuélamo, de la orden de Santiago^ Gobernador de Mérida^ re*
paró con acrecentamiento de firmeza y hermosura esta puente^
que estaba en la mayor parte arruinada y rota por su antigüe-
dad y por las crecientes del fio año de M.DCX. Hizose esta obra
á costa de la ciudad de M crida y de las demás ciudades y luga-
res que están dentro de 50 leguas.
Después de la restauración que sufrió este puente en tiem-
pos de Trajano y de la otra cuando Ervigio, ésta de 1603 pa-
rece que es la más importante.
Durante la guerra de la independencia, y para obstruir el paso
á los franceses, fueron cortados por las tropas aliadas dos arcos
en el centro de la corriente del brazo mayor del río, cortadura
que fué reparada con maderas, y que duró hasta 1833, en cuyo
3l8 BADAJOZ
año se rehicieron de piedra labrada, con mejor vista y solidez
que los anteriores derribados. En 1 86o fueron arrastrados tam-
bién otros dos arcos por una arriada, y cuyo hueco dispuso ce-
rrar con un tramo de maderas la Dirección de Caminos, Canales
y Puertos.
Y en 1876, por último, la gran arriada que tuvo efecto el 7
de Diciembre, demolió los arcos comprendidos desde el Pico
hasta el tramo de madera, habiéndose dado término á su reedi-
ficación en el año de 1883, y dotando con ella á este puente de
condiciones de gran firmeza y seguridad. Por efectos de esta
última arriada, ha desaparecido también una capillita levantada
desde tiempo inmemorial sobre una de sus barandillas, frente al
segundo descendedero, que contenía, á través de una verja de
hierro, la imagen de San Antonio, muy venerada por los cami-
nantes, que depositaban en ella su óbolo, y á quien dirigían sus
preces para su feh'z viaje á Andalucía por las peligrosas gar-
gantas de Sierra-Morena; así como por el religioso pueblo de
Mérida que concurría en masa ante su engalanado altarla noche
del 1 2 de Junio, á celebrar en una alegre verbena los días del
Santo referido.
CAPITULO XII
Ojeada histórica sobro los tiempos pasados.
Descripción de los monumentos íntegros de Marida. ^Monumentos fragmentarios.
Monumentos ruinosos.— Monedas y armas de Mérlda
¿RiDA fué cabeza de todos los pue-
blos lusitanos hasta que ^apiir se
coronó en Badajoz, perdiendo en-
tonces las grandezas y poderío que
tuvo desde los tiempos del imperio
de Roma (i). Recordamos á este
^j.^^ t-.v-t-wo...^ .^^ justos y merecidos elogios que había
tributado á Mérida el célebre Juvencio en los si-
^'^ . guíenles versos:
(i) La capitalidad de Mérida era más importante en los tiempos de Augusto
perqué su dominio comprendía á las regiones más ricas déla península Ibérica,
como eran las siguientes: Galaicas IGalicia'i, Lucenses (Lugo), Bi deciros (Braga),
CHUCOS (entrü Tajo y Guadiana), Ore/anos (manchegos de Calatrava y Monticl),
Türduíüs viejos (Extremadura baja), Lusitanos (entre Tajo y Dueroj, Vellones
(Extremadura alta hasta próximo á León), Celias (entre Tajo y Guadiana) y Cinelos
y Cúnelos (portugueses del Algarve).
320 BADAJOZ
Nunc locos Emérita es t túmulo ,
Clara Colonia Vettonice,
Quam memorahilis amnis Ana
Prosterit, et viridante rapax
Gurgite, Moenia pulcra levant.
. Estrabón, Higinio, el liberto de Augusto, Ptolomeo y otros
autores, pregonan que era igual á Roma, y más hermosa y hasta
más rica que ella en monumentos de la época.
La fábula no ha dejado de tomar gran parte en estas des-
cripciones. Según la Crónica del rey D. Rodrigo^ los muros de
esta ciudad tenían 6 leguas, 15 estados de alto, 10 de ancho,
3,700 las torres de sus murallas, 84 puertas, 5 alcázares en los
intermedios de las cuatro puertas angulares, con su puerta cada
uno saliente fuera del muro y el otro en medio de la ciudad, en
una gran plaza, el cual tenía 20 torres tan altas, que la menor
medía 25 estados. Cada puerta tenía dos calles- de á 30 codos
de ancho, que todas venían á la plaza. De cada casa salía un
caño de tierra, y todos entraban en uno grande que había en
cada calle, por donde corrían las aguas pluviales en toda la ciu-
dad. Para su guarnición en tiempo de paz, había 80,000 infantes
y 10,000 caballos. Sus edificios competían con los de Roma (i).
(i) El cronólogo del rey D. Juan II Pedro del Corral, Pedro Medina, y el sarra-
ceno Abulcacim-Tarif-Abentarique, describen de tal manera á Mérida, su vasta
población y antiguas maravillas, que no parece sino que, al hacerlo, tuvieran pre-
sentes en su imaginación las riquezas y magnificencia de Nínive y Babilonia,
grandiosas capitales asirla y persa, de 24 leguas de circuito, 120 pies de altura
en sus murallas, 100 puertas de bronce, y palacios con jardines aéreos, fundadas,
tomadas y hermoseadas, orillas del Tigris y del Eufrates, por Niño, Ciro y Semí-
ramis.
Una muralla de 6 leguas de circunferencia, con 3,700 torres; 84 puertas; $
grandes alcázares; molinos de viento en las torres de sus templos; 130 caballe-
ros y 800 infantes en cada colación de sus puertas, ó sea, 78,120 soldados de
guarnición : tales son, entre otras, las apreciaciones de los mencionados cronis-
tas, referentes á Emérita^ ó á la población preexistente á la colonia romana que la
fundó, la Mirmidona antigua de los griegos supervivientes á la destrucción de
Troya; la Memórida fundada por Hércules egipcio después del vencimiento de los
hermanos Geriores, ó la Morat edificada por Tubal, primer poblador de España,
según la inscripción caldea grabada en una piedra encontrada en un pórtico de
Emérita^ y que hizo leer el expresado autor árabe á tres intérpretes ó epigrafistas.
BADAJOZ 321
Era Mérida en tiempo de Trajano el emporio del mundo ci-
vilizado. Aún existe en pie el famoso castillo, llamado Conven-
tual, que tiene sus muros enteros; la casa de los condes de los
Corbos fué el templo de Diana. De él existen 19 columnas es-
triadas de 40 pies de altura y otros restos preciosos de la po-
blación primitiva ; el templo de Marte se hallaba donde hoy está
el llamado Horno de Santa Olalla, habiéndose perdido los ves-
tigios de los de la diosa Fortuna, de Júpiter y de César Augus-
to, suntuosos templos que excedieron á todos los que en España
levantaron los legendarios romanos. Los restos del famoso anfi-
teatro, llamado hoy Siete Sillas; la Naumaquia denominada Baño
de los romanos; el Circo, suntuoso ediñcio tan notable como
los de Roma, y otros tantos restos que aún se conservan en pie,
son vestigios que presentan la historia viva, para enseñanza de
las grandezas que alcanzó Mérida en los siglos pasados.
Aparte de las exageraciones en que incurre el autor de la
Crónica citada, todos convienen con Dion Casio en que el em-
perador Octavio Augusto, al concluir la guerra cantábrica, quiso
remunerar á los soldados que habían cumplido bien, dándoles
tierras y otros medios de colonización, y con los pertenecientes
á las legiones 5.* y 10.^ fundó la ciudad de Emérita Augusta,
la colonia más importante del imperio.
Recorrer hoy esta ciudad, después de veinte siglos transcu-
rridos desde que Augusto la engrandeció; visitar los restos de
aquellos monumentos levantados por los legendarios romanos;
pasear las calles aquellas, hoy desiertas, y aquellos campos ári-
dos, desnudos de la arboleda y cuyos frutos celebraron á porfía
Pomponio Mela y Plinio, el primero diciendo «que era lo mejor
de la Lusitania;» y el segundo que «eran innumerables sus fru-
tos agrícolas, especialmente sus olivos, que — al decir del natura-
lista— no los había mejores en toda la península;» ver una ciu-
dad muerta, en ruina, sembrada toda ella de escombros, y pensar
que en otros tiempos fué un pueblo populoso, emporio de la
Península y rival de Roma, entristece el ánimo del historiador
4»
322 BADAJOZ
ante las vicisitudes por que pasan los pueblos cambiando en la
vejez su suerte mísera por las opulencias que gozó, allá en su
juventud.
La última vez que visitamos Mérida lo hicimos en compañía
del sabio historiador portugués Herculano. Lo que él y yo vimos
y apuntamos en aquel día memorable, no es para escribirlo en
el capítulo de un libro. Nuestra imaginación, por otra parte, no
pudo retenerlo todo, que bien ligera pasó por aquellos restos
gloriosos, para que hoy pueda describir minuciosamente nada
de cuanto encierra Mérida en su recinto, por más que todo ello
excitase nuestra curiosidad, no tanto por el grado de cultura
greco romana, cuanto por la grandeza y prosperidad que corres-
ponden á aquella remota antigüedad, en que nuestra Península
constituyó una parte integrante del vasto imperio de los Cé-
sares.
Dibujando Herculano en su álbum, apuntando nosotros en
el libro de viajes, contemplamos, cerca de los colosales acue-
ductos, que sobreviven á una posteridad de veinte siglos, el so-
berbio arco triunfal de sillería cortada, erigido por los emeri-
tenses en honor á Trajano, benemérito español revestido de ía
púrpura imperial, que realizó su entrada en Mérida, al regreso
de la brillante campaña de la Dacia, territorio sometido á Roma
por sus invictas legiones.
Al lado de aquel famoso arco triunfal, el hombre parece
pequeño, porque recordando quienes lo levantaron y el objeto
de aquella obra, aparece más grandiosa á manera que se mira
por el prisma de la historia.
Paseamos unas cuantas calles, y vimos la hermosa colum-
nata del tempo de Diana, bajo cuyas bóvedas el pueblo pagano
aplacaba con humanos sacrificios las iras de la Diosa, siempre
venerada, como la que más, entre la multitud de Diosas que
componían la animada teogonia de los romanos.
Pasamos después al extremo Norte para contemplar los ya
casi perdidos fragmentos de argamasa y hormigón, donde se
BADAJOZ 323
asentaba otra mansión religiosa consagrada á Júpiter; y en el
Sudoeste elévanse á los aires las moles gigantescas del gran
Circo, anñteatro destinado á los espectáculos, en cuya arena los
gladiadores luchaban, espada en mano, hasta perder la vida ó
arrancar la de sus adversarios. ¡En aquel medio círculo rodeado
de escalinatas y arquería, cuántas víctimas sacrificadas á la bar-
barie! Los verdugos destrozaban el cuerpo de los malhechores
y de los neófitos cristianos; las fieras, los feroces tigres de Nu-
midia, los bravos leones del desierto, ensangrentaron en más de
una ocasión sus garras, clavadas en las entrañas de un ser hu-
mano.
•Defectos fueron éstos de aquella civilización belicosa que
rindió culto al Dios Marte por igual que á la Diosa del amor!
Recorriendo las inmediaciones del anfiteatro, tropezamos un
poco más arriba de sus muros, con una preciosa circunferencia
coronada en su perímetro por truncados lienzos de mortero.
Este gran círculo lleno de agua en su extensa cavidad, for-
maba una naumaquia ó estanque, sobre cuyas ondas tuvieron
efecto vistosos simulacros navales, en que los romanos lucían
sus conocimientos náuticos.
La esgrima y la navegación no fueron los exclusivos ejerci-
cios militares de los ciudadanos emeritenses, á la altura en dere-
chos y condición jerárquicas con los moradores de Roma. La
equitación adquirió en aquella época un prodigioso incremento,
como patentemente lo demuestran estas indestructibles ruinas
del Hipódromo, en cuyo ámbito 20,000 espectadores galardo-
naban con el laurel de la popular ovación, la agilidad y destreza
de aquellos infatigables varones en sus correrías sobre el des-
nudo lomo del caballo ó á pie sobre lujosas carrozas.
No menos grato, á la vista nuestra, nos apareció el precioso
pavimento del palacio de los procónsules y altos dignatarios,
cuya abigarrada superficie, modelada por el ático gusto con ta-
lladas piedrecitas de jaspe de color, representan con admirable
propiedad y elegancia, caprichosos objetos del arte y de la na-
324 BADAJOZ
turaleza, con la rudeza con que se comprendían estas cosas hace
veinte siglos.
El plano que sirve de asiento á esta ciudad, oculta bajo su
terrea capa, á los ojos del arqueólogo y del numismático, profu-
sión de maravillas. Doquiera se levanta algún pliegue de este
velo misterioso, brotan en heterogénea amalgama, columnas dó-
ricas, termas de alabastro, ánforas de endurecida arcilla, muti-
ladas estatuas, túmulos cinerarios, cipos sepulcrales, monedas
de metales diversos, bustos de repúblicos distinguidos, medallas
gentílicas, relieves de afiligranadas incrustaciones, y restos, en
fin, que atestiguan la grandeza de Mérida.
Prueba ostensible de la verdad de esta aserción y de los
adelantos que las bellas artes alcanzaron entre los sucesores de
Rómulo, será la atenta observación que siempre presta el viaje-
ro á ese gallardo obelisco, que merece estudiarse como un per-
fecto modelo de escultura en el género de las marmóreas pirá-
mides. Calcada sobre una antigua estatua, ostenta su cúspide
la imagen de Eulalia, hermosa y noble emeritense que, á la edad
de quince años, fué á inscribir su nombre en el catálogo de los
primeros creyentes de la doctrina de Jesucristo, sabiendo derri-
bar ante el legado de Roma los dioses del panteón de Emérita,
sufrir martirio y muerte por la fe que alimentaba en la venida
al mundo del anunciado Redentor, y merecer por ello más tarde
los honores de la santidad.
Á corta distancia de esta pirámide, y sobre el mismo sitio
en que la mártir fué pasto de las llamas, el celo católico ha
levantado una modesta capilla conocida con el nombre de El
Horno.
Nada más notable y sorprendente que el vestíbulo de esa
capilla. Levantada con algunos vestigios del demolido templo
de Marte, decoran sus arquitrabes, relieves multiformes, en los
que se ven perfectamente esculpidos trofeos militares, armas
de guerra, la loba de Remo y Rómulo, efigies de Caco, Hércu-
les y Sueno, Apolo con arco y flechas, cariátides, la lira de
BADAJOZ 325
Orfeo, el caduceo de Mercurio, el cuerno de la abundancia y*
multitud de objetos y símbolos etruscos y romanos.
Basta con lo que vimos dentro y fuera de Mérida para com-
prender la misión que desempeñó en la hoy Extremadura y Por-
tugal, esta ciudad, con razón denominada la Roma ibérica.
Multitud de monumentos existen hoy en Mérida, en ruinas
unos, en pie los menos, en pequeños fragmentos los más. An-
tes de que prosigamos dando á conocer uno por uno todos estos
monumentos, diremos quiénes fueron los gobernadores que tuvo
Roma en Mérida, cuyos nombres van íntimamente unidos á su
historia. El catálogo de estos pretores ó gobernadores (i) es
el siguiente:
Publio Carisio^ Legado de Augusto para la fundación de
Emérita^ Propretor general ó Comandante de las legiones quin-
ta y décima. *
Cesto^ Acetato Peremne^ Legado imperial y Propretor.
Cayo Durmió Cuadrato^ Propretor, Gobernador de Lusita-
nia, al advenimiento al trono imperial de Cayo Calígula.
Othon Silvio^ Legado imperial en tiempo de Nerón.
Galva Sulpicio^ Presidente de la provincia de Lusitania,
Marco Calfurnio Séneca^ Id. á mediados del siglo i.
Lucio Avilo ^ Id. durante el reinado de Vespasiano.
Tito Prifernio, en tiempo de Trajano. Prefecto de caballe-
ría, premiado en la exposición á Dacia de Trajano, con una
lanza pura (sin hierro), una bandera y una corona mural.
Lucio Trajano Cereal^ Legado imperial de Lusitania, en
tiempo de Adriano.
Marco Tértulo SempronianOy Gobernador después de Traja-
no. Dispuso este Prefecto que se hiciera en Emérita todos los
años aniversario en honor de Cayo Evandro, español. Alférez
de la 13.* legión, que recibió del emperador el premio de diez
coronas murales, diez y ocho cívicas y una naval.
(i) Según el historiador Sr. Fernández Pérez.
326 BADAJOZ
Cayo Favoleno Calbino^ Propretor en tiempo de Adriano.
Lucio Estado Cuádralo^ Propretor después de Antonino Pío.
Cayo Ticio Simile, Propretor de Lusitania y Vetonia. Se
ignora el tiempo, pero Masdeu supone que lo fué en el reinado
de Marco Antonio el filósofo.
Tiio Vario Clemente^ por el año 168, durante el imperio de
los hermanos Marco Aurelio y Lucio Vero.
Publio Magonio^ Id. en tiempo de Juliano I.
Cayo Rujiniano, Legado, Propretor, por los aftos 230.
Viador ó Víctor^ Presidente á fines del siglo iii, quien hizo
degollar en Cádiz, á Servan y Germán, los santos hermanos.
Calfurniano^ Gobernador de Lusitania, á principios del si-
glo IV, bajo el mando de Diocleciano y Maximiano, autor del
martirio de Santa Olalla.
Veiiio Pretextaio^Gohtnxzáor consutarde Lusitania, años 3 60,
en tiempo de Juliano el Apóstata.
Lucio Nonio Vero^ Presidente de id., años 390, en tiempo
de Teodosio, llamado el Grande, y último, puede decirse, de los
que con plenitud de poderes ejerció en Mérida el cargo de Pre-
sidente.
II
Describiendo ahora los monumentos, y para hacerlo con
método, los dividiremos en tres grupos : integras^ fragmentarios
y ruinosos. Entre los primeros puede contarse el Arco de Tra-
jano levantado cerca de dos mil años hace en honor del César
español, cuyo nombre lleva: es el único monumento artístico de
aquellos tiempos que se conserva íntegro, recordando á la pos-
teridad la gratitud de los emeritanos á un emperador que hizo
construir y restaurar varias obras públicas en la augusta ciudad.
328 BADAJOZ
Tal pudo ser el objeto de su edifícacíón al decir de varios his-
toriadores; pero examinando bien los hechos debe de suponerse
que fué hecho para solemnizar la entrada en Emérita de Traja-
no, y tributarle los honores del triunfo por las victorias que
ganó en la Dacia, reunida á su imperio, y por la conquista del
territorio ocupado en Asia por los phartos, no obstante la facul-
tad reservada á la metrópoli de celebrar exclusivamente dentro
de su recinto las fiestas que tenían lugar para ceñir á las sienes
de los vencedores, coronas que la patria les ofrecía como pre-
mio honorífico de sus proezas. Situado este monumento entre
el extremo noroeste de la calle denominada Obispo y Arco, y la
casa de D. J. Pons, cuya fachada atraviesa, sobresaliendo en
una habitación del piso alto, y muy próximo á la plazuela de
Santiago, se ven que los sillares que lo forman son de grandes
dimensiones, y están colocados en su trabazón sin mezcla algu-
na de argamasa.
El género de su arquitectura es igual al de las fábricas de
C. Julio Lacer, autor de la obra modelo del arte romano en Es-
paña— el puente de Alcántara sobre el Tajo, — del arco triunfal
de Caparra, el de Bará en Tarragona, y de otro mucho más
suntuoso erigido en Roma, para conceder los honores del triun-
fo al referido emperador.
Alcanza 13 metros de altura, 11 por ancho, 5 de diámetro,
y se proyecta desde los estribos ó gruesos pilares de «us lados,
formando dovelas al uno y al otro extremo, de i metro y 25 cen-
tímetros de longitud, entre las que se sostienen, cerrando su
vano, enormes dinteles de más de 2 metros, constituyendo un
arco artesonado al empotrar sobre las claves y las dovelas de
las dos opuestas hileras de piedras. Entre éstas se ven muchos
agujeros donde se fijaban grandes clavos para colocar los tro
feos de los vencedores. En la época en que se levantó esta obra
había una calle desde la puerta del Norte de la ciudad hasta la
del Mediodía, en la cual se levantó otro arco triunfal situado en
el altozano, llamado Cimbrón^ porque se cimbreaba amenazan-
BADAJOZ 329
do ruina, que por último, con el transcurso del tiempo, vino á
efectuarse demoliéndose completamente. El ornamento de este
notable monumento emeritense, consistía en una cuádruple co-
lumnata de granito destacada á los dos extremos de sus arran-
ques, sobre cuyos capiteles, cuatro estatuas ostentaban en sus
manos una corona cívica, un sífulo sacerdotal, un cetro, y las
llaves de la ciudad, cerrando su parte superior una plataforma
sobre la que descansaban, en el frontis ó anverso, el blasón im-
perial de las águilas romanas, y en el reverso ó cara posterior^
el escudo de armas de Mérida. ¡Lástima grande que tan insigne
obra se encuentre oculta entre oscuras callejuelas de travesía
que impiden exponerla á la vista, no ya con la belleza y elegan-
cia de que la despojaron los alanos, sino aún con la grave lisu-
ra y severa majestad que la distingue, entre el número de las
construcciones más rai^s y antiguas de nuestro país. El Ayun*
tamiento de Mérida, sin embargo, ha procurado obviar tal in-
conveniente, ensanchando un estrecho callejón que existió conti-
guo al monumento, y por medio de la nueva calle denominada
de «Trajano», se ha dilatado en algún tanto la perspectiva del
Arco de los Trofeos, pues también con este nombre es vulgar-
mente conocido en la historia.
El puente sobre el Guadiana es otro monumento casi ínte-
gro, y del que hablamos largamente en el capítulo anterior.
Pero en «rden más secundario á esta famosa obra está el puente
de Albarregas.
Este puente que, como su nombre lo expresa, se halla sobre
el arroyo Albarregas, al N. O. de la ciudad, próxima á los res-
tos del acueducto Los Milagros y en la carretera de Cáceres á
San Juan del Puerto, también debe su existencia á la arquitec*
tura romana. Consiste esta obra en tres arcos de 4 metros de
elevación, su longitud mide 15, y 5 su anchura. Á sus inmedia-
ciones se encuentra otro puente de hierro sobre la misma ribera,,
que pertenece al ferrocarril de Ciudad-Real á Badajoz.
El puente de piedra sobre el Albarregas ha sido reparado y
4»
330 BADAJOZ
hermoseado hace algunos años, habiendo adquirido con esta re-
forma mayor anchura y prolongación.
Los nombres de Albarregas y de Alba regias son históricos
y han dado lugar á frecuentes y largas disertaciones (i).
Mérida, á igual que Roma, que en los tiempos de Tulo Hos-
tilio incorporó á la ciudad un barrio conocido por dicho nombre,
tuvo un arrabal extramuros de la población, aunque reducido á
un vecindario de 5,000 almas, infinitamente menos numeroso
que el que alcanzó durante el gobierno del prefecto de Lusita-
nia Othón, en cuya época, de una y otra orilla del arroyo Alba-
rregas, existió un gran pueblo formado por familias distinguidas
(i) No podemos menos de transcribir literalmente la definición que del valle
de Alba-regias hace el Sr. Barrantes y Moreno, y acerca del cual, consigna este
elocuente período:
ttSelva desolada de ruinas, donde existen sepulcros romanos, bocas cegadas de
cloacas, mármoles despedazados, ierraculas hechas añicos, tal vez medallas y
bronces que brillan al sol tras muchos siglos de entierro; valle que cierran por la
izquierda las vetustas tapias de Santa Olalla, y por la derecha se extiende por ho-
rizonte escueto hasta la cruz de Cari ja; al contemplar el viajero aquellos descarna-
dos gigantes de granito, que parecen tender un brazo á la misera población mo-
derna, para hacer con ella lo que Gulliver con los liliputienses, levantarla hasta el
oído en la palma de la mano, siéntese tristemente impresionado, si piensa que el
hombre, autor de tantas maravillas, es, acaso, más poderoso aún para destruir-
las.»
Y al mismo propósito, reproduce después este pasaje de Catalina, en su obra
postuma, publicada por la Real Academia Española, página 58 :
«Roma iba en busca de los manantiales á través de las montañas, y una vez
descubiertos, abría para su caudal grandes cauces subterráneos, ó loirantaba ca-
minos de piedra sobre millas y millas de arcos gigantescos, que constituían gale-
rías y palacios para el agua sobre la desnuda superfície de la tierra.
i)Á veces estas grandes pompas de piedra y de granito, se encontraban en su
viaje, y el arte sabía celebrar el feliz encuentro de los acueductos, ora confundien-
do en una y más ancha bóveda el caudal de dos remotas colinas, ora construyen-
do en el punto de su intersección un monumento arquitectónico perpetuo de alian-
za y amistad, entre corrientes bienhechoras, sumisas al querer y á la fuerza de los
hombres.
«En Emértla, las dos pompas de piedra, si admitimos esta frase algún tanto
gongorina— continúa Barrantes y Moreno— no se juntan, ni se abrazan, sino que
por mayor maravilla, marchan paralelas á abrazar á la ciudad, dejando apenas en-
tre sí el espacio bastante para otra maravilla: la estación de los ferro-carriles.
»La de Mérida, en sus adornos arquitectónicos, de la antigüedad heredados,
sólo tiene un rival, la de Alejandría de Egipto, que ostenta, aun en pie, uno de los
preciosos obeliscos llamados vulgarmente «Las Agujas de Cleopatra», y el otro, en
pedazos, junto á los mismos rails.»
Badajoz 331
de Roma, que hizo venir el expresado gobernador, en términos
que los arrabales y casas de campo del Alba-regia emeritano,
cruzado por el arroyo Albarregas, equivalían, si no excedían en
número, á los habitantes de la ciudad circunvalada por sus mu-
rallas. Los restos del Alba regia existen visibles hacia el Nor-
deste de la población, y á distancia de 3 á 4 kilómetros, á partir
desde la puerta del Oriente ó de Santa Olalla.
Grandes recuerdos evoca este valle de Albarregas, en el
cual — según el Sr. Barrantes y Moreno — plantaron sus tiendas
las legiones eméritas, antes de ser trazada la demarcación de
la ciudad por el surco del sacerdote de Carisio; y como los pelas-
gos, compañeros de Eneas, llamaron á su primera capital Alba*
longa, para cuya defensa construyeron en el Palatino la fortale-
za llamada Roma, llamaron también los eméritos Alba á aquella
su primera mansión.
Esta etimología, la supone dicho autor más acertada y vero-
símil que las de Moreno de Vargas y Fernández Pérez, recor-
dando el Alba regia que se incorporó con sus jardines y casas
de campo á Roma en tiempo de Tulo Hostilio. A nuestro enten-
der padece error Moreno de Vargas. Lo que agregó este rey,
del Lacio á Roma, fué el monte Celio, y Alba estaba en el Pa-
latino, primer dominio de Roma, juntamente con el Capitolio,
núcleo y tronco de la Ciudad de las siete colinas. Salva esta pe-
queña diferencia, cree el Sr. Barrantes y Moreno, que Albarre-
gas es el Albam-rigas de los romanos, que deduce Fernández
Pérez de la etimología de Moreno de Vargas. Pero no porque
regase jardines, que verosímilmente no debieron estar en el
curso del arroyo, sino porque regaba el primer asiento de la
gente romana, el sitio que les recordaba su Alba-longa, y su
Numitor y Amulio.
Que en Emérita se rindió culto á las tradiciones pelásgicas,
más que en otras antiguas ciudades de la Celtiberia, lo confírma
el hecho de haberse encontrado en ella monedas de la loba ama-
mantando á Rómulo y á Remo, y tan perfectamente conservadas,
332 BADAJOZ
como acaso en la misma Roma no se encuentran. Esta prueba y
esta tradición son indestructibles, por más que para impugnarlas
se afirmara que el cantero Albar Egas, que en el siglo décimo
tercio trabajó en algunas catedrales, había hecho obras de con-
sideración en el Puente romano, ó en los restos de los acueduc-
tos, ó, porque según otros, ahogóse, tal vez, en las aguas de
la ribera, pues en materia de etimologías á veces lo sencillo no
dista mucho de la verdad, la cual difícilmente se descubre.
El lago de Proserpina no tiene menos recuerdos que el valle
y puente de Albarregas. Este lago es formado por un gran es-
tanque de aguas de dos kilómetros de circunferencia y tres me-
tros de profundidad, á distanda de 5 próximamente de la pobla-
ción, llamado La Albuhera^ situado en el punto donde se dio la
batalla, con tal nombre conocida, que afirmó el trono de los
Reyes Católicos en la dehesa de Carija, con un ex-lavadero de
lanas, hoy propiedad de D. Alonso Pacheco y Blanes. Por
alguien se ha dicho que esta charca está formada de lluvias to-
rrenciales de los arroyos y valles que descendiendo la circundan;
pero considerando que la mayor parte de estas riberas se pasan
á pie enjuto casi todo el año, lógico es suponer que este vasto
depósito deba su origen á la socavación ex-profeso para alum-
bramiento de aguas, hecha por los romanos, á semejanza de la
cisterna de Aden, construida por los ingleses á las orillas del
mar Rojo.
Confirma en cierto modo esta nuestra opinión, el haberse
encontrado una piedra de mármol en un pilar del cobertizo de
dicho lavadero de lanas, que induce á pensar en la existencia,
contigua á aquel sitio, de algún monumento gentílico ó construc-
ción religiosa, consagrado á la diosa Proserpina, que ha caracte-
rizado al estanque referido dándole su nombre.
La inscripción contenida en esta piedra se ha publicado por
el anticuario señor Hübner en su obra titulada Inscriptiones His-
panice latinee bajo el epígrafe de: t Tabla marmórea de m. 0,24,
por 0,22. > Esta inscripción, de que ya hicieron mérito Cornide,
BADAJOZ 333
Saavedra, Moreno de Vargas y Fernández Pérez, dice el se-
ñor Barrantes y Moreno que después de sacar de ella una in
prompta^ renovados y enmendados algunos caracteres, ha podi-
do leerse así:
Dea Ataecina Tur Brig Proserpina Per tuam mai estatem. Te rogo
ORO OBSE CRO UtI VINDICES QUOD MI FURTI FACTUM EST. QUISQUIS MlHI
MUDAVIT INVOLAVIT MlNUSVE FÉCIT EAS.., Q-I-S-S-TUNICAS VI PaNULA LiN-
TEA H* IN IVN cujiA I-C-V-M Ignoro IA... IVS VI.
Con extensa erudición demuestra el mencionado epigrafista
alemán, las modificaciones que ha sufirido esta inscripción, alte<
rando en cierto modo su contenido, al cual, después de haberle
añadido, por su parte, algunos suplementos, manifiesta que debe
leerse en esta forma: «Dea Ataecina Turig (ensis) Proserpina,
pertuam mai estatem te rogo oro obsecro uti vindices quod mihi
furtifactum est quisquís mihi imudavit involavit minusve fécit (e)
a)s res q(uae i(nfira s(criptae s(unt: tunieas VI... (pa) enula lin-
tea II in (dus) ium cuius... m ignoro.»
Rehecha de tal modo esta original leyenda, que se creyó
votiva de un monumento sagrado, por los historiadores y hom-
bres versados en la interpretación correcta del idioma del Lacio,
nuestra sorpresa sube de punto al considerar su verdadero sig-
nificado, extravagante, como con mucha oportunidad lo demues-
tra Barrantes y Moreno, y cuya traducción se ha tomado la mo-
lestia de realizar, concebida en tales ó parecidos términos: «Diosa
Ataecina Turibrigense Proserpina, te ruego, pido y demando por
tu gran majestad, que seas mi vengadora en cuantos robos me
han sido hechos. A mí me ha escamoteado un quídam, en menos
tiempo que se tardó en hacerlas, las cosas que abajo apunto:
Túnicas, seis; capotes de paño, dos; camisas, el número ignoro.»
El conocido Hübner (i) advierte que al original de que pro-
( I ) Inscrtptiones Hispanice Latinee (Berolini, 1 869).
viene la versión que antecede, debe añadirse este suplemento:
■eum tu pessimo leto adñcias sive consumas», ó algo equivalen-
te, como se ve en otras inscripciones de su obra, en tablas votÍ-
vas de la Grecia, y en los papiros egipcios.
Esta diosa Ataecina fué muy venerada en Lusitania, según
lápidas votivas conservadas en el museo de Evora, y halladas
también en MedelKn y otras ciudades de Extremadura.
MÉBIDA.— Lago de la Prosebpina
Para terminar estas noticias sobre el Lago de la Proserpina,
diremos que contiene el curso de sus aguas un sólido antemural
de fábrica romana con dos grifones para producir fuerza motriz
propia para un aparato mecánico de loción de lanas, que no
funciona en el día, y su sobrante impulsaba las piedras de varios
molinos harineros, y regaba algunas huertas. Las aguas de este
Lago no son potables absolutamente, aunque sirven de abreva-
dero á los ganados en el estío, en aquellos parajes áridos, des-
nudos de vegetación arbórea, y en donde, no obstante su inten-
sidad, los rayos solares no han podido evaporarlas hasta la se-
BADAJOZ 335
quía de 1874 y 1875, en que con asombro general tuvo lugar
la realización de este fenómeno.
III
De todos los edificios que tuvo Mérida en su antigüedad,
como fragmentos de ellos sólo nos quedan hoy en primer tér-
mino algunas inscripciones^que los eruditos y anticuarios han
coleccionado en sus obras. Hasta el número de 66 publica el
canónigo Fernández Pérez, en sus Antigüedades de Mérida (i), y
47 Viu, en su Extremadura (2). Morales, Pons, Moreno de Var-
gas, el P. Román de la Higuera, como otra multitud de autores
copian otra diversidad de ellas (3) que nosotros no hemos de re-
producir aquí porque haríamos interminable este capítulo. Sólo
traeremos á él aquellas que no mencionan dichos autores por
haberse descubierto recientemente, sin dejar por esto de citar
alguna de las ya conocidas, que tiene suma importancia, como su-
(i) Véase á las páginas 85 y 8q.
(2) Véase el tomo I, págs. 24 á la 72.
(3) El lector que quiera conocer estas lápidas y otras muchas de Extremadura,
puede consultar las siguientes obras:
I.* Del P. Román de la Higuera.- ///s/orf a de las aniigüedAdes de Mérida, (Ms.)
2.* Moreno de Vargas.— Historia de la Ciudad de Mérida (Madrid 1633).
3.* Gómez hraxo.-^Advertencias á la Historia de Mérida (Florencia 1638).
4.' Gómez Bravo.— Explicación de la inscripción sepulcral de Saturnino^ halla'
da en Mérida. (Ms. en la R. A. de la H.)
$.• Tamayo de Salazar.— iVo/as á la inscripción sepulcral de Saturnino^ hallada
en Mérida (Madrid, 1650).
6." Salcedo CovovíéX.— Inscripción del sepulcral de Saturnino^ que se halló en la
ciudad de Mérida^ año de MDCL (Sevilla, 1 6$o).
7.» Solano de Figueroa y Altamirano.— //is/oria de Mérida y su partido. (Ms.)
8.« Guerra y Cumbreño. —iVo/as d las antigüedades de Extremadura, de D.José
Viu (Cáceres, 1854).
9.* Hübner.— Inscripfiones Hispamos Latinee (BeroUni, 1869).
Y las de otros autores antes citados y que ya mencionamos varias veces en el
curso de esta obra.
336 BADAJOZ
cede con la que está grabada sobre una piedra de mármol, que
forma el dintel de la portada del aljibe del Alcázar. Sus carac-
teres parecidos á signos de taquigrafía, acaso son letras caldeas,
ó del alfabeto de los aborígenes ó primeros habitantes de la
población celtíbera, que se supone existió en el sitio sobre que
tomó vecindad la colonia romana fundadora de Mérida.
En otra piedra de la barandilla izquierda del primer descen-
dedero del puente sobre el Guadiana, se lee claramente: Jult^e
César, la cual, es probable que formó parte de alguna dedica-
toria á la esposa de Augusto, llamada también Julia.
En una casa de los portales de^la plaza, junto al Ayunta-
nriiento, entrando por la calle dé Santa Eulalia, á la derecha, se
lee esta sepulcral:
D. M. S.
POMPEIA CLOVTIANE
TVRDVLA
ANN. LX.
xi. S. E. S. T. T. L#.
Reproducimos esta lápida, ya conocida, por la relación que
guarda con la población turdetana en la región extremeña.
En unas excavaciones verificadas en 1 870 apareció esta otra :
BRACARIUS
FELEX VIXITAM
NOS LLL RECES
SITNO ÑAS APRII
ES ERA CCCCX
VIIII
Puede traducirse de este modo: «El sastre Félix vivió 50 años
y murió el 5 de Abril del año 419.» Las estatuas, cipos, pedes-
tales adornados con medias cañas y áticas labores, represen-
tando símbolos religiosos, como el cuchillo largo, el vaso abierto
con mango, y el Preferículo para los sacrificios, se hallan escul-
BADAJOZ 337
pidos por la cara posterior, sobre la bóveda y panteones sepul-
crales con epitafios latinos en sus lápidas, y de los cuales sólo
anotaremos los siguientes:
D. M. S.
JULIiE SaTURNLC AnN XXXV UXORI
INCOMPARIBILT MEDIC.E ÓPTIMO MU-
LIERIS SaNTISIMíE Casius FILIPUS MA-
RITUS OB MÉRITIS H. S. E. S. T. T. L.
El ejercicio de la medicina estuvo permitido á las mujeres
en aquel tiempo, como se ve por el epitafio de Julia Saturnia,
distinguida profesora, que falleció á la prematura edad de
35 años.
D. M. S.
Cassius Victorinus
Retiarius. Ann XXXV.
ri. S. £.
S. T. T. L.
Antonia Severa
F. C.
Esta inscripción fúnebre nos trae á la memoria á Casio Vic-
torino, famoso gladiador del circo emeritense.
P. Aelio Vitali Aug.
Lie. Tab. Provint. Lusitanle
Et Vetoni;e Sthephanus Lib.
Et Haeres Patrono Fecit.
Epitafio de los más notables por su antigüedad, toda vez
que recuerda á Publio Aelio Vital, uno de los primeros pobla-
dores de la ciudad, contemporáneo del emperador Octavio, su
liberto y escribano.
CoROCUTA TUTILIO Sn...
Pontiani et Luperc...
Ser Ann XL. H. S. E.
TuTiLiA Alb. Mater Ann...
43
338 BADAJOZ
Incompleta la inscripción de este epitafio, no por ello deja
de mostrarnos el nombre de una persona tristemente célebre en
el reinado de Augusto. Nos referimos al terrible bandolero Co-
rocuta, por cuya cabeza ofreció 20 sextercios el emperador, y
ante el cual se presentó él mismo, reclamando el premio anun-
ciado, acto heroico por el que no solamente recibió dicha canti-
dad, sino que mereció además la clemencia del César.
En otras sepulcrales se consignan rasgos sublimes'de piedad,
frases elocuentes por su religiosa significación. Tal es la en que
se dice: t Pasajero que marchas con velocidad, deten tu paso un
solo instante. Sólo te ruego me dediques estas palabras: tSéate
la tierra ligera.» Otras del mismo género contienen apellidos
ilustres, ó de las familias de la más elevada prosapia, oriundas
de Roma.
Los Albinos, Balbos, Cayos, Drusos, Emilios, Quintos, Ru-
finos, Sempronios, Severos y Valerios, figuran con caracteres
indelebles en muchas lápidas marmóreas.
En Emérita^ como en todos los pueblos civilizados, el res-
peto á la memoria de los seres privados de la vida, era un culto
que se manifestaba en los sepelios, con el carácter del mayor
lujo y magnificencia. Estos últimos honores, patentes en los
bellos sarcófagos que se levantaban por las familias para guar-
dar las cenizas de los finados, no se tributaban exclusivamente
por los parientes ó los amigos, sino también por la Curia, la
Provincia, ó el Estado, cuando era preciso honrar el mérito de
los ciudadanos distinguidos. Como en nuestros tiempos el Sena-
do, la Provincia, el Municipio, votaban recursos para erigir un
túmulo honroso al ciudadano que se había hecho acreedor" de
transmitir su nombre á la posteridad.
Los romanos empleaban los ricos mármoles de Numidia para
la construcción de los sepulcros, y en España, donde abundan las
canteras de carbonato de cal, utilizábanse sus productos, trans-
formándolos en monumentos sepulcrales, sino tan sólidos como
los erigidos con los mármoles africanos, dotados, en cambio, de
BADAJOZ 339
una blancura reflejante y esplendorosa (i). Depositábanse las
cenizas en urnas de jaspe, de pórfido, y aun de ágata, y se ex-
ornaban los sepulcros con estatuas y preciosos bajo-relieves,
exceptuándose de esta práctica las familias de humilde condición,
que consagraban al recuerdo de los suyos un sencillo cipo.
En Emérita se abusó de las inscripciones sepulturales en los
tiempos del Bajo-Imperio, como se abusa de todo, cuando se
lleva al extremo de anteponer á la severa utilidad del fondo, la
aparatosa ó vana ostentación de las formas. Los valiosos ador-
nos de bronce, de plata y de oro, que sobrecargan los túmulos
de los opulentos emeritanos, fueron la demostración de un or-
gullo que no cabe en las regiones de la igualdad, y del no ser,
una pompa tan ridicula á veces, que infería grave ofensa á la
moral, á la religión y al buen sentido. Ejemplo la siguiente:
€ Yo, habitante sin alma en este helado túmulo, nací en Ale-
sia, he visitado el Atlas de Mauritania, la isla de Chipre, las
riberas floridas del Betis, y para eternizar la memoria de mi
honrosa vida, he destinado 25,000 sextercios para consagrar
este templo á los Sacros Manes. — Viandante, ruega á los dioses
sea la tierra ligera á Firmio Estálico.» ¡Vergonzoso extremo de
pueril y de vanidosa frivolidad, que dice poco del muerto! Visi-
tar el Atlas, la isla de Chipre y las márgenes del Betis, fueron,
por cierto, una insigne hazaña, capaz por sí sola de dispensar
alto honor á la vida de ciudadano tan eminente. Nació en Ale-
sia, en las Galias, fué rico, y se erigió una lujosa tumba: he
aquí todo. Se ignora si sus riquezas fueron legítimas ó robadas,
¿qué importa el origen? La ley se las reconoció y gozó de ellas,
razón poderosísima, merced á la cual, las generaciones futuras
deberán prosternarse respetuosamente de hinojos ante tal sepul-
(1) No lejos de Mérida, entre Zafra y la villa de La-Aconera, existen minas de
mármol que ya explotaban los romanos. Las estatuas encontradas en Medina de
las Torres (hoy depositadas en el Museo provincial de Badajoz), fueron labradas
de esta piedra, como multitud de estatuas, lápidas y sepulturas monumentales
halladas en Mérida, Badajoz y otros pueblos extremeños, de las canteras de La.
Alconera fueron salidas.
340 BADAJOZ.
ero, para rendir el debido homenaje á la celebérrima memoria
del esclarecido varón Firmio Estálico.
Pero en esto de objetos fragmentarios pertenecientes á Ma-
rida no habríamos de terminar jamás si nos propusiésemos enu-
merar aquí todos los que conocemos. Forzoso nos será circuns-
cribirnos solamente á los que vimos en poder de varios señores
durante nuestra visita á dicha ciudad, citando solamente sus
poseedores y enumerarlos en la forma con que á continuación se
expresan :
Pertenecientes al Sr. D. José Moreno Baylén :
I .® Una cabeza de emperador ó de dignidad romana.
2.^ Una mano de estatua de mujer con tres dedos y un
anillo en uno de ellos.
3.® Un pie correspondiente áun^ estatua, que no puede
determinarse.
4.*^ Varios fragmentos de cornisas y molduras diversas.
5.*^ Una lápida sepulcral con epitafio.
6.® Otra con inscripción sobre un fragmento de columna y
de cuyo epitafio existe in prompta.
j,^ Un capitel corintio de columnas ú obelisco.
8.° Un anillo de barro, hallado bajo el lecho de Albarregas.
9.° Fragmentos de armas prehistóricas, hachas, aguzade-
ras y morteros.
10. Lamparillas ó candiles romanos.
Pertenecientes al Sr. Gutiérrez:
I .° Una ánfora de barro, que carece de una de sus asas.
2.® Un jarrón árabe — á su decir — que está vidriado.
3.^ Una lápida sepulcral con inscripción epitáfica.
Pertenecientes al Sr. Pacheco:
i.*^ Un león pequeño de mármol, sin una pata anterior.
2.^ Lamparillas ó candiles romanos de barro con relieves.
Pertenecientes al Sr. Pérez:
I .® Una pila de mármol para los sacrificios.
2.® Fragmento de una columna.
BADAJOZ 341
3,^ Capitel y base de otra, de mármol.
4.® Ajimez morisco, con dos ventanas.
5.° Tres piedras con inscripciones, dos ilegibles, y la otra
que dice:
A. EMYLYA
L. P.
FUCNELA....
Pertenecientes al Sr. Martínez.
I.® Dos piedras de mármol con inscripción, que copió y
entregó á D. Andrés Galán. Una la volvió á enterrar, y tenía
metro y medio de longitud y sesenta centímetros de anchura.
En su cara se hallaba la leyenda. La otra era un basamento de
lío, de un metro de largo por otro de ancho, con una pirámide.
La base estaba orlada, en sus cuatro lados, con un festón de
hojas y flores, la parte superior é inferior del obelisco se halla-
ban enlazadas por una moldura convexa, y los perfiles del obe-
lisco presentaban una greca ó labor de pura ornamentación.
Fué descubierta en 1872. No ha podido hallarse la copia de su
inscripción.
2.^ Piedra del aljibe del Conventual que sostiene las bó-
vedas. Mármol blanco, altura mayor que la duplicada de un
hombre regular. Sus lados y cara frontal 50 y 75 centímetros,
respectivamente. Capitel corintio, guarnecidos ambos lados con
una orla, que presenta en sus ondas racimos de uva y hojas de
vid alternando; en su centro una columna estriada, al lado
izquierdo; en su derecho modelada la columna con labores dia-
gonales hasta su mitad; y con estrías longitudinales, la otra
mitad superior.
3.^ Pórtico de entrada del Aljibe. Sus dos jambas están
formadas con pilastras modeladas á^ fascículos ó hacecillos de
hojas. Estas pilastras son de rico mármol estatuario.
4.® Pórtico de la escalinata. Las tozas son arquitrabes la-
brados con florones y orlas de buen gusto.
342 BADAJOZ
5.^ Cañón de la bóveda derecha. Contiene una piedra de
mármol que presenta cápsulas ó receptáculos diversos en la
capacidad del vaso, que pudo utilizarse para recoger líquidos ó
triturar alguna sustancia dura.
Pertenecientes al Sr. Chaput:
Invernadero.— En su fachada hay cuatro columnas, dos sa-
lomónicas; y estriadas ó lisas, las otras dos. Sus capiteles son
corintios. En la parte superior del edificio existe un grupo de
molduras, constituyendo un cuadro, cuya ornamentación presen-
ta relieves de rico mármol, figurando esferas, rosetones, etc.
Pertenecientes al Sr. Pablo:
Fragmentos marmóreos. — Proceden de un edificio antiguo,
que suponen fundición romana ú otro establecimiento metalúr-
gico. Al extraerlos, se encontraron formado una circunferencia
de cuatro metros de diámetro, y cuyo fondo se hallaba revestido
de piedras de mármol de grandes dimensiones. Debajo del pavi-
mento, existía una capa ó subsuelo de argamasa plomiza. Cuatro
canales ó acueductos, partían en dirección N. E. S. y O. de los
cardinales respectivos del vaso, ó receptáculo de mármol, cuyas
paredes eran muy bajas por las dimensiones de las baldosas
que lo constituían en forma vertical. Tres de los referidos acue-
ductos se hallaban cubiertos por una ancha bóveda, cuyo techo
y paredes estaban ennegrecidos por el humo, y cuyo suelo lo
formaban gruesas capas de ceniza y escorias metálicas bastante
divididas, pero bien caracterizadas. La bóveda tenía sus válvulas
para la introducción del aire y salida de los gases, producto de
la fusión. Por último, el canal que se dirigía al Oeste, parece
que sería una cloaca ó desagüe que conducía al río, y tenía un
cañón de bóveda que permitía la entrada de un hombre.
Pertenecientes al Sr. Porro:
Es un cipo sepulcral de mármol de 75 centímetros de longi-
tud por 50 de latitud, con su correspondiente inscripción epitá*
fica.
La mayoría de estos objetos forman hoy el mal llamado
344 BADAJOZ
Museo Arqueológico de Mérida, establecido en un mísero local
propio para establo de bueyes.
Es lástima que al lado de los preciosos restos citados no
figuren un Pondus^ pesa esférica de hierro, equivalente á doce
y medio kilogramos, ó sean 25 libras castellanas; una cabeza de
Centauro, perfectamente modelada en rico alabastro; una pila
cuadrangular de jaspe, para recoger la sangre derramada por
las víctimas eo los templos, objetos que h^n aparecido poco há
en las excavaciones dentro de Mérida y que la incuria, ya que
no también la. codicia, ha destruido ó transportado á otros pa-
rajes.
Pero tiempo es ya que lleguemos á la descripción de los mo-
numentos fragmentarios que siguen á las inscripciones y á la
estatuaria. Como más principal de todos aparece en otros tiem-
pos el colosal Anfiteatro, situado al extremo meridional de la
ciudad y no lejos de sus ruinosos muros.
Es este un edificio scmi-circular de sillería, con tres órdenes
de gradas, para presenciar desde ellas los espectáculos públicos
que tuvieron lugar en aquellos tiempos. Se supone que oculta
la tierra la línea de construcción que cerraba la circunferencia.
Consta de 167 metros de diámetro, 83 del uno al otro de sus
extremos, 41 de fondo, y contiene tres tendidos con catorce,
siete y cinco gradas respectivamente, para asiento de la nobleza,
el pueblo y los esclavos. El tendido de la nobleza inmediato al
proscenio, está soterrado, y sólo visibles los correspondientes
al pueblo y los esclavos.
En su pavimento, frente al semicírculo, hallábase la Sena^
que era el sitio destinado á las representaciones escénicas. Su
fondo constituía un círculo perfecto, en cuya arena tenían efecto
los ejercicios de los gladiadores y el suplicio de los reos sacrifi-
cados por las fieras.
El vulgo llama á este teatro las Siete Sillas^ porque habién-
dose arrancado para reparar el puente de Guadiana en 1603,
las piedras que revestían al semicírculo, constituyenda seis por-
BADAJOZ 345
ticos ó entradas para subir á los tendidos segundo y tercero,
resultó de esta demolición quedar separado el cuerpo del edificio
en siete grandes moles de argamasa, denominadas hoy Siete Si-
llas. Los caballeros penetraban en la gradería por cinco puertas,
que aún se conservan. En la base de los frontis del monumen-
to, hay dos puertas ecuestres que conducen á su interior, donde
existe una galería de bóveda, aposentos, estatuas y una fuente,
según el reconocimiento practicado en 1 795 por D. Manuel Vi-
llena, quien también halló en una portada interna una piedra
que contenía esta inscripción:
M. Agripa L. F.
Coss. III. Trib. Pot.
ni.
Esto es, en el tercer consulado de Marco Agripa, hijo de
Lucio, el año tercero de su potestad tribunicia. El consulado de
Agripa corresponde al año 727 de Roma, de forma que 27 años
antes de J. C. se hizo la suntuosa obra de este Anfiteatro.
Suponiendo que Emérita estuviese ya fundada en dicha épo-
ca, resulta que esta obra se hizo algunos años con anterioridad
al tiempo que determinan los historiadores la fundación de Mé-
rida.
No es este monumento el mejor en su clase, como quieren
suponer algunos autores, porque todos los tres que había en
Roma eran mayores que el de Mérida. Los de Corea y Castren-
se^ destruidos hoy, eran los mayores, y el que se conserva ac-
tualmente, que es el de FlaviOy vulgarmente denominado Coliseo^
es una obra suntuosa que mide en su circunferencia 569 metros,
por un diámetro de 187 de uno á otro de sus extremos, 158 de
fondo y 57 de elevación. Resulta tres y media veces mayor que
el de Mérida. Este era en dimensiones como el de Tarraco
(Tarragona).
El de Sagunto, que por su orden arquitectónico era mejor
que el de Flavio^ correspondía al orden toscano. Estaba formado
44
3^6 BADAJOZ
de piedrecitas largas, á manera de mosaico. Á semejanza del
anfiteatro tarraconense, disfrutaba allí el espectador de la vista
del Mediterráneo, y de un paisaje delicioso. Formaban su circo
cuadradas piedras de sillería á manera de circo de Pompeya, y
bajo su planta gigantesca, diez cañones de bóveda con férreas
puertas, servían de mansión celular á las fieras destinadas á las
luchas circenses. La Sena tenía sesenta y seis metros de longi-
tud, y doce de anchura. A ella se entraba por tres grandes pór-
ticos, uno en el centro, por donde lo hacían los ídolos que pa-
trocinaban el espectáculo, y los otros dos, en los costados, por
los que penetraban los actores y los músicos. Doce escaleras,
con sus puertas correspondientes, conducían á los cúneos; otras
portadas conducían á los aposentos de los actores; las gradas
del anfiteatro, el proscenio, el sitial de la orquesta, y hasta los
pórticos exteriores de este magnífico monumento, de estructura
romana, al parecer, pues no faltan autores que la crean obra de
los griegos fundadores de Sagunto. Sólo este anfiteatro puede
compararse con los de Roma, tanto por las dimensiones que me-
día, cuanto por la belleza de su construcción que revela en sus
fragmentos el ingenio griego, emporio de la belleza y viva per-
sonificación de los progresos científicos, artísticos y literarios
del mundo antiguo.
Pero tenía Mérida obras romanas de más importancia que
el Anfiteatro. Sus templos eran suntuosos. El celo por el culto
pagano levantó en toda la Península edificios colosales (i), pero
(i) Casi todas las ciudades de la Península tuvieron edificios religiosos, en
los tiempos que nos ocupa, en honor de los dioses paganos.
Hispalis los tuvo á Hércules victorioso y á Venus,
Tarraco á Minerva,
Cades se distinguió por la construcción de dos, uno dedicado á Minerva, y
otro— el más notable acaso de toda la Península—consagrado á Hércules, y en
donde se custodiaba el archivo de dicha divinidad.
Aniicaria poseyó un Panteón semejante al de Roma.
Lisboa^ el templo de la Concordia de Augusto.
Clunia Colonia, otro á Diana.
Barcinon, uno á t£sculapio.
BADAJOZ 347
en Mérida, acaso más que ninguna otra ciudad, los hubo para
todas las divinidades. El levantado á Augusto César es uno de
los más discutidos entre los historiadores. En ocasión de la paz
que puso término á las profundas luchas suscitadas entre el Se-
nado y el pueblo de Roma, durante el reinado de dicho empe-
rador, y con motivo de este acontecimiento, se construyó en
aquella metrópoli un templo llamado de la Concordia de Augus-
to. — Emérita debió erigir otro, pues se ha encontrado una lápida
con la inscripción: Concordia Augusti, testimonio vivo del mo-
numento conmemorativo de la paz y concordia realizada en el
imperio entre el emperador y el pueblo romano. Suponen algu-
nos que la obra destinada á perpetuar tan fausto suceso, no fué
un templo dedicado al culto de la divinidad del Sumo imperan-
te, pudiendo quedar consignado el hecho en mármoles ó bronces
mandados colocar en la fachada de los edificios públicos.
Pero conociendo los hechos se destruye esta opinión. La pie-
dra anterior se extrajo de los escombros del Convento Jurídico
que estuvo situado en la plazuela de Santiago, y en su cara
opuesta se halla grabada esta otra inscripción : t Esta piedra
con las letras de la concordia de Augusto, se halló en la plazuela
de Santiago, cavando una ruina de romanos, año de 1646.»
Juntamente con esta piedra aparecieron aras y fragmentos
propios de un templo, como las 1 2 columnas de mármol que
hoy adornan el claustro del ex-convento de Jesús, columnas don-
de se leen versículos del Corán, pues en el año de 1095 '^^
árabes convirtieron en mezquita lo que hasta entonces había
sido templo augustano.
Cintra^ el del Sol y la Luna.
Enfárrama, otro á Júpiter.
Y por último, en Ergávica^ halláronse los muros de un templo rústico, cuyos
preciosos bajo-relieves representaban escenas de cacería, y que es de inferir hu-
biera sido dedicado á Diana ó á Endimión.
La mayor parte de estas obras sagradas proceden del reinado de los Antoninos,
periodo en el cual gozó nuestro país de una envidiable prosperidad, habiendo
sido después convertidas en iglesias cristianas por un decreto del emperador Ho-
norio.
34^ BADAJOZ
Ambrosio de Morales halló en Mérida una grande lápida
que decía: ^Flamen divi augusti provinticB ¿usitania^, y en la
calle de Santa Olalla, n.° 41, se halló otra que decía: Aug. Sac.
Únase á todo esto la noticia que da el historiador Fernández
Pérez, cuando dice que poseyó una medalla con el lema : t Á la
eternidad de Augusto » con las siglas C. A. E. — colonia augus-
ta emeritense — de cuyo género hay muchas, pero de las que el
aludido autor ninguna había visto hasta que poseyó el ejemplar
citado.
Del templo augustano es indudablemente la piedra que
forma la base de la columna triunfal de Santa Eulalia, con la le-
yenda: € Concordia Augusti > que parece basamento ó símbolo
de paz, pues no tiene forma de ático, ni de arquitrabe. El pedes-
tal de alabastro, hallado en la calle de Santa Olalla, sobre el
cual debió haber estado colocada la estatua del emperador, co-
ronado de rayos,' y con todos los atributos de una divinidad,
puesto que la inscripción dice: «Aug. Sac.» Sagrado Augusto^
y el fragmento lapidario citado por Morales, mucho más explí-
cito bajo el aspecto literario, puesto que expresa textualmente:
«Divo Augusto Albinus Albinif. Flamen Divi August. Provintiae
Lusitaniae» esto es; tAl divino Augusto, Albino hijo de Albino,
Sacerdote del Dios Augusto en la provincia de Lusitania»,
prueban, á nuestro entender, la existencia en Emérita del tem-
plo de Augusto.
Lo hubo también para la diosa Diana, y en el palacio del
conde de los Corbos se pueden ver los restos de su vestíbulo,
que constaba de 48 columnas de granito, cilindricas, estriadas,
de orden corintio, de las que se conservan 16 enteras y 2 trun-
cadas, empotradas en la fachada oriental del palacio 6, y 2 en
los lados meridional y occidental. Se supone que el interior de
este atrio estaba formado por cinco calles de columnas, á ocho
por línea.
La altura de éstas, desde su zócalo hasta el dintel sobre-
puesto en sus capiteles, es de 11 metros por 1*25 de diámetro;
BADAJOZ 349
contienen medias cañas de argamasa ñnísima, y están construi-
das con piedras unidas por piernas de hierro. De las ruinas de
este templo se han extraído aras, trozos de columnas, ornamen-
tos, capiteles, estatuas de ídolos y otros curiosos objetos que
han desaparecido.
Este templo debió ser obra majestuosa y de extraordinaria
riqueza, y su instalación ocupaba el centro de la ciudad.
El que á la misma diosa levantó en 193 Servio Tulio en
Roma era majestuoso, mayor que el que se conoció en España,
á Diana también, en Cabeza del Griego, y que el de Évora. Sin
embargo, éste era, si no tan grande como el de Roma, más rico
en decoraciones, como lo declaran los autores antiguos.
El de Mérida, según su trazado, era mayor que el de Cabe-
za del Griego y casi igual al de Évora, correspondiendo á la
antigua clase de los templos propiamente gentílicos, llamados
perípteros . Contamos en él hasta 1 9 columnas, destacando cinco
sus líneas en la fachada.
Hemos dicho que se conservan 1 6 enteras y dos truncadas.
La otra columna existe en un patio, embebida en una tapia baja,
dejándola enhiesta al aire, semejando á un obelisco. La segunda
crujía del palacio de Corbos está fundada en una hilera de co-
lumnas iguales á las anteriores, en cuyos capiteles se ven las
tozas en que debió apoyarse la techumbre, grandes monolitos^
que cargan sus dos extremos en el centro de las respectivas co-
lumnas.
El académico Gayangos posee un precioso anáglifo de
plata, hallado en Mérida, entre las ruinas de frente á Santa
Catalina, que mide 0*07 de alto, por o'o6 de ancho, y presenta
en su frente el relieve de un templo formado por seis órdenes de
columnas corintias con esta leyenda: tDivo Antonino Pío
AUG.»
No conocemos más recuerdos de este templo, ni sabemos
que tuviese otros en la Península la diosa Diana que los arriba
ya citados, y acaso el de Sagunto, si hemos de creer las escasas
350 BADAJOZ
indicaciones que sobre el particular hace Escolano (i), puesto
que sólo dice que t existen grandes columnas en las cuadras que
solían servir de hospital en el convento de los Trinitarios, no
labradas d lo romano^ sino desbastadas á lo muy antiguo, %
Supone Hübner que el templo de Mérida no pudo ser á
Diana, porque no aparece la dedicatoria (2), y Barrantes añade
que la Diana adorada en él no pudo ser otra que la lucífera^
pues dicho señor conserva una lámpara de barro de aquella
ciudad con el símbolo de la divinidad expresada, que es la Luna
y la Estrella, en la una lámpara, y en otra, ó restos que tam-
bién posee, la cabeza de Diana sobre la Luna colocada, y una
estrella sobre su frente.
Ambos argumentos son bien débiles. El no haberse descu-
bierto dedicatoria á la Diana de Mérida, no destruye el hecho
de que entre los escombros de este templo no haya sido demo-
lida tal inscripción lapidaria, si existió en su pórtico, como pudo
ser; y el que Barrantes conserve una lámpara de barro dedicada
á la Diosa lucífera, y encontrada en Mérida, no es razón seria
para oponer á los autores que afírman ser las ruinas que se ven
en el palacio de los condes de los Corbos, el templo de Diana.
En el pavimento de la iglesia de Santa María Egipciaca, junto
al Capitolio, en Roma, tuvo un templo dedicado á la Diosa For-
(i) Historia de Valencia, lib. VII, década I.— Los sacerdotes dedicados al servi-
cio de la deidad referida— dice Escolano, tomándolo de Silio Itálico— no admitían
mujeres dentro de su templo, ni dejaban llegar á sus umbrales animales sucios, y
echaban como descomulgadas las reses manchadas y de varios colores. Vestían,
asimismo, sobrepellices de lino, y cubrían su cabeza con volantes de holanda ífní-
sima. Cuando les tocaba hacer su ministerio en el altar, se abstenían de sus pro-
pias mujeres, llegaban descalzos, cortado el cabello y con una capa preciosa sobre
el roquete, y desceñidos, incensaban el sacrificio puesto en el altar, ante el cual,
tenían por principio inviolable de su religión, el que ardiera incesantemente el
fuego, en la íorma que lo mandó Dios á los de la ley vieja.
(2) El de Rana, situado en la Via Sacra, tenía por un lado una dedicatoria que
decía: Templum Dianoe, y por el otro, en una cornisa más elevada, lo siguiente:
Alba vaccea ei nigra Diance, por alusión al carro de la Luna, que pintaron los
gentiles, tirado por una vaca blanca y otra negra, en señal de que andaba de día y
de noche.
3$2 BADAJOZ
tuna Viril ^ — la buena — y otro en sitio diferente, consagrado
á la Fortuna mala ^ — \2l Fatalidad. — También Emérita erigió
templo á la Fortuna, si damos crédito á otra lápida encontrada
en la calle de Baños, que contiene esta leyenda:
F. Attius Emetrius
Fortuna Sacrum
A. L.
Los historiadores Moreno de Vargas y Fernández Pérez,
opinan de diverso modo al traducir la inscripción que antecede,
suponiéndola epitaño sepulcral el primero, y votiva, ó dedicato-
ria, el segundo. Julio Acio Emetrio, sacerdote de la Fortuna^
muerto á los 50 años, según Moreno de Vargas, ó Julio Acio,
dedicador del templo que se supone, á la diosa Fortuna, de
buena voluntad, hnimo libens^ como interpreta las siglas ó ini-
ciales Fernández Pérez; en cualquiera de los casos, sacerdote ó
dedicador, resulta, que existió un templo de la diosa Fortuna
en Mérida, cuya situación se ignora, pero de cuya construcción
no cabe la menor duda. Si la inscripción fuera sepulcral, debiera
contener las letras: «D. M. S.> — dioses manes sagrados, — que
por lo regular, encabezan los epitafios correspondientes á aque-
lla época.
Concuerdan todos con la traducción de Fernández Pérez, y
en la existencia del templo emeritense á la Fortuna^ como tam-
bién parece lo hubo á Júpiter Olímpico.
En Terreaón, ocho leguas de Évora, se encontró una lápida
que publica Andrés Resende en sus Antigüedades Lusitanas^
con la siguiente inscripción, que reproduce Fernández Pérez, y
traducimos nosotros:
A JÚPITER Óptimo Máximo
Flavia Rufina, hija de Lucio,
NATURAL DE MÉRIDA, SACERDOTISA
DE LUSITANIA, Y DE LA COLONIA EME-
RITENSE, Y DEL MUNICIPIO SALACIENSE,
DEDICÓ, Y DONÓ ESTE TEMPLO.
BADAJOZ 353
Si la lápida que contiene esta inscripción se hubiera encon-
trado entre los vestigios de Mérida, existiría un dato para ase-
gurar que contuvo su recinto edificio religioso destinado á Júpiter
Olímpico. No obstante, dada la general veneración que inspiraba
á los paganos esta deidad, es muy probable que Flavia Rufina,
en su calidad de Flaminica^ ó sacerdotisa de la colonia emeri-
tense (i), hubiese ejercido sus funciones en un templo levantado
en honor de Júpiter en la augusta población, y en donde, como
cabeza de Lusitania, existieron otros muchos dedicados á divini-
dades de un rango inferior.
Con más razón podemos afirmar que lo hubo dedicado á
yulta, madre de Tiberio, por más que se ignore el lugar donde
se erigió, y aun se niegue nuestra afirmación por los historiado-
res de Mérida.
Tácito, el autor más autorizado entre los romanos, refiere
que allá por el año 25 de J. C. fué á Roma una embajada de
Emérita, á solicitar del emperador Tiberio se la permitiera edi-
ficar un templo á Julia, madre de éste y viuda de Augusto.
Quieren algunos que este templo levantado en la primera
mitad del siglq primero de nuestra era, sea el mismo que se edi-
ficó con el nombre de la Concordia 6 sea Augustaly sin tener en
cuenta que este se levantó con anterioridad al de yulia^ y como
hemos dicho ya, por ocasión de haberse terminado las divisiones
surgidas entre el Senado y el pueblo de Roma.
A Neptuno también se le elevó otro templo en Mérida.
Prueba de ello la inscripción encontrada frente á la puerta de
los Perdones de la parroquial de Santa María la Mayor, y que
traducida dice así:
(i) La voz Flamen significa Sacerdote superior ó Jefe de los Sacerdotes, como
FlaminiHy Sacerdotisa de primer rango, ó superior dignidad éntrelas Sacerdotisas.
Desde el reinado de Numa Pompilio en Roma, se dividieron estos sacerdotes en
tres clases: quirinales^ diales y marciales^ esto es, de Kómulo, de Júpiter y de
Marte. En Paz Augusta hubo Curia Pontifical, donde residía un Flamen^ como se
prueba por la lápida que damos en el cap. I.
45
354 BADAJOZ
FORTIBUS SaCRUM
Julia Lupa M. L.
V. S.
Esta votiva dedicada á Neptuno, que era el dios de las aguas
(no sólo de las contenidas en las fuentes, sino de las que forma-
ban los arroyos, ríos y mares), nos recuerda otra inscripción
aparecida en 1849, antes de llegar al puente, y donde se hacía
una dedicación á Neptuno, por la república ó municipio Emeri-
tense. No se ha conservado esta inscripción porque la codicia
de quien la encontró le impulsó á utilizar la piedra en una obra
de la Plaza de la Constitución; pero no aventuraremos mucho
al suponer que en Mérida hubo un templo á Neptuno, Dios de
las aguas, y quizás levantado en las inmediaciones del puente
que está sobre el Guadiana. Pero si hubiéramos de considerar
que existieron tantos templos en la ciudad augusta por las pie-
dras votivas en ella encontradas, lo cual dista mucho de nuestro
ánimo, afirmaríamos que Juno, á su vez, tuvo su adoratorio para
recibir el homenaje religioso de los gentiles emeritanos.
Nuestro amigo el Sr. Izquierdo, entre otras curiosidades
antiguas, conserva una lápida donde se halla grabado lo si-
guiente:
JuNONi Sao.
Claudius Dapinus
Esta votiva á Junio, está en un mármol de 0*50 de altura, y
en cuyos costados se ostentan al alto relieve dos pavos reales,
ave dedicada á Juno, de cuya diosa dijo Blasco de Garay : «Juno
Lucina, que siendo mañera estéril, y sin generación alguna de
hijos, tomó por oficio favorecer á las que parían, y por el nega-
do uso de ser madre, holgó de ser partera y ayudadora en los
partos ajenos.»
Pero el templo que tuvo indudablemente más importancia
en Mérida, fué el de Marte, que se sabe estuvo inmediato al ce-
BADAJOZ 355
menterio antiguo de la ciudad, como se declara por una inscrip-
ción lapidaría colocada en el frontis del Hornito de Santa Olalla,
que dice:
Marti Sacrum
Vettilia Paculi
Hace pocos años, en el de 1873, se encontró en el corral de
una casa de la calle de las Cruces, el fragmento de una columna
de mármol de grandes dimensiones, igual al que se extrajo del
mismo sitio, que residió mucho tiempo en el camino del Calva-
rio, y fué trasladado más tarde á la plaza de la Constitución para
utilizarlo en la reconstrucción de la fuente de la plaza referida.
En las excavaciones practicadas por disposición de la auto-
ridad local, que produjeron el encuentro del trozo columnario
expresado, descubriéronse, además, restos de monumentos sim-
bólicos, paredes sólidas, pavimentos argamasados, bóvedas de
gruesos ladrillos, y hasta perfíles de bellos mosaicos, todo ello
restos del suntuoso edificio religioso, consagrado al ejercicio de
las ceremonias públicas que rendían homenaje al sanguinario
dios Marte.
Opinan algunos que estos notables restos arqueológicos
constituyeron en su origen criptas^ que debieron pertenecer al
templo de Marte.
La más practicable de estas criptas alcanzó 10 metros de
longitud por 3 de latitud y 1*70 de altura la bóveda, calculan*
dose en 6 metros de tierra los existentes sobre el piso, puesto
que en el suelo se distinguen cegadas como claraboyas de medio
metro en cuadro situadas sobre arcos que unas criptas con otras
comunican. No bajaría de ciento el número de estas criptas.
Todo el pavimento es mosaico de labor sencilla, como des-
tinados á las continuas huellas del público. Y en un rompimien-
to hecho en una bóveda, apareció una gran losa de mármol de
más de un metro de largo, que, al parecer, recubría algún frontis
que daba al interior de las galerías. Esta circunstancia, y el per-
356 BADAJOZ
fecto enlace que tienen las bóvedas entre sí y con el interior
del templo, enlace que revela en muchos sitios arranques del
piso cubierto de mosaico, han inducido á sospechar en algunos
que no deben considerarse como criptas^ sino como Catacumbas
de la época de los mártires, las obras edificadas, contenidas en
aquellos subterráneos.
Sean criptas ó Catacumbas las del Templo de Marte, es lo
cierto que con los despojos de éste se levantó el santuario de-
nominado Horno de Santa Eulalia^ sobre el mismo lugar donde
la tradición refiere que esta joven recibió el martirio.
Este raro santuario y su atrio demanda una atención escru-
pulosa por parte de los viajeros, anticuarios y amantes de la
belleza artística, por las columnas y arquitrabes que lo constitu-
yen y decoran. El atrio descansa sobre seis columnas, cuatro á
su entrada y dos en los ángulos próximos al muro que contiene
la puerta de la capilla, cerrada por una verja de hierro. Dos co-
lumnas son cilindricas, de mármol jaspeado, con basamento y
capiteles corintios; su altura es de 4 metros y 80 centímetros.
Las otras cuatro son cuadradas, también de jaspe, pero no tie*
nen base ni capiteles, midiendo dos de ellas 5 metros 90 centí-
metros, y las otras dos 4*90. El grueso de todas ellas no corres-
ponde á su altura, demostrando ser fi-agmentos de grandes
columnas que se rompieron al derribarse el edificio de que prove-
nían. La base y arquitrabes que sostienen dichas columnas, tie-
nen un mérito artístico, relevante y digno de verdadera admira-
ción. En su cara frontal se hallan grabados, molduras y flores,
alternando con rostros de mujer con la cabellera tendida á
semejanza de la imagen del Sol. La longitud de estas piedras es
de 3' 50 metros la del frente, 2*75 la del extremo izquierdo,
y 2 la del derecho, con una anchura de 0*33. En su cara inferior
se ostentan los relieves más finos y delicados, y con tal perfec-
ción y propiedad esculpidos, como si el mármol sobre que se
han cincelado hubiera sido tan dúctil como la cera. Encuéntran-
se en ellos medallones preciosos que contienen grifos, águilas,
3$8 BADAJOZ
Y, por último, en la cuarta se manifiesta distintamente :
Estas piedras de mármol se hallaron labradas en las ruinas
de esta ciudad.
Las delicadas molduras y preciosos bajo-relieves de los ar-
quitrabes referidos, constituyen una joya de inestimable valor
arqueológico ; pero no así las pinturas que representan en la
capilla el martirio de la Santa virgen, y la imagen de ésta, figu-
rada sin el menor gusto pictórico; el escudo de armas de Méri-
da sostenido por ángeles; el de Castilla, por leones; y el de la
ciudad de León, en deleznable mortero calizo, que se ostentan
en el arco superior del santuario, ofrecen al observador un con-
traste lastimoso, ante los ojos de una crítica imparcial y desapa-
sionada que juzga de aquellos restos romanos con transportes
de entusiasmo, y vuelve la cara ante las pinturas y efigies que
se guardan dentro de este santujario. Sin embargo, una ense-
ñanza puede recoger el filósofo del contraste que le ofrecen los
restos arqueológicos con las pinturas. Que el pueblo culto que
ayer poblaba la ciudad producía aquellas maravillas; el que hoy
la habita no puede dar más que torpes muestras de su cultura
artística, según sus obras de 1617.
La existencia de otro templo en Mérida, dedicado á la diosa
Cibeles^ está también comprobado por una lápida del Sr. Iz-
quierdo de 1*25 metros de altura por o' 12 de latitud, sin contar
la cornisa, admirablemente cincelada, en cuyo centro se halla
esculpida la cabeza de un toro. En las caras laterales de esta
piedra, se presenta de relieve un símpulo á la izquierda, y un
preferículo á la derecha. En su reverso se ve el pectoral del
gran Sacerdote, ocupando todo el fondo de la lápida. Esta losa
representa un ara del taurobolio^ esto es, el sacrificio que en
honor de Cibeles se hacía en aquellos tiempos, consagrándola
un toro y la existencia del eunuco de la diosa, el Archigalo,
circunstancia que concurría en todos los sacerdotes de su
orden.
MERIDA.— Columna de Santa Eulalia
360 BADAJOZ
Comprueba esta opinión el hallazgo de una pila de mármol,
en cuyo orificio del fondo ponían la cabeza los devotos para
recibir la sangre de la víctima en el taurobolio; precioso objeto
propiedad del Sr. Pacheco y Blanes.
La inscripción de esta lápida dice así:
M. D. S.
Val'Avita
Aramta ribol
SUL NATALICI ReD
Di. Ti D-D-Sacerdo
Te Doc-Irico Vale-
riano Arcigallo
PUBLICIO místico.
Su traducción expresa: A la madre de los Dioses dedicó
Valeria Avita el ara del taurobolio por su segundo natalicio,
siendo Sacerdote el probo Docquirico, y Archigalo el místico
Publicio.
Bastará la descripción de estos templos para que el lector
tenga una idea de la multitud que contendría Emérita, que, á
semejanza de Roma, se distinguió por la riqueza y magnificen-
cia de sus edificios, ya civiles, ya religiosos.
De otro orden distinto es el monumento que en el arrabal
de la ciudad se alza en honor de Santa Eulalia, malamente lla-
mada por los emeritenses Olalla. Es una alta pirámide, á mane-
ra de obelisco, formado todo él con los fi-agmentos de aras gen-
tílicas, que se extrajeron de las ruinas de los templos, sostenido
por un basamento en un plano, al que se asciende por una es-
calinata cuadrada de cinco gradas de piedra de granito, y ro-
deado su ámbito con asientos de sillería. La base, las aras, el
capitel y la peana que constituyen este obelisco, son un trabajo
de escultura esmerado y perfecto. La piedra cuadrangular de
mármol rojo que forma su base, es la misma de que hicimos
mérito al ocuparnos del templo de la Concordia. Bandas ó fajas
en forma de pabellón; cabezas de toro, de las que penden cin-
BADAJOZ 361
tas, á cuyo extremo se enlazan guirnaldas de flores; delicados
relieves, en cuyos espacios se ven esculpidos símbolos sacerdo-
tales para el sacrificio de las víctimas, tales como la mitra, la
patera, el sífulo y el arca abierta, y otras labores, ó insignias
diminutas, figurando cabezas de carnero, hojas, flores y emble-
mas de la idolatría, adornan las tres aras y el capitel corintio,
que sostienen á la patrona de la ciudad. El basamento sobre que
estriba la efigie, presenta en cada una de sus caras el escudo de
armas de España, el de Mérida, el de la familia del Gobernador
que á la sazón la mandaba, y la inscripción siguiente:
La ciudad de Mérida
ERIGIÓ ESTE TRIUNFO Á SU PATRONA SaNTA OlALLA, SIENDO GOBERNADOR
EL Mariscal de campo D. Lope de Tordoya y Figueroa, caballero de
LA ORDEN de SANTIAGO, AÑO DE 1 65 2
La efigie de la Santa, cuyas proporciones y ropaje talar
carecen del gusto y propiedad, rigorosamente artísticos, que
caracteriza á las estatuas modeladas con sujeción á los precép*
tos esculturales del clasicismo greco-romano, deja bastante que
desear, bajo el aspecto de su construcción, como obra de arte,
si bien el horno que sostiene en una de sus manos, emblema
del lugar de su suplicio, está delicadamente modelado.
Fernández Pérez confirma que la lápida que sirve de base á
este monumento apareció en la plaza de Santiago, y Moreno de
Vargas da á entender que los otros restos que forman este
obelisco se hallaron en el atrio del templo de Diana. La efigie
no se sabe de dónde procede; pero es raro que siendo de ori-
gen pagano los católicos la glorifiquen como se glorifica en San
Pedro de Roma á la estatua que coronaba la gran columna de
Trajano. Y aún es más extraña la tradición que corre, entre los
candidos católicos extremeños, sobre el milagro obrado por la
efigie romana que corona estas aras gentílicas. Cuentan los hijos
de Mérida, y no hay año que cien veces ho lo repitan desde el
pulpito de sus iglesias los párrocos, que en cierta epidemia pa-
46
362 BADAJOZ
decida en la ciudad, la eñgie pagana de pesada piedra, pegacía
xon argamasa y clavada á una espiga de hierro que la añrma á
su peana, volvió su rostro para la ciudad, y desde entonces
permanece á la inversa de cómo fué colocada sobre las aras,
en 1652.
Al sabio académico Amador de los Ríos, muy católico,
cuando cierta tarde le refería con toda seriedad este milagro
cierto párroco de Mérida, desde una mesa del Círculo Emeriten-
se, no pudiendo contenerse exclamó: «¡Estas... tonterías son las
que más perjudican á la religión!»
Multitud de aras, columnas y estatuas romanas aparecen en
las excavaciones que frecuentemente se hacen en Mérida, y varias
de estas estatuas, mutilada^, ó mejor dicho, fragmentos estatua-
rios, existen aún, representando duutnviros^ magistrados y dei-
dades del politeísmo, cuya escultura presenta una labor artísti-
ca consumada. De sentir es que los ingleses arrebataran dos
anteras que se conservaron hasta los principios del presente
siglo, y que representaban á César Augusto, y á una sacerdoti-
sa, ó flamínica de los antiguos templos emeritanos. El señor Pa-
checo y Blanes poseía una estatua de mármol de dimensiones
hercúleas, sin cabeza, brazo derecho, ni parte del pecho al mismo
costado; con el otro brazo truncado por mitad en el ante^ falta de
pierna izquierda, y en el pie de la derecha calzando el alto coturno.
Prescindiendo de varios trozos de objetos de esta naturaleza,
como cabezas, manos, pies, etc., que por donde quiera aparecen
y de los que sin clasificación alguna para determinar su proce-
dencia hemos visto antiguamente aglomerados en Santa Clara,
hemos de hacer muy especial mención de la estatua hallada
en 1869 en el acueducto de Los Milagros (1), obra muy nota-
(i) He aquí el Informe dado sobre este hallazgo á las RR. A A. de la Historia y
<ie S. Fernan4o:
«Subcomisión de Monumentos históricos y artísticos de xMérida.^Habiéndose
presentado en 30 de Diciembre de 1869 Diego Molano, bracero, vecino de esta
ciudad, y manifestado al Secretario de esta Subcomisión, que en un cortinal al
BADAJOZ 363
ble y acaso la mejor que en el orden escultural haya aparecido
hasta hoy en Mérída.
También los mosaicos que se han encontrado en esta ciudad
son de suma importancia: especialmente el de una casa de la
sitio de Los Milagros, se había descubierto una estatua de mármol, y que habién-
dola trasladado á su casa, podría pasar á ella, donde le sería presentada; los se-
ñores académicos que suscriben, reunidos al efecto bajo la presidencia del que lo
es interino, Sr. Martín Regidor, acordaron constituirse en dicha casa, y vista la
estatua, y reconocida escrupulosamente, juzgándola digna de llamar la superior
atención de las ilustres Academias que representan, y ser adquirida por el Esta-
do, pasaron al sitio donde fué encontrada, para recoger todos los datos y noticias
que pudieran considerarse útiles, mandando que, después de detalladamente des-
crita, se saquen de ella fotografías que la reproduzcan bajo los tres puntos de vis-
ta de frente, perfil y dorso, y hecho este, se remita copia y ejemplares de todo, á
las Academias de la Historia y de San Fernando, para que en su vista, se sirvan
acordar lo que juzguen más conveniente. =Descripción de la Estatua. =Pasando
luego á hacer un estudio detenido de la estatua, la Subcomisión ha visto, tanto
por lo que aparenta el todo, aunque sucio y teñido por la arcilla ferruginosa con
que ha estado en contacto tanto tiempo, cuanto por lo que descubren los golpes
recientes, y las rozaduras, así como las íracturas del trocito que se halla despreso,
y que corresponde á lo que saliendo del ropaje del lado izquierdo, parece formar
el remate del cuerno; observando la finura y limpieza que manifiestan las aristas;
la tersura que se nota en las partes lisas y redondeadas; el modo de desgaste que
representan la punta de la nariz, y otras deterioraciones del tiempo; el color y
grano que descubren las partes avivadas por recientes golpes y roturas, que la
materia de que se compone es un mármol estatuario simple, blanco, con una li-
gera tinta amarillenta, debida quizá al enterramiento prolongado, de la clase de
los salinos, ó sacaroides, de cantera desconocida en el país, y probablemente pro-
cedente de Carrara.=El tamaño total de la pieza es de ©'97 de altura, ©'36 de lati-
tud, y o'30 de profundidad. Deduciendo de la altura o'oq que comprende el zó-
calo quedan á la figura, o'88, lo que la coloca entre las que los romanos llamaban
Tripecla neae,=
«Representa un joven de facciones regulares y agradables, de tipo jafético, ves-
tido de túnica corta que baja hasta la rodilla, escote cerrado, con mangas hasta el
codo, de costura ancha y gruesa sobre el hombro, siguiendo toda la manga y for-
mando un ribete abultado: sobre el hombro izquierdo lleva un manto plegado
colgando sobre el pecho, á lo largo del brazo formando banderola por detrás, y
rodeando la cintura para reunir sus puntas, que caen por delante hasta el borde
inferior de la túnica. Los cabellos rodean al rostro, cayendo al natural, y rematan-
do en sortijillas. El tocado es dudoso; parece poder ser un gorro de punto ó malla
basta remangado, formando una venda ó corona alrededor de la cabeza, y dejando
el casco ó capacete ceñido; ó bien una simple venda gruesa, sujetando el cabello,
y rematando en un lazo con puntas colgantes. Falta el brazo derecho, que se co-
noce era añadido desde el codo. El izquierdo, en cuya mano llevaba una cornuco-
pia, falta desde la mitad del antebrazo, punto desde el cual estaba añadido, care-
ciendo de la mano y de la parte inferior del cuerno. Este, apoyado sobre el brazo,
está colmado de frutos, entre los que se ve una pina, racimos colgantes, espigas,
364 BADAJOZ
calle del Portillo, descubierto en 1834 y formado de piedrecitas
de diversos colores, es un pavimento sumamente bello y curioso.
Su descubrimiento fué debido á la casualidad. Un vecino de la
citada casa, al extraer la basura, observó que entre ella se en-
hojas, etc. Desde la mitad del muslo, la túnica parece abrirse ó remangarse, y
echada la falda atrás por ambos lados, cual si lo causara un movimiento violento
ó un aire impetuoso, deja al descubierto otro trozo, en cuyo plegado parece reco-
nocerse una tela más fina. Las piernas, de formas varoniles, desnudasen su mitad,
aparecen cubiertas en la parte inferior por unos coturnos ó borceguíes, que de-
jando los dedos en libertad, cubren el resto del pie. El zócalo, de forma cuadran-
gular de 0^33 por 0^23, rústico, sólo contiene un tronco ó peña que elevándose
por detrás de la pierna derecha hasta la altura de la túnica, presta apoyo á la ñ-
gura. La actitud del sujeto es la de descansar apoyando el cuerpo negligentemen-
te sobre la pierna derecha, á la cual imprime cierta rigidez, dejando la otra des-
cargada y un poco echada atrás, doblada por la rodilla, y levantando ligeramente
el talón. =Tratando de estudiar su representación, empezaremos lamentando la
falta del brazo derecho, en cuya mano pudiera llevar algo que quitase toda duda.
El conjunto de la figura és agradable, pero sin rasgo alguno característico, ni ex-
presión intencionada que denuncie importancia del sujeto, en el que no se distin-
gue ni dios, ni héroe, ni atleta, ni hombre célebre determinado, no pudiendo, por
consiguiente, considerarse como estatua icóntca, y sí de pura ornamentación.~El
pelo largo y el cerquillo de sortijillas que rodea el rostro, así como la venda—en
caso de no ser gorro— que ciñe la cabeza, pudiera ser indicio de sacerdocio, pero
ninguna otra cósalo confirma; el plegado y la gruesa costura de la túnica supe-
rior, indican ser de lana, sin botones, broches, clavus ni adornos, y la inferior ó
intérula^ para cuya manifestación parece haberse violentado la caída de los faldo-
nes de la otra, se ve claro representa una tela más fina— lino ó seda— de donde se
deduce una persona libre y acomodada, y una época avanzada. =La existencia de
las dos túnicas— su¿>úct^/a é tnclusium de Varrón- además de la diferencia de tela
que manifiestan sus pliegues, según llevamos dicho, queda fuera de toda duda,
al ver su largura en la parte anterior, pues de ser una sola, el sinus que cae sobre
la cintura, acortaría notablemente la falda por delante. Sin embargo, la división
de ambas no está bien marcada ó definida. El manto que parece ser notablemente
largo, es muy poco abultado, y denota ser un pallium lineum, ó una toga t^sbl séri-
ca. Su colocación nos demuestra un hombre en actitud, y esto mismo nos dice su
calzado de coturnos. Estos aparecen adornados con varias cintas ó correas, termi-
nando por un cordón ó ribete en forma de cadenilla, ostentando un broche con
cabeza de león y á los lados unas caídas y flecos gruesos, que nos recuerdan los
que se ven en los campagi que lleva el Marco Aurelio del Museo del Louvre.=En
la cornucopia colmada de frutos, vemos el atributo de Pomona, y si existiese algún
otro emblema, por más que sea sobrado prosaica la actitud del sujeto, creeríamos
reconocer á Vtírtumno, cual nos lo pinta Ovidio en el libro XIV de su Metamorfo-
sis, ó bien simplemente una alegoría del Otoño; mas todo esto nos parece un poco
violento, y nos inclinamos á juzgarlo como una simple figura de adorno, con des-
tino á un jardín ó bosquecillo de frutales.=La duda que hemos manifestado refe-
rente al tocado— venda ó gorro remangado— no es de gran interés en la cuestión
presente, porque si al quererlo llamar Vertumno^ la venda unida al cuerno signifi-
BADAJOZ 365
contraban piedras pequeñas blancas, verdes, rojas, azules, ama-
rillas y negras, pero todas enteramente iguales en forma y
tamaño. Con tal motivo, puso en conocimiento de la autoridad
tan raro hallazgo, y ésta dispuso promover una excavación en
el mismo sitio, con el ñn de descubrir de dónde aquellas piedras
provenían. Con efecto, á la profundidad de dos metros, se pre-
sentó el pavimento más precioso que haya podido imaginarse,
tratándose de este género de obras que requiere el concurso de
la paciencia, de la escultura, de la geometría, y de dotes espe-
ciales de artista consumado para su perfecta ejecución. El ám-
bito descubierto alcanzó una longitud de ocho metros, por seis
caria dedicado al culto de Pomona^ el gorro basto y remangado tampoco fuera ex-
traño á aquel personaje en sus transformaciones de labriego ó cazador.=El estado
de conservación, en general, es bastante regular y admirable, si se considera la
poca profundidad de su yacimiento, y más por la circunstancia de ser un campo
labrado. Ya se ha dicho carece de brazos; el derecho desde el codo, y el izquierdo
desde la mitad del antebrazo, lugar en donde estaban añadidos. La nariz está algo
carcomida ó gastada en su punta; un golpe reciente ha causado una pequeña lesión
en la barba; varias rozaduras ó golpes, han lastimado el ropaje en el frente, é
igualmente los frutos del cuerno, y en las piernas se ven algunas rozaduras que le
afectan poco, pero otros golpes recientes han casi destruido los dedos pulgares.^
En la ejecución se advierte notable variedad. La disposición y las proporciones
en general, y la ejecución de la cabeza, ó quizá mejor dicho, del rostro y de las
piernas y pies, revelan al artista; pero en el cuerno, frutos, parte alta del ropaje y
aristas del manto, se ve algo que desdice, y deja suponer simplemente la mano de
un buen práctico; así como la inverosimilitud y falta de inteligencia en la disposi-
ción, y en los detalles de los faldones de la túnica superior, denuncian al obrero
poco experto, á cuyo cincel debió confiarse también todo el dorso. — A presencia
de estas consideraciones, la Subcomisión juzga deber fijar su época como poste-
rior á Constantino, creyendo reconocer un producto característico del arte bizan-
tino, limitando las creaciones del autor á la pura ornamentación arquitectónica, y
juntando al genio con la especulación, á la inspiración con la baratura.=Sin em-
bargo, considerando su valor artístico no despreciable, y aun excedente al objeto
á que debió dedicarse, y la importancia que le presta la antigüedad y relativo
buen estado de conservación, y el punto de su hallazgo, por lo que se refiere al
interés histórico en general, y al del arte patrio en particular, y aun teniendo pre-
sente la circunstancia de haber desaparecido en la época de la invasión francesa,
todo lo que en este género se había cescubierto con anterioridad en esta locali-
dad, por más que para la historia del arte en general, pueda tener escasa impor-
tancia, la Subcomisión cree deben llamarla atención de las ilustres Academias de
la Historia y de San Fernando, y recomendar su adquisición con destino al Museo
arqueológico de esta Ciudad.=El Vicepresidente interino, Claudio Maríin.=Regi'
dor, Alonso Pacheco y Blanes,—José Moreno y bailen, Secretario.
366 BADAJOZ
de anchura, formando un paralelógramo pavimentado con jaspes
de color, tallados simétricamente en cuadros, ó sean piedras pe-
queñas, de cuya bien ordenada colocación resultaban figuras y
objetos naturales tan perfectos, como las obras de los pintores
y escultores más reputados. En aquel vistoso pavimento y en el
centro de grandes medallones, ostentábanse retratos, casi en ta-
maño natural, de cónsules y de guerreros romanos, emblemas
de la mitología, chalupas dirigidas por genios, aves de irisado
plumaje, pescados del mar, reptiles diversos, alados insectos,
plantas y flores, todo esto de tan rara y extremada belleza, que
no se sabe qué admirar más, si la propiedad y elegancia con
que tan heterogéneos objetos fueron ejecutados, ó la perfecta
y bien combinada disposición del colorido de sus partes consti-
tuy.entes, las piedrecitas iluminadas con matiz tan vivo y fresco,
cual si acabaran de arrancarse de su lecho geológico, no obs-
tante haber permanecido bajo la tierra por espacio de diez y nue-
ve siglos, á que puede retroactarse la construcción de esta obra
tan superior como las que de su género vimos en Pompeya,
en 1882, en las casas de Panza, de Cornelio Rufo, de Meleagro
y de Mario Olconio.
Al extremo nordeste del pavimento, y dentro de un semi-
círculo, presentábase una gran maceta de forma etrusca, de la
que se destacaba una planta exótica, cuyos ramos, hojas y flo-
res, tanto por la exactitud de sus vegetativas proporciones,
cuanto por su verdura y bellos matices, no parecía obra humana
de arte, sino producción verdadera de la naturaleza. En una pie-
dra marmórea encontrada dentro de este local, aparecía escul-
pida con textuales caracteres la inscripción siguiente:
C. A. E.
F. Seleucus
ET AnITIUS
que se ha traducido en esta forma : € En la colonia augusta eme-
ritana los hermanos Seleuco y Anitio erigieron este monumen-
BADAJOZ 367
to.» Esta traducción, en nuestro sentir, algún tanto libre, no
satisface ef rigorismo gramatical, porque la F así puede signifi-
car Fratres^ como Favius, Fulvius^ ó cualquiera otro nombre
sustantivo ó apelativo, siendo no menos ocasionado á error la
hipótesis que atribuye á Seleuco y á Anitio la erección de una
obra no expresada terminantemente en la leyenda que nos ocu-
pa. Este edificio, de cuyo precioso mosaico apenas han conser-
vado huellas imperceptibles de su existencia, formó, indudable-
mente, parte del palacio de los Pretores de la Lusitania y Veto-
nia, si bien hay quien supone haber pertenecido al templo de
Neptuno, por los mariscos y objetos de náutica que profusamen-
te se vieron trazados en su superficie (i).
No hace muchos años ha sido también descubierto otrd mo-
saico en la casa del Sr. Soto, calle de San Salvador, que se
conserva en buen estado, aunque carece del mérito histórico y
la variedad en los dibujos que tuvo el encontrado en la calle del
Portillo.
Sin embargo, las aves de colores que se ven á sus extremos,
la greca que le rodea y los dibujos de todo él están muy bien
ejecutados, recordándonos los mosaicos que vimos en el Vatica-
no, y sobre todo uno en la casa llamada del Poeta, en Pompeya.
IV
Hablaremos ahora de los monumentos ruinosos de Mérida,
y en primer término, de sus murallas, flanqueadas con torres
almenadas, en toda la extensión recorrida por el ámbito trazado
por Publio Carisio.
(i) De este mosaico se remitió á la Academia de la Historia un exacto dibujo,
debido al Sr. Carril, cuya copia perfectamente ejecutada le valió el dipjoma de
académico-correspondiente de la expresada Corporación.
368 BADAJOZ
Los vestigios de dicha línea amurallada constan de tres ki-
lómetros y 771 metros, partiendo del bastión que existe aún en
la cabeza del puente sobre el Guadiana, y prosigue agua arriba
sobre la orilla derecha del río hacia la naumaquia, puerta orien-
tal de la ciudad (impropiamente llamada de la villa), corralón
de la casa de los Vera é Isla, parte anterior del Manicomio y del
Calvario, y río arriba por las Tenerías hasta el puente.
El lienzo de muralla levantado en la margen derecha del
río, respondía al doble objeto de servir de barrera ó dique, para
contener sus avenidas, á la vez que parapeto exterior defensivo
por aquella parte de la población.
La verdadera muralla arrancaba del bastión, que da frente
á la calle de Morería, la cual corría más arriba del aljibe del
Conventual, prolongándose hacia el Sur y el Oriente, circuyendo
el recinto de la ciudad. Entre la muralla y el dique existió un
extenso espacio, en el cual vegetó una frondosa alameda, que
ofrecía deliciosa perspectiva, vista desde la barandilla del expre-
sado antemural, permitiendo observar las enibarcaciones, el
muelle, ó rada, los cjos brazos del río, la vegetación de sus már-
genes pobladas de huertas, vifias y olivares, etc., y en lontanan-
za, un bello horizonte cerrado por cadenas de azuladas mon-
tañas.
Tales son los límites que señalan Fernández Pérez y otros
historiadores á las murallas de la ciudad.
Á ella se ingresaba por cuatro puertas, situadas en los pun-
tos cardinales O. P. N. y S.; al Oriente la llamada de la villa;
al Poniente, la que comunicaba con el puente sobre el Guadia-
na ; al Norte, la que existió frente al puente de Albarregas, y la
del Sur, en el lienzo de la muralla derruida por este sitio, y en
línea recta opuesta á la puerta del Norte. Esta puerta del Me-
diodía se manifiesta por una concavidad que existe en las ruinas
de la muralla, que apenas sobresale de la tierra, y corren desde
la cumbre que hace el terreno, hasta los cercados que dan fren-
te á la naumaquia.
370 BADAJOZ
Esta gran ruina, situada á corta distancia del Hipódromo y
en dirección al Sur, era un edificio de figura elíptica, en cuya
cavidad, según refiere Moreno de Vargas, se encerraba gran
cantidad de agua conducida por los acueductos de San Lázaro
y del Borbollón. Este gran estanque se hallaba circundado, en
su parte superior, con asientos ó graderías, destinadas para los
espectadores en las fiestas que allí tenían lugar.
Actualmente se halla cegado su fondo con tierra, por cuya
razón no puede apreciarse su profundidad; pero su longitud es
de 1 08 metros y 83 de anchura, desde la parte exterior de su
muro. El diámetro ó capacidad del vaso para contener el agua,
tiene 83 metros de largo y 66 de ancho. Todas sus gradas se
hallan derribadas, adheridas á enormes masas de argamasones
truncados y de aspecto ruinoso é informe.
Tenía una canal en su circunferencia que recibía el agua por
dos anchos caños colocados en sus extremos Norte y Mediodía,
que por doce vertederos se precipitaban en el estanque. Se dice
que era éste la naumaquia romana, ó el sitio destinado para ma-
niobras ó ejercicios navales. Suponen otros que era una gran
therma, ó tabla de agua destinada para baños, versión que vie-
ne á confirmar, en cierto modo, la tradición, que aún llama á
aquel monumento: «el baño de los moros.»
Fuera cualquiera su uso — que bien pudo ser naumaquia y
therma — no cabe duda que fué un local público de utilidad ó de
recreo, pues á no haber necesitado ser ocupado por numerosa
concurrencia, no se habría construido la vasta gradería que
coronaba el edificio, y que podía contener algunos millares de
personas.
Hace algunos años se ha descubierto en su extremo Nor-
oeste, un arco subterráneo de sillería, que parece edificado para
facilitar la entrada al piso ó pavimento de estanque, y entre los
escombros que sacaron de su interior, en 1807, recogiendo pie-
dras para reparar las fortificaciones de la ciudad, aparecieron
mármoles con inscripciones votivas y monumentales, que no se
BADAJOZ 371
tuvo la previsión de traducir, ni de conservar. Probablemente
estas inscripciones nos revelarían el verdadero objeto de este
monumento y aun la fecha de su construcción.
El llamado Circo Máximo son unas ruinas situadas al £. de
la ciudad, próximas al destruido acueducto de San Lázaro.
Su planta es de forma oval prolongada, cerrada por un muro
de 384 metros de longitud por 10 1 de anchura, propio para
20,000 espectadores situados cómodamente. Á su extremidad
oriental, cierra el paralelo un semicírculo, y en la occidental se
hallaban sus puertas de entrada en la arena. Distingüese aún
su ancho muro hacia el Norte, el cual contenía asientos de gra-
dería ó tendidos. Había en este Circo torreones, galerías, pórti-
cos, oficinas, y una galería para cubrir los asientos de preferen-
cia, por altos arcos adosados á la periferia del muro y que se
adornaban vistosamente los días en que se celebraban espec-
táculos. Estos consistían en los famosos juegos circenses^ dados
en honor de los Dioses y de los Héroes, y en los que se admi-
raban la fuerza corporal y destreza de los gladiadores, la velo-
cidad de los corredores á pie, á caballo, y sobre carrozas. Para
estas diversiones se empavesaban los arcos y torres del Circo
con aras, estatuas, dioses y geroglíficos. En el centro de este
Hipódromo aún se conoce la Espina^ que es una mesa de fina
argamasa que consta de dos pozos ó calderas que servían para
fijar las agujas ó pirámides, sobre las que se ponían los altares
de las divinidades, los adornos, las alegorías y los trofeos de
los vencedores. En la parte superior de la Espina se colocaba el
mojón ó límite llamado la MetUy que era el punto máximo á que
podía llegarse en las carreras.
En la ventana alta de una casa de la calle de Santa Olalla,
esquina á la de Manosalbas, existieron dos fragmentos de una
piedra que contenía esta votiva:
II. P. P. C. ClRCENS.
Demuestra ser una conmemoración ó tributo rendido á algún
372 BADAJOZ
emperador, en cuyo obsequio, honor 6 gratitud se celebraron
fiestas circenses.
No sabemos la época en que se construyó el Circo Máximo.
No lo dicen Moreno de Vargas ni Fernández Pérez. Este autor
indica que se llamó Máximo por ser el mayor que se conocía,
pues tenía más extensión que el que había en Roma con su mis-
mo nombre. Y esta afirmación no es cierta. El de Roma, á que
alude el historiador citado, descubierto en 1860 por el sabio ar-
queólogo Pie tro Rosa, es mucho mayor que el de Mérida, como
puede comprobarse midiendo su distancia desde el extremo que
da al Aventino hasta el opuesto, junto al cementerio de los he-
breos. El de Domiciano, próximo al Museo Kircheriano; el de
Flaminio, que estaba entre la plaza Margana y la de San Nico-
lás, y el de Massenzio, llamado antiguamente de Rómulo, que
no es mayor que ninguno de los citados, lo es y en mucho, que
el de Mérida. Se hizo el año de 3 1 1 , y es el mejor conservado
de los cuatro que contó Roma. Sus dimensiones son de 459 me-
tros de largo por 76 de ancho. Comparado con el de Mérida
resulta mayor que éste en unos 100 metros de largo, aunque
igual en su anchura (i), y no tiene, por tanto, razón Fernández
Pérez en suponerlo mayor que todos los conocidos. Menos la
tiene en suponerle capaz para 30,000 espectadores. Al sumo
podrían estar 20,000, pues en el de Máximo de Roma, que era
mayor que el de Rómulo, y por tanto casi un doble que el de
Mérida, no podían colocarse 40,000 espectadores sin grandes
dificultades.
No conociendo otros edificios públicos romanos en Mérida,
ni noticias existen que los hubiera ftiera de los que reseñamos
en el presente y anterior capítulo; pero bastan para demostrar
(i) En el día se ven los muros y extensión de este gran circo, que tiene la lar-
gura en su campo interior sobre cuatrocientas y sesenta varas, y de ancho ciento
veintidós, sin contar con el grueso del muro, que e§ de diez y seis varas (Historia
de Mérida^ pág. 46).
BADAJOZ 373
— - - ■_--_-■_.
con su existencia la importancia que tuvo esta ciudad en la
época romana, cuando Mérida era el verdadero emporio de la
Península Ibérica.
Su comercio, su industria, sus artes nos lo diría, aun faltan-
do el recuerdo de sus ruinosos monumentos, pues nadie ignora
que en Mérida todas las industrias hicieron rápidos progresos
en la época á que hacemos referencia. Gremios de plateros, mar-
molistas, escultores, lapidarios, fundidores, cinceladores, espar-
teros, alfareros y otros menestrales, hallábanse establecidos en
la ciudad, subviniendo, con las manufacturas de sus ofícios res-
pectivos, á las necesidades de la vida doméstica, y del lujo que
desplegaron los patricios emeritenses. Los vasos sagrados de
que se servían los sacerdotes en la celebración de los sacrificios
hechos á los Dioses, han llegado hasta nosotros extraídos de
las ruinas de los templos, íntegros algunos, destrozados otros,
y todos ellos con la marca de las fábricas emeritenses. Estos
vasos, con otros dedicados al uso doméstico, fabricados también
en Mérida, han dado ocasión á que un extremeño, erudito y aca-
démico, haya dedicado una importante monografía (i), proban-
do la importancia de estos barros sobre todos los conocidos en
la Península, cuando la dominación romana, pues realmente no
son inferiores á los barros saguntinos, ni á los tarraconenses.
En estos últimos tiempos han aparecido nuevos descubri-
mientos de estos objetos de cerámica, abundando los vasos sa-
grados de las siguientes clases:
Aquiminarium: esto es, vaso destinado en aquel tiempo para
contener el agua lustral, con la que se rociaba á los fieles antes
de penetrar en los templos, equivalente á la pila en que se toma
el agua bendita en los templos católicos.
Preferículum: Especie de ancha copa ó jarra, con un solo
mango, en la cual se depositaba el vino para las libaciones.
Huribulum: Vaso de dos asas, en el que se fundían las re-
(i) Barros emeritenses^ por el Excmo. Sr. D. Vicente Barrantes (Madrid, 1 877).
374 BADAJOZ
sinas, ó especies aromáticas, durante la ceremonia de los sacrifi-
cios.
Simpulum: Recipiente, ó vaso de ancha boca, en el que se
derramaba el vino contenido en el Prefericulum,
Urnula^ que era una olla, ó especie de marmita, en la que
los sacerdotes cocían las entrañas de las víctimas inmoladas en
honor de los Númenes.
En una excavación practicada hace algún tiempo en un co-
rral inmediato á la calle de Bodegas, se hallaron lamparillas
romanas, ó candiles de barro, cuya figura es completamente
igual á la que presentan los innumerables que se conocen de
otras excavaciones.
Las monedas y medallas de Mérida, como su histórico escudo
de armas, no son menos importantes para el conocimiento de los
tiempos antiguos de esta ciudad, que sus monumentos é inscrip-
ciones.
Ninguna provincia del imperio entregó acaso á la circulación
tan abundante número de monedas como la España, en el pe-
ríodo de 8o años, desde el reinado de Augusto hasta el de Ca-
lígula.
Al advenimiento al gobierno de este Emperador, se prohibió
á todas las provincias usar del derecho de acuñamiento que
había sido concedido por decretos anteriores, quedando reser-
vado á Roma el ejercicio de este privilegio (i). Pero aun antes
(i) Las ciudades españolas, según Flórez, que gozaron del derecho de batir
moneda, fueron las siguientes:
En Tarracona: Ausa^ Acci^ Bilbtlis, Ccesar-augusia, Calagurris^ Cartagonova^
BADAJOZ 375
de la época romana, los fenicios y los túrdulos, que poblaron la
Lusitania, acuñaban moneda con bastante regularidad ; de mejor
forma y hechura que las imperiales, comunmente mal talladas,
sin perfecta redondez, á consecuencia de su corte en el yunque,
como pudiera tallarlas mecánicamente un herrero de nuestros
días. Los tipos y caracteres de las batidas por artíñces españo-
les, están expresados con mayor perfección, enseñándonos esto
que el dibujo y el grabado fueron cultivados con buen éxito por
los españoles en los tiempos de Sertorio.
En las monedas acuñadas en Acinipo^ Carteya^ EmportaSy
GadeSy Obulco^ Setabis^ Saguntum^ Asta^ Carmo, Carzsa^ Ituci^
Segóbriga, Urso^ Uset^ y Calagurris^ los bueyes, los caballos y
otros animales, presentan un perñl tan delicado, y tan exactas
sus proporciones, que compiten, si no exceden en primor, á las
obras de este género esculpidas con el mayor grado de perfec-
ción á que pudieron llegar las bellas artes en Roma, en tiempo
de los emperadores. En el anverso de algunas monedas de Emé-
rita^ hemos leído algunos nombres de Duumviros^ á cuyo cargo
se halló la inspección de las casas de moneda en las ciudades
del imperio. Durante los siglos que gobernaron los Césares, ba-
tiéronse monedas en la metrópoli, pero no siempre en las ciu-
dades de sus provincias, sino hasta el reinado de Calígula. Por
esta razón no se encuentran monedas acuñadas en Emérita con
el busto de los emperadores Marco Aurelio, Adriano, Severo,
Caracalla, Valeriano, Maximiniano, Diocleciano, Juliano, Vespa-
siano y Constantino.
Gástalo^ Celsa^ Clunia^ Deriosa, Emporias, Ercávicaj Gracurris, Ilercavonia^ ¡lerdea
Ilict\ Osen y Osicerda^ Ostur, Palaniia, Saetabis, Saguntum^ Segóbriga^ Tarraco,
Toleium y Valentía.
En la Bética: Asta^ Asido ^ Acini'Po^ Abdera^ AsiaPa, Arta, Arva, Baillo, Calleiy
Carbula, Carmo, Carisa, Carteya, Capra, Celtí, Corduva, Gades, Iliberis, Uipa^
lUpiat Liturgis, Ilurco, ipagro^ Itdtíca, Ituci, JuUa, Letía^Lastígt's, Mtróbriga^ Mun-
da, Murgi, Nema y Obulco^ Onuba, Oripo, Osea, Oset, Rómula, Sátíci^ Searo, Sisapo^
Tarteso, Jutía-Traducia, Tucei, Ventípo, Ugia^ Uliay Urso,
Y en Lusitania: Emérita^ Ebora, Osonuba, Pax-Jutía, y Salada,
376 BADAJOZ
Cuatro monedas conocemos acuñadas en dicha ciudad, la
primera y segunda, para conmemorar su fundación, y la tercera
y cuarta para tributar culto á Augusto, entre los dioses del Pan-
teón, pues sabido es que á su esposa Livia se la erigió un mo-
numento en Hüpalis^ en el que se la apellidaba generadora del
universo j madre de todos los pueblos^ y de los cuales se conside-
ró á Octavio como el padre : Pater Divus Augustus^ según la
inscripción esculpida en la última de las monedas indicadas. De
Tiberio conocemos otra, de plata acuñada, también en Emé-
rita.
El Sr. Moreno y Bailen posee varias monedas de los tres
períodos romanos. Una de ellas con un centauro.
El Sr. González, una de Vespasiano, con el busto del Em-
perador coronado de laurel, inscripción latina, é iniciales S. C,
y en el reverso una efigie de guerrero ó matrona. Otra, prehistó-
rica— muy curiosa — con el busto de una divinidad de los primi-
tivos españoles en el anverso, y un guerrero en el reverso. Otra
que representa á la divinidad de Augusto en el anverso, y un
templo romano gentílico en el reverso. Otra de la fundación de
Roma, con la loba amamantando á Rómulo y Remo, y otra,
de plata, con busto de emperador romano, y una efigie de
atleta.
El Sr. Gutiérrez en la colección de sus monedas de plata de
los tres períodos de la dominación romana, tiene muchas de co-
bre acuñadas en Emérita^ y otra que contiene la loba con Rómu*
lo y Remo, cuyo género escasea, fomentando, por lo tanto, su
relativa importancia.
Diariamente se encuentran en las excavaciones que tienen
lugar en la población, muchas de cobre, algunas de plata, y
muy pocas de oro; pero la mayor parte, mejor dicho, en su to-
talidad, corresponden á los siglos iii, iv y v del imperio, acuña-
das generalmente en Roma.
Pero si estos datos numismáticos tienen suma importancia
para la historia de Mérida, no lo tienen menos el estudio de sus
BADAJOZ 377
medallas. Flórez nos presenta (i) hasta cuarenta medallas fa-
bricadas con moldes y de tamaño diverso, representando al Sa-
cerdote arando con la yunta del buey y la vaca, fachadas del
templo consagrado á la eternidad de Augusto, araá ó piras
ofreciendo ó quemando incienso á su Providencia, los signos de
las legiones quinta y décima, etc., etc. La mayor parte de las
medallas fabricadas por las ciudades españolas que hemos de-
nominado, son de cobre, de peso y dimensiones variables. Es
notable entre las pocas de oro que existen, la acuñada en Car-
tagena en honor de Sulpicio Galba. Obsérvase en las medallas
romanas una labor menos esmerada, más grotesca que el tra-
bajo de este género en los artistas de épocas más remotas. La
delicadeza del arte griego resalta á la simple vista en la forma
y detalles de las medallas anteriores á la conquista, aunque la
calidad del metal, especialmente la plata, es mucho más pura y
está mejor copelada en las procedentes de los tiempos del im-
perio.
Flórez dice haberse acuñado en Emérita una medalla que
contiene la inscripción siguiente: Aügustus Trib. Potest. P. Ca-
Risius Leg. Augusti Emérita. Es decir, durante la potestad tri-
búnica de Augusto — 23 años antes de J. C. — Public Carisio
Legado de Augusto en Mérida. Carisio fué, como es sabido, el
fundador de la ciudad, y primer Gobernador de Lusitaniá. Asi-
mismo se acuñaron medallas conmemorando á Livia (2), esposa
del emperador, tales como la que contiene este lema: Salus
AUGUSTA Perm. Augusti Jülia Augusta C. a. E. Estas medallas
dedicadas á la mujer del emperador Octavio, por lo regular
presentan en un lado el rostro de una mujer hermosa, y por el
otro á la diosa Ceres, sentada con una lanza en la mano izquier-
da, y un manojo de espigas de trigo en la derecha, símbolo de
las producciones generales del territorio Lusitano.
(i) Medallas de las colonias, municipios y pueblos antiguos.
(2) La emperatriz adoptó este nombre en su viudez.
48
378 BADAJOZ
Otra medalla de plata hemos visto, digna de ser examinada
con atención, y que corresponde al género de la anterior porque
figura á la esposa de Augusto con la diosa Ceres, en igual forma
y con los mismos símbolos que se dan en las medallas referidas.
El escudo de armas de Mérida es el mismo emblema herál-
dico que su Ayuntamiento adoptó desde tiempo inmemorial. Fi-
gura un frontispicio con dos puertas, dos torres laterales alme-
nadas, la leyenda Augusta Emérita en la parte superior de la
fachada de entrada en la ciudad, y un semicírculo que parte
detrás de las torres coronado de TT^ así como en el extremo
superior del frontispicio (1).
Las torres que coronan el extremo superior del muro y el
del semicírculo, significan las almenas y cuerpos salientes de las
murallas, todo de color en campo rojo, con la referida inscrip-
ción latina del nombre de la ciudad.
El escudo de mármol que existió sobre la puerta de la anti-
gua cárcel de Mérida, bajo los portales donde está situado su
Ayuntamiento, y que hoy se halla colocado á excesiva elevación
en la fachada del edificio consistorial moderno, está bien ejecu-
tado, pero es algún tanto pretencioso el mote que contiene, al
decir : SUBMITIT CUI TOTA SUOS HISPANICE FASCES.
Lo que significa este verso de Ausonio no lo verificó nunca
la ciudad de Mérida, que no fué superior en autoridad á Tarra-
co^ ni á Itálica en aquellos tiempos, capitales que no subordina-
(1) Sostienen muchos que el reverso de las monedas acuñadas en Mérida, que
ostentan un arco con dos torreones á los lados, que encierran á otros dos menores
con la inscripción por cima del nombre de la Ciudad ; y el escudo de armas de la
población, que tiene la misma forma, no son otra cosa que el arco de Trajano, tal
y como fué primitivamente antes que desaparecieran las torres almenadas latera-
les y los dos arcos interiores al mayor, que antiguamente debió tener para ser
más fácilmente defendible cuando dicho monumento fuera puerta de la muralla de
la ciudad; pues lo que en algunas monedas aparentan cruces, no son tal lo que se
propusieron, sino las juntas de las dovelas en el arco mayor, las almenas en los
torreones y el despiezo del ático en que está la inscripción. Lo dicho se compro-
baría fácilmente haciendo una excavación y viendo si parecen ó no las fundacio-
nes de los pilares de los arcos menores.
BADAJOZ 379
ron á su gobierno provincial todas las jurisdicciones hispánicas,
sino que, por el contrario, rindieron acato y obediencia al Sumo
Imperante y al Senado de Roma, potestades supremas á que se
sometieron todas \diS fasces ó regiones territoriales de nuestra
Península, y cuya voluntad y leyes fueron impuestas á las tres
provincias Tarraconense, Hética y Lusitana.
La lectura de dicho verso, con que la piedra del escudo está
orlada, produjo una sostenida polémica entre los eruditos anda-
luces y extremeños. Rodrigo Caro, sevillano, añrmaba que era
su ciudad, á la que se refería Ausonio, y Moreno de Vargas,
que era Mérida, en donde vio la primera luz. En tal estado vino
á terciar en el debate suscitado por los sabios referidos, el gran
latinista, discípulo del Brócense, Diego López, quien, probando
que en un verso exámetro tan perfecto como el del poeta Auso-
nio, Hispalis — nombre antiguo de Sevilla — no cabría en lugar
de Emérita^ decidió la cuestión en favor de la expresada ciudad
de la Lusitania, de conformidad con la opinión de su historia-
dor Moreno de Vargas.
El escudo á que nos referimos, y que figura blanqueado (!!!)
al frente del Municipio emeritense, fué encontrado entre la ba-
sura ó inmundicias del edificio de la cárcel el año de 1827, y
mandado colocar sobre el pórtico de ella, por el Gobernador de
Mérida, D. Femando De Gabriel.
CAPÍTULO XIII
El poeta Deciano. — Santa Eulalia.— Julia Saturnina. — Paulo Saturnino.
Paulo «El Diácono». — El Arzobispo de Marida
I
EMOS descrito, uno por uno, los monu-
mentos romanos de Mérida, dando sus
inscripciones y cuantas noticias histó-
ricas pudiesen ilustrarlos. Tócanos aho-
ra decir algo de los hombres que dieron
esplendor y gloria á esta famosa ciu-
dad, la más notable acaso que los ro-
manos contaron en la Península.
El primer hombre que nos toca citar en este capítulo es al
inspirado poeta pagano Deciano, magistrado romano, nacido en
Mérida el año 767 de Roma ó el 14 de J. C. y primero del rei-
nado de Tiberio.
Había muerto ya el emperador Augusto César, ese gran
déspota victorioso, y allá por el año 37, reinando Calígula, hizo
su aparición el poeta emeritense en Roma, causando la admira-
382 BADAJOZ
ción de los artistas y el encanto de aquel pueblo tan impresio-
nable.
Los elogios que del poeta emeritense hacía Marcial, llamán-
dole docto, poeta y sabio jurisconsulto, y hasta maestro suyo, en
esto de hacer versos, le dan cierta importancia que nosotros no
debemos negarle, aun sin conocer sus obras.
Moreno de Vargas habla de Deciano siguiendo indicaciones
de otros autores, y en su furor de hacer santos á la mitad de
Extremadura, le considera como tal, y hasta le hace sufrir mar-
tirio, sin duda porque confunde al poeta con un Daciano que en
el siglo segundo del cristianismo fué mártir, y después santifi-
cado por la Iglesia.
Marcial le cita entre los varones más notables de sus tiem-
pos en su epigrama ad lycianum scriptores vucle^ pues en él
dice (i):
Verona docti sylabas amat vatis:
Marone felix Mantua est:
Censetur Apona Linio suo tellus:
Stellaq; vec Flacco minus.
Apollodoro plaudit imbrifer Nilus;
Nasone Peligni sonani.
Dvosq; Sénecas^ vnumcumq: Lucanum
Facunda loquitur Corduba.
Gaudent iocosce Canio suo Gades;
Emérita Deciano meo.
Te, Liciane, gloriabitur nostra^
Nec me tacebit Bilbilis,
Amigo de Marcial el poeta emeritense, junto á él pasaba la
vida en Roma, considerándole como al mejor de sus amigos y
dedicándole algunos de sus epigramas. En uno de estos le sig-
nifica el mucho amor que le profesaba añadiéndole cque no
tenga él salud sino quisiera estar los días y las noches con él, y
para ello le iba á buscar á su casa, que distaba de la suya dos
(i) Marcial, 1. i, Epig. 62.
BADAJOZ 383
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millas y sentía mucho no verle, ora porque las más de las veces
no le hallaba en casa, ora porque si estaba se lo negaban, por
estar ocupado en el despacho de los pleitos ó se había recogido
á estudiar,» y lamentándose de ello concluye agudamente el epi-
grama diciendo, que por ver á Deciano no sentía andar dos mi-
llas, mas que por no verle sentía mucho andar cuatro, dos de
ida y dos de vuelta: el Epigrama (i) denominado Ad Decianunt,
dice así:
Ne valeam si non iotis, Deciane, diebus,
Et tecuri totis noctibus es se velim.
Sed dúo sunt qua nos distinguunt niillia passuum,
Quatuor hcec fiunt cum rediturus eam^
ScBpe domi non es, cum sis quoq; scepe negariSy
Vel tantum causis, vel tibi Sícpe vacas.
Te tamen vi videam dúo tnillia non pigei ire^
Ut te non viieam^ quatuor iré piget.
Tres epigramas más leemos en las obras de Marcial dirigi-
dos á Deciano, y son el 9.*^, el 25 y el 40. En el 9.° celebra la
severidad y el valor del poeta emeritense, comparándola con la
de Catón Uticense (2); por el 25 le aconseja que deje las malas
compañías (3), y en el 40 hace los elogios suyos ya como poeta,
ya como filósofo (4).
( I ) Epigrama $ , L. 1 1 .
(3) Quod magni Thrasece, consummaiiq; Caionis
Dogmata sic segueris, talis ut esse velis,
Peciore nec nudo strictos incurrís in enses,
Quod fecisse velim te, Deciane, facis.
Noto Virum^facile redemit qui sanguine famam^
Hunc volo^ laudar i qui sine mor te potest,
(3) Aspicis incomptis illum, Deciane^ capilliSy
Cuius et ipse times triste supercilium^
Qui loquitur Curios, assertoresq; Gamillos,
Nolito fronti credere, nupsit heri,
(4) Si quis erit, raros inter numerandus amicos
Quales prisca fides, famaq; nouit auos.
Si quis Cecroprice madidus, Laticeq; Mineruce
384 BADAJOZ
No solamente Marcial celebró á Deciano; otros escritores de
su tiempo le elogian mayormente como gran orador en el foro,
y entusiasta de la poesía, por la que siempre rendía el más puro
culto. Pero ninguno cita obras suyas, ni se refiere á trabajos es-
peciales del poeta emeritense, y es evidente que escribió mucho
y prodigó sus trabajos en Roma.
Ramírez de Prado, consejero y embajador que fué de Espa-
ña en París, en los comienzos del reinado de Felipe IV, confun-
dió al poeta pagano con un Dacíano místico y estoico que allá
en el siglo iii sufrió martirio por sus ideales religiosos; y en
carta particular se lo manifiesta á Moreno de Vargas, citándole
varios autores que daban autoridad á su opinión (i). Y esto
bastó para que el historiador de Mérida pregonase la santidad
del poeta y lo hiciese presbítero (2).
Arlibus^ et vera simpiicitate bonus^
Si quis eril redi cusios^ imitator honesU\
Et nihil arcano qui roget ore Deos^
Si quis eril magncp subnixus robore mentís^
Dispeream, si non hic Decianus erit.
(i) Georgius, et Domicianus in dic. Epig. 62. Vasseo t. I. anno 9. Morales,
libro g, c. 27. Lud. Nuñez insua Hisp. c. 3 i. Matamoros^ de Academiis, pág. 808:
in 2 t. Hisp. illust. Garibay, lib. 7, c. 12.
(2) ...aduirtiéndolc yo deste descuydo me respondió lo que se contiene en un
capítulo de su carta, que dize así: «También he estimado en mucho la merced de
la advertencia que V. m. me ha hecho, y con su buena licencia de V. m. diré loque
se me ofrece, en disculpa, y en sastifacion. Lo prcmero, bien cave perdón en diez
y nueve años de edad, tantos tenia cuando comenté á Marcial: demás, que lo que
yo dixe no fué negar, que Mérida tuuo un Poeta que se llamó Deciano, porque
Marcial lo dize, Emérita Deciano meo^ sino que el Stoyco no le hallaba yo fuese de
Mérida, como hallaua que lo fuese el Poeta, porque no lo auia leido: ya lo he leído
en mi Julián Pérez en su Cronicón, núm. 287 donde le haze Santo y así le suplico
lo diga y escriua en su Mérida.» Y quien tan temprano dio célebres muestras de
su ingenio, y erudición, no es mucho aora sea eminentísimo en todo género de
letras, pues por ellas, y por sus buenas partes ha merecido Don Lorenzo Hamircz
de Prado, Cauallero de la Orden de Santiago, ser del Consejo de su Majestad en el
Real de Indias, y en el de Cruzada, é ir á una embaxada al Rey de Francia: yo le
deuo mucho reconocimiento por hauerme confesado, que Deciano el Poeta, el
Stoyco, y el Santo fué todo uno, y natural de Mérida, como lo añrman nuestros
Autores. Doile muchas gracias por hauerme sacado á luz al Autor, que refiere su
martirio, é infinitas á nuestro Señor, que con su divina providencia dispuso, que
quien nos negáua auer tenido Mérida un Philosopho Stoyco, esse mismo nos lo
dice Santo, y Mártir. {Historia de Mérida^ lib. 2.*, págs. 70 á 73).
BADAJOZ 385
La candidez de Moreno de Vargas no tenía límites en esto
de aceptar todo lo que leía sobre los Santos ; así fué que bastó
la carta de D. Lorenzo Ramírez de Prado, y lo que habla-
ra en su Cronicón el Arcipreste D. Julián Pérez, para consi-
derar santo á Deciano y mártir en tiempos de Adriano ; esto es,
en 1 20, cuando Deciano había muerto, y Adriano también, por-
que An tonino reinaba desde el año 117 (i). La confusión nace
en que los autores antiguos, á quien sigue Vargas, equivocan á
un Daciano que parece sufrió martirio en Roma, en 1 20 ó 1 24»
con Decianus el emeritense, que nada tuvo de común con los
cristianos, ni fué estoico, ni místico, ni por consiguiente mártir
por la fe de Cristo.
Bastará saberse el año del nacimiento de Deciano y el de
su muerte para rectiñcar todas estas opiniones del historiador
de Mérida. Marcial llamó á Deciano su maestro, no tanto por-
que supiese acaso más que él, cuanto por su ancianidad, pues
cuando Marcial escribía sus epigramas al poeta emeritense, en
el año 60 al 67» Deciano contaba estos mismos de vida, y la
respetabih'dad (2) que le daban sus años, juntamente á su talen-
to, hacía que Marcial reconociese en Deciano á su maestro, más
bien que á un compañero de estudio ó de profesión.
II
Eulalia, llamada también Olalla, nació en Mérida el año
de 286, hija de up rico emeritense llamado Liberio.
Á últimos del siglo iii el Cristianismo había logrado muchos
(i) Adriano sucedió áTrajaoo, en el año de 98 y murió en 1 17 en que le sus-
tituye Antonino Pío.
(2) Marcial nació el año 40 en Calatayud y murió en Roma en 103.
49
^86 BADAJOZ
prosélitos en toda la Lusitania, como en la Bética. Esto no po-
día verlo con resignación Diocleciano y dio órdenes á su dele-
gado para que emprendiese nuevas persecuciones. Era Publio
Daciano procónsul en España por el año de 303, cuando la
joven Eulalia, de 17 de edad, se había distinguido, entre otras
jóvenes cristianas, por la fe y la enseñanza que daba con su
ejemplo, para que todos la imitasen. Calfurniano, que gobernaba
la Lusitania, hubo de quejarse á Publio Daciano de los progre-
sos que el Cristianismo lograba en el país, y por toda respuesta
recibió órdenes severas para que reprimiese, con mano fuerte,
toda manifestación en sentido evangélico. Coincidió todo esto
con una denuncia recibida contra Eulalia, acusándola de pertur-
bar la ciudad por sus doctrinas cristianas , y mandó presentarla
al tribunal, donde compareció juntamente con su criada Julia.
Nada se conserva de las actuaciones en este proceso, ni sabemos
en qué pena incurrió Eulalia, pero consta que la condenaron á
muerte y sufrió martirio en 303, el 10 de Diciembre, siendo
Papa Marcelo XX y Emperadores Diocleciano y Maximiliano.
En capítulos anteriores reseñamos los recuerdos que exis-
ten en Mérida de esta mártir, ora con la columna de aras paga-
nas, sobre la que se eleva su estatua, ora también con el llama-
do Hornito de Santa Olalla^ especie de capillita levantada sobre
el sitio en que la tradición refiere su martirio con los despojos
del templo de Marte.
No solamente está canonizada esta santa por la Iglesia, sí
que también se halla santificada por la fe de sus devotos, quie-
nes le levantan templos, altares, monumentos y hasta le dedican
novenas y libros, algunos tan ridículos como el que publicara
en Madrid, en 1758, el padre D. Juan Antonio Herías y Soto,
presbítero, de la Congregación del Oratorio del señor San Fe-
lipe Neri, y que lleva por título: Novena y compendio de la vida
de la gloriosa Virgen y mártir Santa Eulalia de Mérida^ pa-
trona de la villa de Torquemada^ etc. En este libro se recogen
todos los cuentos más estrambóticos que pueda relatar el más
BADAJOZ 387
fanático creyente, sin duda porque el autor de libro tan raro no
pudo sacar en la misma historia de Eulalia rasgos bastantes^
que sí los tiene, para no apelar á ridiculas farsas con que des-
pertar la fe entre los devotos.
El sabio escritor Paulo, Diácono que era en Mérida allá por
el siglo VI, escribió ensalzando la virtud y la fe de Eulalia. Mo-
reno de Vargas, en la edición que hizo en 1633, del libro de
Paulo, denominado Pauli Diaconi Emeritensis (de que en otro
lugar nos ocuparemos con más largueza), inserta en la nota al
capítulo primero, el Himno que Prudencio escribió en honor de
Eulalia, que empieza:
Germine nobilis Eulalice
Mortís et índole nobílior.
Y termina así;
Reliquias, cineresque sacros
Serval himnus veneranda sinu.
No nos determinamos á insertarlo íntegro por su mucha ex-
tensión; pero diremos aquí que en honor á esta santa se han
escrito muchas obras (i).
(i) Helas aquí:
I .• Timbre astvriano. Historia de la vida y martirio de la gloriosa Santa Eula*
lia de Mérida^ y de las traslaciones de su cuerpo y reliquias. Con el poema sacro y
descripción panegírica de las que se veneran en la santa Iglesia de Oviedo, Y un
romance d la Pasión de Christo, Por D. Felipe Bernardo de Quirós y Venabides
(Madrid, 1674).
2.' Certamen poético á la gloriosa Virgen y mártir Santa Eulalia de Mérida, pa»
trona del obispado y ciudad de Oviedo^ con el compendio de su milagrosa vida, por
el mismo (Valladolid, 1667).
3 .• / Viva Jesiis!— Novena y compendio de la vida de la gloriosa Virgen y mártir
Santa Eulalia de Mérida, patrona de la villa de Torquemada, ciudad y obispado de
Oviedo y principado de Asturias,^ Compuesta por el P. D. 7uan Antonio Herias y
Soto, Presbytero, de la Congregación del oratorio del señor San Phelipe Neri de Ma^
drid, menor capellán de la Santa, y beneficiado de Preste mas antiguo en sus Parro^
quias, quien la dedica á su patria, con la lámina de sus armas y esclarecida Patror
na: y añade un Acto de desagravios, que reimprime al Cora^^pn amante de Jesús en
el Augusto sacramento, (Madrid, 1 7 «jS).
4." Triunfo glorioso de la indita mártyr Santa Eulalia de Mérida, patrona del
Principado de Asturias, que en su^ debido culto y veneración escribia el conde de To"
reno, alférez mayor de dicho Principado,^ Año de MDCCLXXXVII.{ Oviedo, 1787).
5/ Tercenario que d la heroína extremeña Santa Olalla de Mérida consagra y
388 BADAJOZ
Los falsos cronicones y los libros milagreros han consigna-
do cuentos monstruosos, por lo inverosímiles^ de Santa Eulalia, y
se refiere de mil maneras por unos su traslación á Asturias, y
por otros á Barcelona, contando unos que murió asada en un
homo, y otros degollada por el verdugo en la plaza pública.
La inventiva de los milagreros en esto de Santa Eulalia,
llegan á darla enterrada en Mérida, y también en Barcelona, y
es lo más particular, que constando que se enterró en Mérida,
aparezca nada menos que en la catedral de Barcelona otro se-
pulcro suyo, labrado en 1 298, reinando D. Jaime II, según dos
inscripciones que hay á los lados de la puerta de San Ivo.
Las noticias que trae Moreno de Vargas de la Santa, son
también peregrinas. Hacemos gracia al lector de ellas y no las
copiamos aquí, porque huelen á fábula milagrera.
El canónigo Fernández Pérez, en su obra ya citada, tam-
bién recoge bastantes noticias fabulosas sobre los milagros de
Santa Eulalia (i).
III
Julia Saturnina fué una sabia mujer que ilustra la ciudad
emeritense. Había nacido en ella, y de ella habla extensamente
dedica el Vicario cura de su Iglesia parroquial D, Gregorio Fernández Pérez, electo
canónigo penitenciario de la Santa Iglesia Catedral de Badajoz, (Madrid, 18^2).
6.* Corona poética de Santa Eulalia, natural y patrona de la ciudad de Mérida^
gue publica la Asociación de su nombre. (Madrid, ¡87$).
(i) Durante esta segunda dominación de los romanos, creo que sucedió el fa-
moso milagro que obró Santa Eulalia, y que refiere en su Cronicón el obispo Ida-
cio (a) hacia el año cuatrocientos veintinueve. Dice este escritor, que viniendo
contra Mérida el rey suevo Hermisgorio, y haciendo desprecio de la ciudad con
injuria de nuestra Santa, vengó el cielo su atrevimiento, precipitándole en el rio
Ana (6), cerca de la ciudad. (Historia de Mérida, págs. 1 1 1 y 112).
(a) Este CroniciSn et falso.
{ó) El Guadiana.
BADAJOZ 389
el célebre Paulo, llamado el Diácono^ con gran respeto, atribu-
buyéndola gran fama y no pocos merecimientos.
La historia de nuestros literatos y científicos en aquellos
tiempos no es tan extensa ni tan diáfana que nos deje ver á los
hombres que ilustraron aquellas edades cómo eran en sí.
Apenas si conocemos de ellos el nombre de sus obras,
porque éstas casi todas se han perdido para mayor sentimiento
nuestro.
De esta ilustre emeritense ni aun conocemos la fecha de su
nacimiento, y sólo sabemos que estuvo casada con un Casio
Philippo, y por éste se sabe asimismo que fué una sabia médica,
una buena esposa y piadosísima mujer.
En la casa que fué del historiador Moreno Vargas, en Mé-
rida, se encontraba la siguiente inscripción :
D. M. s.
jULiiC Saturnia
ANN XXXV
uxori incompara
bilí medica óptima
^ mulierl sanctissim^.
cassius philipfus
maritus ob meritis
H. S. E( T. T. Li«
Es una inscripción muy bien escrita y que revela la cultura
de Casio Philippo, á la vez que el amor que profesaba á su
esposa.
IV
El presbítero Paulo Saturnino es otro de los personajes que
Mérida registra en su historia. Había nacido en el año 540 y
consagrado al servicio de los prelados emeritenses tuvo fama de
390 BADAJOZ
santo en sus tiempos, por sus virtudes y amor á la fe católica.
En una casa que habitó el abogado Bazago se encuentra la
siguiente inscripción sepulcral, que da Viu en el t. I, pág. 68,.
de su obra Extremadura^ y que dice así:
+
A • • •
SATVRNINVS PENITENS
FAMVLVS DEI QVl IN HOC
SECCVLO MVNDAN TRAN
SEGIT VITAM VIXIT ANN
PLVS MINVS LXVin ACCEP
TA POENITENCIA REQVl (l)
EVIT IN PAGE SVB XVII
KAL lANVARIAS ERA
DCXVI.
Como se ve, este Saturnino era un fervoroso penitente, buen
cristiano y siervo de Dios. Murió en la era de 6i6, ó sea el año
de 578, á 17 de las Calendas de Enero.
Por la inscripción anterior se comprende que el presbítero
cristiano, de la época goda, era en Mérida muy querido, cuando
á su muerte fué objeto de una inscripción sepulcral que no era
común en aquellos tiempos para las personas que carecían de
grandes méritos entre los cristianos.
En el Martirologio Corbeyense^ como en el Lucense^ se hace
memoria de este santo mártir, que en la ciudad de Mérida, y al
decir del autor de los citados Martirologios^ y según repite don
Joaquín Lorenzo Villanueva en su Compendio del Año Cristia-
no (día I.® de Mayo), sufrió martirio en dicho día.
(i) El requiescat in face que entre los cristianos sustituyó al S. T. T. L. de los
gentiles, tuvo en su origen la persuasión de que los espíritus malignos atormen-
taban á los muertos, según se colige de San Mateo, C. 8, v. 28 y de San Marcos,
C. 5, V. 2, por lo cual en la primitiva iglesia se ponía al difunto la forma consa-
grada en la boca para ahuyentarlos, no por autorización de la Iglesia, sino por
tolerancia, hasta que el Concilio Cartaginés, y en particular el Iliberitano presidi-
do por Osío, condenó este abuso en el Canon $8, quedando sólo exorcismo ó ben-
dición sobre el sepulcro.
BADAJOZ 391
El Martirologio Epternacense como en el Blumano^ supo*
nen que fué mujer, y le llaman equivocadamente Saturnina, pero
desde que apareció y fué traducida la lápida que antes publica-
mos, este error se hizo patente y triunfó la opinión, en nues-
tro concepto verdadera , del autor del Martirologio Corbe-
yense.
En el martirio de San Saturnino todos están contestes, pero
no se sabe en qué año fué ni cuáles sus circunstancias, ni consta
tampoco cuándo ni por qué pontífice fué santificado. En rigor
creemos que no lo esté.
V
Pero sobre estos dos últimos emeritenses está la figura del
Diácono Paulo, á quien otros llaman el Emeritense^ nacido
en 610 y muerto en 672. Fué uno de los genios más grandes
que ilustran á España en la decadencia del poder de Roma, me-
jor dicho, en los primeros tiempos en que invadieron á la penín-
sula ibérica los pueblos del Norte.
No puede determinarse claramente el concepto de algunos
de nuestros hombres en la época romana, por falta de datos que
autoricen una crítica justificada; pero más se nota este vacío
desde el siglo iv, en que el Bajo Imperio inicia una decadencia
dolorosa ocasionada por la relajación del pueblo, y, mayormen-
te, por la inmoralidad de las clases elevadas. Y como la pen-
diente es siempre dulce, la caída es inevitable. Cuando un pueblo
entra por el camino de las prostituciones morales y políticas,
desaparece en la confusión y en la locura de una reacción bár^
bara.
Roma cedió el puesto á los pueblos del Norte tan pronto
como olvidó sus glorias y su pasado. Los godos y visigodos
392 BADAJOZ
profanaron los templos que la civilización latina había levantado
para bien de nuestra historia, y plantaron su opresora huella en
el Capitolio, manchando tan augusto recinto.
Creen algunos que la invasión del Norte fué un bien para
los pueblos de la Europa latina. La decadencia en que aquí vi-
víamos nos obligaba á traer una nueva raza más potente y
vigorosa que inoculase el germen de la regeneración á nuestro
pueblo, prostituido por el vicio y amortiguado por la decrepitud.
Y los que tal sostienen, justifican su opinión con las obras que
realizaron aquí los godos, iniciando una civilización nueva y muy
distinta que la anterior. Y en efecto : si con los romanos en
nuestra patria se levantó Mérida, Tarragona y Zaragoza, rivali-
zando en cultura y grandeza con las mejores ciudades de Italia,
cuando los godos vemos á Toledo, entre otras ciudades de la
Península, ser otra nueva Roma, y como la imperial Toledo al-
záronse sobre los escombros de otras ciudades Évora, León y
Badajoz.
Contribuyó mucho á dar esplendor á estos pueblos el cris-
tianismo que, tomando carta de naturaleza desde el siglo ii en
nuestro pueblo, logró en pocos años formar un núcleo de cultu-
ra y civilización que fué la base de la prosperidad pública. Cada
iglesia, cada catedral que se levantara en los siglos iv al ix fué
un núcleo resistente al oscurantismo y una luz perpetua que re-
flejaba la ciencia y la civilización de la nueva doctrina.
Grandes hombres ilustraron aquellos tiempos; grandes ge-
nios se levantaron sobre la vulgaridad de la mayoría para es-
parcir la civilización que traía en pos de sí el cristianismo; pero
en aquella famosa evolución que acentuaban nuestros Concilios
y vigorizaban filósofos y prelados distinguidos, Extremadura no
llevó la menor parte. Hubo, sí, un paréntesis en esta obra civi-
lizadora: la lucha del arrianismo. Las escuelas filosóficas siem-
pre han tratado de vivir en lucha entre sí. Parece como que se
depura la verdad con la discusión y se agranda la ciencia huma-
na con el triunfo cuando, después de una discusión larga de
BADAJOZ 393
principios, la verdad vence. Así pasa siempre y así ocurrió en-
tonces á la aparición del arrianismo. Leovigildo era, puede de-
cirse, el jefe de esta escuela. No estaba solo el monarca, que
tenía á su lado muchos prelados, algunos tan ¡lustrados como el
célebre Masona, arzobispo de Mérida, centro á la sazón de estas
luchas ñlosóñcas. R^caredo combate á los adeptos de Leovigil-
do y los vence, proclamando la victoria suya juntamente con las
victorias del cristianismo.
Un escritor extremeño, un poeta notable, historiador y cro-
nista, Paulo el Diácono ó Paulo el Emeritense^ describió estas
luchas en su famosa Crónica^ ya perdida ó poco menos para
nuestros eruditos, y dio con su libro tal enseñanza al pueblo,
que logró más prosélitos para el catolicismo que todos los tra-
bajos que hacían por otra parte los cabildos eclesiásticos. Así el
poeta de Mérida intervino poderosamente en la literatura de
aquellos tiempos, imprimiendo carácter, dando tono á la época.
No son escasos los elogios que por ello recibe en la Histo-
ria crítica de la literatura española^ de D. José Amador de los
Ríos (tomo I, párrafo primero, capítulo IX).
Pero Paulo el Diácono escribió también otro libro dando las
biografías de los obispos de Mérida, obra que lleva por título
De VitcB et miraculis Patrum Emeritensiuniy y que es hoy rara
hasta el punto que los eruditos la dan por perdida.
Escribió Paulo el Diácono otras varias obras en verso, to-
das religiosas, por lo que mereció el nombre del primer poeta
cristiano español, gloria que le cabe al escritor emeritense, y
que debe compartirla con Apringius, Teodoro, Isidoro el Mozo
y Daniel Lauro, todos cuatro prelados pacenses, nacidos como
Paulo en Extremadura, y como él escritores distinguidos que
prestaron grande inñuencia á las letras patrias en los mismos
días casi que apareció Paulo.
Las obras de Paulo son raras, y lo eran ya en el siglo xvi.
Tamayo de Vargas pudo reunir ocho para su impresión, que no
se llevó á cabo, siendo en esto más feliz Moreno de Vargas, que
so
394 BADAJOZ
pudo publicar en la primera mitad del siglo xvii el siguiente
libros Pauli Diaconi Emeritensis liber de vita et miraculis pa*
trum emerttenstum. A Barnaba Moreno de Vargas^ cum nolis
in ¿ucemieruíus. Clarissimo viro domino Joanni Chabes de Men^
doga^ Sutnmo prasidi ordinum senaius dicatus (Matríti, anno
MDCXXXIII).
Gil González Dávila, en la censura que da á la edición de
Moreno Vargas, elogia en extremo la obra de Paulo, y Diego
López le escribe unos versos laudatorios que empiezan:
c Urbs laudes Augusta tuas scrip seise prioris
Legimus et nomen eam celebrasse tuum,i^
Y terminan así:
tlíane celebren reddit, clanoque; affigit, et hcereus
Ipse sedit puppiy consilioque regit,^
Todos los escritores latinos profesan gran respeto á Paulo,
y hasta el mismo D. Alfonso III le elogió sin reservas.
En la colección de escritores eclesiásticos hecha en París en
nuestros días, hállase reproducido al tomo LXXX la obra de
Paulo con el título de Pauli Emerilani Diaconi de Vila Patrum
Emeritensium.
Los mejores elogios que se le hacen á Paulo es mayormente
por sus versos. Es lástima que no se encuentren coleccionadas
todas las obras de este sabio escritor.
Daremos aquí ahora una ¡dea de lo que significaba antigua-
mente el nombre de Diácono^ por el que se le conoció á Paulo.
Bajo dicho título se comprende genéricamente en el Nuevo Tes-
tamento á todo el que se dedicaba á un ministerio sagrado, y
así se denominaba en los sagrados libros á los obispos y pres*
bíteros; pero en sentido menos lato y en los tiempos modernos
significa el ministro eclesiástico ó sacerdote de tercer orden que
sirve al obispo y al presbítero en sus funciones. Antiguamente,
BADAJOZ 395
hasta el siglo ix, tuvieron los diáconos muchos cargos, entre
otros, el servicio de las mesas comunes, la distribución del cáliz
consagrado, la policía de los templos, la recepción de las ofren-
das. En la actual disciplina están reducidos á cantar el Evan-
gelio en las misas solemnes y á auxiliar al presbítero en ellas.
Pero volviendo á la importancia del libro de Paulo, hemos
de decir que tuvo tanta en sus tiempos, que no la logró mayor
ningún otro autor de la monarquía visigoda para los suyo$.
Hemos citado la Historia critica de la literatura española^ de
Amador de los Ríos, á propósito del gran concepto que á éste
le mereció Paulo, y parécenos que no pecaremos de difusos re-
produciendo aquí lo que en dicho libro se dice del historiador
emeritense, á propósito de la influencia que prestara con sus
obras á las letras patrias durante el período de la monarquía
visigoda. Helo aquí:
€... Producían, pues, en la corte visigoda las más plausibles
consecuencias la doctrina y el ejemplo de Isidoro, y no menor
fruto recogía la Iglesia en las provincias por mano de sus hijos.
Paulo, diácono de la basílica de Santa Eulalia, y á quien la pos-
teridad apellida con el título de Emeritense, admirando sin duda
el claro monumento levantado en el libro De viris illustribus al
episcopado español por el célebre metropolitano de la Bética,
concebía el generoso proyecto de consignar en igual forma las
excelencias de aquellos varones, que, brillando por su virtud y
santidad, eran no menos dignos de veneración y respeto. Pero
así como Isidoro siguió las huellas de Jerónimo y Genadio en sus
Varanes ilustres, así también procuraba Paulo tomar por mo-
delo á San Gregorio: el libro titulado De vita et miraculis Pa-
trum Italicorum^ debido á la pluma de aquel Soberano Pontí-
fice, era, pues, el dechado á que Paulo se ajustaba al escribir su
obra De vita et miraculis matrum Emeritensium, circunscri-
hiendo á su metrópoli, y más aún á su propia basílica, el pensa-
miento que Isidoro había hecho general á los dominios visigo-
dos. Con tal intento, ponía el diácono de Santa Eulalia en
396 BADAJOZ
contribución las tradiciones de aquella celebrada iglesia; y ya
apelando á la memoria de los ancianos, ya recordando lo que él
mismo había visto y en que había tenido parte, presentaba á la
admiración de los católicos los más insignes testimonios de pie-
dad, mansedumbre y fortaleza de alma en las vidas del Niño
Augusto y de los obispos Paulo, Fidel y Masona, cuya gran fi-
gura llena principalmente el cuadro que se propuso bosquejar
el entendido Paulo (i).
«Cuando apreciado ya el intento que mueve su pluma repa-
ramos en las cualidades que le distinguen como historiador, lí-
cito nos parece observar que si bien le hallamos respecto del
lenguaje menos atento al estudio de la antigüedad clásica que
los ingenios de la corte (en lo cual puede también tener alguna
parte la ignorancia de los trasladadores), no se muestra digno
de competir con ellos respecto de las verdaderas dotes de escri-
tor que deben sobre todo servir de fundamento al fallo de la
crítica. Riqueza de inventiva, claridad y brillantez de expresión.
(i) De esta manera se explica el mismo Paulo al poner término á sus tareas,
rogando á los lectores que atiendan más á la sinceridad de su intento que á los
aciertos de su pluma: <slllud tamen mantfesiissime cognoscant me amore Christi et
dilecUone Sanctissimx Eulalioe imfulsum ut scriberem^ manifesta retultsse^ vera
proculdubio veraciter exfosuisse.y* (España Sagrada^ tomo XIII, pág. 386).— El
erudito cuanto desconfiado autor de la Historia critica de España y de la cultura
española^ sin dato alguno conveniente, y sólo porque le pareció que Paulo Kmeri-
tense «por su mismo modo de hablar indica ser más moderno», le puso entre los
historiadores del siglo viii, apoyándose también para ello en la autoridad de Don
Nicolás Antonio (tomo XIII, número CXV, pág. 1 83.) Pero precisamente en las ob-
servaciones de Masdeu está la condenación de su aserto; porque si Paulo el Diá-
cono escribió bajo el yugo sarraceno, {dónde se halla en toda su obra una alusión,
por remota que sea, la cual lo indique? Y dedicándose á ensalzar los varones que
florecieron en la basílica de Santa Eulalia durante la época de los visigodos, {cómo
no derrama una sola lágrima para llorar la cautividad en que aquel templo yacía?
El arte, el lenguaje que se revela en las Vidas de los Padres Emeritenses^ nada
tienen por cierto de común con el arte y el lenguaje de Isidoro Pacense, escritor
del siglo VIII, y natural, como Pablo el Diácono^ de la antigua Lusitania. Por lo
contrario, todo manifiesta en él que pertenece de hecho y de derecho á la época
del renacimiento literario inaugurado por San Isidoro, siendo en extremo notable
que hombres tan entendidos como Masdeu no hayan reparado en que, á haber flo-
recido en el siglo viii, respirarían sus biografías el mismo color que da tan singu-
lar colorido á los escritos del Pacense. El maestre Flores creyó, por el contrario,
que Paulo vivió muy á los principios del siglo tu.
BADAJOZ 397
sencillez y orden en la exposición de los sucesos; tales son las
principales prendas que avaloran el libro De Vita Patrum
Emertíensium. Y ora nos revele las místicas visiones del Niño
Augusto, poniendo de relieve el vigor de aquellas creencias po-
pulares que, tomando incremento con el transcurso de los siglos,
iban á enriquecer de maravillosas creaciones el arte cristiano;
ora nos pondere la humildad, el celo evangélico y la pureza de
Paulo y de Fidel, venidos ambos del suelo de Grecia, con lo cual
esclarece de nuevo la influencia ejercida en la civilización espa-
ñola por el imperio bizantino; ora, en fín, presente en Masona,
discípulo de aquellos venerables varones, la gran lucha que el
episcopado católico sostiene, difundiendo la palabra de Dios
entre gentiles y judíos (i), derramando sobre todos los hombres
los tesoros de la caridad, rechazando con noble energía los ha*
lagos y las amenazas de los poderosos y los reyes, empleando
las armas de la elocuencia para disipar los errores del clero
arriano (2), llevando con santa resignación las amarguras de la
persecución y del destierro, y ostentando en el momento del
triunfo toda moderación y templanza, — no se echa de menos la
conveniente fuerza de colorido, bien que procure el ilustre diá-
cono desechar la pompa galana de las palabras y las gárrulas
espumas de ¿a facundia (3). Al poner término á esta interesante
obra daba noticia de la castidad de Inocencio y de la virtud y
ciencia de Renovato, preclaro de estirpe goda, á quien procura
(i) Es notable la siguiente cláusula de la vida de Masona, porque explica
cuanto en otro lugar dejamos dicho respecto á la existencia del paganismo en la
monarquía visigoda: «iVo« solum aulem in omnium fidelium arcanis eins flagrabai
inmensa charitas, sed eiiam omnium indacorum vel geniilium mentes miro dulcedi"
nis suoe affectu ad Christi graliam pertrabebat.» (España Sagrada^ tomo XIII,
pág. 358.)
(2) Véase el cap. XI de las vidas de los padres de Mérida (España Sagrada,
tomo XIII, pág. 362), que es, sin duda, una de las partes más notables de la obra
de Paulo.
(3) Las palabras de Paulo son: a^Omitenles phaleratas verborum pompas eiprce-
Ur mitentes gárrulas facundia: spumas, nunc etiam ea, quas ómnibus modis vera
sunt simpiiciter^ veraciter que aurramus,» (España Sagrada, ut supra, pág. 345.)
398 BADAJOZ
retratar en breves y significativos rasgos. — Paulo, que alcanza
los reinados de Receswinto y de Wamba, fallece en el año 672
de Cristo (i).>
Por todo lo expuesto bien se ve la importancia que prestó
Paulo á la literatura cristiana en el siglo vii.
Poco antes que falleciese este escritor había dejado de exis-
tir otra celebridad emeritense. Nos referimos á Eusebia Patricia,
ilustre matrona del siglo vi, nacida en Mérida el afto 548. Estu-
vo casada con Strategio (2) y se distinguió mucho en los
primeros tiempos del cristianismo, por abrazar la nueva doc-
trina.
Paulo habla de esta mujer, sabia y valerosa, con gran res-
peto, y se supone que sea esta á la que dirigió el papa Grego-
rio I el Grande una de sus mejores epístolas.
VI
Después de cuanto hablamos de la mártir Eulalia, de Paulo
Saturnino, de Paulo el Diácono y de Eusebia Patricia, forzoso
nos será decir algo sobre el origen y vida en la historia ecle-
siástica del obispado, primero, y el arzobispado después, de Mé-
rida, punto este tan debatido por eruditos y cronistas.
No consta la fecha de cuándo se creó en Mérida sede epis-
copal, ni lo dice Gil González Dávila, ni el canónigo Solano de
Figueroa; y es evidente que tuvo obispos desde principios del
siglo II. Constancio lo fué en 204 y Mauro en 209.
Saulo aparece obispo en 230. En 249 ocupaba su vacante
(i) Rodríguez de Castro, Biblioteca Española^ tomo II, página 348, col. a.*
(2) Una nota que hace al capítulo primero del libro de Pauli Diaconi Emeri"
tense^ Moreno de Vargas, trata largamente de la vida de Strategio.
BADAJOZ 399
de Marcial, depuesto por la acusación contra él presentada por
San Cipriano y varios de sus colegas, como él obispos en
África.
En aquellos tiempos vivía en Mérida un diácono muy respe-
tado de todos los cristianos, por sus virtudes y acaso más aún
por su ciencia. Se llamaba Lelio, y por su conducto pasaron las
pruebas para acusar de libelático á Marcial. Lelio, á quien San
Cipriano y demás obispos africanos escribió su célebre epístola,
á él dirigida, y á la ciudad ó plebe de la iglesia emeritense, en-
tregó el documento á la autoridad de los obispos lusitanos y el
pueblo depuso al arzobispo que después condenó el papa en
prueba de tan justa deposición. Siguen después de Marcial, y
casi sin interrupción:
Félix, nombrado en 252 hasta fines del siglo iii.
Liberio, hasta después del año 314.
Florencio, hasta el 357, viniendo á ser este el último de los
obispos emeritenses, y también el primero de sus arzobispos,
pues en él se creó la metrópoli al año de 341, dependiendo de
su autoridad todos los obispos de la Lusitania.
De los arzobispos que han quedado memoria son los si-
guientes:
Idacio, hasta el año de 385.
Patruino, hasta el de 402.
Gregorio I hasta el de 414.
Antonino, hasta el de 448.
Paulo, desde 530 hasta 560.
Fidel, desde 560 hasta 571.
Mazona, desde 573 hasta el de 606.
Gregorio II hasta 607.
Inocencio, desde 607 hasta 616.
Renovato, desde 616 hasta 632.
Esteban I, desde 632 hasta 636.
Orencio, desde 637 hasta 653.
Proficio, desde 655 hasta 670.
4O0 BADAJOZ
» »
Justo, desde 671 hasta 680.
Esteban II, desde 680 hasta 684.
Cenón, desde 685 hasta 688.
Máximo, desde 688 hasta 699.
Féh'x, desde 730 hasta 759.
Ariulfo, desde 840 hasta 871.
Máximo asistió á la entrada de los árabes en Mérida, y la
destrucción de los templos cristianos.
En principios del siglo xii, abatida la ciudad de Mérida al
ser un pueblo secundario y dependiente de los jefes almohades,
su dignidad metropolitana se trasladó á Santiago de Compos-
tela, según bula del papa Calixto II, fechada en Roma el año
de 1 109.
Desde esta fecha Mérida quedó reducida á dos parroquias,
dependientes del arzobispado de Santiago, y D. Diego Gelmírez
fué el primer prelado compostelano (i), que tuvo autoridad en
la Iglesia emeritana.
(i) Rigió hasta 11397 «consiguió del papa Calixto II, que la Iglesia composte-
lana fuese arzobispal y metropolitana, trasladando á ella esta dignidad de Mérida.
También obtuvo del Pontíñce Pascual II los 7 canónigos cardenales y demás dig-
nidades que hoy gozan. Formó su cabildo de hombres eminentes, siendo el depó-
sito de donde fueron á tomar sus prelados las demás iglesias de España. Don
Alfonso VII le dio para sí y sus sucesores el título de capellán mayor del reino de
León. Calixto II, á ruegos del arzobispo, concedió el jubileo á Santiago.» (Madoz,
Diccionario geográfico, t. XIII, pág. 824).
CAPÍTULO XIV
LoB Godoa en Mérlda.— Su sumlsldn á los árabes
Kl Conventual
Aobald - Allahben - Uobamed - ben - Ahmed- Kscaklul - el - Uarld
A irrupción de los bárbaros vino
en parte á destruir todos los mo-
numentos que los romanos levan-
taron en Mérida. Alanos y Sue-
vos, que ocuparon la Lusitania,
disputaron valerosamente toda
ella palmo á palmo á los romanos»
dirigiendo su mayor empeño en la
ocupación de Mérida, como ciudad
principal . Los Alanos primero la sitiaron en 4 ii . Atace estableció
su corte en ella y la dominó hasta 4 1 9 en que el rey Walia, con
30,000 soldados, unido á los romanos, se determinó á sitiarla.
Libróse la batalla á cuatro kilómetros de Mérida, pereciendo la
flor de ambos ejércitos, y Atace y Walia sucumbieron también.
Tal fué el furor de los combatientes que según cierto cronista no
402 BADAJOZ
quedaron para gozar de la victoria, y los romanos entraron en
Mérída, dominándola segunda vez. Pero no podían gozar de ella
por mucho tiempo. Los romanos habían de ser vencidos, nece-
sariamente, en todas partes. Su estrella se iba eclipsando poco
á poco.
En 429 Hermigio se dirige á Mérida con poderosas huestes
y prepara batalla para sitiarla. Los romanos, dispuestos á la de*
fensa, le preparan valeroso combate. Hermigio intenta que su
ejército atraviese el Guadiana, dando él ejemplo á sus capita-
nes, queriendo pasarlo primero; pero la corriente del río pudo
más que su caballo y ambos perecieron bajo el fondo de las
aguas, siendo tal la aflicción que este suceso llevó al ejército
sitiador, que al punto abandonó la Lusitania, no faltando autores
que este hecho casual y propio de los azares de la guerra, lo
atribuyan á milagro obrado por la intercesión de Santa Eulalia (i).
Un año más tarde, en 430, haciendo Rechila la guerra á los
romanos que ocupaban la Lusitania, después de vencer en la
Bética al famoso Andeboto, cayó sobre Mérida, que tras porfía-
do sitio se le rindió, tratándola con todo rigor, porque destruyó
sus mejores monumentos y fijó su corte en ella, para extender
las conquistas hasta Lisboa. Su hijo Rechiario le sucedió en el
trono, reinando hasta 436, en que los romanos fraguaron una
rebelión contra él y le mataron en las calles, cuando se defen-
día valerosamente, siendo este el tercer rey que reinó en Mérida.
