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Full text of "Extremadura (Badajoz y Cáceres);"

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Extremadura 


^ 


EXTREMADURA 

(Badajoz  y  Cáceres) 

Illmo.  ^t.  X).  Imitólas  Ütaj  3  !ÉÉte^ 

Di   la  RiAt.   AcADKitiii  SsviLtaNA   DE  Bi'ENAs   Lm*s,  Jefe   Sufibioe    Honohabio 

Fotograbados  de  Joariztl  y  Mariezcurreiia 

CnOHOS   DE   XuMBTItA 


BARCELOIS^ 

ESTABLECmiERTO  TIPOGRÁFICO  -  EDITORIAL  DE  DANIEL  CORTEZO  Y  C 
Calle  i>b  Pallars  (Salón  de  San  Juan) 


6 


A  LAS  EXCMAS.  DIPUTACIONES  PpiNClALES. 


DTE 


:8ADAJOZ  Y  OÁCERES 


Como  extremeño  que  soy,  nacido  en  ese  pueblo  para 
mí  siempre  tan  querido  y  en  el  que  pienso  morir,  de- 
dico esta  obra  á  las  dos  Corporaciones  que  más  ge- 
nuinamente  llevan  la  representación  de  Extremadura, 
^  dando  así  muestra  del  amor  que  por  su  patria  siente 


El  Autor. 


Madrid   i."  Enero  de  1887. 


lNTI\ODUCCIÓN 


1 


Geografía  extremeña 


/j  XTREM ADüRA  la  constítuye  hoy  una  gran  parte  del  territorio 
^^>\  que  en  otros  tiempos  formaba  el  país  conocido  por  los  ro- 
manos con  el  nombre  de  Lusiíaniay  compuesto  de  los  pue- 
blos llamados  Cuneos^  TurdetanoSy  Celtas^  Túrdulos^  Lusita- 
nos (Túrdulos  viejos)  y  Vettones.  Conñnaba  esta  vasta  región, 
por  oriente,  con  la  Cartaginense  y  la  Bética^  de  la  que  estaba 
separada  por  el  río  Anna  (Guadiana);  por  el  mediodía  y  po- 
niente con  el  Océano,  desde  el  Guadiana  al  Cabo  de  San  Vicente 
(denominado  Promontorium  sacrum)^  y  desde  éste  al  río  Durius 
(Duero) ;  y  por  el  norte  con  la  Gallecia. 

Bastan  las  anteriores  indicaciones  para  saberse  que  la  hoy 
región  extremeña  estaba  enclavada  en  tierra  de  los  Turdetanos, 
Celtas^  Túrdulos  viejos  y  Vettones.  Emérita -Augusta  (Mérida), 
PaX' Augusta  (Badajoz),  CastraCacilia  (Cáceres),  Norva-Cesa- 
rece  (Alcántara),  Ccecilius^Vicus  (Baños),  Cauriumo  de  los  Ut- 
iones  (Coria),    Ucultuniacum  (Calera),    Valerio  (Campanario), 


VIH  INTRODUCCIÓN 


Castrum-Erat  (Castuera),  Tur  abriga  (Cabeza  del  Buey),  Cap- 
parra  (Caparra),  Coniributa  (Fuente-cantos),  Seria Empo- 
rium  (Feria),  Xdruz  (Jerez  de  los  Caballeros),  Cúrica  {(ZdX^rá) ^ 
Licon  (Lobón),  Vitis  (La-Parra),  Basis  (La-Roca),  Persiana 
(Medina  de  las  Torres),  MeteliumCoecilia  (Medellín),  Astyla 
(Magacela),  Ambracia-Vettonia  (Malpartida  de  Plasencia),  Dul- 
cís Placida  (Plasencia),  ínter anium  (Salvaleón),  Evandria  (Ta- 
layera), Castrce  Julia  (Trujillo),  Libora  (Talavera  la  Vieja), 
UrbS'Sacrce  (Usagre),  Vesci  (Villanueva  de  la  Serena),  Segeda 
(Zafra),  Hipa  Menor  (Zalamea)  y  otras  muchas  ciudades  impor- 
tantes, emporio  fueron  de  la  población  romana,  en  las  demar- 
caciones antedichas. 

La  extensión  y  límites  de  Extremadura  han  sufrido  diversas 
modificaciones,  según  por  las  que  España  ha  pasado  también. 
Después  de  la  dominación  romana,  cuando  la  venida  de  los  bár- 
baros del  Norte,  Extremadura  entró  á  formar  parte  del  reino  de 
Atace,  cuya  corte  la  tuvo  en  Mérida  en  418,  donde  también  vi- 
vieron Rechiia  (440)  y  Richiario  (443) ;  pero  más  tarde,  finali- 
zando la  primera  mitad  del  siglo  viii,  cuando  en  746  el  famoso 
Emir  Juzef  fué  elegido  para  gobernar  España,  y  dividió  en  cinco 
partes  este  reino,  Extremadura  quedó  en  la  provincia  de  Mere* 
da  (Mérida),  que  comprendía  la  Lusitania  y  casi  toda  la  Galicia, 
pues  abrazaba  entre  otros  territorios  los  de  Mérida  (su  capital), 
Braga  (Baracara)^  Lisboa  (Leschbuna)^  Oporto  (Boríkal)^  Lugo 
(Lek)y  Astorga  (EschíorkaJ^  Badajoz  (Batalgos^  Baled-Ayx  ó 
Baxangos)  y  Évora  (Elbora  6  Exbura). 

Á  la  caída  del  Califato  de  Córdoba,  cuando  la  muerte  de 
Hescham  III,  Extremadura  se  erigió  en  reino,  alzándose  Sabur 
ó  ^apor  I,  gobernador  que  era  de  Mérida,  contra  su  soberano, 
y,  fijando  la  corte  en  Badajoz,  se  creó  entonces  la  monarquía 
denominada  del  Poniente^  compuesta  de  las  dos  Extremaduras 
y  el  reino  de  los  Algarves,  que  fué  gobernada  desde  1009  á 
1085  por  multitud  de  soberanos,  cuya  cronología  comienza  en 
^apor  I  y  termina  con  Omar  Almotawaquil. 


INTRODUCCIÓN  IX 


En  príncipios  del  siglo  xiii  el  rey  de  León  D.  Alfonso  IX 
conquistó  á  los  árabes  todo  el  antiguo  reino  de  ^apor;  formóla 
provincia  de  Extremadura  (Extrema-hora)^  con  los  territorios 
de  Soria  y  Alcaraz,  de  Castilla,  toda  la  hoy  Extremadura  y 
parte  de  Portugal,  y  más  tarde  se  redujo  su  región  á  la  parte 
occidental  del  reino  de  Toledo,  entre  Castilla,  León,  Portugal  y 
Andalucía,  dividiéndose  en  Extremadura  Alta,  y  Extremadura 
Baja^  tomando  la  primera  denominación  toda  la  tierra  de  Tala- 
vera  la  Reina,  y  la  comprendida  entre  el  río  Tietar  y  el  Tajo,  y 
la  segunda  lo  restante  del  terreno  hasta  el  límite  meridional  que 
bafía  el  Guadiana;  división  que  respetó  después  Felipe  II,  cuando 
ensanchó  sus  dominios  hasta  Lisboa,  y  que  persistió  hasta 
Carlos  III,  que  en  1785  redujo  los  límites  de  la  comarca  extre- 
meña, llevando  á  Toledo  el  territorio  de  Talavera  de  la  Reina, 
y  perdiendo  con  ello  Extremadura  sus  mejores  pueblos  por  la 
parte  Este.  Quince  años  después,  en  1800,  se  hizo  nueva  de- 
marcación de  territorio,  ensanchando  sus  límites  Extremadura 
con  la  agregación  de  varios  pueblos  tomados  á  las  provincias  de 
Salamanca  y  Toledo,  aunque  cediendo  á  las  mismas  otros  de 
menor  importancia.  Estas  divisiones,  que  tan  frecuentemente  alte- 
raban el  orden  geográfico  en  la  comarca  extremeña,  se  hicieron 
sentir  mayormente  desde  que  en  1794  se  estableció  en  Cáceres 
la  Audiencia  Territorial,  pues  era  de  rigor  dotar  á  los  partidos 
judiciales  de  las  condiciones  necesarias  que  regularan  su  pobla 
ción,  distancias  á  la  capital  y  medios  de  comunicación  entre  sí. 
Entonces  se  le  dio  á  los  partidos  judiciales  la  división  que  han 
conservado  hasta  poco  há;  fuera  de  muy  leves  alteraciones,  di- 
vidíase la  entonces  provincia  extremeña  en  los  de  Alcántara, 
Badajoz,  Cáceres,  Llerena,  Mérida,  Plasencia,  Trujillo  y  Villa- 
nueva  de  la  Serena. 

El  gobierno  intruso  que  se  creó  en  1810  por  la  invasión 
francesa,  no  quiso  respetar  este  estado  geográfico,  porque  las 
divisiones  de  la  Península  para  el  establecimiento  de  las  nuevas 
Prefecturas,  se  sobrepusieron  á  las  del  orden  militar  y  judicial. 


INTRODUCCIÓN 


hasta  entonces  existente.  A  la  Prefectura  de  Talavera  de  la  Reina 
se  le  agregaron  los  mejores  pueblos  de  Cáceres,  separando  así 
del  territorio  extremeño  los  pueblos  situados  al  Norte  del  puer- 
to de  Plasencia  y  derecha  del  río  Alagón,  que  los  llevó  á  la  Pre- 
fectura de  Ciudad  Rodrigo ;  división  anómala  y  á  todas  luces  in- 
justificada, y  que  dejó  de  existir  con  aquel  gobierno,  como  era 
lógico  que  sucediera. 

Apenas  sucedió  la  liberación  de  la  Península  del  poder  ex- 
tranjero, se  declaró  en  vigor  la  demarcación  de  1799,  que  con 
muy  leves  modificaciones  continuó  hasta  1833,  en  que  el  terri- 
torio extremeño  quedó  dividido  en  dos  provincias  civiles,  Badajoz 
y  Cáceres,  quedando  ésta  con  13  partidos  judiciales  y  15  la  de 
Badajoz,  en  cuyos  términos  continúa ;  y  aunque  por  algunos  se 
conserva  todavía  la  antigua  denominación  de  Extremadura  Alta 
y  Baja,  para  determinar  con  la  primera  á  la  de  Cáceres  y  con  la 
segunda  á  la  de  Badajoz,  tal  aplicación  no  está  en  uso  ni  influye 
por  consiguiente  para  nada  en  la  demarcación  del  territorio. 
Pero  si  en  lo  civil  se  hallan  separadas  estas  dos  provincias  her- 
manas, en  lo  militar  y  en  lo  jurídico  no,  pues  ambas  forman  una 
Capitanía  general  que  reside  en  Badajoz,  y  una  Audiencia  terri- 
torial que  reside  en  Cáceres.  En  el  orden  eclesiástico  ya  ofrece 
su  división  más  dificultades  para  determinarla.  Bastará  que  sepa 
el  lector  ahora  que  nada  menos  que  seis  obispos  gobiernan  el 
territorio  extremeño:  los  de  Badajoz,  Plasencia,  Coria,  Toledo, 
Avila  y  Ciudad-Rodrigo,  y  hasta,  poco  há,  también  los  priores 
de  San  Marcos  de  León  (de  la  Orden  de  Santiago),  Alcántara, 
Magacela  y  Zalamea  de  la  Serena  (todos  de  la  Orden  de  Alcán- 
tara). 

Tal  fué,  hasta  1833,  la  antigua  provincia  extremeña,  situada 
al  Oriente  de  la  península  entre  los  38®  y  40^25'  de  latitud 
Norte,  y  los  9®  30'  1 2''  de  longitud  de  la  isla  del  Hierro. 

Confina  al  N.  y  N.  E.  con  el  antiguo  reino  de  León;  al  E.  con 
Castilla  la  Nueva;  S.  y  S.  E.  con  los  reinos  de  Sevilla  y  Córdoba; 
al  O.  con  el  reino  de  Portugal,  extendiéndose   213  kilómetros 


INTRODUCCIÓN  XI 


de  N.  á  S.  desde  las  sierras  de  Gata  hasta  Sierra-Morena,  i68 
de  latitud  de  E.  á  O.  en  su  mayor  anchura,  con  43,229  kilóme- 
tros de  superficie  cuadrada. 

Estos  límites  son  naturales,  formados  sólo  por  una  cadena 
de  montañas  que  por  todas  partes  rodean  el  territorio  y  la  se- 
paran de  las  demás  comarcas;  por  el  S.  la  Sierra-Morena,  que 
corre  de  E.  á  O.  hasta  internarse  en  Portugal;  por  el  E.  un 
ramo  de  la  misma  sierra  que  corre  de  S.  á  N.  desde  los  confines 
de  Extremadura  y  los  de  Sevilla  y  Córdoba  hasta  el  río  Gua- 
diana, en  los  de  Extremadura  y  la  Mancha;  las  montañas  de 
Guadalupe,  que  se  extiende  entre  los  ríos  Guadiana  y  Tajo,  y 
una  línea  que  corta  el  territorio  de  la  Vera  de  Plasencia,  desde 
el  Tajo  hasta  la  sierra  de  Gredos;  por  este  punto  y  en  dirección 
de  E.  á  O.  la  sierra  de  Tornanacas  y  la  de  Béjar,  y  la  que  corre 
desde  Baños  de  Monte-mayor  por  Valdelajeve  y  Lagunilla  hasta 
las  Batuecas  y  sierra  de  Francia ;  por  el  O.  y  en  dirección  de 
N.  á  S.  la  sierra  de  Gata,  la  ribera  de  Eljas  hasta  el  Tajo; 
desde  este  río  al  de  Guadiana  la  sierra  de  Puertalegre  hasta 
incorporarse  otra  vez  con  Sierra-Morena  en  las  fronteras  del 
reino  de  Sevilla:  de  estas  sierras  principales  se  desprenden  otras 
subalternas  que  corren  por  el  interior  de  la  provincia,  siguiendo 
el  curso  de  los  ríos  que  nacen  en  ellas. 

Este  inmenso  territorio,  que  en  lo  antiguo  fué  poblado 
por  600,000  almas,  y  hoy  lo  ocupan  748,600  según  los  últimos 
datos  oficiales  (i),  formó  casi  siempre  una  sola  provincia;  pero 
antes  como  ahora  se  reconoció  la  necesidad  de  subdividirlo  en 
dos  ó  más  regiones,  porque  tan  gran  extensión  de  terreno,  las 
anchas  cordilleras  y  los  caudalosos  ríos  que  le  cruzan,  han  sido 
constantemente  un  impedimento  para  el  buen  gobierno  de  los 
pueblos.  La  mayor  dificultad  para  vencer  estos  males  ha  sido 


(i)  La  estadística  de  1877  daba  ala  provincia  de  Badajoz  428,01  $  almas  en 
su  población  de  derecho  y  4^2,809  en  la  de  hecho,  y  á  la  de  Cáceres  297,969 
y  306.594  respectivamente,  lo  queda  un  total  de  725,984  de  derecho,  y  739,403 
de  hecho,  en  las  dos  provincias. 


XII  INTRODUCCIÓN 


poder  fijar  de  una  manera  conveniente  cuántas  habían  de  ser  las 
subdivisiones,  y  cuáles  también  las  capitales  de  las  nuevas  pro- 
vincias. Las  sierras  de  Guadalupe,  Montanches  y  San  Pedro, 
que  son  los  límites  naturales  de  las  cuencas  de  los  ríos  Tajo  y 
Guadiana,  dividen  naturalmente  el  territorio  en  dos  partes  casi 
iguales  y  esto  era  ya  bastante  al  objeto.  Por  otra  parte,  el  curso 
de  los  ríos  la  dividen  en  tres  regiones,  que  también  guardan  pro- 
porción. En  la  actual  división  ha  prevalecido  el  primer  medio, 
atendiendo  solamente  á  la  dirección  de  las  montañas.  Había 
quien  lo  sacrificaba  todo  al  segundo  medio  y  pedía  hacer  tres 
provincias,  en  vez  de  dos,  porque,  según  los  que  esto  deseaban, 
los  ríos  son  los  límites  más  claros  é  incuestionables,  y  cuando 
estos  ríos  son  caudalosos,  como  sucede  á  los  dos  mencionados, 
el  fi-accionamento  del  territorio  produce  inmensos  males  difíciles 
de  remediar.  Pero  razones  de  economía  mayormente  fiíeron 
causa  de  que  triunfasen  los  primeros,  y  en  vez  de  tres  se  hiciesen 
dos  provincias  de  Extremadura,  eligiendo  como  capitalidad  Ba- 
dajoz y  Cáceres,  que  son  poblaciones  principalísimas,  la  primera 
plaza  inexpugnable,  situada  á  cuatro  kilómetros  de  la  frontera 
portuguesa,  y  la  segunda  colocada  en  el  centro  de  la  región  alta 
de  Extremadura,  y  jpor  consiguiente  en  proporción  igual  para 
todos  los  pueblos  de  su  comarca.  Hubo  también  quien  pensó  en 
hacer  cuatro  provincias,  cuyas  capitales  eran  Badajoz,  Mérida, 
Cáceres  y  Plasencia;  pero  este  fraccionamiento  daba  por  resul- 
tado la  existencia  de  cuatro  provincias  microscópicas,  más  pe- 
queñas que  Ávila,  Segóvia  ó  Soria,  y  despertó  también  la  ¡dea 
de  reclamar  para  Trujillo  otra  provincia,  con  la  que  resultarían 
entonces  cinco  de  las  dos  en  que  actualmente  se  divide  Extre- 
madura. 

Conocida  ya  la  antigua  geografía  de  esta  comarca,  justo  será 
que  el  lector  sepa  la  de  las  actuales  provincias. 

La  de  Badajoz,  compuesta  de  15  partidos  judiciales,  162 
ayuntamientos  y  432.809  habitantes,  repartidos  en  22,475  ^^^^' 
metros  cuadrados,  linda  por  el  N.  con  Cáceres  y  Ciudad-Real; 


INTRODUCCIÓN  XIII 


por  el  E.  con  la  última  y  Córdoba;  por  el  S.  con  ésta,  Sevilla  y 
Huelva,  y  por  el  O.  con  Portugal.  Por  la  parte  N.  se  extiende 
la  cordillera  Oreto-Herminiana,  y  por  el  S.  la  Mariánica.  El  mapa 
de  esta  provincia  ofrece  un  plano  irregular,  sobre  el  que  pueden 
tirarse  cinco  líneas:  i.*  de  San  Vicente  á  Cheles  que  da  frente 
á  Portugal,  en  la  parte  más  alta  de  este  reino;  2.*  de  Cheles  á 
Encínas^la,  línea  que  parte  del  Guadiana,  á  su  entrada  en  Por- 
tugal, y  termina  recta  en  el  lugar  en  que  une  Huelva  con  el  ve- 
cino reino;  3.^  de  Encinasala  á  Fuente  del  Arco,  límites  extre- 
mos que  tocan  con  Huelva  y  Sevilla;  4.^  de  Fuente  del  Arco  á 
los  montes  por  cima  de  Herrera  del  Duque,  fronteras  de  Cór- 
doba y  Ciudad-Real;  y  5.^  desde  Herrera  del  Duque  hasta  San 
Vicente,  que  la  divide  de  Cáceres. 

Cuenta  con  los  partidos  judiciales  siguientes:  Alburquerque, 
Almendralejo,  Castuera,  Don  Benito,  Fregenal  de  la  Sierra, 
Fuente  de  Cantos,  Herrera  del  Duque,  Jerez  de  los  Caballeros, 
Llerena,  Mérida,  Olivenza,  Puebla  de  Alcocer,  Villanueva  la 
Serena,  Zafra  y  el  de  la  capital,  con  cuatro  audiencias  de  lo  cri- 
minal: las  de  Don  Benito,  Llerena,  Badajoz  y  Almendralejo. 

La  provincia  de  Cáceres,  que  ocupa  una  extensión  de  20,754 
kilómetros  cuadrados,  con  13  partidos  judiciales,  224  ayunta- 
mientos y  304,594  habitantes,  tiene  por  límites  al  N.  Salamanca; 
al  E.  Avila,  Toledo  y  Ciudad-Real;  al  S.  Badajoz  y  al  O.  Por- 
tugal. Está  atravesada  por  las  cordilleras  Carpeto-Vetónica  y 
Oreto-Herminiana,  y  la  riegan  los  ríos  Tajo,  Tiétar,  Alagón,  Río 
del  Monte  y  Salor.  El  mapa  de  esta  provincia  ofrece  cinco  líneas: 
la  I  .*  de  la  Sierra  de  Gata  que  la  separa  de  Salamanca  y  com- 
prende desde  Valverde  del  Fresno  hasta  Baños  de  Montemayor; 
la  2*.*  desde  este  punto  á  Madrigal,  límites  de  Avila;  la  3.*  desde 
dicho  punto  hasta  el  confín  de  la  Sierra  de  Altamira,  que  forman 
las  fronteras  con  Toledo;  la  4.^  desde  dicha  Sierra  hasta  Valen- 
cia de  Alcántara,  límites  con  Badajoz;  y  la  5.*  desde  dicha  villa 
hasta  Valverde  del  Fresno,  frontera  arriba  de  Portugal. 

Sus  partidos  judiciales  los  tiene  situados  en  Alcántara,  Coria, 


XIV  1NTR0DUCCI(3N 


Garrovillas,  Granadilla,  Hoyes,  Jarandilla,  Logrosán,  Montán- 
chez,  Navalmoral  de  la  Mata,  Plasencia,  Trujillo,  Valencia  de 
Alcántara  y  la  capital,  donde  reside  la  audiencia  territorial,  y 
también  la  audiencia  de  lo  criminal,  como  en  Plasencia,  donde 
existe  otra. 


II 


Extremadura  geológica,  geognóstica  y  prehistórica 


Examinada  la  topografía  del  suelo  extremeño,  se  verá  que 
no  existe  en  la  Península  otra  comarca  que  tenga  relieve  más 
complicado  que  la  que  se  extiende  al  E.  de  la  frontera  de  Portu- 
gal entre  los  ríos  Tajo  y  Guadalquivir;  pues  la  multitud  de  ac- 
cidentes é  interrupciones  de  esta  región  montañosa  se  presenta 
de  un  modo  sorprendente  al  viajero  que  acaba  de  atravesar  las 
monótonas  llanuras  de  Castilla  la  Nueva,  llanuras  que  se  conti- 
núan, salvo  pequeñas  distancias,  por  toda  la  cuenca  del  Gua- 
diana, hasta  muy  entrado  en  Portugal. 

La  parte  central  del  país,  entre  Talarrubias,  Cabeza  del 
Buey,  Castuera,  Garlitos,  etc.,  la  forma  una  explanada  cuya  al- 
tura media  sobre  el  nivel  del  mar  se  eleva  á  1 600  pies.  Puebla 
de  Alcocer,  edificada  sobre  una  colina  de  150  pies,  y  1800  so- 
bre el  nivel  del  mar,  está  á  la  altura  de  Madrid,  y  por  consi- 
guiente á  la  de  la  llanura  de  Castilla  la  Nueva,  que  baja  insensi- 
blemente hacia  el  O.  en  las  inmediaciones  de  Extremadura. 

M.  Le  Play,  ingeniero  de  minas  y  profesor  francés,  que  ha 
hecho  estudios  gepgnósticos  por  diversas  regiones  de  España, 
afirma  que  el  nivel  de  las  altas  regiones  en  la  llanura  central 
de  Extremadura  se  asemeja  sobremaner^i  á  las  que  limitan  la 
orilla  derecha  del  río  Tajo  en  las  ceroaí^í^^  ^^  Aranjuez  y  Ta- 


INTRODUCCIÓN  XV 


lavera  la  Reina.  Y  estas  altas  márgenes  formarían,  si  estuvie- 
sen situadas  en  las  llanuras  del  N.  de  Alemania,  un  verdadero 
país  de  montañas.  En  efecto,  su  nivel  es  el  mismo  que  el  de  los 
llanos  del  Hartz  occidental,  con  el  cual  presenta  Extremadura 
otros  puntos  de  semejanza,  pues  si  el  cielo  pardusco  y  la  vege- 
tación del  Norte  se  encontrasen  también  á  13^  hacia  el  S.,  el 
paisajista  y  el  geólogo  confundirían  los  llanos  de  Talarrubias 
con  los  de  Clausthal  y  Zellerfeld,  al  mismo  tiempo  que  el  minero 
podría  entrever  esperanzas  de  hallar  los  filones  que  después  de 
tantos  siglos  hacen  la  riqueza  del  Hartz  hannoveriano,  como 
hoy  la  hacen  también  en  los  de  Cantuera  los  filones  que  explo- 
ta en  su  rico  sub-suelo,  según  explica  bien  al  pormenor  Somoza 
de  la  Peña  (i). 

Alburquerque,  Trujillo,  las  cercanías  de  Llerena,  hasta  más 
arriba  de  Almadén,  ocupan  la  misma  altura.  Su  suelo  es  de  rocas 
antiguas,  de  estratos  muy  inclinados  y  aun  diseminados  de  rocas 
cristalinas.  El  valle  del  Guadiana ,  desde  los  límites  de  la  Man- 
cha hasta  la  altura  de  la  Puebla  de  Alcocer,  el  río  tiene  su  cur- 
so por  una  caja  estrecha  de  75  metros  de  profundidad  bajo  los 
llanos  de  transición,  y  el  lecho  de  canto  rodado  se  ve  entre  las 
orillas  formadas  por  lo  común  de  un  muro  casi  vertical  de 
esquistos  ó  de  grauvacas.  Poco  después  de  Alcocer  las  llanuras 
del  río  descienden  por  toda  la  parte  izquierda,  en  tanto  que  por 
la  derecha  siguen  las  colinas  elevadas  hasta  el  Zuja,  escapando 
el  Guadiana  después  por  ancho  cauce  sobre  terreno  terciario, 
hasta  más  allá  de  El  vas,  y  viéndose  en  su  cauce  á  Lobón,  sobre 
una  meseta  de  48  metros;  á  Badajoz,  á  unos  55,  y  al  Castillo 
de  San  Cristóbal,  sobre  roca  caliza,  á  más  de  60. 

El  Guadalquivir  corre  entre  Córdoba  y  Sevilla,  bajo  una 
caja  de  35  metros,  y  el  nivel  de  esta  parte  de  Andalucía  no 


(i)  Nuevos  tesoros.  Opúsculo  geógrafo-topográfico- geólogo-minero-histórico 
de  una  parte  de  la  provincia  de  Badajoz,  con  una  rápida  ojeada  á  la  memoria  espa- 
ñola, por  D.  B.  Somoza  de  la  Peña.  (Madrid,  187$.) 


I 


XVI  INTRODUCCIÓN 


pasa  de  400  metros  más  bajo  que  el  de  los  pastos  de  Extrema- 
dura. 

Las  montañas  de  Sierra  Morena,   y  muy  particularmente 
entre  Trujillo  y  Almaraz,  hacen  desaparecer  la  marca  caracte- 
rística que  presenta  la  mesa  central  del  suelo  extremeño ,  sobre 
cuyos  llanos  se  elevan  estas  montañas  200  metros,  compren- 
diendo un  ancho  de  300  á  400  al  sumo.  Vistas  estas  montañas 
transversalmente,  ofrecen  un  triángulo  perfecto  que  puede  apre- 
ciarse en  todos  sus  detalles,  por  hallarse  el  terreno  desnudo  de 
arboleda.  Por  el  contrario,  si  se  observa  esta  Sierra  en  su  direc- 
ción por  la  orilla  izquierda  del  Guadiana.  En  el  centro  de  la  Se- 
rena, al  O.  del  Zuja,  entre  Puebla  de  Alcocer  y  Cabeza  del  Buey, 
la  mesa  baja  con  pendiente  suave  á  nivelarse  con  el  llano;  pero 
poco  más  allá  surge  una  muralla,  rota  en  muy  pocos  puntos, 
por  la  que  se  ve  la  prolongación  de  la  mesa  y  el  horizonte  de 
otras  cordilleras  mucho  más  distantes  y  también  más  elevadas. 
Estas  cadenas  rectilíneas,  se  hallan  interrumpidas  por  frecuen- 
tes quebradas  que  el  globo,  al  despedazamiento  de  su  corteza, 
parec.e  que  ha  formado  para  que  sobre  estos  macizos  aislados 
de  forma  piramidal,  los  conquistadores  estableciesen  sus  puntos 
militares  y  sus  atalayas  de  observación.  Por  lo  demás,  la  altura 
de  Sierra- Morena,  por  lo  que  comprende  á  Extremadura,   no 
pasa  de  1,200  metros  sobre  el  nivel  del  mar,  y  las  mesas  más 
elevadas  se  las  gradúa  á  un  nivel  de  800  á  i  ,00o  metros.  Entre 
Llerena  y  Guadalcanal  no  alcanzan  estas  proporciones  segura- 
mente. 

La  sierra  de  Guadalupe,  situada  entre  Tajo  y  Guadiana, 
forma  una  cordillera  de  montañas  de  granito,  que  según  D.  Fer- 
nando Cútoli,  ingeniero  de  minas,  tiene  la  misma  composición 
mineralógica  que  la  de  Montanches,  por  lo  que  se  ve  que  la 
formación  de  esta  especie  nace  en  los  altos  cerros  de  Logro- 
sán.  Al  N.  de  esta  villa  se  ve  un  grupo  de  montañas  eslabo- 
nadas entre  sí,  orientado  al  O.  72^  I^. — ^La  irregularidad  de 
esta  estratificación  y  la  constancia  de  \^  dirección  de  las  capas 


INTRODUCCIÓN  XVII 


en  gran  longitud,  se  destaca  en  toda  esta  cordillera,  muy  espe- 
cialmente entre  la  Solana  y  Aldea-Nueva  de  Centenera.  No 
aventuraremos  mucho  si  decimos  que  esta  pequeña  cadena,  que 
comienza  á  disminuir  junto  á  Berzocana,  es  un  estribo  de  la  sie- 
rra de  Guadalupe,  cuya  analogía  granítica  la  asemeja  á  las  coli- 
nas de  Trujillo.  Las  sierras  estas  se  elevan  sobre  las  aguas  de 
Mira  vete  muy  cerca  de  800  metros ,  y  la  formación  de  multitud 
de  otras  montañas,  conocidas  por  la  Sierra  de  Alburquerque, 
Sierra  de  San  Mames,  Sierra  de  San  Pedro,  Sierra  de  San  León, 
Sierra  de  Montanches,  etc.,  van  separando  sensiblemente  el  Tajo 
del  Guadiana,  notándose  este  alejamiento  de  ambas  corrientes, 
desde  las  Sierras  de  Solana  hasta  la  frontera  de  Portugal.  Al- 
gunas de  estas  montañas,  como  la  de  Montanches,  por  ejemplo, 
tiene  por  partes  una  altura  de  420  metros  y  está  formada  de 
granito,  teniéndose  que  bajar  al  nivel  de  la  mesa,  para  hallar 
las  rocas  que  van  siempre  al  E.  40°  S. 

Las  sierras  de  Hornachos,  cuya  orientación  es  de  N.  á  S.; 
las  de  San  Servan,  que  varían  de  O.  60*^  N.,  y  las  de  Esparra- 
gosa  de  Lares,  que  corresponden  á  las  de  Alcocer,  y  nacen  en 
Guadalena,  dirigiéndose  al  O.  4°  N.,  y  terminando  en  el  Guadiana, 
son  las  más  elevadas;  su  macizo  es  aislado  y  formado  por  grue- 
sas rocas  cuarzosas,  que  surgen  diseminadas,  estas  últimas,  á  la 
derecha  del  río,  muriendo  en  las  sierras  de  Orellana.  No  es 
menos  importante  que  las  anteriores  la  sierra  que  cruza  entre 
Cartuera  y  Cabeza  del  Buey,  en  dirección  O.  16°  N.,  ocupando 
una  grande  extensión  de  terreno  cuarzoso.  Sobre  una  de  sus 
mesas  se  ven  todavía  las  ruinas  del  histórico  castillo  de  Almor- 
chón,  del  que  oportunamente  hablaremos. 

En  la  región  septentrional  de  Cáceres  están  las  Sierras  de 
la  Vera,  que  nacen  en  los  Picos  de  los  Gredos,  al  S.  O.,  corren 
hacia  las  de  Béjar,  y  se  internan  por  la  provincia  de  Ávila.  Sir- 
ve de  asiento  á  diversas  poblaciones,  corta  los  valles,  cierra  las 
corrientes  de  multitud  de  arroyuelos,  que  avanzan  y  retroce- 
den culebreando  cien  veces,  hasta  encontrar  su  desagüe.  Sierra 


XVIII  INTRODUCCIÓN 


Llana,  donde  cuenta  más  elevación,  mide  2,400  metros.  En  San 
Madrigal  sólo  mide  500  metros  y  600  en  Garganta  de  la  Olla. 
Domina  todo  el  rico  valle  de  Jerte,  la  Vera  de  Plasencia  y  las 
comarcas  más  pintorescas  de  ese  agreste  rincón  de  Extremadura. 

Las  sierras  de  Baños  de  Montemayor  y  de  Hervás,  estriba  - 
ciones  de  la  de  Béjar,  son  importantes.  Sus  picos,  llamados 
Majada  Reina,  Portilla  de  la  Resbaladiza  y  Santo  Tello,  son 
eminentes  y  se  prolongan  al  S.  O.  Las  sierras  de  Francia,  la  de 
Gata,  la  de  Santiago  y  la  de  Jola,  son  otras  tantas  cordilleras 
de  menor  importancia,  pero  todas  dignas  de  conocerse  y  ya  des- 
critas recientemente  por  la  Comisión  del  Mapa  Geológico  ( i ) , 
aunque  no  con  la  exactitud  y  detención  que  era  de  desear. 

Forman  contraste  con  todas  las  montañas  y  sierras,  des- 
critas con  la  rapidez  que  conviene  á  esta  obra,  las  llanuras  que 
cuenta  Extremadura.  Desde  Guareña  á  Badajoz  está  la  mayor 
de  todas,  que,  salvo  muy  cortos  espacios,  abraza  una  extensión 
de  más  de  78  kilómetros  de  territorio,  bañado  por  las  aguas 
del  Guadiana;  y  allá,  en  el  extremo  contrario  del  territorio  ex- 
tremeño, al  S.  de  la  Vera  de  Plasencia,  está  la  otra  llanura  de- 
nominada Campo  Arameño,  que  mide  unos  40  kilómetros  entre 
el  Tajo  y  Tiétar,  de  E.  á  O.  y  unos  25  de  N.  á  S. — Los  Llanos 
de  la  Jarilla,  próximos  á  Plasencia,  cruzados  por  el  río  Ambroz, 
por  su  parte  media;  el  que  se  halla  entre  la  sierra  de  San  Pedro 
y  el  Tajo,  con  superficie  de  1,200  kilómetros;  la  comarca  entre 
Cáceres  y  Trujillo,  junto  á  la  carretera,  comprendiendo  Hinojal, 
Talaván,  Torrejón  del  Río,  hasta  Jaraicejo,  y  después á  Trujillo, 
por  Deleitosa  y  Aldea-Centenera,  en  una  extensión  de  2  000 
kilómetros;  la  de  San  Pedro  á  Montanches,  y,  últimamente,  la 
del  Villar  del  Pedroso,  son  todas  llanuras  inmensas  que  deter- 
minan las  condiciones  especiales  del  país  que  describimos  geog- 
nóstica  y  geológicamente. 


(i)    Memoria  f^^eológico-minera  de  la  provi^  »/#   d^  Cáceres,  por  los  ingenieros 
de  minas  D.  J.  Egozcue  y  D.  L.  Mallada.  (Mfj^     '^^i^p.  de  Tello:  1876.) 


) 


INTRODUCCIÓN  XIX 


Determinemos  ahora  las  rocas  y  minerales,  para  completar 
este  trabajo  científico  sobre  Extremadura.  Se  encuentran  rocas 
graníticas  en  Garlitos,  y  una  masa  enorme  al  S.  de  Guadiana, 
hasta  Sierra- Morena,  y  desde  Casas  de  Bel  vis,  Logrosán,  Vus- 
té, Valencia  de  Alcántara,  Ceclavín,  hasta  Trujillo;  dioríticas, 
gnéisicas,  cambrianas,  silurianas,  devonianas,  cuaternarias  y  re 
cientes,  desde  arcillosa  y  de  todas  índoles  conocidas  hasta  las 
cah'zas  con  impresiones  vegetales  que  se  ven  en  la  Aliseda.  El 
cuarzo,  en  muchas  sierras  de  Badajoz  y  Cáceres;  hialino,  en  el 
Puerto  del  Comendador;  tibroso,  en  Cáceres;  con  fosforita  en 
Aceituna,  y  con  todos  los  caracteres  conocidos  en  diversos  otros 
puntos.  Fosforitas,  en  términos  de  Ceclavín,  Cáceres,  Zarza  la 
Mayor,  la  Aliseda,  la  Mata,  Trujillo,  Casas  de  D.  Antonio,  Al- 
balá,  Montanches,  Malpartida  de  Cáceres,  Arroyo  del  Puerco, 
Alcántara,  Alburquerque,  Miajadas  y  Logrosán  (i).  Los  minera- 
les metálicos,  desde  la  markasita  hasta  la  pirita  de  hierro,  en  con- 
creaciones empavonadas;  la  leberkisa,  hematites  de  varias  clases, 
pirolusita,  galena,  blenda,  chalcopirita,  cobre,  stibina,  jamesonita 
y  vrano,  se  encuentran  en  multitud  de  parajes  de  una  y  otra 
provincia  extremeña,  juntamente  con  rocas,  piedras  de  varias 
clases  y  minerales  secundarios  (2).  El  manganeso  se  halla  en 
Olivenza,  en  la  Codosera  el  antimonio,  el  plomo  argentífero  en 
Zarza  de  la  Granadilla,  el  pórfido  en  Zalamea,  las  eufotidas  y 
dioritas    en  Alburquerque,   Badajoz,   Guarefta,  Villagonzalo  y 


(i)  Estudio  sobre  la  fosforita  de  Extremadura^  por  ?I  capitán  Widdrington  y 
el  profesor  de  ciencias  naturales  C.  Daubeny.  (T.  I  del  Quarierly  Journal.) 

Descripción  oritognóstica  del  afatito  torreo  de  Logrosán  en  Extremadura^  por 
D.  Cristiano  Herrgen,  profesor  de  la  real  cátedra  de  mineralogía.  (T.  I.,  Anales  de 
Historia  natural.) 

Memoria  sobre  la  fosforita  de  Logrosán^  escrita  de  orden  del  Gobierno^  por  los 
ingenieros  de  minas  D.  F.  Naranjo  y  D.  L.  Peñuelas.  (Ms.  M.  de  Fomento.) 

Memoria  acerca  de  la  fosforita  y  otras  sustancias  minerales  fosfatadas,  por  don 
Casiano  de  Prado,  á  la  cual  sirve  de  complemento  un  artículo  titulado:  tcCuatro 
palabras  más  sobre  la  fosforita.»  (T.  X  de  la  Revista  de  Minas.) 

Sociedad  general  de  fosfatos  de  Cáceres.  fCáceres,  1 876.) 

(3)  Historia  general  y  particular  de  las  minas  de  Extremadura^  por  D.  Vicente 
Maestre,  vecino  de  Coria.  (Ms.  en  5  tomos  en  4.**). 


XX  INTRODUCCIÓN 


(i;  Esí¿¿dtoít  y  otservaciotJtíS  ^eolü^icas  relativas  á  terrenos  que  comprenden 
parle  de  la  provincia  de  Badajoz  y  de  las  de  Sevilla,  Toledo  y  Ciudad-Real;  y  corles 
ideológicos  de  estos  terrenos^  por  D.  Francisco  de  Luxán.  (T.  I,  3."  serie,  parte  i.*, 
páginas  "?  á  34,  y  parte  2.',  pa^^inas  i  á  7  i  de  las  Memorias  de  la  Real  Academia  de 
Ciencias  de  Madrid. ) 


Mérida.  En  Pedrozo  y  Fuente  del  Arco  se  ve  trap.  En  las  cuen 
cas  de  Espiel,  Belmez  y  Almorchón  aparece  hierro  carbonatado.  { 

Es  digno  de  notar,  porque  acusa  caracteres  de  terreno  secunda- 
rio, las  pizarras  y  psamitas,  apiarantos  nubarradas  de  diversos 
colores,  que  existen  en  las  sierras  de  Cabeza  del  Buey  hasta  las 
de  Almadén,  por  los  fósiles  que  contienen,  á  semejanza  de  los 
que  aparecen  en  los  terrenos  secundarios  de  Alemania,  Inglate- 
rra y  Francia  (i). 

Mr.  Le  Play  clasifica  de  caliza  de  agua  dulce  la  roca  de  San 
Cristóbal  de  Badajoz,  iguales  á  las  que  encontró  Mr.  Silvestrop 
(tn  varios  puntos  de  España.  Pero  es  evidente  que  toda  la  comar- 
ca del  Guadiana  está  compuesta  de  un  conglomerado  de  cantos 
rodados  con  cemento  arcilloso  en  mesetas  de  60  ó  70  metros 
sobre  el  Guadiana.  Tales  son  las  de  superficie  horizontal  sobre 
que  están  edificadas  al  E.  Lobón  y  Badajoz.  Mr.  Dehayes  con-  J 

firma  esta  nuestra  opinión.  Los  que  niegan  tal  concepto  no  saben 
que  las  capas  fragmentarias  forman  y  recubren  gran  número  de 
pequeños  machones  de  rocas  de  transición,  y  pocas  veces  estas 
pequeñas  formaciones  superficiales  son  producto  de  una  verda- 
dera sedimentación. 

Las  rocas  que  rodean  á  Badajoz,  por  el  lado  del  Rivillas  y 
Calomón,  presentan  estos  caracteres  que  son  comunes  á  todas 
las  demás  rocas  que  como  ellas  están  bajo  capas  fragmentarias. 
Y  por  esto  las  conglomeraciones  de  cantos  rodados  recubren 
con  otras  capas  fragmentarias  rocas  del  segundo  período,  como 
las  de  Badajoz  y  otros  lugares  de  Extremadura,  donde  con  fre- 
cuencia las  fracciones  superficiales  son  producto  de  una  verda- 
dera sedimentación. 

Ahora  mismo  podemos  citar  un  hecho  confirmando  la  opinión 


BADAJOZ.  -  Campesino 


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I  N  T  KO  I)U  CCIÓ  N  XXI 


anterior.  Practicando  nosotros  en  fines  del  año  anterior  excava- 
ciones en  las  inmediaciones  de  Cáceres,  sobre  terrenos  que  al 
parecer  eran  secundarios,  nos  encontramos  con  objetos  prehistó- 
ricos, pero  de  época  relativamente  moderna.  Estos  objetos  apa- 
recidos cerca  de  la  histórica  y  antigua  vía  que  guiaba  hacia  la 
villa  de  Arroyo  del  Puerco,  donde  antes  se  descubrieron  los  ex- 
votos de  bronce  á  la  diosa  indígena  Ataecina  Turibigense,  han 
sido:  varias  hachas  de  piedra,  fragmentos  de  utensilios  también 
de  bronce,  una  cabeza  de  mujer  en  hueco,  toscamente  labrada, 
y  varios  pedazos  de  cerámica,  como  ladrillos  de  forma  cúbica 
agujereados  en  opuestos  sentidos,  siendo  lo  más  notable  del  te- 
soro, una  pequeña  copa  de  bronce  de  25  milímetros  de  alta,  en 
cuya  cara  anterior  están  incrustados  de  plata  dos  caracteres 
íberos-lusitanos,  análogos  á  los  de  las  monedas  autónomas  de 
Elbora  (Évora)  y  de  Salada  (Alcocer  dol  Sal). 

Y  á  1 2  kilómetros  de  Badajoz,  siguiendo  la  orilla  izquierda 
del  Guadiana,  y  á  la  pequeña  distancia  de  60  metros  del  río,  en 
ocasión  de  estarse  excavando  para  hacer  una  noria  en  la  huerta 
del  cortijo  de  Albarrán,  apareció  en  1882  un  curioso  vaso  etrus- 
co  que  hoy  figura  en  el  Museo  de  Badajoz. 

El  suelo  extremeño,  como  decimos  en  otra  obra  sobre  este 
país  (i),  ha  experimentado  las  más  encontradas  metamorfosis, 
tanto  en  sus  habitantes  como  en  sus  condiciones  geológicas.  .Y 
circunscribiéndonos  á  la  región  en  que  está  enclavado  Badajoz, 
hemos  de  consignar  ciertos  datos  que  para  el  caso  presente  tie- 
nen suma  importancia. 

No  hace  aún  cuarenta  años  que  en  los  campos  de  Lobón, 
próximos  á  Tálavera,  como  en  Bótoa,  Mayorga  y  Valencia  de 
Alcántara,  aparecieron  gran  número  de  Sácelos  ó  Antas  (2)^  y 
dentro  de  algunas  de  éstas  había  saetas,  cuchillos  y  otros  uten- 


(i)  Historia  de  Tálavera  la  Real,  villa  de  la  provincia  de  Badajoz,  pág.  4010. 
(Madrid,  Imp.  de  M.  G.  Hernández,  1879). 

(2)  Indudablemente  de  la  época  tíeoliihica,  esto  es,  la  época  mas  moderna  de 
la  edad  de  piedra. 


XXII  INTRODUCCIÓN 


,t 


silios  de  pedernal.  Estos  eran  restos,  indudablemente,  de  los 
tiempos  primitivos.  Y  que  la  comarca  Lusitana  tiene  toda  ella 
estos  vestigios  no  puede  dudarse. 

A  orillas  del  arroyo  Guadancil,  en  el  término  de  Garrovillas, 
se  encuentran  habitaciones  formadas  con  grandes  pizarras  clava- 
das en  el  suelo  y  sustentando  otras  horizontales,  que  forman  el 
techo,  en  cuyo  recinto  abundan  las  hachas,  cuchillos,  flechas  y 
dijes  de  piedra  pulimentada. 

Cerca  de  Valencia  de  Alcántara,  en  la  dehesa  Mayorga  y  á 
orillas  del  Salor,  hay  otras  construcciones  semejantes  de  piedra 
granito,  en  las  que  también  se  encuentran  los  mismos  instrumen- 
tos que  en  el  punto  antes  citado. 

Junto  á  Plasencia,  en  la  dehesa  Valcochero,  al  sitio  de  la 
Era  de  la  Guijosa,  se  encuentran  los  mismos  vestigios  en  un  re- 
cinto bastante  extenso  que  se  conoce  estuvo  defendido  por  una 
muralla  en  los  puntos  que  de  él  era  accesible;  pues  lo  demás 
del  recinto  lo  tenía  natural.  Pero  estas  construcciones  están  ex- 
cavadas debajo  de  grandes  peñascos  que  las  servían  de  cubierta, 
y  hoy  hay  muchas  rellenas  de  tierra.  En  el  centro  está  la  mayor, 
que  llaman  cueva  de  Boquique,  apodo  de  un  facineroso  que  se 
refugiaba  en  ella :  caben  diez  ó  doce  caballos  y  cuarenta  ó  cin- 
cuenta hombres.  Uno  de  los  peñascos  que  la  sirve  de  cubierta 
tiene  más  de  veinte  metros  de  largo.  Hoy  tiene  una  boca  gran- 
de, que  debió  en  sus  primitivos  tiempos  estar  cerrada,  y  no  tener 
otras  entradas  que  aquellas  más  pequeñas  en  que  se  conoce  han 
rozado  la  roca  para  abrirlas.  En  estas  cuevas  están  mezclados 
los  instrumentos  de  piedra  con  las  hachas  de  bronce  y  con  frag- 
mentos de  cerámica  muy  tosca,  en  que  no  intervino  el  torno 
alfarero.  Cerca  también  de  Plasencia  se  hallan  los  muros  de  una 
población  de  esta  época,  en  los  riscos  que  llaman  de  Villavieja, 
denominados  también  de  Plasencia  la  antigua. 

En  el  castillo  de  los  Lucillos,  asentado  sobre  la  margen  de- 
recha del  turbulento  Tajo,  no  lejos  de  Alcántara,  aparecieron, 
tiempo  hace,  subterráneos  donde  existían  objetos  antiquísimos, 


INTRODUCCIÓN  X  X 11 1 


como  fué  un  sepulcro  con  la  pátera  y  cuchillo  de  los  sacrificios, 
grabado  en  relieve  sobre  una  tosca  piedra;  otro  con  un  ala  de 
buitre;  otro  con  un  toro,  y  muchas  monedas  que  nadie,  hasta 
hoy,  han  podido  descifrar  (i).  Y  junto  á  Coniributa  (Fuente- 
Cantos)  aparecieron  en  1842,  en  el  cerro  denominado  Castille- 
jos^ multitud  de  cimientos  perfectamente  alineados,  formando 
plazas,  calles  y  grupos  de  edificios.  De  entre  estos  cimientos  sa- 
caron monedas  celtíberas,  medallas  y  barras  de  plomo,  objetos 
de  arte  toscamente  labrados,  y  otros  restos  curiosos  (2),  que  se 
asimilan  á  los  que  aparecen  en  Grecia  y  en  otros  pueblos  perte- 
necientes á  la  primera  civilización,  y  que  clasifican  Mr.  Le  Play 
y  sir  John  Lubbok  con  el  nombre  de  neoliiküa,  una  de  las  cua- 
tro en  que  se  dividen  los  tiempos  prehistóricos,  posteriores  á  los 
preciosos  descubrimientos  geológicos  de  la  California,  en  1877, 
á  los  de  la  masía  de  Garrot  (Tarragona),  en  1884,  y  á  los  de 
la  mina  Bully-Grenay,  del  departamento  de  Calais  (Francia), 
en  1883  (3). 

Pero  si  examinamos  el  sub  suelo,  sobre  el  cual  se  encontra- 
ron los  restos  de  la  población  primitiva  en  la  hoy  Extremadu- 
ra, nos  encontraremos  que  esta  región  tiene  grandes  riquezas 


(i)  Tampoco  debemos  omitir  que  siglo  y  medio  há  fueron  encontrados  unos 
troqueles  con  el  busto  grosero  de  un  hombre,  y  con  signos  y  caracteres  descdlio- 
cidos,  lo  cual  nos  hace  sospechar  que  aquel  pueblo  (Lucillos)  acuñaba  antes  de  la 
invasión  romana  á  la  manera  que  otros  de  la  España  independiente.  Entre  las  mo- 
nedas de  los  Lucillos,  que  la  casualidad  nos  ha  proporcionado,  tenemos  una  mi#y 
bien  conservada,  cuyos  signos  guardan  analogía  con  los  celtíberos,  pero  no  son 
los  mismos,  y  menos  la  tienen  con  los  turdetanos  y  fenicios.  (Aniigüedades  de  Ex- 
tremaduray  por  José  Viu,  tomo  I,  p¿g.  i  33.— Madrid,  Imp.  de  P.  Moreno,  1852). 

(2)  Esta  obra  prodigiosa  existía  indudablemente  antes  de  los  romanos,  y  guar- 
daba analogía  con  algunas  de  las  llamadas  f>elásgicas  que  aún  se  conservan  en 
Grecia  anteriores  á  la  época  helénica,  propiamente  dicha,  por  ejemplo,  en  Mice- 
nas,  en  Tirinto,  en  Gardiki,  etc.  Tal  vez  de  la  que  hablamos  viniera  á  ser  con  el 
tiempo  la  verdadera  Contributa- Julia,  así  titulada  por  haber  contribuido  á  soste- 
ner la  guerra  pompeyana  á  favor  de  César.  {Antigüedades  de  Extremadura,  tomo  I, 
pág.  2  1 6.) 

(3)  Los  de  la  California  consisten  en  un  bosque  petrificado;  los  de  Carrol  en 
un  ser  antidiluviano,  de  unos  tres  metros  de  largo  por  uno  y  medio  de  ancho,  y 
los  de  Bully-Grenay  en  diez  y  seis  cuerpos  humanos  petrificados  y  perfectamente 
enteros.     . 


XXIV  INTRODUCCIÓN 


geológicas  y  prehistóricas  por  estudiar,  y  en  tal  concepto  desco- 
nocidas. 

En  1864  se  practicaron,  bajo  nuestra  dirección,  ciertas  exca- 
vaciones en  las  huertas  de  Talavera,  donde  indudablemente  ha. 
vivido  en  la  antigüedad  una  masa  de  población  huertana   (i),  y 
á  las  primeras  brazadas  de  tierra  encontramos  unos  clavos  de 
bronce  de  la  época  del  Renacimiento;  más  abajo  varios  cacharros 
de  carácter  árabe,  y  en  las  últimas  tierras  excavadas,  ya  en  el 
suelo  primitivo  que  debió  haber  allí  en  la  época  de  César  Augus- 
to, monedas  (2)  y  vasijas  de  arcilla  y  dos  restos  de  ataúdes,  de 
arcilla  también,  formados  por  unos  tejones  ó  ladrillos  rojos,  de 
formas  y  dimensiones  inusitadas  en  época  posterior  á  la  de  los 
emperadores  del  mundo  romano;  de  manera  que  esta  excava- 
ción ha  ofrecido  como  una  especie  de  comprobante  geológico- 
histórico  de  la  agitada  vida  por  que  atravesó  en  la  antigüedad  la 
villa  de  Talavera  la  Real. 

Pero,  si  todos  estos  restos  y  monedas  tienen  gran  valor  para 
el  historiador  y  el  numismático,  más  le  tienen  para  los  geólogos 
los  restros  antropológicos  y  los  fósiles  que  nosotros  mismos 
descubrimos,  sobre  las  excavaciones  á  que  venimos  refiriéndonos 
más  arriba. 

Los  que  se  dedican  á  los  estudios  prehistóricos  y  á  la  ciencia 
antropológica,  pueden  conocer  una  buena  colección  de  ejempla- 


(i)  Hortelano  es  el  que  cuida  y  cultiva  una  huerta  ó  huerto,  y  huertano,  pala- 
bra  que  por  cierto  no  está  en  el  Diccionario  de  la  Academia,  significa  habitante  de 
la  huerta,  en  contraposición  al  habitante  de  la  ciudad. 

(2)  Siete  años  después  cedimos  estas  monedas  al  Museo  Arqueológico  de  Ba- 
dajoz. He  aquí  el  oficio  en  que  se  nos  acusa  el  recibo  de  estas  monedas  : 

«Esta  Comisión  de  Monumentos  ha  recibido  con  sumo  aprecio  los  objetos  expre- 
»sados  al  margen,  de  los  que  se  ha  servido  hacer  donación  al  Museo  Arqueológico 
«provincial,  y  ha  acordado  se  den  á  V.  S.  las  gracias  por  su  generoso  desprendi- 
amíento, 

«Cumpliendo  con  el  referido  acuerdo,  tengo  el  honor  de  participarlo  á  V.  S. 
»para  su  conocimiento  y  satisfacción.  Dios  guarde  á  V.  S.  muchos  años.  Badajoz 
•  24  de  Junio  de  187 1.— Fernando  Bernáldez.  — Sr.  D.  Nicolás  Díaz  y  Pérez.»  (En  el 
«margen.)  «Un  pequeño  bronce  de  Emérita  Augusta.»— «Otro  idem  imperial  deDe- 
«ciano.»— «Otro  idem  de  Claudio  11  (el  Gótico).»— «Un  gran  bronce  de  M.  A.  Filipo.» 


I 


CACEKES.  —  Campesina 


INTRODUCCIÓN  XXV 


res  que  recogimos  para  ordenarlos  y  clasificarlos,  presentándo- 
los más  tarde  en  la  Exposición  Nacional  de  Madrid  de  1873, 
figurando  en  el  grupo  séptimo  de  la  segunda  sección,  como  puede 
verse  por  el  Catálogo  de  la  misma  (i).  Y  aquella  colección,  com- 
pletada hasta  el  número  de  noventa  y  un  ejemplar,  la  cedimos 
gratuitamente  al  Instituto  provincial  de  Badajoz,  en  1874,  clasi- 
ficando los  fósiles  en  el  orden  siguiente: 

Caja  primera, — 37  ejemplares  de  fósiles  antropológicos. 

Caja  segunda. — 28  idem  id.  id. 

Caja  tercera, — Un  trozo  de  una  articulación  tibofemoral, 
quizás  de  un  mastodonte  (2). 

Caja  cuarta, — Un  trozo  superior  de  un  fémur. 

Caja  quinta, — Otro  idem  de  un  Ammonites-giganteus  (mo- 
lusco.) 

Caja  sexta, — Otro  idem  de  un  fémur  de  un  Dinoctherium  y 
otro  de  una  tibia  de  Anaploterium. 

Caja  séptima, — 6  ejemplares  Terebrátulas  (molusco.) 

Caja  octava,  —  6  ejemplares  Isocardianas  diminutas  (mo- 
lusco.) 

Caja  novena. — Un  ejemplar...  ¿Pectén?  y  otro  Ammonites... 
¿bisulcatus  ó  estriatus?  (molusco.) 


(i;    Kn  SU  pág.  30  se  lee  lo  siguiente  :  • 

«S-— DÍAZ  Y  PÉREZ  (Nicolág);  Madrid.— Colección  de  fósiles.— $9. —Un  fémur. 
»— 60.  Sesenta  trozos  humanos.— 61.  Amonites.— 62.  Tellina  compressa.— 63.  Iso- 
•cardia.— 64.  Limnea.— 6$.  Pectén.— 66.  Üstreas.- 67  Terebrátulas.- 68.  Isocar- 
ttdianas  diminutas.— 69.  Ammonites  giganteus  (molusco).— 70.  Dinoctherium.— 
1171.  Anaploterium.» 

(2)  En  la  Verdiére  (Francia),  sobre  una  capa  de  terreno  terciario  miocénico,  y 
á  la  profundidad  de  ocho  metros,  se  acaban  de  descubrir  dos  colmillos  de  masto- 
donte, de  QO  centímetros  de  largo,  al  mismo  tiempo  que  una  quijada  del  mismo 
animal,  con  siete  molares  bien  conservados.  En  el  Museo  de  Marsella  vimos  estos 
curiosos  restos  en  1882.  No  es  menos  interesante  esta  otra  noticia:  El  profesor 
Snow,  miembro  de  la  expedición  científica  proyectada  por  la  Universidad  de 
Kansas,  á  unas  300  millas  del  Este  de  Benver,  capital  de  Colorado,  ha  hecho  en 
1878  un  descubrimiento  geológico  muy  importante.  Consiste  en  un  reptil  ó  la- 
garto colosal,  tan  bien  conservado  que  aún  presenta  grandes  porciones  de  la  piel. 
Hasta  aquí  los  geólogos  habían  encontrado  centenares  de  muestras  de  saurios  tan 
sólo  en  huesos  pelados,  de  manera  que  el  hallazgo  de  la  piel  de  dicho  animal  es 
cosa  nueva  para  la  ciencia. 
4 


XXVI  INTRODUCCIÓN 


Caja  ¿iédma.—lJn  ejemplar  Isocardia  destrozada  por  la  pre- 
sión de  los  horizontes  superiores  (molusco.) 

Ca/a  décima  primera, — 3  ejemplares  Ostras...  ¿Gregoria- 
nas? (molusco.) 

Caja  décima  segunda. — Un  ejemplar  Isocardia  (molusco.) 

Caja  décima  tercera. — Un  ejemplar  huevo  del  Quelonium... 
¿primitivus?  (i). 

Caja  décima  cuarta, — Otro  idem  trozo...  ¿Linnea?  (mo- 
lusco.) 

Basta  la  relación  de  estos  fósiles  para  comprender  la  impor- 
tancia de  la  colección  que  hoy  ñgura  en  los  gabinetes  del  Insti- 
tuto de  Badajoz  (2),  habiendo  merecido  el  autor  de  este  libro, 
por  tan  modesto  desprendimiento,  que  su  nombre  figure  en  la 
Memoria  que  este  establecimiento  literario  publicara  en  1875, 
al  reseñar  el  aumento  del  material  científico  del  mismo,  en  el 
expresado  año  (3). 


(1)  Para  la  clasifícación  de  estos  fósiles  hemos  consultado  á  las  personas  en- 
tendidas y  aun  así  no  hemos  podido  clasificar  varios  ejemplares,  como  los  conte- 
nidos en  las  cajas  tercera,  novena,  décima,  décima-primera  y  décima-cuarta. 

(2)  He  aquí  el  oficio  en  que  se  nos  acusa  el  recibo  de  dichos  fósiles : 

a  Distrito  Universitario  de  Sevilla.—  Instituto  provincial  de  Badajoz,—  En 
nombre  propio,  en  el  del  Claustro  de  este  Instituto  provincial,  y  en  el  de  la  ense- 
ñanza á  que  nos  consagramos,  doy  á  V.  S.  las  gracias  por  el  importante  donativo 
que  se  ha  servido  hacer  al  gabinete  del  Establecimiento  de  mi  cargo,  de  una  co- 
lección de  9 1  fósiles  encontrados  en  las  repetidas  investigaciones  arqueológicas 
verificadas  por  V.  S.  en  las  inmediaciones  de  Talavera  la  Real  durante  el  verano 
de  1870,  y  que  en  parte  figuraron  en  la  Exposición  Nacional  de  Madrid  celebrada 
en  1873.  Puede  V.  S.  estar  seguro  que  los  objetos  donados  figurarán  en  lugar 
preferente,  ya  por  su  importancia,  ya  por  ser  el  producto  de  investigaciones  he- 
chas en  este  país,  y  que  el  nombre  de  V.  S.  se  inscribirá  merecidamente  entre  los 
más  distinguidos  protectores  de  la  Escuela  y  propagadores  de  la  enseñanza  en  la 
provincia  de  Badajoz.— Dios  guarde  á  V.  S.  muchos  años.— Badajoz  3  de  Marzo 
de  1874.— Dr.  Valeriano  Ordóñez.— Hay  una  TÚhT\cñ,-^Sr.D,  Nicolás  Diaz y  Pérez,» 

(3)  «Un  hijo  de  esta  capital,  el  Sr.  D.  Nicolás  Díaz  y  Pérez,  hizo  en  el  mes  de 
«Febrero  último  el  donativo  á  los  gabinetes  de  este  establecimiento  de  una  colec- 
»ción  de  9 1  fósiles  encontrados  en  las  investigaciones  arqueológicas  por  él  veri* 
)>fícadas  en  las  inmediaciones  de  Talavera  la  Real,  durante  el  verano  de  1870,  y 
•que  en  parte  figuraron  en  la  Exposición  Nacional  de  Madrid,  celebrada  en  187'?. 
»— El  Director  del  Instituto  en  nombre  del  Claustro,  en  el  de  la  enseñanza  y  en  el 
«propio,  dio  las  gracias  al  Sr.  D.  Nicolás  Díaz  y  Pérez,  asegurándole  que  los  objc^ 
»t08  donados  figurarían  en  lugar  preferente,  ya  por  ser  el  producto  de  investiga- 
aciones  hechas  en  este  país,  ya  como  merecido  tributo  de  agradecimiento  á  un 


^"^ 
t 


INTRODUCCIÓN  XXVII 


Si  aquí  fuésemos  á  extractar  las  noticias  de  otros  descubrí 
mientos  prehistóricos  que  han  tenido  lugar  en  el  suelo  extreme- 
ño, habríamos  de  excedernos  á  las  proporciones  de  esta  Intro- 
ducción que  precede  á  nuestra  reseña  de  los  monumentos  histó- 
ricos que  tiene  Extremadura. 


III 


Hidrología   extremeña 


Extremadura  es  uno  de  los  países  que  más  urgente  necesi- 
dad siente  por  que  se  hagan  reconocimientos  en  busca  de  aguas 
subterráneas,  pues  aparte  de  las  pocas  fuentes  naturales  que 
cuenta  la  comarca,  su  población  se  ve  obligada  á  beber  aguas  de 
pozos  no  siempre  purificadas,  de  cisternas,  aljibes,  charcas  sin 
corrientes,  ó  de  ríos  sin  canalizar,  y  cuyas  aguas  arrastran  las 
materias  fecales  de  las  poblaciones  por  ellos  bañadas,  y  apagan 
la  sed  á  los  inmensos  rebaños  de  ovejas  y  piaras  de  cerdos  que 
viven  en  los  campos  regados  por  estos  ríos.  Dividiremos  este  tra- 
bajo en  las  siguientes  partes:  i.*  Fuentes  naturales. — 2.*  Ríos 
y  arroyos. — 3.*  Caídas  de  aguas. — 4.*  Fuentes  minerales. — 
5.*  Charcas. 

Las  fuentes  naturales  escasean  en  las  regiones  llanas;  en 
cambio  abundan  en  la  región  montañosa  septentrional  y  en  las 
sierras  de  Jerez  de  los  Caballeros,  Guadalupe  y  de  San  Pedro. 


«laudabilísimo  recuerdo  en  favor  de  la  enseñanza  y  de  este  establecimiento  litera- 
»rio  de  la  pToyincia,i»^( Resumen  del  estado  del  Instituto  provincial  de  segunda  ense- 
ñanza de  Badajoz,  durante  el  año  académico  de  1873  á  1874,  leído  por  su  secre- 
tario D.  Carlos  Soler  y  Arques,  en  el  acto  de  apertura  de  estudios  celebrado  el 
i.^  de  Octubre  de  1874.— Badajoz.  Imprenta  de  la  Viuda  de  Arteaga,  San  Blas,  2. 
— 187 s.)— Véanse  las  páginas  10  y  11. 


XXVIII  INTRODUCCIÓN 


Las  de  mejores  aguas  son  las  que  brotan  en  el  granito,  á  la 
vez  que  también  las  más  copiosas.  En  Gata,  Hervas,  Baños, 
Jerte,  Valencia  de  Alcántara,  Valverde  del  Fresno,  Eljas,  Villa- 
miel,  San  Martín  de  Trevejos,  Cilleros  y  otros  pueblos  asenta- 
dos sobre  terrenos  graníticos,  las  aguas  brotan  con  abundancia 
por  todas  partes.  La  otra  región  opuesta,  en  la  provincia  de  Ba- 
dajoz, que  abraza  Jerez  y  los  pueblos  de  los  valles,  no  tiene  me- 
nos aguas  naturales.  Se  asemeja  esta  comarca  á  la  de  los  valles 
de  Jerte,  de  Plasencia  y  de  la  Vera,  donde  los  manantiales  se 
muestran  con  tal  profusión  que  sería  prolijo  enumerarlos. 

La  sierra  de  Hervas,  la  del  Torno  y  la  de  Montanches  dan 
aguas  abundantes  por  todas  partes,  y  en  Castañar  de  Ibor  nacen 
nada  menos  que  seis  arroyos  denominados  Castañar,  Fuente- 
Blanca,  San  Benito,  Calabazas,  Aguiloa  y  Gualigesno,  que  pocas 
veces  suspenden  sú  curso. 

Las  aguas  que  brotan  en  las  pizarras  cambrianas  son  más 
escasas,  de  aguas  menos  puras  y  se  secan  en  fines  de  Mayo;  ade- 
más, no  son  muy  puras,  porque  forman  sarro  ferruginoso,  son 
gruesas,  salobres  y  repugnantes  al  paladar.  Y  tampoco  son  bue- 
nas las  que  salen  de  las  piedras  calizas,  como  la  de  Rivilla,  en 
Badajoz;  la  del  Marco  y  la  de  Concejo,  en  Cáceres,  que  se  reco- 
nocen como  magnesiadas.  La  de  Caballeros,  como  Fuente  nueva, 
ambas  de  Badajoz,  tienen  los  mismos  caracteres. 

Los  manantiales  que  brotan  de  suelo  cuaternario  son  poco 
abundantes,  y  siempre  sus  aguas  son  salobres,  como  las  de  las 
fuentes  de  Sancadilla,  Serrejón,  Casatejada,  Talavera  la  Vieja  y 
la  de  los  Alunados  y  la  de  Mafra,  en  Badajoz.  Esta  última  fué 
obra  de  los  mediados  del  siglo  xvi,  como  se  declara  en  la  siguien- 
te inscripción  encontrada  pocos  años  hace,  cuando  se  trató, 
en  1859,  de  limpiarla: 


INTRODUCCIÓN  XXIX 


LA  CIUDAD  DE  BADAJOZ 

MANDÓ  HACER  ESTA  FUENTE 

POR  MANDADO  DE  SU  CORREGIDOR 

D    GONZALO  DE  MAFRA. 

EN   MDXXLV. 

FUÉ  MAESTRO  DE  LA  OBRA 

GASPAR  MÉNDEZ 

Otra  fuente  de  Badajoz,  la  conocida  por  el  nombre  de  Rívi- 
Ua,  se  hizo  en  1549,  como  se  ve  por  esta  inscripción  que  junto 
á  ella  puede  aún  leerse,  y  dice  así : 

LA   ILUSTRE   CIUDAD 

DE   BADAJOZ    MANDÓ   HACER 

ESTA   FUENTE,    SIENDO 

GOBERNADOR   DON    NUÍíO 

DE   LA    CUEVA   Y    OTRAS 

OBRAS   CON    EL    MESMO 

TÍTULO,    SIENDO 

MAESTRO    bE   HIAS 

GASPAR    MÉNDEZ 

AlffO   DE   MDXLVIIII   AÑOS. 

En  Plasencia  hay  de  antiguo  muchas  fuentes  naturales.  Las 
mejores  son  las  de  la  casa  de  D.  Diego  Esteban  de  Carvajal, 
ediñcio  arruinado  hoy  en  el  llamado  Berrocal,  levantado  en  los 
comienzos  del  siglo  xvi.  Sobre  uno  de  sus  dos  arcos  de  sillería 
se  lee  la  siguiente  inscripción : 

ARRIBA  ESTÁ  EL  AGUA  VIVA, 
PORQUE  QUIEN  BEBE  DE  MÍ 
TORNARÁ  CON  SED  AQUÍ. 

En  1574  se  construyó  la  cañería  y  los  arcos  de  San  An- 
tón (i),  para  las  aguas  de  dicha  ciudad,  y  el  cafto  de  San  Pedro, 
en  1577  (2). 


(i)  En  uno  de  los  arcos  de  la  cañería  se  lee:  Se  hizo  año  de  1574  siendo 
Corregidor  D.  Fernando  Mecía  y  Soto  Ortiz  Sosa,  quien  reparó  el  acueduc- 
to todo. 

(2)  En  él  se  lee :  Corrió  esta  fuente  de  la  Cruz  el  día  de  la  Cruz  de  Mayo 
DEL  año  de  1  $77. 


XXX  INTRODUCCIÓN 


Los  ríos  y  arroyos  que  bañan  el  suelo  extremeño  serían 
bastantes  para  el  riego  de  una  gran  parte  de  su  comarca  si  co- 
rriesen canalizados,  ó  en  cauces  reducidos  que  retuviesen  cauda- 
les para  el  estío.  Son  los  principales  el  Tajo  y  el  Guadiana, 
adonde  afluyen  todos  los  demás  de  índole  secundaria.  Sabiéndo- 
se, pues,  los  itinerarios  de  ambos  ríos,  se  adquiere  un  conoci- 
miento exacto  de  la  hidrología  extremeña,  en  sus  corrientes 
fluviales. 

Casi  la  totalidad  de  la  provincia  de  Cáceres  pertenece  á  la 
cuenca  del  histórico  Tajo^  ese  río  qiie  hizo  hablar  un  poeta  espa- 
ñol y  que  tantos  recuerdos  tiene  para  España  entera.  Su  naci- 
miento es  en  la  sierra  de  Molina,  donde  bifurcan  las  tres  pro- 
vincias :  Teruel,  Cuenca  y  Guadalajara.  Es  el  primero  de  los  de 
España  atendiendo  al  orden  de  mayor  longitud,  y  el  tercero, 
tanto  en  relación  á  la  extensión  superficial  en  sus  cuencas,  como 
en  el  número  de  tributarios  que  lo  alimentan.  Penetra  en  la 
provincia  de  Cáceres  por  término  de  Alcolea,  sirviendo  un  corto 
trecho  de  límite  entre  Toledo  y  Cáceres;  y  después  de  recorrer 
no  poco  territorio  extremeño,  apenas  recibe  el  Sever  se  escapa 
á  Portugal  para  unirse  al  Océano  Atlántico,  frente  á  Lisboa. 

Desde  mediados,  casi,  del  siglo  xvi  ha  sido  este  rio  objeto 
de  estudio  por  parte  de  varios  ingenieros  que  le  han  querido 
hacer  navegable.  En  1581,  Antonelli;  en  1641,  Carduci,  Mar- 
telli  y  Salcedo;  en  1755,  Pontero,  Briz,  Simón  Gil  y  Fernández 
Olmo;  y,  en  1829,  Gabanes,  han  trabajado  para  realizar  la  na- 
vegación de  este  río,  sin  que  ninguno  de  estos  cuatro  proyectos 
hayan  podido  realizarse. 

En  los  comienzos  del  reinado  de  Felipe  III  los  navieros  de 
Abrantes  solicitaron  del  rey  el  privilegio  exclusivo  de  la  navega- 
ción del  Tajo,  desde  Lisboa  á  Alcántara.  Entre  las  circunstan- 
cias que  alegaban  para  esta  gracia  era  una  de  ellas  su  posición 
geográfica  y  sus  conocimientos  prácticos.  Contaban  con  todos  los 
barcos  necesarios,  algunos  de  ellos  de  200  toneladas,  y  á  nin- 
gún naviero  de  Abrantes  había  sucedido  fracaso  alguno,  etc. 


INTRODUCCIÓN  XXXI 


Poco  después  los  propios  navieros  volvieron  á  pedir  á  S.  M.  tu- 
viese á  bien  reforzar  los  puntos  de  remolque  con  más  hombres 
pagados  por  el  Estado  (i),  pues  las  naos  demasiado  satisfacían 
á  S.  M,;  que  igualase  en  privilegios  á  todos  los  buques  y  prohi- 
biese los  de  50  toneladas  arriba  entre  Vilavella  á  Alcántara ;  que 
se  eximiera  de  derecho  de  ancla  á  los  de  la  matrícula  de  Abran- 
tes,  declarando  este  puerto  depósito  con  franquicias,  pagándole 
S.  M.  todos  los  fletes  atrasados.  £1  gremio  se  obligaba  á  hacer 
la  navegación  de  Abrantes  á  Alcántara  en  24  horas,  con  Ponien- 
te, y  vice-versa  en  12,  con  solos  timón  y  remos. 

Todos  estos  datos  demuestran  el  poco  interés  que  los  reyes 
han  puesto  en  la  gobernación  del  país,  pues  de  otro  modo  pudo 
hacerse  navegable  el  Tajo;  ora  cuando  Felipe  II,  por  el  proyec- 
to de  Antonelli;  ora  cuando  Felipe  III,  por  los  navieros  de 
Abrantes ;  ora  cuando  Felipe  IV,  por  el  proyecto  de  Carduci, 
Martelli  y  Salcedo  (2);  ora  cuando  Carlos  III,  por  el  de  Pontero, 
Briz,  Simón  Gil  y  Fernández  Olmo  (3),  y  ora  también,  cuando 
Fernando  VII,  por  el  de  Gabanes  (4).  Si  se  hubiera  realizado 
esta  grande  obra,  los  pueblos  ribereños  del  Tajo  serían  los  más 


(i)    Viu,  en  su  Extremadura,  tomo  II,  págs.  30'5-3o6. 

(2)  Corografía  del  rio  TOfjo^  hecha  por  Luís  Carduci,  matemático  de  S.  M., 
junto  con  el  reconocimiento  que  por  su  mandado  han  hecho  el  licenciado  D.  Euge- 
nio de  Salcedo,  abogado,  Julio  Martelli  y  el  dicho  Luis  Carduci,  ingeniero,  al  gran 
Monarca  de  las  Españas  y  el  Nuevo  Mundo,  D.  Felipe  IV  el  Grande.— Año  de  mil 
seiscientos  cuarenta  (Ms.  de  la  R.  A.  de  la  H.)* 

(3)  Noticia  que  con  permiso  de  S.  M.  da  al  piiblico  D.  Carlos  de  Simón  Pontero, 
de  su  Consejo,  y  Alcalde  de  Casa  y  Corte,  de  las  obligaciones  que  ha  contraído  en 
su  contrato  la  Compañía  de  la  navegación  del  Tajo,  y  de  los  privilegios  con  que 
Su  Majestad  la  fomenta,  para  que  los  que  interesen  sus  acciones,  se  informen  con 
perfecto  conocimiento  de  las  utilidades  que  promete  esta  obra  y  los  auxilios  que 
merece  á  la  piedad  de  S.  M.  en  consideración  á  las  obligaciones  de  la  Compañía  y 
al  beneficio  que  resultará  al  público  en  su  ejecución.  (Madrid,  1757). 

Insíructiones  sive  tractatus  de  Tagi  navegatione,  rogatu  Caroli  Pontero ;  qui  con- 
silium  suj>er  hac  re  suum  proponere  decreverat  ministerio  Regis  catholice  el  supremo 
Casíellce  Senatui,  (Ms.) 

(4)  Memoria  que  tiene  por  objeto  manifestar  la  posibilidad  y  facilidad  de  hacer 
navegable  el  rio  Tajo  desde  Aranjuez  hasta  el  Atlántico,  las  ventajas  de  esta  empre- 
sa y  las  condiciones  hechas  á  la  misma  para  realizar  la  navegación,  por  D.  Fran- 
cisco Javier  de  Cabanes.— Publícase  de  Real  orden.  (Madrid,  1829). 


XXXll  INTRODUCCIÓN 


ricos  de  la  Península,  como  oportunamente  observa  D.  Cándido 
Osuna  (i). 

Por  lo  demás,  el  Tajo  corre  por  entre  estrechos  y  profundos 
cauces,  pues  algunas  veces  le  vemos  á  150  metros  de  profundi- 
dad y  tan  estrecho  como  el  llamado  Salto  del  Gitano^  próximo 
á  Acebuche,  donde  es  fama  que  más  de  un  hombre  lo  ha  pasa- 
do á  salto. 

El  curso  de  este  río  es  de  750  kilómetros  y  abraza  una  re- 
gión superficial  de  1 1,250.  Los  que  le  son  tributarios  suben  á  más 
de  100,  contándose  entre  sus  más  principales  Tiétar,  Ibor,  Al- 
monte,  Alagón,  Salor,  Eljas  y  Sever,  y  entre  los  de  segundo 
orden  Tamuja,  Guadilobos,  Ambroz,  Arrago,  Alburrel,  Pedroso, 
Guadija,  Fresnedoso,  Lavid,  Malvecino,  Fresneda,  Jartín,  Mai- 
món, Galavid,  Calatrucha,  Carbajo,  Casillas,  Aurela,  Negal  y 
Cabrioso. 

El  Tajo  es  el  río  de  más  historia  que  se  conoce  en  España. 
Los  romanos  le  llamaron  Tagus,  que  viene  del  hebreo  Tagk 
(correr  por  tortuosidades).  Los  amigos  de  la  fábula  dicen  que  el 
rey  Tago  dio  su  nombre  á  este  río,  mientras  otros  sostienen  que 
es  del  pueblo  Tagus,  Isidoro  el  Hispalense  dice  que  lo  tomó  de 
Tar  ThagOy  por  nacer  en  la  provincia  Cartaginense;  y  no  falta 
quien  afirma  que  Tagus  viene  de  Dag^  vocablo  fenicio  que  signi- 
fica pescado.  La  definición  hebrea  parece  la  más  aceptable  (2). 

Marcial  celebra  mucho  este  río,  porque  en  sus  márgenes 
encontraba  abrigo  contra  los  ardores  del  sol  « debajo  de  frondo- 


(i)  Proyectada  navegación  del  Ta/o,  presentado  á  la  Exorna.  Diputación  de  la 
provincia  de  Cáceres,  por  D.  C.  O.  (Cándido  Osuna),  diputado  por  el  partido  de 
Garrovillas.— Leído  y  aprobado  en  sesión  de  14  de  Enero.  (Cáceres,  1843). 

(2)  Tajo,  su  nombre  de  hoy  significa  cortadura,  el  cual  dentro  de  esta  provin- 
cia es  bien  apropiado,  pues  corre  de  oriente  á  poniente  por  una  profunda  y  estre- 
cha cortadura  del  terreno  hecha  por  sus  aguas,  la  cual  divide  la  provincia  en  dos 
partes  desiguales,  siendo  la  del  Norte  algo  mayor.  Su  nombre  antiguo  fué  Tagus 
que  viene  de  la  voz  oriental  Dag  ó  Tag  que  significa  el  pez;  San  Isidoro  le  hace 
derivar  del  nombre  de  una  ciudad  antigua  próxima  á  su  nacimiento,  que  se  llama- 
ba Carthago.  La  ciudad  fue  la  que  tomó  el  nombre  del  río  llamándose  Charta  (ciu- 
dad), Tagus  (río),  que  significa  ciudad  del  Tajo.  (Origen  del  nombre  de  Extrema- 
dura, por  D.  Vicente  Paredes  y  Guillen,  arquitecto,  pág.  74.— Plasencia,  1886). 


INTRODUCCIÓN  XXXIII 


sas  enramadas...»;  Prudencio  le  llama  «salutífero  y  encantador»; 
Ovidio  y  otros  le  dan  el  dictado  de  auriferOy  y  Mela  dice  que 
«llevan  sus  arenas  oro  y  perlas»,  aludiendo  al  oro  que  en  la 
antigüedad,  y  hasta  mediados  del  siglo  xvi,  arrastraron  sus 
aguas  (i).  Estrabón  describió  este  río,  atribuyendo  á  su  boca 
veinte  estadios  y  una  profundidad  capaz  para  sostener  navios 
cargados  con  10,000  talentos;  y  nuestro  Fr.  Luís  de  León  en  su 
famosa  Profecía  del  Tajo^  le  hace  hablar  diciendo: 

«  Folgaba  el  rey  Rodrigo 
con  la  fermosa  Cava  en  la  ribera 
del  Tajo,  sin  testigo, 
el  río  sacó  fuera 
el  pecho,  y  le  habló  de  esta  manera :  » 


Tito  Livio  y  Alpino  Alejandrino  le  citan  con  elogio.  E!  pre- 
tor P.  Junio  Bruto,  apellidado  el  Caico,  penetró  en  España  por 
sus  aguas  hasta  Morón,  el  año  189  antes  de  Cristo,  y  des- 
de 186  servían  sus  orillas  de  barrera  contra  las  huestes  manda- 
das por  los  pretores  Q.  Crispino  y  C.  Calpurnio,  dándose  enton- 
ces aquella  famosa  batalla  donde  murieron  30,000  celtíberos. 
También  tuvo  su  campamento  en  sus  márgenes  el  pretor  F.  Fia- 
vio,  que  libró  una  batalla  junto  á  Elbura,  matando  á  25,000  es- 


( I )  Notas  sobre  las  minas  y  def^ósiios  auri/eros  de  las  Extremaduras  españolas 
y  portuguesas^  por  Mr.  H.  W.  Bristow.  (  Londres,  tomo  I  del  The  Mining  and  Smel- 
ting  Magazine). 

Análisis  de  la  mina  de  oro  de  la  Encomienda  de  la  Claviera  en  Extremadura^  por 
D.  Domingo  García  Fernández.  (Véase  la  Historia  general  y  particular  de  las  minas 
de  Extremadura,  por  D.  Vicente  Maestre). 

Informe  sobre  la  mina  de  la  Claviera^  al  Excmo.  Sr.  Conde  de  Lerena,  por  el  mis- 
mo. (Véase  la  Historia  de  García  Fernández;. 

Informes  á  S.  M.  y  Real  Junta  de  Comercio^  Moneda  y  Minas.,  sobre  algunas  pro- 
ducciones naturales  descubiertas  en  estos  últimos  tiempos  en  los  dominios  de 
España  y  otros  trabajos,  de  D.  Domingo  García  Fernández,  inspector  general  de 
Ensayos  de  Moneda, comisionado  del  Ministro  de  la  Real  Hacienda  y  de  dicha  Jun- 
ta para  los  asuntos  de  Química,  etc.— De  orden  superior.  (Madrid,  i  798). 

Terrenos  auri/eros  de  Extremadura,  por  D.  Amalio  Maestre.  (Tomo  II,  de  la  Re- 
vista Minera). 
5 


XXXIV  INTRODUCCIÓN 


pañoles,  cogiéndoles  4,800  prisioneros,  500  caballos  y  88  ban- 
deras. 

Sería  muy  largo  narrar  aquí  esta  parte  histórica  del  Tajo, 
cuyas  bocas  corresponden  á  los  13^40'  longitud,  40^45'  latitud. 

El  Guadiana  nace  en  los  catorce  manantiales  de  Villarrubia, 
conocidos  por  los  Ojos  del  Guadiana,  Los  primeros  nacimientos 
son  tres:  Canal^  Cercano  y  Mari- López ^  que  forman  el  río  que 
recorre  hasta  entrar  en  el  Océano  Atlántico,  por  Ayamonte, 
594  kilómetros,  recogiendo  las  aguas  de  más  de  100  ríos  y  arro- 
yos. Los  más  principales  de  aquellos  son:  Azuer,  Záncara,  Rus, 
Osa,  Coreóles  ó  Florida,  Gigüela,  Riansares,  Amarguillo,  Ba 
ñuelos.  Jabalón,  Bullaque,  Milagros,  Alcobilla,  Valdehornos,  Bo- 
donal,  Estena,  Guadarranque,  Guadalupejo,  Valhondo,  Silvadi- 
lio,  Zújar,  San  Pedro,  Aguamatillas,  Guadarramilla,  Buey, 
Guadelmez,  Horcajo,  Navaluengua,  Guadamora,  Valdeazogues, 
Gargantiel,  Alcudia,  Esteras,  Gualemar,  Hermanas,  Ajo,  Gua- 
dalefra.  Molar,  Ruecas,  Pizarroso,  Gargaliga,  Alcollarín,  Horti- 
gas,  Guadamez,  Burdalo,  Matachel,  Conejo,  Retín,  Valdemeden, 
Palomillas,  Albarregas,  Aljucén,  Lácara,  Cordobilla,  Guadajira, 
Albuera  de  Zafra,  Aguas  Claras,  Robledillo,  Albuera  de  Feria, 
Antrín,  Albuera,  LosPrados,  Los-Linos,  Chicas-Piernas,  Santa 
Coloma,  Alcazaba,  Lureanilla,  Guerrero,  Toya,  Aguas  Blanqui- 
llas, Gévora,  Zapatón,  Sausustre,  Albarranega,  Rivilla,  Valver- 
de,  Táliga,  Frega-Muñoz,  Alcarrache,  Algolí,  Ardila,  Bodión, 
Parrilla,  Múrtiga,  Calinte,  Cortegana,  Sillo,  Gargallón,  Chanza, 
Cubos,  Alcalaboza,  Malagón,  Albaca,  Guadiana-Alto,  Odiel, 
Oraque,  Rivereta,  Fresnera,  Meca,  Bujarda,  Tinto,  Madroño  y 
Piedras. 

La  fábula  ha  inventado  « que  este  río  tenía  un  puente  de  sie- 
te leguas,  sobre  el  cual  pacían  multitud  de  rebaños.  %  Fr.  Juan 
Bautista  Moles,  con  una  candidez  que  encanta,  dice:  «Este  es 
>el  río  de  quien  se  relata  que  tiene  en  España  una  puente  de 
>seis  leguas  en  largo:  en  la  cual  pueden  apacentar  diez  mil 
» cabezas  de  ganado:   porque  en  Castilla  á  los  principios  de  la 


INTRODUCCIÓN  XXXV 


>  corriente  de  su  nacimiento  se  hunde  y  pierde,  y  viene  á  salir 
•  siete  leguas  adelante...»  Los  que  esto  dicen  lo  confunden  con 
otro  río  Guadiana,  que  nace  en  Ruidera  y  confluye  en  el  Zanca- 
ra,  siete  leguas  más  arriba  de  Villarrubia  de  los  Ojos,  donde 
están  los  catorce  manantiales  que  dan  origen  al  Guadiana  que 
corre  hasta  Ayamonte,  sin  necesitar  la  confluencia  del  río  Zánca- 
ra,  que  por  lo  regular  suele  secarse  anualmente  en  primero  de 
Agosto,  en  tanto  que  de  los  Ojos  de  Guadiana  brota  el  agua 
á  borbotones,  sin  que  haya  memoria  de  haberlos  visto  enjutos. 

Los  romanos  llamaron  á  este  río  Anna,  del  que  hablan  Pli- 
nio  y  Estrabón.  El  primero  dice  que  tenía  su  origen  en  la  Celti- 
beria ;  el  segundo  que  corría  por  la  parte  áspera  de  esta  región 
y  desembocaba  por  dos  bocas  navegables  en  el  mar,  de  donde 
se  podía  venir  hasta  la  ciudad  de  Emérita -Augusta  (i).  Ptolomeo 
coloca  las  fuentes  del  Anna  (2)  en  el  grado  14  de  longitud.  Divi- 
dida España  en  Tarraconense,  Bética  y  Lusitana,  dicho  río  fué 
el  término  divisorio  de  estas  tres  provincias  romanas. 

Los  árabes  llamaron  á  este  río  Guadiy  Guadal  y  Gua-alana. 
No  falta  quien  afírma  que  también  se  llamó  Gualman. 

Las  ciudades  que  baña  este  río,  en  su  curso  por  Extremadu- 
ra, como  asimismo  el  Tajo,  las  citaremos  oportunamente  en  el 
curso  de  esta  obra,  para  no  anticipar  aquí  lo  que  hemos  de  decir 
más  ordenadamente. 


(i)  Estrabón  dice  que  la  Lusitania  era  muy  opulenta  en  virtud  de  las  ventajas 
que  por  gozar  de  ríos  navegables  le  adquiría  el  comercio;  con  cuya  expresión  de 
ríos  en  plural  da  á  entender  que  no  era  sólo  el  Tajo,  sino  también  el  Guadiana  na- 
vegable ;  pues  son  los  dos  únicos  ríos  principales  que  bañan  la  Lusitania.  Pero 
más  claramente  lo  dijo  á  la  pág.  140,  donde  afírma  que  el  río  >1  na  entraba  en  el 
mar  por  dos  bocas,  que  ambas  servían  á  la  navegación:  Anas  fluvius  duobus  se 
evolvens  osliis  quorum  singulce  sunt  naveg aitones.  (Historia  de  las  antigüedades  de 
Mérida,  por  Fernández  Pérez,  pág.  21). 

{2)  ...el  famoso  rio  Guadiana  llamado  antiguamente  el  río  Ana^  que  dividía  la 
Provincia  Bética  de  la  Provincia  Lusitana,  y  agora  divide  los  Reynos  de  Castilla 
de  los  de  Portugal,  por  algunas  partes,  desde  Badajoz,  hasta  la  mar  donde  entra 
por  el  puerto  Ayamonte.  Este  vocablo,  gua,  significa  en  lengua  arábiga,  aguas;  y 
como  los  Moros  poseyeron  á  España  tantos  años,  llamaron  áeste  rio,^ua,  de  Ana^ 
que  era  decir,  aguas  de  Ana,  ó  río  de  Ana,  en  Guadiana.  (Baptista  Molss,  Memo- 
rial de  la  Provincia  de  San  Gabriel^  C.  Lili,  pág.  1  5  3). 


XXXVl  INTRODUCCIÓN 


Terminaremos  estos  estudios  hidrográficos  citando  las  caídas 
de  aguas,  las  fuentes  minerales  y  charcas  de  Extremadura. 

Pocas  caídas  de  aguas  se  conocen  en  este  país.  El  Chorro 
de  la  Meancera,  junto  á  Gaseo,  ofrece  una  bonita  cascada  de 
unos  lOO  metros  de  altura;  la  Caída  de  laCervigona,  próxima 
al  Acebo,  no  baja  de  50  metros  de  desnivel;  las  que  ofrecen 
las  aguas  del  río  Cabril,  desde  su  nacimiento  hasta  las  huertas 
,  de  la  villa;  las  que  nos  da  el  río  Jerte,  entre  Honduras  y  Cabe- 
zuela ;  la  de  Ambroz,  próximo  á  Hervaz,  y  últimamente  las  que 
nos  dan  la  mayor  parte  de  los  riachuelos  de  la  Vera  de  Piasen* 
cia,  muchos  de  las  Hurdes  y  de  Sierra  de  Gata,  no  pocos  de 
Guadalupe  y  San  Pedro  y  algunos  de  Jerez  de  los  Caballeros  y 
del  término  de  Llerena. 

La  fuente  mineral  de  Loro,  situada  á  cinco  kilómetros  de 
Guadalupe,  se  reconoce  en  sus  aguas  ferruginosas  bicarbonata- 
das,  iguales  condiciones  médicas  que  las  de  Puerto-llano  (Ciudad 
Real)  según  la  obra  del  Dr.  Forner  y  Segarra  (i);  las  dos  de 
aguas  termales  en  Baños  de  Montemayor  son  notables,  y  á  juz- 
gar por  los  profesores  Martínez  Serrano,  Rodríguez  Solano,  y 
Lletget,  superan  á  las  de  Ledesma  y  aun  á  las  de  las  dos  Alha- 
mas  (2);  y  finalmente,  la  fuente  de  Alange,  de  aguas  bicarbona- 
tadas  cálcidas,  es  tan  celebrada  como  las  anteriores,  pues  aparte 


(i)  Disertación  de  las  virtudes  medicinales  de  la  fuente  de  Loro,  nuevamente 
descubierta  en  las  sierras  de  Guadalupe :  la  escribió  el  Dr.  D.  Francisco  Forner  y 
Segarra,  médico  honorario  de  familia  del  Rey  K.  S.  y  del  Real  monasterio  de  Nues- 
tra Señora  de  Santa  Marta  de  Guadalupe.  (Madrid,  Imp.  de  Sancho,  i  780). 

(2)  Investigaciones  hidrológicas  en  particular  sobre  el  manantial  termal  del 
pueblo  de  Baños  de  Montemayor  y  Béjar^  por  D.  Francisco  Martínez  Serrano.  (Siete 
Memorias  impresas :  5  en  Plasencia,  las  primeras,  y  las  dos  últimas  en  Cáceres; 
tres  en  1843,  una  en  184^  y  dos  en  1845). 

Virtudes  medicinales  y  análisis  del  agua  minero-medicinal  de  Baños,  por  el  doc- 
tor D.  Cristóbal  Rodríguez  Solano,  del  antiguo  gremio  y  claustro  de  la  Universidad 
de  Salamanca,  último  catedrático  en  la  misma  de  la  de  Astronomía,  socio  de  varias 
Corporaciones  científicas  y  económicas,  director  de  baños  y  aguas  minerales  por 
Su  Majestad  desde  1829,  y  actual  de  los  de  Baños.  (Cáceres,  1850). 

Baños-de-Baños  (viajes  por  mi  patria),  por  D.  Nicolás  Díaz  y  Pérez,  con  un  pró- 
logo por  D.  Francisco  Cañamaque  (segunda  edición}.— (Madrid,  Imp.  de  J.  A.  Gar- 
cía, 1881). 


INTRODUCCIÓN  XXXVII 


de  que  su  manantial  es  muy  conocido  desde  los  tiempos  roma- 
nos, aun  creen  algunos  que  fueron  ambos  establecimientos,  el 
de  Baños  de  Montemayor  y  el  de  Alange,  balnearios  de  sa- 
lubridad y  descanso  para  las  legiones  de  Italia.  Después  de 
los  siglos  transcurridos  desde  el  conocimiento  de  estas  aguas, 
hoy  gozan  de  fama  europea. 

Ocho  obras  conocemos  sobre  estas  aguas  de  Alange  ( i )  y 
bastan  los  nombres  de  los  autores  para  reconocer  las  virtudes 
médicas  de  las  mismas. 

Junto  á  Santibáñez  el  Alto  existe  la  Fuente  polvorosa^  con 
abundante  agua  hidrógeno-suturado  y  á  la  temperatura  15^5, 
siendo  11^5  la  del  aire  á  la  sombra.  Otra  fuente  sulfuro-fría  se 
ve  á  cuatro  kilómetros  de  Zorita,  de  escasa  importancia  por  su 
pobre  caudal,  como  tampoco  la  tienen,  por  la  misma  causa, 
la  de  San  Gregorio^  junto  á  Brozas;  la  de  Hedegosay  próxima 
á  Ceclavín;  la  Fuente  del  Oro^  en  término  del  Castañar;  la 
Trampal^  junto  áCarmonita;  la  del  Carrasco^  al  E.  de  Al- 
moharín ;  la  del  Padre  Mateo^  próxima  á  Valencia  de  Alcántara; 
la  Herrumbrosa^  de  Cilleros  y  otras  muy  inferiores  en  LaHava, 
Garlitos,  Casar  de  Cáceres,  Membrío,  Campo,  Granadilla,  La 
Aliseda  y  Botija. 


(  I )  Disertación  sobre  las  aguas  minerales  de  Alange^  por  el  Dr.  Alsinet,  médico 
militar  de  xViérida.  (Ms.,  1751). 

Breve  discurso  sobre  los  baños  termales  que  tuvieron  los  romanos  cerca  de  Alan- 
ge  en  Extremadura^  por  D.  Mariano  Madramany  y  Calatayud.  (Ms.  en  la  R.  A.  de 
la  H.,  letra  K,  166). 

Breve  memoria  acerca  de  los  baños  de  Alange^  por  D.  Zacarías  Gómez  Bueno, 
director  interino  del  Establecimiento.  (Ms.) 

Memoria  sobre  los  baños  de  Alange^  presentada  al  concurso  de  1839  parala 
provisión  de  las  direcciones  vacantes  de  aguas  minerales.  (Ms.) 

Baños  minerales  de  Alange,  por  D.  José  Benito  Lentijo,  director  de  baños.  ( Ba- 
dajoz, 1830). 

Memoria  sobre  los  baños  de  Alange,  presentada  por  D.  Luís  Colodrón  al  concur- 
so de  1838  para  la  provisióh  de  vacantes  de  baños.  (Ms.) 

Monografía  de  las  aguas  y  baños  de  Alange,  por  D.  Julián  de  Villaescusa,  doctor 
en  medicina  y  en  cirujía,  actual  visador  del  Establecimiento,  etc.  (Madrid,  1850). 

Baños  de  Alange,— uSu  historia,  descripción  y  efectos  maravillosos  de  sus 
aguas»,  por  D.  Abdón  Berbén,  antiguo  médico  titular  de  la  misma  villa  y  actual 
propietario  del  Establecimiento.  (Ms.) 


XXXVIII  INTRODUCCIÓN 


Las  charcas  que  se  conocen  en  Extremadura  pueden  consi- 
derarse solamente  como  depósitos  naturales,  porque  todas  han 
sido  establecidas  artificialmente,  para  que  en  las  prolongadas 
sequías  encuentren  los  vecinos  las  aguas  recogidas  de  las  llu- 
vias. Más  de  lOO  pueblos  en  las  dos  provincias  tienen  para  sus 
necesidades  exclusivamente  las  aguas  de  charca,  que  en  los  me- 
ses de  Julio,  Agosto  y  Setiembre  son  su  único  recurso.  La  de 
Zalamea  la  Serena,  la  de  la  Albuera,  la  de  Talavera,  la  de  Lan- 
cho^ junto  á  Malpartida  de  Cáceres;  la  Nueva^  del  Casar;  la  de 
San  Miguel^  del  Arroyo  del  Puerco;  la  de  Palancosóy  de  Naval- 
moral ;  la  de  Vega^  de  Brozas;  la  de  Arce^  de  Navas  del  Madro- 
ño; la  de  La  Torre^  en  Serradilla;  y  en  fin,  las  de  La  Trucha^ 
en  Guadalupe;  la  Albuera^  en  Albalá;  las  de  Runel  y  Mata  Ra- 
nas^ en  Trujillo,  son,  puede  decirse,  las  que  merecen  citarse, 
tanto  por  la  dimensión  que  algunas  reúnen  cuanto  por  la  im- 
portancia que  en  el  país  tienen. 


IV 


Del  nombre  de  Extremadura  y  de  sus  armas 


Terminado  ya  el  ligero  examen  que  á  manera  de  introito 
nos  proponíamos  escribir  para  esta  obra,  tratando  de  la  Geo- 
grafía, Geología,  Geognóstica,  Prehistoria  y  la  Hidrología  extre- 
meña, hemos  de  terminar  este  ya  pesado  trabajo  con  algunas 
noticias  sobre  el  nombre  de  Extremadura  y  las  armas  que  la 
ciencia  heráldica  señaló  á  este  país. 

Es  un  verdadero  problema  determinar  el  origen,  fundamento 
y  causas  ocasionales  que  dieron  origen  al  nombre  Extremadura, 
La  etimología  de  este  vocablo  ha  dado  lugar  á  los  más  encon- 
trados razonamientos  por  parte  de  Zurita,  Garibay,  Morales, 


INTRODUCCIÓN  XXXIX 


Mariana,  Mosquera,  Tamayo,  Moreno  de  Vargas  y  Solano  de 
Figueroa. 

Dicen  estos  autores,  casi  sin  variantes,  que  Extremadura 
se  tomó  de  la  voz  latina  extrema  hora^  y  se  le  dio  á  la  hoy  co- 
marca extremeña  porque  el  territorio  comprendido  entre  el  río 
Ardua  y  Badajoz  fué  la  última  conquista  del  rey  Alonso  IX  de 
León  en  1228.  No  faltan  quienes  la  crean  originaria  de  Extre- 
mcidurt,  porque  abraza  una  gran  porción  de  las  Castillas,  desde 
la  orilla  izquierda  del  río  Duero ^  desde  Soria  hasta  Alcaraz  (i). 

Pero  esta  crítica  no  la  encontramos  exacta,  pues  en  nuestra 
humilde  opinión,  no  pueden  ser  los  extremos  del  Duero  los  que 
dieran  el  nombre  á  esta  comarca. 

Si  así  fuera,  Soria  y  Beira  serían  las  Extremaduras  (2),  que 
son  las  que  están  en  los  extremos  del  río,  y  no  se  llamaría  desde 
mediados  del  siglo  xiii  con  este  nombre  á  las  provincias  de  Ba- 
dajoz y  Cáceres  que  las  atraviesan  el  Guadiana  y  Tajo  respec- 
tivamente; ni  á  la  Extremadura  portuguesa,  que  con  más  pro- 
piedad hubiera  tomado  el  nombre  del  río  á  cuyo  extremo  se 
encuentra.  Tampoco  le  recibieron  porque  fueran  las  tierras  más 
próximas  al  Duero,  porque,  en  este  caso,  serían  llamadas  así 
Castilla  la  Vieja  y  la  Beira  Alta,  y  menos  porque  fueran  más 


( i)  Tomó  su  nombre,  según  unos,  de  la  expresión  latina  extrema-hora,  porque 
el  territorio  comprendido  entre  Badajoz  y  el  río  Ardila  fué  la  última  conquista  del 
rey  D.  Alonso  IX  de  León  en  1228;  otros  la  derivan  de  la  voz  Extremaduri^  porque 
abraza  una  gran  porción  de  las  Castillas,  á  saber:  desde  la  orilla  izquierda  del  río 
Duero^  comprendiendo  desde  Soria  por  el  N.  y  Alcaraz  por  el  E.  (Madoz,  Dicciona- 
rio geogrdfico-estadistico-histórico^  t.  VIH,  pág.  62  1). 

(2)  «Soria  pura  cabeza  de  Extremadura.»  Soria  se  titulaba  cabeza  de  Extrema- 
dura, porque  de  las  cuatro  cuadrillas  del  Consejo  de  la  Mesta,  la  de  Soria  era  la 
que  presidía  los  concejos  de  las  Extremaduras  y  los  de  Sierras,  y  hacía  cabeza  de 
las  cuatro  por  ser  la  sucesora  de  Numancia,  que  en  todos  los  tiempos  fué  la  prin- 
cipal cabeza  de  la  Celtiberia,  y  por  lo  tanto  de  la  trashumancia,  como  su  nombre 
lo  indica,  según  el  Diccionario  de  Cortes:  «Numancia,  nombre  céltico  de  los  Cel- 
tas nómades^  de  aquí  Nomadia,  Nomantia  y  Numancia.»  Paulo  Orosio  dice  que  Nu- 
mancia era  cabeza  de  Galicia;  no  porque  la  comarca  denominada  Galicia  llegase  á 
Soria;  sino  porque  galicia,  numancia  y  trashumancia  son  lo  mismo  que  viajar,  ó 
emigrar  los  ganados;  y  Gallaico  y  Extremeño  signifícan  los  pastores  que  los  con- 
ducen á  los  extremos  de  los  caminos  que  tienen  que  recorrer  de  los  agostaderos  á 
los  invernaderos. 


XL  INTRODUCCIÓN 


distantes,  porque  antes  del  año  1 240  en  que  fué  concluida  de 
reconquistar  Extremadura,  hacía  166  años  que  se  había  conquis- 
tado Toledo,  83  que  se  había  conquistado  Andújar,  3  Malagón, 
Calatrava  y  Alarcos:  poblaciones  todas  más  extremadamente 
distantes  del  Duero  que  las  que  comprende  Extremadura,  y  por 
tanto,  si  viniese  el  nombre  de  la  extremada  distancia  del  citado 
río,  debieran  con  más  propiedad  llamar  en  aquella  época  Extre- 
madura á  la  provincia  de  Toledo  y  parte  de  Andalucía ;  y  si  tal 
hubiera  sido  el  origen,  no  hubieran  perdido  estas  aún  el  nom- 
bre, porque  el  río  no  ha  hecho  mayor  su  distancia  á  Cáceres  ni 
acortado  la  de  Andújar.  Podrá  replicarse  que,  si  bien  no  recibió 
el  nombre  porque  estuviese  en  los  extremos  del  Duero,  ni  por 
estar  cerca  de  él,  ni  por  encontrarse  muy  distante,  lo  recibiera 
porque  las  comarcas  de  los  extremos  del  Duero  fueran  ensan 
chándose  con  la  reconquista,  é  hicieran  extensivo  su  nombre  á 
las  provincias  de  Badajoz  y  Cáceres,  viniendo  de  este  modo  á 
recibir  el  nombre  de  los  extremos  del  mencionado  río,  sin  ser 
las  comarcas  en  que  nace  y  muere,  ni  estar  próximas  á  ella. 

Y  una  vez  admitida  esta  doctrina,  tenemos  forzosamente  que 
aceptar  que  hubo  anterior  á  las  hoy  comarcas  extremeñas  de 
Portugal  y  España,  otras  que  también  fueron  llamadas  Extre- 
meñaSy  deduciéndose  de  aquí  que  este  nombre  no  fué  hecho  para 
las  provincias  que  hoy  le  llevan.  En  las  Cortes  de  1258,  cele- 
bradas en  Valladolid,  hay  una  cláusula  en  que  se  dice  literal- 
mente « que  ningún  rico  ome  nin  otro  ome  ninguno  que  non 
ttome  conducho  en  Castilla,  nin  Extremadura^  nin  en  Toledo 
»con  toda  la  tierra,  ni  toda  Landalucia,  ni  en  regno  de  León  nin 
>su  exíremadur  j ^  nin  en  Asturias,  nin  en  Gallizia  en  todo  lo 
»que  es  del  Rey.» 

Dedúcese  de  los  términos  en  que  está  redactado  el  anterior 
ordenamiento:  i.°  Que  había  dos  Extremaduras:  una  que  era 
de  León  y  otra  que  no  lo  era;  2.^  Que  la  una  Extremadura  está 
escrita  con  letra  mayúscula  como  nombre  propio,  y  la  de  León 
lo  está  con  letra  minúscula,  como  si  se  la  diera  el  nombre  por 


INTRODUCCIÓN  XLI 


el  uso  que  León  hiciera  de  la  comarca,  y  no  como  nombre  pro* 
pió  de  ella. 

En  el  período  de  cien  aflos,  en  que  fueron  fronteras  de  los 
moros  el  Tajo  y  el  Monte,  se  llamaría  Extremadura  el  territorio 
comprendido  entre  esta  frontera  y  el  Duero ;  pero  si  ñjamos 
nuestra  atención  en  los  documentos  ofídales  de  aquella  época, 
veremos  que  se  adjudicaban  de  los  Veinos  de  León  y  de  Castilla, 
todo  lo  que  está  entre  las  cumbres  de  la  cordillera  del  Guada- 
rrama y  Duero;  y  que  de  dicha  cordillera  abajo  se  titulaba 
Extremadura  y  tierra  de  Toledo,  ó  mejor  dicho^  reino  de  To- 
ledo. 

Tenemos,  forzosamente,  que  deducir  que,  si  se  llamó  Extre- 
madura la  comarca  que  hoy  tiene  este  nombre  por  los  extremos 
del  Duero,  fué  porque  á  ella  se  hizo  extensivo  los  del  extremo 
del  río,  y  no  porque  se  hiciera  el  vocablo  para  nombrarla  con 
mayor  propiedad,  como  han  supuesto  muchos. 

Pero  asintiendo  á  lo  que  refiere  sobre  el  particular  D.  Vicen- 
te Paredes  en  su  citado  opúsculo  sobre  el  Origen  del  nombre  de 
extremadura^  deberemos  remontarnos  á  la  población  trashu- 
mante que  vivía  de  los  ganados,  en  los  tiempos  de  la  Recon- 
quista,  ora  en  las  montañas  de  León,  ora  en  sus  extremos  ó 
cuencas  del  Tajo  y  el  Guadiana,  para  conocer  el  verdadero 
origen  y  aplicación  del  vocablo  extremadura,  dado  desde  el 
siglo  XIII  á  lo  que  hoy  son  provincias  de  Badajoz  y  Cáceres:  por 
esto  en  los  sucesos  y  costumbres  del  pueblo  conquistador  debe^ 
mos  buscar  el  origen  de  esta  denominación. 

£1  pueblo  refugiado  en  las  montañas  de  Asturias  no  perdió 
en  muchos  siglos  ni  su  organización  política,  ni  sus  derechos  civi- 
les. Al  conquistar  iban  estableciéndose  civil  y  militarmente  con 
las  mismas  costumbres  que  tenían  antes  de  la  invasión  musulma* 
na.  Los  godos  dividieron  su  terreno  en  tres  partes,  dos  pertene- 
cían á  los  godos  y  una  á  los  índigenas,  que  ellos  llamaban  roma- 
nos. Los  godos  aprovechaban  las  suyas  con  la  ganadería,, 
principalmente,  según  consta  por  el  Fuero  Juzgo;  los  españoles 


XLII  INTRODUCCIÓN 


la  suya  con  la  ganadería  y  la  agricultura.  Los  godos  por  medio 
de  sus  leyes  protegían  á  los  españoles  de  los  abusos  de  su  domi- 
nación, y  les  respetaban  sus  costumbres  administrativas;  pero 
no  siempre  fué  bastante  sincera  esta  protección,  y  las  faltas  á  lo 
convenido  dio  lugar  á  la  sublevación  de  los  rústicos  de  Oróspe- 
da,  en  tiempos  de  Leovigildo.  El  reparto  de  los  terrenos  en  un 
principio  satisfacía  las  necesidades  de  unos  y  otros ;  pero  aumen- 
tada la  población,  las  dos  terceras  partes  no  eran  suficientes  á 
los  godos,  ni  la  tercera  de  los  indígenas  bastaba  á  sus  necesida- 
des agrícolas  y  pecuarias. 

Á  los  dominados  los  vejaban  con  impuestos:  no  permitían 
la  mezcla  de  su  raza  con  la  de  los  dominadores,  y  esta  cualidad 
de  intereses  y  guerra  intestina,  que  duraba  á  la  irrupción  sarra- 
cena, entró  por  mucho  en  la  manera  de  obrar  durante  la  invasión 
y  la  reconquista.  Los  que  los  godos  llamaban  romanos,  más  de- 
dicados á  la  agricultura,  y  por  tanto  con  una  riqueza  inmueble, 
fueron  los  que  quedaron  viviendo  entre  los  conquistadores.  Los 
godos  con  sus  ganados,  que  era  su  principal  riqueza,  y  los 
españoles  (los  dedicados  á  la  ganadería),  se  refugiaron  en  las 
montañas  del  Norte.  Sus  ganados  acostumbrados  á  la  trashuma- 
ción,  no  podían  prosperar  sin  los  invernaderos,  y  tuvieron  nece- 
sidad de  conquistarlos  de  los  enemigos.  Los  árabes  que  también 
eran  aficionados  á  la  ganadería,  y  establecieron  la  trashumación, 
según  cuenta  Reynaud,  y  refiere  más  al  pormenor  el  historiador 
Al-Haken,  necesitaban  los  pastos  de  invierno  y  no  podían  con- 
sentir que  sus  contrarios  los  recuperaran.  Esto  dio  lugar  á  la 
lucha,  en  la  que  entraba  por  mucho  la  prosperidad  ó  ruina  de 
la  ganadería.  Para  los  godos  y  españoles,  que  por  costumbre  y 
por  necesidad  explotaban  la  ganadería,  era  más  importante  la 
subsistencia  de  esta  explotación.  Por  esta  causa  á  medida  que 
iban  ensanchando  sus  dominios,  los  iban  también  ocupando  con 
el  ganado,  combinando  su  organización  militar  con  la  pastoril, 
cosa  que  no  tenían  que  estudiar,  pues  la  tenían  combinada  antes 
de  la  venida  de  los  moros  para  defender  sus  ganados  de  las  ase- 


J 


INTRODUCCIÓN  XLIII 


chanzas  de  los  que  ellos  llamaban  romanos,  sus  dominados;  pues 
aquella  autoridad  semicivil,  semi  militar  y  medio  administrativa, 
que  llamaban  Gardingo^  no  era  otra  cosa  que  lo  que  después 
de  la  reconquista  fué  el  Alcalde  Mayor  del  Concejo  de  la  Mesta/ 
como  ya  se  le  llamaba  en  1 3 1  o.  El  terreno  que  iban  ganando  lo 
dividían  en  provincias,  cada  una  la  gobernaba  un  Duque,  que 
mandaba  las  tropas;  la  administraba  el  Gardingo^  que  cuidaba 
de  defender  los  ganados^  juzgaba  las  discordias  entre  los  gana- 
deros, y  era  teniente  del  Duque  en  el  ejército.  Á  cada  población 
la  gobernaba  un  Conde  y  su  Vicario,  y  todos  los  moradores  esta* 
ban  obligados  á  presentarse  armados  al  ser  llamados  para  la 
guerra.  Á  medida  que  iban  ensanchando  sus  conquistas,  iban 
fortificando  ciudades  en  las  fronteras,  y  en  premio  de  estas  con- 
quistas  las  concedían  privilegios  que  en  un  principio  fué  el  dere- 
cho de  regirse  por  leyes  propias,  más  tarde  el  reparto  del  botín 
conquistado,  y  por  último  el  señorío  sobre  las  tierras  que  gana- 
sen, amparando  en  los  derechos  á  la  población  civil  el  Gardin- 
go,  ó  Alcalde  Mayor,  que  gobernaba  á  nombre  del  Concejo,  cuyo 
origen  se  remonta  al  siglo  vii. 

Este  antiquísimo  Concejo,  que  en  una  ú  otra  forma  le  hemos 
visto  figurar  en  todos  los  acontecimientos  de  nuestro  país  desde 
los  tiempos  más  remotos,  entrañó  en  sus  leyes  las  costumbres 
de  los  godos  en  el  aprovechamiento  de  las  dos  terceras  partes 
del  terreno  que  se  reservaron ;  su  subsistencia  fué  la  causa  y  la 
necesidad  de  la  reconquista,  y  cuando  durante  ésta  pudieron  ha- 
cerlo, se  dedicaron  á  escribir  y  restablecer  sus  reglamentos  y 
leyes  anteriores  á  la  invasión  árabe:  las  primeras  que  conoce- 
mos restablecidas  del  Fuero  de  Eurico,  son  los  privilegios  dados 
en  1273  por  D.  Alfonso  el  Sabio  á  este  Concejo  (i). 


(i)    Los  ejecutores  de  los  acuerdos  del  Concejo  eran : 

I  .**  Los  Alcaldes  ordinarios :  nombraba  uno  cada  cuadrilla  con  jurisdicción  en 
las  demandas  civiles  entre  Hermanos. 

2,"*  Alcaldes  de  Alzada :  se  nombraban  dos  por  cada  cuadrilla  para  recibir  las^ 
presentaciones  de  los  que  apelaren  de  los  Alcaldes  de  Cuadrilla,  ó  Juez  del  Con- 


XLIV  INTRODUCCIÓN 


En  estos  privilegios  daban  á  los  pueblos  de  los  puertos  rea- 
les, hasta  las  márgenes  del  Guadiana,  el  nombre  de  Extremos  ó 
Tierras  Llanas.   En  el  segundo  privilegio,  dado  en  Gualda 


Cejo,  para  que  ante  ellos  se  alegara  y  probase  lo  conveniente,  afín  de  que  los  Alcal- 
des de  Apelaciones  despacharan  brevemente. 

3.^  Alcaldes  de  Apelaciones:  nombraba  cada  cuadrilla  para  conocer  de  las 
jipelaciones  de  los  Alcaldes  de  Cuadrilla  y  Jueces  del  Concejo;  y  determinar  por 
los  procesos  que  ante  ellos  llevaren,  dos  días  antes  de  que  terminase  el  Concejo, 
para  si  alguna  de  las  partes  quisiera  apelar. 

4.*  Alcaldes  Entregadores :  eran  tenientes  del  Mayor,  y  por  él  nombrados, 
hasta  el  año  i  568,  en  que  fué  comprado  este  derecho  por  el  Concejo  al  Conde  de 
Buendia,  desde  la  cual  fecha  los  nombraba  el  presidente  del  Consejo  de  la  Corona 
en  cuatro  letrados,  uno  por  cada  Cuadrilla.  Tenían  cada  uno  sus  ministros,  que 
eran  un  Procurador  Fiscal,  un  Escribano  y  dos  Alguaciles.  Salían  á  establecer  sus 
audiencias,  dentro  de  veinte  días  de  concluido  el  Concejo,  en  los  sitios  que  pre- 
viamente se  señalaban,  que  habían  de  ser  en  cabezas  de  provincia,  partido  ó  pue- 
blos de  mucho  vecindario.  No  tenían  jurisdicción  contra  Hermanos  en  general; 
pero  sí  contra  los  que  de  ellos  maltrataban  ganados;  contra  los  que  fingían  ventas 
de  sus  ganados  para  perjudicar  á  otros  Hermanos;  contra  los  que  hurtaren  de 
diez  cabezas  arriba;  y  contra  los  Hermanos  que  resistieren  á  pagar  el  repartimien- 
to hecho  por  el  Concejo.  Reconocían  los  privilegios  ó  Ejecutorias  de  las  villas  ó 
pueblos  que  tratasen  de  quebrantar  los  del  Concejo,  y  procedían  contra  los  que 
los  alegaban,  cuando  no  eran  legítimos.  Castigaban  las  heridas  y  malos  tratamien- 
tos hechos  á  los  pastores.  Procedían  en  las  causas  de  ocupación,  ó  rompimientos 
de  cañadas;  contra  los  que  hacían  nuevas  dehesas  y  viñas;  contra  las  imposicio- 
nes y  acrecentamiento  de  tributos  á  los  ganados...  etc.,  etc. 

El  Concejo  de  la  Mesta  se  conoce  constituido  como  tal  desde  1 3 1 1 ,  y  se  compo- 
nía de  cuatro  cuadrillas,  cuyo  orden  de  jerarquías  era  el  de  sus  nombres:  Soria, 
Cuenca,  Segovia  y  León.  Sus  Alcaldes  Mayores  lo  fueron  por  derecho  propio  hasta 
el  año  1499  4^^  compró  el  concejo  el  oficio  al  Conde-Buendía.  Antes  de  esta  fecha, 
según  la  epístola  73  del  doctor  Fernán  Gómez  de  Cibdadreal,  año  de  1437,  «el 
cargo  de  Juzgaduría  é  Alcaidía  de  Mesta  fué  siempre  de  Fidalgos  de  honor...»  Con 
anterioridad  á  estas  fechas  ya  citadas  se  celebraban  dos  concejos  cada  año,  uno 
en  las  Sierras,  y  otro  en  los  Extremos.  En  1273  se  celebraba  un  concejo  de  mestas 
en  Montemolín  á  primero  de  Enero,  y  otros  dos,  uno  en  las  Sierras  y  otro  en  los 
Extremos,  en  los  puntos  que  en  el  de  Montemolín  se  acordaba:  posteriormente  sólo 
se  celebraban  dos;  los  de  las  Sierras  habían  de  celebrarse  desde  Berlanga  hasta 
Ayllón,  y  los  de  los  Extremos  desde  Don  Benito  hasta  Siruela  y  los  lugares  inter- 
medios. Hubo  en  esto  de  los  lugares  en  que  se  habían  de  celebrar  los  concejos 
muchas  cuestiones,  por  lo  que,  la  Provisión  de  27  de  Octubre  de  1600,  ordenó 
que  los  de  Extremadura  se  hicieran  en  Talavera,  Oropesa,  Puente  del  Arzobispo, 
ó  Villanueva  de  la  Serena;  y  los  de  Sierras  en  Ayllón,  Cifuentes,  Berlanga  ó  Buen- 
dia. No  concluyeron  con  esto  las  discordias  ni  se  cumplía  lo  acordado;  pues  se 
conservan  actas  de  concejos  celebrados  en  lo  que  hoy  es  Extremadura,  en  Don  Be- 
nito, Villanueva,  Siruela,  Guadalupe,  Mérida,  Santa  Cruz,  Medellín  y  Campanario; 
y  fuera  de  este  territorio  en  Barajas,  Puebla  de  Montalbán,  Leganés,  Humanes, 
Chinchón,  Móstoles,  Alcobendas,  Colmenar  de  Oreja,  Villaexcusa  de  Haro,  Naval- 
carnero,  Guadalajara,  Talavera,  Pinto,  Olmedo,  Madrid,  Algete,  Valdemoro,  Loe- 
ches,  Vallecas,  Chamartín  y  Escalona. 


INTRODUCCIÓN  XLV 


(Guadalajara)  el  2  de  Setiembre  del  año  de  1273,  se  dice  tex* 
tualmente:  «E  demando  y  defíendo  que  nenguno  sea  osado  de 
» prendarlos,  nin  de  embargarlos^  por  nengunas  de  estas  razo- 
»nes,  también  en  las  Sierras  como  en  los  Extremos.  ^ 

En  los  tiempos  anteriores  al  año  de  1609,  en  que  se  hizo  la 
recopilación  de  los  privilegios  de  la  Mesta,  se  llamaron  Extre- 
mos todos  los  terrenos  de  pastos  útiles  para  invierno,  ó  sean 
los  que  no  llamaban  Sierras  y  ocupaban  los  alcaldes  de  Tierras 
llanas.  Desde  1609,  con  motivo  de  asignar  los  Concejos,  se  re- 
dujo á  llamar  Extremos  los  terrenos  de  pastos  de  invierno  desde 
los  Puertos  Reales  hacia  la  Extremadura,  Mancha  y  Andalucía, 
como  puede  verse  en  el  cuaderno,  3.*  parte,  página  93,  Ley 
I.*,  tít.  14,  lib.  3  de  la  Recopilación. 

Antes  de  esta  fecha  se  llamaban  Extremos  todo  lo  que  no 
eran  sierras  é  invernaban  en  ellos  los  ganados  (i),  equivaliendo 
así  la  palabra  Extremo  á  invernadero,  y  á  el  extremo  del  viaje 
que  hacía  cada  rebaño  desde  la  Sierra  ó  punto  en  que  se  apa- 
ce n taba  en  el  verano,  hasta  el  sitio  en  que  había  de  pasar  el 
invierno  (2). 

En  el  privilegio  dado  por  D.  Sancho  en  el  año  de  1 288,  se 
decía  así :  « E  esto  non  tengo  por  bien ;  ende  mando  á  todos 
» aquellos  que  hobieren  á  dezmar  sus  ganados  en  los  Estremos, 
>que  non  tomen  carneros,  ni  ovejas...   salvo  que  los  cuenten,  y 


(i)  Pueden  verse  los  privilegios  concedidos  al  Concejo  por  D.  Sancho  en  To- 
ledo año  de  1 288 ;  los  de  D.  Juan  I  en  1 379 ;  la  Real  Carta  de  D.  Juan  11  en  1454; 
los  de  los  Reyes  Católicos  en  Jaén  en  1489;  de  Carlos  V  en  1529;  de  Felipe  II 
•en  I  <;  6 1 . 

(2)  No  es  porque  sus  extremos  sean  duroSy  como  se  dice  vulgarmente,  ni  por- 
que la  antigua  tocase  en  el  Duero,  sino  porque  adoptado  como  punto  de  partida 
de  los  Leoneses  el  río  Durio  ó  Duero  en  sus  expediciones  contra  los  árabes  del 
Sur,  pareció  bien  designar  las  tierras  sometida^  dándoles  un  nombre  acomodado 
á  la  distancia  ganada.  Nuestro  país  (por  Extremadura)  íué  desde  luego  un  Ultra- 
mar para  los  conquistadores,  lejano  extremadamente  del  Duero.  Añádese  que  en 
e\  siglo  XII  al  XIII,  que  fué  cuando  se  inventó  el  nombre,  era  efectivamente  nues- 
tra Extremadura  lo  más  distante  de  los  dominios  de  León.  Así  discurre  también 
con  aducción  de  datos  el  erudito  Padre  J.  B.  de  C,  autor  del  Roteiro  de  Portugal, 
hablando  de  su  Extremadura  portuguesa  ^Viu,  en  su  Extremadura,  al  1. 1,  pág.  5.) 


LXVI  INTRODUCCIÓN 


»que  tomen  de  vente  corderos  iino  por  la  mitad  de  diezmo  en  el 
^  Estremo  que  el  ganado  pastare^  é  que  le  den  carta  de  paga- 
amento.» 

Y  en  las  concesiones  hechas  en  las  cortes  de  Valladolid  por 
el  propio  rey,  en  22  de  Mayo  de  1293,  X  ^  petición  déla  ciudad 
de  Plasencia,  se  decía:  «Otro  sí:  A  lo  que  nos  pidieron  que  no 
»se  les  tome  servicios  de  los  ganados  que  no  salieren  de  sus 
>  términos  para  ir  á  estremo ^  é  invernasen  en  la  tierra,  tenemos 
>por  bien  que  no  se  lo  demanden  ni  se  lo  tomen  de  los  ganados 
9 que  allí  moraren  todo  el  año.» 

Por  lo  que  se  ve  bien  claro  que  llamaban  Extremos  á  los 
invernaderos  ó  puntos  á  que  iban  á  pasar  los  ganados  el  invier- 
no, ya  fueran  de  Extremadura,  de  Castilla  ó  Andalucía,  demos* 
trándonos  también  esto  que  se  han  conocido  con  el  nombre  de 
Extremadura  diversas  comarcas,  distintas  de  la  conocida  hoy 
por  esta  denominación. 

Y  á  que  perdieran  el  nombre  de  Extremaduras  las  Tierras 
Llanas,  Extremos  ó  Invernaderos  que  hay  de  la  cordillera  Car- 
petovetónica  arriba,  contribuyó  eficazmente  la  Ley  i.*,  título  14,^ 
libro  3  de  la  Recopilación  hecha  de  los  privilegios  en  1 609 ;  y 
además,  el  acuerdo  tomado  anteriormente  por  el  Concejo  cele- 
brado en  el  Burgo  de  Osma  el  año  1561,  en  el  que  dispusieron, 
respecto  á  la  concurrencia  de  los  alcaldes  de  Tierras  Llanas  6 
Extremos,  que:  «Los  Alcaldes  del  dicho  concejo,  que  estuvieran 
»de  Ciudad  Real  abajo,  y  de  Toledo  y  de  Talavera  y  Plasencia, 
»sean  obligados  á  ir  en  cada  un  año  al  concejo  que  se  hace  en 
»las  Extremaduras.»  Por  esta  causa  de  que  los  alcaldes,  estos, 
concurrían  á  los  concejos  de  las  Extremaduras,  y  los  otros  de 
estas  poblaciones  arriba,  aunque  eran  de  Extremos,  Extrema- 
duras  ó  Tierras  Llanas,  concurrían  á  los  concejos  de  las  Sierras, 
vino  á  reducirse  y  concretarse  el  nombre  de  Extremadura  á  los 
territorios  de  Extremos  que  están  de  Puertos  Reales  abajo  (i). 

(i)    á  la  misma  Extremadura  de  Puertos  abajo  se  aludía  en  los  ordenamientos- 
que  hicieron  las  Cortes  de  Burgos  celebradas  en  1379,  cuando  dicen:  «Otro  sí: 


INTRODUCCIÓN  XLVII 


Parécenos  que  estas  razones  prueban  suficientemente  el  ori- 
gen del  nombre  Extremadura  y  las  razones  históricas  que  exis- 
ten para  que  por  dicho  nombre  sean  conocidas  hasta  hoy  las 
provincias  de  Badajoz  y  Cáceres. 

Las  armas  ó  blasones  que  éstas  tuviesen  desde  el  siglo  xiii 
son  las  mismas  que  adoptó  Badajoz,  cabeza  de  Extremadura, 
desde  que  la  conquistara  del  poder  de  los  árabes  el  rey  D.  Al- 
fonso IX  de  León.  Son,  pues,  estas  armas,  dos  columnas  sobre 
<:ampo  azul  con  dos  leones  rapantes  y  coronados.  Sobre  la 
<:abeza  de  estas  dos  columnas  se  lee  Non  plus  ultra,  esto  es, 
no  más  allá,  expresando  sin  duda  con  esto  que  en  Extrema- 
dura terminaban  los  límites  del  reino  de  León,  como  as{  era  la 
verdad. 


A  lo  que  nos  pidieron  por  merced,  que  cuando  reuniésemos  Cortes  ó  Ayuntamien- 
tos que  mandásemos  fuesen  dadas  posadas  convenientes  y  barrio  apartado  á  to- 
dos los  Procuradores  de  nuestros  Reinos,  y  que  sea  entregado  el  barrio  al  primer 
Procurador  que  viniere  de  Castilla,  ó  de  León,  ó  de  las  ExtremaduraSy  6  de  las 
Andulucias  para  que  lo  guarde  y  reparta.» 


Badajoz 


CAPITULO  PRIMERO 


El  puente  de  las  Palmas. 

Origen  de  la  ciudad  de  Badajoz  y  su  importancia 

en  tiempo  de  los  romanos. —  Badajoz,  cabeza  del  reino  de  Algarve  y 

la  Lusitania 


I 


N  las  guerras  de  Viriato,  anterior  á  los  roma- 
nos, la  hoy  ciudad  de  Badajoz  se  conocía  con 
el  nombre  de  Civitas  Pacis,  No  se  sabe  el 
origen  de  este  pueblo  que  debió  ser  funda- 
ción de  los  turdetanos. 

Una  pequeña  cadena  eslabonada  de  coli- 
nas calizas  corta  transversalmente  el  curso 
del  Guadiana,  que  no  pudo  atravesar  sin  for- 
mar un  ángulo  para  ir  en  busca  de  la  peque- 
ña cortadura  por  que  pasa  encajonado.  Bada- 
joz domina  la  orilla  izquierda  de  este  desfiladero,  sucediendo 
otro  tanto  al  fuerte  de  San  Cristóbal,  construido  en  la  eminencia 
de  la  colina  opuesta.  Sobre  la  orilla  izquierda,  la  pendiente  de 
la  colina,  modificada  por  el  arte,  está  coronada  de  casas  que 


descienden  en  anfiteatro  hacia  el  río,  aprisionadas  por  un  cerco 
de  murallas  inexpugnables  en  otros  tiempos  y  hoy  perfectamente 
inútiles  ante  los  modernos  progresos  en  el  arte  de  la  guerra. 

Visto  Badajoz  desde  el  lado  opuesto  al  río  ofrece  un  pano- 
rama sorprendente.  A  la  derecha,  tocando  casi  con  los  antiguos 
muros  romanos,  asoma  el  palacio  del  príncipe  de  la  Paz.  Un 
grupo  central  de  edificios  y  torres  antiguas  separa  el  referido 
palacio  de  otro  edificio  destinado  á  maestranza  de  artillería, 


obra  de  ñnes  del  siglo  xviii,  que  se  levanta  al  otro  extremo  de 
la  ciudad;  y  antepuesto  á  esta  hermosa  vista  el  río  Guadiana 
corre  majestuosa  y  pausadamente,  como  temeroso  de  tener  que 
entregar  pronto  sus  cristalinas  aguas  al  reino  vecino  (i). 

Pero  lo  que  mayormente  resalta  en  este  cuadro,  ante  los 
ojos  del  espectador,  es  el  puente  que  frente  á  la  ciudad  atravie- 
sa este  río.  Es  una  obra  sorprendente  que  se  comenzó  en  1460 
y  se  temünó  en  los  tiempos  de  D.  Felipe  I  llamado  el  Hermoso. 


(t)  El  Guadiana  ha  recorrido  desde  au  nacimiento  haaU  Badajoz,  461  kilóme- 
tros, 87;  mctrosiy  77  kilámetros  después,  en  el  538  de  au  curso,  entra  en  Portu- 
gal, en  cuyo  reino  discurre  en  una  longitud  de  t  $0  kilómetros  próximamente. 


BADAJOZ  53 


La  fecha,  pues,  de  esta  obra  es  de,  principios  de  la  segunda 
mitad  del  siglo  xv,  aunque  la  portada  de  la  ciudad  es  de  Feli- 
pe I,  si  bien  por  el  cordón  franciscano  que  en  los  extremos  altos 
y  bajos  de  los  torreones  se  ve,  parece  como  terminada  esta 
obra  en  tiempos  de  la  regencia  del  cardenal  Cisneros. 

En  esta  época,  pues,  se  levantó  una  de  las  maravillas  más 
grandiosas  que  guarda  Extremadura :  el  puente  sobre  el  Gua- 
diana  (el  Aunas  de  los  romanos  y  el  Guadal-ana  de  los  ára-^ 
bes),  llamado  hoy  de  las  Palmas ^  por  las  muchas  que  había 
puestas  por  nuestros  anteriores  dominadores  á  la  entrada  del 
mismo,  desde  la  Puerta  de  la  Traición,  más  allá  de  la  Breva^ 
Cana  (i),  hasta  el  sitio  que  después  se  conoció  con  el  nombre 
de  plaza  de  la  Cruz,  ya  dentro  de  los  muros  de  la  ciudad  (2). 

El  viajero  que  contempla  tan  preciosa  obra,  queda  sorpren- 
dido de  cuánto  puede  la  mano  del  hombre  guiada  por  su  inteli* 
gencia,  y  no  acierta  á  comprender  que  este  monumento  sea  de 
los  tiempos  modernos,  atribuyéndolo  á  los  romanos,  que  hacían 
estas  obras  de  fama  imperecedera. 

Sea  esta  obra,  pues,  la  más  famosa  y  grande  que  guarda 


(i)  Las  inmediaciones,  hasta  el  siglo  xvii,  eran  un  verdadero  verjel  de  huer- 
tos frondosos,  plantas  aromáticas  y  árboles  frutales.  Desde  el  cerro  del  Almendro 
hasta  la  Granadilla,  por  la  parte  acá  del  Guadiana,  y  desde  los  llanos  de  Gévora 
hasta  las  orillas  del  Gaya,  las  palmeras  y  naranjales  daban  sombra  y  frescura  al 
caminante  y  sabrosos  frutos  á  la  alimentación  del  vecindario.  Y  hasta  dentro  de  la 
ciudad  se  extendían  los  beneficios  de  esta  varia  y  rica  vegetación,  de  la  que  hoy 
no  se  conserva  ni  el  más  leve  vestigio.  Un  historiador  eclesiástico  del  siglo  xvii^^ 
Gil  González  Dávila,  dice  á  este  propósito  lo  siguiente  :  «  Lo  interior  de  la  ciudad 
(de  Badajoz)  abunda  en  huertos  y  planteles;  cógense  muchas  naranjas,  limas,  limo- 
nes y  aceitunas  que  exceden  en  grandeza  alas  buenas  de  Andalucía. Tiene tambiéa 
muchas  palmas,  que,  descollándose  por  el  aire,  dan  á  los  ojos  una  linda  vista.  Den- 
tro y  en  su  contorno,  se  recoge  mucho  pan,  vino,  aceite,  fruta  y  caza.» 

(3)  Entre  lo  llamado  la  Breva  Cana  y  el  Puente  de  Palmas  se  hizo  un  bonito 
paseo  público  en  1535,  por  mandado  del  Corregidor  D.  Gonzalo  de  Mafra^  abrién- 
dose á  orillas  del  río  una  fuente  que  se  le  llamó  la  de  Mafra,  Este  fué  el  primer  pa- 
seo público  que  tuvo  Badajoz,  abundando  en  él  las  palmas  y  los  álamos,  no  meno8> 
que  los  chopos,  mezclados  con  los  naranjos  y  limoneros.  En  la  plaza  de  la  Cruz  se 
hizo  otro  paseo  en  17 14;  pero  el  Corregidor  Galindo,  en  1812  edificó  el  que 
se  conoció  hasta  1870,  destruido  para  dar  paso  á  una  carretera  de  circunvala- 
ción. 


54  Badajoz 


Extremadura.  El  puente  de  Mérida  (i)  construido  por  Augusto 
y  ampliado  por  Trajano,  aunque  mucho  más  largo,  no  tiene 
comparación  con  el  de  Badajoz,  pues  la  fábrica  defectuosa  del 
emeritense  por  sus  torturas  y  desniveles  en  las  rasantes,  pjerde 
la  importancia  que  pudiera  tener  para  el  estudio  de  la  arqueo- 
logía, y  sólo  encierra  un  recuerdo  histórico  por  la  antigüedad 
que  reconoce.  Y  el  de  Alcántara  (2),  construido  por  Trajano,  es 
más  majestuoso  por  su  elevación,  pero  más  estrecho  y  corto  que 
el  de  Badajoz,  así  es  que  no  puede  considerarse  mejor  que  éste. 

El  puente  de  Palmas  es  en  su  fábrica  elegante,  y  por  su 
construcción  y  estilo,  de  tiempos  relativamente  modernos.  Todo 
en  línea  recta  y  subido  en  el  centro  1*92  para  la  vertiente  de 
las  aguas,  hacen  de  él  una  obra  completa  y  digna  de  estudio 
para  los  arquitectos.  No  tiene '  la  latitud  del  de  Mérida,  ni  la 
elevación  del  de  Alcántara,  como  hemos  dicho  ya,  pero  es  en  su 
conjunto  una  obra  mejor  acabada. 

Su  latitud  consiste  en  6*84  metros,  y  su  longitud  en  582*30, 
con  treinta  y  dos  arcos,  todos  diferentes  entre  sí,  pues  se  com- 
prende que  la  simetría  y  elegancia  de  la  obra  fueron  sacrificadas 
á  su  solidez,  puesto  que  la  cimentación  de  los  arcos  está  basada 
sobre  piedra  viva,  exceptuando  el  del  medio,  que  tuvieron  que 


f , 


d)  Mide  820'!  2  de  largo  por  8' 3 6  de  ancho.  La  parte  realmente  más  antigua 
de  esta  obra  es  la  que  está  pegada  á  la  ciudad  y  concluye  en  la  capilla  de  San  An- 
tonio, midiendo  un  trayecto  de  640  varas.  Trajano  hizo  su  prolongación  y  las  pla- 
zas que  había  á  los  costados,  en  la  parte  central  con  plazas  muradas  y  que  servían 
como  de  aduanas  cuando  era  el  río  navegable  y  por  él  venían  los  barcos  desde 
Ayamonte,  y  aun  desde  el  mar  á  la  Roma  ibérica,  como  nos  enseña  aquel  cantar 
que  decía : 

Mérida,  que  en  las  Españas 
algún  tiempo  fuiste  Roma. 

La  altura  de  este  puente,  desde  el  nivel  ordinario  de  las  aguas,  es  de  diez  me- 
tros, y  respecto  á  la  navegación  del  Guadiana,  Estrabón  confirma  este  aserto,  co- 
mo ya  decimos  en  el  prólogo  de  esta  obra. 

(2>  Tiene  189^49  de  longitud  por  6^69  de  ancho,  y  mide  una  altura  sobre  el 
nivel  del  agua  de  setenta  y  tres  metros.  Fué  construido  en  103  de  j.  C,  ó  sea  el 
quinto  del  Consulado  de  Trajano. 


empotrarle  entre  cajones  de  piedras  y  morteros  de  argamasas, 
cruzados    por 
tirantes  de  hie- 
rro. Mide  su  al- 
tura,  sobre  el 
nivel    ordinario 
de  las  aguas,  en 
su  mitad  13' 7  2 
metros  y  12*32 
en  sus  costados. 
Aunque  parezca 
ésta  poca  altu- 
ra, no  lo  es  en  S 
sí,  considerando                                                                                    < 
que  el  Guadla-                                                                                   . 
na  se  extiende       ;,                                                                    ^ 
por  entre  los  ar-  * 
eos  del  puente    ■  z 
hasta  5 1 5  me-                                                                            £ 
tros,    y  su  co-                                                                                   ^- 
rriente   marcha                                                                            S 
sosegada,  como                                                                            < 
ofendida  tal  vez 
del  poco  apre- 
cio  en    que  la 
tienen  los  extre- 
meños. 

Y  si  mira- 
mos la  situación 
topográfica  del 
puente,  no  de- 
jará de  extra- 
ñamos que  se 
construyese  la  obra  de  tan  colosales  dimensiones  en  un  terreno 


56  BADAJOZ 


tan  llano,  y  precisamente  donde  el  río  se  extiende  más,  tenien- 
do tan  próximo  otro  punto  más  propio,  entre  el  castillo  y  el 
fuerte  de  San  Cristóbal,  por  donde  el  río  corre  más  estrecho, 
canalizado  por  dos  altos  cerros  de  roca  viva,  sobre  la  que  podía 
apoyarse  toda  la  obra;  y  buscando  en  el  centro  tierra  firme  para 
estribar  un  pie  con  arranques  á  izquierda  y  derecha,  pudo  hacerse 
un  puente  más  alto  que  el  de  Alcántara,  con  dos  ojos  solamen- 
te, ahorrándose  por  este  trazado  una  mitad  de  la  obra,  pues  así 
no  hubiera  excedido  de  260  metros.  Esto  nos  induce  á  creer 
<jue  el  puente  se  hizo  sobre  cimientos  de  otro  anterior;  pero  sin 
autenticidad  que  lo  justifique,  no  nos  atrevemos  á  afirmarlo.  Las 
reglas  de  buena  arquitectura  enseñan  que  para  construir  un 
puente  se  ha  buscado  siempre  lo  más  estrecho  del  río  y  donde 
sus  orillas  están  á  más  altura. 

Los  romanos  adoptaron  este  sistema  en  casi  todos  los  que 
construyeron.  Véase  el  de  Lérida  sobre  el  Segre;  el  de  Alcántara 
sobre  el  Tajo;  el  del  Istro  (Danubio),  también  de  Trajano  (i), 
y  otros  muchos  de  aquella  época.  Y  el  no  hacerse  el  de  Palmas 
donde  indicamos,  nos  afirma  que  hubo  otro  en  el  mismo  sitio, 
construcción  de  los  godos  ó  de  los  árabes,  y  el  cual  sirvió  para 
cimentar  la  obra  nueva.  Pero  sea  como  quiera,  el  puente  de  Pal- 
mas es  una  obra  grandiosa,  que  merece  ser  conocida  por  todos 
los  amantes  de  los  estudios  arquitectónicos. 

Todavía  en  el  siglo  xvi  se  veía  sobre  un  arco  que  tenía  á  su 
salida  para  Portugal,  una  piedra  con  esta  inscripción,  casi  ile- 
gible : 

P...  AUG... 

EDIFICAVIT  PONTEM... 

HISPANIA...    REXS... 

ANNO  DE  MCDLX. 


(i)  Fué  cortado  después  en  i  24  por  Adriano  para  impedir  el  tránsito  de  los 
germanos  y  godos.  Tenía  veinte  pilares  de  34^28  de  elevación  por  i6'72  de  an- 
chura, con  una  longitud  de  86  i'o8. 


BADAJOZ  57 

Tiene  á  su  entrada  por  la  ciudad  dos  altos  torreones  que  le 
sirven  de  defensa,  pues  sobre  ellos  se  colocan  culebrinas  de  me- 
tralla, para  barrer  el  paso  del  puente.  Estos  torreones,  así  como 
la  puerta  que  está  en  medio  de  ellos,  son  de  un  gusto  excelente 
y  tienen  gran  mérito  arquitectónico.  El  arco  del  centro  es  jónico, 
muy  sencillo,  artesonado  de  cuadros  y  molduras,  todo  ello  tra- 
bajado primorosamente  en  piedra  de  mármol.  En  el  frontis  hay 
una  inscripción  que  indica  la  época  en  que  se  hizo  la  obra,  y  de- 
bajo dos  cabezas,  encerradas  en  dos  orlas  circulares,  dando  los 
retratos  de  Isabel  I  y  de  D.  Fernando  V.  La  expresada  inscrip- 
ción dice  así: 

PHILIPUS   HISPANIARUM    FLANDRI   ET   UTRISQUE   SICILIAE 
PRINCEPUS   CAROLI   V.    ROMANORUM    IMPERATORIS 

FILIUS.    ANNO    1 55 1. 

Puede  leerse  así:  t  Felipe,  príncipe  de  España,  Flandes  y 
>  ambas  Sicilias ,  hijo  de  Carlos  V ,  emperador  romano ,  afto 
de  1551.»  En  este  afto  fué  reconocido  heredero  del  reino  de  los 
Países-Bajos,  y  su  padre  le  otorgó  poderes  en  la  ciudad  de 
Ausburgo  para  que  se  encargara  del  gobierno  de  Espafta. 

Los  torreones  se  elevan  á  una  altura  de  16  metros;  sin  duda 
como  obra  de  los  tiempos  del  cardenal  Cisneros,  están  envueltos, 
arriba  y  abajo,  del  cordón  que  aquel  regente  cogullado  ceñía  á 
todas  sus  obras,  símbolo  de  la  Orden  franciscana,  á  la  que  él 
pertenecía  (i). 

Tal  era  la  obra  comenzada  en  1 460  y  terminada  en  tiempo 
de  Cisneros. 

Pero  el  monumento  que  sobre  el  Guadiana  hicieron  en  aque- 
llos tiempos  no  debió  tener  toda  la  solidez  necesaria  para  sufrir 
la  fuerza  de  las  aguas  en  época  de  inundación,  pues  ochenta  y 


(i)    Sirvieron  estos  torreones  circulares  hasta  1823  para  prisión  de  Estado,  y 
en  ellos  han  estado  presos  todos  los  personajes  políticos  y  grandes  criminales  que 
fueron  juzgados  en  Badajoz  desde  que  se  terminó  esta  obra. 
8 


$8  BADAJOZ 


cinco  años  más  tarde,  en  1545,  tuvo  una  crecida  tan  grande  el 
Guadiana,  que  sus  aguas  se  elevaron  sobre  el  nivel  ordinario 
1 4*78  metros,  esto  es,  i'o6  por  cima  de  las  barandas.  En  este 
estado  corrió  el  río  tres  días.  Como  se  comprende,  esto  tenía 
que  dar  fatales  resultados  á  la  obra,  y  en  el  descenso  de  las 
aguas  se  notó  la  caída  de  los  tres  ojos  últimos,  la  ruina  de  los 
seis  anteriores,  el  deterioro  de  los  restantes  y  el  hundimiento  del 
arco  monumental  que  había  á  su  salida,  y  en  cuyo  frente  se  en- 
contraba la  inscripción  á  que  antes  nos  hemos  referido. 

La  recomposición  importaba  millones,  y  no  era  fácil  por  de 
pronto  reparar  tanto  mal.  Pero  pasó  tiempo.  Transcurrieron 
treinta  y  cinco  aftos.  En  el  de  1580,  cuando  la  muerte  del  car- 
denal-rey D.  Enrique  de  Portugal,  vino  á  Badajoz  D.  Felipe  II 
á  la  cabeza  de  las  tropas  mandadas  por  el  Duque  de  Alba,  que 
conquistó  el  vecino  reino;  y  el  monarca  español,  que  ardía  en 
deseos  de  mejorar  las  poblaciones  por  donde  pasaba,  mandó  que 
repararan  el  puente,  no  omitiendo  gastos,  hasta  ofreciéndose  á 
contribuir  con  una  gran  suma  (que  nunca  dio),  en  caso  de  que 
hiciera  falta  dinero.  Y  en  efecto,  animado  el  Ayuntamiento  de 
Badajoz,  y  á  la  cabeza  del  cuerpo  municipal  su  prefecto  D.  Die- 
go Hurtado  de  Mendoza,  emprendieron  la  obra  en  1581  y  nos 
la  dieron  terminada  quince  después,  en  el  de  1596,  como  lo  ex- 
presa la  siguiente  inscripción  que  hasta  1 869  se  veía  en  el  centro 
de  la  derecha,  y  que  decía  así: 

FHILIPPHO.   11.    HISP.    ET.    IND.    REGE.    URBIS. 
PROEFECTUS    DÚO.    DI.** — HUR.°   D 
MENDOCA.    S.   P.   Q.   PACIS   AUGUSTíE  OPUS  HOC.   PUBLICAE 

totl  orbis  saluti,  publicis,  sumptib 

perfectum:  dicavit 

anno  domine  mdxcvi. 

Nosotros  leemos  en  esta  inscripción  lo  siguiente :  c  Siendo 
>Don  Felipe  II  rey  de  las  Españas  é  Indias  y  Gobernador  de 
testa  Ciudad  Don  Diego  Hurtado  de  Mendoza,  el  Senado  ó 


BADAJOZ  59 


t  Ayuntamiento  de  Paz  Augusta  dedicó  á  la  salud  de  todo  el 
»orbe  esta  obra,  acabada  de  los  fondos  públicos,  en  el  año  del 
>Seftor  de  1596.» 

Por  cima  de  esta  inscripción  lucían  varios  blasones  (i):  en  el 
centro  los  de  la  casa  de  Austria,  á  la  derecha  los  de  la  Ciudad, 
iguales  á  los  que  tienen  adoptados  sus  Ayuntamientos,  y  á  la 
izquierda  los  de  la  familia  de  Mendoza,  descendiente  de  la  de 
Solís,  por  lo  cual  ostentan  sus  armas,  luciendo  su  motete  de  Ave 
María  y  Gracia  Plena, 

Muy  radical  y  completa  sería  la  restauración  que  se  hizo 
entonces  del  puente  de  las  Palmas,  cuando  se  atrevieron  á  decir 
que  aquella  obra  fué  acabada  en  1596,  y  ni  aun  se  creyeron 
obligados,  los  que  la  dispusieron^  á  conservar  la  inscripción  que 
había  sobre  el  arco  de  salida  al  camino  de  Portugal,  como  era 
de  rigor,  pues  realmente  no  se  hizo  en  1596,  sino  en  1460,  y  el 
corregidor  Mendoza,  sólo  por  un  arranque  de  vanidad,  nunca 
justificado,  pudo  decir  que  fué  hecha  en  su  tiempo. 

Pero  no  fué  esta  la  sola  vez  que  el  puente  necesitó  restaura- 
ciones por  los  desperfectos  que  sufriera  con  las  avenidas  del  río, 
pues  que  cincuenta  y  ocho  aftos  después,  en  el  de  1603,  hubo 
otra  que  también  vertió  el  agua  por  cima  de  las  barandas,  y  de 
cuyas  resultas  se  derribaron  nada  menos  que  los  trece  ojos  últi- 
mos ;  es  decir,  que  sólo  quedaron  en  pie  los  quince  primeros,  que 
son  indudablemente  los  más  resistentes,  como  que  fueron  los 
dirigidos  por  el  famoso  arquitecto  Juan  de  Badajoz,  y  su  restau- 
ración fué  seguida  del  plan  que  diera,  en  1594,  Juan  de  Herrera. 

El  poeta  extremeño  Joaquín  Ranero  de  la  Cepeda,  nacido 
en  Badajoz  en  los  mediados  del  siglo  xvi,  pintando  la  entrada 
de  Felipe  II  en  dicha  ciudad,  cuando  la  visitara  en  1580,  hace 
referencia  á  este  puente,  como  puede  verse  por  los  siguientes 


(i)  Don  Diego  Hurtado  de  Mendoza  era  de  Badajoz,  y  8u  casa  solariega  todavía 
está  en  pie,  calle  de  Chapín,  número  18.  Sobre  la  puerta  luce  aún  el  escudo  de 
los  de  Solís,  de  quien  era  oriundo  por  su  madre,  D."  Ramona  Solís. 


6o  BADAJOZ 

versos  que  acotamos  de  la  preciosa  poesía  que  el  vate  dedica  al 
hecho  citado: 


Entre  Orinace  (i)  y  la  Muela  (2) 
deslizase  el  Guadiana, 
dibujando  en  sus  cristales 
el  cielo  puro  del  alba. 

Corónanle  largo  puente 
que  hoy  une  tierras  hermanas, 
y  que  fueron  otro  tiempo 
de  Bética  y  Lusitana.  . 

Cuatro  arcos  trazó  allí  Herrera 
que  han  de  ser  de  eterna  fama 
si  no  los  tres  de  la  puente 
el  de  Puerta  de  los  Palmas. 

Por  él  pasó  victorioso 
el  gran  duque  de  Alba, 
de  la  conquista  del  Luso 
con  las  tropas  castellanas. 

Montaba  un  bruto  alazán 
de  cabos  negros  y  plata, 
de  soberbia  fermosura 
que  envidió  la  mesma  Arabia. 

A  su  derecha  Felipe 
desnuda  lucía  la  espada, 
brillando  más  que  el  acero 
la  grandeza  de  monarca. 


Destruida,  pues,  una  gran  parte  del  puente,  la  restauración 
no  se  hizo  esperar  mucho  tiempo,  pues  como  expresa  la  siguien- 
te inscripción,  nueve  años  más  tarde  estaba  ya  muy  adelantada 
la  obra.  Hela  aquí  como  se  encontraba  grabada  sobre  el  arco  27, 
y  en  una  gran  piedra  de  mármol,  fija  sobre  la  baranda  derecha 
del  puente,  hasta  1869: 


( ¡ )  El  cerro  donde  está  hoy  el  actual  fuerte  llamado  de  San  Cristóbal.  Se  llamó 
en  otros  tiempos  de  Orinace  por  tener  en  él  su  palacio  los  condes  ó  duques  de 
este  nombre. 

(2)  El  cerro  en  que  está  asentado  el  castillo  de  Badajoz,  y  que  por  afectar  su 
forma  á  la  de  una  muela,  se  le  conoció  por  largos  años  con  este  nombre. 


i 


Badajoz  6i 


Reedificó  esta  puente  desde 


6  días  de  Julio  de  i6og  años  por  mandado 

de  S.  Magestad  siendo  Corregidor  de  esta 

Ciudad  y  Juez  de  Comisión  para  ello, 

D.  Fernando  Ruiz  de  Alarcon,  Caballero 

del  Abito  de  Santiago  y  Señor  de  las  billas 

'  de  Santa  Maria  del  Campo,  Balera 

y  Proveda^  en  su  tiempo  sacó  todos  los 

cimientos  de  ella  y  hizo  construir 

pilares  y  seis  arcos  y  otras 

cosas f  hasta  6  dias  de  Junio 

de  1612  años  que  dejó 

la  bar  a  (i). 

Siguieron  las  obras  de  restauración,  después  del  mando  de 
Ruiz  de  Alarcón,  y  ya  en  1620  estaba  terminado  el  puente  y 
comenzado  el  fortín  que  está  á  su  salida,  el  cual  se  terminó 
en  1626  (2). 

Es  de  notar  en  la  avenida  de  1 603  que  el  resto  del  puente 
no  sufrió  detrimento  alguno,  aunque  el  agua  se  elevó  á  tres  pies 
sobre  la  baranda  del  puente. 

Pero  no  han  sido  éstas  las  únicas  avenidas  del  Guadiana,  ni 
tampoco  las  últimas  reparaciones  del  puente. 

En  Enero  de  1 796,  estando  Carlos  IV  en  Badajoz  con  toda  su 
corte,  preparando  la  guerra  contra  Portugal,  ocurrió  otra  aveni- 
da que  subió  el  agua  14*80  metros  sobre  su  nivel  ordinario.  Se 
temió  que  el  puente  fuese  arrollado  por  la  corriente,  que  jamás 
se  había  visto  tan  impetuosa.  Una  tarde  se  reunieron  con  Car- 


(í)  Dice  aquí  el  Corregidor  que  reedificó  el  puente;  que  hizo  i  i  pilares,  á  que 
corresponden  1 2  arcos,  y  de  éstos  sólo  construyó  seis.  Pues,  i  y  los  otros  seis,  se 
hicieron  ellos?  {Y  cuatro  pilas  más  y  cuatro  arcos  que  faltaban  hasta  los  1 6  des> 
truidos,  quién  los  hizo  ?  |  Lástima  que  callase  los  nombres  de  D.*  Maria  del  Carmen 
Valero,  natural  de  Talavera  la  Real,  y  de  otras  personas  y  corporaciones  de  Bada- 
joz que  no  eran  corregidores  y,  sin  embargo,  contribuyeron  con  sus  capitales  á  la 
obra! 

(2)  Treinta  y  dos  años  más  tarde  este  fuerte  tuvo  su  historia,  con  motivo  de 
la  guerra  con  Portugal.  En  1658  el  regimiento  de  infantería  titulado  Tercio  viejo 
de  Sevilla,  mandado  por  el  marqués  de  Lanzarote,  hizo  en  estos  muros  heroicida- 
des, y  defendió  la  entrada  del  puente  admirablemente ;  pero,  poco  después,  cayó 
todo  el  regimiento  prisionero  en  el  fuerte  de  Pardaleras,  el  i  «5  de  Enero  de  16^9. 


02  BADAJOZ 


los  IV  y  el  alcalde- corregidor,  el  marqués  de  Cagigal,  todos  los 
demás  grandes  que  acompañaban  á  la  corte  y  hasta  Godoy,  á 
fin  de  tratar  del  medio  más  á  propósito  para  añrmar  el  puente, 
por  cuya  seguridad  temían  todos,  disponiéndose  colocar  sobre 
él  cuarenta  piezas  de  artillería  de  gran  calibre.  Godoy,  entre 
serio  y  sonriente,  opinó  porque  pusiesen  sobre  el  puente  «cuatro 
gallegos,  en  la  seguridad,  según  él,  de  que  pesarían  más  que 
toda  la  artillería  junta  de  la  plaza.» 

En  1814  hubo  otra  avenida  que  elevó  el  agua  12*10  metros 
sobre  el  nivel  ordinario. 

En  1823  sucedió  otra  que  fué  menor  que  la  anterior,  pues 
elevó  el  agua  9*40  metros  sobre  el  nivel  ordinario. 

En  1859  sucedió  otra  que  subió  el  agua  á  la  altura  de  la 
de  1814. 

En  1869  sucedió  otra  que  subió  á  la  altura  de  la  de  1823. 

En  ésta  el  puente  quedó  algo  resentido,  hasta  el  punto  de 
que  en  1871  se  hizo  en  él  una  reforma  consistente  en  sustituir 
los  macizos  antepechos  de  mampostería  y  sillería,  por  una  ligera 
balaustrada  de  hierro  descansando  sobre  las  aceras  ó  andenes 
de  piedra  de  grano  levantadas  sobre  el  paseo  central  que  se 
formó  de  piedra  partida.  Con  esto  se  mejoró  el  piso,  que  antes 
era  de  adoquín  muy  gastado,  y  por  tanto,  incómodo  para  el 
tránsito  de  carruajes,  y  se  aumentó  en  más  de  un  metro  la  an- 
chura con  la  desaparición  de  los  antiguos  antepechos  y  el 
vuelo  que  se  dio  á  las  losas  de  los  andenes  (i). 


( 1 )  Entonces  fué  el  derribar  los  antepechos  de  mampostería,  y  cuando  desapa- 
recieron las  inscripciones  de  las  obras  de  i  596  y  las  de  1 6 1 2,  sin  que  la  Comisión 
de  Monumentos  históricos  de  la  provincia  haya  reclamado  estas  lápidas,  como 
pudo  hacerlo,  puesto  que  autoridad  tenía  para  ello,  y  las  disposiciones  que  se  han 
dado  en  varias  épocas  por  el  Gobierno  se  lo  imponía.  ^Á  dónde  han  ido  á  parar 
estas  inscripciones?  Apenas  si  han  pasado  doce  años  desde  que  han  desaparecido 
del  puente,  y  ya  nadie  podrá  respondernos  satisfactoriamente.  Y  sucederá  con 
estas  inscripciones  lo  que  con  las  que  poseyó  el  canónigo  Dosma  y  Delgado,  lo 
que  con  la  del  arco  del  puente  de  Palmas,  referente  á  la  primitiva  construcción 
del  mismo  en  1460,  lo  que  con  la  sepulcral  árabe  encontrada  en  Santa  María  del 
Castillo,  y  lo  que  con  otras  tantas  inscripciones  antiguas,  aparecidas  en  diversas 
épocas  y  perdidas  para  la  historia  patria.  Cuando  se  edificaba  el  Seminario  Conci- 


BADAJOZ  63 


Lástima  fué  que  por  economía  se  hubiese  puesto  una  baran- 
da de  hierro  tan  poco  consistente  que  al  menor  empuje  cedía, 
y  peor  aún  el  emplear  en  la  obra  granito  flojo  de  Portugal, 
cuando  muy  cerca  de  Badajoz  lo  hay  de  excelentes  cualidades, 
siendo  esta  la  causa  principal  para  que  ocurriesen  las  frecuentes 
roturas  que  se  dieron  en  él,  pues  el  puente  resistió  así  muy 
poco. 

En  1876  ocurrió  la  última  avenida  y  quizás  también  la  ma- 
yor, -vertiendo  el  agua  sobre  las  barandas,  elevándose  sobre  el 
nivel  ordinario  unos  13*84  metros. 

Cuando  al  siguiente  día  descendieron  las  aguas  se  vio  con 
sorpresa  que  no  existían  las  barandas  de  hierro  y  que  habían 
caído  siete  de  los  arcos  que  se  levantaron  en  1609  pof  ^1  co- 
rregidor D.  Fernando  Ruiz  de  Alarcón,  y  que  correspondían  á 
partir  del  origen,  á  los  17  al  23  inclusive.  La  reparación  tampo- 
co se  hizo  esperar  mucho,  y  por  cierto  que  fué  hecha  con  gran 
conciencia,  porque  los  arcos  nuevos  no  desmerecen  en  nada  á  los 
antiguos,  el  piso  ha  mejorado,  el  acerado  ó  andenes  es  mejor 
que  el  anterior,  y  la  baranda  ofrece  más  seguridades  que  la 
antigua  de  hierro  (i). 

Es  muy  del  caso  hacer  constar  que  en  ninguna  de  las  cinco 
últimas  avenidas  ha  padecido  el  puente  el  menor  desnivel,  ni 
el  más  leve  deterioro  en  su  parte  de  cimentación;  pues  si  bien 
la  caída  de  los  arcos  en  la  última  inundación,  parecía  que 
podía  resentir  lo  demás  de  la  obra,  nada  afectó  á  ésta  aquel 
suceso. 


liar  de  San  Athón,  estaban  en  sus  patios  la  mayoría  de  las  lápidas  que  había  co- 
leccionado  en  su  casa  el  canonista  Dosma  y  Delgado,  y  ya  en  últimos  del  siglo 
anterior,  cuando  el  anticuario  Ponz  estuvo  en  Badajoz,  las  buscó  inútilmente. 

Esta  indiferencia  por  los  monumentos  antiguos  y  por  los  recuerdos  de  nuestras 
tradiciones  acusan,  cuando  menos,  poco  amor  patrio.  Y  sin  embargo,  los  extreme- 
ños lo  tienen  muy  sobrado.  ¿Cómo  se  explica  esto  ? 

(i)  Las  obras  fueron  dirigidas  por  el  ingeniero  jefe  de  la  provincia,  D.  Manuel 
Cervera,  persona  muy  docta  en  arquitectura,  y  que  si  no  contara  con  otras  que  le 
han  dado  ya  nombre,  lo  bastaría  á  tenerlo  ésta  del  puente  de  las  Palmas. 


6^  BADAJOZ 


Resumamos,  pues,  las  avenidas,  señalando  la  elevación  de 
sus  aguas  sobre  el  nivel  ordinario  (i). 


Altura 
ÉPOCAS  de  las  aguas 


1545     Enero,  18  al  28 14*78  metros. 

1603  Diciembre,  11  al  15  y  19  al  26.  14*80 

1796     Enero,  29  al  30 ii'34 

1814     Marzo,  3  al  7 12*10 

1823    Febrero,  8  al  1 1 9*40 

1859     Enero,  24  al  29 11*26 

1876    Diciembre,  7 12*50 


» 


Estas  son  las  siete  inundaciones  mayores  que  ha  tenido 
el  Guadiana  desde  el  siglo  xvi. 

Tales,  son,  pues,  las  memorias  principales  del  puente  de  Pal- 
mas, y  las  peripecias  mayores  por  que  ha  pasado  hasta  nosotros 
esta  grande  obra,  que  es  el  orgullo  de  Extremadura  (2). 

Por  cuanto  dejamos  dicho,  se  comprenderá  la  importancia 
de  esta  obra,  como  el  interés  que  despierta  á  los  ojos  del  curio- 
so y  del  anticuario. 

Pero  la  tiene  también  para  los  que  contemplan  estas  cosas 
por  el  prisma  de  lo  fantástico.  Vista  esta  obra  en  el  crepús- 
culo de  la  tarde,  desde  Poniente,  en  que  sobresale  en  primer 
término,  apareciendo  el  Guadiana  en  segundo,  más  allá  la  ciu- 
dad nueva  como  fondo  decorativo,  destacándose  en  sus  alturas 


(i)  Las  hemos  tomado  en  Mayo,  cuando  el  río  corre  en  su  caudal  regular,  esto 
es,  en  el  término  medio  entre  Enero  y  Agosto.  Sin  embargo,  hemos  de  hacer  una 
aclaración:  las  medidas  las  hemos  tomado  el  año  anterior,  y  como  desde  la  des- 
trucción de  las  pesqueras  las  aguas  han  bajado  de  su  antiguo  nivel  casi  1*19  me- 
tros, nuestras  medidas  no  pueden  estar  conformes  con  las  que  se  consignan  en 
obras  y  estadísticas,  tomadas  todas  con  anterioridad  á  las  últimas  obras  realiza- 
das, y  á  que  nos  hemos  referido  en  este  capítulo. 

(2)  A  esto  quizás  se  deba  el  que  ni  en  las  guerras  con  Portugal,  ni  en  la  inva- 
sión francesa  los  ejércitos  cortasen  este  puente,  cuando  no  han  respetado  el  de 
Ajuda,  junto  á  Olivenza,  el  de  Alcántara,  el  de  Gaya,  y  casi  todos  los  que  contaba 
la  provincia  de  Extremadura.  En  1641  se  pensó  en  cortarlo;  pero  el  Ayuntamien- 
to se  opuso,  y  aunque  el  general  en  jefe  de  las  tropas  que  operaban  en  la  plaza  lo 
pedía,  fué  lo  cierto  que  no  logró  su  propósito. 


BADAJOZ  65 

y  sobre  los  muros  y  almenas  romanas  los  restos  y  torreones 
del  pueblo  antiguo,  el  panorama  es  fantástico,  el  cuadro  es  com- 
pleto. Los  crepúsculos  en  los  pueblos  meridionales  son  alegres. 
Roban  siempre  al  sol  los  reflejos  de  sus  últimos  resplandores. 
Y  rielando  sobre  las  aguas  del  Guadiana  estas  sutiles  ráfagas  del 
sol  que  se  oculta,  el  puente  aparece  como  una  mole  sombría, 
gigantesca,  que  tiene  algo  de  misterioso  y  algo  también  de  real. 
Algunas  veces,  cuando  nos  hemos  ido  acercando  á  él  en  estos 
momentos  crepusculares,  después  de  un  día  claro  pasado  en  los 
campos  de  Gévora  ó  en  los  de  Caya,  hemos  tenido  miedo. 

Y  era  el  respeto  que  infunden  al  ánimo  del  arqueólogo  estas 
obras  en  que  han  intervenido  siglos  y  hombres  y  reyes  y  corre- 
gidores y  operarios  y  víctimas,  que  víctimas  ha  causado  también, 
y  no  pocas,  esta  gran  obra,  para  que  sea  después  útil  y  bene- 
ficiosa á  la  humanidad. 


II 


Así  discurríamos  la  última  tarde  que  entrábamos  en  Badajoz, 
por  su  puerta  llamada  de  las  Palmas,  más  atento  nuestro  es- 
píritu á  la  acción  de  los  tiempos  pasados  que  al  presente  de 
esta  ciudad  tan  célebre  en  los  fastos  de  la  historia  extremeña. 
Siguiendo,  pues,  nuestro  impulso,  y  antes  de  que  el  lector  sepa 
lo  que  Badajoz  guarda  hoy  dentro  de  sus  muros,  disertaremos 
sobre  la  historia  de  esta  famosa  ciudad. 

Vandoucourt  considera  á  los  iberos  como  los  aborigénes  ó 
indígenas  de  España,  y  viniendo  en  averiguación  de  las  razas 
que  la  poblaron  nos  aparecen  efectivamente  los  iberos  como  los 
pobladores  primitivos.  Esta  raza,  venida  de  las  tribus  indo  esci- 
tas, era  compuesta  de  pastores  y  guerreros,  opinión  aceptada 
por  La  Fuente  y  dicha  antes  de  Vandoucourt  por  Bayer,  Schlo- 


66  BADAJOZ 


zez  y  Adehung.  Estrabón  tiene  también  á  los  iberos  como  ori- 
ginarios del  pueblo  español,  y  según  este  historiador,  atravesa- 
ron la  garganta  de  los  Pirineos  otra  raza  llamada  Galos,  que 
después  de  sostener  largas  guerras  con  los  iberos,  se  unieron  á 
ellos  y  dominaron  así  á  la  Península,  bajo  la  denominación  de 
celtíberos.  La  hoy  España  y  Portugal  estaba  poblada  por  estas 
dos  grandes  razas  que  al  par  que  se  engrandecían  fraccionában- 
se en  pequeñas  tribus  dominando  cada  una  su  comarca,  que  más 
tarde  se  llamaron  provincias  y  después  reinos.  Estrabón  dice  que 
los  que  moraban  en  la  Lusitania  eran  los  turdetanos,  que  ante- 
cedieron á  los  tiros^  los  griegos  y  los  fenicios^  todos  como  á 
unos  quinientos  años  antes  de  Cristo.  Los  focenses  y  metelinen- 
se,  y  otros  isleños  del  mar  Egeo  y  del  Jónico,  consta  también 
que  se  establecieron  en  la  Lusitania,  mezclándose  en  ella  estas 
razas  y  viviendo  como  hermanas. 

No  aventuraremos  mucho  diciendo  que  Badajoz  fué  funda- 
ción de  estos  tiempos,  porque  Estrabón  dice  que  en  la  época 
de  Escipión  el  Africano,  unos  208  años  antes  de  Cristo,  había  ya 
en  Badajoz  una  población;  y  144  de  la  misma  era,  durante  las 
guerras  de  Viriato,  hubo  una  fortaleza,  dentro  de  la  cual  parece 
que  el  intrépido  guerrero  firmó  su  tratado  de  paz  con  los  lega- 
dos de  Roma. 

La  comarca  lusitana  era  rica,  no  tanto  por  las  ciudades  que 
ya  contaba,  cuanto  por  el  producto  de  su  suelo  y  del  sub-suelo. 
Amílcar  se  admiró  de  que  los  lusitanos  se  valiesen  para  todos 
sus  usos  domésticos  de  útiles  de  plata,  pues  hasta  las  tinajas, 
vasos  y  platos  (cuenta  el  general  cartaginés),  eran  de  plata  y  oro. 

Sabido  es  que  el  famoso  general  ibero  concibió  el  proyecto 
de  deliberar  á  su  patria  de  la  dominación  de  Roma.  Alzóse 
contra  ella  el  año  de  149  antes  de  Cristo,  y  en  el  espacio  de 
cuatro  años  derrotó  á  cuatro  ejércitos  sucesivos  compuestos  de 
numerosas  legiones  y  mandados  por  los  más  entendidos  genera- 
les que  Roma  contaba.  En  144  sus  tropas  operaban  en  las  mon- 
tañas túrdulas  ó  turdetanas ;  el  cansancio  se  había  apoderado  de 


68  BADAJOZ 


aquellos  valientes  que  fueron  rechazados,  aunque  no  vencidos, 
por  los  consulares  (i).  Viriato  vio  entonces  el  peligro  que  corría 
su  valerosa  empresa  y  se  corrió  por  las  montañas  celtíberas  re- 
clutando  gentes  y  buscando  armas,  organizando  su  ejército  y 
operando  de  nuevo  contra  los  romanos  á  quienes  venció  y  obli- 
gó al  fin  á  capitular,  en  un  pueblo  que  desde  entonces  se  deno- 
minó Civitas  Pacis^  después  Pax-Augusta  y  hoy  Badajoz.  En 
esta  ciudad,  pues,  capitularon  los  generales  romanos,  haciendo 
la  paz  con  el  famoso  Viriato,  y  no  reconocidas  las  bases  de  esta 
capitulación  por  Roma,  al  año  siguiente  la  rompieron  sigilosa- 
mente, y  sin  previa  declaración  de  hostilidad,  atacaron  de  impro- 
viso á  Viriato.  Retirábase  éste  á  las  montañas  á  esperar  nuevas 
victorias,  cuando  fué  Vendido  por  tres  oficiales  suyos  á  quienes 
sedujo  el  oro  romano,  y  le  dieron  muerte  cobardemente,  sorpren- 
diéndole dormido  en  su  tienda,  el  año  140  antes  de  Cristo. 

Estos  pasajes  que  relatan  varios  autores  y  tratan  de  rectifi- 
car con  escasa  suerte  otros  que  no  los  estiman  del  todo  exactos, 
dan  como  origen  de  gran  antigüedad  la  fundación  de  Badajoz, 
ciudad  que,  como  la  de  Mérida,  Medellín  y  otras  ya  principales, 
la  fundaron  los  túrdulos  viejos,  como  dice  Plinio,  pues  habitaron 
estos  en  las  márgenes  del  río  Guadiana  y  confinaban  con  los 
vetones  por  la  línea  de  Trujillo  y  de  Cáceres. 

Los  romanos,  antes  del  imperio  de  Augusto  habían  forzado 
la  conquista  de  España;  las  legiones  5.*  y  10.*  se  posesionaron 
de  la  Lusitania,  y  la  primera  mayormente  de  los  pueblos  com- 
prendidos entre  Almadén  y  Mérida,  y  la  segunda  de  los  de  Ta- 
lavera  la  Real  hasta  Lisboa.  Por  estas  legiones  y  bajo  la  direc- 
ción del  legado  Publio  Carisio,  se  abrieron  caminos,  se  levanta- 
ron puentes,  se  engrandecieron  las  colonias,  se  fundaron  ciudades 
y  pueblos  suntuosos,  recordando  todo  ello  el  empeño  con  que 
el  emperador  Augusto  tomó  la  conquista  de  España.  Demuestra 


(1)    Diccionario  histórico  biográfico^  critico  y  bibliográfico  de  autores,  artistas 
y  extremeños  ilustres  (t.  II,  art.  Viriato), 


BADAJOZ  69 


esta  aserción,  más  que  otro  hecho  alguno,  el  haberse  dado  su 
propio  nombre  á  Emérida  y  á  Civitas  Pacis^  llamadas  desde 
entonces  Emérita  Augusta  la  primera,  y  Pax- Augusta  la  se- 
gunda. Por  lo  que  hace  á  esta  la  distinguió  con  la  categoría  de 
Colonia  y  á  más  la  invistió  con  la  autoridad  de  Curia  Pontifical^ 
centro  donde  residía  la  jurisdicción  sacerdotal  (i).  En  el  trozo 
de  la  muralla  antigua  del  M.  que  se  destruyó  cuando  se  edifica- 
ron las  modernas  que  hoy  tiene  Badajoz,  existía  una  inscripción 
monumental  que  decía  así: 


CVRIAE  .  PONT 

FLAM  .  PACIS 

VE  .  FLAMI 


• 


La  Lusitania  contaba  con  cinco  colonias:  Emérita,  Metelli- 
num,  Norva  Caesarae,  Pax- Augusta  y  Scalabin  (Santaren).  Restos 
importantes  de  sepulcros,  caminos,  edificios  y  templos  diversos 
denuncian  la  importancia  de  la  colonia  Pax- Augusta.  Todavía  se 
conservaba  hasta  el  siglo  xvi,  en  la  catedral  de  Badajoz,  la  si- 
guiente sepulcral  que  menciona  Dosma  y  Delgado: 

P  .  CINCIO  .  PAP  .  RVF  . 

A  .  M  .  LEG  .  X  . 

P  .  CINCIVS  .  PAP  .  TVSCVS 

PATRI  .  SVO  .  ET  .  SIBI  . 

PER  .  SE  .  D.  S.  F.  C. 

Esto  es:  tÁ  Publio  Cincino  ó  Cincio  Rufo...  soldado  de  la 
» legión  10.*  Publio  Cincio  Papirio  Tusco  hizo  construir  de  su 
•bolsillo  este  sepulcro  para  su  padre  y  para  sí  mismo,  etc.» 

Los  escritores  portugueses  atribuyen  las  glorias  de  la  colo- 
nia Pax- Augusta  á  Paz-Julia,  y  esto  no  puede  comprobarse  con 
razonamiento  serio.  El  mismo  error  existe  en  la  afirmación  de 


(I)    pLiNio,  libro  IV,  c. XXII. 


70  BADAJOZ 


Otros  que  hacen  á  Pax-Augusta  y  á  Pax -Julia  una  misma  ciudad, 
refiriendo  ambas  denominaciones  á  la  Beja  portuguesa  (i).  Plinio 
habla  mil  veces  de  la  colonia  Pacense^  como  de  la  ciudad  Pax- 
Augusta,  y  no  le  da  dictado  alguno,  por  lo  que  se  demuestra 
que  no  tuvo  otro  que  el  dado  por  los  soldados  romanos  de 
la  I  o.*  legión,  cuando  la  engrandecieron  22  años  antes  de  Cris- 
to. De  esta  opinión  son  la  mayoría  de  los  escritores  que  del 
asunto  tratan  y  muy  particularmente  el  cronista  Dosma  y  Del- 
gado (2).  Este  autor  copia  entre  otras  las  siguientes  inscripcio- 
nes que  él  leyó,  encontradas  en  Badajoz.  En  su  catedral,  entran- 
do por  la  puerta  de  la  Magdalena,  á  la  derecha,  había  esta 
dedicatoria : 

D. M. S. 
IVLIO 

VOGEM  .  ES 

DEORVM  .  TES  . 

PIVS  IN  SVOL  . 

IVLIVS  ALLVS 

FILIVS  PATRI  SAN 

CTISSIMO  .  FACIVN 

DVM  .  CVRAVIT 

Este  Julio  Alo  cumplió  su  voto,  por  testimonio  de  los  dioses 


(i)  Pro  colonia  Pacensí,  epístola  ad  Vasceum^  por  Andrés  Rescndio.  (Ulissipo- 
ne,  I  561.  Otra,  Colonia,  1600  y  otra  idem  en  161  3). 

Libellus  de  Pace-Julia^  por  el  mismo.  (Ms.) 

Apología  por  Bej'a^  ó  Pax  Julia  ilustrada^  por  Diego  de  Gouvea  é  Barradas.  (Ms.) 

Historia  de  Beja^  por  Félix  Pereira.  (Ms.) 

Antigüedades  de  Beja.  por  Diego  de  Gouvea  é  Barradas.  (Ms.) 

Memorias  históricas  de  la  ciudad  de  Btíja,  por  Jerónimo  de  Carbalhal  Freyre. 
(Ms.) 

Antigüedades  de  Beja,  por  Vasco  Freiré.  (Ms.) 

¡y^emorias  históricas  de  Be/a  y  Mértola,  por  Chr'istovsimXdiVier  da  Silva  Ganho- 

teiro.  (Ms  ) 

Historia  da  cidade  de  É^a,  por  Marcial  do  Avcllar  da  Costa.  (Ms.) 
Noticias  das  antigüedades  de  Beja,  por  José  Gago  da  Silva.  (Ms.) 
Todos  estos  autores  escribieron  á  favor  de  Beja,  como  también  el  P.  Francisco 
de  Oliveira,  el  bibliófilo  Barbosa,  el  ex-ministro  Silvestre  Hiveyro,  el  P.  Francisco 
de  Jesús,  y  en  nuestros  tiempos  el  académico  D.  Aureliano  Fernández  Guerra. 
(2)    Discursos  Patrios  de  la  Ciudad  de  Badajoz,  c.  VIH,  pág.  37.  (Badajoz,  1870.) 


BADAJOZ  71 


manes,  haciendo  este  enterramiento  para  su  padre  Julio  Vigense. 
En  el  convento  de  monjas  de  Santa  Lucía  se  encontró  esta 
obra  sepulcral : 


L  .  IVLIVS  .  T  .  F  . 

CHRESCENS  . 

AN  .  XIX  .H.S.E.S.T.T.L. 

MATER  .  F.  P.  C. 


Dice  tque  Julio,  hijo  de  Tito  y  por  sobrenombre  Crescente, 
»de  19  años  de  edad,  está  aquí  enterrado.  Séale  la  tierra  leve.» 
En  el  monasterio  de  frailes  agustinos  había  esta  otra: 


lELI^  HYGLE 

AVGVSTA.  PORVS. 

MATRI.  OFTIIVLE 

DVLCISSlMiE 

AMANTISSIMi« 


Se  deduce  de  la  anterior  inscripción  que  tPoro  puso  este 
» monumento  á  Helia  Higia,  de  Augusta  (de  Pax  Augusta),  su 
» madre  dulcísima  y  amantísima.» 

Aparte  de  estas  y  otras  inscripciones  que  podríamos  aquí 
traer,  existe  en  Badajoz  como  recuerdo  de  los  tiempos  romanos 
gran  parte  de  las  murallas  de  su  castillo.  Esta  fortaleza  antiquí- 
sima la  constituye  un  gran  círculo  mural  que  pertenece  á  todas 
las  épocas.  El  trozo  que  está  entre  la  muralla  de  Pajaritos^ 
hasta  entrado  en  la  plaza  de  San  José,  es  romano;  desde  esta 
plaza  á  la  puerta  del  castillo,  árabe;  desde  la  puerta  citada 
hasta  salir  de  la  Plaza- Alta,  del  siglo  xv  y  xvi;  la  continuación 
hasta  la  llamada  Galera^  romano;  y  lo  restante,  hasta  enlazar 
con  el  baluarte  de  Pajaritos^  corresponde  al  siglo  xvii  y  xviii, 
cuando  se  trabajaba  en  las  obras  de  las  murallas  que  tiene  la 
ciudad  moderna.  La  obra  romana  es  de  argamasa  ú  hormigón, 
sin  ladrillos  ni  piedras  cortadas.  La  constituye  un  murallón  que 
tiene  por  partes  hasta  16  metros  de  altura,  por  3  de  espesor, 


72  BADAJOZ 


todo  él  de  ese  mortero  de  cal  y  chinas  rodadas,  igual  á  la  ma- 
yoría de  las  obras  de  su  tiempo  que  se  ven  en  otros  varios  pun- 
tos de  Europa,  y  que  tanta  consistencia  ha  llegado  á  tomar, 
que  para  destruirlo  hay  necesidad  de  emplear  el  barreno. 
Para  mayor  defensa  del  Castillo  tenía  este  muro  unos  cuerpos 
salientes,  cuadrados  unos,  octógonos  otros,  y  toda  la  muralla 
en  general  estaba  coronada  de  almenas  como  de  un  metro  de  al- 
tura, cuadradas  y  terminando  en  ángulo,  aunque  poco  pronun- 
ciado. Examinando  el  plano  de  esta  antigua  fortaleza  se  ve  que 
era  una  línea  tirada  por  la  orilla  del  Guadiana  (como  hoy  mismo 
puede  comprobarse  por  los  fragmentos  de  cimentación  que  exis- 
ten) y  seguía  dando  vuelta,  como  á  enlazar  con  el  trozo,  hoy 
en  pie,  y  que  dando  frente  á  la  moderna  ciudad  la  separa  del 
Castillo,  desde  orillas  del  Guadiana  hasta  la  Galera^  donde  es- 
tuvo la  Puerta  de  Mérida.  Desde  aquí  el  muro  antiguo  partía  á 
las  orillas  del  Ribilla,  girando  en  circunferencia  hasta  enlazar 
con  el  trozo  del  frente  al  Guadiana,  quedando  así  cerrada  por 
muros  inexpugnables  la  antigua  Paz-Augusta.  En  qué  tiempos 
se  hicieron  estas  murallas,  no  se  sabe.  Las  de  Mérida,  que  deben 
ser  de  la  misma  época,  las  hizo  el  emperador  Augusto,  según 
refiere  su  liberto  Hygino.  Es  natural  que  Augusto,  que  también 
dio  su  nombre  á  Badajoz  y  lo  engrandeció,  elevándolo  á  la  dig- 
nidad de  Colonia  y  estableciendo  en  Badajoz  Curia  Pontifical,  á 
la  manera  de  la  que  había  en  Roma,  hiciese  también  sus  murallas. 
De  éstas  el  trozo  más  notable  es  el  que  está  comprendido  entre 
la  Plaza  del  Reloj  y  la  Galera,  Como  á  la  mitad  de  este  trozo 
está  un  cuerpo  saliente  que  sirvió  en  tiempos  de  los  árabes  de 
atalaya  y  desde  mediados  del  siglo  xvi  de  torre  para  el  reloj  de 
la  ciudad.  La  primera  campana  que  tuvo  esta  torre  fué  histórica 
en  alto  grado,  si  hemos  de  creer  una  tradición  que  corre  entre  el 
vulgo  y  que  no  la  consideramos  tan  despreciable  que  debamos 
prescindir  de  ella  en  este  libro.  La  llevó  á  Badajoz  el  obispo 
Fr.  Pedro  Pérez,  primer  prelado  que  contó  aquella  sede,  después 
de  su  reconquista  por  D.  Alfonso  IX  de  León.  Dicha  campana 


74  BADAJOZ 


servía  para  convocar  á  los  cristianos  cuando  los  árabes  intenta- 
ban acometer  la  ciudad,  como  frecuentemente  aconteció  en  los 
primeros  años  que  Badajoz  fué  redimido  del  poder  de  los  mu- 
sulmanes. Tenía  esta  campana  una  inscripción  que  decía  así:  Los 
cristianos  me  agitan  en  defensa  de  su  grey:  Jesús^  María  y 
y  osé  ^ .  Llamaban  á  esta  campana  la  de  espanta-perros^  porque 
servía  para  ahuyentar  á  los  musulmanes,  y  por  esto  lleva  aún 
esta  torre  el  nombre  de  Espanta-perros^  cuyo  origen  romano 
está  comprobado  suficientemente.  Adosada  á  los  muros  roma- 
nos se  edificó  la  antigua  parroquia  de  San  Lorenzo,  construida 
en  el  siglo  xiii  y  consagrada,  por  el  obispo  Fr.  Pedro  Pérez,  al 
Apóstol  Santiago.  Después  se  convirtió  en  hospital  y  ermita  de 
San  Salvador  (i),  y  se  hizo  de  nuevo  la  espadaña  que  está  sobre 
la  torre,  para  colocar  la  campana  fundida  en  principios  del  si- 
glo XVI  con  el  material  de  la  que  llevó  á  Badajoz  el  obispo  Pérez, 
cuando  la  reconquista  de  la  ciudad. 

Esta  campana,  no  menos  histórica  que  la  anterior,  tenía  la 
siguiente  inscripción  (2): 

Jesús  María  y  José 
Esta  campana  se  hizo  aíío  de  mil  quinientos  y  dIez  y  siete  aííos,  siendo 

CORREGIDOR    EL   MUY  MAGNÍFICO    SeÑOR  AnTONIO   HERNÁNDEZ  GUEVARA. 

La  ermita  del  Salvador,  antigua  parroquia  de  San  Lorenzo, 


(i)  La  parroquia  de  San  Lorenzo  se  edificó  más  tarde  en  un  modesto  templo 
destruido  después  en  el  siglo  xvii  para  levantar  en  su  área  el  convento  de  San 
Agustín,  en  la  calle  del  mismo  nombre. 

(3)  En  Agosto  de  1878,  el  ayunt9miento  de  Badajoz  dispuso  la  construcción 
de  esta  campana,  sin  previo  el  detenido  examen  de  sus  condiciones  como  obra  de 
arte,  y  el  estudio  de  sus  relaciones  históricas,  y  sin  que  se  cumplieran  las  forma- 
lidades exigidas  por  las  leyes  en  los  casos  en  que  las  corporaciones  populares 
hayan  de  proceder  á  la  destrucción  de  un  objeto  acerca  del  cual  quépala  sospecha 
de  que  pueda  tener  carácter  monumental.  Protestó  de  hecho  tan  bárbaro  la  Junta 
de  Monumentos,  y  acudió  en  queja  á  la  Academia  de  la  Historia.  Tomó  parte  en 
esta  entonces  ruidosa  cuestión  el  ministro  de  Fomento,  mandando  instruir  expe- 
diente, y  el  asunto  se  hizo  tabla,  porque  la  Academia  informó  por  conducto  de  uno 
de  sus  miembros,  erudito,  anticuario  y  extremeño,  por  añadidura,  que  la  campana 
destruida  carecía  de  importancia  histórica!...  ¡Cosas  de  España  I 


BADAJOZ  75 

conserva  en  su  interior  toda  la  estructura  de  un  edificio  del  si- 
glo xni  (i). 

Por  todo  lo  expuesto,  se  ve  la  importancia  que  Badajoz 
alcanzó  en  tiempo  de  la  dominación  romana,  en  que  llegó  á  ser 
la  colonia  más  principal  del  convento  jurídico  Emerítense.  No 
cerraremos  este  período  sin  consignar  antes  el  nombre  de  una 
poetisa  distinguida  que  nació  en  Badajoz,  á  los  mediados  del 
siglo  II.  Su  fama  de  poetisa  le  hizo  pronto  competir  con  los 
bardos  de  toda  la  Península,  llegando  su  nombre  á  ser  celebrado 
en  Roma,  donde  acudían  todos  los  sabios  del  mundo.  Serena 
Augusta  pertenecía  á  una  familia  de  alto  coturno,  que  dio  su 
nombre  á  una  rica  región  de  Extremadura,  La  Serena,  y  memo- 
rías  de  ella  se  encuentran  en  lápidas  romanas  existentes  en  el 
país  (2). 


III 


Destruida  la  preponderancia  de  Roma,  su  influencia  comenzó 
á  quebrantarse  bien  pronto  en  España,  y  el  pernicioso  ejemplo 
que  dio  el  bajo  imperío  íiié  causa  de  que  triunfasen  las  ván- 
dalos y  suevos  en  su  irrupción  por  la  península.  Los  romanos 


(1)  En  I  s  52  se  hizo  la  puerta  de  Mérida,  que  estaba  frente  á  la  Galera  y  \a 
carretera  desde  Badajoz  á  aquella  ciudad,  como  lo  expresa  la  inscripción  que  está 
sobre  la  portada  del  hospital  del  Salvador,  bajo  las  armas  de  la  ciudad,  y  en  lo  que 
puede  leerse  de  ella  dice : 

ESTE  CAMINO  1   PVERTA  DE  MÉRIDA 
SE  HIZO  EN  EL  ANO  DE  MDLII 

Sobre  el  pórtico  exterior  de  este  edificio,  como  en  los  dos  del  piso  bajo  del 
mismo,  que  están  á  la  izquierda,  está  escrita  la  fecha  de  1552. 

(2)  En  la  villa  de  Alange  puede  verse  una  lápida  romana,  detrás  del  estableci- 
miento balneario,  que  hace  referencia  á  una  enferma  curada  y  perteneciente  á  esta 
familia. 


76  BADAJOZ 


resistieron  más  de  treinta  años  á  los  invasores,  y  desde  los  mu* 
ros  de  Mérida,  Badajoz,  Medellín,  Coria  y  Cáceres,  sostuvieron 
luchas  encarnizadas;  pero  triunfaron  los  bárbaros,  y  la  Lusitania 
cayó  en  poder  de  los  alanos.  Atace,  que  mandaba  en  Mérida  por 
los  años  de  418,  fué  acometido  por  los  godos.  Alace  unido  á  los 
romanos  venidos  de  Badajoz,  y  mandados  por  el  rey  Walia,  ad- 
mitió la  batalla,  muriendo  en  ella  los  dos  reyes  y  más  de  26,000 
combatientes  de  ambas  partes. 

Los  godos  hicieron  poco  durante  su  dominación  en  Badajoz. 
Ciudad  ésta  secundaria,  siguió  las  vicisitudes  de  las  luchas  que 
godos,  vándalos,  suevos  y  romanos  sostuvieron  largos  aflos. 
En  440  sufrió  mucho  con  los  destrozos  que  hizo  en  sus  edificios 
Rechila,  especialmente  en  los  religiosos,  pues  en  Badajoz  tuvo 
mucha  aceptación  desde  un  principio  la  predicación  del  Evange- 
lio, y  si  hemos  de  creer  lo  que  dicen  cronistas  autorizados,  desde 
mediados  del  siglo  primero  hubo  allí  iglesias  católicas,  y  obis- 
pado sufragáneo  del  de  Mérida  (i).  El  obispo  3enedictus  man- 
daba los  caballeros  de  Badajoz  y  se  unió  á  Tendero,  Conde  de 
Mérida  y  á  Máximo,  arzobispo  de  esta  ciudad,  y  los  tres,  con 
un  ejército  de  16,000  caballeros,  reforzaron  el  de  D.  Rodrigo 
que  fué  vencido  en  712  en  los  campos  de  Guadalete,  donde  pa- 
rece que  murió  el  obispo  de  Badajoz,  con  la  mayoría  de  los  ca- 
balleros que  mandaba  y  más  de  i  ,00o  de  Mérida.  El  arzobispo 
de  ésta  con  D.  Rodrigo  pudieron  escapar  con  unos  300  caba- 
lleros y  huyeron  en  dirección  á  Mérida,  donde  por  prudencia  no 
quisieron  penetrar,  refugiándose  en  el  monasterio  de  Cauliana, 
doce  kilómetros  de  Mérida  hacia  Lobón :  otros  llaman  á  este 
monasterio  Cubillana  (2). 


(1)  Hasta  la  batalla  de  Guadalete  en  713,  contó  el  obispado  de  Badajoz  trece 
prelados  que  fueron:  un  santo  mártir  que  murió  el  año  64,  San  Sergio  Paulo  (73), 
Rescintus  (98),  Domicianus  Pacensi  (343),  San  Apringius  (525),  San  Urso  Pacen- 
si  ($68),  Palmado  I  (589),  Lauro  I  ($97),  Madario  ICó-j^),  Teodorus  Pacensi  (646), 
San  Adeodato  (656),  San  Juan  1  (681),  y  San  Benedictus  (710). 

(3)  Entre  Lobón  y  Mérida,  á  la  izquierda  del  Guadiana,  existe  una  ermita  que 
se  llama  de  Cubillana,  nombre  de  un  pueblo  que  hubo  asentado  no  lejos  de  ella,  y 


BADAJOZ  77 


La  toma  de  Mérida  por  las  tropas  de  Muza,  dio  el  triunfo 
de  los  árabes  por  toda  la  Lusitania.  En  últimos  del  año  712 
Badajoz  fué  ganado  por  Muza  y  sucesivamente  Zafra,  Llerena  y 
otros  pueblos  principales.  El  rey  Jusuf  dividió  España  en  siete 
partes.  La  Hética,  la  de  Toledo,  la  de  Mérida,  la  de  Celtiberia,  la 
de  Zaragoza  y  la  de  Narbona.  Badajoz,  agregado  desde  entonces 
á  Mérida,  siguió  la  suerte  de  esta  ciudad  en  sus  rebeliones  y  gue- 
rras ora  contra  Abderrahmán  I,  ora  contra  D.  Alfonso  II,  ora 
contra  Abderrahmán  II.  El  rey  de  León  D.  Ordoño  II  la  con- 
quistó en  915,  y  dos  años  más  tarde,  encontrándose  el  monarca 
leonés  en  la  ciudad,  recibió  en  ella  al  arráez  de  Mérida  en  de- 
manda de  paz,  bajo  ciertos  tributos.  Vuelta  á  poder  de  los  infie- 
les, continuó  con  éstos  hasta  que  más  tarde  ^apur,  gobernador 
de  Mérida,  se  rebeló  contra  su  señor  y  se  coronó  en  Badajoz 
como  rey  de  los  Algarves  y  de  la  Lusitania,  suceso  el  más  im- 
portante que  registran  los  anales  extremeños,  pues  fué  origen  y 
fundamento  de  una  poderosa  monarquía  que  vivió  largos  años  y 
contó  larga  serie  de  príncipes  ilustrados  y  poderosos. 

^apur,  llamado  el  Marida  por  haber  sido  gobernador  de 
Mérida,  no  era  extremeño,  ni  aun  español  siquiera,  pues  del  an- 
tiguo reino  persa  vino  á  España  y  entró  al  servicio  del  rey 
Alaacam  (i)  contra  quien  se  rebeló,  comenzando  su  reinado  en 


resto  de  un  edificio  que  fué  un  magnífico  monasterio  fundado  en  el  siglo  vi  con  el 
nombre  de  Caultana,  quizás  el  de  alguna  divinidad  cristiana,  hoy  desconocida 

Obra  también  de  los  godos  fué  la  restauración  del  puente  de  Mérida  en  tiempos 
de  Ervigio,  y  había  ocurrido  en  los  días  de  esta  invasión  de  árabes  por  tierras 
lusitanas,  un  hecho  que  la  historia  no  ha  podido  presentar  con  claridad.  Después 
de  la  batalla  de  Guadaletc,  dada  el  3  i  de  Julio  de  7 1 1 ,  y  vencido  el  rey  D.  Rodrigo, 
corrió  el  monarca  godo  á  ocultarse  á  la  Lusitania,  y  disfrazado  de  pastor  estuvo 
en  Mérida,  donde  fué  conocido  por  un  diácono  que  le  llevó  á  ocultarse  al  monas- 
terio de  Cauliana  (a),  de  donde  pasó  á  Talavcra  y  á  Badajoz  para  internarse  en  el 
hoy  Portugal,  llegando  hasta  Alcobaza,  no  lejos  de  Pederneira,  donde  murió  á 
bien  poco.  (Historia  de  Talavera  la  Real,  por  Díaz  y  Pérez,  págs.  57  y  59). 

(i)  Alhaken  ó  Alaacam,  hijo  de  Hixcn,  rey  de  Córdoba,  que  había  nacido 
en  Alhakená  ó  Alaacam. 

(a)  No  se  sabe  si  el  arzobispo  de  Mérida,  que  asistió  ¿  la  batalla  de  Guadalete,  fué  Miximo  lí  otro  que  le 
sustituyese ;  pero  se  asegura  que,  destruido  el  ejército  cristiano,  el  rey  D.  Rodrigo  se  vino  huyendo  con  pocos 
de  los  suyos  hasta  el  monasterio  de  Cauliana,  distante  dos  leguas  de  Mérida  — (Historia  de  Mérida,  por 
Fernández  y  Pérez,  pág.  xia.) 


^8  BADAJOZ 

Badajoz  por  los  años  de  1009  á  101 1,  y  murió  en  1022,  reinan- 
do trece,  sino  fueron  quince  aftos.  En  Abril  de  1883,  con  ocasión 
de  estarse  sacando  cimientos  nuevos  en  una  casa  de  la  calle  de 
Abril  de  Badajoz,  señalada  hoy  con  el  número  17,  y  propiedad 
de  D.  Eduardo  García  Florindo,  apareció  una  piedra  de  mármol 
blanco  muy  bien  labrada,  que  mide  ©'46  de  largo  por  o'35  de 
ancho,  dándose  en  ella  la  lápida  sepulcral  de  este  rey.  He  aqui 
esta  curiosa  inscripción : 


BADAJOZ  79 


Traducida  literalmente  dice  así: 

En  el  nombre  de  Alláh,  el  clemente^  el  misericordioso; 
este  es  el  sepulcro  de  ^apor  (ó  ^apur)  el  hachih  (i);  compadézcase  de  él 
Alláh:  murió  en  la  noche  deljuei^es 
á  diez  noches  pasadas  del  mes  de  Xaában 
del  año  trece  y  cua- 
trocientos (2);  7  testificaba 
que  no  hay  Dios  más  sino  Alláh. 

Esta  inscripción  tiene  suma  importancia  por  referirse  al 
rey  de  Badajoz,  primero  de  los  monarcas  independientes  de 
dicha  población,  y  cuyo  reinado  no  se  sabía  cuándo  comenzó,  ni 
cuándo  acabó:  con  la  inscripción  anterior  sabemos  ya  esto  últi- 
mo; pues  parece  de  lo  poquísimo  que  de  él  dicen  los  autores 
árabes,  que  reinó  hasta  su  muerte  (3):  tampoco  sabíamos  que 
hubiera  tomado  el  título  de  Hachib^  aunque  era  de  suponer,  por 
ser  el  que  usaron  casi  todos  los  primeros  reyes  de  taifas. 

^apor  fué  un  gran  rey.  Aprovechando  los  despojos  de  los 
poderosos  reyes  de  Córdoba,  supo  formar  un  gran  reino,  por  él 
llamado  de  los  Algarve  y  la  Lusitania,  cuyos  límites  tocaban 
con  Almadén  y  Salamanca  y  terminaban  en  Lisboa.  Fué,  bien 
puede  decirse,  uno  de  los  Estados  más  ricos  y  extensos  que  los 
árabes  tenían  en  el  Occidente  de  España. 

Por  otra  parte,  ^apor  era  un  hombre  ilustrado;  prote- 
gió las  letras  y  fomentó  los  intereses  materiales.  Las  obras  que 


(i)  Primer  ministro  (nombre  de  rey)  que  se  daban  modestamente,  por  no  lla- 
marse rey.  Todos  los  reyes  de  pequeños  Estados  se  llamaban  Hachib^  esto  es,  mi- 
nistro de  Hixenll. 

(2)  De  nuestra  era  1022. 

(3)  En  Badajoz  se  coronó  rey  de  la  Lusitania  y  del  Algarve  un  tal  Sabur,  persa 
de  nación,  que  había  sido  camarero  del  rey  AÍaacan  y  con  esto  se  constituyó 
aquella  ciudad  en  la  clase  de  cabeza  y  capital,  quedando  dependiente  de  ella  la  de 
Mérida,  en  donde  Sabur  puso  por  gobernador  á  un  joven  confidente  y  muy  amigo 
suyo,  llamado  Abdala  Muslamá.  Muerto  Sabur  le  sucedió  el  mismo  Abdala,  que 
aprovechándose  de  las  revueltas  de  la  guerra  civil,  se  hizo  dueño  absoluto  de  todo 
el  estado  de  Algarve:  fué  uno  de  los  reyes  moros  más  poderosos,  que  se  tituló 
Almanzor,  y  tenía  su  corte  en  Badajoz.  (Fernández  Pérez,  Historia  de  Merida^  pá- 
gina 120). 


8o  BADAJOZ 


llevó  á  cabo  en  su  reino,  reparando  las  carreteras  y  puentes,  el 
acueducto  llamado  árabe,  la  población  huertana  que  fundó  en 
las  márgenes  del  Guadal  ana  (Guadiana),  que  se  extendía  desde 
dos  leguas  antes  de  Mérida  hasta  diez  más  abajo  de  Badajoz, 
son  elocuentes  muestras  de  que  supo  gobernar  como  buen  rey. 

Codera,  en  el  estudio  que  publicó  sobre  las  monedas  hispano- 
árabes (i),  habla  de  ^apor  en  los  siguientes  términos: 

€  Podrá  parecer  aventurado  el  intercalar  uno  ó  varios  reye- 
zuelos en  Badajoz,  suponiendo  que  su  historia  debe  estar  des- 
lindada al  menos  en  cuanto  á  la  sucesión  de  los  reyes ;  pero  son 
tan  escasas  las  noticias  conservadas  en  los  autores  conocidos, 
que  Mr.  Dozy,  admitiendo  cinco  reyes  de  Badajoz  (Sapur^  — 
Abu  Mohammad  Abdallah  ben  Maglamah  Almanzor, — Abu 
Bequer  Mohamad  Almothaffar ^ —  Yahya  Almanzor  II y  Ornar 
Almotawaquil) y  sólo  se  atreve  á  fijar  el  fin  del  reinado  del  3.^  y 
del  5.®  (2),  y  por  cierto  que  según  resulta  de  las  monedas  que 
dejó  grabadas  el  ya  difunto  D.  Antonio  Delgado,  había  dos  de 
Yahya  Almanzor  II  de  los  años  456  y  457,  anteriores  por  tanto 
al  460  en  que  se  supone  la  muerte  de  su  antecesor  Abu  Buquer 
Mohammad  Almothaffar  (3). 

tSapur  que  llevó  el  título  de  hachib^  comenzó  á  reinar  hacia 
el  año  406  y  murió,  según  resulta  de  su  inscripción  sepulcral, 
en  la  noche  del  jueves,  nueve  noches  pasadas  del  mes  de  xaá- 
ban,  del  año  413. 

»De  este  rey  Sapur  se  tienen  muy  pocas  noticias:  Aben  Al- 
Atsir,  uno  de  los  pocos  autores  que  le  mencionan,  dice:  cEn 
» cuanto  á  Badajoz,  se  alzó  en  ella  el  esclavo  Sapur,  el  amirí, 
» llamado  Almanzor»  (edi.  Tornberg.  to.  ix,   p.    203).    Aben 


(i)    Boletín  de  la  Real  Academia  dd  la  Historia  (t.  IV^cuaderno  VI,  Juliode  1884. 

— Págs.  3 «5 3-59)- 

(3)  Hisioire  des  musulmans  d'  Espagne  jusqu'a  la  conquéle  de  VAndalousie  par 
les  Almorávides^  par  R.  Dozy  (t.  IV,  p.  3^02). 

(3)  Para  los  datos  acerca  de  la  historia  de  los  reyes  de  Badajoz,  véase  Hoogu- 
liet.  Specimen  e  litteris  orientalibus  exhibcns  diversorum  scriptorum  locos  de  Re- 
gia Aphta  sidarum  familia. 


BADAJOZ  8l 


Alabbar,  tomándolo  de  Aben  Hayyan,  dice  algo  más;  pues  le 
llama  cliente  ó  liberto  de  Almoftansir,  con  quien  tuvo  mucho 
valimiento:  y  añade  que  lleno  de  riquezas  é  influencia,  se  apo- 
deró del  mando  (de  Badajoz);  y  próximo  á  morir,  dejó  el  reino 
á  Mohammad  Almothaffír  (debió  ser  á  Abdallah  Almansur):  Ca- 
siri,  Bibliotheca  Arábico  Escurialensis ^  t.  ii,  p.  41. 

» Abu  Mohammad  Abdallah  ben  Mohammad  ben  Ma^lamah, 
el  primero  de  la  familia  de  los  Aftasitas  de  Badajoz,  sucedió  en 
el  mando  á  Sapur  (i),  y  tampoco  conocemos  la  fecha  de  su 
muerte  (martes  19  de  chumada  postrero  del  año  437)  más  que 
por  la  inscripción  sepulcral  (2). 

» Si  las  monedas  que  han  dado  ocasión  á  este  escrito  son  de 
Badajoz,  y  Jálid  fué  rey  de  esta  población,  su  reinado  envuelve 
quizá  la  idea  de  que  Abu  Mohammad  Abdallah  fuese  privado 
del  reino,  al  menos  en  parte  del  año  43 1 ,  á  que  pertenecen  dichas 
monedas...» 

Las  anteriores  noticias  son  bien  curiosas,  porque  ilustran 
dudas  que  todos  abrigábamos  sobre  los  reyes  de  Badajoz.  La 


(i)    Codera  traduce  la  sepulcral  de  Sapur  así: 

En  el  nombre  de  Allah,  el  clemente,  el  misericordioso , 

este  (es)  el  sepulcro  de  Sapur  el  hachib,  compadézcase  de  él 

Allah:  y  murió  en  la  noche  del  jueves 

á  diez  noches  pasadas  de  xaába 

en  el  año  tres  diez  y  cua- 
tro cientos  (41  y); y  testificaba 
que  no  (hay)  Dios  sino  Allah, 

(2)    Esta  importante  inscripción  sepulcral,  de  la  cual  el  Sr.  D.  Pascual  de  Ga- 
yangos  posee  copia,  hecha  por  el  señor  Saavedra,  dice  así: 

En  el  nombre  de  Allah^  el  clemente,  el  misericordioso, 

este  es  el  sepulcro  de  Almanzor  Abdallah  ben  Mohammad  ben 

Maglamach,  apiádese  de  él  Allah,  y  apiádese  de  quien  pida 

para  él  su  misericordia;  murió  en  la  noche  del  martes 
á  once  noches  Por  andar  de  chumada  postrero  del  año  siete 

y  treinta  y  cuatro  cientos 

No  se  pueden  leer  las  tres  ó  cuatro  palabras  que  faltan ;  Moreno  Nieto  la  leyó 
completa. 


XI 


82  BADAJOZ 


cronología  de  éstos  es  aún  para  los  escritores  hispano -árabes 
un  problema.  Se  cita  por  Dozy  en  el  orden  siguiente: 

I. — Sapur  ó  ^apor  (el-Almanzor-el-Marid). 

II. — Abud-Mohammad-Abdallah-ben-Maclamach-Almanzorl. 

III. — Abud-Bequer  (Beker)  Mohamad-Al-Mothaffar. 

IV. — Yahya-Almanzor  II. 

V. — Ornar — Almotawaquil. 

Almanzor  sucedió  indudablemente  á  Sapur,  si  hemos  de  creer 
la  inscripción  hallada  en  Badajoz  por  D.  Luís  Villanueva,  en  la 
parroquia  de  Santa  María  la  Real  (antigua  Catedral  Pacense)  y 
que  decía  así,  según  la  traducción  que  de  ella  hizo  el  Sr.  Moreno 
Nieto : 

Este  es  el  sepulcro  de  Almansur- 
Abdallah'Beri'Mohammed-Ben 
Mas  lama.  Ap  ¿adátese  Dios  de  él  y  del 
que  haga  oración  en  su  favor. 
Murió  el  martes  79  de  chumada 
2.°  del  año  de  437. 

Corresponde  esta  fecha  al  30  de  Diciembre  de  1045. 

Pero  volviendo  á  los  monarcas  del  Algarbe  y  la  Lusitania, 
otros  nombres  suenan  en  las  crónicas,  como  reyes  de  Badajoz, 
que  nosotros  damos  sin  otro  orden  que  el  que  les  dan  las  citas 
que  hemos  buscado.  Helos  aquí: 

I.  — Aben-Abel-ben-Alá. 

II.  — Abenut-Abenjacob. 

III. — Agucajera.  QAhukaheraá?) 

IV. — TramayetaGoltan. 

V.— Jali. 

VI, — MowafFak. 

VIL — Alcama  (Alkama). 

VIII.  — Omar-Ibn-Mohammed  Q  Omar- Almotawaquil  ?) 

IX. — Sid-Ray  (Sebdaray). 

X. — Alhacen-Iben-Alhamar. 


BADAJOZ  83 


XI. — Abu-Mahomad-Omar-Almetua  Kelo  (¿  Ornar- Almota- 
waquil  ?) 

XII.— AlyJbnAlhajan. 

XIII.— Alaflfás  (BeniAl). 

XIV.  —  Sebdaray-Síd-Ray . 

Varios  de  estos  nombres  los  vemos  también  figurar  como 
gobernadores  de  Badajoz,  cuando  era  dependiente  esta  ciudad 
de  los  reyes  de  Córdoba,  y  después  de  la  caída  del  último  rey 
de  Badajoz. 

Otro  personaje  extremeño,  del  que  se  habla  mucho  en  la 
historia,  fué  Omarben-Mohamad-ben-AbdalIáben-Mohamad-ben« 
Moslama,  poeta  y  rey  de  la  dinastía  de  los  Alaphthas^  nacido 
en  Badajoz,  y  uno  de  los  monarcas  más  notables  que  tuvo  el 
reino  lusitano,  á  la  caída  del  califato  de  Córdoba. 

Casiri,  uno  de  los  que  han  vulgarizado  en  España  la  historia 
y  la  literatura  de  los  árabes,  hablando  del  poema  de  Ben-Abdum- 
Mohamad-Abdelmaqid^  dice  del  rey  Mohamad-ben -Moslama  lo 
siguiente : 

cEn  el  catálogo  de  la  Biblioteca  Real  de  París  (códi- 
ce MCDLXXXVI)  se  hace  mención  de  estos  libros  (los  del  Mo- 
hamad),  llamándolos,  con  error,  historia  ó  poema  de  los  antiguos 
reyes  de  Persia  y  de  los  hechos  y  cosas  de  los  Kalifas,  siendo 
así  que  sólo  se  aducen  algunas  de  estas  para  exornar  y  embe- 
llecer el  poema  con  rasgos  de  erudición. 

» Tratando  de  las  desgracias  de  Omar  y  de  la  estirpe  de  los 
Beni  Aphthas,  dice  lo  siguiente  el  clarísimo  escritor  Ben  Al- 
Katib,  en  su  Biblioteca  arábigo-hispana: 

»  Fué  Omar-ben-Mohamad-ben-Abdalla-ben-Mohamad-ben- 
Moslama,  conocido  por  Ben*AlaphthasAltagib,  natural  de  Ba- 
dajoz (i)  Meknasista  de  origen,  rey  del  Algarve  (su  verdadero 
nombre  Almentuakil- Alalia),  biznieto  de  Abdallá  (2),  conocido 


( 1 )  Patria  Pacensis^  dice  Casiri. 

(2)  Nieto  nada  más,  según  Ben-AIkatib,  en  la  genealogía  que  escribe  de  Ornar. 


84  BADAJOZ 


por  Ben-Alaphthas,  varón  que  nadó  en  el  lugar  llamado  Phabs 
Albellota,  acaso  Encinaralla,  cerca  de  Córdoba,  el  cual,  aunque 
de  humilde  sangre,  supo  con  su  valor  y  prudencia  adquirir  gran- 
des honores,  pues  Saburo  (i),  siendo  rey  de  la  Lusitania,  le  en- 
comendó el  cuidado  de  sus  negocios,  y  hasta  el  de  sus  hijos,  lo 
que  dio  ocasión  á  Abdallá,  cuando  el  rey  murió,  para  expulsar  á 
sus  hijos  y  apoderarse  del  reino.  Próximo  él  á  la  muerte,  colocó 
en  el  trono  á  su  hijo  Abu-Baker-Mohamad,  llamado  Almodphero, 
príncipe  dotado  de  gran  prudencia,  erudición  y  fortaleza,  que 
con  el  título  de  Memoria^  escribió  una  obra  histórica  en  50  to- 
mos. Á  éste  sucedió  en  el  reino  Omar,  cuya  infeliz  historia  es 
por  todo  extremo  trágica. 

» Habiendo  acudido  á  sitiar  á  Granada  el  año  de  483  de  la 
hégira,  receloso  del  poder  de  su  propio  generalísimo  Josep-ben- 
Tasphin,  huyó  furtivamente  del  real,  y  atemorizados  sus  vasa- 
llos con  esta  cobarde  defección,  entregaron  á  los  almorávides 
Lisboa,  Santarén  y  otras  ciudades,  excepto  Badajoz,  que  en 
aquel  tiempo  era  la  corte. 

» Entonces  Omar  se  ocultó  otra  vez;  pero,  por  huir  del  pe- 
ligro, fué  descubierto  por  los  suyos,  y  tomada  la  ciudad,  el  rey 
de  los  almorávides  le  puso  á  él  y  á  sus  hijos  en  la  cárcel  públi- 
ca, y  poco  después,  vendidos  en  almonedas  sus  valores,  le  dio 
una  muerte  horrorosa  en  presencia  de  los  cadáveres  de  sus  hijos, 
andando  el  año  de  la  hégira  487.  No  faltaron  á  este  príncipe, 
en  tan  triste  caso,  poetas  insignes  que  le  lloraran,  siendo  la  más 
célebre  de  estas  composiciones  la  del  poema  de  Ben-Abdum,  en 
el  cual  (añade  Casiri)  hay  no  pocos  versos  del  mismo  Omar, 
versos  que  alaba  mucho  Ben-Alkatib  en  su  Biblioteca. » 

Hasta  aquí  Casiri,  quien  confunde  algunas  de  estas  noticias. 
Ben-Taxñn  fué  rey  de  los  almorávides  y  no  generalísimo  de 
Omar.  Éste  se  confederó  con  Ben-Taxfin  en  guerra  con  los  cali- 


có   Qapur  ó  Qapor,  le  llaman  otros,  no  faltando  quien  lo  cite  por  los  nombres 
de  Lapur  y  Lapor. 


BADAJOZ  85 


fas  de  Andalucía,  sus  propios  hermanos.  Además,  no  está  proba- 
do que  el  rey  de  Badajoz  asistiera  al  cerco  de  Granada,  ni  mucho 
menos  que  fuese  cobarde,  ni  huyese  ante  el  peligro  que  le  ofre- 
cieran las  huestes  de  Jose-ben-Taphin,  piies  muchos  historiado- 
res refieren  del  monarca  de  Badajoz  hechos  gloriosos,  no  faltan- 
do poetas  que  canten  su  valor.  Respecto  á  su  trágica  muerte. 
Conde  la  refiere  en  los  siguientes  términos  (i): 

€...En  tanto  que  esto  pasaba  en  la  parte  oriental  de  España, 
Syr-ben-Bekir,  el  más  astuto  de  los  caudillos  almorávides,  se 
encaminó  con  poderosa  hueste  de  almorávides  á  tierra  de  Al- 
garve  para  ocupar  el  reino  de  Badajoz,  que  tenía  Omar-ben-Mu- 
hamad-ben-Alaftas,  apellidado  Almetuakilbila ;  ocupó  fácilmente 
las  ciudades  y  muchas  fortalezas  y  entró  en  Zelb  (2),  y  Evora, 
y  vino  con  su  campo  delante  de  Badajoz,  defendiéndose  con 
valor  el  rey  Ben-AIaftas,  pero  la  fortuna  había  vuelto  las  espal- 
das á  estos  príncipes. 

»Era  vulgar  crédito  y  popular  creencia  que  había  una  pro- 
fecía que  anunciaba  la  irremediable  caída  de  los  reyes  de  Es- 
pafta,  y  que  serían  vencidos  y  depuestos  por  unos  príncipes  de 
África.  Esta  persuasión  popular  de  la  gente  del  vulgo  era  tan 
perniciosa  en  este  tiempo,  que  fué  una  gran  parte  para  que  los 
almorávides  se  enseñoreasen  tan  fácilmente  de  España,  y  para 
que  sus  príncipes  no  hiciesen  cosa  de  provecho  en  su  defensa. 
Dióse  una  reñida  batalla,  en  que  los  de  Aben-Alaftas  quedaron 
vencidos,  y  presos  dos  hijos  del  rey,  que  acaudillaba  su  gente; 
estos  eran  Al&dil  y  Alabas,  que  no  cedieron  hasta  que,  muy  mal 
heridos  y  abandonados  de  los  suyos,  cayeron  en  manos  de  los 
almorávides.  Los  de  la  ciudad,  intimidados  con  el  horror  del  su- 
ceso de  la  batalla,  forzaron  al  rey  á  concertar  la  tregua  de  la 
ciudad.  Ofrecióle  el  caudillo  Ben-Abi-Bekir  que  saliese  seguro 
con  sus  hijos,  familia  y  cuanto  tenía;  pero  después  que  se  apo- 


co   Historia  de  los  árabes  en  España,  1. 11,  cap.  XXII. 

(2)    Hoy  Elvas,  llamado  malamente  por  algunos  Yelves,  y  situado  á  i  5  kiló- 
metros de  Badajoz,  dentro  del  reino  de  Portugal. 


86  BADAJOZ 


deró  de  la  ciudad  con  esta  condición  y  le  dejó  salir  de  ella  con 
sus  hijos,  mujeres  y  esclavos,  luego  envió  cierta  tropa  de  caba- 
llería de  Lamtuna  (i)  en  su  seguimiento,  que  alcanzaron  á  esta 
desgraciada  familia  en  cercanías  de  Badajoz,  y  allí  alancearon 
con  inhumana  crueldad  al  rey  Almetuakil  y  á  sus  dos  hijos  Al- 
fadil  y  Alabas.  Acaeció  esta  lastimosa  tragedia  en  sábado,  día 
siete  de  la  luna  de  Safar  del  año  cuatrocientos  ochenta  y  siete. 
Todo  esto  fué  por  orden  de  Yuzef-ben-Tazfin. 

» Lamentaron  esta  desgracia  los  más  célebres  poetas  de 
aquel  tiempo,  y  anda  en  boca  de  todos  la  elegía  del  Wacir  de 
su  palacio  Abu-Muhamad-Abdelmegid-ben-Abdun.  Era  el  rey 
Almetuakil  muy  docto  y  amigo  de  los  sabios,  y  pasaba  con  ellos 
el  tiempo  con  tanto  placer,  que  se  olvidaba  de  todas  las  cosas. 
Tenía  en  su  mismo  alcázar  por  secretario  al  Wacir  Abdelmegid, 
insigne  poeta  que  competía  con  el  célebre  cordobés  Abdala-ben- 
Zeidun,  privado  del  rey  Aben-Abed,  cuyas  canciones  eran  el  en- 
canto de  las  musas,  así  de  España  y  de  África,  como  de  Oriente. 
Era  Cadilcoa  de  su  corte  el  sabio  Aben-Mocama. 

«Cuéntase  de  este  rey  Almetuakil,  que  solazándose  en  su 
jardín  en  compañía  de  su  Wacir  Abu-Talib-ben-Ganin,  se  entre- 
tuvo tanto  tiempo  que  se  le  pasó  la  hora  de  comer,  y  era  día  en 
que  tenía  nobles  Xekes  que  le  esperaban,  y  como  llegase  la 
noche  y  el  rey  no  viniese,  los  Xekes  pidieron  de  comer  y  se  les 
sirvió  parte  de  la  comida  del  rey,  y  recordándole  su  Wacir  la 
hora  y  los  convidados  y  le  dijese  uno  de  sus  siervos  que  ya 
habían  tomado  parte  de  su  comida,  envió  al  Wacir  para  que  le 
excusase  con  ellos,  y  tomando  una  hoja  de  alcomare  ó  de  atar- 
fe,  escribió  dos  versos  refiriendo  la  causa  de  su  olvido  y  diciendo 
que  los  culpados  ya  tenían  recibida  la  pena  de  su  delito,  siendo 
todos  recíprocos  ejecutores  de  ella. 

»E1  hijo  de  Almetuakil,  llamado  Negindola,  walí  de  Santa- 
rim  (2),  fué  encarcelado  en  Almithema,  y  refería  Aben-Zarfon, 

(i)    ^La-Albuera,  á  so  kilómetros  de  Badajoz? 
(2)    Santarén,  hoy. 


BADAJOZ  87 


cadí  de  la  Aljama  de  Córdoba,  que  en  cierta  ocasión  le  entró  á 
visitar  el  Wacir  Alcatib-Abu-Bekar-benAlcabotorna,  poco  des- 
pués de  la  desgracia  de  su  padre  y  hermanos,  y  cuando  le  vio 
no  pudo  contener  sus  lágrimas,  mirando  en  tan  miserable  estado 
al  que  había  sido  señor  de  tan  ricas  ciudades,  y  reducido  á  una 
estrecha  prisión  el  que  solía  vivir  en  magníficos  alcázares,  ro- 
deado de  nobles  Xekes,  que  le  respetaban  y  servían.  Tales 
vueltas  da  la  fortuna  á  su  inquieta  y  deleznable  rueda. 

»Así  acabaron  los  reyes  de  Andalucía;  los  puso  en  el  trono 
la  discordia  y  la  guerra  civil ;  vivieron  en  continuas  desavenen- 
cias, destruyendo  por  sus  particulares  intereses  la  fuerza  y  uni- 
dad de  España ;  facilitaron  el  engrandecimiento  de  sus  enemigos, 
en  tanto  que  ellos  en  provincias  y  ciudades  establecieron  sus 
débiles  y  efímeras  soberanías,  pues  como  decía  un  poeta  anda- 
luz de  aquel  tiempo : 

En  España  los  pueblos  divididos 
llaman  Amir  Amumenin  su  Arráez. 

»Y  cuando  conocieron  su  yerro  y  pensaron  remediar  sus 
males,  llamaron  en  su  auxilio  á  los  moros  de  África,  que  desola- 
ron la  España,  vencieron  á  los  cristianos  y  después  vencieron  y 
destrozaron  á  los  Amires,  dándoles  en  pago  muerte  cruel  ó  vida 
miserable,  más  cruel  que  la  misma  muerte...» 

Tales  son  los  escasos  datos  que  sobre  el  rey  de  Badajoz  en- 
contramos en  Conde.  Ellos,  no  obstante  su  deficiencia,  bastan 
para  saber  la  desgraciada  muerte  del  monarca  y  la  de  su  dinas- 
tía Athaphthas. 

Omar-ben-  Mohamad-ben  -  Abdallá-  ben-  Mohamar-ben  •  Mosla- 
ma  fué,  á  lo  que  parece,  el  quinto  y  último  rey  de  Badajoz,  cuya 
monarquía  registró  rigurosamente  el  siguiente  orden  cronoló- 
gico: 

I.  Sapur  ó  ^por  (el-Almanzor-el-Marid). 

II.  Abud  Mohammad-Abdallah-ben-Maglamach-Almanzor  I. 

III.  Abud-Bequer  (Beker)  Mohamad-Al-MothafFar. 


88  BADAJOZ 


IV.  Yahya-Almanzor  II. 

V.  Omar-ben-Mohamad . 

Este  monarca  tuvo  tres  hijos.  Al  mayor  llamado  Omar-Al 
metuakil-Negm-dolaben- Alafas;  le  seguían  Alfadil-AImetuakil- 
ben-Alafás,  y  Ben-Alabás-Almetuakü-ben-Alafás,  conocido  por 
Omar-Almetuakir-Alabás-ben-Alafás. 

El  primero  fué  walí  de  Santarén,  murió  en  la  prisión,  y  los 
otros  dos^  como  decimos  más  arriba,  alanceados  en  el  campo. 

Todos  los  autores  que  hablan  del  rey  de  Badajoz  citan  su 
nombre  con  elogio,  no  faltándolos  también  para  su  antecesor  Al- 
metuakil-AlalIá-Omar-ben-Mohamad-ben-Abdallá-ben  Mohamed- 
ben-Moslama,  mayormente  conocido  por  otros  diversos  nombres. 
Era  hijo  del  rey  Al-Modhaífar.  Nació  en  Badajoz  en  436  de  la 
hégira,  y  ocupó  el  trono  por  muerte  de  su  padre  en  460,  reinan- 
do 29  años,  pues  en  el  de  489  fué  destronado  y  preso  con  sus 
hijos  por  Jusoph  Ibin-Tasehiphin,  emperador  de  los  almorávi- 
des, quien,  instigado  por  el  turbulento  Almotawaccil,  le  hizo  la 
guerra  con  gran  suerte  para  él  y  mayor  desgracia  para  el  rey  de 
Badajoz,  bien  que  el  vencido  aquí  lo  fué  él  poco  después,  por 
Sir-Ibn-Alí-Bacer. 

Sobre  la  triste  suerte  del  rey  de  Badajoz  encontramos  en  el 
tomo  V  de  las  obras  de  Ibn-Kaldum,  que  existía  en  la  biblioteca 
de  Leyden  (núm.  1,350  y  1,351),  lo  siguiente: 

€  Desde  aquí  se  trasladó  (Sir-Ibn  Abi-Bacer)  á  Badajoz,  y 
apoderado  del  señor  de  esta  ciudad,  Omar-Ibn-1-Aphtas,  así  como 
de  sus  hijos,  les  dio  muerte  el  día  de  las  víctimas  (año  489). 
Matólos  porque  les  constaba  el  trato  que  habían  hecho  con  el 
rey  de  los  cristianos  y  sus  propósitos  de  entregarle  la  ciudad  de 
Badajoz. » 

Parécennos  estas  noticias  bastantes  á  esclarecer  la  genealo- 
gía  del  rey  de  Badajoz. 

No  fué  menos  celebrado  Abu -Baker- Mohamad-Almodphero, 
que  ocupa  un  puesto  eminente  entre  los  hombres  de  ciencia  de 
su  época.  « 


BADAJOZ  89 


Fué  Mohamad-AImodphero,  al  decir  de  los  escritores  árabes, 
un  notable  escritor  del  siglo  xi  é  ilustre  príncipe  de  la  dinastía 
de  los  Abdallas,  como  biznieto  de  Abdallá,  y  rey  de  Badajoz  á 
la  muerte  de  su  padre. 

Había  nacido  en  Badajoz  (como  su  padre  Omar-ben-Moha- 
mad-ben-Abdalla-ben-Mohamad-ben-Moslama)  en  año  de  390  de 
la  hégira  y  se  educó  con  los  mejores  profesores  de  sus  tiempos. 

A  la  muerte  de  ^apur,  ocurrida  en  el  año  413  (1022  de 
nuestra  era);  su  padre  Omar-  que  era  secretario  del  expresado 
monarca,  expulsó  á  los  príncipes  del  reino  y  se  proclamó  rey  de 
Badajoz,  sucediéndole  más  tarde  su  hijo,  que  fué  uno  de  los  prín- 
cipes más  ilustrados  que  tuvo  la  Lusitania,  como  cuenta  Casiri. 

Mohamad-Almodphero  debió  morir  por  los  años  de  468,  y 
le  sucedió  en  el  trono  su  hijo  Omar. 

En  1877,  practicando  excavaciones  para  las  obras  que  se 
ejecutaban  en  el  cuartel  de  la  Bomba,  en  dicha  ciudad,  se  encon- 
traron dos  lápidas  sepulcrales,  y  una  de  ellas,  referente  á  un 
Xeque  llamado  Albukasen,  que  traducida  dice  así: 

fEn  el  nombre  de  Dios  clemente  y  misercordioso.  Y  que 
» derrame  Dios  sus  beneficios  sobre  Mahomed.  Todo  lo  que  hay 
» sobre  la  tierra  fenece,  y  no  queda  sino  Dios,  poseedor  de  la 
» gloria  y  de  la  honra.  Este  es  el  sepulcro  de  Xeque  (ó  Yequé), 
»el  alfaqui  Albukasem-ben-Hasan-bar-Jarhum-Elancaridu  (i).  Ilu- 
»mine  Dios  su  sepulcro  y  santifique  su  alma.  Padeció  el  martirio 
»en  la  parte  oriental  de  Badajoz,  cuando  los  españoles  fueron 
^traidores  á  ella  (2)  en  la  paz  (3).  Jueves,  día  primero  del  mes 
>de  Rabian  segundo,  año  de  556  (4).» 


(1)  Natural  del  pueblo  ó  tribu  de  Sancaridu,  que  ignoramos  cuál  fuese. 

(2)  Es  decir,  á  la  ciudad  de  Badajoz. 

C3)  Según  el  historiador  citado  antes,  en  este  año  se  apoderaron  los  moros  de 
Badajoz,  de  Beja  y  de  Evora.—El  sentido  de  esta  frase  debe  de  ser,  que  estando 
ocupada  la  plaza  por  los  moros,  la  acometieron  los  cristianos  faltando  á  alguna 
capitulación  ó  tratado  de  paz. 

(4)    De  esta  era  1 1 6 1 . 


90  BADAJOZ 


La  otra  lápida,  como  esta  misma  que  traducimos,  está  en 
Madrid,  en  el  Museo  de  Ingenieros,  No  hacemos  ahora  más  re- 
ferencia á  ella  porque  corresponde  mayormente  á  un  hijo  de 
Mérida,  y  con  más  oportunidad  daremos  su  traducción.  Esta  de 
más  arriba  sirve  para  testificar  cómo  cuando  los  vecinos  de  Ba- 
dajoz en  I  i6i  se  entregaron  á  los  cristianos,  murió  sacrificado 
en  defensa  de  su  grey  Albu-Kasem. 

Los  datos  expuestos  más  arriba  demuestran  la  importancia 
que  alcanzó  Badajoz  en  los  siglos  xi  y  xii.  Corte  de  una  mo- 
narquía poderosa,  fué  centro  de  gran  cultura  y  sirvió  de  cuna 
á  Jaimird-ben-Najid-Almohawi,  abogado  distinguido  y  de  los  ju- 
ristas más  célebres  que'  tuvo  España  en  el  siglo  xi,  según  afirma 
Aben-Pascual;  Xarhabil-al-Hasan-ben,  célebre  profesor  y  escri- 
tor didáctico  nacido  en  fines  del  siglo  x,  y  de  quien  dice  Ahmed- 
ben-Yahya,  tque  fué  uno  de  los  eruditos  más  esclarecidos  que 
» había  conocido  en  sus  tiempos»;  Abd-al-lah-bas-Mohammad- 
ben-Aciyd,  escritor  famoso,  padre  del  distinguido  Abud-Moha- 
med,  y  autor  de  varias  obras;  Soleimán-ben-Mohammad-ben- 
Babdal,  jurisconsulto  y  esclarecido  poeta;  Yaya-ben-Soleimán- 
ben-Babdal,  sabio  propiamente,  porque  se  distinguió  en  ciencias 
naturales,  y  con  todos  estos,  y  á  la  cabeza  de  todos  el  famoso 
Abu-Mohamed-Abd-Allah-Abul-Walid-al-Nihil,  famoso  poeta  na- 
cido en  1015,  que  gozó  de  fama  prodigiosa.  Se  le  hace  autor  de 
un  poema  sobre  la  dinastía  de  los  Aphtasidarum;  pero  confunden 
á  este  escritor  con  Abou-Mohammed,  natural  de  Évora,  y  autor, 
en  efecto,  de  esta  elegía,  que  se  guarda  en  el  monasterio  es- 
curialense,  y  sobre  la  cual  se  han  escrito  multitud  de  volúmenes. 
Consta,  no  obstante,  que  Walid-alNihil  fué  autor  de  una  Retó- 
rica que  citan  con  elogio  los  poetas  de  su  tiempo. 

Referiremos  un  hecho  que  encontramos  en  la  Historia  de 
España,  por  Lafuente,  cuando  habla  de  Ebu-Ma,  que  reinaba  en 
Almería  en  los  tiempos  del  poeta  badajocense.  Después  de  haber 
colmado  de  mercedes  el  rey  al  poeta,  éste,  desde  Sevilla,  donde 
se  encontraba,  cometió  la  ingratitud  de  insultarle  en  una  sátira 


BADAJOZ  91 


compuesta  en  honor  del  rey  de  Sevilla,  que  acababa  de  ser  ven- 
cedor del  de  Almería,  con  los  siguientes  versos : 

EbU'Abed  ha  destruido  los  berberiscos ; 
Ebu-Mau  ha  exterminado  los  pollos  de  las  aldeas. 

Pasado  algún  tiempo,  el  poeta  fué  á  Almería  y  el  rey  le  in- 
vitó á  comer,  no  sirviéndole  otros  platos  que  pollos  aderezados 
de  distintas  maneras. 

— Pero,  señor — exclamó  el  poeta, — ¿no  hay  en  todo  el  reino 
de  Almería  otro  manjar  que  servir  á  la  mesa  del  rey? 

— Otro  sí  tenemos — respondió  el  rey;  —  pero  he  querido 
probaros  cuánto  os  engañasteis  al  afirmar  en  cierta  poesía  que 
Ebu-Ma,  el  rey  de  Sevilla,  había  exterminado  los  pollos  de 
mis  aldeas. 

Quedó  el  poeta  abochornado,  sin  poder  encontrar  una  hon* 
rosa  justificación  á  su  imprudente  conducta,  y  comprendiéndolo 
así  el  rey  de  Almería,  añadió : 

— Tranquilizaos;  un  hombre  como  vos  no  gana  reputación, 
ni  vive,  sino  obrando  como  vos :  el  solo  que  merece  mi  cólera  es 
el  que  os  oyó  recitar  versos  que  ultrajaban  á  otro  igual  suyo. 

£1  poeta,  no  satisfecho  de  su  posición  en  Almería,  abandonó 
la  corte  de  Abu-Ma-Al-Motacin,  escribiéndole  otros  versos  de 
arrepentimiento,  en  que  celebraba  su  ilustración,  liberalidad  y 
larguezas. 


CAPÍTULO  II 


D.  Alfonso  Enríquez  de  Portugal  y  D.  Femando  II  de  León  en  Badajoz.— De 
algunos  sucesos  importantes. — El  Estandarte  y  la  Caldera. 


I 


ON  la  dinastía  de  los  Alaphthas  terminó  la  mo- 
narquía de  los  Algarves  y  la  Lusitania  que  ^apur 
estableció  en  Badajoz,  y  al  morir  su  último  rey 
alanceado  por  los  almorávides  el  año  de  1094,  ^ 
2  de  Febrero,  la  reacción  más  espantosa  se  obró 
en  el  reino,  porque  á  la  liberalidad  y  cultura  de 
sus  reyes  sucedió  la  tiranía  de  los  almorávides  y 
la  pobreza  del  país,  esquilmado  por  las  guerras 
y  los  impuestos  de  sus  nuevos  gobernantes. 
En  tanto  los  reyes  cristianos  comenzaron  á  soñar  ya  con 
ganar  Extremadura.  De  fecha  anterior,  D.  Alfonso  II  intentó 
pasar  con  sus  conquistas  hasta  Badajoz  y  fué  vencido  en  los 
campos  de  Mérida,  en  1086,  el  23  de  Octubre,  por  el  rey  de 
Badajoz,  Almanzor  II,  ayudado  por  el  rey  de  Sevilla.  Ochenta  y 
dos  años  después,  en  11 68,  el  rey  de  Portugal  D.  Alfonso  En- 
ríquez  atravesó  las  fronteras  árabes,  y  olvidándose  que  Badajoz 


94  BADAJOZ 


era  prenda  apetecida  por  D.  Fernando,  rey  de  León,  se  propu- 
so someterlo,  como  había  hecho  ya  con  Beja,  Évora,  Moura, 
Serpa,  Alconchel  y  otras  plazas. 

D.  Alfonso  formó  su  ejército  y  lo  confió  al  capitán  Giraldo, 
quien  partió  para  Badajoz  en  1167,  deteniéndose  desde  Abran- 
tes  en  la  conquista  de  otros  pueblos.  La  de  Badajoz  debió  ser 
allá  por  el  año  de  11 68,  aunque  otros  la  anotan  en  el  de 
1 169  (i).  Retiróse  Giraldo  de  Badajoz,  dejando  un  Alcaide 
nombrado;  pero  apenas  el  ejército  portugués  llegaba  á  Lisboa, 
los  moros  de  Badajoz  se  rebelaron  contra  su  Alcaide  y  los  cris- 
tianos, entre  quienes  hicieron  muchas  muertes,  y  gozaron  de  su 
independencia,  hasta  que  un  año  más  tarde  se  presentó  el  mismo 
D.  Alfonso  con  buena  copia  de  gentes  para  tomarla  en  definiti- 
va: y  cuando  ya  se  encontraba  dentro  de  sus  murallas,  batiendo 
uno  por  uno  los  baluartes  interiores  que  los  moros  defendían 
con  tenaz  empeño,  se  apareció  de  sorpresa  á  defenderlos  el  rey 
D.  Fernando  II,  hecho  que  desconcertó  en  tales  términos  al 
portugués  que  sólo  pensó  en  escapar  de  segura  prisión,  y  hu- 
biéralo  conseguido  si  en  la  veloz  carrera  de  su  caballo  no  hu- 
biese tropezado  contra  el  cerrojo  de  la  puerta  que  había  hacia 
el  norte  del  Castillo,  por  donde  intentara  escapar.  La  violen- 
cia del  choque  hizo  rodar  por  el  suelo  al  fugitivo  con  una  pier- 
na rota,  y  caer  en  manos  del  monarca  á  quien  tan  mala  pasada 
pretendía  hacer,  cjusto  castigo,  exclama  Lafuente,  á  la  traición 
>que  le  había  franqueado  la  entrada  en  la  ciudad.»  Desde  en- 
tonces no  pudo  gozar  salud,  y  murió  al  cabo. 

Fama  es,  y  lo  pregonan  á  una  todos  los  historiadores,  de 
que  el  rey  D.  Fernando  trató  con  mucha  consideración  al  rey 
portugués,  mejor  dicho,  con  generosidad.  Tal  conducta  no  era 
de  esperar,  pues  cuando  menos  creían  que  lo  mandaría  encerrar 
en  algún  monasterio  ó  ignorado  castillo,  como  venganza  justa 


(1)    In  era  MCCVI  quinto  Nonas  Maii  interiit  Alcaide  Geraldus  Badalouci,  {Cro- 
nicón primero  de  Coimbra.) 


BADAJOZ  95 


que  debía  tener  por  la  conducta  poco  caballeresca  que  siguió  el 
rey  portugués.  Ó  de  otro  modo,  que  le  exigiría  una  petición 
grande,  porque  la  de  entregar  lo  que  pocos  días  antes  le  había 
ganado  no  era  nada,  y  menos  resarcirle  de  los  escudos  que  tuvo 
que  gastar  por  sostener  una  guerra  que  sólo  por  su  culpa  se  vio 
precisado  á  emprender. 

El  rey  de  León,  después  de  haber  pasado  algunos  días  du- 
rante los  cuales  hizo  curar  á  su  prisionero  de  guerra,  le  dijo: 
Retírate^  restituyeme  lo  que  me  has  usurpado^  respeta  otra  vez 
mejor  los  tratados  y  vete  de  Badajoz^  libre  para  cuidar  tu  reino. 

Y  aquel  Alfonso  Enríquez,  el  terror  y  espanto  de  los  moros, 
el  que  hasta  entonces  había  obligado  á  los  reyes  de  Castilla  y 
León  á  que  respetaran  su  altanería,  admitió  la  generosa  propo- 
sición de  D.  Fernando  devolviendo  los  veinticinco  castillos  que 
le  tenía  cogidos  en  Galicia,  y  despidióse  en  Badajoz  de  su  yerno 
haciéndole  un  presente  de  veinte  caballos  de  batalla,  volviéndo- 
se libre  á  su  reino,  bien  que  la  fractura  de  la  pierna  no  le  per- 
mitió ya  en  adelante  dirigir  la  guerra. 

La  plaza  de  Badajoz  quedó  desde  entonces  libre  de  que  la 
acometieran  más  los  portugueses,  y  gobernada  por  Abenabel, 
jefe  de  los  musulmanes,  aunque  feudatarios  del  monarca  leo- 
nés, á  quien  pagaban  vasallaje.  La  puerta  por  donde  entrara 
el  rey  portugués  y  en  la  que  también  sufrió  tan  grande  como 
merecida  derrota  D,  Alfonso,  se  llama  la  puerta  de  la  Traición. 
Es  la  que  se  conserva  cerrada  hacia  el  Norte,  frente  á  la  des- 
embocadura del  Rivillas  en  el  Guadiana.  Así  se  ha  conñrmado 
también  en  estos  versos  del  romancero  de  San  Pedro  de  Al- 
cántara: 

«A  morir  viene  en  Rivillas 
Que  también  muere  veloz 
En  el  gran  río,  lamiendo 
La  puerta  de  la  Traición.Tf 

No  están  conformes  todos  los  autores  en  el  año  de  este  su- 


96  BADAJOZ 


ceso,  que  ha  inspirado  á  más  de  un  poeta  para  cantarlo  en  el 
•  romance.  Garibay  (i)  lo  cita  en  1179.  El  arzobispo  D.  Rodri- 
go (2)  lo  da  en  1 160.  Mariana  (3)  en  1 180  y  la  Crónica  Lusita- 
na en  1206,  que  corresponde  á  1 158,  como  convienen  todos  (4). 
Pero  está  probado  que  fué  en  1 207  (i  1 69  de  Cristo)  cuando  tuvo 
lugar  este  suceso,  por  un  privilegio  de  la  iglesia  de  Astorga, 
que  trae  González  Dávila  (5)  y  dice  así:  Facía  carta  eo  anno, 
quo  Dominus  famosissimus  Rex  Ferdinandus  victoriosissime  ce- 
pit  Regem  Portugallensem  en  Badalocio^  era  MCCVIL 

Para  mayor  seguridad  puede  consultarse  un  documento  del 
Archivo  Nacional  de  Lisboa  (6),  que  dice  estar  fechado  en  No- 
viembre de  1 1 69,  y  contiene  estas  terminantes  palabras:  t  Quando 
Rex  venit  Badalioz  et  jacebat  injirmus  in  balneis  de  Alafoen,,,, 

En  el  Museo  Provincial  de  Badajoz  existe  actualmente  un 
precioso  plato  de  bronce  perfectamente  cincelado,  en  cuyo  fondo 
se  leen  formando  orla  circular  estas  letras: 

R.  A.^  H/  ANO  MCXLVII. 

Esta  joya  de  arte  antiguo  fué  encontrada  cerca  de  la  puerta 
de  la  Traición,  y  bien  á  las  claras  denuncia  su  dedicatoria  y  fe- 
cha (7),  haber  pertenecido  al  ilustre  prisionero  del  rey  de  León. 


(i)    Libro  XXXIV,  cap.  XIII. 

(2)  Libro  VII,  cap.  23. 

(3)  Libro  Xí,  cap.  XV. 

(4)  Dice  la  Crónica  Lusitana:  Era  1206,  Facium  est  inforiunium  Regis  D.  Al- 
fonsi  etsui  exerciius  in  Badalioz^  anno  41  regni  ejus.  Pero  la  Crónica  Coimbricen- 
se  tercera,  que  sigue  por  lo  común  á  la  Lusitana,  de  quien  discrepa  bien  poco, 
dice  así:  Era  MCCVII factum  est  infortunium  'Regis  Al/onsi  contra  exerciius  ejus  in 
civitate  Badalioz, 

( $  )     Teatro  Eclesiástico  de  Badajoz. 

(6)  Torre  do  Tombo  en  la  Cámara  dos  Diputados,  mazo  i  2  de  Foraes  antiguos, 
núm.  3,  tolio  69  vuelto. 

(7)  Grande  confusión  me  ha  ofrecido  esta  lectura,  por  la  circunstancia  de  ha- 
llarse la  fecha  con  arreglo  á  la  era  cristiana  y  no  con  arreglo  á  la  vulgar,  que  era 
la  que  en  España  se  seguía  entonces.  Desde  luego  se  comprende  que  la  inscripción 
está  puesta  en  latín,  pues  el  dialecto  portugués  debía  por  aquel  entonces  hallarse 
en  sus  comienzos;  y  así  entiendo  que  dice:  Rege  Alphonso  Enriquez  an  (n)  o  1 147. 


BADAJOZ  97 


II 


A  las  guerras  de  D.  Ordofto  II  por  la  reconquista  del  país, 
sucedieron  las  intentonas  malogradas  de  D.  Alfonso  VI  de  León, 
vencido  en  los  campos  de  Zagala,  distante  tres  leguas  de  Tala- 
vera,  y  con  esta  derrota  del  rey  cristiano,  el  triunfo  completo 
de  los  almorávides,  dueños  del  país  hasta  la  batalla  de  las  Navas 
de  Tolosa,  en  que  D.  Alfonso  IX,  animado  de  la  fe  cristiana  y 
ayudado  por  los  caballeros  y  prelados  del  reino,  acometió  la 
conquista  de  la  hoy  Extremadura,  obra  que  llevó  á  feliz  término 
en  un  breve  plazo,  conquistando  á  Mérida,  Cáceres,  Medellín  y 
Villanueva  de  la  Serena,  acampando  sus  tropas  el  1 2  de  Marzo 
de  1228  en  los  campos  de  Talavera,  donde  entró  con  sus  no- 
bles el  día  13,  hasta  el  14,  en  que  los  ejércitos  emprendieron  la 
marcha  hacia  Badajoz,  para  reforzar  y  animar  á  las  tropas  que 
ya  sitiaban  aquella  plaza,  conquistada  al  ñn  el  19,  día  de  San 
José,  gracias  al  valor  de  las  huestes  cristiana3,  contra  las  cuales 
eran  ya  impotentes  todos  los  esfuerzos  que  oponían  los  árabes, 
mandados  por  el  famoso  Abenuc  y  secundados  por  Abenabel. 


De  esta  suerte  aparece  en  dativo  el  nombre  del  monarca,  lo  que  prueba  que  el 
plato  le  había  sido  dedicado  6  donado  por  alguien.  Además,  en  el  original  dice 
ano  en  vez  de  anno^  que  es  como  debiera  decir  ya  sea  en  latin  ó  en  portugués,  y 
por  tanto  es  lorzoso  convenir,  ó  en  que  hubo  error  por  parte  del  grabador,  ó  en 
que  se  suprimió  la  n  que  falta  con  el  fín  de  que  cupiesen  las  demás  letras  en  la  cir- 
cunferencia. Por  último;  la  fecha  1 147  está  contada  por  años  de  Jesucristo,  contra 
la  costumbre  que  en  Portugal,  Castilla  y  Aragón  se  seguía  de  contar  por  la  era 
española  (38  años  anterior  á  J.  C),  por  donde  se  viene  en  conocimiento  de  que 
debió  construirse  el  plato  en  el  extranjero.  Y  digo  que  está  contada  en  años  de 
Jesucristo,  porque  Alfonso  Enríquez  comenzó  á  regir  su  país  en  la  era  1 1  50  (ó  sea 
en  1 1 1 2),  y  por  consiguiente  no  puede  creerse  que  la  cifra  allí  grabada  represen- 
te la  era  1 147,  tres  años  anterior  al  dueño;  esto  aparte  de  que  Alfonso  gobernó 
como  conde  hasta  el  año  1 1  39  en  que  tomó  el  título  de  rey.  Por  esto  creo  firme- 
mente que  la  joya  procede  del  extranjero,  y  no  me  parece  extraviado  que  acaso 
fuera  donación  del  Papa,  grande  amigo  de  Alfonso  ó  del  rey  de  Francia,  que  no  lo 
éramenos.  (M.  R.  Martínez:  Bolelin-Revista  del  Instituto  de  Badajoz,  pág.  109.) 

»3 


98  BADAJOZ 


Aquí  terminaron  las  conquistas  del  rey  D.  Alfonso  IX  de 
León,  á  cuyo  monarca  debió  Extremadura  verse  redimida  de 
las  gentes  mahometanas. 

Por  un  privilegio  de  D.  Alfonso,  concedido  al  monasterio  de 
Valparaíso,  fecha  8  de  Enero  de  1230,  vemos  que  toma  este 
monarca  desde  dicha  fecha  el  título  de  rey  de  Batalloz  (i). 

En  1279  se  encontraron  en  esta  ciudad  D.  Alfonso  X  de 
Castilla,  D.  Dionisio  de  Portugal  y  su  hermano  D.  Alonso,  lla- 
mados por  el  primero  para  lograr  de  reconciliarlos.  Badajoz 
siguió  á  D.  Alfonso  cuando  su  hijo  D.  Sancho  tomó,  en  1282, 
las  riendas  del  Gobierno  de  Castilla,  como  regente  del  reino; 
el  infante  fué  á  reducirla  á  su  obediencia,  pero  le  rechaza- 
ron los  ejércitos  árabes  que  D.  Alfonso  había  llamado  en  su 
auxilio.  Más  tarde  D.  Alfonso  la  cedió,  con  Sevilla,  á  su  hijo 
D.  Sancho,  con  el  título  de  rey,  aunque  feudatario  de  los  de 
Castilla;  pero  no  tuvo  efecto  esta  donación,  porque  su  hijo  le 
sucedió  en  todos  sus  estados. 

Como  Badajoz  se  pobló  en  tiempo  de  su  conquista  con  gen- 
tes que  pertenecían  ó  seguían  á  dos  familias  muy  principales, 
denominadas,  una  los  portugueses  y  y  otra  los  bejaranos^  y  por 
el  reparto  de  tierras  que  á  cada  una  les  cupo  cuando  la  conquis- 
ta, surgieron  grandes  disgustos,  pues  diferentes  veces  se  vio 
toda  la  ciudad  en  armas,  D.  Sancho  vino  en  1288  á  poner  paz 
entre  los  alborotadores  de  uno  y  otro  bando.  Un  año  más  tarde, 
reprodújose  la  rebelión,  ahora  con  carácter  más  grave,  pues  los 
portugaleses  lograron  despojar  de  sus  haciendas  á  todos  los 
bejaranos  y  expulsarlos  de  la  ciudad.  Acudieron  en  queja  al 
rey.  Éste  mandó  resarcir  sus  bienes  á  los  bejaranos  y  restable- 
cerlos en  su  derecho.  Los  portugaleses  alentados  por  D.  Alfon- 
so Godínez,  favorito  del  monarca,  se  negaron  á  obedecer,  y  en- 


(i)  Los  árabes  llaman  constantemente  á  la  ciudad  Batalt'oz;  y  con  muy  poca 
diferencia,  el  Silense,  la  crónica  de  Alfonso  VII  y  el  cronicón  de  Coímbra  la  dicen 
Badcílio:^-  pero  hallamos  en  el  siglo  xiii  nada  menos  que  diez  maneras  diferentes 
para  nombrarla,  empleando  cuatro  formas  el  rey  D.  Alfonso  X  en  las  Cantigas, 


BADAJOZ  99 


tonces  los  contrarios  acudieron  á  las  armas,  matando  gran 
número  de  ellos  y  lanzando  de  la  ciudad  á  los  restantes.  Esto 
tuvo  lugar  en  la  mañana  del  lo  de  Abril  de  1289  (1). 

Añadieron  á  esto  otro  acto  más  peligroso :  enarbolar  la  ban- 
dera de  D.  Alfonso  de  la  Cerda,  á  quien  llamaron  por  su 
rey.  Indignóse  D.  Sancho  IV  y  mandó  al  punto  sus  ejércitos 
sobre  ellos.  Rindiéronse  á  partido,  salvo  las  vidas ;  pero  no  se 


(1)  Se  refiere  una  tradición  popular  á  consecuencia  de  suponerse  muerto  en 
este  día,  celebrando  misa  en  la  Catedral,  el  obispo  D.  Alfonso  I. —  El  P.  Fita  y  Fer- 
nández Guerra,  en  su  libro  Recuerdos  de  un  viaje,  recogen  esta  tradición,  y  la 
cuentan  en  los  términos  siguientes : 

«..*  Los  portugaleses  apropiáronse  ciertas  dehesas  que  pertenecían  álos  bejara- 
nos.  Acuden  éstos  al  rey  Sancho  el  Bravo  ó  el  Pravo,  como  se  le  dijo  primero;  y 
obtuvieron  repetidas  provisiones  para  ser  restituidos.  Pero  como  no  se  cumplie- 
sen, por  ser  portugalés  D.  Alfonso  Godínez,  favorito  del  monarca,  y  el  rey  contes- 
tase á  los  bejaranos  que  á  ellos  les  tocaba  hacerlas  valer,  los  bejaranos,  cuando 
alboreaba  el  día  de  la  Pascua,  lo  de  Abril,  acometen  en  sus  casas  á  los  portugale- 
ses, apellidando  libertad,  aclaman  por  rey  á  D.  Alfonso  el  de  la  Cerda,  y  aquellas 
dos  numerosas  y  prepotentes  familias  convierten  la  ciudad  en  horrible  campo  de 
batalla.  Acércase  la  hora  de  la  misa  mayor,  y  ni  canónigos  ni  servidores  de  la 
iglesia,  nadie  se  atrevía  á  dirigirse  al  templo.  Un  santo  y  anciano  sacerdote  no 
puede  llevar  en  paz  que  deje  de  celebrarse  el  oficio  divino;  penetra  en  la  catedral, 
acompañado  de  un  fiel  paje,  hace  abrir  las  puertas,  repicarlas  campanas,  se  revis- 
te, sube  al  altar  mayor,  espera  largo  rato;  pero  la  iglesia  está  vacía:  ni  un  alma, 
excepto  el  preste  y  su  monaguillo,  atravesó  los  umbrales.  Por  fuera  asordan  el 
espacio  gritos  de  venganza  y  enojo,  maldiciones  y  blasfemias,  y  el  incesante  gol- 
pear de  las  armas.  Comienza  la  misa;  y  en  la  plegaria  que  sigue  al  introito,  pide 
con  vehementísima  caridad  el  celebrante  que,  al  renovarse  en  tan  glorioso  día  el 
sacrificio  del  Unigénito  de  Dios  nuestro  Redentor  y  Maestro,  no  falte  devoto  pue- 
blo que  lo  presencie  y  ensalce  y  glorifique.  Vuélvese  para  la  salutación  de  rúbri- 
ca, y  párase  inmóvil  y  absorto  al  contemplar  llena  toda  la  iglesia  de  inmenso  y 
devotísimo  concurso.  Renueva  la  salutación  al  principiar  el  ofertorio,  y  entre  los 
asistentes  ve  infinitas  damas  con  riquísimos  brocados,  proceres  y  magnates  con 
garnachas  y  preciadas  lobas,  guerreros  ilustres  de  acerina  malla  cubiertos,  caba- 
lleros en  cuyos  mantos  resplandecía  la  verde  cruz  de  Alcántara,  dos  ó  tres  monjes 
que  ceñían  mitra  episcopal,  y  algún  prelado  á  quien  el  mismo  celebrante  cerró  los 
ojos  en  el  lecho  de  muerte.  Entonces  conoció  que  los  muertos  se  habían  levantado 
de  sus  sepulturas  para  asistir  á  la  santa  misa;  y  en  los  momentos  pidió  con  ardo- 
rosas lágrimas  por  los  vivos  y  los  difuntos.  Pero  al  volverse  y  decir  lie,  missa  est, 
aquel  inmenso  pueblo  de  ultratumba  desapareció  como  por  ensalmo;  y  al  inclinar 
sobre  el  altar  el  sacerdote  la  cabeza  y  pedir  á  la  Trinidad  Santísima  que  admitiese 
el  tributo  de  su  fiel  servidumbre,  espiró  en  aquel  punto,  quedando  yerto  cadáver. 
No  debía  permanecer  ya  entre  los  vivos  quien  se  había  ofrecido  de  esta  manera  en 
sacrificio  con  la  hostia  inmaculada  para  aplacar  la  justa  ira  del  cielo.» 

No  hemos  de  añadir  que  la  anterior  leyenda  no  tiene  el  menor  fundamento.  La 
traemos  aquí  porque  no  despreciamos  cuentos  ni  tradiciones  que  el  pueblo  acepta. 


loo 


BADAJOZ 


les  guardó  lo  concertado,  y  con  una  crueldad  sin  ejemplo,  los 
bejaranos,  en  número  de  4,000  entre  hombres  y  mujeres,  fueron 
pasados  á  cuchillo  en  la  mañana  del  rg  de  Mayo  de  1 289,  y 
sepultados  frente  á  la  puerta  de  Mérida,  donde  luego  se  edificó 
la  ermita  de  San  Roque.  Tan  sangrienta  tragedia,  que  han  refe- 
rido á  porfía  poetas  (1)  y  cronistas,  mereció  el  anatema  de  las 
gentes  honradas. 


(i)    Lorenzo  Sepúlveda,  poeta  de  Badajoz  y  romancero  del  siglo  xvi,  escribió 
sobre  este  hecho  el  siguiente  romance: 

tíBandos  de  Badajoz  entre  Portugaleses  y  Bejaranos.—  D.  Sancho  IV  los  pasa  á  estos 

últimos  d  cuchillo  porque  le  desobedecieron 


Allá  dentro  en  Badajoz 
dos  bandos  hay  muy  contrarios, 
uno  los  Portugaleses 
contra  de  los  Bejaranos. 
Acusan  los  Portugueses 
á  el  su  contrario  bando 
sobre  el  gozar  de  las  tierras 
queriendo  ser  ventajado. 
El  rey  D.  Sancho  está  en  Burgos, 
las  querellas  le  han  llegado ; 
el  rey  por  los  Portugueses 
se  mostraba  aficionado. 
Quitar  los  heredamientos 
mandó  á  los  Bejaranos 
y  que  de  ellos  todos  gocen 
los  que  eran  ajustados. 
Los  Bejaranos  se  quejan, 
viéndose  desheredados; 
importunaron  al  rey 
que  revoque  lo  mandado, 
porque  andan  muy  perdidos 
de  sus  haberes  privados. 
El  rey,  viendo  su  razón 
y  que  eran  agraviados, 
mandó  luego  dar  sus  cartas, 
en  que  de  ellas  ha  mandado 
que  luego  los  Portugueses 
vuelvan  á  los  Bejaranos 
todos  sus  heredamientos 
sin  haber  cosa  faltado. 
A  Badajoz  se  trujeron 
y  les  fué  notificado; 
no  lo  quisieron  cumplir 
ni  volverles  lo  tomado. 


Al  rey  tornara  á  quejarse 

todo  el  bando  Bcjarano. 

El  rey  le  dio  por  respuesta 

que  pues  no  cumplían  su  mando, 

y  habían  tan  gran  poder 

como  tenían  sus  contrarios, 

hagan  por  fuerza  cumplirlos, 

si  no  quisieren  de  grado. 

Con  esto  que  dijo  el  rey 

gran  orgullo  habían  cobrado; 

llegaron  á  Badajoz, 

apercibieron  su  bando. 

Todos  con  armas  secretas 

con  presteza  se  han  armado  ; 

dijeron  que  cumplan  luego 

las  cartas  que  el  rey  ha  dado. 

no  quieren  los  Portugueses, 

mas  aquesos  Bejaranos 

echan  la  mano  á  sus  armas, 

en  ellos  hacen  estragos. 

Alzáronse  con  la  villa, 

viendo  el  mal  que  habían  obrado; 

cobrando  miedo  del  rey 

que  se  lo  habría  demandado; 

témense  mucho  de  muertos 

no  podrán  ser  escapados. 

En  la  villa,  que  es  muy  fuerte, 

puesto  han  muy  buen  recado 

de  gentes  y  bastimentos, 

y  contra  el  rey  se  han  lanzado. 

Nombran  rey  á  D.  Alfonso, 

que  es  hijo  de  D.  Fernando. 

El  rey  con  crecido  enojo 

su  mensaje  había  enviado 


BADAJOZ 


lOI 


Desde  esta  fecha  hasta  la  entrada  de  Felipe  II  en  Portugal, 
en  fines  del  siglo  xvi,  las  guerras,  pocas  veces  interrumpidas 
entre  España  y  Portugal,  tuvieron  á  Badajoz  en  constante  alarma, 
siendo  juguete  de  las  veleidades  políticas  ó  ambiciones  de  familia 
entre  los  monarcas  de  ambos  reinos.  En  1 303  marchó  á  Badajoz 
la  reina  viuda  de  Castilla,  para  reclamar  del  monarca  portugués 
lo  que  por  razón  de  dote  debió  entregar  á  su  hija,  infanta  de 
Portugal,  casada  con  D.  Fernando  de  Castilla.  El  monarca  por- 
tugués le  entregó  i  .cx>o,ooo  de  maravedises.  Al  año  siguiente 
fué  también  á  Badajoz  D.  Fernando  IV  de  Castilla,  con  intento 
de  visitar  al  de  Portugal,  su  suegro,  con  quien  tenía  algunas 
diferencias,  y  recobrar  así  los  lugares  que  durante  su  menor 
edad  le  había  empeñado.  El  portugués  le  facilitó  una  gruesa 
suma  y  le  volvió  á  dar  más  dipero  para  proseguir  la  guerra  con- 
tra los  moros,  empeñándole  la  ciudad  de  Badajoz. 

En  1 33 1  D.  Alfonso  de  Castilla  fué  á  Badajoz  á  verse  con 
Santa  Isabel,  y  cinco  años  más  tarde  el  rey  de  Portugal  cercaba 
á  Badajoz  y  le  combatía  con  gran  denuedo,  porque  el  de  Casti- 
lla no  había  querido  levantar  el  cerco  de  Lerma,  según  se  lo 
habían  suplicado  los  embajadores  portugueses;  pero  hubo  de 
retirarse,  y  para  aquella  ciudad,  por  cuya  parte  pensaba  principiar 


al  maestre  de  Calatrava, 
don  Rodrigo  era  llamado, 
y  al  gran  maestre  del  Temple, 
y  á  otros  muchos  hijosdalgo, 
y  á  Córdoba  y  á  Sevilla, 
á  todos  les  ha  rogado 
que  cerque  á  Badajoz 
todo  el  bando  bejarano. 
Como  ellos  lo  supieron 
al  castillo  se  han  pasado; 
alzáronse  con  la  Muela, 
que  era  muy  fortificado. 
Los  del  rey  allí  los  cercan; 
mas  luego  se  han  concertado 
que  den  el  castillo  al  rey, 
y  ellos  les  han  segurado 
que  el  rey  los  perdonaría, 


sin  castigar  lo  pasado. 
Debajo  de  este  seguro 
luego  se  habían  entregado, 
ansí  también  el  castillo 
los  del  rey  lo  habían  cobrado. 
El  rey  con  crecido  enojo 
mandó  matar  todo  el  bando  : 
entre  homes  y  mujeres 
cuatro  mil  han  degollado. 
Todos  los  mató  en  un  día, 
que  ninguno  no  han  dejado 
que  hobiese  por  apellido 
sobrenombre  Bejarano. 
La  justicia  fué  cruel 
según  que  vos  he  contado; 
pero  los  que  son  traidores 
merecen  hacer  tal  pago.i» 


I02  BADAJOZ 


la  guerra  contra  Portugal,  hizo  llamamiento  de  gentes,  en  1337, 
D.  Alfonso  de  Castilla,  reuniendo  20,000  infantes  y  hasta 
5,500  caballos. 

Á  una  legua  de  Badajoz  y  dos  de  Elvas  se  vieron,  en  1354, 
los  infantes  de  Castilla,  hermanos  del  rey  D.  Pedro,  con  don 
Juan  Alonso  de  Alburquerque,  tratando  de  sus  haciendas  y  de 
ir  á  la  mano  al  rey  en  sus  desatinados  y  temerarios  intentos. 
Veintiocho  años  después,  D.  Juan  I  de  Castilla  se  dirigió  á  Ba- 
dajoz con  un  ejército  formidable,  al  saber  que  un  ejército  inglés  y 
otro  portugués  acampaban  á  tres  leguas  de  la  ciudad.  Las  tropas 
aliadas  contaban  6,000  caballos  y  18,000  flecheros.  Los  caste- 
llanos excedían  de  este  número.  El  tratado  que  se  celebró  en 
Badajoz  puso  paz  entre  ambos  contendientes;  pero  dos  años 
después,  en  1384,  un  ejército  portugués  al  mando  del  famoso 
D.  Ñuño  Alvarez  Pereira,  acometió  al  ejército  castellano  en  los 
llanos  de  Badajoz  y  logró  vencerlo,  matando  á  más  de  3,000  com- 
batientes, y  entre  ellos  al  maestre  de  Alcántara  D.  Diego  Gó- 
mez Barroso,  siendo  esta  derrota  para  Castilla  el  comienzo  de 
otras  mayores,  pues  doce  años  más  tarde  el  ejército  portugués 
entraba  victorioso  en  Badajoz,  llevándose  prisionero  al  goberna- 
dor, que  era  el  mariscal  Garci  Gómez  de  Herrera,  y  se  paseó 
por  el  interior  de  la  comarca  extremeña,  subyugando  á  las  ciu- 
dades y  quemando  los  lugares  pequeños  que  no  aprontaban 
las  sumas  que  les  pedían. 


III 


Por  esta  época  tuvo  lugar  un  suceso  sobre  el  cual  se  ha 
escrito  mucho  y  se  ha  inventado  más  por  los  poetas  y  novelis- 
tas antiguos.  Una  tradición  corre  por  los  pueblos  de  la  frontera 
que  relata  lo  acaecido  en  Badajoz  con  motivo  de  haberse  roba- 
do la  bandera  de  la  ciudad  por  los  portugueses,  en   ocasión  de 


BADAJOZ  103 


estarse  celebrando  la  ñesta  del  Corpus  Christi.  Nada  encontra- 
mos en  las  crónicas  del  siglo  xiv  que  justifique  esta  tradición. 
Sin  embargo,  escritores  muy  notables  no  se  han  desdeñado  de 
acogerla  como  corre  por  las  gentes  del  pueblo,  y  nosotros 
siguiendo  esta  corriente  la  referiremos  tal  y  cómo  la  encontramos. 
Hela  aquí: 

€  Desde  muy  antiguo  que,  al  decir  de  una  leyenda  extreme- 
ña, había  en  Badajoz  la  tradicional  costumbre  de  hacer  prece 
der  la  procesión  del  Santisimo  Corpus  Christi  (i),  de  un  hom- 
bre conduciendo  una  enorme  caldera  de  hierro,  llamada  por  el 
vulgo  la  caldera  del  portugués  (2),  mientras  que  la  misma  solem- 
nidad se  celebraba  por  los  portugueses  en  la  ciudad  de  Elvas, 
pueblo  distante  de  Badajoz  18  kilómetros,  siguiendo  á  una  ban- 
dera española  llamada  comunmente  El  Estandarte  de  Bada 
J^^  (3)-  Y  estas  antiguas  costumbres,  que  apenas  si  recuerdan 
ambos  pueblos  limítrofes,  y  si  las  recuerdan  es  de  una  manera 
extraña  y  desfigurada,  tienen  su  origen  en  un  suceso  tan  raro 
como  original. 

>Las  fiestas  celebradas  en  Badajoz  á  la  segunda  mitad  del 


(i)  El  papa  Urbano  IV  instituyó  esta  fiesta  y  la  del  Sagrado  Corazón  de  Jesús 
como  las  mayores  de  la  Iglesia  Católica  en  el  año  de  1 264,  y  Clemente  V  declaró 
obligatoria  su  observancia  en  principios  del  siglo  xv. 

(2)  Dícese,  no  sabemos  con  qué  fundamento,  que  esta  caldera  se  custodiaba 
hasta  el  siglo  xvi  en  el  Ayuntamiento  de  Badajoz.  Nosotros  no  hemos  encontrado 

,  documento  que  justifique  esta  aserción,  pero  sabemos  que  en  el  antiguo  edificio 
del  Ayuntamiento  de  aquella  ciudad,  levantado  en  principios  del  siglo  xvi  cuando 
se  hicieron  las  casas  y  portales  de  la  llamada  Plaza  Alta^  en  uno  de  cuyos  frentes 
estaba  situado  el  referido  edificio,  al  costado  iquierdo  del  llamado Peso-i^e¿2/,  había 
en  su  piso  bajo  una  habitación  llamada  de  la  caldera  del  portugués. 

(3)  Un  escritor  portugués,  Neves  e  Mello,  cuenta,  sobre  lo  acaecido  con  este 
estandarte,  lo  siguiente : 

«  Foi  uso  por  muitos  annos,  depois  da  trágica  aventura  que  referimos  (la  del 
»robo  de  la  bandera  de  Badajoz)  mostrar-se  no  día  dá  procissáo  do  Corpus  Christi 
DO  estandarte  hespanhol  na  fortaleza  d'  Elvas,  e  na  praza  de  Badajoz  tangían  (toca- 
»ban)  urna  caldeira  de  cobre  em  commemora^áo  do  desgraciado  fin  que  teve  o  ca- 
»yalleiro...» 

Otros  escritores  portugueses,  y  entre  ellos  nuestro  amigo  el  señor  Vilhena  e 
Barbosa,  haciéndose  eco  de  esta  tradición,  la  cuentan  de  distinto  modo  que  Neves 
e  Mello,  aunque  todos  reconocen  el  hecho  principal  que  da  origen  al  recuerdo  his- 
tórico del  Estandarte  español  y  la  Caldera  del  portugués. 


104  BADAJOZ 


siglo  XIV,  el  día  de  la  solemne  procesión  del  Santísimo  Corpus 
Christi  (i),  er^n  cosa  digna  de  verse,  si  hemos  de  creer  cuanto 
hasta  nosotros  ha  llegado  de  la  antigua  tradición  que  nos  ocupa. 

>Y  después  de  la  extraordinaria  pompa  del  culto  religioso 
que  los  vecinos  de  fuera  y  dentro  del  Castillo  tributaban,  como 
buenos  católicos,  al  cuerpo  de  Dios,  las  músicas,  danzas^  cabal- 
gatas, juegos  de  cintas  y  cañas,  danzas,  representaciones  de 
autos  y  farsas  sacramentales  y  otros  alegres  entretenimientos, 
como  el  de  correr  lanzas  y  toros,  no  era  acaso  lo  que  menos 
hacía  llamar  en  tropel  á  las  gentes  de  las  aldeas  y  pueblos  cer- 
canos al  almenado  Castillo,  alcázar  principal  y  asiento  otras 
veces  de  los  reyes  árabes  de  la  Lusitania  y  del  Algarve. 

>Los  buenos  portugueses  de  aquella  época,  olvidando  por 
un  momento  las  eternas  rivalidades  que  de  siempre  los  desunían 
con  los  turbulentos  españoles,  atravesaban  en  aquel  día  alegre- 
mente la  frontera  (2),  sin  recordar  siquiera  que  algunas  veces 
la  habían  pasado  en  son  de  guerra,  para  medir  sus  valerosas 
armas  con  las  no  menos  temibles  de  los  intrépidos  castellanos. 

«Entre  los  muchos  festejos  que  en  Badajoz  tenían  lugar  en 
aquella  ñesta,  había  predilección  por  las  farsas  y  representacio- 
nes (3)  y  por  carreras  de  caballos,  habiéndose  creado  un  buen 


(i)  Salía  de  la  iglesia  parroquial  denominada  Santa  María  del  Castillo,  anti- 
guamente Catedral,  y  venía  de  tránsito  á  la  entonces  moderna  catedral  del  obispa- 
do Pacense,  templo  levantado  sobre  los  cimientos  de  una  mezquita  árabe  conver- 
tida, como  hemos  dicho  ya,  en  iglesia  católica,  bajo  la  advocación  de  San  Juan 
Bautista. 

(2)  La  frontera  dista  de  Elvas  sólo  doce  kilómetros  y  seis  de  Badajoz,  y  la 
forma  el  pequeño  río  denominado  Caya^  por  el  cual  dice  un  poeta,  también  de  Ba- 
dajoz, Barrantes,  lo  siguiente: 

a  ¡Vedle !  Pasó.— Es  el  Caya, 
que  apenas  moja  la  abrasada  tierra 
con  las  campiñas  portuguesas  raya 
y  las  campiñas  españolas  cierra.)» 

(3)  Para  las  fiestas  de  i  $31,  escribió  el  poeta  D.  Diego  Sánchez  de  Badajoz, 
denominado  El  Dachtlier,  canónigo  después  de  aquella  catedral,  y  antes  párroco 
de  Talavera,  varias  obras,  como  fueron  La  Farsa  Teologal,  La  Farsa  de  Navidad 
y  la  del  Santistmo  Sacramento.  En  las  obras  poéticas  de  este  vate  aparecen  multi- 


BADAJOZ  10$ 


premio  para  el  caballero  que  diese  mayor  número  de  vueltas  al 
rededor  de  un  círculo  anteriormente  demarcado,  sustentando  en 
la  mano  derecha  el  pesado  estandarte  de  la  dudad,  con  cuya 
insignia  las  huestes  cristianas  entraron  victoriosas  en  Badajoz 
cuando  lo  ganaron  á  los  sectarios  de  Mahoma. 

> Aquella  función,  cuando  las  luchas  de  destreza  y  de  fuerza 
entretenían  á  la  nobleza  y  causaban  el  encanto  del  populacho 
embrutecido  por  la  guerra  en  que  le  hacían  servir  los  señores^  era 


tud  de  autos  y  faras  escritas  probablemente  para  las  fiestas  de  este  día,  pues  en 
todas  las  catedrales  se  celebraban  de  igual  manera.  Sabemos  por  los  Códices  de 
las  de  Gerona  y  Barcelona  que  los  asuntos  tratados  en  la  primera  época  eran, 
entre  otros,  El  sueño  y  la  venta  de  José^  El  sacrificio  de  Isaac^  La  Anunciación  de  la 
Virgen  Santa  Eulalia  con  sus  compañeras,  Gtc.  En  Sevilla,  durante  el  primer  ter- 
cio del  siglo  XVI,  se  representaban  los  autos  Adán  y  Eva^  La  Epiphania^  El  descen- 
dimiento de  la  Cruz,  Lo  de  la  conversión  de  Constantino  cuando  mandó  soltar  los 
niños,  Lainvención  de  la  Cruz,  El  juicio  (coa  Paraíso  é  infierno)  y  algún  otro. 

En  1532  había  diferencias  entre  los  dos  Cabildos  sobre  la  forma  de  proceder  en 
la  fiesta  del  Corpus,  con  cuyo  motivo  nombró  la  ciudad  á  los  señores  Conde  de 
Gelves  y  flernán  Darias,  alguacil  mayor,  y  Pedro  Suárez  de  Castilla  y  F.  de  Alcá- 
zar; los  cuales  unidos  á  los  que  el  Cabildo  Catedral  eligió,  que  fueron  los  señores 
D.  Juan  Ruiz  de  Bacza,  chantre,  el  licenciado  Puerta,  arcediano  de  Reina,  Pedro  Pi- 
nelo  y  el  maestro  Suero,  canónigo,  y  bajo  la  presidencia  del  señor  cardenal  don 
Alonso  Manrique,  arzobispo  de  Sevilla,  acordaron  en  el  mes  de  Abril  del  citado 
año  el  orden  que  se  había  de  guardar  en  la  procesión. 

En  este  acuerdo  se  dispone,  entre  otras  cosas : 

«Que  luego  vayan  las  cofradías  y  oficios  con  su  cera,  pendones  y  música,  cada 
uno  la  que  pudiere  haber  por  la  orden,  que  suelen  ir  sin  memorias  ni  danzas  de 
espadas.» 

Y  más  adelante : 

«Que  señalen  lugares  donde  se  hacen  las  representaciones.  Los  autos  que  pare- 
ce se  pueden  representar  son  los  siguientes: 

I  .**    El  primero  Adán  y  Eva. 

2."    El  segundo  la  Epiphania. 

-5.°    El  descendimiento  de  la  Cruz. 

4.*'    La  Invención  de  la  Cruz. 

^.*»    Lo  de  la  conversión  de  Constantino  cuando  mandó  soltar  los  Niños. 

6.**    El  juicio,  con  paraíso  é  infierno. 

7.*'  Y  véase  si  se  podrá  hacer  la  Ascensión,  y  también  véase  si  se  podrá  hacer 
la  immición  del  Spirilu  Santo.» 

«Con  cada  representación  de  las  susodichas  ha  de  venir*  su  Memoria  ó  Danza 
de  las  que  suelen  traer  los  oficiales.» 

«Otro  sí,  que  de  cada  oficio  vayan  bastantes  personas  para  los  regir  y  hacer  an- 
dar y  que  con  cada  una  representación  vaya  un  alguacil.»  (Lib.  1  2  de  Autos  del 
Cabildo  Catedral,  Pág.  i  50  v.) 
»4 


I06  BADAJOZ 


siempre  por  nobles  y  plebeyos  deseada,  y  fué  también  la  en  que 
tuvo  origen  la  tradición  que  nos  ocupa. 

»En  el  año  1384,  en  la  víspera  de  la  festiva  romería  de  Ba- 
dajoz, hallábanse  reunidos  varios  jóvenes  en  la  sala  de  armas 
del  gobernador  de  la  ciudad  de  Elvas.  Uno  de  ellos,  llamado 
Juan  Páez  Gago,  sobrino  del  gobernador,  y  acaso  el  más  teme- 
rario, sino  el  más  valiente,  concibió  el  arrojo  de  hacer  una 
apuesta  con  sus  compañeros  sobre  coger  la  bandera  española  ó 
estandarte  de  Badajoz,  y  traerla  dentro  de  los  muros  de  la  ciu- 
dad portuguesa. 

»El  intrépido  y  atrevido  portugués  llegó  al  siguiente  día  á 
Badajoz,  consiguiendo  entrar  con  otros  caballeros  en  las  funcio- 
nes; y  al  tomar  parte  en  las  corridas  de  caballos,  empuñó,  cuan- 
do le  tocó  en  suerte,  el  glorioso  estandarte,  dando  con  él  la 
primera  vuelta  á  todo  galopar  de  su  fogoso  caballo;  después 
dio  la  segunda  con  no  menos  brío,  y  á  la  tercera,  en  vez  de  vol- 
ver á  la  estacada,  d6nde  las  gentes  presenciaban  el  espectáculo, 
emprendió  una  precipitada  carrera  en  dirección  á  Portugal,  y 
huyó  gritando:  —  €¡0  estandarte  levo!...  ¡O  estandarte  levo!» 

€  Quedaron  todos  los  españoles  atónitos  y  sin  poder  tomar 
decisión  por  el  primer  momento.  Recuperada  en  breve  la  sereni- 
dad  y  la  energía,  momentáneamente  perdida,  partieron  á  todo 
galopar  trece  caballeros  en  seguimiento  del  osado  portugués 
galopando  á  más  y  mejor,  movidos  por  el  vehemente  deseo  de 
la  venganza  de  hecho  tan  ruin;  pero  el  portugués  llevaba  gran 
delantera,  y  animado  ya  por  el  corto  espacio  que  le  separaba 
de  Elvas  tomó  la  dirección  de  una  de  sus  puertas  acosando  á  su 
caballo  para  más  pronto  entrar  en  la  plaza;  mas  por  desgracia 
suya,  estaba  levantado  el  puente  levadizo.  Entonces,  cubierto 
él  de  sudor,  y  su  fogoso  caballo  de  espuma,  se  dirigió  á  otra 
puerta,  pero  estaba  también  levantado  el  puente  levadizo :  como 
por  la  anterior,  le  era  vedado  el  tránsito  á  la  plaza. 

» Y  era  que  el  gobernador  de  ella  había  visto  á  gran  número 
de  españoles  galopar  en  dirección  á  Elvas,  y  por  temor  al  peli- 


BADAJOZ  107 

gro,  á  causa  del  hecho  cometido  por  el  intrépido  portugués, 
mandó  cerrar  las  puertas  de  la  ciudad. 

» Viendo  indignado  el  valeroso  Juan  Páez  Gago  que  en  breve 
le  alcanzarían  las  espadas  y^  lanzas  enemigas,  no  temió  su  vida, 
y  arrojando  el  glorioso  estandarte  por  cima  de  las  murallas,  ex- 
clamó cayendo  sobre  su  rendido  caballo  en  el  foso :  t  ¡Morra  o 
home!...  ¡Fique  a  fama!...» 

«Entonces  se  lanzaron  sobre  él  todos  los  españoles,  hiriéron- 
le en  su  cuerpo  con  espadas  y  lanzas,  le  llevaron  á  Badajoz, 
donde  le  dieron  muerte  arrojándolo  en  una  caldera  de  aceite 
hirviendo.  > 

Tal  es  la  tradición. 

Por  este  suceso,  sin  duda,  hasta  muchos  años  después  de 
esta  trágica  aventura  se  llevaba  delante  de  la  procesión  del 
Santísimo  Corpus  Christí^  en  Badajoz,  una  caldera,  mientras 
que  en  Elvas  se  conducía  el  estandarte  castellano  (i). 

Varias  leyendas  hemos  consultado  sobre  este  triste  suceso, 
y  todas  cortadas  casi  por  igual  pluma.  Nosotros,  no  obstante, 
nada  hemos  podido  hallar  en  crónicas  ni  manuscritos  que  justi- 
fique la  autenticidad  que  quisiéramos  dar,  robusteciendo  antiguas 
tradiciones,  á  esta  leyenda  (2),  que  á  ser  cierta  como  es  posible 
cuando  plumas  de  autores  acreditados  no  se  han  desdeñado  en 
aceptarla,  no  ha  sido  lo  más  justo  que  la  historia  olvide  este 
hecho,  ni  el  nombre  de  los  trece  castellanos  que  prendieron  al 
portugués,  para  dar  muerte  á  un  valiente  que  bien  merecía  me- 
jor premio  por  aventura  tan  arrojada  como  la  que  él  cometiera, 
digna  sólo  de  los  hombres  del  siglo  xiv. 


(i)  Las  armas  de  Elvas  están  formadas  por  un  escudo  con  las  quinas  portu- 
guesas, y  en  el  centro  un  caballero  con  un  estandarte  desplegado. 

(2)  Hemos  examinado  los  archivos  del  Ayuntamiento  de  Elvas,  como  los  de  Ba- 
dajoz, y  nada  hemos  encontrado  sobre  este  suceso  que  multitud  de  portugueses 
han  celebrado  en  verso  y  prosa,  sin  que  unos  ni  otros  den  más  luz  que  aquella  que 
la  antigüedad  ha  transmitido  y  el  pueblo  conservado,  quizás  aumentando  ó  dismi- 
nuyendo los  hechos;  pero  siempre  conservando  la  esencia,  principal  objeto  de  esta 
tradición  que  nosotros  transcribimos  fielmente,  como  hasta  nosotros  ha  llegado. 


I08  BADAJOZ 

Otra  leyenda,  paralela  á  la  anterior,  corre  por  los  pueblos 
fronterizos  de  Portugal.  Varía  de  la  de  Páez  Gago,  en  que  al 
protagonista  se  le  llama  Gil  Fernández  y  el  hecho  del  estandarte 
ocurre  en  la  madrugada  de  San  Juan.  Pinto  Leal  atribuye  á 
Gil  Fernández  el  robo  de  la  bandera  á  los  españoles,  en  tanto  Vil- 
hena  Barbosa  declara  que  fué  Páez  Gago  (i).  Todos  los  escri- 
tores portugueses  reconocen  como  verídico  el  robo  del  pendón 
castellano  por  el  joven  Páez  Gago,  ó  por  Gil  Fernández,  fijando 
el  suceso  en  1384.  Hemos  narrado  fielmente  la  tradición  espa- 
ñola. Haremos  lo  propio  con  la  portuguesa,  que  dice  así: 

cEra  la  poética  noche  de  San  Juan.  Al  mismo  tiempo  que 
dentro  de  la  villa  de  Elvas  la  gente  cristiana  celebraba  con  can- 
ciones y  músicas  alrededor  de  las  hogueras  el  nacimiento  del 
precursor  de  Cristo,  los  moros  que  habitaban  fuera  de  la  villa, 
en  el  barrio  de  Almocóvar,  celebraban  también  á  su  modo  esta 
fiesta,  corriendo  cintas  á  caballo  y  quemando  iluminarias. 

•  Ocurría  esto  en  1384,  poco  tiempo  después  del  levanta- 
miento que  hizo  el  maestre  de  Aviz  en  defensa  del  reino  lusitano, 
y  á  tiempo  que  en  las  fronteras  los  adelantados  promovían  la 
defensa  del  país  contra  los  preparativos  del  enemigo  extran- 
jero. 

«Para  poder  ir  á  la  Morería  era  menester  salir  de  la  villa, 
porque  este  barrio  estaba  separado  de  ella  por  el  Outeiro  do 


(i)  Sebastián  de  Sousa  Dantas  Baracho,  en  unas  cartas  muy  eruditas  que  fir- 
maba en  Elvas  y  le  publicaba  O'  Diario  Ilustrado,  de  Lisboa,  dice  hablando  del 
escudo  de  armas  de  Elvas: 

«O  sr.  Pinho  Leal,  na  alternativa  de  ser  ou  nao  el  rei  a  figura  das  armas,  pro- 
nuncia-se  por  que  seja  o  cavalleiro  Gil  Fernandes,  á  quem  attribue  a  lenda  que 
outros  contam  de  Joao  Paes  Gago. 

Esta  lenda  é  evidentemente  imita(;ao  da  que  a  tradi(;ao  oral  conserva  em  Tran- 
coso,  á  respeito  de  Joao  Ti^ao,  como  se  pode  ver  no  Almanach  de  Lembran- 
fas,  6.*  186. 

Consta-me  que  ha  um  folhetim  do  sr.  Vilhena  Barbosa  á  respeito  do  legendario 
Joao  Paes  Gago. 

Nao  sei  o  que  n'elle  se  contém ;  mas  ñas  Leudas  peninsulares  poe  José  de  Torres 
o  successo  no  anno  de  i4'?8,  e  que  é  tao  alto  de  fundamento,  como  o  dizer-se  que 
íoi  Gil  Fernandes  o  mancebo  audacioso  que  trouxe  o  estandarte  de  Badajoz.» 


BADAJOZ  109 


Szso^  el  monasterio  Santo  Domingo  y  la  cerca  vieja.  Las  mura- 
llas de  Elvas,  comenzadas  en  el  reinado  de  D.  Fernando,  es- 
taban lejos  de  concluirse,  porque  como  este  monarca  hacía  y 
deshacía  las  guerras  con  la  misma  facilidad  con  que  aceptaba  ó 
despedía  novios  para  la  infanta,  su  hija,  no  se  trataba  con  inte- 
rés de  fomentar  las  obras,  y  por  esto  sólo  había  edificados  al- 
gunos lienzos  de  la  muralla  que  debían  de  ligar  en  todo  el  cir- 
cuito á  23  fortísimas  torres,  que  más  tarde  habrían  de  indicar 
cierto  progreso  deseado  en  el  arte  de  la  fortificación. 

•  El  alcaide  mayor  Gil  Fernández,  y  otros  muchos  caballeros 
que  de  antiguo  habían  tomado  parte  en  las  guerras  de  Castilla 
que  á  diario  se  suscitaban  entre  los  pueblos  de  la  frontera,  qui- 
sieron ir  á  las  fiestas  de  Almocóvar.  Las  circunstancias  aconse- 
jaban ser  prudentes  ante  los  castellanos  fronteros,  pero  en  aquel 
entonces  más,  porque  ardía  la  guerra  entre  uno  y  otro  pueblo, 
y  el  alcaide  mayor  no  debía  abandonar  bajo  ningún  pretexto  la 
plaza  que  le  estaba  confiada;  pero  Gil  Fernández,  á  quien  los 
peligros  no  le  intimidaban,  no  quiso  privarse  del  gozo  que  había 
de  producirle  la  fiesta  y  á  ella  se  fué  con  denodado  valor.  Para 
desvanecer  los  recelos,  á  los  que  trataban  de  disuadirle  de  su 
intento,  les  decía  que  procurasen  cerrar  las  puertas  de  sus  casas 
y  vigilarlas  bien  para  contar  sus  celdas  aseguradas,  y  que  en 
cuanto  á  él  tocaba,  razones  bastantes  tenía  para  creer  que  no 
habría  emboscada  por  parte  de  los  castellanos,  pues  ellos  ha- 
brían de  salir  peor  librados  en  la  contienda,  y  partió  á  Almo- 
cóvar. 

•Los  temores  de  los  de  dentro  de  la  villa  no  tardaron  en  tener 
algún  fundamento.  Aun  Gil  Fernández  con  los  demás  caballeros 
que  le  seguían,  no  habían  atravesado  la  explanada  del  monte, 
antes  de  llegar  al  fin  de  su  vertiente,  cuando  toparon  con  gran 
número  de  caballeros  castellanos  que  galopaban  sobre  briosos 
caballos,  alumbrados  por  la  blanca  luna  que  reflejaba  sus  rayos 
sobre  los  pulidos  arneses  y  los  yelmos  de  finísimo  acero  tole- 
dano. 


lio  BADAJOZ 


>Gil  Fernández  golpeó  á  su  caballo,  y  adivinando  al  punto 
que  no  venían  los  castellanos  á  las  fiestas,  y  que  sus  deseos  era 
buscar  combatientes,  detúvose  el  tiempo  preciso  para  reunir  pre- 
cipitadamente á  sus  escuderos  y  hombres  de  armas,  y  ya  juntos 
todos,  apretando  los  acicates  sobre  los  caballos  y  desnudando 
las  espadas,  arremetieron  en  masa  sobre  el  enemigo  que  al  punto 
cedió  por  el  centro,  y  el  alférez  que  en  él  estaba  se  dejó  arre- 
batar el  pendón  de  Castilla  que  traía  en  su  mano,  pasando  á  las 
de  Gil  Fernández.  Los  caballeros  portugueses  siguieron  aco- 
sando á  los  castellanos,  espada  en  mano  y  por  largo  tiempo,  en 
tanto  que  el  alcaide  mayor  partió  hasta  los  muros  de  Elvas,  á 
todo  correr  de  su  caballo,  y  ya  frente  á  ellos,  arrojó  para  dentro 
de  la  villa  y  por  cima  de  los  muros,  el  estandarte  castellano  (i), 
tornando  á  galope  á  buscar  de  nuevo  á  los  caballeros  portugue- 
ses que  resistían  valerosamente  en  su  puesto  al  enemigo,  hasta 
que  retirándose  los  castellanos,  tornáronse  á  la  villa  los  portu- 
gueses, guardando  sus  espadas,  que  raro  era  el  día  que  no  se 
envainaban  teñidas  en  sangre. 

>  Después  de  la  muerte  de  Gil  Fernández,  quisieron  los  de 
Elvas  eternizar  la  memoria  de  aquel,  para  ellos,  glorioso  hecho, 
y  desde  entonces  celebraban  todos  los  años  su  aniversario,  tras- 
ladándose procesional  mente  al  alto  del  Outeiro  do  Siso^  desde 
donde  se  divisa  Badajoz,  y  entre  otras  ceremonias,  una  de  ellas 
era  enarbolar  varias  veces  el  pendón  castellano  para  que  lo 


f  i)  Souza  Dantas  Baracho  refíere  este  episodio  en  los  siguientes  términos : 
«Gil  Fernandes  sopeou  o  ginete,  e  adivinhando  que  nao  era  ás  festas  que  elles 
vinham,  senao  a  pelejar,  apenas  se  conteve  suspenso  o  tempo  necesario  para  reu- 
nir rápidamente  os  seus  escudeiros  e  homens  de  armas:  e  juntos  que  foram,  ba- 
tendo  os  acicates,  sacando  das  espadas,  cairam  en  massa  con  tal  impeto  sobre  os 
inimigos,  que  logo  ao  primeiro  investimento  cedeu  ó  centro,  o  alferes  que  n'elle 
estava  largou  o  pendao  que  trazia  ñas  maos  de  Gil  Fernandes  e  em  quanto  os 
cavaiiieros  portuguezes  se  apartavam,  acossando  os  castcihancs,  até  muito  além 
do  que  bastava,o  alcaide-mór  chegava-se  ao  muro  da  villa  impellia  para  dentro  d' 
ella  o  precioso  despojo,  e  ia  de  novo  tomar  logar  ao  lado  dos  seus  cavalleiros  até 
que  faltou  quem  aparasse  os  golpes  furiosos  despedidos  d'aquellas  espadas,  que 
raro  era  o  dia  em  que  nao  ñcavam  retintas  de  sangue.» 


Badajoz  iii 


viesen  desde  Badajoz,  mostrándole  así  á  los  castellanos  el  trofeo 
victorioso  de  la  refriega  tenida  en  la  noche  de  San  Juan  de  1384, 
en  cuyo  encuentro  los  caballeros  castellanos  hicieron  una  retirada 
tan  poco  honrosa,  pues  como  cuenta  un  cronista  portugués  del 
siglo  XVI:  ctendo  vindo  a  buscar  honra,  só  levaram  vergonha.» 

» Consta  también  por  referencias  encontradas  en  crónicas  an- 
tiguas de  Elvas,  que  en  las  fiestas  de  San  Juan,  desde  la  muerte 
de  Gil  Fernández,  la  nobleza  de  la  villa  cabalgando  sobre  brio- 
sos caballos  y  con  lujosas  armas,  acompañaba  al  pendón  caste* 
llano;  había  escaramuzas  de  fuegos  artificiales  y  simulacros  de 
guerra,  y  otras  muchas  fiestas,  con  admiración  y  entusiasmo  de 
los  vecinos  de  Elvas  y  de  sus  pueblos  inmediatos  (i). 

•  Desde  aquel  tiempo  y  hasta  el  siglo  xvi  entregaban  los  ve- 
cinos de  Elvas  el  pendón  castellano  al  caballero  que  lo  custo- 
diaba en  su  casa,  en  medio  de  las  mayores  ceremonias,  arroján- 
doselo por  la  muralla  que  Gil  Fernández  lo  lanzó  á  la  villa,  y  le 
decían:  Defenderéis  este  pendáo  que  Gil  Fernandes  ganhou  aos 
castelhanos! — Respondía:  Defenderei. — Fazeis  pleito  e  homena- 
gem^  a  fdro  de  bom  portuguez^  de  o  nao  largar  setn  perder  a 
vida? — Respondía:  Sy, — Pois  com  esta  condigao  vol-o  entregamos, 

>  Es  de  notar  que  esta  fiesta,  andando  los  tiempos,  perdiera 
su  importancia,  quizás  por  falta  de  entusiasmo  en  los  portugue- 
ses, después  de  transcurridos  los  primeros  años  en  que  existían 
vivientes  que  acaso  fueron  camaradas  de  Gil  Fernández. 

«Desde  1580  se  suprimió  la  ceremonia  de  mostrar  el  pendón 
á  los  castellanos — según  afirma  Souza  Dantas  Baracho, — y  se 
guardó  en  la  casa  de  Ayuntamiento;  pero  el  día  de  San  Juan  lo 
paseaba  por  las  calles  el  concejal  más  joven  de  la  villa.  Esta 


(i)  Ayres  Varella  refiere  que:  «A  nobreza  da  villa  n'estc  solemne  dia,  em  bons 
cavallos,  e  com  lustrosas  armas,  acompanhava  oapendáo;  havia  escaramuzas,  ca- 
rreiras,  e  outras  muitas  festas,  com  admira^ao  dos  logares  visinhos,  de  que  resul- 
tau  o  adagio  S.  ]oao  de  Elvas.n 

En  la  catedral  de  Elvas  dicen  que  estaba  depositado  el  pendón  castellano,  como 
en  la  de  Badajoz  existen  aún  varias  banderas  ganadas  á  los  portugueses  en  las  gue- 
rras del  siglo  XVII. 


112  BADAJOZ 


misma  costumbre,  como  la  de  celebrarse  en  Elvas  con  gran 
pompa  la  victoria  de  AIjubarrota,  fué  abolida  durante  la  domi- 
nación española,  restaurándose  más  tarde  las  mismas  ceremonias, 
cuando  se  declaró  independiente  el  reino;  pero  la  ñesta  de  San 
Juan,  propiamente  dicha,  quedó  suprimida  el  año  de  1 707  en 
que  cayó  tal  día  en  vísperas  de  la  festividad  del  Corpus  Chris- 
ti  (i),  y  prosiguiendo  la  falta  de  entusiasmo  por  las  ceremonias 
del  pendón  castellano,  pasaron  á  celebrarse  juntas  con  la  del 
Corpus  Chrtsíi,  > 

Tal  es,  pues,  la  tradición  portuguesa.  Una  y  otra  concuer- 
dan  con  el  hecho  del  pendón  castellano,  y  las  dos  están  acepta- 
das por  escritores  portugueses  de  gran  valía.  El  lector  con  su 
prudente  discreción  escogerá  de  ambas  tradiciones  lo  que  su 
razón  le  aconseje. 


(i)  Dice  Souza  Dantas  Baracho:  «Pelos  de  i  580  supprimiu-8e  o  uso  de  mostrar 
o  pendao  aos  oastelhanos;  este  se  guardou  na  casa  da  cámara,  e  no  propio  diasaia 
com  elle  o  vereador  mais  mo(;o  ao  redor  da  villa.  Este  mesmo  costume,  como  o  de 
celebrar  a  victoria  de  AIjubarrota,  foi  abolido  durante  a  dominac^ao  cstran^^eira. 

Restaurado,  dcpois  que  tivemos  outra  vez  reis  naturaes,  a  sua  pratica  nao  se 
estendcu  mais  que  até  á  guerra  da  Liga,  pois  que,  caindo  a  Testa  de  Corpo  de  Deus 
em  1707  exactamente  na  vcspcra  de  San  Joao,  e  continuando  a  decair gradualmen- 
te o  esplendor  com  que  se  faziaa  do  pendáo,  passou  a  celebrar-seconjunctamcnte 
uma  e  outra,  e  pela  succcssao  dos  annos  se  foi  pcrdendo  ainda  a  pratica  de  algu- 
mas  usan(;as  d'  ella,  de  forma  que  a  nos  legaram  apenas  os  nossos  maiores  o  uso 
de  fechar  as  portas  como  se  disse.» 


CAPITULO  III 


Del  nombre  antiguo  de  Badajoz. 

Fundación  y  vicisitudes  de  su  obispado  hasta  el  siglo  XVI. — La  Catedral 

de  Badajoz. — San  Slsenando,  Santa  Engracia  y  San  Athon 


I 


L  nombre  que  tuvo  Badajoz  en  los  pri- 
mitivos tiempos,  concuerdan  todos  los 
autores  en  que  fué  el  de  Civitas  Paces^ 
^^  así  como  en  los  tiempos  romanos  el  de 
Paz  Augusta;  pero  á  la  irrupción  aga- 
rena  se  corrompió  este  nombre  hasta  com- 
poner el  de  hoy,  Badajoz,  no  sin  pasar  por 
multitud  de  variantes.  Badajoz,  según  algu- 
nos, es  nombre  árabe,  Baladaix^  que  quiere  decir  tierra  de  sa- 
nidad, y,  según  otros,  tierra  de  nogales.  Se  llamó  por  los  árabes 
BathaljuSy  nombre  derivado  del  hebreo  Gbaí^  que,  según  Josefo, 
signiñca  Valle,  y  de  Djevel,  que  equivale  á  Monte ^  por  lo  que 
Badajoz  vale  tanto  como  Monte  del  Valle.  Pero  entendemos 
harto  caprichosas  estas  definiciones,  que  consideramos  un  tanto 
arbitrarias. 


>5 


114  BADAJOZ 


BaxauguSy  le  llamó  Vaseo. 
BadtaxoSj  Ginés  de  Sepúlveda. 
Batkalios,  Omari  ben  Mohamed. 
Badalloucey  Ab¡  Mohamad. 
Badalocio,  Abdelmaliki. 

BatalyoSy  Bal  al  doxi  y  Baldallaloz^  los  cronistas  árabes  de 
Conde. 

BatlioSy  algunos  manuscritos  de  la  Biblioteca  Escurialense. 
Batalyaus^  Almakarí,  en  la  traducción  de  D.  Pascual  Ga- 
yangos. 

Badalioz,  la  crónica  de  Alfonso  VII,  la  Lusitana  y  la  Conim- 
brícense  tercera. 

Badalioth^  el  Cronicón  Compostelano. 
BadalociOy  los  Anales  Complutenses  y  la  Historia  del  arzo- 
bispo de  Toledo  don  Rodrigo  Jiménez. 

Vadalozum,  la  Crónica  de  Lucas  de  Tuy. 
Vadalocio,  un  privilegio  de  la  Iglesia  de  Astorga,  fechado 
en  la  era  1 207,  y  citado  por  González  Dávila. 
Balladozo^  los  Anales  Toledanos  segundos. 
Badalloz^  un  privilegio  otorgado  en  la  era  1 293  á  su  Igle- 
sia Catedral  por  D.  Alfonso  X,  y  citado  por  R.  Dosma. 
BadaliouSy  las  Cantigas  del  Rey  D.  Alfonso  el  Sabio. 
BadajoSy  el  poema  de  Alfonso  XI. 
BaldajoZy  el  Cronicón  Burgense. 

Badalouciy  el  Conimbricense  primero  y  D.  Alfonso  X  el 
Sabio. 

Badaloucey  una  Carta  otorgada  por  D.  Fernando  de  Portu- 
gal en  la  era  1417,  y  citada  por  el  canónigo  R.  Dosma. 
Badalhosue,  el  Conimbricense  quinto. 
BatalioZy  la  mayoría  de  los  escritores  del  siglo  ix. 
Badajioz  y  Batalloutio^  en  el  siglo  xii. 
Badaioz,  Badallouce  y  Badallouco,  en  el  siglo  xiii;   estos 
seis  últimos  nombres,  encontrados  por  Fernández  Guerra,  en 
documentos  que  no  conocemos,  ni  él  cita. 


BADAJOZ  115 


Á  la  vista  de  todas  estas  denominaciones ,  que  suman 
hasta  32,  incluyendo  la  de  Badaliauzu^  no  se  podrá  dudar  que 
esta  es  una  de  tantas  formas  con  que  por  la  corrupción  del  len- 
guaje latino,  los  comienzos  del  romance  castellano  y  otras 
varias  causas  se  designó  en  los  documentos  de  la  Edad-media  á 
la  ciudad  de  Badajoz. 

No  falta  quien  le  adjudica  el  nombre  de  Badia^  pretendiendo 
que  fué  el  mismo  que  tuvo  en  tiempo  de  los  romanos.  Pero  esta 
población  sitiada  por  Escipión,  según  reñeren  Valerio  Máximo 
y  Plutarco,  parece  aludir  á  la  región  de  los  Badios  en  Galicia,  y 
en  caso  de  traerla  á  las  orillas  del  Guadiana,  no  podríamos  pres- 
cindir de  identiñcarla  con  la  mansión  Budua  del  Itinerario  de 
Antonino  Pío,  enclavada  hacia  la  ermita  de  Bótoa,  y  por  tanto 
al  Norte  del  río  (1). 


II 


El  obispado  de  Badajoz  aparece  fundado  entre  los  primeros 
de  España.  Dosma  y  Delgado,  como  Suárez  de  Figueroa  y 
cuantos  escritores  religiosos  han  tratado  de  él,  lo  remontan  á  la 
segunda  mitad  del  siglo  primero,  demostrando  con  el   catálogo 


(i)    Ciento  cincuenta  y  dos  millas  señala  este  itinerario  entre  Lisba  y  Mérida, 
en  esta  forma: 

Iter  ab  Olisipone  Ementan  (más  al  N.  que  el  II).    .    152 

i  Aritio  Praetorio  (entre  Benaven^e  y  Salvaterra).    .  38 

2  Abelterio  (Alter  do  Chao; 28 

3  Matusano  (Ponte  do  Sor) 24 

4  Ad  Septem  Aras  (Alégrete- 8 

5  Budua  (Ermita  de  Bótoa) 12 

6  Plagiaría  (hacia  Matanza) 12 

7  Emérita 3Q 

Total i$2 


II 6  BADAJOZ 


de  sus  1 3  primeros  prelados  que  citamos  en  el  capítulo  primero, 
que  continuó  sin  interrupción  en  épocas  sucesivas.  No  se  acomo- 
dan con  esta  opinión  los  que  quieren  fundar  un  obispado  muzá- 
rabe que  no  se  remonta  á  más  allá  del  siglo  x.  En  un  docu- 
mento otorgado  por  el  rey  de  León  D.  Ramiro  II  á  la  iglesia  de 
Santiago,  fechado  en  la  era  970,  que  corresponde  al  afio  932 
de  J.  C,  aparece  entre  los  testigos  uno  que  firma  Julius  Epis- 
copus  de  BadaliaucUy  y  á  este  prelado  le  quieren  hacer  el  prime- 
ro de  la  Sede  Pacense^  sin  tener  en  cuenta  que  éste  era  el  XVI  de 
los  prelados  que  habían  gobernado  aquella  iglesia,  desde  el 
año  64  en  que  la  vemos  regida  por  su  obispo.  Consta  que  san 
Apringio  lo  era  de  Badajoz  en  525,  pues  de  él  escribe  el  mismo 
San  Máximo,  lo  siguiente:  Apringius  Episcopus^  Pacis  Augustoe^ 
in  Hispania^  nonprucul  ab  urbe  Eméritos;  que  Pax  Anajiuvio 
apporita  est  Esto  es:  Apringio,  obispo  de  la  ciudad  de  Badajoz, 
no  lejos  de  la  ciudad  de  Mérida,  que  PaxAugusta  fué  llamada 
por  Flavio. 

Jorge  Cardoso,  escritor  portugués,  en  su  libro  Agiologio  Lu- 
sitano^ á  la  pág.  24,  t.  I,  trata  de  San  Apringio,  á  quien  hace 
el  segundo  de  los  prelados  de  Badajoz,  ignorando  acaso  que 
antes  que  Apringio  hubo  cuatro  obispos  en  la  Iglesia  Pacense. 

El  nombre  de  los  primeros  prelados  nos  lo  comunica  Dosma 
y  Delgado  por  el  epitafio  sepulcral  de  Daniel,  encontrado  en 
Badajoz  y  conservado  en  el  museo  que  guardaba  en  su  propia 
casa  (1).  Decía  así: 


( I )  «En  mis  casas  (¿i)  está  una  piedra  blanca  de  sepultura,  hallada  cuando  mi  tío 
»>AIvar  Pérez  Dosma,  arcipreste  de  Cáceres,  canónigo  en  esta  iglesia  las  labraba  en 
«los  solares  de  alrededor  (/?).  Tiene  doce  versos  latinos  dodecasílabos  acrósticos, 
»en  letras  entre  romanas  y  góticas. .♦.»  Y  después  añade  Dosma  y  Delgado,  como 
expresando  sus  últimos  deseos,  que  esta  losa  se  coloque  junto  á  su  sepultura  en 
la  Catedral;  que  los  versos  tienen  «faltas  de  ortografía,  que  hizo  el  simple  ofícial 
oque  los  esculpió»;  que  hay  en  ellos  «algunas  faltas  en  la  cantidad  de  las  silabas, 

{a\  La  primera  de  la  calle  de  Moraleja,  esquina  á  la  Pla/a  de  la  Constitución,  que  forma  el  llamado 
Rincón  de  S.  Blas. 

ib)  La  casa  inmediata,  primera  de  la  calle  de  S.  Blas,  pocos  años  hace  derribada  para  edificar  la  moder- 
na propiedad  del  Sr.  Rincón. 


BADAJOZ  117 


DESERIT   fuñera:    DANIEL   ORRIDA, 
ALLETIS    JUNGITUR,     RUÉ    CELESTIBUS, 
NEXUS    MILITIBUS,    QUI    FUIT   OPTIMUS*. 
INMUNIS   POPULIS   AC   VENERABILIS: 
ENJACENT  PR.tSULIS  MEMBRA  PURIFICi: 
LISIMATHl    ECCE,    TESTA  QUE   CESPITE; 
ESCEPTUS    SPIRITUS    ARCE    DOMINICA. 
PISCATORT   OBIJT   PRILULA   FERITUS. 
CORUSCO   FRUITUR   COELITUS    GAUDIO, 
OBTUTU   DOMINi;    MENSE  JANUARIO 
PRECEPS   DUCITUR,    ER.E    MILLESSIMO 
IN   ET   TRICÉSIMO,   BIS  QUATER  ADDITO. 

Aparecen,  pues,  los  nombres  de  Daniel  I,  Alletis,  Inmune, 
Purifico,  Sysimato,  Prilula  y  Daniel  II,  que  suman  por  todos 
siete  prelados,  y  todos  ellos  figuran  entre  los  13  nombres  ya 
citados  en  el  capítulo  primero  (i).  En  el  siglo  ix  sigue  Isidoro 
Pacensi  (el  joven)  que  gobernaba  la  Sede  en  840. 

Dosma  y  Delgado,  para  diferenciarlo  del  de  Sevilla,  que 
llevaba  igual  nombre,  le  llamaba  el  menor.  Fué  uno  de  los  escri- 
tores más  notables  del  siglo  ix,  como  historiador.  El  célebre 
erudito  y  bibliófilo  D.  José  Pellicer,  en  su  curioso  manuscrito  (de 
nuestra  propiedad)  Observaciones  á  la  antigüedad  y  autoridad 
del  Cronicón  de  Dulcilio^  cronista  tolentino  y  obispo  de  Sala- 
manca, en  873,  dice  á  propósito  de  este  célebre  Cronicón^  y  refi- 
riéndose á  Isidoro,  el  XIV  prelado  Pacense,  lo  siguiente: 

<Fué  su  autor  (Dulcilio)  sin  controversia  alguna,  el  primero 
tque  escribió  Historia  Universal  después  de  la  Pérdida.  Al  me- 


«como  entonces  declinaba  la  lengua  latina»;  y  en  fin,  que  está  acscrita  en  letras 
wcntre  romanas  y  góticas»>.  (Discursos  Patrios^  P^g*  i  2  i  déla  edición  moderna.) 

(i)  D.  Matías  R.  Martínez,  en  su  trabajo  titulado  El  Obispado  Muzárabe  de 
Badajoz,  no  se  conforma  con  el  sentido  que  da  Dosma  y  Delgado  a  la  lápida  ante- 
rior, y  la  traduce  de  este  modo:  «Daniel,  que  fué  muy  bueno,  privilegiado  y  vene- 
orable  en  (con  ó  para)  los  pueblos,  deja  los  severos  funerales  y  se  junta  á  los  muer- 
otos,  asociados  ritualmente  á  las  milicias  celestiales.  Aquí  yacen  los  restos  del 
ocadáver  purísimo  del  Obispo:  y  he  aquí  que  echada  la  tierra,  es  recibido  su  espí- 
•ritu  en  la  mansión  divina.  El  Pecador  murió  herido  de  flecha  (ó  en  motín).  Disfru- 
»ta  en  el  cielo  de  un  gozo  resplandeciente  en  presencia  del  Señor.  Es  arrebatado 
«en  el  mes  de  Enero,  era  de  mil  y  treinta  y  ocho.» 