Los godos vieron con pena la Lusitania en poder de sus
enemigos, y Theodorico, con el propósito de conquistarla, formó
un numeroso ejército, dirigióse hacia Mérida, que encontró ocu-
pada por valerosos soldados que le ofrecieron una resistencia
tan tenaz y formidable que tuvo necesidad de desistir de sus in-
(i) Fernández Pérez, apoyado en el cronicón falso atribuido al obispo Idacio,
refiere lo siguiente: «Dice este escritor, que viniendo contra Mérida el rey suevo
Hermigio, y haciendo desprecio de la ciudad, con injuria de nuestra santa, vengó
el cielo su atrevimiento, precipitándole en el río Ana, cerca de la ciudad». (Hisioría
de Mérida^ pág. 1 1 1),
BADAJOZ 403
tentos y abandonar el sitio, evacuando la Lusitania, suceso que
también los cronistas emeri tenses atribuyen á milagro (i), que-
riendo explicar, sin duda alguna, todos los sucesos de la historia^
por la acción sobrenatural del ya desacreditado recurso de la vir-
tud secreta de los santos.
Pocos recuerdos, relativamente con los romanos, dejaron
los godos en Mérida. En las excavaciones verificadas en esta
ciudad, en 1792, aparecieron multitud de estatuas, inscripcio*
nes, y columnas procedentes de estos dominadores, y sobre cu-
yos restos se ocupa Masdeu (2), aunque no con la detención y
la inteligencia que emplea para otros estudios menos impor-
tantes.
Examinando en el tomo xix de la Historia crítica de Espa^-
lía los dibujos que publica Masdeu de las estatuas encontradas
en Mérida, se ve claramente ser obra de los godos, confirmando
esta opinión nuestra las con ellas halladas, y que hasta hoy nin-
gún autor ha querido interpretar, y hasta el mismo Masdeu re-
nunció á entenderlas, incurriendo en justas censuras por parte
de los eruditos y arqueólogos modernos. Las indicaciones de
este autor, considerando estas estatuas y lápidas como del tem-
plo de Diana, ó dedicatorias á esta diosa ó á Lucina, como pro-
( I ) Fernández Pérez dice sobre el particular lo siguiente:
«Theodorico, Rey de los godos, juntó luego un ejército y vino sobre Mérida,
que la sitió en el mismo año de cuatrocientos cincuenta y seis, y entonces, según
afirma el mismo Idacio en su Cronicón, sucedió otro milagro que obró Santa Eu-
lalia, la cual, como protectora de la ciudad, pretendiendo saquearla Theodorico,
lo aterró con portentos y amenazas, y obligó á los sitiadores á levantar el sitio.
Es tradición que este milagro sucedió en el sitio que hoy se llama la Godina, donde
estaba acampado el ejército godo, y es una altura que domina la ciudad á la parte,
del Nordeste, á la cual le quedó el nombre de Godina, porque allí fué aterrado y
castigado el ejército godo. Eurico, hermano y sucesor de Theodorico, volvió otra
vez sobre Mérida, el año de cuatrocientos sesenta y siete: la sitió, la ganó, y como
era hereje y enemigo, tanto de los católicos como de los romanos, manifestó su
odio contra unos y otros acabando de destruir las casas, muros, estatuas, colum-
nas, acueductos, termas, obeliscos, inscripciones y cuanto había que fuese obra
de romanos. Entonces acabó para siempre en Mérida el imperio de éstos y se esta-
bleció con asiento fijo el de los godos.» (Historia de Mérida^ pág. 1 1 1).
(a) Historia critica de España, traducida del italiano por D. N. C. 20 tomos
en 4.** (Madrid, 1783.)
404 BADAJOZ
tectora de las parturientas, son poco acertadas, pues las cuatro
estatuas que reproduce en el tomo ya citado, son góticas, mejor
dicho, visigodas. Lais de la página 364 representan la primera al
rey Ataúlfo, con una inscripción en la peana que dice ATAÚL-
FO REY GODO, y la segunda es la de Placidia mostrando,
á su hijo muerto y metido en la caja de plata en que le enterra-
ron. Las de las páginas 363 representan á Teodomero, una y á
Chindaswinto, otra. De esta última da Barrantes y Moreno (i)
un dibujo copiado de los tres que Constanzo acompañó en su
obra inédita, para excitar á los eruditos á indagar su paradero;
pero es muy difícil encontrar la estatua de Teodomero por el
dibujo este, bien diferente al original. Los dibujos que enviaron
á Masdeu de estas estatuas, ocho años después de descubiertas,
serían acaso más exactos, y por ellos, de conservarse hoy, se
podrían hacer nuevas observaciones, aclarando cuanto han emi-
tido sobre el particular diversos autores, y quizás podría llegar-
se á conocer la verdad en este punto histórico tan importante
para Merida.
En el dibujo de Teodomero se representa medio cuerpo del
rey colocado sobre una repisa cónica como las más comunes
que se ven en las construcciones de la Edad-media para colocar
imágenes de santos. El busto del monarca ostenta sobre su ca-
beza un gorro bajo una corona con radíos redondos en sus pun-
tas y unidos todos, en forma de la corola de una margarita, y
en la propia forma que se le ve en sus monedas, toscamente
acuñadas (2).
Masdeu no ha querido interpretar la inscripción que tiene
esta estatua, sobre la cual se han hecho diversas conjeturas que
(1) Barros emeriienseSyi^Aaáríd, 1877.)
(2) En Mérida se batieron multitud de monedas en tiempo de los godos como
en el de los árabes. De un cuño muy grosero las hemos visto de varios monarcas,
y con especialidad de Leovigildo, de Recaredo, de Liuva II, de Witerico, de Sise-
buto, de Sisenando, de Chintila, de Tulga, de Chindaswinto, de Receswinto, de
Wamba, de Ervigio, de Egica con Witiza, y de Witiza solo.
BADAJOZ 405
han sembrado la duda hasta en los más avezados á esta clase
de estudios, sin explicárnoslo nosotros, porque no ha habido
motivo para estas confusiones. En la parte del gorro que cubre
la frente del monarca es donde está la inscripción, y no en el
pedestal como la tiene la que copia Barrantes y Moreno. Reduci-
da á caracteres latinos, es como sigue: DMINO QD. Y la
otra, de la misma página, y con las mismas reducciones, dice:
TEDOMERO. N.P.O.E. La de la página 364 es como sigue:
ATAUFA. RE. GOTIC. Todas ellas debieron pertenecer á
un mismo edificio en que estuvieran las estatuas de los reyes
godos que hasta su construcción se habían sucedido; y para que
no faltase ninguno, pusieron á la mujer de Ataúlfo con su hijo,
porque le considerarían con derecho á reinar, y hubiera reinado
á no haber muerto niño. Si el Tedomero fué el último rey godo
ó general (en la estatua no tiene corona, y sí un gorro de la
forma de los catalanes), debemos suponer sus hechuras durante
la dominación árabe en aquella ciudad.
Si esta interpretación es acertada, estas estatuas son de
mucho interés; pues además de haber muy pocas de su época,
su existencia nos prueba hasta qué punto eran tolerantes los
árabes de Mérida con los cristianos, permitiéndoles tener un
edificio decorado con las estatuas de sus antiguos reyes.
Pero, ¿qué edificio sería este? Nadie lo sabe, nadie tampoco
lo indica. Acaso no iremos muy desacertados diciendo que sería
el templo metropolitano, pues como hemos dicho en el capítulo
anterior, obispo hubo en Mérida, desde los comienzos del si-
glo III hasta 341 en que se creó metropolitano, y con arzobispo
vemos esta ciudad hasta principios del siglo xii que por bula de
Calixto II trasladó esta dignidad metropolitana á Santiago de
Compostela. Pues bien; en casi nuevecientos años que tuvo Mé-
rida obispo primero, y arzobispo después, natural era que con-
tase con una catedral. Que la hubo es indudable, si atendemos
á la importancia que reunió su metrópoli, mayormente en los
siglos v al VII. En Mérida se celebraron Concilios, y en Mérida
406 BADAJOZ
se fomentaron también las luchas de escuela entre los hetero-
doxos y ortodoxos, durante la segunda mitad del siglo vi, pues
en aquella lucha famosa de ideas y de principios, que acentua-
ban nuestros concilios y vigorizaban teólogos y prelados distin-
guidos, Extremadura no llevó la menor parte. Testimonio de
ello es el arrtanismo. Las escuelas ñlosóñcas siempre han tra-
tado de vivir en lucha entre sí. Parece como que se depura la
verdad con la discusión y se agranda la ciencia humana con el
triunfo, cuando después de una discusión larga de principios la
verdad vence. Así pasa siempre y así ocurrió entonces á la apa-
rición del arrtantsmo, Leovigildo era, puede decirse, el jefe de
esta escuela. No estaba solo el monarca, que tenía muchos pre-
lados, algunos tan ilustrados como el célebre Mazona, arzobispo
de Mérida, centro á la sazón de estas luchas filosóficas. Recare-
do combate á los adeptos de Leovigildo y los vence, procla-
mando su victoria juntamente con las victorias del cristianismo,
en tanto que Mazona queda depuesto, como lo había sido tres-
cientos años antes otro prelado emeritense, Marcial.
Y cuando tanta importancia tuvo la metrópoli emeritense,
es natural que desde el siglo iv contase con una catedral.
¿Dónde estuvo ésta? ¿Qué edificio fué? Punto es este sobre el
cual guardan profundo silencio Moreno de Vargas y Fernández
Pérez. Creer que lo fuesen las parroquias que en la actualidad
cuenta Mérida, sería un absurdo. Son edificios que á lo sumo
pertenecen al siglo xv. Tampoco existen vestigios de otro al-
guno que pudiese haber sido un gran templo cristiano, propio
para metrópoli: y las estatuas, columnas y demás restos encon-
trados en 1792, parecen propios de este edificio, que acaso
fuese destruido con la entrada de los árabes en la ciudad, cuan-
do vivía el arzobispo Máximo, ó en vida de su último arzobispo,
Ariulfo, muerto en 870.
Ervigio restauró el puente de la ciudad, como decimos en
el capítulo XI, y más tarde hizo otras reparaciones en sus mura-
llas, como consta por una lápida encontrada en 1792 en las in-
BADAJOZ 407
mediaciones de la Naumaquia y cuyo texto se ha perdido,
porque no se tuvo la previsión de copiar, ni de publicarla oportu-
namente.
II
Decaída y mucho Mérida en la invasión de los árabes, con
los mejores de sus ediñcios destruidos, llegó á sus puertas el
moro Rasis, entró en la ciudad, recorrió sus calles, y al salir
para Sevilla dijo: cque nom ha hombre en el mundo, que cum-
»plidamente pueda contar las maravillas de Mérida.»
Pero todos los historiadores concuerdan en que esta ciudad,
en los momentos de la invasión agarena, resistió valerosamente
las huestes de Muza, á quien obligó que aceptase su capitula-
ción, rindiéndose el 23 de Octubre del año 715 y permanecien-
do bajo el poder sarraceno hasta el año 1228. Durante estos
513 años del poder de los árabes, Mérida ocupó un lugar im-
portante en la historia musulmana, con sucesos de gran impor-
tancia, siendo uno de sus waliatos más notables. Esbaá fué el
walí ó emir más distinguido de Mérida, como el célebre Adalfe,
hijo de Mohamed, rey de Badajoz, el que la restauró (i).
Fué, no obstante, este período de grandes turbulencias, y
bien puede decirse que Extremadura árabe es un interminable
(i) Reinaron en ella Hixen y Alhaken (805) y fué gobernada por los siguien-
tes emires:
I.— Esbbá ó Esbaá.
II.— Adalfe (hijo de Mohammed, Rey de Badajoz).
III.— Abdalá-Muslamá, más tarde rey de Badajoz, con el nombre de Almanzor I.
IV.— Abderrahmá (hijo de Alhaken, Rey de Badajoz).
V.— Ibn-Kasi (Ahmed).
VI.— Syr-Ben-Bekir.
Vn.— Casir-Omar.
408 BADAJOZ
tejido de sublevaciones contra el Califa, ora promovidas por
conspiradores de real estirpe, ora por los turbulentos berberis-
cos, ora también por los renegados de esta parte, pero siempre
auxiliadas por renegados, cristianos y judíos, que eran el alma
de todas ellas. Mérida se sublevó en 788, 805 y 810 por causa
de los príncipes reales que tenían el gobierno de la comarca;
en 838, por descontento de los cristianos, con motivo de la co-
branza de los tributos; en 835 (i), por la acción combinada de
(i) El Califa hubo de tener conmiseracióD con estos revoltosos, concedién-
doles una amnistía, hecho que consignaron en lápida grabada lo emeritensesi,
fijándola en los muros de su fortaleza. Decía así:
En el nombre de Dios piadoso y misericordioso;
con la gracia de Dios y su auxilio,
A la gente de la obediencia de Dios.
Decreto de r alineación del pacto piíhlico
en favor de la obediencia de Emir-
Abd-el'Rhamanf Den-e l-Hochmf
d quien Dios prospere^ por el cual restituye
d su gracia el partido extraviado de Ahdallah.
En la ciudad sujeta al imperio en el mes de
Rabié último^ año veinte y doscientos.
Abderramen, hijo de Hochm, de la familia Omeya, y cuarto califa de España,
empezó su célebre reinado en la Hégira 1 86, correspondiente al año 802 de nues-
tra era, aunque Fernández Pérez supone que fué en 828, según cuenta á la pági-
na 1 1 7 de su Historia de Mérida, en los siguientes términos :
«La ciudad, mal habida con sus Gobernadores árabes, se conmovió y rebeló .
contra ellos el año de 827, armándose con mucha gente y haciendo muchos dea-
trozos, consiguientes á un desorden. Acaso los cristianos ayudarían en secreto
esta revolución, entendidos con las tropas del rey D. Alonso II que andaba por la
Lusitania. Alaacam envió desde Córdoba un ejército á sitiar á Mérida, y en eStc
sitio fueron destruidas las casas de campo y edificios que había fuera de Mérida,
y taladas todas las huertas. El rey moro parece que no quería se hiciesen estos
destrozos, y que dio orden para que la ciudad no fuese entrada por fuerza, por-
que la calamidad y el tumulto sería tanto mayor cuanto la ciudad era muy popu-
losay rica. Alargábase demasiado el sitio de Mérida: cada día se aumentaban en
ella los males: corrían por sus calles más de cuarenta mil hombres, gran parte de
ellos armados, y por precisión habían de suceder robos y saqueos en las casas
de los mercaderes y gente r¡<;a, según dicen las historias árabes. En ésta, los ve-
cinos que querían la paz trataron de poner fin á tantos males, y concertaron entre
sí en secreto el modo de entregar la ciudad al ejército del rey Alaacam; y una
noche le proporcionaron el que las tropas de Toledo se apoderasen de las puer-
tas y de las torres, en silencio ; siguió luego la caballería del Algarve, y se foi*mó
en las tres primeras plazas interiores de las tres puertas, que creo eran laS de
BADAJOZ 409
cristianos, renegados y berberiscos que acaudillaba Abdelgebir,
que en 828 se hallaba coaligado con Alfonso II el Casto. £1
resultado de todo esto fué que los cristianos soportasen todo el
furor del monarca cordobés, y hacia el año 850 sostuviesen una
enérgica resistencia contra Abderramán II, en términos tales,
que la actitud de los mozárabes trajo consigo una violentísima
persecución en que el metropolitano de Méridá Ariulto, aprobó
el heroico comportamiento del Abad Sansom, contra los que
transigían con el Califa, y condenó la resolución tomada contra
aquél, y por sugestión de éste, en el concilio celebrado entonces
en la corte bajo la inspiración del funesto Hostegesis.
Pero hubo más; en 862 el walí ó emir de Mérida se rebeló
contra el rey de Badajoz, viniendo en ayuda de este monarca e|
de Córdoba, Mohamed, que ganó la ciudad, la quemó, y des-
truyó todas sus murallas. Ordoño II, y más tarde Ramiro II, la
sitiaron, causando muchos daños á sus ediñcios, y grande mor-
tandad en su vecindario, que cayó en desgracia de los reyes de
Córdoba por sus continuas revueltas.
Entretanto Badajoz, que en poder de los muladíes adquirió
grande importancia, pasó á ser la capital de la provincia de Lu-
sitania y Algarbe con motivo de haber quedado tan destruida
Mérida en las anteriores insurrecciones ; y el walí badajocense,
Obeidala-ben-Ahmed-ben-Jalí, natural de Córdoba, hubo de con-
trarrestar briosamente el impulso de las armas cristianas en 937,
940 y 949, fechas que simbolizan otras tantas derrotas para el
rey D. Ramiro II.
En el pacífíco reinado de Alhakem II parece haber seguido
Badajoz senda nueva ; pues como este monarca era enemigo de
Oriente, Mediodía y Norte; pues la entrada y puerta del puente del Guadiana,
como en aquel punto estaba la fortaleza principal, se hallaría bien asegurada y
custodiada por sus contrarios. A la venida del día íueron sorprendidos todos los
amotinados; quedaron muertos en las calles como setecientos de ellos; la multi-
tud desapareció al momento; los caudillos huyeron, y el rey perdonó al pueblo.
Esto sucedió el año de 828.»
5a
410 BADAJOZ
la guerra, se dedicó á proteger la cultura y las bellas artes, y á
fomentar el saber en sus dominios. G>nde cita en este reinado
á un cadí de Badajoz, llamado Abu- Walid- Joñas- ben-Abdala,
cuyos versos muy celebrados entre los ingenios, y cuya recono-
cida virtud le granjearon el aprecio del rey, que le llevó á su
corte ; si bien el honradísimo y austero escritor se cansó pronto
del mundanal ruido y del fausto de la vida cortesana, y con la
venia del rey marchó á vivir á una soledad de Algarbe, donde
se ocupaba en escribir sus obras ascéticas, inspiradas en el me-
nosprecio del mundo. También florecía por entonces Suleimán-
ben-Batal de Badalyos, llamado Ain-Ghudhi (ojos dichosos), á
causa de que todas sus notables poesías comenzaban con estas
palabras.
El mismo rey Alhakem II había mandado á gobernar la pro-
vincia de Algarbe, al famoso persa Sabur ó ^por, que perma-
necio en Badajoz desempeñando su cargo durante el reinado de
Hixem II, y á la muerte de éste se declaró independiente, echan-
do así las bases del reino de Algarbe, regido desde el afio loio
por la famosa dinastía de los Aftastdas.
III
Pocos recuerdos dejaron los árabes en Mérida. Aparte de
la recomposición de sus murallas y del puente de Albarregas,
restaurado por ellos, sólo podemos citar una obra en ruina, que
pueda ser visitada por el viajero. Nos referimos á su Alcázar ó
fortaleza, denominado hoy Conventual por haberlo convertido
en convento monástico los freiles de la Orden de Santiago,
correspondiente al obispado de San Marcos de León.
Apenas existen vestigios de alcázar levantado en el sitio que
hoy ocupa, por Abderramán, rey de Córdoba, el año 836 de la
BADAJOZ 411
era vulgar, luna Rabié postrera, aAo 220 de la hégira árabe;
pero su existencia se declara en la puerta de entrada del edificio,
por el baluarte ó patio fortificado que había que atravesar des-
de el puente, para penetrar en la ciudad, y sobre la que se en-
contró una inscripción lapidaria que decía así :
En el nombre de Dios misericordioso
y piadoso f la bendición de Dios^
y su poderoso amparo al pueblo de la obediencia de Dios
se mandó edificar esta fortaleza^ y su muro^
gobernando al pueblo de la obediencia de Dios,
el Amir Abderrahman, hijo de Abdala-ben-
Coleib'ben-Thaalba y de Gaifar-ben-Muhusin
su siervo, geje de los arquitectos, en luna Rabie
postrera año veinte y doscientos (i).
Las ruinas de este alcázar asombran todavía al observador,
demostrando su simple vista, que tan soberbia construcción
puede reputarse como una de las fortalezas ó castillos más sóli-
dos de las edades remotas. Sus lienzos de muralla del Poniente
y Sur, cuajados de torres de altura y diámetro considerables, y
la estructura de sus gigantescos sillares colocados bajo la ley
general de la gravitación de los cuerpos de la naturaleza, son la
prueba ostensible de la aserción precedente.
Es notable asimismo y digno de un examen detallado y minu-
doso, un aljibe que contiene con una doble escalinata para des*
cender á su arca ó depósito de agua, que abastece el río Gua-
diana, á través de una boca grande, practicada en la muralla.
La fábrica de este aljibe, más bien que arábiga, parece
gótica, y en él existen los fragmentos columnarios y piedra con
inscripción prehistórica, procedentes acaso de algún templo grie-
go, quizás dedicado á Baco, por los dibujos y adornos escultu-
rescos que en las piedras se hallan grabados.
En sus inmediaciones, parece que también hubo una capilla
(i) E8to es, 816 de la era cristiana.
412 BADAJOZ
ú oratorio, donde los duques de Mérida asistían al sacrifício di-
vinó con toda su familia y servidumbre, mansión religiosa que
fué convertida después en mezquita, y vuelta á la religión católi-
ca, en la época de la reconquista.
Los romanos, los godos, los árabes y los cristianos han tra-
bajado respectivamente, en esta grandiosa obra, construyendo
la fortaleza cuya arquitectura es del tiempo de Trajano; el alji-
be, que se atribuye al rey Wália, el alcázar á Abderramán, de
Córdoba, y el Conventual, al Maestrazgo de Santiago, después
de que D. Alfonso IX de Castilla reconquistó la ciudad expul-
sando de ella á los sarracenos.
IV
Fuera de estos restos árabes, pocos recuerdos dejó en Mé-
rida la civilización musulmana, en cuyo período florecieron en
la ciudad multitud de genios preclaros, que la ¡lustran y esclare-
cen. El botánico AlhakenAlazur-Ben-Muar, nacido en 540 de
la Hégira, y más que ningún otro el famoso AobaidAllah-ben*
Mohamed-ben-Ahmed-Escakiul-el-Marid, jefe de la gente Almo-
hadesa en el reino de Badajoz, cuando le gobernaba Tramayeta-
Goltan, sucesor de Agucajera, en 524 de la Hégira (1139 de
Cristo) .
Había nacido Aobaid en Mérida, llamada entonces Marid^
el año de 495 de la Hégira, y iioi de Cristo, y pertenecía á
una de las familias más notables que existían por aquellos tiem-
pos en la corte de Badajoz, como que uno de sus antecesores,
Aben-Abed, había reinado en 433, del 1041 de Cristo, y puede
decirse que fué el fundador de la monarquía badajoceña.
Educado Aobaid en la política de su tiempo, y cuando esta-
ba en condiciones de influir en los destinos del pueblo Lusitano,
BADAJOZ 413
púsose al frente como caudillo de la gente Almohadesa (vence-
dora en otros tiempos de los árabes que en su primera invasión
poblaron el Algarve y la Lusitania), y quiso resistir á los Almo-
rávides ó Lemtzunieses ^ que vinieron á disputar el dominio del
territorio Lusitano, empujados por los auxilios que recibieron
de los árabes del reino de Córdoba.
Tramayeta-Goltan resistió algún tiempo á los invasores, con
quienes capituló al ñn, estableciendo después con ellos transac-
ciones para asegurar su trono; pero Aobaid fué víctima de su
valor y lealtad á la causa de los Almohades y sucumbió ante la
crueldad de los almorávides, que no quiseron perdonarle ni oU
vidar, después de su victoria, la consecuencia y lealtad del in^
trépido emerítense, y apenas prisionero éste le dieron muerte
en el día 29 del mes de Ramadán el Grande, del año de 539,
que corresponde al de 1 144 de nuestra era.
Se comprueban todas estas fechas por la feliz casualidad de
haberse encontrado en 1877 la inscripción de su sepultura, en
las excavaciones que se hacían abriendo cimientos para la am-
pliación de un edifício militar de Badajoz, conocido por el
nombre de Cuartel de la Bomba (i).
Dice así esta curiosa sepulcral, según la traducción hecha
por D. R. A. de los Ríos (2):
(i) y junto á esta inscripción se encontró la qiie hacía referencia á Xequé^
otra celebridad en los sucesos que tuvieron lugar en Badajoz el año i i6i.
Sobre la traducción de estas dos lápidas publicamos un trabajo recientemen-
te (a), y no creemos pecar de inoportunos extractando aquí algunas noticias que
más directamente se relacionan con estas dos lápidas, hoy depositadas en el Mu-
seo Arqueológico de Madrid. Estas dos lápidas miden la una 5 7 centímetros de
largo, 28 ancho y 3 grueso, y la otra 52, 32 y 7 centímetros respectivamente.
Están bastante bien conservadas y fueron encontradas á unos 3 metros de profun-
didad por bajo del suelo natural.
(2) Véasela Memoria acerca de algunas inscripciones arábigas de España y
Portugal^ publicada por el Museo Arqueológico Nacional, pág. 253 y siguien-
tes. (Madrid, Imp. de Fortanet, 1883.)
faj Dos Sepulturas árabes. (Reciurdos de Extremadura, págs. 67 á 74. — Fregenal de la Sierra, 1885.)
414 BADAJOZ
En el nombre de AUdh, el Clemente , el Misericordioso. .
Este es el sepulcro del mártir muerto
violentamente (apiádese de él Alláh) Obaid-ul-láh-
ben'Mohámmad-ben'Ahmed-hen-Al'Mactuly el emeritense.
Asesináronle las gentes del litsan en el día de la desolación
y de espanto, que lo fué el domingo
día veinte y nueve
de Ramadhán el engrandecido del año
nueve y treinta y quinientos (539 de la H. — 11 44 de J. C.) (i).
Basta lo leído para saberse que Ahmed*Escakiu]-elMarid,
esto es, emeritense ó natural de Mérída, fué sacriñcado por los
Mulatzimunas^ en sus guerras con los árabes que ocupaban
Extremadura, por los años de 1 1 44 de nuestra era, y sobre
cuyo suceso guardan silencio los historiadores árabes.
(i) El P. Lerchundi la traduce de este otro modo:
«En el nombre de Dios clemente y misericordioso. Este es el sepulcro del mártir
•injustamente muerto (séále Dios misericordioso) Aobaid-Alláh-ben-Mohamed-
»ben-Ahmed-Essakiul-el-Marid (a). Matáranle los Mulatzimunas (6), el dia de su
«salida, y esto sucedió el día 39 del mes de Ramadán el Grande, del año de 5 39 (c).»
(a) Mérída le llamó en tíempot de los árabes Mmrid.
ib) Estos eran los Alm^ravUléSf que se llamaron también LémÍMumits, porque esta dinastía tuvo su origen
•n la tribu de Lemiguma, en Sahara.
(<) ir44 de J. C. (cuandoerarey de Badigos Tramayeta*Goltan).— En este afto entraron los Almohades
en Espafta, segün ben*Ferhun, citado por ben-Abd-el*Halim, autor de Rm-tl-KartaSt historiador árabe grana-
dino» en el reinado de Abd*el*liumen. Dice la inscripción que fué mártir, porque los Alm^rmvidMt eran here-
jes para los Almohades.
CAPÍTULO XY
Conquista de Mérida por Don Alfonso IX. — Las Parroquiales do Mérlda.
Loe Veral de Mérida.
Cuatro historiadores emerltenses. — El cardenal Molina y el obispo Nabas.
Mérida moderna
I
uvo Mérida por primer gobernador, en loio, á
Abdalá-Muslama, desde que se declaró Badajoz
corte de los Af tosidas. Destruido poco después el
reino del Algarbe y la Lusitania, primero por los
almorávides, que vencieron al rey D. Alfonso VI
en los campos de Zagala, distantes 30 kilóme-
tros de Badajoz, en 1086; después por los al-
mohades^ gente feroz que nada respetaron, des^
truyendo todo lo poco que habían encontrado en Méri-
da, ora en sus monumentos, ora también en los progre-
sos logrados por su cultura y civilización, permaneció
esta ciudad oscurecida hasta que en 1 230 la conquistó D. Al-
fonso IX de León, después de la famosa batalla de Matanzas,
cerca de sus campos, pasando á ser de la orden de Santiago
desde 1234,
4i6 Badajoz
Este hecho tuvo gran importancia en la historia, pues por
la batalla de Matanzas el rey cristiano logró la conquista de
Badajoz, y de toda la hoy Extremadura. Fernández Pérez, á la
página 121 de su Historia de Mérida^ refiere sobre el particu-
lar lo siguiente: c Destruido el poder africano en la memorable
batalla de las Navas de Tolosa, el año de 121 2, el rey D. Al-
fonso IX penetró por estas tierras de Extremadura con un do-
ble ejército, acompañado del Maestre de la orden de Santiago y
de muchos caballeros y prelados del reino; y después de gana-
da la villa de Cáceres el año de 1229, puso sitio á la ciudad de
Mérida y la conquistó el día 15 de Enero del siguiente 1230-
El rey de Sevilla Abenhut, venía, según parece, en socorro de
esta ciudad con un numeroso ejército de moros, y hallándola ya
ocupada por los cristianos, se acampó cerca de Mérida, sin duda
con el ánimo de sitiarla y recobrarla; mas el rey D. Alfonso le
dio batalla y lo derrotó completamente; cuya batalla fué tan cé-
lebre en nuestras historias, que en aquellos primeros tiempos
no se le conocía á este rey D. Alfonso, sino con el sobrenombre
del que venció la batalla de Mérida. Hay quien dice que en ésta
batalla se apareció el Apóstol Santiago, y en ella murieron
veintitrés Caballeros de la orden de Santiago, de quienes se
hace mención en la calenda ó necrología del Convento de Vélez
el día veintiséis de Enero, que fué sin duda el de la batalla, y
consta en un libro del mismo archivo de Vélez, que once días
antes de la batalla se tomó la ciudad. En seguida de ella pasó
el rey D. Alfonso sobre Badajoz, que también la ganó; y vol-
viéndose desde allá á León, al tiempo que iba á Santiago de Ga-
licia á dar gracias al Santo Apóstol, murió en el camino de Vi-
llanueva de Sarria el 24 de Setiembre de 1230.»
Tales fueron los principales sucesos relacionados con la ocu-
pación de Mérida por las tropas del rey de León. Dada esta
ciudad á los Caballeros de la orden de Santiago, cedieron éstos
al arzobispo compostelano toda la jurisdicción de la iglesia eme-
rítense, viniendo así á confirmar lo mandado por el rey Wamba,
BADAJOZ 417
que trasladó esta metrópoli á Santiago, confírmándolo más tarde
Calixto II, como después autorizó Fernando III lo dispuesto por
los caballeros de Santiago y lo confirmó el Pontífice.
Y desde 1 230 Mérida quedó bajo la autoridad jerárquica
de Badajoz, como capital que fué ya de ambas Extremaduras,
con Capitán General y autoridad superior en el orden civil. En
lo eclesiástico correspondía al gobierno exento de las órdenes
militares, diócesis de San Marcos de León, hasta que en época
muy reciente fué anexionado este territorio al obispo de Ba-
dajoz.
II
Desde mediados del siglo xiii Mérida juega un papel pasivo
en las crónicas extremeñas. Perdida su importancia histórica, sin
monumentos, con una población muy reducida, se limita á la
jerarquía de juzgado de primera instancia, formada por 23 pue-
blos y las 35,000 almas de su partido.
Á dos parroquias se circunscribe la autoridad de su clero; la
de Santa Olalla (Eulalia) y Santa María. La primera es funda-
ción del siglo XIII ó principios del xiv. Su edificio no es monu-
mental, y dentro de él ni el arqueólogo^ ni el artista, encontrará
nada que admirar, fuera del altar de Santa Eulalia, donde se
encuentra la efigie de esta patrona de Mérida, notablemente
ejecutada.
En el muro de la derecha de la capilla de los Remedios, se
lee la inscripción siguiente:
59
4l8 BADAJOZ
ESTA CAPILLA DE
NUESTRA SEÑORA DE LOS REME-
DIOS FUNDÓ EL MUY ILUSTRE CABALLERO
D. DIEGO DE VERA, CAPITÁN GENERAL, Y TRECE DE LA OR-
DEN DE SANTIAGO , COMENDADOR DE CALZADILLA, Á
QUIEN LOS REYES CATÓLICOS D. FERNANDO Y DOÑA
ISABEL HICIERON POR SUS MUCHOS Y SEÑALADOS
SERVICIOS, DE QUE ¿L Y SUS SUBCESORES EN SU
CASA PUEDAN HACER TREINTA ESCUSADOS CADA
AÑO PERPETUAMENTE. REEDIFICÓLA SU SÉP-
TIMO NIETO D. VIZENTE XAVIER DE VERA,
CONDE DE LA ROCA Y DE EL SACRO
IMPERIO, MAYORDOMO DE SEMANA DE
LA REINA NUESTRA SEÑORA.
AÑO DE 1742.
El capitán general D. Diego de Vera había nacido en Mé-
rida en los mediados del siglo xv. En sus primeros años entró
en la milicia y se cruzó de caballero de la orden de Santiago,
siendo trece de la orden y comendador de Calzadilla.
En las guerras contra Italia y Francia y contra los moros, y
con especialidad las sostenidas en el reino de Granada, á las
que ya iba de general, hizo proezas de valor. Por sus servicios
los Reyes Católicos le concedieron varias preeminencias y altos
honores.
Viejo ya, se retiró á Mérida, donde fundó una capilla en la
parroquia de Santa Eulalia, dotándola de mandas y beneficios
para su alma y las de sus herederos.
No tenemos otras noticias del general Vera; pero por la
relación que se hace en las crónicas de Italia, de las guerras allí
sostenidas en tiempos del Gran Capitán, sábese que D. Diego
de Vera jugó en ellas gran papel, muy especialmente en los
sitios de Arani y Barletta, donde aparece como capitán, después
de haber combatido en Careliano con denodado valor.
En el desafío de los once españoles con los once franceses,
propuesto por el famoso Bayardo, D. Diego de Vera estuvo á
la altura de su buen nombre y no desmereció en nada, pues se
pudo comparar á Diego García de Paredes. En 1530 era ya un
afamado general, y su nombre figuró como alcaide de la forta-
leza de Mérida en afíos anteriores.
Á su fallecimiento, ocurrido en Mérida, dejó varios hijos, y
entre ellos á dofia María de Vera, señora muy principal, que
hizo muchas fundaciones benéficas.
HERIDA. -Iglesia de Santa Eulama
La parroquia de Santa María es de la misma época que el
templo anterior, y en su construcción se observa que emplearon
restos de edificios romanos, pues en varias partes de su fachada
se ven trozos de columnas, arquitrabes, frisos y otros restos de
edificios mucho anteriores á ella.
Hoy no existen en Mérida abiertas al culto, fuera de estas
dos parroquias, más que un modesto templo auxiliar de la se-
420 BADAJOZ
gunda, Santa Catalina ; la iglesia del convento de religiosas de
la Inmaculada Concepción ; la del Carmen, en el hospital de
alienados; la de San Juan de Dios, en el hospital de este
nombre; un oratorio particular del Sr. Pacheco y Blanes, en la
calle del Obispo y Arco^ y el santuario de Santa Olalla, adya-
cente á la expresada parroquia.
Los antiguos conventos de descalzos, franciscanos y domini-
cos, como los monasterios de Santa Clara y de la Piedad, han
desaparecido bajo las leyes de la exclaustración y de la des-
amortización.
III
Muchos hombres célebres ha dado Mérida á la patria en la
época moderna, no menos que en la antigua. Los Veras y Cam-
pos, los Veras Pantojas y los Veras y Zúñiga, ocuparían por sí
solos un tomo abultado si hubiésemos de consignar los hechos
más notables de todos los de estas familias emeritenses de más
gran memoria; más modestos están el cardenal Molina, el obispo
Nabas, Gómez Bravo, Fernández de Mesías, Moreno de Var-
gas, todos historiadores del siglo xvii; Francisco Ulloa, célebre
marino del siglo xvi; Garci Gutiérrez de Vargas, consejero mi-
litar de Fernando III ; Casto González, escritor y erudito del
siglo XVIII, y los capitanes Bustamante, Magariño, Becerra y
Mendoza, todos célebres en la conquista de América.
Mas sobre todos estos hombres, la familia de los de Vera
son las que más esplendor dieron á Mérida en estas últimas
cuatro centurias. Pero séanos permitido decir algo sobre los ape-
llidos de la Vera y de Vera para esclarecimiento de las dos
familias que los llevan.
Son muchos los que con el apellido de la Vera (desde que
BADAJOZ 421
éste empezó gloriosamente á sonar en la batalla de Alarcos^
ganada á los moros el miércoles 19 de Julio de 1 199), han ser-
vido honrosamente la patria y á sus reyes, ya como oficiales y
jefes del ejército, ya en empleos civiles, y no pocos de ellos en
los cargos que desempeñaron con celo de regidores de Mérida
y alcaides de su fortaleza, hasta que por real cédula fué entre-
gada al priorato de San Marcos.
Estos, pertenecientes á los de la Vera^ son originarios de
Asturias, y se establecieron en Extremadura algunos vastagos
de esta familia en principios del siglo xv, entroncando en Méri-
da con los de Vera por el casamiento de una de sus descendien-
tes, con D. Fernando de la Vera y Saavedra*
Eran los de Vera tronco principal de los condes (después
duques) de la Roca, cuyas casas solariegas estaban en Mérida y
en Badajoz, como lo pregonan sus palacios en ambas ciudades:
el de Mérida, de últimos del xvi, y el de Badajoz, de los comien-
zos del XV.
En Plasencia, Badajoz, Alburquerque, Almendral y la villa
de la Vera de Plasencia, existen de muy antiguo familias más ó
menos linajudas con los apellidos Vera y la Vera; esta circuns-
tancia y el denominarse los condes-duques de la Roca de Vera y
y el de haberse asentado en Mérida, también desde el siglo xvi,
la familia de la Vera^ ofrece no poca confusión el designar los
orígenes y procedencias de los hombres que en Extremadura
llevan el apellido Vera^ que no son pocos los que en las armas,
en las letras y en las ciencias cuenta con los variantes de Vera,
la Vera, de la Vera y Vera solamente.
El lema de las armas de los condes (hoy duques) de la Roca
es Vertías vincit, y el que lleva la familia oriunda de Oviedo es
el de A la Vera caballeros. El acta capitular de 1698, en que
se mandó al contador y archivero del Ayuntamiento de Mérida,
D. Pedro Moriano, hacer el índice 6 registro del archivo de
aquella corporación, firman como regidores con el apellido de
Vera D. Juan de Vera y Obando y D. Juan de Vera y ^^ei
422 BADAJOZ
va, y con el apellido de la Vera D. Juan Francisco de la Vera.
£1 apellido del famoso capitán general y trece de Santiago,
D. Diego, es de Vera y no de ¿a Vera^ como equivocadamente
le llaman algunos por error fácil de cometer por el parecido de
ambos apellidos. Diego de Vera lo llama Haro en su Nobiliario^
y fué este caballero hijo de D. Juan de Vera^ comendador del
Moniijo.
Con estas aclaraciones, daremos algunas noticias de los de
Vera y los de la Vera (i), dignos de figurar en esta obra, y
que son los siguientes :
D. Juan Antonio de Vera Zúñiga y Figueroa, conde de la
Roca, diplomático, militar y escritor, nacido en Mérida en últi-
mos del siglo XVI. En su juventud estuvo en Italia, de embaja-
dor en Venecia primeramente, y después en Milán, y allí escribió
sus mejores obras (2). Por el catálogo de ellas vendrá él lector
en conocimiento de la fecundidad del escritor extremeño y la
resonancia que tuvieron sus escritos cuando se traducían y pu-
blicaban á la vez en Italia, Francia y Bélgica.
Por los servicios que este autor prestó á su patria, con la
(i) Para más antecedentes, el lector puede consultar la obra de Jerónimo de
la Puente, denominada así : Linaje de los Veras^ publicada por Jerónimo Contreras
en la ciudad de Lima el año de 1635.
(a) I.* Discurso sobre la batalla de Norlinga^ en 16^4 (Ms. en la Biblioteca
Nacional }.
2.* La Viitoria de Norlinga^ conseguiia á 6 de Setiembre ¡óy^, dalla maesiá del
rei Ungaria^ en sfagnuolo e italiano (Milano, 1638).
3.* Cartas del conde de la Roca á la embajada de Saboya^ de ib jo á i6yy (Ms. de
la Biblioteca Nacional).
4.' Epitome á la vida y hechos del emperador Carlos K (Madrid, 1622.— Ma-
drid, 1654.— Milán, 1645.— Madrid, 1649.— París, 166 a. —Bruselas, 1667).
$.• Fernando ó Sevilla restaurada.^Poema heroico (Milán, i63 2)."
6.» El rey D. Pedro defendido, ofrecido á la majestad del rey D, Felipe IV (Ma-
drid, 1648).
7.» Fragmentos históricos de la vida de don Gaspar de Guzmdn, conde de Oliva^
res, etc, (Semanario de Valladares, tomo II, pág. 147 y siguientes).
8.' Resullas de la vida de D. Fernando Alvar ez de Toledo, tercer duque de Alba,
dedicada á la nobleza española (Milán, 1 634).
9.* Historia de Santa Isabel, reina de Portugal (^Milán, 1 640».
10.* El Embajador [StviMaj 1620).
MEKIOA.— Palocio del Duque de la Roca
424 BADAJOZ
espada y con la pluma, el rey D. Felipe IV le concedió la mer-
ced de título del reino, con la denominación de conde de la Roca,
y cuya gracia aparece firmada en 1628.
El rey D. Carlos IV elevó en 1 793 á ducado, con grandeza
de primera clase, el condado de la Roca, cuyas casas solariegas
tenían en Mérida y Badajoz, la de esta ciudad en su castillo,
casi arruinada hoy, después de haber servido largos años de
presidio, matadero y cuartel.
Completaremos estos datos diciendo que D. Juan Antonio
de Vera Zúftiga y Figueroa fué de la orden de Santiago ; conde
de la Roca, desde el 27 de Marzo de 1628; embajador en Roma,
Saboya, Milán y Venecia; conde de la Barra; de los Consejos
de Guerra, India y Hacienda; tercer alíérez mayor de Mérida;
alcaide perpetuo de los castillos, fortalezas, alcázares y puertas
de la ciudad de Badajoz; señor de las villas de Torre mayor,
Siruela, San Lorenzo, Don Tello, Engnidamos y la Pesque-
ra, etc., etc. (i).
p. Fernando de Vera y Mendoza, hijo del conde de la Roca,
nació en Mérida en 1604. Poeta y literato muy distinguido, tuvo
mucho nombre en sus tiempos.
Andrés de Claramonte y Corroy, en su obra Letanía Moral^
dice de él, reseñando á los barones célebres de su tiempo, lo
siguiente: «...Don Fernando de Vera, ilustradísimo caballero y
«doctísimo ingenio de Mérida.»
D. Fernando estudió en Salamanca y Sevilla, y desde su más
tierna infancia mostró aficiones á las letras.
Escribió una obra en honor de la poesía, titulada: Panegí-
rico por la poesía^ impresa en Montilla el año de 1627, sin nom-
(i) £1 Diccionario Enciclopédico de Fernández Cuesta afirma que Vera y
Figueroa era catalán. Ya hemos dicho que había nacido en Mérida, donde aún
existe su palacio solariego y residen sus descendientes. No sabemos de dónde
pudieron sacar los redactores del citado Diccionario el que Vera y Figueroa fuese
hijo de Cataluña, cuando desde el siglo xv todos sus antecesores residían en Mé-
rida.
MÉRIDA.— Torreón del palacio del Duque de la Roca
426 BADAJOZ
bre del autor, que la compuso en 1621, cuando contaba 17 años
de edad solamente.
Da noticias circunstanciadas de esta obra D. Luís Josef Ve-
lázquez, marqués de Valdeflores, en su Ms. Observaciones sobre
las antigüedades de Extremadura de León^ que se conserva en
la Real Academia de la Historia (tomo XXXV de la colección
de Valdeflores).
Vio el marqués el Panegírico en la librería del conde de la
Roca, y dice de él : € Está de mano de su mismo autor, y en
>una nota que la precede se advierte que la escribió de edad
ide 16 años y que se imprimió sin nombre del autor, dedicán-
>dola al conde de Olivares. Este pequtfto libro merece leerse
>por la mucha noticia de poetas españoles de todos los tiempos,
>y es muy importante para la historia de la poesía castellana, y
«prueba lo mucho que este caballero había leído en una edad
»tan corta de 16 años.»
El discurso apologético de este escritor lo cita también Ni-
colas Antonio, asegurando, en efecto, ser obra de D. Fernando
(Fernando de Vera Scripsit), El autor, en el prólogo, expresa
claramente que acabó de escribir su obra á los 17 años de edad
y que tuvo que quedar a medio imprimir seis años, años de 1627
(aora seys años), es decir, que estaba terminada y capaz de darse
á la estampa en 1621.
El erudito bibliógrafo D. Cayetano Alberto de la Barrera y
Leiva, en su obra Catálogo bibliográfico del teatro antiguo espa-
*{?/ (Madrid, 1860), al hablar de D. Fernando de Vera (á la
página 468), dedica un largo y bien razonado artículo á exami*
nar quién fuese el verdadero autor de este pequeño é interesan-
tísimo libro, hoy preciosidad bibliográfica que se atribuyó tam-
bién, con poca prueba para ello, al conde de la Roca, D. Juan
Antonio de Vera y Zúñiga y Figueroa.
Aunque este panegírico poético lo han disputado varios, y
los bibliófilos discuten aún quien pueda ser su autor, estamos
conformes con Clai amonte y Corroy, Velázquez y Nicolás Anto-
BADAJOZ 427
nio, en que lo escribió D. Fernando de Vera, como también con-
firma, aunque embozadamente, nuestra opinión, el erudito la
Barrera y Leirado, cuando en su concepto el autor debió ser
persona unida por vínculos de parentesco al duque de la Roca^
toda vez que el libro ostenta en la portada un águila, de cuyo
pico sale una cinta con el lema Vertías vincit^ y sostiene entre
sus garras el escudo de /os Veras^ aunque cree equivocadamente
que era de la rama de ese apellido, trasplantado ya á Andalucía.
No opone razonamiento formal en estas indicaciones la Ba-
rrera y Leirado, ni trata de aducir citas ni otras autoridades que
la suya para robustecer su opinión, cosa que á la verdad no
podría hacerlo, porque está probado que los duques de la Roca
son emerítenses y que el autor del Panegírico para la poesía
no fué otro que D. Fernando de Vera y Mendoza.
D. Juan de Vera y Vargas fué un personaje político y mili*
tar de nombradía en sus tiempos.
Había nacido en Mérida, donde de antiguo tienen su casa
solariega los de su linaje, y sirvió á D. Felipe II en la guerra
contra Portugal.
En el curioso libro Flores de poetas ilustres^ de Pedro de
Espinosa, publicado en Valladolid por Luís Sánchez el año
de 1605, aparece la siguiente poesía de Vera y Vargas (i):
« Mi señora, assi yo viva,
que esta carta que se aguarda
según lo mucho que tarda,
no debe de ser missiua.
Si es carta de pago, ha sido
muy mal pagado mi amor,
y si es carta de favor
otro es el favorescido.
Si es carta de excomunión,
¿qué remedio tomaré?
Si es de examen de mi fe,
(i) La reproducimos con su propia ortografía.
42S BADAJOZ
ñrme está mi coraron.
Si es de horo, y tal pretende,
no me quiero libre ver,
de venta deve de ser,
pues que palabras me vende.
Querría para no errar,
pues de seguro no es
por aora, que después
no fuesse de marear.
Mas holgaré que livianos
pensamientos como el mío
la hagan de desafío
para venir á las manos.
Y quando en vuestro contrato,
de justicia ó lasto sea,
conmigo á pleyto se vea
que se lo meta á barato.
Aunque recelos traydores
me avisan de su persona,
que avrá de ser de corona,
si fuere carta de amores.
Bien sé, para mí á lo menos,
que en el pesar ó el plazer
en mi daño avrá de ser,
carta de mas ó de menos.»
D. Fernando de Vera y Pantoja fué otro militar distinguido,
nacido en Mérida en 1751.
Estudió filosofía y humanidades en el Seminario de San
Athón, pero trocando la espada por los libros, dejó el colegio
de Badajoz por el campamento, comenzando sus servicios en la
carrera militar como teniente del regimiento de Extremadura,
el año de 1766.
En 1778 fué destinado al colegio de cadetes de Ocafta,
donde permaneció dos años explicando matemáticas, habiendo
desempeñado también la comandancia y sargentía mayor de
aquel establecimiento. Destinado después al regimiento de gra-
naderos que se formó de desmontados de caballería, fué á acam-
par en 1782 bajo los muros de Gibraltar, y estuvo, á solicitud
BADAJOZ 429
suya, como puesto de mayor riesgo, á bordo de la batería flo-
tante Santa Ana, mandando en ella dos cañones en el ataque de
la plaza, que tuvo lugar en los días 13 y 1 4 de Setiembre de
dicho año, y por cuyo particular servicio fué ascendido á teniente
coronel. En este empleo pasó á servir al cuerpo de carabineros
reales, en el ejército de operaciones que se formó en Cataluña
el año de 1793. En él se distinguió mucho, habiendo asistido á
varias acciones de guerra y á los ataques de Perpignan y de
Port-Vendres, como consta de su hoja de servicios, siendo uno
de los más señalados el de haber tomado al enemigo, el día 18
de Diciembre de 1 793, seis cañones al frente de una columna de
caballería que no llegaba á 280 hombres entre carabineros rea-
les y soldados de los regimientos de Santiago y Pavía. Perma-
neció en operaciones hasta ñnes de Marzo de 1795, en que fué
nombrado ayo de los caballeros pajes del rey, y en el mismo
año fué ascendido á mariscal de campo, en recompensa de sus
muchos méritos de guerra.
En los primeros años de este siglo fué gobernador militar
de Madrid, y su amigo Godoy le honró con varias encomiendas
y grandes cruces de distinción. Falleció en Madrid á muy poco
de comenzarse la gloriosa guerra de la Independencia.
Era hermano de D. Alonso, el diputado de las G>rtes de
Cádiz, y todos estos biografiados de gran importancia en sus
tiempos. Pero con sus nombres deben ñgurar también sus pa-
rientes y afínes, D. Diego de Vera, nacido en Alburquerque,
literato y erudito, autor del manuscrito que se conserva en la
Biblioteca Nacional con el siguiente título: Epitome cronológico
recU y universal de todos los imperios y monarguids del mundo ^
desde su principio ha^ta 1650 ; D. Fernando de Vera, diploma-
tico, nacido también en Mérida, en principios del siglo xvii y
autor del manuscrito que se conserva en la Biblioteca Nacional
con el siguiente título: Relación del embajador Francisco de
Vera^ al Rey Católico^ sobre la república de Venecia^ D. Juan
de Vera, capitán y navegante nacido en Badajoz, que acompañó
430 BADAJOZ
á Pedro de Alvarado á América y escribió una Crónica sobre el
viaje de Colón; Fr. Martín de la Vera, de la Vera de Plasencia,
astrónomo muy querido de Felipe IV; D. Vicente Xavier de
Vera, de Mérida, palaciego de Fernando VI ; D. Francisco de
Vera y Becerra, de Mérida, obispo de Lima y cardenal en tiem
po del papa Alejandro II ; D. Juan de la Vera y Campos, de
Mérida, mariscal de campo; el brigadier de ingenieros D. Juan
de la Vera y Campos, también de Mérida, como su otro herma-
no D. Manuel, coronel; D. Fernando de la Vera y Pantoja, na-
cido en Mérida, de donde fué alcalde mayor; D. José de la Vera
Calderón y Monroy nacido en Badajoz, de donde fué alcalde, y
se distinguió como poeta (i); D. Manuel de la Vera y Ladrón
de Guevara, de Mérida, brigadier y miembro de las RR. AA. de
la Historia, Espartóla y de S. Fernando; y en fin, D. Alonso
María de la Vera y Pantoja, alcalde mayor de Mérida; D. Fer-
nando de Vera y Saavedra, brigadier; D. José de la Vera Va-
lencia y Salazar, general, y D. Fernando de la Vera y Velasco,
alcalde mayor de Mérida, y todos en más ó en menos, persona-
jes en sus tiempos.
El palacio de estos señores en Mérida es notable. Obra de
los comienzos del siglo xvi, se aprovechó para su construcción
muchas de las antigüedades aparecidas en Mérida, y conserva
das por los de Vera. Los balcones que están á derecha del to-
rreón que da á la plaza de la Constitución, formados están de
piedras romanas. Es este el edificio más típico que conserva
Mérida del siglo xvi, y es lástima que desaparezca muy en
breve, porque habiéndolo adquirido recientemente el ayunta-
miento, lo va á demoler para edificar nuevos locales donde alojar
las escuelas públicas de la ciudad (2).
(i) En el libro publicado en Madrid en 1 684 con los trabajos de la Academia,
que se celebró en Badajoz, en casa del Sr. Meneses y Moscoso, aparece una poesía
de Vera Calderón y Monroy á una dama que le tocó en suerte dia de año nuevo, y
un soneto A List cogiendo flores una abeja le picó la mano.
(2) Bueno será que antes de procederse á su demolición se instruya el opor-
BADAJOZ 431
IV
Cuatro historiadores ilustran á la ciudad de Mérida, como
hijos suyos que son: Messía de Trillo, González Gómez, More-
no de Vargas y González Emeritense, á quienes biografiaremos
aquí concisamente.
El Licenciado Fray D. Pedro Messía de Trillo nació en 1530
y era pariente de otro escritor, emeritense también, llamado
D. Tello Fernández Messía.
Messía de Trillo estudió en Salamanca cánones y leyes, se
ordenó de misa y se cruzó de caballero de la Orden alcantarina,
ejerciendo más tarde el cargo de subprior del convento de Al*
cántara.
Compuso una obra titulada: Libro del origen y principio de
la Orden y caballería de Alcántara^ y cosas más notables de sus
primaros tiempos, manuscrito que vio en Mérida en la librería
del académico D. J. Alsinet, D. Luís José Velázquez, marqués
de Valdeflores, según él mismo dice en su manuscrito titulado:
Observaciones sobre las antigüedades de Extremadura de León^
que se conserva en la Real Academia de la Historia (T. XXV
de la colección Valdeflores.)
La obra de Messía de Trillo formaba un volumen en 4.^ con
94 fojas, y estaba dividido en 9 capítulos.
Se ignora el paradero de este curioso manuscrito.
Don Francisco González Gómez nació en 1574. Figuró
mucho en principios del siglo xvii, porque en su casa en Méri-
tuno expediente, como está mandado para estos casos, á fin de oir el dictamen de
la Real Academia de la Historia y de la 3ub-Comisiónde Monumentos históricos
de Mérida.
432 BADAJOZ
da, se daban cita los literatos y artistas que vivían en Extrema-
dura. Escribió en verso varias obras para el teatro, conserván-
dose memoria solamente de una de ellas, denominada Sania
Eulalia^ que se representó en Mérida en 1614, con gran aplau-
so de las gentes entendidas.
Su mejor libro es el denominado Historia general de los
moros ^ desde su entrada en España hasta su expulsión en tiem-
po de Fhelipe III, manuscrito que no ha llegado á publicarse,
y que vio en poder de D. José Alsinet, en Mérida, D. Luís Josef
Velázquez, Marqués de Valdeflores, según él mismo declara en
su manuscrito ya citado. Observaciones sobre las antigüedades de
Extremadura de León, que se conserva en la Real Academia de
la Historia (t. XXV, de la colección de Valdeflores).
La obra del historiador y poeta emeritense estaba escrita
en octavas reales, en forma de poema heroico, de mano del
mismo autor y dedicada á D. Juan Antonio de Vera, Formaba
un volumen en 4.^, y la terminó en 161 2. ¡Es lástima que no se
tengan más noticias de este raro manuscrito!
D. Bernabé Moreno de Vargas nació en los últimos años
del siglo XVI. Oriundo de una familia linajuda, con todos los
humos aristocráticos de los nobles de sus tiempos, fíguró mucho
entre los más principales caballeros que contaba Mérida, ora
como concejal perpetuo de su ayuntamiento, ora también como
jefe de los literatos que en su época vivían rindiendo culto al
saber en la antigua ciudad extremeña.
En su juventud estudió leyes, y más tarde se dedicó al co-
nocimiento de las lenguas, hablando la latina á la perfección;
pero educado en los comienzos del siglo xvii participó de todos
los defectos, vicios é impurezas de su tiempo. Para él el falso
cronista Dextro, como el P. Román de la Higuera, como Solano
de Figueroa y tantos otros como formaban la pléyade de histo-
riadores falsarios y milagreros, fueron autoridad indiscutible,
porque careciendo de crítica propia, olvidó estudiar á los clási-
cos, y en vez de ir á beber en las fuentes puras la historia de
BADAJOZ 433
los hechos pasados, se conformó con conocerlos por el criterio
estrecho y personalísimo de los autores que más han corrompi-
do nuestra literatura y mayores estragos hicieron también en las
tradiciones y leyendas patrias.
Defecto es este de gran monta, pero disculpable en él, si se
quiere, atendiendo á la época en que escribía y . al género de
vida que hizo siempre, pasando todos sus mejores años en los
estrechos horizontes que para el estudio le ofreció su ciudad
natal. Reconozcamos, no obstante, en Moreno de Vargas, al
primero y acaso el mejor de los historiadores de Mérida, porque
el libro del padre Jerónimo Román de la Higuera, Historia de
las antigüedades de Mérida^ nadie lo ha visto, y sólo aparece ci-
tado por los bibliófilos de la Compañía de Jesús, lo que nos in-
duce á sospechar que este farsante historiador no llegó á escri-
birlo y á lo sumo habría recogido algunos apuntes sobre Mé-
rida, que les dio el pomposo nombre de Historia de las antigüe-
dades de esta ciudad. De esta suerte, y es lo principal para el
caso, Moreno Vargas no conoció estos apuntes, y puede decirse
que él fué el primero que trató de dar, á su manera, concepto de
doctrina histórica sobre el pasado de una ciudad tan importante
en otras edades y de la cual no se conocía obra alguna.
Moreno Vargas comenzó á escribir su libro Historia de la
ciudad de Mérida (Madrid, 1633) en 1628, y cinco años más
tarde, cuando se trasladó á Madrid, donde residió casi dos años,
en la corte publicó su obra, en la imprenta de la viuda de Alon-
so Martín, haciéndola preceder de su propio retrato, orlado de
siemprevivas y laureles, y no sabemos por qué circunstancia, en
otros ejemplares puso otra portada con un grabado en que se
ven las imágenes de Santa Olalla (Eulalia), Augusto y Aníbal,
con el pie de imprenta de Pedro Tazo, año 1633. O en las en-
cuademaciones le hizo falta pliegos primeros, porque se le estro-
pearan algunos de los de la edición de la imprenta de la viuda
de Alonso Martín y dio á la de Pedro Tazo la tirada del pliego
primero de su libro, ilustrándolo con el grabado ya citado, ó
55
434 BADAJOZ
llevado de una vanidad un tanto ridicula, con una misma edición
quiso hacer dos, cosa increíble, llevando ambas el mismo año y
siendo idénticas en las páginas, caja y foliaturas.
Aparte de estos detalles, la obra de Moreno de Vargas es,
por el estilo erudito de su autor y por la precisión de algunos
hechos que él cuenta bien al pormenor, una fuente en que han
ido á beber los demás historiadores que, con mejor criterio, con
más ilustración acaso que él, escribieron de la famosa ciudad
extremeña. Tiene defectos muy grandes Moreno de Vargas,
tales como el hacerse eco de los falsos cronicones, el hacer de
esta historia la de su propia casa y familia, y, por último, la de
carecer de concepto crítico, que no lo tiene el autor, con ser
tan erudito y buen hablista.
Un émulo de este historiador, el beneficiado de la catedral
hispalense D. Juan Gómez Bravo, emeritense como Moreno de
Vargas, se encargó de corregir las faltas que encontrara en la
obra de éste, y publicó cuatro libros, de los cuales tres de ellos
iban enderezados contra el historiador de Mérida, y muy princi-
palmente los titulados Advertencias d ¿a Historia de Mérida
(Florencia, 1638), y Ad Paulum Diaconum Emeritensem enten-
dationes et notce (Antuerpiae, 1634).
Gómez Bravo, enemigo irreconciliable de Moreno de Var-
gas, no trata bien á éste, sacando partido de los descuidos que
tuvo en su obra. Pero no por esto perdió importancia entre los
eruditos la Historia de Moreno de Vargas, porque como fuente
de puro venero, á ella tienen que acudir todos los que necesitan
conocer el pasado de una de las ciudades más importantes que
tuvieron los romanos en España. Con Gómez Bravo apareció otro
eclesiástico, D. Esteban González de Muñara, escribiendo otro
opúsculo contra Moreno de Vargas, trabajo que no llegó á pu-
blicarse y que manuscrito se conserva en la biblioteca Colombi-
na con el siguiente título: Sobre el principado de Sevilla^ en
defensa de la verdad del epigrama tífe Ausonio^ que Bernabé
Moreno de Vargas lo aplica á Mérida.
BADAJOZ 435
Gómez Bravo, tratando de corregir los errores en que incu-
rre el historiador emeritense, pero cayendo él en otros no me-
nos censurables al tratar de ciertas antigüedades cristianas; y
González de Muñara, atribuyendo á Sevilla lo que ^Moreno de
Vargas aprovecha para Mérida, ilustran bastante al erudito y
completan entre los tres un cuerpo de doctrina histórica muy
importante para Extremadura.
Publicó Moreno de Vargas otro libro que es muy buscado
entre los eruditos. Tiene el siguiente título: Discursos de la no^
bleza de España (Madrid, 1659), y del que se hizo otra nueva
edición, en Madrid también, en 1795, corregida y aumentada
por el autor. Su Historia de Mérida puede consultarse hoy sola-
mente como fuente de noticias, pues posteriormente á su publi-
cación hanse escrito sobre la historia de esta ciudad varios libros
que son muy importantes. Tales son : el Teatro de la Iglesia de
Mérida^ por Gil González Dávíla (manuscrito en la Real Aca-
demia de la Historia, C. 47); Historia de Mérida y sv partido^
por Solano de Figueroa y Altamirano (manuscrito ignorado);
Historia de la ciudad de Mérida^ por Fernández y Pérez (ma-
nuscrito ignorado), y, por último, este otro libro, extractado del
anterior y que lleva el siguiente título : Historia de las antigüe-
dades de Mérida^ escrita por el presbítero D, Gregorio Fernán-
dez y Pérez ^ doctor en sagrada teología^ individuo de la Acade-
mia de la Historia Matritense^ canónigo^ etc. (Badajoz, 1857).
Con todos estos libros el de Moreno de Vargas no ha per-
dido su importancia, debido acaso á que los dos tomos manus-
critos de Fernández y Pérez no se han llegado á publicar, siendo
lo más lamentable del caso que este precioso original esté hoy
perdido, cuando por el extracto que de él se publicó en 1857 se
desprende que bien podría ser la obra más importante y á la
vez más completa que se haya escrito hasta el presente sobre
Mérida.
Moreno de Vargas, aparte de los grandes defectos de su
libro, será siempre considerado como el Mariana extremeño.
436 BADAJOZ
D. Casto González, emeritense, nació en los principios del
siglo XVIII. Erudito y anticuario se dedicó al estudio de la histo-
ria escribiendo varias obras, de las que sólo publicó una. Uno
de sus mejores trabajos fué la traducción del libro en un dia-
lecto italiano y denominado: Instituciones anticuario-lapidarias^
traducción de la lengua toscana. (Madrid, en la Imp. Real, 1 794.)
A este autor se le conocía entre sus contemporáneos por el
sobrenombre de El Emeritense^ adoptado quizás para expresar
por él el lugar de su nacimiento, y diferenciarse de otro Casto
González, mal poeta, que vivía en sus tiempos.
V
De índole muy distinta son otras dos celebridades nacidas
en Mérida : el cardenal Molina y Oviedo y el obispo Nabas.
Fr. Gaspar Molina y Oviedo había nacido en fines del
siglo xvii. Estudió teología en Sevilla, y su afición á las cosas
místicas le llevaron á tomaren su juventud el hábito de la orden
de San Agustín.
Era muy dado á las letras, y sus mejores tiempos los dedicó
á conocer los oradores religiosos, guiado de su afición á la cá-
tedra sagrada. Pero su amor á los falsos cronicones, su fe ciega
por lo fabuloso, le llevaron hasta el extremo de identificarse
con los escritores más desprestigiados de la época, siendo de
los que más se opusieron á la publicación de las Disertaciones
de Mondéjar y de los que favorecieron la publicación de tanta
crónica milagrera como salió á luz en sus tiempos.
Acaso á esta actitud, más que á su suficiencia, debió el ser
nombrado obispo de Málaga, más tarde comisario general de la
Santa Cruzada, gobernador y presidente después del Real Con-
sejo de Castilla, y últimamente cardenal de la Iglesia romana,
BADAJOZ 437
falleciendo en Madrid el 30 de Agosto de 1 744, día de la Vir-
gen de la Consolación, y mereciendo suntuosas honras en el
convento de San Felipe el Real, costeadas por el Real Consejo
que presidía.
Los agustinos moviéronse mucho entonces iniciando honras
y festividades fúnebres por el cardenal emeritense, á quien pre-
sentaban como á uno de los sabios más ilustres de la orden.
Varios libros se publicaron con ocasión, unos de la exalta-
ción á la púrpura cardenalicia y otros por la muerte del carde-
nal. El primero, del padre M. Linero, es un sermón predicado
en Málaga y publicado con el siguiente título : Oración gratula^
torta por la púrpura del Emmo, Sr. D. Gaspar Molina y
Oviedo (Sevilla, 1740); los otros se titulan así: Sermón fúnebre
en la triste muerte del cardenal Molina^ predicado en el conven-
to de agustinos de Badajoz por el P. Damián^ con ocasión de sus
honras (Badajoz, sin a. de i. ni fs.); Sermón predicado en las
exequias del Exento. Sr. D. Gaspar de Molina^ cardenal de la
santa Iglesia romana (Sevilla, 1744); y últimamente el siguien-
te que tiene más importancia que los anteriores : Relación del
fallecimiento^ entierro y suntuosas honras que á la perpetim^
digna y merecida memoria del eminentísimo señor cardenal de
Molina y Oviedo^ obispo de Málaga^ comisario general de la
Santa Cruzada^ gobernador del Consejo y cardenal de la santa
Iglesia romana^ consagró el Real y Supremo Consejo de Casti-
lla^ con asistencia de todos los Reales Consejos^ grandes de Espa-
ña^ embaxadores^ prelados de las religiones y autorizada nobleza^
en el convento de San Felipe el Real de esta corte. Describióla el
Rmo. P. M. Fray Francisco Antonio Ballestero^ agustino^ hijo
de esta provincia de Castilla^ doctor teólogo y maestro de número
de ella^ su actual definidor y académico de la Real Academia
Española de la Historia. Escribióse y dase a la estampa de orden
del mismo Real Consejo. Con las licencias necesarias (Madrid,
1745)-
El autor de esta fúnebre relación, con ser académico (bien
438 BADAJOZ
que lo era al uso de tantos otros que con capa de sabios alcan-
zaron entonces, como alcanzan hoy, la entrada en la docta cor-
poración), no logró hacer una obra interesante, ni aun bien
escrita, porque su estilo es pobre y rastrero su vuelo, aun cuan-
do quiere remontarse muy alto. Además, su gusto es ramplón,
como se nota apenas se leen las primeras líneas del libro tan
detestable (i).
(1) Nt> podemos resistir á la tentacióa de reproducir aquí algo del P. Balles-
teros, quien hablando de las honras verifícadas en San Felipe por el cardenal
emerítense, dice lo siguiente :
« Entre las varias y elegantes composiciones métricas y geroglífícas que llega-
ron á nuestras manos, muchas de ellas no tuvieron cabida en el túmulo, porque
no sirviese de embarazo á la perfecta simetría...
»En la fachada principal, no lejos del pavimento de él, de forma que pudiese ser
visto y leído con claridad, se escribió en una tarjeta de color plateado con cantone-
ras y adornos de color de oro este dístico latino, que servía de epitafio é inducía
á grande consuelo á cuantos llegaron á construirlo :
EPITAFIO
Non obijt^ sed abi/i^ claudi quem marmore ploras,
Vivere namque Deo^ non obijsse fuit.
»En la décima que primero se ofrecía á la vista, reflexionaba con oportunidad el
ingenio que la hizo el que su eminencia murió en la noche del día de Nuestra Se-
ñora de la Consolación, en que la religión de nuestro padre San Agustín celebra
la fiesta de la Correa. Sobre esta reflexión decía la décima así :
DÉCIMA
No tanto nuestra aflicción
el paso al consuelo abroche,
pues tuvo la infausta noche
día de consolación :
cuando nuestra religión
los privilegios franquea
de la cinta que la asea;
Gaspar, por lograr el día,
para alcanzar á María
se la asió de la Correa.
»A1 costado opuesto, á correspondencia de esta décima, se leía otra con alusión
á la religión aureliana, que gime la pérdida del eminentísimo Molina... voces de
David : Doleo sufer te, fili mt\ y la décima decía de esta forma :
DÉCIMA
Yace en urna nacarada
Cloto, mudado el color,
BADAJOZ
439
Los geroglíficos que en ella leemos son del peor gusto. El
quinto, que era de los más malos, fué objeto por parte de cierto
poeta de una sátira mordaz (i). Reproduciremos aquí tan raro
laudatorio que decía así:
que de su mismo rigor
pudo quedar sonrojada.
¡Oh, cuánto su saña airada
ha podido unir aquí !
Pues ay vencidos allí
capelo, ay báculo, ay cruz,
ay horror, ay sombra, ay luz,
ay, Molina y ay de mí.
(i) No se conserva su nombre. En un tomo de varios de la universidad de Sa-
lamanca (4, 5,18, pág. 39$) se copia esta sátira, que nos parece propia de este
lugar. Dice así :
Cinco décimas á la muerte repentina de D. Gaspar de Molina, presidente
DE Castilla y cardenal, fraile agustino; fué también comisario gene-
ral DE Cruzada.
SICUT FUMUS
Como humo ¡qué compasión!
se desvaneció Molina,
y fué humo de resina
y no de resignación.
Su violenta elevación
á la más suprema esfera,
hizo á su mente tronera,
su voto sin fundamento,
su partir, veloz, de viento
y su muerte de carrera.
¡Oh, dura muerte, en qué instante
estragos haces atroces !
¿Cómo dejas á Quincoces
huérfano y á Bustamante }
El humo de aquel Atlante
de quien lloran daños ciertos,
la vista en votos inciertos
á ambos llegó á ofuscar ;
y al menos, si no cegar,
á los dos les hizo tuertos.
De ver la parca horrorosa
cómo pudo en un momento
quitar á Gaspar su aliento,
sosa tiene el alma sosa :
con un ansia presurosa
quiso que una ayuda acuda
al mal, pues el padre duda
(aquí para entre los dos),
que donde no llega Dios
no puede alcanzar la ayuda.
Sea común el lamento
cuando es común la desgracia,
y del pueblo la eficacia
se exprese en tanto tormento ;
en fuerza del sentimiento
desate el llanto sus poros,
y si dicen que á más moros
mayor ganancia se advierte,
con los toros y su muerte
habrá dos fiestas de toros.
Cardenal pudo lograr
de Consejo superior
ser siempre gobernador
sin saberse gobernar.
Al pueblo quiso cargar
(según seguras premisas)
con ocurrencias precisas ;
pero no lo consiguió,
y si fué verdad ó no
ya se lo dirán de misas.
440 BADAJOZ
«GEROGLÍFICO QUINTO
» Pintáronse dos brazos, que con dos guirnaldas salían de un
cielo y esta letra : Quoniam judicas populus in eequitate^ et gen-
tes in térra dirigís^ aludiendo á los dos empleos que tuvo su
eminencia de cardenal y gobernador del Real Consejo de Casti-
lla, y abajo la letra española que decía:
« Sabio Gaspar y prudente,
texió, gobernando el suelo,
dos coronas en el cielo. »
La muerte del cardenal emeritense tuvo cierta resonancia en
la corte, que se revela desde el punto que tantas gentes se ocu-
paron de él, y en las provincias, como en Madrid, se le hicieron
suntuosos funerales. Parécenos que esto fué debido á su repre-
sentación política y su influencia palatina más que á sus mereci-
mientos personales.
Visita el cardenal del rey D. Felipe V y del príncipe Fer-
nando (después Fernando VI); amigo también de los altos
cortesanos; investido con el cargo de presidente del Consejo, y
á más con la púrpura cardenalicia, su muerte fué por todo esto
un verdadero suceso en la corte de un país que tocaba, desgra-
ciadamente, con los rebajamientos y pobrezas propios de los
tiempos que precedieron á Carlos III.
Fray Vicente Nabas nació en 1726. Estudió teología en el
Seminario Conciliar, llamado de San Athón, en Badajoz, y más
tarde pasó á la universidad de Salamanca, donde cursó la carre-
ra de derecho, graduándose de abogado y ejerciendo la carrera
por algún tiempo en Madrid.
Su educación mística y su vocación religiosa le hicieron com-
prender bien pronto que su verdadero estado era el monacal, y,
joven aún, tomó el hábito de la orden de Predicadores, dedicán-
dose desde aquel día á la cátedra sagrada, y sobresaliendo en
ella á la altura de los mejores oradores místicos de sus tiempos.
En 1780 Carlos III le nombró su capellán y predicador ho-
BADAJOZ 441
norarío, y poco más tarde fué agraciado con el cargo de miem-
bro de su Consejo.
En el año de 1793 fué propuesto para el obispado de Co-
mayagua, en América central (Honduras), con cuyo motivo y el
de haberse nombrado del Consejo de S. M. á don José Moreno^
se celebraron en Mérida grandes funciones, como se refiere muy
al pormenor en el siguiente manuscrito, del que hemos visto
varias copias en poder de los bibliófilos y coleccionadores ex-
tremeños (i). Este documento no puede estar peor redactado;
pero él más que nada da cabal idea de cómo y para qué vivían
en el siglo pasado nuestros mayores, celebrando estas ridiculas
fiestas y poniendo en alarma á un pueblo de la importancia de
Mérida, para festejar los sucesos que, cuando más, tendrían im-
portancia entre las familias de los Morenos y las de Nabas.
El obispo D. Vicente debió morir en los primeros años del
siglo actual.
VI
Tales son los hombres que han ilustrado á la ciudad de Mé-
rida en estas tres últimas centurias.
En la actualidad, esta ciudad vive del producto de su agri-
cultura, y olvidando su pasado, procura reformar hoy el aspecto
de sus calles y plazas, restaurar algunos edificios para mayor
(1) Se titula así: Extracto de la /unción de Víctores que en la noche del domin-
go 8 de Marzo de 7795 Zelebró el M, I. y B. Cavildo Ecco. de esta ciudad de Mertdc^
en obsequio del Illmo, Señor D. José/ Eustachio Moreno^ Pro, Herm.° Capitular de él,
f>or haver lo 'promovido la Piedad del Rey Nro. Señor Don Carlos Quarto, del Conseja
de Hacienda al de Castilla y su RL Cámara^ con atención á sus méritos y Literatura;
Y de el Illmo. Señor Don Fray Vicente Nabas, Natural de esta Ciudad y del Orn, de
predicadores^ Obispo Electo de Comayagua y del Conse/o de su Magesta,
56
comodidad del vecindario y dar impulso á su comerdo y su
industria amparada en las nuevas vías férreas que la ponen en
rápida comunicación con Madrid, Sevilla y Lisboa.
Dotada la ciudad de aguas potables, con alumbrado bastan-
te, calles espaciosas, paseos y arbolados en las carreteras que
la circundan, Mérida es ya un pueblo moderno que espera le-
Yantarse por la actividad de sus hijos y el producto de sus
campos.
MERIDA. — Plaza de la Constitución
La plaza Constitucional ocupa en el interior de la ciudad
una situación excéntrica; no constituye un cuadrado geométrico,
porque aunque sus ángulos son rectos, sus lados son desiguales
como las dimensiones de los soportales que la adornan, cuyos
edificios presentan sus fachadas al 5. 0., N.O. y N.E.
Los que miran al S.E., consisten en uno de tres pisos, un
palacio y una iglesia parroquial. Esta plaza tiene 1 50 metros
de largo, 87 de anchura, y sirve de mercado diario, y de paseo
público.
£1 primero se veriñca debajo, y á las inmediaciones de los
BADAJOZ 443
portales situados al extremo S.E., en los que abundan el pan
llamado de concha^ la cecina, los embutidos, las carnes de cerdo
y de monte, la volatería, las gallinas y aves domésticas, los
peces de agua dulce, los pescados del mar, las hortalizas^ las
legumbres, y toda clase de comestibles.
£1 paseo consiste en un espacio rectangular, cerrado por
una bonita verja de hierro, y en cuyo interior existen calles de
acacias y diferentes árboles y plantas floridas, entre las que
convidan al descanso cómodos asientos, é iluminado de noche
todo el ámbito por hermosos faroles colocados en soportes de
hierro, labrados con bastante elegancia y perfección.
En el centro de este paseo existe una fuente monumental
de mármol, con un. surtidor para la elevación del agua á bastan-
te altura, y en los ángulos del interior hay cuatro parterres ó
jardinillos, de vistoso aspecto y con abundantes flores.
Excepción hecha del Arrabal, Santa Olalla, Mirabeles y San
Salvador, las calles de la población son poco espaciosas y rectas,
empedradas con canto rodado, cuyo pavimento molesta al tran-
seúnte, sin aceras la mayor parte hasta hace poco tiempo, aun-
que regularmente colocadas casi todas las que las tienen, alum-
bradas en noches de luna nueva y menguante por buenos
reverberos de petróleo, ciertamente, pero cuya esfera luminosa
difunde pequeños radios, y en cuya instalación se han calculado
desmesuradamente las distancias que los separan entre sí.
Las reformas iniciadas en estos últimos años, para el mejo-
ramiento de la ciudad, harán pronto de Mérida un pueblo mo-
derno que será acaso el mejor que cuente Extremadura.
CAPITULO XVI
Alange fué el « Castrum - Colubrl o de Caracalla.
«Alhanghizu en poder del Muladi Ben-Merwan.—aMetelium CaBCilise».
Medellín en la Edad-media. — Hernán Cortés
1
ALiENDO de Mérida por el ferro-carril y des-
pués de recorrer 128 kilómetros está Cabeza
del Buey (la antigua Turóbriga romana), úl-
timo pueblo de Badajoz en su límite con la
provincia de Ciudad-Real ; pero antes de lle-
gar á Cabeza del Buey el viajero pasa por
Alange, Medellín y Mácela, tres pueblos im-
portantes, históricamente considerados.
£1 primero de ellos, Alange, era conocido en tiempos ante-
riores á los romanos, por el nombre de Castrum-Colubri; pero
hay quien niega esta opinión, apoyado en que su fundación es
romana, de la misma época de Mérida, dándole el nombre dé
' Contosolia^ que otros creen corresponde á Mengabril.
El tercer camino que el Itinerario de Antonino Pío describe
^^b BADAJOZ
entre Mérída y Zaragoza (i), la primera mansión que aparece es
Contosolia (12 millas distante de aquella), y Andrés Rescende
reduce á dicha mansión la actual Alange, sin otro antecedente
que ilustre su correspondencia, y sin tener en cuenta que Conto-
solia^ según su mismo nombre indica, está formado de la voz
apelativa de los iberos Contó 6 Canta^ que se encuentra en
este nombre, y debe considerarse de origen mucho más remoto
que el que le da Rescende.
Consta que Castrum Colubri era una mansión de descanso
que los romanos fundaron para gozar de los beneficios de sus
thermas, y reponer la salud de sus legionarios, sin que tenga
esta villa otro origen más remoto que el de la población de Mé-
rida, Medellín y Badajoz por la 5/ y 10.* legión augustana. Viu
cree (2) que fuese el Castrum*Colubri romano y lo mismo la
mayoría de los escritores extremeños.
Multitud de restos romanos se encuentran en los alrededo-
res de esta población, y no son los menos importantes su his-
tórico castillo, asentado sobre el cerro que domina la villa, y sus
renombrados baños, á 200 metros de ella.
Del castillo no queda^ hoy más que un torreón de 1 2 metros
de altura y una pieza abovedada con portada espaciosa. Debe
ser esta fortaleza de los siglos 11 ó iii, pues en 1646 apareció
entre sus ruinas una lápida que hacía referencia al emperador
César Marco Aurelio Antonio (Caracalla), mencionándose en ella
(i) XX VIH. Iter ab Emérita Csesaraugustam per Carpetaniam.. 458
1 Contosolia (cerca de Alange; i a
2 Mirobriga (Capilla) 36
3 Sisalone (Val de Azogue, dos leguas de Almadén). 1 3
4 Carcuvium (Caracuel).. 20
5 Ad Turres 26
6 Mariana (junto á Gratula) 24
7 Lamini (cerca de Fuenllana) 30
8 Alces (entre Quero y el Toboso) 40
9 Vico Cuminario (hacia la Guardia) 24
10 Titulciam (junto á Añover del Tajo) 18
Inde Csesaraugustam ut supra descriptum est.. . 21$
(2) Tom. I, pág. 208 de su Extremadura,
448 Badajoz
el cuarto consulado de éste, y por tanto correspondiente al año
de 216 de Cristo. Este castillo no debióser de mucha extensión,
pero estaba dotado de todos los servicios que tenían los roma-
nos para las fortalezas de su índole. Se surtía de aguas su guar-
nición en dos profundas cisternas, construidas al E. y N., defen-
didas por otro fortín construido en su intermedio, y cuya entra-
da, conocida por la Puerta del Sol, subsiste aún.
Al E. de la villa, á 200 metros distante de ella y tocando á
la cordillera de la sierra de la Mesilla, se levanta un edificio
cuadrilongo, de 210 metros de circunferencia, formado de obras
antiguas y modernas, dónde está el establecimiento thermal. Las
obras antiguas consisten en soberbias bañeras cubiertas cada
una con una bóveda y media naranja, de una altura y amplitud
tal, que muchos de nuestros templos no la tienen mayor. Reci-
bían el agua por cañerías de plomo de 1 2 y 1 4 pulgadas de
diámetro, y en el fondo forma una gran caldera de bastante
profundidad, con su gradería circular para sentarse y descender
los bañistas. Sobre el borde de esta bañera hay un pavimento
ó ámbito redondo de L'26 metros de ancho, sobre el que co-
mienza á levantarse la media naranja ; y en su círculo se ven
compartidos seis nichos arqueados y en forma de pequeños de-
partamentos, que servían para desnudarse y vestirse los bañis-
tas, á igual que los establecimientos de su índole que hemos
visto en Pompeya. Estas dos rodundas son en todas sus partes
de grandes moles de piedra de sillería, perfectamente enlazadas
y de tanta solidez, que han sido contempladas por los curiosos
viajeros como una obra eterna, como lo eran, por lo regular,
todas las públicas de sus tiempos.
Las virtudes médicas de estas aguas ferruginosas-bicarbona-
tadas se han reconocido en todas épocas, y lápidas roma-
nas, árabes y españolas que han aparecido en excavaciones
practicadas en el establecimiento y sus inmediaciones, lo de-
muestran evidentemente. Todavía puede leerse por el que visite
este antiguo edificio, la siguiente :
BADAJOZ 449
IVNONl REGIN.E
SACRVM
Lie. SERENINVS. V. C.
ET VARINIA ET ACCINIA C. I.
PRO. SALVTE. FILIA. SVAE
VARINIAE SERENAE
DICAVERUNT.
La enferma que dedicó esta votiva era deuda ó inmediata
parienta á la célebre poetisa Serena Augusta.
II
• A la caída del poder de Roma los sarracenos destruyeron
el establecimiento thermal de CastrumColubri^ á la vez que el
castillo y la villa que poblaron de nuevo con el nombre de
Alhangkizy convertido más tarde en Alhangel y hoy en Alange,
Fué esta ciudad, durante el siglo ix, muy célebre, por el papel
que jugó en las revueltas habidas entre almohades y almorávi-
des entre sí, y entre moros y cristianos más tarde.
Uno de los promovedores de la insurrección de Mérida en
el año 835, llamado Abderrahmán-ben-Merwán-ben-Yunos, por
venganzas ó á despecho de antiguas ofensas que recibiera del
rey de Córdoba (1), formó un ejército. de 16,000 hombres, 'se
dirigió á la Lusitania en son de conquista y sin respetar el pode-
(i) Cuenta la historia que Abderramán, en la rebelión de Mérida, fué cogido
prisionero y llevado á Córdoba á ingresar en la guardia del rey; y como era rene-
gado y le miraban con grande desprecio los magnates, un día que se hallaba de
servicio fué insultado en prescRcia de todos los wisires por el hagib ó ministro
Hachim, que después de decirle avales menos que un perron^ le hizo dar de bofeta-
das. Este hecho despertó de tal modo en el muladí su mal encubierta cólera, que
reuniendo multitud de secuaces se alzó en sublevación imponente contra el rey
de Córdoba y le usurpó muchas tierras y castillos.
57
450 BADAJOZ
— I, - ■-
río del rey de Córdoba, ni su mejor derecho para el dominio del
país lusitano, tomó el castillo de Alhanghiz^ en que se hizo
fuerte durante todo un sitio de tres meses, llegando á apurar
hasta la carne de caballo para poder racionar su guarnición, y
cuando vio ya que falto de agua no podía subsistir más tiempo,
capituló á condición de poder ir con los suyos á establecerse en
Badajoz, que aún no era corte de la Lusitania, y dependía, como
Mérida, del rey de Córdoba.
En Badajoz se formó una semicorte Ben-Merwán, y bajo su
amparo vivían muladíes y muzárabes, al parecer felices, porque
su jefe, al decir de los escritores más respetables (i), mostró
siempre el tacto exquisito que la astucia puede sugerir á un
buen político. Ganoso de prosperar su domino, trataba con dul-
zura á los prisioneros cristianos y renegados que cogía en sus
expediciones, pactó alianzas de amistad y mutua defensa con el
rey Alonso III el Magno, y comenzó á propagar una doctrina
mixta de Cristianismo y Mahometismo, hecho que revela aún
más su deseo de adquirir subditos y garantir la armonía de
relaciones entre los que ya le obedecían, aunque todo ello le
acarrease las censuras de los fanáticos ortodoxos, cristianos y
mahometanos, que unos y otros á porfía, le acusaron por su
conducta religiosa maniñestamente heteredoxa. Pero Ben Mer-
wán, más atento en el engrandecimiento de sus territorios que
en conservar la pureza de las doctrinas mahometanas, logró
hacer bien pronto de Badajoz una fortaleza inexpugnable y de
su Estado un señorío imponente, lo cual no podía ver el Califa
con tranquilidad. El ministro Hachim fué enviado á combatirle
al frente de un ejército, y encontradas en Mont Salud sus tropas
con las de Merwán, capitaneadas por su lugar-teniente Sadum,
sufrieron una terrible derrota, y Hachim, prisionero, fué llevado
á Caracuel, donde á la sazón se hallaba Ben-Merwán. Confiado
por éste al rey Alfonso III, le tuvo preso dos años. Rescatado
(i) Dozy, ó mejor dicho Ibn-Kaldum.
BADAJOZ 451
al ñn por el Califa, se presentó en Córdoba clamando venganza
contra el intrépido muladí ; pero éste era ya poderoso, pues
le prestaban obediencia las comarcas de Sevilla y Niebla, por
lo que el Califa creyó más oportuno proponerle un arreglo. El
poderío de Ben-Merwán se imponía á todos y no pactaba con
nadie si no veía en ello grandes ventajas (i) para el pequeño
Estado con que soñaba en ejercer su omnímoda soberanía. El
Califa aceptó las proposiciones de Ben Merwán; pero Hachim,
que no buscaba más que su deseo de venganza, creía tan hace-
dero someterle, que instigaba por todos los medios posibles al
monarca para que de nuevo le enviase con tropas en su perse-
cución (2). Triunfó, al fin, Hachim; pero cuando llegaba á Niebla,
orgulloso de verse al frente de las tropas que habían de luchar
con el temible insurrecto, tuvo que volver á Córdoba, de orden
del Califa, que se convenció de la imposibilidad de la empresa
tan pronto como llegó á sus manos un mensaje de Ben*Mer«
wán (3), retrocediendo ante las amenazas del rebelde de Alange,
que fortificado ahora en Badajoz, era dueño ya de un gran-
de territorio. Así prosiguió Ben-Merwán dominando con entera
seguridad, y auxiliando las expediciones del rey Alfonso III,
como lo hizo en el año 868 en que el rey cristiano llegó hasta
Mérida talando el país sujeto al dominio de los musulmanes.
En 870 había gran anarquía por toda la parte occidental del
(i) Al eaviado del Califa de Córdoba, le dio por toda respuesta las siguientes
palabras : « Suspenderé mis irrupciones, y hasta ordenaré que se nombre á vues-
»tro rey en las oraciones públicas, á condición de que me ceda á Badajoz, que me
«permita fortificar este distrito, y que me dispense de pagar contribuciones y de
«obedecerle en todo, y si no, no.»
(a) Hachim le escribía al Califa: «Antes era imposible coger á Ibn-Merwán, por
»que no teniendo morada fija, él y sus jinetes sabían siempre ocultarse á nuestras
«persecuciones; pero ahora está encerrado en Badajoz, y ya es nuestro. Podremos
«sitiarle, y sabremos obligarlo á rendirse.»
(3) Ben-Merwán escribió al Califa una extensa carta, exponiéndole su situa-
ción y diciéndole : « He sabido que Hachim marcha contra mí hacia el Oeste. De-
»masiado comprendo que creyendo poderme encerrar en una ciudad piensa haber
«encontrado la ocasión devengarse de mí; pero os juro que si pasa de Niebla que-
»maré á Badajoz y. volveré á tomar la vida que he llevado otras veces.»
45^ BADAJOZ
Califato, pues ocupadas las tropas en combatir la insurrección
del célebre cristiano Ben-Hafsum, mucho más temible que la de
Ben-Merwán, los insubordinados berberiscos de Mérida, Mede-
llín y Trujillo se alzaron de nuevo, y marchando por la comarca
de Sevilla saquearon sus pueblos sin cejar un punto hasta vol*
ver á su país cargados de riquezas. Ben-Merwán que esto vio, y
no se hallaba dispuesto á desechar la ocasión que tan propicia
se le ofrecía para hacer otro tanto, llegó hasta Sevilla, reco-
giendo un cuantioso botín.
Con motivo de las discordias entre árabes y muzárabes ini*
ciadas en los días de Abderramán II, unido á la actitud turbu-
lenta de los renegados que seguían los dos poderosos bandos
de Ben-Hafsum y Ben Merwán, y juntamente con los tenaces
alzamientos de las tribus berberiscas en la Mancha y orillas del
Guadiana, el reinado de Muhamad I fué una serie no interrum-
pida de campañas contra estos desavenidos elementos, á quienes
ya se creía casi imposible reducir á la obediencia, y sus medidas
contra ellos eran tan radicales cuanto la índole de la lucha lo
hacía posible. Por eso cuando fué tomada Mérida hicieron las
tropas grande estrago en los insurrectos, fueron desmanteladas
todas las fortalezas que habían servido á éstos de defensa, has-
ta el punto de quedar la ciudad por entero desguarnecida.
Así prosperaban las cosas para Merwán, de quien consta
que hacia el año 890 auxiliaba al Califa contra las tribus berbe-
riscas de Mérida, Medellín y Trujillo (lo que prueba que esta
vecindad le era bastante molesta, pues ya muy luego sostuvo
con ella algunas colisiones), y contribuyó á dominarlas por com-
pleto. También por entonces se alzó en Algarve, Bekir, residen-
te en Sylves, y á quien Merwán ayudó cuanto pudo para exten-
der su dominio, volviendo contra el Califa el auxilio que antes
le viniera prestando.
Ignórase el afto en que falleció Ben-Merwán. En el aflo
de 915 gobernaba á Badajoz un descendiente suyo y heredero
de su política, mas no de su fortuna, pues en dicho afto hizo te-
BADAJOZ 453
rríble excursión á Extremadura el monarca leonés Ordoflo II, y
después de incendiar los campos y pasar á cuchillo á los defen-
sores de Alange, cogió también prisioneros á mujeres y niflos.
Espantados los de Badajoz de tanta crueldad, le compraron la
paz á cambio de multitud de riquezas que se apresuraron á ofre-
cerle, con cuyo motivo el rey cristiano dio vuelta para su reino
en 917, cargado de botín, según consta de las crónicas del Mon-
je de Silos y de Lucas de Tuy.
Evidentemente el poderoso estado de Merwán había decaído
en manos del sucesor, y anunciaba ya su destrucción que tuvo
lugar en el aflo 930, después de haber resistido el desventura-
do reyezuelo un sitio de más de un aflo, y desde cuyos tiempos
el nombre de Alange no vuelve á salir en la historia, hasta 1227
en que la conquistó á los moros el maestre de Alcántara frey
D. Arias Pérez, para hacer de él una fortaleza muy secundaria,
y su villa un lugar olvidado, pues perdidas sus aguas médicas
en la invasión sarracena, y destruidos sus acueductos en las
guerras de Ben-Merwán, nadie sabría hoy de estas antiguas rui-
nas si en 1829 no hubiese restaurado su establecimiento ther-
mal el general San Juan, ampliándose sus obras con otras de
tiempos más modernos, hasta lograr hoy un establecimiento bal-
neario de las mejores condiciones de Espafla.
III
Siguiendo por la vía-férrea, y cruzando los campos de Villa-
gonzalo, Guarefla y Valdetorres, se llega, por la izquierda del
Guadiana, á Medellín, la antigua Metelltutn-Cacilice^ la colonia
Metellinense tan celebrada por Plinio, una de las cinco en que
estaba dividida la Lusitania, y cabeza de su comarca. Fué fun-
dada por el famoso Quinto Cecilio Mételo, y en tiempos de Tra-
454 BADAJOZ
jano se hizo la vía que le ponía en comunicación con Mérída y
GSrdoba, y que comprendía las siguientes mansiones :
Millas
Emérita o
A Metelium 24
A Artigi. 32
A Mellaría. 36
A Colonia-Patriciae 52
144
En tiempos que era Colonia, su situación fué á la derecha
del río; pero con el tiempo, Guadiana varió su cauce, inclinán-
dose á la derecha y quedando por tanto á la ciudad en su izquier-
da, suceso que aun siendo natural, tratándose de un río cuyo
álveo es sobre tierra llana, ha dado lugar á largas polémicas
entre los geógrafos antiguos, para fijar la situación de Mede-
Uín.
Entre las ruinas que han aparecido en esta ciudad, se han
encontrado las siguientes lápidas:
Aram. Cereri.
L. Emilius Vitulus
Pago. Martial
Loe. Agn. Dat.
Esto es: Lucio Emilio Vitulo colocó esta ara á la diosa
Ceres en el pago ó arrabal de Marte, dando ó sacrificándola un
cordero.
JUNIA
Eugenia
Ann. L,
Junia Eugenia, de cincuenta aflos falta lo restante, acaso
la consabida fórmula de H. S. E. S. T. T. L.
BADAJOZ 455
C. RaecIíE
Modesta
Heíc. Sita.
SiT. Tibí. Ter
Ra. Levis. Leg.
Fi. Vale
• • • • I .Jvll*
Que dice así : Caya Raecia Modesta se halla aquí sepul-
tada, etc.
MODESTUS AUNORUM
LXX. H. S. E. Papiria
Capitolina. Lib. Et.
VxoR. Fac. Cura.
Estoes: Modesto, de setenta años, está aquí enterrado:
Papiria Capitolina, su liberta y esposa, le mandó hacer esta se-
pultura.
DOMITI
AUGUST
Q. LiciNios.
Satvrninvs
Et. L. Mvmnios
pomponianvs
II. VlRI.
A Domiciano Augusto Los Duumviros Quinto Licinio
y Mumnio Pompiano.
CL. Caes. Ti.
. . . Principi. ivventvtis.
A Tiberio Claudio César hijo de Agusto, y Pontífice,
Príncipe de la juventud.
45^ BADAJOZ
Dryso. Caesari
Germanici
Caesaris. F.
DiVI. AUGVSTI
Pronepoti
PaPRON (i PATRÓN ?)
A Druso César, hijo de César Germánico, y biznieto del
Divo Augusto, ¿patrón de Medellín?
Plvtoni
Deo. in. Loco
SuB. Terrea Cond
Pericvlo. Occeani.
Líber. Aran. Posvit.
Fab. Vicela
Nos. ex. voto.
Libre Fabio Viceliano de un peligro de mar, hace esta dedi-
catoria á Plutón, el Dios de los ínñemos, á consecuencia de
promesa hecha.
L. Valerio
L. F. Gal. Sil
Vano. Vict.
Valeri
Ano. Vic
Es una dedicatoria á Lucio Valerio Galieno Silvano, hijo de
Lucio, Vencedor, y á Valeriano, también Vencedor, ambos em-
peradores. Las dos líneas que faltan debían contener la fecha
de 260 á 268 de Cristo, cuando padre é hijo reinaron juntos.
Junto al convento de religiosas de la Concepción hay una
piedra sobre una portada y que dice así:
BADAJOZ 457
ULIGIUS. SEMPTICIUS
SUPLICIO... MONIT.
PAT. VIA-ÉX. ANA....
ANEI. GANALIBUS. OB.
VOT. P.
Este Uligio Sempticio, según lo que de esta inscripción se
deduce, era pretor ó gobernador, y natural de Medellín, quien
había rogado hiciese un acueducto para traer aguas del Guadia-
na á la ciudad.
También fué patria del diácono Saturio, quien . allá en los
mediados del siglo vi sostenía el culto cristiano en Medellín/
donde según todos los cronistas había nacido en el año de 527.
El arzobispo de Mérida^ Fidel, le consultaba en el afto de 560
sobre asuntos de la fe, y prueba esto el talento que poseía y el
respeto en que era tenida su opinión y su ciencia teológica.
En la ermita de Nuestra Señora la Antigua, situada á media
legua de La Naya y dos de Medellín, se encuentra aún su sepul-
cral en caracteres góticos. Dice así:
t
SATVRIVS FAMVLVS DEI
VIXIT ANN LXXI M. I. D. VI
ACCEPTA PCENITENCIA
REQVIEVIT IN PACE \III
KALEND FEBRVAR
ERA DCXXIII
Viu traduce esta inscripción (i) diciendo que t Saturio, siervo
fde Dios, vivió setenta y un años, un mes y seis días. Recibida
fia penitencia, descansó en paz el 8 délas Calendas de Febrero^
»era de 626, ó sea el. año 588 de Jesús.»
No tenemos más noticias de este sacerdote, que parece reci-
bió el martirio por su fe, pues en varios Martirologios vemos
(1) Tomo I, pág. 201 ^e su libro Extremadura,
58
458 BADAJOZ
aparecer un Saturio^ pero sin expresión de su patria ni antece-
dentes determinados que pueda por ellos colegirse que fuese
el que se hace referencia en la inscripción que arriba copiamos.
Se fundó Medellín en los tiempos que las legiones 5.^7 10.*
edificaron Mérida y Badajoz, y fué ciudad importante que se
desarrolló bajo la jurisdicción de Mérida; pero tuvo poca impor-
tancia en la dominación de los godos y menos en la de los ára-
bes, porque su nombre apenas suena en la historia.
En el siglo iv fué murada, y á los mediados del xiv la go«
bernaba D. Juan Alonso, á quien le pertenecía, como seflor de
ella, por haberla dado á sus mayores el rey D. Fernando III,
que la engrandeció con privilegios y le concedió dos ferias (i),
según su real carta, dada en Ciudad-Rodrigo, en 1 300.
IV
Á dos kilómetros de MedelHn el viajero ve su alto castillo
coronando la sierra, en cuyas faldas se esparraman hoy un
grupo de casas que forman la moderna población.
D. Juan Alonso, en las guerras de sucesión, se puso contra
D. Pedro I de Castilla, y dos aflos más tarde, cuando este rey
ganó á Medellín, destruyó la fortaleza, obra casi toda de roma-
nos. Algún tiempo más tarde, en 1373, la reedificó como está
hoy, el infante D. Sancho de Castilla, señor de Medellín, de
quien son las armas que están en el torreón almenado frente al
Guadiana. Este antiquísimo castillo, donde antiguamente estaba
encerrada una ciudad memorable, tiene recuerdos gloriosos y
tradiciones importantes. Desde la reconquista hasta la guerra
(1) Tuvieron mucha importancia hasta fines del siglo xvii, especialmente la
del 30 de Noviembre. La otra tenía lugar el i.*" de Mayo.
460 BADAJOZ
de la Independencia, sus murallas han servido para que el más
fuerte escriba desde ellas su victoria.
£1 puente fué obra romana, destruida por los árabes y res-
taurada en los tiempos de Fernando V, pero con tan malas con-
diciones, que se hundió á los pocos años. Felipe IV lo mandó
restaurar, comisionando para esta obra al juez D. Juan de Vi-
llargoitia. Mide 416 metros de largo y 7 de ancho, y consta de
20 arcos. Fué reconstruido en 1636, habiendo sido preciso,
para terminar las obras, hacer un repartimiento entre los pue-
blos de 50 leguas en contorno.
En el centro de él forma una plazoleta sobre el plano supe-
rior de un tajamar, en el cual hay un adorno de buen gusto,
con las armas de España y debajo la siguiente inscripción gra-
bada sobre piedra marmórea :
Reinando la M agesta d Católica de Felipe IV, Rey de España
N. S., SIENDO Juan de Villargoitia, Juez por S. M. para la fábri-
ca DE ESTE PUENTE. Se ACABARON CON TODA PERFECCIÓN Y FIRMEZA
16 arcos, continuando el fin y remate con la contribución y re-
partimiento que se ha hecho en 50 leo. en coi^torno de esta v (l).
Año del nacim. de Nuestro Salvador J. C. de MDCXXXVI.
La antigua casa de Ayuntamiento, que por sus restos debió
ser una obra de primer orden, se arruinó en i8io, como el pa-
lacio do los Portocarreros, los antiguos condes de Medellín.
Cuatro parroquias tiene la villa: la de Santiago, arciprestal; la
(i) No siempre este puente ha estado viable para el servicio púbHco, pues el
rey D. Fernando el Católico concedió al Maestre de la orden de caballeros de San
Jaque, el privilegio de que tuviese una barca en Medellín sobre el río Guadiana.
También consta que desde 1636 hasta 1830 recaudaba en este puente los de-
rechos de pontazgo el duque de Medinaceli, como señor de Medellín, y con el car-
go de atender á todas sus reparaciones ; pero como el vecindario no logró que el
bueno del conde reparase una sola vez en los 196 años en que cobró el pontazgo
(y cobraba cada año más de i 38,000 reales), le fué secuestrado por una real or-
den^ recaudando desde entonces el Ayuntamiento los derechos citados, y desde
esta época el puente se ha reparado cuantas veces ha sido menester. Unos
9.500,000 reales importan los derechos líquidos cobrados por el conde en los
196 años que recaudó los montazgos. ¡Y no ha habido aún quien á dicho conde
le reclame esta suma I
BADAJOZ 461
de Santa María del Castillo, la de Santa Cecilia, y la de San
Martín, ediñcios el más moderno de 15 14. Tuvo además tres
conventos y cuatro ermitas. El de frailes lo fundó D. Juan Por-
tocarrero, primer conde de Medellín, y en él estaba la capilla de
San Antonio, costeada por grandes sumas que mandó de Méjico
Hernán Cortés; el de monjas de la Concepción lo fundó, en 1551,
D. Rodrigo Jerónimo Portocarrero, cuarto conde de la villa, y
el de Agustinas, Sor Catalina de Jesús y otras religiosas de la
Encarnación de Madrid, que en 1600 fueron exprofesamente á
fundarlo. De estos conventos sólo existe uno: el de la Concep-
ción; los demás están arruinados, así como las cuatro ermitas.
La villa es hoy un conjunto de ruinas, sobre las cuales exis-
ten solamente unos 150 edificios, una muralla antiquísima y un
castillo feudal. Todos los viajeros se detienen á su paso por
aquellos históricos restos ante lo que fué casa de Hernán Cortés.
Es un salón con medias paredes y algunos cimientos. Á la de-
recha existen dos paredones que formaban una sala y dormito-
rio, donde la tradición cuenta que nació Hernán Cortés, aquel
genio intrépido- y valeroso que dio á los reyes Católicos tmás
reinos que pueblos habían heredado de sus padres,» según él
mismo dijo al rey que se desdeñaba en recibirle. Aunque Mede-
llín no hubiera producido á ningún otro hombre más que á Her-
nán Cortés, bastaría para darle nombre y hacerlo célebre, que
siempre son celebrados los pueblos que tienen la suerte de contar
•entre sus hijos á hombres como Hernán Cortés.
Pero digamos quién fué este gran genio.
D. Martín Cortés y Monroy nació en Medellín en 1449 de
tina familia, aunque modesta, de nobles ascendientes. Era oriun-
462 BADAJOZ
do de los Monroyes de Plasencía, y casó con D.* Catalina Píza-
rro y Altamirano, prima de los de su apellido, que habitaban en
Cáceres. De este matrimonio nació el inmortal Hernán ó Fer-
nando Cortés, quien en principios del siglo xvi conquistó las
tierras que allá en el Nuevo-Continente había descubierto un
ilustre genovés, y por solo este hecho D. Martín Cortés de
Monroy adquirió gran celebridad en sus tiempos, siendo en Ex-
tremadura una de las ñguras más principales, y de Medellín
alcalde mayor y regidor perpetuo de su Ayuntamiento.
Hasta poco há se conservaba en pie la casa solariega de esta
familia, levantada en 1523.
D. Martín Cortés anticipó á su hijo una suma considerable
para el primer viaje que aquél hiciera en 1 504 á la expedición
de Santo Domingo, y contribuyó con su peculio á fundar hospi-
tales, á construir la arruinada casa consistorial de Medellín, y á
otras obras muy meritorias.
Tales fueron los progenitores de Hernán Cortés y Pizarro,
primer marqués del Valle de Guajaca, á quien el Emperador
Carlos V debió sus mayores glorias. Nació en Medellín el día 1 1
de Noviembre del afto 1485. La historia de este hombre es pro-
digiosa por sus hechos en el Nuevo Continente. Sus padres le
dedicaron desde su más corta edad á las letras, y en la Univer-
sidad de Salamanca fué donde empezó sus estudios; pero no
pudiendo la grandeza de su alma estrecharse en los lentos pro-
gresos de las ciencias, se resolvió á seguir la milicia. Si una
grave enfermedad no le hubiera impedido su embarque, le habría
admirado la Italia, y el gran Capitán hubiese compartido con él
sus glorias: pero mudando después de intento, determinó, con
el beneplácito de sus padres, marchar á las Indias, lo que veri-
ficó el año de 1504, yendo recomendado al Gobernador de la
isla de Santo Domingo, pariente suyo; pero hallándose esta isla
en completa paz, pasó á Cuba, donde su valor y obediencia no
sólo le granjearon el renombre de soldado, sino el nombramien-
to de cabo de la escuadra y descubrimientos que meditaba Diego
BADAJOZ 463
Velázquez. A su costa, con el favor de sus amigos, previno todo
lo necesario, y con un corto número de gentes y bajeíes se em-
barcó en el puerto de Santiago y dio á la vela en 18 de Noviem-
bre de 15 18. La buena acogida que tuvo en la Habana le facilitó
los medios para su empresa. Su buen talento supo vencer al
cacique é isleños de Cozumel y su valor dominó la ñereza de los
indios tabascos hasta entrar en su corte, plantar la religión
cristiana y hacer que reconociesen vasallaje al Emperador Car-
los V. Sin embargo de que estas proezas bastaban á reconocerle
como un héroe, acaso no lo hubiera conseguido si no hubiese
llevado á cabo la más grande de las empresas que registra la
historia, que fué la conquista, dominación y pacificación de Méjico.
Grandes fueron los disgustos y penalidades que tuvo que
vencer Cortés en todas sus conquistas; inmensas las conspira-
ciones y alborotos que tuvo que ilominar, no sólo de sus enemi-
gos sino en sus propias fuerzas, y los cuales le dan á conocer
no sólo como un valiente guerrero, sino como un hábil político.
Falto de recursos, en suelo extranjero y de carácter salvaje,
luchó con la perversidad de los envidiosos que llevaba en
sus tropas y con las camarillas palaciegas que para humillarle
lo malquistaron infinitas veces con el Emperador, logrando de
éste que mandase para residenciar sus actos é intervenir sus
asuntos, ya políticos ya militares, á personas hechuras de sus más
encarnizados enemigos, poniendo con esto en gran riesgo sus
conquistas. Con el auxilio de la suerte ó de la Providencia, y con
unos 300 hombres y 7 caballos, desembarcó Cortés en San Juan
de Ulua, fundó á Veracruz, ganó los ánimos de los caciques in-
mediatos, y á pesar de las grandes batallas que le presentaron
los tlascaltecas á quienes derrotó por completo y sujetó á su
dominación, llegó á acampar en las inmediaciones de la gran
ciudad de Méjico. Cortés se vio precisado, para obligar á su
gente á no desampararle y continuar sus gloriosas conquistas,
á quemar sus naves, cortándose así toda retirada, lo que verifi-
có á presencia de su reducido ejército en la playa de Veracruz,
464 BADAJOZ
arengando en seguida á sus gentes que le aclamaron victorioso.
Diego Velázquez, envidioso de las conquistas de Cortés y
para atribuirse ante Carlos I la gloria de la conquista, envía en
contra del héroe, para que le prenda y lleve á Cuba, al capitán
Panfilo de Narvaez; éste desembarca en Veracruz y corre á su
encuentro; pero Cortés, sin desatender el sitio de Méjico, logra
derrotar las fuerzas de Narváez que, viendo á su jefe prisionero
y herido, aclaman al caudillo y se unen á sus gentes desbara-
tando en seguida el ejército mejicano, y después de diferentes
combates, coge prisionero al emperador Motezuma y á su su-
cesor Guatimocín. Finalmente, Cortés queda dueño de Méjico
el 1 3 de Agosto de 1 5 2 1 , agregando este nuevo florón á la co-
rona de España, concluyendo la conquista de la Nueva España
que hará para siempre inmortal la memoria de este héroe.
Prosiguió Hernán Cortés gobernando dicho imperio hasta el
año de 1528, y volvió á España en esta época, donde el empe-
rador Carlos I le agració con veintidós villas y lugares, y más
de 203 vasallos en aquel reino y Valle de Guaxaca ó Guajaca,
creándole el 6 de Julio de 1529 Capitán General de toda Nueva
España, y en 20 de dicho mes y año Marqués con el título de
la expresada donación, y últimamente comendador de Vetera.
Casó dos veces, la primera en la isla de Cuba con D.^ Cata-
lina Suárez Pacheco, doncella noble ; y la segunda en España
con D.* Juana de Arellano, hija de D. Carlos conde de Aguilar,
y de D.^ Juana de Zúñiga, hija de los Duques de Béjar, dejando
de este matrimonio á D. Martín Cortés y otros hijos.
Por último, habiéndose fijado en España lleno de laureles y
trofeos, aunque perseguido y maltratado por la envidia, murió
olvidado de propios y extraños, y sus huesos yacen en la iglesia
del convento de San Francisco en la ciudad de Méjico, sin haber
dejado en su patria, Extremadura, un recuerdo de su estada en
el Nuevo-Mundo, pues hasta la casa que levantara en Medellín,
en 1523, está casi destruida.
En la Exposición de Americanistas, celebrada en Madrid en
BADAJOZ 46$
—^— '
1 88 1, se exhibió en la instalación Extremeña, y por la Comisión
de Monumentos históricos y artísticos de Badajoz, y el arquitec-
to de dicha ciudad D. Francisco Morales y Hernández, varios
planos y documentos de lo que en la actualidad se conserva en
Medellín de la casa de Hernán-Cortés. En el Catálogo parcial de
esta Exposición, redactado por el autor de esta obra, se en-
cuentran registrados con los números 29, 30, 31, 32, 32, 33,
34 y 36 (i) varios de estos documentos (2).
(i) Exposición Internacional Americanista de 1881. Catálogo de los objetos,
papeles, libros y documentos que la provincia de Badajoz presentó en la referida Eat-
Posición, (B8Lda]oz,Tipogreiñsi de La Minerva Extremeña, 188^). Páginas 23, 24,
25 y 26.
(2) En esta forma aparece en el expresado Catálogo. Por la Comisión de Mo-
numentos:
Núm. 29. Información practicada por el Ayuntamiento de Medellín (Badajoz)
en 1854, á fín de averiguar la casa en que naciera en la expresada villa el ilustre
conquistador de América, Hernán-Cortés, Marqués del Valle.
(Ms. en folio español).
Núm. 30. Información que hace en Medellín (Badajoz) la Comisión de Monu-
mentos históricos y artísticos de la expresada provincia en 1875, ampliando la
que hizo en 1854 ^^ Ayuntamiento de Medellín, en averiguación de la casa en que
nació el ilustre conquistador de América, Hernán-Cortés, Marqués del Valle.
(Ms. en folio).
Núm. 3 I. Memoria redactada por el arquitecto provincial de Badajoz, D. Fran-
cisco Morales Hernández, con los planos relativos á la casa llamada de Hernán-
Cortés, en Medellín.
(Ms. en íolio español).
Núm. 32. Plano general del estado actual de la casa en que nació Hernán-
Cortés, en Medellín.
Es obra del arquitecto provincial de Badajoz, D. Francisco Morales Hernández,
que la terminó en 14 de Octubre de 1868.
El plano está en la proporción de i por 1 00 diseñados todos sus detalles en
colores que determinan:
I .* Trozos de muros que se conservan sobre el pavimento.
2.' Cimientos enrasados al nivel del pavimento.
3.* Sillares de piedra de grano.
4.° Pavimento de baldosas.
«5.* Terreno sin pavimento.
6.* Pavimento de orrillo.
7.° Recipientes de las aguas.
La distribución de las habitaciones se expresan en la Memoria señalada en este
Catálogo con el número 3 1 .
Núm. 33. Plano de la zona que circunda la casa de Hernán-Cortés.
Lo hizo, como el anterior, el Arquitecto Morales Hernández, en 14 de Octubre
de 1868.
Contiene este plano: i.» Casa de Hernán-Cortés.— 2.** Calle del mismo nombre.
59
466 BADAJOZ
Pero insensiblemente hemos dejado correr la pluma consig-
nando noticias y hechos de Cortés, sin ordenar estos apuntes,
huyendo así de escribir metódicamente la vida de este gran
genio; porque este trabajo excedería á nuestras fuerzas y ocu-
paría también proporciones que no pueden darse ante el peligro
de hacer interminable este tomo.
El lector que quiera conocer la historia de este héroe extre-
meño, puede consultar las célebres Carias de Relación escritas
por Cortés, y en las que refiere su propia vida con suma modes-
tia, y, lo que es más, con desusada imparcialidad (i).
— 3.° ídem del Reloj.— 4.° ídem del Arco. — «;.*» ídem del Oro.— 6.° ídem de Murcia-
nas.—7.** Calleja del Reloj.— 8.** Calle del Matadero.— 9.° ídem del Hocinillo.—
10. ídem de Jariegos.— 1 1. ídem de Oiiviilos.— la. Rinconada de Santa Cecilia. —
13. Plaza de idem.— 14. Calle de idem.— i 5. ídem de Moros.— 16. Plaza vieja,—
17. Iglesia de Santa Cecilia.— 18. Calle de Herradores.— 19. Paseo.
En la misma escala que el anterior.
Núm. 34. Dintel que se hallaba colocado en la puerta de la casa solariega de
Hernán-Cortés, en Medellín.
Obra del mismo Arquitecto, que la terminó cuando la anterior.
Según la fecha de la inscripción que aparece en los costados del dintel, se
construyó la casa el año de 1523.
Está en la escala de i por i o.
Por el Sr. Morales Hernández:
Núm. 36. Proyecto de monumento en honor de Hernán-Cortés, que había de
ser erigido en la Plaza de Minayo, en Badajoz, por el Expositor. (Copia del origi-
nal que existe en la Real Academia de San Fernando).
Este proyecto, iniciado hace más de veinticuatro años, no ha podido realizarse
por la apatía de las autoridades ó por falta de iniciativa. No obstante, parece que
ahora se despierta el deseo por realizar un pensamiento, que si tiende á honrar al
ilustre Cortés, no queda en ello menos honrada su patria, mostrando á los vivien-
tes el aprecio en que tiene el nombre de sus preclaros hijos. Y decimos esto, por-
que acabamos de leer en varios periódicos de Badajoz las siguientes líneas: «El
ayuntamiento de Medellín va á abrir decididamente una suscripción para erigir un
monumento á Hernán-Cortés, en el solar de la casa donde nació este ilustre extre-
meño. El municipio contribuirá con 4,000 duros, y nuestra Excma. Diputación
provincial ha ofrecido también conisgnar otra suma con tal objeto.»
Completaremos la anterior noticia con esta otra, también de los diarios de Ba-
dajoz: «La Diputación provincial ha consignado en el presupuesto (para el próxi-
mo año económico) 5,000 pesetas para auxiliar al Ayuntamiento de Medellín en
las obras de creación de un monumento á Hernán-Cortés en aquella villa.»
¡Tiempo era de que la provincia de Badajoz diese señales de que no olvida á
uno de sus más ilustres hijosl
(i) Estas cartas van así tituladas:
/.* Cartas de Relación de Fernando Cortés sobre el descubrimiento y conquista
de la nueva España,
BADAJOZ 467
La primera, enviada á la Reina D.* Juana y al Emperador
Carlos V, su hijo, por la justicia y regimiento de la rica villa de
Vera Cruz, á 10 de Julio de 15 19. — La segunda, enviada á la
sacra Majestad del Emperador Nuestro Señor por el Capitán
General D. Fernando Cortés, en la cual se relaciona de las tie-
rras y provincias sin cuento que ha descubierto nuevamente en
el Yucatán el año de 19 a esta parte (i), y ha sometido á la
corona real de su Majestad. En especial hace relación de una
grandísima provincia muy rica llamada Culua (2), en la cual hay
muy grandes ciudades y de maravillosos ediñcios, y de grandes
tratos y riquezas, entre las cuales hay una más maravillosa y
rica que todas, llama Temixtitan (3) que está por maravilloso
arte ediñcada sobre una grande laguna, de la cual ciudad y pro-
vincia es Rey un grandísimo Señor llamado Muteczuma (4);
donde le acaecieron al capitán y los españoles espantosas cosas
de oir. Cuenta largamente del grandísimo señorío del dicho Mu-
teczuma, y de sus ritos y ceremonias, y de cómo se sirve. La
firma en la villa de Segura de la Frontera de la Nueva España
á 30 de Octubre de 1520 años. — La tercera enviada por Fer-
nando Cortés, Capitán y Justicia mayor del Yucatán, llamado la
Nueva España del mar Océano, al muy alto y potentísimo Cé-
sar é invictísimo Sr. D. Carlos Emperador semper augusto y rey
de España nuestro Señor. De las cosas sucedidas y muy dignas
de admiración en la conquista y recuperación de la muy grande
y maravillosa ciudad de Temixtitan^ y de las otras provincias á
2.» Caria que el muy ilustre señor don Hernando Cortés^ Marqués que luego fué
del Valle, escriuió á la S. C. C. Magestad d*l Emperador: dándole quenta de lo que
conuenia froueer en aquellas partes: y de algunas cossas en ellas acaescidas. Fecha
en la gran ciudad d' Temixtitan México d'la nueva España á XV dias del mes de
Octubre de M.D.XXXIV, Años,^Agora por primera vez impressa por su original.
(i) Hasta 1530.
(3) Ahora Culuacán, cuna de la monarquía mejicana y emporio del pais en el
siglo XVI.
(3) Méjico en nuestro idioma.
(4) Motezuma, antecesor de Guatimocín.
468 BADAJOZ
ellas sujetas que se rebelaron. En la cual ciudad y dichas provin-
cias el dicho capitán y españoles consiguieron grandes y seña-
ladas victorias dignas de perpetua memoria. Asimismo hace
relación cómo han descubierto el mar del Sur, y otras muchas y
grandes provincias muy ricas de minas de oro y perlas y pie-
dras preciosas, y aun tiene noticia que hay especiería: ñrmada
en la ciudad de Cuyoacan desta Nueva España del mar Océano,
á 15 días de Mayo de 1522 años. — La cuarta que D. Fernando
Cortés, Gobernador y Capitán General por su Majestad en la
Nueva España del mar Océano, envió al muy alto y muy po-
tentosísimo, invictísimo Sr. D. Carlos, Emperador siempre
augusto y Rey de España nuestro Señor, fechada en la gran
ciudad de Temixtitan desde Nueva España, 1 8 días del mes de
Octubre de 1524 años. — Y la quinta, dirigida á la sacra católica
cesárea Majestad del invictísimo Emperador D. Carlos V, desde
la ciudad de Temixtitan^ á 3 de Setiembre de 1526 años.
Las primeras cuatro cartas publicadas en el lugar y año que
se indican al fínal de las mismas, y la última (que es la quinta),
publicada en Méjico el año de 1855 por el erudito D. Joaquín
García Icazbalceta, nos servirán para que tiempo andando po-
damos escribir la Historia verdadera de Cortés^ ya descrita por
Bernal Díaz del Castillo, y por D. Antonio Solís, pero no cono-
cida en todas las fases principales de la guerra y conquista de
Méjico; que Cortés está más alto que nos lo presentan los his-
toriadores citados.
Terminaremos estos apuntes biográficos con la relación de
los libros que tratan de Cortés. He aquí los publicados:
I .« Primer aparte de Cortés valeroso y Mexicana, de Gabriel Lasso de
la Vega, criado del Rey nuestro Señor , natural de Madrid. — Dirigida d
D. Fernando Cortés, nieto de D. Femando Cortés, Marqués del Valle,
descubridor y conquistador del Nuevo Mundo (Madrid, 1573) (O*
(i) Es un precioso poema que empieza en su primer canto describiendo el
sitio de la ciudad de Méjico, con los siguientes versos:
BADAJOZ 469
2.0 Elogios en loor de los tres famosos varones D, Jaime, Rey de Ara-
gón, D. Fernando Cortés^ marqués del Valle^ y D. Alvaro de Bazán, mar-
qués de Sania Cruz; compuestos por Gabriel Lobo Lasso de la Vega, natu-
ral de Madrid, continuo del Rey nuestro Señor (Zaragoza, 1601) (i).
3.« Aqui se contienen siete romances de los mejores que hasta agora se
kan hecho: los dos primeros son de las hazañas del valeroso Fernán-Cor-
tés, etc, compuesto por el bachiller Engrava (Madrid 1653).
4.<> Vida del Ilustre varón Fernán-Cortés; primero marqués del Valle
de Huaciac (Oajaca)^ por D. Fernando Pizarro y Orellana, Caballero de
la orden de Calatrava, Comendador de Velera^ del Consejo de órdenes y
ahora del Real supremo de Castilla (Madrid, 1639) (2).
5.0 Piedad heroica de D, Fernando Cortés, por D. Carlos Sigüenzay
Góngora, de la Compañía de Jesús (México, 1659).
b,^ Hernandia, triunphos de la fe y gloria de las armas españolas.
Poema heroyco. Conquista de México, cabeza del imperio septentrional de
la Nueva España, Proexas de Hernán-Cortés, catholicos blasones militares,
y grandexas del nuevo mundo. Lo cantaba D, Francisco Ruix de León,
hijo de la Nueva España, y reverente lo consagra á la soberana, catholica
magestad de su Rey y Señor natural D. Fernando VI en la Real Catholica
magestad de la Reyna Ntra. Sra, Z).' María Barbara {que Dios guarde) y á
las dos Magestades por mano del excelentísimo Señor Duque de Alva (Ma-
drid, I7«55).
7.0 Vida de Hernan-Cortés hecha pedazos en quintillas joco-serias, por
el semi'poeta ingerto Anastaf de Morales, C Z). C (Sevilla, 1795) (3).
y concluye:
Canto el furor de Marte sanguinoso,
Del gran Cortés los triunfos, las victorias...
Parten de Cuba, dan velas al viento.
Donde fueron diré con nuevo aliento.
En 1 594, el autor hizo otra edición de su poema, aumentado y añadido.
En veinte cantos divide aqui el autor su trabajo, empezando el primero:
y termina así:
Canto las armas y el varón famoso.
Que por disposición del justo cielo...
Aguárdeme á quien mal he parecido
Que mí segundo fruto vea cogido.
(i) Es un libro en prosa y verso. Los panegiristas están en prosa, y siguen
algunos romances populares no mal versificados.
(2) Esta obra forma parte del libro Varones ilustres del Nuevo Mundo, del
mismo autor.
(?) El autor, Fr. Tomás de San Rafael, carmelita descalzo de Córdoba, es un
470 BADAJOZ
8.^ Lerotsmo di Ferdinando Córtese confermato contro le censure ne-
miche (Roma, 1806) (i).
9.0 Hernán-Cortés en UlúJSy canto épico, por Jerónimo de Aguilar
(Méjico, 1808) (2).
10. Fernand Cortez, poéme par Roux de Rochelle (París, 181 1).
1 1 . Lx>s horrores de Cortés, por D, Carlos María Bustamante (Méji-
co, 1821).
12. Historia de las conquistas de Hernando Cortés, escrita en español
por Francisco López de Gomara, traducida al mexicano y aprobada por
verdadera, por D, Juan Bautista de San Antón Muñoz Chimalpain Quauat-
lehuanitTiin, indio mexicano. Publícala para instrucción de la juventud na-
cional^ con varias notas y adiciones, Carlos María de Bustamante (Méxi-
co, 1826).
13. Sumario de la resistencia tomada i D. Fernando Cortés, publica-
do por y. L. Rayón (México, 1852).
14. Cartas y relaciones de Hernán-Cortés al Emperador Carlos V,
corregidas é ilustradas por D, Pascual de Gayangos, de la Real Academia
de la Historia de Madrid, correspondiente del Instituto de Francia (Pa-
rís, 186Ó).
15. Méjico, por el P. Escoiquiz, canónigo de Méjico.
16. La conquéte du Méxique.., en dix chants, avec notes historiques,
par P. Roure. (París, 181 1).
He aquí ahora la relación de los libros inéditos:
I .• La cortesiada, poema épico de las hazañas de Hernin-Cortés, por
el P. Agustín de Castro, de la Compañía de Jesús, catedrático de filosofía
de Querétaro.
2.» Romancero de Hernán-Cortés, por don Antonio Hurtado de Men-
do^a.
3/ Hernán -Cortés, poema por D. Juan Justiniano y Arribas, coronel
de caballería (3).
4.a Hernán-Cortés, poema por D, Antonio García Gutiérrez, de la
Real Academia Española.
poeta estrafalario muy propio de la decadencia de nuestra literatura en fines del
siglo XVIII.
(i) La escribió el jesuíta extremeño P. Raimundo Diosdado Caballero, y es
una de las mejores obras para la historia de Cortés.
(2) Su autor verdadero lo fué D. José González y Torres de Navarra, poeta
sevillano, descendiente del Marqués de Campoverde.
(3) En la actualidad está imprimiendo esta obra en Badajoz su autor, subven-
cionada por la Diputación provincial.
BADAJOZ 471
5.* Hernán-Cortés en Cholula, poema por el Excmo, Sr, D, Patricio
de la Escosura, de la Real Academia,
6.» La Pironea de Cortés, poema del P. Escolapio Tomás Baguena,
7.* Las naves de Cortés destruidas, por Martin y Vaca de Guzmán.
De todas estas obras publicadas, la más importante lo es,
sin disputa, la que forman las cartas dadas á luz por Gayangos.
El héroe que tantas obras ha inspirado, pasó sus últimos días
en un lugar oscuro de la provincia de Sevilla: Castilleja de la
Puebla. Allí murió en 2 de Setiembre de 1547, pobre, desterra-
do y triste, después de haber sido en la corte... hasta preten-
diente.
¡ Así pagaron los reyes al que les había dado más provincias
que ciudades les dejaron sus abuelos!
Tamaña ingratitud no puede buscarse más que en los mag-
nates que viven en palacios.
CAPITULO XYIl
Don-Benito y Vlllanueva de la Serena. — Magacela.
Zalamea de la Serena.—La torre de Trajano.—Zalamea en la Edad-media.
Zalamea moderna
I
OMO á unos 1 1 kilómetros de Medellín está la vi-
lla de Don-Benito, una de las más modernas de
Extremadura, como que data su origen del si-
glo XV. El antiguo conde de Medellín tenía diez
pueblos, en los cuales mandaba feudalmente y
los esquilmaba á las mil maravillas. Uno de es-
tos pueblos, á cuatro kilómetros de Don-Benito,
se llamaba Don-Llorente, y en él vivía un se-
ñor llamado Don-Benito^ dueño de esta comarca. En 1469
este poderoso señor ofreció á los vecinos de Don-Llorente tie-
rras y otros derechos de colonia para los que quisieran poblar
en sus posesiones. Cuatro años más tarde, en 1473, los vecinos
de Medellín y los de Don-Llorente habían fundado á Don-Beni-
to, librándose así de la tutela odiosa del conde de Medellín.
En 1 61 4 ya contaba Don-Benito con una población de 8,000 al-
mas, como hoy tiene más de 15,000. Felipe V, por cédula
60
474 BADAJOZ
de 13 de Julio de 1735, le hizo villa, eximiéndola de la jurisdic-
ción municipal de Medellfn, á donde estaba agregada como su
aldea. Tiene una parroquia de los principios del siglo xvii, y en
su torre estaban las estatuas de Don-Benito y su señora, sus fun-
dadores, que un día se vinieron abajo, hundiendo parte de las
bóvedas del templo. En 1 707 Don-Benito se unió á las tropas
de Felipe V, formando á sus expensas una compañía de 300 hom-
bres, que combatieron por este rey. En la guerra de la Indepen-
dencia luchó como un gigante contra el extranjero, y su nombre
lo repite la historia con respeto glorioso.
Seis kilómetros más allá está Villanueva de la Serena, que
los romanos fundaron con el nombre de Vesci. Esta villa, que
cuenta más de 1 1 ,00o almas, no conserva nada de sus primiti-
vos tiempos. El palacio de los priores es de la época de Car-
los III; el monasterio de religiosas de 1626; el ediñcio que fué
convento de San Bartolomé, de 1574. Algunas lápidas apareci-
das en sus inmediaciones justifican su antigüedad.
El rey D. Fernando IV la cedió en 1 303 al gran maestre de
Alcántara D. Gonzalo Pérez Gallego, quien la pobló con sus
parciales, dándole el nombre de Villantieva. En el siglo xv se
denominó Villanueva de Lares^ y poco después de Magacela^
hasta 1 600, en que ya fué conocida por el de la Serena^ nombre
que algunos dan á cierta familia que la habitó en tiempo de los ro-
manos y hoy lleva una gran región de la provincia (i).
(i) En la actualidad, se conoce á la antigua Villanueva de la Serena como ca-
beza de uno de los i 5 partidos judiciales que cuenta la provincia de Badajoz, y le
componen los pueblos siguientes:
Población
Campanario 8,894
Coronada I1699
Haba (La) 2,678
Magacella 1^340
Villanueva de la Serena 10,627
Villar de Rena 207
a»; ,445
Es evidente que en la antigüedad la Serena estaba compuesta de una extensión
BADAJOZ 4715
II
Nueve kilómetros después de Villanueva aparece Magacela.
Su viejo castillo parece como quererse desprender sobre la vía.
Aquellas ennegrecidas ruinas, testimonio en siglos pasados de
la lucha tenaz y porñada entre los maestres y caballeros de Al-
cántara, denuncian el poder feudal de la Edad-media y el
señorío privilegiado de que tantos vestigios aún quedan en la
Península.
Magacela es en la historia un pueblo importante. Fun-
dado por los romanos con el nombre de Astyla. Los godos y
árabes buscaron en él un punto de resistencia, en que poder
sostener su dominación en los pueblos de la antigua Lusitania.
Quieren algunos ver en el nombre de Magacela, un com-
puesto de dos palabras que significan lo mismo: almacén ó de-
pósito. La primera árabe y la segunda latina. Su castillo, que
antiguamente serviría para defender las provisiones ó depósito,
parece obra del siglo vii, porque en los primeros años de la
dominación árabe ya se cita en la guerra de los almorávides con
los almohades. Desde el siglo ix hasta el xvi, dentro de sus
muros han tenido lugar escenas sangrientas y conmovedoras,
que sirvieron para inspirar á más de un trovador de aquellos
tiempos. No fuese acaso la menor de ellas lo acaecido con el
XXXVI maestre de Alcántara D. Alonso de Monroy y Sotoma-
mucho mayor ; pero no tenemos noticias para determinar hasta dónde llegaban
los límites de esta comarca, y por consiguiente, desconocemos el nombre de los
pueblos que la formaban, entre los que indudablemente estaban Valeria (Campa-
nario), Car cfon (^Coronada?), Araduca ó ^rawca (¿La-Haba?), Asiyla (Magacela),
Vesci (Villanueva de la Serena), Bardum (Villar de Rena) y Casírum-Colubri
(Alange).
47^ BADAJOZ
yor, hombre de temerario valor, y á quien con razón se le res-
petaba y le temían todos los magnates de su tiempo. Sobre su
prisión en el alto castillo de Magacela, Alonso Maldonado, en
su curiosa obra (i), dada á luz en el tomo VI del Memorial His-
tórico de la R. A. de la Historia, refiere muy al pormenor este
suceso en los siguientes términos: tComo el maestre y su com-
pañía llegassen á Extremadura, supieron las nuevas de sus ene-
migos : los quales eran quel maestre de Santiago auia socorrido
á Diego de Cáceres y Francisco de Solís con vitualla y gente, y
questauan más fuertes que al principio. A esta sazón Francisco
de Solís urdió un tracto falso contra el maestre, el qual fué
desta manera: quel maestre diese una hija suya á Francisco de
Solís para que se cassase con ella... y haziendo esto él entrega-
ria la fortaleza de Magazela al maestre.
t Fecho asiento y concierto desta manera, el maestre cum-
plió todo lo que de su parte era prometido, mas como Francisco
de Solís andaua por engañalle, deste concierto auia dado parte
á la condesa de Medellin y al maestre de Santiago y le prome-
tieron todo favor para todo lo que quissiese hacer, y assí Fran-
cisco de Solís escribió al maestre, suplicándole quissiese llegar
á la fortaleza de Magazela... Pues como el maestre D. Alonso
de Monroy partiesse de Montanches con doscientas langas á yr
á ver á su yerno Francisco de Solís á Magazela, hartos malos
agüeros vio, que quando salió de Don Benito un cauallo hovero,
que él quería mucho, y al presente yua en él, se le cayó muerto
entre las piernas. Todos cuantos caualleros yuan con él le acon-
sejaron que no entrase en Magazela, especialmente Hernando
de Monroy, el Sr. de Monroy, se lo dixo muchas veces, dicién-
dole que de muerto ó preso no escaparia, y que renegase de tal
(i) Titúlase así: Traducción que hizo Alonso Maldonado sobre los cinco libros
de Apiano Alexandrino de las guerras ceuiles, intitulada y dirigida á D. Alonso de
Monroy. maestre de Alcántara^ con la vida y hesioria del muy ilustre Sr, D. Alonso
Monroy., maestre de Alcántara.
478 BADAJOZ
parentesco, y que él no quería entrar en la fortaleza mas que se
quedaría en el lugar aguardando lo que subscedia.
«Otros caualleros que con él yuan se hizieron malos. Juan
Nuñez de Prado le importunó mucho tomasse el consejo de
aquellos caualleros, y que si no quería que se lo uviesse á solas;
mas ninguna cosa bastó á estorballe que no Uamasse á la puerta
de Magazela, y estando llamando un escudero le dio bozes que
no entrassen hasta que leyessen aquella carta, la qual era del
conde de Feria, grande amigo suyo, en que le decia que por
ninguna via entrasse en Magazela, por quel sauia que auia de
ser preso. El maestre no quisso creer al conde ni á todos los
demás que sobre este caso le aconsejauan, porque estaua ya
aparejada la hora de su mala fortuna. El maestre dio esta carta
á Francisco de Solís en entrando en Magazela, y quisso ymitar
á Alexandre cuando su físico le dio á beuer la purga, que le es-
criuió un su capitán que no la tomasse, porque él sauia que le
auían de dar en ella ponzoña, y assi Alexandre, quando comen-
tó á tomar la purga, dio la carta al médico; y assí el maestre
dio la carta á Francisco de Solís y díxole: c Mirad, hijo, esa
t carta que me escriuen, y assí vereys lo que confío de vuestra
•persona,! y Francisco de Solís le hizo muchas fiestas y rega-
los. Las mesas fueron puestas y sentáronse á ellas muchos ca-
ualleros parientes del maestre D. Gómez (de Solís) con dos-
zientos escuderos del maestre de Santiago y condesa de Mede-
Ilin, todos bien escondidos.
tPues como el maestre D. Alonso de Monroy se sentasse á
la cabecera de la mesa, lo primero quel maestresala le siruió
fueron dos fuentes de plata, y aleando la una encima de la otra
venían unos fuertes grillos. Luego todos los de la mesa y casa
arremetieron al maestre para prendelle; él procuró defenderse,
mas no pudo con tantos hombres como le tenían, y como se
viesse desta manera tractar, dixo á Francisco de Solís: tEsto,
•hijo, ¿es hecho de cauallero hazer tal traycion?» Francisco de
Solís respondió: t Padre seays vos del diablo, que mió no lo se-
BADAJOZ 479
re¡s;> y luego le pusieron gruesas cadenas y en una cámara con
muchas guardas. Luego Francisco de Solís se hizo elegir por
maestre de Alcántara á los comendadores que allí estauan, por-
que él pensaua osotro dia matar al maestre...
>Pues tornando á las cosas del maestre todos se conforma-
ron que era bien matarlo luego como persona de quien el electo
auia de heredar el maestrazgo... entraron todos en la cámara á
donde el maestre estaua preso con muchas cadenas, y halláron-
le durmiendo, y tan fuertemente roncaua como si estuuiera muy
seguro en su cama... el electo... como viesse al maestre dormido
tan sossegadamente y no lo pudo creher, tomó una hacha para
vello, y desque lo creyó fué por extremo espantado del ánimo
deste, y determinó de no le matar aquella noche, pues lo tenia
en su poder y lo podia matar cuando quissiese.»
La fuga de D. Alonso, á los siete meses de prisión, fué una
proeza tal que merece referirse:
«...El maestre estaua tan desesperado que se concertó con
un paje del electo que le diesse un puñal, el qual le dieron, y él
estaua determinado de matar al electo en llegándose á él, por
vengarse de la traición que le auian hecho... Entonces el electo
uvo noticia desta cosa, porquel paje tuvo creydo que el electo
supiesse este negocio primero de otro que del. Entonces al
maestre le echaron muchas más prisiones de las que tenía.
tPues una noche aconteció quel maestre don Alonso de
Monroy uvo una cuerda de ballesta fuerte en las manos, y des-
hízola, y tomó todas las cadenas que tenía á cuestas, que seys
hombres no las algaran, y se subió á la torre de Magazela, y
dando á la cuerda las doblezes que le paresció bastar, la embió
la torre abaxo, quedándola arriba muy bien atada, y calcóse en
las manos los gapatos y atóse dos ladrillos á los pies por dar
con ellos junto. Hecho esto, echó las cadenas de la torre, las
quales con su peso baxaron y sacáronle de la torre, y él assióse
fuertemente á la cuerda con los zapatos que lleuaba en sus ma-
nos; pero todo no valió nada, porque con el peso que lleuaba
480 BADAJOZ
delante, dio muy gran cayda con el peso de su cuerpo que uvie-
ra pocos hombres que no desmayaran viéndose tan mal parados,
porque á él le paresció auerse quebrado todos sus huesos, y assí
fué que las piernas ambas se le desconcertaron de manera que
no se pudo leuantar, y las manos tenía todas cortadas hasta el
hueso de la cuerda que le pasó los zapatos: la altura era mucha.
»Pues viéndose el maestre en tan mala fortuna, fuesseá ga-
tas llevando arrastrando las cadenas hasta un adarue, por donde
se auia de boluer á echar. El con su gran corazón y con la ago-
nía de verse libre de su enemigo, echóse del adarue abaxo, que,
aunque no fué tan gran caída (pero por ser tan fresca la otra
grande) en gran manera fué quebrantado. Pues salido al campo,
las cadenas era imposible poderse quebrar. Vio mucho llano á
un cabo y al otro monte, y pensó en sí que si se iua al monte,
que allí le auian de buscar y no quisso ; mas fuesse poco á poco
(porque amanescia ya) por lo llano, y metióse en una mata en
mitad de lo llano, porque no podia andar paso ninguno por el
peso de las cadenas, y por el quebrantamiento de sus piernas y
cuerpo, sino yua á gatas y como podia. Sabido esto por la ma-
ñana el electo, como el maestre D. Alonso de Monroy era ydo,
caualgó con ciento y cinquenta de á cauallo, y uieron lá cuerda
por donde se auia echado toda llena de la sangre de las manos,
y fuesse luego á lo áspero y espesso, y buscáronlo todo; y como
no hallassen nada, fueron muy enojados, porque allí pensauan
ellos de hallarle, y anduuieron todo el dia hasta muy tarde;
mas como quiera que la fortuna le tenia en desprecio y no que-
ría que fuesse maestre (que si entonces se soltara todauía lo
fuera sin duda ninguna y se vengara de todos sus enemigos),
ya que quería anochescer pasó por lo llano él, y como Mossen
Sotto (i) vio estar en la mata al maestre, y luego lo descubrió,
el electo fué tan alegre que más no pudo ser, y mandó traer
(i) Fr. Francisco de Soto, clavero de Alcántara, según la Academia.
BADAJOZ 481
una carreta en que lo llevassen, y el electo quando llegó al
maestre arremetió y púsole la langa á los pechos, diciéndole que
le quería matar por la traycion que le auia hecho en quererse
soltar. »
Este suceso es el de más bulto que se recuerda como ocu-
rrido dentro del castillo de Magacela, del que apenas quedan
varios trozos de sus murallas y algunos torreones, los bastantes
para justificar su existencia en los siglos anteriores.
III
Diez kilómetros más allá de Magacela está Campanario, la
antigua Valerio romana. Lucio Valerio, Flavio Calixto y Silvano
Víctelio Valeriano, triunfantes en las conquistas sobre los espa-
ñoles, asentaron en él sus numerosas huestes y fundaron esa
población. Sobre una ermita, que aún está en pie, se lee una
inscripción romana dedicada á estos vencedores ; único recuerdo
de la antigüedad que se conserva en Campanario. En este pue-
blo han nacido D. Bartolomé José Gallardo y D.^ Vicenta Gar-
cía Miranda: erudito y bibliófilo, el primero; poetisa inspiradísi-
nia la segunda.
Castuera se halla asentada á 1 9 kilómetros de Campanario.
Es una antigua villa que los romanos poblaron, dándola el nom-
bre de Artigi, y que los árabes llamaron La-Aastru-erat, hoy
Castuera, cabeza del partido judicial de su nombre y una de las
villas más importantes de la provincia de Badajoz, situada en
un árido valle, formado en las vertientes de las montañas que
se enlazan con las de Sierra-Morena. Castuera es un pueblo
esencialmente minero, y sus vecinos no siempre han gozado de
buena fama en Extremadura, pues de antiguo se cantaba:
6t
482 BADAJOZ
De Castuera y con montera,
A la puerta de un zajurdón^
Ladrón.
Como en Campanario, nada hay digno de mencionarse; pero
es preciso ir á esta villa para tomar el camino de Zalamea de la
Serena, mejor dicho, el camino, no, porque no le hay; la trocha
ó vereda que conduce á este histórico pueblo. Se deja, pues, el
ferro carril en Castuera, y bien á caballo ó caballero sobre
burro, paso tras paso, á unos 1 4 kilómetros se llega á Zalamea,
la antigua Hipa-Menor^ tan citada en la época romana. Pero
este pueblo reconoce indudablemente un origen más remoto. A
espaldas de su castillo y cerrando las últimas casas de la villa,
se ven restos de unos muros ciclópeos, del mismo aspecto que
los de Tarragona. Que estos restos pertenecieron á una pobla-
ción antigua no cabe duda, desde el momento que ya aparece
Hipa-Menor entre las primeras poblaciones que los romanos
habitaron en la Lusitania.
Hasta el aspecto que hoy presenta esta villa, mirada á larga
distancia, quiere justificar gran antigüedad. Se extienden sus
casas por una planicie de suave inclinación: apenas si se encuen-
tra un edificio de dos pisos, pero todos de aspecto antiguo, y
allá al final del panorama que presenta Zalamea, detrás de todas
sus casas y por cima también de ellas, lucen los muros de su
histórico castillo desafiando á los siglos como si no temiesen á
las injurias del tiempo, ni á la acción destructora de los hombres.
Se construyó este castillo en el siglo ix por los árabes, que
llamaron Zaal Amea á esta villa, y en su edificación aprovecha-
ron piedras antiguas, entre las que aparecen inscripciones muy
curiosas, y de las que no podemos prescindir en este capítulo.
En la barbacana se encuentra la siguiente:
MlLESIVS
Ann. XXXVI.
Bellon. Pvni
Co. IN. AciE. Ob^
484. BADAJOZ
Que quiere decir : Milesio, de treinta y seis años, murió en
la guerra Púnica ó de los Cartagineses.
En varias partes de los muros de la expresada fortaleza es-
tan estas tres:
P. POMPONIVS
P. F. PR. P. SVLPLI
ClAVS. AN. XXVII.
H. S. E. S. T. T. L.
Esto es: Publio Pomponio Sulplicio, Presidente de la Pro-
vincia, hijo de Publio, de edad de ventisiete años, está aquí en-
terrado junto á su padre, etc.
SULPLICIAE. LlB.
Calirhoe. Mater
An. L. H. S. E. S. T. T. L.
Que traducido dice así: Á Sulpicia Liberta, de cincuenta
años, que está aquí enterrada, etc., su madre Calirhoe.
ACIDVS
Ann. XXII
H. S. E. S. T. T. L.
Occisvs.
Acido, muerto violentamente, de veintidós años, está aquí
enterrado, etc.
En varios sitios de la villa, había estas otras inscripciones
que trae Viu :
Mavra. Q. Valer.
Serva. An. XM
H. S. E. S. T. T. L.
Maura, sierva de Quinto Valerio, de doce años de edad, está
aquí sepultada, etc. •
BADAJOZ 48$
Q. Valerivs
MoNE. Ann. LXXV
H. S. E, S. 1 • T. L.
Quinto Valerio Moderato, de setenta y cinco años de edad,
está aquí sepultado, etc.
NiGRINA. SULPI
Tía. Ann. L....
H. S. E. S. T. T. L.
Nigrína Sulpicia, de cincuenta y tantos años, está aquí ente-
rrada, etc.
P. VlCIVS RVFVS
Ann. L. H. S. E.. S. T. T. L.
Publio Vicio Rufo, de cincuenta años, está aquí enterra-
do, etc.
Manil. Laeta.
An. LXX. Hic.
o. tZ«. o* X • 1 . JLrf.
Manilla Leta^ de setenta años, está aquí enterrada, etc.
P. C0RNELIVS. T. P.
PVPILLVS
LUCRETIA. M. F. VXOR.
A Publio G>rnelio Pupilo, hijo de Tito. Su mujer Lucrecia,
le hizo este monumento.
Octavia. T. F.
Secvnda. An. XXXII
Mater. Óptima
H.'S. E. S. T. T. L.
486 BADAJOZ
Octavia Segunda, hija de Tito, está aquí enterrada á la edad
de treinta y dos años. Séale la tierra leve. Su muy buena madre
le hizo construir este sepulcro.
CORNELIAE. P. F. AnNO. CaE.
M. CORNELIVS. PrISCINVS
Amitae
Marco Cornelio Priscino hizo este sepulcro á su tía materna
Cornelia, hija de Publio Cornelio, en el año de César.... Este
año, que no puede leerse ya en la inscripción, fué el de 706 de
Roma ó el 47 de J. C. en que César se alzó con el imperio. La
lápida está grabada en jaspe negro y colocada en casa parti-
cular.
En el sitio llamado Rincón de las Yeguas, cerca de la villa,
se halla esta otra :
D. M. S.
BoNOSA. C. F. Procvla
Annor. XXXVIH.
H. S. E. S. T , T. L.
Fab. Bonosa. Mater
D. S. P. C.
Consagrado á los Dioses Manes. Bonosa Prócula, de treinta
y ocho años de edad, está aquí enterrada. Fabia Bonosa, su
madre, le hizo construir de su propio peculio esta sepultura.
Pueblo que reúne estos recuerdos de su antigüedad, á más
de los restos de sus murallas ciclópeas, bien denuncia la importan-
cia que logró en otros tiempos. Pero tiene Zalamea de la Serena
otro recuerdo más importante de la época romana y que bien
merece algún detenimiento por nuestra parte, ya que su descrip-
ción y su mismo origen han sido motivo de vivas polémicas, en
otros tiempos, entre eruditos é historiadores. Nos referimos al
cenotaño que hay en la plaza, y que sirve de campanario á la
parroquial denominada Nuestra Señora de los Milagros.
BADAJOZ 487
IV
Es este el monumento, acaso, más notable que exista en
toda Extremadura. Sobre su importancia histórica han escrito
Torres y Tapias, Ambrosio de Morales, Tamayo de Salazar, Ba-
rrantes y Maldonado, Luís Velázquez, Fr. Antonio de San Phe-
lipe, Viu y Madoz, y todos concuerdan en que este monumento,
adosado hoy á la iglesia prioral de Zalamea, justifica plenamen-
te la existencia del antiguo municipio lulipense^ en el propio
lugar de la villa, á pesar de cuanto han escrito en contra varios
autores.
Constituye esta obra, por sí misma, una memoria levantada
en honor del emperador Trajano, y se compone de un gran ba-
samento de gruesas piedras almohadilladas, sobre el que se
eleva un cuerpo con pilastras estriadas, siendo su número el
de 10: una en cada ángulo, dos en cada frente, y una en
cada parte lateral; sigue un buen trecho del edificio que está
como excavado, donde algunos suponen (i) habría lápidas
con trofeos esculpidos (como era costumbre), y de las que
tal vez serán restos varias planchas de mármol colocadas en
el embaldosado de la puerta meridional de la iglesia (allí co-
locadas en 1770), concluyendo este cuerpo con un gran cor-
nisamiento, por bajo del cual se ven restos de un friso de
piedra de mármol : sobre este cornisamiento se elevan dos gran-
des columnas estriadas de orden dórico con diversas piezas,
pero unidas de tal modo que son sus juntas imperceptibles,
aunque en estos últimos años algún ignorante prior, queriendo
adornarlas, las ha mandado coger con una ancha faja de cal,
(i) Madoz: Diccionario geográfico-esiadistico-histórico, t. XVÍ, pág. 449.
488 BADAJOZ
que denuncia á la legua lo que ni aun de cerca podía adivinar
el ojo más artista.
Esto es lo que queda en pie de este, en otros tiempos, her-
moso monumento. Don Alonso de Torres y Tapia comple-
ta su descripción diciendo (i): €que á las columnas seguía una
«pieza que hacía de arquitrabe; otra que servía de friso y cor-
> nisa ; encima un pedestal con inscripción ; luego otra pieza en
«forma de pirámide^ y sobre ella últimamente una urna corona-
>da de figura cuadrada.»
Sea cual fuere el orden de colocación de las piezas, la prin-
cipal, que es la de la inscripción, existe aún sirviendo de pila de
agua bendita en la parte de la iglesia que mira al N. Esta pieza
es de pórfido, de figura esférica, como de 0*90 de alto, y la
inscripción se conserva perfectamente grabada y dice así:
.f
IMP. CAESARI
DIVI. NERVAE. F.
NERVAE. TRAIANO
AUG. GERM. PONT.
MAX. TRIB. FOT. VIL COS
lili
MVNIC IVLIPENSE
D. D.
Es, pues, una dedicatoria que de este cenotafio hace el mu-
nicipio lulipense al emperador Trajano, por decreto de los
Decuriones (el ayuntamiento de entonces), y con fecha del
año 103 de Cristo, 5.° del consulado de dicho emperador,
y 5.^ vez potestad tribunicia: la i.^ unidad, más alta que las
tres siguientes, denota 2 ; en la cual padeció error Torres y Ta-
pia, que tradujo la 4.* vez, y Luís Velázquez, que pone iguales
las cuatro unidades. El cronista de Alcántara dice también, que
encima de este marcial edificio, como le llama Viu, había una
(i) Crónica de la orden de Alcántara. Su, autor el licenciado Frey..., prior de su
sacro convento, capellán de honor del Sr, Rey D. Felipe ¡V (Madrid, 1 763).
4Q0 BADAJOZ
piedra (no dice si en su tiempo) piramidal con la siguiente ins-
cripción :
HAEC- EST
COELA- MEA-
La mayoría de los escritores que hablan de este cenotafio
dudan de la existencia de la anterior inscripción, acaso inventada
por alguien para poder deducir de ella el nombre moderno de
Zalamea, como quiere Torres y Tapia, olvidándose que este
vocablo es arábigo.
Paredes y Guillen (i) dice que viene de zálamo, aparato
que no permite abrir la boca al animal que se le pone. Significa,
según él, este nombre la ciudad que cierra la boca ó entrada del
territorio llamado la Serena.
Barrantes y Maldonado quiere deducir el nombre de Zala-
mea (2) de la lápida á que se refiere Torres y Tapia, añadiendo
por todo razonamiento que antiguamente se escribía la Z con (J,
en tanto que Tamayo de Salazar (que trae una laminilla del
cenotafio tal como se encontraba en el primer tercio del si-
glo xvii), dice (3) que la urna cuadrada que había sobre el edi-
ficio contenía la siguiente inscripción: H-^C EST CALA MEA.
La que llama urna cuadrada con molduras, es un pedestal que
coronaba el arco, y en su cara de fi-ente la dedicatoria á Trajano.
Sobre este pedestal asienta la urna con la leyenda (JALA MEA,
según Tamayo de Salazar, ó COELA MEA, según Torres y
Tapia, pues ambos traen los dibujos (mal sacados) de este his-
tórico cenotafio.
(i) Origen del nombre de Extremadura, pág. 73.
(2) Relación de la calificación y milagros del Sanio Crucifixo de Qalamea, des-
de trece de Setiembre del año de seyscientos quairo^ hasta el seiscientos y diez y
seys, dividida en dos libros. (Madrid, 161 7.)
(3) Discurso de la antigüedad, nombres y sitio de la villa de Zalamea de la Se-
rena^ de la orden de Alcántara, por..., clérico presbítero y abogado de la misma
villa de Zalamea, (Ms. de 22 págs. en 4.**)
BADAJOZ 491
En resumen; la existencia de este cenotafio en honor á
Trajano, denota bien claramente que Zalamea era un municipio
importante á fines del siglo primero; como las lápidas romanas
que copiamos antes, y mayormente los restos ciclópeos que aún
existen á espaldas de su castillo, justifican para esta villa una
antigüedad primitiva en la población celtíbera.
En la actualidad el cenptafio se ve reducido á su basamen-
to, un cuerpo pequeño de 10 pilastras estriadas, sobre el cual
descansa otro bajo encerrado entre molduras, elevándose so-
bre toda la obra las dos grandes columnas estriadas, con un
diámetro de i'i6 metros, y todo el edificio (lo que de él queda)
mide 3*25 metros de ancho, 1*97 de largo y 7*72 de alto.
Las descripciones que sobre tan curioso monumento se han
hecho, queriéndolo presentar íntegro, las tenemos por fantásti-
cas, como lo es hasta la de Ambrosio de Morales (i), que tam-
bién la da, aunque diciendo: cía tengo (las noticias sobre este
edificio) por relación de quien lo supo bien considerar. >
Otros recuerdos de la época romana se conocen en Zalamea,
y algunos de tanta importancia como el anterior, conservándose
noticia de los más principales, por la obra de Fr. Antonio de
San Phelipe (2), que contiene notables descripciones y medallas
de Ilipa^ y el descubrimiento hecho en 1626 de una sacerdotisa
de Baco, como aquellas de quien Lucrecio dijo: Ménades tnsU'
ntumt dextra referente racemos. La estatua era de bronce y
de 0*24 de altura, el rostro de mujer hermosa, coronada de co-
rímbos ó hiedra, y con un racimo de uvas en la mano derecha.
Tenía el pelo tendido por la espalda, excepto un poco de él que
quedaba tras la oreja, y caía sobre el hombro á la superficie
(i) Las antigüedades de España que van nombradas en la crónica, con averi-
fonación de sus sitios y nombres antiguos (Alcalá de Henares, 1575).
(2) Ave Marta, --Origen y milagros de la sag^rada imagen del Santísimo Cristo
de Zalamea^ que se venera en su Real Capilla del hospital de la Quinta Angustia de
dicha villa^ con una breve noticia de su antigüedad y varones ilustres que la han
ennoblecido (Madrid, 1745).
492 BADAJOZ
del pecho. Quiere deducir, de la aparición de esta pequeña esta-
tua el P. San Phelipe, que en el municipio lulipense hubo tem-
plo consagrado á Baco, opinión muy fuera de lugar y que nadie
ha tomado en cuenta hasta hoy.
V
En el siglo vii Zalamea (entonces ya ZalAfnea), había per-
dido mucho de su primitiva importancia, pues los moros destru-
yeron sus antiguas murallas y sus mejores monumentos. En las
guerras de los almorávides con los almohades, sostenidas ma-
yormente entre Badajoz y Caracuel, Zalamea fué ora dominada
por los insurrectos de Alhanguiz^ ora por los reyes de Córdoba,
ora también por los de Badajoz.
En 1 240 la gobernaba Al-Mulei-Abenarrax, su alcaide por
el rey de Córdoba, cuando los cristianos determinaron conquis-
tarla. Mandó el rey D. Fernando III á la Orden de Alcántara
que se aprestase á la obra, y D. Pedro Yáftez, que fué su VI
maestre, preparó un grueso ejército, que ya había operado en
las conquistas de Andalucía, y se entró por tierras de Benque-
rencia, cuyo castillo ganó, como ganó también los de la Puebla
de Alcocer y de Salvaleón.
Dirigió después sus huestes á Zalamea, cuyo castillo se con-
sideraba inexpugnable, y púsole apretado sitio, ganando prime-
ramente la villa con grandes pérdidas, pues Abenarrax se
defendió heroicamente, replegándose al castillo, que después de
veinte días de triste asedio se entregó, al fin, entrándole á saco
con sus huestes el maestre y degollando toda su numerosa
guarnición, sin respetar al alcaide.
Más tarde, en 1247, ^^ poblaba la villa de nuevo, toda ella
de cristianos, según carta dada por dicho maestre en Posadas
BADAJOZ 493
de Abenjud, á 30 de Abril de 1 246, quedando para él la villa
(como también Benquerencia, Puebla de Alcocer y Salvaleón,
que les cedió el rey por sus trabajos en las conquistas de Sevi-
lla y GSrdoba) y no conservando de la dominación árabe mas
que su nombre, su ruinoso castillo y la denominación de los ríos
que la bañan, conocidos uno por el Guadamez ( que quiere decir
río delicioso, río delicado) y por Argollen, otro.
Bajo la jurisdicción de los caballeros de Alcántara, Zalamea
fué reduciéndose con las guerras, hasta ser una villa muy mo-
desta. En 1474 fué teatro de sangrienta lucha, por las contien-
das entre los caballeros de la orden. Tenía por entonces don
Hernán de Monroy, conocido por El Bezudo, el castillo de Zala-
mea por su primo el maestre D. Alonso de Monroy y Sotoma-
yor, cuando éste fué preso por el engaño de Francisco Solís en
Magacela. Cercáronle gentes del Maestre de Santiago y otros
capitanes, y hallándose sin bastimentos hizo en este cerco nota.-
bles hechos. En un encuentro personal que tuvo contra un capi-
tán de los sitiadores llamado Juan Guerra, El Bezudo volvió
contra él su caballo y le acometió tan fuertemente, que le pasó
la adarga con la lanza y le echó una braza de la otra parte del
cuerpo, cayendo muerto del caballo. El Juan Guerra hirió al del
Bezudo en la cabeza, de suerte que le mató; pero éste se echó
pie á tierra y volvió á entrar en Zalamea. En siete meses que
duró este cerco nada comieron. El Bezudo y los suyos, sino lo
que quitaban á los sitiadores en sus continuas salidas.
Un día cogieron 200 cabras, y cuando los sitiadores fueron
á socorrer á los que las llevaban, ya el ganado estaba dentro
de Zalamea. Visto esto por D. Alonso de Cárdenas, comenda-
dor mayor de León, y por D. Alonso Pacheco, hijo del Maestre
de Santiago, que habían tomado el cerco á su cargo, y que no
se podían valer con El Bezudo, enviaban muchas veces hombres
escogidos á desafiarle, y siempre aceptaba el desafío matando á
varios. Una vez acordaron enviarle un alférez muy valiente, y
éste se puso en un cerro dejando detrás escondido otro compa-
494 BADAJOZ
ñero, y como saliese El Bezudo á combatir, no pensando que
había más que uno y se encontrase con los dos, peleó con ambos,
mató al uno, y también matara al otro, si no hubiese sido soco-
rrido por los del campamento. Entre los enemigos era más co-
nocido el capacete de El Bezudo^ que los suyos propios.
Zalamea se rindió al fin por hambre, y su vecindario quedó
tan mermado, que el maestre D. Juan de Zúñiga se vio forzado
á poblarla con bastante gente de la suya.
Á la muerte de éste perteneció á la corona Zalamea, y los
pueblos de su arciprestazgo vieron muy luego destruido su cas-
tillo, arruinados sus mejores templos y reducida su importancia
á una villa secundaría del partido judicial de Castuera, pues á
pesar que en estos últimos años su vecindario se ha elevado
bastante, no cuenta más que con una población de 4,700 al-
mas.
VI
Es, pues, Zalamea de la Serena una villa que vive hoy del
recuerdo de su pasado. De calles estrechas y tortuosas, sin ace-
ras, con escaso alumbrado, sin paseos ni jardines, no tienen sus
vecinos otras distracciones que las tareas de la agricultura y las
que encuentra de ordinario todo hombre de familia en el hogar.
Sus ediñcios públicos poco ó nada pueden ofrecer al artista y al
historiador. La Prioral se construyó en principios del siglo xv.
Mal asistido este edificio religioso, restaurado varias veces por
alarifes muy vulgares, ha perdido el aspecto caracterísco de los
de su época, y sólo conserva en su portada principal algo de lo
que fué en su primitivo origen.
La suntuosa capilla del Sto. Cristo de la Quinta Angustia,
fué levantada en 1 606, á expensas del vecindario. Es un templo
BADAJOZ 495
muy capaz, decorado convenientemente, y se adora en él á la
efigie milagrosa, cuyo origen nos refieren Fr. Antonio de San
Phelipe y Barrantes Maldonado en sus obras anteriormente ci-
tadas.
La ermita de San Cristóbal, situada en el cerro frente á Za-
lamea y la de N.* S.* de Altagracia, á nueve kilómetros de la
población, no tienen importancia. Hoy, más que el recuerdo de
estos edificios modernos, tiene para Zalamea más importancia
el nombre de algunos de sus hijos ilustres, entre los cuales po-
demos citar á los siguientes:
Fr. Alonso de Mena, nacido el año de 1569. Fué un nota-
ble profesor de teología, tomó el hábito en la orden de Santo
Domingo y murió mártir en el Japón, en 1624. La Iglesia le
reza el 1 1 de Mayo. Fué notable orador y teólogo distinguido,
pero de la escuela de los ergotistas^ que tantas contradicciones
crearon.
El Excmo. Sr. D. Diego Arce y Reinoso, nacido en 1586.
Estudió en Salamanca y siguió la carrera eclesiástica desde su
juventud, siendo un modelo de santidad, al decir de sus biógra-
fos, y á esto debió el ser nombrado, primeramente, obispo de
Tuy, luego de Avila, después de Plasencia en la vacante de
Fr. Plácido Pacheco (1652), y más tarde del Consejo de Su
Majestad é Inquisidor General de España. En la catedral de
Plasencia hizo obras por valor de 350,000 reales.
Fué un personaje político en su época, influyendo bastante
en los sucesos de los tiempos de D. Felipe IV y D. Carlos II, y
dejando tras sí un fatídico recuerdo, como lo tienen todos los
que se agitaron entre los inquisidores del llamado Santo Oficio.
Tamayo de Salazar escribió su vida en un grueso volumen
que no llegó á publicarse, y el Dr. Giraldo dedicó también otro
volumen á este personaje extremeño, que publicado en Madrid,
el año de 1695, H^va esta portada: Vida y heroicos hechos del
excelentísimo y venerable señor don Diego de Arce Reinoso^
obispo de Tuy, de Avila y Plasencia^ ynquisidor general y del
40 BADAJOZ
Consejo del Estado, Ylustrados con máximas y reflexiones de
política cristiana^ y con sentencias y autoridades de varia erudic-
cion.
Por cuanto leemos en este libro, la vida del inquisidor don
Diego no carece de interés. Tuvo parte muy activa en el ruido-
so proceso de las monjas de San Plácido de la calle del Pez, en
Madrid (procesadas por iluminadas), habiendo sido recusado
por el secretario de Estado, que se encontraba preso en la In-
quisición de Toledo.
En 1656 se le formó una causa que se mandó á Roma, y
fué absuelto por el Papa, intentándose á muy poco asesinarlo,
como hicieron con su amigo el marqués de Villamediana, y pu-
blicaron contra él multitud de papeles, folletos y libros que eran
verdaderos libelos infamantes.
D. Juan Tamayo de Salazár, historiador y teólogo, nacido
en últimos del siglo xvi. Fué un escritor fecundo (i), y ocupó
varios puestos eclesiásticos en el obispado de Plasencia. El últi-
mo que obtuvo fué el de secretario de cámara del obispo de
aquella diócesis, D. Diego de Arce y Reinoso, en 1 646, por
cuya época había terminado su libro sobre el Martirologio Es-
pañol.
D. Lorenzo Mena Benavides, marqués de Roblebo de Cha-
vela, caballero de Alcántara, administrador general de la renta
del tabaco y ministro de la Junta de Hacienda. Fué el primero
(1) Conocemos de él las siguientes obras :
I .' Triunfos de las armas católicas por intercesión de Marta Nuestra Señora.
Centones histórico-po Uticos para ejemplo y antidoto de las guerras y calamidades
de estos siglos (Madrid, 1648.)
2." Discursos de la antigüedad de Zalamea de la Serena (Ms., 22 foj. en 4.**)
3.* San Epitacio apóstol y pastor de Tui, ciudadano, obispo y mártir de Ambra-
cia^ hoy Plasencia; su vida y martirio.— Escríbelo a la devoción y mandato del ilus-
trisimo y reverendísimo Sr. D. Diego de Arce y Reinoso, obispo de Plasencia, inqui-
sidor general del Consejo de Su .Majestad^ el licenciado... su secretario, dedicado al
glorioso santo mártir placentino (por Diego Diez de la Carrera, 1 646.)
4.' Antigüedades de ¡lipa y milagros del Santo Cristo de Zalamea^ por el licen-
ciado... ({Manuscritos?)
$.' Martirologio Español.
BADAJOZ 4Q7
de esta familia que naciera en Extremadura en la villa de Zala-
mea la Serena, á principios del siglo xviii. Es fama que este
caballero era reputado en su tiempo por uno de los más ricos
de Zalamea la Serena, donde tenía su casa y la sostienen aún
sus herederos con bastante esplendidez (i).
El Excmo. Sr. D. José Mena y Ximénez, hijo de D. Mel-
chor, marqués de Casa-Mena, mariscal de campo/ caballero de
Alcántara, con la gran cruz de San Hermenegildo, y contador
del infante D. Antonio.
En su juventud fué teniente del ejército y se distinguió á las
órdenes del inmortal Ricardos, en la campaña del 94 al 97 con
Francia. Hecha la paz se retiró, en cuya situación continuó has-
ta 1808 que, habiendo sabido lo ocurrido el 2 de Mayo, por el
parte del alcalde de Móstoles, se personó en Badajoz y formó
parte de la Junta suprema de Extremadura.
Esta Junta le dio el encargo de ir á Almaraz á cortar el
puente y de reunir y organizar los dispersos que llegaban de
Madrid. Allí se portó admirablemente, organizando un ejército
con los dispersos y desertores que acudían de todos los puntos
de España. Creó almacenes y los abasteció de todo lo necesa-
rio, y no dándole recursos la Junta, se gastó 500,cxx> reales de
su capital. Después creó el batallón de Llerena y fué su jefe,
asistiendo á varios hechos de armas. La Junta, para pagar estos
servicios, le nombró brigadier.
Retirado en sus últimos años á Zalamea, escribió (como su pa-
dre y abuelos) varias Memorias referentes á la política y Hacien-
da y sobre agricultura: las tres permanecen manuscritas. En el
Semanario de Agricultura se publicaron algunos artículos suyos.
(1} Los que de este linaje proceden son oriundos del valle de Mena y se han
hecho notables siempre, pues como dice un cronista, no ha habido siglo en que
no haya figurado en primer término algún individuo áe esta familia. Está entron-
cada con casi todas las familias más antiguas de España ; entre sus ascendientes
hay santos, reyes y algún heresiarca. En el siglo xv ya gozaban el título de gran-
de entre los grandes.
63
498 BADAJOZ
El Excmo. Sr. D. Pedro Mena y Salazar, erudito y anti-
cuario, nacido en 18 de Marzo de 1808, hijo del D. José.
Á los diez y seis años era teniente de la guardia real, dis-
tinguiéndose entre todos los hombres que después se han seña-
lado en la política contemporánea, y con los cuales le unió
siempre estrecha amistad. Fué ayudante de Villemur y después
secretario del conde de Ezpeleta, cuando éste era presidente
del Consejo de Ministros: con los dos le unían vínculos de fa-
milia.
Casó con D.* María Concepción de Aristeguieta, hija de
los marqueses de la Paz, natural de Azpeitia. Cuando cayó Ez-
peleta, marchó con licencia á las Provincias Vascongadas. Estan-
do en Vergara disfrutando la licencia en el seno de su familia,
y cuando principió la guerra civil, se presentó al general Casta-
ñón, en Azcoitia, quien le nombró su ayudante, y se empleó ac-
tivamente en perseguir á los carlistas, demostrando gran valor
é inteligencia.
Se distinguió notablemente en Azpeitia, donde con 46 hom-
bres derrotó á 700 facciosos, causándoles muchos muertos y
heridos.
A la caída de los Ezpeletas se retiró á Zalamea, y no quiso
tomar parte en la política. Varios oficiales de la disuelta guar-
dia real, entre ellos el después célebre general carlista Elío, es-
tuvieron en Zalamea tratando de arrastrarlo á las filas carlistas,
á lo cual se negó diciendo que había sido partidario de los Ez-
peletas y que su lealtad le impedía reconocer otro jefe.
Residiendo en Zalamea se dedicó al estudio, aprovechando
magnífica biblioteca que le habían dejado sus antepasados, y
que él aumentó y enriqueció con una buena colección de objetos
arqueológicos.
Por más que varias veces le brindaron con altos puestos, no
quiso aceptar, y sigui^ en su pueblo dedicado al estudio y á la
educación de sus hijos, á los que inculcó su afición á las letras.
APITULO XVIII
mendralejo en su pasado.— Sus
lombres Ilustres. — Espronceday
Delgado.^ Carolina Coronado y
Homero. — Los Femándei: Gol fi-
les. — El Disco de Teodoslo el
I
' en Mérida el ferro-carril,
entra á siete kilómetros la
Calamonte, 1 1 más ade-
orremejfa, y 12 después
ralejo, ciudad muy prínci-
>0 habitantes, y cabeza del
:¡a] de su nombre, formado
blos de Acenchal, Almen-
;e de Peleas, Hinojosa del
achos, Nogales, Palomas,
Reina, Puebla del Prior,
'resno, Santa Marta, Sola-
tarros, Villafranca de Ids
llalva de los Barros, con
<i.i,vn./u iiauj^antes.
En el centro de una fértil campifia, dominando una suave
colina, escueta de arboleda, se ven las casas blancas y alegres
$00 BADAJOZ
de la moderna ciudad que allá por los años de 1220 fundaran
unos labradores de Mérida, que se establecieron en aquel sitio,
donde por toda vegetación había un pequeño almendral. Des-
montado el terreno, repartido entre los nuevos propietarios que
descuajaron las tierras y prepararon para los beneficios de la
agricultura, hicieron pronto de aquellos campos, hasta entonces
baldíos de Mérida, la comarca más feraz de Extremadura baja,
y sin ayuda de rey ni de señor, sin otro auxilio que su propio
trabajo, pronto Almendralejo contó 1,500 almas, y en 1340
era declarado aldea de Mérida. Dos centurias más tarde Almen-
dralejo reunía una población de 3,000 almas, y en 1536 com-
praba al Emperador D. Carlos I, en 32,000 ducados, él título
de villa exenta de la jurisdicción de Mérida, según se lee por el
privilegio de villazgo expedido para su Concejo por gestión de
D. Diego Fernández Buenavida, su apoderado, quien cencertó
el contrato con S. M.
Desde esta época Almendralejo no ha dejado de mejorar,
año tras año, hasta ser hoy una población de las mejores de
Extremadura. Sus 2,000 edificios están distribuidos en calles y
plazas anchas y con arboleda ; algunos palacios y edificios pú-
blicos se ven en las plazas, no contando más que una parro-
quial, N.* S.* de la Purificación, construida en 1539, bajo un per-
fecto trazado, de buena arquitectura, elegante y del mejor
gusto. La edificaron los maestros alarifes Salvador Muñoz, na-
tural y vecino de Mérida, y Francisco Morate, que lo era de
Zafra, quienes sin dirección de arquitecto alguno terminaron el
edificio que reúne todas las condiciones arquitectónicas que le
eran precisas para ser una de las parroquiales más notables de
Extremadura. Hubo en Almendralejo un convento franciscano y
otro de monjas de la Concepción , cuya comunidad se aloja hoy
en el de Santa Clara; se conserva en la población la ermita de
San Cristóbal, y en las afberas cuatro más bajo la advocación
de N.^ S.* de la Piedad (patrona de la ciudad), Santiago, los
Mártires y San Judas, no reuniendo ninguno de estos templos, ni
BADAJOZ 501
por su arquitectura, ni por su decoración, detalle de mayor im-
portancia.
Los ediñcios particulares de la población son, algunos de
ellos, muy bellos. £1 mejor acaso lo es el palacio del marqués
de Monsalud, edificado en los comienzos de la segunda mitad
del siglo xviii, por el señor Nieto, primer marqués que llevó
dicho título, otorgado en 1762 por D. Carlos III. El segundo
marqués D. Juan Nieto, fué un distinguido militar nacido en
esta casa, el año de 1772.
Su afición á las armas le hizo seguir la carrera militar, figu*
rando su nombre al lado del de los oficiales más valerosos de
su tiempo.
Cuando los sucesos de la invasión francesa, acudió el prime^-
ro ante la Junta de armamento y defensa de Badajoz, encargán-
dose de la organización de los cuerpos militares creados en
Mayo de 1808.
Por entonces ascendió á Teniente general, y más tarde,
en 1 8 1 4, desempeñaba el cargo de comandante general de Ba-
dajoz, habiendo hecho toda la guerra de la Independencia con
gran nombre.
Terminada la invasión, fué elegido diputado por Extrema-
dura, y nuevamente reelegido en 1834, falleciendo poco des-
pués.
II
Pero en Almendralejo han nacido otros genios ilustres que
dan fama y esplendor al suelo extremeño por su saber unos, por
sus virtudes otros, y todos por el nombre que han dejado á su
muerte. Entre los místicos cuéntase al beato Fr. Alfonso de Al-
mendralejo, franciscano y orador místico. Ignórase en qué épo-
502 h A D ft J o Z
ca floreció. La Iglesia le reza el 4 de Abril como venerable san-
tincado por sus virtudes. Sigúele Fr. Pedro de Almendraleio,
teólogo, nacido á los comienzos del siglo xvi. Fué orador
distinguido, pe-
ro no sabemos
que haya publi-
cado ninguno de
sus sermones,
ni si los dejó es-
critos.
Más impor-
tancia que los
anteriores al-
canzó Fr. Fran-
cisco de San Jo-
sef y Almen-
dralejo, francis-
cano, nacido en
1730 y de su-
mas virtudes, al
decir del autor
de la Crónica
de San Miguel.^
Fr. Andrés de
San Francisco y
Membrfo.
Es autor de
una obra titulada Arancel de perfección^ ó por otro nombre
Arancel espiritual, y en 14 de Junio de 1782, con ocasión de
haberse trasladado la comunidad franciscana que existía en el
monasterio de San Gabriel á extramuros de Badajoz, á su con-
vento nuevo, dentro de la ciudad expresada, pronunció el ser-
món inaugural, que se cita por los bibliófilos con el siguiente
epígrafe: Colocación ((inauguración?), de la iglesia de San Ga-
ALMENDRALEJO.-pALACio del Mahqité'
BADAJOZ . 503
briel de Badajoz ^ día 14 de Junio de 1772, — Por Fr,,.^ predica-
dor general y morador en sobredicho convento (Ms).
Unidos á estos nombres irán siempre, como hijos de un mis-
mo suelo, dos eminentes poetas contemporáneos, que han influí-
do poderosamente en la regeneración de las letras patrias con
saludables resultados. Es uno D. José Espronceda y Delgado;
es otro D.* Carolina Coronado y Romero, y uno y otra por el
nombre que gozan, por sus obras, por la finalidad de sus pen-
samientos poéticos, merecen alguna detención por nuestra par-
te, pues no son vulgaridades sobre que deba pasarse una espon-
ja para borrar sus nombres.
III
En la casa número 19, que fué de Vélez y hoy de Montero
y Monsalve, sita en la plaza Mayor de Almendralejo, nacía en
la madrugada del 23 de Mayo del año 1809 ui^ niño, que los
azares de la guerra hizo que viese la luz priniera en aquella
villa y en circunstancias azarosas para sus padres (i). Este
(1) «Era un hermoso día de primavera del año 1809. Los pájaros entonaban
sus más alegres trinos, mientras los españoles lanzaban gritos de rabia ó exhala-
ban ayes de dolor en su formidable lucha contra los ejércitos napoleónicos. Por
uno de los caminos más frecuentados de Extremadura cruzaba un coche de colle-
ras escoltado por una sección de jinetes del regimiento de caballería de Borbón—
uno de los cuerpos que más se distinguieron en la memorable batalla de Talavera,
—al mando de su bizarro coronel. ^Albergaría el coche algún prisionero de Esta*
do? Todo menos eso. Los ojos del coronel, que cabalgaba siempre á la portezuela,
se ñjaban, unas veces con amor y otras con pena, en el interior del carruaje, i Ahí
Es que dentro, lánguidamente reclinada sobre los almohadones, con la luciente y
negra cabellera cayendo en desorden sobre su hermoso cuello, con los ojos bri-
llantes y los labios temblorosos, dejando escapar algunos suspiros, se hallaba
una hermosa joven que podría contar hasta veinte años : de tiempo en tiempo cla-
vaba sus hermosos ojos en el gallardo coronel, buscando en los suyos consuelo y
amor, hasta que, agotadas sus fuerzas, cayó en los brazos de la doncella que la
acompañaba. El coronel no pudo resistir más, y sin reparar en el peligro á que se
t;0 t BADAJOZ
niño vivió allí poco tiempo, pues su padre, que era militar, se
trasladó luego á Madrid, donde el joven extremeño recibió una
brillante educación literaria bajo la dirección de D. Alberto
Lista, que con su severo clasicismo procuró, aunque en vano,
templar la ardiente fantasía de su discípulo. Éste, en efecto,
mostró desde un principio gran genio poético, que desbordando
sobre los estrechos moldes de los antiguos cánones de los pre-
ceptistas, osó llevar á la literatura el mismo espíritu revolucio-
nario que le animó en la política. Por eso fué siempre más admi-
rador de Quintana que de su maestro, y la musa que le inspiró
sus mejores cantos, fué la libertad. En su primera oda, com-
puesta á los doce años, celebró la victoria alcanzada por la Mi-
licia Nacional de Madrid sobre la Guardia Real, que se sublevó
proclamando el absolutismo en el memorable día 7 de Julio
de 1822.
La exaltación creciente de sus ideas liberales le hizo afiliar-
se, cuando sólo contaba catorce años, en la sociedad secreta
llamada de los Numantinos; y esto le valió una prisión que
sufrió en Guadalajara, y que el adolescente vate aprovechó para
comenzar su poema titulado Pelayo^ donde campean rasgos feli-
ces de su desenfrenada imaginación. Temiendo nuevas persecu-
ciones, luego que recobró la libertad, se dirigió á Gibraltar y
exponía cuando el país estaba inundado de franceses, y sus fuerzas eran tan esca-
sas, ordenó á la reducida escolta detenerse en Almendralejo, á tiempo que la Pro-
videncia, velando por él y por su enferma, acababa de hacerle padre. La viajera
era doña María del Carmen Delgado, y el militar su marido, el valiente coronel
D. Juan de Espronceda. Cuando los jóvenes esposos entraron en la villa habían
cubierto de mil besos la frente de aquel niño que, nacido entre los azares de la
guerra de la Independencia, debía ser más tarde el gran poeta D. José de Espron-
ceda, su ilustre cantor. La valerosa madre, que no había querido abandonar á su
querido esposo en aquella penosa campaña, con un heroísmo y un amor dignos
del mayor encomio, continuó desde aquel día, tan hermoso para ambos, siguién-
dole con mayor cariño en unión de aquel pedazo de sus entrañas ; y el niño, edu-
cado con este ejemplo de raro valor, apenas le fué posible sostenerse á caballo,
arrostró todos los peligros inherentes á la vida de su padre, familiarizándose así
desde la infancia con todo género de penalidades.» Rodríguez Solís: Espronceda^
su tiempOt su vida y sus obras, (Madrid, 1883.)
BADAJOZ 505
después á Lisboa. Cuéntase que, al entrar en esta ciudad, para
pagar un derecho de puertas, sacó el último duro que le que-
daba, y arrojó al mar la vuelta (dos pesetas), diciendo que
era este tmuy poco dinero para entrar en tan gran población.»
Muy mal lo hubiera pasado en ella si una dama, á quien supo
inspirar una pasión vehemente, no le proporcionara recursos,
con los cuales pasó á Inglaterra y después á Francia. Hallándo-
se en este país al estallar su revolución de 1830, el emigrado
español tomó parte en ella, batiéndose en las barricadas de
París por la causa de la libertad, que es cosmopolita. El triunfo
allí obtenido dio ánimo á nuestros liberales proscriptos para
intentar algo contra el brutal despotismo que reinaba aquende
el Pirineo: y uno de los que más trabajaron en este sentido^
secundando la tentativa de Mina y Chapalangarra, fué el entu-
siasta y audaz Espronceda, que, habiéndose frustrado aquel
golpe, se alistó en la legión de voluntarios que debía ir á luchar
por la independencia de Polonia, aunque tampoco esta expedi-
ción tuvo resultado.
Nuestro poeta no pudo regresar á su patria hasta la muerte
de Fernando VII (1833), y entonces entró en el cuerpo de
Corps; mas habiendo escrito un poema satírico contra el Go-
bierno de aquella época, fué desterrado á Cuéllar, donde, apro-
vechando tradiciones locales, escribió (1834) su novela titulada
Sancho Saldafla ó el castellano de Cuéllar ^ que es un animado
cuadro histórico de la época de Alfonso el Sabio. Después de la
publicación del Estatuto Real volvió á Madrid, entrando en la
redacción de El Siglo y tomando parte en los acontecimientos
políticos de los afios 35 y 36, siendo esto causa de verse obli-
gado á salir nuevamente de Madrid.
El advenimiento de su partido al poder, en 1 840, le permi-
tió retornar á la corte, y el año siguiente fué nombrado secre-
tario de la legación española en El Haya. El voto de los electo-
res de Almería le llamó al Congreso poco después; mas no
pudo el gran lírico desempeñar mucho tiempo tan honroso car-
64
506 BADAJOZ
go, pues la enfermedad que venía minando lentamente su exis-
tencia, se la arrebató el 23 de Mayo de 1842 (i), cuando sólo
contaba treinta y dos años.
Los frutos literarios de tan corta vida son, á más de las
obras citadas, dos poemas titulados: El Estudiante de Salaman-
ca y El Diablo MundOy y una colección de poesías líricas, entre
las cuales se distinguen las tituladas: El Pirata^ El Dos de
Mayo y El reo de muerte^ el Himno al Sol y El Diablo Mundoy
que quedó sin concluir, y está inspirado por las obras de Byron.
Es la mejor de Espronceda y contiene trozos que representan
el más alto vuelo de la poesía castellana.
Para los fríos y atildados puristas que sólo atienden á la
pulcritud de la forma, Espronceda deja mucho que desear, por-
que no se detiene ante una incorrección gramatical ó de estilo,
si por evitarla ha de perder energía ó belleza el pensamiento;
mas para los que creen con el duque de Rivas, que la poesía
consiste en «pensar alto y sentir hondo,» el autor de El Diablo
Mundo es una de las más legítimas glorias del Parnaso español.
Por él parece que otro escribió aquello de :
« Tu sol se oculta, no muere, >
y que inspiró á Larrañaga el siguiente soneto :
« Ahora que esconde del cantor divino
los nobles restos la marmórea losa,
marchita en flor su juventud preciosa,
de grandes genios singular destino...
Y ahora que acaso hasta su tumba >ino,
desde el empíreo el alma generosa.
(i) Habitaba en una de las casas de la calle de la Cruz de Madrid, derribada
no hace muchos años para prolongar la de Espoz y Mina, y cuantas personas de
todas clases y jerarquías acuden el día de Todos los Santos al cementerio de San
Nicolás de Madrid, no olvidan buscar, en uno de los patios de la derecha, un nicho
señalado con el número 877. En su lápida no se lee más que esta palabra: Espron-
ceda.
BADAJOZ 507
á llevarse en sus alas la amistosa
guirnalda triste que el deber previno.
Llorad, llorad en su sepulcro yerto,
para tamaño mal remedio escaso;
mas guardad un consuelo, aunque encubierto
Se hundió ese sol en su brillante ocaso,
su luz no morirá, como no ha muerto
el sol de Byron, Dante y Garcilaso. »
Espronceda leía con predilección á Milton, Shakspeare y á
Byron ; y en algunas de sus mejores poesías vemos que toma
por modelo á este último.
Muchas composiciones dejó para que la fuerza de los siglos
no borrara su glorioso nombre de la inmortalidad; entre ellas
se encuentran : El Dos de Mayo^ A Jarifa^ Á mi patria^ A
Teresa^ A Napoleón^ El Diablo Mundo^ El Estudiante de Sa-
lamanca (estas dos últimas poemas), la deliciosa novela Sancho
de Saldaña^ ó el castillo de Cuéllar. También escribió dos piezas
escénicas : Amor venga sus agravios y Ni el tío ni el sobrino^
en colaboración con D. Eugenio Moreno López, la primera^ y
con D. Antonio Ros de Olano la segunda, y últimamente una
obra dramática, cuyo título es: Blanca de Borbón. Dice Zorrilla
en sus Recuerdos del tiempo viejo y que € Espronceda era leal,
generoso y bueno : la política y los amigos le dieron un carác-
ter y una reputación ficticia que jamás le pertenecieron, y las
medianías vulgares le han calumniado después de su muerte,
hasta atribuirle versos y libros infames que jamás pensó en pro-
ducir. » Este retrato es exacto. No puede darse un parecido más
igual con el original. Y, sin embargo, muchos han escrito de
Espronceda y pocos han podido apreciar con exactitud su ca-
rácter y sus condiciones literarias. No ha faltado quien lo pre-
sente como ateo á los ojos de la muchedumbre. Roque Barcia
contesta á tal afirmación diciendo que < aquel ateo pide una luz
para las cenizas de Teresa. ¡Ah! Él lo dijo, pero no lo fué. El
ateísmo es la negación universal, el vacío de la conciencia, y no
caben vacíos ni panteones en donde existe un genio que todo lo
5o8 BADAJOZ
A
revive, que todo lo inunda. Espronceda niega á la mujer y la
idealiza; niega á Dios y lo canta. En vano luchas ¡oh gigante!
contra un espíritu que es infinitamente más gigante que tú. La
nada que creaste no es la nada, puesto que es una nada que
aparece llena en tu inmenso genio.»
Y viniendo á las bellísimas condiciones personales del hijo
de Almendralejo, ¿quién no recuerda aquella triste época en que
la tierra en donde nació el inmortal dramaturgo D. Pedro Cal-
derón de la Barca, apareció un día con sus calles completamen-
te desiertas, sus casas llenas de luto, sus moradores vertiendo
lágrimas, los ataúdes por doquier, las familias emigradas, los
médicos vencidos ante aquel fenómeno que se les presentaba,
vistiendo por traje el sudario de la muerte, los sepultureros
asombrados ante aquellos montones de cadáveres, sin fuerzas
ni valor suficiente para darles sepultura, temiendo á una muerte
cierta, y en las cabeceras de los enfermos espirantes, ocupando
el sagrado puesto de las Hermanas de la Caridad, un joven,
fuerte ante el horrible espectáculo, tendiendo á todas partes sus
manos para enjugar tantas y tantas lágrimas como hizo derra-
mar el cólera mofbo asiático? Pues el que recuerde esta triste y
desoladora época, sabrá que ese joven que exponía su preciosa
vida por arrancar de las garras de la muerte á seres humanos,
es el inmortal cantor del Diablo Mundo ^ el ateo, como han
dicho sus enemigos.
En este momento histórico en que el excepticismo invade
todos los campos, momento tildado, y no sin razón, de falto de
carácter, de enclenque, de valetudinario, urge que el escritor
acometa con brío la regeneración social, encomiando la energía
y la pureza de las ideas, á la vez que censure las defecciones y
las apostasías, como lo hacía Espronceda.
El arte, bastardeado; la ciencia, olvidada; la industria, ago-
nizante ; los ramos todos del humano saber, supeditados á la
política de pacotilla, cosas son que deben informar todo libro, y
sobre cuyos males debe fijarse el poeta, si sus versos han de
BADAJOZ 509
ser, aun dada la corruptela del presente, el faro que ilumine el
porvenir y el punto hacia el cual han de girar las generaciones
venideras.
Una raza nueva de literatos y políticos á la vez, raza en-
r
tonces maldita y hoy bendecida — ¡que la ley del progreso es
inmutable! — una raza nueva que se atreve á batallar contra el
tiranuelo, y á enseñar derroteros ingratos á una humanidad de-
crépita, surge, como luz entre tinieblas, de aquella sociedad
servil, y su perseverancia, su tenacidad, su arrojo, libra á Espa-
ña de un tremendo cataclismo, al cual la ^empujaban los reyes
torpes, ministros ineptos y consejeros sanguinarios, deseosos
todos de acallar por el terror el sentimiento patrio, el más noble
sentimiento humano.
Espronceda, ese poeta tan calumniado como mal compren-
dido; ese cantor del dolor varonil, dolor que, si raya en la des-
esperación, no nace de un modo espontáneo; Espronceda resume
su época.
Perseguido y desterrado desde la edad en que todavía el
hombre necesita del cuidado de sus deudos ; herido gravemente
su corazón al arrebatarle el amor de su adorada Teresa, la sana
ñsiología, ciencia menos común de lo que ser debiera, reconoce
desde luego que un temperamento como el suyo, nervioso en
demasía, había de tender, al verse contrariado bruscamente en
sus más queridas afecciones, á degenerar en un excepticismo
abrumador, en un volterianismo inexplicable, sin que sirviese de
remedio el inmenso cariño de su madre, ni las fosforescencias
de su hermoso cerebro, que alumbran todavía el mundo de la
buena literatura.
¡Ah! Diérasele á Espronceda, en vez de un siglo apestado
por el absolutismo, un siglo libre; diérasele, en lugar de una
época teocrática, una sociedad regida democráticamente; es de-
cir, pusiérasele dentro del mundo á que pertenecía, y su tedio y
su fastidio, que arrebataron á España uno de sus hijos ilustres,
habríanse trocado en magnanimidad y en dulzura conservando
510
BADAJOZ
más tiempo, para gloria nuestra, uno de los mejores poetas del
romanticismo germánico.
¡Cambiaron los tiempos, aunque es imposible añrmar que
no se repitan!
Por si esto ocurre, por si es cierto que en los organismos
todos, iguales causas producen idénticos efectos, como da en es-
cribirse á cada paso, bueno es que sepan los Calomardes y los
Ceas del porvenir, que habrá Esproncedas mientras haya huma-
nidad, porque para agitar las conciencias, para liberalizar á las
masas, para hacer germinar doquier la idea de la justicia, se
salvarán de las iras del tirano los pensamientos de los mártires,
que así son la sentencia condenatoria de los opresores como el
signo de redención para los oprimidos.
Por lo demás, Espronceda escribió mucho, y es tan conocido
todo lo que él ha publicado, que no hemos de reproducirlo aquí,
cuando casi todos los españoles ilustrados recitan sus mejores
versos (i) y conocen toda su prosa. Su composición El Dos
de Mayo será eterna, mientras existan españoles, pues tiene
tal vigor, tal concepto, y una estructura tan belicosa, que nos
(i) No obstante daremos una composición inédita por él titulada:
EL ZAGAL Y LA PASTORA
Aunque mi zagal pulido
es rey grande y yo pastora,
él allá en su corte mora
y yo en el campo florido.
Supuesto que quiso amarme
y consigo desposarme,
yo soy de casta real:
tal para cual
somos yo y él mi zagal.
Si él es lirio, yo soy rosa,
yo su nardo, él mi azucena,
mi blanco él, yo su morena,
él mi hermoso, yo su hermosa,
él es bello y yo soy bella.
él mi sol, yo soy su estrella,
él cielo y yo celestial:
tal para cual
somos yo y él mi zagal.
Él es rey y yo soy reina,
si do pisan nacen flores
mi huella produce olores,
y oro peino si oro peina:
él es mío y suya soy,
dame el alma y se la doy
pagándole por igual:
tal para cual
somos yo y él mi zagal.
BADAJOZ 511
recuerda á los primeros poetas romanos (i). Quintana no sin-
tió mejor que él el amor de la patria.
(i) el dos de mayo
¡Oh! ¡Es el pueblo! ¡Es el pueblo! Cual las olas
del hondo mar alborotado brama,
las esplendentes glorias españolas
su antigua prez, su independencia aclama.
Hombres, mujeres, vuelan al combate ;
el volcán de sus iras estalló:
sin armas van, pero en su pecho late
un corazón colérico, español.
La frente coronada de laureles,
con el botín de la vencida Europa,
con sangre hasta las cinchas los corceles,
en cien campañas veterana tropa.
Los que al rápido Volga ensangrentaron,
los que humillaron á sus pies naciones ,
y ^obre las pirámides pasaron
al galope veloz de sus bridones;
Á eterna lucha, á desigual batalla
Madrid provoca en su encendida ira;
su pueblo inerme allí entre la metralla
y entre los sables reluchando gira.
Graba en su frente luminosa huella
la lumbre que destella el corazón;
y á pasar con sus pechos se atrepella
el rayo del mortífero cañón.
¡Oh, de sangre y valor glorioso día!
mis padres cuando niño me contaron
sus hechos ¡ ay I y en la memoria mía
santo recuerdo de virtud dejaron.
Entonces indignados me decían,
cayó el cetro español pedazos hecho ;
por vil precio á extraños nos vendían,
desde el de Carlos profanado lecho.
La corte del monarca disoluta :
prosternada á las plantas de un privado
sobre el seno de impura prostituta
al trono de los reyes ensalzado.
Sobre coronas, tronos y tiaras
su orgullo sólo y su capricho ley;
hordas de sangre, y de conquista avaras,
cada soldado un absoluto rey.
Fijo en España el ojo centelleante
el Pirene á salvar pronto el bridón,
al rey de reyes, al audaz gigante,
ciegas ensalzan, siguen en montón.
Y vosotros ^qué hicisteis entre tanto
los de espíritu flaco y alta cuna }
512 BADAJOZ
Mucho más podríamos decir de Espronceda; pero habríamos
de repetir cuanto sobre tan ilustre poeta han dicho Ros de
Derramar como hembras débil llanto
ó adular bajamente á la fortuna.
Buscar tras la extranjera bayoneta
seguro á vuestras vidas y muralla,
y siervos viles, á la plebe inquieta,
con torpe lengua apellidar canalla.
¡Canalla! sí; vosotros los traidores,
los que negáis al entusiasmo ardiente
su gloria, y nunca visteis los fulgores
con que ilumina la inspirada frente.
j Canalla ! sí ; los que en la lid alarde
hicieron de su infame villanía,
disfrazando su espíritu cobarde
con la sana razón segura y fría.
j Oh ! la canalla, la canalla en tanto
arrojó el grito de venganza y guerra,
y arrebatada en su entusiasmo santo
quebrantó las cadenas de la tierra.
Del cetro de sus reyes los pedazos
del suelo ensangrentados recogía,
y un nuevo trono en sus robustos brazos
levantando á su príncipe ofrecía.
Brilla el puñal en la irritada mano;
huye el cobarde y el traidor se esconde;
truena el cañón y el grito castellano
de Independencia y Libertad responde.
¡ Héroes de Mayo! Levantad las frentes;
sonó la hora y la venganza espera ;
id y hartad vuestra sed en los torrentes
de sangre de Bailen y Talavera.
Id, saludad los héroes de Gerona,
alzad con ellos el radiante vuelo,
y á los de Zaragoza alta corona
ceñid , que aumente el esplendor del cielo.
Mas I ay I ¿ por qué cuando los ojos brotan
lágrimas de entusiasmo y de alegría
y el alma atropellados alborotan
tantos recuerdos de honra y valentía.
Negra nube en el alma se levanta
que turba y oscurece los sentidos,
fíero dolor el corazón quebranta,
y se ahoga la voz entre gemidos?
¡Oh! levantad la frente carcomida,
mártires de la gloria,
que aún arde en ella y con eterna vida
la luz de la victoria !
¡Oh, levantadla del eterno sueño
BADAJOZ 513
Olano, Santos Álvarez, Ferrer del Río, Escosura, Rodríguez
y con los huecos de los ojos fijos,
contemplad una vez con torvo ceño
la vergüenza y baldón de vuestros hijos !
Quizá en vosotros, donde el fuego arde
del castellano honor, aún sobre vida
para alentar el corazón cobarde
y abrasar esta tierra envilecida.
¡ Ay ! ; Cuál fué el galardón de vuestro celo,
de tanta sangre y bárbaro quebranto,
de tan heroica lucha y tanto anhelo,
tanta virtud y sacrificio tanto?
El trono que erigió vuestra bravura
sobre huesos de héroes cimentado,
un rey ingrato, de memoria impura,
con eterno baldón dejó manchado.
I Ay ! Para herir la libertad sagrada
el príncipe, borrón de nuestra historia,
llamó en su auxilio la francesa espada,
que segase el laurel de vuestra gloria.
Y vuestros hijos de la muerte huyeron
y esa sagrada tumba abandonaron;
hollarla ¡oh Dios! á los franceses vieron,
y hollarla á los franceses les dejaron.
Como la mar tempestuosa ruge,
la losa al choque de los cráneos duros
tronó, y se alzó con indignado empuje
del galo audaz bajo los pies impuros.
Y aun hoy, helos allí, que su semblante
con hipócrita máscara cubrieron,
y á Luís Felipe, en muestra suplicante,
ambos brazos, imbéciles, tendieron.
La vil palabra ¡ intervención ! gritaron,
y del rey mercader la reclamaban,
de nuestros timbres sin honor mofaron
mientras en impudor se encenagaban.
Hoy esa raza degradada, espuria,
pobre nación que esclavizarte anhela,
busca también por renovar tu injuria
de extranjeros monarcas la tutela.
¡Tumba vosotros sois de nuestra gloria,
de la antigua hidalguía,
del castellano honor que en la memoria
sólo nos queda hoy día !
Verted, juntando las dolientes manos^
lágrimas ¡ay! que escalden la mejilla;
mares de eterno llanto, castellanos,
no bastan á borrar nuestra mancilla.
Llorad como mujeres; vuestra lengua
no osa lanzar el grito de venganza ;
65
t)I4 BADAJOZ
Solís y muchos otros de sus biógrafos (i). Además, á la cabeza de
todas las colecciones de sus obras aparece, más ó menos exten-
sa, la vida del poeta, cuyos rasgos saben de memoria todas las
personas que hac leído algunos versos del Parnaso Español,
porque las obras de que más ediciones, relativamente, se han
hecho en España son seguramente las de Espronceda. De su
poema El Diablo Mundo se conocen sesenta y tres en Madrid,
cuarenta y dos en provincias, siete en Ultramar y ciento trece
en la América latina que hablan el castellano. Aparte de esto
se ha traducido al francés, inglés, alemán, italiano y portugués,
y en todos estos idiomas se han repetido ediciones de tan popu-
lar poema. Este solo dato basta para hacer la apología del pri-
mer vate que Extremadura presenta en el siglo actual al Parna-
so Español.
Terminaremos estos apuntes biográficos consignando aquí
la coincidencia de haber nacido Carolina Coronado en una casa
de la misma plaza en que naciera Espronceda, y distante aquélla
de ésta como unos quince metros.
apáticos vivís en tanta mcnj^ua,
y os cansa el brazo el peso de la lanza.
¡ Oh ! en el dolor inmenso que me inspira,
el pueblo en torno avergonzado calle,
y estallando las cuerdas de mi lira
roto también mi corazón estalle.
Ci) No obstante de esto, y por lo que pueda importar al investigador y al cri-
tico la vida del poeta extremeño, daremos aquí noticia de las obras que pueda
consultar al efecto. Helas aquí:
T.° Espronceda, su itempo, su vida y sus obras, por E. Rodríguez Solís (Ma-
drid, 1883).
2.° Páginas de Espronceda, por G. L. (Madrid, 1 882).
3." Tres poetas contemporáneos.— Discurso del Excmo. Sr. D. Patricio déla Es-
cosura, individuo de número de la Academia Española, leído ante esta Corpora-
ción en la sesión pública inaugural de 1870 (Madrid, 1870).
4.** Obras poéticas de Espronceda, precedidas de ta biografía del autor (Barce-
lona, 1883).
$.• Obras poéticas de Espronceda, precedidas de la biografía del autor (3.' edi-
ción, Barcelona, 1884).
6.** José de Espronceda,— Obras poéticas y escritos en prosa,— dos abultados
tomos: Madrid, 1884).
BADAJOZ 515
La tradición dice que Espronceda nació en la casa de la
huerta llamada de La Corda ^ donde estando de paso su padre,
la esposa se sintió con síntomas de alumbramiento y dio á luz
un niño el 23 de Mayo de 1810. Añade la tradición que al ter-
minar el alumbramiento, la señora se alojó en el palacio del
marqués de Monsalud; pero todas estas noticias son pura fanta-
sía. Se sabe que nació en casa de D. Francisco Vélez, rico la-
brador y propietario en los principios del siglo actual. Esta casa
está situada en la Plaza de Abastos y se la ve hoy señalada con
el número 19.
Al costado izquierdo de ella, en la misma Plaza, y como á
unos quince metros de distancia, se ve otra casa pequeña, seña-
lada con el número 6, propiedad en otros tiempos de D. Pedro
Romero de Tejada. En esta casa nació Carolina Coronado.
IV
En 1 82 1 nació esta ilustre cantora, hija de D. Nicolás y de
D.* Antonia, ambos también de Almendralejo. Allí, en aquella
alegre ciudad, se deslizaron dulcemente los primeros años de
esta poetisa, destinada á ser más tarde la admiración de su pa-
tria por su feliz talento.
Las vicisitudes políticas vinieron á turbar el reposo que go-
zaba la familia Coronado; y cuando la poetisa contaba al sumo
cinco años, tuvo que trasladarse á Badajoz, porque su abuelo,
después de haber ejercido cargos distinguidos, murió, como
otros muchos servidores del Estado, víctima del encono de Fer-
nando VII, y su padre fué perseguido y encerrado en un cala-
bozo por sus antecedentes liberales. Lo que sufría cada día por
abrazarse con su madre, los insultos de los realistas y las tribu-
laciones hicieron tan honda impresión en su memoria, aunque
5l6 BADAJOZ
era niña por su edad, pero no por la precocidad de su entendi-
miento, que constituyeron el principio de su aversión á Fernan-
do VII, y prendieron en su alma ardiente la primera chispa del
patriotismo que se advierte en algunos rasgos de su vida y en
muchos conceptos generosos y entusiastas de sus poesías. Aque-
llas desgracias de su familia^ el haber morado más en el campo
que en las poblaciones, y la vida retirada que ha hecho siempre,
han debido contribuir de consuno á formar el carácter nielancó-
lico, pero dulce, sencillo y afable de la Coronado. A los nueve
años ya se ocupaba en aprender dócilmente las labores propias
de su sexo al lado de su madre; recibía una educación la más bri-
llante que el país permitía, y s6 distinguía de todas sus compa-
ñeras de la misma edad por su perfección en el bordado, que
constituía su pasión favorita , mientras que por la noche satisfa-
cía á hurtadillas su vehemente afíción por la lectura; y no ya
por esas lecturas recreativas que todos emprendemos por pasa-
tiempo en nuestra edad infantil, sino por obras tales como la
Historia critica de España^ por Masdeu, y las clásicas de nues-
tros poetas, hacia las cuales sentía una inclinación irresistible.
El estudio de estos modelos despertaba en su imaginación el
deseo de traducir al lenguaje poético lo que sentía en su alma,
y la familiarizó con la versificación, para la cual reunía las más
brillantes cualidades; de este modo, sola, aislada en un pueblo,
sin recursos artísticos ni literarios, completó en poco tiempo su
educación, dedicándose principalmente á la lectura de la histo-
ria, la geografía y la literatura.
Lo primero que escribió cuando aún no tenía diez años, fué
una lamentación con motivo de la muerte de una alondra, que
enterró al pie de una encina; el papel en que trazó con lápiz
aquellas frases sirvió de mortaja al pájaro. Catorce años tenía
cuando trazó los primeros versos en una carta que dirigía á una
su amiga.
Estos versos pintan con vivos colores el tesoro de poesía é
inspiración que animaba á la Coronado desde la más tierna
BADAJOZ 517
edad ; no se resolvió, sin embargo, á dar públita expansión á
sus pensamientos hasta un año después, en que apareció su
nombre al pie de la bellísima composición titulada La Palma^
que le valió un elogio del Sr. Donoso Cortés en el periódico de
Madrid titulado El Piloto^ y una bonita poesía de Espronceda,
el cual decía que dicha composición era la música de la ino-
cencia (i).
Con sus aficiones literarias luchaba la mente de la poetisa
con los sucesos políticos que se desarrollaban en aquellos
tiempos, sin poder sustraerse su espíritu á la acción prosaica de
la historia.
Ardía por el año de 1 838 con todos sus horrores la guerra
civil, y la Coronado emprendió con entusiasmo el bordado de
una bandera que debía servir á un batallón nuevamente creado
para defender la libertad. La Diputación provincial de Badajoz
le pasó con este motivo un oficio, que entre otras frases que
hacían justicia á las virtudes patrias de la Coronado, y el esme-
(i) La poesía del eminente poeta, titulada Á Carolina Coronado, después de
leída su composición á La Palma, dice así :
«Dicen que tienes trece primaveras
y eres portento de hermosura ya,
y que en tus grandes ojos reverberas
la lumbre de los astros inmortal.
Juro á tus plantas que insensato he sido
de placer en placer corriendo en pos,
cuando en el mismo valle hemos nacido,
niáa gentil, para adorarnos, dos.
Torrentes brota de armonía el alma ;
huyamos á los bosques á cantar;
dénos la sombra tu inocente palma,
y reposo tu virgen soledad.
Mas ¡ay, perdona! Virginal capullo,
cierra tu cáliz á mi loco amor ;
que nacimos de un aura al mismo arrullo
para ser yo el insecto; tú la flor.»
Espronceda está admirable en esta preciosa composición, retratando fielmente
su alma apasionada, su amor de fuego, y á la vez el carácter inocente, la virginal
ternura de la Coronado.
5l8 BADAJOZ
ro, delicadeza y gusto de su afanoso trabajo, contenía las si-
guientes líneas: — tNo le es dado á la Diputación recompensar-
>le, porque sabe que el mayor premio para usted será el que
>los valientes á quienes sirve de guía, recuerden al regreso á
>sus hogares cubiertos de laureles, la mano delicada que bor-
>dó el emblema por cuya defensa derramaron su sangre...» Á
este oficio acompañó una sortija de brillantes que llevaba en el
reverso el nombre de la corporación.
Desarrollábase mientras tanto más y más en nuestra poetisa
la pasión por la lectura, hasta un extremo que parecía en abier-
to desacuerdo con las costumbres del país, donde no podía me-
nos de llamar la atención la excepción inaudita de una joven
que se esforzaba en romper el estrecho círculo á que se halla
limitada en España la educación del bello sexo, por más que
dentro de él se ahoguen en germen talentos privilegiados. Creía
necesario su madre poner coto á aquella afición desmedida y
trataba de que se consagrara exclusivamente á ayudarla en los
quehaceres domésticos consiguientes á una familia de ocho her-
manos; pero ella se desquitaba de tal prohibición leyendo con
avidez cualquier libro de nuestros poetas que hubiese á las ma-
nos, y aprendiéndole bien pronto de memoria para poder devol-
verle, segura de no verse privada de disfrutar las bellezas del
poeta. De este modo, sin estudios sólidos, sin modelos, sin mé-
todo y hasta sin papel y sin tiempo, iba la poetisa dando vuelo
á los arranques de su fantasía en composiciones hechas en las
primeras horas de la mañana, antes que las tareas cuotidianas
vinieran á sacarla de sus meditaciones, ó en las postreras de la
noche, cuando aquellas la dejaban en libertad de recogerse den-
tro de sí misma: era un instante de silencio en que mientras las
manos se ocupaban en las labores de su sexo, el pensamiento
se remontaba á las regiones ideales de la poesía, en un momen-
to de inspiración producido por las bellezas de la naturaleza,
admiradas en un paseo solitario.
Es ciertamente bien difícil de comprender cómo de esta ma-
BADAJOZ 519
ñera misteriosa y clandestina, por decirlo así, pudo formarse
una colección de poesías como las que, precedidas de una intro-
ducción por el Sr. Hartzenbusch, apareció en Madrid en 1843;
pero este hecho se explica sabiendo que la Coronado tenía la
mayor facilidad para crear versos de memoria. La dificultad que
ofrece este trabajo se comprenderá mejor después de las siguien-
tes observaciones que, ocupándose de esta misma materia, hizo
con muchísimo acierto aquel apreciable literato. «Sólo quien
>haya probado, dice, á componer de memoria es capaz de com-
» prender la fuerza de atención que requiere este penoso trabajo
»del entendimiento. El poeta que compone escribiendo, descansa
>en el papel del cuidado de. conservar lo que crea y no piensa
»más que en seguir creando; el que compone de memoria tiene
>que desempeñar por sí la doble tarea de crear y de retener; y
tcomo la mente humana no puede ocuparse á un tiempo de dos
«ejercicios, turbada la razón un tanto con ellos, la entonación
>del poema no suele salir igual, ni las ideas muy íntimamente
«enlazadas, ni la expresión del concepto con la claridad sufícien-
>te para el lector, para el cual cada pensamiento de una obra
»se presenta sólo bajo la forma en que quedó, sin que la acom-
tpañen las otras ideas auxiliares ó simultáneamente concebidas
»que contribuyen á engendrarlo. En aquella exaltación de áni-
>mo, el poeta, con la más leve expresión se comprende y satis-
tface á sí mismo; el lector que de ninguna manera se puede
> hallar en un caso semejante, necesita más para comprender: el
tuno es el ciego, que por su finísimo tacto conoce un naipe sin
> verlo, y el otro es el hombre que ve, pero que necesita luz
tpara distinguir la figura estampada en la carta...» Esta exactí-
sima pintura de las dificultades que ofrece la versificación de
memoria no existió para la Coronado; hallólas sí extraordinarias
para escribir en prosa por la tenacidad con que se le agrupan
los consonantes, y lo que la desconcertaba era el trabajo que te-
nía que emplear para descartarse de ellos.
La Coronado, cuyo nombre venía figurando desde 1843 ^^
520 BADAJOZ
todos los periódicos literarios de alguna valía de Madrid y de
las provincias, al pie de excelentes composiciones que eran re-
producidas con elogio en los de la isla de Cuba y Estados-Uni-
dos, fué sucesivamente admitida en el Instituto Español cuando
esta Corporación tenía algo de literaria, y en casi todos los Li-
ceos de España, incluso los de Madrid y Habana.
Pero, como dice Mr. Gustavo Déville en un artículo relativo
á las poetisas, publicado en La Revista de Madrid: «Cuando
>con animoso empeño iba á recibir la recompensa debida, en el
> momento en que debía empezar la vida real para ella, y en
>que los obstáculos con que había tenido que luchar su noble
«vocación quedaban vencidos por los esfuerzos de su voluntad
«perseverante, se repitió por la prensa la noticia de su muerte.»
Esto ocurría al comenzar el año de 1844, y los periódicos vis-
tieron luto por una pérdida tan sensible para las letras. Tales
demostraciones de simpatía y los versos que se imprimieron á
su memoria, fueron á sorprenderla á su casa de campo, donde
vivía una gran parte del año; mas, afortunadamente, como aña-
de el citado Mr. Gustavo Déville, la voz de la joven poetisa se
hizo oir desde el fondo de la tumba, para probar á su país que
lo que bajaba á ella eran los despojos de su laborioso aprendi-
zaje, pero que sobrevivía su alma, rica de fuerza, de gracia y
de inmortalidad. El sentimiento manifestado por su supuesta
pérdida, la hizo concebir un libro titulado: Dos muertes en una
vida^ que ignoramos si ha publicado ó si conserva inédito.
Las continuas vigilias literarias, los estudios incesantes, una
laboriosidad, en fin, extraordinaria, debían por entonces resen-
tir su salud, y en 1 847 se vio atacada de un mal grave. Tenien-
do entonces que trasladarse á Andalucía, visitó Cádiz, en cuya
ciudad permaneció algún tiempo, despidiéndose con una bellísi-
ma inspiración Al tnar^ que reprodujeron todos los periódicos
de la Península y de América.
Á una enfermedad nerviosa que la dejó baldada y la obligó
á buscar su curación en unas aguas próximas á Madrid, debió
BADAJOZ 521
también la corte el tener en su seno á la distinguida poetisa. El
Liceo Artístico y Literario la dedicó una sesión, donde fué pre-
miada con una corona de laurel y oro, en cuyas cintas se leían
su nombre y el del Liceo, y en donde un socio leyó una lindísi-
ma composición: Se va mi sombra^ pero yo me quedo. En la se-
sión regia que después éste celebró para obsequiar á SS. MM.,
se representó E¿ cuadro de la Esperanza^ una de sus obras
dramáticas, en cuyo género ha escrito además un drama histó-
rico titulado Alonso IV de Leén^ y otro, inédito aún, titulado
Petrarca,
La infancia de la Coronado ha sido tan sencilla como sus
versos. Pasóla rodeada de flores y pájaros, y distribuyendo ha-
bitualmente las horas del modo siguiente: se levantaba á las
seis, escribía hasta las once, se ocupaba en las labores de su
sexo hasta las dos, volvía á escribir hasta las cinco, daba lección
de geografía á sus hermanos, y se dedicaba nuevamente á escri-
bir hasta las diez de la noche, en que la fatiga, más bien que el
sueño, la obligaba á recogerse, para continuar componiendo
versos de memoria. Sufría con frecuencia fiebres más ó menos
fuertes: pero aun en medio de sus padecimientos trabajaba men-
talmente; porque el alma, que se la fija en el pecho, la deja
siempre libre y despejada la cabeza.
¿Necesitaremos hacer la crítica de sus poesías, tan conocidas
como justamente apreciadas por su originalidad y por su belle-
za? No ciertamente; porque sus escritos están juzgados y nos-
otros no podemos añadir nada al fallo del público y de los hom*
bres entendidos. Hemos dicho ya que las poesías de la Coronado
pertenecen á un género que no perece nunca, porque tiene su
origen en los sentimientos generosos del corazón, en la admira-
ción de las riquezas de la naturaleza; porque son impresiones
del poeta causadas por la soledad, por un acceso de melancolía,
por la contemplación de las nubes^ por la palma que alza ga-
llarda su cabeza al viento^ por el dolor de una despedida^ por
las brisas del otoño, por el brillo de una estrella que luce reful-
66
522 BADAJOZ
gente en el ñrmamento, por una gota de rocío que riega la flor
en la aurora, por un pájaro perdido, por la vuelta de las golon-
drinas, esas encantadoras mensajeras de la primavera; por re-
cuerdos del techo paterno, por los lugares en que hemos dejado
alguna cosa de nuestra infancia, por memoria de los primeros
latidos del corazón, por el aspecto de las flores, por el canto del
ruiseñor, por la mariposa de cuerpo dorado y alas de gasa que
muere en la corola de la rosa recién abierta. Si alguna vez alza
el tono de sus acentos y canta La fe crisiiana ó se lamenta de
la suerte de Méricia^ la que opulenta fué grande y señora, ó se
indigna hablando del desenfreno de El marido verdugo^ ó hace
resonar su lira con el brío y energía de Espronceda, al elevar
su voz á la que fué Reina de España, D.^ Isabel II, en una Oda
de la cual no conoce el público más que algunas estrofas (i),
pronto recobrarán sus versos el carácter de dulce melancolía, de
candor y de hermosa ternura que le presta su principal encanto,
su gracia, su donaire; pronto vuelven á adquirir la blandura, la
sencillez de conceptos, la brevedad en el desarrollo, y á distin-
guirse por la delicadeza en la elección de asuntos, que prueban
la pureza del espíritu de la poetisa, cuyos ecos conmueven, in-
teresan y deleitan de tal modo, que apenas puede el crítico re-
parar en tal cual incorrección ó desaliño, imposible de evitar en
composiciones hechas á la memoria.
Después de dado á luz por primera vez en la biblioteca ilus-
trada de Gaspar y Roig su tomo de poesías, ha publicado unos
cuarenta mil versos en periódicos de Madrid y de provincias,
en revistas literarias, en álbums de amigos íntimos y en multitud
de publicaciones americanas, para donde más ha venido escri
hiendo la Coronado desde 1849. Los escritores han pagado el
debido tributo al mérito de este genio predilecto de las musas,
y la Coronado conserva en testimonio de esta verdad más de
(j) Con ocasión del fusilamiento del capitán Espinosa escribió esta poesía que
tiene todo el vigor de las de Víctor Hugo.
BADAJOZ 523
mil composiciones escritas en su obsequio, entre las que se
cuentan algunas italianas y francesas. Una de las españolas, de-
bida al señor Rubí, fué acompañada de la corona que este ilus-
tre poeta recibiera al estrenarse La Rueda de la Fortuna,
En 1850 comenzó á cultivar la novela con tan feliz éxito
como era de esperar de su talento privilegiado. En la isla de
San Fernando se publicaron las tres primeras que escribiera y
cuyos títulos son Paquita, La Luz del Tajo, Adoración^ que
aparecieron precedidas de un elegante prólogo de D. Adolfo de
Castro. Á estos ensayos ha seguido otra titulada yarilla, que
precedió á La exclaustrada, libro más pretencioso y que en rea-
lidad tiene un fín más social. Esta obra es una concepción suma-
mente original, en la que se hallan dibujados caracteres intere-
santísimos, tipos caprichosos algunos, pero pintados todos de
mano maestra, con escenas llenas de candor y de inocencia que
cautivan el alma y entusiasman al lector más indiferente.
El estilo es satírico, festivo, aunque á veces la autora (que
tal vez ha tenido el mayor trabajo en ocultar una historia con
el velo de la fábula) deja conocer el sentimiento con que escri-
be: el cuadro tiene pocas sombras negras, pero sí medias tintas
que le dan una entonación admirable. Si algún lector llorón se
va enterneciendo, le distrae de pronto con alguna jocosidad de
buen gusto, y para el que se entrega á la alegría tiene alfilera-
zos que le clava sin piedad. En suma. La exclaustrada, nos
atrevemos á asegurarlo, es uno de los libros mejor acabados
que han salido de la pluma de la Coronado.
Siguió á esta novela otra de índole distinta, puesto que es
histórica. Se titula La Sitgea, de que se han hecho en poco
tiempo tres ediciones.
Como trabajos críticos cuenta la Coronado sus magníficos
paralelos entre Saffo y Santa Teresa de yesus, Schiller y Hart-
zenbusch. Madama Stael y Donoso Cortés^ Lord Byron y Que-
vedo; estos dos últimos ofrecen para la autora innumerables
puntos de semejanza, que ella pone de relieve con la irresistible
524 BADAJOZ
lógica, con el ingenioso artiñcio, con la profunda filosofía, con
la gracia, con el talento que ya mostró al escribir el primero de
estos trabajos críticos, Saffo y Sania Teresa de Jesüs^ que ha
merecido los honores de ser traducido al alemán, al francés, al
italiano, al inglés y al portugués.
Recopiladas á la ligera las principales fases de las existen-
cias literarias más laboriosas y brillantes de nuestra época, rés-
tanos añadir algo para acabar el cuadro que nos proponíamos
dibujar en esta biografía.
Conocemos á la poetisa, conocemos á la literata, conocemos
á la crítica. ¿Debíamos poner aquí fin á estas líneas? No. La
Coronado como poetisa terminó en 1850, como novelista
en 1854. Casada después con Mr. Perry, secretario que fué mu-
chos años de la legación de los Estados Unidos en Madrid, las
delicias del hogar, todos los deleites que tiene en sí la vida de
la esposa y de la madre, le robaron el tiempo y la distrajeron
toda su atención, apartándola de las fantásticas creaciones que
tantas grandezas nos han dado en sus versos y en su prosa.
Y de tarde en tarde deja escapar un suspiro la ilustre escri-
tora, allá en el rincón en que vive, en su casa de campo junto á
Lisboa (i); de tarde en tarde nos da algunas poesías que nos
recuerdan la existencia de su alma. Cuando el Gobierno revolu-
cionario de 1869 decretó la abolición de la esclavitud, publicó el
siguiente bello soneto :
Si libres hizo ya de su mancilla
el águila inmortal los africanos,
^por qué han de ser esclavos los hermanos
(i) F,n Po^o do BispOt pueblo próximo á Lisboa, se encuentra una deliciosa
quinta lUmada Paso d'Arco y vulgarmente Mitra^ por haber pertenecido como pa-
trimonio á la Arzobispal ó Patriarcal de Lisboa. Esta fínca, que es rica en azulejos
y recuerdos históricos, la compró en 1860 el en aquella época opulento banquero
español D. José de Salamanca, quien, después, en 1870, la vendió á la ilustre
poetisa. Desde esta época la Coronado vive con su esposo Mr. Perry y su preciosa
hija, retirada del mundo, en este palacio antiguo. Horada como muerta por los
amantes de las letras patrias.
BADAJOZ 525
que tenemos gimiendo en esa Antilla?
¿Qué derechos tendrás, noble Castilla,
para dejar cadenas en sus manos,
cuando rompes los cetros soberanos
al son de libertad que te acaudilla ?
No, no es así; al mundo no se engaña;
sonó la libertad, j bendita sea I
Pero después de la triunfal pelea,
no puede haber esclavos en España.
I Ó borras el baldón que horror inspira,
ó esa tu libertad, pueblo, es mentira!
La muerte de una de sus hijas, tierna joven que abría su
alma á los infortunios de la vida, como la rosa extiende sus pé-
talos á los rayos del sol que la ha de matar; la muerte de su
hija selló para siempre la boca á la ilustre cantora extremeña.
El dolor de la madre, herida en lo más sublime de su espíritu,
ha hecho enmudecer para siempre á un genio, gloria de nuestros
tiempos y fama imperecedera para la patria de los Meléndez
Valdés y Esproncedas, de los Cortés y de los Pizarros.
I
I
No ha dado Almendralejo á la patria solamente místicos,
militares y poetas. Ha dado también políticos como D. Francis-
co Fernández Golfín, que nacido en últimos de 1 768, ingresó des-
de bien joven en el ejército, sirviendo constantemente en el arma
de infantería. Desde los sucesos de la guerra de la Independen-
cia, el Sr. Fernández Golfín tomó en ellos una parte muy activa,
siendo uno de los que más contribuyeron á la organización y
armamento de los ejércitos que se organizaron en Extrema-
dura.
Al establecimiento del gobierno liberal de Cádiz, ya como
526 BADAJOZ
diputado de las Cortes allí reunidas, ya como militar entendido
y de la más completa confíanza para el Gobierno, prestó gran-
des servicios á la patria y á las instituciones liberales.
Á estos servicios prestados á la causa constitucional, base
del sistema representativo que reñía encarnizada batalla con los
partidarios del absolutismo, representado por un rey indigno
del noble pueblo español, debió una gran popularidad el señor
Fernández Golfín, hasta el punto que al triunfar el partido libe-
ral, en 1823, fué nombrado Ministro de la Guerra, puesto que
desempeñó con gran desinterés y patriótica lealtad.
Vencidos los liberales poco después, los partidarios de Fer-
nando VII iniciaron una persecución sangrienta contra los caí*
dos, y de la que sólo salvaron la vida los que pudieron huir al
suelo extranjero. Con el general Torrijos entró Golfín en Espa-
ña en 1830, engañados ambos por falsas promesas, y seguidos
de un puñado de emigrados entusiastas por la causa constitu-
cional.
Apenas el buque en que se embarcaron salió de las aguas
de Gibraltar, el Gobierno español recibió de ello noticias por el
cónsul y preparó las cosas de tal suerte, que supo el rumbo que
traía y el punto y día en que habían de desembarcar en España
los emigrados. Así las cosas preparadas, apenas pusieron el pie
en el puerto de Málaga, los sorprendieron y fueron inhumana-
mente fusilados en la alegre playa de la bella ciudad de Anda-
lucía. Espronceda dedicó á estos mártires de las libertades
patrias aquel bello soneto, que dice así:
« ) Helos allí 1 Junto á la mar bravia
cadáveres están ¡ayl los que fueron
honra del libre, y con su muerte dieron
alma al cielo, á España nombradía.
Ansia de gloria y libertad henchía
sus nobles pechos que jamás temieron,
y las costas de Málaga lo vieron
cual sol de gloria en tenebroso día.
Españoles, llorad: mas vuestro llanto
BADAJOZ
527
lágrimas de dolor y sangre sean:
sangre que ahogue á siervos y á opresores.
Y los viles tiranos con espanto
siempre delante amenazando vean
alzarse sus espectros vengadores (i). >
Fernández Golfín tenía en 1831 unos 72 años. La vida de
la guerra y sus trabajos en la política habían consumido su
espíritu, y para más desgracia suya, él, que siempre había sido
muy corto de vista, estaba casi ciego.
Conducido por su ayuda de cámara le hicieron subir al su-
plicio, como refiere el historiador Lafuente, sin respetar sus ver-
(i) Antes de desembarcar Torrijos en Málaga, Espronceda dejó á España,
escribiendo á la esposa de Torrijos la siguiente carta en prosa y verso :
u Muy señora mía: Sírvase usted admitir este pequeño obsequio en cumpli-
miento de las ofertas que no cumplí. He venido á despedirme de usted para
Burdeos, y, con el sentimiento de no haberla visto, me ofrezco á sus pies como su
más respetuoso servidor.
A LA SEÑORA DE TORRIJOS
ROMANCE
Ya sé que estás enojada
y sé la razón, señora,
que de cortés caballero
falté á la palabra honrosa.
No trato de disculparme,
si es mi íalta mucha ó poca ;
sólo sé que no he cumplido
con mi deber, y esto sobra.
Mas yo sé que en perdonar
amables ojos se gozan,
que si antes bellos parecen,
más bellos son si perdonan.
Tú en mí perdona un culpado,
que harto es mi culpa penosa ;
lleve en mi falta el castigo,
que él iba en mi falta propia.
Perdóname ; así en tus brazos
ojalá estreches gozosa
al que, terror del tirano,
el libre pendón tremola;
al que, en los mares de Alcides («z),
el astro sigue de gloria,
con el ánimo invencible
que ningún peligro doma.
¡Ojalá pronto le abraces,
y le ciñas las coronas
que de laurel á los héroes
tejen Minerva y Belona !
Y en tanto que sus hazañas
la fama al mundo pregona,
tú con plácida sonrisa
admite mi humilde trova;
y espera que pronto el día
llegará de la victoria,
y oirás más altas canciones,
á par con él venturosas.»
J. Espronceda.
(a) El general Torrijos se hallaba entonces en Gibraltar preparando su infortunada expedición.
528 BADAJOZ
dugos ni la ancianidad, ni los trabajos que el ilustre anciano
había prestado á la patria.
En Málaga existe el campo de los mártires. En él se levan-
ta un suntuoso monumento á los que con Fernández Golfín
fueron bárbaramente fusilados por los enemigos de la libertad,
partidarios de aquel malvado monarca que, cuando su pueblo
luchaba por la liberación de la patria, él vivía al lado de Ñapo*
león I, humillándose á cada momento para arrancar un saludo
al que había mandado sus legiones que ocupasen la altiva na-
ción española.
Hijo de este desgraciado personaje es el general D. Luís
Fernández Golfín, nacido también en Almendralejo, autor de
varias obras militares y etnográficas y persona muy respetada
en la milicia por su ciencia y los servicios que ha prestado á la
patria.
VI
Aparte de la biografía de estos hombres ilustres que conser-
vará eternamente Almendralejo, otro suceso acaecido en sus
campos, no há muchos años, nos hará alargar este capítulo. Nos
referimos al descubrimiento en 1848, con gran contentamiento
de todos los sabios de Europa, del magnífico clypeo (disco circu-
lar), del diámetro de 85 centímetros de longitud y 70 de anchu-
ra— si mal no recordamos — de 533 onzas y 5 ochavas de peso,
construido por Theodosio el Grande el día de sus quincenales
(19 de Enero de 393), que representa el nombramiento de un
magistrado, y marca, según los eruditos, el tránsito del estilo
greco-romano al bizantino.
La aparición de esta joya historíco-artística, se juzgó por
invención de algún falsario, y hasta el mismo Viu, tan versado
en antigüedades, después de leer el lema que lleva en semicír-
culo esta joya, quiere como dudar de su autenticidad, suponien-
do que pueda ser uno de los ejemplares que se vaciasen con
Gkande, encontrado en
LA Real Academia i
motivo de la subida al trono del emperador Honorio, ó tal vez
el mismo original que se fundiese en la Lusitania por algún go-
bernador que tratara de hacerse propicio con la adulación del
joven César. Pero ya se ve que Viu no conoció el Informe
530 BADAJOZ
dado sobre esta joya á la Real Academia por D. Antonio Del-
gado (i), donde este erudito y anticuario trata magistralmente
la cuestión, sin dejar la menor duda acerca de la autenticidad
que después, Academia y anticuarios, le han reconocido á una.
El Sr. Delgado refiere en estos términos el hallazgo del
Disco: tEn Almendralejo... se ocupaba el jornalero Juan Agui-
lar, en el día 25 de Agosto de 1848, en desarraigar de malas
hierbas una tierra de labor situada á unas mil varas al S. E. de
la población, en el sitio llamado Sancho. Como al practicar este
trabajo fuese preciso ahondar más de lo necesario, el sonido de
un golpe fuerte reveló al jornalero la existencia de un cuerpo
metálico, y, en efecto, descubrió y extrajo el disco de plata, cuya
interpretación nos proponemos, y con él dos pequeñas tazas
del mismo metal, de forma sencilla. Presenciaron este descubri-
miento Bartolomé Giraldo, Pedro Lopa y José García, jornaleros
que trabajaban también con Aguilar, seg^n resulta de la nota
auténtica que para comprobar el descubrimiento se tomó en esta
Academia. Hízose público el hallazgo, y conforme á lo dispues-
to en nuestras leyes para estos casos, convino el inventor con
D. Antonio Martínez, dueño de la tierra, en enagenar los obje-
tos extraídos y aplicarse por mitad su valor... El disco es com-
pletamente circular, y el diámetro de 3 2 pulgadas : es de plata
de ley de 976 milésimas, ó sean de 11 dineros y 17 gramos, y
pesa 533 onzas y cinco ochavas. La plancha de que está forma-
do tiene de grueso desde una y media hasta tres líneas. Se en-
contró doblado por la mitad, y para ello, el que en lo antiguo
lo enterró, tuvo que partirlo á golpes casi en todo su diámetro;
mas afortunadamente el anverso, ó sea el lado superior, que es
donde tiene las figuras del bajo relieve y demás emblemas, al
doblarlo ocupó la parte interior, y así se preservó de la oxida-
(i) Memoria hístór ico-critica sobre el gran disco de Theodosio encontrado en
Almendralejo^ leida en la Real Academia de la Historia por su anticuario D. Anto-
nio Delgado^ en Junta ordinaria de g de Setiembre de rS.fS (Madrid» i 849).
BADAJOZ 531
ción que, por el contacto con la humedad de la tierra, ha adqui-
rido el lado inferior ó sea reverso del disco...»
Pasando después á describirlo, dice: tPor el anverso pre-
senta un pórtico de cuatro columnas istriadas, cubierto con un
frontón triangular. En el intercolumnio del centro está la figura
del Emperador romano, sentado de frente en una silla de pies
rectos sobre un suppédaneum. Aparece vestido de una túnica
con mangas hasta la mano, toda adornada de bordados por el
pecho, los hombros y los puños; y la ciñe al cuerpo un ángulo,
de manera que es muy parecida á las albas de nuestros sacer-
dotes. Encima de esta túnica lleva la chlamide adornada también
de bordaduras, sujeta al hombro derecho con uvídi fíbula^ y cu-
briendo el costado y brazo izquierdo, dejándole descubierto sólo
el derecho. Se halla calzado con sandalias bordadas, que pare-
cen incrustadas de piedras y perlas. En la cabeza tiene una dia-
dema, y al rededor, figurada con puntos sobre el fondo de la
plancha, la aureola llamada ntmbuSy á la manera que vemos
adornadas las cabezas de los ángeles y de los santos en las pin-
turas de la Edad media. Tiene alzado el brazo derecho, como en
acción de entregar un volumen ó pergamino que lleva en la mano.
»En cada uno de los intercolumnios del pórtico, á la dere-
cha y á la izquierda del Emperador que se halla en el centro,
aparecen asimismo otros dos Emperadores, también sentados
de frente en sillas sobre suppedaneos. Visten túnicas de igual
forma que la ya descrita, cubiertas con la chlamide. Llevan en
la cabeza diademas orladas del mismo nimbus que la del frente,
y sus calzados son también las sandalias ricamente adornadas.
El sentado á la diestra es de aspecto juvenil, y tiene en la mano
derecha un cetro largo, que termina en una empuñadura, y á la
izquierda un globtis dividido por dos círculos máximos, que se
cruzan en ángulos rectos. El que está sentado á la izquierda,
parece todavía de edad más tierna que el anterior; tiene en la
mano siniestra otro globus^ del mismo dispuesto, y la derecha
alzada delante del pecho y sobre dicho emblema.
532 BADAJOZ
> Fuera de los intercolumnios se ven cuatro soldados, dos á
la derecha y dos á la izquierda de las ñguras de los Emperado-
res ; tienen grandes escudos ovalados en el brazo izquierdo, que
les cubren la mayor parte del cuerpo, y cada uno una lanza en
la mano derecha: están con la cabeza descubierta, el cabello
largo, peinado y recortado por delante: visten túnicas cortas
que parecen acolchadas y pespuntadas con muchos dibujos, que
deben representar al toraxcomackusy y calzan sandalias de forma
sencilla. Todos estos soldados son imberbes.
«Además de los Emperadores y de los soldados se ve tam-
bién, como en acción de dirigirse á recibir el volumen del Em-
perador del centro, un personaje con la cabeza descubierta,
vestido de una túnica corta y sobre ella la chlamide también
bordada, aunque con menos lujo que las descritas, sujeta al
hombro derecho con un broche largo de forma distinta que las
fíbulas de los Emperadores: la chlamide abierta por este lado
le deja descubierto el costado, pero le cubre ambos brazos. Sus
sandalias están también bordadas.
«Hasta aquí la parte principal del dibujo en bajos relieves
del disco; mas el pie del basamento ó gradería del pórtico, es
decir, en lo que puede llamarse exerge, hay una figura de mujer
recostada, que tiene un manto cubriendo únicamente la parte
inferior del vientre y sus piernas, entre sus brazos una cornuco-
pia llena de frutos y de flores, y la cabeza coronada de laurel,
la apoya en el brazo y mano derechos. De su regazo sale un
niño alado en actitud de volar y de ofrecer al Emperador del
centro una flor con la mano derecha, y que parece tomada de
otras que tiene recogidas sobre la alíenla entre el cuerpo y el
brazo izquierdo. Otros dos niños, también desnudos y alados,
están delante de la mujer, al parecer rompiendo el vuelo para
ofrecer al mismo Emperador que está en el centro, el uno una
copa, y el otro todas las flores y frutos que lleva asimismo so-
bre la alicula entre sus manos. En el campo donde está recos-
tada la mujer, aparecen grabadas varias cañas de trigo con es-
BADAJOZ $33
pigas granadas y algunas plantas con flores. Además de las
fíguras alegóricas descritas, se notan dibujos de bajo relieve en
los ángulos del ático que corona el pórtico, otros dos niños vo-
lando, uno á cada lado, y como conduciendo al Emperador del
centro flores sobre paños: por manera que son cinco los genios
así figurados.
»En toda la circunferencia del disco hay una media caña de
una pulgada de ancho, y entre esta y el pórtico se encuentra la
inscripción circular que dice así: DN THEODOSIVS PERPET.
AVG. OB DIEM FELICISSIMVM. X.
>Las letras están marcadas con líneas profundas, y labo-
readas con puntos en su rededor; por manera que con tales
adornos aparecen gruesas. Dentro del grabado de las letras se
perciben ángulos pequeños, residuos de hojuelas de oro con que
sin duda estuvieron cubiertas.
>E1 reverso del disco está completamente liso; pero en el
centro tiene un aro ó anillo del diámetro de 1 1 pulgadas, que
resalta sobre el fondo 1 1 líneas, lo cual indudablemente demues-
tra que sólo podía servir para engastarle ó sujetarlo en alguna
otra pieza separada. En la parte interior del aro se perciben di-
ficultosamente, formados con puntos, los siguientes caracteres:
HOC IN MET.
>E1 inventor del disco procuró desdoblarlo, y como estaba
partido en casi todo su diámetro, concluyó por dividirlo en dos
partes próximamente iguales, resultando que la rotura le atra-
viesa entre las palabras Theodosius y la de Perpet^ corta el án
guio derecho del tímpano, la diadema y nimbus del Emperador
del mismo lado, la cabeza del personaje que se acerca al trono,
y destruye casi completamente el cuerpo del niño alado que en
el exergo, frente á la mujer recostada, ofrece la copa. Además,
sea por los golpes que en lo antiguo llevó para doblarlo, ó sea
por los que recientemente le dieron para desdoblarlo, es lo
cierto que la Academia lo adquirió todo abollado, impidiendo
que pudieran cómodamente unirse las partes, para formar con-
534 BADAJOZ
cepto de sus dibujos y emblemas. El hábil artista D.José Nava-
rro, á quien se encargó de esta difícil restauración, la ha ejecu-
tado satisfactoriamente, consiguiendo que puedan entrar en
contacto las partes divididas...»
El resumen que hace el Sr. Delgado en su trabajo es este:
tQue este disco fué mandado construir por el emperador
Theodosio el Grande en el día de sus quindecenales, celebrados
el 19 de Enero del año 393 de la era cristiana: Que en estas
funciones coincidió, si no en el mismo día, en los próximos ante-
riores, el nombramiento de Augusto, y consiguiente elevación
del imperio, hecha por Theodosio á favor de su hijo menor Ho-
norio: Que también en su tiempo Theodosio con sus hijos Ar-
cadio y Honorio, fueron reconocidos en la Lusitania como úni-
cos soberanos legítimos, después de muerto Valentiniano el
joven: Que representa el acto de entregar á un magistrado de
provincia el libro de los preceptos para desempeñarlo, lo cual
debió verificarse en el acto de los quindecenales, porque enten-
diéndose que estas funciones aludían á la prorrogación del im-
perio, de la misma manera los Emperadores debían también
prorrogar ó conferir de nuevo el mando de las provincias á los
delegados de su poder: Que este disco es un clupeo ó clypeo
de aquellos que los Emperadores mandaban construir con sus
imágenes, para sus aclamaciones, y para que sirviesen á los ma-
gistrados en los actos públicos, llevándolos delante de sí y
teniéndolos presentes al juzgar en los tribunales: Que debía
colocarse en la Curia, sobre una columnata, sostenida en un trípo-
de, y también en el vexilo ó estandarte que precedía á la perso-
na de los rectores ó presidentes de provincia en los actos públi-
cos: por último: Que fué construido en Constan tinopla, precisa-
mente, como otros que tenían un destino análogo, porque en
este punto residía Theodosio, y era donde únicamente podían
fundirse y labrarse, pues allí estaban los empleados encargados
de que se construyesen con perfección y decoro. De las ilustra-
ciones sentadas, se deduce también la utilidad del descubrimien-
BADAJOZ 535
to del disco, para los estudios históricos y aun para los artísti-
CQS, bajo diferentes aspectos que se pasan á exponer:
> I .^ Porque da á conocer la importancia que conservaban
las funciones quinquenuales en tiempo del emperador Theodo-
sio, respetando, si bien por férula, la prorrogación del imperio,
como cuando por primera vez fué confiado á Octavio César.
t2.° Porque demuestra que en estas funciones los Empe-
radores procuraban hacer los nombramientos de los delegados
de su poder en las provincias.
>3.° Porque nos ha transmitido en buena conservación y
con los mayores detalles, el traje que los Emperadores vestían
en aquellas solemnidades, y los que asimismo usaban los do-
mésticos y palatinos.
»4.° Porque prueba terminantemente, que Honorio fué
nombrado Augusto el día lo de Enero del año 393, conforme
al texto del escritor eclesiástico Sócrates, y de la Miscella hisio-
rüe^ hasta aquí puestas en duda.
> 5 .^ Porque también demuestra que Theodosio fué acla-
mado como Emperador, en la Lusitania, después de la muerte
de Valentiniano el joven, y que en esta provincia no reconocie-
ron al tirano Eugenio, como por algunos se ha creído.
f 6.^ Porque nos presenta la forma que tenían las imágenes
imperiales que se remitían á provincias, y de que usaban los
magistrados desempeñando sus cargos, las cuales hasta ahora
no han sido bien conocidas ; y en ñn :
f Porque nos da una idea exacta del estado de las artes
en tiempo de Theodosio, y de la transición del estilo greco-ro-
mano al bizantino, f
Hasta aquí el Informe presentado á la Academia por el
señor Delgado. El disco tiene en sí tanta importancia, que todas
las demás Academias de Europa y Sociedades históricas y artís-
ticas se apresuraron á estudiarlo, reproduciéndolo por medio del
grabado, la fotografía ó el dibujo, distinguiéndose de entre
todas estas corporaciones, que hemos dado en llamar sabias, la
53^ BADAJOZ
de Viena, en la que Arneth, director del gabinete imperial de
monedas y antigüedades, ilustró el Informe del Sr. Delgado
con atinadas observaciones.
Pero ninguno de estos académicos ha dicho hasta ahora para
qué funcionario pudo Theodosio fundir en Constantinopla este
precioso clypeo encontrado en Almendralejo, y este es otro
dato por esclarecer en la historia de este monumento tan deba-
tido entre los académicos de Europa.
Por los años de 360 era gobernador consular de la Lusita-
nia, Vettio Agorio Pretextato, según una lápida que hemos leído
en el Museo Capitoliano. Sucedióle en el mando Lucio Nonio
Vero. Según una lápida hallada en Módena, patria del referido
y publicada por Grutero, este Lucio Nonio Vero fué Presidente
de la Lusitania en 390, por nombramiento de Theodosio, y ejer-
ció el cargo hasta 402, comprendiéndole, por tanto, en el pues-
to de Presidente en la Lusitania (con residencia en Mérida), las
ñestas del 19 de Enero del año 393, en que tuvieron lugar las
quindecenuales de Theodosio el Grande, y la proclamación de
Augusto como Emperador, hecha por él á favor de su hijo menor
Honorio, dato que nos era importantísimo, pues proclamado y
reconocido en la Lusitania por Emperador el hijo de Theodosio,
sabemos el funcionario que dirigió esta elección, presidió las
ñestas (i),'y al que indudablemente mandó desde Constantino-
pla Theodosio este clypeo, cuando le confirmó en el cargo de
Pretor y Gobernador de la Lusitania.
(i) Lucio Nonio Vero. Hay una lápida hallada en Módena que la publica ente-
ra Grutero, y por ella Lucio Nonio Vero fue Presidente de la Lusitania, Corrector
de la Puglia y de la Calabria, Vicario Prefecto por la Italia, con otros cargos. Su
presidencia en la Lusitania la tuvo bajo el imperio de Theodosio el Grande, por
los años de trescientos noventa. Fernández Pérez: Historia de Mérida^ pág. 83. .
CAPITULO XIX
Villafranca de los Barros y Los Santos de Maimona.
I^ Segeda de los celtas y Restituía Julia romana.— Azafira en la Kdad-media.
La jEamilia de Suárez de Figueroa.
Zafra en los tiempos modernos. — Sus hombres célebres
I
ATORCE kilómetros de Almendralejo está Villa-
franca de los Barros que, como Villa-garcía,
Villa-gonzalo, Villa alba ó sea Villa-blanca, Villa-
nueva del Fresno, Villa-nueva de la Serena,
Villa -arta, ó Villa -harta de los montes, tiene
el nombre de Villa y un apellido que indica
su situación ó la distingue de las otras. £1
que lleva esta Villafranca lo toma por estar en la
región denominada de los Barros. Población antigua, se conoció
en tiempo de los romanos con el nombre de Pereyana^ y vesti-
gios tiene su suelo de los pobladores del imperio.
Su parroquial, del siglo xvi, tiene una portada, la del Per-
dón, que es de muy buen gusto ; pero el edificio resulta abiga-
rrado y de estructura detestable, en su interior mayormente.
68
53^ BADAJOZ
Trece kilómetros más allá de esta villa se encuentra la de
Los Santos de Maimona, conocida en tiempo de los romanos
por el nombre de Segeda-Augurina^ asentado donde hoy se ve
un arruinado castillo que seguramente es de época romana, aca-
so de los últimos tiempos de Trajano.
Creen algunos que el nombre actual de esta villa es lo mis-
mo que Los Santos de Marimona ó Marta-mona^ y añaden que
este pueblo ha debido tener alguna de las antiguas estatuas de
animales como las que se ven junto al monasterio de Guisando
y había en Baños de Montemayor, Salamanca y otras ciudades
antiguas, y como el vulgo á todas las estatuas ó simulacros los
suele llamar santos, á las que hubiese en este sitio, por ser de
estructura tan tosca, las daría el nombre burlesco de Marimo-
na (i); pero todas estas suposiciones son fantásticas, porque de
Segeda-Augurina no quedan recuerdos, y los restos de su cas-
tillo denuncian la mano de sus fundadores, los romanos, sin que
tengamos noticias del origen moderno del nombre de esta villa
que no guarda punto de analogía con el antiguo.
Madoz dice (2) que su castillo (situado al E.) se llamó de
Marimón^ y siendo este nombre árabe, no concuerda con el ori-
gen de esta fortaleza, que más que castillo, fué una atalaya en
defensa de las antiguas vías romanas que confluían al pie del
cerro en que se elevaba.
Era, pues, este castillo, como ya se ha dicho, un baluarte
resistente y estratégico, dada su situación; de manera que pue-
de considerarse como la única fortaleza de Segeda-Augurina en
sus primitivos tiempos, como lo demuestran las lápidas encon-
tradas en su suelo en épocas anteriores.
Vestigios se encuentran en las inmediaciones de Los- Santos,
para justificar su antigüedad y correspondencia con la Segueda-
Augurina de los romanos.
(i) Paredes y Guillón, en Origen del nombre de Extremadura ( Plasencia,
1886).
(2) Diccionario geográfico-estadistico-hislórico^ tomo XIII, pág. 8«> 3-
BADAJOZ 539
En el siglo xvii, cuando se labraba el templo de Nuestra
Señora de la Estrella, situado en las afueras de la villa, se en-
contraron lápidas sepulcrales y miliarias con inscripciones que
no trataron de traducir. Estas miliarias corresponderían induda-
blemente á la vía romana que había de Mérida á Sevilla por la
parte de Villafranca de los Barros {Pereyand)^ Los-Santos
{Segueda-Augurtna)^ Zafra {Segedd)^ Usagre {Ur sarta ó Urbs-
Sacra), Villagarcía {ínter eamnid), Llerena [Regina Tur dulo-
rum y Reina [Regianá), en dirección á Guadalcanal {Canaca-
Sisapó) y cuyas mansiones principales vemos señaladas en los
itinerarios en esta forma:
De Emérita á Regiana 56 millas
De Regina á Celti 44 »
100
Otra vía pasaba por Los -Santos; la de Sierra-Morena
{Mons Marianus) á Mérida, y cuyas mansiones principales eran
estas :
De Mons-Marianus á Curica. . . 49 millas
A Centributa 24 »
A Pereciana 20 >
A Emérita 24 »
117
Los vestigios de esta calzada, en lo que cruza por Extrema-
dura, se descubren desde la dehesa de Santa Julia y la del
Encinar, entre Valencia del Ventoso y Calzadilla, Monasterio,
Medina de las Torres, Zafra, LosSantos, juntándose con la otra
vía que anteriormente describimos, en Villafranca de los Barros
y que moría en Mérida.
La fortaleza fué después ocupada por los godos, y en la
invasión de los árabes, después del famoso sitio y toma de Mé-
rida, por Muza, un capitán bizarro de este caudillo, llamado
540
BADAJOZ
Marimón, ganó la fortaleza ; la cual fortificó para su residencia,
sirviéndole también como baluarte en la frontera de Andalucía.
En tiempos de Fernando III fué conquistada esta fortaleza por
las huestes cristianas, cuando ya el pueblo iba extendiéndose á
sus faldas, en una feraz llanura de viñedo, olivos y encinares.
Hoy sólo resta de este castillo ruinas y escombros, que han
inspirado á un poeta contemporáneo estrofas inspiradísimas (i).
Hasta hace poco existía en Los-Santos el antiguo palacio de
una encomienda santíaguista, conservándose aún las extensas
arcadas de su amplio patio, su pórtico blasonado con el escudo
heráldico de la orden y su alto torreón ya ruinoso á un ángulo
del severo edificio.
Pero lo que hay de más notable en la villa es seguramente
su templo parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles. Su in-
terior, que es espacioso, está dividido por tres amplias naves,
separadas entre sí por grandes arcadas góticas, sostenidas por
enormes y gallardas columnas de granito del país.
(i) Nos referimos á D. Acacio Cáceres y Prat, quien en su Historia lúgubre^
poema que dedicó á su madre, nacida en Los-Santos, tiene versos como los si-
guientes :
«Mansión de eternos encantos,
un pueblo reposa allí :
es el pueblo de Los Sanios^
pueblo de recuerdos tantos,
tan sagrados para mí.
Con sus huertas y olivares,
con su torre que descuella
dominando sus hogares,
con sus viñas y encinares,
con su ermita de la Estrella.
Y allá las ruinas desiertas
de un castillo que corona
un cerro sobre sus huertas,
¡ quizás las historias muertas
de Los Santos de Maimona !
De los árabes hechura
en sus tiempos más lejanos,
fué tal vez su sepultura,
al vencerlos en la altura
los valientes castellanos.
Con torres, puentes y fosos,
tal vez fuera aquel castillo,
en sus tiempos más gloriosos,
albergue de poderosos
señores de horca y cuchillo.
Hoy ruinas, escombros, nada,
ni un resto monumental
de su grandeza pasada,
ni el pendón de la mesnada
de aquel castillo feudal.
Ya sus torreones gruesos
cayeron, y en cerro inculto
yacen sus muros espesos,
como los fósiles huesos
de un cadáver insepulto.
Y el pueblo, al pie del sombrío
montón de tétricas ruinas,
agrupa su caserío
con un arroyo por río,
entre olivares y encinas...»
LOS SANTOS DE MAIMONA.- Puerta del perdón
Desde los capiteles jónicos arrancan los apuntados arcos,
los cuales ramificándose después en nervios de piedra bordan
las altas bóvedas del templo. Las capillas mayor y lateral del
crucero son posteriores á la construcción de las naves centrales;
resultando mezquinas, y alterando la gravedad y grandeza del
gótico edificio.
£1 exterior de esta parroquia, que es sencillo, ofrece no
LOS SANTOS DE MAIMONA.-Ntra, Sra. de la Estrella
obstante el detalle arqueológico, que es la historiada puerta lla-
mada del Perdón. Es obra ésta del renacimiento, abundando en
detalles primorosos, y decorada profusamente con capiteles,
columnitas, hornacinas, hojarascas, cresterías y escudos, todo
del mejor gusto y en las mejores proporciones.
Otra cosa es la ermita de Nuestra Señora de la Estrella,
situada como á dos kilómetros de la villa, y á la cual se va por
ancho paseo guarnecido por frondoso arbolado. Da entrada al
amplio patio de este santuario un gran templete de mamposte-
BADAJOZ $43
ría, el cual sombrea un alta terraza, sobre la que descuella la
blanca espadaña del campanario. Al frente de aquel patio se
ostenta la extensa galería formando un espacioso ángulo, que á
manera de corrido porche, guarnece la fachada del edificio. Co-
ronan su techumbre la gallarda cúpula central y dos torrecillas
de las capillas laterales, ofreciendo un conjunto agradable.
Su interior formado por tres naves ofrece de notable la capi-
lla mayor cerrada por su orlada reja en el arco redondo del
crucero; su retablo de estuco en el cual se abre el arco del ni-
.cho, en que se ostenta la imagen de la Virgen, y el camarín
estucado primorosamente y en cuyo centro se ve el trono que
sostiene la referida imagen.
El decorado de la parroquial de Nuestra Señora de los Án-
geles, como el de la ermita de Nuestra Señora de la Estrella, es
muy pobre ; conviene, sin embargo, citar el cuadro de la Virgen
de las Angustias que decora la ermita, obra muy notable, que
los inteligentes atribuyen al maestro Zurbarán, sin bastante fun-
damento para ello. Es este cuadro de su escuela, y acaso se
deba á algún discípulo de este pintor, pero seguramente no es
del maestro.
II
Nueve kilómetros después de Los Santos-aparece Zafra, uno
de los pueblos más antiguos que cuenta Extremadura. Los cel-
tas la fundaron cerca de seiscientos años antes de Cristo, bajo
el nombre de Segeda^ al decir ^de Viu (i), y Reyes Ortiz de
Thovar la incluye entre los pueblos de la Beturia turdetana (2).
(i) Extremadura, tomo I, pág. 350.
(2) Partidos triunfantes de la Beturia túrdula^ con todas las poblaciones libres
comprendidas bajo el circo de quince leguas de la villa de Hornachos (Ms.)
544 BADAJOZ
Concuerdan varios autores en su origen céltico y la consideran
como ciudad importante entre las que tenían los turdetanos
viejos, pues como Ursaria (Usagre), Burguis (Burguillos) y
Arsa (Aznaga) sonó ya en las guerras de Viriato.
Á la venida de los romanos, y cuando por las guerras de
los celtas con éstos fué destruida Segeda^ los legionarios de
Augusto la poblaron y engrandecieron según Plinio, dándole el
nombre de Restituía Julia^ levantando dentro de ella monu-
mentos y ediñcios públicos, siendo uno de éstos el Circo, hecho
comprobado por la lápida que publica Rodrigo Caro (i) y que
dice así:
L. Valerivs. Amandvs
A. L. Valerivs. Lvcvmo
PoDivM. iN. Circo. P. Dec
Ob. Honorem. llllll. VlR
Ex. Decreto. Decvrionvm
D. S. P. F. C.
Dícese en esta inscripción que hubo en Segeda un Circo y
que los Valerios, Amando y Lúcumo, hicieron en él un podio ó
balaustrada de su propio peculio, autorizados por decreto de los
Decuriones^ y en honor del Sexvirato, Este personaje era de
los denominados AugustaleSy especie de sacerdotes muy raros
en España, porque sólo residían en las poblaciones más impor-
tantes de la república.
No sabemos el lugar que ocupó este Circo, ni otras noticias
se guardan de él en los anales extremeños, pero de sus tiempos
son estas otras inscripciones que trae Caro y Viu, como encon-
tradas en Restituía JtUia:
Appoleia. M. F. Broncina
H. S. E. SiT. Tibí. Terra
Levis. ^
( i ) Antigüedades y Principado de la Ilustrisima Ciudad de Sevilla, y Chorogra-
phia de su convento jurídico ó antigua Chancilleria (Sevilla, 1639.)
Badajoz '545
Esto es: Appoleya Brocina, hija de Marco, está aquí sepul-
tada. Séale la tierra leve.
DiDiAE. L. F. Severinae
Ex. Testamento. Fabii
TvRPiNi. Mariti. Eivs
Q. POMPEIVS. Bosivs
Priscvs. ET. Dida. Severina
Haer. V. S.
Es una sepulcral que dice así: Á Didia Severina, hija de
Lucio, en virtud de disposición testamentaria de su marido Fa-
bio Turpino, cumplieron una promesa ó voto sus herederos
Quinto Pompeio Bosio Prisco y Didia Severina.
L. LvcvLVS. Marivs
Enervs. V. S. L.
Lucio Lúculo Mario Enero, cumplió con gusto un voto.
María. M. F. Marcela
Ann. XXV. H. S. E.
María Marcela, hija de Marco, de venticinco años de edad,
está aquí sepultada, etc.
L. Esperata. Segenensis
Ann. XXXXV. H. S. E
l. qvaternvs. vxori
Et. L. Cincinatvs. Matri
Optvm. Reposvervnt.
Esto es, que Lucia Esperata, natural de Segeda, de edad
de cuarenta y cinco años, está aquí sepultada. Lucio Cuaterno,
su marido, y Lucio Cincinato, su hijo, volvieron á poner (ó re-
novaron) esta lápida.
En 1748 halló esta otra el presbítero Rojas y Vicente (i):
(i) Papel suelto en la Academia de la Historia, legajo número 9.
69
5 j6 BADAJOZ
AixiA. Severa
Igueditana
ann xxn
n. S. E. T. T. L.
Allia. Modesta
Mater
F. C.
Otros restos romanos se han encontrado en esta ciudad, no
siendo el menos importante de ellos la estatua de Julio César,
con ropaje consular, sin cabeza, que está en el patio anterior de
la iglesia de las Clarisas, donde fué hallada en 1428, cuando se
labró la antigua iglesia. Los pliegues del ropaje son elegantes y
lo mismo las sandalias. La escultura, en tiempos de los primeros
cesares, apenas desdecía de la antigua Grecia.
III
Los godos, en su invasión por la Lusitania, entraron en
Restituía Julia^ destruyeron su fortaleza y sometieron la ciudad
á las mayores vejaciones.
Los moros la poblaron y engrandecieron, haciendo de ella
un punto comercial de los más importantes que contaron en todo
el Algarbe y la Lusitania. En el mes de Safar, durante todas
sus lunas, celebraron desde el siglo ix una feria ó mercado que
duraba 40 días, viniendo á él gentes de Lisboa, Sevilla, Toledo
y Salamanca con ganados y productos de todos los países. Por
esto los árabes le llamaron desde un principio Zafar ^ con oca-
sión de esta feria celebrada en ella por entonces, en Junio (Sa-
far en árabe) y que ahora se ha trasladado á Setiembre, por lo
que se le denomina feria de San Miguel, porque en este día
están en su mayor apogeo sus contrataciones.
BADAJOZ 547
Hicieron, pues, los árabes de Zafra una ciudad muy princi-
pal, y sobre todo una región agrícola importante de todo su
territorio, donde se encontraban pueblos como La-Alconera,
La-Haba, La-Lapa, Medina de las Torres, LaParra, La-Morera
y Los-Santos, que eran verdaderas colonias agrícolas.
En 1229 el maestro de Alcántara Frey D. Arias Pérez, que
hizo la guerra al rey Beneut, entró en Zafra, que la gobernaban
los infieles, sosteniendo gran combate con ellos, después de largo
y tenaz sitio á su castillo. Éste volvió poco después al poder de
infieles que le codiciaban por su gran fortaleza. Once años más
tarde el rey D. Fernando III cruzó las fronteras de moros
por Extremadura, y en 1 240 les ganó Zafra, sometiéndola á los
cristianos con otras villas y castillos de la mayor importancia.
En 1 284 se contaba entre las ciudades y villas que componían
el feudo dotal de la reina D.* María, mujer de D. Sancho IV,
llamado el Bravo. Más tarde, D. Gómez Suárez de Figueroa,
Señor de Feria, la compró al rey D. Enrique III el Doliente^ y
por privilegio dado en 28 de Febrero del año de 1394, suscrito
por este monarca, formó parte de los estados del referido se-
ñor. En 1437 los descendientes de D. Gómez reedificaron de
nuevo el castillo en Zafra, como en la actualidad se conserva, y
según se dice en varias inscripciones que se hallan fijas en los
muros de tan memorable Alcázar, sirvió desde entonces de
suntuosa morada á sus dueños, que ya en 1 460 eran Condes de
Feria, y en 1567 Duques, con la Grandeza de primera clase.
Este Ducado fué desde su origen uno de los más importan-
tes de Extremadura por los pueblos que comprendía, pues
en 1399, cinco años después de comprar Zafra los señores de
Feria, formaban ya sus estados 1 6 pueblos, denominados, según
Henrico Coquo Gorcomio Batavo (i), así. Asafrce (Zafra), Em-
(1) Hispania herocé descripta^ ejus ei Indiarum regi Catholico Philipo Secundo
austrio, Caroli Quinli imperio heredi. Óptimo, Máximo^ dicata,— Autore Henrico
Gorcomio, Batavo, notario apostólico et ex equestri Re¿?ii corporis custodia Gesi-
fero.
548 BADAJOZ
porium (Feria), Alva (Villalba), Salva-terra (Salvatierra), Do^
muS'Falconum (Alconera), Amigdalus (Almendral), Vitis (La-
Parra), Nux (Nogales), Morus (La-Morera), Curia- Pugnar um
(Corte de Peleas), Salva-leo (Salvaleón), Turris (La-Torre de
Miguel Sexmero), Sánela Martha (Santa Marta), Titania (So-
lana), Valentía Boni*Bovis (Valencia del Mombuey) y Oliva
(Oliva). Este autor, archero alemán que acompañó á Felipe II
en varias expediciones militares, dedica, en la obra que escribió
sobre España, una parte á Extremadura, mejor dicho, al duca-
do de Feria (i), dando á sus pueblos nombres que ya en el
siglo XI v habían dejado por los que en la actualidad llevan.
El castillo ó alcázar de Zafra es obra notable. Está situado
al extremo £. de la villa, desde donde la domina. Sus almenas
y esbeltos torreones sobresalen sobre todos los edificios de la
población, presentando desde lejos un panorama muy sorpren-
dente. Esta fortaleza, incorporada á la muralla por sus costa-
dos N. y S., es de arquitectura árabe, y en su centro se edificó
en el año de 1437, V^^ mandato de D. Lorenzo Suárez de Fi-
gueroa, el alcázar que habitaron por muchos años después los
condes, y más tarde duques de Feria. Fué reparado en 1 707
cuando la guerra con Portugal, y en 18 10 los franceses obran
en él agregándole el edificio de Santa Marina, que fortificaron
convenientemente, estableciendo en él el hospital militar y ha-
ciéndolo sin punto de apoyo para proteger las comunicaciones
entre Badajoz y Sevilla.
El patio interior del castillo es del siglo xvi, y ofrece una
vista encantadora. Es un perfecto cuadro de 300 metros cua-
drados. Sus columnas son de mármol, las del piso bajo áticas,
y las del superior redondas. Los cubos y torreones se con-
servan en toda la pureza de su primitiva construcción. Puede
(1) Asafree nobüisimi Turdetanorum Beturias oppidi ducaiusque Emporiiani
brevis descriptio Ad ilustrissimum ejes Ducem.— Authore Henrico Coquo Gorcomio
Batavo, notario apostólico.
BADAJOZ 549
decirse muy bien que este alcázar es la obra mejor que conserva
Extremadura de entre todas las que cuenta del siglo xv, pues
ni en el fondo de todo ella, ni en sus altas líneas muradas, se han
hecho reformas y está hoy como cuando se hizo en 1437.
Hasta pocos años conservó Zafra las murallas, que fueron
renovadas en principios del siglo xv. Tenía la villa cuatro puer-
tas colocadas á igual distancia, y denominadas del Cubo, de Los
Santos, de Sevilla y de Jerez. Entre ésta y la del Cubo se ha-
llaba un portillo llamado del Niño, y en 1820 se derribó otro
que llamaban de Puerta-Nueva, situado entre la de los Santos
y el Castillo. Estas dos puertas fueron construidas en 1 641, en
los comienzos de la guerra con Portugal.
IV
Unidos á estos recuerdos históricos van los señores de Feria,
más tarde condes y después duques de esta histórica villa, título
vinculado en la familia de los Suárez de Figueroa, que recono-
ce como progenitor al famoso comendador de Santiago don
Lorenzo Suárez de Figueroa, elegido en 1387 y muerto en Se-
villa en 1409.
Nieto de éste fué D. Lorenzo, señor de Feria, nacido en
Badajoz, en 1420. Á los 34 de edad, lo nombró D. Enrique
IV, el Impotente^ su consejero, y cuatro años después le dio el
título de conde de Feria y señor de Villalba, por gracia fecha"
da en Valladolíd en 1 7 de Mayo de 1 460.
Fué patrón del monasterio de Santiago, de Sevilla; capitán
general, mandando las tropas que guarnecían en su tiempo la
frontera de Portugal, y alcaide de Villanueva de Barcarrota, como
asimismo señor de las villas de Feria, Zafra, La Parra, Villalba
y otros muchos pueblos. Pero su mejor castillo era el de Zafra,
población que había quedado destruida en parte por los árabes
«550 BADAJOZ
cuando la reconquista, y que el duque engrandeció dotándola de
templos, castillo, palacio y otras obras notables que se levanta-
ban en mediados del siglo xv.
Ya se comprende, por todos estos rasgos históricos, la in-
fluencia y personificación del duque en aquellos tiempos; pero
más resaltará aún su personalidad con el siguiente rasgo, ocu-
rrido en últimos casi del siglo xv.
En 1472, estando Badajoz gobernado por él, ocurrió que don
Enrique IV intentaba entrar en aquella ciudad para concertar
dentro de ella con el rey de Portugal, D. Juan, del casamiento de
la Beltraneja^ y como el conde de Feria fuese contrario á estos
conciertos de familia, cerró las puertas de la ciudad y no permi-
tió la entrada en ella al monarca español, de quien había sido su
consejero y por quien ostentaba también la corona de conde.
La entrevista, pues, de ambos monarcas, tuvo que celebrarse
en la frontera portuguesa, á orillas del río Caya.
En 1 466 comenzó á levantar la fortaleza del castillo de Fe-
ria, que aún se conserva en pie en gran parte, obra que terminó
en 1513.
La muerte de D. Lorenzo debió ocurrir en Zafra, porque en
la capilla mayor del convento de monjas de Santa Clara se en-
cuentra una sepulcral, allí trasladada de alguna otra iglesia y
que dice así:
AQUÍ ESTÁN SEPULTADOS
LOS EXCELENTÍSIMOS SE-
ÑORES D. LORENZO SU-
AREZ DE FIGUEROA Y CÓR-
DOBA Y DOÑA ISABEL DE
MENDOZA, DUQUES DE FE-
RIA Y EL SR. D. ÍÑICO
DE MENDOZA Y FIGUEROA,
su HIJO, FUNDADOR Dt ESTA
CAPILLA PARA SU ENTIERRO
Y LA DOTARON DE DOS
CAPELLANÍAS PERPETU
AS.
BADAJOZ 551
Sigue á este personaje el obispo D. Gómez Suárez de Fi-
gueroa, nacido en Zafra el año de 1425.
El año de 1476 fué nombrado obispo de Segovia, después
de haber desempeñado varios cargos de importancia en la Igle-
sia, y en 1480 le nombraron obispo de Badajoz, por muerte de
fray Pedro de Silva, que lo era desde 1463.
Suárez de Figueroa fué el último prelado de los elegidos
por el cabildo de Badajoz, pues desde 1485 los obispos fueron
nombrados por el rey, ocasÍ9nando esto no pocos conflictos,
pues cuenta Dosma y Delgado (i), refiriéndose al expresado
obispo: « que fué postrero prelado que gobernó siendo
electo del cabildo de la Iglesia, sin entrometerse los reyes, que
después acá nombraban los obispos sin que los cabildos elijan.
También decían algunos, que habiéndose en la ciudad nombrado
obispo, el rey nombró otro que murió tras él, dentro del año.
Con todo, luego, aquel año, en una carta fecha 23 de Noviembre
los Reyes Católicos encargaron á nuestro cabildo: «que eligiesen
>por obispo á D. Pedro Martínez Perxano, maestro en santa
• teología, deán de Toledo, de mucha ciencia, por cuya provisión
•había enviado á suplicar al Papa, que creían lo haría, para que
>no hubiese contradicción...»
D. Gómez, primer duque, nació en Badajoz, en 15 14, biz-
nieto de Lorenzo, primer conde de Feria.
Don Gómez fué militar en su juventud, llegando al puesto
de capitán de la guardia española; pero después entró á servir
en los altos poderes del Estado, primero como gentil-hombre
de Cámara, después como consejero de Estado y últimamente
como consejero de Guerra.
Era comendador de Segura, el primero de este título, el
tercero de los comendadores de la orden de Alcántara y señor
de las Villas de Zafra, Almendral, Salvaleón, La Oliva y Salva-
tierra.
(i) Discursos patrios, etc. (Catálogo episcopal, pág. i 57.)
552 BADAJOZ
Por sus servicios al rey le concedió la gracia de duque de
Feria Felipe II, el 28 de Setiembre de 1567, como se hace notar
en la Historia de la casa de Silva^ lib. X, fol. 494, y en la Mó-
narquia Española^ al tomo I, fol. 151.
Según D. Manuel de Trelles, en su Asturias Ilustrada^ al
tomo II, fol. 34, y Haro en su Nobiliario^ al lib. 5.° cap. 14, la
familia de los Suárez de Figueroa proceden de «varios reyes
godos y de otros cristianos», siendo desde su origen de ilustre
estirpe.
El padre de este D. Gonzalo fué el que terminó las obras
de fortificación del castillo de Feria. Todavía se ve en la puer-
ta principal del mismo el escudo del duque, sobre la siguiente
inscripción, en caracteres góticos : Estas armas poso aquí Felipe
Vázquez y mayordomo mayor de S. S. por su mandado. Año
de MDXIIL Don Gómez murió en la villa del Escorial, el 7 de
Setiembre de 1 5 7 1 .
Don Lorenzo, primer marqués de Villalba, y segundo duque,
nacido en Badajoz en 1526. Se dedicó desde muy joven á la ca-
rrera diplomática, y, después de servir en la corte á los Reyes
Católicos, Felipe II le nombró en 1556 su embajador en Roma,
durante el pontificado del papa Paulo IV.
Fué virrey en Galicia y en Sicilia, y en 1567 le concedieron
la gracia de marqués de Villalba.
La muerte de D. Lorenzo parece que acaeció en Badajoz,
puesto que su cadáver reposa en la catedral, en el centro de la
capilla de los duques, bajo una gran plancha de bronce, donde
aparece el duque en traje de la época.
Fué literato, ó al menos aficionado á las letras, no faltando
quien le atribuya algunas obras en prosa y verso. No conoce-
mos de él ningún libro original, ni otra traducción que la del
libro de Antonio Cornazzano, publicada en Venecia, en el año
de 1558, con el siguiente título: Reglas de la milicia^ escritas
en italiano por Antonio Cornazzano ^ y traducidas en versos en-
decasílabos castellanos por...
BADAJOZ 553
El original que sirvió para esta edición castellana se conser-
va en el monasterio de la villa del Escorial, como tantos otros
manuscritos que pertenecieron á la biblioteca de Arias Mon-
tano.
La primera edición de la obra de Cornazzano se hizo en Ve-
necia, el año de 1473, con el título de De re militari; pero en
el original que se conserva en la Biblioteca Estense se ha visto
que el primer título que le puso su autor, nacido en Piacenza,
en 1 43 1 , fué el de Della integrith delirarte militare,
Don Lorenzo Suárez de Figueroa y Córdoba, nacido en Ba-
dajoz, el año de 1559. Estudió leyes en Alcalá, y desde su
juventud sirvió en la secretaría de Estado, habiendo ido, en úl-
timos del siglo XVI, de virrey á Italia, donde residió largos años,
con muy buen nombre, que aún se recuerda en aquel país para
gloria de las artes y la historia del mismo.
La llamada Poria- Felice -Feria y uno de los monumentos
más notables que el viajero puede ver en la ciudad de Palermo,
está consagrada á su nombre, por haberse levantado en 1602,
cuando era el virrey de aquellos estados.
Sobre su portada principal se lee la siguiente inscripción:
Philippo III y Rege Invictissimo . Paría Félix hace á fundamen-
íts^ nunc FericB Ducis Pro regis auspiccis opere jam absoluto^
Félix Feria cognominattir ; decreto D, Mariani Migliaccio^
Montis Majoris Marchionis ; Prcetoris^ Z?. Crisiophori Castro-
ni y D. Caroli de Ballis^ Maci Antonii Ferreri; Baronis Petti-
nei, D. Marii Corso^ Mari Cangiotosi^ et Alvari Acosía^ Sena-
torum^ D. Mariano Migliaccio Prcetore^ Nicolao Antonio
Spatafora^ D. Antonio Bosco^ D. Hieronymo CampOy et Mario
Cangialosi^ novo por tui Preefec, 1603,
Las inscripciones que están bajo las dos estatuas que coro-
nan esta obra se refieren á 1634, en tiempos de Felipe IV, y
las que se ven en las fuentes son de 1642. Se conoce que esta
obra, comenzada en 1603, se terminó ó fué ampliándose, hasta
lo que hoy se ve, en 1642.
70
554 BADAJOZ
Don Lorenzo fué hombre de gran representación política en
sus tiempos, pues su nombre ñguró mucho, lo mismo en Espa-
fta que en Italia.
Don Gómez Suárez de Figueroa, primer conde de Zafra y
duque de Feria, nacido en Badajoz, en 1584. Fué uno de los
hombres más notables que contara Extremadura durante el si-
glo XVII, pues á su iniciativa se construyeron muchos templos,
se arreglaron las capillas de la catedral y recibieron gran im-
pulso las obras de las fortificaciones de Badajoz.
Don Felipe IV le concedió, por gracia fechada en 23 de
Abril de 1655, la grandeza de primera clase, como duque de
Feria, dignidad de que hasta entonces no habían disfrutado sus
antepasados.
El condado de Zafra también parece que le fué otorgado
por el mismo monarca; pero debe ser anterior á la grandeza
que obtuvo D. Gómez, porque Salazar de Mendoza, que escri-
bió en 1 6 18, dice que lo usaban los duques de Feria, como el
lector puede ver en el Origen de las dignidades de Castilla, fo-
lio 102.
Entre los recuerdos más notables que dejó D. Gómez en
Extremadura, figura la fundación de la colegiata de Zafra, con
arreglo á las bases que trató con el obispo de Badajoz D. Juan
Roco de Campo-Frío, que después, en 161 9, lo fué también de
Coria.
En las Constittuiones promulgadas por el obispo Roys y
Mendoza^ \^r o vcci^x^^o en Madrid el año 167 1, se inserta la
Concordia^ entre el duque y el prelado pacense, sobre la erec-
ción de la colegiata mencionada, que aprobó Urbano VIII, en
bula de 1 3 de Enero de 1631.
El conde extremeño fué muy ilustrado y aficionado á las le-
tras. Escribió el siguiente libro jurídico que es ya raro en las
librerías: Praxis eclesiasticce et secularis cum actionoum formu-
lis et actis procesum (Coloniae AUobregun, 1724). Existe otra
edición hecha en Madrid en 1777.
BADAJOZ 555
Don Ignacio Suárez de Figueroa, poeta latino, nacido en
Badajoz en fines del siglo xvii.
Tradujo todas las obras del poeta romano Publio Ovidio
Nasón, desde el Amorum hasta el Poema sobre la batalla de
Accio. De todas las traducciones que hizo D. Ignacio sólo pare-
ce que se publicaron unos comentos, impresos en 1720, y nue-
vamente publicados, ocho años más tarde, bajo este título:
Comento de P. O, N. á los libros de Tristes^ Ponto y Carta a
Livia. — Sácalos á luz el doctor D. Diego Suárez de Figueroa,
su tío, corregido y enmendado en esta segunda impresión (Ma-
drid, 1728).
Por las noticias de los personajes que biografiamos más
arriba, comprenderá el lector la importancia que todos ellos tie-
nen en la historia no sólo civil, sí que también religiosa, para la
villa de Zafra, engrandecida por los condes duques, como ciudad
la más principal de sus estados.
La insigne iglesia colegial, espaciosa y bella, con dórica por-
tada de excelente mármol; los conventos de Santa Marina, con
imágenes y cuadros de mérito ; Santa Clara, con hermosas esta-
tuas y urnas sepulcrales; la Encarnación y Mina, con admirables
columnas y bóvedas; Santiago, reñigio de enfermos pobres; San
Francisco, San Onofre y otros edificios donados por los ilustres
condes-duques, engrandecieron al pueblo que guarda las cenizas
de sus honorables protectores.
V
Reanudando la relación de los hechos históricos de Zafra, in-
terrumpidos para dar á conocer á los señores Suárez de Figue-
roa, que tanto ilustran los anales de esta villa, narraremos ahora
lo que ésta fué desde los comienzos del siglo xvi.
556 BADAJOZ
Hemos dicho que anterior á la antigua Restituta- Julia
celebraba Zafra en el mes de Junio su histórica feria, y mer-
cado semanal los jueves, lo que la presentaba como plaza
abastecedora de pueblos comarcanos y lugar predilecto de ne-
gociantes y mercaderes.
Los árabes, tan amigos de las ciencias, las artes y el comer-
cio, debieron mirar á esta ciudad con predilección, y la llamaron
Zafar ^ es decir. Junio, cuyo pueblo quedó anejo al Gobierno de
Mérida.
La real provisión de los Reyes Católicos, que sobre las fe-
rias de Zafar se halla en los archivos de la casa de Medinaceli,
hace suponer que durante aquella dominación tuvieron origen
las celebradas en Disantos y San Miguel, con las que el pueblo
adquirió gran prosperidad y fama, pues en la actualidad, y á
pesar que los nuevos medios de comunicación han quitado im-
portancia á estos mercados anuales, las ferias de Zafra siguen
siendo un centro de contratación y venta para los ganaderos y
labradores de esta parte meridional de España, y para los del
vecino reino de Portugal.
El aspecto que presenta hoy Zafra es indeterminado, porque
el historiador como el arqueólogo que recorra sus calles y visite
sus templos, encontrará al lado del alcázar del siglo xv calles
enteras de hermosos edificios levantados en la última centuria, y
junto á la colegiata, que tiene pretensiones de catedral, plazas de
época moderna.
La de la Constitución es alegre y espaciosa. La forma un
cuadrilongo sobre superficie llana, circundada de soportales
iguales, de cuatro metros de ancho por otro tanto de alto; y
como las casas están á nivel, son de buena arquitectura y sus
espaciosos balcones y ventanas se ven pobladas de macetas y
flores, ofrece un aspecto agradable, siendo el punto de cita
para lo mejor de la población.
Desde el siglo xvi se corren toros en esta plaza, y en ella
se han celebrado los festejos públicos y fiestas reales. Aún exis-
BADAJOZ 557
te en su centro la argolla de hierro á donde ataban la maroma
del toro bravo que lidiaban todos los lunes, costumbre que ha
existido hasta muy reciente época.
Al costado O. de esta plaza se halla la de Isabel II, que se
comunica con la anterior por un soportal abierto en uno de sus
ángulos. Llámase vulgarmente á esta plaza la de abastos ó del
mercado, por celebrarse en ella el de la ciudad. Sus soportales
arqueados y todo ese aspecto que conserva de los mejores tiem-
pos del Ducado de Feria, la hace muy interesante ante la vista
del historiador.
Esta parte de la ciudad (pues ciudad es Zafra desde 1882 (i)
(i) Se solicitó esta gracia por su Ayuntamiento, como el lector puede ver por
el siguiente documento:
«Señor: D. Carlos Ramírez Lovato, alcalde presidente del Ayuntamiento consti-
tucional de la villa de Zafra, á V. M., con la mayor consideración y respeto, tiene
la honra de exponer:
»Que al hacerse cargo del puesto que debe á la benevolencia de V. M. y á la
confíanza de sus convecinos, fué siempre su constante pensamiento el consagrar-
se á velar por los intereses de la colectividad que representa y procurar en la me-
dida de sus fuerzas el engrandecimiento y bienestar de la población cuyo Ayunta-
miento preside. Imbuido en tal orden de ideas, no puede menos de distraer por
breves momentos la ilustrada atención de V. M., bien seguro de que, penetrado
de la justicia y pertinente de la pretensión del que habla, se dignará acceder á
ella, dando así una elocuente muestra de su amor á la justicia y de su deseo en
satisfacer las legítimas aspiraciones de los pueblos.
»La villa de Zafra, señor, hace mucho tiempo que tiene títulos bastantes para
pasar en el orden administrativo á una jerarquía mayor que la muy modesta que
hoy le sirve de título. Según el censo hecho en 1877, cuenta en su seno con más
. de >;,6oo habitantes, es cabeza de partido judicial, tiene administraciones subal-
ternas de correos, económica y de loterías, biblioteca pública y estaciones tele-
gráfica y metereológica, celebrando además las tres más importantes ferias de la
provincia, de las que la llamada de San Miguel es, sin disputa, de las primeras de
España por la cuantía de las transacciones, los miles de cabezas de ganado que la
motivan y los innumerables hombres de negocios que vienen, no sólo de la corte,
sino de los puntos más distantes de la Península, á interesarse en las operaciones
de nuestro mercado.
»Posee Zafra, además, seis escuelas; tres hospitales; varios conventos y tem-
plos, algunos de los cuales son verdaderas joyas arquitectónicas; un teatro; un
magnífico casino; buenos paseos; muchas fuentes de exquisitas aguas potables, y
hermosas calles y edificios, cuyo mérito y cuyo conjunto le ha valido el honroso
sobrenombre de Sevilla la Nueva. Su producción en cereales y caldos es tan valio-
sa como su riqueza pecuaria, y á causa de la posición topográfica que ocupa es un
verdadero centro y un punto de escala y bifurcación, así en las carreteras de Ba-
558 Badajoz
en que D. Alfonso XII le concedió este título), es la más anti-
gua, seguramente, porque en ella tuvieron su morada los árabes.
Es tradición admitida por todos los cronistas extremeños que las
antiguas ventas llamadas de AzafrcB^ hasta el siglo xiii, dieron
origen á los edificios que hoy constituyen esta plaza, que tuvo
hasta el siglo xvi su vestimenta externa de azulejos árabes y
siempre circundada de posadas, mesones, hosterías y tiendas de
los ambulantes ó temporeros que acudían de todas las provin-
cias del reino á las ferias y mercados de la villa, cuando era
Zafra el centro de contratación para la agricultura, la ganadería
y la industria de toda esta parte extrema de la Península.
La casa del Ayuntamiento, que está en esta plaza, se reedi-
ficó en 1750 sobre la que existía desde 1430, y cuya fachada,
de azulejos árabes, era muy notable. La cárcel, que está conti-
gua á este edificio, carece de comodidades y no tiene^ por tanto,
capacidad para alojar en ella los presos y detenidos que van de
tránsito. En una de las calles más estrechas que salen á esta
plaza está el Hospital de Santiago, antiguo edificio de principios
del siglo XVI, debido á la munificencia de los duques de Feria,
que le dotaron con 13,000 reales de renta anual que se emplea
dajoz, Mérida, Sevilla y Huelva, como en las líneas férreas de Mérida á Sevilla y
en la que se halla en construcción de Zafra á Huelva.
))Esto en cuanto á lo prescrito, porque si investigamos el campo de su historia,
vendremos en conocimiento de que Zafra es población antiquísima que figura en .
la geografía romana con el nombre de Segeda y los honoríficos dictados de Resti-
tuta Julia, datando su fundación de los celtas lusitanos que fueron trasladados á
la Beturia. Las murallas y restos de fortaleza que posee son testimonio fehaciente
de su ilustre abolengo, siendo además cuna de preclaros varones como Cristóbal
de Mesa y D. Juan Alvarez Guerra, que fueron honra y prez de la madre patria.
«Tales son, expuestos sucintamente, los fundamentos en que se apoya el que
suscribe para recurrir á V. M.
nSuplicándole se sirva conceder á la villa de Zafra el título de ciudad, que con
tan evidente justicia merece, y honrándola con el dictado que más en armonía
está con sus antecedentes, su importancia, su riqueza y el desarrollo progresivo
de su población y de sus elementos de vida. Gracia que no duda alcanzar el que
habla de la benevolencia de V. M., cuya vida guarde Dios muchos años.
))Zafra, tres de Enero de mil ochocientos ochenta y dos. Señor: A. L. R.P. de V. M.
^Carlos Ramírez.
en medicinas y alimentos para los 40 enfermos pobres que por
término medio recibe al año, y en los sueldos de capellán, mé-
dico, sangrador y enfermero. Es el único establecimiento bené-
fico que cuenta Zafra, porque los hospitales de San Miguel y
San Ildefonso, como la fundación llamada de la Caridad, no
cumplen con los ñnes para que fueron instituidos. El edifício
del Hospital de Santiago se conserva como en sus mejores tiem-
pos, y su exterior mayormente no ha sufrido modificaciones.
Gracias á ello se debe el poderse admirar hoy la bonita fachada
gótica del mejor estilo de sus tiempos, y su portal ó ingreso
que no es menos Importante que aquella. Puede decirse muy
bien que esta portada y el alcázar es de lo más interesante que
Zafra reúne hoy en el orden arqueológico, entre todos sus edi-
ñcios civiles y religiosos.
El convento de Santa Clara, del orden de San Francisco,
56o BADAJOZ
lo fundó en 1428 D. Gómez Suárez de Figueroa y D.' .Elvira
Lasso de Mendoza (progenitores de los duques de Feria), sobre
las ruinas de una mezquita árabe que después se convirtió en ca-
pilla, bajo el patronato de Nuestra Señora del Valle, arruinada
en principios del
siglo XV.
El convento
de Santa Catali-
na, del Orden
de Santo Do-
mingo, se debe
á la piedad de
D.' Inés de San-
ta Paula, quien
lo levantó en
1500. Veintiún
afios después se
construyó el de
Santa Marina,
sobre una anti-
gua ermita de
estaad vocación;
en 1536 se le-
vantó el de la
Cruz, por sor
'María, con otras
beatas natura-
les de Zafra; en
ZAFRA.-PORTADA DEL HOSPITAL DE SANTIAGO '537 ^1 de RC-
gina Celi, por
Fr. Domingo Baltasar, en la calle de San Ildefonso, n.° 21, alo-
jando á una comunidad de beatas sin clausura, que en 1607 se
trasladaron á otro edificio, declarándose profesas y pasando en
tiempos de la exclaustración á confundirse con las religiosas del
BADAJOZ 501
Carmen. Otros conventos tuvo Zafra para monjas y hasta tres
para frailes, todos suprimidos. De éstos el más notable fué el de
la Encarnación y Mina, fundado en 1528 por D.^ María Manuela
Suárez de Figueroa, condesa de Medellín, que cedió á la orden
todos sus bienes y fué enterrada en su iglesia antes de terminada;
el de San Francisco, fundación de D. Gómez Suárez de Figueroa
en 1480, y el de San Onofre, levantado en 1447 por D. Loren-
zo Suárez de Figueroa, á diez kilómetros de Zafra, y todos de
buena fábrica y de importancia en sus tiempos, por los cuadros y
objetos de arte que encerraban. Ocho ó diez ermitas contó Za-
fra, de muy escasa importancia, y de las que sólo se conservan
tres.
La parroquial, Santa María de la Candelaria, es de época
antigua, con un trazado pretencioso, y restaurada en estos últi-
mos años por mano inhábil, ha perdido su primitivo carácter.
En 1609, por bula de Paulo V, y á solicitud de D. Gómez Suá-
rez de Figueroa, se erigió en Colegial, creándose para regirla
un abad mitrado, con los usos de pontificales; 3 dignidades, titu-
ladas arcediano de Feria, Chantre y Tesorero; 12 canónigos,
entre ellos un Magistral y un Doctoral; 8 racioneros y 8 cape-
llanes, con los salmistas y serviciados correspondientes. El
patronato perpetuo de la Colegial y la presentación de la aba-
día, dignidades y demás piezas eclesiásticas, se concedió por la
misma bula á los señores duques y al cabildo, con aprobación
del Nuncio de Su Santidad en este reino; pero un pleito entabla-
do en la real cámara, desde el siglo anterior, dejó en suspenso
la intervención de los duques en esta Colegial, y su clero quedó
reducido al párroco, y hoy esté templo es solamente parroquial,
única que cuenta la ciudad.
El edificio se terminó en 1545 á expensas de D. Pedro Suá-
rez de Figueroa, conde de Feria, con ocasión de haberse arrui-
nado la antigua parroquial que existía en la plaza de la Consti-
tución. Fué consagrado el 24 de Marzo de 1546 por el obispo
de Badajoz. Es de arquitectura gótica; su portada principal de
7X
562 BADAJOZ
orden dórico y de mármol. El Ayuntamiento goza del privilegio de
comulgar el Jueves Santo en esta iglesia con espada ceñida, por
privilegio de D. Alfonso XI y bula pontificia.
En el interior de este templo se ven buenos cuadros, altares
de talla antigua y algunas sepulcrales relativamente modernas.
Entre otras encuéntrase la siguiente:
i?. /. P.
Aquí yacen las cenizas
del Excmo, Sr. D. Nicolás Hurtado y Moreno^
Senador vitalicio del Reino y Caballero
grandes cruces de Carlos III é Isabel la Católica.
Falleció en esta ciudad de su naturaleza el ij de Abril de 1882.
Consiguió que el Gobierno de la Nación destinara diez mil duros
que se invirtieron en la reparación de esta Iglesia y en la casa Rectoral.
Su heredera Doña Joaquina Marco del Campillo, le dedica esta memoria.
La propiedad de este panteón ha sido concedida
por el Ilustrísimo señor Obispo de la diócesis para conservar
en ¿I perpetuamente los restos del finado, d condición
de que la heredera costease las obras consiguientes
al derribo del coro bajo que se llevaron á efecto.
VI
Terminaremos este capítulo con las noticias biográficas de
algunos hijos ilustres de Zafira, donde sobresalieron en primer
término los personajes siguientes:
El Dr. Hernando de Zafira, político de gran fama, nacido
en 1450. Estudió en Salamanca la carrera de las leyes y la
teología, y llegó, á muy poco de ejercer la abogacía en Madrid,
á ser un notable jurisconsulto.
Desempeñando el cargo de juez redactó varias disposiciones
que le dieron gran renombre, hasta el punto que el célebre obis-
po Fonseca, gran amigo suyo, le facilitó conocimientos con los
BADAJOZ 563
Reyes Católicos, poniéndose á su servicio y ocupando más tar-
de el cargo de secretario de estos monarcas, puesto muy codi-
ciado en todos tiempos, pero más en aquellos, por la importan-
cia que alcanzaron dichos reyes en Europa.
D. Hernando fué entusiasta por la empresa del descubri-
miento y conquista de América, y supo secundar las ideas de
los reyes á quienes servía en esta época principalísima de su
reinado. A los esfuerzos de D. Hernando debieron multitud de
capitanes y de aventureros poder partir de nuestras costas en
busca de empresas y de aventuras del lado allá de los mares.
En 1 49 1 acompañó á los Reyes Católicos al sitio y guerra
de Granada, y en 1492 le designaron los monarcas para que
redactase las proposiciones pedidas por los árabes para su ca-
pitulación, siendo él uno de los que primeramente entraron en
la plaza de Granada, y con cuya victoria se puso término, puede
decirse, á las conquistas que los Reyes Católicos lograron de
los moros.
Por estos datos puede colegirse la importancia que logró en
sus tiempos el famoso D. Hernando de Zafra, señor que era de
la villa de Castril, en el reino de Granada, donde tuvo muchas
haciendas.
Debió morir D. Hernando de Zafra, en el año de 1 5 1 7, si
no fué en el de 18. Un sobrino suyo, D. Antonio, residente en
Zafra, otorgó escritura de venta de una casa en 6 de Abril
de 15 18, y dice en ella: €...mi tío D. Hernando ya defunto.»
Juan Chacón, ilustre capitán de los más célebres que tuvo
España en los comienzos del siglo xvi. Había nacido en 1497,
y en su juventud se dedicó á la carrera de las armas, ejercicio
que por entonces llenaba todas las ambiciones de la juventud
de aquellos tiempos, y muy especialmente entre los segundones
de las casas amayorazgadas que, por la irritante ley de las vin-
culaciones, se encontraban con un apellido ilustre, pero sin otra
fortuna que la que graciosamente le donase el primogénito de
sus hermanos, no todos ellos dotados con la liberalidad que les
564 BADAJOZ
era menester, ni guiados siempre del espíritu de justicia que
debiera prevalecer en las cuestiones que afectaban al porvenir
de unos mismos hermanos.
D. Juan Chacón sirvió desde 1 5 2 1 en el ejército imperial de
Carlos V; estuvo en las guerras contra los moros y peleó en
Italia con gran valor. Cuando en 1524 se organizó el ejército
que atravesó la Francia, en dirección á Italia, Juan Chacón iba
en él como capitán, mandando 180 hombres que sobresalieron
mayormente en el sitio y toma de Pavía, patria del ilustre
Boecio.
En Enero de 1525 el ejército imperial sitiaba á Pavía. La
defendían ejércitos numerosos, mandados por el rey de Fran-
cia Francisco I, y teniendo á su lado la flor de los caballeros de
Italia y Francia. Extremóse el sitio en los mediados del mes de
Febrero, y el 23 se preparaban á entrar en la plaza los capita-
nes españoles. Empeñóse, pues, la batalla decisiva, y cuando
más reñida estaba y la decisión era dudosa, el valiente Juan
Chacón arremete con su gente al centro del cuartel real, corta
una división numerosa y se apodera de la bandera real, deci-
diendo con este hecho heroico la victoria á favor de España,
pues mientras él hacia esto, Francisco I caía prisionero y nues-
tras tropas entraban en Pavía el día 24 de Febrero del año in-
dicado.
Carlos V quiso premiar un año más tarde este rasgo de va-
lor de Juan Chacón , y le concedió el título de Caballero, el uso
de la espuela de oro, escudo dé nobleza y todas las prerrogati-
vas consiguientes á estas gracias (i). Así pagó Carlos V al va-
co El decreto del Emperador concediendo todas estas mercedes se publicó en
latín, y traducido al castellano dice así:
iiCarlos, Duque de Borbón y de Auvernia, general representante déla Majestad
imperial, etc. Á todos los que vieren el contenido de estas letras, ya presentes, ya
futuros, hacemos saber:
«Aunque los Príncipes deben ser para con todos generosos y espléndidos, es-
tán, sin embargo, más obligados á ejercer su liberalidad en favor de aquellos
cuyos méritos exigen justa retribución. Porque nada se considera más propio de
BADAJOZ 565
líente capitán extremeño su heroica fazaña de apoderarse de la
bandeta real del ejército que defendía la plaza de Pavía. Pocos
contaron una gracia igual á la otorgada por el Emperador á
Juan Chacón. Éste quiso cuatro años más tarde que le confírma-
los Príncpes que honrar con sus favores á los que los merecen, puesto que con
esto se consigue que su gratitud sea pública y de este modo atraer á todos con el
poderoso aliciente de su agradecimiento á servirles fíelmente, logrando al mismo
tiempo que los hechos célebres de los varones beneméritos se conserven en la
posteridad honrados con sus honores y distinciones. Por lo tanto, teniendo Nos
presente que el noble varón Juan Chacón, español de la ciudad de Zafra, se ha dis-
tinguido según el testimonio de hombres fidedignos por su prudencia singular y
con el ejercicio de todas las virtudes y además que ha prestado grandes c impor-
tantes servicios á la Majestad imperial, tales cuales podían y debían prestarse por
el hombre más valiente y fiel, muy principalmente en la célebre batalla de Pavía,
en la cual Francia ha sufrido una derrota insigne y memorable, hecho prisionero
su Rey y muertos la mayor parte de sus Príncipes y Generales, cuya batalla Nos
mismo como Emperador hemos dirigido; sabiendo que en ella se ha portado cual
convenía á un valiente militar, sobresaliendo por sus hazañas insignes y muy
principalmente por su heroico valor en arrebatar la bandera á los enemigos en lo
más recio del combate, hemos determinado, siguiendo los impulsos de nuestro
agradecido corazón, honrar á un varón tan excelente con alguna dignidad que
manifieste en parte nuestra gratitud y perpetúe entre la posteridad sus grandes
hechos y heroico valor.
»Por lo cual nombramos y declaramos al referido Juan Chacón, digno Caballero
y le concedemos liberalmente las espuelas de oro y demás insignias, honores y
preeminencias que los tales Caballeros cruzados suelen gozar y disfrutar.
«Así como también con el objeto de que este don sea más magnífico, le conce-
demos con mucho gusto el uso de las armas y señales que representan las haza-
ñas con que se distinguió y ha merecido como muy propias de su fortaleza: tales
son las siguientes: la letra C escrita con tinta azul, una maza recta teñida con san-
gre y sostenida por una mano armada, de la cual esté pendiente y sujeta con ca-
denas una bandera semejante á la que él arrebató con su heroico valor á los ene-
migos en lo más recio del combate. Todas estas insignias queremos estén puestas
sobre campo dorado en la misma forma que indica el modelo puesto al pie de estas
letras. Damos y condecoramos con tales armas y escudo al referido Juan y á toda
su descendencia y posteridad. Sea esto Una honrosa y continua manifestación de
sus grandes méritos, al mismo tiempo que señal perenne de nuestra gratitud,
puesto que por una parte él se ha hecho digno de los más grandes premios y dis-
tribuciones, y por otra Nos jamás consideraremos suficientemente retribuidos sus
méritos aunque continuamente le honremos y distingamos. Sepa, pues, toda la
posteridad, y sepan todos sus descendientes, que Nos hemos sido impulsados á
honrar y distinguir de una manera tan señalada al referido Juan Chacón única-
mente por sus méritos y valor. Y en prueba y señal de esto mandamos que se es-
criba y extienda este Privilegio sellado con nuestro sello y firmado de nuestra
mano.
«Dado en la Ciudad de Saona, el día veinte y tres del mes de Setiembre del año
del Señor mil quinientos veinte y cinco.— E/ ¡Imo. Sr. Duque de Dorbón, represen-
tante general de la Majestad imperial, lo mandó á mí Bernardino (Martirano).—
Testigo.»-
$66 Badajoz
sen su decreto real y logró sus propósitos en 1529, según un
curioso documento otorgado en latín y fechado en Toledo (i).
Nada más elocuente que los anteriores datos para saberse
cuánto valor dio el emperador Carlos V á los servicios de don
(i) Helo aquí traducido al castellano:
<!iDon Carlos^ por la divina Clemencia, Rey de Romanos y Emperador seniper
dignus^ y Doña Juana, su madre, y el mismo Don Carlos, por la misma gracia, Re-
yes de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jcrusalén, de Navarra,
de Granada, de Toledo, de Valencia, de Ibiza, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña,
de Córdoba, de Córcega, de Muros, de Jaén, de los Algarbes, de Algeciras, de
Gibraltar, de las Islas de Canarias, de las Indias, Islas é Tierra firme del mar
Océano, Condes de Barcelona, Señores de Vizcaya, de Molina, Duques de Atenas
y de Neopatria, Condes de Rosellón, Condes de Cerdeña, Marqués de Constanza,
Archiduques de Austria, Duques de Borgoña, Condes de Brabante, Condes de
Flandes y de Tiroleses, por cuanto Vos, Juan Chacón, vecino de la villa de Capra,
presentaste en el nuestro Consejo de la Guerra un privilegio de Caballero y armas
de una bandera azul con una cruz blanca colgada de una maza de armas puesta en
un brazo armado y dos CC azules puestas de una parte é de otra de la dicha maza
en un escudo sobre campo dorado con unas letras alrededor de oro entre ciertos
lazos, que dicen: «En el barco de Pavía.— Firmado el dicho privilegio de Carlos,
Duque de Borbón, ya difunto nuestro lugarteniente general que fué en Italia, se-
llado con el sello de sus armas de cera colorada pendiente en una caja de plata
y en esta forma: — (Aquí el texto latín cuya copia damos anteriormente y si-
gue):
«Puesto que Nos suplicaste que para más firmeza y validación del dicho privi-
legio Vos mandásemos dar nuestra soberana confirmación del como la más fiel; é
Nos acatando lo en sopra dicho tuvímoslo por bien gocen de aquesas y el que Vos
el dicho Juan Chacón sois fidalgo y que antes del dicho privilegio gozábades de
las libertades y exenciones de que en estos nuestros reinos gozan los fidalgos de
solar conocido, por la presente confirmamos c loamos é aprobamos el dicho privi-
legio de caballería é armas con todas las divisas é firmezas en él contenidas, de
nuevo Vos le concedemos á Vos y á vuestros hijos é descendientes é á los que de
ellos descendieren para siempre jamás, para que gocéis de todas las gracias de y
franquicias y preeminencias é libertades de que gozan los otros caballeros de es-
puelas doradas de estos nuestros reinds é señoríos é para que podáis é puedan
poner y traer encima las dichas armas en vuestros porteros é divisas en otras
partes que quisiéredes y á bien tuviéredes é ellos quisieren é por bien tuvieren é
por esta dicha nuestra carta ó por un traslado signado de escribano público man-
damos al limo. Príncipe Don Felipe, nuestro muy caro y muy amado hijo é Rey é
de los Infantes, Prelados, Duques, Marqueses, Condes, Ricos-homes, Maestres de
las Ordenes, Señores, Comendadores, Subcomendadores, Alcaide de los castillos
é casas fuertes y llanas, é á los de nuestro Consejo, Presidentes y Oidores de la
Real Audiencia, Alcaldes, Generales de la nuestra Casa y Corte, Cancillerías é á
todos los Concejos existentes y Gobernadores, Alcaldes, alguaciles, merinos y
prebostes é otras cualesquiera justicia é fuerzas de estos nuestros reinos é seño-
ríos é á cada uno el principal goce de ellos, insignes lugares, jurisdicciones, que
os dejen é consientan á Vos é á vuestros dignos hijos nacidos é por nacer é á sus
descendientes para siempre jamás, traer y tener y poner por vuestras armas la
BADAJOZ 567
Juan Chacón. Éste murió, á lo que parece, en Zafra, en 1539,
gozando una encomienda de las mejores que tenían los caballe-
ros del Priorato de León.
V. Fr. Diego de Zafra, franciscano, nacido en 1 509. Se ha-
bía educado en Badajoz, en el convento de San Francisco de
aquella ciudad, donde gozó de gran nombre por sus virtudes y
talento oratorio.
Falleció en Belvis, en 1587, en olor de santidad.
Adrián de Zafra, notable armero, nacido en el año de 1574.
En el archivo del Ayuntamiento de Toledo existe, entre otros
varios, el punzón original de la marca usada por este notable
artífice, que tanta celebridad alcanzó en el siglo xvii.
Don Cristóbal Suárez de Figueroa, en su obra Plaza univer-
sal de ciencias^ hablando de los espaderos más notables que
existían por el año de 161 7, en que él escribía, dice: €...en este
oficio hay hoy en nuestra patria los mejores artífices del mundo,
como, entre otros, Sahagún, con sus tres hijos Luís, Juan y
Alonso; Juan de la Horta, Tomás de Ayala, Miguel Cantero,
Sebastián Hernández, Hortufto de Aguirre, Juan Martínez, Fran-
cisco Ruiz, Gonzalo Simón, Lope Aguado, Adrián de Zafra,
maese Domingo, Domingo Rodríguez, Pedro Orozco, Pedro de
Arechiga, sin otros aragoneses, valencianos y mallorquines...»
supra dicha seguiré é como desees y que en ello y en parte de ello embargo con-
trario á algunos bienes, no pongan ni consientan poner de resguardo é cumplan é
fagan guardar é cumplir esta dicha nuestra sobre carta y confirmación de dicho
privilegio de armas é caballería de espuelas doradas é contra ella é con cualquie-
ra otra semejante de ella no vayan ni pasen ni consientan ir ni pasar en tiempo
alguno ni por alguna manera, so pena de la multa de ende de diez mil maravedise
para la nuestra Cámara, al que contrario dijere é demás Nos mandamos al escri-
bano que les esta nuestra carta mostrare, que les emplace, que parezcan ante Nos
en la nuestra Corte, doquier que Nos seamos, del día que les emplazaren fasta
quince días primeros siguientes so la dicha pena, so la cual mandamos á cualquier
escribano público que para esto fuere llamado que de ende al que la mostrare tes-
timonio signado con su signo, para que Nos sepamos en como se cumplen nues-
tro mandado. Dada en la ciudad de Toledo á seis días del mes de Marzo, año del
nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil y quinientos y veinte y nueve
años. Yo EL REY. — Yo Pedro de Cuacóla, Secretario de sus excelsas y católi-
cas MM., la rescibí por su mandado.»
568 BADAJOZ
El maestro Adrián fué discípulo de Juanes de la Horta, y
labró algún tiempo en San Clemente.
Esteban de Zafra, inspirado poeta, nacido en el año de
1549. Escribió algunas poesías místicas, entre las que pode-
mos citar los Villancicos que compuso en Toledo el año de 1 595,
propios para cantarse en la natividad de Nuestro Señor Jesu-
cristo (i).
Compuso una obra en prosa denominada El Mundo^. cuyo
manuscrito existe en el archivo del duque de Alba. No sabemos
que se haya publicado este libro de cosmogonía universal.
Fabián de Zafra, notable espadero, hijo de Adrián, nacido
el año de 1598.
La marca que usó, sacada de sus punzones originales, exis-
te archivada en el Ayuntamiento de Toledo.
Fué discípulo de su padre, y como él también un gran ar-
tista.
Sus obras, ya raras, se estiman en mucho valor.
( I ) Estos versos dicen asi :
vBajo de la peña nace
la rosa que no quema el aire.
Bajo de un pobre portal
está un divino rosal
y una reina angelical
de muy gracioso donaire.
Esta reina tan hermosa
ha producido una rosa
tan colorada y hermosa
cual nunca la vido naide.
Hosa blanca y colorada,
rosa bendita y sagrada,
rosa por cual es quitada
la culpa del primer padre.
En el rosal que decía
la Virgen Santa María,
la rosa que producía
es su Hijo, Esposo y Padre.
Es rosa de salvación
para nuestra redención,
para curar la lesión
de nuestra primera madre.»
BADAJOZ 569
Fr. Manuel de Zafra, monje de Guadalupe y general de la
Orden, nacido en el pueblo que lleva su propio nombre, en me-
diados del siglo XVI.
Estudió en Badajoz parte de la teología, y en Sevilla termi-
nó la carrera, tomando el hábito de San Jerónimo y figurando
su nombre muy luego entre los más virtuosos y sabios de los
monjes de Guadalupe.
Desempeñó muchos é importantes puestos en la Orden, y el
último fué de general de ella.
El P. Juan de Zafra, distinguido teólogo que nació en 1540.
Estudió teología en Badajoz y tomó el hábito de la Compañía
de Jesús en 1566. Cuatro después, en 1570, murió en el mar,
junto á las islas Canarias, el 1 5 de Julio, juntamente con otros
muchos religiosos que como él se dirigían al África para la con-
versión de infieles, siendo incluido el nombre del P. Manuel en
el catálogo de los santos de la Compañía (i).
Fr. Antonio de Zafra, franciscano, nacido en 1596 y muerto
en Zafra, el año de 1661, en opinión de santidad.
Así vemos citado su nombre, sin que tengamos otras noti«
cias sobre este místico extremeño.
D. Vicente García de la Huerta, poeta de gran fama, nacido
(i) He aquí los nombres de todos los que perecieron con el P. Zafra :
El P. Diego Andrade, portugués. -El P. Antonio Suárez, escolar portugués.—
El P. Benito de Castro, id. id. -El P. Francisco Magallanes, id. id.— El P. Juan Fer-
nández, id. id.—El P. Luís Correa, id. id.— El P. Manuel Rodríguez, id. id.— El P. Si-
món López, id. id.— El P. Manuel Fernández, id. id.— El P. Alvaro Méndez, id. id.—
El P. Pedro Núñez, id. id.— El P. Andrés Gonzálvez, id. id.— El P. Juan de San
Martín, id. de lllescas (Toledo).— El P. Gonzalo Enríquez, novicio escolar, portu-
gués.—El P. Diego Pérez, id. id.— El P. Antonio Correa, id. id.— El P. Manuel Pa-
checo, id. id.— El P. Nicolás Déniz, id. id.— El P. Alejo Delgado, id. id.— El P. Mar-
cos Caldeira y San Juan, id. id.- El P. Fernando Sánchez, id. español.— El P. Fran-
cisco Pérez Godoy, id. id.— El P. Melchor Zambrano, id. id.— El P. Manuel Alvarez,
coadjutor temporal, portugués.— El P. Domingo Fernández, id. id.— El P. Francis-
co Alvarez, id. id. -El P. Gaspar Alvarez, id. id.— El P. Amaro ó Mauro Vaez, id. id.
—El P. Antonio Fernández, id. id.— El P. Pedro Frontaura, id. id.— El P. Blas Ribe-
ra, id. id.— El P. Juan Fernández, id. id.— El P. Simón Corbo, id. id.— El P. Juan de
Mayorga, jesuíta español.— '¿1 P. Alonso de Baena, id. id.— El P. Gregorio Escriba-
no, id. id.— El P. Esteban Zudaire, id. id.— El P. Juan de Baeza, id. id.
Total 39, que perecieron en dicho día, todos de la Compañía de Jesús.
7a
^70 BADAJOZ
en 9 de Marzo de 1734. Desde muy niño era ya poeta, y dedi-
cado al arte escénico sobresalió, cual ningún otro de sus tiem-
pos, en el género de la tragedia. Es preciso conocer el estado
del teatro español en los últimos del siglo xviii para apreciar
debidamente á García de la Huerta.
El astro del teatro, Lope de Vega, se apagó para oscurecer
bien pronto nuestra literatura escénica. Aquel gran poeta, fecun-
do sin ejemplo en los pasados y los presentes tiempos, y que,
como dice Gil y Zarate, € ha de vérsele cargado con el inmenso
caudal de sus obras; vistas juntas asombra, anonadando al que
las contempla; desmenuzadas, pierden el prestigio y no pocas
veces causan desagrado; no compuso para el arte, sino para el
pueblo. » En sus muchas comedias las principales son : El an-
zuelo de Fenisa^ Obras son amores y no buenas razones^ ¡Si no
vieran las mujeres! Las Flores de Don Juan^ La Estrella de
Sevilla^ El mejor Alcalde el Rey^ El premio del bien hablar y Lo
cierto por lo dudoso^ Los milagros del desprecio^ Querer supro^
pia dicha ^ La Moza del cántaro^ Por la puente Juana^ El perro
del hortelano^ La dama melindrosa^ La bella mal mirada y La
ilustre fregona .
Contemporáneo de éste fueron el Dr. Ramón, el canónigo
Tárrega, Gaspar de Aguilar, Mira de Mescua, de quien se con-
servan 50 comedias, entre ellas El palacio confuso; y Luís Vélez
de Guevara, que dio á luz más de 400. Entre los imitadores de
Lope se cuenta el célebre Montalván, que á pesar de haberse
vuelto loco á la edad de treinta y cinco años, escribió treinta co-
medias y doce autos sacramentales.
Gabriel Téllez, conocido por el pseudónimo de Tirso de
Molina^ se apartó de la senda trazada por Lope, y, por confe-
sión propia, sabemos que escribió 300 comedias en catorce años.
En el mismo siglo floreció Moreto, que escribió dramas hasta la
edad de veinte años, en que tomó el estado eclesiástico, y sus
obras serán las más ricas joyas de nuestro teatro, lo mismo
que las de su contemporáneo Francisco Rojas. La mejor pieza
BADAJOZ 571
de este último, es: Del rey abajo ninguno^ ó Garda del Casta-
ñar. Tomás Corneille imitó, y casi tradujo, una de sus mejores
comedias, y Scarron, en Yodelete, hizo otro tanto con la de
Donde hay agravios no hay celos. Juan Ruiz de Alarcón, que por
su figura fué ridiculizado y despreciado por los grandes de la
corte de Felipe IV, y con sus comedias se encaminaba á repren-
der los vicios y á ensalzar las virtudes, tiene más profundidad,
más juicio, más corrección y filosofía que Lope, aunque no sea
tan fecundo como éste.
Además de los ya citados preclaros ingenios, el reinado de
Felipe IV abrazó diez y ocho años, de los más floridos, de Calde-
rón de la Barca, príncipe del teatro español. Comenzó su carre-
ra dramática á los trece años, con la comedia Carro del ctelo^ y
concluyó á los ochenta y uno, con Hado y divisa; y en el espa-
cio de sesenta y ocho años, escribió 109 comedias y autos sacra-
mentales. Sus obras más celebradas son: La vida es sueño ^
Casa con dos puertas mala es de guardar^ Con quien vengo ven-
go^ Certamen de amor y celos ^ El Principe Constantino^ El Mé-
dico de su honra^ Los Dos amantes del cielo^ El AlccUde de
Zalamea^ Amur después de la muerte^ El Purgatorio de San
Patricio^ Luis Pérez el Gallego^ El Gran Principe de Fez y La
Devoción de la Cruz. Se distinguen sus obras por la creación de
caracteres, de imaginación, pureza y elegancia poco comunes;
aunque pecó muchas veces contra las reglas, siempre fué un
maestro, y será tenido como uno de los mejores poetas dra-
máticos, no sólo en España sino en el extranjero.
El teatro decayó con la muerte de Felipe IV, por haber or-
denado la reina viuda que no se representasen obras hasta que
el heredero de la corona tuviera la edad cpara gustar de ellas;»
y de las cuarenta que existían en su reinado, sólo pudieron
reunirse tres cuando se casó Carlos II.
Desde entonces hasta los tiempos en que floreció Leandro
Fernández Moratín, no encontramos ningún autor dramático que
pudiera competir con los precedentes; pero decimos mal, porque
572 BADAJOZ
estaba García de la Huerta, que por sí solo escribía mejor que
todos sus contemporáneos, y con gran ingenio, pues obras tiene
con su nombre, que no se hubiera desdeñado darle el suyo
Lope de Vega.
Para saber lo que el poeta extremeño valía, es necesario
leer su preciosa tragedia Raquel^ muy superior á cuantas nos
presenta el teatro francés. Y sin embargo, Agamenón vengado^
como La Xaira^ tiene rasgos aún mejores que la Raquel. En
este género literario. García de la Huerta es solo en sus tiem-
pos. Él comprendió muy bien la decadencia del teatro en el si-
glo XVIII, y cuan difícil le sería restaurarlo sin el concurso de
un gran número de autores que á él se asociaran para tan lau-
dable empresa. Y apeló á la tragedia, donde, con menos esfuerzo
y más libertad, logró un gran renombre.
Pero García de la Huerta también escribió en otro género.
Sus mejores obras literarias son:
I.* Compendio de poética (Madrid, 1779).
2.* Sumario a cada reinado (acompañó á los Retratos de
España desde Atanarico hasta Carlos III y Madrid 1782).
3.* Endecasílabos con motivo del bombardeo de Argel (Ma-
drid, 1783).
4.* Lección crítica á los lectores de la continuación de las
Memorias críticas de Cosme Damián (T. Vil del Theatro Espa-
ñol, Madrid, 1785).
5.* Obras poéticas (segunda edición, Madrid, 1786).
En esta obra, y al tomo I están comprendidas sus tragedias;
en el II sus poesías.
6.* Biblioteca militar española (Madrid, 1760).
Parécenos que el que tanto escribió, bien merece un puesto
de honor en la literatura española. Con muchos escritores como
el trágico extremeño, otra hubiese sido la suerte del teatro nacio-
nal en el siglo xviii. Pero ya al comenzar los mediados del
mismo se inició una reforma salvadora á la que contribuyeron
quizás García de la Huerta y Fernández Moratín, aunque esté-
BADAJOZ 573
rilmente secundados por los príncipes Borbones, porque es pre-
ciso reconocer aquí que entre las innovaciones que se intentaron
con el cambio de la dinastía, fué la introducción del estilo del
teatro francés, que pocos imitadores tuvo. Leandro Fernández
Moratín, hijo de Nicolás F. Moratín, autor también dramático,
es llamado por algunos el Moliere español: sus comedias son
verdaderamente clásicas y morales: su estilo fácil, bello y correc-
to. Su primera comedia fué El viejo y la niña: la segunda El
café ó la comedia nueva. Fué como un verdadero Quijote del
teatro español, contra los que corrompían la escena. Á más de
otras varias comedias, le debemos los Orígenes del teatro espa-
ñoly que tantos datos y noticias curiosas arrojan á la historia de
nuestra escena.
Al advenimiento de los Borbones, se sintieron algunos cona-
tos de mejoramiento en la literatura y en las artes. Dinastía más
liberal que la de Austria, sus príncipes vivían en amigable con-
sorcio con la mesocracia, y frecuentemente Felipe IV hacía
representar sus dranms, como Carlos III se sentaba en el taller
para montar un reloj. Y así fué que después de la batalla de
Almansa todo parece que quiere cambiar en España, en sentido
progresivo, levantando su acción científica y literaria. La crea-
ción de las Academias en Madrid y más tarde la organización
de las Sociedades Económicas de Amigos del País, en 1775, fué
un gran paso para lograr en breve tiempo progresos muy salu-
dables en las letras y las artes útiles. Y heredero el siglo actual
de aquella evolución revolucionaria, sostuvimos por largo tiempo
un señalado progreso que nos trajo á Ceán Bermúdez y á Goya,
á García de la Huerta, á Sepúlveda el grabador, á Leandro Fer-
nández de Moratín y á D. Ramón de la Cruz.
En las letras García de la Huerta, mayormente, fué el alma
del movimiento progresivo de sus tiempos.
Eran sus padres D. Francisco García de la Huerta y doña
María Muñoz, ambos nacidos también en Zafra, de familia lina-
juda. Como otros tantos jóvenes de aquellos tiempos, D. Vicente
574 BADAJOZ
se educó en Salamanca y completó sus estudios en la Universi-
dad Complutense, regresando á Madrid muy luego y uniéndose
en estado matrimonial á D.* Gertrudis Carrera, con quien soste-
nía amorosas relaciones desde su estancia en Salamanca.
Desde 1755, consta que vivió en Madrid, dedicado ala lite-
ratura, y la influencia que ejercía por sus obras entre sus contem-
poráneos fué tal, que no iríamos muy lejos diciendo que á él se
debió el buen gusto y la cultura que se notan en casi todos los
literatos de la corte de Carlos III (i). El inolvidable D. Ramón
Mesonero Romanos escribe de él una curiosa noticia biográfica
y juicio crítico, á la cabeza de las poesías de García Huerta
(tomo LXI de la B. de A A. E.), y el lector puede leer en este
estudio del ilustre autor de Memorias de un seteníón^ la personi-
ficación que tuvo el poeta extremeño en el Parnaso español. Es
un trabajo el de Mesonero Romanos, que ya por ser suyo, ya
también por ser el más completo y metódico que existe de nues-
tro poeta, tiene suma importancia y está en él tan bien retratado
el poeta, que apenas se leen las primeras líneas, se adivina al
restaurador del gusto nacional contra los discípulos que habían
logrado implantar en nuestro pueblo la escuela francesa por
medio de las obras de los Lazanes, Mantianos y compañeros
suyos, en esto de escribir anti-españolamente.