Il8  BADAJOZ 


nos  yo  no  he  visto  otra  que  le  preceda.  Porque  la  de  Isidoro 
obispo  de  Badajoz,  es  un  Epítome  particular  (ó  Efemérides, 
como  él  le  intitula)  de  los  Califas  ó  Emperadores  Árabes,  co- 
menzando desde  el  año  6i  i,  que  dice  ser  el  primero  del  Em- 
perador Heraclio,  y  sólo  extiende  su  narración  á  la  pérdida  de 
España  (que  escribe  como  testigo  de  vista)  y  fenece  su  escri- 
tura en  el  año  de  754,  que  dice  fué  el  séptimo  de  Juceph,  últi- 
mo Virrey,  y  Capitán  general  de  los  Califas.  Otros  dos  libros, 
que  Isidoro  afirma  haber  escrito,  se  han  perdido,  con  da,ño  co- 
mún de  la  Historia;  pues  no  hay  duda  que  si  parecieran,  se 
hallaran  seguras  las  noticias  y  el  verdadero  modo  de  aquel 
primer  plantar  los  principios  de  la  Restauración  de  este  Impe- 
rio. Uno  llamaba  Epitoma  Temporalia^  donde  dice  escribe  las 
guerras  de  España,  y  las  que  tuvieron  los  Moros  y  los  Sarra- 
cenos, distinguiendo  como  dato,  estas  dos  Naciones  tan  con- 
fundidas en  nuestras  crónicas.  Otro  intitulaba :  Liber  Verborum 
Isidori^  que  sin  duda  sería  la  Historia  de  los  reyes  de  España 
de  su  tiempo.  Si  estos  se  descubriesen,  no  hay  duda  que  serían 
los  más  antiguos:  mas  entre  tanto  substituye  su  lugar  nuestro 

Cronicón >  (por  el  de  Dulcilio).  Después  añade  lo  siguiente: 

...  el  año  de  1132,  hizo  D.  Pelayo,  obispo  de  Oviedo,  una  re- 
copilación de  las  crónicas  antiguas,  que  pudo  juntar,  cuyo  título 
es  Liber  Chronicorum  ab  Exondio  Mundi^  usque  yEram 
MCLXX,  En  él  va  insertado  á  la  letra  el  Cronicón  de  Isidoro 
el  Mozo,  obispo  de  Badajoz,  desde  el  principio  del  mundo,  hasta 
los  reyes  Alanos,  Vándalos  y  Suecos  de  España.  % 

Siguieron  á  Isidoro  en  el  gobierno  de  su  Sede  hasta  el  año 
de  1500  unos  44  prelados.  Todos  ellos,  hasta  Gómez  de  Figue- 
roa  en  1 480,  fueron  elegidos  por  los  cabildos,  y  los  demás  por  la 
corona,  sin  duda  por  las  regalías  que  esta  logró  alcanzar  de 
Roma  desde  últimos  del  siglo  xv,  sino  lo  fué  antes  (i).   Pero  la 


(i)    Este— Gómez  de  Figueroa— fué  el  último  prelado  de  los  elegidos  por  el  Ca- 
bildo, pues  desde  1481,103  obispos  fueron  nombrados  por  el  rey,  ocasionando 


BADAJOZ  119 


normalidad  de  la  Iglesia  Pacense  comienza  en  Fr.  Pedro  Pérez, 
primer  prelado  que  la  gobernó  después  de  la  Reconquista  (i), 
pues  antes  de  ella  los  prelados  sufrieron  persecuciones,  y  hubie- 
ron de  ausentarse  muchos  al  país  de  los  cristianos.  Sin  embargo, 
el  rey  moro  de  Badajoz,  AlhacenlbenAlhamar,  consta  que  am- 
paró el  culto  de  los  cristianos,  aunque  sometiéndolo  á  ciertos 
impuestos,  como  se  demuestra  por  el  siguiente  documento 
suyo: 

fPor  cuanto  el  grande  Alá  me  colocó  y  constituyó  sobre  la 
gente  cristiana,  ordeno  y  mando : 

>  I .°     Que  los  cristianos  que  hubiere  en  mis  tierras  paguen 
>  doblados  tributos  y  pechos  que  los  moros. 

>2.^       Que  las  iglesias  que  tuvieren  paguen  y  pechen  cada 
•  una  25  pesantes  (2)  de  buena  plata. 


esto  no  pocos  conflictos,  pues  cuenta  Dosma  y  Delgado:  «Decían  viejos  que  este 
«fué  postrero  Prelado  que  gobernó  siendo  electo  del  cabildo  de  la  iglesia,  sin  cn- 
wlrometerse  los  reyes,  que  después  acá  nombran  los  obispos  sin  que  los  cabildos 
»elijan.  También  decían  algunos,  que  habiéndose  en  la  ciudad  nombrado  obispo, 
»el  rey  nombró  otro,  que  murió  en  breve,  y  otro,  que  murió  tras  él  dentro  del  año. 
"Con  todo,  luego  aquel  año  en  una  carta  fecha  por  23  de  Noviembre,  los  reyes  ca- 
Dtólicos  encargaron  á  nuestro  cabildo:  «que  eligiesen  por  obispo  á  D.  Pedro  Mar- 
)»tinez  Perxano,  maestro  en  Santa  Teología,  Deán  de  Toledo,  de  mucha  ciencia, 
«por  cuya  provisión  habían  enviado  á  suplicar  al  Papa,  que  creían  lo  haría,  para 
»que  no  hubiese  contradición. ..w—fDtscwrsos  patrios^  etc.  —  Catálogo  episcopal, 

(i)  Los  obispos  que  hubo  después  de  Apringius  fueron:  S.  Urso  Pacense 
($68),  Palmacio  I  (589),  Lauro  I  (597),  Modario  I  (633),  Teodorus  Pacense  (646), 
S.  Adeodato  (656),  S.  Juan  1  (681),  S.  Benedictus  (694),  Isidoro  (840),  Immus 
Paulus  (874),  Julius  (932),  Angelo  Pacense  (950),  Aletis,  mártir  Í960),  Daniel, 
mártir  (970),  Purifico  (973),  Lisimaco  (984),  Pirula,  mártir  (999),  Daniel  II 
(1002),  Fr.  Pedro  Pérez  (1255),  Fr.  Lorenzo  (1267),  D.  Bernardo  1(1270),  Fr. 
Lorenzo  Suárez  (i  273),  D.  Gil  Colond  (i  284),  D.  Juan  II  (i  286),  Alfonso  (1287), 
D.  Gil  Ruiz  (i  289)1  D.  Bernardo  II  (1  304),  Fr.  Simón  (i  309),  D.  Bernabé  1(131  3), 
Fr.  Simón  de  Sousd  (i  3  16),  D.  Bernabé  II  (132$),  D.  Juan  III  (i  33  i),  D.  Fernando 
Ramírez  Sais  (i  3  3'5),  D.  Vicente  Estevanés  (i  341),  Fr.  Alonso  de  Vargas  (i  343)» 
Fr.  Pedro  Tomás  (i  34")),  D.  Juan  García  Palomeque  (i  349),  D.  Fernando  Sánchez 
y  Sánchez  (i  370),  D.  Fernando  Suárez  de  Figueroa  (i  379),  Fr.  Felipe  de  Herrera 
y  Tolosa  (1401),  D.  Pedro  Tenorio  (1402},  Ü.  \lfonso  Estévanez  (1403),  D.  Gon- 
zalo Pacense  (1407),  Fr.  Diego  Badán  (14  10),  Fr.  Juan  Morales  (141  5),  D.  Loren- 
zo de  Figueroa  (1445),  D.Pedro  Martínez  de  Pexano  (i485),D.  Bernardo  López  de 
CarvaiaHi489),  D.Juan  Ruiz  de  Mesina  (1494),  D.  Juan  Rodríguez  de  Fonseca 
(M97)í  y  C)-  Alfonso  Manrique  de  Lara  (i  $00). 

(2)    Pesante  era  una  moneda  de  plata  del  peso  de  una  onza. 


120  BADAJOZ 


•3-°  Qu^  por  cada  monasterio  paguen  50  pesantes. 
>4.*^  Que  por  cada  Obispo  paguen  también  100  pesantes.» 
Los  obispos,  pues,  que  gobernaron  la  Sede  Pacense^  desde 
el  siglo  X  (Julio,  932),  al  siglo  xi  (Daniel  II,  1002),  que  fueron 
ocho,  gozaron  del  derecho  que  les  daba  su  dignidad  episcopal, 
gobernando  los  mahometanos.  Alhacen-Bequer  reinaba  en  1022, 
cuando  aún  vivía  Daniel  II,  que  ocupó  la  silla  en  1000,  y  falle- 
ció en  1038,  en  una  rebelión  ocurrida  en  Badajoz  por  una  flecha 
de  los  amotinados. 


III 


Conquistado  Badajoz  por  el  rey  de  León  Alfonso  IX,  dejó 
por  obispo  de  la  ciudad  áFr.  Pedro  Pérez,  que  durante  25  años 
estuvo  llamándose  Obispo  de  BadaJltoz,  hasta  que  en  el  de  1255 
vino  á  afirmarse  Petrus  prtmus  Espicopus  Pacensis, 

Se  encargó  este  prelado  del  obispado  en  momentos  muy 
difíciles  para  él.  La  época  de  los  almorávides,  que  habían  domi- 
nado la  ciudad  casi  una  centuria,  fué  para  los  cristianos  de  exter- 
minio. Sus  templos  todos  quedaron  destruidos  y  ellos  mismos 
fueron  pocos  los  que  pudieron  resistir  á  la  persecución. 

Fr.  Pedro  trajo  sacerdotes  de  León  y  de  Sevilla;  levantó  las 
iglesias  de  San  Lorenzo  y  de  Santiago,  aquella  á  espaldas  de  la 
Torre  de  Espanta-perros^  y  ésta  dentro  del  Castillo  y  en  la  calle 
que  después  llevó  el  mismo  nombre  de  Santiago;  mandó  cons- 
truir la  iglesia  de  Santa  María,  que  fué  Catedral  algún  tiempo, 
y  se  llamó  Parroquia  Antigua  de  Santa  María  la  Real,  y  por 
último  dio  principio  á  las  obras  de  la  Catedral,  que  se  edificó 
bajo  la  advocación  de  San  Juan  Evangelista.  Este  templo  tiene 
su  historia. 

Se  levantó  en  el  siglo  ix  una  capilla  que  el  fervor  católico  de 


Catedral  Pacense.  — Iglesia  t 


122  BADAJOZ 


los  cristianos  que  vivían  en  la  corte  del  rey  Alcama  dedicaban 
á  San  Juan  Bautista.  Esta  capilla  se  engrandeció  en  1070,  sien- 
do rey  de  Badajoz  Ornar  Ibn-Mohammed,  y  si  para  su  fundación 
trabajó  mucho  el  obispo  Immus  Paulo,  XV  prelado  Pacense, 
para  mejorarla  y  engrandecerla  no  contribuyó  menos  Manuel 
(el  diácono)^  paje  que  había  sido  del  obispo  Daniel  II. 

La  historia  de  este  templo  católico,  levantado  en  tiempos  de 
los  árabes,  es  el  testimonio  vivo  de  la  tolerancia  ilustrada  que 
ejercieron  los  hijos  de  Mahoma  con  los  que  algunos  siglos  des- 
pués les  habían  de  expulsar  del  país,  cuando  no  quemar  vivos 
en  algún  Auto  de  fe,  de  esos  que  tan  frecuentemente  nos  ofrecía 
el  Santo  Oficio. 

Aquella  iglesia  se  destruyó  en  1230,  y  sobre  sus  restos 
mandó  construir  la  actual  el  rey  D.  Alfonso  IX  de  León,  que 
dos  años  antes,  el  19  de  Marzo  de  1228,  había  conquistado 
Badajoz  del  poder  de  los  árabes  y  nombró  su  obispo  á  fray 
Pedro  Pérez,  que  impulsó  las  obras  y  concedió  numerosas  indul- 
gencias á  los  que  la  favoreciesen.  En  1232  se  comenzaron  los 
trabajos,  que  duraron  cincuenta  y  dos  años,  pues  hasta  el  1 7  de 
Setiembre  de  1284  no  se  consagró  por  el  obispo  fray  Lorenzo 
Suárez. 

Es  esta  iglesia  de  un  gusto  detestable  en  su  exterior,  por 
los  diferentes  estilos  que  la  distinguen,  y  su  torre  alta  y  cuadrada, 
sin  ornamentación,  parece  una  mole  pesada  más  propia  para 
atalaya  ó  punto  de  defensa  que  para  campanario  de  catedral. 
Situada  ésta  en  el  centro  de  la  Plaza  de  la  Constitución,  está 
tan  mal  trazada  que  no  guarda  regularidad  con  el  área  de  la 
plaza,  ni  está  orientada,  ni  tiene  proporciones  para  con  los  demás 
edificios  que  la  rodean. 

La  torre,  comenzada  en  1 240,  se  terminó  1 79  años  después, 
en  el  de  1 41 9,  gobernando  la  sede  fray  Diego  Badán,  porque  esta 
catedral  para  quedar  como  hoy  se  ve,  necesitó  del  concurso  de 
muchas  generaciones.  Desde  un  principio  las  obras  fueron  muy 
lentamente;   pero  en   1250  tomaron  gran  impulso,  motivado  á 


Badajoz  123 

que  el  rey  D.  Alfonso  X  el  Sabio  hizo  donaciones  y  permitió 
que  otros  también  las  hicieran  para  construir  y  dotar  la  nueva 
iglesia.  Los  obispos,  por  otra  parte,  concedieron  multitud  de 
indulgencias  á  los  que  se  interesaran  por  las  obras,  que  á  pesar 
de  tantos  esfuerzos  duraron  hasta  últimos  del  siglo  xv  y  en 
rigor  hasta  mediados  del  siguiente,  pudiendo  decirse  que  esta 
catedral  ha  tardado  en  levantarse  tres  centuras  y  media. 

En  1509  mandó  el  prelado  D.  Alfonso  Manrique  que  se 
hiciese  á  su  costa  el  claustro,  cuyas  obras  se  terminaron  en 
1520,  ostentando  sus  escudos  de  armas  por  dentro  y  fuera  de 
la  portada. 

El  obispo  D.  Alfonso  Manrique,  en  vista  de  sus  grandes  ser- 
vicios y  de  su  vasto  talento  fué  nombrado  arzobispo  de  Sevilla 
en  1523,  pero  como  profesaba  gran  cariño  á  Badajoz  y  á  su 
iglesia,  volvió  después  y  consagró  la  primera  campana  grande 
de  la  catedral,  de  la  que  fué  padrino  el  conde  de  Cabra.  Ésta 
se  inutilizó  en  el  siglo  pasado  (17 19). 

El  obispo  Fr.  Jerónimo  Rodríguez  de  Valderas,  hizo  muchas 
donaciones  á  la  catedral,  entre  las  que  se  recuerda  el  retablo 
del  altar  mayor  de  la  capilla  del  Sagrario. 

El  ilustre  prelado  D.  Juan  Marín  del  Rodezno  fué  uno  de 
los  que  más  contribuyeron  al  engrandecimiento  de  la  Catedral. 
Son  innumerables  las  obras  que  se  llevaron  á  cabo  en  este  tem- 
plo, costeadas  de  su  peculio  particular. 

En  la  capilla  de  la  Magdalena  existe  un  magníñco  sepulcro 
de  mármol,  sostenido  por  tres  leones,  al  lado  de  la  Epístola. 
Allí  se  guardan  sus  restos.  También  se  ostentan  los  escudos  de 
armas  del  fundador  (i). 


(1)  Un  letrero  que  había  en  la  capilla  de  la  Magdalena  decía  así : 
«El  ilustre  Sr.  D.  Juan  Marín  del  Rodezno ,  obispo  de  esta  diócesis,  á  sus  ex- 
•pensas,  mandó  hacer  en  esta  iglesia  la  capilla  mayor,  presbiterio,  colaterales, 
osacrístía  principal  y  cajones  de  ella,  el  oratorio,  la  capilla  de  Santa  María  Magda- 
plena  con  su  sepulcro  de  mármol,  esta  sacristía  copiosamente  adornada,  el  panteón 
»y  entierro  de  los  señores  obispos  y  prebendados,  la  capilla  del  Santo  Cristo  con 
•otro  panteón,  cuartos  para  los  sacristanes,  bodegas  y  oficinas,  dos  salas  capitu- 


124  Badajoz 


El  obispo  D.  Manuel  Pérez  Minayo  también  hizo  notables 
donaciones,  entre  las  que  se  pueden  contar  los  bancos  de  los 
caperos,  forrados  de  terciopelo  carmesí  con  galón  de  oro;  el 
dorado  de  los  dos  órganos  pequeños,  con  sus  tribunas;  un  rico 
terno  de  tisú  blanco  valenciano,  guarnecido  de  galón  y  fleco  de 
oro;  los  balcones  que  vienen  desde  el  órgano  grande  á  los  pe- 
queños. Los  enlosados,  asiento  y  todo  lo  de  albañilería,  con  lo 
anterior  relacionado,  fueron  obras  cuyo  coste  ascendió  á  1 60,2 1 5 
reales,  que  de  primera  intención  regaló  á  la  Catedral. 

Después  mandó  hacer  la  magnífica  colgadura  de  terciopelo 
carmesí,  con  fleco,  franja  y  galón  de  oro,  que  aún  ostenta  hoy  la 
iglesia,  cuyo  coste,  con  la  cornisa  dorada,  ascendió  á  260,000 
reales.  Se  estrenó  en  semana  santa  de  1767.  En  7  de  Diciem- 
bre, del  mismo  año,  regaló  el  facistol  del  coro,  que  consiste  en 
una  hermosa  águila  de  bronce  dorado.  Costó  1 6,000  reales,  y 
fué  hecha  en  Badajoz,  en  la  platería  de  José  Rívero,  como 
asimismo  cuatro  cetros  de  plata  para  los  caperos,  que  también 
regaló  en  21  de  Marzo  de  1768:  costaron  14,000  reales. 

En  Noviembre  de  1770  dio  otro  lujoso  terno  de  tisú  encar- 
nado, de  lo  más  riquísimo  que  ha  salido  de  las  fábricas  de  To- 
ledo, con  otras  prendas  que  tuvo  el  gusto  que  se  hicieran  en  su 
palacio,  costándole  30,000  reales:  lo  que  regaló  este  prelado 
asciende  á  la  suma  de   466,215  reales.  Murió  Pérez  Minayo, 


i>lares,  osario,  graneros,  la  efigie  de  San  Juan  Bautista  colocada  sobre  la  puerta 
«principal,  el  enlosado  de  toda  la  iglesia,  el  de  las  capillas  y  sacristías,  el  enrejado 
nsobredorado  del  coro,  la  crujía,  la  capilla  mayor,  el  pulpito,  las  tribunas,  un  palio 
i»de  tela  rica  con  diez  varas  de  plata  labrada  y  diez  y  seis  campanitas  de  lo  mismo, 
»las  tres  cancelas  de  las  tres  puertas  de  la  iglesia  y  otras  muchas  obras  en  ella.» 

A  más  de  lo  enumerado,  mandó  edificar  los  conventos  de  las  Descalzas  y 
Santa  Catalina,  así  como  la  mayor  parte  de  los  arcos  de  la  plaza  alta  é  infínitas 
obras  de  menos  precio. 

El  panteón,  sacristía,  capilla  de  la  Magdalena,  y  Escuela  práctica  de  maestros 
en  el  convento  de  Santa  Catalina,  ostentan  aún  las  armas  del  benéfico  fundador. 

Falleció  en  Badajoz  el  i  2  de  Enero  de  i  706,  y  sus  restos  descansan  en  la  ya 
citada  capilla  de  la  Magdalena  y  en  su  magnífico  sepulcro  de  mármol,  sostenido 
por  tres  leones  de  piedra,  al  lado  de  la  Epístola. 


Badajoz  125 


el  28  de  Setiembre  de  1 779,  enterrándose  en  la  catedral,  al  lado 
del  altar  de  San  Blas,  donde  tiene  un  modesto  epitafio. 

Pero,  tiempo  es  que  digamos  al  lector  los  objetos  de  arte  que 
se  guardan  en  este  templo.  En  primer  término  está  la  sillería  del 
coro,  que  según  opinión  de  autorizados  inteligentes,  no  hay  otra 
mejor  en  España.  Esta  rica  sillería  y  molduras  son  de  roble  artís- 
ticamente esculpido.  Tiene  79  sillas  y  su  escultura  de  medio  re- 
lieve con  estatuas  de  imágenes,  medallones  y  arabescos,  es  de 
un  mérito  artístico  digno  de  la  observación  por  cuantos  amen  el 
arte.  Se  hizo  en  1557  y  quiere  el  erudito  Fernández  Guerra  ver 
en  su  ejecución  la  mano  del  famoso  Berruguete.  El  P.  Fita  dice 
que  si  no  es  obra  de  este  artista,  se  debe  á  uno  de  sus  mejores 
discípulos.  El  historiador  Herculano,  que  tanto  nombre  goza  en 
Portugal,  y  el  anticuario  Carderera,  creen  que  sea  de  Berru- 
guete. 

Ocupa  el  coro  la  nave  central,  de  las  tres  en  que  está 
dividida  la  iglesia,  y  en  las  laterales  de  las  naves  derecha  é  iz- 
quierda se  distribuyen  1 2  capillas.  Las  mejores  son  las  del  Sa- 
grario, la  Magdalena  y  la  del  Baptisterio.  En  la  de  las  Reliquias 
se  guardan  algunas  de  suma  antigüedad.  La  lápida  de  bronce 
que  cubre  el  sepulcro  del  Duque  de  Feria,  donde  está  esculpido 
el  valiente  capitán  de  cuerpo  entero  y  armado  en  traje  de  guerra, 
es  obra  notable.  Este  sepulcro  está  colocado  en  la  capilla  de  los 
Duques,  ó  sea  la  segunda  de  la  izquierda,  entrando  por  la  puer- 
ta principal.  La  lápida  se  labró  en  Italia,  donde  estuvo  de  emba- 
jador el  Duque. 

Los  altares  de  San  Blas  y  el  de  la  Antigua  son  del  siglo  xvi. 
El  retablo  del  altar  mayor  es  de  muy  mal  gusto.  Se  terminó 
en  1 708.  En  él  resaltan  las  estatuas  de  San  Juan  y  la  Concep- 
ción, que  son  dos  esculturas  muy  correctas. 

Los  sepulcros  de  Dosma  y  Delgado,  como  los  de  algún  obis- 
•  po,  no  ofrecen  importancia,  porque  se  reducen  simplemente  á  la 
inscripción  sobre  piedra  del  país. 

Las  capillas  del  claustro  no  ofrecen  interés ,  pero  los  tapices 


120  BADAJOZ 

y  pinturas  de  la  sala  Capitular  no  dejan  de  tenerlo.  Los  tapices, 
aunque  se  tienen  como  de  Alberto  Durero,  no  son  suyos.  Segu- 
ramente se  fabricaron  un  siglo  anterior  al  en  que  floreció  este 
artista,  que  falleció  en  1522.  Son  seguramente  italianos,  y 
antiguamente  decoraban  la  capilla  de  los  Duques  de  Feria.  Su- 
ponemos que  el  Duque,  enterrado  en  ella,  sería  el  donante  de 
estos  tapices,  que  sin  ser  de  gran  mérito  no  dejan  de  tener  im- 
portancia. 

El  cuadro  de  la  SacraFamilia  es  del  famoso  Pedro  Ataña- 
sio  Bocanegra,  como  lo  reza  en  su  propia  ñrma.  Este  artista  era 
el  mejor  discípulo  que  contó  Alonso  Cano,  y  de  aquí  el  atribuir- 
le esta  obra  Ponz,  Ceán  Bermúdez  y  otros  anticuarios. 

Las  andas  de  plata  en  que  colocan  la  custodia  durante  las 
ñestas  del  Corpus  es  obra  del  hábil  platero  Juan  de  Arce. 

Los  cuadros  de  Morales,  Murillo,  Céspedes  y  Esquivel,  aun- 
que pocos,  son  muy  buenos,  y  no  dejan  de  tener  mérito  las  co- 
pias de  las  obras  del  Ticiano,  de  Rivera  y  de  Leonardo  de  Vinci, 
que  se  ven  en  la  sacristía,  en  la  Capitular,  y  en  algunas  capillas. 
Del  maestro  Morales  es  el  San  Dimas,  en  óvalo,  del  aparador 
de  la  izquierda  del  altar  mayor.  Parece  increíble  que  habiendo 
sido  este  pintor  maestro  de  la  Catedral  más  de  treinta  años,  no 
tenga  en  ésta  más  obra  suya  que  el  cuadro  citado.  Es  bastante 
ya  para  conocer  la  escuela  de  su  autor,  que  nació  en  Badajoz,  en 
151 7,  y  murió  en  su  patria,  en  1586.  Su  maestro,  Pedro  Cam- 
paña, le  enseñó  el  colorido,  después  de  haber  estudiado  el  dibujo 
con  Pedro  Rubiales,  su  paisano  y  amigo  después,  y  de  quien — 
¡cosa  extraña! — no  se  conoce  una  sola  obra  suya  en  Extrema- 
dura, cuando  tantas  dejó  por  Italia,  y  en  Roma  mayormente. 

Luís  de  Morales,  duro,  incorrecto  y  nimio,  interpretó,  mejor 
que  ningún  otro  artista  de  su  siglo,  el  sentimiento,  la  ñnalidad, 
el  concepto,  mejor  dicho,  de  sus  tiempos.  Se  vivía  cuando  él 
pintaba  para  la  Iglesia.  El  recogimiento  del  claustro;  la  vida 
contemplativa  de  una  celda ;  la  austeridad  del  desierto  dieron 
tono  y  vigor  al  misticismo  que  inspiraba  á  toda  aquella  socie- 


BADAJOZ  127 


dad  en  que  vivieron  nuestros  mayores.  Morales  fué  intérprete  de 
esa  civilización  mística,  y  en  su  paleta  retrató  el  espíritu  de  sus 
tiempos.  Nadie  hasta  él  sintió  la  expresión  de  dolor  que  supo 
dar  á  sus  Ecce- Hamos;  nadie  como  él  interpretó  el  retrato  de 
María  Dolorosa.  Rafael  es  más  dulce,  Juan  de  Juanes  más  inte- 
ligente;  pero  ninguno  de  los  coloristas  primitivos  reúne  la  unción 
religiosa,  el  sentimiento  místico  que  Morales.  Tuvo  pocos  discí- 
pulos; no  formó  escuela,  ni  le  supieron  imitar  los  que  trataron 
de  seguirle;  porque  al  genio  no  se  le  sigue  sin  estar  identificado 
de  lo  mismo  que  le  inspira. 

Rubiales,  aunque  más  antiguo  que  Morales  y  como  él  tam- 
bién de  Badajoz  y  pintor  religioso,  no  se  le  parece  en  nada. 
Rubiales  se  fué  á  Italia  sirviendo  al  duque  de  Feria,  nuestro 
embajador,  y  en  Roma  estudió  y  en  Roma  pintó  hasta  su  muerte, 
debiéndose  á  esta  circunstancia  el  que  su  nombre  no  ñgure 
entre  los  cuadros  que  hay  en  su  patria. 

Cuatro  tablas  que  existen  en  la  sacristía  de  la  catedral  se 
atribuyen  á  Morales.  Esto  es  una  injuria  que  las  gentes  poco 
doctas  en  materia  de  arte  quieren  dirigir  al  pintor  extremeño. 

El  retrato  del  obispo  Marín  del  Rodezno,  obra  del  pintor 
Mures  (Francisco  José),  y  que  está  bajo  la  Magdalena  Ezquivel, 
es  notable.  No  son  peores  los  cuadros  de  Palomino,  Mures  (Alon- 
so) y  Estrada,  que  están  en  el  sagrario. 


IV 


Pero  unidos  á  esta  catedral,  que  aunque  modesta  por  su  ar- 
quitectura y  por  las  obras  que  encierra,  es  importante  por  su 
antigüedad;  unidos,  repetimos,  á  esta  catedral,  van  los  nombres 
de  San  Sisenando,  Santa  Engracia  y  San  Athón.  El  primero, 
sacerdote  ejemplar  que  supo  ofrecer  su  sangre  á  Cristo  en  honor 


128  BADAJOZ 

de  su  doctrina;  la  segunda,  joven  mística  que  ha  inspirado  mu  • 
chas  fábulas  y  tradiciones;  el  tercero,  sabio  teólogo  que  murió 
ocupando  una  Sede  de  las  más  importantes  de  Italia. 

Sisenando  nació  en  Badajoz,  en  el  afto  de  831,  y  lo  citan 
todos  los  cronistas  extremeños  como  perteneciente  á  los  levitas. 
En  Córdoba,  el  afto  de  851,  el  17  de  Julio,  sufrió  martirio, 
juntamente  con  otros  presbíteros. 

Mucho  se  ha  escrito  sobre  la  vida  de  este  místico,  á  quien 
otros  autores  (i)  hacen  natural  de  Beja  (en  Portugal),  y  aun 
obispo  de  aquella  ciudad;  pero  la  congregación  de  ritos  decidió 
la  contienda  en  favor  de  Badajoz,  en  cuya  iglesia  se  le  reza  un 
himno  el  1 7  de  Julio,  cantando  in  primis  vesperts,  que  empieza 
así: 

O  Sisenande  fervide 
Pacense  lumen  fulgidum 
Levita  Christi  nobilis, 
Exemplar  ediscentium 
Paterna  linquens  limina 
Opes  caducas  despicis, 
Quarens  semper  stabilis 
Discedis  a  Pacenstbus... 

Los  falsos  cronicones  hacen  á  Sisenando  portugués,  monje 
cisterciense  y  obispo  de  Beja.  Basta  para  destruir  tanta  inexac- 
titud consignar  que  la  orden  del  Cister  se  fundó  dos  siglos  des- 
pués que  murió  Sisenando  y  que  Beja  no  ha  sido  jamás  obis- 
pado. 

El  Santordl  Español^  no  obstante,  admite  todas  estas  false- 
dacjes,  y  cita  el  día  de  San  Sisenando  el  4  de  Enero. 

Otros  autores  le  ITaman  Cicinando. 


(i)    He  aquí  las  noticias  de  las  obras  publicadas  ó  escritas  sobre  el  mártir  San 
Sisenando: 

1 .  Vida  de  San  Sisenando  y  mártir  ^  por  fray  Francisco  de  Oliveira.  (Ms.) 

2.  Poema  de  Sisenando,  pelo  P.  Manuel  Feyo,  (Ms.) 

3.  Memorias  históricas,  Sisenando  mar tyr.  Beya  sua  patria,  pelo  Y  S.  Fray  Ma- 
noel  do  Cenáculo  sua  primer  obispo  da  mesma  Diócesis.  (Ms.) 


BADAJOZ  129* 


Don  Joaquín  Lorenzo  Vülanueva,  en  su  Compendio  del  Año 
Cristiano  (Madrid  1886),  al  tomo  VII,  pág.  106,  dice  de  San 
Sisenando  lo  que  antes  refieren  del  santo  extremeño  los  autores 
de  crónicas  falsas.  Por  tanto,  su  relación  sobre  el  santo  de  Ba- 
dajoz tiene  todos  los  honores  de  la  fábula,  como  que  está  tomada 
de  los  cronicones  milagreros  del  siglo  xvii  (i),  cuyos  autores 
conocieron  hasta  tía  cara  risuefta  de  los  mártires  de  la  Iglesia, 


(i)  «De  grande  esfuerzo  y  gozo  fué  para  todos  los  cristianos  que  gemían  en 
Córdoba  debajo  del  yugo  de  los  moros  el  brío  y  ánimo  celestial  con  que  en  el  rei- 
nado de  Abderrahmán  un  delicado  mancebo,  llamado  Sisenando,  dio  la  vida  por 
Cristo.  Era  este  siervo  de  Dios  natural  de  la  ciudad  Pacense  ó  Pax-Julia  (a),  en  la 
Lusitania,  famosa  y  fuerte  población  de  romanos  fundada  en  el  sitio  donde  está 
hoy  Beja,  cuyas  ruinas  bien  muestran  allí  la  grandeza  y  majestad  que  primero 
tuvo,  gastada  ya,  no  por  el  tiempo,  sino  por  la  furia  de  los  moros  cuando  conquis- 
taron á  España.  Restauró  la  gloria  de  su  ciudad  este  soldado  de  Cristo,  sustitu- 
yendo á  su  antiguo  esplendor  la  nobleza  de  su  virtud  y  los  triunfos  de  la  fortaleza 
cristiana. 

Lleváronlo  sus  padres  á  Córdoba  para  que  aprovechase  en  doctrina  y  en  virtud 
con  los  excelentes  maestros  de  la  una  y  de  la  otra,  que  en  aquella  ciudad  flore- 
cían. 

Grande  era  el  ansia  que  Sisenando  padecía  de  ver  cumplido  su  deseo.  Quiso  el 
Señor  templársela  anticipándole  esta  buena  nueva  con  particular  revelación.  Es- 
taba el  santo  joven  respondiendo  á  un  billete  que  le  escribió  un  amigo,  y  cuando 
tenía  ya  escritos  tres  ó  cuatro  renglones,  dejó  súbitamente  la  pluma  y,  lleno  de 
gozo,  se  puso  en  pie,  y  vuelto  al  que  le  había  llevado  la  carta  le  dio  la  respuesta 
conforme  estaba,  sin  acabarla,  y  le  dijo  en  presencia  de  muchos:  «Hijo,  vete  luego 
»de  aquí,  no  te  hallen  en  este  lugar  los  ministros  del  juez  que  vienen  ya  para  sa- 
nearme de  esta  cárcel.»  Esto  dijo  con  cara  de  risa,  y  luego  llegaron  los  alguaciles 
con. gran  estruendo  y  vocería  buscándolo,  á  los  cuales  recibió  él  á  pie,  quedó  sin 
moverse  ni  mudársele  el  rostro.  Con  gran  furia  descargaron  sobre  el  santo  mozo 
muchos  golpes  y  bofetadas  y  á  empellones  lo  llevaron  ante  el  juez.  Iba  á  él  muy 
gozoso  como  si  tuviera  ya  sobre  su  cabeza  aquella  perpetua  corona  con  que  sus 
buenos  amigos  le  habían  convidado. 

Puesto  en  el  tribunal,  perseveró  constantemente  en  la  confesión  de  Cristo,  por 
cuya  causa  fué  degollado  tal  día  como  hoy  (¿)),  que  fué  jueves,  en  el  año  de  8$  i. 
La  iglesia  de  Córdoba  celebra  mañana  (c)  su  fiesta.  Su  santo  cuerpo  quedó  delante 
del  palacioreal, donde  lo  degollaron.  Después  fué  echado  en  el  río,  mas  fué  Nuestro 
Señor  servido  que  pasado  algún  tiempo  unas  mujeres  lo  hallaron  entre  unas  pie- 
dras y  fué  sepultado  en  la  iglesia  de  San  Acisclo,  donde  se  crió.  Ahora  se  guardan 
sus  reliquias  con  otras  muchas  en  la  iglesia  de  San  Pedro.  Parte  de  ellas  alcanzó 
la  ciudad  de  Beja  en  tiempo  de  Felipe  II,  siendo  obispo  de  Córdoba  don  Francisco 
Reinoso.» 

(a)    Pax-Augu«ta,  que  ué  Badajoz  y  no  Beja,  como  algunos  pretenden. 
(¿)    Día  z6  de  Julio, 
(r)    Día  z 7  de  Julio. 
>7 


130  BADAJOZ 


cuando  iban  al  suplicio,»  y  reproducen  los  diálogos  de  éstos  con 
los  verdugos  de  Roma,  cuando  se  les  obligaba  á  renunciar  de  la 
fe  cristiana  durante  los  primeros  siglos  de  la  Iglesia. 

No  necesitó  el  diácono  Sisenando  nada  de  lo  que  le  atribuye 
Villanueva  para  ceñir  la  corona  de  los  mártires.  Huido  de  Bada- 
joz, su  patria,  cuando  por  la  dominación  de  los  árabes  los  cris- 
tianos fueron  tan  perseguidos  en  toda  la  Lusitania,  buscó  am- 
paro en  Córdoba,  bien  porque  como  centro  de  más  cultura 
creyese  hallar  más  tolerancia,  ó  porque  en  la  corte  de  Abder- 
rahmán  vivían  también  muchos  cristianos,  y  entre  ellos  se  cre- 
yese más  necesario.  Y  arreciando  en  Córdoba,  como  en  todas 
partes,  la  persecución  contra  los  que  ejercían  el  culto  cristiano, 
fué  mártir,  como  tantos  otros  que  supieron  morir  por  su  fe  acen- 
drada y  su  amor  á  la  nueva  doctrina,  que  tan  perseguida  se 
encontraba  en  el  siglo  ix. 

Otra  cosa  fué  Santa  Engracia  (virgen  y  mártir  diferente  de 
la  que  con  el  mismo  nombre  sufrió  tormento  en  Zaragoza,  rei- 
nando Domiciano),  nacida  en  Badajoz  en  1020,  según  cuentan 
los  falsos  cronicones. 

Los  padres  de  Engracia  habían  prometido  su  mano  á  un 
moro  cacique;  pero  como  la  joven  fuese  católica  y  además  hu- 
biese prometido  á  Dios  su  virginidad,  huyó  á  Castilla  tan  luego 
como  supo  las  pretensiones  de  sus  padres.  Súpolo  muy  luego 
Abu-Alahá,  su  prometido  esposo,  corrió  tras  la  fugitiva,  y  dán- 
dola alcance  junto  á  los  montes  Carvajales,  próximos  á  León, 
le  cortó  la  cabeza  y  la  condujo  en  trofeo  hasta  Badajoz,  arro- 
jándola á  las  aguas  del  río  Guadiana. 

Las  crónicas  no  han  dejado  de  formar  de  todo  esto  su  tra- 
dición, de  que  hemos  de  prescindir  aquí  en  gracia  á  lo  insustan- 
cial de  su  fábula,  consignando  tan  sólo  que,  recogida  la  cabeza 
de  Engracia  por  unos  cristianos  que  en  vida  fueron  sus  amigos, 
se  conservó  como  reliquia,  y  poco  después,  en  el  siglo  xii,  se 
levantó  un  templo  á  media  legua  de  Badajoz,  en  honor  á  la  már- 
tir, depositándose  en  él  su  cabeza,  para  veneración  de  los  fieles. 


BADAJOZ  131 

A  la  extinción  de  los  Templarios,  á  quienes  pertenecía  el  templo, 
se  trasladó  la  reliquia  á  la  parroquia  de  Santa  María  del  Casti- 
llo, y  por  último,  en  el  año  de  1462,  se  condujo  en  solemne 
procesión  á  la  parroquia  de  San  Lorenzo.  Santa  Engracia  flore- 
ció en  principios  del  siglo  xi,  y  sufrió  martirio  á  mediados  del 
mismo,  reinando  en  Castilla  D.  Fernando  I  y  en  Badajoz  Alman- 
zor. 

San  Athón,  obispo  de  Pistoya,  en  el  antiguo  reino  de  Tos- 
cana  (Italia)  es  otro  de  los  hijos  célebres  de  esta  iglesia,  conser- 
vándose en  la  misma  reliquias  suyas. 

Ignoramos  los  antecedentes  de  familia  de  San  Athón  y  por 
consiguiente  los  rasgos  característicos  que  señalan  la  vida  del 
mismo  en  su  infancia:  sólo  sabemos  que  nació  en  Badajoz  el  1 1 
de  Mayo  de  1 100.  A  la  edad  de  diez  y  nueve  años  partió  para 
Roma,  donde  estudió  teología,  y  á  los  veinticinco  años  tomó  el 
hábito  de  la  orden  de  Villa-Humbrosa,  siendo  elegido,  en  1 139, 
Abad.  Según  una  crónica  religiosa  de  Toscana,  fué  tal  el  celo 
que  desplegó  este  monje  en  el  cumplimiento  de  su  deber,  que 
en  1 145  le  eligieron  general  de  la  Orden,  y  poco  más  tarde 
Anastasio  IV  le  nombró  obispo  de  la  célebre  catedral  de  Pistoya, 
en  la  ciudad  de  su  nombre,  en  la  provincia  de  Florencia,  del  an- 
tiguo reino  de  la  Toscana. 

El  cuerpo  de  este  varón  místico  descansa  en  la  referida  ca* 
tedral,  desde  su  muerte,  en  1 1 71,  y  es  venerado  como  santo  (i), 


(i)  Por  más  que  hemos  buscado  en  autores  florentinos,  y  en  los  antecedentes 
que  existen  en  la  Catedral  de  Pistoya,  nada  encontramos  sobre  la  canonización  de 
San  Athón.  Los  historiadores  de  éste  tampoco  dicen  por  qué  tiempos,  ni  qué  Pon- 
tífice le  canonizara,  y  Gil  González,  como  el  P.  Croiset,  tampoco  revelan  este  dato 
que  tan  importante  nos  sería  para  esclarecer  la  vida  del  ilustre  extremeño.  Indu- 
dablemente, si  se  encontraran  las  obras  de  Luís  Llórente  y  de  Fr.  Pancracio,  cree- 
mos que  se  esclarecerían  nuestras  dudas. 

El  P.  Croiset  le  llama  el  beato  Athón  y  no  todos  los  historiadores  toscanos  con- 
vienen en  llamarle  sanio,  porque  mientras  unos  lo  citan  por  el  obispo  de  Pistoya, 
y  otros  por  el  venerable  Athón,  los  menos  le  llaman  santo;  es  más,  uno  de  los  ca- 
nónigos de  Pistoya  nos  hizo  la  pregunta  siguiente:  ^Podría  usted  decirnos  cuándo 
se  canonizó  nuestro  obispo?  Porque  aquí  no  tenemos  otro  documento  sobre  el  par- 
ticular que  el  Acta  de  i  743,  levantada  con  ocasión  de  destaparse  su  sepulcro,  y 
en  cuyo  documento  se  le  llama  santo. 


1^2  Badajoz 


^«MM^^^^^teri^ 


mostrándolo  al  público  el  día  de  su  festividad  con  motivo  de  la 
función  que  le  dedican  los  ñeles  del  obispado  pistoyense. 

Un  monje  de  VillaHumbrosa,  fray  Pancracio,  escribió  la 
vida  del  prelado  de  Pistoya,  en  versos  sáficos,  algunos  tan  bue- 
nos como  los  siguientes : 

cHunc  adens  presens  celebrandae  miris; 
Laudibus,  dulcí,  noviterque  cantu : 
Nomen  includi  prsercibus  vocari ; 

Annuae  nostri. 
Thura  jam  sacris,  Arabumque  constum, 
In  focis  guttas  adolens  sabeas; 
Nomen  Atonis  prsecibus  beati 

Mixta  frecuentes. 
Propter  id  nostrum  Deus  apulisse 
Facid  ad  litus  resonis  audque 
Nunc  Anse  Apis,  ubi  Lusitanos 

Betica  finit.v 

También  parece  que  un  Luís  Llórente,  al  decir  del  maestro 
González  Dávila,  escribió  otro  libro  titulado:  Vida  de  San  Aihón, 
obispo  de  Pistoya^  impresa  no  sabemos  dónde,  ni  en  qué  año. 

La  iglesia  de  Badajoz  le  reza  el  día  22  de  Mayo,  y  conserva 
reliquias  de  este  santo  prelado  desde  1743  en  que  se  las  conce- 
dió el  cabildo  de  la  catedral  de  Pistoya.  En  una  crónica  del  siglo 
anterior  se  dan  pormenores  de  este  hecho  (i). 

No  tenemos  más  antecedentes  con  referencia  á  San  Athón, 
cuya  tumba  visitamos  el  17  de  Mayo  de  1882,  seguidos  de 
una  Comisión  del  cabildo  de  la  catedral  de  Pistoya,  que  al  mo- 
mento de  saber  el  deán  del  mismo  nuestro  propósito  y  el  objeto 
que  nos  hacía  detenernos  en  la  ciudad,  se  anticipó  á  acompañar- 
nos y  darnos  cuantas  noticias  tenía  con  referencia  á  un  obispo, 
noticias  muy  importantes,  puesto  que  se  referían  á  la  vida  lite- 
raria de  aquél  prelado,  que  siendo  abad  de  Valle  Umbrosa  ó 


(i)    Diccionario  histórico,  biográfico^  critico  y  bibliográfico  de  autores^  artistas 
y  extremeños  ilustres  (Tomo  I,  pág.  6  i  á  62.) 


Badajoz  133 

UmbrosOy  que  de  ambos  modos  le  vemos  citado,  escribía  obras 
que  le  atribuye  un  historiador  anónimo  de  la  diócesis  pistoyana. 
Las  guerras  que  Pisa  sostuvo  con  Pistoya,  antes  y  después  de 
ser  la  república  de  su  nombre,  pues  duraron  hasta  el  siglo  xvi, 
fueron  la  causa  de  que  los  ejércitos  devastasen  las  bibliotecas 
mejores  de  aquel  país,  y  á  esto  se  atribuye  la  pérdida  de  las 
obras  del  abad  Athón  (i)  que  no  llegaron  á  publicarse,  pero 
que  le  sirvieron  tal  vez  de  mérito,  amén  de  sus  virtudes,  para 
su  elevación  á  la  silla  episcopal  (2). 


(i)  Sceli,  un  autor  del  siglo  xv,  cita  una  de  estas  obras  cpn  el  título  de  Doc- 
trina para  los  catecúmenos.  Parece  que  otra  obra  trataba  del  hautismo, 

(2)  En  la  obra  el  Año  Cristiano  del  P.  Croiset,  refundida  por  D.  Antonio  Bravo 
y  Tudela,  se  le  llama  «el  beato  Athón;»  no  así  en  el  Acta  levantada  en  la  catedral 
de  Pistoya  con  motivo  de  las  fíestas  que  se  le  hicieron  al  santo  en  1743,  con  oca- 
sión de  destaparse  su  sepulcro,  en  que  se  dice...  «estando  presente  el  ilustre  obispo, 
los  canónigos  del  Cabildo,  y  curas  párrocos  y  demás  señores  que  son  hoy  funcio- 
narios de  la  curia  diocesana,  se  ha  practicado  en  la  iglesia  catedral  un  minucioso 
reconocimiento  del  sagrado  cuerpo  del  santo  obispo*  Athón,  del  que,  con  las  for- 
malidades debidas,  se  extrajo  un  buen  trozo  de  los  brazos  para  ser  distribuido, 
como  reliquia  de  la  catedral  de  Badajoz,  de  donde  era  y  donde  es  venerado  el  santo, 
levantándose  la  oportuna  acta,  que  firmaron  todos  los  interesados,  que  tuvieron 
ocasión  de  admirar  el  perfecto  estado  en  que  se  encuentra  el  citado  cuerpo,  no 
obstante  los  siglos  transcurridos.  El  señor  obispo  de  Pistoya,  cabildo  y  párrocos, 
son  los  custodios  de  tan  importante  y  santo  depósito,  y  como  tales,  guardan  las 
llaves  de  la  urna,  donde,  en  forma  de  sepulcro,  se  custodia  al  santo.» 


CAPITULO  IV 


De  otros  edinctoe  religiosos .^Sigue  la  hUtorla  civil.— De  las  armas  de  Badajoi 


OS  principales  antecedentes  histó- 
ricos y  artísticos  de  la  catedral 
de  Badajoz,  han  robado  la  mayor 
parte  del  capítulo  anterior,  y  la 
descripción  de  sus  parroquias, 
conventos  y  ermitas  ocuparán,  en 
su  mayoría,  el  presente. 

No  tiene  Badajoz,  propiamen- 
te dicho,  más  que  una  parroquia 
y  un  solo  párroco.  Aquella  es  la 
catedral ;  éste  su  obispo,  quien  nombra  cuatro  vicarios,  con  el 
título  de  curas  del  Sagrario,  que  sirven  otras  tantas  iglesias, 
en  lo  respectivo  al  ministerio  parroquial.  Son  estas  cuatro  pa- 
rroquias la  del  Sagrario  {en  la  Catedral),  Santa  María,  San  An- 
drés y  la  Concepción.  En  lo  antiguo  hubo  siete,  habiendo  des- 
aparecido tres  en  principios  del  siglo,  denominadas  Santa  María 


136  BADAJOZ 


de  Calatrava  (de  los  caballeros  de  Alcántara)  existente  en  el  re- 
cinto del  antiguo  castillo;  Santiago,  después  ermita  de  las  lágri- 
mas, arruinada  por  los  franceses  en  181 1;  y  San  Pedro,  dentro 
del  cuartel  de  infantería  que  había  en  el  mismo  recinto  y  que  fué 
también  destruida  en  igual  fecha. 

La  parroquial  de  San  Andrés  ocupaba  la  plaza  del  mismo 
nombre,  hasta  1834  en  que  derribado  el  templo  como  medida 
de  ornato,  se  trasladó  al  convento  próximo  de  Madre  de  Dios. 
Era  San  Andrés  un  templo  antiguo,  de  principios  del  siglo  xv. 
Tenía  un  exterior  malo,  pero  guardaba  cuadros  de  Morales,  un 
retablo  de  Berruguete,  de  la  época  de  la  sillería  djel  coro  de  la 
Catedral,  y  era  rico  en  enterramientos  de  gente  muy  principal. 

Esta  parroquial  tiene  un  gran  lienzo  representando  á  San 
Antonio  Abad.  Está  firmado  por  Francisco  Javier  de  Mures.  El 
Juicio-Final  que  hay  en  otra  capilla  también  es  del  mismo  artista. 
Sobre  la  portada  de  la  sacristía  se  ve  una  gran  tabla  dividida  en 
nueve  partes,  y  en  cada  una  de  ellas  se  ve  la  figura  de  un  santo. 
Es  un  cuadro  de  Luís  de  Morales,  de  su  peor  época,  y  estuvo 
en  el  altar  mayor  del  destruido  templo  de  San  Andrés.  Los  in- 
teligentes han  querido  negarle  á  Morales  la  paternidad  de  su 
obra,  pero  en  el  altar  donde  estaba  colocado  había  una  inscrip- 
ción que  decía  así:  tSe  hizo  este  retablo  mayor  en  1558  con  las 

>  limosnas  de  los  fieles,  Us  que  diera  á  la  parroquia  S.  M.  el 
>Rey  N.   S.  y  las  del  poderoso  caballero  Sr.  Duque  de  Feria, 

>  patrón  de  la  capilla.  La  pintura  de  los  nueve  cuadros  es  del 
» maestro  Luís  Morales,  director  de  obras  y  maestro  de  las  de 
>la  Catedral.» 

La  parroquial  de  la  Concepción  es  moderna.  Se  creó  des- 
pués de  la  exclaustración,  en  el  convento  de  frailes  franciscanos 
denominados  de  San  Gabriel,  situado  al  final  de  la  calle  de  San 
Juan.  Es  este  convento  de  larga  historia.  Se  levantó  á  los  me- 
diados del  siglo  XVI,  á  dos  kilómetros  por  cima  de  Badajoz,  fun- 
dado por  San  Pedro  de  Alcántara,  y  á  la  comunidad  pertenecie- 
ron doctos  y  sabios  teólogos,  hombres  de  gran  virtud  que  so- 


BADAJOZ  137 

bresaüeron  en  la  vida  mística  y  contemplativa;  algunos,  como 
San  Pedro  de  Alcántara,  canonizó  después  la  Iglesia.  El  obispo 
Minayo  levantó  en  el  centro  de  la  ciudad  un  nuevo  y  suntuoso 
albergue  para  trasladar  á  él  la  comunidad,  haciendo  un  templo 
á  semejanza  del  de  San  Francisco  el  Grande,  de  Madrid.  Se  ter- 
minó en  su  totalidad  á  expensas  de  las  limosnas  de  los  ñeles. 
En  fines  del  siglo  xviii  el  referido  prelado  puso  la  primera  piedra 
y  se  terminó  en  1772,  siendo  su  primer  guardián  Fr.  Juan  Caro 
y  el  célebre  P.  Ternavacas.  El  14  de  Junio  se  trasladó  la  comu- 
nidad, de  la  casa  que  habitó  largos  aftos  en  despoblado,  á  la 
nueva,  y  predicó  el  sermón  en  la  fiesta  de  aquel  día  Fr.  Francis- 
co de  San  José  y  Almendralejo  (i). 

En  este  templo  espacioso,  elegante  y  el  más  favorecido 
acaso  por  los  vecinos  de  la  ciudad,  se  ven  algunas  pinturas  bue- 
nas. Pero  se  le  atribuye  á  Morales,  injustamente,  el  cuadro  que 
está  en  el  altar  de  una  capilla,  representando  á  Cristo  caído  con  la 
cruz  á  cuestas.  Ponz,  que  adjudica  esta  obra  al  divino  Morales, 
no  la  miró  bien.  Es  un  lienzo  que  al  sumo  pertenecerá  á  los  co- 
mienzos del  siglo  XVII,  aparte  que  su  ejecución  es  impropia  del 
autor  que  se  le  supone. 

Hemos  tratado  á  dos  celebridades  de  esta  iglesia.  Al  P.  Ga- 
llardo, franciscano  exclaustrado  de  este  mismo  convento  y  más 
tarde  párroco  de  la  Concepción.  Fué  muy  conocido  por  sus  ideas 
liberales.  En  el  pronunciamiento  de  1 843  apareció  por  las  calles 
de  la  ciudad  con  un  sable  colgado  sobre  la  sotana  y  un  enorme 
morrión  de  miliciano,  encasquetado  hasta  las  orejas.  Estas  cosas 
le  sirvieron  para  morir  de  Deán  de  Ceuta.  Y  al  P.  José,  conocido 
por  el  sobrenombre  á^  el  de  la  cabeza  gorda.  Fué  compañero  de 
clausura  del  anterior,  y  teniente  cura,  con  él  también,  de  su  pa- 
rroquia. Medía  de  estatura  1*97  centímetros,  de  hombro  á  hom- 


(i)    Colocación  (¿traslación?)  de  la  iglesia  de  S,  Gabriel  de  Badajo:^  dta  14  de 
Junio  He  ryy2.—  Por  Fray  Francisco  de  San  Josef  y  Almendralejo  y  predicador  gene- 
ral y  morador  en  sobredicho  convenio,  (Ms.} 
x8 


138  BADAJOZ 


bro  0*69  y  su  cabeza  una  circunferencia  de  0*71  centímetros  (i). 

La  parroquial  de  Santa  María  es  la  más  antigua  de  la  ciu- 
dad. Primeramente  estuvo  en  Santa  María  del  Castillo,  mezqui- 
ta árabe,  anterior  á  la  reconquista,  y  templo  católico  después  de 
ésta,  por  obra  del  obispo  Fr.  Pedro  Pérez.  Esta  iglesia,  que  al- 
gunos años  sirvió  de  Catedral,  era  notable  por  los  azulejos  de 
algunas  de  sus  capillas  y  los  enterramientos  de  las  gentes  prin- 
cipales que  guardaba.  Tenía  sepulcros  de  multitud  de  obispos, 
generales,  alcaldes  mayores,  títulos  de  Castilla  y  sobre  todo  los 
de  tres  Duques  de  Feria,  patronos  que  fueron  de  la  iglesia. 
Ocupada  esta,  en  181 1,  por  las  tropas  francesas,  se  trasladó  el 
culto  á  la  iglesia  de  los  PP.  Jesuítas  (situada  en  la  calle  de  los 
Padres)  quedando  abandonado  y  en  ruina  el  edificio,  menos  su 
alta  torre,  que  se  destinó  á  prisiones  militares.  Hoy  está  todo 
ello  transformado.  Las  necesidades  modernas  han  obligado  á  le- 
vantar sobre  la  antigua  mezquita  árabe,  más  tarde  Catedral  y 
después  parroquia  de  Santa  María,  un  hermoso  Hospital  para 
las  tropas  que  guarnecen  la  plaza,  sin  que  los  ingenieros  milita- 
res que  dirigieron  las  obras  tuviesen  la  previsión  de  salvar  las 
inscripciones  sepulcrales  y  los  preciosos  restos  que  resultaron 
en  el  derribo  del  antiguo  templo  y  primitiva  Catedral  Pacense. 

Con  estos  antecedentes  pasó  la  parroquial  á  la  iglesia  de 


(i)  Su  cráneo,  que  conservamos  en  nuestro  despacho,  mide  una  circunferen- 
cia de  o'68  centímetros. 

El  origen  de  este  religioso  no  puede  ser  más  raro.  La  mañana  del  19  de  Marzo 
de  1804,  fiesta  de  S.  José,  al  abrir  un  traile  la  puerta  del  convento  de  S.  Gabriel, 
que  daba  á  la  calle  del  mismo  nombre,  se  encontró  con  un  cesto  que  tenía  las  asas 
muy  reatadas. 

—  Maestro  —  exclamó  ante  la  aparición  inesperada,  dirigiéndose  á  un  carpinte- 
ro cuyo  taller  estaba  frente  á  la  puerta  del  convento  —  i  qué  será  esto  > 

—  El  regalo,  acaso,  que  S.  José  mande  hoy  á  la  comunidad— respondió  el  car- 
pintero. 

Fraile  y  carpintero  abrieron  la  cesta  y  se  encontraron  sorprendidos  ante  lo  que 
en  ella  vieron :  un  niño  recién-nacido,  con  una  cabeza  muy  gruesa. 

—  ¡  Al  Hospicio  con  él !  —  exclamó  el  fraile. 

—  tso,  no— replicó  el  carpintero;— yo  me  lo  llevo  y  tendré  un  hijo  más. 

El  niño  creció,  y  cuando  tuvo  1  5  años  se  entró  en  el  convento  mismo  en  que 
fué  hallado  la  mañana  del  1 9  de  Marzo,  profesó  y  se  hizo  fraile  franciscano. 


BADAJOZ  139 

PP.  Jesuítas,  cerrada  desde  la  expulsión  de  aquellos,  y  en  1852 
se  trasladó  al  convento  de  frailes  agustinos,  donde  en  la  actua- 
lidad tiene  decoroso  hospedaje.  Este  templo  se  hizo  en  1620, 
ediñcado  sobre  la  antigua  parroquia  de  San  Lorenzo,  para  al- 
bergar en  él  á  la  comunidad  que  vivía  á  extramuros,  en  Santa 
Engracia  y  Santa  Marina.  De  él  queda  lo  destinado  al  culto: 
una  nave  espaciosa,  con  10  capillas  á  sus  laterales  y  muy  cu- 
riosos enterramientos,  entre  los  que  se  ven  los  de  los  generales 
De-Gabriel  (D.  Fernando  y  D.  Martín)  y  el  del  Duque  de  Ba- 
dajoz, D.  Hernán  Gómez  de  Solís,  nacido  en  la  ciudad  de  Jerez 
de  los  Caballeros,  el  año  de  1427.  Este  poderoso  señor  era 
descendiente  de  los  So/ises  de  Asturias,  del  siglo  xiii.  Por  sus 
hechos  en  la  guerra  le  dio  el  rey  el  señorío  de  Salvatierra  y 
Villanueva  de  Barcarrota,  siendo  también  Alcaide  de  Burgos. 

El  título  de  Duque  de  Badajoz,  dado  por  don  Enrique  IV, 
lo  poseyó  hasta  1470,  que  se  incorporó  á  la  corona,  como  se 
dice  en  la  Historia  de  la  casa  de  Lara^  lib.  5,  fol.  461. 

D.  Hernán  ó  D.  Fernando  murió  en  Badajoz,  según  se  ve 
por  la  siguiente  sepulcral  que  se  encuentra  bajo  las  gradas  del 
altar  mayor  de  la  hoy  parroquial  de  Santa  María: 

Aquí  jaze  el  famoso  y  gran 

CA VALLERO    D.    FeRNAN    GoMEZ    DE    SOLÍS 

QUE  FUÉ  Duque  de  Badajoz  y  señor 

DE    LAS    VILLAS    DE    SALVATIERRA    V    Vl- 
LLANUEVA    DE    BaRCARROTA    Y    DEL 

Consejo  del  Rey  N.  S.  y  la  Duquesa 

Doña  Beatriz  Manuela  su  mujer 

Y  D.  Pedro  Solís  su  hijo  y  sus 

DESCENDIENTES    PATRONOS    EN    ESTA 
CAPILLA   QUE    FUNDARON    Y    DOTARON    EN 

LA  Dehesa  de  Guadapera  y  otros 

VIENES. 

El  altar  mayor  de  esta  iglesia  fué  obra  del  pintor  sajones 
Antonio  Luchencky,  venido  á  España  en  la  época  de  Carlos  III. 
Algunos  cuadros  se  ven,  copias  de  Morales  y  de  Zurbarán  y 


140  BADAJOZ 


entre  estos,  dos  originales  de  Francisco  Javier  de  Mures.  Son  in- 
dudablemente los  mejores  cuadros  de  Mures,  estos  que  están 
en  Santa  María,  y  por  cierto  que  el  autor  del  Diccionario  enci- 
clopédico de  la  lengua  los  atribuye  á  Morales,  como  si  pudiera 
haber  dudas  entre  la  obra  de  uno  y  otro  artista.  Estos  cuadros 
estaban  en  dos  altares  de  la  iglesia  de  los  Jesuítas,  para  quienes 
los  pintó  Mures.  Son  de  proporciones  colosales,  en  lienzo  y  de 
cuerpos  enteros  las  figuras.  Ni  Morales  pintó  en  lienzo,  ni  hizo 
jamás  cuadros  completos.  Además,  que  ni  la  escuela  es  la  suya, 
ni  el  asunto,  aparte  de  que  á  primera  vista  se  revela  que  estos 
cuadros  son  de  la  primera  mitad  del  siglo  xviii. 

Debajo  de  estos  dos  cuadros  están  los  sepulcros  de  los  dos 
hijos  del  Marqués  de  Bay,  muertos  gloriosamente  en  la  guerra 
contra  Portugal. 

La  Ermita  de  los  Mártires^  sino  por  su  importancia  histó- 
rica, por  la  antigüedad,  merece  especial  mención  para  nosotros. 
La  fe,  auxiliada  por  la  tradición,  ha  formado  su  crónica  sobre  el 
origen  de  este  antiguo  templo,  que  existía  hasta  los  comienzos 
del  siglo,  extramuros  de  la  ciudad  de  Badajoz. 

No  sabemos  qué  santos  varones  fueron  sacrificados,  en  los 
últimos  tiempos  del  Imperio  Romano,  en  Badajoz,  porque  las 
Crónicas  nos  dan  muchos  nombres,  todos  distintos,  y  lo  que  es 
aún  peor,  sin  datos  en  que  fundarse  pueda  la  buena  razón  de  una 
crítica  imparcial. 

En  esto  de  santos  y  de  mártires  sucedió  en  los  tienipos  pa- 
sados una  cosa  escandalosa:  cada  cronista  insertó  los  que  quiso, 
y  los  pueblos  se  apropiaron  aquellos  que  más  fama  adquirían 
en  las  localidades,  donde  acaso  mejor  preparaban  sus  virtudes 
los  encargados  de  explotar  las  cosas  santas. 

Así,  prescindiendo  de  cuanto  la  tradición  cuenta  y  la  fe  ad- 
mite, en  lo  tocante  al  origen  de  la  Ermita  de  los  Mártires^ 
hemos  de  decir  lisa  y  llanamente  lo  que  sobre  edificio  tan  anti- 
guo consta  en  la  historia. 

Por  los  años  de  1 3 1 1  se  hizo  este  templo,  situado  á  unos 


BADAJOZ  141 


dos  kilómetros  de  Badajoz,  sobre  el  sitio  denominado  Cerrillo 
de  los  Mártires^  junto  al  puente  que  está  en  el  arroyo  de  Cala- 
món, y  no  lejos  de  éste. 

Parece  que  era  de  modesto  aspecto,  aunque  de  pretensión 
artística.  Su  portada  de  ojival  apuntado,  con  templete  gótico 
coronado  de  crestería,  era  elegante.  A  los  costados  elevábanse 
dos  modestos  torreones,  donde  se  veían  dos  campanas.  El  edi- 
ficio era  pequeño,  rodeado  todo  él  de  gradas,  donde  había  arbo- 
lado en  abundancia.  En  su  interior  se  veía  un  altar  mayor  de 
orden  dórico,  y  ocho  más  á  los  costados  laterales. 

En  1536  estaba  esta  ermita  al  cuidado  de  fray  Diego  de 
Chávez,  de  la  Orden  de  San  Gabriel,  y  el  cual  murió,  según  la 
Crónica  de  la  Orden^  en  opinión  de  santo,  refiriendo  de  él  fi*ay 
Juan  Bautista  Moles,  en  su  Memorial  de  la  provincia  de  San  Ga* 

briely  y  al  cap.  VIII,  lo  siguiente:  ^ y  desde  entonces  (1540), 

fray  Diego  (de  Chávez)  fuese  á  la  ermita  de  los  Mártires  de 
Badajoz,  por  ser  aquella  ciudad  su  patria,  para  ser  menospre- 
ciado donde  le  conocían,  en  especial  que  era  de  noble  gente  de 
aquella  ciudad.  Allí  en  la  ermita,  con  edad  de  más  de  sesenta 
años,  acabó  sus  días,  con  memoria  de  uno  de  los  más  austeros 
frailes  que  hubo  en  su  tiempo  en  la  Provincia  y  en  la  Orden, 
acerca  de  los  años  del  Señor  1557....» 

El  sepulcro  de  fray  Diego  estaba  á  la  derecha  de  la  pila  del 
agua  bendita,  juntamente  de  otra  sepultura  que  declaraba  ser 
la  de  un  antiguo  ermitaño  que  tuvo  el  templo  allá  por  los  años 
de  141 3,  y  que  habiendo  sido  racionero  de  la  Catedral  quiso  ser 
enterrado  donde  tantos  años  había  vivido  al  servicio  de  Dios  y 
de  su  culto. 

El  mismo  Moles,  en  su  obra  ya  citada,  al  cap.  Lili,  párra- 
fo 154,  en  que  trata  de  la  fundación  del  convento  de  San  Gabriel, 
dice  lo  siguiente: 

fEste  dicho  convento  de  San  Francisco  de  Badajoz,  y  otro 
de  la  ciudad  de  Plasencia,  se  dieron  entonces  á  la  provincia  de 
San  Miguel,  porque  la  nuestra  de  San  Gabriel,  á  quien  le  venía 


142  BADAJOZ 


conforme  el  Breve  (de  Pío  V,  en  1576)  no  las  puso,  por  tener 
éstas  de  San  Gabriel,  y  de  San  Miguel  fuera,  y  juntas  las  dichas 
ciudades,  y  se  dio  libre  entrada  de  ellos  á  sus  vecinos,  los  padres 
conventuales,  que  en  el  sobredicho  año  1 5 1 9  estaban  en  los 
dichos  dos  conventos  y  la  recepción  desta  casa,  y  la  de  San 
Miguel,  de  Plasencia,  contrariaban  la  recepción  dellas:  por  la 
cual  costó  algunos  caminos  á  Roma  y  Capítulos  Generales. 
Recogiéronse  los  nuestros  frailes  luego  al  principio  en  una  er- 
mita  de  los  Mártires  que  está  junto  á  la  ciudad  (de  Badajoz),  y 
allí  estuvieron  de  prestado,  poco  más  ó  menos  dos  años,  y  al 

de    1 52 1   tomaron  seguramente  ante  dicho  sitio  y  asiento > 

(por  el  de  San  Gabriel). 

Ya  se  ve,  por  lo  que  dejamos  transcrito,  que  la  ermita  de 
los  Mártires  sería  un  edificio  muy  capaz,  cuando  albergó  á  toda 
una  comunidad.  Pero  si  estos  datos  no  existiesen  para  testimo- 
nio de  tales  afirmaciones,  los  restos  del  referido  edificio,  que 
aún  se  conservaron  en  pie  hasta  poco  há,  bastarían  á  darnos  la 
razón. 

La  historia  no  nos  dice  lo  que  era  éste  en  su  interior,  pero 
sábese  que  guardaba  un  cuadro  colocado  en  su  altar  mayor,  re- 
presentando el  martirio  de  San  Esteban,  tabla  del  famoso  Luís 
de  Morales,  y  quizás  la  obra  más  primorosa  que  podíamos  citar 
hoy  del  inspirado  pintor  extremeño,  si  vamos  á  creer  lo  que  de 
ella  dicen  unos  apuntes  que  hasta  nosotros  han  llegado,  sobre 
los  cuadros  de  Morales  más  conocidos  hasta  el  siglo  xvii. 

Por  cima  de  la  ventana  que  tenía  el  templo,  á  la  derecha  de 
la  puerta  principal,  había  una  columna  de  mármol,  con  la  si- 
guiente inscripción: 

t 

FÍZOSE  ESTA  ERMITA  DE  MÁRTIRES 

POR   LOS    FIELES 

DEVOTOS  DE  ESTA  CIUDAD 

DE   BADAJOZ, 

LA  PUENTE,  CALZADAS  I  DEMÁS: 

AÑO  DE  1 31 1 


BADAJOZ  143 

Se  levantó,  pues,  este  templo  en  los  tiempos  del  rey  don 
Alfonso  XI,  y  cuando  era  obispo  de  Badajoz  D.  Bernabé  I. 

Dentro  del  templo  y  próxima  al  altar  mayor  existía  esta 
inscripción : 

REEDIFICÓSE  ESTA  ERMITA 
AÑO   DE   MDXVn    DEL   SEÑOR. 

Esto  es,  en  los  tiempos  del  emperador  Carlos  V,  siendo 
obispo  de  Badajoz  D.  Pedro  Ruiz  de  la  Mata. 

Cuando  la  guerra  con  Portugal  se  arruinó  este  edificio.  Res- 
taurado malamente  en  1759  por  el  obispo  D.  Manuel  Pérez  Mi- 
nayo,  fué  nuevamente  destruido  y  para  siempre,  en  18 10,  por 
el  ejército  español  que  operaba  en  la  defensa  de  la  plaza. 

El  extinguido  convento  de  PP.  Trinitarios  tenía  suma  im- 
portancia. Se  edificó  en  1274,  junto  á  la  puerta  de  la  ciudad 
que  lleva  su  nombre,  y  en  el  mismo  sitio  en  que  existía  una 
ermita  cristiana  levantada  por  los  católicos  de  la  ciudad  en  prin- 
cipios del  siglo  x,  ejerciéndose  en  ella  culto  durante  la  domina- 
ción musulmana.  Más  tarde  fué  también  hospital  de  la  redención 
de  cautivos.  Este  convento,  que  era  notable  por  su  decorado 
suntuoso  y  las  riquezas  que  reunía,  especialmente  en  cuadros 
de  Morales,  Zurbarán,  Rivera  y  Juan  de  Juanes,  fué  quemado 
por  los  franceses  en  18 10  y  totalmente  derribado  por  los  ingle- 
ses un  año  más  tarde.  El  ayuntamiento  de  la  ciudad,  con  el 
cabildo  Catedral  acudía  procesionalmente  á  este  templo  á  cierta 
festividad  anual  que  en  él  se  celebraba,  por  ser  el  más  antiguo 
que  se  conocía.  Esta  costumbre  duró  hasta  18 10  (i). 

El  convento  de  Santo  Domingo  lo  fundaron  los  Duques  de 
Badajoz,  bajo  la  inspiración  del  venerable  Fray  Luís  de  Granada, 


(i)  El  19  de  Marzo,  fiesta  de  S.  José  (en  cuyo  día  del  año  1 228 ganó  D.  Alfon- 
so IX  Badajoz  á  los  moros),  el  Ayuntamiento  celebraba  la  liberación  de  la  ciudad, 
del  poder  de  infieles,  con  una  fiesta  religiosa  á  que  acudía  en  corporación,  y  des- 
de tiempo  inmemorial  tenía  lugar  en  el  convento  de  la  Trinidad.  Desde  18 10  se 
trasladó  esta  festividad  á  la  ermita  de  S.  José. 


144  BADAJOZ 


en  1556,  cuando  contaba  cincuenta  de  edad.  El  sabio  fray  Luís, 
con  su  amor  á  las  austeridades  de  la  vida  monacal  que  él  amó, 
recorrió  España  y  Portugal  fundando  monasterios.  El  rey  por- 
tugués le  ofrecía  el  arzobispado  de  Braga,  que  no  quiso  aceptar, 
y  después  de  varias  fundaciones  en  el  vecino  reino  permaneció 
en  Badajoz  más  de  16  años,  ordenando  aquella  comunidad  do- 
minicana que  gobernó  largo  tiempo.  Consta  que  en  la  celda  de 
este  convento  escribió  su  libro  Guia  de  los  pecadores  y  terminó 
la  Retórica  eclesiástica^  meditando  también  su  última  obra  De 
contemptus  mundi. 

La  reina  viuda  de  D.  Juan  III  de  Portugal,  de  quien  era  con- 
fesor, le  llamó  para  su  Consejo,  puesto  que  también  dejó  por 
su  celda  en  el  convento  de  Badajoz,  y  más  tarde  Sixto  V  le 
ofreció  el  capelo  cardinalicio.  Fray  Luís  de  Granada  murió 
en  1588  bajó  el  sayal  franciscano,  y  la  celda  que  él  ocupó  en 
este  convento  sirvió  después  para  dormitorio  del  capataz  de  cua- 
dra, en  el  penal  que  se  creó  en  1848  en  el  local  de  este  edificio 
que  tantos  recuerdos  encerraba  para  España  entera.  Su  iglesia, 
sin  embargo,  continúa  al  culto,  como  agregada  á  la  parroquia 
del  Sagrario;  pero  sin  cuadros,  sin  la  sillería  del  coro,  con  las 
solas  paredes  y  los  altares  desnudos  de  efigies.  La  huerta  del 
convento  está  en  parte  conservada.  Aún  existe  la  palmera  donde 
el  sabio  teólogo  solía  pasar  las  mejores  horas  de  sus  medita- 
ciones. Este  árbol  sobrevive  para  contar  á  las  generaciones  de 
tres  siglos  cómo  el  tiempo  pasa  y  la  gloria  de  los  sabios  es 
imperecedera. 

El  convento  de  San  Francisco,  de  PP.  observantes,  se  fun- 
dó en  principios  del  siglo  xviii,  costeando  todas  sus  obras  el  rey 
de  Portugal  D.  Juan  V.  Era  de  fábrica  elegante  y  espaciosa.  La 
nave  que  constituía  la  iglesia,  con  su  crucero,  era  magnífica,  así 
como  el  coro,  sacristía  y  demás  dependencias.  Sus  pinturas  mu- 
rales, los  cuadros  que  estaban  en  sus  capillas  y  los  retablos  de 
sus  altares,  todo  muy  digno  de  sus  fundadores.  Guardaba  ente- 
rramientos suntuosos,  como  los  de  la  familia  de  Goy,  los  de 


BADAJOZ  145 


D.*  María  Luisa  Manuel  y  Villena,  condesa  de  Murillo  y  mar- 
quesa de  Santa  Cruz,  grande  de  España  de  i  .*  clase,  muerta 
en  1 747,  y  los  de  los  marqueses  de  Cagigal  y  de  la  Lapilla.  Este 
edificio  fué  abandonado  al  culto  y  convertido  en  cuartel  de  in- 
fantería en  1 849. 

Ocho  conventos  de  monjas  había  en  esta  ciudad,  de  los  que 
sólo  quedan  tres,  habiendo  desaparecido  los  de  San  Onofre, 
Santa  Catalina,  Santa  Lucía,  Madre  de  Dios  y  Nuestra  Señora 
de  los  Remedios.  Los  existentes  son:  Santa  Ana,  franciscano, 
fundado  en  1 5 1 9  por  los  duques  de  Feria  y  el  obispo  D.  Pedro 
Ruiz  de  la  Mata.  En  su  comunidad  han  vivido  vírgenes  esclare- 
cidas en  las  letras  y  en  el  misticismo.  En  sus  bóvedas  fué  depo- 
sitado, en  1580,  el  cadáver  de  la  reina  D.*  Ana,  mujer  de  Feli- 
pe II,  muerta  en  Badajoz  el  26  de  Octubre,  y  trasladada  al 
panteón  del  monasterio  de  Jerónimos  del  Escorial,  el  14  de  No- 
viembre del  mismo  año.  Este  convento  es  modesto;  su  iglesia 
es  pequeña;  pero  tiene  un  claustro  interior,  todo  él  pintado  al 
fresco  por  Francisco  Javier  de  Mures,  que  es  notable  y  digno 
de  que  sean  conocidas  estas  pinturas  que  muy  pocos  inteligen- 
tes han  podido  ver.  Como  el  edificio  está  ruinoso  y  en  víspera 
de  ser  desalojado  por  la  comunidad  que  lo  habita  desde  los  co- 
mienzos del  siglo  XVI,  tememos  por  la  suerte  de  estas  pinturas, 
que  perecerán  tal  vez  bajo  la  acción  codiciosa  del  futuro  dueño 
del  solar  que  hoy  ocupa  este  convento.  Las  comunidades  de  los 
de  Santa  Lucía  y  Madre  de  Dios  pasaron  á  vivir  con  la  de  San- 
tana,  desde  su  supresión  en  1836.  El  primero  de  estos  conven- 
tos se  fundó  en  1540  y  el  segundo  en  1548. 

El  convento  de  las  Descalzas  se  fundó  en  1572  por  el  obis- 
po D.  Diego  Gómez  de  la  Madriz,  contribuyendo  con  una  gran 
suma  para  terminar  sus  obras  el  rey  de  Portugal,  según  escri- 
turas otorgadas  en  Madrid,  el  12  de  Enero  de  1573,  ante  el  es- 
cribano D.  Juan  Rodríguez  de  Isla.  Su  fábrica  es  modesta.  A  la 
izquierda  del  altar  mayor  está  el  enterramiento  del  general  conde 

de  la  Torre  del  Fresno,  inmolado  por  la  soldadesca  y  popula- 

19 


j 


146  BADAJOZ 


cho,  en  aras  de  su  ineptitud  política,  cuando  el  levantamiento  de 
Badajoz,  en  30  de  Mayo  de  1808.  Cuando  en  1836  se  supri- 
mieron cuatro  conventos  de  monjas,  las  comunidades  de  San 
Onofre  y  de  Santa  Catalina  pasaron  á  vivir  con  la  de  esta  co- 
munidad. El  ediñcio  de  aquél  se  enajenó  para  ediñcar  casas  par 
ticulares;  el  de  éste  se  derribó,  en  parte,  para  hacer  edificios 
donde  se  hospedan  la  Escuela  Normal,  la  Sociedad  Económica 
de  Amigos  del  País,  el  Museo  Arqueológico,  la  Biblioteca  públi- 
ca, el  Instituto  de  2.^  enseñanza  y  la  Diputación  provincial. 

El  de  carmelitas  descalzas  se  hizo  en  1730  por  el  obispo 
D.  Amador  Merino  de  Malaquilla.  Su  capacidad  es  reducida  y 
la  comunidad  pobre.  Guarda  muy  buenas  pinturas  de  los  her- 
manos Mures  y  de  los  Estradas.  En  1868,  suprimido  el  conven- 
to de  Nuestra  Señora  de  los  Remedios,  su  comunidad  pasó  con 
la  de  Carmelitas.  El  de  los  Remedios  también  fué  fundación  del 
obispo  Merino  de  Malaquilla. 

Hay  varios  otros  templos,  pero  de  escasa  importancia.  £1 
de  la  Soledad,  de  fundación  del  siglo  anterior;  el  de  San  José, 
de  fines  del  siglo  xvi,  y  el  de  la  Paz,  restablecido  por  el  obispo 
García  Gil,  en  1858.  En  extramuros,  donde  se  conocían  multi- 
tud de  ellos,  sólo  existen  el  de  Bótoa,  de  fecha  inmemorial,  aun- 
que su  edificio  es  moderno,  y  el  del  Sagrado  Corazón  de  Jesús, 
levantado  en  1 869.  Los  templos  que  han  desaparecido  son  los 
de  San  Roque,  Telena,  Santa  Engracia,  los  Mártires,  San  Ga- 
briel y  Santa  Marina,  todos  de  orden  muy  inferior. 

Por  la  descripción  que  hacemos  de  los  templos  que  había  en 
el  reducido  recinto  de  la  plaza  de  Badajoz,  comprenderá  el  dis- 
creto lector  que  las  comunidades  religiosas  y  el  clero  regular 
habían  ido  estrechando  al  vecindario  para  hacerlo  vivir  entre 
campanarios  y  altos  muros  monacales.  Es  la  historia  de  todos 
los  pueblos  latinos  durante  los  siglos  xiii  al  xviii,  en  que  la  so- 
ciedad se  desarrollaba  á  las  puertas  de  los  monasterios. 


Badajoz  147 


II 


Reanudando  de  nuevo  la  historia  civil,  interrumpida  en  el 
capítulo  segundo,  para  dar  entrada  á  la  parte  religiosa,  esencía- 
lísima  en  una  obra  como  la  presente,  diremos  que  en  1472  vino 
á  Badajoz  el  rey  D.  Enrique  IV  de  Castilla,  con  el  propósito  de 
conferenciar  con  el  de  Portugal.  El  duque  de  Feria,  en  cuyo 
poder  se  encontraba  esta  plaza,  apenas  supo  que  se  acercaba  á 
ella  el  monarca  de  Castilla  le  envió  emisarios  participándole  que 
no  intentara  penetrar  en  Badajoz,  porque  sería  preso.  No  dio 
crédito  D.  Enrique  á  los  delegados  del  duque,  y  cuando  se  iba 
á  poner  en  marcha,  para  hacer  noche  en  la  ciudad,  mandó  un 
capitán  de  su  escolta  á  enterarse  de  lo  que  ocurría  en  ella,  y 
frente  á  las  murallas  se  encontró  con  las  puertas  cerradas  y  las 
almenas  coronadas  de  soldados.  Llevó  la  nueva  al  rey,  y  éste 
desistió  de  sus  propósitos,  teniendo  que  vadear  á  caballo  el 
Guadiana  y  dirigirse  á  la  frontera  por  trochas  peligrosas.  A  ori- 
llas del  río  Caya  celebró  la  deseada  entrevista  con  el  portugués 
á  quien  propuso  el  casamiento  con  la  princesa  D.*  Juana,  asunto 
sobre  el  que  no  hubo  convenio  y  se  retiró  D.  Enrique  avergon- 
zado por  el  feo  que  recibió  en  la  frontera  y  el  desaire  que  le 
hiciera  el  de  Feria. 

Poco  después  de  este  suceso  se  recrudeció  la  guerra  con 
Portugal,  hasta  el  punto  que  tuvo  que  venir  á  la  frontera  la 
reina,  esposa  de  D.  Fernando,  con  cuyo  motivo  hizo  una  ex- 
cursión por  Extremadura,  dio  multitud  de  fueros  á  sus  pue- 
blos y  proclamó  los  de  Cáceres.  En  Badajoz  adelantaron 
mucho  en  este  siglo  las  obras  públicas  que  hasta  muy  entrado 
el  XVI  no  dejaron  de  hacerse.  El  Puente  de  las  Palmas,  como 
ya  decimos  en  otro  lugar  de  este  libro,  es  de  estos  tiempos; 
poco  después  se  recomponían  las  fortificaciones  ampliándolas, 


t4§  6  A  b  A  j  o  z 

para  poner  en  defensa  á  la  población  creada  fuera  de  los  muros 
del  Castillo,  desde  la  Breva  cana  hasta  muy  pasado  el  puente. 
Sobre  una  pequeña  puerta  que  está  en  la  Breva-cana^  se  leen  los 
fragmentos  de  esta  inscripción  que  justiñcan  nuestras  palabras: 


MDXXXXI   ANOS.    REY 
NANDO   EL    GRAN  EMPERA 
DOR   DON    CARLOS 
V.    I    SIENDO    CORRE 
GIDOR    EL  SEÑOR 
PEDRO    DE    ESPINO 
SA.   EL    ESCVDO 
ES    DE   LA    CIVDAD. 


También  se  habían  terminado  ya  las  obras  del  Puente  del 
Gévora,  río  cuyas  aguas  vierten  en  el  Guadiana  frente,  casi,  de 
Badajoz.  El  río  Gévora  nace  en  Portugal  y  entra  en  España  por 
las  inmediaciones  de*La-Codosera,  recorriendo  hasta  el  Guadia- 
na 5 1  kilómetros.  Cinco  más  arriba  está  el  puente  construido  en 
la  época  también  de  Carlos  V,  como  se  declara  en  la  siguiente 
inscripción: 

LA    ILVSTRE    CIVDAD    DE    BADAJOZ 

MANDÓ    HACER    ESTE  PUENTE 

CON    LA    BELLOTA   COMVN*, 

HÍZOLA    EN   CUATRO    AÑOS    GASPAR 

MÉNDEZ»   REINANDO   EL  CATÓLICO 

EMPERADOR    DON    CARLOS   I. 

ACABÓLA    EL    DÍA    QVE    EL    GRAN    TURCO 

LE    HVIO     LA    BATALLA    EN    TVNES 

Esto  es,  se  terminó  el  21  de  Julio  del  año  1535. 

Frente  á  esta  inscripción  estaba  otra  que  decía:  El  Corre- 
gidor D,  Pedro  de  Espinosa  dirigió  esta  obra  y  las  calzadas  que 
la  cruzan  hasta  Badajoz^  que  se  acabaron  en  1536  años  para 
bien  de  todos. 


BADAJOZ  149 

Tiene  su  historia  este  puente.  Su  paso  ha  costado  mucha 
sangre  á  españoles  y  portugueses  durante  la  guerra  Peninsular 
de  los  siglos  XVII  y  xviii,  y  en  1811  junto  á  él  se  dio  la  famosa 
batalla  titulada  del  Gévora,  librada  el  7  de  Febrero,  en  la  que 
quedó  roto  y  deshecho  nuestro  ejército,  costando  la  vida  á  los 
más  valientes  y  entre  otros  al  heroico  general  De-Gabriel. 

Al  comenzar  casi  el  último  tercio  del  siglo  xvi,  Badajoz  ves- 
tía de  gala,  como  señal  de  público  regocijo. 

El  día  7  de  Diciembre  de  1576,  como  á  las  10  de  su  maña- 
na, el  Rey  D.  Sebastián,  monarca  ilustre  de  Portugal,  entraba 
en  Badajoz,  de  paso  para  el  monasterio  de  Yuste,  donde  quería 
tener  una  entrevista  con  su  tío  el  emperador  D.  Carlos  V. 

La  ciudad  lo  recibió  de  un  modo  pomposo,  como  se  recibe 
á  un  monarca  de  una  nación  vecina  y  aliada.  £1  cabildo,  el  ayun- 
tamiento y  toda  la  grandeza,  seguida  del  pueblo,  salió  á  espe- 
rar al  joven  monarca  á  la  puerta  de  Palmas :  el  Rey  sobre  su 
caballo  entró  bajo  palio,  apeándose  á  la  puerta  de  la  Catedral. 
Hubo  ñestas  públicas  y  el  diez  por  la  mañana  el  rey  portugués 
abandonaba  la  ciudad  en  dirección  al  monasterio  de  Yuste, 
morada  del  que  había  sido  Emperador,  con  el  nombre  de  Car- 
los I  en  España  y  V  en  Alemania.  Aquel  joven  monarca, 
que  apenas  contaba  24  años,  lleno  de  esperanzas,  y  con  un 
mundo  de  fantasías  por  delante  de  su  cabeza,  pedía  auxilios  á 
Carlos  V  para  su  empresa  de  conquistar  el  país  de  los  infieles, 
en  Marruecos.  Ofreció  mandarle  una  numerosa  falanje  de  tropas 
Carlos  V,  y  con  esta  esperanza,  acaso,  el  joven  monarca  corrió 
en  busca  de  aventuras,  al  otro  lado  del  Estrecho,  donde  sólo 
encontró  la  muerte,  dos  años  después  de  su  entrada  en  Badajoz. 
Muerto  el  monarca  portugués,  fué  llamado  á  aquel  trono  el  an- 
ciano Cardenal  D.  Enrique,  como  heredero  más  próximo  á  la 
corona.  Extinguida  la  línea  masculina,  con  su  muerte  no  dejaba 
heredero  directo,  y  creyéndola  próxima,  en  11  de  Febrero  de 
1579,  dio  un  edicto  convocando  en  el  término  de  dos  meses  á 
cuantos  se  creyeran  con  derecho  á  sucederle,  ofreciendo  deter- 


ijo  Badajoz 

minar  y  fallar  en  justicia. — Se  presentaron,  como  nietos  del  rey 
D.  Manuel,  D.  Felipe  II,  D.  Antonio,  prior  de  Ocr ato,  bastardo^ 
Manuel  Filiberto  de  Saboya  y  Catalina,  esposa  del  Duque  de 
Braganza;   y,  como  biznieto,  Ramiro  Farnesio.  Lisboa  fué  con 
vertida  en  teatro  de  maquinaciones.  D.  Enrique  prefería  á  la  Du 
quesa  de  Braganza,  con  quien  había  pensado  casarse;  pero  núes 
tro  embajador  D.  Cristóbal  de  Mora  había  ganado  las  volunta 
des  que,  consultadas,  estaban  en  mayoría  por  D.  Felipe  II.  To 
dos  los  pretendientes  se  retiraron  excepto  el  bullicioso  Prior  de 
Ocrato,  que,  como  bastardo,  era  el  que  tenía  menos  derecho. 

Muerto  D.  Enrique  en  31  de  Enero  de  1580,  la  cuestión 
había  de  decidirse  por  las  armas.  Mientras,  el  Prior  fué  procla- 
mado en  Santaren  y  Lisboa,  y  todo  eran  partidos,  exacciones  y 
confusión  en  el  reino. — Entonces  D.  Felipe  reunió  en  Badajoz  en 
primeros  de  Junio  un  ejército  de  25,000  infantes  y  dos  mil  seis- 
cientos caballos  con  57  piezas  de  batir  y  50  barcas  en  carros,  á 
cuyo  mando  venía  el  anciano  y  leal  Duque  de  Alba,  salido  de 
la  cárcel  de  Uceda  para  tal  empresa. — A  poco  llegó  el  Mo- 
narca á  Badajoz,  acompañado  de  la  reina,  del  príncipe  D.  Die- 
go, jurado  sucesor  por  muerte  de  D.  Fernando,  de  las  infantas 
y  del  Archiduque  Alberto,  acomodándose  toda  la  regia  comitiva 
en  el  entonces  palacio  de  los  marqueses  de  la  Lapilla,  situado 
en  la  plaza  de  la  Soledad. 

Á  los  dos  días  revistó  el  rey  su  ejército  en  las  llanuras  de 
Calatraveja,  entre  el  río  Gévora  y  el  camino  de  Alburquerque,  y, 
seguidamente,  dio  orden  de  marchar  á  operaciones. 

Las  plazas  de  Yelves  y  Olivenza  se  entregaron  sin  combatir 
á  Pedro  de  Médicis,  hermano  del  gran  Duque  de  Toscana,  que 
mandaba  los  italianos,  y  lo  mismo  hicieron  las  poblaciones  de  la 
cuenca  del  Tajo  hasta  Setubal,  defendidas  por  compañías  ingle- 
sas y  francesas  que  auxiliaban  al  de  Ocrato.  El  Duque  de  Alba 
las  arrojó  de  allí  bizarramente  y  prosiguió  su  marcha  hasta  Lis- 
boa, donde  entró  sin  resistencia  alguna. 

En  tanto  el  rey  Felipe  II  cayó  enfermo  de  gravedad  en  Ba- 


BADAJOZ  151 

dajoz,  y  cuando  entró  en  la  convalecencia  enfermó  su  mujer, 
doña  Ana,  que  al  fin  murió,  partiendo  el  rey  á  Lisboa  á  tomar 
posesión  del  país  conquistado  y  ensanchando  entonces  sus  do- 
minios con  toda  la  Península  Ibérica,  y  las  numerosas  posesiones 
que  Portugal  tenía  en  Ultramar. 


III 


Antes  de  proseguir  narrando  los  sucesos  que  sobrevinieron 
á  Badajoz  después  de  abandonarlo  Felipe  II,  conviene  decir  algo 
al  lector  sobre  el  escudo  de  armas  de  esta  ciudad,  consistente 
en  un  escudete  ó  blasón  de  gules,  campo  azul,  por  donde  cam- 
pea un  león  subiendo  á  una  columna,  envuelta  por  una  banda 
en  que  está  grabada  la  siguiente  inscripción :  plus  ultra,  esto 
es,  adelante,  más  allá,  sigue,  continúa. 

Amigos  de  las  investigaciones  históricas  por  lo  que  á  Extre- 
madura referirse  pueda,  por  ser  el  país  donde  se  meció  nuestra 
cuna,  hemos  querido  conocer  las  razones  que  hubo  en  otro 
tiempo  para  señalar  con  tal  alegoría  las  armas  ó  blasones  de 
Badajoz;  y  henos  aquí  que  no  encontramos  justificadas  con  la 
historia  las  que  hoy  ostenta  su  Ayuntamiento. 

Deberemos  ante  todo  comprobar  aquí  esta  afirmación  con 
las  razones  que  sobre  el  particular  nos  ofrecen  las  crónicas,  para 
no  llevar  las  dudas  á  los  eruditos,  ni  martirizar  la  memoria  de 
nuestros  historiadores. 

En  documentos  auténticos,  que  hemos  visto,  pertenecientes 
al  archivo  de  la  catedral  Pacense,  y  por  algunos  escudos  de  la 
ciudad  antigua,  se  observa  un  blasón  donde  está  grabado  un 
cuerno  lleno  de  productos  del  país,  inclinado  hacia  la  izquierda 
en  acción  á  derramarse,  y  por  cima  esta  inscripción,  bajo  una 
corona  goda:   c.  pax  august^e,  bien  que  en  otros  hemos  visto 


152  BADAJOZ 


la  misma  alegoría,  aunque  vanada  la  inscripción  por  esta  otra: 

CIVITA  PACENSE. 

Todo  esto  nos  hace  inclinar  á  la  opinión  de  que  las  armas 
de  Badajoz,  desde  tiempo  inmemorial,  fueron  éstas  que  indica- 
mos, expresando  la  abundancia  la  fecundidad  de  su  campiña;  el 
lema,  el  nombre  de  la  ciudad;  y  la  corona,  el  título  del  que  la 
gobernaba  desde  los  tiempos  de  Recaredo  II,  en  el  año  de  620. 

Y  justificada,  en  parte,  esta  opinión  en  un  documento  que 
hemos  visto  perteneciente  al  décimo  de  los  obispos  de  Badajoz, 
el  cual  vivía,  según  su  firma,  que  se  encuentra  en  el  archivo  de 
la  catedral  de  Toledo  (i),  en  el  año  de  649,  cuando  reinaba 
Recesvinto,  y  el  prelado  se  llama  por  antonomasia :  teodoredum 
Dic  ET  APOST.  SEDIS  G.  EPISCOPUS  PACENSE,  cuyo  lema,  á  excepción 
del  nombre  del  prelado,  que,  como  era  consiguiente,  cada  uno 
usó  del  suyo,  ha  seguido  adoptándose  hasta  los  de  hoy,  que 
lo  rodean  á  un  escudo  heráldico  de  las  armas  del  obispado,  el 
cual  presenta,  bajo  de  un  sombrero  pastoril,  emblema  de  toda 
autoridad  mitrada  siempre  que  de  él  pendan  seis  borlas,  un 
escudete  con  una  cruz  por  cabeza,  entre  báculo  y  mitra  (á  de- 
recha aquél  y  á  izquierda  ésta),  y  cuatro  cuarteles:  en  el  primero 
aparece  un  cordero,  símbolo  de  San  Juan  Bautista,  á  quien  está 
consagrada  la  catedral  del  obispado ;  en  el  segundo  una  estrella; 
en  el  tercero  un  áncora;  y  en  el  cuarto  una  cruz,  como  la  de  los 
templarios,  leyéndose  en  los  ángulos  verticales  y  en  la  lateral 
de  abajo  el  siguiente  lema  ó  mote :  Lucerna  ejus  est  agnus. 

Hasta  ahora  nada  hay  que  se  refiera  directamente  á  las  ac- 
tuales armas  de  Badajoz.  Todos  los  blasones  á  que  más  arriba 
hacemos  referencia,  ya  se  comprende  que  son  de  la  época  goda 
y  visigoda;  pero  en  la  invasión  de  los  árabes,  ó  en  la  domina- 
ción musulmana,  parece  que  todo  se  pierde,  y  ni  Conde,  ni  Razy, 
ni  los  demás  autores  que  escriben  de  la  corte  de  los  Sabures, 


( I )  Teodoredo,  décimo  obispo  de  Badajoz,  debía  haber  asistido  al  séptimo  Con- 
cilio de  Toledo,  pero  encontrándose  enfermo  á  la  sazón,  delegó  en  el  presbítero 
Constantino. 


BADAJOZ  153 

de  los  Aplítasidas,  de  los  Beni-Aphthás  y  de  los  otros  monarcas 
que  reinaron  en  Badajoz,  cabeza  desde  el  siglo  xi  hasta  el  xii 
de  la  Lusitania  y  del  Algarbe^  nos  hablan  de  las  armas  que 
señalaban  á  esta  ciudad,  de  modo  que  de  la  época  antigua  sólo 
conocemos  los  blasones  godos.  Punto  es  este  muy  oscuro  para 
todos. 

Por  lo  que  hace  á  las  armas  de  Badajoz  desde  el  siglo  xiii, 
ya  es  otra  cosa:  Rodrigo  Méndez  en  su  Geografía^  Antonio  de 
Moya  en  sus  Armas  y  Blasones^  y  Madoz  en  su  Diccionario^ 
todos  están  conformes  en  que  consiste  en  un  escudo,  campo  azul, 
con  dos  columnas,  sostenidas  por  dos  leones  coronados,  y  una 
orla  envuelta  á  las  columnas  con  el  lema  siguiente :  Non  plus 
Ultra;  esto  es,  no  más  allá,  hasta  aquí,  etc. 

Rodrigo  Dosma,  autor  para  nosotros  de  mayor  fe,«dice  en  sus 
Discursos  Patrios^  que  Badajoz  usó  por  armas  antiguamente  un 
león  coronado,  y  en  el  reverso  una  ciudad  encastillada  sobre 
ondas.  Comprobóle  el  cronista  con  el  sello  de  una  donación 
hecha  á  la  catedral  en  28  de  Mayo  de  1255,  de  la  villa  de 
Campo-Mayor,  en  Portugal,  y  otras  que  se  conservan  en  el  ar- 
chivo de  aquella  iglesia,  cuyo  cabildo,  según  Gil  González  Dá- 
vila,  en  su  Teatro  eclesiástico  de  la  iglesia  y  ciudad  de  Badajoz^ 
tiene  por  armas  el  cordero  de  San  Juan  y  una  venera  debajo, 
por  devoción  á  Santiago,  y  á  un  lado  un  león  rampante^  y  al 
otro  lado  un  castillo^  ármeos  de  la  ciudad. 

Y  cuando  uno  y  otro  autor  citan  estas  armas,  como  las  anti- 
guas, señal  de  que  en  sus  tiempos  las  habían  sustituido  por  las 
que  mencionan  Rodrigo  Méndez,  y  Madoz,  como  después  éstas 
se  han  cambiado  por  las  que  en  la  actualidad  se  conocen,  faltan- 
do así  al  espíritu  de  la  historia,  no  respetando  la  tradición  herál- 
dica que  nos  daba  las  armas  de  Badajoz  desde  su  origen  cris- 
tiano, esto  es,  las  del  escudo,  campo  azul,  con  dos  columnas  sos- 
tenidas por  dos  leones  coronados,  y  una  orla  con  el  lema 
indicado  de:  Non  Plus  Ultra. 

Y  ahora  nos  es  preciso  hacer  alguna  consideración  sobre  lo 


so 


154  BADAJOZ 


que  en  sí  representa  esta  alegoría  emblemática.  Todos  saben 
que  en  la  imagen  de  la  columna  señalaban  los  antiguos  mitólo- 
gos el  fin  6  término  de  las  tierras  que  poseían.  Así  lo  hizo  Hér- 
cules con  las  que  fijó  en  Cádiz,  como  significando  no  había  más 
tierra  en  la  Península  por  conquistar.  Cuando  más  tarde  hizo 
división  Augusto  César  en  España  de  los  términos  de  su  con- 
quista, dio  á  Ciudad-Rodrigo  las  columnas  (que  aun  hoy  mismo 
conserva  por  blasón),  porque  allí  señaló  los  límites  de  las  pro- 
vincias que  reservaba  á  su  dominio.  Y  la  misma  causa  y  razón 
hubo  trece  siglos  después  en  D.  Alfonso  IX  de  León,  para  con- 
ceder á  Badajoz  las  que  le  señaló  en  su  privilegio,  y  que  son  á 
las  que  nos  referimos  más  arriba.  Y  decimos  que  hubo  en  el 
rey  D.  Alfonso  las  mismas  razones,  para  dar  á  Badajoz  las  que 
le  señaló,  que  en  Augusto  para  las  que  dio  á  Ciudad-Rodrigo, 
porque  siendo  Badajoz  el  término  y  fin  de  los  dominios  de  Es- 
paña, no  se  podía  declarar  con  otra  alegoría  más  propia  la  po- 
sición geográfica  de  Badajoz,  tanto  en  ser  la  parte  más  extrema 
del  dominio  del  rey  de  León,  cuanto  por  ser  su  fin,  puesto  que 
lindaba  con  el  reino  de  Portugal,  y  así  que  á  Badajoz  se  le  debió 
guardar  las  armas  de  D.  Alfonso,  que  son  las  que  le  correspon- 
den, por  conservar  el  espíritu  de  la  verdad  histórica,  y  no  las 
que  tiene  hoy,  que  expresan,  históricamente  hablando,  un  senti- 
do enteramente  contradictorio  (i). 

Ahora  bien ;  estando  este  punto  tan  claro  y  preciso,  estando 
tan  á  la  letra  de  las  crónicas,  ¿cómo  es  que  le  encontramos  adul- 
terado con  desconocimiento  de  la  verdad?  ¿Es  por  ventura  el 
ayuntamiento  arbitro  para  mudar  las  armas  de  una  ciudad  P  Y 
en  este  caso,  ¿puede  hacerse  esto   sin  razones  fundadas  que 


(i)  No  es  el  prímero  á  quien  hemos  oído  exponer  que  tal  vez  Felipe  II,  al  en- 
sanchar sus  dominios  hasta  Lisboa,  impondría  el  cambio  de  las  antiguas  armas  ó 
blasones,  trocando  el  Non  plus  ultra  dado  por  D.  Alfonso  IX,  por  el  Ultra  plus  que 
hoy  tiene.  Pero  el  hecho  no  puede  aceptarse,  primero  porque  no  está  en  lo  posible, 
y  segundo  porque  siendo  esto  de  fecha  tan  moderna,  se  conservaría  la  disposición 
regia  en  los  libros  y  crónicas  de  aquellos  tiempos. 


Badajoz  155 


expliquen  los  inconvenientes  de  las  unas  y  lo  legal  ó  necesa- 
rio de  sustituirlas  por  otras?  (i). 

A  nuestro  humilde  entender  no  hay  lugar  para  esto,  pues 
que  Badajoz  está  lo  mismo  que  en  tiempos  de  su  reconquista 
por  el  rey  D.  Alfonso  de  León;  y  de  aquí  deducimos  que  su 
ayuntamiento  ha  autorizado  un  abuso  con  menosprecio  de  la 
historia,  faltando  á  las  tradiciones  pasadas,  y  lo  que  es  más  dolo- 
roso, olvidando  hasta  los  fueros  que  á  esta  ciudad  le  diera  en  su 
reconquista  el  noveno  Alfonso  de  León. 

Nada  justifica  esta  falta  histórica  que  debió  ser  admitida  de 
muy  antiguo,  porque  todavía  existe  en  pie  un  edificio  de  la  se- 
gunda mitad  del  siglo  xvi,  y  perfectamente  conservado,  donde 
lucen  las  armas  de  Badajoz  tal  como  las  admite  en  la  actualidad 
el  Ayuntamiento:  es  el  edificio  de  la  antigua  parroquia  de  San 
Lorenzo. 

En  este  templo-hospital,  hoy  abandonado,  y  cuya  puerta 
principal  que  da  á  la  Galera^  está  perfectamente  conservada 
como  hemos  dicho  ya,  el  curioso  puede  ver  sobre  el  frontis  de 
la  portada  las  armas  actuales  de  Badajoz,  sin  que  exista  en  toda 
la  ciudad  ningún  otro  escudo,  ni  edificio  antiguo  que  nos  mues- 
tre el  primitivo  escudo  con  las  armas  tal  como  las  concedió  el 
rey  D.  Alfonso  IX  de  León,  en  su  privilegio  del  afio  1232. 

Acaso  existiese  este  escudo  en  el  arco  triunfal  que  había  á 
la  salida  del  puente  de  las  Palmas,  antes  de  las  obras  que  para 
su  reedificación  hicieran  en  el  mismo  en  tiempos  de  Felipe  II,  ó 
en  una  puerta  pequeña  que  está  en  los  muros  viejos  á  las  baja- 
das del  castillo 'junto  al  Guadiana;  porque  esta  puerta  es  de  la 
época  del  emperador  Carlos  V,  y  en  la  inscripción  que  sobre  la 
misma  se  encuentra,  se  dice  que  el  escudo  de  armas  que  había 


(i)  En  E/  Averiguador,  semanario  de  eruditos  y  anticuarios  que  se  publicaba 
en  1868,  al  número  3,  del  19  de  Enero,  pueden  verse  las  preguntas  que  hicimos 
sobre  este  particular,  preguntas  á  las  que  nos  contestaron  dos  curiosos,  sin  resol- 
ver nuestras  dudas.  (Véase  el  número  6  de  la  indicada  revista,  correspondiente 
al  9  de  Febrero  y  el  8  de  23  del  mismo  mes.) 


156  BADAJOZ 


más  arriba  era  el  de  la  ciudad.  A  no  haberse  destruido  este 
muro,  se  debe  tal  vez  no  conservar  hoy  un  testimonio  vivo  de 
las  armas'  dadas  á  la  ciudad  por  el  rey  D.  Alfonso  IX  de  León. 
Repetimos  que  no  se  explica  el  cambio  de  escudo  6  armas 
que  ha  hecho  este  Ayuntamiento  (i),  siendo  esto  más  sensible 
en  la  actualidad  en  que  pertenecen  á  su  cuerpo  municipal  per- 
sonas muy  autorizadas  en  las  letras  y  en  la  historia  patria  (2). 


(1)  En  1 2  de  Diciembre  de  1867  elevamos  una  Memoria  al  excelentísimo 
Ayuntamiento  de  Badajoz,  exponiendo  la  razón  histórica  que  teníamos  para  que 
dicha  Corporación  abriera  un  informe  á  fin  de  esclarecer  todos  los  antecedentes 
sobre  el  particular  y  deliberase  después  si  procedía  ó  no  restablecer  las  antiguas 
armas  ó  blasones,  y  esta  es  la  fecha  que,  á  pesar  de  los  20  años  que  han  transcu- 
rrido desde  entonces,  no  hemos  podido  averiguar  qué  acuerdo  recayó  sobre  dicho 
escrito,  ni  aun  si  mereció  éste  los  honores  de  ser  leído  en  la  sesión,  como  proce- 
día y  era  justo. 

(2)  Acudimos  después  á  la  Real  Academia  de  la  Historia,  dándole  noticias  de 
las  dudas  que  abrigábamos  sobre  la  autenticidad  de  las  armas  de  Badajoz,  y  pidién- 
dole su  valioso  concurso  para  ante  el  Ayuntamiento  de  Badajoz;  y  aquella  docta 
Corporación  que,  después  de  ser  sabia  sabe  ser  cortés  y  por  consiguiente  bien 
educada,  nos  hizo  el  honor  de  contestar  en  los  términos  siguientes  : 

V  La  Heal  Academia  de  la  Historia  recibió  á  su  tiempo  con  sumo  aprecio  las  no- 
ticias comunicadas  por  V.  S.  en  sus  oficios  del  5  de  Noviembre  y  i  2  de  Diciembre 
del  año  último  acerca  de  las  antigüedades  descubiertas  en  el  Valle  de  Santa  Ana, 
cerca  de  Jerez  de  los  Caballeros,  y  acerca  del  escudo  de  armas  de  esa  ciudad  (Ba- 
dajoz), y  acordó  pasarlo  á  informe  de  la  comisión  de  antigüedades.  Conformándose 
ahora  con  lo  informado  por  dicha  comisión,  ha  acordado  que  se  den  á  V.  S.,  según 
lo  ejecuto,  las  más  expresivas  gracias  por  su  celo  y  noticias,  que  tomará  muy  en 
cuenta  la  Academia  para  la  ilustración  de  la  Historia  de  Kxtremadura,  y  que  se  le 
diga  al  mismo  tiempo  que  no  corresponde  al  instituto  de  este  cuerpo  literario 
censurar  los  actos  de  las  autoridades  ó  de  los  particulares  relativos  al  uso  del 
blasón. 

»D¡08  guarde  á  V.  S.  muchos  años.  Madrid  31  de  Marzo  de  iS68,— Pedro  Sa- 
bau,  secretario. ^Sr.  D.  Nicolás  Diaz  y  Perez.n 


CAPÍTULO  V 


De  los  fueros  de  Badajoz,— Ezten si ún  y  limites  de  bu  obispado. — Los  bienes 
comunales  (cañadas  y  rescalvadoa)  d«  Bad^os 


OS  fueros  que  Badajoz  haya  go- 
zado desde  su .  conquista  por  las 
tropas  cristianas   de   D.    Alfon- 
so IX  de  León,  han  sido  objeto 
de  controversias  entre  historiado- 
res y  eruditos  que  han  conside- 
rado apócrifos  los  que   le  atri- 
buye el  obispo  Fr.  Antonio  de 
Guevara,  en  tanto  que  otros  los 
han  dado  por  verdaderos.   De- 
purar este  punto  histórico,  con  documentos  que  comprueben 
la  verdad,  es  imposible,  porque  cada  autor  defiende  su  opinión 
bajo  propios  razonamientos,  y  en  el  archivo  municipal  de  aque- 
lla ciudad  apenas  si  se  encuentra  un  papel  de  fecha  anterior  al 
siglo  XV.  ¡Qué  más!  el  libro  llamado  de  Los  Fueros^  que  cuida- 
dosamente allí  se  guarda,  es  una  simple  Carta  de  confirmación 


158  BADAJOZ 

de  los  privilegios  (en  su  mayoría  rurales  y  económicos),  hecha 
en  tiempo  del  rey  D.  Carlos  IV  (en  1790),  que  forma  un  ele- 
gante volumen  con  orladas  márgenes  en  colores  primorosamen- 
te combinados,  de  57  fojas  de  blanco  pergamino,  encuadernado 
en  chagrín  rojo,  y  en  él  no  se  hace  referencia  directa  ni  indirec- 
ta á  ninguno  de  los  fueros;  ni  á  los  atribuidos  á  D.  Alfonso  IX, 
ni  á  los  que  se  creen  dados  por  D.  Alfonso  XI,  que  los  dos 
monarcas  los  dieron,  indudablemente,  aunque  pretendan  negar- 
se por  algunos  eruditos.  En  esta  Carta  de  confirmación  se  co- 
mienza por  un  fuero  dado  por  D.  Alfonso  X,  en  1 2 1 4,  fechado 
en  Burgos;  no  se  citan  de  ningún  otro  monarca  anterior,  ni  los 
que  después  se  enumeren  son  los  mismos  que  cita  Guevara,  ni 
menciona  Dosma  y  Delgado,  como  veremos  después. 

Los  fueros  dados  por  el  rey  D.  Alfonso  IX  á  Badajoz,  se  im- 
primieron en  caracteres  góticos,  como  supone  Barrantes  y  Mo- 
reno (i),  y  citan  otros  muchos  eruditos  que  á  ellos  se  refieren. 
Pero  debieron  imprimirse  pocos  ejemplares,  ó  circularon  entre 
muy  contadas  personas  las  copias  del  manuscrito  gótico,  cuando 
Guevara  no  los  conoció  y  considera  como  únicos  fueros  de  que 
gozó  Badajoz,  los  que  él  menciona,  dados  por  D.  Alfon- 
so XI  (2),  según  el  tomo  impreso  que  de  ellos  poseyó. 

De  aquí  deducimos  que  D.  Alfonso  IX  primeramente,  y 
al  conquistar  á  Badajoz  del  poder  de  los  moros,  le  dotó  de 
fueros,  como  era  usanza  en  aquellos  tiempos,  cuando  los  mo- 


(1)  Que  ha  existido  esta  impresión  gótica,  ó  copias  abundantes  de  mano,  tan 
parecidas  á  las  de  molde  que  los  indoctos  podían  confundirlas,  es  cosa  indudable. 
Rodrigo  Dosma  la  tuvo  en  su  librería,  como  declara  en  el  Catálogo  de  los  obispos 
de  Badajoz^  que  corre  unido  á  los  Discursos  patrios  de  la  Real  ciudad,— ^D,  Alon- 
»80  IX  (dice)...  pobló  la  ciudad  y  tierra  de  cristianos,  á  quien  dio  los  fueros  llama- 
»dos  de  Badajoz,  que  yo  tengo  ciertos,  no  los  fingidos  de  Guevara...»  ('i4^ara/o^ara 
la  historia  de  Extremadura^  tom.  I,  pág.  1 09). 

(2)  Letra  para  el  obispo  de  Badajoz  (lo  era  D.  Pedro  Sarmiento  y  Díaz),  en  la 
cual  se  declaran  los  fueros  antiguos  de  Badajoz,  escrita  en  Valladolid  d  20  de  Abril 
de  t$26  (va  incluida  en  su  colección  de  Epístolas  familiares^  ocupando  el  núme- 
ro XIX  de  la  ppmera  parte  de  la  edición  de  Salamanca,  de  1577,  por  P.  Laso,  y  en 
la  misma  obra,  su  primera  edición,  de  1  5  39,  hecha  en  Valladolid). 


BADAJOZ  1^9 


narcas  conquistaban  ciudades  principales  á  los  infieles,  fueros 
«que  tuvo  por  verdaderos»  el  cronista  Dosma  y  Delgado  (i),y 
más  tarde  el  rey  D.  Alfonso  XI  favoreció  también  á  dicha  ciu- 
dad con  otros  fueros  suyos  que  llegaron  á  coleccionarse  en  un 
volumen,  conociendo  esta  obra  el  obispo  de  Mondoftedo,  hom* 
bre  muy  docto,  aunque  malamente  tratado  por  los  historiadores 
y  cronistas  que  le  sucedieron.  £1  mismo  obispo  de  Mondoftedo 
refiere  cómo  y  cuándo  encontró  este  precioso  Códice,  en  los  si- 
guientes términos  que  literalmente  dicen  así:  «En  el  año  1522, 

>  pasando  yo  por  la  villa  de  Zafra,  me  allegué  á  la  tienda  de  un 
» librero,  el  cual  estaba  deshojando  un  libro  viejo  de  pergamino 

>  para  encuadernar  otro  libro  nuevo,  y  como  conocí  que  el  libro 
>era  mejor  para  leer  que  no  para  encuadernar,  díle  por  él  ocho 
•reales,  y  aun  diérale  ocho  ducados.  Ya,  sefior,  sabréis  como 
>era  el  libro  de  los  fueros  de  Badajoz,  que  hizo  el  Rey  Don 
> Alonso  XI,  príncipe  que  fué  muy  valeroso  y  no  poco  sabio.» 

¿Era  esto  un  cuento  inventado  por  el  obispo?  Pues  una  men- 
tira sería  también  su  hallazgo,  y  esto  no  es  de  creer.  Por  otra 
parte;  ¿eran  los  fueros  alguna  patrafta  fingida  á  capricho  de 
alguno,  y  llegada  por  casualidad  á  manos  de  Guevara,  que  has- 
ta tal  punto  se  deslumhró  con  su  lectura  y  les  dio  crédito?  Im- 
posible. £1  autor  de  la  epístola  no  era  ningún  lego  en  asuntos 
paleográficos,  históricos  y  jurídicos,  para  que  pudiera  descono- 
cer si  un  escrito  que  caía  en  sus  manos  era  de  la  fecha  que  en 
él  se  consignaba  ó  había  sido  confeccionado  después.  Tenemos 
por  consiguiente  que  creerlo  por  su  dicho,  y  considerar  auténti- 
co aquel  texto  porque  él  por  tal  lo  tenía,  y  le  sobraba  autoridad 
para  definir  en  el  particular. 

¿Es  acaso  que  él  mismo  fingió  el  texto?  Capricho  en  verdad 


(i)  D.  Alfonso  IX...  habiendo  vencido  á  Abenuc,  rey,  é  gran  poder  de  moros, 
tomó  á  Cáceres,  Montanches,  Mérida  y  Badajoz,  por  cuanto  Abenabel  se  había  re- 
belado, y  así  este  rey  no  dejó  más  su  gobierno  en  poder  de  infieles,  antes  pobló  la 
ciudad  de  cristianos,  á  quien  dio  los  fueros  llamados  de  Badajoz,  que  yo  tengo 
ciertos,  no  los  íin>;idos  de  Guevara,  salvo  que  algunos  moros  por pley testase  que- 
daron por  moradores.  (Discursos  Patrios,  pág.  227). 


l60  BADAJOZ 

peregrino  hubiera  sido,  porque  en  él  habrían  ido  implícitas  una 
mentira  y  una  calumnia  que  á  nada  conducía. 

Pero,  á  la  verdad,  que  el  obispo  de  Mondofiedo  no  gozó  de 
gran  crédito  en  sus  tiempos  y  peor  le  tuvo  después.  El  erudito 
Pedro  Rhua,  profesor  de  humanidades,  dijo  de  él  lo  siguiente  (i): 
€...Es  vuestra  señoría  de  sangre  de  Guevara:  es  en  oficio  Chro- 
nista :  es  de  profesión  Theólogo :  es  en  dignidad  y  méritos  Obis- 
po: de  todos  estos  renombres  es  amar  la  verdad:  predicar  la 
verdad:  ó  morir  por  ella:  escribir  verdad:  vivir  en  la  verdad. 
Así  holgara  oir  verdad  y  ser  avisado  de  ella...  Escribí  á  vuestra 
señoría,  que  entre  otras  cosas  que  en  sus  Obras  culpan  los  lec- 
tores: es  una  la  más  fea,  y  intolerable  que  pueda  caer  en  es- 
critor de  autoridad :  como  vuestra  señoría  lo  es :  y  es  que  da 
Fábulas  por  Historias,  y  ficciones  propias  por  narraciones  age- 
ñas:  y  alega  autores  que  no  lo  dicen,  ó  lo  decían  de  otra  mane- 
ra, ó  son  tales  que  nos  los  hallarán  c  si  no  in  ophanis  > ,  como 
dijeron  los  Crotoniatas  á  los  Sibaritas :  en  lo  cual  vuestra  Seño  • 
ría  pierde  su  autoridad,  y  el  lector  si  es  idiota  es  engañado:  y  si 
es  diligente,  pierde  el  tiempo  cuando  busca  á  do  cantan  los  gallos 
de  Nibas:  como  dijo  el  refrán  Griego... » 

Parecerá  extraño  que  esto  se  escriba  en  crítica  á  las  obras 
de  un  obispo  (2) ;  pero  cuando  Dosma  y  Delgado  se  atrevió  á 
llamar  embustero  al  prelado  de  Mondoñedo,  no  estaban  otros 
obligados  á  guardarle  más  miramientos.  Bernardo  de  Aldrete, 
hablando  del  obispo  de  Mondoñedo  (3),  dice:  c  ...Lo  mismo  es 
con  los  fueros  de  Badajoz  (se  refiere  á  los  de  Guevara),  si  son 
ciertos;  que  yo  en  esto  no  quiero  determinar.  Por  el  autor  que 
los  puso  corre  riesgo  su  certidumbre,  por  la  poca  que  tienen 
otras  cosas  que  escribe...» 


( i )    En  sus  Epístolas^  la  tercera. 

(2)  Sus  obras  más  notables  fueron:  El  villano  del  Danubio,— Marco  Aurelio  y 
Faustina,— Filosofía  moral  de  los  principes,— Contra  las  guerras  de  conquista.— 
Contra  la  disolución  de  la  vejez,— Sobre  la  muerte. 

(3)  Del  origen  y  principio  de  la  lengua  castellana^  libro  II. 


BADAJOZ  l6l 


Resulta  que  Dosma  y  Delgado,  el  bachiller  Rhua  y  Bernardo 
de  Alderete  ponen  en  duda  la  existencia  de  estos  fueros  que 
fray  Antonio  de  Guevara  da  como  auténticos.  También  los  tene- 
mos nosotros  como  tales  y  cualquier  crítico  desapasionado  pen- 
sará con  nosotros  leyendo  la  rdación  sincera  que  hace  Guevara 
de  cómo  le  hurtaron  el  Códice  donde  se  daban  los  fueros,  cuyo 
relato  nos  enseña  también  que  en  todos  tiempos  hubo  quien  ro- 
base libros.  Un  familiar  del  obispo  de  Badajoz  penetró  en  la 
librería  del  de  Mondoñedo  y  hurtó  el  libro  de  los  Fueros  que 
llevó  luego  á  su  señor;  mas  como  éste  no  entendiera  su  contenido, 
comisionó  al  mismo  secretario  para  que  fuese  á  suplicar  á  fray 
Antonio  que  se  sirviera  explicárselo,  y  ésta  fué  la  razón  de  diri- 
girle la  epístola  en  que  con  toda  seriedad  reprocha  lo  sucedido. 
€  Recibí  la  letra  de  vuestra  señoría — dice — con  la  cual  me  rego- 
cijé mucho  antes  que  la  leyese,  y  después  quedé  enojado  cuando 
la  hube  leído:  no  porque  me  escrebía,  sino  por  lo  que  me  man- 
daba y  aun  demandaba.  Si  Plutarco  no  nos  engaña,  en  la  cámara 
'de  Dionisio  siracusano  ninguno  entraba:  en  la  librería  de  Lúculo 
ninguno  se  asentaba.  Marco  Aurelio  la  llave  de  su  estudio  aun 
de  su  Faustina  no  naba,  y  á  la  verdad  que  ellos  tenían  razón; 
porque  cosas  hay  de  tal  calidad,  que  no  sólo  no  se  han  de  dejar 
tratar,  mas  aun,  ni  mirar...  Digo  esto,  señor,  porque  si  yo  no 
metiera  á  vuestro  secretario  en  mi  estudio,  ni  él  fuera  parlero, 
ni  vuestra  señoría  importuno.  Decísme,  señor,  que  os  dijo  haber 
visto  en  mi  librería  en  un  banco  de  libros  viejos,  dellos  góticos, 
dellos  latinos,  dellos  mozárabes,  dellos  caldeos,  dellos  arábigos, 
y  que  acordó  hurtarme  uno,  el  que  hacía  mucho  á  vuestro  pro- 
pósito. En  lo  que  él  os  dijo,  él  os  dijo  verdad,  y  en  lo  que  hizo, 
él  me  hizo  muy  grande  ruindad...  Como  yo,  señor,  no  tengo 
otra  hacienda  que  granjear,  ni  otros  pasatiempos  en  que  me  re- 
crear, sino  en  los  libros  que  he  procurado,  y  aun  de  diversos 
reinos  buscado,  creedme  una  cosa,  y  es,  que  llegarme  á  los  libros 
es  sacarme  los  ojos...» 

Con  esto  bastará  para  convencer  al  lector  de  que  el  texto  de 

21 


102  BADAJOZ 


los  Fueros  que  Guevara  poseía  es  un  documento  verdadero  y 
fehaciente,  que  de  ser  falso  no  hubiera  interesado  á  su  dueño  el 
deseo  de  conservarle,  ni  se  comprende  que  hubiera  estampado 
en  su  carta  un  hecho  que,  dado  después  á  la  imprenta,  había  de 
dejar  tan  mal  parado  al  secretara  del  obispo  de  Badajoz. 

Explicaremos  ahora  algunos  de  los  textos  de  estos  Fueros, 
según  aparecen  en  la  carta  al  obispo  de  Badajoz  que  lo  era 
p.  Pedro  Sarmiento  y  Díaz,  sucesor  del  sabio  dominico  Fray 
Bernardo  de  Mesa. 

«  Qut  dixer^  hastas  hontes^  hastas  homes^  peche  diez  mar  ave- 
náis á  ¿os  camperos:  mas  si  se  firmare  con  tres^  no  peche  cosa, » 
Esto  es,  que  todo  el  que  gritare  t  al  arma  >  pague  diez  mal'ave- 
dís  á  los  guardas  ó  custodios  del  campo  (camperos);  pero  si 
prueba  con  tres  testigos  que  no  dio  tal  grito,  quede  libre  de 
pena.  Guevara  entiende  los  camperos  por  los  alcaldes  de  la  her- 
mandad. Esto  procede  de  que  en  su  tiempo  existía  esta  institu- 
ción, creada  por  los  Reyes  Católicos,  y  sus  miembros  tenían  el 
cargo  de  velar  por  la  seguridad  en  los  campos  y  el  poblado,  * 
C0190  anteriormente  le  habían  tenido  los  camperos. 

€  Todo  home  que  truxer  cochiello^  en  villa  ó  en  villar^  peche 
^de  caloña  tres  maravedís.  ^  Prohíbese  en  esta  disposición  el  uso 
de  puñal  so  pena  de  tres  maravedís.  Dice  el  texto  en  villa  6  en 
villar  y  haciendo  extensiva  su  orden  á  los  villares  ó  aldehuelas 
incorporadas  á  Badajoz  y  formando  estado  municipal  con  ella, 
pues  había  multitud  en  sus  cercanías  que  en  su  mayor  parte  han 
desaparecido,  como  más  adelante  diremos.  La  palabra  caloña 
aparece  aquí  en  el  sentido  de  pena  pecuniaria,  pues  aunque  más 
generalmente  expresase  las  penas  impuestas  por  el  delito  de 
calumnia,  tenemos  sin  embargo  el  verbo  caloñar  que  indistinta- 
mente significaba  multar  con  dinero. 

€  Todo  home  que  ir  quisiere  fuer  de  villa  ó  fuer  de  villar^  si 
%ezquerdare  cuchiello  sin  fe  de  campero^  peche  de  caloña  diez 
%maravedis,%  Es  una  prohibición  del  uso  de  armas  á  todo  el  que 
hubiere  de  ausentarse  de  la  población  y  lugares  de  su  comarca. 


BADAJOZ  163 


á  no  ser  que  para  ello  haya  obtenido  licencia  competente  6  fe 
de  algún  campero.  Aquí  aparece  el  arcaísmo  ezquerdar  que 
rara  vez  se  encuentra  en  documentos  posteriores  al  siglo  xv. 

«  Todo  burgo  que  ficier  en  forza  al  campero  campreando^  si 
%Jicier  apellido  y  non  fuer  subvenido,  peche  una  gran  caloña,  > 
Todo  burgo  que  cometiere  la  sinrazón  de  no  socorrer  [subvenir) 
al  campero  que,  estando  inspeccionando  al  campo  [campeando) 
hiciere  llamamiento  ó  apellido  de  alarma,  pague  una  gran  multa.. 
Entendemos  que  la  palabra  burgo  se  refiere  aquí  á  los  concejos 
de  los  lugares  pedáneos  de  Badajoz,  más  bien  que  á  los  mismos 
lugares,  porque  la  misma  acepción  suele  verse  en  disposiciones 
de  otros  fueros  locales  que  tienen  grande  analogía  con  ésta. 

€  Todo  home  que  al  dia  compra  mas  de  una  dinerada  de  pan 
ferial^  peche  diez  maravedis. »  Todo  el  que  diariamente  compre 
más  de  una  dinerada  de  pan  en  el  mercado,  pague  la  multa  de 
diez  maravedís.  Esta  ordenanza  obedece  en  espíritu  á  las  absur- 
das doctrinas  económicas  profesadas  en  España  hasta  mitad  del 
siglo  actual,  pues  desconociéndose  las  ventajas  del  libre-cambio, 
se  marcaban  los  precios  de  los  artículos,  las  cantidades  que  lia- 
bían  de  comprar  los  vecinos,  y  hasta  el  límite  á  que  había  de 
extenderse  la  importación  ó  exportación  de  los  productos. 

La  palabra  dinerada  no  hay  datos  en  que  poder  explicaí* 
el  valor  que  representa:  el  Diccionario  de  nuestra  Academia  la 
entiende  por  moneda  antigua  de  valor  desconocido  (i).  No  puede 
negarse  que  en  el  texto  de  este  fuero  se  alude  á  una  medida 
que  costaba  el  precio  representado  por  una  dinerada^  como  en 
nuestro  tiempo  se  dice  dos  pesetas  de  tal  mercancía^  un  duro  ó 
un  real  de  tal  otra^  expresando  el  valor  de  la  cosa  por  la  can- 
tidad, en  peso  ó  medida,  de  la  misma.  Aun  el  valor  del  mará- 


(i)  Dinerada:  s.  f . :  gran  cantidad  de  dinero.— Ant.:  Precio, — El  importe  de 
un  dinero,  y  lo  que  se  da  por  un  dinero.— Cosa  preciosa,  estimable. 

=Número. :  moneda  antigua  de  muy  poco  valor.  {Diccionario  enciclopédico  de  la 
lengua  española^  tomo  I,  pág.  793}. 


164  Badajoz 

vedi  antiguo  no  es  fácil  hoy  precisarle  en  razón  áOas  muchas 
alteraciones  que  vino  sufriendo  el  sistema  monetario  desde  Fer- 
nando III  hasta  Felipe  II.  En  los  tiempos  á  que  pertenecen  estos 
fueros  se  llama  dinerada  al  dinero^  especie  de  moneda  tomada 
como  tipo  menor  para  la  contabilidad.  Diez  dineros  constituían 
un  maravedí  sencillo;  diez  maravedís  un  húrgales,  y  seis  burga- 
leses  un  maravedí  de  oro;  y  como  según  los  cálculos  más  auto- 
fizados  el  maravedí  sencillo  equivalía  á  45  ^\^  de  los  modernos, 
ó  sean  34  céntimos  de  peseta,  el  dinero  ó  dinerada  equivaldría 
á  34  milésimas  (la  décima  parte),  ó  sean  0,136  de  real  (poco 
más  de  un  cuarto).  Esta  que  hoy  nos  parece  insignificante  can- 
tidad, no  debió  serlo  en  tiempos  de  Alfonso  XI,  en  razón  á  la 
gran  diferencia  que  de  ellos  nos  separa  en  materia  económica. 

Guevara  traduce  la  palabra  dinerada  por  maravedí,  acaso 
porque  con  las  alteraciones  de  la  moneda  coincidiesen  en  su 
tiempo  ambos  valores;  pero  no  creemos  que  pueda  entenderse 
lo  mismo  respecto  de  la  época  de  los  fueros  por  las  razones 
aducidas,  y  porque  en  el  texto  mismo  antes  transcrito  aparecen 
las#dos  palabras  dinerada  y  «/¿^raz/^^// representando  claramente 
valores  diversos. 

€  Mande  concejo  que  non  manquen  en  ferial  los  ochavos  y 
§chaveros^  porque  no  anden  hi  malas  entr añeras^  y  si  anduvieren^ 
los  alcaldes  las  enf ornen,  >  No  está  muy  clara  la  explicación  que 
de  esta  ordenanza  hace  el  obispo  de  Mondoftedo,  ni  estamos 
seguros  de  poderla  interpretar  con  exactitud.  Llama  Guevara 
ochavo  á  la  fanega  de  ocho  celemines,  y  ochavero  al  medidor. 

tMoquilon  que  vez  destajare  y  ñciere  aviesso,  peche  al  qtie  se 
lo  firmare  cinco  maravedís^  y  si  tomare  alfadias^  sea  encepado,  > 
El  cobrador  de  maquilas  que  una  vez  se  extraviare  y  cometiere 
delito,  pague  á  quien  se  lo  pruebe  cinco  maravedís,  y  si  tomare 
cohecho,  sea  castigado  en  el  cepo  de  Concejo. 

Qui  ficier  tal  aviesso  y  enforcias^  que  no  merezca  caloña,,  los 
treses  ó  seises  le  enforquen  en  ferial, »  Al  que  cometa  tan  grande 
delito  y  sinrazón,  que  no  pueda  ser  redimido  con  pena  pecunia- 


BADAJOZ  165 


ría  y  los  regidores  lo  ahorquen  en  día  de  mercado.  Llamaban  tre- 
ses  á  los  regidores  cuando  eran  tres  en  número,  y  seises  cuando 
eran  seis;  de  suerte  que  el  decir  aquí  treses  ó  seises  revela  que 
los  fueros  abarcaban  lo  mismo  á  los  lugares  pedáneos  de  Bada- 
joz, que  á  esta  población,  como  antes  se  ha  visto  decir  en  villa 
ó  en  villar.  Por  lo  demás,  esta  ordenanza  acaba  de  confirmar  el 
juicio  que  á  la  crítica  moderna  merecen  casi  todos  los  fueros 
municipales  y  cartas -pueblas  de  nuestros  antiguos  Concejos, 
cuya  durísima  severidad  les  hace  aparecer  como  códigos  penales 
más  implacables  que  la  ley  general. 

« Todo  home  mesturgo  que  mesturgare  del  concijil  al  Rey^ 
quanio  havier  le  manque^  y  le  apellidan  mesturgo  sine  caloña.  > 
Todo  hombre  cizañero  que  sembrare  cizaña  entre  el  concejo  y 
el  rey,  pierda  cuanto  tenga  y  sea  apellidado  cizañero  sin  peligro 
de  multa  por  llamárselo. 

€  Texeros  de  Badajoz  millaren  in  villa  y  villar  dinerada  de 
texa  y  ladriello,^  Los  tejeros  de  Badajoz  cobrarán  en  villa  y  en 
lugar  una  dinerada  por  millar  de  teja  ó  ladrillo.  Aquí  vuelve 
Guevara  á  traducir  la  palabra  dinerada  por  maravedí,  y  vuelven 
nuestras  dudas  acerca  del  valor  que  legítimamente  representa  la 
dinerada;  porque  si  esta  moneda  es  la  misma  que  llamaban  di- 
nero, creemos  imposible  que  por  ella  pudieran  venderse  níil 
tejas  ó  ladrillos. 

No  haremos  más  comentarios  á  estos  textos,  conformándo- 
nos con  los  comentarios  á  los  10  fueros  citados. 

Hemos  hablado  de  la  Carta  de  confirmación  de  los  privilegios 
que  se  guarda  en  el  archivo  del  Ayuntamiento  de  Badajoz,  y  por 
ella  sabemos  que  aquella  ciudad  gozó  de  27  fueros  ó  privilegios, 
todos  posteriores  á  los  de  D.  Alfonso  IX,  pero  que  á  pesar  de 
ser  en  su  mayoría  rurales  y  económicos,  son  muy  importantes. 

Conviene  á  nuestro  propósito  dar  aquí  de  este  Códice  lo  re- 
ferente tan  sólo  á  los  27  fueros  comprendidos  desde  1214 
hasta  1324,  que  abraza  el  período  entre  D.  Alfonso  X,  y  don 
Sancho  IV  inclusives. 


l66  BADAJOZ 


Dice  así  este  libro  en  sus  confirmaciones  (i):  t  Sepan  cuantos 
esta  carta  de  privilegio^  y  confirmación  vieran^  cómo  Nos  Don 
Carlos  cuarto  de  este  nombre  por  la  grcuia  de  Dios^  Rey  de 
Castilla^  de  León,  de  Aragón^  de  las  dos  Sicilias,  de  Jerusalén,  de 
Navarra,  de  Granada,  de  Toledo,  de  Valencia,  de  Galicia^  de  Ma- 
llorca, de  Sevilla^  de  Cerdeña,  de  Córdoba,  de  Córcega,  de  Murcia, 
de  yaen,  de  los  Algarbes,  de  Algeciras,  de  Gibr altar ^  de  las  Islas 
Canarias,  de  las  Indias  Orientales  y  Occidentales,  Islas  y  Tierra 
firme  del  Mar  Océano,  Archiduque  de  Austria,  Duque  de  Bor- 
boña,  de  Brabante,  de  Milán,  Conde  de  Abspurgo,  de  Flandes, 
de  Vizcaya,  del  Tirol,  de  Rosellón,  de  Barcelona,  Señor  de  Viz- 
caya y  de  Molina f  etc. 

Vimos  una  carta  de  privilegio  y  conformidad  del  Señor  Rey 
Don  Fernando  Sexto,  mi  tío  (que  esté  en  gloria),  escrita  en  per- 
gamino sellada  con  sello  de  plomo  pendiente  en  hilos  de  sedas 
de  colores,  librada  por  sus  concertadores  y  escribanos  mayo- 
res, de  los  Privilegios  y  continuaciones  y  de  otros  oficiales  de  su 
Real  casa.  Fechada  en  Madrid  á  veinte  y  nueve  de  Noviembre 
año  de  1 747  á  favor  de  la  ciudad  de  Badajoz  en  que  se  inserta 
á  la  letra  la  siguiente  excepciones  y  franqueza  concedida  á 
dicha  ciudad  por  algunos  Señores  Reyes  mis  predecesores  á 
saber. 

I .°  Uno  del  Señor  Rey  Don  Alonso  Décimo,  fechado  en 
Burgos,  Era  á  veinte  y  dos  Marzo  de  mil  trescientos  y  catorce  (2) 
confirmando  la  división  de  términos  entre  el  consejo  de  Badajoz 
y  Territorio  del  Orden  de  Uclés,  que  el  citado  Emperador  man 
dó  hacer  al  Obispo  de  Ciudad-Rodrigo  Don  Domingo  Martín,  á 
Fernán  Roiz,  Abad  de  Cobarrubias,  y  al  Alcalde  Roy  Fernández. 

2.®  Otro  del  mismo  Señor  Rey,  fechado  en  Falencia  ádíez 
y  ocho  de  Mayo,  Era  de  mil  doscientos  noventa  y  tres,  en  que 


(1)    Lo  reproducimos  literalmente,  con  su  propia  puntuación  y  ortografía. 
(3)    Esta  fecha  debe  estar  indudablemente  equivocada;  debe  de  decir:  mil  dos- 
cientos catorce. 


BADAJOZ  167 


concede  al  Consejo  de  Badajoz  una  feria  anual,  que  empiece  dos 
días  después  de  Pascua  mayor  hasta  quince  días. 

3.^  Otro  del  mismo  Emperador  D.  Alonso  Décimo  que 
confirma  al  Consejo  de  Badajoz  la  mitad  del  término  de  Azaga- 
11a,  Piedra  Buena,  Mayorga,  etc.,  sobre  que  litigó  con  el  Maes- 
tre de  Alcántara. 

4.®  Otro  del  mismo  Emperador  D.  Alonso,  fecho  en  Va- 
lladolid  á  treinta  y  uno  de  Marzo,  Era  de  mil  doscientos  noven- 
ta, en  que  confirma  á  Badajoz  los  términos  que  señaló  á  dicha 
Ciudad  el  Rey  D.  Alonso  su  Abuelo  en  su  fuero. 

5.®  Otro  del  Señor  Rey  Don  Alonso  Décimo  dado  en  Se- 
villa último  día  de  Enero,  Era  de  mil  trescientos  y  tres,  confir- 
mando á  los  vecinos  de  Badajoz  las  particiones  de  heredamien- 
tos que  hicieron  entre  sí,  declarándolas  libres  y  quitas  para 
siempre  jamás. 

6.®  Otro  del  mismo  Señor  Rey  Don  Alonso  Décimo,  dado 
en  Sevilla  á  veinte  y  tres  de  Marzo,  Era  de  mil  trescientos 
veinte  y  dos,  concediendo  á  Ibs  vecinos  de  Badajoz  la  merced 
de  que  en  cualquier  pesquisa  que  se  hiciere  contra  ellos,  se  les 
dé  traslado,  según  fuero,  de  los  dichos  y  pruebas  para  su  de- 
fensa. 

7.^  Otro  del  mismo  Señor  Rey,  fecho  en  Valladolid  á 
trece  de  Enero,  Era  de  mil  doscientos  noventa  y  dos,  concedien- 
do á  los  vecinos  de  Badajoz  la  merced  de  no  poder  ser  presos 
por  deudas  que  tuvieren  á  favor  de  los  judíos. 

8.  Otro  del  mismo  Señor  Rey  Don  Alonso  Décimo,  en 
Burgos  á  veinte  de  Julio,  Era  de  mil  trescientos  catorce,  concedió 
á  los  Caballeros  de  Badajoz,  que  tuvieren  caballo,  armas  y  Lo- 
rigas  (i)  el  ser  escusados  de  todo  pecho,  así  ellos  como  sus 
apaniaguados. 


(i>  Armadura  hecha  de  láminas  pequeñas,  por  lo  común  de  acero,  sobrepues- 
tas unas  á  otras,  para  defensa  del  cuerpo.  Por  lo  común  la  gastaban  todos  los  ca- 
balleros para  ir  á  la  guerra. 


l68  BADAJOZ 


9.°  Otro  del  Señor  Rey  Don  Sancho  cuarto  fecho  en  Bur- 
gas á  seis  de  Mayo,  Era  de  mil  trescientos  treinta,  concedió  al 
Consejo  de  Badajoz,  los  Montes,  Riberas,  Sotos  de  árboles  que 
están  en  ellos,  los  Encinales,  Alcornocales,  Aguas,  Hornos  de 
Cal,  Piedras  para  Haceñas  y  molinos  sitos  en  el  término  de  dicha 
ciudad. 

10.  Otro  del  dicho  Señor  Don  Sancho  cuarto,  fecho  en 
Valladolid  á  seis  de  Mayo,  Era  de  mil  trescientos  veinte  y  tres 
concedió  al  consejo  de  Badajoz,  el  Montazgo  de  los  ganados,  y 
que  según  fuero,  le  tome  en  dicha  ciudad  y  su  término. 

1 1.  Otro  del  mismo  Señor  Rey  Don  Sancho  IV,  fecho  en 
Avila  á  catorce  de  Mayo,  Era  de  mil  trescientos  veinte  y  tres 
que  confirma  al  Consejo  de  Badajoz  una  carta  de  su  padre  el 
Rey  Don  Alonso  décimo,  que  le  concedió  el  poder  hacer  Dehesas 
de  aquellos  heredamientos  y  tierras,  que  cupieron  á  los  vecinos 
en  partición,  conservando  en  su  integridad  las  Cañadas,  é  impi- 
diendo á  los  Alcaldes  de  los  Pastores  el  que  los  prendan  por 
ello,  mediante  que  como  en  cosa  propia  pueden  hacer  lo  que 
quisieren. 

12.  Otro  del  Señor  Rey  Don  Sancho  cuarto  fecho  en  Va- 
lladolid á  cinco  de  Mayo,  Era  de  mil  trescientos  veinte  y  tres, 
en  que  conñrma  una  carta  de  su  padre  el  Rey  Don  Alfonso  dé- 
cimo, que  concedió  al  Consejo  de  Badajoz,  en  exercer  la  Justicia 
en  Igual  (i)  y  Campo-mayor,  y  que  si  el  Obispo  quisiere  hacerla 
no  se  lo  consientan. 

13.  Otro  del  mismo  Rey  Don  Sancho  cuarto  confirmando 
una  carta  de  su  Padre  en  que  manda  á  los  Cogedores  de  pechos 
tengan  por  escusados  á  los  vecinos  de  Badajoz,  guardándoles 
sus  Privilegios,  mediante  que  de  no  hacerlo  así,  se  despoblaba 
dicha  Ciudad,  y  su  Término. 


(i)  No  entendemos  esto.  Parece  que  debe  decir:  que  concedió  al  concejo  de 
Badajoz  hacer  justicia  por  igual  entre  sus  vecinos,  sin  excepción  de  privilegios  y 
entre  los  de  Campo-Mayor,  sin  permitirla  hacer  al  obispo,  que  como  hemos  dicho 
en  otro  lugar  de  esta  obra,  dicho  pueblo  pertenecía  á  su  jurisdicción  eclesiástica. 


BADAJOZ  169 


1 4.  Otro  del  mismo  Seflor  Rey  conñrmando  otra  carta  de 
su  padre  en  que  prohibe  á  los  Consejos  de  Mérida,  Cáceres,  Al- 
cántara y  Xerez  (que  parten  términos)  que  entren  sus  ganados 
en  el  de  dicha  ciudad  de  Badajoz.  . 

15.  Otro  del  mismo  Seflor  Rey  Don  Sancho  cuarto  conce- 
dió á  los  Caballeros  de  Badajoz,  que  fueren  en  Hueste  y  lleva- 
ren Lorigas  y  Caballos  cuatro  escusados  á  cada  uno. 

1 6.  Otro  del  mismo  Seflor  Rey  franqueando  de  diezmo  y 
Portazgo  á  los  mercaderes,  que  vinieren  á  feria  de  Badajoz  por 
el  término  de  los  1 5  días  que  dura. 

1 7.  Otro  del  mismo  Seflor  Don  Sancho  cuarto  confirman- 
do la  carta  de  su  padre,  que  concedió  al  Consejo  de  Badajoz,  y 
al  que  tuviere  la  Seña,  los  treinta  maravedís,  que  percibía  el  juez 
de  Martiniega  (i)  etc. 

1 8.  Otro  del  mismo  Seflor  Rey  Don  Sancho  cuarto  confir- 
mando al  Consejo  de  Badajoz,  la  merced  de  que  los  Obispos, 
ni  Órdenes  militares  no  puedan  comprar  ni  enagenar  heredades 
foreras  en  dichas  Ciudad  y  su  término. 

1 9.  Otro  del  mismo  Seflor  Rey  confirmando  al  Consejo  de 
Badajoz  la  merced  que  le  hizo  su  Padre  el  Rey  Don  Alonso  dé- 
cimo de  que  ninguno  le  tome  ni  embargue  sus  Hencinales,  Al- 
cornocales, Piedras  de  Aceflas,  Riveras  y  demás  que  espresa. 

20.  Otro  del  mismo  Seflor  Rey  confirmando  al  Consejo  de 
Badajoz  la  merced  que  le  hizo  su  padre,  de  que  cuando  haya 
pleitos  sobre  testamentos  en  dicha  Ciudad  y  su  término  se  vean 
y  determinen  por  jueces  seculares. 

2 1 .  Otro  del  citado  Rey  Don  Sancho  IV,  confirmando  la 
merced  que  su  padre  hizo  al  Consejo  de  Badajoz  dé  que  los  ju- 
díos pagasen  las  Oncenas  de  todo  cuanto  vendieren. 


(i)  Tributo  ó  contribución  que  se  debia  pagar  el  dia  de  S.  Martín  (i  i  de  No- 
viembre) por  las  heredades  que  cada  uno  poseía,  ora  al  rey  si  estaban  situadas 
en  lugares  poblados  de  términos  suyos  propios,  ora  á  los  señores  si  lo  estaban  en 
lugares  de  su  señorío. 


sa 


lyO  BADAJOZ 


22.  Otro  del  mismo  confirmando  la  merced  que  su  padre 
hizo  al  Consejo  de  Badajoz  de  no  pagar  Montazgo,  ni  Servicio 
de  los  Ganados  que  trageren  en  su  término. 

23.  Otro  del  citado  Señor  Rey  Don  Sancho  IV,  que  en 
trece  de  Mayo,  Era  de  mil  trescientos  veinte  y  tres  concedió  á 
todos  los  que  vinieran  á  avecindarse  á  Badajoz,  el  Privilegio  de 
ser  escusado  de  todo  pecho,  salvo  moneda  forrea,  por  término 
de  diez  años.  ' 

24.  Otro  del  mismo  Señor  Rey  Don  Sancho  IV,  que  en 
dos  de  Diciembre  de  la  Era  de  mil  trescientos  veinte  y  cuatro 
concedió  al  Consejo  de  Badajoz,  varias  mercedes  y  gracias  que 
expresa  á  la  larga,  las  cuales  se  concedieron  entonces  á  otros 
Consejos. 

25.  Otro  del  mismo  Señor  Rey  Don  Sancho  IV,  confir- 
mando al  Consejo  de  Badajoz  la  gracia  de  los  treinta  maravedís 
de  la  moneda  que  concedió  su  padre  el  Rey  Don  Alonso  al  que 
llevase  las  Señas  y  juzgase  las  cosas  pertenecientes  á  la  Martí- 
niega. 

26.  Otro  del  mismo  Señor  Rey  señalando  el  precio  que  se 
había  de  pagar  por  el  hallazgo  de  los  Halcones  que  se  perdie- 
sen á  los  halconeros  del  rey. 

27.  Otro  del  mismo  Señor  Rey  Don  Sancho  IV,  fecho  en 
Burgos  á  diez  y  siete  de  Mayo,  Era  de  mil  trescientos  veinte  y 
cuatro,  en  que  hace  merced  á  los  vecinos  de  Badajoz  de  que 
aunque  no  tengan  carta  de  sus  heredades,  sean  creídos,  si  di- 
xesen  que  las  compraron  ú  heredaron  en  tiempos  que, no  haUa 
escribanos  en  dicha  población  y  no  se  les  moleste. 

Asimismo  vimos  dos  cédulas  firmadas  de  nuestras  Reales 
manos:  Una  fecha  en  Mérida  á  quince  de  Marzo  de  mil  setecien- 
tos ochenta  y  nueve  tocante  á  la  forma  que  se  debe  observar  en 
los  privilegios  que  de  Nos  se  confirmaren,  escribiendo  de  nuevo 
solamente  el  pliego,  ó  pliegos  de  pergamino  que  fuesen  necesa- 
rios para  las  cabezas  y  pies  de  tales  confirmaciones,  sin  que  sea 
preciso  copiar  de  nuevo  á  la  letra  los  privilegios,  sino  en  las 


BADAJOZ  171 

cosas  que  en  la  misma  cédula  se  especifica.  Y  la  otra  hecha  en 
la  Villa  de  Madrid  á  nueve  de  Agosto  del  presente  año  de  mil 
setecientos  y  noventa  para  que  la  Ciudad  de  Badajoz  se  le  libre 
y  despache  la  confirmación  que  ha  solicitado  de  sus  privilegios, 
disimulándola  y  supliéndola  el  defecto  de  no  tener  la  del  Señor 
Rey  Don  Carlos  Tercero:  el  tenor  de  las  cuales  dichas  dos  cé- 
dulas, y  el  de  la  referida  carta  de  privilegio  y  confirmación  aquí 
unidas  ó  incorporadas,  es  como  sigue:  El  Rey  etc.,  etc. 

Aquí  siguen  las  dos  Cédulas  que  suprimimos  por  no  ser  de 
interés. 


II 


£1  obispado  de  Badajoz,  desde  su  origen  hasta  hoy,  ha  sufrido 
muchas  correcciones  en  su  constitución  geográfica,  pasando  por 
multitud  de  alteraciones  en  sus  límites  y  extensión.  Su  obispo  fué 
sufragáneo  del  arzobispo  de  Mérida,  hasta  1 109  en  que  esta  digni- 
dad metropolitana  destruida  por  Wamba,  se  trasladó  á  Santiago 
de  Compostela,  por  bula  del  papa  Calixto  II.  El  territorio  del  obis- 
pado Paxcense  fué  hasta  muy  entrado  el  siglo  xiii  inmenso,  por- 
que fuera  del  que  ocupaban  las  órdenes  militares,  comprendía 
casi  todo  Extremadura  y  parte  de  Portugal,  con  no  pocos  pue- 
blos de  las  provincias  de  Córdoba  y  Salamanca.  En  el  siglo  xiv, 
cuando  ya  estaban  formados  los  obispados  de  Plasencia,  Coria 
y  Ciudad-Rodrigo,  y  las  órdenes  habían  llevado  el  dominio  de 
sus  privilegios  á  las  mejores  ciudades  del  reino,  el  obispado 
Paxcense  se  vio  reducido  á  las  iglesias  de  los  pueblos  siguientes: 
Aldea  del  Conde,  Azagala,  Aldea  de  los  Caballeros,  Albalá  del 
Resio,  Alconchel,  Albuera,  Alburquerque,  Almendral,  Alconera, 
Atalaya,  Badajoz,  Botoa,  Benavente,  Bercial,  Baldesola,  ó  Bal- 
delasola,  Bodonal,  Burguilos,  Caspio,  Cubillos,  Ciruelo,  CogoUa, 


172  BADAJOZ 


Casa-Sola,  Cortijo,  Cantíllana,  Cornudilla,  Cobillana,  Cañaveral 
Coto,  Cuellos,  Caya,  Codosera,  Corte  de  Peleas,  Cheles,  Febre- 
ro, Fresnos  de  Oiivenza,  Fresno,  Fuente-Omendo,  Fregenal  de 
la  Sierra,  Feria,  Guadajira,  Grandina,  Granadilla,  Gévora,  Hi- 
guera de  Vargas,  Higuera  de  Fregenal,  Hinojales,  Jerez  de  los 
Caballeros,  La-Corducela,  La-Granja,  Los-Arcos,  La-Matanza, 
Malpartida,  Medinilla,  Manzanete,  Mantera,  Morera,  Mañoca, 
Nogales,  Oliva,  Pesquero,  Parra,  Puebla  del  Conde,  QuintaníUa, 
Rebellados,  Rubio,  Sastenga,  Santa  Marta  de  la  Rivera,  San 
Roque,  Solaza,  Santa  Engracia,  Soríana,  Salvatierra,  Salvaleón, 
Santamarta,  Torre  de  María  Esteban,  Torrecilla,  Telena,  Ta- 
lavera  la  Real,  Torre,  Valdesevilla,  Valverde,  Villar  de  Rey, 
Villanueva  de  Barcarrota,  Valencia  del  Mombuey,  Villanueva 
del  Fresno,  Valle  de  Santa  Ana,  Valle  de  Matamoros,  Valencia 
del  Ventoso,  Villalva,  Valverde  de  Barquillos,  Villa-García,  Za- 
razo, Zamoreja,  Zahimos  y  Zafra,  que  suman  por  todas  95  ciuda- 
des, pueblos  y  villas.  Además  le  eran  tributarios  en  sus  diezmos 
al  obispado  Paxcense,  las  siguientes  ciudades  y  villas:  Crato, 
Campomayor,  Crujas,  Los-Santos,  Mora,  Malfarja,  Morón,  No- 
dar,  Oiivenza,  Osete,  Piedra  Buena,  Serpa,  San  Felices,  Táliga, 
Uguela  y  Yclves  (El vas),  que  suman  por  todos  16. 

Todo  este  orden  geográfico  varió  desde  el  siglo  xvi,  pues 
cuando  se  formó  el  llamado  arreglo  de  diócesis,  en  1848,  este 
obispado  se  vio  reducido  á  50  pueblos,  con  89  parroquias,  3 1 
conventos,  89  santuarios  y  ermitas,  regido  todo  ello  por  59  pá- 
rrocos, 18  tenientes,  42  beneficiados,  176  capellanes  y  189  de- 
pendientes. En  1587  contaba  la  diócesis  54  pilas  bautismales, 
con  24,014  vecinos,  ó  sean  96,056  almas,  y  en  1769  con  igual 
número  de  pilas  y  77^137  almas. 

Consta  por  escrituras  antiguas  y  disposiciones  de  los  prela- 
dos, que  las  villas  y  lugares  citados  más  arriba  no  carecían  de 
importancia. 

En  el  sínodo  celebrado  en  Badajoz  el  año  de  1255  P^^  ^^ 
obispo  D.  Fr.  Pedro  Pérez,  disponiendo  las  reglas  á  que  habían 


BADAJOZ  173 


de  atenerse  los  párrocos,  clérigos,  monjas  y  seglares,  dice  al 
tratar  de  que  los  fíeles  sean  sepultados  en  las  iglesias,  lo  si- 
guiente: c...  é  los  cristianos  sean  soterrados  (sepultados)  en  la 
sé,  é  si  en  la  dicha  dubdad  ó  en  su  territorio  muriese  é  ente 
territorio  queremos  que  sea  del  rio  de  Olibencia  ( i )  aquende  é 
aguende  (¿ayende?)  de  los  regnados  de  las  nuestras  aldeas 
Valverde  é  las  Revelladas,  é  Valdesevilla  é  el  Albufera  (2)  é 
Talaveira  (3).  Las  cuales  aldeas  ya  son  por  ciertos  términos 
poseídas,  é  des  de  Guadiana  así  como  va  ome  á  la  cabeza  de 
la  Carbonera,  é  donde  á  la  Torre  de  Sagrajos  (4),  en  como  se 
estiende  hasta  las  cuestas  de  Botova. — Otro  sí  ordenamos  que 
sea  este  dicho  territorio  Xebora  así  como  va  á  la  cabera  de  la 
Libiana,  é  donde  como  va  á  Tojabolsas  (¿sic?)  et  des  de  el 
Vostre  de  Valde  Alborquerque  con  su  Altesa  (¿sic?)  assí  como 
viene  ayuso  de  la  carrera  ancha  de  Campomayor  é  dende  como 
va  derecha  amient  al  rio  de  caya...» 

Por  otras  constituciones  más  modernas  se  disponen  que 
...  é  non  faga  el  obispo  Ración  prestamera,  nin  servidera,  en 
las  eglesias  de  entelena  (Telena)  con  fínojales  (Hinojales)  nin 
de  comudiella  (Cornudilla)  con  medienella  (Merinilla)  nin  de 
la  torrecilla  con*el  carpió,  nin  del  verceal  con  Malpartida  nin 
de  Botova  (Bótoa)  con  covillana  (Cuvillana),  porque  son  loga- 
res de  la  limitación  de  la  Sée,  nin  pongan  capellanes,  é  resciban 
los  sacramentos  que  y  moran  de  los  cureros  de  la  Sée  é  sirvan 
las  eglesias  de  los  dichos  logares,  é  sus  feligreses,  que  moran 
por  capellanes  cureros,  é  deven  apaftar  sus  diezmos  en  el  cille- 
ro de  la  Sée. » 

Solano  de  Figueroa  dice  que  el  Bercial  estaba  poblado  aún 
en  el  siglo  xv,  pues  refiere  este  escritor,  tan  versado  en  asuntos 


(1)  Olivenza. 

(2)  Albuera. 

(f)  Talayera  la  Real. 

(4)  Dehesa  de  Sagra  ja. 


174  BADAJOZ 


que  se  ligaban  con  la  catedral  de  Badajoz,  como  «también  pa- 
rece estar  poblado  (el  Verceal)  el  año  mil  cuatrocientos  y  cator- 
ce, porque  en  una  escritura  de  veinte  de  Agosto,  Juan  mosquera 
de  mbscoso  y  mari  Sánchez  su  mujer  (nota  marginal:  hijas  y 
vecinos  de  Talaverilla) ^  hija  y  heredera  de  Sancho  Sánchez  de 
Badajoz  y  mayor  gutierrez.  Sobrina  de  gonzalo  Sánchez  her- 
mano del  Sancho  Sánchez  pleyteando  sobre  ciertas  heredades 
en  el  verceal  é  en  malpartida  é  en  sus  términos  (así  se  dice  en  la 
escritura)  Aldea  é  términos  de  dicha  cibdat  ett,^  (por  Badajoz),  se 
concertaron  con  el  Dean  y  Cabildo,  que  les  pagarian  en  cada  un 
año  seiscientos  maravedís  de  la  moneda  que  corriese  al  tiempo 
de  la  Paga,  por  la  vida  de  sus  hijos,  y  nietos  legítimos,  y  pasa- 
do vuelban  las  heredades  al  cavildo...» 

La  aldea  de  Sarteneja  estaba  próxima  á  Talavera  la  Real, 
según  lo  indica  una  escritura  que  Miguel  Duran  otorgó  en  4  de 
Agosto  de  1376,  en  razón  de  una  sepultura  que  había  compra- 
do en  la  catedral  de  Badajoz  para  Elvira  Pérez,  su  mujer,  siendo 
testigos  D.  Lorenzo  Alfón,  racionero,  D.  López  Fernández  y 
Regodón,  presbítero,  y  D.  Juan  Pérez,  cura  Párroco  de  Tala- 
vera  y  cU  Sarteneja^  como  así  se  le  nombra,  y  él  se  ñrma.  Es 
de  advertir  que  el  nombre  de  esta  aldea,  hoy  totalmente  des- 
truida, era  también  Sartenja  y  Lartenja^  que  de  ambas  mane- 
ras lo  encontramos  escrito  en  documentos  que  hemos  registra- 
do, pertenecientes  á  los  siglos  xii  y  xiii  (i). 

Sarteneja  fué  aldea  de  moros,  muy  poblada  y  rica  por  sus 
campos  fértiles.  En  el  siglo  xv  se  suscitó  un  pleito  entre  sus  ve- 
cinos y  el  Ayuntamiento  de  Badajoz,  por  derechos  á  unas  dehe- 
sas, y  en  1434,  á  petición  del  Ayuntamiento  de  Badajoz  (2),  el 


(i)  En  los  documentos  que  se  custodian  en  el  Archivo  de  la  Catedral  de  Bada- 
joz, donde  se  pueden  ver  las  actuaciones  de  aquel  largo  litigio  que  al  fin  se  termi- 
nó por  mediación  del  obispo  D.  Bernardo  López  de  Carvajal,  que  fué  elevado  á  la 
dignidad  cardenalicia,  en  1449. 

(2)  En  el  Archivo  del  Ayuntamiento  de  esta  ciudad  existen  documentos  cu- 
riosos, con  relación  á  este  litigio,  transigido  al  fin  por  mediación  y  á  favor  del  Ca- 
bildo catedral  de  Badajoz,  en  14^6. 


BADAJOZ  175 

rey  D.  Juan  II  envió  al  juez  D.  García  López  de  León,  para  que 
como  comisionado  regio  averiguase  las  dehesas,  montes,  prados 
y  ejidos  del  término  de  Sarteneja,  declarando  en  poder  de  qué 
caballeros  estaban,  á  ñn  de  que  los  mandase  restituir  á  la  ciu- 
dad de  Badajoz,  á  la  cual  pertenecían,  <é  non  á  Sarteneja,  ne  á 
Talavera,  e  non  eran  de  estos  pueblos.» 

Y  más  tarde,  en  1484,  cuando  mandaban  los  Reyes  Católi- 
cos, se  dieron  nuevos  autos.  Uno  de  ellos,  dice  así,  en  lo  con- 
cerniente á  Sarteneja: 

c...  e  otro  sí  por  el  dicho  garcilopez  de  León  fué  dada  otra 
«sentencia  en  favor  de  dicha  ciodad  (la  de  Badajoz)  contra  Lope 
>de  Cervera  y  Constanza  barba  perez,  mujer  que  fué  de  Alvaro 
»diaz,  y  otros,  en  que  declaró  el  lugar  de  Sarteneja  aversido  lu- 
>gar  poblado  de  la  dicha  ciodad,  y  petenecerle  su  exido  y  dehe- 
>sa,  y  reservó  su  derecho  á  las  partes  para  gozar  de  las  ereda- 
>des  que  tenian  en  ella...» 

Malpartida  fué  otra  aldea  importante  del  Obispado,  pues 
consta  que  por  el  año  de  1287  era  lugar  muy  principal,  bastan- 
te poblado  y  donde  tenían  haciendas  y  también  casas  algunos 
caballeros  de  la  vecina  Badajoz;  pero  del  1297  ^^  conoce  este 
dato  más  claramente,  por  un  compromiso  que  hicieron  al  canó- 
nigo Garci  Fernández  y  Ferrand  Ibáñez  de  la  Cámara,  ante  Rui 
Fernández,  en  veintinueve  de  Setiembre  de  la  era  de  mil  tres- 
cientos treinta  y  cinco,  que  es  el  año  de  mil  doscientos  noventa 
y  siete,  y  comienza  de  este  modo :  —  t  Sepan  cuantos  esta  carta 
•hieren,  como  sobre  pleito  é  contienda  que  es  entre  nos  Ferran 
tibañez  de  la  Cámara  de  la  una  parte  é  Garcifernandez,  Cañó- 
>nigo  de  la  Seé  de  Badajoz  de  la  otra  en  razón  de  un  hereda- 
» miento  que  el  rey  Don  Sancho  obo  dado  á  mi  Ferran  Ibañez, 
»el  cual  heredamiento  es  el  lugar  do  dicen  Malpartida  aldea 
»D£  Badajoz,  é  que  me  vos  dicho  Garcifernandez  demandábades 
»en  nombre  de  Elvira  vuestra  Sobrina  et  uno  si  por  razón  de 
» casas  que  yo  mismo  Ferran  Ibañez  ñce  en  el  sobredicho  lugar 
»de  Malpartida:  el  otro  sobre  el  pan  que  fué  deste  dito  here- 


176  BADAJOZ 


»damiento,  que  fué  pues  esto  en  casa  de  Don  Román:  et  sobre 
•esta  razón,  por  partir  pleito  é  contienda  de  entre  nos,  abenímo- 
»nos  de  lo  meter,  é  metérnoslo  en  manos  de  Don  Gil  (i),  Obispo 
>de  Badaios,  á  quien  tomamos  por  nuestro  amigo  arbitro  en  esta 
•razón,  etc.»  —  Después,  por  herencia  6  compra  lo  poseyó  Án- 
gel Sánchez  Caballero,  que  junto  con  D.^  María,  su  mujer,  la 
dejaron  en  capellanía  al  Cabildo,  en  mil  trescientos  cuarenta  y 
ocho,  que  fué  el  afto  de  mil  trescientos  diez.  « En  veinte  y  dos 
de  Mayo  de  mil  trescientos  setenta  y  uno,  que  fué  el  año  de  mil 
trescientos  treinta  y  tres)  permite  el  Cabildo  á  la  dicha  Doña 
María,  que  goce  de  este  heredamiento  con  tal  que  ponga  su 
capellán  que  cante  en  la  catedral.  En  mil  cuatrocientos  y  cator- 
ce tuvo  esta  heredad  Juan  Mosquera  é  hizo  donación  de  ella  á 
Hernán  Gómez  de  Solis,  Señor  de  las  villas  de  Salvatierra  y 
Barcarrota  y  Duque  de  Badajoz,  como  se  ha  dicho  ya. »  Y  sa- 
liendo el  cabildo  á  contradecir  este  legado,  el  dicho  Fernán 
Gómez  de  Solis,  hizo  escritura  de  pagar  al  cabildo  «siete  mil 
seiscientos  maravedís  en  cada  año,  de  la  moneda  que  corriese 
al  tiempo  de  la  paga,  su  fecha  en  Badaijos  Lunes  diez  y  ocho 
de  Julio  de  mil  cuatrocientos  ochenta  y  cinco.»  Poseyóla  don 
Alonso  Manrique,  Alguacil  mayor,  Prefecto  de  esta  ciudad, 
de  quien  la  compró  el  capitán  D.  Sebastian  Montero,  y  en  su 
testamento  la  deja  por  hacienda  de  un  Hospital  que  mandó  ha- 
cer en  esta  ciudad,  situado  en  la  hoy  plaza  de  Minayo. 

No  tuvo  menos  importancia  Santa  María  de  la  Rivera,  aldea 
que  algunos  creen  corresponde  al  lugar  donde  Antonino  Pío 
sitúa  á  Evandriana,  que  es  Talavera  la  Real. 

La  iglesia  de  Santa  María  de  la  Rivera  juega  un  papel  im- 
portante en  el  Obispado,  según  las  disposiciones  de  que  ha  sido 
objeto  por  parte  de  los  obispos.  Aún  se  conserva  en  pie,  como 
único  recuerdo  de  esta  aldea.  Está  situada  entre  Lobón  y  Tala- 
vera,  en  el  camino  real  que  de  esta  villa  va  á  Madrid,  y  la  fábri- 


(i)    Don  Gil  Colond,  sucesor  de  Fray  Lorenzo  Suárez  en  i  274. 


BADAJOZ  177 

ca  de  su  capilla  da  bien  claramente  á  entender  no  pequeña 
antigüedad.  García  González  Terear,  Señor  de  esta  Dehesa,  que 
después  heredaron  los  condes  de  Benavente,  y  hoy  se  llama 
Aldea  del  Conde,  pretendió  tener  dos  partes  en  su  diezmo,  ale- 
gando alguna  antigua  costumbre  y  haber  sido  villa  de  los  Caba- 
lleros Templarios.  Y  habiéndose  apelado  al  Juez  Metropolitano, 
declaró  éste  por  auto  de  veinte  y  tres  de  Febrero  de  1457,  por 
ante  Francisco  Sánchez  Arévalo,  notario,  haber  sido  y  ser  del 
Obispado  de  Badajoz,  y  confirmando  la  sentencia  de  provisión 
en  defensa  del  Deán  y  Cabildo,  dice  entre  otras  cosas  lo  siguien- 
te: «É  ansimesmo  por  las  disposiciones  de  los  testigos,  nin  de  los 
» dichos  instrumentos  ante  mí  presentados,  non  se  prueba  el  dicho 
» Logar  de  Santa  María  de  la  Rivera  ser  de  los  Templarios, 
»como  dicen,  etc.,  é  sino  que  había  sido  de  Badajoz.» 

La  aldea  de  Cortijo  consta  haber  estado  poblada  por  la  sen- 
tencia dada  á  García  López  de  León ;  y  por  la  comisión  confiada 
por  los  Reyes  Católicos  al  Lie.  Diego  López  de  Truxillo,  que 
dice:  «Otrosí:  por  el  dicho  Juez  fué  dada  otra  sentencia  en  pre- 
ssencia  de  las  partes  en  que  declara  la  jurisdicción  del  Lugar  del 
» Cortijo,  pertenecía  á  la  dicha  Ciudad  y  en  la  cuenta  de  subsidio 
»del  año  de  1438  se  repartió  como  hallí  se  dice:  «Al  Cortijo  lugar 
>de  Rodrigo  Mexia...»  Sólo  conserva  una  casa  fuerte  que  está  en 
el  camino  de  Talavera  á  Solana  sobre  el  río  Guadaxira,  propie- 
dad que  fué  de  los  marqueses  de  la  Guardia. 

No  lejos  de  Cortijo  está  Guadaxira,  aldea  poblada  en  el 
siglo  XIII,  según  cierto  privilegio  del  Maestre  de  Santiago,  don 
Pelay  Pérez  Correa,  dado  en  Mérida,  en  la  Era  de  1307,  que 
fué  año  de  1269,  á  favor  de  D.  Juan  Pérez  de  Badajoz,  en  el 
cual  se  dice:  «Damos  é  otorgamos  é  confirmamos  á  este  D.  Juan 
>  Pérez,  de  sobre  dicho  un  heredamiento  de  Guadaxira  conom- 
>brada  de  las  casas  que  fueron  de  Domingo  Pérez,  el  obejero.» 

De  todo  lo  expuesto  se  desprende  que  la  mayor  parte  de 

las  aldeas  que  tenía  Badajoz  hasta  los  siglos  xiv  y  xv,  fueron 

destruidas  unas  por  las  guerras  de  la  Restauración  y  otras  por 
•3 


178  BADAJOZ 


la  de  Portugal.  Ya  en  el  siglo  xvi  no  existían  la  mayor  parte  de 
ellas,  algunas  de  las  cuales  habían  sido  muy  importantes  en  los 
tiempos  antiguos,  como  por  ejemplo,  Rubio,  Febrero,  Zarazo, 
Fresno  de  Olivenza,  La-Matanza,  Malpartida,  Elfresno,  Caspio, 
Cubillo,  Bótoba,  Benavente,  Aldea  del  Conde,  Ciruelo,  Valdese- 
villa,  Bercial,  Zamoreja,  Lagranja,  Rebellados,  Azagalla,  Cogo- 
11a,  Casa-Sola,  Pesquero,  Aldea  de  los  Caballeros,  Losarcos, 
Cantillana,  Hinojales,  Albalá  del  Resio,  Baldesola,  Cornudilla, 
Cuellos,  Cobillana,  Medínilla,  Mañoca,  Cañaveral,  Telena,  Gran- 
dina,  San  Roque,  Corchuela,  Granadilla,  Manzanete,  Solaza, 
Santa  Engracia,  Gévora,  Caya,  Soriana  y  Manteras,  que  hoy  se 
ven,  las  que  más,  convertidas  en  modestas  casas  de  labor. 


III 


Las  condiciones  especiales  que  distinguieron  á  las  razas 
trashumantes  que  poblaron  en  la  antigüedad  el  suelo  extreme- 
ño, se  dejan  ver  apenas  se  estudia  la  organización  de  sus  mu- 
nicipios y  el  objeto  de  los  fueros  que  los  mismos  recababan  de 
los  reyes  para  el  mejoramiento  de  la  agricultura  y  el  fomento 
de  la  ganadería. 

De  tiempos  de  los  godos,  sino  de  anterior,  se  conoce  la 
Cañada  Real  de  Sancha-Brava,  que  viene  desde  León  hasta 
buscar  el  extremo  de  Portugal,  cañada  que  medía  80  varas  de 
ancho  y  aun  100  por  donde  el  terreno  lo  permitía.  Ya  hemos 
explicado  en  el  Prólogo  de  este  libro  la  necesidad  que  tenían  los 
ganaderos  de  buscar  abrigo  para  sus  rebaños  en  el  crudo  in* 
vierno,  y  yerbas  para  la  época  del  agosto.  Esta  cañada,  de  la 
que  apenas  queda  hoy  rastro,  era,  puede  decirse,  el  sostén  del 
pueblo  trashumante,  pues  gracias  á  ella  sus  ganados  corrían  de 


BADAJOZ  1 79 


extremo  á  extremo  de  la  Península  huyendo  de  los  rigores  del 
tiempo.  Pero  desde  la  Reconquista,  la  población  extremeña  se 
multiplicó  y  necesariamente  su  agricultura  y  su  ganadería  re- 
querían más  amplitud.  Para  atender  á  estas  necesidades  se  formó 
la  propiedad  comunada  y  las  cañadas  y  rescalvados  que  daban 
pastaje  y  aposento  á  los  rebaños. 

Veintidós  cañadas  contaba  Badajoz,  desde  fecha  inmemorial, 
y  desde  tiempo  antiguo  también  se  nota  una  escandalosa  deten- 
tación de  estos  terrenos,  demostrando  así  el  abandono  en  que  se 
encuentran  los  bienes  comunales,  abandono  que  es  la  causa  de 
que  estos  bienes  vayan  desapareciendo  hasta  el  punto  de  que 
hoy  no  puede  salirse  fuera  de  poblado,  en  ninguna  dirección  sin 
ir,  puede  decirse,  por  propiedad  que  llega  á  ser  particular,  por 
la  incuria  de  los  concejales,  que  no  tienen  en  cuenta  que  no  sólo 
se  adquiere  responsabilidad  por  lo  malo  que  se  hace,  sino  tam- 
bién que  se  incurre  en  ella,  al  menos  nioralmente,  por  lo  bueno 
que  deja  de  hacerse ;  puesto  que  la  apropiación  de  estos  terrenos 
es  una  detentación,  y  es  tan  delincuente  el  que  detenta  como  el 
constituido  en  autoridad  que  lo  consiente. 

Por  una  real  provisión  expedida  en  Valladolid  el  1 2  de  Junio 
de  1 55 1,  se  viene  en  conocimiento  de  la  necesidad  que  hubo  ya 
de  que  el  corregidor  de  entonces  se  dedicase  á  reivindicar  te- 
rrenos que  estaban  usurpados  y  que  él  logró  descubrir,  habiendo 
aparejos — como  decía  el  procurador  general  de  la  ciudad — para 
descubrir  otros. 

£1  señor  Salazar,  que  desempeñaba  á  la  sazón  este  honroso 
cargo,  era  hombre  previsor,  puesto  que  observando  sin  duda  la 
gran  añción  que  entonces  había  ya  á  apoderarse  de  los  terrenos 
pertenecientes  á  la  ciudad,  y  para  que  éstos  no  se  detentasen 
nuevamente,  presentó  la  siguiente  petición: 

filustre  Señor:  El  Bachiller  Diego  Sánchez  y  Salazar,  pro- 
curador general  de  esta  ciudad,  digo:  que  por  otras  peticiones 
he  suplicado  á  S.  S.  mandase  proveer  como  se  hiciese  un  libro 
en  que  estuviesen  inscritas  todas  las  cosas  tocantes  á  bienes, 


l8o  BADAJOZ 


propios  y  rentas  de  ciudad  y  depósitos  de  pan  y  alcabalas  y  ser- 
vicios, é  cuentas  y  razón  de  todo  ello;  y  otro  libro  en  que  estu- 
viesen escritos  los  límites  y  mojones  de  los  términos  de  esta 
ciudad,  en  los  lugares  comarcanos  é  con  las  dehesas  que  hay  en 
el  término  é  las  visitaciones  de  todo  ello,  los  cuales  libros  no  se 
han  puesto  en  obra  de  se  hacer,  hasta  que  el  muy  magnífico 
señor  Diego  de  Zúftiga,  corregidor  que  al  presente  es  por  S.  M., 
los  ha  mandado  hacer,  y  está  hecho  uno  de  los  dichos  libros, 
en  el  cual  muy  cumplidamente  se  contienen  todas  las  rentas  que 
son  al  cargo  de  la  ciudad,  y  las  tierras  y  rescal vados  y  otros 
que  el  señor  corregidor  ha  descubierto  y  hay  grandes  aparejos 
para  descubrirse  mds^  y  asimesmo  contiene  los  bienes  muebles 
de  la  ciudad  y  depósito  de  pan  y  cuentas  de  todo  ello,  cuentas 
de  alcabalas  y  juicios  y  la  orden  que  en  todo  ello  en  adelante 
se  ha  de  tener,  é  así  mesmo  su  merced  ha  mandado  se  haga  el 
dicho  libro  de  amojonamientos  de  términos,  de  los  cuales  es 
muy  grande  la  utilidad  y  provecho  que  á  esta  ciudad  se  le  si- 
guen é  sería  muy  mayor  sin  comparación,  dándose  orden,  como 
la  que  estos  libros  contienen,  y  el  efecto  de  ellos  se  conserve  y 
perpetúe:  para  que  así  se  haga  suplico  á  V.  S.  se  practique  en 
ello  para  que  se  gane  provisión  de  S.  M.  en  que  mande  aprobar 
los  dichos  libros  y  dar  orden  como  de  aquí  adelante  se  guarde 
lo  en  ellos  asentado  y  en  lo  así  V.  S.  hacer  hará  lo  que  á  buenos 
é  celosos  administradores  de  República  conviene. — El  Bachiller, 
Salazar. » 

Dióse,  pues,  cuenta  de  la  petición  del  procurador  general 
en  la  sesión  celebrada  el  24  de  Abril  de  1551,  resolviéndose 
que  se  llevara  al  cabildo  inmediato  el  libro  que  había  mandado 
hacer  el  corregidor,  acerca  de  lo  pedido  por  el  Sr.  Salazar,  para 
que  se  viera  que  estaba  todo  lo  que  éste  pedía,  bien  asentado, 
y  si  algo  faltaba  se  pusiera. 

Y  en  efecto,  en  la  sesión  celebrada  el  4  de  Mayo  de  1551, 
el  ayuntamiento  después  de  examinar  el  libro  grande  de  marca 
mayor,  bien  encuadernado,  que  presentó  el  corregidor,  para  que 


BADAJOZ  l8l 


no  se  dejara  de  continuar  dicho  libro  y  que  permaneciera  perpe- 
tuamente, ordenó  lo  que  sigue: 

€  Primeramente,  que  el  dicho  libro  esté  en  poder  del  corre- 
gidor ó  juez  de  residencia  que  es  ó  fuese  en  esta  ciudad,  y  que 
en  dejando  la  vara  sea  obligado  á  entregar  dicho  libro  al  que 
sucediere  en  su  lugar,  porque  el  corregidor  6  juez  que  viniese, 
teniendo  dicho  libro  en  su  poder,  muy  en  breve  tendrá  enten- 
dido todas  las  cosas  y  hacienda  de  esta  ciudad.» 

c  Otro  sí :  que  se  prosiga  la  orden  que  está  comenzada  en  el 
dicho  libro,  que  es  la  mejor  que  se  puede  tener  para  claridad 
y  verdad  de  los  negocios  de  Hacienda  de  esta  ciudad,  que  es 
en  cada  año  escribir  el  tenor  de  cada  renta  de  propios,  6  de 
tierra,  rescalvados  ó  de  otra  cosa  que  sea  á  cargo  de  la  ciudad, 
que  se  vendiere  ó  diere  en  renta,  cada  una  en  una  hoja  y  lugar 
del  dicho  libro,  en  que  la  tabla,  y  registro  de  él  está  acotada, 
declarando  qué  renta  ó  cosa  se  vendió  ó  dio  en  renta  y  por 
qué  tiempo,  y  por  qué  precio  y  á  qué  persona  y  fiador,  y  á  qué 
plazo  de  paga,  y  cómo  de  ello  se  hizo  cargo  el  mayordomo  6 
persona  que  lo  ha  de  cobrar,  asimismo  las  relaciones  de  cuen- 
tas de  propios,  depósitos  de  pan,  alcabalas,  juicios  y  otras  se« 
mejantes  cosas;  escribiendo  en  suma,  cuándo  fué  el  alcance  y 
quién  lo  queda  á  deber  y  qué  persona  queda  á  cargo  de  lo 
cobrar  y  las  demás  relaciones  necesarias  á  las  cosas  de  hacienda 
en  el  dicho  libro  sentadas,  cada  cosa  escrita  en  la  hoja  y  lugar 
donde  va  comenzado  el  registrado  y  así  cesará  todo  error  y 
fraude...» 

Tanta  importancia  daba  el  ayuntamiento  al  libro  mandado 
hacer,  y  de  tanto  interés  juzgaba  que  se  continuasen  haciendo 
en  él  los  asientos  prevenidos,  que  creyó  conveniente  establecer 
una  penalidad  para  el  caso  de  que  el  corregidor  tuviese  algún 
descuido  respecto  al  particular,  como  lo  expresa  el  siguiente 
acuerdo:  *...  Y  que  el  dicho  señor  corregidor  y  juez  de  residen- 
»cia  que  es  ó  fuere,  sea  obligado  á  seguir  esta  orden  acerca  del 
•  dicho  libro  y  cuentas  y  hacienda  en  él  contenidas,  sopeña  que 


l82  BADAJOZ 


>por  cualquier  cosa  de  ellas,  que  dejase  de  así  hacer,  incurra 
>en  pena  veinte  ducados,  los  cuales  se  descontarán  de  su  sala- 
trio,  y  se  queden  en  la  ciudad,  y  que  del  tenor  de  dicho  libro 
»haya  otro  libro  en  el  arca  del  cabildo  de  esta  dicha  ciudad...» 

Conforme  á  lo  solicitado  por  el  procurador  general  de  la 
ciudad,  en  la  petición  que  copiamos  anterioi'mente,  se  acudió  al 
rey  á  fin  de  obtener  provisión  de  S.  M.  aprobando  el  libro  men- 
cionado y  dando  orden  para  que  en  adelante  se  guardase  y  res- 
petase lo  anotado  en  el  mismo ;  y  efectivamente,  en  1 2  de  Junio 
de  1 55 1  se  expidió  real  provisión,  en  la  que  consta  haberse 
aprobado  los  acuerdos  del  ayuntamiento,  mandándose  guardar- 
los, cumplirlos  y  ejecutarlos  en  todas  sus  partes.  De  esta  pro- 
visión se  sacó  un  testimonio  en  25  de  Junio  de  1551  por  el  es- 
cribano público  de  la  ciudad,  Juan  Unzueta,  á  presencia  de  los 
tres  testigos  Miguel  Rodríguez,  García  Hernández  y  Antonio 
Peinado,  con  lo  cual  se  puso  en  vigor  todo  lo  acordado  por  el 
ayuntamiento.  He  aquí  ahora  las  cañadas  que  se  inscribieron  en 
el  libro: 

Cañada  de  las  Cuestas  de  Cuadrejones  y  Rinconcillo^  n,^  I. 
— Esta  cañada  tiene  370  varas  de  ancho;  comienza  desde  el 
Vado  del  Moro,  en  Guadiana,  hasta  la  dehesa  de  Cantillana,  se- 
gún se  amojonó  en  el  año  de  1552. 

Cañada  de  ¿as  Bardocas,  n.^  II, — Esta  cañada  tiene  370 
varas  y  empieza  desde  Guadiana  hasta  dar  en  la  calzada. 

Cañada  de  Calatraveja^  n.^  III — Esta  cañada  tiene  370 
varas  y  sigue  por  dicha  dehesa  hasta  llegar  á  la  de  los  Aljobos. 

Cañada  de  los  Aljobos^  n,^  IV, — Esta  cañada  tiene  370  va- 
ras de  ancho  y  empieza  desde  la  salida  de  Calatraveja  hasta 
pasar  del  todo  la  dehesa  de  dichos  Aljobos  y  entrar  en  la  de 
Bótoa. 

Cañada  de  Bótoa  y  el  Pedazo^  n.^  V, — Esta  cañada  tiene  350 
varas  de  ancho  y  sigue  por  dicha  dehesa  de  Bótoa  y  la  del  Pe* 
dazo  hasta  concluir  en  la  de  Villar  del  Rey. 

Cañada  de  Cubillos  y  Sierra  Traviesa^  n,^  VI, — Esta  ca- 


BADAJOZ  183 


nada  tiene  370  varas  de  ancho  y  sigue  por  dicha  dehesa  de  Cu- 
billos á  la  de  Sierra  quebrada,  vía  recta. 

Cañada  de  Sancha  Brava ^  n.^  VIL — Esta  cañada  tiene  370 
varas  de  ancho  y  empieza  desde  el  Vado  del  Moro  en  Guadiana 
y  sigue  por  la  dehesa  Boyal  de  la  Corchuela  por  Majadal  Blan- 
co de  la  misma  á  pasar  el  arroyo  Calamón. 

Cañada  de  ¿os  Fresnos  y  Satis/olías^  n,^  VI I L — Esta  cañada 
tiene  300  varas  de  ancho  y  empieza  desde  los  Montes  por  To- 
rrebaja,  Sartenejas,  la  Rueda,  y  baja  hasta  los  Fresnos. 

Cañada  del  Cedeño^  Cocosa,  Coníreras,  Calamón  é  Hinoja- 
les,  n,^  IX, — Esta  cañada  tiene  300  varas  de  ancho  y  empieza 
desde  Chafrillo  á  Valdesevilla  por  el  baldío  de  Calamón,  dehesa 
del  Cedeño,  Cocosa  é  Hinojales  y  fenece  en  los  rescalvados  de 
la  ribera  de  01iven¿a. 

Cañada  de  los  Silos  y  Poca  Civera,  «.°  X, — Esta  cañada 
tiene  60  varas  de  ancho  y  empieza  desde  el  lugar  de  Valverde 
de  Leganés  hasta  dar  con  la  ribera  de  Olívenza  y  sigue  toda  la 
ribera  arriba  por  la  vera  del  Santo,  donde  dicen  el  Valle  de  los 
Diablos  á  dar  á  la  roza  de  García  Martínez  Mulgoso. 

Cañada  de  Valdesevilla^  n.^  XI — Esta  cañada  tiene  370  va- 
ras de  ancho  y  empieza  desde  la  dehesa  de  los  Arcos  y  pasa 
por  dicha  dehesa  de  Valdesevilla  y  la  del  Rasiro. 

Cañada  de  la  Torrecilla^  n.^  XII — Esta  cañada  tiene  370 
varas  de  ancho  y  empieza  desde  el  arroyo  de  las  Torrecillas  á 
unirse  con  la  del  Cedeño,  y  sigue  por  Valdepegas,  á  dar  con  la 
dehesa  del  Alcornoque,  por  el  baldío  á  buscar  el  de  los  Tres 
Arroyos,  vía  recta  á  la  dehesa  de  Torrequebrada,  la  de  Silveri- 
Ua  por  el  Prado  Ruano,  hasta  Guadiana. 

Cañada  del  baldio  del  Álamo ^  n,^  XIII  —Esta  cañada  tie- 
ne 96  varas  de  ancho  y  empieza  desde  la  Fuente  del  Álamo 
siguiendo  por  la  dehesa  de  la  Lapilla  y  Canchorras,  la  Lapilla, 
Dehesita  de  Monjas,  la  del  Novillero  y  Pestaña,  rescalvado  de 
la  de  los  Fresnos  á  la  dehesa  y  Uguna  de  Valverde. 

Cañada  de  la  Fuente  del  Rubio ^  n.^  XIV. — Este  abrevadero 


184  BADAJOZ 


de  la  Fuente  del  Rubio,  es  de  cabida  de  40  fanegas  de  tierra  y 
su  ancho  es  de  40  varas. 

Cañada  de  las  Merinillas,  n,^  XV, — Esta  cañada  tiene  90 
varas  de  ancho  y  empieza  por  el  baldío,  y  sigue  entre  las  dos 
dehesas  Merinillas  Altas  y  Bajas  y  debe  estar  por  dichas  dos 
dehesas,  como  las  demás,  abierta  en  todo  tiempo. 

Cañada  y  Abrevadero  del  Chorlito^  n,^  XVI. — Este  abre- 
vadero tiene  90  varas  de  ancho,  y  empieza  por  el  baldío,  y  sigue 
por  entre  las  dos  dehesas  Merinillas  Altas  y  Bajas;  su  recinto 
es  comprensivo  de  dichas  90  varas,  para  el  comido  y  uso  de  las 
aguas,  que  pasan  y  pasten  en  dichos  baldíos  los  ganados. 

Cañada  del  Cucuadero^  n,^  XVII . — Esta  cañada  tiene  90 
varas  de  ancho  y  sigue  á  bajar,  hasta  el  arroyo  de  la  legua  legal, 
de  la  villa  de  la  Roca. 

Cañada  de  yUiueta  ó  Jilimonetillos  ^  n.^  XVIII — Esta 
cañada  tiene  90  varas  de  ancho,  la  que  no  puede  ser  labrada 
por  persona  alguna  para  no  causar  molestia  su  acogida  á  los 
ganados  que  pasan  de  una  á  otra  parte. 

Cañada  de  los  Rostros  ^  isla  del  Romo  y  baldío  de  ella^  n^  XIX. 
— Esta  cañada  tiene  3 1  o  varas  de  ancho  y  empieza  desde  Gua- 
diana hasta  los  rescalvados  de  Chafrillo. 

Cañada  del  Prado  de  Silvera,  n.°  XX. — Esta  cañada  tie- 
370  varas  de  ancho  para  todo  paso  de  ganados  al  río  Gua- 
diana. 

Cañada  de  Telena,  n.^  XXI — Esta  cañada  tiene  90  varas 
de  ancho  y  empieza  desde  Guadiana  siguiendo  por  el  baldío  del 
Mercadillo  á  la  dehesa  de  Telena,  la  del  Cedeño  y  Corchuela. 

Cañada  del  Tesorero,  n,^  XXII — Esta  cañada  tiene  370 
varas  de  ancho;  empieza  desde  dicho  Tesorero,  por  la  legua  y 
media,  hasta  dar  con  la  cañada  de  Bótoa. 

No  aparecen  más  cañadas  ni  abrevaderos  en  el  libro  muni- 
cipal de  Badajoz,  abierto  en  1 5  5 1 ;  pero  hubo  otras  de  cuya  exis- 
tencia no  nos  cabe  dudar  pqj*  documentos  y  registros  que  de 
ellas  hemos  visto.  Quizás  á  la  fecha  en  que  se  abrieron  las  ins- 


BADAJOZ  185 

cripciones  de  las  anteriores  habría  desaparecido  todo  rastro  de 
ellas,  ó  no  estaría  bien  probado  su  origen  comunal  y  esto  impi- 
dió su  inscripción  donde  las  otras:  pero  es  lo  cierto  que  en  1410 
existían  entre  otras  cañadas  que  no  se  citan  en  el  libro  de  1551 
las  de  la  Granadilla  y  la  de  Malpica  cuyas  mensuras  desconoce- 
mos, así  como  el  abrevadero  de  Los  Molinos,  situado  á  la 
derecha  del  Guadiana,  pasando  el  Puente  de  las  Palmas. 

La  Cañada  Real  de  Sancha-Brava  era  distinta  de  la  que  con 
el  número  siete  figura  registrada  en  el  libro  municipal,  pues  esta 
era  puramente  local  y  la  otra  general. 

Bastan  los  datos  aquí  consignados  para  saber  las  servidum- 
bres que  tenía  la  ganadería  de  Badajoz,  servidumbre  de  que  hoy 
no  cuenta  porque  la  codicia  de  los  propietarios,  de  una  parte,  y 
el  abandono  de  los  concejales,  de  otra,  hizo  que  de  antiguo  pa- 
sase esta  riqueza  comunal  al  dominio  particular. 


'4 


CAPÍTULO  VI 


Hijos  Ilustres  de  Badajoz  desde  el  siglo  Xin  al  XVII. 
Sánchez  de  Badajoz. — Don  Juan  de  Badajoz. — Joaquín  Romero  de  la 

Cepeda.  —  Rodrigo  Dosma  y  Delgado 


I 


EMOS  omitido  en  las  diferentes  cues- 
^  tiones' tratadas  en  los  capítulos  prece- 
^  dentes,  las  noticias  biográficas  de  los 
hombres  célebres  que  ilustran  á  la  ciu- 
dad de  Badajoz,  desde  la  Reconquista 
hasta  los  comienzos  del  siglo  xvii, 
excepción  hecha  de  los  pintores  Mora- 
les y  Rubiales;  y  Badajoz,  como  casi 
todos  los  pueblos  extremeños,  ha  dado  en  la  citada  época  genios 
grandiosos  en  las  armas,  en  la  navegación ,  en  la  vida  contem- 
plativa y  en  las  letras. 

Al  terminar  el  siglo  xv,  la  atención  de  todos  los  hombres 
valerosos  se  fijó  en  los  viajes  á  países  desconocidos.  Colón,  El- 
cano  y  Vasco  de  Gama  animaron  el  espíritu  de  aquellos  hom- 
bres que  por  el  amor  á  las  aventuras,  ó  por  el  interés,  soñaban 
con  lo  desconocido.  Extremadura  se  despobló  por  mandar  á  las 


l88  BADAJOZ 


Indias  su  mejor  juventud,  y  en  las  diversas  expediciones  al  otro 
lado  de  los  mares  fueron  jugando  un  gran  papel  los  capitanes 
Nufto  de  Tobar,  lugarteniente  que  fué  de  Hernando  de  Soto, 
en  la  toma  y  conquista  de  las  Floridas;  Luís  de  Moscoso,  maese 
de  campo  del  mismo  Soto;  Juan  de  Vega  y  Diego  de  Castro,  no 
menos  célebres  y  compañeros  de  los  anteriores;  Cristóbal  Mos- 
quera, capitán  con  Pizarro,  en  el  Perú;  Juan  Alonso,  compañero 
del  famoso  Vasco  Núñez ;  Arias  de  Acebedo,  notable  en  las  re- 
vueltas del  Panamá;  Juan  Núñez  de  Prado,  conquistador  del  Tu- 
cumán,  y  todos  nacidos  en  Badajoz,  donde  contemporáneos  á 
ellos  vivían  también  el  célebre  cronista  Dosma  y  Delgado, 
los  inspirados  poetas  Sánchez  de  Badajoz  y  Romero  de  la  Ce- 
peda, el  político  Alfonso  de  Badajoz  y  el  arquitecto  Juan  de 
Badajoz,  quienes  por  sus  antecedentes  históricos  unos  y  litera- 
rios otros^  merecen  lugar  preferente  en  este  capítulo  (i). 


II 


La  familia  de  los  Sánchez  de  Badajoz  pobló  esta  ciudad 
desde  los  primeros  días  de  su  reconquista,  y  la  ilustraron  des- 
pués con  políticos  y  literatos  de  gran  fama. 

Fernán  Sánchez  de  Badajoz  había  nacido  en  esta  ciudad  por 
el  año  de  1329.  En  su  juventud  fué  militar,  y  en  las  guerras 
entre  D.  Pedro  I  de  Castilla  y  D.  Enrique  II  (el  de  las  Merce- 
des ó  el  Dadivoso)^  se  puso  al  lado  del  bastardo,  á  quien  pro- 
tegió con  sus  huestes  en  Extremadura,  levantando  por  él  ban- 
dera. 


(i)  Las  biografías  de  todos  estos  hombres  las  encontrará  ei  lector  en  nuestra 
obra  Diccionario  histórico^  biográfico^  critico  y  bibliográfico  de  autores,  artistas  y 
extremeños  ilustres,  (Madrid,  1884.— Dos  tomos  en  folio  mayor,  con  retratos, 
autógrafos  y  facsímiles.) 


BADAJOZ  189    ' 


El  rey  fratricida  le  honró  con  su  confianza^  y  desde  1357  se 
vio  á  D.  Fernán  de  consejero  del  monarca,  interviniendo  en 
las  guerras  que  éste  sostuvo  largo  tiempo  con  el  rey  de  Portu- 
gal, D.  Fernando,  quien  disputaba  la  corona  de  Castilla  como 
biznieto  de  D.  Sancho  el  Bravo ^  dirigiendo  la  política  que  siguió 
España  con  Francia,  á  lo  que  se  debió  la  derrota  de  la  escua* 
dra  inglesa,  el  mejor  triunfo  del  monarca  usurpador  y  fratri- 
cida. 

En  1360  D.  Fernán  Sánchez  de  Badajoz  era  alcalde  de  esta 
ciudad,  y  en  1367  alcanzó  del  rey  D.  Enrique  el  señorío  de  la 
villa  y  castillo  de  Villanueva  de  Barcarrota. 

D.  Fernán  descendía  del  famoso  caballero  Sánchez,  que 
acompañó  en  1228  al  rey  D.  Alfonso  IX  á  la  conquista  de  Ba- 
dajoz, siendo  él  quien  más  puso  en  la  victoria,  y  por  cuyos  servi- 
cios le  concedió  el  rey  el  segundo  apellido  de  Badajoz,  como 
dice  Silva  y  Almeida  en  su  libro  Nobleza  de  Extremadura,  al 

fol.  354. 

Garci  Sánchez  de  Badajoz,  su  descendiente,  fué  un  poeta  y 

trovador  distinguido,  que  nació  en  el  año  de  1475. 

La  época  de  este  trovador  fué  acaso  la  más  gloriosa  que 
cuenta  España  para  su  literatura  caballeresca. 

Apenas  las  monarquías  cristianas  se  fueron  formando,  y  á 
medida  que  gozaran  de  paz,  hubo  reinos,  en  la  hoy  Península 
ibérica,  que  contaron  con  una  verdadera  corte  de  trovadores  y 
literatos  capaz  de  dar  fama  á  una  civilización.  El  rey  D.  Juan 
fué  el  más  entusiasta  por  las  letras,  y  en  Aragón  como  en  Va- 
lencia, y  en  Extremadura  como  en  Cataluña,  aparecieron  vates 
ilustres,  que  son  la  fama  de  aquellos  tiempos.  D.  Alfonso  el 
Sabio  inició  en  Sevilla  tal  vez  la  afición  de  los  monarcas  espa- 
ñoles por  las  letras,  pues  Macías  el  Enamorado^  el  arcipreste 
de  Hita,  como  los  primitivos  trovadores  catalanes  y  valencianos, 
amparados  vivían  bajo  las  almenas  de  los  palacios  feudales. 

Extremadura  tomó  gran  parte  en  esta  empresa  próspera 
para  las  letras  patrias,  influyendo  poderosamente,  por  medio  de 


igO  BADAJOZ 


SUS  trovadores  y  filósofos,  en  el  desenvolvimiento  que  la  litera- 
tura nacional  tomara  desde  el  siglo  xiv  hasta  el  xvii,  como  lo 
justifican  las  obras  del  trovador  Garci  Sánchez,  las  comedias  de 
su  hermano  el  bachiller  D.  Diego  Sánchez,  y  cuanto  escribieran 
Vasco  Díaz  Tanco,  Bartolomé  de  Torres  Naharro,  Luís  de  Zú- 
fiiga,  Lorenzo  Sepúlveda,  Sánchez  el  Brócense^  Dosma  y  Del- 
gado, Arias  Montano  y  otros  tantos  ilustres  genios  como  po- 
dríamos citar  aquí  sin  el  temor  de  cansar  con  tantas  citas. 

El  músico  Sánchez  de  Badajoz  es  considerado  por  nuestros 
críticos,  y  sobre  todo  por  los  poetas  del  siglo  xv,  una  originali- 
dad que  no  tiene  rival,  no  tanto  por  el  nombre  que  le  dan  sus 
versos  y  canciones,  como  por  las  genialidades  que  le  distinguían. 
Las  anécdotas  que  de  él  refieren  las  crónicas  lo  presentan  como 
un  aventurero  estrafalario  muy  semejante  á  los  trovadores  que 
hasta  su  época  recorrían  los  pueblos  de  Europa  cargados  del 
laúd,  cautivando  á  las  muchedumbres  (i). 


(i)  Cuenta  un  cronista  que  estando  en  cierta  ocasión  penado  por  una  dama, 
subióse  muerto  de  sus  amores  á  un  terrado  que  tenía,  desde  donde  algunas  veces 
la  podía  ver.  Y  estando  allí  un  día,  un  grande  amigo  suyo  lo  fué  á  visitar  y  el  cual, 
preguntando  á  sus  criados  que  á  dónde  estaba,  le  fué  dicho  que  allá  arriba,  en  el 
terrado.  Él  se  subió  derecho  alU,  y  hallándole  solo  le  dijo  que  cómo  estaba  allí. 
Respondió  prontamente  Garci-Sánchez:  v^á  dónde  puede  estar  mejor  el  muerto 
que  enterrado  ?•>  Dando  á  entender  que,  pues  estaba  muerto  de  amor,  era  razón 
que  estuviese  enterrado. 

También  cuenta  de  él  esta  otra  anécdota,  que  no  es  menos  chistosa: 

«Habitaba  en  Jerez,  en  tiempo  de  los  Reyes  Católicos,  el  poeta  Garci-Sánchez, 
uno  de  los  ingenios  más  sobresalientes  por  aquel  tiempo  en  el  instrumento  de  la 
vihuela.  Pero  fué  tal  su  decidida  afíción  por  él,  que  se  volvió  demente.  Llega- 
do á  Jerez  un  corregidor,  gran  músico  y  tañedor  de  dicho  instrumento,  sabedor 
de  la  habilidad  de  Garci-Sánchez,  le  mandó  llamar,  á  pesar  de  su  estado  de  locu- 
ra, rogándole  tocase  algunas  de  sus  piezas  favoritas.  Garci-Sánchez  formó  empe- 
ño en  que  el  corregidor  había  de  tocar  primero,  y  puso  la  vihuela  en  sus  manos. 
El  corregidor  no  quería;  pero  fueron  tantas  las  súplicas  y  corteses  palabras  del 
demente,  que  al  fin  accedió,  tocando  antes  que  Garci-Sánchez,  quien  dejó  admira- 
dos á  todos  los  que  le  escucharon.  Quiso  saber  el  corregidor  por  qué  Garci-Sán- 
chez le  había  rogado  tanto  para  que  tocara  el  primero,  pensando  había  sido  con 
ánimo  de  deslucirlo,  y  le  dijo: 

»— Señor  Garci-Sánchez,  ^por  qué  ha  porfiado  vuesamerced  tanto  para  que  yo 
tomase  primero  la  vihuela? 

»— Señor  corregidor— contestó  inmediatamente  y  con  mucha  gracia  el  loco,— 
porque  quería  ver  en  poder  de  la  justicia  á  la  que  tanto  mal  me  ha  ocasionado.» 


BADAJOZ  191 


Es  este  notable  trovador  una  de  las  figuras  literarias  más 
grandes  que  ostentó  Extremadura  en  el  siglo  xv,  en  que  tocaba 
á  su  término  la  guerra  de  la  Reconquista,  epopeya  colosal  que 
escribieron  nuestros  antepasados  con  poemas  y  ("omances  á 
cual  más  célebres,  y  que  forma  quizá  el  mejor  florón  de  nues- 
tra literatura  nacional.  Su  mejor  obra  parece  que  fué  El  infier- 
no de  amor.  Pero  conocemos  de  él  varias  poesías  sueltas,  que 
se  han  impreso  y  coleccionado  en  el  Cancionero  general^  al 
tomo  XVI,  pág.  640  (B.  de  A  A.  E.)  (i). 

No  conocemos  más  trabajos  de  este  poeta. 

En  la  Lamentación  de  amor^  una  de  sus  mejores  composi- 
ciones, encontramos  estrofas  como  ésta: 

cMérída,  que  en  las  Españas 
otro  tiempo  fuiste  Roma, 
mira  á  mí, 
|Y  verás  que  en  mis  entrañas 
hay  mayor  fuego  y  carcoma 
que  no  en  tiU 


(i)    El  primero  comienza: 

*  «Caminando  por  mis  males, 

abogando  d^esperanza, 
sin  ninguna  confianza 
de  quien  podiese  valerme, 
determiné  de  perderme 
é  irme  por  unas  montañas, 
donde  vi  bestias  extrañas, 
fieras  de  quien  hube  miedo.» 

Y  termina: 

«Adonde  iré,  adonde  iré, 
que  mal  vecino  amor  es.» 

El  segundo  romance  comienza  asi : 

«Despedido  de  Consuelo 
con  pena  de  amor  tan  fuerte, 
queriendo  darme  la  muerte 
de  verme  desesperado, 
por  consolar  mi  cuidado 
me  saii  por  una  senda.» 

Y  termina: 

«  Pues  si  sabéis  conoceros, 
bien  podéis  aseguraros 
que  es  imposible  olvidaros 
quien  una  vez  pudo  veros.» 


192  BADAJOZ 


Se  cita  un  antiguo  romance  del  siglo  viii,  que  comienza  con 
los  dos  primeros  versos  de  la  anterior  estrofa,  y  esto  nos  hace 
suponer  que  la  cita  es  falsa,  ó  que  Sánchez  de  Badajoz  copió 
los  dos  primeros  versos  de  aquel  romance  para  su  estrofa  en 
Lameníación  de  amor  y  lo  cual  no  es  creíble. 

Hermano  de  éste  era  el  bachiller  D.  Diego  Sánchez,  poeta 
dramático  nacido  en  1479.  Estudió  en  Salamanca  y  fué  paje 
del  obispo  pacense  D.  Pedro  Ruiz  de  la  Mata.  En  15 18  fué 
nombrado  párroco  de  la  villa  de  Talavera,  en  la  iglesia  de  Núes* 
tra  Señora  de  Gracia,  única  parroquia  de  ella. 

Puede  decirse  muy  bien  que  en  sus  tiempos  no  tuvo  autor 
que  le  aventajase  en  esto  de  escribir  para  el  teatro,  y  con  es- 
pecialidad farsas  ó  autos  sacramentales ^  que  tan  en  boga  era 
en  todo  el  siglo  xv  y  hasta  el  xvii,  pues  como  el  pueblo  no  tenía 
otra  mejor  diversión  que  el  teatro,  todos  los  ingenios  dieron 
pasto  á  esta  necesidad  de  los  tiempos.  Y  era  justo,  porque  el 
pueblo  siempre  ha  necesitado  diversiones  que  le  distraigan  y 
entretengan;  así  vemos  jra  en  los  primitivos  tiempos  el  teatro, 
los  juegos  olímpicos  y  el  circo;  en  la  Edad-media,  los  torneos, 
los  juegos  de  caftas,  justas,  y,  finalmente,  en  nuestra  época,  los 
espectáculos  han  aumentado  de  una  manera  prodigiosa,  rena- 
ciendo el  teatro  con  su  antiguo  esplendor. 

El  teatro  caracteriza  las  costumbres  de  un  pueblo,  presen- 
tando sus  inclinaciones  y  modo  de  ser.  Todas  las  naciones  han 
tenido  eminentes  varones  que  se  han  dedicado  á  él.  Shakspeare, 
en  Inglaterra;  Schiller,  en  Alemania;  Corneille,  Racine  y  Molié* 
re,  en  Francia,  y  en  nuestra  España  los  inmortales  Lope  de 
Vega,  Calderón  de  la  Barca  y  otros  muchos,  que  han  sabido 
elevar  el  teatro  español  á  la  altura  en  que  se  halla,  y  que,  sien- 
do el  orgullo  del  paí¿  en  que  nacieron,  son  la  admiración  de 
los  extranjeros,  como  lo  fué  también  nuestro  Diego  Sánchez, 
que  por  medio  de  sus  obras  prestó  una  gran  influencia  en  la 
literatura  nacional. 

No  sabemos  los  principios  de  este  poeta  ni  aun  dónde  hizo 


BADAJOZ  193 


SOS  estudios.  Por  la  antefirma  suya,  que  hemos  visto  en  los 
libros  parroquiales  de  Talavera  la  Real,  donde  estuvo  de  párro- 
co desde  15 18  hasta  1529,  en  que  le  sustituyó  D.  Pedro  Gon- 
zález de  Burguillos,  sabemos  que  era  Bachiller;  pero  por  auto- 
res  y  referencias  que  después  se  hacen  á  su  nombre,  como  autor 
y  poeta  dramático,  vemos  que  se  le  llama  el  Canónigo  de  Bada- 
joz por  unos,  y  el  Cura  de  Talavera  por  otros,  induciéndonos 
esto  á  creer  que  pudo  ser  muy  bien  canónigo  después  de  párro- 
co, como  nos  consta  que  antes  de  estar  en  Talavera  había  sido 
también  paje  del  obispo  D.  Pedro  Ruiz  de  la  Mata. 

Pero  volviendo  á  las  obras  de  D.  Diego,  diremos  que  la 
mejor  que  se  le  reconoce  es  la  que  lleva  por  título:  Recopilación 
en  metro  del  Bachiller  Diego  Sánchez  de  Badajoz ^  en  el  qualpor 
gracioso  cortesano  y  pastoril  estilo  se  cuenta  y  declaran  muchas 
Jiguras  y  autoridades  cU  la  Sagrada  Escriptura, 

Esta  obra,  impresa  en  los  tiempos  del  autor,  ha  sido  reim- 
presa é  ilustrada  en  1881,  y  figura  como  tomo  I  de  las  de  Sán- 
chez de  Badajoz,  por  lo  cual  deducimos  desde,  un  principio  que 
la  empresa  Libros  de  antaño^  que  la  da  á  luz,  se  proponía  reim- 
primir todas  las  del  poeta  badajocense  (i). 


(1)    Contiene  este  tomo: 

1  .**    Poesías  (hasta  la  pág.  8o). 

2.**    Las  siguientes  farsas  y  autos : 

a.  Farsa  teologal, 

b.  Farsa  de  la  Natividad. 

c.  Farsa  de  Santa  Bárbara. 
ch.    Farsa  de  Salomón. 

d.  Farsa  moral. 

e.  Farsa  de  colmenero. 

f.  Farsa  de  Tamar. 

g.  Farsa  dicha  militar. 

h.      Farsa  nacional  del  libre  albedrio. 

i.       Farsa  de  matrimonio, 

'],      Farsa  del  Santísimo  Sacramento. 

1.       Farsa  de  los  doctores. 

Todas  estas  obras  se  dan  recogidas  en  el  tomo  XI  de  la  biblioteca  de  los  Libros 
de  antañOy  que  es  el  tomo  I  de  las  del  poeta  de  Badajoz. 

Las  poesías  que  preceden  á  los  autos  y  farsas  ya  citados  llevan  los  siguientes 
títulos : 

as 


194  BADAJOZ 


En  efecto,  en  fines  del  año  anterior  dio  el  II  y  último  del  poe- 
ta, que  á  pesar  de  tener  el  pie  de  imprenta  como  dado  en  1 88o, 
no  se  repartió  sino  seis  años  después  (i).  En  el  apéndice  de 


I  .*  Montería  espiritual. 

3.'  Matraca  de  jugadores, 

3.*  Romance  á  Nuestra  Señora. 

4,°  Romance  á  la  Pasión. 

5.**  Coplas  á  la  sarna. 

6.*  Invitatorio  para  cantar  los  muchachos  el  dia  del  Corpus. 

7.*  Otro  para  cantar  y  bailar  al  tono  del  Chapirón. 

8.'  Introito  de  pescadores  de  tierra  de  Badajoz. 

9.'  Introito  de  los  Siete  pecados. 

1  o.  Introito  de  Herradores. 

1 1 .  Copias  á  San  Juan  Bautista. 

1 2.  Copias  duna  mon/a. 

El  Introito  de  Pescadores  de  tierra  de  Badajoz,  comienza  así : 

Past.       ¡Dios!  Que  de  hcrme  pastor 
yo  me  hallo  arrepentido, 
porque  ya  sabéis  que  he  sido 
muy  nombrado  pescador. 
Es  ofício  de  primor, 
que  á  los  pobres  pescadores 
para  ser  predicadores 
escogió  Nuestro  Señor... 

Y  termina  con  estos  otros: 

i  Aquesta  boga  he  tenido  ? 
Es  para  el  señor  prior, 
porque  sé  que  es  pescador, 
y  es  bogas  el  más  pescado, 
todos  estotros  señores 
paguen  si  quieren  comellos, 
que  no  podrán  bastecellos 
cuatrocientos  pescadores. 
¡  Hablar!  amores,  amores; 
perdonen  si  no  he  sabido^ 
que  hablo  sobre  bebido 
y  no  curo  de  primores. 

Esta  obra  de  la  Recopilación  en  metro  estáfíelmente  reproducida  del  único  ejem- 
plar gótico  que  se  conoce  de  ella,  y  en  su  licencia  para  imprimirse,  dada  en  Toro 
por  D.  Francisco  de  Ledesma,  en  23  de  Abril  de  1552,  se  dice  fué  pedida  por 
Juan  de  Figucroa,  vecino  de  Talavera  la  Real,  y  sobrino  del  bachiller  D.  DiegOi 
citándose  la  Recopilación  de  farsas  y  sermones^  con  un  Confisionar io, 

(i)    Contiene: 

a.  Farsa  del  matrimonio. 

b.  Del  Santísimo  Sacramento. 


BADAJOZ  19»; 


este  libro  se  dan  trabajos  muy  curiosos  (i).  El  último  lo  firma 
Barrantes  y  Moreno  en  Manila,  en  Diciembre  de  1885. 

Hernán  Sánchez  era  hermano  de  los  anteriores,  y  como 
ellos  nació  en  Badajoz  el  año  de  1496. 

En  las  primeras  expediciones  de  Pizarro  marchó  á  la  Améri- 
ca, con  la  codicia  que  otros  tantos  aventureros,  que  pretendían 
hacerse  ricos  á  toda  costa  y  en  el  menor  tiempo  posible.  Por  el 
afto  de  1539  se  hallaba  en  la  América  Central,  y  recorrió  todo 
el  reino  de  Nueva  Granada,  recién  sometido  á  su  mando,  esta- 
bleciéndose  en  Cartago,  ciudad  que  él  engrandeció,  como  la  me- 
jor en  toda  la  provincia  d^  Pompayán,  situada  á  37  leguas  de 
Santa  Fe  de  Bogotá. 

Algún  tiempo  después  el  emperador  le  nombró  gobernador 
de  Cartago,  con  cuyo  motivo  hizo  las  mayores  atrocidades 
que  pueden  idearse  contra  los  indios,  por  apoderarse  de  las 
riquezas  del  país,  sometiéndolos  á  los  más  escandalosos  vejáme- 
nes. Con  tan  censurable  conducta  reunió  una  fortuna  inmensa; 
pero  las  quejas  contra  él  llegaron  hasta  el  emperador,  el  cual. 


c. 

De  los  Dadores. 

d. 

De  la  Fortuna  ó  Hado. 

c. 

De  Isaac. 

f. 

Del  molinero. 

g- 

Del  Moysén  (Del  rey  Moisés). 

ch 

.  De  Sania  Susana. 

i. 

Del  Rey  David. 

• 

I. 

De  Abraham. 

1. 

De  la  Iglesia. 

11. 

Del  Herrero, 

m. 

De  la  Salutación. 

n. 

De  San  Pedro. 

ñ. 

De  la  Hechicera. 

0. 

De  la  Ventura. 

P. 

De  la  Muerte. 

q- 

Del  Juego  de  cañas. 

r. 

Dan^a  de  los  f>ecados. 

(I) 

a.    De  la  edición  presente. 

b.  De  la  edición  gótica  y  del  ejemplar  tínico. 

c.  Del  autor  y  su  tiempo. 

d.  De  las  poesías  y  de  las  farsas. 

e.  Fe  de  erratas. 


196  BADAJOZ 


sometiendo  todas  ellas  al  Real  Consejo  de  Indias,  se  dispuso 
que  fuese  depuesto  y  entregase  el  mando  al  capitán  Diego  Gu- 
tiérrez, quien  había  de  instruir  una  información  amplísima  so- 
bre las  denuncias  que  existían  contra  Hernán  Sánchez  de  Ba- 
dajoz (i). 

Es  fama  que  Diego  Gutiérrez  se  presentó  en  Cartago  con 
tropas  que  le  siguieron;  prendió  á  Hernán  Sánchez  de  Badajoz 
en  nombre  del  emperador  Carlos  V,  y  después  de  apoderarse 
de  cuantos  bienes  él  tenía  y  de  sus  dineros  y  vestimentas,  le 
puso  en  libertad  á  condición  de  que  se  embarcase  al  momento 
para  España.  Parécenos  que  el  Gutiérrez  no  era  mejor  que  Sán- 
chez de  Badajoz,  en  punto  á  probidad,  porque  apenas  éste  llegó 
á  la  Península,  se  dio  á  prisión  como  vino  de  América,  y  desde 
la  cárcel  real  de  esta  corte  comenzó  á  reclamar  contra  el  Diego 


(i)    He  aquí  este  curioso  escrito : 

«REAL    CÉDULA    Á    HBRNAN    SÁNCHEZ    DE    BADAJOZ    PARA    QUE    SALGA    DE    LA 

*      GOBERNACIÓN    DE    CARTAGO 

Talavera^  1 1  de  Enero  de  ¡$41. 

»)EI  Rey.— Hernán  Sánchez  de  Badajoz,  sabed  que  nos  abemos  mandado  tomar 
cierto  asiento  y  capitulación  con  Diego  Gutiérrez  sobre  la  conquista  y  población 
de  la  provincia  de  Cartago,  el  quai  me  ha  hecho  relación  que  á  su  noticia  ha  veni- 
do, que  vos,  por  virtud  de  cierto  asiento  que  con  vos  tomó  el  Doctor  Robles,  os 
abéis  entrado  con  gente  dentro  los  términos  de  la  dicha  governacion,  y  abéis  he- 
cho y  poblado  algunos  pueblos,  y  abéis  ávido  mucha  cantidad  de  oro  y  otras 
cosas  de  los  yndios  della,  c  me  suplicó  vos  mandase,  so  graves  penas,  que  luego 
saliéredes  de  la  dicha  su  governacion  y  Ic  diésedes  qüenta  de  todo  lo  que  oviése- 
des  ávido,  y  lo  volviéscdes  y  restituyésedes,  para  que  nos  pudiese  dar  qüenta  y 
avisarnos  dello,  y  mandásemos  á  los  vezinos  de  los  pueblos  que  oviéscdcs  pobla- 
do en  la  dicha  su  governacion  que  le  obedeciesen  como  á  su  governador  y  cum- 
pliesen sus  mandamientos,  como  eran  obligados,  ó  como  la  mi  merced  fuesj,  lo 
qual  visto  por  los  del  nuestro  Consejo  Real  de  las  Indias,  fué  acordado  que  devia- 
mos  mandar  dar  esta  nuestra  Cédula  en  la  dicha  razón,  c  yo  tóvelo  por  bien,  por- 
que vos  mando  que,  luego  que  con  ella  fuércdes  requerido,  salgáis  de  la  dicha 
provincia  de  Cartago,  que  ansí  hemos  dado  en  gobernación  al  dicho  Diego  Gutié- 
rrez, y  no  entendáis  en  cosa  alguna  de  lo  que  por  el  dicho  Doctor  Robles  os  fué 
encomendado,  por  virtud  de  la  capitulación  e  asiento  que  con  vos  tomó,  e  si  qui- 
siésedes  quedar  como  vezino  á  vivir  e  poblar  en  la  dicha  provincia,  lo  podáis  ha- 
zer,  obedeciendo  como  á  nuestro  gobernador  de  la  dicha  provincia  al  dicho  Diego 
Gutiérrez,  lo  qual  ansi  hazed  e  cumplid,  so  pena  de  la  nuestra  merced  e  de  perdi- 
miento de  todos  vuestros  bienes  para  nuestra  Cámara  e  fisco;  e  mandamos  á  los 
Concejos,  Justicias,  Regidores,  Cavalleros,  escuderos,  oficiales  e  omcs  buenos  de 
todos  e  cualesquier  pueblos  que  oviese  poblados  ó  se  poblosen  en  la  dicha  pro- 


BADAJOZ  197 

Gutiérrez,  hasta  el  punto  que  el  Consejo  de  las  Indias  tuvo  que 
dictar  providencia  en  el  asunto  (i). 

Este  proceso  no  terminó  en  vida  de  Hernán  Sánchez  de  Ba- 
dajoz, el  cual  murió  en  la  miseria,  purgando  así  sus  culpas 
cometidas  en  América. 


vincia  de  Cartago,  y  á  otras  cualesquier  personas,  capitanes  e  gentes  que  en  ella 
residieren,  que  ayan  y  tengan  por  nuestro  governador  de  la  dicha  provincia  al 
dicho  Diego  Gutiérrez,  y  como  a  tal  le  obedezcan  y  cumplan  sus  mandamientos  y 
le  entreguen  cualesquier  varas  de  justicia  que  tengan,  y  no  usen  mas  dellas  sin 
nuestra  licencia  y  especial  mandado,  so  las  penas  en  que  caen  e  incurren  los  que 
usan  de  oficios  públicos  para  que  no  tienen  poder  ni  facultad.  Fecha  en  la  villa 
de  Talavera  á  honze  dias  del  mes  de  henero  de  mili  e  quinientos  e  quarenta  e  un 
años.—Fr.  G.  CardinaHs  Htspalensis.  Refrendada  de  Juan  de  Samano.— Señalada 
de  los  dichos.» 
(i)    Hela  aquí: 

«REAL  CÉDULA  Á  RODRIGO  DE  CONTRERAS  PARA  QUE  ENVÍE  Á  LA  CASA  DE  CON- 
TRATACIÓN DE  SEVILLA  LOS  BIENES  CONFISCADOS  Á  HERNÁN  SÁNCHEZ  DE 
BADAJOZ. 

Valladolidf  i.f  de  Mayo  de  is-l'' 

»>E1  Rey. — Rodrigo  de  Contreras,  nuestro  governador  de  la  provincia  de  Nicara- 
gua: Hernán  Sánchez  de  Badajoz  me  a  hecho  relación  que  estando  él  en  la  Cosia 
rrica,  por  comisión  e  licencia  de  la  Audiencia  real  de  Panamá,  conquistando  e  pa- 
(^ificando  aquella  tierra,  fuistes  vos  a  ella  diciendo  ser  de  vuestra  governacion,  y 
le  prendistes  y  tomastes  todo  el  oro  y  plata,  bienes  y  esclavos,  y  cavallos  que 
tenia,  que  todo  ello  vale  más  de  quince  mil  castellanos  y  a  él  le  ynviastes  preso 
ante  nos,  y  os  quedastes  con  los  dichos  bienes,  sin  quererle  dar  dellos  cosa  algu- 
na para  su  gasto;  de  que  avia  recibido  mucho  agravio  y  daño,  y  me  suplico  que 
pues  el  estava  preso  en  la  Carecí  rreal  desta  Corte,  y  su  negocio  estaba  pendiente 
en  el  nuestro  Consejo  de  las  Yndias,  donde  se  haria  justicia,  vos  mandase  qjue 
bolbiesedes  a  el  (o  a  quien  su  poder  hobiese)  todo  lo  que  ansi  le  abiades  tomado 
(o  como  la  mi  merced  fuese),  lo  qual  visto  por  los  de  nuestro  Consejo,  fue  acor- 
dado que  debíamos  mandar  dar  esta  nuestra  cédula  para  vos,  e  yo  tóbelo  por  bien, 
por  que  vos  mando  que  luego  que  con  esta  mi  Cédula  fueredes  rrequerido,  en- 
bieys  ante  nos  al  dicho  Consejo  el  ynventario  de  los  bienes  que  ansi  tomastes  al 
dicho  Hernán  Sánchez  de  Badajoz,  con  juramento  de  todo  lo  que  fué,  sin  quedar 
cosa  alguna,  y  el  oro  y  plata  que  ansi  lo  tomastes  lo  enbieys  á  nuestros  oydores 
del  Audiencia  rreal  de  Panamá,  para  que  ellos  de  alli  lo  enbien  a  poder  de  los 
nuestros  oficiales  que  residen  en  la  Ciudad  de  Sevilla,  en  la  casa  de  la  Contrata- 
ción de  las  Yndias,  e  si  algunos  de  los  bienes  que  ansi  le  tomastes  están  en  pié, 
los  vendáis  en  almoneda  publica  e  lo  procedido  dellos  lo  ynbieis  juntamente  con 
el  dicho  oro  e  plata,  lo  cual  ansí  haced  e  cumplid  so  pena  de  la  nuestra  merced  y 
de  diez  mil  ducados  de  oro  para  la  nuestra  Cámara  e  fisco. 

«Fecha  en  la  Villa  de  Valladolid  a  catorce  dias  del  mes  de  mayo  de  mili  e  qui- 
nientos y  cuarenta  y  dos  años.— yo  e/ rrey.— rrefrendada  de  Samano.— Señalada 
del  Doctor  Veltran  y  Obispo  de  Lugo  y  doctor  Vernal  y  licenciado  Gutiérrez  Ve- 
lazquez.» 


198  BADAJOZ 


Y  apuntaremos  aquí  una  coincidencia  que  se  da  entre  Her- 
nán Sánchez  de  Badajoz  y  sus  antecesores  Alfonso  de  Badajoz 
y  Garci-Méndez  de  Badajoz:  aquél  se  víó  procesado  y  confisca- 
dos sus  bienes ;  éstos  también  fueron  procesados  y  confiscados 
sus  bienes,  uno  y  otros  por  faltas  iguales. 


III 


El  célebre  arquitecto  Juan  de  Badajoz,  sigue  cronológica- 
mente á  los  personajes  anteriores. 

Pocas  noticias  tenemos  de  este  famosísimo  artista.  En  1520 
estaba  en  Sevilla  cautivando  la  atención  de  los  inteligentes  con 
sus  obras  de  escultura ;  pero  parece  que  después  se  dedicó  con 
predilección  á  la  arquitectura. 

En  1537  trazó  y  dirigió  la  obra  plateresca  del  claustro  bajo 
del  famoso  monasterio  de  San  Zoilo,  de  Carrión  de  los  Condes, 
y  después  concluyó  parte  de  la  fachada  principal  del  convento 
de  San  Marcos  de  León,  en  cuya  ciudad  residía,  dirigiendo  los 
trabajos  de  su  famosa  Catedral. 

Fué  llamado  á  Sevilla  para  consultarle  el  cierre  de  los  tres 
arcos  principales  de  aquella  Catedral,  y  se  negó  á  dirigir  los 
trabajos  de  la  recomposición  y  ensanche  de  la  de  Badajoz,  idea- 
dos  por  el  obispo  D.  Francisco  de  Navarra  y  Díaz,  porque  á 
juicio  del  artista  había  de  tirarse  todo  el  edificio  para  hacerlo 
nuevamente. 

La  Catedral  nueva  de  Salamanca,  trazada  por  Juan  Gil  y 
Hontañón,  fué  dirigida  por  Juan  de  Badajoz,  asociado  á  Fílipo, 
que  dirigía  la  obra  de  la  de  Sevilla,  á  Covarrubias  que  estaba 
encargado  de  la  de  Toledo,  y  á  Vallejo  que  terminaba  la  de 
Burgos. 

D.  J.  Agustín  Ceán  Bermúdez,  en  su  Diccionario  histórico 


BADAJOZ  199 


de  los  más  ilustres  profesores  de  las  Bellas  Artes  en  España^ 
dice  al  tomo  I,  hablando  de  Juan  de  Badajoz,  que  c  fué  escultor 
y  arquitecto.  Trazó  y  dirigió  el  año  de  1537  la  obra  plateresca 
del  claustro  bdjo  del  Monasterio  de  San  Zoilo  de  Carrión  de  los 
Condes,  lleno  de  infinitas  medallas,  adornos  y  relieves  de  buen 
gusto,  que  ejecutaron  Juan  de  Bobadilla  y  Pedro  Cicero,  como 
se  reñere  en  sus  artículos  (los  que  él  les  dedica  en  su  obra).  Era 
entonces  arquitecto  de  la  Santa  Iglesia  de  León,  y  concluyó 
parte  de  la  fachada  principal  del  convento  de  San  Marcos  en 
aquella  ciudad,  que  contiene  excelentes  medallas  en  el  zócalo 
sobre  que  descansa  el  primer  cuerpo,  y  en  las  pilastras  que  divi- 
den de  arriba  á  bajo  la  fachada,  con  caprichosos  grotescos,  todo 
lo  cual  está  trabajado  con  gusto  y  delicadeza.» 

Juan  de  Badajoz  hizo  el  célebre  Monasterio  de  San  Pedro 
de  Escalona.  Sobre  la  puerta  que  conduce  al  Claustro  hay  una 
lápida  que  lo  declara,  según  en  ella  se  lee,  que  es  lo  siguiente: 

Anno  domini  M.D.XLV.   die   Vero  IX 

Aprilis   Hanc  Aedem   didacus  lucius. 

Abbas  et  Johanne  Badajoz  Architecto 

Ab  ipsis  fundamentis  erexit. 

Badajoz  falleció  en  1 5  7  2  y  le  sucedió  en  la  dirección  de  sus 
trabajos  el  arquitecto  Ribero  y  su  aparejador  Rodrigo  Margóte. 


IV 


Joaquín  Romero  de  la  Cepeda  fué  un  eminente  poeta  nacido 
en  1540.  Fué  de  gran  resonancia  en  el  siglo  xvi  por  su  estilo 
culto,  su  dicción  castiza  y  la  influencia  que  prestara  con  sus  obras. 

Su  libro  Conserva  espiritual^  publicado  en  Medina  del  Cam- 
po el  aAo  de  1588,  es  curioso,  ya  que  no  importante  en  los 
tiempos  que  corren.  Va  dirigido  á  D.^  Francisca  de  Padilla, 


200  BADAJOZ 


M.  de  Auftón,  y  es  compuesto  de  una  especie  de  canciones  pre- 
cedidas de  elogios  por  Pedro  Carreto  y  Gregorio  Galindo. 

Pero  la  fama  de  Romero  de  la  Cepeda  le  nace  mayormente 
de  sus  trabajos  dramáticos,  pues  los  cuenta  suyos  de  gran  mé- 
rito, no  obstante  haberse  perdido  para  los  amantes  de  la  crítica. 
Sus  tiempos  también  le  favorecieron  mucho,  porque  la  poesía 
dramática,  al  entrar  el  siglo  xvi,  formaba  en  España  una  escuela 
respetable,  pues  baste  decir  que  entre  los  muchos  que  se  dedi- 
caron al  teatro  en  aquellos  tiempos,  podemos  citar  á  Luís  de 
Miranda,  Juan  Timoneda,  Luís  de  Avendafio,  Pedro  Suárez  de 
Robles,  Alonso  de  la  Vega  y  Juan  de  la  Cueva,  autor  de  Los 
siete  infantes  de  Lara  y  La  muerte  de  Virginia,  Éste  dividió  la 
comedia  en  tres  jornadas,  en  vez  de  cinco,  aunque  se  atribuye 
esta  novedad  á  Cervantes.  Contemporáneos  de  Cueva  fueron  Cris- 
tóbal Virues;  el  aragonés  Andrés  Rey  de  Artieda,  que  compuso 
Los  amantes  de  Teruel^  Los  encantos  d£  Merlin  y  otras  varias; 
Gaspar  de  Aguilar^y  Cervantes,  siendo  las  más  apreciadas  Los 
tratos  de  Argel,  La  Numancia  y  La  Confusa, 

Lope  no  elevó  el  teatro  á  la  perfección,  como  hubiera  podi- 
do hacerlo  si  no  se  hubiese  entregado  á  su  imaginación,  á  seme. 
janza  de  lo  que  hizo  también  Romero  de  la  Cepeda.  La  mejor 
obra  de  éste  es  El  salvaje,  que,  aunque  no  del  todo  original, 
porque  es  una  imitación  de  La  Celestina,  fué  muy  celebrada  por 
todos  los  poetas  de  los  tiempos  de  su  autor.  Pero  indudable- 
mente lo  que  más  nombre  dio  á  Romero  de  la  Cepeda  fué  su 
Conserva  espiritual^  obra  ya  muy  rara  y  que  apenas  si  se  en- 
cuentra en  las  bibliotecas  más  selectas.  En  esta  obra  está 
fielmente  representada  la  facultad  del  vate,  y  ya  se  deja  ver 
en  sus  versos,  un  tanto  dulces,  algo  de  la  filosofía  de  su  si- 

glo   (I). 


(i)    Empieza  asi: 

«Fuera  Venus  y  Cupido, 
que  aqui  no  tenéis  lugar; 
yo  desde  agora  os  despido, 


BADAJOZ  30I 


Pero  las  poesías  de  este  autor  tienen  rasgos  notables  que  ha- 
cen resaltar  las  dotes  del  vate  y  las  del  historiador,  que  ambas 


porque  no  queréis  entrar 
en  lugar  tan  recogido...» 

Luego  discurre  muy  acertadamente,  acerca  de  la  vanidad  y  los  engaños,  de 
esta  manera : 

«  La  humana  vida  del  hombre, 
con  mil  ansias  conservada, 
en  esta  triste  jornada 
tiene  por  propio  renombre 
ser  de  dolores  cercada. 

Que  del  cansado  tivir 
se  puede  muy  bien  decir 
cuanto  la  vida  durare, 
que  acierta  el  que  la  llamare 
no  vivir,  sino  morir. 

Y  aunque  el  tiempo  es  corto  y  breve 
de  esta  vida  trabajosa, 

es  tan  triste  y  tan  penosa, 
que  en  ella  se  gusta  y  bebe 
miel  amarga  y  dcsgustosa. 

Y  es  tan  continuo  el  tormento, 
que  si  se  halla  un  contento, 

se  tiene  por  cosa  cierta 
estar  tocando  á  la  puerta 
el  triste  arrepentimiento. 

Estos  deleites  mundanos, 
pasatiempos  y  alegrías, 
^qué  son,  sino  niñerías 
de  contentamientos  vanos 
que  se  acaban  con  los  días?^ 

Y  el  qtie  mucho  deseó 
un  placer,  si  lo  alcanzó 
queda  dello  arrepentido, 
ó  por  avello  perdido, 

ó  porque  al  fin  lo  perdió. 
Pensamientos  y  deseos 
fundados  sobre  la  arena, 
¿qué  son,  sino  lloro  y  pena 
atraídos  por  rodeos    ' 
con  que  el  alma  se  condena? 

Y  ^qué  son  las  presunciones 
de  tan  locas  hinchazones 

de  este  mandar  y  valer, 
pues  al  cabo  se  ha  de  ver 

que  quedan  por  los  rincones  ?» 

36 


202  BADAJOZ 

reunía  el  poeta  badajoceAo,  como  lo  demuestra  muy  sobrada- 
mente en  su  otro  libro  La  antigua^  memorable  y  sangrienta  des- 
tructibn  de  Troya^  sacada  de  varios  autores^  repartida  en  diez 
narraciones  (Toledo,  1583). 

Se  divide  esta  obra,  tan  renombrada  por  los  eruditos,  en  diez 
novelas  en  prosa,  veinte  romances  y  un  resumen  histórico  de  lo 
acaecido  á  los  diferentes  personajes  después  del  sitio. 

Otras  obras  tiene  impresas  en  Sevilla,  en  1582,  y  que  aun 
de  menos  importancia  que  las  anteriores,  no  tienen  tan  poca  que 
no  merezcan  recomendarse  al  erudito  y  al  bibliófilo. 


Y  más  adelante  critica  el  poeta  la  costumbre  que'  había  de  prodigar  el  tra- 
tamiento de  ilusirisimo  á  todas  las  personas  de  mediana  posición,  con  estos 
versos : 

ttYa  no  se  puede  escribir 
magnifico,  noble,  honrado, 
es  cosa  para  reir 

que  en  cualquiera  suerte  ó  estado 
ilustre  habéis  de  decir. 

Ilustre  es  el  caballera, 
ilustre  la  monja  ó  fraile, 
ilustre  el  acemilero, 
ilustre  el  sastre  y  pelaire, 
ilustre  un  vil  zapatero. 

Ilustre  es  un  ganapán, 
ilustre  el  pobre  y  el  rico, 
ilustre  es  un  sacristán, 
ilustre  es  un  pasto rcico, 
ilustre  el  cura  y  deán...» 

Tiene  la  Conserva  espiritual  sentencias  lindísimas.  Por  las  siguientes,  que  co- 
gemos al  azar,  podrá  juzgar  el  lector  de  todas  ellas : 

«...Y  duermas  tan  á  contento 
en  tus  pensamientos  vanos, 
que  no  tengas  pensamiento, 
que  la  vida  es  como  viento 
que  se  va  de  entre  las  manos. 

Con  mala  levadura 
corrompe  la  masa  tierna, 
ansí  la  mala  escritura, 
si  buen  seso  no  gobierna, 
corrompe  flaca  natura.» 


BADAJOZ 


203 


Rodrigo  Dosma  y  Delgado  es  el  célebre  cronista  que  cierra 
el  número  de  los  hijos  ilustres  de  Badajoz  en  la  época  á  que  nos 
venimos  refiriendo.  Había  nacido  el  20  de  Julio  de  1533,  de  una 
ilustre  familia  oriunda  de  Cáceres,  y  que  desde  principios  del 
siglo  XVI  tenía  legítima  representación  en  la  antigua  capital  de 
Extremadura,  pues  en  1523  eran  canónigos  de  la  catedral  de  Ba- 
dajoz D.  Alvar  Pérez,  Pedro  Dosma,  Luís  Delgado  y  Luís  Dos- 
ma, próximos  deudos  de  nuestro  teólogo  y  cronista. 

Fué  su  padre  D.  Luís  Delgado,  canónigo  ya  citado,  y  su 
madre  Francisca  Rodríguez  Pacheco,  como  el  mismo  Dosma  y 
Delgado  dice  en  su  testamento,  que  manuscrito  se  conserva  en 
el  Seminario  Conciliar  de  San  Athón  de  Badajoz  (i). 


(i)    En  él  se  dice :  « y  en  la  dicha  yglesia  do  quiero  que  se  entierre  perso- 

»na  alguna  sino  mis  parientes  y  criados  y  allí  se  traslade  el  cuerpo  de  mi  madre 
i»francisca  rrodriguez  pacheco  y  su  padre  pedro  sanchez  pacheeo  de  la  sepultura 
»mia  que  está  en  entrando  (en  la  Catedral)  en  el  claustro  del  Bautista  en  que  des- 
•pues  nadie  se  entierre ;  y  escríbase  en  la  piedra  no  se  abra  más,  y  trasládese 
«también  los  güesos  de  mi  agüela  theresa  rrodriguez,  madre  de  mi  madre,  muger 
»de  Pedro  sanchez  pacheco,  que  por  mi  ausencia  se  enterró  ante  el  altar  del  bau- 
»tista,  en  el  claustro  entre  las  sepulturas  de  mi  padre  luis  delgado  y  la  descobar ; 
»y  en  mi  sepulcro  otro  que  ninguno  xamás  se  meta.»  ^ 

Aún  puede  leerse  en  el  sepulcro  del  canónigo  Luis  Delgado  su  inscripción,  que 
dice  así : 


z 

DOMI          ME 

aquí  YAZE  LU 

0 
0 

IS  DELGADO 
( Escudo  de  lot  Dosmas  y  DeIg«dof . ) 

0 

:= 

CANÓNIGO 

DE  ESTA  SAN 

C/3 

H 

0 

0. 

TA  IGKEZIA 

> 

204  BADAJOZ 

Por  estos  antecedentes  de  los  padres  de  Dosma  y  Delgado, 
se  viene  á  conocimiento  de  que  sus  verdaderos  apellidos  eran 
los  de  Delgado  y  Rodríguez^  y  no  Dosma  y  Delgado^  como  se 
llamó  hasta  el  año  de  1 594,  ni  Dosma  Pacheco^  que  adoptó  desde 
esta  fecha,  y  con  cuyos  apellidos  firmó  su  testamento  en  1599. 

Suponemos  que  no  se  llamó  Delgado  y  Rodríguez  por  no 
denunciar  en  sus  primeros  aAos  el  origen  ilegal  de  su  nacimien- 
to, y  con  más  motivo,  cuanto  que  su  padre  vivía  desempeñando 
una  canongía  en  la  catedral  de  Badajoz;  miramiento  que  no  en- 
contramos del  todo  justificado,  cuando  á  la  sazón  del  nacimiento 
de  Dosma  y  Delgado  era  común  en  los  curas  vivir  en  amance- 
bamiento con  una  ó  más  mujeres,  pues  desde  mediados  del  si- 
glo XIV  se  legisló  sobre  este  punto,  para  dar  legitimidad  al  fruto 
de  estas  uniones  ilegítimas,  y  hasta  se  dispuso  que  vistiesen  las 
barraganas  de  los  clérigos  de  trajes  distintos  que  las  demás  mu- 
jeres honradas  (i). 

Y  dados  estos  rebajamientos  en  el  alto  y  bajo  clero  de 
aquellos  tiempos,  no  comprendemos  cómo  Dosma  y  Delgado  no 
se  llamó  desde  un  principio  Delgado  y  Rodríguez,  como  era  lo 
natural,  dados  los  apellidos  de  sus  padres.  Pero  esto  es  cuestión 
secundaria  para  la  vida  literaria  y  religiosa  del  cronista  extre- 
meño, que  estudió  sus  primeros  años  en  Badajoz,  con  un  su  tío 
Alvar  Pérez,  clérigo  y  después  canónigo,  y  quien  parece  que 
contribuyó  no  poco  para  costearle  sus  estudios  mayores  en  la 
Universidad  de  Salamanca,  la  Atenas  española  en  aquellos 
tiempos,  y  en  cuya  ciudad  terminó  Dosma  y  Delgado  la  teolo- 
gía, las  leyes  y  los  estudios  lingüísticos,  aprendiendo  el  hebreo, 
el  griego,  el  sirio,  el  caldeo  y  el  latín  á  la  mayor  perfección,  y 
siendo  más  tarde,  en  1566,  catedrático  de  teología  en  dicho 
centro  superior  de  enseñanza. 


(i)  Véase  el  ordenamiento  del  rey  D.  Pedro  I,  fechado  en  Valladolid,  en  1351, 
relativo  al  traje  que  debían  usar  las  mancebas  de  los  clérigos ;  y  el  fuero  de  D.  Al- 
fonso X  de  León,  á  favor  de  los  clérigos  de  Salamanca,  para  que  pudieran  dejar 
herederos  de  sus  bienes  á  los  hijos  que  hubiesen  en  barraganía. 


BADAJOZ  205 


Con  los  genios  que  brillaron  en  pleno  siglo  xvi,  se  vio  al 
teólogo  y  cronista  Dosma  y  Delgado,  figurando  su  nombre  en- 
tre los  escritores  m^s  distinguidos  de  la  época  así  nacionales 
como  extranjeros;  pues  Dosma  y  Delgado  completó  sus  estu- 
dios en  universidades  extranjeras,  y  en  Alemania  y  Holanda  re- 
sidió algún  tiempo,  aprendiendo  la  lengua  semítica,  á  lo  que 
debió  el  ser  buscado  por  Arias  Montano  para  que  le  ayudara  á 
componer  la  Biblia  Poliglota^  según  afírma  el  historiador  por- 
tugués Gonzalo  Xavier  Alcagova.  Con  predilección  Dosma  y 
Delgado  escribió  de  ciencias  eclesiásticas  y  de  historia,  teniendo 
la  desgracia  de  no  ver  la  mayoría  de  sus  obras  impresas.  Sola- 
mente publicó  tres:  El  Tratado  del  sacramento^  los  Diálogos  y 
sus  Discursos  (i). 

Sostienen  algunos  que  las  tres  obras  se  publicaron  en  un 
solo  volumen,  con  portada  propia  y  foliación  distinta,  opinión 
que  está  justificada  hasta  cierto  punto  con  el  ejemplar  de  Tra- 
tado del  sacramento  que  se  guarda  en  la  Biblioteca  Nacional  de 
Lisboa,  donde  puede  leerse  al  reverso  de  la  portada  una  nota 
impresa  que  dice  así:  En  este  volumen  se  contienen  las  obras  si- 
guientes: 

I.®     Del sacranunto^  tres  libros. 

2.®     De  las  cosas  morales^  doce  diálogos. 

3.®     Discursos  patrios  de  la  ciudad  de  Badajoz, 

En  el  privilegio  para  la  publicación  de  todas  sus  obras,  dado 
el  29  de  Mayo  de  1584,  por  Felipe  II,  en  San  Lorenzo  del  Es- 
corial, se  citan  todas  las  que  tenía  de  antiguo  preparadas  Dos- 
ma y  Delgado  para  publicar,  y  sobre  las  cuales  pidió  licencias. 
Comprenden  todas  ellas  veinte  (2). 


( 1 )  I .«     Traíalo  del  sacramento  de  la  Penitencia  y  calidades  del  confesor  y  pe- 
nilente,  y  otros  discursos  (Madrid,  i6oi). 

3.*  Diálogos  morales  (Madrid,  1601). 

3.*  Discursos  patrios  de  la  real  ciudad  de  Badajoz  (Madrid,  1 60 1). 

(2)  Las  escritas  en  latín : 

I.*  Comentaria  in  sancta  cuator  evangelia, 

2.*  De  authoritaloe  sacrce  scripturee. 


206  BADAJOZ 


D.  Vicente  Barrantes  y  Moreno  le  atribuye  varios  papeles 
que  están  en  la  B.  N.  (Q.  87,  fojas  135  y  136)  y  á  que  les  da 
el  nombre  de  libro  titulado:  Noticias  de  Pedro  de  Valencia.  La 
única  prueba  que  alega  para  tan  débil  afirmación  es  la  de  ha- 
llarse en  dichos  papeles  el  sobre  de  una  carta  dirigida  Al  señor 
Rodrigo  Dosma  y  Delgado^  canónigo  de  Badajoz^  mi  señor. 

No  creemos  que  á  estos  papeles  puedan  dárseles  el  nombre 
de  Noticias  de  Pedro  de  Valencia^  ni  mucho  menos  atribuírseles 
á  Dosma  y  Delgado. 

No  sabemos  cuándo  escribiera  éste  sus  obras,  ni  siquiera  sí 
las  compuso  en  EspaAa  ó  el  extranjero,  porque  la  vida  del  cro- 
nista extremeño,  llamado  por  antonomasia  Cronista  de  Felipe  11^ 
es  un  tanto  oscura  en  todo  lo  que  se  refiere  á  sus  primeros 
aAos;  pero  es  lo  probable  que  en  el  aAo  de  1578  terminara  sus 
viajes  por  el  extranjero,  porque  al  siguiente  era  ya  canónigo  de 
la  catedral  de  Badajoz,  donde  figuró  muchos  afíos,  como  la  me- 
jor lumbrera  de  aquel  obispado,  tanto  por  el  nombre  que  le 
dieran  sus  obras,  cuanto  por  la  parte  que  tomara  en  los  sínodos 
diocesanos  celebrados  en  sus  tiempos. 


3.*  De  theologia  nativa,  cum  consider alione  entis  et  qualitale  propositionum, 

4.*  Espositio  in  psalmos  et  cántica, 

$ .'  De  comuni  mathemaiica. 

6.*  De  arithmetica, 

7.»  De  perspectiva. 

8.»  De  spheris. 

9.*  De  computo  eclesiástico, 

10  De  ponderihus  et  potentiis, 

11  De  monetis  et  mensures, 

I  2  De  geometria  cum  paregis  et  conicis :  annotationes  in  euclidem  archimedem 
et  alios. 

Las  escritas  en  romance  ó  castellano  son : 

I  .■  De  la  confesión, 

i/  Diálogos  morales, 

3.*  De  cosas  de  devoción  {en  Ytrso). 

4/  De  gramática  castellana. 

5  .•  De  arte  poética, 

6.*  De  música, 

7.*  De  rethórica. 

B.'^  De  la  antigüedad  y  sucesos  de  Badajoz. 


BADAJOZ  207 


Falleció  Dosma  y  Delgado  el  9  de  Agosto  de  1599,  durante 
la  epidemia  sufrida  en  Badajoz,  otorgando  testamento  que  se 
abrió  el  mismo  día,  por  mandato  de  Francisco  González  y  ante 
el  Corregidor  Antonio  Dávalos,  documento  que  se  guarda,  conio 
hemos  dicho  ya,  en  el  Seminario  de  San  Athón,  y  por  el  cual 
sabemos  noticias  curiosísimas  y  que  vienen  á  ilustrar  la  vida  del 
cronista  extremeño,  pues  que  redactado  por  él,  escrito  de  su 
mano,  trae  minuciosidades  y  detalles  que  retratan  al  erudito  y 
hombre  de  letras,  apegado  á  las  antigüedades  como  todo  buen 
cronista  del  siglo  xvi. 

En  la  reimpresión  que  se  hizo  en  Badajoz,  el  año  de  1870, 
de  los  Discursos  patrios  por  la  Comisión  de  Monumentos,  se 
inserta  este  testamento  que  reproducimos  nosotros  también  en 
el  Diccionario  de  extremeños  célebres  (V.  el  1. 1,  pág.  223  á  227). 


CAPITULO  Vil 


1.a    Jndependencia    de    Portugal. 

Los  fu«rtm  de  San  Crlstilbal  y  de  Pardaleras. — El  hospital  de  San  Sebastián, 

el  Seminarlo  de  San  Athón  y  otras  obras  Importantes. 

Nueva  guerra  con  Portugal  y  venida  de  los  Reyes  á  Badajoz 


SUDAMOS  en  este  capítulo  los  sucesos 
la  guerra  con  Portugal,  ¡nterrumpi- 
5  para  narrar  acontecimientos  íntimos 
la  ciudad  de  Badajoz. 
Las  cortes  de  Tomar,  convocadas 
r  Felipe  II,  desde  Badajoz,  para  el 
'  de  Abril  de  1 58 1 ,  afirmaron  la  lega- 
ad  de  la  invasión  española  en  el  ve- 
cino reino,  y  Felipe  II  se  creyó  desde 
aquel  momento  que  había  afirmado  para  siempre  en  la  cabeza 
de  sus  sucesores  la  corona  de  la  monarquía  española,  que  re* 
presentaba  la  de  toda  la  gran  Península  Ibérica. 

Su  política  fué  estrecha  y  miserable,  lo  mismo  en  el  exte- 
rior que  en  el  interior  del  reino,  llevándonos  por  derroteros  inse- 
guros, sufriendo  descalabros  nuestros  soldados  en  mar  y  tierra 


210  BADAJOZ 


y  dejándonos  á  su  muerte  multitud  de  conflictos  por  resolver. 
Felipe  III  no  respondió  á  las  esperanzas  que  tenía  el  país  en  su 
nombre  y  su  reinado  pasó  por  una  serie  de  calamidades  precur- 
soras á  las  que  inició,  desde  un  principio,  su  sucesor  Carlos  II. 
Si  la  unión  de  Portugal  y  España  fué  en  principio  una  obra  me- 
ritoria por  parte  de  Felipe  II,  parece  que  Felipe  III  y  Carlos  11 
se  habían  concitado,  por  su  torpe  administración  y  tiránicos 
actos,  en  justificar  la  rebelión  de  Pinto  Riveiro,  en  Lisboa,  el 
i.^  de  Diciembre  de  1640,  proclamando  la  independencia  del 
antiguo  reino  portugués,  conspiración  urdida  en  el  antiguo  pala- 
cio de  Almada,  de  donde  salieron  los  rebeldes  á  los  gritos  de 
¡libertad!  y  ¡viva  D.  Juan  IV!  arrollaron  la  guardia  de  palacio, 
dando  de  puñaladas  al  ministro  Vasconcelos,  al  Teniente  Corre- 
gidor de  Lisboa  y  á  otros  personajes.  La  virreina  D.*  Margarita 
fué  presa  y  obligada  á  dar  orden  para  entregar  la  ciudadela. — 
Todos  los  fuertes,  en  suma,  abrieron  sus  puertas  á  la  armada 
muchedumbre,  y  D.  Juan  fué  proclamado  en  todo  el  reino  y  sus 
dominios,  volviendo  éste  á  su  antigua  independencia. 

Este  suceso  había  de  venir  á  refluir  en  Badajoz  con  graves 
resultados,  porque  siendo  el  comienzo  de  la  llamada  Guerra 
Peninsular,  sostenida  más  de  siglo  y  medio  en  la  frontera  de  am- 
bos reinos,  á  Badajoz  tocó,  como  plaza  considerada  inexpugna- 
ble y  decisiva,  jugar  el  principal  papel  en  tan  larga  contienda. 


II 


La  guerra  extranjera  y  la  de  Cataluña  absorbían  por  enton- 
ces la  atención  de  Felipe  IV,  y  en  tanto  comenzaban  las  incur- 
siones de  los  portugueses  molestando  á  los  pueblos  de  la 
frontera. 

La  primera  acometida  del  ejército  portugués  fué  á  Badajoz, 


BADAJOZ  211 


por  la  parte  que  da  frente  al  Guadiana,  pues  las  tropas  por- 
tuguesas no  quisieron,  por  entonces,  ó  no  pudieron  pasar  el  río. 

Se  habían  terminado  ya  las  fortificaciones  por  este  lado  de 
la  plaza  y  estaban  próximas  á  cerrarse  por  todas  partes,  pues 
sólo  faltaban  los  baluartes  de  la  puerta  de  Trinidad,  que  por  fin 
quedaron  terminados  en  1680. 

En  el  año  1641  se  reunieron  los  ejércitos  de  Badajoz  y  El- 
vas,  comenzándose  las  operaciones  que  duraron  más  de  cuarenta 
afios.  El  ejército  portugués  devastó  nuestros  campos,  como  el 
espaftol  los  de  Portugal. 

Por  órdenes  del  gobierno  se  aceleraron  las  obras  de  fortifi- 
cación en  Badajoz,  y  en  primer  término  las  del  fuerte  de  San 
Cristóbal  y  las  de  defensa  del  Puente  de  las  Palmas.  Falta  de 
guarnición  la  Plaza,  frente  á  ella  la  de  Elvas,  donde  se  organi- 
zaba un  ejército  completo,  se  formó  entonces  la  célebre  Milicia 
Urbana,  reuniéndose  dos  batallones  de  más  de  1,200  hombres, 
que  con  los  4,600  que  había  en  la  Plaza,  formaban  ya  un  buen 
contingente. 

El  fuerte  de  San  Cristóbal,  construido  sobre  el  cerro  de 
Orinace,  y  con  los  restos  del  palacio  que  en  él  tenían  los  condes 
ó  duques  de  este  nombre,  era  uno  de  los  puntos  más  inexpug- 
nables de  Badajoz,  por  su  elevación  de  60  metros  sobre  el  nivel 
del  Guadiana,  y  su  situación,  coronando  una  roca  caliza  de  difí* 
cil  acceso.  Esta  fortaleza  la  guarnecía  la  Milicia  Urbana. 

El  ejército  portugués  dirigió  desde  un  principio  las  opera- 
ciones sobre  Badajoz,  y  emprendieron  sus  trabajos  con  gran 
tenacidad.  Libraron  batalla  como  la  del  Montijo,  é  intentaron 
sitios  y  asaltos  como  el  de  Badajoz,  donde  la  Milicia  Urbana  lo* 
gró  un  nombre  imperecedero. 

Especialmente  en  la  defensa  del  fuerte  de  San  Cristóbal  y 
reductos  de  la  cabeza  del  puente,  los  urbanos  rayaron  en  la  he- 
roicidad, inspirando  los  hechos  de  aquellos  combates  romances 
y  obras  dramáticas  que  el  furor  patriótico  hacía  representar  para 
excitar  los  ánimos. 


212  BADAJOZ 


Simultáneamente  españoles  y  portugueses  triunfaban  un  día 
para  ser  vencidos  otro ;  ganaban  un  pueblo  para  perderlo  des- 
pués; incendiaban  una  villa  del  lado  acá  de  la  frontera  mientras 
del  lado  allá  ardía  otra. 

Los  horrores  de  la  guerra  se  apuraban  á  cada  momento  y 
se  apelaba  á  todos  los  recursos  para  vencer. 

En  1658  ya  tomó  más  proporciones  la  pelea. 

El  marqués  de  San  Germán  había  ganado  en  el  año  anterior 
á  OHvenza. 

El  conde  de  San  Lorenzo  intentó  inútilmente  recuperarla,  y 
visto  que  sus  tropas  se  diezmaban  sin  conseguir  su  ñn,  se  vino 
sobre  Badajoz,  concentrándose  en  sus  inmediaciones  un  grueso 
ejército  portugués,  que  pasaron  el  Guadiana,  y  por  consiguiente 
dispuestos  á  un  formal  sitio. 

Defendía  la  plaza  el  marqués  de  Lanzarote,  y  el  bloqueo  se 
inició  primeramente  sin  gran  resultado,  pero  después  con  éxito^ 
pues  casi  puede  decir  que  existía  el  sitio,  y  en  aquella  época  se 
repetía  como  aforismo:  c Plaza  sitiada,  plaza  ganada.» 

El  general  portugués  Vasconcelos,  tomó  las  baterías  de  los 
Mártires  y  del  cerro  de  San  Miguel. 

La  acción,  pues,  se  venía  á  ejercer  sobre  el  débil  fuerte  de 
Pardaleras,  cuyas  obras  se  habían  terminado  poco  antes. 

La  esperanza  de  los  españoles  estaba  puesta  en  aquellos 
muros,  al  parecer  insignificantes,  y  que  decidieron,  no  obstante 
y  por  aquellos  tiempos,  la  victoria. 

Un  cronista  de  aquellos  sucesos,  cuenta  lo  acaecido  enton- 
ces á  nuestras  tropas  en  los  términos  siguientes: 

€ Estaba  en  Badajoz  el  regimiento  de  infantería  titulado: 

Tercio  viejo  de  Sevilla,  Empezó  el  tercio  de  la  Armada  su  exis- 
tencia belicosa  en  el  sitio  de  Badajoz.  Cuando  el  tercio  entró  en 
el  recinto  de  la  plaza,  constaba  de  quinientos  cincuenta  hom- 
bres, y  se  hallaba  bajo  las  inmediatas  órdenes  de  su  primer 
Maestre  de  Campo,  Marqués  de  Lanzarote  (35  de  Junio);  en  el 
asalto  que  dieron  los  sitiadores  hizo  este  cuerpo  prodigios  de 


BADAJOZ  213 


denuedo;  el  Maestre  de  Campo  Lanzarote  y  el  Sargento  Mayor 
Segura,  émulos  en  valor  y  en  hidalgos  sentimientos,  prodigaron 
sus  personas  en  los  mayores  peligros;  el  Marqués  pereció  con 
la  muerte  de  los  héroes  y  Segura  recibió  una  herida  gloriosa. 
El  éxito  fué  proporcionado  á  tan  nobles  sacrificios,  porque  el 
enemigo  tuvo  que  abandonar  el  camino  cubierto  y  una  media 
luna  de  que  se  apoderara  al  principio  de  la  acción. 

«Inflamado  el  enemigo  por  este  suceso,  y  pasando  de  la  de- 
fensiva á  la  ofensiva,  el  tercio  de  la  Armada  verifica  una  salida 
impetuosa  (día  24)  cuyo  resultado  fué  arrojar  á  los  sitiadores 
de  su  recinto  con  su  línea  de  circunvalación.  No  desistieron,  sin 
embargo,  los  sitiadores,  antes  redoblando  sus  fuerzas,  atacaron 
con  mayor  energía  el  fuerte  de  San  Miguel  (24  de  Setiembre). 
Una  columna,  cuyo  nervio  principal  formaba  el  tercio  de  la  Ar- 
mada, sale  de  la  plaza,  se  dirige  al  fuerte  acometido,  y  en  me- 
dio de  las  sombras  de  la  noche  trabaja  con  creciente  anhelo  en 
mejorar  las  obras  de  fortificación.  Empero,  los  portugueses,  co- 
nociendo el  valor  del  tiempo  y  á  fin  de  impedir  los  trabajos  de 
defensa,  dan  un  furioso  asalto  con  la  flor  de  sus  tropas,  al  mis- 
mo fuerte  de  San  Miguel;  toda  la  guarnición  de  la  plaza  acude 
velozmente  al  encuentro  del  enemigo,  pero  éste  consigue  arro- 
llar nuestra  izquierda  y  se  adelanta  con  aire  de  triunfo  hasta  el 
pie  de  la  brecha  que  su  artillería  había  abierto  en  el  frente.  Mas 
aquí  estaban  los  valientes  soldados  de  la  Armada,  cuyos  pechos 
y  brazos  ofrecían  un  muro  mucho  más  difícil  de  expugnar  que 
el  que  había  caído  al  impulso  de  los  proyectiles  contrarios;  tres 
veces  se  renovó  el  ataque  (día  27)  y  otras  tantas  fueron  repeli- 
dos los  agresores,  los  cuales  se  retiraron  extramuros,  por  la 
fatiga,  diezmados  por  las  balas,  quebrantado  el  ánimo  y  muy 
disminuida  su  fuerza  material.  No  obstante,  como  el  fuerte  ha- 
bía sufrido  gran  deterioro,  el  gobernador  dispuso  que  se  eva- 
cuase, replegándose  la  Armada  al  interior  de  la  plaza. 

«Guiado  por  su  nuevo  Maestre  de  Campo  D.  Antonio  Pa- 
nlagua, se  decidió  el  tercio  con  mucho  ardor  á  fortificar  el  cerro 


214  Badajoz 


(fuerte)  de  Pardaleras,  Fueron  sus  tareas  y  afanes  fecundos  en 
resultados  decisivos,  porque  los  portugueses,  convencidos  al  fin 
de  la  inutilidad  de  sus  tentativas,  levantaron  el  campo  y  se  reti- 
raron al  lado  opuesto  de  la  frontera  (13  de  Octubre). 

•  Allí  fueron  á  buscarles  los  españoles  y  les  siguieron  hasta 
Yelves ;  pero  los  laureles  obtenidos  en  la  defensa  de  Badajoz  se 
marchitaron  en  el  asedio  de  la  plaza  portuguesa.  Constituía  el 
tercio  de  la  Armada  parte  de  la  línea  española,  y  ya  la  plaza, 
atormentada  por  la  miseria  y  afligida  por  la  enfermedad  epidé- 
mica, se  hallaba  al  punto  de  sucumbir,  cuando  se  presentó  en 
su  auxilio  el  ejército  portugués.  Libróse  la  batalla,  y  habiendo 
caído  gran  golpe  de  enemigos  sobre  nuestra  derecha,  donde  se 
hallaba  el  tercio  de  D.  Nicolás  de  Córdoba,  recibió  el  de  la 
Armada  órdenes  apremiantes  para  socorrerle. 

•  Balanceaba  el  éxito  del  combate,  cuando  nuestra  caballe- 
ría retrocedió  súbitamente,  dejando  descubiertos  los  flancos  del 
ejército  español:  en  vano  el  ejército  de  la  Armada  procuró 
sostenerse  al  apoyo  de  las  trincheras,  porque  al  fin  en  pos  de 
sangrienta  pugna,  tuvo  que  ceder  al  torrente  arrollador  de  los 
enemigos,  emprendiendo  su  retirada  vía  de  Badajoz. 

•  Empero  reputando  imposible  resistir  en  campo  abierto  á 
los  escuadrones  portugueses,  el  Maestre  de  Campo  Paniagua 
se  refugió  con  los  suyos  en  un  fuerte  (de  Pardaleras)  donde  hizo 
una  obstinada  defensa,  hasta  que  hallándose  herido  él  mismo, 
agotadas  las  municiones  y  debilitada  á  lo  sumo  la  tropa  por  el 
hambre,  la  sed  y  la  fatiga,  tuvo  que  rendirse  á  los  sitiadores 
que  se  habían  presentado  en  aquel  punto  en  número  muy  con- 
siderable  •  (15  de  Enero). 

Así  terminó  esa  epopeya  de  la  guerra  Peninsular,  tomando 
el  fuerte  de  Pardaleras,  el  15  de  Enero  de  1658,  las  tropas  por- 
tuguesas. 

Tres  veces  intentaron  asaltarlo.  Paniagua  los  rechazó  con 
energía.  Contaba  con  unos  100  artilleros  y  unos  600  infantes. 
El  enemigo  presentaba  más  de  seis  mil  hombres. 


BADAJOZ  215 


Sitiado  el  fuerte,  incomunicado  por  otra  parte  con  la  plaza, 
sin  recursos  por  más  de  tres  días,  falta  la  guarnición  de  muni- 
ciones y  de  alimentos,  Paniagua  intenta  romper  por  el  camino 
cubierto  hasta  el  baluarte  de  la  plaza. 

Esta  intentona  era  inútil. 

Estaba  cortado  el  camino,  ocupadas  las  avanzadas  y  los  si- 
tios estratégicos. 

Las  tropas  de  Paniagua  habíanse  reducido  á  300  plazas. 

Con  el  alma  dolorida,  con  el  cuerpo  fajado,  por  las  heridas 
de  las  balas  enemigas,  pidió  capitulación,  y  el  fuerte  de  Parda- 
leras  íué  tomado  por  los  portugueses,  que  encontraron  los  fosos 
llenos  de  cadáveres  y  el  cuartel  de  la  fortificación  repleto  de 
moribundos. 

Dueños  por  entonces  los  portugueses  de  las  fortificaciones 
exteriores  de  Badajoz,  por  aquel  lado  de  la  plaza,  se  disponían 
á  estrechar  el  sitio,  cuando  las  tropas  del  privado  de  Felipe  IV, 
D.  Luís  de  Haro,  compuestas  de  unos  8,600  infantes,  que  ve- 
nían á  reforzar  á  las  de  Paniagua,  las  hicieron  abandonar  todo 
lo  que  habían  ganado  y  retroceder  precipitadamente  hasta  Elvas. 

Unos  1,300  valientes  soldados  murieron  en  la  defensa  de 
Pardaleras,  con  más  sesenta  oficiales,  aparte  de  400  heridos  que 
había  el  día  de  la  rendición. 

Así  escribió  su  primera  página  en  la  historia,  aquel  modes- 
to fuerte  que  apenas  si  puede  levantar  sus  muros  por  fuera 
de  los  glacis  exteriores  que  le  rodean. 

Salió  después  de  Badajoz  D.  Luís  de  Haro  á  poner  sitio 
formal  á  la  plaza  de  Elvas,  que  se  defendió  bizarramente 
hasta  la  llegada  de  sus  fuerzas  que,  aunque  con  grandes  pér- 
didas, destrozaron  nuestro  ejército;  D.  Luís  que  había  mirado 
el  combate  desde  un  fuerte,  huyó  á  Badajoz  abandonando  hasta 
los  papeles  del  Ministerio,  y  dejando  en  el  campo  más  de  4,000 
hombres,  artillería,  tiendas  y  bagajes.  Allí  pereció  el  general 
portugués  Andrés  de  Alburquerque,  y  fué  herido  gravemente 
de  un  balazo  nuestro  duque  de  San  Germán. 


2l6  BADAJOZ 


Organizóse  de  nuevo  nuestro  ejército  en  Badajoz,  al  mando 
de  D.  Juan  de  Austria,  emprendiendo  las  operaciones  en  ñnes 
de  Noviembre  de  1 66 1 .  En  Diciembre  quitó  á  los  portugueses 
el  castillo  de  Alconchel,  siguiendo  por  la  frontera  vencedor  unas 
veces  y  vencido  otras,  hasta  1665  en  que  los  reveses  obligaron 
á  D.  Felipe  IV  á  hacer  un  esfuerzo  para  recobrar  la  superiori- 
dad. 

£1  marqués  de  Caracena  se  puso  al  frente  de  mayores  fuer- 
zas, que  fueron  derrotadas  el  1 7  de  Junio  en  el  sitio  de  Villavi- 
ciosa,  acabando  de  consumar  la  ruina  de  nuestros  batallones. 
Esto  parece  que  produjo  una  enfermedad  á  D.  Felipe,  de  la  que 
falleció  el  1 7  de  Setiembre,  á  los  60  años  de  edad. 

En  el  estado  en  que  estaba  el  reino,  no  pudo  estorbar  su 
hijo  D.  Carlos  II,  que  fuesen  quemadas  y  saqueadas  las  fronte- 
ras, hasta  1668  en  que,  después  de  muchas  dificultades,  se  trató 
la  paz  reconociendo  la  independencia  de  Portugal,  y  devolvién- 
dose los  contendientes  las  plazas  recíprocamente  tomadas,  ex- 
cepto la  de  Ceuta  que  quedó  en  nuestro  poder  (i). 


III 


Se  fundaron  á  la  sazón  en  Badajoz  dos  establecimientos  no- 
tables, benéfico  uno,  de  enseñanza  el  otro,  existentes  ambos 
para  gloria  de  sus  fundadores. 


(i)  Las  guerras  de  expulsión  primero  y  después  estas  de  sucesión,  destruye- 
ron todas  las  aldeas  de  Badajoz,  que  ya  en  su  mayoría  estaban  despobladas,  como 
por  ejemplo  los  lugares  siguientes:  Azagala,  Aldea  de  los  Caballeros,  Aldea  del 
Conde,  Albalá,  Benavente,  Bercial,  Baldcsola,  Bótóba,  Caspio,  Cubillo,  Ciruelo, 
Cogolla,  Casasola,  Cantillana.  Cuellos,  Cubillana,  Cañaveral,  Coto,  Corchuela, 
Caya,  Febrero,  Fresno,  Guadajiras,  Granadilla,  Hinojales,  La  Matanza,  La  Granja, 
Los  Arcos,  Malpartida,  Merinillas,  Mañocas,  Manzanete,  Pesquero,  Hubio,  Rebclla- 
do,  Recio,  Santa  Engracia,  Telena,  Valdesevilla,  Zarazo,  Zamoreja  y  la  Albufera, 
que  después  fué  poblada  con  el  nombre  de  Albuera,  y  en  cuyo  lugar  existia  en 
tiempo  de  los  Romanos  otro  pueblo  denominado  Lamtuna. 


BADAJOZ  217 


En  1650  D.  Sebastián  Montero  de  Espinosa,  uno  de  los 
más  ricos  vecinos  de  Badajoz,  y  de  los  más  filántropos  también^ 
estableció  con  su  mayorazgo  el  Hospital  de  San  Sebastián,  para 
asistir  á  los  pobres  de  enfermedades  curables,  señalando  una 
crecida  renta  para  su  beneficio.  Y  el  Arcediano  de  la  catedral, 
D.  Juan  Vázquez  Morcillo,  fundó  una  obra  pía  que  agregó  tam- 
bién al  dicho  Hospital,  con  el  fin  de  curar  á  las  mujeres,  seña- 
lándole unas  grandes  rentas.  Gracias  á  ellas  pudo  estar  hasta 
la  desamortización  dicho  establecimiento  en  un  estado  flore- 
ciente. 

El  obispo  D.  Fr.  Jerónimo  Rodríguez  de  Valderas,  mercena- 
rio, natural  de  Ciudad  Rodrigo,  que  tomó  posesión  del  Obispa- 
do en  9  de  Setiembre  de  1662,  fundó  en  1664  el  Seminario  Con- 
ciliar de  San  Athón,  fundación  que  había  recomendado  el  Santo 
Concilio  de  Trento,  dedicando  sumas  respetables  á  este  esta- 
blecimiento, levantado  modestamente  al  final  de  la  calle  de  Ma- 
raleja.  Le  dotó  de  cátedras  de  gramática,  ideología,  matemá- 
ticas puras,  lógica,  física  experimental  y  teología,  destinando 
28,000  reales  para  ellas,  á  4,000  por  cada  asignatura.  Las  ren- 
tas de  que  se  sostenía  este  centro  de  enseñanza  religiosa  eran 
22,000  reales  de  derechos  de  fincas,  censos  y  matrículas  y 
68,000  del  Estado,  por  las  antiguas  masas  decimales,  que  hacen 
un  total  de  90,000  reales  anuales.  Como  los  alumnos  son  inter- 
nos, pagan  una  cantidad  fija  que  permite  al  establecimiento  sos- 
tener 20  becas  de  gracia. 

En  los  primeros  años  de  su  vida  este  centro  de  enseñanza, 
único  que  había  en  Badajoz,  tuvo  suma  importancia.  En  él  se 
educaron  los  más  notables  hombres  que  salieron  en  Extrema- 
dura, y  en  los  tiempos  presentes  recordamos  el  arzobispo  Del- 
gado y  Moreno,  al  obispo  Alvarez,  á  Godoy,  Calatrava,  Bravo 
Murillo,  etc.,  etc.  En  estos  últimos  años  ha  perdido  mucho.  Su 
profesorado  no  es  aquel  que  contó  en  los  tiempos  pasados,  ni  la 
concurrencia  de  alumnos  tampoco  tan  numerosa. 

El  obispo  D.  Juan  Marín  del  Rodezno  levantó  en   1681  el 


28 


2l8  BADAJOZ 


palacio  obispal.  La  obra,  aunque  grande,  es  modesta  en  su  cons- 
trucción y  nunca  tomó  importancia. 

En  1680  se  terminaron  las  obras  de  la  fortificación  de  la 
plaza,  principiadas  en  tiempos  de  Carlos  V,  dando  comienzo  por 
los  muros  que  circundan  la  ciudad  frente  al  río  Guadiana,  y  ter- 
minados en  dicha  fecha  de  1 680  por  los  de  la  puerta  llamada 
de  Trinidad.  Sumas  inmensas  se  consumieron  en  estas  obras  que 
duraron  un  siglo,  para  ser  perfectamente  inútiles  hoy  que  el 
arte  de  la  guerra  ha  hecho  variar  todos  los  antiguos  medios  de 
defensa.  Pero  las  frecuentes  guerras  con  Portugal  hicieron  pre- 
cisos entonces  estos  gastos  que  no  eran  á  la  sazón  tan  inútiles, 
puesto  que  las  fortificaciones  aquellas  obedecían  á  los  adelantos 
de  la  época. 


IV 


Comenzó  el  siglo  xviii  con  la  nueva  guerra  de  Portugal.  El 
archiduque  Carlos  de  Austria  disputó  los  derechos  al  trono  á 
Felipe  V,  uniéndose  para  combatirlo,  no  sólo  con  Inglaterra, 
Holanda  y  Saboya,  sino  también  con  D.  Pedro  de  Portugal  que 
se  declaró  á  favor  de  la  liga.  D.  Pedro  publicó  un  nianifiesto 
defendiendo  los  derechos  del  Archiduque,  que  tomó  el  nombre 
de  Carlos  III,  manifiesto  en  que  hablaba  de  restablecer  la  liber- 
tad de  España,  amenazada,  según  él,  por  el  gobierno  de  la  casa 
de  Francia.  Reunió  un  consejo  de  guerra  que  decidió,  por  últi- 
mo, principiar  en  1704  las  acostumbradas  irrupciones  por  la 
frontera  extremeña.  En  tanto  D.  Felipe  publicó  otro  manifiesto 
en  defensa  de  sus  derechos,  refutando  los  que  alegaba  el  aus- 
tríaco, y  auxiliado  por  un  ejército  francés  al  mando  del  Duque 
de  Berwick,  declaró  la  guerra  á  Portugal,  encaminándose  hacia 
Plasencia,  donde  pasó  revista  á  cuarenta  mil  hombres.  Mientras 


Badajoz  219 

tales  cosas  pasaban,  Badajoz  había  sido  atacado  por  fuerzas 
considerables  al  mando  del  general  Falgue;  pero  una  bomba 
que  la  plaza  introdujo  en  su  almacén  de  pólvora,  le  obligó  á 
levantar  el  sitio,  y  arrojándose  bizarra  y  simultáneamente  sobre 
él  la  milicia  urbana  y  la  escasa  guarnición,  lo  arrollaron  hasta 
el  punto  de  sorprenderle  muchos  puestos  sin  orden  para  la  reti- 
rada. Esta  se  convirtió  en  una  vergonzosa  fuga,  mientras  que  el 
campo  de  los  vencedores  fué  cubierto  de  palmas  y  laureles  por 
las  gentes  de  la  ^apital. 

En  Octubre  de  1 705  volvieron  los  portugueses  á  repetir  el 
sitio  con  treinta  y  nueve  batallones,  la  necesaria  artillería  y  cin- 
co mil  caballos,  sufriendo  la  milicia  el  porñado  ataque  al  lado  de 
una  muy  escasa  guarnición.  La  artillería  portuguesa  que  batió  los 
muros  de  Badajoz,  no  fué  capaz  de  batir  la  constancia,  el  esfuer- 
zo y  la  lealtad  de  nuestros  mayores,  que  rechazaron  los  asaltos 
con  heroico  brazo,  sosteniéndose  hasta  que  apareció  el  ejército 
español  al  mando  del  general  Ronquillo,  á  cuya  vista  se  retiró 
el  enemigo  esquivando  la  batalla.  Por  este  hecho  de  armas  nom- 
bró D.  Felipe  oficiales  del  ejército  á  los  que  mandaban  las  doce 
compañías  urbanas  de  Badajoz. 

Las  banderas  austriacas  y  portuguesas  marchaban  á  su  vez 
por  otros  puntos  de  victoria  en  victoria,  y  hacían  vacilar  el  tro- 
no de  Felipe  V. 

El  marqués  de  las  Minas,  en  Mayo  de  1706,  derrotó  en  estas 
inmediaciones  á  nuestros  soldados  mandados  por  el  general  Ma- 
rros, y  bloqueó  en  seguida  la  plaza,  desmantelada  de  los  ante- 
riores asedios  y  sin  elementos  para  resistir  un  nuevo  ataque.  Las 
doce  compañías  de  la  milicia  se  decidieron  entonces  á  renovar 
el  ejemplo  de  Numancia,  rechazando  las  proposiciones  de  entre- 
garse al  enemigo,  sufriendo  con  animosidad  el  asedio  y  consi- 
guiendo al  fin  que  levantase  el  cerco  sin  resultados  fructuosos. 
Más  tarde  D.  Felipe,  en  carta  de  27  de  Julio,  fechada  en  el  Real 
Campo  de  Atienza,  saludaba  á  los  Urbanos,  con  aprecio  de  sus 
servicios,  manifestando  lo  gratas  que  le  habían  sido  las  noticias 


220  BADAJOZ 


de  su  fidelidad  siempre  constante. — Tales  fueron  los  sucesos 
desarrollados  en  Badajoz  poco  antes  de  que  el  ejército  anglo- 
portugués  penetrase  por  el  Puerto  de  Guadarrama,  y  de  que  el 
Marqués  de  Villaverde  tomase  posesión  de  Madrid  en  nombre 
del  Archiduque  que  llegó  á  llamarse  Carlos  III  y  á  ser  procla- 
mado rey  de  España  con  toda  solemnidad.  La  corona  no  podía, 
empero,  ser  estable  en  sus  sienes  cuando  toda  Castilla  se  había 
declarado  á  favor  de  D.  Felipe  V. 

Diversos  fueron  los  azares  de  la  guerra;  ya  en  1709,  los 
aliados  dejaron  casi  paradas  las  operaciones  de  España  para 
atender  á  los  Países  Bajos.  En  Badajoz  el  Marqués  de  Bay,  con 
diez  y  seis  mil  hombres,  derrotó  el  7  de  Mayo  en  los  campos  de 
la  Gudiña  al  Marqués  de  la  Frontera  y  á  sus  subalternos  Gallo 
way  y  San  Juan,  haciéndoles  2,000  muertos  y  3,000  prisioneros 
entre  ellos  á  San  Juan,  general  de  la  caballería,  y  cogiéndoles  sie- 
te banderas,  8  estandartes,  todo  el  bagaje,  1 7  piezas  de  artille- 
ría, carros,  municiones,  tiendas  y  puentes  para  el  paso  de  los 
ríos.  A  esta  victoria  siguió  la  ocupación  de  Valencia  de  Alcánta- 
ra evacuada  por  los  aliados. 

En  los  años  siguientes  no  hubo  sino  pequeñas  incursiones, 
siempre  castigadas  por  nuestra  parte,  hasta  que  en  6  de  Febre- 
ro de  1 7 1 5  se  ultimó  el  tratado  de  Utrech  entre  España,  Portu- 
gal y  los  demás  contendientes.  Nosotros  cedimos  la  colonia  del 
Sacramento,  situada  en  el  río  de  la  Plata,  pagando  lo  que  se 
debía  desde  1696  á  una  compañía  portuguesa  por  el  asiento  de 
negros.  En  cambio  se  nos  restituyeron  la  plaza  de  Alburquerque 
y  otros  puntos  de  Extremadura,  y  se  nos  dio  un  equivalente  á 
las  colonias  cedidas  á  satisfacción  de  D.  Felipe  V,  que  quedó 
en  posesión  de  la  corona  de  España  y  de  sus  Indias.  Así  acabó 
esta  guerra  calamitosa  que  destruyó  media  Extremadura  y  sem- 
bró el  luto  y  la  consternación  en  todo  el  país. 

Catorce  años  más  tarde  tenía  lugar  en  Badajoz  otro  suceso, 
que  aun  realizado  con  carácter  de  familia,  tuvo  alcance  político. 
Habiéndose  seguido  negociaciones  desde   1728,  para  casar  al 


BADAJOZ  221 


príncipe  de  Asturias  D.  Fernando  con  la  infanta  de  Portugal 
D.^  María  Bárbara  de  Braganza,  y  al  príncipe  del  Brasil  D.  José 
de  Braganza  con  la  infanta  española  D.*  María  Ana  Victoria,  las 
fañiilias  reales  de  España  y  Portugal  llegaron  á  Badajoz  el  i6  de 
Enero  de  1729,  con  objeto  de  celebrar  las  bodas.  Verificáronse 
éstas  en  una  magnífica  tienda  levantada  junto  al  puente  del  Caya 
el  día  19,  y  allí  mismo  se  hicieron  los  dobles  desposorios  entre 
fiestas  y  regocijos.  Asistió  á  las  ceremonias,  como  testigo,  el 
obispo  de  Badajoz  D.  Pedro  Francisco  Lebanto  y  Vibaldo,  que 
había  cedido  su  palacio  para  hospedar  en  él  á  la  real  familia,  tras- 
ladándose á  la  casa  del  teniente  general  D.  Alonso  de  Escobar. 
Estas  diversiones  costaron  la  vida  al  Prelado  quien,  el  2  de  Fe- 
brero siguiente,  merced  á  una  pulmonía  que  cogió  en  ellas  falle- 
ció, enterrándose  en  la  Catedral,  dentro  de  la  capilla  de  Santa 
Bárbara. 

Acompañaron  á  la  familia  real,  en  su  excursión  á  Badajoz, 
el  cardenal  de  Borja  y  D.  Alvaro  Mendoza;  cuatro  capellanes  de 
Cámara;  el  marqués  de  Villena,  el  de  Villagarcía  y  el  de  Almodó- 
var ;  el  conde  de  Safateli  y  el  de  Arenales ;  el  marqués  de  Terán; 
el  aposentador  de  palacio  y  cinco  mozos  de  oficio;  D.Juan  Bau- 
tista Palacio,  primer  cirujano  de  Cámara;  D.  Fernando  Francis- 
co Guincones,  alcalde  de  casa  y  corte,  con  dos  alguaciles  y  doce 
alabarderos;  el  marqués  de  Montealegre,  el  de  Cogolludo  y  el 
de  Cuéllar,  el  conde  de  Montijo,  el  de  Oropesa,  el  de  Maceda, 
el  de  Pareen,  el  de  Miranda,  el  de  Fuensalida  y  el  de  Castro- 
Ponce,  el  duque  de  Montellano,  y  todos  los  gentiles-hombres  de 
la  real  Cámara,  con  escuderos,  pajes,  secretarios,  ayudas  de 
cámara,  escuderos  de  á  pie  y  á  caballo,  caballerizos,  gente  de 
librea  y  ballesteros,  todos  en  número  de  309. 

El  día  27  de  dicho  mes  salió  la  corte  para  Sevilla,  despidién- 
dola la  plaza  con  salvas  de  artillería. 


CAPITULO   VIH 


De  las  obras  que  se  hicieron  en  Badajoz. — De  los  hermanos  pintores 

Mures  y  Estradas.— El  Príncipe  de  la  Paz 


I 


N  1 743  se  trajeron  á  Badajoz  reliquias  de 
San  Athón,  desde  su  tumba,  en  Pistoya 
^>  (Italia),  con  cuyo  motivo  hubo  grandes 
ñestas  (i),  y  más  tarde  el  obispo  don 
Amador  Malaquilla  construía  el  nuevo 
edificio  para  alojar  al  Seminario  Conciliar 
de  San  Athón.  Las  fiestas  que  ocasionaron 
en  la  ciudad  la  inauguración  del  nuevo  edi- 
ficio, instalado  frente  al  convento  de  San 
Francisco  (hoy  plaza  de  Minayo),  fueron  suntuosas  y  tuvieron 
lugar  del  i8  al  22  de  Octubre  de  1754. 


(i)  Una  crónica  de  aquel  tiempo  refiere  este  hecho  del  modo  siguiente  :  «De- 
seaba este  cabildo  lograr  las  de  este  Santo,  obispo  de  Pistoya,  natural  de  esta  ciu- 
dad y  canónigo  de  esta  Santa  Iglesia.  Se  le  rezaba  con  oficio  de  doble  menor,  en 
virtud  de  breve  de  Su  Santidad  Paulo  V,  de  8  de  \bril  de  1614. 

«Hallábase  en  Roma  de  pretendiente  el  Dr.  D.  Fernando  de  la  Bastida,  présbite- 


224  BADAJOZ 


Carlos  III  mejoró  después  la  población  con  obras  de  verda- 
dera utilidad.  Fué  la  primera  la  destinada  á  Hospital,  mandado 
fabricar  por  R.  O.  del  12  de  Abril  de  1757,  con  protección  del 
obispo  D.  Manuel  Pérez  Minayo,  el  cabildo  catedral  y  el  ilustre 
Ayuntamiento.  Este  prelado,  que  había  gastado  más  de  600,000 
reales  en  obras  para  la  catedral,  acabó  de  perpetuar  su  memo- 
ria construyendo  á  sus  expensas  todo  el  Real  Hospicio  del  Cam- 
po de  San  Francisco,  obra  que  costó  más  de  millón  y  medio  de 
reales.  La  capital  le  ha  tributado  hoy  el  homenaje  de  su  recuer- 
do dándole  al  espacioso  frente  de  donde  está  situado  el  Hospicio, 
el  nombre  de  plaza  de  Minayo. 

Es  el  HospitalCasa-hospicio  y  Beneficencia,  uno  de  los  me- 


ro, vecino  de  Salvatierra,  capellán  que  había  sido  del  obispo  D.  Francisco  Leban- 
to,  y  se  le  escribió  para  lograr  el  fin  apetecido. 

»Se  enviarsn  cartas  del  obispo  de  esta  ciudad  y  del  cabildo,  para  el  obispo  y 
cabildo  de  Pistoya,  y  se  consiguió  una  reliquia  del  cuerpo  de  San  Atón,  incorrup- 
to después  de  600  años. 

»RecogióIa  á  su  poder  dicho  D.  Fernando  de  la  Bastida  en  una  caja  primorosa, 
forrada  por  dentro  de  tela  carmesí,  de  seda,  y  guarnecida  con  galón  de  oro,  y  por 
fuera  con  terciopelo  carmesí  y  galón  de  oro.  La  reliquia  fué  extraída  del  brazo 
siniestro  por  el  señor  obispo  de  Pistoya.  Venía  la  caja,  cerrada,  sellada  y  con  su 
auténtica  por  dentro. 

nHalIábase  vacante  la  canongía  de  Prior  de  esta  Catedral  por  fallecimiento  de 
D.  Fernando  Antonio  Barrena,  y  el  Papa  proveyó  esta  Prebenda  en  D.  Fernando 
de  la  Bastida,  quien  al  retirarse  para  esta  ciudad  trajo  la  caja  y  reliquia  personal- 
mente, llegando  aquí  el  1 4  de  Agosto  de  i  743. 

«Presentóse  al  obispo  y  dispuso  abrir  la  caja  con  toda  solemnidad.  Dio  parte  á 
la  ciudad,  quien  nombró  comisarios  que  asistiesen,  con  dos  capitulares  que  eligió 
el  obispo,  como  testigos  de  mayor  excepción. 

»)La  función  se  hizo  el  1 7  de  Agosto  en  la  Sala  Capitular  baja,  ante  una  concu- 
rrencia numerosa.  Se  extrajo  la  reliquia  y  se  manifestó  al  concurso,  tocándose  á  la 
vez  las  campanas  de  la  catedral  y  todas  las  de  la  ciudad:  acompañados  de  la  músi- 
ca, se  cantó  la  Antífona  del  Santo;  su  ilustrísima  dijo  la  oración,  y  volvió  la  reli- 
quia á  su  caja,  cerrándola  con  la  auténtica  y  dio  su  certificación. 

»Se  abrió  después  otra  caja  que  también  trajo  de  Roma  el  referido  D.  Fernando 
de  la  Bastida  con  las  reliquias  de  San  Marcos,  San  Marceliano,  San  Félix,  papa, 
San  Cosme  y  San  Damián. 

«La  de  San  Atón  consistía  en  una  pequeña  tira  del  cutis  y  carne  seca  de  la  del 
Santo,  la  que  debe  hallarse  en  el  convento  de  carmelitas  descalzas  de  esta  ciudad, 
donde  la  llevó  el  señor  obispo  Malaguilla  para  ser  venerada  por  aquellas  madres, 
hijas  de  Santa  Teresa  de  Jesús. 

»Las  cartas  que  vinieron  del  obispo  y  cabildo  de  Pistoya,  están  en  latín  y  tra- 
ducidas, y  se  hallan  en  sus  legajos  de  á  folio  correspondientes.» 


lí  A  D  A  J  o   Z  -'2S 


jores  montados  de  España,  y  honra  mucho  á  la  provincia  de 
Badajoz  el  que  lo  sostenga  con  lujo. 

Carlos  III  declaró  legítimas  también  las  ordenanzas  munici- 
pales de  Badajoz,  sancionando  en  ellas  ciertos  y  antiguos  dere 
chos  de  sus  vecinos,  y  en  1766  mandó  construir  el  Parque  de 
Artillería,  edificado  en  la  plaza  de  San  Vicente  bajo  la  dirección 
del  entendido  jefe  de  ingenieros  D.  Martín  De  Gabriel  y  Vilano- 
va,  nacido  en  Alcántara  en  1721  y  fallecido  en  Badajoz  en  1786, 
según  su  lápida  sepulcral  que  se  lee  én  la  parroquial  de  Santa 
María,  antes  convento  de  San  Agustín. 


II 


Florecían  á  la  sazón  en  Badajoz  los  hermanos  Mures  y  los 
hermanos  Estradas,  casi  á  un  mismo  tiempo,  todos  pintores,  y 
aunque  no  de  primer  orden,  algunos  de  éstos  llegaron  á  pintar 
muy  regularmente.  Alonso  Mures  había  nacido  en  1690.  Fué 
militar  en  su  juventud,  estuvo  en  la  guerra  contra  Portugal 
como  capitán  de  coraza,  y  después  se  retiró  enfermo  de  dolores 
y  con  una  herida  en  el  brazo  izquierdo,  cultivando  la  pintura. 

Ceán  Bermúdez  (en  su  Diccionario^  al  tomo  III  y  pág.  219), 
dice  que  fué  «llamado  comunmente  el  Viejo ^  para  distinguirle 
de  sus  hijos  que  también  pintaron.  Nació  á  fines  del  siglo  xvii  y 
falleció  por  los  años  de  61  del  siglo  xviii.  Ignoramos  quién  haya 
sido  su  maestro;  mas  sabemos  que  sus  obras  y  la  protección 
del  obispo  Malaguilla  en  aquella  ciudad  le  dieron  buen  nom- 
bre y  fama.  Es  cierto  que  estaba  dotado  de  fecunda  imagina- 
ción, que  entendía  el  dibujo,  que  daba  gracia  á  las  figuras,  que 
tenía  fuego  en  la  composición  y  fuerza  del  claro  oscuro.  Así  lo 
publican  los  claustros  de  San   Agustín  y  de  San  Francisco,  y 

toda  la  obra  de  las  carmelitas  de  Badajoz,  siendo  muy  celebrado 

29 


220  BADAJOZ 


sobre  todos  el  San  Francisco  de  Paula  que  está  en  la  iglesia 
de  los  observantes  de  aquella  ciudad. » 

A  pesar  de  estos  elogios  de  Ceán  Bermúdez,  Alonso  Mures 
era  un  pintor  muy  inferior  á  su  hijo  Alonso  Javier.  El  obispo 
D.  Amador  Merino  de  Malaguilla  le  protegió  mucho;  pero  falto 
de  buenos  maestros  y  sin  modelos  que  poder  estudiar,  no  pudo 
jamás  hacer  obras  buenas. 

Murió  en  Badajoz  en  1761,  dejando  tres  hijos,  todos  pinto- 
res, Alonso  Javier,  Francisco  María  y  Manuel. 

Su  hijo  Alonso  Javier  de  Mures  y  Marqués  había  nacido 
en  171 1.  En  1730  fué  á  Sevilla,  donde  estudió  la  pintura,  no 
sabemos  con  qué  maestros,  aunque  es  de  suponer  que  los  que 
fuesen  discípulos  de  Murillo,  porque  las  obras  que  de  Mures  se 
conservan,  que  no  son  muchas  por  desgracia,  ni  tan  conocidas 
como  era  de  desear,  son  de  la  escuela  de  aquel  famoso  pintor  se- 
villano, fama  de  sus  tiempos  y  gloria  de  los  presentes  y  venideros. 

No  se  puede  apreciar  el  mérito  de  este  artista,  ni  se  le  pue- 
de estudiar  en  su  conjunto  sin  visitar  antes  el  convento  de  mon- 
jas de  Santa  Ana,  en  Badajoz,  porque  dentro  de  sus  muros, 
esto  es,  en  el  patio  interior,  existe  un  claustro  bajo  pintado  al 
fresco,  obra  admirable  que  revela  el  talento  prodigioso  de  un 
ilustre  extremeño  que  allá  en  los  mediados  del  siglo  xviii,  cuan- 
do la  decadencia  de  las  artes  y  de  las  letras,  vivía  en  su  patria 
haciendo  cuadros  tan  notables  como  los  dos  grandes  lienzos  que 
están  al  lado  de  la  Epístola  uno  y  del  Evangelio  otro,  en  la  hoy 
parroquia  de  Santa  María  y  anteriormente  convento  de  padres 
Agustinos,  llevados  allí  al  trasladarse  el  templo  de  la  antigua 
iglesia  de  los  padres  jesuítas.  Por  cierto  que  el  autor  del  Dic- 
cionario enciclopédico^  siguiendo  en  esto  á  D.  Pascual  Madoz, 
atribuye  estos  dos  lienzos  á  Luís  Morales,  como  si  éste  hubiese 
pintado  sobre  tela,  ni  tuviese  en  sus  cuadros  alguna  figura  en- 
tera, ni  en  suma,  se  hubiera  separado  de  su  escuela,  en  la  que 
era  solo,  puesto  que  sus  discípulos  ó  imitadores  apenas  si  han 
dejado  rastro  del  pincel  de  su  maestro,  excepción  hecha  de 


BADAJOZ  227 


Juan  Labrador,  único  pintor  que  supo  seguir  á  tan  inspirado  co 
mo  fecundo  genio. 

Pueden  verse,  además  de  las  ya  citadas,  otras  obras  de  este 
artista:  varios  retratos  de  los  prelados  pacenses,  en  la  catedral 
de  Badajoz;  el  Juicio  final^  en  la  parroquia  de  San  Andrés, 
antiguo  convento  de  Madre  de  Dios^  así  como  también  algunos 
otros  cuadros  harto  suficientes  para  darle  nombre  al  modesto 
artista  que  falleció  en  Badajoz  en  1781,  olvidado  de  propios  y 
extraños,  pues  sus  obras  apenas  si  las  conocen  media  docena 
de  aficionados  que  por  curiosidad  las  han  reconocido  tan  pronto 
como  el  autor  de  estas  líneas  dio  algunas  noticias  de  Mures  en 
un  artículo  biográfico  que  publicara  en  el  núm.  1 8  de  ^/  Museo 
Extremeño, 

Francisco  María,  su  hermano,  había  nacido  en  1728.  De 
su  padre,  primero,  y  de  su  hermano,  después,  aprendió  la  pintu- 
ra, logrando  hacer  mejores  cuadros  que  su  padre,  aunque  muy 
inferiores  á  los  de  su  hermano  Alonso  Javier. 

La  iglesia  de  Santiago,  que  estaba  en  el  castillo  de  Badajoz, 
conservó  los  bonitos  frescos  y  algunos  cuadros  de  este  artista; 
y  la  capilla  del  duque  de  Badajoz,  en  Santa  María  la  Real,  tam- 
bién fué  restaurada  toda  ella  en  1 754  por  este  artista,  que  ape- 
nas si  ha  dejado  otros  trabajos  dignos  de  citarse.  Aun  estos 
mejores,  de  que  hacemos  mención,  no  existen  hoy,  porque  la 
iglesia  de  Santiago  fué  destruida  en  1 8 1 1  para  edificar  la  bate- 
ría de  las  Lágrimas,  y  la  parroquia  de  Santa  María  la  Real  fué 
destruida  en  1860  para  edificar  el  hospital  militar. 

Don  Francisco  murió  en  1784,  en  Badajoz,  estando  pintando 
un  cuadro  y  los  frescos  para  dos  capillas  del  convento  de  mon- 
jas de  Santa  Lucía,  de  la  misma  ciudad. 

Manuel,  su  hermano,  el  más  joven,  nació  en  1734  y  aprendió 
la  pintura  con  los  anteriores,  pero  nunca  llegó  á  contar  con  una 
obra  de  mérito.  Al  menos  las  que  de  él  conocemos  son  bien  in- 
feriores, especialmente  una  Virgen  que  terminó  en  1 763  y  que 
hemos  visto  en  poder  de  D.  Jacobo  Vegas,  de  Badajoz. 


/ 


2i8  BADAJOZ 


Ignacio  Estrada  fué  pintor  y  escultor.  Nació  en  Badajoz,  el 
2  1  de  Marzo  de  1724,  siendo  sus  padres  D.  Manuel  Estrada  y 
D.^  María  Antonia  Marroquín.  Aprendió  la  pintura  con  su  pa- 
dre y  ^n  compañía  de  su  hermano  Juan,  con  quien  siempre  es- 
tuvo, lo  mismo  en  la  pintura  que  en  las  armas,  pues  ambos  fue- 
ron á  la  vez  que  pintores  tenientes  de  la  Milicia  Urbana.  D.  An- 
tonio Ponz  (en  la  carta  V,  del  t.  VIII  de  su  Viaje  de  España)  y 
cita  á  estos  dos  artistas,  como  por  incidencia,  no  siendo  esto 
justo,  porque  bien  merecían  que  sus  obras  hubieran  sido  citadas 

• 

por  Ponz,  ya  que  pudo  conocerlas  á  su  paso  por  Badajoz,  en 
cuya  ciudad  firma  la  expresada  carta  V. 

Más  explícito  que  Ponz  está  Ceán  Bermúdez,  que  al  tomo  II 
de  su  Diccionario,  hablando  de  los  hermanos  Estrada,  dice  lo 
siguiente: 

«Su  padre  que  también  ejercía  la  pintura,  los  inclinó  á  ella 
desde  los  primeros  años;  y  aunque  no  habían  hecho  progresos 
notables  en  este  arte,  tuvo  bastante  discernimiento  para  presen- 
tarles modelos  con  que  pudiesen  formar  buen  gusto.  Mas  ha- 
biendo sido  atacado  de  unas  cataratas  que  le  privaron  de  la 
vista,  por  espacio  de  siete  años,  no  pudo  completar  tan  digna 
obra.  D.  Juan,  ansioso  de  la  curación  de  su  padre,  á  los  diez  y 
ocho  años  de  edad  lo  trajo  á  Madrid  á  fin  de  conseguirla,  y  con 
este  motivo  entró  en  la  clase  de  discípulo  con  D.  Pablo  Perni- 
charo,  amigo  y  compañero  de  su  padre  en  el  aprendizaje.  Prin- 
cipió aquí  á  desplegar  su  talento  y  afición  á  la  pintura,  de  suer- 
te que  don  los  rudimentos  que  había  traído  de  Badajoz  y  con  los 
tres  años  que  estuvo  bajo  la  dirección  de  su  maestro,  volvió  con 
su  padre  curado  de  la  dolencia  á  su  patria  en  estado  de  poder 
enseñar  á  su  hermano  Ignacio  lo  que  había  adquirido,  quien 
supo  aprovechar  muy  bien  sus  luces. 

t  Ambos  trabajaron  indistintamente  las  obras  que  se  presen- 
taban, por  lo  que  es  difícil  distinguir  sus  estilos  peculiares,  bien 
que  siendo  D.  Juan  tardo  en  la  invención,  se  acomodaba  mejor 
á  copiar  de  la  naturaleza;  pero  D.  Ignacio,  que  era  vivo  y  osado 


BADAJOZ  229 


en  ejecutar,  juzgando  que  las  ciencias  y  las  artes  se  dan  la 
mano,  procuró  estudiar  en  los  mejores  libros  de  historia  y  de 
artes,  uniendo  los  preceptos  de  éstos  á  los  ejemplos  de  aquellos 
y  formó  su  juicio  en  las  matemáticas,  arquitectura,  perspectiva, 
escultura  y  pintura,  de  lo  que  resultó  que  Ignacio  era  el  que  in- 
ventaba, y  Juan  el  que  ejecutaba. 

>  Aquél,  más  filósofo,  no  aspiró  á  títulos  ni  distinciones;  pero 
éste  logró  que  la  Real  Academia  de  San  Fernando,  la  de  Bellas 
Letras  de  Sevilla,  y  el  Obispo  de  Badajoz,  D.  Manuel  Pérez 
Minayo,  le  condecorasen;  la  primera  con  el  título  de  Académico 
en  10  de  Noviembre  de  1754,  la  segunda  admitiéndole  en  su 
seno  por  su  individuo  en  27  de  Marzo  de  1756,  y  el  tercero 
nombrándole  pintor  de  su  diócesis  en  13  de  Enero  de  1775. 
Ambos  fueron  Tenientes  de  la  Milicia  Urbana  de  aquella  ciudad, 
y  hace  mención  de  elllos  don  Antonio  Ponz  en  su  Viaje  de  Es- 
paña. 

>Don  Ignacio  falleció  en  Badajoz  el  día  19  de  Diciembre  de 
I  790;  mas  D.  Juan,  aunque  mayor,  le  sobrevivió  año  y  medio 
hasta  el  28  de  Julio  de  1792.  D.  Ignacio  dirigió  y  proyectó  el 
monumento  de  las  Descalzas  de  aquella  ciudad,  levantó  planos 
para  otros  pueblos  de  España  y  Portugal,  trazó  portadas,  reta- 
blos y  edificios,  que  no  se  ejecutaron;  y  trabajó  de  escultura  el 
San  Pedro  que  está  en  Santa  María  la  Real,  y  otras  estatuas;  y 
D.  Juan,  después  de  la  muerte  de  su  hermano,  pintó  un  cuadro 
de  la  Trinidad  para  el  convento  de  los  Remedios  de  Badajoz, 
una  Virgen  de  Belén,  de  que  hizo  muchas  repeticiones,  y  otros 
para  particulares.  Los  públicos,  que  se  atribuyen  distintamente 
á  los  dos  hermanos,  son  los  siguientes: 

>En  Badajoz: 

%  Iglesia  de  la  Soledad. — Dos  lienzos  grandes  que  represen- 
tan la  Virgen  del  Carmen  con  Santo  Domingo  y  San  Francisco, 
aliviando  las  penas  del  Purgatorio:  el  santuario  de  Nuestra  Se- 
ñora del  Pilar  de  Zaragoza  visitado  por  muchos  peregrinos,  y 
otras  dos  más  pequeñas. 


230  H  A  D  A  J  o  Z 


%  Sania  María, — £1  martirio  de  San  Juan  Nepomuceno,  un 
Ecce-Homo  y  una  Dolorosa. 

%San  yosef. — Los  desposorios  del  Santo  Patriarca,  y  la  pre- 
sentación de  Jesús  en  el  Templo. 

>  Catedral, — Un  retrato  del  Obispo  Minayo. 
%  El  Hospicio, — Otro  del  mismo  prelado. 

>  Santa  Lucia, — Uno  de  Carlos  III. 

%  Santa  Ana, — Otro  del  propio  soberano. 

>En  Fregenal  de  la  Sierra  existen: 

%  Iglesia  que  fué  de  los  Jesuitas, — Los  cuatro   Evangelistas. 

^  Santa  Ana, — San  Joaquín  y  la  Virgen  al  lado  de  la 
Epístola. 

>En  el  Montijo: 

%  Parroquial, — Dos  cuadros  grandes  que  representan  los 
fundadores  de  la  capilla  de  la  Concepción,  y  en  la  del  Señor  del 
Pasmo,  una  Virgen  y  un  San  Juan,  colocados  en  los  altares  co- 
laterales. > 

Estas  obras,  sin  que  sean  de  primer  orden,  merecen  ser  co- 
nocidas por  los  amantes  de  las  artes  bellas. 


III 


La  proclamación  de  Carlos  IV  fué  augurio  de  las  grandes 
desgracias  que  habían  de  pesar  sobre  España.  Más  apto  este 
rey  para  la  caza  y  los  ejercicios  de  equitación  que  para  el  go- 
bierno de  un  reino,  dejó  gobernar  á  su  mujer  María  Luisa,  quien 
compartía  la  autoridad  real  con  sus  favoritos.  Godoy,  que  fué 
el  que  más  gozó  del  amor  de  esta  reina,  era  nacido  en  Badajoz. 

Nada  más  lejos  de  nuestro  ánimo  como  el  deseo  de  avivar 
apagados  rencores  al  escribir  la  vida  de  uno  de  los  más  funes- 
tos personajes  que  coadyuvaron  á  la  reacción   que  acaeció  en 


BADAJOZ  231 


España  con  la  caída  y  persecución  de  los  sabios  ministros  de 
Carlos  III,  y  á  la  preparación  de  la  sangrienta  lucha  con  la  Fran- 
cia de  1 808,  comenzada  heroicamente  el  2  de  Mayo  y  terminada 
con  la  expulsión  del  invasor  del  territorio  español,  donde  la 
prostitución  de  sus  cortesanas  habían  rebajado  los  caracteres  y 
la  moral  se  había  ya  casi  perdido,  gracias  al  pernicioso  ejemplo 
que  reyes,  príncipes  y  favoritos  daban  á  porfía  para  enseñanza 
de  los  más. 

Fijamos  la  atención  en  aquella  tristemente  célebre  figura  de 
nuestra  historia  contemporánea,  tan  sólo  para  hacernos  cargo 
de  cuan  mudable  es  la  fortuna  con  aquellos  á  quienes  otorga  un 
día  sus  espléndidas  mercedes,  y  de  cómo  los  errores  é  inexpe- 
riencias de  gobernantes  encumbrados  por  el  favor  y  el  capricho 
de  los  soberanos,  no  por  sus  talentos  y  virtudes,  acarrean,  á  la 
corta  ó  á  la  larga,  la  ruina  de  los  pueblos,  y  los  empeñan  en 
graves  conflictos,  cuya  tremenda  responsabilidad  cae  al  cabo  so- 
bre el  legítimo  culpable,  ennegreciendo  su  memoria. 

Desde  Adán  hasta  nuestros  días,  no  se  conoció  favorito 
alguno  que  llegara  á  un  grado  tal  de  privanza  como  el  que 
alcanzó  Godoy  en  la  corte  de  Carlos  IV.  Tampoco  se  conoció 
otro  alguno  cuya  caída  fuese  tan  brusca,  cuya  expiación  fuese 
tan  prolongada,  y  cuyo  olvido  por  parte  de  sus  coetáneos  fuese 
tan  completo.  Luna,  Calderón,  Olivares,  Lerma,  Nithard,  Va- 
lenzuela,  Alberoni,  Riperdá  y  Esquilache,  conservan  hasta  su 
última  hora  destellos  de  su  pasada  grandeza  ó  de  su  engrande- 
cimiento, para  hablar  más  propiamente.  Godoy  muere  olvidado 
de  su  patria  en  país  extranjero,  al  cabo  de  cuarenta  años  de  su 
caída.  Había  sido  total  el  eclipse  de  su  fortuna  y  de  su  nombre. 

Pero  contemplémosle  en  las  alturas. 

Poco  tiempo  y  menos  trabajo  le  costó  escalarlas.  Nacido  en 
Badajoz  á  1 2  de  Mayo  de  1 766,  del  coronel  de  milicias  D.  José 
y  de  la  dama  de  honor  de  la  reina,  doña  Antonia  Justa,  que 
vivían,  según  unos,  en  la  casa  solariega  de  los  Godoyes,  situada 
en  Puerto-Chico  (hoy  Atocha),  señalada  con  el   número  67,  y 


232  BADAJOZ 


cuyo  edificio  sufrió  tanto  cuando  la  crecida  del  Guadiana  y  la 
inundación  del  6  de  Diciembre  de  1786,  que  un  año  después  fué 
preciso  derribarlo;  y  según  otros,  en  la  calle  de  Santa  Lucía, 
casa  señalada  con  los  números  1 2  y  1 4,  aunque  nos  inclinamos 
á  creer  que  fuese  en  la  primera,  porque  la  segunda  se  labró 
en  1779. 

La  familia  de  Godoy  era  noble,  pero  oscura;  y  cuando  nació 
Manuel  se  encontraba  desterrada  de  la  corte,  según  parece,  por 
el  morigerado  Carlos  III.  Godoy  entró  bajo  la  dirección  del  ca- 
nónigo D.  Mateo  Delgado,  después  obispo,  á  aprender  con  él 
matemáticas,  y  con  otros  profesores  equitación  y  esgrima,  y 
luego  en  Madrid  algo  de  las  lenguas  francesa  é  italiana.  Á  todo 
esto  se  redujo  la  intrucción  del  que  había  de  regir  con  omnímo- 
dos poderes  los  destinos  de  España.  Empujado  por  el  soplo 
favorable  de  la  fortuna,  ingresa  en  la  distinguida  Guardia  de 
Corps,  que  equivale  para  él  á  pisar  el  primer  peldaño  de  la 
escala  por  donde  ha  de  ascender  con  rapidez  asombrosa. 

Los  buenos  oficios  de  la  historia  no  han  bastado  á  descu- 
brir otra  causa  del  encumbramiento  del  joven  guardia,  que  las 
apasionadas  simpatías  de  la  reina. 

Godoy  era  un  joven  de  veinticuatro  años — dice  un  historia- 
dor moderno, — y  Carlos  IV  tenía  cuarenta;  la  naturaleza  había 
dotado  á  aquél  de  seductora  figura,  y  éste  presentaba  una  fiso- 
nomía de  abultadas  formas  y  continente  desairado;  el  primero 
conmovía  con  sus  maneras  y  conversación  las  pasiones  livianas 
de  la  mujer,  y  el  segundo  no  encontraba  placer  superior  al  de 
la  caza.  ¿A  qué  proseguir  este  paralelo  que  antes  que  nosotros 
hizo  sin  duda  la  reina  María  Luisa?  Ella  fué  (para  nadie  es  un 
misterio),  quien  acumuló  sobre  un  simple  soldado  de  su  guardia 
todas  las  más  altas  dignidades  de  la  monarquía,  quien  dio  en  él 
á  Carlos  IV  su  mancilla,  y  á  la  nación  el  gobierno  ignominioso 
y  corruptor  de  un  valido... 

Esto  supuesto,  prosigamos. 

Ya  se  sabe  que  nadie  sino  Godoy  precipitó  la  caída  de  Fio- 


BADAJOZ  233 


ridablanca;  verdad  es  que  para  velar  el  motivo  de  algún  modo, 
vemos  que  se  da  cabida  en  el  gobierno  al  conde  de  Aranda; 
pero  no  tarda  éste  en  abandonarle,  quedando  Godoy  constituido 
en  arbitro  de  la  nación  y  de  los  reyes,  para  no  dejar  de  serlo 
por  espacio  de  tres  lustros. 

La  declaración  de  guerra  á  Francia  á  raíz  de  la  ejecución 
de  Luís  XVI,  es  el  primer  acto  político  importante  y  el  primer 
desacierto  trascendental  de  Godoy;  pero  bien  pronto  las  cir- 
cunstancias hácenle  arrepentirse  y  negociar  con  tanto  empeño 
la  paz  de  Basilea,  ñrmada  á  22  de  Julio  de  1795,  como  el  que 
había  demostrado  en  provocar  la  conflagración.  £1  tal  tratado 
vale  á  Godoy  el  título,  tan  pomposo  como  inmerecido,  de  Prín- 
cipe de  la  Paz;  pero  vale  también  á  España  que,  irritada  Ingla- 
terra por  nuestra  alianza  con  la  República  francesa,  comience 
á  hostilizar  nuestras  costas,  débilmente  por  fortuna,  sin  que  la 
Francia  nos  preste  auxilio  alguno,  á  pesar  de  lo  pactado. 

De  poco  sirve  al  país  que  vengan  al  ministerio  varones  tan 
ilustrados  y  tan  dignos  como  Saavedra  y  Jovellanos;  su  existen- 
cia ministerial  es  un  relámpago;  tratan  honradamente  de  derro- 
tar ^  Godoy,  visto  la  imposibilidad  de  anteponer  los  intereses 
del  país  á  los«  del  favorito,  y  son  víctimas  de  sus  buenos  deseos. 
Arrecian  entre  tanto  las  hostilidades  de  Inglaterra  y  los  odios 
de  la  nación  hacia  el  privado:  le  aborrece  la  nobleza  al  recordar 
su  humilde  origen  y  al  presenciar  su  casamiento  con  la  hija  ma- 
yor del  infante  D.  Luís,  prima  hermana  del  rey  y  condesa  de 
Chinchón;  le  aborrece  el  clero  por  la  emprendida  desamortiza- 
ción de  la  inmensa  riqueza  eclesiástica;  le  odia  el  país  en  masa, 
entre  otras  razones,  por  los  ruinosos  empréstitos  realizados  para 
salir  de  apuros,  el  primero  de  los  cuales  empréstitos  se  elevó 
nada  menos  que  á  100  millones,  reforzados  á  poco  con  otros 
sesenta. 

Vuelto  Napoleón  de  Egipto,  lleno  de  lauros  y  de  ambicio- 
nes, el  Gobierno  español,  impulsado  por  el  francés,  declara  la 

guerra  á  Portugal,  so  pretexto  de  sustraerle  al  inmenso  poder 

30 


234  Badajoz 


de  Inglaterra.  Veinticinco  mil  franceses  nos  ayudan  á  acometer 
tal  iniquidad,  y  Godoy  es  nombrado  Generalísimo  de  nuestras 
fuerzas  terrestres  y  marítimas;  para  él  había  de  ser  el  reino  de 
los  Algarbes,  caso  de  que  el  triunfo  coronase  la  aventura ;  pero 
como  el  tratado  de  Amiens  suspende  la  ejecución  del  proyecto, 
el  príncipe  de  la  Paz  recibe  el  ducado  de  la  Albufera,  ya  que 
por  entonces  se  le  ha  frustrado  lo  del  reino. 

El  descontento  popular  sigue  creciendo;  le  aviva  poderosa- 
mente la  pérdida  de  nuestra  marina  en  Trafalgar,  ocurrida 
en  2 1  de  Octubre  de  1 805 ,  y  no  hay  mal  en  el  país  que  no  se 
atribuya  á  Godoy,  aunque  en  rigor  no  sea  el  culpable  de  todos 
ellos. 

Pasando  por  alto  otros  de  menos  importancia,  lleguemos  á 
uno  de  los  más  descomunales  desatinos  de  nuestro  personaje. 
Multitud  de  circunstancias  habían  hecho  sospechar  á  las  políti- 
eos  españoles,  aun  á  Godoy  mismo,  que  el  codicioso  Bonaparte 
aí)rigaba  trascendentales  miras  y  proyectos  acerca  de  la  pose- 
sión de  nuestra  patria. 