Al gran nombre que adquirió el poeta extremeño, debió sin
duda el haber ocupado muy altas posiciones, con gran conten-
( I ) ...»sin embargo, la influencia de las ideas era tan grande que Huerta á pesar
de la independencia de carácter, se sometió en su obra al rigor de las tres unida-
des de tiempo, acción y lugar, circunstancia que le impidió poner en juego los
grandes recursos que mayor amplitud le hubiera proporcionado para conducir la
intriga y realizar la catástrofe sin apresuramiento.
«No gozó de su triunfo sin amargura. La corte de España andaba en negocia-
ciones á fín de obtener la canonización de Alfonso VIH cuando apareció la Raquel^
y su fama bastó para dejar sin efecto el propósito de colocar en los altares un rey
á quien se atribuía de público amistad escandalosa con una judía, por más que
fuese patraña vulgar. Al justo reparo de la curia romana nada hubo que oponer, y
Huerta murió abrumado de persecuciones, que su genio indomable aumentaba. n
(Cosas de Madrid^ por D. Dionisio Chaulié; Madrid, 1884).
BADAJOZ 57S
tamiento de Carlos III, monarca bien ilustrado, y que sintió siem-
pre grandes simpatías por el poeta.
Fué primeramente Bibliotecario de la Nacional, y más tarde
oñcial de la Secretaría de Estado. Cuando había escrito sus
mejores obras y compuesto notables poesías por encargo de la
Academia, algunas de las cuales fueron premiadas, mereció el
honor de ser nombrado individuo de la Academia Española, pri-
meramente, y más tarde de las de la Historia y de San Fer-
nando.
No dejó de tener grandes contrariedades el poeta extremeño
en su triunfal carrera literaria. Los envidiosos y los que seguían
la escuela francesa, le mortificaron largos años, con sátiras y
epigramas á cual más ridículos y extemporáneos. Sobre todo,
á cada lauro que alcanzaba con sus nuevas obras, subía de
punto la chillería de los críticos, que apenas si pudieron roer
el pedestal que elevaba, sobre aquella vulgaridad de malos poe-
tas, á García de la Huerta.
Su Raquel^ que es la tragedia española citada por nuestros
clásicos como modelo del bien decir, y que se representó en 1778,
es sin disputa la que da el sello de cuanto valía el autor. Catorce
veces se imprimió en vida del poeta, once en español, dos en
portugués y una en francés. Sus versos los recitaban todos de
memoria, causando entusiasmo en todas las clases, y aún van
transcurriendo desde la aparición de esta obra en el teatro es-
pañol, hasta hoy, casi ciento veinte años, y aún recordamos todos
con gusto aquellos versos que empiezan :
cToda júbilo es hoy la gran Toledo:
»el popular aplauso y alegría,
munidos al magníñco aparato,
»las victorias de Alfonso solemnizan.
>hoy se cumplen diez años que triunfante
»le vio volver el Tajo á sus orillas.
» después de haber las del Jordán bañado
»con la persiana sangre y con la egipcia.»
576 BADAJOZ
Su poema heroico Endimión^ compuesto de sesenta octavas,
es justamente elogiado de propios y extraños. Y no obstante,
gusta más á los clásicos su Égloga Piscatoria^ leída en la dis-
tribución de premios dados en 1760, por la Academia de San
Fernando ; y aún más celebradas son sus diversas canciones aca-
démicas, sus endecasílabos, sus églogas y algunos de sus sonetos,
propios de la pluma de Petrarca, que podemos llamar maestro
en esta clase de composiciones. Su poesía titulada Los Berebe-
res es una égloga africana, que acusa en el poeta mucho ingenio
y grande ilustración. Tampoco dejan de tener valor sus Madri-
gales (i), que en nada se parecen á estos otros que tanto abun-
(i) Los que compuso á la «Ponderación de las penas padecidas en una corta
ausencia,» dicen así :
I
«Ausencias son, bien mío,
eternas de mi amor consideradas
las tristes horas que de ti me ausento,
y con fiero desvío,
aprensiones del vulgo autorizadas
me apartan de tu vista y mi contento.
^Qué rudo entendimiento
el hombre dio, á respetos tan tiranos,
de respetos humanos?
debiéndolos llamar más propiamente
necia vulgaridad impertinente,
ó con mas justos nombres,
infierno repetido de los hombres.»
II
«Publíquelo mi pena,
que tanto, Lisi, al separarnos crece
con modos de rigor jamás usados,
que de mi me enajena
y aun la dulce memoria desvanece,
del feliz galardón de mis cuidados.
Suspiros abrasados,
lágrimas vivas de mis muertos ojos
desazones y enojos,
temores, ansias, sustos, desconsuelos
y por corona de desdichas, celos,
son familia casera
que al separarme de tu luz me espera.»
BADAJOZ 577
dan en nuestros tiempos, y que más se asemejan á epigramas
que á suspiros delicados ó doloridos recuerdos, como aconseja
la regla para escribir este género de poesías.
Se ha dicho que tradujo las obras de Horacio, y esta afir-
mación no es cierta. Quizás algún día abrigase el pensamiento
de hacerlo, pero es lo cierto que sólo algunas poesías del vate
antiguo, y aun en rigor sólo tradujo la Paráfrdsis de la oda XVI
del libro II, que empieza Pliumdivos^ etc. También tradujo de
Ovidio un pasaje del libro XIII de las Metamorfosis,
Multitud de composiciones tiene á diversos asuntos, que bien
merecen estudiarse para ser imitado.
De García de la Huerta, que ha sido bien poco estudiado,
ha dicho un biógrafo anónimo que murió en Zafra, el año
de 1788, mientras otro autor asegura que falleció en Madrid,
el año de 1786. Ambas afirmaciones son inexactas, pues está
averiguado que falleció el día 12 de Marzo del año 1787, en la
calle del Lobo, número 25, siendo sepultado en la parroquia de
San Sebastián, habiendo dejado un hijo oficial de artillería, pues
los otros que contaba, años antes, habían fallecido.
D. Pedro de Venegas, militar y diplomático, nacido en 1520,
en Zafra, no faltando quien le dé por patria la ciudad de Gra-
nada, donde de muy antiguo hubo familia nobiliaria que llevó
este nombre, como puede verse en la obra de Lafuente Alcán-
III
aEl mal mullido lecho, t
en que mis penas aliviar solía
teatro de suplicios asemeja,
y en continuo despecho
se escucha el eco de la pena mia,
formado de una queja y otra queja.
Vanamente forceja,
contra el tropel de males rigurosos
mi espíritu fogoso,
conociendo que á la lid tan encendida
término pondrá sólo el de mi vida,
siendo por raros modos
remedio á un mal, el mal mayor de todos.»
73
578 BADAJOZ
tara (Historia de Granada ^ al tomo III), donde trae el origen
este apellido español.
'Venegas entró en la milicia desde bien nifio, y en los media-
dos del siglo XVI servía á las órdenes del rey Felipe II.
Los moros asediaron á Melilla en los tiempos de este mo-
narca, y fueron rechazados por su gobernador D. Pedro Vene-
gas, que les dio una lección sangrienta.
Esto pasaba en 1563, al mismo tiempo que los turcos de
Argel sitiaron la ciudad de Oran y al puerto de Mazalquivir,
pero el marqués de Alcaudete, gobernador del primer punto, y
su hermano D. Martín, que lo era del segundo, resistieron con
bizarría los ataques de los sitiadores, hasta que llegaron en su
auxilio las galeras de España, á cuya vista se retiraron los
moros.
El gobernador del Peñón de Vélez de la Gomera fué asesi-
nado por dos esclavas y un esclavo, y abriendo las puertas, por
donde entraron los moros, no dieron cuartel á ningún soldado.
En 1564 Felipe 11 mandó una armada de 60 galeras, con
14,000 hombres de desembarco, al mando de García de Tole-
do, que tomó la ciudad y recuperó el Peñón de Vélez, y fueron
hechos esclavos los turcos y los moros que no sucumbieron en
la lucha.
D. García, que dejó un gobernador en el presidio con tres-
cientos arcabuceros y muchos albañiles, aportillando en seguida
las murallas, regresó á Málaga.
En el mismo año, las galeras de España, mandadas por
D. Alvaro Bazán, entraron en Tetuán, guarida infernal de pira-
tas, é hizo á su propia vista cegar é inutilizar la entrada del
puerto.
Otras muchas ventajas se alcanzaron contra los mahometa-
nos en la época de Felipe II, y la más famosa fué la batalla
naval de Lepanto, que ganó su hermano D. Juan de Austria
sobre las escuadras de Solimán.
En su tiempo tuvo lugar la desgraciada jornada de África,
BADAJOZ 579
en la que murió el rey de Portugal D. Sebastián, y fallecido
después su tío, el cardenal D. Enrique, se reunió la corona de
Portugal y de Castilla en las sienes de Felipe II.
Así se incorporaron á nuestras posesiones las plazas que
los portugueses tenían en el continente africano, que eran Ma-
zagán, Tánger y Ceuta.
Felipe II estableció relaciones diplomáticas con Marruecos
por medio de su embajador D. Pedro de Venegas, y 8o hidal-
gos de la casa del rey D. Sebastián que quedaron cautivos en
África fueron rescatados por la crecida suma de 40,000 cruza-
dos, y para libertar á su embajador cerca del desventurado mo-
narca lusitano, D. Luís de Silva, y otros principales castellanos,
Felipe II envió al sherife Amhed un presente en perlas y piedras
preciosas que pasaban de 400,000 ducados.
£1 emperador de Marruecos agradeció tanto esta gentileza,
que además de entregar el cadáver del rey D. Sebastián, devol-
vió sin rescate al joven duque de Barcelos y otros ilustres caba-
lleros.
Distraída su política con las cuestiones de Flandes, Italia y
Alemania, no realizó otra empresa más grande y decisiva en
África que hiciera recordar el grandioso pensamiento concebido
por D. Fernando el Católico, y al cual prestaba decidido entu-
siasmo el general Venegas.
Descendiente de éste era el jesuíta P. Mariano Miguel de
Venegas, que en el siglo xviii estuvo en California como misio-
nero, escribiendo después su curioso libro publicado en 1757,
denominado Noticias de California; asimismo Alejo Venegas,
escritor y erudito que murió en principios del siglo xvii, dejan-
do escrita la siguiente obra: Primera parte de las diferencias de
libros que hay en el universo (Salamanca, 1572), y finalmente
lo era también D. Francisco Venegas y Rodríguez, primer mar-
qués de la Reunión de Nueva España y teniente general de los
ejércitos nacionales, nacido de una familia linajuda, en 2 de
Diciembre de 1754.
580 BADAJOZ
La biografía de este ilustre extremefio es importante, por-
que viene á esclarecer puntos hasta hoy dudosos en la historia
contemporánea. Sumariamente podemos darla por la siguiente
hoja de servicios que original hemos leído y que dice así:
cD. Francisco Javier Venegas de Saavedra, marqués de la
Reunión de Nueva España, caballero gran cruz de las órdenes
Real Distinguida Española de Carlos III, Real Militar y Bene-
mérita de San Fernando, vocal de su Asamblea Suprema, Real
Americana de Isabel la Católica, decano de su Suprema Asam-
blea, comendador de Torroba en la Militar de Calatrava, aca-
démico honorario de la Real Academia de Nobles Artes de San
Carlos, de Valencia, condecorado con las cruces de distinción
concedidas por las batallas y acciones de Menjíbar, Bailen^ Bu-
bierca, Tarancón y Almonacid, teniente general de los reales
ejércitos, gobernador y capitán general del ejército y reino de
Galicia, presidente de su Real Audiencia, del Consejo de Guerra
de Generales, de la Comisión Militar, de la Junta de Agravios
y de la Superior de Sanidad del mismo reino y subdelegado de
la Real Renta de Correos y caminos de él, etc.
> Nació en la villa de Zafra, provincia de Extremadura, y ad-
mitido de cadete en el regimiento de infantería de Murcia, entró
á servir en la plaza de Oran en i.® de Julio de 1772, permane-
ciendo dos años y tres meses en aquella guarnición, haciendo
además el servicio ordinario de guardias y rondas, el de guerra
que le proporcionaron los varios ataques hechos por los moros
y la defensa para resistirlos. Hizo una salida en calidad de vo-
luntario, batiéndose con los moros para sostener la entrada del
regimiento de infantería de Flandes y su marcha desde la plaza
de Mazarquivir á la de Oran. En Abril de 1775 pasó de real
orden á estudiar matemáticas en la Academia de Barcelona, y,
noticioso en Junio siguiente de que su regimiento era uno de los
nombrados para la expedición de Argel, se dirigió inmediata-
mente á la plaza de Cartagena, distante ochenta y nueve leguas
de Barcelona, á incorporarse con él para concurrir, como con-
BADAJOZ 581
currió, á aquella expedición, agregado por propia solicitud á la
segunda compañía de granaderos desde el primer desembarco,
recibiendo tres balazos en la gorra, sable y pecho, causándole
el último una contusión. Concluida dicha campaña se restituyó
á ñnalizar el curso de matemáticas, y en los exámenes finales
mereció la calificación de sobresaliente. En Agosto de 1779 fué
de subteniente de granaderos al bloqueo de Gibraltar, perma-
neciendo hasta el año de 1781, en que su batallón fué destina*
do para reconquista de Menorca, á que asistió ascendido á
teniente. Promovido á teniente de cazadores del regimiento pro-
vincial de Badajoz, volvió al sitio de Gibraltar, y por sus espe-
ciales servicios, singularmente por haber hecho á un mismo
tiempo el de capitán de granaderos, agregado al batallón de
Crillón, y de capitán de cazadores del provincial de Jaén, que
era su empleo de propiedad, como por haber sido uno de los
cuatro capitanes de granaderos que se eligieron para el arries-
gado servicio de sostener los trabajos de la mina que se abría
en la Torre del Diablo, obtuvo el grado de teniente coronel de
infantería á la paz y promoción de 1783.
>En 1 79 1 se halló en el sitio y defensa de la plaza de Ceu-
ta, y en 3 1 de Octubre de aquel año hizo una salida con su
compañía al campo del moro en la columna del mando del ma-
riscal de campo D. José Vasallo, destinada con los piquetes de
trabajo á quemar todas sus baterías y deshacer los ataques,
apostaderos y minas. En 27 de Setiembre de 1792 se unió en
la capital de Écija con aquel regimiento, de que era teniente
coronel, y marchó con él al campo de Gibraltar de guarnición;
pero por real orden de 1 7 de Octubre siguiente se sirvió Su
Majestad nombrarle para servir su empleo en la división de
granaderos y cazadores provinciales de Andalucía, que debía
embarcarse para Cataluña, y en su cumplimiento salió para el
puerto de Málaga el 29 del citado Octubre. Estuvo de guarni-
ción en ella hasta el 12 de Diciembre del mismo año, que se
embarcó con ocho compañías de granaderos y dio la vela para
582 BADAJOZ
Barcelona arribando el 24, en cuya guarnición y en el cantón
de Mataró permaneció hasta el 16 de Abril de 1793, que salió
para el ejército del Rosellón. Fueron en él continuas y activas
sus operaciones, ya las que le correspondieron por escala, como
las que desempeñó por especial elección de los generales. Se
halló en la batalla de Masden ; en la expedición y toma de Elna
y Argeles; en la salida de Tuhir el 9 de Julio ; en el ataque de
Cornelia, donde rechazó la columna enemiga, que cargó por la
parte de Soler la retaguardia de nuestras tropas, y el 30 de
Agosto ocupó dicho pueblo. El 4 de Setiembre sostuvo, á la
cabeza de su batallón de cazadores, á nuestra caballería que, á
las órdenes del teniente general D. Antonio de Córdoba y He-
redia, cargó la retaguardia de un destacamento enemigo que
había venido á quemar los pajares de San Feliu. Se apoderó,
por comisión del teniente general, marqués de las Amarillas,
con dos compañías de granaderos de reales guardias de infante-
ría española, cuatro de su propio batallón, cien hombres de
tropas ligeras y un escuadrón de caballería, del lugar de Peires-
tortes y de los efectos y provisiones que tenía allí el enemigo,
haciendo un extenso reconocimiento de sus posiciones. Se halló
en la batalla de Rivasaltas, en las acciones de Bernet y Peires-
tortes, desalojando en la primera y á viva fuerza, en calidad de
jefe, por haber muerto á su lado el mariscal de campo D. Ra-
fael Adorno, y en la apurada circunstancia de haberse desorde-
nado otro regimiento que estaba á la cabeza, á un cuerpo ene-
migo que, cubierto con las tapias de Bernet, hacía mucho estra-
go en nuestras tropas y amagaba cargarlas en la retirada, según
lo verificó después, aunque reprimido por cubrirlas Venegas con
sólo su batallón. Por la noche, después de la acción de Pieres-
tortes, reunió, á fuerza de constancia y con mucho peligro, más
de dos mil hombres desordenados, que eran los últimos que
allí quedaban, y juntándolos á un batallón de guardias españo-
las mandado por el brigadier D. Felipe Viana, también desca-
minado por la oscuridad de la noche, los condujo en buen orden
BADAJOZ 583
á San Feliu. Estuvo mandando el batallón de granaderos por
enfermedad de su coronel, conde del Donadío, en las alturas
del Rao, y mandó también una de las columnas que el día de
la batalla de Trullas salieron á rechazar las de la izquierda del
ejército enemigo que intentaba atacar el nuestro por la espalda.
Se halló también el día i .^ de Octubre, á las órdenes del conde
de la Unión, en Ik expedición de San Genis y Villalonga. Fué
su cuerpo uno de los que sostuvieron la retirada hecha por dis-
posición del general en jefe D. Antonio Ricardos desde Trullas
al Baulón. En el ataque general que dieron los enemigos al
campo del citado Baulón, hizo funciones de mayor general del
centro del ejército mandado por el teniente general príncipe de
Monforte. Sucesivamente estuvo en el destacamento y posición
de la batería de San Juan, en la salida para atacar la batería de
Ceret el 29 de Noviembre, habiendo sido encargado por el conde
de la Unión del mando de los retrincheramientos de la izquier-
da, tomados á los enemigos, y de la ocupación del castillo
de San Ferriol, donde permaneció hasta el 6 de Diciembre.
El 7, por disposición del mismo general en jefe, y con mo-
tivo de hallarse enfermo el jefe propietario, tomó el mando del
batallón de cazadores de Castilla la Nueva para conducirle en
el ataque á la ermita de San Lucas con el ñn de entretener
aquellas fuerzas enemigas mientras se atacaban las baterías de
Villalonga, en cuya operación formaba la columna del centro,
unido á dos batallones de guardias walonas, siendo segundo co-
mandante de ella. En el ataque de la vanguardia enemiga de
Bañuls Des-Aspres, el 2 1 de Diciembre, habiéndose adelantado
con su batallón, por disposición del teniente general marqués
de las Amarillas, y unídose á las tropas de vanguardia que se
avanzaron á desalojar á los enemigos. En el cantón de la Roca,
mandando en varias ocasiones los de San Genis y el Palau por
comisión de los generales marqués de las Amarillas y D. Juan
Miguel de Vives. En las varias acciones ocurridas en ambos
puestos hasta el 1 8 de Abril del 94, en que evacuaron nuestras
584 BADAJOZ
tropas el de San Genis á consecuencia de la sangrienta acción
de la misma tarde, cuya evacuación ejecutó Venegas bajo las
órdenes inmediatas del mariscal de campo D. José de Moneada,
y al retirarse fué destinado por el mismo general á tomar posi-
ción en Montesquión con cuatrocientos granaderos, donde fué
atacado el 30 del mismo mes por el cuerpo del general Dugou-
mier, fuerte de doce mil hombres, los que fueron detenidos, por
mil que reunía aquel día nuestro destacamento, por espacio de
más de seis horas, habiendo perdido en ellas trece oficiales y
proporcionado número de tropas, recibiendo Venegas dos heri-
das de fusil, que le atravesaron una el costado izquierdo y la
otra el muslo derecho, además de otra bala que le llevó un fal-
dón de la casaca. Estas heridas le ocasionaron una debilidad
física que le inhabilitaba entonces para el servicio de campaña,
singularmente por la dificultad de escribir que le causaba el re-
toque de nervios, y se vio obligado á solicitar su retiro en la
última campaña del 95, y lo obtuvo en la clase de coronel en
que se hallaba, con destino á Montilla, ciudad de Andalucía,
donde tenía su casa. Allí residía cuidando sus haciendas y dan-
do con sus conocimientos adquiridos el ejemplo de un esmerado
cultivador, cuando en 1801 debió á la piadosa memoria del
Sr. D. Carlos IV le nombrase ayudante general para el ejército
contra Portugal; pero su penalidad para el uso de la pluma le
obligó á representarle á S. M. como un inconveniente para el
servicio de estado mayor, bien que ofreciéndose al de cualquie-
ra otra naturaleza, y S. M. tuvo á bien relevarle de su nombra-
miento con expresiones muy honrosas. Alzado el grito de la
nación para vengar el ultraje intentado por Napoleón contra el
rey nuestro señor y sus sagrados derechos, sintió que era la
ocasión de emplear sus débiles fuerzas y concurrir con ellas á la
restitución de S. M., y en 30 de Mayo de 1808 se hallaba ya
en Córdoba contribuyendo á la posible organización de tropas
de nueva leva, ascendido á brigadier. Presidió aquella Junta pro-
vincial, haciendo al mismo tiempo el servicio militar y hallando*
BADAJOZ 585
se el 7 de Junio en la acción que, con algunas pocas tropas ve-
teranas y paisanos armados, se sostuvo en el puente de Alcoleá
y cuesta de la Lancha contra el mariscal Dupont, procurando
detener el rápido movimiento con que marchaba á apoderarse
de Sevilla y Cádiz.
» Trasladado después á Utrera por orden de la Junta de Se-
villa, entonces suprema, destinado á las órdenes del general en
jefe D. Francisco Javier de Castaños, le encargó su vanguardia,
que estuvo en observación del mismo Dupont cuando ocupaba
á Andújar, y tuvo algunas acciones. Sucesivamente le puso el
mismo general Castaños de segundo jefe de la división primera
de su ejército, mandada en primero por el mariscal de campo
D. Teodoro Reding ; en tal calidad, y mandando la vanguardia
de dicha división, vadeó con ella el Guadalquivir la madrugada
del 16 de Junio, rompiendo el cuerpo enemigo en Menjíbar,
siguiendo su ataque hasta los visos de Bailen, en que fueron los
enemigos perseguidos con pérdida de alguna artillería y la muer-
te del general Gover, en cuya importante acción tuvo señalada
parte Venegas y mereció al general Reding la mayor confianza.
El 19 de Julio^ en que se dio la gloriosa batalla de Bailen, fué
destinado á la cabeza de las vanguardias unidas á la primera y
segunda división á atacar en Andújar el cuerpo de Dupont. De-
bía romper la marcha á las tres de la madrugada, y por la feliz
anticipación que tomó de una hora, no sorprendieron á dichas
divisiones los mismos enemigos que, habiendo evacuado á An-
dújar la antecedente noche, marchaban á unirse en la Carolina
con la división de Vedel. Se habrían marchado 40 ó 50 pasos,
cuando las avanzadas se encontraron con las enemigas y rom-
pieron unas y otras el fuego. Trabada la batalla, mandó el ala
derecha de la línea, ordenó movimientos y destacó cuerpos con
que desconcertó las reiteradas maniobras del enemigo para en-
volver aquélla por el flanco derecho, y estas felices disposicio-
nes merecieron que los generales Castaños y Reding dijesen en
sus relaciones que Venegas había hecho en el ala derecha im-
74
586 BADAJOZ
portantes y distinguidos servicios. Habiendo pasado sucesiva-
mente al Ebro, y después de los acontecimientos y operaciones
que allí se practicaron, dada la desgraciada batalla de Tudela,
y reunido el ejército en Calatayud, se le encargó por el general
en jefe y dictamen de los demás generales, congregados en jun-
ta, una división de retaguardia escogida, para sostener la reti-
rada del ejército. Contramarchando con ella tres leguas hasta
el Fran, nada encontró en aquel puerto y detuvo al enemigo
por primera vez, y retirándose con lentitud, y siempre picado
por él, sostuvo en Rubierca \in tenaz y sangriento combate du-
rante siete horas, y á costa de incesantes operaciones y encuen-
tros de tres días, y de hacer frente, por último, en Guadalajara
al cuerpo de infantería del duque de Bellune y á la columna
de 1 6 escuadrones de caballería mandada por el duque de Istra,
se consiguió salvar todo el ejército con su artillería. Hallándose
con la vanguardia en el lugar de Carrascosa, ordenó la sorpre-
sa de un destacamento de dragones que iba á Alcázar de Huete
á sacar raciones, y fué completamente derrotado, quedando los
más muertos ó prisioneros. Mandó el encuentro de Tarancón,
donde la firmeza de la infantería contra la caballería enemiga
mereció una medalla de distinción. Fué batido en Uclés por la
superioridad del enemigo en organización y número, mandado
por el general Víctor ; pero cumpliendo sus obligaciones, pre-
sentóse al frente de las tropas, aunque atacado de una fiebre
pútrida, recibiendo una contusión de bala de fusil en el pecho y
retirándose por entre los enemigos. En 6 de Abril de 1 809 se
encargó del ejército de la Mancha, á los nueve días de la acción
de Ciudad-Real, que lo había reducido á un deplorable estado;
lo organizó é instruyó en dos meses, poniéndolo capaz de mo-
verse de nuevo por la Mancha, haciendo marchas y retiradas
que merecieron la aprobación y elogios del Gobierno, singular-
mente la bien ordenada que practicó desde el Guadiana, cuando
el rey intruso trató de atacarlo con superiores fuerzas,, y en ella
dispuso y logró sorprender en Torralva un grueso cuerpo ene-
BADAJOZ 587
migo de caballería. Volvió después á adelantarse hasta Toledo
y Aranjuez, haciendo el cerco de aquella ciudad, dando y soste-
niendo acciones parciales muy bizarras, siendo señalada la del
29 de Julio de 1809 ^n la Cuesta de la Reina, y, últimamente,
las más considerables de Aranjuez, Afiover y Toledo, y la bata-
lia general de Almonacid. En el cuartel general de Santa Elena
había despreciado con energía las insidiosas proposiciones de
acomodamiento que le hizo por escrito el general Sebastian!, y
sostuvo en su respuesta los derechos del rey nuestro señor y el
pundonor de sus obligaciones. Nombrado gobernador de Cádiz
en 6 de Noviembre de 1809, lo era en las angustiadas circuns-
tancias de haber entrado en las Andalucías el intruso rey con
su numeroso triunfante ejército, y acercarse á aquella plaza, inti-
mando por emisarios que envió desde el Puerto de Santa María,
su rendición, con lisonjeras promesas en unos instantes en que
carecía de recursos, y, á pesar de todo, á la cabeza de la Junta
Superior, dictó la respuesta de que la ciudad de Cádiz^ firme
siempre en los principios de su juramento ^ no reconocía otro rey
que al Sr. D. Fernando VII ^ y solicitó con eficacia y obtuvo
prontos auxilios de tropas inglesas de la guarnición de Gibral-
tar y la más favorable disposición del vicealmirante Purvis para
auxiliarle con sus fuerzas marítimas. Posteriormente fué nom-
brado por la primera Regencia del reino virrey de Santa Fe é
inmediatamente de Nueva-España, sin solicitud suya y contra
sus manifestados deseos de continuar en la guerra de la Penín-
sula. Debiendo cesar, á consecuencia del nombramiento de San-
ta F'e, en el mando de la plaza de Cádiz, recibió una real orden
en 10 de Febrero de 1810, comunicada por el ministro marqués
de las Hormazas, participándole que el Consejo de Regencia de
España é Indias había oído con mucho gusto una Diputación
de la Junta Superior de aquella plaza, en que había manifestado
la confianza que tenía la ciudad en tan digno jefe y los inconve-
nientes que podían resultar de su separación en tan críticas cir-
cunstancias. Que en su consecuencia había resuelto S. M. que
588 BADAJOZ
subsistiese en aquel Gobierno ínterin no variase la situación en
que se hallaba la plaza de Cádiz y hubiese proporción para su
transporte al destino de virrey del nuevo reino de Granada ; y
á fín de que pudiese atender con más desahogo á todos los
asuntos que estaban á su cargo, S. M. nombraba por segundo
gobernador de aquella plaza al brigadier D. Gaspar de Vigodet,
y así se verificó hasta el nombramiento de gobernador de ella
hecho en el duque de Alburquerque, capitán general de Anda-
lucía y general en jefe de aquel ejército de operaciones. Se em-
barcó en Cádiz á 12 de Julio de 18 10, en la fragata de la marina
real Atocha^ desembarcó en Veracruz el 28 de Agosto, entró en
Méjico el 14 de Setiembre de 1810, y á los dos días reventó la
insurrección que estaba tramada, y después de apoderarse los
insurgentes de las ciudades capitales Guanajuato y Valladolid
de Mechoacán, y reforzarse con seis regimientos que se les pa-
saron, tres de infantería y tres de caballería, vinieron á tomar
la capital con 80,000 hombres y 1 1 cañones, cuyo intento des-
barató con sus rápidas disposiciones y la célebre batalla de las
Cruces, y la resolución y firmeza que inspiró en Méjico, á pesar
del desaliento general que infundiera el número de los rebeldes
y sus procedentes ventajas, habiendo sido incesantes las provi-
dencias militares y políticas que hubo que tomar para dirigir y
sostener las operaciones de los ejércitos y divisiones expedicio-
narias, sofocar las varias conspiraciones que se tramaron dentro
y fuera de la capital y mantener el orden público. Después de
haber dado en aquel mando un ejemplo heroico de integridad,
desinterés y desprendimiento por espacio de dos años y medio,
lo entregó en 4 de Marzo de 181 3 para regresar á la Península,
llamado por el Gobierno, y á los tres años y un mes desembar-
có en Cádiz el 24 de Agosto del referido año 18 13. Restituido
Fernando VII á su corte, fué sin dilación á besar su real mano,
mereciendo que se dignase nombrarle vocal de una junta, en
unión con los tenientes generales D. Antonio Amar y marqués
de Villanueva de Duero, para que con presencia de los servicios
BADAJOZ 589
de los pretendientes, consultase á S. M. quiénes, entre otros,
podrían ser ascendidos á las clases de teniente general y maris-
cal de campo, expresando que este nombramiento, hecho en
i.° de Junio de 1 814 y en el Ministerio de D. Francisco de
Eguía, era consiguiente el buen concepto que tenía S. M. de los
generales que la componían. Igualmente sie dignó S. M. nom-
brarle vocal de la Junta militar de Indias establecida en 1 2 de
Setiembre del mismo año. En 6 de Junio de 1 8 1 5 se dignó tam-
bién su majestad nombrarle virrey, gobernador y capitán gene-
ral del Perú; pero habiendo manifestado á S. M. el estado
decadente entonces de su salud, y no habiendo logrado su total
recobro con los baños medicinales de Sacedón, tuvo á bien el
rey exonerarle de aqufel encargo, nombrándole vocal de una co-
misión para proponer á S. M. las constituciones de la real, mili-
tar y benemérita orden americana de Isabel la Católica. Le eligió
también presidente de una comisión de generales y jefes de
conocida instrucción é inteligencia en el sistema de milicias pro-
vinciales para que examinase los trabajos presentados por el
inspector general de estos cuerpos, á fin de reimprimir la real
declaración de milicias de 30 de Mayo de 1767, arreglándola á
las reales resoluciones vigentes, cuyo trabajo se pasó al Minis-
terio de la Guerra; y le honró también S. M. nombrándole uno
de los vocales de la Junta de fortificación de la frontera de Fran-
cia, favorecida con el alto honor de ser presidida por su alteza
el serenísimo señor infante D. Carlos. Últimamente, en 16 de
Septiembre de 18 18, por un decreto especial de S. M., firmado
y rubricado de su real puño, fué servido nombrarle capitán ge-
neral y gobernador del ejército y reino de Galicia, de cuyos en-
cargos se posesionó en 19 de Octubre de 18 18. En Noviembre
de 18 1 9 pidió á S. M. su real licencia para venir á Madrid á
besar su real mano y de la reina nuestra señora doña María Jo-
sefa Amalia de Sajonia, con quien se había desposado. En 29 de
Enero del año 1820 recibió nueva real orden para que luego
volviese á encargarse del mando de Galicia, lo que ejecutó, á
590 BADAJOZ
pesar de que la humedad de aquel clima había sido perjudicial
á su padecer habitual de nervios y rogado á S. M. le exonerase
de aquel destino.»
Hasta aquí los datos biográficos de Venegas y Rodríguez
que encontramos en su hoja militar.
Consta que en 30 de Mayo de 1820 regresó Venegas á Ma-
drid, tomando nueva posesión de su destino, que desempeñó
largos años, pues tuvo que dimitirlo por la falta de vista y acha-
ques de la guerra.
El título de marqués de la Reunión de Nueva España se lo
concedió Fernando VII en 18 16 por los servicios que prestara á
España durante la época que fué virrey de Méjico.
En 1834 á 1836 fué nombrado procer por Extremadura.
Era hermano de D.* Antonia Venegas, marquesa del mismo
nombffe, y su hijo, D. Francisco Javier Guajardo y Venegas, fa-
lleció en Sevilla en 1882, llevando hoy el título del abuelo su
primogénito, casado con la hija del marqués de Villapanés.
CAPITULO XX
Usagre, Bienvenida y Villagarcía. —El cardenal Silíceo.
Llerena fué el «Arábica,» y diócesis del Priorato de San Marcos de León.
I-a Prioral. — La parroquial de Santiago.
Recuerdos de la Inquisición. — Llerena contemporánea.
Memoria de sus hijos célebres
I
ÁLLASE situado Usagre á unos 12
kilómetros de Zafra, por la vía fé-
rrea, y próximo á aquella villa,
Bienvenida. El primero de estos
pueblos se conoció en tiempo de los
romanos por el nombre de Ursa-
ria^ según unos, ó el de Urbs-sacrce,
según otros, aunque pudo tener ambos, en diversas épocas. Cuan-
do las guerras de Viriato suena ya un Ursacrce^ que tal vez fue-
se este mismo Usagre, pues aparece entre la Respublica-Regi-
nensis (Reina) y Arsa (Azuaga). Una calzada romana pasa junto
á Usagre que denuncia haber sido este lugar importante en la
antigüedad. Esta vía era la de Mérida á Sevilla, por Villafranca,
Usagre, Villagarcía, Llerena y Reina á Guadalcanal. Además
5Q2 BADAJOZ
tiene Usagre diseminados en sus inmediaciones restos fragmen-
tarios de la época más antigua, atribuyendo algunos autores el
origen de este pueblo á los celtas beturienses que precedieron á
los romanos en toda la extensa región lusitana. Tal afirmación no
puede pasar de conjeturas, porque hasta el presente ni lápidas
ni monumentos antiguos la robustecen. Aparece, sí, el nombre
de UrsacrcB trescientos años antes de Cristo, con probabilida-
des de que pueda corresponder al actual Usagre; empero sin
otra prueba mayor no podemos hacer afirmaciones. Cortés dice
que es pueblo de origen céltico, dándole el nombre de Ucultu-
nta, que perteneció á Calera de León, como diremos después,
autorizando la opinión de Rodrigo Caro y otros eruditos. Viu,
hablando de esta villa (i), dice lo siguiente:
«En Usagre también hay un mármol antiguo en la pared
exterior de la iglesia parroquial, que parece haber servido de
dintel á alguna puerta. En su plafón se ven algunos relieves de
mano tan maestra como la de los mármoles de Mérida; entre
ellos el de un Tyrso de Baco, la cabeza de una Victoria, dos
Grifos (2) y dos estrellas entre algunos florones. Aunque estas
preciosas molduras son sin disputa del tiempo de los romanos,
la inscripción que está grabada en medio de ellas es gótica, y
muy posterior, como si hubiera sido para reemplazar el fino
pincel con una basta brocha. ¡Qué daño ha hecho á las artes el
celo mal entendido de la religión! Estos dos versos latinos, que
como enigmas no atinamos á traducir, pues no somos Edipos,
ocupan el fondo del mármol:
seis ONOR SVMMVS MODEFREDI MEMORIA IVGIS
FLORE ADSPORTIS CARA CVM CONIVIAE SACRIS.
»Ni sentido, ni rima vemos aquí en esta ignorancia, ni aun
(i) En su Extremadura^ tomo I. pé.^. 22$.
(2) El Grijo^ tomado por los romanos de los griegos, y por estos de los egip-
cios, se figuraba así: medio cuerpo superior de águila, y el inferior de león.
BADAJOZ 593
ortografía. Para mayor vergüenza de quien los pusiera, debemos
añadir que ambos ocupan un solo renglón. Seis querrá decir
Sancízs^ en abreviatura, y el Adsportis será Adsportalis. Allá en
confusión inferimos que un Modefredo, de unión con su mujer,
haría alguna traslación de cosas sagradas ó de santos al templo
romano á que correspondía el mármol. De todos modos en el
Coniviae puede verse acaso el origen de \diJota castellana, pro-
cedente de la I latina, empezando á usarse en lugar de G algo
fuerte, pues Coniviae es Conjuge. %
En Nuestra Señora de los Ángeles no se ven otros restos
de antigüedad, aparte de la inscripción á que se hace referencia
por Viu, bien que restaurado todo el edificio en 1 8 1 9, quizás
hayan quedado ocultas otras piedras antiguas bajo el encalado
moderno.
La casa llamada de la Encomienda, que perteneció al gran
Duque de Luca, no ofrece tampoco nada de particular.
Bienvenida es población moderna. Su origen no se remonta
á más allá del siglo xii. Su parroquial, Santa María de los Án-
geles, es de un trazado pretencioso, y en su portada del S. se
ven adornos de buen gusto.
Diez kilómetros más allá se halla Villagarcía, ciudad fundada
por los celtas con el nombre de Ínter eatia- Vaccceor^ citada fre-
cuentemente por Plinio y los geógrafos antiguos, como población
de importancia entre los pueblos iberos. En el cerro al O. se ven
las ruinas de su romano castillo, destruido en parte en 18 10 por
orden del general Morillo; pero queda en el centro de la forta-
leza una torre cuadrada como de 32 metros de alta por tres de
ancha y cuyos muros son indestructibles. Cuando se construía
el convento de la orden de la Merced descalza, cuyo edificio se
conserva en pie, aparecieron varios sepulcros y piedras con ins-
cripciones ilegibles. De las que pudieron leerse cítase la siguien-
te sepulcral :
75
594 BADAJOZ
CASSIA. SVTÍACI
EXORATA. AN. XXXll
H. S. E. S. T. L. Q. SAENIVS.
CRESCES. USORI
D. S. F. C.
Dice así: t Casia, hija de Sutiaco, de edad de treinta y dos
años, está aquí sepultada, etc. Quinto Saenio Crescesio hizo
construir este túmulo de su bolsillo á su mujer. »
La voz exorata no viene bien en su sentido propio, que es
solicitada con ansian más bien es el de llorada ó también espo-
sa, cuya mano había costado muchos sacrificios al bueno de
Quinto Saenio.
No sabemos de otros restos romanos en Villagarcía, donde
los árabes habitaron y tuvieron un punto de resistencia contra
los cristianos de Andalucía. En el cerro N.E. se- encuentra un
sitio denominado la Mezquita, donde es fama que tuvieron una
los árabes, que fué destruida en el siglo xiii, encontrándose hoy
por aquel sitio restos de edificios y sepulcros muy antiguos.
Cuando se levantaba la ermita de San Pedro, hoy arruinada, se
halló un gran sepulcro de piedra de grano, igual á los que
aparecen en el sitio de la Mezquita, y que los vecinos de la
villa aprovechan como pilas para dar agua á las caballerías.
II
En esta villa, que formó parte del señorío del duque de
Osuna, vio la luz el célebre cardenal D. Fr. Juan Martínez Gui-
jarro, mayormente conocido por el nombre del Cardenal Silíceo^
teólogo profundo, nacido en 1 486 de padres muy humildes. Su
destino, pues, hubiese sido como el de ellos, vegetar muy po-
brísimamente en el campo, si su carácter no le hubiera hecho
BADAJOZ 595
aborrecer la oscuridad de aquella condición y aspirar á otra
carrera más grande. Muy joven era cuando estos pensamientos
le arrancaron de la casa de su padre con intentos de ir á Roma
á probar fortuna, pero la falta de medios para proseguir su
viaje le retuvo en Valencia, donde estudió filosofía. Allí se gran-
jeó pronto por amigo á un religioso, con el cual pasó á París á
los veintiún años de edad, y en aquellas escuelas prosiguió sus
estudios sustentándose de limosnas, hasta que un caballero,
cuyo nombre no conserva la historia, prendado de sus bellas
cualidades, le llevó á su casa, librándolo de la indigencia.
La fortuna después le abrió los brazos y empezaron á cum-
plirse sus deseos. Á los tres años de su residencia en París le
hicieron catedrático de filosofía, destino debido á su aplicación
extremada y á su afición al estudio.
Allí fué donde latinizó su apellido de Guijarro y se llamó
Silíceo^ mudanza que prueba el pedantismo del siglo xvi, y tal
vez la flaqueza de nuestro héroe, que quizá se avergonzaría de
ver la humildad de su origen, en lo grosero de su apellido. Por
entonces, deseando la universidad de Salamanca reformar los
estudios de filosofía, envió á París dos comisarios á escoger el
regente de artes más docto que encontrasen, y convidarle á ve-
nir á España á cualquier precio. Silíceo fué el elegido, y regre-
sando á su país, estando de profesor de filosofía en Salamanca,
logró una beca en el colegio mayor de San Bartolomé, de donde
mayormente su reputación le sacó, tiempo andando, para ma-
gistral de Coria.
Pero éstos eran los ensayos de una carrera mucho más bri-
llante. Cuidando la emperatriz, madre de Felipe II, de dar un
maestro á su hijo, puso sobre los hombros de Silíceo el cargo
de instruirle, eligiéndole entre los hombres más célebres que
entonces se conocían. Cuál fuese el fruto de sus máximas y en-
señanza en el entendimiento y carácter de su real alumno, las
acciones y reinado de Felipe pudieran manifestarlo, si la capaci-
dad de un maestro tuviera tanto influjo en la educación de un
596 BADAJOZ
príncipe como tiene á veces en la de los particulares. Dícese
que le enseñó las letras patrias, la lengua latina y otros conoci-
mientos. Si los cuidados de Süiceo se limitaron á desplegar las
luces de aquel príncipe, es innegable que tuvieron un efecto co-
nocido. Nadie ha tachado á Felipe II de falta de talento : era
activo y laborioso: velaba de continuo sobre todos los ramos
del gobierno; su penetración se extendía á todos los gabinetes de
Europa, á todos los puntos de la inmensidad de sus vastos Es-
tados; conoció, apreció los hombres y los talentos, fomento de
las bellas artes. Es cierto que la historia no somete las mismas
ventajas á su carácter moral; pero en las acciones y escritos de
sus maestros nada hay análogo á los funestos principios que se
le imputan, y Silíceo jamás será responsable de ellos á los ojos
de la posteridad.
Sus servicios fueron pródigamente recompensados, y aquel
mismo hombre, que saliendo de la humildad de los campos se
sostuvo sirviendo en Valencia, y estudió mendigando en París,
se vio después obispo de Cartagena, arzobispo de Toledo
en 1546, y ornado al fin de su vida con la púrpura de cardenal,
en 1555, por bula de Paulo IV. En esta elevación Silíceo^ igual
á los honores que le rodeaban, manifestó tal grandeza de espí-
ritu y se portó en todas ocasiones de lucimiento con una mag-
nificencia y bizarría que hicieron olvidar enteramente la peque-
nez de sus principios. Naturalmente activo y aplicado en las
cosas arduas, era descuidado y flojo en las de poca importancia,
y su carácter desabrido y poco flexible le tuvo siempre separa-
do del gobierno y de los negocios pt3blicos.
No se llega á tan altos puestos siendo una vulgaridad. Y
el cardenal Silíceo probó más de mil veces que era una ilustra-
ción española de su siglo; es más, una figura notable en toda
Europa.
Escribió muchas y buenas obras.
Conocemos de él las siguientes:
i.^ Defensorium Statuti Toletani.
BADAJOZ 597
2.* De Divine domine yesu per numen Teregramaton sig-
nicator (París, 1550).
3.* In Aristótelis Periermenias^ Priores, Posteriores ^ Tó-
pica ei eleneos (París, ín fol. ¿1543?).
4.* Aritmética iheorica et practica {?^tIs^ 15 Hi Y Valen-
cía, 1544, in 4.°)
5.* Suisset Angli aptis^ etc. (Salamantia, 1520, ¡n fol.)
6.* In cantiam Magnificat.
7.* In Orationem Dominicam et Salutationem Angelicam
explicationes dtuB (Toleti, 1550, in 8.®)
Por la simple lectura de estos epígrafes se viene en conoci-
miento del talento prodigioso que tenía el cardenal Martínez
Silíceo, que falleció el 31 de Mayo de 1557, cuando cumplía 71
años de edad.
III
A ocho kilómetros de Villagarcía aparece Llerena, ciudad
moderna según todas las crónicas, pues debe su origen á los
maestros de la orden de Santiago, titulándola así, del nombre
que daban los moros al sitio que ocupa; mas Llerena es deri-
vado de Llera, y Llera no parece nombre árabe. Cerca de Lle-
rena hay un santuario denominado Nuestra Señora de Lara,
que le viene el nombre de Ara y del mismo debemos suponer
viene Llera y Llerena, en cuyo caso significa el uno el Ara, y el
otro la de la Ara, de donde vendría Llerena. Por esta razón en
vez de reducir á ella Regina^ como algunos lo hacen, podría
reducirse Arábrica, ó sea la ciudad del Ara.
Sin embargo de esta deducción que nosotros hacemos, como
más lógica, hay quien la considera como la antigua Regina- Tur-
dulorum, que es la villa de Reina, á cinco kilómetros de Llere-
59^ BADAJOZ
na, y distinta de otra Regina^ del convento jurídico gaditano, y
hoy Alcalá de los Gazules.
Llerena no remonta su origen á más allá del siglo ix. Los
sarracenos la dominaron hasta 1 241, en que la ganó el XIII gran
maestre de la Orden de Santiago, D. Rodrigo de íftiguez, rei-
nando D. Fernando III el Santo ^ y contribuyendo muy eficaz-
mente á la conquista el obispo de Coria, D. Jaime de Sanguine-
to, que con sus numerosas huestes prestó auxilios de gran valía
al maestre de Santiago, en las guerras contra los moros.
El XIV maestre, D. Pelay Pérez Correa (que en sus privi-
legios se le llama D. Pae Pérez), hizo de esta ciudad el asiento
y morada de los maestros de su orden, adquiriendo con esto
Llerena gran importancia, hasta el extremo de haber convocado
en ella Cortes generales del reino, en 1340, el rey D. Alonso XI
de Castilla, Cortes que fueron muy célebres por las deliberacio-
nes y acuerdos que se tomaron en ellas, ora referentes al orden
político del reino de Castilla, ora también para su organismo
económico.
Desde el siglo xv Llerena tomó gran incremento como pue-
blo más importante que la orden de Santiago tenía en Extre-
madura, después de Mérida. Elevada su categoría á diócesis,
veré nuZ/tus^ con el título de Priorato de S. Marcos de Lebn^
por ser esta real casa la matriz en la ciudad de León, se le die-
ron para su jurisdicción prioral hasta 38 pueblos, con 43 pa-
rroquias, II de anejos, 35 conventos y 103 santuarios, regidos
todos estos templos por 42 párrocos, 42 tenientes, un benefi •
ciado, 272 capellanes y 182 dependientes, perteneciendo sus
parroquias 1 3 á la categoría de entrada, 8 á la de primer as-
censo, 1 5 de segundo término y 7 de término.
El provisorato ó partido eclesiástico de la orden de Santia-
go, que residía en Llerena, tenía también jurisdicción sobre las
vicarías de Jerez de los Caballeros y Santa María de Tudia, con
los siguientes pueblos: Azuaga, Ahillones, Berlanga, Bienveni-
da, Calzadilla de los Barros, Casas de Reina, Campillo, Fuente
BADAJOZ 599
del Maestre, Fuente del Arco, Granja de Torrehermosa, Guadal-
canal, Hínojosa del Valle, Hornachos, Llera, Maguilla, Medina
de las Torres, Puebla de Sancho Pérez, Puebla del Prior, Reta-
mal, Ribera del Fresno, Santos de Maimona, Usagre, Valverde
de Llerena, Valencia de las Torres y Vicarías de Jerez y Tudia.
IV
Con estos antecedentes puede el lector formarse una idea
aproximada de lo que Llerena pudo ser en el siglo xvi, cuando
su apogeo, y de cuya época datan sus mejores edificios. Uno de
estos es la parroquial de Nuestra Señora de la Granada, de
curato de término y patronato de S. M., que lo provee á pro-
puesta del tribunal especial de las órdenes Militares, como per-
teneciente á la de Santiago. Era la primera y principal de la
diócesis ó priorato y estuvo servida por el párroco, dos te-
nientes, 17 presbíteros, un sochante, un sacristán mayor, dos
menores, un organista, cuatro acólitos, un maestro de ceremo-
nias, un follador y campanero, nombrados todos, á excepción
de los acólitos, que lo son por el párroco, por el Ayuntamiento,
en representación del Gran Maestre: entre los 1 7 presbíteros
citados, 8 son seculares y capellanes del rey, cuyas capellanías,
fundadas por D. Juan Escudero, son de propiedad del tribunal
de las órdenes.
El edificio de esta prioral es sólido, de orden compuesto,
formando un agradable aspecto sus dos cuerpos superiores ar-
queados de la fachada principal, coronados por una elegante
balaustrada. La portada es sencilla y en carácter con todo el
edificio, construido todo él de piedras y ladrillos. La torre es de
ladrillo solo. Mide 56 metros de alta y sus ángulos están coro-
nados por cuatro torrecillas de dos cuerpos, y en su centro otra
600 BADAJOZ
mayor, bajo una ñgura colosal de hierro, que gira como veleta.
El reloj aparece entre las dos torrecillas que miran á la fachada
de la plaza.
El hermoso templo de esta prioral lo forman tres espacio-
sas naves, dos coros, alto y bajo, con órgano, ornamentación y
alhajas suñcientes para el culto con todo lujo. Las capillas de
las laterales son modestas, pero no así la de San Juan Bautista,
patronato especial del Conde de Santa Coloma y de Cifuentes,
el cual provee las capellanías, y los individuos que las obtienen
están sujetos al obispado de Badajoz, cosa extraña y por demás
anómala, tratándose de una capilla enclavada en un templo per-
teneciente á las órdenes militares.
Fué fundada esta capilla á expensas del Licenciado D. Luís
de Zapata, jurisconsulto distinguido, nacido en la ciudad de Lie-
rena el año de 1486. Estudió en Sevilla, y después de haber
sido juez y oidor á los 36 años, recibió el encargo de redactar,
con otros magistrados, las Leyes de Toro^ trabajo en el que llevó
la principal parte.
Los Reyes Católicos le llamaron á su lado para oir sus con-
sejos, sirviendo mucho su opinión para inclinar el ánimo de Isa-
bel I en la empresa del ilustre Cristóbal Colón, no menos que
en la prosecución del sitio y toma de Granada.
También cultivó la poesía, pues de él conocemos una curio-
sa obra denominada Cario famoso^ poema en un tomo, impreso
en Valencia el año de 1566, y del que se cita otra edición en
Madrid, en 1590, con el retato del autor.
En el año de 1 5 1 9 fundó Zapata esta capilla, dotándola de
9 sacerdotes (uno de ellos es capellán mayor, presidente y dig-
nidad eclesiástica), 6 capellanes de número y dos capellanes me
ñores, dos sacristanes nombrados por el patrono, dos acólitos y
un organista.
Puede muy bien decirse que la capilla de San Juan Bautista
es una parroquial, y que las dos complementan una buena cate-
dral propia para el Priorato de Llerena.
LLERENA.-Parboqui*
Sigue en importancia histórica á la Prioral, la parroquia de
Santiago, cura-
to de segundo
ascenso, y tam-
bién de la Or-
den de San-
tiago.
El XL gran
maestre de esta
orden, el famo-
so D. Alonso de
Cárdenas, suce-
sor, en el maes-
trazgo, del mar-
qués de Villena,
fundó este tem-
plo en los mejo-
res tiempos del
reinado de los
Reyes Católi-
cos, cuando
por muerte de
don Rodrigo
Manrique , con
LLERENA. — PARHOguiA de Santiago quien Compar-
tía el maestraz-
go (i), fué él solo quien dirigió la orden, siendo el último gran
(i) D. Alonso (le Cárdei
general porque se
BADAJOZ 60*^
maestre, porque á su muerte entraron los reyes á gobernarla,
por bula del papa Alejandro VI, confirmada más tarde por su
sucesor Adriano.
D. Alonso dotó su fundación de un párroco (también de la
orden), 6 capellanes coadjutores de provisión del conde de la
Puebla; 3 presbíteros exclaustrados, el uno con el destino de
teniente y otro con el de sochantre, nombrados por el diocesa-
no; 2 sacristanes, nombrados por el referido conde, como pa-
trono, y 3 acólitos de nombramiento del diocesano.
El edificio es irregular en un trazado de E. á O., con una
espaciosa nave, coro alto y bajo, un órgano y los ornamentos y
alhajas suficientes al culto. Modesto en un todo este templo,
tiene una portada del mejor gusto de la época, con una ventana
alta sobre dicha portada que atestigua cierto gusto de gran puré-
za en el orden gótico, por parte de los artífices que la dirigieron.
Su interior ofrece poco interés, porque los patronos de este
templo lo tienen abandonado. Los altares de las capillas, las es»
culturas, los cuadros que adornan sus muros, es de la época,
pero todo ello en el peor estado.
Algunos sepulcros antiguos se ven aún en las capillas. El que
despierta más interés histórico es el del fundador, XL y último
gran maestre de la Orden de Santiago, D. Alonso de Cárdenas,
que dispuso en su testamento fuese sepultado en esta iglesia.
VI
En los primeros años del siglo xvi se estableció en Llerena
el tribunal del Santo Oficio para juzgar los reos y entender en
dividió el maestrazgo entre él y D. Hodrigo Manrique, el cual fué maestre de la
provincia de Castilla y D. Alonso de la de León, con la condición de que fuese
maestre general el que sobreviviese: muerto D. Rodrigo, hubo todo el maestrazgo
D. Alonso.
604 BADAJOZ
los procesos de los acusados en los obispados de Coria, Badajoz
y Plasencia, y los Prioratos, Vicariatos y Abadías de jurisdiccio-
nes independientes establecidas en el suelo extremeño. Con este
motivo Llerena tiene cierta importancia histórica en los anales
del odioso y odiado tribunal, especialmente en su tercera épo-
ca (i), cuando más se abusó del secreto de la confesión y de la
delación para llevar al tormento á miles de inocentes.
En los primeros años que actuó el tribunal religioso en Ex-
tremadura, más parecía haberse establecido para castigar á los
propios eclesiásticos que para entender en delitos perpetrados
por los laicos. El clero en Extremadura, por lo que toca al que
le componía en el siglo xvi, no era modelo de virtudes. Testi-
monio de mayor fe lo es en esto las propias Constituciones dio-
cesanas de Badajoz, Plasencia y Coria, y principalmente las
primeras, que cargan la mano al clero inferior por sus abusos
del confesonario, pues no bastó mandar trasladar estos á sitios
públicos, decentes y cómodos, é imponer penas de 6, lo y 15
ducados á los que confesasen á mujeres de noche, sino que tuvo
(i) El 2 2 de Abril de 1478 los Reyes Católicos establecen en España el tribu-
nal de la Inquisición. En tres épocas puede dividirse la historia de la Inquisición,
según un autor. Primera : desde el siglo xiii, en que por primera vez se introdujo
por delegación pontificia la facultad de inquirir y castigar á los herejes; segunda:
desde el siglo xv. en el año 1478, en que los Reyes Católicos, por breve de Six-
to IV, la restablecieron contra los judaizantes y moros ; y tercera : contra los pro-
testantes desde Felipe il hasta su supresión por Napoleón I y Cortes del año i 2 en
nuestro siglo.
La segunda época es la que comprenden los siglos xiv y xv, durante la cual
quedó en desuso en España, hasta que en el último tercio del siglo xv la pidió el
pueblo irritado contra los judíos por su conducta tiránica como recomendadores
de los impuestos y rentas públicas, y como usureros y prestamistas. De aquí las
sangrientas matanzas en muchas ciudades de Castilla y Aragón á causa del furor
del pueblo oprimido y alentado por el clero, librándose algunos de estas matanzas
haciéndose cristianos y siendo conocidos con el nombre de judaizantes.
Pronto á estos nuevos cristianos se les atribuyeron todo género de atrocida-
des, falsas ó verdaderas, y los Reyes Católicos pidieron á Sixto IV el estableci-
miento de la Inquisición. El corazón sensible de D.« Isabel, dejado llevar de su
debilidad de mujer, le llevaron á fundar la nueva institución creada en Sevilla,
y que luego se hizo extensiva á Aragón, siendo Torquemada el primer inquisidor
general y quien organizó definitivamente este tribunal con una instrucción com-
puesta de 28 artículos.
BADAJOZ 605
que expedir Pío IV, en 16 de Abril de 1564, autorización ex-
presa al inquisidor general para castigar los delitos que el clero
seguía cometiendo, sin que los prelados lograsen corregirlos.
Más tarde Clemente VIII se vio obligado á reproducirla, en 3 de
Diciembre de 1592, y los obispos pacenses á insertarla íntegra
fijándola á las puertas de los templos, para dar mayor fuerza al
título De panitentiis et remisionibus^ llevándola después á sus
propias Sinodales, como aparecen en las de Fr. Francisco Roys
y Mendoza, libro publicado en Madrid, en 1 671, con el título
de Constituciones promulgadas por el ilustrisimo y reverendisi-
nto señor D, Fr, Francisco de Roys y Mendoza ^ catedrático que
fué de vísperas de theologia de Salamanca, prior electo del sacro
convento de Calatrava^ de la Junta real de la Concepción, pre-
dicador de S, Af., obispo de Badajoz, electo arzobispo de Grana-
da^ vicario general del Real exército de Extremadura^ del Con-
sejo de S, M, — En la santa synodo que celebro dominica de
Sexagésima i.^ de Febrero de i6yi años.
La secta aparecida en Extremadura, tal vez antes que en
algún otro punto de España, de los llamados Alumbrados^ ó
Iluminados por otro nombre, dio motivo á los primeros proce-
sos del Santo Oficio de Llerena. Fr. Alonso de la Fuente da
amplias noticias de estos sectarios (i), contra quienes parece
que la Inquisición encendió varias veces sus hogueras para dar
buena cuenta de los curas y frailes contaminados del vicio gro-
sero del sensualismo.
El primer auto de fe celebrado públicamente por la Inquisi-
ción de Llerena contra los alumbrados, data del año 1577, y
entre los que sufrieron castigo aparece Hernando Arpero y Al-
varez, presbítero y teólogo, llamado el bachiller Hernando Al-
(i) Alumbrados. Papeles que dio contra ellos el Maestro Fr. Alonso de la Fuen-
te, fraile del orden de Santo Domingo y contra los Teatinos ó Jesuítas y vindica-
ciones de estos. (Sala de ms. de la Universidad de Salamanca, est. 3, cajón 2.**,
n.*» 31).
6o6 BADAJOZ
varez, nacido en la villa de Jerez de los Caballeros el año
de 1517, hijo del capitán Juan Arpero y de María Alvarez.
En 1570 estaba de cura en Villanueva de Barcarrota, ejercien-
do la confesión, y contaminado de las doctrinas de los ilumina-
dos se le formó causa por la Inquisición. B. J. Gallardo tuvo una
copia de la sentencia dictada por el Santo Oficio en este proceso,
documento curioso que registran los eruditos con el siguiente
nombre: Sentencia de los señores inquisidores de Llerena contra
los teatinos y los alumbrados que fueron hallados en su distri-
to (Ms.) Por este documento sabemos el nombre de los penados
por el Santo Oficio, que fueron los siguientes:
El bachiller Hernando Arpero y Álvarez.
El P. Chamizo.
Juan García, clérigo de Almendralejo.
El bachiller Rodrigo Vázquez, cura de La Morera.
Fr. Pedro de Santa María.
Juan Bernal, zapatero de Llerena.
Mari Gómez, vecina de Barcarrota.
El doctor Cristóbal de Mexía, clérigo de Zafra.
El bachiller Hernando de Écija, de Villafranca.
Francisco Gutiérrez, clérigo de Zafra.
María Gutiérrez, de Zafra.
Leonor López, de Zafra.
Zamora Sánchez.
Gaspar Sánchez.
María Clemencia Sánchez.
Rodrigo Vázquez.
Entre estos 1 6 iluminados se encontraban 1 1 sacerdotes.
Todos sufrieron castigos, más ó menos rigurosos, con el ba-
chiller Hernando.
El segundo auto de fe se celebró en Llerena contra Fr. Fran-
cisco de la Parra, religioso descalzo, nacido en la villa de La Pa-
rra el año de 1586. Á los 16 años tomó el hábito, y en 1628 era
uno de los frailes más austeros y santos de la comunidad que se
BADAJOZ 607
albergaba en el convento de Burguillos, del que más tarde fué
su guardián, como lo fué también del de Fuente de Cantos y de
Fuente del Maestre. Distinguíase de entre todos sus colegas
por la fama de que gozó largos años por sus sermones y la pre-
ferencia que le daban las más fervientes beatas para la confesión.
Cuando estaba de guardián en el convento de la Fuente del
Maestre, fué acusado á la Inquisición por t hereje, iluminado y
tentador de la carne, y como discípulo de Satanás,» según se
declara en su proceso. De las actuaciones seguidas en éste se
sabe que pecó con treinta y cuatro mujeres en el acto de la con-
fesión; con mayor número de monjas también tuvo actos de obs-
cenidades, y muy especialmente con Sor Ana del Espíritu Santo,
beata profesa de la orden de San Francisco, natural y vecina de
la Fuente del Maestre, y cuyo verdadero nombre era el de María
Alonso Guerrero. Esta mujer, llamada la Negrita^ por distin-
guirla con este nombre Fr. Francisco de la Parra, se creía santa
y así la llamaba éste, atribuyéndola virtudes y gracias divinas
que nunca tuvo.
En la biblioteca del Monasterio de San Lorenzo, en el Esco-
rial, se encuentra un original (letra E, 2 1 , c. 2 1 , letra del siglo xvii)
que los eruditos registran con este nombre: Autillo del P. Parra
Molinista^ en Llerena (manuscrito, folio 348). Basta leer este
raro proceso para saber que, en efecto, el P. Parra era de los
iluminados, sin que le sirvieran los cinco años y tres días de
prisión en las mazmorras inquisitoriales y la pena que le impuso
el Santo Oñcio para arrepentirse de los delitos que le acusaban,
porque aun después del castigo sufrido seguía proclamando los
milagros de su Negrita y otros excesos, por lo que parece que
nuevamente le prendieron, concluyendo sus días en las prisiones
de la Inquisición.
Otro auto público de fe se celebró contra varios y entre estos
el sabio Dr. D. Antonio de Castro, notable médico, que tuvo
cierta celebridad en el siglo xviii. Había nacido en Azeuchal el
año de 1679; se había educado en Salamanca, y en 1701 ejer-
6o8 BADAJOZ
cía con gran acierto la medicina en Badajoz primeramente, y en
Villafranca, Almendralejo y Azeuchal después.
En el año de 1722 parece que fué denunciado á la Inquisi-
ción de Llerena. No tenemos noticia de este proceso, ni conoce-
mos, por tanto, la causa de la prisión que sufriera el profesor
extremeño; pero en un papel que anda entre curiosos, impreso
en Sevilla el año 1726, se cita su nombre entre el de los reos
que comparecieron al auto público celebrado el 26 de Agosto
de 1725. He aquí el título de este impreso:
— Escudo de la Inquisición, — Relación de los Autos particu-
lares de Fe, que el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición
de Granada celebró en la iglesia parroquial del Señor Santiago
de dicha ciudad^ el dia 24 de Agosto de este presente año de 1725 ^
y el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de Llerena^ en
la iglesia parroquial de Nuestra Señora Santa María de la
Granada de dicha ciudad, el dia 26 de Agosto de dicho año, Y
de los reos que salieron en ellos.
Los de Llerena fueron:
Antonio Castro, natural de Azeuchal.
Juan Bautista Rodríguez, (a) Matnuel, escribano de Horna.-
chos.
Isabel María Méndez, vecina de idem.
Isabel Rodríguez.
María Rodríguez, natural de Guadalcanal.
María de la O. Rodríguez, de idem.
Francisca Bernarda Rodríguez, de idem.
Juliana María Méndez, vecina de Hornachos.
Gabriel Fernández Romo, vecino de Badajoz.
Juan Antonio Blando, idem, id.
Es digno de notarse dos circunstancias: primera, que á este
auto sale como reo el escribano Rodríguez Samuel, pariente del
ilustre pedagogo é instructor de sordo-müdos, Jacobo Rodríguez
Pereira, natural de Berlanga, y que, como su padre y familia, huyó
de España temiendo las persecuciones que todos los suyos,
BADAJOZ 609
como hebreos de origen, sufrían; y segundo, las víctimas que la
Inquisición de Llerena hizo en los que llevaban el apellido de
Castro.
Tres meses después de celebrarse el anterior auto de fe, los
vecinos de Llerena acudían á la plaza pública á presenciar otro
contra varios herejes y en el que también aparece el licenciado
D. Simón de Castro y Antúnez, distinguido profesor médico,
nacido en Badajoz el año de 1670. Estudió en Salamanca, y des-
pués de un viaje á Madrid, donde pasó algún tiempo en la clínica
de los hospitales, se estableció en Badajoz en 1 7 1 6, como mé-
dico militar, gozando de gran fama por las curas que hacía, lo
mismo en los enf<^rmos que trataba de Badajoz y su provincia,
como de los portugueses que también querían consultarle en sus
dolencias.
Cuando más nombre adquiría, en 1720, fué acusado á la In-
quisición de Llerena, á donde le llevaron preso, no sabemos por
qué delito; pero consta que en 1722, el 30 de Noviembre, salió
al auto público de fe, celebrado en dicha ciudad con inusitada
pompa. Noticias da de este auto el siguiente impreso : Relación
de los reos que salieron en Auto público de Fe á la Iglesia de
Nuestra Señora de la Granada de esta ciudad de Llerena^ lunes
JO de Noviembre de 1^/22 años^ día de San Andrés Apóstol.
He aquí los reos que salieron al auto:
Ana Mercado, natural de Badajoz.
Ana de Torres, de idem.
Antonio Mercado, de idem.
Baltasar de Castro, de Zafra.
Beatriz Josefa Campos, de idem.
Beatriz del Valle, de Villanueva de la Serena.
Francisca de Castro, de idem.
Fernando Zamora, del Montijo.
Fernando de Castro, de Villanueva de la Serena.
José de Castro, de idem.
Lorenzo Savaris, de Casatejada.
77
6lO BADAJOZ
Leonarda María López, de Salorino.
Leonor del Valle, de Villanueva de la Serena.
María Antonia de Castro, de idem.
María Antonia del Valle, de idem.
Manuel Mercado de Noroña, de ídem.
María Fernández Romo, de Badajoz.
María de Bargas, de Guadal canal.
Estos diez y nueve sufrieron la pena impuesta por el Santo
Oñcio, juntamente con el médico Simón de Castro.
No conocemos los pormenores de esta causa; pero apunta-
remos una coincidencia: En el auto celebrado el 30 de Noviem-
bre de 1722, comparecieron Baltasar de Castro, María Antonia
de Castro, Francisca de Castro, José de Castro, Simón de Cas-
tro y Fernando de Castro. En el celebrado el 26 de Julio de 1 723,
aparecen Blanca José de Castro é Isabel María de Castro. Y en
el de 1725, vemos al Dr. D. Antonio. No parecía sino que la
Inquisición de Llerena se proponía exterminar á todos los extre-
meños que llevaran el apellido de Castro. Los Cárdenas y los
Bargas no dieron menos contingente á las hogueras inquisito-
riales.
En 1 601, 1602, 1603 y 1662 se celebraron autos de fe para
juzgar á diversos reos, en su mayoría eclesiásticos, y casi todos
frailes (i) y algún que otro seglar de familias hebreas á ára-
bes (2).
En 1723, el 26 de Julio; en 1725, el 1 1 de Mayo; y en igual
año, día 24 de Agosto, también se celebraron autos, en la plaza
de la iglesia de N.^ S.^ Santa María de la Granada, con fiestas
públicas á que concurrían gentes de ambos reinos, como ocurrió
con el auto de mediados del siglo xvii, que fué por su impor-
(i ) Descripción de la Inquisición y número de las de España, con algunos autos
de la de Llerena en i6oi^ 1602 y 160^, por Francisco del Castillo (Sevilla, 160S1
tom. en 4.*)
(2) Lisia de los moriscos de la Inquisición de Llerena en i$g4. (Ms. fol. 100
fojas de la biblioteca de B. J. Gallardo.)
BADAJOZ 6il
tancia y la solemnidad con que fué ejecutado, uno de los más
imponentes que celebró el Santo Oficio de Extremadura.
El acto tuvo lugar el 23 de Abril de 1662. Se ejecutaba la
sentencia de un buen número de infelices víctimas que acaso no
tuviesen otro delito que el no ser cristianos á la manera que el
cristianismo lo entendían los familiares y altos puestos del Santo
Oficio. En el archivo del Ayuntamiento de Llerena registrába-
mos poco há, el acta de todo lo ocurrido en este auto, de cuyo
curioso documento tomamos los siguientes párrafos:
€ Gaspar Díaz de Aguilar y Cristóbal de Aguilar, escri-
banos del rey nuestro señor y del ayuntamiento de esta ciudad
de Llerena, damos fe; y verdadero testimonio: que en libro de
acuerdos de este Ayuntamiento, consta y parece la forma que
se tuvo y observó con el señor maestre de campo Don Pedro
Antonio de Aguilar y Ponce de León, caballero de la orden de
Santiago, gobernador y justicia mayor de esta provincia de León,
y con esta ciudad de Llerena, en la concurrencia con el Tribu-
nal del Santo Oficio de la Inquisición de ella, en el auto público
general de fe que se celebró por el dicho Santo Oficio en la
plaza pública de dicha ciudad de Llerena el domingo 23 días de
este presente mes de Abril y año de la fecha, lo cual según el
dicho libro de acuerdos y papeles, fué y se hizo en la forma y
manera siguiente:
c aquel día por la mañana se juntaron en las casas del
señor maestre de campo D. Pedro Antonio de Aguilar y Ponce
de León, caballero de la orden de Santiago, gobernador de esta
provincia, los señores licenciados D. Alonso Gómez Rubio, Al-
calde mayor de ella; D. Alonso Morillo de Orfega, Alonso He-
rró de Chaves, D. Pedro de Segura, Alonso Méndez Muñoz,
D. Antonio Cantado, Francisco Ortiz Yáñez, Manuel García de
Araujo, D. Cristóbal Lozano, D. Bartolomé Caperuza de la
Fuente, Cristóbal de Toro, regidores perpetuos de esta Ciudad;
Alonso Contía Lozano, mayordomo de ella; D. Francisco Pica-
zo de Avalos, alguacil mayor; Alonso Calderón Barba, contador;
6í2 BADAJOZ
Cristóbal de Aguilar, escribano del Ayuntamiento; Bartolomé
de la Pompa y Antonio Martín Corrales, procurador de la ciudad;
Domingo González y Antonio Real, maceros, con sus ropas de
damasco y terciopelo carmesí, con sus mazas de plata y todos
puestos á caballo con el dicho su gobernador, por vivir su mer-
ced en la plazuela de Santiago, en casa del secretario Juan de
Liaño, por sus antigüedades fueron la calle de Santiago arriba
y en esta forma llegaron al tribunal de la Inquisición de esta
ciudad, de donde salían los penitenciados y demás reos en la
forma que el Santo Tribunal acostumbraba, y habiendo llegado
á la ciudad y envió recado á los tres inquisidores como estaban
allí, los cuales señores inquisidores salierQn en sus muías ne-
gras con gualdrapas y tocadores de terciopelo negro, y después
de los reos siguió la procesión en los términos siguientes:
> Siguiéndole en dos coros á mano derecha de los señores el
dicho señor gobernador, con vara alta de justicia, á caballo, con
su gualdrapa de terciopelo negro, y adelante iban los secreta-
rios del Santo Tribunal y demás ministros, y remataba con el
alguacil mayor, que al presente era D. Juan Morales, caballero
de la orden de Santiago, vecino de Zalamea de la Serena, y al
lado izquierdo de dichos señores inquisidores iba el juez ordina-
rio eclesiástico en una muía con su gualdrapa, y le siguieron por
dicho lado izquierdo de la ciudad, comenzando desde el dicho
señor alcalde mayor y señores regidores y demás ministros y
oñciales, hasta rematar en los maceros, todos por sus antigüe-
dades, y á caballo, como va dicho, y delante de los señores in-
quisidores y del dicho señor gobernador y del juez ordinario,
que todos cinco iban en una hilera igualmente, y una el -señor
fiscal del dicho Santo Oficio con el estandarte de la Fe llevando
las borlas de la derecha D. Pablo de Salazar, caballero de la
orden de Alcántara, digo de Calatrava, alguacil mayor de la
Inquisición de Granada, que se halló en esta ocasión en esta
ciudad; y la borla izquierda llevaba D. Pedro de León y de la
Rocha, fiscal de la Suprema y general de Inquisición y presiden-
BADAJOZ 613
te en esta ocasión, que para ello vino, y en esta forma fueron
desde el Tribunal, dando vueltas por la plazuela de la Inquisi-
ción y entrando por la calle de Santiago y prosiguiendo por la
de las Armas á la Plaza, hasta la puerta del tablado que se ha-
bía hecho para celebrar dicho auto de fe, y habiéndose apeado,
subieron en la forma referida y tomaron su lugar, que para ello
estaba dispuesto, que fué su planta en esta forma:
>E1 Santo Tribunal mandó hacer un tablado en la forma y
planta que acostumbra, que por no tocar á la ciudad no se re-
fiere; sólo al decir que debajo del dosel que pusieron por el
Santo Tribunal para los señores inquisidores, pusieron cinco
sillas de terciopelo carmesí y á los pies otras cinco almohadas
de dicho terciopelo, iguales todas, así las sillas como las almo-
hadas de su tamaño, clavazón y flecos de oro, sin que se dife-
renciase una de otra en nada, y asimismo iguales en altura,
puestas todas cinco debajo de dicho dosel, arrimadas á él con
una tarima con sus gradas y con la autoridad que acostumbra,
y en dichas cinco sillas se sentaron los tres inquisidores en las
tres del medio y al lado izquierdo el juez eclesiástico ordinario,
y en el lado de la mano derecha, se sentó y estuvo sentado el
dicho señor gobernador, D. Pedro Antonio Ponce de León,
caballero de la orden de Santiago, con su vara de justicia, capa,
sombrero y espada, y en esta conformidad asistió todo el día
á la celebración del dicho auto, y á la hora de comer comió
el señor gobernador con el señor inquisidor más antiguo que
hizo la mano. Y después fueron subiendo á comer los otros dos
inquisidores, que asistieron entre tanto que volvió el dicho señor
inquisidor más antiguo y el señor gobernador á las sillas, donde
asistieron hasta que fué acabado de leer las sentencias, y la
ciudad con su alcalde mayor, al tiempo que los señores inquisi-
dores y el señor gobernador y el juez ordinario eclesiástico
tomaran las sillas, pasaron al tablado que había hecho la ciudad,
que le dividía la barandilla ó tabla que se había puesto por la
suprema general Inquisición, el dicho tablado de la ciudad era
6l4 BADAJOZ
del mismo altor que el que había en el Tribunal, y estaba el
tablado de la ciudad á la mano derecha, unido al del Tribunal
y á la misma altura del plano, comenzando desde la primera
grada del testero por dicha mano derecha y de once varas de
longitud y siete varas y media de ancho, que es el mismo an-
chor que tiene la testera del tablado de la Inquisición por la
dicha mano derecha; y el tablado de la ciudad tenía una puerta
que miraba hacia la frente de la plaza, con su escalera y gra-
das de vara y cuarta de ancho, por donde se subía y bajaba al
tablado de la ciudad desde la plaza. Y en los dos primeros ar-
cos bajos del portal de la iglesia, á las espaldas donde estuvo
el paño con las armas reales y de la ciudad, se hicieron dos
aposentos, el uno donde estuvieron las mesas donde comió la
ciudad y convidados, y el otro donde estaba la plata, bebidas y
otras cosas, y á estas dos piezas se bajaba por otra escalera
desde el mismo tablado de la ciudad, en el cual dicho tablado y
lado derecho puso la ciudad sus bancos que acostumbra, cubier-
tos de vaqueta de Moscovia con su clavazón dorada y flecos de
seda carmesí, con que se ocupó todo el sitio del tablado y en
el testero por donde comenzaba á correr la ciudad igualmente
con el Tribunal, puso y colgó un terciopelo carmesí del largo
de los testeros, y en él un escudo con las armas reales borda-
das, y asimismo en las esquinas las armas de esta ciudad, y en
esta forma, sentada en dichos bancos, asistió dicha ciudad con
los corregidores y demás oficiales que llevo dicho, rematando
con sus dos maceros que estaban como va referido, con sus ro-
pas y mazas.
>Y habiendo leído las sentencias de los reos relajados que
remitían para su ejecución á la justicia, estando como estuvo el
dicho señor gobernador D. Pedro Antonio de Aguilar y Ponce
de León en su silla al lado derecho de dichos señores inquisido-
res como se ha dicho, mandó se entregasen los dichos reos á la
justicia para su ejecución, y se levantó el señor alcalde mayor
D. Alonso Gómez Rubio, llevando consigo dos escribanos más
BADAJOZ 6i;
antiguos de la gobernación y pasó por la escalera del Tribunal,
que es por donde había subido la procesión, y al pie de la esca-
lera estaba el secretario más antiguo del Santo Tribunal, á
donde entregó los reos relajados y estatuas de otros, y se entre-
gó de ellos el dicho señor alcalde mayor, desde donde su mer-
ced y dicho alguacil mayor y otros alguaciles hicieron poner en
jumentos que estaban prevenidos los reos que habían de ser re-
lajados, y hombres para llevar, como llevaron, las estatuas, y
en esta forma fueron con el pregonero que repetía el castigo
por sus culpas, publicando el pregón en nombre del rey nuestro
señor y de su gobernador, y en esta forma fueron por las calles*
que tocaron hasta el sitio donde se había de ejecutar el castigo;
que fué y se ejecutó fuera de está ciudad junto á las peñas que
llaman del Obispo, donde estaba prevenida la leña que parecía
ser bastante para el número de los reos, asistiendo á la ejecu-
ción el dicho señor alcalde mayor y el alguacil mayor de esta
Gobernación, escribanos y otros ministros, hasta qu^ los cuer-
pos y estatuas fueron quemados y hechos ceniza y vertidos por
el aire.
€ Y prosiguiendo la publicación de las culpas y sentencias de
los demás reos que el Santo Oñcio había sacado, estuvo el
dicho señor gobernador en la silla que está dicho, á la mano
derecha debajo del dosel, cómo va referido; y habiendo celebra-
do por dichos inquisidores las ceremonias que es costumbre y
les toca, y vuelto la procesión con los dichos reos en la forma
que había venido el Tribunal de Inquisición por las mismas
calles, se bajaron los dichos señores inquisidores y el señor go-
bernador y el juez ordinario eclesiástico de sus sillas; y el señor
fiscal con el estandarte de la Fe que había traído, todos baja-
ron por la escalera del tablado del Santo Tribunal, y al pie de
ella subieron en las muías y caballos en la misma forma que
habían venido, y llevaron el dicho señor gobernador su lugar de
la mano derecha de dichos señores inquisidores como va dicho,
con su vara, espada, capa y sombrero; volvió la ciudad en el
6l6 BADAJOZ
mismo lugar que trajo, y los secretarios y demás ministros con
su alguacil mayor fueron al rededor del tablado y entraron por
la calle de la Corredera, llevando delante los lacayos hachas
blancas y encendidas, y en dicha forma fueron por dicha calle
acompañando el estandarte de la Fe hasta la Inquisición, á don-
de entró el estandarte en la forma dicha, quedando á la puerta
los señores inquisidores y el juez eclesiástico ordinario, con lo
cual vinieron los dichos regidores y demás ministros con sus
maceros en forma de ciudad, y trajeron al señor gobernador á
las casas de donde le habían sacado en la forma referida, á
(londe la ciudad se despidió y se acabó la dicha función.
»Y para que siempre conste lo que en semejantes funciones
toca obrar á la ciudad, se advierte, que tres ó cuatro días antes
del auto á costa de la ciudad, se previene y pone la cantidad de
leña que parece al señor gobernador, según la noticia que en
secreto se le da por el señor inquisidor más antiguo y que pre-
side, la cual tiene prevenida en el sitio del quemadero, poniendo
guarda en ella para su seguridad, y todo á costa de la ciudad.
»£1 señor gobernador, con la itoticia que se le da en secre-
to de los reos que han de ser castigados, previene cabalgaduras
para las personas vivas y hombres que llevan las estatuas de
los ausentes y muertos. Asimismo, teniendo la misma noticia,
se previene el garabato de hierro con su asta y unas cadenillas
de hierro según el número de reos, para cada uno la suya, y un
clavo jumental para cada uno, y una pala: después de estar
hechos ceniza los cuerpos de los reos y sus huesos, el verdugo
esparza la ceniza por el aire, y los palos, tantos como reos son,
los da el Tribunal aquel día por la mañana á su costa, que por
observar el secreto, se obra en esta forma. Y para que haya
memoria de lo que en esta ocasión obró el Tribunal del dicho
auto de fe, se advierte que la víspera del auto se publicó en
nombre del Tribunal con un secretario y cuatro familiares en la
plaza y demás partes públicas el bando siguiente:
>Los señores inquisidores apostólicos de la Inquisición de
BADAJOZ 617
esta ciudad de Llerena mandan que ninguna persona ande con
espada á caballo ni en coche sin su licencia desde ya víspera
hasta mañana acabado y fenecido el auto público de fe por las
calles por donde han de ir las procesiones de la Santa Cruz, de
los reos y acompañamiento del estandarte de la Fe, desde las
casas de la Inquisición hasta el cadalso, pena de excomunión
mayor y de cincuenta ducados para gastos del Santo Oficio i
mándese pregonar porque venga á noticia.
I Y asimismo embarga el Santo Tribunal todas las venta-
nas y arcos que hay en la plaza pública, aunque toque á la ciu-
dad la propiedad y uso de ellas, y con orden y licencia del Tri-
bunal las ocupan las personas que tienen gusto; y en la ocasión
de este auto dejó el Tribunal á la ciudad todas las ventanas que
son y tiene en sus casas de cabildo, y siete que tiene la ciudad
suyas propias sobre los portales inmediatos á la fuente y los
6l8 BADAJOZ
arcos altos y bajos que la ciudad tiene sobre la cárcel pública
de esta ciudad, y en los arcos de los corredores altos de la igle-
sia mayor que la ciudad tiene suyos propios, señaló á la ciudad
á la mano derecha dos arcos para la señora mujer del señor
gobernador, que se atajaron con tablas...»
Después de estas minuciosidades, y cumplidas todas las ce-
remonias que el caso requería, fueron sufriendo el castigo las
víctimas en medio del regocijo general que producía en los áni-
mos de aquellas gentes la quema de los infelices tocados por
Satanás, que tal era la preocupación y fanatismo de las gentes
del pueblo en aquellos tiempos de fatal recordación.
Tales recuerdos nos ha dejado el sangriento tribunal del
Santo Oficio en Llerena, como sombra de su pasado.
£1 palacio que habitaron los inquisidores y donde también
estaban las prisiones y mazmorras, dentro de las que se daban
tormentos á los procesados, está aún en pie, y con leves refor-
mas en su exterior, se conserva en Llerena como monumento
terrorífico entre los extremeños de estos tiempos que recuerdan
horrorizados los hechos de aquellos hombres que apuraron en
España todas las crueldades de que es capaz una jesuítica insti-
tución, contra los que para un tribunal sangriento y á todas lu-
ces injusto, aparecían culpables (i).
(i) Es curioso registrar la lista de los tormentos á que la Inquisición sometía
á sus victimas. El alma más dura siente estremecimiento al considerar lo que su-
frirían aquellos desgraciados que sucumbieron bajo las crueldades del Santo
oficio.
He aquí una estadística minuciosa de las víctimas de la Inquisición en Espa-
ña, sin comprender las causadas en Sicilia, Cerdeña, Flandes y América, cuyos
dominios fueron temporalmente españoles.
En el reinado de los Reyes Católicos durante los años de 1481 á i <;4B, fueron
quemados vivos 22,567 ; en efigie 1 1,698, y á galeras 236,218.
Reinando Carlos V, desde el año i (;48 á i 5 s^i ascei^dió el número de víctimas
á 2,320 quemados vivos; 1,800 en efigie y 3 1, 1 20 á galeras.
Durante los años 1556a i 597, reinado de Felipe II, ascendió á 3,990 los que-
mados vivos ; 1,815 en efigie y 18,150a galeras.
Desde el año de 1597 al 1621, reinado de Felipe III, ascendió á i ,84o los que-
mados vivos ; 682 en efigie y á galeras 10,7 1 6.
BADAJOZ 619
Después del suplicio de la rueda, de las cuñas, del cepo,
del s^yal, de las llamas y del plomo derretido, vino á darnos el
de la llamada Cruz de San Andrés^ que se aplicó en Llerena en
el primer auto de fe celebrado por aquella inquisición en 1577,
y desde cuya época fué tanta la aceptación que tuvo entre los
verdugos inquisitoriales este tormento, que casi todas las del
reino lo aceptaron para los reos contumaces.
En la actualidad, este palacio, con su fachada irregular y su
aspecto ruinoso, es el único recuerdo vivo de la Inquisición en
Extremadura.
VII
Reanudando la historia civil de Llerena, en esta época mo-
derna, consignaremos que en 1641 el rey D. Felipe IV le conce-
dió la merced de titularse ciudad en premio de los servicios
prestados á las tropas mandadas por el general D. Agustín Me-
jía, cuando en la guerra Peninsular se situaron en ella á la vista
de Portugal. Más tarde el mismo monarca le concedió á su
Ayuntamiento el privilegio de que usase dosel de terciopelo rojo
En el reinado de Felipe IV, años de 1621 á 1662, fueron 2,852 los quemados
vivos; 1,428 en efigie y 14,080 á galeras.
Kn el de Carlos II, años de 166$ á 1700, ascendieron á 1,650 los quemados;
$40 en efigie y 6, 5 1 2 á galeras.
En el de Felipe V, desde el año 1 700 al 1 746, los quemados vivos fueron i ,60o;
en efigie 760 y 9,1 20 á galeras.
Los quemados vivos en los años 1747 al 1759, á la muerte de Fernando VI,
fueron i o ; cinco en efigie y 1 70 á galeras.
Durante la monarquía de Carlos III, años de 1759a 1788, fueron quemados
vivos tres y á galeras 56.
Y, por último, desde el año 1788 al 1808, reinado de Carlos IV, ascendió el
número de víctimas á 8 quemados vivos, uno en efigie y 42 á galeras.
De donde resulta que, el total de víctimas fueron: 36,841 personas quemadas
vivas ; 1 8,7 29 en efigie y 325,185 á galeras.
020 ' BADAJOZ
y el tratamiento de señoría, mediante el pago de 287 reales
7 maravedises en cada quinquenio.
Durante la guerra de Sucesión, fué Llerena el punto desig-
nado para hospital militar del ejército inglés, y en circunstan-
cias difíciles el centro de operaciones de nuestras tropas.
En la guerra de la Independencia, el ejército aliado acampó
largo tiempo en sus inmediaciones, donde se libró también la
famosa batalla de Canta-Gallo, no lejos de Fuente de Cantos,
*el II de Agosto de 18 10, siendo después la ciudad saqueada
por los franceses y sus vecinos sometidos á las mayores vejacio-
nes, pues el enemigo no respetó á las mujeres, cometiendo las
mayores violencias hasta con las religiosas que se encerraban
en los conventos.
Llerena es una ciudad alegre y de una campiña amena, por
los valles que la rodean. Cuenta hoy con una población de 6,000
habitantes, con Audiencia de lo criminal y cabeza de partido ju-
dicial, compuesta de Ahillones, Azuaga, Berlanga, Campillo,
Casas de Reina, Fuente del Arco, Granja de Torrehermosa,
Higuera de Llerena, Llera, Llerena, Maguilla, Malcocinado,
Reina, Retamal, Trasierra, Valencia de las Torres, Val verde de
Llerena y Villagarcía, con una población de 38,000 almas.
VIII
Patria ha sido Llerena de ilustres genios, y entre sus precla-
ros hijos, cuenta á los siguientes:
Al Dr. D. Luís de Zapata, jurisconsulto distinguido, biogra-
fiado anteriormente.
Al Dr. D. Juan de Azmezquia, político eminente y consejero
áulico de Felipe II.
Al Dr. D. Francisco de la Fuente, teólogo de nota y orador
de fama.
BADAJOZ 621
Al Dr. D. Gabriel de Cárdenas, sabio ñlósofo y rector de
la Universidad de Salamanca.
Al Dr. Fernández de Ribera, humanista y botánico, célebre
médico del siglo xvi.
Al general D. Rodrigo de Cárdenas, que tantas proezas hizo
en el ejército de los Reyes Católicos.
Al capitán Marco Antonio Becerra, compañero del anterior.
Al famoso artífice Juan del Pozo, cerrajero y relojero de tan
conocida habilidad, que fué llamado á Sevilla para hacer y colo-
car sobre la alta torre de la catedral la giralda que aún subsis-
te, como lo atestigua la inscripción que se halla en la plaza de
armas de dicha torre.
El venerable Fr. Alonso de Lerma, Franciscano descalzo,
lego, nacido en 1500. Falleció el 20 de Julio de 1565, en olor
de santidad, al decir de la crónica franciscana. £1 escritor teólo-
go Fr. Martín de San José, en su libro impreso en Arévalo el
año de 1 644, titulado Primera parte de la historia de los padres
descalzos franciscanos y escribe la vida de Fr. Alfonso juntamen-
te con la de otros varios varones de su Orden.
Á Fr. Rodrigo de Llerena , religioso Jerónimo, nacido á
principios del siglo xvi. Estudió teología con un su tío de la
Orden de San Francisco, y cuando se preparaba en Salamanca
para terminar la carrera de leyes, varió de acuerdo y se ordenó
de misa, ingresando poco después en la Orden de San Jerónimo,
donde se hizo célebre por su sabiduría y juntamente por sus
virtudes.
A su muerte dejó escritas varias obras que no han llegado
á publicarse. Una de estas es la que lleva por título: Relación
sumaria del descubrimiento de la primitiva imagen de Nuestra
Señora de Guadalupe^ y de la invención dichosa del incorrupto
cuerpo del pastor D. Gil.
A Pedro Llerena y Bracamonte, literato y poeta, nacido el
año de 1599.
Estudió teología en Badajoz y terminó sus estudios en Madrid.
622 Badajoz
Fué autor de varias obras, pero de ellas parece que no llega-
ron á publicarse más que la siguiente: Paraphrasis poética
latina in cántica canticorum Salomonis^ threnos Hiemiae^ et
Canticion Magnijícat i^díáná^ ^631).
Á D. Eugenio Mena y Benavides, hijo de D. Lorenzo, mar-
qués de Casa Mena y Matas. Sustituyó á su padre en la Direc-
ción general de la renta del tabaco, que desempeñó con notable
acierto é integridad durante los reinados de Fernando VI y
Carlos III. Fué secretario de S. M. y ministro del Consejo de
Hacienda. Casó en Zafra con D.* María Dávalos. Sirvió con
tanto desinterés sus cargos, que á pesar de haber heredado
grandes bienes y de haber casado con mujer riquísima, dejó al
morir empeñados todos sus bienes, por lo cual Carlos III conce-
dió á los hijos grandes mercedes.
A Pedro de Cieza, capitán, navegante y aventurero que en
el siglo XVI partió á las Indias, conquistó varios países y se hizo
por ello célebre. Escribió una Historia de Güito y Popayam.
Y á Fr. José de Llerena, virtuoso capuchino, que en el
mundo tuvo por nombre José Muriel y nació en 1 806. Dedicado
desde joven al estudio de la teología, ingresó en la Orden de
capuchinos descalzos y fué general de ella muchos años, resi-
diendo en Roma en el convento de los Capuchinos, situado en
la Plaza de Barberini. Pío IX le nombró Postulador de la causa
de beatificación y canonización de Fr. Diego José de Cádiz, mi-
sionero apostólico que fué en Andalucía y canonizado por
León XIII. El P. Llerena redactó un gran trabajo, bajo el punto
de vista de la literatura mística, con su voto sobre las virtudes
teologales y cardinales practicadas en alto grado heroico por
Fr. Diego de Cádiz, trabajo que presentó á la Congregación
Coran Pontífice , el 24 ide Abril de 1883, y que once meses
antes, en Mayo de 1882, nos leyó en Roma, y por cuyo trabajo
tuvimos noticias de la vida ejemplar que siguió Fr. Diego, mi-
sionero apostólico nacido en Cádiz el 30 de Marzo de 1743, de
ilustre linaje, enlazado con el Emperador Adriano, con los reyes
BADAJOZ 623
godos y suevos^ con la ¡lustre casa de los Condes de Villagar-
cía, grandes de España de primera clase ; con los ilustres gana-
deros de Jerez de la Frontera y con la Casa de Benavente.
Siguiendo la costumbre de la Orden, al renunciar á su ape-
llido, adoptó el nombre del pueblo de su nacimiento. Fué teólogo
consultor de cámara de los Emmos. señores Cardenales Arzo-
bispos de Toledo y Sevilla; de los Excmos. Señores Arzobispos
de Valencia, Zaragoza, Granada y Santiago ; de los limos. Obis-
pos de Jaén, Murcia, Cuenca, Ceuta, Málaga, Guadix, Córdoba,
Mondoñedo, León, Oviedo, Lugo, Astorga, Orihuela, Orense,
Zamora, Salamanca, Cádiz, Barcelona, Alcalá la Real y otros.
Fué canónigo, dignidad honorario de todos los dichos obispados
y de otros más. Fué doctor en sagrada teología, cánones, juris-
prudencia, medicina y ñlosofía en casi todas las Universidades
de España. Socio honorario de varias sociedades literarias. Ca-
ballero regidor perpetuo de los ilustres Ayuntamientos de Sevi-
lla, Córdoba, Cádiz, Murcia, Cartagena, Lorca, Valencia, Ronda
y otros. Capellán mayor y predicador de los principales Ayun-
tamientos y corporaciones del reino. Caballero de la Real Maes-
tranza de Ronda y de Valencia. Renunció al obispado de Ceuta.
Era ex-lector y ex-provincial honorario de la Orden. Mereció
grandes distinciones del rey D. Carlos III y de los Príncipes de
España y del Rey Fernando VII, el que se brindó protector de
su causa de beatificación en 1826. Murió en la ciudad de Ronda
el 24 de Marzo de 1801, de edad de cincuenta y ocho años.
En el proceso de esta beatificación, minuciosamente redac-
tado, constan, entre otros milagros que la fe impone á los cató-
licos, la cura de una pobre mujer de Coria que sufi-ía grandes
padecimientos en los oídos ; la de un brazo roto por la cogida
de un toro en Cantillana á D. José Núñez, y la de la tisis que
padecía una hermanita de los pobres. Sor Adelaida, que hasta
poco há vivía en Málaga, según consta en las actuaciones de
este proceso.
El jueves 14 de Febrero de 1884 se verificaba en el Vatica-
Ó24 BADAJOZ
no la solemne proclamación de las virtudes en grado heroico del
venerable Fr. Diego, juntamente de la venerable María Gertru-
dis Salandri, dominica fundadora del monasterio del Rosario en
Valentano.
León XIII recibió en audiencia solemne á los superiores
generales de los dominicos y á los franciscanos, así como á los
miembros de las postulaciones de las referidas causas.
Leyéronse delante del trono por el secretario de ritos los
decretos acerca de la heroicidad de las virtudes. Enseguida el
superior general de los capuchinos, y padre general de los do-
minicos, expresaron en nombre de sus Órdenes respectivas su
gratitud al Sumo Pontíñce.
En su Breve-contestación, el Papa condenó la guerra que se
hace á las Órdenes religiosas, tributando grandes elogios á los
postuladores de Fr. Diego y Sor María.
Fr. José de Llerena murió en Roma, en los últimos días de
Diciembre de 1886, dejando un gran nombre entre los místicos
y teólogos contemporáneos.
CAPÍTULO XXI
l4i 'Respúbllca Reglnensisa
■luIlpeaM-Teultunlacumg y el Monasterio de Nuestra Señora de Ten-tu-dla,
«Nertdbrtga Beturlenseu ó «Concordia Julia.s
Fregenal de la Sierra. — Arlas Montano y Díax Tanco.
Jerez de los Caballeros. — Nüñez de Balboa
cinco kilómetros de Llerena la villa de
a, que se conoció anterior á los romanos
il nombre de Regina ó Regiana^ pues de
ambos modos le llaman los geógrafos
antiguos, que ven asentada en ella á la
quinta mansión desde Hüpalis (Sevilla) á
Emérita (Mérida), según el Itinerario de
Antonino Pío (i). Ambrosio de Morales
tigunas antigüedades de esta villa, y pro-
Iter ab Hispali Emeritam..
MANSIÓN E<;.
I Carmone (Carmonai
a Chucula (Monclova)
3 Aatigi (Écija) ■ . .
4 CeIti(Peñallor;
5 Regiana (Kcgina)
6 Emeritam (Mérida)
re
620 BADAJOZ
bó (i) que corresponde á la ciudad romana que se llamó Res-
pública Reginensis; Viu sostiene (2) que Regina y Regiana son
una misma población en el país de los Célticos Beaíurienses.
En los campos de esta villa aparecen frecuentemente restos,
monedas é inscripciones romanas, que atestiguan más que nada
el origen que, tanto Morales como Viu, dan á esta población.
Una de las inscripciones más notables que de ella se conoce
existe hoy en Llerena, y dice así:
D. M. S.
L. RuFiNvs. Primvs. Italicvs
Decvrio. Reginensis. An. XXXX
Fabina. Campana. Uxor. M. M.
F, ri. S. iL. 1 . X. L».
Que traducida dice así: cÁ los dioses manes ó de los difun-
tos. Lucio Rufino Primo Itálico, Decurión Reginense, de edad
de cuarenta años, está aquí sepultado, etc. Fabina Campana, su
esposa, hizo al marido este monumento.»
Y en la ermita de Nuestra Señora del Monte, situada en el
término de Cazalla, no lejos de Reina, se halla esta otra:
M. AvRELio. Antonino. Severo. Pío
AvG. Felici. Im. CíEsaris. L. Septimi
Severi, Pii. Pertinacis. Avg. Filio
Arábico. Adiabenico. Parthico
Máximo. Británico
Máximo. P. P.
Respública. Reginensivm. Devota. Nomini
Fivs. PosviT.
Esto es: cLa República ó municipio Reginense levantó este
monumento á Marco Aurelio Antonino Severo Pío Augusto y
(1) Las antigüedades de España que van nombradas en la Crónica^ con averi-
guación de sus sitios y nombres antiguos, p. lOO.
(2) En su Extremadura^ tomo I, pág. 211.
BADAJOZ 627
Felicísimo, vencedor de los Árabes, de los Adíabenses (de la
Siria), y de los Partos (en el Asia Menor); Máximo Británico,
Máximo, padre de la patria.»
Corresponde esta inscripción al año 2 1 5 de Cristo y al em-
perador Caracalla, siendo por tanto una de las inscripciones
más notables de España.
Por esta época Reina era una población murada, como man-
sión militar y municipal de los más notables de la Lusitania.
Todavía se ve su antiguo castillo sobre el cerro que domina la
villa. Ésta se alojaba dentro de los antiguos muros hasta final
del siglo XII, en que la población fué trasladándose á las afue-
ras, formando un arrabal que después comprendió toda la villa,
no quedando en el castillo más que la parroquial. Nuestra Se-
ñora de las Nieves.
En el siglo xiii Reina era una población importante, que
las guerras de los caballeros de Santiago, con los señores feu-
dales fueron diezmando.
Los Reyes Católicos, viendo la despoblación de su castillo y
la emigración de sus vecinos á Llerena y Fuente de Cantos,
concedieron título de Hijo-dalgo á los que morasen con casa
abierta dentro del castillo, y ni aun este privilegio pudo retener
á los vecinos dentro del murado recinto, que ya en principios
*
del siglo xviii moraban todos en lo que antes fueron arrabales,
y hoy villa.
II
De Reina á Fuente de Cantos aparece La-Calera, la antigua
Cúrica^ octava mansión desde Ostia-AnncB (Ayamonte) á Eme-
rita AugustíB. Plinio dice que éste era el municipio lulipense-
Teultuniacum^ y lo comprueba con inscripciones que se hallaron
628 BADAJOZ
entre las ruinas romanas de la villa. Por otra parte, todos los
cosmógrafos han indicado á este lugar como la antigua Curtca
de la Beturia Céltica (i), situada entre Monte- Mar iorum y
Contribuía^ á 49 millas de aquél y 34 de ésta. Ptolomeo la
asigna 60*^30' longitud y 38^40' latitud. Sábese que fundada
por los celtas con el nombre de Acurgia ó Turgia^ según unos,
ó Cúriga, según otros, vino á decirse en tiempos de Plinio Cu-
rigcB'MucultunicB iten quce Turiga nunc. est.^ corrección pare-
cida á la de ahora, que llamándose Curica^ se denomina hoy
Calera de León. Ucultunia debió ser nombre corrompido del
que en su fundación se diera á la ciudad; de aquí se vino des-
pués á Turiga^ Cúriga^ Curgia^ Curlica y Calera^ que hoy
lleva.
La siguiente dedicatoria, encontrada en su castillo, justifica
la antigüedad de este pueblo:
Djvo. Nervae
Decreto. Decvrione
MvNiciPivM. ■^IvuLivus. Tevltvniacvm
PONENDVM. IVSSIT. ET. DeDICAVIT.
Que quiere decir: t A Divo Nerva: Por decreto de sus Decu-
riones mandó el Municipio Teultuniaco poner ó levantar este
monumento, y lo dedicó al mismo Emperador.»
Esta inscripción que publica Viu, y Ponz pone en Azuaga,
corresponde al año 96 ó 98 de Cristo.
Calera estuvo ocupada por los árabes, que la denominaron
Al-calxera^ que quiere decir blanca.
El gran maestre de Santiago D. Pelay Pérez Correa la con-
quistó á los moros, á quienes venció en los llanos llamados de
las Cruces ó del Maestre, haciéndoles replegar á Sierra Morena.
En Calera formó Pérez Correa aquel numeroso ejército de
caballeros que partieron á unirse á las tropas de D. Fernando,
(i) Diccionario de Madoz, tomo V, pág. 28Q.
BADAJOZ 629
conquistando á Córdoba y Sevilla, y venciendo antes Peláy Pérez
Correa á 1 60,000 moros en ios desfiladeros de Sierra Morena, re-
pitiéndose en aquella famosa batalla la leyenda de Josué (i), por-
que al declinar el día, y viendo el Maestre que la noche cerraba
sin decidirse la victoria, entró á la pelea con su escolta de prela-
dos y caballeros al grito de t Señor mi Dios, detentu-día, deten-
tu-sol y te ofrezco la victoria», que al fin logró (2). En señal de
( i ) Ferrer del Rf o.— //isíoría de la Orden de Santiago. ^Historia de las Órdenes
de Caballería^ (Madrid, 1865, tom. I. pag. 1 34).— Madrazo, tom.át Sevilla y Cádiz
de esta misma obra España.
(2) Esta leyenda del origen de este monasterio, ha dado inspiración á nove-
listas y poetas para cantar los triunfos del cristianismo, juntamente con los de la
patria en esa epopeya gloriosa que guardará eternamente nuestro Romancero. Un
poeta extremeño, D. Francisco Sánchez-Arajona, el día que con nosotros visitaba
el monasterio de Calera, improvisó las siguientes cuatro décimas:
EN EL MONASTERIO DE TEN-TU-DIA
Aquí los hijos de Omar,
tras un reñido combate,
del castellano al embate
vieron su enseña rodar;
y el orbe pudo admirar,
lleno de asombro profundo,
que no hay pueblo en el mundo
como el pueblo castellano,
si fiero muestra en su mano
su acero en glorias fecundo.
Aquí, do crecen las flores,
sangre de infíeles corría:
aquí, donde luce el día
sus más bellos resplandores;
aquí, do los ruiseñores
hoy cantan, morir se vieron
héroes mil, que sucumbieron
como buenos peleando,
nuevos laureles legando
al suelo donde nacieron.
Y hoy de la española historia
en las páginas gigantes,
aun más que la luz brillantes,
para perpetua memoria
de aquella tarde de gloria
una frase se halla escrita,
que le dice al mundo: «imita
)>á los que aquí pelearon,
»y por su patria triunfaron,
»y elevaron esta ermita.»
630 BADAJOZ
este triunfo fundó el Maestre el célebre Monasterio de Nuestra
Señora de Teniu-dia^ junto á Calera, donde mandó se le ente-
rrase. En cumplimiento á sus deseos, su cuerpo yace en la iglesia
citada, donde está también el sepulcro de su mujer, ambos reves-
tidos de azulejos árabes, con inscripciones góticas. En la sacristía
de este templo se ven otros sepulcros de varios caballeros que
acompañaron al Maestre en la batalla de Ten-tudia, y este tem-
plo que no está lejos de otro denominado del Humilladero (le-
vantado también en el siglo xiii, y hoy en ruina), se elevó á la
categoría de Vicariato, con jurisdicción sobre Arroyomolinos de
León, Cabeza de Vaca de León, Calera de León, Cañaveral de
León, Fuente de Cantos, Monasterio, Montemolín y Segura de
León, comprendiendo 9 parroquias, 2 anejos, 6 conventos y 23
santuarios, servidos por 8 párrocos, 1 1 tenientes, i beneficiado,
57 capellanes, y 38 dependientes, corriendo las obras y dota-
ciones del templo de Santa María de Ten-tu-dia á cargo del co-
legio militar del Rey en Salamanca, el cual percibía las rentas de
la encomienda, desde la muerte de los hijos del Maestre.
Hoy este histórico monasterio está en principios de ruina.
III
Saliendo de Calera, en dirección á Jerez de los Caballeros
{Cceriana)^ se pasa por el despoblado de Valeria la Vieja^ la an-
Ermita que entre las flores
con respeto contemplé,
y en mi interior la adoré
cual sombra de mis mayores.
Sol es cuyos resplandores
parda nube nunca empaña,
pues recuerda tal hazaña
que á la más oscura historia
¡le prestara tanta gloria
que envidiara sólo á España!
(Fábulas de Salón y Poesías, Sevilla, 1880, pág. 72.)
BADAJOZ 631
tigua Nortóbriga Beturiense^ citada por todos los cosmógra-
fos (i), pues el mismo Plinio la enumera entre las ciudades
Turdetanas que se hallaban entre el Guadiana y el Guadalqui-
vir (2), región llamada Buturia, que la divide en dos partes;
Beturia Céltica (la más Occidental) y Beiuria Túrdula (la
Oriental), habitadas por otras tantas gentes que, como expresa
su nombre, hubieron de residir en ellas; por donde se viene en
conocimiento de que la primera es la misma parte perteneciente
á los Turdetanos, en su límite á Lusitania, en tanto que los
Túrdulos moraban cerca de las provincias Lusitana y Tarraco
nense,
Ptolomeo coloca á Nertóbriga en las ciudades Turdetanas ^
juntamente con Seria^ Segeda^ Contributa, Arsa y Miróbriga;y
por más que estas dos últimas las incluye Plinio en la Beturia
Túrdula^ no hay contradicción entre ambos geógrafos si se
considera que en aquel tiempo en que la fuerza era el único
criterio para medir el respeto que había en la posesión de lo aje-
no, las tribus cambiaban muchas veces de lugar y se arrebataban
unas á otras los territorios; de suerte que bien pudo suceder
que los de Arsa y de Mióbriga perteneciesen primero á los Tur-
detanos y luego á los Túrdulos^ ó que los primeros lo usurpasen
á los segundos en tiempos anteriores á Plinio, y por eso lo ocu-
pasen en los días de Ptolomeo.
Nertóbriga se compone de dos palabras célticas, nerto y briga:
la primera quiere decir fortaleza, energía, valor ; la segunda se
(i) Hubo otra Nertóbriga en el convento jurídico de Ccesar Augusta (Zarago-
za), y según general asentimiento de los eruditos estaba situada en las inmedia-
ciones de Riela.
(2) Ya hemos dicho, en la Introducción de este libro, que en el verdadero rigor
de la palabra, la parte 'meridional de Extremadura, colindante con el reino de
Portugal, perteneció desde tiempos muy remotos á los Turdetanos, que poseían
toda la extensión comprendida entre el Guadiana, el mar y una línea que partien-
do de Lobón ó Talaverilla pasase por Santa Marta, Los Santos, Llerena y el límite
de las provincias de Córdoba y Sevilla, yendo á terminar en el Mediterráneo al
Oriente de Gibraltar.
632 BADAJOZ
sabe que signiñca ciudad: es de la misma raíz que el bury de
los antiguos germanos, que fué transformada por los latinos en
burgMs^ dándole la misma acepción que kpopulus. Continuaron
usándola los españoles durante la época romana, en que habla-
ban un idioma mezcla del suyo y del latín. Por eso muchas po-
blaciones llevan nombres mixtos, como Augustóbriga^ Ccesaró-
briga^ Flavióbriga etc., que traducimos fácilmente por ciudad de
Augusto^ de César y de Flavio. Nortóbriga^ pues, quiere decir
ciudad valerosa^ y acaso este calificativo influyese no poco en el
nombre que tuvo después de los romanos, cuando en el siglo xii
se le denominó Valera la Vieja^ cuando había pasado por el
nombre de Concordia Julia que le dieron los legendarios de
Augusto. Perteneció al convento jurídico de Hispalis (Sevilla), y
entre sus ruinas han aparecido inscripciones muy importantes,
como son las siguientes, que han sido llevadas á Fregenal:
D. M. S.
C. TREBON
10. C. F. GAL.
MODESTO.
NERTOBRI
GENS. AN. LVI.
TREBONIA. CAE
SI A. PATRONO.
Masdeu y Viu la traducen de diverso modo. Nosotros lee-
mos en ella: Ofrenda á los Dioses Manes. A Cayo Trebonio
Modesto, natural de Nertóbriga, de la tribu Galeria, hijo de
Cayo y muerto de 56 años. Su liberta, Trebonia Csesia, mandó
erigir este sepulcro á su patrono.
D. M. S.
DOMITILA. L. F.
AVITA. AN. XLII.
H. S. E* S. S. T. T. L<.
LIVIVS. FESTVS.
VXORI. ET. SIBl. F. C.
BADAJOZ 633
Esto es: Ofrenda á los Dioses Manes. Domitila Avita, hija
de Lucio, de edad de 42 años, está aquí sepultada. La tierra le
sea ligera. Livio Festo cuidó de hacer este enterramiento para
su esposa y para él.
PETREIA. M. F.
M. ASINIVS. TRIA.
VXORI.
Quiere decir: Petreia, hija de Marco. Marco Asinio hizo
este sepulcro y lo erigió á su mujer.
L. IVI.IVS. ET. T. LIB.
VALENS ANNORVM
XywV» ri< o« E.
S. T. T. L.
COPIRVS. FRATRI.
Se puede leer así: Lucio Julio Valente, liberto de Tito, de
edad de 25 años, está aquí sepultado. Séalela tierra ligera. Co-
piro lo erigió á su hermano.
D. M. s.
T. POMPONI.
VEGETI. ANN.
LXXII. L.
FILIA. CVRAVIT.
S. T. T. L.
Solano de Figueroa, que tradujo esta inscripción estando de
paso en Fregenal, la leyó de este modo: t Ofrenda á los Dioses
Manes. Tito Pomponio Vegetio, de 72 años de edad, está aquí
sepultado. Su hija Lucía cuidó de hacerle el sepulcro. La tierra
te sea ligera. »
Las cinco sepulcrales que dejamos copiadas revelan que en
la ciudad de Nertdbriga vivieron ciudadanos romanos de las
más principales familias, y confirman el juicio unánime de los
doctos, autorizado con el dicho de Estrabón, de que había lle-
gado á romanizarse por completo el país comprendido entre el
80
634 BADAJOZ
Betis y el Anas, abrazando la cultura, la religión, el idioma y
las costumbres de sus dominadores los latinos (i).
Nertóbriga fué municipio romano, como se demuestra por la
siguiente lápida geográñca encontrada en Frascati (Italia) y que
dice así:
Ex HisPANiA Vlteriore
Provincia. Betica
MVNICIPIVM
CONCORDIA. IVLIA.
NERTOBRIGENSIS.
PVBLICE.
La falta de los primeros renglones impide ser leída íntegra-
mente esta importante inscripción, al menos en su sentido ver-
dadero.
Las dos siguientes pertenecen al sepulcro de dos soldados
españoles, naturales de Nertóbriga, y procedentes de la Legión 4.*
macedónica. Estaban en una misma piedra, hallada en Maguncia,
y dicen así:
l. attivs. l. f.
gal. nepos
nertóbriga
MIL. LEG. IlII. MAC.
AN. XXXlin. STIP
XVIIL H. S. E.
EX. T. MVNICIP
ET. LIB. F. C.
T. IVLIVS. L. F.
GAL. NACER
DOM. NERT
OBRIGA. MIL.
LEG. un. MAC
AN. XXXV. STP
XVI. H. S. E.
ÉRATE. F. C.
(1) La población primitiva de esta región superaba en cultura á sus domina-
dores y aliados, pues que historiadores y geógrafos de la época romanase desha-
cen en elogios de su civilización adelantada, y les atribuyen sabias leyes escritas
en verso desde muchos siglos antes que Roma existiese; noticia que, por muy exa-
gerada que parezca, deja al menos traslucir que la raza ibera, á que los Turdetanos
pertenecían, debió ser la primitiva de este suelo, así como también la más asequi-
ble á la civilización de los latinos. Compruébalo el dicho de Estrabón,que supone
á los Turdeianos los primeros en aceptar la lengua, la religión y las costumbres
de Roma, en términos que á muy poco de verificada la conquista se hallaba ya
latinizado por completo este país.
Badajoz 635
Masdeu trae también esta otra lápida hallada en los campos
de Nertóbriga:
IMP. CAES. AVG
VSTVS. TR. PC. XXX
P. M. CON. XIII. PA
TER. PATRIAE.
Lo que fuese Nertóbriga en tiempos remotos nos lo dicen
los geógrafos antiguos, citándola entre las ciudades más impor-
tantes de la Bética y de la Lusitania (i). Ya con el nombre de
Concordia JmHcb^ se confunde con las demás ciudades Hispalen-
ses^ y pierde su importancia á juzgar por el silencio que sobre
ella guardan los historiadores.
De principios del siglo vn es la lápida de un Exuperancio,
á quien las falsas crónicas hacen monje de San Benito junta-
mente con Honorio, que según Sánchez Cid (2) habitaron en la
ermita de San Miguel, no lejos de Fregenal. He aquí el texto
de esta inscripción, tal como la da Solano de Figueroa, (3) que
por ser contemporáneo á su descubrimiento, parece haberla co-
(i) Plinio dice: uCeltt'cos d Celtiberis ex Lusitania advenisse manifesium est^
T»sa<^£Sr lingua, opptdorutn vocabulis, quoe cognommibus in Bcetica disiinguniur:
«Seria quoe dicítur Fama Julia, Nertóbriga, Concordia Julia^ Segeda, Resiiiuta
njulia^ Contributa Julia Vadtuniacum, qu(^ et Curiga nune est: Laconimurgi,
r^Constantia Julia, Teressibus, Fortúnales, et CALLENSiBUSt Emanici. Prceter hcec
nin Céltica Acinippo, Arunci, Turobriga, Lastigi, Alpesa, Sisapona.» Quiere
decir Plinio (//i5/oria Natural, lib. III, cap. I), que los Célticos beturienses vinieron
de Lusitania, como muestran sus ritos, su idioma y los nombres de las poblacio-
nes, entre las cuales se distinguen en la Bética con sobrenombres romanos Seria
que llama Fama Julia, Nertóbriga, denominada Concordia Julia, Segeda 6 Restitu-
ía Julia, Contributa Julia Vadtuniacum, Curiga también llamada Contributa Julia,
Laconimurgi apellidada Constaniia Julia, la ciudad de Teresses ó de los Fortúna-
les y ]a de los Callenses ó Emanicos.
(2) «Tradición hay que aquí estuvo un monasterio de monjes de San Benito,
en el que parece vivieron los Santos Honorio y Exuperancio. De estos bienaventu-
rados siervos de Dios se reñere, que con el agua de la fuente del monasterio cu-
raban los enfermos, que á ellos acudían en sus aflicciones y padeceres.» {Epitome
histórico de la gran villa de Fregenal, Sevilla, 1 843.)
(3) Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, Cap. IV, tomo I.
636 BADAJOZ
piado mejor que Rodrigo Caro, de quien la toma Sánchez Cid:
i EXVPERANTIVS
FANVLVS DEI
VIXIT ANNOS PLVS
MINVS LXXVIII
REQVIEVIT IN PACE
SVB VI KL IVNIAS
ERA DCXVI (l).
Esto es: Exuperancio, siervo de Dios, vivió poco más ó
menos de 78 años: descansó en paz el día sexto de las kalendas
de Junio, era 616. Corresponde esta fecha al día 27 de Mayo
del año 578 de J. C.
La otra inscripción que inserta Sánchez Cid, tomándola de
Ambrosio de Morales y Rodrigo Caro, no tiene fecha alguna; y
por más que estos autores la atribuyan á la época visigótica, no
puede añrmarse de una manera absoluta en razón á que no tiene
indicios que lo aseguren, á no ser que por los caracteres con
que estuviese en el original lo dedujeran con acierto. Dicen que
estaba en una peña, y su texto es este:
IN NOMINE DOMIM
HIC TVMVLVS HONORI ABBAT
RESPICIT ANGVSTVM PR.ECISA
RVPE SEPVLCRUM HOSPITUM
BEATISSIMI HONORI ABBATIS
COELESTIA REGNA TENENTIS
IN SvECVLA S-ECULORV.M. AMEN.
Puede leerse así: tEn el nombre del Señor. Esta tumba del
abad Honorio, en la piedra cortada, contiene el estrecho sepul-
cro, albergue del piadosísimo abad Honorio, que goza de los
reinos celestiales por los siglos de los siglos. Amén.»
Sánchez Cid hace á Nertóbriga el Fregenal moderno y obis-
(i) Exuperantius, famulus Dei, vixit annos plus minus LXXVIII; requievit in
pace sub texto k(a)Iíendas) Junias, era DCXVI.
BADAJOZ 637
pado allá en el siglo iv, con su primer prelado san Celedonio,
y Exuperancio el segundo, siendo prelado muy importante, pues
aparece en las luchas de la herejía suscitadas en el siglo v, y
en la que intervinieron teólogos tan grandes como san Agus-
tín (i).
No hemos de decir aquí que ni Nertórica fué jamás ciudad
mitrada, ni Eutropio obispo, ni santo, por más que otra cosa se
diga en las falsas noticias contenidas en los Cronicones de Fia-
vio Dextro, Hauberto, el falso Beroso, los plomos del Sacro
Monte y toda aquella caterva de escritores y cronistas del si-
glo XVI que emprendieron la risible tarea de canonizar á todos
los españoles.
Hasta aquí cuanto sobre la antigua Nertbbriga Beturiense
hemos podido averiguar. Qué causas pudieron influir á su des-
aparición para dar lugar en sus cercanías á la moderna Frege-
nal, es cosa hasta hoy desconocida; pero no vacilamos en decla-
rar que su ruina completa debió efectuarse cuando los reyes
cristianos invadían en sus expediciones esta comarca, y que du-
rante la dominación del Califato cordobés debió ser población
insigniñcante.
En 1253 la cedía el rey D. Alonso, con Fregenal y otros
castillos, á los caballeros del Temple que habían contribuido
en 1 248 á la conquista de Sevilla, y desde esta época no vuelve
(i) a Esta legacía de V. Paulo Orosio la refieren nuestros historiadores y el
Cardenal Baronio. La ocasión de ella fué haber venido á España dos sacerdotes
herejes llamados ambos Avitos, natural el uno de Jerusalén y el otro de Roma; los
cuales, aunque no seguían los errores de Prisciliano, con ser entonces los más va-
lidos, condenados ya en el concilio de Toledo del año 400, resucitaron otros de la
doctrina de Orígenes y Victorino, y los de un griego llamado Basilio, los cuales
predicaban debían abrazarse y seguirse. El daño que empezaron á hacer era con-
siderable; y por esto san Eutropio y otro obispo, llamado Paulo, enviaron á Oro-
sio á África, para que consultase con san Agustín el modo de reprobar tan perni-
ciosa doctrina. El santo Doctor, vista la instancia de los Obispos españoles, escri-
bió un comentario contra los expresados errores, remitiendo á san Jerónimo el
decidir la cuestión que pedía san Eutropio de origine animoe^ que quiso lo ejecu-
tase el santo como más experimentado fsic), y al fin lo hizo aprobando asimismo
cuanto san Agustín había resuelto.» (Epitome histórico^ etc.)
638 BADAJOZ
á sonar el nombre de Valera la Vieja^ la antigua Concordia
yulia^ edificada sobre la Nertóbriga Beturiense de los primirivos
pobladores de nuestra Península.
IV
Cuatro kilómetros de Valeria está Fregenal de la Sierra, la
antigua Adnipo Beturiense, Plinio dice: tQuae autem regio á
«Bseti ad Fluvium Anam tendit extra prsedicta (Alontigi, Cei,
»Allostigi), Bseturia apellatur, induas divisa partes, totidenque
•gentes; Célticos, qui Lusitaniam et Tarraconensem accolonut,
•jura Cordubam petunt.» Y Ptolomeo concluye la descripción
de la Bética con la pequeña región de estos Célicos^ oriundos de
los Celtas Lusitanos^ á quienes Estrabón atribuyó la mayor par-
te del país que media entre el Tajo y el Guadiana, los cuales
se extendieron por el lado meridional de este río, como expresó
Rui Bamba, siguiendo al mismo Estrabón, que en este sentido
debió decir, que los Celtas de la Bética habían sido trasladados
de los Celtas que asientan á la otra parte del Anas, De aquí ve-
mos que, conocido con el nombre de Beturia todo el país que
se comprende entre el Guadalquivir y el Guadiana, desde poco
más arriba de Heliche, la parte próxima á este río, hasta donde
alcanzaron las poblaciones Celtas^ que se trasladaron á la parte
opuesta, fué distinguida con la voz adjetiva Céltiva^ y toda la
restante, habitada por los TúrduloSy fué denominada Túrdula.
En esta pequeña región Céltica de la Beturia es donde Plinio y
Ptolomeo colocan la ciudad de Acinipo.
Algunos geógrafos han querido reducir esta ciudad á la mo-
derna Ronda, fundados en una lápida funeraria en que creyeron
leer los patronímicos de Acinipo y de Arunda; y Rodrigo Caro,
primero, y Flórez, Masdeu, López y Ceán Bermúdez, después,
BADAJOZ 639
aceptaron la novedad contra toda la razón científica que más
tarde triunfó, viniendo á enseñarnos, por el contenido de las
mismas lápidas halladas en Ronda (que fueron interpretadas de
muy diversos modos), que Acinipo corresponde á la moderna
Fregenal de la Sierra, donde de muy antiguo se han encontrado
inscripciones romanas y restos de edificios de estos pobladores.
La siguiente sepulcral está aún en esta villa y dice así:
MEMMIA. L. ANTiSTIO VIRO. ET. I..
ANTISTIO. AVITO. FILIO. AN. XXII
D. S. P. F. C. H. S. S.
S. V. T. L.
La familia de los Avitos fué muy poderosa y en el mismo
Roma gozaron de gran renombre. En las inmediaciones de esta
ciudad existen dólmenes de los primitivos Iberos ó Celtas; pues
más de una vez hemos oído referir á los ganaderos y gentes del
campo que en ciertos sitios hay piedras enormes sobrepuestas
unas á otras, y que con solo tocarlas, se balancean, sin llegar á
perder el equilibrio. En nuestra última expedición por el país,
hemos visto una, circular, grandísima, conocida por los campesi-
nos con el nombre de t plaza de toros » (tal es su dimensión que
la semejaba), sobrepuesta á otras tres, en forma también circu-
lar y en todo igual á la que vimos más tarde en los campos de
Zalamea la Serena.
En una de las calles más céntricas de la población é incrus*
tadas en dos paredes, la una frente á la otra, existen dos figu-
ras de piedra berroqueña que las gentes conocen con el nombre
de tías dos hermanas», y que á nuestro entender son dos cabe-
zas de lobo como otras de diversos animales que se recogieron
de Salamanca, Ávila y otras ciudades antiguas, y que induda-
blemente pertenecen á una fecha prehistórica.
No conocemos más antecedentes de la época romana en esta
ciudad; ni del tiempo de los godos, ni de los árabes existe re-
cuerdo alguno.
640
BADAJOZ
En 1253 el rey D. Alfonso cedió esta villa y la de Valera
la Vieja, con su castillo, á los caballeros de Santiago que le ayu-
daron en la conquista de los moros; y treinta años después el
mismo monarca la concedió á los caballeros del Temple. Estos
labraron en ella un inexpugnable castillo y multitud de ediñcios
públicos; pero en 1308, con motivo del secuestro general de los
bienes de la orden, la volvió á recobrar la ciudad de Sevilla,
corriendo bajo su jurisdicción hasta principios del siglo xvi en
que se redimió por servicios que hizo á la corona, y quedando
libre, aunque dependiente de Badajoz, donde correspondía por
razón de límites.
Los conventos y las parroquias que cuenta la villa son de
esta época en adelante, y sólo puede consultarse la siguiente
inscripción como de fecha anterior:
No podemos descifrar estas letras que consideramos gó-
ticas.
Cuando en el siglo xiii verificaron la reconquista los Tem-
plarios, encontraron un lugar que en documentos de la época se
le llamó Frexnal, Frexinal y Frexenal^ en el que los moriscos
tenían un fuerte castillo. ¿Será cierto, como quiere el P. Román
BADAJOZ 64 1
de la Higuera, que le pusiesen este nombre los árabes por la
abundancia de fresnos que había en sus alrededores? Más creí-
ble es que la llamasen así los cristianos, pues estas tres formas
de. una misma palabra, lejos de ser de raíz arábiga, proceden de
la latina Fraxintís^ de suerte que no puede precisarse el nombre
que los musulmanes le dieran.
Tampoco podemos precisar el que tuvo cuando los godos.
Paredes y Guillen dice (i) que esta población recibe el nombre
de arboleda de fresno. Su escudo es un fresno, una espada y un
libro con esta orla: Ei literis armata, et armis decórala.
V
En Fregenal han nacido multitud de hombres ilustres que
han dado fama á su patria como esplendor á España entera. De
entre toda la pléyade de sabios, místicos y teólogos que han sa-
lido de Fregenal citaremos solamente á dos de ellos: á Arias
Montano y Díaz Tanco.
El primero nació en el año de 1527, á 12 de Noviembre (2)
siendo sus padres Benito Arias Montano, escribano primero de
Fregenal, y María Isabel Gómez Boza, ambos nobles, pero tan
pobres, que á no haber acogido á su hijo varios caballeros sevi-
llanos que descubrieron su talento en su más tierna edad, tal vez
se hubiera malogrado. A expensas de estos benéficos sujetos
pudo aprender en Sevilla los rudimentos de la religión, las pri-
meras letras y la lengua latina. Pasó después á la Universidad
de Alcalá, tomó la beca en el Colegio Trilingüe, en el que se
(i) Origen del nombre de Extremadura, pág. 64.
(2) La extensa biografía de este sabio puede leerla el lector en mi Diccionario,
ya citado tantas veces, al tomo I, págs. 42 á 60.
8x
642 BADAJOZ
dedicó al conocimiento délas lenguas griega, siria, caldea, hebrea
y arábiga, en las que hizo grandes progresos, y al mismo tiem-
po estudió la Filosofía y Teología, graduándose de maestro en
ellas con admiración de cuantos hombres grandes componían
entonces aquella Universidad.
Fué recibido freiré en la orden de Santiago y se hizo sacer-
dote, movido de una vocación ejemplar, que confirmó siempre lo
irreprensible de su conducta. Las pruebas que se hicieron para
que pudiese recibir el hábito de Santiago en 1560, por el Prior
de San Marcos de León, son curiosas y un extracto de ellas pu-
blica Sánchez Cid (i).
La fama que le crearon sus obras, la popularidad que le
dieron sus poesías y su amistad con los hombres más notables
de la época, alentaron la envidia, y cuando el ilustre extremeño
se encontraba el 9 de Julio de 1559 en la Peña de Alajar, fué
preso por calumnia de un su amigo llamado Morales, familiar
de la Inquisición y natural de Fregenal. Prendióle Lope Hernán-
dez Escudero, Alcalde ordinario de Aracena, y Juan de Castilla,
escribano público de la misma. Cuando supo su prisión Felipe II
escribió á Sevilla para que despachasen pronto la causa, y bien
sea por la parte que en este asunto tomase el Rey, ó por la in-
culpabilidad de Arias Montano, después de largas y para él pe-
nosas investigaciones, resultó falsa la calumnia, con cuyo motivo,
y habiéndose de proceder contra el mencionado Morales, se fugó
éste á Portugal, donde falleció á muy luego, cuando ya Arias
Montano era hasta en el extranjero una lumbrera en las ciencias
y en las letras patrias. Sobre la juventud y la vida de este
hombre extraordinario encontramos muchas y curiosas noticias,
aunque desordenadas, en la obra ya citada de Sánchez Cid.
Cuando contaba ya 38 años, su virtud y sabiduría, que crecían
á competencia, llegaron á noticia de Felipe II, quien celebrado
(i) En su Epitome histórico sobre la villa de Fregenal^ cap. XXVI {Sevilla
en 1843).
BADAJOZ 643
SU matrimonio con su tía la Reina D.^ María de Inglaterra, le
envió á este reino y á Flandes á combatir las herejías que se
extendían con demasiada rapidez por aquellos dominios, y su doc-
trina produjo efectos admirables, especialmente en Flandes. En
estas peregrinaciones aprendió la lengua inglesa y varios dialec-
tos de ella, la francesa y la italiana, de tal manera que cuando
volvió á España se dice que sabía trece idiomas.
Escogido entre muchos por D. Martín Pérez Ayala, Obispo
de Segovia, le llevó en 1562 por compañero al Concilio de
Trento, en el que mereció el renombre de Tesoro de sabiduría.
Volvió segunda vez á España, y su estudio y natural inclinación
á la soledad le retiraron á un desierto cerca de Aracena, de
donde le sacó Felipe II y le mandó volver á Flandes á presidir
una junta de los hombres más doctos en escritura, teología y
lenguas que se conocían en Europa, dispuesto para formar una
Biblia Poliglota^ más correcta y aumentada que la que había
dado en Alcalá, á tanta costa, el Cardenal Jiménez de Cisneros.
Algunos eruditos, que no conocen la edición de esta Biblia^
dicen que fué la primera de láminas y grabados para la ilustra-
ción del texto; pero esto no es verdad, pues que de anterior á
la publicación de la Biblia Poliglota se conocieron Biblias con
láminas y grabados (i); mas no quita en nada al mérito que
(i) Las ediciones ilustradas con grabados en madera son más antiguas aún
que la imprenta. Antes de 1430 se esculpieron en madera láminas para una Biblia
llamada de los Pobres (Biblia Pauperum), de la cual existe «n ejemplar en la Bi-
blioteca Nacional de Madrid. Todos ellos son manuscritos, y se estampaban los
grabados, dejando al calígrafo el sitio conveniente para el texto.
No falta quien asegura que los inventores del grabado en madera no fueron ni *
los chinos, ni los orientales, alemanes é italianos, sino los dibujantes é ilumina-
dores de las letras iniciales que los calígrafos y los primeros impresores les deja-
ban en blanco, siendo de creer que el grabado en madera se remonta al siglo viii.
La primera obra española ilustrada al estilo moderno, con grabados en madera,
es el libro denominado Ortographia práctica^ dada á luz en Zaragoza, en casa de
Pedro Bermuz, á 2 3 de Julio de 1550.
Después de la portada sígnense las tablas, que son cortadas en madera, y al
dorso hay otra lámina, á la que sigue el retrato del autor, Juan de Iciar. Casi todas
las demás páginas están adornadas con orlas ó formadas exclusivamente con una
lámina. Dibujante y grabador de algunas de ellas fué Juan de Iciar, autor del libro,
644 BADAJOZ
reúne el trabajo de Arias Montano, hecho en 1568 por manda-
do de Felipe II, y por el contrario, que su empresa excede á
toda ponderación, como lo demuestran las instrucciones que el
mismo monarca le diera para llevarla á cabo, según Melchor de
Cabrera Núfiez de Guzmán (i).
La Biblia se imprimió en Amberes por Plantino, bajo la
dirección de Arias Montano, de una manera notable. Desempeñó
esta ardua é importante comisión, formando la Biblia llamada
comunmente Regia^ y por los ingleses en la Vatloniana el Mila-
gro. El valor de esta obra singular le dio á conocer, más que
nadie, el Papa Benedicto en la elocuente oración que sobre su
mérito hizo después en Roma á Gregorio XIII.
Terminada ya su misión Arias Montano en Amberes, vino
tercera vez á España y tomó á su cuidado empresas igualmente
difíciles y más dignas de su talento y sabiduría que las que había
tenido antes.
Arregló el método de enseñar la filosofía, teología y lenguas
orientales en el colegio que Felipe II estableció en el Monasterio
del Escorial, qué se acababa de edificar entonces, en cuyo trabajo,
desgraciadamente estéril, acreditó, como en todos, la extensión
de sus conocimientos y de su estudio. Renunció varios obispados
y rentas eclesiásticas con que Felipe II, habiéndole hecho su
capellán de honor, le quiso premiar, y se contentó con una mo-
derada renta y la encomienda de Palay-Pérez. Para entregarse
más libremente á las ciencias y á las musas, de que también era
amante, y no sin recompensa conocida, se retiró otra vez á su
destierro de Aracena, allá en la Peña de Alaja, á ilustrar al
mundo con las producciones de su entendimiento. Allí le busca-
calígrafo, natural de Durango, en Vizcaya, de veinticinco años, según dice él
mismo en la orla de su retrato; pero el grabador principal fue Juan Vuiglcs, natu-
ral de Lyon y residente en Zaragoza.
La Orio^raf>h%a práctica tiene, pues, un mérito positivo y extraordinaria impor-
tancia en la historia de las ediciones ilustradas.
(o En su Discurso le^al, histórico y polilico de la nobleza del arte de la Impren-
ta^ publicado en Madrid en 167$ por Lucas Antonio de Bedmar.
BADAJOZ 645
ban los sabios, y como á un oráculo le consultaban desde las
partes más remotas. Su mejor amigo lo fué el Obispo de Gra-
nada, D. Pedro de Castro.
Muchos sabios elogiaron en vida á Arias Montano; pero en
muerte recibió más laudatorias críticas, distinguiéndose entre sus
apologistas el canónigo de la catedral de Sevilla, D. Tomás
González de Carvajal, como puede verse en su Elogio histórico^
leído en la Real Academia, trabajo que supera á toda pondera-
ción. Por él venimos en conocimiento de que España puede va-
nagloriarse de haber tenido en el siglo xvi á Arias Montano,
admiración de los sabios. Llenos sus días de virtudes, los con-
cluyó en el 6 de Julio del año 1 598, en Sevilla, á las tres y media
de la tarde, en casa de D.* Ana Núñez, en la calle del Rosario,
á los setenta y uno de edad.
Fué de semblante vivo y apacible, y aunque de pequeña
estatura, bien dispuesto y proporcionado. Sus muchas obras, las
de los herejes que rebatió y las de muchos padres del Concilio
de Trento, serán siempre su verdadero elogio. No hemos de
publicar el catálogo de todas ellas, para hacer interminable este
capítulo, pero diremos el número de las que escribió: en verso
compuso diez, publicando ocho solamente; en prosa publicó 54
y dejó inéditas ocho en latín y seis en castellano.
Existen además en la biblioteca escurialense muchas cartas
suyas, con notas y catálogos de libros que enviaba desde Flan-
des. Un estudio minucioso de aquellos papeles, así como de una
rica colección epistolar de Pedro de Valencia, también allí con-
servada, en que habla mucho de Arias Montano, es necesidad
apremiante de los cultivadores de la literatura extremeña, para
cabal conocimiento de la ciencia que abarcaba el eminente es-
critor.
Estos trabajos tan serios, tan prolijos y complicados, que
iban desde luego á ser expuestos á la crítica de los sabios, no
le impidieron dedicarse á otros relativamente de menor impor-
tancia, escribiendo en 1554 en la ermita de los Angeles, junto
646 BADAJOZ
á Alajar, las Ordenanzas de la Hermandad de Santiago del Cas-
taño, y en épocas diversas en Sevilla la censura de la obra de
Garibay, titulada Genealogía de los católicos Reyes de España.
Contestó el médico de Felipe II, Francisco Fernández, su opinión
sobre una obra de historia natural, é hizo en la . misma ciudad
de Sevilla los elegantes epitaños latinos para los sepulcros de
sus amigos el pintor Pedro de Villegas y Pedro Megía; el últi-
mo de ellos se ve hoy en la parroquia de Santa Marina; ha-
biendo asistido al Concilio provincial de Toledo, convocado el
12 de Junio de 1581, inaugurado el 8 de Setiembre de 1582,
habiendo predicado la Cuaresma de 1559 en Llerena, ciudad
donde conservó buenas relaciones, por haber habitado en ella
su padre como familiar del Santo Oñcio, mucho antes de haber
sido notario público ó escribano en Fregenal de la Sierra.
La mayoría de estas obras las han juzgado lisonjeramente
los críticos más famosos de Europa, durante tres siglos que van
transcurridos desde que las dieron á luz las imprentas españolas
y extranjeras, conviniendo unos y otros en que no ha tenido el
siglo XVI un prosista más fecundo, ni un teólogo de más alcance
que el ilustre extremeño que es conocido por el Horacio español y
el sabio entre los sabios del Concilio de Trento.
Ya hemos dicho que falleció en Sevilla el 6 de Julio de 1598.
Dióse sepultura á su cuerpo en el convento de Santiago
de la Espada, en caja de plomo metida en otra de cedro, cu-
bierta también de plomo, con esta inscripción:
IN SPEM RESURRECTIONIS
BENEDICTI ARI.E MONTANI VIRI CRISTIANA
PIETATE DOCTRINA MORUM
SANCTITATE CLARISSIMI SACRARUM
SCRIPTURARUM EX DIVINO DONO
INTERPRETIS EXIMIL OSSA AMICI CONDIDERE
A. D. M. D. XCVin.
En 1 605 se trasladaron las cenizas al lado de la epístola,
BADAJOZ 647
en el mismo convento, grabándose en la piedra esta otra ins-
cripción:
DEC VIVENTUN. S.
BENEDICTI ARI^ MONTANI
DOCTORIS TEOLOGI, SACRORUM LIBRORUM
EX DIVINO BENEFICIO INTERPRETIS EXIMII,
ET TESTIMONII JESUXPI.
DOMINI NOSTRI ANUNCIATORIS SEDULI
VIRI INCOMPARABILIS
TITUIJS CUNCTIS MAJORIS
MONUMENTIS ANGUSTIORIS
OSSIBO IN DIEN RESURECCTIONIS JUSTORUM
CUM HONORE ASSERBANDIS
DOMINUS ALFONSUS FONTIBERIUS PRIOR
ET CONVENTUS SANCTI JACOBI HISPALENSIS
PRIORIS QUONDAN SUl OTIM. EMERITI
MEMORIAM VENERATI P C.
AN. 1605
OBIIT. AN. 1598
AETATIS. 71.
En 181 1, el 25 de Junio, se trasladaron los restos á la cate-
dral Hispalense, por disposición del general Sóult, escribiendo
D. Alberto Lista la siguiente inscripción:
D. O. M.
CIÑERES. B-ARIAE-MONTANI-PIENTÍSSIMI
DOCTISSIMIGR. VIRI-SACRARUM. LITTERARUM
INTERPRETIS-AB-AEDE-S-JACOBI-EX-DE
CRETO. J. NAPOLEONIS REGÍS SCIENCIARUM-
ET. SAPIENTUM. CULTORIS-J. LEANDER. SO-
LISIUS-A-COUS-REG HISPAL-PRAEFECTUS-
IN-HOC*MONUMENTUM-PUBLICE-TRANS-
FERRI CURAVIT-DIE-XXV-JUNIIAUN-A-
C. N. M. eco. XI.
Luego que las tropas francesas evacuaron á Sevilla, el Ca-
bildo eclesiástico mandó quitar esta lápida y por su espalda
grabó la inscripción que su canónigo magistral D. Pedro Manuel
Prieto dictó, y que decía así:
648 BADAJOZ
D. S.
BENEDICTI. ARIAE. MONTANI PIENTIS
SIMI. PARITER-AG. ERUDITISSIMI. VlRl-SACRI.
CODICIS. INTERPRETIS. S. JACOVI-MILITUM-
GALLORUM. INVASIONE. TURPATIS. HUNC. IN. LOCUM
TRANSLATI. SUNT-VII. KAL. JULIAS. AERAE. VUL-
GAR. A. M. D. C. C. C. XL
Así permaneció hasta el año de 18 16 en que se trasladaron
las cenizas á su antigua casa, grabándose en la lápida la si-
guiente inscripción escrita por el profesor D. Félix José Reinos,
y que dice así:
BENEDICTI ARI^. MONTAN. V. C. OSSA.
ET. CCENOBIO. EQUESTRI. D. JACOBI
GALLIS. OCCUPANTIBUS. CIVITATEM.
IN. ^DEM. MÁXIMAM. TRANSDUCTA. ANNO. MDCCCX
HOSTIBUS. FUGATIS. RELATA. DONUM. PRISTINAM.
•PROSTREMUM. SOLALITATE. ABELITA.
HIG. YULATA. SUNT.
AD. GYMNASIUM. QUOD. JUVENIS. FREQUENTARAT.
XII. KAL. SEPT. ANN. MDCCGXXXVIII.
ACADEMIA. HISPALENSIS.
RELIQUIIS. ALUMNIS. SUI. lURE. VENDICATIS.
LOCUM. MONUMENTI. DECREVIT.
Otro personaje muy distinto á Arias Montano, fué Vasco
Díaz Tanco, poeta, escritor y político, nacido en Fregenal de la
Sierra, en últimos del siglo xv. Muchos historiadores y biblió-
grafos le hacen nacido en Santiago de Compostela, otros en
Orense. Pero es un error esta suposición, puesto que el mismo
Díaz Tanco declara su patria, en los siguientes términos:
«En Fregenal de la Sierra
nací yo, desventurado,
en malévolo planeta,
en signo mal constelado;
en la provincia de Extremo,
al pie del cerro tiznado,
con los Algarbes conñna, etc.»
BADAJOZ 649
Díaz Tanco fué militar en su juventud, y cayó prisionero en
África donde estuvo cautivo largos años. Tomó una parte activa
en el levantamiento de las Comunidades, con los comuneros de
Badajoz, Trujillo y Plasencia, debiendo á esto su emigración al
extranjero, como otros tantos amantes de las libertades patrias,
que sufrieron la expatriación ó pagaron en el patíbulo, á manos
del verdugo, las iras despóticas de Carlos I á la sabia y liberal
institución municipal, muerta á mano airada de aquel déspota
coronado.
Poco se sabe de los primeros años de Díaz Tanco. Su his-
toria es uno de los puntos más oscuros que tiene la biografía
extremeña, lo mismo sus empresas militares que las políticas; y
sólo de las literarias hay algún rastro, corto también, por lo
que han dejado las obras suyas, por él publicadas, pues sabido
es que en el siglo xvi, cuando regresó á su patria, trajo consigo
una imprenta que llevaba ambulante á todas partes, y con ella
compuso libros en Valladolid, Salamanca y Orense. Entre sus
obras, las más conocidas, por verse citadas de biógrafos y biblió-
grafos, son las siguientes:
i.^ El astro labio natalicio (Pap. s. a. ni 1. de imp.).
2.^ Trmmpho bélico (S. a. ni 1. de imp.).
3.^ Triumpho púnico (idem., idem).
4.* Jar din del alma christiana (Valladolid, 1552).
Las demás obras del autor frexnense no las conoce ningún
coleccionista, ni están registradas en catálogos ni bibliotecas
conocidas. Y es lo cierto que publicó todas las suyas, ó al me-
nos gran parte de ellas. En el Prefacio de su Jardín del cUma
cristiana^ impreso en Valladolid como hemos dicho, dice Vasco
al Cabildo y clerecía de Orense, que tenía hechos, desde que
salió de cautividad entre infieles, cuarenta y ocho libros de la
vejez^ entre grandes y pequeños^ en parte traducidos^ y en parte
recopilados y en parte compuestos^ trazados^ asentados^ pimadoSy
8?
6$0 BADAJOZ
fulminados y perfeccionados en mi punto y tijera. E ansi los
llamo los mis amados hijos legitimas engendrados en mi vejez.
Las obras de este raro ingenio ocuparon la atención de los
eruditos que han tratado de coleccionarlas inútilmente, pues en
su mayoría están perdidas para los bibliófilos. Y es evidente
que no tienen el mérito que le atribuyen algunos, y con especia-
lidad las de verso, porque Díaz Tanco, aunque escribía en fines
de la primera mitad del siglo xvi, parece un poeta del anterior.
Desde 1550 se observará que el cambio de costumbres y la
nueva organización civil imprimen nuevo sello á la poesía espa-
ñola, que en vez de ser puramente descriptiva pasó á ser repre-
sentativa y alegórica ; ya no fué suficiente cantar la vida patriar-
cal, sino que fué necesario pintar la vida y los hechos heroicos
de las familias y de las naciones: de aquí el nacimiento de las
églogas castellanas, imitación de las de Virgilio. El primero que
cultivó este nuevo género de poesía dramática fué el inimitable
Garcilaso de la Vega. ¡Qué frescura de colorido en sus compo-
siciones! ¡Cuánta sencillez en todas sus estancias! No hay nada
más superior en este género que aquella conocida égloga en que
dos pastores se disputan su desgracia, y que empieza :
«Por ti el silencio de la selva umbrosa •
por ti la oscuridad y apartamiento
del solitario bosque me agradaba.»
Esto, sobre todo, es bello y nos recuerda más que nada á
Fray Luís de León.
Muy lejos de este bello decir nuestro poeta frexnense: sus
versos son rudos, contrahechos, y para mayor desgracia peor
impresos, que el poeta usaba de una imprenta detestable para
la impresión de sus libros (i).
(1) He aquí uno de sus romances, el en que narra el poeta su nacimiento:
uEn frexenal de la sierra en signomal constellado
nasciyo desucnturado en la prouincia áeestremo
enmaliuoloplaneta alpie delcerro tiznado
BADAJOZ
651
No hemos de censurar al poeta extremeño por sus raros
versos. El que lea con detenimiento sus poesías, verá con nos-
otros que no es un genio literario como han querido suponer
conlos algarues confina
al lusitano collado
quando martecon su furia
mostrosupoder a Yrado
do Bacocon grantriunpho
salió mansoy reposado
dolasnayades donzellas
regozijaron el prado
quando Cerers y Diana
fueronfueradepoblado
al tiempoque Juno y thetis
sesubieron alcollado
y cnlas aguasadmirandas
Salmacis cntrodegrado
dovesta llego desnuda
consucsquadron ordenado
Copiacon quernovazio
Uenusconvultoturbado
quando Pallas conreposo
cubriosucetrodorado
y Mineruamuy lasciua
saliocontodosuestado
dovulcano consufragua
llegomuy aferruzado
allicupido suhijo
me toco elsiniestrolado
conla sa^a dorada
hecha deplomo mezclado
entonces martetriunfaua
Mercuriofué desterrado
Saturnoestauacontento
febosemostro nublado
doel gran Jupitcrsintiendo
tan malicioso cuydado
mandoquetodos los signos
mostrasen poder doblado
doel carneronutritiuo
del vellocino dorado
scmostrómuy animoso
y elgrantoromuy airado
elleon muy brauo y fiero
bramaua muy denodado
elcabrondebarua luenga
dauagritos de espantado
elsagitariücorria
agranmaldeterminado
elcangrejo rastrcaua
sinpuntose estar parado
elescorpion furioso
yva muyempon<;oáado
losdo shermanosde unvientre
sehauian aporreado
Erigo mugeresteril
surostro mostroturbado
lalibradesordenada
conelpeso habarajado
aquariotriste nubloso
saliodecurso enclprado
elpece saltauaencima
conmod o malreposado
losdragonesreg añauan
los canes se han mal tratado
las ossassebarajauan
lascabraspassando el vado
las hadascon caras tristes
amisehouieronllegado
dola vihuela sonaua
con mododesacordado
el cisnetriste cantaua
casifuerade sugrado
quandodc estriborbolaua
parael campo fulminado
elcantar que allí dezia
eselque aquivanotado.
MCANGION.
»Ay del que naceentalpunto
si nascido
no pierdeluego el sentido.
»COPLA.
»Eltristeque oranasciere
siloconseruaelbiuir
SLitristesuerte le quiere
para masmalquemorir
nolopodraresistir
sinohapcrdido
parascntirlo el sentido.—
Laus Deo.»
652 BADAJOZ
algunos. No le negamos por esto su originalidad y la viveza con
que trataba sus personajes. El mismo Barrantes y Moreno, que
ha hablado de él largamente, en su artículo La Patria de Vas-
co Díaz (i), y á propósito del prólogo que Díaz Tanco coloca á
su obra, jardín del alma cristiana ^ hace del poeta grandes elo-
gios, pues lo encuentra muy t famoso por la pintura que hace
de la clerecía de Orense, y sobre todo del Cabildo Catedral,
que lo ha convertido en documento y arma de guerra para los
escritores anti-eclesiásticos; al dar cuenta de lo que llevaba im-
preso y mal pagado para la Catedral, incluyela muy larga y
minuciosa de sus obras literarias, entre ellas sus autos sacra*
mentales; se retrata á sí mismo, como < mal acondicionado é in-
conversable,» es decir, huraño, retraído, que hoy diríamos anti-
social, por no acudir á donde los otros clérigos de Orense, cosa
que lindamente disculpa así: «Pues el jugar el cuartillo del vino,
»ni yo entiendo los naipes, ni les tengo devoción, ni mi estóma-
»go consiente más de su acostumbrada medida;» y achaca, en
fin, el mal querer de sus compañeros á «que jamás les veo to-
>mar libros en las manos para estudiar, salvo el de las 48 hojas,
»que es el continuo manual de los tales.»
»Y todavía al tratar de las Sibilas en el mismo libro tiró
otro rasgo autobiográfico de la más peregrina rareza, hallando
natural la diferencia de nombres que les dan los autores, «ansí
> como á mí que en Extremadura que es mi patria^ me llaman
» Vasco Díaz, y en Portugal y en Galicia me víovcA>r^xi Fregenal^
» y en las Canarias el bachiller Tanco y y en los reinos de Aragón
»y Cataluña el licenciado Casero ^ y en partes de Italia y de
•Francia el doctor Estanco ^ y en las provincias de San Marco
»el maestro Ctavedán^ y en los reinos de Grecia Clerostegnes^
>é no soi más que uno: é ansí destas doce Sibilas que les dan
»en diversas partes diversos nombres.»
»Vese, pues, cuan gratuito, arbitrario y no quiero decir ab-
(i) El Foik-Lore Frexense y Bélico Extremeño^ 1883-1884, págs. 9716.
BADAJOZ 653
surdo, es el dudar todavía si en tierra gallega ó extremeña es-
tuvo la cuna de aquel ingenio trashumante, corretón, desvaria-
do, cuyas aventuras y existencia borrascosa, hijas en mi concepto
de juvenil calaverada política, hecha en tiempo de las Comuni-
dades, formaría libro más entretenido y extravagante que todos
los suyos, con serlo tanto estos que exceden á la misma ponde-
ración, así en verso como en prosa. La dificultad de juntarlos,
pues él los desparramó por el mundo á medida que lo corría
con su mísera imprenta á cuesta, según tradición constante,
hasta que hecho clérigo se asentó con los cabildos, primero de
Oporto, luego de Orense, y.,.»
Pero no pasemos adelante. La vida de Vasco Díaz Tanco
no puede escribirse sin que parezcan todas sus obras. En ella
hay romances donde cuenta muy al pormenor todas sus hazañas,
en versos como estos:
€ ¡Jasco me llama por nóbre
hijo soy de un labrador
de la provincia de Extremo
do me viene el disfavor.
Tanco de parte del padre
me toca por suscesor,
Diaz tomé de mi madre
que me tuvo rriucho amor...»
VI
Veinticinco kilómetros de Fregenal está la aristocrática ciu-
dad de Jerez de los Caballeros, antiguo BailiatOy desde D. Al-
fonso IX, Corregimiento desde el siglo xv, vicaría eclesiástica
desde el Concilio de Trento y Juzgado de 1 .* instancia á muy
poco después.
Es Jerez de los Caballeros fundación de los fenicios, citada
654 BADAJOZ
por PHnio como ciudad importante, y denominada por el cón-
sul Marco Vipsanio Agripa, que escribía el año 27 antes de
Cristo, Ccerianay y no Cere¿ como han pretendido algunos, con-
fundiéndola con el nombre que tuvo Jerez de la Frontera (i).
Suponen otros que el nombre de Ceeriana es derivación dada
por los romanos al de Cert que los fenicios dieron á Jerez de
los Caballeros, que tuvo su homónima en Jerez de la Frontera,
cuestión que no puede aclararse porque Ptolomeo, que describe
el país de los Turdetanos^ coloca en el lugar de Jerez de los Ca-
balleros una población que no le da nombre, pero que no debió
ser en su tiempo insignificante cuando mereció consignarse en
sus tablas (2).
Acaso el Jerez de la Lusitania fuese homónomo al del con-
vento Gaditano; pero lo que resulta probado es que al primero
le denomina el cónsul Vipsanio Agripa Ceeriana^ y que Cornide,
en fines del siglo anterior, halló en sus campos una inscripción
sepulcral bastante mutilada y que entre las pocas palabras aún
intactas permitía leer el patronímico CERETANVS, como patria
del muerto.
En las huertas de Jerez se encuentran frecuentemente restos
con inscripciones romanas y visigodas. En las excavaciones veri-
ficadas en 1 840, en lo que fué ermita de Santa Lucía, se en-
( 1 ) La Ceret del convento jurídico de Cádiz llamada Xera por Teopompo, esta-
ba cerca á las columnas de Hércules, y acuñó monedas, de las cuales hemos visto
hasta cinco modelos distintos, si bien en todos escrito en el reverso el nombre
CERET; y por más que algunos la quieran identificar con el inmediato lugar de
Cera, no puede desconocerse que es la misma ciudad de Jerez de la Frontera, en su
posición antigua, que sin duda alguna trasladaron reedifícadores árabes al lugar
que hoy ocupa.
(2) La fábula remonta el origen de Jerez nada menos que á los tiempos del rey
Jerjes. Cuenta la fábula que habiendo venido á España los fenicios á establecerse
en las provincias meridionales (especialmente las ocupadas por los Turdetanos)^
llegó un tiempo en que Jerjes^ rey de Persia, vino con tropas en persecución de
ellos para hacerles la guerra como allá en Asia la hacía á sus metrópolis; y habien-
do llegado á la comarca beturiense fundó una ciudad que tomó su nombre, corrom-
pido con el tiempo de Jerjes en Jerez^ y siendo esta la actual de los Caballeros^ en
Extremadura. No merece refutarse tal invención, muy propia de los cronistas del
siglo zvi.
BADAJOZ 65$
contró el día 5 de Abril una piedra que por su forma se conocía
haber sido basamento de una estatua, y en su parte anterior
tenía el siguiente epígrafe:
SALVTI.
AVG.
LIVIVS.
SECVNDVS.
Puede traducirse así : cLivio Segundo erige este monumento
á la Salud Augusta. >
En las citadas excavaciones aparecieron también estas dos
inscripciones que conserva el presbítero Muñoz, párroco de
Santa María, y que dice así la primera:
vs
C. VIBl. PROB
VS. L. BROCCI.
F. AN. XVII. HIC.
SITVS. EST.
Puede traducirse así: tCayo Vivió Probo, hijo de Lucio Bro-
ceo y muerto á la edad de diez y siete años, está aquí sepultado. »
La segunda dice así:
D. M. S.
....ANNIO. TES
SALO. AN. XXXV
AN...MARC...
PATRI. PI
ENTISSIMO. F.
S. T. T. L.
Como se ve, es fragmentaria y sólo puede deducirse de su
lectura que un Annio Marcelo dedicó este sepulcro á su piadoso
padre, Annio Tesalonicense ó de Tesalónica, muerto á la edad
de 35 años.
No tenemos otros recuerdos de la ciudad de Ceret ó Carta-
656 BADAJOZ
na, con relación á sus tiempos cuando la dominación romana ;
pero de su época posterior, mayormente de la goda y visigoda,
se conservan datos curiosos, no siendo el de menos bulto el que
nos revela la siguiente inscripción :
D. VIII I KL lANVARI
ASERA DLXXXXIIII
DEDICATA EST HEC ECE
SIA SCE MARIE.
Algunos han dudado de la antenticidad de esta piedra. Nos-
otros la hemos visto colocada en la parroquial de Santa María,
junto á una de las pilas de agua bendita, y no comprendemos
cómo en 556, reinando Atanagildo, el sucesor de Agila, pudiese
erigirse, dado el grado de intolerancia de aquellos tiempos, un
templo á María, en el centro de Extremadura, donde el arria-
nismo había logrado tantos prosélitos. Pero ante los hechos se
baja siempre la cabeza. La columna en que están grabadas estas
letras se conoce en Jerez desde el siglo xvi en que se edificó la
parroquia de Santa María, y esta notable inscripción puede tra-
ducirse leyendo en esa lo siguiente: «El día noveno de las Ka-
tiendas de Enero (24 de Diciembre) de la era 594 (año de Jesu-
» cristo 556), fué consagrada esta Iglesia de Santa María.»
Solano de Figueroa publica esta otra inscripción que leyó en
la arruinada ermita de San Blas de las Ciervas, á orillas del río
Ardila:
+ TEVDOMIRVS FAMVLVS DEI
VIXIT HOC SECVLO LXXVI ANN
ACEPTA PENITENTIA QVEVIT IN PACE
SVB D.XV. KLD. NOVEMB. ERA DOC.
«Teodomiro, siervo de Dios, vivió en este mundo 76 años,
» y hecha penitencia descansó en paz el día 1 5 de las kalendas
»de Noviembre (18 de Octubre) de la era 700 (año 662 de J. C.)»
No faltó algún aficionado á la historia que creyese con error
que este Teodomiro había sido algún rey, y por eso, á fines del
BADAJOZ 657
siglo XVI colocaron en la ermita este epitafio, que también copia
Solano:
ESTA OBRA MANDÓ HACER TEODOMIRO
REY, PARA HONRA Y GLORIA DE
DIOS NVESTRO SEÑOR.
Teodomiro, el rey de Orihuela, que venció á Abdelasi-ben-
Muza, había muerto casi media centuria antes que el Teodomiro
sepultado en Jerez, y jamás pisó en vida el suelo extremeño, ni
en muerte tuvo que buscar su tumba en él.