Entre  Rusia,  Portugal  y  España  concertóse  un  plan  secreto: 
Portugal  se  pondría  en  pie  de  guerra;  alarmada  por  ello  España 
haría  lo  mismo,  sin  inspirar  á  Napoleón  sospechas,  y  cuando 
éste  comenzase  su  contienda  con  Rusia,  las  potencias  occidenta- 
les aliadas  se  presentarían  ante  las  descuidadas  costas  france- 
sas, ayudadas  por  Inglaterra;  la  atención  de  Francia  tenía  en- 
tonces que  dividirse  entre  el  Norte,  el  Levante  y  el  Occidente, 
y  su  poder  y  su  preponderancia  quedarían  debilitados.  De  la 
reserva  sobre  este  plan  dependía  su  resultado.  Pero  he  aquí 
que  el  imprudente  Godoy,  al  saber  que  Napoleón  marcha  sobre 
Prusia  y  creyendo  dar  un  golpe  de  patriotismo  que  le  granjeara 
una  popularidad  asombrosa,  lanza  á  los  cuatro  vientos  desde  el 
Escorial  la  célebre  proclama  del  6  de  Octubre  de  1806,  llaman- 
do al  país  á  las  armas  para  combatir  á  un  enemigo  incógnito, 
pero  que  todo  el  mundo  adivina  cuál  fuese,  así  como  todo  el 
mundo  anatematizaba  tan  imprudentísima  proclama. 


B  /I  D  A  J  o  Z  235 

No  tarda  en  conocer  su  error  el  favorito,  al  ver  rodar  la 
corona  de  Federico  en  la  batalla  de  Jena;  envía  entonces  á  Na- 
poleón un  emisario  para  felicitarle,  temeroso  de  la  venganza 
del  coloso  del  siglo;  finge  éste  creer  en  la  sinceridad  de  Godoy, 
y  la  angustia  de  nuestra  imbécil  corte  se  apacigua,  y  se  torna 
en  humillante  y  ciega  confianza  en  Bonaparte.  Valido  de  ella, 
arregla  el  tratado  de  Fontainebleau,  prometiendo  á  Godoy  la 
soberanía  de  una  parte  de  Portugal,  y  con  pretexto  de  dirigirse 
á  este  reino,  entra  en  España  un  ejército  francés  al  mando  del 
general  Junot.  Pero  cada  día  se  acumulan  junto  á  los  Pirineos 
nuevas  tropas  francesas,  y  cuando  forman  ya  un  ejército  pode- 
roso, penetran  en  nuestra  Península  por  tres  distintos  puntos. 
Esto  ocurría  á  fines  de  1807  y  principios  de  1808. 

Veía  la  España  con  vehemente  zozobra  hechos  tales,  pre- 
sentía las  consecuencias  de  aquel  modo  de  violar  la  Francia  el 
tratado  que  sólo  la  permitía  internar  en  nuestro  país  30,000 
hombres;  pero  el  gobierno  de  Godoy,  lejos  de  adoptar  medida 
alguna  preventiva,  deja  que  las  tropas  imperiales  se  enseñoreen 
de  nuestro  territorio  y  se  apoderen  pérfidamente  de  Pamplona 
y  Barcelona. 

Las  iras  del  pueblo  adquieren  subidas  proporciones,  la  ven- 
da cae  por  fin  de  los  ojos  del  privado,  prepara  el  viaje  de  la 
corte  y  el  suyo  á  Sevilla  ó  Cádiz,  desde  donde,  sí  las  cosas  lo 
exigen,  se  trasladarán  á  Méjico,  sin  ocurrírsele  ni  remotamente 
aprestar  los  ejércitos  á  la  defensa  de  la  patria,  y  al  llegar  el  1 7 
de  Marzo  estalla  el  furioso  motín  de  Aranjuez  (donde  la  corte 
residía),  en  el  que  el  pueblo  pide  la  cabeza  de  Godoy  á  toda 
costa  y  allana  la  casa  del  valido;  tiene  éste  tiempo  de  ocultarse 
en  el  olvidado  desván,  y  en  él  permanece  más  de  treinta  horas; 
pero  acosado  por  la  sed,  abandona  su  escondrijo,  encuentra  al 
paso  un  centinela,  le  implora  una  taza  de  caldo  ofreciéndole  cre- 
cidas recompensas  á  cambio  de  su  silencio.  Sus  súplicas  y  pro- 
mesas son  estériles;  el  centinela,  fiel  á  la  consigna,  da  parte  de 
la  aparición  del  que  el  pueblo  creía  ya  fugado,  cunde  la  noticia 


236  BADAJOZ 


con  rapidez  eléctrica,  reúnense  de  nuevo  las  masas  tumultuaria- 
mente ante  la  casa  de  Godoy,  y  gracias  á  que  la  Reina,  entera- 
da del  caso,  envía  á  toda  prisa  su  escuadrón  de  Guardias  á  pro- 
teger la  existencia  del  valido,  que  á  no  llegar  tan  oportunamen- 
te el  socorro  hubiera  dado  el  pueblo  buena  cuenta  del  odiadísimo 
magnate.  Queda  éste  preso  en  el  cuartel,  pero  ni  aun  así 
cesa  la  actitud  amenazadora  de  las  gentes  que,  ya  la  obra  co- 
menzada, anhela  llevarla  al  suspirado  término,  arrancando  á 
Carlos  IV  la  abdicación  en  el  príncipe  Fernando,  acompañado 
por  supuesto  de  la  destitución  del  favorito. 

Las  impresiones  recibidas  por  el  monarca  en  el  tal  motín,  y 
las  astutas  maquinaciones  de  Napoleón,  cuyas  tropas  mandadas 
por  Murat  (grande  amigo  de  Godoy),  habían  de  penetrar  en  Ma- 
drid seis  días  más  tarde,  determinan  por  fin  al  Rey  á  abdicar  en 
su  hijo,  acto  que  realiza  en  19  de  Marzo. 

Cuando  Bonaparte,  á  costa  de  terribles  y  heroicas  vicisitu- 
des que  todo  buen  español  recuerda  vivamente  en  este  día, 
porque  en  el  inmemorial  2  de  Mayo  acaecieron,  hace  ratificar 
la  tal  abdicación  en  Bayona,  allí  está  también  presente  el  mal- 
hadado favorito,  que  sigue  á  los  Reyes  más  tarde  á  Compiégne, 
y  con  ellos  vive  algún  tiempo  en  el  palacio  de  Barghese. 

Nublada  la  estrella  de  Godoy  con  tamañas  peripecias,  ya  no 
vuelve  á  refulgir  un  solo  instante,  y  su  nombre  fué  maldecido 
por  todos  los  buenos  españoles  que  en  aquella  epopeya  san- 
grienta vertieron  generosamente  su  sangre  por  la  libertad  y  la 
independencia  de  la  patria.  Y  sin  embargo  de  que  los  sucesos  de 
la  vida  política  de  Godoy  tuvieron  resonancia  en  toda  Europa, 
y  su  funesta  influencia  en  la  suerte  de  España  trajo  sobre  esta 
nación  tantos  desastres,  no  faltaron  personas  que  á  muy  poco 
de  los  motines  de  Aranjuez  y  Madrid,  escribían  con  intento  de 
vindicar  al  favorito,  ora  atribuyendo  á  la  guerra  con  Portugal 
una  importancia  y  honor  para  España  que  nunca  tuvo,  ora  tam- 
bién tratando  de  probar  la  falsedad  con  que  le  atribuían  propó- 
sitos de  coronarse  rey   de  un  Estado,   formado  con  mitad  del 


BADAJOZ  237 


suelo  portugués  y  mitad  del  español,  como  s¡  para  nadie  fuese 
un  secreto,  capaz  de  borrarse  de  la  historia,  el  tratado  de  Fon- 
tainebleau,  del  que  hablaremos  después. 

La  campaña  que  felizmente  terminó  Napoleón  en  el  alto  y 
bajo  Egipto,  le  hicieron  concebir  planes  de  ensanchar  sus  domi? 
nios  por  toda  Europa,  comenzando  por  la  latina;  y  como  base 
estratégica  de  su  ambicioso  plan  político,  quería  inaugurarlo  po- 
niendo en  movimiento  los  ejércitos  de  España  y  Portugal,  para 
que  en  lucha  entre  sí  se  debilitasen  las  fuerzas  de  ambos  pue- 
blos peninsulares  y  él  pudiese  después  con  mayor  impunidad 
coronar  su  obra  de  anexionar  á  la  Francia  la  Península  Ibérica. 
Torpes  ó  ignorantes  los  políticos  que  rodeaban  á  Carlos  IV, 
todos  de  la  talla  de  Godoy,  que  era  el  que  inspiraba  á  la  ma- 
yoría de  ellos,  cayeron  en  el  lazo  tendido  por  Napoleón,  que 
había  aconsejado  á  España  una  guerra  contra  Portugal,  para 
redimirle  de  la  protección  inglesa,  pero  con  la  oferta  de  reservar 
después  tantas  ó  cuantas  provincias  portuguesas  que,  unidas  á 
la  Extremadura  española,  formarían  el  futuro  reino  que  había 
de  ser  regido  por  Godoy. 

Bajo  este  pacto  declaróse  la  guerra  á  Portugal,  y  los  ejérci- 
tos españoles  acudieron  sobre  Badajoz,  campo  de  operaciones 
para  emprender  desde  luego  la  campaña.  Carlos  IV  con  la  corte 
vino  por  segunda  vez  (1)  también  á  la  plaza  extremeña,  y  mien- 
tras él  y  sus  cortesanos  cazaban  en  los  montes  de  Tala  vera, 
Mérida  y  Montijo,  María  Luisa  pasaba  los  días  con  Godoy  en 
Badajoz,  gozando  del  impúdico  amor  que  le  guardaba  su  antiguo 
guardia  de  escolta. 


(i)  La  primera  fué  en  la  primavera  de  1796,  en  que  la  corte  visitó  Badajoz, 
acompañada  de  Godoy,  en  el  viaje  que  hicieron  SS.  MM.  por  Extremadura  y  Anda- 
lucía, para  cumplir  el  voto  de  la  reina  de  visitar  el  cuerpo  de  San  Fernando,  caso 
de  recobrar  su  salud  el  Príncipe  de  Asturias.  Don  Carlos  IV,  paró  en  esta  pobla- 
ción unos  días,  luciendo  en  sus  campos  su  habilidad  en  la  escopeta  al  lado  de 
Paino,  Cajigal,  Rocha,  Manso,  y  el  presbítero  D.  Juan  Cabrera,  único  que  le  aven- 
tajara en  la  caza,  incluyendo  todos  los  corsarios  que  fueron  á  las  diversas  expe- 
diciones. 


238  BADAJOZ 

Emprendióse  aquella  injustificada  campaña  que  llevó  la  agre- 
sión á  un  pueblo  hermano,  y  nuestras  tropas  entraron  en  Ofi- 
venza,  Arronche  y  otros  pueblos  más  insignificantes,  preparán- 
dose más  tarde  para  el  sitio  de  Elvas,  plaza  de  primer  orden,  y 
sobre  la  cual  el  Rey  de  Portugal  había  puesto  singular  empeño 
en  conservar  para  su  reino,  en  tanto  que  Godoy  se  proponía 
ganarla  y  proseguir,  en  son  de  conquista,  hasta  Lisboa,  sin 
duda,  puesto  que  soñaba  en  entrar  en  Portoalegre  inmediata- 
mente de  ganada  Arronche,  sin  comprender  tan  siquiera  que  lo 
que  hacía  era  servir  de  comparsa  en  la  comedia  que  Napoleón  I 
hacía  representar  á  España  para  el  logro  de  su  política  ambi- 
ciosa. La  ignorancia  de  Godoy  en  este  punto  no  tiene  culpa. 
Obraba  con  los  ojos  cerrados,  y  no  era  esto  lo  peor,  sino  que 
le  seguían  también  los  reyes. 

En  1 8 14  se  publicó  en  Madrid  un  pequeño  opúsculo  de  38 
páginas,  conteniendo  parte  de  la  correspondencia  secreta  que 
sostuvo  Godoy  con  María  Luisa,  en  cuyo  folleto  encontramos  la 
siguiente  epístola,  que  por  referirse  á  la  guerra  con  Portugal,  es 
muy  del  caso  para  este  sitio.  Esta  carta  es  notable,  y  dice  así: 

€  Cuartel  general  de  Badajoz^  jo  de  Mayo  de  1801. 

•  Señora:  Sean  felices  los  días  de  hoy,  y  por  mi  parte  ofrez- 
>co  en  obsequio  de  VV.  MM.  esa  plaza  de  Arronche  y  la  espe- 
tranza  de  Portalegre  cerrando  la  línea,  etc.,  etc.  Un  pobre  exér* 
«cito  hace  esto,  y  mientras  Manuel  tenga  aliento  no  osarán  los 
» enemigos  de  VV.  MM.  levantar  la  cabeza. 

•  Cúidese  V.  M.  por  Dios;  esto  es  lo  que  importa  (!!!),  y  que 
» conserve  sus  bondades  al  más  fiel  (!!!)  de  sus  vasallos  Q.  B,  S.  ?,, 
»  Manuel.» 

¿No  están  retratados  en  esta  carta  todos  los  que  jugaron 
principal  papel  en  la  corte  de  Carlos  W}  ¡Desgraciado  monarca 
y  desgraciado  país  que  era  regido  por  reyes  y  cortesanos  como 
los  que  redactaron  la  epístola  anterior!  El  generalísimo  que  di- 
rigía y  mandaba  el  ejército  español,  era  una  vulgaridad  lo  mismo 
en  la  guerra  que  en  la  política.  Gracias  al  valor,  nunca  desmen- 


BADAJOZ  239 

tido  de  nuestras  tropas,  no  sufrimos  un  descalabro  de  las  del 
portugués,  pues  el  cuartel  general  era  compuesto  de  nulidades 
que  en  un  todo  correspondían  á  las  del  generalísimo.  Como  de- 
talle curioso,  que  puede  retratar  algo  de  lo  que  en  él  pasaba, 
diremos  que  como  postdata  á  la  carta  que  copiamos  más  arriba, 
se  lee:  No  envió  edecanes,  porque  no  saben  correr  d  caballo  (///). 
Está  juzgado,  por  esto  solo,  el  cuartel  general  que  rodeaba  al 
afortunado  Godoy. 

Éste,  después  de  la  victoria  de  Yelves,  escribía  también  á 
María  Luisa  otras  cartas  que  no  eran  menos  notables.  En  una 
de  ellas  le  decía  lo  siguiente:  t  Señora:  Conténtese  V.  M.  con 
>esas  naranjas,  que  son  de  los  jardines  de  Yelves,  tomadas  á 
>mi  vista  por  las  tropas  que  encerraron  en  la  plaza  al  enemigo. 
tÁ  las  doce  y  media  se  tiró  (disparó)  el  primer  fusil,  y  á  la  una 
t  empezó  ya  la  plaza  con  mucho  acierto,  aunque  los  muertos 
t nuestros  no  han  sido  más  que  tres,..^ 

Parece,  por  todo  esto,  que  la  guerra  con  Portugal  era  real- 
mente una  farsa,  en  la  que  nos  hacían  tomar  un  importante 
papel  los  políticos  del  imperio  francés.  Con  razón,  el  pueblo, 
que  siempre  tiene  un  sentido  más  elevado  que  los  personajes  de 
relumbrón,  llamó  aquella  guerra  la  de  las  naranjas^  frase  muy 
propia  para  ridiculizar  el  aparato  belicoso  con  que  Godoy  se 
presentó  en  Badajoz,  acompañando  á  Carlos  IV. 

Pero  observemos  que  el  hombre  que  no  tenía  escrúpulos 
en  desmembrar  á  su  patria  de  dos  provincias  para  unirlas  á 
otras  cuatro  portuguesas  y  coronarse  rey,  los  tiene  y  mucho 
(aunque  creemos  fuese  aparentemente),  en  recibir  cinco  millones 
de  libras  que  le  quería  regalar  Luciano  Bonaparte,  cuando  se 
proponía  la  indemnización  que  Portugal  había  de  dar  á  España 
por  aquella  guerra.  Avergonzado  el  favorito  de  quererle  hacer 
Luciano  Bonaparte  cómplice  de  tal  inmoralidad,  escribía  á  Ma- 
ría Luisa  en  i.^  de  Julio  de  1801,  desde  el  cuartel  general  de 
Badajoz  una  extensa  carta  y  dentro  de  la  cual  incluía  el  siguien- 
te papel  de  su  propio  puño  y  letra : 


240  BADAJOZ 


«Esta  relación,  señora,  supone  lo  que  un  cuento  y  para  no 
ticia  de  V.  M.  solamente.  Luciano  tiene  orden  de  pedir  quince 
millones  de  libras  para  su  gobierno,  y  pidió  treinta  de  nuevas  á 
primeras.  Advirtiéndole  yo  la  enormidad  de  esta  condición,  bajó 
á  veinticinco,  y  me  dijo: — «Quince  para  el  gobierno  y  diez  para 
nosotros.» — Al  pronto  no  hice  aprecio  de  su  expresión,  pero 
habiéndomelo  repetido,  le  dije: — «Pues,  amigo  mío,  si  el  go- 
bierno recibe  quince  solamente,  vmd.  debe  contentarse  con  cinco 
y  pedir  los  veinte.» — Entonces  me  añadió: — «¿Y  vmd.?...  es  ne- 
cesario aprovechar  tales  ocasiones,  pues  no  se  presentan  todos 
los  días.» — Vs.  Ms.  se  persuadirán  del  rubor  y  enfado  con  que 
le  respondí,  teniendo  necesidad  de  cautelarme  al  mismo  tiempo 
para  impedir  otra  ejecutoria  de  las  que  presenta  en  tales  actos; 
pero  insistiendo  en  convencerle,  diciéndole  que  pida  sólo  las 
suyas  y  abreviaremos  el  trabajo,  no  hay  forma ;  le  he  hecho  re- 
flexiones negándole  la  posibilidad  de  que  haya  en  secreto  tal 
convenio,  pero  nada  basta  á  persuadirle  y  sólo  me  dice  en  su 
última: — «  Vmd.  no  tiene  sino  dos  millones  de  renta ^  yo  tengo 
cuatro  hechos  en  un  solo  año  de  ministerio^  y  hasta  que  junte 
doce  es  preciso  aprovechar  los  medios,  >  En  este  estado  no  sé 
cómo  manifestarme  que  cuando  llegue  el  caso,  ni  sé  el  medio  de 
eludir  sus  ideas.  Y  pensaba  desembarazarme  de  esto  hablando 
á  Pinto,  si  es  que  el  trato  se  hace,  pues  suponiéndole  entonces 
al  embajador  un  convenio  entre  los  dos,  vendría  á  verificarse 
que  el  Portugal  no  le  pagaba,  ni  yo  incurriría  en  tal  degrada- 
ción, pues  aunque  esté  recibido  en  Europa  (por  desgracia),  no 
todos  los  contratantes  son  como  Manuel.  Este  diablo  hace  sus 
cuentas  de  pedrería  y  dinero,  de  suerte  que  exceptuadas  las 
condiciones  sine  qua  non  que  les  hayan  mandado  observar,  no 
habría  dificultad  en  alterar  todas  las  otras,  mediante  dinero.  La 
cosa,  por  desgracia  y  fortuna,  no  tiene  efecto  aún;  pero  si  llega 
el  caso  será  terrible.  Dice  que  á  su  hermano  José  le  valió  el 
tratado  de  Luneville  cuatro  millones  de  libras  y  otras  muchas 
cosas...» 


BADAJOZ  241 


El  estilo  de  este  escrito  retrata  la  personalidad  de  su  autor 
y  su  nulidad  para  la  alta  política  y  el  gobierno  del  Estado.  ¡Qué 
extraño,  pues,  el  fatal  resultado  que  tuvo  este  hombre  funesto, 
en  España!  La  relajación  moral  de  la  corte  de  Carlos  IV,  la  de- 
cadencia política  de  España  en  su  tiempo,  las  desgracias  que 
pesaron  sobre  esta  gran  nación  hasta  181 2,  en  que  la  era  cons- 
titucional la  redime  de  la  reacción  juntamente  que  de  las  bayo- 
netas francesas,  de  todo  tuvo  culpa  el  audaz  favorito,  que  escu- 
dado en  la  ciega  amistad  que  le  profesaba  el  monarca,  y  en  las 
ilícitas  relaciones  que  sostenía  de  antiguo  con  la  reina,  envolvió 
á  España  en  las  desgracias  por  que  atravesaba  desde  la  guerra 
con  Inglaterra  hasta  la  invasión  francesa. 

Apenas  fué  reconocido  como  rey  Fernando  VII  en  la  tarde 
del  19  de  Marzo,  se  pensó  seriamente  en  proseguir  una  perse- 
cución contra  Godoy  que  le  hiciera  salir  para  siempre  de  Espa- 
ña, y  el  21  de  Marzo  apareció  el  decreto  confiscando  todos  sus 
bienes,  efectos,  derechos  y  acciones.  Godoy  marchó  al  lado  de 
Carlos  IV  hasta  la  muerte  del  monarca,  y  ya  pobre,  exhausto 
absolutamente  de  recursos,  traslada  últimamente  su  residencia 
á  París  en  1835,  donde  vivía  hasta  1850,  oscuro  y  olvidado, 
merced  á  una  pensión  de  6,500  francos  otorgada  por  Luís  Fe- 
lipe. 

El  que  había  vivido  en  opulentos  palacios,  á  cuyas  puertas 
formaba  una  brillante  guardia  siempre  que  entraba  ó  salía,  viene 
á  morir  en  la  capital  de  Francia,  en  humildísimo  piso  tercero  de 
la  rué  Mtchaudüre,  núm.  20,  el  4  de  Octubre  de  1851,  á  los 
ochenta  y  cuatro  años  de  edad  y  cuarenta  y  cuatro  de  su  caída. 
El  que  había  ostentado  los  títulos  de  serenísimo  Príncipe 
de  la  Paz  y  de  Bassano,  gran  Almirante,  Generalísimo  y  Minis- 
tro universal  de  España  é  Indias,  duque  de  la  Alcudia  y  de  la 
Albufera,  conde  de  Chinchón  y  de  Evoramonte  y  señor  del  Soto 
de  Roma,  Comendador  de  Valencia  del  Ventoso,  Rivera  y  Acon- 
chel,  condecorado  con  el  Toisón  de  Oro  y  con  todas  las  conde- 
coraciones habidas  en  Europa,  llega  al  fondo  de  la  tumba,  en 

3» 


242  BADAJOZ 


país  extraño,  olvidado  de  todos  sus  compatriotas,  y  sin  otro 
título  á  la  gratitud  de  la  posteridad  que  el  de  haber  abrigado  á 
veces  muy  buenas  intenciones. 

Porque,  justo  es  decirlo:  como  compensación,  siquiera  sea 
débil,  á  sus  muchísimos  y  crasísimos  errores,  hijos  de  su  esca- 
sa instrucción  y  de  su  poca  experiencia,  demostró  Godoy  en 
repetidos  casos  loables  tendencias  al  florecimiento  y  la  cultura 
de  su  patria.  Vémosle,  con  efecto,  luchar  contra  la  Inquisición, 
aunque  de  soslayo;  iniciar  la  desamortización  (i)  y  prohibir  los 
enterramientos  en  las  iglesias;  hacer  propaganda  en  contra  de 
la  apasionada  y  fanática  añción  á  las  corridas  de  toros;  favore- 
cer el  esplendor  de  las  bellas  artes,  y  auxiliar  á  la  agricultura 
contra  los  privilegios  de  la  ganadería,  organizar  expediciones 
científicas  encomendadas  á  Rojas  Clemente  y  á  Badía,  y  enviar 
á  Balmis  á  América  para  propagar  la  vacuna;  proteger  el  esta- 
blecimiento de  la  escuela  de  sordo-mudos  y  la  Instittición  Real 
Pestalozziana. 

Hemos  acumulado  sobre  Godoy,  relatando  con  la  posible 


(i)  Á  esto  indudablemente  debió  el  haber  recibido  aplausos  y  elogios  que  á 
nuestro  entender  no  estaban  muy  justificados.  Meléndez  Valdés,  en  una  de  sus 
mejores  odas,  tuvo  la  debilidad  de  decirle  : 

«Ya  á  vuestro  mando  poderoso  corren 
las  luces,  la  enseñanza:  tiembla  y  gime 
azorado  el  error;  de  espigas  de  oro 
la  madre  España  coronada  encumbra 
su  frente  venerable,  y  cual  un  tiempo 
sobre  el  orbe  domina  triunfadora.» 

El  señor  Moratín  le  decía  en  otra : 

«Tú  lo  sabes,  señor,  y  en  tus  acciones 

ejemplo  das.  Tú  la  virtud  oscura, 

tú  la  inocencia  amparas.  Si  olvidado 

el  mérito  se  vio,  tú  le  coronas: 

las  letras  á  tu  sombra  florecieron, 

el  celo  aplaudes,  el  error  perdonas...  etc.» 

¡Tal  es  el  mundo,  y  tales  son  los  hombres!  Aplausos  á  la  prosperidad,  insul- 
tos á  la  desgracia. 


BADAJOZ  243 


brevedad  su  historia,   cuantos  cargos  le  corresponden;  hemos 
apuntado  también  sus  méritos  y  buenos  servicios.  Compare  aho 
ra  el  lector  el  haber  con   el  debe^   y  pronuncie  su  juicio,   si  le 
place,  sobre  el  personaje  en  autos. 

A  nosotros  no  nos  toca  hacer  otra  cosa.  El  lector  que  quie- 
ra conocer  los  pormenores  de  la  vida  de  este  personaje  político, 
puede  hacerlo  leyendo  las  obras  que  sobre  él  se  han  pu- 
blicado (i). 

Terminaremos  copiando  aquí  todos  los  títulos  y  condecora- 
ciones que  reunió  Godoy.  Fué  primer  marqués  de  la  Alcudia 
en  21  de  Abril  de  1792,  príncipe  de  la  Paz,  duque  y  señor  de 
Sueca,  dos  veces  grande  de  España  de  primera  clase,  conde  de 
Evoramonte  en  Portugal,  barón  de  Mascalbó  en  Cataluña,  prín- 
cipe de  Bassano  en  Roma,  señor  de  los  Estados  de  la  Campana 
de  Albalat  y  la  Serena,  del  Lago  de  la  Albufera  de  Valencia  y 
de  las  Villas  de  Huetor  de  Santillana  y  Veas,  señor  de  los  Sotos 
de  Roma  y  Aldovea,  regidor  perpetuo  de  las  villas  de  Madrid, 
la  Nava  del  Rey  y  Reus,  y  de  las  ciudades  de  Santiago,  Cádiz, 


(i)  i  .'  Diario  de  los  públicos  regocijos  con  que  la  M.  N.  y  M.  L.  ciudad  de  Ba- 
dajoz^ eic.^  ha  celebrado  la  exaltación  de  su  ilustre,  distinguido  y  amado  hijo  y  com- 
patriota el  Serenísimo  señor  D.  Manuel  Godoy,  etc.  (Badajoz,  imprenta  de  D.Juan 
Patrón,  1807.) 

2.*  Carta  de  gracias  del  Principe  de  la  Paz  á  la  ciudad  de  Badajoz.  (Sin  a.  ni  1. 
de  imp.,  cuatro  páginas  en  folio.) 

3.'  Retrato  político  del  Serenísimo  señor  Principe  de  la  Paz,  etc.  (Madrid,  im- 
prenta Real,  1807.) 

4.'    Aviso  al  piíblico.  (Madrid,  1808:  una  hoja  en  gran  folio.) 

5.a    Noticia  histórica  de  D.  Ma^iuel  Godoy,  etc.  (Bayona,  librería  de  Gossc.) 

6.*  Una  parte  de  la  correspondencia  de  Godoy  con  la  reina  María  Luisa,  publi- 
cada por  D.  O.  Z.  de  O.  (Madrid,  imprenta  de  Fuentenebro,  1814.) 

7.'  Cañonazos  en  tres  descargas,  por  el  Tío  Trabuco,  (Madrid,  imprenta  de 
Justo  Sánchez,  1808.) 

8.'  Cuenta  dada  de  su  vida  política  por  D.  Manuel  Godoy.  (Madrid,  imprenta  de 
Sancha,  1836  á  1838.) 

9.'  Vida  política  de  T>.  Manuel  Godoy,  por  D.  Manuel  Olivo  y  Otero.  (Madrid, 
imprenta  de  Benito  Landero  y  compañía,  i84«).) 

I  o.*  Exposición  que  dirige  á  las  Corles  Constituyentes  la  condesa  de  Chinchón, 
etcétera.  (Madrid,  imprenta  de  Andrés  y  Compañía,  18$  5.) 

Otros  varios  papeles  y  libros  se  han  publicado  sobre  Godoy  en  España  y  el  ex> 
tranjero,  pero  todos  de  muy  escaso  valor  para  la  historia  del  mismo. 


244  BADAJOZ 


Málaga,  Ronda,  Écija,  Burgos,  Valencia,  Murcia,  Manresa, 
Guadalajara,  Gerona,  Barcelona,  Peñíscola,  Sanlúcar  de  Barra- 
meda,  Lérida,  Toledo,  Toro,  Zamora,  Asunción  del  Paraguay, 
Buenos  Aires  y  Méjico,  veinticuatro  preminente  de  Jerez  de  la 
Frontera,  de  Sevilla  y  Jerez  de  los  Caballeros,  generalísimo  y 
almirante  mayor  de  España  y  de  las  Indias  con  el  tratamiento 
de  Alteza,  primer  ministro  del  rey  D.  Carlos  IV,  su  gentil  hom- 
bre de  Cámara  con  ejercicio,  y  consejero  de  Estado,  jefe  supe- 
rior de  los  reales  cuerpos  de  artillería  é  ingenieros,  capitán  de 
guardias  de  Corps,  coronel  general  de  los  regimientos  suizos, 
Hermano  mayor  y  Alcalde  perpetuo  de  la  Santa  Real  Herman- 
dad vieja  de  la  ciudad  de  Toledo,  con  voz,  voto  y  presidencia 
en  todas  su  funciones,  presidente  del  Cuerpo  colegiado  de  la 
Nobleza  de  Madrid,  caballero  de  la  insigne  orden  del  Toisón  de 
Oro,  comendador  de  Valencia  del  Ventoso,  Rivera  y  Aceuchar, 
en  la  orden  de  Santiago,  gran  cruz  de  Carlos  III  y  San  Herme- 
negildo, de  Cristo  en  Roma  y  Portugal,  de  San  Genaro  y  San 
Fernando  y  Mérito  de  Ñapóles,  gran  Cordón  de  la  Legión  de 
Honor  de  Francia,  bailio  y  gran  Cruz  de  la  orden  de  San  Juan 
de  Jerusalén,  benemérito  de  la  Real  Sociedad  Económica  Matri- 
tense, etc.,  etc. 


CAPITULO  IX 


Alzamiento  de  Badajoz  en  1606,  y  muerte  del  Conde  de  la  Torra  del  Fresno. 

Segundo  recuerdo  del  Fuerte  de  Pardaloras. 

Capitulaoidn  de  Badajoz.  —  Segudo  sitio  de  esta  plaza. 

Reconquista  por  las  tropas  aliadas 


A  siempre  pacífica  ciudad  de  Ba- 
dajoz salió  de  su  acostumbrado 
reposo  y  agitáronse  sus  vecinos 
en  tumultuario  motín  la  mañana 
del  30  de  Mayo  de  1808. 

La  historia  de  lo  ocurrido  en 

este  día,  sus  antecedentes  y  cuan- 

to  con  el  principal  suceso  que  lo 

ocasionó   pueda   y  deba  decirse 

nos  proponemos  describir  en  este  capítulo. 

El  día  4  de  Mayo  principió  á  impacientarse  el  vecindario  de 
Badajoz  al  saber  el  famoso  aviso  del  Alcalde  de  Móstoles  res- 
pecto al  peligro  en  que  se  encontraba  Madrid. 

El  Sr.  Conde  de  la  Torre  del  Fresno  conferenció  con  el 
marqués  del  Socorro,  D.  Francisco  Solano,  á  quien  reemplazaba 


2jj6  BADAJOZ 


en  el  mando  de  la  Capitanía  general,  y  convocaron  una  junta 
militar,  que  dio  el  día  5  una  proclama  para  oponerse  á  los  fran- 
ceses, la  primera  de  su  clase  en  España.  Enviáronse  oficiales 
para  este  caso  arriesgado  á  Lisboa,  Madrid  y  Sevilla,  y  no  pue- 
de dudarse  que,  entonces,  obraron  con  valentía  las  referidas 
autoridades;  empero  recibieron  nuevos  avisos  de  la  tranquilidad 
de  Madrid  y  alucinado  Solano  por  cartas  de  amigos  suyos  y  por 
la  decisión  de  Murat  de  que  volviese  á  la  Capitanía  general  de 
Andalucía,  y  su  amistad  y  sus  consejos,  dícese,  que  mudaron  tam- 
bién al  Sr.  Conde  de  la  Torre  del  Fresno.  Crecía  en  tanto  la 
fermentación  en  Badajoz,  y,  avivadas  las  pasiones  por  los  im- 
presos de  la  corte,  tratábase  de  promover  el  levantamiento  ge- 
neral. Personas  de  acendrado  patriotismo,  como  eran  D.  José 
María  Calatrava,  luego  diputado  á  cortes,  el  teniente  rey  Don 
Juan  Gregorio  Mancio,  el  tesorero  D.  Félix  Ovalle,  D.  Alonso 
Calderón,  y  otros,  concertaron  un  plan  que  debía  ejecutarse,  á 
la  vez,  el  3  de  Junio,  en  la  capital  y  cabeza  de  partido.  En  el 
ardor  que  abrigaba  este  pueblo,  un  caso  inesperado  anticipó  el 
aborto  de  la  revolución.  Torre  Fresno  ordenó  que  el  30  de  Mayo, 
día  de  San  Fernando,  no  se  hiciese  salva,  ni  se  enarbolase  la 
bandera.  Este  acto  no  estaba  justificado  y  sobre  todo  era  anti- 
patriótico eii  aquellos  momentos. 

Pero  conozcamos  los  hechos,  y  para  hacerlo  debidamente, 
comenzáremos  por  saber  quién  era  este  desgraciado  general  que 
debió  su  muerte  á  la  torpeza  de  las  autoridades,  sino  fué  tam- 
bién á  las  suyas  propias. 

El  Excmo.  Sr.  D.  Toribio  Grajera  de  Vargas,  conde  de  la 
Torre  del  Fresno  y  teniente  general,  nació  en  Badajoz  el  año 
de  1766,  hijo  del  primer  conde  de  la  Torre  del  Fresno,  título 
creado  por  el  rey  D.  Fernando  VI  en  1747.  Fué  un  valiente  mi- 
litar que  se  distinguió  en  la  campaña  contra  Portugal  y  á  quien 
desgraciadamente  sacrificó  la  soldadesca  desenfrenada  en  la  re- 
belión de  Badajoz,  acaecida  el  30  de  Mayo  de  1808. 

En  los  archivos  de  aquella  Capitanía  general  existe  la  copia 


BADAJOZ  247 


(el  original  fué  pedido  por  el  ministro  de  la  Guerra  para  la  for- 
mación de  la  historia)  de  la  sumaria  actuada  en  justificación  de 
la  conducta  militar  y  política  observada  por  el  conde,  en  la  que 
actuaron  de  juez  fiscal  D.  Manuel  Cabrera,  comandante  del 
segundo  batallón  del  regimiento  de  infantería  de  Burgos,  y  de 
secretario  el  teniente  del  regimiento  infantería  de  Mallorca, 
D.  Ventura  Hernández  (i). 

Examinando  esta  causa,  que  se  hizo  célebre  por  aquella 
época,  se  comprende  la  inocencia  del  conde-general,  ya  que  no 
se  vean  claros  los  móviles  que  impulsaron  á  los  alborotadores  á 
sacrificar  su  vida  justamente  en  aquellos  días  que  sacrificaban 
en  Sevilla  la  del  señor  conde  del  Águila  y  en  Cádiz  la  del  mar- 
qués del  Socorro,  y  todos  tres  t acusados  de  traidores  ante  el 
enemigo  invasor». 

Por  nuestra  parte  y  en  lo  que  hace  referencia  al  desgraciado 
conde  de  la  Torre  del  Fresno,  hemos  de  decir  aquí  que  se  le 
acusó  injustamente.  Desde  los  primeros  momentos  en  que  se 
tomaron  en  Badajoz  disposiciones  contra  el  ejército  invasor, 
apareció  el  conde  entre  los  de  primera  fila  dando  disposiciones 
acertadísimas  y  contribuyendo  generosamente  á  defender  el  te- 
rritorio. 

Su  primer  documento,  acaso  el  más  importante  de  los  que 
dirigió  á  las  autoridades  y  juntas  de  la  provincia  fué  el  siguien- 
te, por  él  suscrito: 

€  Gobierno  militar  de  Extremadura. — Circular:  Los  avi- 
»sos  que  se  han  recibido  (2)   manifiestan  que  nuestro  amado 

•  soberano  y  el  gobierno  se  hallan  en  riesgo  inminente,  y  cuando 
•todos  los  pueblos  se  encuentran  resueltos  á  morir,  antes  que 

•  sea  destruido  el  gobierno,  conviene  que  V.  haga  publicar  en 
»los  de  su  partido,  que  aunque  las  noticias  no  son  del  todo  au- 


í  I )    Pertenece  al  legajo  1 8,  causa  núm.  9. 

(2)    Se  refiere  á  las  primeras  noticias  llegadas  á  Badajoz  el  día  4  sobre  los  suce- 


sos  del  día  2  en  Madrid. 


248 


BADAJOZ 


ténticas,  deben  ser  suficientes  para  que  los  buenos  españoles 
se  armen  y  se  dispongan  á  defender  la  patria,  si  por  desgracia 
saliese  cierto  que  nuestros  aliados  correspondían  con  perfidias 
á  la  amistad  y  buena  fe  con  que  los  recibimos.  En  su  conse- 
cuencia, y  siendo  preciso  para  nuestra  conservación  y  defensa 
que  ésta  se  haga  con  el  mayor  orden,  y  correspondamos  así  á 
las  esperanzas  de  la  patria,  abrirá  V.  tres  registros:  En  el  pri- 
mero se  alistarán  todas  aquellas  personas  que  mientras  duren 
las  circunstancias  actuales  quieran  servir  en  los  regimientos  de 
línea  que  tenemos  en  la  provincia,  y  conviene  aumentar  hasta 
dos  mil  hombres  cada  uno.  En  el  segundo  todos  cuantos  quie- 
ran servir  en  el  tercio  ó  tercios  del  pueblo,  que  llevarán  la 
bandera  y  divisa  que  tenga  á  bien  elegir  y  se  les  señalan  ofi- 
ciales que  los  instruyan  y  dirijan.  En  el  tercero  se  pondrán 
todos  aquellos  que  puedan  servir  con  caballos  y  armas,  á  los 
cuales  se  les  dará  la  misma  organización  que  á  la  anterior,  y 
que  todo  ello  se  ejecute  con  la  brevedad  del  rayo,  para  que  el 
enemigo,  si  llegase  á  serlo,  se  convenza  de  que  los  españoles 
jamás  conocen  peligros  cuando  es  preciso  salvar  y  vengar  al 
rey,  la  religión  ó  la  patria.  A  fin  de  que  todo  se  halle  pronto 
si  llega  el  caso  de  emprender  la  marcha,  debe  V.  tener  nom- 
brado el  número  de  carros  y  acémilas  que  son  necesarias  para 
conducir  víveres  y  efectos  precisos  para  la  subsistencia  y  mu- 
niciones que  llevarán  consigo.  Yo  me  glorío  y  honro  de  ser 
comandante  general  de  mi  provincia,  fiel  y  valiente,  que  en 
ningún  tiempo  ha  desmentido  su  valor,  y  me  prometo  que  en 
esta  ocasión  se  acreditará  más  que  nunca  que  sabemos  preferir 
todos  los  contratiempos  y  todos  los  trabajos  á  una  opresión 
injusta.  Dios  guarde  á  V.  muchos  años. — Badajoz  5  de  Mayo 
de  1 808. — Ei  conde  de  la  Torre  del  Fresno,  > 

Nótese  que  este  documento  tiene  la  fecha  del  5  de  Mayo  (i), 


(í  j    En  este  día  llegó  á  Badajoz  un  comisionado  con  la  alocución  del  alcalde  de 
Móstoles. 


BADAJOZ  249 


esto  es,  que  está  redactado  y  remitido  á  los  pueblos  de  la  pro- 
vincia de  Extremadura  el  mismo  dí^  en  que  llegaron  á  Badajoz 
emisarios  con  el  parte  del  inmortal  alcalde  de  Móstoles,  parte 
que  corrió  tres  días  de  un  extremo  á  otro  de  la  Península  y  que 
él  solo  bastó  para  levantar  á  España  entera  como  un  solo  hom- 
bre en  defensa  de  su  independencia,  no  cejando  ningún  pueblo 
en  patriotismo,  pues  Extremadura,  como  si  obedeciese,  á  igual 
que  en  otros  tiempos,  á  la  voz  de  Viriato,  hace  heroicidades,  y 
la  noble  Asturias,  cual  si  la  Providencia  en  sus  inescrutables 
designios  la  destinara  siempre  á  ser  como  la  levadura  de  nues- 
tra nacionalidad,  evoca  la  sombra  de  Pelayo,  y  con  el  denuedo 
y  el  coraje  que  once  siglos  antes  combatiera  la  irrupción  sarra- 
cena, es  la  primera  en  lanzar  el  grito  de  independencia.  Galicia, 
su  hermana  del  alma,  secunda  el  movimiento,  y  so  pretexto  de 
no  haber  enarbolado,  según  costumbre,  en  los  baluartes  y  en 
los  castillos  el  estandarte  de  San  Fernando  el  30  de  Mayo,  los 
habitantes  de  la  Coruña  se  amotinan,  y  guiados  y  dirigidos  por 
oscuro  pero  fogoso  artesano,  asaltan  el  parque,  se  apoderan  de 
cuarenta  mil  fusiles  y  con  ellos  se  arman  los  estudiantes  de  la 
universidad  compostelana  que  forman  el  Batallón  literario. 

La  misma  Castilla,  llana  como  la  palma  de  la  mano,  abierta 
por  los  cuatro  vientos  y  por  lo  mismo  amenazada  de  continuo 
por  los  ejércitos  franceses,  evocando  la  memoria  y  siguiendo  el 
ejemplo  de  sus  comuneros,  se  alza  en  armas  contra  la  fuerza 
francesa,  y  lidia  en  honrosa  lid  por  la  independencia,  como  en 
tiempo  de  Carlos  V  lidiara  por  la  libertad. 

El  célebre  alcalde  de  Móstoles  redacta  el  mismo  día  del  al- 
zamiento de  Madrid,  el  memorable  2  de  Mayo,  la  siguiente  bre- 
ve y  elocuentísima  circular: 

fLa  patria  está  en  peligro.  Madrid  perece  víctima  de  la  per- 
»ñdia  francesa.  Españoles,  acudid  á  salvarla. — Madrid  2  de 
»Mayo  de  1808. — El  alcalde  de  Móstoles,^ 

Un  vendedor  de  pajuelas,  se  desciñe  su  faja  encarnada,  la 

hace  mil  girones,  ata  á  una  caña  el  más  ancho  de  ellos,   impro- 
sa 


250  BADAJOZ 


visa  así  roja  bandera,  y  en  medio  de  la  plaza  del  Mercado,  en 
Valencia,  le  declara  la  guerra  solemnemente  al  coloso  de  Euro- 
pa en  los  siguientes  términos:  tUn  pobre  palleter  li  declara  la 
•guerra  á  Napoleón.  ¡Viva Fernando  VII  y  muiguen  els  traidors!» 
Y  de  esta  suerte  se  levanta  como  un  solo  hombre  España  en- 
tera. 

Puede  decirse  con  razón  que  los  anales  de  nuestra  historia, 
tan  llenos  á  cada  paso  de  inmortales  hechos  de  armas,  no  re- 
gistran un  período  que  cuente  tan  homéricos  combates  como 
este  de  la  guerra  de  la  independencia. 

Dotada  nuestra  raza  como  ninguna  otra  de  complexión  gue- 
rrera por  naturaleza,  despreciador  también  nuestro  pueblo  como 
ninguno  otro  de  la  muerte,  sabe  pelear  y  morir  con  gloría  en 
todas  partes. 

En  Sagunto  y  en  Numancia,  cuando  peleábamos  contra  Car- 
tago  y  Roma;  en  las  montañas  de  Asturias,  con  Pelayo,  cuando 
combatíamos  contra  los  árabes;  en  la  conquista  del  Nuevo  Mun- 
do, con  Hernán-Cortés,  cuando  luchábamos  contra  las  tribus 
salvajes  de  Motezuma;  en  Pavía  con  D.  Antonio  Leiva,  cuando 
la  guerra  contra  Francisco  I;  en  el  golfo  de  Lepanto,  con 
D.  Juan  de  Austria,  cuando  íbamos  contra  los  turcos,  y  hasta 
en  estas  guerras  civiles  como  las  Germanías  de  Valencia,  como 
las  comunidades  de  Castilla,  siempre  y  en  todas  partes  supimos 
pelear  con  verdadero  heroísmo. 

Pero  en  la  guerra  de  la  independencia  el  valor  de  los  espa- 
ñoles sube  de  punto.  En  vano  semejantes  á  los  ejércitos  de  Ala- 
rico  en  Roma,  los  ejércitos  de  Napoleón  en  España  siembran 
por  doquier  la  desolación  y  la  muerte:  en  vano  incendian  las 
villas  y  talan  los  campos  y  saquean  las  ciudades:  en  vano  opo- 
nen á  inexpertos  soldados  y  mal  armadas  guerrillas,  ejércitos 
numerosos  avezados  al  combate:  el  genio  de  la  guerra  está  con 
nosotros,  porque  la  memoria  de  Viriato,  de  Pelayo  y  del  Cid 
nos  acompaña  y  nos  sirve  de  ejemplo  en  estos  momentos  supre- 
mos de  lucha.  Y  así,   cuando  todo  el  mundo  creía  convertida 


BADAJOZ  251 


España,  por  los  excesos  de  la  tiranía,  en  una  manada  de  siervos, 
y  por  la  invasión  y  matanza  de  los  franceses  en  inmenso  cemen- 
terio relleno  de  cadáveres,  sorprendemos  á  Europa  con  la  vic- 
toria de  Bailen,  donde  el  general  Castaños  derrota  á  los  impe- 
riales y  les  hace  veintidós  mil  prisioneros;  con  los  sitios  de 
Zaragoza  y  Gerona,  donde  llevan  á  cabo  los  españoles  proezas 
de  valor  que  maravillan  y  asombran  al  mismo  Bonaparte;  con 
el  sagrado  libro  de  la  Constitución  de  Cádiz,  cuya  letra  enseña 
evidentemente  el  inmenso  amor  que  sentimos  por  la  indepen- 
dencia y  por  la  libertad. 

¡Loor  á  los  mártires  de  la  Independencia  española,  á  aque- 
llos preclaros  varones  que  detuvieron  en  Sigüenza,  en  la  Albue- 
ra,  en  Tárrega  y  en  Chiclana,  la  marcha  triunfal  del  ejército 
vencedor  de  Jena,  de  Austerlitz  y  de  Marengo;  honor  á  aque- 
llos que  ilustraron  los  fastos  de  nuestra  historia  con  las  glorias 
de  Arapiles,  de  Tolosa  y  San  Marcial;  á  aquellos  que  abatieron 
el  orgullo  de  las  águilas  imperiales  é  hirieron  mortalmente  en 
el  corazón  á  Bonaparte,  en  Ortthses  y  Aix!  ¡Loor  á  aquella  na- 
ción afortunada  que  nos  rescató  y  redimió  del  extranjero!  ¡Loor 
á  España!  ¡Loor  á  los  españoles  que  así  supieron  luchar  y  vencer! 

Pero  hemos  dejado  correr  la  pluma  en  alas  del  patriotismo, 
anticipándonos  á  los  sucesos  de  esta  guerra  sin  ejemplo  en  el 
mundo  moderno.  A  prepararla  con  el  mejor  entusiasmo  se  aper- 
cibía el  conde  de  la  Torre  del  Fresno  cuando  publicaba  el  5  de 
Mayo  la  orden  que  hemos  copiado  ya,  y  desde  dicha  época 
hasta  el  día  30  de  aquel  mes  nada  había  en  sus  actos  que  se  le 
pudiese  juzgar  de  mal  español.  En  este  indicado  día,  y  por  la 
misma  causa  que  se  inició  el  movimiento  de  la  Corufta,  se  rea- 
lizó el  de  Badajoz,  pereciendo  el  indefenso  conde  á  manos  de  la 
soldadesca  desenfrenada  y  siendo  después  arrastrado  por  el  po- 
pulacho que  siguió  aquel  injustificado  movimiento. 

Veamos  lo  que  resulta  del  proceso,  y  examinemos  al  efecto 
algunas  de  las  declaraciones  testificales,  dando  principio  por  la 
del  general  D.  José  de  Galluzo,  que  dice  así:  el  30  de  Mayo  es- 


252  BADAJOZ 


taba  citada  la  Junta  para  las  ocho  de  la  mañana,  y  reunida  ésta 
en  el  local  acostumbrado,  plaza  de  las  Descalzas,  palacio  de  los 
condes  de  la  Torre  del  Fresno,  manifestó  el  señor  general  conde 
de  la  Torre  del  Fresno,  gobernador  militar  que  era  á  la  sazón 
de  este  distrito  y  capitán  general  interino,  por  ausencia  del  que 
lo  era  en  propiedad  D.  Juan  Carrafa,  que  con  motivo  de  los 
acontecimientos  de  Madrid  y  oficios  de  la  Junta  Suprema  de 
Sevilla,  era  necesario  meditar  muy  bien  y  pronto  los  medios  que 
debieran  adoptarse  para  la  defensa  de  la  provincia,  y  á  poco 
rato  de  esta  propuesta,  que  sería  á  las  nueve  y  media  de  la  ma- 
ñana, se  notó  conmoción  popular  y  dio  una  salva  (1)  que  sin 
orden  del  expresado  general  hizo  el  pueblo,  enarbolando  la 
bandera,  con  cuyo  motivo  se  disolvió  la  Junta  sin  poder  acordar 
cosa  alguna...» 

El  teniente  coronel  D.  Laureano  de  las  Fuentes,  dijo: 
«...Como  á  las  dos  de  la  tarde,  el  pueblo  amotinado  en  la 
plaza  de  la  Cruz,  rodeaba  el  cuerpo  de  guardia  del  oficial  y  sol- 
dados que  guardaban  la  puerta  de  Palmas,  pidiendo  en  voz  y 
grito  la  vida  del  conde  de  la  Torre  del  Fresno,  á  quien  acusaban 
de  traidor.  El  conde,  refugiado  en  el  citado  cuerpo  de  guardia, 
se  resistía  á  salir  á  vista  del  populacho,  pero  á  esta  hora  llegó 
el  excelentísimo  señor  marqués  de  Monsalud  y  el  teniente  coro- 
nel D.  Laureano  de  las  Fuentes,  que  declara,  y  empezaron  en 
tan  críticos  momentos  á  persuadir  al  pueblo  de  la  inocencia  del 
conde,  para  que  sosegaran  los  ánimos  y  que  de  este  modo  todo 
se  podría  componer,  pues  que  nada  se  adelantaría  con  lo  que 


(i)  Era  costumbre  de  remoto  tiempo  disparar  las  tres  salvas  de  los  días  de 
fiesta  real  á  la  caída  de  la  tarde,  con  interrupción  de  una  media  hora  cada  salva; 
pero  los  amotinados  el  30  de  Mayo  se  dirigieron  al  baluarte  de  San  Vicente,  donde 
estaban  los  cañones  que  de  antiguo  se  dedicaban  á  estas  solemnidades,  y  capita- 
neados por  una  mujer  varonil  llamada  María  Cambero,  mayormente  conocida  por 
el  sobrenombre  de  la  Mariona,  y  al  son  del  toque  de  un  tambor,  hábilmente  ma- 
nejado por  un  tal  Ciríaco  Gamarra,  la  Mariona  se  quitó  las  medias  y  mantón,  em- 
pleándolas para  tacos  de!  primer  cañón  disparado,  y  después  de  aquel  disparo  los 
otros  no  se  hicieron  esperar  hasta  los  2  $  que  eran  de  ordenanza. 


BADAJOZ  253 


pedían,  que  era  que  saliera  el  conde  de  aquel  puesto  para  qui- 
tarle la  vida;  pero  todo  fué  infructuoso,  á  pesar  de  que  el  mismo 
conde,  subido  en  una  mesa,  y  sin  ninguna  divisa  de  mando,  le 
decía:  c ¡Hijos!  yo  no  quiero  tener  mando  alguno;  yo  soy  vues- 
•  tro  compañero  y  paisano,  y  como  un  leal,  verdadero  y  constan- 
»te  español  me  vanaglorio  el  hacer  todo  lo  que  sea  debido  en 
» defensa  de  mi  rey  y  señor  D.  Fernando  VII  y  de  mi  amada  pa- 
»tria.»  Pero  todo  fué  inútil,  pues  al  fin  consiguieron  arrancarlo 
de  aquel  punto,  y  á  muy  pocos  pasos  un  artillero  desenvainó  el 
machete  y  dirigiendo  su  cortante  hoja  hacia  la  cabeza  del  conde 
exclamó:  c¡Esto  se  hace  con  los  traidores!»  y  el  cuerpo  del  des- 
graciado general  cayó  al  suelo  inanimado  y  sin  espíritu...» 

El  Excmo.  Sr.  D.  Mateo  Delgado  y  Moreno,  arzobispo  de 
Sebaste  y  obispo  de  Badajoz,  dijo: 

t...Que  estándose  tratando  del  asunto  en  el  que  manifestó 
desde  luego  con  coda  franqueza,  buena  fe  y  deseo  de  hacer  lo 
mejor  en  defensa  de  dicho  Soberano  y  de  la  Patria  (i)  se  pre- 
sentó el  populacho  alborotado  delante  de  su  casa,  al  que  se 
procuró  contentar  saliendo  á  los  balcones,  así  el  conde  como 
varios  de  los  que  habíamos  concurrido  á  ellas  sin  que  hubiesen 
sido  suficientes  razones  algunas  para  conseguirlo,  ni  haberse 
prestado  el  conde  á  que  se  disparase  la  artillería,  como  se  dis- 
paró y  á  dejar  ó  entregar  el  mando,  en  vista  de  la  desconfianza 
que  manifestaron  los  alborotadores ;  y  habiéndose  estos  entrado 
en  la  misma  casa  del  conde,  atropellando  la  guardia  (2)  enton- 
ces bajó,  se  incorporó  con  ellos  y  llevándolo  por  donde  quisieron, 
por  último  le  dieron  varios  golpes  y  le  quitaron  la  vida,  siendo 
víctima  de  un  populacho  desenfrenado  y  ciego,  á  pretexto  de 
vanas  é  infundadas  desconfianzas  que  fueron  desgraciadamente 
repetidas,  por  aquella  época,  contra  los  más  decididos  por   la 


(i)    Se  refiere  al  conde. 

(3)  Por  oponerse  el  prelado  á  que  saliera  el  conde  de  su  casa,  desconocieron 
la  autoridad  del  arzobispo  y  hasta  su  dignidad  revestida  por  los  hábitos,  y  recibió 
dos  bofetadas  de  mano  de  uno  de  los  amotinados. 


2í>4  BADAJOZ 


justa  causa,  si  es  que  no  hubo  algunos  agentes  ocultos  que  die- 
sen impulsos  á  la  conmoción  por  venganza  y  resentimientos  par- 
ticulares  » 

Del  Sr.  D.  Manuel  Madera,  rico  comerciante  de  Badajoz: 

€...  El  populacho,  amotinado  á  la  puerta  del  general  conde 
de  la  Torre  del  Fresno,  escuchó  de  los  labios  de  éste :  t  que  él 
»no  se  había  negado  á  que  se  arbolara,  y  que  las  salvas  se  ha- 
»rían  á  las  horas  acostumbradas»... 

Del  canónigo  y  maestre  escuela  de  la  Catedral,  D.  Juan 
Caldera : 

«...  Que  tiene  noticias  de  la  muerte  violenta  que  sufrió  el 
conde  de  la  Torre  del  Fresno,  en  el  mismo  día,  entre  tres  y 
cuatro  de  la  tarde...  y  que  aunque  no  la  presenció,  oyó  decir  á 
algunos  testigos  de  vista  que  los  principales  agresores  fueron 
varios  soldados  que  se  hallaban  en  la  plaza  y  que  al  parecer 
debieron  ser  seducidos  para  acometer  tan  horrible  atentado, 
pues  que  los  paisanos  no  se  les  vid  hacer  la  menor  demostración 
de  amenazar  la  persona  del  conde ^  cuya  particularidad  fué  públi- 
ca en  toda  la  ciudad...» 

El  coronel  D.  Diego  de  Toro,  dijo: 

«...  En  aquella  mañana  había  mandado,  delante  del  que  de- 
clara, el  conde  de  la  Torre  del  Fresno,  al  ayudante  de  esta 
plaza,  D.  José  Fernández  (que  es  ya  muerto),  que  fuese  inme- 
diatamente para  que  se  arbolase  la  bandera,  y  habiendo  pedido 
el  populacho  de  que  se  hiciese  salva  por  la  artillería  lo  mandó 
también,  faltando  á  la  costumbre  que  de  tiempo  inmemorial  ha- 
bía en  esta  plaza,  pues  las  tres  salvas  se  ejecutaban:  la  primera, 
una  hora  antes  de  ponerse  el  sol ;  la  segunda,  media,  y  la  últi- 
ma al  ponerse...  (i).» 

El  presbítero  D.  José  Romero  y  Segura,  dijo: 


(i)  Cuando  el  ayudante  Fernández  se  dirigía  por  la  calle  del  Granado,  para 
dar  orden  á  la  guardia  de  la  Maestranza  que  hiciese  la  salva,  ya  se  oyeron  los  pri- 
meros disparos  y  por  consiguiente  tal  orden  era  inútil  para  calmarlos  amotinados 
que  se  habían  anticipado  á  ella. 


BADAJOZ  255 

»...  que  no  sólo  se  halló  en  Badajoz  el  día  en  que  se  cita, 
sino  que  estuvo  en  la  casa  del  conde  de  la  Torre  del  Fresno 
hasta  cerca  de  las  once,  hora  que  había  principiado  el  alboroto 
del  pueblo,  y  que  presenció,  por  lo  tanto,  que  el  referido  gene- 
ral ofreció  á  los  amotinados  que  se  presentaron  en  la  plaza  de 
las  Descalzas  (muchachos  los  más)  y  que  pedían  se  hiciese  en 
aquella  hora  la  salva,  que  se  harían  las  tres  de  ordenanza  á  las 
horas  acostumbradas.» 

El  deán  D.  Francisco  Romero  de  Castilla,  dijo: 
€...  Que  teniendo  presente  el  general  las  noticias  que  habían 
llegado  *á  esta  plaza  en  los  días  ó  tiempos  en  que  ocurrieron 
los  hechos  que  incluyen  estas  preguntas,  y  habiendo  llegado  á 
esta  plaza  el  aviso  que  dio  el  alcalde  de  Móstoles,  que  si  mal 
no  recuerdo  fué  el  día  4  de  Mayo  de  1808  noticiando  lo  que 
pasó  en  Madrid  el  día  2  del  mismo,  en  el  mismo  día  4  formó  el 
conde  una  junta  para  resolver  lo  que  debiera  hacerse.» 
El  provisor  D.  Gabriel  Rafael  Blázquez  Prieto,  dijo : 
€...  Que  el  conde  había  recibido  noticias  del  levantamiento 
de  Sevilla  y  la  muerte  del  señor  conde  del  Águila,  y  que  pen- 
saba convocar  á  junta,  lo  que  nos  pareció  bien,  haciéndole  yo 
un  ligero  recuerdo  de  su  circular,  y  en  efecto,  se  citó  á  junta 
para  el  siguiente  día  30  de  Mayo...  Llegó  el  momento  de  la 
junta,  y  cuando  estábamos  deliberando  se  oyeron  resonar  conti- 
guos cañonazos  de  esta  plaza,  seguidos  de  una  gran  gritería,  y 
uno  de  los  concurrentes  propuso  que  saliera  yo  acompañado  del 
regidor  perpetuo  de  la  ciudad  D.  Pedro  Martín  Saavedra  á  cal- 
mar los  alborotadores,  y  salimos,  informándonos  de  que  hacia 
el  convento  de  la  Trinidad  estaban  los  pronunciados,  nos  dirigi- 
mos al  campo  de  San  Juan,  llamado  plaza  de  Fernando  VII, 
cuando  vimos  que  de  la  calle  de  San  Blas  venía  gran  porción 
de  hombres  y  mujeres  gritando:  ¡Viva  la  religión!  ¡Viva  el  rey! 
•Mueran  los  traidores!;  pero  todos  fueron  detenidos  por  mí  y 
por  el  regidor  referido,  y  ambos  les  gritamos  con  palabras  de 
verdadera  reflexión,  mostrándose  todos  avenidos  y  dispuestos  á 


256  BADAJOZ 


retirarse  á  sus  casas,  lo  cual  se  hubiera  conseguido  si  en  esto 
no  apareciese  una  columna  de  hombres,  todos  soldados,  vesti- 
dos á  la  manera  de  que  están  en  los  cuarteles,  y  algunos  con 
fusiles,  otros  con  bayonetas  y  los  más  con  sables  y  algunos 
tambores  y  dos  banderas,  una  de  un  regimiento  (i)  y  la  otra 
muy  antigua  y  muy  pequeña  que  luego  vi  en  casa  del  señor 
general  Galluzo,  y  entendí  haber  sido  de  la  iglesia  del  convento 
de  San  Agustín  (2).  Esta  columna  venía  como  de  la  calle  de 
San  Juan  y  se  dirigió  á  la  plaza  que  llaman  de  las  Descalzas, 
sin  que  nosotros  pudiéramos  contenerla,  y  detrás  las  gentes 
que  teníamos  calmadas  siguió,  quedando  mi  compañero  y  yo 
solos,  dirigiéndonos  á  la  referida  plaza  de  las  Descalzas,  y  lle- 
gados á  ellas  pudimos  ganar  la  puerta  del  convento,  desde 
donde  vimos  al  ilustrísimo  señor  arzobispo,  obispo  y  otros  indi- 
viduos dirigiendo  palabras  al  pueblo,  y  á  poco  pudimos  ganar 
la  puerta  de  la  casa  del  referido  conde,  colocándome  á  la  puer- 
ta derecha,  de  donde  vi  que  cinco  soldados  tenían  Iols  hojas  de 
los  sables  limpias  y  se  dirigieron  á  la  puerta,  arremetiendo  con- 
tra todos  los  impedimentos,  viniendo  á  afligir  más  aquel  trance 
la  noticia  dada  por  algunos  de  que  había  llegado  un  correo  y 
había  traición,  cosa  de  todo  punto  falsa,  pues  yo,  individuo  de 
la  junta,  me  constaba  lo  dicho,  y  sé  que  el  correo  eran  pliegos 
despachados  por  el  general  Junot,  y  otros  de  Murat  para  aquel 
general...  A  las  nueve  de  la  noche  corrimos  al  zaguán  de  la 
casa  del  difunto  conde,  donde  se  encontraba  hecho  pedazos,  y 
á  esta  hora  se  verificó  el  entierro  sin  ceremonia  alguna  de  la 
iglesia  de  las  Descalzas  (3).  La  muerte  del  señor  conde  la  moti- 
vó el  tener  la  Comandancia  general  de  esta  provincia  á  su  car- 
go, de  la  conjuración  fraguada  contra  él,  como  también  contra 


(i)    De  infantería  de  Extremadura. 

(2)  La  ganada  á  los  portugueses  por  el  general  Bay,  ó  mejor  dicho  por  sus 
hijos,  enterrados  en  el  convento  de  San  Agustín. 

(3)  A  la  izquierda  del  altar  mayor  se  levanta  este  sepulcro  de  piedra  de  már- 
mol, con  una  modesta  inscripción. 


BADAJOZ  237 


los  señores  conde  del  Águila,  en  Sevilla,  y  marqués  del  Soco- 
rro, en  Cádiz,  en  cuyas  ejecuciones  intervinieron  militares  más 
eficazmente  que  los  habitantes  de  la  población...» 

Don  José  Garrigó,  coronel  de  ejército  y  comandante  agre- 
gado al  regimiento  de  húsares  de  Bailen,  dijo: 

« A  las  doce  y  media  de  la  tarde  me  encontraba  detenido 

en  el  cuerpo  de  guardia  de  Palmas,  donde  estaba  el  populacho 
que  intentaba  invadir  dicho  edificio  militar  para  apoderarse  del 
conde  y  matarlo.  Considerándonos  resguardados  allí  bien  pronto 
vimos  lo  contrario,  pues  que  el  populacho  rompió  la  ventana  del 
referido  cuerpo  de  guardia,  que  daba  al  paseo  de  la  Alameda 
Vieja,  y  por  ella  entraron  muchos  hombres,  lo' cual  visto  por 
los  húsares  de  mi  regimiento  que  me  ayudaban  á  impedir  al 
pueblo  sus  intentos,  hasta  que  reconvenidos  los  mismos  por  el 
pueblo,  uno  de  ellos  me  cogió  por  piernas  y  brazos  y  me  sacó 
á  la  puerta  desde  donde  se  me  dirigió  á  mí  un  zapador  levan- 
tando el  machete,  el  cual  fué  detenido  por  mis  húsares,  y  en  la 
confusión  todo  lo  perdí  de  vista,  pero  oí  decir  que  el  mismo  za- 
pador que  intentó  matarme  degolló  al  conde  (i)....> 

Tales  son  los  hechos  que  resultan  en  la  causa,  relatados  por 
diez  personas  de  las  más  caracterizadas  de  la  ciudad  y  todas 
testigos  presenciales  de  las  escenas  tumultuosas  del  30  de  Mayo, 
y  la  mayoría  coopartícipes  en  la  junta  de  las  disposiciones  adop- 
tadas por  el  conde,  desde  el  5  de  Mayo  en  que  se  recibió  en 
Badajoz  el  aviso  del  alcalde  de  Móstoles. 

De  todas  estas  declaraciones  se  desprende  que  el  militarismo, 
la  soldadesca,  fué  el  espíritu  y  cuerpo  de  aquel  escandaloso 
motín  que  pudo  haber  traído  consecuencias  más  funestas,  pues 
que  á  las  once  de  la  mañana,  en  que  habían  tenido  noticia  del 
motín  los  presos  de  la  cárcel,  se  sublevaron  haciendo  resisten- 
cia contra  la  guardia,  lo  cual,  sabido  que  fué  por  el  conde  en 


(i)  En  efecto,  es  cierto,  siendo  lo  más  particular  del  caso,  que  presenció  el 
hecho  la  numerosa  guardia  de  Puerta  de  Palmas,  formada  y  con  las  armas  en  des- 
canso. 

33 


258  BADAJOZ 


el  momento  que  salía  de  la  junta,  mandó  al  general  D.  Juan 
Gregorio  Mansio,  para  que  con  su  presencia  y  las  disposiciones 
que  adoptase,  refrenara  los  presos  y  castigara  á  los  culpables. 

Pero  el  tiempo  pasó;  los  ánimos  se  calmaron  y  tras  un  día 
y  otro  se  aclaró  la  conducta  del  conde,  que  no  pudo  ser  más 
noble  ni  más  leal  para  su  patria;  así  fué  que  el  fiscal  de  la  causa 
acordó  un  dictamen  favorable  al  conde,  y  pasando  al  Consejo 
de  guerra  los  señores  generales  que  (i)  actuaron  como  vocales, 
declararon  por  unanimidad  al  conde  t  indemne,  libre  de  todo 
f  cargo  por  buen  servidor,  leal  y  fiel  vasallo  al  rey  nuestro  señor; 
tque  se  publique  su  inocencia  en  La  Gaceta  del  Gobierno;  que 
fse  circule  álos  inspectores  y  directores  generales  de  las  dife- 
f  rentes  armas  para  que  llegue  á  noticia  de  los  individuos  del 
•ejército;  igualmente  declara  que  la  conducta  militar  y  política 
•observada  en  el  año  1808,  fué  arreglada  y  propia  de  un  mili- 
ftar  pundonoroso;  que  se  dé  cuenta  á  S.  M.  por  el  Supremo  de 
fia  guerra,  del  distinguido  mérito  que  contrajo  en  el  año  1808, 
f  siendo  el  primero  que  se  declaró  abiertamente  contra  nuestros 
» enemigos,  alarmando  esta  provincia  con  eminente  riesgo  de  su 
fvida,  por  sí  se  digna  S.  M.  declararlo  en  grado  heroico  benemé- 
rito de  la  patria  (2) • 


(i)  En  18 16  se  publicó  en  Badajoz,  en  la  imprenta  de  la  Capitanía  general,  un 
folleto  en  4."*  de  once  páginas,  con  el  siguiente  título :  Dictamen  fiscal  y  acuerdo 
del  Consejo  de  guerra  de  oficiales  generales  celebrado  en  la  i>laza  de  Badajoz  el 
dia  4  de  yulio  de  1816  por  real  orden  de  16  de  Febrero  del  mismo  ^  para  justificar  la 
conducta  militar  y  política  observada  en  el  año  1808  por  el  mariscal  de  campo  co- 
mandante general  que  fué  de  la  provincia  de  Extremadura^  D.  Toribio  Gragera, 
conde  de  la  Torre  del  Fresno.  Este  es  el  único  documento  impreso  que  el  lector 
puede  consultar  sobre  la  muerte  de  este  desgraciado  general. 

(2)  Nada  se  dice  en  esta  información  sobre  la  suerte  que  les  cupo  á  los  que 
dieron  muerte  al  general,  porque  muerto  éste  y  sustituido  en  el  mando  por  don 
Juan  de  la  Cuesta,  ordenó  éste  formar  un  proceso  en  averiguación  de  los  autores 
del  suceso  el  30  de  Mayo.  En  la  cárcel  estaban  desde  entonces  unas  sesenta  per- 
sonas, cuando  habiendo  sido  nombrado  el  general  Galluzo  en  Setiembre  para 
reemplazar  á  Cuesta,  así  que  tomó  posesión  del  mando  el  iS  activó  el  proceso  que 
se  terminó  el  29,  á  los  once  días,  ahorcando  á  cinco  de  los  culpables  en  la  Plaza- 
Alta  y  poniendo  en  libertad  á  los  restantes  presos.  Los  cinco  ahorcados  entre  cuyo 
número  se  hallaba  el  célebre  Ciriaco  el  del  tambor  y  el  artillero  que  dio  muerte  al 
general,  fueron  enterrados  en  Santa  María,  antigua  iglesia  de  los  PP.  Jesuítas. 


BADAJOZ  2^9 


II 


Don  José  Galluzo  se  encargó  de  reemplazar  al  conde  y  por 
su  orden  congregóse  después  una  junta  de  lo  más  selecto  de  la 
capital.  Tan  acertadas  y  enérgicas  fueron  sus  disposiciones, 
que  pronto  contó  el  ejército  extremeño  20,000  hombres  al 
acabar  el  mes  de  Junio,  para  lo  cual,  con  proclamas  y  hechos 
arriesgados,  arrancaron  muchos  de  ellos  á  la  vigilancia  de  Junot 
en  Portugal,  de  los  que  tenía  en  sus  filas  procedentes  de  la  an- 
terior alianza.  Por  otra  parte,  se  habían  ya  interceptado  las  co- 
municaciones de  Portugal  con  la  Mancha  y  Andalucía,  desconcer- 
tando los  cálculos  del  enemigo.  El  7  de  Setiembre  el  general 
don  José  de  Arce,  por  orden  de  esta  junta,  sitió  también  en 
Yelves  al  jefe  francés  Girord,  obligándole  á  encerrarse  en  el 
fuerte  de  Lippe.  Tales  sucesos  precipitaron  la  llamada  conven- 
ción de  Cintra,  por  la  cual  las  armas  francesas  dejaban  á  Por. 
tugal  libre,  y  España  no  contaba  enemigos  á  su  espalda. 

En  tanto  el  ejemplo  dado  al  país  con  la  muerte  del  conde 
de  la  Torre  del  Fresno  tuvo  nuevas  víctimas.  Primeramente  con 
la  muerte  del  general  D.  Benito  San  Juan  que  había  mandado 
el  ejército  de  Extremadura  y  que  fué  traidoramente  asesinado 
por  la  soldadesca,  en  Talavera  de  la  Reina,  el  7  de  Diciembre, 
mientras  el  16  eran  inmolados  en  Badajoz  el  coronel  de  milicias 
don  Tiburcio  Garcelen  y  el  ex-tesorero  general  D.  Antonio  No- 
riega,  antiguo  allegado  del  Príncipe  de  la  Paz. 

El  general  Cuesta  había  reemplazado  á  Galluzo,  y  apenas 
tomó  el  mando  el  mariscal  Víctor,  primero  y  su  colega  Mortier, 
después,  se  aproximaron  á  Badajoz,  de  donde  fueron  repelidos 
heroicamente.  El  1 1  de  Enero  de  1 8 1 1  fué  sitiada  Olivenza,  que 
el  día  22  se  rindió,  casi  á  los  primeros  tiros  del  enemigo,  y  el  26, 


26ü  BADAJOZ 


el  ejército  victorioso  se  presentaba  frente  á  Badajoz,  siguiendo 
la  línea  que  en  1658  había  emprendido  el  portugués. 

La  primera  medida  del  francés  fué  coronar  de  artillería  los 
cerros  de  San  Miguel,  el  Almendro,  las  Mallas  y  el  San  Vicente, 
prolongando,  en  estos  dos  últimos,  una  trinchera  que  flanqueaba 
el  fuerte  de  Pardaleras. 

Menacho  se  comunicaba  diariamente  con  el  fuerte  y  prepa- 
raba su  plan  para  desde  él  destrozar  las  primeras  intentonas  del 
enemigo. 

Las  lluvias  de  aquellos  días  hicieron  crecer  las  corrientes  del 
modesto  Rivillas,  invadiendo,  en  parte,  las  obras  del  ejército 
francés.  Aprovechando  este  recurso,  el  día  3  de  Febrero  las  ba- 
terías del  Pardaleras  arrojaron  500  proyectiles  al  enemigo,  y  la 
infantería,  en  número  de  400  plazas,  hicieron  una  salida  que  des- 
truyó parte  de  las  obras  de  los  franceses,  le  causaron  cien  muer- 
tos y  trescientos  heridos. 

Desde  aquel  día  los  fuegos  de  Pardaleras  se  cruzaban  con 
las  baterías  de  San  Miguel,  Almendro,  Mallas  y  Viento,  cau- 
sando grandes  destrozos  en  estos  atrincheramientos  y  enorme 
número  de  bajas.  El  7,  el  general  D.  Carlos  de  España,  apoyado 
por  las  baterías  de  Pardaleras,  hizo  otra  salida,  apoderándose 
de  varias  piezas  y  desmontó  clavando  las  piezas  de  San  Miguel 
y  del  Almendro. 

Pero  el  ejército  francés  vio  al  punto  el  peligro.  Se  reforzó 
con  la  infantería  del  cerro  Gordo,  y  el  9  por  la  noche  todo  el 
grueso  de  sus  tropas  cae  sobre  Parladeras,  lo  bombardean,  arro- 
jan sobre  él  unos  1,000  proyectiles,  lo  sitian,  hacen  700  bajas 
en  su  guarnición,  y  un  oñcial  enemigo,  que  había  reconocido  la 
fortiñcación  días  antes,  dirigió  el  asalto  por  entre  las  empalizadas. 
Nuestros  soldados  morían  luchando  con  honor,  cayendo  bajo  el 
plomo  de  las  tropas  francesas,  y  lo  que  era  más  doloroso  aún, 
por  las  balas  que  Menacho  les  arrojaba  para  destruir  una  forti- 
ñcación que  veía  en  poder  del  enemigo,  con  eminente  peligro 
para  Badajoz. 


BADAJOZ  261 


La  noche  del  día  9  de  Febrero  de  1 8 1 1  fué  memorable 
para  los  pocos  valientes  españoles  que  quedaron  con  vida  den- 
tro de  Pardaleras* 

Al  amanecer  del  10  los  rayos  opacos  de  un  día  triste  y  os- 
curo alumbraron  el  campamento,  donde  se  encontraban  más 
de  2,000  cadáveres  de  los  valientes  que  sucumbieron  en  defensa 
del  fuerte. 

Esta  es  la  segunda  página  que  tiene  en  la  historia  el  Fuerte 
de  Pardaleras,  La  pérdida  de  éste  fué  para  Menacho  un  golpe 
fatal  que  pronto  refluyó  contra  la  defensa  de  la  plaza. 

Cuando  hemos  visitado  el  fuerte  de  Pardaleras  y  hemos  pi- 
sado algunos  huesos,  ó  hemos  encontrado  restos  de  aquella 
jornada,  recordamos,  sin  querer,  á  nuestros  valientes  abuelos, 
que  supieron  luchar  heroicamente  contra  los  vencedores  de  las 
Pirámides,  de  Austerlitz  y  de  Marengo. 

Por  eso  al  pasar  por  la  puerta  de  este  fuerte  nos  quitamos 
el  sombrero  y  saludamos  con  respeto  á  los  ya  olvidados  héroes 
de  1658  y  181 1. 


III 


La  pérdida  de  la  noche  del  9  de  Febrero  desconcertó  á  los 
españoles,  y  conocido  esto  por  el  mariscal  Soult  dirigió  su  ata- 
que en  la  mañana  del  día  19  al  campamento  español  de  las 
orillas  del  Gévora,  y  en  tan  aciago  día,  rotos  y  deshechos  los 
españoles  y  abandonada  la  infantería  por  la  tropa  de  las  demás 
armas,  fué  cuando  el  valeroso  brigadier  D.  José  De-Gabriel 
lleno  de  generoso  despecho,  con  sólo  3  soldados  que  le  siguie- 
ron, cargó  sobre  el  duque  de  Aremberg,  jefe  de  la  caballería 
francesa,  rompiendo  sus  fílas  y  llegando  hasta  tirarle  una  cuchi- 
llada. En  tal  instante  cayó  sin  vida  herido  por  los  oficiales  que  ro- 
deaban al  duque,  espirando  en  sus  labios  las  palabras  de  ¡fuego.,. 


202  BADAJOZ 


fuego!  con  que  lleno  de  ardimiento  animaba  á  los  compañeros 
de  gloria  que  le  habían  seguido.  La  pelea  terminó  poco  después, 
bloqueándose  Badajoz  por  la  derecha  del  Guadiana,  lo  cual  no 
fué  bastante  á  intimidar  todavía  al  heroico  Menacho. 

El  hecho  del  valiente  De- Gabriel  tuvo  otro  ejemplo  en  el 
teniente-artillería  de  la  brigada  de  Canarias  D.  Miguel  Fontur- 
vel.  De  edad  avanzada,  pidió  que  se  le  confiase  el  puesto  de  más 
peligro.  Mutilado  por  la  metralla  de  las  dos  piernas  y  un  brazo, 
espiró  animando  á  sus  soldados,  con  las  voces  de  ¡viva  la  pa- 
tria!,,, ¡contento  muero  por  ella! 

El  4  de  Marzo  moría  también  el  verdadero  héroe  de  nues- 
tras tropas,  el  general  D.  Rafael  Menacho,  observando  una  sa- 
lida desde  cerca  del  baluarte  de  S.  Juan.  Depositóse  su  ca- 
dáver en  la  catedral,  siendo  sepultado  en  el  panteón  de  sus 
obispos. 

Esta  pérdida  sembró  el  pánico  en  los  sitiados,  y  el  ge- 
neral Imaz,  hombre  tímido  y  de  pocos  alcances,  entró  á  ocupar 
el  puesto  de  Menacho.  No  habían  transcurrido  6  días  cuando 
sin  estar  abierta  la  brecha  y  el  telégrafo  óptico  de  Elvas  anun- 
ciaba que  la  plaza  sería  socorrida,  el  general  Imaz  pidió  capi- 
tulación. 

Más  de  siete  mil  hombres  rindieron  las  armas  en  el  Campo 
de  San  Roque,  cayendo  también  en  poder  del  enemigo  mil  y 
cien  enfermos,  artillería  y  municiones  de  boca  y  guerra. 

Imaz  quiso  más  tarde  cubrir  su  mengua  con  el  dictamen  de 
varios  jefes  que  votaron  la  rendición ;  pero  arrestados  él  y  su 
ayudante  Hore,  trataron  de  mancillar  el  honor  extremeño  con 
injuriosas  calumnias  contra  la  conducta  del  vecindario  de  Bada- 
joz, y  se  esclarecieron  los  hechos  al  contestarle  los  patriotas  Ca- 
latrava,  Fernández  Golfín,  Martínez,  Herrera,  Laguna  y  Riesco 
que  opinaron  contra  la  conducta  del  general  (i). 


( I )    En  el  informe  que  suscribieron  estos  buenos  patricios  se  decía  entre  otras 
cosas:  M  pesar  de  los  rumores  esparcidos,  estamos  muy  le/os  de  sospechar  infidencia 


BADAJOZ  263 


IV 


El  Mariscal  Soult  primero  y  después  el  Gobernador  Philip- 
pon,  siguieron  la  política  de  hacer  que  sus  subordinados  trata- 
sen lo  mejor  posible  al  vecindario  y  á  la  guarnición  prisionera 
de  guerra.  Empero  ni  estas  reflexivas  determinaciones,  que  la 
prudencia  imponía  á  los  vencedores,  ni  nada,  por  entonces,  era 
suficiente  para  apagar  la  oculta  saña  de  los  vencidos.  Las  armas 
de  fuego,  el  rudo  golpe  de  los  instrumentos  de  labranza,  y  otros 
medios  de  destrucción,  no  perdonaron  al  pobre  extranjero  que 
presentó  un  momento  propicio  para  que  le  hiciesen  desaparecer 
de  la  escena  del  mundo. 

Los  pozos  de  las  casas  y  las  cisternas  recibían  á  diario  los 
inertes  cuerpos  de  pobres  soldados  ñranceses  que  no  tenían  otro 
delito  que  el  de  seguir  la  suerte  que  le  deparaba  á  sus  genera- 
les la  ambiciosa  política  de  Napoleón. 

El  nombramiento  del  general  Beresford  para  mandar  el  ejér- 
cito  aliado^  fué  un  síntoma  que  se  dejó  sentir  pronto  en  Bada- 
joz. Puesto  á  la  cabeza  de  las  tropas  principió  por  hacer  que  los 
franceses  evacuasen  á  Campomayor,  trayéndolos  precipitada- 
mente hasta  Badajoz  en  derrota  la  caballería  portuguesa. 

Sitiada  después  Olivenza  el  9  de  Abril,  se  rindió  el  15,  ca- 
yendo prisionera  la  guarnición  francesa  que  la  defendía. 


en  el  Sr.  Hore^  asi  como  no  la  sospechamos  en  D,  7osé  Imaz;  fero  es  lo  cierto  que  la 
plaza  de  Badajoz  podía  y  debía  defenderse  y  no  hay  que  atribuirlo  sino  á  que  no  se 
quiso  ó  no  se  supo  defender,»  En  otra  se  lee:  «£/  que  conferenció  y  concluyó  la  capi- 
tulación con  el  Sr.  Hore  fué  el  Je/e  de  estado  mayor  del  mismo  Mortier,  al  cual  cuidó 
el  gobernador  de  que  se  le  preparara  un  buen  refresco  y  d  su  acompañamiento,  si 
lo  traia,y>  Y  en  otro  lugar  dice:  «Se  habla  de  una  conf  erencia  reservada  y  misteriosa 
que  el  Sr.  Hore  tuvo  en  el  cuerpo  de  guardia  de  la  puerta  de  Trinidad,  conferencia 
que  dio  lugar  ájuicios  poco  favorables.» 


i 


264  BADAJOZ 


El  4  de  Mayo  emprendió  Beresford  el  primer  asedio  contra 
Badajoz,  acompañándole  la  i.^  división  del  5.®  ejército  español 
al  mando  de  D.  Carlos  de  España.  La  brecha  había  de  abrirse 
frente  al  fuerte  de  San  Cristóbal,  y  mal  estudiado  el  plan,  hubo 
de  levantarse  el  cerco  la  noche  del  15,  con  la  pérdida  infructuo- 
sa de  700  hombres,  á  la  noticia  de  que  avanzaba  Soult  con  nu- 
merosas huestes  á  socorrer  la  plaza. 

Vencido  éste  en  la  batalla  de  la  Albuera,  mandada  el  1 6  por 
los  generales  Beresford,  Castaños,  Blake  y  Ballesteros,  vino 
otra  vez  sobre  Badajoz  el  18  la  división  de  Hamilton,  renovando 
el  bloqueo  por  la  izquierda  del  Guadiana,  auxiliado  de  tropas 
españolas,  á  la  orden  de  D.  Pedro  Agustín  Girón. 

El  25  embistió  Houston  por  la  derecha  del  río,  auxiliando 
Hamilton  á  la  división  de  la  izquierda.  El  29  principió  á  abrir  trin- 
chera al  frente  de  San  Cristóbal,  entreteniendo  al  enemigo  con 
acometidas  y  disparos  de  artillería  hacia  los  baluartes  contrarios 
por  bajo  de  Pardaleras.  El  3 1  se  principió  otra  brecha  al  medio 
día  del  Castillo,  después  de  haber  tentado  inútilmente  asaltar  la 
de  San  Cristóbal,  de  la  que  fueron  repelidos  con  pérdida.  El  9  de 
Junio  se  repitió  aquí  el  asalto  no  con  mayor  fruto  que  el  anterior. 
Vellington  convirtió  entonces  en  bloqueo  lo  que  había  sido  sitio,  en 
cuya  ocasión  se  escapó  el  fuego  de  una  hoguera  á  los  artilleros 
portugueses  que  estaban  á  la  izquierda  del  Guadiana,  fuego  que 
duró  quince  días,  abrasando  cuanto  halló  hasta  cerca  de  Méri- 
da.  El  17,  descercó  Wellington  á  Badajoz,  noticioso  de  que  ve- 
nían á  defenderle  los  ejércitos  de  Soult  y  Marmont. 

Unos  12,000  proyectiles  habían  arrojado  dentro  de  la  plaza 
los  sitiadores.  Su  vecindario  estaba  consternado.  Más  de  400  casas 
habían  sido  pasto  de  las  llamas.  Las  demás  estaban  en  ruinas. 
El  hambre  se  dejaba  sentir,  pues  ya  se  comenzó  á  acortar  las 
raciones.  Y  en  este  estado  se  retiraban  las  tropas  aliadas.  Un 
mes  más  de  bloqueo,  y  sin  otra  agresión  más  enérgica  la  ciudad 
hubiese  desaparecido  entre  el  fuego  y  los  escombros. 


Badajoz  265 


El  tercer  sitio  no  se  hizo  mucho  esperar.  Comenzó  el  1 6  de 
Marzo  de  181 2,  cuando  el  gobernador  Philippon  había  ya  re- 
parado las  fortificaciones  destruidas  de  los  anteriores.  El  19 
hicieron  los  franceses  una  salida,  causando  bastante  destrozo,  y 
del  20  al  25  se  llevó  el  Guadiana  un  puente  de  barcas  que, 
para  el  paso  de  las  tropas,  se  había  colocado  media  legua  por 
bajo  de  la  población.  El  25  se  rompió  el  fuego  contra  el  fuerte 
de  la  Picuriña,  que  fué  tomado  aquella  noche  por  los  ingleses, 
plantando  allí  baterías  para  batir  la  cortina  de  Trinidad  y  la  de 
Santa  María  del  Castillo.  Para  defensa  de  la  primera  habían 
preparado  los  franceses  una  inundación  del  Rivillas  que  cogía 
los  fosos,  la  cual  no  pudieron  inutilizar  los  ingleses.  El  6  de 
Abril  estaban  practicables  tres  brechas:  una  frente  á  San  Cris- 
tóbal ;  otra  en  Santa  María  del  Castillo,  y  otra  en  la  Cortina  de 
la  Trinidad.  Á  las  diez  de  la  noche  dieron  los  ingleses  simultá- 
nea embestida  con  su  habitual  denuedo.  Su  brío  se  estrellaba 
contra  una  tenaz  resistencia,  y  no  hemos  de  describir  los  horro- 
res del  asalto.  Cuatro  mil  hombres  perdieron,  hasta  que,  luchan- 
do y  reluchando,  dentro  ya  del  Castillo,  un  incidente  feliz  acabó 
de  decidir  la  victoria.  Las  tropas  mandadas  por  Walker,  escala- 
ron el  baluarte  de  San  Vicente,  y  se  corrieron  por  la  muralla 
hasta  las  brechas,  atacando  por  la  espalda  al  enemigo,  cuya 
guarnición  quedó  prisionera  con  su  general  y  principales  oficia- 
les que,  escapados  primero  á  San  Cristóbal,  capitularon  al  si- 
guiente día. 

Entraron  los  ingleses  en  Badajoz  y  sometieron  á  la  ciudad 
á  tres  días  de  saqueo.  La  soldadesca  inglesa,  ebria  de  los  exce- 
sos del  vino,  deseosa  del  placer  y  de  la  rapacidad,  no  respeta- 


34 


266  BADAJOZ 


ron  nada.  Las  jóvenes  doncellas  de  más  tierna  edad,  las  monjas 
de  los  monasterios,  las  matronas  que  por  su  edad  eran  dignas 
de  mayor  respeto,  todas  cayeron  bajo  la  acción  del  soldado  vic- 
torioso que  en  su  exceso  ni  al  obispo  reconocieron  y  hasta  del 
bolsillo  del  general  aliado  robaron  el  reloj  y  le  saquearon  el 
dinero.  Así  se  portaron  con  los  vecinos  de  Badajoz,  cuando  los 
esperaban  como  aliados,  preparándoles  regalos  y  refrescos.  Sus 
infamias  llegaron  hasta  el  punto  de  tener  que  mandar  Welling- 
ton  tropas  de  fuera  á  contener  el  desenfreno.  Las  iglesias  fueron 
saqueadas  por  ellos,  llevándose  sus  riquezas,  y  lo  mismo  hicie- 
ron con  las  casas  de  la  mayor  parte  de  los  vecinos. 

Las  cortes  de  Cádiz,  no  confundiendo  el  mérito  de  Welling- 
ton  con  las  tropelías  de  la  soldadesca,  condecoró  al  general  con 
la  gran  cruz  de  San  Fernando,  y  mandó  colocar  un  escudo  de 
armas  en  el  sitio  de  la  principal  brecha  del  castillo  en  conme- 
ración  de  sus  gloriosos  hechos. 

La  ciudad  fué  entregada  después  por  los  ingleses  al  Capitán 
general  de  Extremadura,  que  lo  era  entonces  el  marqués  de 
Monsalud,  quedando  el  vecindario  completamente  atribulado 
con  tan  rudos  golpes. 

Restablecida  lentamente  la  calma,  principiaron  á  reedificarse 
los  muros  y  edificios  particulares,  y  cada  cual  fué  volviendo  á 
la  vida  del  trabajo  en  su  taller,  en  su  comercio,  en  sus  campos, 
en  su  despacho  ó  en  sus  oficinas. 


CAPÍTULO  X 


Progresos  de  la  higiene  eú  Badajoz. — Sus  paseos  públicos. 
Noticia  de  los  edificios  más  notables,  de  las  murallas  y  de  su  Milia 

Urban  y  Leal 


I 


^  EMOS  expuesto,  en  capítulos  anteriores, 
^  todo  el  pasado  de  la  ciudad  de  Bada- 
joz. Tócanos  ahora  conocer  su  presen- 
te. Ciudad  antigua,  plaza  murada  des- 
de muy  remotos  siglos,  residencia  de 
las  autoridades  superiores  en  el  orden 
militar,  civil  y  eclesiástico,  cuenta  con 
una  población  de  derecho  que  sube  á  24,31 1  almas.  Tiene  bue- 
nas escuelas,  tres  bibliotecas  (la  provincial  del  Instituto,  la  del 
Seminario  y  la  pública  de  la  Sociedad  de  Amigos  del  País),  un 
Instituto,  una  Escuela  Normal,  un  Seminario,  Museo  arqueoló- 
gico, buenos  hospitales  (el  civil  y  el  militar),  Parque  de  ingenie- 
ros, Maestranza  de  artillería,  cuarteles,  establecimientos  comer- 
ciales, cafés,  teatros,  paseos,  etc.,  etc.  Sus  comunicaciones  férreas 
con  Lisboa,  Sevilla  y  Madrid,  hacen  hoy  de  esta  ciudad  un  pue- 


208  h  A  D  A  J  o  Z 


blo  nuevo  donde  renace  la  vida  y  la  actividad  de  que  antes  ca- 
recía. Por  otra  parte,  los  progresos  que  en  estos  últimos  años 
ha  logrado  la  higiene  en  toda  Extremadura  (i),  y  especialmente 
en  Badajoz,  desde  que  ha  sido  dotado  de  buenas  aguas  potables 
y  el  vecindario  deja  de  usar,  para  su  alimentación,  la  del  Guadia- 
na, la  salud  pública  h&  mejorado  marcadamente,  hasta  el  punto 
de  que  el  año  de  1882,  en  que  la  mortalidad  registró  datos  muy 
desconsoladores,  pues  acusaron  una  verdadera  situación  epidé- 
mica, tuvo  981  defunciones  por  949  nacimientos  y  un  resultado, 
por  tanto,  de  32  menos  de  diferencia. 

Aparte  de  lo  que  para  esto  hayan  influido  las  nuevas  aguas 
potables,  suman  para  este  resultante  el  haber  dado  corriente  al 
charco  que  formaban  las  aguas  estancadas  en  el  llamado  char- 
co del  puente,  el  arbolado  que  se  ha  plantado  en  los  paseos 
y  las  murallas,  el  alejamiento  de  las  esterqueras,  situadas  le- 
jos de  la  población,  la  prohibición  de  criar  cerdos  en  los  corra- 
les de  las  casas  y  de  enterrarse  en  las  iglesias,  y  la  situación 
del  nuevo  cementerio  á  tres  kilómetros  de  la  población.  Una 
ciudad  de  cerca  de  25,000  almas,  reducida  á  un  estrecho  recinto 
murado,  necesitaba  someterse  á  todas  estas  reglas  higiénicas  si 


(i)  Las  enfermedades  palúdicas  muy  especialmente  diezmaban  la  población 
extremeña,  hasta  el  punto  que  los  nacimientos  han  estado  por  lo  común  al  nivel 
de  las  defunciones.  Hoy  no  es  así.  Bastará  para  probar  esta  afirmación  los  siguien- 
tes datos: 

Durante  el  mes  de  Setiembre  último,  época  de  más  mortandad  al  año,  han  ocu- 
rrido en  la  provincia  de  Badajoz  1,203  defunciones  y  1,523  nacimientos,  resul- 
tando un  aumento  de  población  de  320. 

Éntrelos  fallecidos,  444  tenían  menos  de  un  año;  302  eran  de  i  á  5  ;  41  de  5 
á  10;  28  de  10  á  20;  95  de  20  á  40;  i  23  de  40  á  60  y  i  70  mayores  de  60. 

Han  fallecido:  de  viruela  3;  de  sarampión  16;  de  escarlatina  13;  de  difteria  y 
crup  16;  de  coqueluche  12;  de  tifus  abdominal  8;  de  tifus  exantemático  1 1;  de  có- 
lera 3;  de  disenterías  64;  de  fiebre  puerperal  28;  de  intermitentes  palúdicas  54; 
de  otras  enfermedades  infecciosas  70;  de  tisis  34 ;  de  enfermedades  agudas  de  los 
órganos  respiratorios  59;  de  apoplegía  21;  de  reumatismo  articular  agudo  i ;  de 
catarro  intestinal  57;  de  cólera  infantil  25;  de  las  demás  enfermedades  695;  de 
muerte  violenta  por  accidente  7  y  por  homicidio  6. 

Entre  los  nacidos  i  ,493  eran  legítimos  (776  varones  y  7 1  7  hembras)  y  30  na- 
turales (14  varones  y  16  hembras). 


BADAJOZ  269 

quería  no  verse  diezmada  á  cada  momento  por  el  destructor 
enemigo  de  la  muerte. 


II 


Badajoz  tiene  hoy  dos  bonitos  paseos :  uno  interior  y  otro 
exterior;  el  primero  en  el  llamado  Campo  de  San  Francisco  y 
el  segundo  á  la  izquierda  de  la  carretera  á  Portugal,  denomina- 
do el  Vivero,  y  ambos  muy  modernos,  como  que  el  primero  es 
del  afio  1836  y  el  segundo  de  1862. 

¿Qué  paseos  había,  pues,  en  Badajoz,  antes  de  la  primera 
fecha?  El  asunto  no  deja  de  tener  importancia  entre  los  curio- 
sos que  dedican  á  la  historia  local  algún  interés.  Diremos,  pues, 
lo  que  sobre  el  particular  sabemos. 

El  primer  paseo  público  de  que  existe  memoria  en  Badajoz, 
lo  hizo  el  corregidor  D.  Gonzalo  de  Mafra  en  1535.  Se  habían 
terminado,  poco  antes,  los  muros  que  para  defensa  de  la  ciudad 
nueva,  en  las  afueras  del  Castillo,  se  construyeron  bajo  la  direc- 
ción del  arquitecto  Gaspar  Méndez,  desde  el  sitio  denominado  la 
Breva  CanUy  que  arrancaba  del  Castillo,  hasta  los  cubos  del  puen- 
te de  las  Palmas;  y  entre  los  expresados  muros  y  las  aguas  del  río, 
se  abrió  una  fuente  llamada  la  de  Mafra;  se  plantaron  árboles 
entre  las  palmas  que  de  antiguo  había  por  el  expresado  sitio  y 
se  hicieron  asientos  de  piedra  y  de  mamposteríá  entre  las  calles 
de  árboles,  obras  todas  dirigidas  por  el  expresado  Méndez. 

Aún  existían,  hasta  poco  há,  restos  de  fuente  y  paseo,  ya 
que  ni  palmas  ni  otros  árboles  hace  muchos  años  que  no  se  re- 
cuerdan (i). 

Tal  fué  el  primer  paseo  público  que  existió  en  Badajoz,  allá 


(1)    Véase  la  Iniroducción^  pág.  xxviii. 


i 


270  H  A  D  A  J  o  Z 


en  remotos  tiempos.  En  los  presentes  han  existido  varios  que 
nos  toca  reseñar. 

En  181 2,  apenas  las  tropas  extranjeras  abandonaron  la  ciu- 
dad, y  cuando  las  familias  huidas  habían  regresado  á  ella,  se 
pensó  en  levantar  los  edificios  arruinados  y  en  hermosear  la 
población.  Había  á  la  sazón  en  Badajoz  un  corregidor  llamado 
Galindo,  muy  activo  y  celoso  por  los  intereses  públicos,  si  he- 
mos de  creer  lo  que  de  él  cuenta  la  fama.  Por  su  dirección  se 
trazó  el  elegante  paseo  que  hasta  pocos  años  hace  existía  con 
el  nombre  de  Paseo  de  la  Cruz^  después  Alameda  Vieja^  situado 
á  la  derecha  de  la  puerta  de  las  Palmas.  Tenía  arboleda  en  sus 
cinco  calles  y  estaba  cerrado  por  un  doble  muro  bajo,  con  asien- 
tos, y  una  puerta  de  hierro  al  frente  de  las  casas  llamadas  de 
Falcato,  y  tres  más  á  la  plaza  de  la  Cruz. 

En  la  primera  había  una  inscripción  que  decía:  Acabóse  este 
paseo  en  12  de  Mayo  de  t8^2. 

En  la  central  de  las  que  daban  á  la  plaza  de  la  Cruz  se  leía: 
El  Ayuntamiento  de  la  muy  leal  y  muy  noble  ciudad  de  Badajoz 

mandó  hacer  este  paseo ^  siendo  corregidor  D Galindo  y  por 

su  mandado. 

Este  paseo,  que  allá  por  los  años  de  181 2  á  1834  fué  el  cen 
tro  de  reuniones  entre  los  jóvenes  y  damas  principales  de  la  ciu- 
dad, se  demolió  en  1867  para  la  carretera  de  circunvalación  y 
edificar  casas,  dando  así  ensanche  á  la  ciudad,  demasiado  estre- 
cha en  sus  antiguos  edificios. 

Pero  la  Alameda  Vieja  por  su  situación,  ya  que  no  por  su 
falta  de  condiciones  para  paseo,  no  podía  serlo  por  mucho  tiem- 
po con  asentimiento  de  todos,  y  así  fué  que  bien  pronto  se  pen- 
só en  edificar  otro  que  reuniese  mejores  condiciones,  y  de  aquí 
el  pensamiento  que  surgiera  en  1836  para  hacer  el  de  San  Fran- 
cisco. 

Este  jardín  y  paseo  público  reconoce  por  fundador  al  gene- 
ral gobernador  D.  Juan  Gonzalo  de  Anleo,  el  cual  le  dio  su 
nombre;  pero  casi  todo  él  fué  reformado  poco  después  por  el 


BADAJOZ  271 

Ayuntamiento  presidido  por  D.  José  María  López,  que  colocó 
asientos  de  manipostería  en  sus  extremos,  hizo  un  hermoso 
salón  en  el  centro,  y  en  su  testero  principal  elevó  un  caprichoso 
obelisco  de  piedra  de  mármol,  en  forma  poligonal,  con  una  fuen- 
te que  le  servía  de  pie,  la  cual  estaba  rodeada  de  asientos  en 
forma  de  glorieta  circular  y  espaciosa.  Dicho  obelisco,  en  su 
frente  al  salón  central,  tenía  estos  versos,  redactados  por  don 
Gabino  Tejado  y  que  indican  la  persona  á  quien  se  dedicó  la 
obra: 

<LDe  amor  y  gratitud  fiel  monumento 
que  d  la  reina  Cristina  le  consagra 
el  Muy  Noble  y  Leal  Ayuntamiento,  i^ 

Y  en  el  frente  que  daba  al  extinguido  convento  de  San  Fran- 
cisco, se  leía  esta  otra  inscripción : 

A  María  Cristina, 

Reina  gobernadora  de  España 

Año  de  i8jg. 

Algunos  años  después  se  hicieron  otras  reformas  en  el  ex- 
presado paseo,  como  fué  el  cerrarlo  con  verjas  de  madera  pin- 
tadas de  verde,,  levantar  el  salón  central  á  metro  y  medio  sobre 
el  piso  regular  y  rodearle  de  una  baranda  de  hierro,  en  la  cual 
se  leía  lo  siguiente: 

Se  mandó  construir 

por  el  Ayuntamiento 

Cofistitucional  de 

1840, 

siendo  Alcaldes  don 

Manuel  Molano 

y  don 
Manuel  Lindo. 

De  esta  época  fué  también  el  muro  en  forma  octógona  que 
guardaba  la  noria  y  cuya  obra  formada  de  arcadas  góticas,  era 


272  BADAJOZ 


un  verdadero  estorbo  que  impedía  á  las  gentes  verse  desde 
todos  los  extremos  del  paseo. 

En  1862  se  destruyó  esta  obra,  se  puso  la  verja  del  exte- 
rior, los  asientos  de  hierro  y  las  columnas  para  los  faroles,  ha- 
ciéndose con  todas  estas  reformas  un  bonito  paseo,  el  único 
bueno  que  hoy  cuenta  Badajoz  en  su  interior,  porque  el  de  la 
plaza  de  San  Juan,  hoy  de  la  Constitución,  hecho  en  1840  por 
el  alcalde  D.  José  María  Al  barran,  como  el  de  la  plaza  de  San 
Andrés,  mandado  hacer  por  D.  José  María  Domínguez,  en  1870, 
no  deben  considerarse  como  tales,  y  sólo  otro  jardín  puede 
competir  con  el  de  San  Francisco:  el  del  Vivero^  fuera  del  puen- 
te de  las  Palmas,  pero  que  á  pesar  de  la  frondosidad  de  su  ar- 
boleda y  de  estar  situado  frente  al  Guadiana,  no  es  concurrido 
por  las  gentes  de  la  población,  que  prefieren  el  antiguo  paseo 
que  allá  en  1836  mandara  hacer  el  general  Anleo,  al  que  se 
construyó  en  1862. 

Tal  es  la  historia  de  los  paseos  y  jardines  de  Badajoz,  desde 
el  siglo  XVI. 


III 


La  plaza  de  la  Constitución,  antiguamente  campo  de  San 
Juan,  por  encontrarse  en  ella  la  Catedral,  templo  dedicado  al 
Bautista,  es  uno.de  los  sitios  más  alegres  de  la  ciudad.  En  ella 
está  el  antiguo  teatro.  A  su  frente  se  ve  la  casa  consistorial,  de 
construcción  moderna.  En  su  planta  están  las  oficinas  de  la 
comprobación  de  pesas  y  medidas  y  la  audiencia  de  lo  criminal; 
en  el  piso  superior  las  oficinas  municipales,  el  archivo  y  un  pre- 
cioso salón  de  sesiones  con  pinturas  al  fresco  que  no  dejan  de 
tener  mérito. 

No  siempre  ha  estado  en  esta  plaza  la  casa  consistorial. 


BADAJOZ  37; 

Hasta  fines  del  siglo  xvi  estuvo  en  el  Castillo,  situada  en  la 
calle  de  Santiago,  anteriormente  denominada  de  Alí-al-Majá. 
En  el  siglo  xvi  se  trasladó  á  la  plaza  Alta,  donde  se  celebraba 
el  mercado,  á  la  derecha  de)  Peso  Colodrazgo,  ocupando  la  casa 
de  balcón  corrido  y  dos  ventanas  altas  á  sus  costados,  como  aún 


BADAJOZ.— Casas  Coni 

se  ven.  En  últimos  del  siglo  xviti  se  edificó  otra  casa  más  á 
propósito,  en  la  plaza  de  la  Constitución,  edificio  de  gran  facha- 
da, con  un  balcón  corrido  de  extremo  á  extremo  de  ella,  sobre 
gruesas  y  altas  columnas  montadas  en  basamentos  cuadrados. 
Su  imperfecta  construcción,  poca  solidez  y  fea  perspectiva,  uni- 
da á  la  mala  distribución  en  su  trazado  interior,  le  hicieron  insu- 
ficiente para  las  necesidades  de  las  oficinas  municipales.  Se 
inauguró  en  iSoí  para  la  venida  del  rey  D.  Carlos  IV  á  Bada- 


274  BADAJOZ 


joz.  En  1848  se  pensó  derribarla  para  edificar  otro  local  que 
reuniese  las  comodidades  necesarias,  medida  que  se  llevó  á  cabo 
poco  después^  en  1850,  dándose  principio  á  las  obras^  que  se 
terminaron  nueve  años  más  tarde,  en  1859. 

Este  nuevo  edificio,  de  dos  pisos  y  planta  baja,  tiene  en  su 
centro  un  cuerpo  saliente  de  arcos  en  la  planta  baja  y  seis  co- 
lumnas en  el  principal.  En  el  cuerpo  superior  está  el  reloj,  y  so- 
bre las  campanas  de  la  espadaña  que  corona  este  cuerpo  saliente 
estuvo  la  histórica  campana  denominada  Espanta-perros^  destrui- 
da en  1878  (i). 

En  este  edificio  se  hospedaron  los  reyes  D.*  Isabel  II  pri- 
mero, y  D.  Alfonso  XII  después,  cuando  pasaron  por  Badajoz^ 
en  su  excursión  á  la  corte  de  los  reyes  de  Portugal. 

Al  costado  izquierdo  de  la  casa  consistorial  se  alza  la  cate- 
dral, cuyo  edificio  hemos  descrito  oprtunamente,  y  el  derecho 
lo  cierran  una  línea  de  casas  particulares,  en  su  mayoría  ocupa- 
das por  comercios,  cafés  y  librerías. 

En  la  calle  de  Hernán  Cortés  está  el  Instituto,  Escuela  Nor- 
mal, Diputación  Provincial,  Museo  Arqueológico  y  Sociedad  de 
Amigos  del  País,  albergados  bajo  un  mismo  edificio,  que  en  su 
antigüedad  fué  convento  de  religiosas  agustinas,  construido 
en  1 680  ppr  el  obispo  D.  Juan  Marín  del  Rodezno.  La  Escuela 
Normal  ocupa  la  parte  que  aún  se  conserva  de  lo  que  fué  con- 
vento de  monjas  agustinas,  bajo  la  advocación  de  Santa  Catali- 
na, y  las  demás  corporaciones  restantes  lo  edificado  reciente- 
mente. El  Instituto  ocupa  quizás  la  mejor  parte.  Sus  cátedras 
están  bien  instaladas  y  el  paraninfo  es  muy  elegante  y  se  en- 
cuentra decorado  con  gusto.  En  la  planta  baja  están  la  Sociedad 
Económica  de  Amigos  del  País,  que  cuenta  con  una  buena 
biblioteca  que  la  ha  hecho  pública,  y  la  Comisión  provincial  de 
Monumentos,  que  tiene  un  modesto  museo  de  objetos  antiguos. 
En  él  pueden  verse  tres  estatuas  togadas,  mutiladas  de  pies  y 


(i)    Véase  la  nota  de  la  pág.  74. 


BADAJOZ  275 


manos,  obra  de  atrevido  cincel  romano,  descubiertas  en  Medina 
de  las  Torres  (la  antigua  Persiana),  el  año  de  1849.  Miden  las 
dos  mayores  1*90  de  alto  y  la  tercera  i'io.  Las  otras  estatuas, 
traídas  de  Mérida,  también  romanas,  son  de  orden  muy  secun- 
dario. No  así  varias  inscripciones  y  lápidas  de  los  siglos  i  á  iii, 
un  trozo  de  mosaico  y  varios  fragmentos  de  columnas,  cornisas, 
fu3tes  y  baldosines  (azulejos)  árabes,  etc.,  etc. 

En  armas  pueden  verse  también^  como  curiosidad  histórica, 
una  espada  falcada,  cuya  argentada  empuñadura  es  un  arrogan- 
te  caballo  marino  mordiéndose  la  cola,  trabajo  del  más  exquisito 
gusto  y  ejecución;  otra  espada  corta  muy  interesante  y  un  pu- 
ñal, ambas  armas  con  empuñadura  de  plata,  labrada  á  mara- 
villa. 

La  espuela  grande  del  siglo  xi,  no  es  menos  notable. 

Estas  armas  y  la  espuela  se  encontraron  poco  hace  en  Reina, 
la  antigua  Respública  Regtnensis. 

Los  pocos  ejemplares  que  guarda  de  candiles,  platos  y  ánfo- 
ras romanas,  no  tienen  importancia.  En  cambio  la  tienen,  y  en 
alto  grado,  dos  vasos  pequeños,  uno  de  gusto  helénico  y  otro 
etrusco.  El  primero  está  muy  bien  cincelado,  con  incrustaciones 
representando  la  vendimia,  y  se  halló  en  el  despoblado  de  Vale- 
ria la  Vieja,  donde  estuvo  Nertóbriga;  el  segundo  apareció 
en  1882  en  el  cortijo  de  Albarrán,  y  á  él  nos  referimos  en  el 
prólogo  de  esta  obra  (i). 

Guárdase  también  en  este  modesto  Museo  un  curioso  mone- 
tario con  más  de  cien  monedas  autónomas  españolas,  tres  visi- 
godas y  algunas  árabes,  contándose  entre  las  primeras  las  rarí- 
simas de  Salacia  (Alcázar  de  Sal),  Arsa  (Arzuaga),  Vesci  (Vi- 
llanueva  la  Serena)  y  Turriregince  (Reina). 

En  la  calle  de  Moreno  Nieto  (antes  de  Santa  Catalina)  se 
ven  casas  particulares  de  muy  buen  gusto;  el  palacio  del  Obispo, 
poca  há  restaurado  y  enfrente  la  antigua  enfermería  de  los  padres 


(i)    Véase  á  la  pág.  xxi. 


276  BADAJOZ 

franciscanos,  dónde  hoy  se  hospedan  el  Liceo  de  Artesanos  (en 
el  principal),  sociedad  fundada  en  25  de  Agosto  de  1852  por  el 
profesor  de  música  D.  Luís  Galindo,  y  una  fábrica  de  cerveza 
(en  el  bajo)  que  es  más  antigua  que  aquel. 

La  plaza  de  Minayo  está  después.  En  su  centro  ha  de  ele- 
varse la  estatua  de  Moreno  Nieto,  dentro  de  un  mísero  jardín» 
en  forma  de  ataúd.  El  ala  derecha  de  esta  plaza  está  formaida 
por  un  cuartel  de  infantería  edificado  en  1849;  donde  estuvo  el 
antiguo  convento  franciscano.  El  nuevo  Teatro,  titulado  de 
López  Ayala,  inaugurado  el  año  anterior,  cierra  otro  frente  de 
la  plaza,  y  el  tercero  y  último  de  ella  lo  forman  el  santuario 
de  San  Athón,  el  Hospicio  y  Hospital  de  San  Sebastián,  cuyos 
edificios  denuncian  la  esplendidez  de  sus  fundadores. 

Detrás  del  Teatro,  á  la  derecha,  se  halla  el  cuartel  de  caba- 
llería, titulado  de  la  Bomba,  edificado  en  tiempo  de  Carlos  III, 
donde  estuvo  la  antigua  Alcazaba  árabe.  En  las  obras  que  hicie- 
ron para  ampliar  este  cuartel,  en  1867,  aparecieron  las  lápidas 
sepulcrales  de  Aobaid-Allah-Ahmed-Escakiul-el-Merich,  jefe  de 
la  gente  Almohadesa^  y  del  Xequé  el  alfaquí  Albul  Kasemben. 
HasambenFarhun-Flancaridu,  personajes  sacrificados  cuando  las 
revueltas  entre  AlmoravixUs  y  Mulatzimuuds ^  en  los  mediados 
del  siglo  XII  (i). 

El  paseo  de  San  Francisco  (antes  Delicias  de  Anleó)^  está  á 
la  izquierda  del  Teatro,  dando  frente  al  Parque  de  Ingenieros, 
edificio  levantado  por  Carlos  IV  y  destruido,  en  parte,  cuando  el 
sitio  de  la  plaza,  en  1 8 1 1 .  De  él  sólo  se  conserva  la  planta  baja. 

Á  espaldas  de  este  edificio  se  halla  el  baluarte  de  la  Bom- 
ba, donde  recibió  el  disparo  de  cañón  el  valiente  general  Mena- 
cho,  cuando  recorría  las  fortificaciones  animando  á  las  tropas 
españolas  que  en  la  mañana  del  4  de  Marzo  protegían  una  salida 


(1)  VéasG  mi  Diccionario  de  extremeños  célebres,  t.  I,  págs.  20  y  22,  donde 
publico  íntegras  estas  inscripciones  y  los  sucesos  que  precedieron  á  la  muerte  de 
ambos  personajes. 


Badajoz  277 


de  la  plaza  contra  los  franceses,  posesionados  del  cerro  del 
Viento. 

Los  jefes  y  oñciales  que  guarnecían  la  plaza  en  1853,  que- 
riendo perpetuar  esta  fecha,  que  va  unida  al  nombre  de  Mena- 
cho,  grabaron  sobre  una  lápida  una  inscripción  donde  se  con- 
signa en  términos  lacónicos  el  acontecimiento  que  pretendían 
conmemorar.  Esta  lápida  estuvo  sobre  la  entrada  de  la  poterna 
que  estaba  á  la  derecha  del  citado  cuartel.  Más  tarde  se  trasla- 
dó al  baluarte  más  allá,  donde  Menacho  cayó  muerto.  Dice  así 
esta  inscripción : 

A  la  memoria 

del  Excelentísimo  Señor  General 

Gobernador  de  esta  plaza 

DON    RAFAEL    MENACHO 

muerto  gloriosamente 

en  esta  muralla 

el  día  4  de  Marzo  del  año  181 1 

defendiendo  el  trono 

y  la  independencia  patria. 


Los  Excelentísimos  Señores 

Capitán    General ^   2.**    Cabo, 

Jefes  y  Oficiales 

de  todas  las  armas  é  institutos 

que  la  guarnecen 

en  el  año  de  iS^j, 


Renovado  en  1862. 

Continuando  la  línea  de  fortificación  que  venimos  describien- 
do, se  llega  al  baluarte  de  Santo  Domingo,  donde  se  ve  un 
cuartel  en  ruinas,  la  huerta  llamada  de  Tovar,  el  matadero  y 
el  cuartel  de  la  Guardia  civil.  El  cuartel  ruinoso  se  incendió 
en  1 8 1 1 ,  cuando  el  sitio  de  la  plaza,  y  desde  entonces  quedó 


278  BADAJOZ 


en  ruinas.  La  huerta  y  el  matadero  formaban  parte  de  las  huer 
tas  del  convento  de  PP.  dominicos,  como  asimismo  el  cuartel, 
edificio  reformado  por  el  gobernador  D.  Ventura  Díaz  para  es- 
tablecimiento correccional  y  hoy  ocupado  por  la  Guardia  civil. 

En  el  baluarte  de  San  Vicente  está  la  batería  de  la  plaza 
para  hacer  los  saludos  de  artillería  en  los  días  de  ordenanza,  y 
más  allá  el  baluarte  de  Guadiana,  frente  á  la  Maestranza  y  enla- 
zando con  los  cubos  del  puente  de  Palmas,  en  la  antigua  plaza 
de  la  Cruz,  donde  se  desarrolló  la  sangrienta  tragedia  del 
día  30  de  Mayo  de  1 808  que  costó  la  vida  al  conde  de  la  Torre 
del  Fresno.  Esta  plaza  desaparecerá  muy  pronto,  pues  en  ella 
se  está  edificando  actualmente  una  gran  manzana  de  casas. 

La  Alameda  Vieja  sigue  á  continuación.  Ni  de  este  antiguo 
paseo,  ni  del  Hospital  de  la  Santa  Cruz,  extinguido  á  los  media- 
dos del  siglo  xviTi  (situado  en  las  casas  que  miraban  al  paseo), 
quedan  hoy  el  más  remoto  resquicio. 

Los  baluartes  de  Puerto-Chico,  Puerta-Nueva  y  Pajaritos, 
siguen  después.  Desde  este  último  se  ve  el  palacio  de  Godoy, 
edificio  modesto,  por  terminar,  acaso  destinado  á  ser  el  centro 
de  aquella  corte  haitiana  con  que  soñó  el  que  quiso  llamarse 
rey  de  los  Algarves,  microscópico  Estado  con  que  le  obsequiaba 
Napoleón,  por  el  tratado  de  Fontainebleau. 

Al  terminar  el  baluarte  de  Pajaritos  comienzan  los  muros 
del  castillo,  ennegrecidos  por  los  siglos,  pero  resistentes,  como 
fué  el  poder  de  Roma.  Su  altura  parece  como  indicar  el  dominio 
de  los  que  le  fabricaron.  En  pie  resisten  estos  muros,  casi,  diez 
y  nueve  siglos.  El  tiempo  no  ha  ejercido  sobre  ellos  su  acción 
destructora.  Pueden  resistir  otros  tantos  siglos,  para  decir  á  las 
edades  venideras  que  allí  estuvieron  cuarenta  siglos  antes  los  le- 
gendarios de  Augusto  poblando  la  colonia  Paz-Augusta^  donde 
había  existido  la  antigua  Civitas  Paces,  Hasta  frente  á  la  ermita 
de  San  José  los  muros  son  romanos,  siguiendo  después  los  que 
hiciera  el  inquieto  muladí  Abderrahamán-ben-Meruán,  en  el 
año  876,  cuando  después  de  sus  victorias  en  Mériday  Alhange, 


BADAJOZ  279 


sobre  los  enemigos  de  Mahommad  I,  rey  de  Córdoba,  éste  le 
nombró  gobernador  de  BatcUioz,  En  la  plaza  de  San  José  está 
la  cárcel,  edificio  de  grande  fachada,  pero  sin  condiciones  para 
el  objeto  á  que  está  destinado.  En  él  ingresó,  en  1 781,  el  famo- 
so ladrón  Diego  Corrientes.  Perseguido  en  Madrid,  primero,  y 
en  Andalucía,  más  tarde,  huyó  en  dirección  á  Portugal.  Por  las 
cercanías  de  Olivenza  vagaba  fugitivo,  cuando  teniendo  noticias 
de  él  la  hortelana  Esperanza  Novoa,  lo  delató,  y  cogido  en  su 
huerta  fué  conducido  por  los  arcabuceros  reales  á  esta  cárcel, 
permaneciendo  en  el  calabozo  negro  hasta  que  le  llevaron  á  Se- 
villa, para  entregarlo  á  manos  del  verdugo. 

Cinco  años  después  se  sublevaron  los  presos  que  había  en 
esta  cárcel,  entre  los  que  se  contaban  más  de  40  facinerosos. 
Por  un  complot  que  nadie  pudo  explicar,  se  aparecieron  arma- 
dos y  municionados  los  103  presos  entonces  aquí  encerrados,  y 
al  amanecer  del  día  16  de  Abril  de  1786,  se  arrojaron  sobre  la 
guardia  que  custodiaba  el  edificio,  y  rompieron  el  fuego  por  las 
ventanas  altas  y  bajas.  La  guarnición  se  replegó  á  reforzar  las 
puertas  de  la  plaza,  y  la  batería  de  San  Vicente  y  la  Milicia 
Urbana  formó  en  la  Plaza  de  la  Soledad  para  acometer  y  redu- 
cir á  los  revoltosos.  Una  sección  de  lanceros  formó  en  la  Plaza- 
Alta  y  otra  frente  á  San  José;  600  milicianos  subieron  por  la 
calle  de  Mesones,  y  sin  temor  al  fuego  que  les  hacían  desde 
la  cárcel,  pudieron  ganar  la  plaza  de  San  José,  en  tanto  que 
otros  400  urbanos  habían  entrado  por  la  calle  de  Zapatería  y 
ocupaban  el  Peso  Colodrazgo  y  los  portales  frente  á  la  cárcel, 
arrojando  á  la  puerta  de  ésta  300  abrojos  de  hierro  que  los 
artilleros  subieron  de  la  maestranza,  impidiendo  así  la  salida  de 
los  presos,  que  intentaban  fugarse  por  la  ventana  de  la  ca- 
pilla. 

A  las  doce  de  la  mañana  comenzóles  á  faltar  municiones; 
los  urbanos  lograron  ganar  la  puerta  de  la  cárcel  con  pocas 
bajas,  y  ya  perdidos  los  de  dentro  pidieron  capitulación,  entre- 
gándose discrecionalmente:  22  heridos,  13  contusos  y  9  muertos 


28o  BADAJOZ 


resultaron  entre  los  presos.  Los  urbanos  sufrieron  algunas  bajas, 
aunque  no  tantas  como  los  rebeldes  (i)  y  desde  esta  época  se 


(i)  Por  este  y  otros  servicios  prestados  en  la  í^uerra  con  Portugal,  se  expidió 
el  siguiente  decreto  :  mEl  rey,  en  consideración  á  los  servicios  que  han  acreditado 
los  oficiales  del  cuerpo  de  Milicias  Urbanas  de  esta  plaza,  y  á  la  concesión  que  les 
hizo  su  Augusto  Abuelo,  ha  venido  en  concederles  la  graduación  de  oficiales  de 
Milicias  Provinciales;  y  opción  á  merced  al  Hábito  en  las  órdenes  Militares  á  los 
que  estén  en  posesión  de  Nobleza,  y  con  las  circunstancias  que  se  requieren  para 
que  puedan  tenerla  los  expresados  oficiales  de  Milicias  Provinciales.  Lo  que  parti- 
cipo á  V.  G.  de  su  R.  O.  para  su  inteligencia,  noticia  y  satisfacción  del  referido 
cuerpo;  incluyendo  los  documentos  que  sus  Capitanes  acompañarán  en  su  instan- 
cia, á  fin  de  que  V.  E.  se  los  devuelva.  Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años.  S.  Lo- 
renzo 31  de  Octubre  de  1792.— ^/an^e.— Señor  Don  Miguel  Dragonet.» 

Y  tres  años  después  se  libró  esta  otra  R.  O.  «Al  Intendente  de  este  Exercito  co- 
munico con  esta  fecha  lo  siguiente:  «Estando  mandado  por  Real  Cédula  de  26  de 
«Diciembre  de  1777,  que  los  mozos  que  sirvan  en  las  compañías  de  Milicias  Urba- 
»nas  que  hay  establecidas  en  varias  Provincias  del  Reino  sean  comprendidas  en 
»los  alistamientos  y  sorteos  para  el  reemplazo  del  Exercito,  es  la  Real  voluntad  se 
»esté  á  esta  determinación,  y  se  observe  para  los  de  Alburquerque,  Alcántara,  Va- 
»lcncia  y  Alconchel  ;  pero  no  para  ios  mozos  que  sirven  en  la  de  esa  Piaza^  por 
«haberles  concedido  S.  M.  las  mismas  consideraciones  que  á  las  Milicias  Provin- 
»ciales  del  Reino.» 

Lo  traslado  á  V.  E.  de  R.  O.  para  su  inteligencia  y  cumplimiento  en  la  parte 
que  le  toca.  Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años.  Aranjuez,  22  de  Enero  de  i  795.— 
Alange. — Sr.  D.  Luís  de  Godoy.» 

También  son  curiosos  estos  documentos  relacionados  con  la  propia  Milicia  Ur- 
bana: 

«El  Mariscal  de  Campo  D.  Carlos  de  Wit,  Gobernador  Político  y  Militar  de  la 
Plaza  de  Badajoz,  ha  hecho  presente  al  Rey  los  inconvenientes  que  originan  para 
la  recta  administración  de  Justicia,  de  haberse  declarado  propio  el  Juzgado  de  esa 
Capitanía  General  el  conocimiento  de  las  causas  relativas  á  los  individuos  del 
Cuerpo  de  esas  Milicias  Urbanas:  enterado  S.  M.  se  ha  servido  resolver,  que  sin 
embargo  de  lo  prevenido  por  Real  Orden  del  8  de  Agosto  último,  quede  dicho 
Cuerpo  sujeto  al  Juzgado  del  Gobernador  de  la  Plaza,  como  Coronel  nato  de  él ; 
quedando  en  su  lugar  la  autoridad  del  Capitán  General  para  los  recursos  en  caso 
de  Guerra.— Lo  participo  á  V.  E.  para  su  inteligencia  y  cumplimiento  en  la  parte 
que  le  toca.  Dios  guarde  á  V.  S.  muchos  años.  Madrid,  26  de  Diciembre  de  1  797. 
—Alvarez.— Señor  Comandante  General  interino  de  Extremadura.» 

«Excmo.  Señor:  El  Rey  se  ha  enterado  del  informe  que  V.  E.  ha  remitido  con 
fecha  de  22  del  lunes  último  pasado  acerca  de  la  representación  hecha  por  la 
Ciudad  de  Badajoz,  sobre  los  perjuicios  que  originan  á  la  Provincia,  por  el  abuso 
que  de  su  fuero  hacen  los  individuos  de  ese  Cuerpo  de  Milicia  Urbana;  y  S.  M.  se 
ha  servido  resolver:  que  contribuyan  al  servicio  con  sus  carruajes  y  caballerías 
como  los  demás  vecinos,  según  sus  clases,  y  que  el  conocimiento  de  las  causas  de 
dichos  individuos  pertenezcan  al  juzgado  de  esa  Capitanía  General.  En  cuanto  á  la 
reunión  de  ese  Corregimiento  al  Gobierno  Militar  que  V.  E.  propone  como  útil  y 
necesaria,  resolverá  por  la  vía  de  Gracia  y  Justicia  lo  que  sea  de  su  soberano 
agrado.  Lo  participo  á  V.  E.  de  R.  O.  para  su  inteligencia  y  noticia  de  la  Ciudad  de 


BADAJOZ  281 


fíjó  un  cuerpo  de  guardia  en  la  Plaza  de  San  Juan,  donde  entra- 
ban de  servido  80  urbanos,  con  un  capitán  y  dos  tenientes  (i). 
Más  allá  de  la  cárcel  está  la  nueva  puerta  que  da  ingreso  al 
castillo,  mandada  hacer  por  D.  Ñuño  de  la  Cueva  y  Guevara. 
Ocupa  esta  fortaleza  un  área  de  480  metros  de  N.  á  O. — S.  E., 
y  260,  S.  O. — N.  E.  De  la  antigua  población  sólo  se  conservan 
las  ruinas  del  palacio  de  los  Duques  de  la  Roca  y  de  Feria,  y 
la  primitiva  catedral  (antes  mezquita  árabe),  convertida  hoy  en 
Hospital  Militar.  Próximo  á  él  está  el  depósito  de  las  aguas  que 
surten  á  Badajoz,  terminado  en  1881.  El  antiguo  cementerio  que 
tuvo  la  ciudad  hasta  1833,  se  ve  más  á  la  izquierda  (2).  Se  hizo 


Badajoz.  Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años.  S.  Ildefonso,  8  de  Agosto  de  1797.— 
Juan  Manuel  Alvarez.— Señor  Capitán  General  del  Exército  acantonado  en  Extre- 
madura.» 

(i)  «Con  esta  fecha  comunico  al  Señor  D.  Diego  de  Gardoquí  lo  siguiente: 
«Habiendo  dado  cuenta  al  Rey  de  la  consulta  que  V.  E.  me  pasó  con  papel  de  14 
»de  Mayo  último  hecha  por  los  oficios  del  Exército  de  Extremadura,  relativa. á  que 
nse  abonen  seis  maravedises  diarios  por  razón  de  utensilios  á  cada  uno  de  los 
»ochenta  hombres  de  Milicias  Urbanas  de  la  Plaza  de  Badajoz,  que  se  hallan  pues- 
«tos  sobre  las  Armas  ;  y  enterado  de  ella  S.  M.  ha  resuelto  que  se  les  den  los  seis 
»maravedís  que  proponen  los  oficios.  Lo  traslado  á  V.  S.  de  R.  O.  para  su  noticia.» 

Dios  guarde  á  V.  S.  muchos  años.  Aranjuez,  24  de  Junio  de  1795.— Alange.— 
Señor  Comandante  General  interino  de  Extremadura.» 

La  invasión  francesa  disolvió  esta  fuerza  popular  que  volvió  á  organizarse  con 
el  advenimiento  del  sistema  constitucional,  como  se  justifica  por  el  siguiente  do- 
cumento: 

«Entre  las  obligaciones  del  Ayuntamiento  Constitucional,  no  es  la  que  exige 
menos  atención  la  seguridad  de  las  personas  y  bienes  del  vecindario,  con  objeto 
de  conservar  el  orden  público  de  que  no  hay  poca  necesidad  en  las  actuales  cir- 
cunstancias. 

«Con  este  fin,  he  acordado  se  restablezca  el  cuerpo  de  Milicia  Urbana  á  su  anti- 
gua planta,  esperando  que  V.  S.  como  Coronel  Nato  del  mismo,  dará  las  órdenes 
oportunas  al  intento,  avisándonos  su  resolución  á  efectos  convenientes. 

«Dios  guarde  á  V.  S.  muchos  años.  Badajoz,  26  de  Julio  de  181 3. —Juan  Cabrera 
de  la  Rocha.— Benito  Daroca.— Francisco  Plasvallo  Peñalosa.— Señor  Gobernador 
militar  de  esta  Plaza.» 

(2)  En  él  se  dio  sepulturar  al  general  Arco-Agüero,  capitán  general  que  era  de 
Badajoz,  cuando  le  arrastró  su  caballo  una  tarde  que  salió  á  pasear  por  la  carre- 
tera de  Alburqucrque,  recibiendo  con  su  muerte  honda  herida  el  partido  liberal. 
Su  entierro  fué  un  suceso  de  gran  resonancia  política.  Los  patriotas  de  Badajoz 
compusieron  para  este  acto  un  paso  fúnebre,  que  después  tocaron  todas  las  bandas 
militares  del  reino,  acompañado  de  la  letra  que  le  escribieron  y  que  comenzaba  así: 

jYa  murió  Arco-Agüero, 
Arco-Agüero,  nuestro  general, 
36 


382  BADAJOZ 

sobre  el  solar  donde  tuvieron  su  palacio  los  Beni-Alaftas,  que 
reinaron  hasta  que  los  almorávides  les  arrebataron  el  reino 
en  1094. 

Saliendo  del  castillo  para  el  E.,  está  la  Plaza- Alta,  donde 
existe,  desde  el  siglo  xvi,  la  plaza  de  abastos.  Más  allá  sigue  el 
barrio  de  los  judíos,  donde  se  ve  en  ruina  la  antigua  Casa  de 
la  Meca,  habitada  hasta  el  siglo  xvi  por  las  últimas  familias  árabes 
que  permanecieron  en  la  ciudad,  después  de  la  expulsión  de  los 
de  su  raza. 

La  torre  de  Espanta-perros,  frente  á  la  puerta  de  Méri- 
da,  que  ya  no  existe  y  describimos  anteriormente,  cierra  los 
antiguos  muros  del  castillo  que  enlazan  á  los  de  la  moderna 
ciudad. 

Más  al  E.  después  de  los  baluartes  de  San  Roque  y  Rebe- 
llín, se  llega  á  la  Puerta  de  Trinidad  (antes  de  San  Roque),  que 
da  paso  por  los  tres  puentes  (el  del  mismo  nombre,  el  de  Ribilla 
y  del  Rebellín),  á  las  carreteras  de  Sevilla,  Madrid  y  otros  ca- 
minos vecinales.  Continuando  la  línea  de  fortificación  murada  se 
llega,  dejando  atrás  varios  baluartes,  á  la  Puerta  del  Pilar  (antes 
de  Jerez),  contigua  al  cuartel  de  la  Bomba,  de  donde  partimos 
para  recorrer  el  muro  de  Badajoz,  que  se  extiende  por  las  faldas 
de  la  colina  en  que  está  asentada  la  ciudad,  cubriéndola  toda 
con  fortificaciones  del  sistema  moderno,  abaluartadas,  que  la  de* 
fienden  considerablemente,  teniendo  después  fosos,  ante-foso  y 


y  nos  queda  el  valiente  Piquero  (a), 

defensor  de  la  libertad! 

¡Viva  la  nación! 

¡Y  la  Constitución! 

¡Viva,  viva  los  liberales!  etc.,  etc. 

Los  realistas,  á  la  reacción  de  Fernando  VII,  profanaron  el  sepulcro  de  este 
general,  señalando  la  voz  pública  como  autores  de  este  escandaloso  atentado  á 
Orozco,  Pasos,  Padilla,  Lixasos,  Navarro,  y  otros  de  fatal  recordación  para  los  li- 
berales de  Badajoz. 

[a)    Gobernador  militar  de  Badajoz. 


BADAJOZ  283 


contra  fosos,  con  tambores  y  fortines  de  avanzadas  por  delante 
de  los  baluartes  que  hacen  á  éstos  inexpugnables. 

Dentro  de  Badajoz  no  existen  palacios  antiguos.  £1  del  mar- 
qués de  la  Lapilla,  situado  en  la  Plaza  de  la  Soledad  (donde  se 
hospedó  Felipe  II  en  1580),  se  derribó  en  1856  por  amenazar 
ruina ;  el  del  Duque  de  Orinace  desapareció  en  principios  del 
siglo  XVII  para  las  obras  de  fortificación  del  fuerte  de  San  Cris 
tóbal;  el  de  los  duques  de  la  Roca  y  de  Feria  está  en  ruinas, 
y  los  del  Conde  de  la  Torre  del  Fresno,  Marqueses  de  Cajigal 
y  de  Costales  no  tienen  más  importancia  que  de  modestas  casas 
solariegas,  relativamente  modernas  si  se  comparan  con  las  de 
los  señores  de  Solís,  Godoy,  Laguna,  De-Combes,  Mansio,  Car- 
bonell.  Rocha,  Silva  y  Pantoja,  Moscoso,  Becerra  y  otras  fami- 
lias que  desde  el  siglo  xv  hasta  el  presente  han  venido  siendo, 
en  más  ó  en  menos,  la  verdadera  nobleza  de  la  ciudad  (i). 


(i)  Por  nota  del  Cap.  I  damos  el  nombre  de  los  obispos  de  Badajoz  hasta  el 
año  de  710,  y  por  otra  del  Cap.  llI*los  que  gobernaron  aquella  sede  hasta  i  500. 
Completaremos  el  catálogo  de  estos  prelados  hasta  los  tiempos  actuales  con  los 
siguientes  nombres:  D.  Pedro  Ruizde  la  Matad  S  17)1^1*-  Bernardo  de  Mesad  $21), 
D.  Pedro  Sarmiento  y  Díaz  (1525),  D.  Pedro  González  Manso  (i  529),  D.Jerónimo 
Suárez  (153'?),  D.  Francisco  de  Navarro  y  Díaz,  después  arzobispo  de  Valen- 
cia (i  ^49),  D.  Cristóbal  de  Rojas  Santos  (i  5  56),  el  Beato  Juan  de  Ribera,  después 
Patriarca  de  Antioquía  (i  562),  D.  Diego  de  Simancas  (i  569),  D.  Diego  Gómez  de 
la  Madrid  (1579),  D.  Andrés  Fernández  de  Córdoba  (i  590),  D.  Juan  Beltrán  de 
Guevara,  después  arzobispo  de  Santiago  (1603),  Fr.  Pedro  Poncede  León  (161  2), 
D.Cristóbal  de  Lobera  ( 1 6 1 4),  D.  Pedro  Fernández  de  Zorrilla  (1616),  D.Juan 
Roca  de  Campo-Frío  (16 19),  D.  Gabriel  Ortiz  de  Sotomayor  (1622),  Fr.  José  de  la 
Cerda  (1630),  Fr.  Ángel  Manrique  (1638),  D.  Diego  López  de  la  Vega  (1650),  Don 
Diego  de  Castillo  y  Artiga  dos  i),  D.  Gabriel  de  Esparza  (1658),  D.  Jerónimo  Ro- 
dríguez de  Valderas  (1662),  Fr.  Francisco  Ruiz  Mendoza  (1665),  D.  Juan  María 
del  Rodezno  d668),  D.  Manuel  Beltrán  de  la  Cueva  (1670),  D.  Amador  Merino  de 
Malaguilla  (1680),  D.  Francisco  Valero  y  Losada  (1689),  D.  Francisco  Lebanto  y 
Villaldo  (1720),  D.Manuel  Pérez  Minayo  (1768:,  Fr.  Jerónimo  Rodríguez  de  la 
Vera  (1780),  Fr.  Alonso  Solís  de  Grájera  (1793),  D.  Alonso  Solís  y  Marro- 
quí (1799),  D.  Gabriel  Álvarezy  Godoy  {1799),  D.Mateo  Delgado  y  Moreno  (18 10), 
D.  Pedro  Grájera  y  Roa  ( 1 843),  Fr.  Francisco  Javier  Rodríguez  de  Obregón  ( 1 849), 
D.  Fr.  Manuel  García  Gil,  después  arzobispo  de  Zaragoza  y  cardenal  (185  5),  Don 
Mariano  Aguacil  (1859),  D.  Pantaleón  Monserrat  y  Navarro  (1862),  D.  Joaquín 
Hernández  y  Herrero  (1664)  y  Fernández  Ramírez  y  Vázquez  (1870),  que  hacen 
un  total  de  100  prelados,  correspondiendo  tres  al  siglo  i,  uno  al  iv,  cuatro  al  vi, 
cinco  al  vil,  dos  al  ix,  siete  al  x,  uno  al  xi,  ocho  al  xiii,  trece  al  xiv,  trece  al  xv, 
doce  al  xvi,  diez  y  siete  al  xvii,  seis  al  xviii  y  ocho  al  xix. 


CAPITULO   XI 


Talavera,  Lobón,  Montijo,  Puebla  de  la  Calzada  y  Garrovilla. 
La  obra  de  los  romanos  en  los  campos  de  Marida. — Su  puente  monumental 


I 


ESDE  Badajoz  á  Mérida,  se  recorren  6o  kiló- 
metros por  ferro  carril,  y  se  cruza  por  los  pue- 
blos de  Talavera,  Lobón,  Montijo,  Puebla  de 
la  Calzada  y  Garrovilla,  siguiendo  siem- 
pre las  márgenes  del  río  Guadiana,  en 
este  territorio  de  mayor  importancia  que 
contó  en  la  antigüedad  el  pueblo  turde- 
taño. 

La  región  Túrdula  era  inmensa.  Pérez 

Quintero  supone  (i)  que  se  hallaba  comprendida 

entre  el  Guadalquivir  y  el  Guadiana,  desde  los 

puntos  en  que  ambos  ríos  entran  en  el  mar  hasta 

los  contrapuntos  de  Medellín  y  de  Andújar.  A  esta  comarca  la 

denomina  Pérez  Quintero  Beturia  Túrdula^  dándola  por  pobla- 


(O    La  Beturia  vindicada^  ó  ilustración  critica  de  su  tierra,  con  las  noticias  de 
algunas  de  sus  ciudades  é  islxs. —{SeviWai.  Imprenta  de  Vázquez  y  compañía,  i  794). 


286  BADAJOZ 

dores  los  celtas  y  túrdulos,  á  quienes  otros  llamaron  túrdulos 
viejos,  para  diferenciarlos  de  los  túrdulos  que  habitaban  las  cos- 
tas de  levante  y  el  Ampurdán,  que  vivían  con  todas  las  razas. 
Ortiz  de  Thovar  incluye  á  Talavera  entre  los  sesenta  y  siete 
pueblos  que  á  su  juicio  componían  la  región  de  la  Bética  turde- 
tana  (i),  consignando  en  su  libro  que  esta  población  era  origi- 
naria de  los  túrdulos.  De  la  misma  opinión  es  también  el  padre 
Enrique  Flores,  que  sostiene  la  antigüedad  de  Talavera  como 
turdetana  (2),  y  hasta  se  atreve  á  darla  mayor  antigüedad, 
pues  cree  sea  anterior  á  la  fundación  de  Mérida,  Badajoz,  Me- 
dellín  y  Cácere^,  como  Fernández  y  Pérez,  que  la  atribuye  á  los 
griegos  (3).  En  concreto  nada  se  sabe  del  origen  primitivo  de 
este  pueblo;  pero  está  comprobado  que  fué  población  romana 
pues  la  cita  en  su  Itinerario  Antonino  Pío  (4).  Entre  algunos 
papeles  antiguos  que  conservaba  el  que  era  alcalde  de  Talavera 
en  1865,  nuestro  amigo  D.  Mateo  Grájera,  ya  difunto,  había  un 
sermón  original  del  racionero  de  la  catedral  de  Badajoz,  D.  Fran- 
cisco Doblado  y  Atienza,  que  vivía  á  mediados  del  siglo  xvii. 
En  dicho  sermón,  pronunciado  en  la  iglesia  de  Nuestra  Señora 
de  Gracia,  á  propósito  de  la  función  de  gracias  que  la  villa  hacía 


(i)  Partidos  triunfantes  de  la  Beturia  Tiirdula^  con  todas  las  poblaciones  libres 
comprendidas  bajo  el  circo  de  quince  leguas  de  la  villa  de  Hornachos.->(Ms.  de 
la  propiedad  del  Sr.  Barrantes  y  Moreno.) 

(2)  De  la  Lusitania  antigua  y  de  su  Metrópoli  Mérida  en  particular.— (Jomo  XIII 
de  la  España  Sagrada,) 

(3)  Los  griegos  fundaron  la  ciudad  de  Evandria  en  la  Lusitania,  que  Ptolomeo 
coloca  junto  á  Mérida.  (Historia  de  Mérida^  pág.  6.) 

(4)  A     B.     OLYSSYPONE  EMERITAM  .  M  .  M  .  P  .  CCXll." 

SIC.    VEL    CCVIII. 
Ecuabona.  M.  P.    XII.  Couna. 

Cetóbriga.  M.  P.    Xll.  Setubal. 

Ciciliana.  M.  P.    XII.  Agualva. 

Malceca.  M.  P.    VIH.  Marateca. 

Salacia.  M.  P.    XX.  Alcacer. 

Ebora.  M.  P.    XL.  Ebora. 

Adanam.  Flu.  M.  P.    LX.  Guadiana  (por  Badajoz.) 

Evandriana.  M.  P.    XII.  Talavera. 

Emérita.  M.  P.    XXXVI.  Mérida. 


BADAJOZ  .  287 

á  su  patrona,  por  haberla  librado  de  la  peste  que  en  1658  diez- 
mó por  largo  tiempo  los  pueblos  de  las  orillas  del  Guadiana, 
se  hace  mención  de  la  antigüedad  de  Talavera  (i),  afirmándose, 
con  textos  del  poeta  emeritense  Deciano,  contemporáneo  que 
fué  de  Augusto,  que  anterior  á  la  dominación  romana  era  ya  un 
pueblo  de  consideración,  conocido  por  los  nombres  de  Pantra^ 
Epamptra  y  Talavandria,  Y  en  otros  papeles  pertenecientes  al 
referido  Doblado  y  Atienza,  que  poseyó  largos  aftos  el  citado  Grá- 
jera,  y  hoy  conservamos  en  nuestro  poder,  se  encuentran  datos 
curiosos  sobre  las  principales  personas  que  han  vivido  en  la 
villa,  y  se  dan  noticias  de  algunos  restos  antiguos  é  inscripciones 
romanas  encontradas  en  los  olivares  al  N.  de  la  Villa,  al  ha- 
cerse unas  excavaciones  para  edificar  una  casa  de  guarda  y  un 
pozo.  La  relación  de  los  objetos  encontrados,  copiada  literal- 
mente, es  como  sigue: 

I  .^     Dos  ánforas  de  barro  blanco. 

2.^  Una  estatua  de  Minerva,  de  mármol  blanco,  como  de 
diez  palmos  de  alta,  como  peana. 

3.®     Siete  columnas  de  mármol,  orden  dórico. 

4.**  Varios  fragmentos  de  capiteles,  molduras,  votivas  y 
sepulcrales. 

5.^     Tres  cascos  de  metal. 

6.°     Dos  lanzas. 

7.^  Una  espuela  y  dos  estribos  de  hierro  labrado  con  dibu- 
jos primorosos. 

8.^  Varias  hoyas  cinerarias,  con  restos  humanos,  monedas 
y  piedras  de  valor. 


(i)  Este  nombre  está  compuesto  de  taleok  (la  tarja  de  palo  en  que  señalan  la 
cuenta  de  lo  que  dan  y  de  lo  que  reciben  cortando  y  haciendo  sus  muescas  en  las 
dos  unidas  de  las  que  una  se  lleva  el  que  recibe  y  la  otra  el  que  da),  y  de  Evandria 
(nombre  de  la  mansión  del  camino  romano  de  Lisboa  á  Mérida  pasando  por  Pue- 
bla de  la  Calzada)  componiéndose  el  de  Talavandria,  que  vino  á  reducirse  en 
Talavera.  Lo  que  se  cobraba  aquí  era  el  montazgo  al  pasar  el  río  los  ganados  tras- 
humantes que  venían  á  invernar  á  Extremadura.  Evandria  significa  la  hidalguía  y 
equidad  de  sus  habitantes,  ó  de  las  cuentas  de  las  tarjas. 


288  ^  BADAJOZ 

9.^     Una  sepulcral  con  inscripción  poco  legible. 

10.  Dos  trozos  de  estatua  sobre  pedestal  griego. 

11.  Una  sepulcral  completa  con  la  siguiente  inscripción: 

D.  M.  S. 

G.  J.  M.  NIGIDIO. 

AN.  XXXIJ  H.  S.  E.  S.  T.  T.  L. 

M.  F.  P.  C. 

1 2.  Otra  sepulcral  incompleta  en  su  inscripción,  que  pa 
rece  contener  la  siguiente: 


A.  R.  IVLIVS. 
H.  S.  E.  S.  T.  T.  L. 


En  la  lápida  primera  leemos:  Que  Quinto  Julio  Máximo 
Nigidio^  de  treinta  y  dos  años  de  edad^  está  alli  sepultado,  Séale 
la  tierra  leve.  Esto  es,  Hic  situs  est^  sit  tibi  térra  levis  con  que 
los  romanos  cerraban  sus  inscripciones  sepulcrales,  invocando 
sobre  todo  á  los  dioses  manes  con  la  sabida  fórmula  D.  M.  S. 

La  segunda  inscripción  tiene  borrado  el  primer  letrero,  y  en 
el  segundo  y  tercero  puede  leerse:  Apio  Rufo  Julio  está  aqui 
sepultado^  etc. 

En  las  inmediaciones  de  la  villa  se  alza  el  templo  de  Santa 
María  de  la  Rivera,  que  en  lo  antiguo  estaba  rodeado  de  un 
caserío  que  formaba  una  aldea  de  Talavera. 

La  fábrica  de  esta  capilla  da  á  entender  que  la  obra  era  de 
una  remota  antigüedad,  no  menos  que  los  restos  del  caserío  que 
le  rodea.  El  año  de  1861,  arando  un  labriego  en  dirección  N.  O. 
de  la  iglesia,  encontró  una  jarra  de  barro  cocido,  con  tapadera, 
que  guardaba  1 2  monedas  romanas  de  oro,  la  mayoría  de  ellas 
de  Nerón  y  Trajano,  y  nosotros  mismos  encontramos  no  lejos 
de  donde  abría  los  surcos  el  labriego  referido,  un  precioso  bron- 
ce  de   Onuba  (Huelva),  tres  de  Emérita-Augusta  (Mérida),  y 


BADAJOZ  289 

cinco  de  Itálica  (Santiponce).  Junto  á  estas  monedas,  había  frag- 
mentos de  ediñcación  romana,  y  un  ánfora  sobre  una  piedra  se- 
pulcral que  tenía  esta  inscripción : 

J.  M.  R.  CONVLVS. 

I  !  I  I  XIX  Llü^r. 
H.  S.  K    S.  T.    1 .  L. 

Fáltale  la  mitad  del  segundo  renglón;  pero  puede  leerse  de 
este  modo:  Julio  Máximo  Rufo  Conulo^  soldado  de  la  décima 
novena  legión  romana^  está  aquí  sepultado. 

En  otra  piedra  que  estaba  no  lejos  de  la  anterior,  se  leía  la 
siguiente  inscripción,  que  no  podemos  traducir: 

M.  CORNELIVS 
TAM 

EBAN  :  : :  :  A  :  : : 

FANENTINA  . 

FRATKI. 

Todos  estos  datos  prueban  que  las  inmediaciones  de  Santa 
María  de  la  Rivera  era  lugar  poblado,  quizá  la  misma  Evandria 
romana. 

Hoy  no  conserva  esta  población  nada  de  su  pasado.  La  pa- 
rroquial, es  de  época  relativamente  moderna.  Fué  primeramente 
una  ermita  ediñcada  en  el  siglo  xi  por  el  obispo  de  Badajoz 
Daniel  II,  bajo  la  advocación  de  Nuestra  Señora  de  Gracia, 
Este  templo  sirvió  de  base  para  el  que  hoy  existe,  levantado  en 
últimos  del  siglo  xiv  ó  principios  del  xv,  como  indica  su  portada, 
y  restaurado  más  tarde,  en  1639,  antes  de  las  guerras  con  Por- 
tugal. En  1 410  el  cura  de  Nuestra  Señora  de  Gracia  se  titu- 
laba «Párroco  de  Talavera  y  de  Sartenja,»  aldea  anexa  á  Tala- 
vera,  conocida  después  con  el  nombre  de  Sarteneja  y  destruida 
en  1644  por  los  portugueses,  que  la  quemaron  en  19  de  Abril. 

Es  la  parroquia  de  Talavera  un  templo  elegante,  aunque 

37 


290  BADAJOZ 

modesto.  £1  retablo  del  altar  mayor  es  de  madera  tallada.  Se 
terminó  en  1 490  y  es  obra  de  verdadero  arte,  tanto  por  su  pro- 
yección como  por  la  manera  delicada  con  que  está  ejecutado.  Su 
estilo  es  compuesto,  y  parece  que  al  mismo  artista  que  la  hizo 
se  debe  el  del  altar  mayor  del  célebre  monasterio  de  Guadalu- 
pe, que  es  de  principios  del  siglo  xvi.  Pobre  esta  parroquia  en 
decorado,  sin  cuadros  de  mérito  que  reseñar,  citaremos  de  ella 
solamente  el  sepulcro  del  caballero  D.  Ivo  de  Esquivel,  muerto 
^^  i579i  y  el  del  párroco  D.  Antonio  Soitino  de  Godoy,  comi- 
sario que  fué  del  Santo  Oñcio,  fallecido  en  171 2.  La  sacristía  s6 
hizo  en  1785  y  la  torre  en  1807.  Puede  decirse  que  de  la  pri- 
mitiva iglesia  no  queda  más  que  el  pórtico,  formado  por  un 
cuerpo  saliente  pesado  y  falto  de  gusto,  todo  él  de  piedra  be- 
rroqueña. 

La  iglesia  de  Santa  María  de  Rivera  es  acaso  de  mayor  an- 
tigüedad que  la  anterior.  Los  Templarios  se  la  disputaron  al 
obispo  de  Badajoz  y  la  disfrutaron  largos  años,  hasta  que  la  po- 
seyó, en  1 44 1,  D.  García  González  de  Llerena,  señor  de  la 
Aldea  de  la  Rivera,  quien  pleiteando  con  Juan  Sánchez  de  Aré- 
valo,  recabó  una  sentencia  declarando  ser  la  iglesia  y  la  aldea 
del  obispo  y  no  de  los  Templarios. 

£1  convento  de  carmelitas  descalzos  se  fundó  en  161 8,  y 
como  las  ermitas  de  San  José,  Santo  Toribio  y  los  Mártires, 
nada  ofrece  de  particular  al  artista. 

Talavera  fué  conquistada  por  las  tropas  de  D.  Alfonso  IX  de 
León,  el  día  13  de  Marzo  de  1228. 

En  1 8  de  Febrero  de  1558  falleció  en  esta  villa  la  reina  doña 
Leonor,  que  venía  de  Flandes,  su  patria.  Era  hermana  de  Car- 
los V  y  tía  de  don  Felipe  II.  Fué  recibida  con  gran  pompa  en 
Valladolid  el  24  de  Octubre  de  1556,  y  dos  años  después,  de 
paso  para  Lisboa,  murió  en  Talavera,  á  las  seis  de  la  noche,  del 
día  citado,  víctima  de  una  tifoidea  maligna.  El  día  2  7  de  Febrero 
fué  trasladado  su  cadáver  á  Mérida,  para  ser  conducido  después 
al  monasterio  del  Escorial. 


BADAJOZ  291 


La  guerra  con  Portugal  destruyó,  en  parte,  esta  importante 
villa,  pues  desde  1 644  hasta  1 709  la  invadieron  trece  veces  los 
ejércitos  portugueses,  la  saquearon  otras  tantas  y  la  incendia- 
ron tres. 

La  célebre  batalla  del  Montijo,  librada  el  26  de  Mayo 
de  1644,  terminó  en  los  campos  de  Talavera  de  un  modo  ad- 
verso para  las  armas  portuguesas.  Pasaron  de  3,067  los  cadá- 
veres á  que  tuvieron  que  dar  sepultura  los  clérigos  del  Montijo, 
La  Puebla,  Arroyo  y  Talavera,  y  en  los  montes  próximos,  por 
donde  huyó  en  dispersión  el  enemigo,  se  encontraron  otros  i  ,00o 
cadáveres. 

Lobón  está  situado  á  seis  kilómetros  de  Talavera.  Es  pueblo 
célebre  en  los  anales  extremeños.  Está  situado  á  la  izquierda 
del  Guadiana,  en  una  alta  meseta  formada  por  conglomeración 
nes  de  arrastre.  Los  romanos  lo  fundaron  con  el  nombre  de 
Licáity  donde  levantaron  una  fortaleza,  cuyos  vestigios  se  en- 
cuentran á  80  metros  de  la  villa,  y  se  conocen  por  el  nombre 
de  muralleja  de  los  promontorios. 

Los  romanos,  después  de  haber  vencido  á  los  cartagineses, 
se  hicieron  dueños  de  España,  teniendo  que  sostener  antes  una 
lucha  gigantesca  con  los  españoles,  que  no  se  sometieron  de 
buen  grado  á  los  nuevos  dominadores.  Los  pueblos  de  Extre- 
madura comprendidos  en  la  antigua .  Lusitania,  fueron  teatro  de 
estas  guerras,  y  no  lejos  de  Lobón  libraron  españoles  y  roma- 
nos la  batalla  famosa  en  que  Paulo  Emilio,  que  mandaba  la 
España  Ulterior,  fué  vencido.  Ambrosio  de  Morales  cuenta  (i) 
esta  gloriosa  jornada  en  los  términos  siguientes: 

«El  pretor  Paulo  Emilio  peleó  en  los  pueblos  Vascetanos, 
acerca  de  un  lugar  llamado  Lycón,  con  los  Lusitanos:  y  ellos  se 
» hubieron  tan  esforzadamente  en  la  batalla,  que  mataron  seis 
»mil  del  exército  de  los  romanos,  y  todos  los  demás  llenos  de 
•  temor  se  encerraron  huyendo  dentro  de  sus  reales,  y  comba- 


tí)   En  su  Crónica,  al  tomo  III,  libro  VII,  cap.  XI V. 


292  BADAJOZ 


» tiéndeselos  los  españoles  con  mucha  furia,  ellos  los  defendieron 

•  con  harta  dificultad.  No  osó  esperar  Paulo  Emilio  allí  el  se- 
•gundo  combate,  y  así  sacó  como  mejor  pudo  ese  poco  de 

•  exército  que  le  quedaba:  y  como  quien  verdaderamente  huía  y 
>no  caminaba,  con  la  mayor  priesa  y  jornadas  que  pudo,  se 
•metió  muy  dentro  de  las  tierras  pacíficas  de  amigos  y  confede- 
trados  del  pueblo  romano...» 

Plutarco  y  Valerio  Máximo  confirman  este  suceso  sobre  el 
que  también  Tito  Livio  habla  (i),  y  Moreno  de  Vargas  lo  auto- 
riza (2)  con  razonamientos  propios. 

Los  árabes  destruyeron  su  castillo  y  en  el  siglo  xii  comenzó 
á  poblarse  de  nuevo  por  los  caballeros  de  la  Orden  de  Santia- 
go. D.  Diego  Alvarado  y  González,  personaje  nacido  en  Lobón 
en  1460,  fué  después  comendador  de  esta  villa  y  de  la  de  Mon- 
tijo,  engrandeciéndola  con  obras  y  donaciones  importantes.  Cau- 
dillo el  más  valeroso  acaso  que  tuvieron  los  RR.  CC.  en  sus 
campañas  por  Extremadura,  logró  someter  á  la  obediencia  á 
multitud  de  rebeldes  y  gozó  de  gran  renombre. 

Sus  hijos  Diego,  Gonzalo,  Jorge,  Juan  y  Pedro,  todos  re- 


(i)    Década  4.*,  libro  7.*, cap.  XVII, 

(2)  «....  Dice  el  canónigo  Osma  que  fué  la  antigua  Licón,  junto  á  la  cual  los 
lusitanos  mataron  seis  mil  romanos,  é  hicieron  huir  á  los  demás,  y  á  su  capitán  el 
Procónsul  Publio  Emilio;  lo  cual  sucedió  en  el  año  de  188  antes  del  nacimiento 
del  Señor,  y  fué  nueva  tan  triste  para  Roma,  que  disminuyó  la  alegría  del  triunfo 
que  á  la  sazón  estaba  preparado  á  Marco  Atilio  de  la  victoria  que  había  consegui- 
do de  Etalia,  como  lo  refíere  Tito  Lucio,  el  cual  dice,  que  esta  victoria  de  los  lu- 
sitanos fué  en  tierra  de  los  vacctanos,  á  donde  estaba  el  pueblo  llamado  Licón.  y 
F linio  da  á  entender  que  los  vacetanos  estaban  junto  á  Tajo,  y  así  parece  que  Licón 
no  puede  ser  Lobo:  pero  si  bien  es  verdad  que  las  naciones  de  los  carpetanos, 
vacceos,  vettones,  celtíberos  y  arenacos  estaban  en  la  provincia  tarraconense,  es 
cierto  que  pasaron  á  la  Lusitania  y  los  vettones  poblaron  en  tierra  de  Mérida  y  los 
célticos  en  la  de  Badajoz,  como  ya  habemos  dicho;  pero  así  no  es  mucho  que  con 
ellos  viniesen  los  vaceos,  y  se  quedasen  en  el  intermedio  de  estas  dos  ciudades  á 
donde  ahora  está  Lobón:  porque  Licón  en  griego,  según  el  canónigo  Alderete,  es 
el  lobo:  y  Ortelio  aíirma  que  Licón  es  Lobón,  y  lo  comprueban  algunas  ruinas  y 
cimientos  de  edificios  antiguos  que  se  hallan  en  el  Castillo,  si  bien  cerca,  y  sus 
aposentos  son  de  obra  más  moderna...»  (Historia  de  Mérida,  libro  V,  pág.  39$.) 


BADAJOZ  293 


nombrados  conquistadores,  nacieron  también  en  Lobón  (i).  El 
último  de  estos  fué  el  que  ocupa  en  la  historia  el  más  preferente 
lugar.  Había  nacido  en  1495.  Bien  joven  pensó  en  marchar  á 
las  aventuras  que  tantos  otros  corrieron  en  el  Nuevo-Mundo. 
No  fué  solo  allá)  sino  con  cuatro  hermanos-  y  dos  primos  suyos, 
y  se  halló  en  15 18  en  aquellas  regiones,  desde  donde  partió  á 
las  órdenes  de  Grijalba  para  explorar  con  los  navios  equipados 
por  el  gobernador  Velázquez,  las  costas  del  continente  ame- 
ricano. 

Dotado  de  un  valor  sereno,  de  una  actitud  digna  y  de  una 
actividad  prodigiosa,  Alvarado  contribuyó  al  éxito  de  cuantos 
combates  y  escaramuzas  ganaron  los  españoles,  y  notoriamente 
en  Tabasco  y  en  Otumba;  y  tan  temible  por  su  esfuerzo  como 
simpático  por  su  viril  aspecto  y  su  juventud,  apellidábanle  los 
indios,  por  su  cabellera  rubia  y  rizosa  como  su  barba.  Tono- 
tionhtzin  (el  hijo  del  Sol). 

íntimo  de  Cortés,  sin  que  jamás  osase  olvidar  la  autoridad 
de  aquel  gran  hombre,  influyó  poderosamente  en  la  victoria  de 
su  general  contra  D.  Panfilo  de  Narváez;  fué  uno  de  sus  hom- 
bres de  confianza  en  el  primer  período  de  la  ocupación  de  Mé- 
jico y  en  la  famosa  retirada  nocturna  del  i.®  de  Julio  de  1520 
(la  noche  triste).  Alvarado  regía  la  retaguardia,  cargo  honroso, 
pero  el  más  difícil  de  cumplir  con  los  innumerables  enjambres 
de  indios  emboscados  á  lo  largo  de  las  pavorosas  lagunas. 

En  1523  recibió  el  esforzado  capitán  el  mando  de  300  in- 
fantes, 160  caballos,  cuatro  piezas  de  artillería  y  algunos  cien- 
tos de  indios  auxiliares,  para  someter  las  tribus  indias  de  las 
orillas  del  Pacífico  y  reducir  las  provincias  de  Zacatulan,  Telma- 
tepec.  Soconusco  y  Vtlatlan,  quedando  herido  de  un  flechazo  en 
Cayacati,  donde  se  le  sometió  el  enemigo  y  fundó  después  la  ciu- 
dad de  Santiago  de  los  caballeros  (Guatemala  la  Vieja),  y  acto 


(i)    Villanueva  la  Serena,  Jerez  de  los  Caballeros,  Barcarrota  y  Badajoz,  se  dis- 
putan la  gloria  de  ser  la  patria  de  estos  famosos  capitanes. 


294  Badajoz 


continuo  envió  á  su  hermano  Diego  á  fundar  el  establecimiento 
de  San  Jorge,  en  Teculatran. 

La  fortuna  le  sonreía  cada  vez  más;  joven  aún,  pues  apenas 
contaba  cuarenta  años,  bien  amistado  con  el  más  poderoso  mo- 
narca de  la  tierra,  dueño  de  una  fortuna  pingüe  y  amado  con 
entusiasmo  por  una  mujer  que  á  sus  gracias  personales  unía  una 
instrucción  rara  en  su  sexo  en  aquel  tiempo,  Pedro  de  Alvarado, 
según  alguno  de  sus  biógrafos,  vaciló  entre  los  consejos  de  su 
esposa  y  de  sus  deudos  para  que  gozase  en  paz  el  fruto  de  sus 
hazañas  y  el  afán  incesante  de  gloria  que  le  acosaba;  pero  su 
índole,  como  la  de  sus  compañeros,  le  arrastraba,  y  á  su  regreso 
de  América  emprendió  de  nuevo  la  serie  de  aquellas  aventuras 
pasmosas  que  debían  concluir  con  su  vida,  el  mismo  año  que  su 
esposa,  sus  deudos,  cuanto  más  quería,  pereciendo  todos  tam- 
bién víctimas  de  la  catástrofe  que  á  continuación  se  narra. 

Alvarado  tardó  cerca  de  un  año  en  prevenirse  para  su  última 
expedición:  infatigable  en  sus  propósitos,  dando  grandes  pro- 
porciones al  viaje  que  proyectaba,  armó  varios  buques,  equi- 
pó 1 ,000  soldados,  sin  contar  los  auxilios  indígenas,  y  se  hizo  á 
la  vela  con  la  fe  inalterable  del  que  está  acostumbrado  á  com- 
batir victoriosamente  con  los  elementos  y  con  los  hombres:  una 
tempestad  le  arrojó  á  la  costa  de  Michocam,  y  antes  de  que  pu- 
diese reparar  las  averías,  tuvo  que  contender  con  una  multitud 
de  indios,  que  le  presentaron  batalla  con  respetables  fuerzas.  No 
fué  larga  la  lucha:  Alvarado,  que  había  resistido  á  las  empon- 
zoñadas flechas  de  los  aztecas,  á  los  miasmas  de  los  climas 
insanos  y  á  los  enjambres  de  aguerridos  indios  que  le  cerraban 
el  paso  y  le  atacaban  en  las  aguas  de  Méjico,  murió  de  una 
caída  del  caballo,  en  Puebla  de  Avalos,  en  1545,  llorado  de 
todos  sus  deudos  y  amigos.  Pocos  meses  después,  una  inunda- 
ción destruyó  casi  en  totalidad  la  villa  de  Santiago,  y  la  casa 
del  gobernador  fué  de  los  primeros  ediñcios  deshechos  por  el 
siniestro;  su  esposa  y  deudos  perecieron,  sin  que  nadie  pudiera 
prestarles  el  más  leve  auxilio. 


BADAJOZ  2Q5 

Á  Pedro  Alvarado  le  acibararon  los  últimos  días  de  su  vida 
sus  émulos,  pues  delatado  al  gobierno  de  la  nación  fué  objeto 
de  un  ruidoso  proceso  (i),  del  que  salió  bien. 

Escribió  diez  y  seis  Relaciones  narrando  parte  de  sus  viajes, 
á  que  dan  suma  importancia  los  escritores  americanistas  (2). 

Fué  también  de  Lobón  el  célebre  jurista  Hernand  Yáñez  de 
Lobón,  personaje  político  en  tiempos  de  los  RR.  CC.  Había 
nacido  en  1431  y  desde  su  juventud  figuró  al  lado  de  los  reyes, 
ora  como  Consejero  de  ellos,  ora  también  como  Alcalde  mayor 
de  la  casa  y  corte.  En  1480  fué  comisionado  por  los  RR.  CC 
para  procesar  al  Nuncio  Apostólico  en  España  (3)  Francisco 
Ortiz,  que  se  encontraba  á  la  sazón  en  Trujillo.  El  Papa  Sixto  IV 
no  corría  en  relaciones  cordiales  con  los  RR.  y  CC.  y  en  España 
el  Nuncio,  juntamente  con  los  obispos  de  Osuna  y  Cuenca,  que 
hacían  abiertamente  la  causa  del  Pontífice,  fueron  presos  y  some- 
tidos al  proceso  que  siguió  Hernand  Yáñez. 

Aparte  de  estos  recuerdos,  Lobón  no  tiene  otros  dignos  de 
mencionarse.  Su  iglesia  parroquial,  de  mala  fábrica,  sus  arrui- 
nadas ermitas  de  Santa  Brígida,  los  Mártires  y  Nuestra  Señora 
de  los  Remedios,  como  el  convento  de  San  Francisco  (antes 
hospital  de  Santiago),  reducido  á  escombros,  no  ofrecen  nada 
al  historiador  ni  al  artista. 

Cinco  kilómetros  después  está  la  villa  del  Montijo,  pueblo 
romano,  denominado  Agla^  arruinado  en  la  invasión  árabe  y  re 


(i)  Proceso  de  residencia  contra  Pedro  de  i4/varaúfo.— Ilustrado  con  estampas 
sacadas  de  los  antiguos  códices  mexicanos,  y  noticias  biográficas,  críticas  y  ar- 
queológicas, por  José  Fernando  Ramírez.  Lo  publica  paleografiado  del  ms.  original 
del  licenciado  Ignacio  L.  Kayón  (Méjico,  1847,  XXIII,  304  págs.,  cuatro  láminas, 
la  primera  el  retrato  y  facsimile  de  Alvarado). 

(2)  Carias  de  relación  del  adelantado  D.  Pedro  de  Alvarado,  escritas  al  rey  de 
España  y  al  capitán  Hernán  Cortés,  sobre  la  conquista  y  pacificación  de  los  reinos 
de  Guatemala  y  la  expedición  que  hizo  desde  el  puerto  de  Iztapa  al  Perú,  etc.,  etc. 
(B.  de  Act.  E.  t.  XXII.)  Son  dos  cartas. 

Carias  de  relación^  etc.,  etc.  (Nueva-York,  1864}.— Son  14  cartas. 

(3)  Interrogatorio  hecho  de  orden  de  los  Reyes  Católicos  por  el  Alcalde  de  Corte 
Fernand  Yáñez  de  Lobón  al  Nuncio  Apostólico  en  España^  en  el  año  de  1480.  (Ei 
Siglo  pintoresco,  .Madrid,  1845,  t-  U  págs.  89  y  91.) 


290  BADAJOZ 


poblado  por  los  musulmanes,  el  año  525,  llamándole  Mentesa, 
en  memoria  de  la  patria  de  Abderramen,  rey  de  Córdoba,  que 
hallándose  en  Mérida  le  mandó  poblar. 

Mentesa  le  hacen  derivar  algunos  de  Mentha  ó  yerba-btiena. 
Otros  sostienen  que  Montijo  quiere  decir  monte  pequeño,  to- 
mándolo en  la  acepción  de  altura  ó  en  la  de  bosque. 

Nada  conserva  de  sus  antiguos  tiempos.  El  palacio  de  los 
condes  del  Montijo  no  tiene  importancia,  como  tampoco  la  tienen 
la  casa  de  Ayuntamiento,  levantada  en  1605;  ^  Pósito,  cons- 
truido en  1789;  el  convento  de  religiosas,  la  parroquia  de  San 
Pedro,  ni  las  ermitas  de  Jesús  Nazareno  y  Ntra.  Sra.  de  la  villa. 

Esta  sufrió  mucho  en  los  mediados  del  siglo  xvii,  con  las 
guerras  de  Portugal.  Tres  veces  fué  incendiada  y  siete  entró  en 
ella  el  enemigo. 

Ciento  sesenta  años  sostuvieron  portugueses  y  españoles 
una  lucha  que  comenzó  en  1640  y  terminó  con  la  paz  de  Godoy, 
en  1 801.  Diferencias  de  los  derechos  reales  entre  la  nobleza 
portuguesa  y  el  rey  de  España;  la  independencia  de  Portugal, 
iniciada  por  los  enemigos  del  Conde-duque,  y  la  guerra  de  Ca- 
taluña, mayormente,  habían  debilitado  de  tal  manera  las  fuerzas 
de  España,  que  no  hubo  forma  de  resistir  á  las  agresiones  que 
venían  de  Portugal ;  así  fué  que  impunemente  el  general  de  ca- 
ballería Martín  Alfonso  de  Mello,  conde  de  San  Lorenzo,  puede 
llegar  con  sus  tropas,  en  1641,  hasta  Val  verde  de  Leganés,  que 
ganó  al  saqueo,  para  incendiar  después  á  Villar  del  Rey,  mien- 
tras el  ofícial  de  caballería  Cristóbal  de  Carbalho,  y  el  general 
Francisco  de  Mello,  conseguían  algunos  triunfos  frente  á  los 
muros  de  Olivenza.  Un  año  más  tarde,  el  mismo  general  en- 
traba triunfante  en  Alconchel,  ganaba  de  nuevo  la  villa  de  Val- 
verde  y  entraba  al  saqueo  en  la  de  Cheles,  mientras  que  otro 
ejército  operaba  por  la  parte  alta  de  Extremadura,  donde  el 
general  de  la  provincia  de  Beira,  Sancho  Manuel,  llegaba  con 
sus  huestes  hasta  Coria,  y  otro  general  también,  Fernando 
Téllez  de  Meneses,  tomaba  á  Valverde  y  Eljas. 


BADAJOZ  297 


En  1 643  los  portugueses  incendian  á  Alconchel,  que  ocupa- 
ron nuevamente  en  6  de  Octubre,  mientras  el  capitán  Juan 
Saldanha  de  Gama,  primero,  y  el  general  Mello,  después,  triun- 
faron de  nuestros  soldados  frente  casi  á  los  viejos  muros  del 
castillo  de  Alburquerque. 

Escudados  los  portugueses  en  la  falta  de  medios  que  tenía 
el  Gobierno  español,  para  resistir  sus  ataques,  decidieron  venir 
sobre  los  pueblos  del  interior,  y  en  primeros  de  Abril  de  1644, 
mandaba  el  Monarca  portugués  D.  Juan  IV  un  ejército  que  co- 
menzó á  operar  en  los  campos  de  Badajoz  y  siguió  hacia  Tala- 
vera,  en  cuya  villa  entró  después  de  una  larga  resistencia, 
el  20  de  aquel  mes,  saqueando  al  vecindario,  incendiando  las 
casas,  y  destruyendo  cuanto  encontraba  á  su  paso.  En  esto  tro- 
pas de  Mérida  acuden  á  la  Puebla  y  Montijo;  pero  el  ejército 
portugués,  mandado  por  Mathias  de  Alburquerque,  libró,  en 
Montijo,  la  famosa  batalla  que  el  26  de  Mayo  se  decidió,  según 
unos  á  favor  de  los  portugueses,  según  otros  por  los  españoles, 
pues  si  no  faltó  un  vate  lusitano  que  cantase  el  triunfo  de  Por- 
tugal (i),  tampoco  faltó  otro  vate  castellano  que  hiciese  de  El 
más  valiente  extremeño^  Bernardo  Díaz  del  Montijo  (2),  el  se- 
gundo D.  Rodrigo  Díaz  de  Vivar  (3),  y  á  quien  está  dedicado  el 
romance  que  el  Sr.  Duran  publica  en  su  colección,  titulado  Ro- 
mances vulgares  de  valentías,  guapezas  y  desafueros  (4),  al  nú- 
mero 1342. 


(i)    Juan  Suárez  da  Gama  concejal  del  Ayuntamiento  de  Setubal,  en  su  obra 
poética  Baialha  do  Montijo. 

(2)  Era  natural  del  Montijo,  y  aunque  de  origen  oscuro  logró  gran  renombre 
por  sus  hechos  en  la  guerra. 

(3)  Comedia  de  D.  Pedro  Francisco  Lamini. 

(4)  Romancero  General,  ó  colección  de  Romances  Castellanos,   anteriores  al 
siglo  XVIII,  páginas  386  y  387. 

El  romance  es  curiosísimo,  por  cuyo  motivo  no  podemos  excusarnos  de  dar 
aquí,  por  lo  menos,  algunas  de  sus  estrofas,  como  son  estas: 
La  primera: 

«Escuchadme,  jaquetones 
que  sois  de  la  vida  airada. 
38 


298  BADAJOZ 


Esta  guerra  produjo  la  ruina  de  Extremadura,  pues  más  de 
cuarenta  aldeas  de  ella  desaparecieron  y  el  país  quedó  también 
despoblado,  y  esto,  después  de  las  emigraciones  á  las  Américas 
y  la  que  produjo  también  las  guerras  de  Flandes,  dio  motivo  á 
que  un  estadista  del  siglo  xvii  considerase  el  país  extremeño 
como  €una  comarca  desierta  de  gentes  y  de  civilización.» 

Pero  fijemos  los  términos  y  proporciones  que  alcanzara  la 
batalla  del  Montijo,  que  decidió  por  aquel  entonces  nuestra  pre- 
ponderancia sobre  el  ejército  portugués.  Un  historiador  casi 
coetáneo  de  aquel  suceso  (i),  y  por  tanto  digno  para  nosotros 


un  caso  que  ha  sucedido 
con  un  mancebo  del  ampa: 
es  Bernardo  del  Montijo, 
que  sólo  ser  de  allí  basta 
para  ser  rayo  y  asombro 
de  la  nación  lusitana.» 

Aquí  cuenta  el  poeta  anónimo  las  valentías  del  montijano,  y  la  manera  que  tuvo 
de  ofrecerse  voluntario  contra  los  portugueses,  con  estos  otros  versos; 

— «Sírvete,  gran  capitán, 
sírvete  darme  plaza, 
que  por  el  cielo  te  juro 
y  por  esta  humilde  espada, 
que  he  de  seguir  tus  banderas 
hasta  morir  en  campaña.»— 
Brazo-Fuerte,  conociendo 
del  mancebo  la  arrogancia, 
lo  admitió  en  su  compañía 
toda  la  gente  bizarra; 
solo  con  veinte  caballos 
que  son  los  que  le  acompañan, 
que  pasean  por  Guareña 
como  por  sus  mismas  casas, 
no  dejan  ganado  á  vida 
que  á  Badajoz  no  lo  traigan; 
no  dan  cuartel  á  ninguno, 
que  cuantos  encuentran  matan.» 


El  poeta  sigue  contando  las  hazañas  de  este  valiente  extremeño. 
(i)    Alvarez  de  la  Fuente,  en  la  Sucesión  Real  de  España.— k  las  páginas  350  á 
366.— Tomo  III. 


BADAJOZ  '  299 

de  toda  preferencia,  describe  este  hecho  de  armas  en  los  siguien- 
tes términos: 

«Governando  las  Armas  de  Extremadura  y  Frontera  de  Ba- 
dajoz el  valeroso  Marqués  de  Torrecusa.  Tuvo  aviso  de  la  vigi- 
lancia y  cuydado  que  el  que  se  llamaba  Rey  de  Portugal  ponía 
en  juntar  Exército  numeroso  con  todo  secreto:  No  se  le  pasó 
éste,  que  el  Marqués  no  le  penetrase.  Y  así  ordenó  al  Maestre 
de  Campo,  Juan  Rodríguez  Silveyra,  que  con  algunas  compañías 
y  dos  piezas  de  artillería  se  metiese  en  la  villa  de  Alburquerque, 
como  lo  executó  dos  horas  antes  que  el  Enemigo  llegase  á  dar 
vista  á  esta  Villa:  y  aunque  sus  naturales  estaban  con  algún 
cuidado,  pero  sin  ningún  temor  por  haver  sabido  que  el  Exérci- 
to se  encaminaba  por  Campo-Mayor:  Pasó  junto  Auguela  y  llegó 
á  pasar  el  rio  de  Votova,  media  legua  de  Alburquerque:  y  así, 
antes  que  entrara  el  socorro  de  Badajoz,  tenian  guarnecidas  las 
trincheras  y  tomados  los  pasos,  y  algunos  mozos  briosos  le  ha- 
vian  puesto  algunas  emboscadas  en  unos  barrancos  y  cercos 
fuera  del  Lugar,  de  modo,  que  el  Portugués  conoció  quan  difi« 
cultosa  empresa  empezaba.  Yba  por  Maestre  de  Campo  el  ge- 
neral Mathías  de  Alburquerque:  Su  Exército  se  componía  de 
nueve  mil  Ynfantes  y  dos  mil  Cavallos,  los  quinientos  Dragones, 
ocho  piezas  de  Artillería  y  mil  y  quinientos  Gastadores,  y  mu- 
cho bagage.  La  noche  que  llegó  á  Alburquerque  hizo  tomar  los 
puestos,  y  ocupó  un  cerro  que  llaman  Santa  Lucía:  Los  de  den- 
tro hicieron  lo  mismo,  y  por  saber,  que  por  el  Arrabal  de  San 
Albín  havia  cargado  mas  gente  el  enemigo,  se  encomendó  su 
defensa  á  los  Estudiantes  y  Clérigos...  En  dos  días  se  desvane- 
ció el  orgullo  Portugués  d/sl  pensamiento  que  tenia  de  esta  em- 
presa, y  se  retiró. 

» Encaminó  el  enemigo  su  Exército  á  Villar  del  Rey;  saqueó- 
le, y  quemóle,  y  dos  leguas  más  adelante,  ázia  Castilla,  hizo  lo 
mismo  en  la  Roca,  y  de  otro  Lugar  pequeño:  y  dexandose  caer 
á  las  márgenes  de  Guadiana,  saqueó  y  quemó  á  la  Puebla;  y  lo 
mismo  hizo  del  Montijo,  aunque  aquí  topó  alguna  resistencia, 


300  BADAJOZ 


por  estar  dentro  con  su  compañía  Don  Juan  de  Sata,  que  la  en- 
tretuvo tres  días;  pero  como  Lugar  abierto,  se  retiró  á  la  Ygle- 
sia,  y  allí  capituló,  aunque  los  portugueses  se  dieron  por  tan 
ofendidos,  que  no  le  guardaron  nada,  é  intentaron  matarle;  y  lo 
huvieran  hecho,  si  no  fuera  por  unos  Cavalleros  Franceses  que 
le  defendieron,  diciendo  haver  obrado  como  valiente  Capitán,  y 
no  merecía  ser  maltratado,  y  le  llevaron  prisionero,  con  más 
valor  que  poder:  Y  sentido  el  Marqués  de  Torrecusa  de  la  pér- 
dida de  los  Pueblos,  ordenó  al  Maestre  de  Campo  el  Marqués 
de  Molinguen,  General  de  la  Cavallería,  y  á  Dionysio  de  Guz- 
man,  General  de  la  Artillería,  y  demás  Oficiales,  que  con  la 
gente,  que  se  havia  juntado,  partiessen  á  encontrar  al  enemigo 
adonde  quiera  que  lo  encontrassen;  y  assí  llegaron  á  Talaverue- 
la  (oy  Talavera  la  Real),  tres  leguas  de  Badajoz,  y  media  legua 
de  ella  esguazaron  el  Rio  Guadiana:  y  habiendo  passado  á  24  de 
Mayo  nuestra  tropa,  se  hallaron  tres  mil  ciento  y  veinte  Infan- 
tes y  mil  quinientos  Cavallos,  y  dos  piezas  pequeñas  de  Artille- 
ría; y  por  no  haver  llegado  la  gente  del  Partido  de  Mérida,  es- 
peraron hasta  25  del  dicho.  A  los  26,  dia  del  Corpus,  tenia  le- 
vantado un  Altar  para  decir  Misa,  y  que  la  oyessen  todos,  el 
Vicario  General  D.  Gabriel  Ortiz  de  Orbe.  Apenas  llegada  á 
decir  la  Epístola,  cuando  nuestros  Batidores  avisaron  como  el 
enemigo  marchaba  para  nuestro  Campo.  Acabada  la  Misa,  dis- 
puso nuestro  Exército  el  General  de  Artillería,  é  hizo  oficio  de 
Maestre  de  Campo  el  General:  y  siendo  aquella  Campaña  tan 
rasa,  que  en  dos  leguas  no  hay  una  mata,  y  conociendo,  que 
por  la  mucha  gente,  que  el  enemigo  tenia,  la  frente  de  su  Exér- 
cito ocupaba  gran  espacio,  dispuso  el.  suyo  con  maña  de  mucha 
frente,  y  poco  cuerpo,  pues  solo  ocupaba  siete  hileras  de  gruesso. 
Los  Portugueses  sentaron  su  Exército  entre  dos  lagunas,  de- 
xando  á  las  espaldas  el  vagage,  y  carros:  Su  General,  Mathías 
de  Alburquerque,  que  estuvo  en  un  repecho  mirando  nuestro 
Exército,  y  su  disposición,  é  hizo  burla  y  dixo: — Que  no  era  po- 
sible se  atreviesse  á  pelear  aquel  Exército  con  la  disposición 


BADAJOZ  301 


que  llevaba;  mas  nuestros  Cabos  avisaron  á  nuestros  Soldados 
que  en  dando  la  primera  carga  la  Mosquetería,  cerrassen  luego 
á  pelear  con  las  espadas;  y  assí  lo  executaron,  puesto  el  Mar- 
qués de  Molinguen  en  el  cuerno  derecho  de  nuestro  Exército,  y 
su  Theniente  en  el  izquierdo:  Empezó  á  disparar  su  Artillería,  y 
la  nuestra  disparó  ocho  cañonazos.  Embistió  nuestra  Cavallería 
por  el  cuerno  derecho  y  también  por  el  izquierdo.  El  Theniente 
de  la  Cavallería  D.  Francisco  Velasco,  con  tan  gran  valor  acau- 
dillados por  el  General,  que  luego  empezó  á  desordenarse,  y 
volver  las  espaldas;  y  fué  lo  bueno,  que  llegaron  á  sus  Escua- 
drones de  picas,  y  los  hicieron  que  las  levan tassen,  para  poder 
pasar:  esto  fué  á  tiempo,  que  ya  havian  dado  los  nuestros  la 
primera  carga,  y  acometieron  tan  á  tiempo,  que  llegaron  al  Es- 
quadron  de  las  picas,  cuando  las  tenian  levantadas;  y  así  fué 
grande  el  estrago,  que  nuestra  Ynfantería  hizo,  con  tanto  valor, 
que  se  pasmó  á  los  enemigos,  y  huvo  hombre,  que  cayó  muerto 
de  afán,  y  corage,  de  tantos  Portugueses  como  mató;  y  de  esto 
huvo  muchos  testigos:  Y  retirado  por  sus  Camaradas,  le  mira- 
ron, y  no  le  hallaron  herida  ninguna,  ni  cardenal  de  otro  ningún 
golpe.  Este  mozo  era  natural  de  Toledo.  Qué  elogios  no  canta- 
ra la  antigüedad,  si  este  caso  cayera  en  manos  de  su  Gentilismo? 
La  Ynfantería  empezó  á  retirarse,  y  simalmente  cortaron  los 
nuestros  dos  Tercios,  la  del  Conde  Fiesco,  y  el  de  Estacio  Pique, 
que  eran  los  que  mas  resistencia  habian  hecho;  pero  nuestra 
Ynfantería  estuvo  tan  valerosa,  que  ganó  la  Artillería:  y  el 
Maestre  dé  Campo  Don  Francisco  Agüero,  con  su  Cavallería, 
llevado  de  su  esfuerzo,  siguió  también  al  enemigo,  y  fué  conse- 
guir la  mas  feliz  victoria  faltar  tantos  cabos  en  nuestro  Exército, 
que  no  quedara  Portugués  con  vida,  porque  nuestra  Ynfantería 
se  cebó  en  su  Real,  que  era  muy  rico,  por  lo  mucho  que  habia 
robado  en  el  Montijo,  y  la  Puebla,  é  infinitas  cavalgaduras.  Fué 
un  desorden  grande  este,  porque  cortaron  los  tirantes  del  tren 
de  las  muías  de  la  Artillería,  y  se  dexaron  las  piezas,  de  modo 
que  tuvo  lugar  de  retirarla  el  Portugués,  dexando  muchos  carros. 


302  BADAJOZ 


municiones,  y  otros  pertrechos,  y  muchas  armas,  y  una  legua 
de  allí  dexaron  un  mortero  de  tirar  bombas.  De  los  nuestros 
que  con  demasiado  valor  se  señalaron  en  esta  ocasión,  fueron 
muchos.  El  Capitán  Don  Juan  de  Sata,  que  llevaban  prisionero, 
viendo  lo  que  passaba,  dio  con  un  puñal  al  que  le  guardaba,  y 
le  mató,  y  subió  en  el  cavallo,  y  se  metió  en  la  batalla,  y  peleó 
como  esforzado.  El  Conde  de  Torrejon,  Maestre  de  Campo  re- 
formado, como  rayo,  se  mostraba  en  los  mayores  peligros  de  la 
batalla.  Don  Diego  Gerardino,  Maestre  de  Campo  de  los  Irlan- 
deses, viendo  que  el  Maestre  de  Campo  Mascareñas  se  resistia 
con  esfuerzo,  se  encaminó  á  él,  y  en  poco  espacio  dio  con  él 
muerto  en  tierra.  Los  que  murieron  de  nuestra  gente  passaron 
de  seiscientos,  y  entre  ellos  tres  Maestres  de  Campo.  Don  José 
de  Pulgar,  que  obró,  y  executó  en  esta  batalla  con  grandísimo 
esfuerzo,  murió  en  Badajoz  de  una  herida  en  la  cabeza.  Juan 
Rodríguez  Sylveira,  gran  perseguidor  de  sus  Compatriotas. 
Don  Francisco  Luna,  maestre  de  Campo  del  Tercio  de  Badajoz: 
Todos  los  demás  Maestres  de  Campo  salieron  heridos  (i):  mu- 


co   Estos  llegaron  á  ser  héroes  de  romances,  pues  en  uno  anónimo,  que  no  ha 
llegado  á  coleccionarse,  hay  estrofas  como  esta: 

«Los  valientes  castellanos 
y  Silveyra  el  valeroso, 
con  Badajoz  animoso 
vencieron  al  lusitano; 
y  los  tercios  extremeños 
que  Torrecusa  mandara 
formaron  nobles  empeños 
porque  sus  armas  triunfara.» 


Otros  romances  se  escribieron  á  propósito  de  esta  guerra,  por  la  que  los  portu- 
gueses cantaban: 

c<El  Montijo  se  quema, 
La-Puebla  llora: 
pobre  Talaverilla, 
te  quedas  sola.» 

A  su  vez  los  soldados  españoles  respondían: 


BADAJOZ  303 


rieron  diez  Capitanes  de  Cavallos,  y  sesenta  Capitanes  de  Yn- 
fantería  y  otros  Cabos.  El  Marqués  de  Torrecusa  ordenó  al  Vi- 
cario General,  que  juntando  los  Clérigos,  y  Pueblo  de  Talavera, 
del  Arroyo  de  Mérida,  del  Montijo,  y  de  la  Puebla,  enterrasen 
los  muertos  del  Campo  Portugués,  y  él  lo  hizo  en  un  malacon, 
y  zanja  antigua,  retirándolos  de  los  pies  en  cavallos  uncidos,  y 
enterrando  el  Domingo,  Lunes  y  Martes,  tres  mil  y  sesenta  y 
siete  cuerpos.  Estos  fueron  los  que  se  hallaron  en  la  Campaña, 
y  sin  llegar  al  monte,  en  el  cual,  y  donde  se  detuvieron,  passa> 
ron  de  mil  los  que  murieron,  y  la  derrota  fué  tal,  que  su  Exér- 
cito  llegó  deshecho  á  Portugal,  pues  solo  se  hallaron  dos  mil 
Ynfantes,  y  doscientos  Cavallos.» 

Hasta  aquí  la  relación  que  encontramos  de  esta  batalla,  y 
los  recuerdos  del  Montijo. 

Á  poco  más  de  un  kilómetro  de  este  pueblo  está  Puebla  de  la 
Calzada  (i),  llamada  así  por  la  vía  romana  que  á  sus  inmediacio- 
nes pasa.  No  sabemos  qué  nombre  tuvo  en  los  tiempos  de  Roma. 
Existía  ya  cuando  el  engrandecimiento  de  Mérida,  pero  había  de 
ser  una  población  insignificante  cuando  no  la  cita  en  su  Itinera- 
rio Antonino  Pío,  entre  lae  mansiones  comprendidas  de  Lisboa 
á  Mérida,  ni  en  las  de  esta  ciudad  á  Badajoz.  Además,  los  vesti- 
gios antiguos  encontrados  en  esta  población  denuncian  su  origen 
romano  y  aun  su  correspondencia  á  población  árabe,  de  menos 
importancia  acaso  que  su  vecina  Mentesa. 


«Ya  no  arde  el  Montijo, 
ni  La-Puebla  llora; 
no  teme  Talavera 
quedarse  sola. 

La  guerra  con  Portugal 
ha  sido  muy  sanguina: 
más  sangre  mea  un  pollo 
cuando  tiene  mal  de  orina.» 

( I )    Es  lo  mismo  que  pobladura  por  la  que  atraviesa  la  calzada  ó  camino  roma- 
no, y  efectivamente  le  cruza. 


304  BADAJOZ 


El  maestre  de  Santiago  la  arrebató  de  manos  de  los  Tem- 
plarios, formando  desde  entonces  parte  de  la  encomienda  de 
Mérida,  y  en  1580,  le  fueron  concedidos  los  privilegios  de  vi- 
llazgo, en  el  acto  de  venderla  á  D.*  María  Enríquez,  marquesa 
de  Villanueva  del  Fresno,  y  al  fallecimiento  de  esta  señora 
pasó  á  los  estados  del  conde  del  Montijo. 

Hasta  mediados  del  siglo  xvii  fué  población  importante  entre 
los  pueblos  que  contó  Extremadura  desde  la  Reconquista;  pero 
la  guerra  de  Portugal  la  destruyó  totalmente,  saqueándola  prime- 
ro, y  quemándola  después,  pues  consta  que  estuvo  ardiendo  desde 
el  día  23  de  Mayo  de  1644,  que  fué  lunes,  hasta  el  26  por  la 
mañana,  que  fué  jueves,  día  de  la  batalla  del  Montijo.  El  conde 
la  repobló  seguidamente  concediendo  á  los  que  quisieran  habi- 
tarla ciertas  prerrogativas  y  mercedes  que  sirvieron  para  aumen- 
tar su  vecindario  en  pocos  años.  Por  estas  razones  todo  lo  que 
existe  en  esta  villa  es  moderno,  desde  su  parroquia  de  la  Asun- 
ción hasta  la  casa  de  Ayuntamiento. 

La  Garrovilla  sigue  en  la  prolongación  de  la  carretera  de 
Mérida,  y  está  situada  á  ocho  kilómetros  de  la  Puebla.  Población 
romana  de  bastante  importancia,  conocida  por  el  nombre  de 
Daxpo  Augusta^  asentada  en  la  margen  derecha  del  Guadiana, 
los  tiempos  han  borrado  de  ella  todo  recuerdo  antiguo.  Su  pa- 
rroquial, la  Asunción  de  Nuestra  Señora,  no  deja  de  tener  impor- 
tancia, especialmente  su  portada,  que  indica  ser  de  los  mejores 
tiempos  del  siglo  xvi. 


II 


Apenas  el  viajero  abandona  las  inmediaciones  de  Garrovilla 
y  á  manera  que  avanza  hacia  Mérida,  comienza  á  observar  por 
todas  direcciones  despojos  de  población  romana.  Las  primeras 


BADAJOZ  305 


ruinas  que  se  encuentran  son  las  del  antiguo  monasterio  de  Cau- 
liana  y  donde  los  romanos  tenían  población,  y  en  el  siglo  v  se 
edificó  un  templo  católico  que  era  visitado  frecuentemente  por 
los  arzobispos  de  Mérida,  y  por  su  construcción  á  semejanza  de 
fortaleza,  los  Templarios,  que  la  poseían,  fué  teatro  de  sangrien- 
tos hechos  durante  la  guerra  de  la  reconquista.  Los  historiado- 
res antiguos  citan  este  monasterio  con  frecuencia  y  en  él  ocurrió, 
en  los  primeros  días  de  la  invasión  de  los  árabes,  un  hecho  que 
la  historia  aún  no  ha  podido  presentar  con  entera  claridad. 

Después  de  aquella  famosa  batalla  de  Guadalete,  dada 
él  31  de  Julio  de  711,  y  vencido  en  ella  el  rey  D.  Rodrigo, 
corrió  el  monarca  godo  á  ocultarse  á  la  Lusitania;  estando  en 
Mérida  disfrazado  de  pastor  y  reconocido  que  fué  por  un  diáco- 
no, le  llevó  á  ocultarse  en  el  monasterio  de  Cauliana,  donde  le 
esperaban  un  puñado  de  leales  suyos  y  juntos  marcharon  á  Ba- 
dajoz, internáronse  en  el  hoy  Portugal,  llegando  hasta  Alcaboza, 
no  lejos  dePedermeira  (i),  muriendo  en  714  rigiendo  el  pequeño 
reino  que  fundara  en  el  extremo  del  río  Duero  (2),  según  la  lá- 
pida sepulcral  de  este  monarca  hallada  poco  hace,  é  interpretada 
hábilmente  por  un  sabio  arqueólogo  portugués. 

Siguiendo  hacia  Mérida,  antes  de  llegar  á  ella,  como  á  unos 
cuatro  kilómetros,  se  ven  levantarse  erguidos  los  restos  de  sus 
famosos  acueductos,  y  su  memorable  puente  desafía  á  los  tiempos 
y  se  burla  de  los  siglos,  ni  más  ni  menos  que  si  pretendiese  ser 
eterno;  y  como  panorama  de  agradable  aspecto,  está  la  ciudad 
esparramada  sobre  una  baja  colina  de  terreno  de  arrastre  que 
la  eleva  sobre  el  río  Guadiana  unos  20  metros  al  sumo. 


(:)  No  se  sabe  si  el  arzobispo  de  Mérida,  que  asistió  á  la  batalla  de  Guadalete, 
fué  Máximo  ú  otro  que  le  sustituyese;  pero  se  asegura  que,  destruido  el  ejército 
cristiano,  el  rey  D.  Rodrigo  se  vino  huyendo  con  pocos  de  los  suyos  hasta  el  mo- 
nasterio de  Cauliana,  distante  dos  leguas  de  Méñáai.— (Historia  de  Mérida,  por 
Fernández  y  Pérez,  pág.  112.) 

(2)    La  tradición  de  que  apenas  arribó  á  Portugal  fué  á  morir  al  convento  de 
Pedermeira,  confesando  á  un  monje  del  mismo  su  personalidad,  es  un  cuento  ba- 
sado en  lo  que  sobre  el  particular  refiere  cierto  cronista  religioso  autor  de  esta 
falsedad. 
:9 


^OÓ  BADAJOZ 

Es  Mérida  para  el  hombre  ilustrado  que  no  desdeña  la  his- 
toria y  la  arqueología,  una  Roma  en  pequeño,  con  sus  monumen- 
tos dignos  de  estudio,  sus  recuerdos  inolvidables  y  sus  tradicio- 
nes de  otras  edades.  Fué  la  antigua  Emérita- Augusta,  en  otros 
tiempos,  el  emporio  de  la  Península  Ibérica.  Y  cada  vez  que 
cruzamos  por  sus  alrededores  recogemos  impresiones  agrada- 
bles. Porque  las  ruinas,  para  nosotros,  son  siempre  vestigios 
solemnes.  Nos  quedamos  mirando  á  ellas  y  nuestra  mente  forja 
en  su  ideal  mil  historias  fantásticas. 


MERIDA.-VlSTA     CENEHAl. 

Un  capitel,  una  columna,  una  cornisa,  una  lápida  partida; 
los  mármoles  dispersos,  los  musgos  y  las  flores  que  crecen  y 
viven  por  entre  sus  rendijas;  un  paredón  solo,  aún  en  pie,  como 
desafiando  al  tiempo;  un  arco  irregular  en  su  forma,  encierran 
poemas  que  queremos  adivinar,  como  si  pudiera  leerse  de  se- 
guido el  libro  que  guardan  estos  despojos  de  otras  civilizacio- 
nes. Pero  no  hay  que  confundir  los  escombros  con  las  ruinas: 
aquellos  son  los  destrozos  vulgares;  éstas  son  las  reliquias 
majestuosas  del  pasado.  Las  ruinas  vienen  después  de  los  mo- 
numentos, como  detrás  de  aquellas  vienen  los  escombros.  Es  lo 
propio  que  acontece  con  las  criaturas  humanas.  La  mujer,  por 
ejemplo,  que  todos  conocieron  en  su  período  de  floreciente  her- 


BADAJOZ  307 


mosura,  bella  y  seductora,  cuando  el  invierno  de  la  vida  le  apa- 
ga sus  gracias,  pierde,  es  verdad,  aquel  esplendor  en  que  sus 
vivas  pupilas  se  animaban;  mas  conserva  siempre  los  restos  de 
su  pasada  hermosura...  unos  capiteles  del  mejor  orden: — tson 
buenas  ruinas,» — dicen  los  entendidos,  porque  según  la  ley  de 
la  correlación  que  guardan  las  formas,  imaginada  por  Cuvier, 
de  la  punta  de  una  línea  rosada,  de  la  curva  de  un  pie  pequeño, 
ó  de  la  graciosa  ondulación  del  cuello,  se  puede  formar  cabal 
juicio  de  lo  que  sería  el  edificio  en  los  tiempos  en  que  sus  admi- 
radores lo  contemplaban. 

Una  casita  de  campo  pintada  de  verde,  en  medio  de  una 
huerta  abundante  de  lechugas  y  habas,  es  una  cosa  muy  alegre, 
muy  pastoril,  muy  higiénica,  que  está  pidiendo  dos  corderos 
guisados  con  picante  y  una  botella  de  vino;  mas  no  vale  tanto 
como  el  placer  que  se  siente  recorriendo  estas  comarcas,  donde 
Viriato,  el  primer  español  que  peleó  por  la  libertad  de  su  patria, 
destrozó  á  las  legiones  que  Roma  mandara  para  sujetar  á  Espa- 
ña al  carro  de  la  tiranía  de  los  Césares.  Allí,  más  adelante,  apa- 
rece Mérida.  La  arcada  que  se  ve  junto  á  ella,  es  el  acueducto 
construido  en  tiempos  de  Augusto.  Era  una  obra  colosal.  Hoy 
no  quedan  de  ella  más  que  37  pilares,  algunos  en  tres  órdenes 
de  arcos,  unos  sobre  otros,  de  más  de  26  metros  de  altura,  por 
cuyo  encañado  de  2 '  50  de  ancho  y  aun  más  de  alto,  corría  el 
agua  para  los  baños,  jardines,  batanes,  molinos  y  otros  artefac- 
tos que  había  dentro  de  la  ciudad. 

Pero  los  romanos  surtieron  á  Mérida  de  muchas  aguas,  y  al 
efecto  á  más  del  Acueducto  de  los  Milagros  (que  tomaba  el 
agua  del  Lago  de  Proserpina),  edificaron  los  de  San  Lázaro, 
Borbollón,  Campomanes  y  Carija. 

El  de  San  Lázaro,  que  seguía  en  importancia  al  de  los  Mila- 
gros, tomaba  las  aguas  del  valle  de  las  Tomas  hasta  las  fuentes 
del  vecindario.  Este  antiguo  acueducto  fué  arrasado  por  los  ala* 
nos,  parte  de  cuyos  canales  aún  se  ven  esparcidos  sobre  tierra, 
subsistiendo  en  pie  dos  arcos  de  sillería  almohadillada,  bajo  los 


308  BADAJOZ 


cuales  pasaba  la  calzada  romana,  que  venía  por  Córdoba,  La 
Mancha  y  Toledo. 

La  cañería  del  mismo  nombre  que  hoy  existe,  es  de  mam- 
postería  con  una  arcada  arábiga.  Fué  nuevamente  encañada 
en  1625,  y  su  construcción  gótica  ó  sarracénica,  tuvo  por  objeto 
sustituir  al  primitivo  acueducto. 

El  del  Borbollón  tenía  su  origen  en  la  dehesa  de  Campo- 
manes,  se  dirigía  por  Caño  quebrado^  las  Vicarías  y  abastecía  la 
Naumaguia.  El  agua  del  pilar  llamado  de  AlbarregaSy  es,  al  pa- 
recer, filtración  de  este  acueducto. 

Los  dos  últimos,  de  los  que  se  conservan  huellas  visibles, 
eran  secundarios  y  partían  de  los  montes  de  Campomanes  y  de 
Carija.  El  primero  atraviesa  la  hacienda  de  Casa  Herrera^  el 
valle  de  Valhondo  ó  Valjondo^  costea  el  cerro  de  la  Godina  y 
penetra  en  el  acueducto  de  San  Lázaro^  por  el  valle  de  las  To- 
mas. Y  el  segundo,  desde  la  falda  de  la  sierra  de  Carija,  se  di- 
rige á  buscar  el  acueducto  de  Los  Milagros^  6  sea  el  producto 
del  gran  estanque,  ó  charca  llamada  La- Albuhera. 

Se  denominó  este  acuieducto  antiguamente  Caditja^  y  corre 
por  el  país  una  tradición  del  rapto  de  cierta  joven  cristiana  de 
Mérida  por  un  musulmán,  y  encerrada  en  una  casa  que  éste 
tenía  en  sus  propiedades,  á  poca  distancia  de  la  ciudad,  donde  la 
tuvo  secuestrada  én  su  compañía  más  de  30  años,  en  tanto  que 
el  padre  de  la  joven  anduvo  peregrinando  por  toda  la  Península 
en  busca  de  la  hija  que  consideraba  perdida  para  siempre,  y  por 
el  sentimiento  que  ésta  le  produjo  se  le  extravió  la  razón  y  vio 
morir  de  dolor  á  su  mujer  y  á  tres  hijos.  Ya  á  la  vejez  supo  es- 
taba su  hija  encerrada  en  el  palacio  que  su  amante,  el  musul- 
mán, tenía  próximo  á  Mérida;  corrió  hasta  él  y  pudo  penetrar 
donde  estaba  ella,  exclamando  al  verla:  c¡Cara  hija  me  costas- 
tes!»  Añade  la  tradición  que  la  piedad  cristiana  del  pueblo  eme- 
ritense  mandó  levantar  una  cruz  de  piedra  muy  bien  labrada 
sobre  el  palacio  donde  estuvo  prisionera  esta  joven,  y  al  lugar 
de  esta  cruz  se  le  llama  de  Carija. 


Hasta  aquí  la  fábula.  La  verdad  que  la  buena  crítica  nos  en- 
seña, desprecia  la  leyenda,  como  era  forzoso.  La  Sierra  de  Ca- 
rija,  denominada  anteriormente  de  Cadüj'a,  atraviesa  la  campiña 
emeritense.  Sobre 
esta  sierra,  y  co- 
mo á  cinco  kilóme- 
tros de  Mérida,  en 
dirección  ala  Char- 
ca de  la  Proser- 
pina,  se  alza  una 
cruz  gótica,  perfec- 
tamente labrada, 
obra  del  siglo  xiii 
ó  del  XIV,  cruz  que 
lleva  el  nombre  de 
la  sierra  donde  se 
encuentra.  En  sus 
alrededores  no 
aparecen  vestigios 
de  ediñcación  anti- 
gua, ni  la  historia 
nos  habla  que  hu- 
biese en  aquel  lu- 
gar población  al- 
guna. Es,  segura- 
mente, esta  cruz 
signo  cristiano  co- 
mo   otros    tantos 

que  en  los  tiempos  pasados  ñjábanse  en  las  proximidades  de 
los  pueblos.  Algunos  la  creen  de  origen  romano.  No  lo  es,  se- 
guramente, y  á  primera  vista  se  ve  que  no  es  obra  más  allá  del 

siglo  XIII. 

Además  su  propio  nombre  nos  indica  que  Caditja  es  voca- 
blo árabe.  En  el  siglo  xii  se  le  llamaba  á  esta  sierra  Cad-itga  al 


310  BADAJOZ 


Marid^  esto  es,  Caditga  de  Metida  ^  y  es  indudable  que  tal 
nombre  lo  debió  á  los  árabes,  únicos  que  pudieron  dárselo. 
Caditga  era  el  nombre  de  la  mujer  de  Mahoma  ó  Mahomed, 
viuda  rica,  casada  en  6o  i  con  este  Profeta  de  la  Meca,  y  que 
bien  pronto  despertó  veneración  entre  los  nuevos  creyentes  de 
su  marido.  Es  de  suponer  que  los  árabes  que  poblaron  el  reino 
de  Marida  dedicaron  esta  sierra  á  la  esposa  de  su  Profeta. 

Pero,  volviendo  á  estos  acueductos,  diremos  que  todos  ellos 
presentan  la  regularidad  y  solidez  arquitectónicas,  comunes  á 
todas  las  obras  que  edificaron  los  romanos.  Gigantescos  pilares 
de  cantería  cuadrada  y  simétrica,  cuyas  piedras  gravitan  unas 
sobre  otras,  sin  cal  ni  betún,  por  series  quinquenales  sobre  pa- 
ramentos, ó  hileras  de  gruesos  ladrillos;  una  triple  arcada  enla- 
zando y  adornando  tan  asombrosas  moles ;  canales  más  ó  menos 
anchos,  de  fina  argamasa  impermeable  á  la  disolvente  acción  de 
las  aguas;  receptáculos  subterráneos  para  reunir  los  manantia- 
les, á  cuyo  fondo  se  desciende  por  bien  ordenadas  graderías;  y 
más  sorprendente  aún  que  todas  estas  atrevidas  ejecuciones,  las 
enormes  distancias  por  ellos  recorridas,  pues  el  acueducto  Los 
Milagros,  de  una  longitud  que  no  bajaría  de  seis  kilómetros,  y 
cuyos  pilares  supertérreos,  irguiendo  su  cabeza  hoy  á  través  de 
más  de  19  siglos,  figuran  en  número  de  37,  es  sumamente  pe- 
queño, si  se  compara  con  el  de  Tarragona,  que  alcanzaba 
48  kilómetros,  de  los  cuales  15  se  hallaban,  hasta  hace  pocos 
años,  perfectamente  conservados. 

La  mayor  parte  de  los  acueductos,  cuyos  restos  se  encuen- 
tran en  las  ciudades  españolas,  son  obra  del  período  imperial, 
por  más  que  alguno  tenga  un  origen  más  remoto,  como,  por 
ejemplo,  el  construido  en  Ébora,  población  de  Lusitania,  que 
parece  lo  fué  por  los  cartagineses,  toda  vez  que  ya  existía  antes 
de  la  segunda  guerra  púnica,  y  de  la  destrucción  de  Carjago  por 
los  romanos. 

Lo  más  notable  que  hoy  se  conoce  entre  nosotros  en  este 
género  de  monumentos,  es  el  acueducto  de  Segovia,  así  por  su 


312  BADAJOZ 


forma  esbelta  y  sólida  construcción,  como  por  su  longevidad, 
puesto  que  todavía  surte  de  aguas  á  dicha  población.  Contiene 
este  edificio  i6i  arcos  de  sillares  de  piedra,  sostenidos  por  pi- 
lares de  dos  metros  de  anchura  en  su  frente  y  lados  interiores. 
Comienza  por  una  sola  arcada,  continúa  con  dos,  y  termina  en 
la  plaza  del  Azoguejo,  donde  se  eleva  á  una  altura  de  28  me- 
tros. El  arroyo  de  Riofrío  lo  abastece,  cuya  excelente  agua  se 
reúne  en  un  gran  depósito  de  bien  labrada  cantería,  erigido  en 
las  cercanías  de  la  ciudad.  No  pasará  desapercibido  en  este 
lugar,  ya  que  de  cañerías  romanas  tratamos,  el  célebre  acue- 
ducto hispalense  conocido  por  Los  Caños  de  Carmona^  obra 
atrevida  y  grandiosa,  que  desde  la  puerta  del  mismo  nombre  ha 
proveído  de  abundantes  aguas  á  las  fuentes  públicas  de  la  anti- 
gua Hispalis,  Los  romanos  taladraron  una  colina  en  Alcalá  de 
Guadaira,  once  kilómetros  de  dicha  ciudad,  construyendo  un 
vasto  recipiente  para  recoger  las  aguas,  que,  encauzadas  y  al 
aire  libre  alternativamente,  corrían  en  forma  de  ribera  hasta  la 
Cruz  del  Campo,  prosiguiendo  su  curso  sobre  multitud  de  arcos 
hasta  la  expresada  puerta  de  Carmona. 

Las  dimensiones  de  los  pilares  de  los  acueductos  emeriten- 
ses  Los  Milagros  y  San  Lázaro^  son  las  siguientes: 

Las  del  primero,  27  metros  de  elevación,  por  4  en  cuadro 
en  su  base,  con  su  estribo  y  tajamar  á  uno  y  otro  lado,  de 
I  metro  75  centímetros  de  ancho  por  2  y  80  centímetros  de 
longitud,  subiendo  en  disminución  casi  en  forma  de  pirámide 
hasta  el  canal  de  las  aguas.  Y  las  del  segundo,  ó  sean  de  los 
dos  arcos  que  aún  existen ;  cada  uno  alcanza  4  metros  80  cen- 
tímetros de  anchura,  los  mismos  de  elevación,  y  2*75  centí- 
metros de  fondo;  sobre  su  cornisa  hay  tres  machones  de  8  me- 
tros de  altura  próximamente  hasta  la  extremidad  de  los  arcos 
superiores,  que  sostenían  el  canal.  De  las  enormes  moles  frag- 
mentarias de  este  soberbio  acueducto,  patentes  á  la  vista  de 
eminentes  arqueólogos,  é  ilustrados  viajeros  y  anticuarios,  se 
deduce,  por  el  juicio  que  su  observación  les  ha  merecido,  que  el 


BADAJOZ  313 


derruido  acueducto  de  San  Lázaro  nada  dejaba  que  desear,  y 
aun  puede  decirse  que  excedió  en  suntuosidad  y  belleza  al  edi- 
ficado, y  muy  grandioso  también,  por  los  romanos  en  la  ciudad 
de  Segovia. 


III 


Pero  el  viajero  puede  contemplar  otra  obra  notable  antes  de 
penetrar  en  la  ciudad.  El  puente  sobre  el  Guadiana,  verdadera 
joya  arquitectónica,  conservada  en  parte  con  toda  la  pureza  de 
su  primitiva  fábrica,  restaurada  varias  veces  en  trozos  muy  prin- 
cipales y  siempre,  antes  como  ahora,  admirada  de  propios  y  ex- 
traños. 

Este  famoso  puente  mide  una  longitud,  la  mayor  acaso  que 
puente  alguno  en  España,  de  910  metros,  5  de  anchura  y 
64  arcos,  que  dan  paso  á  las  aguas  en  las  grandes  avenidas, 
aunque  esto  sólo  se  verifica  por  trece  ó  catorce  en  el  estado 
normal  de  sus  corrientes. 

Ignórase  la  época  de  su  construcción,  por  más  que  los  his- 
toriadores de  Mérida  la  fijen  en  el  año  de  95  antes  de  J.  C,  en 
el  que  se  abrió  la  vía  militar  ó  calzada  romana  (vía  lata)  por 
disposición  del  cónsul  Publio  Licinio  Craso. 

Acaso  haya  dado  lugar  á  esta  suposición  por  parte  de  Mo- 
reno de  Vargas,  el  hecho  de  haberse  encontrado  en  1 640,  con 
ocasión  de  hacerse  algunas  obras  para  reparar  las  murallas  que 
defendiesen  la  ciudad  de  cualquiera  contingencia  por  la  guerra 
contra  Portugal,  varios  sepulcros  griegos,  no  lejos  del  puente, 
y  uno  de  ellos  se  notaba  por  el  enterramiento  del  cadáver  en 
pie,  guardando  la  sepultura,  la  figura  de  una  ancha  pirámide  re- 
vestida de  cal  y  cubierta  por  dos  tejas  de  barro  color  verdoso: 
en  una  de  aquellas  estaba  grabada  la  letra  Alpha,  y  en  la  otra 


40 


314  BADAJOZ 


Omega,  primera  y  última  del  alfabeto  griego,  y  que  parecían  in- 
dicar esta  idea :  principio  y  fin  de  la  vida. 

En  las  otras  dos  sepulturas  planas,  colocadas  á  muy  corta 
distancia  de  la  anterior,  se  hallaron  pequeñísimos  fragmentos  de 
huesos  y  algunas  monedas  griegas  que  nadie  pudo  descifrar. 

Los  que  dicen  que  Mérida  era  una  ciudad  importante,  antes 
mucho  de  la  época  romana,  y  denominan  á  su  puente  Pons  ro- 
manus  antiquuSy  reconstruido  sobre  el  Pons  grcecus  antiquus^ 
ven  en  Mérida  á  una  poderosa  ciudad  ibérica,  cuyos  moradores 
lucharon  con  Viriato  contra  Roma,  y  más  tarde  fué  arrasada  por 
la  indómita  bravura  de  sus  defensores,  sepultados  con  sus  mu- 
jeres é  hijos  entr€  sus  escombros  bajo  el  victorioso  estandarte 
de  las  legiones  del  pueblo-rey.  Pero  ó  existió  la  primitiva  Mir- 
midona^  Memórida^  ó  Moral  antes  de  Augusta  Emérila^  en  cuyo 
caso  este  puente  debió  ser  construido  por  los  griegos,  ó  Publio 
Caricio,  y  no  Licinio  Craso,  hizo  edificar  una  obra,  cuya  existen- 
cia no  consta,  de  una  manera  auténtica,  haber  precedido  á  la  ins- 
talación de  la  colonia  de  eméritos^  de  quienes  proviene  la  forma- 
ción de  Mérida. 

Para  nosotros  el  puente  de  ésta  es  romano  y  obra  de  los 
tiempos  de  P.  L.  Craso.  Este  cónsul,  que  gobernó  la  República 
en  unión  de  Pompeyo  y  de  Espartaco,  al  último  de  los  cuales  se 
debió  el  exterminio  de  los  rebelados  siervos;  Craso,  que  tam- 
bién formó  con  Pompeyo  parte  del  primer  triunvirato,  y  á  quie- 
nes expulsó  César,  por  consecuencia  de  las  batallas  de  Farsalia, 
Thapsus  y  Munda,  parece  haber  sido  el  autor  de  esta  obra,  pues 
de  sus  tiempos  vino  el  engrandecimiento  de  Mérida.  Nosotros, 
al  menos,  no  damos  mayor  antigüedad  á  este  puente.  Pero  co- 
nozcamos por  sí  esta  obra.  Su  primer  tramo  de  6  arcos,  desde 
su  cabeza  hasta  el  primer  descenso,  parece  corresponder  por  la 
incongruencia  y  carácter  general  de  su  ejecución,  al  arte  de  los 
primitivos  tiempos  romanos  cuando  invadieron  la  Lusitania;  su 
fábrica,  desde  la  torrecilla  llamada  El  Pico  que  hay  en  su  cen- 
tro, hasta  el  arco  casi  cubierto  de  tierra  que  corona  el  término 


BADAJOZ  315 


de  la  obra,  es  romana,  por  lo  regular  del  tiempo  de  Trajano,  á 
quien  se  dedicó  otro  arco  de  triunfo,  levantado  al  extremo  final 
del  puente,  arco  cuyos  cimientos  y  vestigios  se  ven  todavía,  y 
fué  demolido  por  los  sarracenos;  y  la  parte  de  arcada  que  se 
halla  entre  el  primer  descenso  y  el  Pico^  corresponde  á  la  arqui- 
tectura del  siglo  XVII.  Ya  hemos  dicho  la  opinión  de  Estrabón, 
que  los  ríos  de  Lusitania  eran  navegables  (Tajo  y  Guadiana);  y 
si  hemos  de  dar  crédito  á  la  historia,  habremos  de  convenir  que 
en  Emérita  existió  una  isla  ó  muelle  de  figura  pentagonal,  que 
dividió  el  río  en  dos  brazos,  y  á  cuya  rada  llegaban  embarcacio- 
nes cargadas  de  mercancías,  agua  arriba  y  agua  abajo  del  curso 
del  río.  Todayía  se  conservan  las  ruinas  de  aquella  plaza  mer- 
cantil ó  centro  de  abastos  entre  el  Pico  del  puente  y  su  primer 
descenso,  con  huecos  ó  vanos  en  sus  enormes  fi-agmentos  de  ar- 
gamasa, que  demuestran  la  forma  de  sus  almacenes  destinados 
á  la  colocación  de  los  géneros  y  mercancías.  Esta  plaza  de  co- 
mercio ó  isla  entre  los  dos  brazos  del  río,  fué  arrastrada  por  una 
grande  avenida,  siendo  arzobispo  el  famoso  D.  Cenón,  y  Sala- 
mino  gobernador  de  Emérita ^  en  el  reinado  del  godo  Ervigio: 
construyéronse  por  este  monarca  cinco  arcos  entre  el  Pico  y  el 
expresado  descenso,  y,  en  virtud  de  esta  reparación,  los  dos 
puentes  que  separaban  el  muelle  quedaron  unidos,  ó  formando 
uno  solo. 

La  memoria  de  esta  obra  se  nos  ha  conservado  en  unos 
versos  latinos  que  copió  el  maestro  Fiórez,  del  Códice  de  Azagra, 
que  dicen  así: 

Incipient  ver  si  in  ponte  Eineritensi  inscripti. 
Solver  ai  antiquas  moles  ruinosa  vetustas 

Lapsum  et  senio  ruptum  pended  a  t  opus, 
Perdiderat  usum  suspensa  via  per  amnem, 

Et  libera  pontis  casus  neggbat  iter, 
Nunc  tempore  potentis  Getarum  Ervigii  Regiis 

Quot  debitas  sibi  prcecepit  excoli  térras, 
Studerit  magnanimus  factis  extendere  nomen 

Veterum,  et  titulis  addidit  Salla  suum. 


3l6  BADAJOZ 


Nam  postquam  exímiis  novavit  manibus  urbem 

Hoc  magis  viiraculum  pairare  non  dístitit. 
Construxii  arcos,  penitus  fundavit  in  nudis 

Et  mirum  autor ¿s,  imitans  civit  opus. 
Necnon  et  patria  tantiim  creare  inmimen 

Sumini  Sacerdotis  Zenonts  suavit  amor. 
Urbs  antigua  felix  manset  per  scecula  tonga 

Novata  studio  ducis  et  Pontifices.  -  Era  DCCI, 

Esta  fecha  está  indudablemente  equivocada  por  yerro  de  los 
copistas,  y  debe  ser  la  de  724,  que  corresponde  al  año  de  686, 
ó  alguno  de  los  cinco  anteriores,  porque  el  rey  Ervigio  comenzó 
á  reinar  en  680  y  murió  en  687. 

Diez  siglos  vivió  la  reparación  hecha  por  Salamino  ó  el  duque 
de  Salla,  hasta  el  23  de  Diciembre  del  año  de  1603,  ^^  ^  ^^ 
otra  arriada  derribó  la  obra  gótica,  la  cual  fué  sustituida  por 
cinco  hermosos  arcos  y  el  atrio  ó  templete  llamado  Pico^  que 
se  fabricaron  en  el  año  de  16 10,  reinando  D.  Felipe  III  de  Aus- 
tria, según  consta  de  las  dos  inscripciones  grabadas  en  mármol 
á  los  costados  laterales  de  la  entrada  del  referido  atrio,  una  la- 
tina, y  otra  traducida,  que  dice  así:  Por  mandato  y  comisión  de 
la  Majestad  católica  de  D,  Felipe  tercero^  Rey  de  España  y  de 
las  Indias^  N,  S,  D.  Juan  Thomás  Fábaro^  Comendador  de 
fíuélamo,  de  la  orden  de  Santiago^  Gobernador  de  Mérida^  re* 
paró  con  acrecentamiento  de  firmeza  y  hermosura  esta  puente^ 
que  estaba  en  la  mayor  parte  arruinada  y  rota  por  su  antigüe- 
dad y  por  las  crecientes  del  fio  año  de  M.DCX.  Hizose  esta  obra 
á  costa  de  la  ciudad  de  M crida  y  de  las  demás  ciudades  y  luga- 
res que  están  dentro  de  50  leguas. 

Después  de  la  restauración  que  sufrió  este  puente  en  tiem- 
pos de  Trajano  y  de  la  otra  cuando  Ervigio,  ésta  de  1603  pa- 
rece que  es  la  más  importante. 

Durante  la  guerra  de  la  independencia,  y  para  obstruir  el  paso 
á  los  franceses,  fueron  cortados  por  las  tropas  aliadas  dos  arcos 
en  el  centro  de  la  corriente  del  brazo  mayor  del  río,  cortadura 
que  fué  reparada  con  maderas,  y  que  duró  hasta  1833,  en  cuyo 


3l8  BADAJOZ 


año  se  rehicieron  de  piedra  labrada,  con  mejor  vista  y  solidez 
que  los  anteriores  derribados.  En  1 86o  fueron  arrastrados  tam- 
bién otros  dos  arcos  por  una  arriada,  y  cuyo  hueco  dispuso  ce- 
rrar con  un  tramo  de  maderas  la  Dirección  de  Caminos,  Canales 
y  Puertos. 

Y  en  1876,  por  último,  la  gran  arriada  que  tuvo  efecto  el  7 
de  Diciembre,  demolió  los  arcos  comprendidos  desde  el  Pico 
hasta  el  tramo  de  madera,  habiéndose  dado  término  á  su  reedi- 
ficación en  el  año  de  1883,  y  dotando  con  ella  á  este  puente  de 
condiciones  de  gran  firmeza  y  seguridad.  Por  efectos  de  esta 
última  arriada,  ha  desaparecido  también  una  capillita  levantada 
desde  tiempo  inmemorial  sobre  una  de  sus  barandillas,  frente  al 
segundo  descendedero,  que  contenía,  á  través  de  una  verja  de 
hierro,  la  imagen  de  San  Antonio,  muy  venerada  por  los  cami- 
nantes, que  depositaban  en  ella  su  óbolo,  y  á  quien  dirigían  sus 
preces  para  su  feh'z  viaje  á  Andalucía  por  las  peligrosas  gar- 
gantas de  Sierra-Morena;  así  como  por  el  religioso  pueblo  de 
Mérida  que  concurría  en  masa  ante  su  engalanado  altarla  noche 
del  1 2  de  Junio,  á  celebrar  en  una  alegre  verbena  los  días  del 
Santo  referido. 


CAPITULO  XII 


Ojeada  histórica  sobro  los  tiempos  pasados. 

Descripción  de  los  monumentos  íntegros  de  Marida. ^Monumentos  fragmentarios. 

Monumentos  ruinosos.— Monedas  y  armas  de  Mérlda 


¿RiDA  fué  cabeza  de  todos  los  pue- 
blos lusitanos  hasta  que  ^apiir  se 
coronó  en  Badajoz,  perdiendo  en- 
tonces las  grandezas  y  poderío  que 
tuvo  desde  los  tiempos  del  imperio 
de  Roma  (i).  Recordamos  á  este 

^j.^^  t-.v-t-wo...^  .^^  justos  y  merecidos  elogios  que  había 
tributado  á  Mérida  el  célebre  Juvencio  en  los  si- 

^'^     .     guíenles  versos: 


(i)  La  capitalidad  de  Mérida  era  más  importante  en  los  tiempos  de  Augusto 
perqué  su  dominio  comprendía  á  las  regiones  más  ricas  déla  península  Ibérica, 
como  eran  las  siguientes:  Galaicas  IGalicia'i,  Lucenses  (Lugo),  Bi deciros  (Braga), 
CHUCOS  (entrü  Tajo  y  Guadiana),  Ore/anos  (manchegos  de  Calatrava  y  Monticl), 
Türduíüs  viejos  (Extremadura  baja),  Lusitanos  (entre  Tajo  y  Dueroj,  Vellones 
(Extremadura  alta  hasta  próximo  á  León),  Celias  (entre  Tajo  y  Guadiana)  y  Cinelos 
y  Cúnelos  (portugueses  del  Algarve). 


320  BADAJOZ 

Nunc  locos  Emérita  es t  túmulo , 
Clara  Colonia  Vettonice, 
Quam  memorahilis  amnis  Ana 
Prosterit,  et  viridante  rapax 
Gurgite,  Moenia  pulcra  levant. 

.  Estrabón,  Higinio,  el  liberto  de  Augusto,  Ptolomeo  y  otros 
autores,  pregonan  que  era  igual  á  Roma,  y  más  hermosa  y  hasta 
más  rica  que  ella  en  monumentos  de  la  época. 

La  fábula  no  ha  dejado  de  tomar  gran  parte  en  estas  des- 
cripciones. Según  la  Crónica  del  rey  D.  Rodrigo^  los  muros  de 
esta  ciudad  tenían  6  leguas,  15  estados  de  alto,  10  de  ancho, 
3,700  las  torres  de  sus  murallas,  84  puertas,  5  alcázares  en  los 
intermedios  de  las  cuatro  puertas  angulares,  con  su  puerta  cada 
uno  saliente  fuera  del  muro  y  el  otro  en  medio  de  la  ciudad,  en 
una  gran  plaza,  el  cual  tenía  20  torres  tan  altas,  que  la  menor 
medía  25  estados.  Cada  puerta  tenía  dos  calles- de  á  30  codos 
de  ancho,  que  todas  venían  á  la  plaza.  De  cada  casa  salía  un 
caño  de  tierra,  y  todos  entraban  en  uno  grande  que  había  en 
cada  calle,  por  donde  corrían  las  aguas  pluviales  en  toda  la  ciu- 
dad. Para  su  guarnición  en  tiempo  de  paz,  había  80,000  infantes 
y  10,000  caballos.  Sus  edificios  competían  con  los  de  Roma  (i). 


(i)  El  cronólogo  del  rey  D.  Juan  II  Pedro  del  Corral,  Pedro  Medina,  y  el  sarra- 
ceno Abulcacim-Tarif-Abentarique,  describen  de  tal  manera  á  Mérida,  su  vasta 
población  y  antiguas  maravillas,  que  no  parece  sino  que,  al  hacerlo,  tuvieran  pre- 
sentes en  su  imaginación  las  riquezas  y  magnificencia  de  Nínive  y  Babilonia, 
grandiosas  capitales  asirla  y  persa,  de  24  leguas  de  circuito,  120  pies  de  altura 
en  sus  murallas,  100  puertas  de  bronce,  y  palacios  con  jardines  aéreos,  fundadas, 
tomadas  y  hermoseadas,  orillas  del  Tigris  y  del  Eufrates,  por  Niño,  Ciro  y  Semí- 
ramis. 

Una  muralla  de  6  leguas  de  circunferencia,  con  3,700  torres;  84  puertas;  $ 
grandes  alcázares;  molinos  de  viento  en  las  torres  de  sus  templos;  130  caballe- 
ros y  800  infantes  en  cada  colación  de  sus  puertas,  ó  sea,  78,120  soldados  de 
guarnición :  tales  son,  entre  otras,  las  apreciaciones  de  los  mencionados  cronis- 
tas, referentes  á  Emérita^  ó  á  la  población  preexistente  á  la  colonia  romana  que  la 
fundó,  la  Mirmidona  antigua  de  los  griegos  supervivientes  á  la  destrucción  de 
Troya;  la  Memórida  fundada  por  Hércules  egipcio  después  del  vencimiento  de  los 
hermanos  Geriores,  ó  la  Morat  edificada  por  Tubal,  primer  poblador  de  España, 
según  la  inscripción  caldea  grabada  en  una  piedra  encontrada  en  un  pórtico  de 
Emérita^  y  que  hizo  leer  el  expresado  autor  árabe  á  tres  intérpretes  ó  epigrafistas. 


BADAJOZ  321 

Era  Mérida  en  tiempo  de  Trajano  el  emporio  del  mundo  ci- 
vilizado. Aún  existe  en  pie  el  famoso  castillo,  llamado  Conven- 
tual, que  tiene  sus  muros  enteros;  la  casa  de  los  condes  de  los 
Corbos  fué  el  templo  de  Diana.  De  él  existen  19  columnas  es- 
triadas de  40  pies  de  altura  y  otros  restos  preciosos  de  la  po- 
blación primitiva ;  el  templo  de  Marte  se  hallaba  donde  hoy  está 
el  llamado  Horno  de  Santa  Olalla,  habiéndose  perdido  los  ves- 
tigios de  los  de  la  diosa  Fortuna,  de  Júpiter  y  de  César  Augus- 
to, suntuosos  templos  que  excedieron  á  todos  los  que  en  España 
levantaron  los  legendarios  romanos.  Los  restos  del  famoso  anfi- 
teatro, llamado  hoy  Siete  Sillas;  la  Naumaquia  denominada  Baño 
de  los  romanos;  el  Circo,  suntuoso  ediñcio  tan  notable  como 
los  de  Roma,  y  otros  tantos  restos  que  aún  se  conservan  en  pie, 
son  vestigios  que  presentan  la  historia  viva,  para  enseñanza  de 
las  grandezas  que  alcanzó  Mérida  en  los  siglos  pasados. 

Aparte  de  las  exageraciones  en  que  incurre  el  autor  de  la 
Crónica  citada,  todos  convienen  con  Dion  Casio  en  que  el  em- 
perador Octavio  Augusto,  al  concluir  la  guerra  cantábrica,  quiso 
remunerar  á  los  soldados  que  habían  cumplido  bien,  dándoles 
tierras  y  otros  medios  de  colonización,  y  con  los  pertenecientes 
á  las  legiones  5.*  y  10.^  fundó  la  ciudad  de  Emérita  Augusta, 
la  colonia  más  importante  del  imperio. 

Recorrer  hoy  esta  ciudad,  después  de  veinte  siglos  transcu- 
rridos desde  que  Augusto  la  engrandeció;  visitar  los  restos  de 
aquellos  monumentos  levantados  por  los  legendarios  romanos; 
pasear  las  calles  aquellas,  hoy  desiertas,  y  aquellos  campos  ári- 
dos, desnudos  de  la  arboleda  y  cuyos  frutos  celebraron  á  porfía 
Pomponio  Mela  y  Plinio,  el  primero  diciendo  «que  era  lo  mejor 
de  la  Lusitania;»  y  el  segundo  que  «eran  innumerables  sus  fru- 
tos agrícolas,  especialmente  sus  olivos,  que — al  decir  del  natura- 
lista— no  los  había  mejores  en  toda  la  península;»  ver  una  ciu- 
dad muerta,  en  ruina,  sembrada  toda  ella  de  escombros,  y  pensar 
que  en  otros  tiempos  fué  un  pueblo  populoso,  emporio  de  la 

Península  y  rival  de  Roma,  entristece  el  ánimo  del  historiador 
4» 


322  BADAJOZ 


ante  las  vicisitudes  por  que  pasan  los  pueblos  cambiando  en  la 
vejez  su  suerte  mísera  por  las  opulencias  que  gozó,  allá  en  su 
juventud. 

La  última  vez  que  visitamos  Mérida  lo  hicimos  en  compañía 
del  sabio  historiador  portugués  Herculano.  Lo  que  él  y  yo  vimos 
y  apuntamos  en  aquel  día  memorable,  no  es  para  escribirlo  en 
el  capítulo  de  un  libro.  Nuestra  imaginación,  por  otra  parte,  no 
pudo  retenerlo  todo,  que  bien  ligera  pasó  por  aquellos  restos 
gloriosos,  para  que  hoy  pueda  describir  minuciosamente  nada 
de  cuanto  encierra  Mérida  en  su  recinto,  por  más  que  todo  ello 
excitase  nuestra  curiosidad,  no  tanto  por  el  grado  de  cultura 
greco  romana,  cuanto  por  la  grandeza  y  prosperidad  que  corres- 
ponden á  aquella  remota  antigüedad,  en  que  nuestra  Península 
constituyó  una  parte  integrante  del  vasto  imperio  de  los  Cé- 
sares. 

Dibujando  Herculano  en  su  álbum,  apuntando  nosotros  en 
el  libro  de  viajes,  contemplamos,  cerca  de  los  colosales  acue- 
ductos, que  sobreviven  á  una  posteridad  de  veinte  siglos,  el  so- 
berbio arco  triunfal  de  sillería  cortada,  erigido  por  los  emeri- 
tenses  en  honor  á  Trajano,  benemérito  español  revestido  de  ía 
púrpura  imperial,  que  realizó  su  entrada  en  Mérida,  al  regreso 
de  la  brillante  campaña  de  la  Dacia,  territorio  sometido  á  Roma 
por  sus  invictas  legiones. 

Al  lado  de  aquel  famoso  arco  triunfal,  el  hombre  parece 
pequeño,  porque  recordando  quienes  lo  levantaron  y  el  objeto 
de  aquella  obra,  aparece  más  grandiosa  á  manera  que  se  mira 
por  el  prisma  de  la  historia. 

Paseamos  unas  cuantas  calles,  y  vimos  la  hermosa  colum- 
nata del  tempo  de  Diana,  bajo  cuyas  bóvedas  el  pueblo  pagano 
aplacaba  con  humanos  sacrificios  las  iras  de  la  Diosa,  siempre 
venerada,  como  la  que  más,  entre  la  multitud  de  Diosas  que 
componían  la  animada  teogonia  de  los  romanos. 

Pasamos  después  al  extremo  Norte  para  contemplar  los  ya 
casi  perdidos  fragmentos  de  argamasa  y  hormigón,  donde  se 


BADAJOZ  323 


asentaba  otra  mansión  religiosa  consagrada  á  Júpiter;  y  en  el 
Sudoeste  elévanse  á  los  aires  las  moles  gigantescas  del  gran 
Circo,  anñteatro  destinado  á  los  espectáculos,  en  cuya  arena  los 
gladiadores  luchaban,  espada  en  mano,  hasta  perder  la  vida  ó 
arrancar  la  de  sus  adversarios.  ¡En  aquel  medio  círculo  rodeado 
de  escalinatas  y  arquería,  cuántas  víctimas  sacrificadas  á  la  bar- 
barie! Los  verdugos  destrozaban  el  cuerpo  de  los  malhechores 
y  de  los  neófitos  cristianos;  las  fieras,  los  feroces  tigres  de  Nu- 
midia,  los  bravos  leones  del  desierto,  ensangrentaron  en  más  de 
una  ocasión  sus  garras,  clavadas  en  las  entrañas  de  un  ser  hu- 
mano. 

•Defectos  fueron  éstos  de  aquella  civilización  belicosa  que 
rindió  culto  al  Dios  Marte  por  igual  que  á  la  Diosa  del  amor! 

Recorriendo  las  inmediaciones  del  anfiteatro,  tropezamos  un 
poco  más  arriba  de  sus  muros,  con  una  preciosa  circunferencia 
coronada  en  su  perímetro  por  truncados  lienzos  de  mortero. 

Este  gran  círculo  lleno  de  agua  en  su  extensa  cavidad,  for- 
maba una  naumaquia  ó  estanque,  sobre  cuyas  ondas  tuvieron 
efecto  vistosos  simulacros  navales,  en  que  los  romanos  lucían 
sus  conocimientos  náuticos. 

La  esgrima  y  la  navegación  no  fueron  los  exclusivos  ejerci- 
cios militares  de  los  ciudadanos  emeritenses,  á  la  altura  en  dere- 
chos y  condición  jerárquicas  con  los  moradores  de  Roma.  La 
equitación  adquirió  en  aquella  época  un  prodigioso  incremento, 
como  patentemente  lo  demuestran  estas  indestructibles  ruinas 
del  Hipódromo,  en  cuyo  ámbito  20,000  espectadores  galardo- 
naban con  el  laurel  de  la  popular  ovación,  la  agilidad  y  destreza 
de  aquellos  infatigables  varones  en  sus  correrías  sobre  el  des- 
nudo lomo  del  caballo  ó  á  pie  sobre  lujosas  carrozas. 

No  menos  grato,  á  la  vista  nuestra,  nos  apareció  el  precioso 
pavimento  del  palacio  de  los  procónsules  y  altos  dignatarios, 
cuya  abigarrada  superficie,  modelada  por  el  ático  gusto  con  ta- 
lladas piedrecitas  de  jaspe  de  color,  representan  con  admirable 
propiedad  y  elegancia,  caprichosos  objetos  del  arte  y  de  la  na- 


324  BADAJOZ 


turaleza,  con  la  rudeza  con  que  se  comprendían  estas  cosas  hace 
veinte  siglos. 

El  plano  que  sirve  de  asiento  á  esta  ciudad,  oculta  bajo  su 
terrea  capa,  á  los  ojos  del  arqueólogo  y  del  numismático,  profu- 
sión de  maravillas.  Doquiera  se  levanta  algún  pliegue  de  este 
velo  misterioso,  brotan  en  heterogénea  amalgama,  columnas  dó- 
ricas, termas  de  alabastro,  ánforas  de  endurecida  arcilla,  muti- 
ladas estatuas,  túmulos  cinerarios,  cipos  sepulcrales,  monedas 
de  metales  diversos,  bustos  de  repúblicos  distinguidos,  medallas 
gentílicas,  relieves  de  afiligranadas  incrustaciones,  y  restos,  en 
fin,  que  atestiguan  la  grandeza  de  Mérida. 

Prueba  ostensible  de  la  verdad  de  esta  aserción  y  de  los 
adelantos  que  las  bellas  artes  alcanzaron  entre  los  sucesores  de 
Rómulo,  será  la  atenta  observación  que  siempre  presta  el  viaje- 
ro á  ese  gallardo  obelisco,  que  merece  estudiarse  como  un  per- 
fecto modelo  de  escultura  en  el  género  de  las  marmóreas  pirá- 
mides. Calcada  sobre  una  antigua  estatua,  ostenta  su  cúspide 
la  imagen  de  Eulalia,  hermosa  y  noble  emeritense  que,  á  la  edad 
de  quince  años,  fué  á  inscribir  su  nombre  en  el  catálogo  de  los 
primeros  creyentes  de  la  doctrina  de  Jesucristo,  sabiendo  derri- 
bar ante  el  legado  de  Roma  los  dioses  del  panteón  de  Emérita, 
sufrir  martirio  y  muerte  por  la  fe  que  alimentaba  en  la  venida 
al  mundo  del  anunciado  Redentor,  y  merecer  por  ello  más  tarde 
los  honores  de  la  santidad. 

Á  corta  distancia  de  esta  pirámide,  y  sobre  el  mismo  sitio 
en  que  la  mártir  fué  pasto  de  las  llamas,  el  celo  católico  ha 
levantado  una  modesta  capilla  conocida  con  el  nombre  de  El 
Horno. 

Nada  más  notable  y  sorprendente  que  el  vestíbulo  de  esa 
capilla.  Levantada  con  algunos  vestigios  del  demolido  templo 
de  Marte,  decoran  sus  arquitrabes,  relieves  multiformes,  en  los 
que  se  ven  perfectamente  esculpidos  trofeos  militares,  armas 
de  guerra,  la  loba  de  Remo  y  Rómulo,  efigies  de  Caco,  Hércu- 
les y  Sueno,  Apolo  con  arco  y  flechas,  cariátides,  la  lira  de 


BADAJOZ  325 

Orfeo,  el  caduceo  de  Mercurio,  el  cuerno  de  la  abundancia  y* 
multitud  de  objetos  y  símbolos  etruscos  y  romanos. 

Basta  con  lo  que  vimos  dentro  y  fuera  de  Mérida  para  com- 
prender la  misión  que  desempeñó  en  la  hoy  Extremadura  y  Por- 
tugal, esta  ciudad,  con  razón  denominada  la  Roma  ibérica. 

Multitud  de  monumentos  existen  hoy  en  Mérida,  en  ruinas 
unos,  en  pie  los  menos,  en  pequeños  fragmentos  los  más.  An- 
tes de  que  prosigamos  dando  á  conocer  uno  por  uno  todos  estos 
monumentos,  diremos  quiénes  fueron  los  gobernadores  que  tuvo 
Roma  en  Mérida,  cuyos  nombres  van  íntimamente  unidos  á  su 
historia.  El  catálogo  de  estos  pretores  ó  gobernadores  (i)  es 
el  siguiente: 

Publio  Carisio^  Legado  de  Augusto  para  la  fundación  de 
Emérita^  Propretor  general  ó  Comandante  de  las  legiones  quin- 
ta y  décima.  * 

Cesto^  Acetato  Peremne^  Legado  imperial  y  Propretor. 

Cayo  Durmió  Cuadrato^  Propretor,  Gobernador  de  Lusita- 
nia,  al  advenimiento  al  trono  imperial  de  Cayo  Calígula. 

Othon  Silvio^  Legado  imperial  en  tiempo  de  Nerón. 

Galva  Sulpicio^  Presidente  de  la  provincia  de  Lusitania, 

Marco  Calfurnio  Séneca^  Id.  á  mediados  del  siglo  i. 

Lucio  Avilo ^  Id.  durante  el  reinado  de  Vespasiano. 

Tito  Prifernio,  en  tiempo  de  Trajano.  Prefecto  de  caballe- 
ría, premiado  en  la  exposición  á  Dacia  de  Trajano,  con  una 
lanza  pura  (sin  hierro),  una  bandera  y  una  corona  mural. 

Lucio  Trajano  Cereal^  Legado  imperial  de  Lusitania,  en 
tiempo  de  Adriano. 

Marco  Tértulo  SempronianOy  Gobernador  después  de  Traja- 
no.  Dispuso  este  Prefecto  que  se  hiciera  en  Emérita  todos  los 
años  aniversario  en  honor  de  Cayo  Evandro,  español.  Alférez 
de  la  13.*  legión,  que  recibió  del  emperador  el  premio  de  diez 
coronas  murales,  diez  y  ocho  cívicas  y  una  naval. 


(i)    Según  el  historiador  Sr.  Fernández  Pérez. 


326  BADAJOZ 

Cayo  Favoleno  Calbino^  Propretor  en  tiempo  de  Adriano. 

Lucio  Estado  Cuádralo^  Propretor  después  de  Antonino  Pío. 

Cayo  Ticio  Simile,  Propretor  de  Lusitania  y  Vetonia.  Se 
ignora  el  tiempo,  pero  Masdeu  supone  que  lo  fué  en  el  reinado 
de  Marco  Antonio  el  filósofo. 

Tiio  Vario  Clemente^  por  el  año  168,  durante  el  imperio  de 
los  hermanos  Marco  Aurelio  y  Lucio  Vero. 

Publio  Magonio^  Id.  en  tiempo  de  Juliano  I. 

Cayo  Rujiniano,  Legado,  Propretor,  por  los  aftos  230. 

Viador  ó  Víctor^  Presidente  á  fines  del  siglo  iii,  quien  hizo 
degollar  en  Cádiz,  á  Servan  y  Germán,  los  santos  hermanos. 

Calfurniano^  Gobernador  de  Lusitania,  á  principios  del  si- 
glo IV,  bajo  el  mando  de  Diocleciano  y  Maximiano,  autor  del 
martirio  de  Santa  Olalla. 

Veiiio  Pretextaio^Gohtnxzáor  consutarde  Lusitania,  años  3  60, 
en  tiempo  de  Juliano  el  Apóstata. 

Lucio  Nonio  Vero^  Presidente  de  id.,  años  390,  en  tiempo 
de  Teodosio,  llamado  el  Grande,  y  último,  puede  decirse,  de  los 
que  con  plenitud  de  poderes  ejerció  en  Mérida  el  cargo  de  Pre- 
sidente. 


II 


Describiendo  ahora  los  monumentos,  y  para  hacerlo  con 
método,  los  dividiremos  en  tres  grupos :  integras^  fragmentarios 
y  ruinosos.  Entre  los  primeros  puede  contarse  el  Arco  de  Tra- 
jano  levantado  cerca  de  dos  mil  años  hace  en  honor  del  César 
español,  cuyo  nombre  lleva:  es  el  único  monumento  artístico  de 
aquellos  tiempos  que  se  conserva  íntegro,  recordando  á  la  pos- 
teridad la  gratitud  de  los  emeritanos  á  un  emperador  que  hizo 
construir  y  restaurar  varias  obras  públicas  en  la  augusta  ciudad. 


328  BADAJOZ 

Tal  pudo  ser  el  objeto  de  su  edifícacíón  al  decir  de  varios  his- 
toriadores; pero  examinando  bien  los  hechos  debe  de  suponerse 
que  fué  hecho  para  solemnizar  la  entrada  en  Emérita  de  Traja- 
no,  y  tributarle  los  honores  del  triunfo  por  las  victorias  que 
ganó  en  la  Dacia,  reunida  á  su  imperio,  y  por  la  conquista  del 
territorio  ocupado  en  Asia  por  los  phartos,  no  obstante  la  facul- 
tad reservada  á  la  metrópoli  de  celebrar  exclusivamente  dentro 
de  su  recinto  las  fiestas  que  tenían  lugar  para  ceñir  á  las  sienes 
de  los  vencedores,  coronas  que  la  patria  les  ofrecía  como  pre- 
mio honorífico  de  sus  proezas.  Situado  este  monumento  entre 
el  extremo  noroeste  de  la  calle  denominada  Obispo  y  Arco,  y  la 
casa  de  D.  J.  Pons,  cuya  fachada  atraviesa,  sobresaliendo  en 
una  habitación  del  piso  alto,  y  muy  próximo  á  la  plazuela  de 
Santiago,  se  ven  que  los  sillares  que  lo  forman  son  de  grandes 
dimensiones,  y  están  colocados  en  su  trabazón  sin  mezcla  algu- 
na de  argamasa. 

El  género  de  su  arquitectura  es  igual  al  de  las  fábricas  de 
C.  Julio  Lacer,  autor  de  la  obra  modelo  del  arte  romano  en  Es- 
paña— el  puente  de  Alcántara  sobre  el  Tajo, — del  arco  triunfal 
de  Caparra,  el  de  Bará  en  Tarragona,  y  de  otro  mucho  más 
suntuoso  erigido  en  Roma,  para  conceder  los  honores  del  triun- 
fo al  referido  emperador. 

Alcanza  13  metros  de  altura,  11  por  ancho,  5  de  diámetro, 
y  se  proyecta  desde  los  estribos  ó  gruesos  pilares  de  «us  lados, 
formando  dovelas  al  uno  y  al  otro  extremo,  de  i  metro  y  25  cen- 
tímetros de  longitud,  entre  las  que  se  sostienen,  cerrando  su 
vano,  enormes  dinteles  de  más  de  2  metros,  constituyendo  un 
arco  artesonado  al  empotrar  sobre  las  claves  y  las  dovelas  de 
las  dos  opuestas  hileras  de  piedras.  Entre  éstas  se  ven  muchos 
agujeros  donde  se  fijaban  grandes  clavos  para  colocar  los  tro 
feos  de  los  vencedores.  En  la  época  en  que  se  levantó  esta  obra 
había  una  calle  desde  la  puerta  del  Norte  de  la  ciudad  hasta  la 
del  Mediodía,  en  la  cual  se  levantó  otro  arco  triunfal  situado  en 
el  altozano,  llamado  Cimbrón^  porque  se  cimbreaba  amenazan- 


BADAJOZ  329 


do  ruina,  que  por  último,  con  el  transcurso  del  tiempo,  vino  á 
efectuarse  demoliéndose  completamente.  El  ornamento  de  este 
notable  monumento  emeritense,  consistía  en  una  cuádruple  co- 
lumnata de  granito  destacada  á  los  dos  extremos  de  sus  arran- 
ques, sobre  cuyos  capiteles,  cuatro  estatuas  ostentaban  en  sus 
manos  una  corona  cívica,  un  sífulo  sacerdotal,  un  cetro,  y  las 
llaves  de  la  ciudad,  cerrando  su  parte  superior  una  plataforma 
sobre  la  que  descansaban,  en  el  frontis  ó  anverso,  el  blasón  im- 
perial de  las  águilas  romanas,  y  en  el  reverso  ó  cara  posterior^ 
el  escudo  de  armas  de  Mérida.  ¡Lástima  grande  que  tan  insigne 
obra  se  encuentre  oculta  entre  oscuras  callejuelas  de  travesía 
que  impiden  exponerla  á  la  vista,  no  ya  con  la  belleza  y  elegan- 
cia de  que  la  despojaron  los  alanos,  sino  aún  con  la  grave  lisu- 
ra y  severa  majestad  que  la  distingue,  entre  el  número  de  las 
construcciones  más  rai^s  y  antiguas  de  nuestro  país.  El  Ayun* 
tamiento  de  Mérida,  sin  embargo,  ha  procurado  obviar  tal  in- 
conveniente, ensanchando  un  estrecho  callejón  que  existió  conti- 
guo al  monumento,  y  por  medio  de  la  nueva  calle  denominada 
de  «Trajano»,  se  ha  dilatado  en  algún  tanto  la  perspectiva  del 
Arco  de  los  Trofeos,  pues  también  con  este  nombre  es  vulgar- 
mente conocido  en  la  historia. 

El  puente  sobre  el  Guadiana  es  otro  monumento  casi  ínte- 
gro, y  del  que  hablamos  largamente  en  el  capítulo  anterior. 
Pero  en  «rden  más  secundario  á  esta  famosa  obra  está  el  puente 
de  Albarregas. 

Este  puente  que,  como  su  nombre  lo  expresa,  se  halla  sobre 
el  arroyo  Albarregas,  al  N.  O.  de  la  ciudad,  próxima  á  los  res- 
tos del  acueducto  Los  Milagros  y  en  la  carretera  de  Cáceres  á 
San  Juan  del  Puerto,  también  debe  su  existencia  á  la  arquitec* 
tura  romana.  Consiste  esta  obra  en  tres  arcos  de  4  metros  de 
elevación,  su  longitud  mide  15,  y  5  su  anchura.  Á  sus  inmedia- 
ciones  se  encuentra  otro  puente  de  hierro  sobre  la  misma  ribera,, 
que  pertenece  al  ferrocarril  de  Ciudad-Real  á  Badajoz. 

El  puente  de  piedra  sobre  el  Albarregas  ha  sido  reparado  y 
4» 


330  BADAJOZ 


hermoseado  hace  algunos  años,  habiendo  adquirido  con  esta  re- 
forma mayor  anchura  y  prolongación. 

Los  nombres  de  Albarregas  y  de  Alba  regias  son  históricos 
y  han  dado  lugar  á  frecuentes  y  largas  disertaciones  (i). 

Mérida,  á  igual  que  Roma,  que  en  los  tiempos  de  Tulo  Hos- 
tilio  incorporó  á  la  ciudad  un  barrio  conocido  por  dicho  nombre, 
tuvo  un  arrabal  extramuros  de  la  población,  aunque  reducido  á 
un  vecindario  de  5,000  almas,  infinitamente  menos  numeroso 
que  el  que  alcanzó  durante  el  gobierno  del  prefecto  de  Lusita- 
nia  Othón,  en  cuya  época,  de  una  y  otra  orilla  del  arroyo  Alba- 
rregas, existió  un  gran  pueblo  formado  por  familias  distinguidas 


(i)  No  podemos  menos  de  transcribir  literalmente  la  definición  que  del  valle 
de  Alba-regias  hace  el  Sr.  Barrantes  y  Moreno,  y  acerca  del  cual,  consigna  este 
elocuente  período: 

ttSelva  desolada  de  ruinas,  donde  existen  sepulcros  romanos,  bocas  cegadas  de 
cloacas,  mármoles  despedazados,  ierraculas  hechas  añicos,  tal  vez  medallas  y 
bronces  que  brillan  al  sol  tras  muchos  siglos  de  entierro;  valle  que  cierran  por  la 
izquierda  las  vetustas  tapias  de  Santa  Olalla,  y  por  la  derecha  se  extiende  por  ho- 
rizonte escueto  hasta  la  cruz  de  Cari  ja;  al  contemplar  el  viajero  aquellos  descarna- 
dos gigantes  de  granito,  que  parecen  tender  un  brazo  á  la  misera  población  mo- 
derna, para  hacer  con  ella  lo  que  Gulliver  con  los  liliputienses,  levantarla  hasta  el 
oído  en  la  palma  de  la  mano,  siéntese  tristemente  impresionado,  si  piensa  que  el 
hombre,  autor  de  tantas  maravillas,  es,  acaso,  más  poderoso  aún  para  destruir- 
las.» 

Y  al  mismo  propósito,  reproduce  después  este  pasaje  de  Catalina,  en  su  obra 
postuma,  publicada  por  la  Real  Academia  Española,  página  58  : 

«Roma  iba  en  busca  de  los  manantiales  á  través  de  las  montañas,  y  una  vez 
descubiertos,  abría  para  su  caudal  grandes  cauces  subterráneos,  ó  loirantaba  ca- 
minos de  piedra  sobre  millas  y  millas  de  arcos  gigantescos,  que  constituían  gale- 
rías y  palacios  para  el  agua  sobre  la  desnuda  superfície  de  la  tierra. 

i)Á  veces  estas  grandes  pompas  de  piedra  y  de  granito,  se  encontraban  en  su 
viaje,  y  el  arte  sabía  celebrar  el  feliz  encuentro  de  los  acueductos,  ora  confundien- 
do en  una  y  más  ancha  bóveda  el  caudal  de  dos  remotas  colinas,  ora  construyen- 
do en  el  punto  de  su  intersección  un  monumento  arquitectónico  perpetuo  de  alian- 
za y  amistad,  entre  corrientes  bienhechoras,  sumisas  al  querer  y  á  la  fuerza  de  los 
hombres. 

«En  Emértla,  las  dos  pompas  de  piedra,  si  admitimos  esta  frase  algún  tanto 
gongorina— continúa  Barrantes  y  Moreno— no  se  juntan,  ni  se  abrazan,  sino  que 
por  mayor  maravilla,  marchan  paralelas  á  abrazar  á  la  ciudad,  dejando  apenas  en- 
tre sí  el  espacio  bastante  para  otra  maravilla:  la  estación  de  los  ferro-carriles. 

»La  de  Mérida,  en  sus  adornos  arquitectónicos,  de  la  antigüedad  heredados, 
sólo  tiene  un  rival,  la  de  Alejandría  de  Egipto,  que  ostenta,  aun  en  pie,  uno  de  los 
preciosos  obeliscos  llamados  vulgarmente  «Las  Agujas  de  Cleopatra»,  y  el  otro,  en 
pedazos,  junto  á  los  mismos  rails.» 


Badajoz  331 


de  Roma,  que  hizo  venir  el  expresado  gobernador,  en  términos 
que  los  arrabales  y  casas  de  campo  del  Alba-regia  emeritano, 
cruzado  por  el  arroyo  Albarregas,  equivalían,  si  no  excedían  en 
número,  á  los  habitantes  de  la  ciudad  circunvalada  por  sus  mu- 
rallas.  Los  restos  del  Alba  regia  existen  visibles  hacia  el  Nor- 
deste de  la  población,  y  á  distancia  de  3  á  4  kilómetros,  á  partir 
desde  la  puerta  del  Oriente  ó  de  Santa  Olalla. 

Grandes  recuerdos  evoca  este  valle  de  Albarregas,  en  el 
cual — según  el  Sr.  Barrantes  y  Moreno — plantaron  sus  tiendas 
las  legiones  eméritas,  antes  de  ser  trazada  la  demarcación  de 
la  ciudad  por  el  surco  del  sacerdote  de  Carisio;  y  como  los  pelas- 
gos,  compañeros  de  Eneas,  llamaron  á  su  primera  capital  Alba* 
longa,  para  cuya  defensa  construyeron  en  el  Palatino  la  fortale- 
za llamada  Roma,  llamaron  también  los  eméritos  Alba  á  aquella 
su  primera  mansión. 

Esta  etimología,  la  supone  dicho  autor  más  acertada  y  vero- 
símil  que  las  de  Moreno  de  Vargas  y  Fernández  Pérez,  recor- 
dando el  Alba  regia  que  se  incorporó  con  sus  jardines  y  casas 
de  campo  á  Roma  en  tiempo  de  Tulo  Hostilio.  A  nuestro  enten- 
der padece  error  Moreno  de  Vargas.  Lo  que  agregó  este  rey, 
del  Lacio  á  Roma,  fué  el  monte  Celio,  y  Alba  estaba  en  el  Pa- 
latino, primer  dominio  de  Roma,  juntamente  con  el  Capitolio, 
núcleo  y  tronco  de  la  Ciudad  de  las  siete  colinas.  Salva  esta  pe- 
queña diferencia,  cree  el  Sr.  Barrantes  y  Moreno,  que  Albarre- 
gas es  el  Albam-rigas  de  los  romanos,  que  deduce  Fernández 
Pérez  de  la  etimología  de  Moreno  de  Vargas.  Pero  no  porque 
regase  jardines,  que  verosímilmente  no  debieron  estar  en  el 
curso  del  arroyo,  sino  porque  regaba  el  primer  asiento  de  la 
gente  romana,  el  sitio  que  les  recordaba  su  Alba-longa,  y  su 
Numitor  y  Amulio. 

Que  en  Emérita  se  rindió  culto  á  las  tradiciones  pelásgicas, 
más  que  en  otras  antiguas  ciudades  de  la  Celtiberia,  lo  confírma 
el  hecho  de  haberse  encontrado  en  ella  monedas  de  la  loba  ama- 
mantando á  Rómulo  y  á  Remo,  y  tan  perfectamente  conservadas, 


332  BADAJOZ 

como  acaso  en  la  misma  Roma  no  se  encuentran.  Esta  prueba  y 
esta  tradición  son  indestructibles,  por  más  que  para  impugnarlas 
se  afirmara  que  el  cantero  Albar  Egas,  que  en  el  siglo  décimo 
tercio  trabajó  en  algunas  catedrales,  había  hecho  obras  de  con- 
sideración en  el  Puente  romano,  ó  en  los  restos  de  los  acueduc- 
tos, ó,  porque  según  otros,  ahogóse,  tal  vez,  en  las  aguas  de 
la  ribera,  pues  en  materia  de  etimologías  á  veces  lo  sencillo  no 
dista  mucho  de  la  verdad,  la  cual  difícilmente  se  descubre. 

El  lago  de  Proserpina  no  tiene  menos  recuerdos  que  el  valle 
y  puente  de  Albarregas.  Este  lago  es  formado  por  un  gran  es- 
tanque de  aguas  de  dos  kilómetros  de  circunferencia  y  tres  me- 
tros de  profundidad,  á  distanda  de  5  próximamente  de  la  pobla- 
ción, llamado  La  Albuhera^  situado  en  el  punto  donde  se  dio  la 
batalla,  con  tal  nombre  conocida,  que  afirmó  el  trono  de  los 
Reyes  Católicos  en  la  dehesa  de  Carija,  con  un  ex-lavadero  de 
lanas,  hoy  propiedad  de  D.  Alonso  Pacheco  y  Blanes.  Por 
alguien  se  ha  dicho  que  esta  charca  está  formada  de  lluvias  to- 
rrenciales de  los  arroyos  y  valles  que  descendiendo  la  circundan; 
pero  considerando  que  la  mayor  parte  de  estas  riberas  se  pasan 
á  pie  enjuto  casi  todo  el  año,  lógico  es  suponer  que  este  vasto 
depósito  deba  su  origen  á  la  socavación  ex-profeso  para  alum- 
bramiento de  aguas,  hecha  por  los  romanos,  á  semejanza  de  la 
cisterna  de  Aden,  construida  por  los  ingleses  á  las  orillas  del 
mar  Rojo. 

Confirma  en  cierto  modo  esta  nuestra  opinión,  el  haberse 
encontrado  una  piedra  de  mármol  en  un  pilar  del  cobertizo  de 
dicho  lavadero  de  lanas,  que  induce  á  pensar  en  la  existencia, 
contigua  á  aquel  sitio,  de  algún  monumento  gentílico  ó  construc- 
ción religiosa,  consagrado  á  la  diosa  Proserpina,  que  ha  caracte- 
rizado al  estanque  referido  dándole  su  nombre. 

La  inscripción  contenida  en  esta  piedra  se  ha  publicado  por 
el  anticuario  señor  Hübner  en  su  obra  titulada  Inscriptiones  His- 
panice latinee  bajo  el  epígrafe  de:  t Tabla  marmórea  de  m.  0,24, 
por  0,22. >  Esta  inscripción,  de  que  ya  hicieron  mérito  Cornide, 


BADAJOZ  333 


Saavedra,  Moreno  de  Vargas  y  Fernández  Pérez,  dice  el  se- 
ñor Barrantes  y  Moreno  que  después  de  sacar  de  ella  una  in 
prompta^  renovados  y  enmendados  algunos  caracteres,  ha  podi- 
do leerse  así: 

Dea  Ataecina  Tur  Brig  Proserpina  Per  tuam  mai  estatem.  Te  rogo 

ORO    OBSE    CRO   UtI    VINDICES   QUOD    MI    FURTI    FACTUM    EST.     QUISQUIS   MlHI 
MUDAVIT   INVOLAVIT   MlNUSVE   FÉCIT    EAS..,    Q-I-S-S-TUNICAS    VI   PaNULA   LiN- 

TEA  H*  IN  IVN  cujiA  I-C-V-M  Ignoro  IA...  IVS  VI. 

Con  extensa  erudición  demuestra  el  mencionado  epigrafista 
alemán,  las  modificaciones  que  ha  sufirido  esta  inscripción,  alte< 
rando  en  cierto  modo  su  contenido,  al  cual,  después  de  haberle 
añadido,  por  su  parte,  algunos  suplementos,  manifiesta  que  debe 
leerse  en  esta  forma:  «Dea  Ataecina  Turig  (ensis)  Proserpina, 
pertuam  mai  estatem  te  rogo  oro  obsecro  uti  vindices  quod  mihi 
furtifactum  est  quisquís  mihi  imudavit  involavit  minusve  fécit  (e) 
a)s  res  q(uae  i(nfira  s(criptae  s(unt:  tunieas  VI...  (pa)  enula  lin- 
tea  II  in  (dus)  ium  cuius...  m  ignoro.» 

Rehecha  de  tal  modo  esta  original  leyenda,  que  se  creyó 
votiva  de  un  monumento  sagrado,  por  los  historiadores  y  hom- 
bres versados  en  la  interpretación  correcta  del  idioma  del  Lacio, 
nuestra  sorpresa  sube  de  punto  al  considerar  su  verdadero  sig- 
nificado, extravagante,  como  con  mucha  oportunidad  lo  demues- 
tra Barrantes  y  Moreno,  y  cuya  traducción  se  ha  tomado  la  mo- 
lestia de  realizar,  concebida  en  tales  ó  parecidos  términos:  «Diosa 
Ataecina  Turibrigense  Proserpina,  te  ruego,  pido  y  demando  por 
tu  gran  majestad,  que  seas  mi  vengadora  en  cuantos  robos  me 
han  sido  hechos.  A  mí  me  ha  escamoteado  un  quídam,  en  menos 
tiempo  que  se  tardó  en  hacerlas,  las  cosas  que  abajo  apunto: 
Túnicas,  seis;  capotes  de  paño,  dos;  camisas,  el  número  ignoro.» 

El  conocido  Hübner  (i)  advierte  que  al  original  de  que  pro- 


( I )    Inscrtptiones  Hispanice  Latinee  (Berolini,  1 869). 


viene  la  versión  que  antecede,  debe  añadirse  este  suplemento: 
■eum  tu  pessimo  leto  adñcias  sive  consumas»,  ó  algo  equivalen- 
te, como  se  ve  en  otras  inscripciones  de  su  obra,  en  tablas  votÍ- 
vas  de  la  Grecia,  y  en  los  papiros  egipcios. 

Esta  diosa  Ataecina  fué  muy  venerada  en  Lusitania,  según 
lápidas  votivas  conservadas  en  el  museo  de  Evora,  y  halladas 
también  en  MedelKn  y  otras  ciudades  de  Extremadura. 


MÉBIDA.— Lago  de  la  Prosebpina 

Para  terminar  estas  noticias  sobre  el  Lago  de  la  Proserpina, 
diremos  que  contiene  el  curso  de  sus  aguas  un  sólido  antemural 
de  fábrica  romana  con  dos  grifones  para  producir  fuerza  motriz 
propia  para  un  aparato  mecánico  de  loción  de  lanas,  que  no 
funciona  en  el  día,  y  su  sobrante  impulsaba  las  piedras  de  varios 
molinos  harineros,  y  regaba  algunas  huertas.  Las  aguas  de  este 
Lago  no  son  potables  absolutamente,  aunque  sirven  de  abreva- 
dero á  los  ganados  en  el  estío,  en  aquellos  parajes  áridos,  des- 
nudos de  vegetación  arbórea,  y  en  donde,  no  obstante  su  inten- 
sidad, los  rayos  solares  no  han  podido  evaporarlas  hasta  la  se- 


BADAJOZ  335 


quía  de  1874  y  1875,  en  que  con  asombro  general  tuvo  lugar 
la  realización  de  este  fenómeno. 


III 


De  todos  los  edificios  que  tuvo  Mérida  en  su  antigüedad, 
como  fragmentos  de  ellos  sólo  nos  quedan  hoy  en  primer  tér- 
mino algunas  inscripciones^que  los  eruditos  y  anticuarios  han 
coleccionado  en  sus  obras.  Hasta  el  número  de  66  publica  el 
canónigo  Fernández  Pérez,  en  sus  Antigüedades  de  Mérida  (i),  y 
47  Viu,  en  su  Extremadura  (2).  Morales,  Pons,  Moreno  de  Var- 
gas, el  P.  Román  de  la  Higuera,  como  otra  multitud  de  autores 
copian  otra  diversidad  de  ellas  (3)  que  nosotros  no  hemos  de  re- 
producir aquí  porque  haríamos  interminable  este  capítulo.  Sólo 
traeremos  á  él  aquellas  que  no  mencionan  dichos  autores  por 
haberse  descubierto  recientemente,  sin  dejar  por  esto  de  citar 
alguna  de  las  ya  conocidas,  que  tiene  suma  importancia,  como  su- 


(i)    Véase  á  las  páginas  85  y  8q. 

(2)  Véase  el  tomo  I,  págs.  24  á  la  72. 

(3)  El  lector  que  quiera  conocer  estas  lápidas  y  otras  muchas  de  Extremadura, 
puede  consultar  las  siguientes  obras: 

I.*    Del  P.  Román  de  la  Higuera.-  ///s/orf a  de  las  aniigüedAdes  de  Mérida,  (Ms.) 

2.*    Moreno  de  Vargas.— Historia  de  la  Ciudad  de  Mérida  (Madrid  1633). 

3.*    Gómez  hraxo.-^Advertencias  á  la  Historia  de  Mérida  (Florencia  1638). 

4.'  Gómez  Bravo.— Explicación  de  la  inscripción  sepulcral  de  Saturnino^  halla' 
da  en  Mérida.  (Ms.  en  la  R.  A.  de  la  H.) 

$.•  Tamayo  de  Salazar.— iVo/as  á  la  inscripción  sepulcral  de  Saturnino^  hallada 
en  Mérida  (Madrid,  1650). 

6."  Salcedo  CovovíéX.— Inscripción  del  sepulcral  de  Saturnino^  que  se  halló  en  la 
ciudad  de  Mérida^  año  de  MDCL  (Sevilla,  1 6$o). 

7.»    Solano  de  Figueroa  y  Altamirano.— //is/oria  de  Mérida  y  su  partido.  (Ms.) 

8.«  Guerra  y  Cumbreño. —iVo/as  d  las  antigüedades  de  Extremadura,  de  D.José 
Viu  (Cáceres,  1854). 

9.*    Hübner.— Inscripfiones  Hispamos  Latinee  (BeroUni,  1869). 

Y  las  de  otros  autores  antes  citados  y  que  ya  mencionamos  varias  veces  en  el 
curso  de  esta  obra. 


336  BADAJOZ 


cede  con  la  que  está  grabada  sobre  una  piedra  de  mármol,  que 
forma  el  dintel  de  la  portada  del  aljibe  del  Alcázar.  Sus  carac- 
teres parecidos  á  signos  de  taquigrafía,  acaso  son  letras  caldeas, 
ó  del  alfabeto  de  los  aborígenes  ó  primeros  habitantes  de  la 
población  celtíbera,  que  se  supone  existió  en  el  sitio  sobre  que 
tomó  vecindad  la  colonia  romana  fundadora  de  Mérida. 

En  otra  piedra  de  la  barandilla  izquierda  del  primer  descen- 
dedero  del  puente  sobre  el  Guadiana,  se  lee  claramente:  Jult^e 
César,  la  cual,  es  probable  que  formó  parte  de  alguna  dedica- 
toria á  la  esposa  de  Augusto,  llamada  también  Julia. 

En  una  casa  de  los  portales  de^la  plaza,  junto  al  Ayunta- 
nriiento,  entrando  por  la  calle  dé  Santa  Eulalia,  á  la  derecha,  se 
lee  esta  sepulcral: 

D.  M.  S. 

POMPEIA  CLOVTIANE 

TVRDVLA 

ANN.  LX. 

xi.  S.  E.  S.  T.  T.  L#. 

Reproducimos  esta  lápida,  ya  conocida,  por  la  relación  que 
guarda  con  la  población  turdetana  en  la  región  extremeña. 
En  unas  excavaciones  verificadas  en  1 870  apareció  esta  otra : 

BRACARIUS 

FELEX  VIXITAM 

NOS  LLL  RECES 

SITNO   ÑAS    APRII 

ES  ERA  CCCCX 

VIIII 

Puede  traducirse  de  este  modo:  «El  sastre  Félix  vivió  50  años 
y  murió  el  5  de  Abril  del  año  419.»  Las  estatuas,  cipos,  pedes- 
tales adornados  con  medias  cañas  y  áticas  labores,  represen- 
tando símbolos  religiosos,  como  el  cuchillo  largo,  el  vaso  abierto 
con  mango,  y  el  Preferículo  para  los  sacrificios,  se  hallan  escul- 


BADAJOZ  337 


pidos  por  la  cara  posterior,  sobre  la  bóveda  y  panteones  sepul- 
crales con  epitafios  latinos  en  sus  lápidas,  y  de  los  cuales  sólo 
anotaremos  los  siguientes: 

D.  M.  S. 

JULIiE   SaTURNLC   AnN  XXXV   UXORI 

INCOMPARIBILT   MEDIC.E   ÓPTIMO   MU- 

LIERIS  SaNTISIMíE  Casius    FILIPUS  MA- 

RITUS   OB   MÉRITIS   H.    S.  E.    S.    T.   T.   L. 

El  ejercicio  de  la  medicina  estuvo  permitido  á  las  mujeres 
en  aquel  tiempo,  como  se  ve  por  el  epitafio  de  Julia  Saturnia, 
distinguida  profesora,  que  falleció  á  la  prematura  edad  de 
35  años. 

D.  M.  S. 

Cassius  Victorinus 

Retiarius.  Ann  XXXV. 

ri.  S.  £. 

S.  T.  T.   L. 

Antonia  Severa 

F.  C. 

Esta  inscripción  fúnebre  nos  trae  á  la  memoria  á  Casio  Vic- 
torino, famoso  gladiador  del  circo  emeritense. 

P.  Aelio  Vitali  Aug. 

Lie.  Tab.  Provint.  Lusitanle 

Et  Vetoni;e  Sthephanus  Lib. 

Et  Haeres  Patrono  Fecit. 

Epitafio  de  los  más  notables  por  su  antigüedad,  toda  vez 
que  recuerda  á  Publio  Aelio  Vital,  uno  de  los  primeros  pobla- 
dores de  la  ciudad,  contemporáneo  del  emperador  Octavio,  su 
liberto  y  escribano. 

CoROCUTA  TUTILIO   Sn... 

Pontiani  et  Luperc... 

Ser  Ann  XL.  H.  S.  E. 

TuTiLiA  Alb.  Mater  Ann... 

43 


338  BADAJOZ 


Incompleta  la  inscripción  de  este  epitafio,  no  por  ello  deja 
de  mostrarnos  el  nombre  de  una  persona  tristemente  célebre  en 
el  reinado  de  Augusto.  Nos  referimos  al  terrible  bandolero  Co- 
rocuta,  por  cuya  cabeza  ofreció  20  sextercios  el  emperador,  y 
ante  el  cual  se  presentó  él  mismo,  reclamando  el  premio  anun- 
ciado, acto  heroico  por  el  que  no  solamente  recibió  dicha  canti- 
dad, sino  que  mereció  además  la  clemencia  del  César. 

En  otras  sepulcrales  se  consignan  rasgos  sublimes'de  piedad, 
frases  elocuentes  por  su  religiosa  significación.  Tal  es  la  en  que 
se  dice:  t Pasajero  que  marchas  con  velocidad,  deten  tu  paso  un 
solo  instante.  Sólo  te  ruego  me  dediques  estas  palabras:  tSéate 
la  tierra  ligera.»  Otras  del  mismo  género  contienen  apellidos 
ilustres,  ó  de  las  familias  de  la  más  elevada  prosapia,  oriundas 
de  Roma. 

Los  Albinos,  Balbos,  Cayos,  Drusos,  Emilios,  Quintos,  Ru- 
finos, Sempronios,  Severos  y  Valerios,  figuran  con  caracteres 
indelebles  en  muchas  lápidas  marmóreas. 

En  Emérita^  como  en  todos  los  pueblos  civilizados,  el  res- 
peto á  la  memoria  de  los  seres  privados  de  la  vida,  era  un  culto 
que  se  manifestaba  en  los  sepelios,  con  el  carácter  del  mayor 
lujo  y  magnificencia.  Estos  últimos  honores,  patentes  en  los 
bellos  sarcófagos  que  se  levantaban  por  las  familias  para  guar- 
dar las  cenizas  de  los  finados,  no  se  tributaban  exclusivamente 
por  los  parientes  ó  los  amigos,  sino  también  por  la  Curia,  la 
Provincia,  ó  el  Estado,  cuando  era  preciso  honrar  el  mérito  de 
los  ciudadanos  distinguidos.  Como  en  nuestros  tiempos  el  Sena- 
do, la  Provincia,  el  Municipio,  votaban  recursos  para  erigir  un 
túmulo  honroso  al  ciudadano  que  se  había  hecho  acreedor"  de 
transmitir  su  nombre  á  la  posteridad. 

Los  romanos  empleaban  los  ricos  mármoles  de  Numidia  para 
la  construcción  de  los  sepulcros,  y  en  España,  donde  abundan  las 
canteras  de  carbonato  de  cal,  utilizábanse  sus  productos,  trans- 
formándolos en  monumentos  sepulcrales,  sino  tan  sólidos  como 
los  erigidos  con  los  mármoles  africanos,  dotados,  en  cambio,  de 


BADAJOZ  339 


una  blancura  reflejante  y  esplendorosa  (i).  Depositábanse  las 
cenizas  en  urnas  de  jaspe,  de  pórfido,  y  aun  de  ágata,  y  se  ex- 
ornaban los  sepulcros  con  estatuas  y  preciosos  bajo-relieves, 
exceptuándose  de  esta  práctica  las  familias  de  humilde  condición, 
que  consagraban  al  recuerdo  de  los  suyos  un  sencillo  cipo. 

En  Emérita  se  abusó  de  las  inscripciones  sepulturales  en  los 
tiempos  del  Bajo-Imperio,  como  se  abusa  de  todo,  cuando  se 
lleva  al  extremo  de  anteponer  á  la  severa  utilidad  del  fondo,  la 
aparatosa  ó  vana  ostentación  de  las  formas.  Los  valiosos  ador- 
nos de  bronce,  de  plata  y  de  oro,  que  sobrecargan  los  túmulos 
de  los  opulentos  emeritanos,  fueron  la  demostración  de  un  or- 
gullo que  no  cabe  en  las  regiones  de  la  igualdad,  y  del  no  ser, 
una  pompa  tan  ridicula  á  veces,  que  infería  grave  ofensa  á  la 
moral,  á  la  religión  y  al  buen  sentido.  Ejemplo  la  siguiente: 

€  Yo,  habitante  sin  alma  en  este  helado  túmulo,  nací  en  Ale- 
sia,  he  visitado  el  Atlas  de  Mauritania,  la  isla  de  Chipre,  las 
riberas  floridas  del  Betis,  y  para  eternizar  la  memoria  de  mi 
honrosa  vida,  he  destinado  25,000  sextercios  para  consagrar 
este  templo  á  los  Sacros  Manes. — Viandante,  ruega  á  los  dioses 
sea  la  tierra  ligera  á  Firmio  Estálico.»  ¡Vergonzoso  extremo  de 
pueril  y  de  vanidosa  frivolidad,  que  dice  poco  del  muerto!  Visi- 
tar el  Atlas,  la  isla  de  Chipre  y  las  márgenes  del  Betis,  fueron, 
por  cierto,  una  insigne  hazaña,  capaz  por  sí  sola  de  dispensar 
alto  honor  á  la  vida  de  ciudadano  tan  eminente.  Nació  en  Ale- 
sia,  en  las  Galias,  fué  rico,  y  se  erigió  una  lujosa  tumba:  he 
aquí  todo.  Se  ignora  si  sus  riquezas  fueron  legítimas  ó  robadas, 
¿qué  importa  el  origen?  La  ley  se  las  reconoció  y  gozó  de  ellas, 
razón  poderosísima,  merced  á  la  cual,  las  generaciones  futuras 
deberán  prosternarse  respetuosamente  de  hinojos  ante  tal  sepul- 


(1)  No  lejos  de  Mérida,  entre  Zafra  y  la  villa  de  La-Aconera,  existen  minas  de 
mármol  que  ya  explotaban  los  romanos.  Las  estatuas  encontradas  en  Medina  de 
las  Torres  (hoy  depositadas  en  el  Museo  provincial  de  Badajoz),  fueron  labradas 
de  esta  piedra,  como  multitud  de  estatuas,  lápidas  y  sepulturas  monumentales 
halladas  en  Mérida,  Badajoz  y  otros  pueblos  extremeños,  de  las  canteras  de  La. 
Alconera  fueron  salidas. 


340  BADAJOZ. 

ero,  para  rendir  el  debido  homenaje  á  la  celebérrima  memoria 
del  esclarecido  varón  Firmio  Estálico. 

Pero  en  esto  de  objetos  fragmentarios  pertenecientes  á  Ma- 
rida no  habríamos  de  terminar  jamás  si  nos  propusiésemos  enu- 
merar aquí  todos  los  que  conocemos.  Forzoso  nos  será  circuns- 
cribirnos solamente  á  los  que  vimos  en  poder  de  varios  señores 
durante  nuestra  visita  á  dicha  ciudad,  citando  solamente  sus 
poseedores  y  enumerarlos  en  la  forma  con  que  á  continuación  se 
expresan : 

Pertenecientes  al  Sr.  D.  José  Moreno  Baylén : 

I .®     Una  cabeza  de  emperador  ó  de  dignidad  romana. 

2.^  Una  mano  de  estatua  de  mujer  con  tres  dedos  y  un 
anillo  en  uno  de  ellos. 

3.®  Un  pie  correspondiente  áun^  estatua,  que  no  puede 
determinarse. 

4.*^     Varios  fragmentos  de  cornisas  y  molduras  diversas. 

5.*^     Una  lápida  sepulcral  con  epitafio. 

6.®  Otra  con  inscripción  sobre  un  fragmento  de  columna  y 
de  cuyo  epitafio  existe  in  prompta. 

j,^     Un  capitel  corintio  de  columnas  ú  obelisco. 

8.°     Un  anillo  de  barro,  hallado  bajo  el  lecho  de  Albarregas. 

9.°  Fragmentos  de  armas  prehistóricas,  hachas,  aguzade- 
ras y  morteros. 

10.     Lamparillas  ó  candiles  romanos. 

Pertenecientes  al  Sr.  Gutiérrez: 

I .°     Una  ánfora  de  barro,  que  carece  de  una  de  sus  asas. 

2.®     Un  jarrón  árabe — á  su  decir — que  está  vidriado. 

3.^     Una  lápida  sepulcral  con  inscripción  epitáfica. 

Pertenecientes  al  Sr.  Pacheco: 

i.*^     Un  león  pequeño  de  mármol,  sin  una  pata  anterior. 

2.^     Lamparillas  ó  candiles  romanos  de  barro  con  relieves. 

Pertenecientes  al  Sr.  Pérez: 

I .®     Una  pila  de  mármol  para  los  sacrificios. 

2.®     Fragmento  de  una  columna. 


BADAJOZ  341 

3,^     Capitel  y  base  de  otra,  de  mármol. 
4.®     Ajimez  morisco,  con  dos  ventanas. 
5.°     Tres  piedras  con  inscripciones,  dos  ilegibles,  y  la  otra 
que  dice: 

A.  EMYLYA 
L.  P. 

FUCNELA.... 

Pertenecientes  al  Sr.  Martínez. 

I.®  Dos  piedras  de  mármol  con  inscripción,  que  copió  y 
entregó  á  D.  Andrés  Galán.  Una  la  volvió  á  enterrar,  y  tenía 
metro  y  medio  de  longitud  y  sesenta  centímetros  de  anchura. 
En  su  cara  se  hallaba  la  leyenda.  La  otra  era  un  basamento  de 
lío,  de  un  metro  de  largo  por  otro  de  ancho,  con  una  pirámide. 
La  base  estaba  orlada,  en  sus  cuatro  lados,  con  un  festón  de 
hojas  y  flores,  la  parte  superior  é  inferior  del  obelisco  se  halla- 
ban enlazadas  por  una  moldura  convexa,  y  los  perfiles  del  obe- 
lisco presentaban  una  greca  ó  labor  de  pura  ornamentación. 
Fué  descubierta  en  1872.  No  ha  podido  hallarse  la  copia  de  su 
inscripción. 

2.^  Piedra  del  aljibe  del  Conventual  que  sostiene  las  bó- 
vedas. Mármol  blanco,  altura  mayor  que  la  duplicada  de  un 
hombre  regular.  Sus  lados  y  cara  frontal  50  y  75  centímetros, 
respectivamente.  Capitel  corintio,  guarnecidos  ambos  lados  con 
una  orla,  que  presenta  en  sus  ondas  racimos  de  uva  y  hojas  de 
vid  alternando;  en  su  centro  una  columna  estriada,  al  lado 
izquierdo;  en  su  derecho  modelada  la  columna  con  labores  dia- 
gonales hasta  su  mitad;  y  con  estrías  longitudinales,  la  otra 
mitad  superior. 

3.^  Pórtico  de  entrada  del  Aljibe.  Sus  dos  jambas  están 
formadas  con  pilastras  modeladas  á^  fascículos  ó  hacecillos  de 
hojas.  Estas  pilastras  son  de  rico  mármol  estatuario. 

4.®  Pórtico  de  la  escalinata.  Las  tozas  son  arquitrabes  la- 
brados con  florones  y  orlas  de  buen  gusto. 


342  BADAJOZ 


5.^  Cañón  de  la  bóveda  derecha.  Contiene  una  piedra  de 
mármol  que  presenta  cápsulas  ó  receptáculos  diversos  en  la 
capacidad  del  vaso,  que  pudo  utilizarse  para  recoger  líquidos  ó 
triturar  alguna  sustancia  dura. 

Pertenecientes  al  Sr.  Chaput: 

Invernadero.— En  su  fachada  hay  cuatro  columnas,  dos  sa- 
lomónicas; y  estriadas  ó  lisas,  las  otras  dos.  Sus  capiteles  son 
corintios.  En  la  parte  superior  del  edificio  existe  un  grupo  de 
molduras,  constituyendo  un  cuadro,  cuya  ornamentación  presen- 
ta relieves  de  rico  mármol,  figurando  esferas,  rosetones,  etc. 

Pertenecientes  al  Sr.  Pablo: 

Fragmentos  marmóreos. — Proceden  de  un  edificio  antiguo, 
que  suponen  fundición  romana  ú  otro  establecimiento  metalúr- 
gico. Al  extraerlos,  se  encontraron  formado  una  circunferencia 
de  cuatro  metros  de  diámetro,  y  cuyo  fondo  se  hallaba  revestido 
de  piedras  de  mármol  de  grandes  dimensiones.  Debajo  del  pavi- 
mento, existía  una  capa  ó  subsuelo  de  argamasa  plomiza.  Cuatro 
canales  ó  acueductos,  partían  en  dirección  N.  E.  S.  y  O.  de  los 
cardinales  respectivos  del  vaso,  ó  receptáculo  de  mármol,  cuyas 
paredes  eran  muy  bajas  por  las  dimensiones  de  las  baldosas 
que  lo  constituían  en  forma  vertical.  Tres  de  los  referidos  acue- 
ductos se  hallaban  cubiertos  por  una  ancha  bóveda,  cuyo  techo 
y  paredes  estaban  ennegrecidos  por  el  humo,  y  cuyo  suelo  lo 
formaban  gruesas  capas  de  ceniza  y  escorias  metálicas  bastante 
divididas,  pero  bien  caracterizadas.  La  bóveda  tenía  sus  válvulas 
para  la  introducción  del  aire  y  salida  de  los  gases,  producto  de 
la  fusión.  Por  último,  el  canal  que  se  dirigía  al  Oeste,  parece 
que  sería  una  cloaca  ó  desagüe  que  conducía  al  río,  y  tenía  un 
cañón  de  bóveda  que  permitía  la  entrada  de  un  hombre. 

Pertenecientes  al  Sr.  Porro: 

Es  un  cipo  sepulcral  de  mármol  de  75  centímetros  de  longi- 
tud por  50  de  latitud,  con  su  correspondiente  inscripción  epitá* 
fica. 

La  mayoría  de  estos  objetos  forman  hoy  el  mal  llamado 


344  BADAJOZ 


Museo  Arqueológico  de  Mérida,  establecido  en  un  mísero  local 
propio  para  establo  de  bueyes. 

Es  lástima  que  al  lado  de  los  preciosos  restos  citados  no 
figuren  un  Pondus^  pesa  esférica  de  hierro,  equivalente  á  doce 
y  medio  kilogramos,  ó  sean  25  libras  castellanas;  una  cabeza  de 
Centauro,  perfectamente  modelada  en  rico  alabastro;  una  pila 
cuadrangular  de  jaspe,  para  recoger  la  sangre  derramada  por 
las  víctimas  eo  los  templos,  objetos  que  h^n  aparecido  poco  há 
en  las  excavaciones  dentro  de  Mérida  y  que  la  incuria,  ya  que 
no  también  la.  codicia,  ha  destruido  ó  transportado  á  otros  pa- 
rajes. 

Pero  tiempo  es  ya  que  lleguemos  á  la  descripción  de  los  mo- 
numentos fragmentarios  que  siguen  á  las  inscripciones  y  á  la 
estatuaria.  Como  más  principal  de  todos  aparece  en  otros  tiem- 
pos el  colosal  Anfiteatro,  situado  al  extremo  meridional  de  la 
ciudad  y  no  lejos  de  sus  ruinosos  muros. 

Es  este  un  edificio  scmi-circular  de  sillería,  con  tres  órdenes 
de  gradas,  para  presenciar  desde  ellas  los  espectáculos  públicos 
que  tuvieron  lugar  en  aquellos  tiempos.  Se  supone  que  oculta 
la  tierra  la  línea  de  construcción  que  cerraba  la  circunferencia. 
Consta  de  167  metros  de  diámetro,  83  del  uno  al  otro  de  sus 
extremos,  41  de  fondo,  y  contiene  tres  tendidos  con  catorce, 
siete  y  cinco  gradas  respectivamente,  para  asiento  de  la  nobleza, 
el  pueblo  y  los  esclavos.  El  tendido  de  la  nobleza  inmediato  al 
proscenio,  está  soterrado,  y  sólo  visibles  los  correspondientes 
al  pueblo  y  los  esclavos. 

En  su  pavimento,  frente  al  semicírculo,  hallábase  la  Sena^ 
que  era  el  sitio  destinado  á  las  representaciones  escénicas.  Su 
fondo  constituía  un  círculo  perfecto,  en  cuya  arena  tenían  efecto 
los  ejercicios  de  los  gladiadores  y  el  suplicio  de  los  reos  sacrifi- 
cados por  las  fieras. 

El  vulgo  llama  á  este  teatro  las  Siete  Sillas^  porque  habién- 
dose arrancado  para  reparar  el  puente  de  Guadiana  en  1603, 
las  piedras  que  revestían  al  semicírculo,  constituyenda  seis  por- 


BADAJOZ  345 


ticos  ó  entradas  para  subir  á  los  tendidos  segundo  y  tercero, 
resultó  de  esta  demolición  quedar  separado  el  cuerpo  del  edificio 
en  siete  grandes  moles  de  argamasa,  denominadas  hoy  Siete  Si- 
llas. Los  caballeros  penetraban  en  la  gradería  por  cinco  puertas, 
que  aún  se  conservan.  En  la  base  de  los  frontis  del  monumen- 
to, hay  dos  puertas  ecuestres  que  conducen  á  su  interior,  donde 
existe  una  galería  de  bóveda,  aposentos,  estatuas  y  una  fuente, 
según  el  reconocimiento  practicado  en  1 795  por  D.  Manuel  Vi- 
llena,  quien  también  halló  en  una  portada  interna  una  piedra 
que  contenía  esta  inscripción: 

M.  Agripa  L.  F. 
Coss.  III.  Trib.  Pot. 

ni. 

Esto  es,  en  el  tercer  consulado  de  Marco  Agripa,  hijo  de 
Lucio,  el  año  tercero  de  su  potestad  tribunicia.  El  consulado  de 
Agripa  corresponde  al  año  727  de  Roma,  de  forma  que  27  años 
antes  de  J.  C.  se  hizo  la  suntuosa  obra  de  este  Anfiteatro. 

Suponiendo  que  Emérita  estuviese  ya  fundada  en  dicha  épo- 
ca, resulta  que  esta  obra  se  hizo  algunos  años  con  anterioridad 
al  tiempo  que  determinan  los  historiadores  la  fundación  de  Mé- 
rida. 

No  es  este  monumento  el  mejor  en  su  clase,  como  quieren 
suponer  algunos  autores,  porque  todos  los  tres  que  había  en 
Roma  eran  mayores  que  el  de  Mérida.  Los  de  Corea  y  Castren- 
se^  destruidos  hoy,  eran  los  mayores,  y  el  que  se  conserva  ac- 
tualmente, que  es  el  de  FlaviOy  vulgarmente  denominado  Coliseo^ 
es  una  obra  suntuosa  que  mide  en  su  circunferencia  569  metros, 
por  un  diámetro  de  187  de  uno  á  otro  de  sus  extremos,  158  de 
fondo  y  57  de  elevación.  Resulta  tres  y  media  veces  mayor  que 
el  de  Mérida.  Este  era  en  dimensiones  como  el  de  Tarraco 
(Tarragona). 

El  de  Sagunto,  que  por  su  orden  arquitectónico  era  mejor 

que  el  de  Flavio^  correspondía  al  orden  toscano.  Estaba  formado 

44 


3^6  BADAJOZ 


de  piedrecitas  largas,  á  manera  de  mosaico.  Á  semejanza  del 
anfiteatro  tarraconense,  disfrutaba  allí  el  espectador  de  la  vista 
del  Mediterráneo,  y  de  un  paisaje  delicioso.  Formaban  su  circo 
cuadradas  piedras  de  sillería  á  manera  de  circo  de  Pompeya,  y 
bajo  su  planta  gigantesca,  diez  cañones  de  bóveda  con  férreas 
puertas,  servían  de  mansión  celular  á  las  fieras  destinadas  á  las 
luchas  circenses.  La  Sena  tenía  sesenta  y  seis  metros  de  longi- 
tud, y  doce  de  anchura.  A  ella  se  entraba  por  tres  grandes  pór- 
ticos, uno  en  el  centro,  por  donde  lo  hacían  los  ídolos  que  pa- 
trocinaban el  espectáculo,  y  los  otros  dos,  en  los  costados,  por 
los  que  penetraban  los  actores  y  los  músicos.  Doce  escaleras, 
con  sus  puertas  correspondientes,  conducían  á  los  cúneos;  otras 
portadas  conducían  á  los  aposentos  de  los  actores;  las  gradas 
del  anfiteatro,  el  proscenio,  el  sitial  de  la  orquesta,  y  hasta  los 
pórticos  exteriores  de  este  magnífico  monumento,  de  estructura 
romana,  al  parecer,  pues  no  faltan  autores  que  la  crean  obra  de 
los  griegos  fundadores  de  Sagunto.  Sólo  este  anfiteatro  puede 
compararse  con  los  de  Roma,  tanto  por  las  dimensiones  que  me- 
día, cuanto  por  la  belleza  de  su  construcción  que  revela  en  sus 
fragmentos  el  ingenio  griego,  emporio  de  la  belleza  y  viva  per- 
sonificación de  los  progresos  científicos,  artísticos  y  literarios 
del  mundo  antiguo. 

Pero  tenía  Mérida  obras  romanas  de  más  importancia  que 
el  Anfiteatro.  Sus  templos  eran  suntuosos.  El  celo  por  el  culto 
pagano  levantó  en  toda  la  Península  edificios  colosales  (i),  pero 


(i)  Casi  todas  las  ciudades  de  la  Península  tuvieron  edificios  religiosos,  en 
los  tiempos  que  nos  ocupa,  en  honor  de  los  dioses  paganos. 

Hispalis  los  tuvo  á  Hércules  victorioso  y  á  Venus, 

Tarraco  á  Minerva, 

Cades  se  distinguió  por  la  construcción  de  dos,  uno  dedicado  á  Minerva,  y 
otro— el  más  notable  acaso  de  toda  la  Península—consagrado  á  Hércules,  y  en 
donde  se  custodiaba  el  archivo  de  dicha  divinidad. 

Aniicaria  poseyó  un  Panteón  semejante  al  de  Roma. 

Lisboa^  el  templo  de  la  Concordia  de  Augusto. 

Clunia  Colonia,  otro  á  Diana. 

Barcinon,  uno  á  t£sculapio. 


BADAJOZ  347 


en  Mérida,  acaso  más  que  ninguna  otra  ciudad,  los  hubo  para 
todas  las  divinidades.  El  levantado  á  Augusto  César  es  uno  de 
los  más  discutidos  entre  los  historiadores.  En  ocasión  de  la  paz 
que  puso  término  á  las  profundas  luchas  suscitadas  entre  el  Se- 
nado y  el  pueblo  de  Roma,  durante  el  reinado  de  dicho  empe- 
rador, y  con  motivo  de  este  acontecimiento,  se  construyó  en 
aquella  metrópoli  un  templo  llamado  de  la  Concordia  de  Augus- 
to. — Emérita  debió  erigir  otro,  pues  se  ha  encontrado  una  lápida 
con  la  inscripción:  Concordia  Augusti,  testimonio  vivo  del  mo- 
numento conmemorativo  de  la  paz  y  concordia  realizada  en  el 
imperio  entre  el  emperador  y  el  pueblo  romano.  Suponen  algu- 
nos que  la  obra  destinada  á  perpetuar  tan  fausto  suceso,  no  fué 
un  templo  dedicado  al  culto  de  la  divinidad  del  Sumo  imperan- 
te, pudiendo  quedar  consignado  el  hecho  en  mármoles  ó  bronces 
mandados  colocar  en  la  fachada  de  los  edificios  públicos. 

Pero  conociendo  los  hechos  se  destruye  esta  opinión.  La  pie- 
dra anterior  se  extrajo  de  los  escombros  del  Convento  Jurídico 
que  estuvo  situado  en  la  plazuela  de  Santiago,  y  en  su  cara 
opuesta  se  halla  grabada  esta  otra  inscripción :  t  Esta  piedra 
con  las  letras  de  la  concordia  de  Augusto,  se  halló  en  la  plazuela 
de  Santiago,  cavando  una  ruina  de  romanos,  año  de  1646.» 

Juntamente  con  esta  piedra  aparecieron  aras  y  fragmentos 
propios  de  un  templo,  como  las  1 2  columnas  de  mármol  que 
hoy  adornan  el  claustro  del  ex-convento  de  Jesús,  columnas  don- 
de se  leen  versículos  del  Corán,  pues  en  el  año  de  1095  '^^ 
árabes  convirtieron  en  mezquita  lo  que  hasta  entonces  había 
sido  templo  augustano. 


Cintra^  el  del  Sol  y  la  Luna. 

Enfárrama,  otro  á  Júpiter. 

Y  por  último,  en  Ergávica^  halláronse  los  muros  de  un  templo  rústico,  cuyos 
preciosos  bajo-relieves  representaban  escenas  de  cacería,  y  que  es  de  inferir  hu- 
biera sido  dedicado  á  Diana  ó  á  Endimión. 

La  mayor  parte  de  estas  obras  sagradas  proceden  del  reinado  de  los  Antoninos, 
periodo  en  el  cual  gozó  nuestro  país  de  una  envidiable  prosperidad,  habiendo 
sido  después  convertidas  en  iglesias  cristianas  por  un  decreto  del  emperador  Ho- 
norio. 


34^  BADAJOZ 

Ambrosio  de  Morales  halló  en  Mérida  una  grande  lápida 
que  decía:  ^Flamen  divi  augusti  provinticB  ¿usitania^,  y  en  la 
calle  de  Santa  Olalla,  n.°  41,  se  halló  otra  que  decía:  Aug.  Sac. 
Únase  á  todo  esto  la  noticia  que  da  el  historiador  Fernández 
Pérez,  cuando  dice  que  poseyó  una  medalla  con  el  lema :  t  Á  la 
eternidad  de  Augusto »  con  las  siglas  C.  A.  E. — colonia  augus- 
ta emeritense — de  cuyo  género  hay  muchas,  pero  de  las  que  el 
aludido  autor  ninguna  había  visto  hasta  que  poseyó  el  ejemplar 
citado. 

Del  templo  augustano  es  indudablemente  la  piedra  que 
forma  la  base  de  la  columna  triunfal  de  Santa  Eulalia,  con  la  le- 
yenda: €  Concordia  Augusti  >  que  parece  basamento  ó  símbolo 
de  paz,  pues  no  tiene  forma  de  ático,  ni  de  arquitrabe.  El  pedes- 
tal de  alabastro,  hallado  en  la  calle  de  Santa  Olalla,  sobre  el 
cual  debió  haber  estado  colocada  la  estatua  del  emperador,  co- 
ronado de  rayos,'  y  con  todos  los  atributos  de  una  divinidad, 
puesto  que  la  inscripción  dice:  «Aug.  Sac.»  Sagrado  Augusto^ 
y  el  fragmento  lapidario  citado  por  Morales,  mucho  más  explí- 
cito bajo  el  aspecto  literario,  puesto  que  expresa  textualmente: 
«Divo  Augusto  Albinus  Albinif.  Flamen  Divi  August.  Provintiae 
Lusitaniae»  esto  es;  tAl  divino  Augusto,  Albino  hijo  de  Albino, 
Sacerdote  del  Dios  Augusto  en  la  provincia  de  Lusitania», 
prueban,  á  nuestro  entender,  la  existencia  en  Emérita  del  tem- 
plo de  Augusto. 

Lo  hubo  también  para  la  diosa  Diana,  y  en  el  palacio  del 
conde  de  los  Corbos  se  pueden  ver  los  restos  de  su  vestíbulo, 
que  constaba  de  48  columnas  de  granito,  cilindricas,  estriadas, 
de  orden  corintio,  de  las  que  se  conservan  16  enteras  y  2  trun- 
cadas, empotradas  en  la  fachada  oriental  del  palacio  6,  y  2  en 
los  lados  meridional  y  occidental.  Se  supone  que  el  interior  de 
este  atrio  estaba  formado  por  cinco  calles  de  columnas,  á  ocho 
por  línea. 

La  altura  de  éstas,  desde  su  zócalo  hasta  el  dintel  sobre- 
puesto en  sus  capiteles,  es  de  11  metros  por  1*25  de  diámetro; 


BADAJOZ  349 

contienen  medias  cañas  de  argamasa  ñnísima,  y  están  construi- 
das con  piedras  unidas  por  piernas  de  hierro.  De  las  ruinas  de 
este  templo  se  han  extraído  aras,  trozos  de  columnas,  ornamen- 
tos, capiteles,  estatuas  de  ídolos  y  otros  curiosos  objetos  que 
han  desaparecido. 

Este  templo  debió  ser  obra  majestuosa  y  de  extraordinaria 
riqueza,  y  su  instalación  ocupaba  el  centro  de  la  ciudad. 

El  que  á  la  misma  diosa  levantó  en  193  Servio  Tulio  en 
Roma  era  majestuoso,  mayor  que  el  que  se  conoció  en  España, 
á  Diana  también,  en  Cabeza  del  Griego,  y  que  el  de  Évora.  Sin 
embargo,  éste  era,  si  no  tan  grande  como  el  de  Roma,  más  rico 
en  decoraciones,  como  lo  declaran  los  autores  antiguos. 

El  de  Mérida,  según  su  trazado,  era  mayor  que  el  de  Cabe- 
za del  Griego  y  casi  igual  al  de  Évora,  correspondiendo  á  la 
antigua  clase  de  los  templos  propiamente  gentílicos,  llamados 
perípteros .  Contamos  en  él  hasta  1 9  columnas,  destacando  cinco 
sus  líneas  en  la  fachada. 

Hemos  dicho  que  se  conservan  1 6  enteras  y  dos  truncadas. 
La  otra  columna  existe  en  un  patio,  embebida  en  una  tapia  baja, 
dejándola  enhiesta  al  aire,  semejando  á  un  obelisco.  La  segunda 
crujía  del  palacio  de  Corbos  está  fundada  en  una  hilera  de  co- 
lumnas iguales  á  las  anteriores,  en  cuyos  capiteles  se  ven  las 
tozas  en  que  debió  apoyarse  la  techumbre,  grandes  monolitos^ 
que  cargan  sus  dos  extremos  en  el  centro  de  las  respectivas  co- 
lumnas. 

El  académico  Gayangos  posee  un  precioso  anáglifo  de 
plata,  hallado  en  Mérida,  entre  las  ruinas  de  frente  á  Santa 
Catalina,  que  mide  0*07  de  alto,  por  o'o6  de  ancho,  y  presenta 
en  su  frente  el  relieve  de  un  templo  formado  por  seis  órdenes  de 
columnas   corintias   con  esta  leyenda:    tDivo   Antonino  Pío 

AUG.» 

No  conocemos  más  recuerdos  de  este  templo,  ni  sabemos 
que  tuviese  otros  en  la  Península  la  diosa  Diana  que  los  arriba 
ya  citados,  y  acaso  el  de  Sagunto,  si  hemos  de  creer  las  escasas 


350  BADAJOZ 


indicaciones  que  sobre  el  particular  hace  Escolano  (i),  puesto 
que  sólo  dice  que  t  existen  grandes  columnas  en  las  cuadras  que 
solían  servir  de  hospital  en  el  convento  de  los  Trinitarios,  no 
labradas  d  lo  romano^  sino  desbastadas  á  lo  muy  antiguo,  % 

Supone  Hübner  que  el  templo  de  Mérida  no  pudo  ser  á 
Diana,  porque  no  aparece  la  dedicatoria  (2),  y  Barrantes  añade 
que  la  Diana  adorada  en  él  no  pudo  ser  otra  que  la  lucífera^ 
pues  dicho  señor  conserva  una  lámpara  de  barro  de  aquella 
ciudad  con  el  símbolo  de  la  divinidad  expresada,  que  es  la  Luna 
y  la  Estrella,  en  la  una  lámpara,  y  en  otra,  ó  restos  que  tam- 
bién posee,  la  cabeza  de  Diana  sobre  la  Luna  colocada,  y  una 
estrella  sobre  su  frente. 

Ambos  argumentos  son  bien  débiles.  El  no  haberse  descu- 
bierto dedicatoria  á  la  Diana  de  Mérida,  no  destruye  el  hecho 
de  que  entre  los  escombros  de  este  templo  no  haya  sido  demo- 
lida tal  inscripción  lapidaria,  si  existió  en  su  pórtico,  como  pudo 
ser;  y  el  que  Barrantes  conserve  una  lámpara  de  barro  dedicada 
á  la  Diosa  lucífera,  y  encontrada  en  Mérida,  no  es  razón  seria 
para  oponer  á  los  autores  que  afírman  ser  las  ruinas  que  se  ven 
en  el  palacio  de  los  condes  de  los  Corbos,  el  templo  de  Diana. 

En  el  pavimento  de  la  iglesia  de  Santa  María  Egipciaca,  junto 
al  Capitolio,  en  Roma,  tuvo  un  templo  dedicado  á  la  Diosa  For- 


(i)  Historia  de  Valencia,  lib.  VII,  década  I.— Los  sacerdotes  dedicados  al  servi- 
cio de  la  deidad  referida— dice  Escolano,  tomándolo  de  Silio  Itálico— no  admitían 
mujeres  dentro  de  su  templo,  ni  dejaban  llegar  á  sus  umbrales  animales  sucios,  y 
echaban  como  descomulgadas  las  reses  manchadas  y  de  varios  colores.  Vestían, 
asimismo,  sobrepellices  de  lino,  y  cubrían  su  cabeza  con  volantes  de  holanda  ífní- 
sima.  Cuando  les  tocaba  hacer  su  ministerio  en  el  altar,  se  abstenían  de  sus  pro- 
pias mujeres,  llegaban  descalzos,  cortado  el  cabello  y  con  una  capa  preciosa  sobre 
el  roquete,  y  desceñidos,  incensaban  el  sacrificio  puesto  en  el  altar,  ante  el  cual, 
tenían  por  principio  inviolable  de  su  religión,  el  que  ardiera  incesantemente  el 
fuego,  en  la  íorma  que  lo  mandó  Dios  á  los  de  la  ley  vieja. 

(2)  El  de  Rana,  situado  en  la  Via  Sacra,  tenía  por  un  lado  una  dedicatoria  que 
decía:  Templum  Dianoe,  y  por  el  otro,  en  una  cornisa  más  elevada,  lo  siguiente: 
Alba  vaccea  ei  nigra  Diance,  por  alusión  al  carro  de  la  Luna,  que  pintaron  los 
gentiles,  tirado  por  una  vaca  blanca  y  otra  negra,  en  señal  de  que  andaba  de  día  y 
de  noche. 


3$2  BADAJOZ 


tuna  Viril ^ — la  buena — y  otro  en  sitio  diferente,  consagrado 
á  la  Fortuna  mala ^ — \2l  Fatalidad. — También  Emérita  erigió 
templo  á  la  Fortuna,  si  damos  crédito  á  otra  lápida  encontrada 
en  la  calle  de  Baños,  que  contiene  esta  leyenda: 

F.  Attius  Emetrius 

Fortuna  Sacrum 

A.  L. 

Los  historiadores  Moreno  de  Vargas  y  Fernández  Pérez, 
opinan  de  diverso  modo  al  traducir  la  inscripción  que  antecede, 
suponiéndola  epitaño  sepulcral  el  primero,  y  votiva,  ó  dedicato- 
ria, el  segundo.  Julio  Acio  Emetrio,  sacerdote  de  la  Fortuna^ 
muerto  á  los  50  años,  según  Moreno  de  Vargas,  ó  Julio  Acio, 
dedicador  del  templo  que  se  supone,  á  la  diosa  Fortuna,  de 
buena  voluntad,  hnimo  libens^  como  interpreta  las  siglas  ó  ini- 
ciales Fernández  Pérez;  en  cualquiera  de  los  casos,  sacerdote  ó 
dedicador,  resulta,  que  existió  un  templo  de  la  diosa  Fortuna 
en  Mérida,  cuya  situación  se  ignora,  pero  de  cuya  construcción 
no  cabe  la  menor  duda.  Si  la  inscripción  fuera  sepulcral,  debiera 
contener  las  letras:  «D.  M.  S.> — dioses  manes  sagrados, — que 
por  lo  regular,  encabezan  los  epitafios  correspondientes  á  aque- 
lla época. 

Concuerdan  todos  con  la  traducción  de  Fernández  Pérez,  y 
en  la  existencia  del  templo  emeritense  á  la  Fortuna^  como  tam- 
bién parece  lo  hubo  á  Júpiter  Olímpico. 

En  Terreaón,  ocho  leguas  de  Évora,  se  encontró  una  lápida 
que  publica  Andrés  Resende  en  sus  Antigüedades  Lusitanas^ 
con  la  siguiente  inscripción,  que  reproduce  Fernández  Pérez,  y 
traducimos  nosotros: 

A  JÚPITER  Óptimo  Máximo 
Flavia  Rufina,  hija  de  Lucio, 

NATURAL   DE  MÉRIDA,    SACERDOTISA 
DE    LUSITANIA,   Y    DE   LA   COLONIA    EME- 
RITENSE,  Y  DEL    MUNICIPIO   SALACIENSE, 
DEDICÓ,   Y  DONÓ   ESTE   TEMPLO. 


BADAJOZ  353 


Si  la  lápida  que  contiene  esta  inscripción  se  hubiera  encon- 
trado entre  los  vestigios  de  Mérida,  existiría  un  dato  para  ase- 
gurar que  contuvo  su  recinto  edificio  religioso  destinado  á  Júpiter 
Olímpico.  No  obstante,  dada  la  general  veneración  que  inspiraba 
á  los  paganos  esta  deidad,  es  muy  probable  que  Flavia  Rufina, 
en  su  calidad  de  Flaminica^  ó  sacerdotisa  de  la  colonia  emeri- 
tense  (i),  hubiese  ejercido  sus  funciones  en  un  templo  levantado 
en  honor  de  Júpiter  en  la  augusta  población,  y  en  donde,  como 
cabeza  de  Lusitania,  existieron  otros  muchos  dedicados  á  divini- 
dades de  un  rango  inferior. 

Con  más  razón  podemos  afirmar  que  lo  hubo  dedicado  á 
yulta,  madre  de  Tiberio,  por  más  que  se  ignore  el  lugar  donde 
se  erigió,  y  aun  se  niegue  nuestra  afirmación  por  los  historiado- 
res de  Mérida. 

Tácito,  el  autor  más  autorizado  entre  los  romanos,  refiere 
que  allá  por  el  año  25  de  J.  C.  fué  á  Roma  una  embajada  de 
Emérita,  á  solicitar  del  emperador  Tiberio  se  la  permitiera  edi- 
ficar un  templo  á  Julia,  madre  de  éste  y  viuda  de  Augusto. 

Quieren  algunos  que  este  templo  levantado  en  la  primera 
mitad  del  siglq  primero  de  nuestra  era,  sea  el  mismo  que  se  edi- 
ficó con  el  nombre  de  la  Concordia  6  sea  Augustaly  sin  tener  en 
cuenta  que  este  se  levantó  con  anterioridad  al  de  yulia^  y  como 
hemos  dicho  ya,  por  ocasión  de  haberse  terminado  las  divisiones 
surgidas  entre  el  Senado  y  el  pueblo  de  Roma. 

A  Neptuno  también  se  le  elevó  otro  templo  en  Mérida. 
Prueba  de  ello  la  inscripción  encontrada  frente  á  la  puerta  de 
los  Perdones  de  la  parroquial  de  Santa  María  la  Mayor,  y  que 
traducida  dice  así: 


(i)  La  voz  Flamen  significa  Sacerdote  superior  ó  Jefe  de  los  Sacerdotes,  como 
FlaminiHy  Sacerdotisa  de  primer  rango,  ó  superior  dignidad  éntrelas  Sacerdotisas. 
Desde  el  reinado  de  Numa  Pompilio  en  Roma,  se  dividieron  estos  sacerdotes  en 
tres  clases:  quirinales^  diales  y  marciales^  esto  es,  de  Kómulo,  de  Júpiter  y  de 
Marte.  En  Paz  Augusta  hubo  Curia  Pontifical,  donde  residía  un  Flamen^  como  se 
prueba  por  la  lápida  que  damos  en  el  cap.  I. 
45 


354  BADAJOZ 


FORTIBUS   SaCRUM 

Julia  Lupa  M.  L. 
V.   S. 

Esta  votiva  dedicada  á  Neptuno,  que  era  el  dios  de  las  aguas 
(no  sólo  de  las  contenidas  en  las  fuentes,  sino  de  las  que  forma- 
ban los  arroyos,  ríos  y  mares),  nos  recuerda  otra  inscripción 
aparecida  en  1849,  antes  de  llegar  al  puente,  y  donde  se  hacía 
una  dedicación  á  Neptuno,  por  la  república  ó  municipio  Emeri- 
tense.  No  se  ha  conservado  esta  inscripción  porque  la  codicia 
de  quien  la  encontró  le  impulsó  á  utilizar  la  piedra  en  una  obra 
de  la  Plaza  de  la  Constitución;  pero  no  aventuraremos  mucho 
al  suponer  que  en  Mérida  hubo  un  templo  á  Neptuno,  Dios  de 
las  aguas,  y  quizás  levantado  en  las  inmediaciones  del  puente 
que  está  sobre  el  Guadiana.  Pero  si  hubiéramos  de  considerar 
que  existieron  tantos  templos  en  la  ciudad  augusta  por  las  pie- 
dras votivas  en  ella  encontradas,  lo  cual  dista  mucho  de  nuestro 
ánimo,  afirmaríamos  que  Juno,  á  su  vez,  tuvo  su  adoratorio  para 
recibir  el  homenaje  religioso  de  los  gentiles  emeritanos. 

Nuestro  amigo  el  Sr.  Izquierdo,  entre  otras  curiosidades 
antiguas,  conserva  una  lápida  donde  se  halla  grabado  lo  si- 
guiente: 

JuNONi   Sao. 
Claudius  Dapinus 

Esta  votiva  á  Junio,  está  en  un  mármol  de  0*50  de  altura,  y 
en  cuyos  costados  se  ostentan  al  alto  relieve  dos  pavos  reales, 
ave  dedicada  á  Juno,  de  cuya  diosa  dijo  Blasco  de  Garay :  «Juno 
Lucina,  que  siendo  mañera  estéril,  y  sin  generación  alguna  de 
hijos,  tomó  por  oficio  favorecer  á  las  que  parían,  y  por  el  nega- 
do uso  de  ser  madre,  holgó  de  ser  partera  y  ayudadora  en  los 
partos  ajenos.» 

Pero  el  templo  que  tuvo  indudablemente  más  importancia 
en  Mérida,  fué  el  de  Marte,  que  se  sabe  estuvo  inmediato  al  ce- 


BADAJOZ  355 


menterio  antiguo  de  la  ciudad,  como  se  declara  por  una  inscrip- 
ción lapidaría  colocada  en  el  frontis  del  Hornito  de  Santa  Olalla, 
que  dice: 

Marti  Sacrum 
Vettilia  Paculi 

Hace  pocos  años,  en  el  de  1873,  se  encontró  en  el  corral  de 
una  casa  de  la  calle  de  las  Cruces,  el  fragmento  de  una  columna 
de  mármol  de  grandes  dimensiones,  igual  al  que  se  extrajo  del 
mismo  sitio,  que  residió  mucho  tiempo  en  el  camino  del  Calva- 
rio, y  fué  trasladado  más  tarde  á  la  plaza  de  la  Constitución  para 
utilizarlo  en  la  reconstrucción  de  la  fuente  de  la  plaza  referida. 

En  las  excavaciones  practicadas  por  disposición  de  la  auto- 
ridad local,  que  produjeron  el  encuentro  del  trozo  columnario 
expresado,  descubriéronse,  además,  restos  de  monumentos  sim- 
bólicos, paredes  sólidas,  pavimentos  argamasados,  bóvedas  de 
gruesos  ladrillos,  y  hasta  perfíles  de  bellos  mosaicos,  todo  ello 
restos  del  suntuoso  edificio  religioso,  consagrado  al  ejercicio  de 
las  ceremonias  públicas  que  rendían  homenaje  al  sanguinario 
dios  Marte. 

Opinan  algunos  que  estos  notables  restos  arqueológicos 
constituyeron  en  su  origen  criptas^  que  debieron  pertenecer  al 
templo  de  Marte. 

La  más  practicable  de  estas  criptas  alcanzó  10  metros  de 
longitud  por  3  de  latitud  y  1*70  de  altura  la  bóveda,  calculan* 
dose  en  6  metros  de  tierra  los  existentes  sobre  el  piso,  puesto 
que  en  el  suelo  se  distinguen  cegadas  como  claraboyas  de  medio 
metro  en  cuadro  situadas  sobre  arcos  que  unas  criptas  con  otras 
comunican.  No  bajaría  de  ciento  el  número  de  estas  criptas. 

Todo  el  pavimento  es  mosaico  de  labor  sencilla,  como  des- 
tinados á  las  continuas  huellas  del  público.  Y  en  un  rompimien- 
to hecho  en  una  bóveda,  apareció  una  gran  losa  de  mármol  de 
más  de  un  metro  de  largo,  que,  al  parecer,  recubría  algún  frontis 
que  daba  al  interior  de  las  galerías.  Esta  circunstancia,  y  el  per- 


356  BADAJOZ 


fecto  enlace  que  tienen  las  bóvedas  entre  sí  y  con  el  interior 
del  templo,  enlace  que  revela  en  muchos  sitios  arranques  del 
piso  cubierto  de  mosaico,  han  inducido  á  sospechar  en  algunos 
que  no  deben  considerarse  como  criptas^  sino  como  Catacumbas 
de  la  época  de  los  mártires,  las  obras  edificadas,  contenidas  en 
aquellos  subterráneos. 

Sean  criptas  ó  Catacumbas  las  del  Templo  de  Marte,  es  lo 
cierto  que  con  los  despojos  de  éste  se  levantó  el  santuario  de- 
nominado Horno  de  Santa  Eulalia^  sobre  el  mismo  lugar  donde 
la  tradición  refiere  que  esta  joven  recibió  el  martirio. 

Este  raro  santuario  y  su  atrio  demanda  una  atención  escru- 
pulosa por  parte  de  los  viajeros,  anticuarios  y  amantes  de  la 
belleza  artística,  por  las  columnas  y  arquitrabes  que  lo  constitu- 
yen y  decoran.  El  atrio  descansa  sobre  seis  columnas,  cuatro  á 
su  entrada  y  dos  en  los  ángulos  próximos  al  muro  que  contiene 
la  puerta  de  la  capilla,  cerrada  por  una  verja  de  hierro.  Dos  co- 
lumnas son  cilindricas,  de  mármol  jaspeado,  con  basamento  y 
capiteles  corintios;  su  altura  es  de  4  metros  y  80  centímetros. 
Las  otras  cuatro  son  cuadradas,  también  de  jaspe,  pero  no  tie* 
nen  base  ni  capiteles,  midiendo  dos  de  ellas  5  metros  90  centí- 
metros, y  las  otras  dos  4*90.  El  grueso  de  todas  ellas  no  corres- 
ponde á  su  altura,  demostrando  ser  fi-agmentos  de  grandes 
columnas  que  se  rompieron  al  derribarse  el  edificio  de  que  prove- 
nían. La  base  y  arquitrabes  que  sostienen  dichas  columnas,  tie- 
nen un  mérito  artístico,  relevante  y  digno  de  verdadera  admira- 
ción. En  su  cara  frontal  se  hallan  grabados,  molduras  y  flores, 
alternando  con  rostros  de  mujer  con  la  cabellera  tendida  á 
semejanza  de  la  imagen  del  Sol.  La  longitud  de  estas  piedras  es 
de  3' 50  metros  la  del  frente,  2*75  la  del  extremo  izquierdo, 
y  2  la  del  derecho,  con  una  anchura  de  0*33.  En  su  cara  inferior 
se  ostentan  los  relieves  más  finos  y  delicados,  y  con  tal  perfec- 
ción y  propiedad  esculpidos,  como  si  el  mármol  sobre  que  se 
han  cincelado  hubiera  sido  tan  dúctil  como  la  cera.  Encuéntran- 
se  en  ellos  medallones  preciosos  que  contienen  grifos,  águilas, 


3$8  BADAJOZ 

Y,  por  último,  en  la  cuarta  se  manifiesta  distintamente : 

Estas  piedras  de  mármol  se  hallaron  labradas  en   las  ruinas 

de  esta  ciudad. 

Las  delicadas  molduras  y  preciosos  bajo-relieves  de  los  ar- 
quitrabes referidos,  constituyen  una  joya  de  inestimable  valor 
arqueológico ;  pero  no  así  las  pinturas  que  representan  en  la 
capilla  el  martirio  de  la  Santa  virgen,  y  la  imagen  de  ésta,  figu- 
rada sin  el  menor  gusto  pictórico;  el  escudo  de  armas  de  Méri- 
da  sostenido  por  ángeles;  el  de  Castilla,  por  leones;  y  el  de  la 
ciudad  de  León,  en  deleznable  mortero  calizo,  que  se  ostentan 
en  el  arco  superior  del  santuario,  ofrecen  al  observador  un  con- 
traste lastimoso,  ante  los  ojos  de  una  crítica  imparcial  y  desapa- 
sionada que  juzga  de  aquellos  restos  romanos  con  transportes 
de  entusiasmo,  y  vuelve  la  cara  ante  las  pinturas  y  efigies  que 
se  guardan  dentro  de  este  santujario.  Sin  embargo,  una  ense- 
ñanza puede  recoger  el  filósofo  del  contraste  que  le  ofrecen  los 
restos  arqueológicos  con  las  pinturas.  Que  el  pueblo  culto  que 
ayer  poblaba  la  ciudad  producía  aquellas  maravillas;  el  que  hoy 
la  habita  no  puede  dar  más  que  torpes  muestras  de  su  cultura 
artística,  según  sus  obras  de  1617. 

La  existencia  de  otro  templo  en  Mérida,  dedicado  á  la  diosa 
Cibeles^  está  también  comprobado  por  una  lápida  del  Sr.  Iz- 
quierdo de  1*25  metros  de  altura  por  o' 12  de  latitud,  sin  contar 
la  cornisa,  admirablemente  cincelada,  en  cuyo  centro  se  halla 
esculpida  la  cabeza  de  un  toro.  En  las  caras  laterales  de  esta 
piedra,  se  presenta  de  relieve  un  símpulo  á  la  izquierda,  y  un 
preferículo  á  la  derecha.  En  su  reverso  se  ve  el  pectoral  del 
gran  Sacerdote,  ocupando  todo  el  fondo  de  la  lápida.  Esta  losa 
representa  un  ara  del  taurobolio^  esto  es,  el  sacrificio  que  en 
honor  de  Cibeles  se  hacía  en  aquellos  tiempos,  consagrándola 
un  toro  y  la  existencia  del  eunuco  de  la  diosa,  el  Archigalo, 
circunstancia  que  concurría  en  todos  los  sacerdotes  de  su 
orden. 


MERIDA.— Columna  de  Santa  Eulalia 


360  BADAJOZ 


Comprueba  esta  opinión  el  hallazgo  de  una  pila  de  mármol, 
en  cuyo  orificio  del  fondo  ponían  la  cabeza  los  devotos  para 
recibir  la  sangre  de  la  víctima  en  el  taurobolio;  precioso  objeto 
propiedad  del  Sr.  Pacheco  y  Blanes. 

La  inscripción  de  esta  lápida  dice  así: 

M.  D.  S. 

Val'Avita 
Aramta  ribol 

SUL   NATALICI  ReD 

Di.  Ti  D-D-Sacerdo 
Te    Doc-Irico   Vale- 
riano Arcigallo 

PUBLICIO      místico. 

Su  traducción  expresa:  A  la  madre  de  los  Dioses  dedicó 
Valeria  Avita  el  ara  del  taurobolio  por  su  segundo  natalicio, 
siendo  Sacerdote  el  probo  Docquirico,  y  Archigalo  el  místico 
Publicio. 

Bastará  la  descripción  de  estos  templos  para  que  el  lector 
tenga  una  idea  de  la  multitud  que  contendría  Emérita,  que,  á 
semejanza  de  Roma,  se  distinguió  por  la  riqueza  y  magnificen- 
cia de  sus  edificios,  ya  civiles,  ya  religiosos. 

De  otro  orden  distinto  es  el  monumento  que  en  el  arrabal 
de  la  ciudad  se  alza  en  honor  de  Santa  Eulalia,  malamente  lla- 
mada por  los  emeritenses  Olalla.  Es  una  alta  pirámide,  á  mane- 
ra de  obelisco,  formado  todo  él  con  los  fi-agmentos  de  aras  gen- 
tílicas, que  se  extrajeron  de  las  ruinas  de  los  templos,  sostenido 
por  un  basamento  en  un  plano,  al  que  se  asciende  por  una  es- 
calinata cuadrada  de  cinco  gradas  de  piedra  de  granito,  y  ro- 
deado su  ámbito  con  asientos  de  sillería.  La  base,  las  aras,  el 
capitel  y  la  peana  que  constituyen  este  obelisco,  son  un  trabajo 
de  escultura  esmerado  y  perfecto.  La  piedra  cuadrangular  de 
mármol  rojo  que  forma  su  base,  es  la  misma  de  que  hicimos 
mérito  al  ocuparnos  del  templo  de  la  Concordia.  Bandas  ó  fajas 
en  forma  de  pabellón;  cabezas  de  toro,  de  las  que  penden  cin- 


BADAJOZ  361 

tas,  á  cuyo  extremo  se  enlazan  guirnaldas  de  flores;  delicados 
relieves,  en  cuyos  espacios  se  ven  esculpidos  símbolos  sacerdo- 
tales para  el  sacrificio  de  las  víctimas,  tales  como  la  mitra,  la 
patera,  el  sífulo  y  el  arca  abierta,  y  otras  labores,  ó  insignias 
diminutas,  figurando  cabezas  de  carnero,  hojas,  flores  y  emble- 
mas de  la  idolatría,  adornan  las  tres  aras  y  el  capitel  corintio, 
que  sostienen  á  la  patrona  de  la  ciudad.  El  basamento  sobre  que 
estriba  la  efigie,  presenta  en  cada  una  de  sus  caras  el  escudo  de 
armas  de  España,  el  de  Mérida,  el  de  la  familia  del  Gobernador 
que  á  la  sazón  la  mandaba,  y  la  inscripción  siguiente: 

La  ciudad  de  Mérida 

ERIGIÓ    ESTE  TRIUNFO    Á    SU    PATRONA    SaNTA    OlALLA,    SIENDO    GOBERNADOR 

EL  Mariscal  de  campo  D.  Lope  de  Tordoya  y  Figueroa,  caballero  de 

LA  ORDEN  de  SANTIAGO,  AÑO  DE  1 65  2 

La  efigie  de  la  Santa,  cuyas  proporciones  y  ropaje  talar 
carecen  del  gusto  y  propiedad,  rigorosamente  artísticos,  que 
caracteriza  á  las  estatuas  modeladas  con  sujeción  á  los  precép* 
tos  esculturales  del  clasicismo  greco-romano,  deja  bastante  que 
desear,  bajo  el  aspecto  de  su  construcción,  como  obra  de  arte, 
si  bien  el  horno  que  sostiene  en  una  de  sus  manos,  emblema 
del  lugar  de  su  suplicio,  está  delicadamente  modelado. 

Fernández  Pérez  confirma  que  la  lápida  que  sirve  de  base  á 
este  monumento  apareció  en  la  plaza  de  Santiago,  y  Moreno  de 
Vargas  da  á  entender  que  los  otros  restos  que  forman  este 
obelisco  se  hallaron  en  el  atrio  del  templo  de  Diana.  La  efigie 
no  se  sabe  de  dónde  procede;  pero  es  raro  que  siendo  de  ori- 
gen pagano  los  católicos  la  glorifiquen  como  se  glorifica  en  San 
Pedro  de  Roma  á  la  estatua  que  coronaba  la  gran  columna  de 
Trajano.  Y  aún  es  más  extraña  la  tradición  que  corre,  entre  los 
candidos  católicos  extremeños,  sobre  el  milagro  obrado  por  la 
efigie  romana  que  corona  estas  aras  gentílicas.  Cuentan  los  hijos 
de  Mérida,  y  no  hay  año  que  cien  veces  ho  lo  repitan  desde  el 

pulpito  de  sus  iglesias  los  párrocos,  que  en  cierta  epidemia  pa- 

46 


362  BADAJOZ 


decida  en  la  ciudad,  la  eñgie  pagana  de  pesada  piedra,  pegacía 
xon  argamasa  y  clavada  á  una  espiga  de  hierro  que  la  añrma  á 
su  peana,  volvió  su  rostro  para  la  ciudad,  y  desde  entonces 
permanece  á  la  inversa  de  cómo  fué  colocada  sobre  las  aras, 
en  1652. 

Al  sabio  académico  Amador  de  los  Ríos,  muy  católico, 
cuando  cierta  tarde  le  refería  con  toda  seriedad  este  milagro 
cierto  párroco  de  Mérida,  desde  una  mesa  del  Círculo  Emeriten- 
se,  no  pudiendo  contenerse  exclamó:  «¡Estas...  tonterías  son  las 
que  más  perjudican  á  la  religión!» 

Multitud  de  aras,  columnas  y  estatuas  romanas  aparecen  en 
las  excavaciones  que  frecuentemente  se  hacen  en  Mérida,  y  varias 
de  estas  estatuas,  mutilada^,  ó  mejor  dicho,  fragmentos  estatua- 
rios, existen  aún,  representando  duutnviros^  magistrados  y  dei- 
dades del  politeísmo,  cuya  escultura  presenta  una  labor  artísti- 
ca consumada.  De  sentir  es  que  los  ingleses  arrebataran  dos 
anteras  que  se  conservaron  hasta  los  principios  del  presente 
siglo,  y  que  representaban  á  César  Augusto,  y  á  una  sacerdoti- 
sa, ó  flamínica  de  los  antiguos  templos  emeritanos.  El  señor  Pa- 
checo y  Blanes  poseía  una  estatua  de  mármol  de  dimensiones 
hercúleas,  sin  cabeza,  brazo  derecho,  ni  parte  del  pecho  al  mismo 
costado;  con  el  otro  brazo  truncado  por  mitad  en  el  ante^  falta  de 
pierna  izquierda,  y  en  el  pie  de  la  derecha  calzando  el  alto  coturno. 
Prescindiendo  de  varios  trozos  de  objetos  de  esta  naturaleza, 
como  cabezas,  manos,  pies,  etc.,  que  por  donde  quiera  aparecen 
y  de  los  que  sin  clasificación  alguna  para  determinar  su  proce- 
dencia hemos  visto  antiguamente  aglomerados  en  Santa  Clara, 
hemos  de  hacer  muy  especial  mención  de  la  estatua  hallada 
en  1869  en  el  acueducto  de  Los  Milagros  (1),  obra  muy  nota- 


(i)  He  aquí  el  Informe  dado  sobre  este  hallazgo  á  las  RR.  A  A.  de  la  Historia  y 
<ie  S.  Fernan4o: 

«Subcomisión  de  Monumentos  históricos  y  artísticos  de  xMérida.^Habiéndose 
presentado  en  30  de  Diciembre  de  1869  Diego  Molano,  bracero,  vecino  de  esta 
ciudad,  y  manifestado  al  Secretario  de  esta  Subcomisión,  que  en  un  cortinal  al 


BADAJOZ  363 

ble  y  acaso  la  mejor  que  en  el  orden  escultural  haya  aparecido 
hasta  hoy  en  Mérída. 

También  los  mosaicos  que  se  han  encontrado  en  esta  ciudad 
son  de  suma  importancia:  especialmente  el  de  una  casa  de  la 


sitio  de  Los  Milagros,  se  había  descubierto  una  estatua  de  mármol,  y  que  habién- 
dola trasladado  á  su  casa,  podría  pasar  á  ella,  donde  le  sería  presentada;  los  se- 
ñores académicos  que  suscriben,  reunidos  al  efecto  bajo  la  presidencia  del  que  lo 
es  interino,  Sr.  Martín  Regidor,  acordaron  constituirse  en  dicha  casa,  y  vista  la 
estatua,  y  reconocida  escrupulosamente,  juzgándola  digna  de  llamar  la  superior 
atención  de  las  ilustres  Academias  que  representan,  y  ser  adquirida  por  el  Esta- 
do, pasaron  al  sitio  donde  fué  encontrada,  para  recoger  todos  los  datos  y  noticias 
que  pudieran  considerarse  útiles,  mandando  que,  después  de  detalladamente  des- 
crita, se  saquen  de  ella  fotografías  que  la  reproduzcan  bajo  los  tres  puntos  de  vis- 
ta de  frente,  perfil  y  dorso,  y  hecho  este,  se  remita  copia  y  ejemplares  de  todo,  á 
las  Academias  de  la  Historia  y  de  San  Fernando,  para  que  en  su  vista,  se  sirvan 
acordar  lo  que  juzguen  más  conveniente. =Descripción  de  la  Estatua. =Pasando 
luego  á  hacer  un  estudio  detenido  de  la  estatua,  la  Subcomisión  ha  visto,  tanto 
por  lo  que  aparenta  el  todo,  aunque  sucio  y  teñido  por  la  arcilla  ferruginosa  con 
que  ha  estado  en  contacto  tanto  tiempo,  cuanto  por  lo  que  descubren  los  golpes 
recientes,  y  las  rozaduras,  así  como  las  íracturas  del  trocito  que  se  halla  despreso, 
y  que  corresponde  á  lo  que  saliendo  del  ropaje  del  lado  izquierdo,  parece  formar 
el  remate  del  cuerno;  observando  la  finura  y  limpieza  que  manifiestan  las  aristas; 
la  tersura  que  se  nota  en  las  partes  lisas  y  redondeadas;  el  modo  de  desgaste  que 
representan  la  punta  de  la  nariz,  y  otras  deterioraciones  del  tiempo;  el  color  y 
grano  que  descubren  las  partes  avivadas  por  recientes  golpes  y  roturas,  que  la 
materia  de  que  se  compone  es  un  mármol  estatuario  simple,  blanco,  con  una  li- 
gera tinta  amarillenta,  debida  quizá  al  enterramiento  prolongado,  de  la  clase  de 
los  salinos,  ó  sacaroides,  de  cantera  desconocida  en  el  país,  y  probablemente  pro- 
cedente de  Carrara.=El  tamaño  total  de  la  pieza  es  de  ©'97  de  altura,  ©'36  de  lati- 
tud, y  o'30  de  profundidad.  Deduciendo  de  la  altura  o'oq  que  comprende  el  zó- 
calo quedan  á  la  figura,  o'88,  lo  que  la  coloca  entre  las  que  los  romanos  llamaban 
Tripecla  neae,= 

«Representa  un  joven  de  facciones  regulares  y  agradables,  de  tipo  jafético,  ves- 
tido de  túnica  corta  que  baja  hasta  la  rodilla,  escote  cerrado,  con  mangas  hasta  el 
codo,  de  costura  ancha  y  gruesa  sobre  el  hombro,  siguiendo  toda  la  manga  y  for- 
mando un  ribete  abultado:  sobre  el  hombro  izquierdo  lleva  un  manto  plegado 
colgando  sobre  el  pecho,  á  lo  largo  del  brazo  formando  banderola  por  detrás,  y 
rodeando  la  cintura  para  reunir  sus  puntas,  que  caen  por  delante  hasta  el  borde 
inferior  de  la  túnica.  Los  cabellos  rodean  al  rostro,  cayendo  al  natural, y  rematan- 
do en  sortijillas.  El  tocado  es  dudoso;  parece  poder  ser  un  gorro  de  punto  ó  malla 
basta  remangado,  formando  una  venda  ó  corona  alrededor  de  la  cabeza,  y  dejando 
el  casco  ó  capacete  ceñido;  ó  bien  una  simple  venda  gruesa,  sujetando  el  cabello, 
y  rematando  en  un  lazo  con  puntas  colgantes.  Falta  el  brazo  derecho,  que  se  co- 
noce era  añadido  desde  el  codo.  El  izquierdo,  en  cuya  mano  llevaba  una  cornuco- 
pia, falta  desde  la  mitad  del  antebrazo,  punto  desde  el  cual  estaba  añadido,  care- 
ciendo de  la  mano  y  de  la  parte  inferior  del  cuerno.  Este,  apoyado  sobre  el  brazo, 
está  colmado  de  frutos,  entre  los  que  se  ve  una  pina,  racimos  colgantes,  espigas, 


364  BADAJOZ 

calle  del  Portillo,  descubierto  en  1834  y  formado  de  piedrecitas 
de  diversos  colores,  es  un  pavimento  sumamente  bello  y  curioso. 
Su  descubrimiento  fué  debido  á  la  casualidad.  Un  vecino  de  la 
citada  casa,  al  extraer  la  basura,  observó  que  entre  ella  se  en- 


hojas,  etc.  Desde  la  mitad  del  muslo,  la  túnica  parece  abrirse  ó  remangarse,  y 
echada  la  falda  atrás  por  ambos  lados,  cual  si  lo  causara  un  movimiento  violento 
ó  un  aire  impetuoso,  deja  al  descubierto  otro  trozo,  en  cuyo  plegado  parece  reco- 
nocerse una  tela  más  fina.  Las  piernas,  de  formas  varoniles,  desnudasen  su  mitad, 
aparecen  cubiertas  en  la  parte  inferior  por  unos  coturnos  ó  borceguíes,  que  de- 
jando los  dedos  en  libertad,  cubren  el  resto  del  pie.  El  zócalo,  de  forma  cuadran- 
gular  de  0^33  por  0^23,  rústico,  sólo  contiene  un  tronco  ó  peña  que  elevándose 
por  detrás  de  la  pierna  derecha  hasta  la  altura  de  la  túnica,  presta  apoyo  á  la  ñ- 
gura.  La  actitud  del  sujeto  es  la  de  descansar  apoyando  el  cuerpo  negligentemen- 
te sobre  la  pierna  derecha,  á  la  cual  imprime  cierta  rigidez,  dejando  la  otra  des- 
cargada y  un  poco  echada  atrás,  doblada  por  la  rodilla,  y  levantando  ligeramente 
el  talón. =Tratando  de  estudiar  su  representación,  empezaremos  lamentando  la 
falta  del  brazo  derecho,  en  cuya  mano  pudiera  llevar  algo  que  quitase  toda  duda. 
El  conjunto  de  la  figura  és  agradable,  pero  sin  rasgo  alguno  característico,  ni  ex- 
presión intencionada  que  denuncie  importancia  del  sujeto,  en  el  que  no  se  distin- 
gue ni  dios,  ni  héroe,  ni  atleta,  ni  hombre  célebre  determinado,  no  pudiendo,  por 
consiguiente,  considerarse  como  estatua  icóntca,  y  sí  de  pura  ornamentación.~El 
pelo  largo  y  el  cerquillo  de  sortijillas  que  rodea  el  rostro,  así  como  la  venda—en 
caso  de  no  ser  gorro— que  ciñe  la  cabeza,  pudiera  ser  indicio  de  sacerdocio,  pero 
ninguna  otra  cósalo  confirma;  el  plegado  y  la  gruesa  costura  de  la  túnica  supe- 
rior, indican  ser  de  lana,  sin  botones,  broches,  clavus  ni  adornos,  y  la  inferior  ó 
intérula^  para  cuya  manifestación  parece  haberse  violentado  la  caída  de  los  faldo- 
nes de  la  otra,  se  ve  claro  representa  una  tela  más  fina— lino  ó  seda— de  donde  se 
deduce  una  persona  libre  y  acomodada,  y  una  época  avanzada. =La  existencia  de 
las  dos  túnicas— su¿>úct^/a  é  tnclusium  de  Varrón- además  de  la  diferencia  de  tela 
que  manifiestan  sus  pliegues,  según  llevamos  dicho,  queda  fuera  de  toda  duda, 
al  ver  su  largura  en  la  parte  anterior,  pues  de  ser  una  sola,  el  sinus  que  cae  sobre 
la  cintura,  acortaría  notablemente  la  falda  por  delante.  Sin  embargo,  la  división 
de  ambas  no  está  bien  marcada  ó  definida.  El  manto  que  parece  ser  notablemente 
largo,  es  muy  poco  abultado,  y  denota  ser  un  pallium  lineum,  ó  una  toga  t^sbl séri- 
ca. Su  colocación  nos  demuestra  un  hombre  en  actitud,  y  esto  mismo  nos  dice  su 
calzado  de  coturnos.  Estos  aparecen  adornados  con  varias  cintas  ó  correas,  termi- 
nando por  un  cordón  ó  ribete  en  forma  de  cadenilla,  ostentando  un  broche  con 
cabeza  de  león  y  á  los  lados  unas  caídas  y  flecos  gruesos,  que  nos  recuerdan  los 
que  se  ven  en  los  campagi  que  lleva  el  Marco  Aurelio  del  Museo  del  Louvre.=En 
la  cornucopia  colmada  de  frutos,  vemos  el  atributo  de  Pomona,  y  si  existiese  algún 
otro  emblema,  por  más  que  sea  sobrado  prosaica  la  actitud  del  sujeto,  creeríamos 
reconocer  á  Vtírtumno,  cual  nos  lo  pinta  Ovidio  en  el  libro  XIV  de  su  Metamorfo- 
sis, ó  bien  simplemente  una  alegoría  del  Otoño;  mas  todo  esto  nos  parece  un  poco 
violento,  y  nos  inclinamos  á  juzgarlo  como  una  simple  figura  de  adorno,  con  des- 
tino á  un  jardín  ó  bosquecillo  de  frutales.=La  duda  que  hemos  manifestado  refe- 
rente al  tocado— venda  ó  gorro  remangado— no  es  de  gran  interés  en  la  cuestión 
presente,  porque  si  al  quererlo  llamar  Vertumno^  la  venda  unida  al  cuerno  signifi- 


BADAJOZ  365 

contraban  piedras  pequeñas  blancas,  verdes,  rojas,  azules,  ama- 
rillas y  negras,  pero  todas  enteramente  iguales  en  forma  y 
tamaño.  Con  tal  motivo,  puso  en  conocimiento  de  la  autoridad 
tan  raro  hallazgo,  y  ésta  dispuso  promover  una  excavación  en 
el  mismo  sitio,  con  el  ñn  de  descubrir  de  dónde  aquellas  piedras 
provenían.  Con  efecto,  á  la  profundidad  de  dos  metros,  se  pre- 
sentó el  pavimento  más  precioso  que  haya  podido  imaginarse, 
tratándose  de  este  género  de  obras  que  requiere  el  concurso  de 
la  paciencia,  de  la  escultura,  de  la  geometría,  y  de  dotes  espe- 
ciales de  artista  consumado  para  su  perfecta  ejecución.  El  ám- 
bito descubierto  alcanzó  una  longitud  de  ocho  metros,  por  seis 


caria  dedicado  al  culto  de  Pomona^  el  gorro  basto  y  remangado  tampoco  fuera  ex- 
traño á  aquel  personaje  en  sus  transformaciones  de  labriego  ó  cazador.=El  estado 
de  conservación,  en  general,  es  bastante  regular  y  admirable,  si  se  considera  la 
poca  profundidad  de  su  yacimiento,  y  más  por  la  circunstancia  de  ser  un  campo 
labrado.  Ya  se  ha  dicho  carece  de  brazos;  el  derecho  desde  el  codo,  y  el  izquierdo 
desde  la  mitad  del  antebrazo,  lugar  en  donde  estaban  añadidos.  La  nariz  está  algo 
carcomida  ó  gastada  en  su  punta;  un  golpe  reciente  ha  causado  una  pequeña  lesión 
en  la  barba;  varias  rozaduras  ó  golpes,  han  lastimado  el  ropaje  en  el  frente,  é 
igualmente  los  frutos  del  cuerno,  y  en  las  piernas  se  ven  algunas  rozaduras  que  le 
afectan  poco,  pero  otros  golpes  recientes  han  casi  destruido  los  dedos  pulgares.^ 
En  la  ejecución  se  advierte  notable  variedad.  La  disposición  y  las  proporciones 
en  general,  y  la  ejecución  de  la  cabeza,  ó  quizá  mejor  dicho,  del  rostro  y  de  las 
piernas  y  pies,  revelan  al  artista;  pero  en  el  cuerno,  frutos,  parte  alta  del  ropaje  y 
aristas  del  manto,  se  ve  algo  que  desdice,  y  deja  suponer  simplemente  la  mano  de 
un  buen  práctico;  así  como  la  inverosimilitud  y  falta  de  inteligencia  en  la  disposi- 
ción, y  en  los  detalles  de  los  faldones  de  la  túnica  superior,  denuncian  al  obrero 
poco  experto,  á  cuyo  cincel  debió  confiarse  también  todo  el  dorso.  — A  presencia 
de  estas  consideraciones,  la  Subcomisión  juzga  deber  fijar  su  época  como  poste- 
rior á  Constantino,  creyendo  reconocer  un  producto  característico  del  arte  bizan- 
tino, limitando  las  creaciones  del  autor  á  la  pura  ornamentación  arquitectónica,  y 
juntando  al  genio  con  la  especulación,  á  la  inspiración  con  la  baratura.=Sin  em- 
bargo, considerando  su  valor  artístico  no  despreciable,  y  aun  excedente  al  objeto 
á  que  debió  dedicarse,  y  la  importancia  que  le  presta  la  antigüedad  y  relativo 
buen  estado  de  conservación,  y  el  punto  de  su  hallazgo,  por  lo  que  se  refiere  al 
interés  histórico  en  general,  y  al  del  arte  patrio  en  particular,  y  aun  teniendo  pre- 
sente la  circunstancia  de  haber  desaparecido  en  la  época  de  la  invasión  francesa, 
todo  lo  que  en  este  género  se  había  cescubierto  con  anterioridad  en  esta  locali- 
dad, por  más  que  para  la  historia  del  arte  en  general,  pueda  tener  escasa  impor- 
tancia, la  Subcomisión  cree  deben  llamarla  atención  de  las  ilustres  Academias  de 
la  Historia  y  de  San  Fernando,  y  recomendar  su  adquisición  con  destino  al  Museo 
arqueológico  de  esta  Ciudad.=El  Vicepresidente  interino,  Claudio  Maríin.=Regi' 
dor,  Alonso  Pacheco  y  Blanes,—José  Moreno  y  bailen,  Secretario. 


366  BADAJOZ 


de  anchura,  formando  un  paralelógramo  pavimentado  con  jaspes 
de  color,  tallados  simétricamente  en  cuadros,  ó  sean  piedras  pe- 
queñas, de  cuya  bien  ordenada  colocación  resultaban  figuras  y 
objetos  naturales  tan  perfectos,  como  las  obras  de  los  pintores 
y  escultores  más  reputados.  En  aquel  vistoso  pavimento  y  en  el 
centro  de  grandes  medallones,  ostentábanse  retratos,  casi  en  ta- 
maño natural,  de  cónsules  y  de  guerreros  romanos,  emblemas 
de  la  mitología,  chalupas  dirigidas  por  genios,  aves  de  irisado 
plumaje,  pescados  del  mar,  reptiles  diversos,  alados  insectos, 
plantas  y  flores,  todo  esto  de  tan  rara  y  extremada  belleza,  que 
no  se  sabe  qué  admirar  más,  si  la  propiedad  y  elegancia  con 
que  tan  heterogéneos  objetos  fueron  ejecutados,  ó  la  perfecta 
y  bien  combinada  disposición  del  colorido  de  sus  partes  consti- 
tuy.entes,  las  piedrecitas  iluminadas  con  matiz  tan  vivo  y  fresco, 
cual  si  acabaran  de  arrancarse  de  su  lecho  geológico,  no  obs- 
tante haber  permanecido  bajo  la  tierra  por  espacio  de  diez  y  nue- 
ve siglos,  á  que  puede  retroactarse  la  construcción  de  esta  obra 
tan  superior  como  las  que  de  su  género  vimos  en  Pompeya, 
en  1882,  en  las  casas  de  Panza,  de  Cornelio  Rufo,  de  Meleagro 
y  de  Mario  Olconio. 

Al  extremo  nordeste  del  pavimento,  y  dentro  de  un  semi- 
círculo, presentábase  una  gran  maceta  de  forma  etrusca,  de  la 
que  se  destacaba  una  planta  exótica,  cuyos  ramos,  hojas  y  flo- 
res, tanto  por  la  exactitud  de  sus  vegetativas  proporciones, 
cuanto  por  su  verdura  y  bellos  matices,  no  parecía  obra  humana 
de  arte,  sino  producción  verdadera  de  la  naturaleza.  En  una  pie- 
dra marmórea  encontrada  dentro  de  este  local,  aparecía  escul- 
pida con  textuales  caracteres  la  inscripción  siguiente: 

C.  A.  E. 

F.  Seleucus 

ET   AnITIUS 

que  se  ha  traducido  en  esta  forma :  €  En  la  colonia  augusta  eme- 
ritana  los  hermanos  Seleuco  y  Anitio  erigieron  este  monumen- 


BADAJOZ  367 


to.»  Esta  traducción,  en  nuestro  sentir,  algún  tanto  libre,  no 
satisface  ef  rigorismo  gramatical,  porque  la  F  así  puede  signifi- 
car Fratres^  como  Favius,  Fulvius^  ó  cualquiera  otro  nombre 
sustantivo  ó  apelativo,  siendo  no  menos  ocasionado  á  error  la 
hipótesis  que  atribuye  á  Seleuco  y  á  Anitio  la  erección  de  una 
obra  no  expresada  terminantemente  en  la  leyenda  que  nos  ocu- 
pa. Este  edificio,  de  cuyo  precioso  mosaico  apenas  han  conser- 
vado huellas  imperceptibles  de  su  existencia,  formó,  indudable- 
mente, parte  del  palacio  de  los  Pretores  de  la  Lusitania  y  Veto- 
nia,  si  bien  hay  quien  supone  haber  pertenecido  al  templo  de 
Neptuno,  por  los  mariscos  y  objetos  de  náutica  que  profusamen- 
te se  vieron  trazados  en  su  superficie  (i). 

No  hace  muchos  años  ha  sido  también  descubierto  otrd  mo- 
saico en  la  casa  del  Sr.  Soto,  calle  de  San  Salvador,  que  se 
conserva  en  buen  estado,  aunque  carece  del  mérito  histórico  y 
la  variedad  en  los  dibujos  que  tuvo  el  encontrado  en  la  calle  del 
Portillo. 

Sin  embargo,  las  aves  de  colores  que  se  ven  á  sus  extremos, 
la  greca  que  le  rodea  y  los  dibujos  de  todo  él  están  muy  bien 
ejecutados,  recordándonos  los  mosaicos  que  vimos  en  el  Vatica- 
no, y  sobre  todo  uno  en  la  casa  llamada  del  Poeta,  en  Pompeya. 


IV 


Hablaremos  ahora  de  los  monumentos  ruinosos  de  Mérida, 
y  en  primer  término,  de  sus  murallas,  flanqueadas  con  torres 
almenadas,  en  toda  la  extensión  recorrida  por  el  ámbito  trazado 
por  Publio  Carisio. 


(i)  De  este  mosaico  se  remitió  á  la  Academia  de  la  Historia  un  exacto  dibujo, 
debido  al  Sr.  Carril,  cuya  copia  perfectamente  ejecutada  le  valió  el  dipjoma  de 
académico-correspondiente  de  la  expresada  Corporación. 


368  BADAJOZ 


Los  vestigios  de  dicha  línea  amurallada  constan  de  tres  ki- 
lómetros y  771  metros,  partiendo  del  bastión  que  existe  aún  en 
la  cabeza  del  puente  sobre  el  Guadiana,  y  prosigue  agua  arriba 
sobre  la  orilla  derecha  del  río  hacia  la  naumaquia,  puerta  orien- 
tal de  la  ciudad  (impropiamente  llamada  de  la  villa),  corralón 
de  la  casa  de  los  Vera  é  Isla,  parte  anterior  del  Manicomio  y  del 
Calvario,  y  río  arriba  por  las  Tenerías  hasta  el  puente. 

El  lienzo  de  muralla  levantado  en  la  margen  derecha  del 
río,  respondía  al  doble  objeto  de  servir  de  barrera  ó  dique,  para 
contener  sus  avenidas,  á  la  vez  que  parapeto  exterior  defensivo 
por  aquella  parte  de  la  población. 

La  verdadera  muralla  arrancaba  del  bastión,  que  da  frente 
á  la  calle  de  Morería,  la  cual  corría  más  arriba  del  aljibe  del 
Conventual,  prolongándose  hacia  el  Sur  y  el  Oriente,  circuyendo 
el  recinto  de  la  ciudad.  Entre  la  muralla  y  el  dique  existió  un 
extenso  espacio,  en  el  cual  vegetó  una  frondosa  alameda,  que 
ofrecía  deliciosa  perspectiva,  vista  desde  la  barandilla  del  expre- 
sado antemural,  permitiendo  observar  las  enibarcaciones,  el 
muelle,  ó  rada,  los  cjos  brazos  del  río,  la  vegetación  de  sus  már- 
genes pobladas  de  huertas,  vifias  y  olivares,  etc.,  y  en  lontanan- 
za, un  bello  horizonte  cerrado  por  cadenas  de  azuladas  mon- 
tañas. 

Tales  son  los  límites  que  señalan  Fernández  Pérez  y  otros 
historiadores  á  las  murallas  de  la  ciudad. 

Á  ella  se  ingresaba  por  cuatro  puertas,  situadas  en  los  pun- 
tos cardinales  O.  P.  N.  y  S.;  al  Oriente  la  llamada  de  la  villa; 
al  Poniente,  la  que  comunicaba  con  el  puente  sobre  el  Guadia- 
na ;  al  Norte,  la  que  existió  frente  al  puente  de  Albarregas,  y  la 
del  Sur,  en  el  lienzo  de  la  muralla  derruida  por  este  sitio,  y  en 
línea  recta  opuesta  á  la  puerta  del  Norte.  Esta  puerta  del  Me- 
diodía se  manifiesta  por  una  concavidad  que  existe  en  las  ruinas 
de  la  muralla,  que  apenas  sobresale  de  la  tierra,  y  corren  desde 
la  cumbre  que  hace  el  terreno,  hasta  los  cercados  que  dan  fren- 
te á  la  naumaquia. 


370  BADAJOZ 


Esta  gran  ruina,  situada  á  corta  distancia  del  Hipódromo  y 
en  dirección  al  Sur,  era  un  edificio  de  figura  elíptica,  en  cuya 
cavidad,  según  refiere  Moreno  de  Vargas,  se  encerraba  gran 
cantidad  de  agua  conducida  por  los  acueductos  de  San  Lázaro 
y  del  Borbollón.  Este  gran  estanque  se  hallaba  circundado,  en 
su  parte  superior,  con  asientos  ó  graderías,  destinadas  para  los 
espectadores  en  las  fiestas  que  allí  tenían  lugar. 

Actualmente  se  halla  cegado  su  fondo  con  tierra,  por  cuya 
razón  no  puede  apreciarse  su  profundidad;  pero  su  longitud  es 
de  1 08  metros  y  83  de  anchura,  desde  la  parte  exterior  de  su 
muro.  El  diámetro  ó  capacidad  del  vaso  para  contener  el  agua, 
tiene  83  metros  de  largo  y  66  de  ancho.  Todas  sus  gradas  se 
hallan  derribadas,  adheridas  á  enormes  masas  de  argamasones 
truncados  y  de  aspecto  ruinoso  é  informe. 

Tenía  una  canal  en  su  circunferencia  que  recibía  el  agua  por 
dos  anchos  caños  colocados  en  sus  extremos  Norte  y  Mediodía, 
que  por  doce  vertederos  se  precipitaban  en  el  estanque.  Se  dice 
que  era  éste  la  naumaquia  romana,  ó  el  sitio  destinado  para  ma- 
niobras ó  ejercicios  navales.  Suponen  otros  que  era  una  gran 
therma,  ó  tabla  de  agua  destinada  para  baños,  versión  que  vie- 
ne á  confirmar,  en  cierto  modo,  la  tradición,  que  aún  llama  á 
aquel  monumento:  «el  baño  de  los  moros.» 

Fuera  cualquiera  su  uso — que  bien  pudo  ser  naumaquia  y 
therma — no  cabe  duda  que  fué  un  local  público  de  utilidad  ó  de 
recreo,  pues  á  no  haber  necesitado  ser  ocupado  por  numerosa 
concurrencia,  no  se  habría  construido  la  vasta  gradería  que 
coronaba  el  edificio,  y  que  podía  contener  algunos  millares  de 
personas. 

Hace  algunos  años  se  ha  descubierto  en  su  extremo  Nor- 
oeste, un  arco  subterráneo  de  sillería,  que  parece  edificado  para 
facilitar  la  entrada  al  piso  ó  pavimento  de  estanque,  y  entre  los 
escombros  que  sacaron  de  su  interior,  en  1807,  recogiendo  pie- 
dras para  reparar  las  fortificaciones  de  la  ciudad,  aparecieron 
mármoles  con  inscripciones  votivas  y  monumentales,  que  no  se 


BADAJOZ  371 


tuvo  la  previsión  de  traducir,  ni  de  conservar.  Probablemente 
estas  inscripciones  nos  revelarían  el  verdadero  objeto  de  este 
monumento  y  aun  la  fecha  de  su  construcción. 

El  llamado  Circo  Máximo  son  unas  ruinas  situadas  al  £.  de 
la  ciudad,  próximas  al  destruido  acueducto  de  San  Lázaro. 

Su  planta  es  de  forma  oval  prolongada,  cerrada  por  un  muro 
de  384  metros  de  longitud  por  10 1  de  anchura,  propio  para 
20,000  espectadores  situados  cómodamente.  Á  su  extremidad 
oriental,  cierra  el  paralelo  un  semicírculo,  y  en  la  occidental  se 
hallaban  sus  puertas  de  entrada  en  la  arena.  Distingüese  aún 
su  ancho  muro  hacia  el  Norte,  el  cual  contenía  asientos  de  gra- 
dería ó  tendidos.  Había  en  este  Circo  torreones,  galerías,  pórti- 
cos, oficinas,  y  una  galería  para  cubrir  los  asientos  de  preferen- 
cia, por  altos  arcos  adosados  á  la  periferia  del  muro  y  que  se 
adornaban  vistosamente  los  días  en  que  se  celebraban  espec- 
táculos. Estos  consistían  en  los  famosos  juegos  circenses^  dados 
en  honor  de  los  Dioses  y  de  los  Héroes,  y  en  los  que  se  admi- 
raban la  fuerza  corporal  y  destreza  de  los  gladiadores,  la  velo- 
cidad de  los  corredores  á  pie,  á  caballo,  y  sobre  carrozas.  Para 
estas  diversiones  se  empavesaban  los  arcos  y  torres  del  Circo 
con  aras,  estatuas,  dioses  y  geroglíficos.  En  el  centro  de  este 
Hipódromo  aún  se  conoce  la  Espina^  que  es  una  mesa  de  fina 
argamasa  que  consta  de  dos  pozos  ó  calderas  que  servían  para 
fijar  las  agujas  ó  pirámides,  sobre  las  que  se  ponían  los  altares 
de  las  divinidades,  los  adornos,  las  alegorías  y  los  trofeos  de 
los  vencedores.  En  la  parte  superior  de  la  Espina  se  colocaba  el 
mojón  ó  límite  llamado  la  MetUy  que  era  el  punto  máximo  á  que 
podía  llegarse  en  las  carreras. 

En  la  ventana  alta  de  una  casa  de  la  calle  de  Santa  Olalla, 
esquina  á  la  de  Manosalbas,  existieron  dos  fragmentos  de  una 
piedra  que  contenía  esta  votiva: 

II.   P.   P.    C.    ClRCENS. 

Demuestra  ser  una  conmemoración  ó  tributo  rendido  á  algún 


372  BADAJOZ 


emperador,  en  cuyo  obsequio,  honor  6  gratitud  se  celebraron 
fiestas  circenses. 

No  sabemos  la  época  en  que  se  construyó  el  Circo  Máximo. 
No  lo  dicen  Moreno  de  Vargas  ni  Fernández  Pérez.  Este  autor 
indica  que  se  llamó  Máximo  por  ser  el  mayor  que  se  conocía, 
pues  tenía  más  extensión  que  el  que  había  en  Roma  con  su  mis- 
mo nombre.  Y  esta  afirmación  no  es  cierta.  El  de  Roma,  á  que 
alude  el  historiador  citado,  descubierto  en  1860  por  el  sabio  ar- 
queólogo Pie  tro  Rosa,  es  mucho  mayor  que  el  de  Mérida,  como 
puede  comprobarse  midiendo  su  distancia  desde  el  extremo  que 
da  al  Aventino  hasta  el  opuesto,  junto  al  cementerio  de  los  he- 
breos. El  de  Domiciano,  próximo  al  Museo  Kircheriano;  el  de 
Flaminio,  que  estaba  entre  la  plaza  Margana  y  la  de  San  Nico- 
lás, y  el  de  Massenzio,  llamado  antiguamente  de  Rómulo,  que 
no  es  mayor  que  ninguno  de  los  citados,  lo  es  y  en  mucho,  que 
el  de  Mérida.  Se  hizo  el  año  de  3 1 1 ,  y  es  el  mejor  conservado 
de  los  cuatro  que  contó  Roma.  Sus  dimensiones  son  de  459  me- 
tros de  largo  por  76  de  ancho.  Comparado  con  el  de  Mérida 
resulta  mayor  que  éste  en  unos  100  metros  de  largo,  aunque 
igual  en  su  anchura  (i),  y  no  tiene,  por  tanto,  razón  Fernández 
Pérez  en  suponerlo  mayor  que  todos  los  conocidos.  Menos  la 
tiene  en  suponerle  capaz  para  30,000  espectadores.  Al  sumo 
podrían  estar  20,000,  pues  en  el  de  Máximo  de  Roma,  que  era 
mayor  que  el  de  Rómulo,  y  por  tanto  casi  un  doble  que  el  de 
Mérida,  no  podían  colocarse  40,000  espectadores  sin  grandes 
dificultades. 

No  conociendo  otros  edificios  públicos  romanos  en  Mérida, 
ni  noticias  existen  que  los  hubiera  ftiera  de  los  que  reseñamos 
en  el  presente  y  anterior  capítulo;  pero  bastan  para  demostrar 


(i)  En  el  día  se  ven  los  muros  y  extensión  de  este  gran  circo,  que  tiene  la  lar- 
gura en  su  campo  interior  sobre  cuatrocientas  y  sesenta  varas,  y  de  ancho  ciento 
veintidós,  sin  contar  con  el  grueso  del  muro,  que  e§  de  diez  y  seis  varas  (Historia 
de  Mérida^  pág.  46). 


BADAJOZ  373 

—     -  -  ■_--_-■_. 

con  su  existencia  la  importancia  que  tuvo  esta  ciudad  en  la 
época  romana,  cuando  Mérida  era  el  verdadero  emporio  de  la 
Península  Ibérica. 

Su  comercio,  su  industria,  sus  artes  nos  lo  diría,  aun  faltan- 
do el  recuerdo  de  sus  ruinosos  monumentos,  pues  nadie  ignora 
que  en  Mérida  todas  las  industrias  hicieron  rápidos  progresos 
en  la  época  á  que  hacemos  referencia.  Gremios  de  plateros,  mar- 
molistas, escultores,  lapidarios,  fundidores,  cinceladores,  espar- 
teros, alfareros  y  otros  menestrales,  hallábanse  establecidos  en 
la  ciudad,  subviniendo,  con  las  manufacturas  de  sus  ofícios  res- 
pectivos, á  las  necesidades  de  la  vida  doméstica,  y  del  lujo  que 
desplegaron  los  patricios  emeritenses.  Los  vasos  sagrados  de 
que  se  servían  los  sacerdotes  en  la  celebración  de  los  sacrificios 
hechos  á  los  Dioses,  han  llegado  hasta  nosotros  extraídos  de 
las  ruinas  de  los  templos,  íntegros  algunos,  destrozados  otros, 
y  todos  ellos  con  la  marca  de  las  fábricas  emeritenses.  Estos 
vasos,  con  otros  dedicados  al  uso  doméstico,  fabricados  también 
en  Mérida,  han  dado  ocasión  á  que  un  extremeño,  erudito  y  aca- 
démico, haya  dedicado  una  importante  monografía  (i),  proban- 
do la  importancia  de  estos  barros  sobre  todos  los  conocidos  en 
la  Península,  cuando  la  dominación  romana,  pues  realmente  no 
son  inferiores  á  los  barros  saguntinos,  ni  á  los  tarraconenses. 

En  estos  últimos  tiempos  han  aparecido  nuevos  descubri- 
mientos de  estos  objetos  de  cerámica,  abundando  los  vasos  sa- 
grados de  las  siguientes  clases: 

Aquiminarium:  esto  es,  vaso  destinado  en  aquel  tiempo  para 
contener  el  agua  lustral,  con  la  que  se  rociaba  á  los  fieles  antes 
de  penetrar  en  los  templos,  equivalente  á  la  pila  en  que  se  toma 
el  agua  bendita  en  los  templos  católicos. 

Preferículum:  Especie  de  ancha  copa  ó  jarra,  con  un  solo 
mango,  en  la  cual  se  depositaba  el  vino  para  las  libaciones. 

Huribulum:  Vaso  de  dos  asas,  en  el  que  se  fundían  las  re- 


(i)    Barros  emeritenses^  por  el  Excmo.  Sr.  D.  Vicente  Barrantes  (Madrid,  1 877). 


374  BADAJOZ 

sinas,  ó  especies  aromáticas,  durante  la  ceremonia  de  los  sacrifi- 
cios. 

Simpulum:  Recipiente,  ó  vaso  de  ancha  boca,  en  el  que  se 
derramaba  el  vino  contenido  en  el  Prefericulum, 

Urnula^  que  era  una  olla,  ó  especie  de  marmita,  en  la  que 
los  sacerdotes  cocían  las  entrañas  de  las  víctimas  inmoladas  en 
honor  de  los  Númenes. 

En  una  excavación  practicada  hace  algún  tiempo  en  un  co- 
rral inmediato  á  la  calle  de  Bodegas,  se  hallaron  lamparillas 
romanas,  ó  candiles  de  barro,  cuya  figura  es  completamente 
igual  á  la  que  presentan  los  innumerables  que  se  conocen  de 
otras  excavaciones. 


Las  monedas  y  medallas  de  Mérida,  como  su  histórico  escudo 
de  armas,  no  son  menos  importantes  para  el  conocimiento  de  los 
tiempos  antiguos  de  esta  ciudad,  que  sus  monumentos  é  inscrip- 
ciones. 

Ninguna  provincia  del  imperio  entregó  acaso  á  la  circulación 
tan  abundante  número  de  monedas  como  la  España,  en  el  pe- 
ríodo de  8o  años,  desde  el  reinado  de  Augusto  hasta  el  de  Ca- 
lígula. 

Al  advenimiento  al  gobierno  de  este  Emperador,  se  prohibió 
á  todas  las  provincias  usar  del  derecho  de  acuñamiento  que 
había  sido  concedido  por  decretos  anteriores,  quedando  reser- 
vado á  Roma  el  ejercicio  de  este  privilegio  (i).  Pero  aun  antes 


(i)    Las  ciudades  españolas,  según  Flórez,  que  gozaron  del  derecho  de  batir 
moneda,  fueron  las  siguientes: 

En  Tarracona:  Ausa^  Acci^  Bilbtlis,  Ccesar-augusia,  Calagurris^  Cartagonova^ 


BADAJOZ  375 

de  la  época  romana,  los  fenicios  y  los  túrdulos,  que  poblaron  la 
Lusitania,  acuñaban  moneda  con  bastante  regularidad ;  de  mejor 
forma  y  hechura  que  las  imperiales,  comunmente  mal  talladas, 
sin  perfecta  redondez,  á  consecuencia  de  su  corte  en  el  yunque, 
como  pudiera  tallarlas  mecánicamente  un  herrero  de  nuestros 
días.  Los  tipos  y  caracteres  de  las  batidas  por  artíñces  españo- 
les, están  expresados  con  mayor  perfección,  enseñándonos  esto 
que  el  dibujo  y  el  grabado  fueron  cultivados  con  buen  éxito  por 
los  españoles  en  los  tiempos  de  Sertorio. 

En  las  monedas  acuñadas  en  Acinipo^  Carteya^  EmportaSy 
GadeSy  Obulco^  Setabis^  Saguntum^  Asta^  Carmo,  Carzsa^  Ituci^ 
Segóbriga,  Urso^  Uset^  y  Calagurris^  los  bueyes,  los  caballos  y 
otros  animales,  presentan  un  perñl  tan  delicado,  y  tan  exactas 
sus  proporciones,  que  compiten,  si  no  exceden  en  primor,  á  las 
obras  de  este  género  esculpidas  con  el  mayor  grado  de  perfec- 
ción á  que  pudieron  llegar  las  bellas  artes  en  Roma,  en  tiempo 
de  los  emperadores.  En  el  anverso  de  algunas  monedas  de  Emé- 
rita^ hemos  leído  algunos  nombres  de  Duumviros^  á  cuyo  cargo 
se  halló  la  inspección  de  las  casas  de  moneda  en  las  ciudades 
del  imperio.  Durante  los  siglos  que  gobernaron  los  Césares,  ba- 
tiéronse monedas  en  la  metrópoli,  pero  no  siempre  en  las  ciu- 
dades de  sus  provincias,  sino  hasta  el  reinado  de  Calígula.  Por 
esta  razón  no  se  encuentran  monedas  acuñadas  en  Emérita  con 
el  busto  de  los  emperadores  Marco  Aurelio,  Adriano,  Severo, 
Caracalla,  Valeriano,  Maximiniano,  Diocleciano,  Juliano,  Vespa- 
siano  y  Constantino. 


Gástalo^  Celsa^  Clunia^  Deriosa,  Emporias,  Ercávicaj  Gracurris,  Ilercavonia^  ¡lerdea 
Ilict\  Osen  y  Osicerda^  Ostur,  Palaniia,  Saetabis,  Saguntum^  Segóbriga^  Tarraco, 
Toleium  y  Valentía. 

En  la  Bética:  Asta^  Asido ^  Acini'Po^  Abdera^  AsiaPa,  Arta,  Arva,  Baillo,  Calleiy 
Carbula,  Carmo,  Carisa,  Carteya,  Capra,  Celtí,  Corduva,  Gades,  Iliberis,  Uipa^ 
lUpiat  Liturgis,  Ilurco,  ipagro^  Itdtíca,  Ituci,  JuUa,  Letía^Lastígt's,  Mtróbriga^  Mun- 
da,  Murgi,  Nema  y  Obulco^  Onuba,  Oripo,  Osea,  Oset,  Rómula,  Sátíci^  Searo,  Sisapo^ 
Tarteso,  Jutía-Traducia,  Tucei,  Ventípo,  Ugia^  Uliay  Urso, 

Y  en  Lusitania:  Emérita^  Ebora,  Osonuba,  Pax-Jutía,  y  Salada, 


376  BADAJOZ 


Cuatro  monedas  conocemos  acuñadas  en  dicha  ciudad,  la 
primera  y  segunda,  para  conmemorar  su  fundación,  y  la  tercera 
y  cuarta  para  tributar  culto  á  Augusto,  entre  los  dioses  del  Pan- 
teón, pues  sabido  es  que  á  su  esposa  Livia  se  la  erigió  un  mo- 
numento en  Hüpalis^  en  el  que  se  la  apellidaba  generadora  del 
universo j  madre  de  todos  los  pueblos^  y  de  los  cuales  se  conside- 
ró á  Octavio  como  el  padre :  Pater  Divus  Augustus^  según  la 
inscripción  esculpida  en  la  última  de  las  monedas  indicadas.  De 
Tiberio  conocemos  otra,  de  plata  acuñada,  también  en  Emé- 
rita. 

El  Sr.  Moreno  y  Bailen  posee  varias  monedas  de  los  tres 
períodos  romanos.  Una  de  ellas  con  un  centauro. 

El  Sr.  González,  una  de  Vespasiano,  con  el  busto  del  Em- 
perador coronado  de  laurel,  inscripción  latina,  é  iniciales  S.  C, 
y  en  el  reverso  una  efigie  de  guerrero  ó  matrona.  Otra,  prehistó- 
rica— muy  curiosa — con  el  busto  de  una  divinidad  de  los  primi- 
tivos españoles  en  el  anverso,  y  un  guerrero  en  el  reverso.  Otra 
que  representa  á  la  divinidad  de  Augusto  en  el  anverso,  y  un 
templo  romano  gentílico  en  el  reverso.  Otra  de  la  fundación  de 
Roma,  con  la  loba  amamantando  á  Rómulo  y  Remo,  y  otra, 
de  plata,  con  busto  de  emperador  romano,  y  una  efigie  de 
atleta. 

El  Sr.  Gutiérrez  en  la  colección  de  sus  monedas  de  plata  de 
los  tres  períodos  de  la  dominación  romana,  tiene  muchas  de  co- 
bre  acuñadas  en  Emérita^  y  otra  que  contiene  la  loba  con  Rómu* 
lo  y  Remo,  cuyo  género  escasea,  fomentando,  por  lo  tanto,  su 
relativa  importancia. 

Diariamente  se  encuentran  en  las  excavaciones  que  tienen 
lugar  en  la  población,  muchas  de  cobre,  algunas  de  plata,  y 
muy  pocas  de  oro;  pero  la  mayor  parte,  mejor  dicho,  en  su  to- 
talidad, corresponden  á  los  siglos  iii,  iv  y  v  del  imperio,  acuña- 
das generalmente  en  Roma. 

Pero  si  estos  datos  numismáticos  tienen  suma  importancia 
para  la  historia  de  Mérida,  no  lo  tienen  menos  el  estudio  de  sus 


BADAJOZ  377 


medallas.  Flórez  nos  presenta  (i)  hasta  cuarenta  medallas  fa- 
bricadas con  moldes  y  de  tamaño  diverso,  representando  al  Sa- 
cerdote arando  con  la  yunta  del  buey  y  la  vaca,  fachadas  del 
templo  consagrado  á  la  eternidad  de  Augusto,  araá  ó  piras 
ofreciendo  ó  quemando  incienso  á  su  Providencia,  los  signos  de 
las  legiones  quinta  y  décima,  etc.,  etc.  La  mayor  parte  de  las 
medallas  fabricadas  por  las  ciudades  españolas  que  hemos  de- 
nominado, son  de  cobre,  de  peso  y  dimensiones  variables.  Es 
notable  entre  las  pocas  de  oro  que  existen,  la  acuñada  en  Car- 
tagena en  honor  de  Sulpicio  Galba.  Obsérvase  en  las  medallas 
romanas  una  labor  menos  esmerada,  más  grotesca  que  el  tra- 
bajo de  este  género  en  los  artistas  de  épocas  más  remotas.  La 
delicadeza  del  arte  griego  resalta  á  la  simple  vista  en  la  forma 
y  detalles  de  las  medallas  anteriores  á  la  conquista,  aunque  la 
calidad  del  metal,  especialmente  la  plata,  es  mucho  más  pura  y 
está  mejor  copelada  en  las  procedentes  de  los  tiempos  del  im- 
perio. 

Flórez  dice  haberse  acuñado  en  Emérita  una  medalla  que 
contiene  la  inscripción  siguiente:  Aügustus  Trib.  Potest.  P.  Ca- 
Risius  Leg.  Augusti  Emérita.  Es  decir,  durante  la  potestad  tri- 
búnica de  Augusto  —  23  años  antes  de  J.  C.  —  Public  Carisio 
Legado  de  Augusto  en  Mérida.  Carisio  fué,  como  es  sabido,  el 
fundador  de  la  ciudad,  y  primer  Gobernador  de  Lusitaniá.  Asi- 
mismo se  acuñaron  medallas  conmemorando  á  Livia  (2),  esposa 
del  emperador,  tales  como  la  que  contiene  este  lema:  Salus 
AUGUSTA  Perm.  Augusti  Jülia  Augusta  C.  a.  E.  Estas  medallas 
dedicadas  á  la  mujer  del  emperador  Octavio,  por  lo  regular 
presentan  en  un  lado  el  rostro  de  una  mujer  hermosa,  y  por  el 
otro  á  la  diosa  Ceres,  sentada  con  una  lanza  en  la  mano  izquier- 
da, y  un  manojo  de  espigas  de  trigo  en  la  derecha,  símbolo  de 
las  producciones  generales  del  territorio  Lusitano. 


(i)    Medallas  de  las  colonias,  municipios  y  pueblos  antiguos. 
(2)    La  emperatriz  adoptó  este  nombre  en  su  viudez. 
48 


378  BADAJOZ 


Otra  medalla  de  plata  hemos  visto,  digna  de  ser  examinada 
con  atención,  y  que  corresponde  al  género  de  la  anterior  porque 
figura  á  la  esposa  de  Augusto  con  la  diosa  Ceres,  en  igual  forma 
y  con  los  mismos  símbolos  que  se  dan  en  las  medallas  referidas. 

El  escudo  de  armas  de  Mérida  es  el  mismo  emblema  herál- 
dico que  su  Ayuntamiento  adoptó  desde  tiempo  inmemorial.  Fi- 
gura un  frontispicio  con  dos  puertas,  dos  torres  laterales  alme- 
nadas, la  leyenda  Augusta  Emérita  en  la  parte  superior  de  la 
fachada  de  entrada  en  la  ciudad,  y  un  semicírculo  que  parte 
detrás  de  las  torres  coronado  de  TT^  así  como  en  el  extremo 
superior  del  frontispicio  (1). 

Las  torres  que  coronan  el  extremo  superior  del  muro  y  el 
del  semicírculo,  significan  las  almenas  y  cuerpos  salientes  de  las 
murallas,  todo  de  color  en  campo  rojo,  con  la  referida  inscrip- 
ción latina  del  nombre  de  la  ciudad. 

El  escudo  de  mármol  que  existió  sobre  la  puerta  de  la  anti- 
gua cárcel  de  Mérida,  bajo  los  portales  donde  está  situado  su 
Ayuntamiento,  y  que  hoy  se  halla  colocado  á  excesiva  elevación 
en  la  fachada  del  edificio  consistorial  moderno,  está  bien  ejecu- 
tado, pero  es  algún  tanto  pretencioso  el  mote  que  contiene,  al 
decir :  SUBMITIT  CUI  TOTA  SUOS  HISPANICE  FASCES. 

Lo  que  significa  este  verso  de  Ausonio  no  lo  verificó  nunca 
la  ciudad  de  Mérida,  que  no  fué  superior  en  autoridad  á  Tarra- 
co^  ni  á  Itálica  en  aquellos  tiempos,  capitales  que  no  subordina- 


(1)  Sostienen  muchos  que  el  reverso  de  las  monedas  acuñadas  en  Mérida,  que 
ostentan  un  arco  con  dos  torreones  á  los  lados,  que  encierran  á  otros  dos  menores 
con  la  inscripción  por  cima  del  nombre  de  la  Ciudad ;  y  el  escudo  de  armas  de  la 
población,  que  tiene  la  misma  forma,  no  son  otra  cosa  que  el  arco  de  Trajano,  tal 
y  como  fué  primitivamente  antes  que  desaparecieran  las  torres  almenadas  latera- 
les y  los  dos  arcos  interiores  al  mayor,  que  antiguamente  debió  tener  para  ser 
más  fácilmente  defendible  cuando  dicho  monumento  fuera  puerta  de  la  muralla  de 
la  ciudad;  pues  lo  que  en  algunas  monedas  aparentan  cruces,  no  son  tal  lo  que  se 
propusieron,  sino  las  juntas  de  las  dovelas  en  el  arco  mayor,  las  almenas  en  los 
torreones  y  el  despiezo  del  ático  en  que  está  la  inscripción.  Lo  dicho  se  compro- 
baría fácilmente  haciendo  una  excavación  y  viendo  si  parecen  ó  no  las  fundacio- 
nes de  los  pilares  de  los  arcos  menores. 


BADAJOZ  379 


ron  á  su  gobierno  provincial  todas  las  jurisdicciones  hispánicas, 
sino  que,  por  el  contrario,  rindieron  acato  y  obediencia  al  Sumo 
Imperante  y  al  Senado  de  Roma,  potestades  supremas  á  que  se 
sometieron  todas  \diS  fasces  ó  regiones  territoriales  de  nuestra 
Península,  y  cuya  voluntad  y  leyes  fueron  impuestas  á  las  tres 
provincias  Tarraconense,  Hética  y  Lusitana. 

La  lectura  de  dicho  verso,  con  que  la  piedra  del  escudo  está 
orlada,  produjo  una  sostenida  polémica  entre  los  eruditos  anda- 
luces y  extremeños.  Rodrigo  Caro,  sevillano,  añrmaba  que  era 
su  ciudad,  á  la  que  se  refería  Ausonio,  y  Moreno  de  Vargas, 
que  era  Mérida,  en  donde  vio  la  primera  luz.  En  tal  estado  vino 
á  terciar  en  el  debate  suscitado  por  los  sabios  referidos,  el  gran 
latinista,  discípulo  del  Brócense,  Diego  López,  quien,  probando 
que  en  un  verso  exámetro  tan  perfecto  como  el  del  poeta  Auso- 
nio, Hispalis — nombre  antiguo  de  Sevilla — no  cabría  en  lugar 
de  Emérita^  decidió  la  cuestión  en  favor  de  la  expresada  ciudad 
de  la  Lusitania,  de  conformidad  con  la  opinión  de  su  historia- 
dor Moreno  de  Vargas. 

El  escudo  á  que  nos  referimos,  y  que  figura  blanqueado  (!!!) 
al  frente  del  Municipio  emeritense,  fué  encontrado  entre  la  ba- 
sura ó  inmundicias  del  edificio  de  la  cárcel  el  año  de  1827,  y 
mandado  colocar  sobre  el  pórtico  de  ella,  por  el  Gobernador  de 
Mérida,  D.  Femando  De  Gabriel. 


CAPÍTULO  XIII 


El  poeta  Deciano.  — Santa  Eulalia.— Julia  Saturnina.  — Paulo  Saturnino. 
Paulo  «El  Diácono».  — El  Arzobispo  de  Marida 


I 


EMOS  descrito,  uno  por  uno,  los  monu- 
mentos romanos  de  Mérida,  dando  sus 
inscripciones  y  cuantas  noticias  histó- 
ricas pudiesen  ilustrarlos.  Tócanos  aho- 
ra decir  algo  de  los  hombres  que  dieron 
esplendor  y  gloria  á  esta  famosa  ciu- 
dad, la  más  notable  acaso  que  los  ro- 
manos contaron  en  la  Península. 

El  primer  hombre  que  nos  toca  citar  en  este  capítulo  es  al 
inspirado  poeta  pagano  Deciano,  magistrado  romano,  nacido  en 
Mérida  el  año  767  de  Roma  ó  el  14  de  J.  C.  y  primero  del  rei- 
nado de  Tiberio. 

Había  muerto  ya  el  emperador  Augusto  César,  ese  gran 
déspota  victorioso,  y  allá  por  el  año  37,  reinando  Calígula,  hizo 
su  aparición  el  poeta  emeritense  en  Roma,  causando  la  admira- 


382  BADAJOZ 

ción  de  los  artistas  y  el  encanto  de  aquel  pueblo  tan  impresio- 
nable. 

Los  elogios  que  del  poeta  emeritense  hacía  Marcial,  llamán- 
dole docto,  poeta  y  sabio  jurisconsulto,  y  hasta  maestro  suyo,  en 
esto  de  hacer  versos,  le  dan  cierta  importancia  que  nosotros  no 
debemos  negarle,  aun  sin  conocer  sus  obras. 

Moreno  de  Vargas  habla  de  Deciano  siguiendo  indicaciones 
de  otros  autores,  y  en  su  furor  de  hacer  santos  á  la  mitad  de 
Extremadura,  le  considera  como  tal,  y  hasta  le  hace  sufrir  mar- 
tirio, sin  duda  porque  confunde  al  poeta  con  un  Daciano  que  en 
el  siglo  segundo  del  cristianismo  fué  mártir,  y  después  santifi- 
cado por  la  Iglesia. 

Marcial  le  cita  entre  los  varones  más  notables  de  sus  tiem- 
pos en  su  epigrama  ad  lycianum  scriptores  vucle^  pues  en  él 
dice  (i): 

Verona  docti  sylabas  amat  vatis: 

Marone  felix  Mantua  est: 
Censetur  Apona  Linio  suo  tellus: 

Stellaq;  vec  Flacco  minus. 
Apollodoro  plaudit  imbrifer  Nilus; 

Nasone  Peligni  sonani. 
Dvosq;  Sénecas^  vnumcumq:  Lucanum 

Facunda  loquitur  Corduba. 
Gaudent  iocosce  Canio  suo  Gades; 

Emérita  Deciano  meo. 
Te,  Liciane,  gloriabitur  nostra^ 

Nec  me  tacebit  Bilbilis, 

Amigo  de  Marcial  el  poeta  emeritense,  junto  á  él  pasaba  la 
vida  en  Roma,  considerándole  como  al  mejor  de  sus  amigos  y 
dedicándole  algunos  de  sus  epigramas.  En  uno  de  estos  le  sig- 
nifica el  mucho  amor  que  le  profesaba  añadiéndole  cque  no 
tenga  él  salud  sino  quisiera  estar  los  días  y  las  noches  con  él,  y 
para  ello  le  iba  á  buscar  á  su  casa,  que  distaba  de  la  suya  dos 


(i)    Marcial,  1.  i,  Epig.  62. 


BADAJOZ  383 

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millas  y  sentía  mucho  no  verle,  ora  porque  las  más  de  las  veces 
no  le  hallaba  en  casa,  ora  porque  si  estaba  se  lo  negaban,  por 
estar  ocupado  en  el  despacho  de  los  pleitos  ó  se  había  recogido 
á  estudiar,»  y  lamentándose  de  ello  concluye  agudamente  el  epi- 
grama diciendo,  que  por  ver  á  Deciano  no  sentía  andar  dos  mi- 
llas, mas  que  por  no  verle  sentía  mucho  andar  cuatro,  dos  de 
ida  y  dos  de  vuelta:  el  Epigrama  (i)  denominado  Ad Decianunt, 
dice  así: 

Ne  valeam  si  non  iotis,  Deciane,  diebus, 

Et  tecuri  totis  noctibus  es  se  velim. 
Sed  dúo  sunt  qua  nos  distinguunt  niillia  passuum, 

Quatuor  hcec  fiunt  cum  rediturus  eam^ 
ScBpe  domi  non  es,  cum  sis  quoq;  scepe  negariSy 

Vel  tantum  causis,  vel  tibi  Sícpe  vacas. 
Te  tamen  vi  videam  dúo  tnillia  non  pigei  ire^ 

Ut  te  non  viieam^  quatuor  iré  piget. 

Tres  epigramas  más  leemos  en  las  obras  de  Marcial  dirigi- 
dos á  Deciano,  y  son  el  9.*^,  el  25  y  el  40.  En  el  9.°  celebra  la 
severidad  y  el  valor  del  poeta  emeritense,  comparándola  con  la 
de  Catón  Uticense  (2);  por  el  25  le  aconseja  que  deje  las  malas 
compañías  (3),  y  en  el  40  hace  los  elogios  suyos  ya  como  poeta, 
ya  como  filósofo  (4). 


( I )    Epigrama  $ ,  L.  1 1 . 

(3)  Quod  magni  Thrasece,  consummaiiq;  Caionis 

Dogmata  sic  segueris,  talis  ut  esse  velis, 

Peciore  nec  nudo  strictos  incurrís  in  enses, 
Quod  fecisse  velim  te,  Deciane,  facis. 

Noto  Virum^facile  redemit  qui  sanguine  famam^ 
Hunc  volo^  laudar  i  qui  sine  mor  te  potest, 

(3)  Aspicis  incomptis  illum,  Deciane^  capilliSy 

Cuius  et  ipse  times  triste  supercilium^ 
Qui  loquitur  Curios,  assertoresq;  Gamillos, 
Nolito  fronti  credere,  nupsit  heri, 

(4)  Si  quis  erit,  raros  inter  numerandus  amicos 

Quales  prisca  fides,  famaq;  nouit  auos. 
Si  quis  Cecroprice  madidus,  Laticeq;  Mineruce 


384  BADAJOZ 


No  solamente  Marcial  celebró  á  Deciano;  otros  escritores  de 
su  tiempo  le  elogian  mayormente  como  gran  orador  en  el  foro, 
y  entusiasta  de  la  poesía,  por  la  que  siempre  rendía  el  más  puro 
culto.  Pero  ninguno  cita  obras  suyas,  ni  se  refiere  á  trabajos  es- 
peciales del  poeta  emeritense,  y  es  evidente  que  escribió  mucho 
y  prodigó  sus  trabajos  en  Roma. 

Ramírez  de  Prado,  consejero  y  embajador  que  fué  de  Espa- 
ña en  París,  en  los  comienzos  del  reinado  de  Felipe  IV,  confun- 
dió al  poeta  pagano  con  un  Dacíano  místico  y  estoico  que  allá 
en  el  siglo  iii  sufrió  martirio  por  sus  ideales  religiosos;  y  en 
carta  particular  se  lo  manifiesta  á  Moreno  de  Vargas,  citándole 
varios  autores  que  daban  autoridad  á  su  opinión  (i).  Y  esto 
bastó  para  que  el  historiador  de  Mérida  pregonase  la  santidad 
del  poeta  y  lo  hiciese  presbítero  (2). 


Arlibus^  et  vera  simpiicitate  bonus^ 
Si  quis  eril  redi  cusios^  imitator  honesU\ 

Et  nihil  arcano  qui  roget  ore  Deos^ 
Si  quis  eril  magncp  subnixus  robore  mentís^ 

Dispeream,  si  non  hic  Decianus  erit. 

(i)  Georgius,  et  Domicianus  in  dic.  Epig.  62.  Vasseo  t.  I.  anno  9.  Morales, 
libro  g,  c.  27.  Lud.  Nuñez  insua  Hisp.  c.  3  i.  Matamoros^  de  Academiis,  pág.  808: 
in  2  t.  Hisp.  illust.  Garibay,  lib.  7,  c.  12. 

(2)  ...aduirtiéndolc  yo  deste  descuydo  me  respondió  lo  que  se  contiene  en  un 
capítulo  de  su  carta,  que  dize  así:  «También  he  estimado  en  mucho  la  merced  de 
la  advertencia  que  V.  m.  me  ha  hecho,  y  con  su  buena  licencia  de  V.  m.  diré  loque 
se  me  ofrece,  en  disculpa,  y  en  sastifacion.  Lo  prcmero,  bien  cave  perdón  en  diez 
y  nueve  años  de  edad,  tantos  tenia  cuando  comenté  á  Marcial:  demás,  que  lo  que 
yo  dixe  no  fué  negar,  que  Mérida  tuuo  un  Poeta  que  se  llamó  Deciano,  porque 
Marcial  lo  dize,  Emérita  Deciano  meo^  sino  que  el  Stoyco  no  le  hallaba  yo  fuese  de 
Mérida,  como  hallaua  que  lo  fuese  el  Poeta,  porque  no  lo  auia  leido:  ya  lo  he  leído 
en  mi  Julián  Pérez  en  su  Cronicón,  núm.  287  donde  le  haze  Santo  y  así  le  suplico 
lo  diga  y  escriua  en  su  Mérida.»  Y  quien  tan  temprano  dio  célebres  muestras  de 
su  ingenio,  y  erudición,  no  es  mucho  aora  sea  eminentísimo  en  todo  género  de 
letras,  pues  por  ellas,  y  por  sus  buenas  partes  ha  merecido  Don  Lorenzo  Hamircz 
de  Prado,  Cauallero  de  la  Orden  de  Santiago,  ser  del  Consejo  de  su  Majestad  en  el 
Real  de  Indias,  y  en  el  de  Cruzada,  é  ir  á  una  embaxada  al  Rey  de  Francia:  yo  le 
deuo  mucho  reconocimiento  por  hauerme  confesado,  que  Deciano  el  Poeta,  el 
Stoyco,  y  el  Santo  fué  todo  uno,  y  natural  de  Mérida,  como  lo  añrman  nuestros 
Autores.  Doile  muchas  gracias  por  hauerme  sacado  á  luz  al  Autor,  que  refiere  su 
martirio,  é  infinitas  á  nuestro  Señor,  que  con  su  divina  providencia  dispuso,  que 
quien  nos  negáua  auer  tenido  Mérida  un  Philosopho  Stoyco,  esse  mismo  nos  lo 
dice  Santo,  y  Mártir.  {Historia  de  Mérida^  lib.  2.*,  págs.  70  á  73). 


BADAJOZ  385 

La  candidez  de  Moreno  de  Vargas  no  tenía  límites  en  esto 
de  aceptar  todo  lo  que  leía  sobre  los  Santos ;  así  fué  que  bastó 
la  carta  de  D.  Lorenzo  Ramírez  de  Prado,  y  lo  que  habla- 
ra en  su  Cronicón  el  Arcipreste  D.  Julián  Pérez,  para  consi- 
derar santo  á  Deciano  y  mártir  en  tiempos  de  Adriano ;  esto  es, 
en  1 20,  cuando  Deciano  había  muerto,  y  Adriano  también,  por- 
que An tonino  reinaba  desde  el  año  117  (i).  La  confusión  nace 
en  que  los  autores  antiguos,  á  quien  sigue  Vargas,  equivocan  á 
un  Daciano  que  parece  sufrió  martirio  en  Roma,  en  1 20  ó  1 24» 
con  Decianus  el  emeritense,  que  nada  tuvo  de  común  con  los 
cristianos,  ni  fué  estoico,  ni  místico,  ni  por  consiguiente  mártir 
por  la  fe  de  Cristo. 

Bastará  saberse  el  año  del  nacimiento  de  Deciano  y  el  de 
su  muerte  para  rectiñcar  todas  estas  opiniones  del  historiador 
de  Mérida.  Marcial  llamó  á  Deciano  su  maestro,  no  tanto  por- 
que supiese  acaso  más  que  él,  cuanto  por  su  ancianidad,  pues 
cuando  Marcial  escribía  sus  epigramas  al  poeta  emeritense,  en 
el  año  60  al  67»  Deciano  contaba  estos  mismos  de  vida,  y  la 
respetabih'dad  (2)  que  le  daban  sus  años,  juntamente  á  su  talen- 
to, hacía  que  Marcial  reconociese  en  Deciano  á  su  maestro,  más 
bien  que  á  un  compañero  de  estudio  ó  de  profesión. 


II 


Eulalia,  llamada  también  Olalla,  nació  en  Mérida  el  año 
de  286,  hija  de  up  rico  emeritense  llamado  Liberio. 

Á  últimos  del  siglo  iii  el  Cristianismo  había  logrado  muchos 


(i)    Adriano  sucedió  áTrajaoo,  en  el  año  de  98  y  murió  en  1 17  en  que  le  sus- 
tituye Antonino  Pío. 

(2)    Marcial  nació  el  año  40  en  Calatayud  y  murió  en  Roma  en  103. 
49 


^86  BADAJOZ 


prosélitos  en  toda  la  Lusitania,  como  en  la  Bética.  Esto  no  po- 
día verlo  con  resignación  Diocleciano  y  dio  órdenes  á  su  dele- 
gado para  que  emprendiese  nuevas  persecuciones.  Era  Publio 
Daciano  procónsul  en  España  por  el  año  de  303,  cuando  la 
joven  Eulalia,  de  17  de  edad,  se  había  distinguido,  entre  otras 
jóvenes  cristianas,  por  la  fe  y  la  enseñanza  que  daba  con  su 
ejemplo,  para  que  todos  la  imitasen.  Calfurniano,  que  gobernaba 
la  Lusitania,  hubo  de  quejarse  á  Publio  Daciano  de  los  progre- 
sos que  el  Cristianismo  lograba  en  el  país,  y  por  toda  respuesta 
recibió  órdenes  severas  para  que  reprimiese,  con  mano  fuerte, 
toda  manifestación  en  sentido  evangélico.  Coincidió  todo  esto 
con  una  denuncia  recibida  contra  Eulalia,  acusándola  de  pertur- 
bar  la  ciudad  por  sus  doctrinas  cristianas ,  y  mandó  presentarla 
al  tribunal,  donde  compareció  juntamente  con  su  criada  Julia. 
Nada  se  conserva  de  las  actuaciones  en  este  proceso,  ni  sabemos 
en  qué  pena  incurrió  Eulalia,  pero  consta  que  la  condenaron  á 
muerte  y  sufrió  martirio  en  303,  el  10  de  Diciembre,  siendo 
Papa  Marcelo  XX  y  Emperadores  Diocleciano  y  Maximiliano. 

En  capítulos  anteriores  reseñamos  los  recuerdos  que  exis- 
ten en  Mérida  de  esta  mártir,  ora  con  la  columna  de  aras  paga- 
nas, sobre  la  que  se  eleva  su  estatua,  ora  también  con  el  llama- 
do Hornito  de  Santa  Olalla^  especie  de  capillita  levantada  sobre 
el  sitio  en  que  la  tradición  refiere  su  martirio  con  los  despojos 
del  templo  de  Marte. 

No  solamente  está  canonizada  esta  santa  por  la  Iglesia,  sí 
que  también  se  halla  santificada  por  la  fe  de  sus  devotos,  quie- 
nes le  levantan  templos,  altares,  monumentos  y  hasta  le  dedican 
novenas  y  libros,  algunos  tan  ridículos  como  el  que  publicara 
en  Madrid,  en  1758,  el  padre  D.  Juan  Antonio  Herías  y  Soto, 
presbítero,  de  la  Congregación  del  Oratorio  del  señor  San  Fe- 
lipe Neri,  y  que  lleva  por  título:  Novena  y  compendio  de  la  vida 
de  la  gloriosa  Virgen  y  mártir  Santa  Eulalia  de  Mérida^  pa- 
trona  de  la  villa  de  Torquemada^  etc.  En  este  libro  se  recogen 
todos  los  cuentos  más  estrambóticos  que  pueda  relatar  el  más 


BADAJOZ  387 


fanático  creyente,  sin  duda  porque  el  autor  de  libro  tan  raro  no 
pudo  sacar  en  la  misma  historia  de  Eulalia  rasgos  bastantes^ 
que  sí  los  tiene,  para  no  apelar  á  ridiculas  farsas  con  que  des- 
pertar la  fe  entre  los  devotos. 

El  sabio  escritor  Paulo,  Diácono  que  era  en  Mérida  allá  por 
el  siglo  VI,  escribió  ensalzando  la  virtud  y  la  fe  de  Eulalia.  Mo- 
reno de  Vargas,  en  la  edición  que  hizo  en  1633,  del  libro  de 
Paulo,  denominado  Pauli  Diaconi  Emeritensis  (de  que  en  otro 
lugar  nos  ocuparemos  con  más  largueza),  inserta  en  la  nota  al 
capítulo  primero,  el  Himno  que  Prudencio  escribió  en  honor  de 
Eulalia,  que  empieza: 

Germine  nobilis  Eulalice 
Mortís  et  índole  nobílior. 


Y  termina  así; 


Reliquias,  cineresque  sacros 
Serval  himnus  veneranda  sinu. 


No  nos  determinamos  á  insertarlo  íntegro  por  su  mucha  ex- 
tensión; pero  diremos  aquí  que  en  honor  á  esta  santa  se  han 
escrito  muchas  obras  (i). 


(i)    Helas  aquí: 

I  .•  Timbre  astvriano.  Historia  de  la  vida  y  martirio  de  la  gloriosa  Santa  Eula* 
lia  de  Mérida^  y  de  las  traslaciones  de  su  cuerpo  y  reliquias.  Con  el  poema  sacro  y 
descripción  panegírica  de  las  que  se  veneran  en  la  santa  Iglesia  de  Oviedo,  Y  un 
romance  d  la  Pasión  de  Christo,  Por  D.  Felipe  Bernardo  de  Quirós  y  Venabides 
(Madrid,  1674). 

2.'  Certamen  poético  á  la  gloriosa  Virgen  y  mártir  Santa  Eulalia  de  Mérida,  pa» 
trona  del  obispado  y  ciudad  de  Oviedo^  con  el  compendio  de  su  milagrosa  vida,  por 
el  mismo  (Valladolid,  1667). 

3  .•  /  Viva  Jesiis!— Novena  y  compendio  de  la  vida  de  la  gloriosa  Virgen  y  mártir 
Santa  Eulalia  de  Mérida,  patrona  de  la  villa  de  Torquemada,  ciudad  y  obispado  de 
Oviedo  y  principado  de  Asturias,^  Compuesta  por  el  P.  D.  7uan  Antonio  Herias  y 
Soto,  Presbytero,  de  la  Congregación  del  oratorio  del  señor  San  Phelipe  Neri  de  Ma^ 
drid,  menor  capellán  de  la  Santa,  y  beneficiado  de  Preste  mas  antiguo  en  sus  Parro^ 
quias,  quien  la  dedica  á  su  patria,  con  la  lámina  de  sus  armas  y  esclarecida  Patror 
na:  y  añade  un  Acto  de  desagravios,  que  reimprime  al  Cora^^pn  amante  de  Jesús  en 
el  Augusto  sacramento,  (Madrid,  1 7  «jS). 

4."  Triunfo  glorioso  de  la  indita  mártyr  Santa  Eulalia  de  Mérida,  patrona  del 
Principado  de  Asturias,  que  en  su^ debido  culto  y  veneración  escribia  el  conde  de  To" 
reno,  alférez  mayor  de  dicho  Principado,^ Año  de  MDCCLXXXVII.{  Oviedo,  1787). 

5/    Tercenario  que  d  la  heroína  extremeña  Santa  Olalla  de  Mérida  consagra  y 


388  BADAJOZ 


Los  falsos  cronicones  y  los  libros  milagreros  han  consigna- 
do cuentos  monstruosos,  por  lo  inverosímiles^  de  Santa  Eulalia,  y 
se  refiere  de  mil  maneras  por  unos  su  traslación  á  Asturias,  y 
por  otros  á  Barcelona,  contando  unos  que  murió  asada  en  un 
homo,  y  otros  degollada  por  el  verdugo  en  la  plaza  pública. 

La  inventiva  de  los  milagreros  en  esto  de  Santa  Eulalia, 
llegan  á  darla  enterrada  en  Mérida,  y  también  en  Barcelona,  y 
es  lo  más  particular,  que  constando  que  se  enterró  en  Mérida, 
aparezca  nada  menos  que  en  la  catedral  de  Barcelona  otro  se- 
pulcro suyo,  labrado  en  1 298,  reinando  D.  Jaime  II,  según  dos 
inscripciones  que  hay  á  los  lados  de  la  puerta  de  San  Ivo. 

Las  noticias  que  trae  Moreno  de  Vargas  de  la  Santa,  son 
también  peregrinas.  Hacemos  gracia  al  lector  de  ellas  y  no  las 
copiamos  aquí,  porque  huelen  á  fábula  milagrera. 

El  canónigo  Fernández  Pérez,  en  su  obra  ya  citada,  tam- 
bién recoge  bastantes  noticias  fabulosas  sobre  los  milagros  de 
Santa  Eulalia  (i). 


III 


Julia  Saturnina  fué  una  sabia  mujer  que  ilustra  la  ciudad 
emeritense.  Había  nacido  en  ella,  y  de  ella  habla  extensamente 


dedica  el  Vicario  cura  de  su  Iglesia  parroquial  D,  Gregorio  Fernández  Pérez,  electo 
canónigo  penitenciario  de  la  Santa  Iglesia  Catedral  de  Badajoz,  (Madrid,  18^2). 

6.*  Corona  poética  de  Santa  Eulalia,  natural  y  patrona  de  la  ciudad  de  Mérida^ 
gue  publica  la  Asociación  de  su  nombre.  (Madrid,  ¡87$). 

(i)  Durante  esta  segunda  dominación  de  los  romanos,  creo  que  sucedió  el  fa- 
moso milagro  que  obró  Santa  Eulalia,  y  que  refiere  en  su  Cronicón  el  obispo  Ida- 
cio  (a)  hacia  el  año  cuatrocientos  veintinueve.  Dice  este  escritor,  que  viniendo 
contra  Mérida  el  rey  suevo  Hermisgorio,  y  haciendo  desprecio  de  la  ciudad  con 
injuria  de  nuestra  Santa,  vengó  el  cielo  su  atrevimiento,  precipitándole  en  el  rio 
Ana  (6),  cerca  de  la  ciudad.  (Historia  de  Mérida,  págs.  1 1 1  y  112). 

(a)    Este  CroniciSn  et  falso. 
{ó)    El  Guadiana. 


BADAJOZ  389 


el  célebre  Paulo,  llamado  el  Diácono^  con  gran  respeto,  atribu- 
buyéndola  gran  fama  y  no  pocos  merecimientos. 

La  historia  de  nuestros  literatos  y  científicos  en  aquellos 
tiempos  no  es  tan  extensa  ni  tan  diáfana  que  nos  deje  ver  á  los 
hombres  que  ilustraron  aquellas  edades  cómo  eran  en  sí. 

Apenas  si  conocemos  de  ellos  el  nombre  de  sus  obras, 
porque  éstas  casi  todas  se  han  perdido  para  mayor  sentimiento 
nuestro. 

De  esta  ilustre  emeritense  ni  aun  conocemos  la  fecha  de  su 
nacimiento,  y  sólo  sabemos  que  estuvo  casada  con  un  Casio 
Philippo,  y  por  éste  se  sabe  asimismo  que  fué  una  sabia  médica, 
una  buena  esposa  y  piadosísima  mujer. 

En  la  casa  que  fué  del  historiador  Moreno  Vargas,  en  Mé- 
rida,  se  encontraba  la  siguiente  inscripción : 

D.  M.   s. 
jULiiC  Saturnia 

ANN   XXXV 

uxori  incompara 

bilí  medica  óptima 

^  mulierl  sanctissim^. 

cassius  philipfus 

maritus  ob  meritis 

H.    S.    E(    T.    T.    Li« 

Es  una  inscripción  muy  bien  escrita  y  que  revela  la  cultura 
de  Casio  Philippo,  á  la  vez  que  el  amor  que  profesaba  á  su 
esposa. 


IV 


El  presbítero  Paulo  Saturnino  es  otro  de  los  personajes  que 
Mérida  registra  en  su  historia.  Había  nacido  en  el  año  540  y 
consagrado  al  servicio  de  los  prelados  emeritenses  tuvo  fama  de 


390  BADAJOZ 

santo  en  sus  tiempos,  por  sus  virtudes  y  amor  á  la  fe  católica. 
En  una  casa  que  habitó  el  abogado  Bazago  se  encuentra  la 
siguiente  inscripción  sepulcral,  que  da  Viu  en  el  t.  I,  pág.  68,. 
de  su  obra  Extremadura^  y  que  dice  así: 

+ 

A  •  •  • 

SATVRNINVS   PENITENS 

FAMVLVS   DEI    QVl    IN    HOC 

SECCVLO   MVNDAN   TRAN 

SEGIT   VITAM    VIXIT    ANN 

PLVS    MINVS    LXVin  ACCEP 

TA   POENITENCIA   REQVl  (l) 

EVIT   IN    PAGE   SVB   XVII 

KAL   lANVARIAS   ERA 

DCXVI. 

Como  se  ve,  este  Saturnino  era  un  fervoroso  penitente,  buen 
cristiano  y  siervo  de  Dios.  Murió  en  la  era  de  6i6,  ó  sea  el  año 
de  578,  á  17  de  las  Calendas  de  Enero. 

Por  la  inscripción  anterior  se  comprende  que  el  presbítero 
cristiano,  de  la  época  goda,  era  en  Mérida  muy  querido,  cuando 
á  su  muerte  fué  objeto  de  una  inscripción  sepulcral  que  no  era 
común  en  aquellos  tiempos  para  las  personas  que  carecían  de 
grandes  méritos  entre  los  cristianos. 

En  el  Martirologio  Corbeyense^  como  en  el  Lucense^  se  hace 
memoria  de  este  santo  mártir,  que  en  la  ciudad  de  Mérida,  y  al 
decir  del  autor  de  los  citados  Martirologios^  y  según  repite  don 
Joaquín  Lorenzo  Villanueva  en  su  Compendio  del  Año  Cristia- 
no (día  I.®  de  Mayo),  sufrió  martirio  en  dicho  día. 


(i)  El  requiescat  in  face  que  entre  los  cristianos  sustituyó  al  S.  T.  T.  L.  de  los 
gentiles,  tuvo  en  su  origen  la  persuasión  de  que  los  espíritus  malignos  atormen- 
taban á  los  muertos,  según  se  colige  de  San  Mateo,  C.  8,  v.  28  y  de  San  Marcos, 
C.  5,  V.  2,  por  lo  cual  en  la  primitiva  iglesia  se  ponía  al  difunto  la  forma  consa- 
grada en  la  boca  para  ahuyentarlos,  no  por  autorización  de  la  Iglesia,  sino  por 
tolerancia,  hasta  que  el  Concilio  Cartaginés,  y  en  particular  el  Iliberitano  presidi- 
do por  Osío,  condenó  este  abuso  en  el  Canon  $8,  quedando  sólo  exorcismo  ó  ben- 
dición sobre  el  sepulcro. 


BADAJOZ  391 

El  Martirologio  Epternacense  como  en  el  Blumano^  supo* 
nen  que  fué  mujer,  y  le  llaman  equivocadamente  Saturnina,  pero 
desde  que  apareció  y  fué  traducida  la  lápida  que  antes  publica- 
mos, este  error  se  hizo  patente  y  triunfó  la  opinión,  en  nues- 
tro concepto  verdadera ,  del  autor  del  Martirologio  Corbe- 
yense. 

En  el  martirio  de  San  Saturnino  todos  están  contestes,  pero 
no  se  sabe  en  qué  año  fué  ni  cuáles  sus  circunstancias,  ni  consta 
tampoco  cuándo  ni  por  qué  pontífice  fué  santificado.  En  rigor 
creemos  que  no  lo  esté. 


V 


Pero  sobre  estos  dos  últimos  emeritenses  está  la  figura  del 
Diácono  Paulo,  á  quien  otros  llaman  el  Emeritense^  nacido 
en  610  y  muerto  en  672.  Fué  uno  de  los  genios  más  grandes 
que  ilustran  á  España  en  la  decadencia  del  poder  de  Roma,  me- 
jor dicho,  en  los  primeros  tiempos  en  que  invadieron  á  la  penín- 
sula  ibérica  los  pueblos  del  Norte. 

No  puede  determinarse  claramente  el  concepto  de  algunos 
de  nuestros  hombres  en  la  época  romana,  por  falta  de  datos  que 
autoricen  una  crítica  justificada;  pero  más  se  nota  este  vacío 
desde  el  siglo  iv,  en  que  el  Bajo  Imperio  inicia  una  decadencia 
dolorosa  ocasionada  por  la  relajación  del  pueblo,  y,  mayormen- 
te, por  la  inmoralidad  de  las  clases  elevadas.  Y  como  la  pen- 
diente es  siempre  dulce,  la  caída  es  inevitable.  Cuando  un  pueblo 
entra  por  el  camino  de  las  prostituciones  morales  y  políticas, 
desaparece  en  la  confusión  y  en  la  locura  de  una  reacción  bár^ 
bara. 

Roma  cedió  el  puesto  á  los  pueblos  del  Norte  tan  pronto 
como  olvidó  sus  glorias  y  su  pasado.  Los  godos  y  visigodos 


392  BADAJOZ 


profanaron  los  templos  que  la  civilización  latina  había  levantado 
para  bien  de  nuestra  historia,  y  plantaron  su  opresora  huella  en 
el  Capitolio,  manchando  tan  augusto  recinto. 

Creen  algunos  que  la  invasión  del  Norte  fué  un  bien  para 
los  pueblos  de  la  Europa  latina.  La  decadencia  en  que  aquí  vi- 
víamos nos  obligaba  á  traer  una  nueva  raza  más  potente  y 
vigorosa  que  inoculase  el  germen  de  la  regeneración  á  nuestro 
pueblo,  prostituido  por  el  vicio  y  amortiguado  por  la  decrepitud. 
Y  los  que  tal  sostienen,  justifican  su  opinión  con  las  obras  que 
realizaron  aquí  los  godos,  iniciando  una  civilización  nueva  y  muy 
distinta  que  la  anterior.  Y  en  efecto :  si  con  los  romanos  en 
nuestra  patria  se  levantó  Mérida,  Tarragona  y  Zaragoza,  rivali- 
zando en  cultura  y  grandeza  con  las  mejores  ciudades  de  Italia, 
cuando  los  godos  vemos  á  Toledo,  entre  otras  ciudades  de  la 
Península,  ser  otra  nueva  Roma,  y  como  la  imperial  Toledo  al- 
záronse sobre  los  escombros  de  otras  ciudades  Évora,  León  y 
Badajoz. 

Contribuyó  mucho  á  dar  esplendor  á  estos  pueblos  el  cris- 
tianismo que,  tomando  carta  de  naturaleza  desde  el  siglo  ii  en 
nuestro  pueblo,  logró  en  pocos  años  formar  un  núcleo  de  cultu- 
ra y  civilización  que  fué  la  base  de  la  prosperidad  pública.  Cada 
iglesia,  cada  catedral  que  se  levantara  en  los  siglos  iv  al  ix  fué 
un  núcleo  resistente  al  oscurantismo  y  una  luz  perpetua  que  re- 
flejaba la  ciencia  y  la  civilización  de  la  nueva  doctrina. 

Grandes  hombres  ilustraron  aquellos  tiempos;  grandes  ge- 
nios se  levantaron  sobre  la  vulgaridad  de  la  mayoría  para  es- 
parcir la  civilización  que  traía  en  pos  de  sí  el  cristianismo;  pero 
en  aquella  famosa  evolución  que  acentuaban  nuestros  Concilios 
y  vigorizaban  filósofos  y  prelados  distinguidos,  Extremadura  no 
llevó  la  menor  parte.  Hubo,  sí,  un  paréntesis  en  esta  obra  civi- 
lizadora: la  lucha  del  arrianismo.  Las  escuelas  filosóficas  siem- 
pre han  tratado  de  vivir  en  lucha  entre  sí.  Parece  como  que  se 
depura  la  verdad  con  la  discusión  y  se  agranda  la  ciencia  huma- 
na con  el  triunfo  cuando,  después  de  una  discusión  larga  de 


BADAJOZ  393 


principios,  la  verdad  vence.  Así  pasa  siempre  y  así  ocurrió  en- 
tonces á  la  aparición  del  arrianismo.  Leovigildo  era,  puede  de- 
cirse, el  jefe  de  esta  escuela.  No  estaba  solo  el  monarca,  que 
tenía  á  su  lado  muchos  prelados,  algunos  tan  ¡lustrados  como  el 
célebre  Masona,  arzobispo  de  Mérida,  centro  á  la  sazón  de  estas 
luchas  ñlosóñcas.  R^caredo  combate  á  los  adeptos  de  Leovigil- 
do y  los  vence,  proclamando  la  victoria  suya  juntamente  con  las 
victorias  del  cristianismo. 

Un  escritor  extremeño,  un  poeta  notable,  historiador  y  cro- 
nista, Paulo  el  Diácono  ó  Paulo  el  Emeritense^  describió  estas 
luchas  en  su  famosa  Crónica^  ya  perdida  ó  poco  menos  para 
nuestros  eruditos,  y  dio  con  su  libro  tal  enseñanza  al  pueblo, 
que  logró  más  prosélitos  para  el  catolicismo  que  todos  los  tra- 
bajos que  hacían  por  otra  parte  los  cabildos  eclesiásticos.  Así  el 
poeta  de  Mérida  intervino  poderosamente  en  la  literatura  de 
aquellos  tiempos,  imprimiendo  carácter,  dando  tono  á  la  época. 

No  son  escasos  los  elogios  que  por  ello  recibe  en  la  Histo- 
ria crítica  de  la  literatura  española^  de  D.  José  Amador  de  los 
Ríos  (tomo  I,  párrafo  primero,  capítulo  IX). 

Pero  Paulo  el  Diácono  escribió  también  otro  libro  dando  las 
biografías  de  los  obispos  de  Mérida,  obra  que  lleva  por  título 
De  VitcB  et  miraculis  Patrum  Emeritensiuniy  y  que  es  hoy  rara 
hasta  el  punto  que  los  eruditos  la  dan  por  perdida. 

Escribió  Paulo  el  Diácono  otras  varias  obras  en  verso,  to- 
das religiosas,  por  lo  que  mereció  el  nombre  del  primer  poeta 
cristiano  español,  gloria  que  le  cabe  al  escritor  emeritense,  y 
que  debe  compartirla  con  Apringius,  Teodoro,  Isidoro  el  Mozo 
y  Daniel  Lauro,  todos  cuatro  prelados  pacenses,  nacidos  como 
Paulo  en  Extremadura,  y  como  él  escritores  distinguidos  que 
prestaron  grande  inñuencia  á  las  letras  patrias  en  los  mismos 
días  casi  que  apareció  Paulo. 

Las  obras  de  Paulo  son  raras,  y  lo  eran  ya  en  el  siglo  xvi. 
Tamayo  de  Vargas  pudo  reunir  ocho  para  su  impresión,  que  no 
se  llevó  á  cabo,  siendo  en  esto  más  feliz  Moreno  de  Vargas,  que 

so 


394  BADAJOZ 


pudo  publicar  en  la  primera  mitad  del  siglo  xvii  el  siguiente 
libros  Pauli  Diaconi  Emeritensis  liber  de  vita  et  miraculis  pa* 
trum  emerttenstum.  A  Barnaba  Moreno  de  Vargas^  cum  nolis 
in  ¿ucemieruíus.  Clarissimo  viro  domino  Joanni  Chabes  de  Men^ 
doga^  Sutnmo  prasidi  ordinum  senaius  dicatus  (Matríti,  anno 
MDCXXXIII). 

Gil  González  Dávila,  en  la  censura  que  da  á  la  edición  de 
Moreno  Vargas,  elogia  en  extremo  la  obra  de  Paulo,  y  Diego 
López  le  escribe  unos  versos  laudatorios  que  empiezan: 

c  Urbs  laudes  Augusta  tuas  scrip seise  prioris 
Legimus  et  nomen  eam  celebrasse  tuum,i^ 

Y  terminan  así: 

tlíane  celebren  reddit,  clanoque;  affigit,  et  hcereus 
Ipse  sedit  puppiy  consilioque  regit,^ 

Todos  los  escritores  latinos  profesan  gran  respeto  á  Paulo, 
y  hasta  el  mismo  D.  Alfonso  III  le  elogió  sin  reservas. 

En  la  colección  de  escritores  eclesiásticos  hecha  en  París  en 
nuestros  días,  hállase  reproducido  al  tomo  LXXX  la  obra  de 
Paulo  con  el  título  de  Pauli  Emerilani  Diaconi  de  Vila  Patrum 
Emeritensium. 

Los  mejores  elogios  que  se  le  hacen  á  Paulo  es  mayormente 
por  sus  versos.  Es  lástima  que  no  se  encuentren  coleccionadas 
todas  las  obras  de  este  sabio  escritor. 

Daremos  aquí  ahora  una  ¡dea  de  lo  que  significaba  antigua- 
mente el  nombre  de  Diácono^  por  el  que  se  le  conoció  á  Paulo. 
Bajo  dicho  título  se  comprende  genéricamente  en  el  Nuevo  Tes- 
tamento á  todo  el  que  se  dedicaba  á  un  ministerio  sagrado,  y 
así  se  denominaba  en  los  sagrados  libros  á  los  obispos  y  pres* 
bíteros;  pero  en  sentido  menos  lato  y  en  los  tiempos  modernos 
significa  el  ministro  eclesiástico  ó  sacerdote  de  tercer  orden  que 
sirve  al  obispo  y  al  presbítero  en  sus  funciones.  Antiguamente, 


BADAJOZ  395 

hasta  el  siglo  ix,  tuvieron  los  diáconos  muchos  cargos,  entre 
otros,  el  servicio  de  las  mesas  comunes,  la  distribución  del  cáliz 
consagrado,  la  policía  de  los  templos,  la  recepción  de  las  ofren- 
das. En  la  actual  disciplina  están  reducidos  á  cantar  el  Evan- 
gelio en  las  misas  solemnes  y  á  auxiliar  al  presbítero  en  ellas. 

Pero  volviendo  á  la  importancia  del  libro  de  Paulo,  hemos 
de  decir  que  tuvo  tanta  en  sus  tiempos,  que  no  la  logró  mayor 
ningún  otro  autor  de  la  monarquía  visigoda  para  los  suyo$. 
Hemos  citado  la  Historia  critica  de  la  literatura  española^  de 
Amador  de  los  Ríos,  á  propósito  del  gran  concepto  que  á  éste 
le  mereció  Paulo,  y  parécenos  que  no  pecaremos  de  difusos  re- 
produciendo aquí  lo  que  en  dicho  libro  se  dice  del  historiador 
emeritense,  á  propósito  de  la  influencia  que  prestara  con  sus 
obras  á  las  letras  patrias  durante  el  período  de  la  monarquía 
visigoda.  Helo  aquí: 

€...  Producían,  pues,  en  la  corte  visigoda  las  más  plausibles 
consecuencias  la  doctrina  y  el  ejemplo  de  Isidoro,  y  no  menor 
fruto  recogía  la  Iglesia  en  las  provincias  por  mano  de  sus  hijos. 
Paulo,  diácono  de  la  basílica  de  Santa  Eulalia,  y  á  quien  la  pos- 
teridad apellida  con  el  título  de  Emeritense,  admirando  sin  duda 
el  claro  monumento  levantado  en  el  libro  De  viris  illustribus  al 
episcopado  español  por  el  célebre  metropolitano  de  la  Bética, 
concebía  el  generoso  proyecto  de  consignar  en  igual  forma  las 
excelencias  de  aquellos  varones,  que,  brillando  por  su  virtud  y 
santidad,  eran  no  menos  dignos  de  veneración  y  respeto.  Pero 
así  como  Isidoro  siguió  las  huellas  de  Jerónimo  y  Genadio  en  sus 
Varanes  ilustres,  así  también  procuraba  Paulo  tomar  por  mo- 
delo á  San  Gregorio:  el  libro  titulado  De  vita  et  miraculis  Pa- 
trum  Italicorum^  debido  á  la  pluma  de  aquel  Soberano  Pontí- 
fice, era,  pues,  el  dechado  á  que  Paulo  se  ajustaba  al  escribir  su 
obra  De  vita  et  miraculis  matrum  Emeritensium,  circunscri- 
hiendo  á  su  metrópoli,  y  más  aún  á  su  propia  basílica,  el  pensa- 
miento que  Isidoro  había  hecho  general  á  los  dominios  visigo- 
dos. Con  tal  intento,  ponía  el  diácono  de  Santa  Eulalia  en 


396  BADAJOZ 

contribución  las  tradiciones  de  aquella  celebrada  iglesia;  y  ya 
apelando  á  la  memoria  de  los  ancianos,  ya  recordando  lo  que  él 
mismo  había  visto  y  en  que  había  tenido  parte,  presentaba  á  la 
admiración  de  los  católicos  los  más  insignes  testimonios  de  pie- 
dad, mansedumbre  y  fortaleza  de  alma  en  las  vidas  del  Niño 
Augusto  y  de  los  obispos  Paulo,  Fidel  y  Masona,  cuya  gran  fi- 
gura llena  principalmente  el  cuadro  que  se  propuso  bosquejar 
el  entendido  Paulo  (i). 

«Cuando  apreciado  ya  el  intento  que  mueve  su  pluma  repa- 
ramos en  las  cualidades  que  le  distinguen  como  historiador,  lí- 
cito nos  parece  observar  que  si  bien  le  hallamos  respecto  del 
lenguaje  menos  atento  al  estudio  de  la  antigüedad  clásica  que 
los  ingenios  de  la  corte  (en  lo  cual  puede  también  tener  alguna 
parte  la  ignorancia  de  los  trasladadores),  no  se  muestra  digno 
de  competir  con  ellos  respecto  de  las  verdaderas  dotes  de  escri- 
tor que  deben  sobre  todo  servir  de  fundamento  al  fallo  de  la 
crítica.  Riqueza  de  inventiva,  claridad  y  brillantez  de  expresión. 


(i)  De  esta  manera  se  explica  el  mismo  Paulo  al  poner  término  á  sus  tareas, 
rogando  á  los  lectores  que  atiendan  más  á  la  sinceridad  de  su  intento  que  á  los 
aciertos  de  su  pluma:  <slllud  tamen  mantfesiissime  cognoscant  me  amore  Christi  et 
dilecUone  Sanctissimx  Eulalioe  imfulsum  ut  scriberem^  manifesta  retultsse^  vera 
proculdubio  veraciter  exfosuisse.y*  (España  Sagrada^  tomo  XIII,  pág.  386).— El 
erudito  cuanto  desconfiado  autor  de  la  Historia  critica  de  España  y  de  la  cultura 
española^  sin  dato  alguno  conveniente,  y  sólo  porque  le  pareció  que  Paulo  Kmeri- 
tense  «por  su  mismo  modo  de  hablar  indica  ser  más  moderno»,  le  puso  entre  los 
historiadores  del  siglo  viii,  apoyándose  también  para  ello  en  la  autoridad  de  Don 
Nicolás  Antonio  (tomo  XIII,  número  CXV,  pág.  1 83.)  Pero  precisamente  en  las  ob- 
servaciones de  Masdeu  está  la  condenación  de  su  aserto;  porque  si  Paulo  el  Diá- 
cono escribió  bajo  el  yugo  sarraceno,  {dónde  se  halla  en  toda  su  obra  una  alusión, 
por  remota  que  sea,  la  cual  lo  indique?  Y  dedicándose  á  ensalzar  los  varones  que 
florecieron  en  la  basílica  de  Santa  Eulalia  durante  la  época  de  los  visigodos,  {cómo 
no  derrama  una  sola  lágrima  para  llorar  la  cautividad  en  que  aquel  templo  yacía? 
El  arte,  el  lenguaje  que  se  revela  en  las  Vidas  de  los  Padres  Emeritenses^  nada 
tienen  por  cierto  de  común  con  el  arte  y  el  lenguaje  de  Isidoro  Pacense,  escritor 
del  siglo  VIII,  y  natural,  como  Pablo  el  Diácono^  de  la  antigua  Lusitania.  Por  lo 
contrario,  todo  manifiesta  en  él  que  pertenece  de  hecho  y  de  derecho  á  la  época 
del  renacimiento  literario  inaugurado  por  San  Isidoro,  siendo  en  extremo  notable 
que  hombres  tan  entendidos  como  Masdeu  no  hayan  reparado  en  que,  á  haber  flo- 
recido en  el  siglo  viii,  respirarían  sus  biografías  el  mismo  color  que  da  tan  singu- 
lar colorido  á  los  escritos  del  Pacense.  El  maestre  Flores  creyó,  por  el  contrario, 
que  Paulo  vivió  muy  á  los  principios  del  siglo  tu. 


BADAJOZ  397 


sencillez  y  orden  en  la  exposición  de  los  sucesos;  tales  son  las 
principales  prendas  que  avaloran  el  libro  De  Vita  Patrum 
Emertíensium.  Y  ora  nos  revele  las  místicas  visiones  del  Niño 
Augusto,  poniendo  de  relieve  el  vigor  de  aquellas  creencias  po- 
pulares que,  tomando  incremento  con  el  transcurso  de  los  siglos, 
iban  á  enriquecer  de  maravillosas  creaciones  el  arte  cristiano; 
ora  nos  pondere  la  humildad,  el  celo  evangélico  y  la  pureza  de 
Paulo  y  de  Fidel,  venidos  ambos  del  suelo  de  Grecia,  con  lo  cual 
esclarece  de  nuevo  la  influencia  ejercida  en  la  civilización  espa- 
ñola por  el  imperio  bizantino;  ora,  en  fín,  presente  en  Masona, 
discípulo  de  aquellos  venerables  varones,  la  gran  lucha  que  el 
episcopado  católico  sostiene,  difundiendo  la  palabra  de  Dios 
entre  gentiles  y  judíos  (i),  derramando  sobre  todos  los  hombres 
los  tesoros  de  la  caridad,  rechazando  con  noble  energía  los  ha* 
lagos  y  las  amenazas  de  los  poderosos  y  los  reyes,  empleando 
las  armas  de  la  elocuencia  para  disipar  los  errores  del  clero 
arriano  (2),  llevando  con  santa  resignación  las  amarguras  de  la 
persecución  y  del  destierro,  y  ostentando  en  el  momento  del 
triunfo  toda  moderación  y  templanza, — no  se  echa  de  menos  la 
conveniente  fuerza  de  colorido,  bien  que  procure  el  ilustre  diá- 
cono desechar  la  pompa  galana  de  las  palabras  y  las  gárrulas 
espumas  de  ¿a  facundia  (3).  Al  poner  término  á  esta  interesante 
obra  daba  noticia  de  la  castidad  de  Inocencio  y  de  la  virtud  y 
ciencia  de  Renovato,  preclaro  de  estirpe  goda,  á  quien  procura 


(i)  Es  notable  la  siguiente  cláusula  de  la  vida  de  Masona,  porque  explica 
cuanto  en  otro  lugar  dejamos  dicho  respecto  á  la  existencia  del  paganismo  en  la 
monarquía  visigoda:  «iVo«  solum  aulem  in  omnium  fidelium  arcanis  eins  flagrabai 
inmensa  charitas,  sed  eiiam  omnium  indacorum  vel  geniilium  mentes  miro  dulcedi" 
nis  suoe  affectu  ad  Christi  graliam  pertrabebat.»  (España  Sagrada^  tomo  XIII, 
pág.  358.) 

(2)  Véase  el  cap.  XI  de  las  vidas  de  los  padres  de  Mérida  (España  Sagrada, 
tomo  XIII,  pág.  362),  que  es,  sin  duda,  una  de  las  partes  más  notables  de  la  obra 
de  Paulo. 

(3)  Las  palabras  de  Paulo  son:  a^Omitenles  phaleratas  verborum  pompas  eiprce- 
Ur  mitentes  gárrulas  facundia:  spumas,  nunc  etiam  ea,  quas  ómnibus  modis  vera 
sunt  simpiiciter^  veraciter  que  aurramus,»  (España  Sagrada,  ut  supra,  pág.  345.) 


398  BADAJOZ 

retratar  en  breves  y  significativos  rasgos. — Paulo,  que  alcanza 
los  reinados  de  Receswinto  y  de  Wamba,  fallece  en  el  año  672 
de  Cristo  (i).> 

Por  todo  lo  expuesto  bien  se  ve  la  importancia  que  prestó 
Paulo  á  la  literatura  cristiana  en  el  siglo  vii. 

Poco  antes  que  falleciese  este  escritor  había  dejado  de  exis- 
tir otra  celebridad  emeritense.  Nos  referimos  á  Eusebia  Patricia, 
ilustre  matrona  del  siglo  vi,  nacida  en  Mérida  el  afto  548.  Estu- 
vo casada  con  Strategio  (2)  y  se  distinguió  mucho  en  los 
primeros  tiempos  del  cristianismo,  por  abrazar  la  nueva  doc- 
trina. 

Paulo  habla  de  esta  mujer,  sabia  y  valerosa,  con  gran  res- 
peto, y  se  supone  que  sea  esta  á  la  que  dirigió  el  papa  Grego- 
rio I  el  Grande  una  de  sus  mejores  epístolas. 


VI 


Después  de  cuanto  hablamos  de  la  mártir  Eulalia,  de  Paulo 
Saturnino,  de  Paulo  el  Diácono  y  de  Eusebia  Patricia,  forzoso 
nos  será  decir  algo  sobre  el  origen  y  vida  en  la  historia  ecle- 
siástica del  obispado,  primero,  y  el  arzobispado  después,  de  Mé- 
rida, punto  este  tan  debatido  por  eruditos  y  cronistas. 

No  consta  la  fecha  de  cuándo  se  creó  en  Mérida  sede  epis- 
copal, ni  lo  dice  Gil  González  Dávila,  ni  el  canónigo  Solano  de 
Figueroa;  y  es  evidente  que  tuvo  obispos  desde  principios  del 
siglo  II.  Constancio  lo  fué  en  204  y  Mauro  en  209. 

Saulo  aparece  obispo  en  230.  En  249  ocupaba  su  vacante 


(i)    Rodríguez  de  Castro,  Biblioteca  Española^  tomo  II,  página  348,  col.  a.* 
(2)    Una  nota  que  hace  al  capítulo  primero  del  libro  de  Pauli  Diaconi  Emeri" 
tense^  Moreno  de  Vargas,  trata  largamente  de  la  vida  de  Strategio. 


BADAJOZ  399 

de  Marcial,  depuesto  por  la  acusación  contra  él  presentada  por 
San  Cipriano  y  varios  de  sus  colegas,  como  él  obispos  en 
África. 

En  aquellos  tiempos  vivía  en  Mérida  un  diácono  muy  respe- 
tado de  todos  los  cristianos,  por  sus  virtudes  y  acaso  más  aún 
por  su  ciencia.  Se  llamaba  Lelio,  y  por  su  conducto  pasaron  las 
pruebas  para  acusar  de  libelático  á  Marcial.  Lelio,  á  quien  San 
Cipriano  y  demás  obispos  africanos  escribió  su  célebre  epístola, 
á  él  dirigida,  y  á  la  ciudad  ó  plebe  de  la  iglesia  emeritense,  en- 
tregó el  documento  á  la  autoridad  de  los  obispos  lusitanos  y  el 
pueblo  depuso  al  arzobispo  que  después  condenó  el  papa  en 
prueba  de  tan  justa  deposición.  Siguen  después  de  Marcial,  y 
casi  sin  interrupción: 

Félix,  nombrado  en  252  hasta  fines  del  siglo  iii. 

Liberio,  hasta  después  del  año  314. 

Florencio,  hasta  el  357,  viniendo  á  ser  este  el  último  de  los 
obispos  emeritenses,  y  también  el  primero  de  sus  arzobispos, 
pues  en  él  se  creó  la  metrópoli  al  año  de  341,  dependiendo  de 
su  autoridad  todos  los  obispos  de  la  Lusitania. 

De  los  arzobispos  que  han  quedado  memoria  son  los  si- 
guientes: 

Idacio,  hasta  el  año  de  385. 

Patruino,  hasta  el  de  402. 

Gregorio  I  hasta  el  de  414. 

Antonino,  hasta  el  de  448. 

Paulo,  desde  530  hasta  560. 

Fidel,  desde  560  hasta  571. 

Mazona,  desde  573  hasta  el  de  606. 

Gregorio  II  hasta  607. 

Inocencio,  desde  607  hasta  616. 

Renovato,  desde  616  hasta  632. 

Esteban  I,  desde  632  hasta  636. 

Orencio,  desde  637  hasta  653. 

Proficio,  desde  655  hasta  670. 


4O0  BADAJOZ 

» » 

Justo,  desde  671  hasta  680. 

Esteban  II,  desde  680  hasta  684. 

Cenón,  desde  685  hasta  688. 

Máximo,  desde  688  hasta  699. 

Féh'x,  desde  730  hasta  759. 

Ariulfo,  desde  840  hasta  871. 

Máximo  asistió  á  la  entrada  de  los  árabes  en  Mérida,  y  la 
destrucción  de  los  templos  cristianos. 

En  principios  del  siglo  xii,  abatida  la  ciudad  de  Mérida  al 
ser  un  pueblo  secundario  y  dependiente  de  los  jefes  almohades, 
su  dignidad  metropolitana  se  trasladó  á  Santiago  de  Compos- 
tela,  según  bula  del  papa  Calixto  II,  fechada  en  Roma  el  año 
de  1 109. 

Desde  esta  fecha  Mérida  quedó  reducida  á  dos  parroquias, 
dependientes  del  arzobispado  de  Santiago,  y  D.  Diego  Gelmírez 
fué  el  primer  prelado  compostelano  (i),  que  tuvo  autoridad  en 
la  Iglesia  emeritana. 


(i)  Rigió  hasta  11397  «consiguió  del  papa  Calixto  II,  que  la  Iglesia  composte- 
lana  fuese  arzobispal  y  metropolitana,  trasladando  á  ella  esta  dignidad  de  Mérida. 
También  obtuvo  del  Pontíñce  Pascual  II  los  7  canónigos  cardenales  y  demás  dig- 
nidades que  hoy  gozan.  Formó  su  cabildo  de  hombres  eminentes,  siendo  el  depó- 
sito de  donde  fueron  á  tomar  sus  prelados  las  demás  iglesias  de  España.  Don 
Alfonso  VII  le  dio  para  sí  y  sus  sucesores  el  título  de  capellán  mayor  del  reino  de 
León.  Calixto  II,  á  ruegos  del  arzobispo,  concedió  el  jubileo  á  Santiago.»  (Madoz, 
Diccionario  geográfico,  t.  XIII,  pág.  824). 


CAPÍTULO  XIV 


LoB  Godoa  en  Mérlda.— Su  sumlsldn  á  los  árabes 

Kl  Conventual 

Aobald  -  Allahben  -  Uobamed  -  ben  -  Ahmed- Kscaklul  -  el  -  Uarld 


A  irrupción  de  los  bárbaros  vino 
en  parte  á  destruir  todos  los  mo- 
numentos  que  los  romanos  levan- 
taron en  Mérida.  Alanos  y  Sue- 
vos, que  ocuparon  la  Lusitania, 
disputaron    valerosamente    toda 
ella  palmo  á  palmo  á  los  romanos» 
dirigiendo  su  mayor  empeño  en  la 
ocupación  de  Mérida,  como  ciudad 
principal .  Los  Alanos  primero  la  sitiaron  en  4  ii .  Atace  estableció 
su  corte  en  ella  y  la  dominó  hasta  4 1 9  en  que  el  rey  Walia,  con 
30,000  soldados,  unido  á  los  romanos,  se  determinó  á  sitiarla. 
Libróse  la  batalla  á  cuatro  kilómetros  de  Mérida,  pereciendo  la 
flor  de  ambos  ejércitos,  y  Atace  y  Walia  sucumbieron  también. 
Tal  fué  el  furor  de  los  combatientes  que  según  cierto  cronista  no 


402  BADAJOZ 

quedaron  para  gozar  de  la  victoria,  y  los  romanos  entraron  en 
Mérída,  dominándola  segunda  vez.  Pero  no  podían  gozar  de  ella 
por  mucho  tiempo.  Los  romanos  habían  de  ser  vencidos,  nece- 
sariamente, en  todas  partes.  Su  estrella  se  iba  eclipsando  poco 
á  poco. 

En  429  Hermigio  se  dirige  á  Mérida  con  poderosas  huestes 
y  prepara  batalla  para  sitiarla.  Los  romanos,  dispuestos  á  la  de* 
fensa,  le  preparan  valeroso  combate.  Hermigio  intenta  que  su 
ejército  atraviese  el  Guadiana,  dando  él  ejemplo  á  sus  capita- 
nes, queriendo  pasarlo  primero;  pero  la  corriente  del  río  pudo 
más  que  su  caballo  y  ambos  perecieron  bajo  el  fondo  de  las 
aguas,  siendo  tal  la  aflicción  que  este  suceso  llevó  al  ejército 
sitiador,  que  al  punto  abandonó  la  Lusitania,  no  faltando  autores 
que  este  hecho  casual  y  propio  de  los  azares  de  la  guerra,  lo 
atribuyan  á  milagro  obrado  por  la  intercesión  de  Santa  Eulalia  (i). 

Un  año  más  tarde,  en  430,  haciendo  Rechila  la  guerra  á  los 
romanos  que  ocupaban  la  Lusitania,  después  de  vencer  en  la 
Bética  al  famoso  Andeboto,  cayó  sobre  Mérida,  que  tras  porfía- 
do  sitio  se  le  rindió,  tratándola  con  todo  rigor,  porque  destruyó 
sus  mejores  monumentos  y  fijó  su  corte  en  ella,  para  extender 
las  conquistas  hasta  Lisboa.  Su  hijo  Rechiario  le  sucedió  en  el 
trono,  reinando  hasta  436,  en  que  los  romanos  fraguaron  una 
rebelión  contra  él  y  le  mataron  en  las  calles,  cuando  se  defen- 
día valerosamente,  siendo  este  el  tercer  rey  que  reinó  en  Mérida. 

Los  godos  vieron  con  pena  la  Lusitania  en  poder  de  sus 
enemigos,  y  Theodorico,  con  el  propósito  de  conquistarla,  formó 
un  numeroso  ejército,  dirigióse  hacia  Mérida,  que  encontró  ocu- 
pada por  valerosos  soldados  que  le  ofrecieron  una  resistencia 
tan  tenaz  y  formidable  que  tuvo  necesidad  de  desistir  de  sus  in- 


(i)  Fernández  Pérez,  apoyado  en  el  cronicón  falso  atribuido  al  obispo  Idacio, 
refiere  lo  siguiente:  «Dice  este  escritor,  que  viniendo  contra  Mérida  el  rey  suevo 
Hermigio,  y  haciendo  desprecio  de  la  ciudad,  con  injuria  de  nuestra  santa,  vengó 
el  cielo  su  atrevimiento,  precipitándole  en  el  río  Ana,  cerca  de  la  ciudad».  (Hisioría 
de  Mérida^  pág.  1 1 1), 


BADAJOZ  403 

tentos  y  abandonar  el  sitio,  evacuando  la  Lusitania,  suceso  que 
también  los  cronistas  emeri tenses  atribuyen  á  milagro  (i),  que- 
riendo explicar,  sin  duda  alguna,  todos  los  sucesos  de  la  historia^ 
por  la  acción  sobrenatural  del  ya  desacreditado  recurso  de  la  vir- 
tud secreta  de  los  santos. 

Pocos  recuerdos,  relativamente  con  los  romanos,  dejaron 
los  godos  en  Mérida.  En  las  excavaciones  verificadas  en  esta 
ciudad,  en  1792,  aparecieron  multitud  de  estatuas,  inscripcio* 
nes,  y  columnas  procedentes  de  estos  dominadores,  y  sobre  cu- 
yos restos  se  ocupa  Masdeu  (2),  aunque  no  con  la  detención  y 
la  inteligencia  que  emplea  para  otros  estudios  menos  impor- 
tantes. 

Examinando  en  el  tomo  xix  de  la  Historia  crítica  de  Espa^- 
lía  los  dibujos  que  publica  Masdeu  de  las  estatuas  encontradas 
en  Mérida,  se  ve  claramente  ser  obra  de  los  godos,  confirmando 
esta  opinión  nuestra  las  con  ellas  halladas,  y  que  hasta  hoy  nin- 
gún autor  ha  querido  interpretar,  y  hasta  el  mismo  Masdeu  re- 
nunció á  entenderlas,  incurriendo  en  justas  censuras  por  parte 
de  los  eruditos  y  arqueólogos  modernos.  Las  indicaciones  de 
este  autor,  considerando  estas  estatuas  y  lápidas  como  del  tem- 
plo de  Diana,  ó  dedicatorias  á  esta  diosa  ó  á  Lucina,  como  pro- 


( I )    Fernández  Pérez  dice  sobre  el  particular  lo  siguiente: 

«Theodorico,  Rey  de  los  godos,  juntó  luego  un  ejército  y  vino  sobre  Mérida, 
que  la  sitió  en  el  mismo  año  de  cuatrocientos  cincuenta  y  seis,  y  entonces,  según 
afirma  el  mismo  Idacio  en  su  Cronicón,  sucedió  otro  milagro  que  obró  Santa  Eu- 
lalia, la  cual,  como  protectora  de  la  ciudad,  pretendiendo  saquearla  Theodorico, 
lo  aterró  con  portentos  y  amenazas,  y  obligó  á  los  sitiadores  á  levantar  el  sitio. 
Es  tradición  que  este  milagro  sucedió  en  el  sitio  que  hoy  se  llama  la  Godina,  donde 
estaba  acampado  el  ejército  godo,  y  es  una  altura  que  domina  la  ciudad  á  la  parte, 
del  Nordeste,  á  la  cual  le  quedó  el  nombre  de  Godina,  porque  allí  fué  aterrado  y 
castigado  el  ejército  godo.  Eurico,  hermano  y  sucesor  de  Theodorico,  volvió  otra 
vez  sobre  Mérida,  el  año  de  cuatrocientos  sesenta  y  siete:  la  sitió,  la  ganó,  y  como 
era  hereje  y  enemigo,  tanto  de  los  católicos  como  de  los  romanos,  manifestó  su 
odio  contra  unos  y  otros  acabando  de  destruir  las  casas,  muros,  estatuas,  colum- 
nas, acueductos,  termas,  obeliscos,  inscripciones  y  cuanto  había  que  fuese  obra 
de  romanos.  Entonces  acabó  para  siempre  en  Mérida  el  imperio  de  éstos  y  se  esta- 
bleció con  asiento  fijo  el  de  los  godos.»  (Historia  de  Mérida^  pág.  1 1 1). 

(a)    Historia  critica  de  España,  traducida  del  italiano  por  D.  N.  C.  20  tomos 
en  4.**  (Madrid,  1783.) 


404  BADAJOZ 


tectora  de  las  parturientas,  son  poco  acertadas,  pues  las  cuatro 
estatuas  que  reproduce  en  el  tomo  ya  citado,  son  góticas,  mejor 
dicho,  visigodas.  Lais  de  la  página  364  representan  la  primera  al 
rey  Ataúlfo,  con  una  inscripción  en  la  peana  que  dice  ATAÚL- 
FO REY  GODO,  y  la  segunda  es  la  de  Placidia  mostrando, 
á  su  hijo  muerto  y  metido  en  la  caja  de  plata  en  que  le  enterra- 
ron. Las  de  las  páginas  363  representan  á  Teodomero,  una  y  á 
Chindaswinto,  otra.  De  esta  última  da  Barrantes  y  Moreno  (i) 
un  dibujo  copiado  de  los  tres  que  Constanzo  acompañó  en  su 
obra  inédita,  para  excitar  á  los  eruditos  á  indagar  su  paradero; 
pero  es  muy  difícil  encontrar  la  estatua  de  Teodomero  por  el 
dibujo  este,  bien  diferente  al  original.  Los  dibujos  que  enviaron 
á  Masdeu  de  estas  estatuas,  ocho  años  después  de  descubiertas, 
serían  acaso  más  exactos,  y  por  ellos,  de  conservarse  hoy,  se 
podrían  hacer  nuevas  observaciones,  aclarando  cuanto  han  emi- 
tido sobre  el  particular  diversos  autores,  y  quizás  podría  llegar- 
se á  conocer  la  verdad  en  este  punto  histórico  tan  importante 
para  Merida. 

En  el  dibujo  de  Teodomero  se  representa  medio  cuerpo  del 
rey  colocado  sobre  una  repisa  cónica  como  las  más  comunes 
que  se  ven  en  las  construcciones  de  la  Edad-media  para  colocar 
imágenes  de  santos.  El  busto  del  monarca  ostenta  sobre  su  ca- 
beza un  gorro  bajo  una  corona  con  radíos  redondos  en  sus  pun- 
tas y  unidos  todos,  en  forma  de  la  corola  de  una  margarita,  y 
en  la  propia  forma  que  se  le  ve  en  sus  monedas,  toscamente 
acuñadas  (2). 

Masdeu  no  ha  querido  interpretar  la  inscripción  que  tiene 
esta  estatua,  sobre  la  cual  se  han  hecho  diversas  conjeturas  que 


(1)  Barros  emeriienseSyi^Aaáríd,  1877.) 

(2)  En  Mérida  se  batieron  multitud  de  monedas  en  tiempo  de  los  godos  como 
en  el  de  los  árabes.  De  un  cuño  muy  grosero  las  hemos  visto  de  varios  monarcas, 
y  con  especialidad  de  Leovigildo,  de  Recaredo,  de  Liuva  II,  de  Witerico,  de  Sise- 
buto,  de  Sisenando,  de  Chintila,  de  Tulga,  de  Chindaswinto,  de  Receswinto,  de 
Wamba,  de  Ervigio,  de  Egica  con  Witiza,  y  de  Witiza  solo. 


BADAJOZ  405 

han  sembrado  la  duda  hasta  en  los  más  avezados  á  esta  clase 
de  estudios,  sin  explicárnoslo  nosotros,  porque  no  ha  habido 
motivo  para  estas  confusiones.  En  la  parte  del  gorro  que  cubre 
la  frente  del  monarca  es  donde  está  la  inscripción,  y  no  en  el 
pedestal  como  la  tiene  la  que  copia  Barrantes  y  Moreno.  Reduci- 
da á  caracteres  latinos,  es  como  sigue:  DMINO  QD.  Y  la 
otra,  de  la  misma  página,  y  con  las  mismas  reducciones,  dice: 
TEDOMERO.  N.P.O.E.  La  de  la  página  364  es  como  sigue: 
ATAUFA.  RE.  GOTIC.  Todas  ellas  debieron  pertenecer  á 
un  mismo  edificio  en  que  estuvieran  las  estatuas  de  los  reyes 
godos  que  hasta  su  construcción  se  habían  sucedido;  y  para  que 
no  faltase  ninguno,  pusieron  á  la  mujer  de  Ataúlfo  con  su  hijo, 
porque  le  considerarían  con  derecho  á  reinar,  y  hubiera  reinado 
á  no  haber  muerto  niño.  Si  el  Tedomero  fué  el  último  rey  godo 
ó  general  (en  la  estatua  no  tiene  corona,  y  sí  un  gorro  de  la 
forma  de  los  catalanes),  debemos  suponer  sus  hechuras  durante 
la  dominación  árabe  en  aquella  ciudad. 

Si  esta  interpretación  es  acertada,  estas  estatuas  son  de 
mucho  interés;  pues  además  de  haber  muy  pocas  de  su  época, 
su  existencia  nos  prueba  hasta  qué  punto  eran  tolerantes  los 
árabes  de  Mérida  con  los  cristianos,  permitiéndoles  tener  un 
edificio  decorado  con  las  estatuas  de  sus  antiguos  reyes. 

Pero,  ¿qué  edificio  sería  este?  Nadie  lo  sabe,  nadie  tampoco 
lo  indica.  Acaso  no  iremos  muy  desacertados  diciendo  que  sería 
el  templo  metropolitano,  pues  como  hemos  dicho  en  el  capítulo 
anterior,  obispo  hubo  en  Mérida,  desde  los  comienzos  del  si- 
glo III  hasta  341  en  que  se  creó  metropolitano,  y  con  arzobispo 
vemos  esta  ciudad  hasta  principios  del  siglo  xii  que  por  bula  de 
Calixto  II  trasladó  esta  dignidad  metropolitana  á  Santiago  de 
Compostela.  Pues  bien;  en  casi  nuevecientos  años  que  tuvo  Mé- 
rida obispo  primero,  y  arzobispo  después,  natural  era  que  con- 
tase con  una  catedral.  Que  la  hubo  es  indudable,  si  atendemos 
á  la  importancia  que  reunió  su  metrópoli,  mayormente  en  los 
siglos  v  al  VII.  En  Mérida  se  celebraron  Concilios,  y  en  Mérida 


406  BADAJOZ 

se  fomentaron  también  las  luchas  de  escuela  entre  los  hetero- 
doxos y  ortodoxos,  durante  la  segunda  mitad  del  siglo  vi,  pues 
en  aquella  lucha  famosa  de  ideas  y  de  principios,  que  acentua- 
ban nuestros  concilios  y  vigorizaban  teólogos  y  prelados  distin- 
guidos, Extremadura  no  llevó  la  menor  parte.  Testimonio  de 
ello  es  el  arrtanismo.  Las  escuelas  ñlosóñcas  siempre  han  tra- 
tado de  vivir  en  lucha  entre  sí.  Parece  como  que  se  depura  la 
verdad  con  la  discusión  y  se  agranda  la  ciencia  humana  con  el 
triunfo,  cuando  después  de  una  discusión  larga  de  principios  la 
verdad  vence.  Así  pasa  siempre  y  así  ocurrió  entonces  á  la  apa- 
rición del  arrtantsmo,  Leovigildo  era,  puede  decirse,  el  jefe  de 
esta  escuela.  No  estaba  solo  el  monarca,  que  tenía  muchos  pre- 
lados, algunos  tan  ilustrados  como  el  célebre  Mazona,  arzobispo 
de  Mérida,  centro  á  la  sazón  de  estas  luchas  filosóficas.  Recare- 
do  combate  á  los  adeptos  de  Leovigildo  y  los  vence,  procla- 
mando su  victoria  juntamente  con  las  victorias  del  cristianismo, 
en  tanto  que  Mazona  queda  depuesto,  como  lo  había  sido  tres- 
cientos años  antes  otro  prelado  emeritense,  Marcial. 

Y  cuando  tanta  importancia  tuvo  la  metrópoli  emeritense, 
es  natural  que  desde  el  siglo  iv  contase  con  una  catedral. 
¿Dónde  estuvo  ésta?  ¿Qué  edificio  fué?  Punto  es  este  sobre  el 
cual  guardan  profundo  silencio  Moreno  de  Vargas  y  Fernández 
Pérez.  Creer  que  lo  fuesen  las  parroquias  que  en  la  actualidad 
cuenta  Mérida,  sería  un  absurdo.  Son  edificios  que  á  lo  sumo 
pertenecen  al  siglo  xv.  Tampoco  existen  vestigios  de  otro  al- 
guno que  pudiese  haber  sido  un  gran  templo  cristiano,  propio 
para  metrópoli:  y  las  estatuas,  columnas  y  demás  restos  encon- 
trados en  1792,  parecen  propios  de  este  edificio,  que  acaso 
fuese  destruido  con  la  entrada  de  los  árabes  en  la  ciudad,  cuan- 
do vivía  el  arzobispo  Máximo,  ó  en  vida  de  su  último  arzobispo, 
Ariulfo,  muerto  en  870. 

Ervigio  restauró  el  puente  de  la  ciudad,  como  decimos  en 
el  capítulo  XI,  y  más  tarde  hizo  otras  reparaciones  en  sus  mura- 
llas, como  consta  por  una  lápida  encontrada  en  1792  en  las  in- 


BADAJOZ  407 

mediaciones  de  la  Naumaquia  y  cuyo  texto  se  ha  perdido, 
porque  no  se  tuvo  la  previsión  de  copiar,  ni  de  publicarla  oportu- 
namente. 


II 


Decaída  y  mucho  Mérida  en  la  invasión  de  los  árabes,  con 
los  mejores  de  sus  ediñcios  destruidos,  llegó  á  sus  puertas  el 
moro  Rasis,  entró  en  la  ciudad,  recorrió  sus  calles,  y  al  salir 
para  Sevilla  dijo:  cque  nom  ha  hombre  en  el  mundo,  que  cum- 
»plidamente  pueda  contar  las  maravillas  de  Mérida.» 

Pero  todos  los  historiadores  concuerdan  en  que  esta  ciudad, 
en  los  momentos  de  la  invasión  agarena,  resistió  valerosamente 
las  huestes  de  Muza,  á  quien  obligó  que  aceptase  su  capitula- 
ción, rindiéndose  el  23  de  Octubre  del  año  715  y  permanecien- 
do bajo  el  poder  sarraceno  hasta  el  año  1228.  Durante  estos 
513  años  del  poder  de  los  árabes,  Mérida  ocupó  un  lugar  im- 
portante en  la  historia  musulmana,  con  sucesos  de  gran  impor- 
tancia, siendo  uno  de  sus  waliatos  más  notables.  Esbaá  fué  el 
walí  ó  emir  más  distinguido  de  Mérida,  como  el  célebre  Adalfe, 
hijo  de  Mohamed,  rey  de  Badajoz,  el  que  la  restauró  (i). 

Fué,  no  obstante,  este  período  de  grandes  turbulencias,  y 
bien  puede  decirse  que  Extremadura  árabe  es  un  interminable 


(i)    Reinaron  en  ella  Hixen  y  Alhaken  (805)  y  fué  gobernada  por  los  siguien- 
tes emires: 

I.—  Esbbá  ó  Esbaá. 

II.— Adalfe  (hijo  de  Mohammed,  Rey  de  Badajoz). 

III.— Abdalá-Muslamá,  más  tarde  rey  de  Badajoz,  con  el  nombre  de  Almanzor  I. 

IV.— Abderrahmá  (hijo  de  Alhaken,  Rey  de  Badajoz). 

V.— Ibn-Kasi  (Ahmed). 

VI.—  Syr-Ben-Bekir. 

Vn.—  Casir-Omar. 


408  BADAJOZ 


tejido  de  sublevaciones  contra  el  Califa,  ora  promovidas  por 
conspiradores  de  real  estirpe,  ora  por  los  turbulentos  berberis- 
cos, ora  también  por  los  renegados  de  esta  parte,  pero  siempre 
auxiliadas  por  renegados,  cristianos  y  judíos,  que  eran  el  alma 
de  todas  ellas.  Mérida  se  sublevó  en  788,  805  y  810  por  causa 
de  los  príncipes  reales  que  tenían  el  gobierno  de  la  comarca; 
en  838,  por  descontento  de  los  cristianos,  con  motivo  de  la  co- 
branza de  los  tributos;  en  835  (i),  por  la  acción  combinada  de 


(i)  El  Califa  hubo  de  tener  conmiseracióD  con  estos  revoltosos,  concedién- 
doles una  amnistía,  hecho  que  consignaron  en  lápida  grabada  lo  emeritensesi, 
fijándola  en  los  muros  de  su  fortaleza.  Decía  así: 

En  el  nombre  de  Dios  piadoso  y  misericordioso; 
con  la  gracia  de  Dios  y  su  auxilio, 
A  la  gente  de  la  obediencia  de  Dios. 
Decreto  de  r alineación  del  pacto  piíhlico 
en  favor  de  la  obediencia  de  Emir- 
Abd-el'Rhamanf  Den-e l-Hochmf 
d  quien  Dios  prospere^  por  el  cual  restituye 
d  su  gracia  el  partido  extraviado  de  Ahdallah. 
En  la  ciudad  sujeta  al  imperio  en  el  mes  de 
Rabié  último^  año  veinte  y  doscientos. 

Abderramen,  hijo  de  Hochm,  de  la  familia  Omeya,  y  cuarto  califa  de  España, 
empezó  su  célebre  reinado  en  la  Hégira  1 86,  correspondiente  al  año  802  de  nues- 
tra era,  aunque  Fernández  Pérez  supone  que  fué  en  828,  según  cuenta  á  la  pági- 
na 1 1 7  de  su  Historia  de  Mérida,  en  los  siguientes  términos : 

«La  ciudad,  mal  habida  con  sus  Gobernadores  árabes,  se  conmovió  y  rebeló  . 
contra  ellos  el  año  de  827,  armándose  con  mucha  gente  y  haciendo  muchos  dea- 
trozos,  consiguientes  á  un  desorden.  Acaso  los  cristianos  ayudarían  en  secreto 
esta  revolución,  entendidos  con  las  tropas  del  rey  D.  Alonso  II  que  andaba  por  la 
Lusitania.  Alaacam  envió  desde  Córdoba  un  ejército  á  sitiar  á  Mérida,  y  en  eStc 
sitio  fueron  destruidas  las  casas  de  campo  y  edificios  que  había  fuera  de  Mérida, 
y  taladas  todas  las  huertas.  El  rey  moro  parece  que  no  quería  se  hiciesen  estos 
destrozos,  y  que  dio  orden  para  que  la  ciudad  no  fuese  entrada  por  fuerza,  por- 
que la  calamidad  y  el  tumulto  sería  tanto  mayor  cuanto  la  ciudad  era  muy  popu- 
losay  rica.  Alargábase  demasiado  el  sitio  de  Mérida:  cada  día  se  aumentaban  en 
ella  los  males:  corrían  por  sus  calles  más  de  cuarenta  mil  hombres,  gran  parte  de 
ellos  armados,  y  por  precisión  habían  de  suceder  robos  y  saqueos  en  las  casas 
de  los  mercaderes  y  gente  r¡<;a,  según  dicen  las  historias  árabes.  En  ésta,  los  ve- 
cinos que  querían  la  paz  trataron  de  poner  fin  á  tantos  males,  y  concertaron  entre 
sí  en  secreto  el  modo  de  entregar  la  ciudad  al  ejército  del  rey  Alaacam;  y  una 
noche  le  proporcionaron  el  que  las  tropas  de  Toledo  se  apoderasen  de  las  puer- 
tas y  de  las  torres,  en  silencio ;  siguió  luego  la  caballería  del  Algarve,  y  se  foi*mó 
en  las  tres  primeras  plazas  interiores  de  las  tres  puertas,  que  creo  eran  laS  de 


BADAJOZ  409 


cristianos,  renegados  y  berberiscos  que  acaudillaba  Abdelgebir, 
que  en  828  se  hallaba  coaligado  con  Alfonso  II  el  Casto.  £1 
resultado  de  todo  esto  fué  que  los  cristianos  soportasen  todo  el 
furor  del  monarca  cordobés,  y  hacia  el  año  850  sostuviesen  una 
enérgica  resistencia  contra  Abderramán  II,  en  términos  tales, 
que  la  actitud  de  los  mozárabes  trajo  consigo  una  violentísima 
persecución  en  que  el  metropolitano  de  Méridá  Ariulto,  aprobó 
el  heroico  comportamiento  del  Abad  Sansom,  contra  los  que 
transigían  con  el  Califa,  y  condenó  la  resolución  tomada  contra 
aquél,  y  por  sugestión  de  éste,  en  el  concilio  celebrado  entonces 
en  la  corte  bajo  la  inspiración  del  funesto  Hostegesis. 

Pero  hubo  más;  en  862  el  walí  ó  emir  de  Mérida  se  rebeló 
contra  el  rey  de  Badajoz,  viniendo  en  ayuda  de  este  monarca  e| 
de  Córdoba,  Mohamed,  que  ganó  la  ciudad,  la  quemó,  y  des- 
truyó todas  sus  murallas.  Ordoño  II,  y  más  tarde  Ramiro  II,  la 
sitiaron,  causando  muchos  daños  á  sus  ediñcios,  y  grande  mor- 
tandad en  su  vecindario,  que  cayó  en  desgracia  de  los  reyes  de 
Córdoba  por  sus  continuas  revueltas. 

Entretanto  Badajoz,  que  en  poder  de  los  muladíes  adquirió 
grande  importancia,  pasó  á  ser  la  capital  de  la  provincia  de  Lu- 
sitania  y  Algarbe  con  motivo  de  haber  quedado  tan  destruida 
Mérida  en  las  anteriores  insurrecciones ;  y  el  walí  badajocense, 
Obeidala-ben-Ahmed-ben-Jalí,  natural  de  Córdoba,  hubo  de  con- 
trarrestar briosamente  el  impulso  de  las  armas  cristianas  en  937, 
940  y  949,  fechas  que  simbolizan  otras  tantas  derrotas  para  el 
rey  D.  Ramiro  II. 

En  el  pacífíco  reinado  de  Alhakem  II  parece  haber  seguido 
Badajoz  senda  nueva ;  pues  como  este  monarca  era  enemigo  de 


Oriente,  Mediodía  y  Norte;  pues  la  entrada  y  puerta  del  puente  del  Guadiana, 
como  en  aquel  punto  estaba  la  fortaleza  principal,  se  hallaría  bien  asegurada  y 
custodiada  por  sus  contrarios.  A  la  venida  del  día  íueron  sorprendidos  todos  los 
amotinados;  quedaron  muertos  en  las  calles  como  setecientos  de  ellos;  la  multi- 
tud desapareció  al  momento;  los  caudillos  huyeron,  y  el  rey  perdonó  al  pueblo. 
Esto  sucedió  el  año  de  828.» 
5a 


410  BADAJOZ 


la  guerra,  se  dedicó  á  proteger  la  cultura  y  las  bellas  artes,  y  á 
fomentar  el  saber  en  sus  dominios.  G>nde  cita  en  este  reinado 
á  un  cadí  de  Badajoz,  llamado  Abu- Walid- Joñas- ben-Abdala, 
cuyos  versos  muy  celebrados  entre  los  ingenios,  y  cuya  recono- 
cida virtud  le  granjearon  el  aprecio  del  rey,  que  le  llevó  á  su 
corte ;  si  bien  el  honradísimo  y  austero  escritor  se  cansó  pronto 
del  mundanal  ruido  y  del  fausto  de  la  vida  cortesana,  y  con  la 
venia  del  rey  marchó  á  vivir  á  una  soledad  de  Algarbe,  donde 
se  ocupaba  en  escribir  sus  obras  ascéticas,  inspiradas  en  el  me- 
nosprecio del  mundo.  También  florecía  por  entonces  Suleimán- 
ben-Batal  de  Badalyos,  llamado  Ain-Ghudhi  (ojos  dichosos),  á 
causa  de  que  todas  sus  notables  poesías  comenzaban  con  estas 
palabras. 

El  mismo  rey  Alhakem  II  había  mandado  á  gobernar  la  pro- 
vincia de  Algarbe,  al  famoso  persa  Sabur  ó  ^por,  que  perma- 
necio  en  Badajoz  desempeñando  su  cargo  durante  el  reinado  de 
Hixem  II,  y  á  la  muerte  de  éste  se  declaró  independiente,  echan- 
do así  las  bases  del  reino  de  Algarbe,  regido  desde  el  afio  loio 
por  la  famosa  dinastía  de  los  Aftastdas. 


III 


Pocos  recuerdos  dejaron  los  árabes  en  Mérida.  Aparte  de 
la  recomposición  de  sus  murallas  y  del  puente  de  Albarregas, 
restaurado  por  ellos,  sólo  podemos  citar  una  obra  en  ruina,  que 
pueda  ser  visitada  por  el  viajero.  Nos  referimos  á  su  Alcázar  ó 
fortaleza,  denominado  hoy  Conventual  por  haberlo  convertido 
en  convento  monástico  los  freiles  de  la  Orden  de  Santiago, 
correspondiente  al  obispado  de  San  Marcos  de  León. 

Apenas  existen  vestigios  de  alcázar  levantado  en  el  sitio  que 
hoy  ocupa,  por  Abderramán,  rey  de  Córdoba,  el  año  836  de  la 


BADAJOZ  411 

era  vulgar,  luna  Rabié  postrera,  aAo  220  de  la  hégira  árabe; 
pero  su  existencia  se  declara  en  la  puerta  de  entrada  del  edificio, 
por  el  baluarte  ó  patio  fortificado  que  había  que  atravesar  des- 
de el  puente,  para  penetrar  en  la  ciudad,  y  sobre  la  que  se  en- 
contró  una  inscripción  lapidaria  que  decía  así : 

En  el  nombre  de  Dios  misericordioso 
y  piadoso f  la  bendición  de  Dios^ 

y  su  poderoso  amparo  al  pueblo  de  la  obediencia  de  Dios 
se  mandó  edificar  esta  fortaleza^  y  su  muro^ 
gobernando  al  pueblo  de  la  obediencia  de  Dios, 
el  Amir  Abderrahman,  hijo  de  Abdala-ben- 
Coleib'ben-Thaalba y  de  Gaifar-ben-Muhusin 
su  siervo,  geje  de  los  arquitectos,  en  luna  Rabie 
postrera  año  veinte  y  doscientos  (i). 

Las  ruinas  de  este  alcázar  asombran  todavía  al  observador, 
demostrando  su  simple  vista,  que  tan  soberbia  construcción 
puede  reputarse  como  una  de  las  fortalezas  ó  castillos  más  sóli- 
dos de  las  edades  remotas.  Sus  lienzos  de  muralla  del  Poniente 
y  Sur,  cuajados  de  torres  de  altura  y  diámetro  considerables,  y 
la  estructura  de  sus  gigantescos  sillares  colocados  bajo  la  ley 
general  de  la  gravitación  de  los  cuerpos  de  la  naturaleza,  son  la 
prueba  ostensible  de  la  aserción  precedente. 

Es  notable  asimismo  y  digno  de  un  examen  detallado  y  minu- 
doso,  un  aljibe  que  contiene  con  una  doble  escalinata  para  des* 
cender  á  su  arca  ó  depósito  de  agua,  que  abastece  el  río  Gua- 
diana,  á  través  de  una  boca  grande,  practicada  en  la  muralla. 

La  fábrica  de  este  aljibe,  más  bien  que  arábiga,  parece 
gótica,  y  en  él  existen  los  fragmentos  columnarios  y  piedra  con 
inscripción  prehistórica,  procedentes  acaso  de  algún  templo  grie- 
go, quizás  dedicado  á  Baco,  por  los  dibujos  y  adornos  escultu- 
rescos  que  en  las  piedras  se  hallan  grabados. 

En  sus  inmediaciones,  parece  que  también  hubo  una  capilla 


(i)    E8to  es,  816  de  la  era  cristiana. 


412  BADAJOZ 


ú  oratorio,  donde  los  duques  de  Mérida  asistían  al  sacrifício  di- 
vinó con  toda  su  familia  y  servidumbre,  mansión  religiosa  que 
fué  convertida  después  en  mezquita,  y  vuelta  á  la  religión  católi- 
ca, en  la  época  de  la  reconquista. 

Los  romanos,  los  godos,  los  árabes  y  los  cristianos  han  tra- 
bajado respectivamente,  en  esta  grandiosa  obra,  construyendo 
la  fortaleza  cuya  arquitectura  es  del  tiempo  de  Trajano;  el  alji- 
be, que  se  atribuye  al  rey  Wália,  el  alcázar  á  Abderramán,  de 
Córdoba,  y  el  Conventual,  al  Maestrazgo  de  Santiago,  después 
de  que  D.  Alfonso  IX  de  Castilla  reconquistó  la  ciudad  expul- 
sando de  ella  á  los  sarracenos. 


IV 


Fuera  de  estos  restos  árabes,  pocos  recuerdos  dejó  en  Mé- 
rida la  civilización  musulmana,  en  cuyo  período  florecieron  en 
la  ciudad  multitud  de  genios  preclaros,  que  la  ¡lustran  y  esclare- 
cen. El  botánico  AlhakenAlazur-Ben-Muar,  nacido  en  540  de 
la  Hégira,  y  más  que  ningún  otro  el  famoso  AobaidAllah-ben* 
Mohamed-ben-Ahmed-Escakiul-el-Marid,  jefe  de  la  gente  Almo- 
hadesa  en  el  reino  de  Badajoz,  cuando  le  gobernaba  Tramayeta- 
Goltan,  sucesor  de  Agucajera,  en  524  de  la  Hégira  (1139  de 
Cristo) . 

Había  nacido  Aobaid  en  Mérida,  llamada  entonces  Marid^ 
el  año  de  495  de  la  Hégira,  y  iioi  de  Cristo,  y  pertenecía  á 
una  de  las  familias  más  notables  que  existían  por  aquellos  tiem- 
pos en  la  corte  de  Badajoz,  como  que  uno  de  sus  antecesores, 
Aben-Abed,  había  reinado  en  433,  del  1041  de  Cristo,  y  puede 
decirse  que  fué  el  fundador  de  la  monarquía  badajoceña. 

Educado  Aobaid  en  la  política  de  su  tiempo,  y  cuando  esta- 
ba en  condiciones  de  influir  en  los  destinos  del  pueblo  Lusitano, 


BADAJOZ  413 


púsose  al  frente  como  caudillo  de  la  gente  Almohadesa  (vence- 
dora en  otros  tiempos  de  los  árabes  que  en  su  primera  invasión 
poblaron  el  Algarve  y  la  Lusitania),  y  quiso  resistir  á  los  Almo- 
rávides ó  Lemtzunieses ^  que  vinieron  á  disputar  el  dominio  del 
territorio  Lusitano,  empujados  por  los  auxilios  que  recibieron 
de  los  árabes  del  reino  de  Córdoba. 

Tramayeta-Goltan  resistió  algún  tiempo  á  los  invasores,  con 
quienes  capituló  al  ñn,  estableciendo  después  con  ellos  transac- 
ciones para  asegurar  su  trono;  pero  Aobaid  fué  víctima  de  su 
valor  y  lealtad  á  la  causa  de  los  Almohades  y  sucumbió  ante  la 
crueldad  de  los  almorávides,  que  no  quiseron  perdonarle  ni  oU 
vidar,  después  de  su  victoria,  la  consecuencia  y  lealtad  del  in^ 
trépido  emerítense,  y  apenas  prisionero  éste  le  dieron  muerte 
en  el  día  29  del  mes  de  Ramadán  el  Grande,  del  año  de  539, 
que  corresponde  al  de  1 144  de  nuestra  era. 

Se  comprueban  todas  estas  fechas  por  la  feliz  casualidad  de 
haberse  encontrado  en  1877  la  inscripción  de  su  sepultura,  en 
las  excavaciones  que  se  hacían  abriendo  cimientos  para  la  am- 
pliación  de  un  edifício  militar  de  Badajoz,  conocido  por  el 
nombre  de  Cuartel  de  la  Bomba  (i). 

Dice  así  esta  curiosa  sepulcral,  según  la  traducción  hecha 
por  D.  R.  A.  de  los  Ríos  (2): 


(i)  y  junto  á  esta  inscripción  se  encontró  la  qiie  hacía  referencia  á  Xequé^ 
otra  celebridad  en  los  sucesos  que  tuvieron  lugar  en  Badajoz  el  año  i  i6i. 

Sobre  la  traducción  de  estas  dos  lápidas  publicamos  un  trabajo  recientemen- 
te (a),  y  no  creemos  pecar  de  inoportunos  extractando  aquí  algunas  noticias  que 
más  directamente  se  relacionan  con  estas  dos  lápidas,  hoy  depositadas  en  el  Mu- 
seo Arqueológico  de  Madrid.  Estas  dos  lápidas  miden  la  una  5  7  centímetros  de 
largo,  28  ancho  y  3  grueso,  y  la  otra  52,  32  y  7  centímetros  respectivamente. 
Están  bastante  bien  conservadas  y  fueron  encontradas  á  unos  3  metros  de  profun- 
didad por  bajo  del  suelo  natural. 

(2)  Véasela  Memoria  acerca  de  algunas  inscripciones  arábigas  de  España  y 
Portugal^  publicada  por  el  Museo  Arqueológico  Nacional,  pág.  253  y  siguien- 
tes. (Madrid,  Imp.  de  Fortanet,  1883.) 

faj    Dos  Sepulturas  árabes.  (Reciurdos  de  Extremadura,  págs.  67  á  74. — Fregenal  de  la  Sierra,  1885.) 


414  BADAJOZ 


En  el  nombre  de  AUdh,  el  Clemente ,  el  Misericordioso.     . 

Este  es  el  sepulcro  del  mártir  muerto 

violentamente  (apiádese  de  él  Alláh)  Obaid-ul-láh- 

ben'Mohámmad-ben'Ahmed-hen-Al'Mactuly  el  emeritense. 

Asesináronle  las  gentes  del  litsan  en  el  día  de  la  desolación 

y  de  espanto,  que  lo  fué  el  domingo 

día  veinte  y  nueve 

de  Ramadhán  el  engrandecido  del  año 

nueve  y  treinta  y  quinientos  (539  de  la  H. — 11 44  de  J.  C.)  (i). 

Basta  lo  leído  para  saberse  que  Ahmed*Escakiu]-elMarid, 
esto  es,  emeritense  ó  natural  de  Mérída,  fué  sacriñcado  por  los 
Mulatzimunas^  en  sus  guerras  con  los  árabes  que  ocupaban 
Extremadura,  por  los  años  de  1 1 44  de  nuestra  era,  y  sobre 
cuyo  suceso  guardan  silencio  los  historiadores  árabes. 


(i)    El  P.  Lerchundi  la  traduce  de  este  otro  modo: 

«En  el  nombre  de  Dios  clemente  y  misericordioso.  Este  es  el  sepulcro  del  mártir 
•injustamente  muerto  (séále  Dios  misericordioso)  Aobaid-Alláh-ben-Mohamed- 
»ben-Ahmed-Essakiul-el-Marid  (a).  Matáranle  los  Mulatzimunas  (6),  el  dia  de  su 
«salida,  y  esto  sucedió  el  día  39  del  mes  de  Ramadán  el  Grande,  del  año  de  5  39  (c).» 

(a)    Mérída  le  llamó  en  tíempot  de  los  árabes  Mmrid. 

ib)  Estos  eran  los  Alm^ravUléSf  que  se  llamaron  también  LémÍMumits,  porque  esta  dinastía  tuvo  su  origen 
•n  la  tribu  de  Lemiguma,  en  Sahara. 

(<)  ir44  de  J.  C.  (cuandoerarey  de  Badigos  Tramayeta*Goltan).— En  este  afto  entraron  los  Almohades 
en  Espafta,  segün  ben*Ferhun,  citado  por  ben-Abd-el*Halim,  autor  de  Rm-tl-KartaSt  historiador  árabe  grana- 
dino» en  el  reinado  de  Abd*el*liumen.  Dice  la  inscripción  que  fué  mártir,  porque  los  Alm^rmvidMt  eran  here- 
jes para  los  Almohades. 


CAPÍTULO  XY 


Conquista  de  Mérida  por  Don  Alfonso  IX.  —  Las  Parroquiales  do  Mérlda. 

Loe  Veral  de  Mérida. 
Cuatro  historiadores  emerltenses. — El  cardenal  Molina  y  el  obispo  Nabas. 

Mérida  moderna 


I 


uvo  Mérida  por  primer  gobernador,  en  loio,  á 
Abdalá-Muslama,  desde  que  se  declaró  Badajoz 
corte  de  los  Af tosidas.  Destruido  poco  después  el 
reino  del  Algarbe  y  la  Lusitania,  primero  por  los 
almorávides,  que  vencieron  al  rey  D.  Alfonso  VI 
en  los  campos  de  Zagala,  distantes  30  kilóme- 
tros de  Badajoz,  en  1086;  después  por  los  al- 
mohades^ gente  feroz  que  nada  respetaron,  des^ 
truyendo  todo  lo  poco  que  habían  encontrado  en  Méri- 
da, ora  en  sus  monumentos,  ora  también  en  los  progre- 
sos logrados  por  su  cultura  y  civilización,  permaneció 
esta  ciudad  oscurecida  hasta  que  en  1 230  la  conquistó  D.  Al- 
fonso IX  de  León,  después  de  la  famosa  batalla  de  Matanzas, 
cerca  de  sus  campos,  pasando  á  ser  de  la  orden  de  Santiago 
desde  1234, 


4i6  Badajoz 


Este  hecho  tuvo  gran  importancia  en  la  historia,  pues  por 
la  batalla  de  Matanzas  el  rey  cristiano  logró  la  conquista  de 
Badajoz,  y  de  toda  la  hoy  Extremadura.  Fernández  Pérez,  á  la 
página  121  de  su  Historia  de  Mérida^  refiere  sobre  el  particu- 
lar lo  siguiente:  c  Destruido  el  poder  africano  en  la  memorable 
batalla  de  las  Navas  de  Tolosa,  el  año  de  121 2,  el  rey  D.  Al- 
fonso IX  penetró  por  estas  tierras  de  Extremadura  con  un  do- 
ble ejército,  acompañado  del  Maestre  de  la  orden  de  Santiago  y 
de  muchos  caballeros  y  prelados  del  reino;  y  después  de  gana- 
da la  villa  de  Cáceres  el  año  de  1229,  puso  sitio  á  la  ciudad  de 
Mérida  y  la  conquistó  el  día  15  de  Enero  del  siguiente  1230- 
El  rey  de  Sevilla  Abenhut,  venía,  según  parece,  en  socorro  de 
esta  ciudad  con  un  numeroso  ejército  de  moros,  y  hallándola  ya 
ocupada  por  los  cristianos,  se  acampó  cerca  de  Mérida,  sin  duda 
con  el  ánimo  de  sitiarla  y  recobrarla;  mas  el  rey  D.  Alfonso  le 
dio  batalla  y  lo  derrotó  completamente;  cuya  batalla  fué  tan  cé- 
lebre en  nuestras  historias,  que  en  aquellos  primeros  tiempos 
no  se  le  conocía  á  este  rey  D.  Alfonso,  sino  con  el  sobrenombre 
del  que  venció  la  batalla  de  Mérida.  Hay  quien  dice  que  en  ésta 
batalla  se  apareció  el  Apóstol  Santiago,  y  en  ella  murieron 
veintitrés  Caballeros  de  la  orden  de  Santiago,  de  quienes  se 
hace  mención  en  la  calenda  ó  necrología  del  Convento  de  Vélez 
el  día  veintiséis  de  Enero,  que  fué  sin  duda  el  de  la  batalla,  y 
consta  en  un  libro  del  mismo  archivo  de  Vélez,  que  once  días 
antes  de  la  batalla  se  tomó  la  ciudad.  En  seguida  de  ella  pasó 
el  rey  D.  Alfonso  sobre  Badajoz,  que  también  la  ganó;  y  vol- 
viéndose desde  allá  á  León,  al  tiempo  que  iba  á  Santiago  de  Ga- 
licia á  dar  gracias  al  Santo  Apóstol,  murió  en  el  camino  de  Vi- 
llanueva  de  Sarria  el  24  de  Setiembre  de  1230.» 

Tales  fueron  los  principales  sucesos  relacionados  con  la  ocu- 
pación de  Mérida  por  las  tropas  del  rey  de  León.  Dada  esta 
ciudad  á  los  Caballeros  de  la  orden  de  Santiago,  cedieron  éstos 
al  arzobispo  compostelano  toda  la  jurisdicción  de  la  iglesia  eme- 
rítense,  viniendo  así  á  confirmar  lo  mandado  por  el  rey  Wamba, 


BADAJOZ  417 


que  trasladó  esta  metrópoli  á  Santiago,  confírmándolo  más  tarde 
Calixto  II,  como  después  autorizó  Fernando  III  lo  dispuesto  por 
los  caballeros  de  Santiago  y  lo  confirmó  el  Pontífice. 

Y  desde  1 230  Mérida  quedó  bajo  la  autoridad  jerárquica 
de  Badajoz,  como  capital  que  fué  ya  de  ambas  Extremaduras, 
con  Capitán  General  y  autoridad  superior  en  el  orden  civil.  En 
lo  eclesiástico  correspondía  al  gobierno  exento  de  las  órdenes 
militares,  diócesis  de  San  Marcos  de  León,  hasta  que  en  época 
muy  reciente  fué  anexionado  este  territorio  al  obispo  de  Ba- 
dajoz. 


II 


Desde  mediados  del  siglo  xiii  Mérida  juega  un  papel  pasivo 
en  las  crónicas  extremeñas.  Perdida  su  importancia  histórica,  sin 
monumentos,  con  una  población  muy  reducida,  se  limita  á  la 
jerarquía  de  juzgado  de  primera  instancia,  formada  por  23  pue- 
blos y  las  35,000  almas  de  su  partido. 

Á  dos  parroquias  se  circunscribe  la  autoridad  de  su  clero;  la 
de  Santa  Olalla  (Eulalia)  y  Santa  María.  La  primera  es  funda- 
ción del  siglo  XIII  ó  principios  del  xiv.  Su  edificio  no  es  monu- 
mental, y  dentro  de  él  ni  el  arqueólogo^  ni  el  artista,  encontrará 
nada  que  admirar,  fuera  del  altar  de  Santa  Eulalia,  donde  se 
encuentra  la  efigie  de  esta  patrona  de  Mérida,  notablemente 
ejecutada. 

En  el  muro  de  la  derecha  de  la  capilla  de  los  Remedios,  se 
lee  la  inscripción  siguiente: 


59 


4l8  BADAJOZ 


ESTA  CAPILLA  DE 
NUESTRA  SEÑORA  DE  LOS  REME- 
DIOS FUNDÓ  EL  MUY   ILUSTRE  CABALLERO 
D.  DIEGO   DE  VERA,  CAPITÁN  GENERAL,  Y  TRECE  DE  LA  OR- 
DEN    DE     SANTIAGO  ,     COMENDADOR     DE    CALZADILLA,    Á 
QUIEN    LOS   REYES    CATÓLICOS   D.    FERNANDO   Y   DOÑA 
ISABEL    HICIERON    POR    SUS    MUCHOS    Y    SEÑALADOS 
SERVICIOS,  DE  QUE  ¿L  Y  SUS  SUBCESORES  EN  SU 
CASA  PUEDAN  HACER  TREINTA   ESCUSADOS  CADA 
AÑO  PERPETUAMENTE.   REEDIFICÓLA  SU  SÉP- 
TIMO NIETO   D.   VIZENTE  XAVIER  DE  VERA, 
CONDE     DE     LA    ROCA    Y    DE    EL    SACRO 
IMPERIO,   MAYORDOMO  DE   SEMANA    DE 
LA   REINA   NUESTRA  SEÑORA. 
AÑO   DE    1742. 

El  capitán  general  D.  Diego  de  Vera  había  nacido  en  Mé- 
rida  en  los  mediados  del  siglo  xv.  En  sus  primeros  años  entró 
en  la  milicia  y  se  cruzó  de  caballero  de  la  orden  de  Santiago, 
siendo  trece  de  la  orden  y  comendador  de  Calzadilla. 

En  las  guerras  contra  Italia  y  Francia  y  contra  los  moros,  y 
con  especialidad  las  sostenidas  en  el  reino  de  Granada,  á  las 
que  ya  iba  de  general,  hizo  proezas  de  valor.  Por  sus  servicios 
los  Reyes  Católicos  le  concedieron  varias  preeminencias  y  altos 
honores. 

Viejo  ya,  se  retiró  á  Mérida,  donde  fundó  una  capilla  en  la 
parroquia  de  Santa  Eulalia,  dotándola  de  mandas  y  beneficios 
para  su  alma  y  las  de  sus  herederos. 

No  tenemos  otras  noticias  del  general  Vera;  pero  por  la 
relación  que  se  hace  en  las  crónicas  de  Italia,  de  las  guerras  allí 
sostenidas  en  tiempos  del  Gran  Capitán,  sábese  que  D.  Diego 
de  Vera  jugó  en  ellas  gran  papel,  muy  especialmente  en  los 
sitios  de  Arani  y  Barletta,  donde  aparece  como  capitán,  después 
de  haber  combatido  en  Careliano  con  denodado  valor. 

En  el  desafío  de  los  once  españoles  con  los  once  franceses, 
propuesto  por  el  famoso  Bayardo,  D.  Diego  de  Vera  estuvo  á 


la  altura  de  su  buen  nombre  y  no  desmereció  en  nada,  pues  se 
pudo  comparar  á  Diego  García  de  Paredes.  En  1530  era  ya  un 
afamado  general,  y  su  nombre  figuró  como  alcaide  de  la  forta- 
leza de  Mérida  en  afíos  anteriores. 

Á  su  fallecimiento,  ocurrido  en  Mérida,  dejó  varios  hijos,  y 
entre  ellos  á  dofia  María  de  Vera,  señora  muy  principal,  que 
hizo  muchas  fundaciones  benéficas. 


HERIDA. -Iglesia  de  Santa  Eulama 

La  parroquia  de  Santa  María  es  de  la  misma  época  que  el 
templo  anterior,  y  en  su  construcción  se  observa  que  emplearon 
restos  de  edificios  romanos,  pues  en  varias  partes  de  su  fachada 
se  ven  trozos  de  columnas,  arquitrabes,  frisos  y  otros  restos  de 
edificios  mucho  anteriores  á  ella. 

Hoy  no  existen  en  Mérida  abiertas  al  culto,  fuera  de  estas 
dos  parroquias,  más  que  un  modesto  templo  auxiliar  de  la  se- 


420  BADAJOZ 


gunda,  Santa  Catalina ;  la  iglesia  del  convento  de  religiosas  de 
la  Inmaculada  Concepción ;  la  del  Carmen,  en  el  hospital  de 
alienados;  la  de  San  Juan  de  Dios,  en  el  hospital  de  este 
nombre;  un  oratorio  particular  del  Sr.  Pacheco  y  Blanes,  en  la 
calle  del  Obispo  y  Arco^  y  el  santuario  de  Santa  Olalla,  adya- 
cente á  la  expresada  parroquia. 

Los  antiguos  conventos  de  descalzos,  franciscanos  y  domini- 
cos, como  los  monasterios  de  Santa  Clara  y  de  la  Piedad,  han 
desaparecido  bajo  las  leyes  de  la  exclaustración  y  de  la  des- 
amortización. 


III 


Muchos  hombres  célebres  ha  dado  Mérida  á  la  patria  en  la 
época  moderna,  no  menos  que  en  la  antigua.  Los  Veras  y  Cam- 
pos, los  Veras  Pantojas  y  los  Veras  y  Zúñiga,  ocuparían  por  sí 
solos  un  tomo  abultado  si  hubiésemos  de  consignar  los  hechos 
más  notables  de  todos  los  de  estas  familias  emeritenses  de  más 
gran  memoria;  más  modestos  están  el  cardenal  Molina,  el  obispo 
Nabas,  Gómez  Bravo,  Fernández  de  Mesías,  Moreno  de  Var- 
gas, todos  historiadores  del  siglo  xvii;  Francisco  Ulloa,  célebre 
marino  del  siglo  xvi;  Garci  Gutiérrez  de  Vargas,  consejero  mi- 
litar de  Fernando  III ;  Casto  González,  escritor  y  erudito  del 
siglo  XVIII,  y  los  capitanes  Bustamante,  Magariño,  Becerra  y 
Mendoza,  todos  célebres  en  la  conquista  de  América. 

Mas  sobre  todos  estos  hombres,  la  familia  de  los  de  Vera 
son  las  que  más  esplendor  dieron  á  Mérida  en  estas  últimas 
cuatro  centurias.  Pero  séanos  permitido  decir  algo  sobre  los  ape- 
llidos de  la  Vera  y  de  Vera  para  esclarecimiento  de  las  dos 
familias  que  los  llevan. 

Son  muchos  los  que  con  el  apellido  de  la  Vera  (desde  que 


BADAJOZ  421 


éste  empezó  gloriosamente  á  sonar  en  la  batalla  de  Alarcos^ 
ganada  á  los  moros  el  miércoles  19  de  Julio  de  1 199),  han  ser- 
vido honrosamente  la  patria  y  á  sus  reyes,  ya  como  oficiales  y 
jefes  del  ejército,  ya  en  empleos  civiles,  y  no  pocos  de  ellos  en 
los  cargos  que  desempeñaron  con  celo  de  regidores  de  Mérida 
y  alcaides  de  su  fortaleza,  hasta  que  por  real  cédula  fué  entre- 
gada al  priorato  de  San  Marcos. 

Estos,  pertenecientes  á  los  de  la  Vera^  son  originarios  de 
Asturias,  y  se  establecieron  en  Extremadura  algunos  vastagos 
de  esta  familia  en  principios  del  siglo  xv,  entroncando  en  Méri- 
da con  los  de  Vera  por  el  casamiento  de  una  de  sus  descendien- 
tes, con  D.  Fernando  de  la  Vera  y  Saavedra* 

Eran  los  de  Vera  tronco  principal  de  los  condes  (después 
duques)  de  la  Roca,  cuyas  casas  solariegas  estaban  en  Mérida  y 
en  Badajoz,  como  lo  pregonan  sus  palacios  en  ambas  ciudades: 
el  de  Mérida,  de  últimos  del  xvi,  y  el  de  Badajoz,  de  los  comien- 
zos del  XV. 

En  Plasencia,  Badajoz,  Alburquerque,  Almendral  y  la  villa 
de  la  Vera  de  Plasencia,  existen  de  muy  antiguo  familias  más  ó 
menos  linajudas  con  los  apellidos  Vera  y  la  Vera;  esta  circuns- 
tancia y  el  denominarse  los  condes-duques  de  la  Roca  de  Vera  y 
y  el  de  haberse  asentado  en  Mérida,  también  desde  el  siglo  xvi, 
la  familia  de  la  Vera^  ofrece  no  poca  confusión  el  designar  los 
orígenes  y  procedencias  de  los  hombres  que  en  Extremadura 
llevan  el  apellido  Vera^  que  no  son  pocos  los  que  en  las  armas, 
en  las  letras  y  en  las  ciencias  cuenta  con  los  variantes  de  Vera, 
la  Vera,  de  la  Vera  y  Vera  solamente. 

El  lema  de  las  armas  de  los  condes  (hoy  duques)  de  la  Roca 
es  Vertías  vincit,  y  el  que  lleva  la  familia  oriunda  de  Oviedo  es 
el  de  A  la  Vera  caballeros.  El  acta  capitular  de  1698,  en  que 
se  mandó  al  contador  y  archivero  del  Ayuntamiento  de  Mérida, 
D.  Pedro  Moriano,  hacer  el  índice  6  registro  del  archivo  de 
aquella  corporación,  firman  como  regidores  con  el  apellido  de 
Vera  D.  Juan   de  Vera  y  Obando  y  D.  Juan  de  Vera  y  ^^ei 


422  BADAJOZ 


va,  y  con  el  apellido  de  la  Vera  D.  Juan  Francisco  de  la  Vera. 

£1  apellido  del  famoso  capitán  general  y  trece  de  Santiago, 
D.  Diego,  es  de  Vera  y  no  de  ¿a  Vera^  como  equivocadamente 
le  llaman  algunos  por  error  fácil  de  cometer  por  el  parecido  de 
ambos  apellidos.  Diego  de  Vera  lo  llama  Haro  en  su  Nobiliario^ 
y  fué  este  caballero  hijo  de  D.  Juan  de  Vera^  comendador  del 
Moniijo. 

Con  estas  aclaraciones,  daremos  algunas  noticias  de  los  de 
Vera  y  los  de  la  Vera  (i),  dignos  de  figurar  en  esta  obra,  y 
que  son  los  siguientes : 

D.  Juan  Antonio  de  Vera  Zúñiga  y  Figueroa,  conde  de  la 
Roca,  diplomático,  militar  y  escritor,  nacido  en  Mérida  en  últi- 
mos del  siglo  XVI.  En  su  juventud  estuvo  en  Italia,  de  embaja- 
dor en  Venecia  primeramente,  y  después  en  Milán,  y  allí  escribió 
sus  mejores  obras  (2).  Por  el  catálogo  de  ellas  vendrá  él  lector 
en  conocimiento  de  la  fecundidad  del  escritor  extremeño  y  la 
resonancia  que  tuvieron  sus  escritos  cuando  se  traducían  y  pu- 
blicaban á  la  vez  en  Italia,  Francia  y  Bélgica. 

Por  los  servicios  que  este  autor  prestó  á  su  patria,  con  la 


(i)  Para  más  antecedentes,  el  lector  puede  consultar  la  obra  de  Jerónimo  de 
la  Puente,  denominada  así :  Linaje  de  los  Veras^  publicada  por  Jerónimo  Contreras 
en  la  ciudad  de  Lima  el  año  de  1635. 

(a)  I.*  Discurso  sobre  la  batalla  de  Norlinga^  en  16^4  (Ms.  en  la  Biblioteca 
Nacional }. 

2.*  La  Viitoria  de  Norlinga^  conseguiia  á  6  de  Setiembre  ¡óy^,  dalla  maesiá  del 
rei  Ungaria^  en  sfagnuolo  e  italiano  (Milano,  1638). 

3.*  Cartas  del  conde  de  la  Roca  á  la  embajada  de  Saboya^  de  ib  jo  á  i6yy  (Ms.  de 
la  Biblioteca  Nacional). 

4.'  Epitome  á  la  vida  y  hechos  del  emperador  Carlos  K  (Madrid,  1622.— Ma- 
drid, 1654.— Milán,  1645.— Madrid,  1649.— París,  166  a. —Bruselas,  1667). 

$.•    Fernando  ó  Sevilla  restaurada.^Poema  heroico  (Milán,  i63  2)." 

6.»  El  rey  D.  Pedro  defendido,  ofrecido  á  la  majestad  del  rey  D,  Felipe  IV  (Ma- 
drid, 1648). 

7.»  Fragmentos  históricos  de  la  vida  de  don  Gaspar  de  Guzmdn,  conde  de  Oliva^ 
res,  etc,  (Semanario  de  Valladares,  tomo  II,  pág.  147  y  siguientes). 

8.'  Resullas  de  la  vida  de  D.  Fernando  Alvar ez  de  Toledo,  tercer  duque  de  Alba, 
dedicada  á  la  nobleza  española  (Milán,  1 634). 

9.*    Historia  de  Santa  Isabel,  reina  de  Portugal  (^Milán,  1 640». 

10.*    El  Embajador  [StviMaj  1620). 


MEKIOA.— Palocio  del  Duque  de  la  Roca 


424  BADAJOZ 


espada  y  con  la  pluma,  el  rey  D.  Felipe  IV  le  concedió  la  mer- 
ced de  título  del  reino,  con  la  denominación  de  conde  de  la  Roca, 
y  cuya  gracia  aparece  firmada  en  1628. 

El  rey  D.  Carlos  IV  elevó  en  1 793  á  ducado,  con  grandeza 
de  primera  clase,  el  condado  de  la  Roca,  cuyas  casas  solariegas 
tenían  en  Mérida  y  Badajoz,  la  de  esta  ciudad  en  su  castillo, 
casi  arruinada  hoy,  después  de  haber  servido  largos  años  de 
presidio,  matadero  y  cuartel. 

Completaremos  estos  datos  diciendo  que  D.  Juan  Antonio 
de  Vera  Zúftiga  y  Figueroa  fué  de  la  orden  de  Santiago ;  conde 
de  la  Roca,  desde  el  27  de  Marzo  de  1628;  embajador  en  Roma, 
Saboya,  Milán  y  Venecia;  conde  de  la  Barra;  de  los  Consejos 
de  Guerra,  India  y  Hacienda;  tercer  alíérez  mayor  de  Mérida; 
alcaide  perpetuo  de  los  castillos,  fortalezas,  alcázares  y  puertas 
de  la  ciudad  de  Badajoz;  señor  de  las  villas  de  Torre  mayor, 
Siruela,  San  Lorenzo,  Don  Tello,  Engnidamos  y  la  Pesque- 
ra, etc.,  etc.  (i). 

p.  Fernando  de  Vera  y  Mendoza,  hijo  del  conde  de  la  Roca, 
nació  en  Mérida  en  1604.  Poeta  y  literato  muy  distinguido,  tuvo 
mucho  nombre  en  sus  tiempos. 

Andrés  de  Claramonte  y  Corroy,  en  su  obra  Letanía  Moral^ 
dice  de  él,  reseñando  á  los  barones  célebres  de  su  tiempo,  lo 
siguiente:  «...Don  Fernando  de  Vera,  ilustradísimo  caballero  y 
«doctísimo  ingenio  de  Mérida.» 

D.  Fernando  estudió  en  Salamanca  y  Sevilla,  y  desde  su  más 
tierna  infancia  mostró  aficiones  á  las  letras. 

Escribió  una  obra  en  honor  de  la  poesía,  titulada:  Panegí- 
rico por  la  poesía^  impresa  en  Montilla  el  año  de  1627,  sin  nom- 


(i)  £1  Diccionario  Enciclopédico  de  Fernández  Cuesta  afirma  que  Vera  y 
Figueroa  era  catalán.  Ya  hemos  dicho  que  había  nacido  en  Mérida,  donde  aún 
existe  su  palacio  solariego  y  residen  sus  descendientes.  No  sabemos  de  dónde 
pudieron  sacar  los  redactores  del  citado  Diccionario  el  que  Vera  y  Figueroa  fuese 
hijo  de  Cataluña,  cuando  desde  el  siglo  xv  todos  sus  antecesores  residían  en  Mé- 
rida. 


MÉRIDA.— Torreón  del  palacio  del  Duque  de  la  Roca 


426  BADAJOZ 


bre  del  autor,  que  la  compuso  en  1621,  cuando  contaba  17  años 
de  edad  solamente. 

Da  noticias  circunstanciadas  de  esta  obra  D.  Luís  Josef  Ve- 
lázquez,  marqués  de  Valdeflores,  en  su  Ms.  Observaciones  sobre 
las  antigüedades  de  Extremadura  de  León^  que  se  conserva  en 
la  Real  Academia  de  la  Historia  (tomo  XXXV  de  la  colección 
de  Valdeflores). 

Vio  el  marqués  el  Panegírico  en  la  librería  del  conde  de  la 
Roca,  y  dice  de  él :  €  Está  de  mano  de  su  mismo  autor,  y  en 
>una  nota  que  la  precede  se  advierte  que  la  escribió  de  edad 
ide  16  años  y  que  se  imprimió  sin  nombre  del  autor,  dedicán- 
>dola  al  conde  de  Olivares.  Este  pequtfto  libro  merece  leerse 
>por  la  mucha  noticia  de  poetas  españoles  de  todos  los  tiempos, 
>y  es  muy  importante  para  la  historia  de  la  poesía  castellana,  y 
«prueba  lo  mucho  que  este  caballero  había  leído  en  una  edad 
»tan  corta  de  16  años.» 

El  discurso  apologético  de  este  escritor  lo  cita  también  Ni- 
colas  Antonio,  asegurando,  en  efecto,  ser  obra  de  D.  Fernando 
(Fernando  de  Vera  Scripsit),  El  autor,  en  el  prólogo,  expresa 
claramente  que  acabó  de  escribir  su  obra  á  los  17  años  de  edad 
y  que  tuvo  que  quedar  a  medio  imprimir  seis  años,  años  de  1627 
(aora  seys  años),  es  decir,  que  estaba  terminada  y  capaz  de  darse 
á  la  estampa  en  1621. 

El  erudito  bibliógrafo  D.  Cayetano  Alberto  de  la  Barrera  y 
Leiva,  en  su  obra  Catálogo  bibliográfico  del  teatro  antiguo  espa- 
*{?/ (Madrid,  1860),  al  hablar  de  D.  Fernando  de  Vera  (á  la 
página  468),  dedica  un  largo  y  bien  razonado  artículo  á  exami* 
nar  quién  fuese  el  verdadero  autor  de  este  pequeño  é  interesan- 
tísimo libro,  hoy  preciosidad  bibliográfica  que  se  atribuyó  tam- 
bién, con  poca  prueba  para  ello,  al  conde  de  la  Roca,  D.  Juan 
Antonio  de  Vera  y  Zúñiga  y  Figueroa. 

Aunque  este  panegírico  poético  lo  han  disputado  varios,  y 
los  bibliófilos  discuten  aún  quien  pueda  ser  su  autor,  estamos 
conformes  con  Clai  amonte  y  Corroy,  Velázquez  y  Nicolás  Anto- 


BADAJOZ  427 

nio,  en  que  lo  escribió  D.  Fernando  de  Vera,  como  también  con- 
firma, aunque  embozadamente,  nuestra  opinión,  el  erudito  la 
Barrera  y  Leirado,  cuando  en  su  concepto  el  autor  debió  ser 
persona  unida  por  vínculos  de  parentesco  al  duque  de  la  Roca^ 
toda  vez  que  el  libro  ostenta  en  la  portada  un  águila,  de  cuyo 
pico  sale  una  cinta  con  el  lema  Vertías  vincit^  y  sostiene  entre 
sus  garras  el  escudo  de  /os  Veras^  aunque  cree  equivocadamente 
que  era  de  la  rama  de  ese  apellido,  trasplantado  ya  á  Andalucía. 

No  opone  razonamiento  formal  en  estas  indicaciones  la  Ba- 
rrera  y  Leirado,  ni  trata  de  aducir  citas  ni  otras  autoridades  que 
la  suya  para  robustecer  su  opinión,  cosa  que  á  la  verdad  no 
podría  hacerlo,  porque  está  probado  que  los  duques  de  la  Roca 
son  emerítenses  y  que  el  autor  del  Panegírico  para  la  poesía 
no  fué  otro  que  D.  Fernando  de  Vera  y  Mendoza. 

D.  Juan  de  Vera  y  Vargas  fué  un  personaje  político  y  mili* 
tar  de  nombradía  en  sus  tiempos. 

Había  nacido  en  Mérida,  donde  de  antiguo  tienen  su  casa 
solariega  los  de  su  linaje,  y  sirvió  á  D.  Felipe  II  en  la  guerra 
contra  Portugal. 

En  el  curioso  libro  Flores  de  poetas  ilustres^  de  Pedro  de 
Espinosa,  publicado  en  Valladolid  por  Luís  Sánchez  el  año 
de  1605,  aparece  la  siguiente  poesía  de  Vera  y  Vargas  (i): 

« Mi  señora,  assi  yo  viva, 
que  esta  carta  que  se  aguarda 
según  lo  mucho  que  tarda, 
no  debe  de  ser  missiua. 

Si  es  carta  de  pago,  ha  sido 
muy  mal  pagado  mi  amor, 
y  si  es  carta  de  favor 
otro  es  el  favorescido. 

Si  es  carta  de  excomunión, 
¿qué  remedio  tomaré? 
Si  es  de  examen  de  mi  fe, 


(i)    La  reproducimos  con  su  propia  ortografía. 


42S  BADAJOZ 


ñrme  está  mi  coraron. 

Si  es  de  horo,  y  tal  pretende, 
no  me  quiero  libre  ver, 
de  venta  deve  de  ser, 
pues  que  palabras  me  vende. 

Querría  para  no  errar, 
pues  de  seguro  no  es 
por  aora,  que  después 
no  fuesse  de  marear. 

Mas  holgaré  que  livianos 
pensamientos  como  el  mío 
la  hagan  de  desafío 
para  venir  á  las  manos. 

Y  quando  en  vuestro  contrato, 
de  justicia  ó  lasto  sea, 
conmigo  á  pleyto  se  vea 
que  se  lo  meta  á  barato. 

Aunque  recelos  traydores 
me  avisan  de  su  persona, 
que  avrá  de  ser  de  corona, 
si  fuere  carta  de  amores. 

Bien  sé,  para  mí  á  lo  menos, 
que  en  el  pesar  ó  el  plazer 
en  mi  daño  avrá  de  ser, 
carta  de  mas  ó  de  menos.» 


D.  Fernando  de  Vera  y  Pantoja  fué  otro  militar  distinguido, 
nacido  en  Mérida  en  1751. 

Estudió  filosofía  y  humanidades  en  el  Seminario  de  San 
Athón,  pero  trocando  la  espada  por  los  libros,  dejó  el  colegio 
de  Badajoz  por  el  campamento,  comenzando  sus  servicios  en  la 
carrera  militar  como  teniente  del  regimiento  de  Extremadura, 
el  año  de  1766. 

En  1778  fué  destinado  al  colegio  de  cadetes  de  Ocafta, 
donde  permaneció  dos  años  explicando  matemáticas,  habiendo 
desempeñado  también  la  comandancia  y  sargentía  mayor  de 
aquel  establecimiento.  Destinado  después  al  regimiento  de  gra- 
naderos que  se  formó  de  desmontados  de  caballería,  fué  á  acam- 
par  en  1782  bajo  los  muros  de  Gibraltar,  y  estuvo,  á  solicitud 


BADAJOZ  429 

suya,  como  puesto  de  mayor  riesgo,  á  bordo  de  la  batería  flo- 
tante Santa  Ana,  mandando  en  ella  dos  cañones  en  el  ataque  de 
la  plaza,  que  tuvo  lugar  en  los  días  13  y  1 4  de  Setiembre  de 
dicho  año,  y  por  cuyo  particular  servicio  fué  ascendido  á  teniente 
coronel.  En  este  empleo  pasó  á  servir  al  cuerpo  de  carabineros 
reales,  en  el  ejército  de  operaciones  que  se  formó  en  Cataluña 
el  año  de  1793.  En  él  se  distinguió  mucho,  habiendo  asistido  á 
varias  acciones  de  guerra  y  á  los  ataques  de  Perpignan  y  de 
Port-Vendres,  como  consta  de  su  hoja  de  servicios,  siendo  uno 
de  los  más  señalados  el  de  haber  tomado  al  enemigo,  el  día  18 
de  Diciembre  de  1 793,  seis  cañones  al  frente  de  una  columna  de 
caballería  que  no  llegaba  á  280  hombres  entre  carabineros  rea- 
les y  soldados  de  los  regimientos  de  Santiago  y  Pavía.  Perma- 
neció en  operaciones  hasta  ñnes  de  Marzo  de  1795,  en  que  fué 
nombrado  ayo  de  los  caballeros  pajes  del  rey,  y  en  el  mismo 
año  fué  ascendido  á  mariscal  de  campo,  en  recompensa  de  sus 
muchos  méritos  de  guerra. 

En  los  primeros  años  de  este  siglo  fué  gobernador  militar 
de  Madrid,  y  su  amigo  Godoy  le  honró  con  varias  encomiendas 
y  grandes  cruces  de  distinción.  Falleció  en  Madrid  á  muy  poco 
de  comenzarse  la  gloriosa  guerra  de  la  Independencia. 

Era  hermano  de  D.  Alonso,  el  diputado  de  las  G>rtes  de 
Cádiz,  y  todos  estos  biografiados  de  gran  importancia  en  sus 
tiempos.  Pero  con  sus  nombres  deben  ñgurar  también  sus  pa- 
rientes y  afínes,  D.  Diego  de  Vera,  nacido  en  Alburquerque, 
literato  y  erudito,  autor  del  manuscrito  que  se  conserva  en  la 
Biblioteca  Nacional  con  el  siguiente  título:  Epitome  cronológico 
recU  y  universal  de  todos  los  imperios  y  monarguids  del  mundo ^ 
desde  su  principio  ha^ta  1650 ;  D.  Fernando  de  Vera,  diploma- 
tico,  nacido  también  en  Mérida,  en  principios  del  siglo  xvii  y 
autor  del  manuscrito  que  se  conserva  en  la  Biblioteca  Nacional 
con  el  siguiente  título:  Relación  del  embajador  Francisco  de 
Vera^  al  Rey  Católico^  sobre  la  república  de  Venecia^  D.  Juan 
de  Vera,  capitán  y  navegante  nacido  en  Badajoz,  que  acompañó 


430  BADAJOZ 


á  Pedro  de  Alvarado  á  América  y  escribió  una  Crónica  sobre  el 
viaje  de  Colón;  Fr.  Martín  de  la  Vera,  de  la  Vera  de  Plasencia, 
astrónomo  muy  querido  de  Felipe  IV;  D.  Vicente  Xavier  de 
Vera,  de  Mérida,  palaciego  de  Fernando  VI ;  D.  Francisco  de 
Vera  y  Becerra,  de  Mérida,  obispo  de  Lima  y  cardenal  en  tiem 
po  del  papa  Alejandro  II ;  D.  Juan  de  la  Vera  y  Campos,  de 
Mérida,  mariscal  de  campo;  el  brigadier  de  ingenieros  D.  Juan 
de  la  Vera  y  Campos,  también  de  Mérida,  como  su  otro  herma- 
no D.  Manuel,  coronel;  D.  Fernando  de  la  Vera  y  Pantoja,  na- 
cido en  Mérida,  de  donde  fué  alcalde  mayor;  D.  José  de  la  Vera 
Calderón  y  Monroy  nacido  en  Badajoz,  de  donde  fué  alcalde,  y 
se  distinguió  como  poeta  (i);  D.  Manuel  de  la  Vera  y  Ladrón 
de  Guevara,  de  Mérida,  brigadier  y  miembro  de  las  RR.  AA.  de 
la  Historia,  Espartóla  y  de  S.  Fernando;  y  en  fin,  D.  Alonso 
María  de  la  Vera  y  Pantoja,  alcalde  mayor  de  Mérida;  D.  Fer- 
nando de  Vera  y  Saavedra,  brigadier;  D.  José  de  la  Vera  Va- 
lencia y  Salazar,  general,  y  D.  Fernando  de  la  Vera  y  Velasco, 
alcalde  mayor  de  Mérida,  y  todos  en  más  ó  en  menos,  persona- 
jes en  sus  tiempos. 

El  palacio  de  estos  señores  en  Mérida  es  notable.  Obra  de 
los  comienzos  del  siglo  xvi,  se  aprovechó  para  su  construcción 
muchas  de  las  antigüedades  aparecidas  en  Mérida,  y  conserva 
das  por  los  de  Vera.  Los  balcones  que  están  á  derecha  del  to- 
rreón que  da  á  la  plaza  de  la  Constitución,  formados  están  de 
piedras  romanas.  Es  este  el  edificio  más  típico  que  conserva 
Mérida  del  siglo  xvi,  y  es  lástima  que  desaparezca  muy  en 
breve,  porque  habiéndolo  adquirido  recientemente  el  ayunta- 
miento, lo  va  á  demoler  para  edificar  nuevos  locales  donde  alojar 
las  escuelas  públicas  de  la  ciudad  (2). 


(i)  En  el  libro  publicado  en  Madrid  en  1 684  con  los  trabajos  de  la  Academia, 
que  se  celebró  en  Badajoz,  en  casa  del  Sr.  Meneses  y  Moscoso,  aparece  una  poesía 
de  Vera  Calderón  y  Monroy  á  una  dama  que  le  tocó  en  suerte  dia  de  año  nuevo,  y 
un  soneto  A  List  cogiendo  flores  una  abeja  le  picó  la  mano. 

(2)    Bueno  será  que  antes  de  procederse  á  su  demolición  se  instruya  el  opor- 


BADAJOZ  431 


IV 


Cuatro  historiadores  ilustran  á  la  ciudad  de  Mérida,  como 
hijos  suyos  que  son:  Messía  de  Trillo,  González  Gómez,  More- 
no de  Vargas  y  González  Emeritense,  á  quienes  biografiaremos 
aquí  concisamente. 

El  Licenciado  Fray  D.  Pedro  Messía  de  Trillo  nació  en  1530 
y  era  pariente  de  otro  escritor,  emeritense  también,  llamado 
D.  Tello  Fernández  Messía. 

Messía  de  Trillo  estudió  en  Salamanca  cánones  y  leyes,  se 
ordenó  de  misa  y  se  cruzó  de  caballero  de  la  Orden  alcantarina, 
ejerciendo  más  tarde  el  cargo  de  subprior  del  convento  de  Al* 
cántara. 

Compuso  una  obra  titulada:  Libro  del  origen  y  principio  de 
la  Orden  y  caballería  de  Alcántara^  y  cosas  más  notables  de  sus 
primaros  tiempos,  manuscrito  que  vio  en  Mérida  en  la  librería 
del  académico  D.  J.  Alsinet,  D.  Luís  José  Velázquez,  marqués 
de  Valdeflores,  según  él  mismo  dice  en  su  manuscrito  titulado: 
Observaciones  sobre  las  antigüedades  de  Extremadura  de  León^ 
que  se  conserva  en  la  Real  Academia  de  la  Historia  (T.  XXV 
de  la  colección  Valdeflores.) 

La  obra  de  Messía  de  Trillo  formaba  un  volumen  en  4.^  con 
94  fojas,  y  estaba  dividido  en  9  capítulos. 

Se  ignora  el  paradero  de  este  curioso  manuscrito. 

Don  Francisco  González  Gómez  nació  en  1574.  Figuró 
mucho  en  principios  del  siglo  xvii,  porque  en  su  casa  en  Méri- 


tuno  expediente,  como  está  mandado  para  estos  casos,  á  fin  de  oir  el  dictamen  de 
la  Real  Academia  de  la  Historia  y  de  la  3ub-Comisiónde  Monumentos  históricos 
de  Mérida. 


432  BADAJOZ 

da,  se  daban  cita  los  literatos  y  artistas  que  vivían  en  Extrema- 
dura. Escribió  en  verso  varias  obras  para  el  teatro,  conserván- 
dose memoria  solamente  de  una  de  ellas,  denominada  Sania 
Eulalia^  que  se  representó  en  Mérida  en  1614,  con  gran  aplau- 
so  de  las  gentes  entendidas. 

Su  mejor  libro  es  el  denominado  Historia  general  de  los 
moros  ^  desde  su  entrada  en  España  hasta  su  expulsión  en  tiem- 
po de  Fhelipe  III,  manuscrito  que  no  ha  llegado  á  publicarse, 
y  que  vio  en  poder  de  D.  José  Alsinet,  en  Mérida,  D.  Luís  Josef 
Velázquez,  Marqués  de  Valdeflores,  según  él  mismo  declara  en 
su  manuscrito  ya  citado.  Observaciones  sobre  las  antigüedades  de 
Extremadura  de  León,  que  se  conserva  en  la  Real  Academia  de 
la  Historia  (t.  XXV,  de  la  colección  de  Valdeflores). 

La  obra  del  historiador  y  poeta  emeritense  estaba  escrita 
en  octavas  reales,  en  forma  de  poema  heroico,  de  mano  del 
mismo  autor  y  dedicada  á  D.  Juan  Antonio  de  Vera,  Formaba 
un  volumen  en  4.^,  y  la  terminó  en  161 2.  ¡Es  lástima  que  no  se 
tengan  más  noticias  de  este  raro  manuscrito! 

D.  Bernabé  Moreno  de  Vargas  nació  en  los  últimos  años 
del  siglo  XVI.  Oriundo  de  una  familia  linajuda,  con  todos  los 
humos  aristocráticos  de  los  nobles  de  sus  tiempos,  fíguró  mucho 
entre  los  más  principales  caballeros  que  contaba  Mérida,  ora 
como  concejal  perpetuo  de  su  ayuntamiento,  ora  también  como 
jefe  de  los  literatos  que  en  su  época  vivían  rindiendo  culto  al 
saber  en  la  antigua  ciudad  extremeña. 

En  su  juventud  estudió  leyes,  y  más  tarde  se  dedicó  al  co- 
nocimiento de  las  lenguas,  hablando  la  latina  á  la  perfección; 
pero  educado  en  los  comienzos  del  siglo  xvii  participó  de  todos 
los  defectos,  vicios  é  impurezas  de  su  tiempo.  Para  él  el  falso 
cronista  Dextro,  como  el  P.  Román  de  la  Higuera,  como  Solano 
de  Figueroa  y  tantos  otros  como  formaban  la  pléyade  de  histo- 
riadores falsarios  y  milagreros,  fueron  autoridad  indiscutible, 
porque  careciendo  de  crítica  propia,  olvidó  estudiar  á  los  clási- 
cos, y  en  vez  de  ir  á  beber  en  las  fuentes  puras  la  historia  de 


BADAJOZ  433 


los  hechos  pasados,  se  conformó  con  conocerlos  por  el  criterio 
estrecho  y  personalísimo  de  los  autores  que  más  han  corrompi- 
do nuestra  literatura  y  mayores  estragos  hicieron  también  en  las 
tradiciones  y  leyendas  patrias. 

Defecto  es  este  de  gran  monta,  pero  disculpable  en  él,  si  se 
quiere,  atendiendo  á  la  época  en  que  escribía  y .  al  género  de 
vida  que  hizo  siempre,  pasando  todos  sus  mejores  años  en  los 
estrechos  horizontes  que  para  el  estudio  le  ofreció  su  ciudad 
natal.  Reconozcamos,  no  obstante,  en  Moreno  de  Vargas,  al 
primero  y  acaso  el  mejor  de  los  historiadores  de  Mérida,  porque 
el  libro  del  padre  Jerónimo  Román  de  la  Higuera,  Historia  de 
las  antigüedades  de  Mérida^  nadie  lo  ha  visto,  y  sólo  aparece  ci- 
tado por  los  bibliófilos  de  la  Compañía  de  Jesús,  lo  que  nos  in- 
duce á  sospechar  que  este  farsante  historiador  no  llegó  á  escri- 
birlo y  á  lo  sumo  habría  recogido  algunos  apuntes  sobre  Mé- 
rida, que  les  dio  el  pomposo  nombre  de  Historia  de  las  antigüe- 
dades de  esta  ciudad.  De  esta  suerte,  y  es  lo  principal  para  el 
caso,  Moreno  Vargas  no  conoció  estos  apuntes,  y  puede  decirse 
que  él  fué  el  primero  que  trató  de  dar,  á  su  manera,  concepto  de 
doctrina  histórica  sobre  el  pasado  de  una  ciudad  tan  importante 
en  otras  edades  y  de  la  cual  no  se  conocía  obra  alguna. 

Moreno  Vargas  comenzó  á  escribir  su  libro  Historia  de  la 
ciudad  de  Mérida  (Madrid,  1633)  en  1628,  y  cinco  años  más 
tarde,  cuando  se  trasladó  á  Madrid,  donde  residió  casi  dos  años, 
en  la  corte  publicó  su  obra,  en  la  imprenta  de  la  viuda  de  Alon- 
so Martín,  haciéndola  preceder  de  su  propio  retrato,  orlado  de 
siemprevivas  y  laureles,  y  no  sabemos  por  qué  circunstancia,  en 
otros  ejemplares  puso  otra  portada  con  un  grabado  en  que  se 
ven  las  imágenes  de  Santa  Olalla  (Eulalia),  Augusto  y  Aníbal, 
con  el  pie  de  imprenta  de  Pedro  Tazo,  año  1633.  O  en  las  en- 
cuademaciones le  hizo  falta  pliegos  primeros,  porque  se  le  estro- 
pearan algunos  de  los  de  la  edición  de  la  imprenta  de  la  viuda 
de  Alonso  Martín  y  dio  á  la  de  Pedro  Tazo  la  tirada  del  pliego 

primero  de  su  libro,  ilustrándolo  con  el  grabado  ya  citado,  ó 

55 


434  BADAJOZ 

llevado  de  una  vanidad  un  tanto  ridicula,  con  una  misma  edición 
quiso  hacer  dos,  cosa  increíble,  llevando  ambas  el  mismo  año  y 
siendo  idénticas  en  las  páginas,  caja  y  foliaturas. 

Aparte  de  estos  detalles,  la  obra  de  Moreno  de  Vargas  es, 
por  el  estilo  erudito  de  su  autor  y  por  la  precisión  de  algunos 
hechos  que  él  cuenta  bien  al  pormenor,  una  fuente  en  que  han 
ido  á  beber  los  demás  historiadores  que,  con  mejor  criterio,  con 
más  ilustración  acaso  que  él,  escribieron  de  la  famosa  ciudad 
extremeña.  Tiene  defectos  muy  grandes  Moreno  de  Vargas, 
tales  como  el  hacerse  eco  de  los  falsos  cronicones,  el  hacer  de 
esta  historia  la  de  su  propia  casa  y  familia,  y,  por  último,  la  de 
carecer  de  concepto  crítico,  que  no  lo  tiene  el  autor,  con  ser 
tan  erudito  y  buen  hablista. 

Un  émulo  de  este  historiador,  el  beneficiado  de  la  catedral 
hispalense  D.  Juan  Gómez  Bravo,  emeritense  como  Moreno  de 
Vargas,  se  encargó  de  corregir  las  faltas  que  encontrara  en  la 
obra  de  éste,  y  publicó  cuatro  libros,  de  los  cuales  tres  de  ellos 
iban  enderezados  contra  el  historiador  de  Mérida,  y  muy  princi- 
palmente los  titulados  Advertencias  d  ¿a  Historia  de  Mérida 
(Florencia,  1638),  y  Ad  Paulum  Diaconum  Emeritensem  enten- 
dationes  et  notce  (Antuerpiae,  1634). 

Gómez  Bravo,  enemigo  irreconciliable  de  Moreno  de  Var- 
gas, no  trata  bien  á  éste,  sacando  partido  de  los  descuidos  que 
tuvo  en  su  obra.  Pero  no  por  esto  perdió  importancia  entre  los 
eruditos  la  Historia  de  Moreno  de  Vargas,  porque  como  fuente 
de  puro  venero,  á  ella  tienen  que  acudir  todos  los  que  necesitan 
conocer  el  pasado  de  una  de  las  ciudades  más  importantes  que 
tuvieron  los  romanos  en  España.  Con  Gómez  Bravo  apareció  otro 
eclesiástico,  D.  Esteban  González  de  Muñara,  escribiendo  otro 
opúsculo  contra  Moreno  de  Vargas,  trabajo  que  no  llegó  á  pu- 
blicarse y  que  manuscrito  se  conserva  en  la  biblioteca  Colombi- 
na con  el  siguiente  título:  Sobre  el  principado  de  Sevilla^  en 
defensa  de  la  verdad  del  epigrama  tífe  Ausonio^  que  Bernabé 
Moreno  de  Vargas  lo  aplica  á  Mérida. 


BADAJOZ  435 


Gómez  Bravo,  tratando  de  corregir  los  errores  en  que  incu- 
rre el  historiador  emeritense,  pero  cayendo  él  en  otros  no  me- 
nos censurables  al  tratar  de  ciertas  antigüedades  cristianas;  y 
González  de  Muñara,  atribuyendo  á  Sevilla  lo  que  ^Moreno  de 
Vargas  aprovecha  para  Mérida,  ilustran  bastante  al  erudito  y 
completan  entre  los  tres  un  cuerpo  de  doctrina  histórica  muy 
importante  para  Extremadura. 

Publicó  Moreno  de  Vargas  otro  libro  que  es  muy  buscado 
entre  los  eruditos.  Tiene  el  siguiente  título:  Discursos  de  la  no^ 
bleza  de  España  (Madrid,  1659),  y  del  que  se  hizo  otra  nueva 
edición,  en  Madrid  también,  en  1795,  corregida  y  aumentada 
por  el  autor.  Su  Historia  de  Mérida  puede  consultarse  hoy  sola- 
mente como  fuente  de  noticias,  pues  posteriormente  á  su  publi- 
cación hanse  escrito  sobre  la  historia  de  esta  ciudad  varios  libros 
que  son  muy  importantes.  Tales  son :  el  Teatro  de  la  Iglesia  de 
Mérida^  por  Gil  González  Dávíla  (manuscrito  en  la  Real  Aca- 
demia de  la  Historia,  C.  47);  Historia  de  Mérida  y  sv  partido^ 
por  Solano  de  Figueroa  y  Altamirano  (manuscrito  ignorado); 
Historia  de  la  ciudad  de  Mérida^  por  Fernández  y  Pérez  (ma- 
nuscrito ignorado),  y,  por  último,  este  otro  libro,  extractado  del 
anterior  y  que  lleva  el  siguiente  título :  Historia  de  las  antigüe- 
dades de  Mérida^  escrita  por  el  presbítero  D,  Gregorio  Fernán- 
dez  y  Pérez ^  doctor  en  sagrada  teología^  individuo  de  la  Acade- 
mia de  la  Historia  Matritense^  canónigo^  etc.  (Badajoz,  1857). 

Con  todos  estos  libros  el  de  Moreno  de  Vargas  no  ha  per- 
dido su  importancia,  debido  acaso  á  que  los  dos  tomos  manus- 
critos de  Fernández  y  Pérez  no  se  han  llegado  á  publicar,  siendo 
lo  más  lamentable  del  caso  que  este  precioso  original  esté  hoy 
perdido,  cuando  por  el  extracto  que  de  él  se  publicó  en  1857  se 
desprende  que  bien  podría  ser  la  obra  más  importante  y  á  la 
vez  más  completa  que  se  haya  escrito  hasta  el  presente  sobre 
Mérida. 

Moreno  de  Vargas,  aparte  de  los  grandes  defectos  de  su 
libro,  será  siempre  considerado  como  el  Mariana  extremeño. 


436  BADAJOZ 


D.  Casto  González,  emeritense,  nació  en  los  principios  del 
siglo  XVIII.  Erudito  y  anticuario  se  dedicó  al  estudio  de  la  histo- 
ria escribiendo  varias  obras,  de  las  que  sólo  publicó  una.  Uno 
de  sus  mejores  trabajos  fué  la  traducción  del  libro  en  un  dia- 
lecto italiano  y  denominado:  Instituciones  anticuario-lapidarias^ 
traducción  de  la  lengua  toscana.  (Madrid,  en  la  Imp.  Real,  1 794.) 

A  este  autor  se  le  conocía  entre  sus  contemporáneos  por  el 
sobrenombre  de  El  Emeritense^  adoptado  quizás  para  expresar 
por  él  el  lugar  de  su  nacimiento,  y  diferenciarse  de  otro  Casto 
González,  mal  poeta,  que  vivía  en  sus  tiempos. 


V 


De  índole  muy  distinta  son  otras  dos  celebridades  nacidas 
en  Mérida :  el  cardenal  Molina  y  Oviedo  y  el  obispo  Nabas. 

Fr.  Gaspar  Molina  y  Oviedo  había  nacido  en  fines  del 
siglo  xvii.  Estudió  teología  en  Sevilla,  y  su  afición  á  las  cosas 
místicas  le  llevaron  á  tomaren  su  juventud  el  hábito  de  la  orden 
de  San  Agustín. 

Era  muy  dado  á  las  letras,  y  sus  mejores  tiempos  los  dedicó 
á  conocer  los  oradores  religiosos,  guiado  de  su  afición  á  la  cá- 
tedra sagrada.  Pero  su  amor  á  los  falsos  cronicones,  su  fe  ciega 
por  lo  fabuloso,  le  llevaron  hasta  el  extremo  de  identificarse 
con  los  escritores  más  desprestigiados  de  la  época,  siendo  de 
los  que  más  se  opusieron  á  la  publicación  de  las  Disertaciones 
de  Mondéjar  y  de  los  que  favorecieron  la  publicación  de  tanta 
crónica  milagrera  como  salió  á  luz  en  sus  tiempos. 

Acaso  á  esta  actitud,  más  que  á  su  suficiencia,  debió  el  ser 
nombrado  obispo  de  Málaga,  más  tarde  comisario  general  de  la 
Santa  Cruzada,  gobernador  y  presidente  después  del  Real  Con- 
sejo de  Castilla,  y  últimamente  cardenal  de  la  Iglesia  romana, 


BADAJOZ  437 


falleciendo  en  Madrid  el  30  de  Agosto  de  1 744,  día  de  la  Vir- 
gen de  la  Consolación,  y  mereciendo  suntuosas  honras  en  el 
convento  de  San  Felipe  el  Real,  costeadas  por  el  Real  Consejo 
que  presidía. 

Los  agustinos  moviéronse  mucho  entonces  iniciando  honras 
y  festividades  fúnebres  por  el  cardenal  emeritense,  á  quien  pre- 
sentaban como  á  uno  de  los  sabios  más  ilustres  de  la  orden. 

Varios  libros  se  publicaron  con  ocasión,  unos  de  la  exalta- 
ción á  la  púrpura  cardenalicia  y  otros  por  la  muerte  del  carde- 
nal. El  primero,  del  padre  M.  Linero,  es  un  sermón  predicado 
en  Málaga  y  publicado  con  el  siguiente  título :  Oración  gratula^ 
torta  por  la  púrpura  del  Emmo,  Sr.  D.  Gaspar  Molina  y 
Oviedo  (Sevilla,  1740);  los  otros  se  titulan  así:  Sermón  fúnebre 
en  la  triste  muerte  del  cardenal  Molina^  predicado  en  el  conven- 
to de  agustinos  de  Badajoz  por  el  P.  Damián^  con  ocasión  de  sus 
honras  (Badajoz,  sin  a.  de  i.  ni  fs.);  Sermón  predicado  en  las 
exequias  del  Exento.  Sr.  D.  Gaspar  de  Molina^  cardenal  de  la 
santa  Iglesia  romana  (Sevilla,  1744);  y  últimamente  el  siguien- 
te que  tiene  más  importancia  que  los  anteriores :  Relación  del 
fallecimiento^  entierro  y  suntuosas  honras  que  á  la  perpetim^ 
digna  y  merecida  memoria  del  eminentísimo  señor  cardenal  de 
Molina  y  Oviedo^  obispo  de  Málaga^  comisario  general  de  la 
Santa  Cruzada^  gobernador  del  Consejo  y  cardenal  de  la  santa 
Iglesia  romana^  consagró  el  Real  y  Supremo  Consejo  de  Casti- 
lla^ con  asistencia  de  todos  los  Reales  Consejos^  grandes  de  Espa- 
ña^  embaxadores^  prelados  de  las  religiones  y  autorizada  nobleza^ 
en  el  convento  de  San  Felipe  el  Real  de  esta  corte.  Describióla  el 
Rmo.  P.  M.  Fray  Francisco  Antonio  Ballestero^  agustino^  hijo 
de  esta  provincia  de  Castilla^  doctor  teólogo  y  maestro  de  número 
de  ella^  su  actual  definidor  y  académico  de  la  Real  Academia 
Española  de  la  Historia.  Escribióse  y  dase  a  la  estampa  de  orden 
del  mismo  Real  Consejo.   Con  las  licencias  necesarias  (Madrid, 

1745)- 

El  autor  de  esta  fúnebre  relación,  con  ser  académico  (bien 


438  BADAJOZ 


que  lo  era  al  uso  de  tantos  otros  que  con  capa  de  sabios  alcan- 
zaron entonces,  como  alcanzan  hoy,  la  entrada  en  la  docta  cor- 
poración), no  logró  hacer  una  obra  interesante,  ni  aun  bien 
escrita,  porque  su  estilo  es  pobre  y  rastrero  su  vuelo,  aun  cuan- 
do quiere  remontarse  muy  alto.  Además,  su  gusto  es  ramplón, 
como  se  nota  apenas  se  leen  las  primeras  líneas  del  libro  tan 
detestable  (i). 


(1)  Nt>  podemos  resistir  á  la  tentacióa  de  reproducir  aquí  algo  del  P.  Balles- 
teros, quien  hablando  de  las  honras  verifícadas  en  San  Felipe  por  el  cardenal 
emerítense,  dice  lo  siguiente : 

«  Entre  las  varias  y  elegantes  composiciones  métricas  y  geroglífícas  que  llega- 
ron á  nuestras  manos,  muchas  de  ellas  no  tuvieron  cabida  en  el  túmulo,  porque 
no  sirviese  de  embarazo  á  la  perfecta  simetría... 

»En  la  fachada  principal,  no  lejos  del  pavimento  de  él,  de  forma  que  pudiese  ser 
visto  y  leído  con  claridad,  se  escribió  en  una  tarjeta  de  color  plateado  con  cantone- 
ras y  adornos  de  color  de  oro  este  dístico  latino,  que  servía  de  epitafio  é  inducía 
á  grande  consuelo  á  cuantos  llegaron  á  construirlo : 

EPITAFIO 

Non  obijt^  sed  abi/i^  claudi  quem  marmore  ploras, 
Vivere  namque  Deo^  non  obijsse  fuit. 

»En  la  décima  que  primero  se  ofrecía  á  la  vista,  reflexionaba  con  oportunidad  el 
ingenio  que  la  hizo  el  que  su  eminencia  murió  en  la  noche  del  día  de  Nuestra  Se- 
ñora de  la  Consolación,  en  que  la  religión  de  nuestro  padre  San  Agustín  celebra 
la  fiesta  de  la  Correa.  Sobre  esta  reflexión  decía  la  décima  así : 

DÉCIMA 

No  tanto  nuestra  aflicción 
el  paso  al  consuelo  abroche, 
pues  tuvo  la  infausta  noche 
día  de  consolación : 
cuando  nuestra  religión 
los  privilegios  franquea 
de  la  cinta  que  la  asea; 
Gaspar,  por  lograr  el  día, 
para  alcanzar  á  María 
se  la  asió  de  la  Correa. 

»A1  costado  opuesto,  á  correspondencia  de  esta  décima,  se  leía  otra  con  alusión 
á  la  religión  aureliana,  que  gime  la  pérdida  del  eminentísimo  Molina...  voces  de 
David  :  Doleo  sufer  te,  fili  mt\  y  la  décima  decía  de  esta  forma  : 

DÉCIMA 

Yace  en  urna  nacarada 
Cloto,  mudado  el  color, 


BADAJOZ 


439 


Los  geroglíficos  que  en  ella  leemos  son  del  peor  gusto.  El 
quinto,  que  era  de  los  más  malos,  fué  objeto  por  parte  de  cierto 
poeta  de  una  sátira  mordaz  (i).  Reproduciremos  aquí  tan  raro 
laudatorio  que  decía  así: 


que  de  su  mismo  rigor 
pudo  quedar  sonrojada. 
¡Oh,  cuánto  su  saña  airada 
ha  podido  unir  aquí ! 
Pues  ay  vencidos  allí 
capelo,  ay  báculo,  ay  cruz, 
ay  horror,  ay  sombra,  ay  luz, 
ay,  Molina  y  ay  de  mí. 

(i)  No  se  conserva  su  nombre.  En  un  tomo  de  varios  de  la  universidad  de  Sa- 
lamanca (4,  5,18,  pág.  39$)  se  copia  esta  sátira,  que  nos  parece  propia  de  este 
lugar.  Dice  así : 

Cinco  décimas  á  la  muerte  repentina  de  D.  Gaspar  de  Molina,  presidente 
DE  Castilla  y  cardenal,  fraile  agustino;  fué  también  comisario  gene- 
ral DE  Cruzada. 

SICUT   FUMUS 


Como  humo  ¡qué  compasión! 
se  desvaneció  Molina, 
y  fué  humo  de  resina 
y  no  de  resignación. 
Su  violenta  elevación 
á  la  más  suprema  esfera, 
hizo  á  su  mente  tronera, 
su  voto  sin  fundamento, 
su  partir,  veloz,  de  viento 
y  su  muerte  de  carrera. 

¡Oh,  dura  muerte,  en  qué  instante 
estragos  haces  atroces ! 
¿Cómo  dejas  á  Quincoces 
huérfano  y  á  Bustamante } 
El  humo  de  aquel  Atlante 
de  quien  lloran  daños  ciertos, 
la  vista  en  votos  inciertos 
á  ambos  llegó  á  ofuscar ; 
y  al  menos,  si  no  cegar, 
á  los  dos  les  hizo  tuertos. 

De  ver  la  parca  horrorosa 
cómo  pudo  en  un  momento 
quitar  á  Gaspar  su  aliento, 
sosa  tiene  el  alma  sosa : 
con  un  ansia  presurosa 


quiso  que  una  ayuda  acuda 
al  mal,  pues  el  padre  duda 
(aquí  para  entre  los  dos), 
que  donde  no  llega  Dios 
no  puede  alcanzar  la  ayuda. 

Sea  común  el  lamento 
cuando  es  común  la  desgracia, 
y  del  pueblo  la  eficacia 
se  exprese  en  tanto  tormento ; 
en  fuerza  del  sentimiento 
desate  el  llanto  sus  poros, 
y  si  dicen  que  á  más  moros 
mayor  ganancia  se  advierte, 
con  los  toros  y  su  muerte 
habrá  dos  fiestas  de  toros. 

Cardenal  pudo  lograr 
de  Consejo  superior 
ser  siempre  gobernador 
sin  saberse  gobernar. 
Al  pueblo  quiso  cargar 
(según  seguras  premisas) 
con  ocurrencias  precisas ; 
pero  no  lo  consiguió, 
y  si  fué  verdad  ó  no 
ya  se  lo  dirán  de  misas. 


440  BADAJOZ 


«GEROGLÍFICO   QUINTO 

» Pintáronse  dos  brazos,  que  con  dos  guirnaldas  salían  de  un 
cielo  y  esta  letra :  Quoniam  judicas  populus  in  eequitate^  et  gen- 
tes in  térra  dirigís^  aludiendo  á  los  dos  empleos  que  tuvo  su 
eminencia  de  cardenal  y  gobernador  del  Real  Consejo  de  Casti- 
lla, y  abajo  la  letra  española  que  decía: 

«  Sabio  Gaspar  y  prudente, 
texió,  gobernando  el  suelo, 
dos  coronas  en  el  cielo. » 

La  muerte  del  cardenal  emeritense  tuvo  cierta  resonancia  en 
la  corte,  que  se  revela  desde  el  punto  que  tantas  gentes  se  ocu- 
paron de  él,  y  en  las  provincias,  como  en  Madrid,  se  le  hicieron 
suntuosos  funerales.  Parécenos  que  esto  fué  debido  á  su  repre- 
sentación política  y  su  influencia  palatina  más  que  á  sus  mereci- 
mientos personales. 

Visita  el  cardenal  del  rey  D.  Felipe  V  y  del  príncipe  Fer- 
nando (después  Fernando  VI);  amigo  también  de  los  altos 
cortesanos;  investido  con  el  cargo  de  presidente  del  Consejo,  y 
á  más  con  la  púrpura  cardenalicia,  su  muerte  fué  por  todo  esto 
un  verdadero  suceso  en  la  corte  de  un  país  que  tocaba,  desgra- 
ciadamente, con  los  rebajamientos  y  pobrezas  propios  de  los 
tiempos  que  precedieron  á  Carlos  III. 

Fray  Vicente  Nabas  nació  en  1726.  Estudió  teología  en  el 
Seminario  Conciliar,  llamado  de  San  Athón,  en  Badajoz,  y  más 
tarde  pasó  á  la  universidad  de  Salamanca,  donde  cursó  la  carre- 
ra de  derecho,  graduándose  de  abogado  y  ejerciendo  la  carrera 
por  algún  tiempo  en  Madrid. 

Su  educación  mística  y  su  vocación  religiosa  le  hicieron  com- 
prender bien  pronto  que  su  verdadero  estado  era  el  monacal,  y, 
joven  aún,  tomó  el  hábito  de  la  orden  de  Predicadores,  dedicán- 
dose desde  aquel  día  á  la  cátedra  sagrada,  y  sobresaliendo  en 
ella  á  la  altura  de  los  mejores  oradores  místicos  de  sus  tiempos. 

En  1780  Carlos  III  le  nombró  su  capellán  y  predicador  ho- 


BADAJOZ  441 


norarío,  y  poco  más  tarde  fué  agraciado  con  el  cargo  de  miem- 
bro de  su  Consejo. 

En  el  año  de  1793  fué  propuesto  para  el  obispado  de  Co- 
mayagua,  en  América  central  (Honduras),  con  cuyo  motivo  y  el 
de  haberse  nombrado  del  Consejo  de  S.  M.  á  don  José  Moreno^ 
se  celebraron  en  Mérida  grandes  funciones,  como  se  refiere  muy 
al  pormenor  en  el  siguiente  manuscrito,  del  que  hemos  visto 
varias  copias  en  poder  de  los  bibliófilos  y  coleccionadores  ex- 
tremeños (i).  Este  documento  no  puede  estar  peor  redactado; 
pero  él  más  que  nada  da  cabal  idea  de  cómo  y  para  qué  vivían 
en  el  siglo  pasado  nuestros  mayores,  celebrando  estas  ridiculas 
fiestas  y  poniendo  en  alarma  á  un  pueblo  de  la  importancia  de 
Mérida,  para  festejar  los  sucesos  que,  cuando  más,  tendrían  im- 
portancia entre  las  familias  de  los  Morenos  y  las  de  Nabas. 

El  obispo  D.  Vicente  debió  morir  en  los  primeros  años  del 
siglo  actual. 


VI 


Tales  son  los  hombres  que  han  ilustrado  á  la  ciudad  de  Mé- 
rida en  estas  tres  últimas  centurias. 

En  la  actualidad,  esta  ciudad  vive  del  producto  de  su  agri- 
cultura, y  olvidando  su  pasado,  procura  reformar  hoy  el  aspecto 
de  sus  calles  y  plazas,  restaurar  algunos  edificios  para  mayor 


(1)  Se  titula  así:  Extracto  de  la  /unción  de  Víctores  que  en  la  noche  del  domin- 
go 8  de  Marzo  de  7795  Zelebró  el  M,  I.  y  B.  Cavildo  Ecco.  de  esta  ciudad  de  Mertdc^ 
en  obsequio  del  Illmo,  Señor  D.  José/  Eustachio  Moreno^  Pro,  Herm.°  Capitular  de  él, 
f>or  haver lo  'promovido  la  Piedad  del  Rey  Nro.  Señor  Don  Carlos  Quarto,  del  Conseja 
de  Hacienda  al  de  Castilla  y  su  RL  Cámara^  con  atención  á  sus  méritos  y  Literatura; 
Y  de  el  Illmo.  Señor  Don  Fray  Vicente  Nabas,  Natural  de  esta  Ciudad  y  del  Orn,  de 
predicadores^  Obispo  Electo  de  Comayagua  y  del  Conse/o  de  su  Magesta, 
56 


comodidad  del  vecindario  y  dar  impulso  á  su  comerdo  y  su 
industria  amparada  en  las  nuevas  vías  férreas  que  la  ponen  en 
rápida  comunicación  con  Madrid,  Sevilla  y  Lisboa. 

Dotada  la  ciudad  de  aguas  potables,  con  alumbrado  bastan- 
te, calles  espaciosas,  paseos  y  arbolados  en  las  carreteras  que 
la  circundan,  Mérida  es  ya  un  pueblo  moderno  que  espera  le- 
Yantarse  por  la  actividad  de  sus  hijos  y  el  producto  de  sus 
campos. 


MERIDA.  —  Plaza  de  la  Constitución 

La  plaza  Constitucional  ocupa  en  el  interior  de  la  ciudad 
una  situación  excéntrica;  no  constituye  un  cuadrado  geométrico, 
porque  aunque  sus  ángulos  son  rectos,  sus  lados  son  desiguales 
como  las  dimensiones  de  los  soportales  que  la  adornan,  cuyos 
edificios  presentan  sus  fachadas  al  5. 0.,  N.O.  y  N.E. 

Los  que  miran  al  S.E.,  consisten  en  uno  de  tres  pisos,  un 
palacio  y  una  iglesia  parroquial.  Esta  plaza  tiene  1 50  metros 
de  largo,  87  de  anchura,  y  sirve  de  mercado  diario,  y  de  paseo 
público. 

£1  primero  se  veriñca  debajo,  y  á  las  inmediaciones  de  los 


BADAJOZ  443 

portales  situados  al  extremo  S.E.,  en  los  que  abundan  el  pan 
llamado  de  concha^  la  cecina,  los  embutidos,  las  carnes  de  cerdo 
y  de  monte,  la  volatería,  las  gallinas  y  aves  domésticas,  los 
peces  de  agua  dulce,  los  pescados  del  mar,  las  hortalizas^  las 
legumbres,  y  toda  clase  de  comestibles. 

£1  paseo  consiste  en  un  espacio  rectangular,  cerrado  por 
una  bonita  verja  de  hierro,  y  en  cuyo  interior  existen  calles  de 
acacias  y  diferentes  árboles  y  plantas  floridas,  entre  las  que 
convidan  al  descanso  cómodos  asientos,  é  iluminado  de  noche 
todo  el  ámbito  por  hermosos  faroles  colocados  en  soportes  de 
hierro,  labrados  con  bastante  elegancia  y  perfección. 

En  el  centro  de  este  paseo  existe  una  fuente  monumental 
de  mármol,  con  un. surtidor  para  la  elevación  del  agua  á  bastan- 
te altura,  y  en  los  ángulos  del  interior  hay  cuatro  parterres  ó 
jardinillos,  de  vistoso  aspecto  y  con  abundantes  flores. 

Excepción  hecha  del  Arrabal,  Santa  Olalla,  Mirabeles  y  San 
Salvador,  las  calles  de  la  población  son  poco  espaciosas  y  rectas, 
empedradas  con  canto  rodado,  cuyo  pavimento  molesta  al  tran- 
seúnte,  sin  aceras  la  mayor  parte  hasta  hace  poco  tiempo,  aun- 
que regularmente  colocadas  casi  todas  las  que  las  tienen,  alum- 
bradas en  noches  de  luna  nueva  y  menguante  por  buenos 
reverberos  de  petróleo,  ciertamente,  pero  cuya  esfera  luminosa 
difunde  pequeños  radios,  y  en  cuya  instalación  se  han  calculado 
desmesuradamente  las  distancias  que  los  separan  entre  sí. 

Las  reformas  iniciadas  en  estos  últimos  años,  para  el  mejo- 
ramiento de  la  ciudad,  harán  pronto  de  Mérida  un  pueblo  mo- 
derno que  será  acaso  el  mejor  que  cuente  Extremadura. 


CAPITULO  XVI 


Alange  fué  el   «  Castrum  -  Colubrl  o   de  Caracalla. 
«Alhanghizu  en  poder  del  Muladi  Ben-Merwan.—aMetelium  CaBCilise». 

Medellín  en  la  Edad-media. — Hernán  Cortés 


1 


ALiENDO  de  Mérida  por  el  ferro-carril  y  des- 
pués de  recorrer  128  kilómetros  está  Cabeza 
del  Buey  (la  antigua  Turóbriga  romana),  úl- 
timo pueblo  de  Badajoz  en  su  límite  con  la 
provincia  de  Ciudad-Real ;  pero  antes  de  lle- 
gar á  Cabeza  del  Buey  el  viajero  pasa  por 
Alange,  Medellín  y  Mácela,  tres  pueblos  im- 
portantes, históricamente  considerados. 
£1  primero  de  ellos,  Alange,  era  conocido  en  tiempos  ante- 
riores á  los  romanos,  por  el  nombre  de  Castrum-Colubri;  pero 
hay  quien  niega  esta  opinión,  apoyado  en  que  su  fundación  es 
romana,  de  la  misma  época  de  Mérida,  dándole  el  nombre  dé 
'  Contosolia^  que  otros  creen  corresponde  á  Mengabril. 

El  tercer  camino  que  el  Itinerario  de  Antonino  Pío  describe 


^^b  BADAJOZ 


entre  Mérída  y  Zaragoza  (i),  la  primera  mansión  que  aparece  es 
Contosolia  (12  millas  distante  de  aquella),  y  Andrés  Rescende 
reduce  á  dicha  mansión  la  actual  Alange,  sin  otro  antecedente 
que  ilustre  su  correspondencia,  y  sin  tener  en  cuenta  que  Conto- 
solia^ según  su  mismo  nombre  indica,  está  formado  de  la  voz 
apelativa  de  los  iberos  Contó  6  Canta^  que  se  encuentra  en 
este  nombre,  y  debe  considerarse  de  origen  mucho  más  remoto 
que  el  que  le  da  Rescende. 

Consta  que  Castrum  Colubri  era  una  mansión  de  descanso 
que  los  romanos  fundaron  para  gozar  de  los  beneficios  de  sus 
thermas,  y  reponer  la  salud  de  sus  legionarios,  sin  que  tenga 
esta  villa  otro  origen  más  remoto  que  el  de  la  población  de  Mé- 
rida,  Medellín  y  Badajoz  por  la  5/  y  10.*  legión  augustana.  Viu 
cree  (2)  que  fuese  el  Castrum*Colubri  romano  y  lo  mismo  la 
mayoría  de  los  escritores  extremeños. 

Multitud  de  restos  romanos  se  encuentran  en  los  alrededo- 
res de  esta  población,  y  no  son  los  menos  importantes  su  his- 
tórico castillo,  asentado  sobre  el  cerro  que  domina  la  villa,  y  sus 
renombrados  baños,  á  200  metros  de  ella. 

Del  castillo  no  queda^  hoy  más  que  un  torreón  de  1 2  metros 
de  altura  y  una  pieza  abovedada  con  portada  espaciosa.  Debe 
ser  esta  fortaleza  de  los  siglos  11  ó  iii,  pues  en  1646  apareció 
entre  sus  ruinas  una  lápida  que  hacía  referencia  al  emperador 
César  Marco  Aurelio  Antonio  (Caracalla),  mencionándose  en  ella 


(i)    XX VIH.  Iter  ab  Emérita  Csesaraugustam  per  Carpetaniam..    458 


1  Contosolia  (cerca  de  Alange; i  a 

2  Mirobriga  (Capilla) 36 

3  Sisalone  (Val  de  Azogue,  dos  leguas  de  Almadén).  1 3 

4  Carcuvium  (Caracuel).. 20 

5  Ad  Turres 26 

6  Mariana  (junto  á  Gratula) 24 

7  Lamini  (cerca  de  Fuenllana) 30 

8  Alces  (entre  Quero  y  el  Toboso) 40 

9  Vico  Cuminario  (hacia  la  Guardia) 24 

10    Titulciam  (junto  á  Añover  del  Tajo) 18 

Inde  Csesaraugustam  ut  supra  descriptum  est..      .  21$ 
(2)    Tom.  I,  pág.  208  de  su  Extremadura, 


448  Badajoz 

el  cuarto  consulado  de  éste,  y  por  tanto  correspondiente  al  año 
de  216  de  Cristo.  Este  castillo  no  debióser  de  mucha  extensión, 
pero  estaba  dotado  de  todos  los  servicios  que  tenían  los  roma- 
nos para  las  fortalezas  de  su  índole.  Se  surtía  de  aguas  su  guar- 
nición en  dos  profundas  cisternas,  construidas  al  E.  y  N.,  defen- 
didas por  otro  fortín  construido  en  su  intermedio,  y  cuya  entra- 
da, conocida  por  la  Puerta  del  Sol,  subsiste  aún. 

Al  E.  de  la  villa,  á  200  metros  distante  de  ella  y  tocando  á 
la  cordillera  de  la  sierra  de  la  Mesilla,  se  levanta  un  edificio 
cuadrilongo,  de  210  metros  de  circunferencia,  formado  de  obras 
antiguas  y  modernas,  dónde  está  el  establecimiento  thermal.  Las 
obras  antiguas  consisten  en  soberbias  bañeras  cubiertas  cada 
una  con  una  bóveda  y  media  naranja,  de  una  altura  y  amplitud 
tal,  que  muchos  de  nuestros  templos  no  la  tienen  mayor.  Reci- 
bían el  agua  por  cañerías  de  plomo  de  1 2  y  1 4  pulgadas  de 
diámetro,  y  en  el  fondo  forma  una  gran  caldera  de  bastante 
profundidad,  con  su  gradería  circular  para  sentarse  y  descender 
los  bañistas.  Sobre  el  borde  de  esta  bañera  hay  un  pavimento 
ó  ámbito  redondo  de  L'26  metros  de  ancho,  sobre  el  que  co- 
mienza á  levantarse  la  media  naranja ;  y  en  su  círculo  se  ven 
compartidos  seis  nichos  arqueados  y  en  forma  de  pequeños  de- 
partamentos, que  servían  para  desnudarse  y  vestirse  los  bañis- 
tas, á  igual  que  los  establecimientos  de  su  índole  que  hemos 
visto  en  Pompeya.  Estas  dos  rodundas  son  en  todas  sus  partes 
de  grandes  moles  de  piedra  de  sillería,  perfectamente  enlazadas 
y  de  tanta  solidez,  que  han  sido  contempladas  por  los  curiosos 
viajeros  como  una  obra  eterna,  como  lo  eran,  por  lo  regular, 
todas  las  públicas  de  sus  tiempos. 

Las  virtudes  médicas  de  estas  aguas  ferruginosas-bicarbona- 
tadas  se  han  reconocido  en  todas  épocas,  y  lápidas  roma- 
nas, árabes  y  españolas  que  han  aparecido  en  excavaciones 
practicadas  en  el  establecimiento  y  sus  inmediaciones,  lo  de- 
muestran evidentemente.  Todavía  puede  leerse  por  el  que  visite 
este  antiguo  edificio,  la  siguiente : 


BADAJOZ  449 


IVNONl   REGIN.E 

SACRVM 

Lie.    SERENINVS.   V.    C. 

ET    VARINIA    ET   ACCINIA    C.    I. 

PRO.    SALVTE.    FILIA.    SVAE 

VARINIAE    SERENAE 

DICAVERUNT. 


La  enferma  que  dedicó  esta  votiva  era  deuda  ó  inmediata 
parienta  á  la  célebre  poetisa  Serena  Augusta. 


II 


•  A  la  caída  del  poder  de  Roma  los  sarracenos  destruyeron 
el  establecimiento  thermal  de  CastrumColubri^  á  la  vez  que  el 
castillo  y  la  villa  que  poblaron  de  nuevo  con  el  nombre  de 
Alhangkizy  convertido  más  tarde  en  Alhangel  y  hoy  en  Alange, 
Fué  esta  ciudad,  durante  el  siglo  ix,  muy  célebre,  por  el  papel 
que  jugó  en  las  revueltas  habidas  entre  almohades  y  almorávi- 
des entre  sí,  y  entre  moros  y  cristianos  más  tarde. 

Uno  de  los  promovedores  de  la  insurrección  de  Mérida  en 
el  año  835,  llamado  Abderrahmán-ben-Merwán-ben-Yunos,  por 
venganzas  ó  á  despecho  de  antiguas  ofensas  que  recibiera  del 
rey  de  Córdoba  (1),  formó  un  ejército. de  16,000  hombres,  'se 
dirigió  á  la  Lusitania  en  son  de  conquista  y  sin  respetar  el  pode- 


(i)  Cuenta  la  historia  que  Abderramán,  en  la  rebelión  de  Mérida,  fué  cogido 
prisionero  y  llevado  á  Córdoba  á  ingresar  en  la  guardia  del  rey;  y  como  era  rene- 
gado y  le  miraban  con  grande  desprecio  los  magnates,  un  día  que  se  hallaba  de 
servicio  fué  insultado  en  prescRcia  de  todos  los  wisires  por  el  hagib  ó  ministro 
Hachim,  que  después  de  decirle  avales  menos  que  un  perron^  le  hizo  dar  de  bofeta- 
das. Este  hecho  despertó  de  tal  modo  en  el  muladí  su  mal  encubierta  cólera,  que 
reuniendo  multitud  de  secuaces  se  alzó  en  sublevación  imponente  contra  el  rey 
de  Córdoba  y  le  usurpó  muchas  tierras  y  castillos. 
57 


450  BADAJOZ 

—  I,  -  ■- 

río  del  rey  de  Córdoba,  ni  su  mejor  derecho  para  el  dominio  del 
país  lusitano,  tomó  el  castillo  de  Alhanghiz^  en  que  se  hizo 
fuerte  durante  todo  un  sitio  de  tres  meses,  llegando  á  apurar 
hasta  la  carne  de  caballo  para  poder  racionar  su  guarnición,  y 
cuando  vio  ya  que  falto  de  agua  no  podía  subsistir  más  tiempo, 
capituló  á  condición  de  poder  ir  con  los  suyos  á  establecerse  en 
Badajoz,  que  aún  no  era  corte  de  la  Lusitania,  y  dependía,  como 
Mérida,  del  rey  de  Córdoba. 

En  Badajoz  se  formó  una  semicorte  Ben-Merwán,  y  bajo  su 
amparo  vivían  muladíes  y  muzárabes,  al  parecer  felices,  porque 
su  jefe,  al  decir  de  los  escritores  más  respetables  (i),  mostró 
siempre  el  tacto  exquisito  que  la  astucia  puede  sugerir  á  un 
buen  político.  Ganoso  de  prosperar  su  domino,  trataba  con  dul- 
zura á  los  prisioneros  cristianos  y  renegados  que  cogía  en  sus 
expediciones,  pactó  alianzas  de  amistad  y  mutua  defensa  con  el 
rey  Alonso  III  el  Magno,  y  comenzó  á  propagar  una  doctrina 
mixta  de  Cristianismo  y  Mahometismo,  hecho  que  revela  aún 
más  su  deseo  de  adquirir  subditos  y  garantir  la  armonía  de 
relaciones  entre  los  que  ya  le  obedecían,  aunque  todo  ello  le 
acarrease  las  censuras  de  los  fanáticos  ortodoxos,  cristianos  y 
mahometanos,  que  unos  y  otros  á  porfía,  le  acusaron  por  su 
conducta  religiosa  maniñestamente  heteredoxa.  Pero  Ben  Mer- 
wán,  más  atento  en  el  engrandecimiento  de  sus  territorios  que 
en  conservar  la  pureza  de  las  doctrinas  mahometanas,  logró 
hacer  bien  pronto  de  Badajoz  una  fortaleza  inexpugnable  y  de 
su  Estado  un  señorío  imponente,  lo  cual  no  podía  ver  el  Califa 
con  tranquilidad.  El  ministro  Hachim  fué  enviado  á  combatirle 
al  frente  de  un  ejército,  y  encontradas  en  Mont  Salud  sus  tropas 
con  las  de  Merwán,  capitaneadas  por  su  lugar-teniente  Sadum, 
sufrieron  una  terrible  derrota,  y  Hachim,  prisionero,  fué  llevado 
á  Caracuel,  donde  á  la  sazón  se  hallaba  Ben-Merwán.  Confiado 
por  éste  al  rey  Alfonso  III,  le  tuvo  preso  dos  años.  Rescatado 


(i)    Dozy,  ó  mejor  dicho  Ibn-Kaldum. 


BADAJOZ  451 


al  ñn  por  el  Califa,  se  presentó  en  Córdoba  clamando  venganza 
contra  el  intrépido  muladí ;  pero  éste  era  ya  poderoso,  pues 
le  prestaban  obediencia  las  comarcas  de  Sevilla  y  Niebla,  por 
lo  que  el  Califa  creyó  más  oportuno  proponerle  un  arreglo.  El 
poderío  de  Ben-Merwán  se  imponía  á  todos  y  no  pactaba  con 
nadie  si  no  veía  en  ello  grandes  ventajas  (i)  para  el  pequeño 
Estado  con  que  soñaba  en  ejercer  su  omnímoda  soberanía.  El 
Califa  aceptó  las  proposiciones  de  Ben  Merwán;  pero  Hachim, 
que  no  buscaba  más  que  su  deseo  de  venganza,  creía  tan  hace- 
dero  someterle,  que  instigaba  por  todos  los  medios  posibles  al 
monarca  para  que  de  nuevo  le  enviase  con  tropas  en  su  perse- 
cución (2).  Triunfó,  al  fin,  Hachim;  pero  cuando  llegaba  á  Niebla, 
orgulloso  de  verse  al  frente  de  las  tropas  que  habían  de  luchar 
con  el  temible  insurrecto,  tuvo  que  volver  á  Córdoba,  de  orden 
del  Califa,  que  se  convenció  de  la  imposibilidad  de  la  empresa 
tan  pronto  como  llegó  á  sus  manos  un  mensaje  de  Ben*Mer« 
wán  (3),  retrocediendo  ante  las  amenazas  del  rebelde  de  Alange, 
que  fortificado  ahora  en  Badajoz,  era  dueño  ya  de  un  gran- 
de territorio.  Así  prosiguió  Ben-Merwán  dominando  con  entera 
seguridad,  y  auxiliando  las  expediciones  del  rey  Alfonso  III, 
como  lo  hizo  en  el  año  868  en  que  el  rey  cristiano  llegó  hasta 
Mérida  talando  el  país  sujeto  al  dominio  de  los  musulmanes. 
En  870  había  gran  anarquía  por  toda  la  parte  occidental  del 


(i)  Al  eaviado  del  Califa  de  Córdoba,  le  dio  por  toda  respuesta  las  siguientes 
palabras :  «  Suspenderé  mis  irrupciones,  y  hasta  ordenaré  que  se  nombre  á  vues- 
»tro  rey  en  las  oraciones  públicas,  á  condición  de  que  me  ceda  á  Badajoz,  que  me 
«permita  fortificar  este  distrito,  y  que  me  dispense  de  pagar  contribuciones  y  de 
«obedecerle  en  todo,  y  si  no,  no.» 

(a)  Hachim  le  escribía  al  Califa:  «Antes  era  imposible  coger  á  Ibn-Merwán,  por 
»que  no  teniendo  morada  fija,  él  y  sus  jinetes  sabían  siempre  ocultarse  á  nuestras 
«persecuciones;  pero  ahora  está  encerrado  en  Badajoz,  y  ya  es  nuestro.  Podremos 
«sitiarle,  y  sabremos  obligarlo  á  rendirse.» 

(3)  Ben-Merwán  escribió  al  Califa  una  extensa  carta,  exponiéndole  su  situa- 
ción y  diciéndole :  «  He  sabido  que  Hachim  marcha  contra  mí  hacia  el  Oeste.  De- 
»masiado  comprendo  que  creyendo  poderme  encerrar  en  una  ciudad  piensa  haber 
«encontrado  la  ocasión  devengarse  de  mí;  pero  os  juro  que  si  pasa  de  Niebla  que- 
»maré  á  Badajoz  y. volveré  á  tomar  la  vida  que  he  llevado  otras  veces.» 


45^  BADAJOZ 


Califato,  pues  ocupadas  las  tropas  en  combatir  la  insurrección 
del  célebre  cristiano  Ben-Hafsum,  mucho  más  temible  que  la  de 
Ben-Merwán,  los  insubordinados  berberiscos  de  Mérida,  Mede- 
llín  y  Trujillo  se  alzaron  de  nuevo,  y  marchando  por  la  comarca 
de  Sevilla  saquearon  sus  pueblos  sin  cejar  un  punto  hasta  vol* 
ver  á  su  país  cargados  de  riquezas.  Ben-Merwán  que  esto  vio,  y 
no  se  hallaba  dispuesto  á  desechar  la  ocasión  que  tan  propicia 
se  le  ofrecía  para  hacer  otro  tanto,  llegó  hasta  Sevilla,  reco- 
giendo un  cuantioso  botín. 

Con  motivo  de  las  discordias  entre  árabes  y  muzárabes  ini* 
ciadas  en  los  días  de  Abderramán  II,  unido  á  la  actitud  turbu- 
lenta de  los  renegados  que  seguían  los  dos  poderosos  bandos 
de  Ben-Hafsum  y  Ben  Merwán,  y  juntamente  con  los  tenaces 
alzamientos  de  las  tribus  berberiscas  en  la  Mancha  y  orillas  del 
Guadiana,  el  reinado  de  Muhamad  I  fué  una  serie  no  interrum- 
pida de  campañas  contra  estos  desavenidos  elementos,  á  quienes 
ya  se  creía  casi  imposible  reducir  á  la  obediencia,  y  sus  medidas 
contra  ellos  eran  tan  radicales  cuanto  la  índole  de  la  lucha  lo 
hacía  posible.  Por  eso  cuando  fué  tomada  Mérida  hicieron  las 
tropas  grande  estrago  en  los  insurrectos,  fueron  desmanteladas 
todas  las  fortalezas  que  habían  servido  á  éstos  de  defensa,  has- 
ta el  punto  de  quedar  la  ciudad  por  entero  desguarnecida. 

Así  prosperaban  las  cosas  para  Merwán,  de  quien  consta 
que  hacia  el  año  890  auxiliaba  al  Califa  contra  las  tribus  berbe- 
riscas de  Mérida,  Medellín  y  Trujillo  (lo  que  prueba  que  esta 
vecindad  le  era  bastante  molesta,  pues  ya  muy  luego  sostuvo 
con  ella  algunas  colisiones),  y  contribuyó  á  dominarlas  por  com- 
pleto. También  por  entonces  se  alzó  en  Algarve,  Bekir,  residen- 
te en  Sylves,  y  á  quien  Merwán  ayudó  cuanto  pudo  para  exten- 
der su  dominio,  volviendo  contra  el  Califa  el  auxilio  que  antes 
le  viniera  prestando. 

Ignórase  el  afto  en  que  falleció  Ben-Merwán.  En  el  aflo 
de  915  gobernaba  á  Badajoz  un  descendiente  suyo  y  heredero 
de  su  política,  mas  no  de  su  fortuna,  pues  en  dicho  afto  hizo  te- 


BADAJOZ  453 


rríble  excursión  á  Extremadura  el  monarca  leonés  Ordoflo  II,  y 
después  de  incendiar  los  campos  y  pasar  á  cuchillo  á  los  defen- 
sores de  Alange,  cogió  también  prisioneros  á  mujeres  y  niflos. 
Espantados  los  de  Badajoz  de  tanta  crueldad,  le  compraron  la 
paz  á  cambio  de  multitud  de  riquezas  que  se  apresuraron  á  ofre- 
cerle, con  cuyo  motivo  el  rey  cristiano  dio  vuelta  para  su  reino 
en  917,  cargado  de  botín,  según  consta  de  las  crónicas  del  Mon- 
je de  Silos  y  de  Lucas  de  Tuy. 

Evidentemente  el  poderoso  estado  de  Merwán  había  decaído 
en  manos  del  sucesor,  y  anunciaba  ya  su  destrucción  que  tuvo 
lugar  en  el  aflo  930,  después  de  haber  resistido  el  desventura- 
do reyezuelo  un  sitio  de  más  de  un  aflo,  y  desde  cuyos  tiempos 
el  nombre  de  Alange  no  vuelve  á  salir  en  la  historia,  hasta  1227 
en  que  la  conquistó  á  los  moros  el  maestre  de  Alcántara  frey 
D.  Arias  Pérez,  para  hacer  de  él  una  fortaleza  muy  secundaria, 
y  su  villa  un  lugar  olvidado,  pues  perdidas  sus  aguas  médicas 
en  la  invasión  sarracena,  y  destruidos  sus  acueductos  en  las 
guerras  de  Ben-Merwán,  nadie  sabría  hoy  de  estas  antiguas  rui- 
nas si  en  1829  no  hubiese  restaurado  su  establecimiento  ther- 
mal  el  general  San  Juan,  ampliándose  sus  obras  con  otras  de 
tiempos  más  modernos,  hasta  lograr  hoy  un  establecimiento  bal- 
neario de  las  mejores  condiciones  de  Espafla. 


III 


Siguiendo  por  la  vía-férrea,  y  cruzando  los  campos  de  Villa- 
gonzalo,  Guarefla  y  Valdetorres,  se  llega,  por  la  izquierda  del 
Guadiana,  á  Medellín,  la  antigua  Metelltutn-Cacilice^  la  colonia 
Metellinense  tan  celebrada  por  Plinio,  una  de  las  cinco  en  que 
estaba  dividida  la  Lusitania,  y  cabeza  de  su  comarca.  Fué  fun- 
dada por  el  famoso  Quinto  Cecilio  Mételo,  y  en  tiempos  de  Tra- 


454  BADAJOZ 


jano  se  hizo  la  vía  que  le  ponía  en  comunicación  con  Mérída  y 
GSrdoba,  y  que  comprendía  las  siguientes  mansiones : 


Millas 


Emérita o 

A  Metelium 24 

A  Artigi. 32 

A  Mellaría. 36 

A  Colonia-Patriciae 52 


144 

En  tiempos  que  era  Colonia,  su  situación  fué  á  la  derecha 
del  río;  pero  con  el  tiempo,  Guadiana  varió  su  cauce,  inclinán- 
dose á  la  derecha  y  quedando  por  tanto  á  la  ciudad  en  su  izquier- 
da, suceso  que  aun  siendo  natural,  tratándose  de  un  río  cuyo 
álveo  es  sobre  tierra  llana,  ha  dado  lugar  á  largas  polémicas 
entre  los  geógrafos  antiguos,  para  fijar  la  situación  de  Mede- 
Uín. 

Entre  las  ruinas  que  han  aparecido  en  esta  ciudad,  se  han 
encontrado  las  siguientes  lápidas: 

Aram.  Cereri. 

L.  Emilius  Vitulus 

Pago.  Martial 

Loe.  Agn.  Dat. 

Esto  es:  Lucio  Emilio  Vitulo  colocó  esta  ara  á  la  diosa 
Ceres  en  el  pago  ó  arrabal  de  Marte,  dando  ó  sacrificándola  un 
cordero. 

JUNIA 

Eugenia 
Ann.  L, 


Junia  Eugenia,  de  cincuenta  aflos falta  lo  restante,  acaso 

la  consabida  fórmula  de  H.  S.  E.  S.  T.  T.  L. 


BADAJOZ  455 


C.  RaecIíE 
Modesta 

Heíc.  Sita. 

SiT.  Tibí.  Ter 

Ra.  Levis.  Leg. 

Fi.  Vale 

•    •    •    •  I    .Jvll* 

Que  dice  así :  Caya  Raecia  Modesta  se  halla  aquí  sepul- 
tada, etc. 

MODESTUS    AUNORUM 

LXX.  H.  S.  E.  Papiria 

Capitolina.  Lib.  Et. 

VxoR.  Fac.  Cura. 

Estoes:  Modesto,  de  setenta  años,  está  aquí  enterrado: 
Papiria  Capitolina,  su  liberta  y  esposa,  le  mandó  hacer  esta  se- 
pultura. 

DOMITI 

AUGUST 

Q.  LiciNios. 

Satvrninvs 

Et.  L.  Mvmnios 

pomponianvs 

II.    VlRI. 

A Domiciano  Augusto Los  Duumviros  Quinto  Licinio 

y  Mumnio  Pompiano. 

CL.  Caes.  Ti. 
.  .  .  Principi.  ivventvtis. 

A  Tiberio  Claudio  César hijo  de  Agusto,  y  Pontífice, 

Príncipe  de  la  juventud. 


45^  BADAJOZ 


Dryso.  Caesari 

Germanici 

Caesaris.  F. 

DiVI.    AUGVSTI 

Pronepoti 

PaPRON  (i  PATRÓN  ?) 


A  Druso  César,  hijo  de  César  Germánico,  y  biznieto  del 
Divo  Augusto,  ¿patrón  de  Medellín? 


Plvtoni 

Deo.  in.  Loco 

SuB.  Terrea  Cond 

Pericvlo.  Occeani. 

Líber.  Aran.  Posvit. 

Fab.  Vicela 

Nos.  ex.  voto. 


Libre  Fabio  Viceliano  de  un  peligro  de  mar,  hace  esta  dedi- 
catoria á  Plutón,  el  Dios  de  los  ínñemos,  á  consecuencia  de 
promesa  hecha. 


L.  Valerio 

L.  F.  Gal.  Sil 

Vano.  Vict. 

Valeri 

Ano.  Vic 


Es  una  dedicatoria  á  Lucio  Valerio  Galieno  Silvano,  hijo  de 
Lucio,  Vencedor,  y  á  Valeriano,  también  Vencedor,  ambos  em- 
peradores. Las  dos  líneas  que  faltan  debían  contener  la  fecha 
de  260  á  268  de  Cristo,  cuando  padre  é  hijo  reinaron  juntos. 

Junto  al  convento  de  religiosas  de  la  Concepción  hay  una 
piedra  sobre  una  portada  y  que  dice  así: 


BADAJOZ  457 


ULIGIUS.  SEMPTICIUS 

SUPLICIO...    MONIT. 

PAT.    VIA-ÉX.    ANA.... 

ANEI.    GANALIBUS.   OB. 

VOT.    P. 


Este  Uligio  Sempticio,  según  lo  que  de  esta  inscripción  se 
deduce,  era  pretor  ó  gobernador,  y  natural  de  Medellín,  quien 
había  rogado  hiciese  un  acueducto  para  traer  aguas  del  Guadia- 
na á  la  ciudad. 

También  fué  patria  del  diácono  Saturio,  quien .  allá  en  los 
mediados  del  siglo  vi  sostenía  el  culto  cristiano  en  Medellín/ 
donde  según  todos  los  cronistas  había  nacido  en  el  año  de  527. 
El  arzobispo  de  Mérida^  Fidel,  le  consultaba  en  el  afto  de  560 
sobre  asuntos  de  la  fe,  y  prueba  esto  el  talento  que  poseía  y  el 
respeto  en  que  era  tenida  su  opinión  y  su  ciencia  teológica. 

En  la  ermita  de  Nuestra  Señora  la  Antigua,  situada  á  media 
legua  de  La  Naya  y  dos  de  Medellín,  se  encuentra  aún  su  sepul- 
cral en  caracteres  góticos.  Dice  así: 

t 

SATVRIVS   FAMVLVS    DEI 

VIXIT   ANN   LXXI    M.    I.    D.   VI 

ACCEPTA   PCENITENCIA 

REQVIEVIT   IN   PACE   \III 

KALEND  FEBRVAR 

ERA   DCXXIII 

Viu  traduce  esta  inscripción  (i)  diciendo  que  t  Saturio,  siervo 
fde  Dios,  vivió  setenta  y  un  años,  un  mes  y  seis  días.  Recibida 
fia  penitencia,  descansó  en  paz  el  8  délas  Calendas  de  Febrero^ 
»era  de  626,  ó  sea  el. año  588  de  Jesús.» 

No  tenemos  más  noticias  de  este  sacerdote,  que  parece  reci- 
bió el  martirio  por  su  fe,  pues  en  varios  Martirologios  vemos 


(1)    Tomo  I,  pág.  201  ^e  su  libro  Extremadura, 
58 


458  BADAJOZ 


aparecer  un  Saturio^  pero  sin  expresión  de  su  patria  ni  antece- 
dentes determinados  que  pueda  por  ellos  colegirse  que  fuese 
el  que  se  hace  referencia  en  la  inscripción  que  arriba  copiamos. 

Se  fundó  Medellín  en  los  tiempos  que  las  legiones  5.^7  10.* 
edificaron  Mérida  y  Badajoz,  y  fué  ciudad  importante  que  se 
desarrolló  bajo  la  jurisdicción  de  Mérida;  pero  tuvo  poca  impor- 
tancia en  la  dominación  de  los  godos  y  menos  en  la  de  los  ára- 
bes, porque  su  nombre  apenas  suena  en  la  historia. 

En  el  siglo  iv  fué  murada,  y  á  los  mediados  del  xiv  la  go« 
bernaba  D.  Juan  Alonso,  á  quien  le  pertenecía,  como  seflor  de 
ella,  por  haberla  dado  á  sus  mayores  el  rey  D.  Fernando  III, 
que  la  engrandeció  con  privilegios  y  le  concedió  dos  ferias  (i), 
según  su  real  carta,  dada  en  Ciudad-Rodrigo,  en  1 300. 


IV 


Á  dos  kilómetros  de  MedelHn  el  viajero  ve  su  alto  castillo 
coronando  la  sierra,  en  cuyas  faldas  se  esparraman  hoy  un 
grupo  de  casas  que  forman  la  moderna  población. 

D.  Juan  Alonso,  en  las  guerras  de  sucesión,  se  puso  contra 
D.  Pedro  I  de  Castilla,  y  dos  aflos  más  tarde,  cuando  este  rey 
ganó  á  Medellín,  destruyó  la  fortaleza,  obra  casi  toda  de  roma- 
nos. Algún  tiempo  más  tarde,  en  1373,  la  reedificó  como  está 
hoy,  el  infante  D.  Sancho  de  Castilla,  señor  de  Medellín,  de 
quien  son  las  armas  que  están  en  el  torreón  almenado  frente  al 
Guadiana.  Este  antiquísimo  castillo,  donde  antiguamente  estaba 
encerrada  una  ciudad  memorable,  tiene  recuerdos  gloriosos  y 
tradiciones  importantes.  Desde  la  reconquista  hasta  la  guerra 


(1)    Tuvieron  mucha  importancia  hasta  fines  del  siglo  xvii,  especialmente  la 
del  30  de  Noviembre.  La  otra  tenía  lugar  el  i.*"  de  Mayo. 


460  BADAJOZ 


de  la  Independencia,  sus  murallas  han  servido  para  que  el  más 
fuerte  escriba  desde  ellas  su  victoria. 

£1  puente  fué  obra  romana,  destruida  por  los  árabes  y  res- 
taurada en  los  tiempos  de  Fernando  V,  pero  con  tan  malas  con- 
diciones, que  se  hundió  á  los  pocos  años.  Felipe  IV  lo  mandó 
restaurar,  comisionando  para  esta  obra  al  juez  D.  Juan  de  Vi- 
llargoitia.  Mide  416  metros  de  largo  y  7  de  ancho,  y  consta  de 
20  arcos.  Fué  reconstruido  en  1636,  habiendo  sido  preciso, 
para  terminar  las  obras,  hacer  un  repartimiento  entre  los  pue- 
blos de  50  leguas  en  contorno. 

En  el  centro  de  él  forma  una  plazoleta  sobre  el  plano  supe- 
rior de  un  tajamar,  en  el  cual  hay  un  adorno  de  buen  gusto, 
con  las  armas  de  España  y  debajo  la  siguiente  inscripción  gra- 
bada sobre  piedra  marmórea : 

Reinando  la  M agesta  d  Católica  de  Felipe  IV,  Rey  de  España 
N.  S.,  SIENDO  Juan  de  Villargoitia,  Juez  por  S.  M.  para  la  fábri- 
ca   DE   ESTE    PUENTE.     Se    ACABARON    CON    TODA    PERFECCIÓN     Y     FIRMEZA 

16  arcos,  continuando  el  fin  y  remate  con  la  contribución  y  re- 
partimiento que  se  ha  hecho  en  50  leo.  en  coi^torno  de  esta  v  (l). 
Año  del  nacim.  de  Nuestro  Salvador  J.  C.  de  MDCXXXVI. 

La  antigua  casa  de  Ayuntamiento,  que  por  sus  restos  debió 
ser  una  obra  de  primer  orden,  se  arruinó  en  i8io,  como  el  pa- 
lacio do  los  Portocarreros,  los  antiguos  condes  de  Medellín. 
Cuatro  parroquias  tiene  la  villa:  la  de  Santiago,  arciprestal;  la 


(i)  No  siempre  este  puente  ha  estado  viable  para  el  servicio  púbHco,  pues  el 
rey  D.  Fernando  el  Católico  concedió  al  Maestre  de  la  orden  de  caballeros  de  San 
Jaque,  el  privilegio  de  que  tuviese  una  barca  en  Medellín  sobre  el  río  Guadiana. 

También  consta  que  desde  1636  hasta  1830  recaudaba  en  este  puente  los  de- 
rechos de  pontazgo  el  duque  de  Medinaceli,  como  señor  de  Medellín,  y  con  el  car- 
go de  atender  á  todas  sus  reparaciones ;  pero  como  el  vecindario  no  logró  que  el 
bueno  del  conde  reparase  una  sola  vez  en  los  196  años  en  que  cobró  el  pontazgo 
(y  cobraba  cada  año  más  de  i  38,000  reales),  le  fué  secuestrado  por  una  real  or- 
den^ recaudando  desde  entonces  el  Ayuntamiento  los  derechos  citados,  y  desde 
esta  época  el  puente  se  ha  reparado  cuantas  veces  ha  sido  menester.  Unos 
9.500,000  reales  importan  los  derechos  líquidos  cobrados  por  el  conde  en  los 
196  años  que  recaudó  los  montazgos.  ¡Y  no  ha  habido  aún  quien  á  dicho  conde 
le  reclame  esta  suma  I 


BADAJOZ  461 


de  Santa  María  del  Castillo,  la  de  Santa  Cecilia,  y  la  de  San 
Martín,  ediñcios  el  más  moderno  de  15 14.  Tuvo  además  tres 
conventos  y  cuatro  ermitas.  El  de  frailes  lo  fundó  D.  Juan  Por- 
tocarrero,  primer  conde  de  Medellín,  y  en  él  estaba  la  capilla  de 
San  Antonio,  costeada  por  grandes  sumas  que  mandó  de  Méjico 
Hernán  Cortés;  el  de  monjas  de  la  Concepción  lo  fundó,  en  1551, 
D.  Rodrigo  Jerónimo  Portocarrero,  cuarto  conde  de  la  villa,  y 
el  de  Agustinas,  Sor  Catalina  de  Jesús  y  otras  religiosas  de  la 
Encarnación  de  Madrid,  que  en  1600  fueron  exprofesamente  á 
fundarlo.  De  estos  conventos  sólo  existe  uno:  el  de  la  Concep- 
ción; los  demás  están  arruinados,  así  como  las  cuatro  ermitas. 

La  villa  es  hoy  un  conjunto  de  ruinas,  sobre  las  cuales  exis- 
ten solamente  unos  150  edificios,  una  muralla  antiquísima  y  un 
castillo  feudal.  Todos  los  viajeros  se  detienen  á  su  paso  por 
aquellos  históricos  restos  ante  lo  que  fué  casa  de  Hernán  Cortés. 
Es  un  salón  con  medias  paredes  y  algunos  cimientos.  Á  la  de- 
recha existen  dos  paredones  que  formaban  una  sala  y  dormito- 
rio, donde  la  tradición  cuenta  que  nació  Hernán  Cortés,  aquel 
genio  intrépido- y  valeroso  que  dio  á  los  reyes  Católicos  tmás 
reinos  que  pueblos  habían  heredado  de  sus  padres,»  según  él 
mismo  dijo  al  rey  que  se  desdeñaba  en  recibirle.  Aunque  Mede- 
llín no  hubiera  producido  á  ningún  otro  hombre  más  que  á  Her- 
nán Cortés,  bastaría  para  darle  nombre  y  hacerlo  célebre,  que 
siempre  son  celebrados  los  pueblos  que  tienen  la  suerte  de  contar 
•entre  sus  hijos  á  hombres  como  Hernán  Cortés. 

Pero  digamos  quién  fué  este  gran  genio. 


D.  Martín  Cortés  y  Monroy  nació  en  Medellín  en  1449  de 
tina  familia,  aunque  modesta,  de  nobles  ascendientes.  Era  oriun- 


462  BADAJOZ 


do  de  los  Monroyes  de  Plasencía,  y  casó  con  D.*  Catalina  Píza- 
rro  y  Altamirano,  prima  de  los  de  su  apellido,  que  habitaban  en 
Cáceres.  De  este  matrimonio  nació  el  inmortal  Hernán  ó  Fer- 
nando Cortés,  quien  en  principios  del  siglo  xvi  conquistó  las 
tierras  que  allá  en  el  Nuevo-Continente  había  descubierto  un 
ilustre  genovés,  y  por  solo  este  hecho  D.  Martín  Cortés  de 
Monroy  adquirió  gran  celebridad  en  sus  tiempos,  siendo  en  Ex- 
tremadura  una  de  las  ñguras  más  principales,  y  de  Medellín 
alcalde  mayor  y  regidor  perpetuo  de  su  Ayuntamiento. 

Hasta  poco  há  se  conservaba  en  pie  la  casa  solariega  de  esta 
familia,  levantada  en  1523. 

D.  Martín  Cortés  anticipó  á  su  hijo  una  suma  considerable 
para  el  primer  viaje  que  aquél  hiciera  en  1 504  á  la  expedición 
de  Santo  Domingo,  y  contribuyó  con  su  peculio  á  fundar  hospi- 
tales, á  construir  la  arruinada  casa  consistorial  de  Medellín,  y  á 
otras  obras  muy  meritorias. 

Tales  fueron  los  progenitores  de  Hernán  Cortés  y  Pizarro, 
primer  marqués  del  Valle  de  Guajaca,  á  quien  el  Emperador 
Carlos  V  debió  sus  mayores  glorias.  Nació  en  Medellín  el  día  1 1 
de  Noviembre  del  afto  1485.  La  historia  de  este  hombre  es  pro- 
digiosa por  sus  hechos  en  el  Nuevo  Continente.  Sus  padres  le 
dedicaron  desde  su  más  corta  edad  á  las  letras,  y  en  la  Univer- 
sidad de  Salamanca  fué  donde  empezó  sus  estudios;  pero  no 
pudiendo  la  grandeza  de  su  alma  estrecharse  en  los  lentos  pro- 
gresos de  las  ciencias,  se  resolvió  á  seguir  la  milicia.  Si  una 
grave  enfermedad  no  le  hubiera  impedido  su  embarque,  le  habría 
admirado  la  Italia,  y  el  gran  Capitán  hubiese  compartido  con  él 
sus  glorias:  pero  mudando  después  de  intento,  determinó,  con 
el  beneplácito  de  sus  padres,  marchar  á  las  Indias,  lo  que  veri- 
ficó el  año  de  1504,  yendo  recomendado  al  Gobernador  de  la 
isla  de  Santo  Domingo,  pariente  suyo;  pero  hallándose  esta  isla 
en  completa  paz,  pasó  á  Cuba,  donde  su  valor  y  obediencia  no 
sólo  le  granjearon  el  renombre  de  soldado,  sino  el  nombramien- 
to de  cabo  de  la  escuadra  y  descubrimientos  que  meditaba  Diego 


BADAJOZ  463 


Velázquez.  A  su  costa,  con  el  favor  de  sus  amigos,  previno  todo 
lo  necesario,  y  con  un  corto  número  de  gentes  y  bajeíes  se  em- 
barcó en  el  puerto  de  Santiago  y  dio  á  la  vela  en  18  de  Noviem- 
bre de  15 18.  La  buena  acogida  que  tuvo  en  la  Habana  le  facilitó 
los  medios  para  su  empresa.  Su  buen  talento  supo  vencer  al 
cacique  é  isleños  de  Cozumel  y  su  valor  dominó  la  ñereza  de  los 
indios  tabascos  hasta  entrar  en  su  corte,  plantar  la  religión 
cristiana  y  hacer  que  reconociesen  vasallaje  al  Emperador  Car- 
los V.  Sin  embargo  de  que  estas  proezas  bastaban  á  reconocerle 
como  un  héroe,  acaso  no  lo  hubiera  conseguido  si  no  hubiese 
llevado  á  cabo  la  más  grande  de  las  empresas  que  registra  la 
historia,  que  fué  la  conquista,  dominación  y  pacificación  de  Méjico. 
Grandes  fueron  los  disgustos  y  penalidades  que  tuvo  que 
vencer  Cortés  en  todas  sus  conquistas;  inmensas  las  conspira- 
ciones y  alborotos  que  tuvo  que  ilominar,  no  sólo  de  sus  enemi- 
gos sino  en  sus  propias  fuerzas,  y  los  cuales  le  dan  á  conocer 
no  sólo  como  un  valiente  guerrero,  sino  como  un  hábil  político. 
Falto  de  recursos,  en  suelo  extranjero  y  de  carácter  salvaje, 
luchó  con  la  perversidad  de  los  envidiosos  que  llevaba  en 
sus  tropas  y  con  las  camarillas  palaciegas  que  para  humillarle 
lo  malquistaron  infinitas  veces  con  el  Emperador,  logrando  de 
éste  que  mandase  para  residenciar  sus  actos  é  intervenir  sus 
asuntos,  ya  políticos  ya  militares,  á  personas  hechuras  de  sus  más 
encarnizados  enemigos,  poniendo  con  esto  en  gran  riesgo  sus 
conquistas.  Con  el  auxilio  de  la  suerte  ó  de  la  Providencia,  y  con 
unos  300  hombres  y  7  caballos,  desembarcó  Cortés  en  San  Juan 
de  Ulua,  fundó  á  Veracruz,  ganó  los  ánimos  de  los  caciques  in- 
mediatos, y  á  pesar  de  las  grandes  batallas  que  le  presentaron 
los  tlascaltecas  á  quienes  derrotó  por  completo  y  sujetó  á  su 
dominación,  llegó  á  acampar  en  las  inmediaciones  de  la  gran 
ciudad  de  Méjico.  Cortés  se  vio  precisado,  para  obligar  á  su 
gente  á  no  desampararle  y  continuar  sus  gloriosas  conquistas, 
á  quemar  sus  naves,  cortándose  así  toda  retirada,  lo  que  verifi- 
có á  presencia  de  su  reducido  ejército  en  la  playa  de  Veracruz, 


464  BADAJOZ 


arengando  en  seguida  á  sus  gentes  que  le  aclamaron  victorioso. 

Diego  Velázquez,  envidioso  de  las  conquistas  de  Cortés  y 
para  atribuirse  ante  Carlos  I  la  gloria  de  la  conquista,  envía  en 
contra  del  héroe,  para  que  le  prenda  y  lleve  á  Cuba,  al  capitán 
Panfilo  de  Narvaez;  éste  desembarca  en  Veracruz  y  corre  á  su 
encuentro;  pero  Cortés,  sin  desatender  el  sitio  de  Méjico,  logra 
derrotar  las  fuerzas  de  Narváez  que,  viendo  á  su  jefe  prisionero 
y  herido,  aclaman  al  caudillo  y  se  unen  á  sus  gentes  desbara- 
tando en  seguida  el  ejército  mejicano,  y  después  de  diferentes 
combates,  coge  prisionero  al  emperador  Motezuma  y  á  su  su- 
cesor Guatimocín.  Finalmente,  Cortés  queda  dueño  de  Méjico 
el  1 3  de  Agosto  de  1 5  2 1 ,  agregando  este  nuevo  florón  á  la  co- 
rona de  España,  concluyendo  la  conquista  de  la  Nueva  España 
que  hará  para  siempre  inmortal  la  memoria  de  este  héroe. 

Prosiguió  Hernán  Cortés  gobernando  dicho  imperio  hasta  el 
año  de  1528,  y  volvió  á  España  en  esta  época,  donde  el  empe- 
rador Carlos  I  le  agració  con  veintidós  villas  y  lugares,  y  más 
de  203  vasallos  en  aquel  reino  y  Valle  de  Guaxaca  ó  Guajaca, 
creándole  el  6  de  Julio  de  1529  Capitán  General  de  toda  Nueva 
España,  y  en  20  de  dicho  mes  y  año  Marqués  con  el  título  de 
la  expresada  donación,  y  últimamente  comendador  de  Vetera. 

Casó  dos  veces,  la  primera  en  la  isla  de  Cuba  con  D.^  Cata- 
lina Suárez  Pacheco,  doncella  noble ;  y  la  segunda  en  España 
con  D.*  Juana  de  Arellano,  hija  de  D.  Carlos  conde  de  Aguilar, 
y  de  D.^  Juana  de  Zúñiga,  hija  de  los  Duques  de  Béjar,  dejando 
de  este  matrimonio  á  D.  Martín  Cortés  y  otros  hijos. 

Por  último,  habiéndose  fijado  en  España  lleno  de  laureles  y 
trofeos,  aunque  perseguido  y  maltratado  por  la  envidia,  murió 
olvidado  de  propios  y  extraños,  y  sus  huesos  yacen  en  la  iglesia 
del  convento  de  San  Francisco  en  la  ciudad  de  Méjico,  sin  haber 
dejado  en  su  patria,  Extremadura,  un  recuerdo  de  su  estada  en 
el  Nuevo-Mundo,  pues  hasta  la  casa  que  levantara  en  Medellín, 
en  1523,  está  casi  destruida. 

En  la  Exposición  de  Americanistas,  celebrada  en  Madrid  en 


BADAJOZ  46$ 

—^— ' 

1 88 1,  se  exhibió  en  la  instalación  Extremeña,  y  por  la  Comisión 
de  Monumentos  históricos  y  artísticos  de  Badajoz,  y  el  arquitec- 
to de  dicha  ciudad  D.  Francisco  Morales  y  Hernández,  varios 
planos  y  documentos  de  lo  que  en  la  actualidad  se  conserva  en 
Medellín  de  la  casa  de  Hernán-Cortés.  En  el  Catálogo  parcial  de 
esta  Exposición,  redactado  por  el  autor  de  esta  obra,  se  en- 
cuentran registrados  con  los  números  29,  30,  31,  32,  32,  33, 
34  y  36  (i)  varios  de  estos  documentos  (2). 


(i)    Exposición  Internacional  Americanista  de  1881.  Catálogo  de  los  objetos, 
papeles,  libros  y  documentos  que  la  provincia  de  Badajoz  presentó  en  la  referida  Eat- 
Posición,  (B8Lda]oz,Tipogreiñsi  de  La  Minerva  Extremeña,  188^).  Páginas  23,  24, 
25  y  26. 

(2)  En  esta  forma  aparece  en  el  expresado  Catálogo.  Por  la  Comisión  de  Mo- 
numentos: 

Núm.  29.  Información  practicada  por  el  Ayuntamiento  de  Medellín  (Badajoz) 
en  1854,  á  fín  de  averiguar  la  casa  en  que  naciera  en  la  expresada  villa  el  ilustre 
conquistador  de  América,  Hernán-Cortés,  Marqués  del  Valle. 

(Ms.  en  folio  español). 

Núm.  30.  Información  que  hace  en  Medellín  (Badajoz)  la  Comisión  de  Monu- 
mentos históricos  y  artísticos  de  la  expresada  provincia  en  1875,  ampliando  la 
que  hizo  en  1854  ^^  Ayuntamiento  de  Medellín,  en  averiguación  de  la  casa  en  que 
nació  el  ilustre  conquistador  de  América,  Hernán-Cortés,  Marqués  del  Valle. 

(Ms.  en  folio). 

Núm.  3  I.  Memoria  redactada  por  el  arquitecto  provincial  de  Badajoz,  D.  Fran- 
cisco Morales  Hernández,  con  los  planos  relativos  á  la  casa  llamada  de  Hernán- 
Cortés,  en  Medellín. 

(Ms.  en  íolio  español). 

Núm.  32.  Plano  general  del  estado  actual  de  la  casa  en  que  nació  Hernán- 
Cortés,  en  Medellín. 

Es  obra  del  arquitecto  provincial  de  Badajoz,  D.  Francisco  Morales  Hernández, 
que  la  terminó  en  14  de  Octubre  de  1868. 

El  plano  está  en  la  proporción  de  i  por  1 00  diseñados  todos  sus  detalles  en 
colores  que  determinan: 

I  .*    Trozos  de  muros  que  se  conservan  sobre  el  pavimento. 

2.'    Cimientos  enrasados  al  nivel  del  pavimento. 

3.*    Sillares  de  piedra  de  grano. 

4.°    Pavimento  de  baldosas. 

«5.*    Terreno  sin  pavimento. 

6.*    Pavimento  de  orrillo. 

7.°    Recipientes  de  las  aguas. 

La  distribución  de  las  habitaciones  se  expresan  en  la  Memoria  señalada  en  este 
Catálogo  con  el  número  3 1 . 

Núm.  33.    Plano  de  la  zona  que  circunda  la  casa  de  Hernán-Cortés. 

Lo  hizo,  como  el  anterior,  el  Arquitecto  Morales  Hernández,  en  14  de  Octubre 
de  1868. 

Contiene  este  plano:  i.»  Casa  de  Hernán-Cortés.— 2.**  Calle  del  mismo  nombre. 

59 


466  BADAJOZ 


Pero  insensiblemente  hemos  dejado  correr  la  pluma  consig- 
nando noticias  y  hechos  de  Cortés,  sin  ordenar  estos  apuntes, 
huyendo  así  de  escribir  metódicamente  la  vida  de  este  gran 
genio;  porque  este  trabajo  excedería  á  nuestras  fuerzas  y  ocu- 
paría también  proporciones  que  no  pueden  darse  ante  el  peligro 
de  hacer  interminable  este  tomo. 

El  lector  que  quiera  conocer  la  historia  de  este  héroe  extre- 
meño, puede  consultar  las  célebres  Carias  de  Relación  escritas 
por  Cortés,  y  en  las  que  refiere  su  propia  vida  con  suma  modes- 
tia, y,  lo  que  es  más,  con  desusada  imparcialidad  (i). 


—  3.°  ídem  del  Reloj.— 4.°  ídem  del  Arco.  — «;.*»  ídem  del  Oro.— 6.°  ídem  de  Murcia- 
nas.—7.**  Calleja  del  Reloj.— 8.**  Calle  del  Matadero.— 9.°  ídem  del  Hocinillo.— 
10.  ídem  de  Jariegos.— 1 1.  ídem  de  Oiiviilos.— la.  Rinconada  de  Santa  Cecilia. — 
13.  Plaza  de  idem.— 14.  Calle  de  idem.—  i  5.  ídem  de  Moros.— 16.  Plaza  vieja,— 
17.  Iglesia  de  Santa  Cecilia.— 18.  Calle  de  Herradores.— 19.  Paseo. 

En  la  misma  escala  que  el  anterior. 

Núm.  34.  Dintel  que  se  hallaba  colocado  en  la  puerta  de  la  casa  solariega  de 
Hernán-Cortés,  en  Medellín. 

Obra  del  mismo  Arquitecto,  que  la  terminó  cuando  la  anterior. 

Según  la  fecha  de  la  inscripción  que  aparece  en  los  costados  del  dintel,  se 
construyó  la  casa  el  año  de  1523. 

Está  en  la  escala  de  i  por  i  o. 

Por  el  Sr.  Morales  Hernández: 

Núm.  36.  Proyecto  de  monumento  en  honor  de  Hernán-Cortés,  que  había  de 
ser  erigido  en  la  Plaza  de  Minayo,  en  Badajoz,  por  el  Expositor.  (Copia  del  origi- 
nal que  existe  en  la  Real  Academia  de  San  Fernando). 

Este  proyecto,  iniciado  hace  más  de  veinticuatro  años,  no  ha  podido  realizarse 
por  la  apatía  de  las  autoridades  ó  por  falta  de  iniciativa.  No  obstante,  parece  que 
ahora  se  despierta  el  deseo  por  realizar  un  pensamiento,  que  si  tiende  á  honrar  al 
ilustre  Cortés,  no  queda  en  ello  menos  honrada  su  patria,  mostrando  á  los  vivien- 
tes el  aprecio  en  que  tiene  el  nombre  de  sus  preclaros  hijos.  Y  decimos  esto,  por- 
que acabamos  de  leer  en  varios  periódicos  de  Badajoz  las  siguientes  líneas:  «El 
ayuntamiento  de  Medellín  va  á  abrir  decididamente  una  suscripción  para  erigir  un 
monumento  á  Hernán-Cortés,  en  el  solar  de  la  casa  donde  nació  este  ilustre  extre- 
meño. El  municipio  contribuirá  con  4,000  duros,  y  nuestra  Excma.  Diputación 
provincial  ha  ofrecido  también  conisgnar  otra  suma  con  tal  objeto.» 

Completaremos  la  anterior  noticia  con  esta  otra,  también  de  los  diarios  de  Ba- 
dajoz: «La  Diputación  provincial  ha  consignado  en  el  presupuesto  (para  el  próxi- 
mo año  económico)  5,000  pesetas  para  auxiliar  al  Ayuntamiento  de  Medellín  en 
las  obras  de  creación  de  un  monumento  á  Hernán-Cortés  en  aquella  villa.» 

¡Tiempo  era  de  que  la  provincia  de  Badajoz  diese  señales  de  que  no  olvida  á 
uno  de  sus  más  ilustres  hijosl 

(i)    Estas  cartas  van  así  tituladas: 

/.*  Cartas  de  Relación  de  Fernando  Cortés  sobre  el  descubrimiento  y  conquista 
de  la  nueva  España, 


BADAJOZ  467 


La  primera,  enviada  á  la  Reina  D.*  Juana  y  al  Emperador 
Carlos  V,  su  hijo,  por  la  justicia  y  regimiento  de  la  rica  villa  de 
Vera  Cruz,  á  10  de  Julio  de  15 19. — La  segunda,  enviada  á  la 
sacra  Majestad  del  Emperador  Nuestro  Señor  por  el  Capitán 
General  D.  Fernando  Cortés,  en  la  cual  se  relaciona  de  las  tie- 
rras y  provincias  sin  cuento  que  ha  descubierto  nuevamente  en 
el  Yucatán  el  año  de  19  a  esta  parte  (i),  y  ha  sometido  á  la 
corona  real  de  su  Majestad.  En  especial  hace  relación  de  una 
grandísima  provincia  muy  rica  llamada  Culua  (2),  en  la  cual  hay 
muy  grandes  ciudades  y  de  maravillosos  ediñcios,  y  de  grandes 
tratos  y  riquezas,  entre  las  cuales  hay  una  más  maravillosa  y 
rica  que  todas,  llama  Temixtitan  (3)  que  está  por  maravilloso 
arte  ediñcada  sobre  una  grande  laguna,  de  la  cual  ciudad  y  pro- 
vincia es  Rey  un  grandísimo  Señor  llamado  Muteczuma  (4); 
donde  le  acaecieron  al  capitán  y  los  españoles  espantosas  cosas 
de  oir.  Cuenta  largamente  del  grandísimo  señorío  del  dicho  Mu- 
teczuma, y  de  sus  ritos  y  ceremonias,  y  de  cómo  se  sirve.  La 
firma  en  la  villa  de  Segura  de  la  Frontera  de  la  Nueva  España 
á  30  de  Octubre  de  1520  años. — La  tercera  enviada  por  Fer- 
nando Cortés,  Capitán  y  Justicia  mayor  del  Yucatán,  llamado  la 
Nueva  España  del  mar  Océano,  al  muy  alto  y  potentísimo  Cé- 
sar é  invictísimo  Sr.  D.  Carlos  Emperador  semper  augusto  y  rey 
de  España  nuestro  Señor.  De  las  cosas  sucedidas  y  muy  dignas 
de  admiración  en  la  conquista  y  recuperación  de  la  muy  grande 
y  maravillosa  ciudad  de  Temixtitan^  y  de  las  otras  provincias  á 


2.»  Caria  que  el  muy  ilustre  señor  don  Hernando  Cortés^  Marqués  que  luego  fué 
del  Valle,  escriuió  á  la  S.  C.  C.  Magestad  d*l  Emperador:  dándole  quenta  de  lo  que 
conuenia  froueer  en  aquellas  partes:  y  de  algunas  cossas  en  ellas  acaescidas.  Fecha 
en  la  gran  ciudad  d'  Temixtitan  México  d'la  nueva  España  á  XV  dias  del  mes  de 
Octubre  de  M.D.XXXIV,  Años,^Agora  por  primera  vez  impressa  por  su  original. 

(i)    Hasta  1530. 

(3)  Ahora  Culuacán,  cuna  de  la  monarquía  mejicana  y  emporio  del  pais  en  el 

siglo  XVI. 

(3)  Méjico  en  nuestro  idioma. 

(4)  Motezuma,  antecesor  de  Guatimocín. 


468  BADAJOZ 

ellas  sujetas  que  se  rebelaron.  En  la  cual  ciudad  y  dichas  provin- 
cias el  dicho  capitán  y  españoles  consiguieron  grandes  y  seña- 
ladas victorias  dignas  de  perpetua  memoria.  Asimismo  hace 
relación  cómo  han  descubierto  el  mar  del  Sur,  y  otras  muchas  y 
grandes  provincias  muy  ricas  de  minas  de  oro  y  perlas  y  pie- 
dras preciosas,  y  aun  tiene  noticia  que  hay  especiería:  ñrmada 
en  la  ciudad  de  Cuyoacan  desta  Nueva  España  del  mar  Océano, 
á  15  días  de  Mayo  de  1522  años. — La  cuarta  que  D.  Fernando 
Cortés,  Gobernador  y  Capitán  General  por  su  Majestad  en  la 
Nueva  España  del  mar  Océano,  envió  al  muy  alto  y  muy  po- 
tentosísimo,  invictísimo  Sr.  D.  Carlos,  Emperador  siempre 
augusto  y  Rey  de  España  nuestro  Señor,  fechada  en  la  gran 
ciudad  de  Temixtitan  desde  Nueva  España,  1 8  días  del  mes  de 
Octubre  de  1524  años. — Y  la  quinta,  dirigida  á  la  sacra  católica 
cesárea  Majestad  del  invictísimo  Emperador  D.  Carlos  V,  desde 
la  ciudad  de  Temixtitan^  á  3  de  Setiembre  de  1526  años. 

Las  primeras  cuatro  cartas  publicadas  en  el  lugar  y  año  que 
se  indican  al  fínal  de  las  mismas,  y  la  última  (que  es  la  quinta), 
publicada  en  Méjico  el  año  de  1855  por  el  erudito  D.  Joaquín 
García  Icazbalceta,  nos  servirán  para  que  tiempo  andando  po- 
damos escribir  la  Historia  verdadera  de  Cortés^  ya  descrita  por 
Bernal  Díaz  del  Castillo,  y  por  D.  Antonio  Solís,  pero  no  cono- 
cida en  todas  las  fases  principales  de  la  guerra  y  conquista  de 
Méjico;  que  Cortés  está  más  alto  que  nos  lo  presentan  los  his- 
toriadores citados. 

Terminaremos  estos  apuntes  biográficos  con  la  relación  de 
los  libros  que  tratan  de  Cortés.  He  aquí  los  publicados: 

I .«  Primer  aparte  de  Cortés  valeroso  y  Mexicana,  de  Gabriel  Lasso  de 
la  Vega,  criado  del  Rey  nuestro  Señor ,  natural  de  Madrid. — Dirigida  d 
D.  Fernando  Cortés,  nieto  de  D.  Femando  Cortés,  Marqués  del  Valle, 
descubridor  y  conquistador  del  Nuevo  Mundo  (Madrid,  1573)  (O* 


(i)    Es  un  precioso  poema  que  empieza  en  su  primer  canto  describiendo  el 
sitio  de  la  ciudad  de  Méjico,  con  los  siguientes  versos: 


BADAJOZ  469 

2.0  Elogios  en  loor  de  los  tres  famosos  varones  D,  Jaime,  Rey  de  Ara- 
gón,  D.  Fernando  Cortés^  marqués  del  Valle^  y  D.  Alvaro  de  Bazán,  mar- 
qués de  Sania  Cruz;  compuestos  por  Gabriel  Lobo  Lasso  de  la  Vega,  natu- 
ral de  Madrid,  continuo  del  Rey  nuestro  Señor  (Zaragoza,  1601)  (i). 

3.«  Aqui  se  contienen  siete  romances  de  los  mejores  que  hasta  agora  se 
kan  hecho:  los  dos  primeros  son  de  las  hazañas  del  valeroso  Fernán-Cor- 
tés,  etc,  compuesto  por  el  bachiller  Engrava  (Madrid  1653). 

4.<>  Vida  del  Ilustre  varón  Fernán-Cortés;  primero  marqués  del  Valle 
de  Huaciac  (Oajaca)^  por  D.  Fernando  Pizarro  y  Orellana,  Caballero  de 
la  orden  de  Calatrava,  Comendador  de  Velera^  del  Consejo  de  órdenes  y 
ahora  del  Real  supremo  de  Castilla  (Madrid,  1639)  (2). 

5.0  Piedad  heroica  de  D,  Fernando  Cortés,  por  D.  Carlos  Sigüenzay 
Góngora,  de  la  Compañía  de  Jesús  (México,  1659). 

b,^  Hernandia,  triunphos  de  la  fe  y  gloria  de  las  armas  españolas. 
Poema  heroyco.  Conquista  de  México,  cabeza  del  imperio  septentrional  de 
la  Nueva  España,  Proexas  de  Hernán-Cortés,  catholicos  blasones  militares, 
y  grandexas  del  nuevo  mundo.  Lo  cantaba  D,  Francisco  Ruix  de  León, 
hijo  de  la  Nueva  España,  y  reverente  lo  consagra  á  la  soberana,  catholica 
magestad  de  su  Rey  y  Señor  natural  D.  Fernando  VI  en  la  Real  Catholica 
magestad  de  la  Reyna  Ntra.  Sra,  Z).'  María  Barbara  {que  Dios  guarde)  y  á 
las  dos  Magestades  por  mano  del  excelentísimo  Señor  Duque  de  Alva  (Ma- 
drid, I7«55). 

7.0  Vida  de  Hernan-Cortés  hecha  pedazos  en  quintillas  joco-serias,  por 
el  semi'poeta  ingerto  Anastaf  de  Morales,  C  Z).  C  (Sevilla,  1795)  (3). 


y  concluye: 


Canto  el  furor  de  Marte  sanguinoso, 
Del  gran  Cortés  los  triunfos,  las  victorias... 

Parten  de  Cuba,  dan  velas  al  viento. 
Donde  fueron  diré  con  nuevo  aliento. 


En  1 594,  el  autor  hizo  otra  edición  de  su  poema,  aumentado  y  añadido. 
En  veinte  cantos  divide  aqui  el  autor  su  trabajo,  empezando  el  primero: 


y  termina  así: 


Canto  las  armas  y  el  varón  famoso. 
Que  por  disposición  del  justo  cielo... 

Aguárdeme  á  quien  mal  he  parecido 
Que  mí  segundo  fruto  vea  cogido. 


(i)  Es  un  libro  en  prosa  y  verso.  Los  panegiristas  están  en  prosa,  y  siguen 
algunos  romances  populares  no  mal  versificados. 

(2)  Esta  obra  forma  parte  del  libro  Varones  ilustres  del  Nuevo  Mundo,  del 
mismo  autor. 

(?)    El  autor,  Fr.  Tomás  de  San  Rafael,  carmelita  descalzo  de  Córdoba,  es  un 


470  BADAJOZ 


8.^  Lerotsmo  di  Ferdinando  Córtese  confermato  contro  le  censure  ne- 
miche  (Roma,  1806)  (i). 

9.0  Hernán-Cortés  en  UlúJSy  canto  épico,  por  Jerónimo  de  Aguilar 
(Méjico,  1808)  (2). 

10.  Fernand  Cortez,  poéme  par  Roux  de  Rochelle  (París,  181 1). 

1 1 .  Lx>s  horrores  de  Cortés,  por  D,  Carlos  María  Bustamante  (Méji- 
co, 1821). 

12.  Historia  de  las  conquistas  de  Hernando  Cortés,  escrita  en  español 
por  Francisco  López  de  Gomara,  traducida  al  mexicano  y  aprobada  por 
verdadera,  por  D,  Juan  Bautista  de  San  Antón  Muñoz  Chimalpain  Quauat- 
lehuanitTiin,  indio  mexicano.  Publícala  para  instrucción  de  la  juventud  na- 
cional^  con  varias  notas  y  adiciones,  Carlos  María  de  Bustamante  (Méxi- 
co, 1826). 

13.  Sumario  de  la  resistencia  tomada  i  D.  Fernando  Cortés,  publica- 
do por  y.  L.  Rayón  (México,  1852). 

14.  Cartas  y  relaciones  de  Hernán-Cortés  al  Emperador  Carlos  V, 
corregidas  é  ilustradas  por  D,  Pascual  de  Gayangos,  de  la  Real  Academia 
de  la  Historia  de  Madrid,  correspondiente  del  Instituto  de  Francia  (Pa- 
rís, 186Ó). 

15.  Méjico,  por  el  P.  Escoiquiz,  canónigo  de  Méjico. 

16.  La  conquéte  du  Méxique..,  en  dix  chants,  avec  notes  historiques, 
par  P.  Roure.  (París,  181 1). 

He  aquí  ahora  la  relación  de  los  libros  inéditos: 

I  .•  La  cortesiada,  poema  épico  de  las  hazañas  de  Hernin-Cortés,  por 
el  P.  Agustín  de  Castro,  de  la  Compañía  de  Jesús,  catedrático  de  filosofía 
de  Querétaro. 

2.»  Romancero  de  Hernán-Cortés,  por  don  Antonio  Hurtado  de  Men- 
do^a. 

3/  Hernán -Cortés,  poema  por  D.  Juan  Justiniano  y  Arribas,  coronel 
de  caballería  (3). 

4.a  Hernán-Cortés,  poema  por  D,  Antonio  García  Gutiérrez,  de  la 
Real  Academia  Española. 


poeta  estrafalario  muy  propio  de  la  decadencia  de  nuestra  literatura  en  fines  del 

siglo  XVIII. 

(i)    La  escribió  el  jesuíta  extremeño  P.  Raimundo  Diosdado  Caballero,  y  es 
una  de  las  mejores  obras  para  la  historia  de  Cortés. 

(2)  Su  autor  verdadero  lo  fué  D.  José  González  y  Torres  de  Navarra,  poeta 
sevillano,  descendiente  del  Marqués  de  Campoverde. 

(3)  En  la  actualidad  está  imprimiendo  esta  obra  en  Badajoz  su  autor,  subven- 
cionada por  la  Diputación  provincial. 


BADAJOZ  471 


5.*    Hernán-Cortés  en  Cholula,  poema  por  el  Excmo,  Sr,  D,  Patricio 
de  la  Escosura,  de  la  Real  Academia, 

6.»    La  Pironea  de  Cortés,  poema  del  P.  Escolapio  Tomás  Baguena, 
7.*    Las  naves  de  Cortés  destruidas,  por  Martin  y  Vaca  de  Guzmán. 

De  todas  estas  obras  publicadas,  la  más  importante  lo  es, 
sin  disputa,  la  que  forman  las  cartas  dadas  á  luz  por  Gayangos. 

El  héroe  que  tantas  obras  ha  inspirado,  pasó  sus  últimos  días 
en  un  lugar  oscuro  de  la  provincia  de  Sevilla:  Castilleja  de  la 
Puebla.  Allí  murió  en  2  de  Setiembre  de  1547,  pobre,  desterra- 
do y  triste,  después  de  haber  sido  en  la  corte...  hasta  preten- 
diente. 

¡  Así  pagaron  los  reyes  al  que  les  había  dado  más  provincias 
que  ciudades  les  dejaron  sus  abuelos! 

Tamaña  ingratitud  no  puede  buscarse  más  que  en  los  mag- 
nates que  viven  en  palacios. 


CAPITULO  XYIl 


Don-Benito  y  Vlllanueva  de  la  Serena.  —  Magacela. 
Zalamea  de  la  Serena.—La  torre  de  Trajano.—Zalamea  en  la  Edad-media. 

Zalamea  moderna 


I 


OMO  á  unos  1 1  kilómetros  de  Medellín  está  la  vi- 
lla de  Don-Benito,  una  de  las  más  modernas  de 
Extremadura,  como  que  data  su  origen  del  si- 
glo XV.  El  antiguo  conde  de  Medellín  tenía  diez 
pueblos,  en  los  cuales  mandaba  feudalmente  y 
los  esquilmaba  á  las  mil  maravillas.  Uno  de  es- 
tos pueblos,  á  cuatro  kilómetros  de  Don-Benito, 
se  llamaba  Don-Llorente,  y  en  él  vivía  un  se- 
ñor llamado  Don-Benito^  dueño  de  esta  comarca.  En  1469 
este  poderoso  señor  ofreció  á  los  vecinos  de  Don-Llorente  tie- 
rras y  otros  derechos  de  colonia  para  los  que  quisieran  poblar 
en  sus  posesiones.  Cuatro  años  más  tarde,  en  1473,  los  vecinos 
de  Medellín  y  los  de  Don-Llorente  habían  fundado  á  Don-Beni- 
to, librándose  así  de  la  tutela  odiosa  del  conde  de  Medellín. 
En  1 61 4  ya  contaba  Don-Benito  con  una  población  de  8,000  al- 
mas, como  hoy  tiene  más  de  15,000.  Felipe  V,  por  cédula 


60 


474  BADAJOZ 


de  13  de  Julio  de  1735,  le  hizo  villa,  eximiéndola  de  la  jurisdic- 
ción municipal  de  Medellfn,  á  donde  estaba  agregada  como  su 
aldea.  Tiene  una  parroquia  de  los  principios  del  siglo  xvii,  y  en 
su  torre  estaban  las  estatuas  de  Don-Benito  y  su  señora,  sus  fun- 
dadores, que  un  día  se  vinieron  abajo,  hundiendo  parte  de  las 
bóvedas  del  templo.  En  1 707  Don-Benito  se  unió  á  las  tropas 
de  Felipe  V,  formando  á  sus  expensas  una  compañía  de  300  hom- 
bres, que  combatieron  por  este  rey.  En  la  guerra  de  la  Indepen- 
dencia luchó  como  un  gigante  contra  el  extranjero,  y  su  nombre 
lo  repite  la  historia  con  respeto  glorioso. 

Seis  kilómetros  más  allá  está  Villanueva  de  la  Serena,  que 
los  romanos  fundaron  con  el  nombre  de  Vesci.  Esta  villa,  que 
cuenta  más  de  1 1 ,00o  almas,  no  conserva  nada  de  sus  primiti- 
vos tiempos.  El  palacio  de  los  priores  es  de  la  época  de  Car- 
los III;  el  monasterio  de  religiosas  de  1626;  el  ediñcio  que  fué 
convento  de  San  Bartolomé,  de  1574.  Algunas  lápidas  apareci- 
das en  sus  inmediaciones  justifican  su  antigüedad. 

El  rey  D.  Fernando  IV  la  cedió  en  1 303  al  gran  maestre  de 
Alcántara  D.  Gonzalo  Pérez  Gallego,  quien  la  pobló  con  sus 
parciales,  dándole  el  nombre  de  Villantieva.  En  el  siglo  xv  se 
denominó  Villanueva  de  Lares^  y  poco  después  de  Magacela^ 
hasta  1 600,  en  que  ya  fué  conocida  por  el  de  la  Serena^  nombre 
que  algunos  dan  á  cierta  familia  que  la  habitó  en  tiempo  de  los  ro- 
manos y  hoy  lleva  una  gran  región  de  la  provincia  (i). 


(i)  En  la  actualidad,  se  conoce  á  la  antigua  Villanueva  de  la  Serena  como  ca- 
beza de  uno  de  los  i  5  partidos  judiciales  que  cuenta  la  provincia  de  Badajoz,  y  le 
componen  los  pueblos  siguientes: 

Población 

Campanario 8,894 

Coronada I1699 

Haba  (La) 2,678 

Magacella 1^340 

Villanueva  de  la  Serena 10,627 

Villar  de  Rena 207 

a»;  ,445 
Es  evidente  que  en  la  antigüedad  la  Serena  estaba  compuesta  de  una  extensión 


BADAJOZ  4715 


II 


Nueve  kilómetros  después  de  Villanueva  aparece  Magacela. 
Su  viejo  castillo  parece  como  quererse  desprender  sobre  la  vía. 
Aquellas  ennegrecidas  ruinas,  testimonio  en  siglos  pasados  de 
la  lucha  tenaz  y  porñada  entre  los  maestres  y  caballeros  de  Al- 
cántara,  denuncian  el  poder  feudal  de  la  Edad-media  y  el 
señorío  privilegiado  de  que  tantos  vestigios  aún  quedan  en  la 
Península. 

Magacela  es  en  la  historia  un  pueblo  importante.  Fun- 
dado por  los  romanos  con  el  nombre  de  Astyla.  Los  godos  y 
árabes  buscaron  en  él  un  punto  de  resistencia,  en  que  poder 
sostener  su  dominación  en  los  pueblos  de  la  antigua  Lusitania. 

Quieren  algunos  ver  en  el  nombre  de  Magacela,  un  com- 
puesto de  dos  palabras  que  significan  lo  mismo:  almacén  ó  de- 
pósito. La  primera  árabe  y  la  segunda  latina.  Su  castillo,  que 
antiguamente  serviría  para  defender  las  provisiones  ó  depósito, 
parece  obra  del  siglo  vii,  porque  en  los  primeros  años  de  la 
dominación  árabe  ya  se  cita  en  la  guerra  de  los  almorávides  con 
los  almohades.  Desde  el  siglo  ix  hasta  el  xvi,  dentro  de  sus 
muros  han  tenido  lugar  escenas  sangrientas  y  conmovedoras, 
que  sirvieron  para  inspirar  á  más  de  un  trovador  de  aquellos 
tiempos.  No  fuese  acaso  la  menor  de  ellas  lo  acaecido  con  el 
XXXVI  maestre  de  Alcántara  D.  Alonso  de  Monroy  y  Sotoma- 


mucho  mayor ;  pero  no  tenemos  noticias  para  determinar  hasta  dónde  llegaban 
los  límites  de  esta  comarca,  y  por  consiguiente,  desconocemos  el  nombre  de  los 
pueblos  que  la  formaban,  entre  los  que  indudablemente  estaban  Valeria  (Campa- 
nario), Car  cfon  (^Coronada?),  Araduca  ó  ^rawca  (¿La-Haba?),  Asiyla  (Magacela), 
Vesci  (Villanueva  de  la  Serena),  Bardum  (Villar  de  Rena)  y  Casírum-Colubri 
(Alange). 


47^  BADAJOZ 


yor,  hombre  de  temerario  valor,  y  á  quien  con  razón  se  le  res- 
petaba y  le  temían  todos  los  magnates  de  su  tiempo.  Sobre  su 
prisión  en  el  alto  castillo  de  Magacela,  Alonso  Maldonado,  en 
su  curiosa  obra  (i),  dada  á  luz  en  el  tomo  VI  del  Memorial  His- 
tórico de  la  R.  A.  de  la  Historia,  refiere  muy  al  pormenor  este 
suceso  en  los  siguientes  términos:  tComo  el  maestre  y  su  com- 
pañía llegassen  á  Extremadura,  supieron  las  nuevas  de  sus  ene- 
migos :  los  quales  eran  quel  maestre  de  Santiago  auia  socorrido 
á  Diego  de  Cáceres  y  Francisco  de  Solís  con  vitualla  y  gente,  y 
questauan  más  fuertes  que  al  principio.  A  esta  sazón  Francisco 
de  Solís  urdió  un  tracto  falso  contra  el  maestre,  el  qual  fué 
desta  manera:  quel  maestre  diese  una  hija  suya  á  Francisco  de 
Solís  para  que  se  cassase  con  ella...  y  haziendo  esto  él  entrega- 
ria  la  fortaleza  de  Magazela  al  maestre. 

t  Fecho  asiento  y  concierto  desta  manera,  el  maestre  cum- 
plió todo  lo  que  de  su  parte  era  prometido,  mas  como  Francisco 
de  Solís  andaua  por  engañalle,  deste  concierto  auia  dado  parte 
á  la  condesa  de  Medellin  y  al  maestre  de  Santiago  y  le  prome- 
tieron todo  favor  para  todo  lo  que  quissiese  hacer,  y  assí  Fran- 
cisco de  Solís  escribió  al  maestre,  suplicándole  quissiese  llegar 
á  la  fortaleza  de  Magazela...  Pues  como  el  maestre  D.  Alonso 
de  Monroy  partiesse  de  Montanches  con  doscientas  langas  á  yr 
á  ver  á  su  yerno  Francisco  de  Solís  á  Magazela,  hartos  malos 
agüeros  vio,  que  quando  salió  de  Don  Benito  un  cauallo  hovero, 
que  él  quería  mucho,  y  al  presente  yua  en  él,  se  le  cayó  muerto 
entre  las  piernas.  Todos  cuantos  caualleros  yuan  con  él  le  acon- 
sejaron que  no  entrase  en  Magazela,  especialmente  Hernando 
de  Monroy,  el  Sr.  de  Monroy,  se  lo  dixo  muchas  veces,  dicién- 
dole  que  de  muerto  ó  preso  no  escaparia,  y  que  renegase  de  tal 


(i)  Titúlase  así:  Traducción  que  hizo  Alonso  Maldonado  sobre  los  cinco  libros 
de  Apiano  Alexandrino  de  las  guerras  ceuiles,  intitulada  y  dirigida  á  D.  Alonso  de 
Monroy.  maestre  de  Alcántara^  con  la  vida  y  hesioria  del  muy  ilustre  Sr,  D.  Alonso 
Monroy.,  maestre  de  Alcántara. 


478  BADAJOZ 


parentesco,  y  que  él  no  quería  entrar  en  la  fortaleza  mas  que  se 
quedaría  en  el  lugar  aguardando  lo  que  subscedia. 

«Otros  caualleros  que  con  él  yuan  se  hizieron  malos.  Juan 
Nuñez  de  Prado  le  importunó  mucho  tomasse  el  consejo  de 
aquellos  caualleros,  y  que  si  no  quería  que  se  lo  uviesse  á  solas; 
mas  ninguna  cosa  bastó  á  estorballe  que  no  Uamasse  á  la  puerta 
de  Magazela,  y  estando  llamando  un  escudero  le  dio  bozes  que 
no  entrassen  hasta  que  leyessen  aquella  carta,  la  qual  era  del 
conde  de  Feria,  grande  amigo  suyo,  en  que  le  decia  que  por 
ninguna  via  entrasse  en  Magazela,  por  quel  sauia  que  auia  de 
ser  preso.  El  maestre  no  quisso  creer  al  conde  ni  á  todos  los 
demás  que  sobre  este  caso  le  aconsejauan,  porque  estaua  ya 
aparejada  la  hora  de  su  mala  fortuna.  El  maestre  dio  esta  carta 
á  Francisco  de  Solís  en  entrando  en  Magazela,  y  quisso  ymitar 
á  Alexandre  cuando  su  físico  le  dio  á  beuer  la  purga,  que  le  es- 
criuió  un  su  capitán  que  no  la  tomasse,  porque  él  sauia  que  le 
auían  de  dar  en  ella  ponzoña,  y  assi  Alexandre,  quando  comen- 
tó á  tomar  la  purga,  dio  la  carta  al  médico;  y  assí  el  maestre 
dio  la  carta  á  Francisco  de  Solís  y  díxole:  c  Mirad,  hijo,  esa 
t carta  que  me  escriuen,  y  assí  vereys  lo  que  confío  de  vuestra 
•persona,!  y  Francisco  de  Solís  le  hizo  muchas  fiestas  y  rega- 
los. Las  mesas  fueron  puestas  y  sentáronse  á  ellas  muchos  ca- 
ualleros parientes  del  maestre  D.  Gómez  (de  Solís)  con  dos- 
zientos  escuderos  del  maestre  de  Santiago  y  condesa  de  Mede- 
Ilin,  todos  bien  escondidos. 

tPues  como  el  maestre  D.  Alonso  de  Monroy  se  sentasse  á 
la  cabecera  de  la  mesa,  lo  primero  quel  maestresala  le  siruió 
fueron  dos  fuentes  de  plata,  y  aleando  la  una  encima  de  la  otra 
venían  unos  fuertes  grillos.  Luego  todos  los  de  la  mesa  y  casa 
arremetieron  al  maestre  para  prendelle;  él  procuró  defenderse, 
mas  no  pudo  con  tantos  hombres  como  le  tenían,  y  como  se 
viesse  desta  manera  tractar,  dixo  á  Francisco  de  Solís:  tEsto, 
•hijo,  ¿es  hecho  de  cauallero  hazer  tal  traycion?»  Francisco  de 
Solís  respondió:  t Padre  seays  vos  del  diablo,  que  mió  no  lo  se- 


BADAJOZ  479 


re¡s;>  y  luego  le  pusieron  gruesas  cadenas  y  en  una  cámara  con 
muchas  guardas.  Luego  Francisco  de  Solís  se  hizo  elegir  por 
maestre  de  Alcántara  á  los  comendadores  que  allí  estauan,  por- 
que él  pensaua  osotro  dia  matar  al  maestre... 