Los árabes llamaron á Jerez Xerixa^ como nos lo enseña
Edrisi, diciendo tque la provincia de Atacacer (Alcacer do Sal)
>que tomó el nombre de Ebu-Abi-Danes, contiene á Jabora
>(Ebora), Batalyos (Badajoz), Xerixa (Jerez de los Caballeros),
> Mareda (Mérida), Cantarat-Assaif (Alcántara) y Córiat (Coria). >
Jerez, pues, figura con el nombre de Xerixa^ mal traducido
en algunas versiones latinas de la geografía de Edrisi, que le
llaman unas veces Arissa^ Carissa otras y Saripa también,
cuando el texto árabe le llama claramente Xerixa, desinencia
que por su pronunciación gutural demuestra ser la más genuina
en este punto. Por ella se viene en conocimiento de que el nom-
bre de la población fué modificándose de una época á otra hasta
llegar al que hoy tiene, pasando por las sucesivas denominacio-
nes de Ceret, Cceriana^ Xerixa y Jerez (i).
(1) Un cuento que ha tenido acogida hasta por autores serios explica el origen
del nombre jerez de un modo novelesco. He aquí esta relación que extractamos
de El Jardinero de los planetas^ almanaque que publicara un Moraleja y Navarro,
para 1754: «Parece que estando poseída de los espíritus malignos una princesa
hija de D. Alfonso IX, y noticiosa de los milagros que obraba el Señor en la ermi-
ta de Saw Bjtr/o/owé rfe /aras ó JaraeZy hizo que la condujesen al referido lugar 1
donde encomendándose á Dios por la intercesión del Santo logró ahuyentar á los
demonios que tan cruelmente la atormentaban. En prenda de gratitud resolvió la
princesa consagrar su vida al culto y devoción de San Bartolomé á cuyo efecto fijó
su residencia en el santuario; y como habían venido con ella muchas gentes que
formaban su cortejo, comenzaron á construir caseríos al lado de la ermita, y pronto
llegó á formarse una vasta población que por las muchas jaras que había en el país
recibió el nombre de Jaraez, más tarde corrompido en Jerez.» Este cuento tras-
ciende de cien leguas á fabuloso, aunque sea el origen del escudo de armas de
Jerez, y aunque lo defiendan autorizados historiadores.
83
6^8 BADAJOZ
Xerixa fué una población de importancia, y se comprende
que bajo la dominación agarena se prestase al mayor apogeo
por la circunstancia de haber sido de antemano ciudad notable
y encontrarse bajo un pueblo activo y laborioso, que vivió largo
tiempo de prosperidad y bienandanza durante el califato, mar-
cando superior florecimiento en el reinado de los tres Abde-
rr amanes.
En los comienzos casi del siglo xiii, la ciudad, convertida
ya en circundada fortaleza, fué arrebatada por los cristianos de
la dominación de los árabes que ya eran vencidos en casi todos
sus principales puntos de resistencia. Cuenta la historia que hu-
yendo los moros de las tropas victoriosas de D. Alfonso IX de
León, vinieron á juntarse en un valle cercano á Jerez, donde se
encontraron de nuevo con los cristianos y sufrieron tan espan-
tosa matanza, que por antonomasia se llamó desde entonces al
lugar susodicho el Valle de Matamoros. Avanzó el monarca de-
trás de los vencidos por entre grande espesura de monte y jaras
y llegó frente á los muros de Xerixa^ librando nueva batalla y
ganando tan hermosa ciudad que conquistó después de lo días
de sitio, contribuyendo á esta señalada victoria los caballeros
del Temple. Por las Crónicas de las Órdenes militares consta
que cuando los caballeros Templarios tomaron á Jerez existía
ya el soberbio castillo, situado á la parte meridional y ceñido
por los últimos baluartes del ya casi arruinado lienzo de muralla;
y allí se ostenta todavía orgulloso á pesar de su antigua histo-
ria y las modificaciones por que ha pasado.
D. Fernando III, el Santo, temeroso de que Xerixa cayese
de nuevo en poder de infieles, la donó á la orden del Temple en
1232 con la obligación de que la defendiesen contra las ase-
chanzas de los moros. Por entonces el barrio de Santa María era
una como ciudadela amurallada y guarnecida, en tanto que el
de San Bartolomé constituía un barrio exterior amparado con la
defensa que los baluartes y el castillo le ofrecían, por manera
análoga á las demás poblaciones vecinas, que estaban colocadas
BADAJOZ 659
junto á almenados fuertes pertrechados para su defensa. En-
grandecida la ciudad con las gentes que de León y Galicia tra-
jeron los nuevos conquistadores que acompañaron á D. Alfonso,
el aumento de vecindario que debió seguir á la conquista hizo
necesario el ensanche, y poco á poco entre ambos barrios se
formó un tercero que los uniera, quedando todo encerrado bajo
nueva muralla; y por eso el centro es posterior á los dos ba-
rrios extremos.
Los historiadores de Jerez están en un error, lo mismo Roco
de Campofrío (i) que Núñez Barrero, (2) cuando atribuyen la
fundación de Jerez al rey D. Alfonso IX. Madoz, haciéndose eco
de estos autores, contribuye (3) á sostener sus noticias históri-
cas que no pueden ser más erróneas. Fernández Pérez (4) que
como más perito en materia de historia es el autor para nos-
otros de mayor fe, dice que los Caballeros Templarios entraron
en Jerez, encontraron una población en cuyas afueras estuviera
el arrabal de San Bartolomé, y la ensancharon y amurallaron
de nuevo para dar mayor seguridad al vecindario: y como la
ermita desempeña un papel principal en este engrandecimiento,
de aquí que andando el tiempo, y gracias al carácter legendario
de la época, se adoptase la imagen del santo con el ramillete
de jaras como emblema ó blasón de armas.
Madoz dice que D. Fernando III fué el que donó á los caba-
lleros del Temple la ciudad de Jerez; pero en un privilegio de
«
D. Alfonso XI á favor de estos caballeros se leen estas palabras:
tE me pidieron merced que le diese Xerez, é Badajoz, é el Fe-
»xenal, tóvelo por bien, é dógelos con todos sus términos, según
(i) Memorial de la fundación de Jerez de los Caballeros^ por Fray D. Juan Roco
de Campofrío (Ms.)
{2) Apuntes para la historia de Jerez de los Caballeros^ por D. Juan Antonio
Núñez Barrero, cura párroco de S. Bartolomé de dicha ciudad (Ms.)
(3) Diccionario f^eográfico-estadislico-hisióricOy tom. IX, pág. 627.
(4) Historia de Jerez de los Ctifta/Zeros, compuesta por el doctor D. Gregorio
Fernández Pérez, cura de la iglesia parroquial de S. Bartolomé de dicha ciudad de
Jerez.— Año de 1833 (Ms.)
66o BADAJOZ
*se contiene en el privilegio que el rey don Alonso mió abuelo dio
%á don Estevan de Velnionte é á la orden sobre dicha: etc, >
No puede ser cierto lo que Madoz afírma, y debe considerar-
se á Jerez de los Caballeros como de los Caballeros del Temple,
desde 1229 en que conquistó la ciudad el rey de León (i).
En la extinción de los Templarios pasó á la corona, y en
1375 el rey D. Enrique II la cedió á la orden de Santiago.
En 1 47 1 el alcaide D. Martín de Majares reparó las mura-
llas de la ciudad y mejoró las de su castillo, alzando nuevas
torres.
Carlos V la eximió de varios impuestos que pesaban sobre
ella y le concedió el título de ciudad el 28 de Junio de 1528,
con privilegio de que todos sus vecinos pudiesen usar espada
ceñida.
(i) Cuando en 12^0 quiso D. Alfonso IX de León extender sus íronteras por
esta extrema comarca, los caballeros Templarios adquirieron toda la parte fron-
teriza á Portugal, comprensiva de los actuales distritos de Olivenza, Jerez y Fre-
genal; y según consta de algunos documentos de la Orden, fehacientes en el
Bulario de Arguleta, la ciudad de Jerez era capital de un bailiaio^ ó si se quiere
encomienda, que abarcaba los pueblos de Jerez, Oliva, Valencia del Ventoso,
Alconchel, Villanueva del Fresno, Cheles, Higuera de Vargas, Zahinos, Burguillos,
Valverde de Burguillos y Atalaya. Los Valles de Santa Ana y Matamoros, ó no
existían aún, ó eran pequeñas alquerías de la ciudad de los Caballeros, pues en
este concepto han seguido hasta el presente siglo, según consta de multiplicados
documentos pertenecientes á diversas épocas. El manuscrito anónimo de Jerez,
cuenta que un bailio ó comendador de esta ciudad, otorgó á la misma, á Burguillos
y otros pueblos de su jurisdicción el privilegio de regirse por la Ley de mtatctde,
á la que por esta razón se denominó desde entonces eljuero del Hailio. Creemos,
sin embargo, que este nombre nació de que obtuvieran el privilegio todos los
pueblos del bailiato, por más que algunos lo perdiesen después, pues todos los
antes nombrados siguen observándole. Por otra parte, el fuero no debió ser con-
cedido por la sola voluntad del bailio, pues la autoridad de éste no era tanta que
le permitiese modificar las leyes civiles; de consiguiente que el bailiato debió
recibirle á consecuencia de acuerdo tomado en capítulo general de la Orden, y
aun quizás con intervención de la Corona.
Sea de ello lo que quiera, la tradición extremeña más autorizada conviene
con los datos aducidos en que Alburquerque debió este fuero á su señor D. Alfonso
Téllez, y en que los demás pueblos regidos por él lo obtuvieron en tiempo de los
caballeros Templarios; pero en uno como en otro caso, fué tomado de la legislación
portuguesa, que en su código titulado Orúfenaf oes ( libro IV, título 46) dispone
que «tudos os casamenios feitos en nossos reinos é senhorios se entendem serem
«/eitos por carta de d meiade^ salvo cuando entre as partes outra cousa /or acordada
«e contractada.n
BADAJOZ 65l
Del siglo XV al xvii data el apogeo de Jerez. Sus parroquias
son de esta época, como sus conventos de frailes, sus monaste-
rios de monjas, sus hospitales y colegios, edificios todos que,
aun sin tener grandes recuerdos artísticos, son dignos de ser
visitados por los amantes de la historia patria. En 1621 D. Fe-
lipe IV It concedió voto en cortes, cuando ya tenía una feria y
mercado público muy concurrido por los vecinos de los pueblos
inmediatos.
Hoy Jerez es vicaría eclesiástica con jurisdicción sobre sus
parroquias y las del Valle de Santa Ana y Valle de Matamoros,
sus antiguas aldeas; partido judicial compuesto de Jerez, Barca-
rrota, Oliva de Jerez, Salvaleón, Salvatierra de los Barros, Va-
lencia del Mombuey, Valle de Matamoros, Valle de Santa Ana
y Zahimos, con una población de 30,000 almas. Jerez solo cuen-
ta 9,000.
VII
Es patria de multitud de hombres ilustres, como el célebre
navegante Vasco Núftez de Balboa, descubridor del mar del Sur;
de D. García Martínez de Forres y Silva, consejero de Castilla
y jurisconsulto insigne del siglo xvi; D. Juan de Bazán, que mu-
rió en la guerra de Granada el año 1481 ; de D. Juan de Figue-
roa y Vargas, general; de D. Fedro Fortocarrero ; del obispo
de Málaga D. Diego González Toro de Villalobos; de los capi-
tanes Diego de Albítez, Carlos Enríquez, Vasco Godínez, Gar-
cía de Bazán, Alfonso de Vargas y Diego Rosado, todos céle-
bres en América; D. Juan de Silva, gobernador de Filipinas, don
Rodrigo Torres y Morales, general, y D. Melchor Zambrano,
escritor. Fero el más notable de todos estos hombres lo es in-
dudablemente el descubridor del mar del Sur, nacido en 1475,
602 BADAJOZ
de una familia noble, pero de escasa fortuna, y fué destinado al
servicio de D. Pedro Portocarrero, señor de Moguer. Aficionado
á aventuras y cediendo al impulso de la juventud noble de la
Península que el descubrimiento del Nuevo Mundo había des-
arrollado en todas las clases de la sociedad, le hizo abandonar
el suelo natal y acompañó á Rodrigo de la Bastida en su viaje
el año 1500.
Alto, robusto, bien formado, acostumbrado á todo género
de fatigas y dotado de un espíritu intrépido y de no escaso va-
lor, su fisonomía era franca ; cualidades todas que le hacían figu-
rar en primer término entre los nobles aventureros.
Pedro Montejo, en sus Décadas, da á Vasco Núñez el nom-
bre de Egregius di gladiator^ que unos traducen por c Hombre
hábil en las armas,» y otros por t Maestro en el uso de las ar-
mas.»
En vez de regresar á Europa con Rodrigo de la Bastida, se
estableció en Hispanola (hoy Santo Domingo) y compró una
finca en Salvatierra, á orillas del mar. Pero no tardó en verse
acosado por deudas y sin recurso alguno para pagarlas.
La expedición intentada en 15 10 por el bachiller Enciso,
que fletó un bergantín para ir al establecimiento fundado por el
célebre Alfonso de Ojeda en la provincia de San Sebastián, le
proporcionó el medio de escapar de sus acreedores.
Para embarcarse. Balboa se metió en un tonel, en el que fué
llevado desde la casa al buque, encerrándose en éste como si
fueran provisiones.
Cuando llegó á alta mar. Balboa salió de su escondite.
Enciso se mostró al principio muy irritado por tal estrata-
gema; pero reconociendo que la casualidad le proporcionaba un
auxiliar muy poderoso, se apaciguó é invistió á Vasco Núñez de
las funciones de segundo jefe del terreno que ocupaban.
Este rasgo indica que nuestro héroe no era falto de inven-
tiva. Véase ahora otro que le distingue como oficial hábil y
enérgico.
BADAJOZ 663
En una expedición arriesgada, con objeto de descubrir las
riquezas del templo indio de Coyba, un destacamento de seis
hombres cayó en una emboscada. Obligados á batirse en reti-
rada, dejó sobre el tereno un soldado herido.
Al tener noticia Balboa de haber sido abandonado aquel
hombre, que se llamaba Francisco Shernon, se puso furioso y,
dirigiéndose al jefe de aquellos soldados, le dijo :
— Es una vergüenza que españoles hayan huido ante sal-
vajes, y que hayan abandonado á un compañero entre sus ma-
nos.
Humillado por aquella especie de vehemencia, el jefe del des
tacamento volvió en seguida al sitio donde había caído Shernon,
le encontró, le arrancó de las manos de los indios, que se dis-
ponían á acabar con él, y le condujo de nuevo á Atínez.
Este oficial, completamente desconocido entonces, era otro
ilustre extremeño, D. Francisco Pizarro.
Habiendo sustituido al bachiller Enciso, y desembarazado
de su colega el alcalde Zamudio, Vasco Núñez se encontró poco
tiempo después dueño absoluto de Darién, en cuyo puesto se
hizo muy popular.
Queriendo inaugurar su gobierno con un acto importante,
cogió 1 30 hombres, se metió en los dominios de Coreta, caci-
que de Coyba, que le había negado víveres, y en una sola no-
che se apoderó de su aldea, se llevó prisioneros á todos los
indios, con el cacique, su mujer y su hija á la cabeza, y se apo-
deró de un botín considerable.
En honor de Balboa, debemos añadir que trató muy bien á
los vencidos, devolvió la libertad al cacique é hizo con él un
tratado de alianza, en virtud del que Coreta le ofreció su hija,
joven y bella indiana que ejerció, por consiguiente, una gran
influencia sobre Núñez de Balboa.
Cuando acometió una nueva expedición contra otro enemigo,
llamado Comaque, Balboa tuvo la primera noticia de la existen-
cia de un segundo Océano.
6b4 B A rj A j o z
Estaban repartiendo el botín, que se componía de 4,000 on-
zas de oro y de 60 esclavos, cuando el hijo del cacique exclamó:
— No sé por qué os afanáis tanto por semejantes bagatelas.
Si tanto valor tiene para vosotros el oro, por el que pasáis tan-
tos sufrimientos y privaciones, ¿veis esas altas montañas? — de-
signando á la parte Sur — pues detrás de ellas hay un extenso
mar que se distingue desde su cima. Al Sur de esas montañas
todos los ríos que corren llevan oro, y los reyes que habitan en
sus orillas beben y comen en vasijas de oro; tan común es allí
el oro como el hierro en España, vuestra patria.
Impresionado por esta revelación, Vasco Núftez creyó que la
Providencia le tenía deparado en el mundo un puesto tan bri-
llante como el de Colón y Hernán Cortés, y no queriendo ceder
á nadie la gloria de este nuevo descubrimiento, se apresuró á
prepararse para llevarlo á cabo.
Tenía además otros motivos poderosos para intentar esta
expedición ,
El bachiller Enciso, á quien tan rudamente había desposeído
de su autoridad para apoderarse de ella, y á quien había obli-
gado á embarcarse para España, se había quejado al rey.
La sentencia dada por Fernando el Católico condenaba á
Núñez de Balboa á devolver todos los dominios é intereses, y le
mandaba que regresara á Europa para contestar á una acusa-
ción criminal.
En i.^ de Setiembre de 15 13, Balboa, á la cabeza de 190
hombres, elegidos entre los más valientes de su tropa, armados
de espadas, escudos, ballestas y arcabuces, y seguidos de algu-
nos perros, se embarcaban en un bergantín y en nueve piraguas
(embarcación india) en dirección á Coyba. En este punto tomó
víveres y guerreros indios para llevar sus bagajes, dejando la
mitad de los suyos para establecer sus comunicaciones y asegu-
rar su vuelta. Un cacique llamado Quavaca trató de estorbar el
paso. Muerto quedó en el campo de batalla con 600 de su gen-
te. Por fin, después de fatigas inauditas y atroces sufrimientos.
BADAJOZ 665
causados por el hambre, la expedición llegó el 1 2 de Setiembre,
como indicamos al principio, al pie de las montañas desde cuya
cima se distinguía el mar.
Vasco Núftez no tenía entonces más que 67 hombres.
No le bastaba haber descubierto un Océano. Necesitaba lle-
gar hasta él, explorar sus riberas y elegir un sitio á propósito
para establecer un puerto y asegurarse si había habitantes en
aquellas costas.
Balboa destacó en tres direcciones diferentes á sus oñciales
Francisco Pizarro, Juan de Escaraz y Alonso Martín, otro extre-
meño nacido en Don Benito, encargados de descubrir el camino
más corto y más cómodo que condujera al Pacífico.
Alonso Martín resolvió el problema.
Habiendo encontrado dos embarcaciones indias, observó ha-
cia qué parte se inclinaba el flujo y reflujo, y lanzándose en una
de ellas, tuvo la gloria de ser el primer europeo que se embar-
có en aquel mar.
El segundo fué un aventurero que la historia nos le da á
conocer con el nombre de Blas Atienza.
Balboa llegó á orilla de una bahía el 29 de Setiembre
de 1 5 1 3 y la bautizó con el nombre de la Bahía de San Mi-
guel^ en honor del santo cuya fiesta se celebra en dicho día.
En seguida cogió una bandera en que estaban pintadas las
imágenes de la Virgen y del Niño Jesús, con las armas de Cas-
tilla y de León, sacó su espada y, colocando su escudo á la es-
palda, penetró en el agua hasta por cima de las rodillas. En
nombre de D. Fernando y de D.^ Juana, soberanos de Castilla,
de León y de Aragón, se posesionó de cuanto le rodeaba.
— Ahora — añadió — juro que este país será defendido y pro-
tegido en nombre de mis reyes, ahora y siempre, en tanto que
el mundo dure y hasta el día del juicio final.
Enérgicas palabras que demuestran admirablemente el ca-
rácter español y la época en que tenían lugar acontecimientos
tan grandes.
84
666 BADAJOZ
El 3 de Noviembre siguiente, Vasco Núftez había explorado
toda la costa inmediata, bautizándola con el nombre de la Isla
Rica^ y visitado el pequeño archipiélago llamado Is/a de las
Perlas. Entró en Darién después de haberse captado la amis-
tad de todos los caciques vecinos y derramar abundantemente
el oro.
En seguida despachó para España á uno de sus oficiales, Pe-
dro de Arbolancho, encargado de anunciar á la corte el impor-
tante descubrimiento que acababa de hacer, y portador al mismo
tiempo de regalos magníficos para el rey y sus principales mi-
nistros.
Desgraciadamente una tempestad detuvo á Pedro de Arbo-
lancho en el puerto de Santa María de la Antigua, hasta el mes
de Marzo siguiente, y este fatal incidente causó la pérdida de un
hombre á quien la fortuna había sonreído hasta entonces.
En tanto que estos acontecimientos ocurrían en Darién, los
enemigos de Vasco Núñez no perdían su tiempo en Europa, y
cuando su enviado llegó á Madrid le habían designado ya sucesor.
Para Balboa, como para Colón, como para Fernando Cortés
y como para Ojeda, la injusticia y la ingratitud fué grande.
El nuevo gobernador de Darién se llamaba D. Pedro Arias
Dávila, personaje tristemente célebre y que un historiador mo-
derno ha calificado, no sin razón, de Hudson Lowe del Nuevo
Mundo.
Pedro Arias Dávila, nacido en Segovia, se había educado
en palacio y se distinguió en la guerra contra los moros de Gra-
nada, así como en Oran y en Bougia, en África. Poseía las dotes
del soldado y la magnificencia del cortesano. Emparentado con
el obispo de las Indias, Fonseca, debió á este último su nom-
bramiento.
No pudieron elegir un jefe más funesto para la nueva colo-
nia, porque Dávila, á despecho de sus dotes exteriores, era un
hombre duro, altanero, avaro, orgulloso, implacable en sus ven-
ganzas y celoso de la autoridad como de su sombra.
BADAJOZ 667
Al principio no demostró sentimiento alguno de animosidad
contra Balboa, tratándole con tal afabilidad, que prendó á aquel
hombre, como hemos dicho, de corazón generoso.
Pero en secreto mandó al licenciado Gaspar de Espinosa
abrir información sobre Balboa y sus oficiales. En cuanto pudo
declarar á Vasco Núftez como reo de usurpación y abuso tiránico
de autoridad, levantó la máscara y le encerró en una prisión.
La población de Santa María protestó una y mil veces con
entera energía contra aquel procedimiento hacia un hombre á
quien adoraba, y el obispo de Darién, el digno Quevedo, repro-
chó con indignación al gobernador su deslealtad y la injusticia
de aquella manera de obrar, no justificada jamás entre hombres
honrados.
Sometido á juicio. Balboa fué absuelto.
Equivocado en sus cálculos odiosos, Pedro Arias Dávila se
vio obligado á poner en libertad á Núñez, á quien él mismo in-
vistió de la dignidad de adelantado del mar del Sur y del go-
bierno de las provincias del Panamá y de Coyba. Honores que
le fueron concedidos por una carta autógrafa del rey de España,
que Dávila interceptó y que eran la justa recompensa de sus
gloriosas exploraciones.
Los dos capitanes se reconciliaron y parece que fué tan
completa la unión, que Vasco Núñez propuso casarse con la hija
mayor de Dávila.
Esperando que ésta fuera de España, Balboa partió con su
tropa para lanzar el primer navio que surcó las aguas del Pacífico.
Con esfuerzos verdaderamente gigantescos transportó dos
bergantines á través del istmo de Panamá, franqueando el paso
de las montañas á brazo de algunos hombres, y se embarcó en
Bahos con 200 soldados escogidos.
De vuelta en Déla, recibió una carta de uno de sus amigos,
Hernán de Arguello, avisándole que las armas, las municiones
y las provisiones que había mandado buscar para su escuadra
estaban para llegar de la Habana.
668 BADAJOZ
Esta carta, puesta en las manos de Dávila por un miserable
liamado Andrés Garabito, que denunció al mismo tiempo á Vas-
co Núñez como culpable de querer declararse independiente y
servirse de su tropa para ejercer su autoridad suprema, debía
producir una catástrofe sangrienta.
Dominado de nuevo por sus ideas de venganza, el cruel go-
bernador no tuvo más que un solo objeto: desembarazarse por
la muerte del que consideraba su rival.
No atreviéndose á detenerle en medio de 200 hombres que
sabía eran adictos á Núñez, le escribió una carta amistosa supli-
cándole que regresara.
Al mismo tiempo mandaba á Francisco Pizarro que se pu-
siera en su persecución con sus fuerzas y que lo detuviera don-
de le encontrara.
El aventurero que la conquista del Perú había de rodear
más tarde de tan gloriosa aureola, tuvo la triste misión de po-
ner la mano sobre su mejor compañero de armas y mandarle
cargado de cadenas á Déla.
El mando de la escuadra pasó á Bartolomé Hurtado.
Ante un tribunal, cuyo único juez fué el alcalde Espinosa,
que era á la vez un enemigo de Balboa y un adicto de Pedro
Arias Dávila, por lo tanto, no había que esperar en él acto de
legalidad alguno, se negó á oir los testigos que querían hablar
en favor del procesado. En cuanto á la defensa, una orden del
rey prohibió en Darién la presencia de más de un abogado, y
éste era... el alcalde.
Movido, sin embargo, á compasión, Espinosa preguntó si se
le permitía á Núñez apelar del juicio.
— No — exclamó Pedro de Arias Dávila. — Si merece la muer-
te, que la sufra.
Y con efecto, fué pronunciada la pena de decapitación.
El delator Garabito, detenido como cómplice del supuesto
complot, fué puesto en libertad, como era natural.
Al día siguiente, la población de Déla, consternada, pero no
BADAJOZ 669
atreviendo á sublevarse, comprimida por todas las tropas que
había mandado concentrar Dávila, vio erigirse en medio de la
plaza pública el cadalso del que había conquistado á su rey hom-
bres y montones de dinero.
El pregonero de la villa marchaba delante de Vasco Núñez
gritando:
— Este es el castigo que por orden del rey y su delegado
D. Pedro Arias Dávila se da á este hombre por traidor y usur-
pador de territorio de la corona.
A lo que Balboa contestó:
— ¡Es falso! ¡Jamás pasó por mi mente semejante crimen!
Siempre he servido al rey con fidelidad y lealtad y he procura^
do acrecentar sus dominios.
Después, con paso firme, subió las gradas del patíbulo, y su
cabeza rodó por el suelo, como las de sus oficiales Valderrába-
no, Bocello y Hernán Mimos.
Pedro Arias Dávila asistió á la ejecución oculto tras los
muros de una casa, á doce pasos del cadalso.
En la plaza llegó el dolor á su colmo. Los hombres lloraban
y las mujeres cayeron de rodillas elevando sus preces al cielo.
El sol se ponía. El verdugo, fatigado por esta cuádruple
ejecución, tenía aún que añadir otra víctima á tan sangrienta
hecatombe.
Ya hemos dicho que la causa involuntaria de la pérdida de
Vasco Núñez fué Hernando de Arguello, cuya carta había tenido
tan deplorables consecuencias.
Aunque completamente inocente de intención y de hecho,
el desgraciado fué condenado á la última pena, como su jefe.
Al verle llegar, la multitud no pudo reprimir un sentimiento
de piedad por él. Un grupo bastante numeroso se interpuso en-
tre el cadalso y el reo. Otros, en tanto, se dirigían á donde es-
taba oculto el cruel gobernador y le pedían el perdón para
Arguello.
— ¡No! ¡Antes moriré yo que perdonar á ninguno!
670 BADAJOZ
Tal fué la respuesta de Pedro Arias Dávila.
Y la cabeza de Arguello rodó como las de los demás.
En vano se han buscado los motivos de una animosidad tan
feroz.
Por orden de aquel monstruo, la cabeza de Vasco Núñez de
Balboa fué colocada sobre un palo, y permaneció por espacio
de muchos días expuesta en el sitio de la ejecución.
Pedro Arias debió verla alguna vez en sueños.
Así pereció, á los 42 años, el digno émulo de Cristóbal
Colón, de Hernán Cortés y de Juan Ponce de León. Dotado de
todos los dones que forman á los grandes capitanes y los espí-
ritus privilegiados, fué acusado de infamia. Adicto á su rey, sufrió
la muerte de los traidores. Explorador hábil é intrépido, su
nombre debería preceder al de Pizarro ó al lado de Vasco de
Gama.
He aquí una gloria imperecedera siempre para España,
pero que con orgullo recordamos y con nosotros el mundo
entero.
Cáceres
CAPÍTULO PRIMERO
Cáceres fué la Castra-CaeclUa de Quinto CaBcUlo Metello.
Invasión de los árabes, sitio de Cáceres por Zeth y coronamiento del rey
Alhá-el-Gamí.
Cáceres desde la Edad-Media hasta el siglo XVI.
Privilegios y fueros reales de Cáceres.— Cáceres contemporáneo.
Hijos Ilustres de Cáceres. — Los Ulloas.
I
OBRE alta colina, eslabón de una cordillera de
pequeños cerros, que corre del E. á O. y situa-
da á la izquierda del Tajo, á 22 kilómetros de
sus turbulentas aguas, se encuentra la histórica
villa de Cáceres, residencia de las autoridades.y
corporaciones civiles, judiciales, eclesiásticas, mi-
litares y administrativas que le son propias, co-
mo capital que es de la provincia de su nombre,
audiencia territorial, arciprestazgo de la diócesis
de Coria y gobierno militar de la Capitanía general de Extre-
madura.
Vista Cáceres desde sus inmediaciones, ofrece un panorama
sorprendente, por el conjunto desigual de sus almenados pala-
cios, sus altas torres, sus arruinadas murallas y sus antiguas
«s
674 C A C E R E S
iglesias. La imperial Toledo no tiene el aspecto secular, ni Ávila
la fisonomía histórica que esta villa, fundada en los tiempos
pasados, y conquistada en la Edad-media por los nobles que la
engrandecieron en el siglo xiii.
Aquel conjunto de muros y torreones antiguos, ennegreci-
dos por la acción destructora del hombre, desafían á los siglos
como quien lucha por la eternidad de que gozarán en la historia.
Es el recuerdo vivo de un pueblo que ha existido en remotas
edades y quiere legar á los tiempos venideros su historia y sus
tradiciones, para justo orgullo de sus preclaros hijos.
Creen algunos historiadores extremeños, como Ulloa y Gol-
fín (i) y Solano de Figueroa (2), que la villa de Cáceres tiene
un origen prehistórico. Nada más lejos de la verdad tal suposi-
ción, que no puede fundarse en ningún dato serio. Cáceres fué
fundado por el famoso general romano Quinto Caecilio Metello,
que le dio el nombre de Castra Cacilia^ citada por Plinio Se-
cundi (3), como uno de los pueblos contribuyentes de la colonia
Lusitania Norba Casarca (Alcántara).
Los restos romanos que aparecen en Cáceres y las inscrip-
ciones encontradas en sus campos, justifican esta aserción de
Plinio, que robustece, por otra parte, Antonino Pío, haciendo figu-
rar á Cáceres como la segunda mansión en la vía romana de
Mérida á Zaragoza, según su Itinerario, que copiado á la letra
dice así:
XXIII Iter ad Emérita Ccesaraugusíam. . 632 millas.
I. Ad Sórores (junto á las Casas de Don-
Antonio) 26 »
(i) Aparato á la Historia de Cáceres, por D. Pedro Ulloa y Golfín. (Cod. en
B. N., let. o. núm. 49.)
(2) San Jonás^ presbítero y mártir^ etc., por D.Juan Solano de Figueroa Altami-
rano. (Madrid, 1665.)
(í) Histories mudi, cap. XXII, lib. IV.
676 C Á C E R E S
2. Castra C^ecilia (Cáceres) 20 millas.
3. ' Turmulus (Alconetar) 20
. 4. Rusticiana (junto á Gal isteo) 22
5. Cáppara (Caparra) 22
6. Caecilio Vico (Baños) 22
7. Ad Líppos (Endrinal) 12
8. Senticie (Siete Carreras) 12
9. Salmantice (Salamanca) 24
10. Sibarian (en el Monte del Cubo).. . . 21
11. Ocelloduri (Zamora) 21
12. Albucella (Bélbez, hacia Toro). ... 22
13. Amallobriga (Despoblado de la Rivera,
6 Villarbrojo) 27
14. Siptimanca (Simancas) 24
15. Ni varia (Portillo 6 Alcazaren). . . . 22
16. Cauca (Coca) 22
17. Segovica (Segovia) 29
18. Miacum (hacia las Rozas, cerca de Ma-
drid) • . 24
19. Titulcia (cerca de Añover del Tajo).. . 24
20. Complutum (Cerro del Viso, junto á Al-
calá de Henares) 30
21. Arriaca (Guadalajara) 22
22. Cesada (Hita) 24
23. Segontia (Sigüenza) 26
24. Arcobriga (Arcos, junto á Medinaceli). . 23
25. Aquae Bibilitanorum (Alhama). ... 16
26. Bilbis (Cerro de Bambola, junto á Cala-
tayud) 24
27. Nertobrija (Almunia 6 Riela) 21
28. Segontia (Epila 6 la Muela) 14
29. Caesaraugustam 16
Aún existen miliarias de esta gran vía, desde Mérida hasta
C Á C E R E 8 677
SU ñn, según las inscripciones que publica Viu (i). Una de ellas,
hallada en el sitio del matadero viejo, y que examinó Solano de
Figueroa, decía así:
CASTR. CJE. XLUn.
Esos cuarenta y cuatro m. p. hacen exactamente los cin-
cuenta y cuatro kilómetros que hay desde Mérida á Cáceres.
Madoz, Viu y Solano de Figueroa publican las siguientes ins-
cripciones, todas encontradas también en Cáceres. Las dos si-
guientes estaban en el Atrio del Corregidor:
L. JULIUS
L. F. CRES
CENS. AN
XXXV
PUPELIA
A. F. NIGE
LLA. AN
Aunque está incompleta puede leerse lo siguiente : Lucio
Julio Crescente, hijo de Lucio, de treinta y cinco años de edad,
y Pupelia Nigella, hija de Aulo, de... (falta la conclusión que
podría ser esta: de tantos años de edad, está aquí sepultada.
Séaos la tierra leve).
Q. NORVA
Nvs. Prvn
Nicvs. An. XL,
H. S. E. S. T. 1. L.
Cornelia
Antiocis
Genero.
Esto es: Quinto Norbano Prúnico, de edad de cuarenta aftos,
(i) En 8u Extremadura, al tom. I, págs. 7$ á 80.
678 C Á C E R É S
está aquí enterrado. Séate la tierra leve. Cornelia Antonia á su
yerno.
En la casa de Roco se ve un pedestal de alabastro con mol«
duras y esta interesante inscripción :
«
Imp. CíESari. Lucio
Septimio. Severo
Pertinaci. Aug. Pont.
Max. Trib. Pot. II. Imp. III
Cos. II. P. P.
Óptimo. Fortissimo
Providentissimo Qve
Principi. Ex. Arg. P. XC
C. D. IvLio. Celso
Et. L. Petronio. Nigro
II. V. D. D.
Que traducido dice: Al Emperador César Lucio Septimio
Severo Pertinaz Augusto. Pontífice Máximo, en el afto 2.° de su
Potestad Tribunicia, en el 2.^ de su Consulado y 3.° de su Im-
perio (i), Padre de la Patria, y Príncipe muy bueno, muy esfor-
zado, y muy próvido. — De los fondos públicos, en virtud de
decreto de los Decuriones (2), por los Duunvzros (3), Cayo
Didio Julio Celso, y Lucio Petronio Nigro.
No se dice aquí la obra que fué dedicada, ni la cantidad en
ella invertida, como era común en casi todas las dedicatorias de
monumentos públicos hechas por los romanos; pero de los Duun-
viras 6 concejales del Ayuntamiento de Castra Cecilia diremos
con Viu, que representan cuatro aristocráticas familias romanas
de alto coturno : la yulia^ la Celsia^ la Petronia y la Nigra. La
primera, sobre haber acuñado en plata y alcanzado un prestigio
casi divino en Roma^ por reconocer su procedencia de Julio As-
casis, y haber dado más adelante á la capital del mundo los
(i) Año 196 de Cristo.
(2) Ayuntamiento de entonces.
(3) Equivalentes á Alcaldes.
C Á C E R E S 679
primeros Emperadores, se sabe que extendió sus vastagos por
España y que prestó colosos dignarios al Estado, como se ve
por las monedas de Clunia (Corufía del Conde) y Corduva
(Córdoba). La segunda, igualmente patricia, gozó siempre de
una reputación tan elevada como propia del apellido. La tercera
acuñó en //¿r^* (El Molar, junto á Elche), y en Nava-Cartago
(Cartagena). La cuarta en Celsa (Velilla ó Jelsa), habiendo dado
constantemente todas ellas hombres de mucha fama á la repú-
blica y al imperio.
Á otro miembro de la familia de Norban^ que ya figura en
la segunda lápida que traducimos anteriormente, corresponde
esta lápida hallada junto al puente Vadillo, en los campos de
Cáceres :
L. NORBA
ROFO. An.
XXIIII
Labeo
AVNGULO.
...
Esto es: que Lambeo á su tío materno Lucio Norvano Rufo,
de veinticuatro años de edad, le dedico esta sepultura. Falta
el S. T. T. L.
En el mismo Cáceres han aparecido estas otras que copia
Viu y han reproducido varios anticuarios:
Q. NoRB. Q. F.
Capitón. Ad. II. V.
SvPLiciA. Favsta. So....
Et. Ivlia. Qvintill.
Se refiere á otro Norbano y dice así, en lo que de esta ins-
cripción puede leerse: Quinto Norbano Capitonia, hijo de Quin-
to Norbano^ Edil y Duunviro de Castra Caecilia, está aquí sepul-
68o C Á C E R E 8
^
tado ; su hermana Sulpícía Fausta y Julia Quintilla, le erigieron
este enterramiento.
Hereni
A. C. F. Sev
Era. An. L
XV. H. S. E.
S. T. T. L.
Puede leerse así: Herenia Severa, hija de Cayo, de edad de
sesenta y cinco años, está aquí sepultada; séate la tierra leve.
Po
NANA
An. XX
H. S. E. S. 1 •
N. L. IvLiv
S. P. F. C. V
Ponana, de veinte años de edad, está aquí enterrada; séate
la tierra leve. Tito Julio, su padre, le hizo construir de su propia
voluntad este sepulcro.
La siguiente está en lo que se llama cuesta del Maestre,
junto á un arco:
P. Trebivs
C. F.
Es fragmentaria de una sepulcral, que perteneció á un miem-
bro de la familia Trebia^ muy aristocrática en Roma.
Junto á la casa del marqués de Ovando se hallan estas otras:
Ac
Ce. Ter.
Tía. An. XXIII
H. S. E. T. T. L.
682 C Á C E R E S
Corresponde á una Terencía, muerta á los veintitrés afíos.
ALBI
NVS
RVFI
F.
AN*
XVI.
S. T. T. L.
Albino, hijo de Rufo, de edad de diez y seis afíos, está aquí
sepultado, etc.
Solano de Figueroa y Rodríguez de Molina (i) traducen y
copian otras varias lápidas halladas en Cáceres, en su mayoría
sepulcrales, pero de escaso interés. Prescindiendo, por tanto, de
reproducirlas aquí, diremos algo sobre los restos romanos
que aparecen en la Plaza de la Constitución, y que son indu-
dablemente los más importantes de la ciudad de Cacüio Me-
tello.
Desde remotos tiempos en esta plaza se han celebrado los
festejos públicos y fiestas reales. Su planta es un cuadrilongo irre-
gular de 1 8o metros de longitud por 44 de latitud, de piso des-
igual y empedradas tan sólo algunas fajas al pie de los soporta-
les que la adornan en casi todos sus lados. El que mira al E.,
que es uno de los largos, está formado por tres trozos de estos
soportales, los dos primeros en línea recta, y su pavimento com-
pletamente enlosado con buena piedra de cantería aparece má$
bajo que el de la plaza, á la cual se sube por dos escalones en
cada uno de sus arcos. El primero de estos soportales fué enlo-
sado por orden del Ayuntamiento en 14 de Agosto de 1626 y
el segundo en 1 845 ; el último permanece empedrado hasta hoy,
forma un ángulo saliente y es más pequefío que los anteriores.
(i) Papeles históricos sobre ¡a villa de Cáceres^ que poseia D. Juan Malo de
«Molina, abogado de Trujillo, y que se atribuían al Licenciado D. Juan Rodríguez
,de Molina.
C Á C E R E 8 683
Todos tres son obra del siglo xv. El lado opuesto es muy des-
igual y sus soportales más desiguales, aunque también más an-
tiguos. En su centro se ostenta uno de los fuertes torreones de
la antigua muralla romana, llamado el Reloj , porque en él
estuvo el de la villa desde 1591 á 1796 en que por haberse esta-
blecido otro en el palacio de la Audiencia, se trasladó á la torre
de la parroquial de San Mateo, habiendo vuelto á ponerse otro,
con esfera, en estos últimos años. ^
Este torreón es hermoso por su resistente fortaleza y eleva-
da altura. Está coronado de almenas, y entre ellas, dando frente
á la plaza, se colocó en el año de 1820 una estatua de mármol
de seis pies de altura, que representa á la diosa Ceres: le falta
el brazo derecho y es uno de los ejemplares más notables de la
estatuaria romana. Estuvo colocada anteriormente en el pretil
que cierra lo que se llama Atrio del Corregidor, en la misma
plaza. Créese que esta estatua decoró algún templo de los que
tuvieran los romanos en Cáceres, dedicada á Aceres 6 la J^or-
íuna, por razón de la cornucopia ó cuerno de la abundancia que
ostenta en su mano izquierda; pero Viu dice que procede del
templo romano que hubo en los campos del Sa/or (donde se
supone que existió un pueblo de alguna consideración;, como
igualmente hubo otro templo á yúpiter Capitalino^ en la hoy
ermita de Nuestra Señora de Tiebas, junto á la villa de Casas
de Millán, asiento de una población romana cuyo nombre nos
es desconocido.
Otra estatua existe en Cáceres. La de la diosa Diana que
se guarda desde el siglo xvi en la casa del Conde de Torre-ma-
yoralgo. Es de finísimo alabastro y de más de seis pies de altu»
ra. Los autores antiguos que hablan de ella, la conocieron sin
cabeza; pero en 1792 se le puso la que tiene actualmente, cuya
escultura no corresponde á la perfecta ejecución de la estatua.
Suponen algunos, ante la aparición de esta escultura, que en
Cáceres hubo templo en honor á Diana. No lo negamos; pero
es poca prueba la existencia de esta estatua para suponerlo.
684 C Á C E R E S
Falta saber si procede de fuera de Cáceres, como la de Aceres^
que la importaron del Salor.
En la parte oriental de la población, entre la fuente del Con-
cejo y el puente de San Francisco, á orillas de la calzada roma-
na, conocida por la Via-Lata^ existe un templete romano, de los
llamados Sacellos ó j^dicula^ ya en muy mal estado, pero que
en su tiempo debió tener importancia, pues los romanos, á seme-
janza de los griegos, que edificaban sus Hycrones en los parajes
públicos, levantaban Sacellos ó edículos á orilla de los caminos
más frecuentados, como después los católicos edificaron ermitas
y santuarios.
Tales son los recuerdos que en la actualidad tiene Cáceres
de los romanos. El nombre que esta villa tuvo desde Cacilio
Metello^ no se sabe si fué el primitivo, porque también pudo
ser su fundación ú origen anterior á las guerras de este general
en la Lusitanta^ como hay indicios, por el mismo Plinio, que
celebrando la colonia Norba-Casárea (Alcántara), dice testan
» encabezadas en ella, para disfrutar de sus mismos fueros y
> hacer iguales donativos, las ciudades CastrcB-yulia (Trujillo)
>y Cast^ee-Ccectlia^ f y ambas poblaciones parecen anteriores á
las guerras con los legendarios romanos. Si así fuese, por lo
tocante á Cáceres, se probaría que sustituyó su primitivo nom-
bre por el del general Caecilio Metello por mera adulación ó en
beneficios que de él recibiera, como sucedió con otras muchas
ciudades muy principales, anteriores á la dominación romana,
que tomaron nuevo nombre de los cónsules, pretores ó empera-
dores.
II
Á la caída del poder romano, Cáceres debió quedar reducida
á población muy inferior cuando su nombre no suena para nada
C Á C E R E S 685
en la historia, durante la ocupación del país por los godos y
visigodos, á pesar de que imperaron en Mérida y en ella tuvo
Alace su corte, como igualmente Rechila y Richiario, durante
las primeras cuatro décadas del siglo v.
Los árabes la invadieron, después que á Coria, y en el si-
glo IX consta que se levantó contra el rey Zeth, que gobernaba
un pequeño estado y cuya corte estaba en dicha ciudad de Coria,
denominada anteriormente Cauria Siarum y después AlKá-
rica. Zeth puso sitio á Cáceres en Agosto del año 863 y ganó
la villa por hambre de los sitiados y la peste que se desarrolló
entre ellos, respetando la vida á los que se le rindieron.
En 1 141 el rey Alfonso VII hizo una excursión contra los
moros de tierras de Extremadura, poniendo término á su cam-
paña con la toma de Cáceres, en 1 142 ; pero dos años después
los árabes se levantaron en armas y no reconociendo la autori-
dad del monarca cristiano, se erigieron independientes. En 1151
Cáceres estaba gobernada por Alhá-elGami (1) que la engran-
deció circundándola de muros y ediñcando su alcázar, que era
notable.
En las guerras que sostuvo este caudillo con los reyes de
León, logró grandes victorias, pues derrotó sus ejércitos en
Montanches y en Valencia de Alcántara, ganando más tarde
la ciudad de Cantar at- Ais eif (Alcántara), que había conquis-
tado en 1 142 el rey D. Alfonso VII. Alhá-el-Gami, entusias-
mado de sus triunfos, engrandeció á Alcántara y reunido de
sus capitanes se coronó rey de los pueblos por él conquistados
y ^^rmzxi^cxó ^T\ Cantarai'Alset/^ SM corte, hasta 1159 en que
pasó á Cáceres y estableció en esta su residencia, como rey de
Al'Karica y Cantaral^ para cuya obra le ayudó el rey de Huel-
va, Abord-Mogab-Abdalazzi, y el de Selves, IbnKasi.
La orden de Santiago, por sus comienzos (en el año de 1 1 70
(i) Memorial de D. Alvaro de Ulloa.
686 c A c Ej<. E s
•
6 1 171) según Fr. M. Risco (i), conquistó á Cáceres, venciendo
á su rey Alhá-el-Gami y prosiguiendo la conquista bajo la férula
délos reyes de León (2). De aquí el denominarse la Orden, ea
sus primeros años y hasta la bula de Alejandro III, dada en
Florentino, el 5 de Julio de 1 175, Cangregatio de Cáceres^ y sus
caballeros Fratres de Cáceres y después Señores de Cáceres^ los-
cuales se unieron á la Orden de Santiago ya porque entre ellos
hubiese algunos de estos señores, ó por amor á la institución,
pues consta que en 1030 la orden se instituyó por D. Feman-
do I, concediéndole el monasterio de monjas de Santi-Espíritu
de Salamanca (3), por más que haya quien la considere ante-
rior, pues la creen otros fundación del rey D. Ramiro, cuando
su famosa donación á la iglesia de Santiago de Galicia, después
de la señalad^ victoria que obtuvo de los moros, libertando á-
Castilla del malvado tributo que sobre sí tenía.
En 1 1 80 volvió Cáceres á poder de los moros que la pose-
yeron hasta 1 1 84 en que la ganó D. Fernando de León, ha-
ciendo donación de ella á la Orden de Santiago, ya porque la
tenían de antes, ya también porque con su ayuda la pudo ganar;
pero estos caballeros no pudieron defenderla bien, pues en 1 196
se levantaron contra ellos los musulmanes y los expulsaron de
(i) España Sagrada^ tom. 38.
(a) El autor anónimo del Códice ms. denominado Noticias históricas de esta^
noble villa de Cáceres ^ y conocimiento de su antigüedad, hoy en poder del Marqués
del Reino, se refiere el destronamiento de este monarca en los términos siguientes:
« Fué cabeza del reyno y reynó entre los sarracenos. El año de 1 184 (a) era
»Gami rey de Cáceres y Valencia de Alcántara, y fué vencido por D. Juan Roupi-
»nho, señor del Puerto de Moos, y llevado prisionero á Portugal, con su hermana
«suyo y 50 moros principales, que puso á los pies del señor rey D. Alfonso Enri-
»quez, victoria que no olvidan las historias portuguesas, y en particular la de
»Duarte Nuñez de León, Reformación de las crónicas de Portugal, vida del señor
»rey D. Alfonso Enriquez, folio $3.»
(1) Regla y establecimiento de la Orden de Caballería de Santiago, con la histo^
ria del origen y principio de ella, por D. Francisco Ruiz de Vergara y Álava. (Ma-
drid, 1662.)
(a) En II 71. Está equivocada esta fecha en trece aftos posterior.
C Á C E R E S 687
la ciudad y de su territorio, entablándose entonces una lucha
tenaz y porfiada entre cristianos y moros que duró más de trein-
ta y tres años. En 1 2 1 8 extremaron los caballeros ganar la for-
taleza, y después de tres meses de sitio fueron obligados á reti-
rarse á sus casas por las lluvias torrenciales de fines de aquel
año. Don Alfonso repitió esta tentativa en 1222 con numeroso
ejército, después de ganar el castillo de Montanches, y los mo-
ros por librarse del sitio, convinieron en dar cierta cantidad de
dinero que esperaban del África; mas levantando el rey el sitio
pronto olvidaron la palabra empeñada. Tres años después reco*
bróse, por fin, Cáceres, no sin gran trabajo y pérdidas de con*
sideración, pues los moros habían fortificado la villa en términos
que la hicieron inexpugnable, entrando en ella el rey D. Alfon-
so en 1225 con los caballeros de Calatrava y le concedió fue-
ros y privilegios para que fuese poblada de cristianos. D. Fer-
nando III confirmó después estos fueros por su carta en Alba
de Tormes, á 12 de Marzo de 1231.
En 1234 reclamaron los caballeros de Calatrava la pose-
sión de la villa, como de su antiguo derecho; pero el rey, su
conquistador, la incorporó á la corona, recompensando á la
orden con la villa de Cáfila y Castro-Torá y á más 2,000 mara-
vedises.
Así quedó Cáceres libre de musulmanes y entregado á los
dominios del rey de León, desde mediados de la tercera dé*
cada del siglo xiii.
III
La mitad de Cáceres es de esta época. Recorrer sus calles
en la parte alta y cruzar sus estrechos y tortuosos callejones,
es tanto como aparecer ante una ciudad feudal del siglo xii. Y
I
688 c A c En E s
es que Cáceres se compone de dos ciudades que claramente re-
presentan dos épocas distintas. La primera y más antigua está
encerrada en una fuerte muralla, mitad romana, mitad árabe,
que corona el recinto superior del cerro en que se halla la po-
blación, defendida por muchos y altos torreones que todavía in-
dican su antigua fortaleza. Esta ciudad murada tuvo cinco
puertas, representadas hoy en los arcos llamados: de la Estre-
lla, de Santa Ana, del Cristo y del Socorro, que existen com-
pletos, y el de la puerta de Mérida, que ha desaparecido. Las
murallas y sus torreones están incorporados en muchos parajes
con las obras posteriores que se han extendido fuera de su com-
prensión, y forman la parte moderna de la villa que es hoy la
mayor y sin duda más principal, por cuya razón las antiguas
puertas han quedado muy al centro del actual castillo y carecen
de importancia, si se exceptúa el llamado Arco de la Estrella,
que su salida á la villa moderna la tiene por un descenso de ele-
gante escalerilla en el centro de los portales que guardan línea
con la torre del reloj, ya descrita anteriormente.
Este arco es de particular arquitectura. Practicado en la anti-
gua muralla, da ascenso por medio de una escalinata ancha y
cómoda desde la moderna Plaza de la Constitución al interior
de la villa y su parroquia de Santa María. Es todo él de piedra
: berroqueña, de la más fina del país, bastante aplanado, de viaje
transpuesto y representa la forma de una concha, en términos
que se puede pasar por cualquiera de las cuatro calles á que da
comunicación, siempre vía recta, y sin oblicuar. Sobre su centro
interior se eleva un templete románico con la imagen de Nues-
tra Sefiora de la Estrella, de piedra de Salamanca, de ejecución
amanerada y pobre ropaje.
Fué construida esta obra, en el modo en que se halla, el
año de 1726, á expensas del marqués de la Enjarada, bajo la
dirección del maestro mayor de obras D. Miguel Churriguera
(pariente que fué del célebre José, arquitecto que imprimió un
pésimo gusto á todas sus obras, recargándolas de adornos y
690 C Á C E R E S
caprichos de la peor condición artística), según se lee en una
lápida colocada en su centro por la parte exterior.
Esta obra, en su conjunto, resulta notable; el arco mayor-
mente es hermoso, y las delineaciones de todo él representan
mucha inteligencia por parte del que lo trazó.
Recorriendo el interior de la villa antigua se observa á poco
que se ande por encrucijadas y tortuosos callejones, gruesos
muros y torres del tiempo de los romanos, y algún que otro edi-
ficio de los árabes, por ejemplo, el llamado Palacio de las Vele-
tas^ que aun después de haber sido todo él restaurado en los
comienzos del siglo xvii, vense en su interior restos del antiguo
alcázar levantado en los mediados del siglo xii por el rey Alhá-
el-Gami.
Situado este histórico edificio en la parte más alta de la villa,
se halla fundado sobre un gran aljibe que ocupa toda su área,
sostenido por fuertes caftos abovedados de menuda argamasa,
sobre enormes columnas de piedra y gruesas cadenas de hierro.
Esta parte del edificio es primitiva, mejor dicho, originaria del
que se hizo en 1 1 5 2 y sus cimientos descienden á una profundi-
dad enorme, hasta encontrar la piedra, pues de piedra nativa es
el pavimento del aljibe.
Se ignora la procedencia del gran caudal de agua que este
aljibe contiene, pues hallándose á una altura tan considerable,
no parece que pueda venirle de otro lugar, creyéndose por lo
mismo que es solo un gran depósito de las aguas llovedizas que
se recogen efectivamente en aquel sitio; pero, por otra parte, la
experiencia ha demostrado que aun en los años más secos, las
aguas mantienen una altura considerable, y es de presumir que
haya algunos manantiales dentro de aquella ancha cabida.
Hasta tiempos muy recientes tomaban los vecinos de la villa
sus aguas de este depósito, por medio de una llave de bronce
que se hallaba en una entrada con escalera que ya no tiene uso,
sirviéndose de estas aguas todos los vecinos de la antigua villa,
que las consideraban del dominio público, ya porque así venía
692 C Á C E R E S
de tiempos inveterados, ya también por no haber otras en la
población.
Con la restauración que hicieron á este palacio perdió todo
el aspecto histórico de sus tiempos, y hoy no es más, por su
exterior, que una casa solariega del siglo xvii, con tres balcones
á su fachada principal, dos escudos de armas entre ellos, una
sencilla portada y varias ventanas irregulares en su parte in-
ferior.
Es de notar que esta casa no tiene veletas, ni indicios de
haber tenido torres donde fíjar las agujas para las banderillas
giratorias. Acaso las tuviese el primitivo alcázar de Alha-el-
Gami, y desaparecieron cuando la restauración del ediñcio actual,
conservando por tradición el nombre, que hoy aún lleva, del
Palacio de las Veletas.
El palacio de la familia de los condes de la Torre de Mayo •
raigo (familia linajuda de los de este apellido y de los de Ovan-
do), es notable. Su portal sin adornos y los dos preciosos balco-
nes del centro de la fachada, cerrando el escudo heráldico que
está sobre el portal, son severos y del mejor gusto. Correspon-
den á los mediados del siglo xvi, conservándose este palacio en
el mejor estado.
Esta casa de los Torres Mayoralgos es nobilísima en Cace-
res, y sus vastagos ostentan hoy los títulos de Marqués de To-
rres-Cabrera, Vizconde de Campos y Conde de Campo-Espina,
estando emparentada con la mayoría de los títulos residentes en
Extremadura, y cuyos nombres llevan multitud de los Torres-
Mayoralgos, de los Ovandos y de los UUoas que también for-
maron entre los de esta familia.
Pero más importancia arqueológica que el palacio de los
Mayoralgos tiene la Parroquial de San Mateo situada en la par-
te más alta de la villa, obra comenzada en últimos del siglo xv.
Pero se observa, por las líneas generales de su fachada, que
fué menos elevada que hoy se halla, y que además se prolongó
desde su pulpito hasta el altar mayor, cuyo trabajo se ejecutó
! San Matio
094 C Á C E R E S
en el afto de 1 500 por Pedro Ezquerra, maestro alarife que
por esta época dirigía muchas y buenas obras en Extremadura.
Consta por documentos del archivo de la parroquia que los
señores provisores de Coria, el deán Sr. Nieto y el maestre-es-
cuela Sr. Camargo, dieron licencia para ediñcar de nuevo ja
iglesia, en 3 de Setiembre de 1548 años. También consta que
en 20 de Mayo de 1593, se mandó por el Dr. Juan González,
visitador del obispado, que se acabase la obra de la iglesia, ce-
rrando la bóveda con cruceros de cantería y el centro de ladri-
llos, y que para ello se vendiesen bienes raíces que tenía, á ex-
cepción de la renta de la hierba. En esta época se abrió una es-
calera espiral y se subió al nivel de las paredes del templo, en
cuyo asiento se formó una espadaña donde se colocaron tres
campanas. El cubo de la escalera está á la derecha de la puerta
principa], y en el año de 1781 se construyó la torre principal al
lado opuesto, y en el hueco de su pirámide se colocó la má-
quina del reloj de la villa en 1796.
Esta iglesia se llamó primeramente la mezquita, porque su
solar la hubo de moros, siendo un ediñcio de los más principa-
les de su tiempo y habiéndose aprovechado mucha - parte de él
para el edificio actual. Posible será que correspondiese á la an-
tigua mezquita esa parte mural de su fachada que es más baja
que todo el ediñcio anterior á éste.
Es de una sola nave toda de cantería, bastante espaciosa,,
llamando en ella la atención el soberbio arco que sostiene el
coro, tanto por su mucha extensión como por el bajo punto que
mide. Su arquitectura pertenece al orden gótico.
Esta parroquia, que es la más antigua de Cáceres, tiene á
su favor muchos y muy gratos recuerdos para la historia. Po-
blada la villa, después de su última y definitiva conquista,,
en 1 299 por la primera nobleza de Castilla, León, Asturias y
Galicia, sus caballeros fundaron en ella en 1345 una cofradía de
caballería y nobleza, bajo el título de Nuestra Señora de Salor^
con sus correspondientes estatutos á semejanza de la Banda, fun-
C Á G E R E S
695
dada en Burgos, 13 aftos antes. Esta cofradía se conservó con
todo esplendor hasta el año de 1529 en que fué extinguida y
aplicados sus bienes para el aumento de la fábrica de la iglesia
de San Mateo. Los miembros de dicha cofradía han dejado en
Cáceres muchos descendientes, á los cuales pertenecen las capi-
lias de esta parroquia y han formado en Cáceres, por muchos
aftos, cierta distinción de razas y familias que han sido la verda-
dera nobleza de la villa.
Es el interior de este templo notable por la elevación de la
bóveda y los adornos de la época que decoran las capillas y los
altares.
Al lado de la epístola se hallan los sepulcros de los Ovandos.
D. Diego Ovando de Cáceres fué el de más nombre entre los de
esta famih'a. Famoso militar nacido en Cáceres en mediados del
siglo XV, fué capitán valeroso y se distinguió en las guerras con-
tra los moros en los tiempos de los Reyes Católicos.
Su sepulcro, adosado al muro de la capilla de su familia,
puede verse aún con el siguiente letrero:
ESTE ENTIERRO I ESTA
CAPI>^ SON DE LA CASA
DEL CAPITÁN Dl**
DE Ovando de Cáceres.
Y en la misma iglesia se leen estos dos:
sepultura
ARMAS DE
Hl DEL CAP-
DE Rodrigo
LOS
ITÁN Diego de
de Ovando
Ovandos.
0. DE Cáceres
No lejos de estas lápidas está otra de D. Juan de Ovando,
distinguido político espafiol, nacido en Mérida en 15 14, descen-
diente de los famosos capitanes de su apellido, tan célebres en
las guerras del siglo anterior.
En su juventud estudió leyes y fué colegial mayor del colé-
696 C Á C E R E S
gío mayor de San Bartolomé, de Salamanca, y habiendo des-
empeñado varios cargos de confianza al lado del rey, fué nom-
brado consejero suyo, y más tarde presidente de los Consejos
de Indias y Hacienda, cargos que desempeñó á la vez con gran
nombre y lucida inteligencia.
En 1575 murió en Madrid y su cuerpo fué trasladado á Cá»
ceres, enterrándose en la parroquial de San Mateo, donde aún
se lee su sepulcral, que dice así:
AQUÍ YACE
EL SR. LDO. D. JUAN DE OVANDO,
BIZNIETO DEL CAPITÁN DIEGO DE OVANDO,
DE CÁCERES,
COLEGIAL DEL COLEGIO MAYOR DE SAN BARTOLOMÉ
DE SALAMANCA,
PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE INDIAS Y HACIENDA,
QUE SIRVIÓ JUNTAMENTE,
REINANDO EL CATÓLICO REY D. FELIPE II.
MURIÓ A 8 DE SETIEMBRE DE I «575
La capilla de los marqueses de Valdefuentes es de gusto
especial, compuesto, pero elegante. Su sepulcro, de fino alabas-
tro, muy bien trabajado, con las armas de los de Sandes, es
primoroso. En el panteón de esta capilla se hallan también ente-
rrados los siguientes personajes:
Dr. D. Francisco Sande, célebre por la parte que tomara en
la administración de las Colonias. Fué gobernador de Filipinas.
Nació en Cáceres el afto de 1534, y estudió en Salamanca la
carrera de leyes. En 1578 fué nombrado gobernador capitán
general del archipiélago filipino, en ocasión de sostenerse en él
la guerra con los piratas y gentes remontadas del país. Así que
llegó á Filipinas, preparó las naves y un ejército y marchó con
él á campaña naval, entrando victorioso en la isla de Borneo,
de la que tomó posesión en nombre de España, dando gran
prestigio á nuestras armas con esta victoria.
En 1594 estaba de presidente de la audiencia de Cuaterna-
C Á C E R E S 697
la, en cuya época se encontraba de gobernador en aquel país
D. Fernando de la Cueva. En el Asiento^ con D. Fernando,
sobre la prosecución del descubrimiento, pacificación y población
de la provincia de Costa Rica, en el original, se lee esta nota
marginal : Recibí la capitulación original^ cuyo traslado es éste.
Fecho en Madrid á 2 de Enero de 1594^ — El doctor Francisco
DE Sande (1).
Otra nota suya se registra: la que se refiere á la salida de
la Cueva de Costa Rica, y es una carta de Sande á S. M. fecha-
da en Guatemala el 15 de Junio de 1595, donde hay el siguien-
te párrafo: tDon Fernando de la Cueva, que vino proveydo
»para la provincia de Costa-Rica, es ido allá y va bien informa-
ido. Entiendo procederá bien: de lo que fuere será V. M. avi-
»sado, y otorgó la escriptura de cumplir el asiento como V. M.
5 lo mandó.»
Fama dejó de probo y legal en América el doctor Sande.
De él se conservan algunos trabajos que los eruditos citan
con fruición (2).
D. Alonso de Sande, hermano del anterior, y como él tam-
bién nacido en Cáceres el año 1491.
Fué caballero de la orden de Santiago, sirvió en las guerras
al emperador D. Carlos V y en las de su hijo D. Felipe II, por
cuyos servicios se le concedió el marquesado de Piovera ó Pro-
vera, como le llama Viu.
Y D. Alonso Sande y Dávila, famoso militar de nuestros
tercios, nacido en Cáceres el año de 1602. Desde su juventud
(r) Audiencia de Guatemala. — Registros. — Cos/a-Z^iCíi. — Reales órdenes
de I 566, 1603.
(3) Helos aquí:
I." Instrucción que dio en 23 de Mayo de i 578 al capitán Esteban Rodríguez
de Figueroa en la isla de Borneo para la jornada á las de JoIó y Mindanao.
2.** Tres Instrucciones que dio, año de i $79, para la jornada de Borneo, Jolóy
Mindanao, que se hicieron por su mandado.
Estos manuscritos existen en la biblioteca Colombina (Leg. segundo de los
Papeles tocantes á las islas del Maluco y Filipinas desde ¡$64 á 1608, y en los per-
tenecientes á los Derroteros del capitán Rodríguez de Figueroa).
88
698 C A C E R E S
fué militar, y se distinguió mucho en la guerra contra Portugal.
En 1644 era alférez mayor de la villa de Ceclavín, donde muri6
gloriosamente, un año más tarde, como cuenta un cronista con-
temporáneo en los siguientes términos: «En 1645 cayeron pri-
sioneros en el castillo de Salvatierra de Portugal 23 vecinos de
Ceclavín, con su jefe el alférez mayor de la villa, D. Alonso de
Sande y Dávila, todos los cuales fueron sacrificados, distinguién-
dose en el castigo el D. Alonso, á quien después de haber cor-
tado un brazo volaron los enemigos con una pieza de cañón.
• Fué causa de esta crueldad el no haber querido descubrir
la contraseña de medio guante acordada con el duque de San
Germán.»
Tales son los principales recuerdos que guarda hoy la parro-
quia de San Mateo.
La de Santa María, la Mayor (la Asunción de Nuestra Se-
ñora) está también dentro del antiguo recinto y es de carácter
monumental, contando una antigüedad remota. El templo de esta
iglesia es de tres naves muy espaciosas y algo faltas de luz. Su
construcción, que se debe á los últimos años del siglo xv, es
gótica, y según se deja ver fué hecha de nueva planta desde
luego para ostentar toda su suntuosidad. La torre estaba hecha
solamente hasta el cuerpo de la iglesia, y en 1556 remató su
construcción Pedro Marquina en 470,000 maravedís, siendo cura
párroco el Dr. Sancho Carrasco. El retablo abunda en primores
de arte. Es todo él de madera de cedro, ácana, cerezo y otras
igualmente finas. Fué construido por el notable escultor Maestre
Guillen Ferraz y Roque Balduque, entalladores é imaginarios,
vecinos de Sevilla, según obligación que otorgaron en 1547, por
el precio de 1,547 ducados, y teniendo que quedar terminada
la obra á los tres años. Está sin dorar, circunstancia que hace más
notable el mérito de su ejecución. Compónese de tres cuerpos
repartidos en ellos todo el tallado, en alto relieve, representando
los principales misterios de la pasión y muerte de Cristo; los ras-
gos más característicos de su vida, desde su nacimiento en Betlén
yoo C Á C E -R E s
de la Judea; los hechos de los apóstoles, de los evangelistas, de
los doctores de la Iglesia, de los santos y de los mártires, conclu-
yendo con un cruciñjo perfectamente acabado. Este trabajo es
propio de Maese Berruquete. Guillen Ferraz era escultor y más
que escultor entallador é imaginero como no hubo otro en sus
tiempos. Obra suya es casi todos los trabajos de talla de la
capilla de la torre de la catedral de Toledo, como las puertas
de la sacristía mayor de la catedral de Sevilla y el reclinatorio
en el coro, de la misma iglesia, trabajos ambos suyos y que
bastaron para darle el nombre de grande artista. Roque Baldu-
que trabajó para las catedrales de Badajoz, León y Burgos,
siempre en segunda fila; pero tenía mucho talento artístico y le
faltaba la ejecución, completándose con otro buen artista, cuando
trabajaba como en la parroquial de Santa María.
Hay en esta iglesia varios sepulcros de alabastro y cantería
bien construidos. Entre la capilla mayor y la sacristía había dos
de estos sepulcros, bastante elevados, con los bustos de los ca-
balleros armados echados de espaldas. Estaban adornados con
las armas de los Figueroas, Magallanes y otros. Suponemos
que estos sepulcros pertenecieron uno á D. Juan de Figueroa,.
famoso capitán, natural de Zafi'a, que á su regreso de América
se estableció en Cáceres, y el otro á Juan ó Diego de Magallón,
cacerefios ambos y capitanes famosos en las revueltas del Perú,,
cuando la conquista de aquel país. Estos sepulcros desaparecie-
ron para hacer más espacioso el templo, cuando lo ensancharon^
con el terreno que cedió á la parroquia Catalina de Paredes,
mujer de Arias Valdivieso, de la casa de los Golfines, y cuya
donación la había hecho de tiempo atrás, en 1492, y comprendía
varias casas que tocaban á la parroquia.
Entre la capilla de Santo Cristo y la citada sacristía se ve
otro sepulcro perteneciente al Camarero D. Sancho Paredes y
su mujer. Este D. Sancho fué palaciego del siglo xv, nacido en
Cáceres el año de 1439, hijo de D. Alonso Golfín, fundador de
la capilla mayor del convento de Santa María de Jesús.
7")2 C Á C E R E S
Esta iglesia tenía su cementerio particular, donde dejó de
enterrarse desde el año 1820.
Frente á esta parroquia se ve un ediñcio de sencilla portada,
pero del mejor gusto de sus tiempos. Está situada entre la calle
de Adalves y la casa del conde de la Torre-mayoralgo, y se de-
nomina el palacio del Obispo, por haberlo edificado en el siglo xvi
uno de los prelados de la diócesis.
Su trazado, sobre imperfecto cuadrilongo, es regular. La fa-
chada está intacta, como casi todo el interior del edificio, y esta
circunstancia lo hace más interesante ante los ojos del artista.
Las calles de Cáceres comprendidas en la parte antigua, des-
cienden en forma irregular y muy pendiente desde la altura en
que se halla la parroquia de San Mateo, hasta la de Santa María,
teniendo multitud de escalinatas para comunicarse con la po-
blación moderna.
Estas calles estrechas, los edificios coronados de almenas so-
bre anchos y salientes aleros, las fachadas negruzcas y las estre-
chas ventanas de la dominación sarracena, como los portales de
medio punto ó con la ojiva árabe, dan un aspecto á esta parte
de la población que la hace más interesante que la imperial Tole-
do y más monumental que Salamanca, la Atenas española en el
siglo XVI.
Varias de estas calles de Cáceres, como la mayoría de las
que afluyen á la parroquia de San Mateo, no tienen igual en toda
España. Nos referimos mayormente á las que guían desde el
Arco de la Estrella al palacio de Torrehorgaz. Principalmente
la Plaza de San Mateo es notable por el aspecto que presentan
la casa conocida por el nombre del Sol y el palacio de la To-
rre de las Cigüeñas.
La casa del Sol es un palacio solariego de fines del siglo xv,
y tanto su fachada, á la plaza de San Mateo, como la que tiene
para la Cuesta de Aldana, es interesante.
Perteneció en su origen á la familia de los Ovandos, de la
que han salido vastagos de gran renombre.
704 C Á C E R E S
Esta familia era oriunda del antiguo reino de Galicia, y
procedía de origen linajudo. Un poeta dice de ella lo siguiente:
«La Cruz de Calatrava coloiada,
que en los esgonces trae quatro veneras,
cada una de amarillo señalada,
en el escudo blanco con estas %ras:
de los de Ovando son familia honrada,
las insignias y armas verdaderas,
y su solar antiguo y excelente,
de Galicia le tiene aquesta gente.»
En su casa de Cáceres han nacido ó han vivido los más nota-
bles de esta familia, como fueron los personajes siguientes:
Fr. Nicolás de Ovando, comendador de Lares y mayor de
la orden de Alcántara, muy célebre en sus tiempos por la parte
que tomó en las primeras expediciones al descubrimiento y con-
quista de América.
Había nacido en 1470 y tomó el hábito de la orden francis-
cana apenas cumplió los 22 años. De Brozas, su pueblo natal,
salió en 1487 y se educó con un tío suyo, también franciscano.
Cuando Colón preparaba su tercera expedición, en 1501,
para América, el P. Ovando se ofreció á acompañarle, oferta
que no le fué aceptada por entonces; pero se conoce que la idea
de Ovando por ir al Nuevo Mundo continuó en él y pudo rea-
lizarla poco después con otros muchos de su comunidad que con
él partieron, tal vez por las deferencias que siempre mostrara
Colón por la Orden, pues es sabido que sintió singular afecto
por los frailes de la orden seranea, vistiendo su hábito y eligien-
do sepultura en una de las casas de ella; justa correspondencia
de la valiosa protección que le dispensaron cuando eran desde-
ñadas sus pretensiones, y del consuelo que le ofrecieron en la
época de su desgracia. Esta circunstancia hace mucho más inte-
resantes las noticias contenidas en ciertas cartas de los prime-
ros franciscanos que pasaron á América, pronunciándose abier-
tamente en contra del gobierno de Colón en aquellos países, ya
c Aceres 705
desde el momento en que fué destituido por Bobadilla, ó cuan-
do, de regreso, andaba desvalido por aquellas desconocidas
aguas y ardientes climas, que es punto que falta determinar.
Al ocuparse el P. Quintanilla en la biografía de Cisneros (i):-
De la conversión que hizo en las Indias por tres compafleros
suios^ echándoselas de bien enterado y copiando al licenciado
Vallejo (2), describe que «para castigar los ladronicios y traer
•preso á 'Bobadilla... ofrecía Cisneros á tres de sus compafte-
»ros... Fr. Francisco Ruiz, Fr. Juan Trassierra y Fr. Juan Ro-
»bles,» añadiendo después que «despacháronse los poderes
» de los gobernadores en nombre de los religiosos, en Granada
»á 3 de Setiembre de 1501... y se hicieron á la vela á i.^ de
»Marzo... de 1502, en otra flota... en que iba D. Nicolás de
» Ovando, con título de gobernador de la Ciudad, que era lo
»que tenía Colón,» y más adelante añade cque Fr. Francisco
»Ruiz estuvo en las Indias poco más de medio año, y que de re-
»greso llegó á España el 20 de Diciembre.»
A este historiador ha seguido el Sr. D. Vicente de la Fuente
en su Historia eclesiástica de España (tomo III de la i .* edición
y V de la 2.*); pero sus noticias no concuerdan con las que da
Fr. Bartolomé de las Casas (cap. CLXXX del libro I de su
Historia de las Indias)^ pues que habla del P. Trassierra como
enviado por Bobadilla así que arribó á la isla Española, en 23
de Agosto de 1500, para entenderse con Colón, diciendo: «des-
ude ha poco días llegaron (adonde estaba Colón) un religioso
»de San Francisco, que se llamaba Fr. Juan de Trassierra, y Juan
•Velázquez, tesorero de los reyes, con quien el comendador
«(Bobadilla) le envió una carta de los reyes» (la de creencia al
mismo Francisco Bobadilla, fechada en 26 de Mayo de 1499).
Y en otro paraje de la misma obra (cap. III del lib. II) refiere
(i) Archetypo de virtudes^ espejo de prelados^ lib. III cap. IX.
(2) De él y del memorial que escribió habla el mismo padre Quintanilla, páíji-
na 70 del Archivo Complutense^ apéndice á la obra citada.
89
706 C Á C E R E S
que «en 1500 determinaron sus altezas enviar nuevo goberna-
idor (Fr. Nicolás de Ovando, comendador de Lares), vinieron
»con él doce frailes de San Francisco, y trajeron un prelado
>que llamaron Fr. Alonso de Espinal, y entonces vino acá la
1 orden de San Francisco, para poblar de propósito. »
Además, el mismo Colón confirma en la carta dirigida á la
nodriza del príncipe D. Juan (publicada por Navarrete, Colección
de viajes^ I, pág. 270), que intervinieron religiosos en los acon-
tecimientos que siguieron á la llegada de Bobadilla, pues dice
textual: «Cuando supe esto, creí que esto sería como lo de Ho-
»jeda, ó uno de los otros: templóme que supe de los frailes de
»cierto que sus altezas lo enviaban...» añadiendo, más adelante:
«escribí á los religiosos: ni él ni ellos me dieron respuesta.» Y
para nada se mienta á los frailes en el título de ^uez é Gober-
nador de esas dichas islas é tierra firme ^ expedido por los Re-
yes Católicos á Ovando en 3 de Setiembre de 1501 (publicado
por el mismo Navarrete en la citada Colección de viajes^ II, pá-
gina 255), facultándole para que « pueda mandar que cualesquier
>cabaIIeros é otras personas de los que agora están... en las
» dichas islas é tierra firme salgan de ellas... y se vengan á pre-
sentar ante Nos, » dicen los reyes.
Si los franciscanos que escribieron las citadas cartas fueron
ya con Bobadilla (como parece del contexto de la escrita por
Fr. Juan de Ledeulle, de Picardía, y, respecto á Fr. Juan Tra-
sierra, resulta indudable, por el testimonio de Fr. Bartolomé de
las Casas), pueden ser del año 1 500, porque en Agosto del
mismo llegó el comendador Bobadilla á la isla Española. Si no
fueron hasta que marchó el también comendador Ovando, no
deben datar sino del 1502, pues la numerosa flota en que iba
partió por Febrero de ese año y llegó á Santo Domingo el 1 5
de Abril del mismo, pocos días antes de salir Colón (el 9 de
Mayo) para su cuarto, último y desdichado viaje.
Sean de una ú otra fecha, la importancia de estas cartas es
muy grande para conocer la opinión que se tenía de la gestión
C A C E R E S 707
administrativa de Cristóbal Colón en los países que descubrió,
y el punto á que llegaba el desprestigio en que había caído,
tanto más cuanto que este particular no está tratado con toda
la claridad y extensión deseadas, ni por los autores de la época,
como Bernáldez, Fernández de Oviedo y Fr. Bartolomé de las
Casas, ni por los modernos biógrafos, Washington Irving y el
conde Roselly de Lorgues.
Terminadas las contiendas entre Colón y Bobadilla, y algu-
nos años más tarde, regresó á España el P. Ovando, confiándo-
le el rey, á muy luego de su llegada, la encomienda mayor de
la orden de Alcántara, en cuya ciudad falleció, enterrándose en
la iglesia de la orden, én la capilla del lado de la epístola, donde
aún puede leerse su inscripción sepulcral.
D. Rodrigo Ovando de Cáceres, hermano de Diego y como
éste capitán, nacido en Cáceres en mediados del siglo xv. Fué
pundonoroso militar y tuvo celebridad suma por su valor tn la
guerra.
Murió en Cáceres y se enterró en la parroquia de San Mateo,
como hemos dicho anteriormente.
Fr. Francisco Ovando Magallón de Paredes, sabio teólogo
nacido en Cáceres, el año de 1538. Entró á la edad de 15 años
en el convento de San Francisco de Salamanca y estudió en la
Universidad de esta ciudad latín, griego y teología. Fué un ora-
dor distinguido y escribió las siguientes obras :
I .^ Breviloquium ScholasticcB TheologuB in IV libros, Ma-
gisiri sententíarum (Salmanticse, 1584. Madrid, 1587).
2.* Expósitionem Reguloe Sancíi Franczscz.
Dejó otra obra sin publicar, El tratado sobre la Penitencia^
que se conservaba en 1740 en el convento de San Francisco de
Salamanca, y escribió también una Novena á Santa Eulalia^
patrona de Mérida.
Fr. Juan de Ovando, religioso y teólogo del siglo xvi, naci-
do en Cáceres de la ¡lustre familia de los de su apellido.
Publicó las siguientes obras:
7o8 C A C E R E s
I .* Tratado pastoral ordenado por discursos.
2.* Canciones.
Fr. Francisco Ovando, religioso franciscano que resplande-
ció por sus virtudes sobre todos los de su orden en el siglo xvi.
Nació en Cáceres, siendo cinco veces guardián y renunciando
dos el obispado que le ofreciera el rey-
Escribió varias obras místicas, de las que no sabemos si lle-
garon á publicarse más que la siguiente: Breviloquium in quar-
tum librum senientiarum (Matriti, 1587).
D. Cosme de Ovando y UUoa, célebre en los fastos de la
Inquisición de Italia y España. Nació en Cáceres el año de 1639,
y en el de 1 648 estudiaba como colegial de Salamanca. Era
hijo de D. Rodrigo de Ovando Godoy y D.* Teresa de Ovando
y Ulloa.
D. Cosme recibió el hábito de Alcántara y las órdenes sa-
gradas y comenzó su carrera en la Inquisición por fiscal de la de
Sicilia, en Italia, para cuyo puesto fué nombrado en 1674. Cua-
tro años más tarde, en 1678, ascendió á Inquisidor por haber
prestado grandes servicios en los tumultos de Mesina y luego
en los de Palermo, cuando el día del Corpus de 1673 intenta-
ron los amotinados dar muerte al arzobispo, en cuyo día, con
manifiesto riesgo de su vida, impidió que se franqueasen las
prisiones á más de 700 presos que gemían en los sótanos inqui-
sitoriales, y esto era más de tenerse en cuenta cuando en estos
dos motines de Mesina y Palermo entraba en mucho las excita-
ciones del pueblo por la conducta un tanto intolerante y despó-
tica, seguida por el arzobispo y la Inquisición.
En el expresado año de 1673 apareció la escuadra francesa
frente al puerto de Palermo, atacándolo con todo el furor posi-
ble, y es fama que también en esta ocasión el inquisidor Ovando
y Ulloa prestó grandes servicios, concurriendo con todos los
elementos de que disponía á resistir al enemigo, que amenazaba
destruir la ciudad bombardeada.
A estos servicios debió D. Cosme el ser ascendido en 1678
C Á C E R E S 709
á la presidencia de la Inquisición en el reino de Murda, empleo
que si bien le satisfacía, no estaba remunerado como él quisiera,
ó sus necesidades le reclamaran, pues 800 ducados al año no le
daban lo suficiente para vivir.
El Sr. Barrantes y Moreno trae dos documentos para ilus-
trar los antecedentes biográficos de este personaje extremeño.
El primero se titula así: Memorial de D. Cosme de Ovando y
Ulloa^ inquisidor presidente del reino de Murcia^ al rey N. S, ,
impreso, á lo que parece, por el año de 1690; el segundo es un
documento italiano, titulado así : Certificación de sus servicios
en... y firmado por todo el ayuntamiento de Palermo, en 6 de
Julio de 1684 (Oí P^*"^ ^"^ atendiendo el rey de España á los
servicios y antecedentes de familia, prodigase su augusta gracia
sobre Cosme, buscando, sin duda, que le recompensara sus ser-
vicios con más prodigalidad.
D. Alonso de Ovando y Solís, primer marqués del Reino,
nacido en Cáceres á últimos del siglo xvii. Desde su juventud
ingresó en la milicia, alcanzando el empleo de brigadier. Cuando
la guerra de Italia, en mediados del siglo xviii, estuvo á las ór-
denes del general que mandaba las tropas españolas, y pereció,
víctima de su valor, en la batalla de Camposanto, en Sicilia.
(i) Aparato bibliográfico para la Historia de Extremadura^ tomo I, pág. 424.
Para ilustración de los antecedentes de familia de estos Ovandos y los Ulloas,
de CácereSf el lector puede consultar las obras siguientes:
/. IHS. Por D. Pedro de Ovando, menor, vecino de Cáceres, con D. Pedro Rol de
la Cerda y D. Francisco Antonio de Ovando, su hijo, vecino de ¡a dicha villa (Ma-
drid, 1630).
2. Memorial de la calidad y servicios de D. Pedro Francisco de Ovando, marqués
de Camarena la Real, mayorazgo de los Ovandos y Rol de la Cerda, alférez mayor
perpetuo de la villa de Cáceres, por D. Josej Pellicer y Tovar (Madrid, 1 67 i ).
7. Memorial de ía calidad y servicios de D. Alvaro Francisco de Ovando Golfín
y Chaves, caballero del orden de Alcántara, señor del mayorazgo del Castillejo, en
la villa de Cáceres, á la Reina Nuestra Señora (Madrid, 1675).
4, Defensa legal por D, Diego de Ovando Carvajal y Pi^^arro, en el pleito con los
hijos y herederos de D, José Carvajal y Flórez sobre la propiedad del mayorazgo
fundado por D. Francisco de Ovando, el rico, para su hijo Cristóbal de Ovando (Cá-
ceres, 18$ i).
yio C Á C E R E s
Carlos III le concedió merced del título de marqués, con la
denominación del ReinOy siendo dicho monarca rey de Ñapóles.
Antes de marchar á la guerra de Italia y cuando se creyó
postergado ó poco atendido, publicó un impreso en folio de 23
páginas con el siguiente título: Memorial al rey por,,, exponien-
do sus servicios y los de sus antepasados (Sin port. 1. ni a.).
Y D. Fernando de Ovando y UUoa, militar valeroso, nacido
en 1 61 6. Bien joven se dedicó á las armas en ocasión que se
preparaba la guerra con Portugal, por la independencia de este
reino, proclamada en 1 640 por Pinto Riveiro, bajo el cetro de
D. Juan IV.
En el primer ejército que operó en la frontera, desde la pla-
za de Alcántara hasta la de Badajoz, D. Fernando aparece como
capitán valeroso y más tarde como coronel.
En el sitio de Badajoz y ataque del fuerte de Pardaleras,
tomó una gran parte; no tuvo menos en el puente de Alcántara,
y también en el sitio y conquista de la plaza de Olivenza, gana-
da al portugués el 30 de Mayo de 1657.
En el sitio de Elyas fué mal herido, retirándose al cuartel
de Badajoz hasta su curación, y después fué nombrado gober-
nador de Villanueva de la Serena.
Tales son los recuerdos de los Ovandos que van tan intima-
mente unidos á los de su casa solariega de la plaza de San Ma-
teo, y en cuyo templo ya hemos dicho que están las sepulturas
de algunos de esta familia.
Á la derecha de la parroquial, en la misma plaza de San
Mateo, dando uno frente á la casa de las Veletas y otro al ca-
llejón de Perero, se halla un alto monumento del siglo xiv, co-
nocido por la Torre de las Cigüeñas^ estrecho torreón adosado
á un antiguo palacio de los antecesores del Marqués del Reino,
que hoy amenaza venirse al suelo cansado por el peso de sus
años.
La parte superior de esta torre feudal se ha destruido, y en
lo que resta anidan de tiempo inmemorial las alimañas y cigüe-
1 LAS Cigüeñas
712 C A C E R E S
fias, en los meses que vienen al país. De aquí el nombre dado á
la torre más histórica y á la vez más antigua que Cáceres cuen-
ta, en esta parte murada de su población, que es la más impor-
tante bajo su aspecto monumental.
Pero indudablemente, la calle más notable que cuenta Cáce-
res, es la denominada Cuesta del Maestro, por su carácter típico
del siglo XV. Allá al desembocar por ella en la plaza de los Gol-
fines, está el hermoso palacio que estos sefiores levantaron en
los comienzos del siglo xvi, conservada en parte su fachada y
restaurada por varios lados también y aumentado el edificio en
varias épocas, sin orden ni plan regular.
Los marqueses de Santa Marta y condes de Torre Arias,
son hoy los representantes de la familia de Golfines que en pri-
meros del siglo XIV vinieron de Francia á Extremadura, esta-
bleciéndose más tarde sus sucesores en Plasencia, Cáceres y
Almendralejo. Matías Gil dice de ellos (i) lo siguiente:
«...En este mismo año (1307), el mismo rey D. Fernan-
do IV, y en las Cortes de Valladolid, á instancia de los Procu-
radores de Plasencia, que lo eran Fernán-Pérez del Bote y
Fernán Pérez Monroy, despachó un privilegio y provisión real,
por el que otorga que el Consejo de Plasencia guarde, como
ya venía guardando por sí, los puestos de sus términos, para
impedir el dafio y robos que pudieran hacer, á los que por ellos
pasasen, los famosos Golfines. Estos Golfines, oriundos de Fran-
cia, se apoderaron de varios castillos en las sierras de Cáceres,
y desde allí salían á robar las cabafias trashumantes cuando
pasaban de extremo á extremo; tuvieron luego sus casas en
Cáceres y adquirieron títulos de nobleza. En el convento de Je-
sús estaban enterrados (en Cáceres) los famosos Golfines; y en
el epitafio de su sepulcro se reflejaba aún su soberbia, pues de-
cía: Aquí esperan los Golfines el día del juicio. Se equivocaron:
(i) Las siete centurias de la ciudad de Alfonso VIII, á la tercera de ellas, pági-
na 66.
714 C Á C E R E S
el que esto escribe vio destrozar su sepulcro, al convertir este
convento en lo que es hoy Palacio de la Diputación Provincial.
Con su nombre, ó sea Golfines, solían llamar luego en la Edad-
media á los robadores de ganados, ppr el recuerdo de esta fu-
nesta familia francesa...»
Entre los vastagos que ha dado en estos últimos años, dig-
nos de un buen nombre, conviene citarse aquí á D. Pedro Ca-
yetano Golfín y Casas, tercer marqués de Santa Marta, nacido
en Cáceres en la segunda mitad del siglo xviii.
Cuando los primeros momentos de la invasión francesa, for-
mó un regimiento á su costa para la defensa del territorio, y
confiado á su mando entró en campaña, sosteniendo todas las
peripecias de aquella guerra, que modestamente llamamos los
españoles de la Independencia.
Su patriotismo no tuvo límites. Cedió á la Junta de Defensa
enormes cantidades en dinero, granos, caballos y ganados, sin
otra recompensa que el empleo de coronel que le reconoció el
Gobierno.
Por real cédula del rey D. Fernando VII, fué jubilado
en 181 5 como Regidor perpetuo de Cáceres, ccon derecho á
asistir á los cabildos cuando cómodamente pudiese hacerlo. »
El mismo año le dio un testimonio el Ayuntamiento de dicha
ciudad, en recompensa á la conducta patriótica que observó du-
rante la guerra con Francia.
También fué nombrado por entonces Consejero de Mesta,
como ganadero trashumante.
El título de marqués de Santa Marta se lo concedió á su
abuelo, en 1 746, el Rey D. Fernando VI.
Y D. Gómez Golfín de Figueroa, caballero linajudo, nacido en
Almendralejo, en el siglo xvi : era caballero de la Orden de Al-
cántara, paje del Rey y Regidor perpetuo del Ayuntamiento y
de los de esta familia, como los Golfines de Plasencia, que tan
célebres se hicieron en las contiendas con los nobles y Ayunta-
mientos de Extremadura.
7l6 C Á C E R E S
Otros ediñcios y otras familias hay notables en Cáceres;
pero hablaremos después de unos y de otras, cuando historie-
mos la parte moderna de esta ciudad, que también tiene impor-
tancia suma en los anales del pueblo extremeño.
IV
Los privilegios y fueros de que ha gozado Cáceres, desde
D. Alfonso IX de León hasta D. Felipe IV, son importantes y
bien merecen un lugar aparte en este libro.
No están coleccionados estos documentos, ni se conservan
en su Ayuntamiento, ni en ninguna biblioteca ó archivo de la
ciudad; pero nos da noticias de todos ellos el historiador don
Pedro Ulloa y Golfín, en su célebre Memorial que publicara
en 1675. Enumeraremos estos fueros y privilegios tal como apa-
recen en la obra citada. Helos aquí:
I. Privilegio del rey D. Alfonso IX haciendo franca la villa
á todo impuesto de feudo.
II. Otro del rey D. Alonso el Sabio^ dado á los caballeros
de Cáceres, en que les hace excusados, si vinieran á vejez, como
si tuviesen caballo y armas, y las viudas de los caballeros que
sean libres de pecho como si vivieran sus maridos.
III. Otra del mismo rey que dio á la villa de Cáceres, ofre-
ciéndola no pediría pecho, empréstito, ni tributo.
IV. Otro del mismo para que hagan guardar las dehesas
que se dieron á Cáceres por su antecesor D. Alfonso IX.
V. Otro del mismo, concediendo á la villa de Cáceres dos
ferias al año.
VI. Otro del mismo, para que los cotos para que hayan
guardar las dehesas de Zafra y Zafrilla sean guardados.
VII. Otro del mismo, para que se hagan guardar las dehe-
sas que se dieron á Cáceres por D. Alfonso IX.
C A CE R E S 717
VIII. Otro del rey D. Fernando IV, en que confírma á Cá-
ceres el que dio D. Alfonso IX, su conquistador.
IX. Otro del mismo, en que confírma el que tenía la villa
de Cáceres para no pagar portazgos, montazgos, pontazgos, ni
peaje.
X. Otro del mismo, mandando que no pueda enajenarse á
la villa de Cáceres nada de sus bienes por deudas ni aprestos
de guerra.
XI. Otro del rey D. Alfonso XI, en que concede á los habi-
tantes de Cáceres libres de derechos pecheros por cierto tiempo.
XII. Otro del mismo, contra el obispo de Coria, para que
no cobre montazgo alguno á los vecinos de Cáceres que entra-
sen en sus tierras con ganados.
XIII. Otro de D. Pedro I, en que concede á la villa de Cá-
ceres que no haya pesquisidores ni alcaldes de sacas.
XIV. Otro de D. Juan, confirmando los privilegios, fueros
y exenciones de Cáceres, en las Cortes de Burgos, afio de 1379.
XV. Otro de D. Enrique III, en que confirma y concede á
Cáceres sus privilegios, fueros y exenciones.
XVI. Otro de D. Juan II, confirmando á Cáceres todos sus
fueros y privilegios.
XVII. Otro de D. Enrique IV, en que confirma á la villa
de Cáceres sus privilegios, y el fuero que le dio D. Alfonso, su
conquistador.
XVIII. Otro del mismo, para que los vecinos y naturales
de Cáceres no paguen alcabala de las yerbas de las dehesas.
XIX. Otro de los RR. CC, confirmando el anterior.
XX. Otro de los mismos, confirmando todos los privilegios
y fueros de que gozaba Cáceres hasta sus días.
XXI. Otro de los mismos confirmando á Cáceres las orde-
nanzas que tenía sobre la aplicación de las condonaciones que
se diesen.
XXII. Otro de D. Felipe II, para que no pueda ser enaje-
nado en Cáceres nada de su jurisdicción.
7l8 C Á C E R E S
Estos 2 2 fueros son los que más directamente se relacionan
con la villa de Cáceres, entre otros más que copia Ulloa y Gol-
fín, y que son de carácter particular, ó propios de los pueblos
cercanos á Cáceres y con quienes sostuvo la villa pleitos y liti-
gios sobre aprovechamientos, uso de dehesas y posesiones de
bienes rurales.
Las cañadas, abrevaderos, recalvados y aprovechamientos
comunes de que gozaron, en lo antiguo, las clases de ganaderos
y labradores en la villa, han sido detentadas en su mayoría y
enajenadas en parte, y apenas si de todo ello existe hoy me-
moria.
El Libro Becerro^ que se conservó largos aftos en el archivo
municipal, tampoco existe, siendo esto una sensible pérdida,
pues por él podrían restablecerse los servicios y aprovechamien-
tos comunales, como se conocieron y gozaron hasta últimos del
siglo xviT. El índice de este importante libro lo publica en su
Memorial Ulloa y Golfín, y podría por él, acaso, colegirse dónde
estaban las cañadas y aprovechamientos comunales, y cuáles
eran estas en calidad y dimensiones, para proceder á restable-
cerlas, en lo que posible fuese, para beneñcio común del pueblo
ganadero.
Pero resumiendo cuanto sobre los fueros de Cáceres hemos
expuesto, diremos que los otorgados por el rey de León D. Al-
fonso IX, su conquistador, confirmados más tarde y aun amplia-
dos por D. Alfonso XI, D. Sancho IV, D. Fernando IV, D. Juan I,
D. Enrique III, D. Juan II, D. Enrique IV, D. Fernando V, y
D. Felipe II, dieron lugar á litigios y pleitos más ó menos rui-
dosos, ora con los Caballeros de la Orden del Templé y los
obispos de Coria, ora con los Concejos de Badajoz, Montanches,
Azagala, Casar de Cáceres, Alpotreque, Arroyo del Puerco,
Mérida, Aliseda, Alcántara, Arroyo Molinos, Plasencia y Aleo-
netar, ora también con los alcaldes del Consejo de la Mesta y
las familias de los Mesas, Alfonso de Escovar, el Conde de Bar-
celos, Garci-Fernández, María García, Mayoralgo, Golfín, Ulloa,
C Á C E R E S 719
Ovando, Solís y otros que no se avenían de buen grado con el
amplio privilegio del IX Alfonso, declarando franca la villa de
todo impuesto, ni menos con el de D, Alfonso el Sabio^ sobre el
repartimiento de tierras entre los <ifidalgos^ homes-buenos é ve-
cinos de Cáceres^^ á quienes declaraba libres de todo pecho y
dueños de lo que les cupo por el fuero del X Alfonso.
V
Reanudando de nuevo la historia civil, tócanos reseñar los
hechos más culminantes que á Cáceres afectan, desde su recon-
quista hasta la época contemporánea, en cuyo período se regis-
tran sucesos de suma importancia. No deja de tenerla la con-
cordia celebrada entre la Orden del Temple y el Concejo de
Cáceres en 1 260.
Desde 1 1 70 los Caballeros de Santiago disfrutaban los te-
rritorios laborables y baldíos de Cáceres, por derecho de con-
quista, pleiteándole el Concejo su mejor derecho; pero en 1 184
el rey D. Fernando de León decidió la contienda cediendo la
villa á la Orden, que no pudo conservarla para el pueblo cristia-
no. Los del Temple y los de Calatrava la conquistaron sucesi-
vamente, y ambas órdenes se disputaron las propiedades y apro-
vechamiento del país, encendiéndose una guerra de bandos en
las dos órdenes y el Concejo que dio lugar á grandes perturbar
ciones, no bastando á poner paz en el pueblo y los señores, ni
las disposiciones de los reyes, no siempre justas, ni la presencia
de jueces especiales, ni los propósitos del Concejo en restablecer
la paz y terminar de una vez con la rebelión permanente en
que todos vivían.
Para cortar estos males se ajustaron, en 5 de Marzo de 1 25 1 ,
paces entre los freyres del Temple y el Concejo, comprometién-
dose los primeros á respetar los privilegios del rey conquista-
720 C Á C E R E S
dor y ceder á la villa los derechos que le reconocían dichos pri-
vilegios reales.
En 1260 D. Alfonso X hizo el reparto de las tierras llama-
das de la Alguijuela entre los ames del rey y los vecinos de Cáce^
reSy desapareciendo con esto los litigios y pleitos que existían
entre el Concejo de la villa y el obispo de Coria, que alegaba de
anterior mejores derechos para poseerlas.
En 1 3 10 los herederos y testamentarios del poderoso conde
de Barcelos, D. Martín Gil Souza, ceden á favor de la villa la
casa, posesiones y aldea de Alpotreque, celebrándose doce años
después la concordia entre D. Alfonso Sánchez de Alburquer-
que, mayordomo mayor del rey de Portugal, y la villa de Cáce-
res, sobre las diferencias que tenía con su Concejo y el de la
Azagala, á propósito de la posesión de territorios, fechándose
esta concordia en Alburquerque, el año de 1322.
En 1334 el ayuntamiento de Cáceres acuerda, según su
fuero, no admitir por su alcalde á ninguno que sea asalariado ó
dependa de otra persona, asina fuese del rey^ nombrándose por
la villa desde entonces al presidente del ayuntamiento de entre
los de su Concejo.
En 1 340 la villa prestó su homenaje al infante D. Fernando,
hijo del rey D. Alfonso XI, cuando estuvo en ella, celebrándose
con este motivo grandes ñestas públicas con torneos y juegos
de lanzas. Catorce años después hacía en la villa su entrada
triunfal el rey D. Pedro I de Castilla, después de haber vencido
á los nobles que alzaron contra él bandera en los castillos de
Badajoz, Lobón y Alburquerque, y desde Cáceres envió el rey
sus embajadores al monarca de Portugal, D. Alfonso, con cartas
fechadas el año de 1354, pidiéndole la entrega de D. Juan
Alonso de Alburquerque, que se había refugiado en sus estados,
y lo reclamaba para que rindiese cuenta en Cáceres de las rentas
reales de Castilla, que había tenido muchos años á su cargo,
sin lo que decía « non deber ser amparado nin guardado en Por-
tugal, ni en otro reigno cristiano. »
C Á C E R E S 721
Vencido don Pedro en los campos de Montíel, bajo el puñal
fratricida de su hermano el bastardo; coronado éste con el
nombre de Enrique II, y á muy luego de subir al trono intentó
enajenar la villa de Cáceres; pero no lo pudo efectuar ante el
temor de que sus vecinos se rebelasen contra él, y mayormente
porque su Concejo le representó amparado en los fueros que
gozaba Cáceres, desde los tres anteriores Alfonsos, opuestos
en un todo á la enajenación de ninguna parte, y menos del
todo de la villa.
Las guerras que sostuvo con los nobles y aun con sus
mismos parientes D. Enrique III, el Doliente^ fué causa princi-
pal para que cediese la villa á su hija D/ María, y Cáceres
supo salvar los fueros que disfrutaba y la cesión de que era ob-
jeto por parte de rey tan débil, prestando juramento en las
Cortes de Toledo, en 1402, t reconociendo por herederos del
reino á la infanta D.* María, hija del rey D. Enrique por falta
de infante. >
Más tarde hace el mismo juramento en las Cortes de Valla-
dolid, reconociendo sucesor de los reinos de Castilla al infante
D. Juan, hijo del anterior monarca, declarando nulo con este
acto, al anterior de las Cortes de Toledo.
En 1425, el rey D. Juan hace donación de la villa á su
hijo D. Enrique (después IV, el Impotente)^ habiéndosela pe-
dido éste en su transación cuando se retiró á Segovia con mo-
tivo de no haberse exceptuado al almirante D. Fadrique de la
confiscación de bienes que se hizo á los conjurados vencidos
en 1445, ^^ '^ sangrienta batalla de Olmedo, salvándose en
esta donación todos los fueros y privilegios de Cáceres, y
obligando á ello al infante D. Enrique, que prestó el debido ju-
ramento y oferta de «guardar, defender y amparar los fueros
> otorgados á la villa por los reyes sus mayores y segnores.»
Por esta época ya había hecho el conde de Coria, D. Gutie-
rre de Solís, renuncia ten los caballeros, escuderos, vecinos hon-
rados y homes-buenos de Cáceres, del alcabala de las yerbas de
9»
722 C Á C E R E S
las dehesas propias de la villa y que venía disfrutando desde su
reconquista. >
En los disturbios del reinado de D. Enrique, pretendió el
infante D. Alonso, á instigación de los descontentos del rey, que
se le concediese la villa de Cáceres, como aneja al príndpado de
Asturias, por la donación de 1425; pero ésta había sido especial
á la persona de D. Enrique, y no pudo conseguirlo. No se salvó
por esto Cáceres de sufrir considerablemente en los trastornos
de la época, pues fué ocupada por los rebeldes. Más tarde,
vuelta á la obediencia real, premió D. Enrique la adhesión que
manifestara á su trono, concediendo á sus vecinos el privilegio
de franqueza de las alcabalas de las hierbas, fecho en Segovia,
á 18 de Setiembre de 1471.
Del mismo modo que había obtenido esta villa el expresado
D. Enrique, antes de suceder á la corona, fué concedida al prín-
cipe D. Juan, hijo de los Reyes Católicos, sin que desde entonces
haya pasado por nueva donación.
. Desde esta época la villa de Cáceres se engrandeció con ha-
berla poblado gentes muy principales, y su población se exten-
dió fuera de las murallas, contando plazas y calles muy princi-
pales, y haciéndose de lo que hasta entonces había sido un arra-
bal, la parte principal de la villa, pues iglesias, palacios,
hospitales y tiendas de abastecería se contaban en los barrios
nuevos, donde afluyó la vida y animación comercial.
La familia de los Pizarros y Carvajales, de alto linaje, desde
remota antigüedad, levantaron su casa solariega por esta época,
en la calle Empedrada, esquina á la Plaza de la Concepción.
Este histórico edificio, con un alto torreón que estuvo almenado,
fué cuna de multitud de varones ilustres, entre los que podemos
contar los siguientes:
Juan Luís de Carvajal, pariente de Francisco, el valeroso
caudillo de Pizarro, muerto en Cuzco. Nació en 1483, y partió
á América en busca de aventuras. Su carácter turbulento no le
dejó tiempo de reposo para nada, que toda la vida la empleó
C A C E R E S 73^5
en dirigir disturbios y alborotos. Usurpó el gobierno de Vene-
zuela; falsiñcó unas patentes en que se nombraba á sí propio
para este empleo; cometió todo género de excesos con las per-
sonas y las propiedades; pero vencido, en un momento, para él
de desgracia, su -
bió al cadalso en
1546, pagando
en afrentoso pa-
tíbulo sus ambi-
ciones y sus crí-
menes.
El Doctor Don
Juan Carvajal y
Sande, distingui-
do jurisconsulto,
nacido en 161 9.
Estudió derecho
en Salamanca y
desde su juven-
tud figuró en Ma-
drid al lado de
los mejores abo-
gados.
Sirvió en un
principio en laSe-
cretaría de Esta-
do; ascendió al
Consejo de Ha-
, , , CACERES.— Casa db lob Carvajales
cienda después,
y últimamente fué elevado á la Presidencia de este alto Cuerpo
consultivo del Estado.
Era muy piadoso y fundó en Cáceres, en 1667, una ca-
pilla sobre la misma casa en que había vivido el célebre Don
Gil, conocido por el Vaquero de Cáceres, á quien, según
724 C Á C E R E S
la tradición popular, se le apareció la Virgen de Guada-
lupe,
D. Juan Carvajal y Lancaster, político eminente^ nacido el
año de 1698. Era hermano del general D. Nicolás, y ya en sus
primeros años gozaba de la fama de gran jurisconsulto. Sirvió
en los Consejos de Indias y en los de Castilla, y el rey Fer-
nando VI le nombró en 1 749 ministro de Estado, siendo, con tal
motivo, uno de los hombres más notables de la política española
en aquellos tiempos.
D. Isidoro Carvajal y Lancaster, nacido en 1 709. Fué her-
mano del anterior. Desde su infancia se dedicó al estudio de la
teología en la Universidad de Salamanca. Apenas ordenado, des-
empeñó varios cargos eclesiásticos, inclusa una canongía, y últi-
mamente se le nombró obispo de Cuenca. Sostuvo ciertas ideas
de libertad y progreso, que le ocasionó un semi-proceso, que fué
impreso en Madrid en 1768, con el siguiente título: Memorial
ajustado al expediente consultivo sobre el contenido y expresiones
de diferentes cartas del Rdmo. Obispo de Cuenca^ D. Isidoro
de Carvajal y Lancaster,
Fué un orador de nota y latino como pocos. En Cuenca se
imprimió en 1767 un sermón suyo, pronunciado en la catedral
el día del Santísimo Corpus Christi, y del cual parece que hubo
empeño en recoger todos los ejemplares para hacerlos desapare-
cer, sin que alcancemos á comprender la causa.
Su discurso, que pudiéramos llamar clásico dentro de la ora-
toria sagrada, es toda una preciosa homilia sobre la parábola de
la Cena, comprendida en el Evangelio de hoy. En efecto, se ve
en él, analizado con escrupulosa precisión teológica y con apli-
caciones al orden ñlosóñco é histórico, los conceptos que de ella
se desprenden, á cuyo fin distribuye el sermón en tres partes,
haciendo notar los tres caracteres de la voz divina en el llama-
miento á la cena Eucarística, voz que llanta^ voz que impera y
voz que juzga^ correspondiendo á los tres conceptos que deben
adorarse por los católicos en el sacramento de sus altares, como
C Á C E R E S 725
banquete de amor, como centro de la religión, y como trono de
la Majestad Divina.
El orador prueba que fuera de la comunión católica, como
única que sostiene la verdad del sacramento en la verdad del
sacrificio, no es posible realizar el principio fecundo de la vida
cristiana, y á este ñn interpreta á su manera la palabra del sier-
vo del padre de familia «aún hay lugar,» acomodándola al lla-
mamiento que se hace á todos los hombres, que hoy mismo no
pueden menos de reconocer los católicos, en las tendencias del
mundo moderno. La aspiración unánime tendrá su realización;
la casa de Dios se llenará^ y entonces será el día del triunfo de
la verdad católica y de la civilización verdadera. Esta homilía
del Evangelio va coronada, en la exposición, de un capítulo del
libro de Josué, en que se refiere el paso del Jordán, llevando los
sacerdotes el Arca de la alianza.
Consignamos esta ligera reseña por vía de justificación á la
memoria del sabio extremeño que parece hubo empeño en anu-
lar, no sabemos con qué propósitos.
D. Nicolás Carvajal y Lancaster, militar de gran fama en la
primera mitad del siglo anterior. Había nacido en 1 702 y era
hermano del anterior. Desde sus primeros años se dedicó al arte
de la guerra, habiendo operado con nuestras tropas contra el
ejército inglés. Carlos III le nombró, en 1760, general en jefe
del ejército que operó largos años contra Portugal, distinguién-
dose entonces por sus conocimientos y acertadas disposiciones.
Tal es la memoria que va unida á la casa solariega de los
Carvajales, edificio que se conserva como en sus mejores tiem-
pos.
Coetáneo de este edificio es otro situado al SO. de la pobla-
ción. Es la parroquial de San Juan Bautista. Por la calle de Pin-
tores se va á la plaza de San Juan, donde está esta iglesia, y los
palacios de las familias de Monroy, Castro-Serna y Torre de
Albarragena.
La parroquia de San Juan estuvo primeramente donde hoy
726 C Á C E R E S
existe un horno de pan, no lejos de ella, viéndose aún en el horno
el alto arco de cantería de bastante extensión y muy bien ejecu-
tado. Se ediñcó el primitivo templo en 1229 por mandado de
D. Alfonso IX de León, y en conmemoración de la conquista de
la villa por las tropas cristianas.
Desde entonces el Ayuntamiento de la villa iba á la parro-
quia todos los años el día de San Juan, llevando el pendón de
D. Alfonso, que se conserva en el palacio municipal, el alférez
mayor, y se celebraba una fiesta cívico-religiosa, en acción de
gracias por haber librado á la villa del poder de infieles. En el
siglo XV se arruinó dicho templo y se hizo el actual, bajo una
pequeña nave de mal gusto arquitectónico, y toda ella de cantería.
Tiene algunos sepulcros y una bonita capilla de la casa de los
Espaderos. La de los Saavedras tiene^ también otra más pequeña
en el presbiterio, al lado del Evangelio, con una elegante verja
de hierro.
Entre los Espaderos que se encuentran allí sepultados está
el Freyre D. Antonio María Espadero y Tejada, caballero pro-
feso de la orden de Alcántara, nacido en Cáceres en últimos
del siglo XVI. Se educó en Salamanca, en cuya Universidad es-
tudió leyes ; pero dedicado á la teología, con mayor preferencia,
abrazó la carrera del sacerdocio, y se trasladó á su patria, donde
ejerció varios cargos en el convento de la orden, hasta que le
nombraron Prior de Magacela, donde parece que falleció en 1657.
Escribió dos obras, una sobre la Disciplina eclesiástica^ y
otra en verso, en loor á San Pedro de Alcántara.
No sabemos que se hayan publicado, ni tenemos noticias del
paradero de estos dos manuscritos.
Cáceres hizo debido requirimiento para que sus vecinos alza-
sen pendón á favor de los RR. CC, y á muy poco de subir al
trono D.* Isabel I, fué á Cáceres y en la plaza de la villa, sobre
el tablado levantado al efecto, prestó juramento de guardar y
hacer guardar sus privilegios y fueros, y pocos días después
proclamó sus ordenanzas municipales, código administrativo muy
728 C A C E R E S
bien redactado, y que ha estado vigente hasta últimos del
siglo XVII.
Por estas sabias ordenanzas se regularizó la constitución del
G>ncejo cacerefio. El rey D, Alfonso al conquistar Cáceres conñó
su gobierno á 1 2 de sus vecinos, que por todo el Concejo otor-
garon é hicieron el juramento de ñdeh'dad antes del reinado de
D. Juan I, y habían ascendido aquel número á 24 caballeros
y después se había restablecido el primitivo de los 12 regi-
dores y eran nombrados por elección anual, como todos los
demás oñcios públicos, lo que traía desavenidas á las familias
principales de la villa hasta el punto de venirse unas y otras á
las manos frecuentemente y desde las torres de sus casas arro-
jarse armas mortíferas y dividirse la población en bandos y par-
tidos. La reina, para cortar estos males mandó que se quitasen
las almenas de las torres y palacios de la villa, y puso en vigor
las nuevas ordenanzas por las cuales se hicieron perpetuos y de
nombramiento real los oñcios de los 1 2 regidores, un procura-
dor y un escribano de Concejo, con otras disposiciones que esti-
mó oportunas, haciendo también el repartimiento de cierta gente
para que la villa contribuyese con 200 hombres á la conquista
de Granada.
En el reinado de los R.R. CC. se construyeron los conventos
más notables de la villa. El de monjas de San Pablo y el de
frailes de San Francisco. El primero, que recogió las comu-
nidades de Jesús, la Concepción y Santa Clara, es de la orden
de San Francisco; fué un beaterío fundado en 1 469 por Juan
González de San Pablo, hasta que en 1492 lo erigió en conven-
to Sor Juana de Dios, por bula del papa Paulo II.
En 1470 se levantó el convento de monjas de Santa María
de Jesús, hoy suprimido. Estaba unido á la parroquia de Santa
María y palacio de los Golñnes. Su construcción primitiva fué
muy modesta y después se amplió con solares de varias casas
que fueron adosándole. D. Alonso Golfín, padre del camarero
D. Sancho Paredes y Golfín, construyó la capilla mayor.
C A C E R E S 729
En 1 47 1 se levantaron otros dos conventos: el de San Pablo
y Jesús, de monjas, y de San Francisco, á extramuros de la
villa, situado al S. y entre las huertas de la ribera que corre á
las faldas de la villa. Su fundación se debió á Pablo Ferrer, que
vino á Cáceres con este objeto en 1471; pero la villa le denegó
la petición reproducida por D. Diego García de Ulloa. El Ayun-
tamiento prestó su aprobación señalando el terreno en que
habría de levantarse. Expidióse entonces bula por el papa
Sixto IV, al obispo de Coria D. ífiigo de Manrique y á los veci-
nos de la villa, fecha en Roma á 3 de Diciembre de 1472 y en-
tonces se levantó un ediñcio de grandes pretensiones, con los
escudos de los RR. CC. y de los nobles que contribuyeron á la
obra, que es gótica y del mejor gusto. Sus capillas eran lujosas
y cada una correspondía á un rico-home de la villa.
En 1524 ¿e ediñcó el convento de Santo Domingo á instan-
cias de D.^ Catalina de Saavedra, ediñcio de una nave sola, con
elegantes capillas. Su estilo es greco-romano, y después de la
exclaustración se destinó para hospital civil.
El convento de monjas de la Concepción se edificó en 1524,
también como beaterío; pero en 1616 D. Juan Duran y Figue-
roa lo elevó á monasterio.
La parroquial de Santiago situada al N. E, de la villa es de
un trazado y arquitectura suntuosa. Hubo en ella una mezquita
árabe que se reedificó y amplió como hoy se encuentra á expen-
sas de D. Francisco Carvajal, arcediano de Plasencia, por Rodri-
go Gil Cantero, vecino de Salamanca, Pedro Marquina, Juan de
Mena, Lorenzo Martín y otros maestros, según las obligaciones
que hicieron, por los años de 1554 al 1556; pero no fueron
incluidas en esta reedificación dos capillas, porque sus posee-
dores se opusieron á esta innovación tenazmente, deseosos de
conservar el antiguo templo árabe en su primitiva fábrica. Su
capilla mayor está dividida por una excelente verja de hierro
pintada con adornos dorados, en la cual se halla un crucifijo y
varios medallones de bastante mérito, por ser de la misma ma-
9«
730 C A C E R E s
teria. Fué construida por el artista Francisco Núñez, maestro
cerrajero, en el año de 1563, y traída desde Peñaranda por
Pedro González Noble. Los retablos y pinturas de varios altares
son excelentes, y, aunque obras anónimas, tienen sumo mérito al-
gunas esculturas de la escuela de Berruguete. Al lado de la epís-
tola se edificó en 1786 una capilla y precioso camarín, donde
se colocó la efigie de Jesús Nazareno, de escultura sorpren-
dente por la unción mística de su rostro y sus formas bien pro-
porcionadas. Está representada de pie derecho, en una altura
de 1*90 metros. Sus vestiduras, de terciopelo carmesí bor-
dado de rico oro á gran realce, y su cruz, chapeada de con-
cha, con los remates de oro, hacen resaltar más esta bella es-
cultura.
En esta iglesia, cuando era capilla, bajo la misma advoca-
ción, se ñindó el primer convento de la orden y caballería de
Santiago, en 1 1 7 1 , en que fué conquistada segunda vez la villa
por D. Fernando 11 de León, cuando la donó á la citada orden,
siendo su Maestre D. Pedro Fernández de Fuente-Encalada, y
sus caballeros se titularon Freyres de Cdceres 6 de la Espada^
en cuyo convento se refundieron todos los bienes de la orden de
Santiago de Portugal, por donación de los monarcas de aquel
reino, que después pasaron al convento de León, Uclés y Sevilla.
Por estos antecedentes históricos la parroquia de Santiago es la
más interesante de todas las que existen en Cáceres y el templo
que más recuerdos históricos guarda en el obispado.
En 1593 se edificó el convento de monjas de Santa Clara,
de la orden de San Francisco. Fué su fundadora D.^ Aldonza
de Torres, hija de D. Hernando Álvarez Golfín y D.* Gregoria
de Torres, y en un principio estuvo en una casa particular; pero
después, en 161 4, se levantó el edificio actual, poniéndose la
primera piedra el 5 de Noviembre. Las religiosas fundadoras
vinieron de Santa Clara de Toro, y el edificio es muy sólido y
completo*
En 1622 se construyó el santuario de Nuestra Señora de la
LHOQUIA DE SANTIAGI
732 C Á C E R E S
Montaña, á extramuros, hacia el S. E. de la villa y en lo más
alto de la cordillera, después de una profunda quebrada entre
la misma y las otras alturas sobre que se halla Cáceres. El edi-
ficio está rodeado de riscos y peñascos que parecen inaccesibles
y domina toda la campiña hasta 8o kilómetros de distancia por
algunas partes. Fué fundada por D. Francisco Paniagua, natural
de Casas de Millán, quien tocado del sentimiento místico de sus
tiempos se retiró á este sitio y construyó la pequeña capilla que
hoy se conserva en el coro de la nueva; después erigió otra
mayor, que está debajo del mismo coro, y en cuya portada
puede leerse una lápida que expresa haberla edificado el refe-
rido Paniagua, con su sudor y trabajo. Le ayudó D, Sancho
de Figueroa, vicario de Cáceres, y ambos mandaron esculpir
la imagen de Nuestra Señora de la Montaña, patrona de la
villa y á quien todos los católicos de ella profesan gran devo-
ción.
Paniagua vivió en el santuario 14 años y murió en la casa de
Don Sancho, el 28 de Agosto de 1636.
En 1668 el Concejo cacereño acordó declarar por patrona
de la villa á la imagen de este santuario y se procedió á edifi-
carle el templo actual, muy artístico y completo, con capillas
muy bien decoradas, algunas con pinturas de Lucenqui.
El tránsito desde la capilla hasta el santuario es una calzada
sobrado pendiente, hallándose en su intermedio la ermita del
Santo Cristo del Amparo, y el calvario que se eleva sobre una
escarpada roca, en cuyo hueco está la ermita de la Soledad: en
otros varios puntos las del Humilladero, los Mártires, San Vi-
cente y San Blas. Algo más distante de esta última ermita están
las ruinas de la del Espíritu Santo, erigida sobre la casa que fué
de los caballeros del Temple, especie de fortaleza destruida
en 1490.
La Virgen de la Montaña es una efigie muy pequeña, como
las de Guadalupe y Atocha, y por ella sienten gran devoción
los católicos del país. Multitud de escritores han descrito el san-
C Á C E R E s 733
tuario y casi todos los poetas cacereños han cantado á la vir-
gen (i) que tienen como patrona.
Con todos estos templos, los palacios de los ricos-homes y
el ensanche que tuvo la villa durante el siglo xvi, en que se hi-
cieron fuentes para abastecer de aguas á su vecindario, plazas
con soportales y caminos vecinales, Cáceres llegó á tener suma
importancia entre las poblaciones extremeñas, y los reyes la
colmaron de mercedes y privilegios.
Felipe II nombró por su alférez mayor á D. Pedro Val de la
Cerda, en pago de los buenos servicios que le prestara, dándole
voz y voto en su ayuntamiento.
A su regreso del reino de Portugal dicho monarca visitó la
villa, con cuyo motivo se celebraron en ella funciones públicas.
Aún vivían en lucha los miembros de su Concejo, por cues-
tión de puestos, y Felipe II dispuso que tuviese la villa 22 ca-
balleros regidores de espada y manto.
(i) Entre estos citamos á D. Antonio Hurtado, que en 1859 publicó en Madrid
un libro titulado La Virgen de la Montaña. Colecciona en sus páginas multitud
de cantos populares dedicados á la Virgen. Escrito todo el libro en seguidillas,
no tiene desperdicio ninguna de sus 56 páginas, algunas con estrofas como las si-
guientes :
«Á premiar mis sudores
y mi fatiga,
llena de granos de oro
vendrá la espiga;
que la zizaña
sabrá apartar la Virgen
de la Montaña.»
«Ya vaya cuesta arriba
ya cuesta abajo,
siempre me siento alegre
cuando trabajo ;
pues me acompaña
la sombra de la Virgen
de la Montaña.»
«Cuando la mies se agosta
por la sequía,
con agua d% sus ojos
«me la rocía :
porque en España
no hay Virgen como la Virgen
de la Montaña.»
734 C Á C E R E s
A la muerte de este monarca se redujo este número á 20,
con dos diputados de abastos y un procurador, síndico perso-
ñero. Todos eran nombrados por real acuerdo de la provincia
á propuesta del ayuntamiento, á excepción de tres regidores per-
petuos que contaba en 1820, cuando el advenimiento del siste-
ma constitucional.
En esta época fué elegida Cáceres capital de la provincia de
su nombre, estableciéndose en ella las autoridades superiores
correspondientes á su nueva categoría; y desde cuyo momento
Cáceres ha entrado en la vida moderna, alumbrs^ndo las calles
y plazas, poniendo aceras en todas ellas, mejorando la higiene,
fundando hospitales, escuelas y colegios de segunda enseñanza,
teatro y plaza de toros.
La nueva casa consistorial, levantada en la plaza de la Cons-
titución, es notable y reúne las comodidades apetecidas porque
tiene alojamiento capaz en todas sus dependencias. Su aspecto
elegante, sólida fabricación y lujoso decorado hacen de ella uno
de los edificios más notables que en la actualidad tiene Cáceres.
Sobre el balcón del centro, en su fachada principal, se ven las
armas de Cáceres. Son éstas de fondo dorado, á la izquierda un
castillo, á la derecha un león y dos águilas de plata á los lados.
No se sabe las que tuvo anteriormente. Estas de ahora se le
reconocen desde el siglo xvi.
VI
Patria ha sido Cáceres de hombres muy ilustres en las cien-
cias, en las armas y en la administración (i). Aparte de los per-
(i) Equivocadamente se hace á San Jonás, presbítero, mártir, y natural de
Cáceres, al decir del canónigo de la Catedral de Badajoz D. Juan Solano de Figue-
736 C Á C E R E S
sonajes que ya biograñamos en este mismo capítulo, aparecen
como hijos de Cáceres:
D. Gómez de Cáceres y Solís, hermano de D. Gutierre y
de D. Hernán ó Fernando, nacido el año de 14 10. Fué muy re-
nombrado en sus tiempos por la parte que tomara en las guerras
contra los moros y las de Portugal. El rey D. Enrique IV pidió
bula al Pontífice Calixto III para gobernar por diez años el
maestrazgo de Alcántara, á la muerte de su XXXIV maestre,
Frey D. Gutiérrez de Soto Mayor, acaecida en 1455. Fundaba
su petición el monarca español en los gastos que le imponía la
guerra contra infieles, y bajo este motivo accedió el Pontífice á
los deseos de Enrique IV, y gobernó dos años y medio el maes-
trazgo, concediéndolo después á D. Gómez de Cáceres y Solís,
que fué electo en 1458, siendo por tanto el XXXV maestre de
la orden alcantarina. En su tiempo, con motivo de la guerra y
los sufi-imientos que eran consiguientes, no menos que por no
tener edificada la iglesia del castillo, se salieron los freyres fuera
del convento y vivieron en casas particulares, ejerciendo los ofi-
cios divinos en la iglesia de Almocobar, hasta que los Reyes
Católicos los hicieron entrar en clausura, edificando el hoy lla-
mado Convento Viejo de Alcántara. Cáceres y Solís fué depuesto,
no sabemos por qué diferencias sostenidas contra el rey en 1 469,
después de mandar catorce años, muriendo en 1473.
De la familia de este Solís son oriundos los marqueses de
Rianzuela y los de San Fernando, cuyas casas solariegas tienen
hoy en Jerez de los Caballeros.
roa y Altamirano, en su apología titulada : San Jonás^ presbítero y mártir^ publi-
cada por José Fernández de Buendía, en Madrid, el año de 1665.
San Jonás fué presbítero muy virtuoso, y por su amor á la ley de Dios sufrió
martirio, especialmente por predicar la fe como apóstol que era en la religión del
Crucificado.
En 1653, el obispo de Coria* D. Francisco Zapata y Mendoza, dio orden para
que el día de San Jonás se celebrase en todo el obispado, ni más ni menos que si
el santo fuese extremeño y hubiese sufrido martirio en Cáceres, como suponen
falsamente Solano de Figueroa y otros autores.
San Jonás era francés, y sufrió el martirio en las inmediaciones de París, según
autorizan respetables cronistas franceses
C Á C E R E s 737
Don Gonzalo Cáceres y Andrada, seftor del Espadero, na*
cido á principios del siglo xv. Fué una de las personas más
notables, no sólo de la villa de su naturaleza, sino de toda Ex-
tremadura, en su época. Fué. embajador (juntamente con Diego
de Rivera, ayo del infante D. Alonso), cerca del príncipe don
Carlos de Viana, por el rey de Castilla, para concertar el matri-
monio de la infanta D.^ Isabel, después reina Católica ^ matrimo-
nio que no llegó á efectuarse, merced á las vicisitudes políticas
que con tan vertiginosa rapidez se sucedían en la Península en
tan aciaga época.
En los disturbios ocasionados con motivo del destronamiento
del rey D. Enrique IV en los campos abulenses, tomó una parte
muy activa en pro del infante D. Alonso, á cuyo partido se afilió,
y en defensa del cual halló la muerte sobre las murallas de
Cáceres, combatiendo contra las huestes del clavero de Alcán-
tara, D. Alonso de Monroy, que trataba de apoderarse de la
plaza y someterla al señorío de su soberano.
Don Sancho Paredes y Golfín, palaciego del siglo xv, nacido
el afio de 1439. Estudió leyes en Sevilla, y por su amistad con
el padre Francisco de Malpartida, confesor de Isabel I, entró al
servicio de ésta, llegando á ser su privado en 1476, influyendo
poderosamente con su política en la corte de aquel reino.
A la muerte de Isabel I pasó á Alemania de consejero, según
unos, ó de privado, según otros, de D. Fernando.
Vasco Porcuto, general de la armada.
Don Francisco Rivera, teólogo y obispo de Segovia.
Don Francisco Sánchez, capitán general en Filipinas.
Don Sancho Flores, del Consejo de S. M. en Indias.
El Dr. Medrain, catedrático de prima (le medicina en Sala-
manca, médico de Cámara de Felipe IIL
Fray Antonio Cáceres y Sotomayor, teólogo y orador sa-
grado, nacido el año de 1549.
Desde muy niño fué llevado por sus padres á educar á
Granada, donde tenía parientes, y en cuya ciudad profesó en la
93
738 C A C E R É S
ord^n de Dominicos, pasando después á Salamanca y más tarde
á Alcalá donde se distinguió mayormente como teólogo. Cono-
cemos de él las siguientes obras:
I .* Paráfrasis de los Salmos.
2.* Sermones (dos tomos).
Murió en Granada el afto de 1615.
Algunos autores le hacen nacido en Granada.
Fray Francisco Cáceres de la Torre, religioso franciscano^
nacido en la Torre de D. Miguel, según unos, ó en Cáceres,
según otros, el año de 1598.
' Estudió teología en Coria y tomó el hábito franciscano en
Cáceres, siendo un orador muy distinguido.
Á sus virtudes ejemplarísimas debió el ser nombrado en 164 1
Vicario provincial, después de haber sido Lector de Teología de
la orden y Visitador por dos veces.
Don Diego Mesía de Guzmán, comendador mayor de la
orden de Santiago, capitán general de Milán, grande de Castilla
y gobernador de los ejércitos de Catalufta y Portugal.
D. Francisco Dávila y Vázquez, presidente del Consejo de
Hacienda y del de Estado, y mayordomo de Felipe IV.
D. Antonio de Cáceres y Pacheco, seftor de Posteros, nota-
ble jurisconsulto y escritor teólogo, nacido en el siglo xvi. Co-
nocemos de él las siguientes obras:
I .* De Prcetura urbana.
2.* Or aliones in Heresiar cas germanice.
D. Alfonso de Cáceres, intrépido capitán y atrevido nave-
gante, nacido en la última mitad del siglo xv. Su carácter aven-
turero le hizo codiciar las glorias del famoso Colón, y corrió á
unirse á Hernán Cortés en su primera expedición á la América.
La lealtad con que obraba en todos sus actos y la confianza
que en él hacía Cortés, hizo que le confiara el puesto de primer
Adelantado en Yucatán.
Fr. Diego de Cáceres teólogo y escritor místico, nacido á
fines del siglo xvi. Conocemos de él las siguientes obras:
C Á C E R E s 739
i.^ Relaciones de Sacramentis (Salmaticae, 1638.)
2/ Z?^ ^jj^ C4r¿>/í (Salmaticae, 1637).
Felices de Cáceres, pintor, nacido en 1597. No conocemos
cuadros suyos á que podemos referir, pero sabemos que apren*
dio en Madrid, y habiéndose casado con una aragonesa de al-
guna fortuna, se fué al país de su mujer, en el que pintaba, y se
dio á conocer, no siempre con buen nombre.
El erudito Ceán Bermúdez (en su Diccionario histórico dé
los más ilustres profesores de las Bellas Artes ^ al tomo I) dice
de este pintor que trabajaba al temple y de claro-oscuro. Se es*
tabledó en Zaragoza por los aftos de 1630, y pintaba siempre
de primera, esto es, sin retocar ni concluir. Si alguna vez inten-
tó pintar al óleo y con colores, fué con fiereza y desagradable-
mente, pero con exactitud en el dibujo. Por su muerte, acaecida
en aquella ciudad, quedó un hijo suyo de dieciseis aftos de edad
que se dio á copiar buenos cuadros, tomando una manera grata
y apacible; y aunque no tenía mucho dibujo, daba gusto con
sus obras, particularmente en las sagradas, que hacía con suma
gracia, dándoles cierta divinidad que causaba á todos veneración^
En efecto. Felices de Cáceres tuvo un hijo, llamado Jaime,
nacido en Zaragoza, y del que se conservan algunas obras.
Fr. L. Antonio de Cáceres, teólogo y distinguido latinista,
nacido en principios del siglo xvi. Publicó la siguiente obra:
Paráfrasis de los psalmos de David (Sin 1. ni a. de impresión.)
Fr. Jacobo de Cáceres, teólogo y escritor místico, nacido el
afto de 1600. Conocemos de él las siguientes obras:
I.* De Noé et arca sacra (Sin 1. de impresión, 1635).
2.^ Summ^ theologica {^?\v£í^úc^^ ifi'^i).
En el Monasterio de la Puebla de Guadalupe existía otra
obra su)ra ms. titulada así: Agustín y San Anastasio: Doctrina
teológica.
Francisco Ginés de Cáceres, pintor, sobrino de Felices, tanif
bien pintor, y de Cáceres como él.
Nació en esta ciudad en 1639, pero apenas si han quedado
742 C Á C E R E S
La vida que siguió desde entonces este converso anacoreta
es celebrada por las crónicas de su tiempo^ y con razón se le cita
en el catálogo de los más virtuosos entre los Jerónimos.
£1 convento de las Batuecas era un pobre edificio propio
para pajar más que para templo cristiano y albergue de una co-
munidad. En el centro de unas débiles tapias de tierra, se ve
aún la alcoba del P. Cadete, que la formaba el tronco de una
encina, donde había una concavidad en que apenas cabía un
hombre sentado, teniendo por tanto que dormir de rodillas.
Y allí le sorprendió la exclaustración; pero obtuvo del Gobierno
licencia para permanecer en las Batuecas, donde murió en 1 849,
en olor de santidad, según han repetido después los devotos.
La historia del convento de las Batuecas tiene importancia
suma para conocer cuánto se relaciona con la comunidad que
habitó aquel desierto. El lector que tenga interés en conocer la
historia de este convento puede consultar las obras siguientesi
I .* Verdadera relación y manifiesto apologético de la anii^
güedad de la^ Batuecas y su descubrimiento^ compuesto por el
licenciado Thomás González de Manuel^ clérigo presbítero (Ma*
drid, 1693 y Salamanca, 1797).
2.* Las Cinco Palabras de San Pedro ^ é Historia del de*
sierto de los Carmelitas Descalzos^ llamado de las Batuecas\ por...
(Madrid, 1749).
D. Antonio Hurtado, consejero de Estado, diputado y sena*
dor, é inspirado poeta contemporáneo, nacido el 1 1 de Abril
de 1825.
Todos los literatos de estos tiempos conocimos y tratamos
á Hurtado. ¿Y quién puede olvidar por un momento al célebre
autor de tantas y magníficas obras dramáticas, todas de mérito
reconocido? ¿Qué español, amante de la bella poesía, no con*
templó con verdadero éxtasis las culminantes escenas de su inte-
resante drama titulado Entre el deber y el derecho^ inapreciable
joya que le cupo la merecida distinción de ser la primera obra
representada en nuestro teatro de Apolo, siendo aclamada con
C Á C E R É s 743
justo entusiasmo por los más distinguidos escritores contempo-
ráneos? ¿Quién no recuerda con júbilo las cómicas situaciones
de su preciosa comedia Fery- Well^ cuyo protagonista desem-
peña el reputado actor Catalina de un modo admirable? ¿Qué
ser humano no ha colmado de aplausos á la eminente actriz
Matilde Diez, que al ejecutar su inmortal drama La voz del c(h
razbuy conmovía á todos los espectadores, pronunciando con el
alma aquellos sentidos pensamientos, aquellas hermosas frases
y aquellos sublimes conceptos que brillan por doquier en las
conmovedoras escenas de una de las más grandiosas produccio-
pes que ha creado la mente del hombre? ¡Ah! seguros estamos
que ninguno de los que estas líneas lean ignora que es ciertísi*
mo este aserto ; todos saben que al morir los genios, cuando
bajan sus cuerpos á la solitaria tumba, sus espíritus se elevan á
las mansiones celestiales, donde ciñen á su sien la inmarcesible
corona de la eterna gloria.
Justo es el lauro que resplandece en la frente del poeta,
cuando dotado por la naturaleza de imaginación tan creadora,
de fantasía tan ardiente y de talento tan extraordinario, á los
quince años empieza á dirigir sus pasos por el escabroso camino
del arte, con unánime aprobación.
Cuantos tuvieron la dicha de presenciar el estreno de La
fortuna de ser loco^ tributaron sus elogios al entonces novel
autor, pues comprendieron que su portentosa inspiración había
de conquistarle un sitio preferente en el Parnaso. No se enga-
ñaron ; fecundo como pocos escritores, en todos los teatros de
España los dramas del célebre poeta han sido acogidos con entu-
siastas ovaciones.
Si es imposible contar con exactitud el número de planetas
que existen en el azulado firmamento, lo mismo ocurre al que-
rer citar las obras de genio tan portentoso ; pues su mente, apta
para las diversas manifestaciones del género literario, creó cuanto
puede producir el espíritu humano. En la imposibilidad de enu-
merarlas todas, limitaremos esta reseña á dar á conocer los títu-
744 C Á C E R E s
los de algunas de ellas, cuales son : La conquista de Cáceres^ El
árbol torcido^ El curioso impertinente^ La nieta del zapcUero^ El
toisón roto^ La sombra^ Un negocio^ El anillo del Rey^ En el
cuarto de mi mujer ^ Intriga y amor. La rama de laurel y Nau-
fragar en tierra^ entre dramas y comedias. Aunque cultivó la
zarzuela, descolló más aún como novelista, honrándole las tres
siguientes : Cosa^ del mundo, Lo que se ve y lo que no se ve^ y
Corte y cortijo^ premiada por la Real Academia Española con
un premio especial que para el efecto fué creado.
En colaboración con el ilustre autor de El vértigo^ escribió
La jota aragonesa^ Herir en la sombra y Sueños y realidades^
verdaderas perlas literarias.
Con la preciosa comedia La verdad en el espejo^ se dio á
conocer en la corte el autor que había de contar sus triunfos por
el número de sus obras.
No sabemos si llegó á terminar El romancero de Hernán-
Cortés. Allá en 1866, cuando cierta tarde nos leía los primeros
cantos de este bello libro, tomando café ambos en su despacho
de la calle de la Bolsa, traía entre manos tres obras más, para
el teatro todas. Á más redactaba en un diario político, colabo-
raba en multitud de revistas literarias y era visitado á cada mo-
mento por. amigos y conocidos para que llenase una página de
esos Albums^ libros que han sido creados para tormento de los,
poetas. Uno de estos Albums^ que conservamos como recuerdo
de un ángel que en otros tiempos lo poseyó, como poseía tam-
bién nuestra alma, guarda una poesía de Hurtado de Mendoza,
titulada así: Corazones y arroyos. Hela aquí:
«No te enamores, niña,
no te enamores;
mira que son arroyos
los corazones;
que de pasada,
suspiran, piden, logran,
y al ñn se escapan.
Y en vano es oponerles
C Á C E R E S 745
grillos de oro,
que son los co^^sones
cual los arroyos:
luchan y bregan,
hasta que el dique rompen
que los sujeta.
Festivo el arroyuelo
baja del monte,
y á oponérsele salen
guijas y flores;
repara, nifía,
cómo el arroyo salta
flores y guijas.
Corazones y arroyos
van fugitivos;
no quieras detenerlos,
cariño mío;
que de pasada,
suspiran, piden, logran,
y al ñn se escapan.»
Así eran los pensamientos de este poeta: hasta en lo más
frivolo todo delicadeza, todo ternura.
VII
De propósito hemos suprimido en la relación de los hombres
que biografiamos, los de la familia de Ulloa, que han ilustrado
la villa de Cáceres como ninguna otra de las que en ella tienen
casa solariega y la pueblan del siglo xiv. Dignos son de ocupar,
ellos solos, lugar aparte en este capítulo. Los Ulloas más prin-
cipales que merecen especial mención son:
D, Lorenzo de Ulloa, famoso capitán, nacido en la mitad del
siglo XV. En su juventud tomó las armas por seguir la suerte
del maestre de la orden de Alcántara D. Gómez de Cáceres y
94
746 C Á C E R E S
Solís, que por los años de 1496 hacía la guerra al Clavero don
Hernán ó Hernando Monroy Sotomayor. Estando en el sitio de
Coria, ocupado por éste, fué hecho prisionero por el Bezudo^ que
se condujo con él generosamente, al referir de un escritor con-
temporáneo, que cuenta muy al pormenor sobre el particular lo
siguiente: t Sucedía, pues, que los que el maestre hacía prisio-
neros al Clavero^ al momento los mandaba ahorcar, y los que
el Clavero copaba del maestre eran, por el contrario, muy aten-
didos, honrados, considerados y guardados, por lo que con esta
conducta se le aficionaban, como sucedió con Lorenzo de UUoa,
caballero cacereño que, hecho prisionero, le honraba y lo senta-
ba á su mesa.
>Dió después el Clavero libertad á Ulloa, y le regaló un ca-
ballo en que marchase, rogándole que de camino pidiese al
maestre le diese un hermano suyo de leche llamado Juan de
Belvís, que retenía prisionero, á lo que el maestre no quiso acce-
der, por lo que desertaron del campo del maestre y se fueron á
Cáceres desde el real el Lorenzo de Ulloa y otros deudos y
amigos suyos, hasta número de 50, que abandonaron al maestre. >
Más tarde, los de Cáceres, que estaban sujetos al maestre,
por haberse éste apoderado violentamente de la población, es-
cribieron al ClaverOy que estaba en Azagala, pidiéndole que con
sus tropas les viniese á auxiliar para echar de Cáceres al maes-
tre, que los trataba muy duramente. El Clavero^ vista la carta,
partió en dirección á Cáceres con 300 caballos y más de 400 peo-
nes. Llegaron á Cáceres al salir el sol, y el Clavero y su gente
atacaron á la puerta de Coria, la cual guardaba un caballero de
los más principales del maestre, que se llamaba Gonzalo de Cá-
ceres. Éste hizo gran resistencia con la gente de su mando : pero
no pudieron sufrir la valiente carga que daban los del Clavero^
y quedando allí muerto con muchos de los suyos el Gonzalo,
entraron en la villa y se apoderaron de ella, huyendo los del
maestre. Con esto quedaron los de Cáceres en la obediencia del
rey D. Enrique VI, y muy agradecidos al Clavero.
C Á C E R E s 747
Los que escribieron al Clavero llamándole para que fuese
sobre Cáceres y los libertase de la tiranía del maestre, fueron,
entre otros caballeros, Juan de Carvajal y su primo Lorenzo
UUoa, el prisionero á quien tanto atendió y distinguió cuando
los sucesos de Coria.
Ulloa falleció en Cáceres en 1 500.
D. Pedro de Ulloa, notable capitán y escritor, hermano de
D. Alonso y de D. Juan, y como ellos nacido en Cáceres en 1 5 29.
Educado para la guerra, como sus otros hermanos, hizo la
de Italia, Flandes y Francia, y formó parte del ejército que sitió
y asaltó la plaza de San Quintín. Su fama, bien merecida, le
nace del comportamiento que tuvo en el ejército del conde de
Saboya; pero no la tiene menos por sus trabajos en las letras,
pues que habiéndolas estudiado desde su juventud en Salaman-
ca y Alcalá de Henares, las cultivó en sus últimos años.
Después de la campaña de Francia se retiró á Cáceres, donde
sus cuantiosos bienes reclamaban sus cuidados, y escribió, en 1 564,
una relación de aquella campaña, con el título de Guerra de los
españoles contra S. Ai. Francisco /, la prisión de este rey^ con la
toma del castillo de Chatelete^ la plaza de San Quintín^ y demás
pormenores ocurridos en esta campaña desde el principio cU fin de
eÜa.
De este curioso manuscrito, que se guardaba en el archivo
del ayuntamiento de Cáceres hasta 1808, se sacó una incorrecta
copia que sirvió más tarde para darse de ella un extracto su •
cinto en El Siglo Pintoresco (Madrid, 1845), como puede verse
en el tomo I, páginas 203 á 21 1 y 247 á 259, en que se inserta
este trabajo que suscribe nuestro amigo J. H. García de Que-
vedo, constante redactor de dicho periódico, y á cuyo escritor
le facilitó este manuscrito el marqués de Santa Marta, D. Caye-
tano Grolfín y Casa.
Como testigo presencial D. Pedro de Ulloa de todos los
hechos de aquella gloriosa campaña, su manuscrito es altamente
importante, y es lástima que el Sr. García de Quevedo no de-
748 C Á C E R E S
nuncie al autor de este trabajo cuando de él extractó lo por él
publicado en 1845.
Don Juan de Ulloa, famoso militar y noble caballero^ her-
mano de D. Alonso, y como él nacido en Cáceres en 1525.
La historia de D. Juan va íntimamente unida á la de don
Alonso, hasta la toma de San Quintín, en que, siguiendo en la
guardia del rey, acompañó al obispo de Arras, que era de su
Consejo, y regresó á España, estableciéndose en su patria, donde
vivió largos años gozando fama de político influyente en las
contiendas que los nobles entre sí sostenían en Extremadura.
Antonio Ulloa, capitán y aventurero, nacido en últimos del
siglo XV. Con los Alvarados, los Magallanes y otros tantos in«
trépidos extremeños, sus amigos y camaradas, marchó á Amé-
rica, y por su carácter levantisco y por su energía se hizo cele*
bre en las revueltas y motines del Perú.
Su influencia en la conquista del país hubiese sido más bene-
ficiosa á no haber tenido Ulloa los defectos de carácter que
apuntamos.
Falleció ignorado, como otros tantos que comprometieron
su suerte, sin comprender la verdadera misión de España en el
descubrimiento de América.
Don Alonso Ulloa, famoso caballero y capitán valeroso, na-
cido el año de 1528, hijo de las familias más linajudas que se
conocían en Extremadura desde mediados del siglo xiv.
Educado por su padre, antiguo militar, en las armas, como
sus otros hermanos Pedro y Juan, hizo la campaña en las filas
del rey, contra los enemigos de España, desde su más tierna
juventud, adquiriendo bien pronto fama de valiente, como asi-
niismo sus dos hermanos.
Á la renuncia de Carlos V en Bruselas debió Felipe II el
gobierno de los reinos de España, con los estados de Flandes,
Italia, África y América, que entonces pertenecían y estaban
unidos á la poderosa corona de Castilla.
Las dificultades puestas por Paulo IV y Enrique II de Ingla-
C Á C E R E S 74^
térra á la política de Felipe II encendió la guerra en toda Euro-
pa, y bien pronto los ejércitos españoles invadieron la Francia,
que estaba contra el rey de España, y nuestros soldados acam-
paban junto á los muros de San Quintín. Un formidable ejército,
al mando del duque de Saboya, era el terror del extranjero, y
entre los capitanes y caballeros más principales que comandaban
aquellas tropas se encontraban los tres hermanos UUoas, que
habían ido á la guerra en compañía de D. Alonso de Aguilar y
de su hermano el poderoso conde de Feria.
Don Alonso, desde el comienzo de aquella gloriosa campaña
hasta la toma y asalto de San Quintín, se mostró valeroso,
acompañó al rey prisionero hasta el alcázar de Madrid, y quedó
sirviendo largos años al lado de Felipe II, hasta que ya, acha*
coso por los males, se retiró á descansar á su patria, falleciendo
á muy luego cargado de honores y de años.
Don Pedro Ulloa y Golfín, historiador y noble caballero ex-
tremeño, nacido el año de 1599. Fué militar y poeta, distinguién*
dose mucho en 1654 en la guerra con Portugal. Era caballero
noble de la orden militar de Alcántara y señor del mayorazgo
del Castillo.
En 1626 escribió un libro que dedicó á la reina, esposa de
Felipe IV, y que no llegó á publicar hasta 1675, ^^^ ^^ título
de Memorial de la calidad y servicios de D. Alvaro Francisco
de Ulloa Golfín y Chaves^ caballero del orden de Alcántara,
señor del mayorazgo del Castillejo^ en la villa de Cáceres^ á la
Reina Nuestra Señora.
Esta obra es muy rara, porque se encuentran hoy pocos
ejemplares de ella.
Confunden á este Ulloa con el Pedro que un siglo antes sir-
vió, juntamente con sus hermanos Juan y Alonso, á las órdenes
de Felipe II, y asistieron á la batalla y toma de San Quintín, y
á quien equivocadamente hacen también autor de otra obra,
interesante para la historia de Extremadura, denominada Fueros
y privilegios de Cáceres (impresa sin principio ni fin, en folio.)
750 C Á C E R E 8
Este trabajo, que es una copia cronológica dé todos los do-
cumentos que en el archivo municipal de Cáceres y de sus prin-
cipales casas existían por los años de 164O1 pertenece á don
Pedro Ulloa y Golfín que, al parecer, y juzgando por los mate-
riales que acumulaba en su obra, pretendía escribir la historia de
su patria, pensamiento que no pudo realizar acaso porque en el
camino le sorprendiera la muerte. Pero no ha sido del todo per-
dido el esfuerzo de este autor, pues para bien de la historia pa-
tria existe en la Biblioteca Nacional este códice (D. 49) que, sin
duda alguna, es la copia de lo publicado, sin principio ni fin, y
enriquecido aquí con notas y comentos del propio D. Pedro.
Basta con lo indicado en el índice de esta obra para juzgar
del trabajo de D. Pedro de Ulloa, cuyos propósitos en vida
fueron encaminados á escribir más largamente un cuerpo de
historia patria, con método y regular crítica.
Lo extraño es que habiendo pasado más de dos siglos desde
su fallecimiento no haya encontrado la ciudad de Cáceres otro
historiador que prosiguiese el camino ya trazado por UUoa, y,
lo que es más doloroso, que se haya perdido toda la serie de
documentos por él citados.
En Extremadura, no de ahora, de siempre, se ha descuidado
esta clase de trabajos, por los que han prestado muy poco inte*
res sus propios hijos.
Por último, se atribuye á D. Pedro de Ulloa otra obra im-
presa en sus tiempois con el título siguiente: De la ceremonia de
alzar pendones^ libro citado por los eruditos y muy estimado de
los bibliófilos.
Y P. Gonzalo María Ulloa y Queipo de Llano, conde de
Adaneros, político contemporáneo, nacido en los primeros años
del siglo actual. Antiguo diputado, el señor conde de Adaneros
llegó á la Alta Cámara, más que por los derechos de su título,
por su antigua carrera política. Cuando fué nombrado senador
vitalicio, había figurado ya en seis legislaturas, cinco como dipu-
tado y una como senador, elegido por su provincia. Su nombre.
CÁCERE8 75 1
sin embargo, fué poco conocido, obteniendo escasa popularidad
fuera de Extremadura, donde ejerció grande influencia por ra-
dicar allí sus bienes.
Su título fué creado por Carlos II en 7 de Noviembre de 1691
á favor de D. Pedro Núftez de Prado, alguacil mayor de la chan-
cillería de Valladolid y presidente de los Consejos de Hacienda
é Indias. Por su enlace pasó después al marqués de Castro-Sema,
hallándose ambos reunidos en D. Gonzalo María Ulloa y Queipo
de Llano, caballero gran cruz de Isabel la Católica y maestrante
de Granada. De familia liberal este señor, su padre fué ya di*
putado en la legislatura de 1822 á 23, como D. Gonzalo lo fué
primeramente en 1834, habiendo sido reelegido para las legis-
laturas de 1835 á 3^9 d^ 40 á 44 y 45 y siempre representando
á la provincia de Cáceres. En 1838 fué nombrado senador, in-
gresando en la alta Cámara el 20 de Enero de 1 847 como vita-
licio.
En la provincia de Cáceres desempeñó los cargos de vice-
presidente de la Junta de Agricultura y presidente de la Comi-
sión auxiliadora de ganaderos. En ambos cargos prestó grandes
servicios, pues fama gozó de entendido labrador y ganadero.
CAPÍTULO II
Cañaveral de Alconetar y Torrrejonclllo.
Coria fué Caurium ó Cdrlca de los vettones. — El obispado Cauriense.
La monarquía de Zeth y de Mandhlr. — Coria restaurada.
Noticia de sus hijos más ilustres
I
/^'^■^<^¿¿t¿-'
ÓMASE para ir á Coria el ferro-carril en Cáce-
res, en dirección á Cañaveral , donde caballero
sobre mulo poco noble, ó en mal carricoche se
recorren varios kilómetros por tortuosos sen-
deros, caminando hacia Torrejoncillo, princi-
pio de la hermosa carretera que conduce á
Coria.
Cañaveral de Alconetar es un pequeño
pueblo sin historia, situado en la pendiente meridional
de una sierra, continuación de la de Guadalupe, ro-
deado de huertos con frondosa arboleda donde se recolecta
naranjas, limones, granadas, cerezas, peras y melocotones en
abundancia.
En el siglo xvi se llamó este pueblo Cañaveral de las Limas,
y pertenecía á los estados llamados de Alba de Liste, incorpo-
95
754 C Á C E R E S
rados más tarde al ducado de Frías, patrono de la parroquia de
Cañaveral, Santa María, ediñcio muy agradable á la vista, sitúa-
do en lo más elevado de la población, frente al S., todo él de
piedra de cantería labrada, con arcos y bóveda de lo mismo.
Torrejoncillo es una villa dé escasa importancia, situada á
unos diez kilómetros de Coria, sobre una ladera inclinada ha-
cia al S.
Á dos kilómetros de ella, camino de Coria, aparecieron
en 1780 unas minas muy notables que afectaban la forma de un
ediñcio, como de templo romano*. Descubiertos los cimientos á
una profundidad de un metro, formaban tres paralelas cortadas
por otra transversal al extremo N.
Si este edificio fué de algún templo pagano es evidente que
á su fachada principal corresponden las once columnas ó basa-
mentos fragmentarios que han rodado por aquellos campos
muchos años. El ingreso á este edificio era por la faja central,
donde aparecían seis bases de columnas. Medía 52 metros de
ancho por 40 de profundidad, y aunque algunos sostienen que
su forma no es adecuada á la de los templos griegos y romanos,
Viu (erudito y anticuario de gran nota, que en 1854 examinó
detenidamente una Memoria que sobre estos restos escribiera,
en 1782, D. Carlos Saenz), cree que pertenecían á la época ro-
mana. Aducía pruebas para opinar así. La colección de las mo-
nedas que conservaba Viu, las romanas en su inmensa mayoría,
fueron halladas en los campos de Torrejoncillo, y multitud de
lápidas y restos antiguos aparecidos en las inmediaciones de
Coria, se hallaron á poca distancia de los restos anteriores. Por
otra parte, próximo á Torrejoncillo, en Ceclavín, la Cellirium ó
Celia- VinaruB de los romanos, se han encontrado, en principios
del siglo, señales de otro suntuoso edificio de 55 metros de lar-
go, donde había varias urnas sepulcrales con inscripciones que
no se tuvo la previsión de traducir (i).
(i) Viu, en su Extremadura^ tomo I, págs, 1737 74.
C Á C E R E s 755
II
Hubo otra Cauria en la Bélica; pero se diferenciaba de la
de los veítanes por su adjetivo de Starum con que la denominan
á una todos los geógrafos antiguos, y mayormente Strabón,
reconociéndose en esta antigua mansión romana á la moderna
Coria del Río. Ptolomeo dice que la Cauria Velona era ciudad
de la Lusitania^ asentada en el límite de estas dos regiones,
correspondiendo, por tanto, á la ciudad de Coria, situada á
pocos kilómetros de la frontera portuguesa, y que en la actuali-
dad conserva en pie importantes memorias de aquella época.
Romanas son las murallas que la circuyen, y tan enteras como
si hiciera pocos años que se acabaran de hacer; romanas son
las inscripciones que aparecen en sus campos, y romanas también
las monedas y medallas halladas por los anticuarios.
Las murallas, mayormente, de esta ciudad velona son admi-
rables. Tal vez en Europa no haya otro pueblo que pueda pre-
sentar tan intactos sus muros romanos, aunque sencillos. Las
torres son cuadradas y las almenas planas por la parte superior;
pero estos muros miden ocho metros de espesor y las puertas
cuatro de ancho y cinco de alto. Para penetrar por ellas era
preciso salvar un ángulo de tres metros de ancho y cuatro de
largo, defendido por el lienzo de la muralla y por dos torres co-
laterales. Desde lo alto del muro, por la parte interior, bajaba
una gran compuerta, que cubriendo el arco de la entrada impe-
día pasar más adelante. Su canal de 0*28 de ancho, permanece
aún. Seguíase luego por la parte de adentro una pequeña plaza
de cuatro metros de ancha por tres de larga^ puesta á cubierto
por los muros que la circunvalaban y capaz de contener al ene-
migo, aun cuando forzase la compuerta. Nuestros arquitectos
758 C Á C E R E S
«
Los que á Coria dan una antigüedad fabulosa, como el
P. Coria, sostienen que fué ciudad muy principal en los tiempos
celtas y junto á sus muros quedó vencido Viriato, general ibero,
nacido en las inmediaciones de Coria (i). Nada de esto puede
decirse con puebas de alguna autoridad. Sábese sólo que Viriato
hizo la guerra á los romanos desde Talavera la Vieja hasta las
(i) La patria de este famoso guerrero, héroe de nuestra primitiva independen-
cia, no puede determinarse con precisión. Zamora, Viseo, Grato y Valencia de Al-
cántara disputaban la gloria de haber sido su cuna y en especialidad Zamora, que
hasta pretendió llevar al escudo de sus armas el brazo armado de Viriato; pero
sobre este punto ha pul)licado el ilustrado capitán de navio de la armada, Sr. Fer-
nández Duro, académico eruditísimo, un estudio bastante extenso, probando que
el escudo de Zamora, su patria, nada tiene de común con el recuerdo del famoso
guerrero lusitano, y con este motivo se extiende á otras consideraciones para pro-
bar que Viriato no eszamorano, como pretendían hacerlo algunos cronistas, y con
especialidad Pedro de Medina y el doctor Vargas, quienes citando á Fr. Alonso
de Castro, que á su vez sigue lo dicho por Fr. Juan Gil de Zamora, fué el primero
que hizo zamorano al general lusitano. Otros autores sostienen que Viriato fué
hijo de Sayago, y no pocos que fué nacido en Torre de Frades, como dice Florián
de Ocampo, no resultando, por tanto, acuerdo en ninguna de estas opiniones.
Por otra parte, la de que nació en Viseo ó en Grato, no tiene fundamento serio,
quedando como posible la de ser un pueblo de la frontera española, en los alrede-
dores de Valencia de Alcántara. ^Fué acaso en Lecantum donde naciera? ^Lo fué en
Caladanum? Ambos pueblos eran anteriores á los romanos y no distaban mucho
de Julia Contrasta (Valencia de Alcántara), cuyo origen indudablemente es roma-
no, como lo es también Norva Ccesarea (Alcántara). En estas dudas, y mientras este
punto se ilustra con nuevos antecedentes, nosotros lo hacemos de Valencia de Al-
cántara, donde también hubo otro pueblo anterior al de Julia Contrasta, y cuyo
verdadero nombre no ha llegado hasta nosotros. Y supuesto esto, diremos que
Viriato fué un hombre valeroso, que en los principios de la invasión romana con-
cibió el proyecto de libertar á su patria. Alzóse el año de 149 antes de Jesucristo,
y en el espacio de cuatro años derrotó'á cuatro ejércitos consecutivos, compuestos
de numerosas legiones y mandados por los más entendidos generales que Roma
tenía.
En 244 sus tropas estaban operando en Arsa (Azuaga) centro de las montañas
túrdulas. El cansancio se había apoderado de aquellos valerosos soldados que
fueron rechazados, aunque no vencidos, por los consulares. Viriato vio entonces
el peligro que corría su valerosa empresa y se corrió por las montañas celtíberas
reclutando gentes y armas, organizando su ejército y operando de nuevo contra
los consulares, á quienes venció, obligándoles á capitular en un pueblo que desde
entonces se denominó Civilas Paces, después Pax Augustay hoy Badajoz. En esta
ciudad, pues, capitularon los generales romanos, haciendo la paz con el famoso
Viriato, y no reconocidas las bases de esta capitulación por Roma, al año siguien-
te se rompieron sin previa declaración de hostilidad. Atacado Viriato de improvi-
so, se retiró á las montañas y preparaba ya nuevas victorias cuando fué vendido
por tres oficiales suyos, á quienes sedujo el oro romano, y le dieron muerte cobar-
demente, sorprendiéndole dormido en su tienda el año 140 antes de Jesucristo.
CÁ C E R E s ' 759
1
inmediaciones de Mérida; que su famoso tratado de paz con los
romanos lo firmó Civitas Paces ^ después Paz Augusta (Badajoz),
y que en los campos de Coria sostuvo sus cuarteles algún tiem-
po, y acaso á esta ciudad fuese llevado á su muerte, porque
Cauria era á la sazón una de las principales ciudades que exis-
tían en tiempos de la guerra entre vettones y romanos, en las
orillas del Alagón. Sostenemos esta opinión porque en las mu-
rallas de esta antigua ciudad se encontró una lápida sepulcral
de Viriato, como acredita Fr. Francisco de Coria con multitud
de citas de autores respetables. ¿En qué sitio de la muralla es-
taba esta lápida? No lo dice este autor, ni tampoco da noticia
literal de la^ inscripción, tal vez porque los historiadores de quien
él tomara la cita no copiasen tan importante dato. Pero es evi-
dente que., esta inscripción estaba en lo destruido en el siglo xvi,
cuando se hizo el castillo que está junto á la puerta de San
Francisco. £1 mismo autor á quien antes hemos copiado, D. José
de Viu, dice sobre esté particular lo siguiente: «...Por la multitud
de ellas (lápidas) que hay en las murallas, inferimos que antes
de ser murada Cauria sería pueblo de cuenta, y que se echó
mano de esas piedras para la obra como de otras cualesquiera
abandonadas. Lo mismo parece haberse hecho á su vez con las
mismas de las murallas en tiempos posteriores, pues el castillo^
que está junto á la puerta de San Francisco, construido cuatro
siglos há, se fabricó en gran parte con la piedra de la antigua
muralla por encontrársela labrada los constructores, sin que esto
obste á que se mantengan en pie los muros romanos, pues por
lo visto no abrazaron éstos sino un recinto especial.»
¡Lástima de haberse perdido la inscripción de Viriato! La
indiferencia de nuestros antepasados no tiene disculpa en este
punto.
Digno de gran recordación será siempre el primer general
que supo oponerse á las conquistas de los invasores de la Pe-
nínsula, y el anatema caerá eternamente sobre la memoria de
los cobardes que le asesinaron á puñaladas para dar la victoria
yóo C Á C E R E s
%
al enemigo sobre el ensangrentado cadáver del valiente lusitano,
á quien han tratado con poca caridad los escritores españoles
y con especialidad el P. Isla, de quien recordamos estos versos:
«Viriato, guerrero, pasó át pastor á vandaUro,
y de allí á general, fuerte, famoso,
contuvo á los romanos victorioso.»
»
La memoria de Viriato fué más respetada por los mismos
romanos que lo ha sido de los españoles, como se prueba el
que en diversos puntos de la Lusitania se le erigieron monu-
mentos. En Santa Cruz de la Sierra, villa á 14 kilómetros
al Sur de Trujillo, se lee una inscripción en la casa que pertene-
ció á D. Agustín Blázquez, y cuya piedra creen algunos que
pueda ser la que estuvo en Coria. Dice así:
VIRIATUS TANCINII FILIUS
HIC EST SEPULTUS
S. T. T. L.
Impugnan varios eruditos la anterior inscripción dudando de
que sea auténtica, fundados principalmente en ser romana. Pero
no es la primera muestra ésta que los romanos dieran de hon-
rar la memoria de sus enemigos valerosos, y tanto más explica-
ble en ese caso cuanto sabido es que el Senado romano procuró
sincerarse y aparecer extraño al asesinato indigno del caudillo
ibérico. El apelativo de hijo de Tancino conviene también con
la posibilidad de esta tradición, pues ese apellido suena mani-
fiestamente á cartaginés, y cartagineses fueron los últimos do-
minadores de la Península.
Consta, por otra parte, que la familia Tancina fué muy no-
table en Coria, y uno de esta rama que servía en el ejército de
los soldados llamados vettones en Inglaterra, murió en la gue-
rra que hubo en las islas británicas, según la inscripción que
trae el citado Coria, copiada de Muratori, y que dice así :
C Á C E R E S 761
L. VITELLIVS. MA
NIAI. F. TANCINUS
CIVES. HISP. CAVRIESIS
EQ. ALAE. VETTONVM. C. R.
ANN. XXXXVI. STIP. XXVI
H« S« E*
Coria, una ciudad rebelde á Roma, fué esHpendiaria^ como
Plinio declara y en la inscripción anterior se dice.
Finalmente, no puede negarse que el teatro de las últimas
campañas de Viriato Tancino debe localizarse desde Talavera,
adonde tuvo que retirarse ante el furor de las legiones romanas,
hasta el Guadiana al SE. y la sierra de la Estrella, frontera
de Portugal, en la hoy tierra portuguesa, y con Extremadura
al E., en cuyo centro se halla el pueblo aludido.
Pero no faltan autores que sostengan que Coria no puede
buscarse más allá de la época romana, y Masdeu, como Ceán
Bermúdez son de esta opinión. Viu y mayormente Andrés San-
tos Calderón de la Barca, en sus Memorias para la historia de
la Iglesia de Coria (Ms. en la B. N. Od. 97), sostienen todo lo
contrario, con citas de evidente autoridad.
Plinio nombra los caurienses como de la Lusitania^ expre-
sando pertenecer á la clase de estipendarios. Ptolomeo coloca á
Caurium entre las mediterráneas de la región de los lusitanos,
y ambos la consideran ciudad antigua, esto es, de origen ante-
rior á los romanos.
III
No decayó en importancia Coria durante la España goda, y
habiéndosela elevado á la dignidad de Sede pontiñcia, fígura el
obispo cauriense suscribiendo los concilios de aquella época.
96
702 C A C E R E S
Sábese que el origen de este obispado se remonta al año de 338
de nuestra era, en el que el gran Constantino con el Pontífice
San Silvestre, dividieron á España en seis arzobispados, é hicie-
ron á Coria sufragáneo de Mérida, cuya metrópoli gobernó como
su primer arzobispo Florencio, que falleció en el año de 357 (i).
Desde principios del siglo iv hasta el año de 589 no existen
noticias de los obispos caurienses; pero en el acta del Concilio III
de Toledo, fírmó Laquinto^ como obispo de esta diócesis, y en
el año de 675, bajo el reinado de Wamba (cuando era arzobispo
de Mérida Máximo) se le señalaron sus límites que conservó
íntegros hasta el siglo xi en que las órdenes militares le arre-
bataron los pueblos comprendidos en los arcipezgos de Alcán-
tara y de Valencia de Alcántara, para darlos al gobierno del
Prior de la Orden alcantarina.
En el siglo viii Coria recuperó su antiguo esplendor bajo la
dominación musulmana, que la ocupó mucho antes, denominán-
dola Al'Kárica. Los árabes hicieron de Coria una ciudad prin-
cipal, por el cultivo que llevaron á sus campos, convirtiendo
aquella parte de Extremadura en un rico jardín donde se daban
con abundancia todos los frutos más apetecidos.
En 854 Zeth, uno de los caudillos más poderosos que el
elemento musulmán tenía en la Lusitania, se fortificó dentro de
Coria y se coronó su rey formando un reino cuyos límites exten-
día por una parte hasta el mismo Cáceres y por otra hasta Pla-
sencia. Cantarat-Alseif {^zixíXas^ se le sublevó en 859 por
los impuestos á que sometiera sus vecinos, y un año después,
en 860, Cáceres también se le insurreccionó, acudiendo sobre
este famoso castillo con un grueso ejército, y poniéndole sitio en
el mes de Agosto le ganó por hambre de los sitiados y mayor-
mente por la peste que se desarrolló entre ellos, respetando la
vida á todos los que se le rindieron.
En 861 D. Ordoñol, rey de Asturias, la ganó, haciendo pri-
(i) Véase la pág. 399 de esta misma obra.
C Á C E R E S 763
sionero á su rey Zeth, á quien retuvo preso mucho tiempo, y en
primeros del año siguiente la reconquistó el famoso Mondhir,
que sucedió en el trono á Zeth, sabiendo resistir valerosamente
á las tropas del rey D. Alfonso III, hijo de D. Ordoño, que la
sitiaban en 868, haciéndoles abandonar el campamento con gran
pérdida de caballeros. Muerto poco después el rey Mondhier, los
cristianos la ganaron, siendo refugio de D. Jimeno García, rey
de Navarra, y del Conde de Castilla, cuando fueron batidos por
el inquieto Aladjiby, gobernador de Zaragoza, enviado por el
Hakén contra ellos.
En 997 se reunieron en Medinah-Ghalisiyak (Galisteo) dife-
rentes ejércitos árabes (i) mandados por el famoso Almanzor,
y partieron en dirección á Coria, que opuso una tenaz resisten-
cia; pero Almanzor pudo ganarla^ después de 2 1 días de sitio, y
la conñó á la autoridad del Califa, juntamente con otras ciuda-
des y castillos, como fueron los de Cantarat-Alseif {^(átíXzxz)^
Aldisos (Aliseda), Almojarin (Almoharín), Zahorat (Zorita) y
otros.
En 1077 ^21 conquistó el bravo rey D. Alfonso VI, aunque
algunos señalan este hecho como posterior á la conquista de
Toledo, llevados de lo que cuenta el arzobispo D. Rodrigo, de
dicho monarca; pero la circunstancia de haber coincidido la toma
de Coria con el eclipse de sol de 1077 determinan bien este
suceso histórico con ,el fenómeno físico que tanto preocupó á los
hombres del siglo xi (2). Este eclipse tuvo lugar el 25 de Fe-
brero de 1077, á la una y media de la tarde, visible en Europa,
en África y en el Asia (3). En la Crónica Lusitana (4) se lee
(1) Tiene esta población unas murallas bien conservadas de la época de la
reconquista, construidas primorosamente con cantos rodados. Conserva algunas
construcciones mudejares y lápidas romanas. Su nombre significa el lugar por
donde pasan galianas ó caminos pastoriles. Á Oriente de ella, á su vista y distan-
cia de mil quinientos metros, está la calzada romana; por lo que algunos han su-
puesto equivocadamente que esta población fué Rusticiana.
(2) Ebn-Abe el Halim describe largamente este suceso.
(3) Crónica de los eclipses^ pág. 72.
(4) Á su página 405 y siguientes.
764 C Á C E R E S
que este suceso acaeció era 11 15 (i) mense septembris ccepit idem
rex Donnvs Alfonsus Caurtum civitatem, Toledo cayó en poder
de D. Alfonso en 1085, esto es, ocho años después de la con-
quista de Coria, no pudiéndose por tanto tomar á la letra los
versos del arzobispo D. Rodrigo, quien enumera las ciudades
ganadas por el IV Alfonso, porque tal convenía á la estructura
de su obra, sin guardar el orden cronológico.
Á Coria se retiró D. Alfonso mal herido de un lanzazo,
aletargado por el defecto de la sangre, la fatiga con que había
salido de los duros trances que corriera en la guerra y el vino
con que, á falta de agua, había apagado su sed, después de la
sangrienta batalla librada en el sitio llamado Sajalia (Sagraja)
junto á Badajoz.
Muerto este monarca, debilitada la gente cristiana en los
reinos lusitanos, Coria fué ganada por los moros y en 1 124 vol-
vió á rescatarla D. Alfonso VIL
Mohamet-ben-Yusuf, walí de Córdoba, la sitió en 1 1 90, con
un ejército de 20,000 soldados. Los cristianos de la Península
prestaban auxilio á los sitiados, y nobles, prelados y caballe-
ros acudieron en su favor , pero el sangriento Mohamet pudo
ganarla en principios del año 1 1 9 1 haciendo de ella una ciudad
principal, y formando parte de lo que llamaban el Kasr^ de los
hijos de Abu Danés, ó Kars el Fethah (el castillo de la entrada
ó de la abertura). Era en suma un señorío ó waliato constituido
por el último Beny-Abed, á favor de su Wasir y esclarecido
poeta Abdalá-Moheb, quien terminó su alcázar, comenzado
en 1 151 por Alhá-el Gamí, rey de Cáceres, y mejoró la ciudad,
convertida por él en semi-corte. Pero no podía permanecer
mucho tiempo Coria en poder de los moros, y codiciada por el
rey de León D. Alfonso VIII, la sitió y pudo ganarla después de
grandes trabajos, reedificando sus mejores edificios, poblándola
de caballeros y restableciendo su sede, vacante desde la inva-
(i) 1077 de nuestra era.
C Á C E R E S 765
sión sarracena, pues aunque D. Alfonso VII había nombrado
obispo, y se comenzó á construir en su tiempo la catedral,
según se desprende de una carta-privilegio dada en 1 108, la
obra no pasó de sus primeros indicios hasta que D. Alfonso VIII
mandó impulsarlas, dotando á su iglesia de 1 1 dignidades,
15 canónigos, 6 racioneros, 6 medios racioneros, un beneficio
curado y competente número de capellanes de coro.
IV
Restaurada Coria y rescatada por los cristianos, comienza
para ella una nueva vida que conviene señalar en este capítulo.
Desde los comienzos del siglo xii Coria comienza á influir
en los sucesos más principales que tenían lugar en la Península.
Contóse primeramente entre las ciudades que se resistieron á
reconocer la autoridad de la reina, estando gobernada por unos
de los parciales de D. Alvaro Núftez de Lara, declarándose por
D. Fernando III, al fallecimiento del IX Alfonso.
El rey santo la distinguió por su lealtad, y sus vecinos, capi-
taneados por sus prelados, según usanza de los tiempos, pres-
taron los más desinteresados servicios en las guerras de Anda-
lucía y en las que mediaron entre Castilla y Portugal por los
años de 1383. En esta guerra Coria padeció mucho, porque el
rey portugués, deseando poseerla, la cercó por tres veces y aun-
que violentamente rechazado por sus valerosos vecinos, el rey
levantó el sitio y tornó á sus estados cargado de los ricos des-
pojos que obtuvo del sitio.
D. Enrique IV la hizo cabeza del condado que concedió á
D. Gutiérrez de Cáceres y Solís, XXXV gran maestre de Alcán-
tara, quien en unión de su hermano D. Gómez, la empeñó en
cierta cantidad de dinero á D. García de Toledo, duque de Alba,
706 C Á C E R E S
quedándose con ella este señor, por confirmación del mismo rey
D. Enrique, quien le dio el título de marquesado; pero antes
D. Gutiérrez, el conde de Coria, hizo renuncia «en los caballe-
>ros, escuderos, vecinos honrados y homes buenos de Cáceres,
>del alcabala de las yerbas, de las dehesas de la villa que toca-
>ban á su condado...»
Por esta época tenía ya suma importancia el obispado y la
iglesia catedral de Coria. Sus obispos cobraban en todo el tér-
mino de su jurisdicción montazgos á los ganados para levantar
la catedral comenzada en i io8, y el rey D. Alfonso XI confirmó
este impuesto, si bien eximiendo de él á los vecinos de Cáceres,
por la cooperación que le prestaron en la guerra.
En principios del siglo Xwi la catedral estaba terminada, y
es un edificio modesto, pero de excelente fábrica y con un tra-
zado pretencioso.
Está situado al S. y tocando á la muralla. Apenas tiene vista
en su exterior por hallarse unidas á él varias casas. Su puerta
mayor mira al O. frente al palacio del duque. No tiene apenas
uso, por estar circunvalada del antiguo cementerio. La que le
sirve de entrada se puede decir única y mira al N. con un buen
atrio que la circunda frente al palacio episcopal. Á su derecha
se eleva la torre en forma cuadrada, que presenta 54 metros
de altura. Á los 33 se hallan las campanas, dando vista á la po-
blación. Un metro más arriba termina el cuadro de un corredor
y toma figura circular, sobre la que se halla la media naranja de
pizarra formada de conchas, y sobre ella la linterna que contiene
las campanas del reloj y el cimbalillo. La fachada principal pre-
senta los caracteres de las ampliaciones y reformas que el tem-
plo ha sufrido, lo mismo que todo su recinto, por las adiciones
que ha venido experimentando deáde el siglo xiil
El interior de este templo es de una sola nave de 46 metros
de longitud, 16 de anchura y 27 de elevación, con buenas luces
y esmerada arquitectura, gótica. La capilla mayor está cortada
por una gran verja de hierro. De su centro parte la valla que
C A C E R E S 767
comunica con el coro, cuyo frente es otra verja. Ambas son
obra de Mr. Doupier.
£1 coro se halla en medio de la iglesia, como lo tiene la ca-
tedral de Badajoz. Tiene una notable sillería de madera tallada
terminada en 1489, según la inscripción puesta con caracteres
góticos en la silla de la dignidad de tesorero. Obra es esta que,
sin ser como las que en otros templos hizo Berruguete, puede
competir con las mejores de su siglo. No se sabe los artífices
que la hicieron; pero desde luego puede afirmarse que el que
dirigió la obra era italiano, por los detalles de toda ella y sus
dibujos.
Estas sillas han sido ocupadas por sabios teólogos y virtuo-
sos místicos que han ilustrado con sus nombres la iglesia de
Coria al par que á la España cristiana. Sus obispos han hecho
un gran papel en los concilios y al lado de nuestros reyes, en
la época de la reconquista. El catálogo de todos ellos, desde
los que ocuparon la sede cauriense en 1231, hasta últimos del
siglo XVII, lo da Pedro de Ulloa y Golfín, en su Memorial^ á las
páginas 18 á 25, y el prebendado de esta iglesia, D. Andrés
Santos Calderón de la Barca, en sus Memorias para la historia
de la Iglesia de Coria y cronología de sus obispos^ que escribió
de Real Orden, en 1751, amplía las noticias de Pedro de Ulloa
y trae datos importantes sobre obispos y canónigos que mere-
cían traerse á este libro si no tuviésemos el temor de hacer este
capítulo interminable (i).
(i) Nuestro deseo era el de publicar íntegra la cronología de todos los prela-
dos, como hicimos con los de Badajoz y haremos con los de Plasencia, completan-
do así las noticias de Ulloa y Golfín y de Santos Calderón de la Barca, con los pre-
lados que hasta la actualidad ocuparon la silla de Coria. Á este fín escribimos
sucesivamente al secretario de Cámara del actual obispo, después á éste, y más
tarde al diputado provincial D. Augusto Saenz (natural y residente en Coria), pi-
diéndoles datos sobre los obispos de Coria, desde 1751 hasta el presente; y secre-
tario, prelado y diputado no han tenido siquiera la cortesía de contestarnos.
¡Con qué pena consignamos este hecho que tanto rebaja el nombre de dichas
personas, que por sus cargos debieran ser modelos de cultura y de cortesía!
Como de las de Ulloa y Golfín, y de Santos Calderón de la Barca no puede for-
marse una exacta cronología de los prelados de Coria, acudimos á, consultar la
768 C Á C E R E S
Á espaldas del coro hay un gran espacio llamado campo de
la virgen^ donde se ve una bonita capilla con tres altares con
reliquias que se presentan á los fíeles el 3 de Mayo para su ado-
ración. Esta capilla se fundó por el obispo Juan José García Al-
varo.
En la capilla mayor se ve al lado del evangelio un suntuoso
sepulcro de mármol, consistente en un nicho con dos pilastras
compuestas á los lados y su frontispicio encima. En las juntas
del arco se ven las cabezas de San Pedro y de San Pablo. La
estatua del interior del nicho es bellísima por su notable ejecu-
ción ; aparece vestida de alba y casulla en ademán de hacer ora-
ción, puesta de rodillas ante de una mesa, sobre la que está un
evangelio y la mitra. En el friso se lee: EL SEÑOR DON
GARCÍA DE GALAGARZA, á quien pertenece este sepulcro,
que fué obispo muy pródigo y generoso para esta iglesia.
Este sepulcro es una verdadera obra de arte, muy especial-
mente por la labor de los vestidos. Los encajes, los tisúes, los
paños de la mesa, las pilastras, todo está ejecutado con minu-
cioso lujo de detalles, á la vez que con inteligencia suma.
Las armas de este prelado esculpidas por bajo de la ante-
rior inscripción coronan su epitafío, encerrado en diez versos
encomiásticos.
Inmediato á este sepulcro hay otro con una estatua arrodi-
llada. Es el del obispo D. Pedro Jiménez y Martínez de Préxa-
mo, que primeramente rigió la silla pacense á la muerte de don
Gómez Suárez de Figueroa, en 1480, y pasó en 1488 al obis-
pado de Coria, donde murió, nueve años después, en 1495.
Rodrigo Do^ma lo hace XLI de los obispos pacenses; pero fué
en realidad el LIV de ellos (i), y se distinguió mucho en sus
obra de González Dávila, denominada Teatro eclesiástico de la Santa Iglesia Cate-
dral de Coria^ vida de sus obispos y cosas memorables de su obispado. {Teatro ecle-
siástico etc, t. II, pág. 431)^ pero vimos con sentimiento que es un trabajo deíi-
ciente^, del que no puede rastrearse noticia importante. El P. Flórez no da mejores
noticias de este obispado, en el t. XIV de su España Sagrada, publicada en 1 786.
(i) Véase la Historia de Talayera la Real, de que soy autor, pág. 331.
C Á C E R E S 769
tiempos. Contribuyó con sumas cuantiosas á la fábrica dé este
templo; fué discípulo predilecto del famoso Alfonso el Tostado,
obispo de Ávila; asistió al concilio de Alcalá, donde se conde*
naron los errores de Pedro de Osma, y como teólogo y orador
sagrado se le cita entre los sabios del siglo xv.
Su sepulcro es obra notable por la elegancia y buena ejecu-
ción qué se ve en toda la obra.
Al obispo Bovadilla se cita como uno de los prelados más
notables que tuvo esta sede. En su tiempo se celebraron syno-
dales, como consta por el libro publicado en fines del siglo xvi,
con el siguiente título: Constituciones synodales del obispo de
Coria^ hechas por el limo. Sr. D. Francisco Bovadilla (Sala-
manca, 1572).
No dejó peores recuerdos el obispo Carvajal, que regía
aquella silla en los comienzos del siglo xvii. También celebró
synodales según el siguiente libro que se hace raro en las biblio-
tecas : Constituciones synodales del obispado de Coria hechas por
D. Pedro de Carvajal (Salamanca, 1608).
A la derecha é izquierda del altar mayor, sobre el arco que
da entrada al templo y sobre otro arco que da salida á un gran
paseo, que están frente uno de otro, hay dos órganos. El pri-
mero de ellos es de los mejores de su especie, ya por las voces,
ya también por la abundancia y gusto de sus registros. Se ter-
minó en el año 1806 por los artistas que de exprofeso fueron á
Coria á construirlo; el otro es más antiguo: se hizo en los me-
diados del siglo XVII, pero ha sido recompuesto muchas veces y
hoy no tiene importancia.
Debajo del arco de entrada referido, y á la izquierda de la
puerta hay una capilla que es la destinada á los oficios parro-
quiales. A la derecha se sale á un claustro cerrado con venta-
nas y comunicación á un buen patio que forma su centro.
En 1778 se enlosó y cerraron los arcos. En este claustro está
la pila bautismal, la sala capitular, el archivo y las oficinas del
cabildo.
97
770 C Á C E R E S
Tiene esta iglesia dos sacristías situadas al costado izquier-
do, la una dentro de la capilla mayor, destinada para los canó-
nigos, y la otra en el campd de la Virgen, para los demás ecle-
siásticos. Ambas tienen salidas para el gran paseo construido
sobre las murallas, formando parte de ellas, con vistas á las
llamadas playas del río Alagón que coge toda la extensión de
la catedral. Se llama vulgarmente la del Perdón y se terminó
en 1630, á expensas del obispo, D. Jerónimo Rodríguez Ca-
margo, cuyas armas aparecen en el centro de la parte exterior.
Este edificio, notablemente ampliado en varias épocas, pa-
deció mucho en el terremoto de 1750, teniéndose que trasladar
su cabildo con alhajas y ornamentos, á la parroquial de Santia-
go, y emprendiéndose las obras de reparación del templo. Sus
bóvedas, que eran de piedra sumamente gruesa y pesada en
proporción de las paredes, se tuvieron que echar al suelo, reem-
plazándolas por otras de ladrillo, con un contrahecho por la
parte interna que imita exactamente la piedra sillar empleada
en éstas, decorándose de nuevo el templo con altares, capillas,
cuadros, esculturas y otras obras de ornamentación que aún se
conservan casi todas ellas en mal estado.
Tal es hoy la catedral de Coria. En tiempo de su mayor
apogeo constaba de los canónigos y clerecía que ya indicamos
anteriormente. Sus 1 1 dignidades se titulan así: Deán, Tesore-
ro, arcediano de Coria, Arcediano de Valencia de Alcántara,
Prior y Arcipreste de Coria y Calzadilla, Chantre, Arcediano de
Cáceres, Arcediano de Galisteo, Maestrescuela y Arcediano de
Alcántara.
La jurisdicción del obispo se extendía en 1498 álos siguien-
tes territorios: siete arciprestazgos que son los de Cáceres, Co-
ria, Galisteo, Granadilla, Montemayor, Alcántara y Valencia de
Alcántara, con la Vicaría de Garrovillas, que contaban entre
todos 117 pilas, con 94 almas (94,900 vecinos).
Hoy Coria es una pequeña villa abandonada por el resto de
España. Cuenta con una población de 2^426 almas, siendo cabe-
C Á C E R E S 771
za de juzgado de primera instancia, con los pueblos de Cacho-
rrilla, Calzadilla, Campo, Casas de D. Gómez, Casillas, Coria,
Guijo de Coria, Guijo de Galisteo, Holguera, Huélaga, Morale-
ja, Morcillo, Pescueza, Portaje, Pozuelo, Riolobos, Torrejoncillo
y Villanueva de la Sierra, con una población de 20,500 almas.
Esta villa parece hoy un cementerio. Sus calles se ven soli-
tarias. El seminario, obra del obispo Ruiz Camargo, en 1623,
reformado en 18 19 por el obispo D. Blas Jácobo Beltrán; la
catedral, los conventos, ermitas y las dos parroquias, con algu-
nas capillas más, dan á la población un aspecto triste, propio de
las ciudades españolas del siglo xv. Para hacer más propio este
cuadro, las murallas de la ciudad se ven por todas direcciones,
y sobre esta fortificación está aún otra: el castillo situado
al N. de la población, y que por su situación y estructura mere-
ce mencionarse aparte.
Es todo él de piedra de cantería perfectamente labrada.
Tiene la figura de un pentágono irregular, y las líneas que le
forman, describen un plano de 35 metros, sobre el que se eleva
29 metros. Su capacidad interior se distribuía en cinco pisos
de los cuales hoy subsisten el del centro, y el que cubre la parte
superior, sobre cuya bóveda hay un gran terrado rodeado de
almenas sumamente altas. Se sube á este terrado por una esca-
lera de 107 palos, muy estrechos, que corre por el grueso del
muro y da entrada á los salones. Alrededor del castillo hay una
especie de tambor de seis metros de elevación, lleno de alme-
nas; y á la parte meridional un castillejo de nueve metros, á
cuyo lado se descubre un arco que le daría sin duda entrada.
Toda esta fortaleza es también de piedra de cantería como el
castillo, y aunque algo deteriorada puede aún sostenerse, sin
grandes desprendimientos, algunos siglos más.
¡Parece mentira á lo que ha quedado reducida la que en otros
tiempos fué corte de Zeth y de Mondhir!
Á Coria mandó carta los RR. CC. para que su obispo ayu-
dase á los Comisarios de Cruzadas á recoger dinero y hombres
772 C Á C E R E S
para proseguir la conquista de Granada. Unos 200 soldados
salieron de esta villa para la guerra, contribuyendo de este modo
el vecindario á la toma de Granada con 200 de sus propios hijos.
Algunos ha dado esta villa que han resplandecido en las
letras y en la vida mística. Los más principales de todos fueron:
Fr. Francisco de Coria, teólogo, orador, religioso francisca-
no é historiador, nacido en la ciudad de su propio nombre, á
fínes del siglo xvi. Estudió teología y tomó el hábito de San
Francisco en el convento de descalzos de Sevilla, donde se dis-
tinguió por sus virtudes.
Escribió, según dicen, varias obras que no llegaron á publi-
carse. Suyo es un curioso Manuscrito de que existen copias en
la Academia de la Historia, en la Colombiana de Sevilla y en la
Biblioteca provincial de Valladolid. Titúlase esta obra : Descrip-
ción é historia general de la provincia de Extremadura^ que
trata de sus antigüedades y grandezas ^ y cosas memorables que en
ella han sucedido de tiempos del principio de la fe y gerarquias
eclesiásticas^ predicación del Evangelio y fundación de sus iglesias
y obispados^ con otras cosas de nota: compuesta por Fr,,. de la
provincia de San Gabriel de los Descalzos de San Francisco.
Comenzó á escribir esta obra en 1593, estando en Coria, y
la terminó el 20 de Enero de 1608, en Sevilla. El .libro es indi-
gesto, y como su autor fuera dado á la lectura de los falsos cro-
nicones, acepta todo lo falso que encuentra, y así su libro tiene
menos importancia porque se lee todo él con desconfianza suma.
V. P. Fr. Ignacio de Coria, franciscano descalzo, nacido en
el año de 1569, y muerto en Sevilla en 1618 en olor de san-
c A c É R E s 773
tídad. Las crónicas religiosas de la Orden le atribuyen grandes
virtudes.
V. P. Fr. Juan de Coria, alcantarino, fallecido en Belvis el
año de 1566. Fué orador distinguido, virtuoso varón y celoso
reformista. Había nacido en Coria el año de 1 504, y entró bien
joven en la Orden franciscana^ muriendo en olor de santidad.
Y por último el V. Fr. Melchor de Coria, alcantarino, que
murió el 12 de Abril de 1626. Había nacido en Coria el año
de 1559. Se distinguió como orador sagrado, y en 1702 se
intentó pedir á Roma su canonización.
CAPÍTULO III
Origen y visicitudes de Norba-Gsesárea. — Kí famoso puente de Alcántara.
Su arco trlunJEal. — ^Medalla conmemorativa del Puente.
La, adíenla y la tumba de Gayo Julio Lácer.
I
XTREMADURA tiene en Alcántara una de sus
más históricas ciudades. Dicen algunos auto-
res que los romanos la conocieron con el nom-
bre de Interramntun^ que otros atribuyen á
Salvaleón (i). No falta quien vea en Alcántara
á la Colonia Cesartna denominada Norba*
Caesárea, que suponen otros corresponde á la
villa de Berzocana (2), una de las antiguas
ciudades lusitanas citadas por Ptolomeo y
Strabón. Plinio (3) habla también de ellas,
describiendo las ciudades de la Lusitania. Quieren algunos cro-
co Este nombre e8 moderno: quiere decir salida del término ó comarca del
Reino de León, y esta pequeña villa tiene indicios de remota antigüedad.
(2) Madoz, en su Diccionario^ al tomo Xll, pág. 1 8 1 .
(3) Lib. IV cap. XXII.
77^ C Á C E R E S
nistas extremeños ver en la actual Alcántara á la histórica Lid-
tanza (hoy Villa vieja, en la dehesa de Castillejo), ó por otro
nombre Lancia in Vettonia; pero todas estas afirmaciones son
erróneas, como prueba el escritor Cristóbal Celorio y el erudito
Viu (i) con testimonios irrecusables.
Norba-CcBsarea^ una de las cinco colonias que contó la Lu-
sitania^ estuvo en el radio de dos leguas del punto que hoy ocupa
Alcántara, en la izquierda del turbulento Tajo. Acaso en las
ruinas de Miras deba buscarse á Norba-Ceesarea^ como clara-
mente lo indican los escombros de que está su suelo sembrado,
y los que á ciertas distancias se descubren por sus inmediacio-
nes; sus destrozadas columnas ó capiteles; el puente, que á
12 kilómetros, en dirección á Julia Contrasta (Valencia de Al-
cántara) y Meidóbriga (Aramefia), tenía el destino de una co-
municación recta desde Norba^ y la proximidad del gran ce-
menterio que hubo en la destruida ermita de San Jordán, según
se deja conocer por sus muchas lápidas allí aparecidas. Es evi-
dente que Norba^ como su vecina Lancia^ dejaron de existir á
fines del siglo *i, cuando se concluyó el puente sobre el Tajo,
trasladándose ambos al nuevo pueblo creado junto al puente y
llevándose á él el nombre, con los privilegios y prerrogativas de
que gozaba Norba Casarca^ como colonia que era. Con estos
hechos, que no pueden ser más evidentes, no hemos de discutir
si Lancia in Vettonia 6 Licitania fué Alcántara, porque la situa-
ción de este pueblo (que es más antiguó que Norba)^ está de-
terminada mucho antes que existiera la Colonia Cesarina^ situa-
da á seis kilómetros al S. O. sobre la izquierda del Tajo, con el
nombre de Lancia^ pues así se le domina con ocasión de las
guerras en tiempos de Augusto y de Julio César, cien años antes
de construirse el puente.
Cuándo y por quién se diese al pueblo el nombre de Norba-
Casarea y los fueros coloniales transmitidos á Alcántara, no
( I ) En su Extremadura^ al tomo I, págs. 1 3 3 á 1 54.
C Á C E R E s 777
consta, ni lo dice ninguno de sus historiadores, porque Barran-
tes Maldonado (i) no está muy verídico en la fundación y orí-
genes de la villa, y Arias Quintajiadueíias (2) apenas si presta
atención más que á los asuntos eclesiásticos y fundaciones reli-
giosas; pero no anda desacertado á nuestro entender Viu supo-
niendo que por haber seguido el país la parcialidad de Julio
César, en la primera guerra civil que tuvo con los pompeyanos
Petreio y Franio, 60 años antes de Cristo, alcanzara su agrade-
cido protector grandes exenciones para Norba^ si no se las otor-
gó al verse frente á la República romana, aunque tal vez no
fuese Julio César el que la hiciera colonia, sino el propio Augus-
to, tomando ésta el nombre del famoso Cayo Norbano Flaco,
pacificador de España, y su gobernador, por Octavio Augusto, en
los años 33 á 35 antes de Cristo. En este caso la colonia iV¿?r¿¿x-
Casarea fué coetánea, en su creación^ á Emérita Augusta^
Casar Augusta y á otras fundadas por los legendarios romanos,
sin que para ello la Colonia Cesarina tuviese que llamarse
Augusta^ porque existieron muchas colonias fundadas por Augus-
to, que llevaron el nombre de Casarinas y yulias^ aludiendo á
Julio César, por causas de servicios á éste prestados.
Suponen algunos autores que esta colonia gozó del privile-
gio de acuñar. Las siglas N. C. que aparecen en algunas mone-
das, han sido bastante para que multitud de mumismáticos crean
que corresponden á Norba Ccesarea^ cuando en realidad son de
Nova-Cartago (Cartagena), que acuñó, como el lector puede
consultar en otra obra nuestra (3).
Es inútil que se esfuercen los cronistas extremeños en dar
mayor antigüedad á Alcántara que la que cuenta su famoso
(i) Historia y antigüedades de la villa de Alcántara, por Pedro Barrantes Mal-
donado (Ms. en fol. de O. Pascual Gayangos).
(2) Antigüedades y santos de la muy noble villa de Alcántara: dedicase ala
misma villa, por el licenciado D. Jacinto Arias Quintanadueñas, su hijo y autor.
(Madrid, i66c.)
(3) Apéndice XV de nuestra Historia de Talavera la Real (Madrid, 1879) á las
págs. 387-90.
98
778 C Á C E R E S
puente, porque esta es la obra más antigua de la villa. Las
inscripciones que copian sus historiadores, como halladas en ella,
fueron importadas de Miras^ J^ancia y Arameña^ por donde
pasaba la Via laia^ en una de sus tres comunicaciones que tenía
entre Olissipone (Lisboa) y Emérita (Mérida), la más al N. (1),
señalada por Antonino Pío con el número XIV de las de su
Itinerario.
Por otra parte, en Alcántara jamás se han descubierto mo-
numentos, ni inscripciones, ni monedas anteriores al puente, en
tanto que en Mirás^ Licitania y Arameña á cada paso se en-
cuentran restos é inscripciones del tiempo de la República y de
los primeros emperadores (2).
Pero no amengua en nada la mayor antigüedad de estos
pueblos para la importancia que logró la colonia Norba Casa-
(1) He aquí esta vía:
MANSIONES. aao Milla*.
1 Jerabríca (Alenquer Ó P0VO8) 30 »
2 Escalabin (Santarem). . . , , 32 »
3 Tubucci (Ábranles) ^2 »
4 Fraxinum (Alpalhaón ó Gaviaóa; 32 »
5 Meidobriga (Arameña). 30 »>
6 Ad Septem Aras (Alégrete) 14 w
7 Plagiaría (hacia Matanza) 20 o
8 Emérita 30 »
(2) De Lancia son estas inscripciones:
C. IVL. CAES. IM • ACCEPIT • LANCIAM
SVPRA • SAKCINVM • ET • TAGVM • IN • LV
SIT • IN • AMIG
Esto es: El General Cayo Julio César recibió en su amistad á Lancia, sita junto
el Jartín (Sarcinum) y el Tajo (Tagus).
OCT • AVG • IMP • ACCEP * LANCIAM
IN • LVSIT • SVPRA • TAGVM • ET • SAR
CINVM • IN • AMICIT • PERP.
Puede leerse así: Octavio Augusto César hizo perpetua amistad con Lancia en
la Lusitania, situada entre (ó sobre) el Tajo y el Jartín.
C. J. C^S • IMP.
ACCP • LANTIAM • LACTCTANIAM
SVPRA • TAGVM • IN • LVSITAN • IN • AMIC,
Que puede traducirse: El Emperador Julio César recibió en su amistad á Lancia
Lancetania, que está situada sobre el Tajo en la Lusitania.
1
C A C E R E s 770
rea^ de fines del siglo ii. Ciudad muy principal, desde principios
del mismo; Priorato Veré nullius^ desde 1183; cuna y asiento
de la Orden de Caballería de Alcántara, desde 1221, ha sido
historiada por muchos autores que han narrado sus antigüeda-
des y han descrito su historia civil y política, ora bajo el aspecto
de su importancia en las dominaciones romana y árabe; ora du-
rante el período de la Edad-Media, cuando por los caballeros
alcantarinos jugó gran papel en las guerras y conquistas de
reyes, príncipes, prelados y ricos-homes. Digna es, por tanto,
esta población de figurar en esta obra y que de una manera
sucinta describamos los principales rasgos que más la distin-
guen de entre los demás pueblos extremeños.
II
En primer término aparece el puente, el mejor monumento
que nos queda en España, no solamente de Trajano sino de la
época romana y sobre el cual se ha escrito muy largamente por
españoles y extranjeros (i).
(i) Conocemos las siguientes obras que tratan exclusivamente de este famoso
puente:
I .■ Dtscripción de la suntuosa y célebre fábrica de la t'nsigne fuente de piedra
que está sobre el caudaloso rio TajOy que pasa por junto á la villa de Alcántara,
(Ms. B. N.— V, I 59, fól. 96).
2.* Dtscripción de la puente de Alcántara, (Ms. B. N. le. G. n.° 77).
3.* Ruina da famosa é /oríisima ponte de Alcántara, feita por Don Sancho Ma-
nuel, gobernador das armas da provincia da Beira. (Lisboa, 1 648).
4.* El Puente de Alcántara en 1700, por O. M. P. (Ms. de nuestra propiedad).
5.* Solemne inauguración del puente monumental de Alcántara, verificada en
4 de Febrero de j86o; su autor D. Juan Miguel Sánchez de la Campa. (Cáceres, 1 860).
6.* Breve descripción de las solemnes /unciones que han tenido lugar en la villa
de Alcántara el dia 4 de Febrero de 1860, por la inauguración de su puente monu'
mental; hácela D. Juan Bautista Peset. (Ms.)
7.' Sermón que en la solemne /unción para inaugurar la restauración del puente
780 C Á C E R E S
A unos 400 metros al O. de Alcántara, se halla edificada,
sobre el Tajo, esta famosa obra que de antiguo celebraron
Alonso Morgado (i) y Fr. Bernardo Brito (2), el primero dicien-
do «que es el puente más soberbio y memorable del mundo,» y
el segundo afirmando «que entre todos los edificios que llevan
»el nombre de Trajano, este fué el más grande y el de másper-
«fecta arquitectura». Viu afirma (3) que es mejor que el que
Trajano hizo construir sobre el Danubio, obra muy justamente
celebrada por todos los historiadores y con especialidad por el
célebre Dión Casio, que sin haber visto el de Alcántara le creyó
el mejor del mundo (4)
Manuel Faria y Sousa (5), Esteban de Garibay (6), Diodo-
rus Marineo Siculus (7), el P. Juan de Mariana (8), Ambrosio
de Morales (9), Fr. Diego de Yepes (10), Andrés Rescende (11),
de Alcántara, pronunció en la iglesia de San Benito de dicha villa, el presbítero que
suscribe (D. Antonio Valiente), primer cura párroco del lugar de Cedillo. (Ms.)
8/ La ponte d' Alcántara, trsiiiaiio di E. Hübner.— Estratto dagli «Anuali delf
Instituto di correspondenza archeologica. T. XXXV.» (Roma, 1863).
Y Q.* Álbum Jotográfico del Puente de Alcántara. (Colección de 13 grandes
vistas fotográficas, por Mr. CliíTord, dedicada á S. M. la reina Isabel II.)
. ( i) Historia de Sevilla, lib. 1, cap. XII.
(2) Monarquía Lusitana, lib. V, cap. X.
(3) En su Extremadura, al tomo I, pág. 140.
(4) Medía nada menos que 3,090 pies de longitud y tenia 20 pilares de
1 20 pies de elevación, por 60 de anchura. Lo mandó construir el Emperador para
unir la Mesia con la Dacia (hoy Servia y la Valaquia) y poder combatir á los da-
cios. Lo hizo el célebre arquitecto Apollodoro. En los pretiles y arcos triunfales
que coronaban esta obra cuidó de dejar Apollodoro grabadas varias curiosidades
relativas á las artes antiguas; pero el puente fué cortado por orden de Hadriano,
para impedir el paso de los germanos y godos, y pereció, al fin, con las noticias
en él grabadas, siendo lo más particular que sólo tenemos conocimiento de lo que
era esta gran obra por lo que de ella nos refiere Dión Casio, que en persona la co-
noció, pues los historiadores de Trajano se conforman con citar el puente, unos,
otros con celebrarlo como obra notable, pero ninguno, á excepción de Casio, nos
da las mensuras de la obra y todos sus detalles arquitectónicos.
(«)) Epítome de las historias portuguesas. (BtuscIsls, 1677).
(6) Historia de España, cap. XIV, pág. 1 99.
(7) Bibliothecoe historeice, fol. 10 y 20. (Lugduni, i $$9).
(8) Historia general de España, lib. IV, cap. V.
(9) Descripción de las ciudades de España, pág. 94.
(10) Crónica de San Benito, cap. II, fio. 458.
(11) Antiquit. Lusit., lib. I, pág. 29.
782 C A C E R E S
Leandro Santibáñez (i), Francisco de Vivar, Alonso Sánchez,
Velázquez, Nonio, Lispsio, y Ponz, dedican los más encomiástícos
elogios á este puente que consideran el más notable que hasta
hoy se ha conocido, y muy superior, por tanto, al que Apollodo-
ro levantó en el Danubio por orden de Trajano.
Ya hemos dicho que el puente se halla situado á 400 metros,
al O. de la villa. Consta de seis arcos, los dos del medio casi
iguales, pues el uno mide 29*30 metros de hueco y el otro 30*97.
Los dos colaterales son de 24*27 cada uno y los dos de ambos
extremos de 18*41, y en todos ellos hay 143*86 de hueco.
El pavimento, que antiguamente era de adoquinado romano,
se varió en 1543, por otro menos resistente, pero más cómodo
para el paso de carruajes y caballerías. Es el de hoy excelente,
plano horizontal, como el piso.
La longitud del monumento es de 189*99 metro», su anchura
de 6*70, sin el 1*30 que se embeben en los antepechos. Desde
el suelo hasta el río hay 72*82 metros distribuidos en esta
forma: 13*39 dentro del agua en la corriente baja más común
(15 de Agosto); 24*27 desde la superficie de la misma hasta el
punto en que arrancan los arcos: 18*41 desde el principio de
las dovelas hasta el piso; y 1*67 que tienen además los pretiles.
Toda la obra es de granito, traído de más de cuarenta kilo-
metros de la villa, y de piedras, por lo común, de 0*75 de alto
por 0*45 de ancho y su correspondiente largo, siendo lo más
notable que no se vean señales de cal, argamasa ni otra mezcla
alguna. Únicamente en ciertas piedras de los antepechos hay
vestigios de haber habido grapas para ligarlas, aunque supone-
mos que sean obra posterior, quizás de 1543, cuando se restauró
toda la obra.
( 1 ) Retrato político de Alcántara: causas de sus progresos y decadencias. (Ma-
drid, 1770).
c A c i; R E s 783
Sobre el centro de esta obra, y apoyado en los estribos de
los dos arcos
principales , se
eleva un hermo-
so arco de triun-
fo de gallarda
arquitectura,
que mide 2'5i
metros de ancho
por i3'39deal-
to (desde el pa-
vimento), con lo
cual la altura to-
tal del puente
es de 67'63 me-
tros, porque
1*67 que mide
el pretil los con-
tamos en los
13*39 *lel arco,
denominado im-
propiamente
por las gentes
Torre del Águi-
la.
Arco V puen-
, - . , ALCANTAKA.— Arco romano en el puente
te han sufrido
mutilaciones muy sensibles aquél, y cortaduras nunca bastante-
mente justíñcadas éste.
784 C Á C E R E S
Fué cortado la primera vez el i .^ de Enero de 1214 cuando
el rey de Castilla D. Alfonso VIII ponía el cerco á la villa de
Alcántara, que 1 7 días después ganaba á los moros, quienes te-
merosos de que pudiesen darles alguna sorpresa los cristianos
se incomunicaron, cortando el puente, poniendo por barrera
al enemigo las aguas del Tajo.
Fué por segunda vez cortado en 1762, por el ejército por-
tugués que invadió la frontera española, por Extremadura.
Lo fué por tercera y última, en 1809, por el ejército aliado
(español- inglés-portugués), que iniciaron su destrucción, secun-
dando tan desatentada obra en 1 810 el ejército francés.
En la primera los árabes, menos bárbaros que nosotros,
procuraron conciliar su propia defensa con la conservación del
puente, y solamente quitaron sesenta piedras grandes del arco
más pequeño de la izquierda del río, en cuyo estado permane-
ció 329 años, hasta que Carlos V dispuso su restauración,
en 1543.
En la segunda, los portugueses destruyeron el segundo arco
de la derecha del río, y en tiempos de Carlos III se reparó la
obra convenientemente.
En la tercera, destruyeron el mismo arco y volaron con pól-
vora parte de los inmediatos, habilitándola en 1819 con made-
ras para el paso público ; pero 1 7 años más tarde las quemaron
los vecinos de la villa, al primer amago que hizo el cabecilla
Gómez, en su incursión por Extremadura, de penetrar en la
comarca alcantarina, habiendo permanecido d puente en tal esta-
do hasta que en estos tiempos ha sido hábilmente restaurado por
el ingeniero D. Alonso Millán, que terminó su obra el 4 de Fe-
brero de 1860 con admiración de propios y extraños.
En el arco triunfal, en uno de sus lados, se ven grandes
lápidas horizontales, con esta inscripción sirviendo de friso:
IMP • CAESARI • DIVI • NERVAE • F • NERVAE
TRAIANO • AVG • GERM • DACIO • PONTIF • MAX
TRIB • POTES • VIII • IMP • V • COS • V • P • P •
C A C E R E S 785
Esto es: Al emperador César Augusto Nerva Trajano, hijo
del Divo Nerva, Augusto Grermánico, Dacio, Pontífice Máximo,
al ejercer por la VIII vez la potestad tribunicia, por la V el im-
perio y por la V el consulado, padre de la patria.
De esta curiosa inscripción se deducen dos afirmaciones que
conviene esclarecer:
I .* Que el puente fué dedicado al emperador Trajano, al
terminarse sin duda, pues la lápida está colocada en su remate;
pero no que este emperador hiciese la obra, como han preten-
dido sostener algunos autores, sin razón para ello, pues de ha-
berlo hecho él se diría en el mármol: TRAIANVS DACIVS.
2.^ Que se finalizó el año 103 de la era cristiana, en que
Trajano ejercía por octava vez la potestad tribunicia, el impe-
rio por quinta y el consulado por quinta también.
En los costados del mismo arco triunfal, por uno y otro
frente, hubo otros mármoles con inscripciones. Acaso estarían
en ellas los nombres de todos los pueblos que contribuyeron á
la obra. Sólo ha quedado uno de estos mármoles, en el frente
que mira á la villa, y en defecto de los que faltan han puesto
en 1 543 otras tablas marmóreas con esta inscripción que quiere
imitar á las antiguas :
CAROLVS • V • IMPERATOR • CAES-
AVG • HISPANIARVMQVE • REX
HVNC • PONT • BELLIS • ETANTIQVI
TATE • EX • PAflTE • DIRVPTVM • RVI-
NAMQVE • MINANTEM • INSTA V-
RARI • IVSSIT • ANN • DOMINI • M-
DXLIIl • IMPRII • SVI • XXIIII • RE-
GNl • VERO • XXVI.
Puede leerse así: tDon Carlos V, emperador, César Augus-
> to, y Rey de las Españas, mandó que se restaurase este puente
«deteriorado en parte por las guerras y por su antigüedad y
«amenazando ruina, el año del Señor 1543, en el 24 de su
«imperio, y en el 26 de su reinado.»
El otro mármol antiguo que queda está ilegible; pero se han
99
786 C Á C E R E 8
publicado varias copias de él y á esto debemos el poderlo dar
aquí tal como fué grabado, y decía:
MVNICIPIA
PROVINCIAE
LVSITANIAE • STIPE
COLLATA • QVAE • OPVS-
PONTIS • PEKFECERVNT
IGAEDITANI
LANCaESES • OPPIDANI-
BANIENSES-
TALORI-
INTERANNIESES •
COLARNI
LANCIENSES • TRANSCVDANI-
ARAVI-
MEIDBRIGENSES
ARARIGENSES-
PRAESVLES.
Traducida se lee: cLos municipios de la provincia de Lusi-
>tania, que costearon é hicieron este puente fueron: loslgedita-
>nos, los Lancienses Opidanos, los Banienses, los Talaros, los
> Iteranienses, los Colarnos, los Lancienses, los Arabigenses,
»Los Praesures.»
La situación de algunos de estos pueblos no está aún bien
deñnida, y sobre este punto nos permitiremos hacer algunas
aclaraciones que consideramos importantes.
Los Igeditanos eran los habitantes de Igeaditta ó Igaedita
(de ambos modos los encontramos citados), que corresponde
hoy á Idanha á Vella, en Portugal* villa situada á unos 42 kiló-
metros de Alcántara, población notable en tiempos de los roma-
nos y aun de los godos, según prueba Grutero por una de las
inscripciones que publica (i), y patria del rey Wamba, el sucesor
de Recesvinto, como dice Mariana (2) y afirma Ambrosio de
Morales (3).
(i) XXX, 8.
(2) Historia general de España^ Hb. VI, cap. XII.
(3) Descripción de las ciudades de España^ lib. XII, cap. XLI.
C Á C E R E S 787
Los Lancianses Oppidanos correspondían al municipio de
(hoy Villavieja, en la dehesa del Castillejo), y eran dis-
tintos de los Transcudani y de los Lancienses Asíures^ de que
hablan Zurita, Sota y otros.
Los Banienses quieren unos que sean los de la mansión mi-
litar Cacilius Vicus^ después Baftos, y otros los Balsenses^
junto á Tabira en Portugal, y de cuyo pueblo nos habla Pli-
nio (i); pero no nos satisface ninguna de las dos suposiciones.
Los Talaros eran los de Talabríga, cerca de Aveiro.
Los Calamos corresponden á Coa.
Los Lancienses transcudani eran los de un despoblado junto
á Viseo, donde fué vencido L. Emilio, peleando á las órdenes
del cónsul Nigidio, contra Viriato, según A. de Morales (2).
Los Intaraunünses correspondían al pueblo denominado
hoy" Salvaleón.
Los de Aravi correspondían á las ruinas de Araya á orillas
del Salor.
Los Meidubrigenses fueron los de Meidobriga, hoy ruinas de
Af^mefta.
Y los de Pesures eran los de Pesur, comarca de Cubillana,
en Portugal.
Es lástima que de las otras tres inscripciones no se conser-
ve copia, pues nos darían noticias de los demás pueblos que
contribuyeron á los gastos de la obra, donde seguramente no
faltaban ninguna de las cinco colonias, ni de los 45 municipios
que contaba la Lusitania en fines del siglo i, é hicieron y paga •
ron esta obra que algunos atribuían, sin razón para ello, á Tra-
jano, cuando en el mismo mármol copiado se dice que tales y
cuales pueblos perfecerunt la obra del puente, en tanto que en
el otro mármol que sirve de friso al arco triunfal, se dice que
la obra fué dedicada al emperador.
(i) Historia mundi, lib. IV, cap. 22,
(2) Descripción de las ciudades de España, lib. VII, cap. IIIL.
780 C A C E R E S
En 1543, cuando por Carlos V se restauró esta obra, se
construyó el castillejo ó torreón que se ve á la derecha del río,
para defensa del puente, torreón que está rodeado de muros con
aspilleras para fusilería. Su aspecto gótico, como los blasones
de la dinastCa alemana confundidos con esta obra romana, se
ALCÁNTARA.— Fortaleza á ua entrada t
nos antojan remiendos que la vanidad de los hombres del
siglo XVI quisieron llevar allí, para enseñar con cuan poco res-
peto miraban estas obras agrandadas por los siglos que pasa-
ron sobre ellas.
IV
Pero esta obra del puente debió ser tenida en mucho cuando
se mandó acuñar en Roma una medalla conmemorativa que per-
C Á C E R E S 789
petuase el monumento sobre el Tajo. Ejemplares se conservan
de ella en el Museo del Vaticano, y el mismo cardenal Baronio,
poseyó una que trató de interpretar (i), como acuñada en Rom^
para conmemorar el puente sobre el Danubio.
Veíase en su anverso el busto de Trajano, con la siguiente ins-
cripción alrededor: IMP. CAES • NERV • TRAIANO • AVG •
GERM • DAC • P- M • T • COS • V • P • P • y en el anverso un
puente con esta otra: S • P • Q • R • ÓPTIMO • PRINCIPI •
S • C • que traducida dice de este modo: cAl emperador César
»Nerva Trajano Augusto, Germánico, Dacio, Pontífice Máxi-
>mo, Cónsul quinta vez por potestad tribunicia, Padre de la
> Patria.» — tEl Senado y pueblo romano á su muy buen prín-
>cipe, por disposición del Senado.»
Las circunstancias de llevar este medallón la fecha del año
quinto del consulado del emperador, que es la misma que tiene
el puente de Alcántara, y el hablarse en ella de la victoria con-
seguida por Trajano contra los dacios, como de cosa juzgada,
nos hace ver que este medallón se refiere al puente de Alcán-
tara, aparte de que el puente sobre el Danubio (entonces el
Istro), estaba hecho bastantes años antes. La medalla del carde-
nal Baronio, como la que está en el Vaticano (que acaso sea una
misma) se acuñó en Roma por acuerdo del Senado, en conme-
moradón de la obra que se terminó en la Lusitania y se dedi-
case á Trajano en el año quinto de su consulado. Si alguna duda
pudiese cabernos sobre este particular nos la esclarece Viu rese-
ñando una medalla de oro encontrada por él, no lejos de Alcán-
tara (2), y en cuyo anverso se representa el busto de Trajano
con la siguiente inscripción circular: IMP • CAES • NERV *
TRAIANO • AVG GERM • DAC • P • M • T • P • COS • V •
P • P, y en su reverso la alegoría de la Fortaleza con más la
Victoria alada y en el círculo la conclusión del lema: ÓPTIMO *
PRINCIPI • S • P • Q • R •
(t) En sus i4 na/6S, año 105, fol. 24.
(2) En su Extremadura, tom. I, pág. 142.
790 C A C E R E s
Compara Viu su medalla con la del cardenal y dice: c Ob-
servamos por lo pronto que casi hay identidad entre la de Baro-
nio y la nuestra , especialmente en el anverso en que sólo dis-
cordan en una letra, si no es que el cardenal la omitiera (la P. de
potestate): igualmente vemos que es una dedicatoria la de ambas
fAl Muy Buen Príncipe Trajano», y no moneda, pues las ver-
daderas no llevan el dativo; y juzgamos que el Senado en su
nombre y en el del pueblo romano, mandó grabar esta memoria
á los triunfos del emperador, habiendo sido para Roma mucho
más importante que ningún otro el obtenido sobre los dacios, y
que los conseguidos después en el Asia: así fué que no se con-
tentó aquel pueblo, ávido siempre de gloria, con que fuese ele-
vada la célebre columna Trajana en el campo mismo de la ba-
talla, á la par que otra en Roma, sino que quería consignar de
un modo múltiple y menos perecedero el recuerdo de los gran-
des hechos del Soberano, entre los cuales el más culminante y
el que más enorgulleció á los romanos fué la conquista de la im-
ponente Dacia, que amenazaba con un grave compromiso. De
todas suertes, siendo nuestra medalla del mismísimo año de la
conclusión y dedicación del puente de Alcántara, no puede alu-
dirse más que á las historias anteriores al año V del consulado
de Trajano, que corresponde al 103 de Jesucristo. Ni en ella, ni
en la de Baronio se expresa más que el del consulado: á inferir
por la muestra, el motivo es porque no caben más letras en la
orla; pero basta y sobra el que se fije el año V, por coincidir
con éste el VIII de la potestad tribunicia y del V del imperio,
ó el de la potestad tribunicia para deducir el del consulado. G^n
que si Trajano no era aún cónsul por V vez, ni emperador por
la misma V, ni ejercía la potestad tribunicia por la VIII cuando
hizo fabricar el puente sobre el Istrio; ni era Dacico todavía á
no ser que le llamase en profecía, y que los efectos sean antes
que las causas, y el fin antes que los medios (facto ponte cum
debellavit, Daciam que redigt, &.^); es fuera de toda duda que
por confesión involuntaria del mismo Baronio, tiene que referirse
C Á C E R E S 791
SU medalla natural y exclusivamente al puente de Alcántara, así
como la nuestra grabada con una idea muy análoga alude á
las proezas del emperador antes de su V consulado, en el N * C *
del imperio.»
Pero aún no hemos dicho nada de la inscripción dedicativa
del puente, de la ^dicu\di que se ve junto al torreón que lo de-
fiende, ni de la tumba del autor de esta gran obra, el famoso
arquitecto Cayo Julio Lácer. Tres puntos son éstos bien impor-
tantes, que los reservamos para cerrar con ellos este capítulo.
Bajando al puente desde la villa, se encuentra el precioso
templo de los del género yEdícuh^ impropiamente llamado de
San Julián, y sobre cuyo frontispicio se lee lo siguiente:
IMP • NERV • TRAIANO • CAESAKI
AVGVSTO • GERMÁNICO • DACICO ' SACRVM •
Este es: Dedicado este templo al emperador Trajano, César
Augusto, Germano, y Dacico (i).
En el dintel de este templo, y muy bien cincelada, se encuen*
tra la siguiente inscripción dedicativa:
TEMPLVM • IN • RVPE • TAGI • SVPERIS • ET • CASARE • PLENVM.
ARS • VBI • MATERIA • VINCITVR • IPSA • SVA •
QVIS • QVALI • DEDERIT • VOTO • FORTASSE • REQVIRET •
CVRA • VIATOVM • QVüS • NOVA • FAMA • IVVAT .
INGENTE • VASTA • PONTEM • QVI • MOLE • PERGIT •
SACRA • LITATVRO • FECIT • HONORE • LACER •
QVI • PONTEM • FECIT • LACER • ET • NOVA • TEMPLA • DICAVIT •
SCILICET • ET • SVPERIS • MVNERA • SOL • LITANT •
PONTEM • PERPETVI • MANSVRVM • IN • SECVLA • MVNDI •
FECIT • DIVINA • NOBILIS • ARTE • LACER .
ídem • ROMVLEIS • TEMPLVM • CVM • CíESARE • DIVIS •
CONSTITVIT • FÉLIX • VTRAQVE • CAVSA • FACTI •
C • IVLVS • LACER • HOG • SACELI VM • FECIT • DEDICAVIT •
AMICO • CVRIO • LACONE- IGíEDITANO •
(i) Pertenecía esta obra á los Sacellos 6 /Ediculas que ya explicamos al
hablar de Cáceres, dos capítulos anteriores.
792
No todos los autores copian esta lápida con exactitud, ni la
traducen, por tanto, igual. Madoz, que la da como la encuentra
en varías crónicas antiguas, la traduce asi (i): «Este templo fa-
»bricado sobre
>la roca del Ta-
>jo, está lleno
»de culto y ve-
»neración délos
• dioses y del
»César, y en él,
. >la grandeza de
>Ia materia ven-
»ce al primor
»del arte. Por
tventura dará
» cuidado á los
• pasajeros, que
isiempre gus-
»tan de cosas
* nuevas, saber
• quién y con
•qué fín se ha
•hecho: sepan,
• pues, que La-
>ce, que acabó
•este puente de
» extraordinaria
grandeza, hizo
el templo para
ofrecer el sa-
crificio á los dioses y tenerlos propicios y favorables. Lácer,
que hizo el puente, dedicó también el templo, porque ofre-
ALCANTARA.— Tbmplo
Y AL César, y sepui
(i) Ed su Diccionario, el 1. 1, pág. 408.
C Á C E R E s 793
•cíendo dones á los dioses, se aplaca y alcanza su favor.
•Lácer, insigne en el arte divino de la arquitectura, hizo este
» puente, que ha de durar por los siglos del mundo. El mismo
>Lácer hizo el templo en honra y veneración de los dioses de
»Roma y del César: ¡Dichoso uno y otro motivo de este edifí-
>cio sagrado! Cayo Julio Lácer hizo y dedicó este templo con
»el favor de Curio Lacón, natural de Idafla».
Esta es la traducción que corre como más admitida. Viu da
esta otra (i): cPor si los caminantes desean saber, por quién y
> por qué se fabricó este puente gigantesco, y este templo cava-
>do en la misma peña del Tajo, lleno de la majestad de los dio-
>ses y del César, en donde el arte queda vencido por su misma
«materia, sepan, pues, que Lácer hombre esclarecido en el arte
> divino de la arquitectura, hizo este puente, que durará mientras
>dure el mundo: Lácer, después de acabarlo con admirable mag-
>niñcencia, hizo igualmente y dedicó este templo á los dioses de
•Roma y al César, teniéndose por dichoso en ofrecerlo con este
» doble y sagrado motivo. — Cayo Julio Lácer hizo este templo,
>y su dedicatoria de unión con Curio Lacón, su amigo, de Igi-
>tania (2)».
Aparte de las disquisiciones que los eruditos sostienen á pro-
pósito de la mejor interpretación de esta curiosa lápida, conven-
gamos en que es digna de perpetuarse por la fundada arrogancia
de Lácer y por el profundo convencimiento que tenía de su
habilidad y ciencia arquitectónica.
Sobre lo alto de la fachada de este templo hay una piedra
deteriorada, con la siguiente inscripción :
C • I • LACER •
HANC • ARAM
EREXI • VT
DIIS • SACRA
FACERET.
( t ) En su Extremadura, al 1. 1 , pág. 145.
(2) Ya hemos dicho que ¡daña es igual á ¡gitania.
200
794 C Á C E R E s
€ Cayo Julio Lácer erigió esta ara para sacrificar á los dioses > .
Y más á la derecha de la anterior esta otra:
C. IVL. LACER. H. S. E.
S. T. T. L.
€ Cayo Julio Lácer está aquí sepultado : séale la tierra leve » .
£1 sabio £. Hübner, que ha examinado estas lápidas, notó,
como tuvo lugar antes Viu, que estas dos piedras últimas son
sobrepuestas, á diferencia del dintel que se conoce haber sido
allí colocado cuando se hizo el templo, y ha bastado esta cir-
cunstancia para que el erudito alemán las considere apócrifas,
declarando autor de esta y otras falsificaciones al cronista extre-
meño D. Pedro Barrantes Maldonado, quien de antiguo goza
de poca fe entre nuestros historiadores, pues algunos aseguran
que en el deseo de enaltecer á Alcántara, inventó cosas muy
peregrinas.
Hübner no ha pensado en que ambas lápidas han podido, en
efecto, ser auténticas y al encontrarse en excavaciones moder*
ñas, ser llevadas al templo y colocadas donde hoy se encuentran,
para acumular así más noticias sobre el autor de la obra del
puente (i).
£1 templo de Lácer está construido todo él de piedras be-
rroqueñas y labradas á escuadra. Miden cada una 5*86 metros
de largo; 4*10 de ancho, 6'6i de alto, cerrándose por la parte
superior con seis grandes piedras por cada lado que forman la
techumbre con la mayor regularidad.
£1 tallado de todas las piedras de este edificio, no puede ser
más perfecto, denotando la inteligencia del que dirigió esta obra.
Los godos, como los árabes, á pesar de los siglos que domi-
naron en Alcántara, respetaron cuidadosamente este templo ; no
( I ) El que quiera conocer las obras de Hübner puede buscarlas por las siguien-
tes indicaciones:
I .' Die autiken Bildareskein Madrid. (Berlín, 1 862).
2.* Inscriptiones Hispanice latinee» (Berlín, 1869.
C A C E R E s 795
así los cristianos, que guiados por ese fanatismo que tanto ha
distinguido de antiguo á todas las clases del pueblo español,
convirtieron este templo en capilla católica, poniéndolo bajo la
advocación de San Julián, para ofrecer el anacronismo de colocar
por pedestal á una cruz una piedra romana con la siguiente ins-
cripción :
HANC • ARAM • ETC • VT • DIIS • SACRA * FACERET.
CAPITULO I Y
Alcántara en la reconquista.— I^ Orden de los caballeros de Alcántara.
Alcántara después de la reconquista.
Los Aldanas, Barrantes, y Roco de Campo- firio.— Hijos célebres de Alcántara
I
UANDO los bárbaros destruyeron las principales
ciudades de la Lusitania, á la caída del poder de
Roma^ Alcántara sufrió la misma suerte que Mé-
rida, Medellín^ Caparra y Badajoz.
En principios del siglo vii era celebrada por
los godos, que la denominaban Oliva (que en su
lengua significa puente), y con este nombre apa-
rece en las guerras que sostuvieron los alanos y
suevos contra los romanos. Hermigio, Rechila, Richiario, Theo-
domiro, Teodomero, Amalarico, Gundemaro y Wamba la po-
seyeron; pero pocos recuerdos dejaron en Oliva estos domi-
nadores, cuando nada tiene hoy de su paso sobre ella.
Se sabe que Oliva era entonces, á causa de la decadencia
á que vino en los últimos tiempos de los godos, una insignifi-
cante alquería; pero aun respetando esta conjetura, acaso fun-
798 C Á C E R E S
dada en autorizado testimonio, es necesario reconocer que no se
perpetuó mucho el eclipse que la población padeciera entonces,
pues aunque no nos detengamos en el aserto de los que colocan
á sus vecinos en el número de los que rindieron homenaje á
Abderrahmán I en Mérida, el año 756 de Jesucristo, consta por
los testimonios árabes, á quienes sigue el Sr. Conde, que cuando
Abul-Aswad, escapado de su prisión, se sublevó en Lusitania,
los alcaides de Badalyox y Cantarat Alseif (Badajoz y Alcánta-
ra) se encargaron de derrotarle y dispersar sus huestes, lo cual
tenía lugar por el año 784. Así, pues, Oliva^ convertida por los
árabes en Cantarat Alseif (la ciudad del puente) desde el
siglo VIII era población importante.
Zeth, el rey de Coria, la redujo á su obediencia en 860, y
Alhá el-Gamí, el rey de Cáceres y Valencia de Alcántara^ entró
en ella triunfante en 1 1 6 1 .
Sus alcaides figuraron mucho durante las guerras de los
reyes de Badajoz, Niebla, Béjar, Mértola, Selves y Santamaría
de Algarve, decidiendo en más de una ocasión la victoria las
tropas de Alcántara.
Es muy extraño que habiendo estado poblada esta ciudad
de árabes muy principales, por más de seis siglos, no guarden
de aquella época más que una curiosa lápida sobre la pizarra
negra que estuvo colocada en la antigua puerta llamada de
yartin, saliendo por el torreón que la defendía, lápida que ya
estaba incompleta en el siglo xvi, pero de lo que en ella se po-
día leer entonces decía así :
EN EL NOMBRE DE ALLÁH, EL-
CLEMENTE, EL-MISERICORDIOSO:
ESTA OBRA MANDÓ HACER HACEN-A-
MED, EMIR IGUAL Á MUZA
C Á C E R E s 799
Por esta inscripción se sabe que la puerta de Jartín, como
los murallones viejos que miran á la parte del río^ fué obra del
gran Hacen Amed, llaniado por antonomasia Emir igual á
Muza,
La mejor época de Alcantarat, fué la segunda mitad del
siglo VIH. Su Caid, que logró reunir un poderoso ejército
de 1 5,000 Donbatientes, fué uno de los que auxiliaron al emir Abd-
eIRahamán, para el exterminio de la turbulenta facción de los
Fchrés, en el año de 784.
El rey deXrCÓn D. Fernando II la conquistó en 1166, se-
gún leemos en un acta de los archivos de la catedral de As-
torga, en la que se dice textualmente: Facta carta in Astúrica^
mense novembriSy era 1204 eo anno^ quo is Famosissimus rex
(Ferdinandus rex Legionis), cepita Alcantaram. Está firmado
este documento: Ego Ferdinandus^ Deigratia^ rex Hispa-
niarum.
Este monarca la entregó para su custodia á su mayordomo
mayor, quien la perdió seis años más tarde, en 1 172, volviendo
á poder de los moros, que la convirtieron en un punto de resis-
tencia, elevándolo á la categoría de waliato, que en 1 191 logró
tener suma importancia, pues en la historia figura este waliato,
como cabeza de multitud de pueblos, y denominado el Kart-el-
Fethab (fortaleza de la entrada ó de la abertura).
D. Alfonso IX de León y Galicia, acompañado de D. Diego
López de Haro, y su hijo, D. Lope Díaz, á quienes había envia-
do en su auxilio, con otros 600 caballeros, D. Alfonso VIII de
Castilla, la conquistó en 17 de Enero de 1214, después de dos
largos sitios, particularmente el último, que duró once meses,
con repetidos asaltos.
Este rey la entregó á los caballeros de la orden de Calatra-
va, para que la guardasen y defendiesen, y estos pusieron en
ella una guarnición numerosa.
En 1 217, hallándose el mismo rey D. Alfonso en Toro, con
sus hijas las infantas D/ Sancha y D/ Ducia, confirmó esta do-
800 C Á C E R E S
nación ; y dos años después intervino el mismo rey entre don
Ñuño, maestre de la Orden de San Julián de Pereiro de Portu-
gal, y el dé Calatrava, conviniéndose que esta orden diese la
villa de Alcántara á la de San Julián de Pereiro, quedando el
maestre de esta y sus sucesores sujetos á la de Calatrava. En-
tonces tomó el nombre de Alcántara la de Pereiro, trasladándo-
se su convento á esta villa y uniendo así su nombre á ella eter-
namente.
II
Desde el siglo x apuntaban en Extremadura las guerras de
los caballeros que dos centurias atrás habían comenzado en As-
turias y Galicia con gran suerte para el pueblo cristiano.
Los de Alcántara y Santiago tuvieron mayor renombre que
las otras tres órdenes, por la influencia que prestaron en el
pueblo extremeño durante la reconquista del país.
La primera tomó el nombre de Alcántara para llevarlo unido
eternamente al de esta histórica villa. Bien merece, por tanto, el
que la historiemos aquí, aunque de una manera somera.
Reinando en Castilla y Toledo, D. Sancho el Deseado y en
León y Galicia su hermano D. Fernando, varios guerreros al
mando de D. Suero Fernández buscaban un lugar donde hacer
guerra á los infieles: aconsejados por un ermitaño llamado
Amando, eligieron la orilla del río Cea, donde construyeron su
primitiva casa denominada San Julián de Pereiro, situado en el
reino de Portugal á lo leguas de Ciudad Rodrigo, donde se for-
tificaron.
Creciendo su número les aconsejó el obispo de Salamanca
D. Ordoño, se uniesen conforme á la regla de San Benito, al
modo que lo prescribía el Cister. Adoptaron el consejo y el
C Á C E R E S 8ol
mismo obispo aprobó esta nueva orden que fué confirmada
en 1 1 17 por el papa Alejandro III: puesto de primer gran maes-
tre D. Suero, le sucedió en el mando su hermano D. Gómez, que
se tituló prior, y en el año 1 1 76 el rey D. Alonso recibió esta
orden y convento en su encomienda y protección, con todos sus
bienes, habiéndosela declarado nullius diócesis por el papa Lu-
cio III, en el año 1 183.
£1 hábito de esta orden fué en su principio el que traían los
monjes del Cister; pero imposibilitados los freires por este ropa-
je para hacer la guerra, le cambiaron por unos capirotes, y en el
año de 141 1 adoptaron, por último, el escapulario de cruz verde
que llevan en la actualidad.
En 1 217 el rey D. Alonso IX de León donó la villa y casti-
llo de Alcántara á la orden y caballería de Calatrava, siendo su
maestre D. Garci Fernández de Quintana, con la condición de
guardarlos y de construir otro convento como el que tenía esta
orden en el reino de Castilla. Calatrava, por encontrarse lejos
de su convento y no poderla defender, la traspasó el año si-
guiente con todas las formalidades de derecho á la orden de
Pereiro, recibiéndola con las condiciones impuestas á la de Cala-
trava y además de la de recibir la visita del maestre de esta
orden, que se había de ejecutar conforme á la del Cister: desde
entonces la orden de San Julián de Pereiro, que sólo tenía por
arma un peral, añadió las dos trabas negras de los de Calatrava.
Y consecuencia de esta adquisición la orden de Pereiro se tras-
ladó á la villa de Alcántara en el año 1 2 2 1 , siendo su cuarto
Maestre D. Garci Sánchez, titulándose de Pereiro y Alcántara, y
desde esta época hasta el año 1346 guardaron clausura sus indi-
viduos en la fortaleza de la villa rezando en una iglesia cuyas
ruinas se conservan todavía al pie del castillo. Bien fuese por-
que la guerra impidiese la comunidad, bien por otra causa cual-
quiera, es lo cierto que en el expresado año 1346 se salieron y
alojaron en las casas capitulares, reuniéndose para los oficios
divinos en la iglesia de AlmoQobar, y así continuaron hasta que
lOX
802 C Á C E R E S
los reyes católicos dispusieron la construcción de un convento
que se edificó extramuros, el día 1 1 de Abril de 1499, y á dos
kilómetros distante del pueblo. Este edificio está arruinado y es
el que se conoce con el nombre de convento viejo. Poco tiempo
permanecieron en aquel estado, puesto que en el afio 1534 vi-
vían ya dentro de los muros de la villa, ocupando el buen con-
vento de San Benito que igualmente mandaron construir los
reyes católicos. La residencia de los ft-eires en Alcántara en nada
favoreció á los moradores de la población. Hechos feudales,
en virtud del sistema general entonces en Europa, los comen-
dadores que eran elegidos por los caballeros, para la adminis-
tración, custodia y defensa de las villas y lugares que habían
recibido, se hicieron poderosos y vinieron á ser dueños de todas
las rentas, frutos, regalías, autoridades y gobierno del país, en
términos que llegó el extremo de que abusando de su posición
y privilegios, quitaban á los vecinos los pastos y hasta el uso de
las aguas, sobre lo cual se elevaron quejas al rey en 13 16, hasta
que sufriendo el poder feudal las vicisitudes que le hicieron des-
aparecer, los mismos reyes Católicos se hicieron los maestres de
la orden en virtud de breves de los papas Julio II y Adriano VI
en los años de 1509 y 1523. Concluidos los maestres, conclu-
yeron también los comendadores y en su lugar se crearon las
mesas maestrales, administradas por los reyes y el consejo de
las órdenes, con las funciones que ha desempeñado hasta ser
sustituido por él que hoy se llama tribunal especial de los
mismos.
Las principales dignidades de esta orden son las siguientes:
La I .* la de Maestre.
La 2.* la de Prior del convento de Alcántara, quien ejercía el
oficio de párroco universal de los freires, con la jurisdicción que
se sabe han ejercido y de que sólo les queda una sombra.
La 3.* fué la de Comendador Mayor, creada mucho después
de la fundación de la orden y cuando ya ésta gozaba de varias
encomiendas. Entre otras prerrogativas tenía la de citar á capí-
I
j
C Á C E R E S 803
tulo y presidirlo. Concluyó esta dignidad en el siglo xvi, cuando
los reyes se hicieron los administradores de las encomiendas.
La 4.^ es la de clavero que se creó muy al principio de la
orden y cuyo destino estaba limitado á cerrar, abrir y custodiar
las puertas del convento. Adquirió después otros privilegios que
desaparecieron como los primeros.
La 5.* era la de sacristán mayor: este destino correspondía
al de las catedrales que llaman tesorero, porque tenía el cargo
de mirar y custodiar los ornamentos sagrados.
La 6.^ y última es el priorato de Magacela, autoridad creada
luego que se ganó el partido de Villanueva de la Serena. El rey
D. Fernando III hizo merced á su maestre de toda esta parte;
edificando desde entonces un convento de la orden de Magace-
la, con su prior que tuvo en materias canónicas los mismos pri-
vilegios que el de Alcántara.
Enumeramos á continuación la sucesión de los grandes
Maestres de la orden de Alcántara, digna por muchos títulos
de fijar la atención del lector.
I. Gran Maestre, D. Gómez Fernández, en el año de 11 95
entre otras mercedes le concedió el rey de Castilla, D. Alonso,
la villa y castillo de Trujillo. Murió el año 1400, y gobernóla
orden 40 años.
II. Maestre D. Benito Suárez: alcanzó bula de Inocencio III
para no pagar diezmos y no ser inquietada la orden por los
bienes adquiridos había 40 años. Mandó la orden 16, y se ente-
rró en San Julián de Pereiro.
III. Ñuño Fernández, que entró á gobernar el convento
el año de 12 17. A éste entregó el Maestre de Calatravala villa
de Alcántara, y en su tiempo se trasladó á ésta la orden de
Pereiro. Murió en 12 19 y se enterró en San Julián de Pereiro.
IV. Se llamó de Pereiro y Alcántara y lo fué Frey D. Gar-
cía Sánchez. Asistió á la famosa batalla de las Navas de Tolosa.
Fué electo en 1219. Le concedió D. Alonso de León el noveno
todas las villas y lugares que conquistara habiéndolo hecho á
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Valencia de Alcántara. Mandó la orden poco más de siete años.
Murió en 1227. Se sepultó en San Julián de Pereiro.
V. Frey D. Arias Pérez que entró á gobernar en 1227. El
rey D. Alonso de León el IX le dio el lugar y castillo de San
Juan de Mascoma (que hoy es Santibáñez) y su encomienda.
Reconquistó á Trujillo el 25 de Enero del mismo año; ganó á
Magacela y Zalamea; asistió á la batalla dada al rey moro Be-
neut, cuyo servicio le valió ciertas casas y heredades en Mérida
y Badajoz; por fin ganó á Medellín en este año. Gobernó la or-
den cerca de ocho, concluyendo en 1234.
VI. Frey D. Pedro Yáfiez que principió á ejercer en 1234.
Asistió á las conquistas de Córdoba y Sevilla y pasó á la de
Murcia. Por estos servicios le fueron concedidos los castillos de
Benquerencia y la Puebla de Alcocer, con toda su jurisdicción.
Se le dio asimismo la villa y castillo de Salvaleón, como la
aldea de la Alcantarilla, con algunos molinos. En su tiempo se
concedió indulgencia plenaria á los de la orden que muriesen en
la guerra. Murió después de gobernar la orden 20 años.
VII. Frey D. García Fernández de Ambia, electo en 1254.
Encontróse en la conquista de las Villas de Arcos y Lebrija, en
la de Niebla y en la de todo el Algarbe. Concedióle la corona
la villa y castillo de Morón , la iglesia de Santa María de
Badajoz, con algunas yugadas de tierra y otras heredades, con
todo lo que fundó encomienda que se llamó casas de Calatrava.
Mandó la orden cerca de 30 años. Murió en Alcántara en
1 284, y se enterró en Santa María de Almocovar de Alcán-
tara, iglesia que fundó.
VIII. Frey D. Fernán Pérez. Entró á Mandar la Orden en
tiempo del rey D. Sancho, en 1274, siendo Maestre 8 años.
Murió en 1292 y se enterró en la misma iglesia que su antece-
sor Ambia.
IX. Frey D. Fernán Pérez Gallego. Sucedió en 1292. En
su tiempo fué ocupada la casa fundadora de esta Orden, llamada
de San Julián de Pereiro, por los portugueses. Asistió á la con-
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quista de Tarifa. Mandó la Orden 7 años, muriendo en el
de 1 298. Se enterró en Almocovar.
X. Frey D. Gonzalo Pérez Gallego que sucedió el año
de 1298, siendo ya comendador mayor de la Orden y reinando
D. Fernando el IV. Este le cedió las villas de Eljas y Aldeanue-
va, en 1303. Este último pueblo se denominó después Villa-
nueva, á poco tiempo Villanueva de Lares y Villanueva de Ma-
gacela, y por último, Villanueva de la Serena. Mandó la Orden
cerca de 19 años. Murió en el de 13 16. Se enterró en la iglesia
de Nuestra Señora de Almocovar de Alcántara.
XI. Frey D. Ruiz Vázquez, electo en 13 16. Hallóse con
los tutores infantes del rey D. Alfonso XI, en la entrada que hi-
cieron en el reino de Granada, cuando perecieron aquellos. Fué
depuesto, dejándole el título de Maestre y la encomienda de
Magacela, donde murió sin poderse ñjar el día ni el año, pero sí
que todo sucedió en el transcurso de dos.
XII. Frey D. Suer Pérez. Entró á mandar en 13 18. Asis-
tió á la batalla que se dio por D. Juan Manuel, hijo del infante
D. Manuel, contra Ormín, capitán del rey de Granada; la batalla
se dio cerca de Teba y Árdales. Asistió á otros muchos comba-
tes, concediéndole los reyes, entre otros privilegios, una feria
franca para la villa de Alcántara por 1 2 días. También le hicie-
ron donación del castillo de Almorchón y las villas de Priego y
Cañete, con sus términos. Mandó la Orden 1 7 años. Murió en
el de 1337, enterrándose en la misma iglesia que los ante-
riores.
XIII. Frey D. Rui Pérez Maldonado. Tomó esta dignidad
siendo clavero el año de 1337. Estuvo en el levantamiento del
sitio que los portugueses habían puesto á Badajoz. Les picó la
retirada con buen éxito. Previendo su deposición por el rey
D. Alonso el IX, dimitió la dignidad de Maestre después del
mando de dos años.
XIV. Frey D. Gonzalo Martínez, que sucedió á Maldona-
do, ó mejor, le antecedió en 1335, teniendo que renunciar por
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no ser canónica la elección, que luego se verificó en 1337. Ha-
llóse en las entradas que hizo el rey en tierra de moros. Le
nombró éste capitán general de la frontera de Andalucía, des-
pués de la batalla dada junto al río Patute contra el infante
Aboruelique, llamado el Picazo^ rey de Algeciras. Tuvo muchos
hechos de armas en que quitó á los moros banderas y estan-
dartes. Nada bastó, ni el haberse retirado de Valencia de Al-
cántara, para que el rey D. Alonso XI lo depusiese y mandase
prender, alcanzándole la muerte en la prisión.
XV. Frey D. Ñuño Chamizo: fué electo en 1340. Entre
sus muchos hechos de armas cuando acompañó al rey con todas
sus correrías contra moros, se encuentra el de la famosa batalla
de Bellamarín. Murió á fines de Setiembre de 1343, ahogado
en el río Guadarranque, llevando provisiones al castillo cercado
de Torre de Cartagena.
XVI. Frey D. Pedro Alonso Pantoja. Siendo ya comenda
dor de Lares. Estuvo en la toma de Algeciras, en la que fué
herido, y de cuyas resultas murió en Alcántara en 1345. Se en-
terró en Almocovar.
XVII. Frey D. Pedro Yáñez del Campo, comendador ma-
yor, electo en 1345. Vivió poco y se ignora dónde murió.
XVIII. Frey D. Fernán Pérez Ponce de León, electo
en 1346. Asistió á la conquista de Gibraltar, donde murió el rey
D. Alonso XI. El sucesor de D. Alonso, D. Pedro su hijo, le
nombró capitán general de las guerras contra moros. Mandó la
Orden casi 10 años, y murió en 1395. El sitio de su muerte no
está fijo en la opinión de los historiadores. Unos la dan en Mo-
rón y otros en Alcántara. Se verificó en el mes de Agosto del
citado año de 1395.
XIX. Frey D. Diego Gutiérrez de Ceballos, electo el año
de 1395 sin antes haber tomado el hábito, y sólo porque así lo
quiso el rey D. Pedro, con quien se enemistó después, y preso
murió en un castillo, gozando la dignidad sólo dos meses.
XX. Frey D. Suero Martínez, elegido en 1395 siendo cía-
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vero de la Orden. Sirvió al rey D. Pedro de capitán general en
la villa de Gomarra, en la guerra contra el rey D. Pedro de Ara-
gón, y en otras, contra los moros de Granada. Asistió á la gue-
rra que se hizo en las fronteras de Soria, donde murió en 1361,
después de mandar la Orden 6 años.
XXI. Frey D. Gutierre Gómez de Toledo, electo en 1362
siendo prior de San Juan y adelantado del reino de Murcia.
Murió en la pelea que tuvo con los de Murcia queriendo intro-
ducir víveres en la villa de Murviedro, el año de 1365. Mandó
poco más de dos años.
XXn. Frey D. Martín Lope de Córdoba, electo, habiendo
sido repostero mayor del rey D. Pedro, y ejerciendo el priorato
de San Juan ^1 año de 1365, asistió á muchos encuentros de
guerra. Desempeñó varias comisiones diplomáticas entre las que
se encuentra la de ser embajador cerca del rey de Inglaterra.
Por último, se encontró en la batalla de Nájera. Gobernó 4 años.
XXIII. Frey D. Pedro Muñiz de Godoy, elegido en 1 366
cuando se coronó en Burgos el rey D. Enrique. Nada se sabe
del tiempo que mandó la Orden, ni de su fin.
XXIV. Frey D. Alonso de Sotomayor, electo en 1367.
Mandó dos años.
XXV. Frey D. Melén Suárez elegido en 1369, año que el
rey D. Enrique reinaba en Castilla. Era clavero cuando le eligie-
ron. Le depusieron después de mandar la Orden dos años.
XXVI. Frey D. Rui Díaz de la Vega, electo en 1371,
siendo comendador mayor. Gobernó cuatro años: murió en 1375.
XXVII. Frey D. Diego Martínez, elegido comendador ma-
yor en 1376. Era rey D. Enrique el II, y mandó la Orden siete
años, muriendo el de 1383.
XXVIII. Frey D. Diego Gómez, electo en 1383, reinando
Juan el I. Fué capitán general en la guerra contra los portugue-
ses. Murió el año 1384 en un encuentro que tuvo con el capitán
Núñez Álvarez, cerca de Badajoz. Gobernó un año y se enterró
en Alcántara.
8o8 C Á C E R E S
XXIX. Frey D. González Núñez de Guzmán, elegido
en 1384. En el siguiente asistió con el rey D. Juan á la ba-
talla que se dio en Aljubarrota. En su tiempo se hizo cons-
titución en la Orden, para que todos los freyres pudiesen
disponer de sus bienes en vida y muerte. No gobernó un año
entero.
XXX. Frey D. Martiáñez de la Barbuda, elegido en 1 385
siendo Clavero. Salió de Alcántara con trescientas lanzas y mil
infantes, con el objeto de conquistar á Granada. No obstante de
habérsele unido en el camino hasta cinco mil, pagó cara su osa-
día, muriendo con otros muchos caballeros, junto á la torre Egea,
el año 1394 Se enterró en Alcántara en Ntra. Sra. de Almoco-
var. Su epitafio se conserva en aquella iglesia, y dice así :
MESE DON FREY MARTIAVS.
En la cubierta del sepulcro hay estas dos líneas :
aquí jace aquelle, que por nenua
COUSA ove pavor en SEU CORAgAO.
Gobernó la Orden 9 años.
Hablan de este personaje extremeño Mariana (i), y refiere
muy al pormenor todas sus hazañas la Crónica de la Orden de
Alcántara (2). Viu dice (3) que frey D. Martiáñez era portu-
gués. No es exacta tal afirmación. Nació en Cabeza del Buey el
año de 1339 (4), hijo de una de las familias más nobles y lina-
judas de sus tiempos en Extremadura, pasando su juventud en
Oviedo y León al lado de sus parientes, que servían en la corte
de los Reyes.
(1) Uisioria General de España^ t. XIX, cap. III.
(2) A su cap. XXXII.
(3) En su Extremadura^ al 1. 1, págs. 171 y 72.
(4) Véase nuestro Diccionario de Extremeños Ilustres^ t. I, pág. 7 $.
C Á C E R E S 809
A la muerte del famoso D. Gonzalo Núñez de Guzmán,
XXIX gran maestre de la Orden de Alcántara, ocurrida en úl-
timos del 1384, fué elegido para reemplazarle frey D. Martiáñez
de la Barbada (á quien hoy llaman los historiadores modernos
D. Martín Yáñez de la Barbuda), que había sido Clavero de la
Orden hasta su elección, en 1385, y era uno de los Freyres
más notables y valerosos de la Orden alcantarina. Por esto
acaso, ó por la predilección en que le tenía el rey D. Enrique III,
fué elegido Gran maestre, siendo el XXX de la cronología de
la Orden, aunque el primero en hechos y rasgos heroicos pro-
pios de los tiempos de aventuras y empresas arriesgadas de su
siglo.
Sus hazañas contra los moros son cantadas por los trova-
dores, y en las crónicas de León como de Castilla, su nombre
juega un importante papel.
En 1393 salió de Alcántara con 300 lanzas y 1,000 infan-
tes, con objeto de desañar al rey Mohamad-Guadix, proponién-
dole que fuese • declarada verdadera la religión del que venciese,
y no obstante de habérsele unido en el camino hasta 1,500
hombres de á pie y 450 lanzas, pagó bien cara su osadía, mu-
riendo con otros muchos caballeros junto á la torre Egea, en el
año de 1394, siendo su muerte muy sentida por los Freyres.
Su cuerpo fué transportado á Alcántara y se le dio santa
sepultura en Nuestra Señora de Almo^obar, según la inscrip»
ción que más arriba dejamos copiada.
XXXI. Frey D. Fernán Rodríguez de Villalobos, electo
en 1394, siendo clavero de la Orden de Calatrava y reinando
don Enrique III, á quien sirvió como al príncipe D. Juan su hijo
en muchas guerras contra el rey de Portugal y el de Granada.
Murió en Villanueva de la Serena, en 1408, después de haber
gobernado la Orden 1 4 años.
XXXII. El infante D. Sancho, hijo del infante D. Fernando,
que ganó á Antequera, y después fué rey de Aragón, elegido
en 1409, de ocho años de edad. Gobernó por él D.Juan de
zoa
8lO C A C E R E S
Sotomayor, en cuyo tiempo concedió el papa Benedicto XIII la
cruz que llevan de insignia. Gobernó siete años y murió en Me-
dina del Campo, en 141 6.
XXXIII. Frey D. Juan de Sotomayor, elegido siendo co-
mendador mayor en 141 6, reinando D. Juan II, quien le depuso
después de haber gobernado 16 años.
XXXIV. Frey D. Gutiérrez de Soto Mayor, electo siendo
comendador mayor en 1 43 2 : concedió el rey D. Juan II por me-
diación de este Maestre á los vecinos de Alcántara y otros pue-
blos de la Orden la libertad y franquicia de todo pecho, tributo
y contribución. Alcanzó privilegio para asiento en los capítulos
por el orden siguiente: Maestre, Prior de Alcántara, Comenda-
dor mayor, Clavero, Sacristán mayor y prior de Magacela, si-
guiendo los demás Freyres por edades.
Asimismo le otorgó D. Juan II á Belalcázar y los lugares de
aquel estado, de donde trae origen el ducado de Belalcázar.
Murió en 1455. Gobernó la orden 22 años.
XXXV. El rey D. Enrique el IV pidió bala al Pontífice
Calixto III para gobernar por 10 años el maestrazgo de Alcán-
tara, alegando los gastos de guerra, petición que le fué otorga-
da en 1455. Gobernó dos años y medio concediendo ó renun-
ciando, mejor dicho, en el XXXVI Gran Maestre, que lo fué
Frey D. Gómez de Cáceres y Solís, electo en 1458. En su
tiempo, con motivo de la guerra y los sufrimientos que son
consiguientes, no menos que por no tener edificada la igle-
sia del castillo, se salieron los freires fuera del convento y vivie-
ron en casas particulares, ejerciendo los oficios divinos en la
iglesia de Almogobar, hasta que los reyes Católicos los hicieron
entrar en clausura edificando lo que hoy se llama convento viejo.
Fué depuesto después de mandar 14 años. Murió en 1473.
XXXVII. Frey D. Alonso de Monroy, elegido siendo Cla-
vero el año de 1472. Como no fué canónica esta elección, volvió
á elegirle la orden el 28 de Mayo de 1473. ^^^ desavenencias de
la deposición de su antecesor, hicieron que un sobrino de éste
CÁCERES 8ll
se fortaleciese en Magacela. Quiso conferenciar con él D. Alon-
so y entró en aquella villa quedando preso en su fortaleza hasta
la muerte de D. Francisco Solís (como ya referimos muy al
pormenor en el cap. XVII de Badajoz, á las págs. 475-81). Salió
de su prisión para ser depuesto por los reyes Católicos, quienes
alcanzaron bula del Papa Sixto IV para ser nombrado D. Juan de
Zúñiga en lugar de D. Alonso. Se retiró éste á Azagala donde
permaneció con el título de Maestre hasta su muerte, verificada
en 1 5 1 1 . Su cuerpo fué trasladado á Alcántara.
XXXVIII y último Maestre de Alcántara fué D. Juan Zúñiga,
electo como queda dicho y de edad de 8 años, administrando el
Maestrazgo, hasta tener la edad suficiente, su padre D. Alvaro.
Se verificó todo esto el 23 de Enero de 1475. En su tiepipo se
expidió la bula por Sixto IV para que no se admitiese en la
orden á ninguno que no fuera cristiano viejo de origen y de
limpia sangre. Juntó ó tuvo capítulo general en Plasencia, del que
resultaron las segundas definiciones de la orden; También se
convino en la construcción del convento de Alcántara. En su
tiempo se hizo visita general, donde quedó establecido el modo
de vivir espiritual y temporalmente de los freires y caballeros de
esta orden. Gobernando Zúñiga, impetraron los reyes Católicos
bula apostólica para ser administradores de todos los maestraz-
gos. Renunció D. Juan Zúñiga al Maestrazgo, el año J495. Hizo
un convento en Villanueva de la Serena, al que se recogió con al-
gunos de la orden. Fué después arzobispo de Sevilla y cardenal.
Murió en 14 de Agosto de 1504, de 40 años. Su cuerpo fué
trasladado á Plasencia desde Guadalupe, en 1533. Gobernó el
Maestrazgo 20 años y permaneció 10 en el convento de la Se-
rena. Fué arzobispo, dos.
8l2 ' C A C E R E S
III
Tales son los principales recuerdos que para Alcántara
guarda en su historia esta orden de caballería, que tanto nom-
bre lograra en los siglos pasados (i).
(i) El lector que desee más antecedentes de esta Orden puede consultar las
obras siguientes :
I." <c Las Diffínitiones y Actos Capitulares de la inclyta cauallería de la Orden
de Alcántara » (Alcalá de Henares, 1553).
2." «Diffínitiones de Alcántara» (Madrid, 1569).
3.* « Definiciones de Alcántara y relación de su origen y maestros», por Juan
Pedro Gutiérrez (Madrid, i 576).
4.* « Diffiniciones de la orden y caballería de Alcántara, con relación de su
origen y de los maestros que uvo en ella» (Madrid, i $76).
5.' « Definiciones y establecimientos de la orden y cavallería de Alcántara»
(Madrid, 1609).
6." a Memorial que rendido presenta D. Juan de Sandoval á la Majestad Cató-
lica de Felipe IV, nuestro señor, para que conceda á su orden y caballería de Al-
cántara iguales privilegios que á la de Santiago» (Madrid, 1634).
7.' « Relación panegyrica del novenario célebre con que el orden ilustríssimo,
indita cavallería y capítulo general de Alcántara solemnizó en San Bernardo de
Madrid, su quarto voto de profesar y defender el puríssimo misterio de la Con-
cepción de Nuestra Señora, concebida- sin pecado original. Incluye los elogios del
Instituto y antiguo lustre desta religión Sacrosanta; de sus valerosos Maestres y
Reales administradores perpetuos. Escrívela D. Gabriel Bocangel Unzueta, conta-
dor de Resultas de su Magestad y su Coronista; Bibliotecario que fué y de la Cá-
mara del Serenísimo Cardenal Infante. Dedícala al augustísimo señor D. Felipe IV
nuestro señor, rey de las Fspañas, Grande y católico monarca en dos hemisferios,
administrador perpetúo de Alcántara» (Madrid, 1653).
8.^ «Privilegia selectiora militiai sancti Juliani de Percyro (hodie de Alcánta-
ra; cisterciensis ordinis, á summis Pontificibus hactenus concessa. Opera doctoris
fratris Joanis Calderón de Robles, eiusdem familise humilis alumni, ct Regis cape-
Ilani» (Matriti, 1662).
9.° « Definiciones de la orden y caballería de Alcántara con la historia y ori-
gen de ella» (Madrid, 1663).
I o. « Información jurídica á favor del sacro y real convento de San Benito de
Alcántara y de su dignidad prioral, por frey D. Diego Bezerra y Valcarce, prior de
Magazela» (Salamanca, 1678).
11. « Información en derecho de la orden y caballería de Alcántara en el pleito
con el Obispo de Coria sobre la jurisdicción» (Ms. en la B. P. de Cáceres).
1 2. « Por el convento de Alcántara con el Provincial de la compañía de Jesús
C Á C E R E S 813
Reanudando ahora la historia civil de esta villa, diremos que
por ella pasó el rey San Fernando, yendo á auxiliar á los caba-
lleros cristianos, que eran dueños del arrabal de Córdoba, y
más tarde, en 1 283, el infante D. Sancho penetró también con
un numeroso ejército, para reducir á su partido á su hermano
desta provincia de Toledo y D. Pedro Alfonso Flores, vecino de Brozas, sobre el
Consejo Real de las órdenes, sin embargo de la declinatoria interpuesta por el
Provincial se pronuncie por juez y retenga en sí el pleito en todas las pretensio-
nes deducidas por el convento y el señor fiscal, y se haga embargo de los bienes
que quedaron por muerte de D. Pedro Ordóñez Flores» (Sin 1. ni a. de imp., 30 fo-
jas).
13. «Alegación contra la consulta hecha por el prior de Alcántara frey don
Diego Valdivia á la Universidad de Salamanca sobre las pretensiones de su orden
en el año de 1696, por D. Juan de Porras y Atienza, obispo de Coria» (Salaman-
ca, 1698).
14. «Cuestiones regulares de la orden de Alcántara, por D. Juan de Robles
Rocha» (Ms.).
15. « Por la orden de Alcántara con D. Antonio Osorio, sobre el patronazgo
de la memoria y obra propia y hospital, que con advocación de San Benito, mandó
hacer y fundó en sus casas principales, que dejó en Villasandino, Luis Osorio, ca-
ballero de la orden de Alcántara y comendador de la Peraleda» (Sin 1. ni a. de
imp., cinco fojas).
16. « Breve noticia de algunos de los excesos que resultan en los autos que
sigue la Jurisdicción diocesana de Coria, contra el Prior de el Real Convento de
San Benito, en la villa de Alcántara, Suprior y otras personas comprehendidas
en ellos » (Salamanca, 1 7 5 i ).
17. «Representación jurídica que hace al Rey nuestro señor y su Real Junta
Apostólica, el Fiscal eclesiástico de la Ciudad y Obispado de Coria, en defensa de
la jurisdicción ordinaria Diocesana, derechos y preeminencias de la dignidad
episcopal. Cabildo de la Santa Iglesia Cathedral, y justificación de los autos he-
chos por el provisor de dicho Obispado.— Contra el Prior del Real Convento de
San Benito, en la villa de Alcántara, Suprior, su Assesor, Notarios de su Tribunal,
Cura y Clérigos de la villa de Zeclavin de dicho Obispado.~En varias causas re-
mitidas á dicha Real junta Apostólica.— Sobre que se devuelvan estas á dicha ju-
risdicción ordinaria diocesana y su Tribunal, como á quien corresponde su cono-
cimiento, y para su prosecución y desagravio de dicha jurisdicción; y se declare
haber perdido fel dicho Prior por sus excesos y abusos, la limitada que le conce-
dió por la sentencia y Concordia de el Señor D. Felipe II en el año de i 594, y que
el Reverendo Obispo de Coria ha de tener y ejercer la omnímoda Eclesiástica eñ
todos los pueblos del Priorato de dicha Concordia» (Salamanca, 1756).
18. '«Bullarium ordinis de Alcántara, olim S. Juliani del Pereiro,per anuorum
seriem nonnullis, donatonum, concordiarum, et alus interjectis ecripturis con-
gestum. Reglo diplómate compilatum, et in lucem cditum. Opus D. Ignatii Josephi
de Ortega et Cotes, Jacobaci equitis, regiique ordinum senatus consiliarii direc-
tione. D. Josephi Fernandez de Brizuela, ejusden ordinis militis, ac procuratoris
generalis diligentia.- Et D. Petri de Ortega Zúñiga et Aranda, ordinis de Calatra-
va presbyteri, Regiaeque Majestatis ab honore capellani studio, ac labore comple-
8l4 C A C E R E s
D. Pedro, que pretendía tomar la voz de su padre D. Alfonso,
para el gobierno del país.
En 1295 el infante D.Juan, tío del rey D. Fernando, se
apoderó de Alcántara, haciendo la guerra á su sobrino, á quien
consideraba bastardo, como habido de ilegitimo matrimonio.
Muerto el rey D. Pedro I de Castilla, Alcántara se entregó
tum. Cui accessit catalogus summorum Pontifícum quac ab eísden emanarunt,
necnon rerum notabilium locupletissimus índex» (Madrid, 1 759).
19. « Demostración jurídica de la omnímoda jurisdicción ordinaria cuasi epis-
copal, que privativamente pertenece á la dignidad prioral de Alcántara en prime-
ra instancia, con territorio separado, en virtud de la concordia del año i 594, por
Frey D. Alonso de Valencia y Bravo» (Ms. en la B. N., leg. Dd., 204).
20. « Defensa histórico-jurídica que por el incontestable derecho de la escla-
recida orden y caballería de Alcántara, y el Reverendo Prior de su Sacro y Real
convento, hace y expone al Key nuestro Señor en la Real Junta Apostólica, Frey
D. Alonso de Valencia y Bravo, Religioso clérigo de la misma orden, Capellán de
honor de S. M., Rector de sus Reales hospitales generales y Pastor de esta Corte,
y comisionado por la misma orden para el seguimiento del pleito que litigan el
citado Revcrendo-Prior y el Caballero Procurador General de ella, con el Reveren-
do obispo y cabildo de la Santa Iglesia de Coria; en que tiene dadas varias res-
puestas el Sr. D. Pedro Cano Mucientes, caballero que fué de la de Santiago. Sobre
la declaración que debe darse á la última concordia celebrada entre las mismas
partes el año de i 594, en los varios puntos y controversias jurisdiccionales que
se han escrito acerca de su verdadera inteligencia» (Sin 1. ni a. de imp. 348 fojas
en fol.).
21. « Memorial ajustado de los pleitos de la Orden de Alcántara » (Ms.).
22. «Crónica de la Orden de Alcántara. Su autor el licenciado frey D. Alonso
de Torres y Tapia, prior de su sacro convento, capellán de honor del señor rey
D. Felipe IV.— Impresa de orden del Rey nuestro Señor, á consulta de su Real y
Supremo Consejo de las Órdenes militares » (Madrid, i 763).
23. «Escrito en defensa del obispo de Coria contra la Orden de Alcántara, por
el provisor y vicario general de dicho obispo» (Ms.;.
24. « Alegación en derecho que presenta la orden y caballería de Alcántara al
Real y Supremo Consejo de las Ordenes, por mano de su procurador frey D. Alon-
so de Valencia y Bravo, sobre los treinta y dos dubios ó competencias de juris-
dicción con el Reverendo Obispo y cabildo de Coria» (Madrid, 1769).
25. u Satisfacción histórico-jurídica á la defensa que por el pretendido dere-
cho de la orden de Alcántara, publicó D. Alonso de Valencia y Bravo, capellán de
honor de S. M. é ilustre hijo de la misma orden: para que sirviese en los pleitos
pendientes en la Real Junta Apostólica, con el limo. Sr. Obispo y Cabiklo de la
Santa Iglesia Catedral de Coria: ó demostración del indisputable derecho déla
dignidad Episcopal al ejercicio libre de la omnímoda jurisdicción en todos los pue-
blos del territorio temporal de la referida orden. Escrita por el licenciado D. An-
tonio Zanendo y Barrado, abogado de los Reales Consejos, por mandado del Ilus-
trísimo Sr. D. Juan José García Al vario, y publicada por el limo. Sr. D. Juan Álva-
rez de Castro, dignísimo obispo de dicho obispado» (Madrid, 180Ó).
C A CE R E S 815
al rey D. Fernando de Portugal, á quien dijeron muchos caba-
lleros pertenecerle el reino de Castilla, como heredero legítimo,
siendo nieto de D.* Beatriz, hija de D, Sancho el Bravo, mujer
de D. Alfonso IV de Portugal.
Las guerras entre portugueses y españoles tuvieron largos
años perturbada la paz de los vecinos de Alcántara. En 1397 la
sitiaba un ejército portugués; pero habiendo acudido en su soco-
rro el condestable de Castilla, lo desbarató y obligó á retirarse
con pérdidas de gran consideración.
Más tarde el maestre de Alcántara la entregó al infante de
Aragón D. Pedro, por escritura otorgada en 1432, y D. Gutié-
rrez de Sotomayor (XXXIV maestre después), cuando era co-
mendador mayor de la orden, y por la influencia que tenía, como
sobrino del maestre, se apoderó de Alcántara el día i.^ de Julio,
haciendo prisionero al infante D. Pedro, quien permaneció en el
castillo bien custodiado hasta que dio cuanto tenía por su li-
bertad.
El clavero de la Orden, D. Alonso Monroy, que en las gue-
rras de su tiempo sostenía el partido del rey D. Enrique, mien-
tras que el maestre D. Gómez de Solís se había declarado por
el infante D. Alonso, se apoderó de la villa y estrechó su casti-
llo y convento impidiendo la introducción de víveres. Solís acu-
dió con mucha gente de Badajoz, Plasencia, Cáceres y Trujillo,
para obligar á levantar el cerco; pero Monroy, con un ardid in-
genioso, desbarató su ejército y mal hirió al maestre. Éste rehi-
zo después, sus tropas con los refuerzos que le envían los condes
de Coria y de Alba, y volvió de nuevo contra los sitiadores;
pero sabedor Monroy de su marcha sobre Alcántara, mandó
romper todos los puentes que había sobre los ríos Tajo y Ala-
gón y quemar todas las barcas, cuya disposición imposibilitó su
intento, dejándole apretar más y más el cerco que los sitiados
resistían con gran valor. Once meses hacía que se sostenían
unos y otros, obstinados en su empeño, cuando la duquesa doña
Leonor de Pimentel, dejando el maestrazgo para su hijo D. Juan
i
8l6 C A C E R E s
de Zúñiga, envió contra Monroy 600 caballos y 1,000 infantes.
El clavero temió entonces por su suerte y vino á concierto con
la duquesa, conviniendo en que el castillo quedase como depó-
sito y se suspendiesen las guerras. Así, bajo este concierto, don
Alonso quedó en Alcántara, y habiendo entrado con cuatro cria-
dos suyos en el castillo, se apoderó por traición de él, echando
fuera á los que le guardaban. Juntó al instante á los caballeros
y religiosos de su parcialidad en el convento que estaba en el
mismo castillo, y en una especie de simulacro de tribunal, for-
mado por sus parciales, dieron sentencia de privación del maes-
trazgo contra Solís, eligiendo en su lugar al clavero D. Alonso;
pero como no fué canónica esta elección, se declaró nula y tuvo
que esperar más tarde á que se le eligiera regularmente, para
verse el XXXVII gran maestre de Alcántara.
En 1 47 1 un escuadrón de sarracenos con muchos infantes
recorrió los campos de esta villa con grandes perjuicios y muer-
tes de su gente principal.
Ocho años después llegó á la villa la reina D.^ Isabel para
avistarse con la duquesa D.* Beatriz, concertándose entre am-
bas la paz para Castilla y Portugal, bajo el pacto de que el mo-
narca portugués no se titulase rey de Castilla, ni trajese en sus
escudos las armas de este reino, y que el de Castilla hiciese lo
propio con las de Portugal; que la princesa D.* Juana casase con
el príncipe D. Juan, hijo de D. Fernando, luego que él tuviese
edad para ello; que si el príncipe no se aviniese después en el
casamiento, sus padres pagasen á D.^ Juana 100,000 ducados;
que ésta quedase en libertad de entrar en un monasterio ; que
D.* Isabel, hija de los reyes de Castilla, casase con D. Alfonso,
nieto del rey de Portugal, y su heredero; que no se diese aco-
gida en Portugal á los nobles de Castilla, por ser ocasión de
revueltas y alteraciones; que la navegación, descubrimiento y
conquista de las riberas de África, quedase para siempre por
los reyes de Portugal; y por último, que para seguridad del
cumplimiento de todas estas capitulaciones, las mismas D.^ Jua-
C Á C E R E S 817
na y D.* Isabel, Ifija del rey D. Fernando, y D. Alfonso, nieto
del rey de Portugal, fuesen puestos como en rehenes en poder
de la duquesa D.^ Beatriz, en el castillo de Mora, dando además
al rey de Portugal, en prenda, cuatro castillos á la raya de
Castilla. No hay para qué decir que apenas si se vieron cum-
plidos la mitad de estos contratos, pactos de familia esencial-
mente, y extraños, por tanto, á la suerte del pueblo español.
Unos 224 años más tarde, en 1703, en Alcántara recibió
el rey de Portugal una embajada de Luís XIV, rey de Francia,
para manifestarle los deseos que le animaban de conservar con
él la paz y buena armonía.
En 5 de Mayo del mismo año entró en la villa D. Felipe V,
encontrando en ella al duque de Berwick, que mandaba las tro-
pas francesas, y proclamó la guerra contra Portugal, empezán-
dose las operaciones, por otra parte, con gran actividad.
El marqués de las Minas se apoderó del castillo de Alcán-
tara en 1 706, haciendo 5,000 prisioneros, sin que el duque de
Berwick pudiese prestar algún socorro, á pesar de hallarse cer-
ca del ejército español, pues era muy superior el número de
sus enemigos.
En esta guerra Alcántara sufrió muchas visicitudes, ora ca-
yendo en poder de las tropas portuguesas, ora siendo rescatada
por las españolas (i).
No sufrió menos en la guerra de la Independencia. En 1 809,
(i) Noticias de estos sucesos se dan en los libros siguientes :
I .• Primeira relagáo da marcha é progressos donosso exercito alé ó campo da
Praga de Alcántara^ gobernado pelo mar^uez das Minas ^ dos conselhos de Eslado e
Guerra; e da diversáo inlenlada pelo rnemigo na Praga d'Elvas (Lisboa, 1 706.)
2.* Segunda relagáo verdadeira da marcha é operagoes do exercito da provincia
de Alentejo^ gobernado pelo marquez das Minas^ Don Antonio Luiz de Sousa, gober-
nador das armas da dita provincia; rendimento da Praga de Alcántara^ é diversáo
intentada pelo inemigo na prava d'Elvas (Lisboa, 1 706).
-j." Terceira retando dos gloriosos sucessos das armas portuquezas^ despóis da
expugna^Áo é rendimento da prava de Alcántara^ até por d obediencia drel Rey Ca^
fótico Don Carlos III á corte de Madrid (Lisboa, 1 706.)
4.° Papéis é caméez da guerra contra Hespahia, é á prava de Alcántaraen iyo6
é mas anos (Lisboa, ^1706?).
X03
Sl8 C A C E R E S
en principios de Abril, el general Lapíche hi^ una marcha rá-
pida contra la villa, y aunque los vecinos se opusieroo á su en-
trada, apostándose en el puente, vencidos éstos, penetraron tos
franceses en la población, destruyéndolo todo, incendiando casas
y saqueando al vecindario, sin respetar ni aun los sepulcros de
los templos. Pero la evacuaron pronto por temor á D. Juan de
ALCÁNTARA.— Santa MarIa de Almo(obar
Espafta y al coronel Grant, que entraron en ella al día siguiente,
hallando las calles obstruidas por cadáveres.
Aparte de estos recuerdos históricos, dentro de los muros
de la villa de Alcántara no encontrará el investigador que ad-
mirar más que las dos parroquiales y el convento de los caba-
lleros, porque los palacios de los marqueses de Torre-Horgaz,
conde de Camilleros y vizconde de la Torre, no pasan de ser
modestas casas solariegas, que, como la casa de las Animas, son
edificios sin ningún valor.
C Á C C R E S 819
No así el templo arciprestal de Santa María de Almo^obar,
cuyo origen se pierde en los principios del siglo ix. Fué mez-
quita árabe, llamada por los musulmanes de Al^Mogobar^ que en
su idioma quiere decir lugar alto^ lo que nos hace creer que
hubo más de esta mezquita en Alcántara.
En 1262, el VII gran maestre de la orden alcantarina, don
Garci Fernández de Andia, deseoso de fundar un templo cris-
tiano^ sobre la antigua mezquita reedificó la iglesia que tomó
el nombre de parroquia-mayor, bajo la advocación de Nuestra
Señora de Almogobar, para conservar así el origen de este
templo. ^
Está muy bien conservado, á pesar de las vicisitudes por que
ha pasado la población desde mediados del siglo xiii. Su estilo
es gótico, de bastante solidez, todo de piedra cantería bien tra-
bajada. Consta de una nave de 29 metros de longitud, por 1 7
de latitud y 24 de elevación hasta la bóveda. La torre está al
O. del edificio: es un cuadro de 5 metros y 8 de altura sobre la
bóveda de la iglesia. En ella está el reloj desde el siglo xvii.
En su interior no ofrece cosa de particular fuera de la sille-
ría de su coro alto. Es toda ella de nogal, muy bien trabajada,
y pertenece á los comienzos del siglo xvi.
Entre los sepulcros que esta iglesia conserva, se encuentran
los de los grandes maestres siguientes:
Frey D. Garci-Fernández de Ambia.
Frey D. Fernán Pérez.
Frey D. Fernán Pérez Gallego.
Frey D. Gonzalo Pérez Gallego.
Frey D. Suer Pérez.
Frey D. Pedro Alonso Pantoja.
Frey D. Diego Gómez.
Frey D. Martiáñez de la Barbuda, y
Frey D. Alonso de Monroy.
Los ornamentos de esta arciprestal no pueden ser más
pobres. No posee una sola alhaja de plata. Su cabildo está for-
820 C Á C E R E S
mado por los sacerdotes residentes, y es presidido por su párro-
co que se titula arcipreste, que en lo antiguo había de ser freiré
y su nombramiento del gran maestre, á propuesta del prior,
canónigo de Coria.
La otra parroquia, llamada la antigua, por ser anterior á la
de Almofobar, está al O. de la villa, y contigua á sus murallas.
Se ignora el tiempo de su fundación. Créese que fué en el año
1 214, cuando ganó á los moros la villa D. Alfonso VIII.
Pero de este edificio no ha quedado nada, y tal como ahora se
encuentra puede decirse que es continuación del convento de
monj^ de Sancti Spiritus, las cuales tenían á la pared izquierda
de su entrada la reja del coro.
Está dedicada esta parroquia á San Pedro de Alcántara y no
tiene en su interior cosa de particular, pues es pobre en su ser
vicio y en su ornamentación y decorado.
Pertenecen á esta parroquia todos los que hayan venido á la
población por el puente, y son feligreses de la de Almopo-
bar cuantos hubiesen entrado por otra parte cualquiera; extra-
ña constitución parroquial que nadie ha podido explicar satisfac-
toriamente hasta hoy.
£1 párroco, aunque sujeto al prior, no era de la orden, aun-
que en lo antiguo había de ser propuesto por el tribunal, previo
concurso, y ocupaba el segundo lugar en el cabildo.
La dedicación de este templo á San Pedro de Alcántara,
fué después de su edificación, con mucho, pues hasta bien en-
trada la segunda mitad del siglo xvii no fué canonizado este
místico alcantarino y el edificio actual es de los principios del
siglo XVI.
No sabemos cómo se llamó este templo antes del nombre que
hoy lleva, ni por consiguiente bajo qué advocación tuvo su culto.
El histórico y monumental convento de San Benito de Al-
cántara, alojamiento de los caballeros y freires de la orden, es,
en cierto niodo, más notable con mucho que las parroquiales
descritas.
822 C Á C E R E S
San Benito estuvo primeramente en el castillo, donde lo
edificó en 1 221 el IV gran maestre de la Orden de Alcántara,
Frey D, García Sánchez (el de las Navas). Pero este edificio era
muy pequeño para las comodidades y alojamiento de tan gran-
des caballeros, y en 1346 lo abandonaron para vivir en las casas
capitulares, reuniéndose para los oficios divinos en la iglesia de
Almogobar, y así continuaron hasta que los RR. CC. dispusie-
ron la construcción de un convento, que se verificó extramuros,
el día 1 1 de Abril de 1499, á dos kilómetros S. £. de la pobla-
ción. Hemos dicho anteriormente que este edificio es el arruina-
do que se conoce con el nombre del convento viejo.
En la primera década del siglo xvi, no contentos los freires
con la vida que hacían fuera de poblado, pidieron gracia para
edificar el convento dentro de los muros de la villa y comenzá-
ronse la obra del nueyo edificio en la parte N. E., por orden
igualmente de los RR, CC, y en 1534 ya estaban los fi-eires
aposentados en él, aun sin terminarse las obras, que duraron
continuamente sin que se hayan podido ver terminadas aún.
El famoso Juan de Herrera hizo su trazado y dirigió en un
principio las obras, pero fué llamado á Toledo á dirigir otras y
tuvo que abandonar las del convento de San Benito.
Este edificio es todo él de piedra cantería, y la iglesia, que
se compone de tres naves, tiene una elevación de 290 metros, por
25 ancha y 16 de larga. Estuvo adornada por unas 20 tablas de
Luís de Morales. Las capillas laterales tenían su retablo de pie-
dra con muy buenas labores. En la de la derecha había un nicho
con una urna sepulcral con esta inscripción :
ESTA CAPILLA LA MANDÓ HACER PARA SU
ENTERRAMIENTO E. M. I. S. DIEGO DE SaNTILLÁN,
COMENDADOR MAYOR DE ESTA INSIGNE ORDEN
Y CABALLERÍA DE ALCÁNTARA, CAPITÁN GENERAL EN LA
TOMA DE GRANADA. FALLECIÓ Á 3O DÍAS DEL MES DE
JULIO DE 1506.
J
ALCÁNTARA.— Claustro de San Benito
824 C Á C E R E S
En el lado de la Epístola se lee esta otra:
ESTA CAPILLA LA MANDÓ HACER PARA SU
ENTERRAMIENTO E. M. I. S. D. NICOLÁS DE OBANDO
COMENDADOR DE ESTA INSIGNE ORDEN Y CABALLERÍA
DE ALCÁNTARA, CAPITÁN GENERAL DE LAS INDIAS,
ISLAS Y TIERRA FIRME DEL MAR OCEÁNICO.
FALLECIÓ EN 29 DE MAYO DE I5II.
Junto á esta capilla había otra espaciosa que se llamaba de
Piedrabuena. En su friso se leía: petrus de ibarra fecit. a. 1550.
En el centro de la nave había un sepulcro de mármol con
una figura de alto relieve echada encima, que representaba á
don Francisco Bravo, comendador mayor de Piedrabuena. Este
sepulcro se veía adornado con medallones que representaban á
San Agustín, San Jerónimo, y los Evangelistas.
Los claustros del convento están á dos hileras de 8 hermo-
sos arcos cada una. Encima de estos arcos hay una galería de
bastante solidez, sin embargo de tener muchos defectos de ar-
quitectura. Á los dos lados tiene dos torrecillas adornadas con
las armas imperiales. Una de ellas se denomina Prisión de Car-
los V^ sin que ningún hecho histórico justifique este nombre.
Tiene un claustro en cuyo pavimento se conservan las lápidas
sepulcrales de los freíres y caballeros de la orden. En el segundo
ángulo de la derecha hay una capilla que encierra dos sepul-
cros en uno de los cuales está enterrado D. Suero Martínez,
primer maestre de la orden de San Juan de Pereiro, muerto
en 1 1 28. En la misma hay dos hermosas estatuas de mármol,
que representan á Adán y Eva, obra del inmortal Alberto Durero,
acaso de sus mejores tiempos. No es menos interesante el se-
pulcro de D. Marcelo de Lebrija (hijo del famoso gramático),
que se ve no lejos del anterior.
En las capillas existen muchos sepulcros y hasta poco há
había cuadros de Zurbarán, Lucas Jordán, Rivera, Veronés y
Rubens.
C Á C E R £ S 825
Lo más notable del convento, y lo que hasta hoy mejor se
conserva, es su claustro bajo, con multitud de sepulcros de los
más ilustres hombres que llenaron los principales puestos de la
m
Orden en todos los tiempos.
Son de dos órdenes de columnas con ocho grandes arcos
cada galería, toda ella de piedra muy bien labrada, como sus al-
tas bóvedas. El estilo es gótico del más puro, y todos los inteli-
gentes celebran esta obra como un verdadero monumento pro-
pio del siglo xvi.
Lo demás del convento nada tiene de notable. Se terminó la
iglesia en el afto de 1576, y todo el edificio en tiempos de Fe-
lipe II.
En el día está ruinoso, y sólo la iglesia se conserva menos
mal. £1 gobierno lo ha vendido á un particular que destina este
histórico edificio á almacén de granos y cuadras de ganado para
labor.
El convento de San Pedro de Alcántara, de clérigos meno-
res, está situado al E. y no lejos de las Y-uinas del castillo. No
aparecen documentos que acrediten su institución, pero se sabe
lo que fué después de muerto aquel místico anacoreta, suceso
ocurrido en 18 de Octubre de 1562, y sobre el solar de la misma
casa en que nació se edificó esta iglesia y convento que tuvo
cierta importancia, cuando el nombre de San Pedro de Alcán-
tara ocupaba el corazón de las gentes del país, y sus excentrici-
dades dentro y fuera del claustro tuvieron muchos imitadores, y
hasta formó, puede decirse con propiedad, escuela, en la orden
franciscana.
San Pedro de Alcántara fué conocido en el mundo por el
nombre de D. Pedro Garabito de Sanabria, de la ilustre familia
del famoso caballero Men Rodríguez de Sanabria, señor de la
Puebla de Sanabria, mayordomo y montero mayor del rey don
Pedro I de Castilla y gran privado de este Monarca.
El mayorazgo de esta familia de Rodríguez de Safiabría
tiene en la actualidad suma importancia en Extremadura, por
X04
82b C A C E R E S
estar entroncado con los Ceballos de Zúniga y los marqueses de
San Fernando, la Encomienda, la Corte y otros.
Pero hagamos la biografía del virtuoso asceta extremeño.
El nombre
sólo de San
Pedro Alcán-
tara recuerda
uno de los ins-
titutos más
austeros que
ha tenido y tie-
ne la Iglesia
católica de
Cristo. Tomó
su nombre del
pueblo de Al-
cántara, donde
nació en el año
de 1499, del
Ldo. D. Alón-
so Garabito y
D.' María de
Villela de Sa-
nabría. Des-
pués de haber
cursado dere-
cho canónico
en la Universi-
ALCANTARA. — Iglesia de San Pedro dad de Sala-
manca hasta
el de 1525, tomó el hábito en un convento de la orden de San
Francisco, muy austero, llamado San Pedro de los Majaretes, en
medio de una áspera sierra que separa la Castilla de Portugal.
En el convento de San Onofre de Lapa, desierto horroroso
C A CE R E S 827
■— " . . - ■ - ■ - _ ^, I ■ I I ^Ml^ ■ I I MM^^^^ ^M ■ ■ ^ I M I I ■ , _^
•
en Portugal, al que le permitieron sus superiores retirarse, aun-
que con el encargo de su custodia, fué donde escribió su famoso
Tratado^ por él llamado de la Oración y de la contemplación^
que mereció desde un principio los mayores elogios de todos los
santos varones que pasaban en la contemplación y la penitencia
su vida. Se publicó por primera vez este libro en vida del autor,
y se dio otra edición en Medina del Campo, por F. del Canto,
en 1587, y desde dicha época se ha reimpreso, en España sola-
mente, hasta 42 veces, despertando la obra de la reforma que
inició el asceta extremeño muchaís envidias y rivalidades, á tal
punto que pocos años después de realizarla tuvo tantos enemi-
gos como prosélitos, y no fueron pocos los autores que se opu-
sieron á su gloria, con libros, á la verdad, poco felices.
En tanto, el entonces Fr. Pedro de Alcántara, atento en su
propósito y ayudado de las limosnas y autoridad del Duque de
Aveiro, llevó á cabo su proyecto de reforma y descalcez que
hacía tiempo meditaba; y para ello fundó un pequeño monasterio
en la fragosa y áspera sierra de la Arávida, cerca de la embo-
cadura del río Tajo y territorio portugués, con algunos otros
padres de los más virtuosos de su orden. Las celdas, en la mayor
parte, eran nichos cavados en las peñas, y tuvo principio esta
reforma en el año de 1554, la que después aprobó el Papa
Julio III, antes Cardenal Giocchi del Monte,
Muchas fundaciones hizo en vida San Pedro de Alcántara, lo
mismo en España que en Portugal, hasta que falleció, en 18 de
Octubre de 1562, á los 63 de edad. Su muerte tuvo lugar en el
convento de Arenas.
El Papa Gregorio XV le beatificó en el año 1622, y Cle-
mente IX le canonizó en el de 1669, fijando su fiesta el día 19 de
Octubre.
No fueron muy á gusto de todos los místicos las resoluciones
de Gregorio XV y Clemente IX, favorables á la glorificación del
fraile alcantarino, porque en poco más de ochenta años poste-
riores á su canonización, las imprentas españolas no cesaron de
828 C Á C E R E S
publicar libros, unos en contra, y otros en favor, de las virtu-
des atribuidas al santo, siendo estos hasta el número de 48
nada menos (i), redactados algunos de ellos por los teólogos
(i) He aquí su lista:
I.* Vida y excelentes virtudes y milagros del Santo Fr. Pedro de Alcántara, es-
crita por el padre Fr. J. de Santa María (Madrid, i 6iq).
2.* Historia de los milagros de San Pedro de Alcántara, con expresión de sus
imágenes (Anónimo, Roma, 1622).
3.* información en derecho por la provincia de San Gabriel^ en que se difunde
que el beato Fr. Pedro de Alcántara^ pertenecía á esta provincia (Ms.).
. 4.' Relación de la Octava que á honra del bienaventurado Pedro de Alcántara
se celebró, de orden del Excmo. Sr, Duque de Alcalá^ en la ciudad de Palermo y en
la nueva iglesia de San Antonio de Padua, en el año de 16 )j. Hecha por D. P. Espe-
cial Rossel (Palermo 1633).
$.* Información en derecho Por la provincia de Santiago de la Observancia^ en
que defiende que al beato Fr, Pedro de Alcántara le pertenece (Sin a. n. 1. de irop.)*
6." Discurso apologético en que se prueba que el beato Fr, Pedro de Alcántara
pertenecía á las provincias de San José y San Pablo de los descalzos de San Fran-
cisco, por Fr. M. de San Joseph (Madrid, 1640).
7.' Primera parte de la Historia de los Padres Descalzos Franciscanos,,, Histo-
ria de las vidas y milagros de nuestro beato Padre Fr, Pedro de Alcántara^ de el
venerable Fr, Francisco de Cogolludo y de los religiosos insignes en virtudes, etcé-
tera., etc., por Fr. M. de San José (Arévalo, 1644).
8.* Compendio de la vida de San Pedro de Alcántara, por Fr. P. de Madrid (Pa-
lermo, 1650).
9.* Compendio de la vida y milagros del glorioso San Pedro de Alcántara, fun-
dador de la de Provincia de San Joseph. Con el tratado de Oración y Meditación que
escribió el Santo sacado de su original. Recopilado por Fr. D. de Jesús (Ma*
drid, 1655).
10. Crónica de la vida admirable y milagrosas hazañas del glorioso y santo
Padre Pedro de Alcántara, etc., por Fr.J. de San Bernardo (Ñapóles, 1667).
I !• Historia y admirable vida del glorioso Padre San Pedro de Alcántara, etcé-
tera, por Fr. A. de la Huerta (Madrid, 1669: otra, 1678).
í 2. 'Relación de la famosa celebridad con que desde ti primer día de Septiembre
hasta el décimo del mismo mes, la más Antigua, Ilustre é Imperial ciudad.., Toledo...,
solemnizó devota la aclamación de la interesante, deseada canonización de San Pe-
dro de Alcántara..., por Fr. D. de Fuensalida (Toledo, 1669).
13. Portentum poenitentiae: Auctore R. Padre Laurentius de San Pablo (Roma,
1 669).— -En esta obra se incluyen las siguientes: A, Portentum poenitentice.^Vita
sane ti Petri de Alcántara post mortem redivivus: Auctore Fr. T. Navarro.
1 4. Triunfos gloriosos, etc. Á la canonización solemne del Sol hermoso de la
Iglesia Santa..., San Pedro de Alcántara.,., por Fr. A. de la Huerta (Madrid, 1670).
I 5. Sermón de San Pedro de Alcántara, por Fr. Lucas de la Madre de Dios (Ma-
drid, 1670),
16. Serme na Festa de Canoni^a^aó de San Pedro de Alcántara, por Fr. A. Lei-
tam (Lisboa, 1671).
17. Oración panegírica hecha por Fr, Jerónimo de Souza en la festividiad del
glorioso San Pedro de Alcántara.., (Ñapóles 1671).
C A C E R E S 829
de más nota, y 7 de las de los contrarios, siguiéndose multitud
de papeles clandestinos, hojas, folletos, opúsculos y todo géne-
ro de impresos, sobre la vida del santo alcantarino, ni más ni
menos que si se tratase en esta polémica de salvar á España de
algún conflicto que amenazase hondamente su porvenir. Bien
que tampoco tenían otra cosa mayor que hacer aquella falange
1 8. Altissim:^ Mysiica de San Pedro de Alcántara,. .^ por Fr. B. de Jesús Escarní-
lia (Ms.).
19. Cuestiones scholasttcas de San Pedro de Alcántara, por Fr. J. de Souza Se-
queira (Ms.)-
20. De origine Discalceatorum et Rejormaíorum , por Fr. J. de Souza Se-
queira (Ms.).
21. Disertación Mysiica sobre el B. P. Pedro de Alcántara,.. ^ por Fr. B. de Sella
vMs.).
22. Panegírico de San Pedro de Alcántara, P. y M. de la Religión Reformada
de ¿V. P. San Francisco. ..^ por Fr. A. Magdalena (Madrid, 1692).
23. Reflejos de la verdad y vida de San Pedro de Alcántara^ por Fr. I. de San
Miguel (Ñapóles, 1698).
24. El Héroe Será/ico San Pedro de Alcántara^ glorioso timbre de la familia
Descalza del gran Patriarca San Francisco de Asis... por D. F. Caraberos y Yegros
(Salamanca, 1728).
25. Novena de San Pedro de Alcántara^con un Epitome de su vida^ (Ltón^ 1728).
26. Crónica de la provincia de San Joseph^y Vida de San Pedro de Alcántara,
por Fr. D. de Madrid (Ms.).
27. Historia de la portentosa vida del milagro de la penitencia^ San Pedro de
Alcántara, por Fr. N. de Jesús Bclando (Ms.).
28. San Pedro de Alcántara defendido contra los opositores de sus glorias,..,
por el R. P. Fr. M. de Alcalá (Madrid, i 7 39).
29. Discurso en que se prueba que el B. Fray Pedro dt Alcántarapertenecia d las
provincias de San Joseph y San Pablo, de los Descalzos de San Francisco, por Fray
M. de S. Joseph r^Palermo, 1633?).
30. Música seráfica en ocho voces, dada á luz por el M. R. P. Fr. J. Alegre (Gra-
nada, 1670;.
3 1 . Justicia del hijo del Seraphin, defendida sin daño del ofensor, por el Dr. don
A. de Cárdenas ({Fr. J. de San Bemardo?).--(Trápani, 1683).
32. Sacra novena ad honor e del glorioso San Pietro d^ Alcántara, institutore de
minori reformati scalci in Spagna (Genova, 1 7 1 4).
33. Compendio histórico de los Santos y venerables de la Descalcez Seráfica,
por Fr. F. de San Nicolás Serrate (Sevilla, 1 729).
34. Serios dilemas declarados Por la fuerza de la razón,,., por Fr. J. de San An-
tonio (Madrid, 1732).
35. Escudo provincial histórico, legal, académico,,,, por Fr. J. de San Antonio
(Salamanca, 1737).
36. Epitome brevísimo da vida de San Pedro de Alcántara,.,, por L. Botelho
Froes de Figueredo (Lisboa 171 1).
37. Respuesta que da á un literato el M. R. P. Fr. José de Torrubia sobre la le-
830 C Á C E R E S
de franciscanos que poblaban los conventos españoles á nombre
de pordioseros, aunque viviendo descansadamente con todas las
holguras de un rico capitalista.
Su convento en Alcántara está en ruinas hoy, y pronto des-
aparecerá para ensanchar la población por aquella parte del
gitimidad del libro de Oración y Meditación^ de San ^edro Alcántara (Madrid, 1759).
38. Vida admirable del Phénix seráfico y revivivó Francisco San Pedro Alean-
tara.,., por Fr. D. de Madrid (Madrid, 1765).
39. Vida del glorioso San Pedro de Alcántara...^ por el P. Fr. A. de San Ber-
nardo (Ñapóles, 170 1).
40. Epitome de la prodigiosa vida y milagros del Santo admirable en la peni-
tencia y altísimo en la contemplación, San Pedro de Alcántara,,.^ por Fr. Blas de
Manzanares (Madrid, 1786).
41 . San Pedro de Alcántara (Romance), por D. V. Barrantes, (Madrid, 1880).
42. Sermón de San Pedro de Alcántara^ por Fr. D. de Aguirre (Méjico, 1697).
43. Oración evangélica en alabanza del pasmo de la penitencia San Pedro de
Alcántara, por Fr. A. de Trejo (Puebla de los Angeles, 1698).
44. El hijo verdadero y padre por antonomasia de San Pedro de Alcántara: elo-
gio pronunciado en presencia del Virrey^ Conde de Moctezuma^ por Fr. D. Aguirre
(Méjico, 1702).
45. Novenario sagrado de San Pedro de Alcántara, por Fr. J. de los Hoyos
(Méjico, 171 1).
46. Panegíricos de los tres Pedros, el Apóstol, el Nolasco y el de Alcántara, por
Fr. M. de Torres (Méjico, 1721).
47. Elogio de San Pedro de Alcántara, pronunciado en el capitulo general de
Valladolid, por Fr. J. de Torrubia (Valladolid, 1 741).
48. Novena de San Pedro de Alcántara con hun r asumo da sua vida (Anónimo,
Lisboa, 1749).
Hasta aquí el catálogo de las obras más principales que se escribieron en favor
de San Pedro de Alcántara y su reforma en la orden franciscana. No fué menor el
número de las que salieron á luz en contra de los panegiristas del santo alcanta-
riño, muchas de ellas anónimas, las más sin pie de imprenta, y casi todas bajo
pseudónimos. Á la aparición de la primera parte de la Crónica de la provincia de
San Joseph, por el P. Fr. Marcos de Alcalá, la polémica tomó un aspecto muy subi-
do, pues más que frailes parecían los polemistas á esos gacetilleros de nuestros
tiempos que pasan la vida arrojándose unos á otros el lodo que encuentran á su
paso. Daremos aquí noticiado algunas de las obras que se escribieron por los ene-
migos de la reforma de San Pedro de Alcántara:
I .• Respuesta antiprologética, por Fr. J. de Castro (¿Madrid, 1731^)
2.* Primada fundamental, por Fr. J. de San Antonio (^Madrid, 1 7'?7?;
3.* Verdad ilustrada, por D. F. Caraberos y Yegrós (Madrid, 1737).
4.* Demostración histórico-cronológica, por Fr. M. Velasco (^Sevilla, 1725?)
5.* Siestas de San Gil, por Fr. J. Torrubia (Madrid, 1736'.
6.' Theatro universal de España, por D. F. Javier de Garma (Madrid, 1 7'?8).
7.* Verdades vindicadas en defensa del Theatro universal de España, contraías
cartas que concibió la envidia, parió la temeridad y publicó el encono, por D. J. de
Garma (Madrid, 1738).
C Á C E R E S 831
Este, que bien lo necesita. Su fachada se ve aún en muy buen
estado; pero ésta, que es lo mejor del edificio, nada tiene de
notable, ni su pórtico, ni el santo que le corona en su hornacita,
escultura vulgar, obra de un mal escultor de la época de nuestra
decadencia en el arte, pues seguramente será de los mediados
del siglo XVII.
Del convento de monjas de Sancti-Espíritus, sólo quedan en
pie #us gruesos muros. Se ediñcó en 1562. Sus religiosas eran
caballeras y estaban subordinadas al prior de la orden alcanta-
riña. Su número no podía exceder de 32.
En 1809, cuando la invasión francesa, las nobles religiosas
de este monasterio fueron violadas y la comunidad se dispersó
en tanto que el ejército francés arruinó el edificio convirtiéndole
en cuartel y alojamiento de oficiales.
El convento de Nuestra Señora de los Remedios, construido
al E. con varias casas viejas de pizarras y tierra, nada repre-
senta para la historia ni para el arte. No así el llamado cuartel
de Veteranos, edificio del siglo xvi que perteneció á la casa de
los Carvajales, quienes lo donaron al Estado para albergue de
los militares inválidos de la guerra.
Tiene su hermosa fachada 8 metros de alta y 1 5 de larga,
toda de piedra de sillería, con cuatro columnas de granito de
una sola pieza y de 2*10 metros de altura. Está situado en la
plaza de toros, y fué destruido en 1 809, pero se recompusieron
después las cuadras y sirvió largos años para hospedaje de l&s
veteranos de la guerra de la Independencia.
Las ruinas de los conventos de San Francisco el viejo, de
San Benito y la ermita de Nuestra Señora de los Hitos atesti-
guan lo que esta pequeña villa de Alcántara fué en otros tiem-
pos, en que apenas si contaba 4,000 almas, y toda la población
era conventos, cuarteles y fortificaciones.
832 ' C Á C E R E S
IV
Muchas familias linajudas han tenido por cuna la villa de
Alcántara. Cítanse entre las más principales los Aldanas^los
Barrantes y los Roco de Campo-Frío, que han dado á la patria
generales, diplomáticos, prelados y escritores de gran nota.
Biografiaremos , aunque de una manera sucinta, á los más prin-
cipales de estas tres familias, comenzando por el diplomático,
general y poeta D. Francisco de Aldana, nacido en los comien-
zos del siglo XVI. La familia de los Aldanas reconoce por origen
al caballero Z?. Ñuño Suández^ señor de Deza, Saude, Miñor y
otros estados de Galicia, por los años de 784, reinando Z?. Ber-
mudo I el Diácono. Descendiente de este Suández era D. Arias
Pérez Aldana (señor de Viseo, en Portugal, en tiempos de
D. Alfonso VII), y primero que se apellidó Aldana, hasta su
nieto D. Giraldo Núñez, que dejó aquel apellido por el de Mai-
donado, en honor á la victoria obtenida en lucha personal con el
duque de Normandía; y de esta fecha se conocieron los Alda
ñas y los MaldonadoSy unos y otros extendidos por Portugal,
como por España. De la rama portuguesa nació el valiente alfé-
rez Juan de Dios Aldana, porta-estandarte de los tercios del rey
D. Alfonso V de Portugal, en la batalla de Toro, donde perdió
los dos brazos peleando contra las tropas de D. Fernando el
Católico, que defendía la causa de la Beltraneja. Juan de Dios
Aldana murió con el estandarte en la boca, y en la catedral de
Toledo se guarda la armadura de este valiente guerrero. De la
rama que se estableció en Extremadura nacieron D. Diego Pé*
rez, comendador de Almorchón, en la orden de Alcántara;
D. Suero y D. Ruy Pérez, maestres de la orden; D. Pedro
Pérez, que se estableció en Salamanca ; Lorenzo Aldana, capitán
C A C E R E S 833
famoso en América, y Francisco Aldana que fué á la vez que
poeta, historiador y militar, que en él no estaba reñida la pluma
con la espada.
Desde bien joven Aldana fué muy hábil poeta, gran latino,
y poseía las lenguas francesa, italiana, arábiga, portuguesa y
otras. Estos conocimientos los adquirió durante sus largos viajes
por Europa, ya que no los pudiese tomar en la Universidad de
Salamanca, donde estudiaba en 1522; pues consta que en el
año de 1523 era militar, aunque de muy corta edad, porque su
afición á las armas le llevó á la guerra de Italia cuando apenas
contaba 17 años, juntamente con otros caballeros de Alcán-
tara.
Sirvió primero en el antiguo presidio de Palermo, y más
tarde se encontró en la batalla de Pavía, dada el 24 de Febrero
de 1525, acompañando al rey de Francia cuando iba prisionero
á Madrid, y siendo el portador de la bandera ganada á los fran-
ceses en tan memorable jornada. Vuelto nuevamente á la gue-
rra, asistió á la batalla de San Quintín, librada en 1557, y alis-
tado después en el ejército mandado por D. Juan de Austria, ya
de general de artillería, asistió al combate naval de Lepanto y
al sitio de Harlen, que tuvieron lugar ambos en 1572, siendo
herido de un mosquetazo en este último lugar.
Enviado por Felipe II á reconocer, en 1574, las costas y
fortalezas de África, pasó á su regreso á Portugal, en 1586, por
encargo del mismo rey á dar cuenta á D. Sebastián del resul-
tado de sus observaciones, y procurar disuadirle de la temeraria
expedición que, en favor del destronado Xerife Muley Mahomet,
proyectaba D. Sebastián en Marruecosj sin que la experiencia
del general español y sus muchos años en la guerra, pudiesen
convencer al rey de Portugal de lo difícil que sería volver con
la victoria.
Pintóle al rey portugués Francisco de Aldana muy difícil y
peligrosa su empresa, haciéndole ver la conveniencia de aban-
donarla; pero resuelto D. Sebastián á llevarla á cabo, no dio
105
834 C Á C E R E S
importancia á sus consejos, y reunido su ejército, salió orgulloso
de Lisboa con la armada de D. Diego de Sousa.
En Larache se le unió D. Francisco Aldana, á quien como
hombre experimentado y conocedor de las cosas de África,
habíale nombrado maestre de campo general. Llevaba á D. Se-
bastián varios regalos de Felipe II y una carta del Duque de
Alba, en que le hacía importantes advertencias sobre el país y
guerra que debía hacer. En esta desastrosa empresa, que termi-
nó con la sangrienta derrota de Alcazarquivir, murió Aldana
el 4 de Agosto de 1578 peleando valerosamente al lado del rey
de Portugal, á quien no abandonó un solo momento.
Cultivó con gran éxito las letras, mereciendo por sus nota-
bles poesías el dictado de Divino. Entre las más conocidas suyas
figura la siguiente: Poesía del capitán Francisco de Aldana^
siendo herido de un mosquetazo en un pie y sobre Arlen en Flan-
des y sirviendo el o/icio de general de la artillería.
Su hermano Cosme de Aldana las publicó en Milán, y muy
posteriormente en Madrid (i).
En resumen: el general D. Francisco Aldana asistió á la
(1) Lleva el siguiente título: Obras del capitán Francisco de Aldana^ Alcaide
de San Sebastián^ que fué maestre de campo g^eneral del Rey de Portugal en la jor-
nada de África, á do murió peleando^ aflora nuevamente puestas en luz por Cosme
de cAldana, su hermano, gentil-hombre entretenido del Rey Nuestro Señor {fAaár'id^
por Luís Sánchez, año i 593).
Segfunda parte de las obras que se han podido hasta agora hallar del capitán Fran-
cisco de Aldana, Alcaide de San Sebastián, aquel que enviado por S. Af. Católica al
Rey de Portugal, después de la persona real^ gobernó todo el ejército cristiano contra
el de los moros en la jornada de África, según muchas historias lo cuenian^y habien-
do protestado al Rey que no diese la batalla en que se perdió^ murió en ella peleando.
Sacada á luz nuevamente por Cosme de Aldana, gentil-hombre entretenido de S. \f.
Católica^ y hermano del autor, con algunos sonetos á la fin del libro, quitados mu-
chos más que antes había en las estancias de la muerte de dicho su hermano.
Este libro, sin lugar ni fecha de publicación, aunque se sabe que lo publicó
Pedro Madrigal en Madrid, en i 59 1 , es buscado por los bibliófilos.
En su elogio publicó también su hermano Cosme esta otra obra: Sonetos y octa-
vas'en lamentación de la muerte de su hermano el capitán Francisco de Aldana
(Milán, 1587. Un vol. 8.'»>.
En la misma fecha se publicó en italiano, como indicamos ya en la biografía
que del poeta damos en otra obra.
1
C Á C E R E S 835
batalla de Pavía cuando tendría 21 años á lo sumo, y pues ha-
biéndose dado ésta en 1525, y habiendo muerto él en 1578,
puede suponerse que tenía á su muerte 74 años y que había
nacido, por tanto, en 1504.
Gozó también de gran fama entre los escritores por las
obras que publicó y las que dejó inéditas. Las por él publica-
das son :
I .^ Epístolas de Ovidio\ en verso.
2.^ De la verdad de la Fe.
3.* Historia del Génesis,
Tiene multitud de poesías publicadas en varios libros y pa
peles sueltos. En los Poetas líricos de los siglos xvi y xvii, que
da la B. de A A. EE., y en su tomo XLII, se insertan algunas
de estas poesías, citadas con fruición entre los eruditos (i). A
( ( } Keproducircmos de ellas las dos siguientes :
Á LA AUSENCIA
DE MI HERMANO COSML:
Cual sin arrimo vid, cual planta umbrosa,
viuda del ruiseñor, que antes solía
con dulce canto, al parecer del día,
invocar de Titón la blanca esposa \
Cual navecilla en noche tenebrosa,
do el gobierno faltó que la regía ;
cual caminante que perdió su guía
en selva oscura, horrible y temerosa ;
Cual nube de mil vientos combatida,
cual ave que atajó la red su vuelo,
cual siervo fugitivo y cautivado ;
Cual de peso infernal alma afligida,
ó cual quedó tras el diluvio el suelo
tal quede yo sin vos, hermano amado.
DESCRIPCIÓN DE UNA LUCHA
Quien con los brazos de añudar buscaba
por el pecho al contrario, y quien quería
tan sólo encadenar brazo con brazo ;
la fuerza, el arte, el ejercicio y maña.
836 C Á C E R E S
la cabeza del tomo citado da D. Alfonso de Castro noticias de
Aldana, en sus Apuntes biográficos sobre varios escritores espa-
ñoles de los siglos XVI y xvii, diciendo del ilustre alcantarino
cuanto trabajó en la guerra y lo que estimaron sus servicios
tanto los reyes de España como los de Portugal (i).
con maña, fuerza y arte ejercitando,
el ímpetu sufrir uno procura
del otro, y descargar después con furia
cuando ya flojo á su enemigo sienta,
otro, en sí mismo reducido todo,
trabaja de tener lejos el pecho
á su contrario, y va mil vueltas dando
por ver si puede así desatinarlo.
Aflora trueca el pie, y agora dobla
una rodilla, y firme está en la otra;
alloja, aprieta, deja, toma, vuelve,
prueba, finge, rodea, mueve y sacude,
ciñe, gime, reposa, tienta, impide,
se cierra, se dilata, se detiene,
se encoge, se suspende, se apresura;
agora se defiende, ora acomete,
agora muestra el lado, ora la cara ;
se determina y se arrepiente luego,
hasta que al fin, sudante y polvoriento,
ó por suerte ó virtud del que más pudo,
en tierra el adversario ve tendido.
Las otras poesías no son mejores que estas que copiamos.
(i) He aquí los términos en que los refiere este distinguido escritor:
«Francisco de Aldana fué alcaide de la fortaleza de San Sebastián. Después Fe-
lipe II, cuando se comenzó á tratar en Portugal la guerra con los moros de África,
mandó á Aldana que fuese á reconocer las costas y los lugares á ellas inmediatos,
y lo envió al rey D. Sebastián, el cual lo recibió cariñosamente. Aldana le informó
con suma detención, y aun le describió la empresa de la conquista, como cosa
más difíiil de lo que el monarca pensaba. Después D. Sebastián quiso saber de
Aldana, como de hombre tan experto en milicia, algunas noticias sobre el modo
de mandar ejércitos. I)c estas pláticas resultó que D. Sebastián deseó poner por
obra cuanto había oído, no sabiendo cuánta diferencia hay de entender una cosa á
ponerla en ejecución.
Dio licencia á Aldana para volver á España, y un collar de oro, de valor de mil
ducados, en prenda de afecto, haciéndole prometer que al tiempo de la expedición
pasaría á servir en su ejército.
Con efecto, Aldana pasó al campo del Key, según la promesa que íe había dado.
Sin más objeto que desempeñar su palabra, solicitó y obtuvo licencia de Fe-
lipe lí.
Llevó Aldana al Key un presente y una carta del Duque de Alba. El primero
consistía en una celada del emperador Carlos V y una sobrevesta blanca, con la
C A CE R E S • 837
Si fuésemos á juzgar los versos de Aldana tendríamos que
declarar que adolecen del mal de todos los que se escribían en
su época, es decir, que son durísimos y de tosca estructura.
Las siguientes octavas justifican nuestra opinión :
«Virgen que no de luz clara y serena
vestida vas ; mas todo el globo de oro
del mismo sol, como de fértil vena
de ti recibe luz, gloria y tesoro :
debajo cuyos pies la luna llena
y á veces con sus cuernos hecha un toro,
hace estrado de sí nuevo y ufano,
y en verse tal no precia el rubio hermano.
Delante quien los nuevos serafines
están de ambrosía fresca y matutina
llenos, en los de Dios ricos jardines,
mil rosas recogiendo sin espinas
violetas, hrios, flores y jazmines,
cuya vital virez jamás declina;
y con las de fino alas que mueven
nube de olor blanco y purpúrea lleven. >
Y no obstante el estilo estrambótico de esta composición, al
mismo Cervantes no le disgustaron los versos de Aldana, según
cuenta en su Buscapié^ cuando platica con el Bachiller^ y los
celebra.
Cosme de Aldana, capitán y poeta, hermano del anterior, y
como él nacido en Alcántara el año 1538. Fué militar desde su
cual este monarca entró victorioso en Túnez. La segunda le decía que no le acon-
sejaba emprender la conquista por tierra; pero que puesto que, según una carta
suya, sólo trataba de tomar á Larache, sentía en ello una satisfacción, y no podía
menos de alabar su propósito.
Aldana, como tan experto en la guerra, se dedicó á organizar el ejército, que
estaba en el mayor desorden posible, sirviendo casi todos los oficios principales;
pero, como no era conocido de los soldados, no tenía entre los portugueses la
autoridad suficiente, por lo cual no podía conseguir cuanto deseaba.
En la batalla donde pereció el rey D. Sebastián (8 de Agosto de i «578), Aldana,
el duque de Aveiro y algunos otros señores principales, á la cabeza de algunos
caballos, acudían ya á una parte, ya á otra, donde el peligro era mayor, para es-
forzar los ánimos.
Aldana murió herido de un arcabuzazo.»
838 C Á C E R E S
juventud; estuvo de capitán de infantería en la guerra de Italia
muchos años y escribió en prosa y verso. A la muerte de su
hermano Francisco (el Divino) escribió los sonetos y octa-
vas que se publicaron en Milán, el aflo de 1587. Más tarde es-
cribió lo siguiente : Inventiva contra el vulgo y su maledicencia^
con otras octavan y versos ^ que en 1855 reprodujo Rivadeneyra
en el t. XXXVI de la B. AA. EE. Esta obra, escrita en 1584,
aunque publicada en 1591, cuando era ya gentil hombre, entre-
tenido por S. M. Católica, es, sin disputa, la mejor del poeta
extremeño.
Dedica el autor su libro al Secretario de Estado D. Fran-
cisco de Idiáquez, y á la cabeza de él publica varios sonetos,
que todos los poetas citan con gran elogio (i).
( i ) Los siguientes son los mejores :
< Corres, lector? No creas que esta inventiva
contra el vulgo, de autor compuesta sea
que se exima del vulgo, y que no crea
ser del mismo en cuanto obre, hable y escriba;
Que presunción sería loca y altiva,
digna del más vulgar, que el mundo vea
presumir de sí tanto {aunque posea
todo lo más perfecto) hombre que viva.
Que la humildad virtud es que está unida
siempre al saber, y así por lo contrario,
lo es la soberbia á necedad cumplida;
Que si el autor al vulgo es adversario,
es porque de sí cree por ley sabia,
no ser vicioso, indocto, odible y vario.
Porque el reprehender mala porfía,
y el no admitir jamás consejo sano,
y al ser tan maldiciente, inicuo y vano,
justamente á cualquier se convenía.
Que bien ve en sí el autor que se desvía
mil veces de lo justo y que es humano
el errar, mas no el siempre dar de mano
á cualquier pretensión más justa y pía.
Y porque el vulgo cree de sí que acierte
siempre, y que jamás yerre, en cuanto yerra
esle el autor contrario de tal suerte.
Pues cierto él es de sí que no dcstierra
C A C E R E S 839
No conocemos más obras de D. Cosme, quien, como hemos
dicho, hizo una nueva edición de las poesías de su hermano, pu-
blicando la primera parte en Milán, el año de 1589, y la segun-
da en Madrid, en 1591.
Lorenzo de Aldana, capitán y aventurero en América, naci-
do en Trujillo á últimos del siglo xv. La codicia que le desper-
taran las riquezas de América le hizo unirse á los Pizarros, y con
ellos partir en la primera expedición. Su carácter destemplado
y el mal trato para con los demás le crearon muchos enemigos,
y más que todas estas condiciones personales, su apasionamiento
por los Pizarros. En la conquista del Perú llegó á ser uno de los
jefes más influyentes, y figuró en primera línea en todos los mo-
tines de los españoles. Era primo de los Aldanas de Valencia
de Alcántara, Cosme y Francisco.
D. Bernardino Villela de Aldana, militar de gran fama, na-
cido en 1 500, hijo de Francisco Villela de Aldana y de María
Oviedo, naturales también de Alcántara. Desde sus primeros
años siguió sus aficiones por la milicia, entrando á servir en los
escuadrones de arcabuceros que se organizaron en 1532 por
mando de Carlos V, y en 1541 á 1549 se encontraba de capi-
tán de arcabuceros de á caballo en la guerra de Alemania, contra
al sabio parecer, y hasta la muerte
le seguirá, pues vida en él se encierra.
Porque en su parecer jamás sosiega
el autor, y aunque en él faltas quien quiera
mil podrá hallar, mas no de tal manera
como en éste, que al sabio jamás llega.
El vulgo en su pasión tanto le ciega,
que sola su opinión por verdadera
tiene, y á la verdad firme y entera
contradice, aborrece, impugna y niega.
El autor (cual dicho há) ser reprendido
(y aun del vulgo) querría; ved de esto cuanto
más serlo del más sabio ame y desee.
Del vulgo la porfía pues le ha metido
á que discante del tanto, aunque tanto
yerre como él, que así lo afirma y cree.
8_10 C A C E R E S
los soldados del elector de Sajonia, adquiriendo fama de valiente
y pundonoroso militar.
En las ampliaciones que Fabián de Cabrera y Barrantes
hace al manuscrito de Pedro Barrantes Maldonado, titulado:
Noticia genealógica de los Barrantes dé Alcántara^ se insertan
algunas cartas del Bernardino Villela, escritas en Alemania, en
1546, dándose en ellas cuenta de las peripecias de aquella gue-
rra y de la Hungría, ambas tan funestas para los intereses de
España.
Pero antes de esta época el nombre de D. Bernardino era
conocido en la milicia, pues en el año 1539 le distinguía mucho
el marqués del Vasto, siendo capitán de infantería en Italia, y
consta que en 1546 pasó á Ñapóles á recoger la gente de gue-
rra que allí se reunía, con la que formó una compañía de arca-
buceros á caballo, que él mandara, y marchó á Alemania á po-
nerse á las órdenes de D. Antonio de Toledo en la guerra em-
prendida contra los rebeldes de aquel imperio.
Concluida esta campaña, hallábase en Hala el año 1548,
teniendo preso á su cargo al landgrave de Hesse, cuando reci-
bió orden de trasladarse á Ratelinga y tomar el mando del ter-
cio de Ñapóles, con el que había de marchar á Viena.
Hecho cargo de las compañías del tercio, las reformó con
arreglo á las instrucciones que recibiera, organizando con ellas
cinco banderas que mandaban Diego Vélez de Mendoza, Gaspar
de Mardones, Luís de Barrientos, Luís Vélez y Pedro Dávila,
componiendo un total de 1,200 hombres. Emprendió con ellas
la marcha hacia Tanabert, donde se embarcó, llegando á Viena
el i.° de Octubre de aquel año. Recibiólo con gran deferencia
el rey de romanos, haciendo muchos elogios de su gente, y pa-
sados algunos días le ordenó se trasladase con el tercio á Fra-
march y Clive, pueblos de Hungría, desde donde debían em-
prenderse las operaciones de la guerra.
Los brillantes y gloriosos hechos de armas de esta memo-
rable campaña, en la que un puñado de españoles, y particular-
C Á C E R E S 841
mente su maestre de campo, conquistaron imperecedera fama,
se hallan minuciosamente relatados en un curioso folleto titula-
do así : Expedición del Maestre de Campo Bernardo de Aldana
á Hungría en 1548^ escrita por Frey Juan Villela cU Aldana y
publicada ahora por primera vez por Antonio Rodríguez Villa.
— Madrid, i8y8.
Para la jornada de Transilvania, en 1551, nombró el rey de
romanos lugarteniente del capitán general de aquel estado á
Juan Bautista Gastaldo, y maestre de campo general á Bernardo
de Aldana, haciéndolo al mismo tiempo consejero de la guerra
para revestirle de mayor autoridad. Fuese por la conñanza que
el rey dispensaba á Aldana, ó por el prestigio que con sus vic-
torias había alcanzado, ó por ambas cosas á la vez, Gastaldo le
miró siempre con prevención y trató constantemente de des-
acreditarle á los ojos de aquél, ya procurando indisponerle con
sus capitanes, ya encomendándole, sin los recursos necesarios,
las empresas más difíciles. En Mayo de 1552 se encontraba Al-
dana en Lipa, muy enfermo y falto de provisiones y dinero para
socorrer su escasa gente, con noticia de que los turcos se aproxi-
maban; avisó á Gastaldo su crítica situación, encareciéndole la
necesidad de prontos auxilios si había de sostenerse en aquella
plaza. Nada proveyó el lugarteniente á pesar de la corta distan-
cia á que se encontraba, y no teniendo medios de resistir al ejér-
cito turco tuvo Aldana que abandonar á Lipa y retirarse hacia
Transilvania.
Aprovechó Gastaldo esta circunstancia para ;escribir al rey
presentando á Aldana como el único responsable de las derro-
tas sufridas, consiguiendo que se ordenase la prisión y secuestro
de sus bienes y que se encomendase al mismo Gastaldo el proce-
so; nombró éste para formarle á los émulos de Aldana, y de tal
manera acumularon cargos contra él^ que fué condenado á muer-
te. Preso mucho tiempo en el castillo de Trincgin, debió la vida
á lo mucho que en su favor se interesaron el rey Felipe II, el duque
de Alba y su hermano frey Juan, que le acompañó en Hungría.
106
842 C A C E R E S
Pudo por fin salir libre y marchar á Flandes á principios del
año 1*556, donde el rey Felipe II le esperaba, nombrándole, en
premio de sus distinguidos servicios, capitán general de la arti-
llería del Piamonte y Lombardía. Preparábase en esta época el
duque de Alba para emprender la guerra contra el papa Pau-
lo IV, y con objeto de acompañarle durante ella en su nuevo
cargo, partió con urgencia Aldana para Italia, llevando al de
Alba las instrucciones de la corte.
En 1559, siendo capitán general de la artillería del reino de
Ñapóles, se embarcó en la armada que con destino á la conquista
de Trípoli salió de Messina el 28 de Octubre. Asistió á la toma
del castillo de los Gelbes, en el que quedó con D. Alvaro de
Sande encargado de las obras de defensa. Durante el cerco que
en 1562 puso á este castillo el aln^irante turco Pialy, peleó cons-
tantemente, distinguiéndose en la salida que como último esfuer-
zo hizo su mermada guarnición, y cayendo mal herido en poder
de los turcos, entre los pocos que escaparon con vida de aque-
lla memorable derrota. Cautivo en una galera que les conducía
á Constantinopla, murió en los brazos de un obispo que apresa-
ron con él, sin dejar sucesión directa, declarándose como único
heredero suyo su sobrino D. Francisco Aldana (llamado El Di-
vino)^ de quien hablamos anteriormente.