>Pues  tornando  á  las  cosas  del  maestre  todos  se  conforma- 
ron que  era  bien  matarlo  luego  como  persona  de  quien  el  electo 
auia  de  heredar  el  maestrazgo...  entraron  todos  en  la  cámara  á 
donde  el  maestre  estaua  preso  con  muchas  cadenas,  y  halláron- 
le durmiendo,  y  tan  fuertemente  roncaua  como  si  estuuiera  muy 
seguro  en  su  cama...  el  electo...  como  viesse  al  maestre  dormido 
tan  sossegadamente  y  no  lo  pudo  creher,  tomó  una  hacha  para 
vello,  y  desque  lo  creyó  fué  por  extremo  espantado  del  ánimo 
deste,  y  determinó  de  no  le  matar  aquella  noche,  pues  lo  tenia 
en  su  poder  y  lo  podia  matar  cuando  quissiese.» 

La  fuga  de  D.  Alonso,  á  los  siete  meses  de  prisión,  fué  una 
proeza  tal  que  merece  referirse: 

«...El  maestre  estaua  tan  desesperado  que  se  concertó  con 
un  paje  del  electo  que  le  diesse  un  puñal,  el  qual  le  dieron,  y  él 
estaua  determinado  de  matar  al  electo  en  llegándose  á  él,  por 
vengarse  de  la  traición  que  le  auian  hecho...  Entonces  el  electo 
uvo  noticia  desta  cosa,  porquel  paje  tuvo  creydo  que  el  electo 
supiesse  este  negocio  primero  de  otro  que  del.  Entonces  al 
maestre  le  echaron  muchas  más  prisiones  de  las  que  tenía. 

tPues  una  noche  aconteció  quel  maestre  don  Alonso  de 
Monroy  uvo  una  cuerda  de  ballesta  fuerte  en  las  manos,  y  des- 
hízola,  y  tomó  todas  las  cadenas  que  tenía  á  cuestas,  que  seys 
hombres  no  las  algaran,  y  se  subió  á  la  torre  de  Magazela,  y 
dando  á  la  cuerda  las  doblezes  que  le  paresció  bastar,  la  embió 
la  torre  abaxo,  quedándola  arriba  muy  bien  atada,  y  calcóse  en 
las  manos  los  gapatos  y  atóse  dos  ladrillos  á  los  pies  por  dar 
con  ellos  junto.  Hecho  esto,  echó  las  cadenas  de  la  torre,  las 
quales  con  su  peso  baxaron  y  sacáronle  de  la  torre,  y  él  assióse 
fuertemente  á  la  cuerda  con  los  zapatos  que  lleuaba  en  sus  ma- 
nos; pero  todo  no  valió  nada,  porque  con  el  peso  que  lleuaba 


480  BADAJOZ 


delante,  dio  muy  gran  cayda  con  el  peso  de  su  cuerpo  que  uvie- 
ra  pocos  hombres  que  no  desmayaran  viéndose  tan  mal  parados, 
porque  á  él  le  paresció  auerse  quebrado  todos  sus  huesos,  y  assí 
fué  que  las  piernas  ambas  se  le  desconcertaron  de  manera  que 
no  se  pudo  leuantar,  y  las  manos  tenía  todas  cortadas  hasta  el 
hueso  de  la  cuerda  que  le  pasó  los  zapatos:  la  altura  era  mucha. 
»Pues  viéndose  el  maestre  en  tan  mala  fortuna,  fuesseá  ga- 
tas llevando  arrastrando  las  cadenas  hasta  un  adarue,  por  donde 
se  auia  de  boluer  á  echar.  El  con  su  gran  corazón  y  con  la  ago- 
nía de  verse  libre  de  su  enemigo,  echóse  del  adarue  abaxo,  que, 
aunque  no  fué  tan  gran  caída  (pero  por  ser  tan  fresca  la  otra 
grande)  en  gran  manera  fué  quebrantado.  Pues  salido  al  campo, 
las  cadenas  era  imposible  poderse  quebrar.  Vio  mucho  llano  á 
un  cabo  y  al  otro  monte,  y  pensó  en  sí  que  si  se  iua  al  monte, 
que  allí  le  auian  de  buscar  y  no  quisso ;  mas  fuesse  poco  á  poco 
(porque  amanescia  ya)  por  lo  llano,  y  metióse  en  una  mata  en 
mitad  de  lo  llano,  porque  no  podia  andar  paso  ninguno  por  el 
peso  de  las  cadenas,  y  por  el  quebrantamiento  de  sus  piernas  y 
cuerpo,  sino  yua  á  gatas  y  como  podia.  Sabido  esto  por  la  ma- 
ñana el  electo,  como  el  maestre  D.  Alonso  de  Monroy  era  ydo, 
caualgó  con  ciento  y  cinquenta  de  á  cauallo,  y  uieron  lá  cuerda 
por  donde  se  auia  echado  toda  llena  de  la  sangre  de  las  manos, 
y  fuesse  luego  á  lo  áspero  y  espesso,  y  buscáronlo  todo;  y  como 
no  hallassen  nada,  fueron  muy  enojados,  porque  allí  pensauan 
ellos  de  hallarle,  y  anduuieron  todo  el  dia  hasta  muy  tarde; 
mas  como  quiera  que  la  fortuna  le  tenia  en  desprecio  y  no  que- 
ría que  fuesse  maestre  (que  si  entonces  se  soltara  todauía  lo 
fuera  sin  duda  ninguna  y  se  vengara  de  todos  sus  enemigos), 
ya  que  quería  anochescer  pasó  por  lo  llano  él,  y  como  Mossen 
Sotto  (i)  vio  estar  en  la  mata  al  maestre,  y  luego  lo  descubrió, 
el  electo  fué  tan  alegre  que  más  no  pudo  ser,  y  mandó  traer 


(i)    Fr.  Francisco  de  Soto,  clavero  de  Alcántara,  según  la  Academia. 


BADAJOZ  481 


una  carreta  en  que  lo  llevassen,  y  el  electo  quando  llegó  al 
maestre  arremetió  y  púsole  la  langa  á  los  pechos,  diciéndole  que 
le  quería  matar  por  la  traycion  que  le  auia  hecho  en  quererse 
soltar. » 

Este  suceso  es  el  de  más  bulto  que  se  recuerda  como  ocu- 
rrido dentro  del  castillo  de  Magacela,  del  que  apenas  quedan 
varios  trozos  de  sus  murallas  y  algunos  torreones,  los  bastantes 
para  justificar  su  existencia  en  los  siglos  anteriores. 


III 


Diez  kilómetros  más  allá  de  Magacela  está  Campanario,  la 
antigua  Valerio  romana.  Lucio  Valerio,  Flavio  Calixto  y  Silvano 
Víctelio  Valeriano,  triunfantes  en  las  conquistas  sobre  los  espa- 
ñoles, asentaron  en  él  sus  numerosas  huestes  y  fundaron  esa 
población.  Sobre  una  ermita,  que  aún  está  en  pie,  se  lee  una 
inscripción  romana  dedicada  á  estos  vencedores ;  único  recuerdo 
de  la  antigüedad  que  se  conserva  en  Campanario.  En  este  pue- 
blo han  nacido  D.  Bartolomé  José  Gallardo  y  D.^  Vicenta  Gar- 
cía Miranda:  erudito  y  bibliófilo,  el  primero;  poetisa  inspiradísi- 
nia  la  segunda. 

Castuera  se  halla  asentada  á  1 9  kilómetros  de  Campanario. 
Es  una  antigua  villa  que  los  romanos  poblaron,  dándola  el  nom- 
bre de  Artigi,  y  que  los  árabes  llamaron  La-Aastru-erat,  hoy 
Castuera,  cabeza  del  partido  judicial  de  su  nombre  y  una  de  las 
villas  más  importantes  de  la  provincia  de  Badajoz,  situada  en 
un  árido  valle,  formado  en  las  vertientes  de  las  montañas  que 
se  enlazan  con  las  de  Sierra-Morena.  Castuera  es  un  pueblo 
esencialmente  minero,  y  sus  vecinos  no  siempre  han  gozado  de 
buena  fama  en  Extremadura,  pues  de  antiguo  se  cantaba: 


6t 


482  BADAJOZ 


De  Castuera  y  con  montera, 

A  la  puerta  de  un  zajurdón^ 

Ladrón. 

Como  en  Campanario,  nada  hay  digno  de  mencionarse;  pero 
es  preciso  ir  á  esta  villa  para  tomar  el  camino  de  Zalamea  de  la 
Serena,  mejor  dicho,  el  camino,  no,  porque  no  le  hay;  la  trocha 
ó  vereda  que  conduce  á  este  histórico  pueblo.  Se  deja,  pues,  el 
ferro  carril  en  Castuera,  y  bien  á  caballo  ó  caballero  sobre 
burro,  paso  tras  paso,  á  unos  1 4  kilómetros  se  llega  á  Zalamea, 
la  antigua  Hipa-Menor^  tan  citada  en  la  época  romana.  Pero 
este  pueblo  reconoce  indudablemente  un  origen  más  remoto.  A 
espaldas  de  su  castillo  y  cerrando  las  últimas  casas  de  la  villa, 
se  ven  restos  de  unos  muros  ciclópeos,  del  mismo  aspecto  que 
los  de  Tarragona.  Que  estos  restos  pertenecieron  á  una  pobla- 
ción antigua  no  cabe  duda,  desde  el  momento  que  ya  aparece 
Hipa-Menor  entre  las  primeras  poblaciones  que  los  romanos 
habitaron  en  la  Lusitania. 

Hasta  el  aspecto  que  hoy  presenta  esta  villa,  mirada  á  larga 
distancia,  quiere  justificar  gran  antigüedad.  Se  extienden  sus 
casas  por  una  planicie  de  suave  inclinación:  apenas  si  se  encuen- 
tra un  edificio  de  dos  pisos,  pero  todos  de  aspecto  antiguo,  y 
allá  al  final  del  panorama  que  presenta  Zalamea,  detrás  de  todas 
sus  casas  y  por  cima  también  de  ellas,  lucen  los  muros  de  su 
histórico  castillo  desafiando  á  los  siglos  como  si  no  temiesen  á 
las  injurias  del  tiempo,  ni  á  la  acción  destructora  de  los  hombres. 

Se  construyó  este  castillo  en  el  siglo  ix  por  los  árabes,  que 
llamaron  Zaal  Amea  á  esta  villa,  y  en  su  edificación  aprovecha- 
ron piedras  antiguas,  entre  las  que  aparecen  inscripciones  muy 
curiosas,  y  de  las  que  no  podemos  prescindir  en  este  capítulo. 
En  la  barbacana  se  encuentra  la  siguiente: 

MlLESIVS 

Ann.  XXXVI. 

Bellon.  Pvni 

Co.  IN.  AciE.  Ob^ 


484.  BADAJOZ 


Que  quiere  decir :  Milesio,  de  treinta  y  seis  años,  murió  en 
la  guerra  Púnica  ó  de  los  Cartagineses. 

En  varias  partes  de  los  muros  de  la  expresada  fortaleza  es- 
tan  estas  tres: 


P.    POMPONIVS 

P.    F.    PR.    P.    SVLPLI 

ClAVS.    AN.    XXVII. 

H.  S.  E.  S.  T.  T.  L. 


Esto  es:  Publio  Pomponio  Sulplicio,  Presidente  de  la  Pro- 
vincia, hijo  de  Publio,  de  edad  de  ventisiete  años,  está  aquí  en- 
terrado junto  á  su  padre,  etc. 


SULPLICIAE.    LlB. 

Calirhoe.  Mater 
An.  L.  H.  S.  E.  S.  T.  T.  L. 


Que  traducido  dice  así:  Á  Sulpicia  Liberta,  de  cincuenta 
años,  que  está  aquí  enterrada,  etc.,  su  madre  Calirhoe. 

ACIDVS 

Ann.  XXII 

H.  S.  E.  S.  T.  T.  L. 

Occisvs. 

Acido,  muerto  violentamente,  de  veintidós  años,  está  aquí 
enterrado,  etc. 

En  varios  sitios  de  la  villa,  había  estas  otras  inscripciones 
que  trae  Viu : 

Mavra.  Q.  Valer. 

Serva.  An.  XM 

H.  S.  E.  S.  T.  T.  L. 

Maura,  sierva  de  Quinto  Valerio,  de  doce  años  de  edad,  está 
aquí  sepultada,  etc.  • 


BADAJOZ  48$ 


Q.  Valerivs 

MoNE.  Ann.  LXXV 

H.  S.  E,  S.   1  •  T.  L. 

Quinto  Valerio  Moderato,  de  setenta  y  cinco  años  de  edad, 
está  aquí  sepultado,  etc. 

NiGRINA.    SULPI 

Tía.  Ann.  L.... 
H.  S.  E.  S.  T.  T.  L. 

Nigrína  Sulpicia,  de  cincuenta  y  tantos  años,  está  aquí  ente- 
rrada, etc. 

P.    VlCIVS    RVFVS 

Ann.  L.  H.  S.  E..  S.  T.  T.  L. 

Publio  Vicio  Rufo,  de  cincuenta  años,  está  aquí  enterra- 
do, etc. 

Manil.  Laeta. 
An.  LXX.  Hic. 

o.    tZ«.   o*    X  •     1  .  JLrf. 

Manilla  Leta^  de  setenta  años,  está  aquí  enterrada,  etc. 

P.  C0RNELIVS.  T.  P. 

PVPILLVS 
LUCRETIA.   M.  F.   VXOR. 

A  Publio  G>rnelio  Pupilo,  hijo  de  Tito.  Su  mujer  Lucrecia, 
le  hizo  este  monumento. 

Octavia.  T.  F. 
Secvnda.  An.  XXXII 

Mater.  Óptima 
H.'S.  E.  S.  T.  T.  L. 


486  BADAJOZ 


Octavia  Segunda,  hija  de  Tito,  está  aquí  enterrada  á  la  edad 
de  treinta  y  dos  años.  Séale  la  tierra  leve.  Su  muy  buena  madre 
le  hizo  construir  este  sepulcro. 

CORNELIAE.    P.   F.    AnNO.    CaE. 
M.   CORNELIVS.    PrISCINVS 

Amitae 

Marco  Cornelio  Priscino  hizo  este  sepulcro  á  su  tía  materna 
Cornelia,  hija  de  Publio  Cornelio,  en  el  año  de  César....  Este 
año,  que  no  puede  leerse  ya  en  la  inscripción,  fué  el  de  706  de 
Roma  ó  el  47  de  J.  C.  en  que  César  se  alzó  con  el  imperio.  La 
lápida  está  grabada  en  jaspe  negro  y  colocada  en  casa  parti- 
cular. 

En  el  sitio  llamado  Rincón  de  las  Yeguas,  cerca  de  la  villa, 
se  halla  esta  otra : 

D.  M.  S. 
BoNOSA.  C.  F.  Procvla 

Annor.  XXXVIH. 

H.  S.  E.  S.  T ,  T.  L. 

Fab.  Bonosa.  Mater 

D.  S.  P.  C. 

Consagrado  á  los  Dioses  Manes.  Bonosa  Prócula,  de  treinta 
y  ocho  años  de  edad,  está  aquí  enterrada.  Fabia  Bonosa,  su 
madre,  le  hizo  construir  de  su  propio  peculio  esta  sepultura. 

Pueblo  que  reúne  estos  recuerdos  de  su  antigüedad,  á  más 
de  los  restos  de  sus  murallas  ciclópeas,  bien  denuncia  la  importan- 
cia que  logró  en  otros  tiempos.  Pero  tiene  Zalamea  de  la  Serena 
otro  recuerdo  más  importante  de  la  época  romana  y  que  bien 
merece  algún  detenimiento  por  nuestra  parte,  ya  que  su  descrip- 
ción y  su  mismo  origen  han  sido  motivo  de  vivas  polémicas,  en 
otros  tiempos,  entre  eruditos  é  historiadores.  Nos  referimos  al 
cenotaño  que  hay  en  la  plaza,  y  que  sirve  de  campanario  á  la 
parroquial  denominada  Nuestra  Señora  de  los  Milagros. 


BADAJOZ  487 


IV 


Es  este  el  monumento,  acaso,  más  notable  que  exista  en 
toda  Extremadura.  Sobre  su  importancia  histórica  han  escrito 
Torres  y  Tapias,  Ambrosio  de  Morales,  Tamayo  de  Salazar,  Ba- 
rrantes y  Maldonado,  Luís  Velázquez,  Fr.  Antonio  de  San  Phe- 
lipe,  Viu  y  Madoz,  y  todos  concuerdan  en  que  este  monumento, 
adosado  hoy  á  la  iglesia  prioral  de  Zalamea,  justifica  plenamen- 
te la  existencia  del  antiguo  municipio  lulipense^  en  el  propio 
lugar  de  la  villa,  á  pesar  de  cuanto  han  escrito  en  contra  varios 
autores. 

Constituye  esta  obra,  por  sí  misma,  una  memoria  levantada 
en  honor  del  emperador  Trajano,  y  se  compone  de  un  gran  ba- 
samento de  gruesas  piedras  almohadilladas,  sobre  el  que  se 
eleva  un  cuerpo  con  pilastras  estriadas,  siendo  su  número  el 
de  10:  una  en  cada  ángulo,  dos  en  cada  frente,  y  una  en 
cada  parte  lateral;  sigue  un  buen  trecho  del  edificio  que  está 
como  excavado,  donde  algunos  suponen  (i)  habría  lápidas 
con  trofeos  esculpidos  (como  era  costumbre),  y  de  las  que 
tal  vez  serán  restos  varias  planchas  de  mármol  colocadas  en 
el  embaldosado  de  la  puerta  meridional  de  la  iglesia  (allí  co- 
locadas en  1770),  concluyendo  este  cuerpo  con  un  gran  cor- 
nisamiento, por  bajo  del  cual  se  ven  restos  de  un  friso  de 
piedra  de  mármol :  sobre  este  cornisamiento  se  elevan  dos  gran- 
des columnas  estriadas  de  orden  dórico  con  diversas  piezas, 
pero  unidas  de  tal  modo  que  son  sus  juntas  imperceptibles, 
aunque  en  estos  últimos  años  algún  ignorante  prior,  queriendo 
adornarlas,  las  ha  mandado  coger  con  una  ancha  faja  de  cal, 


(i)    Madoz:  Diccionario  geográfico-esiadistico-histórico,  t.  XVÍ,  pág.  449. 


488  BADAJOZ 


que  denuncia  á  la  legua  lo  que  ni  aun  de  cerca  podía  adivinar 
el  ojo  más  artista. 

Esto  es  lo  que  queda  en  pie  de  este,  en  otros  tiempos,  her- 
moso monumento.  Don  Alonso  de  Torres  y  Tapia  comple- 
ta su  descripción  diciendo  (i):  €que  á  las  columnas  seguía  una 
«pieza  que  hacía  de  arquitrabe;  otra  que  servía  de  friso  y  cor- 
>  nisa ;  encima  un  pedestal  con  inscripción ;  luego  otra  pieza  en 
«forma  de  pirámide^  y  sobre  ella  últimamente  una  urna  corona- 
>da  de  figura  cuadrada.» 

Sea  cual  fuere  el  orden  de  colocación  de  las  piezas,  la  prin- 
cipal, que  es  la  de  la  inscripción,  existe  aún  sirviendo  de  pila  de 
agua  bendita  en  la  parte  de  la  iglesia  que  mira  al  N.  Esta  pieza 
es  de  pórfido,  de  figura  esférica,  como  de  0*90  de  alto,  y  la 
inscripción  se  conserva  perfectamente  grabada  y  dice  así: 

.f 

IMP.  CAESARI 

DIVI.  NERVAE.  F. 

NERVAE.    TRAIANO 

AUG.  GERM.  PONT. 

MAX.  TRIB.  FOT.  VIL  COS 

lili 

MVNIC  IVLIPENSE 

D.  D. 

Es,  pues,  una  dedicatoria  que  de  este  cenotafio  hace  el  mu- 
nicipio lulipense  al  emperador  Trajano,  por  decreto  de  los 
Decuriones  (el  ayuntamiento  de  entonces),  y  con  fecha  del 
año  103  de  Cristo,  5.°  del  consulado  de  dicho  emperador, 
y  5.^  vez  potestad  tribunicia:  la  i.^  unidad,  más  alta  que  las 
tres  siguientes,  denota  2 ;  en  la  cual  padeció  error  Torres  y  Ta- 
pia, que  tradujo  la  4.*  vez,  y  Luís  Velázquez,  que  pone  iguales 
las  cuatro  unidades.  El  cronista  de  Alcántara  dice  también,  que 
encima  de  este  marcial  edificio,  como  le  llama  Viu,  había  una 


(i)    Crónica  de  la  orden  de  Alcántara.  Su, autor  el  licenciado  Frey...,  prior  de  su 
sacro  convento,  capellán  de  honor  del  Sr,  Rey  D.  Felipe  ¡V  (Madrid,  1 763). 


4Q0  BADAJOZ 


piedra  (no  dice  si  en  su  tiempo)  piramidal  con  la  siguiente  ins- 
cripción : 

HAEC-  EST 
COELA-  MEA- 

La  mayoría  de  los  escritores  que  hablan  de  este  cenotafio 
dudan  de  la  existencia  de  la  anterior  inscripción,  acaso  inventada 
por  alguien  para  poder  deducir  de  ella  el  nombre  moderno  de 
Zalamea,  como  quiere  Torres  y  Tapia,  olvidándose  que  este 
vocablo  es  arábigo. 

Paredes  y  Guillen  (i)  dice  que  viene  de  zálamo,  aparato 
que  no  permite  abrir  la  boca  al  animal  que  se  le  pone.  Significa, 
según  él,  este  nombre  la  ciudad  que  cierra  la  boca  ó  entrada  del 
territorio  llamado  la  Serena. 

Barrantes  y  Maldonado  quiere  deducir  el  nombre  de  Zala- 
mea (2)  de  la  lápida  á  que  se  refiere  Torres  y  Tapia,  añadiendo 
por  todo  razonamiento  que  antiguamente  se  escribía  la  Z  con  (J, 
en  tanto  que  Tamayo  de  Salazar  (que  trae  una  laminilla  del 
cenotafio  tal  como  se  encontraba  en  el  primer  tercio  del  si- 
glo xvii),  dice  (3)  que  la  urna  cuadrada  que  había  sobre  el  edi- 
ficio contenía  la  siguiente  inscripción:  H-^C  EST  CALA  MEA. 
La  que  llama  urna  cuadrada  con  molduras,  es  un  pedestal  que 
coronaba  el  arco,  y  en  su  cara  de  fi-ente  la  dedicatoria  á  Trajano. 
Sobre  este  pedestal  asienta  la  urna  con  la  leyenda  (JALA  MEA, 
según  Tamayo  de  Salazar,  ó  COELA  MEA,  según  Torres  y 
Tapia,  pues  ambos  traen  los  dibujos  (mal  sacados)  de  este  his- 
tórico cenotafio. 


(i)     Origen  del  nombre  de  Extremadura,  pág.  73. 

(2)  Relación  de  la  calificación  y  milagros  del  Sanio  Crucifixo  de  Qalamea,  des- 
de trece  de  Setiembre  del  año  de  seyscientos  quairo^  hasta  el  seiscientos  y  diez  y 
seys,  dividida  en  dos  libros.  (Madrid,  161 7.) 

(3)  Discurso  de  la  antigüedad,  nombres  y  sitio  de  la  villa  de  Zalamea  de  la  Se- 
rena^ de  la  orden  de  Alcántara,  por...,  clérico  presbítero  y  abogado  de  la  misma 
villa  de  Zalamea,  (Ms.  de  22  págs.  en  4.**) 


BADAJOZ  491 


En  resumen;  la  existencia  de  este  cenotafio  en  honor  á 
Trajano,  denota  bien  claramente  que  Zalamea  era  un  municipio 
importante  á  fines  del  siglo  primero;  como  las  lápidas  romanas 
que  copiamos  antes,  y  mayormente  los  restos  ciclópeos  que  aún 
existen  á  espaldas  de  su  castillo,  justifican  para  esta  villa  una 
antigüedad  primitiva  en  la  población  celtíbera. 

En  la  actualidad  el  cenptafio  se  ve  reducido  á  su  basamen- 
to, un  cuerpo  pequeño  de  10  pilastras  estriadas,  sobre  el  cual 
descansa  otro  bajo  encerrado  entre  molduras,  elevándose  so- 
bre  toda  la  obra  las  dos  grandes  columnas  estriadas,  con  un 
diámetro  de  i'i6  metros,  y  todo  el  edificio  (lo  que  de  él  queda) 
mide  3*25  metros  de  ancho,  1*97  de  largo  y  7*72  de  alto. 

Las  descripciones  que  sobre  tan  curioso  monumento  se  han 
hecho,  queriéndolo  presentar  íntegro,  las  tenemos  por  fantásti- 
cas, como  lo  es  hasta  la  de  Ambrosio  de  Morales  (i),  que  tam- 
bién la  da,  aunque  diciendo:  cía  tengo  (las  noticias  sobre  este 
edificio)  por  relación  de  quien  lo  supo  bien  considerar.  > 

Otros  recuerdos  de  la  época  romana  se  conocen  en  Zalamea, 
y  algunos  de  tanta  importancia  como  el  anterior,  conservándose 
noticia  de  los  más  principales,  por  la  obra  de  Fr.  Antonio  de 
San  Phelipe  (2),  que  contiene  notables  descripciones  y  medallas 
de  Ilipa^  y  el  descubrimiento  hecho  en  1626  de  una  sacerdotisa 
de  Baco,  como  aquellas  de  quien  Lucrecio  dijo:  Ménades  tnsU' 
ntumt  dextra  referente  racemos.  La  estatua  era  de  bronce  y 
de  0*24  de  altura,  el  rostro  de  mujer  hermosa,  coronada  de  co- 
rímbos  ó  hiedra,  y  con  un  racimo  de  uvas  en  la  mano  derecha. 
Tenía  el  pelo  tendido  por  la  espalda,  excepto  un  poco  de  él  que 
quedaba  tras  la  oreja,  y  caía  sobre  el  hombro  á  la  superficie 


(i)  Las  antigüedades  de  España  que  van  nombradas  en  la  crónica,  con  averi- 
fonación  de  sus  sitios  y  nombres  antiguos  (Alcalá  de  Henares,  1575). 

(2)  Ave  Marta, --Origen  y  milagros  de  la  sag^rada  imagen  del  Santísimo  Cristo 
de  Zalamea^  que  se  venera  en  su  Real  Capilla  del  hospital  de  la  Quinta  Angustia  de 
dicha  villa^  con  una  breve  noticia  de  su  antigüedad  y  varones  ilustres  que  la  han 
ennoblecido  (Madrid,  1745). 


492  BADAJOZ 


del  pecho.  Quiere  deducir,  de  la  aparición  de  esta  pequeña  esta- 
tua el  P.  San  Phelipe,  que  en  el  municipio  lulipense  hubo  tem- 
plo consagrado  á  Baco,  opinión  muy  fuera  de  lugar  y  que  nadie 
ha  tomado  en  cuenta  hasta  hoy. 


V 


En  el  siglo  vii  Zalamea  (entonces  ya  ZalAfnea),  había  per- 
dido mucho  de  su  primitiva  importancia,  pues  los  moros  destru- 
yeron sus  antiguas  murallas  y  sus  mejores  monumentos.  En  las 
guerras  de  los  almorávides  con  los  almohades,  sostenidas  ma- 
yormente entre  Badajoz  y  Caracuel,  Zalamea  fué  ora  dominada 
por  los  insurrectos  de  Alhanguiz^  ora  por  los  reyes  de  Córdoba, 
ora  también  por  los  de  Badajoz. 

En  1 240  la  gobernaba  Al-Mulei-Abenarrax,  su  alcaide  por 
el  rey  de  Córdoba,  cuando  los  cristianos  determinaron  conquis- 
tarla. Mandó  el  rey  D.  Fernando  III  á  la  Orden  de  Alcántara 
que  se  aprestase  á  la  obra,  y  D.  Pedro  Yáftez,  que  fué  su  VI 
maestre,  preparó  un  grueso  ejército,  que  ya  había  operado  en 
las  conquistas  de  Andalucía,  y  se  entró  por  tierras  de  Benque- 
rencia,  cuyo  castillo  ganó,  como  ganó  también  los  de  la  Puebla 
de  Alcocer  y  de  Salvaleón. 

Dirigió  después  sus  huestes  á  Zalamea,  cuyo  castillo  se  con- 
sideraba inexpugnable,  y  púsole  apretado  sitio,  ganando  prime- 
ramente la  villa  con  grandes  pérdidas,  pues  Abenarrax  se 
defendió  heroicamente,  replegándose  al  castillo,  que  después  de 
veinte  días  de  triste  asedio  se  entregó,  al  fin,  entrándole  á  saco 
con  sus  huestes  el  maestre  y  degollando  toda  su  numerosa 
guarnición,  sin  respetar  al  alcaide. 

Más  tarde,  en  1247,  ^^  poblaba  la  villa  de  nuevo,  toda  ella 
de  cristianos,  según  carta  dada  por  dicho  maestre  en  Posadas 


BADAJOZ  493 


de  Abenjud,  á  30  de  Abril  de  1 246,  quedando  para  él  la  villa 
(como  también  Benquerencia,  Puebla  de  Alcocer  y  Salvaleón, 
que  les  cedió  el  rey  por  sus  trabajos  en  las  conquistas  de  Sevi- 
lla y  GSrdoba)  y  no  conservando  de  la  dominación  árabe  mas 
que  su  nombre,  su  ruinoso  castillo  y  la  denominación  de  los  ríos 
que  la  bañan,  conocidos  uno  por  el  Guadamez  ( que  quiere  decir 
río  delicioso,  río  delicado)  y  por  Argollen,  otro. 

Bajo  la  jurisdicción  de  los  caballeros  de  Alcántara,  Zalamea 
fué  reduciéndose  con  las  guerras,  hasta  ser  una  villa  muy  mo- 
desta. En  1474  fué  teatro  de  sangrienta  lucha,  por  las  contien- 
das entre  los  caballeros  de  la  orden.  Tenía  por  entonces  don 
Hernán  de  Monroy,  conocido  por  El  Bezudo,  el  castillo  de  Zala- 
mea por  su  primo  el  maestre  D.  Alonso  de  Monroy  y  Sotoma- 
yor,  cuando  éste  fué  preso  por  el  engaño  de  Francisco  Solís  en 
Magacela.  Cercáronle  gentes  del  Maestre  de  Santiago  y  otros 
capitanes,  y  hallándose  sin  bastimentos  hizo  en  este  cerco  nota.- 
bles  hechos.  En  un  encuentro  personal  que  tuvo  contra  un  capi- 
tán de  los  sitiadores  llamado  Juan  Guerra,  El  Bezudo  volvió 
contra  él  su  caballo  y  le  acometió  tan  fuertemente,  que  le  pasó 
la  adarga  con  la  lanza  y  le  echó  una  braza  de  la  otra  parte  del 
cuerpo,  cayendo  muerto  del  caballo.  El  Juan  Guerra  hirió  al  del 
Bezudo  en  la  cabeza,  de  suerte  que  le  mató;  pero  éste  se  echó 
pie  á  tierra  y  volvió  á  entrar  en  Zalamea.  En  siete  meses  que 
duró  este  cerco  nada  comieron.  El  Bezudo  y  los  suyos,  sino  lo 
que  quitaban  á  los  sitiadores  en  sus  continuas  salidas. 

Un  día  cogieron  200  cabras,  y  cuando  los  sitiadores  fueron 
á  socorrer  á  los  que  las  llevaban,  ya  el  ganado  estaba  dentro 
de  Zalamea.  Visto  esto  por  D.  Alonso  de  Cárdenas,  comenda- 
dor mayor  de  León,  y  por  D.  Alonso  Pacheco,  hijo  del  Maestre 
de  Santiago,  que  habían  tomado  el  cerco  á  su  cargo,  y  que  no 
se  podían  valer  con  El  Bezudo,  enviaban  muchas  veces  hombres 
escogidos  á  desafiarle,  y  siempre  aceptaba  el  desafío  matando  á 
varios.  Una  vez  acordaron  enviarle  un  alférez  muy  valiente,  y 
éste  se  puso  en  un  cerro  dejando  detrás  escondido  otro  compa- 


494  BADAJOZ 


ñero,  y  como  saliese  El  Bezudo  á  combatir,  no  pensando  que 
había  más  que  uno  y  se  encontrase  con  los  dos,  peleó  con  ambos, 
mató  al  uno,  y  también  matara  al  otro,  si  no  hubiese  sido  soco- 
rrido por  los  del  campamento.  Entre  los  enemigos  era  más  co- 
nocido el  capacete  de  El  Bezudo^  que  los  suyos  propios. 

Zalamea  se  rindió  al  fin  por  hambre,  y  su  vecindario  quedó 
tan  mermado,  que  el  maestre  D.  Juan  de  Zúñiga  se  vio  forzado 
á  poblarla  con  bastante  gente  de  la  suya. 

Á  la  muerte  de  éste  perteneció  á  la  corona  Zalamea,  y  los 
pueblos  de  su  arciprestazgo  vieron  muy  luego  destruido  su  cas- 
tillo, arruinados  sus  mejores  templos  y  reducida  su  importancia 
á  una  villa  secundaría  del  partido  judicial  de  Castuera,  pues  á 
pesar  que  en  estos  últimos  años  su  vecindario  se  ha  elevado 
bastante,  no  cuenta  más  que  con  una  población  de  4,700  al- 
mas. 


VI 


Es,  pues,  Zalamea  de  la  Serena  una  villa  que  vive  hoy  del 
recuerdo  de  su  pasado.  De  calles  estrechas  y  tortuosas,  sin  ace- 
ras, con  escaso  alumbrado,  sin  paseos  ni  jardines,  no  tienen  sus 
vecinos  otras  distracciones  que  las  tareas  de  la  agricultura  y  las 
que  encuentra  de  ordinario  todo  hombre  de  familia  en  el  hogar. 
Sus  ediñcios  públicos  poco  ó  nada  pueden  ofrecer  al  artista  y  al 
historiador.  La  Prioral  se  construyó  en  principios  del  siglo  xv. 
Mal  asistido  este  edificio  religioso,  restaurado  varias  veces  por 
alarifes  muy  vulgares,  ha  perdido  el  aspecto  caracterísco  de  los 
de  su  época,  y  sólo  conserva  en  su  portada  principal  algo  de  lo 
que  fué  en  su  primitivo  origen. 

La  suntuosa  capilla  del  Sto.  Cristo  de  la  Quinta  Angustia, 
fué  levantada  en  1 606,  á  expensas  del  vecindario.  Es  un  templo 


BADAJOZ  495 

muy  capaz,  decorado  convenientemente,  y  se  adora  en  él  á  la 
efigie  milagrosa,  cuyo  origen  nos  refieren  Fr.  Antonio  de  San 
Phelipe  y  Barrantes  Maldonado  en  sus  obras  anteriormente  ci- 
tadas. 

La  ermita  de  San  Cristóbal,  situada  en  el  cerro  frente  á  Za- 
lamea y  la  de  N.*  S.*  de  Altagracia,  á  nueve  kilómetros  de  la 
población,  no  tienen  importancia.  Hoy,  más  que  el  recuerdo  de 
estos  edificios  modernos,  tiene  para  Zalamea  más  importancia 
el  nombre  de  algunos  de  sus  hijos  ilustres,  entre  los  cuales  po- 
demos citar  á  los  siguientes: 

Fr.  Alonso  de  Mena,  nacido  el  año  de  1569.  Fué  un  nota- 
ble profesor  de  teología,  tomó  el  hábito  en  la  orden  de  Santo 
Domingo  y  murió  mártir  en  el  Japón,  en  1624.  La  Iglesia  le 
reza  el  1 1  de  Mayo.  Fué  notable  orador  y  teólogo  distinguido, 
pero  de  la  escuela  de  los  ergotistas^  que  tantas  contradicciones 
crearon. 

El  Excmo.  Sr.  D.  Diego  Arce  y  Reinoso,  nacido  en  1586. 
Estudió  en  Salamanca  y  siguió  la  carrera  eclesiástica  desde  su 
juventud,  siendo  un  modelo  de  santidad,  al  decir  de  sus  biógra- 
fos, y  á  esto  debió  el  ser  nombrado,  primeramente,  obispo  de 
Tuy,  luego  de  Avila,  después  de  Plasencia  en  la  vacante  de 
Fr.  Plácido  Pacheco  (1652),  y  más  tarde  del  Consejo  de  Su 
Majestad  é  Inquisidor  General  de  España.  En  la  catedral  de 
Plasencia  hizo  obras  por  valor  de  350,000  reales. 

Fué  un  personaje  político  en  su  época,  influyendo  bastante 
en  los  sucesos  de  los  tiempos  de  D.  Felipe  IV  y  D.  Carlos  II,  y 
dejando  tras  sí  un  fatídico  recuerdo,  como  lo  tienen  todos  los 
que  se  agitaron  entre  los  inquisidores  del  llamado  Santo  Oficio. 

Tamayo  de  Salazar  escribió  su  vida  en  un  grueso  volumen 
que  no  llegó  á  publicarse,  y  el  Dr.  Giraldo  dedicó  también  otro 
volumen  á  este  personaje  extremeño,  que  publicado  en  Madrid, 
el  año  de  1695,  H^va  esta  portada:  Vida  y  heroicos  hechos  del 
excelentísimo  y  venerable  señor  don  Diego  de  Arce  Reinoso^ 
obispo  de  Tuy,  de  Avila  y  Plasencia^  ynquisidor  general  y  del 


40  BADAJOZ 


Consejo  del  Estado,  Ylustrados  con  máximas  y  reflexiones  de 
política  cristiana^  y  con  sentencias  y  autoridades  de  varia  erudic- 
cion. 

Por  cuanto  leemos  en  este  libro,  la  vida  del  inquisidor  don 
Diego  no  carece  de  interés.  Tuvo  parte  muy  activa  en  el  ruido- 
so proceso  de  las  monjas  de  San  Plácido  de  la  calle  del  Pez,  en 
Madrid  (procesadas  por  iluminadas),  habiendo  sido  recusado 
por  el  secretario  de  Estado,  que  se  encontraba  preso  en  la  In- 
quisición de  Toledo. 

En  1656  se  le  formó  una  causa  que  se  mandó  á  Roma,  y 
fué  absuelto  por  el  Papa,  intentándose  á  muy  poco  asesinarlo, 
como  hicieron  con  su  amigo  el  marqués  de  Villamediana,  y  pu- 
blicaron contra  él  multitud  de  papeles,  folletos  y  libros  que  eran 
verdaderos  libelos  infamantes. 

D.  Juan  Tamayo  de  Salazár,  historiador  y  teólogo,  nacido 
en  últimos  del  siglo  xvi.  Fué  un  escritor  fecundo  (i),  y  ocupó 
varios  puestos  eclesiásticos  en  el  obispado  de  Plasencia.  El  últi- 
mo que  obtuvo  fué  el  de  secretario  de  cámara  del  obispo  de 
aquella  diócesis,  D.  Diego  de  Arce  y  Reinoso,  en  1 646,  por 
cuya  época  había  terminado  su  libro  sobre  el  Martirologio  Es- 
pañol. 

D.  Lorenzo  Mena  Benavides,  marqués  de  Roblebo  de  Cha- 
vela,  caballero  de  Alcántara,  administrador  general  de  la  renta 
del  tabaco  y  ministro  de  la  Junta  de  Hacienda.  Fué  el  primero 


(1)    Conocemos  de  él  las  siguientes  obras  : 

I .'  Triunfos  de  las  armas  católicas  por  intercesión  de  Marta  Nuestra  Señora. 
Centones  histórico-po Uticos  para  ejemplo  y  antidoto  de  las  guerras  y  calamidades 
de  estos  siglos  (Madrid,  1648.) 

2."    Discursos  de  la  antigüedad  de  Zalamea  de  la  Serena  (Ms.,  22  foj.  en  4.**) 

3.*  San  Epitacio  apóstol  y  pastor  de  Tui,  ciudadano,  obispo  y  mártir  de  Ambra- 
cia^  hoy  Plasencia;  su  vida  y  martirio.— Escríbelo  a  la  devoción  y  mandato  del  ilus- 
trisimo  y  reverendísimo  Sr.  D.  Diego  de  Arce  y  Reinoso,  obispo  de  Plasencia,  inqui- 
sidor general  del  Consejo  de  Su  .Majestad^  el  licenciado...  su  secretario,  dedicado  al 
glorioso  santo  mártir  placentino  (por  Diego  Diez  de  la  Carrera,  1 646.) 

4.'  Antigüedades  de  ¡lipa y  milagros  del  Santo  Cristo  de  Zalamea^  por  el  licen- 
ciado... ({Manuscritos?) 

$.'    Martirologio  Español. 


BADAJOZ  4Q7 


de  esta  familia  que  naciera  en  Extremadura  en  la  villa  de  Zala- 
mea la  Serena,  á  principios  del  siglo  xviii.  Es  fama  que  este 
caballero  era  reputado  en  su  tiempo  por  uno  de  los  más  ricos 
de  Zalamea  la  Serena,  donde  tenía  su  casa  y  la  sostienen  aún 
sus  herederos  con  bastante  esplendidez  (i). 

El  Excmo.  Sr.  D.  José  Mena  y  Ximénez,  hijo  de  D.  Mel- 
chor, marqués  de  Casa-Mena,  mariscal  de  campo/ caballero  de 
Alcántara,  con  la  gran  cruz  de  San  Hermenegildo,  y  contador 
del  infante  D.  Antonio. 

En  su  juventud  fué  teniente  del  ejército  y  se  distinguió  á  las 
órdenes  del  inmortal  Ricardos,  en  la  campaña  del  94  al  97  con 
Francia.  Hecha  la  paz  se  retiró,  en  cuya  situación  continuó  has- 
ta 1808  que,  habiendo  sabido  lo  ocurrido  el  2  de  Mayo,  por  el 
parte  del  alcalde  de  Móstoles,  se  personó  en  Badajoz  y  formó 
parte  de  la  Junta  suprema  de  Extremadura. 

Esta  Junta  le  dio  el  encargo  de  ir  á  Almaraz  á  cortar  el 
puente  y  de  reunir  y  organizar  los  dispersos  que  llegaban  de 
Madrid.  Allí  se  portó  admirablemente,  organizando  un  ejército 
con  los  dispersos  y  desertores  que  acudían  de  todos  los  puntos 
de  España.  Creó  almacenes  y  los  abasteció  de  todo  lo  necesa- 
rio, y  no  dándole  recursos  la  Junta,  se  gastó  500,cxx>  reales  de 
su  capital.  Después  creó  el  batallón  de  Llerena  y  fué  su  jefe, 
asistiendo  á  varios  hechos  de  armas.  La  Junta,  para  pagar  estos 
servicios,  le  nombró  brigadier. 

Retirado  en  sus  últimos  años  á  Zalamea,  escribió  (como  su  pa- 
dre y  abuelos)  varias  Memorias  referentes  á  la  política  y  Hacien- 
da y  sobre  agricultura:  las  tres  permanecen  manuscritas.  En  el 
Semanario  de  Agricultura  se  publicaron  algunos  artículos  suyos. 


(1}  Los  que  de  este  linaje  proceden  son  oriundos  del  valle  de  Mena  y  se  han 
hecho  notables  siempre,  pues  como  dice  un  cronista,  no  ha  habido  siglo  en  que 
no  haya  figurado  en  primer  término  algún  individuo  áe  esta  familia.  Está  entron- 
cada con  casi  todas  las  familias  más  antiguas  de  España ;  entre  sus  ascendientes 
hay  santos,  reyes  y  algún  heresiarca.  En  el  siglo  xv  ya  gozaban  el  título  de  gran- 
de entre  los  grandes. 
63 


498  BADAJOZ 


El  Excmo.  Sr.  D.  Pedro  Mena  y  Salazar,  erudito  y  anti- 
cuario, nacido  en  18  de  Marzo  de  1808,  hijo  del  D.  José. 

Á  los  diez  y  seis  años  era  teniente  de  la  guardia  real,  dis- 
tinguiéndose entre  todos  los  hombres  que  después  se  han  seña- 
lado en  la  política  contemporánea,  y  con  los  cuales  le  unió 
siempre  estrecha  amistad.  Fué  ayudante  de  Villemur  y  después 
secretario  del  conde  de  Ezpeleta,  cuando  éste  era  presidente 
del  Consejo  de  Ministros:  con  los  dos  le  unían  vínculos  de  fa- 
milia. 

Casó  con  D.*  María  Concepción  de  Aristeguieta,  hija  de 
los  marqueses  de  la  Paz,  natural  de  Azpeitia.  Cuando  cayó  Ez- 
peleta,  marchó  con  licencia  á  las  Provincias  Vascongadas.  Estan- 
do en  Vergara  disfrutando  la  licencia  en  el  seno  de  su  familia, 
y  cuando  principió  la  guerra  civil,  se  presentó  al  general  Casta- 
ñón,  en  Azcoitia,  quien  le  nombró  su  ayudante,  y  se  empleó  ac- 
tivamente en  perseguir  á  los  carlistas,  demostrando  gran  valor 
é  inteligencia. 

Se  distinguió  notablemente  en  Azpeitia,  donde  con  46  hom- 
bres derrotó  á  700  facciosos,  causándoles  muchos  muertos  y 
heridos. 

A  la  caída  de  los  Ezpeletas  se  retiró  á  Zalamea,  y  no  quiso 
tomar  parte  en  la  política.  Varios  oficiales  de  la  disuelta  guar- 
dia real,  entre  ellos  el  después  célebre  general  carlista  Elío,  es- 
tuvieron en  Zalamea  tratando  de  arrastrarlo  á  las  filas  carlistas, 
á  lo  cual  se  negó  diciendo  que  había  sido  partidario  de  los  Ez- 
peletas y  que  su  lealtad  le  impedía  reconocer  otro  jefe. 

Residiendo  en  Zalamea  se  dedicó  al  estudio,  aprovechando 
magnífica  biblioteca  que  le  habían  dejado  sus  antepasados,  y 
que  él  aumentó  y  enriqueció  con  una  buena  colección  de  objetos 
arqueológicos. 

Por  más  que  varias  veces  le  brindaron  con  altos  puestos,  no 
quiso  aceptar,  y  sigui^  en  su  pueblo  dedicado  al  estudio  y  á  la 
educación  de  sus  hijos,  á  los  que  inculcó  su  afición  á  las  letras. 


APITULO  XVIII 


mendralejo  en  su  pasado.— Sus 
lombres  Ilustres.  —  Espronceday 
Delgado.^  Carolina  Coronado  y 
Homero. — Los  Femándei:  Gol  fi- 
les. —  El  Disco  de  Teodoslo  el 


I 


'  en  Mérida  el  ferro-carril, 
entra  á  siete  kilómetros  la 

Calamonte,  1 1  más  ade- 
orremejfa,  y  12  después 
ralejo,  ciudad  muy  prínci- 
>0  habitantes,  y  cabeza  del 
:¡a]  de  su  nombre,  formado 
blos  de  Acenchal,  Almen- 
;e  de  Peleas,  Hinojosa  del 
achos,  Nogales,  Palomas, 

Reina,  Puebla  del  Prior, 

'resno,  Santa  Marta,  Sola- 

tarros,  Villafranca  de  Ids 

llalva  de  los  Barros,  con 

<i.i,vn./u  iiauj^antes. 

En  el  centro  de  una  fértil  campifia,  dominando  una  suave 

colina,  escueta  de  arboleda,  se  ven  las  casas  blancas  y  alegres 


$00  BADAJOZ 

de  la  moderna  ciudad  que  allá  por  los  años  de  1220  fundaran 
unos  labradores  de  Mérida,  que  se  establecieron  en  aquel  sitio, 
donde  por  toda  vegetación  había  un  pequeño  almendral.  Des- 
montado el  terreno,  repartido  entre  los  nuevos  propietarios  que 
descuajaron  las  tierras  y  prepararon  para  los  beneficios  de  la 
agricultura,  hicieron  pronto  de  aquellos  campos,  hasta  entonces 
baldíos  de  Mérida,  la  comarca  más  feraz  de  Extremadura  baja, 
y  sin  ayuda  de  rey  ni  de  señor,  sin  otro  auxilio  que  su  propio 
trabajo,  pronto  Almendralejo  contó  1,500  almas,  y  en  1340 
era  declarado  aldea  de  Mérida.  Dos  centurias  más  tarde  Almen- 
dralejo reunía  una  población  de  3,000  almas,  y  en  1536  com- 
praba al  Emperador  D.  Carlos  I,  en  32,000  ducados,  él  título 
de  villa  exenta  de  la  jurisdicción  de  Mérida,  según  se  lee  por  el 
privilegio  de  villazgo  expedido  para  su  Concejo  por  gestión  de 
D.  Diego  Fernández  Buenavida,  su  apoderado,  quien  cencertó 
el  contrato  con  S.  M. 

Desde  esta  época  Almendralejo  no  ha  dejado  de  mejorar, 
año  tras  año,  hasta  ser  hoy  una  población  de  las  mejores  de 
Extremadura.  Sus  2,000  edificios  están  distribuidos  en  calles  y 
plazas  anchas  y  con  arboleda ;  algunos  palacios  y  edificios  pú- 
blicos se  ven  en  las  plazas,  no  contando  más  que  una  parro- 
quial, N.*  S.*  de  la  Purificación,  construida  en  1539,  bajo  un  per- 
fecto trazado,  de  buena  arquitectura,  elegante  y  del  mejor 
gusto.  La  edificaron  los  maestros  alarifes  Salvador  Muñoz,  na- 
tural y  vecino  de  Mérida,  y  Francisco  Morate,  que  lo  era  de 
Zafra,  quienes  sin  dirección  de  arquitecto  alguno  terminaron  el 
edificio  que  reúne  todas  las  condiciones  arquitectónicas  que  le 
eran  precisas  para  ser  una  de  las  parroquiales  más  notables  de 
Extremadura.  Hubo  en  Almendralejo  un  convento  franciscano  y 
otro  de  monjas  de  la  Concepción ,  cuya  comunidad  se  aloja  hoy 
en  el  de  Santa  Clara;  se  conserva  en  la  población  la  ermita  de 
San  Cristóbal,  y  en  las  afberas  cuatro  más  bajo  la  advocación 
de  N.^  S.*  de  la  Piedad  (patrona  de  la  ciudad),  Santiago,  los 
Mártires  y  San  Judas,  no  reuniendo  ninguno  de  estos  templos,  ni 


BADAJOZ  501 


por  su  arquitectura,  ni  por  su  decoración,  detalle  de  mayor  im- 
portancia. 

Los  ediñcios  particulares  de  la  población  son,  algunos  de 
ellos,  muy  bellos.  £1  mejor  acaso  lo  es  el  palacio  del  marqués 
de  Monsalud,  edificado  en  los  comienzos  de  la  segunda  mitad 
del  siglo  xviii,  por  el  señor  Nieto,  primer  marqués  que  llevó 
dicho  título,  otorgado  en  1762  por  D.  Carlos  III.  El  segundo 
marqués  D.  Juan  Nieto,  fué  un  distinguido  militar  nacido  en 
esta  casa,  el  año  de  1772. 

Su  afición  á  las  armas  le  hizo  seguir  la  carrera  militar,  figu* 
rando  su  nombre  al  lado  del  de  los  oficiales  más  valerosos  de 
su  tiempo. 

Cuando  los  sucesos  de  la  invasión  francesa,  acudió  el  prime^- 
ro  ante  la  Junta  de  armamento  y  defensa  de  Badajoz,  encargán- 
dose de  la  organización  de  los  cuerpos  militares  creados  en 
Mayo  de  1808. 

Por  entonces  ascendió  á  Teniente  general,  y  más  tarde, 
en  1 8 1 4,  desempeñaba  el  cargo  de  comandante  general  de  Ba- 
dajoz, habiendo  hecho  toda  la  guerra  de  la  Independencia  con 
gran  nombre. 

Terminada  la  invasión,  fué  elegido  diputado  por  Extrema- 
dura, y  nuevamente  reelegido  en  1834,  falleciendo  poco  des- 
pués. 


II 


Pero  en  Almendralejo  han  nacido  otros  genios  ilustres  que 
dan  fama  y  esplendor  al  suelo  extremeño  por  su  saber  unos,  por 
sus  virtudes  otros,  y  todos  por  el  nombre  que  han  dejado  á  su 
muerte.  Entre  los  místicos  cuéntase  al  beato  Fr.  Alfonso  de  Al- 
mendralejo, franciscano  y  orador  místico.  Ignórase  en  qué  épo- 


502  h  A  D  ft  J  o  Z 

ca  floreció.  La  Iglesia  le  reza  el  4  de  Abril  como  venerable  san- 
tincado  por  sus  virtudes.  Sigúele  Fr.  Pedro  de  Almendraleio, 
teólogo,   nacido  á  los  comienzos  del  siglo  xvi.  Fué  orador 

distinguido,  pe- 
ro no  sabemos 
que  haya  publi- 
cado ninguno  de 
sus  sermones, 
ni  si  los  dejó  es- 
critos. 

Más  impor- 
tancia que  los 
anteriores  al- 
canzó Fr.  Fran- 
cisco de  San  Jo- 
sef  y  Almen- 
dralejo,  francis- 
cano, nacido  en 
1730  y  de  su- 
mas virtudes,  al 
decir  del  autor 
de  la  Crónica 
de  San  Miguel.^ 
Fr.  Andrés  de 
San  Francisco  y 
Membrfo. 

Es  autor  de 

una  obra  titulada  Arancel  de  perfección^  ó  por  otro  nombre 
Arancel  espiritual,  y  en  14  de  Junio  de  1782,  con  ocasión  de 
haberse  trasladado  la  comunidad  franciscana  que  existía  en  el 
monasterio  de  San  Gabriel  á  extramuros  de  Badajoz,  á  su  con- 
vento nuevo,  dentro  de  la  ciudad  expresada,  pronunció  el  ser- 
món inaugural,  que  se  cita  por  los  bibliófilos  con  el  siguiente 
epígrafe:  Colocación  ((inauguración?),  de  la  iglesia  de  San  Ga- 


ALMENDRALEJO.-pALACio  del  Mahqité' 


BADAJOZ  .  503 

briel  de  Badajoz ^  día  14  de  Junio  de  1772, — Por  Fr,,.^  predica- 
dor general  y  morador  en  sobredicho  convento  (Ms). 

Unidos  á  estos  nombres  irán  siempre,  como  hijos  de  un  mis- 
mo suelo,  dos  eminentes  poetas  contemporáneos,  que  han  influí- 
do  poderosamente  en  la  regeneración  de  las  letras  patrias  con 
saludables  resultados.  Es  uno  D.  José  Espronceda  y  Delgado; 
es  otro  D.*  Carolina  Coronado  y  Romero,  y  uno  y  otra  por  el 
nombre  que  gozan,  por  sus  obras,  por  la  finalidad  de  sus  pen- 
samientos poéticos,  merecen  alguna  detención  por  nuestra  par- 
te, pues  no  son  vulgaridades  sobre  que  deba  pasarse  una  espon- 
ja para  borrar  sus  nombres. 


III 


En  la  casa  número  19,  que  fué  de  Vélez  y  hoy  de  Montero 
y  Monsalve,  sita  en  la  plaza  Mayor  de  Almendralejo,  nacía  en 
la  madrugada  del  23  de  Mayo  del  año  1809  ui^  niño,  que  los 
azares  de  la  guerra  hizo  que  viese  la  luz  priniera  en  aquella 
villa  y  en  circunstancias  azarosas  para  sus  padres  (i).  Este 


(1)  «Era  un  hermoso  día  de  primavera  del  año  1809.  Los  pájaros  entonaban 
sus  más  alegres  trinos,  mientras  los  españoles  lanzaban  gritos  de  rabia  ó  exhala- 
ban ayes  de  dolor  en  su  formidable  lucha  contra  los  ejércitos  napoleónicos.  Por 
uno  de  los  caminos  más  frecuentados  de  Extremadura  cruzaba  un  coche  de  colle- 
ras escoltado  por  una  sección  de  jinetes  del  regimiento  de  caballería  de  Borbón— 
uno  de  los  cuerpos  que  más  se  distinguieron  en  la  memorable  batalla  de  Talavera, 
—al  mando  de  su  bizarro  coronel.  ^Albergaría  el  coche  algún  prisionero  de  Esta* 
do?  Todo  menos  eso.  Los  ojos  del  coronel,  que  cabalgaba  siempre  á  la  portezuela, 
se  ñjaban,  unas  veces  con  amor  y  otras  con  pena,  en  el  interior  del  carruaje,  i  Ahí 
Es  que  dentro,  lánguidamente  reclinada  sobre  los  almohadones,  con  la  luciente  y 
negra  cabellera  cayendo  en  desorden  sobre  su  hermoso  cuello,  con  los  ojos  bri- 
llantes y  los  labios  temblorosos,  dejando  escapar  algunos  suspiros,  se  hallaba 
una  hermosa  joven  que  podría  contar  hasta  veinte  años :  de  tiempo  en  tiempo  cla- 
vaba sus  hermosos  ojos  en  el  gallardo  coronel,  buscando  en  los  suyos  consuelo  y 
amor,  hasta  que,  agotadas  sus  fuerzas,  cayó  en  los  brazos  de  la  doncella  que  la 
acompañaba.  El  coronel  no  pudo  resistir  más,  y  sin  reparar  en  el  peligro  á  que  se 


t;0  t  BADAJOZ 


niño  vivió  allí  poco  tiempo,  pues  su  padre,  que  era  militar,  se 
trasladó  luego  á  Madrid,  donde  el  joven  extremeño  recibió  una 
brillante  educación  literaria  bajo  la  dirección  de  D.  Alberto 
Lista,  que  con  su  severo  clasicismo  procuró,  aunque  en  vano, 
templar  la  ardiente  fantasía  de  su  discípulo.  Éste,  en  efecto, 
mostró  desde  un  principio  gran  genio  poético,  que  desbordando 
sobre  los  estrechos  moldes  de  los  antiguos  cánones  de  los  pre- 
ceptistas, osó  llevar  á  la  literatura  el  mismo  espíritu  revolucio- 
nario que  le  animó  en  la  política.  Por  eso  fué  siempre  más  admi- 
rador de  Quintana  que  de  su  maestro,  y  la  musa  que  le  inspiró 
sus  mejores  cantos,  fué  la  libertad.  En  su  primera  oda,  com- 
puesta á  los  doce  años,  celebró  la  victoria  alcanzada  por  la  Mi- 
licia Nacional  de  Madrid  sobre  la  Guardia  Real,  que  se  sublevó 
proclamando  el  absolutismo  en  el  memorable  día  7  de  Julio 
de  1822. 

La  exaltación  creciente  de  sus  ideas  liberales  le  hizo  afiliar- 
se, cuando  sólo  contaba  catorce  años,  en  la  sociedad  secreta 
llamada  de  los  Numantinos;  y  esto  le  valió  una  prisión  que 
sufrió  en  Guadalajara,  y  que  el  adolescente  vate  aprovechó  para 
comenzar  su  poema  titulado  Pelayo^  donde  campean  rasgos  feli- 
ces de  su  desenfrenada  imaginación.  Temiendo  nuevas  persecu- 
ciones, luego  que  recobró  la  libertad,  se  dirigió  á  Gibraltar  y 


exponía  cuando  el  país  estaba  inundado  de  franceses,  y  sus  fuerzas  eran  tan  esca- 
sas, ordenó  á  la  reducida  escolta  detenerse  en  Almendralejo,  á  tiempo  que  la  Pro- 
videncia, velando  por  él  y  por  su  enferma,  acababa  de  hacerle  padre.  La  viajera 
era  doña  María  del  Carmen  Delgado,  y  el  militar  su  marido,  el  valiente  coronel 
D.  Juan  de  Espronceda.  Cuando  los  jóvenes  esposos  entraron  en  la  villa  habían 
cubierto  de  mil  besos  la  frente  de  aquel  niño  que,  nacido  entre  los  azares  de  la 
guerra  de  la  Independencia,  debía  ser  más  tarde  el  gran  poeta  D.  José  de  Espron- 
ceda, su  ilustre  cantor.  La  valerosa  madre,  que  no  había  querido  abandonar  á  su 
querido  esposo  en  aquella  penosa  campaña,  con  un  heroísmo  y  un  amor  dignos 
del  mayor  encomio,  continuó  desde  aquel  día,  tan  hermoso  para  ambos,  siguién- 
dole con  mayor  cariño  en  unión  de  aquel  pedazo  de  sus  entrañas ;  y  el  niño,  edu- 
cado con  este  ejemplo  de  raro  valor,  apenas  le  fué  posible  sostenerse  á  caballo, 
arrostró  todos  los  peligros  inherentes  á  la  vida  de  su  padre,  familiarizándose  así 
desde  la  infancia  con  todo  género  de  penalidades.»  Rodríguez  Solís:  Espronceda^ 
su  tiempOt  su  vida  y  sus  obras,  (Madrid,  1883.) 


BADAJOZ  505 


después  á  Lisboa.  Cuéntase  que,  al  entrar  en  esta  ciudad,  para 
pagar  un  derecho  de  puertas,  sacó  el  último  duro  que  le  que- 
daba, y  arrojó  al  mar  la  vuelta  (dos  pesetas),  diciendo  que 
era  este  tmuy  poco  dinero  para  entrar  en  tan  gran  población.» 
Muy  mal  lo  hubiera  pasado  en  ella  si  una  dama,  á  quien  supo 
inspirar  una  pasión  vehemente,  no  le  proporcionara  recursos, 
con  los  cuales  pasó  á  Inglaterra  y  después  á  Francia.  Hallándo- 
se en  este  país  al  estallar  su  revolución  de  1830,  el  emigrado 
español  tomó  parte  en  ella,  batiéndose  en  las  barricadas  de 
París  por  la  causa  de  la  libertad,  que  es  cosmopolita.  El  triunfo 
allí  obtenido  dio  ánimo  á  nuestros  liberales  proscriptos  para 
intentar  algo  contra  el  brutal  despotismo  que  reinaba  aquende 
el  Pirineo:  y  uno  de  los  que  más  trabajaron  en  este  sentido^ 
secundando  la  tentativa  de  Mina  y  Chapalangarra,  fué  el  entu- 
siasta y  audaz  Espronceda,  que,  habiéndose  frustrado  aquel 
golpe,  se  alistó  en  la  legión  de  voluntarios  que  debía  ir  á  luchar 
por  la  independencia  de  Polonia,  aunque  tampoco  esta  expedi- 
ción tuvo  resultado. 

Nuestro  poeta  no  pudo  regresar  á  su  patria  hasta  la  muerte 
de  Fernando  VII  (1833),  y  entonces  entró  en  el  cuerpo  de 
Corps;  mas  habiendo  escrito  un  poema  satírico  contra  el  Go- 
bierno de  aquella  época,  fué  desterrado  á  Cuéllar,  donde,  apro- 
vechando tradiciones  locales,  escribió  (1834)  su  novela  titulada 
Sancho  Saldafla  ó  el  castellano  de  Cuéllar ^  que  es  un  animado 
cuadro  histórico  de  la  época  de  Alfonso  el  Sabio.  Después  de  la 
publicación  del  Estatuto  Real  volvió  á  Madrid,  entrando  en  la 
redacción  de  El  Siglo  y  tomando  parte  en  los  acontecimientos 
políticos  de  los  afios  35  y  36,  siendo  esto  causa  de  verse  obli- 
gado á  salir  nuevamente  de  Madrid. 

El  advenimiento  de  su  partido  al  poder,  en  1 840,  le  permi- 
tió retornar  á  la  corte,  y  el  año  siguiente  fué  nombrado  secre- 
tario de  la  legación  española  en  El  Haya.  El  voto  de  los  electo- 
res de  Almería  le  llamó  al  Congreso  poco  después;  mas  no 

pudo  el  gran  lírico  desempeñar  mucho  tiempo  tan  honroso  car- 

64 


506  BADAJOZ 


go,  pues  la  enfermedad  que  venía  minando  lentamente  su  exis- 
tencia, se  la  arrebató  el  23  de  Mayo  de  1842  (i),  cuando  sólo 
contaba  treinta  y  dos  años. 

Los  frutos  literarios  de  tan  corta  vida  son,  á  más  de  las 
obras  citadas,  dos  poemas  titulados:  El  Estudiante  de  Salaman- 
ca y  El  Diablo  MundOy  y  una  colección  de  poesías  líricas,  entre 
las  cuales  se  distinguen  las  tituladas:  El  Pirata^  El  Dos  de 
Mayo  y  El  reo  de  muerte^  el  Himno  al  Sol  y  El  Diablo  Mundoy 
que  quedó  sin  concluir,  y  está  inspirado  por  las  obras  de  Byron. 
Es  la  mejor  de  Espronceda  y  contiene  trozos  que  representan 
el  más  alto  vuelo  de  la  poesía  castellana. 

Para  los  fríos  y  atildados  puristas  que  sólo  atienden  á  la 
pulcritud  de  la  forma,  Espronceda  deja  mucho  que  desear,  por- 
que no  se  detiene  ante  una  incorrección  gramatical  ó  de  estilo, 
si  por  evitarla  ha  de  perder  energía  ó  belleza  el  pensamiento; 
mas  para  los  que  creen  con  el  duque  de  Rivas,  que  la  poesía 
consiste  en  «pensar  alto  y  sentir  hondo,»  el  autor  de  El  Diablo 
Mundo  es  una  de  las  más  legítimas  glorias  del  Parnaso  español. 
Por  él  parece  que  otro  escribió  aquello  de : 

«  Tu  sol  se  oculta,  no  muere,  > 

y  que  inspiró  á  Larrañaga  el  siguiente  soneto : 

«  Ahora  que  esconde  del  cantor  divino 
los  nobles  restos  la  marmórea  losa, 
marchita  en  flor  su  juventud  preciosa, 
de  grandes  genios  singular  destino... 

Y  ahora  que  acaso  hasta  su  tumba  >ino, 
desde  el  empíreo  el  alma  generosa. 


(i)  Habitaba  en  una  de  las  casas  de  la  calle  de  la  Cruz  de  Madrid,  derribada 
no  hace  muchos  años  para  prolongar  la  de  Espoz  y  Mina,  y  cuantas  personas  de 
todas  clases  y  jerarquías  acuden  el  día  de  Todos  los  Santos  al  cementerio  de  San 
Nicolás  de  Madrid,  no  olvidan  buscar,  en  uno  de  los  patios  de  la  derecha,  un  nicho 
señalado  con  el  número  877.  En  su  lápida  no  se  lee  más  que  esta  palabra:  Espron- 
ceda. 


BADAJOZ  507 


á  llevarse  en  sus  alas  la  amistosa 
guirnalda  triste  que  el  deber  previno. 

Llorad,  llorad  en  su  sepulcro  yerto, 
para  tamaño  mal  remedio  escaso; 
mas  guardad  un  consuelo,  aunque  encubierto 

Se  hundió  ese  sol  en  su  brillante  ocaso, 
su  luz  no  morirá,  como  no  ha  muerto 
el  sol  de  Byron,  Dante  y  Garcilaso. » 

Espronceda  leía  con  predilección  á  Milton,  Shakspeare  y  á 
Byron ;  y  en  algunas  de  sus  mejores  poesías  vemos  que  toma 
por  modelo  á  este  último. 

Muchas  composiciones  dejó  para  que  la  fuerza  de  los  siglos 
no  borrara  su  glorioso  nombre  de  la  inmortalidad;  entre  ellas 
se  encuentran :  El  Dos  de  Mayo^  A  Jarifa^  Á  mi  patria^  A 
Teresa^  A  Napoleón^  El  Diablo  Mundo^  El  Estudiante  de  Sa- 
lamanca (estas  dos  últimas  poemas),  la  deliciosa  novela  Sancho 
de  Saldaña^  ó  el  castillo  de  Cuéllar.  También  escribió  dos  piezas 
escénicas :  Amor  venga  sus  agravios  y  Ni  el  tío  ni  el  sobrino^ 
en  colaboración  con  D.  Eugenio  Moreno  López,  la  primera^  y 
con  D.  Antonio  Ros  de  Olano  la  segunda,  y  últimamente  una 
obra  dramática,  cuyo  título  es:  Blanca  de  Borbón.  Dice  Zorrilla 
en  sus  Recuerdos  del  tiempo  viejo  y  que  €  Espronceda  era  leal, 
generoso  y  bueno :  la  política  y  los  amigos  le  dieron  un  carác- 
ter y  una  reputación  ficticia  que  jamás  le  pertenecieron,  y  las 
medianías  vulgares  le  han  calumniado  después  de  su  muerte, 
hasta  atribuirle  versos  y  libros  infames  que  jamás  pensó  en  pro- 
ducir. »  Este  retrato  es  exacto.  No  puede  darse  un  parecido  más 
igual  con  el  original.  Y,  sin  embargo,  muchos  han  escrito  de 
Espronceda  y  pocos  han  podido  apreciar  con  exactitud  su  ca- 
rácter y  sus  condiciones  literarias.  No  ha  faltado  quien  lo  pre- 
sente como  ateo  á  los  ojos  de  la  muchedumbre.  Roque  Barcia 
contesta  á  tal  afirmación  diciendo  que  <  aquel  ateo  pide  una  luz 
para  las  cenizas  de  Teresa.  ¡Ah!  Él  lo  dijo,  pero  no  lo  fué.  El 
ateísmo  es  la  negación  universal,  el  vacío  de  la  conciencia,  y  no 
caben  vacíos  ni  panteones  en  donde  existe  un  genio  que  todo  lo 


5o8  BADAJOZ 


A 


revive,  que  todo  lo  inunda.  Espronceda  niega  á  la  mujer  y  la 
idealiza;  niega  á  Dios  y  lo  canta.  En  vano  luchas  ¡oh  gigante! 
contra  un  espíritu  que  es  infinitamente  más  gigante  que  tú.  La 
nada  que  creaste  no  es  la  nada,  puesto  que  es  una  nada  que 
aparece  llena  en  tu  inmenso  genio.» 

Y  viniendo  á  las  bellísimas  condiciones  personales  del  hijo 
de  Almendralejo,  ¿quién  no  recuerda  aquella  triste  época  en  que 
la  tierra  en  donde  nació  el  inmortal  dramaturgo  D.  Pedro  Cal- 
derón de  la  Barca,  apareció  un  día  con  sus  calles  completamen- 
te desiertas,  sus  casas  llenas  de  luto,  sus  moradores  vertiendo 
lágrimas,  los  ataúdes  por  doquier,  las  familias  emigradas,  los 
médicos  vencidos  ante  aquel  fenómeno  que  se  les  presentaba, 
vistiendo  por  traje  el  sudario  de  la  muerte,  los  sepultureros 
asombrados  ante  aquellos  montones  de  cadáveres,  sin  fuerzas 
ni  valor  suficiente  para  darles  sepultura,  temiendo  á  una  muerte 
cierta,  y  en  las  cabeceras  de  los  enfermos  espirantes,  ocupando 
el  sagrado  puesto  de  las  Hermanas  de  la  Caridad,  un  joven, 
fuerte  ante  el  horrible  espectáculo,  tendiendo  á  todas  partes  sus 
manos  para  enjugar  tantas  y  tantas  lágrimas  como  hizo  derra- 
mar el  cólera  mofbo  asiático?  Pues  el  que  recuerde  esta  triste  y 
desoladora  época,  sabrá  que  ese  joven  que  exponía  su  preciosa 
vida  por  arrancar  de  las  garras  de  la  muerte  á  seres  humanos, 
es  el  inmortal  cantor  del  Diablo  Mundo ^  el  ateo,  como  han 
dicho  sus  enemigos. 

En  este  momento  histórico  en  que  el  excepticismo  invade 
todos  los  campos,  momento  tildado,  y  no  sin  razón,  de  falto  de 
carácter,  de  enclenque,  de  valetudinario,  urge  que  el  escritor 
acometa  con  brío  la  regeneración  social,  encomiando  la  energía 
y  la  pureza  de  las  ideas,  á  la  vez  que  censure  las  defecciones  y 
las  apostasías,  como  lo  hacía  Espronceda. 

El  arte,  bastardeado;  la  ciencia,  olvidada;  la  industria,  ago- 
nizante ;  los  ramos  todos  del  humano  saber,  supeditados  á  la 
política  de  pacotilla,  cosas  son  que  deben  informar  todo  libro,  y 
sobre  cuyos  males  debe  fijarse  el  poeta,  si  sus  versos  han  de 


BADAJOZ  509 

ser,  aun  dada  la  corruptela  del  presente,  el  faro  que  ilumine  el 
porvenir  y  el  punto  hacia  el  cual  han  de  girar  las  generaciones 
venideras. 

Una  raza  nueva  de  literatos  y  políticos  á  la  vez,  raza  en- 

r 

tonces  maldita  y  hoy  bendecida — ¡que  la  ley  del  progreso  es 
inmutable! — una  raza  nueva  que  se  atreve  á  batallar  contra  el 
tiranuelo,  y  á  enseñar  derroteros  ingratos  á  una  humanidad  de- 
crépita, surge,  como  luz  entre  tinieblas,  de  aquella  sociedad 
servil,  y  su  perseverancia,  su  tenacidad,  su  arrojo,  libra  á  Espa- 
ña de  un  tremendo  cataclismo,  al  cual  la  ^empujaban  los  reyes 
torpes,  ministros  ineptos  y  consejeros  sanguinarios,  deseosos 
todos  de  acallar  por  el  terror  el  sentimiento  patrio,  el  más  noble 
sentimiento  humano. 

Espronceda,  ese  poeta  tan  calumniado  como  mal  compren- 
dido; ese  cantor  del  dolor  varonil,  dolor  que,  si  raya  en  la  des- 
esperación, no  nace  de  un  modo  espontáneo;  Espronceda  resume 
su  época. 

Perseguido  y  desterrado  desde  la  edad  en  que  todavía  el 
hombre  necesita  del  cuidado  de  sus  deudos ;  herido  gravemente 
su  corazón  al  arrebatarle  el  amor  de  su  adorada  Teresa,  la  sana 
ñsiología,  ciencia  menos  común  de  lo  que  ser  debiera,  reconoce 
desde  luego  que  un  temperamento  como  el  suyo,  nervioso  en 
demasía,  había  de  tender,  al  verse  contrariado  bruscamente  en 
sus  más  queridas  afecciones,  á  degenerar  en  un  excepticismo 
abrumador,  en  un  volterianismo  inexplicable,  sin  que  sirviese  de 
remedio  el  inmenso  cariño  de  su  madre,  ni  las  fosforescencias 
de  su  hermoso  cerebro,  que  alumbran  todavía  el  mundo  de  la 
buena  literatura. 

¡Ah!  Diérasele  á  Espronceda,  en  vez  de  un  siglo  apestado 
por  el  absolutismo,  un  siglo  libre;  diérasele,  en  lugar  de  una 
época  teocrática,  una  sociedad  regida  democráticamente;  es  de- 
cir, pusiérasele  dentro  del  mundo  á  que  pertenecía,  y  su  tedio  y 
su  fastidio,  que  arrebataron  á  España  uno  de  sus  hijos  ilustres, 
habríanse  trocado  en  magnanimidad  y  en  dulzura  conservando 


510 


BADAJOZ 


más  tiempo,  para  gloria  nuestra,  uno  de  los  mejores  poetas  del 
romanticismo  germánico. 

¡Cambiaron  los  tiempos,  aunque  es  imposible  añrmar  que 
no  se  repitan! 

Por  si  esto  ocurre,  por  si  es  cierto  que  en  los  organismos 
todos,  iguales  causas  producen  idénticos  efectos,  como  da  en  es- 
cribirse á  cada  paso,  bueno  es  que  sepan  los  Calomardes  y  los 
Ceas  del  porvenir,  que  habrá  Esproncedas  mientras  haya  huma- 
nidad, porque  para  agitar  las  conciencias,  para  liberalizar  á  las 
masas,  para  hacer  germinar  doquier  la  idea  de  la  justicia,  se 
salvarán  de  las  iras  del  tirano  los  pensamientos  de  los  mártires, 
que  así  son  la  sentencia  condenatoria  de  los  opresores  como  el 
signo  de  redención  para  los  oprimidos. 

Por  lo  demás,  Espronceda  escribió  mucho,  y  es  tan  conocido 
todo  lo  que  él  ha  publicado,  que  no  hemos  de  reproducirlo  aquí, 
cuando  casi  todos  los  españoles  ilustrados  recitan  sus  mejores 
versos  (i)  y  conocen  toda  su  prosa.  Su  composición  El  Dos 
de  Mayo  será  eterna,  mientras  existan  españoles,  pues  tiene 
tal  vigor,  tal  concepto,  y  una  estructura  tan  belicosa,  que  nos 


(i)    No  obstante  daremos  una  composición  inédita  por  él  titulada: 


EL  ZAGAL  Y  LA  PASTORA 


Aunque  mi  zagal  pulido 
es  rey  grande  y  yo  pastora, 
él  allá  en  su  corte  mora 
y  yo  en  el  campo  florido. 
Supuesto  que  quiso  amarme 
y  consigo  desposarme, 
yo  soy  de  casta  real: 

tal  para  cual 
somos  yo  y  él  mi  zagal. 

Si  él  es  lirio,  yo  soy  rosa, 
yo  su  nardo,  él  mi  azucena, 
mi  blanco  él,  yo  su  morena, 
él  mi  hermoso,  yo  su  hermosa, 
él  es  bello  y  yo  soy  bella. 


él  mi  sol,  yo  soy  su  estrella, 
él  cielo  y  yo  celestial: 

tal  para  cual 
somos  yo  y  él  mi  zagal. 

Él  es  rey  y  yo  soy  reina, 
si  do  pisan  nacen  flores 
mi  huella  produce  olores, 
y  oro  peino  si  oro  peina: 
él  es  mío  y  suya  soy, 
dame  el  alma  y  se  la  doy 
pagándole  por  igual: 

tal  para  cual 
somos  yo  y  él  mi  zagal. 


BADAJOZ  511 


recuerda  á  los  primeros  poetas  romanos  (i).   Quintana  no  sin- 
tió mejor  que  él  el  amor  de  la  patria. 


(i)  el  dos  de  mayo 

¡Oh!  ¡Es  el  pueblo!  ¡Es  el  pueblo!  Cual  las  olas 
del  hondo  mar  alborotado  brama, 
las  esplendentes  glorias  españolas 
su  antigua  prez,  su  independencia  aclama. 

Hombres,  mujeres,  vuelan  al  combate  ; 
el  volcán  de  sus  iras  estalló: 
sin  armas  van,  pero  en  su  pecho  late 
un  corazón  colérico,  español. 

La  frente  coronada  de  laureles, 
con  el  botín  de  la  vencida  Europa, 
con  sangre  hasta  las  cinchas  los  corceles, 
en  cien  campañas  veterana  tropa. 

Los  que  al  rápido  Volga  ensangrentaron, 
los  que  humillaron  á  sus  pies  naciones , 
y  ^obre  las  pirámides  pasaron 
al  galope  veloz  de  sus  bridones; 

Á  eterna  lucha,  á  desigual  batalla 
Madrid  provoca  en  su  encendida  ira; 
su  pueblo  inerme  allí  entre  la  metralla 
y  entre  los  sables  reluchando  gira. 

Graba  en  su  frente  luminosa  huella 
la  lumbre  que  destella  el  corazón; 
y  á  pasar  con  sus  pechos  se  atrepella 
el  rayo  del  mortífero  cañón. 

¡Oh,  de  sangre  y  valor  glorioso  día! 
mis  padres  cuando  niño  me  contaron 
sus  hechos  ¡  ay  I  y  en  la  memoria  mía 
santo  recuerdo  de  virtud  dejaron. 

Entonces  indignados  me  decían, 
cayó  el  cetro  español  pedazos  hecho ; 
por  vil  precio  á  extraños  nos  vendían, 
desde  el  de  Carlos  profanado  lecho. 

La  corte  del  monarca  disoluta : 
prosternada  á  las  plantas  de  un  privado 
sobre  el  seno  de  impura  prostituta 
al  trono  de  los  reyes  ensalzado. 

Sobre  coronas,  tronos  y  tiaras 
su  orgullo  sólo  y  su  capricho  ley; 
hordas  de  sangre,  y  de  conquista  avaras, 
cada  soldado  un  absoluto  rey. 

Fijo  en  España  el  ojo  centelleante 
el  Pirene  á  salvar  pronto  el  bridón, 
al  rey  de  reyes,  al  audaz  gigante, 
ciegas  ensalzan,  siguen  en  montón. 

Y  vosotros  ^qué  hicisteis  entre  tanto 
los  de  espíritu  flaco  y  alta  cuna } 


512  BADAJOZ 


Mucho  más  podríamos  decir  de  Espronceda;  pero  habríamos 
de  repetir  cuanto  sobre  tan  ilustre  poeta  han  dicho  Ros  de 


Derramar  como  hembras  débil  llanto 
ó  adular  bajamente  á  la  fortuna. 

Buscar  tras  la  extranjera  bayoneta 
seguro  á  vuestras  vidas  y  muralla, 
y  siervos  viles,  á  la  plebe  inquieta, 
con  torpe  lengua  apellidar  canalla. 

¡Canalla!  sí;  vosotros  los  traidores, 
los  que  negáis  al  entusiasmo  ardiente 
su  gloria,  y  nunca  visteis  los  fulgores 
con  que  ilumina  la  inspirada  frente. 

j  Canalla !  sí ;  los  que  en  la  lid  alarde 
hicieron  de  su  infame  villanía, 
disfrazando  su  espíritu  cobarde 
con  la  sana  razón  segura  y  fría. 

j  Oh !  la  canalla,  la  canalla  en  tanto 
arrojó  el  grito  de  venganza  y  guerra, 
y  arrebatada  en  su  entusiasmo  santo 
quebrantó  las  cadenas  de  la  tierra. 

Del  cetro  de  sus  reyes  los  pedazos 
del  suelo  ensangrentados  recogía, 
y  un  nuevo  trono  en  sus  robustos  brazos 
levantando  á  su  príncipe  ofrecía. 

Brilla  el  puñal  en  la  irritada  mano; 
huye  el  cobarde  y  el  traidor  se  esconde; 
truena  el  cañón  y  el  grito  castellano 
de  Independencia  y  Libertad  responde. 

¡  Héroes  de  Mayo!  Levantad  las  frentes; 
sonó  la  hora  y  la  venganza  espera ; 
id  y  hartad  vuestra  sed  en  los  torrentes 
de  sangre  de  Bailen  y  Talavera. 

Id,  saludad  los  héroes  de  Gerona, 
alzad  con  ellos  el  radiante  vuelo, 
y  á  los  de  Zaragoza  alta  corona 
ceñid ,  que  aumente  el  esplendor  del  cielo. 

Mas  I  ay  I  ¿  por  qué  cuando  los  ojos  brotan 
lágrimas  de  entusiasmo  y  de  alegría 
y  el  alma  atropellados  alborotan 
tantos  recuerdos  de  honra  y  valentía. 

Negra  nube  en  el  alma  se  levanta 
que  turba  y  oscurece  los  sentidos, 
fíero  dolor  el  corazón  quebranta, 
y  se  ahoga  la  voz  entre  gemidos? 

¡Oh!  levantad  la  frente  carcomida, 
mártires  de  la  gloria, 
que  aún  arde  en  ella  y  con  eterna  vida 
la  luz  de  la  victoria ! 

¡Oh,  levantadla  del  eterno  sueño 


BADAJOZ  513 


Olano,  Santos  Álvarez,  Ferrer  del  Río,  Escosura,  Rodríguez 


y  con  los  huecos  de  los  ojos  fijos, 

contemplad  una  vez  con  torvo  ceño 

la  vergüenza  y  baldón  de  vuestros  hijos ! 

Quizá  en  vosotros,  donde  el  fuego  arde 
del  castellano  honor,  aún  sobre  vida 
para  alentar  el  corazón  cobarde 
y  abrasar  esta  tierra  envilecida. 

¡  Ay ! ;  Cuál  fué  el  galardón  de  vuestro  celo, 
de  tanta  sangre  y  bárbaro  quebranto, 
de  tan  heroica  lucha  y  tanto  anhelo, 
tanta  virtud  y  sacrificio  tanto? 

El  trono  que  erigió  vuestra  bravura 
sobre  huesos  de  héroes  cimentado, 
un  rey  ingrato,  de  memoria  impura, 
con  eterno  baldón  dejó  manchado. 

I  Ay  !  Para  herir  la  libertad  sagrada 
el  príncipe,  borrón  de  nuestra  historia, 
llamó  en  su  auxilio  la  francesa  espada, 
que  segase  el  laurel  de  vuestra  gloria. 

Y  vuestros  hijos  de  la  muerte  huyeron 
y  esa  sagrada  tumba  abandonaron; 
hollarla  ¡oh  Dios!  á  los  franceses  vieron, 
y  hollarla  á  los  franceses  les  dejaron. 

Como  la  mar  tempestuosa  ruge, 
la  losa  al  choque  de  los  cráneos  duros 
tronó,  y  se  alzó  con  indignado  empuje 
del  galo  audaz  bajo  los  pies  impuros. 

Y  aun  hoy,  helos  allí,  que  su  semblante 
con  hipócrita  máscara  cubrieron, 

y  á  Luís  Felipe,  en  muestra  suplicante, 
ambos  brazos,  imbéciles,  tendieron. 

La  vil  palabra  ¡  intervención !  gritaron, 
y  del  rey  mercader  la  reclamaban, 
de  nuestros  timbres  sin  honor  mofaron 
mientras  en  impudor  se  encenagaban. 

Hoy  esa  raza  degradada,  espuria, 
pobre  nación  que  esclavizarte  anhela, 
busca  también  por  renovar  tu  injuria 
de  extranjeros  monarcas  la  tutela. 

¡Tumba  vosotros  sois  de  nuestra  gloria, 
de  la  antigua  hidalguía, 
del  castellano  honor  que  en  la  memoria 
sólo  nos  queda  hoy  día ! 

Verted,  juntando  las  dolientes  manos^ 
lágrimas  ¡ay!  que  escalden  la  mejilla; 
mares  de  eterno  llanto,  castellanos, 
no  bastan  á  borrar  nuestra  mancilla. 

Llorad  como  mujeres;  vuestra  lengua 
no  osa  lanzar  el  grito  de  venganza ; 


65 


t)I4  BADAJOZ 


Solís  y  muchos  otros  de  sus  biógrafos  (i).  Además,  á  la  cabeza  de 
todas  las  colecciones  de  sus  obras  aparece,  más  ó  menos  exten- 
sa, la  vida  del  poeta,  cuyos  rasgos  saben  de  memoria  todas  las 
personas  que  hac  leído  algunos  versos  del  Parnaso  Español, 
porque  las  obras  de  que  más  ediciones,  relativamente,  se  han 
hecho  en  España  son  seguramente  las  de  Espronceda.  De  su 
poema  El  Diablo  Mundo  se  conocen  sesenta  y  tres  en  Madrid, 
cuarenta  y  dos  en  provincias,  siete  en  Ultramar  y  ciento  trece 
en  la  América  latina  que  hablan  el  castellano.  Aparte  de  esto 
se  ha  traducido  al  francés,  inglés,  alemán,  italiano  y  portugués, 
y  en  todos  estos  idiomas  se  han  repetido  ediciones  de  tan  popu- 
lar poema.  Este  solo  dato  basta  para  hacer  la  apología  del  pri- 
mer vate  que  Extremadura  presenta  en  el  siglo  actual  al  Parna- 
so Español. 

Terminaremos  estos  apuntes  biográficos  consignando  aquí 
la  coincidencia  de  haber  nacido  Carolina  Coronado  en  una  casa 
de  la  misma  plaza  en  que  naciera  Espronceda,  y  distante  aquélla 
de  ésta  como  unos  quince  metros. 


apáticos  vivís  en  tanta  mcnj^ua, 

y  os  cansa  el  brazo  el  peso  de  la  lanza. 

¡  Oh  !  en  el  dolor  inmenso  que  me  inspira, 
el  pueblo  en  torno  avergonzado  calle, 
y  estallando  las  cuerdas  de  mi  lira 
roto  también  mi  corazón  estalle. 

Ci)  No  obstante  de  esto,  y  por  lo  que  pueda  importar  al  investigador  y  al  cri- 
tico la  vida  del  poeta  extremeño,  daremos  aquí  noticia  de  las  obras  que  pueda 
consultar  al  efecto.  Helas  aquí: 

T.°  Espronceda,  su  itempo,  su  vida  y  sus  obras,  por  E.  Rodríguez  Solís  (Ma- 
drid, 1883). 

2.°    Páginas  de  Espronceda,  por  G.  L.  (Madrid,  1 882). 

3."  Tres  poetas  contemporáneos.— Discurso  del  Excmo.  Sr.  D.  Patricio  déla  Es- 
cosura,  individuo  de  número  de  la  Academia  Española,  leído  ante  esta  Corpora- 
ción en  la  sesión  pública  inaugural  de  1870  (Madrid,  1870). 

4.**  Obras  poéticas  de  Espronceda,  precedidas  de  ta  biografía  del  autor  (Barce- 
lona, 1883). 

$.•  Obras  poéticas  de  Espronceda,  precedidas  de  la  biografía  del  autor  (3.'  edi- 
ción, Barcelona,  1884). 

6.**  José  de  Espronceda,— Obras  poéticas  y  escritos  en  prosa,— dos  abultados 
tomos:  Madrid,  1884). 


BADAJOZ  515 


La  tradición  dice  que  Espronceda  nació  en  la  casa  de  la 
huerta  llamada  de  La  Corda ^  donde  estando  de  paso  su  padre, 
la  esposa  se  sintió  con  síntomas  de  alumbramiento  y  dio  á  luz 
un  niño  el  23  de  Mayo  de  1810.  Añade  la  tradición  que  al  ter- 
minar el  alumbramiento,  la  señora  se  alojó  en  el  palacio  del 
marqués  de  Monsalud;  pero  todas  estas  noticias  son  pura  fanta- 
sía. Se  sabe  que  nació  en  casa  de  D.  Francisco  Vélez,  rico  la- 
brador y  propietario  en  los  principios  del  siglo  actual.  Esta  casa 
está  situada  en  la  Plaza  de  Abastos  y  se  la  ve  hoy  señalada  con 
el  número  19. 

Al  costado  izquierdo  de  ella,  en  la  misma  Plaza,  y  como  á 
unos  quince  metros  de  distancia,  se  ve  otra  casa  pequeña,  seña- 
lada con  el  número  6,  propiedad  en  otros  tiempos  de  D.  Pedro 
Romero  de  Tejada.  En  esta  casa  nació  Carolina  Coronado. 


IV 


En  1 82 1  nació  esta  ilustre  cantora,  hija  de  D.  Nicolás  y  de 
D.*  Antonia,  ambos  también  de  Almendralejo.  Allí,  en  aquella 
alegre  ciudad,  se  deslizaron  dulcemente  los  primeros  años  de 
esta  poetisa,  destinada  á  ser  más  tarde  la  admiración  de  su  pa- 
tria por  su  feliz  talento. 

Las  vicisitudes  políticas  vinieron  á  turbar  el  reposo  que  go- 
zaba la  familia  Coronado;  y  cuando  la  poetisa  contaba  al  sumo 
cinco  años,  tuvo  que  trasladarse  á  Badajoz,  porque  su  abuelo, 
después  de  haber  ejercido  cargos  distinguidos,  murió,  como 
otros  muchos  servidores  del  Estado,  víctima  del  encono  de  Fer- 
nando VII,  y  su  padre  fué  perseguido  y  encerrado  en  un  cala- 
bozo por  sus  antecedentes  liberales.  Lo  que  sufría  cada  día  por 
abrazarse  con  su  madre,  los  insultos  de  los  realistas  y  las  tribu- 
laciones hicieron  tan  honda  impresión  en  su  memoria,  aunque 


5l6  BADAJOZ 


era  niña  por  su  edad,  pero  no  por  la  precocidad  de  su  entendi- 
miento, que  constituyeron  el  principio  de  su  aversión  á  Fernan- 
do VII,  y  prendieron  en  su  alma  ardiente  la  primera  chispa  del 
patriotismo  que  se  advierte  en  algunos  rasgos  de  su  vida  y  en 
muchos  conceptos  generosos  y  entusiastas  de  sus  poesías.  Aque- 
llas desgracias  de  su  familia^  el  haber  morado  más  en  el  campo 
que  en  las  poblaciones,  y  la  vida  retirada  que  ha  hecho  siempre, 
han  debido  contribuir  de  consuno  á  formar  el  carácter  nielancó- 
lico,  pero  dulce,  sencillo  y  afable  de  la  Coronado.  A  los  nueve 
años  ya  se  ocupaba  en  aprender  dócilmente  las  labores  propias 
de  su  sexo  al  lado  de  su  madre;  recibía  una  educación  la  más  bri- 
llante que  el  país  permitía,  y  s6  distinguía  de  todas  sus  compa- 
ñeras de  la  misma  edad  por  su  perfección  en  el  bordado,  que 
constituía  su  pasión  favorita ,  mientras  que  por  la  noche  satisfa- 
cía á  hurtadillas  su  vehemente  afíción  por  la  lectura;  y  no  ya 
por  esas  lecturas  recreativas  que  todos  emprendemos  por  pasa- 
tiempo en  nuestra  edad  infantil,  sino  por  obras  tales  como  la 
Historia  critica  de  España^  por  Masdeu,  y  las  clásicas  de  nues- 
tros poetas,  hacia  las  cuales  sentía  una  inclinación  irresistible. 
El  estudio  de  estos  modelos  despertaba  en  su  imaginación  el 
deseo  de  traducir  al  lenguaje  poético  lo  que  sentía  en  su  alma, 
y  la  familiarizó  con  la  versificación,  para  la  cual  reunía  las  más 
brillantes  cualidades;  de  este  modo,  sola,  aislada  en  un  pueblo, 
sin  recursos  artísticos  ni  literarios,  completó  en  poco  tiempo  su 
educación,  dedicándose  principalmente  á  la  lectura  de  la  histo- 
ria, la  geografía  y  la  literatura. 

Lo  primero  que  escribió  cuando  aún  no  tenía  diez  años,  fué 
una  lamentación  con  motivo  de  la  muerte  de  una  alondra,  que 
enterró  al  pie  de  una  encina;  el  papel  en  que  trazó  con  lápiz 
aquellas  frases  sirvió  de  mortaja  al  pájaro.  Catorce  años  tenía 
cuando  trazó  los  primeros  versos  en  una  carta  que  dirigía  á  una 
su  amiga. 

Estos  versos  pintan  con  vivos  colores  el  tesoro  de  poesía  é 
inspiración  que  animaba  á  la  Coronado  desde  la  más   tierna 


BADAJOZ  517 


edad ;  no  se  resolvió,  sin  embargo,  á  dar  públita  expansión  á 
sus  pensamientos  hasta  un  año  después,  en  que  apareció  su 
nombre  al  pie  de  la  bellísima  composición  titulada  La  Palma^ 
que  le  valió  un  elogio  del  Sr.  Donoso  Cortés  en  el  periódico  de 
Madrid  titulado  El  Piloto^  y  una  bonita  poesía  de  Espronceda, 
el  cual  decía  que  dicha  composición  era  la  música  de  la  ino- 
cencia (i). 

Con  sus  aficiones  literarias  luchaba  la  mente  de  la  poetisa 
con  los  sucesos  políticos  que  se  desarrollaban  en  aquellos 
tiempos,  sin  poder  sustraerse  su  espíritu  á  la  acción  prosaica  de 
la  historia. 

Ardía  por  el  año  de  1 838  con  todos  sus  horrores  la  guerra 
civil,  y  la  Coronado  emprendió  con  entusiasmo  el  bordado  de 
una  bandera  que  debía  servir  á  un  batallón  nuevamente  creado 
para  defender  la  libertad.  La  Diputación  provincial  de  Badajoz 
le  pasó  con  este  motivo  un  oficio,  que  entre  otras  frases  que 
hacían  justicia  á  las  virtudes  patrias  de  la  Coronado,  y  el  esme- 


(i)  La  poesía  del  eminente  poeta,  titulada  Á  Carolina  Coronado,  después  de 
leída  su  composición  á  La  Palma,  dice  así : 

«Dicen  que  tienes  trece  primaveras 
y  eres  portento  de  hermosura  ya, 
y  que  en  tus  grandes  ojos  reverberas 
la  lumbre  de  los  astros  inmortal. 

Juro  á  tus  plantas  que  insensato  he  sido 
de  placer  en  placer  corriendo  en  pos, 
cuando  en  el  mismo  valle  hemos  nacido, 
niáa  gentil,  para  adorarnos,  dos. 

Torrentes  brota  de  armonía  el  alma ; 
huyamos  á  los  bosques  á  cantar; 
dénos  la  sombra  tu  inocente  palma, 
y  reposo  tu  virgen  soledad. 

Mas  ¡ay,  perdona!  Virginal  capullo, 
cierra  tu  cáliz  á  mi  loco  amor ; 
que  nacimos  de  un  aura  al  mismo  arrullo 
para  ser  yo  el  insecto;  tú  la  flor.» 

Espronceda  está  admirable  en  esta  preciosa  composición,  retratando  fielmente 
su  alma  apasionada,  su  amor  de  fuego,  y  á  la  vez  el  carácter  inocente,  la  virginal 
ternura  de  la  Coronado. 


5l8  BADAJOZ 


ro,  delicadeza  y  gusto  de  su  afanoso  trabajo,  contenía  las  si- 
guientes líneas: — tNo  le  es  dado  á  la  Diputación  recompensar- 
>le,  porque  sabe  que  el  mayor  premio  para  usted  será  el  que 
>los  valientes  á  quienes  sirve  de  guía,  recuerden  al  regreso  á 
>sus  hogares  cubiertos  de  laureles,  la  mano  delicada  que  bor- 
>dó  el  emblema  por  cuya  defensa  derramaron  su  sangre...»  Á 
este  oficio  acompañó  una  sortija  de  brillantes  que  llevaba  en  el 
reverso  el  nombre  de  la  corporación. 

Desarrollábase  mientras  tanto  más  y  más  en  nuestra  poetisa 
la  pasión  por  la  lectura,  hasta  un  extremo  que  parecía  en  abier- 
to desacuerdo  con  las  costumbres  del  país,  donde  no  podía  me- 
nos de  llamar  la  atención  la  excepción  inaudita  de  una  joven 
que  se  esforzaba  en  romper  el  estrecho  círculo  á  que  se  halla 
limitada  en  España  la  educación  del  bello  sexo,  por  más  que 
dentro  de  él  se  ahoguen  en  germen  talentos  privilegiados.  Creía 
necesario  su  madre  poner  coto  á  aquella  afición  desmedida  y 
trataba  de  que  se  consagrara  exclusivamente  á  ayudarla  en  los 
quehaceres  domésticos  consiguientes  á  una  familia  de  ocho  her- 
manos; pero  ella  se  desquitaba  de  tal  prohibición  leyendo  con 
avidez  cualquier  libro  de  nuestros  poetas  que  hubiese  á  las  ma- 
nos, y  aprendiéndole  bien  pronto  de  memoria  para  poder  devol- 
verle, segura  de  no  verse  privada  de  disfrutar  las  bellezas  del 
poeta.  De  este  modo,  sin  estudios  sólidos,  sin  modelos,  sin  mé- 
todo y  hasta  sin  papel  y  sin  tiempo,  iba  la  poetisa  dando  vuelo 
á  los  arranques  de  su  fantasía  en  composiciones  hechas  en  las 
primeras  horas  de  la  mañana,  antes  que  las  tareas  cuotidianas 
vinieran  á  sacarla  de  sus  meditaciones,  ó  en  las  postreras  de  la 
noche,  cuando  aquellas  la  dejaban  en  libertad  de  recogerse  den- 
tro de  sí  misma:  era  un  instante  de  silencio  en  que  mientras  las 
manos  se  ocupaban  en  las  labores  de  su  sexo,  el  pensamiento 
se  remontaba  á  las  regiones  ideales  de  la  poesía,  en  un  momen- 
to de  inspiración  producido  por  las  bellezas  de  la  naturaleza, 
admiradas  en  un  paseo  solitario. 

Es  ciertamente  bien  difícil  de  comprender  cómo  de  esta  ma- 


BADAJOZ  519 


ñera  misteriosa  y  clandestina,  por  decirlo  así,  pudo  formarse 
una  colección  de  poesías  como  las  que,  precedidas  de  una  intro- 
ducción por  el  Sr.  Hartzenbusch,  apareció  en  Madrid  en  1843; 
pero  este  hecho  se  explica  sabiendo  que  la  Coronado  tenía  la 
mayor  facilidad  para  crear  versos  de  memoria.  La  dificultad  que 
ofrece  este  trabajo  se  comprenderá  mejor  después  de  las  siguien- 
tes observaciones  que,  ocupándose  de  esta  misma  materia,  hizo 
con  muchísimo  acierto  aquel  apreciable  literato.  «Sólo  quien 
>haya  probado,  dice,  á  componer  de  memoria  es  capaz  de  com- 
» prender  la  fuerza  de  atención  que  requiere  este  penoso  trabajo 
»del  entendimiento.  El  poeta  que  compone  escribiendo,  descansa 
>en  el  papel  del  cuidado  de.  conservar  lo  que  crea  y  no  piensa 
»más  que  en  seguir  creando;  el  que  compone  de  memoria  tiene 
>que  desempeñar  por  sí  la  doble  tarea  de  crear  y  de  retener;  y 
tcomo  la  mente  humana  no  puede  ocuparse  á  un  tiempo  de  dos 
«ejercicios,  turbada  la  razón  un  tanto  con  ellos,  la  entonación 
>del  poema  no  suele  salir  igual,  ni  las  ideas  muy  íntimamente 
«enlazadas,  ni  la  expresión  del  concepto  con  la  claridad  sufícien- 
>te  para  el  lector,  para  el  cual  cada  pensamiento  de  una  obra 
»se  presenta  sólo  bajo  la  forma  en  que  quedó,  sin  que  la  acom- 
tpañen  las  otras  ideas  auxiliares  ó  simultáneamente  concebidas 
»que  contribuyen  á  engendrarlo.  En  aquella  exaltación  de  áni- 
>mo,  el  poeta,  con  la  más  leve  expresión  se  comprende  y  satis- 
tface  á  sí  mismo;  el  lector  que  de  ninguna  manera  se  puede 

>  hallar  en  un  caso  semejante,  necesita  más  para  comprender:  el 
tuno  es  el  ciego,  que  por  su  finísimo  tacto  conoce  un  naipe  sin 

>  verlo,  y  el  otro  es  el  hombre  que  ve,  pero  que  necesita  luz 
tpara  distinguir  la  figura  estampada  en  la  carta...»  Esta  exactí- 
sima pintura  de  las  dificultades  que  ofrece  la  versificación  de 
memoria  no  existió  para  la  Coronado;  hallólas  sí  extraordinarias 
para  escribir  en  prosa  por  la  tenacidad  con  que  se  le  agrupan 
los  consonantes,  y  lo  que  la  desconcertaba  era  el  trabajo  que  te- 
nía que  emplear  para  descartarse  de  ellos. 

La  Coronado,  cuyo  nombre  venía  figurando  desde  1843  ^^ 


520  BADAJOZ 


todos  los  periódicos  literarios  de  alguna  valía  de  Madrid  y  de 
las  provincias,  al  pie  de  excelentes  composiciones  que  eran  re- 
producidas con  elogio  en  los  de  la  isla  de  Cuba  y  Estados-Uni- 
dos, fué  sucesivamente  admitida  en  el  Instituto  Español  cuando 
esta  Corporación  tenía  algo  de  literaria,  y  en  casi  todos  los  Li- 
ceos de  España,  incluso  los  de  Madrid  y  Habana. 

Pero,  como  dice  Mr.  Gustavo  Déville  en  un  artículo  relativo 
á  las  poetisas,  publicado  en  La  Revista  de  Madrid:  «Cuando 
>con  animoso  empeño  iba  á  recibir  la  recompensa  debida,  en  el 
>  momento  en  que  debía  empezar  la  vida  real  para  ella,  y  en 
>que  los  obstáculos  con  que  había  tenido  que  luchar  su  noble 
«vocación  quedaban  vencidos  por  los  esfuerzos  de  su  voluntad 
«perseverante,  se  repitió  por  la  prensa  la  noticia  de  su  muerte.» 
Esto  ocurría  al  comenzar  el  año  de  1844,  y  los  periódicos  vis- 
tieron luto  por  una  pérdida  tan  sensible  para  las  letras.  Tales 
demostraciones  de  simpatía  y  los  versos  que  se  imprimieron  á 
su  memoria,  fueron  á  sorprenderla  á  su  casa  de  campo,  donde 
vivía  una  gran  parte  del  año;  mas,  afortunadamente,  como  aña- 
de el  citado  Mr.  Gustavo  Déville,  la  voz  de  la  joven  poetisa  se 
hizo  oir  desde  el  fondo  de  la  tumba,  para  probar  á  su  país  que 
lo  que  bajaba  á  ella  eran  los  despojos  de  su  laborioso  aprendi- 
zaje, pero  que  sobrevivía  su  alma,  rica  de  fuerza,  de  gracia  y 
de  inmortalidad.  El  sentimiento  manifestado  por  su  supuesta 
pérdida,  la  hizo  concebir  un  libro  titulado:  Dos  muertes  en  una 
vida^  que  ignoramos  si  ha  publicado  ó  si  conserva  inédito. 

Las  continuas  vigilias  literarias,  los  estudios  incesantes,  una 
laboriosidad,  en  fin,  extraordinaria,  debían  por  entonces  resen- 
tir su  salud,  y  en  1 847  se  vio  atacada  de  un  mal  grave.  Tenien- 
do entonces  que  trasladarse  á  Andalucía,  visitó  Cádiz,  en  cuya 
ciudad  permaneció  algún  tiempo,  despidiéndose  con  una  bellísi- 
ma inspiración  Al  tnar^  que  reprodujeron  todos  los  periódicos 
de  la  Península  y  de  América. 

Á  una  enfermedad  nerviosa  que  la  dejó  baldada  y  la  obligó 
á  buscar  su  curación  en  unas  aguas  próximas  á  Madrid,  debió 


BADAJOZ  521 


también  la  corte  el  tener  en  su  seno  á  la  distinguida  poetisa.  El 
Liceo  Artístico  y  Literario  la  dedicó  una  sesión,  donde  fué  pre- 
miada con  una  corona  de  laurel  y  oro,  en  cuyas  cintas  se  leían 
su  nombre  y  el  del  Liceo,  y  en  donde  un  socio  leyó  una  lindísi- 
ma composición:  Se  va  mi  sombra^  pero  yo  me  quedo.  En  la  se- 
sión regia  que  después  éste  celebró  para  obsequiar  á  SS.  MM., 
se  representó  E¿  cuadro  de  la  Esperanza^  una  de  sus  obras 
dramáticas,  en  cuyo  género  ha  escrito  además  un  drama  histó- 
rico titulado  Alonso  IV  de  Leén^  y  otro,  inédito  aún,  titulado 
Petrarca, 

La  infancia  de  la  Coronado  ha  sido  tan  sencilla  como  sus 
versos.  Pasóla  rodeada  de  flores  y  pájaros,  y  distribuyendo  ha- 
bitualmente  las  horas  del  modo  siguiente:  se  levantaba  á  las 
seis,  escribía  hasta  las  once,  se  ocupaba  en  las  labores  de  su 
sexo  hasta  las  dos,  volvía  á  escribir  hasta  las  cinco,  daba  lección 
de  geografía  á  sus  hermanos,  y  se  dedicaba  nuevamente  á  escri- 
bir hasta  las  diez  de  la  noche,  en  que  la  fatiga,  más  bien  que  el 
sueño,  la  obligaba  á  recogerse,  para  continuar  componiendo 
versos  de  memoria.  Sufría  con  frecuencia  fiebres  más  ó  menos 
fuertes:  pero  aun  en  medio  de  sus  padecimientos  trabajaba  men- 
talmente; porque  el  alma,  que  se  la  fija  en  el  pecho,  la  deja 
siempre  libre  y  despejada  la  cabeza. 

¿Necesitaremos  hacer  la  crítica  de  sus  poesías,  tan  conocidas 
como  justamente  apreciadas  por  su  originalidad  y  por  su  belle- 
za? No  ciertamente;  porque  sus  escritos  están  juzgados  y  nos- 
otros no  podemos  añadir  nada  al  fallo  del  público  y  de  los  hom* 
bres  entendidos.  Hemos  dicho  ya  que  las  poesías  de  la  Coronado 
pertenecen  á  un  género  que  no  perece  nunca,  porque  tiene  su 
origen  en  los  sentimientos  generosos  del  corazón,  en  la  admira- 
ción de  las  riquezas  de  la  naturaleza;  porque  son  impresiones 
del  poeta  causadas  por  la  soledad,  por  un  acceso  de  melancolía, 
por  la  contemplación  de  las  nubes^  por  la  palma  que  alza  ga- 
llarda su  cabeza  al  viento^  por  el  dolor  de  una  despedida^  por 
las  brisas  del  otoño,  por  el  brillo  de  una  estrella  que  luce  reful- 

66 


522  BADAJOZ 


gente  en  el  ñrmamento,  por  una  gota  de  rocío  que  riega  la  flor 
en  la  aurora,  por  un  pájaro  perdido,  por  la  vuelta  de  las  golon- 
drinas, esas  encantadoras  mensajeras  de  la  primavera;  por  re- 
cuerdos del  techo  paterno,  por  los  lugares  en  que  hemos  dejado 
alguna  cosa  de  nuestra  infancia,  por  memoria  de  los  primeros 
latidos  del  corazón,  por  el  aspecto  de  las  flores,  por  el  canto  del 
ruiseñor,  por  la  mariposa  de  cuerpo  dorado  y  alas  de  gasa  que 
muere  en  la  corola  de  la  rosa  recién  abierta.  Si  alguna  vez  alza 
el  tono  de  sus  acentos  y  canta  La  fe  crisiiana  ó  se  lamenta  de 
la  suerte  de  Méricia^  la  que  opulenta  fué  grande  y  señora,  ó  se 
indigna  hablando  del  desenfreno  de  El  marido  verdugo^  ó  hace 
resonar  su  lira  con  el  brío  y  energía  de  Espronceda,  al  elevar 
su  voz  á  la  que  fué  Reina  de  España,  D.^  Isabel  II,  en  una  Oda 
de  la  cual  no  conoce  el  público  más  que  algunas  estrofas  (i), 
pronto  recobrarán  sus  versos  el  carácter  de  dulce  melancolía,  de 
candor  y  de  hermosa  ternura  que  le  presta  su  principal  encanto, 
su  gracia,  su  donaire;  pronto  vuelven  á  adquirir  la  blandura,  la 
sencillez  de  conceptos,  la  brevedad  en  el  desarrollo,  y  á  distin- 
guirse por  la  delicadeza  en  la  elección  de  asuntos,  que  prueban 
la  pureza  del  espíritu  de  la  poetisa,  cuyos  ecos  conmueven,  in- 
teresan y  deleitan  de  tal  modo,  que  apenas  puede  el  crítico  re- 
parar en  tal  cual  incorrección  ó  desaliño,  imposible  de  evitar  en 
composiciones  hechas  á  la  memoria. 

Después  de  dado  á  luz  por  primera  vez  en  la  biblioteca  ilus- 
trada de  Gaspar  y  Roig  su  tomo  de  poesías,  ha  publicado  unos 
cuarenta  mil  versos  en  periódicos  de  Madrid  y  de  provincias, 
en  revistas  literarias,  en  álbums  de  amigos  íntimos  y  en  multitud 
de  publicaciones  americanas,  para  donde  más  ha  venido  escri 
hiendo  la  Coronado  desde  1849.  Los  escritores  han  pagado  el 
debido  tributo  al  mérito  de  este  genio  predilecto  de  las  musas, 
y  la  Coronado  conserva  en  testimonio  de  esta  verdad  más  de 


(j)    Con  ocasión  del  fusilamiento  del  capitán  Espinosa  escribió  esta  poesía  que 
tiene  todo  el  vigor  de  las  de  Víctor  Hugo. 


BADAJOZ  523 


mil  composiciones  escritas  en  su  obsequio,  entre  las  que  se 
cuentan  algunas  italianas  y  francesas.  Una  de  las  españolas,  de- 
bida al  señor  Rubí,  fué  acompañada  de  la  corona  que  este  ilus- 
tre poeta  recibiera  al  estrenarse  La  Rueda  de  la  Fortuna, 

En  1850  comenzó  á  cultivar  la  novela  con  tan  feliz  éxito 
como  era  de  esperar  de  su  talento  privilegiado.  En  la  isla  de 
San  Fernando  se  publicaron  las  tres  primeras  que  escribiera  y 
cuyos  títulos  son  Paquita,  La  Luz  del  Tajo,  Adoración^  que 
aparecieron  precedidas  de  un  elegante  prólogo  de  D.  Adolfo  de 
Castro.  Á  estos  ensayos  ha  seguido  otra  titulada  yarilla,  que 
precedió  á  La  exclaustrada,  libro  más  pretencioso  y  que  en  rea- 
lidad tiene  un  fín  más  social.  Esta  obra  es  una  concepción  suma- 
mente original,  en  la  que  se  hallan  dibujados  caracteres  intere- 
santísimos, tipos  caprichosos  algunos,  pero  pintados  todos  de 
mano  maestra,  con  escenas  llenas  de  candor  y  de  inocencia  que 
cautivan  el  alma  y  entusiasman  al  lector  más  indiferente. 

El  estilo  es  satírico,  festivo,  aunque  á  veces  la  autora  (que 
tal  vez  ha  tenido  el  mayor  trabajo  en  ocultar  una  historia  con 
el  velo  de  la  fábula)  deja  conocer  el  sentimiento  con  que  escri- 
be: el  cuadro  tiene  pocas  sombras  negras,  pero  sí  medias  tintas 
que  le  dan  una  entonación  admirable.  Si  algún  lector  llorón  se 
va  enterneciendo,  le  distrae  de  pronto  con  alguna  jocosidad  de 
buen  gusto,  y  para  el  que  se  entrega  á  la  alegría  tiene  alfilera- 
zos que  le  clava  sin  piedad.  En  suma.  La  exclaustrada,  nos 
atrevemos  á  asegurarlo,  es  uno  de  los  libros  mejor  acabados 
que  han  salido  de  la  pluma  de  la  Coronado. 

Siguió  á  esta  novela  otra  de  índole  distinta,  puesto  que  es 
histórica.  Se  titula  La  Sitgea,  de  que  se  han  hecho  en  poco 
tiempo  tres  ediciones. 

Como  trabajos  críticos  cuenta  la  Coronado  sus  magníficos 
paralelos  entre  Saffo  y  Santa  Teresa  de  yesus,  Schiller  y  Hart- 
zenbusch.  Madama  Stael  y  Donoso  Cortés^  Lord  Byron  y  Que- 
vedo;  estos  dos  últimos  ofrecen  para  la  autora  innumerables 
puntos  de  semejanza,  que  ella  pone  de  relieve  con  la  irresistible 


524  BADAJOZ 


lógica,  con  el  ingenioso  artiñcio,  con  la  profunda  filosofía,  con 
la  gracia,  con  el  talento  que  ya  mostró  al  escribir  el  primero  de 
estos  trabajos  críticos,  Saffo  y  Sania  Teresa  de  Jesüs^  que  ha 
merecido  los  honores  de  ser  traducido  al  alemán,  al  francés,  al 
italiano,  al  inglés  y  al  portugués. 

Recopiladas  á  la  ligera  las  principales  fases  de  las  existen- 
cias literarias  más  laboriosas  y  brillantes  de  nuestra  época,  rés- 
tanos añadir  algo  para  acabar  el  cuadro  que  nos  proponíamos 
dibujar  en  esta  biografía. 

Conocemos  á  la  poetisa,  conocemos  á  la  literata,  conocemos 
á  la  crítica.  ¿Debíamos  poner  aquí  fin  á  estas  líneas?  No.  La 
Coronado  como  poetisa  terminó  en  1850,  como  novelista 
en  1854.  Casada  después  con  Mr.  Perry,  secretario  que  fué  mu- 
chos años  de  la  legación  de  los  Estados  Unidos  en  Madrid,  las 
delicias  del  hogar,  todos  los  deleites  que  tiene  en  sí  la  vida  de 
la  esposa  y  de  la  madre,  le  robaron  el  tiempo  y  la  distrajeron 
toda  su  atención,  apartándola  de  las  fantásticas  creaciones  que 
tantas  grandezas  nos  han  dado  en  sus  versos  y  en  su  prosa. 

Y  de  tarde  en  tarde  deja  escapar  un  suspiro  la  ilustre  escri- 
tora, allá  en  el  rincón  en  que  vive,  en  su  casa  de  campo  junto  á 
Lisboa  (i);  de  tarde  en  tarde  nos  da  algunas  poesías  que  nos 
recuerdan  la  existencia  de  su  alma.  Cuando  el  Gobierno  revolu- 
cionario de  1869  decretó  la  abolición  de  la  esclavitud,  publicó  el 
siguiente  bello  soneto : 

Si  libres  hizo  ya  de  su  mancilla 
el  águila  inmortal  los  africanos, 
^por  qué  han  de  ser  esclavos  los  hermanos 


(i)  F,n  Po^o  do  BispOt  pueblo  próximo  á  Lisboa,  se  encuentra  una  deliciosa 
quinta  lUmada  Paso  d'Arco  y  vulgarmente  Mitra^  por  haber  pertenecido  como  pa- 
trimonio á  la  Arzobispal  ó  Patriarcal  de  Lisboa.  Esta  fínca,  que  es  rica  en  azulejos 
y  recuerdos  históricos,  la  compró  en  1860  el  en  aquella  época  opulento  banquero 
español  D.  José  de  Salamanca,  quien,  después,  en  1870,  la  vendió  á  la  ilustre 
poetisa.  Desde  esta  época  la  Coronado  vive  con  su  esposo  Mr.  Perry  y  su  preciosa 
hija,  retirada  del  mundo,  en  este  palacio  antiguo.  Horada  como  muerta  por  los 
amantes  de  las  letras  patrias. 


BADAJOZ  525 


que  tenemos  gimiendo  en  esa  Antilla? 

¿Qué  derechos  tendrás,  noble  Castilla, 
para  dejar  cadenas  en  sus  manos, 
cuando  rompes  los  cetros  soberanos 
al  son  de  libertad  que  te  acaudilla  ? 

No,  no  es  así;  al  mundo  no  se  engaña; 
sonó  la  libertad,  j  bendita  sea  I 
Pero  después  de  la  triunfal  pelea, 

no  puede  haber  esclavos  en  España. 
I Ó  borras  el  baldón  que  horror  inspira, 
ó  esa  tu  libertad,  pueblo,  es  mentira! 


La  muerte  de  una  de  sus  hijas,  tierna  joven  que  abría  su 
alma  á  los  infortunios  de  la  vida,  como  la  rosa  extiende  sus  pé- 
talos á  los  rayos  del  sol  que  la  ha  de  matar;  la  muerte  de  su 
hija  selló  para  siempre  la  boca  á  la  ilustre  cantora  extremeña. 
El  dolor  de  la  madre,  herida  en  lo  más  sublime  de  su  espíritu, 
ha  hecho  enmudecer  para  siempre  á  un  genio,  gloria  de  nuestros 
tiempos  y  fama  imperecedera  para  la  patria  de  los  Meléndez 
Valdés  y  Esproncedas,  de  los  Cortés  y  de  los  Pizarros. 


I 
I 


No  ha  dado  Almendralejo  á  la  patria  solamente  místicos, 
militares  y  poetas.  Ha  dado  también  políticos  como  D.  Francis- 
co Fernández  Golfín,  que  nacido  en  últimos  de  1 768,  ingresó  des- 
de bien  joven  en  el  ejército,  sirviendo  constantemente  en  el  arma 
de  infantería.  Desde  los  sucesos  de  la  guerra  de  la  Independen- 
cia, el  Sr.  Fernández  Golfín  tomó  en  ellos  una  parte  muy  activa, 
siendo  uno  de  los  que  más  contribuyeron  á  la  organización  y 
armamento  de  los  ejércitos  que  se  organizaron  en  Extrema- 
dura. 

Al  establecimiento  del  gobierno  liberal  de  Cádiz,  ya  como 


526  BADAJOZ 


diputado  de  las  Cortes  allí  reunidas,  ya  como  militar  entendido 
y  de  la  más  completa  confíanza  para  el  Gobierno,  prestó  gran- 
des servicios  á  la  patria  y  á  las  instituciones  liberales. 

Á  estos  servicios  prestados  á  la  causa  constitucional,  base 
del  sistema  representativo  que  reñía  encarnizada  batalla  con  los 
partidarios  del  absolutismo,  representado  por  un  rey  indigno 
del  noble  pueblo  español,  debió  una  gran  popularidad  el  señor 
Fernández  Golfín,  hasta  el  punto  que  al  triunfar  el  partido  libe- 
ral, en  1823,  fué  nombrado  Ministro  de  la  Guerra,  puesto  que 
desempeñó  con  gran  desinterés  y  patriótica  lealtad. 

Vencidos  los  liberales  poco  después,  los  partidarios  de  Fer- 
nando VII  iniciaron  una  persecución  sangrienta  contra  los  caí* 
dos,  y  de  la  que  sólo  salvaron  la  vida  los  que  pudieron  huir  al 
suelo  extranjero.  Con  el  general  Torrijos  entró  Golfín  en  Espa- 
ña en  1830,  engañados  ambos  por  falsas  promesas,  y  seguidos 
de  un  puñado  de  emigrados  entusiastas  por  la  causa  constitu- 
cional. 

Apenas  el  buque  en  que  se  embarcaron  salió  de  las  aguas 
de  Gibraltar,  el  Gobierno  español  recibió  de  ello  noticias  por  el 
cónsul  y  preparó  las  cosas  de  tal  suerte,  que  supo  el  rumbo  que 
traía  y  el  punto  y  día  en  que  habían  de  desembarcar  en  España 
los  emigrados.  Así  las  cosas  preparadas,  apenas  pusieron  el  pie 
en  el  puerto  de  Málaga,  los  sorprendieron  y  fueron  inhumana- 
mente fusilados  en  la  alegre  playa  de  la  bella  ciudad  de  Anda- 
lucía. Espronceda  dedicó  á  estos  mártires  de  las  libertades 
patrias  aquel  bello  soneto,  que  dice  así: 

« )  Helos  allí  1  Junto  á  la  mar  bravia 
cadáveres  están  ¡ayl  los  que  fueron 
honra  del  libre,  y  con  su  muerte  dieron 
alma  al  cielo,  á  España  nombradía. 

Ansia  de  gloria  y  libertad  henchía 
sus  nobles  pechos  que  jamás  temieron, 
y  las  costas  de  Málaga  lo  vieron 
cual  sol  de  gloria  en  tenebroso  día. 

Españoles,  llorad:  mas  vuestro  llanto 


BADAJOZ 


527 


lágrimas  de  dolor  y  sangre  sean: 

sangre  que  ahogue  á  siervos  y  á  opresores. 

Y  los  viles  tiranos  con  espanto 
siempre  delante  amenazando  vean 
alzarse  sus  espectros  vengadores  (i).  > 

Fernández  Golfín  tenía  en  1831  unos  72  años.  La  vida  de 
la  guerra  y  sus  trabajos  en  la  política  habían  consumido  su 
espíritu,  y  para  más  desgracia  suya,  él,  que  siempre  había  sido 
muy  corto  de  vista,  estaba  casi  ciego. 

Conducido  por  su  ayuda  de  cámara  le  hicieron  subir  al  su- 
plicio, como  refiere  el  historiador  Lafuente,  sin  respetar  sus  ver- 


(i)  Antes  de  desembarcar  Torrijos  en  Málaga,  Espronceda  dejó  á  España, 
escribiendo  á  la  esposa  de  Torrijos  la  siguiente  carta  en  prosa  y  verso : 

u Muy  señora  mía:  Sírvase  usted  admitir  este  pequeño  obsequio  en  cumpli- 
miento de  las  ofertas  que  no  cumplí.  He  venido  á  despedirme  de  usted  para 
Burdeos,  y,  con  el  sentimiento  de  no  haberla  visto,  me  ofrezco  á  sus  pies  como  su 
más  respetuoso  servidor. 

A   LA   SEÑORA  DE  TORRIJOS 

ROMANCE 


Ya  sé  que  estás  enojada 
y  sé  la  razón,  señora, 
que  de  cortés  caballero 
falté  á  la  palabra  honrosa. 

No  trato  de  disculparme, 
si  es  mi  íalta  mucha  ó  poca ; 
sólo  sé  que  no  he  cumplido 
con  mi  deber,  y  esto  sobra. 

Mas  yo  sé  que  en  perdonar 
amables  ojos  se  gozan, 
que  si  antes  bellos  parecen, 
más  bellos  son  si  perdonan. 

Tú  en  mí  perdona  un  culpado, 
que  harto  es  mi  culpa  penosa  ; 
lleve  en  mi  falta  el  castigo, 
que  él  iba  en  mi  falta  propia. 

Perdóname ;  así  en  tus  brazos 
ojalá  estreches  gozosa 


al  que,  terror  del  tirano, 
el  libre  pendón  tremola; 

al  que,  en  los  mares  de  Alcides  («z), 
el  astro  sigue  de  gloria, 
con  el  ánimo  invencible 
que  ningún  peligro  doma. 

¡Ojalá  pronto  le  abraces, 
y  le  ciñas  las  coronas 
que  de  laurel  á  los  héroes 
tejen  Minerva  y  Belona  ! 

Y  en  tanto  que  sus  hazañas 
la  fama  al  mundo  pregona, 
tú  con  plácida  sonrisa 
admite  mi  humilde  trova; 

y  espera  que  pronto  el  día 
llegará  de  la  victoria, 
y  oirás  más  altas  canciones, 
á  par  con  él  venturosas.» 

J.  Espronceda. 


(a)    El  general  Torrijos  se  hallaba  entonces  en  Gibraltar  preparando  su  infortunada  expedición. 


528  BADAJOZ 


dugos  ni  la  ancianidad,  ni  los  trabajos  que  el  ilustre  anciano 
había  prestado  á  la  patria. 

En  Málaga  existe  el  campo  de  los  mártires.  En  él  se  levan- 
ta un  suntuoso  monumento  á  los  que  con  Fernández  Golfín 
fueron  bárbaramente  fusilados  por  los  enemigos  de  la  libertad, 
partidarios  de  aquel  malvado  monarca  que,  cuando  su  pueblo 
luchaba  por  la  liberación  de  la  patria,  él  vivía  al  lado  de  Ñapo* 
león  I,  humillándose  á  cada  momento  para  arrancar  un  saludo 
al  que  había  mandado  sus  legiones  que  ocupasen  la  altiva  na- 
ción española. 

Hijo  de  este  desgraciado  personaje  es  el  general  D.  Luís 
Fernández  Golfín,  nacido  también  en  Almendralejo,  autor  de 
varias  obras  militares  y  etnográficas  y  persona  muy  respetada 
en  la  milicia  por  su  ciencia  y  los  servicios  que  ha  prestado  á  la 
patria. 


VI 


Aparte  de  la  biografía  de  estos  hombres  ilustres  que  conser- 
vará eternamente  Almendralejo,  otro  suceso  acaecido  en  sus 
campos,  no  há  muchos  años,  nos  hará  alargar  este  capítulo.  Nos 
referimos  al  descubrimiento  en  1848,  con  gran  contentamiento 
de  todos  los  sabios  de  Europa,  del  magnífico  clypeo  (disco  circu- 
lar), del  diámetro  de  85  centímetros  de  longitud  y  70  de  anchu- 
ra— si  mal  no  recordamos — de  533  onzas  y  5  ochavas  de  peso, 
construido  por  Theodosio  el  Grande  el  día  de  sus  quincenales 
(19  de  Enero  de  393),  que  representa  el  nombramiento  de  un 
magistrado,  y  marca,  según  los  eruditos,  el  tránsito  del  estilo 
greco-romano  al  bizantino. 

La  aparición  de  esta  joya  historíco-artística,  se  juzgó  por 
invención  de  algún  falsario,  y  hasta  el  mismo  Viu,  tan  versado 


en  antigüedades,  después  de  leer  el  lema  que  lleva  en  semicír- 
culo esta  joya,  quiere  como  dudar  de  su  autenticidad,  suponien- 
do que  pueda  ser  uno  de  los  ejemplares  que  se  vaciasen  con 


Gkande,   encontrado   en 
LA  Real  Academia  i 


motivo  de  la  subida  al  trono  del  emperador  Honorio,  ó  tal  vez 
el  mismo  original  que  se  fundiese  en  la  Lusitania  por  algún  go- 
bernador  que  tratara  de  hacerse  propicio  con  la  adulación  del 
joven  César.  Pero  ya  se  ve  que  Viu  no  conoció  el  Informe 


530  BADAJOZ 

dado  sobre  esta  joya  á  la  Real  Academia  por  D.  Antonio  Del- 
gado (i),  donde  este  erudito  y  anticuario  trata  magistralmente 
la  cuestión,  sin  dejar  la  menor  duda  acerca  de  la  autenticidad 
que  después,  Academia  y  anticuarios,  le  han  reconocido  á  una. 
El  Sr.  Delgado  refiere  en  estos  términos  el  hallazgo  del 
Disco:  tEn  Almendralejo...  se  ocupaba  el  jornalero  Juan  Agui- 
lar,  en  el  día  25  de  Agosto  de  1848,  en  desarraigar  de  malas 
hierbas  una  tierra  de  labor  situada  á  unas  mil  varas  al  S.  E.  de 
la  población,  en  el  sitio  llamado  Sancho.  Como  al  practicar  este 
trabajo  fuese  preciso  ahondar  más  de  lo  necesario,  el  sonido  de 
un  golpe  fuerte  reveló  al  jornalero  la  existencia  de  un  cuerpo 
metálico,  y,  en  efecto,  descubrió  y  extrajo  el  disco  de  plata,  cuya 
interpretación  nos  proponemos,  y  con  él  dos  pequeñas  tazas 
del  mismo  metal,  de  forma  sencilla.  Presenciaron  este  descubri- 
miento Bartolomé  Giraldo,  Pedro  Lopa  y  José  García,  jornaleros 
que  trabajaban  también  con  Aguilar,  seg^n  resulta  de  la  nota 
auténtica  que  para  comprobar  el  descubrimiento  se  tomó  en  esta 
Academia.  Hízose  público  el  hallazgo,  y  conforme  á  lo  dispues- 
to en  nuestras  leyes  para  estos  casos,  convino  el  inventor  con 
D.  Antonio  Martínez,  dueño  de  la  tierra,  en  enagenar  los  obje- 
tos extraídos  y  aplicarse  por  mitad  su  valor...  El  disco  es  com- 
pletamente circular,  y  el  diámetro  de  3  2  pulgadas :  es  de  plata 
de  ley  de  976  milésimas,  ó  sean  de  11  dineros  y  17  gramos,  y 
pesa  533  onzas  y  cinco  ochavas.  La  plancha  de  que  está  forma- 
do tiene  de  grueso  desde  una  y  media  hasta  tres  líneas.  Se  en- 
contró doblado  por  la  mitad,  y  para  ello,  el  que  en  lo  antiguo 
lo  enterró,  tuvo  que  partirlo  á  golpes  casi  en  todo  su  diámetro; 
mas  afortunadamente  el  anverso,  ó  sea  el  lado  superior,  que  es 
donde  tiene  las  figuras  del  bajo  relieve  y  demás  emblemas,  al 
doblarlo  ocupó  la  parte  interior,  y  así  se  preservó  de  la  oxida- 


(i)  Memoria  hístór ico-critica  sobre  el  gran  disco  de  Theodosio  encontrado  en 
Almendralejo^  leida  en  la  Real  Academia  de  la  Historia  por  su  anticuario  D.  Anto- 
nio Delgado^  en  Junta  ordinaria  de  g  de  Setiembre  de  rS.fS  (Madrid»  i  849). 


BADAJOZ  531 


ción  que,  por  el  contacto  con  la  humedad  de  la  tierra,  ha  adqui- 
rido el  lado  inferior  ó  sea  reverso  del  disco...» 

Pasando  después  á  describirlo,  dice:  tPor  el  anverso  pre- 
senta un  pórtico  de  cuatro  columnas  istriadas,  cubierto  con  un 
frontón  triangular.  En  el  intercolumnio  del  centro  está  la  figura 
del  Emperador  romano,  sentado  de  frente  en  una  silla  de  pies 
rectos  sobre  un  suppédaneum.  Aparece  vestido  de  una  túnica 
con  mangas  hasta  la  mano,  toda  adornada  de  bordados  por  el 
pecho,  los  hombros  y  los  puños;  y  la  ciñe  al  cuerpo  un  ángulo, 
de  manera  que  es  muy  parecida  á  las  albas  de  nuestros  sacer- 
dotes. Encima  de  esta  túnica  lleva  la  chlamide  adornada  también 
de  bordaduras,  sujeta  al  hombro  derecho  con  uvídi  fíbula^  y  cu- 
briendo el  costado  y  brazo  izquierdo,  dejándole  descubierto  sólo 
el  derecho.  Se  halla  calzado  con  sandalias  bordadas,  que  pare- 
cen incrustadas  de  piedras  y  perlas.  En  la  cabeza  tiene  una  dia- 
dema, y  al  rededor,  figurada  con  puntos  sobre  el  fondo  de  la 
plancha,  la  aureola  llamada  ntmbuSy  á  la  manera  que  vemos 
adornadas  las  cabezas  de  los  ángeles  y  de  los  santos  en  las  pin- 
turas de  la  Edad  media.  Tiene  alzado  el  brazo  derecho,  como  en 
acción  de  entregar  un  volumen  ó  pergamino  que  lleva  en  la  mano. 

»En  cada  uno  de  los  intercolumnios  del  pórtico,  á  la  dere- 
cha y  á  la  izquierda  del  Emperador  que  se  halla  en  el  centro, 
aparecen  asimismo  otros  dos  Emperadores,  también  sentados 
de  frente  en  sillas  sobre  suppedaneos.  Visten  túnicas  de  igual 
forma  que  la  ya  descrita,  cubiertas  con  la  chlamide.  Llevan  en 
la  cabeza  diademas  orladas  del  mismo  nimbus  que  la  del  frente, 
y  sus  calzados  son  también  las  sandalias  ricamente  adornadas. 
El  sentado  á  la  diestra  es  de  aspecto  juvenil,  y  tiene  en  la  mano 
derecha  un  cetro  largo,  que  termina  en  una  empuñadura,  y  á  la 
izquierda  un  globtis  dividido  por  dos  círculos  máximos,  que  se 
cruzan  en  ángulos  rectos.  El  que  está  sentado  á  la  izquierda, 
parece  todavía  de  edad  más  tierna  que  el  anterior;  tiene  en  la 
mano  siniestra  otro  globus^  del  mismo  dispuesto,  y  la  derecha 
alzada  delante  del  pecho  y  sobre  dicho  emblema. 


532  BADAJOZ 


>  Fuera  de  los  intercolumnios  se  ven  cuatro  soldados,  dos  á 
la  derecha  y  dos  á  la  izquierda  de  las  ñguras  de  los  Emperado- 
res ;  tienen  grandes  escudos  ovalados  en  el  brazo  izquierdo,  que 
les  cubren  la  mayor  parte  del  cuerpo,  y  cada  uno  una  lanza  en 
la  mano  derecha:  están  con  la  cabeza  descubierta,  el  cabello 
largo,  peinado  y  recortado  por  delante:  visten  túnicas  cortas 
que  parecen  acolchadas  y  pespuntadas  con  muchos  dibujos,  que 
deben  representar  al  toraxcomackusy  y  calzan  sandalias  de  forma 
sencilla.  Todos  estos  soldados  son  imberbes. 

«Además  de  los  Emperadores  y  de  los  soldados  se  ve  tam- 
bién, como  en  acción  de  dirigirse  á  recibir  el  volumen  del  Em- 
perador del  centro,  un  personaje  con  la  cabeza  descubierta, 
vestido  de  una  túnica  corta  y  sobre  ella  la  chlamide  también 
bordada,  aunque  con  menos  lujo  que  las  descritas,  sujeta  al 
hombro  derecho  con  un  broche  largo  de  forma  distinta  que  las 
fíbulas  de  los  Emperadores:  la  chlamide  abierta  por  este  lado 
le  deja  descubierto  el  costado,  pero  le  cubre  ambos  brazos.  Sus 
sandalias  están  también  bordadas. 

«Hasta  aquí  la  parte  principal  del  dibujo  en  bajos  relieves 
del  disco;  mas  el  pie  del  basamento  ó  gradería  del  pórtico,  es 
decir,  en  lo  que  puede  llamarse  exerge,  hay  una  figura  de  mujer 
recostada,  que  tiene  un  manto  cubriendo  únicamente  la  parte 
inferior  del  vientre  y  sus  piernas,  entre  sus  brazos  una  cornuco- 
pia llena  de  frutos  y  de  flores,  y  la  cabeza  coronada  de  laurel, 
la  apoya  en  el  brazo  y  mano  derechos.  De  su  regazo  sale  un 
niño  alado  en  actitud  de  volar  y  de  ofrecer  al  Emperador  del 
centro  una  flor  con  la  mano  derecha,  y  que  parece  tomada  de 
otras  que  tiene  recogidas  sobre  la  alíenla  entre  el  cuerpo  y  el 
brazo  izquierdo.  Otros  dos  niños,  también  desnudos  y  alados, 
están  delante  de  la  mujer,  al  parecer  rompiendo  el  vuelo  para 
ofrecer  al  mismo  Emperador  que  está  en  el  centro,  el  uno  una 
copa,  y  el  otro  todas  las  flores  y  frutos  que  lleva  asimismo  so- 
bre la  alicula  entre  sus  manos.  En  el  campo  donde  está  recos- 
tada la  mujer,  aparecen  grabadas  varias  cañas  de  trigo  con  es- 


BADAJOZ  $33 


pigas  granadas  y  algunas  plantas  con  flores.  Además  de  las 
fíguras  alegóricas  descritas,  se  notan  dibujos  de  bajo  relieve  en 
los  ángulos  del  ático  que  corona  el  pórtico,  otros  dos  niños  vo- 
lando, uno  á  cada  lado,  y  como  conduciendo  al  Emperador  del 
centro  flores  sobre  paños:  por  manera  que  son  cinco  los  genios 
así  figurados. 

»En  toda  la  circunferencia  del  disco  hay  una  media  caña  de 
una  pulgada  de  ancho,  y  entre  esta  y  el  pórtico  se  encuentra  la 
inscripción  circular  que  dice  así:  DN  THEODOSIVS  PERPET. 
AVG.  OB  DIEM  FELICISSIMVM.  X. 

>Las  letras  están  marcadas  con  líneas  profundas,  y  labo- 
readas con  puntos  en  su  rededor;  por  manera  que  con  tales 
adornos  aparecen  gruesas.  Dentro  del  grabado  de  las  letras  se 
perciben  ángulos  pequeños,  residuos  de  hojuelas  de  oro  con  que 
sin  duda  estuvieron  cubiertas. 

>E1  reverso  del  disco  está  completamente  liso;  pero  en  el 
centro  tiene  un  aro  ó  anillo  del  diámetro  de  1 1  pulgadas,  que 
resalta  sobre  el  fondo  1 1  líneas,  lo  cual  indudablemente  demues- 
tra que  sólo  podía  servir  para  engastarle  ó  sujetarlo  en  alguna 
otra  pieza  separada.  En  la  parte  interior  del  aro  se  perciben  di- 
ficultosamente, formados  con  puntos,  los  siguientes  caracteres: 
HOC  IN  MET. 

>E1  inventor  del  disco  procuró  desdoblarlo,  y  como  estaba 
partido  en  casi  todo  su  diámetro,  concluyó  por  dividirlo  en  dos 
partes  próximamente  iguales,  resultando  que  la  rotura  le  atra- 
viesa entre  las  palabras  Theodosius  y  la  de  Perpet^  corta  el  án 
guio  derecho  del  tímpano,  la  diadema  y  nimbus  del  Emperador 
del  mismo  lado,  la  cabeza  del  personaje  que  se  acerca  al  trono, 
y  destruye  casi  completamente  el  cuerpo  del  niño  alado  que  en 
el  exergo,  frente  á  la  mujer  recostada,  ofrece  la  copa.  Además, 
sea  por  los  golpes  que  en  lo  antiguo  llevó  para  doblarlo,  ó  sea 
por  los  que  recientemente  le  dieron  para  desdoblarlo,  es  lo 
cierto  que  la  Academia  lo  adquirió  todo  abollado,  impidiendo 
que  pudieran  cómodamente  unirse  las  partes,  para  formar  con- 


534  BADAJOZ 


cepto  de  sus  dibujos  y  emblemas.  El  hábil  artista  D.José  Nava- 
rro, á  quien  se  encargó  de  esta  difícil  restauración,  la  ha  ejecu- 
tado satisfactoriamente,  consiguiendo  que  puedan  entrar  en 
contacto  las  partes  divididas...» 

El  resumen  que  hace  el  Sr.  Delgado  en  su  trabajo  es  este: 
tQue  este  disco  fué  mandado  construir  por  el  emperador 
Theodosio  el  Grande  en  el  día  de  sus  quindecenales,  celebrados 
el  19  de  Enero  del  año  393  de  la  era  cristiana:  Que  en  estas 
funciones  coincidió,  si  no  en  el  mismo  día,  en  los  próximos  ante- 
riores, el  nombramiento  de  Augusto,  y  consiguiente  elevación 
del  imperio,  hecha  por  Theodosio  á  favor  de  su  hijo  menor  Ho- 
norio: Que  también  en  su  tiempo  Theodosio  con  sus  hijos  Ar- 
cadio  y  Honorio,  fueron  reconocidos  en  la  Lusitania  como  úni- 
cos soberanos  legítimos,  después  de  muerto  Valentiniano  el 
joven:  Que  representa  el  acto  de  entregar  á  un  magistrado  de 
provincia  el  libro  de  los  preceptos  para  desempeñarlo,  lo  cual 
debió  verificarse  en  el  acto  de  los  quindecenales,  porque  enten- 
diéndose que  estas  funciones  aludían  á  la  prorrogación  del  im- 
perio, de  la  misma  manera  los  Emperadores  debían  también 
prorrogar  ó  conferir  de  nuevo  el  mando  de  las  provincias  á  los 
delegados  de  su  poder:  Que  este  disco  es  un  clupeo  ó  clypeo 
de  aquellos  que  los  Emperadores  mandaban  construir  con  sus 
imágenes,  para  sus  aclamaciones,  y  para  que  sirviesen  á  los  ma- 
gistrados en  los  actos  públicos,  llevándolos  delante  de  sí  y 
teniéndolos  presentes  al  juzgar  en  los  tribunales:  Que  debía 
colocarse  en  la  Curia,  sobre  una  columnata,  sostenida  en  un  trípo- 
de, y  también  en  el  vexilo  ó  estandarte  que  precedía  á  la  perso- 
na de  los  rectores  ó  presidentes  de  provincia  en  los  actos  públi- 
cos: por  último:  Que  fué  construido  en  Constan tinopla,  precisa- 
mente, como  otros  que  tenían  un  destino  análogo,  porque  en 
este  punto  residía  Theodosio,  y  era  donde  únicamente  podían 
fundirse  y  labrarse,  pues  allí  estaban  los  empleados  encargados 
de  que  se  construyesen  con  perfección  y  decoro.  De  las  ilustra- 
ciones sentadas,  se  deduce  también  la  utilidad  del  descubrimien- 


BADAJOZ  535 


to  del  disco,  para  los  estudios  históricos  y  aun  para  los  artísti- 
CQS,  bajo  diferentes  aspectos  que  se  pasan  á  exponer: 

>  I  .^  Porque  da  á  conocer  la  importancia  que  conservaban 
las  funciones  quinquenuales  en  tiempo  del  emperador  Theodo- 
sio,  respetando,  si  bien  por  férula,  la  prorrogación  del  imperio, 
como  cuando  por  primera  vez  fué  confiado  á  Octavio  César. 

t2.°  Porque  demuestra  que  en  estas  funciones  los  Empe- 
radores procuraban  hacer  los  nombramientos  de  los  delegados 
de  su  poder  en  las  provincias. 

>3.°  Porque  nos  ha  transmitido  en  buena  conservación  y 
con  los  mayores  detalles,  el  traje  que  los  Emperadores  vestían 
en  aquellas  solemnidades,  y  los  que  asimismo  usaban  los  do- 
mésticos y  palatinos. 

»4.°  Porque  prueba  terminantemente,  que  Honorio  fué 
nombrado  Augusto  el  día  lo  de  Enero  del  año  393,  conforme 
al  texto  del  escritor  eclesiástico  Sócrates,  y  de  la  Miscella  hisio- 
rüe^  hasta  aquí  puestas  en  duda. 

>  5  .^  Porque  también  demuestra  que  Theodosio  fué  acla- 
mado como  Emperador,  en  la  Lusitania,  después  de  la  muerte 
de  Valentiniano  el  joven,  y  que  en  esta  provincia  no  reconocie- 
ron al  tirano  Eugenio,  como  por  algunos  se  ha  creído. 

f  6.^  Porque  nos  presenta  la  forma  que  tenían  las  imágenes 
imperiales  que  se  remitían  á  provincias,  y  de  que  usaban  los 
magistrados  desempeñando  sus  cargos,  las  cuales  hasta  ahora 
no  han  sido  bien  conocidas ;  y  en  ñn  : 

f  Porque  nos  da  una  idea  exacta  del  estado  de  las  artes 
en  tiempo  de  Theodosio,  y  de  la  transición  del  estilo  greco-ro- 
mano al  bizantino,  f 

Hasta  aquí  el  Informe  presentado  á  la  Academia  por  el 
señor  Delgado.  El  disco  tiene  en  sí  tanta  importancia,  que  todas 
las  demás  Academias  de  Europa  y  Sociedades  históricas  y  artís- 
ticas se  apresuraron  á  estudiarlo,  reproduciéndolo  por  medio  del 
grabado,  la  fotografía  ó  el  dibujo,  distinguiéndose  de  entre 
todas  estas  corporaciones,  que  hemos  dado  en  llamar  sabias,  la 


53^  BADAJOZ 

de  Viena,  en  la  que  Arneth,  director  del  gabinete  imperial  de 
monedas  y  antigüedades,  ilustró  el  Informe  del  Sr.  Delgado 
con  atinadas  observaciones. 

Pero  ninguno  de  estos  académicos  ha  dicho  hasta  ahora  para 
qué  funcionario  pudo  Theodosio  fundir  en  Constantinopla  este 
precioso  clypeo  encontrado  en  Almendralejo,  y  este  es  otro 
dato  por  esclarecer  en  la  historia  de  este  monumento  tan  deba- 
tido  entre  los  académicos  de  Europa. 

Por  los  años  de  360  era  gobernador  consular  de  la  Lusita- 
nia,  Vettio  Agorio  Pretextato,  según  una  lápida  que  hemos  leído 
en  el  Museo  Capitoliano.  Sucedióle  en  el  mando  Lucio  Nonio 
Vero.  Según  una  lápida  hallada  en  Módena,  patria  del  referido 
y  publicada  por  Grutero,  este  Lucio  Nonio  Vero  fué  Presidente 
de  la  Lusitania  en  390,  por  nombramiento  de  Theodosio,  y  ejer- 
ció el  cargo  hasta  402,  comprendiéndole,  por  tanto,  en  el  pues- 
to de  Presidente  en  la  Lusitania  (con  residencia  en  Mérida),  las 
ñestas  del  19  de  Enero  del  año  393,  en  que  tuvieron  lugar  las 
quindecenuales  de  Theodosio  el  Grande,  y  la  proclamación  de 
Augusto  como  Emperador,  hecha  por  él  á  favor  de  su  hijo  menor 
Honorio,  dato  que  nos  era  importantísimo,  pues  proclamado  y 
reconocido  en  la  Lusitania  por  Emperador  el  hijo  de  Theodosio, 
sabemos  el  funcionario  que  dirigió  esta  elección,  presidió  las 
ñestas  (i),'y  al  que  indudablemente  mandó  desde  Constantino- 
pla Theodosio  este  clypeo,  cuando  le  confirmó  en  el  cargo  de 
Pretor  y  Gobernador  de  la  Lusitania. 


(i)  Lucio  Nonio  Vero.  Hay  una  lápida  hallada  en  Módena  que  la  publica  ente- 
ra Grutero,  y  por  ella  Lucio  Nonio  Vero  fue  Presidente  de  la  Lusitania,  Corrector 
de  la  Puglia  y  de  la  Calabria,  Vicario  Prefecto  por  la  Italia,  con  otros  cargos.  Su 
presidencia  en  la  Lusitania  la  tuvo  bajo  el  imperio  de  Theodosio  el  Grande,  por 
los  años  de  trescientos  noventa.  Fernández  Pérez:  Historia  de  Mérida^  pág.  83.  . 


CAPITULO  XIX 


Villafranca  de  los  Barros  y  Los  Santos  de  Maimona. 
I^  Segeda  de  los  celtas  y  Restituía  Julia  romana.— Azafira  en  la  Kdad-media. 

La  jEamilia  de  Suárez  de  Figueroa. 
Zafra  en  los  tiempos  modernos.  —  Sus  hombres  célebres 


I 


ATORCE  kilómetros  de  Almendralejo  está  Villa- 
franca  de  los  Barros  que,  como  Villa-garcía, 
Villa-gonzalo,  Villa  alba  ó  sea  Villa-blanca,  Villa- 
nueva  del  Fresno,  Villa-nueva  de  la  Serena, 
Villa -arta,  ó  Villa -harta  de  los  montes,  tiene 
el  nombre  de  Villa  y  un  apellido  que  indica 
su  situación  ó  la  distingue  de  las  otras.  £1 
que  lleva  esta  Villafranca  lo  toma  por  estar  en  la 
región  denominada  de  los  Barros.  Población  antigua,  se  conoció 
en  tiempo  de  los  romanos  con  el  nombre  de  Pereyana^  y  vesti- 
gios tiene  su  suelo  de  los  pobladores  del  imperio. 

Su  parroquial,  del  siglo  xvi,  tiene  una  portada,  la  del  Per- 
dón, que  es  de  muy  buen  gusto ;  pero  el  edificio  resulta  abiga- 
rrado y  de  estructura  detestable,  en  su  interior  mayormente. 


68 


53^  BADAJOZ 


Trece  kilómetros  más  allá  de  esta  villa  se  encuentra  la  de 
Los  Santos  de  Maimona,  conocida  en  tiempo  de  los  romanos 
por  el  nombre  de  Segeda-Augurina^  asentado  donde  hoy  se  ve 
un  arruinado  castillo  que  seguramente  es  de  época  romana,  aca- 
so de  los  últimos  tiempos  de  Trajano. 

Creen  algunos  que  el  nombre  actual  de  esta  villa  es  lo  mis- 
mo que  Los  Santos  de  Marimona  ó  Marta-mona^  y  añaden  que 
este  pueblo  ha  debido  tener  alguna  de  las  antiguas  estatuas  de 
animales  como  las  que  se  ven  junto  al  monasterio  de  Guisando 
y  había  en  Baños  de  Montemayor,  Salamanca  y  otras  ciudades 
antiguas,  y  como  el  vulgo  á  todas  las  estatuas  ó  simulacros  los 
suele  llamar  santos,  á  las  que  hubiese  en  este  sitio,  por  ser  de 
estructura  tan  tosca,  las  daría  el  nombre  burlesco  de  Marimo- 
na (i);  pero  todas  estas  suposiciones  son  fantásticas,  porque  de 
Segeda-Augurina  no  quedan  recuerdos,  y  los  restos  de  su  cas- 
tillo denuncian  la  mano  de  sus  fundadores,  los  romanos,  sin  que 
tengamos  noticias  del  origen  moderno  del  nombre  de  esta  villa 
que  no  guarda  punto  de  analogía  con  el  antiguo. 

Madoz  dice  (2)  que  su  castillo  (situado  al  E.)  se  llamó  de 
Marimón^  y  siendo  este  nombre  árabe,  no  concuerda  con  el  ori- 
gen de  esta  fortaleza,  que  más  que  castillo,  fué  una  atalaya  en 
defensa  de  las  antiguas  vías  romanas  que  confluían  al  pie  del 
cerro  en  que  se  elevaba. 

Era,  pues,  este  castillo,  como  ya  se  ha  dicho,  un  baluarte 
resistente  y  estratégico,  dada  su  situación;  de  manera  que  pue- 
de considerarse  como  la  única  fortaleza  de  Segeda-Augurina  en 
sus  primitivos  tiempos,  como  lo  demuestran  las  lápidas  encon- 
tradas en  su  suelo  en  épocas  anteriores. 

Vestigios  se  encuentran  en  las  inmediaciones  de  Los- Santos, 
para  justificar  su  antigüedad  y  correspondencia  con  la  Segueda- 
Augurina  de  los  romanos. 


(i)    Paredes  y  Guillón,  en  Origen  del  nombre  de  Extremadura  ( Plasencia, 
1886). 

(2)    Diccionario  geográfico-estadistico-hislórico^  tomo  XIII,  pág.  8«>  3- 


BADAJOZ  539 


En  el  siglo  xvii,  cuando  se  labraba  el  templo  de  Nuestra 
Señora  de  la  Estrella,  situado  en  las  afueras  de  la  villa,  se  en- 
contraron lápidas  sepulcrales  y  miliarias  con  inscripciones  que 
no  trataron  de  traducir.  Estas  miliarias  corresponderían  induda- 
blemente á  la  vía  romana  que  había  de  Mérida  á  Sevilla  por  la 
parte  de  Villafranca  de  los  Barros  {Pereyand)^  Los-Santos 
{Segueda-Augurtna)^  Zafra  {Segedd)^  Usagre  {Ur sarta  ó  Urbs- 
Sacra),  Villagarcía  {ínter eamnid),  Llerena  [Regina  Tur dulo- 
rum  y  Reina  [Regianá),  en  dirección  á  Guadalcanal  {Canaca- 
Sisapó)  y  cuyas  mansiones  principales  vemos  señaladas  en  los 
itinerarios  en  esta  forma: 

De  Emérita  á  Regiana 56  millas 

De  Regina  á  Celti 44      » 

100 

Otra  vía  pasaba  por  Los -Santos;  la  de  Sierra-Morena 
{Mons  Marianus)  á  Mérida,  y  cuyas  mansiones  principales  eran 
estas : 

De  Mons-Marianus  á  Curica.       .       .  49  millas 

A  Centributa 24      » 

A  Pereciana 20      > 

A  Emérita 24      » 

117 

Los  vestigios  de  esta  calzada,  en  lo  que  cruza  por  Extrema- 
dura, se  descubren  desde  la  dehesa  de  Santa  Julia  y  la  del 
Encinar,  entre  Valencia  del  Ventoso  y  Calzadilla,  Monasterio, 
Medina  de  las  Torres,  Zafra,  LosSantos,  juntándose  con  la  otra 
vía  que  anteriormente  describimos,  en  Villafranca  de  los  Barros 
y  que  moría  en  Mérida. 

La  fortaleza  fué  después  ocupada  por  los  godos,  y  en  la 
invasión  de  los  árabes,  después  del  famoso  sitio  y  toma  de  Mé- 
rida, por  Muza,  un  capitán  bizarro  de  este  caudillo,   llamado 


540 


BADAJOZ 


Marimón,  ganó  la  fortaleza ;  la  cual  fortificó  para  su  residencia, 
sirviéndole  también  como  baluarte  en  la  frontera  de  Andalucía. 
En  tiempos  de  Fernando  III  fué  conquistada  esta  fortaleza  por 
las  huestes  cristianas,  cuando  ya  el  pueblo  iba  extendiéndose  á 
sus  faldas,  en  una  feraz  llanura  de  viñedo,  olivos  y  encinares. 

Hoy  sólo  resta  de  este  castillo  ruinas  y  escombros,  que  han 
inspirado  á  un  poeta  contemporáneo  estrofas  inspiradísimas  (i). 

Hasta  hace  poco  existía  en  Los-Santos  el  antiguo  palacio  de 
una  encomienda  santíaguista,  conservándose  aún  las  extensas 
arcadas  de  su  amplio  patio,  su  pórtico  blasonado  con  el  escudo 
heráldico  de  la  orden  y  su  alto  torreón  ya  ruinoso  á  un  ángulo 
del  severo  edificio. 

Pero  lo  que  hay  de  más  notable  en  la  villa  es  seguramente 
su  templo  parroquial  de  Nuestra  Señora  de  los  Ángeles.  Su  in- 
terior, que  es  espacioso,  está  dividido  por  tres  amplias  naves, 
separadas  entre  sí  por  grandes  arcadas  góticas,  sostenidas  por 
enormes  y  gallardas  columnas  de  granito  del  país. 


(i)  Nos  referimos  á  D.  Acacio  Cáceres  y  Prat,  quien  en  su  Historia  lúgubre^ 
poema  que  dedicó  á  su  madre,  nacida  en  Los-Santos,  tiene  versos  como  los  si- 
guientes : 


«Mansión  de  eternos  encantos, 
un  pueblo  reposa  allí : 
es  el  pueblo  de  Los  Sanios^ 
pueblo  de  recuerdos  tantos, 
tan  sagrados  para  mí. 

Con  sus  huertas  y  olivares, 
con  su  torre  que  descuella 
dominando  sus  hogares, 
con  sus  viñas  y  encinares, 
con  su  ermita  de  la  Estrella. 

Y  allá  las  ruinas  desiertas 
de  un  castillo  que  corona 
un  cerro  sobre  sus  huertas, 
¡  quizás  las  historias  muertas 
de  Los  Santos  de  Maimona ! 

De  los  árabes  hechura 
en  sus  tiempos  más  lejanos, 
fué  tal  vez  su  sepultura, 
al  vencerlos  en  la  altura 
los  valientes  castellanos. 


Con  torres,  puentes  y  fosos, 
tal  vez  fuera  aquel  castillo, 
en  sus  tiempos  más  gloriosos, 
albergue  de  poderosos 
señores  de  horca  y  cuchillo. 

Hoy  ruinas,  escombros,  nada, 
ni  un  resto  monumental 
de  su  grandeza  pasada, 
ni  el  pendón  de  la  mesnada 
de  aquel  castillo  feudal. 

Ya  sus  torreones  gruesos 
cayeron,  y  en  cerro  inculto 
yacen  sus  muros  espesos, 
como  los  fósiles  huesos 
de  un  cadáver  insepulto. 

Y  el  pueblo,  al  pie  del  sombrío 
montón  de  tétricas  ruinas, 
agrupa  su  caserío 
con  un  arroyo  por  río, 
entre  olivares  y  encinas...» 


LOS  SANTOS  DE  MAIMONA.- Puerta  del  perdón 


Desde  los  capiteles  jónicos  arrancan  los  apuntados  arcos, 
los  cuales  ramificándose  después  en  nervios  de  piedra  bordan 
las  altas  bóvedas  del  templo.  Las  capillas  mayor  y  lateral  del 
crucero  son  posteriores  á  la  construcción  de  las  naves  centrales; 
resultando  mezquinas,  y  alterando  la  gravedad  y  grandeza  del 
gótico  edificio. 

£1  exterior  de  esta  parroquia,   que  es   sencillo,  ofrece  no 


LOS  SANTOS  DE  MAIMONA.-Ntra,  Sra.  de  la  Estrella 

obstante  el  detalle  arqueológico,  que  es  la  historiada  puerta  lla- 
mada del  Perdón.  Es  obra  ésta  del  renacimiento,  abundando  en 
detalles  primorosos,  y  decorada  profusamente  con  capiteles, 
columnitas,  hornacinas,  hojarascas,  cresterías  y  escudos,  todo 
del  mejor  gusto  y  en  las  mejores  proporciones. 

Otra  cosa  es  la  ermita  de  Nuestra  Señora  de  la  Estrella, 
situada  como  á  dos  kilómetros  de  la  villa,  y  á  la  cual  se  va  por 
ancho  paseo  guarnecido  por  frondoso  arbolado.  Da  entrada  al 
amplio  patio  de  este  santuario  un  gran  templete  de  mamposte- 


BADAJOZ  $43 

ría,  el  cual  sombrea  un  alta  terraza,  sobre  la  que  descuella  la 
blanca  espadaña  del  campanario.  Al  frente  de  aquel  patio  se 
ostenta  la  extensa  galería  formando  un  espacioso  ángulo,  que  á 
manera  de  corrido  porche,  guarnece  la  fachada  del  edificio.  Co- 
ronan su  techumbre  la  gallarda  cúpula  central  y  dos  torrecillas 
de  las  capillas  laterales,  ofreciendo  un  conjunto  agradable. 

Su  interior  formado  por  tres  naves  ofrece  de  notable  la  capi- 
lla mayor  cerrada  por  su  orlada  reja  en  el  arco  redondo  del 
crucero;  su  retablo  de  estuco  en  el  cual  se  abre  el  arco  del  ni- 
.cho,  en  que  se  ostenta  la  imagen  de  la  Virgen,  y  el  camarín 
estucado  primorosamente  y  en  cuyo  centro  se  ve  el  trono  que 
sostiene  la  referida  imagen. 

El  decorado  de  la  parroquial  de  Nuestra  Señora  de  los  Án- 
geles, como  el  de  la  ermita  de  Nuestra  Señora  de  la  Estrella,  es 
muy  pobre ;  conviene,  sin  embargo,  citar  el  cuadro  de  la  Virgen 
de  las  Angustias  que  decora  la  ermita,  obra  muy  notable,  que 
los  inteligentes  atribuyen  al  maestro  Zurbarán,  sin  bastante  fun- 
damento para  ello.  Es  este  cuadro  de  su  escuela,  y  acaso  se 
deba  á  algún  discípulo  de  este  pintor,  pero  seguramente  no  es 
del  maestro. 


II 


Nueve  kilómetros  después  de  Los  Santos-aparece  Zafra,  uno 
de  los  pueblos  más  antiguos  que  cuenta  Extremadura.  Los  cel- 
tas la  fundaron  cerca  de  seiscientos  años  antes  de  Cristo,  bajo 
el  nombre  de  Segeda^  al  decir  ^de  Viu  (i),  y  Reyes  Ortiz  de 
Thovar  la  incluye  entre  los  pueblos  de  la  Beturia  turdetana  (2). 


(i)    Extremadura,  tomo  I,  pág.  350. 

(2)    Partidos  triunfantes  de  la  Beturia  túrdula^  con  todas  las  poblaciones  libres 
comprendidas  bajo  el  circo  de  quince  leguas  de  la  villa  de  Hornachos  (Ms.) 


544  BADAJOZ 


Concuerdan  varios  autores  en  su  origen  céltico  y  la  consideran 
como  ciudad  importante  entre  las  que  tenían  los  turdetanos 
viejos,  pues  como  Ursaria  (Usagre),  Burguis  (Burguillos)  y 
Arsa  (Aznaga)  sonó  ya  en  las  guerras  de  Viriato. 

Á  la  venida  de  los  romanos,  y  cuando  por  las  guerras  de 
los  celtas  con  éstos  fué  destruida  Segeda^  los  legionarios  de 
Augusto  la  poblaron  y  engrandecieron  según  Plinio,  dándole  el 
nombre  de  Restituía  Julia^  levantando  dentro  de  ella  monu- 
mentos y  ediñcios  públicos,  siendo  uno  de  éstos  el  Circo,  hecho 
comprobado  por  la  lápida  que  publica  Rodrigo  Caro  (i)  y  que 
dice  así: 

L.  Valerivs.  Amandvs 
A.  L.  Valerivs.  Lvcvmo 
PoDivM.  iN.  Circo.  P.  Dec 
Ob.  Honorem.  llllll.   VlR 

Ex.  Decreto.  Decvrionvm 
D.  S.  P.  F.  C. 

Dícese  en  esta  inscripción  que  hubo  en  Segeda  un  Circo  y 
que  los  Valerios,  Amando  y  Lúcumo,  hicieron  en  él  un  podio  ó 
balaustrada  de  su  propio  peculio,  autorizados  por  decreto  de  los 
Decuriones^  y  en  honor  del  Sexvirato,  Este  personaje  era  de 
los  denominados  AugustaleSy  especie  de  sacerdotes  muy  raros 
en  España,  porque  sólo  residían  en  las  poblaciones  más  impor- 
tantes de  la  república. 

No  sabemos  el  lugar  que  ocupó  este  Circo,  ni  otras  noticias 
se  guardan  de  él  en  los  anales  extremeños,  pero  de  sus  tiempos 
son  estas  otras  inscripciones  que  trae  Caro  y  Viu,  como  encon- 
tradas en  Restituía  JtUia: 

Appoleia.  M.  F.  Broncina 
H.  S.  E.  SiT.  Tibí.  Terra 
Levis.  ^ 


( i )    Antigüedades  y  Principado  de  la  Ilustrisima  Ciudad  de  Sevilla,  y  Chorogra- 
phia  de  su  convento  jurídico  ó  antigua  Chancilleria  (Sevilla,  1639.) 


Badajoz  '545 

Esto  es:  Appoleya  Brocina,  hija  de  Marco,  está  aquí  sepul- 
tada. Séale  la  tierra  leve. 

DiDiAE.  L.  F.  Severinae 

Ex.  Testamento.  Fabii 

TvRPiNi.  Mariti.  Eivs 

Q.   POMPEIVS.   Bosivs 

Priscvs.  ET.  Dida.  Severina 
Haer.  V.  S. 

Es  una  sepulcral  que  dice  así:  Á  Didia  Severina,  hija  de 
Lucio,  en  virtud  de  disposición  testamentaria  de  su  marido  Fa- 
bio  Turpino,  cumplieron  una  promesa  ó  voto  sus  herederos 
Quinto  Pompeio  Bosio  Prisco  y  Didia  Severina. 

L.  LvcvLVS.  Marivs 
Enervs.  V.  S.  L. 

Lucio  Lúculo  Mario  Enero,  cumplió  con  gusto  un  voto. 

María.  M.  F.  Marcela 
Ann.  XXV.  H.  S.  E. 

María  Marcela,  hija  de  Marco,  de  venticinco  años  de  edad, 
está  aquí  sepultada,  etc. 

L.  Esperata.  Segenensis 
Ann.  XXXXV.  H.   S.   E 

l.  qvaternvs.  vxori 

Et.  L.  Cincinatvs.  Matri 

Optvm.  Reposvervnt. 

Esto  es,  que  Lucia  Esperata,  natural  de  Segeda,  de  edad 
de  cuarenta  y  cinco  años,  está  aquí  sepultada.  Lucio  Cuaterno, 
su  marido,  y  Lucio  Cincinato,  su  hijo,  volvieron  á  poner  (ó  re- 
novaron) esta  lápida. 

En  1748  halló  esta  otra  el  presbítero  Rojas  y  Vicente  (i): 


(i)    Papel  suelto  en  la  Academia  de  la  Historia,  legajo  número  9. 
69 


5  j6  BADAJOZ 


AixiA.  Severa 
Igueditana 

ann  xxn 

n.  S.  E.  T.  T.  L. 
Allia.  Modesta 
Mater 
F.  C. 

Otros  restos  romanos  se  han  encontrado  en  esta  ciudad,  no 
siendo  el  menos  importante  de  ellos  la  estatua  de  Julio  César, 
con  ropaje  consular,  sin  cabeza,  que  está  en  el  patio  anterior  de 
la  iglesia  de  las  Clarisas,  donde  fué  hallada  en  1428,  cuando  se 
labró  la  antigua  iglesia.  Los  pliegues  del  ropaje  son  elegantes  y 
lo  mismo  las  sandalias.  La  escultura,  en  tiempos  de  los  primeros 
cesares,  apenas  desdecía  de  la  antigua  Grecia. 


III 


Los  godos,  en  su  invasión  por  la  Lusitania,  entraron  en 
Restituía  Julia^  destruyeron  su  fortaleza  y  sometieron  la  ciudad 
á  las  mayores  vejaciones. 

Los  moros  la  poblaron  y  engrandecieron,  haciendo  de  ella 
un  punto  comercial  de  los  más  importantes  que  contaron  en  todo 
el  Algarbe  y  la  Lusitania.  En  el  mes  de  Safar,  durante  todas 
sus  lunas,  celebraron  desde  el  siglo  ix  una  feria  ó  mercado  que 
duraba  40  días,  viniendo  á  él  gentes  de  Lisboa,  Sevilla,  Toledo 
y  Salamanca  con  ganados  y  productos  de  todos  los  países.  Por 
esto  los  árabes  le  llamaron  desde  un  principio  Zafar ^  con  oca- 
sión de  esta  feria  celebrada  en  ella  por  entonces,  en  Junio  (Sa- 
far  en  árabe)  y  que  ahora  se  ha  trasladado  á  Setiembre,  por  lo 
que  se  le  denomina  feria  de  San  Miguel,  porque  en  este  día 
están  en  su  mayor  apogeo  sus  contrataciones. 


BADAJOZ  547 

Hicieron,  pues,  los  árabes  de  Zafra  una  ciudad  muy  princi- 
pal, y  sobre  todo  una  región  agrícola  importante  de  todo  su 
territorio,  donde  se  encontraban  pueblos  como  La-Alconera, 
La-Haba,  La-Lapa,  Medina  de  las  Torres,  LaParra,  La-Morera 
y  Los-Santos,  que  eran  verdaderas  colonias  agrícolas. 

En  1229  el  maestro  de  Alcántara  Frey  D.  Arias  Pérez,  que 
hizo  la  guerra  al  rey  Beneut,  entró  en  Zafra,  que  la  gobernaban 
los  infieles,  sosteniendo  gran  combate  con  ellos,  después  de  largo 
y  tenaz  sitio  á  su  castillo.  Éste  volvió  poco  después  al  poder  de 
infieles  que  le  codiciaban  por  su  gran  fortaleza.  Once  años  más 
tarde  el  rey  D.  Fernando  III  cruzó  las  fronteras  de  moros 
por  Extremadura,  y  en  1 240  les  ganó  Zafra,  sometiéndola  á  los 
cristianos  con  otras  villas  y  castillos  de  la  mayor  importancia. 
En  1 284  se  contaba  entre  las  ciudades  y  villas  que  componían 
el  feudo  dotal  de  la  reina  D.*  María,  mujer  de  D.  Sancho  IV, 
llamado  el  Bravo.  Más  tarde,  D.  Gómez  Suárez  de  Figueroa, 
Señor  de  Feria,  la  compró  al  rey  D.  Enrique  III  el  Doliente^  y 
por  privilegio  dado  en  28  de  Febrero  del  año  de  1394,  suscrito 
por  este  monarca,  formó  parte  de  los  estados  del  referido  se- 
ñor. En  1437  los  descendientes  de  D.  Gómez  reedificaron  de 
nuevo  el  castillo  en  Zafra,  como  en  la  actualidad  se  conserva,  y 
según  se  dice  en  varias  inscripciones  que  se  hallan  fijas  en  los 
muros  de  tan  memorable  Alcázar,  sirvió  desde  entonces  de 
suntuosa  morada  á  sus  dueños,  que  ya  en  1 460  eran  Condes  de 
Feria,  y  en  1567  Duques,  con  la  Grandeza  de  primera  clase. 

Este  Ducado  fué  desde  su  origen  uno  de  los  más  importan- 
tes de  Extremadura  por  los  pueblos  que  comprendía,  pues 
en  1399,  cinco  años  después  de  comprar  Zafra  los  señores  de 
Feria,  formaban  ya  sus  estados  1 6  pueblos,  denominados,  según 
Henrico  Coquo  Gorcomio  Batavo  (i),  así.  Asafrce  (Zafra),  Em- 


(1)  Hispania  herocé  descripta^  ejus  ei  Indiarum  regi  Catholico  Philipo  Secundo 
austrio,  Caroli  Quinli  imperio  heredi.  Óptimo,  Máximo^  dicata,—  Autore  Henrico 
Gorcomio,  Batavo,  notario  apostólico  et  ex  equestri  Re¿?ii  corporis  custodia  Gesi- 
fero. 


548  BADAJOZ 


porium  (Feria),  Alva  (Villalba),  Salva-terra  (Salvatierra),  Do^ 
muS'Falconum  (Alconera),  Amigdalus  (Almendral),  Vitis  (La- 
Parra),  Nux  (Nogales),  Morus  (La-Morera),  Curia- Pugnar um 
(Corte  de  Peleas),  Salva-leo  (Salvaleón),  Turris  (La-Torre  de 
Miguel  Sexmero),  Sánela  Martha  (Santa  Marta),  Titania  (So- 
lana), Valentía  Boni*Bovis  (Valencia  del  Mombuey)  y  Oliva 
(Oliva).  Este  autor,  archero  alemán  que  acompañó  á  Felipe  II 
en  varias  expediciones  militares,  dedica,  en  la  obra  que  escribió 
sobre  España,  una  parte  á  Extremadura,  mejor  dicho,  al  duca- 
do de  Feria  (i),  dando  á  sus  pueblos  nombres  que  ya  en  el 
siglo  XI v  habían  dejado  por  los  que  en  la  actualidad  llevan. 

El  castillo  ó  alcázar  de  Zafra  es  obra  notable.  Está  situado 
al  extremo  £.  de  la  villa,  desde  donde  la  domina.  Sus  almenas 
y  esbeltos  torreones  sobresalen  sobre  todos  los  edificios  de  la 
población,  presentando  desde  lejos  un  panorama  muy  sorpren- 
dente. Esta  fortaleza,  incorporada  á  la  muralla  por  sus  costa- 
dos N.  y  S.,  es  de  arquitectura  árabe,  y  en  su  centro  se  edificó 
en  el  año  de  1437,  V^^  mandato  de  D.  Lorenzo  Suárez  de  Fi- 
gueroa,  el  alcázar  que  habitaron  por  muchos  años  después  los 
condes,  y  más  tarde  duques  de  Feria.  Fué  reparado  en  1 707 
cuando  la  guerra  con  Portugal,  y  en  18 10  los  franceses  obran 
en  él  agregándole  el  edificio  de  Santa  Marina,  que  fortificaron 
convenientemente,  estableciendo  en  él  el  hospital  militar  y  ha- 
ciéndolo sin  punto  de  apoyo  para  proteger  las  comunicaciones 
entre  Badajoz  y  Sevilla. 

El  patio  interior  del  castillo  es  del  siglo  xvi,  y  ofrece  una 
vista  encantadora.  Es  un  perfecto  cuadro  de  300  metros  cua- 
drados. Sus  columnas  son  de  mármol,  las  del  piso  bajo  áticas, 
y  las  del  superior  redondas.  Los  cubos  y  torreones  se  con- 
servan en  toda  la  pureza  de  su  primitiva  construcción.  Puede 


(1)  Asafree  nobüisimi  Turdetanorum  Beturias  oppidi  ducaiusque  Emporiiani 
brevis  descriptio  Ad  ilustrissimum  ejes  Ducem.—  Authore  Henrico  Coquo  Gorcomio 
Batavo,  notario  apostólico. 


BADAJOZ  549 


decirse  muy  bien  que  este  alcázar  es  la  obra  mejor  que  conserva 
Extremadura  de  entre  todas  las  que  cuenta  del  siglo  xv,  pues 
ni  en  el  fondo  de  todo  ella,  ni  en  sus  altas  líneas  muradas,  se  han 
hecho  reformas  y  está  hoy  como  cuando  se  hizo  en  1437. 

Hasta  pocos  años  conservó  Zafra  las  murallas,  que  fueron 
renovadas  en  principios  del  siglo  xv.  Tenía  la  villa  cuatro  puer- 
tas colocadas  á  igual  distancia,  y  denominadas  del  Cubo,  de  Los 
Santos,  de  Sevilla  y  de  Jerez.  Entre  ésta  y  la  del  Cubo  se  ha- 
llaba un  portillo  llamado  del  Niño,  y  en  1820  se  derribó  otro 
que  llamaban  de  Puerta-Nueva,  situado  entre  la  de  los  Santos 
y  el  Castillo.  Estas  dos  puertas  fueron  construidas  en  1 641,  en 
los  comienzos  de  la  guerra  con  Portugal. 


IV 


Unidos  á  estos  recuerdos  históricos  van  los  señores  de  Feria, 
más  tarde  condes  y  después  duques  de  esta  histórica  villa,  título 
vinculado  en  la  familia  de  los  Suárez  de  Figueroa,  que  recono- 
ce como  progenitor  al  famoso  comendador  de  Santiago  don 
Lorenzo  Suárez  de  Figueroa,  elegido  en  1387  y  muerto  en  Se- 
villa en  1409. 

Nieto  de  éste  fué  D.  Lorenzo,  señor  de  Feria,  nacido  en 
Badajoz,  en  1420.  Á  los  34  de  edad,  lo  nombró  D.  Enrique 
IV,  el  Impotente^  su  consejero,  y  cuatro  años  después  le  dio  el 
título  de  conde  de  Feria  y  señor  de  Villalba,  por  gracia  fecha" 
da  en  Valladolíd  en  1 7  de  Mayo  de  1 460. 

Fué  patrón  del  monasterio  de  Santiago,  de  Sevilla;  capitán 
general,  mandando  las  tropas  que  guarnecían  en  su  tiempo  la 
frontera  de  Portugal,  y  alcaide  de  Villanueva  de  Barcarrota,  como 
asimismo  señor  de  las  villas  de  Feria,  Zafra,  La  Parra,  Villalba 
y  otros  muchos  pueblos.  Pero  su  mejor  castillo  era  el  de  Zafra, 
población  que  había  quedado  destruida  en  parte  por  los  árabes 


«550  BADAJOZ 

cuando  la  reconquista,  y  que  el  duque  engrandeció  dotándola  de 
templos,  castillo,  palacio  y  otras  obras  notables  que  se  levanta- 
ban en  mediados  del  siglo  xv. 

Ya  se  comprende,  por  todos  estos  rasgos  históricos,  la  in- 
fluencia y  personificación  del  duque  en  aquellos  tiempos;  pero 
más  resaltará  aún  su  personalidad  con  el  siguiente  rasgo,  ocu- 
rrido en  últimos  casi  del  siglo  xv. 

En  1472,  estando  Badajoz  gobernado  por  él,  ocurrió  que  don 
Enrique  IV  intentaba  entrar  en  aquella  ciudad  para  concertar 
dentro  de  ella  con  el  rey  de  Portugal,  D.  Juan,  del  casamiento  de 
la  Beltraneja^  y  como  el  conde  de  Feria  fuese  contrario  á  estos 
conciertos  de  familia,  cerró  las  puertas  de  la  ciudad  y  no  permi- 
tió la  entrada  en  ella  al  monarca  español,  de  quien  había  sido  su 
consejero  y  por  quien  ostentaba  también  la  corona  de  conde. 

La  entrevista,  pues,  de  ambos  monarcas,  tuvo  que  celebrarse 
en  la  frontera  portuguesa,  á  orillas  del  río  Caya. 

En  1 466  comenzó  á  levantar  la  fortaleza  del  castillo  de  Fe- 
ria, que  aún  se  conserva  en  pie  en  gran  parte,  obra  que  terminó 
en  1513. 

La  muerte  de  D.  Lorenzo  debió  ocurrir  en  Zafra,  porque  en 
la  capilla  mayor  del  convento  de  monjas  de  Santa  Clara  se  en- 
cuentra una  sepulcral,  allí  trasladada  de  alguna  otra  iglesia  y 
que  dice  así: 

AQUÍ  ESTÁN  SEPULTADOS 
LOS  EXCELENTÍSIMOS  SE- 
ÑORES D.  LORENZO  SU- 
AREZ  DE  FIGUEROA  Y  CÓR- 
DOBA Y  DOÑA  ISABEL  DE 
MENDOZA,  DUQUES  DE  FE- 
RIA Y  EL  SR.  D.  ÍÑICO 
DE  MENDOZA  Y  FIGUEROA, 
su  HIJO,  FUNDADOR  Dt  ESTA 
CAPILLA  PARA  SU  ENTIERRO 
Y  LA  DOTARON  DE  DOS 
CAPELLANÍAS  PERPETU 
AS. 


BADAJOZ  551 


Sigue  á  este  personaje  el  obispo  D.  Gómez  Suárez  de  Fi- 
gueroa,  nacido  en  Zafra  el  año  de  1425. 

El  año  de  1476  fué  nombrado  obispo  de  Segovia,  después 
de  haber  desempeñado  varios  cargos  de  importancia  en  la  Igle- 
sia, y  en  1480  le  nombraron  obispo  de  Badajoz,  por  muerte  de 
fray  Pedro  de  Silva,  que  lo  era  desde  1463. 

Suárez  de  Figueroa  fué  el  último  prelado  de  los  elegidos 
por  el  cabildo  de  Badajoz,  pues  desde  1485  los  obispos  fueron 
nombrados  por  el  rey,  ocasÍ9nando  esto  no  pocos  conflictos, 
pues  cuenta  Dosma  y  Delgado  (i),  refiriéndose  al  expresado 

obispo:    « que  fué  postrero  prelado  que  gobernó  siendo 

electo  del  cabildo  de  la  Iglesia,  sin  entrometerse  los  reyes,  que 
después  acá  nombraban  los  obispos  sin  que  los  cabildos  elijan. 
También  decían  algunos,  que  habiéndose  en  la  ciudad  nombrado 
obispo,  el  rey  nombró  otro  que  murió  tras  él,  dentro  del  año. 
Con  todo,  luego,  aquel  año,  en  una  carta  fecha  23  de  Noviembre 
los  Reyes  Católicos  encargaron  á  nuestro  cabildo:  «que  eligiesen 
>por  obispo  á  D.  Pedro  Martínez  Perxano,  maestro  en  santa 
•  teología,  deán  de  Toledo,  de  mucha  ciencia,  por  cuya  provisión 
•había  enviado  á  suplicar  al  Papa,  que  creían  lo  haría,  para  que 
>no  hubiese  contradicción...» 

D.  Gómez,  primer  duque,  nació  en  Badajoz,  en  15 14,  biz- 
nieto de  Lorenzo,  primer  conde  de  Feria. 

Don  Gómez  fué  militar  en  su  juventud,  llegando  al  puesto 
de  capitán  de  la  guardia  española;  pero  después  entró  á  servir 
en  los  altos  poderes  del  Estado,  primero  como  gentil-hombre 
de  Cámara,  después  como  consejero  de  Estado  y  últimamente 
como  consejero  de  Guerra. 

Era  comendador  de  Segura,  el  primero  de  este  título,  el 
tercero  de  los  comendadores  de  la  orden  de  Alcántara  y  señor 
de  las  Villas  de  Zafra,  Almendral,  Salvaleón,  La  Oliva  y  Salva- 
tierra. 


(i)    Discursos  patrios,  etc.  (Catálogo  episcopal,  pág.  i  57.) 


552  BADAJOZ 


Por  sus  servicios  al  rey  le  concedió  la  gracia  de  duque  de 
Feria  Felipe  II,  el  28  de  Setiembre  de  1567,  como  se  hace  notar 
en  la  Historia  de  la  casa  de  Silva^  lib.  X,  fol.  494,  y  en  la  Mó- 
narquia  Española^  al  tomo  I,  fol.  151. 

Según  D.  Manuel  de  Trelles,  en  su  Asturias  Ilustrada^  al 
tomo  II,  fol.  34,  y  Haro  en  su  Nobiliario^  al  lib.  5.°  cap.  14,  la 
familia  de  los  Suárez  de  Figueroa  proceden  de  «varios  reyes 
godos  y  de  otros  cristianos»,  siendo  desde  su  origen  de  ilustre 
estirpe. 

El  padre  de  este  D.  Gonzalo  fué  el  que  terminó  las  obras 
de  fortificación  del  castillo  de  Feria.  Todavía  se  ve  en  la  puer- 
ta principal  del  mismo  el  escudo  del  duque,  sobre  la  siguiente 
inscripción,  en  caracteres  góticos :  Estas  armas  poso  aquí  Felipe 
Vázquez  y  mayordomo  mayor  de  S.  S.  por  su  mandado.  Año 
de  MDXIIL  Don  Gómez  murió  en  la  villa  del  Escorial,  el  7  de 
Setiembre  de  1 5  7 1 . 

Don  Lorenzo,  primer  marqués  de  Villalba,  y  segundo  duque, 
nacido  en  Badajoz  en  1526.  Se  dedicó  desde  muy  joven  á  la  ca- 
rrera diplomática,  y,  después  de  servir  en  la  corte  á  los  Reyes 
Católicos,  Felipe  II  le  nombró  en  1556  su  embajador  en  Roma, 
durante  el  pontificado  del  papa  Paulo  IV. 

Fué  virrey  en  Galicia  y  en  Sicilia,  y  en  1567  le  concedieron 
la  gracia  de  marqués  de  Villalba. 

La  muerte  de  D.  Lorenzo  parece  que  acaeció  en  Badajoz, 
puesto  que  su  cadáver  reposa  en  la  catedral,  en  el  centro  de  la 
capilla  de  los  duques,  bajo  una  gran  plancha  de  bronce,  donde 
aparece  el  duque  en  traje  de  la  época. 

Fué  literato,  ó  al  menos  aficionado  á  las  letras,  no  faltando 
quien  le  atribuya  algunas  obras  en  prosa  y  verso.  No  conoce- 
mos de  él  ningún  libro  original,  ni  otra  traducción  que  la  del 
libro  de  Antonio  Cornazzano,  publicada  en  Venecia,  en  el  año 
de  1558,  con  el  siguiente  título:  Reglas  de  la  milicia^  escritas 
en  italiano  por  Antonio  Cornazzano ^  y  traducidas  en  versos  en- 
decasílabos  castellanos  por... 


BADAJOZ  553 

El  original  que  sirvió  para  esta  edición  castellana  se  conser- 
va  en  el  monasterio  de  la  villa  del  Escorial,  como  tantos  otros 
manuscritos  que  pertenecieron  á  la  biblioteca  de  Arias  Mon- 
tano. 

La  primera  edición  de  la  obra  de  Cornazzano  se  hizo  en  Ve- 
necia,  el  año  de  1473,  con  el  título  de  De  re  militari;  pero  en 
el  original  que  se  conserva  en  la  Biblioteca  Estense  se  ha  visto 
que  el  primer  título  que  le  puso  su  autor,  nacido  en  Piacenza, 
en  1 43 1 ,  fué  el  de  Della  integrith  delirarte  militare, 

Don  Lorenzo  Suárez  de  Figueroa  y  Córdoba,  nacido  en  Ba- 
dajoz, el  año  de  1559.  Estudió  leyes  en  Alcalá,  y  desde  su 
juventud  sirvió  en  la  secretaría  de  Estado,  habiendo  ido,  en  úl- 
timos del  siglo  XVI,  de  virrey  á  Italia,  donde  residió  largos  años, 
con  muy  buen  nombre,  que  aún  se  recuerda  en  aquel  país  para 
gloria  de  las  artes  y  la  historia  del  mismo. 

La  llamada  Poria- Felice -Feria  y  uno  de  los  monumentos 
más  notables  que  el  viajero  puede  ver  en  la  ciudad  de  Palermo, 
está  consagrada  á  su  nombre,  por  haberse  levantado  en  1602, 
cuando  era  el  virrey  de  aquellos  estados. 

Sobre  su  portada  principal  se  lee  la  siguiente  inscripción: 
Philippo  III y  Rege  Invictissimo .  Paría  Félix  hace  á  fundamen- 
íts^  nunc  FericB  Ducis  Pro  regis  auspiccis  opere  jam  absoluto^ 
Félix  Feria  cognominattir ;  decreto  D,  Mariani  Migliaccio^ 
Montis  Majoris  Marchionis ;  Prcetoris^  Z?.  Crisiophori  Castro- 
ni  y  D.  Caroli  de  Ballis^  Maci  Antonii  Ferreri;  Baronis  Petti- 
nei,  D.  Marii  Corso^  Mari  Cangiotosi^  et  Alvari  Acosía^  Sena- 
torum^  D.  Mariano  Migliaccio  Prcetore^  Nicolao  Antonio 
Spatafora^  D.  Antonio  Bosco^  D.  Hieronymo  CampOy  et  Mario 
Cangialosi^  novo  por tui  Preefec,  1603, 

Las  inscripciones  que  están  bajo  las  dos  estatuas  que  coro- 
nan esta  obra  se  refieren  á  1634,  en  tiempos  de  Felipe  IV,  y 
las  que  se  ven  en  las  fuentes  son  de  1642.  Se  conoce  que  esta 
obra,  comenzada  en  1603,  se  terminó  ó  fué  ampliándose,  hasta 

lo  que  hoy  se  ve,  en  1642. 

70 


554  BADAJOZ 


Don  Lorenzo  fué  hombre  de  gran  representación  política  en 
sus  tiempos,  pues  su  nombre  ñguró  mucho,  lo  mismo  en  Espa- 
fta  que  en  Italia. 

Don  Gómez  Suárez  de  Figueroa,  primer  conde  de  Zafra  y 
duque  de  Feria,  nacido  en  Badajoz,  en  1584.  Fué  uno  de  los 
hombres  más  notables  que  contara  Extremadura  durante  el  si- 
glo XVII,  pues  á  su  iniciativa  se  construyeron  muchos  templos, 
se  arreglaron  las  capillas  de  la  catedral  y  recibieron  gran  im- 
pulso las  obras  de  las  fortificaciones  de  Badajoz. 

Don  Felipe  IV  le  concedió,  por  gracia  fechada  en  23  de 
Abril  de  1655,  la  grandeza  de  primera  clase,  como  duque  de 
Feria,  dignidad  de  que  hasta  entonces  no  habían  disfrutado  sus 
antepasados. 

El  condado  de  Zafra  también  parece  que  le  fué  otorgado 
por  el  mismo  monarca;  pero  debe  ser  anterior  á  la  grandeza 
que  obtuvo  D.  Gómez,  porque  Salazar  de  Mendoza,  que  escri- 
bió en  1 6 18,  dice  que  lo  usaban  los  duques  de  Feria,  como  el 
lector  puede  ver  en  el  Origen  de  las  dignidades  de  Castilla,  fo- 
lio 102. 

Entre  los  recuerdos  más  notables  que  dejó  D.  Gómez  en 
Extremadura,  figura  la  fundación  de  la  colegiata  de  Zafra,  con 
arreglo  á  las  bases  que  trató  con  el  obispo  de  Badajoz  D.  Juan 
Roco  de  Campo-Frío,  que  después,  en  161 9,  lo  fué  también  de 
Coria. 

En  las  Constittuiones  promulgadas  por  el  obispo  Roys  y 
Mendoza^  \^r o  vcci^x^^o  en  Madrid  el  año  167 1,  se  inserta  la 
Concordia^  entre  el  duque  y  el  prelado  pacense,  sobre  la  erec- 
ción de  la  colegiata  mencionada,  que  aprobó  Urbano  VIII,  en 
bula  de  1 3  de  Enero  de  1631. 

El  conde  extremeño  fué  muy  ilustrado  y  aficionado  á  las  le- 
tras. Escribió  el  siguiente  libro  jurídico  que  es  ya  raro  en  las 
librerías:  Praxis  eclesiasticce  et  secularis  cum  actionoum  formu- 
lis  et  actis  procesum  (Coloniae  AUobregun,  1724).  Existe  otra 
edición  hecha  en  Madrid  en  1777. 


BADAJOZ  555 


Don  Ignacio  Suárez  de  Figueroa,  poeta  latino,  nacido  en 
Badajoz  en  fines  del  siglo  xvii. 

Tradujo  todas  las  obras  del  poeta  romano  Publio  Ovidio 
Nasón,  desde  el  Amorum  hasta  el  Poema  sobre  la  batalla  de 
Accio.  De  todas  las  traducciones  que  hizo  D.  Ignacio  sólo  pare- 
ce que  se  publicaron  unos  comentos,  impresos  en  1720,  y  nue- 
vamente publicados,  ocho  años  más  tarde,  bajo  este  título: 
Comento  de  P.  O,  N.  á  los  libros  de  Tristes^  Ponto  y  Carta  a 
Livia. — Sácalos  á  luz  el  doctor  D.  Diego  Suárez  de  Figueroa, 
su  tío,  corregido  y  enmendado  en  esta  segunda  impresión  (Ma- 
drid, 1728). 

Por  las  noticias  de  los  personajes  que  biografiamos  más 
arriba,  comprenderá  el  lector  la  importancia  que  todos  ellos  tie- 
nen en  la  historia  no  sólo  civil,  sí  que  también  religiosa,  para  la 
villa  de  Zafra,  engrandecida  por  los  condes  duques,  como  ciudad 
la  más  principal  de  sus  estados. 

La  insigne  iglesia  colegial,  espaciosa  y  bella,  con  dórica  por- 
tada de  excelente  mármol;  los  conventos  de  Santa  Marina,  con 
imágenes  y  cuadros  de  mérito ;  Santa  Clara,  con  hermosas  esta- 
tuas y  urnas  sepulcrales;  la  Encarnación  y  Mina,  con  admirables 
columnas  y  bóvedas;  Santiago,  reñigio  de  enfermos  pobres;  San 
Francisco,  San  Onofre  y  otros  edificios  donados  por  los  ilustres 
condes-duques,  engrandecieron  al  pueblo  que  guarda  las  cenizas 
de  sus  honorables  protectores. 


V 


Reanudando  la  relación  de  los  hechos  históricos  de  Zafra,  in- 
terrumpidos para  dar  á  conocer  á  los  señores  Suárez  de  Figue- 
roa, que  tanto  ilustran  los  anales  de  esta  villa,  narraremos  ahora 
lo  que  ésta  fué  desde  los  comienzos  del  siglo  xvi. 


556  BADAJOZ 


Hemos  dicho  que  anterior  á  la  antigua  Restituta- Julia 
celebraba  Zafra  en  el  mes  de  Junio  su  histórica  feria,  y  mer- 
cado semanal  los  jueves,  lo  que  la  presentaba  como  plaza 
abastecedora  de  pueblos  comarcanos  y  lugar  predilecto  de  ne- 
gociantes y  mercaderes. 

Los  árabes,  tan  amigos  de  las  ciencias,  las  artes  y  el  comer- 
cio, debieron  mirar  á  esta  ciudad  con  predilección,  y  la  llamaron 
Zafar ^  es  decir.  Junio,  cuyo  pueblo  quedó  anejo  al  Gobierno  de 
Mérida. 

La  real  provisión  de  los  Reyes  Católicos,  que  sobre  las  fe- 
rias de  Zafar  se  halla  en  los  archivos  de  la  casa  de  Medinaceli, 
hace  suponer  que  durante  aquella  dominación  tuvieron  origen 
las  celebradas  en  Disantos  y  San  Miguel,  con  las  que  el  pueblo 
adquirió  gran  prosperidad  y  fama,  pues  en  la  actualidad,  y  á 
pesar  que  los  nuevos  medios  de  comunicación  han  quitado  im- 
portancia á  estos  mercados  anuales,  las  ferias  de  Zafra  siguen 
siendo  un  centro  de  contratación  y  venta  para  los  ganaderos  y 
labradores  de  esta  parte  meridional  de  España,  y  para  los  del 
vecino  reino  de  Portugal. 

El  aspecto  que  presenta  hoy  Zafra  es  indeterminado,  porque 
el  historiador  como  el  arqueólogo  que  recorra  sus  calles  y  visite 
sus  templos,  encontrará  al  lado  del  alcázar  del  siglo  xv  calles 
enteras  de  hermosos  edificios  levantados  en  la  última  centuria,  y 
junto  á  la  colegiata,  que  tiene  pretensiones  de  catedral,  plazas  de 
época  moderna. 

La  de  la  Constitución  es  alegre  y  espaciosa.  La  forma  un 
cuadrilongo  sobre  superficie  llana,  circundada  de  soportales 
iguales,  de  cuatro  metros  de  ancho  por  otro  tanto  de  alto;  y 
como  las  casas  están  á  nivel,  son  de  buena  arquitectura  y  sus 
espaciosos  balcones  y  ventanas  se  ven  pobladas  de  macetas  y 
flores,  ofrece  un  aspecto  agradable,  siendo  el  punto  de  cita 
para  lo  mejor  de  la  población. 

Desde  el  siglo  xvi  se  corren  toros  en  esta  plaza,  y  en  ella 
se  han  celebrado  los  festejos  públicos  y  fiestas  reales.  Aún  exis- 


BADAJOZ  557 


te  en  su  centro  la  argolla  de  hierro  á  donde  ataban  la  maroma 
del  toro  bravo  que  lidiaban  todos  los  lunes,  costumbre  que  ha 
existido  hasta  muy  reciente  época. 

Al  costado  O.  de  esta  plaza  se  halla  la  de  Isabel  II,  que  se 
comunica  con  la  anterior  por  un  soportal  abierto  en  uno  de  sus 
ángulos.  Llámase  vulgarmente  á  esta  plaza  la  de  abastos  ó  del 
mercado,  por  celebrarse  en  ella  el  de  la  ciudad.  Sus  soportales 
arqueados  y  todo  ese  aspecto  que  conserva  de  los  mejores  tiem- 
pos del  Ducado  de  Feria,  la  hace  muy  interesante  ante  la  vista 
del  historiador. 

Esta  parte  de  la  ciudad  (pues  ciudad  es  Zafra  desde  1882  (i) 


(i)  Se  solicitó  esta  gracia  por  su  Ayuntamiento,  como  el  lector  puede  ver  por 
el  siguiente  documento: 

«Señor:  D.  Carlos  Ramírez  Lovato,  alcalde  presidente  del  Ayuntamiento  consti- 
tucional de  la  villa  de  Zafra,  á  V.  M.,  con  la  mayor  consideración  y  respeto,  tiene 
la  honra  de  exponer: 

»Que  al  hacerse  cargo  del  puesto  que  debe  á  la  benevolencia  de  V.  M.  y  á  la 
confíanza  de  sus  convecinos,  fué  siempre  su  constante  pensamiento  el  consagrar- 
se á  velar  por  los  intereses  de  la  colectividad  que  representa  y  procurar  en  la  me- 
dida de  sus  fuerzas  el  engrandecimiento  y  bienestar  de  la  población  cuyo  Ayunta- 
miento preside.  Imbuido  en  tal  orden  de  ideas,  no  puede  menos  de  distraer  por 
breves  momentos  la  ilustrada  atención  de  V.  M.,  bien  seguro  de  que,  penetrado 
de  la  justicia  y  pertinente  de  la  pretensión  del  que  habla,  se  dignará  acceder  á 
ella,  dando  así  una  elocuente  muestra  de  su  amor  á  la  justicia  y  de  su  deseo  en 
satisfacer  las  legítimas  aspiraciones  de  los  pueblos. 

»La  villa  de  Zafra,  señor,  hace  mucho  tiempo  que  tiene  títulos  bastantes  para 
pasar  en  el  orden  administrativo  á  una  jerarquía  mayor  que  la  muy  modesta  que 
hoy  le  sirve  de  título.  Según  el  censo  hecho  en  1877,  cuenta  en  su  seno  con  más 
.  de  >;,6oo  habitantes,  es  cabeza  de  partido  judicial,  tiene  administraciones  subal- 
ternas de  correos,  económica  y  de  loterías,  biblioteca  pública  y  estaciones  tele- 
gráfica y  metereológica,  celebrando  además  las  tres  más  importantes  ferias  de  la 
provincia,  de  las  que  la  llamada  de  San  Miguel  es,  sin  disputa,  de  las  primeras  de 
España  por  la  cuantía  de  las  transacciones,  los  miles  de  cabezas  de  ganado  que  la 
motivan  y  los  innumerables  hombres  de  negocios  que  vienen,  no  sólo  de  la  corte, 
sino  de  los  puntos  más  distantes  de  la  Península,  á  interesarse  en  las  operaciones 
de  nuestro  mercado. 

»Posee  Zafra,  además,  seis  escuelas;  tres  hospitales;  varios  conventos  y  tem- 
plos, algunos  de  los  cuales  son  verdaderas  joyas  arquitectónicas;  un  teatro;  un 
magnífico  casino;  buenos  paseos;  muchas  fuentes  de  exquisitas  aguas  potables,  y 
hermosas  calles  y  edificios,  cuyo  mérito  y  cuyo  conjunto  le  ha  valido  el  honroso 
sobrenombre  de  Sevilla  la  Nueva.  Su  producción  en  cereales  y  caldos  es  tan  valio- 
sa como  su  riqueza  pecuaria,  y  á  causa  de  la  posición  topográfica  que  ocupa  es  un 
verdadero  centro  y  un  punto  de  escala  y  bifurcación,  así  en  las  carreteras  de  Ba- 


558  Badajoz 

en  que  D.  Alfonso  XII  le  concedió  este  título),  es  la  más  anti- 
gua, seguramente,  porque  en  ella  tuvieron  su  morada  los  árabes. 
Es  tradición  admitida  por  todos  los  cronistas  extremeños  que  las 
antiguas  ventas  llamadas  de  AzafrcB^  hasta  el  siglo  xiii,  dieron 
origen  á  los  edificios  que  hoy  constituyen  esta  plaza,  que  tuvo 
hasta  el  siglo  xvi  su  vestimenta  externa  de  azulejos  árabes  y 
siempre  circundada  de  posadas,  mesones,  hosterías  y  tiendas  de 
los  ambulantes  ó  temporeros  que  acudían  de  todas  las  provin- 
cias del  reino  á  las  ferias  y  mercados  de  la  villa,  cuando  era 
Zafra  el  centro  de  contratación  para  la  agricultura,  la  ganadería 
y  la  industria  de  toda  esta  parte  extrema  de  la  Península. 

La  casa  del  Ayuntamiento,  que  está  en  esta  plaza,  se  reedi- 
ficó en  1750  sobre  la  que  existía  desde  1430,  y  cuya  fachada, 
de  azulejos  árabes,  era  muy  notable.  La  cárcel,  que  está  conti- 
gua á  este  edificio,  carece  de  comodidades  y  no  tiene^  por  tanto, 
capacidad  para  alojar  en  ella  los  presos  y  detenidos  que  van  de 
tránsito.  En  una  de  las  calles  más  estrechas  que  salen  á  esta 
plaza  está  el  Hospital  de  Santiago,  antiguo  edificio  de  principios 
del  siglo  XVI,  debido  á  la  munificencia  de  los  duques  de  Feria, 
que  le  dotaron  con  13,000  reales  de  renta  anual  que  se  emplea 


dajoz,  Mérida,  Sevilla  y  Huelva,  como  en  las  líneas  férreas  de  Mérida  á  Sevilla  y 
en  la  que  se  halla  en  construcción  de  Zafra  á  Huelva. 

))Esto  en  cuanto  á  lo  prescrito,  porque  si  investigamos  el  campo  de  su  historia, 
vendremos  en  conocimiento  de  que  Zafra  es  población  antiquísima  que  figura  en . 
la  geografía  romana  con  el  nombre  de  Segeda  y  los  honoríficos  dictados  de  Resti- 
tuta  Julia,  datando  su  fundación  de  los  celtas  lusitanos  que  fueron  trasladados  á 
la  Beturia.  Las  murallas  y  restos  de  fortaleza  que  posee  son  testimonio  fehaciente 
de  su  ilustre  abolengo,  siendo  además  cuna  de  preclaros  varones  como  Cristóbal 
de  Mesa  y  D.  Juan  Alvarez  Guerra,  que  fueron  honra  y  prez  de  la  madre  patria. 

«Tales  son,  expuestos  sucintamente,  los  fundamentos  en  que  se  apoya  el  que 
suscribe  para  recurrir  á  V.  M. 

nSuplicándole  se  sirva  conceder  á  la  villa  de  Zafra  el  título  de  ciudad,  que  con 
tan  evidente  justicia  merece,  y  honrándola  con  el  dictado  que  más  en  armonía 
está  con  sus  antecedentes,  su  importancia,  su  riqueza  y  el  desarrollo  progresivo 
de  su  población  y  de  sus  elementos  de  vida.  Gracia  que  no  duda  alcanzar  el  que 
habla  de  la  benevolencia  de  V.  M.,  cuya  vida  guarde  Dios  muchos  años. 

))Zafra,  tres  de  Enero  de  mil  ochocientos  ochenta  y  dos.  Señor:  A.  L.  R.P.  de  V.  M. 
^Carlos  Ramírez. 


en  medicinas  y  alimentos  para  los  40  enfermos  pobres  que  por 
término  medio  recibe  al  año,  y  en  los  sueldos  de  capellán,  mé- 
dico, sangrador  y  enfermero.  Es  el  único  establecimiento  bené- 
fico que  cuenta  Zafra,  porque  los  hospitales  de  San  Miguel  y 
San  Ildefonso,  como  la  fundación  llamada  de  la  Caridad,  no 
cumplen  con  los  ñnes  para  que  fueron  instituidos.  El  edifício 
del  Hospital  de  Santiago  se  conserva  como  en  sus  mejores  tiem- 


pos, y  su  exterior  mayormente  no  ha  sufrido  modificaciones. 
Gracias  á  ello  se  debe  el  poderse  admirar  hoy  la  bonita  fachada 
gótica  del  mejor  estilo  de  sus  tiempos,  y  su  portal  ó  ingreso 
que  no  es  menos  Importante  que  aquella.  Puede  decirse  muy 
bien  que  esta  portada  y  el  alcázar  es  de  lo  más  interesante  que 
Zafra  reúne  hoy  en  el  orden  arqueológico,  entre  todos  sus  edi- 
ñcios  civiles  y  religiosos. 

El  convento  de  Santa  Clara,  del  orden  de  San  Francisco, 


56o  BADAJOZ 

lo  fundó  en  1428  D.  Gómez  Suárez  de  Figueroa  y  D.'  .Elvira 
Lasso  de  Mendoza  (progenitores  de  los  duques  de  Feria),  sobre 
las  ruinas  de  una  mezquita  árabe  que  después  se  convirtió  en  ca- 
pilla, bajo  el  patronato  de  Nuestra  Señora  del  Valle,  arruinada 

en  principios  del 

siglo  XV. 

El  convento 
de  Santa  Catali- 
na, del  Orden 
de  Santo  Do- 
mingo, se  debe 
á  la  piedad  de 
D.' Inés  de  San- 
ta Paula,  quien 
lo  levantó  en 
1500.  Veintiún 
afios  después  se 
construyó  el  de 
Santa  Marina, 
sobre  una  anti- 
gua ermita  de 
estaad  vocación; 
en  1536  se  le- 
vantó el  de  la 
Cruz,  por  sor 
'María,  con  otras 
beatas  natura- 
les de  Zafra;  en 

ZAFRA.-PORTADA    DEL   HOSPITAL   DE   SANTIAGO  '537     ^1    de   RC- 

gina  Celi,  por 
Fr.  Domingo  Baltasar,  en  la  calle  de  San  Ildefonso,  n.°  21,  alo- 
jando á  una  comunidad  de  beatas  sin  clausura,  que  en  1607  se 
trasladaron  á  otro  edificio,  declarándose  profesas  y  pasando  en 
tiempos  de  la  exclaustración  á  confundirse  con  las  religiosas  del 


BADAJOZ  501 


Carmen.  Otros  conventos  tuvo  Zafra  para  monjas  y  hasta  tres 
para  frailes,  todos  suprimidos.  De  éstos  el  más  notable  fué  el  de 
la  Encarnación  y  Mina,  fundado  en  1528  por  D.^  María  Manuela 
Suárez  de  Figueroa,  condesa  de  Medellín,  que  cedió  á  la  orden 
todos  sus  bienes  y  fué  enterrada  en  su  iglesia  antes  de  terminada; 
el  de  San  Francisco,  fundación  de  D.  Gómez  Suárez  de  Figueroa 
en  1480,  y  el  de  San  Onofre,  levantado  en  1447  por  D.  Loren- 
zo Suárez  de  Figueroa,  á  diez  kilómetros  de  Zafra,  y  todos  de 
buena  fábrica  y  de  importancia  en  sus  tiempos,  por  los  cuadros  y 
objetos  de  arte  que  encerraban.  Ocho  ó  diez  ermitas  contó  Za- 
fra, de  muy  escasa  importancia,  y  de  las  que  sólo  se  conservan 
tres. 

La  parroquial,  Santa  María  de  la  Candelaria,  es  de  época 
antigua,  con  un  trazado  pretencioso,  y  restaurada  en  estos  últi- 
mos años  por  mano  inhábil,  ha  perdido  su  primitivo  carácter. 
En  1609,  por  bula  de  Paulo  V,  y  á  solicitud  de  D.  Gómez  Suá- 
rez de  Figueroa,  se  erigió  en  Colegial,  creándose  para  regirla 
un  abad  mitrado,  con  los  usos  de  pontificales;  3  dignidades,  titu- 
ladas arcediano  de  Feria,  Chantre  y  Tesorero;  12  canónigos, 
entre  ellos  un  Magistral  y  un  Doctoral;  8  racioneros  y  8  cape- 
llanes, con  los  salmistas  y  serviciados  correspondientes.  El 
patronato  perpetuo  de  la  Colegial  y  la  presentación  de  la  aba- 
día, dignidades  y  demás  piezas  eclesiásticas,  se  concedió  por  la 
misma  bula  á  los  señores  duques  y  al  cabildo,  con  aprobación 
del  Nuncio  de  Su  Santidad  en  este  reino;  pero  un  pleito  entabla- 
do en  la  real  cámara,  desde  el  siglo  anterior,  dejó  en  suspenso 
la  intervención  de  los  duques  en  esta  Colegial,  y  su  clero  quedó 
reducido  al  párroco,  y  hoy  esté  templo  es  solamente  parroquial, 
única  que  cuenta  la  ciudad. 

El  edificio  se  terminó  en  1545  á  expensas  de  D.  Pedro  Suá- 
rez de  Figueroa,  conde  de  Feria,  con  ocasión  de  haberse  arrui- 
nado la  antigua  parroquial  que  existía  en  la  plaza  de  la  Consti- 
tución. Fué  consagrado  el  24  de  Marzo  de  1546  por  el  obispo 
de  Badajoz.  Es  de  arquitectura  gótica;   su  portada  principal  de 

7X 


562  BADAJOZ 


orden  dórico  y  de  mármol.  El  Ayuntamiento  goza  del  privilegio  de 
comulgar  el  Jueves  Santo  en  esta  iglesia  con  espada  ceñida,  por 
privilegio  de  D.  Alfonso  XI  y  bula  pontificia. 

En  el  interior  de  este  templo  se  ven  buenos  cuadros,  altares 
de  talla  antigua  y  algunas  sepulcrales  relativamente  modernas. 
Entre  otras  encuéntrase  la  siguiente: 

i?.  /.  P. 

Aquí  yacen  las  cenizas 

del  Excmo,  Sr.  D.  Nicolás  Hurtado  y  Moreno^ 

Senador  vitalicio  del  Reino  y  Caballero 

grandes  cruces  de  Carlos  III  é  Isabel  la  Católica. 

Falleció  en  esta  ciudad  de  su  naturaleza  el  ij  de  Abril  de  1882. 

Consiguió  que  el  Gobierno  de  la  Nación  destinara  diez  mil  duros 

que  se  invirtieron  en  la  reparación  de  esta  Iglesia  y  en  la  casa  Rectoral. 

Su  heredera  Doña  Joaquina  Marco  del  Campillo,  le  dedica  esta  memoria. 

La  propiedad  de  este  panteón  ha  sido  concedida 

por  el  Ilustrísimo  señor  Obispo  de  la  diócesis  para  conservar 

en  ¿I  perpetuamente  los  restos  del  finado,  d  condición 

de  que  la  heredera  costease  las  obras  consiguientes 

al  derribo  del  coro  bajo  que  se  llevaron  á  efecto. 


VI 


Terminaremos  este  capítulo  con  las  noticias  biográficas  de 
algunos  hijos  ilustres  de  Zafira,  donde  sobresalieron  en  primer 
término  los  personajes  siguientes: 

El  Dr.  Hernando  de  Zafira,  político  de  gran  fama,  nacido 
en  1450.  Estudió  en  Salamanca  la  carrera  de  las  leyes  y  la 
teología,  y  llegó,  á  muy  poco  de  ejercer  la  abogacía  en  Madrid, 
á  ser  un  notable  jurisconsulto. 

Desempeñando  el  cargo  de  juez  redactó  varias  disposiciones 
que  le  dieron  gran  renombre,  hasta  el  punto  que  el  célebre  obis- 
po Fonseca,  gran  amigo  suyo,  le  facilitó  conocimientos  con  los 


BADAJOZ  563 


Reyes  Católicos,  poniéndose  á  su  servicio  y  ocupando  más  tar- 
de el  cargo  de  secretario  de  estos  monarcas,  puesto  muy  codi- 
ciado en  todos  tiempos,  pero  más  en  aquellos,  por  la  importan- 
cia que  alcanzaron  dichos  reyes  en  Europa. 

D.  Hernando  fué  entusiasta  por  la  empresa  del  descubri- 
miento y  conquista  de  América,  y  supo  secundar  las  ideas  de 
los  reyes  á  quienes  servía  en  esta  época  principalísima  de  su 
reinado.  A  los  esfuerzos  de  D.  Hernando  debieron  multitud  de 
capitanes  y  de  aventureros  poder  partir  de  nuestras  costas  en 
busca  de  empresas  y  de  aventuras  del  lado  allá  de  los  mares. 

En  1 49 1  acompañó  á  los  Reyes  Católicos  al  sitio  y  guerra 
de  Granada,  y  en  1492  le  designaron  los  monarcas  para  que 
redactase  las  proposiciones  pedidas  por  los  árabes  para  su  ca- 
pitulación, siendo  él  uno  de  los  que  primeramente  entraron  en 
la  plaza  de  Granada,  y  con  cuya  victoria  se  puso  término,  puede 
decirse,  á  las  conquistas  que  los  Reyes  Católicos  lograron  de 
los  moros. 

Por  estos  datos  puede  colegirse  la  importancia  que  logró  en 
sus  tiempos  el  famoso  D.  Hernando  de  Zafra,  señor  que  era  de 
la  villa  de  Castril,  en  el  reino  de  Granada,  donde  tuvo  muchas 
haciendas. 

Debió  morir  D.  Hernando  de  Zafra,  en  el  año  de  1 5 1 7,  si 
no  fué  en  el  de  18.  Un  sobrino  suyo,  D.  Antonio,  residente  en 
Zafra,  otorgó  escritura  de  venta  de  una  casa  en  6  de  Abril 
de  15 18,  y  dice  en  ella:  €...mi  tío  D.  Hernando  ya  defunto.» 

Juan  Chacón,  ilustre  capitán  de  los  más  célebres  que  tuvo 
España  en  los  comienzos  del  siglo  xvi.  Había  nacido  en  1497, 
y  en  su  juventud  se  dedicó  á  la  carrera  de  las  armas,  ejercicio 
que  por  entonces  llenaba  todas  las  ambiciones  de  la  juventud 
de  aquellos  tiempos,  y  muy  especialmente  entre  los  segundones 
de  las  casas  amayorazgadas  que,  por  la  irritante  ley  de  las  vin- 
culaciones, se  encontraban  con  un  apellido  ilustre,  pero  sin  otra 
fortuna  que  la  que  graciosamente  le  donase  el  primogénito  de 
sus  hermanos,  no  todos  ellos  dotados  con  la  liberalidad  que  les 


564  BADAJOZ 


era  menester,  ni  guiados  siempre  del  espíritu  de  justicia  que 
debiera  prevalecer  en  las  cuestiones  que  afectaban  al  porvenir 
de  unos  mismos  hermanos. 

D.  Juan  Chacón  sirvió  desde  1 5  2 1  en  el  ejército  imperial  de 
Carlos  V;  estuvo  en  las  guerras  contra  los  moros  y  peleó  en 
Italia  con  gran  valor.  Cuando  en  1524  se  organizó  el  ejército 
que  atravesó  la  Francia,  en  dirección  á  Italia,  Juan  Chacón  iba 
en  él  como  capitán,  mandando  180  hombres  que  sobresalieron 
mayormente  en  el  sitio  y  toma  de  Pavía,  patria  del  ilustre 
Boecio. 

En  Enero  de  1525  el  ejército  imperial  sitiaba  á  Pavía.  La 
defendían  ejércitos  numerosos,  mandados  por  el  rey  de  Fran- 
cia Francisco  I,  y  teniendo  á  su  lado  la  flor  de  los  caballeros  de 
Italia  y  Francia.  Extremóse  el  sitio  en  los  mediados  del  mes  de 
Febrero,  y  el  23  se  preparaban  á  entrar  en  la  plaza  los  capita- 
nes españoles.  Empeñóse,  pues,  la  batalla  decisiva,  y  cuando 
más  reñida  estaba  y  la  decisión  era  dudosa,  el  valiente  Juan 
Chacón  arremete  con  su  gente  al  centro  del  cuartel  real,  corta 
una  división  numerosa  y  se  apodera  de  la  bandera  real,  deci- 
diendo con  este  hecho  heroico  la  victoria  á  favor  de  España, 
pues  mientras  él  hacia  esto,  Francisco  I  caía  prisionero  y  nues- 
tras tropas  entraban  en  Pavía  el  día  24  de  Febrero  del  año  in- 
dicado. 

Carlos  V  quiso  premiar  un  año  más  tarde  este  rasgo  de  va- 
lor de  Juan  Chacón ,  y  le  concedió  el  título  de  Caballero,  el  uso 
de  la  espuela  de  oro,  escudo  dé  nobleza  y  todas  las  prerrogati- 
vas consiguientes  á  estas  gracias  (i).  Así  pagó  Carlos  V  al  va- 


co El  decreto  del  Emperador  concediendo  todas  estas  mercedes  se  publicó  en 
latín,  y  traducido  al  castellano  dice  así: 

iiCarlos,  Duque  de  Borbón  y  de  Auvernia,  general  representante  déla  Majestad 
imperial,  etc.  Á  todos  los  que  vieren  el  contenido  de  estas  letras,  ya  presentes,  ya 
futuros,  hacemos  saber: 

«Aunque  los  Príncipes  deben  ser  para  con  todos  generosos  y  espléndidos,  es- 
tán, sin  embargo,  más  obligados  á  ejercer  su  liberalidad  en  favor  de  aquellos 
cuyos  méritos  exigen  justa  retribución.  Porque  nada  se  considera  más  propio  de 


BADAJOZ  565 


líente  capitán  extremeño  su  heroica  fazaña  de  apoderarse  de  la 
bandeta  real  del  ejército  que  defendía  la  plaza  de  Pavía.  Pocos 
contaron  una  gracia  igual  á  la  otorgada  por  el  Emperador  á 
Juan  Chacón.  Éste  quiso  cuatro  años  más  tarde  que  le  confírma- 


los Príncpes  que  honrar  con  sus  favores  á  los  que  los  merecen,  puesto  que  con 
esto  se  consigue  que  su  gratitud  sea  pública  y  de  este  modo  atraer  á  todos  con  el 
poderoso  aliciente  de  su  agradecimiento  á  servirles  fíelmente,  logrando  al  mismo 
tiempo  que  los  hechos  célebres  de  los  varones  beneméritos  se  conserven  en  la 
posteridad  honrados  con  sus  honores  y  distinciones.  Por  lo  tanto,  teniendo  Nos 
presente  que  el  noble  varón  Juan  Chacón,  español  de  la  ciudad  de  Zafra,  se  ha  dis- 
tinguido según  el  testimonio  de  hombres  fidedignos  por  su  prudencia  singular  y 
con  el  ejercicio  de  todas  las  virtudes  y  además  que  ha  prestado  grandes  c  impor- 
tantes servicios  á  la  Majestad  imperial,  tales  cuales  podían  y  debían  prestarse  por 
el  hombre  más  valiente  y  fiel,  muy  principalmente  en  la  célebre  batalla  de  Pavía, 
en  la  cual  Francia  ha  sufrido  una  derrota  insigne  y  memorable,  hecho  prisionero 
su  Rey  y  muertos  la  mayor  parte  de  sus  Príncipes  y  Generales,  cuya  batalla  Nos 
mismo  como  Emperador  hemos  dirigido;  sabiendo  que  en  ella  se  ha  portado  cual 
convenía  á  un  valiente  militar,  sobresaliendo  por  sus  hazañas  insignes  y  muy 
principalmente  por  su  heroico  valor  en  arrebatar  la  bandera  á  los  enemigos  en  lo 
más  recio  del  combate,  hemos  determinado,  siguiendo  los  impulsos  de  nuestro 
agradecido  corazón,  honrar  á  un  varón  tan  excelente  con  alguna  dignidad  que 
manifieste  en  parte  nuestra  gratitud  y  perpetúe  entre  la  posteridad  sus  grandes 
hechos  y  heroico  valor. 

»Por  lo  cual  nombramos  y  declaramos  al  referido  Juan  Chacón,  digno  Caballero 
y  le  concedemos  liberalmente  las  espuelas  de  oro  y  demás  insignias,  honores  y 
preeminencias  que  los  tales  Caballeros  cruzados  suelen  gozar  y  disfrutar. 

«Así  como  también  con  el  objeto  de  que  este  don  sea  más  magnífico,  le  conce- 
demos con  mucho  gusto  el  uso  de  las  armas  y  señales  que  representan  las  haza- 
ñas con  que  se  distinguió  y  ha  merecido  como  muy  propias  de  su  fortaleza:  tales 
son  las  siguientes:  la  letra  C  escrita  con  tinta  azul,  una  maza  recta  teñida  con  san- 
gre y  sostenida  por  una  mano  armada,  de  la  cual  esté  pendiente  y  sujeta  con  ca- 
denas una  bandera  semejante  á  la  que  él  arrebató  con  su  heroico  valor  á  los  ene- 
migos en  lo  más  recio  del  combate.  Todas  estas  insignias  queremos  estén  puestas 
sobre  campo  dorado  en  la  misma  forma  que  indica  el  modelo  puesto  al  pie  de  estas 
letras.  Damos  y  condecoramos  con  tales  armas  y  escudo  al  referido  Juan  y  á  toda 
su  descendencia  y  posteridad.  Sea  esto  Una  honrosa  y  continua  manifestación  de 
sus  grandes  méritos,  al  mismo  tiempo  que  señal  perenne  de  nuestra  gratitud, 
puesto  que  por  una  parte  él  se  ha  hecho  digno  de  los  más  grandes  premios  y  dis- 
tribuciones, y  por  otra  Nos  jamás  consideraremos  suficientemente  retribuidos  sus 
méritos  aunque  continuamente  le  honremos  y  distingamos.  Sepa,  pues,  toda  la 
posteridad,  y  sepan  todos  sus  descendientes,  que  Nos  hemos  sido  impulsados  á 
honrar  y  distinguir  de  una  manera  tan  señalada  al  referido  Juan  Chacón  única- 
mente por  sus  méritos  y  valor.  Y  en  prueba  y  señal  de  esto  mandamos  que  se  es- 
criba y  extienda  este  Privilegio  sellado  con  nuestro  sello  y  firmado  de  nuestra 
mano. 

«Dado  en  la  Ciudad  de  Saona,  el  día  veinte  y  tres  del  mes  de  Setiembre  del  año 
del  Señor  mil  quinientos  veinte  y  cinco.— E/  ¡Imo.  Sr.  Duque  de  Dorbón,  represen- 
tante general  de  la  Majestad  imperial,  lo  mandó  á  mí  Bernardino  (Martirano).— 
Testigo.»- 


$66  Badajoz 


sen  su  decreto  real  y  logró  sus  propósitos  en  1529,  según  un 
curioso  documento  otorgado  en  latín  y  fechado  en  Toledo  (i). 

Nada  más  elocuente  que  los  anteriores  datos  para  saberse 
cuánto  valor  dio  el  emperador  Carlos  V  á  los  servicios  de  don 


(i)    Helo  aquí  traducido  al  castellano: 

<!iDon  Carlos^  por  la  divina  Clemencia,  Rey  de  Romanos  y  Emperador  seniper 
dignus^  y  Doña  Juana,  su  madre,  y  el  mismo  Don  Carlos,  por  la  misma  gracia,  Re- 
yes de  Castilla,  de  León,  de  Aragón,  de  las  dos  Sicilias,  de  Jcrusalén,  de  Navarra, 
de  Granada,  de  Toledo,  de  Valencia,  de  Ibiza,  de  Mallorca,  de  Sevilla,  de  Cerdeña, 
de  Córdoba,  de  Córcega,  de  Muros,  de  Jaén,  de  los  Algarbes,  de  Algeciras,  de 
Gibraltar,  de  las  Islas  de  Canarias,  de  las  Indias,  Islas  é  Tierra  firme  del  mar 
Océano,  Condes  de  Barcelona,  Señores  de  Vizcaya,  de  Molina,  Duques  de  Atenas 
y  de  Neopatria,  Condes  de  Rosellón,  Condes  de  Cerdeña,  Marqués  de  Constanza, 
Archiduques  de  Austria,  Duques  de  Borgoña,  Condes  de  Brabante,  Condes  de 
Flandes  y  de  Tiroleses,  por  cuanto  Vos,  Juan  Chacón,  vecino  de  la  villa  de  Capra, 
presentaste  en  el  nuestro  Consejo  de  la  Guerra  un  privilegio  de  Caballero  y  armas 
de  una  bandera  azul  con  una  cruz  blanca  colgada  de  una  maza  de  armas  puesta  en 
un  brazo  armado  y  dos  CC  azules  puestas  de  una  parte  é  de  otra  de  la  dicha  maza 
en  un  escudo  sobre  campo  dorado  con  unas  letras  alrededor  de  oro  entre  ciertos 
lazos,  que  dicen:  «En  el  barco  de  Pavía.— Firmado  el  dicho  privilegio  de  Carlos, 
Duque  de  Borbón,  ya  difunto  nuestro  lugarteniente  general  que  fué  en  Italia,  se- 
llado con  el  sello  de  sus  armas  de  cera  colorada  pendiente  en  una  caja  de  plata 
y  en  esta  forma:  — (Aquí  el  texto  latín  cuya  copia  damos  anteriormente  y  si- 
gue): 

«Puesto  que  Nos  suplicaste  que  para  más  firmeza  y  validación  del  dicho  privi- 
legio Vos  mandásemos  dar  nuestra  soberana  confirmación  del  como  la  más  fiel;  é 
Nos  acatando  lo  en  sopra  dicho  tuvímoslo  por  bien  gocen  de  aquesas  y  el  que  Vos 
el  dicho  Juan  Chacón  sois  fidalgo  y  que  antes  del  dicho  privilegio  gozábades  de 
las  libertades  y  exenciones  de  que  en  estos  nuestros  reinos  gozan  los  fidalgos  de 
solar  conocido,  por  la  presente  confirmamos  c  loamos  é  aprobamos  el  dicho  privi- 
legio de  caballería  é  armas  con  todas  las  divisas  é  firmezas  en  él  contenidas,  de 
nuevo  Vos  le  concedemos  á  Vos  y  á  vuestros  hijos  é  descendientes  é  á  los  que  de 
ellos  descendieren  para  siempre  jamás,  para  que  gocéis  de  todas  las  gracias  de  y 
franquicias  y  preeminencias  é  libertades  de  que  gozan  los  otros  caballeros  de  es- 
puelas doradas  de  estos  nuestros  reinds  é  señoríos  é  para  que  podáis  é  puedan 
poner  y  traer  encima  las  dichas  armas  en  vuestros  porteros  é  divisas  en  otras 
partes  que  quisiéredes  y  á  bien  tuviéredes  é  ellos  quisieren  é  por  bien  tuvieren  é 
por  esta  dicha  nuestra  carta  ó  por  un  traslado  signado  de  escribano  público  man- 
damos al  limo.  Príncipe  Don  Felipe,  nuestro  muy  caro  y  muy  amado  hijo  é  Rey  é 
de  los  Infantes,  Prelados,  Duques,  Marqueses,  Condes,  Ricos-homes,  Maestres  de 
las  Ordenes,  Señores,  Comendadores,  Subcomendadores,  Alcaide  de  los  castillos 
é  casas  fuertes  y  llanas,  é  á  los  de  nuestro  Consejo,  Presidentes  y  Oidores  de  la 
Real  Audiencia,  Alcaldes,  Generales  de  la  nuestra  Casa  y  Corte,  Cancillerías  é  á 
todos  los  Concejos  existentes  y  Gobernadores,  Alcaldes,  alguaciles,  merinos  y 
prebostes  é  otras  cualesquiera  justicia  é  fuerzas  de  estos  nuestros  reinos  é  seño- 
ríos é  á  cada  uno  el  principal  goce  de  ellos,  insignes  lugares,  jurisdicciones,  que 
os  dejen  é  consientan  á  Vos  é  á  vuestros  dignos  hijos  nacidos  é  por  nacer  é  á  sus 
descendientes  para  siempre  jamás,  traer  y  tener  y  poner  por  vuestras  armas  la 


BADAJOZ  567 


Juan  Chacón.  Éste  murió,  á  lo  que  parece,  en  Zafra,  en  1539, 
gozando  una  encomienda  de  las  mejores  que  tenían  los  caballe- 
ros del  Priorato  de  León. 

V.  Fr.  Diego  de  Zafra,  franciscano,  nacido  en  1 509.  Se  ha- 
bía educado  en  Badajoz,  en  el  convento  de  San  Francisco  de 
aquella  ciudad,  donde  gozó  de  gran  nombre  por  sus  virtudes  y 
talento  oratorio. 

Falleció  en  Belvis,  en  1587,  en  olor  de  santidad. 

Adrián  de  Zafra,  notable  armero,  nacido  en  el  año  de  1574. 
En  el  archivo  del  Ayuntamiento  de  Toledo  existe,  entre  otros 
varios,  el  punzón  original  de  la  marca  usada  por  este  notable 
artífice,  que  tanta  celebridad  alcanzó  en  el  siglo  xvii. 

Don  Cristóbal  Suárez  de  Figueroa,  en  su  obra  Plaza  univer- 
sal de  ciencias^  hablando  de  los  espaderos  más  notables  que 
existían  por  el  año  de  161 7,  en  que  él  escribía,  dice:  €...en  este 
oficio  hay  hoy  en  nuestra  patria  los  mejores  artífices  del  mundo, 
como,  entre  otros,  Sahagún,  con  sus  tres  hijos  Luís,  Juan  y 
Alonso;  Juan  de  la  Horta,  Tomás  de  Ayala,  Miguel  Cantero, 
Sebastián  Hernández,  Hortufto  de  Aguirre,  Juan  Martínez,  Fran- 
cisco Ruiz,  Gonzalo  Simón,  Lope  Aguado,  Adrián  de  Zafra, 
maese  Domingo,  Domingo  Rodríguez,  Pedro  Orozco,  Pedro  de 
Arechiga,  sin  otros  aragoneses,  valencianos  y  mallorquines...» 


supra  dicha  seguiré  é  como  desees  y  que  en  ello  y  en  parte  de  ello  embargo  con- 
trario á  algunos  bienes,  no  pongan  ni  consientan  poner  de  resguardo  é  cumplan  é 
fagan  guardar  é  cumplir  esta  dicha  nuestra  sobre  carta  y  confirmación  de  dicho 
privilegio  de  armas  é  caballería  de  espuelas  doradas  é  contra  ella  é  con  cualquie- 
ra otra  semejante  de  ella  no  vayan  ni  pasen  ni  consientan  ir  ni  pasar  en  tiempo 
alguno  ni  por  alguna  manera,  so  pena  de  la  multa  de  ende  de  diez  mil  maravedise 
para  la  nuestra  Cámara,  al  que  contrario  dijere  é  demás  Nos  mandamos  al  escri- 
bano que  les  esta  nuestra  carta  mostrare,  que  les  emplace,  que  parezcan  ante  Nos 
en  la  nuestra  Corte,  doquier  que  Nos  seamos,  del  día  que  les  emplazaren  fasta 
quince  días  primeros  siguientes  so  la  dicha  pena,  so  la  cual  mandamos  á  cualquier 
escribano  público  que  para  esto  fuere  llamado  que  de  ende  al  que  la  mostrare  tes- 
timonio signado  con  su  signo,  para  que  Nos  sepamos  en  como  se  cumplen  nues- 
tro mandado.  Dada  en  la  ciudad  de  Toledo  á  seis  días  del  mes  de  Marzo,  año  del 
nacimiento  de  nuestro  Salvador  Jesucristo  de  mil  y  quinientos  y  veinte  y  nueve 
años.  Yo  EL  REY.  —  Yo  Pedro  de  Cuacóla,  Secretario  de  sus  excelsas  y  católi- 
cas MM.,  la  rescibí  por  su  mandado.» 


568  BADAJOZ 

El  maestro  Adrián  fué  discípulo  de  Juanes  de  la  Horta,  y 
labró  algún  tiempo  en  San  Clemente. 

Esteban  de  Zafra,  inspirado  poeta,  nacido  en  el  año  de 
1549.  Escribió  algunas  poesías  místicas,  entre  las  que  pode- 
mos citar  los  Villancicos  que  compuso  en  Toledo  el  año  de  1 595, 
propios  para  cantarse  en  la  natividad  de  Nuestro  Señor  Jesu- 
cristo (i). 

Compuso  una  obra  en  prosa  denominada  El  Mundo^. cuyo 
manuscrito  existe  en  el  archivo  del  duque  de  Alba.  No  sabemos 
que  se  haya  publicado  este  libro  de  cosmogonía  universal. 

Fabián  de  Zafra,  notable  espadero,  hijo  de  Adrián,  nacido 
el  año  de  1598. 

La  marca  que  usó,  sacada  de  sus  punzones  originales,  exis- 
te archivada  en  el  Ayuntamiento  de  Toledo. 

Fué  discípulo  de  su  padre,  y  como  él  también  un  gran  ar- 
tista. 

Sus  obras,  ya  raras,  se  estiman  en  mucho  valor. 


( I )    Estos  versos  dicen  asi : 

vBajo  de  la  peña  nace 
la  rosa  que  no  quema  el  aire. 

Bajo  de  un  pobre  portal 
está  un  divino  rosal 
y  una  reina  angelical 
de  muy  gracioso  donaire. 

Esta  reina  tan  hermosa 
ha  producido  una  rosa 
tan  colorada  y  hermosa 
cual  nunca  la  vido  naide. 

Hosa  blanca  y  colorada, 
rosa  bendita  y  sagrada, 
rosa  por  cual  es  quitada 
la  culpa  del  primer  padre. 

En  el  rosal  que  decía 
la  Virgen  Santa  María, 
la  rosa  que  producía 
es  su  Hijo,  Esposo  y  Padre. 

Es  rosa  de  salvación 
para  nuestra  redención, 
para  curar  la  lesión 
de  nuestra  primera  madre.» 


BADAJOZ  569 

Fr.  Manuel  de  Zafra,  monje  de  Guadalupe  y  general  de  la 
Orden,  nacido  en  el  pueblo  que  lleva  su  propio  nombre,  en  me- 
diados del  siglo  XVI. 

Estudió  en  Badajoz  parte  de  la  teología,  y  en  Sevilla  termi- 
nó la  carrera,  tomando  el  hábito  de  San  Jerónimo  y  figurando 
su  nombre  muy  luego  entre  los  más  virtuosos  y  sabios  de  los 
monjes  de  Guadalupe. 

Desempeñó  muchos  é  importantes  puestos  en  la  Orden,  y  el 
último  fué  de  general  de  ella. 

El  P.  Juan  de  Zafra,  distinguido  teólogo  que  nació  en  1540. 
Estudió  teología  en  Badajoz  y  tomó  el  hábito  de  la  Compañía 
de  Jesús  en  1566.  Cuatro  después,  en  1570,  murió  en  el  mar, 
junto  á  las  islas  Canarias,  el  1 5  de  Julio,  juntamente  con  otros 
muchos  religiosos  que  como  él  se  dirigían  al  África  para  la  con- 
versión de  infieles,  siendo  incluido  el  nombre  del  P.  Manuel  en 
el  catálogo  de  los  santos  de  la  Compañía  (i). 

Fr.  Antonio  de  Zafra,  franciscano,  nacido  en  1596  y  muerto 
en  Zafra,  el  año  de  1661,  en  opinión  de  santidad. 

Así  vemos  citado  su  nombre,  sin  que  tengamos  otras  noti« 
cias  sobre  este  místico  extremeño. 

D.  Vicente  García  de  la  Huerta,  poeta  de  gran  fama,  nacido 


(i)  He  aquí  los  nombres  de  todos  los  que  perecieron  con  el  P.  Zafra : 
El  P.  Diego  Andrade,  portugués.  -El  P.  Antonio  Suárez,  escolar  portugués.— 
El  P.  Benito  de  Castro,  id.  id.  -El  P.  Francisco  Magallanes,  id.  id.— El  P.  Juan  Fer- 
nández, id.  id.—El  P.  Luís  Correa,  id.  id.— El  P.  Manuel  Rodríguez,  id.  id.— El  P.  Si- 
món López,  id.  id.— El  P.  Manuel  Fernández,  id.  id.— El  P.  Alvaro  Méndez,  id.  id.— 
El  P.  Pedro  Núñez,  id.  id.— El  P.  Andrés  Gonzálvez,  id.  id.— El  P.  Juan  de  San 
Martín,  id.  de  lllescas  (Toledo).— El  P.  Gonzalo  Enríquez,  novicio  escolar,  portu- 
gués.—El  P.  Diego  Pérez,  id.  id.— El  P.  Antonio  Correa,  id.  id.— El  P.  Manuel  Pa- 
checo, id.  id.— El  P.  Nicolás  Déniz,  id.  id.— El  P.  Alejo  Delgado,  id.  id.— El  P.  Mar- 
cos Caldeira  y  San  Juan,  id.  id.- El  P.  Fernando  Sánchez,  id.  español.— El  P.  Fran- 
cisco Pérez  Godoy,  id.  id.— El  P.  Melchor  Zambrano,  id.  id.— El  P.  Manuel  Alvarez, 
coadjutor  temporal,  portugués.— El  P.  Domingo  Fernández,  id.  id.— El  P.  Francis- 
co Alvarez,  id.  id. -El  P.  Gaspar  Alvarez,  id.  id.— El  P.  Amaro  ó  Mauro  Vaez,  id.  id. 
—El  P.  Antonio  Fernández,  id.  id.— El  P.  Pedro  Frontaura,  id.  id.— El  P.  Blas  Ribe- 
ra, id.  id.— El  P.  Juan  Fernández,  id.  id.— El  P.  Simón  Corbo,  id.  id.— El  P.  Juan  de 
Mayorga,  jesuíta  español.— '¿1  P.  Alonso  de  Baena,  id.  id.— El  P.  Gregorio  Escriba- 
no, id.  id.— El  P.  Esteban  Zudaire,  id.  id.— El  P.  Juan  de  Baeza,  id.  id. 
Total  39,  que  perecieron  en  dicho  día,  todos  de  la  Compañía  de  Jesús. 
7a 


^70  BADAJOZ 


en  9  de  Marzo  de  1734.  Desde  muy  niño  era  ya  poeta,  y  dedi- 
cado al  arte  escénico  sobresalió,  cual  ningún  otro  de  sus  tiem- 
pos, en  el  género  de  la  tragedia.  Es  preciso  conocer  el  estado 
del  teatro  español  en  los  últimos  del  siglo  xviii  para  apreciar 
debidamente  á  García  de  la  Huerta. 

El  astro  del  teatro,  Lope  de  Vega,  se  apagó  para  oscurecer 
bien  pronto  nuestra  literatura  escénica.  Aquel  gran  poeta,  fecun- 
do sin  ejemplo  en  los  pasados  y  los  presentes  tiempos,  y  que, 
como  dice  Gil  y  Zarate,  €  ha  de  vérsele  cargado  con  el  inmenso 
caudal  de  sus  obras;  vistas  juntas  asombra,  anonadando  al  que 
las  contempla;  desmenuzadas,  pierden  el  prestigio  y  no  pocas 
veces  causan  desagrado;  no  compuso  para  el  arte,  sino  para  el 
pueblo. »  En  sus  muchas  comedias  las  principales  son :  El  an- 
zuelo de  Fenisa^  Obras  son  amores  y  no  buenas  razones^  ¡Si  no 
vieran  las  mujeres!  Las  Flores  de  Don  Juan^  La  Estrella  de 
Sevilla^  El  mejor  Alcalde  el  Rey^  El  premio  del  bien  hablar  y  Lo 
cierto  por  lo  dudoso^  Los  milagros  del  desprecio^  Querer  supro^ 
pia  dicha ^  La  Moza  del  cántaro^  Por  la  puente  Juana^  El  perro 
del  hortelano^  La  dama  melindrosa^  La  bella  mal  mirada  y  La 
ilustre  fregona . 

Contemporáneo  de  éste  fueron  el  Dr.  Ramón,  el  canónigo 
Tárrega,  Gaspar  de  Aguilar,  Mira  de  Mescua,  de  quien  se  con- 
servan 50  comedias,  entre  ellas  El  palacio  confuso;  y  Luís  Vélez 
de  Guevara,  que  dio  á  luz  más  de  400.  Entre  los  imitadores  de 
Lope  se  cuenta  el  célebre  Montalván,  que  á  pesar  de  haberse 
vuelto  loco  á  la  edad  de  treinta  y  cinco  años,  escribió  treinta  co- 
medias y  doce  autos  sacramentales. 

Gabriel  Téllez,  conocido  por  el  pseudónimo  de  Tirso  de 
Molina^  se  apartó  de  la  senda  trazada  por  Lope,  y,  por  confe- 
sión propia,  sabemos  que  escribió  300  comedias  en  catorce  años. 
En  el  mismo  siglo  floreció  Moreto,  que  escribió  dramas  hasta  la 
edad  de  veinte  años,  en  que  tomó  el  estado  eclesiástico,  y  sus 
obras  serán  las  más  ricas  joyas  de  nuestro  teatro,  lo  mismo 
que  las  de  su  contemporáneo  Francisco  Rojas.  La  mejor  pieza 


BADAJOZ  571 


de  este  último,  es:  Del  rey  abajo  ninguno^  ó  Garda  del  Casta- 
ñar. Tomás  Corneille  imitó,  y  casi  tradujo,  una  de  sus  mejores 
comedias,  y  Scarron,  en  Yodelete,  hizo  otro  tanto  con  la  de 
Donde  hay  agravios  no  hay  celos.  Juan  Ruiz  de  Alarcón,  que  por 
su  figura  fué  ridiculizado  y  despreciado  por  los  grandes  de  la 
corte  de  Felipe  IV,  y  con  sus  comedias  se  encaminaba  á  repren- 
der los  vicios  y  á  ensalzar  las  virtudes,  tiene  más  profundidad, 
más  juicio,  más  corrección  y  filosofía  que  Lope,  aunque  no  sea 
tan  fecundo  como  éste. 

Además  de  los  ya  citados  preclaros  ingenios,  el  reinado  de 
Felipe  IV  abrazó  diez  y  ocho  años,  de  los  más  floridos,  de  Calde- 
rón de  la  Barca,  príncipe  del  teatro  español.  Comenzó  su  carre- 
ra dramática  á  los  trece  años,  con  la  comedia  Carro  del  ctelo^  y 
concluyó  á  los  ochenta  y  uno,  con  Hado  y  divisa;  y  en  el  espa- 
cio de  sesenta  y  ocho  años,  escribió  109  comedias  y  autos  sacra- 
mentales. Sus  obras  más  celebradas  son:  La  vida  es  sueño ^ 
Casa  con  dos  puertas  mala  es  de  guardar^  Con  quien  vengo  ven- 
go^ Certamen  de  amor  y  celos ^  El  Principe  Constantino^  El  Mé- 
dico de  su  honra^  Los  Dos  amantes  del  cielo^  El  AlccUde  de 
Zalamea^  Amur  después  de  la  muerte^  El  Purgatorio  de  San 
Patricio^  Luis  Pérez  el  Gallego^  El  Gran  Principe  de  Fez  y  La 
Devoción  de  la  Cruz.  Se  distinguen  sus  obras  por  la  creación  de 
caracteres,  de  imaginación,  pureza  y  elegancia  poco  comunes; 
aunque  pecó  muchas  veces  contra  las  reglas,  siempre  fué  un 
maestro,  y  será  tenido  como  uno  de  los  mejores  poetas  dra- 
máticos, no  sólo  en  España  sino  en  el  extranjero. 

El  teatro  decayó  con  la  muerte  de  Felipe  IV,  por  haber  or- 
denado la  reina  viuda  que  no  se  representasen  obras  hasta  que 
el  heredero  de  la  corona  tuviera  la  edad  cpara  gustar  de  ellas;» 
y  de  las  cuarenta  que  existían  en  su  reinado,  sólo  pudieron 
reunirse  tres  cuando  se  casó  Carlos  II. 

Desde  entonces  hasta  los  tiempos  en  que  floreció  Leandro 
Fernández  Moratín,  no  encontramos  ningún  autor  dramático  que 
pudiera  competir  con  los  precedentes;  pero  decimos  mal,  porque 


572  BADAJOZ 


estaba  García  de  la  Huerta,  que  por  sí  solo  escribía  mejor  que 
todos  sus  contemporáneos,  y  con  gran  ingenio,  pues  obras  tiene 
con  su  nombre,  que  no  se  hubiera  desdeñado  darle  el  suyo 
Lope  de  Vega. 

Para  saber  lo  que  el  poeta  extremeño  valía,  es  necesario 
leer  su  preciosa  tragedia  Raquel^  muy  superior  á  cuantas  nos 
presenta  el  teatro  francés.  Y  sin  embargo,  Agamenón  vengado^ 
como  La  Xaira^  tiene  rasgos  aún  mejores  que  la  Raquel.  En 
este  género  literario.  García  de  la  Huerta  es  solo  en  sus  tiem- 
pos. Él  comprendió  muy  bien  la  decadencia  del  teatro  en  el  si- 
glo XVIII,  y  cuan  difícil  le  sería  restaurarlo  sin  el  concurso  de 
un  gran  número  de  autores  que  á  él  se  asociaran  para  tan  lau- 
dable empresa.  Y  apeló  á  la  tragedia,  donde,  con  menos  esfuerzo 
y  más  libertad,  logró  un  gran  renombre. 

Pero  García  de  la  Huerta  también  escribió  en  otro  género. 
Sus  mejores  obras  literarias  son: 

I.*     Compendio  de  poética  (Madrid,  1779). 

2.*  Sumario  a  cada  reinado  (acompañó  á  los  Retratos  de 
España  desde  Atanarico  hasta  Carlos  III y  Madrid  1782). 

3.*  Endecasílabos  con  motivo  del  bombardeo  de  Argel  (Ma- 
drid, 1783). 

4.*  Lección  crítica  á  los  lectores  de  la  continuación  de  las 
Memorias  críticas  de  Cosme  Damián  (T.  Vil  del  Theatro  Espa- 
ñol, Madrid,  1785). 

5.*     Obras  poéticas  (segunda  edición,  Madrid,  1786). 

En  esta  obra,  y  al  tomo  I  están  comprendidas  sus  tragedias; 
en  el  II  sus  poesías. 

6.*     Biblioteca  militar  española  (Madrid,  1760). 

Parécenos  que  el  que  tanto  escribió,  bien  merece  un  puesto 
de  honor  en  la  literatura  española.  Con  muchos  escritores  como 
el  trágico  extremeño,  otra  hubiese  sido  la  suerte  del  teatro  nacio- 
nal en  el  siglo  xviii.  Pero  ya  al  comenzar  los  mediados  del 
mismo  se  inició  una  reforma  salvadora  á  la  que  contribuyeron 
quizás  García  de  la  Huerta  y  Fernández  Moratín,  aunque  esté- 


BADAJOZ  573 


rilmente  secundados  por  los  príncipes  Borbones,  porque  es  pre- 
ciso reconocer  aquí  que  entre  las  innovaciones  que  se  intentaron 
con  el  cambio  de  la  dinastía,  fué  la  introducción  del  estilo  del 
teatro  francés,  que  pocos  imitadores  tuvo.  Leandro  Fernández 
Moratín,  hijo  de  Nicolás  F.  Moratín,  autor  también  dramático, 
es  llamado  por  algunos  el  Moliere  español:  sus  comedias  son 
verdaderamente  clásicas  y  morales:  su  estilo  fácil,  bello  y  correc- 
to. Su  primera  comedia  fué  El  viejo  y  la  niña:  la  segunda  El 
café  ó  la  comedia  nueva.  Fué  como  un  verdadero  Quijote  del 
teatro  español,  contra  los  que  corrompían  la  escena.  Á  más  de 
otras  varias  comedias,  le  debemos  los  Orígenes  del  teatro  espa- 
ñoly  que  tantos  datos  y  noticias  curiosas  arrojan  á  la  historia  de 
nuestra  escena. 

Al  advenimiento  de  los  Borbones,  se  sintieron  algunos  cona- 
tos de  mejoramiento  en  la  literatura  y  en  las  artes.  Dinastía  más 
liberal  que  la  de  Austria,  sus  príncipes  vivían  en  amigable  con- 
sorcio con  la  mesocracia,  y  frecuentemente  Felipe  IV  hacía 
representar  sus  dranms,  como  Carlos  III  se  sentaba  en  el  taller 
para  montar  un  reloj.  Y  así  fué  que  después  de  la  batalla  de 
Almansa  todo  parece  que  quiere  cambiar  en  España,  en  sentido 
progresivo,  levantando  su  acción  científica  y  literaria.  La  crea- 
ción de  las  Academias  en  Madrid  y  más  tarde  la  organización 
de  las  Sociedades  Económicas  de  Amigos  del  País,  en  1775,  fué 
un  gran  paso  para  lograr  en  breve  tiempo  progresos  muy  salu- 
dables en  las  letras  y  las  artes  útiles.  Y  heredero  el  siglo  actual 
de  aquella  evolución  revolucionaria,  sostuvimos  por  largo  tiempo 
un  señalado  progreso  que  nos  trajo  á  Ceán  Bermúdez  y  á  Goya, 
á  García  de  la  Huerta,  á  Sepúlveda  el  grabador,  á  Leandro  Fer- 
nández de  Moratín  y  á  D.  Ramón  de  la  Cruz. 

En  las  letras  García  de  la  Huerta,  mayormente,  fué  el  alma 
del  movimiento  progresivo  de  sus  tiempos. 

Eran  sus  padres  D.  Francisco  García  de  la  Huerta  y  doña 
María  Muñoz,  ambos  nacidos  también  en  Zafra,  de  familia  lina- 
juda. Como  otros  tantos  jóvenes  de  aquellos  tiempos,  D.  Vicente 


574  BADAJOZ 


se  educó  en  Salamanca  y  completó  sus  estudios  en  la  Universi- 
dad Complutense,  regresando  á  Madrid  muy  luego  y  uniéndose 
en  estado  matrimonial  á  D.*  Gertrudis  Carrera,  con  quien  soste- 
nía amorosas  relaciones  desde  su  estancia  en  Salamanca. 

Desde  1755,  consta  que  vivió  en  Madrid,  dedicado  ala  lite- 
ratura, y  la  influencia  que  ejercía  por  sus  obras  entre  sus  contem- 
poráneos fué  tal,  que  no  iríamos  muy  lejos  diciendo  que  á  él  se 
debió  el  buen  gusto  y  la  cultura  que  se  notan  en  casi  todos  los 
literatos  de  la  corte  de  Carlos  III  (i).  El  inolvidable  D.  Ramón 
Mesonero  Romanos  escribe  de  él  una  curiosa  noticia  biográfica 
y  juicio  crítico,  á  la  cabeza  de  las  poesías  de  García  Huerta 
(tomo  LXI  de  la  B.  de  A  A.  E.),  y  el  lector  puede  leer  en  este 
estudio  del  ilustre  autor  de  Memorias  de  un  seteníón^  la  personi- 
ficación que  tuvo  el  poeta  extremeño  en  el  Parnaso  español.  Es 
un  trabajo  el  de  Mesonero  Romanos,  que  ya  por  ser  suyo,  ya 
también  por  ser  el  más  completo  y  metódico  que  existe  de  nues- 
tro poeta,  tiene  suma  importancia  y  está  en  él  tan  bien  retratado 
el  poeta,  que  apenas  se  leen  las  primeras  líneas,  se  adivina  al 
restaurador  del  gusto  nacional  contra  los  discípulos  que  habían 
logrado  implantar  en  nuestro  pueblo  la  escuela  francesa  por 
medio  de  las  obras  de  los  Lazanes,  Mantianos  y  compañeros 
suyos,  en  esto  de  escribir  anti-españolamente. 

Al  gran  nombre  que  adquirió  el  poeta  extremeño,  debió  sin 
duda  el  haber  ocupado  muy  altas  posiciones,  con  gran  conten- 


( I )  ...»sin  embargo,  la  influencia  de  las  ideas  era  tan  grande  que  Huerta  á  pesar 
de  la  independencia  de  carácter,  se  sometió  en  su  obra  al  rigor  de  las  tres  unida- 
des de  tiempo,  acción  y  lugar,  circunstancia  que  le  impidió  poner  en  juego  los 
grandes  recursos  que  mayor  amplitud  le  hubiera  proporcionado  para  conducir  la 
intriga  y  realizar  la  catástrofe  sin  apresuramiento. 

«No  gozó  de  su  triunfo  sin  amargura.  La  corte  de  España  andaba  en  negocia- 
ciones á  fín  de  obtener  la  canonización  de  Alfonso  VIH  cuando  apareció  la  Raquel^ 
y  su  fama  bastó  para  dejar  sin  efecto  el  propósito  de  colocar  en  los  altares  un  rey 
á  quien  se  atribuía  de  público  amistad  escandalosa  con  una  judía,  por  más  que 
fuese  patraña  vulgar.  Al  justo  reparo  de  la  curia  romana  nada  hubo  que  oponer,  y 
Huerta  murió  abrumado  de  persecuciones,  que  su  genio  indomable  aumentaba. n 
(Cosas  de  Madrid^  por  D.  Dionisio  Chaulié;  Madrid,  1884). 


BADAJOZ  57S 


tamiento  de  Carlos  III,  monarca  bien  ilustrado,  y  que  sintió  siem- 
pre grandes  simpatías  por  el  poeta. 

Fué  primeramente  Bibliotecario  de  la  Nacional,  y  más  tarde 
oñcial  de  la  Secretaría  de  Estado.  Cuando  había  escrito  sus 
mejores  obras  y  compuesto  notables  poesías  por  encargo  de  la 
Academia,  algunas  de  las  cuales  fueron  premiadas,  mereció  el 
honor  de  ser  nombrado  individuo  de  la  Academia  Española,  pri- 
meramente, y  más  tarde  de  las  de  la  Historia  y  de  San  Fer- 
nando. 

No  dejó  de  tener  grandes  contrariedades  el  poeta  extremeño 
en  su  triunfal  carrera  literaria.  Los  envidiosos  y  los  que  seguían 
la  escuela  francesa,  le  mortificaron  largos  años,  con  sátiras  y 
epigramas  á  cual  más  ridículos  y  extemporáneos.  Sobre  todo, 
á  cada  lauro  que  alcanzaba  con  sus  nuevas  obras,  subía  de 
punto  la  chillería  de  los  críticos,  que  apenas  si  pudieron  roer 
el  pedestal  que  elevaba,  sobre  aquella  vulgaridad  de  malos  poe- 
tas,  á  García  de  la  Huerta. 

Su  Raquel^  que  es  la  tragedia  española  citada  por  nuestros 
clásicos  como  modelo  del  bien  decir,  y  que  se  representó  en  1778, 
es  sin  disputa  la  que  da  el  sello  de  cuanto  valía  el  autor.  Catorce 
veces  se  imprimió  en  vida  del  poeta,  once  en  español,  dos  en 
portugués  y  una  en  francés.  Sus  versos  los  recitaban  todos  de 
memoria,  causando  entusiasmo  en  todas  las  clases,  y  aún  van 
transcurriendo  desde  la  aparición  de  esta  obra  en  el  teatro  es- 
pañol, hasta  hoy,  casi  ciento  veinte  años,  y  aún  recordamos  todos 
con  gusto  aquellos  versos  que  empiezan : 


cToda  júbilo  es  hoy  la  gran  Toledo: 
»el  popular  aplauso  y  alegría, 
munidos  al  magníñco  aparato, 
»las  victorias  de  Alfonso  solemnizan. 
>hoy  se  cumplen  diez  años  que  triunfante 
»le  vio  volver  el  Tajo  á  sus  orillas. 
» después  de  haber  las  del  Jordán  bañado 
»con  la  persiana  sangre  y  con  la  egipcia.» 


576  BADAJOZ 


Su  poema  heroico  Endimión^  compuesto  de  sesenta  octavas, 
es  justamente  elogiado  de  propios  y  extraños.  Y  no  obstante, 
gusta  más  á  los  clásicos  su  Égloga  Piscatoria^  leída  en  la  dis- 
tribución de  premios  dados  en  1760,  por  la  Academia  de  San 
Fernando ;  y  aún  más  celebradas  son  sus  diversas  canciones  aca- 
démicas, sus  endecasílabos,  sus  églogas  y  algunos  de  sus  sonetos, 
propios  de  la  pluma  de  Petrarca,  que  podemos  llamar  maestro 
en  esta  clase  de  composiciones.  Su  poesía  titulada  Los  Berebe- 
res es  una  égloga  africana,  que  acusa  en  el  poeta  mucho  ingenio 
y  grande  ilustración.  Tampoco  dejan  de  tener  valor  sus  Madri- 
gales (i),  que  en  nada  se  parecen  á  estos  otros  que  tanto  abun- 


(i)    Los  que  compuso  á  la  «Ponderación  de  las  penas  padecidas  en  una  corta 
ausencia,»  dicen  así : 

I 

«Ausencias  son,  bien  mío, 
eternas  de  mi  amor  consideradas 
las  tristes  horas  que  de  ti  me  ausento, 
y  con  fiero  desvío, 
aprensiones  del  vulgo  autorizadas 
me  apartan  de  tu  vista  y  mi  contento. 

^Qué  rudo  entendimiento 
el  hombre  dio,  á  respetos  tan  tiranos, 
de  respetos  humanos? 
debiéndolos  llamar  más  propiamente 
necia  vulgaridad  impertinente, 
ó  con  mas  justos  nombres, 
infierno  repetido  de  los  hombres.» 

II 

«Publíquelo  mi  pena, 
que  tanto,  Lisi,  al  separarnos  crece 
con  modos  de  rigor  jamás  usados, 
que  de  mi  me  enajena 
y  aun  la  dulce  memoria  desvanece, 
del  feliz  galardón  de  mis  cuidados. 
Suspiros  abrasados, 
lágrimas  vivas  de  mis  muertos  ojos 
desazones  y  enojos, 
temores,  ansias,  sustos,  desconsuelos 
y  por  corona  de  desdichas,  celos, 
son  familia  casera 
que  al  separarme  de  tu  luz  me  espera.» 


BADAJOZ  577 


dan  en  nuestros  tiempos,  y  que  más  se  asemejan  á  epigramas 
que  á  suspiros  delicados  ó  doloridos  recuerdos,  como  aconseja 
la  regla  para  escribir  este  género  de  poesías. 

Se  ha  dicho  que  tradujo  las  obras  de  Horacio,  y  esta  afir- 
mación no  es  cierta.  Quizás  algún  día  abrigase  el  pensamiento 
de  hacerlo,  pero  es  lo  cierto  que  sólo  algunas  poesías  del  vate 
antiguo,  y  aun  en  rigor  sólo  tradujo  la  Paráfrdsis  de  la  oda  XVI 
del  libro  II,  que  empieza  Pliumdivos^  etc.  También  tradujo  de 
Ovidio  un  pasaje  del  libro  XIII  de  las  Metamorfosis, 

Multitud  de  composiciones  tiene  á  diversos  asuntos,  que  bien 
merecen  estudiarse  para  ser  imitado. 

De  García  de  la  Huerta,  que  ha  sido  bien  poco  estudiado, 
ha  dicho  un  biógrafo  anónimo  que  murió  en  Zafra,  el  año 
de  1788,  mientras  otro  autor  asegura  que  falleció  en  Madrid, 
el  año  de  1786.  Ambas  afirmaciones  son  inexactas,  pues  está 
averiguado  que  falleció  el  día  12  de  Marzo  del  año  1787,  en  la 
calle  del  Lobo,  número  25,  siendo  sepultado  en  la  parroquia  de 
San  Sebastián,  habiendo  dejado  un  hijo  oficial  de  artillería,  pues 
los  otros  que  contaba,  años  antes,  habían  fallecido. 

D.  Pedro  de  Venegas,  militar  y  diplomático,  nacido  en  1520, 
en  Zafra,  no  faltando  quien  le  dé  por  patria  la  ciudad  de  Gra- 
nada, donde  de  muy  antiguo  hubo  familia  nobiliaria  que  llevó 
este  nombre,  como  puede  verse  en  la  obra  de  Lafuente  Alcán- 


III 

aEl  mal  mullido  lecho,       t 
en  que  mis  penas  aliviar  solía 
teatro  de  suplicios  asemeja, 
y  en  continuo  despecho 
se  escucha  el  eco  de  la  pena  mia, 
formado  de  una  queja  y  otra  queja. 
Vanamente  forceja, 
contra  el  tropel  de  males  rigurosos 
mi  espíritu  fogoso, 

conociendo  que  á  la  lid  tan  encendida 
término  pondrá  sólo  el  de  mi  vida, 
siendo  por  raros  modos 
remedio  á  un  mal,  el  mal  mayor  de  todos.» 

73 


578  BADAJOZ 


tara  (Historia  de  Granada ^  al  tomo  III),  donde  trae  el  origen 
este  apellido  español. 

'Venegas  entró  en  la  milicia  desde  bien  nifio,  y  en  los  media- 
dos del  siglo  XVI  servía  á  las  órdenes  del  rey  Felipe  II. 

Los  moros  asediaron  á  Melilla  en  los  tiempos  de  este  mo- 
narca, y  fueron  rechazados  por  su  gobernador  D.  Pedro  Vene- 
gas,  que  les  dio  una  lección  sangrienta. 

Esto  pasaba  en  1563,  al  mismo  tiempo  que  los  turcos  de 
Argel  sitiaron  la  ciudad  de  Oran  y  al  puerto  de  Mazalquivir, 
pero  el  marqués  de  Alcaudete,  gobernador  del  primer  punto,  y 
su  hermano  D.  Martín,  que  lo  era  del  segundo,  resistieron  con 
bizarría  los  ataques  de  los  sitiadores,  hasta  que  llegaron  en  su 
auxilio  las  galeras  de  España,  á  cuya  vista  se  retiraron  los 
moros. 

El  gobernador  del  Peñón  de  Vélez  de  la  Gomera  fué  asesi- 
nado por  dos  esclavas  y  un  esclavo,  y  abriendo  las  puertas,  por 
donde  entraron  los  moros,  no  dieron  cuartel  á  ningún  soldado. 

En  1564  Felipe  11  mandó  una  armada  de  60  galeras,  con 
14,000  hombres  de  desembarco,  al  mando  de  García  de  Tole- 
do, que  tomó  la  ciudad  y  recuperó  el  Peñón  de  Vélez,  y  fueron 
hechos  esclavos  los  turcos  y  los  moros  que  no  sucumbieron  en 
la  lucha. 

D.  García,  que  dejó  un  gobernador  en  el  presidio  con  tres- 
cientos arcabuceros  y  muchos  albañiles,  aportillando  en  seguida 
las  murallas,  regresó  á  Málaga. 

En  el  mismo  año,  las  galeras  de  España,  mandadas  por 
D.  Alvaro  Bazán,  entraron  en  Tetuán,  guarida  infernal  de  pira- 
tas, é  hizo  á  su  propia  vista  cegar  é  inutilizar  la  entrada  del 
puerto. 

Otras  muchas  ventajas  se  alcanzaron  contra  los  mahometa- 
nos en  la  época  de  Felipe  II,  y  la  más  famosa  fué  la  batalla 
naval  de  Lepanto,  que  ganó  su  hermano  D.  Juan  de  Austria 
sobre  las  escuadras  de  Solimán. 

En  su  tiempo  tuvo  lugar  la  desgraciada  jornada  de  África, 


BADAJOZ  579 

en  la  que  murió  el  rey  de  Portugal  D.  Sebastián,  y  fallecido 
después  su  tío,  el  cardenal  D.  Enrique,  se  reunió  la  corona  de 
Portugal  y  de  Castilla  en  las  sienes  de  Felipe  II. 

Así  se  incorporaron  á  nuestras  posesiones  las  plazas  que 
los  portugueses  tenían  en  el  continente  africano,  que  eran  Ma- 
zagán,  Tánger  y  Ceuta. 

Felipe  II  estableció  relaciones  diplomáticas  con  Marruecos 
por  medio  de  su  embajador  D.  Pedro  de  Venegas,  y  8o  hidal- 
gos de  la  casa  del  rey  D.  Sebastián  que  quedaron  cautivos  en 
África  fueron  rescatados  por  la  crecida  suma  de  40,000  cruza- 
dos, y  para  libertar  á  su  embajador  cerca  del  desventurado  mo- 
narca lusitano,  D.  Luís  de  Silva,  y  otros  principales  castellanos, 
Felipe  II  envió  al  sherife  Amhed  un  presente  en  perlas  y  piedras 
preciosas  que  pasaban  de  400,000  ducados. 

£1  emperador  de  Marruecos  agradeció  tanto  esta  gentileza, 
que  además  de  entregar  el  cadáver  del  rey  D.  Sebastián,  devol- 
vió sin  rescate  al  joven  duque  de  Barcelos  y  otros  ilustres  caba- 
lleros. 

Distraída  su  política  con  las  cuestiones  de  Flandes,  Italia  y 
Alemania,  no  realizó  otra  empresa  más  grande  y  decisiva  en 
África  que  hiciera  recordar  el  grandioso  pensamiento  concebido 
por  D.  Fernando  el  Católico,  y  al  cual  prestaba  decidido  entu- 
siasmo el  general  Venegas. 

Descendiente  de  éste  era  el  jesuíta  P.  Mariano  Miguel  de 
Venegas,  que  en  el  siglo  xviii  estuvo  en  California  como  misio- 
nero, escribiendo  después  su  curioso  libro  publicado  en  1757, 
denominado  Noticias  de  California;  asimismo  Alejo  Venegas, 
escritor  y  erudito  que  murió  en  principios  del  siglo  xvii,  dejan- 
do escrita  la  siguiente  obra:  Primera  parte  de  las  diferencias  de 
libros  que  hay  en  el  universo  (Salamanca,  1572),  y  finalmente 
lo  era  también  D.  Francisco  Venegas  y  Rodríguez,  primer  mar- 
qués de  la  Reunión  de  Nueva  España  y  teniente  general  de  los 
ejércitos  nacionales,  nacido  de  una  familia  linajuda,  en  2  de 
Diciembre  de  1754. 


580  BADAJOZ 


La  biografía  de  este  ilustre  extremefio  es  importante,  por- 
que viene  á  esclarecer  puntos  hasta  hoy  dudosos  en  la  historia 
contemporánea.  Sumariamente  podemos  darla  por  la  siguiente 
hoja  de  servicios  que  original  hemos  leído  y  que  dice  así: 

cD.  Francisco  Javier  Venegas  de  Saavedra,  marqués  de  la 
Reunión  de  Nueva  España,  caballero  gran  cruz  de  las  órdenes 
Real  Distinguida  Española  de  Carlos  III,  Real  Militar  y  Bene- 
mérita de  San  Fernando,  vocal  de  su  Asamblea  Suprema,  Real 
Americana  de  Isabel  la  Católica,  decano  de  su  Suprema  Asam- 
blea, comendador  de  Torroba  en  la  Militar  de  Calatrava,  aca- 
démico honorario  de  la  Real  Academia  de  Nobles  Artes  de  San 
Carlos,  de  Valencia,  condecorado  con  las  cruces  de  distinción 
concedidas  por  las  batallas  y  acciones  de  Menjíbar,  Bailen^  Bu- 
bierca,  Tarancón  y  Almonacid,  teniente  general  de  los  reales 
ejércitos,  gobernador  y  capitán  general  del  ejército  y  reino  de 
Galicia,  presidente  de  su  Real  Audiencia,  del  Consejo  de  Guerra 
de  Generales,  de  la  Comisión  Militar,  de  la  Junta  de  Agravios 
y  de  la  Superior  de  Sanidad  del  mismo  reino  y  subdelegado  de 
la  Real  Renta  de  Correos  y  caminos  de  él,  etc. 

>  Nació  en  la  villa  de  Zafra,  provincia  de  Extremadura,  y  ad- 
mitido de  cadete  en  el  regimiento  de  infantería  de  Murcia,  entró 
á  servir  en  la  plaza  de  Oran  en  i.®  de  Julio  de  1772,  permane- 
ciendo dos  años  y  tres  meses  en  aquella  guarnición,  haciendo 
además  el  servicio  ordinario  de  guardias  y  rondas,  el  de  guerra 
que  le  proporcionaron  los  varios  ataques  hechos  por  los  moros 
y  la  defensa  para  resistirlos.  Hizo  una  salida  en  calidad  de  vo- 
luntario, batiéndose  con  los  moros  para  sostener  la  entrada  del 
regimiento  de  infantería  de  Flandes  y  su  marcha  desde  la  plaza 
de  Mazarquivir  á  la  de  Oran.  En  Abril  de  1775  pasó  de  real 
orden  á  estudiar  matemáticas  en  la  Academia  de  Barcelona,  y, 
noticioso  en  Junio  siguiente  de  que  su  regimiento  era  uno  de  los 
nombrados  para  la  expedición  de  Argel,  se  dirigió  inmediata- 
mente á  la  plaza  de  Cartagena,  distante  ochenta  y  nueve  leguas 
de  Barcelona,  á  incorporarse  con  él  para  concurrir,  como  con- 


BADAJOZ  581 


currió,  á  aquella  expedición,  agregado  por  propia  solicitud  á  la 
segunda  compañía  de  granaderos  desde  el  primer  desembarco, 
recibiendo  tres  balazos  en  la  gorra,  sable  y  pecho,  causándole 
el  último  una  contusión.  Concluida  dicha  campaña  se  restituyó 
á  ñnalizar  el  curso  de  matemáticas,  y  en  los  exámenes  finales 
mereció  la  calificación  de  sobresaliente.  En  Agosto  de  1779  fué 
de  subteniente  de  granaderos  al  bloqueo  de  Gibraltar,  perma- 
neciendo hasta  el  año  de  1781,  en  que  su  batallón  fué  destina* 
do  para  reconquista  de  Menorca,  á  que  asistió  ascendido  á 
teniente.  Promovido  á  teniente  de  cazadores  del  regimiento  pro- 
vincial de  Badajoz,  volvió  al  sitio  de  Gibraltar,  y  por  sus  espe- 
ciales servicios,  singularmente  por  haber  hecho  á  un  mismo 
tiempo  el  de  capitán  de  granaderos,  agregado  al  batallón  de 
Crillón,  y  de  capitán  de  cazadores  del  provincial  de  Jaén,  que 
era  su  empleo  de  propiedad,  como  por  haber  sido  uno  de  los 
cuatro  capitanes  de  granaderos  que  se  eligieron  para  el  arries- 
gado servicio  de  sostener  los  trabajos  de  la  mina  que  se  abría 
en  la  Torre  del  Diablo,  obtuvo  el  grado  de  teniente  coronel  de 
infantería  á  la  paz  y  promoción  de  1783. 

>En  1 79 1  se  halló  en  el  sitio  y  defensa  de  la  plaza  de  Ceu- 
ta, y  en  3 1  de  Octubre  de  aquel  año  hizo  una  salida  con  su 
compañía  al  campo  del  moro  en  la  columna  del  mando  del  ma- 
riscal de  campo  D.  José  Vasallo,  destinada  con  los  piquetes  de 
trabajo  á  quemar  todas  sus  baterías  y  deshacer  los  ataques, 
apostaderos  y  minas.  En  27  de  Setiembre  de  1792  se  unió  en 
la  capital  de  Écija  con  aquel  regimiento,  de  que  era  teniente 
coronel,  y  marchó  con  él  al  campo  de  Gibraltar  de  guarnición; 
pero  por  real  orden  de  1 7  de  Octubre  siguiente  se  sirvió  Su 
Majestad  nombrarle  para  servir  su  empleo  en  la  división  de 
granaderos  y  cazadores  provinciales  de  Andalucía,  que  debía 
embarcarse  para  Cataluña,  y  en  su  cumplimiento  salió  para  el 
puerto  de  Málaga  el  29  del  citado  Octubre.  Estuvo  de  guarni- 
ción en  ella  hasta  el  12  de  Diciembre  del  mismo  año,  que  se 
embarcó  con  ocho  compañías  de  granaderos  y  dio  la  vela  para 


582  BADAJOZ 


Barcelona  arribando  el  24,  en  cuya  guarnición  y  en  el  cantón 
de  Mataró  permaneció  hasta  el  16  de  Abril  de  1793,  que  salió 
para  el  ejército  del  Rosellón.  Fueron  en  él  continuas  y  activas 
sus  operaciones,  ya  las  que  le  correspondieron  por  escala,  como 
las  que  desempeñó  por  especial  elección  de  los  generales.  Se 
halló  en  la  batalla  de  Masden ;  en  la  expedición  y  toma  de  Elna 
y  Argeles;  en  la  salida  de  Tuhir  el  9  de  Julio ;  en  el  ataque  de 
Cornelia,  donde  rechazó  la  columna  enemiga,  que  cargó  por  la 
parte  de  Soler  la  retaguardia  de  nuestras  tropas,  y  el  30  de 
Agosto  ocupó  dicho  pueblo.  El  4  de  Setiembre  sostuvo,  á  la 
cabeza  de  su  batallón  de  cazadores,  á  nuestra  caballería  que,  á 
las  órdenes  del  teniente  general  D.  Antonio  de  Córdoba  y  He- 
redia,  cargó  la  retaguardia  de  un  destacamento  enemigo  que 
había  venido  á  quemar  los  pajares  de  San  Feliu.  Se  apoderó, 
por  comisión  del  teniente  general,  marqués  de  las  Amarillas, 
con  dos  compañías  de  granaderos  de  reales  guardias  de  infante- 
ría española,  cuatro  de  su  propio  batallón,  cien  hombres  de 
tropas  ligeras  y  un  escuadrón  de  caballería,  del  lugar  de  Peires- 
tortes  y  de  los  efectos  y  provisiones  que  tenía  allí  el  enemigo, 
haciendo  un  extenso  reconocimiento  de  sus  posiciones.  Se  halló 
en  la  batalla  de  Rivasaltas,  en  las  acciones  de  Bernet  y  Peires- 
tortes,  desalojando  en  la  primera  y  á  viva  fuerza,  en  calidad  de 
jefe,  por  haber  muerto  á  su  lado  el  mariscal  de  campo  D.  Ra- 
fael Adorno,  y  en  la  apurada  circunstancia  de  haberse  desorde- 
nado otro  regimiento  que  estaba  á  la  cabeza,  á  un  cuerpo  ene- 
migo que,  cubierto  con  las  tapias  de  Bernet,  hacía  mucho  estra- 
go en  nuestras  tropas  y  amagaba  cargarlas  en  la  retirada,  según 
lo  verificó  después,  aunque  reprimido  por  cubrirlas  Venegas  con 
sólo  su  batallón.  Por  la  noche,  después  de  la  acción  de  Pieres- 
tortes,  reunió,  á  fuerza  de  constancia  y  con  mucho  peligro,  más 
de  dos  mil  hombres  desordenados,  que  eran  los  últimos  que 
allí  quedaban,  y  juntándolos  á  un  batallón  de  guardias  españo- 
las mandado  por  el  brigadier  D.  Felipe  Viana,  también  desca- 
minado por  la  oscuridad  de  la  noche,  los  condujo  en  buen  orden 


BADAJOZ  583 


á  San  Feliu.  Estuvo  mandando  el  batallón  de  granaderos  por 
enfermedad  de  su  coronel,  conde  del  Donadío,  en  las  alturas 
del  Rao,  y  mandó  también  una  de  las  columnas  que  el  día  de 
la  batalla  de  Trullas  salieron  á  rechazar  las  de  la  izquierda  del 
ejército  enemigo  que  intentaba  atacar  el  nuestro  por  la  espalda. 
Se  halló  también  el  día  i  .^  de  Octubre,  á  las  órdenes  del  conde 
de  la  Unión,  en  Ik  expedición  de  San  Genis  y  Villalonga.  Fué 
su  cuerpo  uno  de  los  que  sostuvieron  la  retirada  hecha  por  dis- 
posición del  general  en  jefe  D.  Antonio  Ricardos  desde  Trullas 
al  Baulón.  En  el  ataque  general  que  dieron  los  enemigos  al 
campo  del  citado  Baulón,  hizo  funciones  de  mayor  general  del 
centro  del  ejército  mandado  por  el  teniente  general  príncipe  de 
Monforte.  Sucesivamente  estuvo  en  el  destacamento  y  posición 
de  la  batería  de  San  Juan,  en  la  salida  para  atacar  la  batería  de 
Ceret  el  29  de  Noviembre,  habiendo  sido  encargado  por  el  conde 
de  la  Unión  del  mando  de  los  retrincheramientos  de  la  izquier- 
da, tomados  á  los  enemigos,  y  de  la  ocupación  del  castillo 
de  San  Ferriol,  donde  permaneció  hasta  el  6  de  Diciembre. 
El  7,  por  disposición  del  mismo  general  en  jefe,  y  con  mo- 
tivo de  hallarse  enfermo  el  jefe  propietario,  tomó  el  mando  del 
batallón  de  cazadores  de  Castilla  la  Nueva  para  conducirle  en 
el  ataque  á  la  ermita  de  San  Lucas  con  el  ñn  de  entretener 
aquellas  fuerzas  enemigas  mientras  se  atacaban  las  baterías  de 
Villalonga,  en  cuya  operación  formaba  la  columna  del  centro, 
unido  á  dos  batallones  de  guardias  walonas,  siendo  segundo  co- 
mandante de  ella.  En  el  ataque  de  la  vanguardia  enemiga  de 
Bañuls  Des-Aspres,  el  2 1  de  Diciembre,  habiéndose  adelantado 
con  su  batallón,  por  disposición  del  teniente  general  marqués 
de  las  Amarillas,  y  unídose  á  las  tropas  de  vanguardia  que  se 
avanzaron  á  desalojar  á  los  enemigos.  En  el  cantón  de  la  Roca, 
mandando  en  varias  ocasiones  los  de  San  Genis  y  el  Palau  por 
comisión  de  los  generales  marqués  de  las  Amarillas  y  D.  Juan 
Miguel  de  Vives.  En  las  varias  acciones  ocurridas  en  ambos 
puestos  hasta  el  1 8  de  Abril  del  94,  en  que  evacuaron  nuestras 


584  BADAJOZ 


tropas  el  de  San  Genis  á  consecuencia  de  la  sangrienta  acción 
de  la  misma  tarde,  cuya  evacuación  ejecutó  Venegas  bajo  las 
órdenes  inmediatas  del  mariscal  de  campo  D.  José  de  Moneada, 
y  al  retirarse  fué  destinado  por  el  mismo  general  á  tomar  posi- 
ción en  Montesquión  con  cuatrocientos  granaderos,  donde  fué 
atacado  el  30  del  mismo  mes  por  el  cuerpo  del  general  Dugou- 
mier,  fuerte  de  doce  mil  hombres,  los  que  fueron  detenidos,  por 
mil  que  reunía  aquel  día  nuestro  destacamento,  por  espacio  de 
más  de  seis  horas,  habiendo  perdido  en  ellas  trece  oficiales  y 
proporcionado  número  de  tropas,  recibiendo  Venegas  dos  heri- 
das de  fusil,  que  le  atravesaron  una  el  costado  izquierdo  y  la 
otra  el  muslo  derecho,  además  de  otra  bala  que  le  llevó  un  fal- 
dón de  la  casaca.  Estas  heridas  le  ocasionaron  una  debilidad 
física  que  le  inhabilitaba  entonces  para  el  servicio  de  campaña, 
singularmente  por  la  dificultad  de  escribir  que  le  causaba  el  re- 
toque de  nervios,  y  se  vio  obligado  á  solicitar  su  retiro  en  la 
última  campaña  del  95,  y  lo  obtuvo  en  la  clase  de  coronel  en 
que  se  hallaba,  con  destino  á  Montilla,  ciudad  de  Andalucía, 
donde  tenía  su  casa.  Allí  residía  cuidando  sus  haciendas  y  dan- 
do con  sus  conocimientos  adquiridos  el  ejemplo  de  un  esmerado 
cultivador,  cuando  en  1801  debió  á  la  piadosa  memoria  del 
Sr.  D.  Carlos  IV  le  nombrase  ayudante  general  para  el  ejército 
contra  Portugal;  pero  su  penalidad  para  el  uso  de  la  pluma  le 
obligó  á  representarle  á  S.  M.  como  un  inconveniente  para  el 
servicio  de  estado  mayor,  bien  que  ofreciéndose  al  de  cualquie- 
ra otra  naturaleza,  y  S.  M.  tuvo  á  bien  relevarle  de  su  nombra- 
miento con  expresiones  muy  honrosas.  Alzado  el  grito  de  la 
nación  para  vengar  el  ultraje  intentado  por  Napoleón  contra  el 
rey  nuestro  señor  y  sus  sagrados  derechos,  sintió  que  era  la 
ocasión  de  emplear  sus  débiles  fuerzas  y  concurrir  con  ellas  á  la 
restitución  de  S.  M.,  y  en  30  de  Mayo  de  1808  se  hallaba  ya 
en  Córdoba  contribuyendo  á  la  posible  organización  de  tropas 
de  nueva  leva,  ascendido  á  brigadier.  Presidió  aquella  Junta  pro- 
vincial, haciendo  al  mismo  tiempo  el  servicio  militar  y  hallando* 


BADAJOZ  585 

se  el  7  de  Junio  en  la  acción  que,  con  algunas  pocas  tropas  ve- 
teranas y  paisanos  armados,  se  sostuvo  en  el  puente  de  Alcoleá 
y  cuesta  de  la  Lancha  contra  el  mariscal  Dupont,  procurando 
detener  el  rápido  movimiento  con  que  marchaba  á  apoderarse 
de  Sevilla  y  Cádiz. 

» Trasladado  después  á  Utrera  por  orden  de  la  Junta  de  Se- 
villa, entonces  suprema,  destinado  á  las  órdenes  del  general  en 
jefe  D.  Francisco  Javier  de  Castaños,  le  encargó  su  vanguardia, 
que  estuvo  en  observación  del  mismo  Dupont  cuando  ocupaba 
á  Andújar,  y  tuvo  algunas  acciones.  Sucesivamente  le  puso  el 
mismo  general  Castaños  de  segundo  jefe  de  la  división  primera 
de  su  ejército,  mandada  en  primero  por  el  mariscal  de  campo 
D.  Teodoro  Reding ;  en  tal  calidad,  y  mandando  la  vanguardia 
de  dicha  división,  vadeó  con  ella  el  Guadalquivir  la  madrugada 
del  16  de  Junio,  rompiendo  el  cuerpo  enemigo  en  Menjíbar, 
siguiendo  su  ataque  hasta  los  visos  de  Bailen,  en  que  fueron  los 
enemigos  perseguidos  con  pérdida  de  alguna  artillería  y  la  muer- 
te del  general  Gover,  en  cuya  importante  acción  tuvo  señalada 
parte  Venegas  y  mereció  al  general  Reding  la  mayor  confianza. 
El  19  de  Julio^  en  que  se  dio  la  gloriosa  batalla  de  Bailen,  fué 
destinado  á  la  cabeza  de  las  vanguardias  unidas  á  la  primera  y 
segunda  división  á  atacar  en  Andújar  el  cuerpo  de  Dupont.  De- 
bía romper  la  marcha  á  las  tres  de  la  madrugada,  y  por  la  feliz 
anticipación  que  tomó  de  una  hora,  no  sorprendieron  á  dichas 
divisiones  los  mismos  enemigos  que,  habiendo  evacuado  á  An- 
dújar la  antecedente  noche,  marchaban  á  unirse  en  la  Carolina 
con  la  división  de  Vedel.  Se  habrían  marchado  40  ó  50  pasos, 
cuando  las  avanzadas  se  encontraron  con  las  enemigas  y  rom- 
pieron unas  y  otras  el  fuego.  Trabada  la  batalla,  mandó  el  ala 
derecha  de  la  línea,  ordenó  movimientos  y  destacó  cuerpos  con 
que  desconcertó  las  reiteradas  maniobras  del  enemigo  para  en- 
volver aquélla  por  el  flanco  derecho,  y  estas  felices  disposicio- 
nes merecieron  que  los  generales  Castaños  y  Reding  dijesen  en 

sus  relaciones  que  Venegas  había  hecho  en  el  ala  derecha  im- 

74 


586  BADAJOZ 


portantes  y  distinguidos  servicios.  Habiendo  pasado  sucesiva- 
mente al  Ebro,  y  después  de  los  acontecimientos  y  operaciones 
que  allí  se  practicaron,  dada  la  desgraciada  batalla  de  Tudela, 
y  reunido  el  ejército  en  Calatayud,  se  le  encargó  por  el  general 
en  jefe  y  dictamen  de  los  demás  generales,  congregados  en  jun- 
ta, una  división  de  retaguardia  escogida,  para  sostener  la  reti- 
rada del  ejército.  Contramarchando  con  ella  tres  leguas  hasta 
el  Fran,  nada  encontró  en  aquel  puerto  y  detuvo  al  enemigo 
por  primera  vez,  y  retirándose  con   lentitud,  y  siempre  picado 
por  él,  sostuvo  en  Rubierca  \in  tenaz  y  sangriento  combate  du- 
rante siete  horas,  y  á  costa  de  incesantes  operaciones  y  encuen- 
tros de  tres  días,  y  de  hacer  frente,  por  último,  en  Guadalajara 
al  cuerpo  de  infantería  del  duque  de  Bellune  y  á  la  columna 
de  1 6  escuadrones  de  caballería  mandada  por  el  duque  de  Istra, 
se  consiguió  salvar  todo  el  ejército  con  su  artillería.  Hallándose 
con  la  vanguardia  en  el  lugar  de  Carrascosa,  ordenó  la  sorpre- 
sa de  un  destacamento  de  dragones  que  iba  á  Alcázar  de  Huete 
á  sacar  raciones,  y  fué  completamente  derrotado,  quedando  los 
más  muertos  ó  prisioneros.  Mandó  el  encuentro  de  Tarancón, 
donde  la  firmeza  de  la  infantería  contra  la  caballería  enemiga 
mereció  una  medalla  de  distinción.  Fué  batido  en  Uclés  por  la 
superioridad  del  enemigo  en  organización  y  número,  mandado 
por  el  general  Víctor ;  pero  cumpliendo  sus  obligaciones,  pre- 
sentóse al  frente  de  las  tropas,  aunque  atacado  de  una  fiebre 
pútrida,  recibiendo  una  contusión  de  bala  de  fusil  en  el  pecho  y 
retirándose  por  entre  los  enemigos.  En  6  de  Abril  de  1 809  se 
encargó  del  ejército  de  la  Mancha,  á  los  nueve  días  de  la  acción 
de  Ciudad-Real,  que  lo  había  reducido  á  un  deplorable  estado; 
lo  organizó  é  instruyó  en  dos  meses,  poniéndolo  capaz  de  mo- 
verse de  nuevo  por  la  Mancha,  haciendo  marchas  y  retiradas 
que  merecieron  la  aprobación  y  elogios  del  Gobierno,  singular- 
mente la  bien  ordenada  que  practicó  desde  el  Guadiana,  cuando 
el  rey  intruso  trató  de  atacarlo  con  superiores  fuerzas,,  y  en  ella 
dispuso  y  logró  sorprender  en  Torralva  un  grueso  cuerpo  ene- 


BADAJOZ  587 


migo  de  caballería.  Volvió  después  á  adelantarse  hasta  Toledo 
y  Aranjuez,  haciendo  el  cerco  de  aquella  ciudad,  dando  y  soste- 
niendo acciones  parciales  muy  bizarras,  siendo  señalada  la  del 
29  de  Julio  de  1809  ^n  la  Cuesta  de  la  Reina,  y,  últimamente, 
las  más  considerables  de  Aranjuez,  Afiover  y  Toledo,  y  la  bata- 
lia  general  de  Almonacid.  En  el  cuartel  general  de  Santa  Elena 
había  despreciado  con  energía  las  insidiosas  proposiciones  de 
acomodamiento  que  le  hizo  por  escrito  el  general  Sebastian!,  y 
sostuvo  en  su  respuesta  los  derechos  del  rey  nuestro  señor  y  el 
pundonor  de  sus  obligaciones.  Nombrado  gobernador  de  Cádiz 
en  6  de  Noviembre  de  1809,  lo  era  en  las  angustiadas  circuns- 
tancias de  haber  entrado  en  las  Andalucías  el  intruso  rey  con 
su  numeroso  triunfante  ejército,  y  acercarse  á  aquella  plaza,  inti- 
mando por  emisarios  que  envió  desde  el  Puerto  de  Santa  María, 
su  rendición,  con  lisonjeras  promesas  en  unos  instantes  en  que 
carecía  de  recursos,  y,  á  pesar  de  todo,  á  la  cabeza  de  la  Junta 
Superior,  dictó  la  respuesta  de  que  la  ciudad  de  Cádiz^  firme 
siempre  en  los  principios  de  su  juramento ^  no  reconocía  otro  rey 
que  al  Sr.  D.  Fernando  VII ^  y  solicitó  con  eficacia  y  obtuvo 
prontos  auxilios  de  tropas  inglesas  de  la  guarnición  de  Gibral- 
tar  y  la  más  favorable  disposición  del  vicealmirante  Purvis  para 
auxiliarle  con  sus  fuerzas  marítimas.  Posteriormente  fué  nom- 
brado por  la  primera  Regencia  del  reino  virrey  de  Santa  Fe  é 
inmediatamente  de  Nueva-España,  sin  solicitud  suya  y  contra 
sus  manifestados  deseos  de  continuar  en  la  guerra  de  la  Penín- 
sula. Debiendo  cesar,  á  consecuencia  del  nombramiento  de  San- 
ta F'e,  en  el  mando  de  la  plaza  de  Cádiz,  recibió  una  real  orden 
en  10  de  Febrero  de  1810,  comunicada  por  el  ministro  marqués 
de  las  Hormazas,  participándole  que  el  Consejo  de  Regencia  de 
España  é  Indias  había  oído  con  mucho  gusto  una  Diputación 
de  la  Junta  Superior  de  aquella  plaza,  en  que  había  manifestado 
la  confianza  que  tenía  la  ciudad  en  tan  digno  jefe  y  los  inconve- 
nientes que  podían  resultar  de  su  separación  en  tan  críticas  cir- 
cunstancias. Que  en  su  consecuencia  había  resuelto  S.  M.  que 


588  BADAJOZ 


subsistiese  en  aquel  Gobierno  ínterin  no  variase  la  situación  en 
que  se  hallaba  la  plaza  de  Cádiz  y  hubiese  proporción  para  su 
transporte  al  destino  de  virrey  del  nuevo  reino  de  Granada ;  y 
á  fín  de  que  pudiese  atender  con  más  desahogo  á  todos  los 
asuntos  que  estaban  á  su  cargo,  S.  M.  nombraba  por  segundo 
gobernador  de  aquella  plaza  al  brigadier  D.  Gaspar  de  Vigodet, 
y  así  se  verificó  hasta  el  nombramiento  de  gobernador  de  ella 
hecho  en  el  duque  de  Alburquerque,  capitán  general  de  Anda- 
lucía y  general  en  jefe  de  aquel  ejército  de  operaciones.  Se  em- 
barcó en  Cádiz  á  12  de  Julio  de  18 10,  en  la  fragata  de  la  marina 
real  Atocha^  desembarcó  en  Veracruz  el  28  de  Agosto,  entró  en 
Méjico  el  14  de  Setiembre  de  1810,  y  á  los  dos  días  reventó  la 
insurrección  que  estaba  tramada,  y  después  de  apoderarse  los 
insurgentes  de  las  ciudades  capitales  Guanajuato  y  Valladolid 
de  Mechoacán,  y  reforzarse  con  seis  regimientos  que  se  les  pa- 
saron, tres  de  infantería  y  tres  de  caballería,  vinieron  á  tomar 
la  capital  con  80,000  hombres  y  1 1  cañones,  cuyo  intento  des- 
barató con  sus  rápidas  disposiciones  y  la  célebre  batalla  de  las 
Cruces,  y  la  resolución  y  firmeza  que  inspiró  en  Méjico,  á  pesar 
del  desaliento  general  que  infundiera  el  número  de  los  rebeldes 
y  sus  procedentes  ventajas,  habiendo  sido  incesantes  las  provi- 
dencias militares  y  políticas  que  hubo  que  tomar  para  dirigir  y 
sostener  las  operaciones  de  los  ejércitos  y  divisiones  expedicio- 
narias, sofocar  las  varias  conspiraciones  que  se  tramaron  dentro 
y  fuera  de  la  capital  y  mantener  el  orden  público.  Después  de 
haber  dado  en  aquel  mando  un  ejemplo  heroico  de  integridad, 
desinterés  y  desprendimiento  por  espacio  de  dos  años  y  medio, 
lo  entregó  en  4  de  Marzo  de  181 3  para  regresar  á  la  Península, 
llamado  por  el  Gobierno,  y  á  los  tres  años  y  un  mes  desembar- 
có en  Cádiz  el  24  de  Agosto  del  referido  año  18 13.  Restituido 
Fernando  VII  á  su  corte,  fué  sin  dilación  á  besar  su  real  mano, 
mereciendo  que  se  dignase  nombrarle  vocal  de  una  junta,  en 
unión  con  los  tenientes  generales  D.  Antonio  Amar  y  marqués 
de  Villanueva  de  Duero,  para  que  con  presencia  de  los  servicios 


BADAJOZ  589 


de  los  pretendientes,  consultase  á  S.  M.  quiénes,  entre  otros, 
podrían  ser  ascendidos  á  las  clases  de  teniente  general  y  maris- 
cal de  campo,  expresando  que  este  nombramiento,  hecho  en 
i.°  de  Junio  de  1 814  y  en  el  Ministerio  de  D.  Francisco  de 
Eguía,  era  consiguiente  el  buen  concepto  que  tenía  S.  M.  de  los 
generales  que  la  componían.  Igualmente  sie  dignó  S.  M.  nom- 
brarle vocal  de  la  Junta  militar  de  Indias  establecida  en  1 2  de 
Setiembre  del  mismo  año.  En  6  de  Junio  de  1 8 1 5  se  dignó  tam- 
bién su  majestad  nombrarle  virrey,  gobernador  y  capitán  gene- 
ral del  Perú;  pero  habiendo  manifestado  á  S.  M.  el  estado 
decadente  entonces  de  su  salud,  y  no  habiendo  logrado  su  total 
recobro  con  los  baños  medicinales  de  Sacedón,  tuvo  á  bien  el 
rey  exonerarle  de  aqufel  encargo,  nombrándole  vocal  de  una  co- 
misión para  proponer  á  S.  M.  las  constituciones  de  la  real,  mili- 
tar y  benemérita  orden  americana  de  Isabel  la  Católica.  Le  eligió 
también  presidente  de  una  comisión  de  generales  y  jefes  de 
conocida  instrucción  é  inteligencia  en  el  sistema  de  milicias  pro- 
vinciales para  que  examinase  los  trabajos  presentados  por  el 
inspector  general  de  estos  cuerpos,  á  fin  de  reimprimir  la  real 
declaración  de  milicias  de  30  de  Mayo  de  1767,  arreglándola  á 
las  reales  resoluciones  vigentes,  cuyo  trabajo  se  pasó  al  Minis- 
terio de  la  Guerra;  y  le  honró  también  S.  M.  nombrándole  uno 
de  los  vocales  de  la  Junta  de  fortificación  de  la  frontera  de  Fran- 
cia, favorecida  con  el  alto  honor  de  ser  presidida  por  su  alteza 
el  serenísimo  señor  infante  D.  Carlos.  Últimamente,  en  16  de 
Septiembre  de  18 18,  por  un  decreto  especial  de  S.  M.,  firmado 
y  rubricado  de  su  real  puño,  fué  servido  nombrarle  capitán  ge- 
neral y  gobernador  del  ejército  y  reino  de  Galicia,  de  cuyos  en- 
cargos se  posesionó  en  19  de  Octubre  de  18 18.  En  Noviembre 
de  18 1 9  pidió  á  S.  M.  su  real  licencia  para  venir  á  Madrid  á 
besar  su  real  mano  y  de  la  reina  nuestra  señora  doña  María  Jo- 
sefa Amalia  de  Sajonia,  con  quien  se  había  desposado.  En  29  de 
Enero  del  año  1820  recibió  nueva  real  orden  para  que  luego 
volviese  á  encargarse  del  mando  de  Galicia,  lo  que  ejecutó,  á 


590  BADAJOZ 


pesar  de  que  la  humedad  de  aquel  clima  había  sido  perjudicial 
á  su  padecer  habitual  de  nervios  y  rogado  á  S.  M.  le  exonerase 
de  aquel  destino.» 

Hasta  aquí  los  datos  biográficos  de  Venegas  y  Rodríguez 
que  encontramos  en  su  hoja  militar. 

Consta  que  en  30  de  Mayo  de  1820  regresó  Venegas  á  Ma- 
drid, tomando  nueva  posesión  de  su  destino,  que  desempeñó 
largos  años,  pues  tuvo  que  dimitirlo  por  la  falta  de  vista  y  acha- 
ques de  la  guerra. 

El  título  de  marqués  de  la  Reunión  de  Nueva  España  se  lo 
concedió  Fernando  VII  en  18 16  por  los  servicios  que  prestara  á 
España  durante  la  época  que  fué  virrey  de  Méjico. 

En  1834  á  1836  fué  nombrado  procer  por  Extremadura. 

Era  hermano  de  D.*  Antonia  Venegas,  marquesa  del  mismo 
nombffe,  y  su  hijo,  D.  Francisco  Javier  Guajardo  y  Venegas,  fa- 
lleció en  Sevilla  en  1882,  llevando  hoy  el  título  del  abuelo  su 
primogénito,  casado  con  la  hija  del  marqués  de  Villapanés. 


CAPITULO  XX 


Usagre,  Bienvenida  y  Villagarcía.  —El  cardenal  Silíceo. 
Llerena  fué  el   «Arábica,»  y  diócesis  del  Priorato  de  San  Marcos  de  León. 

I-a  Prioral.  —  La  parroquial  de  Santiago. 
Recuerdos   de    la    Inquisición.  —  Llerena    contemporánea. 

Memoria    de  sus  hijos    célebres 


I 


ÁLLASE  situado  Usagre  á  unos  12 
kilómetros  de  Zafra,  por  la  vía  fé- 
rrea, y  próximo  á  aquella  villa, 
Bienvenida.  El  primero  de  estos 
pueblos  se  conoció  en  tiempo  de  los 
romanos  por  el  nombre  de  Ursa- 
ria^  según  unos,  ó  el  de  Urbs-sacrce, 
según  otros,  aunque  pudo  tener  ambos,  en  diversas  épocas.  Cuan- 
do las  guerras  de  Viriato  suena  ya  un  Ursacrce^  que  tal  vez  fue- 
se este  mismo  Usagre,  pues  aparece  entre  la  Respublica-Regi- 
nensis  (Reina)  y  Arsa  (Azuaga).  Una  calzada  romana  pasa  junto 
á  Usagre  que  denuncia  haber  sido  este  lugar  importante  en  la 
antigüedad.  Esta  vía  era  la  de  Mérida  á  Sevilla,  por  Villafranca, 
Usagre,  Villagarcía,  Llerena  y  Reina  á  Guadalcanal.  Además 


5Q2  BADAJOZ 


tiene  Usagre  diseminados  en  sus  inmediaciones  restos  fragmen- 
tarios de  la  época  más  antigua,  atribuyendo  algunos  autores  el 
origen  de  este  pueblo  á  los  celtas  beturienses  que  precedieron  á 
los  romanos  en  toda  la  extensa  región  lusitana.  Tal  afirmación  no 
puede  pasar  de  conjeturas,  porque  hasta  el  presente  ni  lápidas 
ni  monumentos  antiguos  la  robustecen.  Aparece,  sí,  el  nombre 
de  UrsacrcB  trescientos  años  antes  de  Cristo,  con  probabilida- 
des de  que  pueda  corresponder  al  actual  Usagre;  empero  sin 
otra  prueba  mayor  no  podemos  hacer  afirmaciones.  Cortés  dice 
que  es  pueblo  de  origen  céltico,  dándole  el  nombre  de  Ucultu- 
nta,  que  perteneció  á  Calera  de  León,  como  diremos  después, 
autorizando  la  opinión  de  Rodrigo  Caro  y  otros  eruditos.  Viu, 
hablando  de  esta  villa  (i),  dice  lo  siguiente: 

«En  Usagre  también  hay  un  mármol  antiguo  en  la  pared 
exterior  de  la  iglesia  parroquial,  que  parece  haber  servido  de 
dintel  á  alguna  puerta.  En  su  plafón  se  ven  algunos  relieves  de 
mano  tan  maestra  como  la  de  los  mármoles  de  Mérida;  entre 
ellos  el  de  un  Tyrso  de  Baco,  la  cabeza  de  una  Victoria,  dos 
Grifos  (2)  y  dos  estrellas  entre  algunos  florones.  Aunque  estas 
preciosas  molduras  son  sin  disputa  del  tiempo  de  los  romanos, 
la  inscripción  que  está  grabada  en  medio  de  ellas  es  gótica,  y 
muy  posterior,  como  si  hubiera  sido  para  reemplazar  el  fino 
pincel  con  una  basta  brocha.  ¡Qué  daño  ha  hecho  á  las  artes  el 
celo  mal  entendido  de  la  religión!  Estos  dos  versos  latinos,  que 
como  enigmas  no  atinamos  á  traducir,  pues  no  somos  Edipos, 
ocupan  el  fondo  del  mármol: 

seis  ONOR  SVMMVS  MODEFREDI  MEMORIA  IVGIS 
FLORE  ADSPORTIS  CARA  CVM  CONIVIAE  SACRIS. 

»Ni  sentido,  ni  rima  vemos  aquí  en  esta  ignorancia,  ni  aun 


(i)    En  su  Extremadura^  tomo  I.  pé.^.  22$. 

(2)     El  Grijo^  tomado  por  los  romanos  de  los  griegos,  y  por  estos  de  los  egip- 
cios, se  figuraba  así:  medio  cuerpo  superior  de  águila,  y  el  inferior  de  león. 


BADAJOZ  593 


ortografía.  Para  mayor  vergüenza  de  quien  los  pusiera,  debemos 
añadir  que  ambos  ocupan  un  solo  renglón.  Seis  querrá  decir 
Sancízs^  en  abreviatura,  y  el  Adsportis  será  Adsportalis.  Allá  en 
confusión  inferimos  que  un  Modefredo,  de  unión  con  su  mujer, 
haría  alguna  traslación  de  cosas  sagradas  ó  de  santos  al  templo 
romano  á  que  correspondía  el  mármol.  De  todos  modos  en  el 
Coniviae  puede  verse  acaso  el  origen  de  \diJota  castellana,  pro- 
cedente de  la  I  latina,  empezando  á  usarse  en  lugar  de  G  algo 
fuerte,  pues  Coniviae  es  Conjuge.  % 

En  Nuestra  Señora  de  los  Ángeles  no  se  ven  otros  restos 
de  antigüedad,  aparte  de  la  inscripción  á  que  se  hace  referencia 
por  Viu,  bien  que  restaurado  todo  el  edificio  en  1 8 1 9,  quizás 
hayan  quedado  ocultas  otras  piedras  antiguas  bajo  el  encalado 
moderno. 

La  casa  llamada  de  la  Encomienda,  que  perteneció  al  gran 
Duque  de  Luca,  no  ofrece  tampoco  nada  de  particular. 

Bienvenida  es  población  moderna.  Su  origen  no  se  remonta 
á  más  allá  del  siglo  xii.  Su  parroquial,  Santa  María  de  los  Án- 
geles, es  de  un  trazado  pretencioso,  y  en  su  portada  del  S.  se 
ven  adornos  de  buen  gusto. 

Diez  kilómetros  más  allá  se  halla  Villagarcía,  ciudad  fundada 
por  los  celtas  con  el  nombre  de  Ínter eatia-  Vaccceor^  citada  fre- 
cuentemente por  Plinio  y  los  geógrafos  antiguos,  como  población 
de  importancia  entre  los  pueblos  iberos.  En  el  cerro  al  O.  se  ven 
las  ruinas  de  su  romano  castillo,  destruido  en  parte  en  18 10  por 
orden  del  general  Morillo;  pero  queda  en  el  centro  de  la  forta- 
leza una  torre  cuadrada  como  de  32  metros  de  alta  por  tres  de 
ancha  y  cuyos  muros  son  indestructibles.  Cuando  se  construía 
el  convento  de  la  orden  de  la  Merced  descalza,  cuyo  edificio  se 
conserva  en  pie,  aparecieron  varios  sepulcros  y  piedras  con  ins- 
cripciones ilegibles.  De  las  que  pudieron  leerse  cítase  la  siguien- 
te sepulcral : 


75 


594  BADAJOZ 


CASSIA.  SVTÍACI 

EXORATA.  AN.  XXXll 

H.  S.  E.  S.  T.  L.  Q.  SAENIVS. 

CRESCES.  USORI 

D.  S.  F.  C. 

Dice  así:  t Casia,  hija  de  Sutiaco,  de  edad  de  treinta  y  dos 
años,  está  aquí  sepultada,  etc.  Quinto  Saenio  Crescesio  hizo 
construir  este  túmulo  de  su  bolsillo  á  su  mujer. » 

La  voz  exorata  no  viene  bien  en  su  sentido  propio,  que  es 
solicitada  con  ansian  más  bien  es  el  de  llorada  ó  también  espo- 
sa, cuya  mano  había  costado  muchos  sacrificios  al  bueno  de 
Quinto  Saenio. 

No  sabemos  de  otros  restos  romanos  en  Villagarcía,  donde 
los  árabes  habitaron  y  tuvieron  un  punto  de  resistencia  contra 
los  cristianos  de  Andalucía.  En  el  cerro  N.E.  se- encuentra  un 
sitio  denominado  la  Mezquita,  donde  es  fama  que  tuvieron  una 
los  árabes,  que  fué  destruida  en  el  siglo  xiii,  encontrándose  hoy 
por  aquel  sitio  restos  de  edificios  y  sepulcros  muy  antiguos. 
Cuando  se  levantaba  la  ermita  de  San  Pedro,  hoy  arruinada,  se 
halló  un  gran  sepulcro  de  piedra  de  grano,  igual  á  los  que 
aparecen  en  el  sitio  de  la  Mezquita,  y  que  los  vecinos  de  la 
villa  aprovechan  como  pilas  para  dar  agua  á  las  caballerías. 


II 


En  esta  villa,  que  formó  parte  del  señorío  del  duque  de 
Osuna,  vio  la  luz  el  célebre  cardenal  D.  Fr.  Juan  Martínez  Gui- 
jarro, mayormente  conocido  por  el  nombre  del  Cardenal  Silíceo^ 
teólogo  profundo,  nacido  en  1 486  de  padres  muy  humildes.  Su 
destino,  pues,  hubiese  sido  como  el  de  ellos,  vegetar  muy  po- 
brísimamente  en  el  campo,  si  su  carácter  no  le  hubiera  hecho 


BADAJOZ  595 


aborrecer  la  oscuridad  de  aquella  condición  y  aspirar  á  otra 
carrera  más  grande.  Muy  joven  era  cuando  estos  pensamientos 
le  arrancaron  de  la  casa  de  su  padre  con  intentos  de  ir  á  Roma 
á  probar  fortuna,  pero  la  falta  de  medios  para  proseguir  su 
viaje  le  retuvo  en  Valencia,  donde  estudió  filosofía.  Allí  se  gran- 
jeó pronto  por  amigo  á  un  religioso,  con  el  cual  pasó  á  París  á 
los  veintiún  años  de  edad,  y  en  aquellas  escuelas  prosiguió  sus 
estudios  sustentándose  de  limosnas,  hasta  que  un  caballero, 
cuyo  nombre  no  conserva  la  historia,  prendado  de  sus  bellas 
cualidades,  le  llevó  á  su  casa,  librándolo  de  la  indigencia. 

La  fortuna  después  le  abrió  los  brazos  y  empezaron  á  cum- 
plirse sus  deseos.  Á  los  tres  años  de  su  residencia  en  París  le 
hicieron  catedrático  de  filosofía,  destino  debido  á  su  aplicación 
extremada  y  á  su  afición  al  estudio. 

Allí  fué  donde  latinizó  su  apellido  de  Guijarro  y  se  llamó 
Silíceo^  mudanza  que  prueba  el  pedantismo  del  siglo  xvi,  y  tal 
vez  la  flaqueza  de  nuestro  héroe,  que  quizá  se  avergonzaría  de 
ver  la  humildad  de  su  origen,  en  lo  grosero  de  su  apellido.  Por 
entonces,  deseando  la  universidad  de  Salamanca  reformar  los 
estudios  de  filosofía,  envió  á  París  dos  comisarios  á  escoger  el 
regente  de  artes  más  docto  que  encontrasen,  y  convidarle  á  ve- 
nir á  España  á  cualquier  precio.  Silíceo  fué  el  elegido,  y  regre- 
sando á  su  país,  estando  de  profesor  de  filosofía  en  Salamanca, 
logró  una  beca  en  el  colegio  mayor  de  San  Bartolomé,  de  donde 
mayormente  su  reputación  le  sacó,  tiempo  andando,  para  ma- 
gistral de  Coria. 

Pero  éstos  eran  los  ensayos  de  una  carrera  mucho  más  bri- 
llante. Cuidando  la  emperatriz,  madre  de  Felipe  II,  de  dar  un 
maestro  á  su  hijo,  puso  sobre  los  hombros  de  Silíceo  el  cargo 
de  instruirle,  eligiéndole  entre  los  hombres  más  célebres  que 
entonces  se  conocían.  Cuál  fuese  el  fruto  de  sus  máximas  y  en- 
señanza en  el  entendimiento  y  carácter  de  su  real  alumno,  las 
acciones  y  reinado  de  Felipe  pudieran  manifestarlo,  si  la  capaci- 
dad de  un  maestro  tuviera  tanto  influjo  en   la  educación  de  un 


596  BADAJOZ 


príncipe  como  tiene  á  veces  en  la  de  los  particulares.  Dícese 
que  le  enseñó  las  letras  patrias,  la  lengua  latina  y  otros  conoci- 
mientos. Si  los  cuidados  de  Süiceo  se  limitaron  á  desplegar  las 
luces  de  aquel  príncipe,  es  innegable  que  tuvieron  un  efecto  co- 
nocido. Nadie  ha  tachado  á  Felipe  II  de  falta  de  talento :  era 
activo  y  laborioso:  velaba  de  continuo  sobre  todos  los  ramos 
del  gobierno;  su  penetración  se  extendía  á  todos  los  gabinetes  de 
Europa,  á  todos  los  puntos  de  la  inmensidad  de  sus  vastos  Es- 
tados; conoció,  apreció  los  hombres  y  los  talentos,  fomento  de 
las  bellas  artes.  Es  cierto  que  la  historia  no  somete  las  mismas 
ventajas  á  su  carácter  moral;  pero  en  las  acciones  y  escritos  de 
sus  maestros  nada  hay  análogo  á  los  funestos  principios  que  se 
le  imputan,  y  Silíceo  jamás  será  responsable  de  ellos  á  los  ojos 
de  la  posteridad. 

Sus  servicios  fueron  pródigamente  recompensados,  y  aquel 
mismo  hombre,  que  saliendo  de  la  humildad  de  los  campos  se 
sostuvo  sirviendo  en  Valencia,  y  estudió  mendigando  en  París, 
se  vio  después  obispo  de  Cartagena,  arzobispo  de  Toledo 
en  1546,  y  ornado  al  fin  de  su  vida  con  la  púrpura  de  cardenal, 
en  1555,  por  bula  de  Paulo  IV.  En  esta  elevación  Silíceo^  igual 
á  los  honores  que  le  rodeaban,  manifestó  tal  grandeza  de  espí- 
ritu y  se  portó  en  todas  ocasiones  de  lucimiento  con  una  mag- 
nificencia y  bizarría  que  hicieron  olvidar  enteramente  la  peque- 
nez de  sus  principios.  Naturalmente  activo  y  aplicado  en  las 
cosas  arduas,  era  descuidado  y  flojo  en  las  de  poca  importancia, 
y  su  carácter  desabrido  y  poco  flexible  le  tuvo  siempre  separa- 
do del  gobierno  y  de  los  negocios  pt3blicos. 

No  se  llega  á  tan  altos  puestos  siendo  una  vulgaridad.  Y 
el  cardenal  Silíceo  probó  más  de  mil  veces  que  era  una  ilustra- 
ción española  de  su  siglo;  es  más,  una  figura  notable  en  toda 
Europa. 

Escribió  muchas  y  buenas  obras. 

Conocemos  de  él  las  siguientes: 

i.^     Defensorium  Statuti  Toletani. 


BADAJOZ  597 


2.*  De  Divine  domine  yesu  per  numen  Teregramaton  sig- 
nicator  (París,  1550). 

3.*  In  Aristótelis  Periermenias^  Priores,  Posteriores ^  Tó- 
pica ei  eleneos  (París,  ín  fol.  ¿1543?). 

4.*  Aritmética  iheorica  et  practica  {?^tIs^  15  Hi  Y  Valen- 
cía,  1544,  in  4.°) 

5.*     Suisset  Angli  aptis^  etc.  (Salamantia,  1520,  ¡n  fol.) 

6.*     In  cantiam  Magnificat. 

7.*  In  Orationem  Dominicam  et  Salutationem  Angelicam 
explicationes  dtuB  (Toleti,  1550,  in  8.®) 

Por  la  simple  lectura  de  estos  epígrafes  se  viene  en  conoci- 
miento del  talento  prodigioso  que  tenía  el  cardenal  Martínez 
Silíceo,  que  falleció  el  31  de  Mayo  de  1557,  cuando  cumplía  71 
años  de  edad. 


III 


A  ocho  kilómetros  de  Villagarcía  aparece  Llerena,  ciudad 
moderna  según  todas  las  crónicas,  pues  debe  su  origen  á  los 
maestros  de  la  orden  de  Santiago,  titulándola  así,  del  nombre 
que  daban  los  moros  al  sitio  que  ocupa;  mas  Llerena  es  deri- 
vado de  Llera,  y  Llera  no  parece  nombre  árabe.  Cerca  de  Lle- 
rena hay  un  santuario  denominado  Nuestra  Señora  de  Lara, 
que  le  viene  el  nombre  de  Ara  y  del  mismo  debemos  suponer 
viene  Llera  y  Llerena,  en  cuyo  caso  significa  el  uno  el  Ara,  y  el 
otro  la  de  la  Ara,  de  donde  vendría  Llerena.  Por  esta  razón  en 
vez  de  reducir  á  ella  Regina^  como  algunos  lo  hacen,  podría 
reducirse  Arábrica,  ó  sea  la  ciudad  del  Ara. 

Sin  embargo  de  esta  deducción  que  nosotros  hacemos,  como 
más  lógica,  hay  quien  la  considera  como  la  antigua  Regina-  Tur- 
dulorum,  que  es  la  villa  de  Reina,  á  cinco  kilómetros  de  Llere- 


59^  BADAJOZ 


na,  y  distinta  de  otra  Regina^  del  convento  jurídico  gaditano,  y 
hoy  Alcalá  de  los  Gazules. 

Llerena  no  remonta  su  origen  á  más  allá  del  siglo  ix.  Los 
sarracenos  la  dominaron  hasta  1 241,  en  que  la  ganó  el  XIII  gran 
maestre  de  la  Orden  de  Santiago,  D.  Rodrigo  de  íftiguez,  rei- 
nando D.  Fernando  III  el  Santo ^  y  contribuyendo  muy  eficaz- 
mente á  la  conquista  el  obispo  de  Coria,  D.  Jaime  de  Sanguine- 
to,  que  con  sus  numerosas  huestes  prestó  auxilios  de  gran  valía 
al  maestre  de  Santiago,  en  las  guerras  contra  los  moros. 

El  XIV  maestre,  D.  Pelay  Pérez  Correa  (que  en  sus  privi- 
legios se  le  llama  D.  Pae  Pérez),  hizo  de  esta  ciudad  el  asiento 
y  morada  de  los  maestros  de  su  orden,  adquiriendo  con  esto 
Llerena  gran  importancia,  hasta  el  extremo  de  haber  convocado 
en  ella  Cortes  generales  del  reino,  en  1340,  el  rey  D.  Alonso  XI 
de  Castilla,  Cortes  que  fueron  muy  célebres  por  las  deliberacio- 
nes y  acuerdos  que  se  tomaron  en  ellas,  ora  referentes  al  orden 
político  del  reino  de  Castilla,  ora  también  para  su  organismo 
económico. 

Desde  el  siglo  xv  Llerena  tomó  gran  incremento  como  pue- 
blo más  importante  que  la  orden  de  Santiago  tenía  en  Extre- 
madura, después  de  Mérida.  Elevada  su  categoría  á  diócesis, 
veré  nuZ/tus^  con  el  título  de  Priorato  de  S.  Marcos  de  Lebn^ 
por  ser  esta  real  casa  la  matriz  en  la  ciudad  de  León,  se  le  die- 
ron para  su  jurisdicción  prioral  hasta  38  pueblos,  con  43  pa- 
rroquias, II  de  anejos,  35  conventos  y  103  santuarios,  regidos 
todos  estos  templos  por  42  párrocos,  42  tenientes,  un  benefi  • 
ciado,  272  capellanes  y  182  dependientes,  perteneciendo  sus 
parroquias  1 3  á  la  categoría  de  entrada,  8  á  la  de  primer  as- 
censo, 1 5  de  segundo  término  y  7  de  término. 

El  provisorato  ó  partido  eclesiástico  de  la  orden  de  Santia- 
go,  que  residía  en  Llerena,  tenía  también  jurisdicción  sobre  las 
vicarías  de  Jerez  de  los  Caballeros  y  Santa  María  de  Tudia,  con 
los  siguientes  pueblos:  Azuaga,  Ahillones,  Berlanga,  Bienveni- 
da, Calzadilla  de  los  Barros,  Casas  de  Reina,  Campillo,  Fuente 


BADAJOZ  599 

del  Maestre,  Fuente  del  Arco,  Granja  de  Torrehermosa,  Guadal- 
canal,  Hínojosa  del  Valle,  Hornachos,  Llera,  Maguilla,  Medina 
de  las  Torres,  Puebla  de  Sancho  Pérez,  Puebla  del  Prior,  Reta- 
mal, Ribera  del  Fresno,  Santos  de  Maimona,  Usagre,  Valverde 
de  Llerena,  Valencia  de  las  Torres  y  Vicarías  de  Jerez  y  Tudia. 


IV 


Con  estos  antecedentes  puede  el  lector  formarse  una  idea 
aproximada  de  lo  que  Llerena  pudo  ser  en  el  siglo  xvi,  cuando 
su  apogeo,  y  de  cuya  época  datan  sus  mejores  edificios.  Uno  de 
estos  es  la  parroquial  de  Nuestra  Señora  de  la  Granada,  de 
curato  de  término  y  patronato  de  S.  M.,  que  lo  provee  á  pro- 
puesta del  tribunal  especial  de  las  órdenes  Militares,  como  per- 
teneciente á  la  de  Santiago.  Era  la  primera  y  principal  de  la 
diócesis  ó  priorato  y  estuvo  servida  por  el  párroco,  dos  te- 
nientes, 17  presbíteros,  un  sochante,  un  sacristán  mayor,  dos 
menores,  un  organista,  cuatro  acólitos,  un  maestro  de  ceremo- 
nias, un  follador  y  campanero,  nombrados  todos,  á  excepción 
de  los  acólitos,  que  lo  son  por  el  párroco,  por  el  Ayuntamiento, 
en  representación  del  Gran  Maestre:  entre  los  1 7  presbíteros 
citados,  8  son  seculares  y  capellanes  del  rey,  cuyas  capellanías, 
fundadas  por  D.  Juan  Escudero,  son  de  propiedad  del  tribunal 
de  las  órdenes. 

El  edificio  de  esta  prioral  es  sólido,  de  orden  compuesto, 
formando  un  agradable  aspecto  sus  dos  cuerpos  superiores  ar- 
queados de  la  fachada  principal,  coronados  por  una  elegante 
balaustrada.  La  portada  es  sencilla  y  en  carácter  con  todo  el 
edificio,  construido  todo  él  de  piedras  y  ladrillos.  La  torre  es  de 
ladrillo  solo.  Mide  56  metros  de  alta  y  sus  ángulos  están  coro- 
nados por  cuatro  torrecillas  de  dos  cuerpos,  y  en  su  centro  otra 


600  BADAJOZ 


mayor,  bajo  una  ñgura  colosal  de  hierro,  que  gira  como  veleta. 
El  reloj  aparece  entre  las  dos  torrecillas  que  miran  á  la  fachada 
de  la  plaza. 

El  hermoso  templo  de  esta  prioral  lo  forman  tres  espacio- 
sas naves,  dos  coros,  alto  y  bajo,  con  órgano,  ornamentación  y 
alhajas  suñcientes  para  el  culto  con  todo  lujo.  Las  capillas  de 
las  laterales  son  modestas,  pero  no  así  la  de  San  Juan  Bautista, 
patronato  especial  del  Conde  de  Santa  Coloma  y  de  Cifuentes, 
el  cual  provee  las  capellanías,  y  los  individuos  que  las  obtienen 
están  sujetos  al  obispado  de  Badajoz,  cosa  extraña  y  por  demás 
anómala,  tratándose  de  una  capilla  enclavada  en  un  templo  per- 
teneciente á  las  órdenes  militares. 

Fué  fundada  esta  capilla  á  expensas  del  Licenciado  D.  Luís 
de  Zapata,  jurisconsulto  distinguido,  nacido  en  la  ciudad  de  Lie- 
rena  el  año  de  1486.  Estudió  en  Sevilla,  y  después  de  haber 
sido  juez  y  oidor  á  los  36  años,  recibió  el  encargo  de  redactar, 
con  otros  magistrados,  las  Leyes  de  Toro^  trabajo  en  el  que  llevó 
la  principal  parte. 

Los  Reyes  Católicos  le  llamaron  á  su  lado  para  oir  sus  con- 
sejos, sirviendo  mucho  su  opinión  para  inclinar  el  ánimo  de  Isa- 
bel I  en  la  empresa  del  ilustre  Cristóbal  Colón,  no  menos  que 
en  la  prosecución  del  sitio  y  toma  de  Granada. 

También  cultivó  la  poesía,  pues  de  él  conocemos  una  curio- 
sa obra  denominada  Cario  famoso^  poema  en  un  tomo,  impreso 
en  Valencia  el  año  de  1566,  y  del  que  se  cita  otra  edición  en 
Madrid,  en  1590,  con  el  retato  del  autor. 

En  el  año  de  1 5 1 9  fundó  Zapata  esta  capilla,   dotándola  de 
9  sacerdotes  (uno  de  ellos  es  capellán  mayor,  presidente  y  dig- 
nidad eclesiástica),  6  capellanes  de  número  y  dos  capellanes  me 
ñores,  dos  sacristanes  nombrados  por  el  patrono,  dos  acólitos  y 
un  organista. 

Puede  muy  bien  decirse  que  la  capilla  de  San  Juan  Bautista 
es  una  parroquial,  y  que  las  dos  complementan  una  buena  cate- 
dral propia  para  el  Priorato  de  Llerena. 


LLERENA.-Parboqui* 


Sigue  en  importancia  histórica  á  la  Prioral,  la  parroquia  de 

Santiago,  cura- 
to de  segundo 
ascenso,  y  tam- 
bién de  la  Or- 
den de  San- 
tiago. 

El  XL  gran 
maestre  de  esta 
orden,  el  famo- 
so D.  Alonso  de 
Cárdenas,  suce- 
sor, en  el  maes- 
trazgo, del  mar- 
qués de  Villena, 
fundó  este  tem- 
plo en  los  mejo- 
res tiempos  del 
reinado  de  los 
Reyes  Católi- 
cos, cuando 
por  muerte  de 
don  Rodrigo 
Manrique ,   con 

LLERENA.  — PARHOguiA   de   Santiago  quien    Compar- 

tía el  maestraz- 
go (i),  fué  él  solo  quien  dirigió  la  orden,  siendo  el  último  gran 


(i)     D.  Alonso  (le  Cárdei 


general  porque  se 


BADAJOZ  60*^ 


maestre,  porque  á  su  muerte  entraron  los  reyes  á  gobernarla, 
por  bula  del  papa  Alejandro  VI,  confirmada  más  tarde  por  su 
sucesor  Adriano. 

D.  Alonso  dotó  su  fundación  de  un  párroco  (también  de  la 
orden),  6  capellanes  coadjutores  de  provisión  del  conde  de  la 
Puebla;  3  presbíteros  exclaustrados,  el  uno  con  el  destino  de 
teniente  y  otro  con  el  de  sochantre,  nombrados  por  el  diocesa- 
no; 2  sacristanes,  nombrados  por  el  referido  conde,  como  pa- 
trono, y  3  acólitos  de  nombramiento  del  diocesano. 

El  edificio  es  irregular  en  un  trazado  de  E.  á  O.,  con  una 
espaciosa  nave,  coro  alto  y  bajo,  un  órgano  y  los  ornamentos  y 
alhajas  suficientes  al  culto.  Modesto  en  un  todo  este  templo, 
tiene  una  portada  del  mejor  gusto  de  la  época,  con  una  ventana 
alta  sobre  dicha  portada  que  atestigua  cierto  gusto  de  gran  puré- 
za  en  el  orden  gótico,  por  parte  de  los  artífices  que  la  dirigieron. 

Su  interior  ofrece  poco  interés,  porque  los  patronos  de  este 
templo  lo  tienen  abandonado.  Los  altares  de  las  capillas,  las  es» 
culturas,  los  cuadros  que  adornan  sus  muros,  es  de  la  época, 
pero  todo  ello  en  el  peor  estado. 

Algunos  sepulcros  antiguos  se  ven  aún  en  las  capillas.  El  que 
despierta  más  interés  histórico  es  el  del  fundador,  XL  y  último 
gran  maestre  de  la  Orden  de  Santiago,  D.  Alonso  de  Cárdenas, 
que  dispuso  en  su  testamento  fuese  sepultado  en  esta  iglesia. 


VI 


En  los  primeros  años  del  siglo  xvi  se  estableció  en  Llerena 
el  tribunal  del  Santo  Oficio  para  juzgar  los  reos  y  entender  en 


dividió  el  maestrazgo  entre  él  y  D.  Hodrigo  Manrique,  el  cual  fué  maestre  de  la 
provincia  de  Castilla  y  D.  Alonso  de  la  de  León,  con  la  condición  de  que  fuese 
maestre  general  el  que  sobreviviese:  muerto  D.  Rodrigo,  hubo  todo  el  maestrazgo 
D.  Alonso. 


604  BADAJOZ 


los  procesos  de  los  acusados  en  los  obispados  de  Coria,  Badajoz 
y  Plasencia,  y  los  Prioratos,  Vicariatos  y  Abadías  de  jurisdiccio- 
nes independientes  establecidas  en  el  suelo  extremeño.  Con  este 
motivo  Llerena  tiene  cierta  importancia  histórica  en  los  anales 
del  odioso  y  odiado  tribunal,  especialmente  en  su  tercera  épo- 
ca (i),  cuando  más  se  abusó  del  secreto  de  la  confesión  y  de  la 
delación  para  llevar  al  tormento  á  miles  de  inocentes. 

En  los  primeros  años  que  actuó  el  tribunal  religioso  en  Ex- 
tremadura, más  parecía  haberse  establecido  para  castigar  á  los 
propios  eclesiásticos  que  para  entender  en  delitos  perpetrados 
por  los  laicos.  El  clero  en  Extremadura,  por  lo  que  toca  al  que 
le  componía  en  el  siglo  xvi,  no  era  modelo  de  virtudes.  Testi- 
monio de  mayor  fe  lo  es  en  esto  las  propias  Constituciones  dio- 
cesanas de  Badajoz,  Plasencia  y  Coria,  y  principalmente  las 
primeras,  que  cargan  la  mano  al  clero  inferior  por  sus  abusos 
del  confesonario,  pues  no  bastó  mandar  trasladar  estos  á  sitios 
públicos,  decentes  y  cómodos,  é  imponer  penas  de  6,  lo  y  15 
ducados  á  los  que  confesasen  á  mujeres  de  noche,  sino  que  tuvo 


(i)  El  2  2  de  Abril  de  1478  los  Reyes  Católicos  establecen  en  España  el  tribu- 
nal de  la  Inquisición.  En  tres  épocas  puede  dividirse  la  historia  de  la  Inquisición, 
según  un  autor.  Primera :  desde  el  siglo  xiii,  en  que  por  primera  vez  se  introdujo 
por  delegación  pontificia  la  facultad  de  inquirir  y  castigar  á  los  herejes;  segunda: 
desde  el  siglo  xv.  en  el  año  1478,  en  que  los  Reyes  Católicos,  por  breve  de  Six- 
to IV,  la  restablecieron  contra  los  judaizantes  y  moros ;  y  tercera :  contra  los  pro- 
testantes desde  Felipe  il  hasta  su  supresión  por  Napoleón  I  y  Cortes  del  año  i  2  en 
nuestro  siglo. 

La  segunda  época  es  la  que  comprenden  los  siglos  xiv  y  xv,  durante  la  cual 
quedó  en  desuso  en  España,  hasta  que  en  el  último  tercio  del  siglo  xv  la  pidió  el 
pueblo  irritado  contra  los  judíos  por  su  conducta  tiránica  como  recomendadores 
de  los  impuestos  y  rentas  públicas,  y  como  usureros  y  prestamistas.  De  aquí  las 
sangrientas  matanzas  en  muchas  ciudades  de  Castilla  y  Aragón  á  causa  del  furor 
del  pueblo  oprimido  y  alentado  por  el  clero,  librándose  algunos  de  estas  matanzas 
haciéndose  cristianos  y  siendo  conocidos  con  el  nombre  de  judaizantes. 

Pronto  á  estos  nuevos  cristianos  se  les  atribuyeron  todo  género  de  atrocida- 
des, falsas  ó  verdaderas,  y  los  Reyes  Católicos  pidieron  á  Sixto  IV  el  estableci- 
miento de  la  Inquisición.  El  corazón  sensible  de  D.«  Isabel,  dejado  llevar  de  su 
debilidad  de  mujer,  le  llevaron  á  fundar  la  nueva  institución  creada  en  Sevilla, 
y  que  luego  se  hizo  extensiva  á  Aragón,  siendo  Torquemada  el  primer  inquisidor 
general  y  quien  organizó  definitivamente  este  tribunal  con  una  instrucción  com- 
puesta de  28  artículos. 


BADAJOZ  605 


que  expedir  Pío  IV,  en  16  de  Abril  de  1564,  autorización  ex- 
presa al  inquisidor  general  para  castigar  los  delitos  que  el  clero 
seguía  cometiendo,  sin  que  los  prelados  lograsen  corregirlos. 
Más  tarde  Clemente  VIII  se  vio  obligado  á  reproducirla,  en  3  de 
Diciembre  de  1592,  y  los  obispos  pacenses  á  insertarla  íntegra 
fijándola  á  las  puertas  de  los  templos,  para  dar  mayor  fuerza  al 
título  De  panitentiis  et  remisionibus^  llevándola  después  á  sus 
propias  Sinodales,  como  aparecen  en  las  de  Fr.  Francisco  Roys 
y  Mendoza,  libro  publicado  en  Madrid,  en  1 671,  con  el  título 
de  Constituciones  promulgadas  por  el  ilustrisimo  y  reverendisi- 
nto  señor  D,  Fr,  Francisco  de  Roys  y  Mendoza  ^  catedrático  que 
fué  de  vísperas  de  theologia  de  Salamanca,  prior  electo  del  sacro 
convento  de  Calatrava^  de  la  Junta  real  de  la  Concepción,  pre- 
dicador de  S,  Af.,  obispo  de  Badajoz,  electo  arzobispo  de  Grana- 
da^  vicario  general  del  Real  exército  de  Extremadura^  del  Con- 
sejo de  S,  M, — En  la  santa  synodo  que  celebro  dominica  de 
Sexagésima  i.^  de  Febrero  de  i6yi  años. 

La  secta  aparecida  en  Extremadura,  tal  vez  antes  que  en 
algún  otro  punto  de  España,  de  los  llamados  Alumbrados^  ó 
Iluminados  por  otro  nombre,  dio  motivo  á  los  primeros  proce- 
sos del  Santo  Oficio  de  Llerena.  Fr.  Alonso  de  la  Fuente  da 
amplias  noticias  de  estos  sectarios  (i),  contra  quienes  parece 
que  la  Inquisición  encendió  varias  veces  sus  hogueras  para  dar 
buena  cuenta  de  los  curas  y  frailes  contaminados  del  vicio  gro- 
sero  del  sensualismo. 

El  primer  auto  de  fe  celebrado  públicamente  por  la  Inquisi- 
ción de  Llerena  contra  los  alumbrados,  data  del  año  1577,  y 
entre  los  que  sufrieron  castigo  aparece  Hernando  Arpero  y  Al- 
varez,  presbítero  y  teólogo,  llamado  el  bachiller  Hernando  Al- 


(i)  Alumbrados.  Papeles  que  dio  contra  ellos  el  Maestro  Fr.  Alonso  de  la  Fuen- 
te, fraile  del  orden  de  Santo  Domingo  y  contra  los  Teatinos  ó  Jesuítas  y  vindica- 
ciones de  estos.  (Sala  de  ms.  de  la  Universidad  de  Salamanca,  est.  3,  cajón  2.**, 
n.*»  31). 


6o6  BADAJOZ 


varez,  nacido  en  la  villa  de  Jerez  de  los  Caballeros  el  año 
de  1517,  hijo  del  capitán  Juan  Arpero  y  de  María  Alvarez. 
En  1570  estaba  de  cura  en  Villanueva  de  Barcarrota,  ejercien- 
do la  confesión,  y  contaminado  de  las  doctrinas  de  los  ilumina- 
dos se  le  formó  causa  por  la  Inquisición.  B.  J.  Gallardo  tuvo  una 
copia  de  la  sentencia  dictada  por  el  Santo  Oficio  en  este  proceso, 
documento  curioso  que  registran  los  eruditos  con  el  siguiente 
nombre:  Sentencia  de  los  señores  inquisidores  de  Llerena  contra 
los  teatinos  y  los  alumbrados  que  fueron  hallados  en  su  distri- 
to (Ms.)  Por  este  documento  sabemos  el  nombre  de  los  penados 
por  el  Santo  Oficio,  que  fueron  los  siguientes: 

El  bachiller  Hernando  Arpero  y  Álvarez. 

El  P.  Chamizo. 

Juan  García,  clérigo  de  Almendralejo. 

El  bachiller  Rodrigo  Vázquez,  cura  de  La  Morera. 

Fr.  Pedro  de  Santa  María. 

Juan  Bernal,  zapatero  de  Llerena. 

Mari  Gómez,  vecina  de  Barcarrota. 

El  doctor  Cristóbal  de  Mexía,  clérigo  de  Zafra. 

El  bachiller  Hernando  de  Écija,  de  Villafranca. 

Francisco  Gutiérrez,  clérigo  de  Zafra. 

María  Gutiérrez,  de  Zafra. 

Leonor  López,  de  Zafra. 

Zamora  Sánchez. 

Gaspar  Sánchez. 

María  Clemencia  Sánchez. 

Rodrigo  Vázquez. 

Entre  estos  1 6  iluminados  se  encontraban  1 1  sacerdotes. 

Todos  sufrieron  castigos,  más  ó  menos  rigurosos,  con  el  ba- 
chiller Hernando. 

El  segundo  auto  de  fe  se  celebró  en  Llerena  contra  Fr.  Fran- 
cisco de  la  Parra,  religioso  descalzo,  nacido  en  la  villa  de  La  Pa- 
rra el  año  de  1586.  Á  los  16  años  tomó  el  hábito,  y  en  1628  era 
uno  de  los  frailes  más  austeros  y  santos  de  la  comunidad  que  se 


BADAJOZ  607 


albergaba  en  el  convento  de  Burguillos,  del  que  más  tarde  fué 
su  guardián,  como  lo  fué  también  del  de  Fuente  de  Cantos  y  de 
Fuente  del  Maestre.  Distinguíase  de  entre  todos  sus  colegas 
por  la  fama  de  que  gozó  largos  años  por  sus  sermones  y  la  pre- 
ferencia que  le  daban  las  más  fervientes  beatas  para  la  confesión. 

Cuando  estaba  de  guardián  en  el  convento  de  la  Fuente  del 
Maestre,  fué  acusado  á  la  Inquisición  por  t  hereje,  iluminado  y 
tentador  de  la  carne,  y  como  discípulo  de  Satanás,»  según  se 
declara  en  su  proceso.  De  las  actuaciones  seguidas  en  éste  se 
sabe  que  pecó  con  treinta  y  cuatro  mujeres  en  el  acto  de  la  con- 
fesión; con  mayor  número  de  monjas  también  tuvo  actos  de  obs- 
cenidades, y  muy  especialmente  con  Sor  Ana  del  Espíritu  Santo, 
beata  profesa  de  la  orden  de  San  Francisco,  natural  y  vecina  de 
la  Fuente  del  Maestre,  y  cuyo  verdadero  nombre  era  el  de  María 
Alonso  Guerrero.  Esta  mujer,  llamada  la  Negrita^  por  distin- 
guirla con  este  nombre  Fr.  Francisco  de  la  Parra,  se  creía  santa 
y  así  la  llamaba  éste,  atribuyéndola  virtudes  y  gracias  divinas 
que  nunca  tuvo. 

En  la  biblioteca  del  Monasterio  de  San  Lorenzo,  en  el  Esco- 
rial, se  encuentra  un  original  (letra  E,  2 1 ,  c.  2 1 ,  letra  del  siglo  xvii) 
que  los  eruditos  registran  con  este  nombre:  Autillo  del  P.  Parra 
Molinista^  en  Llerena  (manuscrito,  folio  348).  Basta  leer  este 
raro  proceso  para  saber  que,  en  efecto,  el  P.  Parra  era  de  los 
iluminados,  sin  que  le  sirvieran  los  cinco  años  y  tres  días  de 
prisión  en  las  mazmorras  inquisitoriales  y  la  pena  que  le  impuso 
el  Santo  Oñcio  para  arrepentirse  de  los  delitos  que  le  acusaban, 
porque  aun  después  del  castigo  sufrido  seguía  proclamando  los 
milagros  de  su  Negrita  y  otros  excesos,  por  lo  que  parece  que 
nuevamente  le  prendieron,  concluyendo  sus  días  en  las  prisiones 
de  la  Inquisición. 

Otro  auto  público  de  fe  se  celebró  contra  varios  y  entre  estos 
el  sabio  Dr.  D.  Antonio  de  Castro,  notable  médico,  que  tuvo 
cierta  celebridad  en  el  siglo  xviii.  Había  nacido  en  Azeuchal  el 
año  de  1679;  se  había  educado  en  Salamanca,  y  en  1701  ejer- 


6o8  BADAJOZ 


cía  con  gran  acierto  la  medicina  en  Badajoz  primeramente,  y  en 
Villafranca,  Almendralejo  y  Azeuchal  después. 

En  el  año  de  1722  parece  que  fué  denunciado  á  la  Inquisi- 
ción de  Llerena.  No  tenemos  noticia  de  este  proceso,  ni  conoce- 
mos, por  tanto,  la  causa  de  la  prisión  que  sufriera  el  profesor 
extremeño;  pero  en  un  papel  que  anda  entre  curiosos,  impreso 
en  Sevilla  el  año  1726,  se  cita  su  nombre  entre  el  de  los  reos 
que  comparecieron  al  auto  público  celebrado  el  26  de  Agosto 
de  1725.  He  aquí  el  título  de  este  impreso: 

— Escudo  de  la  Inquisición, — Relación  de  los  Autos  particu- 
lares de  Fe,  que  el  Tribunal  del  Santo  Oficio  de  la  Inquisición 
de  Granada  celebró  en  la  iglesia  parroquial  del  Señor  Santiago 
de  dicha  ciudad^  el  dia  24  de  Agosto  de  este  presente  año  de  1725 ^ 
y  el  Tribunal  del  Santo  Oficio  de  la  Inquisición  de  Llerena^  en 
la  iglesia  parroquial  de  Nuestra  Señora  Santa  María  de  la 
Granada  de  dicha  ciudad,  el  dia  26  de  Agosto  de  dicho  año,  Y 
de  los  reos  que  salieron  en  ellos. 

Los  de  Llerena  fueron: 

Antonio  Castro,  natural  de  Azeuchal. 

Juan  Bautista  Rodríguez,  (a)  Matnuel,  escribano  de  Horna.- 
chos. 

Isabel  María  Méndez,  vecina  de  idem. 

Isabel  Rodríguez. 

María  Rodríguez,  natural  de  Guadalcanal. 

María  de  la  O.  Rodríguez,  de  idem. 

Francisca  Bernarda  Rodríguez,  de  idem. 

Juliana  María  Méndez,  vecina  de  Hornachos. 

Gabriel  Fernández  Romo,  vecino  de  Badajoz. 

Juan  Antonio  Blando,  idem,  id. 

Es  digno  de  notarse  dos  circunstancias:  primera,  que  á  este 
auto  sale  como  reo  el  escribano  Rodríguez  Samuel,  pariente  del 
ilustre  pedagogo  é  instructor  de  sordo-müdos,  Jacobo  Rodríguez 
Pereira,  natural  de  Berlanga,  y  que,  como  su  padre  y  familia,  huyó 
de  España  temiendo  las  persecuciones  que  todos  los  suyos, 


BADAJOZ  609 


como  hebreos  de  origen,  sufrían;  y  segundo,  las  víctimas  que  la 
Inquisición  de  Llerena  hizo  en  los  que  llevaban  el  apellido  de 
Castro. 

Tres  meses  después  de  celebrarse  el  anterior  auto  de  fe,  los 
vecinos  de  Llerena  acudían  á  la  plaza  pública  á  presenciar  otro 
contra  varios  herejes  y  en  el  que  también  aparece  el  licenciado 
D.  Simón  de  Castro  y  Antúnez,  distinguido  profesor  médico, 
nacido  en  Badajoz  el  año  de  1670.  Estudió  en  Salamanca,  y  des- 
pués de  un  viaje  á  Madrid,  donde  pasó  algún  tiempo  en  la  clínica 
de  los  hospitales,  se  estableció  en  Badajoz  en  1 7 1 6,  como  mé- 
dico militar,  gozando  de  gran  fama  por  las  curas  que  hacía,  lo 
mismo  en  los  enf<^rmos  que  trataba  de  Badajoz  y  su  provincia, 
como  de  los  portugueses  que  también  querían  consultarle  en  sus 
dolencias. 

Cuando  más  nombre  adquiría,  en  1720,  fué  acusado  á  la  In- 
quisición de  Llerena,  á  donde  le  llevaron  preso,  no  sabemos  por 
qué  delito;  pero  consta  que  en  1722,  el  30  de  Noviembre,  salió 
al  auto  público  de  fe,  celebrado  en  dicha  ciudad  con  inusitada 
pompa.  Noticias  da  de  este  auto  el  siguiente  impreso :  Relación 
de  los  reos  que  salieron  en  Auto  público  de  Fe  á  la  Iglesia  de 
Nuestra  Señora  de  la  Granada  de  esta  ciudad  de  Llerena^  lunes 
JO  de  Noviembre  de  1^/22  años^  día  de  San  Andrés  Apóstol. 

He  aquí  los  reos  que  salieron  al  auto: 

Ana  Mercado,  natural  de  Badajoz. 

Ana  de  Torres,  de  idem. 

Antonio  Mercado,  de  idem. 

Baltasar  de  Castro,  de  Zafra. 

Beatriz  Josefa  Campos,  de  idem. 

Beatriz  del  Valle,  de  Villanueva  de  la  Serena. 

Francisca  de  Castro,  de  idem. 

Fernando  Zamora,  del  Montijo. 

Fernando  de  Castro,  de  Villanueva  de  la  Serena. 

José  de  Castro,  de  idem. 

Lorenzo  Savaris,  de  Casatejada. 

77 


6lO  BADAJOZ 

Leonarda  María  López,  de  Salorino. 

Leonor  del  Valle,  de  Villanueva  de  la  Serena. 

María  Antonia  de  Castro,  de  idem. 

María  Antonia  del  Valle,  de  idem. 

Manuel  Mercado  de  Noroña,  de  ídem. 

María  Fernández  Romo,  de  Badajoz. 

María  de  Bargas,  de  Guadal  canal. 

Estos  diez  y  nueve  sufrieron  la  pena  impuesta  por  el  Santo 
Oñcio,  juntamente  con  el  médico  Simón  de  Castro. 

No  conocemos  los  pormenores  de  esta  causa;  pero  apunta- 
remos una  coincidencia:  En  el  auto  celebrado  el  30  de  Noviem- 
bre de  1722,  comparecieron  Baltasar  de  Castro,  María  Antonia 
de  Castro,  Francisca  de  Castro,  José  de  Castro,  Simón  de  Cas- 
tro y  Fernando  de  Castro.  En  el  celebrado  el  26  de  Julio  de  1 723, 
aparecen  Blanca  José  de  Castro  é  Isabel  María  de  Castro.  Y  en 
el  de  1725,  vemos  al  Dr.  D.  Antonio.  No  parecía  sino  que  la 
Inquisición  de  Llerena  se  proponía  exterminar  á  todos  los  extre- 
meños que  llevaran  el  apellido  de  Castro.  Los  Cárdenas  y  los 
Bargas  no  dieron  menos  contingente  á  las  hogueras  inquisito- 
riales. 

En  1 601,  1602,  1603  y  1662  se  celebraron  autos  de  fe  para 
juzgar  á  diversos  reos,  en  su  mayoría  eclesiásticos,  y  casi  todos 
frailes  (i)  y  algún  que  otro  seglar  de  familias  hebreas  á  ára- 
bes (2). 

En  1723,  el  26  de  Julio;  en  1725,  el  1 1  de  Mayo;  y  en  igual 
año,  día  24  de  Agosto,  también  se  celebraron  autos,  en  la  plaza 
de  la  iglesia  de  N.^  S.^  Santa  María  de  la  Granada,  con  fiestas 
públicas  á  que  concurrían  gentes  de  ambos  reinos,  como  ocurrió 
con  el  auto  de  mediados  del  siglo  xvii,  que  fué  por  su  impor- 


(i )  Descripción  de  la  Inquisición  y  número  de  las  de  España,  con  algunos  autos 
de  la  de  Llerena  en  i6oi^  1602  y  160^,  por  Francisco  del  Castillo  (Sevilla,  160S1 
tom.  en  4.*) 

(2)  Lisia  de  los  moriscos  de  la  Inquisición  de  Llerena  en  i$g4.  (Ms.  fol.  100 
fojas  de  la  biblioteca  de  B.  J.  Gallardo.) 


BADAJOZ  6il 


tancia  y  la  solemnidad  con  que  fué  ejecutado,  uno  de  los  más 
imponentes  que  celebró  el  Santo  Oficio  de  Extremadura. 

El  acto  tuvo  lugar  el  23  de  Abril  de  1662.  Se  ejecutaba  la 
sentencia  de  un  buen  número  de  infelices  víctimas  que  acaso  no 
tuviesen  otro  delito  que  el  no  ser  cristianos  á  la  manera  que  el 
cristianismo  lo  entendían  los  familiares  y  altos  puestos  del  Santo 
Oficio.  En  el  archivo  del  Ayuntamiento  de  Llerena  registrába- 
mos poco  há,  el  acta  de  todo  lo  ocurrido  en  este  auto,  de  cuyo 
curioso  documento  tomamos  los  siguientes  párrafos: 

€ Gaspar  Díaz  de  Aguilar  y  Cristóbal  de  Aguilar,  escri- 
banos del  rey  nuestro  señor  y  del  ayuntamiento  de  esta  ciudad 
de  Llerena,  damos  fe;  y  verdadero  testimonio:  que  en  libro  de 
acuerdos  de  este  Ayuntamiento,  consta  y  parece  la  forma  que 
se  tuvo  y  observó  con  el  señor  maestre  de  campo  Don  Pedro 
Antonio  de  Aguilar  y  Ponce  de  León,  caballero  de  la  orden  de 
Santiago,  gobernador  y  justicia  mayor  de  esta  provincia  de  León, 
y  con  esta  ciudad  de  Llerena,  en  la  concurrencia  con  el  Tribu- 
nal del  Santo  Oficio  de  la  Inquisición  de  ella,  en  el  auto  público 
general  de  fe  que  se  celebró  por  el  dicho  Santo  Oficio  en  la 
plaza  pública  de  dicha  ciudad  de  Llerena  el  domingo  23  días  de 
este  presente  mes  de  Abril  y  año  de  la  fecha,  lo  cual  según  el 
dicho  libro  de  acuerdos  y  papeles,  fué  y  se  hizo  en  la  forma  y 
manera  siguiente: 

c aquel  día  por  la  mañana  se  juntaron  en  las  casas  del 

señor  maestre  de  campo  D.  Pedro  Antonio  de  Aguilar  y  Ponce 
de  León,  caballero  de  la  orden  de  Santiago,  gobernador  de  esta 
provincia,  los  señores  licenciados  D.  Alonso  Gómez  Rubio,  Al- 
calde mayor  de  ella;  D.  Alonso  Morillo  de  Orfega,  Alonso  He- 
rró de  Chaves,  D.  Pedro  de  Segura,  Alonso  Méndez  Muñoz, 
D.  Antonio  Cantado,  Francisco  Ortiz  Yáñez,  Manuel  García  de 
Araujo,  D.  Cristóbal  Lozano,  D.  Bartolomé  Caperuza  de  la 
Fuente,  Cristóbal  de  Toro,  regidores  perpetuos  de  esta  Ciudad; 
Alonso  Contía  Lozano,  mayordomo  de  ella;  D.  Francisco  Pica- 
zo de  Avalos,  alguacil  mayor;  Alonso  Calderón  Barba,  contador; 


6í2  BADAJOZ 


Cristóbal  de  Aguilar,  escribano  del  Ayuntamiento;  Bartolomé 
de  la  Pompa  y  Antonio  Martín  Corrales,  procurador  de  la  ciudad; 
Domingo  González  y  Antonio  Real,  maceros,  con  sus  ropas  de 
damasco  y  terciopelo  carmesí,  con  sus  mazas  de  plata  y  todos 
puestos  á  caballo  con  el  dicho  su  gobernador,  por  vivir  su  mer- 
ced en  la  plazuela  de  Santiago,  en  casa  del  secretario  Juan  de 
Liaño,  por  sus  antigüedades  fueron  la  calle  de  Santiago  arriba 
y  en  esta  forma  llegaron  al  tribunal  de  la  Inquisición  de  esta 
ciudad,  de  donde  salían  los  penitenciados  y  demás  reos  en  la 
forma  que  el  Santo  Tribunal  acostumbraba,  y  habiendo  llegado 
á  la  ciudad  y  envió  recado  á  los  tres  inquisidores  como  estaban 
allí,  los  cuales  señores  inquisidores  salierQn  en  sus  muías  ne- 
gras con  gualdrapas  y  tocadores  de  terciopelo  negro,  y  después 
de  los  reos  siguió  la  procesión  en  los  términos  siguientes: 

>  Siguiéndole  en  dos  coros  á  mano  derecha  de  los  señores  el 
dicho  señor  gobernador,  con  vara  alta  de  justicia,  á  caballo,  con 
su  gualdrapa  de  terciopelo  negro,  y  adelante  iban  los  secreta- 
rios del  Santo  Tribunal  y  demás  ministros,  y  remataba  con  el 
alguacil  mayor,  que  al  presente  era  D.  Juan  Morales,  caballero 
de  la  orden  de  Santiago,  vecino  de  Zalamea  de  la  Serena,  y  al 
lado  izquierdo  de  dichos  señores  inquisidores  iba  el  juez  ordina- 
rio eclesiástico  en  una  muía  con  su  gualdrapa,  y  le  siguieron  por 
dicho  lado  izquierdo  de  la  ciudad,  comenzando  desde  el  dicho 
señor  alcalde  mayor  y  señores  regidores  y  demás  ministros  y 
oñciales,  hasta  rematar  en  los  maceros,  todos  por  sus  antigüe- 
dades, y  á  caballo,  como  va  dicho,  y  delante  de  los  señores  in- 
quisidores y  del  dicho  señor  gobernador  y  del  juez  ordinario, 
que  todos  cinco  iban  en  una  hilera  igualmente,  y  una  el  -señor 
fiscal  del  dicho  Santo  Oficio  con  el  estandarte  de  la  Fe  llevando 
las  borlas  de  la  derecha  D.  Pablo  de  Salazar,  caballero  de  la 
orden  de  Alcántara,  digo  de  Calatrava,  alguacil  mayor  de  la 
Inquisición  de  Granada,  que  se  halló  en  esta  ocasión  en  esta 
ciudad;  y  la  borla  izquierda  llevaba  D.  Pedro  de  León  y  de  la 
Rocha,  fiscal  de  la  Suprema  y  general  de  Inquisición  y  presiden- 


BADAJOZ  613 

te  en  esta  ocasión,  que  para  ello  vino,  y  en  esta  forma  fueron 
desde  el  Tribunal,  dando  vueltas  por  la  plazuela  de  la  Inquisi- 
ción y  entrando  por  la  calle  de  Santiago  y  prosiguiendo  por  la 
de  las  Armas  á  la  Plaza,  hasta  la  puerta  del  tablado  que  se  ha- 
bía hecho  para  celebrar  dicho  auto  de  fe,  y  habiéndose  apeado, 
subieron  en  la  forma  referida  y  tomaron  su  lugar,  que  para  ello 
estaba  dispuesto,  que  fué  su  planta  en  esta  forma: 

>E1  Santo  Tribunal  mandó  hacer  un  tablado  en  la  forma  y 
planta  que  acostumbra,  que  por  no  tocar  á  la  ciudad  no  se  re- 
fiere; sólo  al  decir  que  debajo  del  dosel  que  pusieron  por  el 
Santo  Tribunal  para  los  señores  inquisidores,  pusieron  cinco 
sillas  de  terciopelo  carmesí  y  á  los  pies  otras  cinco  almohadas 
de  dicho  terciopelo,  iguales  todas,  así  las  sillas  como  las  almo- 
hadas de  su  tamaño,  clavazón  y  flecos  de  oro,  sin  que  se  dife- 
renciase una  de  otra  en  nada,  y  asimismo  iguales  en  altura, 
puestas  todas  cinco  debajo  de  dicho  dosel,  arrimadas  á  él  con 
una  tarima  con  sus  gradas  y  con  la  autoridad  que  acostumbra, 
y  en  dichas  cinco  sillas  se  sentaron  los  tres  inquisidores  en  las 
tres  del  medio  y  al  lado  izquierdo  el  juez  eclesiástico  ordinario, 
y  en  el  lado  de  la  mano  derecha,  se  sentó  y  estuvo  sentado  el 
dicho  señor  gobernador,  D.  Pedro  Antonio  Ponce  de  León, 
caballero  de  la  orden  de  Santiago,  con  su  vara  de  justicia,  capa, 
sombrero  y  espada,  y  en  esta  conformidad  asistió  todo  el  día 
á  la  celebración  del  dicho  auto,  y  á  la  hora  de  comer  comió 
el  señor  gobernador  con  el  señor  inquisidor  más  antiguo  que 
hizo  la  mano.  Y  después  fueron  subiendo  á  comer  los  otros  dos 
inquisidores,  que  asistieron  entre  tanto  que  volvió  el  dicho  señor 
inquisidor  más  antiguo  y  el  señor  gobernador  á  las  sillas,  donde 
asistieron  hasta  que  fué  acabado  de  leer  las  sentencias,  y  la 
ciudad  con  su  alcalde  mayor,  al  tiempo  que  los  señores  inquisi- 
dores y  el  señor  gobernador  y  el  juez  ordinario  eclesiástico 
tomaran  las  sillas,  pasaron  al  tablado  que  había  hecho  la  ciudad, 
que  le  dividía  la  barandilla  ó  tabla  que  se  había  puesto  por  la 
suprema  general  Inquisición,  el  dicho  tablado  de  la  ciudad  era 


6l4  BADAJOZ 


del  mismo  altor  que  el  que  había  en  el  Tribunal,  y  estaba  el 
tablado  de  la  ciudad  á  la  mano  derecha,  unido  al  del  Tribunal 
y  á  la  misma  altura  del  plano,  comenzando  desde  la  primera 
grada  del  testero  por  dicha  mano  derecha  y  de  once  varas  de 
longitud  y  siete  varas  y  media  de  ancho,  que  es  el  mismo  an- 
chor que  tiene  la  testera  del  tablado  de  la  Inquisición  por  la 
dicha  mano  derecha;  y  el  tablado  de  la  ciudad  tenía  una  puerta 
que  miraba  hacia  la  frente  de  la  plaza,  con  su  escalera  y  gra- 
das de  vara  y  cuarta  de  ancho,  por  donde  se  subía  y  bajaba  al 
tablado  de  la  ciudad  desde  la  plaza.  Y  en  los  dos  primeros  ar- 
cos bajos  del  portal  de  la  iglesia,  á  las  espaldas  donde  estuvo 
el  paño  con  las  armas  reales  y  de  la  ciudad,  se  hicieron  dos 
aposentos,  el  uno  donde  estuvieron  las  mesas  donde  comió  la 
ciudad  y  convidados,  y  el  otro  donde  estaba  la  plata,  bebidas  y 
otras  cosas,  y  á  estas  dos  piezas  se  bajaba  por  otra  escalera 
desde  el  mismo  tablado  de  la  ciudad,  en  el  cual  dicho  tablado  y 
lado  derecho  puso  la  ciudad  sus  bancos  que  acostumbra,  cubier- 
tos de  vaqueta  de  Moscovia  con  su  clavazón  dorada  y  flecos  de 
seda  carmesí,  con  que  se  ocupó  todo  el  sitio  del  tablado  y  en 
el  testero  por  donde  comenzaba  á  correr  la  ciudad  igualmente 
con  el  Tribunal,  puso  y  colgó  un  terciopelo  carmesí  del  largo 
de  los  testeros,  y  en  él  un  escudo  con  las  armas  reales  borda- 
das,  y  asimismo  en  las  esquinas  las  armas  de  esta  ciudad,  y  en 
esta  forma,  sentada  en  dichos  bancos,  asistió  dicha  ciudad  con 
los  corregidores  y  demás  oficiales  que  llevo  dicho,  rematando 
con  sus  dos  maceros  que  estaban  como  va  referido,  con  sus  ro- 
pas y  mazas. 

>Y  habiendo  leído  las  sentencias  de  los  reos  relajados  que 
remitían  para  su  ejecución  á  la  justicia,  estando  como  estuvo  el 
dicho  señor  gobernador  D.  Pedro  Antonio  de  Aguilar  y  Ponce 
de  León  en  su  silla  al  lado  derecho  de  dichos  señores  inquisido- 
res como  se  ha  dicho,  mandó  se  entregasen  los  dichos  reos  á  la 
justicia  para  su  ejecución,  y  se  levantó  el  señor  alcalde  mayor 
D.  Alonso  Gómez  Rubio,  llevando  consigo  dos  escribanos  más 


BADAJOZ  6i; 


antiguos  de  la  gobernación  y  pasó  por  la  escalera  del  Tribunal, 
que  es  por  donde  había  subido  la  procesión,  y  al  pie  de  la  esca- 
lera estaba  el  secretario  más  antiguo  del  Santo  Tribunal,  á 
donde  entregó  los  reos  relajados  y  estatuas  de  otros,  y  se  entre- 
gó de  ellos  el  dicho  señor  alcalde  mayor,  desde  donde  su  mer- 
ced y  dicho  alguacil  mayor  y  otros  alguaciles  hicieron  poner  en 
jumentos  que  estaban  prevenidos  los  reos  que  habían  de  ser  re- 
lajados, y  hombres  para  llevar,  como  llevaron,  las  estatuas,  y 
en  esta  forma  fueron  con  el  pregonero  que  repetía  el  castigo 
por  sus  culpas,  publicando  el  pregón  en  nombre  del  rey  nuestro 
señor  y  de  su  gobernador,  y  en  esta  forma  fueron  por  las  calles* 
que  tocaron  hasta  el  sitio  donde  se  había  de  ejecutar  el  castigo; 
que  fué  y  se  ejecutó  fuera  de  está  ciudad  junto  á  las  peñas  que 
llaman  del  Obispo,  donde  estaba  prevenida  la  leña  que  parecía 
ser  bastante  para  el  número  de  los  reos,  asistiendo  á  la  ejecu- 
ción el  dicho  señor  alcalde  mayor  y  el  alguacil  mayor  de  esta 
Gobernación,  escribanos  y  otros  ministros,  hasta  qu^  los  cuer- 
pos y  estatuas  fueron  quemados  y  hechos  ceniza  y  vertidos  por 
el  aire. 

€  Y  prosiguiendo  la  publicación  de  las  culpas  y  sentencias  de 
los  demás  reos  que  el  Santo  Oñcio  había  sacado,  estuvo  el 
dicho  señor  gobernador  en  la  silla  que  está  dicho,  á  la  mano 
derecha  debajo  del  dosel,  cómo  va  referido;  y  habiendo  celebra- 
do por  dichos  inquisidores  las  ceremonias  que  es  costumbre  y 
les  toca,  y  vuelto  la  procesión  con  los  dichos  reos  en  la  forma 
que  había  venido  el  Tribunal  de  Inquisición  por  las  mismas 
calles,  se  bajaron  los  dichos  señores  inquisidores  y  el  señor  go- 
bernador y  el  juez  ordinario  eclesiástico  de  sus  sillas;  y  el  señor 
fiscal  con  el  estandarte  de  la  Fe  que  había  traído,  todos  baja- 
ron por  la  escalera  del  tablado  del  Santo  Tribunal,  y  al  pie  de 
ella  subieron  en  las  muías  y  caballos  en  la  misma  forma  que 
habían  venido,  y  llevaron  el  dicho  señor  gobernador  su  lugar  de 
la  mano  derecha  de  dichos  señores  inquisidores  como  va  dicho, 
con  su  vara,  espada,  capa  y  sombrero;  volvió  la  ciudad  en  el 


6l6  BADAJOZ 


mismo  lugar  que  trajo,  y  los  secretarios  y  demás  ministros  con 
su  alguacil  mayor  fueron  al  rededor  del  tablado  y  entraron  por 
la  calle  de  la  Corredera,  llevando  delante  los  lacayos  hachas 
blancas  y  encendidas,  y  en  dicha  forma  fueron  por  dicha  calle 
acompañando  el  estandarte  de  la  Fe  hasta  la  Inquisición,  á  don- 
de entró  el  estandarte  en  la  forma  dicha,  quedando  á  la  puerta 
los  señores  inquisidores  y  el  juez  eclesiástico  ordinario,  con  lo 
cual  vinieron  los  dichos  regidores  y  demás  ministros  con  sus 
maceros  en  forma  de  ciudad,  y  trajeron  al  señor  gobernador  á 
las  casas  de  donde  le  habían  sacado  en  la  forma  referida,  á 
(londe  la  ciudad  se  despidió  y  se  acabó  la  dicha  función. 

»Y  para  que  siempre  conste  lo  que  en  semejantes  funciones 
toca  obrar  á  la  ciudad,  se  advierte,  que  tres  ó  cuatro  días  antes 
del  auto  á  costa  de  la  ciudad,  se  previene  y  pone  la  cantidad  de 
leña  que  parece  al  señor  gobernador,  según  la  noticia  que  en 
secreto  se  le  da  por  el  señor  inquisidor  más  antiguo  y  que  pre- 
side, la  cual  tiene  prevenida  en  el  sitio  del  quemadero,  poniendo 
guarda  en  ella  para  su  seguridad,  y  todo  á  costa  de  la  ciudad. 

»£1  señor  gobernador,  con  la  itoticia  que  se  le  da  en  secre- 
to de  los  reos  que  han  de  ser  castigados,  previene  cabalgaduras 
para  las  personas  vivas  y  hombres  que  llevan  las  estatuas  de 
los  ausentes  y  muertos.  Asimismo,  teniendo  la  misma  noticia, 
se  previene  el  garabato  de  hierro  con  su  asta  y  unas  cadenillas 
de  hierro  según  el  número  de  reos,  para  cada  uno  la  suya,  y  un 
clavo  jumental  para  cada  uno,  y  una  pala:  después  de  estar 
hechos  ceniza  los  cuerpos  de  los  reos  y  sus  huesos,  el  verdugo 
esparza  la  ceniza  por  el  aire,  y  los  palos,  tantos  como  reos  son, 
los  da  el  Tribunal  aquel  día  por  la  mañana  á  su  costa,  que  por 
observar  el  secreto,  se  obra  en  esta  forma.  Y  para  que  haya 
memoria  de  lo  que  en  esta  ocasión  obró  el  Tribunal  del  dicho 
auto  de  fe,  se  advierte  que  la  víspera  del  auto  se  publicó  en 
nombre  del  Tribunal  con  un  secretario  y  cuatro  familiares  en  la 
plaza  y  demás  partes  públicas  el  bando  siguiente: 

>Los  señores  inquisidores  apostólicos  de  la  Inquisición  de 


BADAJOZ  617 

esta  ciudad  de  Llerena  mandan  que  ninguna  persona  ande  con 
espada  á  caballo  ni  en  coche  sin  su  licencia  desde  ya  víspera 
hasta  mañana  acabado  y  fenecido  el  auto  público  de  fe  por  las 
calles  por  donde  han  de  ir  las  procesiones  de  la  Santa  Cruz,  de 
los  reos  y  acompañamiento  del  estandarte  de  la  Fe,  desde  las 
casas  de  la  Inquisición  hasta  el   cadalso,  pena  de  excomunión 


mayor  y  de  cincuenta  ducados  para  gastos  del  Santo  Oficio  i 
mándese  pregonar  porque  venga  á  noticia. 

I Y  asimismo  embarga  el  Santo  Tribunal  todas  las  venta- 
nas y  arcos  que  hay  en  la  plaza  pública,  aunque  toque  á  la  ciu- 
dad la  propiedad  y  uso  de  ellas,  y  con  orden  y  licencia  del  Tri- 
bunal las  ocupan  las  personas  que  tienen  gusto;  y  en  la  ocasión 
de  este  auto  dejó  el  Tribunal  á  la  ciudad  todas  las  ventanas  que 
son  y  tiene  en  sus  casas  de  cabildo,  y  siete  que  tiene  la  ciudad 
suyas  propias  sobre  los  portales  inmediatos  á  la  fuente  y  los 


6l8  BADAJOZ 


arcos  altos  y  bajos  que  la  ciudad  tiene  sobre  la  cárcel  pública 
de  esta  ciudad,  y  en  los  arcos  de  los  corredores  altos  de  la  igle- 
sia mayor  que  la  ciudad  tiene  suyos  propios,  señaló  á  la  ciudad 
á  la  mano  derecha  dos  arcos  para  la  señora  mujer  del  señor 
gobernador,  que  se  atajaron  con  tablas...» 

Después  de  estas  minuciosidades,  y  cumplidas  todas  las  ce- 
remonias que  el  caso  requería,  fueron  sufriendo  el  castigo  las 
víctimas  en  medio  del  regocijo  general  que  producía  en  los  áni- 
mos de  aquellas  gentes  la  quema  de  los  infelices  tocados  por 
Satanás,  que  tal  era  la  preocupación  y  fanatismo  de  las  gentes 
del  pueblo  en  aquellos  tiempos  de  fatal  recordación. 

Tales  recuerdos  nos  ha  dejado  el  sangriento  tribunal  del 
Santo  Oficio  en  Llerena,  como  sombra  de  su  pasado. 

£1  palacio  que  habitaron  los  inquisidores  y  donde  también 
estaban  las  prisiones  y  mazmorras,  dentro  de  las  que  se  daban 
tormentos  á  los  procesados,  está  aún  en  pie,  y  con  leves  refor- 
mas en  su  exterior,  se  conserva  en  Llerena  como  monumento 
terrorífico  entre  los  extremeños  de  estos  tiempos  que  recuerdan 
horrorizados  los  hechos  de  aquellos  hombres  que  apuraron  en 
España  todas  las  crueldades  de  que  es  capaz  una  jesuítica  insti- 
tución, contra  los  que  para  un  tribunal  sangriento  y  á  todas  lu- 
ces injusto,  aparecían  culpables  (i). 


(i)  Es  curioso  registrar  la  lista  de  los  tormentos  á  que  la  Inquisición  sometía 
á  sus  victimas.  El  alma  más  dura  siente  estremecimiento  al  considerar  lo  que  su- 
frirían aquellos  desgraciados  que  sucumbieron  bajo  las  crueldades  del  Santo 
oficio. 

He  aquí  una  estadística  minuciosa  de  las  víctimas  de  la  Inquisición  en  Espa- 
ña, sin  comprender  las  causadas  en  Sicilia,  Cerdeña,  Flandes  y  América,  cuyos 
dominios  fueron  temporalmente  españoles. 

En  el  reinado  de  los  Reyes  Católicos  durante  los  años  de  1481  á  i  <;4B,  fueron 
quemados  vivos  22,567  ;  en  efigie  1 1,698,  y  á  galeras  236,218. 

Reinando  Carlos  V,  desde  el  año  i  (;48  á  i  5  s^i  ascei^dió  el  número  de  víctimas 
á  2,320  quemados  vivos;  1,800  en  efigie  y  3 1, 1 20  á  galeras. 

Durante  los  años  1556a  i  597,  reinado  de  Felipe  II,  ascendió  á  3,990  los  que- 
mados vivos ;  1,815  en  efigie  y  18,150a  galeras. 

Desde  el  año  de  1597  al  1621,  reinado  de  Felipe  III,  ascendió  á  i  ,84o  los  que- 
mados vivos ;  682  en  efigie  y  á  galeras  10,7 1 6. 


BADAJOZ  619 


Después  del  suplicio  de  la  rueda,  de  las  cuñas,  del  cepo, 
del  s^yal,  de  las  llamas  y  del  plomo  derretido,  vino  á  darnos  el 
de  la  llamada  Cruz  de  San  Andrés^  que  se  aplicó  en  Llerena  en 
el  primer  auto  de  fe  celebrado  por  aquella  inquisición  en  1577, 
y  desde  cuya  época  fué  tanta  la  aceptación  que  tuvo  entre  los 
verdugos  inquisitoriales  este  tormento,  que  casi  todas  las  del 
reino  lo  aceptaron  para  los  reos  contumaces. 

En  la  actualidad,  este  palacio,  con  su  fachada  irregular  y  su 
aspecto  ruinoso,  es  el  único  recuerdo  vivo  de  la  Inquisición  en 
Extremadura. 


VII 


Reanudando  la  historia  civil  de  Llerena,  en  esta  época  mo- 
derna, consignaremos  que  en  1641  el  rey  D.  Felipe  IV  le  conce- 
dió la  merced  de  titularse  ciudad  en  premio  de  los  servicios 
prestados  á  las  tropas  mandadas  por  el  general  D.  Agustín  Me- 
jía,  cuando  en  la  guerra  Peninsular  se  situaron  en  ella  á  la  vista 
de  Portugal.  Más  tarde  el  mismo  monarca  le  concedió  á  su 
Ayuntamiento  el  privilegio  de  que  usase  dosel  de  terciopelo  rojo 


En  el  reinado  de  Felipe  IV,  años  de  1621  á  1662,  fueron  2,852  los  quemados 
vivos;  1,428  en  efigie  y  14,080  á  galeras. 

Kn  el  de  Carlos  II,  años  de  166$  á  1700,  ascendieron  á  1,650  los  quemados; 
$40  en  efigie  y  6, 5  1 2  á  galeras. 

En  el  de  Felipe  V,  desde  el  año  1 700  al  1 746,  los  quemados  vivos  fueron  i  ,60o; 
en  efigie  760  y  9,1 20  á  galeras. 

Los  quemados  vivos  en  los  años  1747  al  1759,  á  la  muerte  de  Fernando  VI, 
fueron  i  o  ;  cinco  en  efigie  y  1 70  á  galeras. 

Durante  la  monarquía  de  Carlos  III,  años  de  1759a  1788,  fueron  quemados 
vivos  tres  y  á  galeras  56. 

Y,  por  último,  desde  el  año  1788  al  1808,  reinado  de  Carlos  IV,  ascendió  el 
número  de  víctimas  á  8  quemados  vivos,  uno  en  efigie  y  42  á  galeras. 

De  donde  resulta  que,  el  total  de  víctimas  fueron:  36,841  personas  quemadas 
vivas ;  1 8,7 29  en  efigie  y  325,185  á  galeras. 


020  '  BADAJOZ 


y  el  tratamiento  de  señoría,  mediante  el  pago  de  287  reales 
7  maravedises  en  cada  quinquenio. 

Durante  la  guerra  de  Sucesión,  fué  Llerena  el  punto  desig- 
nado para  hospital  militar  del  ejército  inglés,  y  en  circunstan- 
cias difíciles  el  centro  de  operaciones  de  nuestras  tropas. 

En  la  guerra  de  la  Independencia,  el  ejército  aliado  acampó 
largo  tiempo  en  sus  inmediaciones,  donde  se  libró  también  la 
famosa  batalla  de  Canta-Gallo,  no  lejos  de  Fuente  de  Cantos, 
*el  II  de  Agosto  de  18 10,  siendo  después  la  ciudad  saqueada 
por  los  franceses  y  sus  vecinos  sometidos  á  las  mayores  vejacio- 
nes, pues  el  enemigo  no  respetó  á  las  mujeres,  cometiendo  las 
mayores  violencias  hasta  con  las  religiosas  que  se  encerraban 
en  los  conventos. 

Llerena  es  una  ciudad  alegre  y  de  una  campiña  amena,  por 
los  valles  que  la  rodean.  Cuenta  hoy  con  una  población  de  6,000 
habitantes,  con  Audiencia  de  lo  criminal  y  cabeza  de  partido  ju- 
dicial, compuesta  de  Ahillones,  Azuaga,  Berlanga,  Campillo, 
Casas  de  Reina,  Fuente  del  Arco,  Granja  de  Torrehermosa, 
Higuera  de  Llerena,  Llera,  Llerena,  Maguilla,  Malcocinado, 
Reina,  Retamal,  Trasierra,  Valencia  de  las  Torres,  Val  verde  de 
Llerena  y  Villagarcía,  con  una  población  de  38,000  almas. 


VIII 


Patria  ha  sido  Llerena  de  ilustres  genios,  y  entre  sus  precla- 
ros hijos,  cuenta  á  los  siguientes: 

Al  Dr.  D.  Luís  de  Zapata,  jurisconsulto  distinguido,  biogra- 
fiado anteriormente. 

Al  Dr.  D.  Juan  de  Azmezquia,  político  eminente  y  consejero 
áulico  de  Felipe  II. 

Al  Dr.  D.  Francisco  de  la  Fuente,  teólogo  de  nota  y  orador 
de  fama. 


BADAJOZ  621 


Al  Dr.  D.  Gabriel  de  Cárdenas,  sabio  ñlósofo  y  rector  de 
la  Universidad  de  Salamanca. 

Al  Dr.  Fernández  de  Ribera,  humanista  y  botánico,  célebre 
médico  del  siglo  xvi. 

Al  general  D.  Rodrigo  de  Cárdenas,  que  tantas  proezas  hizo 
en  el  ejército  de  los  Reyes  Católicos. 

Al  capitán  Marco  Antonio  Becerra,  compañero  del  anterior. 

Al  famoso  artífice  Juan  del  Pozo,  cerrajero  y  relojero  de  tan 
conocida  habilidad,  que  fué  llamado  á  Sevilla  para  hacer  y  colo- 
car sobre  la  alta  torre  de  la  catedral  la  giralda  que  aún  subsis- 
te, como  lo  atestigua  la  inscripción  que  se  halla  en  la  plaza  de 
armas  de  dicha  torre. 

El  venerable  Fr.  Alonso  de  Lerma,  Franciscano  descalzo, 
lego,  nacido  en  1500.  Falleció  el  20  de  Julio  de  1565,  en  olor 
de  santidad,  al  decir  de  la  crónica  franciscana.  £1  escritor  teólo- 
go Fr.  Martín  de  San  José,  en  su  libro  impreso  en  Arévalo  el 
año  de  1 644,  titulado  Primera  parte  de  la  historia  de  los  padres 
descalzos  franciscanos  y  escribe  la  vida  de  Fr.  Alfonso  juntamen- 
te con  la  de  otros  varios  varones  de  su  Orden. 

Á  Fr.  Rodrigo  de  Llerena  ,  religioso  Jerónimo,  nacido  á 
principios  del  siglo  xvi.  Estudió  teología  con  un  su  tío  de  la 
Orden  de  San  Francisco,  y  cuando  se  preparaba  en  Salamanca 
para  terminar  la  carrera  de  leyes,  varió  de  acuerdo  y  se  ordenó 
de  misa,  ingresando  poco  después  en  la  Orden  de  San  Jerónimo, 
donde  se  hizo  célebre  por  su  sabiduría  y  juntamente  por  sus 
virtudes. 

A  su  muerte  dejó  escritas  varias  obras  que  no  han  llegado 
á  publicarse.  Una  de  estas  es  la  que  lleva  por  título:  Relación 
sumaria  del  descubrimiento  de  la  primitiva  imagen  de  Nuestra 
Señora  de  Guadalupe^  y  de  la  invención  dichosa  del  incorrupto 
cuerpo  del  pastor  D.  Gil. 

A  Pedro  Llerena  y  Bracamonte,  literato  y  poeta,  nacido  el 
año  de  1599. 

Estudió  teología  en  Badajoz  y  terminó  sus  estudios  en  Madrid. 


622  Badajoz 


Fué  autor  de  varias  obras,  pero  de  ellas  parece  que  no  llega- 
ron á  publicarse  más  que  la  siguiente:  Paraphrasis  poética 
latina  in  cántica  canticorum  Salomonis^  threnos  Hiemiae^  et 
Canticion  Magnijícat  i^díáná^  ^631). 

Á  D.  Eugenio  Mena  y  Benavides,  hijo  de  D.  Lorenzo,  mar- 
qués de  Casa  Mena  y  Matas.  Sustituyó  á  su  padre  en  la  Direc- 
ción general  de  la  renta  del  tabaco,  que  desempeñó  con  notable 
acierto  é  integridad  durante  los  reinados  de  Fernando  VI  y 
Carlos  III.  Fué  secretario  de  S.  M.  y  ministro  del  Consejo  de 
Hacienda.  Casó  en  Zafra  con  D.*  María  Dávalos.  Sirvió  con 
tanto  desinterés  sus  cargos,  que  á  pesar  de  haber  heredado 
grandes  bienes  y  de  haber  casado  con  mujer  riquísima,  dejó  al 
morir  empeñados  todos  sus  bienes,  por  lo  cual  Carlos  III  conce- 
dió á  los  hijos  grandes  mercedes. 

A  Pedro  de  Cieza,  capitán,  navegante  y  aventurero  que  en 
el  siglo  XVI  partió  á  las  Indias,  conquistó  varios  países  y  se  hizo 
por  ello  célebre.  Escribió  una  Historia  de  Güito  y  Popayam. 

Y  á  Fr.  José  de  Llerena,  virtuoso  capuchino,  que  en  el 
mundo  tuvo  por  nombre  José  Muriel  y  nació  en  1 806.  Dedicado 
desde  joven  al  estudio  de  la  teología,  ingresó  en  la  Orden  de 
capuchinos  descalzos  y  fué  general  de  ella  muchos  años,  resi- 
diendo en  Roma  en  el  convento  de  los  Capuchinos,  situado  en 
la  Plaza  de  Barberini.  Pío  IX  le  nombró  Postulador  de  la  causa 
de  beatificación  y  canonización  de  Fr.  Diego  José  de  Cádiz,  mi- 
sionero apostólico  que  fué  en  Andalucía  y  canonizado  por 
León  XIII.  El  P.  Llerena  redactó  un  gran  trabajo,  bajo  el  punto 
de  vista  de  la  literatura  mística,  con  su  voto  sobre  las  virtudes 
teologales  y  cardinales  practicadas  en  alto  grado  heroico  por 
Fr.  Diego  de  Cádiz,  trabajo  que  presentó  á  la  Congregación 
Coran  Pontífice ,  el  24  ide  Abril  de  1883,  y  que  once  meses 
antes,  en  Mayo  de  1882,  nos  leyó  en  Roma,  y  por  cuyo  trabajo 
tuvimos  noticias  de  la  vida  ejemplar  que  siguió  Fr.  Diego,  mi- 
sionero apostólico  nacido  en  Cádiz  el  30  de  Marzo  de  1743,  de 
ilustre  linaje,  enlazado  con  el  Emperador  Adriano,  con  los  reyes 


BADAJOZ  623 

godos  y  suevos^  con  la  ¡lustre  casa  de  los  Condes  de  Villagar- 
cía,  grandes  de  España  de  primera  clase ;  con  los  ilustres  gana- 
deros de  Jerez  de  la  Frontera  y  con  la  Casa  de  Benavente. 

Siguiendo  la  costumbre  de  la  Orden,  al  renunciar  á  su  ape- 
llido, adoptó  el  nombre  del  pueblo  de  su  nacimiento.  Fué  teólogo 
consultor  de  cámara  de  los  Emmos.  señores  Cardenales  Arzo- 
bispos de  Toledo  y  Sevilla;  de  los  Excmos.  Señores  Arzobispos 
de  Valencia,  Zaragoza,  Granada  y  Santiago ;  de  los  limos.  Obis- 
pos de  Jaén,  Murcia,  Cuenca,  Ceuta,  Málaga,  Guadix,  Córdoba, 
Mondoñedo,  León,  Oviedo,  Lugo,  Astorga,  Orihuela,  Orense, 
Zamora,  Salamanca,  Cádiz,  Barcelona,  Alcalá  la  Real  y  otros. 
Fué  canónigo,  dignidad  honorario  de  todos  los  dichos  obispados 
y  de  otros  más.  Fué  doctor  en  sagrada  teología,  cánones,  juris- 
prudencia, medicina  y  ñlosofía  en  casi  todas  las  Universidades 
de  España.  Socio  honorario  de  varias  sociedades  literarias.  Ca- 
ballero regidor  perpetuo  de  los  ilustres  Ayuntamientos  de  Sevi- 
lla, Córdoba,  Cádiz,  Murcia,  Cartagena,  Lorca,  Valencia,  Ronda 
y  otros.  Capellán  mayor  y  predicador  de  los  principales  Ayun- 
tamientos y  corporaciones  del  reino.  Caballero  de  la  Real  Maes- 
tranza de  Ronda  y  de  Valencia.  Renunció  al  obispado  de  Ceuta. 
Era  ex-lector  y  ex-provincial  honorario  de  la  Orden.  Mereció 
grandes  distinciones  del  rey  D.  Carlos  III  y  de  los  Príncipes  de 
España  y  del  Rey  Fernando  VII,  el  que  se  brindó  protector  de 
su  causa  de  beatificación  en  1826.  Murió  en  la  ciudad  de  Ronda 
el  24  de  Marzo  de  1801,  de  edad  de  cincuenta  y  ocho  años. 

En  el  proceso  de  esta  beatificación,  minuciosamente  redac- 
tado, constan,  entre  otros  milagros  que  la  fe  impone  á  los  cató- 
licos, la  cura  de  una  pobre  mujer  de  Coria  que  sufi-ía  grandes 
padecimientos  en  los  oídos ;  la  de  un  brazo  roto  por  la  cogida 
de  un  toro  en  Cantillana  á  D.  José  Núñez,  y  la  de  la  tisis  que 
padecía  una  hermanita  de  los  pobres.  Sor  Adelaida,  que  hasta 
poco  há  vivía  en  Málaga,  según  consta  en  las  actuaciones  de 
este  proceso. 

El  jueves  14  de  Febrero  de  1884  se  verificaba  en  el  Vatica- 


Ó24  BADAJOZ 


no  la  solemne  proclamación  de  las  virtudes  en  grado  heroico  del 
venerable  Fr.  Diego,  juntamente  de  la  venerable  María  Gertru- 
dis Salandri,  dominica  fundadora  del  monasterio  del  Rosario  en 
Valentano. 

León  XIII  recibió  en  audiencia  solemne  á  los  superiores 
generales  de  los  dominicos  y  á  los  franciscanos,  así  como  á  los 
miembros  de  las  postulaciones  de  las  referidas  causas. 

Leyéronse  delante  del  trono  por  el  secretario  de  ritos  los 
decretos  acerca  de  la  heroicidad  de  las  virtudes.  Enseguida  el 
superior  general  de  los  capuchinos,  y  padre  general  de  los  do- 
minicos, expresaron  en  nombre  de  sus  Órdenes  respectivas  su 
gratitud  al  Sumo  Pontíñce. 

En  su  Breve-contestación,  el  Papa  condenó  la  guerra  que  se 
hace  á  las  Órdenes  religiosas,  tributando  grandes  elogios  á  los 
postuladores  de  Fr.  Diego  y  Sor  María. 

Fr.  José  de  Llerena  murió  en  Roma,  en  los  últimos  días  de 
Diciembre  de  1886,  dejando  un  gran  nombre  entre  los  místicos 
y  teólogos  contemporáneos. 


CAPÍTULO   XXI 


l4i  'Respúbllca  Reglnensisa 

■luIlpeaM-Teultunlacumg  y  el  Monasterio  de  Nuestra  Señora  de  Ten-tu-dla, 

«Nertdbrtga  Beturlenseu  ó  «Concordia  Julia.s 

Fregenal  de  la  Sierra.  —  Arlas  Montano  y  Díax  Tanco. 

Jerez  de  los  Caballeros.  —  Nüñez  de  Balboa 


cinco  kilómetros  de  Llerena  la  villa  de 
a,  que  se  conoció  anterior  á  los  romanos 
il  nombre  de  Regina  ó  Regiana^  pues  de 
ambos  modos  le  llaman  los  geógrafos 
antiguos,  que  ven  asentada  en  ella  á  la 
quinta  mansión  desde  Hüpalis  (Sevilla)  á 
Emérita  (Mérida),  según  el  Itinerario  de 
Antonino  Pío  (i).  Ambrosio  de  Morales 
tigunas  antigüedades  de  esta  villa,  y  pro- 


Iter  ab  Hispali  Emeritam.. 
MANSIÓN  E<;. 

I  Carmone  (Carmonai 

a  Chucula  (Monclova) 

3  Aatigi  (Écija) ■      .      . 

4  CeIti(Peñallor; 

5  Regiana  (Kcgina) 

6  Emeritam  (Mérida) 

re 


620  BADAJOZ 


bó  (i)  que  corresponde  á  la  ciudad  romana  que  se  llamó  Res- 
pública  Reginensis;  Viu  sostiene  (2)  que  Regina  y  Regiana  son 
una  misma  población  en  el  país  de  los  Célticos  Beaíurienses. 

En  los  campos  de  esta  villa  aparecen  frecuentemente  restos, 
monedas  é  inscripciones  romanas,  que  atestiguan  más  que  nada 
el  origen  que,  tanto  Morales  como  Viu,  dan  á  esta  población. 

Una  de  las  inscripciones  más  notables  que  de  ella  se  conoce 
existe  hoy  en  Llerena,  y  dice  así: 

D.  M.  S. 

L.  RuFiNvs.  Primvs.  Italicvs 

Decvrio.  Reginensis.  An.  XXXX 

Fabina.  Campana.  Uxor.  M.  M. 

F,  ri.  S.  iL.    1 .  X.   L». 

Que  traducida  dice  así:  cÁ  los  dioses  manes  ó  de  los  difun- 
tos. Lucio  Rufino  Primo  Itálico,  Decurión  Reginense,  de  edad 
de  cuarenta  años,  está  aquí  sepultado,  etc.  Fabina  Campana,  su 
esposa,  hizo  al  marido  este  monumento.» 

Y  en  la  ermita  de  Nuestra  Señora  del  Monte,  situada  en  el 
término  de  Cazalla,  no  lejos  de  Reina,  se  halla  esta  otra: 

M.  AvRELio.  Antonino.  Severo.  Pío 

AvG.  Felici.  Im.  CíEsaris.  L.  Septimi 

Severi,  Pii.  Pertinacis.  Avg.  Filio 

Arábico.  Adiabenico.  Parthico 

Máximo.  Británico 

Máximo.  P.  P. 

Respública.  Reginensivm.  Devota.  Nomini 

Fivs.  PosviT. 

Esto  es:  cLa  República  ó  municipio  Reginense  levantó  este 
monumento  á  Marco  Aurelio  Antonino  Severo  Pío  Augusto  y 


(1)  Las  antigüedades  de  España  que  van  nombradas  en  la  Crónica^  con  averi- 
guación de  sus  sitios  y  nombres  antiguos,  p.  lOO. 

(2)  En  su  Extremadura^  tomo  I,  pág.  211. 


BADAJOZ  627 

Felicísimo,  vencedor  de  los  Árabes,  de  los  Adíabenses  (de  la 
Siria),  y  de  los  Partos  (en  el  Asia  Menor);  Máximo  Británico, 
Máximo,  padre  de  la  patria.» 

Corresponde  esta  inscripción  al  año  2 1 5  de  Cristo  y  al  em- 
perador Caracalla,  siendo  por  tanto  una  de  las  inscripciones 
más  notables  de  España. 

Por  esta  época  Reina  era  una  población  murada,  como  man- 
sión militar  y  municipal  de  los  más  notables  de  la  Lusitania. 
Todavía  se  ve  su  antiguo  castillo  sobre  el  cerro  que  domina  la 
villa.  Ésta  se  alojaba  dentro  de  los  antiguos  muros  hasta  final 
del  siglo  XII,  en  que  la  población  fué  trasladándose  á  las  afue- 
ras, formando  un  arrabal  que  después  comprendió  toda  la  villa, 
no  quedando  en  el  castillo  más  que  la  parroquial.  Nuestra  Se- 
ñora de  las  Nieves. 

En  el  siglo  xiii  Reina  era  una  población  importante,  que 
las  guerras  de  los  caballeros  de  Santiago,  con  los  señores  feu- 
dales fueron  diezmando. 

Los  Reyes  Católicos,  viendo  la  despoblación  de  su  castillo  y 
la  emigración  de  sus  vecinos  á  Llerena  y  Fuente  de  Cantos, 
concedieron  título  de  Hijo-dalgo  á  los  que  morasen  con  casa 
abierta  dentro  del  castillo,  y  ni  aun  este  privilegio  pudo  retener 
á  los  vecinos  dentro  del  murado  recinto,  que  ya  en  principios 

* 

del  siglo  xviii  moraban  todos  en  lo  que  antes  fueron  arrabales, 
y  hoy  villa. 


II 


De  Reina  á  Fuente  de  Cantos  aparece  La-Calera,  la  antigua 
Cúrica^  octava  mansión  desde  Ostia-AnncB  (Ayamonte)  á  Eme- 
rita  AugustíB.  Plinio  dice  que  éste  era  el  municipio  lulipense- 
Teultuniacum^  y  lo  comprueba  con  inscripciones  que  se  hallaron 


628  BADAJOZ 


entre  las  ruinas  romanas  de  la  villa.  Por  otra  parte,  todos  los 
cosmógrafos  han  indicado  á  este  lugar  como  la  antigua  Curtca 
de  la  Beturia  Céltica  (i),  situada  entre  Monte- Mar iorum  y 
Contribuía^  á  49  millas  de  aquél  y  34  de  ésta.  Ptolomeo  la 
asigna  60*^30'  longitud  y  38^40'  latitud.  Sábese  que  fundada 
por  los  celtas  con  el  nombre  de  Acurgia  ó  Turgia^  según  unos, 
ó  Cúriga,  según  otros,  vino  á  decirse  en  tiempos  de  Plinio  Cu- 
rigcB'MucultunicB  iten  quce  Turiga  nunc.  est.^  corrección  pare- 
cida á  la  de  ahora,  que  llamándose  Curica^  se  denomina  hoy 
Calera  de  León.  Ucultunia  debió  ser  nombre  corrompido  del 
que  en  su  fundación  se  diera  á  la  ciudad;  de  aquí  se  vino  des- 
pués á  Turiga^  Cúriga^  Curgia^  Curlica  y  Calera^  que  hoy 
lleva. 

La  siguiente  dedicatoria,  encontrada  en  su  castillo,  justifica 
la  antigüedad  de  este  pueblo: 

Djvo.  Nervae 

Decreto.  Decvrione 

MvNiciPivM.  ■^IvuLivus.  Tevltvniacvm 

PONENDVM.   IVSSIT.   ET.  DeDICAVIT. 

Que  quiere  decir:  t  A  Divo  Nerva:  Por  decreto  de  sus  Decu- 
riones mandó  el  Municipio  Teultuniaco  poner  ó  levantar  este 
monumento,  y  lo  dedicó  al  mismo  Emperador.» 

Esta  inscripción  que  publica  Viu,  y  Ponz  pone  en  Azuaga, 
corresponde  al  año  96  ó  98  de  Cristo. 

Calera  estuvo  ocupada  por  los  árabes,  que  la  denominaron 
Al-calxera^  que  quiere  decir  blanca. 

El  gran  maestre  de  Santiago  D.  Pelay  Pérez  Correa  la  con- 
quistó á  los  moros,  á  quienes  venció  en  los  llanos  llamados  de 
las  Cruces  ó  del  Maestre,  haciéndoles  replegar  á  Sierra  Morena. 

En  Calera  formó  Pérez  Correa  aquel  numeroso  ejército  de 
caballeros  que  partieron  á  unirse  á  las  tropas  de  D.  Fernando, 


(i)    Diccionario  de  Madoz,  tomo  V,  pág.  28Q. 


BADAJOZ  629 

conquistando  á  Córdoba  y  Sevilla,  y  venciendo  antes  Peláy  Pérez 
Correa  á  1 60,000  moros  en  ios  desfiladeros  de  Sierra  Morena,  re- 
pitiéndose en  aquella  famosa  batalla  la  leyenda  de  Josué  (i),  por- 
que al  declinar  el  día,  y  viendo  el  Maestre  que  la  noche  cerraba 
sin  decidirse  la  victoria,  entró  á  la  pelea  con  su  escolta  de  prela- 
dos y  caballeros  al  grito  de  t  Señor  mi  Dios,  detentu-día,  deten- 
tu-sol  y  te  ofrezco  la  victoria»,  que  al  fin  logró  (2).  En  señal  de 


( i )  Ferrer  del  Rf  o.— //isíoría  de  la  Orden  de  Santiago. ^Historia  de  las  Órdenes 
de  Caballería^  (Madrid,  1865,  tom.  I.  pag.  1  34).— Madrazo,  tom.át  Sevilla  y  Cádiz 
de  esta  misma  obra  España. 

(2)  Esta  leyenda  del  origen  de  este  monasterio,  ha  dado  inspiración  á  nove- 
listas y  poetas  para  cantar  los  triunfos  del  cristianismo,  juntamente  con  los  de  la 
patria  en  esa  epopeya  gloriosa  que  guardará  eternamente  nuestro  Romancero.  Un 
poeta  extremeño,  D.  Francisco  Sánchez-Arajona,  el  día  que  con  nosotros  visitaba 
el  monasterio  de  Calera,  improvisó  las  siguientes  cuatro  décimas: 

EN  EL  MONASTERIO  DE  TEN-TU-DIA 

Aquí  los  hijos  de  Omar, 
tras  un  reñido  combate, 
del  castellano  al  embate 
vieron  su  enseña  rodar; 
y  el  orbe  pudo  admirar, 
lleno  de  asombro  profundo, 
que  no  hay  pueblo  en  el  mundo 
como  el  pueblo  castellano, 
si  fiero  muestra  en  su  mano 
su  acero  en  glorias  fecundo. 

Aquí,  do  crecen  las  flores, 
sangre  de  infíeles  corría: 
aquí,  donde  luce  el  día 
sus  más  bellos  resplandores; 
aquí,  do  los  ruiseñores 
hoy  cantan,  morir  se  vieron 
héroes  mil,  que  sucumbieron 
como  buenos  peleando, 
nuevos  laureles  legando 
al  suelo  donde  nacieron. 

Y  hoy  de  la  española  historia 
en  las  páginas  gigantes, 
aun  más  que  la  luz  brillantes, 
para  perpetua  memoria 
de  aquella  tarde  de  gloria 
una  frase  se  halla  escrita, 
que  le  dice  al  mundo:  «imita 
)>á  los  que  aquí  pelearon, 
»y  por  su  patria  triunfaron, 
»y  elevaron  esta  ermita.» 


630  BADAJOZ 


este  triunfo  fundó  el  Maestre  el  célebre  Monasterio  de  Nuestra 
Señora  de  Teniu-dia^  junto  á  Calera,  donde  mandó  se  le  ente- 
rrase. En  cumplimiento  á  sus  deseos,  su  cuerpo  yace  en  la  iglesia 
citada,  donde  está  también  el  sepulcro  de  su  mujer,  ambos  reves- 
tidos de  azulejos  árabes,  con  inscripciones  góticas.  En  la  sacristía 
de  este  templo  se  ven  otros  sepulcros  de  varios  caballeros  que 
acompañaron  al  Maestre  en  la  batalla  de  Ten-tudia,  y  este  tem- 
plo que  no  está  lejos  de  otro  denominado  del  Humilladero  (le- 
vantado también  en  el  siglo  xiii,  y  hoy  en  ruina),  se  elevó  á  la 
categoría  de  Vicariato,  con  jurisdicción  sobre  Arroyomolinos  de 
León,  Cabeza  de  Vaca  de  León,  Calera  de  León,  Cañaveral  de 
León,  Fuente  de  Cantos,  Monasterio,  Montemolín  y  Segura  de 
León,  comprendiendo  9  parroquias,  2  anejos,  6  conventos  y  23 
santuarios,  servidos  por  8  párrocos,  1 1  tenientes,  i  beneficiado, 
57  capellanes,  y  38  dependientes,  corriendo  las  obras  y  dota- 
ciones del  templo  de  Santa  María  de  Ten-tu-dia  á  cargo  del  co- 
legio militar  del  Rey  en  Salamanca,  el  cual  percibía  las  rentas  de 
la  encomienda,  desde  la  muerte  de  los  hijos  del  Maestre. 
Hoy  este  histórico  monasterio  está  en  principios  de  ruina. 


III 


Saliendo  de  Calera,  en  dirección  á  Jerez  de  los  Caballeros 
{Cceriana)^  se  pasa  por  el  despoblado  de  Valeria  la  Vieja^  la  an- 


Ermita  que  entre  las  flores 
con  respeto  contemplé, 
y  en  mi  interior  la  adoré 
cual  sombra  de  mis  mayores. 
Sol  es  cuyos  resplandores 
parda  nube  nunca  empaña, 
pues  recuerda  tal  hazaña 
que  á  la  más  oscura  historia 
¡le  prestara  tanta  gloria 
que  envidiara  sólo  á  España! 
(Fábulas  de  Salón  y  Poesías,  Sevilla,  1880,  pág.  72.) 


BADAJOZ  631 


tigua  Nortóbriga  Beturiense^  citada  por  todos  los  cosmógra- 
fos (i),  pues  el  mismo  Plinio  la  enumera  entre  las  ciudades 
Turdetanas  que  se  hallaban  entre  el  Guadiana  y  el  Guadalqui- 
vir (2),  región  llamada  Buturia,  que  la  divide  en  dos  partes; 
Beturia  Céltica  (la  más  Occidental)  y  Beiuria  Túrdula  (la 
Oriental),  habitadas  por  otras  tantas  gentes  que,  como  expresa 
su  nombre,  hubieron  de  residir  en  ellas;  por  donde  se  viene  en 
conocimiento  de  que  la  primera  es  la  misma  parte  perteneciente 
á  los  Turdetanos,  en  su  límite  á  Lusitania,  en  tanto  que  los 
Túrdulos  moraban  cerca  de  las  provincias  Lusitana  y  Tarraco 
nense, 

Ptolomeo  coloca  á  Nertóbriga  en  las  ciudades  Turdetanas ^ 
juntamente  con  Seria^  Segeda^  Contributa,  Arsa  y  Miróbriga;y 
por  más  que  estas  dos  últimas  las  incluye  Plinio  en  la  Beturia 
Túrdula^  no  hay  contradicción  entre  ambos  geógrafos  si  se 
considera  que  en  aquel  tiempo  en  que  la  fuerza  era  el  único 
criterio  para  medir  el  respeto  que  había  en  la  posesión  de  lo  aje- 
no, las  tribus  cambiaban  muchas  veces  de  lugar  y  se  arrebataban 
unas  á  otras  los  territorios;  de  suerte  que  bien  pudo  suceder 
que  los  de  Arsa  y  de  Mióbriga  perteneciesen  primero  á  los  Tur- 
detanos  y  luego  á  los  Túrdulos^  ó  que  los  primeros  lo  usurpasen 
á  los  segundos  en  tiempos  anteriores  á  Plinio,  y  por  eso  lo  ocu- 
pasen en  los  días  de  Ptolomeo. 

Nertóbriga  se  compone  de  dos  palabras  célticas,  nerto  y  briga: 
la  primera  quiere  decir  fortaleza,  energía,  valor ;  la  segunda  se 


(i)  Hubo  otra  Nertóbriga  en  el  convento  jurídico  de  Ccesar  Augusta  (Zarago- 
za), y  según  general  asentimiento  de  los  eruditos  estaba  situada  en  las  inmedia- 
ciones de  Riela. 

(2)  Ya  hemos  dicho,  en  la  Introducción  de  este  libro,  que  en  el  verdadero  rigor 
de  la  palabra,  la  parte  'meridional  de  Extremadura,  colindante  con  el  reino  de 
Portugal,  perteneció  desde  tiempos  muy  remotos  á  los  Turdetanos,  que  poseían 
toda  la  extensión  comprendida  entre  el  Guadiana,  el  mar  y  una  línea  que  partien- 
do de  Lobón  ó  Talaverilla  pasase  por  Santa  Marta,  Los  Santos,  Llerena  y  el  límite 
de  las  provincias  de  Córdoba  y  Sevilla,  yendo  á  terminar  en  el  Mediterráneo  al 
Oriente  de  Gibraltar. 


632  BADAJOZ 


sabe  que  signiñca  ciudad:  es  de  la  misma  raíz  que  el  bury  de 
los  antiguos  germanos,  que  fué  transformada  por  los  latinos  en 
burgMs^  dándole  la  misma  acepción  que  kpopulus.  Continuaron 
usándola  los  españoles  durante  la  época  romana,  en  que  habla- 
ban un  idioma  mezcla  del  suyo  y  del  latín.  Por  eso  muchas  po- 
blaciones llevan  nombres  mixtos,  como  Augustóbriga^  Ccesaró- 
briga^  Flavióbriga  etc.,  que  traducimos  fácilmente  por  ciudad  de 
Augusto^  de  César  y  de  Flavio.  Nortóbriga^  pues,  quiere  decir 
ciudad  valerosa^  y  acaso  este  calificativo  influyese  no  poco  en  el 
nombre  que  tuvo  después  de  los  romanos,  cuando  en  el  siglo  xii 
se  le  denominó  Valera  la  Vieja^  cuando  había  pasado  por  el 
nombre  de  Concordia  Julia  que  le  dieron  los  legendarios  de 
Augusto.  Perteneció  al  convento  jurídico  de  Hispalis  (Sevilla),  y 
entre  sus  ruinas  han  aparecido  inscripciones  muy  importantes, 
como  son  las  siguientes,  que  han  sido  llevadas  á  Fregenal: 

D.  M.  S. 

C.  TREBON 

10.  C.  F.  GAL. 

MODESTO. 

NERTOBRI 

GENS.  AN.  LVI. 

TREBONIA.  CAE 

SI  A.  PATRONO. 

Masdeu  y  Viu  la  traducen  de  diverso  modo.  Nosotros  lee- 
mos en  ella:  Ofrenda  á  los  Dioses  Manes.  A  Cayo  Trebonio 
Modesto,  natural  de  Nertóbriga,  de  la  tribu  Galeria,  hijo  de 
Cayo  y  muerto  de  56  años.  Su  liberta,  Trebonia  Csesia,  mandó 
erigir  este  sepulcro  á  su  patrono. 


D.    M.    S. 

DOMITILA.    L.    F. 

AVITA.    AN.    XLII. 

H.    S.    E*    S.    S.    T.    T.    L<. 

LIVIVS.   FESTVS. 
VXORI.   ET.    SIBl.    F.    C. 


BADAJOZ  633 


Esto  es:  Ofrenda  á  los  Dioses  Manes.  Domitila  Avita,  hija 
de  Lucio,  de  edad  de  42  años,  está  aquí  sepultada.  La  tierra  le 
sea  ligera.  Livio  Festo  cuidó  de  hacer  este  enterramiento  para 
su  esposa  y  para  él. 


PETREIA.    M.    F. 

M.    ASINIVS.    TRIA. 

VXORI. 


Quiere  decir:   Petreia,   hija  de   Marco.   Marco  Asinio  hizo 
este  sepulcro  y  lo  erigió  á  su  mujer. 


L.    IVI.IVS.    ET.    T.    LIB. 

VALENS    ANNORVM 

XywV»    ri<     o«    E. 

S.    T.    T.    L. 

COPIRVS.     FRATRI. 


Se  puede  leer  así:  Lucio  Julio  Valente,  liberto  de  Tito,  de 
edad  de  25  años,  está  aquí  sepultado.  Séalela  tierra  ligera.  Co- 
piro  lo  erigió  á  su  hermano. 


D.   M.  s. 

T.    POMPONI. 

VEGETI.     ANN. 

LXXII.    L. 

FILIA.    CVRAVIT. 

S.    T.    T.    L. 


Solano  de  Figueroa,  que  tradujo  esta  inscripción  estando  de 
paso  en  Fregenal,  la  leyó  de  este  modo:  t Ofrenda  á  los  Dioses 
Manes.  Tito  Pomponio  Vegetio,  de  72  años  de  edad,  está  aquí 
sepultado.  Su  hija  Lucía  cuidó  de  hacerle  el  sepulcro.  La  tierra 
te  sea  ligera. » 

Las  cinco  sepulcrales  que  dejamos  copiadas  revelan  que  en 
la  ciudad  de  Nertdbriga  vivieron  ciudadanos  romanos  de  las 
más  principales  familias,  y  confirman  el  juicio  unánime  de  los 
doctos,  autorizado  con  el  dicho  de  Estrabón,  de  que  había  lle- 
gado á  romanizarse  por  completo  el  país  comprendido  entre  el 


80 


634  BADAJOZ 

Betis  y  el  Anas,  abrazando  la  cultura,  la  religión,  el  idioma  y 
las  costumbres  de  sus  dominadores  los  latinos  (i). 

Nertóbriga  fué  municipio  romano,  como  se  demuestra  por  la 
siguiente  lápida  geográñca  encontrada  en  Frascati  (Italia)  y  que 
dice  así: 


Ex  HisPANiA  Vlteriore 

Provincia.  Betica 

MVNICIPIVM 

CONCORDIA.  IVLIA. 

NERTOBRIGENSIS. 

PVBLICE. 


La  falta  de  los  primeros  renglones  impide  ser  leída  íntegra- 
mente esta  importante  inscripción,  al  menos  en  su  sentido  ver- 
dadero. 

Las  dos  siguientes  pertenecen  al  sepulcro  de  dos  soldados 
españoles,  naturales  de  Nertóbriga,  y  procedentes  de  la  Legión  4.* 
macedónica.  Estaban  en  una  misma  piedra,  hallada  en  Maguncia, 
y  dicen  así: 


l.  attivs.  l.  f. 
gal.  nepos 
nertóbriga 

MIL.  LEG.    IlII.    MAC. 

AN.  XXXlin.  STIP 

XVIIL  H.  S.   E. 

EX.  T.  MVNICIP 

ET.  LIB.  F.  C. 


T.    IVLIVS.    L.  F. 

GAL.  NACER 

DOM.  NERT 

OBRIGA.    MIL. 

LEG.  un.  MAC 

AN.  XXXV.  STP 

XVI.  H.    S.  E. 

ÉRATE.  F.  C. 


(1)  La  población  primitiva  de  esta  región  superaba  en  cultura  á  sus  domina- 
dores y  aliados,  pues  que  historiadores  y  geógrafos  de  la  época  romanase  desha- 
cen en  elogios  de  su  civilización  adelantada,  y  les  atribuyen  sabias  leyes  escritas 
en  verso  desde  muchos  siglos  antes  que  Roma  existiese;  noticia  que,  por  muy  exa- 
gerada que  parezca,  deja  al  menos  traslucir  que  la  raza  ibera,  á  que  los  Turdetanos 
pertenecían,  debió  ser  la  primitiva  de  este  suelo,  así  como  también  la  más  asequi- 
ble á  la  civilización  de  los  latinos.  Compruébalo  el  dicho  de  Estrabón,que  supone 
á  los  Turdeianos  los  primeros  en  aceptar  la  lengua,  la  religión  y  las  costumbres 
de  Roma,  en  términos  que  á  muy  poco  de  verificada  la  conquista  se  hallaba  ya 
latinizado  por  completo  este  país. 


Badajoz  635 

Masdeu  trae  también  esta  otra  lápida  hallada  en  los  campos 
de  Nertóbriga: 

IMP.    CAES.    AVG 

VSTVS.    TR.    PC.     XXX 

P.    M.    CON.    XIII.    PA 

TER.    PATRIAE. 

Lo  que  fuese  Nertóbriga  en  tiempos  remotos  nos  lo  dicen 
los  geógrafos  antiguos,  citándola  entre  las  ciudades  más  impor- 
tantes de  la  Bética  y  de  la  Lusitania  (i).  Ya  con  el  nombre  de 
Concordia  JmHcb^  se  confunde  con  las  demás  ciudades  Hispalen- 
ses^ y  pierde  su  importancia  á  juzgar  por  el  silencio  que  sobre 
ella  guardan  los  historiadores. 

De  principios  del  siglo  vn  es  la  lápida  de  un  Exuperancio, 
á  quien  las  falsas  crónicas  hacen  monje  de  San  Benito  junta- 
mente con  Honorio,  que  según  Sánchez  Cid  (2)  habitaron  en  la 
ermita  de  San  Miguel,  no  lejos  de  Fregenal.  He  aquí  el  texto 
de  esta  inscripción,  tal  como  la  da  Solano  de  Figueroa,  (3)  que 
por  ser  contemporáneo  á  su  descubrimiento,  parece  haberla  co- 


(i)  Plinio  dice:  uCeltt'cos  d  Celtiberis  ex  Lusitania  advenisse  manifesium  est^ 
T»sa<^£Sr  lingua,  opptdorutn  vocabulis,  quoe  cognommibus  in  Bcetica  disiinguniur: 
«Seria  quoe  dicítur  Fama  Julia,  Nertóbriga,  Concordia  Julia^  Segeda,  Resiiiuta 
njulia^  Contributa  Julia  Vadtuniacum,  qu(^  et  Curiga  nune  est:  Laconimurgi, 
r^Constantia  Julia,  Teressibus,  Fortúnales,  et  CALLENSiBUSt  Emanici.  Prceter  hcec 
nin  Céltica  Acinippo,  Arunci,  Turobriga,  Lastigi,  Alpesa,  Sisapona.»  Quiere 
decir  Plinio  (//i5/oria  Natural,  lib.  III,  cap.  I),  que  los  Célticos  beturienses  vinieron 
de  Lusitania,  como  muestran  sus  ritos,  su  idioma  y  los  nombres  de  las  poblacio- 
nes, entre  las  cuales  se  distinguen  en  la  Bética  con  sobrenombres  romanos  Seria 
que  llama  Fama  Julia,  Nertóbriga,  denominada  Concordia  Julia,  Segeda  6  Restitu- 
ía Julia,  Contributa  Julia  Vadtuniacum,  Curiga  también  llamada  Contributa  Julia, 
Laconimurgi  apellidada  Constaniia  Julia,  la  ciudad  de  Teresses  ó  de  los  Fortúna- 
les y  ]a  de  los  Callenses  ó  Emanicos. 

(2)  «Tradición  hay  que  aquí  estuvo  un  monasterio  de  monjes  de  San  Benito, 
en  el  que  parece  vivieron  los  Santos  Honorio  y  Exuperancio.  De  estos  bienaventu- 
rados siervos  de  Dios  se  reñere,  que  con  el  agua  de  la  fuente  del  monasterio  cu- 
raban los  enfermos,  que  á  ellos  acudían  en  sus  aflicciones  y  padeceres.»  {Epitome 
histórico  de  la  gran  villa  de  Fregenal,  Sevilla,  1 843.) 

(3)  Historia  eclesiástica  de  la  ciudad  y  obispado  de  Badajoz,  Cap.  IV,  tomo  I. 


636  BADAJOZ 


piado  mejor  que  Rodrigo  Caro,  de  quien  la  toma  Sánchez  Cid: 

i    EXVPERANTIVS 

FANVLVS    DEI 
VIXIT    ANNOS    PLVS 

MINVS    LXXVIII 

REQVIEVIT    IN    PACE 

SVB    VI    KL    IVNIAS 

ERA    DCXVI  (l). 

Esto  es:  Exuperancio,  siervo  de  Dios,  vivió  poco  más  ó 
menos  de  78  años:  descansó  en  paz  el  día  sexto  de  las  kalendas 
de  Junio,  era  616.  Corresponde  esta  fecha  al  día  27  de  Mayo 
del  año  578  de  J.  C. 

La  otra  inscripción  que  inserta  Sánchez  Cid,  tomándola  de 
Ambrosio  de  Morales  y  Rodrigo  Caro,  no  tiene  fecha  alguna;  y 
por  más  que  estos  autores  la  atribuyan  á  la  época  visigótica,  no 
puede  añrmarse  de  una  manera  absoluta  en  razón  á  que  no  tiene 
indicios  que  lo  aseguren,  á  no  ser  que  por  los  caracteres  con 
que  estuviese  en  el  original  lo  dedujeran  con  acierto.  Dicen  que 
estaba  en  una  peña,  y  su  texto  es  este: 

IN   NOMINE    DOMIM 

HIC   TVMVLVS    HONORI    ABBAT 

RESPICIT    ANGVSTVM   PR.ECISA 

RVPE   SEPVLCRUM    HOSPITUM 

BEATISSIMI    HONORI   ABBATIS 

COELESTIA     REGNA      TENENTIS 

IN    SvECVLA    S-ECULORV.M.     AMEN. 

Puede  leerse  así:  tEn  el  nombre  del  Señor.  Esta  tumba  del 
abad  Honorio,  en  la  piedra  cortada,  contiene  el  estrecho  sepul- 
cro, albergue  del  piadosísimo  abad  Honorio,  que  goza  de  los 
reinos  celestiales  por  los  siglos  de  los  siglos.  Amén.» 

Sánchez  Cid  hace  á  Nertóbriga  el  Fregenal  moderno  y  obis- 


(i)    Exuperantius,  famulus  Dei,  vixit  annos  plus  minus  LXXVIII;  requievit  in 
pace  sub  texto  k(a)Iíendas)  Junias,  era  DCXVI. 


BADAJOZ  637 


pado  allá  en  el  siglo  iv,  con  su  primer  prelado  san  Celedonio, 
y  Exuperancio  el  segundo,  siendo  prelado  muy  importante,  pues 
aparece  en  las  luchas  de  la  herejía  suscitadas  en  el  siglo  v,  y 
en  la  que  intervinieron  teólogos  tan  grandes  como  san  Agus- 
tín (i). 

No  hemos  de  decir  aquí  que  ni  Nertórica  fué  jamás  ciudad 
mitrada,  ni  Eutropio  obispo,  ni  santo,  por  más  que  otra  cosa  se 
diga  en  las  falsas  noticias  contenidas  en  los  Cronicones  de  Fia- 
vio  Dextro,  Hauberto,  el  falso  Beroso,  los  plomos  del  Sacro 
Monte  y  toda  aquella  caterva  de  escritores  y  cronistas  del  si- 
glo XVI  que  emprendieron  la  risible  tarea  de  canonizar  á  todos 
los  españoles. 

Hasta  aquí  cuanto  sobre  la  antigua  Nertbbriga  Beturiense 
hemos  podido  averiguar.  Qué  causas  pudieron  influir  á  su  des- 
aparición para  dar  lugar  en  sus  cercanías  á  la  moderna  Frege- 
nal,  es  cosa  hasta  hoy  desconocida;  pero  no  vacilamos  en  decla- 
rar que  su  ruina  completa  debió  efectuarse  cuando  los  reyes 
cristianos  invadían  en  sus  expediciones  esta  comarca,  y  que  du- 
rante la  dominación  del  Califato  cordobés  debió  ser  población 
insigniñcante. 

En  1253  la  cedía  el  rey  D.  Alonso,  con  Fregenal  y  otros 
castillos,  á  los  caballeros  del  Temple  que  habían  contribuido 
en  1 248  á  la  conquista  de  Sevilla,  y  desde  esta  época  no  vuelve 


(i)  a  Esta  legacía  de  V.  Paulo  Orosio  la  refieren  nuestros  historiadores  y  el 
Cardenal  Baronio.  La  ocasión  de  ella  fué  haber  venido  á  España  dos  sacerdotes 
herejes  llamados  ambos  Avitos,  natural  el  uno  de  Jerusalén  y  el  otro  de  Roma;  los 
cuales,  aunque  no  seguían  los  errores  de  Prisciliano,  con  ser  entonces  los  más  va- 
lidos, condenados  ya  en  el  concilio  de  Toledo  del  año  400,  resucitaron  otros  de  la 
doctrina  de  Orígenes  y  Victorino,  y  los  de  un  griego  llamado  Basilio,  los  cuales 
predicaban  debían  abrazarse  y  seguirse.  El  daño  que  empezaron  á  hacer  era  con- 
siderable; y  por  esto  san  Eutropio  y  otro  obispo,  llamado  Paulo,  enviaron  á  Oro- 
sio á  África,  para  que  consultase  con  san  Agustín  el  modo  de  reprobar  tan  perni- 
ciosa doctrina.  El  santo  Doctor,  vista  la  instancia  de  los  Obispos  españoles,  escri- 
bió un  comentario  contra  los  expresados  errores,  remitiendo  á  san  Jerónimo  el 
decidir  la  cuestión  que  pedía  san  Eutropio  de  origine  animoe^  que  quiso  lo  ejecu- 
tase el  santo  como  más  experimentado  fsic),  y  al  fin  lo  hizo  aprobando  asimismo 
cuanto  san  Agustín  había  resuelto.»  (Epitome  histórico^  etc.) 


638  BADAJOZ 


á  sonar  el  nombre  de  Valera  la  Vieja^  la  antigua  Concordia 
yulia^  edificada  sobre  la  Nertóbriga  Beturiense  de  los  primirivos 
pobladores  de  nuestra  Península. 


IV 


Cuatro  kilómetros  de  Valeria  está  Fregenal  de  la  Sierra,  la 
antigua  Adnipo  Beturiense,  Plinio  dice:  tQuae  autem  regio  á 
«Bseti  ad  Fluvium  Anam  tendit  extra  prsedicta  (Alontigi,  Cei, 
»Allostigi),  Bseturia  apellatur,  induas  divisa  partes,  totidenque 
•gentes;  Célticos,  qui  Lusitaniam  et  Tarraconensem  accolonut, 
•jura  Cordubam  petunt.»  Y  Ptolomeo  concluye  la  descripción 
de  la  Bética  con  la  pequeña  región  de  estos  Célicos^  oriundos  de 
los  Celtas  Lusitanos^  á  quienes  Estrabón  atribuyó  la  mayor  par- 
te del  país  que  media  entre  el  Tajo  y  el  Guadiana,  los  cuales 
se  extendieron  por  el  lado  meridional  de  este  río,  como  expresó 
Rui  Bamba,  siguiendo  al  mismo  Estrabón,  que  en  este  sentido 
debió  decir,  que  los  Celtas  de  la  Bética  habían  sido  trasladados 
de  los  Celtas  que  asientan  á  la  otra  parte  del  Anas,  De  aquí  ve- 
mos que,  conocido  con  el  nombre  de  Beturia  todo  el  país  que 
se  comprende  entre  el  Guadalquivir  y  el  Guadiana,  desde  poco 
más  arriba  de  Heliche,  la  parte  próxima  á  este  río,  hasta  donde 
alcanzaron  las  poblaciones  Celtas^  que  se  trasladaron  á  la  parte 
opuesta,  fué  distinguida  con  la  voz  adjetiva  Céltiva^  y  toda  la 
restante,  habitada  por  los  TúrduloSy  fué  denominada  Túrdula. 
En  esta  pequeña  región  Céltica  de  la  Beturia  es  donde  Plinio  y 
Ptolomeo  colocan  la  ciudad  de  Acinipo. 

Algunos  geógrafos  han  querido  reducir  esta  ciudad  á  la  mo- 
derna Ronda,  fundados  en  una  lápida  funeraria  en  que  creyeron 
leer  los  patronímicos  de  Acinipo  y  de  Arunda;  y  Rodrigo  Caro, 
primero,  y  Flórez,  Masdeu,  López  y  Ceán  Bermúdez,  después, 


BADAJOZ  639 

aceptaron  la  novedad  contra  toda  la  razón  científica  que  más 
tarde  triunfó,  viniendo  á  enseñarnos,  por  el  contenido  de  las 
mismas  lápidas  halladas  en  Ronda  (que  fueron  interpretadas  de 
muy  diversos  modos),  que  Acinipo  corresponde  á  la  moderna 
Fregenal  de  la  Sierra,  donde  de  muy  antiguo  se  han  encontrado 
inscripciones  romanas  y  restos  de  edificios  de  estos  pobladores. 
La  siguiente  sepulcral  está  aún  en  esta  villa  y  dice  así: 

MEMMIA.    L.    ANTiSTIO  VIRO.    ET.    I.. 

ANTISTIO.   AVITO.    FILIO.    AN.    XXII 

D.    S.    P.    F.    C.    H.    S.    S. 

S.    V.    T.   L. 

La  familia  de  los  Avitos  fué  muy  poderosa  y  en  el  mismo 
Roma  gozaron  de  gran  renombre.  En  las  inmediaciones  de  esta 
ciudad  existen  dólmenes  de  los  primitivos  Iberos  ó  Celtas;  pues 
más  de  una  vez  hemos  oído  referir  á  los  ganaderos  y  gentes  del 
campo  que  en  ciertos  sitios  hay  piedras  enormes  sobrepuestas 
unas  á  otras,  y  que  con  solo  tocarlas,  se  balancean,  sin  llegar  á 
perder  el  equilibrio.  En  nuestra  última  expedición  por  el  país, 
hemos  visto  una,  circular,  grandísima,  conocida  por  los  campesi- 
nos con  el  nombre  de  t  plaza  de  toros »  (tal  es  su  dimensión  que 
la  semejaba),  sobrepuesta  á  otras  tres,  en  forma  también  circu- 
lar y  en  todo  igual  á  la  que  vimos  más  tarde  en  los  campos  de 
Zalamea  la  Serena. 

En  una  de  las  calles  más  céntricas  de  la  población  é  incrus* 
tadas  en  dos  paredes,  la  una  frente  á  la  otra,  existen  dos  figu- 
ras de  piedra  berroqueña  que  las  gentes  conocen  con  el  nombre 
de  tías  dos  hermanas»,  y  que  á  nuestro  entender  son  dos  cabe- 
zas de  lobo  como  otras  de  diversos  animales  que  se  recogieron 
de  Salamanca,  Ávila  y  otras  ciudades  antiguas,  y  que  induda- 
blemente pertenecen  á  una  fecha  prehistórica. 

No  conocemos  más  antecedentes  de  la  época  romana  en  esta 
ciudad;  ni  del  tiempo  de  los  godos,  ni  de  los  árabes  existe  re- 
cuerdo alguno. 


640 


BADAJOZ 


En  1253  el  rey  D.  Alfonso  cedió  esta  villa  y  la  de  Valera 
la  Vieja,  con  su  castillo,  á  los  caballeros  de  Santiago  que  le  ayu- 
daron en  la  conquista  de  los  moros;  y  treinta  años  después  el 
mismo  monarca  la  concedió  á  los  caballeros  del  Temple.  Estos 
labraron  en  ella  un  inexpugnable  castillo  y  multitud  de  ediñcios 
públicos;  pero  en  1308,  con  motivo  del  secuestro  general  de  los 
bienes  de  la  orden,  la  volvió  á  recobrar  la  ciudad  de  Sevilla, 
corriendo  bajo  su  jurisdicción  hasta  principios  del  siglo  xvi  en 
que  se  redimió  por  servicios  que  hizo  á  la  corona,  y  quedando 
libre,  aunque  dependiente  de  Badajoz,  donde  correspondía  por 
razón  de  límites. 

Los  conventos  y  las  parroquias  que  cuenta  la  villa  son  de 
esta  época  en  adelante,  y  sólo  puede  consultarse  la  siguiente 
inscripción  como  de  fecha  anterior: 


No  podemos  descifrar  estas  letras  que  consideramos  gó- 
ticas. 

Cuando  en  el  siglo  xiii  verificaron  la  reconquista  los  Tem- 
plarios, encontraron  un  lugar  que  en  documentos  de  la  época  se 
le  llamó  Frexnal,  Frexinal y  Frexenal^  en  el  que  los  moriscos 
tenían  un  fuerte  castillo.  ¿Será  cierto,  como  quiere  el  P.  Román 


BADAJOZ  64 1 


de  la  Higuera,  que  le  pusiesen  este  nombre  los  árabes  por  la 
abundancia  de  fresnos  que  había  en  sus  alrededores?  Más  creí- 
ble es  que  la  llamasen  así  los  cristianos,  pues  estas  tres  formas 
de.  una  misma  palabra,  lejos  de  ser  de  raíz  arábiga,  proceden  de 
la  latina  Fraxintís^  de  suerte  que  no  puede  precisarse  el  nombre 
que  los  musulmanes  le  dieran. 

Tampoco  podemos  precisar  el  que  tuvo  cuando  los  godos. 
Paredes  y  Guillen  dice  (i)  que  esta  población  recibe  el  nombre 
de  arboleda  de  fresno.  Su  escudo  es  un  fresno,  una  espada  y  un 
libro  con  esta  orla:  Ei  literis  armata,  et  armis  decórala. 


V 


En  Fregenal  han  nacido  multitud  de  hombres  ilustres  que 
han  dado  fama  á  su  patria  como  esplendor  á  España  entera.  De 
entre  toda  la  pléyade  de  sabios,  místicos  y  teólogos  que  han  sa- 
lido de  Fregenal  citaremos  solamente  á  dos  de  ellos:  á  Arias 
Montano  y  Díaz  Tanco. 

El  primero  nació  en  el  año  de  1527,  á  12  de  Noviembre  (2) 
siendo  sus  padres  Benito  Arias  Montano,  escribano  primero  de 
Fregenal,  y  María  Isabel  Gómez  Boza,  ambos  nobles,  pero  tan 
pobres,  que  á  no  haber  acogido  á  su  hijo  varios  caballeros  sevi- 
llanos que  descubrieron  su  talento  en  su  más  tierna  edad,  tal  vez 
se  hubiera  malogrado.  A  expensas  de  estos  benéficos  sujetos 
pudo  aprender  en  Sevilla  los  rudimentos  de  la  religión,  las  pri- 
meras letras  y  la  lengua  latina.  Pasó  después  á  la  Universidad 
de  Alcalá,  tomó  la  beca  en  el  Colegio  Trilingüe,  en  el  que  se 


(i)     Origen  del  nombre  de  Extremadura,  pág.  64. 

(2)    La  extensa  biografía  de  este  sabio  puede  leerla  el  lector  en  mi  Diccionario, 
ya  citado  tantas  veces,  al  tomo  I,  págs.  42  á  60. 

8x 


642  BADAJOZ 


dedicó  al  conocimiento  délas  lenguas  griega,  siria,  caldea,  hebrea 
y  arábiga,  en  las  que  hizo  grandes  progresos,  y  al  mismo  tiem- 
po estudió  la  Filosofía  y  Teología,  graduándose  de  maestro  en 
ellas  con  admiración  de  cuantos  hombres  grandes  componían 
entonces  aquella  Universidad. 

Fué  recibido  freiré  en  la  orden  de  Santiago  y  se  hizo  sacer- 
dote, movido  de  una  vocación  ejemplar,  que  confirmó  siempre  lo 
irreprensible  de  su  conducta.  Las  pruebas  que  se  hicieron  para 
que  pudiese  recibir  el  hábito  de  Santiago  en  1560,  por  el  Prior 
de  San  Marcos  de  León,  son  curiosas  y  un  extracto  de  ellas  pu- 
blica Sánchez  Cid  (i). 

La  fama  que  le  crearon  sus  obras,  la  popularidad  que  le 
dieron  sus  poesías  y  su  amistad  con  los  hombres  más  notables 
de  la  época,  alentaron  la  envidia,  y  cuando  el  ilustre  extremeño 
se  encontraba  el  9  de  Julio  de  1559  en  la  Peña  de  Alajar,  fué 
preso  por  calumnia  de  un  su  amigo  llamado  Morales,  familiar 
de  la  Inquisición  y  natural  de  Fregenal.  Prendióle  Lope  Hernán- 
dez Escudero,  Alcalde  ordinario  de  Aracena,  y  Juan  de  Castilla, 
escribano  público  de  la  misma.  Cuando  supo  su  prisión  Felipe  II 
escribió  á  Sevilla  para  que  despachasen  pronto  la  causa,  y  bien 
sea  por  la  parte  que  en  este  asunto  tomase  el  Rey,  ó  por  la  in- 
culpabilidad de  Arias  Montano,  después  de  largas  y  para  él  pe- 
nosas investigaciones,  resultó  falsa  la  calumnia,  con  cuyo  motivo, 
y  habiéndose  de  proceder  contra  el  mencionado  Morales,  se  fugó 
éste  á  Portugal,  donde  falleció  á  muy  luego,  cuando  ya  Arias 
Montano  era  hasta  en  el  extranjero  una  lumbrera  en  las  ciencias 
y  en  las  letras  patrias.  Sobre  la  juventud  y  la  vida  de  este 
hombre  extraordinario  encontramos  muchas  y  curiosas  noticias, 
aunque  desordenadas,  en  la  obra  ya  citada  de  Sánchez  Cid. 
Cuando  contaba  ya  38  años,  su  virtud  y  sabiduría,  que  crecían 
á  competencia,  llegaron  á  noticia  de  Felipe  II,   quien  celebrado 


(i)    En   su   Epitome  histórico  sobre  la  villa  de  Fregenal^  cap.  XXVI  {Sevilla 
en  1843). 


BADAJOZ  643 


SU  matrimonio  con  su  tía  la  Reina  D.^  María  de  Inglaterra,  le 
envió  á  este  reino  y  á  Flandes  á  combatir  las  herejías  que  se 
extendían  con  demasiada  rapidez  por  aquellos  dominios,  y  su  doc- 
trina produjo  efectos  admirables,  especialmente  en  Flandes.  En 
estas  peregrinaciones  aprendió  la  lengua  inglesa  y  varios  dialec- 
tos de  ella,  la  francesa  y  la  italiana,  de  tal  manera  que  cuando 
volvió  á  España  se  dice  que  sabía  trece  idiomas. 

Escogido  entre  muchos  por  D.  Martín  Pérez  Ayala,  Obispo 
de  Segovia,  le  llevó  en  1562  por  compañero  al  Concilio  de 
Trento,  en  el  que  mereció  el  renombre  de  Tesoro  de  sabiduría. 
Volvió  segunda  vez  á  España,  y  su  estudio  y  natural  inclinación 
á  la  soledad  le  retiraron  á  un  desierto  cerca  de  Aracena,  de 
donde  le  sacó  Felipe  II  y  le  mandó  volver  á  Flandes  á  presidir 
una  junta  de  los  hombres  más  doctos  en  escritura,  teología  y 
lenguas  que  se  conocían  en  Europa,  dispuesto  para  formar  una 
Biblia  Poliglota^  más  correcta  y  aumentada  que  la  que  había 
dado  en  Alcalá,  á  tanta  costa,  el  Cardenal  Jiménez  de  Cisneros. 

Algunos  eruditos,  que  no  conocen  la  edición  de  esta  Biblia^ 
dicen  que  fué  la  primera  de  láminas  y  grabados  para  la  ilustra- 
ción del  texto;  pero  esto  no  es  verdad,  pues  que  de  anterior  á 
la  publicación  de  la  Biblia  Poliglota  se  conocieron  Biblias  con 
láminas  y  grabados  (i);  mas  no  quita  en  nada  al  mérito  que 


(i)  Las  ediciones  ilustradas  con  grabados  en  madera  son  más  antiguas  aún 
que  la  imprenta.  Antes  de  1430  se  esculpieron  en  madera  láminas  para  una  Biblia 
llamada  de  los  Pobres  (Biblia  Pauperum),  de  la  cual  existe  «n  ejemplar  en  la  Bi- 
blioteca Nacional  de  Madrid.  Todos  ellos  son  manuscritos,  y  se  estampaban  los 
grabados,  dejando  al  calígrafo  el  sitio  conveniente  para  el  texto. 

No  falta  quien  asegura  que  los  inventores  del  grabado  en  madera  no  fueron  ni  * 
los  chinos,  ni  los  orientales,  alemanes  é  italianos,  sino  los  dibujantes  é  ilumina- 
dores de  las  letras  iniciales  que  los  calígrafos  y  los  primeros  impresores  les  deja- 
ban en  blanco,  siendo  de  creer  que  el  grabado  en  madera  se  remonta  al  siglo  viii. 

La  primera  obra  española  ilustrada  al  estilo  moderno,  con  grabados  en  madera, 
es  el  libro  denominado  Ortographia  práctica^  dada  á  luz  en  Zaragoza,  en  casa  de 
Pedro  Bermuz,  á  2  3  de  Julio  de  1550. 

Después  de  la  portada  sígnense  las  tablas,  que  son  cortadas  en  madera,  y  al 
dorso  hay  otra  lámina,  á  la  que  sigue  el  retrato  del  autor,  Juan  de  Iciar.  Casi  todas 
las  demás  páginas  están  adornadas  con  orlas  ó  formadas  exclusivamente  con  una 
lámina.  Dibujante  y  grabador  de  algunas  de  ellas  fué  Juan  de  Iciar,  autor  del  libro, 


644  BADAJOZ 


reúne  el  trabajo  de  Arias  Montano,  hecho  en  1568  por  manda- 
do de  Felipe  II,  y  por  el  contrario,  que  su  empresa  excede  á 
toda  ponderación,  como  lo  demuestran  las  instrucciones  que  el 
mismo  monarca  le  diera  para  llevarla  á  cabo,  según  Melchor  de 
Cabrera  Núfiez  de  Guzmán  (i). 

La  Biblia  se  imprimió  en  Amberes  por  Plantino,  bajo  la 
dirección  de  Arias  Montano,  de  una  manera  notable.  Desempeñó 
esta  ardua  é  importante  comisión,  formando  la  Biblia  llamada 
comunmente  Regia^  y  por  los  ingleses  en  la  Vatloniana  el  Mila- 
gro. El  valor  de  esta  obra  singular  le  dio  á  conocer,  más  que 
nadie,  el  Papa  Benedicto  en  la  elocuente  oración  que  sobre  su 
mérito  hizo  después  en  Roma  á  Gregorio  XIII. 

Terminada  ya  su  misión  Arias  Montano  en  Amberes,  vino 
tercera  vez  á  España  y  tomó  á  su  cuidado  empresas  igualmente 
difíciles  y  más  dignas  de  su  talento  y  sabiduría  que  las  que  había 
tenido  antes. 

Arregló  el  método  de  enseñar  la  filosofía,  teología  y  lenguas 
orientales  en  el  colegio  que  Felipe  II  estableció  en  el  Monasterio 
del  Escorial,  qué  se  acababa  de  edificar  entonces,  en  cuyo  trabajo, 
desgraciadamente  estéril,  acreditó,  como  en  todos,  la  extensión 
de  sus  conocimientos  y  de  su  estudio.  Renunció  varios  obispados 
y  rentas  eclesiásticas  con  que  Felipe  II,  habiéndole  hecho  su 
capellán  de  honor,  le  quiso  premiar,  y  se  contentó  con  una  mo- 
derada renta  y  la  encomienda  de  Palay-Pérez.  Para  entregarse 
más  libremente  á  las  ciencias  y  á  las  musas,  de  que  también  era 
amante,  y  no  sin  recompensa  conocida,  se  retiró  otra  vez  á  su 
destierro  de  Aracena,  allá  en  la  Peña  de  Alaja,  á  ilustrar  al 
mundo  con  las  producciones  de  su  entendimiento.  Allí  le  busca- 


calígrafo,  natural  de  Durango,  en  Vizcaya,  de  veinticinco  años,  según  dice  él 
mismo  en  la  orla  de  su  retrato;  pero  el  grabador  principal  fue  Juan  Vuiglcs,  natu- 
ral de  Lyon  y  residente  en  Zaragoza. 

La  Orio^raf>h%a  práctica  tiene,  pues,  un  mérito  positivo  y  extraordinaria  impor- 
tancia en  la  historia  de  las  ediciones  ilustradas. 

(o  En  su  Discurso  le^al,  histórico  y  polilico  de  la  nobleza  del  arte  de  la  Impren- 
ta^ publicado  en  Madrid  en  167$  por  Lucas  Antonio  de  Bedmar. 


BADAJOZ  645 


ban  los  sabios,  y  como  á  un  oráculo  le  consultaban  desde  las 
partes  más  remotas.  Su  mejor  amigo  lo  fué  el  Obispo  de  Gra- 
nada,  D.  Pedro  de  Castro. 

Muchos  sabios  elogiaron  en  vida  á  Arias  Montano;  pero  en 
muerte  recibió  más  laudatorias  críticas,  distinguiéndose  entre  sus 
apologistas  el  canónigo  de  la  catedral  de  Sevilla,  D.  Tomás 
González  de  Carvajal,  como  puede  verse  en  su  Elogio  histórico^ 
leído  en  la  Real  Academia,  trabajo  que  supera  á  toda  pondera- 
ción. Por  él  venimos  en  conocimiento  de  que  España  puede  va- 
nagloriarse de  haber  tenido  en  el  siglo  xvi  á  Arias  Montano, 
admiración  de  los  sabios.  Llenos  sus  días  de  virtudes,  los  con- 
cluyó en  el  6  de  Julio  del  año  1 598,  en  Sevilla,  á  las  tres  y  media 
de  la  tarde,  en  casa  de  D.*  Ana  Núñez,  en  la  calle  del  Rosario, 
á  los  setenta  y  uno  de  edad. 

Fué  de  semblante  vivo  y  apacible,  y  aunque  de  pequeña 
estatura,  bien  dispuesto  y  proporcionado.  Sus  muchas  obras,  las 
de  los  herejes  que  rebatió  y  las  de  muchos  padres  del  Concilio 
de  Trento,  serán  siempre  su  verdadero  elogio.  No  hemos  de 
publicar  el  catálogo  de  todas  ellas,  para  hacer  interminable  este 
capítulo,  pero  diremos  el  número  de  las  que  escribió:  en  verso 
compuso  diez,  publicando  ocho  solamente;  en  prosa  publicó  54 
y  dejó  inéditas  ocho  en  latín  y  seis  en  castellano. 

Existen  además  en  la  biblioteca  escurialense  muchas  cartas 
suyas,  con  notas  y  catálogos  de  libros  que  enviaba  desde  Flan- 
des.  Un  estudio  minucioso  de  aquellos  papeles,  así  como  de  una 
rica  colección  epistolar  de  Pedro  de  Valencia,  también  allí  con- 
servada, en  que  habla  mucho  de  Arias  Montano,  es  necesidad 
apremiante  de  los  cultivadores  de  la  literatura  extremeña,  para 
cabal  conocimiento  de  la  ciencia  que  abarcaba  el  eminente  es- 
critor. 

Estos  trabajos  tan  serios,  tan  prolijos  y  complicados,  que 
iban  desde  luego  á  ser  expuestos  á  la  crítica  de  los  sabios,  no 
le  impidieron  dedicarse  á  otros  relativamente  de  menor  impor- 
tancia, escribiendo  en  1554  en  la  ermita  de  los  Angeles,  junto 


646  BADAJOZ 


á  Alajar,  las  Ordenanzas  de  la  Hermandad  de  Santiago  del  Cas- 
taño, y  en  épocas  diversas  en  Sevilla  la  censura  de  la  obra  de 
Garibay,  titulada  Genealogía  de  los  católicos  Reyes  de  España. 
Contestó  el  médico  de  Felipe  II,  Francisco  Fernández,  su  opinión 
sobre  una  obra  de  historia  natural,  é  hizo  en  la .  misma  ciudad 
de  Sevilla  los  elegantes  epitaños  latinos  para  los  sepulcros  de 
sus  amigos  el  pintor  Pedro  de  Villegas  y  Pedro  Megía;  el  últi- 
mo de  ellos  se  ve  hoy  en  la  parroquia  de  Santa  Marina;  ha- 
biendo asistido  al  Concilio  provincial  de  Toledo,  convocado  el 
12  de  Junio  de  1581,  inaugurado  el  8  de  Setiembre  de  1582, 
habiendo  predicado  la  Cuaresma  de  1559  en  Llerena,  ciudad 
donde  conservó  buenas  relaciones,  por  haber  habitado  en  ella 
su  padre  como  familiar  del  Santo  Oñcio,  mucho  antes  de  haber 
sido  notario  público  ó  escribano  en  Fregenal  de  la  Sierra. 

La  mayoría  de  estas  obras  las  han  juzgado  lisonjeramente 
los  críticos  más  famosos  de  Europa,  durante  tres  siglos  que  van 
transcurridos  desde  que  las  dieron  á  luz  las  imprentas  españolas 
y  extranjeras,  conviniendo  unos  y  otros  en  que  no  ha  tenido  el 
siglo  XVI  un  prosista  más  fecundo,  ni  un  teólogo  de  más  alcance 
que  el  ilustre  extremeño  que  es  conocido  por  el  Horacio  español  y 
el  sabio  entre  los  sabios  del  Concilio  de  Trento. 

Ya  hemos  dicho  que  falleció  en  Sevilla  el  6  de  Julio  de  1598. 

Dióse  sepultura  á  su  cuerpo  en  el  convento  de  Santiago 
de  la  Espada,  en  caja  de  plomo  metida  en  otra  de  cedro,  cu- 
bierta también  de  plomo,  con  esta  inscripción: 

IN   SPEM   RESURRECTIONIS 

BENEDICTI   ARI.E   MONTANI   VIRI    CRISTIANA 

PIETATE    DOCTRINA  MORUM 

SANCTITATE  CLARISSIMI  SACRARUM 

SCRIPTURARUM    EX    DIVINO    DONO 

INTERPRETIS   EXIMIL  OSSA    AMICI   CONDIDERE 

A.    D.   M.    D.    XCVin. 

En  1 605  se  trasladaron  las  cenizas  al  lado  de  la  epístola, 


BADAJOZ  647 


en  el  mismo  convento,  grabándose  en  la  piedra  esta  otra  ins- 
cripción: 

DEC    VIVENTUN.    S. 

BENEDICTI   ARI^  MONTANI 

DOCTORIS  TEOLOGI,    SACRORUM    LIBRORUM 

EX   DIVINO   BENEFICIO    INTERPRETIS    EXIMII, 

ET    TESTIMONII   JESUXPI. 

DOMINI   NOSTRI   ANUNCIATORIS    SEDULI 

VIRI    INCOMPARABILIS 

TITUIJS   CUNCTIS    MAJORIS 

MONUMENTIS    ANGUSTIORIS 

OSSIBO    IN    DIEN    RESURECCTIONIS   JUSTORUM 

CUM    HONORE    ASSERBANDIS 

DOMINUS   ALFONSUS    FONTIBERIUS  PRIOR 

ET   CONVENTUS   SANCTI  JACOBI    HISPALENSIS 

PRIORIS   QUONDAN   SUl   OTIM.    EMERITI 

MEMORIAM    VENERATI    P C. 

AN.    1605 

OBIIT.    AN.    1598 

AETATIS.    71. 

En  181 1,  el  25  de  Junio,  se  trasladaron  los  restos  á  la  cate- 
dral Hispalense,  por  disposición  del  general  Sóult,  escribiendo 
D.  Alberto  Lista  la  siguiente  inscripción: 

D.    O.    M. 

CIÑERES.     B-ARIAE-MONTANI-PIENTÍSSIMI 

DOCTISSIMIGR.    VIRI-SACRARUM.    LITTERARUM 

INTERPRETIS-AB-AEDE-S-JACOBI-EX-DE 

CRETO.    J.    NAPOLEONIS   REGÍS  SCIENCIARUM- 

ET.   SAPIENTUM.    CULTORIS-J.    LEANDER.    SO- 

LISIUS-A-COUS-REG  HISPAL-PRAEFECTUS- 

IN-HOC*MONUMENTUM-PUBLICE-TRANS- 

FERRI  CURAVIT-DIE-XXV-JUNIIAUN-A- 

C.    N.    M.   eco.    XI. 

Luego  que  las  tropas  francesas  evacuaron  á  Sevilla,  el  Ca- 
bildo eclesiástico  mandó  quitar  esta  lápida  y  por  su  espalda 
grabó  la  inscripción  que  su  canónigo  magistral  D.  Pedro  Manuel 
Prieto  dictó,  y  que  decía  así: 


648  BADAJOZ 


D.    S. 
BENEDICTI.    ARIAE.    MONTANI  PIENTIS 
SIMI.    PARITER-AG.    ERUDITISSIMI.     VlRl-SACRI. 
CODICIS.    INTERPRETIS.    S.   JACOVI-MILITUM- 
GALLORUM.     INVASIONE.    TURPATIS.    HUNC.    IN.    LOCUM 
TRANSLATI.    SUNT-VII.    KAL.    JULIAS.    AERAE.    VUL- 
GAR.   A.    M.    D.    C.    C.   C.    XL 

Así  permaneció  hasta  el  año  de  18 16  en  que  se  trasladaron 
las  cenizas  á  su  antigua  casa,  grabándose  en  la  lápida  la  si- 
guiente inscripción  escrita  por  el  profesor  D.  Félix  José  Reinos, 
y  que  dice  así: 

BENEDICTI   ARI^.    MONTAN.     V.   C.    OSSA. 

ET.    CCENOBIO.    EQUESTRI.    D.   JACOBI 

GALLIS.    OCCUPANTIBUS.    CIVITATEM. 

IN.    ^DEM.    MÁXIMAM.    TRANSDUCTA.    ANNO.    MDCCCX 

HOSTIBUS.    FUGATIS.    RELATA.    DONUM.    PRISTINAM. 

•PROSTREMUM.    SOLALITATE.     ABELITA. 

HIG.    YULATA.     SUNT. 

AD.   GYMNASIUM.    QUOD.   JUVENIS.    FREQUENTARAT. 

XII.    KAL.    SEPT.    ANN.    MDCCGXXXVIII. 

ACADEMIA.  HISPALENSIS. 

RELIQUIIS.    ALUMNIS.    SUI.    lURE.    VENDICATIS. 

LOCUM.    MONUMENTI.    DECREVIT. 

Otro  personaje  muy  distinto  á  Arias  Montano,  fué  Vasco 
Díaz  Tanco,  poeta,  escritor  y  político,  nacido  en  Fregenal  de  la 
Sierra,  en  últimos  del  siglo  xv.  Muchos  historiadores  y  biblió- 
grafos le  hacen  nacido  en  Santiago  de  Compostela,  otros  en 
Orense.  Pero  es  un  error  esta  suposición,  puesto  que  el  mismo 
Díaz  Tanco  declara  su  patria,  en  los  siguientes  términos: 

«En  Fregenal  de  la  Sierra 
nací  yo,  desventurado, 
en  malévolo  planeta, 
en  signo  mal  constelado; 
en  la  provincia  de  Extremo, 
al  pie  del  cerro  tiznado, 
con  los  Algarbes  conñna,  etc.» 


BADAJOZ  649 

Díaz  Tanco  fué  militar  en  su  juventud,  y  cayó  prisionero  en 
África  donde  estuvo  cautivo  largos  años.  Tomó  una  parte  activa 
en  el  levantamiento  de  las  Comunidades,  con  los  comuneros  de 
Badajoz,  Trujillo  y  Plasencia,  debiendo  á  esto  su  emigración  al 
extranjero,  como  otros  tantos  amantes  de  las  libertades  patrias, 
que  sufrieron  la  expatriación  ó  pagaron  en  el  patíbulo,  á  manos 
del  verdugo,  las  iras  despóticas  de  Carlos  I  á  la  sabia  y  liberal 
institución  municipal,  muerta  á  mano  airada  de  aquel  déspota 
coronado. 

Poco  se  sabe  de  los  primeros  años  de  Díaz  Tanco.  Su  his- 
toria es  uno  de  los  puntos  más  oscuros  que  tiene  la  biografía 
extremeña,  lo  mismo  sus  empresas  militares  que  las  políticas;  y 
sólo  de  las  literarias  hay  algún  rastro,  corto  también,  por  lo 
que  han  dejado  las  obras  suyas,  por  él  publicadas,  pues  sabido 
es  que  en  el  siglo  xvi,  cuando  regresó  á  su  patria,  trajo  consigo 
una  imprenta  que  llevaba  ambulante  á  todas  partes,  y  con  ella 
compuso  libros  en  Valladolid,  Salamanca  y  Orense.  Entre  sus 
obras,  las  más  conocidas,  por  verse  citadas  de  biógrafos  y  biblió- 
grafos, son  las  siguientes: 

i.^  El  astro  labio  natalicio  (Pap.  s.  a.  ni  1.  de  imp.). 

2.^  Trmmpho  bélico  (S.  a.  ni  1.  de  imp.). 

3.^  Triumpho  púnico  (idem.,  idem). 

4.*  Jar  din  del  alma  christiana  (Valladolid,  1552). 

Las  demás  obras  del  autor  frexnense  no  las  conoce  ningún 
coleccionista,  ni  están  registradas  en  catálogos  ni  bibliotecas 
conocidas.  Y  es  lo  cierto  que  publicó  todas  las  suyas,  ó  al  me- 
nos gran  parte  de  ellas.  En  el  Prefacio  de  su  Jardín  del  cUma 
cristiana^  impreso  en  Valladolid  como  hemos  dicho,  dice  Vasco 
al  Cabildo  y  clerecía  de  Orense,  que  tenía  hechos,  desde  que 
salió  de  cautividad  entre  infieles,  cuarenta  y  ocho  libros  de  la 
vejez^  entre  grandes  y  pequeños^  en  parte  traducidos^  y  en  parte 
recopilados  y  en  parte  compuestos^  trazados^  asentados^  pimadoSy 


8? 


6$0  BADAJOZ 

fulminados  y  perfeccionados  en  mi  punto  y  tijera.  E  ansi  los 
llamo  los  mis  amados  hijos  legitimas  engendrados  en  mi  vejez. 

Las  obras  de  este  raro  ingenio  ocuparon  la  atención  de  los 
eruditos  que  han  tratado  de  coleccionarlas  inútilmente,  pues  en 
su  mayoría  están  perdidas  para  los  bibliófilos.  Y  es  evidente 
que  no  tienen  el  mérito  que  le  atribuyen  algunos,  y  con  especia- 
lidad las  de  verso,  porque  Díaz  Tanco,  aunque  escribía  en  fines 
de  la  primera  mitad  del  siglo  xvi,  parece  un  poeta  del  anterior. 

Desde  1550  se  observará  que  el  cambio  de  costumbres  y  la 
nueva  organización  civil  imprimen  nuevo  sello  á  la  poesía  espa- 
ñola, que  en  vez  de  ser  puramente  descriptiva  pasó  á  ser  repre- 
sentativa  y  alegórica ;  ya  no  fué  suficiente  cantar  la  vida  patriar- 
cal, sino  que  fué  necesario  pintar  la  vida  y  los  hechos  heroicos 
de  las  familias  y  de  las  naciones:  de  aquí  el  nacimiento  de  las 
églogas  castellanas,  imitación  de  las  de  Virgilio.  El  primero  que 
cultivó  este  nuevo  género  de  poesía  dramática  fué  el  inimitable 
Garcilaso  de  la  Vega.  ¡Qué  frescura  de  colorido  en  sus  compo- 
siciones! ¡Cuánta  sencillez  en  todas  sus  estancias!  No  hay  nada 
más  superior  en  este  género  que  aquella  conocida  égloga  en  que 
dos  pastores  se  disputan  su  desgracia,  y  que  empieza : 

«Por  ti  el  silencio  de  la  selva  umbrosa      • 
por  ti  la  oscuridad  y  apartamiento 
del  solitario  bosque  me  agradaba.» 

Esto,  sobre  todo,  es  bello  y  nos  recuerda  más  que  nada  á 
Fray  Luís  de  León. 

Muy  lejos  de  este  bello  decir  nuestro  poeta  frexnense:  sus 
versos  son  rudos,  contrahechos,  y  para  mayor  desgracia  peor 
impresos,  que  el  poeta  usaba  de  una  imprenta  detestable  para 
la  impresión  de  sus  libros  (i). 


(1)    He  aquí  uno  de  sus  romances,  el  en  que  narra  el  poeta  su  nacimiento: 

uEn  frexenal  de  la  sierra  en  signomal  constellado 

nasciyo  desucnturado  en  la  prouincia  áeestremo 

enmaliuoloplaneta  alpie  delcerro  tiznado 


BADAJOZ 


651 


No  hemos  de  censurar  al  poeta  extremeño  por  sus  raros 
versos.  El  que  lea  con  detenimiento  sus  poesías,  verá  con  nos- 
otros que  no  es  un  genio  literario  como  han  querido  suponer 


conlos  algarues  confina 
al  lusitano  collado 
quando  martecon  su  furia 
mostrosupoder  a  Yrado 
do  Bacocon  grantriunpho 
salió  mansoy  reposado 
dolasnayades  donzellas 
regozijaron  el  prado 
quando  Cerers  y  Diana 
fueronfueradepoblado 
al  tiempoque  Juno  y  thetis 
sesubieron  alcollado 
y  cnlas  aguasadmirandas 
Salmacis  cntrodegrado 
dovesta  llego  desnuda 
consucsquadron  ordenado 
Copiacon  quernovazio 
Uenusconvultoturbado 
quando  Pallas  conreposo 
cubriosucetrodorado 
y  Mineruamuy  lasciua 
saliocontodosuestado 
dovulcano  consufragua 
llegomuy  aferruzado 
allicupido  suhijo 
me  toco  elsiniestrolado 
conla  sa^a  dorada 
hecha  deplomo  mezclado 
entonces  martetriunfaua 
Mercuriofué  desterrado 
Saturnoestauacontento 
febosemostro  nublado 
doel  gran  Jupitcrsintiendo 
tan  malicioso  cuydado 
mandoquetodos  los  signos 
mostrasen  poder  doblado 
doel  carneronutritiuo 
del  vellocino  dorado 
scmostrómuy  animoso 
y  elgrantoromuy  airado 
elleon  muy  brauo  y  fiero 
bramaua  muy  denodado 
elcabrondebarua  luenga 
dauagritos  de  espantado 
elsagitariücorria 
agranmaldeterminado 


elcangrejo  rastrcaua 
sinpuntose  estar  parado 
elescorpion  furioso 
yva  muyempon<;oáado 
losdo  shermanosde  unvientre 
sehauian  aporreado 
Erigo  mugeresteril 
surostro  mostroturbado 
lalibradesordenada 
conelpeso  habarajado 
aquariotriste  nubloso 
saliodecurso  enclprado 
elpece  saltauaencima 
conmod  o  malreposado 
losdragonesreg  añauan 
los  canes  se  han  mal  tratado 
las  ossassebarajauan 
lascabraspassando  el  vado 
las  hadascon  caras  tristes 
amisehouieronllegado 
dola  vihuela  sonaua 
con  mododesacordado 
el  cisnetriste  cantaua 
casifuerade  sugrado 
quandodc  estriborbolaua 
parael  campo  fulminado 
elcantar  que  allí  dezia 
eselque  aquivanotado. 

MCANGION. 

»Ay  del  que  naceentalpunto 
si  nascido 
no  pierdeluego  el  sentido. 

»COPLA. 

»Eltristeque  oranasciere 
siloconseruaelbiuir 
SLitristesuerte  le  quiere 
para  masmalquemorir 
nolopodraresistir 
sinohapcrdido 
parascntirlo  el  sentido.— 

Laus  Deo.» 


652  BADAJOZ 

algunos.  No  le  negamos  por  esto  su  originalidad  y  la  viveza  con 
que  trataba  sus  personajes.  El  mismo  Barrantes  y  Moreno,  que 
ha  hablado  de  él  largamente,  en  su  artículo  La  Patria  de  Vas- 
co  Díaz  (i),  y  á  propósito  del  prólogo  que  Díaz  Tanco  coloca  á 
su  obra,  jardín  del  alma  cristiana ^  hace  del  poeta  grandes  elo- 
gios, pues  lo  encuentra  muy  t  famoso  por  la  pintura  que  hace 
de  la  clerecía  de  Orense,  y  sobre  todo  del  Cabildo  Catedral, 
que  lo  ha  convertido  en  documento  y  arma  de  guerra  para  los 
escritores  anti-eclesiásticos;  al  dar  cuenta  de  lo  que  llevaba  im- 
preso y  mal  pagado  para  la  Catedral,  incluyela  muy  larga  y 
minuciosa  de  sus  obras  literarias,  entre  ellas  sus  autos  sacra* 
mentales;  se  retrata  á  sí  mismo,  como  <  mal  acondicionado  é  in- 
conversable,»  es  decir,  huraño,  retraído,  que  hoy  diríamos  anti- 
social, por  no  acudir  á  donde  los  otros  clérigos  de  Orense,  cosa 
que  lindamente  disculpa  así:  «Pues  el  jugar  el  cuartillo  del  vino, 
»ni  yo  entiendo  los  naipes,  ni  les  tengo  devoción,  ni  mi  estóma- 
»go  consiente  más  de  su  acostumbrada  medida;»  y  achaca,  en 
fin,  el  mal  querer  de  sus  compañeros  á  «que  jamás  les  veo  to- 
>mar  libros  en  las  manos  para  estudiar,  salvo  el  de  las  48  hojas, 
»que  es  el  continuo  manual  de  los  tales.» 

»Y  todavía  al  tratar  de  las  Sibilas  en  el  mismo  libro  tiró 
otro  rasgo  autobiográfico  de  la  más  peregrina  rareza,  hallando 
natural  la  diferencia  de  nombres  que  les  dan  los  autores,  «ansí 
>  como  á  mí  que  en  Extremadura  que  es  mi  patria^  me  llaman 
» Vasco  Díaz,  y  en  Portugal  y  en  Galicia  me  víovcA>r^xi  Fregenal^ 
» y  en  las  Canarias  el  bachiller  Tanco  y  y  en  los  reinos  de  Aragón 
»y  Cataluña  el  licenciado  Casero ^  y  en  partes  de  Italia  y  de 
•Francia  el  doctor  Estanco ^  y  en  las  provincias  de  San  Marco 
»el  maestro  Ctavedán^  y  en  los  reinos  de  Grecia  Clerostegnes^ 
>é  no  soi  más  que  uno:  é  ansí  destas  doce  Sibilas  que  les  dan 
»en  diversas  partes  diversos  nombres.» 

»Vese,  pues,  cuan  gratuito,  arbitrario  y  no  quiero  decir  ab- 


(i)    El  Foik-Lore  Frexense y  Bélico  Extremeño^  1883-1884,  págs.  9716. 


BADAJOZ  653 


surdo,  es  el  dudar  todavía  si  en  tierra  gallega  ó  extremeña  es- 
tuvo la  cuna  de  aquel  ingenio  trashumante,  corretón,  desvaria- 
do, cuyas  aventuras  y  existencia  borrascosa,  hijas  en  mi  concepto 
de  juvenil  calaverada  política,  hecha  en  tiempo  de  las  Comuni- 
dades, formaría  libro  más  entretenido  y  extravagante  que  todos 
los  suyos,  con  serlo  tanto  estos  que  exceden  á  la  misma  ponde- 
ración, así  en  verso  como  en  prosa.  La  dificultad  de  juntarlos, 
pues  él  los  desparramó  por  el  mundo  á  medida  que  lo  corría 
con  su  mísera  imprenta  á  cuesta,  según  tradición  constante, 
hasta  que  hecho  clérigo  se  asentó  con  los  cabildos,  primero  de 
Oporto,  luego  de  Orense,  y.,.» 

Pero  no  pasemos  adelante.  La  vida  de  Vasco  Díaz  Tanco 
no  puede  escribirse  sin  que  parezcan  todas  sus  obras.  En  ella 
hay  romances  donde  cuenta  muy  al  pormenor  todas  sus  hazañas, 
en  versos  como  estos: 

€  ¡Jasco  me  llama  por  nóbre 
hijo  soy  de  un  labrador 
de  la  provincia  de  Extremo 
do  me  viene  el  disfavor. 
Tanco  de  parte  del  padre 
me  toca  por  suscesor, 
Diaz  tomé  de  mi  madre 
que  me  tuvo  rriucho  amor...» 


VI 


Veinticinco  kilómetros  de  Fregenal  está  la  aristocrática  ciu- 
dad de  Jerez  de  los  Caballeros,  antiguo  BailiatOy  desde  D.  Al- 
fonso IX,  Corregimiento  desde  el  siglo  xv,  vicaría  eclesiástica 
desde  el  Concilio  de  Trento  y  Juzgado  de  1  .*  instancia  á  muy 
poco  después. 

Es  Jerez  de  los  Caballeros  fundación  de  los  fenicios,  citada 


654  BADAJOZ 


por  PHnio  como  ciudad  importante,  y  denominada  por  el  cón- 
sul Marco  Vipsanio  Agripa,  que  escribía  el  año  27  antes  de 
Cristo,  Ccerianay  y  no  Cere¿  como  han  pretendido  algunos,  con- 
fundiéndola con  el  nombre  que  tuvo  Jerez  de  la  Frontera  (i). 
Suponen  otros  que  el  nombre  de  Ceeriana  es  derivación  dada 
por  los  romanos  al  de  Cert  que  los  fenicios  dieron  á  Jerez  de 
los  Caballeros,  que  tuvo  su  homónima  en  Jerez  de  la  Frontera, 
cuestión  que  no  puede  aclararse  porque  Ptolomeo,  que  describe 
el  país  de  los  Turdetanos^  coloca  en  el  lugar  de  Jerez  de  los  Ca- 
balleros una  población  que  no  le  da  nombre,  pero  que  no  debió 
ser  en  su  tiempo  insignificante  cuando  mereció  consignarse  en 
sus  tablas  (2). 

Acaso  el  Jerez  de  la  Lusitania  fuese  homónomo  al  del  con- 
vento Gaditano;  pero  lo  que  resulta  probado  es  que  al  primero 
le  denomina  el  cónsul  Vipsanio  Agripa  Ceeriana^  y  que  Cornide, 
en  fines  del  siglo  anterior,  halló  en  sus  campos  una  inscripción 
sepulcral  bastante  mutilada  y  que  entre  las  pocas  palabras  aún 
intactas  permitía  leer  el  patronímico  CERETANVS,  como  patria 
del  muerto. 

En  las  huertas  de  Jerez  se  encuentran  frecuentemente  restos 
con  inscripciones  romanas  y  visigodas.  En  las  excavaciones  veri- 
ficadas en  1 840,  en  lo  que  fué  ermita  de  Santa  Lucía,  se  en- 


( 1 )  La  Ceret  del  convento  jurídico  de  Cádiz  llamada  Xera  por  Teopompo,  esta- 
ba cerca  á  las  columnas  de  Hércules,  y  acuñó  monedas,  de  las  cuales  hemos  visto 
hasta  cinco  modelos  distintos,  si  bien  en  todos  escrito  en  el  reverso  el  nombre 
CERET;  y  por  más  que  algunos  la  quieran  identificar  con  el  inmediato  lugar  de 
Cera,  no  puede  desconocerse  que  es  la  misma  ciudad  de  Jerez  de  la  Frontera,  en  su 
posición  antigua,  que  sin  duda  alguna  trasladaron  reedifícadores  árabes  al  lugar 
que  hoy  ocupa. 

(2)  La  fábula  remonta  el  origen  de  Jerez  nada  menos  que  á  los  tiempos  del  rey 
Jerjes.  Cuenta  la  fábula  que  habiendo  venido  á  España  los  fenicios  á  establecerse 
en  las  provincias  meridionales  (especialmente  las  ocupadas  por  los  Turdetanos)^ 
llegó  un  tiempo  en  que  Jerjes^  rey  de  Persia,  vino  con  tropas  en  persecución  de 
ellos  para  hacerles  la  guerra  como  allá  en  Asia  la  hacía  á  sus  metrópolis;  y  habien- 
do llegado  á  la  comarca  beturiense  fundó  una  ciudad  que  tomó  su  nombre,  corrom- 
pido con  el  tiempo  de  Jerjes  en  Jerez^  y  siendo  esta  la  actual  de  los  Caballeros^  en 
Extremadura.  No  merece  refutarse  tal  invención,  muy  propia  de  los  cronistas  del 
siglo  zvi. 


BADAJOZ  65$ 

contró  el  día  5  de  Abril  una  piedra  que  por  su  forma  se  conocía 
haber  sido  basamento  de  una  estatua,  y  en  su  parte  anterior 
tenía  el  siguiente  epígrafe: 

SALVTI. 

AVG. 

LIVIVS. 

SECVNDVS. 

Puede  traducirse  así :  cLivio  Segundo  erige  este  monumento 
á  la  Salud  Augusta.  > 

En  las  citadas  excavaciones  aparecieron  también  estas  dos 
inscripciones  que  conserva  el  presbítero  Muñoz,  párroco  de 
Santa  María,  y  que  dice  así  la  primera: 


vs 

C.    VIBl.    PROB 

VS.    L.    BROCCI. 

F.    AN.    XVII.    HIC. 

SITVS.    EST. 


Puede  traducirse  así:  tCayo  Vivió  Probo,  hijo  de  Lucio  Bro- 
ceo y  muerto  á  la  edad  de  diez  y  siete  años,  está  aquí  sepultado. » 
La  segunda  dice  así: 


D.    M.    S. 

....ANNIO.     TES 

SALO.    AN.    XXXV 

AN...MARC... 

PATRI.    PI 

ENTISSIMO.    F. 
S.    T.    T.    L. 


Como  se  ve,  es  fragmentaria  y  sólo  puede  deducirse  de  su 
lectura  que  un  Annio  Marcelo  dedicó  este  sepulcro  á  su  piadoso 
padre,  Annio  Tesalonicense  ó  de  Tesalónica,  muerto  á  la  edad 
de  35  años. 

No  tenemos  otros  recuerdos  de  la  ciudad  de  Ceret  ó  Carta- 


656  BADAJOZ 


na,  con  relación  á  sus  tiempos  cuando  la  dominación  romana ; 
pero  de  su  época  posterior,  mayormente  de  la  goda  y  visigoda, 
se  conservan  datos  curiosos,  no  siendo  el  de  menos  bulto  el  que 
nos  revela  la  siguiente  inscripción : 


D.    VIII I    KL   lANVARI 
ASERA    DLXXXXIIII 
DEDICATA    EST  HEC  ECE 


SIA  SCE    MARIE. 


Algunos  han  dudado  de  la  antenticidad  de  esta  piedra.  Nos- 
otros la  hemos  visto  colocada  en  la  parroquial  de  Santa  María, 
junto  á  una  de  las  pilas  de  agua  bendita,  y  no  comprendemos 
cómo  en  556,  reinando  Atanagildo,  el  sucesor  de  Agila,  pudiese 
erigirse,  dado  el  grado  de  intolerancia  de  aquellos  tiempos,  un 
templo  á  María,  en  el  centro  de  Extremadura,  donde  el  arria- 
nismo  había  logrado  tantos  prosélitos.  Pero  ante  los  hechos  se 
baja  siempre  la  cabeza.  La  columna  en  que  están  grabadas  estas 
letras  se  conoce  en  Jerez  desde  el  siglo  xvi  en  que  se  edificó  la 
parroquia  de  Santa  María,  y  esta  notable  inscripción  puede  tra- 
ducirse leyendo  en  esa  lo  siguiente:  «El  día  noveno  de  las  Ka- 
tiendas  de  Enero  (24  de  Diciembre)  de  la  era  594  (año  de  Jesu- 
» cristo  556),  fué  consagrada  esta  Iglesia  de  Santa  María.» 

Solano  de  Figueroa  publica  esta  otra  inscripción  que  leyó  en 
la  arruinada  ermita  de  San  Blas  de  las  Ciervas,  á  orillas  del  río 
Ardila: 

+   TEVDOMIRVS   FAMVLVS   DEI 

VIXIT   HOC   SECVLO  LXXVI  ANN 

ACEPTA   PENITENTIA   QVEVIT    IN    PACE 

SVB   D.XV.    KLD.    NOVEMB.   ERA    DOC. 

«Teodomiro,  siervo  de  Dios,  vivió  en  este  mundo  76  años, 
» y  hecha  penitencia  descansó  en  paz  el  día  1 5  de  las  kalendas 
»de  Noviembre  (18  de  Octubre)  de  la  era  700  (año  662  de  J.  C.)» 

No  faltó  algún  aficionado  á  la  historia  que  creyese  con  error 
que  este  Teodomiro  había  sido  algún  rey,  y  por  eso,  á  fines  del 


BADAJOZ  657 


siglo  XVI  colocaron  en  la  ermita  este  epitafio,  que  también  copia 
Solano: 

ESTA    OBRA    MANDÓ    HACER   TEODOMIRO 

REY,    PARA   HONRA    Y    GLORIA    DE 

DIOS   NVESTRO    SEÑOR. 

Teodomiro,  el  rey  de  Orihuela,  que  venció  á  Abdelasi-ben- 
Muza,  había  muerto  casi  media  centuria  antes  que  el  Teodomiro 
sepultado  en  Jerez,  y  jamás  pisó  en  vida  el  suelo  extremeño,  ni 
en  muerte  tuvo  que  buscar  su  tumba  en  él. 

Los  árabes  llamaron  á  Jerez  Xerixa^  como  nos  lo  enseña 
Edrisi,  diciendo  tque  la  provincia  de  Atacacer  (Alcacer  do  Sal) 
>que  tomó  el  nombre  de  Ebu-Abi-Danes,  contiene  á  Jabora 
>(Ebora),  Batalyos  (Badajoz),  Xerixa  (Jerez  de  los  Caballeros), 
>  Mareda  (Mérida),  Cantarat-Assaif  (Alcántara)  y  Córiat  (Coria).  > 

Jerez,  pues,  figura  con  el  nombre  de  Xerixa^  mal  traducido 
en  algunas  versiones  latinas  de  la  geografía  de  Edrisi,  que  le 
llaman  unas  veces  Arissa^  Carissa  otras  y  Saripa  también, 
cuando  el  texto  árabe  le  llama  claramente  Xerixa,  desinencia 
que  por  su  pronunciación  gutural  demuestra  ser  la  más  genuina 
en  este  punto.  Por  ella  se  viene  en  conocimiento  de  que  el  nom- 
bre de  la  población  fué  modificándose  de  una  época  á  otra  hasta 
llegar  al  que  hoy  tiene,  pasando  por  las  sucesivas  denominacio- 
nes de  Ceret,  Cceriana^  Xerixa  y  Jerez  (i). 


(1)  Un  cuento  que  ha  tenido  acogida  hasta  por  autores  serios  explica  el  origen 
del  nombre  jerez  de  un  modo  novelesco.  He  aquí  esta  relación  que  extractamos 
de  El  Jardinero  de  los  planetas^  almanaque  que  publicara  un  Moraleja  y  Navarro, 
para  1754:  «Parece  que  estando  poseída  de  los  espíritus  malignos  una  princesa 
hija  de  D.  Alfonso  IX,  y  noticiosa  de  los  milagros  que  obraba  el  Señor  en  la  ermi- 
ta de  Saw  Bjtr/o/owé  rfe /aras  ó  JaraeZy  hizo  que  la  condujesen  al  referido  lugar  1 
donde  encomendándose  á  Dios  por  la  intercesión  del  Santo  logró  ahuyentar  á  los 
demonios  que  tan  cruelmente  la  atormentaban.  En  prenda  de  gratitud  resolvió  la 
princesa  consagrar  su  vida  al  culto  y  devoción  de  San  Bartolomé  á  cuyo  efecto  fijó 
su  residencia  en  el  santuario;  y  como  habían  venido  con  ella  muchas  gentes  que 
formaban  su  cortejo,  comenzaron  á  construir  caseríos  al  lado  de  la  ermita,  y  pronto 
llegó  á  formarse  una  vasta  población  que  por  las  muchas  jaras  que  había  en  el  país 
recibió  el  nombre  de  Jaraez,  más  tarde  corrompido  en  Jerez.»  Este  cuento  tras- 
ciende de  cien  leguas  á  fabuloso,  aunque  sea  el  origen  del  escudo  de  armas  de 
Jerez,  y  aunque  lo  defiendan  autorizados  historiadores. 
83 


6^8  BADAJOZ 


Xerixa  fué  una  población  de  importancia,  y  se  comprende 
que  bajo  la  dominación  agarena  se  prestase  al  mayor  apogeo 
por  la  circunstancia  de  haber  sido  de  antemano  ciudad  notable 
y  encontrarse  bajo  un  pueblo  activo  y  laborioso,  que  vivió  largo 
tiempo  de  prosperidad  y  bienandanza  durante  el  califato,  mar- 
cando superior  florecimiento  en  el  reinado  de  los  tres  Abde- 
rr  amanes. 

En  los  comienzos  casi  del  siglo  xiii,  la  ciudad,  convertida 
ya  en  circundada  fortaleza,  fué  arrebatada  por  los  cristianos  de 
la  dominación  de  los  árabes  que  ya  eran  vencidos  en  casi  todos 
sus  principales  puntos  de  resistencia.  Cuenta  la  historia  que  hu- 
yendo los  moros  de  las  tropas  victoriosas  de  D.  Alfonso  IX  de 
León,  vinieron  á  juntarse  en  un  valle  cercano  á  Jerez,  donde  se 
encontraron  de  nuevo  con  los  cristianos  y  sufrieron  tan  espan- 
tosa matanza,  que  por  antonomasia  se  llamó  desde  entonces  al 
lugar  susodicho  el  Valle  de  Matamoros.  Avanzó  el  monarca  de- 
trás de  los  vencidos  por  entre  grande  espesura  de  monte  y  jaras 
y  llegó  frente  á  los  muros  de  Xerixa^  librando  nueva  batalla  y 
ganando  tan  hermosa  ciudad  que  conquistó  después  de  lo  días 
de  sitio,  contribuyendo  á  esta  señalada  victoria  los  caballeros 
del  Temple.  Por  las  Crónicas  de  las  Órdenes  militares  consta 
que  cuando  los  caballeros  Templarios  tomaron  á  Jerez  existía 
ya  el  soberbio  castillo,  situado  á  la  parte  meridional  y  ceñido 
por  los  últimos  baluartes  del  ya  casi  arruinado  lienzo  de  muralla; 
y  allí  se  ostenta  todavía  orgulloso  á  pesar  de  su  antigua  histo- 
ria y  las  modificaciones  por  que  ha  pasado. 

D.  Fernando  III,  el  Santo,  temeroso  de  que  Xerixa  cayese 
de  nuevo  en  poder  de  infieles,  la  donó  á  la  orden  del  Temple  en 
1232  con  la  obligación  de  que  la  defendiesen  contra  las  ase- 
chanzas de  los  moros.  Por  entonces  el  barrio  de  Santa  María  era 
una  como  ciudadela  amurallada  y  guarnecida,  en  tanto  que  el 
de  San  Bartolomé  constituía  un  barrio  exterior  amparado  con  la 
defensa  que  los  baluartes  y  el  castillo  le  ofrecían,  por  manera 
análoga  á  las  demás  poblaciones  vecinas,  que  estaban  colocadas 


BADAJOZ  659 


junto  á  almenados  fuertes  pertrechados  para  su  defensa.  En- 
grandecida la  ciudad  con  las  gentes  que  de  León  y  Galicia  tra- 
jeron los  nuevos  conquistadores  que  acompañaron  á  D.  Alfonso, 
el  aumento  de  vecindario  que  debió  seguir  á  la  conquista  hizo 
necesario  el  ensanche,  y  poco  á  poco  entre  ambos  barrios  se 
formó  un  tercero  que  los  uniera,  quedando  todo  encerrado  bajo 
nueva  muralla;  y  por  eso  el  centro  es  posterior  á  los  dos  ba- 
rrios extremos. 

Los  historiadores  de  Jerez  están  en  un  error,  lo  mismo  Roco 
de  Campofrío  (i)  que  Núñez  Barrero,  (2)  cuando  atribuyen  la 
fundación  de  Jerez  al  rey  D.  Alfonso  IX.  Madoz,  haciéndose  eco 
de  estos  autores,  contribuye  (3)  á  sostener  sus  noticias  históri- 
cas que  no  pueden  ser  más  erróneas.  Fernández  Pérez  (4)  que 
como  más  perito  en  materia  de  historia  es  el  autor  para  nos- 
otros de  mayor  fe,  dice  que  los  Caballeros  Templarios  entraron 
en  Jerez,  encontraron  una  población  en  cuyas  afueras  estuviera 
el  arrabal  de  San  Bartolomé,  y  la  ensancharon  y  amurallaron 
de  nuevo  para  dar  mayor  seguridad  al  vecindario:  y  como  la 
ermita  desempeña  un  papel  principal  en  este  engrandecimiento, 
de  aquí  que  andando  el  tiempo,  y  gracias  al  carácter  legendario 
de  la  época,  se  adoptase  la  imagen  del  santo  con  el  ramillete 
de  jaras  como  emblema  ó  blasón  de  armas. 

Madoz  dice  que  D.  Fernando  III  fué  el  que  donó  á  los  caba- 
lleros del  Temple  la  ciudad  de  Jerez;   pero  en  un   privilegio  de 

« 

D.  Alfonso  XI  á  favor  de  estos  caballeros  se  leen  estas  palabras: 
tE  me  pidieron  merced  que  le  diese  Xerez,  é  Badajoz,  é  el  Fe- 
»xenal,  tóvelo  por  bien,  é  dógelos  con  todos  sus  términos,  según 


(i)  Memorial  de  la  fundación  de  Jerez  de  los  Caballeros^  por  Fray  D.  Juan  Roco 
de  Campofrío  (Ms.) 

{2)  Apuntes  para  la  historia  de  Jerez  de  los  Caballeros^  por  D.  Juan  Antonio 
Núñez  Barrero,  cura  párroco  de  S.  Bartolomé  de  dicha  ciudad  (Ms.) 

(3)  Diccionario  f^eográfico-estadislico-hisióricOy  tom.  IX,  pág.  627. 

(4)  Historia  de  Jerez  de  los  Ctifta/Zeros,  compuesta  por  el  doctor  D.  Gregorio 
Fernández  Pérez,  cura  de  la  iglesia  parroquial  de  S.  Bartolomé  de  dicha  ciudad  de 
Jerez.— Año  de  1833  (Ms.) 


66o  BADAJOZ 


*se  contiene  en  el  privilegio  que  el  rey  don  Alonso  mió  abuelo  dio 
%á  don  Estevan  de  Velnionte  é  á  la  orden  sobre  dicha:  etc,  > 

No  puede  ser  cierto  lo  que  Madoz  afírma,  y  debe  considerar- 
se á  Jerez  de  los  Caballeros  como  de  los  Caballeros  del  Temple, 
desde  1229  en  que  conquistó  la  ciudad  el  rey  de  León  (i). 

En  la  extinción  de  los  Templarios  pasó  á  la  corona,  y  en 
1375  el  rey  D.  Enrique  II  la  cedió  á  la  orden  de  Santiago. 

En  1 47 1  el  alcaide  D.  Martín  de  Majares  reparó  las  mura- 
llas de  la  ciudad  y  mejoró  las  de  su  castillo,  alzando  nuevas 
torres. 

Carlos  V  la  eximió  de  varios  impuestos  que  pesaban  sobre 
ella  y  le  concedió  el  título  de  ciudad  el  28  de  Junio  de  1528, 
con  privilegio  de  que  todos  sus  vecinos  pudiesen  usar  espada 
ceñida. 


(i)  Cuando  en  12^0  quiso  D.  Alfonso  IX  de  León  extender  sus  íronteras  por 
esta  extrema  comarca,  los  caballeros  Templarios  adquirieron  toda  la  parte  fron- 
teriza á  Portugal,  comprensiva  de  los  actuales  distritos  de  Olivenza,  Jerez  y  Fre- 
genal;  y  según  consta  de  algunos  documentos  de  la  Orden,  fehacientes  en  el 
Bulario  de  Arguleta,  la  ciudad  de  Jerez  era  capital  de  un  bailiaio^  ó  si  se  quiere 
encomienda,  que  abarcaba  los  pueblos  de  Jerez,  Oliva,  Valencia  del  Ventoso, 
Alconchel,  Villanueva  del  Fresno,  Cheles,  Higuera  de  Vargas,  Zahinos,  Burguillos, 
Valverde  de  Burguillos  y  Atalaya.  Los  Valles  de  Santa  Ana  y  Matamoros,  ó  no 
existían  aún,  ó  eran  pequeñas  alquerías  de  la  ciudad  de  los  Caballeros,  pues  en 
este  concepto  han  seguido  hasta  el  presente  siglo,  según  consta  de  multiplicados 
documentos  pertenecientes  á  diversas  épocas.  El  manuscrito  anónimo  de  Jerez, 
cuenta  que  un  bailio  ó  comendador  de  esta  ciudad,  otorgó  á  la  misma,  á  Burguillos 
y  otros  pueblos  de  su  jurisdicción  el  privilegio  de  regirse  por  la  Ley  de  mtatctde, 
á  la  que  por  esta  razón  se  denominó  desde  entonces  eljuero  del  Hailio.  Creemos, 
sin  embargo,  que  este  nombre  nació  de  que  obtuvieran  el  privilegio  todos  los 
pueblos  del  bailiato,  por  más  que  algunos  lo  perdiesen  después,  pues  todos  los 
antes  nombrados  siguen  observándole.  Por  otra  parte,  el  fuero  no  debió  ser  con- 
cedido por  la  sola  voluntad  del  bailio,  pues  la  autoridad  de  éste  no  era  tanta  que 
le  permitiese  modificar  las  leyes  civiles;  de  consiguiente  que  el  bailiato  debió 
recibirle  á  consecuencia  de  acuerdo  tomado  en  capítulo  general  de  la  Orden,  y 
aun  quizás  con  intervención  de  la  Corona. 

Sea  de  ello  lo  que  quiera,  la  tradición  extremeña  más  autorizada  conviene 
con  los  datos  aducidos  en  que  Alburquerque  debió  este  fuero  á  su  señor  D.  Alfonso 
Téllez,  y  en  que  los  demás  pueblos  regidos  por  él  lo  obtuvieron  en  tiempo  de  los 
caballeros  Templarios;  pero  en  uno  como  en  otro  caso,  fué  tomado  de  la  legislación 
portuguesa,  que  en  su  código  titulado  Orúfenaf oes  ( libro  IV,  título  46)  dispone 
que  «tudos  os  casamenios  feitos  en  nossos  reinos  é  senhorios  se  entendem  serem 
«/eitos  por  carta  de  d  meiade^  salvo  cuando  entre  as  partes  outra  cousa  /or  acordada 
«e  contractada.n 


BADAJOZ  65l 


Del  siglo  XV  al  xvii  data  el  apogeo  de  Jerez.  Sus  parroquias 
son  de  esta  época,  como  sus  conventos  de  frailes,  sus  monaste- 
rios de  monjas,  sus  hospitales  y  colegios,  edificios  todos  que, 
aun  sin  tener  grandes  recuerdos  artísticos,  son  dignos  de  ser 
visitados  por  los  amantes  de  la  historia  patria.  En  1621  D.  Fe- 
lipe IV  It  concedió  voto  en  cortes,  cuando  ya  tenía  una  feria  y 
mercado  público  muy  concurrido  por  los  vecinos  de  los  pueblos 
inmediatos. 

Hoy  Jerez  es  vicaría  eclesiástica  con  jurisdicción  sobre  sus 
parroquias  y  las  del  Valle  de  Santa  Ana  y  Valle  de  Matamoros, 
sus  antiguas  aldeas;  partido  judicial  compuesto  de  Jerez,  Barca- 
rrota,  Oliva  de  Jerez,  Salvaleón,  Salvatierra  de  los  Barros,  Va- 
lencia del  Mombuey,  Valle  de  Matamoros,  Valle  de  Santa  Ana 
y  Zahimos,  con  una  población  de  30,000  almas.  Jerez  solo  cuen- 
ta 9,000. 


VII 


Es  patria  de  multitud  de  hombres  ilustres,  como  el  célebre 
navegante  Vasco  Núftez  de  Balboa,  descubridor  del  mar  del  Sur; 
de  D.  García  Martínez  de  Forres  y  Silva,  consejero  de  Castilla 
y  jurisconsulto  insigne  del  siglo  xvi;  D.  Juan  de  Bazán,  que  mu- 
rió en  la  guerra  de  Granada  el  año  1481 ;  de  D.  Juan  de  Figue- 
roa  y  Vargas,  general;  de  D.  Fedro  Fortocarrero ;  del  obispo 
de  Málaga  D.  Diego  González  Toro  de  Villalobos;  de  los  capi- 
tanes Diego  de  Albítez,  Carlos  Enríquez,  Vasco  Godínez,  Gar- 
cía de  Bazán,  Alfonso  de  Vargas  y  Diego  Rosado,  todos  céle- 
bres en  América;  D.  Juan  de  Silva,  gobernador  de  Filipinas,  don 
Rodrigo  Torres  y  Morales,  general,  y  D.  Melchor  Zambrano, 
escritor.  Fero  el  más  notable  de  todos  estos  hombres  lo  es  in- 
dudablemente el  descubridor  del  mar  del  Sur,  nacido  en  1475, 


602  BADAJOZ 


de  una  familia  noble,  pero  de  escasa  fortuna,  y  fué  destinado  al 
servicio  de  D.  Pedro  Portocarrero,  señor  de  Moguer.  Aficionado 
á  aventuras  y  cediendo  al  impulso  de  la  juventud  noble  de  la 
Península  que  el  descubrimiento  del  Nuevo  Mundo  había  des- 
arrollado en  todas  las  clases  de  la  sociedad,  le  hizo  abandonar 
el  suelo  natal  y  acompañó  á  Rodrigo  de  la  Bastida  en  su  viaje 
el  año  1500. 

Alto,  robusto,  bien  formado,  acostumbrado  á  todo  género 
de  fatigas  y  dotado  de  un  espíritu  intrépido  y  de  no  escaso  va- 
lor, su  fisonomía  era  franca ;  cualidades  todas  que  le  hacían  figu- 
rar en  primer  término  entre  los  nobles  aventureros. 

Pedro  Montejo,  en  sus  Décadas,  da  á  Vasco  Núñez  el  nom- 
bre de  Egregius  di  gladiator^  que  unos  traducen  por  c  Hombre 
hábil  en  las  armas,»  y  otros  por  t Maestro  en  el  uso  de  las  ar- 
mas.» 

En  vez  de  regresar  á  Europa  con  Rodrigo  de  la  Bastida,  se 
estableció  en  Hispanola  (hoy  Santo  Domingo)  y  compró  una 
finca  en  Salvatierra,  á  orillas  del  mar.  Pero  no  tardó  en  verse 
acosado  por  deudas  y  sin  recurso  alguno  para  pagarlas. 

La  expedición  intentada  en  15 10  por  el  bachiller  Enciso, 
que  fletó  un  bergantín  para  ir  al  establecimiento  fundado  por  el 
célebre  Alfonso  de  Ojeda  en  la  provincia  de  San  Sebastián,  le 
proporcionó  el  medio  de  escapar  de  sus  acreedores. 

Para  embarcarse.  Balboa  se  metió  en  un  tonel,  en  el  que  fué 
llevado  desde  la  casa  al  buque,  encerrándose  en  éste  como  si 
fueran  provisiones. 

Cuando  llegó  á  alta  mar.  Balboa  salió  de  su  escondite. 

Enciso  se  mostró  al  principio  muy  irritado  por  tal  estrata- 
gema; pero  reconociendo  que  la  casualidad  le  proporcionaba  un 
auxiliar  muy  poderoso,  se  apaciguó  é  invistió  á  Vasco  Núñez  de 
las  funciones  de  segundo  jefe  del  terreno  que  ocupaban. 

Este  rasgo  indica  que  nuestro  héroe  no  era  falto  de  inven- 
tiva. Véase  ahora  otro  que  le  distingue  como  oficial  hábil  y 
enérgico. 


BADAJOZ  663 


En  una  expedición  arriesgada,  con  objeto  de  descubrir  las 
riquezas  del  templo  indio  de  Coyba,  un  destacamento  de  seis 
hombres  cayó  en  una  emboscada.  Obligados  á  batirse  en  reti- 
rada, dejó  sobre  el  tereno  un  soldado  herido. 

Al  tener  noticia  Balboa  de  haber  sido  abandonado  aquel 
hombre,  que  se  llamaba  Francisco  Shernon,  se  puso  furioso  y, 
dirigiéndose  al  jefe  de  aquellos  soldados,  le  dijo : 

— Es  una  vergüenza  que  españoles  hayan  huido  ante  sal- 
vajes, y  que  hayan  abandonado  á  un  compañero  entre  sus  ma- 
nos. 

Humillado  por  aquella  especie  de  vehemencia,  el  jefe  del  des 
tacamento  volvió  en  seguida  al  sitio  donde  había  caído  Shernon, 
le  encontró,  le  arrancó  de  las  manos  de  los  indios,  que  se  dis- 
ponían á  acabar  con  él,  y  le  condujo  de  nuevo  á  Atínez. 

Este  oficial,  completamente  desconocido  entonces,  era  otro 
ilustre  extremeño,  D.  Francisco  Pizarro. 

Habiendo  sustituido  al  bachiller  Enciso,  y  desembarazado 
de  su  colega  el  alcalde  Zamudio,  Vasco  Núñez  se  encontró  poco 
tiempo  después  dueño  absoluto  de  Darién,  en  cuyo  puesto  se 
hizo  muy  popular. 

Queriendo  inaugurar  su  gobierno  con  un  acto  importante, 
cogió  1 30  hombres,  se  metió  en  los  dominios  de  Coreta,  caci- 
que de  Coyba,  que  le  había  negado  víveres,  y  en  una  sola  no- 
che se  apoderó  de  su  aldea,  se  llevó  prisioneros  á  todos  los 
indios,  con  el  cacique,  su  mujer  y  su  hija  á  la  cabeza,  y  se  apo- 
deró de  un  botín  considerable. 

En  honor  de  Balboa,  debemos  añadir  que  trató  muy  bien  á 
los  vencidos,  devolvió  la  libertad  al  cacique  é  hizo  con  él  un 
tratado  de  alianza,  en  virtud  del  que  Coreta  le  ofreció  su  hija, 
joven  y  bella  indiana  que  ejerció,  por  consiguiente,  una  gran 
influencia  sobre  Núñez  de  Balboa. 

Cuando  acometió  una  nueva  expedición  contra  otro  enemigo, 
llamado  Comaque,  Balboa  tuvo  la  primera  noticia  de  la  existen- 
cia de  un  segundo  Océano. 


6b4  B  A  rj  A  j  o  z 


Estaban  repartiendo  el  botín,  que  se  componía  de  4,000  on- 
zas de  oro  y  de  60  esclavos,  cuando  el  hijo  del  cacique  exclamó: 

— No  sé  por  qué  os  afanáis  tanto  por  semejantes  bagatelas. 
Si  tanto  valor  tiene  para  vosotros  el  oro,  por  el  que  pasáis  tan- 
tos sufrimientos  y  privaciones,  ¿veis  esas  altas  montañas? — de- 
signando á  la  parte  Sur — pues  detrás  de  ellas  hay  un  extenso 
mar  que  se  distingue  desde  su  cima.  Al  Sur  de  esas  montañas 
todos  los  ríos  que  corren  llevan  oro,  y  los  reyes  que  habitan  en 
sus  orillas  beben  y  comen  en  vasijas  de  oro;  tan  común  es  allí 
el  oro  como  el  hierro  en  España,  vuestra  patria. 

Impresionado  por  esta  revelación,  Vasco  Núftez  creyó  que  la 
Providencia  le  tenía  deparado  en  el  mundo  un  puesto  tan  bri- 
llante como  el  de  Colón  y  Hernán  Cortés,  y  no  queriendo  ceder 
á  nadie  la  gloria  de  este  nuevo  descubrimiento,  se  apresuró  á 
prepararse  para  llevarlo  á  cabo. 

Tenía  además  otros  motivos  poderosos  para  intentar  esta 
expedición , 

El  bachiller  Enciso,  á  quien  tan  rudamente  había  desposeído 
de  su  autoridad  para  apoderarse  de  ella,  y  á  quien  había  obli- 
gado á  embarcarse  para  España,  se  había  quejado  al  rey. 

La  sentencia  dada  por  Fernando  el  Católico  condenaba  á 
Núñez  de  Balboa  á  devolver  todos  los  dominios  é  intereses,  y  le 
mandaba  que  regresara  á  Europa  para  contestar  á  una  acusa- 
ción criminal. 

En  i.^  de  Setiembre  de  15 13,  Balboa,  á  la  cabeza  de  190 
hombres,  elegidos  entre  los  más  valientes  de  su  tropa,  armados 
de  espadas,  escudos,  ballestas  y  arcabuces,  y  seguidos  de  algu- 
nos perros,  se  embarcaban  en  un  bergantín  y  en  nueve  piraguas 
(embarcación  india)  en  dirección  á  Coyba.  En  este  punto  tomó 
víveres  y  guerreros  indios  para  llevar  sus  bagajes,  dejando  la 
mitad  de  los  suyos  para  establecer  sus  comunicaciones  y  asegu- 
rar su  vuelta.  Un  cacique  llamado  Quavaca  trató  de  estorbar  el 
paso.  Muerto  quedó  en  el  campo  de  batalla  con  600  de  su  gen- 
te. Por  fin,  después  de  fatigas  inauditas  y  atroces  sufrimientos. 


BADAJOZ  665 


causados  por  el  hambre,  la  expedición  llegó  el  1 2  de  Setiembre, 
como  indicamos  al  principio,  al  pie  de  las  montañas  desde  cuya 
cima  se  distinguía  el  mar. 

Vasco  Núftez  no  tenía  entonces  más  que  67  hombres. 

No  le  bastaba  haber  descubierto  un  Océano.  Necesitaba  lle- 
gar hasta  él,  explorar  sus  riberas  y  elegir  un  sitio  á  propósito 
para  establecer  un  puerto  y  asegurarse  si  había  habitantes  en 
aquellas  costas. 

Balboa  destacó  en  tres  direcciones  diferentes  á  sus  oñciales 
Francisco  Pizarro,  Juan  de  Escaraz  y  Alonso  Martín,  otro  extre- 
meño nacido  en  Don  Benito,  encargados  de  descubrir  el  camino 
más  corto  y  más  cómodo  que  condujera  al  Pacífico. 

Alonso  Martín  resolvió  el  problema. 

Habiendo  encontrado  dos  embarcaciones  indias,  observó  ha- 
cia qué  parte  se  inclinaba  el  flujo  y  reflujo,  y  lanzándose  en  una 
de  ellas,  tuvo  la  gloria  de  ser  el  primer  europeo  que  se  embar- 
có en  aquel  mar. 

El  segundo  fué  un  aventurero  que  la  historia  nos  le  da  á 
conocer  con  el  nombre  de  Blas  Atienza. 

Balboa  llegó  á  orilla  de  una  bahía  el  29  de  Setiembre 
de  1 5 1 3  y  la  bautizó  con  el  nombre  de  la  Bahía  de  San  Mi- 
guel^ en  honor  del  santo  cuya  fiesta  se  celebra  en  dicho  día. 

En  seguida  cogió  una  bandera  en  que  estaban  pintadas  las 
imágenes  de  la  Virgen  y  del  Niño  Jesús,  con  las  armas  de  Cas- 
tilla y  de  León,  sacó  su  espada  y,  colocando  su  escudo  á  la  es- 
palda, penetró  en  el  agua  hasta  por  cima  de  las  rodillas.  En 
nombre  de  D.  Fernando  y  de  D.^  Juana,  soberanos  de  Castilla, 
de  León  y  de  Aragón,  se  posesionó  de  cuanto  le  rodeaba. 

— Ahora — añadió — juro  que  este  país  será  defendido  y  pro- 
tegido en  nombre  de  mis  reyes,  ahora  y  siempre,  en  tanto  que 
el  mundo  dure  y  hasta  el  día  del  juicio  final. 

Enérgicas  palabras  que  demuestran  admirablemente  el  ca- 
rácter español  y  la  época  en  que  tenían  lugar  acontecimientos 

tan  grandes. 

84 


666  BADAJOZ 


El  3  de  Noviembre  siguiente,  Vasco  Núftez  había  explorado 
toda  la  costa  inmediata,  bautizándola  con  el  nombre  de  la  Isla 
Rica^  y  visitado  el  pequeño  archipiélago  llamado  Is/a  de  las 
Perlas.  Entró  en  Darién  después  de  haberse  captado  la  amis- 
tad de  todos  los  caciques  vecinos  y  derramar  abundantemente 
el  oro. 

En  seguida  despachó  para  España  á  uno  de  sus  oficiales,  Pe- 
dro de  Arbolancho,  encargado  de  anunciar  á  la  corte  el  impor- 
tante descubrimiento  que  acababa  de  hacer,  y  portador  al  mismo 
tiempo  de  regalos  magníficos  para  el  rey  y  sus  principales  mi- 
nistros. 

Desgraciadamente  una  tempestad  detuvo  á  Pedro  de  Arbo- 
lancho en  el  puerto  de  Santa  María  de  la  Antigua,  hasta  el  mes 
de  Marzo  siguiente,  y  este  fatal  incidente  causó  la  pérdida  de  un 
hombre  á  quien  la  fortuna  había  sonreído  hasta  entonces. 

En  tanto  que  estos  acontecimientos  ocurrían  en  Darién,  los 
enemigos  de  Vasco  Núñez  no  perdían  su  tiempo  en  Europa,  y 
cuando  su  enviado  llegó  á  Madrid  le  habían  designado  ya  sucesor. 

Para  Balboa,  como  para  Colón,  como  para  Fernando  Cortés 
y  como  para  Ojeda,  la  injusticia  y  la  ingratitud  fué  grande. 

El  nuevo  gobernador  de  Darién  se  llamaba  D.  Pedro  Arias 
Dávila,  personaje  tristemente  célebre  y  que  un  historiador  mo- 
derno ha  calificado,  no  sin  razón,  de  Hudson  Lowe  del  Nuevo 
Mundo. 

Pedro  Arias  Dávila,  nacido  en  Segovia,  se  había  educado 
en  palacio  y  se  distinguió  en  la  guerra  contra  los  moros  de  Gra- 
nada, así  como  en  Oran  y  en  Bougia,  en  África.  Poseía  las  dotes 
del  soldado  y  la  magnificencia  del  cortesano.  Emparentado  con 
el  obispo  de  las  Indias,  Fonseca,  debió  á  este  último  su  nom- 
bramiento. 

No  pudieron  elegir  un  jefe  más  funesto  para  la  nueva  colo- 
nia, porque  Dávila,  á  despecho  de  sus  dotes  exteriores,  era  un 
hombre  duro,  altanero,  avaro,  orgulloso,  implacable  en  sus  ven- 
ganzas y  celoso  de  la  autoridad  como  de  su  sombra. 


BADAJOZ  667 


Al  principio  no  demostró  sentimiento  alguno  de  animosidad 
contra  Balboa,  tratándole  con  tal  afabilidad,  que  prendó  á  aquel 
hombre,  como  hemos  dicho,  de  corazón  generoso. 

Pero  en  secreto  mandó  al  licenciado  Gaspar  de  Espinosa 
abrir  información  sobre  Balboa  y  sus  oficiales.  En  cuanto  pudo 
declarar  á  Vasco  Núftez  como  reo  de  usurpación  y  abuso  tiránico 
de  autoridad,  levantó  la  máscara  y  le  encerró  en  una  prisión. 

La  población  de  Santa  María  protestó  una  y  mil  veces  con 
entera  energía  contra  aquel  procedimiento  hacia  un  hombre  á 
quien  adoraba,  y  el  obispo  de  Darién,  el  digno  Quevedo,  repro- 
chó con  indignación  al  gobernador  su  deslealtad  y  la  injusticia 
de  aquella  manera  de  obrar,  no  justificada  jamás  entre  hombres 
honrados. 

Sometido  á  juicio.  Balboa  fué  absuelto. 

Equivocado  en  sus  cálculos  odiosos,  Pedro  Arias  Dávila  se 
vio  obligado  á  poner  en  libertad  á  Núñez,  á  quien  él  mismo  in- 
vistió de  la  dignidad  de  adelantado  del  mar  del  Sur  y  del  go- 
bierno de  las  provincias  del  Panamá  y  de  Coyba.  Honores  que 
le  fueron  concedidos  por  una  carta  autógrafa  del  rey  de  España, 
que  Dávila  interceptó  y  que  eran  la  justa  recompensa  de  sus 
gloriosas  exploraciones. 

Los  dos  capitanes  se  reconciliaron  y  parece  que  fué  tan 
completa  la  unión,  que  Vasco  Núñez  propuso  casarse  con  la  hija 
mayor  de  Dávila. 

Esperando  que  ésta  fuera  de  España,  Balboa  partió  con  su 
tropa  para  lanzar  el  primer  navio  que  surcó  las  aguas  del  Pacífico. 

Con  esfuerzos  verdaderamente  gigantescos  transportó  dos 
bergantines  á  través  del  istmo  de  Panamá,  franqueando  el  paso 
de  las  montañas  á  brazo  de  algunos  hombres,  y  se  embarcó  en 
Bahos  con  200  soldados  escogidos. 

De  vuelta  en  Déla,  recibió  una  carta  de  uno  de  sus  amigos, 
Hernán  de  Arguello,  avisándole  que  las  armas,  las  municiones 
y  las  provisiones  que  había  mandado  buscar  para  su  escuadra 
estaban  para  llegar  de  la  Habana. 


668  BADAJOZ 


Esta  carta,  puesta  en  las  manos  de  Dávila  por  un  miserable 
liamado  Andrés  Garabito,  que  denunció  al  mismo  tiempo  á  Vas- 
co Núñez  como  culpable  de  querer  declararse  independiente  y 
servirse  de  su  tropa  para  ejercer  su  autoridad  suprema,  debía 
producir  una  catástrofe  sangrienta. 

Dominado  de  nuevo  por  sus  ideas  de  venganza,  el  cruel  go- 
bernador no  tuvo  más  que  un  solo  objeto:  desembarazarse  por 
la  muerte  del  que  consideraba  su  rival. 

No  atreviéndose  á  detenerle  en  medio  de  200  hombres  que 
sabía  eran  adictos  á  Núñez,  le  escribió  una  carta  amistosa  supli- 
cándole que  regresara. 

Al  mismo  tiempo  mandaba  á  Francisco  Pizarro  que  se  pu- 
siera en  su  persecución  con  sus  fuerzas  y  que  lo  detuviera  don- 
de le  encontrara. 

El  aventurero  que  la  conquista  del  Perú  había  de  rodear 
más  tarde  de  tan  gloriosa  aureola,  tuvo  la  triste  misión  de  po- 
ner la  mano  sobre  su  mejor  compañero  de  armas  y  mandarle 
cargado  de  cadenas  á  Déla. 

El  mando  de  la  escuadra  pasó  á  Bartolomé  Hurtado. 

Ante  un  tribunal,  cuyo  único  juez  fué  el  alcalde  Espinosa, 
que  era  á  la  vez  un  enemigo  de  Balboa  y  un  adicto  de  Pedro 
Arias  Dávila,  por  lo  tanto,  no  había  que  esperar  en  él  acto  de 
legalidad  alguno,  se  negó  á  oir  los  testigos  que  querían  hablar 
en  favor  del  procesado.  En  cuanto  á  la  defensa,  una  orden  del 
rey  prohibió  en  Darién  la  presencia  de  más  de  un  abogado,  y 
éste  era...  el  alcalde. 

Movido,  sin  embargo,  á  compasión,  Espinosa  preguntó  si  se 
le  permitía  á  Núñez  apelar  del  juicio. 

— No — exclamó  Pedro  de  Arias  Dávila. — Si  merece  la  muer- 
te, que  la  sufra. 

Y  con  efecto,  fué  pronunciada  la  pena  de  decapitación. 

El  delator  Garabito,  detenido  como  cómplice  del  supuesto 
complot,  fué  puesto  en  libertad,  como  era  natural. 

Al  día  siguiente,  la  población  de  Déla,  consternada,  pero  no 


BADAJOZ  669 

atreviendo  á  sublevarse,  comprimida  por  todas  las  tropas  que 
había  mandado  concentrar  Dávila,  vio  erigirse  en  medio  de  la 
plaza  pública  el  cadalso  del  que  había  conquistado  á  su  rey  hom- 
bres y  montones  de  dinero. 

El  pregonero  de  la  villa  marchaba  delante  de  Vasco  Núñez 
gritando: 

— Este  es  el  castigo  que  por  orden  del  rey  y  su  delegado 
D.  Pedro  Arias  Dávila  se  da  á  este  hombre  por  traidor  y  usur- 
pador de  territorio  de  la  corona. 

A  lo  que  Balboa  contestó: 

— ¡Es  falso!  ¡Jamás  pasó  por  mi  mente  semejante  crimen! 
Siempre  he  servido  al  rey  con  fidelidad  y  lealtad  y  he  procura^ 
do  acrecentar  sus  dominios. 

Después,  con  paso  firme,  subió  las  gradas  del  patíbulo,  y  su 
cabeza  rodó  por  el  suelo,  como  las  de  sus  oficiales  Valderrába- 
no,  Bocello  y  Hernán  Mimos. 

Pedro  Arias  Dávila  asistió  á  la  ejecución  oculto  tras  los 
muros  de  una  casa,  á  doce  pasos  del  cadalso. 

En  la  plaza  llegó  el  dolor  á  su  colmo.  Los  hombres  lloraban 
y  las  mujeres  cayeron  de  rodillas  elevando  sus  preces  al  cielo. 

El  sol  se  ponía.  El  verdugo,  fatigado  por  esta  cuádruple 
ejecución,  tenía  aún  que  añadir  otra  víctima  á  tan  sangrienta 
hecatombe. 

Ya  hemos  dicho  que  la  causa  involuntaria  de  la  pérdida  de 
Vasco  Núñez  fué  Hernando  de  Arguello,  cuya  carta  había  tenido 
tan  deplorables  consecuencias. 

Aunque  completamente  inocente  de  intención  y  de  hecho, 
el  desgraciado  fué  condenado  á  la  última  pena,  como  su  jefe. 

Al  verle  llegar,  la  multitud  no  pudo  reprimir  un  sentimiento 
de  piedad  por  él.  Un  grupo  bastante  numeroso  se  interpuso  en- 
tre el  cadalso  y  el  reo.  Otros,  en  tanto,  se  dirigían  á  donde  es- 
taba oculto  el  cruel  gobernador  y  le  pedían  el  perdón  para 
Arguello. 

— ¡No!  ¡Antes  moriré  yo  que  perdonar  á  ninguno! 


670  BADAJOZ 


Tal  fué  la  respuesta  de  Pedro  Arias  Dávila. 

Y  la  cabeza  de  Arguello  rodó  como  las  de  los  demás. 

En  vano  se  han  buscado  los  motivos  de  una  animosidad  tan 
feroz. 

Por  orden  de  aquel  monstruo,  la  cabeza  de  Vasco  Núñez  de 
Balboa  fué  colocada  sobre  un  palo,  y  permaneció  por  espacio 
de  muchos  días  expuesta  en  el  sitio  de  la  ejecución. 

Pedro  Arias  debió  verla  alguna  vez  en  sueños. 

Así  pereció,  á  los  42  años,  el  digno  émulo  de  Cristóbal 
Colón,  de  Hernán  Cortés  y  de  Juan  Ponce  de  León.  Dotado  de 
todos  los  dones  que  forman  á  los  grandes  capitanes  y  los  espí- 
ritus privilegiados,  fué  acusado  de  infamia.  Adicto  á  su  rey,  sufrió 
la  muerte  de  los  traidores.  Explorador  hábil  é  intrépido,  su 
nombre  debería  preceder  al  de  Pizarro  ó  al  lado  de  Vasco  de 
Gama. 

He  aquí  una  gloria  imperecedera  siempre  para  España, 
pero  que  con  orgullo  recordamos  y  con  nosotros  el  mundo 
entero. 


Cáceres 


CAPÍTULO  PRIMERO 


Cáceres  fué  la  Castra-CaeclUa  de  Quinto  CaBcUlo  Metello. 
Invasión  de  los  árabes,  sitio  de  Cáceres  por  Zeth  y  coronamiento  del  rey 

Alhá-el-Gamí. 

Cáceres  desde  la  Edad-Media  hasta  el  siglo  XVI. 

Privilegios  y  fueros  reales  de  Cáceres.— Cáceres  contemporáneo. 

Hijos  Ilustres  de  Cáceres. — Los  Ulloas. 


I 


OBRE  alta  colina,  eslabón  de  una  cordillera  de 
pequeños  cerros,  que  corre  del  E.  á  O.  y  situa- 
da á  la  izquierda  del  Tajo,  á  22  kilómetros  de 
sus  turbulentas  aguas,  se  encuentra  la  histórica 
villa  de  Cáceres,  residencia  de  las  autoridades.y 
corporaciones  civiles,  judiciales,  eclesiásticas,  mi- 
litares y  administrativas  que  le  son  propias,  co- 
mo capital  que  es  de  la  provincia  de  su  nombre, 
audiencia  territorial,  arciprestazgo  de  la  diócesis 
de  Coria  y  gobierno  militar  de  la  Capitanía  general  de  Extre- 
madura. 

Vista  Cáceres  desde  sus  inmediaciones,  ofrece  un  panorama 
sorprendente,  por  el  conjunto  desigual  de  sus  almenados  pala- 
cios, sus  altas  torres,  sus  arruinadas  murallas  y  sus  antiguas 

«s 


674  C  A  C  E  R  E  S 

iglesias.  La  imperial  Toledo  no  tiene  el  aspecto  secular,  ni  Ávila 
la  fisonomía  histórica  que  esta  villa,  fundada  en  los  tiempos 
pasados,  y  conquistada  en  la  Edad-media  por  los  nobles  que  la 
engrandecieron  en  el  siglo  xiii. 

Aquel  conjunto  de  muros  y  torreones  antiguos,  ennegreci- 
dos por  la  acción  destructora  del  hombre,  desafían  á  los  siglos 
como  quien  lucha  por  la  eternidad  de  que  gozarán  en  la  historia. 
Es  el  recuerdo  vivo  de  un  pueblo  que  ha  existido  en  remotas 
edades  y  quiere  legar  á  los  tiempos  venideros  su  historia  y  sus 
tradiciones,  para  justo  orgullo  de  sus  preclaros  hijos. 

Creen  algunos  historiadores  extremeños,  como  Ulloa  y  Gol- 
fín (i)  y  Solano  de  Figueroa  (2),  que  la  villa  de  Cáceres  tiene 
un  origen  prehistórico.  Nada  más  lejos  de  la  verdad  tal  suposi- 
ción, que  no  puede  fundarse  en  ningún  dato  serio.  Cáceres  fué 
fundado  por  el  famoso  general  romano  Quinto  Caecilio  Metello, 
que  le  dio  el  nombre  de  Castra  Cacilia^  citada  por  Plinio  Se- 
cundi  (3),  como  uno  de  los  pueblos  contribuyentes  de  la  colonia 
Lusitania  Norba  Casarca  (Alcántara). 

Los  restos  romanos  que  aparecen  en  Cáceres  y  las  inscrip- 
ciones encontradas  en  sus  campos,  justifican  esta  aserción  de 
Plinio,  que  robustece,  por  otra  parte,  Antonino  Pío,  haciendo  figu- 
rar á  Cáceres  como  la  segunda  mansión  en  la  vía  romana  de 
Mérida  á  Zaragoza,  según  su  Itinerario,  que  copiado  á  la  letra 
dice  así: 

XXIII  Iter  ad  Emérita  Ccesaraugusíam.     .     632  millas. 

I.     Ad  Sórores  (junto  á  las  Casas  de  Don- 
Antonio) 26       » 


(i)  Aparato  á  la  Historia  de  Cáceres,  por  D.  Pedro  Ulloa  y  Golfín.  (Cod.  en 
B.  N.,  let.  o.  núm.  49.) 

(2)  San  Jonás^  presbítero  y  mártir^  etc.,  por  D.Juan  Solano  de  Figueroa  Altami- 
rano.  (Madrid,  1665.) 

(í)    Histories  mudi,  cap.  XXII,  lib.  IV. 


676  C  Á  C  E  R  E  S 

2.     Castra  C^ecilia  (Cáceres) 20  millas. 

3. '  Turmulus  (Alconetar) 20 

.    4.     Rusticiana  (junto  á  Gal isteo) 22 

5.  Cáppara  (Caparra) 22 

6.  Caecilio  Vico  (Baños) 22 

7.  Ad  Líppos  (Endrinal) 12 

8.  Senticie  (Siete  Carreras) 12 

9.  Salmantice  (Salamanca) 24 

10.  Sibarian  (en  el  Monte  del  Cubo)..     .     .  21 

11.  Ocelloduri  (Zamora) 21 

12.  Albucella  (Bélbez,  hacia  Toro).    ...  22 

13.  Amallobriga  (Despoblado  de  la  Rivera, 

6  Villarbrojo) 27 

14.  Siptimanca  (Simancas) 24 

15.  Ni  varia  (Portillo  6  Alcazaren).     .     .     .  22 

16.  Cauca  (Coca) 22 

17.  Segovica  (Segovia) 29 

18.  Miacum  (hacia  las  Rozas,  cerca  de  Ma- 

drid)  •     .  24 

19.  Titulcia  (cerca  de  Añover  del  Tajo)..     .  24 

20.  Complutum  (Cerro  del  Viso,  junto  á  Al- 

calá de  Henares) 30 

21.  Arriaca  (Guadalajara) 22 

22.  Cesada  (Hita) 24 

23.  Segontia   (Sigüenza) 26 

24.  Arcobriga  (Arcos,  junto  á  Medinaceli).  .  23 

25.  Aquae  Bibilitanorum  (Alhama).     ...  16 

26.  Bilbis  (Cerro  de  Bambola,  junto  á  Cala- 

tayud) 24 

27.  Nertobrija  (Almunia  6  Riela) 21 

28.  Segontia  (Epila  6  la  Muela) 14 

29.  Caesaraugustam 16 

Aún  existen  miliarias  de  esta  gran  vía,   desde  Mérida  hasta 


C  Á  C  E  R  E  8  677 

SU  ñn,  según  las  inscripciones  que  publica  Viu  (i).  Una  de  ellas, 
hallada  en  el  sitio  del  matadero  viejo,  y  que  examinó  Solano  de 
Figueroa,  decía  así: 

CASTR.  CJE.  XLUn. 

Esos  cuarenta  y  cuatro  m.  p.  hacen  exactamente  los  cin- 
cuenta y  cuatro  kilómetros  que  hay  desde  Mérida  á  Cáceres. 
Madoz,  Viu  y  Solano  de  Figueroa  publican  las  siguientes  ins- 
cripciones, todas  encontradas  también  en  Cáceres.  Las  dos  si- 
guientes estaban  en  el  Atrio  del  Corregidor: 

L.  JULIUS 

L.    F.   CRES 

CENS.    AN 

XXXV 

PUPELIA 

A.    F.    NIGE 

LLA.   AN 


Aunque  está  incompleta  puede  leerse  lo  siguiente :  Lucio 
Julio  Crescente,  hijo  de  Lucio,  de  treinta  y  cinco  años  de  edad, 
y  Pupelia  Nigella,  hija  de  Aulo,  de...  (falta  la  conclusión  que 
podría  ser  esta:  de  tantos  años  de  edad,  está  aquí  sepultada. 
Séaos  la  tierra  leve). 

Q.    NORVA 

Nvs.  Prvn 

Nicvs.  An.  XL, 

H.  S.  E.  S.  T.    1.  L. 

Cornelia 

Antiocis 

Genero. 

Esto  es:  Quinto  Norbano  Prúnico,  de  edad  de  cuarenta  aftos, 


(i)    En  8u  Extremadura,  al  tom.  I,  págs.  7$  á  80. 


678  C  Á  C  E  R  É  S 


está  aquí  enterrado.  Séate  la  tierra  leve.  Cornelia  Antonia  á  su 
yerno. 

En  la  casa  de  Roco  se  ve  un  pedestal  de  alabastro  con  mol« 
duras  y  esta  interesante  inscripción : 

« 
Imp.  CíESari.  Lucio 

Septimio.  Severo 

Pertinaci.  Aug.  Pont. 

Max.  Trib.  Pot.  II.  Imp.  III 

Cos.  II.  P.  P. 

Óptimo.  Fortissimo 

Providentissimo  Qve 

Principi.  Ex.  Arg.  P.  XC 

C.  D.  IvLio.  Celso 

Et.  L.  Petronio.  Nigro 

II.  V.  D.  D. 

Que  traducido  dice:  Al  Emperador  César  Lucio  Septimio 
Severo  Pertinaz  Augusto.  Pontífice  Máximo,  en  el  afto  2.°  de  su 
Potestad  Tribunicia,  en  el  2.^  de  su  Consulado  y  3.°  de  su  Im- 
perio (i),  Padre  de  la  Patria,  y  Príncipe  muy  bueno,  muy  esfor- 
zado, y  muy  próvido. — De  los  fondos  públicos,  en  virtud  de 
decreto  de  los  Decuriones  (2),  por  los  Duunvzros  (3),  Cayo 
Didio  Julio  Celso,  y  Lucio  Petronio  Nigro. 

No  se  dice  aquí  la  obra  que  fué  dedicada,  ni  la  cantidad  en 
ella  invertida,  como  era  común  en  casi  todas  las  dedicatorias  de 
monumentos  públicos  hechas  por  los  romanos;  pero  de  los  Duun- 
viras  6  concejales  del  Ayuntamiento  de  Castra  Cecilia  diremos 
con  Viu,  que  representan  cuatro  aristocráticas  familias  romanas 
de  alto  coturno :  la  yulia^  la  Celsia^  la  Petronia  y  la  Nigra.  La 
primera,  sobre  haber  acuñado  en  plata  y  alcanzado  un  prestigio 
casi  divino  en  Roma^  por  reconocer  su  procedencia  de  Julio  As- 
casis,  y  haber  dado  más  adelante  á  la  capital  del  mundo  los 


(i)    Año  196  de  Cristo. 

(2)  Ayuntamiento  de  entonces. 

(3)  Equivalentes  á  Alcaldes. 


C  Á  C  E  R  E  S  679 


primeros  Emperadores,  se  sabe  que  extendió  sus  vastagos  por 
España  y  que  prestó  colosos  dignarios  al  Estado,  como  se  ve 
por  las  monedas  de  Clunia  (Corufía  del  Conde)  y  Corduva 
(Córdoba).  La  segunda,  igualmente  patricia,  gozó  siempre  de 
una  reputación  tan  elevada  como  propia  del  apellido.  La  tercera 
acuñó  en  //¿r^*  (El  Molar,  junto  á  Elche),  y  en  Nava-Cartago 
(Cartagena).  La  cuarta  en  Celsa  (Velilla  ó  Jelsa),  habiendo  dado 
constantemente  todas  ellas  hombres  de  mucha  fama  á  la  repú- 
blica y  al  imperio. 

Á  otro  miembro  de  la  familia  de  Norban^  que  ya  figura  en 
la  segunda  lápida  que  traducimos  anteriormente,  corresponde 
esta  lápida  hallada  junto  al  puente  Vadillo,  en  los  campos  de 
Cáceres : 

L.   NORBA 
ROFO.  An. 

XXIIII 
Labeo 

AVNGULO. 


... 


Esto  es:  que  Lambeo  á  su  tío  materno  Lucio  Norvano  Rufo, 
de  veinticuatro  años  de  edad,  le  dedico  esta  sepultura.  Falta 
el  S.  T.  T.  L. 

En  el  mismo  Cáceres  han  aparecido  estas  otras  que  copia 
Viu  y  han  reproducido  varios  anticuarios: 

Q.  NoRB.  Q.  F. 

Capitón.  Ad.  II.  V. 

SvPLiciA.  Favsta.  So.... 

Et.  Ivlia.  Qvintill. 


Se  refiere  á  otro  Norbano  y  dice  así,  en  lo  que  de  esta  ins- 
cripción puede  leerse:  Quinto  Norbano  Capitonia,  hijo  de  Quin- 
to Norbano^  Edil  y  Duunviro  de  Castra  Caecilia,  está  aquí  sepul- 


68o  C  Á  C  E  R  E  8 


^ 


tado ;  su  hermana  Sulpícía  Fausta  y  Julia  Quintilla,  le  erigieron 
este  enterramiento. 

Hereni 
A.  C.  F.  Sev 

Era.  An.  L 
XV.  H.  S.  E. 

S.  T.  T.  L. 

Puede  leerse  así:  Herenia  Severa,  hija  de  Cayo,  de  edad  de 
sesenta  y  cinco  años,  está  aquí  sepultada;  séate  la  tierra  leve. 

Po 

NANA 

An.   XX 

H.   S.  E.  S.    1  • 

N.  L.  IvLiv 
S.  P.  F.  C.  V 

Ponana,  de  veinte  años  de  edad,  está  aquí  enterrada;  séate 
la  tierra  leve.  Tito  Julio,  su  padre,  le  hizo  construir  de  su  propia 
voluntad  este  sepulcro. 

La  siguiente  está  en  lo  que  se  llama  cuesta  del  Maestre, 
junto  á  un  arco: 


P.  Trebivs 
C.  F. 


Es  fragmentaria  de  una  sepulcral,  que  perteneció  á  un  miem- 
bro de  la  familia  Trebia^  muy  aristocrática  en  Roma. 

Junto  á  la  casa  del  marqués  de  Ovando  se  hallan  estas  otras: 


Ac 

Ce.  Ter. 

Tía.  An.  XXIII 

H.  S.  E.  T.  T.  L. 


682  C  Á  C  E  R  E  S 


Corresponde  á  una  Terencía,  muerta  á  los  veintitrés  afíos. 

ALBI 
NVS 
RVFI 
F. 
AN* 
XVI. 
S.  T.  T.  L. 

Albino,  hijo  de  Rufo,  de  edad  de  diez  y  seis  afíos,  está  aquí 
sepultado,  etc. 

Solano  de  Figueroa  y  Rodríguez  de  Molina  (i)  traducen  y 
copian  otras  varias  lápidas  halladas  en  Cáceres,  en  su  mayoría 
sepulcrales,  pero  de  escaso  interés.  Prescindiendo,  por  tanto,  de 
reproducirlas  aquí,  diremos  algo  sobre  los  restos  romanos 
que  aparecen  en  la  Plaza  de  la  Constitución,  y  que  son  indu- 
dablemente los  más  importantes  de  la  ciudad  de  Cacüio  Me- 
tello. 

Desde  remotos  tiempos  en  esta  plaza  se  han  celebrado  los 
festejos  públicos  y  fiestas  reales.  Su  planta  es  un  cuadrilongo  irre- 
gular de  1 8o  metros  de  longitud  por  44  de  latitud,  de  piso  des- 
igual y  empedradas  tan  sólo  algunas  fajas  al  pie  de  los  soporta- 
les que  la  adornan  en  casi  todos  sus  lados.  El  que  mira  al  E., 
que  es  uno  de  los  largos,  está  formado  por  tres  trozos  de  estos 
soportales,  los  dos  primeros  en  línea  recta,  y  su  pavimento  com- 
pletamente enlosado  con  buena  piedra  de  cantería  aparece  má$ 
bajo  que  el  de  la  plaza,  á  la  cual  se  sube  por  dos  escalones  en 
cada  uno  de  sus  arcos.  El  primero  de  estos  soportales  fué  enlo- 
sado por  orden  del  Ayuntamiento  en  14  de  Agosto  de  1626  y 
el  segundo  en  1 845 ;  el  último  permanece  empedrado  hasta  hoy, 
forma  un  ángulo  saliente  y  es  más  pequefío  que  los  anteriores. 


(i)  Papeles  históricos  sobre  ¡a  villa  de  Cáceres^  que  poseia  D.  Juan  Malo  de 
«Molina,  abogado  de  Trujillo,  y  que  se  atribuían  al  Licenciado  D.  Juan  Rodríguez 
,de  Molina. 


C  Á  C  E  R  E  8  683 

Todos  tres  son  obra  del  siglo  xv.  El  lado  opuesto  es  muy  des- 
igual y  sus  soportales  más  desiguales,  aunque  también  más  an- 
tiguos. En  su  centro  se  ostenta  uno  de  los  fuertes  torreones  de 
la  antigua  muralla  romana,  llamado  el  Reloj ,  porque  en  él 
estuvo  el  de  la  villa  desde  1591  á  1796  en  que  por  haberse  esta- 
blecido otro  en  el  palacio  de  la  Audiencia,  se  trasladó  á  la  torre 
de  la  parroquial  de  San  Mateo,  habiendo  vuelto  á  ponerse  otro, 
con  esfera,  en  estos  últimos  años.  ^ 

Este  torreón  es  hermoso  por  su  resistente  fortaleza  y  eleva- 
da altura.  Está  coronado  de  almenas,  y  entre  ellas,  dando  frente 
á  la  plaza,  se  colocó  en  el  año  de  1820  una  estatua  de  mármol 
de  seis  pies  de  altura,  que  representa  á  la  diosa  Ceres:  le  falta 
el  brazo  derecho  y  es  uno  de  los  ejemplares  más  notables  de  la 
estatuaria  romana.  Estuvo  colocada  anteriormente  en  el  pretil 
que  cierra  lo  que  se  llama  Atrio  del  Corregidor,  en  la  misma 
plaza.  Créese  que  esta  estatua  decoró  algún  templo  de  los  que 
tuvieran  los  romanos  en  Cáceres,  dedicada  á  Aceres  6  la  J^or- 
íuna,  por  razón  de  la  cornucopia  ó  cuerno  de  la  abundancia  que 
ostenta  en  su  mano  izquierda;  pero  Viu  dice  que  procede  del 
templo  romano  que  hubo  en  los  campos  del  Sa/or  (donde  se 
supone  que  existió  un  pueblo  de  alguna  consideración;,  como 
igualmente  hubo  otro  templo  á  yúpiter  Capitalino^  en  la  hoy 
ermita  de  Nuestra  Señora  de  Tiebas,  junto  á  la  villa  de  Casas 
de  Millán,  asiento  de  una  población  romana  cuyo  nombre  nos 
es  desconocido. 

Otra  estatua  existe  en  Cáceres.  La  de  la  diosa  Diana  que 
se  guarda  desde  el  siglo  xvi  en  la  casa  del  Conde  de  Torre-ma- 
yoralgo.  Es  de  finísimo  alabastro  y  de  más  de  seis  pies  de  altu» 
ra.  Los  autores  antiguos  que  hablan  de  ella,  la  conocieron  sin 
cabeza;  pero  en  1792  se  le  puso  la  que  tiene  actualmente,  cuya 
escultura  no  corresponde  á  la  perfecta  ejecución  de  la  estatua. 
Suponen  algunos,  ante  la  aparición  de  esta  escultura,  que  en 
Cáceres  hubo  templo  en  honor  á  Diana.  No  lo  negamos;  pero 
es  poca  prueba  la  existencia  de  esta  estatua  para  suponerlo. 


684  C  Á  C  E  R  E  S 

Falta  saber  si  procede  de  fuera  de  Cáceres,  como  la  de  Aceres^ 
que  la  importaron  del  Salor. 

En  la  parte  oriental  de  la  población,  entre  la  fuente  del  Con- 
cejo y  el  puente  de  San  Francisco,  á  orillas  de  la  calzada  roma- 
na, conocida  por  la  Via-Lata^  existe  un  templete  romano,  de  los 
llamados  Sacellos  ó  j^dicula^  ya  en  muy  mal  estado,  pero  que 
en  su  tiempo  debió  tener  importancia,  pues  los  romanos,  á  seme- 
janza de  los  griegos,  que  edificaban  sus  Hycrones  en  los  parajes 
públicos,  levantaban  Sacellos  ó  edículos  á  orilla  de  los  caminos 
más  frecuentados,  como  después  los  católicos  edificaron  ermitas 
y  santuarios. 

Tales  son  los  recuerdos  que  en  la  actualidad  tiene  Cáceres 
de  los  romanos.  El  nombre  que  esta  villa  tuvo  desde  Cacilio 
Metello^  no  se  sabe  si  fué  el  primitivo,  porque  también  pudo 
ser  su  fundación  ú  origen  anterior  á  las  guerras  de  este  general 
en  la  Lusitanta^  como  hay  indicios,  por  el  mismo  Plinio,  que 
celebrando  la  colonia  Norba-Casárea  (Alcántara),  dice  testan 
» encabezadas  en  ella,  para  disfrutar  de  sus  mismos  fueros  y 
>  hacer  iguales  donativos,  las  ciudades  CastrcB-yulia  (Trujillo) 
>y  Cast^ee-Ccectlia^ f  y  ambas  poblaciones  parecen  anteriores  á 
las  guerras  con  los  legendarios  romanos.  Si  así  fuese,  por  lo 
tocante  á  Cáceres,  se  probaría  que  sustituyó  su  primitivo  nom- 
bre por  el  del  general  Caecilio  Metello  por  mera  adulación  ó  en 
beneficios  que  de  él  recibiera,  como  sucedió  con  otras  muchas 
ciudades  muy  principales,  anteriores  á  la  dominación  romana, 
que  tomaron  nuevo  nombre  de  los  cónsules,  pretores  ó  empera- 
dores. 


II 


Á  la  caída  del  poder  romano,  Cáceres  debió  quedar  reducida 
á  población  muy  inferior  cuando  su  nombre  no  suena  para  nada 


C  Á  C  E  R  E  S  685 


en  la  historia,  durante  la  ocupación  del  país  por  los  godos  y 
visigodos,  á  pesar  de  que  imperaron  en  Mérida  y  en  ella  tuvo 
Alace  su  corte,  como  igualmente  Rechila  y  Richiario,  durante 
las  primeras  cuatro  décadas  del  siglo  v. 

Los  árabes  la  invadieron,  después  que  á  Coria,  y  en  el  si- 
glo IX  consta  que  se  levantó  contra  el  rey  Zeth,  que  gobernaba 
un  pequeño  estado  y  cuya  corte  estaba  en  dicha  ciudad  de  Coria, 
denominada  anteriormente  Cauria  Siarum  y  después  AlKá- 
rica.  Zeth  puso  sitio  á  Cáceres  en  Agosto  del  año  863  y  ganó 
la  villa  por  hambre  de  los  sitiados  y  la  peste  que  se  desarrolló 
entre  ellos,  respetando  la  vida  á  los  que  se  le  rindieron. 

En  1 141  el  rey  Alfonso  VII  hizo  una  excursión  contra  los 
moros  de  tierras  de  Extremadura,  poniendo  término  á  su  cam- 
paña con  la  toma  de  Cáceres,  en  1 142 ;  pero  dos  años  después 
los  árabes  se  levantaron  en  armas  y  no  reconociendo  la  autori- 
dad del  monarca  cristiano,  se  erigieron  independientes.  En  1151 
Cáceres  estaba  gobernada  por  Alhá-elGami  (1)  que  la  engran- 
deció circundándola  de  muros  y  ediñcando  su  alcázar,  que  era 
notable. 

En  las  guerras  que  sostuvo  este  caudillo  con  los  reyes  de 
León,  logró  grandes  victorias,  pues  derrotó  sus  ejércitos  en 
Montanches  y  en  Valencia  de  Alcántara,  ganando  más  tarde 
la  ciudad  de  Cantar at- Ais eif  (Alcántara),  que  había  conquis- 
tado en  1 142  el  rey  D.  Alfonso  VII.  Alhá-el-Gami,  entusias- 
mado de  sus  triunfos,  engrandeció  á  Alcántara  y  reunido  de 
sus  capitanes  se  coronó  rey  de  los  pueblos  por  él  conquistados 
y  ^^rmzxi^cxó  ^T\  Cantarai'Alset/^  SM  corte,  hasta  1159  en  que 
pasó  á  Cáceres  y  estableció  en  esta  su  residencia,  como  rey  de 
Al'Karica  y  Cantaral^  para  cuya  obra  le  ayudó  el  rey  de  Huel- 
va,  Abord-Mogab-Abdalazzi,  y  el  de  Selves,  IbnKasi. 

La  orden  de  Santiago,  por  sus  comienzos  (en  el  año  de  1 1 70 


(i)    Memorial  de  D.  Alvaro  de  Ulloa. 


686  c  A  c  Ej<.  E  s 

• 

6  1 171)  según  Fr.  M.  Risco  (i),  conquistó  á  Cáceres,  venciendo 
á  su  rey  Alhá-el-Gami  y  prosiguiendo  la  conquista  bajo  la  férula 
délos  reyes  de  León  (2).  De  aquí  el  denominarse  la  Orden,  ea 
sus  primeros  años  y  hasta  la  bula  de  Alejandro  III,  dada  en 
Florentino,  el  5  de  Julio  de  1 175,  Cangregatio  de  Cáceres^  y  sus 
caballeros  Fratres  de  Cáceres  y  después  Señores  de  Cáceres^  los- 
cuales  se  unieron  á  la  Orden  de  Santiago  ya  porque  entre  ellos 
hubiese  algunos  de  estos  señores,  ó  por  amor  á  la  institución, 
pues  consta  que  en  1030  la  orden  se  instituyó  por  D.  Feman- 
do I,  concediéndole  el  monasterio  de  monjas  de  Santi-Espíritu 
de  Salamanca  (3),  por  más  que  haya  quien  la  considere  ante- 
rior, pues  la  creen  otros  fundación  del  rey  D.  Ramiro,  cuando 
su  famosa  donación  á  la  iglesia  de  Santiago  de  Galicia,  después 
de  la  señalad^  victoria  que  obtuvo  de  los  moros,  libertando  á- 
Castilla  del  malvado  tributo  que  sobre  sí  tenía. 

En  1 1 80  volvió  Cáceres  á  poder  de  los  moros  que  la  pose- 
yeron hasta  1 1 84  en  que  la  ganó  D.  Fernando  de  León,  ha- 
ciendo donación  de  ella  á  la  Orden  de  Santiago,  ya  porque  la 
tenían  de  antes,  ya  también  porque  con  su  ayuda  la  pudo  ganar; 
pero  estos  caballeros  no  pudieron  defenderla  bien,  pues  en  1 196 
se  levantaron  contra  ellos  los  musulmanes  y  los  expulsaron  de 


(i)    España  Sagrada^  tom.  38. 

(a)  El  autor  anónimo  del  Códice  ms.  denominado  Noticias  históricas  de  esta^ 
noble  villa  de  Cáceres ^  y  conocimiento  de  su  antigüedad,  hoy  en  poder  del  Marqués 
del  Reino,  se  refiere  el  destronamiento  de  este  monarca  en  los  términos  siguientes: 

« Fué  cabeza  del  reyno  y  reynó  entre  los  sarracenos.  El  año  de  1 184  (a)  era 

»Gami  rey  de  Cáceres  y  Valencia  de  Alcántara,  y  fué  vencido  por  D.  Juan  Roupi- 
»nho,  señor  del  Puerto  de  Moos,  y  llevado  prisionero  á  Portugal,  con  su  hermana 
«suyo  y  50  moros  principales,  que  puso  á  los  pies  del  señor  rey  D.  Alfonso  Enri- 
»quez,  victoria  que  no  olvidan  las  historias  portuguesas,  y  en  particular  la  de 
»Duarte  Nuñez  de  León,  Reformación  de  las  crónicas  de  Portugal,  vida  del  señor 
»rey  D.  Alfonso  Enriquez,  folio  $3.» 

(1)  Regla  y  establecimiento  de  la  Orden  de  Caballería  de  Santiago,  con  la  histo^ 
ria  del  origen  y  principio  de  ella,  por  D.  Francisco  Ruiz  de  Vergara  y  Álava.  (Ma- 
drid, 1662.) 

(a)    En  II 71.  Está  equivocada  esta  fecha  en  trece  aftos  posterior. 


C  Á  C  E  R  E  S  687 


la  ciudad  y  de  su  territorio,  entablándose  entonces  una  lucha 
tenaz  y  porfiada  entre  cristianos  y  moros  que  duró  más  de  trein- 
ta y  tres  años.  En  1 2 1 8  extremaron  los  caballeros  ganar  la  for- 
taleza, y  después  de  tres  meses  de  sitio  fueron  obligados  á  reti- 
rarse á  sus  casas  por  las  lluvias  torrenciales  de  fines  de  aquel 
año.  Don  Alfonso  repitió  esta  tentativa  en  1222  con  numeroso 
ejército,  después  de  ganar  el  castillo  de  Montanches,  y  los  mo- 
ros por  librarse  del  sitio,  convinieron  en  dar  cierta  cantidad  de 
dinero  que  esperaban  del  África;  mas  levantando  el  rey  el  sitio 
pronto  olvidaron  la  palabra  empeñada.  Tres  años  después  reco* 
bróse,  por  fin,  Cáceres,  no  sin  gran  trabajo  y  pérdidas  de  con* 
sideración,  pues  los  moros  habían  fortificado  la  villa  en  términos 
que  la  hicieron  inexpugnable,  entrando  en  ella  el  rey  D.  Alfon- 
so en  1225  con  los  caballeros  de  Calatrava  y  le  concedió  fue- 
ros y  privilegios  para  que  fuese  poblada  de  cristianos.  D.  Fer- 
nando III  confirmó  después  estos  fueros  por  su  carta  en  Alba 
de  Tormes,  á  12  de  Marzo  de  1231. 

En  1234  reclamaron  los  caballeros  de  Calatrava  la  pose- 
sión de  la  villa,  como  de  su  antiguo  derecho;  pero  el  rey,  su 
conquistador,  la  incorporó  á  la  corona,  recompensando  á  la 
orden  con  la  villa  de  Cáfila  y  Castro-Torá  y  á  más  2,000  mara- 
vedises. 

Así  quedó  Cáceres  libre  de  musulmanes  y  entregado  á  los 
dominios  del  rey  de  León,  desde  mediados  de  la  tercera  dé* 
cada  del  siglo  xiii. 


III 


La  mitad  de  Cáceres  es  de  esta  época.  Recorrer  sus  calles 
en  la  parte  alta  y  cruzar  sus  estrechos  y  tortuosos  callejones, 
es  tanto  como  aparecer  ante  una  ciudad  feudal  del  siglo  xii.  Y 


I 


688  c  A  c  En  E  s 


es  que  Cáceres  se  compone  de  dos  ciudades  que  claramente  re- 
presentan dos  épocas  distintas.  La  primera  y  más  antigua  está 
encerrada  en  una  fuerte  muralla,  mitad  romana,  mitad  árabe, 
que  corona  el  recinto  superior  del  cerro  en  que  se  halla  la  po- 
blación, defendida  por  muchos  y  altos  torreones  que  todavía  in- 
dican su  antigua  fortaleza.  Esta  ciudad  murada  tuvo  cinco 
puertas,  representadas  hoy  en  los  arcos  llamados:  de  la  Estre- 
lla, de  Santa  Ana,  del  Cristo  y  del  Socorro,  que  existen  com- 
pletos, y  el  de  la  puerta  de  Mérida,  que  ha  desaparecido.  Las 
murallas  y  sus  torreones  están  incorporados  en  muchos  parajes 
con  las  obras  posteriores  que  se  han  extendido  fuera  de  su  com- 
prensión, y  forman  la  parte  moderna  de  la  villa  que  es  hoy  la 
mayor  y  sin  duda  más  principal,  por  cuya  razón  las  antiguas 
puertas  han  quedado  muy  al  centro  del  actual  castillo  y  carecen 
de  importancia,  si  se  exceptúa  el  llamado  Arco  de  la  Estrella, 
que  su  salida  á  la  villa  moderna  la  tiene  por  un  descenso  de  ele- 
gante escalerilla  en  el  centro  de  los  portales  que  guardan  línea 
con  la  torre  del  reloj,  ya  descrita  anteriormente. 

Este  arco  es  de  particular  arquitectura.  Practicado  en  la  anti- 
gua muralla,  da  ascenso  por  medio  de  una  escalinata  ancha  y 
cómoda  desde  la  moderna  Plaza  de  la  Constitución  al  interior 
de  la  villa  y  su  parroquia  de  Santa  María.  Es  todo  él  de  piedra 
: berroqueña,  de  la  más  fina  del  país,  bastante  aplanado,  de  viaje 
transpuesto  y  representa  la  forma  de  una  concha,  en  términos 
que  se  puede  pasar  por  cualquiera  de  las  cuatro  calles  á  que  da 
comunicación,  siempre  vía  recta,  y  sin  oblicuar.  Sobre  su  centro 
interior  se  eleva  un  templete  románico  con  la  imagen  de  Nues- 
tra Sefiora  de  la  Estrella,  de  piedra  de  Salamanca,  de  ejecución 
amanerada  y  pobre  ropaje. 

Fué  construida  esta  obra,  en  el  modo  en  que  se  halla,  el 
año  de  1726,  á  expensas  del  marqués  de  la  Enjarada,  bajo  la 
dirección  del  maestro  mayor  de  obras  D.  Miguel  Churriguera 
(pariente  que  fué  del  célebre  José,  arquitecto  que  imprimió  un 
pésimo  gusto  á  todas  sus  obras,  recargándolas  de  adornos  y 


690  C  Á  C  E  R  E  S 


caprichos  de  la  peor  condición  artística),  según  se  lee  en  una 
lápida  colocada  en  su  centro  por  la  parte  exterior. 

Esta  obra,  en  su  conjunto,  resulta  notable;  el  arco  mayor- 
mente es  hermoso,  y  las  delineaciones  de  todo  él  representan 
mucha  inteligencia  por  parte  del  que  lo  trazó. 

Recorriendo  el  interior  de  la  villa  antigua  se  observa  á  poco 
que  se  ande  por  encrucijadas  y  tortuosos  callejones,  gruesos 
muros  y  torres  del  tiempo  de  los  romanos,  y  algún  que  otro  edi- 
ficio de  los  árabes,  por  ejemplo,  el  llamado  Palacio  de  las  Vele- 
tas^ que  aun  después  de  haber  sido  todo  él  restaurado  en  los 
comienzos  del  siglo  xvii,  vense  en  su  interior  restos  del  antiguo 
alcázar  levantado  en  los  mediados  del  siglo  xii  por  el  rey  Alhá- 
el-Gami. 

Situado  este  histórico  edificio  en  la  parte  más  alta  de  la  villa, 
se  halla  fundado  sobre  un  gran  aljibe  que  ocupa  toda  su  área, 
sostenido  por  fuertes  caftos  abovedados  de  menuda  argamasa, 
sobre  enormes  columnas  de  piedra  y  gruesas  cadenas  de  hierro. 
Esta  parte  del  edificio  es  primitiva,  mejor  dicho,  originaria  del 
que  se  hizo  en  1 1 5  2  y  sus  cimientos  descienden  á  una  profundi- 
dad enorme,  hasta  encontrar  la  piedra,  pues  de  piedra  nativa  es 
el  pavimento  del  aljibe. 

Se  ignora  la  procedencia  del  gran  caudal  de  agua  que  este 
aljibe  contiene,  pues  hallándose  á  una  altura  tan  considerable, 
no  parece  que  pueda  venirle  de  otro  lugar,  creyéndose  por  lo 
mismo  que  es  solo  un  gran  depósito  de  las  aguas  llovedizas  que 
se  recogen  efectivamente  en  aquel  sitio;  pero,  por  otra  parte,  la 
experiencia  ha  demostrado  que  aun  en  los  años  más  secos,  las 
aguas  mantienen  una  altura  considerable,  y  es  de  presumir  que 
haya  algunos  manantiales  dentro  de  aquella  ancha  cabida. 

Hasta  tiempos  muy  recientes  tomaban  los  vecinos  de  la  villa 
sus  aguas  de  este  depósito,  por  medio  de  una  llave  de  bronce 
que  se  hallaba  en  una  entrada  con  escalera  que  ya  no  tiene  uso, 
sirviéndose  de  estas  aguas  todos  los  vecinos  de  la  antigua  villa, 
que  las  consideraban  del  dominio  público,  ya  porque  así  venía 


692  C  Á  C  E  R  E  S 

de  tiempos  inveterados,  ya  también  por  no  haber  otras  en  la 
población. 

Con  la  restauración  que  hicieron  á  este  palacio  perdió  todo 
el  aspecto  histórico  de  sus  tiempos,  y  hoy  no  es  más,  por  su 
exterior,  que  una  casa  solariega  del  siglo  xvii,  con  tres  balcones 
á  su  fachada  principal,  dos  escudos  de  armas  entre  ellos,  una 
sencilla  portada  y  varias  ventanas  irregulares  en  su  parte  in- 
ferior. 

Es  de  notar  que  esta  casa  no  tiene  veletas,  ni  indicios  de 
haber  tenido  torres  donde  fíjar  las  agujas  para  las  banderillas 
giratorias.  Acaso  las  tuviese  el  primitivo  alcázar  de  Alha-el- 
Gami,  y  desaparecieron  cuando  la  restauración  del  ediñcio  actual, 
conservando  por  tradición  el  nombre,  que  hoy  aún  lleva,  del 
Palacio  de  las  Veletas. 

El  palacio  de  la  familia  de  los  condes  de  la  Torre  de  Mayo  • 
raigo  (familia  linajuda  de  los  de  este  apellido  y  de  los  de  Ovan- 
do), es  notable.  Su  portal  sin  adornos  y  los  dos  preciosos  balco- 
nes del  centro  de  la  fachada,  cerrando  el  escudo  heráldico  que 
está  sobre  el  portal,  son  severos  y  del  mejor  gusto.  Correspon- 
den á  los  mediados  del  siglo  xvi,  conservándose  este  palacio  en 
el  mejor  estado. 

Esta  casa  de  los  Torres  Mayoralgos  es  nobilísima  en  Cace- 
res,  y  sus  vastagos  ostentan  hoy  los  títulos  de  Marqués  de  To- 
rres-Cabrera, Vizconde  de  Campos  y  Conde  de  Campo-Espina, 
estando  emparentada  con  la  mayoría  de  los  títulos  residentes  en 
Extremadura,  y  cuyos  nombres  llevan  multitud  de  los  Torres- 
Mayoralgos,  de  los  Ovandos  y  de  los  UUoas  que  también  for- 
maron entre  los  de  esta  familia. 

Pero  más  importancia  arqueológica  que  el  palacio  de  los 
Mayoralgos  tiene  la  Parroquial  de  San  Mateo  situada  en  la  par- 
te más  alta  de  la  villa,  obra  comenzada  en  últimos  del  siglo  xv. 
Pero  se  observa,  por  las  líneas  generales  de  su  fachada,  que 
fué  menos  elevada  que  hoy  se  halla,  y  que  además  se  prolongó 
desde  su  pulpito  hasta  el  altar  mayor,  cuyo  trabajo  se  ejecutó 


!  San  Matio 


094  C  Á  C  E  R  E  S 

en  el  afto  de  1 500  por  Pedro  Ezquerra,  maestro  alarife  que 
por  esta  época  dirigía  muchas  y  buenas  obras  en  Extremadura. 

Consta  por  documentos  del  archivo  de  la  parroquia  que  los 
señores  provisores  de  Coria,  el  deán  Sr.  Nieto  y  el  maestre-es- 
cuela Sr.  Camargo,  dieron  licencia  para  ediñcar  de  nuevo  ja 
iglesia,  en  3  de  Setiembre  de  1548  años.  También  consta  que 
en  20  de  Mayo  de  1593,  se  mandó  por  el  Dr.  Juan  González, 
visitador  del  obispado,  que  se  acabase  la  obra  de  la  iglesia,  ce- 
rrando la  bóveda  con  cruceros  de  cantería  y  el  centro  de  ladri- 
llos, y  que  para  ello  se  vendiesen  bienes  raíces  que  tenía,  á  ex- 
cepción de  la  renta  de  la  hierba.  En  esta  época  se  abrió  una  es- 
calera espiral  y  se  subió  al  nivel  de  las  paredes  del  templo,  en 
cuyo  asiento  se  formó  una  espadaña  donde  se  colocaron  tres 
campanas.  El  cubo  de  la  escalera  está  á  la  derecha  de  la  puerta 
principa],  y  en  el  año  de  1781  se  construyó  la  torre  principal  al 
lado  opuesto,  y  en  el  hueco  de  su  pirámide  se  colocó  la  má- 
quina del  reloj  de  la  villa  en  1796. 

Esta  iglesia  se  llamó  primeramente  la  mezquita,  porque  su 
solar  la  hubo  de  moros,  siendo  un  ediñcio  de  los  más  principa- 
les de  su  tiempo  y  habiéndose  aprovechado  mucha  -  parte  de  él 
para  el  edificio  actual.  Posible  será  que  correspondiese  á  la  an- 
tigua mezquita  esa  parte  mural  de  su  fachada  que  es  más  baja 
que  todo  el  ediñcio  anterior  á  éste. 

Es  de  una  sola  nave  toda  de  cantería,  bastante  espaciosa,, 
llamando  en  ella  la  atención  el  soberbio  arco  que  sostiene  el 
coro,  tanto  por  su  mucha  extensión  como  por  el  bajo  punto  que 
mide.  Su  arquitectura  pertenece  al  orden  gótico. 

Esta  parroquia,  que  es  la  más  antigua  de  Cáceres,  tiene  á 
su  favor  muchos  y  muy  gratos  recuerdos  para  la  historia.  Po- 
blada la  villa,  después  de  su  última  y  definitiva  conquista,, 
en  1 299  por  la  primera  nobleza  de  Castilla,  León,  Asturias  y 
Galicia,  sus  caballeros  fundaron  en  ella  en  1345  una  cofradía  de 
caballería  y  nobleza,  bajo  el  título  de  Nuestra  Señora  de  Salor^ 
con  sus  correspondientes  estatutos  á  semejanza  de  la  Banda,  fun- 


C  Á  G  E  R  E  S 


695 


dada  en  Burgos,  13  aftos  antes.  Esta  cofradía  se  conservó  con 
todo  esplendor  hasta  el  año  de  1529  en  que  fué  extinguida  y 
aplicados  sus  bienes  para  el  aumento  de  la  fábrica  de  la  iglesia 
de  San  Mateo.  Los  miembros  de  dicha  cofradía  han  dejado  en 
Cáceres  muchos  descendientes,  á  los  cuales  pertenecen  las  capi- 
lias  de  esta  parroquia  y  han  formado  en  Cáceres,  por  muchos 
aftos,  cierta  distinción  de  razas  y  familias  que  han  sido  la  verda- 
dera nobleza  de  la  villa. 

Es  el  interior  de  este  templo  notable  por  la  elevación  de  la 
bóveda  y  los  adornos  de  la  época  que  decoran  las  capillas  y  los 
altares. 

Al  lado  de  la  epístola  se  hallan  los  sepulcros  de  los  Ovandos. 
D.  Diego  Ovando  de  Cáceres  fué  el  de  más  nombre  entre  los  de 
esta  famih'a.  Famoso  militar  nacido  en  Cáceres  en  mediados  del 
siglo  XV,  fué  capitán  valeroso  y  se  distinguió  en  las  guerras  con- 
tra los  moros  en  los  tiempos  de  los  Reyes  Católicos. 

Su  sepulcro,  adosado  al  muro  de  la  capilla  de  su  familia, 
puede  verse  aún  con  el  siguiente  letrero: 

ESTE    ENTIERRO   I   ESTA 

CAPI>^    SON    DE   LA   CASA 

DEL   CAPITÁN    Dl** 

DE  Ovando  de  Cáceres. 
Y  en  la  misma  iglesia  se  leen  estos  dos: 


sepultura 

ARMAS    DE 

Hl   DEL    CAP- 

DE Rodrigo 

LOS 

ITÁN  Diego  de 

de  Ovando 

Ovandos. 

0.  DE  Cáceres 

No  lejos  de  estas  lápidas  está  otra  de  D.  Juan  de  Ovando, 
distinguido  político  espafiol,  nacido  en  Mérida  en  15 14,  descen- 
diente de  los  famosos  capitanes  de  su  apellido,  tan  célebres  en 
las  guerras  del  siglo  anterior. 

En  su  juventud  estudió  leyes  y  fué  colegial  mayor  del  colé- 


696  C  Á  C  E  R  E  S 


gío  mayor  de  San  Bartolomé,  de  Salamanca,  y  habiendo  des- 
empeñado varios  cargos  de  confianza  al  lado  del  rey,  fué  nom- 
brado consejero  suyo,  y  más  tarde  presidente  de  los  Consejos 
de  Indias  y  Hacienda,  cargos  que  desempeñó  á  la  vez  con  gran 
nombre  y  lucida  inteligencia. 

En  1575  murió  en  Madrid  y  su  cuerpo  fué  trasladado  á  Cá» 
ceres,  enterrándose  en  la  parroquial  de  San  Mateo,  donde  aún 
se  lee  su  sepulcral,  que  dice  así: 

AQUÍ    YACE 

EL  SR.   LDO.    D.   JUAN    DE  OVANDO, 

BIZNIETO   DEL   CAPITÁN   DIEGO   DE   OVANDO, 

DE   CÁCERES, 
COLEGIAL   DEL   COLEGIO   MAYOR   DE   SAN   BARTOLOMÉ 

DE   SALAMANCA, 
PRESIDENTE   DE  LOS    CONSEJOS    DE   INDIAS    Y    HACIENDA, 

QUE   SIRVIÓ   JUNTAMENTE, 

REINANDO    EL   CATÓLICO  REY    D.    FELIPE   II. 

MURIÓ   A  8   DE   SETIEMBRE    DE    I «575 

La  capilla  de  los  marqueses  de  Valdefuentes  es  de  gusto 
especial,  compuesto,  pero  elegante.  Su  sepulcro,  de  fino  alabas- 
tro, muy  bien  trabajado,  con  las  armas  de  los  de  Sandes,  es 
primoroso.  En  el  panteón  de  esta  capilla  se  hallan  también  ente- 
rrados los  siguientes  personajes: 

Dr.  D.  Francisco  Sande,  célebre  por  la  parte  que  tomara  en 
la  administración  de  las  Colonias.  Fué  gobernador  de  Filipinas. 
Nació  en  Cáceres  el  afto  de  1534,  y  estudió  en  Salamanca  la 
carrera  de  leyes.  En  1578  fué  nombrado  gobernador  capitán 
general  del  archipiélago  filipino,  en  ocasión  de  sostenerse  en  él 
la  guerra  con  los  piratas  y  gentes  remontadas  del  país.  Así  que 
llegó  á  Filipinas,  preparó  las  naves  y  un  ejército  y  marchó  con 
él  á  campaña  naval,  entrando  victorioso  en  la  isla  de  Borneo, 
de  la  que  tomó  posesión  en  nombre  de  España,  dando  gran 
prestigio  á  nuestras  armas  con  esta  victoria. 

En  1594  estaba  de  presidente  de  la  audiencia  de  Cuaterna- 


C  Á  C  E  R  E  S  697 


la,  en  cuya  época  se  encontraba  de  gobernador  en  aquel  país 
D.  Fernando  de  la  Cueva.  En  el  Asiento^  con  D.  Fernando, 
sobre  la  prosecución  del  descubrimiento,  pacificación  y  población 
de  la  provincia  de  Costa  Rica,  en  el  original,  se  lee  esta  nota 
marginal :  Recibí  la  capitulación  original^  cuyo  traslado  es  éste. 
Fecho  en  Madrid  á  2  de  Enero  de  1594^ — El  doctor  Francisco 
DE  Sande  (1). 

Otra  nota  suya  se  registra:  la  que  se  refiere  á  la  salida  de 
la  Cueva  de  Costa  Rica,  y  es  una  carta  de  Sande  á  S.  M.  fecha- 
da en  Guatemala  el  15  de  Junio  de  1595,  donde  hay  el  siguien- 
te párrafo:  tDon  Fernando  de  la  Cueva,  que  vino  proveydo 
»para  la  provincia  de  Costa-Rica,  es  ido  allá  y  va  bien  informa- 
ido.  Entiendo  procederá  bien:  de  lo  que  fuere  será  V.  M.  avi- 
»sado,  y  otorgó  la  escriptura  de  cumplir  el  asiento  como  V.  M. 
5 lo  mandó.» 

Fama  dejó  de  probo  y  legal  en  América  el  doctor  Sande. 

De  él  se  conservan  algunos  trabajos  que  los  eruditos  citan 
con  fruición  (2). 

D.  Alonso  de  Sande,  hermano  del  anterior,  y  como  él  tam- 
bién nacido  en  Cáceres  el  año  1491. 

Fué  caballero  de  la  orden  de  Santiago,  sirvió  en  las  guerras 
al  emperador  D.  Carlos  V  y  en  las  de  su  hijo  D.  Felipe  II,  por 
cuyos  servicios  se  le  concedió  el  marquesado  de  Piovera  ó  Pro- 
vera,  como  le  llama  Viu. 

Y  D.  Alonso  Sande  y  Dávila,  famoso  militar  de  nuestros 
tercios,  nacido  en  Cáceres  el  año  de  1602.  Desde  su  juventud 


(r)    Audiencia  de    Guatemala. —  Registros. —  Cos/a-Z^iCíi.  — Reales  órdenes 
de  I  566,  1603. 

(3)    Helos  aquí: 

I."    Instrucción  que  dio  en  23  de  Mayo  de  i  578  al  capitán  Esteban  Rodríguez 
de  Figueroa  en  la  isla  de  Borneo  para  la  jornada  á  las  de  JoIó  y  Mindanao. 

2.**    Tres  Instrucciones  que  dio,  año  de  i  $79,  para  la  jornada  de  Borneo,  Jolóy 
Mindanao,  que  se  hicieron  por  su  mandado. 

Estos  manuscritos  existen  en  la  biblioteca  Colombina  (Leg.  segundo  de  los 
Papeles  tocantes  á  las  islas  del  Maluco  y  Filipinas  desde  ¡$64  á  1608,  y  en  los  per- 
tenecientes á  los  Derroteros  del  capitán  Rodríguez  de  Figueroa). 
88 


698  C  A  C  E  R  E  S 

fué  militar,  y  se  distinguió  mucho  en  la  guerra  contra  Portugal. 
En  1644  era  alférez  mayor  de  la  villa  de  Ceclavín,  donde  muri6 
gloriosamente,  un  año  más  tarde,  como  cuenta  un  cronista  con- 
temporáneo en  los  siguientes  términos:  «En  1645  cayeron  pri- 
sioneros en  el  castillo  de  Salvatierra  de  Portugal  23  vecinos  de 
Ceclavín,  con  su  jefe  el  alférez  mayor  de  la  villa,  D.  Alonso  de 
Sande  y  Dávila,  todos  los  cuales  fueron  sacrificados,  distinguién- 
dose en  el  castigo  el  D.  Alonso,  á  quien  después  de  haber  cor- 
tado un  brazo  volaron  los  enemigos  con  una  pieza  de  cañón. 

•  Fué  causa  de  esta  crueldad  el  no  haber  querido  descubrir 
la  contraseña  de  medio  guante  acordada  con  el  duque  de  San 
Germán.» 

Tales  son  los  principales  recuerdos  que  guarda  hoy  la  parro- 
quia de  San  Mateo. 

La  de  Santa  María,  la  Mayor  (la  Asunción  de  Nuestra  Se- 
ñora) está  también  dentro  del  antiguo  recinto  y  es  de  carácter 
monumental,  contando  una  antigüedad  remota.  El  templo  de  esta 
iglesia  es  de  tres  naves  muy  espaciosas  y  algo  faltas  de  luz.  Su 
construcción,  que  se  debe  á  los  últimos  años  del  siglo  xv,  es 
gótica,  y  según  se  deja  ver  fué  hecha  de  nueva  planta  desde 
luego  para  ostentar  toda  su  suntuosidad.  La  torre  estaba  hecha 
solamente  hasta  el  cuerpo  de  la  iglesia,  y  en  1556  remató  su 
construcción  Pedro  Marquina  en  470,000  maravedís,  siendo  cura 
párroco  el  Dr.  Sancho  Carrasco.  El  retablo  abunda  en  primores 
de  arte.  Es  todo  él  de  madera  de  cedro,  ácana,  cerezo  y  otras 
igualmente  finas.  Fué  construido  por  el  notable  escultor  Maestre 
Guillen  Ferraz  y  Roque  Balduque,  entalladores  é  imaginarios, 
vecinos  de  Sevilla,  según  obligación  que  otorgaron  en  1547,  por 
el  precio  de  1,547  ducados,  y  teniendo  que  quedar  terminada 
la  obra  á  los  tres  años.  Está  sin  dorar,  circunstancia  que  hace  más 
notable  el  mérito  de  su  ejecución.  Compónese  de  tres  cuerpos 
repartidos  en  ellos  todo  el  tallado,  en  alto  relieve,  representando 
los  principales  misterios  de  la  pasión  y  muerte  de  Cristo;  los  ras- 
gos más  característicos  de  su  vida,  desde  su  nacimiento  en  Betlén 


yoo  C  Á  C  E  -R  E  s 

de  la  Judea;  los  hechos  de  los  apóstoles,  de  los  evangelistas,  de 
los  doctores  de  la  Iglesia,  de  los  santos  y  de  los  mártires,  conclu- 
yendo con  un  cruciñjo  perfectamente  acabado.  Este  trabajo  es 
propio  de  Maese  Berruquete.  Guillen  Ferraz  era  escultor  y  más 
que  escultor  entallador  é  imaginero  como  no  hubo  otro  en  sus 
tiempos.  Obra  suya  es  casi  todos  los  trabajos  de  talla  de  la 
capilla  de  la  torre  de  la  catedral  de  Toledo,  como  las  puertas 
de  la  sacristía  mayor  de  la  catedral  de  Sevilla  y  el  reclinatorio 
en  el  coro,  de  la  misma  iglesia,  trabajos  ambos  suyos  y  que 
bastaron  para  darle  el  nombre  de  grande  artista.  Roque  Baldu- 
que trabajó  para  las  catedrales  de  Badajoz,  León  y  Burgos, 
siempre  en  segunda  fila;  pero  tenía  mucho  talento  artístico  y  le 
faltaba  la  ejecución,  completándose  con  otro  buen  artista,  cuando 
trabajaba  como  en  la  parroquial  de  Santa  María. 

Hay  en  esta  iglesia  varios  sepulcros  de  alabastro  y  cantería 
bien  construidos.  Entre  la  capilla  mayor  y  la  sacristía  había  dos 
de  estos  sepulcros,  bastante  elevados,  con  los  bustos  de  los  ca- 
balleros armados  echados  de  espaldas.  Estaban  adornados  con 
las  armas  de  los  Figueroas,  Magallanes  y  otros.  Suponemos 
que  estos  sepulcros  pertenecieron  uno  á  D.  Juan  de  Figueroa,. 
famoso  capitán,  natural  de  Zafi'a,  que  á  su  regreso  de  América 
se  estableció  en  Cáceres,  y  el  otro  á  Juan  ó  Diego  de  Magallón, 
cacerefios  ambos  y  capitanes  famosos  en  las  revueltas  del  Perú,, 
cuando  la  conquista  de  aquel  país.  Estos  sepulcros  desaparecie- 
ron para  hacer  más  espacioso  el  templo,  cuando  lo  ensancharon^ 
con  el  terreno  que  cedió  á  la  parroquia  Catalina  de  Paredes, 
mujer  de  Arias  Valdivieso,  de  la  casa  de  los  Golfines,  y  cuya 
donación  la  había  hecho  de  tiempo  atrás,  en  1492,  y  comprendía 
varias  casas  que  tocaban  á  la  parroquia. 

Entre  la  capilla  de  Santo  Cristo  y  la  citada  sacristía  se  ve 
otro  sepulcro  perteneciente  al  Camarero  D.  Sancho  Paredes  y 
su  mujer.  Este  D.  Sancho  fué  palaciego  del  siglo  xv,  nacido  en 
Cáceres  el  año  de  1439,  hijo  de  D.  Alonso  Golfín,  fundador  de 
la  capilla  mayor  del  convento  de  Santa  María  de  Jesús. 


7")2  C  Á  C  E  R  E  S 

Esta  iglesia  tenía  su  cementerio  particular,  donde  dejó  de 
enterrarse  desde  el  año  1820. 

Frente  á  esta  parroquia  se  ve  un  ediñcio  de  sencilla  portada, 
pero  del  mejor  gusto  de  sus  tiempos.  Está  situada  entre  la  calle 
de  Adalves  y  la  casa  del  conde  de  la  Torre-mayoralgo,  y  se  de- 
nomina el  palacio  del  Obispo,  por  haberlo  edificado  en  el  siglo  xvi 
uno  de  los  prelados  de  la  diócesis. 

Su  trazado,  sobre  imperfecto  cuadrilongo,  es  regular.  La  fa- 
chada está  intacta,  como  casi  todo  el  interior  del  edificio,  y  esta 
circunstancia  lo  hace  más  interesante  ante  los  ojos  del  artista. 

Las  calles  de  Cáceres  comprendidas  en  la  parte  antigua,  des- 
cienden en  forma  irregular  y  muy  pendiente  desde  la  altura  en 
que  se  halla  la  parroquia  de  San  Mateo,  hasta  la  de  Santa  María, 
teniendo  multitud  de  escalinatas  para  comunicarse  con  la  po- 
blación moderna. 

Estas  calles  estrechas,  los  edificios  coronados  de  almenas  so- 
bre anchos  y  salientes  aleros,  las  fachadas  negruzcas  y  las  estre- 
chas ventanas  de  la  dominación  sarracena,  como  los  portales  de 
medio  punto  ó  con  la  ojiva  árabe,  dan  un  aspecto  á  esta  parte 
de  la  población  que  la  hace  más  interesante  que  la  imperial  Tole- 
do y  más  monumental  que  Salamanca,  la  Atenas  española  en  el 

siglo  XVI. 

Varias  de  estas  calles  de  Cáceres,  como  la  mayoría  de  las 
que  afluyen  á  la  parroquia  de  San  Mateo,  no  tienen  igual  en  toda 
España.  Nos  referimos  mayormente  á  las  que  guían  desde  el 
Arco  de  la  Estrella  al  palacio  de  Torrehorgaz.  Principalmente 
la  Plaza  de  San  Mateo  es  notable  por  el  aspecto  que  presentan 
la  casa  conocida  por  el  nombre  del  Sol  y  el  palacio  de  la  To- 
rre de  las  Cigüeñas. 

La  casa  del  Sol  es  un  palacio  solariego  de  fines  del  siglo  xv, 
y  tanto  su  fachada,  á  la  plaza  de  San  Mateo,  como  la  que  tiene 
para  la  Cuesta  de  Aldana,  es  interesante. 

Perteneció  en  su  origen  á  la  familia  de  los  Ovandos,  de  la 
que  han  salido  vastagos  de  gran  renombre. 


704  C  Á  C  E  R  E  S 


Esta  familia  era  oriunda  del  antiguo  reino  de  Galicia,  y 
procedía  de  origen  linajudo.  Un  poeta  dice  de  ella  lo  siguiente: 

«La  Cruz  de  Calatrava  coloiada, 
que  en  los  esgonces  trae  quatro  veneras, 
cada  una  de  amarillo  señalada, 
en  el  escudo  blanco  con  estas  %ras: 
de  los  de  Ovando  son  familia  honrada, 
las  insignias  y  armas  verdaderas, 
y  su  solar  antiguo  y  excelente, 
de  Galicia  le  tiene  aquesta  gente.» 

En  su  casa  de  Cáceres  han  nacido  ó  han  vivido  los  más  nota- 
bles de  esta  familia,  como  fueron  los  personajes  siguientes: 

Fr.  Nicolás  de  Ovando,  comendador  de  Lares  y  mayor  de 
la  orden  de  Alcántara,  muy  célebre  en  sus  tiempos  por  la  parte 
que  tomó  en  las  primeras  expediciones  al  descubrimiento  y  con- 
quista de  América. 

Había  nacido  en  1470  y  tomó  el  hábito  de  la  orden  francis- 
cana apenas  cumplió  los  22  años.  De  Brozas,  su  pueblo  natal, 
salió  en  1487  y  se  educó  con  un  tío  suyo,  también  franciscano. 

Cuando  Colón  preparaba  su  tercera  expedición,  en  1501, 
para  América,  el  P.  Ovando  se  ofreció  á  acompañarle,  oferta 
que  no  le  fué  aceptada  por  entonces;  pero  se  conoce  que  la  idea 
de  Ovando  por  ir  al  Nuevo  Mundo  continuó  en  él  y  pudo  rea- 
lizarla poco  después  con  otros  muchos  de  su  comunidad  que  con 
él  partieron,  tal  vez  por  las  deferencias  que  siempre  mostrara 
Colón  por  la  Orden,  pues  es  sabido  que  sintió  singular  afecto 
por  los  frailes  de  la  orden  seranea,  vistiendo  su  hábito  y  eligien- 
do sepultura  en  una  de  las  casas  de  ella;  justa  correspondencia 
de  la  valiosa  protección  que  le  dispensaron  cuando  eran  desde- 
ñadas sus  pretensiones,  y  del  consuelo  que  le  ofrecieron  en  la 
época  de  su  desgracia.  Esta  circunstancia  hace  mucho  más  inte- 
resantes las  noticias  contenidas  en  ciertas  cartas  de  los  prime- 
ros franciscanos  que  pasaron  á  América,  pronunciándose  abier- 
tamente en  contra  del  gobierno  de  Colón  en  aquellos  países,  ya 


c  Aceres  705 

desde  el  momento  en  que  fué  destituido  por  Bobadilla,  ó  cuan- 
do, de  regreso,  andaba  desvalido  por  aquellas  desconocidas 
aguas  y  ardientes  climas,  que  es  punto  que  falta  determinar. 

Al  ocuparse  el  P.  Quintanilla  en  la  biografía  de  Cisneros  (i):- 
De  la  conversión  que  hizo  en  las  Indias  por  tres  compafleros 
suios^  echándoselas  de  bien  enterado  y  copiando  al  licenciado 
Vallejo  (2),  describe  que  «para  castigar  los  ladronicios  y  traer 
•preso  á 'Bobadilla...  ofrecía  Cisneros  á  tres  de  sus  compafte- 
»ros...  Fr.  Francisco  Ruiz,  Fr.  Juan  Trassierra  y  Fr.  Juan  Ro- 
»bles,»  añadiendo  después  que  «despacháronse  los  poderes 
» de  los  gobernadores  en  nombre  de  los  religiosos,  en  Granada 
»á  3  de  Setiembre  de  1501...  y  se  hicieron  á  la  vela  á  i.^  de 
»Marzo...  de  1502,  en  otra  flota...  en  que  iba  D.  Nicolás  de 
» Ovando,  con  título  de  gobernador  de  la  Ciudad,  que  era  lo 
»que  tenía  Colón,»  y  más  adelante  añade  cque  Fr.  Francisco 
»Ruiz  estuvo  en  las  Indias  poco  más  de  medio  año,  y  que  de  re- 
»greso  llegó  á  España  el  20  de  Diciembre.» 

A  este  historiador  ha  seguido  el  Sr.  D.  Vicente  de  la  Fuente 
en  su  Historia  eclesiástica  de  España  (tomo  III  de  la  i  .*  edición 
y  V  de  la  2.*);  pero  sus  noticias  no  concuerdan  con  las  que  da 
Fr.  Bartolomé  de  las  Casas  (cap.  CLXXX  del  libro  I  de  su 
Historia  de  las  Indias)^  pues  que  habla  del  P.  Trassierra  como 
enviado  por  Bobadilla  así  que  arribó  á  la  isla  Española,  en  23 
de  Agosto  de  1500,  para  entenderse  con  Colón,  diciendo:  «des- 
ude ha  poco  días  llegaron  (adonde  estaba  Colón)  un  religioso 
»de  San  Francisco,  que  se  llamaba  Fr.  Juan  de  Trassierra,  y  Juan 
•Velázquez,  tesorero  de  los  reyes,  con  quien  el  comendador 
«(Bobadilla)  le  envió  una  carta  de  los  reyes»  (la  de  creencia  al 
mismo  Francisco  Bobadilla,  fechada  en  26  de  Mayo  de  1499). 
Y  en  otro  paraje  de  la  misma  obra  (cap.  III  del  lib.  II)  refiere 


(i)    Archetypo  de  virtudes^  espejo  de  prelados^  lib.  III  cap.  IX. 
(2)    De  él  y  del  memorial  que  escribió  habla  el  mismo  padre  Quintanilla,  páíji- 
na  70  del  Archivo  Complutense^  apéndice  á  la  obra  citada. 
89 


706  C  Á  C  E  R  E  S 

que  «en  1500  determinaron  sus  altezas  enviar  nuevo  goberna- 
idor  (Fr.  Nicolás  de  Ovando,  comendador  de  Lares),  vinieron 
»con  él  doce  frailes  de  San  Francisco,  y  trajeron  un  prelado 
>que  llamaron  Fr.  Alonso  de  Espinal,  y  entonces  vino  acá  la 
1  orden  de  San  Francisco,  para  poblar  de  propósito. » 

Además,  el  mismo  Colón  confirma  en  la  carta  dirigida  á  la 
nodriza  del  príncipe  D.  Juan  (publicada  por  Navarrete,  Colección 
de  viajes^  I,  pág.  270),  que  intervinieron  religiosos  en  los  acon- 
tecimientos que  siguieron  á  la  llegada  de  Bobadilla,  pues  dice 
textual:  «Cuando  supe  esto,  creí  que  esto  sería  como  lo  de  Ho- 
»jeda,  ó  uno  de  los  otros:  templóme  que  supe  de  los  frailes  de 
»cierto  que  sus  altezas  lo  enviaban...»  añadiendo,  más  adelante: 
«escribí  á  los  religiosos:  ni  él  ni  ellos  me  dieron  respuesta.»  Y 
para  nada  se  mienta  á  los  frailes  en  el  título  de  ^uez  é  Gober- 
nador de  esas  dichas  islas  é  tierra  firme ^  expedido  por  los  Re- 
yes Católicos  á  Ovando  en  3  de  Setiembre  de  1501  (publicado 
por  el  mismo  Navarrete  en  la  citada  Colección  de  viajes^  II,  pá- 
gina 255),  facultándole  para  que  « pueda  mandar  que  cualesquier 
>cabaIIeros  é  otras  personas  de  los  que  agora  están...  en  las 
» dichas  islas  é  tierra  firme  salgan  de  ellas...  y  se  vengan  á  pre- 
sentar ante  Nos, »  dicen  los  reyes. 

Si  los  franciscanos  que  escribieron  las  citadas  cartas  fueron 
ya  con  Bobadilla  (como  parece  del  contexto  de  la  escrita  por 
Fr.  Juan  de  Ledeulle,  de  Picardía,  y,  respecto  á  Fr.  Juan  Tra- 
sierra,  resulta  indudable,  por  el  testimonio  de  Fr.  Bartolomé  de 
las  Casas),  pueden  ser  del  año  1 500,  porque  en  Agosto  del 
mismo  llegó  el  comendador  Bobadilla  á  la  isla  Española.  Si  no 
fueron  hasta  que  marchó  el  también  comendador  Ovando,  no 
deben  datar  sino  del  1502,  pues  la  numerosa  flota  en  que  iba 
partió  por  Febrero  de  ese  año  y  llegó  á  Santo  Domingo  el  1 5 
de  Abril  del  mismo,  pocos  días  antes  de  salir  Colón  (el  9  de 
Mayo)  para  su  cuarto,  último  y  desdichado  viaje. 

Sean  de  una  ú  otra  fecha,  la  importancia  de  estas  cartas  es 
muy  grande  para  conocer  la  opinión  que  se  tenía  de  la  gestión 


C  A  C  E  R  E  S  707 

administrativa  de  Cristóbal  Colón  en  los  países  que  descubrió, 
y  el  punto  á  que  llegaba  el  desprestigio  en  que  había  caído, 
tanto  más  cuanto  que  este  particular  no  está  tratado  con  toda 
la  claridad  y  extensión  deseadas,  ni  por  los  autores  de  la  época, 
como  Bernáldez,  Fernández  de  Oviedo  y  Fr.  Bartolomé  de  las 
Casas,  ni  por  los  modernos  biógrafos,  Washington  Irving  y  el 
conde  Roselly  de  Lorgues. 

Terminadas  las  contiendas  entre  Colón  y  Bobadilla,  y  algu- 
nos años  más  tarde,  regresó  á  España  el  P.  Ovando,  confiándo- 
le  el  rey,  á  muy  luego  de  su  llegada,  la  encomienda  mayor  de 
la  orden  de  Alcántara,  en  cuya  ciudad  falleció,  enterrándose  en 
la  iglesia  de  la  orden,  én  la  capilla  del  lado  de  la  epístola,  donde 
aún  puede  leerse  su  inscripción  sepulcral. 

D.  Rodrigo  Ovando  de  Cáceres,  hermano  de  Diego  y  como 
éste  capitán,  nacido  en  Cáceres  en  mediados  del  siglo  xv.  Fué 
pundonoroso  militar  y  tuvo  celebridad  suma  por  su  valor  tn  la 
guerra. 

Murió  en  Cáceres  y  se  enterró  en  la  parroquia  de  San  Mateo, 
como  hemos  dicho  anteriormente. 

Fr.  Francisco  Ovando  Magallón  de  Paredes,  sabio  teólogo 
nacido  en  Cáceres,  el  año  de  1538.  Entró  á  la  edad  de  15  años 
en  el  convento  de  San  Francisco  de  Salamanca  y  estudió  en  la 
Universidad  de  esta  ciudad  latín,  griego  y  teología.  Fué  un  ora- 
dor distinguido  y  escribió  las  siguientes  obras : 

I  .^  Breviloquium  ScholasticcB  TheologuB  in  IV libros,  Ma- 
gisiri  sententíarum  (Salmanticse,  1584.  Madrid,  1587). 

2.*     Expósitionem  Reguloe  Sancíi  Franczscz. 

Dejó  otra  obra  sin  publicar,  El  tratado  sobre  la  Penitencia^ 
que  se  conservaba  en  1740  en  el  convento  de  San  Francisco  de 
Salamanca,  y  escribió  también  una  Novena  á  Santa  Eulalia^ 
patrona  de  Mérida. 

Fr.  Juan  de  Ovando,  religioso  y  teólogo  del  siglo  xvi,  naci- 
do en  Cáceres  de  la  ¡lustre  familia  de  los  de  su  apellido. 

Publicó  las  siguientes  obras: 


7o8  C  A  C  E  R  E  s 

I  .*     Tratado  pastoral  ordenado  por  discursos. 

2.*     Canciones. 

Fr.  Francisco  Ovando,  religioso  franciscano  que  resplande- 
ció por  sus  virtudes  sobre  todos  los  de  su  orden  en  el  siglo  xvi. 
Nació  en  Cáceres,  siendo  cinco  veces  guardián  y  renunciando 
dos  el  obispado  que  le  ofreciera  el  rey- 
Escribió  varias  obras  místicas,  de  las  que  no  sabemos  si  lle- 
garon á  publicarse  más  que  la  siguiente:  Breviloquium  in  quar- 
tum  librum  senientiarum  (Matriti,  1587). 

D.  Cosme  de  Ovando  y  UUoa,  célebre  en  los  fastos  de  la 
Inquisición  de  Italia  y  España.  Nació  en  Cáceres  el  año  de  1639, 
y  en  el  de  1 648  estudiaba  como  colegial  de  Salamanca.  Era 
hijo  de  D.  Rodrigo  de  Ovando  Godoy  y  D.*  Teresa  de  Ovando 
y  Ulloa. 

D.  Cosme  recibió  el  hábito  de  Alcántara  y  las  órdenes  sa- 
gradas y  comenzó  su  carrera  en  la  Inquisición  por  fiscal  de  la  de 
Sicilia,  en  Italia,  para  cuyo  puesto  fué  nombrado  en  1674.  Cua- 
tro años  más  tarde,  en  1678,  ascendió  á  Inquisidor  por  haber 
prestado  grandes  servicios  en  los  tumultos  de  Mesina  y  luego 
en  los  de  Palermo,  cuando  el  día  del  Corpus  de  1673  intenta- 
ron los  amotinados  dar  muerte  al  arzobispo,  en  cuyo  día,  con 
manifiesto  riesgo  de  su  vida,  impidió  que  se  franqueasen  las 
prisiones  á  más  de  700  presos  que  gemían  en  los  sótanos  inqui- 
sitoriales, y  esto  era  más  de  tenerse  en  cuenta  cuando  en  estos 
dos  motines  de  Mesina  y  Palermo  entraba  en  mucho  las  excita- 
ciones del  pueblo  por  la  conducta  un  tanto  intolerante  y  despó- 
tica, seguida  por  el  arzobispo  y  la  Inquisición. 

En  el  expresado  año  de  1673  apareció  la  escuadra  francesa 
frente  al  puerto  de  Palermo,  atacándolo  con  todo  el  furor  posi- 
ble, y  es  fama  que  también  en  esta  ocasión  el  inquisidor  Ovando 
y  Ulloa  prestó  grandes  servicios,  concurriendo  con  todos  los 
elementos  de  que  disponía  á  resistir  al  enemigo,  que  amenazaba 
destruir  la  ciudad  bombardeada. 

A  estos  servicios  debió  D.  Cosme  el  ser  ascendido  en  1678 


C  Á  C  E  R  E  S  709 


á  la  presidencia  de  la  Inquisición  en  el  reino  de  Murda,  empleo 
que  si  bien  le  satisfacía,  no  estaba  remunerado  como  él  quisiera, 
ó  sus  necesidades  le  reclamaran,  pues  800  ducados  al  año  no  le 
daban  lo  suficiente  para  vivir. 

El  Sr.  Barrantes  y  Moreno  trae  dos  documentos  para  ilus- 
trar los  antecedentes  biográficos  de  este  personaje  extremeño. 
El  primero  se  titula  así:  Memorial  de  D.  Cosme  de  Ovando  y 
Ulloa^  inquisidor  presidente  del  reino  de  Murcia^  al  rey  N.  S, , 
impreso,  á  lo  que  parece,  por  el  año  de  1690;  el  segundo  es  un 
documento  italiano,  titulado  así :  Certificación  de  sus  servicios 
en...  y  firmado  por  todo  el  ayuntamiento  de  Palermo,  en  6  de 
Julio  de  1684  (Oí  P^*"^  ^"^  atendiendo  el  rey  de  España  á  los 
servicios  y  antecedentes  de  familia,  prodigase  su  augusta  gracia 
sobre  Cosme,  buscando,  sin  duda,  que  le  recompensara  sus  ser- 
vicios con  más  prodigalidad. 

D.  Alonso  de  Ovando  y  Solís,  primer  marqués  del  Reino, 
nacido  en  Cáceres  á  últimos  del  siglo  xvii.  Desde  su  juventud 
ingresó  en  la  milicia,  alcanzando  el  empleo  de  brigadier.  Cuando 
la  guerra  de  Italia,  en  mediados  del  siglo  xviii,  estuvo  á  las  ór- 
denes del  general  que  mandaba  las  tropas  españolas,  y  pereció, 
víctima  de  su  valor,  en  la  batalla  de  Camposanto,  en  Sicilia. 


(i)    Aparato  bibliográfico  para  la  Historia  de  Extremadura^  tomo  I,  pág.  424. 

Para  ilustración  de  los  antecedentes  de  familia  de  estos  Ovandos  y  los  Ulloas, 
de  CácereSf  el  lector  puede  consultar  las  obras  siguientes: 

/.  IHS.  Por  D.  Pedro  de  Ovando,  menor,  vecino  de  Cáceres,  con  D.  Pedro  Rol  de 
la  Cerda  y  D.  Francisco  Antonio  de  Ovando,  su  hijo,  vecino  de  ¡a  dicha  villa  (Ma- 
drid, 1630). 

2.  Memorial  de  la  calidad  y  servicios  de  D.  Pedro  Francisco  de  Ovando,  marqués 
de  Camarena  la  Real,  mayorazgo  de  los  Ovandos  y  Rol  de  la  Cerda,  alférez  mayor 
perpetuo  de  la  villa  de  Cáceres,  por  D.  Josej  Pellicer  y  Tovar  (Madrid,  1 67  i ). 

7.  Memorial  de  ía  calidad  y  servicios  de  D.  Alvaro  Francisco  de  Ovando  Golfín 
y  Chaves,  caballero  del  orden  de  Alcántara,  señor  del  mayorazgo  del  Castillejo,  en 
la  villa  de  Cáceres,  á  la  Reina  Nuestra  Señora  (Madrid,  1675). 

4,  Defensa  legal  por  D,  Diego  de  Ovando  Carvajal  y  Pi^^arro,  en  el  pleito  con  los 
hijos  y  herederos  de  D,  José  Carvajal  y  Flórez  sobre  la  propiedad  del  mayorazgo 
fundado  por  D.  Francisco  de  Ovando,  el  rico,  para  su  hijo  Cristóbal  de  Ovando  (Cá- 
ceres, 18$  i). 


yio  C  Á  C  E  R  E  s 

Carlos  III  le  concedió  merced  del  título  de  marqués,  con  la 
denominación  del  ReinOy  siendo  dicho  monarca  rey  de  Ñapóles. 

Antes  de  marchar  á  la  guerra  de  Italia  y  cuando  se  creyó 
postergado  ó  poco  atendido,  publicó  un  impreso  en  folio  de  23 
páginas  con  el  siguiente  título:  Memorial  al  rey  por,,,  exponien- 
do sus  servicios  y  los  de  sus  antepasados  (Sin  port.  1.  ni  a.). 

Y  D.  Fernando  de  Ovando  y  UUoa,  militar  valeroso,  nacido 
en  1 61 6.  Bien  joven  se  dedicó  á  las  armas  en  ocasión  que  se 
preparaba  la  guerra  con  Portugal,  por  la  independencia  de  este 
reino,  proclamada  en  1 640  por  Pinto  Riveiro,  bajo  el  cetro  de 
D.  Juan  IV. 

En  el  primer  ejército  que  operó  en  la  frontera,  desde  la  pla- 
za de  Alcántara  hasta  la  de  Badajoz,  D.  Fernando  aparece  como 
capitán  valeroso  y  más  tarde  como  coronel. 

En  el  sitio  de  Badajoz  y  ataque  del  fuerte  de  Pardaleras, 
tomó  una  gran  parte;  no  tuvo  menos  en  el  puente  de  Alcántara, 
y  también  en  el  sitio  y  conquista  de  la  plaza  de  Olivenza,  gana- 
da al  portugués  el  30  de  Mayo  de  1657. 

En  el  sitio  de  Elyas  fué  mal  herido,  retirándose  al  cuartel 
de  Badajoz  hasta  su  curación,  y  después  fué  nombrado  gober- 
nador de  Villanueva  de  la  Serena. 

Tales  son  los  recuerdos  de  los  Ovandos  que  van  tan  intima- 
mente unidos  á  los  de  su  casa  solariega  de  la  plaza  de  San  Ma- 
teo, y  en  cuyo  templo  ya  hemos  dicho  que  están  las  sepulturas 
de  algunos  de  esta  familia. 

Á  la  derecha  de  la  parroquial,  en  la  misma  plaza  de  San 
Mateo,  dando  uno  frente  á  la  casa  de  las  Veletas  y  otro  al  ca- 
llejón de  Perero,  se  halla  un  alto  monumento  del  siglo  xiv,  co- 
nocido por  la  Torre  de  las  Cigüeñas^  estrecho  torreón  adosado 
á  un  antiguo  palacio  de  los  antecesores  del  Marqués  del  Reino, 
que  hoy  amenaza  venirse  al  suelo  cansado  por  el  peso  de  sus 
años. 

La  parte  superior  de  esta  torre  feudal  se  ha  destruido,  y  en 
lo  que  resta  anidan  de  tiempo  inmemorial  las  alimañas  y  cigüe- 


1  LAS  Cigüeñas 


712  C  A  C  E  R  E  S 

fias,  en  los  meses  que  vienen  al  país.  De  aquí  el  nombre  dado  á 
la  torre  más  histórica  y  á  la  vez  más  antigua  que  Cáceres  cuen- 
ta, en  esta  parte  murada  de  su  población,  que  es  la  más  impor- 
tante bajo  su  aspecto  monumental. 

Pero  indudablemente,  la  calle  más  notable  que  cuenta  Cáce- 
res, es  la  denominada  Cuesta  del  Maestro,  por  su  carácter  típico 
del  siglo  XV.  Allá  al  desembocar  por  ella  en  la  plaza  de  los  Gol- 
fines, está  el  hermoso  palacio  que  estos  sefiores  levantaron  en 
los  comienzos  del  siglo  xvi,  conservada  en  parte  su  fachada  y 
restaurada  por  varios  lados  también  y  aumentado  el  edificio  en 
varias  épocas,  sin  orden  ni  plan  regular. 

Los  marqueses  de  Santa  Marta  y  condes  de  Torre  Arias, 
son  hoy  los  representantes  de  la  familia  de  Golfines  que  en  pri- 
meros del  siglo  XIV  vinieron  de  Francia  á  Extremadura,  esta- 
bleciéndose más  tarde  sus  sucesores  en  Plasencia,  Cáceres  y 
Almendralejo.  Matías  Gil  dice  de  ellos  (i)  lo  siguiente: 

«...En  este  mismo  año  (1307),  el  mismo  rey  D.  Fernan- 
do IV,  y  en  las  Cortes  de  Valladolid,  á  instancia  de  los  Procu- 
radores de  Plasencia,  que  lo  eran  Fernán-Pérez  del  Bote  y 
Fernán  Pérez  Monroy,  despachó  un  privilegio  y  provisión  real, 
por  el  que  otorga  que  el  Consejo  de  Plasencia  guarde,  como 
ya  venía  guardando  por  sí,  los  puestos  de  sus  términos,  para 
impedir  el  dafio  y  robos  que  pudieran  hacer,  á  los  que  por  ellos 
pasasen,  los  famosos  Golfines.  Estos  Golfines,  oriundos  de  Fran- 
cia, se  apoderaron  de  varios  castillos  en  las  sierras  de  Cáceres, 
y  desde  allí  salían  á  robar  las  cabafias  trashumantes  cuando 
pasaban  de  extremo  á  extremo;  tuvieron  luego  sus  casas  en 
Cáceres  y  adquirieron  títulos  de  nobleza.  En  el  convento  de  Je- 
sús estaban  enterrados  (en  Cáceres)  los  famosos  Golfines;  y  en 
el  epitafio  de  su  sepulcro  se  reflejaba  aún  su  soberbia,  pues  de- 
cía: Aquí  esperan  los  Golfines  el  día  del  juicio.  Se  equivocaron: 


(i)    Las  siete  centurias  de  la  ciudad  de  Alfonso  VIII,  á  la  tercera  de  ellas,  pági- 
na 66. 


714  C  Á  C  E  R  E  S 


el  que  esto  escribe  vio  destrozar  su  sepulcro,  al  convertir  este 
convento  en  lo  que  es  hoy  Palacio  de  la  Diputación  Provincial. 
Con  su  nombre,  ó  sea  Golfines,  solían  llamar  luego  en  la  Edad- 
media  á  los  robadores  de  ganados,  ppr  el  recuerdo  de  esta  fu- 
nesta familia  francesa...» 

Entre  los  vastagos  que  ha  dado  en  estos  últimos  años,  dig- 
nos de  un  buen  nombre,  conviene  citarse  aquí  á  D.  Pedro  Ca- 
yetano Golfín  y  Casas,  tercer  marqués  de  Santa  Marta,  nacido 
en  Cáceres  en  la  segunda  mitad  del  siglo  xviii. 

Cuando  los  primeros  momentos  de  la  invasión  francesa,  for- 
mó un  regimiento  á  su  costa  para  la  defensa  del  territorio,  y 
confiado  á  su  mando  entró  en  campaña,  sosteniendo  todas  las 
peripecias  de  aquella  guerra,  que  modestamente  llamamos  los 
españoles  de  la  Independencia. 

Su  patriotismo  no  tuvo  límites.  Cedió  á  la  Junta  de  Defensa 
enormes  cantidades  en  dinero,  granos,  caballos  y  ganados,  sin 
otra  recompensa  que  el  empleo  de  coronel  que  le  reconoció  el 
Gobierno. 

Por  real  cédula  del  rey  D.  Fernando  VII,  fué  jubilado 
en  181 5  como  Regidor  perpetuo  de  Cáceres,  ccon  derecho  á 
asistir  á  los  cabildos  cuando  cómodamente  pudiese  hacerlo. » 

El  mismo  año  le  dio  un  testimonio  el  Ayuntamiento  de  dicha 
ciudad,  en  recompensa  á  la  conducta  patriótica  que  observó  du- 
rante la  guerra  con  Francia. 

También  fué  nombrado  por  entonces  Consejero  de  Mesta, 
como  ganadero  trashumante. 

El  título  de  marqués  de  Santa  Marta  se  lo  concedió  á  su 
abuelo,  en  1 746,  el  Rey  D.  Fernando  VI. 

Y  D.  Gómez  Golfín  de  Figueroa,  caballero  linajudo,  nacido  en 
Almendralejo,  en  el  siglo  xvi :  era  caballero  de  la  Orden  de  Al- 
cántara, paje  del  Rey  y  Regidor  perpetuo  del  Ayuntamiento  y 
de  los  de  esta  familia,  como  los  Golfines  de  Plasencia,  que  tan 
célebres  se  hicieron  en  las  contiendas  con  los  nobles  y  Ayunta- 
mientos de  Extremadura. 


7l6  C  Á  C  E  R  E  S 


Otros  ediñcios  y  otras  familias  hay  notables  en  Cáceres; 
pero  hablaremos  después  de  unos  y  de  otras,  cuando  historie- 
mos la  parte  moderna  de  esta  ciudad,  que  también  tiene  impor- 
tancia suma  en  los  anales  del  pueblo  extremeño. 


IV 


Los  privilegios  y  fueros  de  que  ha  gozado  Cáceres,  desde 
D.  Alfonso  IX  de  León  hasta  D.  Felipe  IV,  son  importantes  y 
bien  merecen  un  lugar  aparte  en  este  libro. 

No  están  coleccionados  estos  documentos,  ni  se  conservan 
en  su  Ayuntamiento,  ni  en  ninguna  biblioteca  ó  archivo  de  la 
ciudad;  pero  nos  da  noticias  de  todos  ellos  el  historiador  don 
Pedro  Ulloa  y  Golfín,  en  su  célebre  Memorial  que  publicara 
en  1675.  Enumeraremos  estos  fueros  y  privilegios  tal  como  apa- 
recen en  la  obra  citada.  Helos  aquí: 

I.  Privilegio  del  rey  D.  Alfonso  IX  haciendo  franca  la  villa 
á  todo  impuesto  de  feudo. 

II.  Otro  del  rey  D.  Alonso  el  Sabio^  dado  á  los  caballeros 
de  Cáceres,  en  que  les  hace  excusados,  si  vinieran  á  vejez,  como 
si  tuviesen  caballo  y  armas,  y  las  viudas  de  los  caballeros  que 
sean  libres  de  pecho  como  si  vivieran  sus  maridos. 

III.  Otra  del  mismo  rey  que  dio  á  la  villa  de  Cáceres,  ofre- 
ciéndola no  pediría  pecho,  empréstito,  ni  tributo. 

IV.  Otro  del  mismo  para  que  hagan  guardar  las  dehesas 
que  se  dieron  á  Cáceres  por  su  antecesor  D.  Alfonso  IX. 

V.  Otro  del  mismo,  concediendo  á  la  villa  de  Cáceres  dos 
ferias  al  año. 

VI.  Otro  del  mismo,  para  que  los  cotos  para  que  hayan 
guardar  las  dehesas  de  Zafra  y  Zafrilla  sean  guardados. 

VII.  Otro  del  mismo,  para  que  se  hagan  guardar  las  dehe- 
sas que  se  dieron  á  Cáceres  por  D.  Alfonso  IX. 


C  A  CE  R  E  S  717 

VIII.  Otro  del  rey  D.  Fernando  IV,  en  que  confírma  á  Cá- 
ceres  el  que  dio  D.  Alfonso  IX,  su  conquistador. 

IX.  Otro  del  mismo,  en  que  confírma  el  que  tenía  la  villa 
de  Cáceres  para  no  pagar  portazgos,  montazgos,  pontazgos,  ni 
peaje. 

X.  Otro  del  mismo,  mandando  que  no  pueda  enajenarse  á 
la  villa  de  Cáceres  nada  de  sus  bienes  por  deudas  ni  aprestos 
de  guerra. 

XI.  Otro  del  rey  D.  Alfonso  XI,  en  que  concede  á  los  habi- 
tantes de  Cáceres  libres  de  derechos  pecheros  por  cierto  tiempo. 

XII.  Otro  del  mismo,  contra  el  obispo  de  Coria,  para  que 
no  cobre  montazgo  alguno  á  los  vecinos  de  Cáceres  que  entra- 
sen en  sus  tierras  con  ganados. 

XIII.  Otro  de  D.  Pedro  I,  en  que  concede  á  la  villa  de  Cá- 
ceres que  no  haya  pesquisidores  ni  alcaldes  de  sacas. 

XIV.  Otro  de  D.  Juan,  confirmando  los  privilegios,  fueros 
y  exenciones  de  Cáceres,  en  las  Cortes  de  Burgos,  afio  de  1379. 

XV.  Otro  de  D.  Enrique  III,  en  que  confirma  y  concede  á 
Cáceres  sus  privilegios,  fueros  y  exenciones. 

XVI.  Otro  de  D.  Juan  II,  confirmando  á  Cáceres  todos  sus 
fueros  y  privilegios. 

XVII.  Otro  de  D.  Enrique  IV,  en  que  confirma  á  la  villa 
de  Cáceres  sus  privilegios,  y  el  fuero  que  le  dio  D.  Alfonso,  su 
conquistador. 

XVIII.  Otro  del  mismo,  para  que  los  vecinos  y  naturales 
de  Cáceres  no  paguen  alcabala  de  las  yerbas  de  las  dehesas. 

XIX.  Otro  de  los  RR.  CC,  confirmando  el  anterior. 

XX.  Otro  de  los  mismos,  confirmando  todos  los  privilegios 
y  fueros  de  que  gozaba  Cáceres  hasta  sus  días. 

XXI.  Otro  de  los  mismos  confirmando  á  Cáceres  las  orde- 
nanzas que  tenía  sobre  la  aplicación  de  las  condonaciones  que 
se  diesen. 

XXII.  Otro  de  D.  Felipe  II,  para  que  no  pueda  ser  enaje- 
nado en  Cáceres  nada  de  su  jurisdicción. 


7l8  C  Á  C  E  R  E  S 

Estos  2  2  fueros  son  los  que  más  directamente  se  relacionan 
con  la  villa  de  Cáceres,  entre  otros  más  que  copia  Ulloa  y  Gol- 
fín, y  que  son  de  carácter  particular,  ó  propios  de  los  pueblos 
cercanos  á  Cáceres  y  con  quienes  sostuvo  la  villa  pleitos  y  liti- 
gios sobre  aprovechamientos,  uso  de  dehesas  y  posesiones  de 
bienes  rurales. 

Las  cañadas,  abrevaderos,  recalvados  y  aprovechamientos 
comunes  de  que  gozaron,  en  lo  antiguo,  las  clases  de  ganaderos 
y  labradores  en  la  villa,  han  sido  detentadas  en  su  mayoría  y 
enajenadas  en  parte,  y  apenas  si  de  todo  ello  existe  hoy  me- 
moria. 

El  Libro  Becerro^  que  se  conservó  largos  aftos  en  el  archivo 
municipal,  tampoco  existe,  siendo  esto  una  sensible  pérdida, 
pues  por  él  podrían  restablecerse  los  servicios  y  aprovechamien- 
tos comunales,  como  se  conocieron  y  gozaron  hasta  últimos  del 
siglo  xviT.  El  índice  de  este  importante  libro  lo  publica  en  su 
Memorial  Ulloa  y  Golfín,  y  podría  por  él,  acaso,  colegirse  dónde 
estaban  las  cañadas  y  aprovechamientos  comunales,  y  cuáles 
eran  estas  en  calidad  y  dimensiones,  para  proceder  á  restable- 
cerlas, en  lo  que  posible  fuese,  para  beneñcio  común  del  pueblo 
ganadero. 

Pero  resumiendo  cuanto  sobre  los  fueros  de  Cáceres  hemos 
expuesto,  diremos  que  los  otorgados  por  el  rey  de  León  D.  Al- 
fonso IX,  su  conquistador,  confirmados  más  tarde  y  aun  amplia- 
dos por  D.  Alfonso  XI,  D.  Sancho  IV,  D.  Fernando  IV,  D.  Juan  I, 
D.  Enrique  III,  D.  Juan  II,  D.  Enrique  IV,  D.  Fernando  V,  y 
D.  Felipe  II,  dieron  lugar  á  litigios  y  pleitos  más  ó  menos  rui- 
dosos, ora  con  los  Caballeros  de  la  Orden  del  Templé  y  los 
obispos  de  Coria,  ora  con  los  Concejos  de  Badajoz,  Montanches, 
Azagala,  Casar  de  Cáceres,  Alpotreque,  Arroyo  del  Puerco, 
Mérida,  Aliseda,  Alcántara,  Arroyo  Molinos,  Plasencia  y  Aleo- 
netar,  ora  también  con  los  alcaldes  del  Consejo  de  la  Mesta  y 
las  familias  de  los  Mesas,  Alfonso  de  Escovar,  el  Conde  de  Bar- 
celos,  Garci-Fernández,  María  García,  Mayoralgo,  Golfín,  Ulloa, 


C  Á  C  E  R  E  S  719 

Ovando,  Solís  y  otros  que  no  se  avenían  de  buen  grado  con  el 
amplio  privilegio  del  IX  Alfonso,  declarando  franca  la  villa  de 
todo  impuesto,  ni  menos  con  el  de  D,  Alfonso  el  Sabio^  sobre  el 
repartimiento  de  tierras  entre  los  <ifidalgos^  homes-buenos  é  ve- 
cinos de  Cáceres^^  á  quienes  declaraba  libres  de  todo  pecho  y 
dueños  de  lo  que  les  cupo  por  el  fuero  del  X  Alfonso. 


V 


Reanudando  de  nuevo  la  historia  civil,  tócanos  reseñar  los 
hechos  más  culminantes  que  á  Cáceres  afectan,  desde  su  recon- 
quista hasta  la  época  contemporánea,  en  cuyo  período  se  regis- 
tran sucesos  de  suma  importancia.  No  deja  de  tenerla  la  con- 
cordia celebrada  entre  la  Orden  del  Temple  y  el  Concejo  de 
Cáceres  en  1 260. 

Desde  1 1 70  los  Caballeros  de  Santiago  disfrutaban  los  te- 
rritorios laborables  y  baldíos  de  Cáceres,  por  derecho  de  con- 
quista, pleiteándole  el  Concejo  su  mejor  derecho;  pero  en  1 184 
el  rey  D.  Fernando  de  León  decidió  la  contienda  cediendo  la 
villa  á  la  Orden,  que  no  pudo  conservarla  para  el  pueblo  cristia- 
no. Los  del  Temple  y  los  de  Calatrava  la  conquistaron  sucesi- 
vamente, y  ambas  órdenes  se  disputaron  las  propiedades  y  apro- 
vechamiento del  país,  encendiéndose  una  guerra  de  bandos  en 
las  dos  órdenes  y  el  Concejo  que  dio  lugar  á  grandes  perturbar 
ciones,  no  bastando  á  poner  paz  en  el  pueblo  y  los  señores,  ni 
las  disposiciones  de  los  reyes,  no  siempre  justas,  ni  la  presencia 
de  jueces  especiales,  ni  los  propósitos  del  Concejo  en  restablecer 
la  paz  y  terminar  de  una  vez  con  la  rebelión  permanente  en 
que  todos  vivían. 

Para  cortar  estos  males  se  ajustaron,  en  5  de  Marzo  de  1 25 1 , 
paces  entre  los  freyres  del  Temple  y  el  Concejo,  comprometién- 
dose los  primeros  á  respetar  los  privilegios  del  rey  conquista- 


720  C  Á  C  E  R  E  S 

dor  y  ceder  á  la  villa  los  derechos  que  le  reconocían  dichos  pri- 
vilegios reales. 

En  1260  D.  Alfonso  X  hizo  el  reparto  de  las  tierras  llama- 
das de  la  Alguijuela  entre  los  ames  del  rey  y  los  vecinos  de  Cáce^ 
reSy  desapareciendo  con  esto  los  litigios  y  pleitos  que  existían 
entre  el  Concejo  de  la  villa  y  el  obispo  de  Coria,  que  alegaba  de 
anterior  mejores  derechos  para  poseerlas. 

En  1 3 10  los  herederos  y  testamentarios  del  poderoso  conde 
de  Barcelos,  D.  Martín  Gil  Souza,  ceden  á  favor  de  la  villa  la 
casa,  posesiones  y  aldea  de  Alpotreque,  celebrándose  doce  años 
después  la  concordia  entre  D.  Alfonso  Sánchez  de  Alburquer- 
que,  mayordomo  mayor  del  rey  de  Portugal,  y  la  villa  de  Cáce- 
res,  sobre  las  diferencias  que  tenía  con  su  Concejo  y  el  de  la 
Azagala,  á  propósito  de  la  posesión  de  territorios,  fechándose 
esta  concordia  en  Alburquerque,  el  año  de  1322. 

En  1334  el  ayuntamiento  de  Cáceres  acuerda,  según  su 
fuero,  no  admitir  por  su  alcalde  á  ninguno  que  sea  asalariado  ó 
dependa  de  otra  persona,  asina  fuese  del  rey^  nombrándose  por 
la  villa  desde  entonces  al  presidente  del  ayuntamiento  de  entre 
los  de  su  Concejo. 

En  1 340  la  villa  prestó  su  homenaje  al  infante  D.  Fernando, 
hijo  del  rey  D.  Alfonso  XI,  cuando  estuvo  en  ella,  celebrándose 
con  este  motivo  grandes  ñestas  públicas  con  torneos  y  juegos 
de  lanzas.  Catorce  años  después  hacía  en  la  villa  su  entrada 
triunfal  el  rey  D.  Pedro  I  de  Castilla,  después  de  haber  vencido 
á  los  nobles  que  alzaron  contra  él  bandera  en  los  castillos  de 
Badajoz,  Lobón  y  Alburquerque,  y  desde  Cáceres  envió  el  rey 
sus  embajadores  al  monarca  de  Portugal,  D.  Alfonso,  con  cartas 
fechadas  el  año  de  1354,  pidiéndole  la  entrega  de  D.  Juan 
Alonso  de  Alburquerque,  que  se  había  refugiado  en  sus  estados, 
y  lo  reclamaba  para  que  rindiese  cuenta  en  Cáceres  de  las  rentas 
reales  de  Castilla,  que  había  tenido  muchos  años  á  su  cargo, 
sin  lo  que  decía  « non  deber  ser  amparado  nin  guardado  en  Por- 
tugal, ni  en  otro  reigno  cristiano. » 


C  Á  C  E  R  E  S  721 


Vencido  don  Pedro  en  los  campos  de  Montíel,  bajo  el  puñal 
fratricida  de  su  hermano  el  bastardo;  coronado  éste  con  el 
nombre  de  Enrique  II,  y  á  muy  luego  de  subir  al  trono  intentó 
enajenar  la  villa  de  Cáceres;  pero  no  lo  pudo  efectuar  ante  el 
temor  de  que  sus  vecinos  se  rebelasen  contra  él,  y  mayormente 
porque  su  Concejo  le  representó  amparado  en  los  fueros  que 
gozaba  Cáceres,  desde  los  tres  anteriores  Alfonsos,  opuestos 
en  un  todo  á  la  enajenación  de  ninguna  parte,  y  menos  del 
todo  de  la  villa. 

Las  guerras  que  sostuvo  con  los  nobles  y  aun  con  sus 
mismos  parientes  D.  Enrique  III,  el  Doliente^  fué  causa  princi- 
pal para  que  cediese  la  villa  á  su  hija  D/  María,  y  Cáceres 
supo  salvar  los  fueros  que  disfrutaba  y  la  cesión  de  que  era  ob- 
jeto por  parte  de  rey  tan  débil,  prestando  juramento  en  las 
Cortes  de  Toledo,  en  1402,  t  reconociendo  por  herederos  del 
reino  á  la  infanta  D.*  María,  hija  del  rey  D.  Enrique  por  falta 
de  infante.  > 

Más  tarde  hace  el  mismo  juramento  en  las  Cortes  de  Valla- 
dolid,  reconociendo  sucesor  de  los  reinos  de  Castilla  al  infante 
D.  Juan,  hijo  del  anterior  monarca,  declarando  nulo  con  este 
acto,  al  anterior  de  las  Cortes  de  Toledo. 

En  1425,  el  rey  D.  Juan  hace  donación  de  la  villa  á  su 
hijo  D.  Enrique  (después  IV,  el  Impotente)^  habiéndosela  pe- 
dido éste  en  su  transación  cuando  se  retiró  á  Segovia  con  mo- 
tivo de  no  haberse  exceptuado  al  almirante  D.  Fadrique  de  la 
confiscación  de  bienes  que  se  hizo  á  los  conjurados  vencidos 
en  1445,  ^^  '^  sangrienta  batalla  de  Olmedo,  salvándose  en 
esta  donación  todos  los  fueros  y  privilegios  de  Cáceres,  y 
obligando  á  ello  al  infante  D.  Enrique,  que  prestó  el  debido  ju- 
ramento y  oferta  de  «guardar,  defender  y  amparar  los  fueros 
>  otorgados  á  la  villa  por  los  reyes  sus  mayores  y  segnores.» 

Por  esta  época  ya  había  hecho  el  conde  de  Coria,  D.  Gutie- 
rre de  Solís,  renuncia  ten  los  caballeros,  escuderos,  vecinos  hon- 
rados y  homes-buenos  de  Cáceres,  del  alcabala  de  las  yerbas  de 
9» 


722  C  Á  C  E  R  E  S 


las  dehesas  propias  de  la  villa  y  que  venía  disfrutando  desde  su 
reconquista.  > 

En  los  disturbios  del  reinado  de  D.  Enrique,  pretendió  el 
infante  D.  Alonso,  á  instigación  de  los  descontentos  del  rey,  que 
se  le  concediese  la  villa  de  Cáceres,  como  aneja  al  príndpado  de 
Asturias,  por  la  donación  de  1425;  pero  ésta  había  sido  especial 
á  la  persona  de  D.  Enrique,  y  no  pudo  conseguirlo.  No  se  salvó 
por  esto  Cáceres  de  sufrir  considerablemente  en  los  trastornos 
de  la  época,  pues  fué  ocupada  por  los  rebeldes.  Más  tarde, 
vuelta  á  la  obediencia  real,  premió  D.  Enrique  la  adhesión  que 
manifestara  á  su  trono,  concediendo  á  sus  vecinos  el  privilegio 
de  franqueza  de  las  alcabalas  de  las  hierbas,  fecho  en  Segovia, 
á  18  de  Setiembre  de  1471. 

Del  mismo  modo  que  había  obtenido  esta  villa  el  expresado 
D.  Enrique,  antes  de  suceder  á  la  corona,  fué  concedida  al  prín- 
cipe D.  Juan,  hijo  de  los  Reyes  Católicos,  sin  que  desde  entonces 
haya  pasado  por  nueva  donación. 

.  Desde  esta  época  la  villa  de  Cáceres  se  engrandeció  con  ha- 
berla poblado  gentes  muy  principales,  y  su  población  se  exten- 
dió fuera  de  las  murallas,  contando  plazas  y  calles  muy  princi- 
pales, y  haciéndose  de  lo  que  hasta  entonces  había  sido  un  arra- 
bal, la  parte  principal  de  la  villa,  pues  iglesias,  palacios, 
hospitales  y  tiendas  de  abastecería  se  contaban  en  los  barrios 
nuevos,  donde  afluyó  la  vida  y  animación  comercial. 

La  familia  de  los  Pizarros  y  Carvajales,  de  alto  linaje,  desde 
remota  antigüedad,  levantaron  su  casa  solariega  por  esta  época, 
en  la  calle  Empedrada,  esquina  á  la  Plaza  de  la  Concepción. 
Este  histórico  edificio,  con  un  alto  torreón  que  estuvo  almenado, 
fué  cuna  de  multitud  de  varones  ilustres,  entre  los  que  podemos 
contar  los  siguientes: 

Juan  Luís  de  Carvajal,  pariente  de  Francisco,  el  valeroso 
caudillo  de  Pizarro,  muerto  en  Cuzco.  Nació  en  1483,  y  partió 
á  América  en  busca  de  aventuras.  Su  carácter  turbulento  no  le 
dejó  tiempo  de  reposo  para  nada,  que  toda  la  vida  la  empleó 


C  A  C  E  R  E  S  73^5 

en  dirigir  disturbios  y  alborotos.  Usurpó  el  gobierno  de  Vene- 
zuela; falsiñcó  unas  patentes  en  que  se  nombraba  á  sí  propio 
para  este  empleo;  cometió  todo  género  de  excesos  con  las  per- 
sonas y  las  propiedades;  pero  vencido,  en  un  momento,  para  él 
de  desgracia,  su  - 
bió  al  cadalso  en 
1546,  pagando 
en  afrentoso  pa- 
tíbulo sus  ambi- 
ciones y  sus  crí- 
menes. 

El  Doctor  Don 
Juan  Carvajal  y 
Sande,  distingui- 
do jurisconsulto, 
nacido  en  161 9. 
Estudió  derecho 
en  Salamanca  y 
desde  su  juven- 
tud figuró  en  Ma- 
drid al  lado  de 
los  mejores  abo- 
gados. 

Sirvió  en  un 
principio  en  laSe- 
cretaría  de  Esta- 
do; ascendió  al 
Consejo  de  Ha- 

,         ,  ,  CACERES.— Casa  db  lob  Carvajales 

cienda    después, 

y  últimamente  fué  elevado  á  la  Presidencia  de  este  alto  Cuerpo 

consultivo  del  Estado. 

Era  muy  piadoso  y  fundó  en  Cáceres,  en  1667,  una  ca- 
pilla sobre  la  misma  casa  en  que  había  vivido  el  célebre  Don 
Gil,   conocido   por  el  Vaquero  de   Cáceres,   á  quien,  según 


724  C  Á  C  E  R  E  S 

la  tradición    popular,  se    le  apareció   la  Virgen   de  Guada- 
lupe, 

D.  Juan  Carvajal  y  Lancaster,  político  eminente^  nacido  el 
año  de  1698.  Era  hermano  del  general  D.  Nicolás,  y  ya  en  sus 
primeros  años  gozaba  de  la  fama  de  gran  jurisconsulto.  Sirvió 
en  los  Consejos  de  Indias  y  en  los  de  Castilla,  y  el  rey  Fer- 
nando VI  le  nombró  en  1 749  ministro  de  Estado,  siendo,  con  tal 
motivo,  uno  de  los  hombres  más  notables  de  la  política  española 
en  aquellos  tiempos. 

D.  Isidoro  Carvajal  y  Lancaster,  nacido  en  1 709.  Fué  her- 
mano del  anterior.  Desde  su  infancia  se  dedicó  al  estudio  de  la 
teología  en  la  Universidad  de  Salamanca.  Apenas  ordenado,  des- 
empeñó varios  cargos  eclesiásticos,  inclusa  una  canongía,  y  últi- 
mamente se  le  nombró  obispo  de  Cuenca.  Sostuvo  ciertas  ideas 
de  libertad  y  progreso,  que  le  ocasionó  un  semi-proceso,  que  fué 
impreso  en  Madrid  en  1768,  con  el  siguiente  título:  Memorial 
ajustado  al  expediente  consultivo  sobre  el  contenido  y  expresiones 
de  diferentes  cartas  del  Rdmo.  Obispo  de  Cuenca^  D.  Isidoro 
de  Carvajal  y  Lancaster, 

Fué  un  orador  de  nota  y  latino  como  pocos.  En  Cuenca  se 
imprimió  en  1767  un  sermón  suyo,  pronunciado  en  la  catedral 
el  día  del  Santísimo  Corpus  Christi,  y  del  cual  parece  que  hubo 
empeño  en  recoger  todos  los  ejemplares  para  hacerlos  desapare- 
cer, sin  que  alcancemos  á  comprender  la  causa. 

Su  discurso,  que  pudiéramos  llamar  clásico  dentro  de  la  ora- 
toria sagrada,  es  toda  una  preciosa  homilia  sobre  la  parábola  de 
la  Cena,  comprendida  en  el  Evangelio  de  hoy.  En  efecto,  se  ve 
en  él,  analizado  con  escrupulosa  precisión  teológica  y  con  apli- 
caciones al  orden  ñlosóñco  é  histórico,  los  conceptos  que  de  ella 
se  desprenden,  á  cuyo  fin  distribuye  el  sermón  en  tres  partes, 
haciendo  notar  los  tres  caracteres  de  la  voz  divina  en  el  llama- 
miento á  la  cena  Eucarística,  voz  que  llanta^  voz  que  impera  y 
voz  que  juzga^  correspondiendo  á  los  tres  conceptos  que  deben 
adorarse  por  los  católicos  en  el  sacramento  de  sus  altares,  como 


C  Á  C  E  R  E  S  725 


banquete  de  amor,  como  centro  de  la  religión,  y  como  trono  de 
la  Majestad  Divina. 

El  orador  prueba  que  fuera  de  la  comunión  católica,  como 
única  que  sostiene  la  verdad  del  sacramento  en  la  verdad  del 
sacrificio,  no  es  posible  realizar  el  principio  fecundo  de  la  vida 
cristiana,  y  á  este  ñn  interpreta  á  su  manera  la  palabra  del  sier- 
vo del  padre  de  familia  «aún  hay  lugar,»  acomodándola  al  lla- 
mamiento que  se  hace  á  todos  los  hombres,  que  hoy  mismo  no 
pueden  menos  de  reconocer  los  católicos,  en  las  tendencias  del 
mundo  moderno.  La  aspiración  unánime  tendrá  su  realización; 
la  casa  de  Dios  se  llenará^  y  entonces  será  el  día  del  triunfo  de 
la  verdad  católica  y  de  la  civilización  verdadera.  Esta  homilía 
del  Evangelio  va  coronada,  en  la  exposición,  de  un  capítulo  del 
libro  de  Josué,  en  que  se  refiere  el  paso  del  Jordán,  llevando  los 
sacerdotes  el  Arca  de  la  alianza. 

Consignamos  esta  ligera  reseña  por  vía  de  justificación  á  la 
memoria  del  sabio  extremeño  que  parece  hubo  empeño  en  anu- 
lar, no  sabemos  con  qué  propósitos. 

D.  Nicolás  Carvajal  y  Lancaster,  militar  de  gran  fama  en  la 
primera  mitad  del  siglo  anterior.  Había  nacido  en  1 702  y  era 
hermano  del  anterior.  Desde  sus  primeros  años  se  dedicó  al  arte 
de  la  guerra,  habiendo  operado  con  nuestras  tropas  contra  el 
ejército  inglés.  Carlos  III  le  nombró,  en  1760,  general  en  jefe 
del  ejército  que  operó  largos  años  contra  Portugal,  distinguién- 
dose entonces  por  sus  conocimientos  y  acertadas  disposiciones. 

Tal  es  la  memoria  que  va  unida  á  la  casa  solariega  de  los 
Carvajales,  edificio  que  se  conserva  como  en  sus  mejores  tiem- 
pos. 

Coetáneo  de  este  edificio  es  otro  situado  al  SO.  de  la  pobla- 
ción. Es  la  parroquial  de  San  Juan  Bautista.  Por  la  calle  de  Pin- 
tores se  va  á  la  plaza  de  San  Juan,  donde  está  esta  iglesia,  y  los 
palacios  de  las  familias  de  Monroy,  Castro-Serna  y  Torre  de 
Albarragena. 

La  parroquia  de  San  Juan  estuvo  primeramente  donde  hoy 


726  C  Á  C  E  R  E  S 


existe  un  horno  de  pan,  no  lejos  de  ella,  viéndose  aún  en  el  horno 
el  alto  arco  de  cantería  de  bastante  extensión  y  muy  bien  ejecu- 
tado. Se  ediñcó  el  primitivo  templo  en  1229  por  mandado  de 
D.  Alfonso  IX  de  León,  y  en  conmemoración  de  la  conquista  de 
la  villa  por  las  tropas  cristianas. 

Desde  entonces  el  Ayuntamiento  de  la  villa  iba  á  la  parro- 
quia todos  los  años  el  día  de  San  Juan,  llevando  el  pendón  de 
D.  Alfonso,  que  se  conserva  en  el  palacio  municipal,  el  alférez 
mayor,  y  se  celebraba  una  fiesta  cívico-religiosa,  en  acción  de 
gracias  por  haber  librado  á  la  villa  del  poder  de  infieles.  En  el 
siglo  XV  se  arruinó  dicho  templo  y  se  hizo  el  actual,  bajo  una 
pequeña  nave  de  mal  gusto  arquitectónico,  y  toda  ella  de  cantería. 
Tiene  algunos  sepulcros  y  una  bonita  capilla  de  la  casa  de  los 
Espaderos.  La  de  los  Saavedras  tiene^ también  otra  más  pequeña 
en  el  presbiterio,  al  lado  del  Evangelio,  con  una  elegante  verja 
de  hierro. 

Entre  los  Espaderos  que  se  encuentran  allí  sepultados  está 
el  Freyre  D.  Antonio  María  Espadero  y  Tejada,  caballero  pro- 
feso de  la  orden  de  Alcántara,  nacido  en  Cáceres  en  últimos 
del  siglo  XVI.  Se  educó  en  Salamanca,  en  cuya  Universidad  es- 
tudió leyes ;  pero  dedicado  á  la  teología,  con  mayor  preferencia, 
abrazó  la  carrera  del  sacerdocio,  y  se  trasladó  á  su  patria,  donde 
ejerció  varios  cargos  en  el  convento  de  la  orden,  hasta  que  le 
nombraron  Prior  de  Magacela,  donde  parece  que  falleció  en  1657. 

Escribió  dos  obras,  una  sobre  la  Disciplina  eclesiástica^  y 
otra  en  verso,  en  loor  á  San  Pedro  de  Alcántara. 

No  sabemos  que  se  hayan  publicado,  ni  tenemos  noticias  del 
paradero  de  estos  dos  manuscritos. 

Cáceres  hizo  debido  requirimiento  para  que  sus  vecinos  alza- 
sen pendón  á  favor  de  los  RR.  CC,  y  á  muy  poco  de  subir  al 
trono  D.*  Isabel  I,  fué  á  Cáceres  y  en  la  plaza  de  la  villa,  sobre 
el  tablado  levantado  al  efecto,  prestó  juramento  de  guardar  y 
hacer  guardar  sus  privilegios  y  fueros,  y  pocos  días  después 
proclamó  sus  ordenanzas  municipales,  código  administrativo  muy 


728  C  A  C  E  R  E  S 

bien  redactado,  y  que  ha  estado  vigente  hasta  últimos  del 

siglo  XVII. 

Por  estas  sabias  ordenanzas  se  regularizó  la  constitución  del 
G>ncejo  cacerefio.  El  rey  D,  Alfonso  al  conquistar  Cáceres  conñó 
su  gobierno  á  1 2  de  sus  vecinos,  que  por  todo  el  Concejo  otor- 
garon é  hicieron  el  juramento  de  ñdeh'dad  antes  del  reinado  de 
D.  Juan  I,  y  habían  ascendido  aquel  número  á  24  caballeros 
y  después  se  había  restablecido  el  primitivo  de  los  12  regi- 
dores y  eran  nombrados  por  elección  anual,  como  todos  los 
demás  oñcios  públicos,  lo  que  traía  desavenidas  á  las  familias 
principales  de  la  villa  hasta  el  punto  de  venirse  unas  y  otras  á 
las  manos  frecuentemente  y  desde  las  torres  de  sus  casas  arro- 
jarse  armas  mortíferas  y  dividirse  la  población  en  bandos  y  par- 
tidos. La  reina,  para  cortar  estos  males  mandó  que  se  quitasen 
las  almenas  de  las  torres  y  palacios  de  la  villa,  y  puso  en  vigor 
las  nuevas  ordenanzas  por  las  cuales  se  hicieron  perpetuos  y  de 
nombramiento  real  los  oñcios  de  los  1 2  regidores,  un  procura- 
dor y  un  escribano  de  Concejo,  con  otras  disposiciones  que  esti- 
mó oportunas,  haciendo  también  el  repartimiento  de  cierta  gente 
para  que  la  villa  contribuyese  con  200  hombres  á  la  conquista 
de  Granada. 

En  el  reinado  de  los  R.R.  CC.  se  construyeron  los  conventos 
más  notables  de  la  villa.  El  de  monjas  de  San  Pablo  y  el  de 
frailes  de  San  Francisco.  El  primero,  que  recogió  las  comu- 
nidades de  Jesús,  la  Concepción  y  Santa  Clara,  es  de  la  orden 
de  San  Francisco;  fué  un  beaterío  fundado  en  1 469  por  Juan 
González  de  San  Pablo,  hasta  que  en  1492  lo  erigió  en  conven- 
to Sor  Juana  de  Dios,  por  bula  del  papa  Paulo  II. 

En  1470  se  levantó  el  convento  de  monjas  de  Santa  María 
de  Jesús,  hoy  suprimido.  Estaba  unido  á  la  parroquia  de  Santa 
María  y  palacio  de  los  Golñnes.  Su  construcción  primitiva  fué 
muy  modesta  y  después  se  amplió  con  solares  de  varias  casas 
que  fueron  adosándole.  D.  Alonso  Golfín,  padre  del  camarero 
D.  Sancho  Paredes  y  Golfín,  construyó  la  capilla  mayor. 


C  A  C  E  R  E  S  729 

En  1 47 1  se  levantaron  otros  dos  conventos:  el  de  San  Pablo 
y  Jesús,  de  monjas,  y  de  San  Francisco,  á  extramuros  de  la 
villa,  situado  al  S.  y  entre  las  huertas  de  la  ribera  que  corre  á 
las  faldas  de  la  villa.  Su  fundación  se  debió  á  Pablo  Ferrer,  que 
vino  á  Cáceres  con  este  objeto  en  1471;  pero  la  villa  le  denegó 
la  petición  reproducida  por  D.  Diego  García  de  Ulloa.  El  Ayun- 
tamiento prestó  su  aprobación  señalando  el  terreno  en  que 
habría  de  levantarse.  Expidióse  entonces  bula  por  el  papa 
Sixto  IV,  al  obispo  de  Coria  D.  ífiigo  de  Manrique  y  á  los  veci- 
nos de  la  villa,  fecha  en  Roma  á  3  de  Diciembre  de  1472  y  en- 
tonces se  levantó  un  ediñcio  de  grandes  pretensiones,  con  los 
escudos  de  los  RR.  CC.  y  de  los  nobles  que  contribuyeron  á  la 
obra,  que  es  gótica  y  del  mejor  gusto.  Sus  capillas  eran  lujosas 
y  cada  una  correspondía  á  un  rico-home  de  la  villa. 

En  1524  ¿e  ediñcó  el  convento  de  Santo  Domingo  á  instan- 
cias de  D.^  Catalina  de  Saavedra,  ediñcio  de  una  nave  sola,  con 
elegantes  capillas.  Su  estilo  es  greco-romano,  y  después  de  la 
exclaustración  se  destinó  para  hospital  civil. 

El  convento  de  monjas  de  la  Concepción  se  edificó  en  1524, 
también  como  beaterío;  pero  en  1616  D.  Juan  Duran  y  Figue- 
roa  lo  elevó  á  monasterio. 