En menos escala que los anteriores figuraron también los
siguientes personajes:
D. Gonzalo de Aldana, coronel en la guerra de Italia, muy
célebre en el desafío con los franceses.
D. Francisco de Aldana, capitán y sargento mayor en la
batalla de Pavía, uno de los que prendieron al rey Francisco I,
y primer Castellano de Florencia.
D. Antonio de Aldana, capitán de infantería y Castellano
de Gaeta.
D. García de Aldana, capitán de caballos en Flandes.
D. Pablo de Aldana, del hábito de San Juan de Jerusalén,
capitán de dos galeras de su religión: murió en la Goleta.
C A C E R E S 843
D. Francisco de Aldana, capitán que murió en la guerra de
Transilvania.
D. Diego de Aldana, capitán en la guerra de Italia, conser-
vador del reginúento de Sicilia.
D. Diego de Aldana', Castellano de Gaeta.
D. Bernardo de Aldana, del hábito de San Juan de Jerusa-
lén y recibidor de su religión y gobernador del Gozo.
D. Martín Pacheco de Aldana, capitán en Flandes y en
Italia.
D. Bernardo de Villela y Aldana, teólogo, obispo electo de
Guadix y freiré de Alcántara.
Y D.* Tomasa de Aldana, favorita que fué del rey D. Feli-
pe IV.
Su hijo (habido con este monarca), que llegó á ser obispo
de Oviedo y después de Cuenca, nació en Madrid, y no en Al-
cántara, como algunos suponen.
Después de esta esclarecida familia viene la de los Barran-
tes, apareciendo en primer lugar el comendador Barrantes, fa-
moso tipo legendario en las crónicas extremeñas, y á quien la
tradición y la fábula han rodeado de misteriosas leyendas. Un
descendiente suyo, el cronista D. Pedro Barrantes Maldonado,
lo pone como cabeza de los de su familia. No dice si es de Al-
cántara, ni aun si nació en Extremadura, aunque la tradición lo
hace alcantarino. Debió ser este héroe (si es que existió) de me-
diados del siglo XIII, y según el cronista D. Pedro, el infante
Alicazar (en otras partes Aliatar) le mató al paso del río Sa-
lado, poco antes de la batalla de Tarifa.
D. Esteban Barrantes, famoso capitán y navegante, nacido
en Alcántara el año de 1472. Era hijo de García Fernández
Barrantes y de Catalina Torres, y hermano de Garci-Fernández
Barrantes, con quien partió á América en principios del siglo xvi,
acompañando al comendador frey Nicolás de Ovando. Se em-
barcaron el 13 de Febrero de 1502 en Sanlúcar, acompañando
á Cristóbal Colón en su descubrimiento y conquista de la Isa-
844 C Á C E R E S
bela, permaneciendo en la isla Española mientras la gobernó el
comendador Ovando.
D. Francisco Barrantes y Campofrío, capitán ilustre, nacido
en 1492, hijo de Alonso Barrantes y de María Campofrío, y
nieto del famoso Cañas doradas: el Francisco fiíé durante mu-
chos años militar. Cuando en 1540 se preparó la expedición
que había de desembarcar en Argel, él fué en ella como capitán
de caballos, y á muy poco del desembarco de nuestras tropas,
en 1 541, murió sobre el campo de batalla víctima de su arrojo
y valentía.
Pedro Barrantes y Maldonado, historiador nacido en el año
de 1 5 10. Su padre, D. Alonso Barrantes y Campoírío, casado
segunda vez con D.^ María Villela de Sanabria, madre también
de D. Pedro Garabito, conocido mayormente por el nombre de
San Pedro de Alcántara, á quien tuvo en su primer matrimonio
con el licenciado D. Alonso Garabito, siendo, por tanto, el his-
toriador Barrantes y Maldonado hermano, por parte de madre,
del célebre asceta reformador de la regla de San Francisco.
Como perteneciente á una de las familias más principales de
las tierras de Alcántara, nuestro historiador ejerció gran influen-
cia en su época, siendo Regidor perpetuo de la villa y jugando
un impoitante papel en todos los sucesos más culminantes que
se desarrollaron en su patria durante su mejor edad. Noticias
detalladas de la vida de este personaje se dan en el Ms. de don
Fabián Antonio de la Cabrera y Barrantes, escritos, según él,
á vista de las noticias de familia y cosas sucedidas en Alcántara
y fuera de ella á los caballeros de la Orden, original precioso
que hoy posee el académico Sr. Gayangos, y que á propósito
de las Ilustraciones á la casa de Niebla da las siguientes noti-
cias:
«...Pedro Barrantes y Maldonado, autor de las Memorias
que extractamos, el cual se crió en la corte, habiendo entrado
de paje en casa de D. Francisco de Sotomayor Zúñiga y Guz-
man, duque de Béjar. En 1532 marchó á la guerra de Hungría,
C Á C E R E S 845
pasando por Francia, Flandes y Alemania, hallándose en casi
todos los encuentros de aquella memorable campaña, que salvó
á la cristiandad, amenazada por el turco Suleymán. Á su paso
por Francia conoció y trató en la Turena, y principalmente en
Ambuesa (Amboise) sobre el Loire, algunos caballeros france-
ses del apellido de Barrantes, criados de Francisco de Angule-
ma, que le reconocieron -por deudo y pariente; entre otros, uno
llamado Guillaume de Barrantes, el cual, como hombre curioso
que era, tenía escrita su genealogía, y en sus reposteros traía
las armas antiguas de los Barrantes.
» En este viaje aprendió Barrantes varías lenguas y compró
muchos libros, trayendo además de Alemania buenas armas, y
de Flandes muy buenos arreos de su persona y casa. Fué, se-
gún él cuenta, aficionadísimo á caballos, y muy entendido en
ellos. En especial tuvo uno que causaba la admiración y excitaba
la envidia de los buenos jinetes de su tiempo, el mismo que
llevó á la guerra de Hungría. — tEra morisco, nacido en África,
»en la ciudad de Azamor, rucio oscuro, con muchos hierros de
«lanzas por las hijadas y por las quijadas; poníase muy bien, y
»muy á menudo paraba, corría y revolvía.» Haciendo gentilezas
con él en la plaza de Amberes, á la sazón que pasaba por allí
un embajador del rey de Escocia, Jacobo, fué tanto lo que le
agradó, que le dio por él sesenta angelotes de oro y un cuarta-
go irlandés, alazán quemado desorejado, con las narices hendi-
das, que trajo á España y vendió después en sesenta ducados.
>En 1537 fué Barrantes á Valladolid, donde el emperador,
vuelto ya de Alemania, residía á la sazón con su corte, y á fines
del año se desposó por poderes con D.* María Ordóñez de Pa-
reja, natural de Alburquerque, en Portugal (en España querrá
decir); doncella noble, hija de Diego Ordóñez de Guadalajara,
alcaide del castillo de San Angelo, en la ciudad de Cananor,
en la India Oriental.
»En 1450, á ruegos de D. Juan Alonso de Guzmán, duque
de Medinasidonia, fué con él á Sanlúcar, y aceptó el encargo
846 C Á C E R E S
í —— —
de componerle una crónica de su linaje y ascendientes (que es
la presente). Acompañóle al socorro de Gibraltar, por Diciembre
de 1540, según se ha visto en otro lugar, y en 1543 fué tam-
bién con él á la jornada que el duque hizo á Portugal, á buscar
á la princesa dofla María, primera mujer de Felipe lí.
»En 1544, habiendo dado ñn á la historia de los Guzmanes,
se despidió del duque y se retiró á Alburquerque, donde su es-
posa D.^ María poseía alguna hacienda. Cansado de andar en
corte, determinó establecerse allí, y ocuparse, ya en escribir
libros, ya en ejercicios de la jineta, á que fué sobremanera afi-
cionado, así como á torneos y juegos de cañas, acudiendo pron-
tamente allí donde los había para tomar parte en ellos.
> Hallóse de esta manera en muchos que en su tiempo se
hicieron, en Sanlúcar de Barrameda, Sevilla, Badajoz, Salaman-
ca y Alcántara de Extremadura. En esta última villa residía
Barrantes por los años de 1550 (por haberle traspasado el re-
gimiento de ella su primo Alonso Barrantes Campofrío), cuando
á instancias de su hermanastro San Pedro de Alcántara, á la
sazón confesor de la infanta D.^ María de Portugal, pasó á Lis-
boa, donde fué muy bien recibido por el Rey y toda la familia
real, obteniendo de ellos singulares mercedes, y entre otras la
del hábito de Cristo por su hijo primogénito Alonso. El duque
de Braganza, D. Theodosio, emparentado con los Guzmanes,
le recibió también en su villa de Villaviciosa, y le hizo regalos
de consideración, mandando á sus camareros que siempre que
se presentase Barrantes le dejaran entrar sin anunciarle.
>Por Marzo de 1563 pasó Barrantes á Madrid, donde resi-
día á la sazón la corte, con el encargo especial de solicitar para
la villa de Alburquerque la exención completa de alcabalas, á
que pretendían tener derecho por antiguos privilegios, y los ve-
cinos de aquella villa le escogieron por saber la buena acogida
que el Rey D. Felipe le hiciera en otras ocasiones, y su intimi-
dad con Ruy Gómez de Silva, con el Presidente Espinosa, don
Pedro de Guzmán, conde de Olivares y otros cortesanos. No
C Á C E R E S 847
tuvo Barrantes gran dificultad en obtener lo que pedía; recibido
graciosamente por Felipe II en audiencia secreta, el monarca
oyó con atención una larga arenga que el pretendiente llevaba
preparada, y previo el informe del Consejo de Castilla, mandó
por provisión que la villa de Alburquerque fuese de allá en ade-
lante exenta de alcabalas.
>£n 1570, Barrantes pasó á Córdoba, donde estaba á la
sazón el Rey, á pedir en nombre de la villa de Alcántara, su
patria, que no se vendiesen los regimientos, y de venderlos,
fuese á personas nobles, caballeros é hijosdalgo, conforme á la
costumbre antigua desde que la villa se ganó á los moros, en
tiempo de D. Alonso IX de León.
Un mayorazgo de Alcántara llamado D. Francisco de Bar-
co, cabeza del bando de su parentela, y contrario de los Barran-
tes, había logrado que Garnica, el contador de Felipe II, le ven-
diese en ochocientos ducados uno de los regimientos que había
vacantes; y esto servía de estímulo á nuestro autor para em-
plear todo su influjo y valimiento en la corte. Después de haber
visto á sus amigos y haberles enterado del asunto que traía
entre manos, vio al Rey en San Jerónimo, en la cámara en que
posaba, sin más testigos que D. Pedro Manuel, siendo recibido
del monarca sin capa, sin gorra y sin espada, y las manos arri-
mado por detrás á la pared.
Hablóle largamente Barrantes en apoyo de su petición, y el
Rey habiéndose informado particularmente de él, no sólo le
concedió lo que le pedía, anulando la venta hecha á su contra-
rio, sino que deseando premiar sus largos servicios y los de sus
hijos, que á la sazón servían en la guerra de los moriscos, le
hizo merced de los dos regimientos^ uno para él y otro para su
yerno. Firmadas las provisiones. Barrantes se volvió á Alcán-
tara lleno de gozo, y al pasar por delante de las casas de su
rival, trajo á este propósito una copla antigua, y mudada la
esencia dijo:
848 C Á C E R E S
< Monedas tengo de oro,
plata alguna se me cuenta,
y unas casas en que moro
con mil ducados de renta.
Hijos tengo en buena cuenta,
linaje, somos contentos,
de merced dos regimientos,
no comprados, que es afrenta. >
«Se ignora de todo punto el aflo en que murió Pedro Ba-
rrantes Maldonado, pu^ nada dice acerca de esto D. Fabián
Antonio Cabrera y Barrantes, que por los años de 1 705 reco-
piló las Memorias que extractamos. La fecha más reciente que
de ellas se habla es la de 1578, en cuyo año y á los sesenta y
ocho de su edad, vivía aún retirado en Alcántara.»
Hasta aquí las noticias del Sr. Gayangos sobre la vida del
historiador extremeño.
Muchas y buenas obras, así en prosa como en verso, escri-
bió Barrantes Maldonado, no todas publicadas (i). Examinando
(i) He aquí el catálogo de ellas, comenzando por las impresas:
I .' Diálogo entre Pedro Barrantes Maldonado y un caballero extranjero^ en que
cuenta el saco que los turcos hicieron en Gibraltar^ y el reconocimiento y destruy-
cion que la armada de España hizo en los turcos. Año de i $40. Alcalá de Henares
(Martínez) i 540. (Un vol, 8.**)— Otra edición de i ^óó, más común.
2.« Crónica del rey D. Enrique llí deste nombre en la casa de Castilla y León,
que otros llaman El Do tiente ^ hijo del rey D. Juan el /, cogitada por Pedro Barrantes
Maldonado. Madrid, 1868, imp. de Galiano. (Un vol. en 8.°)
3.* Ilustraciones de la casa de A7e6/a.— Madrid, 1857, ímp. N. (Forman los vo-
lúmenes IX y X del Memorial histórico español.)
4.* Trovas de Pedro Barrantes Maldonado^ Un toI. 4.** gót. á 2 colum., 8 foj.
(^En Madrid, el año de i 5 30?)
He aquí sus obras Ms.:
!.• Historia y antigüedades de la villa de Alcántara (Ms. en fol. del Sr. Gayan-
gos.)
2.* Noticia genealógica de los Barrantes de Alcántara por... continuada hasta
nuestros dias por Frey D. Rodrigo Barrantes y Moscoso^ arcipreste de Valencia de
Alcántara.
3.» Historia de los condes de Flandes^ dedicada al principe D. Carlos^ hijo de
Felipe H, 1566.
4.* Recopilación de todas las crónicas de Francia.
5.' Las crónicas de España recopiladas desde los tiempos de Alfonso el Sabio
hasta la toma de Granada. (Los Ms. de estas obras existen en la B. \.)
C Á C E R E S 849
todas ellas puede elogiarse la fecundidad del escritor extreme-
ño, pero nunca sus condiciones literarias, ni su investigación his-
tórica, que no tuvo ninguna, y menos aún su vena de poeta,
que es detestable. Sus Diálogos^ impresos en 1540, tienen un
estilo indigesto que apenas si puede resistirse la lectura de dos
hojas; su Crónica del rey D. Enrique III es un mal compen-
dio de Ayala; sus Ilustraciones no tienen método alguno, y sus
Trovan (á las que se refiere Duran en el prólogo del Romance-
ro general)^ no merecen el nombre de versos.
En cambio su Historia de Alcántara acusa en el autor co-
nocimientos nada comunes de las crónicas extremeñas, siendo
por esto la obra mejor de Barrantes Maldonado, y asimismo la
única que puede consultarse con algún provecho sobre el pasa-
do de Alcántara.
Según aparece de datos que no nos merecen toda confianza,
Barrantes Maldonado murió en Alcántara, el año de 1580, cuan-
do contaba setenta de edad.
Frey D. Antonio Barrantes Pereiro, notable teólogo nacido
en los mediados del siglo xvi. Fué profeso de la orden alcanta-
rina; estudió en Salamanca y se hizo sacerdote en 1591, estan-
do de Prior dos veces en Alcántara, y por sus virtudes fué ele-
gido para Zalamea de la Serena, en 1602. Dos años des-
pués de esta fecha mandó abrir una extensa información de los
milagros obrados por el Santo Cristo de Zalamea, cuyas actua-
ciones dieron lugar al libro publicado en 1 6 1 7 por su pariente
Frey D. Francisco Barrantes Maldonado, juez eclesiástico que
era en aquel tiempo de Zalamea y coadjutor del Priorato.
Frey D. Francisco Barrantes y Maldonado , teólogo nacido
en 1570. Fué [profeso en la Orden alcantarina, y habiendo es-
tudiado leyes en Salamanca, se ordenó de cura, desempeñando
á muy luego la coadjutoría del Priorato de Zalamea, de cuya
villa fué nombrado en 1606 juez eclesiástico.
Escribió la siguiente obra : Relación de la calificación y mi-
lagros del Crucifixo de Qalamea^ desde trece de Setiembre del
lOJ
850 C Á C E R E S
año de seyscientos y cuatro^ hasta el seyscientos y diez y seys^ di-
utdida en dos libros, — Dirigida á D, Luys Carrillo de Toledo ^
Marqués de Caracena^ señor de la villa de Pinto^ presidente del
Real Consejo de las Ordenes. Compuesta por el Z.^ Frey Z>... del
habito de Alcántara^ juez eclesiástico ordinario de la villa cU
galantea y coadjutor de su priorato por su majestad (Ma-
drid, 161 7.)
Es un libro indigesto, escrito todo él, más que para depurar
la relación de los milagros, para elogiar á la familia del autor.
En esta obra ñguran todos los Barrantes conocidos y por co-
nocer hasta principios del siglo xvii, pues el Prior de Zalamea
Frey D. Antonio Barrantes Perero, mandó hacer la información,
dio las licencias para publicarlo el general de los Benedictinos,
Frey Alonso Barrantes, y escribe en su elogio versos un herma-
no del autor, el capitán Alonso Barrantes y Maldonado. ¡Aquí
del cuento de Juan Palomo!
Frey D. Rodrigo Barrantes y Moscoso, historiador nacido
en últimos del siglo xvii. Estudió teología en Salamanca, y or-
denado de sacerdote fué primero párroco y más tarde arcipres-
te de Alcántara, cuando ya era caballero profeso de la Orden.
Continuó la obra de su antecesor en familia, cuyo manuscrito
existe con la siguiente portada: Noticia genealógica de los Ba*
rrantes de Alcántara^ por Pedro Barrantes Maldonadoy conti-
nuada hasta nuestros dias por Frey Rodrigo Barrantes y MoS'
coso^ arcipreste de Valencia de Alcántara. (Ms. en folio.)
Frey D. Nicolás Barrantes Arias, teólogo afamado, nacido
en la segunda mitad del siglo xvi. Estudió en Salamanca, y des-
pués de haber entrado en la orden alcantarina se hizo Presbí-
tero y á muy luego le nombraron Prior de Alcántara, siéndolo
después de Magacela, allá por los años de 1634, cuando ya ha-
bía sido nombrado Capellán del Rey D. Felipe IV.
Reediñcó la casa prioral y fundó una capellanía, servidera
en la iglesia de San Benito de Villanueva, con misas para todos
los días del año á razón de ocho reales la limosna.
C Á C E R E S 851
Por sus virtudes y caridad para con los pobres, se hizo ne-
cesario en su tiempo y querido de todos.
Falleció en 1644, como reza la siguiente inscripción de su
sepultura, que está en la capilla de la casa prioral:
AQUÍ YAZE EL
ILL."*^ S. F. D. NICO
LAS BARRANTES
ARIAS CAP.»* DE
SU MAG.D PRIOR DE
MAG.A 10 AÑOS
FALLECIÓ EN
SET.« DE l6^^.
El capítulo de la orden de Alcántara, celebrado en Madrid
el año de 1600, lo presidió D. Enrique de Guzmán, y hacía de
cabeza de los caballeros el licenciado D. Nicolás Barrantes,
como consta en el libro Definiciones y establecimientos de la orden
y caballería de Alcántara^ publicado el año 1609 ^^ Madrid.
Fr. Alonso Barrantes, religioso benedictino, nacido en los
mediados del siglo xvi. Fué hombre de grandes virtudes, orador
eminente, y en 1601 íué nombrado general de la Orden bene-
dictina.
Y D. Alonso Barrantes Maldonado, militar, hermano del
juez eclesiástico de Zalamea, Frey D. Francisco, y como éste
nacido en Alcántara en últimos del siglo xvi. Fué capitán vale-
roso, y algo aficionado á las letras. En elogio del libro que pu-
blicó su referido hermano en 161 7, sobre los milagros del Cris-
to de Zalamea, escribió el siguiente soneto:
cNufto Fernández fué que la barra antes
pasó con que ganó tan gran victoria,
que la tiene por armas y en memoria
el insigne apellido de Barrantes.
Cimaron esta barra más triunfantes
el séptimo Maestre^ que está en gloria ;
de la cruz verde, al mundo tan notoria,
cinco comendadores importantes.
852 C Á C E R E S
Con cuatro capitanes valerosos,
algunos de ellos muertos en la guerra,
de santa vida cuatro religiosos,
el prior de Magasela, el de esta tierra,
y el que escribe milagros tan grandiosos,
manifestando el gran valor que encierra.»
El poeta hace referencia en los primeros cuatro versos al
motete que tanto pregonan los Barrantes, acaso inventado por
Pedro Barrantes y Maldonado, y que dice así:
* *
^Por pasar la barra antes
que los otros navegantes,
Nufto Fernández, valiente,
fué llamado entre la gente
por sobrenombre Barrantes. »
La familia de Roco de Campo-Frío viene en antigüedad, des-
pués de la anterior, á dar lustre á Alcántara. £1 primero de ella
que aparece ñgurando en Extremadura es Fr. Diego Roco de
Campo Frío, nacido en 1569. Estudió en Coria, donde á los 26
años gozaba, fama de orador y de docto teólogo.
Vivió muchos años al lado de su otro hermano fray Juan,
obispo de Badajoz, á quien ayudó en la predicación, durante los
años de 1620 á 1627, recorriendo con él los pueblos del obis-
pado pacense, en su santa visita. Después pasó á Coria, á cuyo
obispado fué trasladado su hermano.
Sigue á éste su hermano Fr. D. Juan, obispo de Badajoz y
más tarde de Coria, nacido en el año de 1575.
El D. Juan profesó en la orden de Alcántara, y desempeñó
varios cargos en el convento, pasando después á ser vicario de
Jerez de los Caballeros, y más tarde obispo de Badajoz, en 161 9,
por haberlo propuesto á Roma el rey D. Felipe IV, ocupando
la vacante que dejara á su muerte D. Pedro Fernández de Zo-
rrilla.
En el año de 1631, vacante el obispado de Coria, en cuyo
seminario había hecho sus estudios este prelado, fué propuesto
C A C E R E S 853
á Roma para aquella sede episcopal, pasando á ella en 1632, y
muriendo á muy luego, en 1640.
Méndez Silva, en su Población general de España^ cita como
de este prelado la siguiente obra: Memorial de la fundación de
yerez cU los Caballeros^ por fray D, yuan Roco de Campo^Frio
(manuscrito).
No sabemos que se haya publicado.
Le sigue su hermano Fr. Ángel, renombrado teólogo y mís-
tico muy conocido en su tiempo, nacido á fínes del siglo xvi.
Fray Ángel estudió en Alcántara la teología, y entró
en claustración huyendo de la vida mundana y muriendo car-
gado en años y bajo el peso de las más severas reglas reli-
giosas.
Y por último, su otro hermano fray Miguel, que como todos
ellos nació en Alcántara y dedicóse desde su juventud á la
Iglesia.
£1 licenciado Arias Quintanadueñas, en su obra Antigüeda-
des y santos de la muy noble villa de Alcántara (Madrid, 1661),
trae la vida de este místico, con las de sus hermanos, así como
las de D. Diego de Oviedo (el Santo)^ fray Juan Cabrera, fray
Antonio de Alcántara y D.* María Perero.
Los datos de Arias Quintanadueñas sobre los Róeos de
Campo-Frío, apenas se refieren más que á su vida religiosa.
Otros hombres célebres ha dado Alcántara, dignos de figu-
rar en esta obra; pero concretándonos á los más principales los
enumeraremos aquí por orden de antigüedad. Son éstos:
Juan Villarroel, capitán muy conocido en América, hermano
del navegante Antonio, y como éste, nacido en 1501.
854 C Á C E R E S
Siendo joven marchó á la conquista del Perú con los Piza-
rros y se asentó en el Potosí, habiendo fundado la Ciudad impe-
rial del Potosí^ de donde fué su primer gobernador, y en la que
desplegó tanta inteligencia para su gobierno, que bien pronto
era una de las ciudades más grandes y ricas de América. Su
intervención en las minas del Cerro le hizo poseedor de una
riqueza fabulosa^ que algunos hacen subir á 500 millones de
reales. Parécenos que en esto puede haber alguna exageración,
pues si bien sabemos que aquellas producían cada año 9,000 ba-
rras de á 1 50 marcos de plata fina y otra cantidad igual para
vasos y alhajas de las iglesias, no creemos que reuniese
500 millones de capital el gobernador Juan Villarroel.
Fr. Domingo de San Pedro Alcántara, escritor místico, naci-
do en fines del siglo xvi, y autor de varios ms. En el Catálogo
de los señores Obispos que han ocupado la silla pontifical de la
ciudad de Plasencia (ms. anónimo que se conserva en la Acade-
mia de la Historia, le. C. 7, fol. 191 al 307), se cita á este escri-
tor, entre los 68 más célebres que contaba aquel Obispado, pero
sin consignar las obras de que fuese autor, ni expresar si habían
sido publicadas.
El P. Antonio Quintana Dueñas, ilustre escritor místico, naci-
do en el siglo xvii. Profesó en la Compañía de Jesús, en la que
hizo progresos admirables en toda clase de estudios históricos
y teológicos, y fué una de las glorias que su orden presenta en
el siglo XVII.
Sus obras impresas son las siguientes :
I .* Santos de la imperial ciudad de Toledo y su arzobis-
pacb. Excelencias de que goza su santa Iglesia^ fiestas que celebra
su ilustrado clero (Madrid, 1651).
2.* Instrucción de ordenantes y ordenados,
3.* Retiro de las conversaciones profanas de monjas.
4.^ Singularia teologice moralis ad septem ecclesioe sacra-
menta; Id ad quinqué prcecepta ecclesice^ necuon at ecclesuisticas
censuras et poenas.
C Á C E R E S 855
5 .* Nombre Santísimo de María^ su excelencia^ significados^
veneración y efectos.
6.* Gloriosos mártires de Osuna, Arcadio^ León^ DoncUo^
Nicéphoro^ Abundancio y nueve compañeros suyos,
7.* Santos de la ciudad de Sevilla y su arzobispado ; fiestas
que su Iglesia celebra (Sevilla, 1637).
Es lástima que este autor, como la mayoría de los de sus
tiempos, se muestre tan crédulo en lo tocante á la vida que des-
cribe de sus santos, fundado en citas falsas de los antiguos cro-
nicones.
D. Jacinto Arias Quintana Dueñas, historiador, nacido en
los principios del siglo xvii. Se educó en Cáceres en los prime-
ros años de su juventud, y estudió en la Universidad de Sala-
manca. Publicó la siguiente obra : Antigüedades y Santos de la
muy noble villa de Alcántara ; dedicare á la misma villa por el
licenciado,., y su hijo y autor, (Madrid, 1661).
No tiene método ni criterio este historiador, pues confunde
lastimosamente la historia civil y sus antigüedades con la de los
Santos, amén de que sus ;ioticias sobre éstos todas son falsas,
como que están tomadas de los antiguos cronicones milagreros,
tan en boga por los tiempos en que escribía sus Antigüedades.
D. Leandro Santibáñez, nacido en 1728. Estudió leyes en
Salamanca y fué muy dado á cultivar las letras. En su casa,
cuando era regidor perpetuo y decano del ayuntamiento alcan-
tarino, se citaban los jóvenes más ilustrados y las personas más
cultas que vivían en Alcántara, para rendir culto á las letras y
á las artes. No se conserva memoria de que publicara Santibáñez
otro libro que el dado á luz en 1779 en Madrid, por Blas Ro-
mán, y que lleva el siguiente epígrafe: Retrato político de Alean-
tara: causas de sus progresos y decadencias., obra muy apreciada
por los eruditos, pero de escasa importancia literaria.
Debió fallecer por los años de 1 796.
Y Fr. Juan de Alcántara, religioso del Monasterio de Gua-
dalupe, nacido en el año de 1740. En el año de 1758 entró en
80 C Á C E R E 8
el convento referido, profesando en el de 1 764 y distinguiéndo-
se por su virtud y mansedumbre. En 1786 estaba de sacristán
mayor, y su nombre ñgura en los inventarios de las alhajas que
se custodiaban en el referido templo, uno de los más ricos de
España.
CAPÍTULO V
Julia Contrasta.— Valentía de Alcáotara.— La actual Valencia de Alcántara.
Sus hijos Ilustres
N el sitio denominado vulgarmente Sex-
mo de Severo, á treinta kilómetros de
Alcántara y á la derecha del río Sever,
aparecen las minas de yuita Contras-
ta, importante municipio romano que al-
gunos autores asientan en Valencia de
:ántara, situada á unos cinco kilómetros
estas preciosas y hasta hoy desconocidas
nas. Los recuerdos de este destruido mu-
nicipio, citado por Plinio y por Strabón, son
bastantes para llamar la atención del erudito y del histo-
riador.
Recorriendo estas ruinas y en los muros de una de las dos
casas de campo, restos de lo que en otro tiempo fué municipio
romano, se ve la siguiente lápida fragmentaría:
858 C Á C E R E S
CILIVS
AN • XXV
H • S • E • T • T
SECVNDA
CILII • F
F • C-
Puede leerse en ella: Cilio.... de edad de veinticinco años,
está aquí sepultado. Séate la tierra leve. Segunda, hija de Cilio,
cuidó de hacer este sepulcro.
Rodean á estas dos solitarias casas una gran porción de
Antas ó capillas votivas á Júpiter tonante, diseminadas por el
campo y en el radio de cuatro kilómetros. Algunos de estos ro-
manos edificios están en pie, destinados á chozas unos y á za-
húrdas otros. Compónense de tres ó cuatro enormes piedras en
forma piramidal, en las cuales se apoya otra que sirve de
techo.
Recorriendo todo el suelo de la Julia Contrasta^ se hallan
restos magníficos de arquitectura, como capiteles, especialmente
corintios, muy acabados; trozos de bellos cornisamentos; mu«
chas columnas mutiladas ; infinidad de suntuosos monolitos y
tres áreas de templos, uno al parecer de Diana, que presenta la
forma de dos paralelas partidas en la parte norte por una línea
horizontal.
El otro templo presenta un área que afecta la forma cua-
drangular.
Parece que en su pórtico tuvo seis columnas y que la nave
central contó diez, formando una paralela.
Diez metros mide el primero en su frente, por 1 6 de profun-
didad, en tanto que el segundo 17 de frente por 15 de profun-
didad. Las columnas de la nave central del segundo de estos
edificios tienen un basamento de 0*90 de diámetro.
En estas ruinas vírgenes, que aún no han sido estudiadas
C Á C E R E S 859
por ningún arqueólogo (i), hemos visto vestigios de un buen
acueducto (del que hablaremos después), muchos zócalos y ba-
sas muy bien labradas; pero como nunca se han hecho explora-
ciones en estas ruinas, no existen de ellas otras noticias que las
que hemos podido recoger, á presencia de los fragmentos que
examinamos en 1886, cuando recorrimos aquel país, convenci-
dos de que no existe en España otro sitio en que los arqueólo-
gos puedan aprovechar mejor el tiempo.
A cinco kilómetros N.N.O. de estos preciosos restos se ven
los de una población arruinada, y más abajo, en la misma orilla
derecha del Sever, en jurisdicción de Herrera, hay casi en pie y
murada otra ciudad evidentemente romana, que las gentes del
país llaman Castello Vello (Castillo Viejo).
¿Serán, acaso, estas dos poblaciones la Aritium-Pretorium
y la Bardum^ que estaban asentadas en la hoy frontera de Por-
tugal? ¿Serán Aquee cdeme y PelaquiíB ^ cuyas memorias geo-
gráficas son hoy desconocidas?
Los habitantes de Herrera se propusieron hacer excavacio-
nes en Castello Vello ^ el afto 1843, ^^ vista de los utensilios do-
mésticos y monedas antiguas que habían encontrado algunos
pastores entre las ruinas, y puestos en movimiento bajo el pie
de un repartimiento igual entre ellos de los tesoros que preten-
dían hallar, emprendieron la obra con gran entusiasmo durante
diez días, encontrando por el muro y descubriendo un pequeño
recinto ó barrio; pero en vista de que no hallaron más que
efectos comunes (casi todos ellos de uso doméstico)', sin llegar
al gran tesoro de oro y piedras preciosas con que habían soña-
do, abandonaron aquellas ruinas que permanecen mudas y silen-
ciosas. No iremos muy lejos en suponer que estas dos poblacio-
nes arruinadas serían dependientes de Julia Contrasta^ porque
no cesa de verse cantería labrada desde ambas á Julia Contras-
(i) Nadie hasta hoy ha hablado de ellas más que Viu, y muy someramente.
(En su Extremadura^ 1. 1, pág. 247.)
86o C Á C E R E S
ta^ en una extensión de lo kilómetros á lo largo sobre la orilla
del río Sever.
Pero es extraño que godos y árabes hayan pasado por estos
tres pueblos arruinados sin restaurarlos. La mano de estos do-
minadores no ha sido puesta sobre estas ruinas, que segura-
mente permanecen así desde mediados del siglo v, cuando con
la caída de Rómulo Augusto, en 475, pereció el poder de Roma
y surgieron las guerras con los invasores del Norte, que destru-
yeron los principales pueblos de la Península.
Cómo surgió, junto á las anteriores ruinas, la ciudad de Va-
lentía (así se llamaba), no lo sabemos. Creemos que el origen
de esta población es anterior á los romanos, si atendemos á su
nombre, que es céltico, y es posible que con los despojos de
los tres pueblos arruinados se engrandeciese Valentía^ nombre
scythicOy que en su etiihología (formada por la contracción de
las voces Balentia^ Entia ó Antia)^ equivale á nuestra voz ad-
jetiva ciudad^ y quiere decir por tanto C¿^dad de Alcántara^
como dependiente que era de esta población en los siglos ante-
riores, al menos desde el siglo xii, en que admitió el adjetivo
de Alcántara, Tiene, pues, Valentía de Alcántara su nombre
deñnido, como lo tienen otras poblaciones que le son homóni-
mas en Extremadura (i).
De la época romana no existen hoy en Valentía más que
dos monumentos: la fuente llamada de la Dehesa, y el famoso
acueducto que trae las aguas á la población, desde la fuente de
San Pedro, á unos seis kilómetros de distancia, venciendo mu-
chas dificultades, salvando barrancos por medio de un puente
de diez y siete grandes arcos y otros veinte más pequeños. Esta
(i) Valencia del Ventoso^ que quiere decir Ciudad del cAire ó délos Vientos;
Valencia de las Torres^ que significa Ciudad de las Torres^ aludiendo á las que
tuvo sobre sus muros (en tiempo de los romanos se llamó Turruptiana)^ y Valen-
cia del Bombuey^ que era antiguamente Ciudad del Monte del Buey^ conservando
su etimología romana del nombre que llevó entre los pueblos lusitanos de Valen-
tice-Boni'Bovis^ como le llamaron á una todos los geógrafos antiguos.
C Á C E R E S 86l
obra es notable por su sencillez y elegancia. La longitud de
toda ella es no metros por unos 25 de elevación. Los arran-
ques de los arcos principales son de pura construcción romana;
lo restante, cien veces restaurado, es posterior. Entre el arco
noveno y décimo, contando por el S. O. se ve una pequeña ins-
cripción en caracteres desconocidos. No son romanos, ni góticos,
ni árabes. Parecen célticos ó iberos, y la confirmación de este
supuesto nuestro sería de suma importancia para la lapigrafía
antigua, aparte de que vendría á confirmar nuestro aserto del
origen de Valeníza, como población céltica ó scythica. Nadie,
hasta el día, ha podido desciñ-ar esta lápida, que el mismo Viu,
que la consultó varias veces, no pudo leer (i) á pesar de su
pericia en este género de trabajos, donde tanto se distinguió
siempre.
II
No sabemos qué relación guarda yulia Contrasta con Va*
lentia. Acaso los fueros, prerrogativas y tradiciones de aquel
municipio romano pasasen al de Valentía, por su próxima ve-
cindad, como pasaron los de Norba-Coesarea á Alcántara, en
los comienzos del siglo 11. Punto es este muy oscuro, que no
puede tratarse con la amplitud deseada.
Sábese sólo que godos y árabes dominaron la ciudad, y que
en tiempos de estos últimos invasores tomó suma importancia
en los fastos lusitanos.
Zeth, el rey de Al-Kárica (Coria) la sitió en el año 863,
(i) «Entre el arco noveno y décimo, empezando á contarlos por el S. O., he-
»mo8 notado una muy rara inscripción en caracteres desconocidos sobre una pie-
Adra destrozada, por lo cual creemos será perteneciente á otro edifício anterior.»
(Extremadura^ 1. 1, pág. 246.)
862 . C A C E R E S
ganándola después de un largo y porñado sitio. En 940 los ca<
balleros de Valentía formaron escuadrones y recorrían la co-
marca contra los cristianos. El rey Alhá-el-Gamí, que á mediados
del siglo XII había ganado á Coria, Cáceres y Alcántara, entró
triunfante en Valentía^ donde residía largas temporadas, en-
grandeciendo esta población como una de las más principales de
su reino.
De esta época son la mayoría de las casas que en la actúa*
lidad existen en Valencia de Alcántara, conservando aún su pri-
mitivo aspecto. Setecientas sesenta y nueve casas hay dentro
del recinto murado de esta población, y de ellas se cuentan dos-
cientas setenta y nueve con portadas uniformes y evidentemente
arábigas, por su arco de ojiva y sus ventanas estrechas y ne-
gruzcas de la dominación sarracena.
El III maestre de Alcántara, D. Ñuño Fernández, que por
muerte del famoso D. Benito Suárez entró á gobernar la orden
en 1 21 7, la conquistó del poder sarraceno cinco años después,
en 1 22 1, para ser posesión de la orden, quien la tuvo en su po-
der hasta 1589, que la enagenó por una cantidad exorbitante.
Su vecindario era muy crecido desde el siglo xiv. En 13 15
contaba 2,600 vecinos, entre ellos 1,100 moriscos y judíos.
En 1500, 1,850 vecinos pecheros, 80 caballeros y 71 eclesiás-
ticos: entre los pecheros había 500 moriscos y judíos. En 1640
contaba 1,550 vecinos pecheros, 74 caballeros y 65 eclesiásti-
cos. En 1720 contó 1,130 vecinos y 60 caballeros con 51 ecle-
siásticos, y por la estadística de 1864 tenía 6,880 habitantes y
contaba I1698 ediñcios habitados, más 324 deshabitados.
Los ejércitos portugueses la han sitiado diferentes veces y
la ocuparon también, causando muchos destrozos en la pobla-
ción, especialmente en 1664, que la ocuparon hasta 1698 (i), y
(i) Caria de D, Joáo de Alhaide dando relagao da entrada que fez nos campos
de Valenfa e S. Vicente, (Bibl. públic. de Évora, est. 37, c. 4, vol. 7.', fol. 146, fe-
chada en Arronches á 19 de Diciembre de 1643.)
C Á C E R E S 863
en 1705 la ocuparon de nuevo hasta 17 15 (i) que la restituye-
ron por la paz. Para ambas ocupaciones precedieron sitio for-
mal, y el incendio y el saqueo coronó el triunto de los portu-
gueses sobre el afligido vecindario de Valencia de Alcántara.
En 1 8 10 se trasladó á esta población, desde Badajoz, y por
disposición del marqués de la Romana, la junta suprema y de-
más autoridades de Extremadura, dejando á Badajoz en buen
estado de defensa para resistir á los franceses.
III
Hoy Valencia de Alcántara es una plaza fuerte de escasa
importancia. Está defendida por una muralla y un castillo. La
primera es de cuatro metros de altura por seis de espesor. Es
de piedra de grano, construida en 1766, á cuenta del vecindario,
por cuyo servicio fué dispensado de las milicias provinciales. El
castillo, reedificado en la misma época sobre las ruinas de otro
antiguo, es de forma irregular. Tiene su torre de homenaje,
puerta de socorro, cisterna y un buen cuartel, pudiendo conte-
ner hasta 400 defensores; pero no domina más que una parte
de la población. Tiene la muralla tres puertas denominadas de
Alcántara, Huertas y San Francisco, con sus respectivos rebe-
llines, dando paso al interior de la villa, que cuenta un diámetro
de N. á S. (puerta de San Francisco á la de Alcántara), de 450
(i) ReloQao da expugna^ao da pra^a de Valema de Alcántara^ ganhada por
asalto pelo exercito da provincia do Alenieio, é de cómo /oi destruida d villa da
Sar^a pelo da Beira, Publicada em 14 de Afaio. (Lisboa, 1705.)
Noticia (última) da expugnagao da Praga de Valema de Alcántara^ é relavao da
de Alburquerque^ rendida con capitula^oes^ pelo exercito da provincia do Alentexo,
governado pelo conde das Galveas Diniz de Mello de Castro ^ dos Conselhos de Estado
é Guerra, Publicado em 5 de Junho. (Lisboa 1705.)
8b4 C Á C E R E s
metros, y de E. á O. (desde el castillo á la puerta de las Huer-
tas), de 316.
El conjunto de la población no deja de ser agradable. Sus
casas blanqueadas, sus calles y plazas alegres, y sus ediñcios
públicos bien conservados, hacen que esta plaza sea una de las
más principales que cuenta Extremadura.
La casa consistorial es de la segunda mitad del siglo xvi.
Se mandó levantar en tiempos de Felipe II. Es de aspecto mo-
numental, con un soportal de 24 metros de longitud y 2*50 de
latitud, sostenido por 10 magníficas columnas de granito, todas
de una sola pieza y de 3*50 metros de caña.
La parroquial de Nuestra Señora de Roque* Amador, situada
en el castillo, es un templo antiguo, de trazado imperfecto. Aneja
á esta parroquial estuvo siempre la aldea del Pino. Su párroco
tiene el título de arcipreste, que fué siempre una dignidad de la
orden de Alcántara. Este edificio es obra del siglo xiv. Su cons-
trucción es árabe.
La otra parroquial, la Encarnación, está en el centro de la
villa, y tiene una portada árabe de muy buen gusto.
En 1664, con ocasión de la guerra de Portugal, se quemó
otra parroquial, la de Santiago, que quedó destruida á muy
luego, como lo estarán muy pronto los conventos de San Fran-
cisco y el de monjas clarisas, ambos suprimidos cuando la ex-
claustración. La portada de este monasterio es un verdadero
monumento artístico, de muy ajustado y bello orden corintio,
obra del siglo xvi.
Hemos dicho que Valencia de Alcántara era arcipreztazgo
de la orden de Alcántara. Lo fué desde el siglo xv.
También es cabeza del partido judicial de su propio nombre,
comprendiendo los ayuntamientos siguientes : Carbajo, Cedillo,
Herrera de Alcántara, Herreruela, Membrío, Pino de Valencia,
Salorino, Santiago el Carbajo y Valencia de Alcántara, con una
población de 15,800 almas.
C Á C E R E S 865
IV
En esta villa han nacido algunos hombres ilustres^ y entre
éstos los más principales son :
Fr. Martín de Valencia, teólogo y orador sagrado, nacido en
1480. Estudió teología en Coria y en 1504 tomaba el hábito de
San Francisco, siendo, desde su juventud, modelo de santidad
por su unción evangélica y amor á las prácticas cristianas.
En las primeras expediciones á la América, marchó para
ejercer entre los indios el apostolado. Siguió á Pizarro por todas
sus conquistas en el reino de Méjico, y pasó después á la Nueva
España, siendo el primer apóstol evangélico en este país, donde
murió querido de todos y bendecido por los indios.
Juan Delgado de Valencia, navegante y capitán famoso en
América, nacido en 1496. En 1533, cuando las tropas de Piza-
rro asaltaron el palacio de los Incas, en Méjico, Delgado de
Valencia, con Pizarro, Orellana y Velázquez, fué de los que más
cruelmente trataron al rey Atahuallpa, repartiendo sus tesoros
entre los codiciosos aventureros, que convirtieron todo lo de los
Incas en botín de guerra. Nunca disculpará la historia las esce-
nas vandálicas que por entonces se hicieron por nuestras tropas
en presencia y aun con aplauso del P. Vicente Valverde.
V. P. Pedro de Melgar, religioso místico nacido en los me-
diados del siglo XVI. Siendo bien joven entró en la familia fran-
ciscana, y á los 26 años vistió la cogulla para honra de la orden,
al decir de las crónicas de la misma, en cuyo sentir falleeió en
opinión de santidad.
D. Francisco Chumacero, político eminente, nacido en el
año de 1556, del noble hidalgo D. León Páez Chumacero. Fué
en sus primeros tiempos militar, pero trocó bien pronto esta
109
866 c A c E R E s
carrera por la civil, en el ramo administrativo, llegando al alto
puesto de Visitador general del Consejo de la Real Hacienda.
En últimos del siglo xvi el Rey le nombró de su Consejo y
Real Cámara. Estando visitando la Real Hacienda en los reinos
de Andalucía, hubo de casarse en Málaga con doña Catalina Ca-
rrillo de la Vega-Lasso, de la noble familia de estos apellidos,
de quien tuvo á D. Juan Chumacero y Carrillo, embajador de
Felipe III en Roma, en tiempos del papa Urbano VIII, conocido
por el cardenal Barberini,
Excmo. Sr. D. Juan Chumacero Sotomayor y Carrillo, pri-
mer conde de Guaro, nacido en 1588, hijo del anterior.
En 1 604, pasó Juan Chumacero á Salamanca, en cuya Uni-
versidad hizo sus estudios literarios, como colegial mayor del
arzobispado, recibiéndose de doctor en Leyes á los 23 años,
esto es, en 161 1, en cuya época vivía en Madrid con su padre,
que servía en el Consejo Real y en la Cámara de S. M.
El D. Juan Chumacero entró á prestar sus servicios en la
Secretaría del ministerio de Estado, que había sido creada
en 1529 por Carlos V, organizando su archivo con los papeles
que despachara el rey, informados por los Consejos, cuyos dic-
támenes originales custodian los expedientes.
Por la época en que servía este destino, que era la de 1628
á 1632, escribió, en colaboración con Pimentel, ilustre obispo de
Córdoba, la siguiente obra : Memorial dado por Z?. Juan Chu^
macero y Carrillo y D, Fr, Domingo Pimentel^ Obispo de Cor-
doba^ á Urbano VIII^ año de lójj^ la Respuesta de Mr. Ma-
raldi y Satisfacción á la Respuesta (S. 1. ni a.)
En 1633 fué nombrado por D. Felipe IV embajador de
España en Roma cerca de S. S. el papa Urbano VIII, poco
antes de la muerte de éste, y con su sucesor, Inocencio X, con-
servó grandes relaciones.
En 1 646 vino de Roma á ocupar la presidencia del Consejo
de Castilla, en cuyo cargo continuó hasta su muerte.
Fundó mayorazgo para su hijo Alonso en 1657, en Madrid,
C A C E R E S 867
ante Francisco Suárez, escribano del rey, muriendo á bien poco,
cargado de honores y de años.
Su Memorial es una obra notable, pues con gran energía
atacaba los abusos de la Nunciatura en Madrid y los excesos
cometidos en España por la corte romana.
En 8 de Setiembre de 1648, D. Felipe IV le nombró conde
de Guaro.
Fué testamentario de la reina D.^ Isabel de Borbón, primera
consorte de Felipe IV, mereciendo grandes favores de este mo-
narca como cuenta Moreri en su Diccionario (letra C, folio 1 20),
y D. Blas García en su Ley de Sucesión,
A los títulos que gozó en vida este Chumacero, hay que
agregar el de alcaide de Miajadas.
Su título de Conde pasó en el siglo xviii al condado de
Castroponce.
Al licenciado D. Diego López, afamado escritor humanista,
nacido en la segunda mitad del siglo xvi. Estudió en Salaman-
ca y fué uno de los latinistas más famosos de su época. Escri-
bió muchas y buenas obras, algunas de las cuales no se han pu-
blicado. Conocemos de él las siguientes :
I.* Aulo Persio Flcuco^ traducido en lengua castellana,,,
con declaraciófi magistral (Burgos, 1609).
2.* Comento en defensa del libro IV.,. del Arte Gramática
de Nebrija (Salamanca, 16 10).
3.* Licentiato D. F, Carrillo Ckumacero Regio Consiliario
un Foro regio VcUlesoletano Didacus López saluten plurim^m
vitamque exoplat (s. a. ni 1. de i., pero seguramente en el
de 1617).
Esta obra, que se compone de 16 páginas, en versos lati-
nos, describiendo con elegancia la villa de Valencia de Alcánta-
ra, asegura el señor Barranta y Moreno que ha sido traducida
al castellano por D. Felipe de León Guerra. No conocemos esta
traducción que dudamos se haya hecho.
4.* La^ obras de Publio Virgilio Marón en lengua caste-
868 C Á C E R E s
— ■ - ■ ■ ■ II ■ I ■■ ■ y ■^ » I - ■ »i ■ .1 ■■■■■■■ — . ■ I ■■ ■
llana^ con comentarios (Valladolid, 1620: Lisboa, 1627: Valen-
cia, 1 721).
5.* Los ntieve libros de los Exemplos y virtudes morales
de Valerio Máximo ^ traducidas y comentados (Sevilla, 1631:
otra Ídem, en 1632).
6.* Declaración magistrcU sobre los emblemas de Andrés
AlcitOf con todas las historias^ antigüedades^ moralidad^ etc.
(Valencia, 1684).
7.* Declaración magistral sobre las sátiras de yuvenal y
Persio^ principales de los poetan satíricos (Madrid, 1692).
El escritor D. Diego fué muy fecundo y figuró mucho en
sus tiempos.
CAPITULO VI
La «Ambracia Vettonia» no fué Plasencia.
Fundación de esta ciudad y su escudo de armas. — Panorama artístico
que presenta desde el exterior. — La catedral de Plasencia y sus obispos.
La obra escultural del Coro
I
ARA ir á Plasencia, desde Valencia de Alcántara,
se hace el viaje con gran comodidad por la vía
férrea, pasando por Herreruela, que se ve asen-
tada en una ancha hondonada; la Aliseda, que
asoma en las faldas de la sierra del Algibe, y que los ro-
manos fundaron con el nombre de IsaUecus^ según Pto-
lomeo, aunque otros autores la llaman SalUecus; el
Arroyo de Malpartida, que apenas si moja el suelo que
recorre en busca del Tajo; el Casar, mísera aldehuela,
de pobre aspecto; Cañaveral, del que hablamos en nues-
tra expedición á Coria; y Mirabel, población romana, engran-
decida en 1 1 86 por D. Alfonso IX, reconquistada por D. Fer-
nando III y uno de los pueblos más importantes del señorío de
D. Luís de Zúñiga, que se tituló en tiempo de Carlos V mar-
870 C A C E R E S
qués de Mirabel. Unos 21 hilómetros después de esta villa apa-
rece Plasencia, la bella, la ñorida Dulcís Plácida^ como la lla-
man algunos geógrafos antiguos, á nuestro entender con poco
fundamento, ó la Ambracia Vettona^ como la denominan otros,
con menos razón aún. Ptolomeo cita á Plasencia en sus Tablas,
por el nombre de Deóbriga Vettona^ pero está probado que
esta ciudad corresponde con la actual Béjar, de Salamanca.
En las inmediaciones de Plasencia se encontró una piedra
que estuvo colocada en una casa de la calle del Rey, con la si-
guiente inscripción:
PAGVS. AMBACENSIS.
Esto es: aldea Ambracense, que debió ser algún lugarejo
próximo á la Ambracia de los Vettones^ acaso arrabal ó barrio
extramuros suyo.
Á tres kilómetros de Plasencia está la iglesia de Nuestra
Señora del Puerto, donde existe otra piedra, traída de Cápparra,
con la siguiente inscripción:
SALTVS AMBRACENSIS.
que es lugar de montes ó de pastos de la Ambracia^ y am-
bas inscripciones coinciden con el nombre de Ambroz que lleva
el río que corre cerca de estos sitios, y que los romanos deno-
minaron F lumen Ambracia^ ó lo que es igual, río de Ambrcuia^
que llaman Ambraca algunos, ó Amba otros; pero la Ambraca
es variante de Ambracia^ y Amba el nombre de una población
de la Hética, que nada tuvo de común con Plasencia, aunque
otra cosa diga Fr. A. Fernández, discurriendo sobre el origen y
nombre primitivo de esta ciudad, con largas disquisiciones, en su
Historia y anales de la ciudad y obispado de Plasencia (Ma-
drid, 1627), libro que han seguido Moreno de Vargas, Sando-
val, Acuña, Tamayo de Salazar, Ramírez de Prado, y los im-
C Á C E R E S 871 '
prescindibles Fr. Vivas y Fr. Román de la Higuera, que no
podían faltar entre los primeros, en esto de admitir todo lo más
absurdo de la fábula (i).
Plinio cita á los Axabracenses como habitantes de una región
de la Lusitania, y sin otro razonamiento Fr. A. Fernández dice
que el sabio naturalista se quiso referir á los Ambracenses^ y
por ende á los hijos de Plasencia, ni más ni menos que si los
Axabracenses fuesen Ambracenses y la Ambrosia Plasencia.
Hay opiniones en favor de que Malpartida de Plasencia fue-
se Ambracia: la hay también de que lo fué Aldeanueva del Ca-
mino, situada á 30 kilómetros NNO. de Plasencia. Esta opinión
la encontramos justificada con pruebas irrevocables. En Aldea-
nueva se ven trozos de columnas, fustes, basamentos, inscrip-
ciones, monedas de la República y del Imperio, y cuatro puen-
tes de sillería cortada á 405 metros de la población. Por otra
parte, las dos vías romanas que pasan inmediatas á la villa, y
el río denominado Flumen Ambracice^ que baña su comarca,
son indicios bastantes á dar asiento sobre Aldeanueva á la an-
tigua Ambracia Vetiona.
(i) Dice Fr. A. Fernández, que Plasencia es Ambracia, fundada por una colo-
nia griega de Macedonia y Ambracia, con el nombre de aquella otra ciudad del
Epiro mencionada por Ovidio, Estrabón y Ptolomeo; al igual que nuestros antepa-
sados al descubrir allende los mares nuevos territorios, dieron á los pueblos que
fundaran nombres que recordaban aquellos otros que los vieron nacer. Fr. A. Fer-
nández dando á Plasencia una antigüedad que no tiene, hace esfuerzos de imagi-
nación, sin razón alguna en qué apoyar sus débiles fundamentos.
Según él, colonias griegas venidas á este apartado sitio, lejos por otra parte de
los mares orientales, fundaron una gran ciudad á la que pusieron el nombre de
Ambracia, y asegura que una torre que en la Fortaleza existía, se llamaba de Am-
broz, «del nombre de un moro así llamado según la tradición.» Pero aun admitien-
do este origen fabuloso, esta torre no podía deber el nombre á tal origen, porque
la torre fué mucho más antigua que este moro y todos los mahometanos que vi-
nieron á España, y el vocablo Ambroz es para él una corrupción del de Ambracia,
y la torre debió antes llamarse de Ambracia,
Los griegos fundaron poblaciones en la Península Ibérica, sobre todo en su li-
toral del E.; pero éstas fueron menos en el interior y al O. y no es razón que prue-
be la fundación de una ciudad por los griegos, en el sitio hoy ocupado por Plasen-
cia, la de que hubiera en otras partes poblaciones fundadas por ellos. Aquí lo
necesario era probar que la población llamada Ambracia fuese hechura suya, y
además que sea esta ciudad Plasencia y no otra.
872 C Á C E R E S
A Plasencia la baña el río Jertc; no se conocen dentro de
ella restos de población griega ni romana : las inscripciones y
lápidas del marqués de Mirabel y de los Vargas, como los res-
tos romanos que recogiera el canónigo Frabugo y Belluga, en
el siglo anterior, fueron traídas de Cápparra unas, y de la
Oliva (Otovesia)^ otras, y finalmente, las lápidas Pagus Ambra-
censis y Saltus AmbracensiSy de que hablamos anteriormente,
se refieren á pequeñas poblaciones pertenecientes á la jurisdic-
ción de Ambracia^ y distintas, por tanto, de esta ciudad.
II
El lugar, pues, de Ambroz fué indudablemente origen de la
población de Plasencia, en el siglo xii, como se prueba por el
privilegio dado en 1 180 por D. Alfonso VIII (después de ganar
á los infieles dicha villa de Ambroz) y fechado en 8 de Marzo
de 1227 (i), que comienza diciendo: Quanto largtus Jides...^ y
reproducido en el de confirmación de D. Alfonso el Sabio, era
de 1273, dado en Segovia á 18 de Junio, y en el que se dice:
€,,,ad honor etn Deiy in loco qui antiqmtus vocabatur Ambroz
urbem edifico y cuyo PlcLcenciat vt deo Placeat et Hominibus
nomen imposuit...^ Por estas palabras se deduce que no el lugar
de Ambracta^ como suponen algunos, sino en el pequeño (in loco)
Ambroz, se fundó Plasencia (2). Fr. A. Fernández, incurriendo
en gran contradicción, es de este parecer; pues en el cap. III de
(i) Año de I [89 de nuestra era.
(2) Tamayo de Salazar, en la Vida de San Epi/anio, págs. 18371 84, reproduce
parte de este privilegio en estos términos: Ego Adefonsus DeiGraiice^ Rex Castillx
et Toleti, una cum Uxore mea Eleonora Regina^ et filiabus meis inf antis Berengaria
et Urraca^ ad honorem Dei in loco qui antiguitus vocabatur Ambroz, Urbem oedifici,
cui Placentia (ut Deo placeat) nomem imposuit,,.
C Á C E R E S 873
SU Historia y anales de esta ciudad^ dice textualmente: c Edificó
f también (Alfonso VIII) esta ciudad de Plasencia en la parte de
»la provincia de Lusitania que los antiguos llamaron Vettonia y
f otros Extremadura^ habiendo ganado á los moros el lugar de
^Ambroz;^ afirmación que había ya hecho el docto P. Mariana,
con más autoridad acaso que el historiador placentino, y en tér-
minos también más precisos que éste significando que Ambroz
era un lugarejo (pagus)^ como en la inscripción anteriormente
citada se indica (i). Sábese que cuando en 1 198 se hicieron las
murallas de Plasencia, se edificó en un extremo de ellas una
torre ó fortaleza que dominaba la comarca, y se le dio el nom-
bre de Torre de Ambroz^ acaso porque ocupara el lugar princi-
pal del pequeño pueblo al que robó su nombre, perteneciente de
antiguo al obispado de Avila, como dice Fr. L. de Ariza cuando
afirma c que la población que había en Plasencia Junto á una
» torre qué ahora está en la Fortaleza y se llama la Torre de
> AmbroZy por los años de iioi pertenecía al obispado de Avila^
>y el pontífice Lucio III comisionó á los obispos de Salamanca
>y Zamora para que compeliesen á los vecinos que obedeciesen
>como á su prelado al Obispo de Avila (2).» Y Matías Gil, dis-
curriendo sobre la fundación de Plasencia, dice (3) que «D. Al-
yfonso. Rey de Castilla, llegando á la mayor edad, se encarga
»el primero de tomar sobre sí este cuidado (el de proseguir la
> conquista). Pone sitio y gana la ciudad de Cuenca en el año
>de 1 177; dilata con ésta los términos de su dominio, y en el
>año siguiente de 11 78, en las fronteras de su reino, y donde
f había una Aldea llamada Ambroz^ que pertenecía al obispado
»de Avila, empieza á edificar la ciudad... con el significativo
(i) En 8u Historia general de España, al c. XIV, dice : Placentice urbi, in regui
finibus constitua et Episcopi jure ilustrata^ ubi pagus antea erat Ambrocius no-
mine, quod nomem Placentice apellacione mutarepiacuit, homini causa cuasi Domini
et hominibus piaciture et ex regionis amenitate,..
(3) Historia de Ávila^ parte I, fol. 8.
(-?) En su libro Las Siete Centurias de la Ciudad de D. Alfonso VIH, pág. 16.
IXO
874 C Á C E R E S
» nombre de Plasencia que le dio su fundador...» Probado que-
da, con el testimonio de los autores más autorizados, que Pla-
sencia se fundó en fines del siglo xii y no en las épocas fabulo-
sas de los colonos griegos venidos de Macedonia y la Ambracia,
como emigrantes que eran de la ciudad llamada Calcedonia. Si
alguna duda pudiese aún caber sobre nuestra afirmación, ahí
está el fuero de D. Alfonso VIII, inserto en otro de D. Alfonso
el Sabio (i), que autoriza cuanto decimos sobre el particular.
(i) Helo aquí : «....Cuanto mas se propaga la fe y se aumenta la Heligion Cris-
tiana, mas gloria recibe la Magestad del cielo por la invocación de su divino
nombre, y mas patente se hace á los fíeles aquello que les está prometido ; por lo
que es obra piadosa y conveniente para la salud de las almas, construir ciudades
en estos lugares que confinan con las regiones de los paganos, plantar agregacio-
nes de cristianos, que sean un obstáculo á la maldad de los infieles, y alabanza y
gloria del Creador; por lo cual Vo, Alfonso, por la gracia de Dios, Rey de Castilla
y de Toledo, en unión con mi esposa Leonor, Reina, y con mis hijas las Infantas
Berenguela y Urraca, para honor de Dios, en el lugar que antiguamente se llamó
de Ambroz, edifiqué la ciudad á laque impuse el nombre de Placbncia utplaceat
Deo et hominibus, para que agrade á dios y á los hombres ; y á esta, y á su Con-
cejo presente y futuro, y á sus hijos y descendientes de estos, asigno, dono y con-
cedo términos, por las metas y mojones inclusos, que indico en torno de la ciudad,
designados en la forma que prescribo, y divididos con los montes, aguas y fuen-
tes, con todas sus direcciones y pertenencias, para que tengan aquellos términos
desiertos ó poblados, de la manera que mejor les convenga, ya sea para pastos, ya
para destinarlos á la agricultura, >; de ellos y en ellos hagan lo que quieran. En las
partes que están mas allá del Tietar sean sus términos, por la parte del Tajo el
mismo rio según se cruza por el vado de Alarza, siguiendo luego el camino recto
á Cabeza mayor de la Pedernasola. Desde Pedernasola en derechura á Piedrahita,
desde Piedrahita pasando via recta por las Cabezas de Terrazas hasta el rio Tietar,
y mas allá del Tietar á la garganta de Chiellar. Desde la garganta de Chiellar, por
la carrera recta que va á lo alto del Valle de Vellido, y por el Valle de Vellido
incluso según se va luego en derechura á la Cabeza de D. Pedrolo, é inclusa la
Cabeza de D. Pedrolo según entra el camino en el rio Tormes, y comprendido el
Tormes hasta el arroyo de la Muía, que entra en el mismo rio, y luego el arroyo de
la Muía arriba según va á lo alto de Falgosin, y desde Falgosin según se marcha
hasta la Calzada de Guinea {a). Mas allá del Tajo por el supradicho vado de Alar-
za; y según sale el camino del vado, camino recto al puerto de Ibor; y además el
Castillo de Albalat con su término, que es según caen las aguas hacia el Castillo
de todas aquellas partes. Mas allá del Tajo, desde el puerto de Ibor, según se va
rectamente al rio que se llama /vlmont, y desde Almont incluso según cae el rio
Gebla en el Almont ; y el rio Gebla arriba según corre á Tamujas, derecho luego
á Cafránt de Montanchez, al campo de Lucena y á la Sierra de San Pedro ; y desde
estos términos en adelante cuanto pudieren adquirir los Placentinos, Y dentro de las
dichas metas os concedo la aldea de Monsfrac, no obstante que yo tenga el casti-
{a) La yia'Laia, 6 calzada romana.
C Á C E R E S 875
Pero á la vez que el Fuero de fundación, dio también el octavo
Alfonso un sabio Fuero Municipal, que no sirvió solamente para
la fundación de Plasencia, como han creído muchos autores,
porque merced á él la ciudad se pobló en muy poco tiempo de
pecheros y gentes nobles, y en sus disposiciones, tanto legisla-
tivas como administrativas, se daban garantías á los poblado-
res, y se concedía á su Concejo un derecho, á par que se le
imponía la obligación de levantar fuerzas, que, acaudilladas por
sus magistrados, en unión de los obispos, aumentaban las hues-
tes del monarca. Los Concejos de entonces alzaban sus pendo-
nes, defendían las murallas y el territorio de su población,
hacían correrías en el campo de los agarenos, y protegían los
privilegios é inmunidades de la municipalidad contra los ataques
todos de los magnates.
Fundó, pues, Alfonso VIII á Plasencia, dándole fueros y pri-
vilegios que, íntegros, confirmados por D. Fernando IV, en el
año 1335 (i), se conservan en el archivo municipal, á través de
las vicisitudes de seis siglos. Pero hizo más el octavo Alfonso
lio. Y esta mi donación con sus términos fijados permanezca estable y persevere
inviolable. Mas si alguno presumiere ó intentase romper, infringir ó disminuir en
algo esta mi donación, incurra de lleno en la ira de Dios Omnipotente; y si traidor
la violare sufra las eternas penas, pague para nuestra parte Real mil libras de oro
purísimo (a), y os resarza duplicado el daño que os infiriere en los supradichos
términos. Hecho en Flacencia, Era de 1227 (b), á los 2 ^ de Marzo, segundo año
después que el Serenísimo Alfonso Rey de Castilla y de Toledo armó Caballero á
Alfonso Rey de León, y el mismo Alfonso Rey de León rindió ^/ei7o homenaje al
dicho Alfonso Rey de Castilla y de Toledo, y el mismo ya repetido Alfonso Ilustre
Rey de Castilla y de Toledo armó también Caballero al hijo del Emperador de los
romanos, llamado Conrado, y le dio por muger á su hija Berenguela. Y yo Alfon-
so, reinante en Castilla y en Toledo, esta Carta con mi propia mano firmo y corro-
boro (c).»
(i) De nuestra era 1297.
{aj "La Ltóra era una moneda imaginaria que tuvo diferentes valores. La catalana ó barcelonesa venia á
▼aler unos xo y medio reales de nuestra moneda ; la valenciana 15 reales, y hubo libra que valía xa onxas de
oro, ó fuese equivalente hoy á la cantidad de 3,840 reales. No podemos consignar con exactitud el valonde
estas mil lióras dg oro /urtsima impuestas de pena al que infringiese esta donación.
{&) Año de 1x98 de nuestra era.
{c) En 18 de Junio de 1373.
876 C A C E R E 8
por Plasencia: le concedió el uso de un escudo de armas, que sir-
vió también para señalar su pendón municipal.
Consisten éstas en plateado escudo, en cuyo centro campea
un castillo maxonado ; á su izquierda un pino, y á la derecha un
castaño, ambos árboles arrancados, porque tienen sus rafees
descubiertas: orla el escudo la siguiente divisa, empresa ó mote
tomado del privilegio fundacional: placeat deo et hominibus
(Para que agrade d Dios y á los honores).
Estas, pues, son las ar-
mas que dio el rey D. Alfon-
so VIII á Plasencia. £1 Ayun-
tamiento usa hoy mismo su
primitivo sello con escudo de
armas para timbrar los docu-
mentos oficiales, cuyo escu-
do heráldico pasamos á expli-
car.
La plata sígnifíca en la
heráldica, entre otras, la vir-
tud de la pureza, limpieza é
ESCUDO DE ABMA8 DE PLASBNCA íntCgridad.
El castillo es gerogHfico
de grandeza, elevación, asilo y salvaguardia.
Los dos árboles de los costados simbolizan la lealtad y fide-
lidad.
El pino es alegoría á la firmeza, y representa la perseve-
rancia.
■Y el castaño significa la fertilidad.
Descifran los cronistas antiguos estos caracteres distintivos
del escudo dicho, diciendo:
Placencia poblada por caballeros íntegros, limpios y puros,
SERÁ UN ASILO y SALVAGUARDIA DE CaSTILLa; SERA FIEL CON PERSEVE-
RANCIA, Y POR SUS VIRTUDES Y POR SU FERTILIDAD AGRADARÁ A DiOS Y
k LOS HOMBRES.
C A C E R E S 877
Con estos recuerdos históricos nos aproximábamos á Piasen-
cía, al romper sus rayos et sol, en un^ mañana de primavera
de 1885. Et panorama que ofrecía la ciudad, mirada á larga dis-
tancia, era encantador. Veíamos de tejos un alto acueducto,
obra del siglo xiv; más allá un hermoso puente; en distancia
más lejana los torreones y cubos del amurallamiento, obra del
siglo xii; detrás las torres del consistorio municipal, construc-
ción del siglo XV; y en el centro de tantos recuerdos antiguos
un lujoso coronamiento de capiteles y remates calados, obra de
los mejores tiempos del Renacimiento. Era la catedral, ediñcio
sin terminar aún, grande por su forma, suntuoso por su trazado.
878 C A C E R E S
y en el que todo es bueno, desde los basamentos hasta los re-
mates, desde los interiores hasta las agujas.
£1 efecto que producían los rayos blanquecinos del naciente
astro sobre aquellas piedras ennegrecidas por la acción del
tiempo; las sombras proyectadas entre los torreones; las alme-
nas, los capiteles y las agujas caladas ; el silencio que reinaba
en la campiña, todo parecía indicar que nos acercábamos á una
ciudad misteriosa, á una ciudad deshabitada, á un pueblo de
muertos, donde no habíamos de encontrar más que edificios ce-
rrados, calles tortuosas y desiertas, y palacios arruinados.
Plasencía, fundada en 1 1 78 por el rey D. Alfonso VIII, es
una hermosa matrona que camina á su decrepitud, y muestra
orgullosa sus antiguas grandezas á los que se acercan á con-
templarla.
Todavía conserva, en parte, algunos trozos muy principales
de los muros levantados á fines del siglo xil Sus altos torreo-
nes, llamados por el vulgo cubos^ aparecen construidos después
de la muralla, á la que están adosados sin enlace ni trabazón
alguna, como se ha visto al derribar los que han desaparecido.
El último de éstos, el que estaba flanqueando la Puerta del Sol^
nos manifiesta esta verdad. £1 estar sólo adosados, puede indi-
car que se construyeron después, no llevando enlace con el resto
del muro, para impedir que, batida la torre, se aportillase la
muralla, pues con este sistema de construcción bien podía caer
la torre, apareciendo incólume el muro para mejor resistir la
defensa.
Parece que estos muros fueron levantados por la familia de
los Paniaguas^ apellido ilustre que tres hermanos, venidos del
reino de León, llevaban; señores del valle de Cimanes y de la
villa de Villonarte (de donde eran naturales), que fueron de los
primeros pobladores que vinieron á esta ciudad, llamado uno de
ellos Ñuño Fernández Paniagua, de donde procede por varonía
la casa del marquesado de Santa Cruz. El escudo de armas de
estos caballeros, que se ve puesto en la muralla, en el cuerpo
88o C Á C E R E S
de ella, de piedra firmísima, indica que estas armas se colocaron
allí cuando se construyó la muralla, en los años de 1 1987 1 199,
inmediatamente después que la reconquistaron de los moros,
cuando la tomó Abentjucef, á los diez y siete años de su funda-
ción, esto es, en 1 196.
De aquí se deduce que los Paniaguas fueron los primeros
vecinos de esta ciudad, y tenían el gobierno de ella, porque nin-
gunas otras armas se hallan en el muro hasta trescientos años
después, cuando fijaron los Carvajales las suyas en la puerta de
TrujÜlo, por la gran parte que tuvieron en la reducción de Pía-
sencia á la corona real, y porque entró por allí la gente que
trajeron consigo.
Las armas de los Paniaguas están en el primer lienzo del
muro á la Puerta del Sol y á la izquierda, enfrente del Hospital
de la Cruz 6 San Roque^ por cima del tejado de la primera casa,
muy cerca del ángulo formado por el muro y el cubo. Allí se ve
denegrido por los siglos ese escudo nobiliario, acaso de los pri-
meros que registra la historia heráldica en Extremadura, pues
se remonta á fines del siglo xii. Todavía recuerdan á estos Pa-
niaguas la dehesa llamada Torre de Paniagua^ que en el repar-
timiento de estas tierras les tocó, y el apellido que aún llevan
familias de Plasencia.
Con esta ancha línea murada que levantaron los Paniaguas,
y las 78 torres mencionadas, que se construyeron después,
en 1 201, va unida la obra del Alcázar, llamado vulgarmente el
Castillo, que es de la época de las torres, y viene á completar
las obras de defensa de la ciudad, en principios del siglo xiii.
Aunque en ruinas, puede examinarse esta obra que es perfecta
y de fábrica tan sólida que es lo mejor que de sus tiempos se
conserva en Extremadura.
Este Alcázar se levantaba en la parte más eminente, al N. de
la ciudad, defendido por el interior ó lado de la población, con
su ancho foso, que aún se distingue. Este foso se llenaba de
agua sobrante de los aljibes por conductos de los que aún se
C Á C E R E S 88l
ven restos en la izquierda del muro, hacia la Puerta de San An-
tón^ y otros que se han descubierto posteriormente. Un puente
levadizo daba paso á la entrada del castillo, defendida por los
dos tambores ó cubos pequeños que hoy se conservan, con tres
saeteros cada uno. Delante de este Alcázar había una gran pla-
za llamada de los Llanos^ á manera de campo de guerra, for-
mando una gran esplanada que tenía por objeto evitar todo
ataque de sorpresa por la parte de la población. Este campo
raso se tendía en su latitud desde el Alcázar hasta la línea de
casas de la población, como hoy mismo puede verse; y en su
longitud desde el muro de la derecha, bajando del castillo, has-
ta la calle de la Cerca.
En esa eminencia de la población, terreno franco y abierto
á la defensa, no se levantaban más edificios que el Alcázar y la
Catedral primitiva, caracterizando ambos edificios su época: el
uno representaba la fe, el otro la fortaleza: el uno simbolizaba
el honor, el otro la religión.
Plasencia aprisionada dentro de estos muros, defendida por
su Castillo ó Alcázar, bañada por las aguas del Jerte, en íntima
vecindad con sus barrios de Santa Elena, San Miguel y San
Juan, con sus huertos frondosos y su campiña amena, ofrece un
panorama sorprendente que nos recuerda sus mejores tiempos.
IV
Hemos citado ya la catedral y obispos de Plasencia. Impor-
tante es la historia de una y de otros, que se remonta á los orí-
genes de la ciudad de D. Alfonso VIII.
Poblada la ciudad por las gentes que trajo este monarca, y
á muy luego de darla nombre, privilegios y armas, pidió á Roma
que se erigiese en sede, para su mayor engrandecimiento y es-
XZI
882 C Á C E R E S
plendor de la monarquía, accediendo á ello el papa Clemen-
te III, que dio bula de fundación del obispado placentino
en 1 189 (i), ocupando en 1 190 la silla episcopal D. Bricio, que
falleció 2 1 años después, en 1 2 1 1 , para que ocupase su vacante
el famoso bejarano D. Domingo, que supo trocar el báculo por
la lanza, y acudía lo mismo al campo de batalla que á las festi-
vidades de la Iglesia. En la batalla de las Navas de Tolosa^
como en la conquista de Cáceres y Trujillo, aparece este prela-
do al lado del monarca mandando el Concejo de Plasencia, que
fué el que decidió el triunfo de las Navas^ pues cuando la victo-
ria parecía decidirse por los árabes, D. Alfonso VIII, movido
juntamente del peligro y de la afrenta que amenazaba se quería
meter por lo más espeso de los enemigos, entonces le detuvo
el arzobispo D. Rodrigo Jiménez de Rada, que estaba á su lado,
se adelantó el postrer escuadrón que estaba de reserva, com-
puesto de los canónigos y caballeros de Plasencia, y por su es-
fuerzo, y el de los demás, que reanimados con este ejemplo
(i) «Clemente, Obispo siervo de los siervos de Dios: Carísimo hijo en Cristo,
Ilustre Rey de Castilla Alfonso, Salud y Apostólica bendición, etc., etc.
«Entonces cumplimos conforme al beneplácito de Dios, cuando procuramos con
todas nuestras fuerzas levantar el corazón de los Príncipes, para que extienda el
culto de su Nombre divino, y los enemigos de la fe católica sean exterminados.
»Por eso NOS tenemos que acoger con singular solicitud todo piadoso deseo,
excitamos con diligentes exhortaciones, para la ejecución de esos deseos, apro-
bando lo que se nos pide, invitando cuanto podemos, y esperando que tengan feliz
éxito las obras que proceden de una santa intención. De aquí que siendo muy re-
comendable vuestro Real deseo de dilatar los términos de la Religión Cristiana,
ya implantada en la ciudad de Plasencia, que por la divina clemencia y con el
valor de tu brazo la sacaste del poder de los Ismaelitas librándola de &u furor, con
nuestra autoridad Apostólica la constituímos en Cátedra Episcopal. Y con Dióce-
sis suficiente, según tu real propuesta, erigimos su Iglesia en Catedral, y como
Villas que para su jurisdicción Canónica le han sido señaladas las que se desig-
nan en el presente escrito, á saber: Trujillo, Medellín, Mons-Fragorum y Santa
Cruz con todas sus pertenencias.
»Para que esta concesión permanezca íntegra é inviolable en los futuros tiem-
pos, establecemos que á ninguno le sea permitido romper esta nuestra confirma-
ción, ni aumentarla, ni ir contra lo dispuesto. Si alguno sin autoridad bastante
atentare contra lo dispuesto, ó pretendiere hacer innovaciones, caiga en la indig-
nación del Dios Omnipotente, y en la de sus Santos y bienaventurados apóstoles
Pedro y Pablo.»
C A C E R E S 883
volvieron á la carga, se mejoró la pelea, quedando el campo
por los cristianos. Para memoria de tan heroico hecho de ar-
mas, se concedió á los caballeros castellanos que á la batalla
asistieron, honrasen sus blasones, añadiendo á las armas que
tenían en sus escudos una cruz, en memoria del triunfo que ésta
había obtenido. Los caballeros placentinos que allí concurrieron
pusieron en sus escudos esa cruz que hoy mismo se ostenta en
algunos de los muchos escudos de armas que aún se ven en los
palacios solariegos de las familias linajudas de Plasencia.
Más tarde, D. Fernando III de León marcha á la Andalucía
contra los moros. Enferma en Guadalajara el arzobispo D. Ro-
drigo que le acompañaba en la jornada, según costumbre, y el
Rey envía con su campo al obispo D. Domingo, que lleva con-
sigo la mesnada y gente de guerra placen tina. Los soldados del
Obispo se portan valerosamente, y ganan por las armas á los
moros algunas plazas de importancia. Ponen cerco á la ciudad
de Jaén, pero no pueden ganarla; vuélvense sobre Priego, que
logran rendir animados con la presencia del Rey, pasan á cu-
chillo á muchos de sus defensores, y hacen prisioneros á los que
retirados al Castillo se rindieron después. Marchan luego sobre
Loja, que toman á viva fuerza; combaten su castillo, que asaltan
á escala vista, pasando á cuchillo á los moros que le defendían,
y desmantelan sus murallas. El Rey, al frente del ejército, con
el obispo D. Domingo, persigue á los árabes hasta los mismos
muros de Granada, talando y quemando los campos y jardines
de la Vega. Hacen un movimiento rápido de avance sobre la
villa de Montejo y la toman á viva fuerza; pero advierte el Rey
que por estar muy avanzada en campo enemigo no podía con-
servarla, y desmantelando sus muros y torres, arrasa la villa.
D. Domingo, haciendo las veces del Arzobispo de Toledo, y
como Legado Apostólico, asistió siempre al Rey en estas glo-
riosas empresas, con los caballeros y peones de Plasencia, por-
que desde el Concilio Lateranense, celebrado en el año de 1215,
en el que se hallaron tanto él como el arzobispo D. Rodrigo,
884 C Á C E R E S
(que defendía la primacía de su iglesia de Toledo), se le conce-
dió la legacía de la Santa Sede en España, pues estando impe-
dido D. Rodrigo señaló á D. Domingo para dicho puesto, en
el que falleció el año de 1235, ocupando su vacante D. Adán,
tercer prelado de esta sede, cuando D. Fernando III había dado
multitud de privilegios á Plasencia.
D. Adán, también guerrero, acudió con gente de su diócesis
á la conquista de Córdoba; pues eran estimadas y consideradas
las huestes placen tinas como más aguerridas, á causa del con-
tinuo ejercicio que tenían de pelear contra los moros, estando
como estaban en sus fronteras, y con los cuales tenían conti-
nuas escaramuzas, correrías y encuentros.
D. Adán fué uno de los cinco prelados que siguieron el cam-
po ó ejército del Rey, según el arzobispo D. Rodrigo (i), que
es testigo de mayor fe en estos sucesos que le fueron contem-
poráneos. Estos cinco obispos, verdaderos capitanes de guerra,
fueron el de Osma, que tenía las veces de Legado Apostólico
del arzobispo D. Rodrigo, que entonces se hallaba en Roma;
D. Adán, de Plasencia; D. Gonzalo, obispo de Cuenca; D. Do-
mingo de Baeza, y D. Sancho de Coria. Dirigidos los ejércitos
por estos prelados ponen cerco á la ciudad de Córdoba que se
rinde el mismo día de San Pedro, 29 de Junio, en cuya memo*
rabie fecha la ganan los cristianos, yendo los cinco Obispos á su
célebre mezquita mayor y la consagran, dedicándola á la Virgen
María, erigiéndola en Catedral. No contento el Rey con ha-
cer suya la famosa corte de los Califas, se acuerda que hacía
260 años el famoso Almanzor, rey de Córdoba, había traído
robadas las campanas de Santiago, en hombros de cristianos,
para que sirviesen de lámparas en la mezquita cordobesa, y
dispone que de la misma manera fuesen restituidas por los pri-
sioneros árabes á Santiago y las colocasen en su lugar (2).
(i) Libro IX, cap. X y XVII de su Historia de España.
(2) Este suceso lo desmienten algunos historiadores; la mayoría de los cro-
nistas lo admiten como cierto.
C A C E R E s 88$
£1 obispo D. Ximeno de Simón, más místico que guerrero,
prestó gran atención al gobierno de su diócesis, como los dos
Pedros que le sucedieron y como D. Juan Alonso, que asistió á
las cortes que celebró D. Sancho, en 1 288, recabando del mo-
narca la confirmación de los fueros dados por sus antecesores á
Plasencia. Su sucesor D. Diego vivió largo tiempo al lado del
rey D. Sancho en Valladolid, con cuyo motivo este monarca
favoreció á Plasencia con nuevos fueros, en pago de los buenos
servicios que su Concejo le prestara en las guerras (i).
(i) «Sepan cuantos esta carta vieren como NOS D. SANCHO por la gracia de
Dios, Rey de Castilla, de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de
Murcia, de Jaén, de Algarve y Señor de Molina. Catando los muchos y buenos ser-
vicios que recibieron aquellos Reyes, onde NOS venimos, de los Caballeros y de
los otros hombres buenos de Estremadura, y parando mientes en los grandes ser-
vicios que NOS de ellos tomamos cuando éramos infante, y después quQ reinamos,
ó sea señaladamente en la de Monteagudo; y cuando Aben-Juceph y Aben-Jacob
su hijo cercaron á Jerez por dos veces; é NOS fuimos allí y la descercamos; y ca-
tando el servicio que nos hicieron en el cerco de Tarifa, que combatimos y toma-
mos por la fuerza de las armas ; y cuan bien se portaron, y cuan lealmente guar-
daron nuestro señorío contra los movimientos é fechos que el Infante D. Juan hizo
contra NOS. E otrosí por los muchos servicios que nos hicieron cada vez que me-
nester de ellos les hubimos. NOS habiendo voluntad de les dar en galardón, acor-
damos de hacer nuestras Cortes en Valladolid, y con acuerdo de los Prelados, y
de los Maestros de las Órdenes, y de los Ricos Homes é de los Infanzones y con los
Caballeros de Estremadura que NOS tomamos spbrc esto para nuestro Consejo;
mandamos á todos los de Estremadura que allí con NOS eran nos digesen si en
algunas cosas pudieren recibir favor que nos mostrasen y les haríamos merced
sobre ello. E Nos por hacerles bien y merced á todos los concejos de Estremadura
por estos servicios sobredichos, y por otros muchos que nos hicieron y harán de
aquí adelante, á NOS ó á los que de NOS vinieren, y señaladamente porque la Rei-
na D.* María, mi mujer, y el infante D. Fernando, nuestro hijo primero y heredero,
nos pidieron muy eficazmente merced por ellos, les otorgo estas cosas que en esta
carta son dichas.»
El Rey les hace 30 mercedes, de las que solamente damos á conocer algunas.
La 5.* en orden en que aparecen en el cuaderno es la siguiente :
«otrosí.— A lo que nos pidieron que les sacásemos los Alcaldes y Justicias que
había de fuera y que les mandásemos que viniesen á los lugares do fueren Alcal-
des y Justicias á cumplir su derecho á los querellosos, tenémoslos por bien de se
los sacar; salvo en aquellos lugares donde nos pidieron la mayor parte de ellos
de darles Alcaldes y Justicias de sus villas, á cada uno así como lo pidieron, y
mandamos que los Alcaldes y las Justicias que allí hubiere de fuera de % años acá
nombradas, que vayan cada uno á aquellos lugares do fueren Alcaldes y Justicias;
y que escojan dos hombres buenos de aquel lugar; uno que tome el Concejo y
otro el Alcalde y la Justicia, y que estén allí 30 dias á cumplir de derecho ante
estos dos homes buenos á los querellosos; salvo en los pleitos criminales que
886 C Á C E R E s
La catedral de Plasencia se erigió primeramente en un alto,
junto á la fortaleza, donde después fué la iglesia de San Vicente
Mártir, y más tarde Santa Ana, edificando en este sitio última-
fuesen en hecho de muertes de hombres ó de quitamiento de miembros, que tene-
mos por bien que se les demande ante NOS.
Merced 6.*— A lo que pidieron que los Escribanos públicos fuesen nombrados
por fueros, y que fuesen naturales de las villas, leñémoslo por bien de ponerlos
en cada lugar muy buenos y de nuestra casa y naturales de las villas; y tales que
sepan guardar muy bien el nuestro señorío y el ofício en que los ponemos, y sea
á pro y guarda de la tierra, y el Escribano que more allí, y sirva la escribanía por
sí y ponga su signo en las cartas y no otro alguno.
Merced 8.<i— A lo que pidieron que cuando mandásemos coger nuestros pechos
eh la tierra que los cogiesen nuestros cogedores por padrones, y que no fuesen
arrendados, y los cogedores fuesen buenos de manera que no estragasen' la tie-
rra, tenemos por bien de poner allí tales cogedores y naturales de la villa; y en
cuanto á la renta, que no se arriende sino que cuiden ellos de que se recaude de
buena manera y modo, que tengamos los pechos que nos hubieren de dar, bien
y cumplidamente, y nos socorramos con ellos cada vez que los hubiéremos de
menester.
La 14, dice:— A lo que nos pidieron que no se les tomase servicio de los gana-
dos que no saliesen de sus términos para ir á estremo, é invernasen en la tierra,
ni de los que llevaban á vender á las ferias y mercados, tenemos por bien que no
se lo demanden ni seJo tomen de los ganados que allí moraren todo el año.
La 1 <;.~Otrosí : A lo que nos pidieron que los Alcaldes de Estremadura juzga-
sen en nuestra casa y corte los pleitos de Estremadura, y no otros Alcaldes de
otros lugares, tenémoslo por bien y otorgámoslo.
En la 3 2.— E otros! : A lo que nos pidieron que cuando fuésemos á las villas de
Estremadura que el conducho que hubiésemos menester NOS y la Reina y nues-
tros hijos que los tomasen los oficiales que pusiera el Concejo, y estos lo diesen á
los nuestros, porque dicen que de nuestros oficiales reciben muchas vejaciones ó
escatimas, cuando ellos lo tomaban sin los oficiales del Concejo, tenémoslo por
bien, y otorgámoslo, y que ellos lo hagan así.
Dice la 30.— Otrosí : A lo que nos pidieron que tomásemos Caballeros de Estre-
madura, de cada Obispado un Caballero, que anduviesen con NOS en nuestra
casa para que cuando á NOS viniesen los Caballeros y los otros homes de las vi-
llas de Estremadura y de sus pueblos, estos Caballeros nos mostrasen aquellas
cosas porque venían, y que anduviesen con nosotros los seis meses del año unos,
y otros los otros seis meses, entendiendo que es nuestro servicio y pro y guarda
de la tierra ; tenémoslo por bien, y ellos que les fagan algo y les provean de ma-
nera que puedan allí andar bien y honradamente. Y sobre esto mandamos que
cuando algunas cosas nos enviaren á mostrar los de Estremadura, que aquellos
sus procuradores que á esto vinieron á NOS que lo digan á estos Caballeros que
han de andar en nuestra casa y que nos lo muestren por medio de ellos, para que
lo mandemos luego librar.»
Y el Rey concluye el privilegio diciendo :
«E porque el Concejo de la ciudad de Plasencia, de villas y de aldeas, nos pidie-
ron merced que les otorgásemos todas estas cosas sobredichas é las mandamos,
por tanto esta nuestra carta con nuestro sello colgado, etc.»
C Á C E R E S 887
mente el colegio de la Compañía de Jesús, hoy Casa-Hospicio.
En principios del siglo xiv se comenzó otro edíñcio para
trasladar á él la catedral, como puede verse en lo que se cono-
ce como parro-
quia de Santa
María. De este
antiguo templo
no nos queda
más que tma mi-
tad, pues en la
que ocupa el
crucero y capi-
lla mayor se edi-
ficó la moderna
catedral. La
iglesia de Santa
María, aunque
á los historiado-
res no haya lla-
mado la aten-
ción, tiene im-
portancia, como
que pertenece á
los albores del
arte gótico en
España, y es
portante digno PLASENCIA.— Pubrta de ua Catedral vieja
de especial es-
tudio lo que de ella nos queda. Puede decirse que lo que mejor
se conserva de esta obra es su fachada principal, que luciría
más á no hallarse encajonada entre los cimientos de la nueva
torre y el palacio episcopal. La parte de adorno y escultura
muestra bien á las claras el siglo en que se edíñcó ; pues todos
los rosetones, flores y animales están ejecutados de modo tal,
888 c A c E R E s
que el menos artista se atrevería á hacerlos semejantes. Es la
rudeza de la infancia del arte en España que se determina mar-
cadamente en las obras de aquellos tiempos. Encima de la puer-
ta hay un grupo representando el sagrado misterio de la
Anunciación, y por él se puede formar exacta idea de la deca-
dencia á que llegó la escultura en un pueblo como el nuestro,
que contó artistas en los siglos i, ii y iii que competían con los
mejores de Roma. En el interior del ediñcio nada se encuentra
que interese á las artes. Columnas agrupadas, bóvedas de aris-
tas y ventanas ojivales con escasa luz, acompañado todo esto
de tres altares de hojarasca del peor gusto; es, en suma, lo que
el curioso hallará en este templo. Y, sin embargo, su claustro
gótico no es malo: ofrece en su fábrica muchas variaciones, lo que
hace presumir que se edificó en épocas diferentes. En sus bóve-
das campean escudos de varias familias, como las de los Guz-
manes. Castillos y Figueroas, cuyos apellidos llevaron los prela-
dos bajo cuyo episcopado labróse cada una de sus partes. En el
último se hallan las del XXII obispo placentino D. Gonzalo de
Santa María, porque en su tiempo^ á 26 de Marzo de 1348, se
acabó de labrar el claustro^ y en este día se hizo en él la primera
procesión solemne.
Apenas concluida la catedral vieja, pareció mezquina para la
categoría de la diócesis, que en aquella época era una de las
cuatro que más pingues rentas disfrutaban en estos reinos, así es
que sesenta años después, en 1498, rigiendo la silla de esta sede
D. Gutiérrez Alvarez de Toledo, XXIV de los prelados placen-
tinos, determinóse construir una nueva, destruyendo la vieja, á
medida que iban adelantando las obras de la áltima. Según Fray
A. Fernández, se platicó (ejecutó) con arquitectos y maestros in-
signes de obras ^ mas uno llamado yuan de Alvar hizo su capilla
mayor. Hay motivos para sospechar que este Juan de Alvar fué
director ó arquitecto de todas las obras que llevaron el sello de
la arquitectura gótica moderna.
Faltando á la iglesia el trascoro, sólo tiene tres pilares á
C Á C E R E 8 889
cada lado para compartir las naves. Son éstos de suma gallar-
día y de ñgura de una palma, pero con tal semejanza, que los
infinitos arcos y fajas que de ellos se derraman, se extienden y
enlazan en caprichosos arabescos dorados, para venir á formar
las naves.
Circunda á toda la iglesia y capilla mayor un ándito con un
gracioso antepecho incrustado de medallones del mayor gusto.
Veintiuna ventanas están repartidas en sus muros, y en los pila-
res del templo, colocadas en sus correspondientes hornacinas,
regulares estatuas que hacen muy buen efecto.
Pero desde luego los objetos que más llaman la atención son
el altar mayor y la sillería del coro.
El altar mayor es un conjunto de tres magníficos cuerpos de
arquitectura con veinte columnas del orden corintio y muchas
estatuas repartidas en él, todo obra de Greogorio Hernández,
célebre escultor de Valladolid. También tiene cuatro soberbios
cuadros de Francisco de Rici, que en figuras mayores que el
natural representan la Anunciación, el Nacimiento de Jesucristo,
la Circuncisión y la Adoración de los Reyes, y en medio del
retablo una bella escultura de la Asunción de Nuestra Señora,
titular de esta s^nta iglesia, acompañada de ángeles con el apos-
tolado debajo, figuras todas, así como las demás estatuas, semi-
colosales. En los zócalos del primero y segundo cuerpo se ve
representada en bajo-relieve la vida de Jesucristo, y en los pe-
destales de las columnas, profetas, evangelistas, doctores y fun-
dadores. El tabernáculo es preciosísimo. Le forma un templecito
de hermosa arquitectura, compuesto de dos cuerpos con colum-
nas pareadas de orden jónico y corintio, en cuyo cornisamento
están repartidos angelitos que tienen en sus manos atributos de
la pasión de Cristo.
Todo esto es lo mejor que se halla en lo escultural y pictó-
rico dentro de la catedral.
La reja que cierra el coro es notable por su trabajo y buen
gusto, y en su pedestal, donde se juntan las verjas de la entra-
ZZ9
890 C A C E R E S
da cuando se cierran, hay una inscripción que dice: ^oannes
Baptista Celma faciebat anno DonUni 1604. Los altares colate-
rales son de la época de Churríguera.
V
Hablemos ahora de la sillería de este coro que en sí es, se-
guramente, una de las más notables que se conocen. Nos re-
cuerda á la del Parral, y es tan buena como la de la catedral de
Badajoz, y mejor, por consiguiente, que la del monasterio del
Escorial. Está dicha sillería en la primera y única bóveda de la
nave principal, contrastando agradablemente su rica ornamenta-
ción con la sobria de las paredes y pilares del templo. Consta
de 26 sillas en su piso bajo, con respaldos que rematan en atri-
les, y 39 en el piso superior del coro, coronadas por un guarda-
polvo y crestería de menudas labores, que son interrumpidas en
los ángulos por graciosos pináculos, y en el centro, sobre la silla
episcopal, por uno más elevado en forma de dosel, acusando su
importancia según aconsejan las reglas y el buen gusto. En los
tableros ó respaldos de las sillas están representados los Após-
toles con otros santos, en maderas embutidas, y en bajo-relieves
escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, y en los brazos y
marcos contienen fíguras caprichosas de talla, estatuítas, bien
acabadas, de bellas líneas en los ropajes y en las proporciones.
Todo su trabajo es grande, prolijo y de gusto, honrando en ex-
tremo al artista que lo ejecutó, cuyo desconocido nombre ha
quedado en el misterio. La tradición cuenta de él cierta historia
que algunos cronistas modernos han desdeñado en aceptar. Pa-
rece ser que, orgulloso de su obra, dijo que Dios no podría
hacer otra igual, por cuya blasfemia fué encerrado en una de
las torres de la iglesia; y no alimentándose más que con aves,
C Á C E R E S 891
con sus plumas confeccionó un vestido que le sirvió un día de
redención, pues con él pudo volar, pero con tal desgracia, que
cual otro Icaro, en su caída encontró la muerte. Otros aseguran
que fué la causa de su prisión la guerra que le declararan sus
acreedores, no faltando quien vea en las persecuciones de este
artista un pretexto para no pagarle su obra el Cabildo catedral.
Pero sean cuales fueren los móviles á que se atribuyen sus
desgracias, prescindamos de la tradición y de las crónicas, y
busquemos en su propia obra las causas que motivaron el olvido
de su nombre.
Si la sillería se examina á la simple vista, sin buscar el culto,
nada encontraremos en ella que no sea edificante y místico, ex»
cepto á Jesús Nifio entre doctores, á quien el artista tuvo el raro
capricho de poner un apuntador viejo y al parecer tan sabio
como los doctores mismos. Pero levantemos los asientos de las
sillas, que giran como charnelas, y veremos en su parte inferior
escenas al parecer grotescas é impropias de aquel lugar, y que
si bien las examinamos no están fuera de su sitio, ni faltas de
sentido y relación, y mucho menos si llevamos cada asiento á la
silla para que fué construido: veremos después de esto que cada
escena tallada en el respaldo tiene su crítica, comparación ó ne-
gativa en el revés del asiento, y que, asociados unos asuntos á
los otros, nos revelan un pensamiento completo, una protesta á
veces de la doctrina de la Iglesia ó la reprobación misma del
vicio en sus misterios; así, pues, la aparición de Cristo á la
Magdalena es, según el símil del artista, música como la dada
por un mono á un cerdo; el ángel sobre el sepulcro, un mons-
truoso símbolo de la fuerza y de la furia; Pilatos lavándose las
manos, como un mono sobre un servicio y un cerdo lavándose
las suyas; la resurrección de Cristo se ejecuta seduciendo á los
guardias con las mujeres; la Encarnación del Hijo de Dios es
como un perro viejo y sin fuerzas, mirando á otro que se come
el hueso que él no puede roer ; Jesús arrojando á los mercade-
res del templo le compara á un perro furioso á quien hay que
892 C A C E R E S
sujetar, y su predicación es como la que pudo hacer un zorro á
una gallina con pollos.
Sería prolijo enumerar tantas herejías como allí se repre-
sentan; no diremos nada de los atropellos de los frailes á la cas-
tidad de laboriosas doncellas, ni de los bajo-relieves represen-
tando á coristas en forma de pellejos de vino cantando las
sagradas letras, ni de otras tantas más que no justifican en
poco ni en mucho el espíritu místico del artista, aunque hablen
muy alto de su poderoso ingenio.
Es posible que los Padres graves de la Iglesia llegasen á
comprender lo que acabamos de exponer, y en castigo de su
burla y herejías, para ellos injustificadas, nos privasen del gus-
to de conocer el nombre de este singular artista, á quien entre-
garían á la Inquisición para que en sus calabozos pagase sus
culpas y pecados. Parécenosque si fué así, él fué el primero que
lo presintiera, porque se hace representar en un bajo-relieve
tallando una estatua entre su amor al arte y la envidia á su es-
palda, con el cuerpo oculto observando todas sus acciones, los
ojos hundidos, el semblante airado y afilados los dientes.
¿No es curioso todo esto? ¿No es extraño á la vez? ¡Ah! la
Iglesia no ha perdonado jamás á los grandes artistas las licen-
cias ó expansiones que se permitieron en ningún sentido. Ha
sido la Iglesia para los grandes genios un tirano descomunal,
sangriento, que los ha devorado al primer desliz.
Por lo demás, esta catedral tiene el recuerdo de sus obis-
pos, entre cuyo número se cuentan cardenales de gran renom-
bre, arzobispos de mucha fama y místicos, sabios, juristas, y
oradores de renombrado mérito (i), que han .sobresalido en-
(i) He aquí el catálogo de los 7 1 prelados que han gobernado esta iglesia:
D. Bricio (1190), D. Domingo (1233), D. Adán (1261), D. Jimeno de Si-
món (1268), D. Pedro Fernández (1270), El Maestro D. Pedro U (1283), D. Juan
Alonso (1290), D. Diego I (1295), D. Domingo (1^26), D. Rodrigo Ruy de Pe-
dro (1330), D. Juan II (1333), D. Benito (1342), D. Andrés (1347)1 D. San-
cho (1356), D. Nicolás (1362), Fr. Juan Guerra (1379;, D. Pedro III (140 1),
D. Vicente Arias Balboa (1414), D. Gonzalo de Zúñiga (1421), Fr. Diego Ba-
C Á C E R E S 893
tre los prelados españoles, mayormente durante los siglos xv
y XVI.
dan (14*7), D. Gonzalo Santa María (1448), ü. Juan de Carvajal (1475), Don
Rodrigo Dávila (1496), D. Gutiérrez Alvarez de Toledo (1506), D. Gómez de
Solís (i 531), D. Bernardino de Carvajal (1526), D. Gutiérrez de Vargas y Car-
vajal (i5s6), D. Pedro Ponce de León (1573), Fr. Martín de Córdova (1578),
D. Francisco Tello de Sandoval (1580), D. Andrés de Noroña (1 586), D. Juan
Ochoa y Salazar (i 594), D. Pedro González de Acevedo (1609), D. Knrique de
Enríquez (1623), D. Sancho Dávila de Toledo (1625), D. Francisco de Mendo-
za (1630), D. Cristóbal de Lobera (1632), Fr. Plácido Pacheco (1639), ^- Diego
de Arce y Reinoso (1653), D.Juan Coello de Sandoval y Rivera (1655), fr. Fran-
cisco Guerra (1657), D. Luís Crespi y Borja (1663:, Fr. Alonso de Santo To-
más (1664), D. Diego Riquelme (1668), D. Diego Sarmiento y Valladares ( 1677),
Fr. Juan Lozano (1679), D.Juan de los Herreros y Jarava(i6bi), Fr. José Jiménez
Samaniego (1692), Fr. Fernando de Guzmán (169*3), D. Juan de Villare y Vozme-
diano (1694), Fr. José González (1698), D. Bartolomé de Ocampo (1703;, D. José
Gregorio de Rojas (1709 , D. Bartolomé Cernuda y Pineros (17 i4),D. Francisco de
Perea y Porras (1720), Fr. Juan de Montalván (1721), Fr. Francisco Lasso de la
Vega y Córdova (i 738), D. Pedro Dávila y Cárdenas (1742), Fr. Plácido Bailes y
Padilla (1747), D. Francisco Antonio Bustamante (1749), D. José Ignacio Rodrí-
guez Cornejo (175$), D. Pedro Gómez de la Torre (1759), D. Juan Francisco Man-
rique de Lara 0765), D. Francisco Antonio Lorenzana (1767), D. José González
Lasso Santos de San Pedro (1803), D. Antonio Carrillo y Mayoral (1810), Don
Cipriano Várela ( 1 848), D. José Avila Cueva y Lanas (1853), D. Bernardo Conde
Corral (1858), D. Gregorio María López (1868;, y D. Pedro Casas y Souto (1874).
CAPÍTULO Vil
Bxt«I1or de U catedral nueva.
NoUcla d«l Mñoiio de Jaratc«]o que disfruta el obispo.
ConOmiaclóii de loi fueros de Plasencla y noticia de la Iglesia pamxiulal
de San Nicolás. — L^ leyenda de doña María la Brava.
Memoria de los Uonroyes y Almaraces. — I^ población Judia en Plasanda.
Plasencla moderna
EMOS hablado en el capítulo anterior
de la antigua catedral de Plasencia,
comenzada en últimos del siglo xiv y
terminada en 1438, por el obispo
D. Gonzalo de Santa María. El tra-
zado de la moderna, su interior, como
la parte terminada de su fachada, es
notable. Esto hace que sea este un ediñcio suntuoso y como tal
el mejor de Plasencia, el más bello, el más bonito también de
toda aquella comarca. Si estuviese terminado, fuera mejor que
la catedral de Avila y más monumenul aún que la de Salaman-
ca. ¡Qué columnas tan majestuosas! ¡Qué portada de ingreso
tan notablel ¡Qué arcadas tan magnífícas!
896 C A C E R E S
Una catedral en España es un siglo, es una generación, es
una época : señala todo un período. La catedral de Plasencia es
un boceto, mejor dicho, un cuadro delineado, sin color en el
fondo y con las figuras casi terminadas. Esto basta para que el
inteligente lo adivine en su mente tal y como el artista lo había
de concluir.
Dentro de aquel edificio á medio terminar se levantó en
tiempos anteriores un templo dedicado á María. Poco después
de su origen fué catedral. Pero el siglo xv, más esplendoroso
para la Iglesia, encontró pequeño el edificio para metrópoli del
obispado placentino, y en 1478 lo destruyó en parte para edifi
car el que hoy existe. Su estilo es del Renacimiento, y ofrece el
carácter frío de su época: en el conjunto, ojival; en los detalles,
plateresco. Representa la lucha de las antiguas ideas con las
nuevas. Es la catedral de Salamanca frente á la de Strasburgo;
es la qatedral de León frente á la de Córdoba.
La catedral de Plasencia no contiene obras de arte fuera
de su altar mayor y el coro, que hemos descrito. No obstante,
su fachada moderna, especialmente en la portada principal, sor-
prende sobremanera con los cuatro órdenes de columnas en cada
uno de los cuerpos en que está dividido su trazado, no menos
que los cuerpos salientes de los costados, coronados de elevadas
agujetas, que dan al edificio el tono general de las catedrales de
Alemania, por sus esculturas delicadísimas^ por sus altos relie-
ves y menudas filigranas en dura piedra berroqueña. El célebre
arquitecto Juan de Alba hizo el trazado de este edificio y la ca-
pilla mayor, como la fachada que hemos descrito, terminada en
1494, en tiempos del obispo D. Gutierre Alvarez de Toledo;
Diego de Silva prosiguió las obras, que continuaron bajo la di*
rección de Alfonso de Covarrubias, suspendiéndose en fines del
siglo XVII, y quedando sin terminar este edificio que pudo ser de
los mejores de España, á estar completo, según el trazado de
Juan de Alba.
No omitiremos la circunstancia de tener el obispo placentino
C A C E R E S 897
el título de señor de Jaraicejo, por donación que de esta villa le
hiciera á su muerte el poderoso caballero D. Pedro Sánchez de
la Cámara, secretario que fué del rey D. Sancho el Bravo, á
quien sirvió largos años. En Plasencia se casó con D.^ Sol, com-
prando la villa de Jaraicejo á D. Alonso Godínez y á su madre
D.* María, que la poseyeron por consentimiento de la ciudad, á
quien perteneció esta aldea, aprobando esta venta Fernando IV.
D. Pedro y D.* Sol fueron señores de muchas heredades en
tierras de Medellín y campos de Meajadas ó de las Majadas^
donde, tiempo andando, se fundó la villa de Miajadas, y como
al morir no tenían sucesión, dejaron por heredero al obispo don
Domingo II, que fué el IX de los prelados placentinos, como
consta por la escritura otorgada en 1 1 de Julio de 1 296, y por
la carta real de D. Fernando IV, según el privilegio que secón
servaba en el archivo de la Iglesia Catedral. La laguna que hoy
mismo lleva el nombre de /?.* Sol^ y el título de los obispos de
Señores de la villa de Jaraicejo^ nos confirman estos hechos, y
nos recuerdan al secretario de D. Sancho el Bravo, buen caba-
llero y piadoso placentino D. Pedro Sánchez de la Cámara y
D.^ Sol, su mujer.
II
Á la muerte de D. Alfonso el Sabio sucedió D. Sancho
el IV, llamado el Bravo, por cuyo tiempo Plasencia levanta
gente de guerra (así peones como caballeros), y con el maestre
de Alcántara D. Fernán Páez, fueron contra D.* Margarita de
Narbona, mujer del infante D. Pedro, hijo del rey D. Alfonso el
Sabio (que tenía el señorío de Granadilla, Galisteo, Ledesma,
Miranda y Sabugal), el cual se había confederado con el infante
D. Juan contra D. Sancho, y por fuerza de armas le tomaron las
113
898 C Á C E R E S
villas de Granadilla y Sabugal, cercando á D.^ Margarita en
Galisteo, que una noche se salió secretamente de esta villa y se
fué á Ledesma, cesando con esto la guerra que D.^ Margarita y
sus confederados hacían al rey D. Sancho, en tierra de Coria y
Ciudad -Rodrigo (i).
Sábese que de esta época datan los mercados semanales que
se concedieron á Plasencia, y para cuya celebración había re-
glas, según Fuero. En una de ellas se preceptúa lo siguiente:
«Que á honor y provecho de la Ciudad se manda: que todos
>los menestrales, zapateros, herreros, vaineros, peliteros, co-
>rreonceros, olleros, hueseros, peineros y ballesteros, salgan el
>dia del mercado á la plaza con sus obras; pero que los maes-
»tros de los frenos y de las armas vendan en sus casas.»
Estos Fueros eran tan amplios y liberales, que pocas ciu-
dades los gozaron iguales. Su extensión no nos permite darlos
en este capítulo.
D. Fernando IV los confirmó en Toro, el 9 de Noviembre
de 1335 (2), ampliándolos en parte, como pueden verse por el
original que de ellos se custodia en la Casa Ayuntamiento (3).
( 1 ) Historia de Ia Orden de Alcántara, cap. XV del tomo I.
(2) 1 397 de nuestra era.
(3) Nos conformamos con dar en esta no'ta el índice de estos fueros, que es el
siguiente :
TÍTULOS de los 242 capítulos de estos fueros:— Afirmamiento del fuero.— Del
que tuviere casa poblada. — De los infanzones y caballeros.— De los pobladores.-
Del que hiciere de moros cristianos.— De heredar el hijo.— De ir en hueste el Con-
cejo.—Del Señor só el Rey.— De los Infanzones.— De dar casa con prenda.— Del
cuarto.— Del justar en bodas.— De Clérigos no facer facendera.— De dar raíz á fia-
dores.—Del que tesoro hallare.— De no pagar multa de cimiterio ó religiosa.— Que
el Señor no meta mano sobre vecino.— Del castillo.- De no responder por ninguna
cosa.- De heredar los bienes del pariente.— Dar cristiano por moro.— Del que to-
mare orden.— De no hacer población.— Del que prendiere aves.— Del que dannado
ha de ser.— Del que quiera tener pesos y medidas.— De no dar portazgo sin dere-
cho.—Del otorgamiento de ferias.- De ser convenible á los ricos y á los pobres.-
Quien quisiere quebrantar fuero.— Cualquier hombre estraño que fuere muerto.—
Del que hiciere mandado del Concejo.— De partir fieldat ante los hombres.— Del
que querellare al Concejo.— De no hacer prenda.— Del que sacare corambre de la
villa.— Del que metiere querella de Escribano, de Alcalde ó de Juez.— De los Escri-
banos.- Del que se echare al Viernes ó á la carta.— Del que sacare armas.— De ar-
C Á C E R E S 899
Por otra ley del Fuero se determina sobre la Suerte de los
oficiales^ ó sea de los cargos públicos; diciendo: «Esta conve-
»niencia hace el Concejo de Plasencia, y place á todos: que an-
iden, esto es, que salgan ó se nombre el Juez y el Escribano
>por sesmos; y cayó por suerte i.^ en San Nicolás^ después
• San Martin^ luego Santa María, después San Salvador^ de-
• tras San Peidro y después San Vicente ^> que eran los seis
mas devedadas.— Del que sacare arma en baño.— De juradores por desornamicoto.
— Del que querella pusiere y después se aviniere.— Del que hiciere bando sobre
Concejo.— Del que encerrare á otro con armas.— Del que se hubiere de salvar con
los connombrados.— Del que fuere hallado con hurto.— Del que temiere caimiento
de pared ó otro daño cualquiera.— Del que matare ó hiriere á moro ó mora.— Del
que forzare mujer.— De los denuestos y de las deshonras.— De pleitos y convenien-
cias.—De falsedad ó jura mentirosa.— Del que mujer velada tuviere y otra tomare.
—De la mujer que hijo abortare.— De la mujer que digere de tí so prennada,—Dt
mujer que hombres ó bestia ligare.— De mujer herbolcra.— El que cristiano ven-
diere.—El que padre ó madre matare.— De los sodomíticos.— De las alcahuetas.—
Del hierro de la justicia.— De las deshonras y de las penas.— De los adulterios.— De
los que dejan mal hacer.— De los que retaren sin derecho.— De las defensiones.—
Del desafiamiento —De responder fírmas á reto.— De llevar bestia á medias.— De
mandar la cosa que él se tiene. -De los que matan ó hieren en el. baño. —De hacer
casa en aldea. -De encender rastrojo.— De las cosas que pertenecen á era.— Del so-
brellcvador.— De dar ayuda á moro.— De hacer ventana.— De las tristegas ó letri-
nas.—Del daño de siervo.- De defender mujer agena.— De echarse al libro.— Del
libro al Key.— A la carta.— De como juzguen Alcaldes por las leyes de este libro.—
De jurar Alcaldes y todos los otros.> De demostrar el padrón á los vecinos.— De la
falsedad de escribano.— De la escribanía. -De los mayordomos.— De pesas y medi-
das.—De andadores.— De corredores.— Del sayón y pregonero.— De tomar paja y
prenda.— De emplazar.— De recibir firmas. -De pagar calonnas.— De purgarse clé-
rigo.—De las ferias.— De los presos y de las prisiones.— Del que se echare al Vier-
nes.—Del que quisiere empecer al libro ó quebrantar.— Del tratamiento de los Al-
caldes.—Del que se echare dos veces al viernes.— Del alongamiento de los Alcal-
des.—Del que hiriere á Alcalde ó á Escribano.— De prendar Alcaldes.— Del que
cogiere haber del concejo.— De no entrar en corral de los Alcaldes el Señor.— De
no estar los andadores en corral de los Alcaldes.— De andador no tener voz nin-
guna.—De corromper pori dad. —De los contendores.- De meter mancuadra. - Del
que no quiere conocer ó negare.— Del que no recibiere el juicio.— De no responder
sin querelloso.— De renovar juicio.— De recibir firmas.— De aducir testigos.— De
las Juras.— De los voceros.— De no responder por prendas.- Del que tuviere haber
del concejo.— De querellas entre clérigos y legos.— De las alzadas.— De dar vocero
por sí.— De los desafiados y de los desafiadores.— De los reptados.— De los fiadores
y de las fiaduras.— De vender raíz.— De vender bestia á vecino.— De las cosas ven-
didas ó empeñadas.— De la fieldat que debe hacer, y mancebo ó barragana á su
Señor tener.— Del que hiriere ó matare á su Señor.— De los cuartetos.- De los
quinteros.— De los hortelanos.— De los molineros.- De los pastores.— De cocer
el pan.— Del baño y como ha de ir cada uno.— Del que no pregonare la cosa
que hallare.— De los otorgadores.— De las ganancias de los hijos y de las hijas.
900 C Á C E R E S
barrios ó parroquias que contaba la ciudad en los comienzos
del siglo XIII.
De estas parroquias, que estaban intramuros, sólo existe
San Pedro; las demás han sido reconstruidas, no muy lejos al-
gunas, pero sí en distinto lugar del que ocupaban, como puede
verse por la portada n.® 6 del Resbaladero /.® de San Aíartín^
que era la misma del primitivo templo. La de San Nicolás sa-
bemos que en ñnes del siglo xiii la ediñcó el abad de Santander
—De partición de marido y de mujer.— Del testamento.— De la mujer que se hi-
ciere mentirosamente prennada.— De guarda de huérfanos.- De meter hijo en
rehenes.— De ganancias del hijo.— De los desheredamientos.— De lo que ha de ha-
ber el viudo y la viuda.— De ganancia de hermanos.— De los veladores de hueste.
—Del que hiriere á otro con armas devedadas.— Del que hurto hiciere qué pena
haya.— Del que hiciere petición al Concejo. —Del Capellán del Concejo. — De los
cuadrilleros.— De las mieses y de los mensegueros.— Del que las mieses agenas
segare ó arrancare. — De guarda de las viñas.— De las huertas y de los hortelanos.
—De daño de árboles.- De determinar heredat.— De los molinos y de las presas.—
De pasar año y dia.— De no sacar bestias ni bueyes de labor.— De presas y molinos.
— De pobladores que á Plasencia vinieren.— De terminar raiz.— De la dehesa del
Concejo.— De las pedreras y ¡peseras.— De las fuentes y de los poyos del Concejo. —
Del que casare con manceba ciudadana ó aldeana.— De los prados y de las dehesas
y de los que arriman pared.— Del herrailor y de las herraduras.— De los carpinte-
ros y de los otros menestrales.— Del carnicero que carnes mortecinas vendiere.—
Del que hurtare pescado. — Del que disparare armadija.— De mover venado.— De
revendedores.— Do como vendan enjambres y corchos.— De daño de bestias y de
canes.— De gallinas y palomas.— De dar pennos por quien quier.— Del que prenda-
re como no debe.— De los tahúres y de los dados.— De las prostitutas.— De los alfa-
queques.— De Alcaldes de hueste.— De no responder al que mujer no hubiere.— De
emparejar las aldeas.-De heredad del Concejo.— De responder todo tiempo por
daño de casa.— De calonna.-yDe sobrellevar por ladrocinio.— De pagar deuda.— Del
que tregua de Rey quebrantare.- De los revendedores que fuero quebrantaren. —
De alfaqueque ó redentor de cautivos falso.— De no hacer puente.— De herir ó ma-
tar á hombre no vecino.— De forzar mujer.— De no dar heredad á hombre de orden.
—De no meter moro en la villa.— De las herencias. — De la suerte de los oficiales.—
De no dar portazgo de ninguna cosa.— De dar portazgo y cuánto por cada carga.—
Del que salvo demandare en aldea.— De otorgamiento del Rey.— De no traer vino
á Plasencia.— De no entrar por puente.— De concejo.— De adquirir heredad.— De
entregar por mandado de Alcaldes.— Del que no le prendare á fuero. — Del que en-
fermare.—Del que vendiere portiello.—Dt plazo juzgado.— De las cosas forzadas.— >
Del que querella hubiere de mancebo ageno.— De los que barajaren en Concejo.—
De prueba de mancebo contra Señor.— De la semencera.— De responder á vecindad.
—De tener caballo á fuero.— De echar á pacer caballo.— De los que fueren en apelli-
do y los bofordadores.— De dar hallazgo por bestia.— Del que cortare castaño.— De
no traer vino á la villa.— De lo que den á cada uno cuando fueren en mandado del
Concejo.— Reformas y confirmamientos de los Reyes D. Sancho el Bravo y D. Fer-
nando el IV el Emplazado.
C Á CE R E S 901
D. Ñuño Pérez de Monroy, frente á su palacio denominado de
Las dos Torres, y al del marqués de Mirabel, y entonces de los
turbulentos Almáraces.
Es templo de gran historia, aunque de escasa importancia
arqueológica.
Su torre, cua-
drada y chata,
su portada y
todo el traza-
do del edificio,
presenta un
conjunto mo-
desto y abiga-
rrado.
Esta igle-
sia nos recuer-
da una trage-
dia sangrienta
ocurrida en la
segunda mitad
del siglo XIV,
en que vivía el
famoso Her-
nán Pérez de
Monroy y Ro-
dríguez, cono-
cido mayor-
mente por e! nombre de e/ Valeroso Adalid, según unos, ó por
el de ei Adalid Placeniinú, según otros. La historia de este per-
sonaje se remonta á los primeros días de nuestra reconquista.
A últimos anos del siglo xin, recién fundada la ciudad de
Plasencia por D. Alfonso VIU, se trasladaron á ella con gentes
de otros reinos un Hernán Pérez, de quien los poetas y roman-
ceros han cantado proezas infinitas.
. 902 C Á C E R E S
De la familia de este rico señor descendió Pérez de Monroy
y Rodríguez, que era hijo de otro célebre caudillo, también lla-
mado Hernán, y de D.* Estefanía Rodríguez, y sobrino, por
parte de su padre, de un famoso abad de Santander, también
placentino, distinguido en el servicio de la reina D.^ María, viu-
da del rey D. Sancho el Bravo,
Nació, pues, este personaje extremeño en Plasencia sobre
el año de 1300, y se señaló en el servicio de los reyes D. Al-
fonso XI y de su hijo D. Pedro. El Valeroso Adalid^ como se le
llama en cierto romance del siglo xv, sirvió con su persona y
vasallos al rey D. Alfonso en la batalla de Tarifa, cerco de Al-
geciras y sitio de Gibraltar. El mismo rey hace mención de sus
servicios en la confirmación de la villa de Valverde y de la po-
blación de Monroy, que fué á 30 días de Diciembre, en Sevilla,
era de 1382, (que fué año de 1344), expresándose en estos
términos : « E yo por facer bien y merced al dicho Hernán Pe*
trez por muchos servicios y bienes que me ha fecho y me face
fcada dia.f
Rendida la ciudad de Calatayud al rey D. Pedro I de Cas-
tilla, éste dejó en ella por gobernador de la misma á Hernán
Pérez de Monroy y Rodríguez, «que trató con los de la dudad
fcomo muy buen caballero, y hobo entre ellos muy grande con-
«formidad, como la historia dice.t
Sirvió al rey D. Pedro, porque era contrario á los de Tras-
tamara, hasta que murió en el campo de Montiel, y entonces se
retiró á su casa, ya disgustado del palacio y de la corte del
príncipe fratricida.
En este tiempo, y, como diríamos hoy, por cuestiones polí-
ticas, pues que los unos seguían el partido de D. Pedro, y los
Almaraces la causa de D. Enrique, la ciudad de Plasencia y su
tierra ardían en dos bandos. Hernán Pérez era el jefe de los
Monroyes ó Pedristas, y Blasco Gómez lo era de los Almara-
ces, que seguían á D. Enrique. Aconteció, pues, que en una
ocasión, viniéndose á las manos ambas parcialidades )unto al
C Á C E R E S 903
pueblo de Valverde de la Vera, murió en la refriega, peleando
como valiente caballero, el jefe de los Almaraces, Blasco y Gó-
mez. Éste tenía un hijo llamado Diego, que á la sazón servía en
el campo de D. Enrique, y pasando un día nuestro Hernán á la
vista del campamento de D. Enrique, estaba Diego con el rey,
y éste, volviéndose á él, le dijo irónicamente, por el Hernán,
matador de su padre: «Diego, allá va tu amigo.» Dióse por en*
tendido Diego de Almaraz, y á grandes jornadas parte para el
pueblo de Belvis, donde reuniendo sus vasallos y acompañán-
dose de caballeros deudos suyos, forma una hueste y emprende
la persecución contra el Hernán.
Alcanzaron á éste, que, como antes hemos dicho, se retira-
ba ya al pueblo de Valverde, lleno, como acontece en la vejez,
de desengaños y desdenes, cansado de los trabajos de la gue-
rra, y quizás juzgando su causa por perdida con la muerte del
rey D. Pedro, á quien sirviera contra D. Enrique. Trábanse en
pelea el Diego y su gente con los pocos que acompañan al Her-
nán; vencen á éstos y muere nuestro adalid Hernán atravesado
por las lanzas de los partidarios de Diego.
Su cuerpo fué traído á Plasencia, donde yace en la iglesia
de San Nicolás, que habían fundado su padre y su tío, y donde
aún se conserva su sepulcro levantado del suelo, inmediato al
altar colateral del lado de la Epístola.
La fama de este valeroso extremeño fué pregonada en sus
tiempos por nuestros poetas. Un romance anónimo, que no sa-
bemos se haya publicado, y que original se conservaba en la
Universidad de Salamanca, contaba los principales rasgos de su
vida militar y aventurera. Comenzaba así:
«Foy el jefe d' los Monroyes,
Foy el a'dalid Heraan-Perez, etc. >
y termina de este modo:
<c Corriendo marcha su fama
Por as villas é logares. »
904 C Á C E R E S
III
Los Monroyes tienen en Plasencia justo renombre. Aparte
de D. Sancho de Monroy, diplomático del siglo xvii, están los
famosos Hernán Monroy y Orellana, conocido por el sobrenom*
bre de El Bezudo^ y D. Alfonso Monroy Sotomayor, llamado
El ClaverOy de quien ya hablamos en el capítulo XVII. Pero en
el orden cronológico, á la cabeza de los de esta £aimilia va don
Ñuño Pérez de Monroy, que nació en Plasencia en 1 260. Su
nombre ñgura en las guerras que D. Sancho sostuvo contra
Abentjucef. Estuvo en los campos de Sevilla, Jerez y Puerto
Real, donde ganó gran renombre, y asistió á la conquista de
Tarifa, que se ganó el 21 de Setiembre de 1292.
Más tarde aparece su nombre con el título de abad de San-
tander y señor de la villa de Valverde de la Vera, .que le diera
el rey D. Sancho.
Fundó el mayorazgo de la casa de Monroy, falleciendo
en 1326, siendo consejero del rey D. Alfonso XI.
Su cuerpo fué sepultado en el hospital que fundó en Valla-
dolid en el arrabal de San Juan.
Dejó á su hermano Fernán Pérez la parte que él tenía en
Monroy y Talaván, y todas sus casas, que él mandó labrar en
Plasencia conocidas hoy por la Casa de las dos Torres. Fundó
también en Plasencia el hospital llamado de Sania Maria^ ó de
doña Engracia de Monroy^ nombre de su mujer, como se de-
clara en el testamento de D. Ñuño, cuya copia obra en las oñ
ciñas de beneficencia de Plasencia.
Descendientes de este Monroy son tantos personajes céle-
bres como ilustran al suelo extremeño, y entre todos ellos la
inolvidable D.^ María Rodríguez Monroy de Almaraz, dama
C Á C E R E S 905
principal nacida en Plasencia, el año de 1398, de D. Fernando
Rodríguez Monroy y D.* Isabel de Almaraz, familia muy noble
que poblaba dicha ciudad y gozaba muchos favores del infante
D. Fernando y del rey D. Juan II. La casa donde naciera doña
María existe aún en pie: es la conocida por el nombre de Las
dos Torres^ visitada de cuantas personas ilustradas viajan por
Extremadura.
La celebridad de esta señora tiene su origen en los llama-
dos Bandos de Salamanca^ que registran una serie de luchas
bien tristes para la historia de esta ciudad, la Atenas española
en los siglos xiv, xv y aun el xvi.
Había casado esta señora en Salamanca por el año de 1 4 1 5
con el muy poderoso señor D. Enrique de Henríquez, señor de
Villalba y Conde de Canillas, del que enviudó en 1435 según
unos, ó en 1441 según otros, quedándole dos hijos que sobresa-
lían de entre todps los jóvenes de sus tiempos por la nobleza
de su hidalguía y por las excelentes prendas personales que les
adornaban.
El mayor de ellos estaba para casarse con una joven sala-
manquina, la cual había desairado las pretensiones de otro jo-
ven llamado D. Juan Manzano, hijo de las familias más nobles
de Salamanca. Con este motivo los Henríquez no eran bien mi-
rados por el Manzano y un su hermano, que como era natural,
hacía suyo también el resentimiento del D. Juan. Cierto día en
que se encontraban jugando á la pelota (ejercicio muy común
entre los nobles de aquellos tiempos) los Manzanos con el menor
de los Henríquez, húbose de suscitar una disputa entre ambos
por apreciación del juego, y los Manzanos, llevados tal vez por
resentimientos antiguos, dieron muerte alevosa á su joven rival.
Temerosos de lo que pudiera hacer el otro hermano cuando
conociese lo ocurrido, le esperaron en acecho, y rodeándose de
sus escuderos y partidarios le dieron también muerte, alevosa y
cobardemente.
Estos sucesos eran altamente escandalosos, por la personi-
906 C Á C E R E S
fícación que tenían en toda Extremadura los Henríquez, y por
la influencia que ejercían en Salamanca los Manzanos. Corrió la
noticia por la ciudad. Las gentes se alborotan. El pueblo recoge
los cadáveres de los dos Henríquez, y en desordenado tropel
los coloca tendidos sobre una mesa frente á los balcones del
palacio de su madre, á la puerta del templo de Santo Tomé,
gritando con estentóreas voces :
— ¡Venganza! ¡Venganza!
D.^ María sale al balcón toda lívida, cárdena, con el cabello
suelto y la mirada descompuesta. Contempla á sus hijos cadá-
veres, con todas sus formas ensangrentadas, y dice al pueblo:
— ¡Enterradlos!... ¡Nada de venganza!... ¡Esta me toca á
mí!...
El pueblo se apacigua un momento. El Obispo y el Cabildo
de la catedral recogen los cadáveres, les dan cristiana sepultura
y dedícanse á calmar los ánimos de los que cofi las armas en la
mano gritaban una y otra vez: « ¡Venganza!»
En tanto los Manzanos buscaban su amparo en Portugal,
refugiándose en Dos Iglesias, no lejos de Viseo, donde al pare-
cer se encontraban seguros, mientras D.^ María montaba á ca-
ballo seguida de 20 de sus más intrépidos escuderos, y con el
silencio de la noche abandonó Salamanca, dándose también á la
fuga.
Tres días después llegaba dando caza á los asesinos de sus
hijos, entrando á las doce de la noche en Dos-Iglesias. Sus es-
cuderos rodearon la casa en que se hospedaban los Manzanos,
mientras la valerosa D.^ María, vestida de caballero, con casco
y armadura, derribó con la contera de su lanza una de las ven-
tanas, penetró en la habitación donde dormían los Manzanos, y
loca de ira, con el valor de una madre ofendida en lo más sa-
grado de su alma (en la vida de sus hijos), y frenética por lo-
grar una justa venganza, atravesó con su espada al mayor de
los Manzanos y se defendía á la vez del pequeño, á quien tam-
bién dio muerte en noble y reñida pelea. Hecho esto, cortó la
C Á C E R E S 907
qabeza á los matadores de sus dos hijos, y clavándolas sobre la
punta de su acerada lanza, salió de la casa gritando á sus escu-
deros :
— ¡Está cumplida la venganza!... ¡Seguidme á Salamanca!
En efecto, á los tres días entraba D.^ María en Salamanca.
Seguida de sus 20 escuderos recorría las principales calles de la
ciudad paseando sus fúnebres trofeos sobre la lanza, y fué des-
pués á depositarlos sobre la tumba de sus hijos.
Había cumplido esta valerosa madre sus propósitos vengan-
do á los inocentes jóvenes, que no tenían otro delito que su hi-
dalguía y su caballeroso comportamiento.
Desde entonces el pueblo de Salamanca llamó á D.^ María,
la Brava^ que es como se la conoce en la historia.
Pero ¡ay! que este trágico suceso había de traer graves
consecuencias. Los Manzanos y los Monroyes enciéndense de
ira, animan á sus parciales y danse á la lucha, lucha que duró
más de veinte años. Hasta dentro de la catedral caían los muer-
tos bajo la acción del puñal ó de la espada. Arde por tres ve-
ces la ciudad y sus pueblos en diez leguas á la redonda. El
Obispo y el Cabildo no pueden poner paz á tan honda discor-
dia.
La ciudad está dividida en dos bandos : el de San Benito y
el de Santo Tomás. Nadie invadía los límites del bando contra-
rio sin pagar con la vida su temerario valor. Hoy perecía uno
de Monroy'; mañana asesinaban á uno de Manzano. Esta lucha,
que terminó por las predicaciones de San Juan de Sahagún, ha
dejado un recuerdo triste, como todas las de aquella época de
terror y de fuerza, y el nombre de la valerosa extremeña doña
María la Brava se hizo inmortal en la historia de la Edad-
media.
Hoy se enseña en Plasencia, con gran orgullo de los eruditos
extremeños, el palacio en que naciera D.* María, que se conser-
va en pie todo él, y se le denomina por el nombre de La Casa
de las dos Torres, Su aspecto es de un palacio feudal de prin-
9o8 C Á C E R E S
cípios del siglo XIV. Estrechas ventanas, portada de la época,
dos altas torres en los costados, con escudos heráldicos sobre
la mayoría de todos sus huecos, es en suma este antiguo edifi-
cio que tantas veces se cita en los fastos extremeños.
Lo edificó el famoso D. Ñuño Pérez de Monroy, de que ha-
blamos anteriormente, y dentro de sus altos muros hanse trata-
do durante los siglos xiv al xvi de las cuestiones más impor-
tantes que ocupó á todos los políticos de aquellos tiempos.
La familia de los Monroyes parece como que vino destinada
en la historia á caracterizar la época belicosa de la Edad-media.
Ya en el siglo anterior D.* Gracia Engracia de Monroy, prima
del renombrado Abad de Santander y de Fernán Pérez de Mon-
roy, pierde dos hijos, muertos desgraciadamente en un desafío,
que tuvo efecto en el Puente de Nieblas: el abuelo de Hernán
Rodríguez (marido de D.^ Isabel de Almaraz) es alanceado por
los antecesores de la misma D.^ Isabel, rivales de los Monroyes;
D.^ Isabel y Hernán Rodríguez tienen de su matrimonio cinco
hijos y ocho hijas, y entre éstas á la famosa D.^ María, por so-
brenombre la Brava^ que le matan otros dos hijos, y espanta
á la ciudad de Salamanca con la sangrienta venganza que de
los matadores toma; y de su cuarto hijo llamado Rodrigo de
Monroy, casado con D.* Mencía Alfonso de Orellana, nació
Hernando de Monroy, llamado el Bezudo á causa de sus gruesos
labios, y cuyos hechos de fuerza y de valor le dan la celebridad
de un Rolando, y le hacen el tipo más acabado y perfecto de
sus rudos tiempos.
Frente á la Casa de las dos Torres hemos dicho que está la
Parroquia de San Nicolás. Se antepone este edificio al palacio
del Marqués de Mirabel, de la familia de los Almaraces, que
fueron rival en todo de la de los Monroyes. Es este edificio en
su origen de principios del siglo xiv, restaurado en el xvi y
ampliado modernamente, en términos que sólo guarda, como de
más importante, su parte antigua por restaurar. Cuando se hizo
este palacio por los Almaraces, se cuidó de recoger y colocar
PLASENCÍA. -Casa i
910 CÁCERES
en su corredor alto multitud de antigüedades romanas traídas
de la Oliva (Otovesia) y de Mirabel, que son curiosas en alto
grado (i). Los Almaraces levantaron también en 1477 el con-
vento de Santo Domingo, que está junto á este palacio. Se de-
nominaron Condes de Ptasencia en 1423, por el rey D. Juan II,
PLASENCIA.-
quien dió la ciudad á D. Pedro de Zúfiiga, en cambio de la villa
de Ledesma, y en 1476 se crearon Duques (2). Célebres fueron
(O Véase et t. I, pág. 179a ^%(¡. de Extremadura, par V\\i.
(3) De la época de estos señores es la siguiente ordenanza: • Yo D. Alvaro de
«Zúfiiga, Justicia mayor de Castilla. Señor de Gibraleon, hago saber, á vos el Con-
•cejo, Justicia, regidores, caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de la
»Mi ciudad de Plaszncia. etc.. establezco; que siendo la Ciudad escasa de tierras
■concejiles y poblada entre dehesas de Caballeros, mando : que de cada dehesa de
■yerbas, de cualquier Señor que fuese, se pueda tomar la cuarta parte para labrar
ncada y cuando que los labradores la quisieren aceptar, pagando por cada yun-
nta 16 fanegas de pan terciado, y en compensación del daño que por esto recíbala
•dehesa, que tos dueños no paguen mas de la mitad de la alcabala.»
CÁCERES 911
en Plasencia los bandos entre Carvajales y Zúfíigas, que sostu-
vieron pleito con las armas sobre la sucesión de este condado,
á la muerte de D. Alvaro de Zúfíiga. Aquella sangrienta lucha
terminó en el mismo año, pues entrado en ella el rey D. Fer-
nando y con ayuda de los vecinos de la ciudad, puso paz entre
los contendientes incorporando la ciudad á la corona. La suma-
ria de este suceso se conserva en una lápida colocada sobre la
puerta de Trujillo, que copiada literalmente dice así:
LIBERTAS VITiE, GEMMIS, AUROQUíE PREFERTUR.
LIBERTAS NOBILEM REDDIT PLACENTI^E URBEM,
QUAM FORTUNA SPREVIT, REGIAM QÜJE IN LUCEM REDEMIT.
NOBILES PR^TEREA PLACENTI^, URBIS QU^ HÉROES
DEVICERUNT HOSTES, SUB REGIO MARTE, FEROCES.
REGIBUS QUIPPE DECET, HOMINES QÜM SUBDITOS FORE.
ANNO M.IIII.LXXXVIII (i).
Plasencia siempre fué ciudad nobilísima: en ella se estable-
cieron casas como las de los Zúñigas, Monroyes, Carvajales,
Nietos, Paniaguas, Chaves y Grimaldo, de la primera nobleza
castellana. Hasta el siglo xvi conservó el rango que tan digna-
mente ocupó en lo antiguo, cuando sus procuradores tomaban
asiento en las Cortes de Castilla y sus corregidores eran de la
primera grandeza. Sus mercados fueron los primeros de Extre-
madura, y los delicados frutos de su valle y vera tienen aún
nombradía en todo el reino.
Dueños los RR. CC. de Plasencia, nombraron alcaide de la
fortaleza y corregidor de la ciudad á su maestre-sala D. Antonio
(i) Traducida dice así:
La libertad de la vida es preferible al oro y á los diamantes.
La libertad ha devuelto su nobleza á Plasencia, que estaba menospreciada de la
fortuna.
La libertad la ha redimido para el Rey.
Los nobles Caballeros de la Ciudad de Plasencia, bajo las banderas reales, ven^
cieron á los feroces enemigos^ y por lo tanto es conveniente á todos los hombres el
estar sumisos á los Reyes.
Año de 1488.
912 C Á C E R E S
de Fonseca. En la Edad-media el clero se hallaba en el primer
grado de la escala política, y los acontecimientos que le perte-
necían eran de suma importancia para el resto de la sociedad,
como hemos podido observar por los capitanes que eran á la vez
guerreros y obispos. En esta nueva era los reemplazan ya con
los corregidores: á los nobles feudales suceden los nuevos ciu-
dadanos, así llamados la vez primera por Isabel la Católica,
cuando dio á los cacereños sus fueros: á la vida guerrera de la
edad pasada vino á suceder la vida civil, y los importantes Con-
cejos, en vez de levantar sus algaras y JonsadoSy los vemos ba-
sados en sus fueros, ocuparse en redactar sabias ordenanzas: la
época pasada se ocupaba en conquistar; la nueva sólo piensa en
conservar : á la crasa ignorancia que había en esta tierra, según
confesión de los mismos condes, sucede la organización de los
poderes civiles y el progp^eso simultáneo que la paz y la buena
administración trajo á los municipios. Plasencia debió mucho á
sus corregidores (i), que la engrandecieron y mejoraron gran-
demente.
(i) Es curiosa por demás la lista de todos los que ocuparon el Corregimiento.
Hela aquí: D. Pedro García de la Torre (147 1), Antonio Fonseca (1489), Francis-
co de Vargas (1496), Juan Montalvo (i $08), Juan M. de Espinar (1514), Parafán
de Rivera (1533), Hernando Barrientos (1537), Juan Ponce de León (i 5S2), Pon-
ce Poncel de Peralta (i 567), Doctor Zarate (1571), Pedro Riquelme Villavicen-
cio (1572), Fernando Megía Soto Ortiz y Sosa (i 574), Pedro Volivar (i 580), Die-
go Venegas de Córdoba (1^93), Jerónimo Piñán de Zúñiga( 1608), Diego González
de Hoces (16 10), Rodrigo A. Pacheco (161 3), Diego de Guzmán (1624), Juan de
Vargas Sotomayor (1627), Pedro de Ayala Manrique (1636), Alonso Vinuesa To-
rres (1667), Luís Barona(i689) Francisco de Salcedo (1690), Andrés Mondragón
Sotomayor (1697), Luís de Solís Guardiola (1700), Gaspar Matías Salazar(i70 5),
Antonio de Orellana y Tapia (1707), José Pinto (17 10), Juan de Vera Zúñiga y
Fajardo ( 1 7 1 4), Francisco Luxán y Arce (1718), Juan Manuel de Villena (1724),
José Manuel de Meneses y Velasco (1729), Matías Crespo Suárez (1731), Pablo
A. Becerra (1739), Manuel de Silva y Figueroa (1740), Fernando de Mendoza
(1745), Lorenzo Blanco y Ceba ílos (1749), Nicolás de Pineda y Orellana (1750)^
Diego Herrera Castañeda (i 760), José Sánchez Corredor (1762), Domingo de la
Calzada (1764), Francisco Javier de Quiroga (1767), Gregorio Sierra y Copons
(1770), Juan Duran de la Rocha (1777), Joaquín Barcalcet (1780), Francisco Mi-
llán de la Peña (1783), Joaquín Navarro (1789), El Marqués de la Paz (1790),
José Rivera (i 798), José Gabriel del Águila (1808;, Manuel Tesifón Gómez Borja
(i82<)), y Juan Sánchez Trapero (1847).
C Á C E R E S 913
IV
Hemos llegado en estas investigatriones históricas hasta el
ñnal del siglo xv, sin hacer mención para nada de la población
árabe y hebrea que tuvo Plasencia durante cuatro centurias. No
es justo omitir noticias tan importantes en este capítulo.
Perdida para los cristianos la batalla de Alarcos, librada el
19 de Julio de 1233 (i), con imprudente tenacidad, ya fuese por
cuestiones de etiqueta, entre algunos caballeros, como algunos
quieren, ya por no esperar el auxilio de los reyes de Navarra y
de León, como opinan otros, ó porque D. Alfonso VIII, ciego,
apasionado y enloquecido por sus impúdicos amores con la her-
mosa Raquel, célebre judía de Toledo, no meditase cual debiera
sobre la importante y trascendental jornada que iba á empeñar,
es ló cierto que con esta derrota para las armas cristianas los
árabes no sólo se apoderaron de Alarcos sino que subieron
hasta Yévenes y se corrieron por el reino de Toledo y Extrema-
dura, ocupando á Plasencia en 1 1 96, donde es fama que encon*
traron no poca resistencia por los cristianos y apoyo por parte
de la numerosa población hebrea, que entre ellos vivía desde
los tiempos de la pequeña Ambroz^ origen de la actual Plasen-
cia.
Entonces en las vertientes de la sierra de Santa Bárbara^
donde hoy fructifican la parra y el olivo, crecían en impenetra-
ble frondosidad la silvestre madroñera, la jara, la cornicabra y
el bravio castaño ; esa deliciosa ribera festoneada después y hoy
mismo con los trabajos, sistemas y productos de la horticultura
árabe, estaba cubierta por un espeso bosque de heléchos, de al-
( I ) El año 1 1 9 (> de nuestra era.
"5
914 C Á C E R E S
tos alisos y de impenetrables sauceras; las encinas, retiradas
ahora á los campos de Valonguilla y San Esteban^ crecían en
confuso y descompuesto desorden, acarrascadas y montaraces
en los paseos de San Antón^ las llanuras de Santa Teresa y el
cerro de San Cristóbal^ y entre los riscos de Valdi-corchero;
tocando y asaltando, por decirlo así, el nuevo pueblo, se tendían
los tomillares, las enmarañadas zarzas, el oloroso espino y los
centenarios alcornoques; y entre esta maleza, entre la espesura
y salvaje fronda de estos montes, solitaria se levantaba á ñnes
del siglo XII la ciudad incipiente, dominada por los sectarios de
Mahoma, mezclados con los hijos de Israel.
Pero dominaron muy efímeramente los árabes en Plasencia,
y su recuerdo en esta ciudad es tan vago que ningún vestigio
los recuerda.
El rey D. Alfonso, juntamente con los caballeros moradores
de ella, á quienes los árabes habían ahuyentado, conquistó la
ciudad, y muy de propósito la fortaleció y reedificó, levantando
los muros que ahora tiene, y los lugares de Mirabel y de Segu-
ra, hasta el año de 1 200.
Mariana cuenta (i) que en esta fecha el rey D. Alfonso había
hecho treguas con los árabes, y con la comodidad de estas tre-
guas deseaba reparar los daños que en el tiempo pasado se re-
cibieran; y para esto procuraba reparar á Plasencia, Béjar, Mi-
rabel y Segura, en el monte Argentaria.
De estas afirmaciones de Mariana se deduce que si en 1196
Plasencia cayó en poder de Abenjucef, que se retiró á las An-
dalucías, como hemos dicho, con ánimo de continuar la guerra
al año siguiente, la ciudad volvió á recobrarse al muy poco
tiempo ; y aunque no con una exactitud matemática, porque esto
es imposible, podemos decir que se reparó^ como cuenta el pa-
dre Mariana, en los años siguientes hasta el 1 200. Como lo que
se repara es lo que está ya construido, suponemos que lo repa-
(i) Historia general de España, lib. XI, cap. XX.
C Á C E R E S 91;
rado sería la cerca ó muro, de que ya hemos hablado en el ca-
pítulo anterior, y estos reparos serían las torres, el segundo
muro 6 barbacana, y la construcción del Alcázar, para fortificar
la población convenientemente y mejor que cuando fué sorpren-
dida en los comienzos de su fundación, y tomada en la impo-
nente correría que hizo el bárbaro Miramamolín; quien ante los
imponentes muros de Toledo y Talayera tuvo que detenerse,
como quizá lo hubiera hecho ante las fortificaciones de Plasencia
si éstas hubieran estado como después de reparadas por don
Alfonso.
Indudablemente la residencia de los sarracenos debió de ser
corta en Plasencia, pues nada resta de ellos en concepto de do-
minadores: como moros de paz, que entre nosotros vivían, pu-
dieron quedar y efectivamente quedaron recuerdos que se retra-
tan en nuestras costumbres (industrias, artefactos y cultivos);
pero como señores de Plasencia no vemos ni un edificio, ni una
ruina que recuerde su dominación.
Más recuerdos dejaron en ella los hebreos. Según se ve por
el repartimiento que D. Sancho el Bravo giró en la villa de
Huete, en el padrón de los judíos, por lo que tributaban cada
una de las Aljamas de Castilla , aparece que á la Aljama del
Obispado de Plasencia, sin los pueblos de Béjar, Trujillo y
Medellín, la correspondieron pagar 16,244 maravedises. Va-
liendo cada maravedí diez dineros, y pagando cada judío 30 di-
neros, resulta que había en esta Aljama 5,414 judíos, y sobra-
ban 20 dineros que probablemente los pagarían entre todos,
para llenar la cuota que se les imponía. En los repartimientos
posteriores aumentó el número de esta Aljama, sin duda por
las persecuciones de que tierra adentró de Castilla eran ya ob-
jeto los judíos, y tolerancia que aquí hubiera les trajo á Pla-
sencia.
Pueden formarse comparaciones con todos los repartimien-
tos del Obispado, y se verá que en este tiempo era la Aljama
que menos judíos tenía; y en el reparto girado en el siglo xv,
9l6 C Á C E R E S
fué la tercera Aljama en cuota (i). Amador de los Ríos está
conforme con estos datos nuestros (2), que tampoco discordan
con los que da D. Diego de Colmenares (3). Algo de la legis-
lación municipal de Plasencia puede verse para comprender que
ya en 131 5 había cierto espíritu de injusta equidad contra los
judíos, según el cuaderno dado al Concejo de Plasencia por el
ordenamiento de las Cortes de Burgos (4) ; como igualmente
en otro ordenamiento de las celebradas en Madrid en 1339 (5),
donde no resplandece mayor imparcialidad.
En 1474, en el repartimiento que Rabi Jacob Aben Núfiez
(físico del Rey, su Juez mayor y repartidor en aquel año de los
(i) Los monarcas españoles, cuando rescataban los pueblos de manos de los
agarenos, dejaban tranquilos en ellos á los vecinos que reconocían su autoridad
soberana, sin diferencia de la religión que lo estorbara. Merced á esta política,
los judíos permanecieron en España hasta que los RR. CC. los arrojaron de ella.
Ahora bien, los hebreos, en retribución del amparo y protección que recibían
de los Reyes, pagaban un tributo de 30 dineros por cabeza, dando el nombre á
este impuesto de Aljama.
(2) Historia social, política y relij^iosa de los judíos de España y Portugal. (Ma-
drid, 187S.)
(3) Historia de la Ciudad de Segovia, (Segovia, 1637.)
(4) Se dice entre otras cosas: Otrosí: De aquí en adelante, ni judíos, ni moros,
llevarán ó se llamarán nombres de cristianos, y en aquellos que lo lleven se hará
justicia como si fueren herejes.
Otrosí: que los cristianos no vivan con los judíos, ni con los moros, ni con ellos
críen sus hijos; y los que lo hicieren, que los Jueces de las villas y de los lugares
do acaeciere, hagan escarmiento en ellos y en sus cuerpos, como en aquellos que
quebrantan su ley.
Otrosí: que los moros no traigan copete sino que anden calvirapados, ó cerce-
nados en derredor.
Otrosí: que ninguno sea osado de sacar fuera de estos reinos ninguna cosa de
las vedadas; según los ordenamientos del Rey D. Alfonso y del Rey D. Sancho, su
hijo. Las cuales cosas son estas que aquí serán dichas: caballos, rocines, mulos,
muías, vacas, carneros, puercos, ovefas, cabras, cabrones, pan, legumbres, y toda
vianda, cera, seda^ conejos, moros, moras, oro, plata, todo vellón de cambio, haber
monedado, fuera de las doblas de la señal del Rey D. Alfonso, torneses de plata,
torneses prietos y los dineros coronados.
(5) Los procuradores de Plasencia pidieron en ellas, y les fué concedido, en
estos términos: «Señor: Os pedimos merced que tengáis por bien y mandéis que
en las pagas de las deudas, ó en los maleficios que acaecieren entre los cristianos,
los judíos y los moros, que valga el testimonio de dos hombres buenos cristianos,
sin testimonio de judío ni de moro; y el Rey respondió que lo otorgaba , según se
contiene por el cuaderno de Madrid.
C Á C E R E S 917
servicios^ hace á las Aljamas de judíos de la Corona de CastiHa,
de los 450,000 maravedises que habían de pagar á la corona),
aparece contribuyendo la Aljama de Plasencia, con los judíos
que moraban en su tierra, y en las de Galisteo y Aldeanueva
del Camino, con la suma de 5,000 maravedises. £1 repartimien-
to de donde están tomados estos datos concuerda con el origi-
nal, que obra en el archivo de Simancas, de donde lo tomó el
Sr. Pinilla (i).
En el referido servicio y medio servicio que pagaban los ju-
díos, cabía á cada cabeza de familia en este tiempo 50 marave-
dises de cuota, así que repartidos los 5,000 maravedises, resulta
que la Aljama de Plasencia y su tierra, con los de Galisteo y
Aldeanueva, daban ó tenían 100 familias judías, ó fuesen 500
almas.
Tomada Granada en Enero de 1492 por los RR. CC, al
mes siguiente publicaron su famoso decreto de expulsión de sus
dominios á todos los que no profesaran la religión cristiana, dis-
posición nunca censurada lo bastante, porque acusó cierto espí-
ritu de intolerancia jamás justificado, y fué indicio del decaimien-
to y despoblación de España. Lo peor de este decreto de
expulsión fué los términos en que estaba redactado, pues por él
se mandaba salir del territorio español cá todos los judíos que
vivían en ley», y para esto les dieron ttres meses de término.»
En últimos de Marzo de 1492, los judíos que moraban en
Plasencia pasaron á Portugal, conducidos por el capitán Fran-
cisco Hernández Floriano, viéndose obligados antes á vender
sus bienes y hasta su sinagoga que tenían en la ciudad, y el
osario y enterramiento, situado en el Berrocal^ y que enajena-
ron en la suma de 400 reales, comprándolo el deán D. Diego
de Xerez, por escritura pública otorgada en 1 2 de Mayo ante
el notario Hernando Díaz, escribano público de la ciudad, y fir-
mando la venta los judíos procuradores de la Aljama.
(i) En su Biblioteca de Fiacienda, 1. 1. (Madrid, 1824.)
9l8 C Á C E R E S
Este osario y cementerio comprendía casi todo el Berrocal^
desde cerca del Puente de San Lázaro, que es obra posterior,
río abajo, hasta pasado el Molino de los Naranjos, dando frente
á la tierra y berrocales; por la parte de la Ciudad, desde el
arroyo que baja de San Antonio y entra en el río al dicho
puente. Después, en el año de 1496, el Deán vendió este ce-
menterio á la Ciudad. En la linde de este campo con la cerca
del Berrocal^ en la primer eminencia, sobre un grueso y enhies-
to peñasco, se destaca denegrido y cubierto por la acción del
tiempo el signo de este cementerio. El vulgo le llama La cruz
sin cabeza. Otros le tienen por la letra T, aventurando algunos
la opinión de que quiere decir traición, aludiendo á ciertos he-
chos que suponen ocurridos en la casa del Berrocal. Ni es cruz,
ni es admisible la opinión de estos últimos. De signiñcar traición
ese signo, se hubiese colocado dentro de la cerca ó en el mismo
edificio de la casa del Berrocal á que se refería; pero este signo
está independiente, fuera del terreno de esa propiedad y nada
tiene que ver la popular cruz sin cabeza con el edificio^ ni con
las juntas que celebraron en él los Comuneros. Ese signo, como
su mismo aspecto lo indica, es el Tau ó letra T, emblema del
pueblo judío, colocado en ese sitio desde los primeros tiempos
de la Ciudad como señal de que ese campo pertenecía á los Tal-
mudistas como enterramiento de los proscriptos israelitas.
Hoy mismo se ven estos sepulcros esparcidos en número de
veinte y tantos, abiertos y agrupados en el terreno que linda
con la pared del corral del matadero, subiendo al cerro inme-
diato. Pueden estudiarse esos sepulcros, como nosotros los he-
mos estudiado, abiertos en la piedra viva, presentando la forma
del cuerpo humano envuelto en el sudario hebreo: son una caja
abierta desde los pies á los hombros, en la forma de ataúd: otra
caja abierta en la misma piedra y unida á la anterior recibía la
cabeza del cadáver, que luego se cerraba con una losa que cu-
bría este depósito, para lo que tenía sus rebajes en todo el
borde. Todos estoff sepulcros miran al Oriente , costumbre
920 C Á C E R E S
judía, posición expresiva de las esperanzas de los que allí repo-
saban.
¡Qué contraste tan magníñco presenta este campo y todas
estas alturas con las que se levantan á la parte opuesta de la
Ciudad, ó sea con la silueta de la sierra de Santa Bárbara! En
ésta todo es productivo, bello y poético. Las alturas del Berro-
cal son graves, sombrías, tristes y silenciosas: aquel es el ce-
menterio de los cristianos; éste es el de los judíos; triste como
las laderas del Calvario en Jerusalén; pedregoso y árido como
los campos de las ciudades malditas. Cuando algunas tardes del
melancólico otoño, en la hora del crepúsculo, nos hemos colo-
cado sobre la altura donde se ostenta el símbolo de este osario;
cuando hemos tendido la vista por este campo desnudo de toda
vegetación; y cuando hemos contemplado estos sepulcros, nos
han venido ideas bien tristes sobre la suerte desgraciada de los
errantes y proscriptos hijos de Israel, expulsados de España por
una ley á todas luces injusta. Á la vista de este signo y de estos
sepulcros no se puede negar la obstinación con que fueron per-
seguidos y la terrible maldición que sobre ellos pesa. Errantes
andan por el mundo, como errantes anduvieron desde su origen
en Europa.
La Aljama ó barrio de los Judíos y la Sinagoga estaban en
lo que hoy es plazuela de Santa Isabel^ de donde se trasladó al
convento de Santo Domingo^ cu^LVido su fundación.
La Sinagoga se convirtió en iglesia de Santa Isabel^ por el
nombre de la Reina Católica que los expulsó, y así adonde salía
la puerta de la iglesia se llama hoy la Plazuela de Santa Isabel.
Después, en tiempo de los Comuneros, quemaron las casas que
estaban cerca de la iglesia, y pasando el fuego adelante se que-
mó ésta. Los incendiarios fueron condenados en 1 20 ducados,
que se aplicaron al cabildo de curas y beneficiados, con la obli-
gación de hacer un altar en la parroquia de San ^uan, con la
advocación de Santa Isabel^ en memoria de la iglesia incendiada.
El altar con la advocación de Santa Isabel y San Zacarías le
CÁCERES 921
hicieron colateral, al lado del Evangelio, y sobre el retablo se
pusieron las armas de los RR. CC. que habían dado al cabildo
de curas y beneficiados el sitio de la Sinagoga y sus adyacen-
tes. Se conservan huellas de este incendio á espaldas de la casa
nobiliaria que está en la misma calle de Santa Isabel^ núme-
ro I , dando frente á la plazuela, edificio de arquitectura severa ,
con su fachada del siglo xvi.
Junto al cementerio judío se edificó en principios del si-
glo XVI un suntuoso palacio por D. Diego Esteban de Carvajal,
el cual fué demolido cuando las Comunidades, recién terminada
la obra, y aún se ven en pie las hermosas columnas del patio y
galería interior.
V
Tiene Plasencia recuerdos muy gratos de los siglos x,v y xvi.
Su mayor apogeo comenzó cuando se incorporó á la corona.
D. Fernando la quiso visitar cuando la redujo á su obedien-
cia, y vino personalmente á tomar posesión de la Ciudad, acom-
pañado de los independientes y nobles Caballeros, de los Regi-
dores y de la gente del pueblo. Para esto llevaron á don
Fernando á la Catedral, donde le salió á recibir el Deán y el
Cabildo con toda la clerecía. Al entrar en la iglesia le pidieron,
la Ciudad, los Regidores, los Caballeros y los mismos Capitu-
lares del Cabildo, que jurase solemnemente no enagenarla, ni
sacarla de la corona real, y de guardarla todos sus fueros, pri-
vilegios y libertades, á lo que el rey accedió de buen grado
prestando el debido juramento (i).
(i) Helo aquí: «En la ciudad de Plasencia, á los veinte dias del mes de Octu-
bre, año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de 1488, estando en la
X16
92 2 CÁCERES
Por estos tiempos la ciudad se engrandeció con la residen-
cia en ella de nobles caballeros y la donación que los reyes le
hicieron de fueros y privilegios.
De los últimos tiempos del siglo xv y tal vez conmemora-
ción de la toma de Granada es la inscripción que estuvo coloca-
da sobre el arco de la puerta de Talavera y hoy decora la fa
chada de las Casas Consistoriales, donde se ve la lápida que á
continuación transcribimos literalmente.
LIBERTAS URBIS COELORUM GLORIAM PANDIT-
INFERNIS MISEROS CIVESQUE OBTRUDIT INIQUOS,
LIBERTATEM URBI PACEMQUE I.VIPONERE, ET MORES
JUSTICIA ALTÍSSIMI DECREVERUNT REGES HISPANIAE.
DIVUSQUE HERNANDUS DIVA HELISABET SANCTA CONJUX.
DUM REGNUM ET URBÍS GRANATE SUBEGERINT ARMIS.
ISMAELIS TERROR IIAERESUM FORTÍSIMI ULTORES
QUOS PATER OMNIPOTENS FELICES SEMPER CONSERVET.
VICTORESQUE VALEANT TOTUM REGNARE PER ORBEM.
LAUDIBUS ANGELÍCIS COELESTIA REGNA SEQUANTUR (i).
Catedral, Iglesia de Santa María la Mayor, de <rsta Ciudad, el muy alto y muy es-
clarecido Príncipe, el Rey D. F'ernando , nuestro Señor, con mucha gente que
con S. A. venia, por ante mí, Ruy González, Escribano público, del número de la
dicha Ciudad, por los Regidores, Caballeros y beneficiados de la dicha Iglesia fué
pedido á S. A. hiciese el juramento siguiente : Que V. A. jure á Dios y Santa Ma-
ría, y por estos Santos Evangelios, de guardar, defender y amparar al Concejo,
Regidores, Caballeros, Escuderos, Escribanos, Común, Vecinos, y Moradores de
esta su Ciudad de Plasencia, en sus fueros y privilegios, mercedes, libertades y
franquicias que esta dicha Ciudad y personas de ella y su término tienen así de
los Reyes, de gloriosa memoria, vuestros antepasados, como del Conde D. Pedro
de Zúñiga, y del Duque D. Alvaro, su hijo; y las Ordenanzas, usos y costumbres
que la dicha Ciudad tiene, asi ahora ó en todo tiempo. Diga V. A. Sí juro. Y dijo
el Rey. «Sí juro.» Si así lo hicieres. Dios Padre Poderoso os ayude en este mun-
do el cuerpo, y en el otro al ánima, con acrecentamiento de muchos y mas Reinos
y Señoríos, y lo contrario haciendo os lo demande mal y caramente. Diga V. A.