La  parroquial  de  Santiago  situada  al  N.  E,  de  la  villa  es  de 
un  trazado  y  arquitectura  suntuosa.  Hubo  en  ella  una  mezquita 
árabe  que  se  reedificó  y  amplió  como  hoy  se  encuentra  á  expen- 
sas de  D.  Francisco  Carvajal,  arcediano  de  Plasencia,  por  Rodri- 
go Gil  Cantero,  vecino  de  Salamanca,  Pedro  Marquina,  Juan  de 
Mena,  Lorenzo  Martín  y  otros  maestros,  según  las  obligaciones 
que  hicieron,  por  los  años  de  1554  al  1556;  pero  no  fueron 
incluidas  en  esta  reedificación  dos  capillas,  porque  sus  posee- 
dores se  opusieron  á  esta  innovación  tenazmente,  deseosos  de 
conservar  el  antiguo  templo  árabe  en  su  primitiva  fábrica.  Su 
capilla  mayor  está  dividida  por  una  excelente  verja  de  hierro 
pintada  con  adornos  dorados,  en  la  cual  se  halla  un  crucifijo  y 
varios  medallones  de  bastante  mérito,  por  ser  de  la  misma  ma- 

9« 


730  C  A  C  E  R  E  s 


teria.  Fué  construida  por  el  artista  Francisco  Núñez,  maestro 
cerrajero,  en  el  año  de  1563,  y  traída  desde  Peñaranda  por 
Pedro  González  Noble.  Los  retablos  y  pinturas  de  varios  altares 
son  excelentes,  y,  aunque  obras  anónimas,  tienen  sumo  mérito  al- 
gunas esculturas  de  la  escuela  de  Berruguete.  Al  lado  de  la  epís- 
tola se  edificó  en  1786  una  capilla  y  precioso  camarín,  donde 
se  colocó  la  efigie  de  Jesús  Nazareno,  de  escultura  sorpren- 
dente por  la  unción  mística  de  su  rostro  y  sus  formas  bien  pro- 
porcionadas. Está  representada  de  pie  derecho,  en  una  altura 
de  1*90  metros.  Sus  vestiduras,  de  terciopelo  carmesí  bor- 
dado de  rico  oro  á  gran  realce,  y  su  cruz,  chapeada  de  con- 
cha, con  los  remates  de  oro,  hacen  resaltar  más  esta  bella  es- 
cultura. 

En  esta  iglesia,  cuando  era  capilla,  bajo  la  misma  advoca- 
ción, se  ñindó  el  primer  convento  de  la  orden  y  caballería  de 
Santiago,  en  1 1 7 1 ,  en  que  fué  conquistada  segunda  vez  la  villa 
por  D.  Fernando  11  de  León,  cuando  la  donó  á  la  citada  orden, 
siendo  su  Maestre  D.  Pedro  Fernández  de  Fuente-Encalada,  y 
sus  caballeros  se  titularon  Freyres  de  Cdceres  6  de  la  Espada^ 
en  cuyo  convento  se  refundieron  todos  los  bienes  de  la  orden  de 
Santiago  de  Portugal,  por  donación  de  los  monarcas  de  aquel 
reino,  que  después  pasaron  al  convento  de  León,  Uclés  y  Sevilla. 
Por  estos  antecedentes  históricos  la  parroquia  de  Santiago  es  la 
más  interesante  de  todas  las  que  existen  en  Cáceres  y  el  templo 
que  más  recuerdos  históricos  guarda  en  el  obispado. 

En  1593  se  edificó  el  convento  de  monjas  de  Santa  Clara, 
de  la  orden  de  San  Francisco.  Fué  su  fundadora  D.^  Aldonza 
de  Torres,  hija  de  D.  Hernando  Álvarez  Golfín  y  D.*  Gregoria 
de  Torres,  y  en  un  principio  estuvo  en  una  casa  particular;  pero 
después,  en  161 4,  se  levantó  el  edificio  actual,  poniéndose  la 
primera  piedra  el  5  de  Noviembre.  Las  religiosas  fundadoras 
vinieron  de  Santa  Clara  de  Toro,  y  el  edificio  es  muy  sólido  y 
completo* 

En  1622  se  construyó  el  santuario  de  Nuestra  Señora  de  la 


LHOQUIA    DE   SANTIAGI 


732  C  Á  C  E  R  E  S 

Montaña,  á  extramuros,  hacia  el  S.  E.  de  la  villa  y  en  lo  más 
alto  de  la  cordillera,  después  de  una  profunda  quebrada  entre 
la  misma  y  las  otras  alturas  sobre  que  se  halla  Cáceres.  El  edi- 
ficio está  rodeado  de  riscos  y  peñascos  que  parecen  inaccesibles 
y  domina  toda  la  campiña  hasta  8o  kilómetros  de  distancia  por 
algunas  partes.  Fué  fundada  por  D.  Francisco  Paniagua,  natural 
de  Casas  de  Millán,  quien  tocado  del  sentimiento  místico  de  sus 
tiempos  se  retiró  á  este  sitio  y  construyó  la  pequeña  capilla  que 
hoy  se  conserva  en  el  coro  de  la  nueva;  después  erigió  otra 
mayor,  que  está  debajo  del  mismo  coro,  y  en  cuya  portada 
puede  leerse  una  lápida  que  expresa  haberla  edificado  el  refe- 
rido Paniagua,  con  su  sudor  y  trabajo.  Le  ayudó  D,  Sancho 
de  Figueroa,  vicario  de  Cáceres,  y  ambos  mandaron  esculpir 
la  imagen  de  Nuestra  Señora  de  la  Montaña,  patrona  de  la 
villa  y  á  quien  todos  los  católicos  de  ella  profesan  gran  devo- 
ción. 

Paniagua  vivió  en  el  santuario  14  años  y  murió  en  la  casa  de 
Don  Sancho,  el  28  de  Agosto  de  1636. 

En  1668  el  Concejo  cacereño  acordó  declarar  por  patrona 
de  la  villa  á  la  imagen  de  este  santuario  y  se  procedió  á  edifi- 
carle el  templo  actual,  muy  artístico  y  completo,  con  capillas 
muy  bien  decoradas,  algunas  con  pinturas  de  Lucenqui. 

El  tránsito  desde  la  capilla  hasta  el  santuario  es  una  calzada 
sobrado  pendiente,  hallándose  en  su  intermedio  la  ermita  del 
Santo  Cristo  del  Amparo,  y  el  calvario  que  se  eleva  sobre  una 
escarpada  roca,  en  cuyo  hueco  está  la  ermita  de  la  Soledad:  en 
otros  varios  puntos  las  del  Humilladero,  los  Mártires,  San  Vi- 
cente y  San  Blas.  Algo  más  distante  de  esta  última  ermita  están 
las  ruinas  de  la  del  Espíritu  Santo,  erigida  sobre  la  casa  que  fué 
de  los  caballeros  del  Temple,  especie  de  fortaleza  destruida 
en  1490. 

La  Virgen  de  la  Montaña  es  una  efigie  muy  pequeña,  como 
las  de  Guadalupe  y  Atocha,  y  por  ella  sienten  gran  devoción 
los  católicos  del  país.  Multitud  de  escritores  han  descrito  el  san- 


C  Á  C  E  R  E  s  733 

tuario  y  casi  todos  los  poetas  cacereños  han  cantado  á  la  vir- 
gen (i)  que  tienen  como  patrona. 

Con  todos  estos  templos,  los  palacios  de  los  ricos-homes  y 
el  ensanche  que  tuvo  la  villa  durante  el  siglo  xvi,  en  que  se  hi- 
cieron fuentes  para  abastecer  de  aguas  á  su  vecindario,  plazas 
con  soportales  y  caminos  vecinales,  Cáceres  llegó  á  tener  suma 
importancia  entre  las  poblaciones  extremeñas,  y  los  reyes  la 
colmaron  de  mercedes  y  privilegios. 

Felipe  II  nombró  por  su  alférez  mayor  á  D.  Pedro  Val  de  la 
Cerda,  en  pago  de  los  buenos  servicios  que  le  prestara,  dándole 
voz  y  voto  en  su  ayuntamiento. 

A  su  regreso  del  reino  de  Portugal  dicho  monarca  visitó  la 
villa,  con  cuyo  motivo  se  celebraron  en  ella  funciones  públicas. 

Aún  vivían  en  lucha  los  miembros  de  su  Concejo,  por  cues- 
tión de  puestos,  y  Felipe  II  dispuso  que  tuviese  la  villa  22  ca- 
balleros regidores  de  espada  y  manto. 


(i)  Entre  estos  citamos  á  D.  Antonio  Hurtado,  que  en  1859  publicó  en  Madrid 
un  libro  titulado  La  Virgen  de  la  Montaña.  Colecciona  en  sus  páginas  multitud 
de  cantos  populares  dedicados  á  la  Virgen.  Escrito  todo  el  libro  en  seguidillas, 
no  tiene  desperdicio  ninguna  de  sus  56  páginas,  algunas  con  estrofas  como  las  si- 
guientes : 

«Á  premiar  mis  sudores 
y  mi  fatiga, 
llena  de  granos  de  oro 
vendrá  la  espiga; 
que  la  zizaña 
sabrá  apartar  la  Virgen 
de  la  Montaña.» 
«Ya  vaya  cuesta  arriba 
ya  cuesta  abajo, 
siempre  me  siento  alegre 
cuando  trabajo ; 
pues  me  acompaña 
la  sombra  de  la  Virgen 
de  la  Montaña.» 
«Cuando  la  mies  se  agosta 
por  la  sequía, 
con  agua  d%  sus  ojos 
«me  la  rocía : 
porque  en  España 
no  hay  Virgen  como  la  Virgen 
de  la  Montaña.» 


734  C  Á  C  E  R  E  s 

A  la  muerte  de  este  monarca  se  redujo  este  número  á  20, 
con  dos  diputados  de  abastos  y  un  procurador,  síndico  perso- 
ñero.  Todos  eran  nombrados  por  real  acuerdo  de  la  provincia 
á  propuesta  del  ayuntamiento,  á  excepción  de  tres  regidores  per- 
petuos que  contaba  en  1820,  cuando  el  advenimiento  del  siste- 
ma constitucional. 

En  esta  época  fué  elegida  Cáceres  capital  de  la  provincia  de 
su  nombre,  estableciéndose  en  ella  las  autoridades  superiores 
correspondientes  á  su  nueva  categoría;  y  desde  cuyo  momento 
Cáceres  ha  entrado  en  la  vida  moderna,  alumbrs^ndo  las  calles 
y  plazas,  poniendo  aceras  en  todas  ellas,  mejorando  la  higiene, 
fundando  hospitales,  escuelas  y  colegios  de  segunda  enseñanza, 
teatro  y  plaza  de  toros. 

La  nueva  casa  consistorial,  levantada  en  la  plaza  de  la  Cons- 
titución, es  notable  y  reúne  las  comodidades  apetecidas  porque 
tiene  alojamiento  capaz  en  todas  sus  dependencias.  Su  aspecto 
elegante,  sólida  fabricación  y  lujoso  decorado  hacen  de  ella  uno 
de  los  edificios  más  notables  que  en  la  actualidad  tiene  Cáceres. 
Sobre  el  balcón  del  centro,  en  su  fachada  principal,  se  ven  las 
armas  de  Cáceres.  Son  éstas  de  fondo  dorado,  á  la  izquierda  un 
castillo,  á  la  derecha  un  león  y  dos  águilas  de  plata  á  los  lados. 
No  se  sabe  las  que  tuvo  anteriormente.  Estas  de  ahora  se  le 
reconocen  desde  el  siglo  xvi. 


VI 


Patria  ha  sido  Cáceres  de  hombres  muy  ilustres  en  las  cien- 
cias, en  las  armas  y  en  la  administración  (i).  Aparte  de  los  per- 


(i)    Equivocadamente  se  hace  á  San  Jonás,  presbítero,  mártir,  y  natural  de 
Cáceres,  al  decir  del  canónigo  de  la  Catedral  de  Badajoz  D.  Juan  Solano  de  Figue- 


736  C  Á  C  E  R  E  S 

sonajes  que  ya  biograñamos  en  este  mismo  capítulo,  aparecen 
como  hijos  de  Cáceres: 

D.  Gómez  de  Cáceres  y  Solís,  hermano  de  D.  Gutierre  y 
de  D.  Hernán  ó  Fernando,  nacido  el  año  de  14 10.  Fué  muy  re- 
nombrado en  sus  tiempos  por  la  parte  que  tomara  en  las  guerras 
contra  los  moros  y  las  de  Portugal.  El  rey  D.  Enrique  IV  pidió 
bula  al  Pontífice  Calixto  III  para  gobernar  por  diez  años  el 
maestrazgo  de  Alcántara,  á  la  muerte  de  su  XXXIV  maestre, 
Frey  D.  Gutiérrez  de  Soto  Mayor,  acaecida  en  1455.  Fundaba 
su  petición  el  monarca  español  en  los  gastos  que  le  imponía  la 
guerra  contra  infieles,  y  bajo  este  motivo  accedió  el  Pontífice  á 
los  deseos  de  Enrique  IV,  y  gobernó  dos  años  y  medio  el  maes- 
trazgo, concediéndolo  después  á  D.  Gómez  de  Cáceres  y  Solís, 
que  fué  electo  en  1458,  siendo  por  tanto  el  XXXV  maestre  de 
la  orden  alcantarina.  En  su  tiempo,  con  motivo  de  la  guerra  y 
los  sufi-imientos  que  eran  consiguientes,  no  menos  que  por  no 
tener  edificada  la  iglesia  del  castillo,  se  salieron  los  freyres  fuera 
del  convento  y  vivieron  en  casas  particulares,  ejerciendo  los  ofi- 
cios divinos  en  la  iglesia  de  Almocobar,  hasta  que  los  Reyes 
Católicos  los  hicieron  entrar  en  clausura,  edificando  el  hoy  lla- 
mado Convento  Viejo  de  Alcántara.  Cáceres  y  Solís  fué  depuesto, 
no  sabemos  por  qué  diferencias  sostenidas  contra  el  rey  en  1 469, 
después  de  mandar  catorce  años,  muriendo  en  1473. 

De  la  familia  de  este  Solís  son  oriundos  los  marqueses  de 
Rianzuela  y  los  de  San  Fernando,  cuyas  casas  solariegas  tienen 
hoy  en  Jerez  de  los  Caballeros. 


roa  y  Altamirano,  en  su  apología  titulada :  San  Jonás^  presbítero  y  mártir^  publi- 
cada por  José  Fernández  de  Buendía,  en  Madrid,  el  año  de  1665. 

San  Jonás  fué  presbítero  muy  virtuoso,  y  por  su  amor  á  la  ley  de  Dios  sufrió 
martirio,  especialmente  por  predicar  la  fe  como  apóstol  que  era  en  la  religión  del 
Crucificado. 

En  1653,  el  obispo  de  Coria*  D.  Francisco  Zapata  y  Mendoza,  dio  orden  para 
que  el  día  de  San  Jonás  se  celebrase  en  todo  el  obispado,  ni  más  ni  menos  que  si 
el  santo  fuese  extremeño  y  hubiese  sufrido  martirio  en  Cáceres,  como  suponen 
falsamente  Solano  de  Figueroa  y  otros  autores. 

San  Jonás  era  francés,  y  sufrió  el  martirio  en  las  inmediaciones  de  París,  según 
autorizan  respetables  cronistas  franceses 


C  Á  C  E  R  E  s  737 

Don  Gonzalo  Cáceres  y  Andrada,  seftor  del  Espadero,  na* 
cido  á  principios  del  siglo  xv.  Fué  una  de  las  personas  más 
notables,  no  sólo  de  la  villa  de  su  naturaleza,  sino  de  toda  Ex- 
tremadura, en  su  época.  Fué.  embajador  (juntamente  con  Diego 
de  Rivera,  ayo  del  infante  D.  Alonso),  cerca  del  príncipe  don 
Carlos  de  Viana,  por  el  rey  de  Castilla,  para  concertar  el  matri- 
monio de  la  infanta  D.^  Isabel,  después  reina  Católica ^  matrimo- 
nio que  no  llegó  á  efectuarse,  merced  á  las  vicisitudes  políticas 
que  con  tan  vertiginosa  rapidez  se  sucedían  en  la  Península  en 
tan  aciaga  época. 

En  los  disturbios  ocasionados  con  motivo  del  destronamiento 
del  rey  D.  Enrique  IV  en  los  campos  abulenses,  tomó  una  parte 
muy  activa  en  pro  del  infante  D.  Alonso,  á  cuyo  partido  se  afilió, 
y  en  defensa  del  cual  halló  la  muerte  sobre  las  murallas  de 
Cáceres,  combatiendo  contra  las  huestes  del  clavero  de  Alcán- 
tara, D.  Alonso  de  Monroy,  que  trataba  de  apoderarse  de  la 
plaza  y  someterla  al  señorío  de  su  soberano. 

Don  Sancho  Paredes  y  Golfín,  palaciego  del  siglo  xv,  nacido 
el  afio  de  1439.  Estudió  leyes  en  Sevilla,  y  por  su  amistad  con 
el  padre  Francisco  de  Malpartida,  confesor  de  Isabel  I,  entró  al 
servicio  de  ésta,  llegando  á  ser  su  privado  en  1476,  influyendo 
poderosamente  con  su  política  en  la  corte  de  aquel  reino. 

A  la  muerte  de  Isabel  I  pasó  á  Alemania  de  consejero,  según 
unos,  ó  de  privado,  según  otros,  de  D.  Fernando. 

Vasco  Porcuto,  general  de  la  armada. 

Don  Francisco  Rivera,  teólogo  y  obispo  de  Segovia. 

Don  Francisco  Sánchez,  capitán  general  en  Filipinas. 

Don  Sancho  Flores,  del  Consejo  de  S.  M.  en  Indias. 

El  Dr.  Medrain,  catedrático  de  prima  (le  medicina  en  Sala- 
manca, médico  de  Cámara  de  Felipe  IIL 

Fray  Antonio  Cáceres  y  Sotomayor,  teólogo  y  orador  sa- 
grado, nacido  el  año  de  1549. 

Desde  muy  niño  fué  llevado  por  sus  padres  á   educar  á 

Granada,  donde  tenía  parientes,  y  en  cuya  ciudad  profesó  en  la 

93 


738  C  A  C  E  R  É  S 

ord^n  de  Dominicos,  pasando  después  á  Salamanca  y  más  tarde 
á  Alcalá  donde  se  distinguió  mayormente  como  teólogo.  Cono- 
cemos de  él  las  siguientes  obras: 

I  .*    Paráfrasis  de  los  Salmos. 

2.*     Sermones  (dos  tomos). 

Murió  en  Granada  el  afto  de  1615. 

Algunos  autores  le  hacen  nacido  en  Granada. 

Fray  Francisco  Cáceres  de  la  Torre,  religioso  franciscano^ 
nacido  en  la  Torre  de  D.  Miguel,  según  unos,  ó  en  Cáceres, 
según  otros,  el  año  de  1598. 

'  Estudió  teología  en  Coria  y  tomó  el  hábito  franciscano  en 
Cáceres,  siendo  un  orador  muy  distinguido. 

Á  sus  virtudes  ejemplarísimas  debió  el  ser  nombrado  en  164 1 
Vicario  provincial,  después  de  haber  sido  Lector  de  Teología  de 
la  orden  y  Visitador  por  dos  veces. 

Don  Diego  Mesía  de  Guzmán,  comendador  mayor  de  la 
orden  de  Santiago,  capitán  general  de  Milán,  grande  de  Castilla 
y  gobernador  de  los  ejércitos  de  Catalufta  y  Portugal. 

D.  Francisco  Dávila  y  Vázquez,  presidente  del  Consejo  de 
Hacienda  y  del  de  Estado,  y  mayordomo  de  Felipe  IV. 

D.  Antonio  de  Cáceres  y  Pacheco,  seftor  de  Posteros,  nota- 
ble jurisconsulto  y  escritor  teólogo,  nacido  en  el  siglo  xvi.  Co- 
nocemos de  él  las  siguientes  obras: 

I  .*     De  Prcetura  urbana. 

2.*     Or aliones  in  Heresiar cas  germanice. 

D.  Alfonso  de  Cáceres,  intrépido  capitán  y  atrevido  nave- 
gante, nacido  en  la  última  mitad  del  siglo  xv.  Su  carácter  aven- 
turero le  hizo  codiciar  las  glorias  del  famoso  Colón,  y  corrió  á 
unirse  á  Hernán  Cortés  en  su  primera  expedición  á  la  América. 

La  lealtad  con  que  obraba  en  todos  sus  actos  y  la  confianza 
que  en  él  hacía  Cortés,  hizo  que  le  confiara  el  puesto  de  primer 
Adelantado  en  Yucatán. 

Fr.  Diego  de  Cáceres  teólogo  y  escritor  místico,  nacido  á 
fines  del  siglo  xvi.  Conocemos  de  él  las  siguientes  obras: 


C  Á  C  E  R  E  s  739 

i.^    Relaciones  de  Sacramentis  (Salmaticae,  1638.) 

2/     Z?^  ^jj^  C4r¿>/í  (Salmaticae,  1637). 

Felices  de  Cáceres,  pintor,  nacido  en  1597.  No  conocemos 
cuadros  suyos  á  que  podemos  referir,  pero  sabemos  que  apren* 
dio  en  Madrid,  y  habiéndose  casado  con  una  aragonesa  de  al- 
guna fortuna,  se  fué  al  país  de  su  mujer,  en  el  que  pintaba,  y  se 
dio  á  conocer,  no  siempre  con  buen  nombre. 

El  erudito  Ceán  Bermúdez  (en  su  Diccionario  histórico  dé 
los  más  ilustres  profesores  de  las  Bellas  Artes ^  al  tomo  I)  dice 
de  este  pintor  que  trabajaba  al  temple  y  de  claro-oscuro.  Se  es* 
tabledó  en  Zaragoza  por  los  aftos  de  1630,  y  pintaba  siempre 
de  primera,  esto  es,  sin  retocar  ni  concluir.  Si  alguna  vez  inten- 
tó pintar  al  óleo  y  con  colores,  fué  con  fiereza  y  desagradable- 
mente, pero  con  exactitud  en  el  dibujo.  Por  su  muerte,  acaecida 
en  aquella  ciudad,  quedó  un  hijo  suyo  de  dieciseis  aftos  de  edad 
que  se  dio  á  copiar  buenos  cuadros,  tomando  una  manera  grata 
y  apacible;  y  aunque  no  tenía  mucho  dibujo,  daba  gusto  con 
sus  obras,  particularmente  en  las  sagradas,  que  hacía  con  suma 
gracia,  dándoles  cierta  divinidad  que  causaba  á  todos  veneración^ 

En  efecto.  Felices  de  Cáceres  tuvo  un  hijo,  llamado  Jaime, 
nacido  en  Zaragoza,  y  del  que  se  conservan  algunas  obras. 

Fr.  L.  Antonio  de  Cáceres,  teólogo  y  distinguido  latinista, 
nacido  en  principios  del  siglo  xvi.  Publicó  la  siguiente  obra: 
Paráfrasis  de  los  psalmos  de  David  (Sin  1.  ni  a.  de  impresión.) 

Fr.  Jacobo  de  Cáceres,  teólogo  y  escritor  místico,  nacido  el 
afto  de  1600.  Conocemos  de  él  las  siguientes  obras: 

I.*    De  Noé  et  arca  sacra  (Sin  1.  de  impresión,  1635). 

2.^     Summ^  theologica  {^?\v£í^úc^^  ifi'^i). 

En  el  Monasterio  de  la  Puebla  de  Guadalupe  existía  otra 
obra  su)ra  ms.  titulada  así:  Agustín  y  San  Anastasio:  Doctrina 
teológica. 

Francisco  Ginés  de  Cáceres,  pintor,  sobrino  de  Felices,  tanif 
bien  pintor,  y  de  Cáceres  como  él. 

Nació  en  esta  ciudad  en  1639,  pero  apenas  si  han  quedado 


742  C  Á  C  E  R  E  S 


La  vida  que  siguió  desde  entonces  este  converso  anacoreta 
es  celebrada  por  las  crónicas  de  su  tiempo^  y  con  razón  se  le  cita 
en  el  catálogo  de  los  más  virtuosos  entre  los  Jerónimos. 

£1  convento  de  las  Batuecas  era  un  pobre  edificio  propio 
para  pajar  más  que  para  templo  cristiano  y  albergue  de  una  co- 
munidad. En  el  centro  de  unas  débiles  tapias  de  tierra,  se  ve 
aún  la  alcoba  del  P.  Cadete,  que  la  formaba  el  tronco  de  una 
encina,  donde  había  una  concavidad  en  que  apenas  cabía  un 
hombre  sentado,  teniendo  por  tanto  que  dormir  de  rodillas. 
Y  allí  le  sorprendió  la  exclaustración;  pero  obtuvo  del  Gobierno 
licencia  para  permanecer  en  las  Batuecas,  donde  murió  en  1 849, 
en  olor  de  santidad,  según  han  repetido  después  los  devotos. 

La  historia  del  convento  de  las  Batuecas  tiene  importancia 
suma  para  conocer  cuánto  se  relaciona  con  la  comunidad  que 
habitó  aquel  desierto.  El  lector  que  tenga  interés  en  conocer  la 
historia  de  este  convento  puede  consultar  las  obras  siguientesi 

I  .*  Verdadera  relación  y  manifiesto  apologético  de  la  anii^ 
güedad  de  la^  Batuecas  y  su  descubrimiento^  compuesto  por  el 
licenciado  Thomás  González  de  Manuel^  clérigo  presbítero  (Ma* 
drid,  1693  y  Salamanca,  1797). 

2.*  Las  Cinco  Palabras  de  San  Pedro ^  é  Historia  del  de* 
sierto  de  los  Carmelitas  Descalzos^  llamado  de  las  Batuecas\  por... 
(Madrid,  1749). 

D.  Antonio  Hurtado,  consejero  de  Estado,  diputado  y  sena* 
dor,  é  inspirado  poeta  contemporáneo,  nacido  el  1 1  de  Abril 
de  1825. 

Todos  los  literatos  de  estos  tiempos  conocimos  y  tratamos 
á  Hurtado.  ¿Y  quién  puede  olvidar  por  un  momento  al  célebre 
autor  de  tantas  y  magníficas  obras  dramáticas,  todas  de  mérito 
reconocido?  ¿Qué  español,  amante  de  la  bella  poesía,  no  con* 
templó  con  verdadero  éxtasis  las  culminantes  escenas  de  su  inte- 
resante drama  titulado  Entre  el  deber  y  el  derecho^  inapreciable 
joya  que  le  cupo  la  merecida  distinción  de  ser  la  primera  obra 
representada  en  nuestro  teatro  de  Apolo,  siendo  aclamada  con 


C  Á  C  E  R  É  s  743 

justo  entusiasmo  por  los  más  distinguidos  escritores  contempo- 
ráneos?  ¿Quién  no  recuerda  con  júbilo  las  cómicas  situaciones 
de  su  preciosa  comedia  Fery-  Well^  cuyo  protagonista  desem- 
peña el  reputado  actor  Catalina  de  un  modo  admirable?  ¿Qué 
ser  humano  no  ha  colmado  de  aplausos  á  la  eminente  actriz 
Matilde  Diez,  que  al  ejecutar  su  inmortal  drama  La  voz  del  c(h 
razbuy  conmovía  á  todos  los  espectadores,  pronunciando  con  el 
alma  aquellos  sentidos  pensamientos,  aquellas  hermosas  frases 
y  aquellos  sublimes  conceptos  que  brillan  por  doquier  en  las 
conmovedoras  escenas  de  una  de  las  más  grandiosas  produccio- 
pes  que  ha  creado  la  mente  del  hombre?  ¡Ah!  seguros  estamos 
que  ninguno  de  los  que  estas  líneas  lean  ignora  que  es  ciertísi* 
mo  este  aserto ;  todos  saben  que  al  morir  los  genios,  cuando 
bajan  sus  cuerpos  á  la  solitaria  tumba,  sus  espíritus  se  elevan  á 
las  mansiones  celestiales,  donde  ciñen  á  su  sien  la  inmarcesible 
corona  de  la  eterna  gloria. 

Justo  es  el  lauro  que  resplandece  en  la  frente  del  poeta, 
cuando  dotado  por  la  naturaleza  de  imaginación  tan  creadora, 
de  fantasía  tan  ardiente  y  de  talento  tan  extraordinario,  á  los 
quince  años  empieza  á  dirigir  sus  pasos  por  el  escabroso  camino 
del  arte,  con  unánime  aprobación. 

Cuantos  tuvieron  la  dicha  de  presenciar  el  estreno  de  La 
fortuna  de  ser  loco^  tributaron  sus  elogios  al  entonces  novel 
autor,  pues  comprendieron  que  su  portentosa  inspiración  había 
de  conquistarle  un  sitio  preferente  en  el  Parnaso.  No  se  enga- 
ñaron ;  fecundo  como  pocos  escritores,  en  todos  los  teatros  de 
España  los  dramas  del  célebre  poeta  han  sido  acogidos  con  entu- 
siastas ovaciones. 

Si  es  imposible  contar  con  exactitud  el  número  de  planetas 
que  existen  en  el  azulado  firmamento,  lo  mismo  ocurre  al  que- 
rer citar  las  obras  de  genio  tan  portentoso ;  pues  su  mente,  apta 
para  las  diversas  manifestaciones  del  género  literario,  creó  cuanto 
puede  producir  el  espíritu  humano.  En  la  imposibilidad  de  enu- 
merarlas todas,  limitaremos  esta  reseña  á  dar  á  conocer  los  títu- 


744  C  Á  C  E  R  E  s 

los  de  algunas  de  ellas,  cuales  son :  La  conquista  de  Cáceres^  El 
árbol  torcido^  El  curioso  impertinente^  La  nieta  del  zapcUero^  El 
toisón  roto^  La  sombra^  Un  negocio^  El  anillo  del  Rey^  En  el 
cuarto  de  mi  mujer ^  Intriga  y  amor.  La  rama  de  laurel  y  Nau- 
fragar en  tierra^  entre  dramas  y  comedias.  Aunque  cultivó  la 
zarzuela,  descolló  más  aún  como  novelista,  honrándole  las  tres 
siguientes :  Cosa^  del  mundo,  Lo  que  se  ve  y  lo  que  no  se  ve^  y 
Corte  y  cortijo^  premiada  por  la  Real  Academia  Española  con 
un  premio  especial  que  para  el  efecto  fué  creado. 

En  colaboración  con  el  ilustre  autor  de  El  vértigo^  escribió 
La  jota  aragonesa^  Herir  en  la  sombra  y  Sueños  y  realidades^ 
verdaderas  perlas  literarias. 

Con  la  preciosa  comedia  La  verdad  en  el  espejo^  se  dio  á 
conocer  en  la  corte  el  autor  que  había  de  contar  sus  triunfos  por 
el  número  de  sus  obras. 

No  sabemos  si  llegó  á  terminar  El  romancero  de  Hernán- 
Cortés.  Allá  en  1866,  cuando  cierta  tarde  nos  leía  los  primeros 
cantos  de  este  bello  libro,  tomando  café  ambos  en  su  despacho 
de  la  calle  de  la  Bolsa,  traía  entre  manos  tres  obras  más,  para 
el  teatro  todas.  Á  más  redactaba  en  un  diario  político,  colabo- 
raba en  multitud  de  revistas  literarias  y  era  visitado  á  cada  mo- 
mento por. amigos  y  conocidos  para  que  llenase  una  página  de 
esos  Albums^  libros  que  han  sido  creados  para  tormento  de  los, 
poetas.  Uno  de  estos  Albums^  que  conservamos  como  recuerdo 
de  un  ángel  que  en  otros  tiempos  lo  poseyó,  como  poseía  tam- 
bién nuestra  alma,  guarda  una  poesía  de  Hurtado  de  Mendoza, 
titulada  así:  Corazones  y  arroyos.  Hela  aquí: 

«No  te  enamores,  niña, 

no  te  enamores; 
mira  que  son  arroyos 

los  corazones; 

que  de  pasada, 
suspiran,  piden,  logran, 

y  al  ñn  se  escapan. 
Y  en  vano  es  oponerles 


C  Á  C  E  R  E  S  745 

grillos  de  oro, 
que  son  los  co^^sones 

cual  los  arroyos: 

luchan  y  bregan, 
hasta  que  el  dique  rompen 

que  los  sujeta. 
Festivo  el  arroyuelo 

baja  del  monte, 
y  á  oponérsele  salen 

guijas  y  flores; 

repara,  nifía, 
cómo  el  arroyo  salta 

flores  y  guijas. 
Corazones  y  arroyos 

van  fugitivos; 
no  quieras  detenerlos, 

cariño  mío; 

que  de  pasada, 
suspiran,  piden,  logran, 

y  al  ñn  se  escapan.» 

Así  eran  los  pensamientos  de  este  poeta:  hasta  en  lo  más 
frivolo  todo  delicadeza,  todo  ternura. 


VII 


De  propósito  hemos  suprimido  en  la  relación  de  los  hombres 
que  biografiamos,  los  de  la  familia  de  Ulloa,  que  han  ilustrado 
la  villa  de  Cáceres  como  ninguna  otra  de  las  que  en  ella  tienen 
casa  solariega  y  la  pueblan  del  siglo  xiv.  Dignos  son  de  ocupar, 
ellos  solos,  lugar  aparte  en  este  capítulo.  Los  Ulloas  más  prin- 
cipales que  merecen  especial  mención  son: 

D,  Lorenzo  de  Ulloa,  famoso  capitán,  nacido  en  la  mitad  del 
siglo  XV.  En  su  juventud  tomó  las  armas  por  seguir  la  suerte 
del  maestre  de  la  orden  de  Alcántara  D.  Gómez  de  Cáceres  y 

94 


746  C  Á  C  E  R  E  S 

Solís,  que  por  los  años  de  1496  hacía  la  guerra  al  Clavero  don 
Hernán  ó  Hernando  Monroy  Sotomayor.  Estando  en  el  sitio  de 
Coria,  ocupado  por  éste,  fué  hecho  prisionero  por  el  Bezudo^  que 
se  condujo  con  él  generosamente,  al  referir  de  un  escritor  con- 
temporáneo, que  cuenta  muy  al  pormenor  sobre  el  particular  lo 
siguiente:  t Sucedía,  pues,  que  los  que  el  maestre  hacía  prisio- 
neros al  Clavero^  al  momento  los  mandaba  ahorcar,  y  los  que 
el  Clavero  copaba  del  maestre  eran,  por  el  contrario,  muy  aten- 
didos, honrados,  considerados  y  guardados,  por  lo  que  con  esta 
conducta  se  le  aficionaban,  como  sucedió  con  Lorenzo  de  UUoa, 
caballero  cacereño  que,  hecho  prisionero,  le  honraba  y  lo  senta- 
ba á  su  mesa. 

>Dió  después  el  Clavero  libertad  á  Ulloa,  y  le  regaló  un  ca- 
ballo en  que  marchase,  rogándole  que  de  camino  pidiese  al 
maestre  le  diese  un  hermano  suyo  de  leche  llamado  Juan  de 
Belvís,  que  retenía  prisionero,  á  lo  que  el  maestre  no  quiso  acce- 
der, por  lo  que  desertaron  del  campo  del  maestre  y  se  fueron  á 
Cáceres  desde  el  real  el  Lorenzo  de  Ulloa  y  otros  deudos  y 
amigos  suyos,  hasta  número  de  50,  que  abandonaron  al  maestre.  > 

Más  tarde,  los  de  Cáceres,  que  estaban  sujetos  al  maestre, 
por  haberse  éste  apoderado  violentamente  de  la  población,  es- 
cribieron al  ClaverOy  que  estaba  en  Azagala,  pidiéndole  que  con 
sus  tropas  les  viniese  á  auxiliar  para  echar  de  Cáceres  al  maes- 
tre, que  los  trataba  muy  duramente.  El  Clavero^  vista  la  carta, 
partió  en  dirección  á  Cáceres  con  300  caballos  y  más  de  400  peo- 
nes. Llegaron  á  Cáceres  al  salir  el  sol,  y  el  Clavero  y  su  gente 
atacaron  á  la  puerta  de  Coria,  la  cual  guardaba  un  caballero  de 
los  más  principales  del  maestre,  que  se  llamaba  Gonzalo  de  Cá- 
ceres. Éste  hizo  gran  resistencia  con  la  gente  de  su  mando :  pero 
no  pudieron  sufrir  la  valiente  carga  que  daban  los  del  Clavero^ 
y  quedando  allí  muerto  con  muchos  de  los  suyos  el  Gonzalo, 
entraron  en  la  villa  y  se  apoderaron  de  ella,  huyendo  los  del 
maestre.  Con  esto  quedaron  los  de  Cáceres  en  la  obediencia  del 
rey  D.  Enrique  VI,  y  muy  agradecidos  al  Clavero. 


C  Á  C  E  R  E  s  747 

Los  que  escribieron  al  Clavero  llamándole  para  que  fuese 
sobre  Cáceres  y  los  libertase  de  la  tiranía  del  maestre,  fueron, 
entre  otros  caballeros,  Juan  de  Carvajal  y  su  primo  Lorenzo 
UUoa,  el  prisionero  á  quien  tanto  atendió  y  distinguió  cuando 
los  sucesos  de  Coria. 

Ulloa  falleció  en  Cáceres  en  1 500. 

D.  Pedro  de  Ulloa,  notable  capitán  y  escritor,  hermano  de 
D.  Alonso  y  de  D.  Juan,  y  como  ellos  nacido  en  Cáceres  en  1 5  29. 

Educado  para  la  guerra,  como  sus  otros  hermanos,  hizo  la 
de  Italia,  Flandes  y  Francia,  y  formó  parte  del  ejército  que  sitió 
y  asaltó  la  plaza  de  San  Quintín.  Su  fama,  bien  merecida,  le 
nace  del  comportamiento  que  tuvo  en  el  ejército  del  conde  de 
Saboya;  pero  no  la  tiene  menos  por  sus  trabajos  en  las  letras, 
pues  que  habiéndolas  estudiado  desde  su  juventud  en  Salaman- 
ca y  Alcalá  de  Henares,  las  cultivó  en  sus  últimos  años. 

Después  de  la  campaña  de  Francia  se  retiró  á  Cáceres,  donde 
sus  cuantiosos  bienes  reclamaban  sus  cuidados,  y  escribió,  en  1 564, 
una  relación  de  aquella  campaña,  con  el  título  de  Guerra  de  los 
españoles  contra  S.  Ai.  Francisco  /,  la  prisión  de  este  rey^  con  la 
toma  del  castillo  de  Chatelete^  la  plaza  de  San  Quintín^  y  demás 
pormenores  ocurridos  en  esta  campaña  desde  el  principio  cU  fin  de 
eÜa. 

De  este  curioso  manuscrito,  que  se  guardaba  en  el  archivo 
del  ayuntamiento  de  Cáceres  hasta  1808,  se  sacó  una  incorrecta 
copia  que  sirvió  más  tarde  para  darse  de  ella  un  extracto  su  • 
cinto  en  El  Siglo  Pintoresco  (Madrid,  1845),  como  puede  verse 
en  el  tomo  I,  páginas  203  á  21 1  y  247  á  259,  en  que  se  inserta 
este  trabajo  que  suscribe  nuestro  amigo  J.  H.  García  de  Que- 
vedo,  constante  redactor  de  dicho  periódico,  y  á  cuyo  escritor 
le  facilitó  este  manuscrito  el  marqués  de  Santa  Marta,  D.  Caye- 
tano Grolfín  y  Casa. 

Como  testigo  presencial  D.  Pedro  de  Ulloa  de  todos  los 
hechos  de  aquella  gloriosa  campaña,  su  manuscrito  es  altamente 
importante,  y  es  lástima  que  el  Sr.  García  de  Quevedo  no  de- 


748  C  Á  C  E  R  E  S 

nuncie  al  autor  de  este  trabajo  cuando  de  él  extractó  lo  por  él 
publicado  en  1845. 

Don  Juan  de  Ulloa,  famoso  militar  y  noble  caballero^  her- 
mano de  D.  Alonso,  y  como  él  nacido  en  Cáceres  en  1525. 

La  historia  de  D.  Juan  va  íntimamente  unida  á  la  de  don 
Alonso,  hasta  la  toma  de  San  Quintín,  en  que,  siguiendo  en  la 
guardia  del  rey,  acompañó  al  obispo  de  Arras,  que  era  de  su 
Consejo,  y  regresó  á  España,  estableciéndose  en  su  patria,  donde 
vivió  largos  años  gozando  fama  de  político  influyente  en  las 
contiendas  que  los  nobles  entre  sí  sostenían  en  Extremadura. 

Antonio  Ulloa,  capitán  y  aventurero,  nacido  en  últimos  del 
siglo  XV.  Con  los  Alvarados,  los  Magallanes  y  otros  tantos  in« 
trépidos  extremeños,  sus  amigos  y  camaradas,  marchó  á  Amé- 
rica, y  por  su  carácter  levantisco  y  por  su  energía  se  hizo  cele* 
bre  en  las  revueltas  y  motines  del  Perú. 

Su  influencia  en  la  conquista  del  país  hubiese  sido  más  bene- 
ficiosa á  no  haber  tenido  Ulloa  los  defectos  de  carácter  que 
apuntamos. 

Falleció  ignorado,  como  otros  tantos  que  comprometieron 
su  suerte,  sin  comprender  la  verdadera  misión  de  España  en  el 
descubrimiento  de  América. 

Don  Alonso  Ulloa,  famoso  caballero  y  capitán  valeroso,  na- 
cido el  año  de  1528,  hijo  de  las  familias  más  linajudas  que  se 
conocían  en  Extremadura  desde  mediados  del  siglo  xiv. 

Educado  por  su  padre,  antiguo  militar,  en  las  armas,  como 
sus  otros  hermanos  Pedro  y  Juan,  hizo  la  campaña  en  las  filas 
del  rey,  contra  los  enemigos  de  España,  desde  su  más  tierna 
juventud,  adquiriendo  bien  pronto  fama  de  valiente,  como  asi- 
niismo  sus  dos  hermanos. 

Á  la  renuncia  de  Carlos  V  en  Bruselas  debió  Felipe  II  el 
gobierno  de  los  reinos  de  España,  con  los  estados  de  Flandes, 
Italia,  África  y  América,  que  entonces  pertenecían  y  estaban 
unidos  á  la  poderosa  corona  de  Castilla. 

Las  dificultades  puestas  por  Paulo  IV  y  Enrique  II  de  Ingla- 


C  Á  C  E  R  E  S  74^ 

térra  á  la  política  de  Felipe  II  encendió  la  guerra  en  toda  Euro- 
pa, y  bien  pronto  los  ejércitos  españoles  invadieron  la  Francia, 
que  estaba  contra  el  rey  de  España,  y  nuestros  soldados  acam- 
paban junto  á  los  muros  de  San  Quintín.  Un  formidable  ejército, 
al  mando  del  duque  de  Saboya,  era  el  terror  del  extranjero,  y 
entre  los  capitanes  y  caballeros  más  principales  que  comandaban 
aquellas  tropas  se  encontraban  los  tres  hermanos  UUoas,  que 
habían  ido  á  la  guerra  en  compañía  de  D.  Alonso  de  Aguilar  y 
de  su  hermano  el  poderoso  conde  de  Feria. 

Don  Alonso,  desde  el  comienzo  de  aquella  gloriosa  campaña 
hasta  la  toma  y  asalto  de  San  Quintín,  se  mostró  valeroso, 
acompañó  al  rey  prisionero  hasta  el  alcázar  de  Madrid,  y  quedó 
sirviendo  largos  años  al  lado  de  Felipe  II,  hasta  que  ya,  acha* 
coso  por  los  males,  se  retiró  á  descansar  á  su  patria,  falleciendo 
á  muy  luego  cargado  de  honores  y  de  años. 

Don  Pedro  Ulloa  y  Golfín,  historiador  y  noble  caballero  ex- 
tremeño, nacido  el  año  de  1599.  Fué  militar  y  poeta,  distinguién* 
dose  mucho  en  1654  en  la  guerra  con  Portugal.  Era  caballero 
noble  de  la  orden  militar  de  Alcántara  y  señor  del  mayorazgo 
del  Castillo. 

En  1626  escribió  un  libro  que  dedicó  á  la  reina,  esposa  de 
Felipe  IV,  y  que  no  llegó  á  publicar  hasta  1675,  ^^^  ^^  título 
de  Memorial  de  la  calidad  y  servicios  de  D.  Alvaro  Francisco 
de  Ulloa  Golfín  y  Chaves^  caballero  del  orden  de  Alcántara, 
señor  del  mayorazgo  del  Castillejo^  en  la  villa  de  Cáceres^  á  la 
Reina  Nuestra  Señora. 

Esta  obra  es  muy  rara,  porque  se  encuentran  hoy  pocos 
ejemplares  de  ella. 

Confunden  á  este  Ulloa  con  el  Pedro  que  un  siglo  antes  sir- 
vió, juntamente  con  sus  hermanos  Juan  y  Alonso,  á  las  órdenes 
de  Felipe  II,  y  asistieron  á  la  batalla  y  toma  de  San  Quintín,  y 
á  quien  equivocadamente  hacen  también  autor  de  otra  obra, 
interesante  para  la  historia  de  Extremadura,  denominada  Fueros 
y  privilegios  de  Cáceres  (impresa  sin  principio  ni  fin,  en  folio.) 


750  C  Á  C  E  R  E  8 

Este  trabajo,  que  es  una  copia  cronológica  dé  todos  los  do- 
cumentos que  en  el  archivo  municipal  de  Cáceres  y  de  sus  prin- 
cipales casas  existían  por  los  años  de  164O1  pertenece  á  don 
Pedro  Ulloa  y  Golfín  que,  al  parecer,  y  juzgando  por  los  mate- 
riales que  acumulaba  en  su  obra,  pretendía  escribir  la  historia  de 
su  patria,  pensamiento  que  no  pudo  realizar  acaso  porque  en  el 
camino  le  sorprendiera  la  muerte.  Pero  no  ha  sido  del  todo  per- 
dido el  esfuerzo  de  este  autor,  pues  para  bien  de  la  historia  pa- 
tria existe  en  la  Biblioteca  Nacional  este  códice  (D.  49)  que,  sin 
duda  alguna,  es  la  copia  de  lo  publicado,  sin  principio  ni  fin,  y 
enriquecido  aquí  con  notas  y  comentos  del  propio  D.  Pedro. 

Basta  con  lo  indicado  en  el  índice  de  esta  obra  para  juzgar 
del  trabajo  de  D.  Pedro  de  Ulloa,  cuyos  propósitos  en  vida 
fueron  encaminados  á  escribir  más  largamente  un  cuerpo  de 
historia  patria,  con  método  y  regular  crítica. 

Lo  extraño  es  que  habiendo  pasado  más  de  dos  siglos  desde 
su  fallecimiento  no  haya  encontrado  la  ciudad  de  Cáceres  otro 
historiador  que  prosiguiese  el  camino  ya  trazado  por  UUoa,  y, 
lo  que  es  más  doloroso,  que  se  haya  perdido  toda  la  serie  de 
documentos  por  él  citados. 

En  Extremadura,  no  de  ahora,  de  siempre,  se  ha  descuidado 
esta  clase  de  trabajos,  por  los  que  han  prestado  muy  poco  inte* 
res  sus  propios  hijos. 

Por  último,  se  atribuye  á  D.  Pedro  de  Ulloa  otra  obra  im- 
presa en  sus  tiempois  con  el  título  siguiente:  De  la  ceremonia  de 
alzar  pendones^  libro  citado  por  los  eruditos  y  muy  estimado  de 
los  bibliófilos. 

Y  P.  Gonzalo  María  Ulloa  y  Queipo  de  Llano,  conde  de 
Adaneros,  político  contemporáneo,  nacido  en  los  primeros  años 
del  siglo  actual.  Antiguo  diputado,  el  señor  conde  de  Adaneros 
llegó  á  la  Alta  Cámara,  más  que  por  los  derechos  de  su  título, 
por  su  antigua  carrera  política.  Cuando  fué  nombrado  senador 
vitalicio,  había  figurado  ya  en  seis  legislaturas,  cinco  como  dipu- 
tado y  una  como  senador,  elegido  por  su  provincia.  Su  nombre. 


CÁCERE8  75 1 

sin  embargo,  fué  poco  conocido,  obteniendo  escasa  popularidad 
fuera  de  Extremadura,  donde  ejerció  grande  influencia  por  ra- 
dicar allí  sus  bienes. 

Su  título  fué  creado  por  Carlos  II  en  7  de  Noviembre  de  1691 
á  favor  de  D.  Pedro  Núftez  de  Prado,  alguacil  mayor  de  la  chan- 
cillería  de  Valladolid  y  presidente  de  los  Consejos  de  Hacienda 
é  Indias.  Por  su  enlace  pasó  después  al  marqués  de  Castro-Sema, 
hallándose  ambos  reunidos  en  D.  Gonzalo  María  Ulloa  y  Queipo 
de  Llano,  caballero  gran  cruz  de  Isabel  la  Católica  y  maestrante 
de  Granada.  De  familia  liberal  este  señor,  su  padre  fué  ya  di* 
putado  en  la  legislatura  de  1822  á  23,  como  D.  Gonzalo  lo  fué 
primeramente  en  1834,  habiendo  sido  reelegido  para  las  legis- 
laturas de  1835  á  3^9  d^  40  á  44  y  45  y  siempre  representando 
á  la  provincia  de  Cáceres.  En  1838  fué  nombrado  senador,  in- 
gresando en  la  alta  Cámara  el  20  de  Enero  de  1 847  como  vita- 
licio. 

En  la  provincia  de  Cáceres  desempeñó  los  cargos  de  vice- 
presidente de  la  Junta  de  Agricultura  y  presidente  de  la  Comi- 
sión auxiliadora  de  ganaderos.  En  ambos  cargos  prestó  grandes 
servicios,  pues  fama  gozó  de  entendido  labrador  y  ganadero. 


CAPÍTULO   II 


Cañaveral  de  Alconetar  y  Torrrejonclllo. 

Coria  fué  Caurium  ó  Cdrlca  de  los  vettones. — El  obispado  Cauriense. 

La  monarquía  de  Zeth  y  de  Mandhlr. — Coria  restaurada. 

Noticia  de  sus  hijos  más  ilustres 


I 


/^'^■^<^¿¿t¿-' 


ÓMASE  para  ir  á  Coria  el  ferro-carril  en  Cáce- 
res,  en  dirección  á  Cañaveral ,  donde  caballero 
sobre  mulo  poco  noble,  ó  en  mal  carricoche  se 
recorren  varios  kilómetros  por  tortuosos  sen- 
deros, caminando  hacia  Torrejoncillo,  princi- 
pio de  la  hermosa  carretera  que  conduce  á 
Coria. 

Cañaveral  de  Alconetar  es  un  pequeño 
pueblo  sin  historia,  situado  en  la  pendiente  meridional 
de  una  sierra,  continuación  de  la  de  Guadalupe,  ro- 
deado de  huertos  con  frondosa  arboleda  donde  se  recolecta 
naranjas,  limones,  granadas,  cerezas,  peras  y  melocotones  en 
abundancia. 

En  el  siglo  xvi  se  llamó  este  pueblo  Cañaveral  de  las  Limas, 
y  pertenecía  á  los  estados  llamados  de  Alba  de  Liste,  incorpo- 


95 


754  C  Á  C  E  R  E  S 


rados  más  tarde  al  ducado  de  Frías,  patrono  de  la  parroquia  de 
Cañaveral,  Santa  María,  ediñcio  muy  agradable  á  la  vista,  sitúa- 
do  en  lo  más  elevado  de  la  población,  frente  al  S.,  todo  él  de 
piedra  de  cantería  labrada,  con  arcos  y  bóveda  de  lo  mismo. 

Torrejoncillo  es  una  villa  dé  escasa  importancia,  situada  á 
unos  diez  kilómetros  de  Coria,  sobre  una  ladera  inclinada  ha- 
cia al  S. 

Á  dos  kilómetros  de  ella,  camino  de  Coria,  aparecieron 
en  1780  unas  minas  muy  notables  que  afectaban  la  forma  de  un 
ediñcio,  como  de  templo  romano*.  Descubiertos  los  cimientos  á 
una  profundidad  de  un  metro,  formaban  tres  paralelas  cortadas 
por  otra  transversal  al  extremo  N. 

Si  este  edificio  fué  de  algún  templo  pagano  es  evidente  que 
á  su  fachada  principal  corresponden  las  once  columnas  ó  basa- 
mentos fragmentarios  que  han  rodado  por  aquellos  campos 
muchos  años.  El  ingreso  á  este  edificio  era  por  la  faja  central, 
donde  aparecían  seis  bases  de  columnas.  Medía  52  metros  de 
ancho  por  40  de  profundidad,  y  aunque  algunos  sostienen  que 
su  forma  no  es  adecuada  á  la  de  los  templos  griegos  y  romanos, 
Viu  (erudito  y  anticuario  de  gran  nota,  que  en  1854  examinó 
detenidamente  una  Memoria  que  sobre  estos  restos  escribiera, 
en  1782,  D.  Carlos  Saenz),  cree  que  pertenecían  á  la  época  ro- 
mana. Aducía  pruebas  para  opinar  así.  La  colección  de  las  mo- 
nedas que  conservaba  Viu,  las  romanas  en  su  inmensa  mayoría, 
fueron  halladas  en  los  campos  de  Torrejoncillo,  y  multitud  de 
lápidas  y  restos  antiguos  aparecidos  en  las  inmediaciones  de 
Coria,  se  hallaron  á  poca  distancia  de  los  restos  anteriores.  Por 
otra  parte,  próximo  á  Torrejoncillo,  en  Ceclavín,  la  Cellirium  ó 
Celia-  VinaruB  de  los  romanos,  se  han  encontrado,  en  principios 
del  siglo,  señales  de  otro  suntuoso  edificio  de  55  metros  de  lar- 
go, donde  había  varias  urnas  sepulcrales  con  inscripciones  que 
no  se  tuvo  la  previsión  de  traducir  (i). 


(i)    Viu,  en  su  Extremadura^  tomo  I,  págs,  1737  74. 


C  Á  C  E  R  E  s  755 


II 


Hubo  otra  Cauria  en  la  Bélica;  pero  se  diferenciaba  de  la 
de  los  veítanes  por  su  adjetivo  de  Starum  con  que  la  denominan 
á  una  todos  los  geógrafos  antiguos,  y  mayormente  Strabón, 
reconociéndose  en  esta  antigua  mansión  romana  á  la  moderna 
Coria  del  Río.  Ptolomeo  dice  que  la  Cauria  Velona  era  ciudad 
de  la  Lusitania^  asentada  en  el  límite  de  estas  dos  regiones, 
correspondiendo,  por  tanto,  á  la  ciudad  de  Coria,  situada  á 
pocos  kilómetros  de  la  frontera  portuguesa,  y  que  en  la  actuali- 
dad conserva  en  pie  importantes  memorias  de  aquella  época. 
Romanas  son  las  murallas  que  la  circuyen,  y  tan  enteras  como 
si  hiciera  pocos  años  que  se  acabaran  de  hacer;  romanas  son 
las  inscripciones  que  aparecen  en  sus  campos,  y  romanas  también 
las  monedas  y  medallas  halladas  por  los  anticuarios. 

Las  murallas,  mayormente,  de  esta  ciudad  velona  son  admi- 
rables. Tal  vez  en  Europa  no  haya  otro  pueblo  que  pueda  pre- 
sentar tan  intactos  sus  muros  romanos,  aunque  sencillos.  Las 
torres  son  cuadradas  y  las  almenas  planas  por  la  parte  superior; 
pero  estos  muros  miden  ocho  metros  de  espesor  y  las  puertas 
cuatro  de  ancho  y  cinco  de  alto.  Para  penetrar  por  ellas  era 
preciso  salvar  un  ángulo  de  tres  metros  de  ancho  y  cuatro  de 
largo,  defendido  por  el  lienzo  de  la  muralla  y  por  dos  torres  co- 
laterales. Desde  lo  alto  del  muro,  por  la  parte  interior,  bajaba 
una  gran  compuerta,  que  cubriendo  el  arco  de  la  entrada  impe- 
día pasar  más  adelante.  Su  canal  de  0*28  de  ancho,  permanece 
aún.  Seguíase  luego  por  la  parte  de  adentro  una  pequeña  plaza 
de  cuatro  metros  de  ancha  por  tres  de  larga^  puesta  á  cubierto 
por  los  muros  que  la  circunvalaban  y  capaz  de  contener  al  ene- 
migo, aun  cuando  forzase  la  compuerta.  Nuestros  arquitectos 


758  C  Á  C  E  R  E  S 


« 

Los  que  á  Coria  dan  una  antigüedad  fabulosa,  como  el 
P.  Coria,  sostienen  que  fué  ciudad  muy  principal  en  los  tiempos 
celtas  y  junto  á  sus  muros  quedó  vencido  Viriato,  general  ibero, 
nacido  en  las  inmediaciones  de  Coria  (i).  Nada  de  esto  puede 
decirse  con  puebas  de  alguna  autoridad.  Sábese  sólo  que  Viriato 
hizo  la  guerra  á  los  romanos  desde  Talavera  la  Vieja  hasta  las 


(i)  La  patria  de  este  famoso  guerrero,  héroe  de  nuestra  primitiva  independen- 
cia, no  puede  determinarse  con  precisión.  Zamora,  Viseo,  Grato  y  Valencia  de  Al- 
cántara disputaban  la  gloria  de  haber  sido  su  cuna  y  en  especialidad  Zamora,  que 
hasta  pretendió  llevar  al  escudo  de  sus  armas  el  brazo  armado  de  Viriato;  pero 
sobre  este  punto  ha  pul)licado  el  ilustrado  capitán  de  navio  de  la  armada,  Sr.  Fer- 
nández Duro,  académico  eruditísimo,  un  estudio  bastante  extenso,  probando  que 
el  escudo  de  Zamora,  su  patria,  nada  tiene  de  común  con  el  recuerdo  del  famoso 
guerrero  lusitano,  y  con  este  motivo  se  extiende  á  otras  consideraciones  para  pro- 
bar que  Viriato  no  eszamorano,  como  pretendían  hacerlo  algunos  cronistas,  y  con 
especialidad  Pedro  de  Medina  y  el  doctor  Vargas,  quienes  citando  á  Fr.  Alonso 
de  Castro,  que  á  su  vez  sigue  lo  dicho  por  Fr.  Juan  Gil  de  Zamora,  fué  el  primero 
que  hizo  zamorano  al  general  lusitano.  Otros  autores  sostienen  que  Viriato  fué 
hijo  de  Sayago,  y  no  pocos  que  fué  nacido  en  Torre  de  Frades,  como  dice  Florián 
de  Ocampo,  no  resultando,  por  tanto,  acuerdo  en  ninguna  de  estas  opiniones. 

Por  otra  parte,  la  de  que  nació  en  Viseo  ó  en  Grato,  no  tiene  fundamento  serio, 
quedando  como  posible  la  de  ser  un  pueblo  de  la  frontera  española,  en  los  alrede- 
dores de  Valencia  de  Alcántara.  ^Fué  acaso  en  Lecantum  donde  naciera?  ^Lo  fué  en 
Caladanum?  Ambos  pueblos  eran  anteriores  á  los  romanos  y  no  distaban  mucho 
de  Julia  Contrasta  (Valencia  de  Alcántara),  cuyo  origen  indudablemente  es  roma- 
no, como  lo  es  también  Norva  Ccesarea  (Alcántara).  En  estas  dudas,  y  mientras  este 
punto  se  ilustra  con  nuevos  antecedentes,  nosotros  lo  hacemos  de  Valencia  de  Al- 
cántara, donde  también  hubo  otro  pueblo  anterior  al  de  Julia  Contrasta,  y  cuyo 
verdadero  nombre  no  ha  llegado  hasta  nosotros.  Y  supuesto  esto,  diremos  que 
Viriato  fué  un  hombre  valeroso,  que  en  los  principios  de  la  invasión  romana  con- 
cibió el  proyecto  de  libertar  á  su  patria.  Alzóse  el  año  de  149  antes  de  Jesucristo, 
y  en  el  espacio  de  cuatro  años  derrotó'á  cuatro  ejércitos  consecutivos,  compuestos 
de  numerosas  legiones  y  mandados  por  los  más  entendidos  generales  que  Roma 
tenía. 

En  244  sus  tropas  estaban  operando  en  Arsa  (Azuaga)  centro  de  las  montañas 
túrdulas.  El  cansancio  se  había  apoderado  de  aquellos  valerosos  soldados  que 
fueron  rechazados,  aunque  no  vencidos,  por  los  consulares.  Viriato  vio  entonces 
el  peligro  que  corría  su  valerosa  empresa  y  se  corrió  por  las  montañas  celtíberas 
reclutando  gentes  y  armas,  organizando  su  ejército  y  operando  de  nuevo  contra 
los  consulares,  á  quienes  venció,  obligándoles  á  capitular  en  un  pueblo  que  desde 
entonces  se  denominó  Civilas  Paces,  después  Pax  Augustay  hoy  Badajoz.  En  esta 
ciudad,  pues,  capitularon  los  generales  romanos,  haciendo  la  paz  con  el  famoso 
Viriato,  y  no  reconocidas  las  bases  de  esta  capitulación  por  Roma,  al  año  siguien- 
te se  rompieron  sin  previa  declaración  de  hostilidad.  Atacado  Viriato  de  improvi- 
so, se  retiró  á  las  montañas  y  preparaba  ya  nuevas  victorias  cuando  fué  vendido 
por  tres  oficiales  suyos,  á  quienes  sedujo  el  oro  romano,  y  le  dieron  muerte  cobar- 
demente, sorprendiéndole  dormido  en  su  tienda  el  año  140  antes  de  Jesucristo. 


CÁ  C  E  R  E  s  '  759 

1 

inmediaciones  de  Mérida;  que  su  famoso  tratado  de  paz  con  los 
romanos  lo  firmó  Civitas  Paces ^  después  Paz  Augusta  (Badajoz), 
y  que  en  los  campos  de  Coria  sostuvo  sus  cuarteles  algún  tiem- 
po, y  acaso  á  esta  ciudad  fuese  llevado  á  su  muerte,  porque 
Cauria  era  á  la  sazón  una  de  las  principales  ciudades  que  exis- 
tían en  tiempos  de  la  guerra  entre  vettones  y  romanos,  en  las 
orillas  del  Alagón.  Sostenemos  esta  opinión  porque  en  las  mu- 
rallas de  esta  antigua  ciudad  se  encontró  una  lápida  sepulcral 
de  Viriato,  como  acredita  Fr.  Francisco  de  Coria  con  multitud 
de  citas  de  autores  respetables.  ¿En  qué  sitio  de  la  muralla  es- 
taba esta  lápida?  No  lo  dice  este  autor,  ni  tampoco  da  noticia 
literal  de  la^  inscripción,  tal  vez  porque  los  historiadores  de  quien 
él  tomara  la  cita  no  copiasen  tan  importante  dato.  Pero  es  evi- 
dente que.,  esta  inscripción  estaba  en  lo  destruido  en  el  siglo  xvi, 
cuando  se  hizo  el  castillo  que  está  junto  á  la  puerta  de  San 
Francisco.  £1  mismo  autor  á  quien  antes  hemos  copiado,  D.  José 
de  Viu,  dice  sobre  esté  particular  lo  siguiente:  «...Por  la  multitud 
de  ellas  (lápidas)  que  hay  en  las  murallas,  inferimos  que  antes 
de  ser  murada  Cauria  sería  pueblo  de  cuenta,  y  que  se  echó 
mano  de  esas  piedras  para  la  obra  como  de  otras  cualesquiera 
abandonadas.  Lo  mismo  parece  haberse  hecho  á  su  vez  con  las 
mismas  de  las  murallas  en  tiempos  posteriores,  pues  el  castillo^ 
que  está  junto  á  la  puerta  de  San  Francisco,  construido  cuatro 
siglos  há,  se  fabricó  en  gran  parte  con  la  piedra  de  la  antigua 
muralla  por  encontrársela  labrada  los  constructores,  sin  que  esto 
obste  á  que  se  mantengan  en  pie  los  muros  romanos,  pues  por 
lo  visto  no  abrazaron  éstos  sino  un  recinto  especial.» 

¡Lástima  de  haberse  perdido  la  inscripción  de  Viriato!  La 
indiferencia  de  nuestros  antepasados  no  tiene  disculpa  en  este 
punto. 

Digno  de  gran  recordación  será  siempre  el  primer  general 
que  supo  oponerse  á  las  conquistas  de  los  invasores  de  la  Pe- 
nínsula, y  el  anatema  caerá  eternamente  sobre  la  memoria  de 
los  cobardes  que  le  asesinaron  á  puñaladas  para  dar  la  victoria 


yóo  C  Á  C  E  R  E  s 


% 

al  enemigo  sobre  el  ensangrentado  cadáver  del  valiente  lusitano, 

á  quien  han  tratado  con  poca  caridad  los  escritores  españoles 
y  con  especialidad  el  P.  Isla,  de  quien  recordamos  estos  versos: 

«Viriato,  guerrero,  pasó  át  pastor  á  vandaUro, 
y  de  allí  á  general,  fuerte,  famoso, 
contuvo  á  los  romanos  victorioso.» 

» 

La  memoria  de  Viriato  fué  más  respetada  por  los  mismos 
romanos  que  lo  ha  sido  de  los  españoles,  como  se  prueba  el 
que  en  diversos  puntos  de  la  Lusitania  se  le  erigieron  monu- 
mentos. En  Santa  Cruz  de  la  Sierra,  villa  á  14  kilómetros 
al  Sur  de  Trujillo,  se  lee  una  inscripción  en  la  casa  que  pertene- 
ció á  D.  Agustín  Blázquez,  y  cuya  piedra  creen  algunos  que 
pueda  ser  la  que  estuvo  en  Coria.  Dice  así: 

VIRIATUS  TANCINII    FILIUS 

HIC   EST   SEPULTUS 

S.    T.    T.    L. 

Impugnan  varios  eruditos  la  anterior  inscripción  dudando  de 
que  sea  auténtica,  fundados  principalmente  en  ser  romana.  Pero 
no  es  la  primera  muestra  ésta  que  los  romanos  dieran  de  hon- 
rar la  memoria  de  sus  enemigos  valerosos,  y  tanto  más  explica- 
ble en  ese  caso  cuanto  sabido  es  que  el  Senado  romano  procuró 
sincerarse  y  aparecer  extraño  al  asesinato  indigno  del  caudillo 
ibérico.  El  apelativo  de  hijo  de  Tancino  conviene  también  con 
la  posibilidad  de  esta  tradición,  pues  ese  apellido  suena  mani- 
fiestamente á  cartaginés,  y  cartagineses  fueron  los  últimos  do- 
minadores de  la  Península. 

Consta,  por  otra  parte,  que  la  familia  Tancina  fué  muy  no- 
table en  Coria,  y  uno  de  esta  rama  que  servía  en  el  ejército  de 
los  soldados  llamados  vettones  en  Inglaterra,  murió  en  la  gue- 
rra que  hubo  en  las  islas  británicas,  según  la  inscripción  que 
trae  el  citado  Coria,  copiada  de  Muratori,  y  que  dice  así : 


C  Á  C  E  R  E  S  761 


L.    VITELLIVS.    MA 

NIAI.    F.    TANCINUS 

CIVES.     HISP.     CAVRIESIS 

EQ.    ALAE.    VETTONVM.    C.    R. 

ANN.    XXXXVI.    STIP.    XXVI 

H«    S«    E* 


Coria,  una  ciudad  rebelde  á  Roma,  fué  esHpendiaria^  como 
Plinio  declara  y  en  la  inscripción  anterior  se  dice. 

Finalmente,  no  puede  negarse  que  el  teatro  de  las  últimas 
campañas  de  Viriato  Tancino  debe  localizarse  desde  Talavera, 
adonde  tuvo  que  retirarse  ante  el  furor  de  las  legiones  romanas, 
hasta  el  Guadiana  al  SE.  y  la  sierra  de  la  Estrella,  frontera 
de  Portugal,  en  la  hoy  tierra  portuguesa,  y  con  Extremadura 
al  E.,  en  cuyo  centro  se  halla  el  pueblo  aludido. 

Pero  no  faltan  autores  que  sostengan  que  Coria  no  puede 
buscarse  más  allá  de  la  época  romana,  y  Masdeu,  como  Ceán 
Bermúdez  son  de  esta  opinión.  Viu  y  mayormente  Andrés  San- 
tos Calderón  de  la  Barca,  en  sus  Memorias  para  la  historia  de 
la  Iglesia  de  Coria  (Ms.  en  la  B.  N.  Od.  97),  sostienen  todo  lo 
contrario,  con  citas  de  evidente  autoridad. 

Plinio  nombra  los  caurienses  como  de  la  Lusitania^  expre- 
sando pertenecer  á  la  clase  de  estipendarios.  Ptolomeo  coloca  á 
Caurium  entre  las  mediterráneas  de  la  región  de  los  lusitanos, 
y  ambos  la  consideran  ciudad  antigua,  esto  es,  de  origen  ante- 
rior á  los  romanos. 


III 


No  decayó  en  importancia  Coria  durante  la  España  goda,  y 
habiéndosela  elevado  á  la  dignidad  de  Sede  pontiñcia,  fígura  el 

obispo  cauriense  suscribiendo  los  concilios  de  aquella  época. 

96 


702  C  A  C  E  R  E  S 


Sábese  que  el  origen  de  este  obispado  se  remonta  al  año  de  338 
de  nuestra  era,  en  el  que  el  gran  Constantino  con  el  Pontífice 
San  Silvestre,  dividieron  á  España  en  seis  arzobispados,  é  hicie- 
ron á  Coria  sufragáneo  de  Mérida,  cuya  metrópoli  gobernó  como 
su  primer  arzobispo  Florencio,  que  falleció  en  el  año  de  357  (i). 

Desde  principios  del  siglo  iv  hasta  el  año  de  589  no  existen 
noticias  de  los  obispos  caurienses;  pero  en  el  acta  del  Concilio  III 
de  Toledo,  fírmó  Laquinto^  como  obispo  de  esta  diócesis,  y  en 
el  año  de  675,  bajo  el  reinado  de  Wamba  (cuando  era  arzobispo 
de  Mérida  Máximo)  se  le  señalaron  sus  límites  que  conservó 
íntegros  hasta  el  siglo  xi  en  que  las  órdenes  militares  le  arre- 
bataron los  pueblos  comprendidos  en  los  arcipezgos  de  Alcán- 
tara y  de  Valencia  de  Alcántara,  para  darlos  al  gobierno  del 
Prior  de  la  Orden  alcantarina. 

En  el  siglo  viii  Coria  recuperó  su  antiguo  esplendor  bajo  la 
dominación  musulmana,  que  la  ocupó  mucho  antes,  denominán- 
dola Al'Kárica.  Los  árabes  hicieron  de  Coria  una  ciudad  prin- 
cipal, por  el  cultivo  que  llevaron  á  sus  campos,  convirtiendo 
aquella  parte  de  Extremadura  en  un  rico  jardín  donde  se  daban 
con  abundancia  todos  los  frutos  más  apetecidos. 

En  854  Zeth,  uno  de  los  caudillos  más  poderosos  que  el 
elemento  musulmán  tenía  en  la  Lusitania,  se  fortificó  dentro  de 
Coria  y  se  coronó  su  rey  formando  un  reino  cuyos  límites  exten- 
día por  una  parte  hasta  el  mismo  Cáceres  y  por  otra  hasta  Pla- 
sencia.  Cantarat-Alseif  {^zixíXas^  se  le  sublevó  en  859  por 
los  impuestos  á  que  sometiera  sus  vecinos,  y  un  año  después, 
en  860,  Cáceres  también  se  le  insurreccionó,  acudiendo  sobre 
este  famoso  castillo  con  un  grueso  ejército,  y  poniéndole  sitio  en 
el  mes  de  Agosto  le  ganó  por  hambre  de  los  sitiados  y  mayor- 
mente por  la  peste  que  se  desarrolló  entre  ellos,  respetando  la 
vida  á  todos  los  que  se  le  rindieron. 

En  861  D.  Ordoñol,  rey  de  Asturias,  la  ganó,  haciendo  pri- 


(i)    Véase  la  pág.  399  de  esta  misma  obra. 


C  Á  C  E  R  E  S  763 

sionero  á  su  rey  Zeth,  á  quien  retuvo  preso  mucho  tiempo,  y  en 
primeros  del  año  siguiente  la  reconquistó  el  famoso  Mondhir, 
que  sucedió  en  el  trono  á  Zeth,  sabiendo  resistir  valerosamente 
á  las  tropas  del  rey  D.  Alfonso  III,  hijo  de  D.  Ordoño,  que  la 
sitiaban  en  868,  haciéndoles  abandonar  el  campamento  con  gran 
pérdida  de  caballeros.  Muerto  poco  después  el  rey  Mondhier,  los 
cristianos  la  ganaron,  siendo  refugio  de  D.  Jimeno  García,  rey 
de  Navarra,  y  del  Conde  de  Castilla,  cuando  fueron  batidos  por 
el  inquieto  Aladjiby,  gobernador  de  Zaragoza,  enviado  por  el 
Hakén  contra  ellos. 

En  997  se  reunieron  en  Medinah-Ghalisiyak  (Galisteo)  dife- 
rentes ejércitos  árabes  (i)  mandados  por  el  famoso  Almanzor, 
y  partieron  en  dirección  á  Coria,  que  opuso  una  tenaz  resisten- 
cia; pero  Almanzor  pudo  ganarla^  después  de  2 1  días  de  sitio,  y 
la  conñó  á  la  autoridad  del  Califa,  juntamente  con  otras  ciuda- 
des y  castillos,  como  fueron  los  de  Cantarat-Alseif  {^(átíXzxz)^ 
Aldisos  (Aliseda),  Almojarin  (Almoharín),  Zahorat  (Zorita)  y 
otros. 

En  1077  ^21  conquistó  el  bravo  rey  D.  Alfonso  VI,  aunque 
algunos  señalan  este  hecho  como  posterior  á  la  conquista  de 
Toledo,  llevados  de  lo  que  cuenta  el  arzobispo  D.  Rodrigo,  de 
dicho  monarca;  pero  la  circunstancia  de  haber  coincidido  la  toma 
de  Coria  con  el  eclipse  de  sol  de  1077  determinan  bien  este 
suceso  histórico  con  ,el  fenómeno  físico  que  tanto  preocupó  á  los 
hombres  del  siglo  xi  (2).  Este  eclipse  tuvo  lugar  el  25  de  Fe- 
brero de  1077,  á  la  una  y  media  de  la  tarde,  visible  en  Europa, 
en  África  y  en  el  Asia  (3).  En  la  Crónica  Lusitana  (4)  se  lee 


(1)  Tiene  esta  población  unas  murallas  bien  conservadas  de  la  época  de  la 
reconquista,  construidas  primorosamente  con  cantos  rodados.  Conserva  algunas 
construcciones  mudejares  y  lápidas  romanas.  Su  nombre  significa  el  lugar  por 
donde  pasan  galianas  ó  caminos  pastoriles.  Á  Oriente  de  ella,  á  su  vista  y  distan- 
cia de  mil  quinientos  metros,  está  la  calzada  romana;  por  lo  que  algunos  han  su- 
puesto equivocadamente  que  esta  población  fué  Rusticiana. 

(2)  Ebn-Abe  el  Halim  describe  largamente  este  suceso. 

(3)  Crónica  de  los  eclipses^  pág.  72. 

(4)  Á  su  página  405  y  siguientes. 


764  C  Á  C  E  R  E  S 

que  este  suceso  acaeció  era  11  15  (i)  mense  septembris  ccepit  idem 
rex  Donnvs  Alfonsus  Caurtum  civitatem,  Toledo  cayó  en  poder 
de  D.  Alfonso  en  1085,  esto  es,  ocho  años  después  de  la  con- 
quista de  Coria,  no  pudiéndose  por  tanto  tomar  á  la  letra  los 
versos  del  arzobispo  D.  Rodrigo,  quien  enumera  las  ciudades 
ganadas  por  el  IV  Alfonso,  porque  tal  convenía  á  la  estructura 
de  su  obra,  sin  guardar  el  orden  cronológico. 

Á  Coria  se  retiró  D.  Alfonso  mal  herido  de  un  lanzazo, 
aletargado  por  el  defecto  de  la  sangre,  la  fatiga  con  que  había 
salido  de  los  duros  trances  que  corriera  en  la  guerra  y  el  vino 
con  que,  á  falta  de  agua,  había  apagado  su  sed,  después  de  la 
sangrienta  batalla  librada  en  el  sitio  llamado  Sajalia  (Sagraja) 
junto  á  Badajoz. 

Muerto  este  monarca,  debilitada  la  gente  cristiana  en  los 
reinos  lusitanos,  Coria  fué  ganada  por  los  moros  y  en  1 124  vol- 
vió á  rescatarla  D.  Alfonso  VIL 

Mohamet-ben-Yusuf,  walí  de  Córdoba,  la  sitió  en  1 1 90,  con 
un  ejército  de  20,000  soldados.  Los  cristianos  de  la  Península 
prestaban  auxilio  á  los  sitiados,  y  nobles,  prelados  y  caballe- 
ros acudieron  en  su  favor ,  pero  el  sangriento  Mohamet  pudo 
ganarla  en  principios  del  año  1 1 9 1  haciendo  de  ella  una  ciudad 
principal,  y  formando  parte  de  lo  que  llamaban  el  Kasr^  de  los 
hijos  de  Abu  Danés,  ó  Kars  el  Fethah  (el  castillo  de  la  entrada 
ó  de  la  abertura).  Era  en  suma  un  señorío  ó  waliato  constituido 
por  el  último  Beny-Abed,  á  favor  de  su  Wasir  y  esclarecido 
poeta  Abdalá-Moheb,  quien  terminó  su  alcázar,  comenzado 
en  1 151  por  Alhá-el  Gamí,  rey  de  Cáceres,  y  mejoró  la  ciudad, 
convertida  por  él  en  semi-corte.  Pero  no  podía  permanecer 
mucho  tiempo  Coria  en  poder  de  los  moros,  y  codiciada  por  el 
rey  de  León  D.  Alfonso  VIII,  la  sitió  y  pudo  ganarla  después  de 
grandes  trabajos,  reedificando  sus  mejores  edificios,  poblándola 
de  caballeros  y  restableciendo  su  sede,  vacante  desde  la  inva- 


(i)     1077  de  nuestra  era. 


C  Á  C  E  R  E  S  765 

sión  sarracena,  pues  aunque  D.  Alfonso  VII  había  nombrado 
obispo,  y  se  comenzó  á  construir  en  su  tiempo  la  catedral, 
según  se  desprende  de  una  carta-privilegio  dada  en  1 108,  la 
obra  no  pasó  de  sus  primeros  indicios  hasta  que  D.  Alfonso  VIII 
mandó  impulsarlas,  dotando  á  su  iglesia  de  1 1  dignidades, 
15  canónigos,  6  racioneros,  6  medios  racioneros,  un  beneficio 
curado  y  competente  número  de  capellanes  de  coro. 


IV 


Restaurada  Coria  y  rescatada  por  los  cristianos,  comienza 
para  ella  una  nueva  vida  que  conviene  señalar  en  este  capítulo. 

Desde  los  comienzos  del  siglo  xii  Coria  comienza  á  influir 
en  los  sucesos  más  principales  que  tenían  lugar  en  la  Península. 
Contóse  primeramente  entre  las  ciudades  que  se  resistieron  á 
reconocer  la  autoridad  de  la  reina,  estando  gobernada  por  unos 
de  los  parciales  de  D.  Alvaro  Núftez  de  Lara,  declarándose  por 
D.  Fernando  III,  al  fallecimiento  del  IX  Alfonso. 

El  rey  santo  la  distinguió  por  su  lealtad,  y  sus  vecinos,  capi- 
taneados por  sus  prelados,  según  usanza  de  los  tiempos,  pres- 
taron los  más  desinteresados  servicios  en  las  guerras  de  Anda- 
lucía y  en  las  que  mediaron  entre  Castilla  y  Portugal  por  los 
años  de  1383.  En  esta  guerra  Coria  padeció  mucho,  porque  el 
rey  portugués,  deseando  poseerla,  la  cercó  por  tres  veces  y  aun- 
que violentamente  rechazado  por  sus  valerosos  vecinos,  el  rey 
levantó  el  sitio  y  tornó  á  sus  estados  cargado  de  los  ricos  des- 
pojos que  obtuvo  del  sitio. 

D.  Enrique  IV  la  hizo  cabeza  del  condado  que  concedió  á 
D.  Gutiérrez  de  Cáceres  y  Solís,  XXXV  gran  maestre  de  Alcán- 
tara, quien  en  unión  de  su  hermano  D.  Gómez,  la  empeñó  en 
cierta  cantidad  de  dinero  á  D.  García  de  Toledo,  duque  de  Alba, 


706  C  Á  C  E  R  E  S 

quedándose  con  ella  este  señor,  por  confirmación  del  mismo  rey 
D.  Enrique,  quien  le  dio  el  título  de  marquesado;  pero  antes 
D.  Gutiérrez,  el  conde  de  Coria,  hizo  renuncia  «en  los  caballe- 
>ros,  escuderos,  vecinos  honrados  y  homes  buenos  de  Cáceres, 
>del  alcabala  de  las  yerbas,  de  las  dehesas  de  la  villa  que  toca- 
>ban  á  su  condado...» 

Por  esta  época  tenía  ya  suma  importancia  el  obispado  y  la 
iglesia  catedral  de  Coria.  Sus  obispos  cobraban  en  todo  el  tér- 
mino de  su  jurisdicción  montazgos  á  los  ganados  para  levantar 
la  catedral  comenzada  en  i  io8,  y  el  rey  D.  Alfonso  XI  confirmó 
este  impuesto,  si  bien  eximiendo  de  él  á  los  vecinos  de  Cáceres, 
por  la  cooperación  que  le  prestaron  en  la  guerra. 

En  principios  del  siglo  Xwi  la  catedral  estaba  terminada,  y 
es  un  edificio  modesto,  pero  de  excelente  fábrica  y  con  un  tra- 
zado pretencioso. 

Está  situado  al  S.  y  tocando  á  la  muralla.  Apenas  tiene  vista 
en  su  exterior  por  hallarse  unidas  á  él  varias  casas.  Su  puerta 
mayor  mira  al  O.  frente  al  palacio  del  duque.  No  tiene  apenas 
uso,  por  estar  circunvalada  del  antiguo  cementerio.  La  que  le 
sirve  de  entrada  se  puede  decir  única  y  mira  al  N.  con  un  buen 
atrio  que  la  circunda  frente  al  palacio  episcopal.  Á  su  derecha 
se  eleva  la  torre  en  forma  cuadrada,  que  presenta  54  metros 
de  altura.  Á  los  33  se  hallan  las  campanas,  dando  vista  á  la  po- 
blación. Un  metro  más  arriba  termina  el  cuadro  de  un  corredor 
y  toma  figura  circular,  sobre  la  que  se  halla  la  media  naranja  de 
pizarra  formada  de  conchas,  y  sobre  ella  la  linterna  que  contiene 
las  campanas  del  reloj  y  el  cimbalillo.  La  fachada  principal  pre- 
senta los  caracteres  de  las  ampliaciones  y  reformas  que  el  tem- 
plo ha  sufrido,  lo  mismo  que  todo  su  recinto,  por  las  adiciones 
que  ha  venido  experimentando  deáde  el  siglo  xiil 

El  interior  de  este  templo  es  de  una  sola  nave  de  46  metros 
de  longitud,  16  de  anchura  y  27  de  elevación,  con  buenas  luces 
y  esmerada  arquitectura,  gótica.  La  capilla  mayor  está  cortada 
por  una  gran  verja  de  hierro.  De  su  centro  parte  la  valla  que 


C  A  C  E  R  E  S  767 

comunica  con  el  coro,  cuyo  frente  es  otra  verja.  Ambas  son 
obra  de  Mr.  Doupier. 

£1  coro  se  halla  en  medio  de  la  iglesia,  como  lo  tiene  la  ca- 
tedral de  Badajoz.  Tiene  una  notable  sillería  de  madera  tallada 
terminada  en  1489,  según  la  inscripción  puesta  con  caracteres 
góticos  en  la  silla  de  la  dignidad  de  tesorero.  Obra  es  esta  que, 
sin  ser  como  las  que  en  otros  templos  hizo  Berruguete,  puede 
competir  con  las  mejores  de  su  siglo.  No  se  sabe  los  artífices 
que  la  hicieron;  pero  desde  luego  puede  afirmarse  que  el  que 
dirigió  la  obra  era  italiano,  por  los  detalles  de  toda  ella  y  sus 
dibujos. 

Estas  sillas  han  sido  ocupadas  por  sabios  teólogos  y  virtuo- 
sos místicos  que  han  ilustrado  con  sus  nombres  la  iglesia  de 
Coria  al  par  que  á  la  España  cristiana.  Sus  obispos  han  hecho 
un  gran  papel  en  los  concilios  y  al  lado  de  nuestros  reyes,  en 
la  época  de  la  reconquista.  El  catálogo  de  todos  ellos,  desde 
los  que  ocuparon  la  sede  cauriense  en  1231,  hasta  últimos  del 
siglo  XVII,  lo  da  Pedro  de  Ulloa  y  Golfín,  en  su  Memorial^  á  las 
páginas  18  á  25,  y  el  prebendado  de  esta  iglesia,  D.  Andrés 
Santos  Calderón  de  la  Barca,  en  sus  Memorias  para  la  historia 
de  la  Iglesia  de  Coria  y  cronología  de  sus  obispos^  que  escribió 
de  Real  Orden,  en  1751,  amplía  las  noticias  de  Pedro  de  Ulloa 
y  trae  datos  importantes  sobre  obispos  y  canónigos  que  mere- 
cían traerse  á  este  libro  si  no  tuviésemos  el  temor  de  hacer  este 
capítulo  interminable  (i). 


(i)  Nuestro  deseo  era  el  de  publicar  íntegra  la  cronología  de  todos  los  prela- 
dos, como  hicimos  con  los  de  Badajoz  y  haremos  con  los  de  Plasencia,  completan- 
do así  las  noticias  de  Ulloa  y  Golfín  y  de  Santos  Calderón  de  la  Barca,  con  los  pre- 
lados que  hasta  la  actualidad  ocuparon  la  silla  de  Coria.  Á  este  fín  escribimos 
sucesivamente  al  secretario  de  Cámara  del  actual  obispo,  después  á  éste,  y  más 
tarde  al  diputado  provincial  D.  Augusto  Saenz  (natural  y  residente  en  Coria),  pi- 
diéndoles datos  sobre  los  obispos  de  Coria,  desde  1751  hasta  el  presente;  y  secre- 
tario, prelado  y  diputado  no  han  tenido  siquiera  la  cortesía  de  contestarnos. 

¡Con  qué  pena  consignamos  este  hecho  que  tanto  rebaja  el  nombre  de  dichas 
personas,  que  por  sus  cargos  debieran  ser  modelos  de  cultura  y  de  cortesía! 

Como  de  las  de  Ulloa  y  Golfín,  y  de  Santos  Calderón  de  la  Barca  no  puede  for- 
marse una  exacta  cronología  de  los  prelados  de  Coria,  acudimos  á,  consultar  la 


768  C  Á  C  E  R  E  S 

Á  espaldas  del  coro  hay  un  gran  espacio  llamado  campo  de 
la  virgen^  donde  se  ve  una  bonita  capilla  con  tres  altares  con 
reliquias  que  se  presentan  á  los  fíeles  el  3  de  Mayo  para  su  ado- 
ración. Esta  capilla  se  fundó  por  el  obispo  Juan  José  García  Al- 
varo. 

En  la  capilla  mayor  se  ve  al  lado  del  evangelio  un  suntuoso 
sepulcro  de  mármol,  consistente  en  un  nicho  con  dos  pilastras 
compuestas  á  los  lados  y  su  frontispicio  encima.  En  las  juntas 
del  arco  se  ven  las  cabezas  de  San  Pedro  y  de  San  Pablo.  La 
estatua  del  interior  del  nicho  es  bellísima  por  su  notable  ejecu- 
ción ;  aparece  vestida  de  alba  y  casulla  en  ademán  de  hacer  ora- 
ción, puesta  de  rodillas  ante  de  una  mesa,  sobre  la  que  está  un 
evangelio  y  la  mitra.  En  el  friso  se  lee:  EL  SEÑOR  DON 
GARCÍA  DE  GALAGARZA,  á  quien  pertenece  este  sepulcro, 
que  fué  obispo  muy  pródigo  y  generoso  para  esta  iglesia. 

Este  sepulcro  es  una  verdadera  obra  de  arte,  muy  especial- 
mente por  la  labor  de  los  vestidos.  Los  encajes,  los  tisúes,  los 
paños  de  la  mesa,  las  pilastras,  todo  está  ejecutado  con  minu- 
cioso lujo  de  detalles,  á  la  vez  que  con  inteligencia  suma. 

Las  armas  de  este  prelado  esculpidas  por  bajo  de  la  ante- 
rior inscripción  coronan  su  epitafío,  encerrado  en  diez  versos 
encomiásticos. 

Inmediato  á  este  sepulcro  hay  otro  con  una  estatua  arrodi- 
llada. Es  el  del  obispo  D.  Pedro  Jiménez  y  Martínez  de  Préxa- 
mo,  que  primeramente  rigió  la  silla  pacense  á  la  muerte  de  don 
Gómez  Suárez  de  Figueroa,  en  1480,  y  pasó  en  1488  al  obis- 
pado de  Coria,  donde  murió,  nueve  años  después,  en  1495. 
Rodrigo  Do^ma  lo  hace  XLI  de  los  obispos  pacenses;  pero  fué 
en  realidad  el  LIV  de  ellos  (i),  y  se  distinguió  mucho  en  sus 


obra  de  González  Dávila,  denominada  Teatro  eclesiástico  de  la  Santa  Iglesia  Cate- 
dral de  Coria^  vida  de  sus  obispos  y  cosas  memorables  de  su  obispado.  {Teatro  ecle- 
siástico etc,  t.  II,  pág.  431)^  pero  vimos  con  sentimiento  que  es  un  trabajo  deíi- 
ciente^,  del  que  no  puede  rastrearse  noticia  importante.  El  P.  Flórez  no  da  mejores 
noticias  de  este  obispado,  en  el  t.  XIV  de  su  España  Sagrada,  publicada  en  1 786. 
(i)    Véase  la  Historia  de  Talayera  la  Real,  de  que  soy  autor,  pág.  331. 


C  Á  C  E  R  E  S  769 

tiempos.  Contribuyó  con  sumas  cuantiosas  á  la  fábrica  dé  este 
templo;  fué  discípulo  predilecto  del  famoso  Alfonso  el  Tostado, 
obispo  de  Ávila;  asistió  al  concilio  de  Alcalá,  donde  se  conde* 
naron  los  errores  de  Pedro  de  Osma,  y  como  teólogo  y  orador 
sagrado  se  le  cita  entre  los  sabios  del  siglo  xv. 

Su  sepulcro  es  obra  notable  por  la  elegancia  y  buena  ejecu- 
ción qué  se  ve  en  toda  la  obra. 

Al  obispo  Bovadilla  se  cita  como  uno  de  los  prelados  más 
notables  que  tuvo  esta  sede.  En  su  tiempo  se  celebraron  syno- 
dales,  como  consta  por  el  libro  publicado  en  fines  del  siglo  xvi, 
con  el  siguiente  título:  Constituciones  synodales  del  obispo  de 
Coria^  hechas  por  el  limo.  Sr.  D.  Francisco  Bovadilla  (Sala- 
manca, 1572). 

No  dejó  peores  recuerdos  el  obispo  Carvajal,  que  regía 
aquella  silla  en  los  comienzos  del  siglo  xvii.  También  celebró 
synodales  según  el  siguiente  libro  que  se  hace  raro  en  las  biblio- 
tecas :  Constituciones  synodales  del  obispado  de  Coria  hechas  por 
D.  Pedro  de  Carvajal  (Salamanca,  1608). 

A  la  derecha  é  izquierda  del  altar  mayor,  sobre  el  arco  que 
da  entrada  al  templo  y  sobre  otro  arco  que  da  salida  á  un  gran 
paseo,  que  están  frente  uno  de  otro,  hay  dos  órganos.  El  pri- 
mero de  ellos  es  de  los  mejores  de  su  especie,  ya  por  las  voces, 
ya  también  por  la  abundancia  y  gusto  de  sus  registros.  Se  ter- 
minó en  el  año  1806  por  los  artistas  que  de  exprofeso  fueron  á 
Coria  á  construirlo;  el  otro  es  más  antiguo:  se  hizo  en  los  me- 
diados del  siglo  XVII,  pero  ha  sido  recompuesto  muchas  veces  y 
hoy  no  tiene  importancia. 

Debajo  del  arco  de  entrada  referido,  y  á  la  izquierda  de  la 
puerta  hay  una  capilla  que  es  la  destinada  á  los  oficios  parro- 
quiales. A  la  derecha  se  sale  á  un  claustro  cerrado  con  venta- 
nas y  comunicación  á  un  buen  patio  que  forma  su  centro. 
En  1778  se  enlosó  y  cerraron  los  arcos.  En  este  claustro  está 
la  pila  bautismal,  la  sala  capitular,  el  archivo  y  las  oficinas  del 

cabildo. 

97 


770  C  Á  C  E  R  E  S 


Tiene  esta  iglesia  dos  sacristías  situadas  al  costado  izquier- 
do, la  una  dentro  de  la  capilla  mayor,  destinada  para  los  canó- 
nigos, y  la  otra  en  el  campd  de  la  Virgen,  para  los  demás  ecle- 
siásticos. Ambas  tienen  salidas  para  el  gran  paseo  construido 
sobre  las  murallas,  formando  parte  de  ellas,  con  vistas  á  las 
llamadas  playas  del  río  Alagón  que  coge  toda  la  extensión  de 
la  catedral.  Se  llama  vulgarmente  la  del  Perdón  y  se  terminó 
en  1630,  á  expensas  del  obispo,  D.  Jerónimo  Rodríguez  Ca- 
margo,  cuyas  armas  aparecen  en  el  centro  de  la  parte  exterior. 

Este  edificio,  notablemente  ampliado  en  varias  épocas,  pa- 
deció mucho  en  el  terremoto  de  1750,  teniéndose  que  trasladar 
su  cabildo  con  alhajas  y  ornamentos,  á  la  parroquial  de  Santia- 
go, y  emprendiéndose  las  obras  de  reparación  del  templo.  Sus 
bóvedas,  que  eran  de  piedra  sumamente  gruesa  y  pesada  en 
proporción  de  las  paredes,  se  tuvieron  que  echar  al  suelo,  reem- 
plazándolas por  otras  de  ladrillo,  con  un  contrahecho  por  la 
parte  interna  que  imita  exactamente  la  piedra  sillar  empleada 
en  éstas,  decorándose  de  nuevo  el  templo  con  altares,  capillas, 
cuadros,  esculturas  y  otras  obras  de  ornamentación  que  aún  se 
conservan  casi  todas  ellas  en  mal  estado. 

Tal  es  hoy  la  catedral  de  Coria.  En  tiempo  de  su  mayor 
apogeo  constaba  de  los  canónigos  y  clerecía  que  ya  indicamos 
anteriormente.  Sus  1 1  dignidades  se  titulan  así:  Deán,  Tesore- 
ro, arcediano  de  Coria,  Arcediano  de  Valencia  de  Alcántara, 
Prior  y  Arcipreste  de  Coria  y  Calzadilla,  Chantre,  Arcediano  de 
Cáceres,  Arcediano  de  Galisteo,  Maestrescuela  y  Arcediano  de 
Alcántara. 

La  jurisdicción  del  obispo  se  extendía  en  1498  álos  siguien- 
tes territorios:  siete  arciprestazgos  que  son  los  de  Cáceres,  Co- 
ria, Galisteo,  Granadilla,  Montemayor,  Alcántara  y  Valencia  de 
Alcántara,  con  la  Vicaría  de  Garrovillas,  que  contaban  entre 
todos  117  pilas,  con  94  almas  (94,900  vecinos). 

Hoy  Coria  es  una  pequeña  villa  abandonada  por  el  resto  de 
España.  Cuenta  con  una  población  de  2^426  almas,  siendo  cabe- 


C  Á  C  E  R  E  S  771 

za  de  juzgado  de  primera  instancia,  con  los  pueblos  de  Cacho- 
rrilla,  Calzadilla,  Campo,  Casas  de  D.  Gómez,  Casillas,  Coria, 
Guijo  de  Coria,  Guijo  de  Galisteo,  Holguera,  Huélaga,  Morale- 
ja, Morcillo,  Pescueza,  Portaje,  Pozuelo,  Riolobos,  Torrejoncillo 
y  Villanueva  de  la  Sierra,  con  una  población  de  20,500  almas. 

Esta  villa  parece  hoy  un  cementerio.  Sus  calles  se  ven  soli- 
tarias. El  seminario,  obra  del  obispo  Ruiz  Camargo,  en  1623, 
reformado  en  18 19  por  el  obispo  D.  Blas  Jácobo  Beltrán;  la 
catedral,  los  conventos,  ermitas  y  las  dos  parroquias,  con  algu- 
nas capillas  más,  dan  á  la  población  un  aspecto  triste,  propio  de 
las  ciudades  españolas  del  siglo  xv.  Para  hacer  más  propio  este 
cuadro,  las  murallas  de  la  ciudad  se  ven  por  todas  direcciones, 
y  sobre  esta  fortificación  está  aún  otra:  el  castillo  situado 
al  N.  de  la  población,  y  que  por  su  situación  y  estructura  mere- 
ce mencionarse  aparte. 

Es  todo  él  de  piedra  de  cantería  perfectamente  labrada. 
Tiene  la  figura  de  un  pentágono  irregular,  y  las  líneas  que  le 
forman,  describen  un  plano  de  35  metros,  sobre  el  que  se  eleva 
29  metros.  Su  capacidad  interior  se  distribuía  en  cinco  pisos 
de  los  cuales  hoy  subsisten  el  del  centro,  y  el  que  cubre  la  parte 
superior,  sobre  cuya  bóveda  hay  un  gran  terrado  rodeado  de 
almenas  sumamente  altas.  Se  sube  á  este  terrado  por  una  esca- 
lera de  107  palos,  muy  estrechos,  que  corre  por  el  grueso  del 
muro  y  da  entrada  á  los  salones.  Alrededor  del  castillo  hay  una 
especie  de  tambor  de  seis  metros  de  elevación,  lleno  de  alme- 
nas; y  á  la  parte  meridional  un  castillejo  de  nueve  metros,  á 
cuyo  lado  se  descubre  un  arco  que  le  daría  sin  duda  entrada. 
Toda  esta  fortaleza  es  también  de  piedra  de  cantería  como  el 
castillo,  y  aunque  algo  deteriorada  puede  aún  sostenerse,  sin 
grandes  desprendimientos,  algunos  siglos  más. 

¡Parece  mentira  á  lo  que  ha  quedado  reducida  la  que  en  otros 
tiempos  fué  corte  de  Zeth  y  de  Mondhir! 

Á  Coria  mandó  carta  los  RR.  CC.  para  que  su  obispo  ayu- 
dase á  los  Comisarios  de  Cruzadas  á  recoger  dinero  y  hombres 


772  C  Á  C  E  R  E  S 

para  proseguir  la  conquista  de  Granada.  Unos  200  soldados 
salieron  de  esta  villa  para  la  guerra,  contribuyendo  de  este  modo 
el  vecindario  á  la  toma  de  Granada  con  200  de  sus  propios  hijos. 


Algunos  ha  dado  esta  villa  que  han  resplandecido  en  las 
letras  y  en  la  vida  mística.  Los  más  principales  de  todos  fueron: 

Fr.  Francisco  de  Coria,  teólogo,  orador,  religioso  francisca- 
no é  historiador,  nacido  en  la  ciudad  de  su  propio  nombre,  á 
fínes  del  siglo  xvi.  Estudió  teología  y  tomó  el  hábito  de  San 
Francisco  en  el  convento  de  descalzos  de  Sevilla,  donde  se  dis- 
tinguió por  sus  virtudes. 

Escribió,  según  dicen,  varias  obras  que  no  llegaron  á  publi- 
carse. Suyo  es  un  curioso  Manuscrito  de  que  existen  copias  en 
la  Academia  de  la  Historia,  en  la  Colombiana  de  Sevilla  y  en  la 
Biblioteca  provincial  de  Valladolid.  Titúlase  esta  obra :  Descrip- 
ción é  historia  general  de  la  provincia  de  Extremadura^  que 
trata  de  sus  antigüedades  y  grandezas ^  y  cosas  memorables  que  en 
ella  han  sucedido  de  tiempos  del  principio  de  la  fe  y  gerarquias 
eclesiásticas^  predicación  del  Evangelio  y  fundación  de  sus  iglesias 
y  obispados^  con  otras  cosas  de  nota:  compuesta  por  Fr,,.  de  la 
provincia  de  San  Gabriel  de  los  Descalzos  de  San  Francisco. 

Comenzó  á  escribir  esta  obra  en  1593,  estando  en  Coria,  y 
la  terminó  el  20  de  Enero  de  1608,  en  Sevilla.  El  .libro  es  indi- 
gesto, y  como  su  autor  fuera  dado  á  la  lectura  de  los  falsos  cro- 
nicones, acepta  todo  lo  falso  que  encuentra,  y  así  su  libro  tiene 
menos  importancia  porque  se  lee  todo  él  con  desconfianza  suma. 

V.  P.  Fr.  Ignacio  de  Coria,  franciscano  descalzo,  nacido  en 
el  año  de  1569,  y  muerto  en  Sevilla  en  1618  en  olor  de  san- 


c  A  c  É  R  E  s  773 

tídad.  Las  crónicas  religiosas  de  la  Orden  le  atribuyen  grandes 
virtudes. 

V.  P.  Fr.  Juan  de  Coria,  alcantarino,  fallecido  en  Belvis  el 
año  de  1566.  Fué  orador  distinguido,  virtuoso  varón  y  celoso 
reformista.  Había  nacido  en  Coria  el  año  de  1 504,  y  entró  bien 
joven  en  la  Orden  franciscana^  muriendo  en  olor  de  santidad. 

Y  por  último  el  V.  Fr.  Melchor  de  Coria,  alcantarino,  que 
murió  el  12  de  Abril  de  1626.  Había  nacido  en  Coria  el  año 
de  1559.  Se  distinguió  como  orador  sagrado,  y  en  1702  se 
intentó  pedir  á  Roma  su  canonización. 


CAPÍTULO  III 


Origen  y  visicitudes  de  Norba-Gsesárea. — Kí  famoso  puente  de  Alcántara. 

Su  arco  trlunJEal. — ^Medalla  conmemorativa  del  Puente. 

La,  adíenla  y  la  tumba  de  Gayo  Julio  Lácer. 


I 


XTREMADURA  tiene  en  Alcántara  una  de  sus 
más  históricas  ciudades.  Dicen  algunos  auto- 
res que  los  romanos  la  conocieron  con  el  nom- 
bre de  Interramntun^  que  otros  atribuyen  á 
Salvaleón  (i).  No  falta  quien  vea  en  Alcántara 
á  la  Colonia  Cesartna  denominada  Norba* 
Caesárea,  que  suponen  otros  corresponde  á  la 
villa  de  Berzocana  (2),  una  de  las  antiguas 
ciudades  lusitanas  citadas  por  Ptolomeo  y 
Strabón.  Plinio  (3)  habla  también  de  ellas, 
describiendo  las  ciudades  de  la  Lusitania.  Quieren  algunos  cro- 


co   Este  nombre  e8  moderno:  quiere  decir  salida  del  término  ó  comarca  del 
Reino  de  León,  y  esta  pequeña  villa  tiene  indicios  de  remota  antigüedad. 

(2)  Madoz,  en  su  Diccionario^  al  tomo  Xll,  pág.  1 8 1 . 

(3)  Lib.  IV  cap.  XXII. 


77^  C  Á  C  E  R  E  S 

nistas  extremeños  ver  en  la  actual  Alcántara  á  la  histórica  Lid- 
tanza  (hoy  Villa  vieja,  en  la  dehesa  de  Castillejo),  ó  por  otro 
nombre  Lancia  in  Vettonia;  pero  todas  estas  afirmaciones  son 
erróneas,  como  prueba  el  escritor  Cristóbal  Celorio  y  el  erudito 
Viu  (i)  con  testimonios  irrecusables. 

Norba-CcBsarea^  una  de  las  cinco  colonias  que  contó  la  Lu- 
sitania^  estuvo  en  el  radio  de  dos  leguas  del  punto  que  hoy  ocupa 
Alcántara,  en  la  izquierda  del  turbulento  Tajo.  Acaso  en  las 
ruinas  de  Miras  deba  buscarse  á  Norba-Ceesarea^  como  clara- 
mente lo  indican  los  escombros  de  que  está  su  suelo  sembrado, 
y  los  que  á  ciertas  distancias  se  descubren  por  sus  inmediacio- 
nes; sus  destrozadas  columnas  ó  capiteles;  el  puente,  que  á 
12  kilómetros,  en  dirección  á  Julia  Contrasta  (Valencia  de  Al- 
cántara) y  Meidóbriga  (Aramefia),  tenía  el  destino  de  una  co- 
municación recta  desde  Norba^  y  la  proximidad  del  gran  ce- 
menterio que  hubo  en  la  destruida  ermita  de  San  Jordán,  según 
se  deja  conocer  por  sus  muchas  lápidas  allí  aparecidas.  Es  evi- 
dente que  Norba^  como  su  vecina  Lancia^  dejaron  de  existir  á 
fines  del  siglo  *i,  cuando  se  concluyó  el  puente  sobre  el  Tajo, 
trasladándose  ambos  al  nuevo  pueblo  creado  junto  al  puente  y 
llevándose  á  él  el  nombre,  con  los  privilegios  y  prerrogativas  de 
que  gozaba  Norba  Casarca^  como  colonia  que  era.  Con  estos 
hechos,  que  no  pueden  ser  más  evidentes,  no  hemos  de  discutir 
si  Lancia  in  Vettonia  6  Licitania  fué  Alcántara,  porque  la  situa- 
ción de  este  pueblo  (que  es  más  antiguó  que  Norba)^  está  de- 
terminada mucho  antes  que  existiera  la  Colonia  Cesarina^  situa- 
da á  seis  kilómetros  al  S.  O.  sobre  la  izquierda  del  Tajo,  con  el 
nombre  de  Lancia^  pues  así  se  le  domina  con  ocasión  de  las 
guerras  en  tiempos  de  Augusto  y  de  Julio  César,  cien  años  antes 
de  construirse  el  puente. 

Cuándo  y  por  quién  se  diese  al  pueblo  el  nombre  de  Norba- 
Casarea  y  los  fueros  coloniales  transmitidos  á  Alcántara,  no 


( I )    En  su  Extremadura^  al  tomo  I,  págs.  1 3  3  á  1 54. 


C  Á  C  E  R  E  s  777 


consta,  ni  lo  dice  ninguno  de  sus  historiadores,  porque  Barran- 
tes Maldonado  (i)  no  está  muy  verídico  en  la  fundación  y  orí- 
genes de  la  villa,  y  Arias  Quintajiadueíias  (2)  apenas  si  presta 
atención  más  que  á  los  asuntos  eclesiásticos  y  fundaciones  reli- 
giosas; pero  no  anda  desacertado  á  nuestro  entender  Viu  supo- 
niendo que  por  haber  seguido  el  país  la  parcialidad  de  Julio 
César,  en  la  primera  guerra  civil  que  tuvo  con  los  pompeyanos 
Petreio  y  Franio,  60  años  antes  de  Cristo,  alcanzara  su  agrade- 
cido protector  grandes  exenciones  para  Norba^  si  no  se  las  otor- 
gó al  verse  frente  á  la  República  romana,  aunque  tal  vez  no 
fuese  Julio  César  el  que  la  hiciera  colonia,  sino  el  propio  Augus- 
to, tomando  ésta  el  nombre  del  famoso  Cayo  Norbano  Flaco, 
pacificador  de  España,  y  su  gobernador,  por  Octavio  Augusto,  en 
los  años  33  á  35  antes  de  Cristo.  En  este  caso  la  colonia  iV¿?r¿¿x- 
Casarea  fué  coetánea,  en  su  creación^  á  Emérita  Augusta^ 
Casar  Augusta  y  á  otras  fundadas  por  los  legendarios  romanos, 
sin  que  para  ello  la  Colonia  Cesarina  tuviese  que  llamarse 
Augusta^  porque  existieron  muchas  colonias  fundadas  por  Augus- 
to, que  llevaron  el  nombre  de  Casarinas  y  yulias^  aludiendo  á 
Julio  César,  por  causas  de  servicios  á  éste  prestados. 

Suponen  algunos  autores  que  esta  colonia  gozó  del  privile- 
gio de  acuñar.  Las  siglas  N.  C.  que  aparecen  en  algunas  mone- 
das, han  sido  bastante  para  que  multitud  de  mumismáticos  crean 
que  corresponden  á  Norba  Ccesarea^  cuando  en  realidad  son  de 
Nova-Cartago  (Cartagena),  que  acuñó,  como  el  lector  puede 
consultar  en  otra  obra  nuestra  (3). 

Es  inútil  que  se  esfuercen  los  cronistas  extremeños  en  dar 
mayor  antigüedad  á  Alcántara  que  la  que  cuenta  su   famoso 


(i)  Historia  y  antigüedades  de  la  villa  de  Alcántara,  por  Pedro  Barrantes  Mal- 
donado  (Ms.  en  fol.  de  O.  Pascual  Gayangos). 

(2)  Antigüedades  y  santos  de  la  muy  noble  villa  de  Alcántara:  dedicase  ala 
misma  villa,  por  el  licenciado  D.  Jacinto  Arias  Quintanadueñas,  su  hijo  y  autor. 
(Madrid,  i66c.) 

(3)  Apéndice  XV  de  nuestra  Historia  de  Talavera  la  Real  (Madrid,  1879)  á  las 
págs.  387-90. 

98 


778  C  Á  C  E  R  E  S 


puente,  porque  esta  es  la  obra  más  antigua  de  la  villa.  Las 
inscripciones  que  copian  sus  historiadores,  como  halladas  en  ella, 
fueron  importadas  de  Miras^  J^ancia  y  Arameña^  por  donde 
pasaba  la  Via  laia^  en  una  de  sus  tres  comunicaciones  que  tenía 
entre  Olissipone  (Lisboa)  y  Emérita  (Mérida),  la  más  al  N.  (1), 
señalada  por  Antonino  Pío  con  el  número  XIV  de  las  de  su 
Itinerario. 

Por  otra  parte,  en  Alcántara  jamás  se  han  descubierto  mo- 
numentos, ni  inscripciones,  ni  monedas  anteriores  al  puente,  en 
tanto  que  en  Mirás^  Licitania  y  Arameña  á  cada  paso  se  en- 
cuentran restos  é  inscripciones  del  tiempo  de  la  República  y  de 
los  primeros  emperadores  (2). 

Pero  no  amengua  en  nada  la  mayor  antigüedad  de  estos 
pueblos  para  la  importancia  que  logró  la  colonia  Norba  Casa- 


(1)  He  aquí  esta  vía: 

MANSIONES.  aao       Milla*. 

1  Jerabríca  (Alenquer  Ó  P0VO8) 30  » 

2  Escalabin  (Santarem). .      .      ,      , 32  » 

3  Tubucci  (Ábranles) ^2  » 

4  Fraxinum  (Alpalhaón  ó  Gaviaóa; 32  » 

5  Meidobriga  (Arameña). 30  »> 

6  Ad  Septem  Aras  (Alégrete) 14  w 

7  Plagiaría  (hacia  Matanza) 20  o 

8  Emérita 30  » 

(2)  De  Lancia  son  estas  inscripciones: 

C.  IVL.  CAES.  IM  •  ACCEPIT  •  LANCIAM 

SVPRA  •  SAKCINVM  •  ET  •  TAGVM  •  IN  •  LV 

SIT  •  IN  •  AMIG 

Esto  es:  El  General  Cayo  Julio  César  recibió  en  su  amistad  á  Lancia,  sita  junto 
el  Jartín  (Sarcinum)  y  el  Tajo  (Tagus). 

OCT  •  AVG  •  IMP  •  ACCEP  *  LANCIAM 

IN  •  LVSIT  •  SVPRA  •  TAGVM  •  ET  •  SAR 

CINVM  •  IN  •  AMICIT  •  PERP. 

Puede  leerse  así:  Octavio  Augusto  César  hizo  perpetua  amistad  con  Lancia  en 
la  Lusitania,  situada  entre  (ó  sobre)  el  Tajo  y  el  Jartín. 

C.  J.  C^S  •  IMP. 

ACCP  •  LANTIAM  •  LACTCTANIAM 

SVPRA  •  TAGVM  •  IN  •  LVSITAN  •  IN  •  AMIC, 

Que  puede  traducirse:  El  Emperador  Julio  César  recibió  en  su  amistad  á  Lancia 
Lancetania,  que  está  situada  sobre  el  Tajo  en  la  Lusitania. 


1 


C  A  C  E  R  E  s  770 

rea^  de  fines  del  siglo  ii.  Ciudad  muy  principal,  desde  principios 
del  mismo;  Priorato  Veré  nullius^  desde  1183;  cuna  y  asiento 
de  la  Orden  de  Caballería  de  Alcántara,  desde  1221,  ha  sido 
historiada  por  muchos  autores  que  han  narrado  sus  antigüeda- 
des y  han  descrito  su  historia  civil  y  política,  ora  bajo  el  aspecto 
de  su  importancia  en  las  dominaciones  romana  y  árabe;  ora  du- 
rante el  período  de  la  Edad-Media,  cuando  por  los  caballeros 
alcantarinos  jugó  gran  papel  en  las  guerras  y  conquistas  de 
reyes,  príncipes,  prelados  y  ricos-homes.  Digna  es,  por  tanto, 
esta  población  de  figurar  en  esta  obra  y  que  de  una  manera 
sucinta  describamos  los  principales  rasgos  que  más  la  distin- 
guen de  entre  los  demás  pueblos  extremeños. 


II 


En  primer  término  aparece  el  puente,  el  mejor  monumento 
que  nos  queda  en  España,  no  solamente  de  Trajano  sino  de  la 
época  romana  y  sobre  el  cual  se  ha  escrito  muy  largamente  por 
españoles  y  extranjeros  (i). 


(i)  Conocemos  las  siguientes  obras  que  tratan  exclusivamente  de  este  famoso 
puente: 

I  .■  Dtscripción  de  la  suntuosa  y  célebre  fábrica  de  la  t'nsigne  fuente  de  piedra 
que  está  sobre  el  caudaloso  rio  TajOy  que  pasa  por  junto  á  la  villa  de  Alcántara, 
(Ms.  B.  N.— V,  I  59,  fól.  96). 

2.*    Dtscripción  de  la  puente  de  Alcántara,  (Ms.  B.  N.  le.  G.  n.°  77). 

3.*  Ruina  da  famosa  é  /oríisima  ponte  de  Alcántara,  feita  por  Don  Sancho  Ma- 
nuel, gobernador  das  armas  da  provincia  da  Beira.  (Lisboa,  1 648). 

4.*    El  Puente  de  Alcántara  en  1700,  por  O.  M.  P.  (Ms.  de  nuestra  propiedad). 

5.*  Solemne  inauguración  del  puente  monumental  de  Alcántara,  verificada  en 
4  de  Febrero  de  j86o;  su  autor  D.  Juan  Miguel  Sánchez  de  la  Campa.  (Cáceres,  1 860). 

6.*  Breve  descripción  de  las  solemnes  /unciones  que  han  tenido  lugar  en  la  villa 
de  Alcántara  el  dia  4  de  Febrero  de  1860,  por  la  inauguración  de  su  puente  monu' 
mental;  hácela  D.  Juan  Bautista  Peset.  (Ms.) 

7.'    Sermón  que  en  la  solemne /unción  para  inaugurar  la  restauración  del  puente 


780  C  Á  C  E  R  E  S 

A  unos  400  metros  al  O.  de  Alcántara,  se  halla  edificada, 
sobre  el  Tajo,  esta  famosa  obra  que  de  antiguo  celebraron 
Alonso  Morgado  (i)  y  Fr.  Bernardo  Brito  (2),  el  primero  dicien- 
do «que  es  el  puente  más  soberbio  y  memorable  del  mundo,»  y 
el  segundo  afirmando  «que  entre  todos  los  edificios  que  llevan 
»el  nombre  de  Trajano,  este  fué  el  más  grande  y  el  de  másper- 
«fecta  arquitectura».  Viu  afirma  (3)  que  es  mejor  que  el  que 
Trajano  hizo  construir  sobre  el  Danubio,  obra  muy  justamente 
celebrada  por  todos  los  historiadores  y  con  especialidad  por  el 
célebre  Dión  Casio,  que  sin  haber  visto  el  de  Alcántara  le  creyó 
el  mejor  del  mundo  (4) 

Manuel  Faria  y  Sousa  (5),  Esteban  de  Garibay  (6),  Diodo- 
rus  Marineo  Siculus  (7),  el  P.  Juan  de  Mariana  (8),  Ambrosio 
de  Morales  (9),  Fr.  Diego  de  Yepes  (10),  Andrés  Rescende  (11), 


de  Alcántara,  pronunció  en  la  iglesia  de  San  Benito  de  dicha  villa,  el  presbítero  que 
suscribe  (D.  Antonio  Valiente),  primer  cura  párroco  del  lugar  de  Cedillo.  (Ms.) 

8/  La  ponte  d' Alcántara,  trsiiiaiio  di  E.  Hübner.— Estratto  dagli  «Anuali  delf 
Instituto  di  correspondenza  archeologica.  T.  XXXV.»  (Roma,  1863). 

Y  Q.*    Álbum  Jotográfico  del  Puente  de  Alcántara.  (Colección  de   13  grandes 
vistas  fotográficas,  por  Mr.  CliíTord,  dedicada  á  S.  M.  la  reina  Isabel  II.) 
.     (  i)    Historia  de  Sevilla,  lib.  1,  cap.  XII. 

(2)  Monarquía  Lusitana,  lib.  V,  cap.  X. 

(3)  En  su  Extremadura,  al  tomo  I,  pág.  140. 

(4)  Medía  nada  menos  que  3,090  pies  de  longitud  y  tenia  20  pilares  de 
1 20  pies  de  elevación,  por  60  de  anchura.  Lo  mandó  construir  el  Emperador  para 
unir  la  Mesia  con  la  Dacia  (hoy  Servia  y  la  Valaquia)  y  poder  combatir  á  los  da- 
cios.  Lo  hizo  el  célebre  arquitecto  Apollodoro.  En  los  pretiles  y  arcos  triunfales 
que  coronaban  esta  obra  cuidó  de  dejar  Apollodoro  grabadas  varias  curiosidades 
relativas  á  las  artes  antiguas;  pero  el  puente  fué  cortado  por  orden  de  Hadriano, 
para  impedir  el  paso  de  los  germanos  y  godos,  y  pereció,  al  fin,  con  las  noticias 
en  él  grabadas,  siendo  lo  más  particular  que  sólo  tenemos  conocimiento  de  lo  que 
era  esta  gran  obra  por  lo  que  de  ella  nos  refiere  Dión  Casio,  que  en  persona  la  co- 
noció, pues  los  historiadores  de  Trajano  se  conforman  con  citar  el  puente,  unos, 
otros  con  celebrarlo  como  obra  notable,  pero  ninguno,  á  excepción  de  Casio,  nos 
da  las  mensuras  de  la  obra  y  todos  sus  detalles  arquitectónicos. 

(«))    Epítome  de  las  historias  portuguesas.  (BtuscIsls,  1677). 

(6)  Historia  de  España,  cap.  XIV,  pág.  1 99. 

(7)  Bibliothecoe  historeice,  fol.  10  y  20.  (Lugduni,  i  $$9). 

(8)  Historia  general  de  España,  lib.  IV,  cap.  V. 

(9)  Descripción  de  las  ciudades  de  España,  pág.  94. 

(10)  Crónica  de  San  Benito,  cap.  II,  fio.  458. 

(11)  Antiquit.  Lusit.,  lib.  I,  pág.  29. 


782  C  A  C  E  R  E  S 

Leandro  Santibáñez  (i),  Francisco  de  Vivar,  Alonso  Sánchez, 
Velázquez,  Nonio,  Lispsio,  y  Ponz,  dedican  los  más  encomiástícos 
elogios  á  este  puente  que  consideran  el  más  notable  que  hasta 
hoy  se  ha  conocido,  y  muy  superior,  por  tanto,  al  que  Apollodo- 
ro  levantó  en  el  Danubio  por  orden  de  Trajano. 

Ya  hemos  dicho  que  el  puente  se  halla  situado  á  400  metros, 
al  O.  de  la  villa.  Consta  de  seis  arcos,  los  dos  del  medio  casi 
iguales,  pues  el  uno  mide  29*30  metros  de  hueco  y  el  otro  30*97. 
Los  dos  colaterales  son  de  24*27  cada  uno  y  los  dos  de  ambos 
extremos  de  18*41,  y  en  todos  ellos  hay  143*86  de  hueco. 

El  pavimento,  que  antiguamente  era  de  adoquinado  romano, 
se  varió  en  1543,  por  otro  menos  resistente,  pero  más  cómodo 
para  el  paso  de  carruajes  y  caballerías.  Es  el  de  hoy  excelente, 
plano  horizontal,  como  el  piso. 

La  longitud  del  monumento  es  de  189*99  metro»,  su  anchura 
de  6*70,  sin  el  1*30  que  se  embeben  en  los  antepechos.  Desde 
el  suelo  hasta  el  río  hay  72*82  metros  distribuidos  en  esta 
forma:  13*39  dentro  del  agua  en  la  corriente  baja  más  común 
(15  de  Agosto);  24*27  desde  la  superficie  de  la  misma  hasta  el 
punto  en  que  arrancan  los  arcos:  18*41  desde  el  principio  de 
las  dovelas  hasta  el  piso;  y  1*67  que  tienen  además  los  pretiles. 

Toda  la  obra  es  de  granito,  traído  de  más  de  cuarenta  kilo- 
metros  de  la  villa,  y  de  piedras,  por  lo  común,  de  0*75  de  alto 
por  0*45  de  ancho  y  su  correspondiente  largo,  siendo  lo  más 
notable  que  no  se  vean  señales  de  cal,  argamasa  ni  otra  mezcla 
alguna.  Únicamente  en  ciertas  piedras  de  los  antepechos  hay 
vestigios  de  haber  habido  grapas  para  ligarlas,  aunque  supone- 
mos que  sean  obra  posterior,  quizás  de  1543,  cuando  se  restauró 
toda  la  obra. 


( 1 )    Retrato  político  de  Alcántara:  causas  de  sus  progresos  y  decadencias.  (Ma- 
drid, 1770). 


c  A  c  i;  R  E  s  783 


Sobre  el  centro  de  esta  obra,  y  apoyado  en  los  estribos  de 
los  dos  arcos 
principales ,  se 
eleva  un  hermo- 
so arco  de  triun- 
fo de  gallarda 
arquitectura, 
que  mide  2'5i 
metros  de  ancho 
por  i3'39deal- 
to  (desde  el  pa- 
vimento), con  lo 
cual  la  altura  to- 
tal del  puente 
es  de  67'63  me- 
tros, porque 
1*67  que  mide 
el  pretil  los  con- 
tamos en  los 
13*39  *lel  arco, 
denominado  im- 
propiamente 
por  las  gentes 
Torre  del  Águi- 
la. 

Arco  V  puen- 

,  -  .  ,  ALCANTAKA.— Arco  romano  en  el  puente 

te    han    sufrido 

mutilaciones  muy  sensibles  aquél,  y  cortaduras  nunca  bastante- 
mente justíñcadas  éste. 


784  C  Á  C  E  R  E  S 


Fué  cortado  la  primera  vez  el  i  .^  de  Enero  de  1214  cuando 
el  rey  de  Castilla  D.  Alfonso  VIII  ponía  el  cerco  á  la  villa  de 
Alcántara,  que  1 7  días  después  ganaba  á  los  moros,  quienes  te- 
merosos  de  que  pudiesen  darles  alguna  sorpresa  los  cristianos 
se  incomunicaron,  cortando  el  puente,  poniendo  por  barrera 
al  enemigo  las  aguas  del  Tajo. 

Fué  por  segunda  vez  cortado  en  1762,  por  el  ejército  por- 
tugués que  invadió  la  frontera  española,  por  Extremadura. 

Lo  fué  por  tercera  y  última,  en  1809,  por  el  ejército  aliado 
(español- inglés-portugués),  que  iniciaron  su  destrucción,  secun- 
dando tan  desatentada  obra  en  1 810  el  ejército  francés. 

En  la  primera  los  árabes,  menos  bárbaros  que  nosotros, 
procuraron  conciliar  su  propia  defensa  con  la  conservación  del 
puente,  y  solamente  quitaron  sesenta  piedras  grandes  del  arco 
más  pequeño  de  la  izquierda  del  río,  en  cuyo  estado  permane- 
ció 329  años,  hasta  que  Carlos  V  dispuso  su  restauración, 
en  1543. 

En  la  segunda,  los  portugueses  destruyeron  el  segundo  arco 
de  la  derecha  del  río,  y  en  tiempos  de  Carlos  III  se  reparó  la 
obra  convenientemente. 

En  la  tercera,  destruyeron  el  mismo  arco  y  volaron  con  pól- 
vora parte  de  los  inmediatos,  habilitándola  en  1819  con  made- 
ras para  el  paso  público ;  pero  1 7  años  más  tarde  las  quemaron 
los  vecinos  de  la  villa,  al  primer  amago  que  hizo  el  cabecilla 
Gómez,  en  su  incursión  por  Extremadura,  de  penetrar  en  la 
comarca  alcantarina,  habiendo  permanecido  d  puente  en  tal  esta- 
do hasta  que  en  estos  tiempos  ha  sido  hábilmente  restaurado  por 
el  ingeniero  D.  Alonso  Millán,  que  terminó  su  obra  el  4  de  Fe- 
brero de  1860  con  admiración  de  propios  y  extraños. 

En  el  arco  triunfal,  en  uno  de  sus  lados,  se  ven  grandes 
lápidas  horizontales,  con  esta  inscripción  sirviendo  de  friso: 


IMP  •  CAESARI  •  DIVI  •  NERVAE  •  F  •  NERVAE 
TRAIANO  •  AVG  •  GERM  •  DACIO  •  PONTIF  •  MAX 
TRIB  •  POTES  •  VIII  •  IMP  •  V  •  COS  •  V  •  P  •  P  • 


C  A  C  E  R  E  S  785 


Esto  es:  Al  emperador  César  Augusto  Nerva  Trajano,  hijo 
del  Divo  Nerva,  Augusto  Grermánico,  Dacio,  Pontífice  Máximo, 
al  ejercer  por  la  VIII  vez  la  potestad  tribunicia,  por  la  V  el  im- 
perio y  por  la  V  el  consulado,  padre  de  la  patria. 

De  esta  curiosa  inscripción  se  deducen  dos  afirmaciones  que 
conviene  esclarecer: 

I  .*  Que  el  puente  fué  dedicado  al  emperador  Trajano,  al 
terminarse  sin  duda,  pues  la  lápida  está  colocada  en  su  remate; 
pero  no  que  este  emperador  hiciese  la  obra,  como  han  preten- 
dido sostener  algunos  autores,  sin  razón  para  ello,  pues  de  ha- 
berlo hecho  él  se  diría  en  el  mármol:  TRAIANVS  DACIVS. 

2.^  Que  se  finalizó  el  año  103  de  la  era  cristiana,  en  que 
Trajano  ejercía  por  octava  vez  la  potestad  tribunicia,  el  impe- 
rio por  quinta  y  el  consulado  por  quinta  también. 

En  los  costados  del  mismo  arco  triunfal,  por  uno  y  otro 
frente,  hubo  otros  mármoles  con  inscripciones.  Acaso  estarían 
en  ellas  los  nombres  de  todos  los  pueblos  que  contribuyeron  á 
la  obra.  Sólo  ha  quedado  uno  de  estos  mármoles,  en  el  frente 
que  mira  á  la  villa,  y  en  defecto  de  los  que  faltan  han  puesto 
en  1 543  otras  tablas  marmóreas  con  esta  inscripción  que  quiere 
imitar  á  las  antiguas : 

CAROLVS  •  V  •  IMPERATOR  •  CAES- 

AVG  •  HISPANIARVMQVE  •  REX 

HVNC  •  PONT  •  BELLIS  •  ETANTIQVI 

TATE  •  EX  •  PAflTE  •  DIRVPTVM  •  RVI- 

NAMQVE  •  MINANTEM  •  INSTA V- 

RARI  •  IVSSIT  •  ANN  •  DOMINI  •  M- 

DXLIIl  •  IMPRII  •  SVI  •  XXIIII  •  RE- 

GNl  •  VERO  •  XXVI. 

Puede  leerse  así:  tDon  Carlos  V,  emperador,  César  Augus- 
>  to,  y  Rey  de  las  Españas,  mandó  que  se  restaurase  este  puente 
«deteriorado  en  parte  por  las  guerras  y  por  su  antigüedad  y 
«amenazando  ruina,  el  año  del  Señor  1543,  en  el  24  de  su 
«imperio,  y  en  el  26  de  su  reinado.» 

El  otro  mármol  antiguo  que  queda  está  ilegible;  pero  se  han 

99 


786  C  Á  C  E  R  E  8 

publicado  varias  copias  de  él  y  á  esto  debemos  el  poderlo  dar 
aquí  tal  como  fué  grabado,  y  decía: 

MVNICIPIA 

PROVINCIAE 

LVSITANIAE  •  STIPE 

COLLATA  •  QVAE  •  OPVS- 

PONTIS  •  PEKFECERVNT 

IGAEDITANI 

LANCaESES  •  OPPIDANI- 

BANIENSES- 

TALORI- 

INTERANNIESES  • 

COLARNI 

LANCIENSES  •  TRANSCVDANI- 

ARAVI- 

MEIDBRIGENSES 

ARARIGENSES- 

PRAESVLES. 

Traducida  se  lee:  cLos  municipios  de  la  provincia  de  Lusi- 
>tania,  que  costearon  é  hicieron  este  puente  fueron:  loslgedita- 
>nos,  los  Lancienses  Opidanos,  los  Banienses,  los  Talaros,  los 
>  Iteranienses,  los  Colarnos,  los  Lancienses,  los  Arabigenses, 
»Los  Praesures.» 

La  situación  de  algunos  de  estos  pueblos  no  está  aún  bien 
deñnida,  y  sobre  este  punto  nos  permitiremos  hacer  algunas 
aclaraciones  que  consideramos  importantes. 

Los  Igeditanos  eran  los  habitantes  de  Igeaditta  ó  Igaedita 
(de  ambos  modos  los  encontramos  citados),  que  corresponde 
hoy  á  Idanha  á  Vella,  en  Portugal*  villa  situada  á  unos  42  kiló- 
metros de  Alcántara,  población  notable  en  tiempos  de  los  roma- 
nos y  aun  de  los  godos,  según  prueba  Grutero  por  una  de  las 
inscripciones  que  publica  (i),  y  patria  del  rey  Wamba,  el  sucesor 
de  Recesvinto,  como  dice  Mariana  (2)  y  afirma  Ambrosio  de 
Morales  (3). 


(i)    XXX,  8. 

(2)  Historia  general  de  España^  Hb.  VI,  cap.  XII. 

(3)  Descripción  de  las  ciudades  de  España^  lib.  XII,  cap.  XLI. 


C  Á  C  E  R  E  S  787 


Los  Lancianses  Oppidanos  correspondían  al  municipio  de 
(hoy  Villavieja,  en  la  dehesa  del  Castillejo),  y  eran  dis- 
tintos de  los  Transcudani  y  de  los  Lancienses  Asíures^  de  que 
hablan  Zurita,  Sota  y  otros. 

Los  Banienses  quieren  unos  que  sean  los  de  la  mansión  mi- 
litar Cacilius  Vicus^  después  Baftos,  y  otros  los  Balsenses^ 
junto  á  Tabira  en  Portugal,  y  de  cuyo  pueblo  nos  habla  Pli- 
nio  (i);  pero  no  nos  satisface  ninguna  de  las  dos  suposiciones. 

Los  Talaros  eran  los  de  Talabríga,  cerca  de  Aveiro. 

Los  Calamos  corresponden  á  Coa. 

Los  Lancienses  transcudani  eran  los  de  un  despoblado  junto 
á  Viseo,  donde  fué  vencido  L.  Emilio,  peleando  á  las  órdenes 
del  cónsul  Nigidio,  contra  Viriato,  según  A.  de  Morales  (2). 

Los  Intaraunünses  correspondían  al  pueblo  denominado 
hoy"  Salvaleón. 

Los  de  Aravi  correspondían  á  las  ruinas  de  Araya  á  orillas 
del  Salor. 

Los  Meidubrigenses  fueron  los  de  Meidobriga,  hoy  ruinas  de 
Af^mefta. 

Y  los  de  Pesures  eran  los  de  Pesur,  comarca  de  Cubillana, 
en  Portugal. 

Es  lástima  que  de  las  otras  tres  inscripciones  no  se  conser- 
ve copia,  pues  nos  darían  noticias  de  los  demás  pueblos  que 
contribuyeron  á  los  gastos  de  la  obra,  donde  seguramente  no 
faltaban  ninguna  de  las  cinco  colonias,  ni  de  los  45  municipios 
que  contaba  la  Lusitania  en  fines  del  siglo  i,  é  hicieron  y  paga  • 
ron  esta  obra  que  algunos  atribuían,  sin  razón  para  ello,  á  Tra- 
jano,  cuando  en  el  mismo  mármol  copiado  se  dice  que  tales  y 
cuales  pueblos  perfecerunt  la  obra  del  puente,  en  tanto  que  en 
el  otro  mármol  que  sirve  de  friso  al  arco  triunfal,  se  dice  que 
la  obra  fué  dedicada  al  emperador. 


(i)    Historia  mundi,  lib.  IV,  cap.  22, 

(2)    Descripción  de  las  ciudades  de  España,  lib.  VII,  cap.  IIIL. 


780  C  A  C  E  R  E  S 

En  1543,  cuando  por  Carlos  V  se  restauró  esta  obra,  se 
construyó  el  castillejo  ó  torreón  que  se  ve  á  la  derecha  del  río, 
para  defensa  del  puente,  torreón  que  está  rodeado  de  muros  con 
aspilleras  para  fusilería.  Su  aspecto  gótico,  como  los  blasones 
de  la  dinastCa  alemana  confundidos  con  esta  obra  romana,  se 


ALCÁNTARA.— Fortaleza  á  ua  entrada  t 


nos  antojan  remiendos  que  la  vanidad  de  los  hombres  del 
siglo  XVI  quisieron  llevar  allí,  para  enseñar  con  cuan  poco  res- 
peto miraban  estas  obras  agrandadas  por  los  siglos  que  pasa- 
ron sobre  ellas. 


IV 

Pero  esta  obra  del  puente  debió  ser  tenida  en  mucho  cuando 
se  mandó  acuñar  en  Roma  una  medalla  conmemorativa  que  per- 


C  Á  C  E  R  E  S  789 

petuase  el  monumento  sobre  el  Tajo.  Ejemplares  se  conservan 
de  ella  en  el  Museo  del  Vaticano,  y  el  mismo  cardenal  Baronio, 
poseyó  una  que  trató  de  interpretar  (i),  como  acuñada  en  Rom^ 
para  conmemorar  el  puente  sobre  el  Danubio. 

Veíase  en  su  anverso  el  busto  de  Trajano,  con  la  siguiente  ins- 
cripción alrededor:  IMP.  CAES  •  NERV  •  TRAIANO  •  AVG  • 
GERM  •  DAC  •  P-  M  •  T  •  COS  •  V  •  P  •  P  •  y  en  el  anverso  un 
puente  con  esta  otra:  S  •  P  •  Q  •  R  •  ÓPTIMO  •  PRINCIPI  • 
S  •  C  •  que  traducida  dice  de  este  modo:  cAl  emperador  César 
»Nerva  Trajano  Augusto,  Germánico,  Dacio,  Pontífice  Máxi- 
>mo,  Cónsul  quinta  vez  por  potestad  tribunicia,  Padre  de  la 
> Patria.» — tEl  Senado  y  pueblo  romano  á  su  muy  buen  prín- 
>cipe,  por  disposición  del  Senado.» 

Las  circunstancias  de  llevar  este  medallón  la  fecha  del  año 
quinto  del  consulado  del  emperador,  que  es  la  misma  que  tiene 
el  puente  de  Alcántara,  y  el  hablarse  en  ella  de  la  victoria  con- 
seguida por  Trajano  contra  los  dacios,  como  de  cosa  juzgada, 
nos  hace  ver  que  este  medallón  se  refiere  al  puente  de  Alcán- 
tara, aparte  de  que  el  puente  sobre  el  Danubio  (entonces  el 
Istro),  estaba  hecho  bastantes  años  antes.  La  medalla  del  carde- 
nal Baronio,  como  la  que  está  en  el  Vaticano  (que  acaso  sea  una 
misma)  se  acuñó  en  Roma  por  acuerdo  del  Senado,  en  conme- 
moradón  de  la  obra  que  se  terminó  en  la  Lusitania  y  se  dedi- 
case á  Trajano  en  el  año  quinto  de  su  consulado.  Si  alguna  duda 
pudiese  cabernos  sobre  este  particular  nos  la  esclarece  Viu  rese- 
ñando una  medalla  de  oro  encontrada  por  él,  no  lejos  de  Alcán- 
tara (2),  y  en  cuyo  anverso  se  representa  el  busto  de  Trajano 
con  la  siguiente  inscripción  circular:  IMP  •  CAES  •  NERV  * 
TRAIANO  •  AVG  GERM  •  DAC  •  P  •  M  •  T  •  P  •  COS  •  V  • 
P  •  P,  y  en  su  reverso  la  alegoría  de  la  Fortaleza  con  más  la 
Victoria  alada  y  en  el  círculo  la  conclusión  del  lema:  ÓPTIMO  * 
PRINCIPI  •  S  •  P  •  Q  •  R  • 


(t)    En  sus  i4 na/6S,  año  105,  fol.  24. 

(2)    En  su  Extremadura,  tom.  I,  pág.  142. 


790  C  A  C  E  R  E  s 


Compara  Viu  su  medalla  con  la  del  cardenal  y  dice:  c Ob- 
servamos por  lo  pronto  que  casi  hay  identidad  entre  la  de  Baro- 
nio  y  la  nuestra ,  especialmente  en  el  anverso  en  que  sólo  dis- 
cordan  en  una  letra,  si  no  es  que  el  cardenal  la  omitiera  (la  P.  de 
potestate):  igualmente  vemos  que  es  una  dedicatoria  la  de  ambas 
fAl  Muy  Buen  Príncipe  Trajano»,  y  no  moneda,  pues  las  ver- 
daderas no  llevan  el  dativo;  y  juzgamos  que  el  Senado  en  su 
nombre  y  en  el  del  pueblo  romano,  mandó  grabar  esta  memoria 
á  los  triunfos  del  emperador,  habiendo  sido  para  Roma  mucho 
más  importante  que  ningún  otro  el  obtenido  sobre  los  dacios,  y 
que  los  conseguidos  después  en  el  Asia:  así  fué  que  no  se  con- 
tentó aquel  pueblo,  ávido  siempre  de  gloria,  con  que  fuese  ele- 
vada la  célebre  columna  Trajana  en  el  campo  mismo  de  la  ba- 
talla, á  la  par  que  otra  en  Roma,  sino  que  quería  consignar  de 
un  modo  múltiple  y  menos  perecedero  el  recuerdo  de  los  gran- 
des hechos  del  Soberano,  entre  los  cuales  el  más  culminante  y 
el  que  más  enorgulleció  á  los  romanos  fué  la  conquista  de  la  im- 
ponente Dacia,  que  amenazaba  con  un  grave  compromiso.  De 
todas  suertes,  siendo  nuestra  medalla  del  mismísimo  año  de  la 
conclusión  y  dedicación  del  puente  de  Alcántara,  no  puede  alu- 
dirse más  que  á  las  historias  anteriores  al  año  V  del  consulado 
de  Trajano,  que  corresponde  al  103  de  Jesucristo.  Ni  en  ella,  ni 
en  la  de  Baronio  se  expresa  más  que  el  del  consulado:  á  inferir 
por  la  muestra,  el  motivo  es  porque  no  caben  más  letras  en  la 
orla;  pero  basta  y  sobra  el  que  se  fije  el  año  V,  por  coincidir 
con  éste  el  VIII  de  la  potestad  tribunicia  y  del  V  del  imperio, 
ó  el  de  la  potestad  tribunicia  para  deducir  el  del  consulado.  G^n 
que  si  Trajano  no  era  aún  cónsul  por  V  vez,  ni  emperador  por 
la  misma  V,  ni  ejercía  la  potestad  tribunicia  por  la  VIII  cuando 
hizo  fabricar  el  puente  sobre  el  Istrio;  ni  era  Dacico  todavía  á 
no  ser  que  le  llamase  en  profecía,  y  que  los  efectos  sean  antes 
que  las  causas,  y  el  fin  antes  que  los  medios  (facto  ponte  cum 
debellavit,  Daciam  que  redigt,  &.^);  es  fuera  de  toda  duda  que 
por  confesión  involuntaria  del  mismo  Baronio,  tiene  que  referirse 


C  Á  C  E  R  E  S  791 


SU  medalla  natural  y  exclusivamente  al  puente  de  Alcántara,  así 
como  la  nuestra  grabada  con  una  idea  muy  análoga  alude  á 
las  proezas  del  emperador  antes  de  su  V  consulado,  en  el  N  *  C  * 
del  imperio.» 


Pero  aún  no  hemos  dicho  nada  de  la  inscripción  dedicativa 
del  puente,  de  la  ^dicu\di  que  se  ve  junto  al  torreón  que  lo  de- 
fiende, ni  de  la  tumba  del  autor  de  esta  gran  obra,  el  famoso 
arquitecto  Cayo  Julio  Lácer.  Tres  puntos  son  éstos  bien  impor- 
tantes, que  los  reservamos  para  cerrar  con  ellos  este  capítulo. 

Bajando  al  puente  desde  la  villa,  se  encuentra  el  precioso 
templo  de  los  del  género  yEdícuh^  impropiamente  llamado  de 
San  Julián,  y  sobre  cuyo  frontispicio  se  lee  lo  siguiente: 

IMP  •  NERV  •  TRAIANO  •  CAESAKI 
AVGVSTO  •  GERMÁNICO  •  DACICO '  SACRVM  • 

Este  es:  Dedicado  este  templo  al  emperador  Trajano,  César 
Augusto,  Germano,  y  Dacico  (i). 

En  el  dintel  de  este  templo,  y  muy  bien  cincelada,  se  encuen* 
tra  la  siguiente  inscripción  dedicativa: 

TEMPLVM  •  IN  •  RVPE  •  TAGI  •  SVPERIS  •  ET  •  CASARE  •  PLENVM. 

ARS  •  VBI  •  MATERIA  •  VINCITVR  •  IPSA  •  SVA  • 

QVIS  •  QVALI  •  DEDERIT  •  VOTO  •  FORTASSE  •  REQVIRET  • 

CVRA  •  VIATOVM  •  QVüS  •  NOVA  •  FAMA  •  IVVAT  . 

INGENTE  •  VASTA  •  PONTEM  •  QVI  •  MOLE  •  PERGIT  • 

SACRA  •  LITATVRO  •  FECIT  •  HONORE  •  LACER  • 

QVI  •  PONTEM  •  FECIT  •  LACER  •  ET  •  NOVA  •  TEMPLA  •  DICAVIT  • 

SCILICET  •  ET  •  SVPERIS  •  MVNERA  •  SOL  •  LITANT  • 

PONTEM  •  PERPETVI  •  MANSVRVM  •  IN  •  SECVLA  •  MVNDI  • 

FECIT  •  DIVINA  •  NOBILIS  •  ARTE  •  LACER  . 

ídem  •  ROMVLEIS  •  TEMPLVM  •  CVM  •  CíESARE  •  DIVIS  • 

CONSTITVIT  •  FÉLIX  •  VTRAQVE  •  CAVSA  •  FACTI  • 

C  •  IVLVS  •  LACER  •  HOG  •  SACELI VM  •  FECIT  •  DEDICAVIT  • 

AMICO  •  CVRIO  •  LACONE-  IGíEDITANO  • 


(i)    Pertenecía  esta  obra  á  los  Sacellos  6  /Ediculas  que  ya  explicamos  al 
hablar  de  Cáceres,  dos  capítulos  anteriores. 


792 


No  todos  los  autores  copian  esta  lápida  con  exactitud,  ni  la 
traducen,  por  tanto,  igual.  Madoz,  que  la  da  como  la  encuentra 
en  varías  crónicas  antiguas,  la  traduce  asi  (i):  «Este  templo  fa- 

»bricado  sobre 
>la  roca  del  Ta- 
>jo,  está  lleno 
»de  culto  y  ve- 
»neración  délos 

•  dioses  y  del 
»César,  y  en  él, 

.  >la  grandeza  de 
>Ia  materia  ven- 
»ce  al  primor 
»del  arte.  Por 
tventura  dará 
» cuidado  á  los 

•  pasajeros,  que 
isiempre  gus- 
»tan  de  cosas 
* nuevas,  saber 

•  quién  y  con 
•qué  fín  se  ha 
•hecho:  sepan, 

•  pues,  que  La- 
>ce,  que  acabó 
•este  puente  de 
»  extraordinaria 

grandeza,  hizo 
el  templo  para 
ofrecer  el  sa- 
crificio á  los  dioses  y  tenerlos  propicios  y  favorables.  Lácer, 
que  hizo  el  puente,  dedicó  también  el  templo,  porque  ofre- 


ALCANTARA.—  Tbmplo 
Y   AL  César,  y  sepui 


(i)    Ed  su  Diccionario,  el  1. 1,  pág.  408. 


C  Á  C  E  R  E  s  793 

•cíendo  dones  á  los  dioses,  se  aplaca  y  alcanza  su  favor. 
•Lácer,  insigne  en  el  arte  divino  de  la  arquitectura,  hizo  este 
» puente,  que  ha  de  durar  por  los  siglos  del  mundo.  El  mismo 
>Lácer  hizo  el  templo  en  honra  y  veneración  de  los  dioses  de 
»Roma  y  del  César:  ¡Dichoso  uno  y  otro  motivo  de  este  edifí- 
>cio  sagrado!  Cayo  Julio  Lácer  hizo  y  dedicó  este  templo  con 
»el  favor  de  Curio  Lacón,  natural  de  Idafla». 

Esta  es  la  traducción  que  corre  como  más  admitida.  Viu  da 
esta  otra  (i):  cPor  si  los  caminantes  desean  saber,  por  quién  y 

>  por  qué  se  fabricó  este  puente  gigantesco,  y  este  templo  cava- 
>do  en  la  misma  peña  del  Tajo,  lleno  de  la  majestad  de  los  dio- 
>ses  y  del  César,  en  donde  el  arte  queda  vencido  por  su  misma 
«materia,  sepan,  pues,  que  Lácer  hombre  esclarecido  en  el  arte 

>  divino  de  la  arquitectura,  hizo  este  puente,  que  durará  mientras 
>dure  el  mundo:  Lácer,  después  de  acabarlo  con  admirable  mag- 
>niñcencia,  hizo  igualmente  y  dedicó  este  templo  á  los  dioses  de 
•Roma  y  al  César,  teniéndose  por  dichoso  en  ofrecerlo  con  este 
» doble  y  sagrado  motivo. — Cayo  Julio  Lácer  hizo  este  templo, 
>y  su  dedicatoria  de  unión  con  Curio  Lacón,  su  amigo,  de  Igi- 
>tania  (2)». 

Aparte  de  las  disquisiciones  que  los  eruditos  sostienen  á  pro- 
pósito de  la  mejor  interpretación  de  esta  curiosa  lápida,  conven- 
gamos en  que  es  digna  de  perpetuarse  por  la  fundada  arrogancia 
de  Lácer  y  por  el  profundo  convencimiento  que  tenía  de  su 
habilidad  y  ciencia  arquitectónica. 

Sobre  lo  alto  de  la  fachada  de  este  templo  hay  una  piedra 
deteriorada,  con  la  siguiente  inscripción : 


C  •  I  •  LACER  • 
HANC • ARAM 

EREXI  •  VT 
DIIS  •  SACRA 

FACERET. 


( t )    En  su  Extremadura,  al  1. 1 ,  pág.  145. 
(2)    Ya  hemos  dicho  que  ¡daña  es  igual  á  ¡gitania. 
200 


794  C  Á  C  E  R  E  s 


€  Cayo  Julio  Lácer  erigió  esta  ara  para  sacrificar  á  los  dioses  > . 
Y  más  á  la  derecha  de  la  anterior  esta  otra: 

C.  IVL.  LACER.  H.  S.  E. 
S.  T.  T.  L. 

€  Cayo  Julio  Lácer  está  aquí  sepultado :  séale  la  tierra  leve » . 

£1  sabio  £.  Hübner,  que  ha  examinado  estas  lápidas,  notó, 
como  tuvo  lugar  antes  Viu,  que  estas  dos  piedras  últimas  son 
sobrepuestas,  á  diferencia  del  dintel  que  se  conoce  haber  sido 
allí  colocado  cuando  se  hizo  el  templo,  y  ha  bastado  esta  cir- 
cunstancia para  que  el  erudito  alemán  las  considere  apócrifas, 
declarando  autor  de  esta  y  otras  falsificaciones  al  cronista  extre- 
meño D.  Pedro  Barrantes  Maldonado,  quien  de  antiguo  goza 
de  poca  fe  entre  nuestros  historiadores,  pues  algunos  aseguran 
que  en  el  deseo  de  enaltecer  á  Alcántara,  inventó  cosas  muy 
peregrinas. 

Hübner  no  ha  pensado  en  que  ambas  lápidas  han  podido,  en 
efecto,  ser  auténticas  y  al  encontrarse  en  excavaciones  moder* 
ñas,  ser  llevadas  al  templo  y  colocadas  donde  hoy  se  encuentran, 
para  acumular  así  más  noticias  sobre  el  autor  de  la  obra  del 
puente  (i). 

£1  templo  de  Lácer  está  construido  todo  él  de  piedras  be- 
rroqueñas y  labradas  á  escuadra.  Miden  cada  una  5*86  metros 
de  largo;  4*10  de  ancho,  6'6i  de  alto,  cerrándose  por  la  parte 
superior  con  seis  grandes  piedras  por  cada  lado  que  forman  la 
techumbre  con  la  mayor  regularidad. 

£1  tallado  de  todas  las  piedras  de  este  edificio,  no  puede  ser 
más  perfecto,  denotando  la  inteligencia  del  que  dirigió  esta  obra. 

Los  godos,  como  los  árabes,  á  pesar  de  los  siglos  que  domi- 
naron en  Alcántara,  respetaron  cuidadosamente  este  templo ;  no 


( I )    El  que  quiera  conocer  las  obras  de  Hübner  puede  buscarlas  por  las  siguien- 
tes indicaciones: 

I .'    Die  autiken  Bildareskein  Madrid.  (Berlín,  1 862). 
2.*    Inscriptiones  Hispanice  latinee»  (Berlín,  1869. 


C  A  C  E  R  E  s  795 

así  los  cristianos,  que  guiados  por  ese  fanatismo  que  tanto  ha 
distinguido  de  antiguo  á  todas  las  clases  del  pueblo  español, 
convirtieron  este  templo  en  capilla  católica,  poniéndolo  bajo  la 
advocación  de  San  Julián,  para  ofrecer  el  anacronismo  de  colocar 
por  pedestal  á  una  cruz  una  piedra  romana  con  la  siguiente  ins- 
cripción : 

HANC  •  ARAM  •  ETC  •  VT  •  DIIS  •  SACRA  *  FACERET. 


CAPITULO   I Y 


Alcántara  en  la  reconquista.— I^  Orden  de  los  caballeros  de  Alcántara. 

Alcántara  después  de  la  reconquista. 
Los  Aldanas,  Barrantes,  y  Roco  de  Campo- firio.— Hijos  célebres  de  Alcántara 


I 


UANDO  los  bárbaros  destruyeron  las  principales 
ciudades  de  la  Lusitania,  á  la  caída  del  poder  de 
Roma^  Alcántara  sufrió  la  misma  suerte  que  Mé- 
rida,  Medellín^  Caparra  y  Badajoz. 

En  principios  del  siglo  vii  era  celebrada  por 
los  godos,  que  la  denominaban  Oliva  (que  en  su 
lengua  significa  puente),  y  con  este  nombre  apa- 
rece en  las  guerras  que  sostuvieron  los  alanos  y 
suevos  contra  los  romanos.  Hermigio,  Rechila,  Richiario,  Theo- 
domiro,  Teodomero,  Amalarico,  Gundemaro  y  Wamba  la  po- 
seyeron; pero  pocos  recuerdos  dejaron  en  Oliva  estos  domi- 
nadores, cuando  nada  tiene  hoy  de  su  paso  sobre  ella. 

Se  sabe  que  Oliva  era  entonces,  á  causa  de  la  decadencia 
á  que  vino  en  los  últimos  tiempos  de  los  godos,  una  insignifi- 
cante alquería;  pero  aun  respetando  esta  conjetura,  acaso  fun- 


798  C  Á  C  E  R  E  S 

dada  en  autorizado  testimonio,  es  necesario  reconocer  que  no  se 
perpetuó  mucho  el  eclipse  que  la  población  padeciera  entonces, 
pues  aunque  no  nos  detengamos  en  el  aserto  de  los  que  colocan 
á  sus  vecinos  en  el  número  de  los  que  rindieron  homenaje  á 
Abderrahmán  I  en  Mérida,  el  año  756  de  Jesucristo,  consta  por 
los  testimonios  árabes,  á  quienes  sigue  el  Sr.  Conde,  que  cuando 
Abul-Aswad,  escapado  de  su  prisión,  se  sublevó  en  Lusitania, 
los  alcaides  de  Badalyox  y  Cantarat  Alseif  (Badajoz  y  Alcánta- 
ra) se  encargaron  de  derrotarle  y  dispersar  sus  huestes,  lo  cual 
tenía  lugar  por  el  año  784.  Así,  pues,  Oliva^  convertida  por  los 
árabes  en  Cantarat  Alseif  (la  ciudad  del  puente)  desde  el 
siglo  VIII  era  población  importante. 

Zeth,  el  rey  de  Coria,  la  redujo  á  su  obediencia  en  860,  y 
Alhá  el-Gamí,  el  rey  de  Cáceres  y  Valencia  de  Alcántara^  entró 
en  ella  triunfante  en  1 1 6 1 . 

Sus  alcaides  figuraron  mucho  durante  las  guerras  de  los 
reyes  de  Badajoz,  Niebla,  Béjar,  Mértola,  Selves  y  Santamaría 
de  Algarve,  decidiendo  en  más  de  una  ocasión  la  victoria  las 
tropas  de  Alcántara. 

Es  muy  extraño  que  habiendo  estado  poblada  esta  ciudad 
de  árabes  muy  principales,  por  más  de  seis  siglos,  no  guarden 
de  aquella  época  más  que  una  curiosa  lápida  sobre  la  pizarra 
negra  que  estuvo  colocada  en  la  antigua  puerta  llamada  de 
yartin,  saliendo  por  el  torreón  que  la  defendía,  lápida  que  ya 
estaba  incompleta  en  el  siglo  xvi,  pero  de  lo  que  en  ella  se  po- 
día leer  entonces  decía  así : 


EN   EL    NOMBRE   DE  ALLÁH,    EL- 

CLEMENTE,    EL-MISERICORDIOSO: 

ESTA   OBRA    MANDÓ   HACER   HACEN-A- 

MED,    EMIR  IGUAL   Á   MUZA 


C  Á  C  E  R  E  s  799 

Por  esta  inscripción  se  sabe  que  la  puerta  de  Jartín,  como 
los  murallones  viejos  que  miran  á  la  parte  del  río^  fué  obra  del 
gran  Hacen  Amed,  llaniado  por  antonomasia  Emir  igual  á 
Muza, 

La  mejor  época  de  Alcantarat,  fué  la  segunda  mitad  del 
siglo  VIH.  Su  Caid,  que  logró  reunir  un  poderoso  ejército 
de  1 5,000  Donbatientes,  fué  uno  de  los  que  auxiliaron  al  emir  Abd- 
eIRahamán,  para  el  exterminio  de  la  turbulenta  facción  de  los 
Fchrés,  en  el  año  de  784. 

El  rey  deXrCÓn  D.  Fernando  II  la  conquistó  en  1166,  se- 
gún leemos  en  un  acta  de  los  archivos  de  la  catedral  de  As- 
torga,  en  la  que  se  dice  textualmente:  Facta  carta  in  Astúrica^ 
mense  novembriSy  era  1204  eo  anno^  quo  is  Famosissimus  rex 
(Ferdinandus  rex  Legionis),  cepita  Alcantaram.  Está  firmado 
este  documento:  Ego  Ferdinandus^  Deigratia^  rex  Hispa- 
niarum. 

Este  monarca  la  entregó  para  su  custodia  á  su  mayordomo 
mayor,  quien  la  perdió  seis  años  más  tarde,  en  1 172,  volviendo 
á  poder  de  los  moros,  que  la  convirtieron  en  un  punto  de  resis- 
tencia, elevándolo  á  la  categoría  de  waliato,  que  en  1 191  logró 
tener  suma  importancia,  pues  en  la  historia  figura  este  waliato, 
como  cabeza  de  multitud  de  pueblos,  y  denominado  el  Kart-el- 
Fethab  (fortaleza  de  la  entrada  ó  de  la  abertura). 

D.  Alfonso  IX  de  León  y  Galicia,  acompañado  de  D.  Diego 
López  de  Haro,  y  su  hijo,  D.  Lope  Díaz,  á  quienes  había  envia- 
do en  su  auxilio,  con  otros  600  caballeros,  D.  Alfonso  VIII  de 
Castilla,  la  conquistó  en  17  de  Enero  de  1214,  después  de  dos 
largos  sitios,  particularmente  el  último,  que  duró  once  meses, 
con  repetidos  asaltos. 

Este  rey  la  entregó  á  los  caballeros  de  la  orden  de  Calatra- 
va,  para  que  la  guardasen  y  defendiesen,  y  estos  pusieron  en 
ella  una  guarnición  numerosa. 

En  1 217,  hallándose  el  mismo  rey  D.  Alfonso  en  Toro,  con 
sus  hijas  las  infantas  D/  Sancha  y  D/  Ducia,  confirmó  esta  do- 


800  C  Á  C  E  R  E  S 


nación ;  y  dos  años  después  intervino  el  mismo  rey  entre  don 
Ñuño,  maestre  de  la  Orden  de  San  Julián  de  Pereiro  de  Portu- 
gal, y  el  dé  Calatrava,  conviniéndose  que  esta  orden  diese  la 
villa  de  Alcántara  á  la  de  San  Julián  de  Pereiro,  quedando  el 
maestre  de  esta  y  sus  sucesores  sujetos  á  la  de  Calatrava.  En- 
tonces tomó  el  nombre  de  Alcántara  la  de  Pereiro,  trasladándo- 
se su  convento  á  esta  villa  y  uniendo  así  su  nombre  á  ella  eter- 
namente. 


II 


Desde  el  siglo  x  apuntaban  en  Extremadura  las  guerras  de 
los  caballeros  que  dos  centurias  atrás  habían  comenzado  en  As- 
turias y  Galicia  con  gran  suerte  para  el  pueblo  cristiano. 

Los  de  Alcántara  y  Santiago  tuvieron  mayor  renombre  que 
las  otras  tres  órdenes,  por  la  influencia  que  prestaron  en  el 
pueblo  extremeño  durante  la  reconquista  del  país. 

La  primera  tomó  el  nombre  de  Alcántara  para  llevarlo  unido 
eternamente  al  de  esta  histórica  villa.  Bien  merece,  por  tanto,  el 
que  la  historiemos  aquí,  aunque  de  una  manera  somera. 

Reinando  en  Castilla  y  Toledo,  D.  Sancho  el  Deseado  y  en 
León  y  Galicia  su  hermano  D.  Fernando,  varios  guerreros  al 
mando  de  D.  Suero  Fernández  buscaban  un  lugar  donde  hacer 
guerra  á  los  infieles:  aconsejados  por  un  ermitaño  llamado 
Amando,  eligieron  la  orilla  del  río  Cea,  donde  construyeron  su 
primitiva  casa  denominada  San  Julián  de  Pereiro,  situado  en  el 
reino  de  Portugal  á  lo  leguas  de  Ciudad  Rodrigo,  donde  se  for- 
tificaron. 

Creciendo  su  número  les  aconsejó  el  obispo  de  Salamanca 
D.  Ordoño,  se  uniesen  conforme  á  la  regla  de  San  Benito,  al 
modo  que  lo  prescribía  el  Cister.  Adoptaron  el  consejo  y  el 


C  Á  C  E  R  E  S  8ol 

mismo  obispo  aprobó  esta  nueva  orden  que  fué  confirmada 
en  1 1 17  por  el  papa  Alejandro  III:  puesto  de  primer  gran  maes- 
tre D.  Suero,  le  sucedió  en  el  mando  su  hermano  D.  Gómez,  que 
se  tituló  prior,  y  en  el  año  1 1 76  el  rey  D.  Alonso  recibió  esta 
orden  y  convento  en  su  encomienda  y  protección,  con  todos  sus 
bienes,  habiéndosela  declarado  nullius  diócesis  por  el  papa  Lu- 
cio III,  en  el  año  1 183. 

£1  hábito  de  esta  orden  fué  en  su  principio  el  que  traían  los 
monjes  del  Cister;  pero  imposibilitados  los  freires  por  este  ropa- 
je para  hacer  la  guerra,  le  cambiaron  por  unos  capirotes,  y  en  el 
año  de  141 1  adoptaron,  por  último,  el  escapulario  de  cruz  verde 
que  llevan  en  la  actualidad. 

En  1 217  el  rey  D.  Alonso  IX  de  León  donó  la  villa  y  casti- 
llo de  Alcántara  á  la  orden  y  caballería  de  Calatrava,  siendo  su 
maestre  D.  Garci  Fernández  de  Quintana,  con  la  condición  de 
guardarlos  y  de  construir  otro  convento  como  el  que  tenía  esta 
orden  en  el  reino  de  Castilla.  Calatrava,  por  encontrarse  lejos 
de  su  convento  y  no  poderla  defender,  la  traspasó  el  año  si- 
guiente con  todas  las  formalidades  de  derecho  á  la  orden  de 
Pereiro,  recibiéndola  con  las  condiciones  impuestas  á  la  de  Cala- 
trava y  además  de  la  de  recibir  la  visita  del  maestre  de  esta 
orden,  que  se  había  de  ejecutar  conforme  á  la  del  Cister:  desde 
entonces  la  orden  de  San  Julián  de  Pereiro,  que  sólo  tenía  por 
arma  un  peral,  añadió  las  dos  trabas  negras  de  los  de  Calatrava. 
Y  consecuencia  de  esta  adquisición  la  orden  de  Pereiro  se  tras- 
ladó á  la  villa  de  Alcántara  en  el  año  1 2  2 1 ,  siendo  su  cuarto 
Maestre  D.  Garci  Sánchez,  titulándose  de  Pereiro  y  Alcántara,  y 
desde  esta  época  hasta  el  año  1346  guardaron  clausura  sus  indi- 
viduos en  la  fortaleza  de  la  villa  rezando  en  una  iglesia  cuyas 
ruinas  se  conservan  todavía  al  pie  del  castillo.  Bien  fuese  por- 
que la  guerra  impidiese  la  comunidad,  bien  por  otra  causa  cual- 
quiera, es  lo  cierto  que  en  el  expresado  año  1346  se  salieron  y 
alojaron  en  las  casas  capitulares,  reuniéndose  para  los  oficios 
divinos  en  la  iglesia  de  AlmoQobar,  y  así  continuaron  hasta  que 


lOX 


802  C  Á  C  E  R  E  S 


los  reyes  católicos  dispusieron  la  construcción  de  un  convento 
que  se  edificó  extramuros,  el  día  1 1  de  Abril  de  1499,  y  á  dos 
kilómetros  distante  del  pueblo.  Este  edificio  está  arruinado  y  es 
el  que  se  conoce  con  el  nombre  de  convento  viejo.  Poco  tiempo 
permanecieron  en  aquel  estado,  puesto  que  en  el  afio  1534  vi- 
vían ya  dentro  de  los  muros  de  la  villa,  ocupando  el  buen  con- 
vento de  San  Benito  que  igualmente  mandaron  construir  los 
reyes  católicos.  La  residencia  de  los  ft-eires  en  Alcántara  en  nada 
favoreció  á  los  moradores  de  la  población.  Hechos  feudales, 
en  virtud  del  sistema  general  entonces  en  Europa,  los  comen- 
dadores que  eran  elegidos  por  los  caballeros,  para  la  adminis- 
tración, custodia  y  defensa  de  las  villas  y  lugares  que  habían 
recibido,  se  hicieron  poderosos  y  vinieron  á  ser  dueños  de  todas 
las  rentas,  frutos,  regalías,  autoridades  y  gobierno  del  país,  en 
términos  que  llegó  el  extremo  de  que  abusando  de  su  posición 
y  privilegios,  quitaban  á  los  vecinos  los  pastos  y  hasta  el  uso  de 
las  aguas,  sobre  lo  cual  se  elevaron  quejas  al  rey  en  13 16,  hasta 
que  sufriendo  el  poder  feudal  las  vicisitudes  que  le  hicieron  des- 
aparecer, los  mismos  reyes  Católicos  se  hicieron  los  maestres  de 
la  orden  en  virtud  de  breves  de  los  papas  Julio  II  y  Adriano  VI 
en  los  años  de  1509  y  1523.  Concluidos  los  maestres,  conclu- 
yeron también  los  comendadores  y  en  su  lugar  se  crearon  las 
mesas  maestrales,  administradas  por  los  reyes  y  el  consejo  de 
las  órdenes,  con  las  funciones  que  ha  desempeñado  hasta  ser 
sustituido  por  él  que  hoy  se  llama  tribunal  especial  de  los 
mismos. 

Las  principales  dignidades  de  esta  orden  son  las  siguientes: 

La  I  .*  la  de  Maestre. 

La  2.*  la  de  Prior  del  convento  de  Alcántara,  quien  ejercía  el 
oficio  de  párroco  universal  de  los  freires,  con  la  jurisdicción  que 
se  sabe  han  ejercido  y  de  que  sólo  les  queda  una  sombra. 

La  3.*  fué  la  de  Comendador  Mayor,  creada  mucho  después 
de  la  fundación  de  la  orden  y  cuando  ya  ésta  gozaba  de  varias 
encomiendas.  Entre  otras  prerrogativas  tenía  la  de  citar  á  capí- 


I 
j 


C  Á  C  E  R  E  S  803 

tulo  y  presidirlo.  Concluyó  esta  dignidad  en  el  siglo  xvi,  cuando 
los  reyes  se  hicieron  los  administradores  de  las  encomiendas. 

La  4.^  es  la  de  clavero  que  se  creó  muy  al  principio  de  la 
orden  y  cuyo  destino  estaba  limitado  á  cerrar,  abrir  y  custodiar 
las  puertas  del  convento.  Adquirió  después  otros  privilegios  que 
desaparecieron  como  los  primeros. 

La  5.*  era  la  de  sacristán  mayor:  este  destino  correspondía 
al  de  las  catedrales  que  llaman  tesorero,  porque  tenía  el  cargo 
de  mirar  y  custodiar  los  ornamentos  sagrados. 

La  6.^  y  última  es  el  priorato  de  Magacela,  autoridad  creada 
luego  que  se  ganó  el  partido  de  Villanueva  de  la  Serena.  El  rey 
D.  Fernando  III  hizo  merced  á  su  maestre  de  toda  esta  parte; 
edificando  desde  entonces  un  convento  de  la  orden  de  Magace- 
la, con  su  prior  que  tuvo  en  materias  canónicas  los  mismos  pri- 
vilegios que  el  de  Alcántara. 

Enumeramos  á  continuación  la  sucesión  de  los  grandes 
Maestres  de  la  orden  de  Alcántara,  digna  por  muchos  títulos 
de  fijar  la  atención  del  lector. 

I.  Gran  Maestre,  D.  Gómez  Fernández,  en  el  año  de  11 95 
entre  otras  mercedes  le  concedió  el  rey  de  Castilla,  D.  Alonso, 
la  villa  y  castillo  de  Trujillo.  Murió  el  año  1400,  y  gobernóla 
orden  40  años. 

II.  Maestre  D.  Benito  Suárez:  alcanzó  bula  de  Inocencio  III 
para  no  pagar  diezmos  y  no  ser  inquietada  la  orden  por  los 
bienes  adquiridos  había  40  años.  Mandó  la  orden  16,  y  se  ente- 
rró en  San  Julián  de  Pereiro. 

III.  Ñuño  Fernández,  que  entró  á  gobernar  el  convento 
el  año  de  12 17.  A  éste  entregó  el  Maestre  de  Calatravala  villa 
de  Alcántara,  y  en  su  tiempo  se  trasladó  á  ésta  la  orden  de 
Pereiro.  Murió  en  12 19  y  se  enterró  en  San  Julián  de  Pereiro. 

IV.  Se  llamó  de  Pereiro  y  Alcántara  y  lo  fué  Frey  D.  Gar- 
cía Sánchez.  Asistió  á  la  famosa  batalla  de  las  Navas  de  Tolosa. 
Fué  electo  en  1219.  Le  concedió  D.  Alonso  de  León  el  noveno 
todas  las  villas  y  lugares  que  conquistara  habiéndolo  hecho  á 


8o4  C  Á  C  E  R  E  S 


Valencia  de  Alcántara.  Mandó  la  orden  poco  más  de  siete  años. 
Murió  en  1227.  Se  sepultó  en  San  Julián  de  Pereiro. 

V.  Frey  D.  Arias  Pérez  que  entró  á  gobernar  en  1227.  El 
rey  D.  Alonso  de  León  el  IX  le  dio  el  lugar  y  castillo  de  San 
Juan  de  Mascoma  (que  hoy  es  Santibáñez)  y  su  encomienda. 
Reconquistó  á  Trujillo  el  25  de  Enero  del  mismo  año;  ganó  á 
Magacela  y  Zalamea;  asistió  á  la  batalla  dada  al  rey  moro  Be- 
neut,  cuyo  servicio  le  valió  ciertas  casas  y  heredades  en  Mérida 
y  Badajoz;  por  fin  ganó  á  Medellín  en  este  año.  Gobernó  la  or- 
den cerca  de  ocho,  concluyendo  en  1234. 

VI.  Frey  D.  Pedro  Yáfiez  que  principió  á  ejercer  en  1234. 
Asistió  á  las  conquistas  de  Córdoba  y  Sevilla  y  pasó  á  la  de 
Murcia.  Por  estos  servicios  le  fueron  concedidos  los  castillos  de 
Benquerencia  y  la  Puebla  de  Alcocer,  con  toda  su  jurisdicción. 
Se  le  dio  asimismo  la  villa  y  castillo  de  Salvaleón,  como  la 
aldea  de  la  Alcantarilla,  con  algunos  molinos.  En  su  tiempo  se 
concedió  indulgencia  plenaria  á  los  de  la  orden  que  muriesen  en 
la  guerra.  Murió  después  de  gobernar  la  orden  20  años. 

VII.  Frey  D.  García  Fernández  de  Ambia,  electo  en  1254. 
Encontróse  en  la  conquista  de  las  Villas  de  Arcos  y  Lebrija,  en 
la  de  Niebla  y  en  la  de  todo  el  Algarbe.  Concedióle  la  corona 
la  villa  y  castillo  de  Morón ,  la  iglesia  de  Santa  María  de 
Badajoz,  con  algunas  yugadas  de  tierra  y  otras  heredades,  con 
todo  lo  que  fundó  encomienda  que  se  llamó  casas  de  Calatrava. 
Mandó  la  orden  cerca  de  30  años.  Murió  en  Alcántara  en 
1 284,  y  se  enterró  en  Santa  María  de  Almocovar  de  Alcán- 
tara, iglesia  que  fundó. 

VIII.  Frey  D.  Fernán  Pérez.  Entró  á  Mandar  la  Orden  en 
tiempo  del  rey  D.  Sancho,  en  1274,  siendo  Maestre  8  años. 
Murió  en  1292  y  se  enterró  en  la  misma  iglesia  que  su  antece- 
sor Ambia. 

IX.  Frey  D.  Fernán  Pérez  Gallego.  Sucedió  en  1292.  En 
su  tiempo  fué  ocupada  la  casa  fundadora  de  esta  Orden,  llamada 
de  San  Julián  de  Pereiro,  por  los  portugueses.  Asistió  á  la  con- 


C  Á  C  E  R  E  S  805 


quista  de  Tarifa.   Mandó  la  Orden   7  años,   muriendo  en  el 
de  1 298.  Se  enterró  en  Almocovar. 

X.  Frey  D.  Gonzalo  Pérez  Gallego  que  sucedió  el  año 
de  1298,  siendo  ya  comendador  mayor  de  la  Orden  y  reinando 
D.  Fernando  el  IV.  Este  le  cedió  las  villas  de  Eljas  y  Aldeanue- 
va,  en  1303.  Este  último  pueblo  se  denominó  después  Villa- 
nueva,  á  poco  tiempo  Villanueva  de  Lares  y  Villanueva  de  Ma- 
gacela,  y  por  último,  Villanueva  de  la  Serena.  Mandó  la  Orden 
cerca  de  19  años.  Murió  en  el  de  13 16.  Se  enterró  en  la  iglesia 
de  Nuestra  Señora  de  Almocovar  de  Alcántara. 

XI.  Frey  D.  Ruiz  Vázquez,  electo  en  13 16.  Hallóse  con 
los  tutores  infantes  del  rey  D.  Alfonso  XI,  en  la  entrada  que  hi- 
cieron en  el  reino  de  Granada,  cuando  perecieron  aquellos.  Fué 
depuesto,  dejándole  el  título  de  Maestre  y  la  encomienda  de 
Magacela,  donde  murió  sin  poderse  ñjar  el  día  ni  el  año,  pero  sí 
que  todo  sucedió  en  el  transcurso  de  dos. 

XII.  Frey  D.  Suer  Pérez.  Entró  á  mandar  en  13 18.  Asis- 
tió á  la  batalla  que  se  dio  por  D.  Juan  Manuel,  hijo  del  infante 
D.  Manuel,  contra  Ormín,  capitán  del  rey  de  Granada;  la  batalla 
se  dio  cerca  de  Teba  y  Árdales.  Asistió  á  otros  muchos  comba- 
tes, concediéndole  los  reyes,  entre  otros  privilegios,  una  feria 
franca  para  la  villa  de  Alcántara  por  1 2  días.  También  le  hicie- 
ron donación  del  castillo  de  Almorchón  y  las  villas  de  Priego  y 
Cañete,  con  sus  términos.  Mandó  la  Orden  1 7  años.  Murió  en 
el  de  1337,  enterrándose  en  la  misma  iglesia  que  los  ante- 
riores. 

XIII.  Frey  D.  Rui  Pérez  Maldonado.  Tomó  esta  dignidad 
siendo  clavero  el  año  de  1337.  Estuvo  en  el  levantamiento  del 
sitio  que  los  portugueses  habían  puesto  á  Badajoz.  Les  picó  la 
retirada  con  buen  éxito.  Previendo  su  deposición  por  el  rey 
D.  Alonso  el  IX,  dimitió  la  dignidad  de  Maestre  después  del 
mando  de  dos  años. 

XIV.  Frey  D.  Gonzalo  Martínez,  que  sucedió  á  Maldona- 
do, ó  mejor,  le  antecedió  en  1335,  teniendo  que  renunciar  por 


8o6  C  Á  C  E  R  E  S 

no  ser  canónica  la  elección,  que  luego  se  verificó  en  1337.  Ha- 
llóse en  las  entradas  que  hizo  el  rey  en  tierra  de  moros.  Le 
nombró  éste  capitán  general  de  la  frontera  de  Andalucía,  des- 
pués de  la  batalla  dada  junto  al  río  Patute  contra  el  infante 
Aboruelique,  llamado  el  Picazo^  rey  de  Algeciras.  Tuvo  muchos 
hechos  de  armas  en  que  quitó  á  los  moros  banderas  y  estan- 
dartes. Nada  bastó,  ni  el  haberse  retirado  de  Valencia  de  Al- 
cántara, para  que  el  rey  D.  Alonso  XI  lo  depusiese  y  mandase 
prender,  alcanzándole  la  muerte  en  la  prisión. 

XV.  Frey  D.  Ñuño  Chamizo:  fué  electo  en  1340.  Entre 
sus  muchos  hechos  de  armas  cuando  acompañó  al  rey  con  todas 
sus  correrías  contra  moros,  se  encuentra  el  de  la  famosa  batalla 
de  Bellamarín.  Murió  á  fines  de  Setiembre  de  1343,  ahogado 
en  el  río  Guadarranque,  llevando  provisiones  al  castillo  cercado 
de  Torre  de  Cartagena. 

XVI.  Frey  D.  Pedro  Alonso  Pantoja.  Siendo  ya  comenda 
dor  de  Lares.  Estuvo  en  la  toma  de  Algeciras,  en  la  que  fué 
herido,  y  de  cuyas  resultas  murió  en  Alcántara  en  1345.  Se  en- 
terró en  Almocovar. 

XVII.  Frey  D.  Pedro  Yáñez  del  Campo,  comendador  ma- 
yor, electo  en  1345.  Vivió  poco  y  se  ignora  dónde  murió. 

XVIII.  Frey  D.  Fernán  Pérez  Ponce  de  León,  electo 
en  1346.  Asistió  á  la  conquista  de  Gibraltar,  donde  murió  el  rey 
D.  Alonso  XI.  El  sucesor  de  D.  Alonso,  D.  Pedro  su  hijo,  le 
nombró  capitán  general  de  las  guerras  contra  moros.  Mandó  la 
Orden  casi  10  años,  y  murió  en  1395.  El  sitio  de  su  muerte  no 
está  fijo  en  la  opinión  de  los  historiadores.  Unos  la  dan  en  Mo- 
rón y  otros  en  Alcántara.  Se  verificó  en  el  mes  de  Agosto  del 
citado  año  de  1395. 

XIX.  Frey  D.  Diego  Gutiérrez  de  Ceballos,  electo  el  año 
de  1395  sin  antes  haber  tomado  el  hábito,  y  sólo  porque  así  lo 
quiso  el  rey  D.  Pedro,  con  quien  se  enemistó  después,  y  preso 
murió  en  un  castillo,  gozando  la  dignidad  sólo  dos  meses. 

XX.  Frey  D.  Suero  Martínez,  elegido  en  1395  siendo  cía- 


C  Á  C  E  R  E  S  807 

vero  de  la  Orden.  Sirvió  al  rey  D.  Pedro  de  capitán  general  en 
la  villa  de  Gomarra,  en  la  guerra  contra  el  rey  D.  Pedro  de  Ara- 
gón, y  en  otras,  contra  los  moros  de  Granada.  Asistió  á  la  gue- 
rra que  se  hizo  en  las  fronteras  de  Soria,  donde  murió  en  1361, 
después  de  mandar  la  Orden  6  años. 

XXI.  Frey  D.  Gutierre  Gómez  de  Toledo,  electo  en  1362 
siendo  prior  de  San  Juan  y  adelantado  del  reino  de  Murcia. 
Murió  en  la  pelea  que  tuvo  con  los  de  Murcia  queriendo  intro- 
ducir víveres  en  la  villa  de  Murviedro,  el  año  de  1365.  Mandó 
poco  más  de  dos  años. 

XXn.  Frey  D.  Martín  Lope  de  Córdoba,  electo,  habiendo 
sido  repostero  mayor  del  rey  D.  Pedro,  y  ejerciendo  el  priorato 
de  San  Juan  ^1  año  de  1365,  asistió  á  muchos  encuentros  de 
guerra.  Desempeñó  varias  comisiones  diplomáticas  entre  las  que 
se  encuentra  la  de  ser  embajador  cerca  del  rey  de  Inglaterra. 
Por  último,  se  encontró  en  la  batalla  de  Nájera.  Gobernó  4  años. 

XXIII.  Frey  D.  Pedro  Muñiz  de  Godoy,  elegido  en  1 366 
cuando  se  coronó  en  Burgos  el  rey  D.  Enrique.  Nada  se  sabe 
del  tiempo  que  mandó  la  Orden,  ni  de  su  fin. 

XXIV.  Frey  D.  Alonso  de  Sotomayor,  electo  en  1367. 
Mandó  dos  años. 

XXV.  Frey  D.  Melén  Suárez  elegido  en  1369,  año  que  el 
rey  D.  Enrique  reinaba  en  Castilla.  Era  clavero  cuando  le  eligie- 
ron. Le  depusieron  después  de  mandar  la  Orden  dos  años. 

XXVI.  Frey  D.  Rui  Díaz  de  la  Vega,  electo  en  1371, 
siendo  comendador  mayor.  Gobernó  cuatro  años:  murió  en  1375. 

XXVII.  Frey  D.  Diego  Martínez,  elegido  comendador  ma- 
yor en  1376.  Era  rey  D.  Enrique  el  II,  y  mandó  la  Orden  siete 
años,  muriendo  el  de  1383. 

XXVIII.  Frey  D.  Diego  Gómez,  electo  en  1383,  reinando 
Juan  el  I.  Fué  capitán  general  en  la  guerra  contra  los  portugue- 
ses. Murió  el  año  1384  en  un  encuentro  que  tuvo  con  el  capitán 
Núñez  Álvarez,  cerca  de  Badajoz.  Gobernó  un  año  y  se  enterró 
en  Alcántara. 


8o8  C  Á  C  E  R  E  S 


XXIX.  Frey  D.  González  Núñez  de  Guzmán,  elegido 
en  1384.  En  el  siguiente  asistió  con  el  rey  D.  Juan  á  la  ba- 
talla que  se  dio  en  Aljubarrota.  En  su  tiempo  se  hizo  cons- 
titución en  la  Orden,  para  que  todos  los  freyres  pudiesen 
disponer  de  sus  bienes  en  vida  y  muerte.  No  gobernó  un  año 
entero. 

XXX.  Frey  D.  Martiáñez  de  la  Barbuda,  elegido  en  1 385 
siendo  Clavero.  Salió  de  Alcántara  con  trescientas  lanzas  y  mil 
infantes,  con  el  objeto  de  conquistar  á  Granada.  No  obstante  de 
habérsele  unido  en  el  camino  hasta  cinco  mil,  pagó  cara  su  osa- 
día, muriendo  con  otros  muchos  caballeros,  junto  á  la  torre  Egea, 
el  año  1394  Se  enterró  en  Alcántara  en  Ntra.  Sra.  de  Almoco- 
var.  Su  epitafio  se  conserva  en  aquella  iglesia,  y  dice  así : 


MESE   DON    FREY    MARTIAVS. 


En  la  cubierta  del  sepulcro  hay  estas  dos  líneas : 

aquí  jace  aquelle,  que  por  nenua 

COUSA   ove   pavor    en   SEU   CORAgAO. 

Gobernó  la  Orden  9  años. 

Hablan  de  este  personaje  extremeño  Mariana  (i),  y  refiere 
muy  al  pormenor  todas  sus  hazañas  la  Crónica  de  la  Orden  de 
Alcántara  (2).  Viu  dice  (3)  que  frey  D.  Martiáñez  era  portu- 
gués. No  es  exacta  tal  afirmación.  Nació  en  Cabeza  del  Buey  el 
año  de  1339  (4),  hijo  de  una  de  las  familias  más  nobles  y  lina- 
judas de  sus  tiempos  en  Extremadura,  pasando  su  juventud  en 
Oviedo  y  León  al  lado  de  sus  parientes,  que  servían  en  la  corte 
de  los  Reyes. 


(1)  Uisioria  General  de  España^  t.  XIX,  cap.  III. 

(2)  A  su  cap.  XXXII. 

(3)  En  su  Extremadura^  al  1. 1,  págs.  171  y  72. 

(4)  Véase  nuestro  Diccionario  de  Extremeños  Ilustres^  t.  I,  pág.  7 $. 


C  Á  C  E  R  E  S  809 

A  la  muerte  del  famoso  D.  Gonzalo  Núñez  de  Guzmán, 
XXIX  gran  maestre  de  la  Orden  de  Alcántara,  ocurrida  en  úl- 
timos del  1384,  fué  elegido  para  reemplazarle  frey  D.  Martiáñez 
de  la  Barbada  (á  quien  hoy  llaman  los  historiadores  modernos 
D.  Martín  Yáñez  de  la  Barbuda),  que  había  sido  Clavero  de  la 
Orden  hasta  su  elección,  en  1385,  y  era  uno  de  los  Freyres 
más  notables  y  valerosos  de  la  Orden  alcantarina.  Por  esto 
acaso,  ó  por  la  predilección  en  que  le  tenía  el  rey  D.  Enrique  III, 
fué  elegido  Gran  maestre,  siendo  el  XXX  de  la  cronología  de 
la  Orden,  aunque  el  primero  en  hechos  y  rasgos  heroicos  pro- 
pios de  los  tiempos  de  aventuras  y  empresas  arriesgadas  de  su 
siglo. 

Sus  hazañas  contra  los  moros  son  cantadas  por  los  trova- 
dores, y  en  las  crónicas  de  León  como  de  Castilla,  su  nombre 
juega  un  importante  papel. 

En  1393  salió  de  Alcántara  con  300  lanzas  y  1,000  infan- 
tes, con  objeto  de  desañar  al  rey  Mohamad-Guadix,  proponién- 
dole que  fuese  •  declarada  verdadera  la  religión  del  que  venciese, 
y  no  obstante  de  habérsele  unido  en  el  camino  hasta  1,500 
hombres  de  á  pie  y  450  lanzas,  pagó  bien  cara  su  osadía,  mu- 
riendo con  otros  muchos  caballeros  junto  á  la  torre  Egea,  en  el 
año  de  1394,  siendo  su  muerte  muy  sentida  por  los  Freyres. 

Su  cuerpo  fué  transportado  á  Alcántara  y  se  le  dio  santa 
sepultura  en  Nuestra  Señora  de  Almo^obar,  según  la  inscrip» 
ción  que  más  arriba  dejamos  copiada. 

XXXI.  Frey  D.  Fernán  Rodríguez  de  Villalobos,  electo 
en  1394,  siendo  clavero  de  la  Orden  de  Calatrava  y  reinando 
don  Enrique  III,  á  quien  sirvió  como  al  príncipe  D.  Juan  su  hijo 
en  muchas  guerras  contra  el  rey  de  Portugal  y  el  de  Granada. 
Murió  en  Villanueva  de  la  Serena,  en  1408,  después  de  haber 
gobernado  la  Orden  1 4  años. 

XXXII.  El  infante  D.  Sancho,  hijo  del  infante  D.  Fernando, 
que  ganó  á  Antequera,  y  después  fué  rey  de  Aragón,  elegido 
en   1409,  de  ocho  años  de  edad.  Gobernó  por  él  D.Juan  de 


zoa 


8lO  C  A  C  E  R  E  S 

Sotomayor,  en  cuyo  tiempo  concedió  el  papa  Benedicto  XIII  la 
cruz  que  llevan  de  insignia.  Gobernó  siete  años  y  murió  en  Me- 
dina del  Campo,  en  141 6. 

XXXIII.  Frey  D.  Juan  de  Sotomayor,  elegido  siendo  co- 
mendador mayor  en  141 6,  reinando  D.  Juan  II,  quien  le  depuso 
después  de  haber  gobernado  16  años. 

XXXIV.  Frey  D.  Gutiérrez  de  Soto  Mayor,  electo  siendo 
comendador  mayor  en  1 43  2 :  concedió  el  rey  D.  Juan  II  por  me- 
diación de  este  Maestre  á  los  vecinos  de  Alcántara  y  otros  pue- 
blos de  la  Orden  la  libertad  y  franquicia  de  todo  pecho,  tributo 
y  contribución.  Alcanzó  privilegio  para  asiento  en  los  capítulos 
por  el  orden  siguiente:  Maestre,  Prior  de  Alcántara,  Comenda- 
dor mayor,  Clavero,  Sacristán  mayor  y  prior  de  Magacela,  si- 
guiendo los  demás  Freyres  por  edades. 

Asimismo  le  otorgó  D.  Juan  II  á  Belalcázar  y  los  lugares  de 
aquel  estado,  de  donde  trae  origen  el  ducado  de  Belalcázar. 
Murió  en  1455.  Gobernó  la  orden  22  años. 

XXXV.  El  rey  D.  Enrique  el  IV  pidió  bala  al  Pontífice 
Calixto  III  para  gobernar  por  10  años  el  maestrazgo  de  Alcán- 
tara, alegando  los  gastos  de  guerra,  petición  que  le  fué  otorga- 
da en  1455.  Gobernó  dos  años  y  medio  concediendo  ó  renun- 
ciando, mejor  dicho,  en  el  XXXVI  Gran  Maestre,  que  lo  fué 
Frey  D.  Gómez  de  Cáceres  y  Solís,  electo  en  1458.  En  su 
tiempo,  con  motivo  de  la  guerra  y  los  sufrimientos  que  son 
consiguientes,  no  menos  que  por  no  tener  edificada  la  igle- 
sia del  castillo,  se  salieron  los  freires  fuera  del  convento  y  vivie- 
ron en  casas  particulares,  ejerciendo  los  oficios  divinos  en  la 
iglesia  de  Almogobar,  hasta  que  los  reyes  Católicos  los  hicieron 
entrar  en  clausura  edificando  lo  que  hoy  se  llama  convento  viejo. 
Fué  depuesto  después  de  mandar  14  años.  Murió  en  1473. 

XXXVII.  Frey  D.  Alonso  de  Monroy,  elegido  siendo  Cla- 
vero el  año  de  1472.  Como  no  fué  canónica  esta  elección,  volvió 
á  elegirle  la  orden  el  28  de  Mayo  de  1473.  ^^^  desavenencias  de 
la  deposición  de  su  antecesor,  hicieron  que  un  sobrino  de  éste 


CÁCERES  8ll 

se  fortaleciese  en  Magacela.  Quiso  conferenciar  con  él  D.  Alon- 
so y  entró  en  aquella  villa  quedando  preso  en  su  fortaleza  hasta 
la  muerte  de  D.  Francisco  Solís  (como  ya  referimos  muy  al 
pormenor  en  el  cap.  XVII  de  Badajoz,  á  las  págs.  475-81).  Salió 
de  su  prisión  para  ser  depuesto  por  los  reyes  Católicos,  quienes 
alcanzaron  bula  del  Papa  Sixto  IV  para  ser  nombrado  D.  Juan  de 
Zúñiga  en  lugar  de  D.  Alonso.  Se  retiró  éste  á  Azagala  donde 
permaneció  con  el  título  de  Maestre  hasta  su  muerte,  verificada 
en  1 5 1 1 .  Su  cuerpo  fué  trasladado  á  Alcántara. 

XXXVIII  y  último  Maestre  de  Alcántara  fué  D.  Juan  Zúñiga, 
electo  como  queda  dicho  y  de  edad  de  8  años,  administrando  el 
Maestrazgo,  hasta  tener  la  edad  suficiente,  su  padre  D.  Alvaro. 
Se  verificó  todo  esto  el  23  de  Enero  de  1475.  En  su  tiepipo  se 
expidió  la  bula  por  Sixto  IV  para  que  no  se  admitiese  en  la 
orden  á  ninguno  que  no  fuera  cristiano  viejo  de  origen  y  de 
limpia  sangre.  Juntó  ó  tuvo  capítulo  general  en  Plasencia,  del  que 
resultaron  las  segundas  definiciones  de  la  orden;  También  se 
convino  en  la  construcción  del  convento  de  Alcántara.  En  su 
tiempo  se  hizo  visita  general,  donde  quedó  establecido  el  modo 
de  vivir  espiritual  y  temporalmente  de  los  freires  y  caballeros  de 
esta  orden.  Gobernando  Zúñiga,  impetraron  los  reyes  Católicos 
bula  apostólica  para  ser  administradores  de  todos  los  maestraz- 
gos. Renunció  D.  Juan  Zúñiga  al  Maestrazgo,  el  año  J495.  Hizo 
un  convento  en  Villanueva  de  la  Serena,  al  que  se  recogió  con  al- 
gunos de  la  orden.  Fué  después  arzobispo  de  Sevilla  y  cardenal. 
Murió  en  14  de  Agosto  de  1504,  de  40  años.  Su  cuerpo  fué 
trasladado  á  Plasencia  desde  Guadalupe,  en  1533.  Gobernó  el 
Maestrazgo  20  años  y  permaneció  10  en  el  convento  de  la  Se- 
rena. Fué  arzobispo,  dos. 


8l2  '  C  A  C  E  R  E  S 


III 


Tales  son  los  principales  recuerdos  que  para  Alcántara 
guarda  en  su  historia  esta  orden  de  caballería,  que  tanto  nom- 
bre lograra  en  los  siglos  pasados  (i). 


(i)  El  lector  que  desee  más  antecedentes  de  esta  Orden  puede  consultar  las 
obras  siguientes : 

I."  <c  Las  Diffínitiones  y  Actos  Capitulares  de  la  inclyta  cauallería  de  la  Orden 
de  Alcántara  »  (Alcalá  de  Henares,  1553). 

2."    «Diffínitiones  de  Alcántara»  (Madrid,  1569). 

3.*  «  Definiciones  de  Alcántara  y  relación  de  su  origen  y  maestros»,  por  Juan 
Pedro  Gutiérrez  (Madrid,  i  576). 

4.*  «  Diffiniciones  de  la  orden  y  caballería  de  Alcántara,  con  relación  de  su 
origen  y  de  los  maestros  que  uvo  en  ella»  (Madrid,  i  $76). 

5.'  «  Definiciones  y  establecimientos  de  la  orden  y  cavallería  de  Alcántara» 
(Madrid,  1609). 

6."  a  Memorial  que  rendido  presenta  D.  Juan  de  Sandoval  á  la  Majestad  Cató- 
lica de  Felipe  IV,  nuestro  señor,  para  que  conceda  á  su  orden  y  caballería  de  Al- 
cántara iguales  privilegios  que  á  la  de  Santiago»  (Madrid,  1634). 

7.'  «  Relación  panegyrica  del  novenario  célebre  con  que  el  orden  ilustríssimo, 
indita  cavallería  y  capítulo  general  de  Alcántara  solemnizó  en  San  Bernardo  de 
Madrid,  su  quarto  voto  de  profesar  y  defender  el  puríssimo  misterio  de  la  Con- 
cepción de  Nuestra  Señora,  concebida- sin  pecado  original.  Incluye  los  elogios  del 
Instituto  y  antiguo  lustre  desta  religión  Sacrosanta;  de  sus  valerosos  Maestres  y 
Reales  administradores  perpetuos.  Escrívela  D.  Gabriel  Bocangel  Unzueta,  conta- 
dor de  Resultas  de  su  Magestad  y  su  Coronista;  Bibliotecario  que  fué  y  de  la  Cá- 
mara del  Serenísimo  Cardenal  Infante.  Dedícala  al  augustísimo  señor  D.  Felipe  IV 
nuestro  señor,  rey  de  las  Fspañas,  Grande  y  católico  monarca  en  dos  hemisferios, 
administrador  perpetúo  de  Alcántara»  (Madrid,  1653). 

8.^  «Privilegia  selectiora  militiai  sancti  Juliani  de  Percyro  (hodie  de  Alcánta- 
ra; cisterciensis  ordinis,  á  summis  Pontificibus  hactenus  concessa.  Opera  doctoris 
fratris  Joanis  Calderón  de  Robles,  eiusdem  familise  humilis  alumni,  ct  Regis  cape- 
Ilani»  (Matriti,  1662). 

9.°  «  Definiciones  de  la  orden  y  caballería  de  Alcántara  con  la  historia  y  ori- 
gen de  ella»  (Madrid,  1663). 

I  o.  « Información  jurídica  á  favor  del  sacro  y  real  convento  de  San  Benito  de 
Alcántara  y  de  su  dignidad  prioral,  por  frey  D.  Diego  Bezerra  y  Valcarce,  prior  de 
Magazela»  (Salamanca,  1678). 

11.  « Información  en  derecho  de  la  orden  y  caballería  de  Alcántara  en  el  pleito 
con  el  Obispo  de  Coria  sobre  la  jurisdicción»  (Ms.  en  la  B.  P.  de  Cáceres). 

1 2.  «  Por  el  convento  de  Alcántara  con  el  Provincial  de  la  compañía  de  Jesús 


C  Á  C  E  R  E  S  813 

Reanudando  ahora  la  historia  civil  de  esta  villa,  diremos  que 
por  ella  pasó  el  rey  San  Fernando,  yendo  á  auxiliar  á  los  caba- 
lleros cristianos,  que  eran  dueños  del  arrabal  de  Córdoba,  y 
más  tarde,  en  1 283,  el  infante  D.  Sancho  penetró  también  con 
un  numeroso  ejército,  para  reducir  á  su  partido  á  su  hermano 


desta  provincia  de  Toledo  y  D.  Pedro  Alfonso  Flores,  vecino  de  Brozas,  sobre  el 
Consejo  Real  de  las  órdenes,  sin  embargo  de  la  declinatoria  interpuesta  por  el 
Provincial  se  pronuncie  por  juez  y  retenga  en  sí  el  pleito  en  todas  las  pretensio- 
nes deducidas  por  el  convento  y  el  señor  fiscal,  y  se  haga  embargo  de  los  bienes 
que  quedaron  por  muerte  de  D.  Pedro  Ordóñez  Flores»  (Sin  1.  ni  a.  de  imp.,  30 fo- 
jas). 

13.  «Alegación  contra  la  consulta  hecha  por  el  prior  de  Alcántara  frey  don 
Diego  Valdivia  á  la  Universidad  de  Salamanca  sobre  las  pretensiones  de  su  orden 
en  el  año  de  1696,  por  D.  Juan  de  Porras  y  Atienza,  obispo  de  Coria»  (Salaman- 
ca, 1698). 

14.  «Cuestiones  regulares  de  la  orden  de  Alcántara,  por  D.  Juan  de  Robles 
Rocha»  (Ms.). 

15.  «  Por  la  orden  de  Alcántara  con  D.  Antonio  Osorio,  sobre  el  patronazgo 
de  la  memoria  y  obra  propia  y  hospital,  que  con  advocación  de  San  Benito,  mandó 
hacer  y  fundó  en  sus  casas  principales,  que  dejó  en  Villasandino,  Luis  Osorio,  ca- 
ballero de  la  orden  de  Alcántara  y  comendador  de  la  Peraleda»  (Sin  1.  ni  a.  de 
imp.,  cinco  fojas). 

16.  «  Breve  noticia  de  algunos  de  los  excesos  que  resultan  en  los  autos  que 
sigue  la  Jurisdicción  diocesana  de  Coria,  contra  el  Prior  de  el  Real  Convento  de 
San  Benito,  en  la  villa  de  Alcántara,  Suprior  y  otras  personas  comprehendidas 
en  ellos  »  (Salamanca,  1 7  5  i ). 

17.  «Representación  jurídica  que  hace  al  Rey  nuestro  señor  y  su  Real  Junta 
Apostólica,  el  Fiscal  eclesiástico  de  la  Ciudad  y  Obispado  de  Coria,  en  defensa  de 
la  jurisdicción  ordinaria  Diocesana,  derechos  y  preeminencias  de  la  dignidad 
episcopal.  Cabildo  de  la  Santa  Iglesia  Cathedral,  y  justificación  de  los  autos  he- 
chos por  el  provisor  de  dicho  Obispado.— Contra  el  Prior  del  Real  Convento  de 
San  Benito,  en  la  villa  de  Alcántara,  Suprior,  su  Assesor,  Notarios  de  su  Tribunal, 
Cura  y  Clérigos  de  la  villa  de  Zeclavin  de  dicho  Obispado.~En  varias  causas  re- 
mitidas á  dicha  Real  junta  Apostólica.— Sobre  que  se  devuelvan  estas  á  dicha  ju- 
risdicción ordinaria  diocesana  y  su  Tribunal,  como  á  quien  corresponde  su  cono- 
cimiento, y  para  su  prosecución  y  desagravio  de  dicha  jurisdicción;  y  se  declare 
haber  perdido  fel  dicho  Prior  por  sus  excesos  y  abusos,  la  limitada  que  le  conce- 
dió por  la  sentencia  y  Concordia  de  el  Señor  D.  Felipe  II  en  el  año  de  i  594,  y  que 
el  Reverendo  Obispo  de  Coria  ha  de  tener  y  ejercer  la  omnímoda  Eclesiástica  eñ 
todos  los  pueblos  del  Priorato  de  dicha  Concordia»  (Salamanca,  1756). 

18.  '«Bullarium  ordinis  de  Alcántara,  olim  S.  Juliani  del  Pereiro,per  anuorum 
seriem  nonnullis,  donatonum,  concordiarum,  et  alus  interjectis  ecripturis  con- 
gestum.  Reglo  diplómate  compilatum,  et  in  lucem  cditum.  Opus  D.  Ignatii  Josephi 
de  Ortega  et  Cotes,  Jacobaci  equitis,  regiique  ordinum  senatus  consiliarii  direc- 
tione.  D.  Josephi  Fernandez  de  Brizuela,  ejusden  ordinis  militis,  ac  procuratoris 
generalis  diligentia.-  Et  D.  Petri  de  Ortega  Zúñiga  et  Aranda,  ordinis  de  Calatra- 
va  presbyteri,  Regiaeque  Majestatis  ab  honore  capellani  studio,  ac  labore  comple- 


8l4  C  A  C  E  R  E  s 


D.  Pedro,  que  pretendía  tomar  la  voz  de  su  padre  D.  Alfonso, 
para  el  gobierno  del  país. 

En  1295  el  infante  D.Juan,  tío  del  rey  D.  Fernando,  se 
apoderó  de  Alcántara,  haciendo  la  guerra  á  su  sobrino,  á  quien 
consideraba  bastardo,  como  habido  de  ilegitimo  matrimonio. 

Muerto  el  rey  D.  Pedro  I  de  Castilla,  Alcántara  se  entregó 


tum.  Cui  accessit  catalogus  summorum  Pontifícum  quac  ab  eísden  emanarunt, 
necnon  rerum  notabilium  locupletissimus  índex»  (Madrid,  1  759). 

19.  «  Demostración  jurídica  de  la  omnímoda  jurisdicción  ordinaria  cuasi  epis- 
copal, que  privativamente  pertenece  á  la  dignidad  prioral  de  Alcántara  en  prime- 
ra instancia,  con  territorio  separado,  en  virtud  de  la  concordia  del  año  i  594,  por 
Frey  D.  Alonso  de  Valencia  y  Bravo»  (Ms.  en  la  B.  N.,  leg.  Dd.,  204). 

20.  «  Defensa  histórico-jurídica  que  por  el  incontestable  derecho  de  la  escla- 
recida orden  y  caballería  de  Alcántara,  y  el  Reverendo  Prior  de  su  Sacro  y  Real 
convento,  hace  y  expone  al  Key  nuestro  Señor  en  la  Real  Junta  Apostólica,  Frey 
D.  Alonso  de  Valencia  y  Bravo,  Religioso  clérigo  de  la  misma  orden,  Capellán  de 
honor  de  S.  M.,  Rector  de  sus  Reales  hospitales  generales  y  Pastor  de  esta  Corte, 
y  comisionado  por  la  misma  orden  para  el  seguimiento  del  pleito  que  litigan  el 
citado  Revcrendo-Prior  y  el  Caballero  Procurador  General  de  ella,  con  el  Reveren- 
do obispo  y  cabildo  de  la  Santa  Iglesia  de  Coria;  en  que  tiene  dadas  varias  res- 
puestas el  Sr.  D.  Pedro  Cano  Mucientes,  caballero  que  fué  de  la  de  Santiago.  Sobre 
la  declaración  que  debe  darse  á  la  última  concordia  celebrada  entre  las  mismas 
partes  el  año  de  i  594,  en  los  varios  puntos  y  controversias  jurisdiccionales  que 
se  han  escrito  acerca  de  su  verdadera  inteligencia»  (Sin  1.  ni  a.  de  imp.  348  fojas 
en  fol.). 

21.  «  Memorial  ajustado  de  los  pleitos  de  la  Orden  de  Alcántara  »  (Ms.). 

22.  «Crónica  de  la  Orden  de  Alcántara.  Su  autor  el  licenciado  frey  D.  Alonso 
de  Torres  y  Tapia,  prior  de  su  sacro  convento,  capellán  de  honor  del  señor  rey 
D.  Felipe  IV.— Impresa  de  orden  del  Rey  nuestro  Señor,  á  consulta  de  su  Real  y 
Supremo  Consejo  de  las  Órdenes  militares  »  (Madrid,  i  763). 

23.  «Escrito  en  defensa  del  obispo  de  Coria  contra  la  Orden  de  Alcántara,  por 
el  provisor  y  vicario  general  de  dicho  obispo»  (Ms.;. 

24.  «  Alegación  en  derecho  que  presenta  la  orden  y  caballería  de  Alcántara  al 
Real  y  Supremo  Consejo  de  las  Ordenes,  por  mano  de  su  procurador  frey  D.  Alon- 
so de  Valencia  y  Bravo,  sobre  los  treinta  y  dos  dubios  ó  competencias  de  juris- 
dicción con  el  Reverendo  Obispo  y  cabildo  de  Coria»  (Madrid,  1769). 

25.  u Satisfacción  histórico-jurídica  á  la  defensa  que  por  el  pretendido  dere- 
cho de  la  orden  de  Alcántara,  publicó  D.  Alonso  de  Valencia  y  Bravo,  capellán  de 
honor  de  S.  M.  é  ilustre  hijo  de  la  misma  orden:  para  que  sirviese  en  los  pleitos 
pendientes  en  la  Real  Junta  Apostólica,  con  el  limo.  Sr.  Obispo  y  Cabiklo  de  la 
Santa  Iglesia  Catedral  de  Coria:  ó  demostración  del  indisputable  derecho  déla 
dignidad  Episcopal  al  ejercicio  libre  de  la  omnímoda  jurisdicción  en  todos  los  pue- 
blos del  territorio  temporal  de  la  referida  orden.  Escrita  por  el  licenciado  D.  An- 
tonio Zanendo  y  Barrado,  abogado  de  los  Reales  Consejos,  por  mandado  del  Ilus- 
trísimo  Sr.  D.  Juan  José  García  Al  vario,  y  publicada  por  el  limo.  Sr.  D.  Juan  Álva- 
rez  de  Castro,  dignísimo  obispo  de  dicho  obispado»  (Madrid,  180Ó). 


C  A  CE  R  E  S  815 

al  rey  D.  Fernando  de  Portugal,  á  quien  dijeron  muchos  caba- 
lleros pertenecerle  el  reino  de  Castilla,  como  heredero  legítimo, 
siendo  nieto  de  D.*  Beatriz,  hija  de  D,  Sancho  el  Bravo,  mujer 
de  D.  Alfonso  IV  de  Portugal. 

Las  guerras  entre  portugueses  y  españoles  tuvieron  largos 
años  perturbada  la  paz  de  los  vecinos  de  Alcántara.  En  1397  la 
sitiaba  un  ejército  portugués;  pero  habiendo  acudido  en  su  soco- 
rro el  condestable  de  Castilla,  lo  desbarató  y  obligó  á  retirarse 
con  pérdidas  de  gran  consideración. 

Más  tarde  el  maestre  de  Alcántara  la  entregó  al  infante  de 
Aragón  D.  Pedro,  por  escritura  otorgada  en  1432,  y  D.  Gutié- 
rrez de  Sotomayor  (XXXIV  maestre  después),  cuando  era  co- 
mendador mayor  de  la  orden,  y  por  la  influencia  que  tenía,  como 
sobrino  del  maestre,  se  apoderó  de  Alcántara  el  día  i.^  de  Julio, 
haciendo  prisionero  al  infante  D.  Pedro,  quien  permaneció  en  el 
castillo  bien  custodiado  hasta  que  dio  cuanto  tenía  por  su  li- 
bertad. 

El  clavero  de  la  Orden,  D.  Alonso  Monroy,  que  en  las  gue- 
rras de  su  tiempo  sostenía  el  partido  del  rey  D.  Enrique,  mien- 
tras que  el  maestre  D.  Gómez  de  Solís  se  había  declarado  por 
el  infante  D.  Alonso,  se  apoderó  de  la  villa  y  estrechó  su  casti- 
llo y  convento  impidiendo  la  introducción  de  víveres.  Solís  acu- 
dió con  mucha  gente  de  Badajoz,  Plasencia,  Cáceres  y  Trujillo, 
para  obligar  á  levantar  el  cerco;  pero  Monroy,  con  un  ardid  in- 
genioso, desbarató  su  ejército  y  mal  hirió  al  maestre.  Éste  rehi- 
zo después,  sus  tropas  con  los  refuerzos  que  le  envían  los  condes 
de  Coria  y  de  Alba,  y  volvió  de  nuevo  contra  los  sitiadores; 
pero  sabedor  Monroy  de  su  marcha  sobre  Alcántara,  mandó 
romper  todos  los  puentes  que  había  sobre  los  ríos  Tajo  y  Ala- 
gón  y  quemar  todas  las  barcas,  cuya  disposición  imposibilitó  su 
intento,  dejándole  apretar  más  y  más  el  cerco  que  los  sitiados 
resistían  con  gran  valor.  Once  meses  hacía  que  se  sostenían 
unos  y  otros,  obstinados  en  su  empeño,  cuando  la  duquesa  doña 
Leonor  de  Pimentel,  dejando  el  maestrazgo  para  su  hijo  D.  Juan 


i 


8l6  C  A  C  E  R  E  s 

de  Zúñiga,  envió  contra  Monroy  600  caballos  y  1,000  infantes. 
El  clavero  temió  entonces  por  su  suerte  y  vino  á  concierto  con 
la  duquesa,  conviniendo  en  que  el  castillo  quedase  como  depó- 
sito y  se  suspendiesen  las  guerras.  Así,  bajo  este  concierto,  don 
Alonso  quedó  en  Alcántara,  y  habiendo  entrado  con  cuatro  cria- 
dos suyos  en  el  castillo,  se  apoderó  por  traición  de  él,  echando 
fuera  á  los  que  le  guardaban.  Juntó  al  instante  á  los  caballeros 
y  religiosos  de  su  parcialidad  en  el  convento  que  estaba  en  el 
mismo  castillo,  y  en  una  especie  de  simulacro  de  tribunal,  for- 
mado por  sus  parciales,  dieron  sentencia  de  privación  del  maes- 
trazgo contra  Solís,  eligiendo  en  su  lugar  al  clavero  D.  Alonso; 
pero  como  no  fué  canónica  esta  elección,  se  declaró  nula  y  tuvo 
que  esperar  más  tarde  á  que  se  le  eligiera  regularmente,  para 
verse  el  XXXVII  gran  maestre  de  Alcántara. 

En  1 47 1  un  escuadrón  de  sarracenos  con  muchos  infantes 
recorrió  los  campos  de  esta  villa  con  grandes  perjuicios  y  muer- 
tes de  su  gente  principal. 

Ocho  años  después  llegó  á  la  villa  la  reina  D.^  Isabel  para 
avistarse  con  la  duquesa  D.*  Beatriz,  concertándose  entre  am- 
bas  la  paz  para  Castilla  y  Portugal,  bajo  el  pacto  de  que  el  mo- 
narca portugués  no  se  titulase  rey  de  Castilla,  ni  trajese  en  sus 
escudos  las  armas  de  este  reino,  y  que  el  de  Castilla  hiciese  lo 
propio  con  las  de  Portugal;  que  la  princesa  D.*  Juana  casase  con 
el  príncipe  D.  Juan,  hijo  de  D.  Fernando,  luego  que  él  tuviese 
edad  para  ello;  que  si  el  príncipe  no  se  aviniese  después  en  el 
casamiento,  sus  padres  pagasen  á  D.^  Juana  100,000  ducados; 
que  ésta  quedase  en  libertad  de  entrar  en  un  monasterio ;  que 
D.*  Isabel,  hija  de  los  reyes  de  Castilla,  casase  con  D.  Alfonso, 
nieto  del  rey  de  Portugal,  y  su  heredero;  que  no  se  diese  aco- 
gida en  Portugal  á  los  nobles  de  Castilla,  por  ser  ocasión  de 
revueltas  y  alteraciones;  que  la  navegación,  descubrimiento  y 
conquista  de  las  riberas  de  África,  quedase  para  siempre  por 
los  reyes  de  Portugal;  y  por  último,  que  para  seguridad  del 
cumplimiento  de  todas  estas  capitulaciones,  las  mismas  D.^  Jua- 


C  Á  C  E  R  E  S  817 

na  y  D.*  Isabel,  Ifija  del  rey  D.  Fernando,  y  D.  Alfonso,  nieto 
del  rey  de  Portugal,  fuesen  puestos  como  en  rehenes  en  poder 
de  la  duquesa  D.^  Beatriz,  en  el  castillo  de  Mora,  dando  además 
al  rey  de  Portugal,  en  prenda,  cuatro  castillos  á  la  raya  de 
Castilla.  No  hay  para  qué  decir  que  apenas  si  se  vieron  cum- 
plidos  la  mitad  de  estos  contratos,  pactos  de  familia  esencial- 
mente, y  extraños,  por  tanto,  á  la  suerte  del  pueblo  español. 

Unos  224  años  más  tarde,  en  1703,  en  Alcántara  recibió 
el  rey  de  Portugal  una  embajada  de  Luís  XIV,  rey  de  Francia, 
para  manifestarle  los  deseos  que  le  animaban  de  conservar  con 
él  la  paz  y  buena  armonía. 

En  5  de  Mayo  del  mismo  año  entró  en  la  villa  D.  Felipe  V, 
encontrando  en  ella  al  duque  de  Berwick,  que  mandaba  las  tro- 
pas francesas,  y  proclamó  la  guerra  contra  Portugal,  empezán- 
dose las  operaciones,  por  otra  parte,  con  gran  actividad. 

El  marqués  de  las  Minas  se  apoderó  del  castillo  de  Alcán- 
tara en  1 706,  haciendo  5,000  prisioneros,  sin  que  el  duque  de 
Berwick  pudiese  prestar  algún  socorro,  á  pesar  de  hallarse  cer- 
ca del  ejército  español,  pues  era  muy  superior  el  número  de 
sus  enemigos. 

En  esta  guerra  Alcántara  sufrió  muchas  visicitudes,  ora  ca- 
yendo en  poder  de  las  tropas  portuguesas,  ora  siendo  rescatada 
por  las  españolas  (i). 

No  sufrió  menos  en  la  guerra  de  la  Independencia.  En  1 809, 


(i)    Noticias  de  estos  sucesos  se  dan  en  los  libros  siguientes : 

I  .•  Primeira  relagáo  da  marcha  é  progressos  donosso  exercito  alé  ó  campo  da 
Praga  de  Alcántara^  gobernado  pelo  mar^uez  das  Minas ^  dos  conselhos  de  Eslado  e 
Guerra;  e  da  diversáo  inlenlada  pelo  rnemigo  na  Praga  d'Elvas  (Lisboa,  1 706.) 

2.*  Segunda  relagáo  verdadeira  da  marcha  é  operagoes  do  exercito  da  provincia 
de  Alentejo^  gobernado  pelo  marquez  das  Minas^  Don  Antonio  Luiz  de  Sousa,  gober- 
nador das  armas  da  dita  provincia;  rendimento  da  Praga  de  Alcántara^  é  diversáo 
intentada  pelo  inemigo  na  prava  d'Elvas  (Lisboa,  1 706). 

-j."  Terceira  retando  dos  gloriosos  sucessos  das  armas  portuquezas^  despóis  da 
expugna^Áo  é  rendimento  da  prava  de  Alcántara^  até  por  d  obediencia  drel  Rey  Ca^ 
fótico  Don  Carlos  III  á  corte  de  Madrid  (Lisboa,  1 706.) 

4.°    Papéis  é  caméez  da  guerra  contra  Hespahia,  é  á  prava  de  Alcántaraen  iyo6 
é  mas  anos  (Lisboa,  ^1706?). 
X03 


Sl8  C  A  C  E  R  E  S 

en  principios  de  Abril,  el  general  Lapíche  hi^  una  marcha  rá- 
pida contra  la  villa,  y  aunque  los  vecinos  se  opusieroo  á  su  en- 
trada, apostándose  en  el  puente,  vencidos  éstos,  penetraron  tos 
franceses  en  la  población,  destruyéndolo  todo,  incendiando  casas 
y  saqueando  al  vecindario,  sin  respetar  ni  aun  los  sepulcros  de 
los  templos.  Pero  la  evacuaron  pronto  por  temor  á  D.  Juan  de 


ALCÁNTARA.— Santa   MarIa  de  Almo(obar 

Espafta  y  al  coronel  Grant,  que  entraron  en  ella  al  día  siguiente, 
hallando  las  calles  obstruidas  por  cadáveres. 

Aparte  de  estos  recuerdos  históricos,  dentro  de  los  muros 
de  la  villa  de  Alcántara  no  encontrará  el  investigador  que  ad- 
mirar más  que  las  dos  parroquiales  y  el  convento  de  los  caba- 
lleros, porque  los  palacios  de  los  marqueses  de  Torre-Horgaz, 
conde  de  Camilleros  y  vizconde  de  la  Torre,  no  pasan  de  ser 
modestas  casas  solariegas,  que,  como  la  casa  de  las  Animas,  son 
edificios  sin  ningún  valor. 


C  Á  C  C  R  E  S  819 

No  así  el  templo  arciprestal  de  Santa  María  de  Almo^obar, 
cuyo  origen  se  pierde  en  los  principios  del  siglo  ix.  Fué  mez- 
quita árabe,  llamada  por  los  musulmanes  de  Al^Mogobar^  que  en 
su  idioma  quiere  decir  lugar  alto^  lo  que  nos  hace  creer  que 
hubo  más  de  esta  mezquita  en  Alcántara. 

En  1262,  el  VII  gran  maestre  de  la  orden  alcantarina,  don 
Garci  Fernández  de  Andia,  deseoso  de  fundar  un  templo  cris- 
tiano^ sobre  la  antigua  mezquita  reedificó  la  iglesia  que  tomó 
el  nombre  de  parroquia-mayor,  bajo  la  advocación  de  Nuestra 
Señora  de  Almogobar,  para  conservar  así  el  origen  de  este 
templo.  ^ 

Está  muy  bien  conservado,  á  pesar  de  las  vicisitudes  por  que 
ha  pasado  la  población  desde  mediados  del  siglo  xiii.  Su  estilo 
es  gótico,  de  bastante  solidez,  todo  de  piedra  cantería  bien  tra- 
bajada. Consta  de  una  nave  de  29  metros  de  longitud,  por  1 7 
de  latitud  y  24  de  elevación  hasta  la  bóveda.  La  torre  está  al 
O.  del  edificio:  es  un  cuadro  de  5  metros  y  8  de  altura  sobre  la 
bóveda  de  la  iglesia.  En  ella  está  el  reloj  desde  el  siglo  xvii. 

En  su  interior  no  ofrece  cosa  de  particular  fuera  de  la  sille- 
ría de  su  coro  alto.  Es  toda  ella  de  nogal,  muy  bien  trabajada, 
y  pertenece  á  los  comienzos  del  siglo  xvi. 

Entre  los  sepulcros  que  esta  iglesia  conserva,  se  encuentran 
los  de  los  grandes  maestres  siguientes: 

Frey  D.  Garci-Fernández  de  Ambia. 

Frey  D.  Fernán  Pérez. 

Frey  D.  Fernán  Pérez  Gallego. 

Frey  D.  Gonzalo  Pérez  Gallego. 

Frey  D.  Suer  Pérez. 

Frey  D.  Pedro  Alonso  Pantoja. 

Frey  D.  Diego  Gómez. 

Frey  D.  Martiáñez  de  la  Barbuda,  y 

Frey  D.  Alonso  de  Monroy. 

Los  ornamentos  de  esta  arciprestal  no  pueden  ser  más 
pobres.  No  posee  una  sola  alhaja  de  plata.  Su  cabildo  está  for- 


820  C  Á  C  E  R  E  S 

mado  por  los  sacerdotes  residentes,  y  es  presidido  por  su  párro- 
co que  se  titula  arcipreste,  que  en  lo  antiguo  había  de  ser  freiré 
y  su  nombramiento  del  gran  maestre,  á  propuesta  del  prior, 
canónigo  de  Coria. 

La  otra  parroquia,  llamada  la  antigua,  por  ser  anterior  á  la 
de  Almofobar,  está  al  O.  de  la  villa,  y  contigua  á  sus  murallas. 
Se  ignora  el  tiempo  de  su  fundación.  Créese  que  fué  en  el  año 
1 214,  cuando  ganó  á  los  moros  la  villa  D.  Alfonso  VIII. 
Pero  de  este  edificio  no  ha  quedado  nada,  y  tal  como  ahora  se 
encuentra  puede  decirse  que  es  continuación  del  convento  de 
monj^  de  Sancti  Spiritus,  las  cuales  tenían  á  la  pared  izquierda 
de  su  entrada  la  reja  del  coro. 

Está  dedicada  esta  parroquia  á  San  Pedro  de  Alcántara  y  no 
tiene  en  su  interior  cosa  de  particular,  pues  es  pobre  en  su  ser 
vicio  y  en  su  ornamentación  y  decorado. 

Pertenecen  á  esta  parroquia  todos  los  que  hayan  venido  á  la 
población  por  el  puente,  y  son  feligreses  de  la  de  Almopo- 
bar  cuantos  hubiesen  entrado  por  otra  parte  cualquiera;  extra- 
ña constitución  parroquial  que  nadie  ha  podido  explicar  satisfac- 
toriamente hasta  hoy. 

£1  párroco,  aunque  sujeto  al  prior,  no  era  de  la  orden,  aun- 
que en  lo  antiguo  había  de  ser  propuesto  por  el  tribunal,  previo 
concurso,  y  ocupaba  el  segundo  lugar  en  el  cabildo. 

La  dedicación  de  este  templo  á  San  Pedro  de  Alcántara, 
fué  después  de  su  edificación,  con  mucho,  pues  hasta  bien  en- 
trada  la  segunda  mitad  del  siglo  xvii  no  fué  canonizado  este 
místico  alcantarino  y  el  edificio  actual  es  de  los  principios  del 

siglo  XVI. 

No  sabemos  cómo  se  llamó  este  templo  antes  del  nombre  que 
hoy  lleva,  ni  por  consiguiente  bajo  qué  advocación  tuvo  su  culto. 

El  histórico  y  monumental  convento  de  San  Benito  de  Al- 
cántara, alojamiento  de  los  caballeros  y  freires  de  la  orden,  es, 
en  cierto  niodo,  más  notable  con  mucho  que  las  parroquiales 
descritas. 


822  C  Á  C  E  R  E  S 


San  Benito  estuvo  primeramente  en  el  castillo,  donde  lo 
edificó  en  1 221  el  IV  gran  maestre  de  la  Orden  de  Alcántara, 
Frey  D,  García  Sánchez  (el  de  las  Navas).  Pero  este  edificio  era 
muy  pequeño  para  las  comodidades  y  alojamiento  de  tan  gran- 
des caballeros,  y  en  1346  lo  abandonaron  para  vivir  en  las  casas 
capitulares,  reuniéndose  para  los  oficios  divinos  en  la  iglesia  de 
Almogobar,  y  así  continuaron  hasta  que  los  RR.  CC.  dispusie- 
ron la  construcción  de  un  convento,  que  se  verificó  extramuros, 
el  día  1 1  de  Abril  de  1499,  á  dos  kilómetros  S.  £.  de  la  pobla- 
ción. Hemos  dicho  anteriormente  que  este  edificio  es  el  arruina- 
do que  se  conoce  con  el  nombre  del  convento  viejo. 

En  la  primera  década  del  siglo  xvi,  no  contentos  los  freires 
con  la  vida  que  hacían  fuera  de  poblado,  pidieron  gracia  para 
edificar  el  convento  dentro  de  los  muros  de  la  villa  y  comenzá- 
ronse la  obra  del  nueyo  edificio  en  la  parte  N.  E.,  por  orden 
igualmente  de  los  RR,  CC,  y  en  1534  ya  estaban  los  fi-eires 
aposentados  en  él,  aun  sin  terminarse  las  obras,  que  duraron 
continuamente  sin  que  se  hayan  podido  ver  terminadas  aún. 

El  famoso  Juan  de  Herrera  hizo  su  trazado  y  dirigió  en  un 
principio  las  obras,  pero  fué  llamado  á  Toledo  á  dirigir  otras  y 
tuvo  que  abandonar  las  del  convento  de  San  Benito. 

Este  edificio  es  todo  él  de  piedra  cantería,  y  la  iglesia,  que 
se  compone  de  tres  naves,  tiene  una  elevación  de  290  metros,  por 
25  ancha  y  16  de  larga.  Estuvo  adornada  por  unas  20  tablas  de 
Luís  de  Morales.  Las  capillas  laterales  tenían  su  retablo  de  pie- 
dra con  muy  buenas  labores.  En  la  de  la  derecha  había  un  nicho 
con  una  urna  sepulcral  con  esta  inscripción : 


ESTA   CAPILLA   LA    MANDÓ   HACER   PARA    SU 

ENTERRAMIENTO   E.   M.    I.   S.   DIEGO   DE   SaNTILLÁN, 

COMENDADOR   MAYOR  DE  ESTA   INSIGNE  ORDEN 

Y   CABALLERÍA   DE   ALCÁNTARA,   CAPITÁN   GENERAL   EN   LA 

TOMA   DE   GRANADA.    FALLECIÓ   Á   3O  DÍAS   DEL    MES   DE 

JULIO   DE    1506. 


J 


ALCÁNTARA.— Claustro  de   San  Benito 


824  C  Á  C  E  R  E  S 

En  el  lado  de  la  Epístola  se  lee  esta  otra: 

ESTA   CAPILLA   LA  MANDÓ   HACER   PARA   SU 

ENTERRAMIENTO   E.    M.    I.    S.    D.    NICOLÁS  DE  OBANDO 

COMENDADOR   DE   ESTA   INSIGNE  ORDEN    Y   CABALLERÍA 

DE  ALCÁNTARA,    CAPITÁN  GENERAL    DE   LAS   INDIAS, 

ISLAS    Y    TIERRA    FIRME   DEL   MAR  OCEÁNICO. 

FALLECIÓ   EN   29   DE   MAYO   DE    I5II. 

Junto  á  esta  capilla  había  otra  espaciosa  que  se  llamaba  de 
Piedrabuena.  En  su  friso  se  leía:  petrus  de  ibarra  fecit.  a.  1550. 

En  el  centro  de  la  nave  había  un  sepulcro  de  mármol  con 
una  figura  de  alto  relieve  echada  encima,  que  representaba  á 
don  Francisco  Bravo,  comendador  mayor  de  Piedrabuena.  Este 
sepulcro  se  veía  adornado  con  medallones  que  representaban  á 
San  Agustín,  San  Jerónimo,  y  los  Evangelistas. 

Los  claustros  del  convento  están  á  dos  hileras  de  8  hermo- 
sos arcos  cada  una.  Encima  de  estos  arcos  hay  una  galería  de 
bastante  solidez,  sin  embargo  de  tener  muchos  defectos  de  ar- 
quitectura. Á  los  dos  lados  tiene  dos  torrecillas  adornadas  con 
las  armas  imperiales.  Una  de  ellas  se  denomina  Prisión  de  Car- 
los V^  sin  que  ningún  hecho  histórico  justifique  este  nombre. 
Tiene  un  claustro  en  cuyo  pavimento  se  conservan  las  lápidas 
sepulcrales  de  los  freíres  y  caballeros  de  la  orden.  En  el  segundo 
ángulo  de  la  derecha  hay  una  capilla  que  encierra  dos  sepul- 
cros en  uno  de  los  cuales  está  enterrado  D.  Suero  Martínez, 
primer  maestre  de  la  orden  de  San  Juan  de  Pereiro,  muerto 
en  1 1 28.  En  la  misma  hay  dos  hermosas  estatuas  de  mármol, 
que  representan  á  Adán  y  Eva,  obra  del  inmortal  Alberto  Durero, 
acaso  de  sus  mejores  tiempos.  No  es  menos  interesante  el  se- 
pulcro de  D.  Marcelo  de  Lebrija  (hijo  del  famoso  gramático), 
que  se  ve  no  lejos  del  anterior. 

En  las  capillas  existen  muchos  sepulcros  y  hasta  poco  há 
había  cuadros  de  Zurbarán,  Lucas  Jordán,  Rivera,  Veronés  y 
Rubens. 


C  Á  C  E  R  £  S  825 

Lo  más  notable  del  convento,  y  lo  que  hasta  hoy  mejor  se 
conserva,  es  su  claustro  bajo,  con  multitud  de  sepulcros  de  los 
más  ilustres  hombres  que  llenaron  los  principales  puestos  de  la 

m 

Orden  en  todos  los  tiempos. 

Son  de  dos  órdenes  de  columnas  con  ocho  grandes  arcos 
cada  galería,  toda  ella  de  piedra  muy  bien  labrada,  como  sus  al- 
tas bóvedas.  El  estilo  es  gótico  del  más  puro,  y  todos  los  inteli- 
gentes celebran  esta  obra  como  un  verdadero  monumento  pro- 
pio del  siglo  xvi. 

Lo  demás  del  convento  nada  tiene  de  notable.  Se  terminó  la 
iglesia  en  el  afto  de  1576,  y  todo  el  edificio  en  tiempos  de  Fe- 
lipe II. 

En  el  día  está  ruinoso,  y  sólo  la  iglesia  se  conserva  menos 
mal.  £1  gobierno  lo  ha  vendido  á  un  particular  que  destina  este 
histórico  edificio  á  almacén  de  granos  y  cuadras  de  ganado  para 
labor. 

El  convento  de  San  Pedro  de  Alcántara,  de  clérigos  meno- 
res, está  situado  al  E.  y  no  lejos  de  las  Y-uinas  del  castillo.  No 
aparecen  documentos  que  acrediten  su  institución,  pero  se  sabe 
lo  que  fué  después  de  muerto  aquel  místico  anacoreta,  suceso 
ocurrido  en  18  de  Octubre  de  1562,  y  sobre  el  solar  de  la  misma 
casa  en  que  nació  se  edificó  esta  iglesia  y  convento  que  tuvo 
cierta  importancia,  cuando  el  nombre  de  San  Pedro  de  Alcán- 
tara ocupaba  el  corazón  de  las  gentes  del  país,  y  sus  excentrici- 
dades dentro  y  fuera  del  claustro  tuvieron  muchos  imitadores,  y 
hasta  formó,  puede  decirse  con  propiedad,  escuela,  en  la  orden 
franciscana. 

San  Pedro  de  Alcántara  fué  conocido  en  el  mundo  por  el 
nombre  de  D.  Pedro  Garabito  de  Sanabria,  de  la  ilustre  familia 
del  famoso  caballero  Men  Rodríguez  de  Sanabria,  señor  de  la 
Puebla  de  Sanabria,  mayordomo  y  montero  mayor  del  rey  don 
Pedro  I  de  Castilla  y  gran  privado  de  este  Monarca. 

El  mayorazgo  de  esta  familia  de  Rodríguez  de  Safiabría 

tiene  en  la  actualidad  suma  importancia  en  Extremadura,  por 

X04 


82b  C  A  C  E  R  E  S 

estar  entroncado  con  los  Ceballos  de  Zúniga  y  los  marqueses  de 
San  Fernando,  la  Encomienda,  la  Corte  y  otros. 

Pero  hagamos  la  biografía  del  virtuoso  asceta  extremeño. 

El  nombre 
sólo  de  San 
Pedro  Alcán- 
tara recuerda 
uno  de  los  ins- 
titutos más 
austeros  que 
ha  tenido  y  tie- 
ne la  Iglesia 
católica  de 
Cristo.  Tomó 
su  nombre  del 
pueblo  de  Al- 
cántara, donde 
nació  en  el  año 
de  1499,  del 
Ldo.  D.  Alón- 
so  Garabito  y 
D.'  María  de 
Villela  de  Sa- 
nabría.  Des- 
pués de  haber 
cursado  dere- 
cho canónico 
en  la  Universi- 

ALCANTARA.  — Iglesia   de   San   Pedro  dad     de    Sala- 

manca   hasta 
el  de  1525,  tomó  el  hábito  en  un  convento  de  la  orden  de  San 
Francisco,  muy  austero,  llamado  San  Pedro  de  los  Majaretes,  en 
medio  de  una  áspera  sierra  que  separa  la  Castilla  de  Portugal. 
En  el  convento  de  San  Onofre  de  Lapa,  desierto  horroroso 


C  A  CE  R  E  S  827 

■— " .      .    -  ■  -  ■ -  _  ^,  I     ■     I     I      ^Ml^     ■      I  I      MM^^^^    ^M    ■    ■     ^       I  M  I  I  ■  , _^ 

• 

en  Portugal,  al  que  le  permitieron  sus  superiores  retirarse,  aun- 
que con  el  encargo  de  su  custodia,  fué  donde  escribió  su  famoso 
Tratado^  por  él  llamado  de  la  Oración  y  de  la  contemplación^ 
que  mereció  desde  un  principio  los  mayores  elogios  de  todos  los 
santos  varones  que  pasaban  en  la  contemplación  y  la  penitencia 
su  vida.  Se  publicó  por  primera  vez  este  libro  en  vida  del  autor, 
y  se  dio  otra  edición  en  Medina  del  Campo,  por  F.  del  Canto, 
en  1587,  y  desde  dicha  época  se  ha  reimpreso,  en  España  sola- 
mente, hasta  42  veces,  despertando  la  obra  de  la  reforma  que 
inició  el  asceta  extremeño  muchaís  envidias  y  rivalidades,  á  tal 
punto  que  pocos  años  después  de  realizarla  tuvo  tantos  enemi- 
gos como  prosélitos,  y  no  fueron  pocos  los  autores  que  se  opu- 
sieron á  su  gloria,  con  libros,  á  la  verdad,  poco  felices. 

En  tanto,  el  entonces  Fr.  Pedro  de  Alcántara,  atento  en  su 
propósito  y  ayudado  de  las  limosnas  y  autoridad  del  Duque  de 
Aveiro,  llevó  á  cabo  su  proyecto  de  reforma  y  descalcez  que 
hacía  tiempo  meditaba;  y  para  ello  fundó  un  pequeño  monasterio 
en  la  fragosa  y  áspera  sierra  de  la  Arávida,  cerca  de  la  embo- 
cadura del  río  Tajo  y  territorio  portugués,  con  algunos  otros 
padres  de  los  más  virtuosos  de  su  orden.  Las  celdas,  en  la  mayor 
parte,  eran  nichos  cavados  en  las  peñas,  y  tuvo  principio  esta 
reforma  en  el  año  de  1554,  la  que  después  aprobó  el  Papa 
Julio  III,  antes  Cardenal  Giocchi  del  Monte, 

Muchas  fundaciones  hizo  en  vida  San  Pedro  de  Alcántara,  lo 
mismo  en  España  que  en  Portugal,  hasta  que  falleció,  en  18  de 
Octubre  de  1562,  á  los  63  de  edad.  Su  muerte  tuvo  lugar  en  el 
convento  de  Arenas. 

El  Papa  Gregorio  XV  le  beatificó  en  el  año  1622,  y  Cle- 
mente IX  le  canonizó  en  el  de  1669,  fijando  su  fiesta  el  día  19  de 
Octubre. 

No  fueron  muy  á  gusto  de  todos  los  místicos  las  resoluciones 
de  Gregorio  XV  y  Clemente  IX,  favorables  á  la  glorificación  del 
fraile  alcantarino,  porque  en  poco  más  de  ochenta  años  poste- 
riores á  su  canonización,  las  imprentas  españolas  no  cesaron  de 


828  C  Á  C  E  R  E  S 

publicar  libros,  unos  en  contra,  y  otros  en  favor,  de  las  virtu- 
des atribuidas  al  santo,  siendo  estos  hasta  el  número  de  48 
nada  menos  (i),  redactados  algunos  de  ellos   por  los  teólogos 


(i)    He  aquí  su  lista: 

I.*  Vida  y  excelentes  virtudes  y  milagros  del  Santo  Fr.  Pedro  de  Alcántara,  es- 
crita por  el  padre  Fr.  J.  de  Santa  María  (Madrid,  i  6iq). 

2.*  Historia  de  los  milagros  de  San  Pedro  de  Alcántara,  con  expresión  de  sus 
imágenes  (Anónimo,  Roma,  1622). 

3.*  información  en  derecho  por  la  provincia  de  San  Gabriel^  en  que  se  difunde 
que  el  beato  Fr.  Pedro  de  Alcántara^  pertenecía  á  esta  provincia  (Ms.). 
.  4.'  Relación  de  la  Octava  que  á  honra  del  bienaventurado  Pedro  de  Alcántara 
se  celebró,  de  orden  del  Excmo.  Sr,  Duque  de  Alcalá^  en  la  ciudad  de  Palermo  y  en 
la  nueva  iglesia  de  San  Antonio  de  Padua,  en  el  año  de  16 )j.  Hecha  por  D.  P.  Espe- 
cial Rossel  (Palermo  1633). 

$.*  Información  en  derecho  Por  la  provincia  de  Santiago  de  la  Observancia^  en 
que  defiende  que  al  beato  Fr,  Pedro  de  Alcántara  le  pertenece  (Sin  a.  n.  1.  de  irop.)* 

6."  Discurso  apologético  en  que  se  prueba  que  el  beato  Fr,  Pedro  de  Alcántara 
pertenecía  á  las  provincias  de  San  José  y  San  Pablo  de  los  descalzos  de  San  Fran- 
cisco, por  Fr.  M.  de  San  Joseph  (Madrid,  1640). 

7.'  Primera  parte  de  la  Historia  de  los  Padres  Descalzos  Franciscanos,,,  Histo- 
ria de  las  vidas  y  milagros  de  nuestro  beato  Padre  Fr,  Pedro  de  Alcántara^  de  el 
venerable  Fr,  Francisco  de  Cogolludo  y  de  los  religiosos  insignes  en  virtudes,  etcé- 
tera., etc.,  por  Fr.  M.  de  San  José  (Arévalo,  1644). 

8.*  Compendio  de  la  vida  de  San  Pedro  de  Alcántara,  por  Fr.  P.  de  Madrid  (Pa- 
lermo, 1650). 

9.*  Compendio  de  la  vida  y  milagros  del  glorioso  San  Pedro  de  Alcántara,  fun- 
dador de  la  de  Provincia  de  San  Joseph.  Con  el  tratado  de  Oración  y  Meditación  que 
escribió  el  Santo  sacado  de  su  original.  Recopilado  por  Fr.  D.  de  Jesús  (Ma* 
drid,  1655). 

10.  Crónica  de  la  vida  admirable  y  milagrosas  hazañas  del  glorioso  y  santo 
Padre  Pedro  de  Alcántara,  etc.,  por  Fr.J.  de  San  Bernardo  (Ñapóles,  1667). 

I  !•  Historia  y  admirable  vida  del  glorioso  Padre  San  Pedro  de  Alcántara,  etcé- 
tera, por  Fr.  A.  de  la  Huerta  (Madrid,  1669:  otra,  1678). 

í  2.  'Relación  de  la  famosa  celebridad  con  que  desde  ti  primer  día  de  Septiembre 
hasta  el  décimo  del  mismo  mes,  la  más  Antigua,  Ilustre  é  Imperial  ciudad..,  Toledo..., 
solemnizó  devota  la  aclamación  de  la  interesante,  deseada  canonización  de  San  Pe- 
dro de  Alcántara...,  por  Fr.  D.  de  Fuensalida  (Toledo,  1669). 

13.  Portentum  poenitentiae:  Auctore  R.  Padre  Laurentius  de  San  Pablo  (Roma, 
1 669).— -En  esta  obra  se  incluyen  las  siguientes:  A,  Portentum  poenitentice.^Vita 
sane  ti  Petri  de  Alcántara  post  mortem  redivivus:  Auctore  Fr.  T.  Navarro. 

1 4.  Triunfos  gloriosos,  etc.  Á  la  canonización  solemne  del  Sol  hermoso  de  la 
Iglesia  Santa...,  San  Pedro  de  Alcántara.,.,  por  Fr.  A.  de  la  Huerta  (Madrid,  1670). 

I  5.  Sermón  de  San  Pedro  de  Alcántara,  por  Fr.  Lucas  de  la  Madre  de  Dios  (Ma- 
drid, 1670), 

16.  Serme  na  Festa  de  Canoni^a^aó  de  San  Pedro  de  Alcántara,  por  Fr.  A.  Lei- 
tam  (Lisboa,  1671). 

17.  Oración  panegírica  hecha  por  Fr,  Jerónimo  de  Souza  en  la  festividiad  del 
glorioso  San  Pedro  de  Alcántara..,  (Ñapóles  1671). 


C  A  C  E  R  E  S  829 

de  más  nota,  y  7  de  las  de  los  contrarios,  siguiéndose  multitud 
de  papeles  clandestinos,  hojas,  folletos,  opúsculos  y  todo  géne- 
ro de  impresos,  sobre  la  vida  del  santo  alcantarino,  ni  más  ni 
menos  que  si  se  tratase  en  esta  polémica  de  salvar  á  España  de 
algún  conflicto  que  amenazase  hondamente  su  porvenir.  Bien 
que  tampoco  tenían  otra  cosa  mayor  que  hacer  aquella   falange 


1 8.  Altissim:^  Mysiica  de  San  Pedro  de  Alcántara,. .^  por  Fr.  B.  de  Jesús  Escarní- 
lia  (Ms.). 

19.  Cuestiones  scholasttcas  de  San  Pedro  de  Alcántara,  por  Fr.  J.  de  Souza  Se- 
queira  (Ms.)- 

20.  De  origine  Discalceatorum  et  Rejormaíorum ,  por  Fr.  J.  de  Souza  Se- 
queira  (Ms.). 

21.  Disertación  Mysiica  sobre  el  B.  P.  Pedro  de  Alcántara,.. ^  por  Fr.  B.  de  Sella 
vMs.). 

22.  Panegírico  de  San  Pedro  de  Alcántara,  P.  y  M.  de  la  Religión  Reformada 
de  ¿V.  P.  San  Francisco. ..^  por  Fr.  A.  Magdalena  (Madrid,  1692). 

23.  Reflejos  de  la  verdad  y  vida  de  San  Pedro  de  Alcántara^  por  Fr.  I.  de  San 
Miguel  (Ñapóles,  1698). 

24.  El  Héroe  Será/ico  San  Pedro  de  Alcántara^  glorioso  timbre  de  la  familia 
Descalza  del  gran  Patriarca  San  Francisco  de  Asis...  por  D.  F.  Caraberos  y  Yegros 
(Salamanca,  1728). 

25.  Novena  de  San  Pedro  de  Alcántara^con  un  Epitome  de  su  vida^  (Ltón^  1728). 

26.  Crónica  de  la  provincia  de  San  Joseph^y  Vida  de  San  Pedro  de  Alcántara, 
por  Fr.  D.  de  Madrid  (Ms.). 

27.  Historia  de  la  portentosa  vida  del  milagro  de  la  penitencia^  San  Pedro  de 
Alcántara,  por  Fr.  N.  de  Jesús  Bclando  (Ms.). 

28.  San  Pedro  de  Alcántara  defendido  contra  los  opositores  de  sus  glorias,.., 
por  el  R.  P.  Fr.  M.  de  Alcalá  (Madrid,  i  7  39). 

29.  Discurso  en  que  se  prueba  que  el  B.  Fray  Pedro  dt  Alcántarapertenecia  d  las 
provincias  de  San  Joseph  y  San  Pablo,  de  los  Descalzos  de  San  Francisco,  por  Fray 
M.  de  S.  Joseph  r^Palermo,  1633?). 

30.  Música  seráfica  en  ocho  voces,  dada  á  luz  por  el  M.  R.  P.  Fr.  J.  Alegre  (Gra- 
nada, 1670;. 

3 1 .  Justicia  del  hijo  del  Seraphin,  defendida  sin  daño  del  ofensor,  por  el  Dr.  don 
A.  de  Cárdenas  ({Fr.  J.  de  San  Bemardo?).--(Trápani,  1683). 

32.  Sacra  novena  ad  honor e  del  glorioso  San  Pietro  d^ Alcántara,  institutore  de 
minori  reformati  scalci  in  Spagna  (Genova,  1 7 1 4). 

33.  Compendio  histórico  de  los  Santos  y  venerables  de  la  Descalcez  Seráfica, 
por  Fr.  F.  de  San  Nicolás  Serrate  (Sevilla,  1 729). 

34.  Serios  dilemas  declarados  Por  la  fuerza  de  la  razón,,.,  por  Fr.  J.  de  San  An- 
tonio (Madrid,  1732). 

35.  Escudo  provincial  histórico,  legal,  académico,,,,  por  Fr.  J.  de  San  Antonio 
(Salamanca,  1737). 

36.  Epitome  brevísimo  da  vida  de  San  Pedro  de  Alcántara,.,,  por  L.  Botelho 
Froes  de  Figueredo  (Lisboa  171 1). 

37.  Respuesta  que  da  á  un  literato  el  M.  R.  P.  Fr.  José  de  Torrubia  sobre  la  le- 


830  C  Á  C  E  R  E  S 

de  franciscanos  que  poblaban  los  conventos  españoles  á  nombre 
de  pordioseros,  aunque  viviendo  descansadamente  con  todas  las 
holguras  de  un  rico  capitalista. 

Su  convento  en  Alcántara  está  en  ruinas  hoy,  y  pronto  des- 
aparecerá para  ensanchar  la  población  por  aquella  parte  del 


gitimidad  del  libro  de  Oración  y  Meditación^  de  San  ^edro  Alcántara  (Madrid,  1759). 

38.  Vida  admirable  del  Phénix  seráfico  y  revivivó  Francisco  San  Pedro  Alean- 
tara.,.,  por  Fr.  D.  de  Madrid  (Madrid,  1765). 

39.  Vida  del  glorioso  San  Pedro  de  Alcántara...^  por  el  P.  Fr.  A.  de  San  Ber- 
nardo (Ñapóles,  170 1). 

40.  Epitome  de  la  prodigiosa  vida  y  milagros  del  Santo  admirable  en  la  peni- 
tencia y  altísimo  en  la  contemplación,  San  Pedro  de  Alcántara,,.^  por  Fr.  Blas  de 
Manzanares  (Madrid,  1786). 

41 .  San  Pedro  de  Alcántara  (Romance),  por  D.  V.  Barrantes,  (Madrid,  1880). 

42.  Sermón  de  San  Pedro  de  Alcántara^  por  Fr.  D.  de  Aguirre  (Méjico,  1697). 

43.  Oración  evangélica  en  alabanza  del  pasmo  de  la  penitencia  San  Pedro  de 
Alcántara,  por  Fr.  A.  de  Trejo  (Puebla  de  los  Angeles,  1698). 

44.  El  hijo  verdadero  y  padre  por  antonomasia  de  San  Pedro  de  Alcántara:  elo- 
gio pronunciado  en  presencia  del  Virrey^  Conde  de  Moctezuma^  por  Fr.  D.  Aguirre 
(Méjico,  1702). 

45.  Novenario  sagrado  de  San  Pedro  de  Alcántara,  por  Fr.  J.  de  los  Hoyos 
(Méjico,  171 1). 

46.  Panegíricos  de  los  tres  Pedros,  el  Apóstol,  el  Nolasco  y  el  de  Alcántara,  por 
Fr.  M.  de  Torres  (Méjico,  1721). 

47.  Elogio  de  San  Pedro  de  Alcántara,  pronunciado  en  el  capitulo  general  de 
Valladolid,  por  Fr.  J.  de  Torrubia  (Valladolid,  1 741). 

48.  Novena  de  San  Pedro  de  Alcántara  con  hun  r asumo  da  sua  vida  (Anónimo, 
Lisboa,  1749). 

Hasta  aquí  el  catálogo  de  las  obras  más  principales  que  se  escribieron  en  favor 
de  San  Pedro  de  Alcántara  y  su  reforma  en  la  orden  franciscana.  No  fué  menor  el 
número  de  las  que  salieron  á  luz  en  contra  de  los  panegiristas  del  santo  alcanta- 
riño,  muchas  de  ellas  anónimas,  las  más  sin  pie  de  imprenta,  y  casi  todas  bajo 
pseudónimos.  Á  la  aparición  de  la  primera  parte  de  la  Crónica  de  la  provincia  de 
San  Joseph,  por  el  P.  Fr.  Marcos  de  Alcalá,  la  polémica  tomó  un  aspecto  muy  subi- 
do, pues  más  que  frailes  parecían  los  polemistas  á  esos  gacetilleros  de  nuestros 
tiempos  que  pasan  la  vida  arrojándose  unos  á  otros  el  lodo  que  encuentran  á  su 
paso.  Daremos  aquí  noticiado  algunas  de  las  obras  que  se  escribieron  por  los  ene- 
migos de  la  reforma  de  San  Pedro  de  Alcántara: 

I  .•    Respuesta  antiprologética,  por  Fr.  J.  de  Castro  (¿Madrid,  1731^) 

2.*    Primada  fundamental,  por  Fr.  J.  de  San  Antonio  (^Madrid,  1 7'?7?; 

3.*    Verdad  ilustrada,  por  D.  F.  Caraberos  y  Yegrós  (Madrid,  1737). 

4.*    Demostración  histórico-cronológica,  por  Fr.  M.  Velasco  (^Sevilla,  1725?) 

5.*    Siestas  de  San  Gil,  por  Fr.  J.  Torrubia  (Madrid,  1736'. 

6.'    Theatro  universal  de  España,  por  D.  F.  Javier  de  Garma  (Madrid,  1 7'?8). 

7.*  Verdades  vindicadas  en  defensa  del  Theatro  universal  de  España,  contraías 
cartas  que  concibió  la  envidia,  parió  la  temeridad  y  publicó  el  encono,  por  D.  J.  de 
Garma  (Madrid,  1738). 


C  Á  C  E  R  E  S  831 

Este,  que  bien  lo  necesita.  Su  fachada  se  ve  aún  en  muy  buen 
estado;  pero  ésta,  que  es  lo  mejor  del  edificio,  nada  tiene  de 
notable,  ni  su  pórtico,  ni  el  santo  que  le  corona  en  su  hornacita, 
escultura  vulgar,  obra  de  un  mal  escultor  de  la  época  de  nuestra 
decadencia  en  el  arte,  pues  seguramente  será  de  los  mediados 
del  siglo  XVII. 

Del  convento  de  monjas  de  Sancti-Espíritus,  sólo  quedan  en 
pie  #us  gruesos  muros.  Se  ediñcó  en  1562.  Sus  religiosas  eran 
caballeras  y  estaban  subordinadas  al  prior  de  la  orden  alcanta- 
riña.  Su  número  no  podía  exceder  de  32. 

En  1809,  cuando  la  invasión  francesa,  las  nobles  religiosas 
de  este  monasterio  fueron  violadas  y  la  comunidad  se  dispersó 
en  tanto  que  el  ejército  francés  arruinó  el  edificio  convirtiéndole 
en  cuartel  y  alojamiento  de  oficiales. 

El  convento  de  Nuestra  Señora  de  los  Remedios,  construido 
al  E.  con  varias  casas  viejas  de  pizarras  y  tierra,  nada  repre- 
senta para  la  historia  ni  para  el  arte.  No  así  el  llamado  cuartel 
de  Veteranos,  edificio  del  siglo  xvi  que  perteneció  á  la  casa  de 
los  Carvajales,  quienes  lo  donaron  al  Estado  para  albergue  de 
los  militares  inválidos  de  la  guerra. 

Tiene  su  hermosa  fachada  8  metros  de  alta  y  1 5  de  larga, 
toda  de  piedra  de  sillería,  con  cuatro  columnas  de  granito  de 
una  sola  pieza  y  de  2*10  metros  de  altura.  Está  situado  en  la 
plaza  de  toros,  y  fué  destruido  en  1 809,  pero  se  recompusieron 
después  las  cuadras  y  sirvió  largos  años  para  hospedaje  de  l&s 
veteranos  de  la  guerra  de  la  Independencia. 

Las  ruinas  de  los  conventos  de  San  Francisco  el  viejo,  de 
San  Benito  y  la  ermita  de  Nuestra  Señora  de  los  Hitos  atesti- 
guan lo  que  esta  pequeña  villa  de  Alcántara  fué  en  otros  tiem- 
pos, en  que  apenas  si  contaba  4,000  almas,  y  toda  la  población 
era  conventos,  cuarteles  y  fortificaciones. 


832  '  C  Á  C  E  R  E  S 


IV 


Muchas  familias  linajudas  han  tenido  por  cuna  la  villa  de 
Alcántara.  Cítanse  entre  las  más  principales  los  Aldanas^los 
Barrantes  y  los  Roco  de  Campo-Frío,  que  han  dado  á  la  patria 
generales,  diplomáticos,  prelados  y  escritores  de  gran  nota. 
Biografiaremos ,  aunque  de  una  manera  sucinta,  á  los  más  prin- 
cipales de  estas  tres  familias,  comenzando  por  el  diplomático, 
general  y  poeta  D.  Francisco  de  Aldana,  nacido  en  los  comien- 
zos del  siglo  XVI.  La  familia  de  los  Aldanas  reconoce  por  origen 
al  caballero  Z?.  Ñuño  Suández^  señor  de  Deza,  Saude,  Miñor  y 
otros  estados  de  Galicia,  por  los  años  de  784,  reinando  Z?.  Ber- 
mudo  I  el  Diácono.  Descendiente  de  este  Suández  era  D.  Arias 
Pérez  Aldana  (señor  de  Viseo,  en  Portugal,  en  tiempos  de 
D.  Alfonso  VII),  y  primero  que  se  apellidó  Aldana,  hasta  su 
nieto  D.  Giraldo  Núñez,  que  dejó  aquel  apellido  por  el  de  Mai- 
donado,  en  honor  á  la  victoria  obtenida  en  lucha  personal  con  el 
duque  de  Normandía;  y  de  esta  fecha  se  conocieron  los  Alda 
ñas  y  los  MaldonadoSy  unos  y  otros  extendidos  por  Portugal, 
como  por  España.  De  la  rama  portuguesa  nació  el  valiente  alfé- 
rez Juan  de  Dios  Aldana,  porta-estandarte  de  los  tercios  del  rey 
D.  Alfonso  V  de  Portugal,  en  la  batalla  de  Toro,  donde  perdió 
los  dos  brazos  peleando  contra  las  tropas  de  D.  Fernando  el 
Católico,  que  defendía  la  causa  de  la  Beltraneja.  Juan  de  Dios 
Aldana  murió  con  el  estandarte  en  la  boca,  y  en  la  catedral  de 
Toledo  se  guarda  la  armadura  de  este  valiente  guerrero.  De  la 
rama  que  se  estableció  en  Extremadura  nacieron  D.  Diego  Pé* 
rez,  comendador  de  Almorchón,  en  la  orden  de  Alcántara; 
D.  Suero  y  D.  Ruy  Pérez,  maestres  de  la  orden;  D.  Pedro 
Pérez,  que  se  estableció  en  Salamanca ;  Lorenzo  Aldana,  capitán 


C  A  C  E  R  E  S  833 


famoso  en  América,  y  Francisco  Aldana  que  fué  á  la  vez  que 
poeta,  historiador  y  militar,  que  en  él  no  estaba  reñida  la  pluma 
con  la  espada. 

Desde  bien  joven  Aldana  fué  muy  hábil  poeta,  gran  latino, 
y  poseía  las  lenguas  francesa,  italiana,  arábiga,  portuguesa  y 
otras.  Estos  conocimientos  los  adquirió  durante  sus  largos  viajes 
por  Europa,  ya  que  no  los  pudiese  tomar  en  la  Universidad  de 
Salamanca,  donde  estudiaba  en  1522;  pues  consta  que  en  el 
año  de  1523  era  militar,  aunque  de  muy  corta  edad,  porque  su 
afición  á  las  armas  le  llevó  á  la  guerra  de  Italia  cuando  apenas 
contaba  17  años,  juntamente  con  otros  caballeros  de  Alcán- 
tara. 

Sirvió  primero  en  el  antiguo  presidio  de  Palermo,  y  más 
tarde  se  encontró  en  la  batalla  de  Pavía,  dada  el  24  de  Febrero 
de  1525,  acompañando  al  rey  de  Francia  cuando  iba  prisionero 
á  Madrid,  y  siendo  el  portador  de  la  bandera  ganada  á  los  fran- 
ceses en  tan  memorable  jornada.  Vuelto  nuevamente  á  la  gue- 
rra, asistió  á  la  batalla  de  San  Quintín,  librada  en  1557,  y  alis- 
tado después  en  el  ejército  mandado  por  D.  Juan  de  Austria,  ya 
de  general  de  artillería,  asistió  al  combate  naval  de  Lepanto  y 
al  sitio  de  Harlen,  que  tuvieron  lugar  ambos  en  1572,  siendo 
herido  de  un  mosquetazo  en  este  último  lugar. 

Enviado  por  Felipe  II  á  reconocer,  en  1574,  las  costas  y 
fortalezas  de  África,  pasó  á  su  regreso  á  Portugal,  en  1586,  por 
encargo  del  mismo  rey  á  dar  cuenta  á  D.  Sebastián  del  resul- 
tado de  sus  observaciones,  y  procurar  disuadirle  de  la  temeraria 
expedición  que,  en  favor  del  destronado  Xerife  Muley  Mahomet, 
proyectaba  D.  Sebastián  en  Marruecosj  sin  que  la  experiencia 
del  general  español  y  sus  muchos  años  en  la  guerra,  pudiesen 
convencer  al  rey  de  Portugal  de  lo  difícil  que  sería  volver  con 
la  victoria. 

Pintóle  al  rey  portugués  Francisco  de  Aldana  muy  difícil  y 
peligrosa  su  empresa,  haciéndole  ver  la  conveniencia  de  aban- 
donarla; pero  resuelto  D.  Sebastián  á  llevarla  á  cabo,  no  dio 


105 


834  C  Á  C  E  R  E  S 

importancia  á  sus  consejos,  y  reunido  su  ejército,  salió  orgulloso 
de  Lisboa  con  la  armada  de  D.  Diego  de  Sousa. 

En  Larache  se  le  unió  D.  Francisco  Aldana,  á  quien  como 
hombre  experimentado  y  conocedor  de  las  cosas  de  África, 
habíale  nombrado  maestre  de  campo  general.  Llevaba  á  D.  Se- 
bastián varios  regalos  de  Felipe  II  y  una  carta  del  Duque  de 
Alba,  en  que  le  hacía  importantes  advertencias  sobre  el  país  y 
guerra  que  debía  hacer.  En  esta  desastrosa  empresa,  que  termi- 
nó con  la  sangrienta  derrota  de  Alcazarquivir,  murió  Aldana 
el  4  de  Agosto  de  1578  peleando  valerosamente  al  lado  del  rey 
de  Portugal,  á  quien  no  abandonó  un  solo  momento. 

Cultivó  con  gran  éxito  las  letras,  mereciendo  por  sus  nota- 
bles poesías  el  dictado  de  Divino.  Entre  las  más  conocidas  suyas 
figura  la  siguiente:  Poesía  del  capitán  Francisco  de  Aldana^ 
siendo  herido  de  un  mosquetazo  en  un  pie  y  sobre  Arlen  en  Flan- 
des  y  sirviendo  el  o/icio  de  general  de  la  artillería. 

Su  hermano  Cosme  de  Aldana  las  publicó  en  Milán,  y  muy 
posteriormente  en  Madrid  (i). 

En  resumen:  el  general  D.  Francisco  Aldana  asistió  á  la 


(1)  Lleva  el  siguiente  título:  Obras  del  capitán  Francisco  de  Aldana^  Alcaide 
de  San  Sebastián^  que  fué  maestre  de  campo  g^eneral  del  Rey  de  Portugal  en  la  jor- 
nada de  África,  á  do  murió  peleando^  aflora  nuevamente  puestas  en  luz  por  Cosme 
de  cAldana,  su  hermano,  gentil-hombre  entretenido  del  Rey  Nuestro  Señor  {fAaár'id^ 
por  Luís  Sánchez,  año  i  593). 

Segfunda  parte  de  las  obras  que  se  han  podido  hasta  agora  hallar  del  capitán  Fran- 
cisco de  Aldana,  Alcaide  de  San  Sebastián,  aquel  que  enviado  por  S.  Af.  Católica  al 
Rey  de  Portugal,  después  de  la  persona  real^  gobernó  todo  el  ejército  cristiano  contra 
el  de  los  moros  en  la  jornada  de  África,  según  muchas  historias  lo  cuenian^y  habien- 
do protestado  al  Rey  que  no  diese  la  batalla  en  que  se  perdió^  murió  en  ella  peleando. 
Sacada  á  luz  nuevamente  por  Cosme  de  Aldana,  gentil-hombre  entretenido  de  S.  \f. 
Católica^  y  hermano  del  autor,  con  algunos  sonetos  á  la  fin  del  libro,  quitados  mu- 
chos más  que  antes  había  en  las  estancias  de  la  muerte  de  dicho  su  hermano. 

Este  libro,  sin  lugar  ni  fecha  de  publicación,  aunque  se  sabe  que  lo  publicó 
Pedro  Madrigal  en  Madrid,  en  i  59 1 ,  es  buscado  por  los  bibliófilos. 

En  su  elogio  publicó  también  su  hermano  Cosme  esta  otra  obra:  Sonetos  y  octa- 
vas'en  lamentación  de  la  muerte  de  su  hermano  el  capitán  Francisco  de  Aldana 
(Milán,  1587.  Un  vol.  8.'»>. 

En  la  misma  fecha  se  publicó  en  italiano,  como  indicamos  ya  en  la  biografía 
que  del  poeta  damos  en  otra  obra. 


1 


C  Á  C  E  R  E  S  835 

batalla  de  Pavía  cuando  tendría  21  años  á  lo  sumo,  y  pues  ha- 
biéndose dado  ésta  en  1525,  y  habiendo  muerto  él  en  1578, 
puede  suponerse  que  tenía  á  su  muerte  74  años  y  que  había 
nacido,  por  tanto,  en  1504. 

Gozó  también  de  gran  fama  entre  los  escritores  por  las 
obras  que  publicó  y  las  que  dejó  inéditas.  Las  por  él  publica- 
das son : 

I  .^     Epístolas  de  Ovidio\  en  verso. 

2.^     De  la  verdad  de  la  Fe. 

3.*     Historia  del  Génesis, 

Tiene  multitud  de  poesías  publicadas  en  varios  libros  y  pa 
peles  sueltos.  En  los  Poetas  líricos  de  los  siglos  xvi  y  xvii,  que 
da  la  B.  de  A  A.  EE.,  y  en  su  tomo  XLII,  se  insertan  algunas 
de  estas  poesías,  citadas  con  fruición  entre  los  eruditos  (i).  A 


( ( }    Keproducircmos  de  ellas  las  dos  siguientes : 

Á    LA   AUSENCIA 

DE  MI   HERMANO  COSML: 

Cual  sin  arrimo  vid,  cual  planta  umbrosa, 
viuda  del  ruiseñor,  que  antes  solía 
con  dulce  canto,  al  parecer  del  día, 
invocar  de  Titón  la  blanca  esposa  \ 

Cual  navecilla  en  noche  tenebrosa, 
do  el  gobierno  faltó  que  la  regía ; 
cual  caminante  que  perdió  su  guía 
en  selva  oscura,  horrible  y  temerosa ; 

Cual  nube  de  mil  vientos  combatida, 
cual  ave  que  atajó  la  red  su  vuelo, 
cual  siervo  fugitivo  y  cautivado ; 

Cual  de  peso  infernal  alma  afligida, 
ó  cual  quedó  tras  el  diluvio  el  suelo 
tal  quede  yo  sin  vos,  hermano  amado. 


DESCRIPCIÓN  DE  UNA  LUCHA 

Quien  con  los  brazos  de  añudar  buscaba 
por  el  pecho  al  contrario,  y  quien  quería 
tan  sólo  encadenar  brazo  con  brazo  ; 
la  fuerza,  el  arte,  el  ejercicio  y  maña. 


836  C  Á  C  E  R  E  S 


la  cabeza  del  tomo  citado  da  D.  Alfonso  de  Castro  noticias  de 
Aldana,  en  sus  Apuntes  biográficos  sobre  varios  escritores  espa- 
ñoles de  los  siglos  XVI  y  xvii,  diciendo  del  ilustre  alcantarino 
cuanto  trabajó  en  la  guerra  y  lo  que  estimaron  sus  servicios 
tanto  los  reyes  de  España  como  los  de  Portugal  (i). 


con  maña,  fuerza  y  arte  ejercitando, 
el  ímpetu  sufrir  uno  procura 
del  otro,  y  descargar  después  con  furia 
cuando  ya  flojo  á  su  enemigo  sienta, 
otro,  en  sí  mismo  reducido  todo, 
trabaja  de  tener  lejos  el  pecho 
á  su  contrario,  y  va  mil  vueltas  dando 
por  ver  si  puede  así  desatinarlo. 
Aflora  trueca  el  pie,  y  agora  dobla 
una  rodilla,  y  firme  está  en  la  otra; 
alloja,  aprieta,  deja,  toma,  vuelve, 
prueba,  finge,  rodea,  mueve  y  sacude, 
ciñe,  gime,  reposa,  tienta,  impide, 
se  cierra,  se  dilata,  se  detiene, 
se  encoge,  se  suspende,  se  apresura; 
agora  se  defiende,  ora  acomete, 
agora  muestra  el  lado,  ora  la  cara  ; 
se  determina  y  se  arrepiente  luego, 
hasta  que  al  fin,  sudante  y  polvoriento, 
ó  por  suerte  ó  virtud  del  que  más  pudo, 
en  tierra  el  adversario  ve  tendido. 

Las  otras  poesías  no  son  mejores  que  estas  que  copiamos. 

(i)    He  aquí  los  términos  en  que  los  refiere  este  distinguido  escritor: 

«Francisco  de  Aldana  fué  alcaide  de  la  fortaleza  de  San  Sebastián.  Después  Fe- 
lipe II,  cuando  se  comenzó  á  tratar  en  Portugal  la  guerra  con  los  moros  de  África, 
mandó  á  Aldana  que  fuese  á  reconocer  las  costas  y  los  lugares  á  ellas  inmediatos, 
y  lo  envió  al  rey  D.  Sebastián,  el  cual  lo  recibió  cariñosamente.  Aldana  le  informó 
con  suma  detención,  y  aun  le  describió  la  empresa  de  la  conquista,  como  cosa 
más  difíiil  de  lo  que  el  monarca  pensaba.  Después  D.  Sebastián  quiso  saber  de 
Aldana,  como  de  hombre  tan  experto  en  milicia,  algunas  noticias  sobre  el  modo 
de  mandar  ejércitos.  I)c  estas  pláticas  resultó  que  D.  Sebastián  deseó  poner  por 
obra  cuanto  había  oído,  no  sabiendo  cuánta  diferencia  hay  de  entender  una  cosa  á 
ponerla  en  ejecución. 

Dio  licencia  á  Aldana  para  volver  á  España,  y  un  collar  de  oro,  de  valor  de  mil 
ducados,  en  prenda  de  afecto,  haciéndole  prometer  que  al  tiempo  de  la  expedición 
pasaría  á  servir  en  su  ejército. 

Con  efecto,  Aldana  pasó  al  campo  del  Key,  según  la  promesa  que  íe  había  dado. 
Sin  más  objeto  que  desempeñar  su  palabra,  solicitó  y  obtuvo  licencia  de  Fe- 
lipe lí. 

Llevó  Aldana  al  Key  un  presente  y  una  carta  del  Duque  de  Alba.  El  primero 
consistía  en  una  celada  del  emperador  Carlos  V  y  una  sobrevesta  blanca,  con  la 


C  A  CE  R  E  S  •  837 

Si  fuésemos  á  juzgar  los  versos  de  Aldana  tendríamos  que 
declarar  que  adolecen  del  mal  de  todos  los  que  se  escribían  en 
su  época,  es  decir,  que  son  durísimos  y  de  tosca  estructura. 
Las  siguientes  octavas  justifican  nuestra  opinión : 

«Virgen  que  no  de  luz  clara  y  serena 
vestida  vas ;  mas  todo  el  globo  de  oro 
del  mismo  sol,  como  de  fértil  vena 
de  ti  recibe  luz,  gloria  y  tesoro : 
debajo  cuyos  pies  la  luna  llena 
y  á  veces  con  sus  cuernos  hecha  un  toro, 
hace  estrado  de  sí  nuevo  y  ufano, 
y  en  verse  tal  no  precia  el  rubio  hermano. 

Delante  quien  los  nuevos  serafines 
están  de  ambrosía  fresca  y  matutina 
llenos,  en  los  de  Dios  ricos  jardines, 
mil  rosas  recogiendo  sin  espinas 
violetas,  hrios,  flores  y  jazmines, 
cuya  vital  virez  jamás  declina; 
y  con  las  de  fino  alas  que  mueven 
nube  de  olor  blanco  y  purpúrea  lleven.  > 

Y  no  obstante  el  estilo  estrambótico  de  esta  composición,  al 
mismo  Cervantes  no  le  disgustaron  los  versos  de  Aldana,  según 
cuenta  en  su  Buscapié^  cuando  platica  con  el  Bachiller^  y  los 
celebra. 

Cosme  de  Aldana,  capitán  y  poeta,  hermano  del  anterior,  y 
como  él  nacido  en  Alcántara  el  año  1538.  Fué  militar  desde  su 


cual  este  monarca  entró  victorioso  en  Túnez.  La  segunda  le  decía  que  no  le  acon- 
sejaba emprender  la  conquista  por  tierra;  pero  que  puesto  que,  según  una  carta 
suya,  sólo  trataba  de  tomar  á  Larache,  sentía  en  ello  una  satisfacción,  y  no  podía 
menos  de  alabar  su  propósito. 

Aldana,  como  tan  experto  en  la  guerra,  se  dedicó  á  organizar  el  ejército,  que 
estaba  en  el  mayor  desorden  posible,  sirviendo  casi  todos  los  oficios  principales; 
pero,  como  no  era  conocido  de  los  soldados,  no  tenía  entre  los  portugueses  la 
autoridad  suficiente,  por  lo  cual  no  podía  conseguir  cuanto  deseaba. 

En  la  batalla  donde  pereció  el  rey  D.  Sebastián  (8  de  Agosto  de  i  «578),  Aldana, 
el  duque  de  Aveiro  y  algunos  otros  señores  principales,  á  la  cabeza  de  algunos 
caballos,  acudían  ya  á  una  parte,  ya  á  otra,  donde  el  peligro  era  mayor,  para  es- 
forzar los  ánimos. 

Aldana  murió  herido  de  un  arcabuzazo.» 


838  C  Á  C  E  R  E  S 

juventud;  estuvo  de  capitán  de  infantería  en  la  guerra  de  Italia 
muchos  años  y  escribió  en  prosa  y  verso.  A  la  muerte  de  su 
hermano  Francisco  (el  Divino)  escribió  los  sonetos  y  octa- 
vas que  se  publicaron  en  Milán,  el  aflo  de  1587.  Más  tarde  es- 
cribió lo  siguiente :  Inventiva  contra  el  vulgo  y  su  maledicencia^ 
con  otras  octavan  y  versos ^  que  en  1855  reprodujo  Rivadeneyra 
en  el  t.  XXXVI  de  la  B.  AA.  EE.  Esta  obra,  escrita  en  1584, 
aunque  publicada  en  1591,  cuando  era  ya  gentil  hombre,  entre- 
tenido por  S.  M.  Católica,  es,  sin  disputa,  la  mejor  del  poeta 
extremeño. 

Dedica  el  autor  su  libro  al  Secretario  de  Estado  D.  Fran- 
cisco de  Idiáquez,  y  á  la  cabeza  de  él  publica  varios  sonetos, 
que  todos  los  poetas  citan  con  gran  elogio  (i). 


( i )    Los  siguientes  son  los  mejores : 


< Corres,  lector?  No  creas  que  esta  inventiva 
contra  el  vulgo,  de  autor  compuesta  sea 
que  se  exima  del  vulgo,  y  que  no  crea 
ser  del  mismo  en  cuanto  obre,  hable  y  escriba; 

Que  presunción  sería  loca  y  altiva, 
digna  del  más  vulgar,  que  el  mundo  vea 
presumir  de  sí  tanto  {aunque  posea 
todo  lo  más  perfecto)  hombre  que  viva. 

Que  la  humildad  virtud  es  que  está  unida 
siempre  al  saber,  y  así  por  lo  contrario, 
lo  es  la  soberbia  á  necedad  cumplida; 

Que  si  el  autor  al  vulgo  es  adversario, 
es  porque  de  sí  cree  por  ley  sabia, 
no  ser  vicioso,  indocto,  odible  y  vario. 

Porque  el  reprehender  mala  porfía, 
y  el  no  admitir  jamás  consejo  sano, 
y  al  ser  tan  maldiciente,  inicuo  y  vano, 
justamente  á  cualquier  se  convenía. 

Que  bien  ve  en  sí  el  autor  que  se  desvía 
mil  veces  de  lo  justo  y  que  es  humano 
el  errar,  mas  no  el  siempre  dar  de  mano 
á  cualquier  pretensión  más  justa  y  pía. 

Y  porque  el  vulgo  cree  de  sí  que  acierte 
siempre,  y  que  jamás  yerre,  en  cuanto  yerra 
esle  el  autor  contrario  de  tal  suerte. 

Pues  cierto  él  es  de  sí  que  no  dcstierra 


C  A  C  E  R  E  S  839 


No  conocemos  más  obras  de  D.  Cosme,  quien,  como  hemos 
dicho,  hizo  una  nueva  edición  de  las  poesías  de  su  hermano,  pu- 
blicando la  primera  parte  en  Milán,  el  año  de  1589,  y  la  segun- 
da en  Madrid,  en  1591. 

Lorenzo  de  Aldana,  capitán  y  aventurero  en  América,  naci- 
do en  Trujillo  á  últimos  del  siglo  xv.  La  codicia  que  le  desper- 
taran las  riquezas  de  América  le  hizo  unirse  á  los  Pizarros,  y  con 
ellos  partir  en  la  primera  expedición.  Su  carácter  destemplado 
y  el  mal  trato  para  con  los  demás  le  crearon  muchos  enemigos, 
y  más  que  todas  estas  condiciones  personales,  su  apasionamiento 
por  los  Pizarros.  En  la  conquista  del  Perú  llegó  á  ser  uno  de  los 
jefes  más  influyentes,  y  figuró  en  primera  línea  en  todos  los  mo- 
tines de  los  españoles.  Era  primo  de  los  Aldanas  de  Valencia 
de  Alcántara,  Cosme  y  Francisco. 

D.  Bernardino  Villela  de  Aldana,  militar  de  gran  fama,  na- 
cido en  1 500,  hijo  de  Francisco  Villela  de  Aldana  y  de  María 
Oviedo,  naturales  también  de  Alcántara.  Desde  sus  primeros 
años  siguió  sus  aficiones  por  la  milicia,  entrando  á  servir  en  los 
escuadrones  de  arcabuceros  que  se  organizaron  en  1532  por 
mando  de  Carlos  V,  y  en  1541  á  1549  se  encontraba  de  capi- 
tán de  arcabuceros  de  á  caballo  en  la  guerra  de  Alemania,  contra 


al  sabio  parecer,  y  hasta  la  muerte 

le  seguirá,  pues  vida  en  él  se  encierra. 

Porque  en  su  parecer  jamás  sosiega 
el  autor,  y  aunque  en  él  faltas  quien  quiera 
mil  podrá  hallar,  mas  no  de  tal  manera 
como  en  éste,  que  al  sabio  jamás  llega. 

El  vulgo  en  su  pasión  tanto  le  ciega, 
que  sola  su  opinión  por  verdadera 
tiene,  y  á  la  verdad  firme  y  entera 
contradice,  aborrece,  impugna  y  niega. 

El  autor  (cual  dicho  há)  ser  reprendido 
(y  aun  del  vulgo)  querría;  ved  de  esto  cuanto 
más  serlo  del  más  sabio  ame  y  desee. 

Del  vulgo  la  porfía  pues  le  ha  metido 
á  que  discante  del  tanto,  aunque  tanto 
yerre  como  él,  que  así  lo  afirma  y  cree. 


8_10  C  A  C  E  R  E  S 


los  soldados  del  elector  de  Sajonia,  adquiriendo  fama  de  valiente 
y  pundonoroso  militar. 

En  las  ampliaciones  que  Fabián  de  Cabrera  y  Barrantes 
hace  al  manuscrito  de  Pedro  Barrantes  Maldonado,  titulado: 
Noticia  genealógica  de  los  Barrantes  dé  Alcántara^  se  insertan 
algunas  cartas  del  Bernardino  Villela,  escritas  en  Alemania,  en 
1546,  dándose  en  ellas  cuenta  de  las  peripecias  de  aquella  gue- 
rra y  de  la  Hungría,  ambas  tan  funestas  para  los  intereses  de 
España. 

Pero  antes  de  esta  época  el  nombre  de  D.  Bernardino  era 
conocido  en  la  milicia,  pues  en  el  año  1539  le  distinguía  mucho 
el  marqués  del  Vasto,  siendo  capitán  de  infantería  en  Italia,  y 
consta  que  en  1546  pasó  á  Ñapóles  á  recoger  la  gente  de  gue- 
rra que  allí  se  reunía,  con  la  que  formó  una  compañía  de  arca- 
buceros á  caballo,  que  él  mandara,  y  marchó  á  Alemania  á  po- 
nerse á  las  órdenes  de  D.  Antonio  de  Toledo  en  la  guerra  em- 
prendida contra  los  rebeldes  de  aquel  imperio. 

Concluida  esta  campaña,  hallábase  en  Hala  el  año  1548, 
teniendo  preso  á  su  cargo  al  landgrave  de  Hesse,  cuando  reci- 
bió orden  de  trasladarse  á  Ratelinga  y  tomar  el  mando  del  ter- 
cio de  Ñapóles,  con  el  que  había  de  marchar  á  Viena. 

Hecho  cargo  de  las  compañías  del  tercio,  las  reformó  con 
arreglo  á  las  instrucciones  que  recibiera,  organizando  con  ellas 
cinco  banderas  que  mandaban  Diego  Vélez  de  Mendoza,  Gaspar 
de  Mardones,  Luís  de  Barrientos,  Luís  Vélez  y  Pedro  Dávila, 
componiendo  un  total  de  1,200  hombres.  Emprendió  con  ellas 
la  marcha  hacia  Tanabert,  donde  se  embarcó,  llegando  á  Viena 
el  i.°  de  Octubre  de  aquel  año.  Recibiólo  con  gran  deferencia 
el  rey  de  romanos,  haciendo  muchos  elogios  de  su  gente,  y  pa- 
sados algunos  días  le  ordenó  se  trasladase  con  el  tercio  á  Fra- 
march  y  Clive,  pueblos  de  Hungría,  desde  donde  debían  em- 
prenderse las  operaciones  de  la  guerra. 

Los  brillantes  y  gloriosos  hechos  de  armas  de  esta  memo- 
rable campaña,  en  la  que  un  puñado  de  españoles,  y  particular- 


C  Á  C  E  R  E  S  841 

mente  su  maestre  de  campo,  conquistaron  imperecedera  fama, 
se  hallan  minuciosamente  relatados  en  un  curioso  folleto  titula- 
do así :  Expedición  del  Maestre  de  Campo  Bernardo  de  Aldana 
á  Hungría  en  1548^  escrita  por  Frey  Juan  Villela  cU  Aldana  y 
publicada  ahora  por  primera  vez  por  Antonio  Rodríguez  Villa. 
— Madrid,  i8y8. 

Para  la  jornada  de  Transilvania,  en  1551,  nombró  el  rey  de 
romanos  lugarteniente  del  capitán  general  de  aquel  estado  á 
Juan  Bautista  Gastaldo,  y  maestre  de  campo  general  á  Bernardo 
de  Aldana,  haciéndolo  al  mismo  tiempo  consejero  de  la  guerra 
para  revestirle  de  mayor  autoridad.  Fuese  por  la  conñanza  que 
el  rey  dispensaba  á  Aldana,  ó  por  el  prestigio  que  con  sus  vic- 
torias había  alcanzado,  ó  por  ambas  cosas  á  la  vez,  Gastaldo  le 
miró  siempre  con  prevención  y  trató  constantemente  de  des- 
acreditarle á  los  ojos  de  aquél,  ya  procurando  indisponerle  con 
sus  capitanes,  ya  encomendándole,  sin  los  recursos  necesarios, 
las  empresas  más  difíciles.  En  Mayo  de  1552  se  encontraba  Al- 
dana en  Lipa,  muy  enfermo  y  falto  de  provisiones  y  dinero  para 
socorrer  su  escasa  gente,  con  noticia  de  que  los  turcos  se  aproxi- 
maban; avisó  á  Gastaldo  su  crítica  situación,  encareciéndole  la 
necesidad  de  prontos  auxilios  si  había  de  sostenerse  en  aquella 
plaza.  Nada  proveyó  el  lugarteniente  á  pesar  de  la  corta  distan- 
cia á  que  se  encontraba,  y  no  teniendo  medios  de  resistir  al  ejér- 
cito turco  tuvo  Aldana  que  abandonar  á  Lipa  y  retirarse  hacia 
Transilvania. 

Aprovechó  Gastaldo  esta  circunstancia  para  ;escribir  al  rey 
presentando  á  Aldana  como  el  único  responsable  de  las  derro- 
tas sufridas,  consiguiendo  que  se  ordenase  la  prisión  y  secuestro 
de  sus  bienes  y  que  se  encomendase  al  mismo  Gastaldo  el  proce- 
so; nombró  éste  para  formarle  á  los  émulos  de  Aldana,  y  de  tal 
manera  acumularon  cargos  contra  él^  que  fué  condenado  á  muer- 
te. Preso  mucho  tiempo  en  el  castillo  de  Trincgin,  debió  la  vida 
á  lo  mucho  que  en  su  favor  se  interesaron  el  rey  Felipe  II,  el  duque 

de  Alba  y  su  hermano  frey  Juan,  que  le  acompañó  en  Hungría. 

106 


842  C  A  C  E  R  E  S 


Pudo  por  fin  salir  libre  y  marchar  á  Flandes  á  principios  del 
año  1*556,  donde  el  rey  Felipe  II  le  esperaba,  nombrándole,  en 
premio  de  sus  distinguidos  servicios,  capitán  general  de  la  arti- 
llería del  Piamonte  y  Lombardía.  Preparábase  en  esta  época  el 
duque  de  Alba  para  emprender  la  guerra  contra  el  papa  Pau- 
lo IV,  y  con  objeto  de  acompañarle  durante  ella  en  su  nuevo 
cargo,  partió  con  urgencia  Aldana  para  Italia,  llevando  al  de 
Alba  las  instrucciones  de  la  corte. 

En  1559,  siendo  capitán  general  de  la  artillería  del  reino  de 
Ñapóles,  se  embarcó  en  la  armada  que  con  destino  á  la  conquista 
de  Trípoli  salió  de  Messina  el  28  de  Octubre.  Asistió  á  la  toma 
del  castillo  de  los  Gelbes,  en  el  que  quedó  con  D.  Alvaro  de 
Sande  encargado  de  las  obras  de  defensa.  Durante  el  cerco  que 
en  1562  puso  á  este  castillo  el  aln^irante  turco  Pialy,  peleó  cons- 
tantemente, distinguiéndose  en  la  salida  que  como  último  esfuer- 
zo hizo  su  mermada  guarnición,  y  cayendo  mal  herido  en  poder 
de  los  turcos,  entre  los  pocos  que  escaparon  con  vida  de  aque- 
lla memorable  derrota.  Cautivo  en  una  galera  que  les  conducía 
á  Constantinopla,  murió  en  los  brazos  de  un  obispo  que  apresa- 
ron con  él,  sin  dejar  sucesión  directa,  declarándose  como  único 
heredero  suyo  su  sobrino  D.  Francisco  Aldana  (llamado  El  Di- 
vino)^ de  quien  hablamos  anteriormente. 

En  menos  escala  que  los  anteriores  figuraron  también  los 
siguientes  personajes: 

D.  Gonzalo  de  Aldana,  coronel  en  la  guerra  de  Italia,  muy 
célebre  en  el  desafío  con  los  franceses. 

D.  Francisco  de  Aldana,  capitán  y  sargento  mayor  en  la 
batalla  de  Pavía,  uno  de  los  que  prendieron  al  rey  Francisco  I, 
y  primer  Castellano  de  Florencia. 

D.  Antonio  de  Aldana,  capitán  de  infantería  y  Castellano 
de  Gaeta. 

D.  García  de  Aldana,  capitán  de  caballos  en  Flandes. 

D.  Pablo  de  Aldana,  del  hábito  de  San  Juan  de  Jerusalén, 
capitán  de  dos  galeras  de  su  religión:  murió  en  la  Goleta. 


C  A  C  E  R  E  S  843 


D.  Francisco  de  Aldana,  capitán  que  murió  en  la  guerra  de 
Transilvania. 

D.  Diego  de  Aldana,  capitán  en  la  guerra  de  Italia,  conser- 
vador del  reginúento  de  Sicilia. 

D.  Diego  de  Aldana',  Castellano  de  Gaeta. 

D.  Bernardo  de  Aldana,  del  hábito  de  San  Juan  de  Jerusa- 
lén  y  recibidor  de  su  religión  y  gobernador  del  Gozo. 

D.  Martín  Pacheco  de  Aldana,  capitán  en  Flandes  y  en 
Italia. 

D.  Bernardo  de  Villela  y  Aldana,  teólogo,  obispo  electo  de 
Guadix  y  freiré  de  Alcántara. 

Y  D.*  Tomasa  de  Aldana,  favorita  que  fué  del  rey  D.  Feli- 
pe IV. 

Su  hijo  (habido  con  este  monarca),  que  llegó  á  ser  obispo 
de  Oviedo  y  después  de  Cuenca,  nació  en  Madrid,  y  no  en  Al- 
cántara, como  algunos  suponen. 

Después  de  esta  esclarecida  familia  viene  la  de  los  Barran- 
tes, apareciendo  en  primer  lugar  el  comendador  Barrantes,  fa- 
moso tipo  legendario  en  las  crónicas  extremeñas,  y  á  quien  la 
tradición  y  la  fábula  han  rodeado  de  misteriosas  leyendas.  Un 
descendiente  suyo,  el  cronista  D.  Pedro  Barrantes  Maldonado, 
lo  pone  como  cabeza  de  los  de  su  familia.  No  dice  si  es  de  Al- 
cántara, ni  aun  si  nació  en  Extremadura,  aunque  la  tradición  lo 
hace  alcantarino.  Debió  ser  este  héroe  (si  es  que  existió)  de  me- 
diados del  siglo  XIII,  y  según  el  cronista  D.  Pedro,  el  infante 
Alicazar  (en  otras  partes  Aliatar)  le  mató  al  paso  del  río  Sa- 
lado, poco  antes  de  la  batalla  de  Tarifa. 

D.  Esteban  Barrantes,  famoso  capitán  y  navegante,  nacido 
en  Alcántara  el  año  de  1472.  Era  hijo  de  García  Fernández 
Barrantes  y  de  Catalina  Torres,  y  hermano  de  Garci-Fernández 
Barrantes,  con  quien  partió  á  América  en  principios  del  siglo  xvi, 
acompañando  al  comendador  frey  Nicolás  de  Ovando.  Se  em- 
barcaron  el  13  de  Febrero  de  1502  en  Sanlúcar,  acompañando 
á  Cristóbal  Colón  en  su  descubrimiento  y  conquista  de  la  Isa- 


844  C  Á  C  E  R  E  S 

bela,  permaneciendo  en  la  isla  Española  mientras  la  gobernó  el 
comendador  Ovando. 

D.  Francisco  Barrantes  y  Campofrío,  capitán  ilustre,  nacido 
en  1492,  hijo  de  Alonso  Barrantes  y  de  María  Campofrío,  y 
nieto  del  famoso  Cañas  doradas:  el  Francisco  fiíé  durante  mu- 
chos años  militar.  Cuando  en  1540  se  preparó  la  expedición 
que  había  de  desembarcar  en  Argel,  él  fué  en  ella  como  capitán 
de  caballos,  y  á  muy  poco  del  desembarco  de  nuestras  tropas, 
en  1 541,  murió  sobre  el  campo  de  batalla  víctima  de  su  arrojo 
y  valentía. 

Pedro  Barrantes  y  Maldonado,  historiador  nacido  en  el  año 
de  1 5 10.  Su  padre,  D.  Alonso  Barrantes  y  Campoírío,  casado 
segunda  vez  con  D.^  María  Villela  de  Sanabria,  madre  también 
de  D.  Pedro  Garabito,  conocido  mayormente  por  el  nombre  de 
San  Pedro  de  Alcántara,  á  quien  tuvo  en  su  primer  matrimonio 
con  el  licenciado  D.  Alonso  Garabito,  siendo,  por  tanto,  el  his- 
toriador Barrantes  y  Maldonado  hermano,  por  parte  de  madre, 
del  célebre  asceta  reformador  de  la  regla  de  San  Francisco. 

Como  perteneciente  á  una  de  las  familias  más  principales  de 
las  tierras  de  Alcántara,  nuestro  historiador  ejerció  gran  influen- 
cia en  su  época,  siendo  Regidor  perpetuo  de  la  villa  y  jugando 
un  impoitante  papel  en  todos  los  sucesos  más  culminantes  que 
se  desarrollaron  en  su  patria  durante  su  mejor  edad.  Noticias 
detalladas  de  la  vida  de  este  personaje  se  dan  en  el  Ms.  de  don 
Fabián  Antonio  de  la  Cabrera  y  Barrantes,  escritos,  según  él, 
á  vista  de  las  noticias  de  familia  y  cosas  sucedidas  en  Alcántara 
y  fuera  de  ella  á  los  caballeros  de  la  Orden,  original  precioso 
que  hoy  posee  el  académico  Sr.  Gayangos,  y  que  á  propósito 
de  las  Ilustraciones  á  la  casa  de  Niebla  da  las  siguientes  noti- 
cias: 

«...Pedro  Barrantes  y  Maldonado,  autor  de  las  Memorias 
que  extractamos,  el  cual  se  crió  en  la  corte,  habiendo  entrado 
de  paje  en  casa  de  D.  Francisco  de  Sotomayor  Zúñiga  y  Guz- 
man,  duque  de  Béjar.  En  1532  marchó  á  la  guerra  de  Hungría, 


C  Á  C  E  R  E  S  845 

pasando  por  Francia,  Flandes  y  Alemania,  hallándose  en  casi 
todos  los  encuentros  de  aquella  memorable  campaña,  que  salvó 
á  la  cristiandad,  amenazada  por  el  turco  Suleymán.  Á  su  paso 
por  Francia  conoció  y  trató  en  la  Turena,  y  principalmente  en 
Ambuesa  (Amboise)  sobre  el  Loire,  algunos  caballeros  france- 
ses del  apellido  de  Barrantes,  criados  de  Francisco  de  Angule- 
ma, que  le  reconocieron  -por  deudo  y  pariente;  entre  otros,  uno 
llamado  Guillaume  de  Barrantes,  el  cual,  como  hombre  curioso 
que  era,  tenía  escrita  su  genealogía,  y  en  sus  reposteros  traía 
las  armas  antiguas  de  los  Barrantes. 

» En  este  viaje  aprendió  Barrantes  varías  lenguas  y  compró 
muchos  libros,  trayendo  además  de  Alemania  buenas  armas,  y 
de  Flandes  muy  buenos  arreos  de  su  persona  y  casa.  Fué,  se- 
gún él  cuenta,  aficionadísimo  á  caballos,  y  muy  entendido  en 
ellos.  En  especial  tuvo  uno  que  causaba  la  admiración  y  excitaba 
la  envidia  de  los  buenos  jinetes  de  su  tiempo,  el  mismo  que 
llevó  á  la  guerra  de  Hungría. — tEra  morisco,  nacido  en  África, 
»en  la  ciudad  de  Azamor,  rucio  oscuro,  con  muchos  hierros  de 
«lanzas  por  las  hijadas  y  por  las  quijadas;  poníase  muy  bien,  y 
»muy  á  menudo  paraba,  corría  y  revolvía.»  Haciendo  gentilezas 
con  él  en  la  plaza  de  Amberes,  á  la  sazón  que  pasaba  por  allí 
un  embajador  del  rey  de  Escocia,  Jacobo,  fué  tanto  lo  que  le 
agradó,  que  le  dio  por  él  sesenta  angelotes  de  oro  y  un  cuarta- 
go irlandés,  alazán  quemado  desorejado,  con  las  narices  hendi- 
das, que  trajo  á  España  y  vendió  después  en  sesenta  ducados. 

>En  1537  fué  Barrantes  á  Valladolid,  donde  el  emperador, 
vuelto  ya  de  Alemania,  residía  á  la  sazón  con  su  corte,  y  á  fines 
del  año  se  desposó  por  poderes  con  D.*  María  Ordóñez  de  Pa- 
reja, natural  de  Alburquerque,  en  Portugal  (en  España  querrá 
decir);  doncella  noble,  hija  de  Diego  Ordóñez  de  Guadalajara, 
alcaide  del  castillo  de  San  Angelo,  en  la  ciudad  de  Cananor, 
en  la  India  Oriental. 

»En  1450,  á  ruegos  de  D.  Juan  Alonso  de  Guzmán,  duque 
de  Medinasidonia,  fué  con  él  á  Sanlúcar,  y  aceptó  el  encargo 


846  C  Á  C  E  R  E  S 

í —— — 

de  componerle  una  crónica  de  su  linaje  y  ascendientes  (que  es 
la  presente).  Acompañóle  al  socorro  de  Gibraltar,  por  Diciembre 
de  1540,  según  se  ha  visto  en  otro  lugar,  y  en  1543  fué  tam- 
bién con  él  á  la  jornada  que  el  duque  hizo  á  Portugal,  á  buscar 
á  la  princesa  dofla  María,  primera  mujer  de  Felipe  lí. 

»En  1544,  habiendo  dado  ñn  á  la  historia  de  los  Guzmanes, 
se  despidió  del  duque  y  se  retiró  á  Alburquerque,  donde  su  es- 
posa D.^  María  poseía  alguna  hacienda.  Cansado  de  andar  en 
corte,  determinó  establecerse  allí,  y  ocuparse,  ya  en  escribir 
libros,  ya  en  ejercicios  de  la  jineta,  á  que  fué  sobremanera  afi- 
cionado, así  como  á  torneos  y  juegos  de  cañas,  acudiendo  pron- 
tamente allí  donde  los  había  para  tomar  parte  en  ellos. 

>  Hallóse  de  esta  manera  en  muchos  que  en  su  tiempo  se 
hicieron,  en  Sanlúcar  de  Barrameda,  Sevilla,  Badajoz,  Salaman- 
ca y  Alcántara  de  Extremadura.  En  esta  última  villa  residía 
Barrantes  por  los  años  de  1550  (por  haberle  traspasado  el  re- 
gimiento de  ella  su  primo  Alonso  Barrantes  Campofrío),  cuando 
á  instancias  de  su  hermanastro  San  Pedro  de  Alcántara,  á  la 
sazón  confesor  de  la  infanta  D.^  María  de  Portugal,  pasó  á  Lis- 
boa, donde  fué  muy  bien  recibido  por  el  Rey  y  toda  la  familia 
real,  obteniendo  de  ellos  singulares  mercedes,  y  entre  otras  la 
del  hábito  de  Cristo  por  su  hijo  primogénito  Alonso.  El  duque 
de  Braganza,  D.  Theodosio,  emparentado  con  los  Guzmanes, 
le  recibió  también  en  su  villa  de  Villaviciosa,  y  le  hizo  regalos 
de  consideración,  mandando  á  sus  camareros  que  siempre  que 
se  presentase  Barrantes  le  dejaran  entrar  sin  anunciarle. 

>Por  Marzo  de  1563  pasó  Barrantes  á  Madrid,  donde  resi- 
día á  la  sazón  la  corte,  con  el  encargo  especial  de  solicitar  para 
la  villa  de  Alburquerque  la  exención  completa  de  alcabalas,  á 
que  pretendían  tener  derecho  por  antiguos  privilegios,  y  los  ve- 
cinos de  aquella  villa  le  escogieron  por  saber  la  buena  acogida 
que  el  Rey  D.  Felipe  le  hiciera  en  otras  ocasiones,  y  su  intimi- 
dad con  Ruy  Gómez  de  Silva,  con  el  Presidente  Espinosa,  don 
Pedro  de  Guzmán,  conde  de  Olivares  y  otros  cortesanos.  No 


C  Á  C  E  R  E  S  847 


tuvo  Barrantes  gran  dificultad  en  obtener  lo  que  pedía;  recibido 
graciosamente  por  Felipe  II  en  audiencia  secreta,  el  monarca 
oyó  con  atención  una  larga  arenga  que  el  pretendiente  llevaba 
preparada,  y  previo  el  informe  del  Consejo  de  Castilla,  mandó 
por  provisión  que  la  villa  de  Alburquerque  fuese  de  allá  en  ade- 
lante exenta  de  alcabalas. 

>£n  1570,  Barrantes  pasó  á  Córdoba,  donde  estaba  á  la 
sazón  el  Rey,  á  pedir  en  nombre  de  la  villa  de  Alcántara,  su 
patria,  que  no  se  vendiesen  los  regimientos,  y  de  venderlos, 
fuese  á  personas  nobles,  caballeros  é  hijosdalgo,  conforme  á  la 
costumbre  antigua  desde  que  la  villa  se  ganó  á  los  moros,  en 
tiempo  de  D.  Alonso  IX  de  León. 

Un  mayorazgo  de  Alcántara  llamado  D.  Francisco  de  Bar- 
co, cabeza  del  bando  de  su  parentela,  y  contrario  de  los  Barran- 
tes, había  logrado  que  Garnica,  el  contador  de  Felipe  II,  le  ven- 
diese en  ochocientos  ducados  uno  de  los  regimientos  que  había 
vacantes;  y  esto  servía  de  estímulo  á  nuestro  autor  para  em- 
plear todo  su  influjo  y  valimiento  en  la  corte.  Después  de  haber 
visto  á  sus  amigos  y  haberles  enterado  del  asunto  que  traía 
entre  manos,  vio  al  Rey  en  San  Jerónimo,  en  la  cámara  en  que 
posaba,  sin  más  testigos  que  D.  Pedro  Manuel,  siendo  recibido 
del  monarca  sin  capa,  sin  gorra  y  sin  espada,  y  las  manos  arri- 
mado por  detrás  á  la  pared. 

Hablóle  largamente  Barrantes  en  apoyo  de  su  petición,  y  el 
Rey  habiéndose  informado  particularmente  de  él,  no  sólo  le 
concedió  lo  que  le  pedía,  anulando  la  venta  hecha  á  su  contra- 
rio, sino  que  deseando  premiar  sus  largos  servicios  y  los  de  sus 
hijos,  que  á  la  sazón  servían  en  la  guerra  de  los  moriscos,  le 
hizo  merced  de  los  dos  regimientos^  uno  para  él  y  otro  para  su 
yerno.  Firmadas  las  provisiones.  Barrantes  se  volvió  á  Alcán- 
tara lleno  de  gozo,  y  al  pasar  por  delante  de  las  casas  de  su 
rival,  trajo  á  este  propósito  una  copla  antigua,  y  mudada  la 
esencia  dijo: 


848  C  Á  C  E  R  E  S 


<  Monedas  tengo  de  oro, 
plata  alguna  se  me  cuenta, 
y  unas  casas  en  que  moro 
con  mil  ducados  de  renta. 

Hijos  tengo  en  buena  cuenta, 
linaje,  somos  contentos, 
de  merced  dos  regimientos, 
no  comprados,  que  es  afrenta.  > 

«Se  ignora  de  todo  punto  el  aflo  en  que  murió  Pedro  Ba- 
rrantes Maldonado,  pu^  nada  dice  acerca  de  esto  D.  Fabián 
Antonio  Cabrera  y  Barrantes,  que  por  los  años  de  1 705  reco- 
piló las  Memorias  que  extractamos.  La  fecha  más  reciente  que 
de  ellas  se  habla  es  la  de  1578,  en  cuyo  año  y  á  los  sesenta  y 
ocho  de  su  edad,  vivía  aún  retirado  en  Alcántara.» 

Hasta  aquí  las  noticias  del  Sr.  Gayangos  sobre  la  vida  del 
historiador  extremeño. 

Muchas  y  buenas  obras,  así  en  prosa  como  en  verso,  escri- 
bió Barrantes  Maldonado,  no  todas  publicadas  (i).  Examinando 


(i)    He  aquí  el  catálogo  de  ellas,  comenzando  por  las  impresas: 

I .'  Diálogo  entre  Pedro  Barrantes  Maldonado  y  un  caballero  extranjero^  en  que 
cuenta  el  saco  que  los  turcos  hicieron  en  Gibraltar^  y  el  reconocimiento  y  destruy- 
cion  que  la  armada  de  España  hizo  en  los  turcos.  Año  de  i  $40.  Alcalá  de  Henares 
(Martínez)  i  540.  (Un  vol,  8.**)— Otra  edición  de  i  ^óó,  más  común. 

2.«  Crónica  del  rey  D.  Enrique  llí  deste  nombre  en  la  casa  de  Castilla  y  León, 
que  otros  llaman  El  Do  tiente  ^  hijo  del  rey  D.  Juan  el  /,  cogitada  por  Pedro  Barrantes 
Maldonado.  Madrid,  1868,  imp.  de  Galiano.  (Un  vol.  en  8.°) 

3.*  Ilustraciones  de  la  casa  de  A7e6/a.— Madrid,  1857,  ímp.  N.  (Forman  los  vo- 
lúmenes IX  y  X  del  Memorial  histórico  español.) 

4.*  Trovas  de  Pedro  Barrantes  Maldonado^  Un  toI.  4.**  gót.  á  2  colum.,  8  foj. 
(^En  Madrid,  el  año  de  i  5  30?) 

He  aquí  sus  obras  Ms.: 

!.•  Historia  y  antigüedades  de  la  villa  de  Alcántara  (Ms.  en  fol.  del  Sr.  Gayan- 
gos.) 

2.*  Noticia  genealógica  de  los  Barrantes  de  Alcántara  por...  continuada  hasta 
nuestros  dias  por  Frey  D.  Rodrigo  Barrantes  y  Moscoso^  arcipreste  de  Valencia  de 
Alcántara. 

3.»  Historia  de  los  condes  de  Flandes^  dedicada  al  principe  D.  Carlos^  hijo  de 
Felipe  H,  1566. 

4.*    Recopilación  de  todas  las  crónicas  de  Francia. 

5.'  Las  crónicas  de  España  recopiladas  desde  los  tiempos  de  Alfonso  el  Sabio 
hasta  la  toma  de  Granada.  (Los  Ms.  de  estas  obras  existen  en  la  B.  \.) 


C  Á  C  E  R  E  S  849 

todas  ellas  puede  elogiarse  la  fecundidad  del  escritor  extreme- 
ño, pero  nunca  sus  condiciones  literarias,  ni  su  investigación  his- 
tórica, que  no  tuvo  ninguna,  y  menos  aún  su  vena  de  poeta, 
que  es  detestable.  Sus  Diálogos^  impresos  en  1540,  tienen  un 
estilo  indigesto  que  apenas  si  puede  resistirse  la  lectura  de  dos 
hojas;  su  Crónica  del  rey  D.  Enrique  III  es  un  mal  compen- 
dio de  Ayala;  sus  Ilustraciones  no  tienen  método  alguno,  y  sus 
Trovan  (á  las  que  se  refiere  Duran  en  el  prólogo  del  Romance- 
ro general)^  no  merecen  el  nombre  de  versos. 

En  cambio  su  Historia  de  Alcántara  acusa  en  el  autor  co- 
nocimientos nada  comunes  de  las  crónicas  extremeñas,  siendo 
por  esto  la  obra  mejor  de  Barrantes  Maldonado,  y  asimismo  la 
única  que  puede  consultarse  con  algún  provecho  sobre  el  pasa- 
do de  Alcántara. 

Según  aparece  de  datos  que  no  nos  merecen  toda  confianza, 
Barrantes  Maldonado  murió  en  Alcántara,  el  año  de  1580,  cuan- 
do contaba  setenta  de  edad. 

Frey  D.  Antonio  Barrantes  Pereiro,  notable  teólogo  nacido 
en  los  mediados  del  siglo  xvi.  Fué  profeso  de  la  orden  alcanta- 
rina;  estudió  en  Salamanca  y  se  hizo  sacerdote  en  1591,  estan- 
do de  Prior  dos  veces  en  Alcántara,  y  por  sus  virtudes  fué  ele- 
gido para  Zalamea  de  la  Serena,  en  1602.  Dos  años  des- 
pués de  esta  fecha  mandó  abrir  una  extensa  información  de  los 
milagros  obrados  por  el  Santo  Cristo  de  Zalamea,  cuyas  actua- 
ciones dieron  lugar  al  libro  publicado  en  1 6 1 7  por  su  pariente 
Frey  D.  Francisco  Barrantes  Maldonado,  juez  eclesiástico  que 
era  en  aquel  tiempo  de  Zalamea  y  coadjutor  del  Priorato. 

Frey  D.  Francisco  Barrantes  y  Maldonado ,  teólogo  nacido 
en  1570.  Fué  [profeso  en  la  Orden  alcantarina,  y  habiendo  es- 
tudiado leyes  en  Salamanca,  se  ordenó  de  cura,  desempeñando 
á  muy  luego  la  coadjutoría  del  Priorato  de  Zalamea,  de  cuya 
villa  fué  nombrado  en  1606  juez  eclesiástico. 

Escribió  la  siguiente  obra :  Relación  de  la  calificación  y  mi- 
lagros del  Crucifixo  de  Qalamea^  desde  trece  de  Setiembre  del 

lOJ 


850  C  Á  C  E  R  E  S 


año  de  seyscientos  y  cuatro^  hasta  el  seyscientos  y  diez  y  seys^  di- 
utdida  en  dos  libros, — Dirigida  á  D,  Luys  Carrillo  de  Toledo ^ 
Marqués  de  Caracena^  señor  de  la  villa  de  Pinto^  presidente  del 
Real  Consejo  de  las  Ordenes.  Compuesta  por  el  Z.^  Frey  Z>...  del 
habito  de  Alcántara^  juez  eclesiástico  ordinario  de  la  villa  cU 
galantea  y  coadjutor  de  su  priorato  por  su  majestad  (Ma- 
drid, 161 7.) 

Es  un  libro  indigesto,  escrito  todo  él,  más  que  para  depurar 
la  relación  de  los  milagros,  para  elogiar  á  la  familia  del  autor. 
En  esta  obra  ñguran  todos  los  Barrantes  conocidos  y  por  co- 
nocer hasta  principios  del  siglo  xvii,  pues  el  Prior  de  Zalamea 
Frey  D.  Antonio  Barrantes  Perero,  mandó  hacer  la  información, 
dio  las  licencias  para  publicarlo  el  general  de  los  Benedictinos, 
Frey  Alonso  Barrantes,  y  escribe  en  su  elogio  versos  un  herma- 
no del  autor,  el  capitán  Alonso  Barrantes  y  Maldonado.  ¡Aquí 
del  cuento  de  Juan  Palomo! 

Frey  D.  Rodrigo  Barrantes  y  Moscoso,  historiador  nacido 
en  últimos  del  siglo  xvii.  Estudió  teología  en  Salamanca,  y  or- 
denado de  sacerdote  fué  primero  párroco  y  más  tarde  arcipres- 
te de  Alcántara,  cuando  ya  era  caballero  profeso  de  la  Orden. 
Continuó  la  obra  de  su  antecesor  en  familia,  cuyo  manuscrito 
existe  con  la  siguiente  portada:  Noticia  genealógica  de  los  Ba* 
rrantes  de  Alcántara^  por  Pedro  Barrantes  Maldonadoy  conti- 
nuada hasta  nuestros  dias  por  Frey  Rodrigo  Barrantes  y  MoS' 
coso^  arcipreste  de  Valencia  de  Alcántara.  (Ms.  en  folio.) 

Frey  D.  Nicolás  Barrantes  Arias,  teólogo  afamado,  nacido 
en  la  segunda  mitad  del  siglo  xvi.  Estudió  en  Salamanca,  y  des- 
pués de  haber  entrado  en  la  orden  alcantarina  se  hizo  Presbí- 
tero y  á  muy  luego  le  nombraron  Prior  de  Alcántara,  siéndolo 
después  de  Magacela,  allá  por  los  años  de  1634,  cuando  ya  ha- 
bía sido  nombrado  Capellán  del  Rey  D.  Felipe  IV. 

Reediñcó  la  casa  prioral  y  fundó  una  capellanía,  servidera 
en  la  iglesia  de  San  Benito  de  Villanueva,  con  misas  para  todos 
los  días  del  año  á  razón  de  ocho  reales  la  limosna. 


C  Á  C  E  R  E  S  851 

Por  sus  virtudes  y  caridad  para  con  los  pobres,  se  hizo  ne- 
cesario en  su  tiempo  y  querido  de  todos. 

Falleció  en  1644,  como  reza  la  siguiente  inscripción  de  su 
sepultura,  que  está  en  la  capilla  de  la  casa  prioral: 

AQUÍ    YAZE   EL 

ILL."*^   S.    F.    D.   NICO 

LAS    BARRANTES 

ARIAS   CAP.»*     DE 

SU    MAG.D    PRIOR   DE 

MAG.A    10    AÑOS 

FALLECIÓ   EN 
SET.«    DE    l6^^. 

El  capítulo  de  la  orden  de  Alcántara,  celebrado  en  Madrid 
el  año  de  1600,  lo  presidió  D.  Enrique  de  Guzmán,  y  hacía  de 
cabeza  de  los  caballeros  el  licenciado  D.  Nicolás  Barrantes, 
como  consta  en  el  libro  Definiciones  y  establecimientos  de  la  orden 
y  caballería  de  Alcántara^  publicado  el  año  1609  ^^  Madrid. 

Fr.  Alonso  Barrantes,  religioso  benedictino,  nacido  en  los 
mediados  del  siglo  xvi.  Fué  hombre  de  grandes  virtudes,  orador 
eminente,  y  en  1601  íué  nombrado  general  de  la  Orden  bene- 
dictina. 

Y  D.  Alonso  Barrantes  Maldonado,  militar,  hermano  del 
juez  eclesiástico  de  Zalamea,  Frey  D.  Francisco,  y  como  éste 
nacido  en  Alcántara  en  últimos  del  siglo  xvi.  Fué  capitán  vale- 
roso, y  algo  aficionado  á  las  letras.  En  elogio  del  libro  que  pu- 
blicó su  referido  hermano  en  161 7,  sobre  los  milagros  del  Cris- 
to de  Zalamea,  escribió  el  siguiente  soneto: 

cNufto  Fernández  fué  que  la  barra  antes 
pasó  con  que  ganó  tan  gran  victoria, 
que  la  tiene  por  armas  y  en  memoria 
el  insigne  apellido  de  Barrantes. 

Cimaron  esta  barra  más  triunfantes 
el  séptimo  Maestre^  que  está  en  gloria ; 
de  la  cruz  verde,  al  mundo  tan  notoria, 
cinco  comendadores  importantes. 


852  C  Á  C  E  R  E  S 

Con  cuatro  capitanes  valerosos, 
algunos  de  ellos  muertos  en  la  guerra, 
de  santa  vida  cuatro  religiosos, 

el  prior  de  Magasela,  el  de  esta  tierra, 
y  el  que  escribe  milagros  tan  grandiosos, 
manifestando  el  gran  valor  que  encierra.» 

El  poeta  hace  referencia  en  los  primeros  cuatro  versos  al 
motete  que  tanto  pregonan  los  Barrantes,  acaso  inventado  por 
Pedro  Barrantes  y  Maldonado,  y  que  dice  así: 

*  * 

^Por  pasar  la  barra  antes 
que  los  otros  navegantes, 
Nufto  Fernández,  valiente, 
fué  llamado  entre  la  gente 
por  sobrenombre  Barrantes. » 

La  familia  de  Roco  de  Campo-Frío  viene  en  antigüedad,  des- 
pués de  la  anterior,  á  dar  lustre  á  Alcántara.  £1  primero  de  ella 
que  aparece  ñgurando  en  Extremadura  es  Fr.  Diego  Roco  de 
Campo  Frío,  nacido  en  1569.  Estudió  en  Coria,  donde  á  los  26 
años  gozaba,  fama  de  orador  y  de  docto  teólogo. 

Vivió  muchos  años  al  lado  de  su  otro  hermano  fray  Juan, 
obispo  de  Badajoz,  á  quien  ayudó  en  la  predicación,  durante  los 
años  de  1620  á  1627,  recorriendo  con  él  los  pueblos  del  obis- 
pado pacense,  en  su  santa  visita.  Después  pasó  á  Coria,  á  cuyo 
obispado  fué  trasladado  su  hermano. 

Sigue  á  éste  su  hermano  Fr.  D.  Juan,  obispo  de  Badajoz  y 
más  tarde  de  Coria,  nacido  en  el  año  de  1575. 

El  D.  Juan  profesó  en  la  orden  de  Alcántara,  y  desempeñó 
varios  cargos  en  el  convento,  pasando  después  á  ser  vicario  de 
Jerez  de  los  Caballeros,  y  más  tarde  obispo  de  Badajoz,  en  161 9, 
por  haberlo  propuesto  á  Roma  el  rey  D.  Felipe  IV,  ocupando 
la  vacante  que  dejara  á  su  muerte  D.  Pedro  Fernández  de  Zo- 
rrilla. 

En  el  año  de  1631,  vacante  el  obispado  de  Coria,  en  cuyo 
seminario  había  hecho  sus  estudios  este  prelado,  fué  propuesto 


C  A  C  E  R  E  S  853 

á  Roma  para  aquella  sede  episcopal,  pasando  á  ella  en  1632,  y 
muriendo  á  muy  luego,  en  1640. 

Méndez  Silva,  en  su  Población  general  de  España^  cita  como 
de  este  prelado  la  siguiente  obra:  Memorial  de  la  fundación  de 
yerez  cU  los  Caballeros^  por  fray  D,  yuan  Roco  de  Campo^Frio 
(manuscrito). 

No  sabemos  que  se  haya  publicado. 

Le  sigue  su  hermano  Fr.  Ángel,  renombrado  teólogo  y  mís- 
tico muy  conocido  en  su  tiempo,  nacido  á  fínes  del  siglo  xvi. 

Fray  Ángel  estudió  en  Alcántara  la  teología,  y  entró 
en  claustración  huyendo  de  la  vida  mundana  y  muriendo  car- 
gado en  años  y  bajo  el  peso  de  las  más  severas  reglas  reli- 
giosas. 