Amen. X lo cual todo S. A. respondió. «Sí juro, Amen.» Y fueron presentes por
testigos D. Francisco de Zúñiga, y Gutiérrez de Carvajal, y Garci López de Carva-
jal, y Gonzalo de Salazar, y el Arcediano de Plasencia D. Sancho de Carvajal, y
Juan Fernandez, Notario, vecinos de la dicha Ciudad, y otros muchos Caballeros
que con S. A. venían. E yo el dicho Ruy González, Escribano público, sobredicho,
presente fui á todo con los dichos testigos, y por ende fize aquí mi signo tal. En
testimonio de verdad Ruy González, escribano.»
( I ) Traducida dice así :
La libertad es fara la Ciudad una mani/esiación de la gloria de los cielos.
C Á C E R E 8 923
: ir I I impyw^^fP.. u winc^
En 1500 se comenzó el Puente Nuevo^ terminado en el afto
de 15 1 2. Su verdadero nombre es Puente de la Isla. Todo él de
sillares, su arquitectura es poco elegante. En medio de la acita-
ra de la mano izquierda según se va desde la ciudad^ se levanta
un templete donde está colocada la Virgen, con la advocación
de Nuestra Señora de la Cabeza. En el pedestal ó zócalo de
este templete hay una inscripción gótica, que aunque bastante
confusos sus caracteres, todavía está legible y dice así:
ESTA NOBLE CIUDAD DE PLASENCIA MANDÓ HACER ESTE
PUENTE DE LA ISLA REINANDO EL REY D. HERNANDO Y LA
REINA D.a ISABEL NUESTROS SEÑORES, COMENZÓSE EN EL
ANO DEL SEÑOR DE MCCCCC (1500) É ACABÓSE EN EL DE
CCCCCXII (512) Á SEIS DEL MES DE ABRIL. FUÉ EL MAESTRO
DE ELLA MAESE RODRIGO DE ALMAN.
En frente de esta inscripción, á la parte que cae á la Isla^
está el escudo con las armas de los Reyes Católicos.
Al mediar el siglo xvi, el barrio de los moros en Plasencia
comprendía unas 1000 almas. En 1589, de las relaciones remi-
tidas á Felipe II por los arzobispos, obispos y otros prelados
eclesiásticos, del número de moriscos que había en sus respecti-
vas diócesis y territorios, resultaron en el obispado de Plasen-
cia 1 61 8 moriscos en esta forma:
La libertad lanzó á los avernos á los desdichados ciudadanos que la contra-
riaban.
Los reyes de España^ el esclarecido Fernando y la egregia Isabel su santa cónyu-
ge^ representantes de la justicia del Altísimo, decretaron dar á Plasencia libertad,
paz y leyes, en tanto que entraban por la fuerza de las armas en el reino y la ciudad
de Granada,
Terror de los ag árenos y fuertes vengadores de las herejías, el Dios omnipotente
les conserve siempre felices.
Que reinen victoriosos en el orbe, y las alabanzas angélicas les sigan á las ce-
lestes mansiones.
Los dos primeros versos de esta inscripción aluden á la emancipación de la ciu-
dad del señorío de los Condes, y á los desdichados partidarios del mismo condd
vencidos por los pronunciados placentinos. También se hace alusión en esta ins-
cripción á la toma de Granada, que fue en el mes de Enero de 1492.
924
C Á C E R E 8
Hombres de i8 afíos arriba
Mujeres de 15 años. .
Niños de 15 años abajo. .
Viejos de 50 arriba. .
Mujeres de idem.
Esclavos
430
423
575
102
85
3
1618
Estos moriscos se ocupaban en la horticultura, viviendo por
lo general apartados de los cristianos viejos. Algunos eran mer-
caderes; otros tenían tienda de comestibles en los mejores pues-
tos de las ciudades y villas; los más se dedicaban á ofícios me-
cánicos como caldereros, herreros, alpargateros, estereros, jabo-
neros y arrieros. Convenían todos en el retraimiento del trato
con los cristianos, en vivir de sus manos, en pagar todas las ga-
belas é impuestos con exactitud, y en ser templados en el comer
y en el vestir. Expulsados luego por Felipe III en cédula real,
dada en San Lorenzo en 1 1 de Setiembre de 1 609, refrendada
por Andrés de Rada, la parroquia de San Juan de Plasencia
quedó casi sin feligreses con la expulsión de los moriscos: las
portadas de las antiguas casas son los únicos recuerdos que
nos quedan de este despoblado barrio de honrados trabajado-
res que conservaron en España la afición al trabajo, y nos die-
ron siempre muestra de cuánto podía ser este país poblado
todo él de buenos labradores. ¡Jamás la historia perdonará este
acto impolítico del III Felipe, que nos trajo la miseria y la des-
población de España!
Las cañadas, abrevaderos, rescalvados y cotos que contaba
la comarca placentina hasta muy entrado el siglo xvii, eran en
número y calidad bastante á satisfacer las necesidades del pue-
blo pechero y aun de los hombres de la clase media que no
siendo labradores ni ganaderos, necesitaban de las hierbas y
pastos de montes para las cabezas de ganado que sostenían
para su recreo ó alimentación. Detentadas en su mayoría estas
propiedades comunales, no queda de ellas sino su recuerdo en
C Á C E R E S 925
el libro Becerro del Concejo^ aunque todos los vecinos saben al
dedillo los linderos de los cinco cotos de la ciudad (i)^ como
conocen las cañadas, abrevaderos y rescalvados que en tiempos
antiguos tuvo el Concejo para uso común.
El palacio del Concejo, las plazas, fuentes públicas y pa-
seos, mejoraron el aspecto de Plasencia en estas dos últimas
centurias.
En el siglo xvii se levantó el palacio de los condes de
Hornachuelos, título con que el rey D. Felipe IV distinguió á
los Panlaguas, que después, en 1681, Carlos II les dio el mar-
quesado de Santa Cruz de Paniagua.
Este palacio es notable por su fachada severa, y sobre todo
el balcón de la esquina que da frente á la catedral.
(i) He aquí la noticia exacta de estos Cotos:
N.o I.— COTO DE SAN ANTÓN: Este coto lindaba con todas las viñas de los Ba-
rriales hasta dar al molino de la parud bien hecha (que ya existia con este nombre)
y de allí con el coto que dicen de Navalonguilla^ todo el arroyo que va por el mo-
linillo de Francisco Cordero (se ven hoy las ruinas de este molino) á dar derecho
á Nuestra Señora Santa Marta del Puerto, y por la parte de arriba con toda la raya
de la dehesa boyal de Valcorchero, á dar al Palomar de Maese Cristóbal, y de allí
al osario de los judíos que es en el Berrocal^ según está amojonado.
N,'* n.— COTO DE FUENTE DE LA ZARZ/.: Este coto comenzaba desde San Láza-
ro todo el rio abajo á dar á la raya de la dehesa del Berrocal, y de allí á dar al Ca-
rrascal de la Franca, y de allí á los mojones de la dehesa de la casa de campo, á
dar á los mojones de entre la dehesa de la Pardala á los dichos cotos, y de allí
vuelve por los aceitunos que eran de Ahumada, y todo el. camino á raíz de las vi-
ñas, que es el camino que va á Palacios hasta volver á San Lázaro.
N.» III.— COTO DE CALZONCILLOS: Comienza desde los Tejares y va lindando
con todas las viñas que dicen de Calzoncillos arriba, hasta deslindar con la dehesa
del Hoyo y toda la cumbre derecha á dar al camino de Malpartida, y vyelve todo
el camino de Malpartida abajo, deslindando con la dehesa de Hosada, á dar al Egi-
do y á los Tejares de donde comenzó.
N.°IV.-COTO DE LA TINAQUERA : Deslindaba por la parte de arriba con la
dehesa de Cuadrilleros, y con el baldío que decían de la Herruza, y con las viñas
que decían de Valsoriano y de la Tinaquera, y con el camino de Jaraíz por una
parte.
N.* V.— COTO DE MATASANOS: Lindaba por una parte con la dehesa de Hosa-
da y con la dehesa de San Esteban y con el Haza del Pozo y por un lado con la
dehesa del Tizuelo, hoy Terzuelo.
Estos dos cotos de Matasanos y la Tinaquera quedaron después Baldíos, para
que en cualquier tiempo pudieran aprovecharse por los vecinos de la ciudad.
Las Viñas, las Huertas y la Isla, merecieron también preferente atención por
estas ordenanzas, que sentimos no poder dar á conocer en toda su extensión.
Q36 C Á C E R E 6
Se conoce este edificio con el nombre de la C^a e¿e/ Deán,
por haberla habitado muchos años un canónigo de la familia de
los Panlaguas, que tenfa dicha dignidad en la catedral placentina.
La Cárcel es
del siglo XVIII,
como el Pósito
yel palacio epis-
copal,que se re-
edificó á expen-
sasdelLVIIpre-
lado de la dió-
cesis, D. Fray
Francisca Laso
de la Vega y
Córdova, que
regía la sede
en 1737, por
muerte del obis-
po Fr. Juan de
Montalván.
El antiguo
palacio era del
siglo XV , des-
mantelado en su
interior y de as-
pecto pobre en
PLASENCU.-LA CA«A d=l dbák ^u exteriof. La
portada, no obs-
tante, era notable. El obispo Lasso lo reedificó, tal como hoy se
ve, presentando una agradable obra en su balcón boleado que
forma ángulo entre S. y O. Mide su fachada principal unos 120
metros; es todo él de piedra labrada, con excelente piso de can-
tería y vistas deliciosas.
Los cuatro hospitales que contaba Plasencia en el siglo xvi
C Á C E R E S 927
eran notables. El de Santa María, situado en la calle de Trují-
Uo, que lleva el título de Doña Engracia de Monroy^ fué fun-
dado por D. Ñuño Pérez Monroy, abad de Santander, arcediano
que fué de Trujillo y de Campos, bajo el patronato del obispo
y cabildo de la ciudad. El edifício lo restauró el obispo Lasso
en la primera mitad del siglo anterior. En sus cuatro espaciosas
salas caben 200 camas.
El de la Merced, que le llaman de las Llagas, lo hicieron
el licenciado Pedro Cepeda y su mujer Teresa Rodríguez y
Yangas, con destino solamente á heridos y enfermos por acci-
dentes casuales.
El de la Cruz, obra costeada por D.* Beatriz de Trejo y
Almaraz, no existe, y en las afueras de la ciudad había una
casa para recogimiento de transeúntes y forasteros.
El colegio de San Fabián, fundado en 1580 por el arcedia-
no D. Fabián de Monroy, y el seminario de la Concepción, que
se creó en 1670» son instituciones de enseñanza que no gozan
del nombre que otras de su índole tienen en varías diócesis de
España.
El obispado de Plasencia comprende 14 pueblos de la pro-
vincia de Badajoz, 112 de la de Cáceres, 11 de la de Ávila, y
23 de la de Salamanca: total 160, con 160 parroquias, 16 filia-
les y anejas, 14 conventos y 126 ermitas, capillas y oratorios,
regido todo ello por 154 párrocos, 30 tenientes, 32 beneficia-
dos, 84 asignados y 346 dependientes.
Es cabeza de Audiencia de lo Criminal y uno de los 1 4 par-
tidos judiciales de la provincia que comprende los pueblos si-
guientes: Aldehuela, Arroyomolinos de la Vera, Barrado, Cabe-
zavellosa, Cabezuela, Cabrero, Carcaboso, Casas del Castañar,
Galisteo, Carguera, Malpartida de Plasencia, Mirabel, Monte-
hermoso, Navaconcejo, Oliva, Piornal, Plasencia, Serradilla,
Tejera, Torno, Valdastillas, Valdeobispo, y Villar de Plasencia,
con una población de 30,890 habitantes.
Patria ha sido Plasencia de ilustres hombres. Aparte de los
928 C A C E R E S
ya citados en este capítulo, contó con el famoso cardenal don
Bernardino de Carvajal, de la ilustre familia de los de este ape-
llido y la de los Sandes, como hijo que fué del noble caballero
el señor de la villa de Torrejón, D. Francisco López de Carva-
jal y de D.^ Aldonza de Sande, su mujer. Este ilustre eclesiás-
tico se educó en Salamanca, y fué embajador en Roma por los
RR.CC. Era sobrino del no menos renombrado y también car-
denal D. Juan de Carvajal, también placentino. Murió D. Ber-
nardino de edad de 68 años, en 13 de Diciembre de 1523, ha-
biendo presidido el Sacro Colegio de Cardenales, como decano
en la elección de pontífice de Adriano VI y en la de Clemen-
te VII. En la elección de este último tuvo muchos votos para
el Pontificado. Falleció en Roma y está enterrado en la iglesia
de Santa Cruz de Jerusalén, de donde tuvo el título de car-
denal, f
Placentinos también fueron el arquitecto Pedro Deleria, el
cardenal Tejó, los obispos D. Pedro de Carvajal, D. Gutierre
de Vargas y D. Cristóbal Lobera; los capitanes Luís de León,
Pedro Hernández de Paniagua, Villalba, D. Luís de Ávila y Zú-
fiiga, y los Almaraces y Monroyes; los juristas Alfonso de Ace-
vedo y Juan Gutiérrez; los cronistas D. Lorenzo Galíndez de
Carvajal, y Fr. Alonso Fernández; y los teólogos, escritores y
poetas Martín Redondo, Gabriel de Trejo, Fernando Calvo, Al-
fonso de Torres, Alvaro de Hinojosa, Bernardo López, Grego-
rio Bolívar, Gutierre de Trejo, Juan Gutiérrez, Pedro Fernández
Ovalde, el Dr. Bedoya, los PP. Fr. Antonio de Santa María, y
Fr. Martín de San José, y D. Alejandro Matías Gil, último his-
toriador de Plasencia, todos son nacidos en esta ciudad memo-
rable, de gloriosas tradiciones y gran renombre en los fastos de
la pasada Extremadura.
CAPITULO VIII
Gastrae-Juliae. — Trujillo en la Edad-media.
Trujillo en los tiempos contemporáneos.— Sus hijos célebres
I
LINIO cita entre las ciudades lusitanas á Julia^
pueblo contribuyente, pero no municipio romano,
y menos colonia, como algunos suponen. Se co-
noció desde los primeros tiempos de la invasión
romana, con el nombre de Castra JulicB^ que es lo
mismo que íuert^ Juliense ó castillo de Julio.
Trujillo suponen algunos que se deriva de Turrts
yulia^ nombre antiguo desconocido, por lo que le de-
rivan otros de Castrum yulium y dicen que de Trum
yulium quedó Trujillo. Es probable que al recibir el
nombre que hoy tiene no supieran los que se lo dieron que se
llamó antiguamente Castra JuluBy y le darían el de Trujillo
sólo porque sus edificios estarían revocados y se verían blan-
quear desde larga distancia, como hoy se ven, pues Trujillo
"7
930 C A C E R E s
quiere decir encalar 6 blanquear^ según Paredes y Guillen (i).
Que es pueblo de antigüedad suma lo acreditan las ruinas
que conserva en la parte alta de la ciudad^ donde se han encon-
trado multitud de inscripciones, de las cuales las únicas legibles
son éstas:
CILIVS
CAENONIS
F. APVLVS
AEACO
V- S- L- M-
que quiere decir : Celio Apulo, hijo de Cenón, hizo un voto á
Faco. Este Faco, con Minos y Radamanto, según la teología
pagana, juzgaban las almas apenas se separaban de sus cuer
pos.
T. IVLIVS. NICERANVS
ANN • LXXXIII •
H • S •::::::::: : SIBl
SARCOPHAG •
IN • FIDEI • COMMISSVM
EREXIT
Esto es: Tito Julio Nicerano, de edad de ochenta y tres
años, está aquí sepultado. Séate la tierra leve. El mismo se eri-
gió este sarcófago mandándolo á su muerte.
En el brocal del pozo que hay en el castillo se lee esta
otra:
BOVDIN
N • CAR
IFHS-B-S-T-T-L
Sobre la parte superior de esta piedra hay una cabeza muy
mal tratada.
Suponen algunos eruditos que Julio César fué el fundador
(i) Origen del nombre de Extremadura^ pág. 50.
CÁCERES 931
de Trujillo (i), afírmación que no puede comprobarse hasta hoy
por ningún hecho de notoria autoridad; pero los nombres de Cas
iraCacilia y de Norba-Casarea van casi siempre unidos al de
Castra-Julia en la geografía antigua, deduciéndose de este hecho
que las tres poblaciones lusitanas pudieron ser de igual época.
Los que remontan el origen de Trujillo á los tiempos más
antiguos, lo creen fundado por \o% Fr amóntanos Celtiberos ^ raza
de pastores que vivía de la trashumación, entre los Extremos y
las Sierras^ como decimos en el principio de esta obra ; pero
la prueba es muy difiícil, y por más que sean muchos los cronis-
tas que admitan tal añrmación, nosotros no podemos traerla aquí
como de autoridad probada.
Sábese que en los tiempos de Augusto había en Trujillo una
fortaleza inexpugnable, albergue de un pequeño pueblo, citado
por Plinio, con el apellido de Julia. No existen inscripciones que
autoricen la antigüedad de estos muros, pero como restos de
ellos se ve la famosa Torre Juliana, que formaba parte de
aquellas fortificaciones y que aún existe en pie para testimonio
de la ciudad que fundaron los romanos, á la cual pertenecieron
las inscripciones que copiamos al principio de este capítulo y
otras publicadas por varios autores y halladas todas dentro del
perímetro murado de la Castra- Julia,
Refieren las crónicas y cuenta la tradición que en la Torre
Juliana apareció la imagen de una Virgen que denominaron de
la Victoria, por coincidir esta aparición con el día en que se ganó
Trujillo á los infieles, hecho que se canta por nuestro antiguo
Romancero en versos como éstos:
«En esta tont Juliana
donde con verdad se muestra
sacra Virgen Soberana,
(i) Hvitoriay santos de la muy noble ciudad de Trujillo, por D, Juan Solano de
Figueroay Altamirano, doctor teólogo, arcipreste de Medellin y Comisario del San-
to oficio de la Inquisición de Llerena (Ms.)>
C A C E R E S
contra la gente pagana
os mostraste, madre nuestra.»
Es una leyenda igual á la del cubo de la Almudena, de Ma-
drid, y á otras tantas, por igual patrón cortadas, y que las gen-
tes sencillas han aplicado á la conquista de cualquier castillo es*
pañol.
TRUJILLO. — Ruinas de la Tohre Juliana
En la Torre yuliana hubo, hasta 1823, la colosal estatua
de piedra de un emperador romano, que las turbas desenfrena-
das, al iniciarse el movimiento político del afio citado, derribaron,
arrastrando sus trozos por las calles de Trujíllo, al grito de
¡Abajo las cadenas! y ¡Viva la libertad! con que se desahogó el
pueblo en aquellos días que enterró el absolutismo y todos los
privilegios irritantes con que hasta entonces se distinguía á los
nobles.
C Á C E R E S 933
Créese que esta estatua era la de Julio César, y daba nom*
bre á la torre ; otros la suponen de Trajano; pero no correspon-
día este emperador con la denominación de la torre, ni con la
tradición de su origen, y suponemos que sería la de César, en
cuyo caso la torre, que necesariamente debió ser coetánea á la
estatua, es del año 706 de la fundación de Roma, que corres-
ponde al del 47 anterior á la era vulgar, en que comenzó la
dictadura este emperador y su mayor apogeo también con sus
conquistas en la Península Ibérica. Pero nada conocemos escrito
sobre el particular, y Trujillo no tiene historiador que haya re-
cogido sus antigüedades, así es que en esto, como en todo lo
que á esta ciudad se refiera, sobre su pasado, nos hemos de
atener á noticias rastreadas de citas y referencias de escaso valor
que hemos encontrado á nuestro paso por el país, y en algunos
manuscritos antiguos.
II
Los godos primero, y los árabes después, pasaron por esta
población sin dejar grandes recuerdos de su dominación en ella.
Sin embargo, sábese que los últimos la fortificaron con obras de
defensa en su parte más elevada, construyendo en el siglo xi su
alcázar ó fortaleza, que después reformó, en 1 449, D. Alvaro de
Luna.
Aún se conservan restos de este castillo que tantos asaltos
ha sufrido y tantos grandes hombres ha albergado. Guerras ci-
viles, obstinadas resistencias, luchas de bandos, estrecheces de
extranjeros, en la antigüedad portugueses, franceses en época
reciente, y hasta la última guerra de Sucesión han pasado sobre
los muros de esta fortaleza, procurando con ardiente saña pos-
trar sus fuertes muros y altos torreones: el castillo de Trujillo,
C A C E R K S
sin embargo, como la hidra de la fábula, ha renacido cada vez
más potente, hallándose en la actualidad en el mejor estado que
se puede desear, aunque ha perdido totalmente el carácter que
tuvo en la Edad medía, y nada, por tanto, conserva de su pri-
mitiva época.
Esta fortaleza estaba al extremo N E. de la ciudad amurallada.
TRUJILLC — El castillo
que en 1 808 fué casi destruida por completo por los franceses;
pero á sus faldas se extiende la población moderna con sus 950
edíñcios entre públicos y particulares, sin contar los 593 del ca
serio de las Animas, los 105 de Belén y los 78 de San Clemente,
que pueden llamarse arrabales de la ciudad.
Restaurado el castillo por los invasores de Napoleón I,
en 1809, quedó en muy mal estado con la guerra de la Indepen
dencia, pero se mejoraron sus fortificaciones en 1837, cuando
las partidas facciosas del titulado Carlos V, invadieron la prc-
C A C E R E s 93$
vincia de Cáceres en el principio de la guerra civil de los siete
años.
Trujillo, hasta últimos del siglo xii, fué una de las ciudades
más principales que poseyeron los árabes en esta parte de Ex-
tremadura. En 1 1 84 le puso sitio el rey D. Alfonso VIII y
logró el ganarla, mas no para mucho tiempo, porque no pudo
conservarla por falta de guarnición, y quedó nuevamente^
en 1 186, en poder de los infieles.
Cuando la ciudad de Plasencia organizaba la guerra, y su
Concejo se presentaba en fonsado con todos sus caballeros, co-
mandados por el Señor de la ciudad, el Juez, Alcalde y Obispo
de ella, se formó empeño en la conquista de Trujillo, y al efecto
sitiaron su fortaleza el 3 de Diciembre de 1232, pero los sitia-
dos se defendían como héroes y el obispo D. Domingo, el se-
gundo prelado que contó la diócesis placentina, temeroso de
tener que levantar el sitio, pidió ayuda á las órdenes militares,
que se apresuraron á dársela y obrando estos caballeros de
consuno con el Concejo de Plasencia, y después de un porfiado
sitio de cincuenta días, en que el agua y el frío diezmó al ejér-
cito, el 25 de Enero de 1233 logró que se le rindiera la ciu-
dad (i), entrando en ella ios cristianos mandados por el obispo
D. Domingo, que lo mismo manejaba el báculo que la lanza.
En poder de los cristianos y agregada á la corona quedó
entonces Trujillo, hasta que la cedió en 1428 el rey D.Juan
el II, con Alcaraz y otras poblaciones de menor importancia, á
la infanta D.^ Catalina, mujer de D. Enrique de Aragón, en
cambio de Villena.
Despojado el infante D. Enrique de Aragón, esposo de doña
Catalina, en 1429 de los demás pueblos de sus estados, se retiró
á esta ciudad para correr desde ella las tierras reales. El infante
D. Pedro llegó entonces á Trujillo, y ambos hermanos se es-
meraron en fortificarla, para lo cual destruyeron sus arrabales.
(1) Mariana, Historia general de España^ 1. XII, cap. XVI.
936 C A C E R E S
Acudió ejecutivamente el rey, con D. Alvaro de Luna, contra
estos desmanes, y Trujillo vino pronto á su poder, mas la forta-
leza se resistió algún tiempo por oficio del bachiller Garci-
Sánchez de Quiñones, quien, teniendo gran parte en la defensa,
se opuso obstinadamente á su entrega, aunque después de ave-
nirse á ello el alcaide. Obvió D. Juan de un modo astuto seme-
jante inconveniente: logró que Quiñones consintiese en celebrar
con él una entrevista, y habiéndose juntado solo al efecto en la
áspera cuesta del castillo, desahuciado de vencer su resistencia,
asióse á él^ y haciéndolo rodar consigo por la vertiente del te-
rreno, facilitó que cien hombres de armas apostados cerca, se
asegurasen de su persona, con lo que se rindió la fortaleza.
Después pasaron á apoderarse de Alburquerque y otros cas-
tillos, que ganaron por sorpresa unos y por suerte de las armas
otros, cediendo después Trujillo al mismo D. Alvaro (i), en
pago de los servicios que le prestara en la guerra.
Gozaba á la sazón Trujillo de privilegios que en 1431 otor-
góle el señor rey D. Juan II, y en tal manera se mostraron sus
habitantes celosos de la libertad que heredaron de sus antepasa-
dos, que habiendo determinado el rey D. Enrique IV entregar
la ciudad (en remuneración de servicios prestados), á D. Alonso
de Zúñiga, conde de Piasencia, el vecindario, de acuerdo con el
alcaide del castillo D. Gracián Sessé, se opuso á pasar por lo
que ellos creían una humillación, disponiéndose á contrarrestar
con las armas las órdenes del soberano, hasta hacerle desistir
de su propósito. No fué ésta la única hazaña de Sessé; como in-
tentara en 1474 apoderarse de Trujillo, el maestre de Alcántara
D. Juan Pacheco, á pesar de que la nobleza y el pueblo estaba
á favor del caballero cruzado, resistióse Sessé á entregarle la
(i) Privilegio rodado de D. Juan //, expedido en Toledo en Febrero de 1446, ha-
ciéndole merced de la ciudad de Trujillo á D, Alvaro de Luna^ por sus servicios.
(Magnífica hoja de vitela, con orla miniada, y preciosa rueda en oro y colores y
sello de plomo, de nuestra propiedad).
C Á C E R E s 937
fortaleza, si no se le indemnizaba de los gastos que él había
hecho en ella. Murió Pacheco sin conseguir tomarla ; mas no ha*
biéndose apercibido Gracián Sessé de la muerte del maestre,
continuaron los tratos con la orden, que al fin logró reducirlo,
si bien dándole en cambio el lugar de San Félix, en Galicia, por
juro de heredad : en esta aldea murió Sessé más tarde apedrea-
do por el mismo vecindario, por actos impopulares que él había
llevado á cabo.
En 1475 hizo su entrada en Trujillo la infanta D.^ Juana,
prometida del rey de Portugal, cuyo casamiento contraria^
ba la política de los reyes de Aragón, á la que tan duramente
combatía el marqué$ de Villena, en su odiosidad á los RR. CC,
de quienes había recibido muchos vejámenes. Éstos le prometie-
ron, en aras de la paz, perdonarle y restituirle todos sus estados
si les entregaba Trujillo con el alcázar de Madrid, que también
conservara en 1476 por su cuenta. Se intimó al alcaide de
Trujillo Pedro de Baeza, que rindiese el castillo, á que se negó
(probando su valor y constancia), mientras no se entregasen
antes al marqués D. Diago López Pacheco, las villas de su es-
tado de Villena. El marqués, menos previsor que Baeza, pasó á
entregar el alcázar dé Madrid y el castillo de Trujillo á la reina,
entrando las tropas reales en la fortaleza el 24 de Julio del afto
de 1477; pero la entrega de esta fortaleza la hizo el marqués
tan precipitadamente, que ni se ocupó de las condiciones que
debían garantizar la persona de Baeza, por lo que, sentido éste,
abandonó al marqués, y fué después objeto de persecuciones in-
justas por parte de los RR. CC, pues quien no se humilla á los
tiranos, siempre será yíctima de ellos.
En 1478 visitaron Trujillo t>- Fernando y D.* Isabel. Don
Fernando volvió á Trujillo en principios del año de 15 16. De
esta ciudad salió para morir en Madrigalejo (i), pequeño pueblo
del juzgado de Logrosán.
(i) En la capilla de la casa d^: Santa María, propiedad que fué de los mon*
S18
938 C Á C E R £ S
En fecha anterior había tenido lugar en Trujillo la prisión y
proceso del Nuncio Francisco Ortiz, suceso que tuvo en su
época gran resonancia porque estaba ligado á las desavenencias
del papa Inocencio VIII con los RR. CC.
Por los años de 1479 el arzobispo de Toledo no estaba en
buenas relaciones con el rey, y vivía casi desterrado en su pala-
cio de Alcalá de Henares.
Parece que jugaba gran papel en todas estas disidencias,
entre el primado de España y sus reyes, el obispo de Os-
ma, á la sazón preso, y el de Cuenca, que estaba también
|>oco menos, apareciendo como mediador entre estos prelados y
Ja persona del papa Sixto IV, aunque de una manera secreta ó
clandestina, el nuncio apostólico D. Francisco Ortiz, quien ' no
llevaba las cosas muy á gusto de los reyes. Éstos mandaron
abrir una minuciosa Infomuuibn contra el nuncio, á la sazón en
Trujillo, y por medio de un interrogatorio le hicieron declarar
4a parte y forma que había tomado en la cuestión del primado y
los prelados procesados, comisionando al efecto como alcalde
mayor de la casa y corte al licenciado Fernando Yáñez de Lo-
bón para recibir las declaraciones al nuncio, según el interroga-
torio acordado, y en su cumplimiento el día 1 9 de Julio de 1 480
el Yáñez de Lobóíi tomaba declaración al nuncio en cierta ermi-
ta que estaba bajó los muros de la fortaleza de Trujillo, hacien-
jes de Guadalupe, se lee aún la siguiente inscripción que recuerda este suceso
Falleció el muy alto y poderoso
Y católico rey D. Fernando el
Quinto de gloriosa memoria,
Aqui EN ESTE APOSENTO DE ESTA
CASA DE NUESTRA SEÑORA DE GUA-
DALUPE, MIÉRCOLES día DE SaN«
CTi Ylldefonsi entre las tres
Y LAS CUATRO HORAS DE LA MA-
ÑANA, QUE FUERON VEINTE Y
TRES DÍAS DEL MES DE EnERO DE
I S I 6 AÑOS,
C Á C E R E s 939
do jurar al nuncio ante los Evangelios decir verdad en lo que
fuese preguntado (i).
III
Trujillo es hoy una ciudad principal entre las mejores de
Extremadura. Estos edificios se encuentran distribuidos entre 25
calles, generalmente anchas , seis plazuelas bastante capaces,
(i) Este documento es curioso y lo copiaríamos aquí á no ser bastante exten-
so. Comienza así:
« En la cibdad de Trujillo dies é nueve dias de Julio del Nacimiento de Nuestro
Señor Jesucristo de mil é cuatrocientos é ochenta años, en presencia de mí el es-
cribano é testigos de yuso escriptos, estando dentro de la fortaleza de la dichh
cibdad en una ermita que está en la cofacha de la dicha fortaleza, el honrado li-
cenciado Fernando Yañez de Lobon, del Consejo del Rey é de la Reina, nuestros
señores, é su Alcaide en la casa é corte, tomó é recibió juramento del nuncio Fran-
cisco Ortis, que ende estaba, el cual puso la mano en el libro de Evangelios que en
el altar de la dicha ermita estaba...»
Y termina :
« Fué preguntado si él entendia seguir en todo é por todo la forma de la carta
que le enviaban en todas las particularidades de ella. Dijo que lo que tocaba á fa*
serlo con voluntad del Rey y á reducir más al servicio suyo al Arzobispo é á faser
las cosas sin rigor é sin estruendo é en todo á esto concerniente, que siquiera la
dicha carta, porque por ella le daban buenos consejos; porque por lo otro non
físiera cosa, nin'lo tentara faser, nin consintiera que se físiere sin que mucho co-
nosiera á que procedia de la voluntad del Rey nuestro señor. — Francisco Ortis,
Nunctus apostolt'cus,— Testigos que fueron presentes á todo lo que dicho es, é vie-
ren faser el dicho juramento en la manera susodicha al dicho Nuncio Francisco
Ortis, é le vieren desir su dicho é depusicion, según de uso se contiene ; asimis-
mo lo vieron firmar aquí su nombre— Ñuño del Águila é Alfonso de Albornos,
Alcaide la dicha fortaleza, los cuales y yo, Juan de la Plazuela, Escribano de cá-
mara del Rey é la Reina, nuestros señores, é su Notario público; é otrosí Escriba-
no de la justicia en la casa é corte é rastro de la Reina nuestra señora, juramos en
forma debida de derecho en manos del dicho Alcaide que guardaríamos secreto
de todo lo que el dicho Alcaide nos diria cerca de lo susodicho, é asimismo lo que
el dicho Francisco Ortis dijese é declarase por su dicho é depusicion, que non lo
dijésemos á ninguna, ni algunas personas por escrito, nin por palabra, nin de
otra manera alguna, sin licencia é mandado del Rey é de la Reina, nuestros seño-
res, lo cual todo que dicho es, si necesario fuese, daré signado en pública, for^
mando este original ; en fe de lo cual firmé aquí mi nombre. —yuan de la Pla-
zuela,*
940 C Á C E R E S
y la plaza de la G^nstitución, cuadrada y con espaciosos sopor-
tales.
Los principales ediñcios de Trujillo son los palacios de los
marqueses de la Conquista y de los duques de San Carlos, en
la Plaza Mayor; el ayuntamiento; la alhóndiga, con preciosa
fachada de cantería labrada; el teatro, construido en 1848; la
plaza de toros, propiedad de los marqueses de la Conquista, y
la iglesia de Santa María la Mayor, de estilo gótico, y una
de las cinco que tiene la ciudad. En ella está el sepulcro de
García de Paredes. Las otras cuatro son San Martín, Santia-
go, San Andrés y Santo Domingo. El número de sus templos
se completa con las iglesias de seis conventos de frailes que
tuvo y las otras seis de religiosas, algunas de las que aún sub-
sisten.
En la Plaza Mayor, donde está la parroquia de San Martín,
se celebraron grandes ñestas públicas en 1478 con ocasión de
visitar la ciudad los RR. CC, y en el castillo se corrieron cintas
y cañas por los nobles y ñdalgos extremeños.
Los palacios de Conquista y de San Carlos tienen poco de
particular. Ediñcios del siglo xvii el primero y del xviii el se-
gundo, adolecen de los defectos que tanto distingue á la ar-
quitectura española en esta época de su más doloroso de-
caimiento.
No así la parroquia de Santa María la Mayor, templo de
construcción gótica muy sólida, de los mediados del siglo xv,
con una excelente portada del mejor gusto de la época. Tie-
ne tres naves sostenidas por fuertes columnas de cantería y
el aspecto general del edificio es agradable. Cuentan con bue-
nas capillas, ornamentación lujosa y algunos cuadros de autores
conocidos. El de la Asunción fué costeado en 1817 por el mar-
qués de Santa Marta.
Trujillo celebra dos ferias cada año, una en 2 de Junio y la
otra en 8 de Diciembre : la primera indudablemente es de las
más concurridas del reino. La buena estación en que se celebra,
C A C E R E S
la abundancia en ella de los cambios y las buenas proporciones
que se han procurado para comodidad de los ganados, atrae
un inmenso número de éstos, cuya reunión presenta un aspecto
TRUJILLO. — Parroquia ds Santa MarIa la Mayor
interesante; baste decir que generalmente se calcula que con-
curren á esta feria sobre 50,000 cabezas de ganado lanar,
30,000 de cerda, 10,000 vacuno, y por el mismo orden el ca-
ballar y mular. La feria de Diciembre es poco concurrida, pre-
sentándose sólo el comercio, como feria de plazos; hay también
C Á C E R E s 943
mercado franco todos los jueves, concedido por Carlos V.
Son armas de Trujillo la imagen de la Virgen con el niño
Dios en los brazos, colocada extramuros y dos torres, en con-
memoración de haber intervenido, según la tradición popular,
en la conquista contra los agarenos.
El partido judicial á que da nombre tiene sus límites
al N. con los de Plasencia y Navalmoral de la Mata ; al E. con
el de Logrosán; al S. con Don Benito, en la provincia de Ba-
dajoz, y al O. con Montánchez y Cáceres : su extensión super-
ficial de £. á O. desde el término de la Herguijuela hasta el de
Salvatierra y puente de Tajufia, en que principian los de Mon-
tánchez y CácereSj son de tres leguas por el primer punto y
seis por el segundo; de N. á S. desde el de las Casas del Puer-
to ó el de Torrejón el Rubio hasta el de Medellín de once á
doce leguas, ocupando la capital próximamente el punto cén-
trico de estas líneas. Sus pueblos son: Aldeacentenera, Aldea
del Obispo, Conquista, La-Cumbre, Deleitosa, Escurial, Hergui-
juela, Ibahernando, Jaraicego, Madroñera, Miajadas, Plasenzue-
la, Puerto de Santa Cruz, Robledillo de Trujillo, Ruanes, Santa
Ana, Santa Cruz de la Sierra, Santa Marta, Torrecillas de la
Tiesa, Torrejón el Rubio y Villamesías, con una población de
32,000 habitantes.
IV
Trujillo ha dado á la patria multitud de hombres célebres.
Cuéntase entre los más principales á los famosos capitanes San-
cho Ximénez de Paredes, Diego García de Paredes {el Hércu-
les Extremeño)^ Diego García de Paredes (distinto del ante-
rior, fundador de la ciudad de Trujillo en Venezuela), Gonzalo,
Juan y Diego Pizarro, hijos del anterior y todos bien célebres
944 c A c E R E s
en la conquista de América; Francisco Martín de Alcántara^
Diego de Alvarado, Francisco de Orellana, Vasco y Diego de
Herrera, Perrálvarez Holguín^ Juan Pizarro y Orellana, Fr. Alon-
so, Fr. Antonio, Fr. Diego, Fr. Felipe, Fr. Juan, Fr. Martín,
Fr. Miguel, Fr. Pedro de Guadalupe, Fr. Pelegrín y Fr. Tomás
de Trujillo, Lorenzo de Aldana, Pedro y Nicolás de Hinojosa,
Francisco y Garci Manuel de Carvajal, Alonso de Toro, Ñuflo
y Fr. Diego de Chaves, Martín de Alarcón, Francisco Camargo,
Francisco de Casas, los capitanes Mendo y los Sotomayor; Ruy
Pérez de Vargas, el magistrado; Diego de Herrera , el cardenal
Cervantes Gaet, el canónigo Juan Pizarro y los escritores Felipe
Meneses, Juan Pizarro de Aragón, Gaspar de Meló, Francisco
Díaz de Vargas, Francisco Carrasco del Saz y Diego de Barba,
que unos en las armas y otros en las ciencias, todos han dejado
buen nombre para su patria. Pero mayormente de todos estos
personajes cuatro son los que más sobresalen: Sancho Ximénez
de Paredes y su hijo Diego, Francisco Pizarro, el cardenal Cer-
vantes Gaet y Fr. Diego de Chaves.
Ximénez de Paredes fué un famoso capitán nacido en el año
de 1 43 1 9 oriundo de una familia notable de Valladolid, conocida
por el nombre de los Delgadillos^ y casado en 1 46 1 con una
parienta suya llamada D.* Juana de Torres y de Avellaneds^
sobrina de los condes de Castrillo.
£1 capitán Sancho fué muy conocido por su valor y la mo-
deración de sus costumbres en los revueltos tiempos de Enri-
que IV, pero su mayor celebridad le viene de haber sido padre
del célebre capitán extremeño Diego García de Paredes, el
Hércules extremeño.
Ximénez de Paredes, á muy luego de casado, dejó las armas
por la carrera civil, distinguiéndose por su tino y espíritu justi-
ciero en el gobierno de los pueblos donde mandó como juez en
comisión unas veces ó como regidor perpetuo otras. Falleció
en.1512.
Su hijo, D. Diego García de Paredes, nació el 20 de Marzo
C A C É R E S 94;
de 1466. Es conocido por el sobrenombre del Hércules español
y el Sansón de Extremadura^ por las fuerzas colosales que
reunía juntamente del valor personal que demostró en su larga
carrera militar. Sus padres D. Sancho y D.* Juana de Torres (i),
notaron en él desde sus primeros años añción á la carrera de
las armas, y con el ñn de que se ejercitase en ella, lo llevó con-
sigo á Italia y entró al servicio del Papa Alejandro VI, y estuvo
después á la del Gran Capitán D. Gonzalo de Córdoba (2).
Brevísimos seríamos al hablar de este personaje, si para
hacerlo hubiésemos consultado las pocas noticias de sus hechos
que hasta el día han estado al alcance del investigador. La me-
moria de las hazañas de Diego García de Paredes , que en su
tiempo asombraron al mundo, se puede decir que ha llegado á
nosotros tradicionalmente ; hay, sin embargo, algunas consigna-
das en los escritos de la época, y corre impresa una obra escri-
ta por D. Tomás Tamayo de Vargas, con el título de Diego
García cU Paredes^ y relación óreve de su tiempo (Madrid, 1 62 1 .)
García de Paredes por su extraordinaria fuerza fué llamado
el Sansón de Extremadura, y por sus conocimientos en él arte
de la guerra ascendió á coronel, pocos años después de haber
abrazado la carrera de las armas (3).
Cuéntanse mil anécdotas de Paredes. Antes de salir de
TrujillO) siendo todavía muy joven, fué á misa con su madre.
Cuando se retiraban, quiso ésta volver á tomar agua bendita
que se le había olvidado; García la hizo esperar, diciendo que
él iría á traerla, y á poco se presentó á su madre"" trayendo en
brazos la pila del agua bendita (4).
(i) Apuntes ó advertencias particulares á la vida de Diego Garda de Paredes^
por D. Antonio de Herrera, cronista de S. M. en las Indias y Castilla. (Ms.)
(2) Libro de los linajes de Trujillo (Ms).
(3) Diego García de Paredes, ^Relación breve de su tiempo, por D. Thomás Ta-
mayo de Vargas. (Madrid, 1 62 1 .)
(4) Esta misma anécdota se refiere del Capitán Céspedes, ocurrida en una
iglesia de Barcelona. (V. la pág. 149 del 1. 1 de nuestro Diccionario de Extremeños
Ilustres.)
X19
94^» C Á C E R E S
Hallándose una cierta noche en un amoroso coloquio con
su dama, y como le molestase la reja que los separaba, arran-
cóla de golpe de un solo tirón, y siguió su plática, según refiere
la tradición, como si tal cosa hubiese hecho. Mostróse altamen*
te disgustada la dama, pues temió que en amaneciendo se había
de divulgar la ocurrencia y que resultase en menoscabo de su
honor ; entonces García de Paredes arrancó todas las rejas de
la calle.
Estos hechos, que á primera vista parecen fabulosos, ad-
quieren muchos grados de certeza al leer las hazañas que des-
pues en la guerra ejecutó este héroe. Deseosos de aclarar la
verdad, no hemos perdonado medio alguno para conseguirlo, y
la suerte coronó nuestros deseos, poniendo en nuestras manos
un escrito, dictado por el mismo personaje, y de puño y letra
de su hijo, que también se distinguió en la guerra. Este docu-
mento es indudablemente la mejor y la más fidedigna historia
que de García de Paredes pudiéramos ofrecer al lector: escrito
sin pretensiones de ningún género, no por eso carece de interés
y hasta de cierta elegancia, como puede el lector convencerse
leyéndolo en otra obra nuestra (i). García de Paredes es un
tipo legendario; sus proezas rayan en lo fabuloso. Después de
una vida aventurera, el cansancio de la guerra y sus dolencias,
agravadas por una fuerte caída que dio del caballo, dieron fin
de su vida en Bolonia, el año de 1530, cuando acababa de cum-
plir sesenta y cuatro años. Su cuerpo fué depositado en dicha
ciudad, desde'' donde algunos años después le trasladaron á la
parroquia de Santa María de Trujillo. Su hijo mandó colocar
dos banderas sobre su sepulcro, único homenaje que se tributó
á la memoria de aquel varón insigne (2).
(i) Sumario de las cosas que acontecieron d Diego García de Paredes, y de lo
que hizo, escrito i>or él mismo cuando estaba enfermo del mal que murió. (Dicciona'
río de Extremeños Ilustres, 1. 1, pág. 325.)
(2) Sobre su sepultura hizo poner el cardenal Baronio el siguiente epitafio:
C Á C E R E s 947
Muchos episodios se refieren de las campañas de García de
Paredes, todos dignos de su fama, y que no referiremos aquí
por no hacer interminable este capítulo (i).
£1 cardenal D. Gonzalo Cervantes Gaete nació en 15 13, de
familia linajuda. La celebridad de este príncipe de la Iglesia no le
viene más que por sus trabajos en el episcopado español, y por
la influencia que ejerciera en el mundo católico durante el ponti-
ficado del papa San Pío V (Ghishtere)^ de quien fué su privado,
hasta 1572 en que falleció este pontífice.
Se hacen grandes elogios de este personaje por lo mucho
que protegió los intereses del episcopado español contra las ca-
marillas del Vaticano, contrarias en todo á la preponderancia que
España tuvo, durante el siglo xvi, sobre todos los pueblos de la
Europa latina.
D. Francisco Pizarro y González nació el 16 de Marzo
de 1468.
Este caudillo, célebre por sus conquistas y por la fundación
DIDACO garcía DE PAREDES
NOBILI HISPANO, CAROLI QUINTI IMPERATORIS MILITUM PRíGPBCTO, QVI AB INCUNTE
^TATE INTEGRITATE H0NESTISSIMU8 SE EXERSUIT, FORTITüDINE ANIMI, MAGNITUDI-
ne, ac rerum gestarum gloria nemini secundus, coronis elvicis, vallaribus-
que; scepivs, donatus; hostbs pluries singular: certamine superávit, nec á
quopiam ip8e superatus: parem sibi nunquam invenit. vixit uno codemque
con8tant8 virtuti8 tenore, tamquam strenuus et optimus dux. deces8it vir
rbl1gi08is8. bt cristhiani88. ex bello rediens advek8us turcas in germania
FOELICISSIMUM CíESARE SEMPER AUGUSTO CONFECTO BONONI.G ANNUM AGENS LXIV
STEPHANUS GABRIEL CAROINALIS BARONII AMICO BENEMERENTI, EX PIETATE POSSUIT
DNNO MOXXX IIJ CUJUS OSSA MANDATO DOMINI SANCTIS DE PAREDES FILII DICTI DI-
DACI GARCliE P. RAMÍREZ DE MeSA EXTRAXIT KalBNDAS OCTOBRIS ANNO MD.XLV
BAQUE IN NUNC LOCUM PIDBLITER REPORTA VIT.
(1) El lector puede conocer algunos de estos episodios en las siguientes obras:
I .* Crónica llamada las dos conquistas del reino de Ñapóles^ donde se cuenta las altas
y heroicas virtudes del serenísimo principe rey D. Alonso de Aragón^ con ios hechos
y hazañas maravillosas que en paz y en guerra hizo el gran capitán Gonzalo Her»
fíández de Aguilar y de Córdoba, con las claras y notables obras de los capitanes
D, Diego de Mendoza^ y D. Hugo de Cardona, el conde Pedro Navarro, Diego Garda
de Paredes y y de otros valerosos capitanes de su tiempo, (Zaragoza, 1559:— otra,
Alcalá de Henares, i 584).
2.* Memorial de los lincees de Trujillo, por el Dr. Lorenzo Galíndez de Carvajal,
del Consejo de los Sres. RR. CC. (Ms. en el Arch. de Simancas).
94^ C Á C E R E S
de la ciudad de Lima, era hijo natural del famoso capitán don
Gonzalo Pizarro, uno de los más valientes guerreros que se dis-
tinguieron en las guerras de Italia al lado del Gran Capitán, y
de una tal Francisca González, ambos de Trujillo y pertenecien-
tes, él mayormente, á la antigua nobleza extremeña y ella á la
más humilde clase del pueblo.
Pizarro, émulo de la gloria de Hernán Cortés y de Núflez de
Balboa, osado y emprendedor cual ninguno, con una robustez á
toda prueba, sin que le abatiesen jamás las fatigas de la guerra
de Italia, á donde le llevó su padre, soñó con las conquistas
de Hernán Cortés, y sin temor á las penalidades de una larga
navegación, se atrevió á proseguir y logró acabar la empresa
comenzada á la muerte de Núñez de Balboa, descubridor del
mar del Sur, con varios aventureros incapaces, y que fué aban-
donada al fin por ellos por falta de buen éxito ; así es que la im-
portancia de las conquistas de Pizarro eclipsó los descubrimien-
tos anteriores.
Sin medios al principio para la ejecución de sus proyectos,
se asoció con Diego de Almagro y Fernando de Luque, más
poderosos y ricos que él. Los tres, jurándose amistad y lealtad,
pactaron ser iguales en la contribución de las fatigas y de los
gastos, así como en la repartición de los despojos. Mas al prin-
cipio la expedición á las costas del mar del Sur fué desgraciada.
Pizarro, con una embarcación miserable, se dirige hacia el Ecua-
dor y reconoce varias partes incultas de tierra firme; pero el ham-
bre, la fatiga y los indios le rechazaron de todas ellas. Á estos
obstáculos se añadió otro que, sin la constancia de Pizarro, hu-
biera desacreditado y destruido enteramente sus proyectos. El
gobernador del Istmo, teniendo por disparatada la empresa,
envió una embarcación para que se volviese á Panamá. Pero él,
lejos de obedecer á unas órdenes tan opuestas á su osadía y
fuerza de carácter, y determinado á atropellar por todo, trazó en
el suelo una raya con su espada, y dijo á sus compañeros las
célebres palabras que forman época en su historia: tEl que
c A c E R E s 949
«quiera seguir la senda de los peligros y la fortuna, salve esta
«raya y quédese conmigo; los demás pueden volverse al Istmo.»
Trece sólo se quedaron, y con ellos pasó cinco meses en la
desierta isla de Gorgona, terreno el más dañino de toda la
América, poblado por gentes Isrs más horribles y salvajes, y
donde las fatigas y su resistencia compartieron á porfía. Allí les
vino á socorrer un barco enviado por sus compañeros, con el
cual descubrió por fin la costa del Perú, tomó tierra en Túmbez,
y encontrándose con pocas fuerzas para proseguir su expedición,
se trasladó al Istmo á hacer nuevos preparativos. Mas no ha-
llando en Panamá disposiciones para ello, pasó á España, hizo
autorizar su comisión por el Gobierno y volvió á América, donde
aunque provisto de títulos y ayudado de Luque y Almagro, ape-
nas pudo armar tres navios dotados de i8o hombres, y con
ellos arribó por segunda vez á Túmbez.
Con tan escasas fuerzas se atrevió á atacar una nación tan
grande como el Perú, en donde la civilización había ya hecho
progresos considerables, y que tenía su religión, su gobierno, su
agricultura y sus artes; en una palabra, una nación regularmen-
te constituida y organizada. Después de un considerable número
de encuentros, escaramuzas y sangrientas batallas, y sufriendo
todo género de penalidades, logró con sus escasas fuerzas dar
el golpe de gracia al ejército peruano en la jornada de Casa-
malea, donde, después de destrozan á los enemigos, éstos, atur-
didos y desesperados, abandonaron á su Inca (emperador), que
fué hecho prisionero por las tropas españolas.
Esta jornada decidió de la suerte del Perú y acabó con su
imperio. Atahualpa, prisionero, fué juzgado á la manera de Eu-
ropa y condenado al último suplicio por los vencedores que, con
su muerte, se vieron dueños de aquella vasta región y se derra-
maron por toda ella.
Los indios, divididos y dispersos, hicieron varias tentativas,
todas inútiles, para recobrar lo perdido ; los caciques Cuzco y
Quito, sucesores de Atahualpa, tuvieron que rendirse al yugo
950 C Á C E R E S
extranjero, y Almagro, uno de los jefes de la expedición, ade-
lantó sus descubrimientos hasta Chile.
Dueño Pizarro de aquel vasto imperio, sometido por la
fuerza de sus victoriosas armas á la corona de España, pensó
desde luego en colonizarle, y á este fin repartió equitativamente
entre sus gentes los terrenos conquistados á costa de tantos sa-
crificios y penalidades, y mientras Almagro extendía sus domi-
nios hasta Chile, echó los cimientos de la ciudad de Lima, á seis
millas del Callao, el año de 1535.
Este establecimiento debía servir de capital del nuevo impe-
rio, y por su situación excelente y constancia de su fundador fué
en poco tiempo una población respetable, hermosa, sana y es-
tratégicamente construida, adornada de buenos é higiénicos
paseos, calles espaciosas, edificios notables, en el que figuraba
en primera línea un soberbio palacio con todas las comodidades
propias de aquella época, residenqia del famoso caudillo funda-
dor de la ciudad. Pizarro es bastante conocido por descubridor
y conquistador del Perú, pero el título solo de fundador de Lima
sería bastante para honrar y eternizar su memoria.
Pizarro, halagado con sus triunfos y con la tranquilidad de
su colonia, vivía dichoso en medio de sus gentes, sin que ningún
pesar turbase su generoso corazón y buenos sentimientos. Como
hábil político dirigía los negocios con gran sabiduría; pero la
envidia, que siempre se ceba en la lealtad y generosidad de las
almas buenas y fuertes, hizo que se formasen en aquella feliz
colonia dos partidos que, haciéndose cruda y sorda guerra, aca-
basen por la destrucción de uno de ellos. Almagro, volviendo de
Chile ansioso de disfrutar el premio de sus trabajos y de sus
combates, no quería reconocer superior ninguno, y Pizarro, con
más razón, tampoco quería ocupar el segundo lugar. Esta riva-
lidad de los dos jefes, que se habían jurado auxilio y protección
de todo género, y que al principio de la conquista marcharon de
común acuerdo, desunidos desde la destrucción del poder de los
incas y caciques, y fundando cada uno en sus hechos y descu-
CÁCERCS 951
brimientos la primacía de la jefatura de la colonia, fué lo bas-
tante á promover los disturbios entre sus mismos compañeros,
fomentando así las insubordinaciones de los naturales del país
conquistado á costa de tantos sacrificios.
La disensión entre esta clase de hombres se acaba siempre
con sangre. Declaráronse la guerra los dos partidos, y después
de varias vicisitudes. Almagró fué vencido por los de Pizarro y
hecho prisionero.
Él había perdonado á Gonzalo y á Fernando cuando estu-
vieron prisioneros en su poder; pero Fernando, cuando tuvo en
su mano la suerte de Almagro, manchó la victoria con la muer-
te de su rival que, olvidado de lo que debía á su valor, se aba-
tió en vano á la humillación y á los ruegos, y sucumbió en la
ciudad de Lima el año de 1538 á manos del partido de los Pi-
zarros.
Todo quedó en tranquilidad con la muerte de Almagro;
pero habiendo dejado éste un hijo de espíritu guerrero, á quien
Pizarro cedió una parte de la herencia de su padre, y anima-
do por sus partidarios, que no eran pocos, tramaron conspira-
ción en su propia casa, y saliendo de ella, gritaron: €¡Viva el
rey y muera el tirano!» atravesaron la plaza sin que nadie se
les opusiese, entraron en el palacio de Pizarro, ahuyentaron á
sus amigos y criados, á quienes cogieron de improviso, y á pe-
sar de la resistencia heroica de Pizarro, que se defendió solo con
unos bríos impropios á su edad y padecimientos, le asesinaron
en la ciudad de Lima y en su propio dormitorio el día 14 de
Junio de 1541, á los 73 años de edad, quedando la colonia en;
tregada á los estragos !de una guerra civil que por muchos años
desoló su suelo. ¡Desgraciado término de un hombre tan famoso
que, al paso que conquistó tantos estados y riqueza para Espa-
ña, se hizo objeto de la cruel envidia de sus contrarios!
Poco antes de su muerte el emperador Carlos V le concedió
los títulos de marqués de Abatillos ó Atavillos primeramente,
en 1534, y el de marqués de las Charcas, en el de 1535, por
%2 C Á C E R E S
cuyos nombres apenas si se le conoce en la historia, pues el que
más le honra indudablemente es el de Pizarra el Mozo^ como
le llamaron sus camaradas para diferenciarlo, sin duda, del otro
capitán, su padre D. Gonzalo, á quien llamaban el Viejo.
Hasta aquí lo que sobre Pizarro exponen los historiadores
que le son parciales (i). No todo lo anteriormente dicho de él
es cierto, porque su conducta con el rey Atahualpa, como con
su sucesor; su modo de tratar á las gentes del país conquistado;
su sed por el pro y las riquezas le rebajan bastante ante los
ojos del que fríamente estudie su dominaeión y conquista en
América.
Fr. Diego de Chaves nació en 1492 de una familia linajuda
de Trujillo (2). Estudió en Salamanca primero y después en
Madrid, y profesó en 1530, buscándolo Felipe II para su confe-
sor en 1 564. Renunció varios obispados para que fué propuesto
á Roma por el expresado monarca y falleció en 1586. En 1583
se encontraba en Guadalupe, redactando poco después con
(i) El historiador más encomiástico de Pizarro lo es un descendiente suyo,
que publicó el siguiente libro : Varones iivstres del Nuevo Mvndo, Descubridores,
conqvisiadoreSy pacificadores del opvlenlo, dilatado y poderoso imperio de las Indias
occidentales : sus vidas, virtvd^ valor ^ hazañas y claros Blasones, Ilustrados en los
sucesos destas Vidas con singvlares observaciones políticas, morales^iuridicas^miS'
celáneas y razón de Estado : para mayor curiosidad de la Historia, y demostración
dellay su útilísima lección. Con un discvrso legal de la obligación que tienen los
Reyes á premiar los servicios de sus vasallos, ó en ellos ó en sus descendientes. —
Escribe D. Fernando Pizarro y Orellana (Madrid, 1639).— Contiene ^^^ biografías
de los siguientes extremeños: Francisco Pizarro, Juan Pizarro, Hernando Pizarro,
Gonzalo Pizarro, Diego García de Paredes, Hernán Cortés y los Diegos de Alvara-
do, padre é hijo.
(2) Noticia de todos los de esta familia dan las siguientes obras :
I. Discurso del origen y definición de la nobleza, con la descendencia de la iluS'
tre casa de Chaves, por D. Juan Duque de Estrada (Ms. de la B. N.~L. Z. n.*> 89).
II. Memorial de la calidad y servicios de Garci-López de Chaves, señor de la
casa de Chaves y margues de Cardeñosa, por D. José Pellicer de Tovar (Ma-
drid, I 540).
III. }hs.— Memorial del pleito de tenuta que pende en Consejo, entre Diego Garda
Chaves, ya di/unto, y D. Pedro Mesía, que como hijo ha salido d este pleito de la una
parte, y D. Alonso Mesía de la otra, y D.' María de Molina, como su madre y cura^
dora.—Sobrt el mayorazgo que Juan Núñez de Prado, vecino que fué de Trujillo,
fundó con facultad real (Ms. en la B de Salamanca, est. 4, caj. 3, n.<* 7).
C Á C E R E S 953
Fr. Pedro Casas y Arias Montano su célebre Dictamen sobre la
sucesión al trono de Portugal. La influencia de este desgraciado
trujillano en la corte de Felipe II fué fatal. Acaso no iremos
muy lejos en decir que tuvo secuestrado al rey hasta el punto
que le convenció á que dejase asesinar á su hijo el desgraciado
Príncipe D. Carlos. Por los consejos criminales de Fr. Diego,
el débil monarca tomó su irrevocable propósito de someter á su
hijo á encierro perpetuo, y guiado por los razonamientos que
sobre el Príncipe le hacía Fr. Diego, escribió á D.* Catalina
de Portugal, abuela de la víctima, en este sentido: cMi re-
«solución no ha sido provocada por ninguna falta de respe-
»to. Si fuera un castigo, tendría su tiempo y su límite, y yo
>no espero ver á mi hijo compuesto; el remedio no está en
>el tiempo, ni en los expedientes. Yo he querido hacer en
>esta parte sacrificio á Dios de mi propia carne (!!!) y san-
>gre, y prefiero su servicio y el beneficio y bien universal á
• las otras consideraciones humanas...» Aquella prisión había
causado, sin embargo, general escándalo. El mismo Pío V y
los Reyes y Príncipes de todos los Estados en relaciones con
EspaAa, intercedieron por la libertad del Príncipe; una lega-
ción de Procuradores de Aragón, Valencia y Cataluña se pre-
sentaron á saber la causa de aquel encerramiento y suplicar por
su libertad, en tanto que Fr. Diego cuidaba de poner dobles
llaves á la prisión. Al Rey disgustaban estas importunidades
desde el momento en que el punto había quedado resuelto en
su conciencia, y no retrocedió ante las extrañas versiones
que levantó el rumor público y que contribuyeran á fomentar-
las los accidentes de la enfermedad del Príncipe y su trata-
miento.
Cuando los Procuradores llegaron á la corte, se vio D. Car-
los atacado de vómitos y diarreas que, unido á la preparación de
sus alimentos, frecuentemente arreglados en la cámara de Ruy
Gómez, el Príncipe de Évoli, depositario de la suprema confian-
za del Rey, contribuyeron á divulgar la especie de haberle so
I90
954 C Á C E R E 8
metido á un veneno lento que diese tiempo á preparar la salva-
ción de su alma.
El Príncipe se hallaba encerrado en una torre del palacio,
con reja en la ventana que daba al patio y reja también en la
chimenea, para que no pudiera arrojarse al fuego. No es posible
saber la disposición en que se encontraba esta prisión, puesto
que el antiguo palacio se quemó en 1734 y no se conserva cuál
era su traza. Su custodia estaba encomendada al Duque de
Feria, y ni un momento faltaba de su aposento testigo de vista.
Desde el día de su prisión no había vuelto á verle Felipe II;
dábanle cuenta de su estado, y jamás reveló en su semblante
impresión alguna que pudiera descubrir la pena ó el dolor en su
alma.
Acercábase el postrer momento: seis meses de prisión y el
desarreglo de sus alimentos, no dejaban ninguna esperanza de
vida á aquella débil naturaleza. El tratamiento de los médicos
aceleraba también el desenlace. No conocían otros remedios
que la sangría. Con ellas dieron cuenta de la mayor parte de la
Familia Real de España. No se pensó tampoco en traer el es-
queleto de Fr. Diego de Alcalá y acostarlo con el Príncipe,
como hicieron en Alcalá de Henares. Nadie pensaba en salvarle
la vida, considerando que todo estaba hecho con salvarle el
alma, habiéndole administrado los Sacramentos con el dictamen
de Fr. Diego, que fué de parecer debían dársele aprovechando
los intervalos en que retornaba á su juicio. El Príncipe, ya mo-
ribundo, pretendió ver á su padre, y puesto aquel deseo en co-
nocimiento del Rey, no quiso éste resolver por sí, ni mostrar
que obedecía á impulso de su corazón. Tenía resuelto no acce-
der á la pretensión del Príncipe, y le importaba cubrir su reso-
lución con el dictamen del director de su conciencia. En tan
apremiantes circunstancias fué consultado su confesor, Fr. Die-
go de Chaves, que, comprendiendo el caso, resolvió que, tes-
>tando el Príncipe dispuesto bien para morir, como tan católico,
>le podría inquietar la vista de su padre y, de hablarle, reci-
C A C ER E S 955
»birían más dolor ambos.» Y con efecto, el Príncipe espiró sin
ver á su padre, que conservó su imperturbable serenidad, y más
tarde escribía al Marqués de Villafranca : t Su ñn fué tan cris-
»tiano y de tan católico Príncipe, que me ha sido de mucho
» consuelo.»
La inteligencia entre el Rey y el confesor era perfectísima;
la moral teológica de Fr. Diego de Chaves servía de comple-
mento á la conciencia de Felipe II, y nunca acudió éste en
vano á solicitar su consejo. Por esto los actos más censurables
de esta ñera coronada, á quien la historia presenta como una
gran ñgura de su siglo, recaen en su confesor, cuyo nombre es
tenido como de funesta recordación entre las gentes honradas
de todos los tiempos. ¡Y sin embargo, se intentó canonizarlo en
el siglo xviii! Y es que la Iglesia quería premiar siempre á
cualquier criminal, por los buenos servicios que le prestara en
vida. Así han entrado muchos hombres á figurar en el Santoral
Cristiano.
CAPÍTULO IX
La Puebla de Guadalupe. — Su lamoso Monasterio.
Guadalupe en su decadencia y la memoria de sus hijos más ilustres
I
I desde Trujillo queremos ir á la Puebla de Gua-
dalupe, hay que pasar por Logrosán, la patria
del famoso Dr. D. Juan Sorapán de Rieros, autor
del libro denominado Medicina española contenida
en proverbios (Granada, 1616) y del inspirado
poeta Martín del Barco Centenero, que escribió
La Argentina y la Conquista del Rio de la Plata
y Tucumán. Allá, en un estrecho valle de las
sierras de Follares, asoma la pequeña población,
cabeza del partido judicial de su propio nombre, y 18 kilómetros
después está la Puebla de Guadalupe, asentada en la falda me-
ridional del cerro Altamira, de la sierra de las Villuercas.
Puebla signiñca población, y todas las villas que llevan este
nombre, tienen por apellido el de la persona que la fundó, ó el
958 C A C E R E S
de la población ó convento que le dio origen. Por esto la Pue-
bla de Guadalupe no se comprende sin el monasterio de su
propio nombre, que goza de fama universal. Este monasterio,
según la leyenda que refieren pastores y labriegos de la comar-
ca, se hizo para la adoración de una Virgen que se venera lo
mismo en Europa que en América. La tradición cuenta también
que esta Virgen fué una joven nacida en Guadalupe, en princi-
pios del siglo IX; pero nada de estas noticias se confirma por
los historiadores más autorizados en las crónicas extremeñas.
El primer autor que habla de esta Virgen , según el P. San Jo-
sef, hace de ella referencia desde los tiempos del rey D. Alfon-
so XI; esto es, de la primera mitad del siglo xiv. Consta por
Fray Gabriel de Talavera, que la obra referida titulada La más
antigua histof'ia de esta santa casa de Guadalupe, se escribió
en 1459, por mandado de Fr. Alonso de Oropesa, general de
la Orden Jerónima. En dicha obra se dice textualmente : t E á
poco tiempo ovo una batalla con los Moros, en la que pensó
ser vencido (D. Alfonso XI) ; é prometióse á Nuestra Señora la
Virgen Sancta María de Guadalupe, la cual le acorrió, que fué
vencedor. E des que ovo vencido á los Moros, vino á cumplir
el voto, que avia prometido, é truxo muchas cosas de aquellas
que se ganaron en la batalla (del Salado) para servicio de la
casa de Sancta María...»
Otra tradición refiere que la Virgen fué hallada por un va-
quero, á quien el rey D. Alfonso XI concedió titularse D. Gil
de Santa María de Albornoz. Sin embargo, la historia que de
dicha imagen se conserva no está fuera de los límites de la ve-
rosimilitud. Parece que en viaje hecho á Constan tinopla (i) por
el arzobispo de Sevilla, San Leandro, halló en la capital del
imperio de Oriente á San Gregorio Magno, con el cual estrechó
vínculos ingenuos de sincera amistad. Donóle éste una imagen
(i) PoNZ. Viaje de España, tomo VH, pág. 54-
C Á C E R E s 959
de María, que San Leandro trajo á Sevilla, donde fué objeto
de suma veneración: hasta que después de la derrota del Gua-
dalete, los fugitivos hispalenses la llevaron y escondieron en las
sierras vetonas, donde luengos siglos estuvo oculta , cerca de
las márgenes de un río, que los árabes llaman Gua-dal-upé ó
Río de los lobos. Encontrada en 1330, por el vaquero D. Gil de
Santa María, vecino de la villa de Cáceres, hízolo presente á
los clérigos de esta capital, quienes habiéndola reconocido, le-
vantaron una humilde choza, donde le consagraron modesto
santuario. Sabido el caso por D. Alfonso XI, mandó se erigiese
capilla en aquel lugar, hacia el año de 1366, y dotada de mu-
chas limosnas^ la adhirió á su real patronazgo, poniendo en
ella capellanes y un prior, el primero de los cuales fué el car-
denal D. Pedro Barroso, á quien dio posesión de su priorato el
cura de la inmediata villa de Alia.
Como era por aquellos tiempos frecuente suceso, la piedad
atrajo alrededor del santuario modestos hogares de familia, y
quedó fundada la villa que desde entonces lleva el nombre de
Guadalupe, y para cuya fundación no hay otro testimonio que
la carta del Rey dada en Cadahalso en 1378, concediendo
€ suelo, mantenimiento del prior é clérigos de esta iglesia, y
»para ayuda de mantener los pobres de su ospital, la martinie-
>ga de los pobladores cerca de la ermita hasta el número 50,
«dándoles suelo para que fícieran casas, plantasen viñas y la-
»brasen, para que diesen el diezmo á la iglesia...»
Es evidente que nació esta villa al calor de la iglesia y bajo
los privilegios que se le otorgaron á sus primeros 50 vecinos,
en la carta real de 1378.
Por otra carta real dada en Ulescas en 15 de Abril de 1385,
mandó D. Alfonso á Hernán Pérez de Monroy, que fuese al
lugar donde estaba la iglesia de Guadalupe y señalase el tér-
mino de tres kilómetros al rededor de ella, tomándolo de los
de Talavera y Trujillo, y para cuya comisión llevó consigo á
Ibáñez Pascual, Pascual Martín, Rodrigo Pérez y D. Gil de
96o C Á C E R E S
Santa María, <é señalóles término é les concedió á los homes
> buenos é moradores de Guadalupe, para que tovesen con que
> mantenerse é podieran así servir á la iglesia...»
Y este pueblo, así fundado, es hoy una villa rica que cuenta
con 2,780 habitantes.
II
Conocemos ya á la Puebla de Guadalupe. Veamos cómo se
formó su famoso monasterio, que en su origen fué una pequeña
ermita. Durante cuarenta y nueve años ^1 altar de la Virgen se
encontraba en este sencillo santuario, hasta que en 1387 el rey
D. Juan I expidió cédula en Alcalá de Henares con fecha de
i.^ de Setiembre, concediendo la ermita de Nuestra Señora de
Guadalupe á los frailes de San Jerónimo de la Lupiana, cédula
que fué confirmada por bula pontificia de Benedicto XIII fecha
9 de Noviembre de 1364, siendo sus primeros priores:
I .^ El cardenal D. Pedro Barroso.
2.^ D. Toribio de Mena.
3.® D. Diego Fernández, deán de Toledo.
4.^ D. Juan Serrano, á cuyas instancias el rey D. Enri-
que II aumentó con otros seis el número de sus capellanes.
El primer prior de frailes Jerónimos que se constituyó en
Guadalupe fué Fr. Fernando Yáñez, que vino á él acompañado
de otros 30 religiosos. Desde la aparición de éstos, la comarca
se transformó. El cerro de Altamira, los regueros y montuosos
barrancos que le daban vecindad, se convirtieron en un pequeño
paraíso por la fecunda vegetación, por la variedad de los culti-
vos y por la multiplicidad de sus frutos. Largas y sombrías ala-
medas, redes tupidas de parrales, campos cubiertos del rojo
guindo, del morado moral, de la verde pera, alternan con los
962 C Á C E R E S
sotos cubiertos de eterno verdor, donde pastaban los rebaños de
la comunidad. Aún conserva algo de aquella lozana vegetación,
que arrancó á la fecunda pluma de Fr. Gabriel de Talavera
aquellos pomposos tonos descriptivos que D. Gabriel Azedo de
la Berrueza quiso aplicar á la pintoresca Vera de Plasencia; sin
embargo, ya en 17 70 el erudito A. Ponz decía: «que si alas cor-
> dilleras de los montes de Guadalupe se les diera otro cultivo
»de que son capaces, podían ser tan útiles y productivas como
>una provincia entera (i).>
La actual iglesia es un edificio grandioso, de dimensiones
dilatadas y como no habrá muchos templos en España. Se co-
menzó á edificar por el célebre escultor Juan Alonso. Se sube á
él por una cómoda gradería de 23 escalones de piedra bien
labrada.
Su fachada es gótica hasta su segundo cuerpo, pues sobre
las ojivas de los arcos hay ampliaciones del peor gusto que es-
tropean toda la obra. La torre del reloj no está terminada.
Sobre su grueso muro han roto nuevas luces, para ventanas y
balcones que desentonan toda la obra. Un edificio tan grandioso
está todo él deteriorado por las obras y reformas que en él han
obrado sus priores, sin plan ni concierto alguno.
El atrio y toda la fachada principal se amplió el año de 1469.
Son de admirar las dos portadas del atrio, que son de cantería
y de lo mejor que se conoce por su elevación y buena vista.
El claustro interior es de igual época. Es de estilo árabe,
con dos órdenes de arcos, de rica piedra, unos grandes, en la
planta baja y otros menores en el segundo cuerpo. Los ante-
pechos de la galería baja, de piedra también, con menudas la-
bores, son sorprendentes. Nos recuerda algo del Alcázar de
Sevilla.
En el centro del patio hay una« glorieta, denominada de
( I ) Viaje de España, tomo VIII, carta IV, par. III, pág. 7 1 .
PUEBLA DE GUADALUPE. — Fachada phincipai. del Mona:
DE Ntra. Sra. de Guadalupe
()6\ CÁCERES
II I - - - _ _ — — . ^^
Nuestra Señora de Guadalupe, que es un trabajo sorprendente.
Hecho todo él de estilo gótico, con tres cuerpos sobrepuestos al
inferior, y formando gradación, ofrece una vista maravillosa, y
es asimismo una de las obras más delicadas que la arquitectura
conserva en este ediñcio, ya olvidado de los artistas y descono-
cido por la mayoría de los españoles.
El interior del templo es majestuoso. Tiene tres naves de
50*20 metros de largo, 25*11 de ancho y 20*25 de altura, con
cúpula bien entendida y graciosamente trazada, sobresaliendo en-
tre todo la famosa sacristía, que es sin duda la mejor de España.
En 1475 se hizo la sala capitular, la biblioteca y la portería,
colocando las tres magníficas estatuas que la decoran.
En 15 10 se terminó la soberbia reja de hierro que tiene el
altar mayor.
En 1 59 1 se hizo la hermosa capilla del altar de las Animas.
En 1 61 3 se construyó el magnífico trono de plata mejicana
donde colocaban á la Virgen durante las grandes festividades.
El decorado de este templo, las colgaduras y los altares eran
de un lujo inusitado. Basta decir que en 1622 ardían en todo él
hasta 85 lámparas de plata, todas regalo de los reyes de Espa-
ña y de Portugal. Había también un riquísimo tesoro de alhajas,
en su mayor parte donativos á la Virgen, y consistentes en co-
ronas de oro y plata guarnecidas de brillantes y piedras precio-
sas, cetros, cruces, sortijas, collares, aderezos y una colección de
146 cadenas, algunas de ellas con relicarios de inmenso valor.
Tenía también la Virgen más de ico riquísimos trajes de regios
tisúes, algunos materialmente cubiertos de perlas, rubíes, esme-
raldas y zafiros, uno solo de los cuales había costado 40,000
ducados. Para el servicio del altar mayor se guardaba una gran
cantidad de cálices, patenas, incensarios, custodias, viriles, cru-
ces, misales, todo ello de plata y oro, con pedrería finísima (i).
(i) Ni una sola de estas alhajas existe hoy. Noticias de ellas y de su desapari-
ción se dan muy circunstanciadamente en las siguientes obras:
C Á C E R E S 965
la mayor parte obra del religioso lego llamado Fr. Juan de Segó*
via, auríñce de los más afamados de su tiempo, que acabó sus días
al dar término á la grandiosa y espléndida custodia, que tuvo
que rematar después su discípulo Pizarro. Era Juan de Segovia
artífice eminente, y cuéntase que habiendo sabido el prior fray
Nufio de Arévalo que los RR. CC, después de rendida la ciudad
de Baeza, venían á Guadalupe para dar gracias á la Virgen, pro-
puso á la comunidad se autorizase á Segovia para que constru-
yese un salero que le regalase á SS. MM. Y en efecto, la pieza
salió magnífica, y la taza que había de servir para contener la
sal, estaba sostenida sobre un león de plata esmaltado despeda-
zando una granada: los reyes estimaron en mucho tan preciosa
alhaja.
Entre los muchos cuadros que adornan los altares de la
iglesia y los claustros del monasterio, existen en la sacristía
ocho grandes de Zurbarán, representando escenas de la vida de
san Jerónimo que son verdaderas maravillas del arte. En todos
ellos los efectos de claro oscuro son inimitables y le levantan
casi á mayor altura que las otras obras pictóricas del gran Ri-
vera.
1 .^—Memoria sobre la causa de dilapidaciones de Guadalupe, que ofrece alj>ú'
blico el Juez que ha entendido en su formación^ D. José Gc^rcta de Atocha, diputado
j>rovincial de Cáceres^ Jefe Político cesante de la de Badajoz y Ministro honorario de
la Audiencia nacional (^territorial?) de Extremadura (Cácercs, 1838).
2.^— Vindicación de D. Felipe Rosado de Belalcázar, mayordomo mayor que fué
del extinguido monasterio de Guadalupe^ contra la memoria publicada por el sub-
delegado de rentas de Trujillo, D. José García de Atocha, sobre la causa de dilapi-
daciones del mismo monasterio (Cáceres, 1839).
'^.*— Respuesta d la vindicación de D. Felipe Rosado de Belalcázar, ex-monje y
mayordomo mayor del suprimido monasterio de Guadalupe, por D, José García de
Atocha^ autor de la Memoria sobre la causa de dilapidaciones del monasterio, antes
y después de la exclaustración de los monjes en el año de i8ys (Cáceres, 1839).
4.*^ Adición á la Memoria sobre la causa de dilapidaciones de Guadalupe^ por su
autor D. José García Atocha, diputado provincial de la de Cáceres, Jefe político ce-
sante de la de Badajoz y Ministro honorario de la Audiencia de Extremadura (Cáce-
res, 1839).
En periódicos y papeles sueltos se debatió también este asunto de las dilapida-
ciones del monasterio de Guadalupe, con el calor que estas cosas ocupaban á los
interesados en su tiempo.
gbb r. A c E R E s
El camarín de la Virgen es como obra de arte lo mejor que
se conoce. Las columnas de sus muros, el cornisamiento, los
zócalos y adornos que le decoran no se conocen mejor ni en
San Jerónimo del Escorial. Lucas Jordán y Zurbarán pintaron
los cuadros que en él se ven, y los escultores de más fama la-
braron todo el decorado de piedra.
Entre los sepulcros que se conservan en este templo son los
más notables : los del rey D. Enrique IV y su madre D.* María
de Aragón, que se hallan en la capilla mayor, toda enriquecida
y adornada de admirables mármoles. Sobre los sepulcros batían-
se las estatuas de ambos reyes, y en el del rey se lee: Henri-
ci IV Regís Castellce manimentum^ antigua et minus apta struC'
tura dispositum eleganti forma denno fieri^ hcec alma Domus
decrevtty sumptibus non parcit^ dumgrati animi tanto principia
de se benemerinti exhiberet testtmontum. Hállanse además los
hilaos de D. Gil de Santa María de Albornoz (El vaquero de
K^áceres); el corazón de D. Luís Bravo de Acuña, general que
fué de las galeras de España, embajador de Venecia y virrey de
Navarra ; el corazón de D. Juan Manuel López de Zúftiga, Soto-
mayor, Mendoza y Guzmán, duque de Béjar, con la bala que
le mató en el cerco de la Buda, año de 1686; el cadáver de don
Dionisio, príncipe de Portugal, hijo del rey D. Pedro y de doña
Inés de Castro, y su mujer la infanta D.* Juana, hija del rey don
Enrique II de Castilla; el de D. Alonso de Velasco, condestable
de Castilla y su mujer D.* Isabel de Cuadros; el de D. Juan
Serranos, obispo de Segovia, último prior de Guadalupe; el del
célebre comentador de Las Partidas ^ Gregorio López, como los
de D. Martín Cerón, D. Diego Villalobos y Benavides, capitán
de caballos en Flandes, D. Toribi© Fernández de Mena, segun-
do prior de esta iglesia, D. Juan Velázquez Dávila, tronco y
fuente de los marqueses de Monaín y Seganés, D.* María de
Velasco, Fray Gonzalo de Illescas, obispo de Córdoba, la con-
desa D.* Leonor, mujer del conde D. Juan de León, y otros per-
sonajes.
PUEBLA DE GUADALUPE.— CanarIn de Ntra, Sra. dk Guadalupe
968 C Á C E R E s
Á los cuatro años de hallada la Virgen se estableció el hos-
pital de San Juan Bautista; en 1480 la cuna de expósitos,
en 1 48 1 la hospedería real, y más adelante el colegio, donde á
expensas del monasterio se sostenían más de 60 estudiantes, y
al que en la actualidad ha sustituido una simple cátedra de latín
de iniciativa particular.
En este monasterio falleció el célebre Conde de Belalcázar
y vizconde de la Puebla de Alcocer, D. Juan de Sotomayor y
Zúftiga, mayormente conocido por Juan de la Puebla, ilustre ex-
tremeño, nacido en Puebla de Alcocer el 28 de Mayo de 1453,
hijo de D. Alonso de Sotomayor, primer conde de Belalcázar y
vizconde de la Puebla de Alcocer, que era á su vez hijo de don
Gutiérrez Sotomayor, XXXIV gran maestre de la orden de
Alcántara, y de D.* Elvira de Zúñiga Manrique, hija del conde
de Plasencia.
Sobre la vida mística de este personaje y de su influencia
en los sucesos que le fueron contemporáneos durante el reinado
de los Reyes Católicos, el lector puede consultar el discurso
académico del Sr. Barrantes y Moreno (i) que trata de ella lar-
gamente; pero datos muy precisos, mayormente en lo tocante
á la vida mística de Fr. Juan de la Puebla , puede el lector en-
contrar en la obra de Fr. Juan Tirado (2), quien, como colega
suyo en la orden franciscana , aprecia mejor los hechos objeto
de su Epítome y propios del personaje extremeño.
D. Juan, tocado del misticismo de su siglo, se hizo fraile,
y aunque profesara en el monasterio de Guadalupe el año
(i) Discurso leido ante la Real Academia de la Historia el 14 de Enero de 1873
(Madrid, 187a).
(2) Epitome historial de la vida admirable y virtudes heroicas del esclarecido
principe, famoso varón y ejemplar religioso el venerable padre Fr, Juan de la Pue-
bla (antes D, Juan de Sotomayor y Züñiga^ conde segundo de Belalcázar)^ fundador
de la Santa provincia de los Angeles de la regular y reformada observancia del or-
den de N, S. P. S. Francisco, Escrito y ponderado por el R, P. Fc- Juan Tirado, pre-
dicador jubilado ^ dos veces secretario de dicha santa provincia^ ex-definidor y su
croni5/a (Madrid, 1724).
CÁ CE R E S 969
de 1 47 1, no debió de agradarle mucho el estado de la orden
jeronimiana, ni quizás el de los mismos frailes del convento^
donde por aquellos años se instruía una gravísima causa de In-
quisición, acaso la primera que se formó en España (1485).
Para hacer tránsito á la de San Francisco necesitaba licencia de
Roma, y no pudiendo ponerse en viaje á causa de las guerras
que á Extremadura devoraban y su piadosa intervención reque-
rían, lo hizo en 1479, siendo destinado por su santidad Sixto IV^
que había sido fraile franciscano, al convento de su orden en el
Trastevere, donde el mismo papa, celebrando misa pontifical
asistido de diez y seis cardenales y más de cien arzobispos, obis-
pos y protonotaríos, le relajó poco tiempo después el voto hecho
á San Jerónimo para que pronunciara el de San Francisco. Hizo
algún tiempo vida penitente en el convento Di Carcere^ edifi-
cado en la misma cárcel que ocupó San Francisco, á dos núllas
de Asís, sobre el monte Subasis, y hallábase visitando otros
conventos de los observantes reformados de Italia para perfec-
cionarse en la vida contemplativa, cuando la muerte de su her-
mano D. Gutierre, en las guerras de Granada, hizo á su familia,
y quizás á los mismos Reyes Católicos, solicitar del pontífice su
regreso para encargarle la educación del niño D. Alonso, here-
dero de los estados de Belalcázar.
Por mandato de Inocencio VIU vínose fray Juan al convento
de San Francisco de Belalcázar, desde donde atendía á la edu-
cación de su sobrino sin alterar su vida monacal, pronunciando
estas hermosas palabras cuando le motejaban por demasiado
austero : < No extrañen mi retiro, que no es desvío, sino necesi-
>dad de mi miseria. Soy muy flaco, y así me temo mucho, y por
>eso excuso lo que no es muy necesario. La naturaleza es maes-
>tra muy artificiosa para fingir necesidades. Me ha engañado
«muchas veces, y ando tan desvelado para que más no me en-
>gañe, porque tengo que llorar mucho lo que la he atendido en
>lo pasado. Yo no falto á cuanto conozca que es mi obligación
>en la asistencia de mi sobrino. Yo no me excuso cuando me
laa
970 C Á C E R E S
> necesitan para alguna cosa. Pues si me doy para cuanto han
«menester, ¿por qué cuando no me necesitan no he de aplicar
«para mí algo? He perdido mucho tiempo, y así es preciso que
»no desperdicie el poco de que pueda aprovecharme. Yo dejé
>de ser conde para ser religioso, y no es razón que vuelva á ser
» conde dejando de ser fraile. Déjenme, por Dios, que atienda á
>Dios, cuando por Dios atiendo en cuanto puedo á sus necesi*
»dades, que no es razón que por servirlos en lo que no debo
»deje de servir á Dios, á quien debo tanto.»
Tiempo después doña Teresa Enríquez, cuñada de Fr. Juan;
su pariente Martín Alonso de Vilaseca, vecino de Córdoba, y
aun la misma reina doña Isabel, solicitaron del pontífice licencia
para que el fraile conde pudiese fundar la Custodia de los An-
geles^ en recuerdo del convento de Santa María de los Angeles
de Porciúncula, el primero y más hunúlde que construyeron en
Italia los observantes franciscanos, á quien se quería imitar en
todo, bajo la estrecha regla del primer instituto de San Fran-
cisco, sujetándolo á los prelados de la observancia. Vinieron
también á ayudarle tres frailes italianos de la misma provincia
donde él había profesado: Fr. Andrés de Perusio, Fr. Hilarión
de Tuderto y Fr. Francisco de Bastia. Apuntaba á la sazón la
discordia entre observantes y conventuales, con que le suscita-
ron unos y otros tantos obstáculos, que tuvo Fr. Juan que vol-
ver á Roma para vencerlos en 1488, y conseguido su intento y
habiéndosele incorporado algunos otros frailes españoles, empe-
zaron por sí mismos la construcción del primer convento en 1 490,
en un desierto de Sierra-Morena, junto á Hornachuelos, tan
montaraz y retirado, que hasta osos había entre las fieras que
lo poblaban, según el P. Tirado. Por sus propias manos empe-
zaron la obra como se ha dicho, y á este propósito hace su bió-
grafo las siguientes consideraciones :
« Concluyóse la iglesia (dice más adelante el biógrafo de
Pr. Juan de Guadalupe), tan ajustada al espíritu de la pobreza
evangélica, que apenas era capaz para que aquella pequeñuefa
C Á C E R E S 971
grey y humilde comunidad religiosa pudiera celebrar misa y
pagar las divinas alabanzas. Á la iglesia allegaron algunas po-
bres celdillas, formadas del mismo barro y toscos materiales
que la iglesia, y tan desacomodadas y estrechas, que más pare-
cían sepulturas de muertos que habitaciones de vivos, más ejer-
cicio de mortificación y penitencia que morada de descanso. La
iglesia y celdas se cubrieron de toscos troncos de árboles, de
humildes corchos y ramas cortadas de la montaña. Estos fueron
los capiteles, estos los vidriados canelones, estos los escudos,
estas las torres y baluartes de aquel fuerte de Dios, en todos
tiempos al infierno formidable, porque nada teme más, ni nada
más le desmaya que el generoso desprecio de todo lo visible,
perecedero y caduco, que por el amor de Dios hacen los que con
verdadera pobreza de espíritu le buscan y con veras de corazón
se le consagran. >*
Falleció Fr. Juan de Guadalupe el 11 Mayo de 1495 á
los 42 años de edad y cuando prometía su vida ejemplar mayores
esperanzas para el misticismo de sus tiempos. Sobre su sepul-
cro, en el convento de Belalcázar, se grabó el siguiente epitafio:
hic jacet primus meritis venerabili8 joannes,
custodiicque nostrye dignus honore gustos:
Prosapia illustri, Paradysi veré Colonus.
vlr charitate probus, meritis, atque fide.
QuEM DUM sus túmulo RECOLIS TU QUISQUE VIATOR,
Cerne quid es, quid eris, mors quia cuncta rapit
NaM POST OCTAVAM CrUCIS. HIC CARNE SOLUTUS,
DiE SUCCEDENTE, ASTRA PETIVIT OVANS.
III
Tal era, hasta fines del siglo anterior, el Monasterio de
Guadalupe. Bajo la influencia de este convento, creció el pueblo
972 CÁCERES
considerablemente en importancia, en ilustración y en fortuna.
Hoy no conserva del pasado más que sus memorias, y arrastra
la lánguida vida que da á las poblaciones pequeñas el influjo de
la época actual, desprovista de la poética variedad de otros tiem-
pos. Los establecimientos de beneficencia y educación han des-
aparecido: no ha vuelto á salir de estos últimos un nuevo Gre-
gorio López; sus montes vuelven á estar áridos y escuetos, y
las malezas y los incultos arbustos ocupan el lugar antes fecun-
do en corpulentos olivos, risueñas vides y suculentos frutales.
Su población ascendía en 1,500 á 4,700 almas; en principios
del siglo actual á 3,894, en la actualidad á 2,780.
Aparte del monasterio tiene la villa la iglesia de la Santísi-
ma Trinidad, hecha en 1730 á expensas del Duque de Vera-
gua, D. Pedro Ñuño, gastándose en ella 64,000 ducados. Para
su pavimento se trajeron unas 20,000 piedras de jaspe azul y
blanco de Genova, al precio de 5 reales una. Las ermitas que
tenía á extramuros están arruinadas. Eran éstas las de San Blas,
Santa Catalina, el Cristo del Humilladero y la Abadía, donde
los reyes que iban á visitar la Virgen se arrodillaban, haciendo
oración y se dirigían á pie hasta el célebre monasterio que no
ha tenido igual en toda Extremadura (i).
(1) La adoración que prestan en Extremadura á esta imagen es grande, y no
es menos lo que se la venera en América, y con especialidad en Méjico. La advo-
cación se aplicó á la imagen mejicana por su semejanza con la de Guadalupe de
España, Virgen venerada en este país desde el siglo xi, y que tomó su nombre del
río Guadalupe (palabra mitad árabe, mitad latina, que significa rio del Lobo), si-
tuado cerca de la raya de Portugal y á cuyas inmediaciones se le levantó un tem-
plo. La Guadalupe de Méjico es morena, con la faz contorneada, conforme al más
puro óvalo azteca, con la expresión apacible y candida de las indias del valle, y
peinada como ellas, con la raya ó partidura cayendo á la mitad de la frente, sobre
la cual se deslizan con modesta sencillez hacia uno y otro lado, las negras guede-
jas de su cabellera, que asoman apenas bajo el manto.
Sobre la historia de la imagen española y sus milagros y templo principal, se
han publicado los siguientes libros :
I .• La más antigua historia de esta santa casa de Guadalupe (Ms. anónimo, en
Perg.).
2." Aqui comienza la crónica de cómojué fundada y edificada la iglesia y mo-
c A c E R E s 973
Muchos hombres ilustres ha dado á la patria la Puebla de
Guadalupe, en su mayoría místicos y teólogos. Cuéntase entre
todos ellos á los teólogos Fr. Benito y Fr. Gregorio de Guada-
lupe, varones de vida ejemplar que se les cita entre los santos;
los escritores Fr. Alfonso y Fr. Juan de Guadalupe, el primero
autor del Ceremonial romano (Sevilla, 1 7 1 3) y el segundo pu-
blicó la Statua pro sua Reformatione y las Epistolce plures As-
cetÜBy muriendo en Roma, el 2 de Setiembre de 1506, cuan-
do iba al Concilio como Provincial ; los escultores Diego y Pe-
nasierio de Nuestra Señora Sancta Marta de Guadalupe^ i>or Fr. Diego de Écíja,
monje de la misma (Ms. del siglo xv}.
3." Historia del origen y fundación del monasterio de Nuestra Señora de Guada-
lupe, invención de su santa imdgen^y vida de algunos venerables monjes(Ms. de 1 479,
en la B. del Escorial'.
4.^ Fundación de la casa de Guadalupe^ y milagros de la Santísima Virgen
(Cód. IV, á 10. Est. 16, B. del Escorial).
5.^ De como fallada la ymagen de nuestra señora sancta Maria^ mediante la qual
fué fundado este monasterio de Guadalupe. I de como embyó sant gregorio á sant
leandre dende Roma á españa esta ymagen de nuestra Señora (Ms. Est. 165, en la
B. del Escorial).
6." Historia de la fundación del monasterio de Guadalupe^ cómo fué fallada la
Santa imagen de la Virgen, y vida de algunos monjes Jerónimos (Ms. est. 22, B. del
Escorial ).
7.^ La fundación de esta santa casa de Nuestra Señora de Guadalupe, por Ber-
nabé de Santiago (Ms. del año i $90.)
8.* Historia de Nuestra Señora de Guadalupe, y fundación de su santa casa, por
el reverendo P. Fr. Gabriel de Talavera, su prior (Toledo, 1597).
9.** Milagros de la Santa imagen de Santa Maria de Guadalupe^ por Fr. Fran-
cisco San Clemente, dos veces prior de su glorioso monasterio (Ms.).
I o. Relación sumaria del descubrimiento de la primitiva imagen de Nuestra Se-
ñora de Guadalupe^ y de la invención dichosa del incorrupto cuerpo del pastor D. Gil.
Escríbela Fr. Rodrigo de Llerena, monje de esta santa casa (Ms.).
1 1 . Venida de la soberana Virgen de Guadalupe d España, su dichosa inven-
ción, y de los milagrosos favores que ha hecho á sus devotos, por el P. Fr. Diego de
Montalvo, monje profeso y predicador de esta santa casa (Lisboa, 1 63 1 ).
12. O pastor de Guadalupe, por Fernando Correa de Lacerda, lente de la Uni
versidad de Coimbra (Poe. Ms.).
13. Historia universal de la primitiva y milagrosa imdgen de Nuestra Señora
de Guadalupe, fundación y grandezas de su santa casa, y algunos de los milagros
que ha hecho en este presente siglo, escrita por el reverendo P. Francisco de San
Joseph, ex-prior de dicha santa real casa (Madrid, 1743).
14. Aparición de Nossa Senhora de Guadalupe, por doña Isabel Senhorina da
Silva (Ms.).
97 4 cAcERES
dro de Guadalupe, el primero conocido por sus obras para
las catedrales de Toledo, Ávila y Badajoz, y el segundo maes-
tro de las obras de arte en la catedral de Valladolid (i).
En 1 5 1 9 colocó en el coro nuevo de la Catedral de Falen-
cia, las sillas del viejo que había trabajado el maestro Centellas
en el de 1410, por el precio de 1,500 maravedís, y ejecutó otras
veinte por 4,000 cada una. Habiéndose trasladado el coro el
afto de 1 5 1 8 desde la capilla mayor al sitio donde está ahora,
se trasladó también el retablo mayor, ejecutado por Guadalupe,
á la misma capilla, desde la que se llama de los Cincas. Mandó
hacer esta mudanza el obispo D. Diego de Daza, que fué des*
pues arzobispo de Sevilla, para la que dio 600,000 maravedís.
Y siendo el retablo pequeño para el sitio, fué necesario aftadirle
las cornisas divisorias y las colaterales con sus adornos y el
cuerpo alto, en el que se colocaron el Crucifijo, la Virgen y San
Juan, que trabajó Pedro Manso. Costó 2,000 ducados y se con-
cluyó todo el afto de 1522.
Pedro de Guadalupe tuvo un hijo pintor, pero debió ser
muy secundario, cuando nadie le menciona ni se conocen sus
cuadros.
No fueron menos célebres Fr. Alfonso de Guadalupe, cuyo
nombre se venera en Nueva-Espafta por sus virtudes y vida as-
cética, y el doctor D. Francisco Sanz de Dios Guadalupe, naci-
do en 1699. Estudió en la universidad de Salamanca, tomando
la borla de doctor en la capilla de Santa Bárbara. Bien joven
aún, fué médico titular de la villa de Medina del Campo y, últi-
mamente, médico mayor del real monasterio de la Puebla de
Guadalupe.
Por los aftos de 1729 escribió el doctor Martín Martínez su
célebre libro sobre las calenturas, y no estando conforme el
D. Francisco con las teorías de su colega , dio á luz una refuta-
(i) Ceán Bermúdez, en su Diccionario, al 1. 11.
C Á C E R E s 975
ción de ellas bajo el título de : Medicina práctica de Guadalupe
(Madrid, 1734). Con este libro se encendió una polémica profe-
sional, en la que intervino otro ilustre profesor extremeño, el
Dr. Pacheco y Ortiz, con su libro Rayos de luz^ etc., en que se
defienden mayormente las teorías del doctor Enríquez. La obra
del D. Francisco no tiene importancia, y su nombre lo debe
mayormente á la polémica que sostuvieron los escritores médi-
cos del siglo XVIII sobre las diversas teorías médicas para com-
batir las calenturas. El doctor Valdés también escribió contra
Sanz de Dios Guadalupe.
Fr. Andrés y Guadalupe y D. Gregorio López de Tovar
son, por último, y acaso también, los dos genios más grandes
que han salido de esta villa. El primero, religioso franciscano y
escritor místico, nació en el año de 161 3. Estudió teología en
Plasencia y entró en un convento franciscano, donde profesó,
vistiendo el hábito de la Orden á los 22 años de edad.
Fué un modelo de virtudes y á la vez un predicador distin-
guido.
Las infantas D.* María Teresa y D.* Margarita de Austria,
le eligieron por su confesor y la Orden le hizo su Lector (i).
(i) La historia de este virtuoso fraile se da en la siguiente obra: Vidck del re-
verendísimo y venerable padre Fr. Andrés de Guadalupe^ Hijo y Padre de la Regular
y Reformada Observancia de N, S. P. San Francisco en la santa provincia de los
Angeles^ Lector jubilado ^ dos veces su Vicario provincial^ Confesor de las señoras
Descalzas Reales de Madrid y de las Serenísimas Infantas de España doña María
Teresa de Austria y doña Margarita^ Majestades cesárea y cristianísima^ Vice-co-
misario general de las Indias, Dedicada á la Divina Majestad de Christo Sacramen-
tado, Escrita por el padre Juan Luengo^ Lector de Teología^ Custodio, dos veces
Ministro provincial de la Santa Provincia de los Ángeles, Comisario-visitador de las
santas provincias de Granada y San Miguel, Presidente de algunos capítulos pro-
vinciales de esta familia cismontana, Y al presente Comisario general de todas las
provincias de las Indias, de la Regular Observancia de N. P. San Francisco (Ma-
drid, 1680).
Al final de esta obra se da la siguiente: Sermón fúnebre intitulado Ejemplar re-
juiGioso, que predicó al funeral del V, Guadalupe el limo, señor D, Bartolomé García
de Escañuela, Lector jubilado. Padre de la santa provincia de Granada, Predicador
de S, M.,y al presente Obispo de la Nueva-Vizcaya en la Nueva-España,
97Ó C A C E R E 8
En 1 66o era Comisario general de las Indias, residiendo en
Madrid.
Es autor de los siguientes libros:
I .^ Historia de la santa provincia de los Angeles de la Re-
guiar Observancia y Orden de nuestro Seráfico San Francisco.
Autor el Reverendísimo padre Fr.,. (Madrid, 1662).
Es un libro indigesto, y por tanto, sin mérito alguno.
2.° Mística theulogia sobrenatural {}/í^ár\á^ 1665).
3.^ Tratado sobre las virtudes y su práctica (Madrid, 1 670).
Parece que Fr. Andrés falleció en 1680.
El Licenciado López de Tovar (mayormente conocido por
El Acurcio Español ó El Legista Extremeño)^ nació en 1 496.
Por sus múltiples conocimientos en filosofía, escritura sagrada
y derecho civil y canónico, adquirió una reputación universal de
que goza su nombre hasta en los tiempos presentes. Entre sus
mejores trabajos en el foro cuéntase sus comentarios á La^ Siete
Partidas del Rey D. Alfonso el Sabio. En aquellos tiempos en
que el derecho estaba en embrión, y apenas si se conocían co-
mentaristas de lo poco que se había escrito, López de Tovar
era figura colosal que admiran propios y extraños. Por eso su
nombre ocupa, y con razón, un puesto respetable en la magis-
tratura española, que bien puede honrarse con tan inteligente
legista.
Oriundo de una familia distinguida , había vivido no obstan-
te y contra las costumbres de los nobles de su tiempo, traba-
jando en la reforma de la legislación y en la aplicación de las
leyes escritas, hasta que murió en 1560, siendo Corregidor de
la Puebla de Guadalupe y cuando preparaba una obra sobre el
Derecho Romano en España, y cuyo original le dan por perdi-
do los bibliófilos y anticuarios.
Su cuerpo fué sepultado bajo el altar que hay en el gran-
dioso arco que divide la nave de Santa Ana de las otras capi-
llas del templo en el monasterio de San Jerónimo de Guadalu-
pe. Su sepulcro, de mármol blanco, se encuentra junto á la pila
C Á C E R E s 977
de agua bendita, á la izquierda de la entrada principal , y tiene
la siguiente inscripción:
aquí yace el cuerpo
del licenciado gregorio lópez,
natural de este pueblo:
rueguen á dios por él.
Fué el notable jurisconsulto extremeño alcalde mayor de la
Puebla de Guadalupe. Por sus conocimientos en las letras, por
su alto criterio en materia legal le nombró el rey de su Consejo
de Estado, en cuya ocasión comentaba las Siete Partidas. Bien
joven todavía casó con D.* María Pizarro, señora muy principal,
hermana de los célebres Pizarros, conquistadores del Perú, y
de este matrimonio nacieron tres hijos : D. Diego, D.* María y
D.* Luisa.
López de Tovar, como Acebo, Herrera, Gutiérrez, Hinojo-
sa y Cerrato y Calatrava, todos notabilísimos en la magistratu-
ra y salidos de Extremadura, son una honra para su patria, que
siempre los recordará entre sus hijos más ilustres.
La mejor obra de López de Tovar es la ya citada con el
título: Las Siete Partidas del sabio Rey D. Alfonso el X^ nueva-
mente glosadas por eL.. Diferentes ediciones, hasta el número
de 113, podíamos contar de esta obra, pues solamente de Sa-
lamanca conocemos las hechas en 1550, 1555, 1565, 1576,
1580 y otras, todas en tres tomos en folio.
Esta obra de López fué un suceso entre los hombres del foro
español, y sobre la parte que él tomara en su redacción hubo
no pocos litigios entre él y un hijo del doctor D. Lorenzo Ga
líndez de Carvajal, que disputaba la paternidad de la misma á
favor de su difunto padre.
D. Rafael de Floranes, en la Vida y obras del doctor don
Lorenzo Galindez de Carvajal (Colección de documentos inédi-
tos para la Historia de España^ t. XX, páginas 329 á 345),
978 G A C E R E S
dedica á este asunto una larga y erudita investigación, que re-
comendamos al lector.
D. Gregorio dejó á su muerte entre otros un hijo, jurista
como él, y escritor, llamado D. Diego López y Pizarro. Publicó
cuatro obras sobre derecho y se trasladó á Roma, en 1574,
abrazando el sacerdocio, muriendo en 1594 con fama de sabio.
CAPÍTULO X
Tuste á vista de pájaro. — La subida al monasterio.
Unas ruinas históricas. — El palacio del emperador Carlos V.
La muerte del emperador.— Conclusión
I
ARA visitar el Monasterio de Yuste, viniendo de
Madrid, ha de tomarse el camino de Jarandilla,
y desde la villa de Cuacos partir á Yuste, que
dista unos dos kilómetros; y si la visita se ha
de hacer viniendo por Cáceres, Trujillo ó Coria, se ha
de venir forzosamente á Plasencia, para seguir en direc-
ción á Jarandilla.
De Cuacos ó de Jarandilla se hace la última jornada
para Yuste, ya sea caballero sobre fogoso caballo ó
sobre sufrido burro , que no se puede dejar desde
la estaciones férreas de Navalmoral de la Mata, ó de Pla-
sencia.
Jarandilla se ve asentada en una ancha hondonada que la
rodean las altas sierras de Béjar y de Gredos. Entre esta
98o C Á C B R E S
villa y la de Cuacos está el Monasterio de Yuste. Cuacos apa-
rece en las faldas de la sierra de Tormantos y cerro del Sal-
vador.
Ambos pueblos son de origen relativamente moderno. Ape-
nas se sale de Cuacos se ve Yuste á vista de pájaro, solitario y
silencioso, rodeado de robles y de olmos, cual si fuese un oasis
en medio de sierras escuetas y pedregosas, por donde sólo cru*
zan los pastores y algunas aves que habitan en los verjeles de
la granja de Valmorisco.
Cuacos es un pueblecito que de antiguo miró con malos ojos
el engrandecimiento del Monasterio de Yuste. Desde el siglo xv
sus monjes esquilmaban á pretexto de los derechos del diezmo, los
pocos frutos que sus vecinos recogían del producto de los cam-
pos.
Más tarde, y con ocasión de escoger para su retiro aquel
monasterio Carlos V, las tropas que de continuo acompañaban
á los personajes que iban á visitar al ex-emperador, cometían
mil atropellos pidiendo raciones y alojamientos y dando malos
tratos al sufrido vecindario que, entre otros muchos derechos,
tenía indudablemente el de poder vivir en paz sin que le moles-
tasen malos huéspedes, como por lo común lo son frailes y sol-
dados.
En 1557 reclamaron al ex emperador contra las demasías de
los frailes y palaciegos ; pero aquél no atendió estas quejas, y los
aldeanos, que como todos los de Extremadura no han capitula-
do con despotismo de reyes ni emperadores, apenas asomaba
por el pueblo una partida de gente armada, la recibían á pedra-
das, y ya en este camino se apoderaron de las 1 2 vacas suizas
que tenía el ex emperador para sustentarse de su leche, por
meterse á pastar en el término municipal, y hasta secuestraban
las cargas de truchas y de caza menor que de regalo á Carlos V
le enviaban los nobles y comunidades de los contornos, sin
que el que había vencido á todos los ejércitos de Europa y
África, pudiese declarar la guerra á los vecinos de Cuacos, sin
VUSTÉ. — Vista
982 ' C Á C E R E S
duda porque desde que se alojó en Yuste hizo el propósito de
vivir en paz hasta consigo mismo (i).
II
Subiendo por el camino que conduce desde Cuacos al Mo*
nasterio, nos aparece una enorme cruz de piedra, denominada del
Humilladero, y una alta cerca de ennegrecidas piedras, donde
comienza la jurisdicción comunal del Monasterio. Por aquel es-
trecho sendero subía Carlos V el día 3 de Febrero de 1557
pat'a encerrarse en el pequeño palacio que había mandado le-
vantar, pegado al propio convento.
Jamás monarca alguno desplegó más actividad en los cua-
renta viajes que hizo de Alemania á España, á Flandes, á Italia,
á Francia y África, que Carlos V.
Después de la campaña contra los protestantes y contra
Enrique II de Francia, aunque no muy viejo, bastante enfermo,
y abatido por el triunfo que aquellos consiguieron, tuvo la ab-
nísgación de escoger para retiro de sus últimos días este Monas-
terio, donde vivió, no exclusivamente dedicado á ejercicios de
(I) Él arriero que nos condujo á Cuacos nos hizo la siguiente definición del
origen de este nombre, que antes se escribió así : Quaquos, «Cuéntase en esta tie-
rra que, encontrándose un cuervo muy viejo y con pocas plumas para volar y bus-
carse la comida, se fué á un nido de urracas y se ocultó entre los polluelos y, sa-
cando la cabeza por entre ellos abriendo la boca, recibía el alimento que los pa-
dres traían á sus hijos. Éstos fueron creciendo, y haciéndose volanderos, abando-
naron el nido dejando en él al cuervo, que en vez de criar plumasen el transcurso
del tiempo, se iba quedando más desnudo. La estación avanzaba y las urracas ya
no encontraban higos para alimentar á su cuervo, y lamentándose ante él de la
escasez de esta fruta, las dijo: «^no habéis ido á Cuacos?» las cuales, cayendo de
su engaño, dijeron: «pues si sabes á Cuacos, vé tú á buscarlos.»
C A C E R E S 983
devoción, sino compartiendo éstos con tareas políticas, pues
mantenía frecuente correspondencia con su hijo para darle con-
sejo en todos los graves asuntos de gobierno. Renunció en su
. Hl]Mll.LAt>eRO
hijo Felipe II los Países Bajos, el Franco Condado, Ñápeles,
Sicilia, Cerdeña, Milán, el Rosellón y toda la Península, á ex
cepción de Portugal. En África le dejó á Túnez, Oran, Islas Ca-
narias, Fernando Póo y Santa Elena, y en América, Perú y
984 C A C E R E S
Chile, Méjico y las Antillas. Dos años después legó á D. Fer-
nando, su hermano, la corona imperial con todos los estados de
la casa de Austria en Alemania, para morir, en ñn, el día 21 de
Septiembre de 1558, á consecuencia de una insolación, y bajar
por este camino, que subió dos años antes, en estrecha caja que
había de ser depositada más tarde en el Monasterio del Esco-
rial.
No vino á morir aquí este déspota coronado por ofuscación
repentina á que pudo ensimismarle algunas contrariedades de
sus últimas campañas. Estando en la villa de Monzón por los
años de 1542, manifestó sus propósitos al entonces duque de
Gandía, D. Francisco de Borja, y que desde mucho antes venía
halagando con la emperatriz, su esposa, de retirarse á pasar sus
últimos días en un lugar apartado y asilo de religiosos, ordenando
al príncipe D. Felipe, su hijo, que antes que saliese de España
á casarse en Inglaterra con María Tudor, fuese al monasterio de
San Jerónimo de Yuste, á ver el sitio á donde se habían de la-
brar y hacer los aposentos y cuarto en que pensaba habitar los
postrimeros años de su vida (i). Más de doce años hacía que,
habiendo tomado esta determinación, había enviado á reconocer
la casa, sitio y cielo, disposición de lugar del Monasterio, hom-
bres doctos y prudentes que en él había, y cuantas circunstancias
deseaba reuniese para el ñn (2); y siendo todo ajustado al gusto
del emperador, escribió al prior y monjes, diciéndoles: «Deseo
» retirarme entre vosotros á acabar la vida: y por esso querría
> que me labracedes unos aposentos en San Gerónimo de Yuste;
»y por lo que fuere menester acudireys al secretario Juan Vaz-
>quez de Molina, que él procurará dineros: para lo qual os em-
>bio el modelo de la obra...i (3). En efecto, habiendo mandado
(O Ms. de un fraile, citado por Cachard, ^etraii et morí de Charles Quiñi au
mon, de YuslCy tom. II, pág. 3.
(2) Historia de la orden de San Jerónimo, part. Ill, lib. I, pág. 1 87.
(3) SiGÜENZA, Historia de la orden de San Jerónimo, part. III, lib. I, pág. 187.
C A C E R E S 985
á García de Castro, á cuyo cargo estaba la cobranza de los de-
rechos de once y seis al millar, que facilitase tres mil ducados
al prior y general de la orden jerónima (i), y apenas salió de
YUSTE. — Escudo deu Emperador Carlos V
Yuste el príncipe D. Felipe, después de practicar la visita que
le había sido ordenada por su padre, el viernes 25 de Mayo
(O Archivo de Simancas, Cotisíarf, i.' époc, Icg. 275.
986 C A C E R E S
de 1554, comenzaron á traer y aparejarse los materiales parala
obra del cuarto del emperador, según los planos que éste había
remitido, y que parece eran semejantes al de la casa en que na*
ció en Gante. Púsose al frente de las obras el P. Fr. Antonio de
Villacastin, profeso de la Fuensisla de Toledo, y duraron dos
años y nueve meses, habiendo acudido á todos los gastos el se-
cretario Juan Vázquez de Molina (i).
Luego que, de vuelta de Fiandes, después de haber hecho
renuncia de aquellos Estados y de los de Brabante en el rey
D. Felipe^ su hijo, despidió á las reinas de Francia y Hungría y
al resto de su acompañamiento y corte, «tomó el camino para
Yuste, y no permitió que le acompañasen más que los criados
que había señalado, que eran dos médicos y dos cirujanos, y
el P. Fr. Juan de Regla, confesor, á quien viendo el César corto
y poco fiado de su suficiencia, le dijo : Fr. Juan^ no temáis la
conciencia de un emperador que hace un año entero que tratan
de descargar cinco juristas y teólogos (2).»
£1 día de San Blas año de 1557 salió el emperador de Ja-
randilla para su último retiro, á donde llegó á las cinco de la
tarde, siendo allí recibido con procesión de todo el convento y
con grande alegría, cantando el Te Deüm laudamus en canto
de órgano. Desde Jarandilla fué conducido á Yuste en una lite-
ra^ de la que se apeó á las puertas de la iglesia , y puesto allí
en una silla lo llevaron hasta las gradas del altar dos gentiles-
hombres, yendo á un lado el conde de Oropesa, D. Fer-
nando Álvarez de Toledo, y D. Luís de Quijada, su mayor-
domo (3).
(i) Ms. inserto por Gachard, pág. 475.
(3) Ms8. citados por Gachard, págs. 17718.
(3) Un poeta nacido en Jarandilla en 1604, D. Gabriel Azedo de la Bemieza,
en su libro Amenidades^ florestas y recreos yete, ^ de la Vera (Madrid, 1667), publica
cstt precioso romaincG titulado: Relación de la retirada que Carlos V^ Emperador,
hizo d Yuste:
C A C E R E S 987
Recordando nosotros todos estos hechos nos detuvimos
delante la cerca que estaba junto á la cruz, á contemplar
un gran escudo de piedra donde se dan grabadas las armas
«Yace en la valiente España
un gran pedazo de tierra,
dulce olvido de los hombres,
en la vera de Plasencia.
Suelo de tanto deleite,
que acreditara á un poeta
que íingi6-ei Elíseo campo,
á decir que fué en la Vera.
Aquí el temerario invierno,
de lástima y de vergüenza
del campo siempre florido,
dentro sus huertas se encierra.
El noble Mayo detiene,
el dudoso otoño aterra,
y á más no poder corona
de nieve las altas sierras.
No que el hielo, humilde fuente,
ate en nevadas cadenas,
que en su imperio de cristal
sin ley murmuran y reinan.
El seco abrasado estío
sus ardientes llamas templa
con el céfiro agradable,
blando rey de las florestas.
No permite á la chicharra
ronca voz, porque en la siesta
mil cantores pajarillos
alegremente gorjean.
El aire entre alegres prados
y entre las fuentes risueñas,
con abanicos de flores
mueve fresco y vierte perlas.
El otoño, de las plantas
ladrón y común afrenta,
nunca se atreve á las hojas
porque tenga el viento lenguas.
Pródigo esmalta los campos,
viste de verdes libreas,
con pasamanos de plata,
ríos que la yerba ondea.
Veréis los ricos vestidos
de escarchadas lentejuelas,
que tal vez la variedad
muda la naturaleza.
988 C Á C B R E 8
de Carlos V, sobre el águila de dos cabezas, y encerradas entre
las columnas de Hércules, con la leyenda de Plus ultra. Aque-
llos cuarteles que la heráldica ha escrito con el buril sob'e la
La primavera agradable
con florecillas soberbias
vierte el tesoro oloroso
de la copa de Amaltea.
Sementeras de claveles,
desperdicios de mosquctas,
montes de jazmín y rosas, ^
más fragantes que azucenas.
Del campo y valle en los ecos
dobladas las voces suenan
del facistol de las aves,
ya canciones, y ya endechas.
Aquí, pues, donde el rigor
del tiempo no se respeta
por ser alba todo el día,
todo el año primavera,
se vino el Emperador
por gozar en esta tierra
del cielo más favorable *
que cubre toda la esfera.
Llegó, pues, á jarandilla,
y después de estar en ella
mucho tiempo, partió á Yuste
y se encerró en una celda.
Está el convento de Yuste
apartado siete leguas
de Plasencia, junto á Quacos,
hermosa y frondosa aldea.
San Jerónimo se llama,
cuya religión estrecha
entre estas blandas delicias
vive en dura penitencia.
En él, hacia el Mediodía,
con respeto de la iglesia
que espaldas le hace al convento,
se labraron ocho piezas.
Para tanta Majestad
ni son grande^, ni pequeñas;
tienen veinticuatro pies,
las cuatro están en la huella,
casi al mismo andar del claustro,
y las otras cuatro dellas
van bajando de una en otra,
que con estar en ladera
CÁ C E R E S 989
_ __ — -■■
piedra, era la historia del César español, que había subido por
aquel mismo sitio, el 3 de Febrero de 1557, para vivir, no como
un monje (según han querido que sea algunos cronistas), sino
el convento, el edificio
fué obedeciendo á la cuesta
de tal suerte, que parece
que á la persona venera.
Estas piezas las dividen
dos tránsitos, que atraviesan
desde el Oriente á Poniente,
y en lo alto está una puerta
que sale á una hermosa plaza,
cuya máquina sustentan
muchas valientes columnas
de muy bien labrada piedra.
En este sitio hay mil flores
que viven en competencia
de los naranjos y cidros
de que está la plaza llena.
En medio tiene una fuente
tan grande, que bien pudiera
la más arriscada nao
temer furiosa tormenta.
El tránsito bajo sale
á una dilatada huerta
poblada de varías frutas
naturales y extranjeras.
Tienen estas ocho cuadras
seis francesas chimeneas,
y á la parte del Oriente
una estufilla flamenca.
De aquí se sale á un jardín
á donde la diligencia
trujo de reinos extraños
plantas y flores diversas,
que por no ser naturales,
una fuente, no pequeña,
con cortesanas corrientes
sus raíces lisonjea.
Hay para los oficiales
bastante sitio, escaleras
descansadas, y ventanas
que todo lo señorean;
una tribuna que baja
á la iglesia, tan estrecha
que es como una sepultura,
voz viva de tierra muerta.
990 C Á C E R E S
como un monarca que había realizado en el apogeo de su impe-
rio todos sus sueños y caprichos, y débil para resistir en su
puesto los caprichos de la fortuna, quiso retirarse á la soledad
de los montes para terminar sus días al pie de un monas-
terio.
Por bajo del escudo encontramos las siguientes letras que
leímos sin dificultad :
En esta sania casa de San Jerónimo se retiró á aca-
bar su vida el que toda la gastó en defensa de la Fe y can-
servación de la Justicia^ Carlos V^ Emperador^ Rey de las
Españas^ cristianísimo^ invictísimo. Murió á 21 de setiembre
de 1558.
Ya jardines y ya fuentes
toda la ribera cercan
(esta es cifra de un alcázar),
y por las ventanas mesmas,
lanzas de cristal arrojan,
y tanto el cuarto respetan,
que si arriba suben púas,
cuando bajan vuelven perlas.
Los animosos naranjos,
cidros y limones trepan
por meterse en las ventanas;
y admirando las grandezas,
no del cuarto, de su dueño,
van diciendo en agrias lenguas:
«Grande celda para un fraile;
corto albergue para un César.»
El sitio es sano y templado,
el agua delgada y fresca,
con mucho ganado el campo,
los ríos con mucha pesca;
el viento lleno de olores,
con mucho fruto la tierra,
y en fin, todo es un milagro
y un paraíso la Vera.»
CÁCERES 991
III
Desde esta citada cerca se sigue cuesta arriba por estrecho
y empinado camino, y á poco que se ande aparece el Monaste-
rio, mejor dicho, el Afonasterio no, sus ruinas, porque ruinas
son ya aquellas obras que con tanta perseverancia se empren-
dieron en 1402 por unos seftores de Plasencia, allí donde desde
los comienzos del siglo xii la piedad de unos monjes que habían
acompañado en sus conquistas á D. Alfonso VIII por toda la
Vera de Plasencia habían levantado á San Cristóbal su modes-
ta ermita, al norte de otra muy cercana dedicada al Salvador,
donde en tiempos de la invasión de los árabes fueron degolla-
dos 1 4 obispos que refugiados en dicha ermita los descubrieron
los infieles, sacrificándolos en el cristalino manantial denominado
Fuente Santa, roja luego con la sangre de los mártires, al decir
de Fr. Luís de Santa María (i), y según afirma D. Félix Mon-
tero y Moralejo (2), ambos autores inspirados en esta leyenda,
que sobre el particular cuentan los falsos cronicones.
De Plasencia vinieron en 1402 Pedro Braftes y Domingo
Castellanos, con tosco sayal y luenga barba, para habitar estas
antiguas ermitas; pero la crudeza del tiempo, por las nieves que
coronan aquellas alturas en el invierno, les hicieron correrse
hasta las orillas del pequefto Vusíe^ donde fijaron su residencia
bajo un corpulento olmo, dispuestos á labrarse allí su casa, que
les sirviese después para sepulcro. Sancho Martín, vecino de
(i) Códice Ms, (formado por las actas de la fundación del Monasterio de Yus-
te) propiedad del Marqués de Mirabel.
(2) Papeles varios y apuntes curiosos sobre Jarandilla^ Cuacos y Yuste (Ms.)
<y)2 C Á C E R E S
Cuacos, y propietario de todo aquel barranco y valles inmedia-
tos, recorriendo sus propiedades, topó con los anacoretas á quie-
nes preguntó por la vida que traían en aquellas soledades. In-
formóse de que sus deseos no eran otros que el de labrar un
monasterio dentro del cual deseaban pasar sus días, y Sancho
Martín, admirado de la humildad y mansedumbre de aquellos
cenobitas, les donó todo el terreno que se quisieron señalar,
otorgándoles su correspondiente escritura en 24 de Agosto
de 1402, ante el escribano Martín Fernández de Plasencia. Juan
de Robledillo y Andrés de Plasencia, otros dos cenobitas, se
unieron poco después á Pedro Brañes y Domingo Castellanos,
y todos cuatro emprendieron la tarea de construirse sus celdas
en el terreno que les donara Sancho Martín (que es donde es-
tuvieron la Panadería, la Casa del Obispo y las Caballerizas).
La obra de estos pobres ermitaños no pareció bien á todos.
El obispo de Plasencia, D. Vicente Arias Balbuena, se incautó
al momento de cuantos bienes habían podido juntar los refugia-
dos en las orillas del Yuste, y no contento con esto, los sometió
desde el primer momento á la contribución del diezmo y el no*
veno de san Marcos á que estaban sujetas varias iglesias de la
Vera. No se acobardaron por ello los ermitaños, y elevaron al
papa Benedicto XIII su petición contra el obispo de Plasencia,
suplicándole á la vez licencia para elegir capilla á san Paulo,
primer ermitaño. Presentan en Roma la petición al pontíñce
Juan de Robledillo y Andrés de Plasencia, y S. S. dio su bula
en 1407 para cuanto le pedían tan humildes cenobitas, otorgán-
doles campanillas, campanas, cementerio y licencia para cele-
brar misa en aquellos apartados desiertos de la sierra de Tor-
mantos.
Resistió el obispo el mandato del pontífice, acudieron los
ermitaños al infante D. Fernando (que á la sazón se encontraba
en Tordesillas), que escribió al obispo para que cumpliese el
mandato del papa; pero el que niega obediencia al Jefe de la
Iglesia, no había de prestarla á un príncipe real, y no oyó tam-
994 C Á C E R E s
poco la voz de D. Fernando, triste ejemplo que antes como
ahora nos ha dado el episcopado español, rebelándose facciosa-
mente con todo principio de autoridad. Escribió el infante á don
Lope de Mendoza, arzobispo compostelano, de quien era sufra-
gáneo el de Plasencia, para que sometiese á éste á obediencia.
El metropolitano escribió al obispo de Plasencia, en lo de Junio
de 1409, amenazándole con la pena de excomunión mayor si
persistía en su rebeldía, y mandaba por otra carta al señor de
Oropesa, D. Garci-Alvarez de Toledo, el encargo de dar pose-
sión de su casa d los ermitaños en el cerro del Salvador. En la
mañana del 25 de Junio las gentes armadas á las órdenes del
señor de Oropesa, con los Concejos de Cuacos y Jarandilla,
dieron posesión de sus míseros bienes á los despojados anaco-
retas, prendiendo al canónigo Fr. Hernando, administrador, por
el obispo de Plasencia, de aquellos bienes, y mandándolo á las
órdenes de su prelado.
Desde este momento los propósitos de aquellos solitarios
monjes caminaron con gran prosperidad, poniendo su fundación
bajo la tutela de san Jerónimo, con la protección de Fr. Velas-
co, prior del convento de Guisando, quien no atendió cual me-
recía la petición de los ermitaños. Para probar éstos fortuna, se
dirigieron en 141 4 al prior de Guadalupe, asiento á la sazón
del Capítulo General de la Orden, solicitando ingresar en ella y
ser reconocidos como verdadera comunidad. Los PP. de Guada-
lupe rechazaron también la petición, fundados en la pobreza de
los ermitaños ^ pues carecían de fincas y elementos necesarios para
sostener con decoro el prestigio de la orden (!!!), sabido lo cual
por el señor de Oropesa, se presentó á Capítulo y respondió
después de discutir con los PP. este acuerdo: Pues bien: hoy por
mi^ mañana por mis descendientes^ me obligo á cubrir todas las
necesidades del monasterio de Yuste,
Confusos quedaron los PP. de Guadalupe con esta resolu-
ción de D. Garci-Alvarez de Toledo, y no tuvieron otro remedio
que € declarar por los siglos de los siglos, Jerónimos á los po-
C Á C E R E s 995
>bres ermitaños, y monasterio suyo el por ellos fundado, nom-
» brandóles prior á Fr. Francisco de Madrid», en vez de haberlo
sido el P. Robledíllo ó el P. Plasencia, cuyas modestias y humil-
dad les hicieron declinar este puesto, tpara el que no tenían su-
fícienda bastante», según confesión propia.
Tal fué el origen del Monasterio de Yuste, hoy en ruina.
Estos históricos restos fueron indudablemente depositarios más
tarde de los secretos de Estado que los políticos de toda Euro-
pa revelaban en sus continuas visitas al rey-monje. D. Sebas-
tián de Portugal, aquel valeroso portugués que murió peleando
en el ardoroso suelo africano; Felipe II, el melancólico monarca
que no pudo, ó no supo inspirarse en la política de su padre;
los enviados de los papas y de los reyes; los príncipes y seño-
res más influyentes en todos los Estados, visitaron este ediñcio,
hacia el cual se dirigían todas las miradas de los políticos de
Europa desde los comienzos del año de 1557 hasta fines del
de 1558, en que lo habitó Carlos V.
En fines del año de 1407 los monjes que habitaban esta
casa recibieron la bula del papa Inocencio VII confirmándoles
como monjes de san Jerónimo, y desde aquel día se erigió este
templo en uno de los Monasterios más notables de España.
El edificio era magnífico y sobre todo la iglesia; pero á los
mediados del siglo xvi, en 1547, los condes de Oropesa man-
daron edificar á su costa otro nuevo de carácter monumental en
el orden del Renacimiento, terminándose las obrasen 1554.
Forma una sola nave gótica, larga y muy elevada, mejor traza-
da que la del San Jerónimo de Madrid. Las bóvedas ojivales se
han construido de nuevo en 1860 por el maestro José Campal.
En la nave de la iglesia no existe ornamentación ni decorado
alguno que señale culto. Sólo en lo más alto de aquellos blan-
queados muros se ven en una parte las armas del Emperador,
y en otra, bajo el centro de la bóveda, y dentro de una horna-
cita de la pared de la derecha, un negro ataúd, de madera de
castaño, que en tiempos anteriores estuvo forrado de terciopelo
negro, claveteado con adornos dorados. Hoy se encuentra va-
cío, pero hasta 1574 guardó otra caja de plomo, dentro de la
cual fué depositado el cadáver de Carlos V.
. YUSTE.-lNTEi
Dispuso éste en su testamento «que fiíese enterrado debajo
>del Altar Mayor del Monasterio, quedando fuera del ara la
> mitad del cuerpo, del pecho á la cabeza, en el sitio que pisa el
C Á C E R E s 997
;»^acerdote al decir la misa, de manera que pusiere los pies so<
»bre él...»
Para cumplir con esta cláusula testamentaria hubo que de-
rribar el Altar Mayor y sacarlo hacia fuera, depositándose así
el cadáver detrás, porque bajo el ara no podía estar, por ser
reservado este sitio para los santos. Por esta circunstancia el
Altar Mayor quedó sumamente estrecho de presbiterio y muy
alto en relación del escaso desarrollo de su escalinata.
El Altar Mayor que había en este templo fué obra del ins-
pirado pintor y escultor riojano Juan Antonio Segura, que lo
terminó en 1558. Fué ésta acaso la mejor obra del maestro Se-
gura, pues se cita entre lo más notable de su buena época. Las
capillas y altares de este Monasterio reunían muchas obras de
arte, que todas fueron pasto de las llamas en el incendio de 1809,
cuando el ejército francés que lo ocupó destruyó este histórico
templo, teniendo la comunidad que trasladarse al antiguo, que
había estado destinado, desde 1554, para Noviciado.
Reedificado después, muy pobremente, algo se ve en él aún
de su primitiva grandeza, mayormente en el interior, donde las
arcadas góticas, las columnas de piedra labrada, esbeltas y ele-
gantes como gentil palmera, denuncian una grandeza arquitectó-
nica del mejor gusto.
IV
Al entrar en Yuste, frente á la antigua puerta de la Huerta,
se ve el Nogal del Emperador^ corpulento árbol más antiguo
que el Monasterio. Sobresale de todos los demás que le rodean
unos cuatro metros, y es tradición en el país que cuenta de vida
tan corpulento arbusto más de ocho siglos. Créese que fué el
C Á C E R E S
mismo bajo cuyos espesos ramajes se aposentaron, en 1402,
Pedro BraAes y Domingo Castellanos.
También descansaba, bajo las sombras de este anciano ar>
YUSTE,— KiST^Hico NOOAL DC Carlos V
busto, Carlos V, las tardes de verano que salía á pasear por la
campiAa. Por la puerta que hay junto al nogal está la entrada
al Monasterio, ó sea la puerta rústica del que fué palacio del
C Á C £ R E 8 999
Emperador. Porque todo lo que se ha referido de que éste fué
monje, que vistió el sayal de san Jerónimo, que recitaba los can-
tos desde el coro y que se mandó hacer en vida sus propios fu«
nerales, que presenció dentro del ataúd, es invención ridicula
propia de nuestros cronistas monacales del siglo xvii ó de los
Académicos de la Historia capaces de comulgar ccon ruedas de
molino > , como vulgarmente se dice.
Carlos V entró en Yuste, vivió en Yuste y murió en Yuste
sin dejar de ser Emperador. Antes de su renuncia, hallándose
en los Países Bajos, encargó al infante D. Felipe (después Feli-
pe II) que fuese al Monasterio de Yuste y mandase labrar tun
«palacio modesto para pasar sus últimos días en el retiro y la
•soledad del desierto.»
Vino en 3 de Febrero de 1557 á Yuste, donde fué recibido
por la comunidad con cruz alzada y bajo palio, cantándose á su
entrada en el templo un Te-Deum laudaimiSy terminado el
cual, S. M. € ocupó una gran silla dorada, y pasaron por delan-
te de él todos los monjes besándole la mano, y el prior le diri-
gió un discurso felicitando á la comunidad por haberse venido á
vivir entre nosotros el que fué Emperador de Espafta y hoy
Nuestra Paternidad^ , lapsus que al punto le hicieron notar
otros frailes, y aun el ceño adusto de Carlos V, y rectificó, di-
ciendo : €j)/ siempre antes como ahora y hasta después de muerto^
el César y rey de los reyes y soberano de todas las Españas.,.%
Entró, pues, Carlos V en Yuste con toda la majestad de
que gozó en su trono, y ocupó al punto su palacio, distinto del
Monasterio, y con la siguiente servidumbre para él solo : el pa-
dre Fr. Juan de Regla, su confesor; el padre prior de Yuste,
Fr. Martín de Ángulo, su limosnero; el P. Fr. Lorenzo de
Losar, que entendía en todo gasto; el P. Fr. Miguel de To-
rralba, obrero; á D. Luís de Quijada, su mayordomo; á Mar-
tín de Gaztelú, su secretario; á Juan Gaeta, su veedor; al
doctor Cornelio Mathisio, su médico; al caballero borgoñón,
Morón, su camarero; á Juanelo, su maestro de reloj; á los
lOOO C Á C E R E S
gentiles-hombres Charles Oxier, Guillermo Molinep, Mathia y
Pietro; á dos barberos, Dirú y Guillermo; á dos cirujanos,
Gabriel y Nicolás; á un guardajoyas, Joannes; al panetero y
mantequero, Andrés; aun vizcaíno panadero; á los cocineros
Adrián y Enrique; al guardamangel , Enrique; al salsero y
guarda plata, Nicolás ; al ayuda de cámara, Francosi ; al porte-
ro, Andrés Muftoz; á los ayudas de cocina, Jerónimo y Rufo; á
Gil y Martín, que ponían las notas de Estado ; á Boñón, que
tenía la cava; á dos lacayos, uno flamenco y otro español; á
tres porteros ; al carnicero Hans y al capellán Jorge Nepotis.
Además servían al Emperador 50 religiosos de predicadores,
confesores, músicos, capellanes y para el oficio divino, escogi-
dos de toda la orden (i). El Emperador se había reserva-
do 12,000 ducados cada año para el gasto ordinario, y aun
éstos á disposición del prior de Yuste (2). Así fué que cuan-
do vino á visitarle san Francisco de Borja, como le diese 300
escudos para gastos del camino, sin excusa de tomarlos, le
dijo: Tal es mi hacienda^ que vale más lo que ahora os doy y
con proporción á lo que iengo^ que cuanto os diera siendo em-
perador (3).
Apenas se abre la puerta que está delante del histórico no-
gal, aparece un atrio que está sembrado de naranjos seculares
donde anidan á miles los parleros pajarillos que han escogido
la Vera para salón de sus conciertos. Las ramas de aquellos
naranjos tocaban con las verjas del único piso alto del mirador
del palacio de Carlos V, mirador que forma una especie de sa-
lón abierto, sin otra defensa contra las injurias del tiempo que
el ramaje de la arboleda que vejeta en la planta baja. No se
sube á esta estanci^i por peldaños elevados, sino por suave ram-
(1) Manuscritos citados por Gachard, págs. 177 18.
(2) Mss. de la Biblioteca Nacional antes citados. E. 177, pág. 3 1 vuelta.
(3) ídem., id., id., id., pág. 38.
C Á CE R E S lOOI
pa tendida sobre arcos de progresiva elevación, construida de
e3q)rofeso para que Carlos V pudiese montar á caballo desde
su propia habitación.
El panorama que ofrece este rednto no es para describirlo.
De una parte el vetusto palacio que ocupó en sus dos últimos
YUSTE.— VlBT* DBL PALACIO DE CaRLOS V
años el también vetusto Emperador, y que tantos recuerdos
históricos guarda; de otra el agua que brota de la tapia y sirve
para regar las plantas caprichosas que nacen y viven espontá-
neamente bajo la benéñca acción del alegre cielo de la encanta-
dora Vera de Plasencia^ paraíso verdadero de este rincón de Es*
paña, y por otra tamicen aquellos copudos naranjos que acaso
dieron sombra en el siglo xyi á Carlos V, Felipe II, D. Sebas-
tián, al Duque de Gandía, y tantos otros personajes de aquellos
tiempos.
1002 C Á C E R E S
Cuatro grandes arcos ponen en comunicación este salón-
mirador con el ambiente de la campifia. Los dos primeros, por
el de la derecha, se da acceso á la rampa; el de la izquierda es
un balconcillo desde donde se alcanzan las ramas y frutas de
los árboles que hay en el jardín ó huerto. Entre uno y otro de
estos dos arcos hay un poyo de piedra de dos cuerpos, más an-
cho arriba que abajo, y el cual se colocó allí para qué el Empe-
rador pudiese desde él montar más cómodamente á caballo. Los
otros dos arcos miran al mediodía. En la pared del norte hay
una fuente de carácter monumental, regalo al Emperador, del
Concejo de Plasencia. En la cuarta pared está la puerta de en-
trada al palacio, y á su lado se ve un banco de madera sobre
el cual se lee lo siguiente:
Su Mag/^ El Emper.o'' D, Carlos
quinto nro. Señor en este lugar
estaua asentado guando le dio
el mal d los treyta y uno
de Agosto á las cuatro de la
tarde, — Falleció á los Veinte
y uno de Setiembre d las dos
y media de la mañana.^ Año
del S,^r
de IS38,
El palacio se compone de cuatro grandes salones, situados
dos á cada lado de un pasillo que atraviesa el edificio de Oeste
á Este, y á que dan las cuatro puertas de estos salones. El ala
izquierda, que tiene una gran chimenea, era destinada á recibí-
miento; el otro á dormitorio; los de la derecha eran comedor y
cocina. Este era todo el palacio de Carlos V. Su servidumbre
vivía en el piso bajo, una parte, en el Monasterio, otra, y la que
no tenía servicio diario, en Cuacos, con alguna tropa que siem-
pre allí se encontraba de las escoltas de los que visitaban al
Emperador.
C Á C E R E S 1003
En la actualidad no hay un solo mueble en estas habitacio-
nes, que están blanqueadas de cal y sin adornos de ninguna es-
pecie. En el dormitorio hay señalado el sitio donde murió el
Emperador. Su cama estaba frente á la puerta desde donde po-
día oir misa acostado, pues veía todo el altar mayor. Un cua-
dro hay colgado de la pared donde estaba la cabecera de la
cama. Representa á San Jerónimo viendo llegar á Carlos V á la
gloria y arrodillarse á los pies de la Virgen. Debajo de esta
pintura, de autor desconocido, se lee: tS. A. R. el Infante Du-
»que de Montpensier regaló al Monasterio de Yuste este cua-
>dro, sacado del original que á la muerte del Emperador Car-
tíos V, su glorioso abuelo, se hallaba á la cabecera de su
>cama.>
No es para este lugar seguir la vida del Emperador Car-
los V durante su permanencia en Yuste, ajustándonos á los lími-
tes que este capítulo nos impone (i). Luego que el Emperador
(1) El lector que quiera conocer en sus más íntimos detalles la Historia de
Yuste y todos los pormenores de Carlos V en este retiro, puede consultar las obras
siguientes:
I .^^Fundación del Monasterio de Yuste^ sacada del libro de los bienhechores^ por
Fray Hernando del Corral (Ms. en la B. del Escorial^ L. i 3, fol. 2 $, vuelto).
2,*-~Vida y fin que ha tenido la C. S. R. M. de nuestro señor D. Carlos en este mo-
nasterio de San Gerónimo de Yuste.— k la serenísima señora princesa doña Juana,
gobernadora destos reinos por la majestad de D. Felipe II, Fray Martín Ángulo,
prior de dicho monasterio (Ms.).
3.*" — Historia breve y sumario de cómo el emperador D. Carlos V nuestro señor ^
trató de venirse á recoger al monasterio de San Gerónimo de Yuste^ ^ue es en la
Vera de Plasencia^ y renunciar sus estados en el principe D, Felipe^ su hijo^y del
modo y manera que vivió un año y ocho meses menos nueve d'tas que estuvo en este
1UC»4 C Á C E R E S
murió, Fray Martín de Ángulo, prior de aquel Monasterio y
limosnero del monarca, escribióla á instancias de la serenísima
princesa D.* Juana, que como hija del Máximo César quiso sa-
ber por átomos la vida que tuvo en el monasterio (i); el mar-
qués de Valparaíso en 1638 dedicó al conde-duque de Olivares
un precioso libro que con el título de El perfecto desengaño se
conserva manuscrito en nuestra Biblioteca Nacional; Fray Pru-
dencio de Sandoval, obispo de Pamplona, en su Historia de
Carlos V; M. Gachard, Bakhuizen, el canónigo de Plasencia
E. Tomás González. M. W. Stirling, Mignet, Pichot y otros cé-
lebres historiadores nacionales y extranjeros, han hecho traba-
jos y monografías amplísimas sobre los últimos años del Em-
perador en Yuste.
El día 21 de Setiembre de 1558, á las dos y media de la
mañana murió el Emperador: durante su agonía no había ^tr-
monasterio hasta que murió, y de las cosas que acaecieron en su vida (Ms. anónimo
en el archivo de la Cour feodal de Brabante).
4.*'-Retrato de Carlos K.— El perfecto desengaño, por el Marqués de Valparaíso,
del consejo de Guerra de Madrid, comendador de Villoria en la Orden de Santia-
go, etc.— Al Excmo.*Sr. D. Gaspar de Guzmán, conde de Olivares, duque de San
Lúcar la Mayor, caballerizo mayor de su Majestad, de sus consejos de Estado y
Guerra, capitán general de la caballería de España, gran chanciller de las Indias,
etc., etc. (Ms. de la B. N., E 164 y E 177).
5." — Retiro^ estancia y muerte del emperador Carlos V en el monasterio de Yuste.
^Relación histórica documentada por D. Tomás González, canónigo de Plasencia,
archivero de Linares (Ms. en el archivo del M. de N. E. de Francia.)
6.'— The cloister Ufe 0/ the emperor Charles the Jijth by William Stirling^ author
0/ Annals ofthe Ar tistes oj Spain (London, 1853).
'j,^— Retraite etmort de Charles Quint au monastére de Yuste.— -Leltres inédites
fubliées d'aprés les originaux conserves dans les archives royales de Simancas:
par Mr. Gachard (Bruselas, 1854-185$).
8.*— Charles Quinta son abdication, son séjour et sa mor t au monastére de Yuste,
par Mr. Mignet (París, 1 863).
9.* — Charles Quint.— Chronique de sa vie interieure et de sa vie politiquea de son
abdication et de sa retraite dans lecloUre de Yuste^ par Amédée Pichot(París, 1854).
10,— Crónica general de España.— Cáceres^ por Juan P. de Guzmán (Madrid,
1870).
1 1.— Viaje por España^ de D. Pedro Antonio de Alarcón (Madrid, 1883.- Una
visita al monasterio de Yuste (Págs. 11 á 75).
(i) Manuscrito citado de la Biblioteca Nacional. E. 177, pág. 33.
C A C E R E S 1005
dido el conocimiento. Su amoroso predicador, Fray Francisco de
Villalba, asistióle en los postreros instantes: después de exhalar
un suspiro y pronunciar el nombre de Jesús, entregó su alma
á Dios; y Luís Quijada, que pintaba los últimos momentos al
secretario Vázquez en carta que le escribió á 26 del mismo mes,
tasi acabó — le decía — el más principal hombre que ha habido ni
habrá. No puedo persuadirme de que ha muerto, >
Velado por cuatro religiosos permaneció todo el día 2 1 en
su lecho, vestido con su traje de noche, cubriendo el pecho un ta-
fetán negro, y colocado sobre sus manos el crucifijo que en igual
circunstancia sirvió á la emperatriz; la imagen de la Virgen es-
taba suspendida sobre su cabeza: su rostro pálido y sereno
parecía dormir.
Al día siguiente se le colocó en un ataúd de plomo que lo
fué en una caja de castaño, y se transportó á la gran capilla del
convento revestida de negro.
En medio se había levantado la víspera un túmulo no gran-
de^ sobre el cual se veían las imágenes é insignias de su antigua
grandeza. Las exequias, que dirigió el arzobispo de Toledo, y á
las que asistieron el clero de Cuacos y los monjes de los con-
ventos circunvecinos, se celebraron con ostentosa solemnidad
durante muchos días. Los Jerónimos de Yuste, los franciscanos
de Jarandilla y los dominicos de Santa Catalina cantaron los
oficios de la iglesia, que acabaron con una oración fúnebre que
dijo Fr. Francisco de Villalba, con tanta emoción como unción
evangélica. En toda la diócesis se hicieron sufragios, y se dijeron
misas de orden del General de los Jerónimos; quedando deposi-
tado el cuerpo del emperador en el monasterio, hasta que con
fecha de 3 de Enero de 1574 expidió cédula el rey su hijo, para
que fuese entregado al obispo de Jaén y al duque de Alcalá, que
lo trasladaron á San Lorenzo el Real, á donde habían de re-
unirse sus despojos con los de la emperatriz, su esposa, que fué
con los de la princesa D.^ Juana y con los de los infantes don
Fernando y D. Juan.
I006 C Á C E R E S
Los restos de Carlos V fueron acompañados desde Yuste á
San Lorenzo por el marqués del Carpió, el marqués de Villa-
nueva, D. Fernando Cortés, el conde de Monterey, D. Juan Ve-
lasco, el conde de Castelar y muchos otros caballeros, los
gentiles-hombres de casa y boca, los capellanes reales, con el
pendón y estandarte real, 24 religiosos de las órdenes mendi-
cantes y ocho de Yuste. Los vecinos de Cuacos, los habitantes
de la Vera y los solitarios de Yuste sintieron en extremo les
llevasen aquellas regias cenizas.
Al deshacerse la casa del emperador en el mes de Junio
de 1556 había las siguientes personas que habían servido á la
majestad cesárea: en la capilla dos limosneros, dos bachilleres
de oratoria y un maestro de capilla, ocho capellanes, siete can-
tores, 10 muchachos de capilla con su maestro, un organista, un
templador, un furriel y cinco mozos ; un sumiller de corps y
cuatro mayordomos; 57 gentiles hombres de boca y cuatro ca-
ballerizos; 134 gentiles-hombres de casa, dos varíes servanSy
5 2 cosiilliers^ ocho pajes, ocho empleados en la panetería, cinco
en la eschanzonería, 12 en la cocina, dos guarda mensagers, dos
empleados en la salsería, tres en la cerería, 12 en la caballeriza,
1 1 trompetas, cuatro tañedores de vihuela, seis lacayos, 1 6 mo-
zos de litera, y los demás empleados en la furrería, gentiles-
hombres de la cámara, ayudas de cámara y pensionistas, entre
los cuales se encontraban los más altos personajes de la primera
nobleza de España y Alemania, suizos, flamencos, borgoñones,
franceses é italianos.
VI
Hora es ya de que pongamos término á nuestra reseña de
Yuste y con ella á este tomo, que dedicamos á Extremadura.
Yuste y Carlos V requerían mayor proporción que aquf le
damos. Recuerdos hay en él para llenar un tomo como el pre-
sente.
El catálogo de los principales monjes, las mensuras de las
habitaciones del Monasterio, casa de Novicios y palacio del Em-
perador, los restos de las ermitas que están en los cerros pró-
ximos á Yuste y aun la de Belén que se conserva dentro de las
demarcaciones del monasterio, todo requería minuciosa descrip-
ción, que hemos de omitir forzosamente ante las proporciones
ioo8 c A c E K E a
que hemos dado al presente volumen. Sin embargo, diremos que
la ermita de Belén, en Yuste, se conserva en buen estado. A
ella acudía el Emperador muchas tardes á orar ante un cuadro
de Jesús, al que tuvo siempre singular devoción.
Ii^Dice
Dedicatoria del Autor.
Padillas.
5
INTRODUCCIÓN
I. — Geografía extremeña
lí. — Extremadura geológica, geogoóstica y prehistórica.
III. — Hidrología extremeña
IV.— Del nombre de Extremadura y de sus armas..
vil
XIV
XXVII
XXXVIII
:bj^idj^3'Oz
Capítulo primero. — El puente de las Palmas. — Origen de la
ciudad de Badajoz y su importancia en tiempo de los roma-
nos.— Badajoz, cabeza del reino de Algarve y la Lusitania. .
Cap. II. — D. Alfonso Enríquez de Portugal y D. Fernando II de
León en Badajoz. — De algunos sucesos importantes. — El
Estandarte y la Caldera
Cap. III. — Del nombre antiguo de Badajoz. — Fundación y vi-
51
93
lOIO ÍNDICE
Págs.
cisitudes de su obispado hasta el siglo xvi. — La Cate-
dral de Badajoz. — San Sisenando, Santa Engracia y San
Athon 113
Cap. IV. — De otros edificios religiosos.— Sigue la historia civil.
— De las armas de Badajoz 135
Cap. V.— De los fueros de Badajoz. — Extensión y límites de su
obispado. — Los bienes comunales (cañadas y rescalvados)
de Badajoz 157
Cap. VI. — Hijos ilustres de Badajoz desde el siglo xiii al xvn.
— Los Sánchez de Badajoz.— D. Juan de Badajoz. — ^Joaquín
Romero de la Cepeda. — Rodrigo Dosma y Delgado. . . 187
Cap. Vil. — La independencia de Portugal. — Los fuertes de San
Cristóbal y de Pardaleras.— El hospital de San Sebastián,
el Seminario de San Athón y otras obras importantes. —
Nueva guerra con Portugal y venida de los Reyes á Ba-
dajoz 209
Cap. VIII. — De las obras que se hicieron en Badajoz.— De los
hermanos pintores Mures y Estradas. — El Principe de la
Cap. IX. — Alzamiento de Badajoz en 1808, y muerte del Conde
de la Torre del Fresno. — Segundo recuerdo del Fuerte de
Pardaleras.— Capitulación de Badajoz. — Segundo sitio de
esta plaza.— Reconquista por las tropas aliadas. . . • 24;
Cap. X.— Progresos de la higiene en Badajoz. — Sus paseos pú-
blicos.—Noticia de los edificios más notables, de las mura-
llas y de su Milia Urban y Leal 267
Cap. XI.— Talavera, Lobón, Montijo, Puebla de la Calzada y
Garrovilla. — La obra de los romapos en los campos de Mé-
rida.— Su puente monumental 285
Cap. XII. — Ojeada histórica sobre los tiempos pasados. — Des-
cripción de los monumentos íntegros de Mérida. — Monu-
mentos fragmentarios. — Monumentos ruinosos. — Monedas
y armas de Mérida 319
Cap. XIII. — El poeta Deciano. — Santa Eulalia. — ^Julia Saturni-
na.— Paulo tEl Diácono.» — El Arzobispo de Mérida. . . 381
ÍNDICE lOII
Pigs.
Cap. XIV. — Los godos en Mérida. — Su sumisiÓD á los árabes. —
El Conventual. — Aobaid Allahben-Mohamed-ben-Ahmed-
Escakiul-el-Marid 401
Cap. XV. — Conquista de Mérida por D. Alfonso IX. — Las Pa-
rroquiales de Mérida. — Los Veras de Mérida. — Cuatro his-
toriadores emeritenses. — El cardenal Molina y el obispo
Nabas. — Mérida moderna 415
Cap. XVI. — Alange fué el t Castrum-Colubri » de Caracalla.—
lAlhanghiz» en poder del Muladl Ben-Merwan.— tMete-
lium Caeciliae. » — Medellln en la Edad-media. — Hernán
Cortés 445
Cap. XVII.— Don-Benito y Villanueva de la Serena. — Magace-
la. — Zalamea de la Serena. — La torre de Trajano. — Zalamea
en la Edad-media.— Zalamea moderna 473
Cap. XVIII. — Almendralejo en su pasado. — Sus hombres ilus-
tres.—Espronceda y Delgado. — Carolina Coronado y Ro-
mero.— Los Fernández Golfines.— El Disco de Teodosio el
Grande. . • . • • . . . . 499
Cap. XIX. — Villafranca de los Barros y Los Santos de Maimo-
na.— La Segeda de los celtas y Restituta Julia romana. —
Azafra en la Edad-media. — La familia de Suárez de Figue-
roa. — Zafra en los tiempos modernos. — Sus hombres cele-
urcd.* . • • . . . . . • . . jjj
Cap. XX.— Usagre, Bienvenida y Villagarcía. — El cardenal Si-
líceo.— Llerena fué el «Arabicaí y diócesis del Priorato de
San Marcos de León. — La prioral. — La parroquial de San-
tiago.— Recuerdos de la Inquisición. — Llerena contemporá-
nea.— Memoria de sus hijos célebres 591
Cap. XXI. — La iRespüblica Reginensis.» — «lulipense-Teultu-
niacum» y el Monasterio de Nuestra Señora de Ten-tu-dia.
— «Nertóbriga Betúnense 1 ó «Concordia Julia.»— Fregenal
de la Sierra. — Arias Montano y Díaz Tanco. — Jerez de los
Caballeros. — Nüñez de Balboa 625
IOI2 ÍNDICE
C^CEPIES
Pági.
Capítulo primero.— Cáceres fué la Castra-Ceecilia de Quinto
Caecilio Metello. — Invasión de los árabes, sitio de Cáceres
por Zeth y coronamiento del rey Alhá-el-Gamí. — Cáceres
desde la Edad-media hasta el siglo xvi. — Privilegios y fue-
ros reales de Cáceres. — Cáceres contemporáneo. — Hijos
ilustres de Cáceres. — Los Ulloas. 673
Cap. II. — Cañaveral de Alconetar y Torrejoncillo. — Coria fué
Caurium ó Cúrica de los vettones. — El obispado Cauriense.
— La monarquía de Zeth y de Mandhir.— Coria restaurada.
— Noticia de sus hijos más ilustres 753
Cap. III. — Origen y vicisitudes de Norba-Caesárea. — El famoso
puente de Alcántara. — Su arco triunfal. — Medalla conme-
morativa del Puente. ^La ^Edicula y la tumba de Cayo
Julio Lácer . 775
Cap. IV.— Alcántara en la reconquista.— La orden de los caba-
lleros de Alcántara. — Alcántara después de la reconquista.
— Los Aldanas, Barrantes, y Roco de Campo-frío. — Hijos
célebres de Alcántara 797
Cap. V. — Julia Contrasta. — Valentía de Alcántara. — La actual
Valencia de Alcántara. — Sus hijos ilustres 857
Cap. VI. — La tAmbracia Vettonia» no fué Plasencia.— Funda-
ción de esta ciudad y su escudo de armas.— Panorama ar-
tístico que presenta desde el exterior. — La catedral de Pla-
sencia y sus obispos. — La obra escultural del Coro. . . 869
Cap. VIL— Exterior de la catedral nueva. — Noticia del señorío
de Jaraicejo que disfruta el obispo. — Confirmación de los
fueros de Plasencia y noticia de la iglesia parroquial de San
Nicolás.— La leyenda de doña María la Brava. — Memoria de
los Monroyes y Almaraces.— La población judía en Plasen-
cia.— Plasencia moderna 895
Cap. VIII. — Castrae-Juliae. — Trujillo en la Edad^media. — Tru-
ÍNDICE IOI3
Pigi.
jillo en los tiempos contemporáneos. — Sus hijos célebres. . 929
Cap. IX. — La Puebla de Guadalupe. — Su famoso Monasterio.
Guadalupe en su decadencia y la memoria de sus hijos más
ilustres 957
Cap. X. — Yuste á vista de pájaro. — La subida al monasterio. —
Unas ruinas históricas. — El palacio del emperador Carlos V.
— La muerte del emperador. — Conclusión 979
índice de los grabados
B -A. r> -A. O" o z
Pág».
CAPÍTULO I
Badajoz. — Vista general • . . 52
— Puente de las Palmas 55
— Puerta de las Palmas 67
— Torre de Espanta-perros y Hospital del Salvador. . 73
CAPÍTULO m
— Catedral Pacense. r— Iglesia de San Juan. . . .121
CAPÍTULO X
— Casas Consistoriales. . . . . . . . 273
CAPÍTULO XI
MÉRiDA. — Vista general 306
— . Cruz de Carija. . . 309
I0l6 ÍNDICE
Págt.
MÉRiDA.— Acueducto de San Lázaro 311
— Puente romano sobre el Guadiana 317
CAPÍTULO XII
— Arco de Trajano 327
— Lago de la Proserpina 334
— El anfiteatro de Marco Agripa 343
— Restos del templo de Diana, boy casa de los condes
de los Corbos 351
— Columna de Santa Eulalia 359
— La Naumaquia Romana 369
CAPÍTULO XV
— Iglesia de Santa Eulalia 419
— Palacio del Duque de la Roca 423
— Torreón del palacio del Duque de la Roca. 425
— Plaza de la Constitución 442
CAPÍTULO XVI
Alance. — Castillo 447
Medellín. — Castillo 459
CAPÍTULO XVII
Magacela. — Castillo ... 477
Zalamea de la Serena.— Vista general 483
— — — Torre de Trajano 489
CAPITULO xvm
Almendralejo. — Palacio del Marqués de Monsalud.. ... 502
— Disco de Teodosio el Grande, encontrado en
Almendralejo en 1847, 7 conservado en la
Real Academia de la Historia. . . .529
ÍNDICE IOI7
Pági.
CAPÍTULO XK
Los Santos de Maimona. — Puerta del perdón 541
— — Ntra. Sra. de la Estrella. . . . 542
Zafra. — Antiguas ventas 559
— Portada del Hospital de Santiago. . . . . 560
CAPÍTULO XX
Llerena. — Parroquia prioral de Ntra. Sra de la Granada. . 601
— Parroquia de Santiago 602
— Palacio de la Inquisición 617
C^CEHES
CAPÍTULO I
CAcERES. — Vista general 675
— Plaza de la Constitución 681
— Palacio de las Veletas 689
— Casa del conde de Torre Mayoralgo. . 691
— Iglesia de San Mateo 693
— Parroquial de Santa María 699
— Palacio del Obispo 701
— Casa del Sol 703
— Torre de las Cigüeñas. . . . . . 711
— Palacio de los Golfines 713
— Antigua casa del Marqués de Santa Marta. . 715
— Casa de los Carvajales 723
-— San Juan Bautista 727
— Parroquia de Santiago 731
— Nueva Casa Consistorial 735
xa8
IOl8 ÍNDICE
CAPÍTULO ra
Alcántara. — Puente Romano 781
— Arco romano en el puente 783
— Fortaleza á la entrada del puente. . 788
— Templo dedicado á los dioses de Roma y al Cé-
sar, y sepulcro de Cayo Julio Lácer. . 792
CAPITULO IV
— Santa María de AlmoQobar 818
— Convento de San Benito 821
— Claustro de San Benito 823
— Iglesia de San Pedro 826
CAPÍTULO VI
Plasencia. — Escudo de armas 876
— Vista general 877
— Alcázar 879
— Puerta de la Catedral vieja 887
CAPÍTULO vn
— Parroquia de San Nicolás 901
— Casa de las dos Torres 909
— Palacio del marqués de Mirabel 910
— El Berrocal 919
— La casa del Deán 926
CAPÍTULO vm
Trüjillo. — Ruinas de la Torre Juliana 932
El castillo 934
— Plaza Mayor y Parroquia de San Martín. 941
— Parroquia de Santa María la Mayor. . 942
ÍNDICE
IOI9
Págs.
CAPÍTULO IX
Puebla de Guadalupe. — Monasterio de Ntra. Sra. de Guada-
lupe.. ...... 961
— — Fachada principal del Monasterio de
Ntra. Sra. de Guadalupe. . . 963
— — Camarín de Ntra. Sra. de Guadalupe. 967
CAPÍTULO X
YusTE. — Vista general
— Cruz del humilladero
— Escudo del Emperador Carlos V. .
— Ruinas del Monasterio de San Jerónimo
— Interior de la Iglesia del Monasterio. .
— Histórico nogal de Carlos V.
— Vista del palacio de Carlos V.
— Ermita de Belén
981
983
985
993
996
998
lOOI
1007
FE DE ERRATAS
PÁGINAS
LÍNEA
DICE
LÉASE
74 nota
4
construcción
destrucción
76
5
Alace
Atace
631
4
Buturía
Beturia
636
3
FANVLVS
FAMVLVS
638
10
Célicos
Célticos
654
6
Certe
. Ceret
700
19
Magallanes
Magallones
756
19
de Celta
del Celtar
759
2
lo firmó
lo firmó en
762
12
arciprezgo
arcipreztazgo
PUNTILU m Ll COLOCIIClill DE Uii ÉiS
PAOOlAt.
BADAJOZ . . Campesino
»
ZAFRA .
C ACERES . . Campesina
MÉRIDA. . . Acueducto de los Milagros. .
El Hornito, ó Templete compuesto.
Palacio -castillo del Duque de Feria.
C ACERES . . Arco de la Estrella
PLASENCIA. . Fachada de la Catedral
GUADALUPE. Claustro y glorieta de Nuestra Señora
de Guadalupe
XX
XXIV
304
548
686
880
964
■< «^
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