Y  por  último,  su  otro  hermano  fray  Miguel,  que  como  todos 
ellos  nació  en  Alcántara  y  dedicóse  desde  su  juventud  á  la 
Iglesia. 

£1  licenciado  Arias  Quintanadueñas,  en  su  obra  Antigüeda- 
des y  santos  de  la  muy  noble  villa  de  Alcántara  (Madrid,  1661), 
trae  la  vida  de  este  místico,  con  las  de  sus  hermanos,  así  como 
las  de  D.  Diego  de  Oviedo  (el  Santo)^  fray  Juan  Cabrera,  fray 
Antonio  de  Alcántara  y  D.*  María  Perero. 

Los  datos  de  Arias  Quintanadueñas  sobre  los  Róeos  de 
Campo-Frío,  apenas  se  refieren  más  que  á  su  vida  religiosa. 


Otros  hombres  célebres  ha  dado  Alcántara,  dignos  de  figu- 
rar en  esta  obra;  pero  concretándonos  á  los  más  principales  los 
enumeraremos  aquí  por  orden  de  antigüedad.  Son  éstos: 

Juan  Villarroel,  capitán  muy  conocido  en  América,  hermano 
del  navegante  Antonio,  y  como  éste,  nacido  en  1501. 


854  C  Á  C  E  R  E  S 


Siendo  joven  marchó  á  la  conquista  del  Perú  con  los  Piza- 
rros  y  se  asentó  en  el  Potosí,  habiendo  fundado  la  Ciudad  impe- 
rial  del  Potosí^  de  donde  fué  su  primer  gobernador,  y  en  la  que 
desplegó  tanta  inteligencia  para  su  gobierno,  que  bien  pronto 
era  una  de  las  ciudades  más  grandes  y  ricas  de  América.  Su 
intervención  en  las  minas  del  Cerro  le  hizo  poseedor  de  una 
riqueza  fabulosa^  que  algunos  hacen  subir  á  500  millones  de 
reales.  Parécenos  que  en  esto  puede  haber  alguna  exageración, 
pues  si  bien  sabemos  que  aquellas  producían  cada  año  9,000  ba- 
rras de  á  1 50  marcos  de  plata  fina  y  otra  cantidad  igual  para 
vasos  y  alhajas  de  las  iglesias,  no  creemos  que  reuniese 
500  millones  de  capital  el  gobernador  Juan  Villarroel. 

Fr.  Domingo  de  San  Pedro  Alcántara,  escritor  místico,  naci- 
do en  fines  del  siglo  xvi,  y  autor  de  varios  ms.  En  el  Catálogo 
de  los  señores  Obispos  que  han  ocupado  la  silla  pontifical  de  la 
ciudad  de  Plasencia  (ms.  anónimo  que  se  conserva  en  la  Acade- 
mia de  la  Historia,  le.  C.  7,  fol.  191  al  307),  se  cita  á  este  escri- 
tor, entre  los  68  más  célebres  que  contaba  aquel  Obispado,  pero 
sin  consignar  las  obras  de  que  fuese  autor,  ni  expresar  si  habían 
sido  publicadas. 

El  P.  Antonio  Quintana  Dueñas,  ilustre  escritor  místico,  naci- 
do en  el  siglo  xvii.  Profesó  en  la  Compañía  de  Jesús,  en  la  que 
hizo  progresos  admirables  en  toda  clase  de  estudios  históricos 
y  teológicos,  y  fué  una  de  las  glorias  que  su  orden  presenta  en 
el  siglo  XVII. 

Sus  obras  impresas  son  las  siguientes : 

I  .*  Santos  de  la  imperial  ciudad  de  Toledo  y  su  arzobis- 
pacb.  Excelencias  de  que  goza  su  santa  Iglesia^  fiestas  que  celebra 
su  ilustrado  clero  (Madrid,  1651). 

2.*     Instrucción  de  ordenantes  y  ordenados, 

3.*     Retiro  de  las  conversaciones  profanas  de  monjas. 

4.^  Singularia  teologice  moralis  ad  septem  ecclesioe  sacra- 
menta; Id  ad  quinqué  prcecepta  ecclesice^  necuon  at  ecclesuisticas 
censuras  et  poenas. 


C  Á  C  E  R  E  S  855 

5  .*  Nombre  Santísimo  de  María^  su  excelencia^  significados^ 
veneración  y  efectos. 

6.*  Gloriosos  mártires  de  Osuna,  Arcadio^  León^  DoncUo^ 
Nicéphoro^  Abundancio  y  nueve  compañeros  suyos, 

7.*  Santos  de  la  ciudad  de  Sevilla  y  su  arzobispado ;  fiestas 
que  su  Iglesia  celebra  (Sevilla,  1637). 

Es  lástima  que  este  autor,  como  la  mayoría  de  los  de  sus 
tiempos,  se  muestre  tan  crédulo  en  lo  tocante  á  la  vida  que  des- 
cribe de  sus  santos,  fundado  en  citas  falsas  de  los  antiguos  cro- 
nicones. 

D.  Jacinto  Arias  Quintana  Dueñas,  historiador,  nacido  en 
los  principios  del  siglo  xvii.  Se  educó  en  Cáceres  en  los  prime- 
ros años  de  su  juventud,  y  estudió  en  la  Universidad  de  Sala- 
manca. Publicó  la  siguiente  obra :  Antigüedades  y  Santos  de  la 
muy  noble  villa  de  Alcántara ;  dedicare  á  la  misma  villa  por  el 
licenciado,.,  y  su  hijo  y  autor,  (Madrid,  1661). 

No  tiene  método  ni  criterio  este  historiador,  pues  confunde 
lastimosamente  la  historia  civil  y  sus  antigüedades  con  la  de  los 
Santos,  amén  de  que  sus  ;ioticias  sobre  éstos  todas  son  falsas, 
como  que  están  tomadas  de  los  antiguos  cronicones  milagreros, 
tan  en  boga  por  los  tiempos  en  que  escribía  sus  Antigüedades. 

D.  Leandro  Santibáñez,  nacido  en  1728.  Estudió  leyes  en 
Salamanca  y  fué  muy  dado  á  cultivar  las  letras.  En  su  casa, 
cuando  era  regidor  perpetuo  y  decano  del  ayuntamiento  alcan- 
tarino,  se  citaban  los  jóvenes  más  ilustrados  y  las  personas  más 
cultas  que  vivían  en  Alcántara,  para  rendir  culto  á  las  letras  y 
á  las  artes.  No  se  conserva  memoria  de  que  publicara  Santibáñez 
otro  libro  que  el  dado  á  luz  en  1779  en  Madrid,  por  Blas  Ro- 
mán, y  que  lleva  el  siguiente  epígrafe:  Retrato  político  de  Alean- 
tara:  causas  de  sus  progresos  y  decadencias.,  obra  muy  apreciada 
por  los  eruditos,  pero  de  escasa  importancia  literaria. 

Debió  fallecer  por  los  años  de  1 796. 

Y  Fr.  Juan  de  Alcántara,  religioso  del  Monasterio  de  Gua- 
dalupe, nacido  en  el  año  de  1740.  En  el  año  de  1758  entró  en 


80  C  Á  C  E  R  E  8 

el  convento  referido,  profesando  en  el  de  1 764  y  distinguiéndo- 
se por  su  virtud  y  mansedumbre.  En  1786  estaba  de  sacristán 
mayor,  y  su  nombre  ñgura  en  los  inventarios  de  las  alhajas  que 
se  custodiaban  en  el  referido  templo,  uno  de  los  más  ricos  de 
España. 


CAPÍTULO  V 


Julia  Contrasta.— Valentía  de  Alcáotara.— La  actual  Valencia  de  Alcántara. 
Sus  hijos  Ilustres 


N  el  sitio  denominado  vulgarmente  Sex- 
mo de  Severo,  á  treinta  kilómetros  de 
Alcántara  y  á  la  derecha  del  río  Sever, 
aparecen  las  minas  de  yuita  Contras- 
ta, importante  municipio  romano  que  al- 
gunos autores  asientan  en  Valencia  de 
:ántara,  situada  á  unos  cinco  kilómetros 
estas  preciosas  y  hasta  hoy  desconocidas 
nas.  Los  recuerdos  de  este  destruido  mu- 
nicipio, citado  por  Plinio  y  por  Strabón,  son 
bastantes   para   llamar  la  atención   del   erudito   y  del   histo- 
riador. 

Recorriendo  estas  ruinas  y  en  los  muros  de  una  de  las  dos 
casas  de  campo,  restos  de  lo  que  en  otro  tiempo  fué  municipio 
romano,  se  ve  la  siguiente  lápida  fragmentaría: 


858  C  Á  C  E  R  E  S 


CILIVS 


AN • XXV 

H  •  S  •  E  •  T  •  T 
SECVNDA 
CILII  •  F 
F  •  C- 


Puede  leerse  en  ella:  Cilio....  de  edad  de  veinticinco  años, 
está  aquí  sepultado.  Séate  la  tierra  leve.  Segunda,  hija  de  Cilio, 
cuidó  de  hacer  este  sepulcro. 

Rodean  á  estas  dos  solitarias  casas  una  gran  porción  de 
Antas  ó  capillas  votivas  á  Júpiter  tonante,  diseminadas  por  el 
campo  y  en  el  radio  de  cuatro  kilómetros.  Algunos  de  estos  ro- 
manos edificios  están  en  pie,  destinados  á  chozas  unos  y  á  za- 
húrdas otros.  Compónense  de  tres  ó  cuatro  enormes  piedras  en 
forma  piramidal,  en  las  cuales  se  apoya  otra  que  sirve  de 
techo. 

Recorriendo  todo  el  suelo  de  la  Julia  Contrasta^  se  hallan 
restos  magníficos  de  arquitectura,  como  capiteles,  especialmente 
corintios,  muy  acabados;  trozos  de  bellos  cornisamentos;  mu« 
chas  columnas  mutiladas ;  infinidad  de  suntuosos  monolitos  y 
tres  áreas  de  templos,  uno  al  parecer  de  Diana,  que  presenta  la 
forma  de  dos  paralelas  partidas  en  la  parte  norte  por  una  línea 
horizontal. 

El  otro  templo  presenta  un  área  que  afecta  la  forma  cua- 
drangular. 

Parece  que  en  su  pórtico  tuvo  seis  columnas  y  que  la  nave 
central  contó  diez,  formando  una  paralela. 

Diez  metros  mide  el  primero  en  su  frente,  por  1 6  de  profun- 
didad, en  tanto  que  el  segundo  17  de  frente  por  15  de  profun- 
didad. Las  columnas  de  la  nave  central  del  segundo  de  estos 
edificios  tienen  un  basamento  de  0*90  de  diámetro. 

En  estas  ruinas  vírgenes,  que  aún  no  han  sido  estudiadas 


C  Á  C  E  R  E  S  859 

por  ningún  arqueólogo  (i),  hemos  visto  vestigios  de  un  buen 
acueducto  (del  que  hablaremos  después),  muchos  zócalos  y  ba- 
sas muy  bien  labradas;  pero  como  nunca  se  han  hecho  explora- 
ciones en  estas  ruinas,  no  existen  de  ellas  otras  noticias  que  las 
que  hemos  podido  recoger,  á  presencia  de  los  fragmentos  que 
examinamos  en  1886,  cuando  recorrimos  aquel  país,  convenci- 
dos de  que  no  existe  en  España  otro  sitio  en  que  los  arqueólo- 
gos puedan  aprovechar  mejor  el  tiempo. 

A  cinco  kilómetros  N.N.O.  de  estos  preciosos  restos  se  ven 
los  de  una  población  arruinada,  y  más  abajo,  en  la  misma  orilla 
derecha  del  Sever,  en  jurisdicción  de  Herrera,  hay  casi  en  pie  y 
murada  otra  ciudad  evidentemente  romana,  que  las  gentes  del 
país  llaman  Castello  Vello  (Castillo  Viejo). 

¿Serán,  acaso,  estas  dos  poblaciones  la  Aritium-Pretorium 
y  la  Bardum^  que  estaban  asentadas  en  la  hoy  frontera  de  Por- 
tugal? ¿Serán  Aquee  cdeme  y  PelaquiíB ^  cuyas  memorias  geo- 
gráficas son  hoy  desconocidas? 

Los  habitantes  de  Herrera  se  propusieron  hacer  excavacio- 
nes en  Castello  Vello ^  el  afto  1843,  ^^  vista  de  los  utensilios  do- 
mésticos y  monedas  antiguas  que  habían  encontrado  algunos 
pastores  entre  las  ruinas,  y  puestos  en  movimiento  bajo  el  pie 
de  un  repartimiento  igual  entre  ellos  de  los  tesoros  que  preten- 
dían hallar,  emprendieron  la  obra  con  gran  entusiasmo  durante 
diez  días,  encontrando  por  el  muro  y  descubriendo  un  pequeño 
recinto  ó  barrio;  pero  en  vista  de  que  no  hallaron  más  que 
efectos  comunes  (casi  todos  ellos  de  uso  doméstico)',  sin  llegar 
al  gran  tesoro  de  oro  y  piedras  preciosas  con  que  habían  soña- 
do, abandonaron  aquellas  ruinas  que  permanecen  mudas  y  silen- 
ciosas. No  iremos  muy  lejos  en  suponer  que  estas  dos  poblacio- 
nes arruinadas  serían  dependientes  de  Julia  Contrasta^  porque 
no  cesa  de  verse  cantería  labrada  desde  ambas  á  Julia  Contras- 


(i)    Nadie  hasta  hoy  ha  hablado  de  ellas  más  que  Viu,  y  muy  someramente. 
(En  su  Extremadura^  1. 1,  pág.  247.) 


86o  C  Á  C  E  R  E  S 

ta^  en  una  extensión  de  lo  kilómetros  á  lo  largo  sobre  la  orilla 
del  río  Sever. 

Pero  es  extraño  que  godos  y  árabes  hayan  pasado  por  estos 
tres  pueblos  arruinados  sin  restaurarlos.  La  mano  de  estos  do- 
minadores no  ha  sido  puesta  sobre  estas  ruinas,  que  segura- 
mente permanecen  así  desde  mediados  del  siglo  v,  cuando  con 
la  caída  de  Rómulo  Augusto,  en  475,  pereció  el  poder  de  Roma 
y  surgieron  las  guerras  con  los  invasores  del  Norte,  que  destru- 
yeron los  principales  pueblos  de  la  Península. 

Cómo  surgió,  junto  á  las  anteriores  ruinas,  la  ciudad  de  Va- 
lentía (así  se  llamaba),  no  lo  sabemos.  Creemos  que  el  origen 
de  esta  población  es  anterior  á  los  romanos,  si  atendemos  á  su 
nombre,  que  es  céltico,  y  es  posible  que  con  los  despojos  de 
los  tres  pueblos  arruinados  se  engrandeciese  Valentía^  nombre 
scythicOy  que  en  su  etiihología  (formada  por  la  contracción  de 
las  voces  Balentia^  Entia  ó  Antia)^  equivale  á  nuestra  voz  ad- 
jetiva ciudad^  y  quiere  decir  por  tanto  C¿^dad  de  Alcántara^ 
como  dependiente  que  era  de  esta  población  en  los  siglos  ante- 
riores, al  menos  desde  el  siglo  xii,  en  que  admitió  el  adjetivo 
de  Alcántara,  Tiene,  pues,  Valentía  de  Alcántara  su  nombre 
deñnido,  como  lo  tienen  otras  poblaciones  que  le  son  homóni- 
mas en  Extremadura  (i). 

De  la  época  romana  no  existen  hoy  en  Valentía  más  que 
dos  monumentos:  la  fuente  llamada  de  la  Dehesa,  y  el  famoso 
acueducto  que  trae  las  aguas  á  la  población,  desde  la  fuente  de 
San  Pedro,  á  unos  seis  kilómetros  de  distancia,  venciendo  mu- 
chas dificultades,  salvando  barrancos  por  medio  de  un  puente 
de  diez  y  siete  grandes  arcos  y  otros  veinte  más  pequeños.  Esta 


(i)  Valencia  del  Ventoso^  que  quiere  decir  Ciudad  del  cAire  ó  délos  Vientos; 
Valencia  de  las  Torres^  que  significa  Ciudad  de  las  Torres^  aludiendo  á  las  que 
tuvo  sobre  sus  muros  (en  tiempo  de  los  romanos  se  llamó  Turruptiana)^  y  Valen- 
cia del  Bombuey^  que  era  antiguamente  Ciudad  del  Monte  del  Buey^  conservando 
su  etimología  romana  del  nombre  que  llevó  entre  los  pueblos  lusitanos  de  Valen- 
tice-Boni'Bovis^  como  le  llamaron  á  una  todos  los  geógrafos  antiguos. 


C  Á  C  E  R  E  S  86l 

obra  es  notable  por  su  sencillez  y  elegancia.  La  longitud  de 
toda  ella  es  no  metros  por  unos  25  de  elevación.  Los  arran- 
ques de  los  arcos  principales  son  de  pura  construcción  romana; 
lo  restante,  cien  veces  restaurado,  es  posterior.  Entre  el  arco 
noveno  y  décimo,  contando  por  el  S.  O.  se  ve  una  pequeña  ins- 
cripción en  caracteres  desconocidos.  No  son  romanos,  ni  góticos, 
ni  árabes.  Parecen  célticos  ó  iberos,  y  la  confirmación  de  este 
supuesto  nuestro  sería  de  suma  importancia  para  la  lapigrafía 
antigua,  aparte  de  que  vendría  á  confirmar  nuestro  aserto  del 
origen  de  Valeníza,  como  población  céltica  ó  scythica.  Nadie, 
hasta  el  día,  ha  podido  desciñ-ar  esta  lápida,  que  el  mismo  Viu, 
que  la  consultó  varias  veces,  no  pudo  leer  (i)  á  pesar  de  su 
pericia  en  este  género  de  trabajos,  donde  tanto  se  distinguió 
siempre. 


II 


No  sabemos  qué  relación  guarda  yulia  Contrasta  con  Va* 
lentia.  Acaso  los  fueros,  prerrogativas  y  tradiciones  de  aquel 
municipio  romano  pasasen  al  de  Valentía,  por  su  próxima  ve- 
cindad, como  pasaron  los  de  Norba-Coesarea  á  Alcántara,  en 
los  comienzos  del  siglo  11.  Punto  es  este  muy  oscuro,  que  no 
puede  tratarse  con  la  amplitud  deseada. 

Sábese  sólo  que  godos  y  árabes  dominaron  la  ciudad,  y  que 
en  tiempos  de  estos  últimos  invasores  tomó  suma  importancia 
en  los  fastos  lusitanos. 

Zeth,  el  rey  de  Al-Kárica  (Coria)  la  sitió  en  el  año  863, 


(i)  «Entre  el  arco  noveno  y  décimo,  empezando  á  contarlos  por  el  S.  O.,  he- 
»mo8  notado  una  muy  rara  inscripción  en  caracteres  desconocidos  sobre  una  pie- 
Adra  destrozada,  por  lo  cual  creemos  será  perteneciente  á  otro  edifício  anterior.» 
(Extremadura^  1. 1,  pág.  246.) 


862  .  C  A  C  E  R  E  S 

ganándola  después  de  un  largo  y  porñado  sitio.  En  940  los  ca< 
balleros  de  Valentía  formaron  escuadrones  y  recorrían  la  co- 
marca contra  los  cristianos.  El  rey  Alhá-el-Gamí,  que  á  mediados 
del  siglo  XII  había  ganado  á  Coria,  Cáceres  y  Alcántara,  entró 
triunfante  en  Valentía^  donde  residía  largas  temporadas,  en- 
grandeciendo esta  población  como  una  de  las  más  principales  de 
su  reino. 

De  esta  época  son  la  mayoría  de  las  casas  que  en  la  actúa* 
lidad  existen  en  Valencia  de  Alcántara,  conservando  aún  su  pri- 
mitivo aspecto.  Setecientas  sesenta  y  nueve  casas  hay  dentro 
del  recinto  murado  de  esta  población,  y  de  ellas  se  cuentan  dos- 
cientas setenta  y  nueve  con  portadas  uniformes  y  evidentemente 
arábigas,  por  su  arco  de  ojiva  y  sus  ventanas  estrechas  y  ne- 
gruzcas de  la  dominación  sarracena. 

El  III  maestre  de  Alcántara,  D.  Ñuño  Fernández,  que  por 
muerte  del  famoso  D.  Benito  Suárez  entró  á  gobernar  la  orden 
en  1 21 7,  la  conquistó  del  poder  sarraceno  cinco  años  después, 
en  1 22 1,  para  ser  posesión  de  la  orden,  quien  la  tuvo  en  su  po- 
der hasta  1589,  que  la  enagenó  por  una  cantidad  exorbitante. 
Su  vecindario  era  muy  crecido  desde  el  siglo  xiv.  En  13 15 
contaba  2,600  vecinos,  entre  ellos  1,100  moriscos  y  judíos. 
En  1500,  1,850  vecinos  pecheros,  80  caballeros  y  71  eclesiás- 
ticos: entre  los  pecheros  había  500  moriscos  y  judíos.  En  1640 
contaba  1,550  vecinos  pecheros,  74  caballeros  y  65  eclesiásti- 
cos. En  1720  contó  1,130  vecinos  y  60  caballeros  con  51  ecle- 
siásticos, y  por  la  estadística  de  1864  tenía  6,880  habitantes  y 
contaba  I1698  ediñcios  habitados,  más  324  deshabitados. 

Los  ejércitos  portugueses  la  han  sitiado  diferentes  veces  y 
la  ocuparon  también,  causando  muchos  destrozos  en  la  pobla- 
ción, especialmente  en  1664,  que  la  ocuparon  hasta  1698  (i),  y 


(i)  Caria  de  D,  Joáo  de  Alhaide  dando  relagao  da  entrada  que  fez  nos  campos 
de  Valenfa  e  S.  Vicente,  (Bibl.  públic.  de  Évora,  est.  37,  c.  4,  vol.  7.',  fol.  146,  fe- 
chada en  Arronches  á  19  de  Diciembre  de  1643.) 


C  Á  C  E  R  E  S  863 

en  1705  la  ocuparon  de  nuevo  hasta  17 15  (i)  que  la  restituye- 
ron por  la  paz.  Para  ambas  ocupaciones  precedieron  sitio  for- 
mal, y  el  incendio  y  el  saqueo  coronó  el  triunto  de  los  portu- 
gueses sobre  el  afligido  vecindario  de  Valencia  de  Alcántara. 

En  1 8 10  se  trasladó  á  esta  población,  desde  Badajoz,  y  por 
disposición  del  marqués  de  la  Romana,  la  junta  suprema  y  de- 
más autoridades  de  Extremadura,  dejando  á  Badajoz  en  buen 
estado  de  defensa  para  resistir  á  los  franceses. 


III 


Hoy  Valencia  de  Alcántara  es  una  plaza  fuerte  de  escasa 
importancia.  Está  defendida  por  una  muralla  y  un  castillo.  La 
primera  es  de  cuatro  metros  de  altura  por  seis  de  espesor.  Es 
de  piedra  de  grano,  construida  en  1766,  á  cuenta  del  vecindario, 
por  cuyo  servicio  fué  dispensado  de  las  milicias  provinciales.  El 
castillo,  reedificado  en  la  misma  época  sobre  las  ruinas  de  otro 
antiguo,  es  de  forma  irregular.  Tiene  su  torre  de  homenaje, 
puerta  de  socorro,  cisterna  y  un  buen  cuartel,  pudiendo  conte- 
ner hasta  400  defensores;  pero  no  domina  más  que  una  parte 
de  la  población.  Tiene  la  muralla  tres  puertas  denominadas  de 
Alcántara,  Huertas  y  San  Francisco,  con  sus  respectivos  rebe- 
llines, dando  paso  al  interior  de  la  villa,  que  cuenta  un  diámetro 
de  N.  á  S.  (puerta  de  San  Francisco  á  la  de  Alcántara),  de  450 


(i)  ReloQao  da  expugna^ao  da  pra^a  de  Valema  de  Alcántara^  ganhada  por 
asalto  pelo  exercito  da  provincia  do  Alenieio,  é  de  cómo  /oi  destruida  d  villa  da 
Sar^a pelo  da  Beira,  Publicada  em  14  de  Afaio.  (Lisboa,  1705.) 

Noticia  (última)  da  expugnagao  da  Praga  de  Valema  de  Alcántara^  é  relavao  da 
de  Alburquerque^  rendida  con  capitula^oes^  pelo  exercito  da  provincia  do  Alentexo, 
governado  pelo  conde  das  Galveas  Diniz  de  Mello  de  Castro ^  dos  Conselhos  de  Estado 
é  Guerra,  Publicado  em  5  de  Junho.  (Lisboa  1705.) 


8b4  C  Á  C  E  R  E  s 

metros,  y  de  E.  á  O.  (desde  el  castillo  á  la  puerta  de  las  Huer- 
tas), de  316. 

El  conjunto  de  la  población  no  deja  de  ser  agradable.  Sus 
casas  blanqueadas,  sus  calles  y  plazas  alegres,  y  sus  ediñcios 
públicos  bien  conservados,  hacen  que  esta  plaza  sea  una  de  las 
más  principales  que  cuenta  Extremadura. 

La  casa  consistorial  es  de  la  segunda  mitad  del  siglo  xvi. 
Se  mandó  levantar  en  tiempos  de  Felipe  II.  Es  de  aspecto  mo- 
numental, con  un  soportal  de  24  metros  de  longitud  y  2*50  de 
latitud,  sostenido  por  10  magníficas  columnas  de  granito,  todas 
de  una  sola  pieza  y  de  3*50  metros  de  caña. 

La  parroquial  de  Nuestra  Señora  de  Roque* Amador,  situada 
en  el  castillo,  es  un  templo  antiguo,  de  trazado  imperfecto.  Aneja 
á  esta  parroquial  estuvo  siempre  la  aldea  del  Pino.  Su  párroco 
tiene  el  título  de  arcipreste,  que  fué  siempre  una  dignidad  de  la 
orden  de  Alcántara.  Este  edificio  es  obra  del  siglo  xiv.  Su  cons- 
trucción es  árabe. 

La  otra  parroquial,  la  Encarnación,  está  en  el  centro  de  la 
villa,  y  tiene  una  portada  árabe  de  muy  buen  gusto. 

En  1664,  con  ocasión  de  la  guerra  de  Portugal,  se  quemó 
otra  parroquial,  la  de  Santiago,  que  quedó  destruida  á  muy 
luego,  como  lo  estarán  muy  pronto  los  conventos  de  San  Fran- 
cisco y  el  de  monjas  clarisas,  ambos  suprimidos  cuando  la  ex- 
claustración. La  portada  de  este  monasterio  es  un  verdadero 
monumento  artístico,  de  muy  ajustado  y  bello  orden  corintio, 
obra  del  siglo  xvi. 

Hemos  dicho  que  Valencia  de  Alcántara  era  arcipreztazgo 
de  la  orden  de  Alcántara.  Lo  fué  desde  el  siglo  xv. 

También  es  cabeza  del  partido  judicial  de  su  propio  nombre, 
comprendiendo  los  ayuntamientos  siguientes :  Carbajo,  Cedillo, 
Herrera  de  Alcántara,  Herreruela,  Membrío,  Pino  de  Valencia, 
Salorino,  Santiago  el  Carbajo  y  Valencia  de  Alcántara,  con  una 
población  de  15,800  almas. 


C  Á  C  E  R  E  S  865 


IV 


En  esta  villa  han  nacido  algunos  hombres  ilustres^  y  entre 
éstos  los  más  principales  son : 

Fr.  Martín  de  Valencia,  teólogo  y  orador  sagrado,  nacido  en 
1480.  Estudió  teología  en  Coria  y  en  1504  tomaba  el  hábito  de 
San  Francisco,  siendo,  desde  su  juventud,  modelo  de  santidad 
por  su  unción  evangélica  y  amor  á  las  prácticas  cristianas. 

En  las  primeras  expediciones  á  la  América,  marchó  para 
ejercer  entre  los  indios  el  apostolado.  Siguió  á  Pizarro  por  todas 
sus  conquistas  en  el  reino  de  Méjico,  y  pasó  después  á  la  Nueva 
España,  siendo  el  primer  apóstol  evangélico  en  este  país,  donde 
murió  querido  de  todos  y  bendecido  por  los  indios. 

Juan  Delgado  de  Valencia,  navegante  y  capitán  famoso  en 
América,  nacido  en  1496.  En  1533,  cuando  las  tropas  de  Piza- 
rro asaltaron  el  palacio  de  los  Incas,  en  Méjico,  Delgado  de 
Valencia,  con  Pizarro,  Orellana  y  Velázquez,  fué  de  los  que  más 
cruelmente  trataron  al  rey  Atahuallpa,  repartiendo  sus  tesoros 
entre  los  codiciosos  aventureros,  que  convirtieron  todo  lo  de  los 
Incas  en  botín  de  guerra.  Nunca  disculpará  la  historia  las  esce- 
nas vandálicas  que  por  entonces  se  hicieron  por  nuestras  tropas 
en  presencia  y  aun  con  aplauso  del  P.  Vicente  Valverde. 

V.  P.  Pedro  de  Melgar,  religioso  místico  nacido  en  los  me- 
diados del  siglo  XVI.  Siendo  bien  joven  entró  en  la  familia  fran- 
ciscana, y  á  los  26  años  vistió  la  cogulla  para  honra  de  la  orden, 
al  decir  de  las  crónicas  de  la  misma,  en  cuyo  sentir  falleeió  en 
opinión  de  santidad. 

D.  Francisco  Chumacero,  político  eminente,  nacido  en  el 
año  de  1556,  del  noble  hidalgo  D.  León  Páez  Chumacero.  Fué 
en  sus  primeros  tiempos  militar,  pero  trocó  bien  pronto  esta 


109 


866  c  A  c  E  R  E  s 

carrera  por  la  civil,  en  el  ramo  administrativo,  llegando  al  alto 
puesto  de  Visitador  general  del  Consejo  de  la  Real  Hacienda. 
En  últimos  del  siglo  xvi  el  Rey  le  nombró  de  su  Consejo  y 
Real  Cámara.  Estando  visitando  la  Real  Hacienda  en  los  reinos 
de  Andalucía,  hubo  de  casarse  en  Málaga  con  doña  Catalina  Ca- 
rrillo de  la  Vega-Lasso,  de  la  noble  familia  de  estos  apellidos, 
de  quien  tuvo  á  D.  Juan  Chumacero  y  Carrillo,  embajador  de 
Felipe  III  en  Roma,  en  tiempos  del  papa  Urbano  VIII,  conocido 
por  el  cardenal  Barberini, 

Excmo.  Sr.  D.  Juan  Chumacero  Sotomayor  y  Carrillo,  pri- 
mer conde  de  Guaro,  nacido  en  1588,  hijo  del  anterior. 

En  1 604,  pasó  Juan  Chumacero  á  Salamanca,  en  cuya  Uni- 
versidad hizo  sus  estudios  literarios,  como  colegial  mayor  del 
arzobispado,  recibiéndose  de  doctor  en  Leyes  á  los  23  años, 
esto  es,  en  161 1,  en  cuya  época  vivía  en  Madrid  con  su  padre, 
que  servía  en  el  Consejo  Real  y  en  la  Cámara  de  S.  M. 

El  D.  Juan  Chumacero  entró  á  prestar  sus  servicios  en  la 
Secretaría  del  ministerio  de  Estado,  que  había  sido  creada 
en  1529  por  Carlos  V,  organizando  su  archivo  con  los  papeles 
que  despachara  el  rey,  informados  por  los  Consejos,  cuyos  dic- 
támenes originales  custodian  los  expedientes. 

Por  la  época  en  que  servía  este  destino,  que  era  la  de  1628 
á  1632,  escribió,  en  colaboración  con  Pimentel,  ilustre  obispo  de 
Córdoba,  la  siguiente  obra :  Memorial  dado  por  Z?.  Juan  Chu^ 
macero  y  Carrillo  y  D,  Fr,  Domingo  Pimentel^  Obispo  de  Cor- 
doba^  á  Urbano  VIII^  año  de  lójj^  la  Respuesta  de  Mr.  Ma- 
raldi y  Satisfacción  á  la  Respuesta  (S.  1.  ni  a.) 

En  1633  fué  nombrado  por  D.  Felipe  IV  embajador  de 
España  en  Roma  cerca  de  S.  S.  el  papa  Urbano  VIII,  poco 
antes  de  la  muerte  de  éste,  y  con  su  sucesor,  Inocencio  X,  con- 
servó grandes  relaciones. 

En  1 646  vino  de  Roma  á  ocupar  la  presidencia  del  Consejo 
de  Castilla,  en  cuyo  cargo  continuó  hasta  su  muerte. 

Fundó  mayorazgo  para  su  hijo  Alonso  en  1657,  en  Madrid, 


C  A  C  E  R  E  S  867 

ante  Francisco  Suárez,  escribano  del  rey,  muriendo  á  bien  poco, 
cargado  de  honores  y  de  años. 

Su  Memorial  es  una  obra  notable,  pues  con  gran  energía 
atacaba  los  abusos  de  la  Nunciatura  en  Madrid  y  los  excesos 
cometidos  en  España  por  la  corte  romana. 

En  8  de  Setiembre  de  1648,  D.  Felipe  IV  le  nombró  conde 
de  Guaro. 

Fué  testamentario  de  la  reina  D.^  Isabel  de  Borbón,  primera 
consorte  de  Felipe  IV,  mereciendo  grandes  favores  de  este  mo- 
narca como  cuenta  Moreri  en  su  Diccionario  (letra  C,  folio  1 20), 
y  D.  Blas  García  en  su  Ley  de  Sucesión, 

A  los  títulos  que  gozó  en  vida  este  Chumacero,  hay  que 
agregar  el  de  alcaide  de  Miajadas. 

Su  título  de  Conde  pasó  en  el  siglo  xviii  al  condado  de 
Castroponce. 

Al  licenciado  D.  Diego  López,  afamado  escritor  humanista, 
nacido  en  la  segunda  mitad  del  siglo  xvi.  Estudió  en  Salaman- 
ca y  fué  uno  de  los  latinistas  más  famosos  de  su  época.  Escri- 
bió muchas  y  buenas  obras,  algunas  de  las  cuales  no  se  han  pu- 
blicado. Conocemos  de  él  las  siguientes : 

I.*  Aulo  Persio  Flcuco^  traducido  en  lengua  castellana,,, 
con  declaraciófi  magistral  (Burgos,  1609). 

2.*  Comento  en  defensa  del  libro  IV.,.  del  Arte  Gramática 
de  Nebrija  (Salamanca,  16 10). 

3.*  Licentiato  D.  F,  Carrillo  Ckumacero  Regio  Consiliario 
un  Foro  regio  VcUlesoletano  Didacus  López  saluten  plurim^m 
vitamque  exoplat  (s.  a.  ni  1.  de  i.,  pero  seguramente  en  el 
de  1617). 

Esta  obra,  que  se  compone  de  16  páginas,  en  versos  lati- 
nos, describiendo  con  elegancia  la  villa  de  Valencia  de  Alcánta- 
ra, asegura  el  señor  Barranta  y  Moreno  que  ha  sido  traducida 
al  castellano  por  D.  Felipe  de  León  Guerra.  No  conocemos  esta 
traducción  que  dudamos  se  haya  hecho. 

4.*     La^  obras  de  Publio  Virgilio  Marón  en  lengua  caste- 


868  C  Á  C  E  R  E  s 

—       ■  -  ■  ■     ■  II       ■  I  ■■  ■  y      ■^       »    I    -        ■     »i  ■  .1      ■■■■■■■  —  .         ■         I    ■■    ■ 

llana^  con  comentarios  (Valladolid,  1620:  Lisboa,  1627:  Valen- 
cia, 1 721). 

5.*  Los  ntieve  libros  de  los  Exemplos  y  virtudes  morales 
de  Valerio  Máximo ^  traducidas  y  comentados  (Sevilla,  1631: 
otra  Ídem,  en  1632). 

6.*  Declaración  magistrcU  sobre  los  emblemas  de  Andrés 
AlcitOf  con  todas  las  historias^  antigüedades^  moralidad^  etc. 
(Valencia,  1684). 

7.*  Declaración  magistral  sobre  las  sátiras  de  yuvenal y 
Persio^  principales  de  los  poetan  satíricos  (Madrid,  1692). 

El  escritor  D.  Diego  fué  muy  fecundo  y  figuró  mucho  en 
sus  tiempos. 


CAPITULO  VI 


La  «Ambracia  Vettonia»  no  fué  Plasencia. 

Fundación  de  esta  ciudad  y  su  escudo  de  armas. — Panorama  artístico 

que  presenta  desde  el  exterior.  —  La  catedral  de  Plasencia  y  sus  obispos. 

La  obra  escultural  del  Coro 


I 


ARA  ir  á  Plasencia,  desde  Valencia  de  Alcántara, 
se  hace  el  viaje  con  gran  comodidad  por  la  vía 
férrea,  pasando  por  Herreruela,  que  se  ve  asen- 
tada  en  una  ancha  hondonada;  la  Aliseda,  que 
asoma  en  las  faldas  de  la  sierra  del  Algibe,  y  que  los  ro- 
manos fundaron  con  el  nombre  de  IsaUecus^  según  Pto- 
lomeo,  aunque  otros  autores  la  llaman  SalUecus;  el 
Arroyo  de  Malpartida,  que  apenas  si  moja  el  suelo  que 
recorre  en  busca  del  Tajo;  el  Casar,  mísera  aldehuela, 
de  pobre  aspecto;  Cañaveral,  del  que  hablamos  en  nues- 
tra expedición  á  Coria;  y  Mirabel,  población  romana,  engran- 
decida en  1 1 86  por  D.  Alfonso  IX,  reconquistada  por  D.  Fer- 
nando III  y  uno  de  los  pueblos  más  importantes  del  señorío  de 
D.  Luís  de  Zúñiga,  que  se  tituló  en  tiempo  de  Carlos  V  mar- 


870  C  A  C  E  R  E  S 


qués  de  Mirabel.  Unos  21  hilómetros  después  de  esta  villa  apa- 
rece Plasencia,  la  bella,  la  ñorida  Dulcís  Plácida^  como  la  lla- 
man algunos  geógrafos  antiguos,  á  nuestro  entender  con  poco 
fundamento,  ó  la  Ambracia  Vettona^  como  la  denominan  otros, 
con  menos  razón  aún.  Ptolomeo  cita  á  Plasencia  en  sus  Tablas, 
por  el  nombre  de  Deóbriga  Vettona^  pero  está  probado  que 
esta  ciudad  corresponde  con  la  actual  Béjar,  de  Salamanca. 

En  las  inmediaciones  de  Plasencia  se  encontró  una  piedra 
que  estuvo  colocada  en  una  casa  de  la  calle  del  Rey,  con  la  si- 
guiente inscripción: 

PAGVS.  AMBACENSIS. 

Esto  es:  aldea  Ambracense,  que  debió  ser  algún  lugarejo 
próximo  á  la  Ambracia  de  los  Vettones^  acaso  arrabal  ó  barrio 
extramuros  suyo. 

Á  tres  kilómetros  de  Plasencia  está  la  iglesia  de  Nuestra 
Señora  del  Puerto,  donde  existe  otra  piedra,  traída  de  Cápparra, 
con  la  siguiente  inscripción: 

SALTVS   AMBRACENSIS. 

que  es  lugar  de  montes  ó  de  pastos  de  la  Ambracia^  y  am- 
bas inscripciones  coinciden  con  el  nombre  de  Ambroz  que  lleva 
el  río  que  corre  cerca  de  estos  sitios,  y  que  los  romanos  deno- 
minaron F lumen  Ambracia^  ó  lo  que  es  igual,  río  de  Ambrcuia^ 
que  llaman  Ambraca  algunos,  ó  Amba  otros;  pero  la  Ambraca 
es  variante  de  Ambracia^  y  Amba  el  nombre  de  una  población 
de  la  Hética,  que  nada  tuvo  de  común  con  Plasencia,  aunque 
otra  cosa  diga  Fr.  A.  Fernández,  discurriendo  sobre  el  origen  y 
nombre  primitivo  de  esta  ciudad,  con  largas  disquisiciones,  en  su 
Historia  y  anales  de  la  ciudad  y  obispado  de  Plasencia  (Ma- 
drid, 1627),  libro  que  han  seguido  Moreno  de  Vargas,  Sando- 
val,  Acuña,  Tamayo  de  Salazar,  Ramírez  de  Prado,  y  los  im- 


C  Á  C  E  R  E  S  871  ' 

prescindibles  Fr.  Vivas  y  Fr.  Román  de  la  Higuera,  que  no 
podían  faltar  entre  los  primeros,  en  esto  de  admitir  todo  lo  más 
absurdo  de  la  fábula  (i). 

Plinio  cita  á  los  Axabracenses  como  habitantes  de  una  región 
de  la  Lusitania,  y  sin  otro  razonamiento  Fr.  A.  Fernández  dice 
que  el  sabio  naturalista  se  quiso  referir  á  los  Ambracenses^  y 
por  ende  á  los  hijos  de  Plasencia,  ni  más  ni  menos  que  si  los 
Axabracenses  fuesen  Ambracenses  y  la  Ambrosia  Plasencia. 

Hay  opiniones  en  favor  de  que  Malpartida  de  Plasencia  fue- 
se Ambracia:  la  hay  también  de  que  lo  fué  Aldeanueva  del  Ca- 
mino, situada  á  30  kilómetros  NNO.  de  Plasencia.  Esta  opinión 
la  encontramos  justificada  con  pruebas  irrevocables.  En  Aldea- 
nueva  se  ven  trozos  de  columnas,  fustes,  basamentos,  inscrip- 
ciones, monedas  de  la  República  y  del  Imperio,  y  cuatro  puen- 
tes de  sillería  cortada  á  405  metros  de  la  población.  Por  otra 
parte,  las  dos  vías  romanas  que  pasan  inmediatas  á  la  villa,  y 
el  río  denominado  Flumen  Ambracice^  que  baña  su  comarca, 
son  indicios  bastantes  á  dar  asiento  sobre  Aldeanueva  á  la  an- 
tigua Ambracia  Vetiona. 


(i)  Dice  Fr.  A.  Fernández,  que  Plasencia  es  Ambracia,  fundada  por  una  colo- 
nia griega  de  Macedonia  y  Ambracia,  con  el  nombre  de  aquella  otra  ciudad  del 
Epiro  mencionada  por  Ovidio,  Estrabón  y  Ptolomeo;  al  igual  que  nuestros  antepa- 
sados al  descubrir  allende  los  mares  nuevos  territorios,  dieron  á  los  pueblos  que 
fundaran  nombres  que  recordaban  aquellos  otros  que  los  vieron  nacer.  Fr.  A.  Fer- 
nández dando  á  Plasencia  una  antigüedad  que  no  tiene,  hace  esfuerzos  de  imagi- 
nación, sin  razón  alguna  en  qué  apoyar  sus  débiles  fundamentos. 

Según  él,  colonias  griegas  venidas  á  este  apartado  sitio,  lejos  por  otra  parte  de 
los  mares  orientales,  fundaron  una  gran  ciudad  á  la  que  pusieron  el  nombre  de 
Ambracia,  y  asegura  que  una  torre  que  en  la  Fortaleza  existía,  se  llamaba  de  Am- 
broz,  «del  nombre  de  un  moro  así  llamado  según  la  tradición.»  Pero  aun  admitien- 
do este  origen  fabuloso,  esta  torre  no  podía  deber  el  nombre  á  tal  origen,  porque 
la  torre  fué  mucho  más  antigua  que  este  moro  y  todos  los  mahometanos  que  vi- 
nieron á  España,  y  el  vocablo  Ambroz  es  para  él  una  corrupción  del  de  Ambracia, 
y  la  torre  debió  antes  llamarse  de  Ambracia, 

Los  griegos  fundaron  poblaciones  en  la  Península  Ibérica,  sobre  todo  en  su  li- 
toral del  E.;  pero  éstas  fueron  menos  en  el  interior  y  al  O.  y  no  es  razón  que  prue- 
be la  fundación  de  una  ciudad  por  los  griegos,  en  el  sitio  hoy  ocupado  por  Plasen- 
cia, la  de  que  hubiera  en  otras  partes  poblaciones  fundadas  por  ellos.  Aquí  lo 
necesario  era  probar  que  la  población  llamada  Ambracia  fuese  hechura  suya,  y 
además  que  sea  esta  ciudad  Plasencia  y  no  otra. 


872  C  Á  C  E  R  E  S 


A  Plasencia  la  baña  el  río  Jertc;  no  se  conocen  dentro  de 
ella  restos  de  población  griega  ni  romana :  las  inscripciones  y 
lápidas  del  marqués  de  Mirabel  y  de  los  Vargas,  como  los  res- 
tos romanos  que  recogiera  el  canónigo  Frabugo  y  Belluga,  en 
el  siglo  anterior,  fueron  traídas  de  Cápparra  unas,  y  de  la 
Oliva  (Otovesia)^  otras,  y  finalmente,  las  lápidas  Pagus  Ambra- 
censis  y  Saltus  AmbracensiSy  de  que  hablamos  anteriormente, 
se  refieren  á  pequeñas  poblaciones  pertenecientes  á  la  jurisdic- 
ción de  Ambracia^  y  distintas,  por  tanto,  de  esta  ciudad. 


II 


El  lugar,  pues,  de  Ambroz  fué  indudablemente  origen  de  la 
población  de  Plasencia,  en  el  siglo  xii,  como  se  prueba  por  el 
privilegio  dado  en  1 180  por  D.  Alfonso  VIII  (después  de  ganar 
á  los  infieles  dicha  villa  de  Ambroz) y  fechado  en  8  de  Marzo 
de  1227  (i),  que  comienza  diciendo:  Quanto  largtus  Jides...^  y 
reproducido  en  el  de  confirmación  de  D.  Alfonso  el  Sabio,  era 
de  1273,  dado  en  Segovia  á  18  de  Junio,  y  en  el  que  se  dice: 
€,,,ad  honor etn  Deiy  in  loco  qui  antiqmtus  vocabatur  Ambroz 
urbem  edifico  y  cuyo  PlcLcenciat  vt  deo  Placeat  et  Hominibus 
nomen  imposuit...^  Por  estas  palabras  se  deduce  que  no  el  lugar 
de  Ambracta^  como  suponen  algunos,  sino  en  el  pequeño  (in  loco) 
Ambroz,  se  fundó  Plasencia  (2).  Fr.  A.  Fernández,  incurriendo 
en  gran  contradicción,  es  de  este  parecer;  pues  en  el  cap.  III  de 


(i)    Año  de  I  [89  de  nuestra  era. 

(2)  Tamayo  de  Salazar,  en  la  Vida  de  San  Epi/anio,  págs.  18371 84,  reproduce 
parte  de  este  privilegio  en  estos  términos:  Ego  Adefonsus  DeiGraiice^  Rex  Castillx 
et  Toleti,  una  cum  Uxore  mea  Eleonora  Regina^  et  filiabus  meis  inf antis  Berengaria 
et  Urraca^  ad  honorem  Dei  in  loco  qui  antiguitus  vocabatur  Ambroz,  Urbem  oedifici, 
cui  Placentia  (ut  Deo  placeat)  nomem  imposuit,,. 


C  Á  C  E  R  E  S  873 


SU  Historia  y  anales  de  esta  ciudad^  dice  textualmente:  c  Edificó 
f  también  (Alfonso  VIII)  esta  ciudad  de  Plasencia  en  la  parte  de 
»la  provincia  de  Lusitania  que  los  antiguos  llamaron  Vettonia  y 
f  otros  Extremadura^  habiendo  ganado  á  los  moros  el  lugar  de 
^Ambroz;^  afirmación  que  había  ya  hecho  el  docto  P.  Mariana, 
con  más  autoridad  acaso  que  el  historiador  placentino,  y  en  tér- 
minos también  más  precisos  que  éste  significando  que  Ambroz 
era  un  lugarejo  (pagus)^  como  en  la  inscripción  anteriormente 
citada  se  indica  (i).  Sábese  que  cuando  en  1 198  se  hicieron  las 
murallas  de  Plasencia,  se  edificó  en  un  extremo  de  ellas  una 
torre  ó  fortaleza  que  dominaba  la  comarca,  y  se  le  dio  el  nom- 
bre de  Torre  de  Ambroz^  acaso  porque  ocupara  el  lugar  princi- 
pal del  pequeño  pueblo  al  que  robó  su  nombre,  perteneciente  de 
antiguo  al  obispado  de  Avila,  como  dice  Fr.  L.  de  Ariza  cuando 
afirma  c  que  la  población  que  había  en  Plasencia  Junto  á  una 
» torre  qué  ahora  está  en  la  Fortaleza  y  se  llama  la  Torre  de 
>  AmbroZy  por  los  años  de  iioi  pertenecía  al  obispado  de  Avila^ 
>y  el  pontífice  Lucio  III  comisionó  á  los  obispos  de  Salamanca 
>y  Zamora  para  que  compeliesen  á  los  vecinos  que  obedeciesen 
>como  á  su  prelado  al  Obispo  de  Avila  (2).»  Y  Matías  Gil,  dis- 
curriendo sobre  la  fundación  de  Plasencia,  dice  (3)  que  «D.  Al- 
yfonso.  Rey  de  Castilla,  llegando  á  la  mayor  edad,  se  encarga 
»el  primero  de  tomar  sobre  sí  este  cuidado  (el  de  proseguir  la 
> conquista).  Pone  sitio  y  gana  la  ciudad  de  Cuenca  en  el  año 
>de  1 177;  dilata  con  ésta  los  términos  de  su  dominio,  y  en  el 
>año  siguiente  de  11 78,  en  las  fronteras  de  su  reino,  y  donde 
f  había  una  Aldea  llamada  Ambroz^  que  pertenecía  al  obispado 
»de  Avila,  empieza  á  edificar  la  ciudad...  con  el  significativo 


(i)  En  8u  Historia  general  de  España,  al  c. XIV,  dice :  Placentice  urbi,  in  regui 
finibus  constitua  et  Episcopi  jure  ilustrata^  ubi  pagus  antea  erat  Ambrocius  no- 
mine, quod  nomem  Placentice  apellacione  mutarepiacuit,  homini  causa  cuasi Domini 
et  hominibus  piaciture  et  ex  regionis  amenitate,.. 

(3)    Historia  de  Ávila^  parte  I,  fol.  8. 

(-?)    En  su  libro  Las  Siete  Centurias  de  la  Ciudad  de  D.  Alfonso  VIH,  pág.  16. 

IXO 


874  C  Á  C  E  R  E  S 


» nombre  de  Plasencia  que  le  dio  su  fundador...»  Probado  que- 
da, con  el  testimonio  de  los  autores  más  autorizados,  que  Pla- 
sencia se  fundó  en  fines  del  siglo  xii  y  no  en  las  épocas  fabulo- 
sas de  los  colonos  griegos  venidos  de  Macedonia  y  la  Ambracia, 
como  emigrantes  que  eran  de  la  ciudad  llamada  Calcedonia.  Si 
alguna  duda  pudiese  aún  caber  sobre  nuestra  afirmación,  ahí 
está  el  fuero  de  D.  Alfonso  VIII,  inserto  en  otro  de  D.  Alfonso 
el  Sabio  (i),  que  autoriza  cuanto  decimos  sobre  el  particular. 


(i)  Helo  aquí :  «....Cuanto  mas  se  propaga  la  fe  y  se  aumenta  la  Heligion  Cris- 
tiana, mas  gloria  recibe  la  Magestad  del  cielo  por  la  invocación  de  su  divino 
nombre,  y  mas  patente  se  hace  á  los  fíeles  aquello  que  les  está  prometido ;  por  lo 
que  es  obra  piadosa  y  conveniente  para  la  salud  de  las  almas,  construir  ciudades 
en  estos  lugares  que  confinan  con  las  regiones  de  los  paganos,  plantar  agregacio- 
nes de  cristianos,  que  sean  un  obstáculo  á  la  maldad  de  los  infieles,  y  alabanza  y 
gloria  del  Creador;  por  lo  cual  Vo,  Alfonso,  por  la  gracia  de  Dios,  Rey  de  Castilla 
y  de  Toledo,  en  unión  con  mi  esposa  Leonor,  Reina,  y  con  mis  hijas  las  Infantas 
Berenguela  y  Urraca,  para  honor  de  Dios,  en  el  lugar  que  antiguamente  se  llamó 
de  Ambroz,  edifiqué  la  ciudad  á  laque  impuse  el  nombre  de  Placbncia  utplaceat 
Deo  et  hominibus,  para  que  agrade  á  dios  y  á  los  hombres  ;  y  á  esta,  y  á  su  Con- 
cejo presente  y  futuro,  y  á  sus  hijos  y  descendientes  de  estos,  asigno,  dono  y  con- 
cedo términos,  por  las  metas  y  mojones  inclusos,  que  indico  en  torno  de  la  ciudad, 
designados  en  la  forma  que  prescribo,  y  divididos  con  los  montes,  aguas  y  fuen- 
tes, con  todas  sus  direcciones  y  pertenencias,  para  que  tengan  aquellos  términos 
desiertos  ó  poblados,  de  la  manera  que  mejor  les  convenga,  ya  sea  para  pastos,  ya 
para  destinarlos  á  la  agricultura,  >;  de  ellos  y  en  ellos  hagan  lo  que  quieran.  En  las 
partes  que  están  mas  allá  del  Tietar  sean  sus  términos,  por  la  parte  del  Tajo  el 
mismo  rio  según  se  cruza  por  el  vado  de  Alarza,  siguiendo  luego  el  camino  recto 
á  Cabeza  mayor  de  la  Pedernasola.  Desde  Pedernasola  en  derechura  á  Piedrahita, 
desde  Piedrahita  pasando  via  recta  por  las  Cabezas  de  Terrazas  hasta  el  rio  Tietar, 
y  mas  allá  del  Tietar  á  la  garganta  de  Chiellar.  Desde  la  garganta  de  Chiellar,  por 
la  carrera  recta  que  va  á  lo  alto  del  Valle  de  Vellido,  y  por  el  Valle  de  Vellido 
incluso  según  se  va  luego  en  derechura  á  la  Cabeza  de  D.  Pedrolo,  é  inclusa  la 
Cabeza  de  D.  Pedrolo  según  entra  el  camino  en  el  rio  Tormes,  y  comprendido  el 
Tormes  hasta  el  arroyo  de  la  Muía,  que  entra  en  el  mismo  rio,  y  luego  el  arroyo  de 
la  Muía  arriba  según  va  á  lo  alto  de  Falgosin,  y  desde  Falgosin  según  se  marcha 
hasta  la  Calzada  de  Guinea  {a).  Mas  allá  del  Tajo  por  el  supradicho  vado  de  Alar- 
za; y  según  sale  el  camino  del  vado,  camino  recto  al  puerto  de  Ibor;  y  además  el 
Castillo  de  Albalat  con  su  término,  que  es  según  caen  las  aguas  hacia  el  Castillo 
de  todas  aquellas  partes.  Mas  allá  del  Tajo,  desde  el  puerto  de  Ibor,  según  se  va 
rectamente  al  rio  que  se  llama  /vlmont,  y  desde  Almont  incluso  según  cae  el  rio 
Gebla  en  el  Almont ;  y  el  rio  Gebla  arriba  según  corre  á  Tamujas,  derecho  luego 
á  Cafránt  de  Montanchez,  al  campo  de  Lucena  y  á  la  Sierra  de  San  Pedro ;  y  desde 
estos  términos  en  adelante  cuanto  pudieren  adquirir  los  Placentinos,  Y  dentro  de  las 
dichas  metas  os  concedo  la  aldea  de  Monsfrac,  no  obstante  que  yo  tenga  el  casti- 

{a)    La  yia'Laia,  6  calzada  romana. 


C  Á  C  E  R  E  S  875 

Pero  á  la  vez  que  el  Fuero  de  fundación,  dio  también  el  octavo 
Alfonso  un  sabio  Fuero  Municipal,  que  no  sirvió  solamente  para 
la  fundación  de  Plasencia,  como  han  creído  muchos  autores, 
porque  merced  á  él  la  ciudad  se  pobló  en  muy  poco  tiempo  de 
pecheros  y  gentes  nobles,  y  en  sus  disposiciones,  tanto  legisla- 
tivas como  administrativas,  se  daban  garantías  á  los  poblado- 
res, y  se  concedía  á  su  Concejo  un  derecho,  á  par  que  se  le 
imponía  la  obligación  de  levantar  fuerzas,  que,  acaudilladas  por 
sus  magistrados,  en  unión  de  los  obispos,  aumentaban  las  hues- 
tes del  monarca.  Los  Concejos  de  entonces  alzaban  sus  pendo- 
nes, defendían  las  murallas  y  el  territorio  de  su  población, 
hacían  correrías  en  el  campo  de  los  agarenos,  y  protegían  los 
privilegios  é  inmunidades  de  la  municipalidad  contra  los  ataques 
todos  de  los  magnates. 

Fundó,  pues,  Alfonso  VIII  á  Plasencia,  dándole  fueros  y  pri- 
vilegios que,  íntegros,  confirmados  por  D.  Fernando  IV,  en  el 
año  1335  (i),  se  conservan  en  el  archivo  municipal,  á  través  de 
las  vicisitudes  de  seis  siglos.  Pero  hizo  más  el  octavo  Alfonso 


lio.  Y  esta  mi  donación  con  sus  términos  fijados  permanezca  estable  y  persevere 
inviolable.  Mas  si  alguno  presumiere  ó  intentase  romper,  infringir  ó  disminuir  en 
algo  esta  mi  donación,  incurra  de  lleno  en  la  ira  de  Dios  Omnipotente;  y  si  traidor 
la  violare  sufra  las  eternas  penas,  pague  para  nuestra  parte  Real  mil  libras  de  oro 
purísimo  (a),  y  os  resarza  duplicado  el  daño  que  os  infiriere  en  los  supradichos 
términos.  Hecho  en  Flacencia,  Era  de  1227  (b),  á  los  2  ^  de  Marzo,  segundo  año 
después  que  el  Serenísimo  Alfonso  Rey  de  Castilla  y  de  Toledo  armó  Caballero  á 
Alfonso  Rey  de  León,  y  el  mismo  Alfonso  Rey  de  León  rindió  ^/ei7o  homenaje  al 
dicho  Alfonso  Rey  de  Castilla  y  de  Toledo,  y  el  mismo  ya  repetido  Alfonso  Ilustre 
Rey  de  Castilla  y  de  Toledo  armó  también  Caballero  al  hijo  del  Emperador  de  los 
romanos,  llamado  Conrado,  y  le  dio  por  muger  á  su  hija  Berenguela.  Y  yo  Alfon- 
so, reinante  en  Castilla  y  en  Toledo,  esta  Carta  con  mi  propia  mano  firmo  y  corro- 
boro (c).» 

(i)    De  nuestra  era  1297. 

{aj  "La  Ltóra  era  una  moneda  imaginaria  que  tuvo  diferentes  valores.  La  catalana  ó  barcelonesa  venia  á 
▼aler  unos  xo  y  medio  reales  de  nuestra  moneda ;  la  valenciana  15  reales,  y  hubo  libra  que  valía  xa  onxas  de 
oro,  ó  fuese  equivalente  hoy  á  la  cantidad  de  3,840  reales.  No  podemos  consignar  con  exactitud  el  valonde 
estas  mil  lióras  dg  oro  /urtsima  impuestas  de  pena  al  que  infringiese  esta  donación. 

{&)    Año  de  1x98  de  nuestra  era. 

{c)    En  18  de  Junio  de  1373. 


876  C  A  C  E  R  E  8 

por  Plasencia:  le  concedió  el  uso  de  un  escudo  de  armas,  que  sir- 
vió también  para  señalar  su  pendón  municipal. 

Consisten  éstas  en  plateado  escudo,  en  cuyo  centro  campea 
un  castillo  maxonado ;  á  su  izquierda  un  pino,  y  á  la  derecha  un 
castaño,  ambos  árboles  arrancados,  porque  tienen  sus  rafees 
descubiertas:  orla  el  escudo  la  siguiente  divisa,  empresa  ó  mote 
tomado  del  privilegio  fundacional:  placeat  deo  et  hominibus 
(Para  que  agrade  d  Dios  y  á  los  honores). 

Estas,  pues,  son  las  ar- 
mas que  dio  el  rey  D.  Alfon- 
so VIII  á  Plasencia.  £1  Ayun- 
tamiento usa  hoy  mismo  su 
primitivo  sello  con  escudo  de 
armas  para  timbrar  los  docu- 
mentos oficiales,  cuyo  escu- 
do heráldico  pasamos  á  expli- 
car. 

La  plata  sígnifíca  en  la 
heráldica,  entre  otras,  la  vir- 
tud de  la  pureza,  limpieza  é 

ESCUDO  DE  ABMA8  DE  PLASBNCA  íntCgridad. 

El  castillo  es  gerogHfico 
de  grandeza,  elevación,  asilo  y  salvaguardia. 

Los  dos  árboles  de  los  costados  simbolizan  la  lealtad  y  fide- 
lidad. 

El  pino  es  alegoría  á  la  firmeza,  y  representa  la  perseve- 
rancia. 

■Y  el  castaño  significa  la  fertilidad. 

Descifran  los  cronistas  antiguos  estos  caracteres  distintivos 
del  escudo  dicho,  diciendo: 

Placencia  poblada  por  caballeros  íntegros,   limpios  y  puros, 

SERÁ  UN  ASILO  y  SALVAGUARDIA  DE  CaSTILLa;  SERA  FIEL  CON  PERSEVE- 
RANCIA, Y  POR  SUS  VIRTUDES  Y  POR  SU  FERTILIDAD  AGRADARÁ  A  DiOS  Y 
k  LOS  HOMBRES. 


C  A  C  E  R  E  S  877 


Con  estos  recuerdos  históricos  nos  aproximábamos  á  Piasen- 
cía,  al  romper  sus  rayos  et  sol,  en  un^  mañana  de  primavera 


de  1885.  Et  panorama  que  ofrecía  la  ciudad,  mirada  á  larga  dis- 
tancia, era  encantador.  Veíamos  de  tejos  un  alto  acueducto, 
obra  del  siglo  xiv;  más  allá  un  hermoso  puente;  en  distancia 
más  lejana  los  torreones  y  cubos  del  amurallamiento,  obra  del 
siglo  xii;  detrás  las  torres  del  consistorio  municipal,  construc- 
ción del  siglo  XV;  y  en  el  centro  de  tantos  recuerdos  antiguos 
un  lujoso  coronamiento  de  capiteles  y  remates  calados,  obra  de 
los  mejores  tiempos  del  Renacimiento.  Era  la  catedral,  ediñcio 
sin  terminar  aún,  grande  por  su  forma,  suntuoso  por  su  trazado. 


878  C  A  C  E  R  E  S 


y  en  el  que  todo  es  bueno,  desde  los  basamentos  hasta  los  re- 
mates, desde  los  interiores  hasta  las  agujas. 

£1  efecto  que  producían  los  rayos  blanquecinos  del  naciente 
astro  sobre  aquellas  piedras  ennegrecidas  por  la  acción  del 
tiempo;  las  sombras  proyectadas  entre  los  torreones;  las  alme- 
nas, los  capiteles  y  las  agujas  caladas ;  el  silencio  que  reinaba 
en  la  campiña,  todo  parecía  indicar  que  nos  acercábamos  á  una 
ciudad  misteriosa,  á  una  ciudad  deshabitada,  á  un  pueblo  de 
muertos,  donde  no  habíamos  de  encontrar  más  que  edificios  ce- 
rrados, calles  tortuosas  y  desiertas,  y  palacios  arruinados. 

Plasencía,  fundada  en  1 1 78  por  el  rey  D.  Alfonso  VIII,  es 
una  hermosa  matrona  que  camina  á  su  decrepitud,  y  muestra 
orgullosa  sus  antiguas  grandezas  á  los  que  se  acercan  á  con- 
templarla. 

Todavía  conserva,  en  parte,  algunos  trozos  muy  principales 
de  los  muros  levantados  á  fines  del  siglo  xil  Sus  altos  torreo- 
nes, llamados  por  el  vulgo  cubos^  aparecen  construidos  después 
de  la  muralla,  á  la  que  están  adosados  sin  enlace  ni  trabazón 
alguna,  como  se  ha  visto  al  derribar  los  que  han  desaparecido. 
El  último  de  éstos,  el  que  estaba  flanqueando  la  Puerta  del  Sol^ 
nos  manifiesta  esta  verdad.  £1  estar  sólo  adosados,  puede  indi- 
car que  se  construyeron  después,  no  llevando  enlace  con  el  resto 
del  muro,  para  impedir  que,  batida  la  torre,  se  aportillase  la 
muralla,  pues  con  este  sistema  de  construcción  bien  podía  caer 
la  torre,  apareciendo  incólume  el  muro  para  mejor  resistir  la 
defensa. 

Parece  que  estos  muros  fueron  levantados  por  la  familia  de 
los  Paniaguas^  apellido  ilustre  que  tres  hermanos,  venidos  del 
reino  de  León,  llevaban;  señores  del  valle  de  Cimanes  y  de  la 
villa  de  Villonarte  (de  donde  eran  naturales),  que  fueron  de  los 
primeros  pobladores  que  vinieron  á  esta  ciudad,  llamado  uno  de 
ellos  Ñuño  Fernández  Paniagua,  de  donde  procede  por  varonía 
la  casa  del  marquesado  de  Santa  Cruz.  El  escudo  de  armas  de 
estos  caballeros,  que  se  ve  puesto  en  la  muralla,  en  el  cuerpo 


88o  C  Á  C  E  R  E  S 


de  ella,  de  piedra  firmísima,  indica  que  estas  armas  se  colocaron 
allí  cuando  se  construyó  la  muralla,  en  los  años  de  1 1987  1 199, 
inmediatamente  después  que  la  reconquistaron  de  los  moros, 
cuando  la  tomó  Abentjucef,  á  los  diez  y  siete  años  de  su  funda- 
ción, esto  es,  en  1 196. 

De  aquí  se  deduce  que  los  Paniaguas  fueron  los  primeros 
vecinos  de  esta  ciudad,  y  tenían  el  gobierno  de  ella,  porque  nin- 
gunas otras  armas  se  hallan  en  el  muro  hasta  trescientos  años 
después,  cuando  fijaron  los  Carvajales  las  suyas  en  la  puerta  de 
TrujÜlo,  por  la  gran  parte  que  tuvieron  en  la  reducción  de  Pía- 
sencia  á  la  corona  real,  y  porque  entró  por  allí  la  gente  que 
trajeron  consigo. 

Las  armas  de  los  Paniaguas  están  en  el  primer  lienzo  del 
muro  á  la  Puerta  del  Sol  y  á  la  izquierda,  enfrente  del  Hospital 
de  la  Cruz  6  San  Roque^  por  cima  del  tejado  de  la  primera  casa, 
muy  cerca  del  ángulo  formado  por  el  muro  y  el  cubo.  Allí  se  ve 
denegrido  por  los  siglos  ese  escudo  nobiliario,  acaso  de  los  pri- 
meros que  registra  la  historia  heráldica  en  Extremadura,  pues 
se  remonta  á  fines  del  siglo  xii.  Todavía  recuerdan  á  estos  Pa- 
niaguas la  dehesa  llamada  Torre  de  Paniagua^  que  en  el  repar- 
timiento de  estas  tierras  les  tocó,  y  el  apellido  que  aún  llevan 
familias  de  Plasencia. 

Con  esta  ancha  línea  murada  que  levantaron  los  Paniaguas, 
y  las  78  torres  mencionadas,  que  se  construyeron  después, 
en  1 201,  va  unida  la  obra  del  Alcázar,  llamado  vulgarmente  el 
Castillo,  que  es  de  la  época  de  las  torres,  y  viene  á  completar 
las  obras  de  defensa  de  la  ciudad,  en  principios  del  siglo  xiii. 
Aunque  en  ruinas,  puede  examinarse  esta  obra  que  es  perfecta 
y  de  fábrica  tan  sólida  que  es  lo  mejor  que  de  sus  tiempos  se 
conserva  en  Extremadura. 

Este  Alcázar  se  levantaba  en  la  parte  más  eminente,  al  N.  de 
la  ciudad,  defendido  por  el  interior  ó  lado  de  la  población,  con 
su  ancho  foso,  que  aún  se  distingue.  Este  foso  se  llenaba  de 
agua  sobrante  de  los  aljibes  por  conductos  de  los  que  aún  se 


C  Á  C  E  R  E  S  88l 

ven  restos  en  la  izquierda  del  muro,  hacia  la  Puerta  de  San  An- 
tón^  y  otros  que  se  han  descubierto  posteriormente.  Un  puente 
levadizo  daba  paso  á  la  entrada  del  castillo,  defendida  por  los 
dos  tambores  ó  cubos  pequeños  que  hoy  se  conservan,  con  tres 
saeteros  cada  uno.  Delante  de  este  Alcázar  había  una  gran  pla- 
za llamada  de  los  Llanos^  á  manera  de  campo  de  guerra,  for- 
mando una  gran  esplanada  que  tenía  por  objeto  evitar  todo 
ataque  de  sorpresa  por  la  parte  de  la  población.  Este  campo 
raso  se  tendía  en  su  latitud  desde  el  Alcázar  hasta  la  línea  de 
casas  de  la  población,  como  hoy  mismo  puede  verse;  y  en  su 
longitud  desde  el  muro  de  la  derecha,  bajando  del  castillo,  has- 
ta la  calle  de  la  Cerca. 

En  esa  eminencia  de  la  población,  terreno  franco  y  abierto 
á  la  defensa,  no  se  levantaban  más  edificios  que  el  Alcázar  y  la 
Catedral  primitiva,  caracterizando  ambos  edificios  su  época:  el 
uno  representaba  la  fe,  el  otro  la  fortaleza:  el  uno  simbolizaba 
el  honor,  el  otro  la  religión. 

Plasencia  aprisionada  dentro  de  estos  muros,  defendida  por 
su  Castillo  ó  Alcázar,  bañada  por  las  aguas  del  Jerte,  en  íntima 
vecindad  con  sus  barrios  de  Santa  Elena,  San  Miguel  y  San 
Juan,  con  sus  huertos  frondosos  y  su  campiña  amena,  ofrece  un 
panorama  sorprendente  que  nos  recuerda  sus  mejores  tiempos. 


IV 


Hemos  citado  ya  la  catedral  y  obispos  de  Plasencia.  Impor- 
tante es  la  historia  de  una  y  de  otros,  que  se  remonta  á  los  orí- 
genes de  la  ciudad  de  D.  Alfonso  VIII. 

Poblada  la  ciudad  por  las  gentes  que  trajo  este  monarca,  y 
á  muy  luego  de  darla  nombre,  privilegios  y  armas,  pidió  á  Roma 
que  se  erigiese  en  sede,  para  su  mayor  engrandecimiento  y  es- 


XZI 


882  C  Á  C  E  R  E  S 

plendor  de  la  monarquía,  accediendo  á  ello  el  papa  Clemen- 
te III,  que  dio  bula  de  fundación  del  obispado  placentino 
en  1 189  (i),  ocupando  en  1 190  la  silla  episcopal  D.  Bricio,  que 
falleció  2 1  años  después,  en  1 2 1 1 ,  para  que  ocupase  su  vacante 
el  famoso  bejarano  D.  Domingo,  que  supo  trocar  el  báculo  por 
la  lanza,  y  acudía  lo  mismo  al  campo  de  batalla  que  á  las  festi- 
vidades de  la  Iglesia.  En  la  batalla  de  las  Navas  de  Tolosa^ 
como  en  la  conquista  de  Cáceres  y  Trujillo,  aparece  este  prela- 
do al  lado  del  monarca  mandando  el  Concejo  de  Plasencia,  que 
fué  el  que  decidió  el  triunfo  de  las  Navas^  pues  cuando  la  victo- 
ria parecía  decidirse  por  los  árabes,  D.  Alfonso  VIII,  movido 
juntamente  del  peligro  y  de  la  afrenta  que  amenazaba  se  quería 
meter  por  lo  más  espeso  de  los  enemigos,  entonces  le  detuvo 
el  arzobispo  D.  Rodrigo  Jiménez  de  Rada,  que  estaba  á  su  lado, 
se  adelantó  el  postrer  escuadrón  que  estaba  de  reserva,  com- 
puesto de  los  canónigos  y  caballeros  de  Plasencia,  y  por  su  es- 
fuerzo, y  el  de  los  demás,  que  reanimados  con  este  ejemplo 


(i)  «Clemente,  Obispo  siervo  de  los  siervos  de  Dios:  Carísimo  hijo  en  Cristo, 
Ilustre  Rey  de  Castilla  Alfonso,  Salud  y  Apostólica  bendición,  etc.,  etc. 

«Entonces  cumplimos  conforme  al  beneplácito  de  Dios,  cuando  procuramos  con 
todas  nuestras  fuerzas  levantar  el  corazón  de  los  Príncipes,  para  que  extienda  el 
culto  de  su  Nombre  divino,  y  los  enemigos  de  la  fe  católica  sean  exterminados. 

»Por  eso  NOS  tenemos  que  acoger  con  singular  solicitud  todo  piadoso  deseo, 
excitamos  con  diligentes  exhortaciones,  para  la  ejecución  de  esos  deseos,  apro- 
bando lo  que  se  nos  pide,  invitando  cuanto  podemos,  y  esperando  que  tengan  feliz 
éxito  las  obras  que  proceden  de  una  santa  intención.  De  aquí  que  siendo  muy  re- 
comendable vuestro  Real  deseo  de  dilatar  los  términos  de  la  Religión  Cristiana, 
ya  implantada  en  la  ciudad  de  Plasencia,  que  por  la  divina  clemencia  y  con  el 
valor  de  tu  brazo  la  sacaste  del  poder  de  los  Ismaelitas  librándola  de  &u  furor,  con 
nuestra  autoridad  Apostólica  la  constituímos  en  Cátedra  Episcopal.  Y  con  Dióce- 
sis suficiente,  según  tu  real  propuesta,  erigimos  su  Iglesia  en  Catedral,  y  como 
Villas  que  para  su  jurisdicción  Canónica  le  han  sido  señaladas  las  que  se  desig- 
nan en  el  presente  escrito,  á  saber:  Trujillo,  Medellín,  Mons-Fragorum  y  Santa 
Cruz  con  todas  sus  pertenencias. 

»Para  que  esta  concesión  permanezca  íntegra  é  inviolable  en  los  futuros  tiem- 
pos, establecemos  que  á  ninguno  le  sea  permitido  romper  esta  nuestra  confirma- 
ción, ni  aumentarla,  ni  ir  contra  lo  dispuesto.  Si  alguno  sin  autoridad  bastante 
atentare  contra  lo  dispuesto,  ó  pretendiere  hacer  innovaciones,  caiga  en  la  indig- 
nación del  Dios  Omnipotente,  y  en  la  de  sus  Santos  y  bienaventurados  apóstoles 
Pedro  y  Pablo.» 


C  A  C  E  R  E  S  883 


volvieron  á  la  carga,  se  mejoró  la  pelea,  quedando  el  campo 
por  los  cristianos.  Para  memoria  de  tan  heroico  hecho  de  ar- 
mas, se  concedió  á  los  caballeros  castellanos  que  á  la  batalla 
asistieron,  honrasen  sus  blasones,  añadiendo  á  las  armas  que 
tenían  en  sus  escudos  una  cruz,  en  memoria  del  triunfo  que  ésta 
había  obtenido.  Los  caballeros  placentinos  que  allí  concurrieron 
pusieron  en  sus  escudos  esa  cruz  que  hoy  mismo  se  ostenta  en 
algunos  de  los  muchos  escudos  de  armas  que  aún  se  ven  en  los 
palacios  solariegos  de  las  familias  linajudas  de  Plasencia. 

Más  tarde,  D.  Fernando  III  de  León  marcha  á  la  Andalucía 
contra  los  moros.  Enferma  en  Guadalajara  el  arzobispo  D.  Ro- 
drigo que  le  acompañaba  en  la  jornada,  según  costumbre,  y  el 
Rey  envía  con  su  campo  al  obispo  D.  Domingo,  que  lleva  con- 
sigo la  mesnada  y  gente  de  guerra  placen  tina.  Los  soldados  del 
Obispo  se  portan  valerosamente,  y  ganan  por  las  armas  á  los 
moros  algunas  plazas  de  importancia.  Ponen  cerco  á  la  ciudad 
de  Jaén,  pero  no  pueden  ganarla;  vuélvense  sobre  Priego,  que 
logran  rendir  animados  con  la  presencia  del  Rey,  pasan  á  cu- 
chillo á  muchos  de  sus  defensores,  y  hacen  prisioneros  á  los  que 
retirados  al  Castillo  se  rindieron  después.  Marchan  luego  sobre 
Loja,  que  toman  á  viva  fuerza;  combaten  su  castillo,  que  asaltan 
á  escala  vista,  pasando  á  cuchillo  á  los  moros  que  le  defendían, 
y  desmantelan  sus  murallas.  El  Rey,  al  frente  del  ejército,  con 
el  obispo  D.  Domingo,  persigue  á  los  árabes  hasta  los  mismos 
muros  de  Granada,  talando  y  quemando  los  campos  y  jardines 
de  la  Vega.  Hacen  un  movimiento  rápido  de  avance  sobre  la 
villa  de  Montejo  y  la  toman  á  viva  fuerza;  pero  advierte  el  Rey 
que  por  estar  muy  avanzada  en  campo  enemigo  no  podía  con- 
servarla, y  desmantelando  sus  muros  y  torres,  arrasa  la  villa. 
D.  Domingo,  haciendo  las  veces  del  Arzobispo  de  Toledo,  y 
como  Legado  Apostólico,  asistió  siempre  al  Rey  en  estas  glo- 
riosas empresas,  con  los  caballeros  y  peones  de  Plasencia,  por- 
que desde  el  Concilio  Lateranense,  celebrado  en  el  año  de  1215, 
en  el  que  se  hallaron  tanto  él  como  el  arzobispo  D.  Rodrigo, 


884  C  Á  C  E  R  E  S 


(que  defendía  la  primacía  de  su  iglesia  de  Toledo),  se  le  conce- 
dió la  legacía  de  la  Santa  Sede  en  España,  pues  estando  impe- 
dido D.  Rodrigo  señaló  á  D.  Domingo  para  dicho  puesto,  en 
el  que  falleció  el  año  de  1235,  ocupando  su  vacante  D.  Adán, 
tercer  prelado  de  esta  sede,  cuando  D.  Fernando  III  había  dado 
multitud  de  privilegios  á  Plasencia. 

D.  Adán,  también  guerrero,  acudió  con  gente  de  su  diócesis 
á  la  conquista  de  Córdoba;  pues  eran  estimadas  y  consideradas 
las  huestes  placen  tinas  como  más  aguerridas,  á  causa  del  con- 
tinuo ejercicio  que  tenían  de  pelear  contra  los  moros,  estando 
como  estaban  en  sus  fronteras,  y  con  los  cuales  tenían  conti- 
nuas escaramuzas,  correrías  y  encuentros. 

D.  Adán  fué  uno  de  los  cinco  prelados  que  siguieron  el  cam- 
po ó  ejército  del  Rey,  según  el  arzobispo  D.  Rodrigo  (i),  que 
es  testigo  de  mayor  fe  en  estos  sucesos  que  le  fueron  contem- 
poráneos. Estos  cinco  obispos,  verdaderos  capitanes  de  guerra, 
fueron  el  de  Osma,  que  tenía  las  veces  de  Legado  Apostólico 
del  arzobispo  D.  Rodrigo,  que  entonces  se  hallaba  en  Roma; 
D.  Adán,  de  Plasencia;  D.  Gonzalo,  obispo  de  Cuenca;  D.  Do- 
mingo de  Baeza,  y  D.  Sancho  de  Coria.  Dirigidos  los  ejércitos 
por  estos  prelados  ponen  cerco  á  la  ciudad  de  Córdoba  que  se 
rinde  el  mismo  día  de  San  Pedro,  29  de  Junio,  en  cuya  memo* 
rabie  fecha  la  ganan  los  cristianos,  yendo  los  cinco  Obispos  á  su 
célebre  mezquita  mayor  y  la  consagran,  dedicándola  á  la  Virgen 
María,  erigiéndola  en  Catedral.  No  contento  el  Rey  con  ha- 
cer suya  la  famosa  corte  de  los  Califas,  se  acuerda  que  hacía 
260  años  el  famoso  Almanzor,  rey  de  Córdoba,  había  traído 
robadas  las  campanas  de  Santiago,  en  hombros  de  cristianos, 
para  que  sirviesen  de  lámparas  en  la  mezquita  cordobesa,  y 
dispone  que  de  la  misma  manera  fuesen  restituidas  por  los  pri- 
sioneros árabes  á  Santiago  y  las  colocasen  en  su  lugar  (2). 


(i)    Libro  IX,  cap.  X  y  XVII  de  su  Historia  de  España. 

(2)    Este  suceso  lo  desmienten  algunos  historiadores;  la  mayoría  de  los  cro- 
nistas lo  admiten  como  cierto. 


C  A  C  E  R  E  s  88$ 


£1  obispo  D.  Ximeno  de  Simón,  más  místico  que  guerrero, 
prestó  gran  atención  al  gobierno  de  su  diócesis,  como  los  dos 
Pedros  que  le  sucedieron  y  como  D.  Juan  Alonso,  que  asistió  á 
las  cortes  que  celebró  D.  Sancho,  en  1 288,  recabando  del  mo- 
narca la  confirmación  de  los  fueros  dados  por  sus  antecesores  á 
Plasencia.  Su  sucesor  D.  Diego  vivió  largo  tiempo  al  lado  del 
rey  D.  Sancho  en  Valladolid,  con  cuyo  motivo  este  monarca 
favoreció  á  Plasencia  con  nuevos  fueros,  en  pago  de  los  buenos 
servicios  que  su  Concejo  le  prestara  en  las  guerras  (i). 


(i)  «Sepan  cuantos  esta  carta  vieren  como  NOS  D.  SANCHO  por  la  gracia  de 
Dios,  Rey  de  Castilla,  de  Toledo,  de  León,  de  Galicia,  de  Sevilla,  de  Córdoba,  de 
Murcia,  de  Jaén,  de  Algarve  y  Señor  de  Molina.  Catando  los  muchos  y  buenos  ser- 
vicios que  recibieron  aquellos  Reyes,  onde  NOS  venimos,  de  los  Caballeros  y  de 
los  otros  hombres  buenos  de  Estremadura,  y  parando  mientes  en  los  grandes  ser- 
vicios que  NOS  de  ellos  tomamos  cuando  éramos  infante,  y  después  quQ  reinamos, 
ó  sea  señaladamente  en  la  de  Monteagudo;  y  cuando  Aben-Juceph  y  Aben-Jacob 
su  hijo  cercaron  á  Jerez  por  dos  veces;  é  NOS  fuimos  allí  y  la  descercamos;  y  ca- 
tando el  servicio  que  nos  hicieron  en  el  cerco  de  Tarifa,  que  combatimos  y  toma- 
mos por  la  fuerza  de  las  armas ;  y  cuan  bien  se  portaron,  y  cuan  lealmente  guar- 
daron nuestro  señorío  contra  los  movimientos  é  fechos  que  el  Infante  D.  Juan  hizo 
contra  NOS.  E  otrosí  por  los  muchos  servicios  que  nos  hicieron  cada  vez  que  me- 
nester de  ellos  les  hubimos.  NOS  habiendo  voluntad  de  les  dar  en  galardón,  acor- 
damos de  hacer  nuestras  Cortes  en  Valladolid,  y  con  acuerdo  de  los  Prelados,  y 
de  los  Maestros  de  las  Órdenes,  y  de  los  Ricos  Homes  é  de  los  Infanzones  y  con  los 
Caballeros  de  Estremadura  que  NOS  tomamos  spbrc  esto  para  nuestro  Consejo; 
mandamos  á  todos  los  de  Estremadura  que  allí  con  NOS  eran  nos  digesen  si  en 
algunas  cosas  pudieren  recibir  favor  que  nos  mostrasen  y  les  haríamos  merced 
sobre  ello.  E  Nos  por  hacerles  bien  y  merced  á  todos  los  concejos  de  Estremadura 
por  estos  servicios  sobredichos,  y  por  otros  muchos  que  nos  hicieron  y  harán  de 
aquí  adelante,  á  NOS  ó  á  los  que  de  NOS  vinieren,  y  señaladamente  porque  la  Rei- 
na D.*  María,  mi  mujer,  y  el  infante  D.  Fernando,  nuestro  hijo  primero  y  heredero, 
nos  pidieron  muy  eficazmente  merced  por  ellos,  les  otorgo  estas  cosas  que  en  esta 
carta  son  dichas.» 

El  Rey  les  hace  30  mercedes,  de  las  que  solamente  damos  á  conocer  algunas. 
La  5.*  en  orden  en  que  aparecen  en  el  cuaderno  es  la  siguiente : 

«otrosí.— A  lo  que  nos  pidieron  que  les  sacásemos  los  Alcaldes  y  Justicias  que 
había  de  fuera  y  que  les  mandásemos  que  viniesen  á  los  lugares  do  fueren  Alcal- 
des y  Justicias  á  cumplir  su  derecho  á  los  querellosos,  tenémoslos  por  bien  de  se 
los  sacar;  salvo  en  aquellos  lugares  donde  nos  pidieron  la  mayor  parte  de  ellos 
de  darles  Alcaldes  y  Justicias  de  sus  villas,  á  cada  uno  así  como  lo  pidieron,  y 
mandamos  que  los  Alcaldes  y  las  Justicias  que  allí  hubiere  de  fuera  de  %  años  acá 
nombradas,  que  vayan  cada  uno  á  aquellos  lugares  do  fueren  Alcaldes  y  Justicias; 
y  que  escojan  dos  hombres  buenos  de  aquel  lugar;  uno  que  tome  el  Concejo  y 
otro  el  Alcalde  y  la  Justicia,  y  que  estén  allí  30  dias  á  cumplir  de  derecho  ante 
estos  dos  homes  buenos  á  los  querellosos;  salvo  en  los  pleitos  criminales  que 


886  C  Á  C  E  R  E  s 

La  catedral  de  Plasencia  se  erigió  primeramente  en  un  alto, 
junto  á  la  fortaleza,  donde  después  fué  la  iglesia  de  San  Vicente 
Mártir,  y  más  tarde  Santa  Ana,  edificando  en  este  sitio  última- 


fuesen  en  hecho  de  muertes  de  hombres  ó  de  quitamiento  de  miembros,  que  tene- 
mos por  bien  que  se  les  demande  ante  NOS. 

Merced  6.*— A  lo  que  pidieron  que  los  Escribanos  públicos  fuesen  nombrados 
por  fueros,  y  que  fuesen  naturales  de  las  villas,  leñémoslo  por  bien  de  ponerlos 
en  cada  lugar  muy  buenos  y  de  nuestra  casa  y  naturales  de  las  villas;  y  tales  que 
sepan  guardar  muy  bien  el  nuestro  señorío  y  el  ofício  en  que  los  ponemos,  y  sea 
á  pro  y  guarda  de  la  tierra,  y  el  Escribano  que  more  allí,  y  sirva  la  escribanía  por 
sí  y  ponga  su  signo  en  las  cartas  y  no  otro  alguno. 

Merced  8.<i— A  lo  que  pidieron  que  cuando  mandásemos  coger  nuestros  pechos 
eh  la  tierra  que  los  cogiesen  nuestros  cogedores  por  padrones,  y  que  no  fuesen 
arrendados,  y  los  cogedores  fuesen  buenos  de  manera  que  no  estragasen' la  tie- 
rra, tenemos  por  bien  de  poner  allí  tales  cogedores  y  naturales  de  la  villa;  y  en 
cuanto  á  la  renta,  que  no  se  arriende  sino  que  cuiden  ellos  de  que  se  recaude  de 
buena  manera  y  modo,  que  tengamos  los  pechos  que  nos  hubieren  de  dar,  bien 
y  cumplidamente,  y  nos  socorramos  con  ellos  cada  vez  que  los  hubiéremos  de 
menester. 

La  14,  dice:— A  lo  que  nos  pidieron  que  no  se  les  tomase  servicio  de  los  gana- 
dos que  no  saliesen  de  sus  términos  para  ir  á  estremo,  é  invernasen  en  la  tierra, 
ni  de  los  que  llevaban  á  vender  á  las  ferias  y  mercados,  tenemos  por  bien  que  no 
se  lo  demanden  ni  seJo  tomen  de  los  ganados  que  allí  moraren  todo  el  año. 

La  1  <;.~Otrosí :  A  lo  que  nos  pidieron  que  los  Alcaldes  de  Estremadura  juzga- 
sen en  nuestra  casa  y  corte  los  pleitos  de  Estremadura,  y  no  otros  Alcaldes  de 
otros  lugares,  tenémoslo  por  bien  y  otorgámoslo. 

En  la  3  2.— E  otros! :  A  lo  que  nos  pidieron  que  cuando  fuésemos  á  las  villas  de 
Estremadura  que  el  conducho  que  hubiésemos  menester  NOS  y  la  Reina  y  nues- 
tros hijos  que  los  tomasen  los  oficiales  que  pusiera  el  Concejo,  y  estos  lo  diesen  á 
los  nuestros,  porque  dicen  que  de  nuestros  oficiales  reciben  muchas  vejaciones  ó 
escatimas,  cuando  ellos  lo  tomaban  sin  los  oficiales  del  Concejo,  tenémoslo  por 
bien,  y  otorgámoslo,  y  que  ellos  lo  hagan  así. 

Dice  la  30.— Otrosí :  A  lo  que  nos  pidieron  que  tomásemos  Caballeros  de  Estre- 
madura, de  cada  Obispado  un  Caballero,  que  anduviesen  con  NOS  en  nuestra 
casa  para  que  cuando  á  NOS  viniesen  los  Caballeros  y  los  otros  homes  de  las  vi- 
llas de  Estremadura  y  de  sus  pueblos,  estos  Caballeros  nos  mostrasen  aquellas 
cosas  porque  venían,  y  que  anduviesen  con  nosotros  los  seis  meses  del  año  unos, 
y  otros  los  otros  seis  meses,  entendiendo  que  es  nuestro  servicio  y  pro  y  guarda 
de  la  tierra ;  tenémoslo  por  bien,  y  ellos  que  les  fagan  algo  y  les  provean  de  ma- 
nera que  puedan  allí  andar  bien  y  honradamente.  Y  sobre  esto  mandamos  que 
cuando  algunas  cosas  nos  enviaren  á  mostrar  los  de  Estremadura,  que  aquellos 
sus  procuradores  que  á  esto  vinieron  á  NOS  que  lo  digan  á  estos  Caballeros  que 
han  de  andar  en  nuestra  casa  y  que  nos  lo  muestren  por  medio  de  ellos,  para  que 
lo  mandemos  luego  librar.» 

Y  el  Rey  concluye  el  privilegio  diciendo  : 

«E  porque  el  Concejo  de  la  ciudad  de  Plasencia,  de  villas  y  de  aldeas,  nos  pidie- 
ron merced  que  les  otorgásemos  todas  estas  cosas  sobredichas  é  las  mandamos, 
por  tanto  esta  nuestra  carta  con  nuestro  sello  colgado,  etc.» 


C  Á  C  E  R  E  S  887 

mente  el  colegio  de  la  Compañía  de  Jesús,  hoy  Casa-Hospicio. 
En  principios  del  siglo  xiv  se  comenzó  otro  edíñcio  para 
trasladar  á  él  la  catedral,  como  puede  verse  en  lo  que  se  cono- 
ce como  parro- 
quia de  Santa 
María.  De  este 
antiguo  templo 
no  nos  queda 
más  que  tma  mi- 
tad, pues  en  la 
que  ocupa  el 
crucero  y  capi- 
lla mayor  se  edi- 
ficó la  moderna 
catedral.  La 
iglesia  de  Santa 
María,  aunque 
á  los  historiado- 
res no  haya  lla- 
mado la  aten- 
ción, tiene  im- 
portancia, como 
que  pertenece  á 
los  albores  del 
arte  gótico  en 
España,  y   es 

portante  digno  PLASENCIA.— Pubrta   de   ua   Catedral  vieja 

de  especial  es- 
tudio lo  que  de  ella  nos  queda.  Puede  decirse  que  lo  que  mejor 
se  conserva  de  esta  obra  es  su  fachada  principal,  que  luciría 
más  á  no  hallarse  encajonada  entre  los  cimientos  de  la  nueva 
torre  y  el  palacio  episcopal.  La  parte  de  adorno  y  escultura 
muestra  bien  á  las  claras  el  siglo  en  que  se  edíñcó ;  pues  todos 
los  rosetones,  flores  y  animales  están  ejecutados  de  modo  tal, 


888  c  A  c  E  R  E  s 


que  el  menos  artista  se  atrevería  á  hacerlos  semejantes.  Es  la 
rudeza  de  la  infancia  del  arte  en  España  que  se  determina  mar- 
cadamente en  las  obras  de  aquellos  tiempos.  Encima  de  la  puer- 
ta hay  un  grupo  representando  el  sagrado  misterio  de  la 
Anunciación,  y  por  él  se  puede  formar  exacta  idea  de  la  deca- 
dencia á  que  llegó  la  escultura  en  un  pueblo  como  el  nuestro, 
que  contó  artistas  en  los  siglos  i,  ii  y  iii  que  competían  con  los 
mejores  de  Roma.  En  el  interior  del  ediñcio  nada  se  encuentra 
que  interese  á  las  artes.  Columnas  agrupadas,  bóvedas  de  aris- 
tas y  ventanas  ojivales  con  escasa  luz,  acompañado  todo  esto 
de  tres  altares  de  hojarasca  del  peor  gusto;  es,  en  suma,  lo  que 
el  curioso  hallará  en  este  templo.  Y,  sin  embargo,  su  claustro 
gótico  no  es  malo:  ofrece  en  su  fábrica  muchas  variaciones,  lo  que 
hace  presumir  que  se  edificó  en  épocas  diferentes.  En  sus  bóve- 
das campean  escudos  de  varias  familias,  como  las  de  los  Guz- 
manes.  Castillos  y  Figueroas,  cuyos  apellidos  llevaron  los  prela- 
dos bajo  cuyo  episcopado  labróse  cada  una  de  sus  partes.  En  el 
último  se  hallan  las  del  XXII  obispo  placentino  D.  Gonzalo  de 
Santa  María,  porque  en  su  tiempo^  á  26  de  Marzo  de  1348,  se 
acabó  de  labrar  el  claustro^  y  en  este  día  se  hizo  en  él  la  primera 
procesión  solemne. 

Apenas  concluida  la  catedral  vieja,  pareció  mezquina  para  la 
categoría  de  la  diócesis,  que  en  aquella  época  era  una  de  las 
cuatro  que  más  pingues  rentas  disfrutaban  en  estos  reinos,  así  es 
que  sesenta  años  después,  en  1498,  rigiendo  la  silla  de  esta  sede 
D.  Gutiérrez  Alvarez  de  Toledo,  XXIV  de  los  prelados  placen- 
tinos,  determinóse  construir  una  nueva,  destruyendo  la  vieja,  á 
medida  que  iban  adelantando  las  obras  de  la  áltima.  Según  Fray 
A.  Fernández,  se  platicó  (ejecutó)  con  arquitectos  y  maestros  in- 
signes de  obras ^  mas  uno  llamado  yuan  de  Alvar  hizo  su  capilla 
mayor.  Hay  motivos  para  sospechar  que  este  Juan  de  Alvar  fué 
director  ó  arquitecto  de  todas  las  obras  que  llevaron  el  sello  de 
la  arquitectura  gótica  moderna. 

Faltando  á  la  iglesia  el  trascoro,  sólo  tiene  tres  pilares  á 


C  Á  C  E  R  E  8  889 

cada  lado  para  compartir  las  naves.  Son  éstos  de  suma  gallar- 
día y  de  ñgura  de  una  palma,  pero  con  tal  semejanza,  que  los 
infinitos  arcos  y  fajas  que  de  ellos  se  derraman,  se  extienden  y 
enlazan  en  caprichosos  arabescos  dorados,  para  venir  á  formar 
las  naves. 

Circunda  á  toda  la  iglesia  y  capilla  mayor  un  ándito  con  un 
gracioso  antepecho  incrustado  de  medallones  del  mayor  gusto. 
Veintiuna  ventanas  están  repartidas  en  sus  muros,  y  en  los  pila- 
res del  templo,  colocadas  en  sus  correspondientes  hornacinas, 
regulares  estatuas  que  hacen  muy  buen  efecto. 

Pero  desde  luego  los  objetos  que  más  llaman  la  atención  son 
el  altar  mayor  y  la  sillería  del  coro. 

El  altar  mayor  es  un  conjunto  de  tres  magníficos  cuerpos  de 
arquitectura  con  veinte  columnas  del  orden  corintio  y  muchas 
estatuas  repartidas  en  él,  todo  obra  de  Greogorio  Hernández, 
célebre  escultor  de  Valladolid.  También  tiene  cuatro  soberbios 
cuadros  de  Francisco  de  Rici,  que  en  figuras  mayores  que  el 
natural  representan  la  Anunciación,  el  Nacimiento  de  Jesucristo, 
la  Circuncisión  y  la  Adoración  de  los  Reyes,  y  en  medio  del 
retablo  una  bella  escultura  de  la  Asunción  de  Nuestra  Señora, 
titular  de  esta  s^nta  iglesia,  acompañada  de  ángeles  con  el  apos- 
tolado debajo,  figuras  todas,  así  como  las  demás  estatuas,  semi- 
colosales.  En  los  zócalos  del  primero  y  segundo  cuerpo  se  ve 
representada  en  bajo-relieve  la  vida  de  Jesucristo,  y  en  los  pe- 
destales de  las  columnas,  profetas,  evangelistas,  doctores  y  fun- 
dadores. El  tabernáculo  es  preciosísimo.  Le  forma  un  templecito 
de  hermosa  arquitectura,  compuesto  de  dos  cuerpos  con  colum- 
nas pareadas  de  orden  jónico  y  corintio,  en  cuyo  cornisamento 
están  repartidos  angelitos  que  tienen  en  sus  manos  atributos  de 
la  pasión  de  Cristo. 

Todo  esto  es  lo  mejor  que  se  halla  en  lo  escultural  y  pictó- 
rico dentro  de  la  catedral. 

La  reja  que  cierra  el  coro  es  notable  por  su  trabajo  y  buen 
gusto,  y  en  su  pedestal,  donde  se  juntan  las  verjas  de  la  entra- 


ZZ9 


890  C  A  C  E  R  E  S 

da  cuando  se  cierran,  hay  una  inscripción  que  dice:  ^oannes 
Baptista  Celma  faciebat  anno  DonUni  1604.  Los  altares  colate- 
rales son  de  la  época  de  Churríguera. 


V 


Hablemos  ahora  de  la  sillería  de  este  coro  que  en  sí  es,  se- 
guramente, una  de  las  más  notables  que  se  conocen.  Nos  re- 
cuerda á  la  del  Parral,  y  es  tan  buena  como  la  de  la  catedral  de 
Badajoz,  y  mejor,  por  consiguiente,  que  la  del  monasterio  del 
Escorial.  Está  dicha  sillería  en  la  primera  y  única  bóveda  de  la 
nave  principal,  contrastando  agradablemente  su  rica  ornamenta- 
ción con  la  sobria  de  las  paredes  y  pilares  del  templo.  Consta 
de  26  sillas  en  su  piso  bajo,  con  respaldos  que  rematan  en  atri- 
les, y  39  en  el  piso  superior  del  coro,  coronadas  por  un  guarda- 
polvo y  crestería  de  menudas  labores,  que  son  interrumpidas  en 
los  ángulos  por  graciosos  pináculos,  y  en  el  centro,  sobre  la  silla 
episcopal,  por  uno  más  elevado  en  forma  de  dosel,  acusando  su 
importancia  según  aconsejan  las  reglas  y  el  buen  gusto.  En  los 
tableros  ó  respaldos  de  las  sillas  están  representados  los  Após- 
toles con  otros  santos,  en  maderas  embutidas,  y  en  bajo-relieves 
escenas  del  Antiguo  y  Nuevo  Testamento,  y  en  los  brazos  y 
marcos  contienen  fíguras  caprichosas  de  talla,  estatuítas,  bien 
acabadas,  de  bellas  líneas  en  los  ropajes  y  en  las  proporciones. 
Todo  su  trabajo  es  grande,  prolijo  y  de  gusto,  honrando  en  ex- 
tremo al  artista  que  lo  ejecutó,  cuyo  desconocido  nombre  ha 
quedado  en  el  misterio.  La  tradición  cuenta  de  él  cierta  historia 
que  algunos  cronistas  modernos  han  desdeñado  en  aceptar.  Pa- 
rece ser  que,  orgulloso  de  su  obra,  dijo  que  Dios  no  podría 
hacer  otra  igual,  por  cuya  blasfemia  fué  encerrado  en  una  de 
las  torres  de  la  iglesia;  y  no  alimentándose  más  que  con  aves, 


C  Á  C  E  R  E  S  891 


con  sus  plumas  confeccionó  un  vestido  que  le  sirvió  un  día  de 
redención,  pues  con  él  pudo  volar,  pero  con  tal  desgracia,  que 
cual  otro  Icaro,  en  su  caída  encontró  la  muerte.  Otros  aseguran 
que  fué  la  causa  de  su  prisión  la  guerra  que  le  declararan  sus 
acreedores,  no  faltando  quien  vea  en  las  persecuciones  de  este 
artista  un  pretexto  para  no  pagarle  su  obra  el  Cabildo  catedral. 
Pero  sean  cuales  fueren  los  móviles  á  que  se  atribuyen  sus 
desgracias,  prescindamos  de  la  tradición  y  de  las  crónicas,  y 
busquemos  en  su  propia  obra  las  causas  que  motivaron  el  olvido 
de  su  nombre. 

Si  la  sillería  se  examina  á  la  simple  vista,  sin  buscar  el  culto, 
nada  encontraremos  en  ella  que  no  sea  edificante  y  místico,  ex» 
cepto  á  Jesús  Nifio  entre  doctores,  á  quien  el  artista  tuvo  el  raro 
capricho  de  poner  un  apuntador  viejo  y  al  parecer  tan  sabio 
como  los  doctores  mismos.  Pero  levantemos  los  asientos  de  las 
sillas,  que  giran  como  charnelas,  y  veremos  en  su  parte  inferior 
escenas  al  parecer  grotescas  é  impropias  de  aquel  lugar,  y  que 
si  bien  las  examinamos  no  están  fuera  de  su  sitio,  ni  faltas  de 
sentido  y  relación,  y  mucho  menos  si  llevamos  cada  asiento  á  la 
silla  para  que  fué  construido:  veremos  después  de  esto  que  cada 
escena  tallada  en  el  respaldo  tiene  su  crítica,  comparación  ó  ne- 
gativa en  el  revés  del  asiento,  y  que,  asociados  unos  asuntos  á 
los  otros,  nos  revelan  un  pensamiento  completo,  una  protesta  á 
veces  de  la  doctrina  de  la  Iglesia  ó  la  reprobación  misma  del 
vicio  en  sus  misterios;  así,  pues,  la  aparición  de  Cristo  á  la 
Magdalena  es,  según  el  símil  del  artista,  música  como  la  dada 
por  un  mono  á  un  cerdo;  el  ángel  sobre  el  sepulcro,  un  mons- 
truoso símbolo  de  la  fuerza  y  de  la  furia;  Pilatos  lavándose  las 
manos,  como  un  mono  sobre  un  servicio  y  un  cerdo  lavándose 
las  suyas;  la  resurrección  de  Cristo  se  ejecuta  seduciendo  á  los 
guardias  con  las  mujeres;  la  Encarnación  del  Hijo  de  Dios  es 
como  un  perro  viejo  y  sin  fuerzas,  mirando  á  otro  que  se  come 
el  hueso  que  él  no  puede  roer ;  Jesús  arrojando  á  los  mercade- 
res del  templo  le  compara  á  un  perro  furioso  á  quien  hay  que 


892  C  A  C  E  R  E  S 

sujetar,  y  su  predicación  es  como  la  que  pudo  hacer  un  zorro  á 
una  gallina  con  pollos. 

Sería  prolijo  enumerar  tantas  herejías  como  allí  se  repre- 
sentan;  no  diremos  nada  de  los  atropellos  de  los  frailes  á  la  cas- 
tidad de  laboriosas  doncellas,  ni  de  los  bajo-relieves  represen- 
tando á  coristas  en  forma  de  pellejos  de  vino  cantando  las 
sagradas  letras,  ni  de  otras  tantas  más  que  no  justifican  en 
poco  ni  en  mucho  el  espíritu  místico  del  artista,  aunque  hablen 
muy  alto  de  su  poderoso  ingenio. 

Es  posible  que  los  Padres  graves  de  la  Iglesia  llegasen  á 
comprender  lo  que  acabamos  de  exponer,  y  en  castigo  de  su 
burla  y  herejías,  para  ellos  injustificadas,  nos  privasen  del  gus- 
to de  conocer  el  nombre  de  este  singular  artista,  á  quien  entre- 
garían á  la  Inquisición  para  que  en  sus  calabozos  pagase  sus 
culpas  y  pecados.  Parécenosque  si  fué  así,  él  fué  el  primero  que 
lo  presintiera,  porque  se  hace  representar  en  un  bajo-relieve 
tallando  una  estatua  entre  su  amor  al  arte  y  la  envidia  á  su  es- 
palda, con  el  cuerpo  oculto  observando  todas  sus  acciones,  los 
ojos  hundidos,  el  semblante  airado  y  afilados  los  dientes. 

¿No  es  curioso  todo  esto?  ¿No  es  extraño  á  la  vez?  ¡Ah!  la 
Iglesia  no  ha  perdonado  jamás  á  los  grandes  artistas  las  licen- 
cias ó  expansiones  que  se  permitieron  en  ningún  sentido.  Ha 
sido  la  Iglesia  para  los  grandes  genios  un  tirano  descomunal, 
sangriento,  que  los  ha  devorado  al  primer  desliz. 

Por  lo  demás,  esta  catedral  tiene  el  recuerdo  de  sus  obis- 
pos, entre  cuyo  número  se  cuentan  cardenales  de  gran  renom- 
bre, arzobispos  de  mucha  fama  y  místicos,  sabios,  juristas,  y 
oradores  de  renombrado  mérito  (i),  que  han  .sobresalido  en- 


(i)  He  aquí  el  catálogo  de  los  7 1  prelados  que  han  gobernado  esta  iglesia: 
D.  Bricio  (1190),  D.  Domingo  (1233),  D.  Adán  (1261),  D.  Jimeno  de  Si- 
món (1268),  D.  Pedro  Fernández  (1270),  El  Maestro  D.  Pedro  U  (1283),  D.  Juan 
Alonso  (1290),  D.  Diego  I  (1295),  D.  Domingo  (1^26),  D.  Rodrigo  Ruy  de  Pe- 
dro (1330),  D.  Juan  II  (1333),  D.  Benito  (1342),  D.  Andrés  (1347)1  D.  San- 
cho (1356),  D.  Nicolás  (1362),  Fr.  Juan  Guerra  (1379;,  D.  Pedro  III  (140 1), 
D.  Vicente  Arias  Balboa  (1414),  D.  Gonzalo  de  Zúñiga  (1421),  Fr.  Diego  Ba- 


C  Á  C  E  R  E  S  893 

tre  los  prelados  españoles,  mayormente  durante  los  siglos  xv 
y  XVI. 


dan  (14*7),  D.  Gonzalo  Santa  María  (1448),  ü.  Juan  de  Carvajal  (1475),  Don 
Rodrigo  Dávila  (1496),  D.  Gutiérrez  Alvarez  de  Toledo  (1506),  D.  Gómez  de 
Solís  (i  531),  D.  Bernardino  de  Carvajal  (1526),  D.  Gutiérrez  de  Vargas  y  Car- 
vajal (i5s6),  D.  Pedro  Ponce  de  León  (1573),  Fr.  Martín  de  Córdova  (1578), 
D.  Francisco  Tello  de  Sandoval  (1580),  D.  Andrés  de  Noroña  (1  586),  D.  Juan 
Ochoa  y  Salazar  (i  594),  D.  Pedro  González  de  Acevedo  (1609),  D.  Knrique  de 
Enríquez  (1623),  D.  Sancho  Dávila  de  Toledo  (1625),  D.  Francisco  de  Mendo- 
za (1630),  D.  Cristóbal  de  Lobera  (1632),  Fr.  Plácido  Pacheco  (1639),  ^-  Diego 
de  Arce  y  Reinoso  (1653),  D.Juan  Coello  de  Sandoval  y  Rivera  (1655),  fr.  Fran- 
cisco Guerra  (1657),  D.  Luís  Crespi  y  Borja  (1663:,  Fr.  Alonso  de  Santo  To- 
más (1664),  D.  Diego  Riquelme  (1668),  D.  Diego  Sarmiento  y  Valladares  ( 1677), 
Fr.  Juan  Lozano  (1679),  D.Juan  de  los  Herreros  y  Jarava(i6bi),  Fr.  José  Jiménez 
Samaniego  (1692),  Fr.  Fernando  de  Guzmán  (169*3),  D.  Juan  de  Villare  y  Vozme- 
diano  (1694),  Fr.  José  González  (1698),  D.  Bartolomé  de  Ocampo  (1703;,  D.  José 
Gregorio  de  Rojas  (1709  ,  D.  Bartolomé  Cernuda  y  Pineros  (17  i4),D.  Francisco  de 
Perea  y  Porras  (1720),  Fr.  Juan  de  Montalván  (1721),  Fr.  Francisco  Lasso  de  la 
Vega  y  Córdova  (i  738),  D.  Pedro  Dávila  y  Cárdenas  (1742),  Fr.  Plácido  Bailes  y 
Padilla  (1747),  D.  Francisco  Antonio  Bustamante  (1749),  D.  José  Ignacio  Rodrí- 
guez Cornejo  (175$),  D.  Pedro  Gómez  de  la  Torre  (1759),  D.  Juan  Francisco  Man- 
rique de  Lara  0765),  D.  Francisco  Antonio  Lorenzana  (1767),  D.  José  González 
Lasso  Santos  de  San  Pedro  (1803),  D.  Antonio  Carrillo  y  Mayoral  (1810),  Don 
Cipriano  Várela  ( 1 848),  D.  José  Avila  Cueva  y  Lanas  (1853),  D.  Bernardo  Conde 
Corral  (1858),  D.  Gregorio  María  López  (1868;,  y  D.  Pedro  Casas  y  Souto  (1874). 


CAPÍTULO  Vil 


Bxt«I1or  de  U  catedral  nueva. 

NoUcla  d«l  Mñoiio  de  Jaratc«]o  que  disfruta  el  obispo. 

ConOmiaclóii  de  loi  fueros  de  Plasencla  y  noticia  de  la  Iglesia  pamxiulal 

de  San  Nicolás. — L^  leyenda  de  doña  María  la  Brava. 

Memoria  de  los  Uonroyes  y  Almaraces. — I^  población  Judia  en  Plasanda. 

Plasencla  moderna 


EMOS  hablado  en  el  capítulo  anterior 
de  la  antigua  catedral  de  Plasencia, 
comenzada  en  últimos  del  siglo  xiv  y 
terminada  en    1438,  por  el   obispo 
D.  Gonzalo  de  Santa  María.  El  tra- 
zado de  la  moderna,  su  interior,  como 
la  parte  terminada  de  su  fachada,  es 
notable.  Esto  hace  que  sea  este  un  ediñcio  suntuoso  y  como  tal 
el  mejor  de  Plasencia,  el  más  bello,  el  más  bonito  también  de 
toda  aquella  comarca.  Si  estuviese  terminado,  fuera  mejor  que 
la  catedral  de  Avila  y  más  monumenul  aún  que  la  de  Salaman- 
ca. ¡Qué  columnas  tan  majestuosas!  ¡Qué  portada  de  ingreso 
tan  notablel  ¡Qué  arcadas  tan  magnífícas! 


896  C  A  C  E  R  E  S 

Una  catedral  en  España  es  un  siglo,  es  una  generación,  es 
una  época :  señala  todo  un  período.  La  catedral  de  Plasencia  es 
un  boceto,  mejor  dicho,  un  cuadro  delineado,  sin  color  en  el 
fondo  y  con  las  figuras  casi  terminadas.  Esto  basta  para  que  el 
inteligente  lo  adivine  en  su  mente  tal  y  como  el  artista  lo  había 
de  concluir. 

Dentro  de  aquel  edificio  á  medio  terminar  se  levantó  en 
tiempos  anteriores  un  templo  dedicado  á  María.  Poco  después 
de  su  origen  fué  catedral.  Pero  el  siglo  xv,  más  esplendoroso 
para  la  Iglesia,  encontró  pequeño  el  edificio  para  metrópoli  del 
obispado  placentino,  y  en  1478  lo  destruyó  en  parte  para  edifi 
car  el  que  hoy  existe.  Su  estilo  es  del  Renacimiento,  y  ofrece  el 
carácter  frío  de  su  época:  en  el  conjunto,  ojival;  en  los  detalles, 
plateresco.  Representa  la  lucha  de  las  antiguas  ideas  con  las 
nuevas.  Es  la  catedral  de  Salamanca  frente  á  la  de  Strasburgo; 
es  la  qatedral  de  León  frente  á  la  de  Córdoba. 

La  catedral  de  Plasencia  no  contiene  obras  de  arte  fuera 
de  su  altar  mayor  y  el  coro,  que  hemos  descrito.  No  obstante, 
su  fachada  moderna,  especialmente  en  la  portada  principal,  sor- 
prende sobremanera  con  los  cuatro  órdenes  de  columnas  en  cada 
uno  de  los  cuerpos  en  que  está  dividido  su  trazado,  no  menos 
que  los  cuerpos  salientes  de  los  costados,  coronados  de  elevadas 
agujetas,  que  dan  al  edificio  el  tono  general  de  las  catedrales  de 
Alemania,  por  sus  esculturas  delicadísimas^  por  sus  altos  relie- 
ves y  menudas  filigranas  en  dura  piedra  berroqueña.  El  célebre 
arquitecto  Juan  de  Alba  hizo  el  trazado  de  este  edificio  y  la  ca- 
pilla mayor,  como  la  fachada  que  hemos  descrito,  terminada  en 
1494,  en  tiempos  del  obispo  D.  Gutierre  Alvarez  de  Toledo; 
Diego  de  Silva  prosiguió  las  obras,  que  continuaron  bajo  la  di* 
rección  de  Alfonso  de  Covarrubias,  suspendiéndose  en  fines  del 
siglo  XVII,  y  quedando  sin  terminar  este  edificio  que  pudo  ser  de 
los  mejores  de  España,  á  estar  completo,  según  el  trazado  de 
Juan  de  Alba. 

No  omitiremos  la  circunstancia  de  tener  el  obispo  placentino 


C  A  C  E  R  E  S  897 

el  título  de  señor  de  Jaraicejo,  por  donación  que  de  esta  villa  le 
hiciera  á  su  muerte  el  poderoso  caballero  D.  Pedro  Sánchez  de 
la  Cámara,  secretario  que  fué  del  rey  D.  Sancho  el  Bravo,  á 
quien  sirvió  largos  años.  En  Plasencia  se  casó  con  D.^  Sol,  com- 
prando la  villa  de  Jaraicejo  á  D.  Alonso  Godínez  y  á  su  madre 
D.*  María,  que  la  poseyeron  por  consentimiento  de  la  ciudad,  á 
quien  perteneció  esta  aldea,  aprobando  esta  venta  Fernando  IV. 
D.  Pedro  y  D.*  Sol  fueron  señores  de  muchas  heredades  en 
tierras  de  Medellín  y  campos  de  Meajadas  ó  de  las  Majadas^ 
donde,  tiempo  andando,  se  fundó  la  villa  de  Miajadas,  y  como 
al  morir  no  tenían  sucesión,  dejaron  por  heredero  al  obispo  don 
Domingo  II,  que  fué  el  IX  de  los  prelados  placentinos,  como 
consta  por  la  escritura  otorgada  en  1 1  de  Julio  de  1 296,  y  por 
la  carta  real  de  D.  Fernando  IV,  según  el  privilegio  que  secón 
servaba  en  el  archivo  de  la  Iglesia  Catedral.  La  laguna  que  hoy 
mismo  lleva  el  nombre  de  /?.*  Sol^  y  el  título  de  los  obispos  de 
Señores  de  la  villa  de  Jaraicejo^  nos  confirman  estos  hechos,  y 
nos  recuerdan  al  secretario  de  D.  Sancho  el  Bravo,  buen  caba- 
llero y  piadoso  placentino  D.  Pedro  Sánchez  de  la  Cámara  y 
D.^  Sol,  su  mujer. 


II 


Á  la  muerte  de  D.  Alfonso  el  Sabio  sucedió  D.  Sancho 
el  IV,  llamado  el  Bravo,  por  cuyo  tiempo  Plasencia  levanta 
gente  de  guerra  (así  peones  como  caballeros),  y  con  el  maestre 
de  Alcántara  D.  Fernán  Páez,  fueron  contra  D.*  Margarita  de 
Narbona,  mujer  del  infante  D.  Pedro,  hijo  del  rey  D.  Alfonso  el 
Sabio  (que  tenía  el  señorío  de  Granadilla,  Galisteo,  Ledesma, 
Miranda  y  Sabugal),  el  cual  se  había  confederado  con  el  infante 
D.  Juan  contra  D.  Sancho,  y  por  fuerza  de  armas  le  tomaron  las 


113 


898  C  Á  C  E  R  E  S 

villas  de  Granadilla  y  Sabugal,  cercando  á  D.^  Margarita  en 
Galisteo,  que  una  noche  se  salió  secretamente  de  esta  villa  y  se 
fué  á  Ledesma,  cesando  con  esto  la  guerra  que  D.^  Margarita  y 
sus  confederados  hacían  al  rey  D.  Sancho,  en  tierra  de  Coria  y 
Ciudad -Rodrigo  (i). 

Sábese  que  de  esta  época  datan  los  mercados  semanales  que 
se  concedieron  á  Plasencia,  y  para  cuya  celebración  había  re- 
glas, según  Fuero.  En  una  de  ellas  se  preceptúa  lo  siguiente: 
«Que  á  honor  y  provecho  de  la  Ciudad  se  manda:  que  todos 
>los  menestrales,  zapateros,  herreros,  vaineros,  peliteros,  co- 
>rreonceros,  olleros,  hueseros,  peineros  y  ballesteros,  salgan  el 
>dia  del  mercado  á  la  plaza  con  sus  obras;  pero  que  los  maes- 
»tros  de  los  frenos  y  de  las  armas  vendan  en  sus  casas.» 

Estos  Fueros  eran  tan  amplios  y  liberales,  que  pocas  ciu- 
dades los  gozaron  iguales.  Su  extensión  no  nos  permite  darlos 
en  este  capítulo. 

D.  Fernando  IV  los  confirmó  en  Toro,  el  9  de  Noviembre 
de  1335  (2),  ampliándolos  en  parte,  como  pueden  verse  por  el 
original  que  de  ellos  se  custodia  en  la  Casa  Ayuntamiento  (3). 


( 1 )  Historia  de  Ia  Orden  de  Alcántara,  cap.  XV  del  tomo  I. 

(2)  1  397  de  nuestra  era. 

(3)  Nos  conformamos  con  dar  en  esta  no'ta  el  índice  de  estos  fueros,  que  es  el 
siguiente : 

TÍTULOS  de  los  242  capítulos  de  estos  fueros:— Afirmamiento  del  fuero.— Del 
que  tuviere  casa  poblada.  — De  los  infanzones  y  caballeros.— De  los  pobladores.- 
Del  que  hiciere  de  moros  cristianos.— De  heredar  el  hijo.— De  ir  en  hueste  el  Con- 
cejo.—Del  Señor  só  el  Rey.— De  los  Infanzones.— De  dar  casa  con  prenda.— Del 
cuarto.— Del  justar  en  bodas.— De  Clérigos  no  facer  facendera.— De  dar  raíz  á  fia- 
dores.—Del  que  tesoro  hallare.— De  no  pagar  multa  de  cimiterio  ó  religiosa.— Que 
el  Señor  no  meta  mano  sobre  vecino.— Del  castillo.- De  no  responder  por  ninguna 
cosa.- De  heredar  los  bienes  del  pariente.— Dar  cristiano  por  moro.— Del  que  to- 
mare orden.— De  no  hacer  población.— Del  que  prendiere  aves.— Del  que  dannado 
ha  de  ser.— Del  que  quiera  tener  pesos  y  medidas.— De  no  dar  portazgo  sin  dere- 
cho.—Del  otorgamiento  de  ferias.- De  ser  convenible  á  los  ricos  y  á  los  pobres.- 
Quien  quisiere  quebrantar  fuero.— Cualquier  hombre  estraño  que  fuere  muerto.— 
Del  que  hiciere  mandado  del  Concejo.— De  partir  fieldat  ante  los  hombres.— Del 
que  querellare  al  Concejo.— De  no  hacer  prenda.— Del  que  sacare  corambre  de  la 
villa.— Del  que  metiere  querella  de  Escribano,  de  Alcalde  ó  de  Juez.— De  los  Escri- 
banos.- Del  que  se  echare  al  Viernes  ó  á  la  carta.— Del  que  sacare  armas.— De  ar- 


C  Á  C  E  R  E  S  899 

Por  otra  ley  del  Fuero  se  determina  sobre  la  Suerte  de  los 
oficiales^  ó  sea  de  los  cargos  públicos;  diciendo:  «Esta  conve- 
»niencia  hace  el  Concejo  de  Plasencia,  y  place  á  todos:  que  an- 
iden, esto  es,  que  salgan  ó  se  nombre  el  Juez  y  el  Escribano 
>por  sesmos;  y  cayó  por  suerte  i.^  en  San  Nicolás^  después 

•  San  Martin^  luego  Santa  María,  después  San  Salvador^  de- 

•  tras  San  Peidro  y  después  San    Vicente ^>  que  eran  los  seis 


mas  devedadas.— Del  que  sacare  arma  en  baño.— De  juradores  por  desornamicoto. 
—  Del  que  querella  pusiere  y  después  se  aviniere.— Del  que  hiciere  bando  sobre 
Concejo.— Del  que  encerrare  á  otro  con  armas.— Del  que  se  hubiere  de  salvar  con 
los  connombrados.— Del  que  fuere  hallado  con  hurto.— Del  que  temiere  caimiento 
de  pared  ó  otro  daño  cualquiera.— Del  que  matare  ó  hiriere  á  moro  ó  mora.— Del 
que  forzare  mujer.— De  los  denuestos  y  de  las  deshonras.— De  pleitos  y  convenien- 
cias.—De  falsedad  ó  jura  mentirosa.— Del  que  mujer  velada  tuviere  y  otra  tomare. 
—De  la  mujer  que  hijo  abortare.— De  la  mujer  que  digere  de  tí  so  prennada,—Dt 
mujer  que  hombres  ó  bestia  ligare.— De  mujer  herbolcra.— El  que  cristiano  ven- 
diere.—El  que  padre  ó  madre  matare.— De  los  sodomíticos.— De  las  alcahuetas.— 
Del  hierro  de  la  justicia.— De  las  deshonras  y  de  las  penas.— De  los  adulterios.— De 
los  que  dejan  mal  hacer.— De  los  que  retaren  sin  derecho.— De  las  defensiones.— 
Del  desafiamiento  —De  responder  fírmas  á  reto.— De  llevar  bestia  á  medias.— De 
mandar  la  cosa  que  él  se  tiene. -De  los  que  matan  ó  hieren  en  el. baño. —De  hacer 
casa  en  aldea. -De  encender  rastrojo.— De  las  cosas  que  pertenecen  á  era.— Del  so- 
brellcvador.— De  dar  ayuda  á  moro.— De  hacer  ventana.— De  las  tristegas  ó  letri- 
nas.—Del  daño  de  siervo.- De  defender  mujer  agena.— De  echarse  al  libro.— Del 
libro  al  Key.— A  la  carta.— De  como  juzguen  Alcaldes  por  las  leyes  de  este  libro.— 
De  jurar  Alcaldes  y  todos  los  otros.>  De  demostrar  el  padrón  á  los  vecinos.— De  la 
falsedad  de  escribano.— De  la  escribanía.  -De  los  mayordomos.— De  pesas  y  medi- 
das.—De  andadores.— De  corredores.— Del  sayón  y  pregonero.— De  tomar  paja  y 
prenda.— De  emplazar.— De  recibir  firmas. -De  pagar  calonnas.— De  purgarse  clé- 
rigo.—De  las  ferias.— De  los  presos  y  de  las  prisiones.— Del  que  se  echare  al  Vier- 
nes.—Del  que  quisiere  empecer  al  libro  ó  quebrantar.— Del  tratamiento  de  los  Al- 
caldes.—Del  que  se  echare  dos  veces  al  viernes.— Del  alongamiento  de  los  Alcal- 
des.—Del  que  hiriere  á  Alcalde  ó  á  Escribano.— De  prendar  Alcaldes.— Del  que 
cogiere  haber  del  concejo.— De  no  entrar  en  corral  de  los  Alcaldes  el  Señor.— De 
no  estar  los  andadores  en  corral  de  los  Alcaldes.— De  andador  no  tener  voz  nin- 
guna.—De  corromper  pori  dad. —De  los  contendores.- De  meter  mancuadra.  -  Del 
que  no  quiere  conocer  ó  negare.— Del  que  no  recibiere  el  juicio.— De  no  responder 
sin  querelloso.— De  renovar  juicio.— De  recibir  firmas.— De  aducir  testigos.— De 
las  Juras.—  De  los  voceros.— De  no  responder  por  prendas.- Del  que  tuviere  haber 
del  concejo.— De  querellas  entre  clérigos  y  legos.— De  las  alzadas.— De  dar  vocero 
por  sí.— De  los  desafiados  y  de  los  desafiadores.— De  los  reptados.— De  los  fiadores 
y  de  las  fiaduras.— De  vender  raíz.— De  vender  bestia  á  vecino.— De  las  cosas  ven- 
didas ó  empeñadas.— De  la  fieldat  que  debe  hacer,  y  mancebo  ó  barragana  á  su 
Señor  tener.— Del  que  hiriere  ó  matare  á  su  Señor.— De  los  cuartetos.- De  los 
quinteros.— De  los  hortelanos.— De  los  molineros.- De  los  pastores.— De  cocer 
el  pan.—  Del  baño  y  como  ha  de  ir  cada  uno.—  Del  que  no  pregonare  la  cosa 
que  hallare.— De  los  otorgadores.— De  las  ganancias  de  los  hijos  y  de  las  hijas. 


900  C  Á  C  E  R  E  S 

barrios  ó  parroquias  que  contaba  la  ciudad  en  los  comienzos 
del  siglo  XIII. 

De  estas  parroquias,  que  estaban  intramuros,  sólo  existe 
San  Pedro;  las  demás  han  sido  reconstruidas,  no  muy  lejos  al- 
gunas, pero  sí  en  distinto  lugar  del  que  ocupaban,  como  puede 
verse  por  la  portada  n.®  6  del  Resbaladero  /.®  de  San  Aíartín^ 
que  era  la  misma  del  primitivo  templo.  La  de  San  Nicolás  sa- 
bemos que  en  ñnes  del  siglo  xiii  la  ediñcó  el  abad  de  Santander 


—De  partición  de  marido  y  de  mujer.— Del  testamento.— De  la  mujer  que  se  hi- 
ciere mentirosamente  prennada.— De  guarda  de  huérfanos.- De  meter  hijo  en 
rehenes.— De  ganancias  del  hijo.— De  los  desheredamientos.— De  lo  que  ha  de  ha- 
ber el  viudo  y  la  viuda.— De  ganancia  de  hermanos.— De  los  veladores  de  hueste. 
—Del  que  hiriere  á  otro  con  armas  devedadas.— Del  que  hurto  hiciere  qué  pena 
haya.— Del  que  hiciere  petición  al  Concejo. —Del  Capellán  del  Concejo. — De  los 
cuadrilleros.— De  las  mieses  y  de  los  mensegueros.— Del  que  las  mieses  agenas 
segare  ó  arrancare.  — De  guarda  de  las  viñas.— De  las  huertas  y  de  los  hortelanos. 
—De  daño  de  árboles.- De  determinar  heredat.— De  los  molinos  y  de  las  presas.— 
De  pasar  año  y  dia.— De  no  sacar  bestias  ni  bueyes  de  labor.— De  presas  y  molinos. 
—  De  pobladores  que  á  Plasencia  vinieren.— De  terminar  raiz.— De  la  dehesa  del 
Concejo.— De  las  pedreras  y  ¡peseras.— De  las  fuentes  y  de  los  poyos  del  Concejo. — 
Del  que  casare  con  manceba  ciudadana  ó  aldeana.— De  los  prados  y  de  las  dehesas 
y  de  los  que  arriman  pared.— Del  herrailor  y  de  las  herraduras.— De  los  carpinte- 
ros y  de  los  otros  menestrales.— Del  carnicero  que  carnes  mortecinas  vendiere.— 
Del  que  hurtare  pescado. — Del  que  disparare  armadija.— De  mover  venado.— De 
revendedores.— Do  como  vendan  enjambres  y  corchos.— De  daño  de  bestias  y  de 
canes.— De  gallinas  y  palomas.— De  dar  pennos  por  quien  quier.— Del  que  prenda- 
re como  no  debe.— De  los  tahúres  y  de  los  dados.— De  las  prostitutas.— De  los  alfa- 
queques.— De  Alcaldes  de  hueste.— De  no  responder  al  que  mujer  no  hubiere.— De 
emparejar  las  aldeas.-De  heredad  del  Concejo.— De  responder  todo  tiempo  por 
daño  de  casa.— De  calonna.-yDe  sobrellevar  por  ladrocinio.— De  pagar  deuda.— Del 
que  tregua  de  Rey  quebrantare.- De  los  revendedores  que  fuero  quebrantaren. — 
De  alfaqueque  ó  redentor  de  cautivos  falso.— De  no  hacer  puente.— De  herir  ó  ma- 
tar á  hombre  no  vecino.— De  forzar  mujer.— De  no  dar  heredad  á  hombre  de  orden. 
—De  no  meter  moro  en  la  villa.— De  las  herencias.  — De  la  suerte  de  los  oficiales.— 
De  no  dar  portazgo  de  ninguna  cosa.— De  dar  portazgo  y  cuánto  por  cada  carga.— 
Del  que  salvo  demandare  en  aldea.— De  otorgamiento  del  Rey.— De  no  traer  vino 
á  Plasencia.— De  no  entrar  por  puente.— De  concejo.— De  adquirir  heredad.— De 
entregar  por  mandado  de  Alcaldes.— Del  que  no  le  prendare  á  fuero.  — Del  que  en- 
fermare.—Del  que  vendiere  portiello.—Dt  plazo  juzgado.— De  las  cosas  forzadas.— > 
Del  que  querella  hubiere  de  mancebo  ageno.— De  los  que  barajaren  en  Concejo.— 
De  prueba  de  mancebo  contra  Señor.— De  la  semencera.— De  responder  á  vecindad. 
—De  tener  caballo  á  fuero.— De  echar  á  pacer  caballo.— De  los  que  fueren  en  apelli- 
do y  los  bofordadores.— De  dar  hallazgo  por  bestia.— Del  que  cortare  castaño.— De 
no  traer  vino  á  la  villa.— De  lo  que  den  á  cada  uno  cuando  fueren  en  mandado  del 
Concejo.— Reformas  y  confirmamientos  de  los  Reyes  D.  Sancho  el  Bravo  y  D.  Fer- 
nando el  IV  el  Emplazado. 


C  Á  CE  R  E  S  901 

D.  Ñuño  Pérez  de  Monroy,  frente  á  su  palacio  denominado  de 
Las  dos  Torres,  y  al  del  marqués  de  Mirabel,  y  entonces  de  los 
turbulentos  Almáraces. 

Es  templo  de  gran  historia,  aunque  de  escasa  importancia 
arqueológica. 
Su  torre,  cua- 
drada y  chata, 
su  portada  y 
todo  el  traza- 
do del  edificio, 
presenta  un 
conjunto  mo- 
desto y  abiga- 
rrado. 

Esta  igle- 
sia nos  recuer- 
da una  trage- 
dia sangrienta 
ocurrida  en  la 
segunda  mitad 
del  siglo  XIV, 
en  que  vivía  el 
famoso  Her- 
nán Pérez  de 
Monroy  y  Ro- 
dríguez, cono- 
cido mayor- 
mente por  e!  nombre  de  e/  Valeroso  Adalid,  según  unos,  ó  por 
el  de  ei  Adalid  Placeniinú,  según  otros.  La  historia  de  este  per- 
sonaje se  remonta  á  los  primeros  días  de  nuestra  reconquista. 

A  últimos  anos  del  siglo  xin,  recién  fundada  la  ciudad  de 
Plasencia  por  D.  Alfonso  VIU,  se  trasladaron  á  ella  con  gentes 
de  otros  reinos  un  Hernán  Pérez,  de  quien  los  poetas  y  roman- 
ceros han  cantado  proezas  infinitas. 


.  902  C  Á  C  E  R  E  S 

De  la  familia  de  este  rico  señor  descendió  Pérez  de  Monroy 
y  Rodríguez,  que  era  hijo  de  otro  célebre  caudillo,  también  lla- 
mado Hernán,  y  de  D.*  Estefanía  Rodríguez,  y  sobrino,  por 
parte  de  su  padre,  de  un  famoso  abad  de  Santander,  también 
placentino,  distinguido  en  el  servicio  de  la  reina  D.^  María,  viu- 
da del  rey  D.  Sancho  el  Bravo, 

Nació,  pues,  este  personaje  extremeño  en  Plasencia  sobre 
el  año  de  1300,  y  se  señaló  en  el  servicio  de  los  reyes  D.  Al- 
fonso XI  y  de  su  hijo  D.  Pedro.  El  Valeroso  Adalid^  como  se  le 
llama  en  cierto  romance  del  siglo  xv,  sirvió  con  su  persona  y 
vasallos  al  rey  D.  Alfonso  en  la  batalla  de  Tarifa,  cerco  de  Al- 
geciras  y  sitio  de  Gibraltar.  El  mismo  rey  hace  mención  de  sus 
servicios  en  la  confirmación  de  la  villa  de  Valverde  y  de  la  po- 
blación de  Monroy,  que  fué  á  30  días  de  Diciembre,  en  Sevilla, 
era  de  1382,  (que  fué  año  de  1344),  expresándose  en  estos 
términos :  « E  yo  por  facer  bien  y  merced  al  dicho  Hernán  Pe* 
trez  por  muchos  servicios  y  bienes  que  me  ha  fecho  y  me  face 
fcada  dia.f 

Rendida  la  ciudad  de  Calatayud  al  rey  D.  Pedro  I  de  Cas- 
tilla, éste  dejó  en  ella  por  gobernador  de  la  misma  á  Hernán 
Pérez  de  Monroy  y  Rodríguez,  «que  trató  con  los  de  la  dudad 
fcomo  muy  buen  caballero,  y  hobo  entre  ellos  muy  grande  con- 
«formidad,  como  la  historia  dice.t 

Sirvió  al  rey  D.  Pedro,  porque  era  contrario  á  los  de  Tras- 
tamara,  hasta  que  murió  en  el  campo  de  Montiel,  y  entonces  se 
retiró  á  su  casa,  ya  disgustado  del  palacio  y  de  la  corte  del 
príncipe  fratricida. 

En  este  tiempo,  y,  como  diríamos  hoy,  por  cuestiones  polí- 
ticas, pues  que  los  unos  seguían  el  partido  de  D.  Pedro,  y  los 
Almaraces  la  causa  de  D.  Enrique,  la  ciudad  de  Plasencia  y  su 
tierra  ardían  en  dos  bandos.  Hernán  Pérez  era  el  jefe  de  los 
Monroyes  ó  Pedristas,  y  Blasco  Gómez  lo  era  de  los  Almara- 
ces, que  seguían  á  D.  Enrique.  Aconteció,  pues,  que  en  una 
ocasión,  viniéndose  á  las  manos  ambas  parcialidades  )unto  al 


C  Á  C  E  R  E  S  903 


pueblo  de  Valverde  de  la  Vera,  murió  en  la  refriega,  peleando 
como  valiente  caballero,  el  jefe  de  los  Almaraces,  Blasco  y  Gó- 
mez. Éste  tenía  un  hijo  llamado  Diego,  que  á  la  sazón  servía  en 
el  campo  de  D.  Enrique,  y  pasando  un  día  nuestro  Hernán  á  la 
vista  del  campamento  de  D.  Enrique,  estaba  Diego  con  el  rey, 
y  éste,  volviéndose  á  él,  le  dijo  irónicamente,  por  el  Hernán, 
matador  de  su  padre:  «Diego,  allá  va  tu  amigo.»  Dióse  por  en* 
tendido  Diego  de  Almaraz,  y  á  grandes  jornadas  parte  para  el 
pueblo  de  Belvis,  donde  reuniendo  sus  vasallos  y  acompañán- 
dose de  caballeros  deudos  suyos,  forma  una  hueste  y  emprende 
la  persecución  contra  el  Hernán. 

Alcanzaron  á  éste,  que,  como  antes  hemos  dicho,  se  retira- 
ba ya  al  pueblo  de  Valverde,  lleno,  como  acontece  en  la  vejez, 
de  desengaños  y  desdenes,  cansado  de  los  trabajos  de  la  gue- 
rra, y  quizás  juzgando  su  causa  por  perdida  con  la  muerte  del 
rey  D.  Pedro,  á  quien  sirviera  contra  D.  Enrique.  Trábanse  en 
pelea  el  Diego  y  su  gente  con  los  pocos  que  acompañan  al  Her- 
nán; vencen  á  éstos  y  muere  nuestro  adalid  Hernán  atravesado 
por  las  lanzas  de  los  partidarios  de  Diego. 

Su  cuerpo  fué  traído  á  Plasencia,  donde  yace  en  la  iglesia 
de  San  Nicolás,  que  habían  fundado  su  padre  y  su  tío,  y  donde 
aún  se  conserva  su  sepulcro  levantado  del  suelo,  inmediato  al 
altar  colateral  del  lado  de  la  Epístola. 

La  fama  de  este  valeroso  extremeño  fué  pregonada  en  sus 
tiempos  por  nuestros  poetas.  Un  romance  anónimo,  que  no  sa- 
bemos se  haya  publicado,  y  que  original  se  conservaba  en  la 
Universidad  de  Salamanca,  contaba  los  principales  rasgos  de  su 
vida  militar  y  aventurera.  Comenzaba  así: 


«Foy  el  jefe  d'  los  Monroyes, 
Foy  el  a'dalid  Heraan-Perez,  etc.  > 


y  termina  de  este  modo: 


<c  Corriendo  marcha  su  fama 
Por  as  villas  é  logares. » 


904  C  Á  C  E  R  E  S 


III 


Los  Monroyes  tienen  en  Plasencia  justo  renombre.  Aparte 
de  D.  Sancho  de  Monroy,  diplomático  del  siglo  xvii,  están  los 
famosos  Hernán  Monroy  y  Orellana,  conocido  por  el  sobrenom* 
bre  de  El  Bezudo^  y  D.  Alfonso  Monroy  Sotomayor,  llamado 
El  ClaverOy  de  quien  ya  hablamos  en  el  capítulo  XVII.  Pero  en 
el  orden  cronológico,  á  la  cabeza  de  los  de  esta  £aimilia  va  don 
Ñuño  Pérez  de  Monroy,  que  nació  en  Plasencia  en  1 260.  Su 
nombre  ñgura  en  las  guerras  que  D.  Sancho  sostuvo  contra 
Abentjucef.  Estuvo  en  los  campos  de  Sevilla,  Jerez  y  Puerto 
Real,  donde  ganó  gran  renombre,  y  asistió  á  la  conquista  de 
Tarifa,  que  se  ganó  el  21  de  Setiembre  de  1292. 

Más  tarde  aparece  su  nombre  con  el  título  de  abad  de  San- 
tander y  señor  de  la  villa  de  Valverde  de  la  Vera,  .que  le  diera 
el  rey  D.  Sancho. 

Fundó  el  mayorazgo  de  la  casa  de  Monroy,  falleciendo 
en  1326,  siendo  consejero  del  rey  D.  Alfonso  XI. 

Su  cuerpo  fué  sepultado  en  el  hospital  que  fundó  en  Valla- 
dolid  en  el  arrabal  de  San  Juan. 

Dejó  á  su  hermano  Fernán  Pérez  la  parte  que  él  tenía  en 
Monroy  y  Talaván,  y  todas  sus  casas,  que  él  mandó  labrar  en 
Plasencia  conocidas  hoy  por  la  Casa  de  las  dos  Torres.  Fundó 
también  en  Plasencia  el  hospital  llamado  de  Sania  Maria^  ó  de 
doña  Engracia  de  Monroy^  nombre  de  su  mujer,  como  se  de- 
clara en  el  testamento  de  D.  Ñuño,  cuya  copia  obra  en  las  oñ 
ciñas  de  beneficencia  de  Plasencia. 

Descendientes  de  este  Monroy  son  tantos  personajes  céle- 
bres como  ilustran  al  suelo  extremeño,  y  entre  todos  ellos  la 
inolvidable  D.^  María  Rodríguez  Monroy  de  Almaraz,  dama 


C  Á  C  E  R  E  S  905 

principal  nacida  en  Plasencia,  el  año  de  1398,  de  D.  Fernando 
Rodríguez  Monroy  y  D.*  Isabel  de  Almaraz,  familia  muy  noble 
que  poblaba  dicha  ciudad  y  gozaba  muchos  favores  del  infante 
D.  Fernando  y  del  rey  D.  Juan  II.  La  casa  donde  naciera  doña 
María  existe  aún  en  pie:  es  la  conocida  por  el  nombre  de  Las 
dos  Torres^  visitada  de  cuantas  personas  ilustradas  viajan  por 
Extremadura. 

La  celebridad  de  esta  señora  tiene  su  origen  en  los  llama- 
dos Bandos  de  Salamanca^  que  registran  una  serie  de  luchas 
bien  tristes  para  la  historia  de  esta  ciudad,  la  Atenas  española 
en  los  siglos  xiv,  xv  y  aun  el  xvi. 

Había  casado  esta  señora  en  Salamanca  por  el  año  de  1 4 1 5 
con  el  muy  poderoso  señor  D.  Enrique  de  Henríquez,  señor  de 
Villalba  y  Conde  de  Canillas,  del  que  enviudó  en  1435  según 
unos,  ó  en  1441  según  otros,  quedándole  dos  hijos  que  sobresa- 
lían de  entre  todps  los  jóvenes  de  sus  tiempos  por  la  nobleza 
de  su  hidalguía  y  por  las  excelentes  prendas  personales  que  les 
adornaban. 

El  mayor  de  ellos  estaba  para  casarse  con  una  joven  sala- 
manquina, la  cual  había  desairado  las  pretensiones  de  otro  jo- 
ven llamado  D.  Juan  Manzano,  hijo  de  las  familias  más  nobles 
de  Salamanca.  Con  este  motivo  los  Henríquez  no  eran  bien  mi- 
rados por  el  Manzano  y  un  su  hermano,  que  como  era  natural, 
hacía  suyo  también  el  resentimiento  del  D.  Juan.  Cierto  día  en 
que  se  encontraban  jugando  á  la  pelota  (ejercicio  muy  común 
entre  los  nobles  de  aquellos  tiempos)  los  Manzanos  con  el  menor 
de  los  Henríquez,  húbose  de  suscitar  una  disputa  entre  ambos 
por  apreciación  del  juego,  y  los  Manzanos,  llevados  tal  vez  por 
resentimientos  antiguos,  dieron  muerte  alevosa  á  su  joven  rival. 
Temerosos  de  lo  que  pudiera  hacer  el  otro  hermano  cuando 
conociese  lo  ocurrido,  le  esperaron  en  acecho,  y  rodeándose  de 
sus  escuderos  y  partidarios  le  dieron  también  muerte,  alevosa  y 
cobardemente. 

Estos  sucesos  eran  altamente  escandalosos,  por  la  personi- 


906  C  Á  C  E  R  E  S 

fícación  que  tenían  en  toda  Extremadura  los  Henríquez,  y  por 
la  influencia  que  ejercían  en  Salamanca  los  Manzanos.  Corrió  la 
noticia  por  la  ciudad.  Las  gentes  se  alborotan.  El  pueblo  recoge 
los  cadáveres  de  los  dos  Henríquez,  y  en  desordenado  tropel 
los  coloca  tendidos  sobre  una  mesa  frente  á  los  balcones  del 
palacio  de  su  madre,  á  la  puerta  del  templo  de  Santo  Tomé, 
gritando  con  estentóreas  voces : 

— ¡Venganza!  ¡Venganza! 

D.^  María  sale  al  balcón  toda  lívida,  cárdena,  con  el  cabello 
suelto  y  la  mirada  descompuesta.  Contempla  á  sus  hijos  cadá- 
veres, con  todas  sus  formas  ensangrentadas,  y  dice  al  pueblo: 

—  ¡Enterradlos!...  ¡Nada  de  venganza!...  ¡Esta  me  toca  á 
mí!... 

El  pueblo  se  apacigua  un  momento.  El  Obispo  y  el  Cabildo 
de  la  catedral  recogen  los  cadáveres,  les  dan  cristiana  sepultura 
y  dedícanse  á  calmar  los  ánimos  de  los  que  cofi  las  armas  en  la 
mano  gritaban  una  y  otra  vez:  « ¡Venganza!» 

En  tanto  los  Manzanos  buscaban  su  amparo  en  Portugal, 
refugiándose  en  Dos  Iglesias,  no  lejos  de  Viseo,  donde  al  pare- 
cer se  encontraban  seguros,  mientras  D.^  María  montaba  á  ca- 
ballo seguida  de  20  de  sus  más  intrépidos  escuderos,  y  con  el 
silencio  de  la  noche  abandonó  Salamanca,  dándose  también  á  la 
fuga. 

Tres  días  después  llegaba  dando  caza  á  los  asesinos  de  sus 
hijos,  entrando  á  las  doce  de  la  noche  en  Dos-Iglesias.  Sus  es- 
cuderos rodearon  la  casa  en  que  se  hospedaban  los  Manzanos, 
mientras  la  valerosa  D.^  María,  vestida  de  caballero,  con  casco 
y  armadura,  derribó  con  la  contera  de  su  lanza  una  de  las  ven- 
tanas, penetró  en  la  habitación  donde  dormían  los  Manzanos,  y 
loca  de  ira,  con  el  valor  de  una  madre  ofendida  en  lo  más  sa- 
grado de  su  alma  (en  la  vida  de  sus  hijos),  y  frenética  por  lo- 
grar una  justa  venganza,  atravesó  con  su  espada  al  mayor  de 
los  Manzanos  y  se  defendía  á  la  vez  del  pequeño,  á  quien  tam- 
bién dio  muerte  en  noble  y  reñida  pelea.  Hecho  esto,  cortó  la 


C  Á  C  E  R  E  S  907 


qabeza  á  los  matadores  de  sus  dos  hijos,  y  clavándolas  sobre  la 
punta  de  su  acerada  lanza,  salió  de  la  casa  gritando  á  sus  escu- 
deros : 

— ¡Está  cumplida  la  venganza!...  ¡Seguidme  á  Salamanca! 

En  efecto,  á  los  tres  días  entraba  D.^  María  en  Salamanca. 
Seguida  de  sus  20  escuderos  recorría  las  principales  calles  de  la 
ciudad  paseando  sus  fúnebres  trofeos  sobre  la  lanza,  y  fué  des- 
pués á  depositarlos  sobre  la  tumba  de  sus  hijos. 

Había  cumplido  esta  valerosa  madre  sus  propósitos  vengan- 
do á  los  inocentes  jóvenes,  que  no  tenían  otro  delito  que  su  hi- 
dalguía y  su  caballeroso  comportamiento. 

Desde  entonces  el  pueblo  de  Salamanca  llamó  á  D.^  María, 
la  Brava^  que  es  como  se  la  conoce  en  la  historia. 

Pero  ¡ay!  que  este  trágico  suceso  había  de  traer  graves 
consecuencias.  Los  Manzanos  y  los  Monroyes  enciéndense  de 
ira,  animan  á  sus  parciales  y  danse  á  la  lucha,  lucha  que  duró 
más  de  veinte  años.  Hasta  dentro  de  la  catedral  caían  los  muer- 
tos bajo  la  acción  del  puñal  ó  de  la  espada.  Arde  por  tres  ve- 
ces la  ciudad  y  sus  pueblos  en  diez  leguas  á  la  redonda.  El 
Obispo  y  el  Cabildo  no  pueden  poner  paz  á  tan  honda  discor- 
dia. 

La  ciudad  está  dividida  en  dos  bandos :  el  de  San  Benito  y 
el  de  Santo  Tomás.  Nadie  invadía  los  límites  del  bando  contra- 
rio sin  pagar  con  la  vida  su  temerario  valor.  Hoy  perecía  uno 
de  Monroy';  mañana  asesinaban  á  uno  de  Manzano.  Esta  lucha, 
que  terminó  por  las  predicaciones  de  San  Juan  de  Sahagún,  ha 
dejado  un  recuerdo  triste,  como  todas  las  de  aquella  época  de 
terror  y  de  fuerza,  y  el  nombre  de  la  valerosa  extremeña  doña 
María  la  Brava  se  hizo  inmortal  en  la  historia  de  la  Edad- 
media. 

Hoy  se  enseña  en  Plasencia,  con  gran  orgullo  de  los  eruditos 
extremeños,  el  palacio  en  que  naciera  D.*  María,  que  se  conser- 
va en  pie  todo  él,  y  se  le  denomina  por  el  nombre  de  La  Casa 
de  las  dos  Torres,  Su  aspecto  es  de  un  palacio  feudal  de  prin- 


9o8  C  Á  C  E  R  E  S 

cípios  del  siglo  XIV.  Estrechas  ventanas,  portada  de  la  época, 
dos  altas  torres  en  los  costados,  con  escudos  heráldicos  sobre 
la  mayoría  de  todos  sus  huecos,  es  en  suma  este  antiguo  edifi- 
cio que  tantas  veces  se  cita  en  los  fastos  extremeños. 

Lo  edificó  el  famoso  D.  Ñuño  Pérez  de  Monroy,  de  que  ha- 
blamos anteriormente,  y  dentro  de  sus  altos  muros  hanse  trata- 
do durante  los  siglos  xiv  al  xvi  de  las  cuestiones  más  impor- 
tantes que  ocupó  á  todos  los  políticos  de  aquellos  tiempos. 

La  familia  de  los  Monroyes  parece  como  que  vino  destinada 
en  la  historia  á  caracterizar  la  época  belicosa  de  la  Edad-media. 
Ya  en  el  siglo  anterior  D.*  Gracia  Engracia  de  Monroy,  prima 
del  renombrado  Abad  de  Santander  y  de  Fernán  Pérez  de  Mon- 
roy, pierde  dos  hijos,  muertos  desgraciadamente  en  un  desafío, 
que  tuvo  efecto  en  el  Puente  de  Nieblas:  el  abuelo  de  Hernán 
Rodríguez  (marido  de  D.^  Isabel  de  Almaraz)  es  alanceado  por 
los  antecesores  de  la  misma  D.^  Isabel,  rivales  de  los  Monroyes; 
D.^  Isabel  y  Hernán  Rodríguez  tienen  de  su  matrimonio  cinco 
hijos  y  ocho  hijas,  y  entre  éstas  á  la  famosa  D.^  María,  por  so- 
brenombre la  Brava^  que  le  matan  otros  dos  hijos,  y  espanta 
á  la  ciudad  de  Salamanca  con  la  sangrienta  venganza  que  de 
los  matadores  toma;  y  de  su  cuarto  hijo  llamado  Rodrigo  de 
Monroy,  casado  con  D.*  Mencía  Alfonso  de  Orellana,  nació 
Hernando  de  Monroy,  llamado  el  Bezudo  á  causa  de  sus  gruesos 
labios,  y  cuyos  hechos  de  fuerza  y  de  valor  le  dan  la  celebridad 
de  un  Rolando,  y  le  hacen  el  tipo  más  acabado  y  perfecto  de 
sus  rudos  tiempos. 

Frente  á  la  Casa  de  las  dos  Torres  hemos  dicho  que  está  la 
Parroquia  de  San  Nicolás.  Se  antepone  este  edificio  al  palacio 
del  Marqués  de  Mirabel,  de  la  familia  de  los  Almaraces,  que 
fueron  rival  en  todo  de  la  de  los  Monroyes.  Es  este  edificio  en 
su  origen  de  principios  del  siglo  xiv,  restaurado  en  el  xvi  y 
ampliado  modernamente,  en  términos  que  sólo  guarda,  como  de 
más  importante,  su  parte  antigua  por  restaurar.  Cuando  se  hizo 
este  palacio  por  los  Almaraces,  se  cuidó  de  recoger  y  colocar 


PLASENCÍA. -Casa  i 


910  CÁCERES 

en  su  corredor  alto  multitud  de  antigüedades  romanas  traídas 
de  la  Oliva  (Otovesia)  y  de  Mirabel,  que  son  curiosas  en  alto 
grado  (i).  Los  Almaraces  levantaron  también  en  1477  el  con- 
vento de  Santo  Domingo,  que  está  junto  á  este  palacio.  Se  de- 
nominaron Condes  de  Ptasencia  en  1423,  por  el  rey  D.  Juan  II, 


PLASENCIA.- 


quien  dió  la  ciudad  á  D.  Pedro  de  Zúfiiga,  en  cambio  de  la  villa 
de  Ledesma,  y  en  1476  se  crearon  Duques  (2).  Célebres  fueron 


(O    Véase  et  t.  I,  pág.  179a  ^%(¡.  de  Extremadura,  par  V\\i. 

(3)  De  la  época  de  estos  señores  es  la  siguiente  ordenanza:  •  Yo  D.  Alvaro  de 
«Zúfiiga,  Justicia  mayor  de  Castilla.  Señor  de  Gibraleon,  hago  saber,  á  vos  el  Con- 
•cejo,  Justicia,  regidores,  caballeros,  escuderos,  oficiales  y  hombres  buenos  de  la 
»Mi  ciudad  de  Plaszncia.  etc..  establezco;  que  siendo  la  Ciudad  escasa  de  tierras 
■concejiles  y  poblada  entre  dehesas  de  Caballeros,  mando  :  que  de  cada  dehesa  de 
■yerbas,  de  cualquier  Señor  que  fuese,  se  pueda  tomar  la  cuarta  parte  para  labrar 
ncada  y  cuando  que  los  labradores  la  quisieren  aceptar,  pagando  por  cada  yun- 
nta  16  fanegas  de  pan  terciado,  y  en  compensación  del  daño  que  por  esto  recíbala 
•dehesa,  que  tos  dueños  no  paguen  mas  de  la  mitad  de  la  alcabala.» 


CÁCERES  911 


en  Plasencia  los  bandos  entre  Carvajales  y  Zúfíigas,  que  sostu- 
vieron pleito  con  las  armas  sobre  la  sucesión  de  este  condado, 
á  la  muerte  de  D.  Alvaro  de  Zúfíiga.  Aquella  sangrienta  lucha 
terminó  en  el  mismo  año,  pues  entrado  en  ella  el  rey  D.  Fer- 
nando y  con  ayuda  de  los  vecinos  de  la  ciudad,  puso  paz  entre 
los  contendientes  incorporando  la  ciudad  á  la  corona.  La  suma- 
ria de  este  suceso  se  conserva  en  una  lápida  colocada  sobre  la 
puerta  de  Trujillo,  que  copiada  literalmente  dice  así: 

LIBERTAS  VITiE,  GEMMIS,  AUROQUíE  PREFERTUR. 

LIBERTAS  NOBILEM  REDDIT  PLACENTI^E  URBEM, 

QUAM  FORTUNA  SPREVIT,  REGIAM  QÜJE  IN  LUCEM  REDEMIT. 

NOBILES  PR^TEREA  PLACENTI^,  URBIS  QU^  HÉROES 

DEVICERUNT  HOSTES,  SUB  REGIO  MARTE,  FEROCES. 

REGIBUS  QUIPPE  DECET,  HOMINES  QÜM  SUBDITOS  FORE. 

ANNO  M.IIII.LXXXVIII  (i). 

Plasencia  siempre  fué  ciudad  nobilísima:  en  ella  se  estable- 
cieron casas  como  las  de  los  Zúñigas,  Monroyes,  Carvajales, 
Nietos,  Paniaguas,  Chaves  y  Grimaldo,  de  la  primera  nobleza 
castellana.  Hasta  el  siglo  xvi  conservó  el  rango  que  tan  digna- 
mente ocupó  en  lo  antiguo,  cuando  sus  procuradores  tomaban 
asiento  en  las  Cortes  de  Castilla  y  sus  corregidores  eran  de  la 
primera  grandeza.  Sus  mercados  fueron  los  primeros  de  Extre- 
madura, y  los  delicados  frutos  de  su  valle  y  vera  tienen  aún 
nombradía  en  todo  el  reino. 

Dueños  los  RR.  CC.  de  Plasencia,  nombraron  alcaide  de  la 
fortaleza  y  corregidor  de  la  ciudad  á  su  maestre-sala  D.  Antonio 


(i)    Traducida  dice  así: 

La  libertad  de  la  vida  es  preferible  al  oro  y  á  los  diamantes. 

La  libertad  ha  devuelto  su  nobleza  á  Plasencia,  que  estaba  menospreciada  de  la 
fortuna. 

La  libertad  la  ha  redimido  para  el  Rey. 

Los  nobles  Caballeros  de  la  Ciudad  de  Plasencia,  bajo  las  banderas  reales,  ven^ 
cieron  á  los  feroces  enemigos^  y  por  lo  tanto  es  conveniente  á  todos  los  hombres  el 
estar  sumisos  á  los  Reyes. 

Año  de  1488. 


912  C  Á  C  E  R  E  S 

de  Fonseca.  En  la  Edad-media  el  clero  se  hallaba  en  el  primer 
grado  de  la  escala  política,  y  los  acontecimientos  que  le  perte- 
necían eran  de  suma  importancia  para  el  resto  de  la  sociedad, 
como  hemos  podido  observar  por  los  capitanes  que  eran  á  la  vez 
guerreros  y  obispos.  En  esta  nueva  era  los  reemplazan  ya  con 
los  corregidores:  á  los  nobles  feudales  suceden  los  nuevos  ciu- 
dadanos, así  llamados  la  vez  primera  por  Isabel  la  Católica, 
cuando  dio  á  los  cacereños  sus  fueros:  á  la  vida  guerrera  de  la 
edad  pasada  vino  á  suceder  la  vida  civil,  y  los  importantes  Con- 
cejos, en  vez  de  levantar  sus  algaras  y  JonsadoSy  los  vemos  ba- 
sados en  sus  fueros,  ocuparse  en  redactar  sabias  ordenanzas:  la 
época  pasada  se  ocupaba  en  conquistar;  la  nueva  sólo  piensa  en 
conservar :  á  la  crasa  ignorancia  que  había  en  esta  tierra,  según 
confesión  de  los  mismos  condes,  sucede  la  organización  de  los 
poderes  civiles  y  el  progp^eso  simultáneo  que  la  paz  y  la  buena 
administración  trajo  á  los  municipios.  Plasencia  debió  mucho  á 
sus  corregidores  (i),  que  la  engrandecieron  y  mejoraron  gran- 
demente. 


(i)  Es  curiosa  por  demás  la  lista  de  todos  los  que  ocuparon  el  Corregimiento. 
Hela  aquí:  D.  Pedro  García  de  la  Torre  (147 1),  Antonio  Fonseca  (1489),  Francis- 
co de  Vargas  (1496),  Juan  Montalvo  (i  $08),  Juan  M.  de  Espinar  (1514),  Parafán 
de  Rivera  (1533),  Hernando  Barrientos  (1537),  Juan  Ponce  de  León  (i  5S2),  Pon- 
ce  Poncel  de  Peralta  (i  567),  Doctor  Zarate  (1571),  Pedro  Riquelme  Villavicen- 
cio  (1572),  Fernando  Megía  Soto  Ortiz  y  Sosa  (i  574),  Pedro  Volivar  (i  580),  Die- 
go Venegas  de  Córdoba  (1^93),  Jerónimo  Piñán  de  Zúñiga(  1608),  Diego  González 
de  Hoces  (16 10),  Rodrigo  A.  Pacheco  (161  3),  Diego  de  Guzmán  (1624),  Juan  de 
Vargas  Sotomayor  (1627),  Pedro  de  Ayala  Manrique  (1636),  Alonso  Vinuesa  To- 
rres (1667),  Luís  Barona(i689)  Francisco  de  Salcedo  (1690),  Andrés  Mondragón 
Sotomayor  (1697),  Luís  de  Solís  Guardiola  (1700),  Gaspar  Matías  Salazar(i70  5), 
Antonio  de  Orellana  y  Tapia  (1707),  José  Pinto  (17  10),  Juan  de  Vera  Zúñiga  y 
Fajardo  ( 1 7 1 4),  Francisco  Luxán  y  Arce  (1718),  Juan  Manuel  de  Villena  (1724), 
José  Manuel  de  Meneses  y  Velasco  (1729),  Matías  Crespo  Suárez  (1731),  Pablo 
A.  Becerra  (1739),  Manuel  de  Silva  y  Figueroa  (1740),  Fernando  de  Mendoza 
(1745),  Lorenzo  Blanco  y  Ceba ílos  (1749),  Nicolás  de  Pineda  y  Orellana  (1750)^ 
Diego  Herrera  Castañeda  (i  760),  José  Sánchez  Corredor  (1762),  Domingo  de  la 
Calzada  (1764),  Francisco  Javier  de  Quiroga  (1767),  Gregorio  Sierra  y  Copons 
(1770),  Juan  Duran  de  la  Rocha  (1777),  Joaquín  Barcalcet  (1780),  Francisco  Mi- 
llán  de  la  Peña  (1783),  Joaquín  Navarro  (1789),  El  Marqués  de  la  Paz  (1790), 
José  Rivera  (i  798),  José  Gabriel  del  Águila  (1808;,  Manuel  Tesifón  Gómez  Borja 
(i82<)),  y  Juan  Sánchez  Trapero  (1847). 


C  Á  C  E  R  E  S  913 


IV 


Hemos  llegado  en  estas  investigatriones  históricas  hasta  el 
ñnal  del  siglo  xv,  sin  hacer  mención  para  nada  de  la  población 
árabe  y  hebrea  que  tuvo  Plasencia  durante  cuatro  centurias.  No 
es  justo  omitir  noticias  tan  importantes  en  este  capítulo. 

Perdida  para  los  cristianos  la  batalla  de  Alarcos,  librada  el 
19  de  Julio  de  1233  (i),  con  imprudente  tenacidad,  ya  fuese  por 
cuestiones  de  etiqueta,  entre  algunos  caballeros,  como  algunos 
quieren,  ya  por  no  esperar  el  auxilio  de  los  reyes  de  Navarra  y 
de  León,  como  opinan  otros,  ó  porque  D.  Alfonso  VIII,  ciego, 
apasionado  y  enloquecido  por  sus  impúdicos  amores  con  la  her- 
mosa Raquel,  célebre  judía  de  Toledo,  no  meditase  cual  debiera 
sobre  la  importante  y  trascendental  jornada  que  iba  á  empeñar, 
es  ló  cierto  que  con  esta  derrota  para  las  armas  cristianas  los 
árabes  no  sólo  se  apoderaron  de  Alarcos  sino  que  subieron 
hasta  Yévenes  y  se  corrieron  por  el  reino  de  Toledo  y  Extrema- 
dura, ocupando  á  Plasencia  en  1 1 96,  donde  es  fama  que  encon* 
traron  no  poca  resistencia  por  los  cristianos  y  apoyo  por  parte 
de  la  numerosa  población  hebrea,  que  entre  ellos  vivía  desde 
los  tiempos  de  la  pequeña  Ambroz^  origen  de  la  actual  Plasen- 
cia. 

Entonces  en  las  vertientes  de  la  sierra  de  Santa  Bárbara^ 
donde  hoy  fructifican  la  parra  y  el  olivo,  crecían  en  impenetra- 
ble frondosidad  la  silvestre  madroñera,  la  jara,  la  cornicabra  y 
el  bravio  castaño ;  esa  deliciosa  ribera  festoneada  después  y  hoy 
mismo  con  los  trabajos,  sistemas  y  productos  de  la  horticultura 
árabe,  estaba  cubierta  por  un  espeso  bosque  de  heléchos,  de  al- 


( I )    El  año  1 1 9  (>  de  nuestra  era. 

"5 


914  C  Á  C  E  R  E  S 

tos  alisos  y  de  impenetrables  sauceras;  las  encinas,  retiradas 
ahora  á  los  campos  de  Valonguilla  y  San  Esteban^  crecían  en 
confuso  y  descompuesto  desorden,  acarrascadas  y  montaraces 
en  los  paseos  de  San  Antón^  las  llanuras  de  Santa  Teresa  y  el 
cerro  de  San  Cristóbal^  y  entre  los  riscos  de  Valdi-corchero; 
tocando  y  asaltando,  por  decirlo  así,  el  nuevo  pueblo,  se  tendían 
los  tomillares,  las  enmarañadas  zarzas,  el  oloroso  espino  y  los 
centenarios  alcornoques;  y  entre  esta  maleza,  entre  la  espesura 
y  salvaje  fronda  de  estos  montes,  solitaria  se  levantaba  á  ñnes 
del  siglo  XII  la  ciudad  incipiente,  dominada  por  los  sectarios  de 
Mahoma,  mezclados  con  los  hijos  de  Israel. 

Pero  dominaron  muy  efímeramente  los  árabes  en  Plasencia, 
y  su  recuerdo  en  esta  ciudad  es  tan  vago  que  ningún  vestigio 
los  recuerda. 

El  rey  D.  Alfonso,  juntamente  con  los  caballeros  moradores 
de  ella,  á  quienes  los  árabes  habían  ahuyentado,  conquistó  la 
ciudad,  y  muy  de  propósito  la  fortaleció  y  reedificó,  levantando 
los  muros  que  ahora  tiene,  y  los  lugares  de  Mirabel  y  de  Segu- 
ra, hasta  el  año  de  1 200. 

Mariana  cuenta  (i)  que  en  esta  fecha  el  rey  D.  Alfonso  había 
hecho  treguas  con  los  árabes,  y  con  la  comodidad  de  estas  tre- 
guas deseaba  reparar  los  daños  que  en  el  tiempo  pasado  se  re- 
cibieran; y  para  esto  procuraba  reparar  á  Plasencia,  Béjar,  Mi- 
rabel y  Segura,  en  el  monte  Argentaria. 

De  estas  afirmaciones  de  Mariana  se  deduce  que  si  en  1196 
Plasencia  cayó  en  poder  de  Abenjucef,  que  se  retiró  á  las  An- 
dalucías, como  hemos  dicho,  con  ánimo  de  continuar  la  guerra 
al  año  siguiente,  la  ciudad  volvió  á  recobrarse  al  muy  poco 
tiempo ;  y  aunque  no  con  una  exactitud  matemática,  porque  esto 
es  imposible,  podemos  decir  que  se  reparó^  como  cuenta  el  pa- 
dre Mariana,  en  los  años  siguientes  hasta  el  1 200.  Como  lo  que 
se  repara  es  lo  que  está  ya  construido,  suponemos  que  lo  repa- 


(i)    Historia  general  de  España,  lib.  XI,  cap.  XX. 


C  Á  C  E  R  E  S  91; 

rado  sería  la  cerca  ó  muro,  de  que  ya  hemos  hablado  en  el  ca- 
pítulo anterior,  y  estos  reparos  serían  las  torres,  el  segundo 
muro  6  barbacana,  y  la  construcción  del  Alcázar,  para  fortificar 
la  población  convenientemente  y  mejor  que  cuando  fué  sorpren- 
dida en  los  comienzos  de  su  fundación,  y  tomada  en  la  impo- 
nente correría  que  hizo  el  bárbaro  Miramamolín;  quien  ante  los 
imponentes  muros  de  Toledo  y  Talayera  tuvo  que  detenerse, 
como  quizá  lo  hubiera  hecho  ante  las  fortificaciones  de  Plasencia 
si  éstas  hubieran  estado  como  después  de  reparadas  por  don 
Alfonso. 

Indudablemente  la  residencia  de  los  sarracenos  debió  de  ser 
corta  en  Plasencia,  pues  nada  resta  de  ellos  en  concepto  de  do- 
minadores: como  moros  de  paz,  que  entre  nosotros  vivían,  pu- 
dieron quedar  y  efectivamente  quedaron  recuerdos  que  se  retra- 
tan en  nuestras  costumbres  (industrias,  artefactos  y  cultivos); 
pero  como  señores  de  Plasencia  no  vemos  ni  un  edificio,  ni  una 
ruina  que  recuerde  su  dominación. 

Más  recuerdos  dejaron  en  ella  los  hebreos.  Según  se  ve  por 
el  repartimiento  que  D.  Sancho  el  Bravo  giró  en  la  villa  de 
Huete,  en  el  padrón  de  los  judíos,  por  lo  que  tributaban  cada 
una  de  las  Aljamas  de  Castilla ,  aparece  que  á  la  Aljama  del 
Obispado  de  Plasencia,  sin  los  pueblos  de  Béjar,  Trujillo  y 
Medellín,  la  correspondieron  pagar  16,244  maravedises.  Va- 
liendo cada  maravedí  diez  dineros,  y  pagando  cada  judío  30  di- 
neros, resulta  que  había  en  esta  Aljama  5,414  judíos,  y  sobra- 
ban 20  dineros  que  probablemente  los  pagarían  entre  todos, 
para  llenar  la  cuota  que  se  les  imponía.  En  los  repartimientos 
posteriores  aumentó  el  número  de  esta  Aljama,  sin  duda  por 
las  persecuciones  de  que  tierra  adentró  de  Castilla  eran  ya  ob- 
jeto los  judíos,  y  tolerancia  que  aquí  hubiera  les  trajo  á  Pla- 
sencia. 

Pueden  formarse  comparaciones  con  todos  los  repartimien- 
tos del  Obispado,  y  se  verá  que  en  este  tiempo  era  la  Aljama 
que  menos  judíos  tenía;  y  en  el  reparto  girado  en  el  siglo  xv, 


9l6  C  Á  C  E  R  E  S 

fué  la  tercera  Aljama  en  cuota  (i).  Amador  de  los  Ríos  está 
conforme  con  estos  datos  nuestros  (2),  que  tampoco  discordan 
con  los  que  da  D.  Diego  de  Colmenares  (3).  Algo  de  la  legis- 
lación municipal  de  Plasencia  puede  verse  para  comprender  que 
ya  en  131 5  había  cierto  espíritu  de  injusta  equidad  contra  los 
judíos,  según  el  cuaderno  dado  al  Concejo  de  Plasencia  por  el 
ordenamiento  de  las  Cortes  de  Burgos  (4) ;  como  igualmente 
en  otro  ordenamiento  de  las  celebradas  en  Madrid  en  1339  (5), 
donde  no  resplandece  mayor  imparcialidad. 

En  1474,  en  el  repartimiento  que  Rabi  Jacob  Aben  Núfiez 
(físico  del  Rey,  su  Juez  mayor  y  repartidor  en  aquel  año  de  los 


(i)  Los  monarcas  españoles,  cuando  rescataban  los  pueblos  de  manos  de  los 
agarenos,  dejaban  tranquilos  en  ellos  á  los  vecinos  que  reconocían  su  autoridad 
soberana,  sin  diferencia  de  la  religión  que  lo  estorbara.  Merced  á  esta  política, 
los  judíos  permanecieron  en  España  hasta  que  los  RR.  CC.  los  arrojaron  de  ella. 

Ahora  bien,  los  hebreos,  en  retribución  del  amparo  y  protección  que  recibían 
de  los  Reyes,  pagaban  un  tributo  de  30  dineros  por  cabeza,  dando  el  nombre  á 
este  impuesto  de  Aljama. 

(2)  Historia  social,  política  y  relij^iosa  de  los  judíos  de  España  y  Portugal.  (Ma- 
drid, 187S.) 

(3)  Historia  de  la  Ciudad  de  Segovia,  (Segovia,  1637.) 

(4)  Se  dice  entre  otras  cosas:  Otrosí:  De  aquí  en  adelante,  ni  judíos,  ni  moros, 
llevarán  ó  se  llamarán  nombres  de  cristianos,  y  en  aquellos  que  lo  lleven  se  hará 
justicia  como  si  fueren  herejes. 

Otrosí:  que  los  cristianos  no  vivan  con  los  judíos,  ni  con  los  moros,  ni  con  ellos 
críen  sus  hijos;  y  los  que  lo  hicieren,  que  los  Jueces  de  las  villas  y  de  los  lugares 
do  acaeciere,  hagan  escarmiento  en  ellos  y  en  sus  cuerpos,  como  en  aquellos  que 
quebrantan  su  ley. 

Otrosí:  que  los  moros  no  traigan  copete  sino  que  anden  calvirapados,  ó  cerce- 
nados en  derredor. 

Otrosí:  que  ninguno  sea  osado  de  sacar  fuera  de  estos  reinos  ninguna  cosa  de 
las  vedadas;  según  los  ordenamientos  del  Rey  D.  Alfonso  y  del  Rey  D.  Sancho,  su 
hijo.  Las  cuales  cosas  son  estas  que  aquí  serán  dichas:  caballos,  rocines,  mulos, 
muías,  vacas,  carneros,  puercos,  ovefas,  cabras,  cabrones,  pan,  legumbres,  y  toda 
vianda,  cera,  seda^  conejos,  moros,  moras,  oro,  plata,  todo  vellón  de  cambio,  haber 
monedado,  fuera  de  las  doblas  de  la  señal  del  Rey  D.  Alfonso,  torneses  de  plata, 
torneses  prietos  y  los  dineros  coronados. 

(5)  Los  procuradores  de  Plasencia  pidieron  en  ellas,  y  les  fué  concedido,  en 
estos  términos:  «Señor:  Os  pedimos  merced  que  tengáis  por  bien  y  mandéis  que 
en  las  pagas  de  las  deudas,  ó  en  los  maleficios  que  acaecieren  entre  los  cristianos, 
los  judíos  y  los  moros,  que  valga  el  testimonio  de  dos  hombres  buenos  cristianos, 
sin  testimonio  de  judío  ni  de  moro;  y  el  Rey  respondió  que  lo  otorgaba ,  según  se 
contiene  por  el  cuaderno  de  Madrid. 


C  Á  C  E  R  E  S  917 

servicios^  hace  á  las  Aljamas  de  judíos  de  la  Corona  de  CastiHa, 
de  los  450,000  maravedises  que  habían  de  pagar  á  la  corona), 
aparece  contribuyendo  la  Aljama  de  Plasencia,  con  los  judíos 
que  moraban  en  su  tierra,  y  en  las  de  Galisteo  y  Aldeanueva 
del  Camino,  con  la  suma  de  5,000  maravedises.  £1  repartimien- 
to de  donde  están  tomados  estos  datos  concuerda  con  el  origi- 
nal, que  obra  en  el  archivo  de  Simancas,  de  donde  lo  tomó  el 
Sr.  Pinilla  (i). 

En  el  referido  servicio  y  medio  servicio  que  pagaban  los  ju- 
díos, cabía  á  cada  cabeza  de  familia  en  este  tiempo  50  marave- 
dises de  cuota,  así  que  repartidos  los  5,000  maravedises,  resulta 
que  la  Aljama  de  Plasencia  y  su  tierra,  con  los  de  Galisteo  y 
Aldeanueva,  daban  ó  tenían  100  familias  judías,  ó  fuesen  500 
almas. 

Tomada  Granada  en  Enero  de  1492  por  los  RR.  CC,  al 
mes  siguiente  publicaron  su  famoso  decreto  de  expulsión  de  sus 
dominios  á  todos  los  que  no  profesaran  la  religión  cristiana,  dis- 
posición nunca  censurada  lo  bastante,  porque  acusó  cierto  espí- 
ritu de  intolerancia  jamás  justificado,  y  fué  indicio  del  decaimien- 
to y  despoblación  de  España.  Lo  peor  de  este  decreto  de 
expulsión  fué  los  términos  en  que  estaba  redactado,  pues  por  él 
se  mandaba  salir  del  territorio  español  cá  todos  los  judíos  que 
vivían  en  ley»,  y  para  esto  les  dieron  ttres  meses  de  término.» 

En  últimos  de  Marzo  de  1492,  los  judíos  que  moraban  en 
Plasencia  pasaron  á  Portugal,  conducidos  por  el  capitán  Fran- 
cisco Hernández  Floriano,  viéndose  obligados  antes  á  vender 
sus  bienes  y  hasta  su  sinagoga  que  tenían  en  la  ciudad,  y  el 
osario  y  enterramiento,  situado  en  el  Berrocal^  y  que  enajena- 
ron en  la  suma  de  400  reales,  comprándolo  el  deán  D.  Diego 
de  Xerez,  por  escritura  pública  otorgada  en  1 2  de  Mayo  ante 
el  notario  Hernando  Díaz,  escribano  público  de  la  ciudad,  y  fir- 
mando la  venta  los  judíos  procuradores  de  la  Aljama. 


(i)    En  su  Biblioteca  de  Fiacienda,  1. 1.  (Madrid,  1824.) 


9l8  C  Á  C  E  R  E  S 


Este  osario  y  cementerio  comprendía  casi  todo  el  Berrocal^ 
desde  cerca  del  Puente  de  San  Lázaro,  que  es  obra  posterior, 
río  abajo,  hasta  pasado  el  Molino  de  los  Naranjos,  dando  frente 
á  la  tierra  y  berrocales;  por  la  parte  de  la  Ciudad,  desde  el 
arroyo  que  baja  de  San  Antonio  y  entra  en  el  río  al  dicho 
puente.  Después,  en  el  año  de  1496,  el  Deán  vendió  este  ce- 
menterio á  la  Ciudad.  En  la  linde  de  este  campo  con  la  cerca 
del  Berrocal^  en  la  primer  eminencia,  sobre  un  grueso  y  enhies- 
to peñasco,  se  destaca  denegrido  y  cubierto  por  la  acción  del 
tiempo  el  signo  de  este  cementerio.  El  vulgo  le  llama  La  cruz 
sin  cabeza.  Otros  le  tienen  por  la  letra  T,  aventurando  algunos 
la  opinión  de  que  quiere  decir  traición,  aludiendo  á  ciertos  he- 
chos que  suponen  ocurridos  en  la  casa  del  Berrocal.  Ni  es  cruz, 
ni  es  admisible  la  opinión  de  estos  últimos.  De  signiñcar  traición 
ese  signo,  se  hubiese  colocado  dentro  de  la  cerca  ó  en  el  mismo 
edificio  de  la  casa  del  Berrocal  á  que  se  refería;  pero  este  signo 
está  independiente,  fuera  del  terreno  de  esa  propiedad  y  nada 
tiene  que  ver  la  popular  cruz  sin  cabeza  con  el  edificio^  ni  con 
las  juntas  que  celebraron  en  él  los  Comuneros.  Ese  signo,  como 
su  mismo  aspecto  lo  indica,  es  el  Tau  ó  letra  T,  emblema  del 
pueblo  judío,  colocado  en  ese  sitio  desde  los  primeros  tiempos 
de  la  Ciudad  como  señal  de  que  ese  campo  pertenecía  á  los  Tal- 
mudistas como  enterramiento  de  los  proscriptos  israelitas. 

Hoy  mismo  se  ven  estos  sepulcros  esparcidos  en  número  de 
veinte  y  tantos,  abiertos  y  agrupados  en  el  terreno  que  linda 
con  la  pared  del  corral  del  matadero,  subiendo  al  cerro  inme- 
diato. Pueden  estudiarse  esos  sepulcros,  como  nosotros  los  he- 
mos estudiado,  abiertos  en  la  piedra  viva,  presentando  la  forma 
del  cuerpo  humano  envuelto  en  el  sudario  hebreo:  son  una  caja 
abierta  desde  los  pies  á  los  hombros,  en  la  forma  de  ataúd:  otra 
caja  abierta  en  la  misma  piedra  y  unida  á  la  anterior  recibía  la 
cabeza  del  cadáver,  que  luego  se  cerraba  con  una  losa  que  cu- 
bría este  depósito,  para  lo  que  tenía  sus  rebajes  en  todo  el 
borde.    Todos   estoff  sepulcros  miran  al  Oriente ,  costumbre 


920  C  Á  C  E  R  E  S 

judía,  posición  expresiva  de  las  esperanzas  de  los  que  allí  repo- 
saban. 

¡Qué  contraste  tan  magníñco  presenta  este  campo  y  todas 
estas  alturas  con  las  que  se  levantan  á  la  parte  opuesta  de  la 
Ciudad,  ó  sea  con  la  silueta  de  la  sierra  de  Santa  Bárbara!  En 
ésta  todo  es  productivo,  bello  y  poético.  Las  alturas  del  Berro- 
cal son  graves,  sombrías,  tristes  y  silenciosas:  aquel  es  el  ce- 
menterio de  los  cristianos;  éste  es  el  de  los  judíos;  triste  como 
las  laderas  del  Calvario  en  Jerusalén;  pedregoso  y  árido  como 
los  campos  de  las  ciudades  malditas.  Cuando  algunas  tardes  del 
melancólico  otoño,  en  la  hora  del  crepúsculo,  nos  hemos  colo- 
cado sobre  la  altura  donde  se  ostenta  el  símbolo  de  este  osario; 
cuando  hemos  tendido  la  vista  por  este  campo  desnudo  de  toda 
vegetación;  y  cuando  hemos  contemplado  estos  sepulcros,  nos 
han  venido  ideas  bien  tristes  sobre  la  suerte  desgraciada  de  los 
errantes  y  proscriptos  hijos  de  Israel,  expulsados  de  España  por 
una  ley  á  todas  luces  injusta.  Á  la  vista  de  este  signo  y  de  estos 
sepulcros  no  se  puede  negar  la  obstinación  con  que  fueron  per- 
seguidos y  la  terrible  maldición  que  sobre  ellos  pesa.  Errantes 
andan  por  el  mundo,  como  errantes  anduvieron  desde  su  origen 
en  Europa. 

La  Aljama  ó  barrio  de  los  Judíos  y  la  Sinagoga  estaban  en 
lo  que  hoy  es  plazuela  de  Santa  Isabel^  de  donde  se  trasladó  al 
convento  de  Santo  Domingo^  cu^LVido  su  fundación. 

La  Sinagoga  se  convirtió  en  iglesia  de  Santa  Isabel^  por  el 
nombre  de  la  Reina  Católica  que  los  expulsó,  y  así  adonde  salía 
la  puerta  de  la  iglesia  se  llama  hoy  la  Plazuela  de  Santa  Isabel. 
Después,  en  tiempo  de  los  Comuneros,  quemaron  las  casas  que 
estaban  cerca  de  la  iglesia,  y  pasando  el  fuego  adelante  se  que- 
mó ésta.  Los  incendiarios  fueron  condenados  en  1 20  ducados, 
que  se  aplicaron  al  cabildo  de  curas  y  beneficiados,  con  la  obli- 
gación de  hacer  un  altar  en  la  parroquia  de  San  ^uan,  con  la 
advocación  de  Santa  Isabel^  en  memoria  de  la  iglesia  incendiada. 
El  altar  con  la  advocación  de  Santa  Isabel  y  San  Zacarías  le 


CÁCERES  921 

hicieron  colateral,  al  lado  del  Evangelio,  y  sobre  el  retablo  se 
pusieron  las  armas  de  los  RR.  CC.  que  habían  dado  al  cabildo 
de  curas  y  beneficiados  el  sitio  de  la  Sinagoga  y  sus  adyacen- 
tes. Se  conservan  huellas  de  este  incendio  á  espaldas  de  la  casa 
nobiliaria  que  está  en  la  misma  calle  de  Santa  Isabel^  núme- 
ro I ,  dando  frente  á  la  plazuela,  edificio  de  arquitectura  severa , 
con  su  fachada  del  siglo  xvi. 

Junto  al  cementerio  judío  se  edificó  en  principios  del  si- 
glo XVI  un  suntuoso  palacio  por  D.  Diego  Esteban  de  Carvajal, 
el  cual  fué  demolido  cuando  las  Comunidades,  recién  terminada 
la  obra,  y  aún  se  ven  en  pie  las  hermosas  columnas  del  patio  y 
galería  interior. 


V 


Tiene  Plasencia  recuerdos  muy  gratos  de  los  siglos  x,v  y  xvi. 
Su  mayor  apogeo  comenzó  cuando  se  incorporó  á  la  corona. 
D.  Fernando  la  quiso  visitar  cuando  la  redujo  á  su  obedien- 
cia, y  vino  personalmente  á  tomar  posesión  de  la  Ciudad,  acom- 
pañado de  los  independientes  y  nobles  Caballeros,  de  los  Regi- 
dores y  de  la  gente  del  pueblo.  Para  esto  llevaron  á  don 
Fernando  á  la  Catedral,  donde  le  salió  á  recibir  el  Deán  y  el 
Cabildo  con  toda  la  clerecía.  Al  entrar  en  la  iglesia  le  pidieron, 
la  Ciudad,  los  Regidores,  los  Caballeros  y  los  mismos  Capitu- 
lares del  Cabildo,  que  jurase  solemnemente  no  enagenarla,  ni 
sacarla  de  la  corona  real,  y  de  guardarla  todos  sus  fueros,  pri- 
vilegios y  libertades,  á  lo  que  el  rey  accedió  de  buen  grado 
prestando  el  debido  juramento  (i). 


(i)    Helo  aquí:  «En  la  ciudad  de  Plasencia,  á  los  veinte  dias  del  mes  de  Octu- 
bre, año  del  nacimiento  de  nuestro  Salvador  Jesucristo  de  1488,  estando  en  la 
X16 


92  2  CÁCERES 


Por  estos  tiempos  la  ciudad  se  engrandeció  con  la  residen- 
cia en  ella  de  nobles  caballeros  y  la  donación  que  los  reyes  le 
hicieron  de  fueros  y  privilegios. 

De  los  últimos  tiempos  del  siglo  xv  y  tal  vez  conmemora- 
ción de  la  toma  de  Granada  es  la  inscripción  que  estuvo  coloca- 
da sobre  el  arco  de  la  puerta  de  Talavera  y  hoy  decora  la  fa 
chada  de  las  Casas  Consistoriales,  donde  se  ve  la  lápida  que  á 
continuación  transcribimos  literalmente. 

LIBERTAS  URBIS  COELORUM  GLORIAM  PANDIT- 
INFERNIS  MISEROS  CIVESQUE  OBTRUDIT  INIQUOS, 
LIBERTATEM  URBI  PACEMQUE  I.VIPONERE,  ET  MORES 
JUSTICIA  ALTÍSSIMI  DECREVERUNT  REGES  HISPANIAE. 
DIVUSQUE  HERNANDUS   DIVA  HELISABET   SANCTA  CONJUX. 
DUM  REGNUM  ET  URBÍS  GRANATE  SUBEGERINT  ARMIS. 
ISMAELIS  TERROR  IIAERESUM  FORTÍSIMI  ULTORES 
QUOS  PATER  OMNIPOTENS  FELICES  SEMPER  CONSERVET. 
VICTORESQUE  VALEANT  TOTUM  REGNARE  PER  ORBEM. 
LAUDIBUS  ANGELÍCIS  COELESTIA  REGNA  SEQUANTUR  (i). 


Catedral,  Iglesia  de  Santa  María  la  Mayor,  de  <rsta  Ciudad,  el  muy  alto  y  muy  es- 
clarecido Príncipe,  el  Rey  D.  F'ernando ,  nuestro  Señor,  con  mucha  gente  que 
con  S.  A.  venia,  por  ante  mí,  Ruy  González,  Escribano  público,  del  número  de  la 
dicha  Ciudad,  por  los  Regidores,  Caballeros  y  beneficiados  de  la  dicha  Iglesia  fué 
pedido  á  S.  A.  hiciese  el  juramento  siguiente  :  Que  V.  A.  jure  á  Dios  y  Santa  Ma- 
ría, y  por  estos  Santos  Evangelios,  de  guardar,  defender  y  amparar  al  Concejo, 
Regidores,  Caballeros,  Escuderos,  Escribanos,  Común,  Vecinos,  y  Moradores  de 
esta  su  Ciudad  de  Plasencia,  en  sus  fueros  y  privilegios,  mercedes,  libertades  y 
franquicias  que  esta  dicha  Ciudad  y  personas  de  ella  y  su  término  tienen  así  de 
los  Reyes,  de  gloriosa  memoria,  vuestros  antepasados,  como  del  Conde  D.  Pedro 
de  Zúñiga,  y  del  Duque  D.  Alvaro,  su  hijo;  y  las  Ordenanzas,  usos  y  costumbres 
que  la  dicha  Ciudad  tiene,  asi  ahora  ó  en  todo  tiempo.  Diga  V.  A.  Sí  juro.  Y  dijo 
el  Rey.  «Sí  juro.»  Si  así  lo  hicieres.  Dios  Padre  Poderoso  os  ayude  en  este  mun- 
do el  cuerpo,  y  en  el  otro  al  ánima,  con  acrecentamiento  de  muchos  y  mas  Reinos 
y  Señoríos,  y  lo  contrario  haciendo  os  lo  demande  mal  y  caramente.  Diga  V.  A. 
Amen.  X  lo  cual  todo  S.  A.  respondió.  «Sí  juro,  Amen.»  Y  fueron  presentes  por 
testigos  D.  Francisco  de  Zúñiga,  y  Gutiérrez  de  Carvajal,  y  Garci  López  de  Carva- 
jal, y  Gonzalo  de  Salazar,  y  el  Arcediano  de  Plasencia  D.  Sancho  de  Carvajal,  y 
Juan  Fernandez,  Notario,  vecinos  de  la  dicha  Ciudad,  y  otros  muchos  Caballeros 
que  con  S.  A.  venían.  E  yo  el  dicho  Ruy  González,  Escribano  público,  sobredicho, 
presente  fui  á  todo  con  los  dichos  testigos,  y  por  ende  fize  aquí  mi  signo  tal.  En 
testimonio  de  verdad  Ruy  González,  escribano.» 

( I )    Traducida  dice  así : 

La  libertad  es  fara  la  Ciudad  una  mani/esiación  de  la  gloria  de  los  cielos. 


C  Á  C  E  R  E  8  923 


:  ir  I    I  impyw^^fP..    u  winc^ 


En  1500  se  comenzó  el  Puente  Nuevo^  terminado  en  el  afto 
de  15 1 2.  Su  verdadero  nombre  es  Puente  de  la  Isla.  Todo  él  de 
sillares,  su  arquitectura  es  poco  elegante.  En  medio  de  la  acita- 
ra de  la  mano  izquierda  según  se  va  desde  la  ciudad^  se  levanta 
un  templete  donde  está  colocada  la  Virgen,  con  la  advocación 
de  Nuestra  Señora  de  la  Cabeza.  En  el  pedestal  ó  zócalo  de 
este  templete  hay  una  inscripción  gótica,  que  aunque  bastante 
confusos  sus  caracteres,  todavía  está  legible  y  dice  así: 

ESTA  NOBLE  CIUDAD  DE  PLASENCIA  MANDÓ  HACER  ESTE 
PUENTE  DE  LA  ISLA  REINANDO  EL  REY  D.  HERNANDO  Y  LA 
REINA  D.a  ISABEL  NUESTROS  SEÑORES,  COMENZÓSE  EN  EL 
ANO  DEL  SEÑOR  DE  MCCCCC  (1500)  É  ACABÓSE  EN  EL  DE 
CCCCCXII  (512)  Á  SEIS  DEL  MES  DE  ABRIL.  FUÉ  EL  MAESTRO 
DE  ELLA  MAESE  RODRIGO  DE  ALMAN. 

En  frente  de  esta  inscripción,  á  la  parte  que  cae  á  la  Isla^ 
está  el  escudo  con  las  armas  de  los  Reyes  Católicos. 

Al  mediar  el  siglo  xvi,  el  barrio  de  los  moros  en  Plasencia 
comprendía  unas  1000  almas.  En  1589,  de  las  relaciones  remi- 
tidas á  Felipe  II  por  los  arzobispos,  obispos  y  otros  prelados 
eclesiásticos,  del  número  de  moriscos  que  había  en  sus  respecti- 
vas diócesis  y  territorios,  resultaron  en  el  obispado  de  Plasen- 
cia 1 61 8  moriscos  en  esta  forma: 


La  libertad  lanzó  á  los  avernos  á  los  desdichados  ciudadanos  que  la  contra- 
riaban. 

Los  reyes  de  España^  el  esclarecido  Fernando  y  la  egregia  Isabel  su  santa  cónyu- 
ge^ representantes  de  la  justicia  del  Altísimo,  decretaron  dar  á  Plasencia  libertad, 
paz  y  leyes,  en  tanto  que  entraban  por  la  fuerza  de  las  armas  en  el  reino  y  la  ciudad 
de  Granada, 

Terror  de  los  ag árenos  y  fuertes  vengadores  de  las  herejías,  el  Dios  omnipotente 
les  conserve  siempre  felices. 

Que  reinen  victoriosos  en  el  orbe,  y  las  alabanzas  angélicas  les  sigan  á  las  ce- 
lestes  mansiones. 

Los  dos  primeros  versos  de  esta  inscripción  aluden  á  la  emancipación  de  la  ciu- 
dad del  señorío  de  los  Condes,  y  á  los  desdichados  partidarios  del  mismo  condd 
vencidos  por  los  pronunciados  placentinos.  También  se  hace  alusión  en  esta  ins- 
cripción á  la  toma  de  Granada,  que  fue  en  el  mes  de  Enero  de  1492. 


924 


C  Á  C  E  R  E  8 


Hombres  de  i8  afíos  arriba 
Mujeres  de  15  años.  . 
Niños  de  15  años  abajo.  . 
Viejos  de  50  arriba.  . 
Mujeres  de  idem. 
Esclavos 


430 

423 

575 
102 

85 
3 


1618 


Estos  moriscos  se  ocupaban  en  la  horticultura,  viviendo  por 
lo  general  apartados  de  los  cristianos  viejos.  Algunos  eran  mer- 
caderes; otros  tenían  tienda  de  comestibles  en  los  mejores  pues- 
tos de  las  ciudades  y  villas;  los  más  se  dedicaban  á  ofícios  me- 
cánicos como  caldereros,  herreros,  alpargateros,  estereros,  jabo- 
neros y  arrieros.  Convenían  todos  en  el  retraimiento  del  trato 
con  los  cristianos,  en  vivir  de  sus  manos,  en  pagar  todas  las  ga- 
belas é  impuestos  con  exactitud,  y  en  ser  templados  en  el  comer 
y  en  el  vestir.  Expulsados  luego  por  Felipe  III  en  cédula  real, 
dada  en  San  Lorenzo  en  1 1  de  Setiembre  de  1 609,  refrendada 
por  Andrés  de  Rada,  la  parroquia  de  San  Juan  de  Plasencia 
quedó  casi  sin  feligreses  con  la  expulsión  de  los  moriscos:  las 
portadas  de  las  antiguas  casas  son  los  únicos  recuerdos  que 
nos  quedan  de  este  despoblado  barrio  de  honrados  trabajado- 
res que  conservaron  en  España  la  afición  al  trabajo,  y  nos  die- 
ron siempre  muestra  de  cuánto  podía  ser  este  país  poblado 
todo  él  de  buenos  labradores.  ¡Jamás  la  historia  perdonará  este 
acto  impolítico  del  III  Felipe,  que  nos  trajo  la  miseria  y  la  des- 
población de  España! 

Las  cañadas,  abrevaderos,  rescalvados  y  cotos  que  contaba 
la  comarca  placentina  hasta  muy  entrado  el  siglo  xvii,  eran  en 
número  y  calidad  bastante  á  satisfacer  las  necesidades  del  pue- 
blo pechero  y  aun  de  los  hombres  de  la  clase  media  que  no 
siendo  labradores  ni  ganaderos,  necesitaban  de  las  hierbas  y 
pastos  de  montes  para  las  cabezas  de  ganado  que  sostenían 
para  su  recreo  ó  alimentación.  Detentadas  en  su  mayoría  estas 
propiedades  comunales,  no  queda  de  ellas  sino  su  recuerdo  en 


C  Á  C  E  R  E  S  925 

el  libro  Becerro  del  Concejo^  aunque  todos  los  vecinos  saben  al 
dedillo  los  linderos  de  los  cinco  cotos  de  la  ciudad  (i)^  como 
conocen  las  cañadas,  abrevaderos  y  rescalvados  que  en  tiempos 
antiguos  tuvo  el  Concejo  para  uso  común. 

El  palacio  del  Concejo,  las  plazas,  fuentes  públicas  y  pa- 
seos, mejoraron  el  aspecto  de  Plasencia  en  estas  dos  últimas 
centurias. 

En  el  siglo  xvii  se  levantó  el  palacio  de  los  condes  de 
Hornachuelos,  título  con  que  el  rey  D.  Felipe  IV  distinguió  á 
los  Panlaguas,  que  después,  en  1681,  Carlos  II  les  dio  el  mar- 
quesado de  Santa  Cruz  de  Paniagua. 

Este  palacio  es  notable  por  su  fachada  severa,  y  sobre  todo 
el  balcón  de  la  esquina  que  da  frente  á  la  catedral. 


(i)     He  aquí  la  noticia  exacta  de  estos  Cotos: 

N.o  I.— COTO  DE  SAN  ANTÓN:  Este  coto  lindaba  con  todas  las  viñas  de  los  Ba- 
rriales hasta  dar  al  molino  de  la  parud  bien  hecha  (que  ya  existia  con  este  nombre) 
y  de  allí  con  el  coto  que  dicen  de  Navalonguilla^  todo  el  arroyo  que  va  por  el  mo- 
linillo de  Francisco  Cordero  (se  ven  hoy  las  ruinas  de  este  molino)  á  dar  derecho 
á  Nuestra  Señora  Santa  Marta  del  Puerto,  y  por  la  parte  de  arriba  con  toda  la  raya 
de  la  dehesa  boyal  de  Valcorchero,  á  dar  al  Palomar  de  Maese  Cristóbal,  y  de  allí 
al  osario  de  los  judíos  que  es  en  el  Berrocal^  según  está  amojonado. 

N,'*  n.— COTO  DE  FUENTE  DE  LA  ZARZ/.:  Este  coto  comenzaba  desde  San  Láza- 
ro todo  el  rio  abajo  á  dar  á  la  raya  de  la  dehesa  del  Berrocal,  y  de  allí  á  dar  al  Ca- 
rrascal de  la  Franca,  y  de  allí  á  los  mojones  de  la  dehesa  de  la  casa  de  campo,  á 
dar  á  los  mojones  de  entre  la  dehesa  de  la  Pardala  á  los  dichos  cotos,  y  de  allí 
vuelve  por  los  aceitunos  que  eran  de  Ahumada,  y  todo  el. camino  á  raíz  de  las  vi- 
ñas, que  es  el  camino  que  va  á  Palacios  hasta  volver  á  San  Lázaro. 

N.»  III.— COTO  DE  CALZONCILLOS:  Comienza  desde  los  Tejares  y  va  lindando 
con  todas  las  viñas  que  dicen  de  Calzoncillos  arriba,  hasta  deslindar  con  la  dehesa 
del  Hoyo  y  toda  la  cumbre  derecha  á  dar  al  camino  de  Malpartida,  y  vyelve  todo 
el  camino  de  Malpartida  abajo,  deslindando  con  la  dehesa  de  Hosada,  á  dar  al  Egi- 
do  y  á  los  Tejares  de  donde  comenzó. 

N.°IV.-COTO  DE  LA  TINAQUERA :  Deslindaba  por  la  parte  de  arriba  con  la 
dehesa  de  Cuadrilleros,  y  con  el  baldío  que  decían  de  la  Herruza,  y  con  las  viñas 
que  decían  de  Valsoriano  y  de  la  Tinaquera,  y  con  el  camino  de  Jaraíz  por  una 
parte. 

N.*  V.— COTO  DE  MATASANOS:  Lindaba  por  una  parte  con  la  dehesa  de  Hosa- 
da  y  con  la  dehesa  de  San  Esteban  y  con  el  Haza  del  Pozo  y  por  un  lado  con  la 
dehesa  del  Tizuelo,  hoy  Terzuelo. 

Estos  dos  cotos  de  Matasanos  y  la  Tinaquera  quedaron  después  Baldíos,  para 
que  en  cualquier  tiempo  pudieran  aprovecharse  por  los  vecinos  de  la  ciudad. 

Las  Viñas,  las  Huertas  y  la  Isla,  merecieron  también  preferente  atención  por 
estas  ordenanzas,  que  sentimos  no  poder  dar  á  conocer  en  toda  su  extensión. 


Q36  C  Á  C  E  R  E  6 

Se  conoce  este  edificio  con  el  nombre  de  la  C^a  e¿e/  Deán, 
por  haberla  habitado  muchos  años  un  canónigo  de  la  familia  de 
los  Panlaguas,  que  tenfa  dicha  dignidad  en  la  catedral  placentina. 

La  Cárcel  es 
del  siglo  XVIII, 
como  el  Pósito 
yel  palacio  epis- 
copal,que  se  re- 
edificó á  expen- 
sasdelLVIIpre- 
lado  de  la  dió- 
cesis, D.  Fray 
Francisca  Laso 
de  la  Vega  y 
Córdova,  que 
regía  la  sede 
en  1737,  por 
muerte  del  obis- 
po Fr.  Juan  de 
Montalván. 

El  antiguo 
palacio  era  del 
siglo  XV ,  des- 
mantelado en  su 
interior  y  de  as- 
pecto pobre  en 

PLASENCU.-LA  CA«A  d=l  dbák  ^u  exteriof.  La 

portada,  no  obs- 
tante, era  notable.  El  obispo  Lasso  lo  reedificó,  tal  como  hoy  se 
ve,  presentando  una  agradable  obra  en  su  balcón  boleado  que 
forma  ángulo  entre  S.  y  O.  Mide  su  fachada  principal  unos  120 
metros;  es  todo  él  de  piedra  labrada,  con  excelente  piso  de  can- 
tería y  vistas  deliciosas. 

Los  cuatro  hospitales  que  contaba  Plasencia  en  el  siglo  xvi 


C  Á  C  E  R  E  S  927 

eran  notables.  El  de  Santa  María,  situado  en  la  calle  de  Trují- 
Uo,  que  lleva  el  título  de  Doña  Engracia  de  Monroy^  fué  fun- 
dado por  D.  Ñuño  Pérez  Monroy,  abad  de  Santander,  arcediano 
que  fué  de  Trujillo  y  de  Campos,  bajo  el  patronato  del  obispo 
y  cabildo  de  la  ciudad.  El  edifício  lo  restauró  el  obispo  Lasso 
en  la  primera  mitad  del  siglo  anterior.  En  sus  cuatro  espaciosas 
salas  caben  200  camas. 

El  de  la  Merced,  que  le  llaman  de  las  Llagas,  lo  hicieron 
el  licenciado  Pedro  Cepeda  y  su  mujer  Teresa  Rodríguez  y 
Yangas,  con  destino  solamente  á  heridos  y  enfermos  por  acci- 
dentes casuales. 

El  de  la  Cruz,  obra  costeada  por  D.*  Beatriz  de  Trejo  y 
Almaraz,  no  existe,  y  en  las  afueras  de  la  ciudad  había  una 
casa  para  recogimiento  de  transeúntes  y  forasteros. 

El  colegio  de  San  Fabián,  fundado  en  1580  por  el  arcedia- 
no D.  Fabián  de  Monroy,  y  el  seminario  de  la  Concepción,  que 
se  creó  en  1670»  son  instituciones  de  enseñanza  que  no  gozan 
del  nombre  que  otras  de  su  índole  tienen  en  varías  diócesis  de 
España. 

El  obispado  de  Plasencia  comprende  14  pueblos  de  la  pro- 
vincia de  Badajoz,  112  de  la  de  Cáceres,  11  de  la  de  Ávila,  y 
23  de  la  de  Salamanca:  total  160,  con  160  parroquias,  16  filia- 
les y  anejas,  14  conventos  y  126  ermitas,  capillas  y  oratorios, 
regido  todo  ello  por  154  párrocos,  30  tenientes,  32  beneficia- 
dos, 84  asignados  y  346  dependientes. 

Es  cabeza  de  Audiencia  de  lo  Criminal  y  uno  de  los  1 4  par- 
tidos judiciales  de  la  provincia  que  comprende  los  pueblos  si- 
guientes: Aldehuela,  Arroyomolinos  de  la  Vera,  Barrado,  Cabe- 
zavellosa,  Cabezuela,  Cabrero,  Carcaboso,  Casas  del  Castañar, 
Galisteo,  Carguera,  Malpartida  de  Plasencia,  Mirabel,  Monte- 
hermoso,  Navaconcejo,  Oliva,  Piornal,  Plasencia,  Serradilla, 
Tejera,  Torno,  Valdastillas,  Valdeobispo,  y  Villar  de  Plasencia, 
con  una  población  de  30,890  habitantes. 

Patria  ha  sido  Plasencia  de  ilustres  hombres.  Aparte  de  los 


928  C  A  C  E  R  E  S 

ya  citados  en  este  capítulo,  contó  con  el  famoso  cardenal  don 
Bernardino  de  Carvajal,  de  la  ilustre  familia  de  los  de  este  ape- 
llido y  la  de  los  Sandes,  como  hijo  que  fué  del  noble  caballero 
el  señor  de  la  villa  de  Torrejón,  D.  Francisco  López  de  Carva- 
jal y  de  D.^  Aldonza  de  Sande,  su  mujer.  Este  ilustre  eclesiás- 
tico se  educó  en  Salamanca,  y  fué  embajador  en  Roma  por  los 
RR.CC.  Era  sobrino  del  no  menos  renombrado  y  también  car- 
denal D.  Juan  de  Carvajal,  también  placentino.  Murió  D.  Ber- 
nardino de  edad  de  68  años,  en  13  de  Diciembre  de  1523,  ha- 
biendo presidido  el  Sacro  Colegio  de  Cardenales,  como  decano 
en  la  elección  de  pontífice  de  Adriano  VI  y  en  la  de  Clemen- 
te VII.  En  la  elección  de  este  último  tuvo  muchos  votos  para 
el  Pontificado.  Falleció  en  Roma  y  está  enterrado  en  la  iglesia 
de  Santa  Cruz  de  Jerusalén,  de  donde  tuvo  el  título  de  car- 
denal, f 

Placentinos  también  fueron  el  arquitecto  Pedro  Deleria,  el 
cardenal  Tejó,  los  obispos  D.  Pedro  de  Carvajal,  D.  Gutierre 
de  Vargas  y  D.  Cristóbal  Lobera;  los  capitanes  Luís  de  León, 
Pedro  Hernández  de  Paniagua,  Villalba,  D.  Luís  de  Ávila  y  Zú- 
fiiga,  y  los  Almaraces  y  Monroyes;  los  juristas  Alfonso  de  Ace- 
vedo  y  Juan  Gutiérrez;  los  cronistas  D.  Lorenzo  Galíndez  de 
Carvajal,  y  Fr.  Alonso  Fernández;  y  los  teólogos,  escritores  y 
poetas  Martín  Redondo,  Gabriel  de  Trejo,  Fernando  Calvo,  Al- 
fonso de  Torres,  Alvaro  de  Hinojosa,  Bernardo  López,  Grego- 
rio Bolívar,  Gutierre  de  Trejo,  Juan  Gutiérrez,  Pedro  Fernández 
Ovalde,  el  Dr.  Bedoya,  los  PP.  Fr.  Antonio  de  Santa  María,  y 
Fr.  Martín  de  San  José,  y  D.  Alejandro  Matías  Gil,  último  his- 
toriador de  Plasencia,  todos  son  nacidos  en  esta  ciudad  memo- 
rable, de  gloriosas  tradiciones  y  gran  renombre  en  los  fastos  de 
la  pasada  Extremadura. 


CAPITULO  VIII 


Gastrae-Juliae. — Trujillo  en  la  Edad-media. 
Trujillo  en  los  tiempos  contemporáneos.— Sus  hijos  célebres 


I 


LINIO  cita  entre  las  ciudades  lusitanas  á  Julia^ 
pueblo  contribuyente,  pero  no  municipio  romano, 
y  menos  colonia,  como  algunos  suponen.  Se  co- 
noció desde  los  primeros  tiempos  de  la  invasión 
romana,  con  el  nombre  de  Castra  JulicB^  que  es  lo 
mismo  que  íuert^  Juliense  ó  castillo  de  Julio. 

Trujillo  suponen  algunos  que  se  deriva  de  Turrts 
yulia^  nombre  antiguo  desconocido,  por  lo  que  le  de- 
rivan otros  de  Castrum  yulium  y  dicen  que  de  Trum 
yulium  quedó  Trujillo.  Es  probable  que  al  recibir  el 
nombre  que  hoy  tiene  no  supieran  los  que  se  lo  dieron  que  se 
llamó  antiguamente  Castra  JuluBy  y  le  darían  el  de  Trujillo 
sólo  porque  sus  edificios  estarían  revocados  y  se  verían  blan- 
quear desde  larga  distancia,  como  hoy  se  ven,  pues  Trujillo 


"7 


930  C  A  C  E  R  E  s 

quiere  decir  encalar  6  blanquear^  según  Paredes  y  Guillen  (i). 
Que  es  pueblo  de  antigüedad  suma  lo  acreditan  las  ruinas 
que  conserva  en  la  parte  alta  de  la  ciudad^  donde  se  han  encon- 
trado multitud  de  inscripciones,  de  las  cuales  las  únicas  legibles 
son  éstas: 

CILIVS 

CAENONIS 

F.   APVLVS 

AEACO 
V-  S-  L-  M- 

que  quiere  decir :  Celio  Apulo,  hijo  de  Cenón,  hizo  un  voto  á 
Faco.  Este  Faco,  con  Minos  y  Radamanto,  según  la  teología 
pagana,  juzgaban  las  almas  apenas  se  separaban  de  sus  cuer 
pos. 


T.   IVLIVS.  NICERANVS 

ANN  •  LXXXIII   • 

H  •  S  •:::::::::     :  SIBl 

SARCOPHAG   • 

IN  •  FIDEI  •  COMMISSVM 

EREXIT 


Esto  es:  Tito  Julio  Nicerano,  de  edad  de  ochenta  y  tres 
años,  está  aquí  sepultado.  Séate  la  tierra  leve.  El  mismo  se  eri- 
gió este  sarcófago  mandándolo  á  su  muerte. 

En  el  brocal  del  pozo  que  hay  en  el  castillo  se  lee  esta 
otra: 


BOVDIN 

N  •  CAR 

IFHS-B-S-T-T-L 


Sobre  la  parte  superior  de  esta  piedra  hay  una  cabeza  muy 
mal  tratada. 

Suponen  algunos  eruditos  que  Julio  César  fué  el  fundador 


(i)    Origen  del  nombre  de  Extremadura^  pág.  50. 


CÁCERES  931 


de  Trujillo  (i),  afírmación  que  no  puede  comprobarse  hasta  hoy 
por  ningún  hecho  de  notoria  autoridad;  pero  los  nombres  de  Cas 
iraCacilia  y  de  Norba-Casarea  van  casi  siempre  unidos  al  de 
Castra-Julia  en  la  geografía  antigua,  deduciéndose  de  este  hecho 
que  las  tres  poblaciones  lusitanas  pudieron  ser  de  igual  época. 

Los  que  remontan  el  origen  de  Trujillo  á  los  tiempos  más 
antiguos,  lo  creen  fundado  por  \o%  Fr amóntanos  Celtiberos ^  raza 
de  pastores  que  vivía  de  la  trashumación,  entre  los  Extremos  y 
las  Sierras^  como  decimos  en  el  principio  de  esta  obra ;  pero 
la  prueba  es  muy  difiícil,  y  por  más  que  sean  muchos  los  cronis- 
tas que  admitan  tal  añrmación,  nosotros  no  podemos  traerla  aquí 
como  de  autoridad  probada. 

Sábese  que  en  los  tiempos  de  Augusto  había  en  Trujillo  una 
fortaleza  inexpugnable,  albergue  de  un  pequeño  pueblo,  citado 
por  Plinio,  con  el  apellido  de  Julia.  No  existen  inscripciones  que 
autoricen  la  antigüedad  de  estos  muros,  pero  como  restos  de 
ellos  se  ve  la  famosa  Torre  Juliana,  que  formaba  parte  de 
aquellas  fortificaciones  y  que  aún  existe  en  pie  para  testimonio 
de  la  ciudad  que  fundaron  los  romanos,  á  la  cual  pertenecieron 
las  inscripciones  que  copiamos  al  principio  de  este  capítulo  y 
otras  publicadas  por  varios  autores  y  halladas  todas  dentro  del 
perímetro  murado  de  la  Castra- Julia, 

Refieren  las  crónicas  y  cuenta  la  tradición  que  en  la  Torre 
Juliana  apareció  la  imagen  de  una  Virgen  que  denominaron  de 
la  Victoria,  por  coincidir  esta  aparición  con  el  día  en  que  se  ganó 
Trujillo  á  los  infieles,  hecho  que  se  canta  por  nuestro  antiguo 
Romancero  en  versos  como  éstos: 

«En  esta  tont  Juliana 
donde  con  verdad  se  muestra 
sacra  Virgen  Soberana, 


(i)  Hvitoriay  santos  de  la  muy  noble  ciudad  de  Trujillo,  por  D,  Juan  Solano  de 
Figueroay  Altamirano,  doctor  teólogo,  arcipreste  de  Medellin  y  Comisario  del  San- 
to oficio  de  la  Inquisición  de  Llerena  (Ms.)> 


C  A  C  E  R  E  S 


contra  la  gente  pagana 

os  mostraste,  madre  nuestra.» 


Es  una  leyenda  igual  á  la  del  cubo  de  la  Almudena,  de  Ma- 
drid, y  á  otras  tantas,  por  igual  patrón  cortadas,  y  que  las  gen- 
tes sencillas  han  aplicado  á  la  conquista  de  cualquier  castillo  es* 
pañol. 


TRUJILLO.  — Ruinas   de   la   Tohre  Juliana 

En  la  Torre  yuliana  hubo,  hasta  1823,  la  colosal  estatua 
de  piedra  de  un  emperador  romano,  que  las  turbas  desenfrena- 
das, al  iniciarse  el  movimiento  político  del  afio  citado,  derribaron, 
arrastrando  sus  trozos  por  las  calles  de  Trujíllo,  al  grito  de 
¡Abajo  las  cadenas!  y  ¡Viva  la  libertad!  con  que  se  desahogó  el 
pueblo  en  aquellos  días  que  enterró  el  absolutismo  y  todos  los 
privilegios  irritantes  con  que  hasta  entonces  se  distinguía  á  los 
nobles. 


C  Á  C  E  R  E  S  933 


Créese  que  esta  estatua  era  la  de  Julio  César,  y  daba  nom* 
bre  á  la  torre ;  otros  la  suponen  de  Trajano;  pero  no  correspon- 
día este  emperador  con  la  denominación  de  la  torre,  ni  con  la 
tradición  de  su  origen,  y  suponemos  que  sería  la  de  César,  en 
cuyo  caso  la  torre,  que  necesariamente  debió  ser  coetánea  á  la 
estatua,  es  del  año  706  de  la  fundación  de  Roma,  que  corres- 
ponde al  del  47  anterior  á  la  era  vulgar,  en  que  comenzó  la 
dictadura  este  emperador  y  su  mayor  apogeo  también  con  sus 
conquistas  en  la  Península  Ibérica.  Pero  nada  conocemos  escrito 
sobre  el  particular,  y  Trujillo  no  tiene  historiador  que  haya  re- 
cogido sus  antigüedades,  así  es  que  en  esto,  como  en  todo  lo 
que  á  esta  ciudad  se  refiera,  sobre  su  pasado,  nos  hemos  de 
atener  á  noticias  rastreadas  de  citas  y  referencias  de  escaso  valor 
que  hemos  encontrado  á  nuestro  paso  por  el  país,  y  en  algunos 
manuscritos  antiguos. 


II 


Los  godos  primero,  y  los  árabes  después,  pasaron  por  esta 
población  sin  dejar  grandes  recuerdos  de  su  dominación  en  ella. 
Sin  embargo,  sábese  que  los  últimos  la  fortificaron  con  obras  de 
defensa  en  su  parte  más  elevada,  construyendo  en  el  siglo  xi  su 
alcázar  ó  fortaleza,  que  después  reformó,  en  1 449,  D.  Alvaro  de 
Luna. 

Aún  se  conservan  restos  de  este  castillo  que  tantos  asaltos 
ha  sufrido  y  tantos  grandes  hombres  ha  albergado.  Guerras  ci- 
viles, obstinadas  resistencias,  luchas  de  bandos,  estrecheces  de 
extranjeros,  en  la  antigüedad  portugueses,  franceses  en  época 
reciente,  y  hasta  la  última  guerra  de  Sucesión  han  pasado  sobre 
los  muros  de  esta  fortaleza,  procurando  con  ardiente  saña  pos- 
trar sus  fuertes  muros  y  altos  torreones:  el  castillo  de  Trujillo, 


C  A  C  E  R  K  S 


sin  embargo,  como  la  hidra  de  la  fábula,  ha  renacido  cada  vez 
más  potente,  hallándose  en  la  actualidad  en  el  mejor  estado  que 
se  puede  desear,  aunque  ha  perdido  totalmente  el  carácter  que 
tuvo  en  la  Edad  medía,  y  nada,  por  tanto,  conserva  de  su  pri- 
mitiva época. 

Esta  fortaleza  estaba  al  extremo  N  E.  de  la  ciudad  amurallada. 


TRUJILLC  — El   castillo 

que  en  1 808  fué  casi  destruida  por  completo  por  los  franceses; 
pero  á  sus  faldas  se  extiende  la  población  moderna  con  sus  950 
edíñcios  entre  públicos  y  particulares,  sin  contar  los  593  del  ca 
serio  de  las  Animas,  los  105  de  Belén  y  los  78  de  San  Clemente, 
que  pueden  llamarse  arrabales  de  la  ciudad. 

Restaurado  el  castillo  por  los  invasores  de  Napoleón  I, 
en  1809,  quedó  en  muy  mal  estado  con  la  guerra  de  la  Indepen 
dencia,  pero  se  mejoraron  sus  fortificaciones  en  1837,  cuando 
las  partidas  facciosas  del  titulado  Carlos  V,  invadieron  la  prc- 


C  A  C  E  R  E  s  93$ 

vincia  de  Cáceres  en  el  principio  de  la  guerra  civil  de  los  siete 
años. 

Trujillo,  hasta  últimos  del  siglo  xii,  fué  una  de  las  ciudades 
más  principales  que  poseyeron  los  árabes  en  esta  parte  de  Ex- 
tremadura. En  1 1 84  le  puso  sitio  el  rey  D.  Alfonso  VIII  y 
logró  el  ganarla,  mas  no  para  mucho  tiempo,  porque  no  pudo 
conservarla  por  falta  de  guarnición,  y  quedó  nuevamente^ 
en  1 186,  en  poder  de  los  infieles. 

Cuando  la  ciudad  de  Plasencia  organizaba  la  guerra,  y  su 
Concejo  se  presentaba  en  fonsado  con  todos  sus  caballeros,  co- 
mandados por  el  Señor  de  la  ciudad,  el  Juez,  Alcalde  y  Obispo 
de  ella,  se  formó  empeño  en  la  conquista  de  Trujillo,  y  al  efecto 
sitiaron  su  fortaleza  el  3  de  Diciembre  de  1232,  pero  los  sitia- 
dos se  defendían  como  héroes  y  el  obispo  D.  Domingo,  el  se- 
gundo prelado  que  contó  la  diócesis  placentina,  temeroso  de 
tener  que  levantar  el  sitio,  pidió  ayuda  á  las  órdenes  militares, 
que  se  apresuraron  á  dársela  y  obrando  estos  caballeros  de 
consuno  con  el  Concejo  de  Plasencia,  y  después  de  un  porfiado 
sitio  de  cincuenta  días,  en  que  el  agua  y  el  frío  diezmó  al  ejér- 
cito, el  25  de  Enero  de  1233  logró  que  se  le  rindiera  la  ciu- 
dad (i),  entrando  en  ella  ios  cristianos  mandados  por  el  obispo 
D.  Domingo,  que  lo  mismo  manejaba  el  báculo  que  la  lanza. 

En  poder  de  los  cristianos  y  agregada  á  la  corona  quedó 
entonces  Trujillo,  hasta  que  la  cedió  en  1428  el  rey  D.Juan 
el  II,  con  Alcaraz  y  otras  poblaciones  de  menor  importancia,  á 
la  infanta  D.^  Catalina,  mujer  de  D.  Enrique  de  Aragón,  en 
cambio  de  Villena. 

Despojado  el  infante  D.  Enrique  de  Aragón,  esposo  de  doña 
Catalina,  en  1429  de  los  demás  pueblos  de  sus  estados,  se  retiró 
á  esta  ciudad  para  correr  desde  ella  las  tierras  reales.  El  infante 
D.  Pedro  llegó  entonces  á  Trujillo,  y  ambos  hermanos  se  es- 
meraron en  fortificarla,  para  lo  cual  destruyeron  sus  arrabales. 


(1)    Mariana,  Historia  general  de  España^  1.  XII,  cap.  XVI. 


936  C  A  C  E  R  E  S 


Acudió  ejecutivamente  el  rey,  con  D.  Alvaro  de  Luna,  contra 
estos  desmanes,  y  Trujillo  vino  pronto  á  su  poder,  mas  la  forta- 
leza se  resistió  algún  tiempo  por  oficio  del  bachiller  Garci- 
Sánchez  de  Quiñones,  quien,  teniendo  gran  parte  en  la  defensa, 
se  opuso  obstinadamente  á  su  entrega,  aunque  después  de  ave- 
nirse á  ello  el  alcaide.  Obvió  D.  Juan  de  un  modo  astuto  seme- 
jante inconveniente:  logró  que  Quiñones  consintiese  en  celebrar 
con  él  una  entrevista,  y  habiéndose  juntado  solo  al  efecto  en  la 
áspera  cuesta  del  castillo,  desahuciado  de  vencer  su  resistencia, 
asióse  á  él^  y  haciéndolo  rodar  consigo  por  la  vertiente  del  te- 
rreno,  facilitó  que  cien  hombres  de  armas  apostados  cerca,  se 
asegurasen  de  su  persona,  con  lo  que  se  rindió  la  fortaleza. 

Después  pasaron  á  apoderarse  de  Alburquerque  y  otros  cas- 
tillos, que  ganaron  por  sorpresa  unos  y  por  suerte  de  las  armas 
otros,  cediendo  después  Trujillo  al  mismo  D.  Alvaro  (i),  en 
pago  de  los  servicios  que  le  prestara  en  la  guerra. 

Gozaba  á  la  sazón  Trujillo  de  privilegios  que  en  1431  otor- 
góle el  señor  rey  D.  Juan  II,  y  en  tal  manera  se  mostraron  sus 
habitantes  celosos  de  la  libertad  que  heredaron  de  sus  antepasa- 
dos, que  habiendo  determinado  el  rey  D.  Enrique  IV  entregar 
la  ciudad  (en  remuneración  de  servicios  prestados),  á  D.  Alonso 
de  Zúñiga,  conde  de  Piasencia,  el  vecindario,  de  acuerdo  con  el 
alcaide  del  castillo  D.  Gracián  Sessé,  se  opuso  á  pasar  por  lo 
que  ellos  creían  una  humillación,  disponiéndose  á  contrarrestar 
con  las  armas  las  órdenes  del  soberano,  hasta  hacerle  desistir 
de  su  propósito.  No  fué  ésta  la  única  hazaña  de  Sessé;  como  in- 
tentara en  1474  apoderarse  de  Trujillo,  el  maestre  de  Alcántara 
D.  Juan  Pacheco,  á  pesar  de  que  la  nobleza  y  el  pueblo  estaba 
á  favor  del  caballero  cruzado,  resistióse  Sessé  á  entregarle  la 


(i)  Privilegio  rodado  de  D.  Juan  //,  expedido  en  Toledo  en  Febrero  de  1446,  ha- 
ciéndole  merced  de  la  ciudad  de  Trujillo  á  D,  Alvaro  de  Luna^  por  sus  servicios. 
(Magnífica  hoja  de  vitela,  con  orla  miniada,  y  preciosa  rueda  en  oro  y  colores  y 
sello  de  plomo,  de  nuestra  propiedad). 


C  Á  C  E  R  E  s  937 

fortaleza,  si  no  se  le  indemnizaba  de  los  gastos  que  él  había 
hecho  en  ella.  Murió  Pacheco  sin  conseguir  tomarla ;  mas  no  ha* 
biéndose  apercibido  Gracián  Sessé  de  la  muerte  del  maestre, 
continuaron  los  tratos  con  la  orden,  que  al  fin  logró  reducirlo, 
si  bien  dándole  en  cambio  el  lugar  de  San  Félix,  en  Galicia,  por 
juro  de  heredad :  en  esta  aldea  murió  Sessé  más  tarde  apedrea- 
do por  el  mismo  vecindario,  por  actos  impopulares  que  él  había 
llevado  á  cabo. 

En  1475  hizo  su  entrada  en  Trujillo  la  infanta  D.^  Juana, 
prometida  del  rey  de  Portugal,  cuyo  casamiento  contraria^ 
ba  la  política  de  los  reyes  de  Aragón,  á  la  que  tan  duramente 
combatía  el  marqué$  de  Villena,  en  su  odiosidad  á  los  RR.  CC, 
de  quienes  había  recibido  muchos  vejámenes.  Éstos  le  prometie- 
ron, en  aras  de  la  paz,  perdonarle  y  restituirle  todos  sus  estados 
si  les  entregaba  Trujillo  con  el  alcázar  de  Madrid,  que  también 
conservara  en  1476  por  su  cuenta.  Se  intimó  al  alcaide  de 
Trujillo  Pedro  de  Baeza,  que  rindiese  el  castillo,  á  que  se  negó 
(probando  su  valor  y  constancia),  mientras  no  se  entregasen 
antes  al  marqués  D.  Diago  López  Pacheco,  las  villas  de  su  es- 
tado de  Villena.  El  marqués,  menos  previsor  que  Baeza,  pasó  á 
entregar  el  alcázar  dé  Madrid  y  el  castillo  de  Trujillo  á  la  reina, 
entrando  las  tropas  reales  en  la  fortaleza  el  24  de  Julio  del  afto 
de  1477;  pero  la  entrega  de  esta  fortaleza  la  hizo  el  marqués 
tan  precipitadamente,  que  ni  se  ocupó  de  las  condiciones  que 
debían  garantizar  la  persona  de  Baeza,  por  lo  que,  sentido  éste, 
abandonó  al  marqués,  y  fué  después  objeto  de  persecuciones  in- 
justas por  parte  de  los  RR.  CC,  pues  quien  no  se  humilla  á  los 
tiranos,  siempre  será  yíctima  de  ellos. 

En  1478  visitaron  Trujillo  t>-  Fernando  y  D.*  Isabel.  Don 
Fernando  volvió  á  Trujillo  en  principios  del  año  de  15 16.  De 
esta  ciudad  salió  para  morir  en  Madrigalejo  (i),  pequeño  pueblo 
del  juzgado  de  Logrosán. 


(i)    En  la  capilla  de  la  casa  d^: Santa  María,  propiedad  que  fué  de  los  mon* 
S18 


938  C  Á  C  E  R  £  S 


En  fecha  anterior  había  tenido  lugar  en  Trujillo  la  prisión  y 
proceso  del  Nuncio  Francisco  Ortiz,  suceso  que  tuvo  en  su 
época  gran  resonancia  porque  estaba  ligado  á  las  desavenencias 
del  papa  Inocencio  VIII  con  los  RR.  CC. 

Por  los  años  de  1479  el  arzobispo  de  Toledo  no  estaba  en 
buenas  relaciones  con  el  rey,  y  vivía  casi  desterrado  en  su  pala- 
cio de  Alcalá  de  Henares. 

Parece  que  jugaba  gran  papel  en  todas  estas  disidencias, 
entre  el  primado  de  España  y  sus  reyes,  el  obispo  de  Os- 
ma,  á  la  sazón  preso,  y  el  de  Cuenca,  que  estaba  también 
|>oco  menos,  apareciendo  como  mediador  entre  estos  prelados  y 
Ja  persona  del  papa  Sixto  IV,  aunque  de  una  manera  secreta  ó 
clandestina,  el  nuncio  apostólico  D.  Francisco  Ortiz,  quien '  no 
llevaba  las  cosas  muy  á  gusto  de  los  reyes.  Éstos  mandaron 
abrir  una  minuciosa  Infomuuibn  contra  el  nuncio,  á  la  sazón  en 
Trujillo,  y  por  medio  de  un  interrogatorio  le  hicieron  declarar 
4a  parte  y  forma  que  había  tomado  en  la  cuestión  del  primado  y 
los  prelados  procesados,  comisionando  al  efecto  como  alcalde 
mayor  de  la  casa  y  corte  al  licenciado  Fernando  Yáñez  de  Lo- 
bón  para  recibir  las  declaraciones  al  nuncio,  según  el  interroga- 
torio acordado,  y  en  su  cumplimiento  el  día  1 9  de  Julio  de  1 480 
el  Yáñez  de  Lobóíi  tomaba  declaración  al  nuncio  en  cierta  ermi- 
ta que  estaba  bajó  los  muros  de  la  fortaleza  de  Trujillo,  hacien- 


jes  de  Guadalupe,  se  lee  aún  la  siguiente  inscripción  que  recuerda  este  suceso 


Falleció  el  muy  alto  y  poderoso 

Y  católico  rey  D.  Fernando  el 

Quinto  de  gloriosa  memoria, 

Aqui   EN    ESTE    APOSENTO    DE   ESTA 
CASA   DE   NUESTRA   SEÑORA   DE   GUA- 
DALUPE,  MIÉRCOLES   día    DE   SaN« 

CTi  Ylldefonsi  entre  las  tres 

Y  LAS  CUATRO  HORAS  DE  LA  MA- 
ÑANA, QUE  FUERON  VEINTE  Y 
TRES  DÍAS  DEL  MES  DE  EnERO  DE 
I  S  I  6  AÑOS, 


C  Á  C  E  R  E  s  939 

do  jurar  al  nuncio  ante  los  Evangelios  decir  verdad  en  lo  que 
fuese  preguntado  (i). 


III 


Trujillo  es  hoy  una  ciudad  principal  entre  las  mejores  de 
Extremadura.  Estos  edificios  se  encuentran  distribuidos  entre  25 
calles,  generalmente  anchas ,  seis  plazuelas  bastante  capaces, 


(i)  Este  documento  es  curioso  y  lo  copiaríamos  aquí  á  no  ser  bastante  exten- 
so. Comienza  así: 

«  En  la  cibdad  de  Trujillo  dies  é  nueve  dias  de  Julio  del  Nacimiento  de  Nuestro 
Señor  Jesucristo  de  mil  é  cuatrocientos  é  ochenta  años,  en  presencia  de  mí  el  es- 
cribano é  testigos  de  yuso  escriptos,  estando  dentro  de  la  fortaleza  de  la  dichh 
cibdad  en  una  ermita  que  está  en  la  cofacha  de  la  dicha  fortaleza,  el  honrado  li- 
cenciado Fernando  Yañez  de  Lobon,  del  Consejo  del  Rey  é  de  la  Reina,  nuestros 
señores,  é  su  Alcaide  en  la  casa  é  corte,  tomó  é  recibió  juramento  del  nuncio  Fran- 
cisco Ortis,  que  ende  estaba,  el  cual  puso  la  mano  en  el  libro  de  Evangelios  que  en 
el  altar  de  la  dicha  ermita  estaba...» 

Y  termina : 

«  Fué  preguntado  si  él  entendia  seguir  en  todo  é  por  todo  la  forma  de  la  carta 
que  le  enviaban  en  todas  las  particularidades  de  ella.  Dijo  que  lo  que  tocaba  á  fa* 
serlo  con  voluntad  del  Rey  y  á  reducir  más  al  servicio  suyo  al  Arzobispo  é  á  faser 
las  cosas  sin  rigor  é  sin  estruendo  é  en  todo  á  esto  concerniente,  que  siquiera  la 
dicha  carta,  porque  por  ella  le  daban  buenos  consejos;  porque  por  lo  otro  non 
físiera  cosa,  nin'lo  tentara  faser,  nin  consintiera  que  se  físiere  sin  que  mucho  co- 
nosiera  á  que  procedia  de  la  voluntad  del  Rey  nuestro  señor. — Francisco  Ortis, 
Nunctus  apostolt'cus,— Testigos  que  fueron  presentes  á  todo  lo  que  dicho  es,  é  vie- 
ren faser  el  dicho  juramento  en  la  manera  susodicha  al  dicho  Nuncio  Francisco 
Ortis,  é  le  vieren  desir  su  dicho  é  depusicion,  según  de  uso  se  contiene ;  asimis- 
mo lo  vieron  firmar  aquí  su  nombre— Ñuño  del  Águila  é  Alfonso  de  Albornos, 
Alcaide  la  dicha  fortaleza,  los  cuales  y  yo,  Juan  de  la  Plazuela,  Escribano  de  cá- 
mara del  Rey  é  la  Reina,  nuestros  señores,  é  su  Notario  público;  é  otrosí  Escriba- 
no de  la  justicia  en  la  casa  é  corte  é  rastro  de  la  Reina  nuestra  señora,  juramos  en 
forma  debida  de  derecho  en  manos  del  dicho  Alcaide  que  guardaríamos  secreto 
de  todo  lo  que  el  dicho  Alcaide  nos  diria  cerca  de  lo  susodicho,  é  asimismo  lo  que 
el  dicho  Francisco  Ortis  dijese  é  declarase  por  su  dicho  é  depusicion,  que  non  lo 
dijésemos  á  ninguna,  ni  algunas  personas  por  escrito,  nin  por  palabra,  nin  de 
otra  manera  alguna,  sin  licencia  é  mandado  del  Rey  é  de  la  Reina,  nuestros  seño- 
res, lo  cual  todo  que  dicho  es,  si  necesario  fuese,  daré  signado  en  pública,  for^ 
mando  este  original ;  en  fe  de  lo  cual  firmé  aquí  mi  nombre. —yuan  de  la  Pla- 
zuela,* 


940  C  Á  C  E  R  E  S 

y  la  plaza  de  la  G^nstitución,  cuadrada  y  con  espaciosos  sopor- 
tales. 

Los  principales  ediñcios  de  Trujillo  son  los  palacios  de  los 
marqueses  de  la  Conquista  y  de  los  duques  de  San  Carlos,  en 
la  Plaza  Mayor;  el  ayuntamiento;  la  alhóndiga,  con  preciosa 
fachada  de  cantería  labrada;  el  teatro,  construido  en  1848;  la 
plaza  de  toros,  propiedad  de  los  marqueses  de  la  Conquista,  y 
la  iglesia  de  Santa  María  la  Mayor,  de  estilo  gótico,  y  una 
de  las  cinco  que  tiene  la  ciudad.  En  ella  está  el  sepulcro  de 
García  de  Paredes.  Las  otras  cuatro  son  San  Martín,  Santia- 
go, San  Andrés  y  Santo  Domingo.  El  número  de  sus  templos 
se  completa  con  las  iglesias  de  seis  conventos  de  frailes  que 
tuvo  y  las  otras  seis  de  religiosas,  algunas  de  las  que  aún  sub- 
sisten. 

En  la  Plaza  Mayor,  donde  está  la  parroquia  de  San  Martín, 
se  celebraron  grandes  ñestas  públicas  en  1478  con  ocasión  de 
visitar  la  ciudad  los  RR.  CC,  y  en  el  castillo  se  corrieron  cintas 
y  cañas  por  los  nobles  y  ñdalgos  extremeños. 

Los  palacios  de  Conquista  y  de  San  Carlos  tienen  poco  de 
particular.  Ediñcios  del  siglo  xvii  el  primero  y  del  xviii  el  se- 
gundo, adolecen  de  los  defectos  que  tanto  distingue  á  la  ar- 
quitectura española  en  esta  época  de  su  más  doloroso  de- 
caimiento. 

No  así  la  parroquia  de  Santa  María  la  Mayor,  templo  de 
construcción  gótica  muy  sólida,  de  los  mediados  del  siglo  xv, 
con  una  excelente  portada  del  mejor  gusto  de  la  época.  Tie- 
ne tres  naves  sostenidas  por  fuertes  columnas  de  cantería  y 
el  aspecto  general  del  edificio  es  agradable.  Cuentan  con  bue- 
nas capillas,  ornamentación  lujosa  y  algunos  cuadros  de  autores 
conocidos.  El  de  la  Asunción  fué  costeado  en  1817  por  el  mar- 
qués de  Santa  Marta. 

Trujillo  celebra  dos  ferias  cada  año,  una  en  2  de  Junio  y  la 
otra  en  8  de  Diciembre :  la  primera  indudablemente  es  de  las 
más  concurridas  del  reino.  La  buena  estación  en  que  se  celebra, 


C  A  C  E  R  E  S 


la  abundancia  en  ella  de  los  cambios  y  las  buenas  proporciones 
que  se  han  procurado  para  comodidad  de  los  ganados,  atrae 
un  inmenso  número  de  éstos,  cuya  reunión  presenta  un  aspecto 


TRUJILLO.  — Parroquia  ds  Santa  MarIa  la  Mayor 

interesante;  baste  decir  que  generalmente  se  calcula  que  con- 
curren á  esta  feria  sobre  50,000  cabezas  de  ganado  lanar, 
30,000  de  cerda,  10,000  vacuno,  y  por  el  mismo  orden  el  ca- 
ballar y  mular.  La  feria  de  Diciembre  es  poco  concurrida,  pre- 
sentándose sólo  el  comercio,  como  feria  de  plazos;  hay  también 


C  Á  C  E  R  E  s  943 

mercado  franco  todos  los  jueves,  concedido   por  Carlos  V. 

Son  armas  de  Trujillo  la  imagen  de  la  Virgen  con  el  niño 
Dios  en  los  brazos,  colocada  extramuros  y  dos  torres,  en  con- 
memoración  de  haber  intervenido,  según  la  tradición  popular, 
en  la  conquista  contra  los  agarenos. 

El  partido  judicial  á  que  da  nombre  tiene  sus  límites 
al  N.  con  los  de  Plasencia  y  Navalmoral  de  la  Mata ;  al  E.  con 
el  de  Logrosán;  al  S.  con  Don  Benito,  en  la  provincia  de  Ba- 
dajoz, y  al  O.  con  Montánchez  y  Cáceres :  su  extensión  super- 
ficial de  £.  á  O.  desde  el  término  de  la  Herguijuela  hasta  el  de 
Salvatierra  y  puente  de  Tajufia,  en  que  principian  los  de  Mon- 
tánchez y  CácereSj  son  de  tres  leguas  por  el  primer  punto  y 
seis  por  el  segundo;  de  N.  á  S.  desde  el  de  las  Casas  del  Puer- 
to ó  el  de  Torrejón  el  Rubio  hasta  el  de  Medellín  de  once  á 
doce  leguas,  ocupando  la  capital  próximamente  el  punto  cén- 
trico de  estas  líneas.  Sus  pueblos  son:  Aldeacentenera,  Aldea 
del  Obispo,  Conquista,  La-Cumbre,  Deleitosa,  Escurial,  Hergui- 
juela, Ibahernando,  Jaraicego,  Madroñera,  Miajadas,  Plasenzue- 
la,  Puerto  de  Santa  Cruz,  Robledillo  de  Trujillo,  Ruanes,  Santa 
Ana,  Santa  Cruz  de  la  Sierra,  Santa  Marta,  Torrecillas  de  la 
Tiesa,  Torrejón  el  Rubio  y  Villamesías,  con  una  población  de 
32,000  habitantes. 


IV 


Trujillo  ha  dado  á  la  patria  multitud  de  hombres  célebres. 
Cuéntase  entre  los  más  principales  á  los  famosos  capitanes  San- 
cho Ximénez  de  Paredes,  Diego  García  de  Paredes  {el  Hércu- 
les Extremeño)^  Diego  García  de  Paredes  (distinto  del  ante- 
rior, fundador  de  la  ciudad  de  Trujillo  en  Venezuela),  Gonzalo, 
Juan  y  Diego  Pizarro,  hijos  del  anterior  y  todos  bien  célebres 


944  c  A  c  E  R  E  s 

en  la  conquista  de  América;  Francisco  Martín  de  Alcántara^ 
Diego  de  Alvarado,  Francisco  de  Orellana,  Vasco  y  Diego  de 
Herrera,  Perrálvarez  Holguín^  Juan  Pizarro  y  Orellana,  Fr.  Alon- 
so, Fr.  Antonio,  Fr.  Diego,  Fr.  Felipe,  Fr.  Juan,  Fr.  Martín, 
Fr.  Miguel,  Fr.  Pedro  de  Guadalupe,  Fr.  Pelegrín  y  Fr.  Tomás 
de  Trujillo,  Lorenzo  de  Aldana,  Pedro  y  Nicolás  de  Hinojosa, 
Francisco  y  Garci  Manuel  de  Carvajal,  Alonso  de  Toro,  Ñuflo 
y  Fr.  Diego  de  Chaves,  Martín  de  Alarcón,  Francisco  Camargo, 
Francisco  de  Casas,  los  capitanes  Mendo  y  los  Sotomayor;  Ruy 
Pérez  de  Vargas,  el  magistrado;  Diego  de  Herrera ,  el  cardenal 
Cervantes  Gaet,  el  canónigo  Juan  Pizarro  y  los  escritores  Felipe 
Meneses,  Juan  Pizarro  de  Aragón,  Gaspar  de  Meló,  Francisco 
Díaz  de  Vargas,  Francisco  Carrasco  del  Saz  y  Diego  de  Barba, 
que  unos  en  las  armas  y  otros  en  las  ciencias,  todos  han  dejado 
buen  nombre  para  su  patria.  Pero  mayormente  de  todos  estos 
personajes  cuatro  son  los  que  más  sobresalen:  Sancho  Ximénez 
de  Paredes  y  su  hijo  Diego,  Francisco  Pizarro,  el  cardenal  Cer- 
vantes Gaet  y  Fr.  Diego  de  Chaves. 

Ximénez  de  Paredes  fué  un  famoso  capitán  nacido  en  el  año 
de  1 43 1 9  oriundo  de  una  familia  notable  de  Valladolid,  conocida 
por  el  nombre  de  los  Delgadillos^  y  casado  en  1 46 1  con  una 
parienta  suya  llamada  D.*  Juana  de  Torres  y  de  Avellaneds^ 
sobrina  de  los  condes  de  Castrillo. 

£1  capitán  Sancho  fué  muy  conocido  por  su  valor  y  la  mo- 
deración de  sus  costumbres  en  los  revueltos  tiempos  de  Enri- 
que IV,  pero  su  mayor  celebridad  le  viene  de  haber  sido  padre 
del  célebre  capitán  extremeño  Diego  García  de  Paredes,  el 
Hércules  extremeño. 

Ximénez  de  Paredes,  á  muy  luego  de  casado,  dejó  las  armas 
por  la  carrera  civil,  distinguiéndose  por  su  tino  y  espíritu  justi- 
ciero en  el  gobierno  de  los  pueblos  donde  mandó  como  juez  en 
comisión  unas  veces  ó  como  regidor  perpetuo  otras.  Falleció 
en.1512. 

Su  hijo,  D.  Diego  García  de  Paredes,  nació  el  20  de  Marzo 


C  A  C  É  R  E  S  94; 

de  1466.  Es  conocido  por  el  sobrenombre  del  Hércules  español 
y  el  Sansón  de  Extremadura^  por  las  fuerzas  colosales  que 
reunía  juntamente  del  valor  personal  que  demostró  en  su  larga 
carrera  militar.  Sus  padres  D.  Sancho  y  D.*  Juana  de  Torres  (i), 
notaron  en  él  desde  sus  primeros  años  añción  á  la  carrera  de 
las  armas,  y  con  el  ñn  de  que  se  ejercitase  en  ella,  lo  llevó  con- 
sigo á  Italia  y  entró  al  servicio  del  Papa  Alejandro  VI,  y  estuvo 
después  á  la  del  Gran  Capitán  D.  Gonzalo  de  Córdoba  (2). 

Brevísimos  seríamos  al  hablar  de  este  personaje,  si  para 
hacerlo  hubiésemos  consultado  las  pocas  noticias  de  sus  hechos 
que  hasta  el  día  han  estado  al  alcance  del  investigador.  La  me- 
moria de  las  hazañas  de  Diego  García  de  Paredes ,  que  en  su 
tiempo  asombraron  al  mundo,  se  puede  decir  que  ha  llegado  á 
nosotros  tradicionalmente ;  hay,  sin  embargo,  algunas  consigna- 
das en  los  escritos  de  la  época,  y  corre  impresa  una  obra  escri- 
ta por  D.  Tomás  Tamayo  de  Vargas,  con  el  título  de  Diego 
García  cU  Paredes^  y  relación  óreve  de  su  tiempo  (Madrid,  1 62 1 .) 

García  de  Paredes  por  su  extraordinaria  fuerza  fué  llamado 
el  Sansón  de  Extremadura,  y  por  sus  conocimientos  en  él  arte 
de  la  guerra  ascendió  á  coronel,  pocos  años  después  de  haber 
abrazado  la  carrera  de  las  armas  (3). 

Cuéntanse  mil  anécdotas  de  Paredes.  Antes  de  salir  de 
TrujillO)  siendo  todavía  muy  joven,  fué  á  misa  con  su  madre. 
Cuando  se  retiraban,  quiso  ésta  volver  á  tomar  agua  bendita 
que  se  le  había  olvidado;  García  la  hizo  esperar,  diciendo  que 
él  iría  á  traerla,  y  á  poco  se  presentó  á  su  madre""  trayendo  en 
brazos  la  pila  del  agua  bendita  (4). 


(i)  Apuntes  ó  advertencias  particulares  á  la  vida  de  Diego  Garda  de  Paredes^ 
por  D.  Antonio  de  Herrera,  cronista  de  S.  M.  en  las  Indias  y  Castilla.  (Ms.) 

(2)  Libro  de  los  linajes  de  Trujillo  (Ms). 

(3)  Diego  García  de  Paredes, ^Relación  breve  de  su  tiempo,  por  D.  Thomás  Ta- 
mayo de  Vargas.  (Madrid,  1 62 1 .) 

(4)  Esta  misma  anécdota  se  refiere  del  Capitán  Céspedes,  ocurrida  en  una 
iglesia  de  Barcelona.  (V.  la  pág.  149  del  1. 1  de  nuestro  Diccionario  de  Extremeños 
Ilustres.) 

X19 


94^»  C  Á  C  E  R  E  S 


Hallándose  una  cierta  noche  en  un  amoroso  coloquio  con 
su  dama,  y  como  le  molestase  la  reja  que  los  separaba,  arran- 
cóla de  golpe  de  un  solo  tirón,  y  siguió  su  plática,  según  refiere 
la  tradición,  como  si  tal  cosa  hubiese  hecho.  Mostróse  altamen* 
te  disgustada  la  dama,  pues  temió  que  en  amaneciendo  se  había 
de  divulgar  la  ocurrencia  y  que  resultase  en  menoscabo  de  su 
honor ;  entonces  García  de  Paredes  arrancó  todas  las  rejas  de 
la  calle. 

Estos  hechos,  que  á  primera  vista  parecen  fabulosos,  ad- 
quieren muchos  grados  de  certeza  al  leer  las  hazañas  que  des- 
pues  en  la  guerra  ejecutó  este  héroe.  Deseosos  de  aclarar  la 
verdad,  no  hemos  perdonado  medio  alguno  para  conseguirlo,  y 
la  suerte  coronó  nuestros  deseos,  poniendo  en  nuestras  manos 
un  escrito,  dictado  por  el  mismo  personaje,  y  de  puño  y  letra 
de  su  hijo,  que  también  se  distinguió  en  la  guerra.  Este  docu- 
mento es  indudablemente  la  mejor  y  la  más  fidedigna  historia 
que  de  García  de  Paredes  pudiéramos  ofrecer  al  lector:  escrito 
sin  pretensiones  de  ningún  género,  no  por  eso  carece  de  interés 
y  hasta  de  cierta  elegancia,  como  puede  el  lector  convencerse 
leyéndolo  en  otra  obra  nuestra  (i).  García  de  Paredes  es  un 
tipo  legendario;  sus  proezas  rayan  en  lo  fabuloso.  Después  de 
una  vida  aventurera,  el  cansancio  de  la  guerra  y  sus  dolencias, 
agravadas  por  una  fuerte  caída  que  dio  del  caballo,  dieron  fin 
de  su  vida  en  Bolonia,  el  año  de  1530,  cuando  acababa  de  cum- 
plir sesenta  y  cuatro  años.  Su  cuerpo  fué  depositado  en  dicha 
ciudad,  desde'' donde  algunos  años  después  le  trasladaron  á  la 
parroquia  de  Santa  María  de  Trujillo.  Su  hijo  mandó  colocar 
dos  banderas  sobre  su  sepulcro,  único  homenaje  que  se  tributó 
á  la  memoria  de  aquel  varón  insigne  (2). 


(i)  Sumario  de  las  cosas  que  acontecieron  d  Diego  García  de  Paredes,  y  de  lo 
que  hizo,  escrito  i>or  él  mismo  cuando  estaba  enfermo  del  mal  que  murió.  (Dicciona' 
río  de  Extremeños  Ilustres,  1. 1,  pág.  325.) 

(2)    Sobre  su  sepultura  hizo  poner  el  cardenal  Baronio  el  siguiente  epitafio: 


C  Á  C  E  R  E  s  947 

Muchos  episodios  se  refieren  de  las  campañas  de  García  de 
Paredes,  todos  dignos  de  su  fama,  y  que  no  referiremos  aquí 
por  no  hacer  interminable  este  capítulo  (i). 

£1  cardenal  D.  Gonzalo  Cervantes  Gaete  nació  en  15 13,  de 
familia  linajuda.  La  celebridad  de  este  príncipe  de  la  Iglesia  no  le 
viene  más  que  por  sus  trabajos  en  el  episcopado  español,  y  por 
la  influencia  que  ejerciera  en  el  mundo  católico  durante  el  ponti- 
ficado del  papa  San  Pío  V  (Ghishtere)^  de  quien  fué  su  privado, 
hasta  1572  en  que  falleció  este  pontífice. 

Se  hacen  grandes  elogios  de  este  personaje  por  lo  mucho 
que  protegió  los  intereses  del  episcopado  español  contra  las  ca- 
marillas del  Vaticano,  contrarias  en  todo  á  la  preponderancia  que 
España  tuvo,  durante  el  siglo  xvi,  sobre  todos  los  pueblos  de  la 
Europa  latina. 

D.  Francisco  Pizarro  y  González  nació  el  16  de  Marzo 
de  1468. 

Este  caudillo,  célebre  por  sus  conquistas  y  por  la  fundación 


DIDACO    garcía    DE    PAREDES 
NOBILI   HISPANO,   CAROLI   QUINTI    IMPERATORIS  MILITUM  PRíGPBCTO,  QVI  AB  INCUNTE 
^TATE  INTEGRITATE  H0NESTISSIMU8  SE  EXERSUIT,    FORTITüDINE  ANIMI,  MAGNITUDI- 

ne,  ac  rerum  gestarum  gloria  nemini  secundus,  coronis  elvicis,  vallaribus- 
que;  scepivs,  donatus;  hostbs  pluries  singular:  certamine  superávit,  nec  á 
quopiam  ip8e  superatus:  parem  sibi  nunquam  invenit.  vixit  uno  codemque 
con8tant8  virtuti8  tenore,  tamquam  strenuus  et  optimus  dux.  deces8it  vir 
rbl1gi08is8.  bt  cristhiani88.  ex  bello  rediens  advek8us  turcas  in  germania 

FOELICISSIMUM  CíESARE  SEMPER  AUGUSTO  CONFECTO  BONONI.G  ANNUM  AGENS  LXIV 
STEPHANUS  GABRIEL  CAROINALIS  BARONII  AMICO  BENEMERENTI,  EX  PIETATE  POSSUIT 
DNNO  MOXXX  IIJ  CUJUS  OSSA  MANDATO  DOMINI  SANCTIS  DE  PAREDES  FILII  DICTI  DI- 
DACI  GARCliE  P.  RAMÍREZ    DE    MeSA    EXTRAXIT    KalBNDAS   OCTOBRIS    ANNO  MD.XLV 

BAQUE  IN  NUNC  LOCUM  PIDBLITER  REPORTA VIT. 

(1)  El  lector  puede  conocer  algunos  de  estos  episodios  en  las  siguientes  obras: 
I  .*  Crónica  llamada  las  dos  conquistas  del  reino  de  Ñapóles^  donde  se  cuenta  las  altas 
y  heroicas  virtudes  del  serenísimo  principe  rey  D.  Alonso  de  Aragón^  con  ios  hechos 
y  hazañas  maravillosas  que  en  paz  y  en  guerra  hizo  el  gran  capitán  Gonzalo  Her» 
fíández  de  Aguilar  y  de  Córdoba,  con  las  claras  y  notables  obras  de  los  capitanes 
D,  Diego  de  Mendoza^  y  D.  Hugo  de  Cardona,  el  conde  Pedro  Navarro,  Diego  Garda 
de  Paredes  y  y  de  otros  valerosos  capitanes  de  su  tiempo,  (Zaragoza,  1559:— otra, 
Alcalá  de  Henares,  i  584). 

2.*  Memorial  de  los  lincees  de  Trujillo,  por  el  Dr.  Lorenzo  Galíndez  de  Carvajal, 
del  Consejo  de  los  Sres.  RR.  CC.  (Ms.  en  el  Arch.  de  Simancas). 


94^  C  Á  C  E  R  E  S 

de  la  ciudad  de  Lima,  era  hijo  natural  del  famoso  capitán  don 
Gonzalo  Pizarro,  uno  de  los  más  valientes  guerreros  que  se  dis- 
tinguieron en  las  guerras  de  Italia  al  lado  del  Gran  Capitán,  y 
de  una  tal  Francisca  González,  ambos  de  Trujillo  y  pertenecien- 
tes, él  mayormente,  á  la  antigua  nobleza  extremeña  y  ella  á  la 
más  humilde  clase  del  pueblo. 

Pizarro,  émulo  de  la  gloria  de  Hernán  Cortés  y  de  Núflez  de 
Balboa,  osado  y  emprendedor  cual  ninguno,  con  una  robustez  á 
toda  prueba,  sin  que  le  abatiesen  jamás  las  fatigas  de  la  guerra 
de  Italia,  á  donde  le  llevó  su  padre,  soñó  con  las  conquistas 
de  Hernán  Cortés,  y  sin  temor  á  las  penalidades  de  una  larga 
navegación,  se  atrevió  á  proseguir  y  logró  acabar  la  empresa 
comenzada  á  la  muerte  de  Núñez  de  Balboa,  descubridor  del 
mar  del  Sur,  con  varios  aventureros  incapaces,  y  que  fué  aban- 
donada al  fin  por  ellos  por  falta  de  buen  éxito ;  así  es  que  la  im- 
portancia de  las  conquistas  de  Pizarro  eclipsó  los  descubrimien- 
tos anteriores. 

Sin  medios  al  principio  para  la  ejecución  de  sus  proyectos, 
se  asoció  con  Diego  de  Almagro  y  Fernando  de  Luque,  más 
poderosos  y  ricos  que  él.  Los  tres,  jurándose  amistad  y  lealtad, 
pactaron  ser  iguales  en  la  contribución  de  las  fatigas  y  de  los 
gastos,  así  como  en  la  repartición  de  los  despojos.  Mas  al  prin- 
cipio la  expedición  á  las  costas  del  mar  del  Sur  fué  desgraciada. 
Pizarro,  con  una  embarcación  miserable,  se  dirige  hacia  el  Ecua- 
dor y  reconoce  varias  partes  incultas  de  tierra  firme;  pero  el  ham- 
bre, la  fatiga  y  los  indios  le  rechazaron  de  todas  ellas.  Á  estos 
obstáculos  se  añadió  otro  que,  sin  la  constancia  de  Pizarro,  hu- 
biera desacreditado  y  destruido  enteramente  sus  proyectos.  El 
gobernador  del  Istmo,  teniendo  por  disparatada  la  empresa, 
envió  una  embarcación  para  que  se  volviese  á  Panamá.  Pero  él, 
lejos  de  obedecer  á  unas  órdenes  tan  opuestas  á  su  osadía  y 
fuerza  de  carácter,  y  determinado  á  atropellar  por  todo,  trazó  en 
el  suelo  una  raya  con  su  espada,  y  dijo  á  sus  compañeros  las 
célebres  palabras  que  forman  época  en  su  historia:    tEl  que 


c  A  c  E  R  E  s  949 


«quiera  seguir  la  senda  de  los  peligros  y  la  fortuna,  salve  esta 
«raya  y  quédese  conmigo;  los  demás  pueden  volverse  al  Istmo.» 

Trece  sólo  se  quedaron,  y  con  ellos  pasó  cinco  meses  en  la 
desierta  isla  de  Gorgona,  terreno  el  más  dañino  de  toda  la 
América,  poblado  por  gentes  Isrs  más  horribles  y  salvajes,  y 
donde  las  fatigas  y  su  resistencia  compartieron  á  porfía.  Allí  les 
vino  á  socorrer  un  barco  enviado  por  sus  compañeros,  con  el 
cual  descubrió  por  fin  la  costa  del  Perú,  tomó  tierra  en  Túmbez, 
y  encontrándose  con  pocas  fuerzas  para  proseguir  su  expedición, 
se  trasladó  al  Istmo  á  hacer  nuevos  preparativos.  Mas  no  ha- 
llando en  Panamá  disposiciones  para  ello,  pasó  á  España,  hizo 
autorizar  su  comisión  por  el  Gobierno  y  volvió  á  América,  donde 
aunque  provisto  de  títulos  y  ayudado  de  Luque  y  Almagro,  ape- 
nas pudo  armar  tres  navios  dotados  de  i8o  hombres,  y  con 
ellos  arribó  por  segunda  vez  á  Túmbez. 

Con  tan  escasas  fuerzas  se  atrevió  á  atacar  una  nación  tan 
grande  como  el  Perú,  en  donde  la  civilización  había  ya  hecho 
progresos  considerables,  y  que  tenía  su  religión,  su  gobierno,  su 
agricultura  y  sus  artes;  en  una  palabra,  una  nación  regularmen- 
te constituida  y  organizada.  Después  de  un  considerable  número 
de  encuentros,  escaramuzas  y  sangrientas  batallas,  y  sufriendo 
todo  género  de  penalidades,  logró  con  sus  escasas  fuerzas  dar 
el  golpe  de  gracia  al  ejército  peruano  en  la  jornada  de  Casa- 
malea,  donde,  después  de  destrozan  á  los  enemigos,  éstos,  atur- 
didos y  desesperados,  abandonaron  á  su  Inca  (emperador),  que 
fué  hecho  prisionero  por  las  tropas  españolas. 

Esta  jornada  decidió  de  la  suerte  del  Perú  y  acabó  con  su 
imperio.  Atahualpa,  prisionero,  fué  juzgado  á  la  manera  de  Eu- 
ropa y  condenado  al  último  suplicio  por  los  vencedores  que,  con 
su  muerte,  se  vieron  dueños  de  aquella  vasta  región  y  se  derra- 
maron por  toda  ella. 

Los  indios,  divididos  y  dispersos,  hicieron  varias  tentativas, 
todas  inútiles,  para  recobrar  lo  perdido ;  los  caciques  Cuzco  y 
Quito,  sucesores  de  Atahualpa,  tuvieron  que  rendirse  al  yugo 


950  C  Á  C  E  R  E  S 

extranjero,  y  Almagro,  uno  de  los  jefes  de  la  expedición,  ade- 
lantó sus  descubrimientos  hasta  Chile. 

Dueño  Pizarro  de  aquel  vasto  imperio,  sometido  por  la 
fuerza  de  sus  victoriosas  armas  á  la  corona  de  España,  pensó 
desde  luego  en  colonizarle,  y  á  este  fin  repartió  equitativamente 
entre  sus  gentes  los  terrenos  conquistados  á  costa  de  tantos  sa- 
crificios y  penalidades,  y  mientras  Almagro  extendía  sus  domi- 
nios hasta  Chile,  echó  los  cimientos  de  la  ciudad  de  Lima,  á  seis 
millas  del  Callao,  el  año  de  1535. 

Este  establecimiento  debía  servir  de  capital  del  nuevo  impe- 
rio, y  por  su  situación  excelente  y  constancia  de  su  fundador  fué 
en  poco  tiempo  una  población  respetable,  hermosa,  sana  y  es- 
tratégicamente construida,  adornada  de  buenos  é  higiénicos 
paseos,  calles  espaciosas,  edificios  notables,  en  el  que  figuraba 
en  primera  línea  un  soberbio  palacio  con  todas  las  comodidades 
propias  de  aquella  época,  residenqia  del  famoso  caudillo  funda- 
dor de  la  ciudad.  Pizarro  es  bastante  conocido  por  descubridor 
y  conquistador  del  Perú,  pero  el  título  solo  de  fundador  de  Lima 
sería  bastante  para  honrar  y  eternizar  su  memoria. 

Pizarro,  halagado  con  sus  triunfos  y  con  la  tranquilidad  de 
su  colonia,  vivía  dichoso  en  medio  de  sus  gentes,  sin  que  ningún 
pesar  turbase  su  generoso  corazón  y  buenos  sentimientos.  Como 
hábil  político  dirigía  los  negocios  con  gran  sabiduría;  pero  la 
envidia,  que  siempre  se  ceba  en  la  lealtad  y  generosidad  de  las 
almas  buenas  y  fuertes,  hizo  que  se  formasen  en  aquella  feliz 
colonia  dos  partidos  que,  haciéndose  cruda  y  sorda  guerra,  aca- 
basen por  la  destrucción  de  uno  de  ellos.  Almagro,  volviendo  de 
Chile  ansioso  de  disfrutar  el  premio  de  sus  trabajos  y  de  sus 
combates,  no  quería  reconocer  superior  ninguno,  y  Pizarro,  con 
más  razón,  tampoco  quería  ocupar  el  segundo  lugar.  Esta  riva- 
lidad de  los  dos  jefes,  que  se  habían  jurado  auxilio  y  protección 
de  todo  género,  y  que  al  principio  de  la  conquista  marcharon  de 
común  acuerdo,  desunidos  desde  la  destrucción  del  poder  de  los 
incas  y  caciques,  y  fundando  cada  uno  en  sus  hechos  y  descu- 


CÁCERCS  951 

brimientos  la  primacía  de  la  jefatura  de  la  colonia,  fué  lo  bas- 
tante á  promover  los  disturbios  entre  sus  mismos  compañeros, 
fomentando  así  las  insubordinaciones  de  los  naturales  del  país 
conquistado  á  costa  de  tantos  sacrificios. 

La  disensión  entre  esta  clase  de  hombres  se  acaba  siempre 
con  sangre.  Declaráronse  la  guerra  los  dos  partidos,  y  después 
de  varias  vicisitudes.  Almagró  fué  vencido  por  los  de  Pizarro  y 
hecho  prisionero. 

Él  había  perdonado  á  Gonzalo  y  á  Fernando  cuando  estu- 
vieron prisioneros  en  su  poder;  pero  Fernando,  cuando  tuvo  en 
su  mano  la  suerte  de  Almagro,  manchó  la  victoria  con  la  muer- 
te de  su  rival  que,  olvidado  de  lo  que  debía  á  su  valor,  se  aba- 
tió en  vano  á  la  humillación  y  á  los  ruegos,  y  sucumbió  en  la 
ciudad  de  Lima  el  año  de  1538  á  manos  del  partido  de  los  Pi- 
zarros. 

Todo  quedó  en  tranquilidad  con  la  muerte  de  Almagro; 
pero  habiendo  dejado  éste  un  hijo  de  espíritu  guerrero,  á  quien 
Pizarro  cedió  una  parte  de  la  herencia  de  su  padre,  y  anima- 
do por  sus  partidarios,  que  no  eran  pocos,  tramaron  conspira- 
ción en  su  propia  casa,  y  saliendo  de  ella,  gritaron:  €¡Viva  el 
rey  y  muera  el  tirano!»  atravesaron  la  plaza  sin  que  nadie  se 
les  opusiese,  entraron  en  el  palacio  de  Pizarro,  ahuyentaron  á 
sus  amigos  y  criados,  á  quienes  cogieron  de  improviso,  y  á  pe- 
sar de  la  resistencia  heroica  de  Pizarro,  que  se  defendió  solo  con 
unos  bríos  impropios  á  su  edad  y  padecimientos,  le  asesinaron 
en  la  ciudad  de  Lima  y  en  su  propio  dormitorio  el  día  14  de 
Junio  de  1541,  á  los  73  años  de  edad,  quedando  la  colonia  en; 
tregada  á  los  estragos  !de  una  guerra  civil  que  por  muchos  años 
desoló  su  suelo.  ¡Desgraciado  término  de  un  hombre  tan  famoso 
que,  al  paso  que  conquistó  tantos  estados  y  riqueza  para  Espa- 
ña, se  hizo  objeto  de  la  cruel  envidia  de  sus  contrarios! 

Poco  antes  de  su  muerte  el  emperador  Carlos  V  le  concedió 
los  títulos  de  marqués  de  Abatillos  ó  Atavillos  primeramente, 
en  1534,  y  el  de  marqués  de  las  Charcas,  en  el  de  1535,  por 


%2  C  Á  C  E  R  E  S 

cuyos  nombres  apenas  si  se  le  conoce  en  la  historia,  pues  el  que 
más  le  honra  indudablemente  es  el  de  Pizarra  el  Mozo^  como 
le  llamaron  sus  camaradas  para  diferenciarlo,  sin  duda,  del  otro 
capitán,  su  padre  D.  Gonzalo,  á  quien  llamaban  el  Viejo. 

Hasta  aquí  lo  que  sobre  Pizarro  exponen  los  historiadores 
que  le  son  parciales  (i).  No  todo  lo  anteriormente  dicho  de  él 
es  cierto,  porque  su  conducta  con  el  rey  Atahualpa,  como  con 
su  sucesor;  su  modo  de  tratar  á  las  gentes  del  país  conquistado; 
su  sed  por  el  pro  y  las  riquezas  le  rebajan  bastante  ante  los 
ojos  del  que  fríamente  estudie  su  dominaeión  y  conquista  en 
América. 

Fr.  Diego  de  Chaves  nació  en  1492  de  una  familia  linajuda 
de  Trujillo  (2).  Estudió  en  Salamanca  primero  y  después  en 
Madrid,  y  profesó  en  1530,  buscándolo  Felipe  II  para  su  confe- 
sor en  1 564.  Renunció  varios  obispados  para  que  fué  propuesto 
á  Roma  por  el  expresado  monarca  y  falleció  en  1586.  En  1583 
se  encontraba  en  Guadalupe,  redactando  poco  después  con 


(i)  El  historiador  más  encomiástico  de  Pizarro  lo  es  un  descendiente  suyo, 
que  publicó  el  siguiente  libro :  Varones  iivstres  del  Nuevo  Mvndo,  Descubridores, 
conqvisiadoreSy  pacificadores  del  opvlenlo,  dilatado  y  poderoso  imperio  de  las  Indias 
occidentales :  sus  vidas,  virtvd^  valor ^  hazañas  y  claros  Blasones,  Ilustrados  en  los 
sucesos  destas  Vidas  con  singvlares  observaciones  políticas, morales^iuridicas^miS' 
celáneas  y  razón  de  Estado :  para  mayor  curiosidad  de  la  Historia,  y  demostración 
dellay  su  útilísima  lección.  Con  un  discvrso  legal  de  la  obligación  que  tienen  los 
Reyes  á  premiar  los  servicios  de  sus  vasallos,  ó  en  ellos  ó  en  sus  descendientes. — 
Escribe  D.  Fernando  Pizarro  y  Orellana  (Madrid,  1639).— Contiene  ^^^  biografías 
de  los  siguientes  extremeños:  Francisco  Pizarro,  Juan  Pizarro,  Hernando  Pizarro, 
Gonzalo  Pizarro,  Diego  García  de  Paredes,  Hernán  Cortés  y  los  Diegos  de  Alvara- 
do,  padre  é  hijo. 

(2)    Noticia  de  todos  los  de  esta  familia  dan  las  siguientes  obras : 

I.  Discurso  del  origen  y  definición  de  la  nobleza,  con  la  descendencia  de  la  iluS' 
tre  casa  de  Chaves,  por  D.  Juan  Duque  de  Estrada  (Ms.  de  la  B.  N.~L.  Z.  n.*>  89). 

II.  Memorial  de  la  calidad  y  servicios  de  Garci-López  de  Chaves,  señor  de  la 
casa  de  Chaves  y  margues  de  Cardeñosa,  por  D.  José  Pellicer  de  Tovar  (Ma- 
drid, I  540). 

III.  }hs.— Memorial  del  pleito  de  tenuta  que  pende  en  Consejo,  entre  Diego  Garda 
Chaves,  ya  di/unto,  y  D.  Pedro  Mesía,  que  como  hijo  ha  salido  d  este  pleito  de  la  una 
parte, y  D.  Alonso  Mesía  de  la  otra, y  D.'  María  de  Molina,  como  su  madre  y  cura^ 
dora.—Sobrt  el  mayorazgo  que  Juan  Núñez  de  Prado,  vecino  que  fué  de  Trujillo, 
fundó  con  facultad  real  (Ms.  en  la  B  de  Salamanca,  est.  4,  caj.  3,  n.<*  7). 


C  Á  C  E  R  E  S  953 


Fr.  Pedro  Casas  y  Arias  Montano  su  célebre  Dictamen  sobre  la 
sucesión  al  trono  de  Portugal.  La  influencia  de  este  desgraciado 
trujillano  en  la  corte  de  Felipe  II  fué  fatal.  Acaso  no  iremos 
muy  lejos  en  decir  que  tuvo  secuestrado  al  rey  hasta  el  punto 
que  le  convenció  á  que  dejase  asesinar  á  su  hijo  el  desgraciado 
Príncipe  D.  Carlos.  Por  los  consejos  criminales  de  Fr.  Diego, 
el  débil  monarca  tomó  su  irrevocable  propósito  de  someter  á  su 
hijo  á  encierro  perpetuo,  y  guiado  por  los  razonamientos  que 
sobre  el  Príncipe  le  hacía  Fr.  Diego,  escribió  á  D.*  Catalina 
de  Portugal,  abuela  de  la  víctima,  en  este  sentido:  cMi  re- 
«solución  no  ha  sido  provocada  por  ninguna  falta  de  respe- 
»to.  Si  fuera  un  castigo,  tendría  su  tiempo  y  su  límite,  y  yo 
>no  espero  ver  á  mi  hijo  compuesto;  el  remedio  no  está  en 
>el  tiempo,  ni  en  los  expedientes.  Yo  he  querido  hacer  en 
>esta  parte  sacrificio  á  Dios  de  mi  propia  carne  (!!!)  y  san- 
>gre,  y  prefiero  su  servicio  y  el  beneficio  y  bien  universal  á 
•  las  otras  consideraciones  humanas...»  Aquella  prisión  había 
causado,  sin  embargo,  general  escándalo.  El  mismo  Pío  V  y 
los  Reyes  y  Príncipes  de  todos  los  Estados  en  relaciones  con 
EspaAa,  intercedieron  por  la  libertad  del  Príncipe;  una  lega- 
ción de  Procuradores  de  Aragón,  Valencia  y  Cataluña  se  pre- 
sentaron á  saber  la  causa  de  aquel  encerramiento  y  suplicar  por 
su  libertad,  en  tanto  que  Fr.  Diego  cuidaba  de  poner  dobles 
llaves  á  la  prisión.  Al  Rey  disgustaban  estas  importunidades 
desde  el  momento  en  que  el  punto  había  quedado  resuelto  en 
su  conciencia,  y  no  retrocedió  ante  las  extrañas  versiones 
que  levantó  el  rumor  público  y  que  contribuyeran  á  fomentar- 
las los  accidentes  de  la  enfermedad  del  Príncipe  y  su  trata- 
miento. 

Cuando  los  Procuradores  llegaron  á  la  corte,  se  vio  D.  Car- 
los atacado  de  vómitos  y  diarreas  que,  unido  á  la  preparación  de 
sus  alimentos,  frecuentemente  arreglados  en  la  cámara  de  Ruy 
Gómez,  el  Príncipe  de  Évoli,  depositario  de  la  suprema  confian- 
za del  Rey,  contribuyeron  á  divulgar  la  especie  de  haberle  so 

I90 


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metido  á  un  veneno  lento  que  diese  tiempo  á  preparar  la  salva- 
ción de  su  alma. 

El  Príncipe  se  hallaba  encerrado  en  una  torre  del  palacio, 
con  reja  en  la  ventana  que  daba  al  patio  y  reja  también  en  la 
chimenea,  para  que  no  pudiera  arrojarse  al  fuego.  No  es  posible 
saber  la  disposición  en  que  se  encontraba  esta  prisión,  puesto 
que  el  antiguo  palacio  se  quemó  en  1734  y  no  se  conserva  cuál 
era  su  traza.  Su  custodia  estaba  encomendada  al  Duque  de 
Feria,  y  ni  un  momento  faltaba  de  su  aposento  testigo  de  vista. 
Desde  el  día  de  su  prisión  no  había  vuelto  á  verle  Felipe  II; 
dábanle  cuenta  de  su  estado,  y  jamás  reveló  en  su  semblante 
impresión  alguna  que  pudiera  descubrir  la  pena  ó  el  dolor  en  su 
alma. 

Acercábase  el  postrer  momento:  seis  meses  de  prisión  y  el 
desarreglo  de  sus  alimentos,  no  dejaban  ninguna  esperanza  de 
vida  á  aquella  débil  naturaleza.  El  tratamiento  de  los  médicos 
aceleraba  también  el  desenlace.  No  conocían  otros  remedios 
que  la  sangría.  Con  ellas  dieron  cuenta  de  la  mayor  parte  de  la 
Familia  Real  de  España.  No  se  pensó  tampoco  en  traer  el  es- 
queleto de  Fr.  Diego  de  Alcalá  y  acostarlo  con  el  Príncipe, 
como  hicieron  en  Alcalá  de  Henares.  Nadie  pensaba  en  salvarle 
la  vida,  considerando  que  todo  estaba  hecho  con  salvarle  el 
alma,  habiéndole  administrado  los  Sacramentos  con  el  dictamen 
de  Fr.  Diego,  que  fué  de  parecer  debían  dársele  aprovechando 
los  intervalos  en  que  retornaba  á  su  juicio.  El  Príncipe,  ya  mo- 
ribundo, pretendió  ver  á  su  padre,  y  puesto  aquel  deseo  en  co- 
nocimiento del  Rey,  no  quiso  éste  resolver  por  sí,  ni  mostrar 
que  obedecía  á  impulso  de  su  corazón.  Tenía  resuelto  no  acce- 
der á  la  pretensión  del  Príncipe,  y  le  importaba  cubrir  su  reso- 
lución con  el  dictamen  del  director  de  su  conciencia.  En  tan 
apremiantes  circunstancias  fué  consultado  su  confesor,  Fr.  Die- 
go de  Chaves,  que,  comprendiendo  el  caso,  resolvió  que,  tes- 
>tando  el  Príncipe  dispuesto  bien  para  morir,  como  tan  católico, 
>le  podría  inquietar  la  vista  de  su  padre  y,  de  hablarle,  reci- 


C  A  C  ER  E  S  955 


»birían  más  dolor  ambos.»  Y  con  efecto,  el  Príncipe  espiró  sin 
ver  á  su  padre,  que  conservó  su  imperturbable  serenidad,  y  más 
tarde  escribía  al  Marqués  de  Villafranca  :  t  Su  ñn  fué  tan  cris- 
»tiano  y  de  tan  católico  Príncipe,  que  me  ha  sido  de  mucho 
» consuelo.» 

La  inteligencia  entre  el  Rey  y  el  confesor  era  perfectísima; 
la  moral  teológica  de  Fr.  Diego  de  Chaves  servía  de  comple- 
mento á  la  conciencia  de  Felipe  II,  y  nunca  acudió  éste  en 
vano  á  solicitar  su  consejo.  Por  esto  los  actos  más  censurables 
de  esta  ñera  coronada,  á  quien  la  historia  presenta  como  una 
gran  ñgura  de  su  siglo,  recaen  en  su  confesor,  cuyo  nombre  es 
tenido  como  de  funesta  recordación  entre  las  gentes  honradas 
de  todos  los  tiempos.  ¡Y  sin  embargo,  se  intentó  canonizarlo  en 
el  siglo  xviii!  Y  es  que  la  Iglesia  quería  premiar  siempre  á 
cualquier  criminal,  por  los  buenos  servicios  que  le  prestara  en 
vida.  Así  han  entrado  muchos  hombres  á  figurar  en  el  Santoral 
Cristiano. 


CAPÍTULO  IX 


La  Puebla  de  Guadalupe. — Su  lamoso  Monasterio. 
Guadalupe  en  su  decadencia  y  la  memoria  de  sus  hijos  más  ilustres 


I 


I  desde  Trujillo  queremos  ir  á  la  Puebla  de  Gua- 
dalupe, hay  que  pasar  por  Logrosán,  la  patria 
del  famoso  Dr.  D.  Juan  Sorapán  de  Rieros,  autor 
del  libro  denominado  Medicina  española  contenida 
en  proverbios  (Granada,  1616)  y  del  inspirado 
poeta  Martín  del  Barco  Centenero,  que  escribió 
La  Argentina  y  la  Conquista  del  Rio  de  la  Plata 
y  Tucumán.  Allá,  en  un  estrecho  valle  de  las 
sierras  de  Follares,  asoma  la  pequeña  población, 
cabeza  del  partido  judicial  de  su  propio  nombre,  y  18  kilómetros 
después  está  la  Puebla  de  Guadalupe,  asentada  en  la  falda  me- 
ridional del  cerro  Altamira,  de  la  sierra  de  las  Villuercas. 

Puebla  signiñca  población,  y  todas  las  villas  que  llevan  este 
nombre,  tienen  por  apellido  el  de  la  persona  que  la  fundó,  ó  el 


958  C  A  C  E  R  E  S 

de  la  población  ó  convento  que  le  dio  origen.  Por  esto  la  Pue- 
bla de  Guadalupe  no  se  comprende  sin  el  monasterio  de  su 
propio  nombre,  que  goza  de  fama  universal.  Este  monasterio, 
según  la  leyenda  que  refieren  pastores  y  labriegos  de  la  comar- 
ca, se  hizo  para  la  adoración  de  una  Virgen  que  se  venera  lo 
mismo  en  Europa  que  en  América.  La  tradición  cuenta  también 
que  esta  Virgen  fué  una  joven  nacida  en  Guadalupe,  en  princi- 
pios del  siglo  IX;  pero  nada  de  estas  noticias  se  confirma  por 
los  historiadores  más  autorizados  en  las  crónicas  extremeñas. 
El  primer  autor  que  habla  de  esta  Virgen ,  según  el  P.  San  Jo- 
sef,  hace  de  ella  referencia  desde  los  tiempos  del  rey  D.  Alfon- 
so XI;  esto  es,  de  la  primera  mitad  del  siglo  xiv.  Consta  por 
Fray  Gabriel  de  Talavera,  que  la  obra  referida  titulada  La  más 
antigua  histof'ia  de  esta  santa  casa  de  Guadalupe,  se  escribió 
en  1459,  por  mandado  de  Fr.  Alonso  de  Oropesa,  general  de 
la  Orden  Jerónima.  En  dicha  obra  se  dice  textualmente :  t  E  á 
poco  tiempo  ovo  una  batalla  con  los  Moros,  en  la  que  pensó 
ser  vencido  (D.  Alfonso  XI) ;  é  prometióse  á  Nuestra  Señora  la 
Virgen  Sancta  María  de  Guadalupe,  la  cual  le  acorrió,  que  fué 
vencedor.  E  des  que  ovo  vencido  á  los  Moros,  vino  á  cumplir 
el  voto,  que  avia  prometido,  é  truxo  muchas  cosas  de  aquellas 
que  se  ganaron  en  la  batalla  (del  Salado)  para  servicio  de  la 
casa  de  Sancta  María...» 

Otra  tradición  refiere  que  la  Virgen  fué  hallada  por  un  va- 
quero, á  quien  el  rey  D.  Alfonso  XI  concedió  titularse  D.  Gil 
de  Santa  María  de  Albornoz.  Sin  embargo,  la  historia  que  de 
dicha  imagen  se  conserva  no  está  fuera  de  los  límites  de  la  ve- 
rosimilitud. Parece  que  en  viaje  hecho  á  Constan tinopla  (i)  por 
el  arzobispo  de  Sevilla,  San  Leandro,  halló  en  la  capital  del 
imperio  de  Oriente  á  San  Gregorio  Magno,  con  el  cual  estrechó 
vínculos  ingenuos  de  sincera  amistad.  Donóle  éste  una  imagen 


(i)    PoNZ.  Viaje  de  España,  tomo  VH,  pág.  54- 


C  Á  C  E  R  E  s  959 

de  María,  que  San  Leandro  trajo  á  Sevilla,  donde  fué  objeto 
de  suma  veneración:  hasta  que  después  de  la  derrota  del  Gua- 
dalete,  los  fugitivos  hispalenses  la  llevaron  y  escondieron  en  las 
sierras  vetonas,  donde  luengos  siglos  estuvo  oculta ,  cerca  de 
las  márgenes  de  un  río,  que  los  árabes  llaman  Gua-dal-upé  ó 
Río  de  los  lobos.  Encontrada  en  1330,  por  el  vaquero  D.  Gil  de 
Santa  María,  vecino  de  la  villa  de  Cáceres,  hízolo  presente  á 
los  clérigos  de  esta  capital,  quienes  habiéndola  reconocido,  le- 
vantaron una  humilde  choza,  donde  le  consagraron  modesto 
santuario.  Sabido  el  caso  por  D.  Alfonso  XI,  mandó  se  erigiese 
capilla  en  aquel  lugar,  hacia  el  año  de  1366,  y  dotada  de  mu- 
chas limosnas^  la  adhirió  á  su  real  patronazgo,  poniendo  en 
ella  capellanes  y  un  prior,  el  primero  de  los  cuales  fué  el  car- 
denal D.  Pedro  Barroso,  á  quien  dio  posesión  de  su  priorato  el 
cura  de  la  inmediata  villa  de  Alia. 

Como  era  por  aquellos  tiempos  frecuente  suceso,  la  piedad 
atrajo  alrededor  del  santuario  modestos  hogares  de  familia,  y 
quedó  fundada  la  villa  que  desde  entonces  lleva  el  nombre  de 
Guadalupe,  y  para  cuya  fundación  no  hay  otro  testimonio  que 
la  carta  del  Rey  dada  en  Cadahalso  en  1378,  concediendo 
€  suelo,  mantenimiento  del  prior  é  clérigos  de  esta  iglesia,  y 
»para  ayuda  de  mantener  los  pobres  de  su  ospital,  la  martinie- 
>ga  de  los  pobladores  cerca  de  la  ermita  hasta  el  número  50, 
«dándoles  suelo  para  que  fícieran  casas,  plantasen  viñas  y  la- 
»brasen,  para  que  diesen  el  diezmo  á  la  iglesia...» 

Es  evidente  que  nació  esta  villa  al  calor  de  la  iglesia  y  bajo 
los  privilegios  que  se  le  otorgaron  á  sus  primeros  50  vecinos, 
en  la  carta  real  de  1378. 

Por  otra  carta  real  dada  en  Ulescas  en  15  de  Abril  de  1385, 
mandó  D.  Alfonso  á  Hernán  Pérez  de  Monroy,  que  fuese  al 
lugar  donde  estaba  la  iglesia  de  Guadalupe  y  señalase  el  tér- 
mino de  tres  kilómetros  al  rededor  de  ella,  tomándolo  de  los 
de  Talavera  y  Trujillo,  y  para  cuya  comisión  llevó  consigo  á 
Ibáñez  Pascual,  Pascual  Martín,  Rodrigo  Pérez  y  D.   Gil   de 


96o  C  Á  C  E  R  E  S 

Santa  María,  <é  señalóles  término  é  les  concedió  á  los  homes 
>  buenos  é  moradores  de  Guadalupe,  para  que  tovesen  con  que 
> mantenerse  é  podieran  así  servir  á  la  iglesia...» 

Y  este  pueblo,  así  fundado,  es  hoy  una  villa  rica  que  cuenta 
con  2,780  habitantes. 


II 


Conocemos  ya  á  la  Puebla  de  Guadalupe.  Veamos  cómo  se 
formó  su  famoso  monasterio,  que  en  su  origen  fué  una  pequeña 
ermita.  Durante  cuarenta  y  nueve  años  ^1  altar  de  la  Virgen  se 
encontraba  en  este  sencillo  santuario,  hasta  que  en  1387  el  rey 
D.  Juan  I  expidió  cédula  en  Alcalá  de  Henares  con  fecha  de 
i.^  de  Setiembre,  concediendo  la  ermita  de  Nuestra  Señora  de 
Guadalupe  á  los  frailes  de  San  Jerónimo  de  la  Lupiana,  cédula 
que  fué  confirmada  por  bula  pontificia  de  Benedicto  XIII  fecha 
9  de  Noviembre  de  1364,  siendo  sus  primeros  priores: 

I  .^     El  cardenal  D.  Pedro  Barroso. 

2.^     D.  Toribio  de  Mena. 

3.®     D.  Diego  Fernández,  deán  de  Toledo. 

4.^  D.  Juan  Serrano,  á  cuyas  instancias  el  rey  D.  Enri- 
que II  aumentó  con  otros  seis  el  número  de  sus  capellanes. 

El  primer  prior  de  frailes  Jerónimos  que  se  constituyó  en 
Guadalupe  fué  Fr.  Fernando  Yáñez,  que  vino  á  él  acompañado 
de  otros  30  religiosos.  Desde  la  aparición  de  éstos,  la  comarca 
se  transformó.  El  cerro  de  Altamira,  los  regueros  y  montuosos 
barrancos  que  le  daban  vecindad,  se  convirtieron  en  un  pequeño 
paraíso  por  la  fecunda  vegetación,  por  la  variedad  de  los  culti- 
vos y  por  la  multiplicidad  de  sus  frutos.  Largas  y  sombrías  ala- 
medas, redes  tupidas  de  parrales,  campos  cubiertos  del  rojo 
guindo,  del  morado  moral,  de  la  verde  pera,  alternan  con  los 


962  C  Á  C  E  R  E  S 

sotos  cubiertos  de  eterno  verdor,  donde  pastaban  los  rebaños  de 
la  comunidad.  Aún  conserva  algo  de  aquella  lozana  vegetación, 
que  arrancó  á  la  fecunda  pluma  de  Fr.  Gabriel  de  Talavera 
aquellos  pomposos  tonos  descriptivos  que  D.  Gabriel  Azedo  de 
la  Berrueza  quiso  aplicar  á  la  pintoresca  Vera  de  Plasencia;  sin 
embargo,  ya  en  17 70 el  erudito  A.  Ponz  decía:  «que  si  alas  cor- 
> dilleras  de  los  montes  de  Guadalupe  se  les  diera  otro  cultivo 
»de  que  son  capaces,  podían  ser  tan  útiles  y  productivas  como 
>una  provincia  entera  (i).> 

La  actual  iglesia  es  un  edificio  grandioso,  de  dimensiones 
dilatadas  y  como  no  habrá  muchos  templos  en  España.  Se  co- 
menzó á  edificar  por  el  célebre  escultor  Juan  Alonso.  Se  sube  á 
él  por  una  cómoda  gradería  de  23  escalones  de  piedra  bien 
labrada. 

Su  fachada  es  gótica  hasta  su  segundo  cuerpo,  pues  sobre 
las  ojivas  de  los  arcos  hay  ampliaciones  del  peor  gusto  que  es- 
tropean toda  la  obra.  La  torre  del  reloj  no  está  terminada. 
Sobre  su  grueso  muro  han  roto  nuevas  luces,  para  ventanas  y 
balcones  que  desentonan  toda  la  obra.  Un  edificio  tan  grandioso 
está  todo  él  deteriorado  por  las  obras  y  reformas  que  en  él  han 
obrado  sus  priores,  sin  plan  ni  concierto  alguno. 

El  atrio  y  toda  la  fachada  principal  se  amplió  el  año  de  1469. 
Son  de  admirar  las  dos  portadas  del  atrio,  que  son  de  cantería 
y  de  lo  mejor  que  se  conoce  por  su  elevación  y  buena  vista. 

El  claustro  interior  es  de  igual  época.  Es  de  estilo  árabe, 
con  dos  órdenes  de  arcos,  de  rica  piedra,  unos  grandes,  en  la 
planta  baja  y  otros  menores  en  el  segundo  cuerpo.  Los  ante- 
pechos de  la  galería  baja,  de  piedra  también,  con  menudas  la- 
bores, son  sorprendentes.  Nos  recuerda  algo  del  Alcázar  de 
Sevilla. 

En  el  centro  del  patio  hay  una«  glorieta,  denominada  de 


( I )    Viaje  de  España,  tomo  VIII,  carta  IV,  par.  III,  pág.  7 1 . 


PUEBLA   DE   GUADALUPE.  — Fachada   phincipai.  del  Mona: 
DE  Ntra.  Sra.  de  Guadalupe 


()6\  CÁCERES 

II  I  -      -  -       _  _  —    — . ^^ 

Nuestra  Señora  de  Guadalupe,  que  es  un  trabajo  sorprendente. 
Hecho  todo  él  de  estilo  gótico,  con  tres  cuerpos  sobrepuestos  al 
inferior,  y  formando  gradación,  ofrece  una  vista  maravillosa,  y 
es  asimismo  una  de  las  obras  más  delicadas  que  la  arquitectura 
conserva  en  este  ediñcio,  ya  olvidado  de  los  artistas  y  descono- 
cido por  la  mayoría  de  los  españoles. 

El  interior  del  templo  es  majestuoso.  Tiene  tres  naves  de 
50*20  metros  de  largo,  25*11  de  ancho  y  20*25  de  altura,  con 
cúpula  bien  entendida  y  graciosamente  trazada,  sobresaliendo  en- 
tre todo  la  famosa  sacristía,  que  es  sin  duda  la  mejor  de  España. 

En  1475  se  hizo  la  sala  capitular,  la  biblioteca  y  la  portería, 
colocando  las  tres  magníficas  estatuas  que  la  decoran. 

En  15 10  se  terminó  la  soberbia  reja  de  hierro  que  tiene  el 
altar  mayor. 

En  1 59 1  se  hizo  la  hermosa  capilla  del  altar  de  las  Animas. 

En  1 61 3  se  construyó  el  magnífico  trono  de  plata  mejicana 
donde  colocaban  á  la  Virgen  durante  las  grandes  festividades. 

El  decorado  de  este  templo,  las  colgaduras  y  los  altares  eran 
de  un  lujo  inusitado.  Basta  decir  que  en  1622  ardían  en  todo  él 
hasta  85  lámparas  de  plata,  todas  regalo  de  los  reyes  de  Espa- 
ña y  de  Portugal.  Había  también  un  riquísimo  tesoro  de  alhajas, 
en  su  mayor  parte  donativos  á  la  Virgen,  y  consistentes  en  co- 
ronas de  oro  y  plata  guarnecidas  de  brillantes  y  piedras  precio- 
sas, cetros,  cruces,  sortijas,  collares,  aderezos  y  una  colección  de 
146  cadenas,  algunas  de  ellas  con  relicarios  de  inmenso  valor. 
Tenía  también  la  Virgen  más  de  ico  riquísimos  trajes  de  regios 
tisúes,  algunos  materialmente  cubiertos  de  perlas,  rubíes,  esme- 
raldas y  zafiros,  uno  solo  de  los  cuales  había  costado  40,000 
ducados.  Para  el  servicio  del  altar  mayor  se  guardaba  una  gran 
cantidad  de  cálices,  patenas,  incensarios,  custodias,  viriles,  cru- 
ces, misales,  todo  ello  de  plata  y  oro,  con  pedrería  finísima  (i). 


(i)    Ni  una  sola  de  estas  alhajas  existe  hoy.  Noticias  de  ellas  y  de  su  desapari- 
ción se  dan  muy  circunstanciadamente  en  las  siguientes  obras: 


C  Á  C  E  R  E  S  965 

la  mayor  parte  obra  del  religioso  lego  llamado  Fr.  Juan  de  Segó* 
via,  auríñce  de  los  más  afamados  de  su  tiempo,  que  acabó  sus  días 
al  dar  término  á  la  grandiosa  y  espléndida  custodia,  que  tuvo 
que  rematar  después  su  discípulo  Pizarro.  Era  Juan  de  Segovia 
artífice  eminente,  y  cuéntase  que  habiendo  sabido  el  prior  fray 
Nufio  de  Arévalo  que  los  RR.  CC,  después  de  rendida  la  ciudad 
de  Baeza,  venían  á  Guadalupe  para  dar  gracias  á  la  Virgen,  pro- 
puso á  la  comunidad  se  autorizase  á  Segovia  para  que  constru- 
yese un  salero  que  le  regalase  á  SS.  MM.  Y  en  efecto,  la  pieza 
salió  magnífica,  y  la  taza  que  había  de  servir  para  contener  la 
sal,  estaba  sostenida  sobre  un  león  de  plata  esmaltado  despeda- 
zando una  granada:  los  reyes  estimaron  en  mucho  tan  preciosa 
alhaja. 

Entre  los  muchos  cuadros  que  adornan  los  altares  de  la 
iglesia  y  los  claustros  del  monasterio,  existen  en  la  sacristía 
ocho  grandes  de  Zurbarán,  representando  escenas  de  la  vida  de 
san  Jerónimo  que  son  verdaderas  maravillas  del  arte.  En  todos 
ellos  los  efectos  de  claro  oscuro  son  inimitables  y  le  levantan 
casi  á  mayor  altura  que  las  otras  obras  pictóricas  del  gran  Ri- 
vera. 


1  .^—Memoria  sobre  la  causa  de  dilapidaciones  de  Guadalupe,  que  ofrece  alj>ú' 
blico  el  Juez  que  ha  entendido  en  su  formación^  D.  José  Gc^rcta  de  Atocha,  diputado 
j>rovincial  de  Cáceres^  Jefe  Político  cesante  de  la  de  Badajoz  y  Ministro  honorario  de 
la  Audiencia  nacional  (^territorial?)  de  Extremadura  (Cácercs,  1838). 

2.^— Vindicación  de  D.  Felipe  Rosado  de  Belalcázar,  mayordomo  mayor  que  fué 
del  extinguido  monasterio  de  Guadalupe^  contra  la  memoria  publicada  por  el  sub- 
delegado de  rentas  de  Trujillo,  D.  José  García  de  Atocha,  sobre  la  causa  de  dilapi- 
daciones del  mismo  monasterio  (Cáceres,  1839). 

'^.*— Respuesta  d  la  vindicación  de  D.  Felipe  Rosado  de  Belalcázar,  ex-monje  y 
mayordomo  mayor  del  suprimido  monasterio  de  Guadalupe,  por  D,  José  García  de 
Atocha^  autor  de  la  Memoria  sobre  la  causa  de  dilapidaciones  del  monasterio,  antes 
y  después  de  la  exclaustración  de  los  monjes  en  el  año  de  i8ys  (Cáceres,  1839). 

4.*^ Adición  á  la  Memoria  sobre  la  causa  de  dilapidaciones  de  Guadalupe^  por  su 
autor  D.  José  García  Atocha,  diputado  provincial  de  la  de  Cáceres,  Jefe  político  ce- 
sante de  la  de  Badajoz  y  Ministro  honorario  de  la  Audiencia  de  Extremadura  (Cáce- 
res, 1839). 

En  periódicos  y  papeles  sueltos  se  debatió  también  este  asunto  de  las  dilapida- 
ciones del  monasterio  de  Guadalupe,  con  el  calor  que  estas  cosas  ocupaban  á  los 
interesados  en  su  tiempo. 


gbb  r.  A  c  E  R  E  s 

El  camarín  de  la  Virgen  es  como  obra  de  arte  lo  mejor  que 
se  conoce.  Las  columnas  de  sus  muros,  el  cornisamiento,  los 
zócalos  y  adornos  que  le  decoran  no  se  conocen  mejor  ni  en 
San  Jerónimo  del  Escorial.  Lucas  Jordán  y  Zurbarán  pintaron 
los  cuadros  que  en  él  se  ven,  y  los  escultores  de  más  fama  la- 
braron  todo  el  decorado  de  piedra. 

Entre  los  sepulcros  que  se  conservan  en  este  templo  son  los 
más  notables :  los  del  rey  D.  Enrique  IV  y  su  madre  D.*  María 
de  Aragón,  que  se  hallan  en  la  capilla  mayor,  toda  enriquecida 
y  adornada  de  admirables  mármoles.  Sobre  los  sepulcros  batían- 
se las  estatuas  de  ambos  reyes,  y  en  el  del  rey  se  lee:  Henri- 
ci  IV  Regís  Castellce  manimentum^  antigua  et  minus  apta  struC' 
tura  dispositum  eleganti  forma  denno  fieri^  hcec  alma  Domus 
decrevtty  sumptibus  non  parcit^  dumgrati  animi  tanto  principia 
de  se  benemerinti  exhiberet  testtmontum.  Hállanse  además  los 
hilaos  de  D.  Gil  de  Santa  María  de  Albornoz  (El  vaquero  de 
K^áceres);  el  corazón  de  D.  Luís  Bravo  de  Acuña,  general  que 
fué  de  las  galeras  de  España,  embajador  de  Venecia  y  virrey  de 
Navarra ;  el  corazón  de  D.  Juan  Manuel  López  de  Zúftiga,  Soto- 
mayor,  Mendoza  y  Guzmán,  duque  de  Béjar,  con  la  bala  que 
le  mató  en  el  cerco  de  la  Buda,  año  de  1686;  el  cadáver  de  don 
Dionisio,  príncipe  de  Portugal,  hijo  del  rey  D.  Pedro  y  de  doña 
Inés  de  Castro,  y  su  mujer  la  infanta  D.*  Juana,  hija  del  rey  don 
Enrique  II  de  Castilla;  el  de  D.  Alonso  de  Velasco,  condestable 
de  Castilla  y  su  mujer  D.*  Isabel  de  Cuadros;  el  de  D.  Juan 
Serranos,  obispo  de  Segovia,  último  prior  de  Guadalupe;  el  del 
célebre  comentador  de  Las  Partidas ^  Gregorio  López,  como  los 
de  D.  Martín  Cerón,  D.  Diego  Villalobos  y  Benavides,  capitán 
de  caballos  en  Flandes,  D.  Toribi©  Fernández  de  Mena,  segun- 
do prior  de  esta  iglesia,  D.  Juan  Velázquez  Dávila,  tronco  y 
fuente  de  los  marqueses  de  Monaín  y  Seganés,  D.*  María  de 
Velasco,  Fray  Gonzalo  de  Illescas,  obispo  de  Córdoba,  la  con- 
desa D.*  Leonor,  mujer  del  conde  D.  Juan  de  León,  y  otros  per- 
sonajes. 


PUEBLA  DE  GUADALUPE.— CanarIn  de  Ntra,  Sra.  dk  Guadalupe 


968  C  Á  C  E  R  E  s 

Á  los  cuatro  años  de  hallada  la  Virgen  se  estableció  el  hos- 
pital de  San  Juan  Bautista;  en  1480  la  cuna  de  expósitos, 
en  1 48 1  la  hospedería  real,  y  más  adelante  el  colegio,  donde  á 
expensas  del  monasterio  se  sostenían  más  de  60  estudiantes,  y 
al  que  en  la  actualidad  ha  sustituido  una  simple  cátedra  de  latín 
de  iniciativa  particular. 

En  este  monasterio  falleció  el  célebre  Conde  de  Belalcázar 
y  vizconde  de  la  Puebla  de  Alcocer,  D.  Juan  de  Sotomayor  y 
Zúftiga,  mayormente  conocido  por  Juan  de  la  Puebla,  ilustre  ex- 
tremeño, nacido  en  Puebla  de  Alcocer  el  28  de  Mayo  de  1453, 
hijo  de  D.  Alonso  de  Sotomayor,  primer  conde  de  Belalcázar  y 
vizconde  de  la  Puebla  de  Alcocer,  que  era  á  su  vez  hijo  de  don 
Gutiérrez  Sotomayor,  XXXIV  gran  maestre  de  la  orden  de 
Alcántara,  y  de  D.*  Elvira  de  Zúñiga  Manrique,  hija  del  conde 
de  Plasencia. 

Sobre  la  vida  mística  de  este  personaje  y  de  su  influencia 
en  los  sucesos  que  le  fueron  contemporáneos  durante  el  reinado 
de  los  Reyes  Católicos,  el  lector  puede  consultar  el  discurso 
académico  del  Sr.  Barrantes  y  Moreno  (i)  que  trata  de  ella  lar- 
gamente; pero  datos  muy  precisos,  mayormente  en  lo  tocante 
á  la  vida  mística  de  Fr.  Juan  de  la  Puebla ,  puede  el  lector  en- 
contrar en  la  obra  de  Fr.  Juan  Tirado  (2),  quien,  como  colega 
suyo  en  la  orden  franciscana ,  aprecia  mejor  los  hechos  objeto 
de  su  Epítome  y  propios  del  personaje  extremeño. 

D.  Juan,  tocado  del  misticismo  de  su  siglo,  se  hizo  fraile, 
y  aunque  profesara  en  el  monasterio  de  Guadalupe  el   año 


(i)  Discurso  leido  ante  la  Real  Academia  de  la  Historia  el  14  de  Enero  de  1873 
(Madrid,  187a). 

(2)  Epitome  historial  de  la  vida  admirable  y  virtudes  heroicas  del  esclarecido 
principe,  famoso  varón  y  ejemplar  religioso  el  venerable  padre  Fr,  Juan  de  la  Pue- 
bla (antes  D,  Juan  de  Sotomayor  y  Züñiga^  conde  segundo  de  Belalcázar)^  fundador 
de  la  Santa  provincia  de  los  Angeles  de  la  regular  y  reformada  observancia  del  or- 
den  de  N,  S.  P.  S.  Francisco,  Escrito  y  ponderado  por  el  R,  P.  Fc-  Juan  Tirado,  pre- 
dicador jubilado  ^  dos  veces  secretario  de  dicha  santa  provincia^  ex-definidor  y  su 
croni5/a  (Madrid,  1724). 


CÁ  CE  R  E  S  969 

de  1 47 1,  no  debió  de  agradarle  mucho  el  estado  de  la  orden 
jeronimiana,  ni  quizás  el  de  los  mismos  frailes  del  convento^ 
donde  por  aquellos  años  se  instruía  una  gravísima  causa  de  In- 
quisición, acaso  la  primera  que  se  formó  en  España  (1485). 
Para  hacer  tránsito  á  la  de  San  Francisco  necesitaba  licencia  de 
Roma,  y  no  pudiendo  ponerse  en  viaje  á  causa  de  las  guerras 
que  á  Extremadura  devoraban  y  su  piadosa  intervención  reque- 
rían, lo  hizo  en  1479,  siendo  destinado  por  su  santidad  Sixto  IV^ 
que  había  sido  fraile  franciscano,  al  convento  de  su  orden  en  el 
Trastevere,  donde  el  mismo  papa,  celebrando  misa  pontifical 
asistido  de  diez  y  seis  cardenales  y  más  de  cien  arzobispos,  obis- 
pos y  protonotaríos,  le  relajó  poco  tiempo  después  el  voto  hecho 
á  San  Jerónimo  para  que  pronunciara  el  de  San  Francisco.  Hizo 
algún  tiempo  vida  penitente  en  el  convento  Di  Carcere^  edifi- 
cado en  la  misma  cárcel  que  ocupó  San  Francisco,  á  dos  núllas 
de  Asís,  sobre  el  monte  Subasis,  y  hallábase  visitando  otros 
conventos  de  los  observantes  reformados  de  Italia  para  perfec- 
cionarse en  la  vida  contemplativa,  cuando  la  muerte  de  su  her- 
mano D.  Gutierre,  en  las  guerras  de  Granada,  hizo  á  su  familia, 
y  quizás  á  los  mismos  Reyes  Católicos,  solicitar  del  pontífice  su 
regreso  para  encargarle  la  educación  del  niño  D.  Alonso,  here- 
dero de  los  estados  de  Belalcázar. 

Por  mandato  de  Inocencio  VIU  vínose  fray  Juan  al  convento 
de  San  Francisco  de  Belalcázar,  desde  donde  atendía  á  la  edu- 
cación de  su  sobrino  sin  alterar  su  vida  monacal,  pronunciando 
estas  hermosas  palabras  cuando  le  motejaban  por  demasiado 
austero :  <  No  extrañen  mi  retiro,  que  no  es  desvío,  sino  necesi- 
>dad  de  mi  miseria.  Soy  muy  flaco,  y  así  me  temo  mucho,  y  por 
>eso  excuso  lo  que  no  es  muy  necesario.  La  naturaleza  es  maes- 
>tra  muy  artificiosa  para  fingir  necesidades.  Me  ha  engañado 
«muchas  veces,  y  ando  tan  desvelado  para  que  más  no  me  en- 
>gañe,  porque  tengo  que  llorar  mucho  lo  que  la  he  atendido  en 
>lo  pasado.  Yo  no  falto  á  cuanto  conozca  que  es  mi  obligación 
>en  la  asistencia  de  mi  sobrino.  Yo  no  me  excuso  cuando  me 


laa 


970  C  Á  C  E  R  E  S 

>  necesitan  para  alguna  cosa.  Pues  si  me  doy  para  cuanto  han 
«menester,  ¿por  qué  cuando  no  me  necesitan  no  he  de  aplicar 
«para  mí  algo?  He  perdido  mucho  tiempo,  y  así  es  preciso  que 
»no  desperdicie  el  poco  de  que  pueda  aprovecharme.  Yo  dejé 
>de  ser  conde  para  ser  religioso,  y  no  es  razón  que  vuelva  á  ser 
» conde  dejando  de  ser  fraile.  Déjenme,  por  Dios,  que  atienda  á 
>Dios,  cuando  por  Dios  atiendo  en  cuanto  puedo  á  sus  necesi* 
»dades,  que  no  es  razón  que  por  servirlos  en  lo  que  no  debo 
»deje  de  servir  á  Dios,  á  quien  debo  tanto.» 

Tiempo  después  doña  Teresa  Enríquez,  cuñada  de  Fr.  Juan; 
su  pariente  Martín  Alonso  de  Vilaseca,  vecino  de  Córdoba,  y 
aun  la  misma  reina  doña  Isabel,  solicitaron  del  pontífice  licencia 
para  que  el  fraile  conde  pudiese  fundar  la  Custodia  de  los  An- 
geles^ en  recuerdo  del  convento  de  Santa  María  de  los  Angeles 
de  Porciúncula,  el  primero  y  más  hunúlde  que  construyeron  en 
Italia  los  observantes  franciscanos,  á  quien  se  quería  imitar  en 
todo,  bajo  la  estrecha  regla  del  primer  instituto  de  San  Fran- 
cisco, sujetándolo  á  los  prelados  de  la  observancia.  Vinieron 
también  á  ayudarle  tres  frailes  italianos  de  la  misma  provincia 
donde  él  había  profesado:  Fr.  Andrés  de  Perusio,  Fr.  Hilarión 
de  Tuderto  y  Fr.  Francisco  de  Bastia.  Apuntaba  á  la  sazón  la 
discordia  entre  observantes  y  conventuales,  con  que  le  suscita- 
ron unos  y  otros  tantos  obstáculos,  que  tuvo  Fr.  Juan  que  vol- 
ver á  Roma  para  vencerlos  en  1488,  y  conseguido  su  intento  y 
habiéndosele  incorporado  algunos  otros  frailes  españoles,  empe- 
zaron por  sí  mismos  la  construcción  del  primer  convento  en  1 490, 
en  un  desierto  de  Sierra-Morena,  junto  á  Hornachuelos,  tan 
montaraz  y  retirado,  que  hasta  osos  había  entre  las  fieras  que 
lo  poblaban,  según  el  P.  Tirado.  Por  sus  propias  manos  empe- 
zaron la  obra  como  se  ha  dicho,  y  á  este  propósito  hace  su  bió- 
grafo las  siguientes  consideraciones : 

« Concluyóse  la  iglesia  (dice  más  adelante  el  biógrafo  de 
Pr.  Juan  de  Guadalupe),  tan  ajustada  al  espíritu  de  la  pobreza 
evangélica,  que  apenas  era  capaz  para  que  aquella  pequeñuefa 


C  Á  C  E  R  E  S  971 

grey  y  humilde  comunidad  religiosa  pudiera  celebrar  misa  y 
pagar  las  divinas  alabanzas.  Á  la  iglesia  allegaron  algunas  po- 
bres celdillas,  formadas  del  mismo  barro  y  toscos  materiales 
que  la  iglesia,  y  tan  desacomodadas  y  estrechas,  que  más  pare- 
cían sepulturas  de  muertos  que  habitaciones  de  vivos,  más  ejer- 
cicio de  mortificación  y  penitencia  que  morada  de  descanso.  La 
iglesia  y  celdas  se  cubrieron  de  toscos  troncos  de  árboles,  de 
humildes  corchos  y  ramas  cortadas  de  la  montaña.  Estos  fueron 
los  capiteles,  estos  los  vidriados  canelones,  estos  los  escudos, 
estas  las  torres  y  baluartes  de  aquel  fuerte  de  Dios,  en  todos 
tiempos  al  infierno  formidable,  porque  nada  teme  más,  ni  nada 
más  le  desmaya  que  el  generoso  desprecio  de  todo  lo  visible, 
perecedero  y  caduco,  que  por  el  amor  de  Dios  hacen  los  que  con 
verdadera  pobreza  de  espíritu  le  buscan  y  con  veras  de  corazón 
se  le  consagran.  >* 

Falleció  Fr.  Juan  de  Guadalupe  el  11  Mayo  de  1495  á 
los  42  años  de  edad  y  cuando  prometía  su  vida  ejemplar  mayores 
esperanzas  para  el  misticismo  de  sus  tiempos.  Sobre  su  sepul- 
cro, en  el  convento  de  Belalcázar,  se  grabó  el  siguiente  epitafio: 

hic  jacet  primus  meritis  venerabili8  joannes, 
custodiicque  nostrye  dignus  honore  gustos: 

Prosapia  illustri,  Paradysi  veré  Colonus. 
vlr  charitate  probus,  meritis,  atque  fide. 

QuEM  DUM  sus   túmulo  RECOLIS  TU  QUISQUE  VIATOR, 

Cerne  quid  es,  quid  eris,  mors  quia  cuncta  rapit 

NaM  POST  OCTAVAM  CrUCIS.  HIC  CARNE  SOLUTUS, 
DiE   SUCCEDENTE,  ASTRA  PETIVIT  OVANS. 


III 


Tal  era,  hasta  fines  del  siglo  anterior,  el  Monasterio  de 
Guadalupe.  Bajo  la  influencia  de  este  convento,  creció  el  pueblo 


972  CÁCERES 

considerablemente  en  importancia,  en  ilustración  y  en  fortuna. 
Hoy  no  conserva  del  pasado  más  que  sus  memorias,  y  arrastra 
la  lánguida  vida  que  da  á  las  poblaciones  pequeñas  el  influjo  de 
la  época  actual,  desprovista  de  la  poética  variedad  de  otros  tiem- 
pos. Los  establecimientos  de  beneficencia  y  educación  han  des- 
aparecido: no  ha  vuelto  á  salir  de  estos  últimos  un  nuevo  Gre- 
gorio López;  sus  montes  vuelven  á  estar  áridos  y  escuetos,  y 
las  malezas  y  los  incultos  arbustos  ocupan  el  lugar  antes  fecun- 
do en  corpulentos  olivos,  risueñas  vides  y  suculentos  frutales. 

Su  población  ascendía  en  1,500  á  4,700  almas;  en  principios 
del  siglo  actual  á  3,894,  en  la  actualidad  á  2,780. 

Aparte  del  monasterio  tiene  la  villa  la  iglesia  de  la  Santísi- 
ma Trinidad,  hecha  en  1730  á  expensas  del  Duque  de  Vera- 
gua, D.  Pedro  Ñuño,  gastándose  en  ella  64,000  ducados.  Para 
su  pavimento  se  trajeron  unas  20,000  piedras  de  jaspe  azul  y 
blanco  de  Genova,  al  precio  de  5  reales  una.  Las  ermitas  que 
tenía  á  extramuros  están  arruinadas.  Eran  éstas  las  de  San  Blas, 
Santa  Catalina,  el  Cristo  del  Humilladero  y  la  Abadía,  donde 
los  reyes  que  iban  á  visitar  la  Virgen  se  arrodillaban,  haciendo 
oración  y  se  dirigían  á  pie  hasta  el  célebre  monasterio  que  no 
ha  tenido  igual  en  toda  Extremadura  (i). 


(1)  La  adoración  que  prestan  en  Extremadura  á  esta  imagen  es  grande,  y  no 
es  menos  lo  que  se  la  venera  en  América,  y  con  especialidad  en  Méjico.  La  advo- 
cación se  aplicó  á  la  imagen  mejicana  por  su  semejanza  con  la  de  Guadalupe  de 
España,  Virgen  venerada  en  este  país  desde  el  siglo  xi,  y  que  tomó  su  nombre  del 
río  Guadalupe  (palabra  mitad  árabe,  mitad  latina,  que  significa  rio  del  Lobo),  si- 
tuado cerca  de  la  raya  de  Portugal  y  á  cuyas  inmediaciones  se  le  levantó  un  tem- 
plo. La  Guadalupe  de  Méjico  es  morena,  con  la  faz  contorneada,  conforme  al  más 
puro  óvalo  azteca,  con  la  expresión  apacible  y  candida  de  las  indias  del  valle,  y 
peinada  como  ellas,  con  la  raya  ó  partidura  cayendo  á  la  mitad  de  la  frente,  sobre 
la  cual  se  deslizan  con  modesta  sencillez  hacia  uno  y  otro  lado,  las  negras  guede- 
jas de  su  cabellera,  que  asoman  apenas  bajo  el  manto. 

Sobre  la  historia  de  la  imagen  española  y  sus  milagros  y  templo  principal,  se 
han  publicado  los  siguientes  libros  : 

I  .•    La  más  antigua  historia  de  esta  santa  casa  de  Guadalupe  (Ms.  anónimo,  en 

Perg.). 

2."    Aqui  comienza  la  crónica  de  cómojué  fundada  y  edificada  la  iglesia  y  mo- 


c  A  c  E  R  E  s  973 

Muchos  hombres  ilustres  ha  dado  á  la  patria  la  Puebla  de 
Guadalupe,  en  su  mayoría  místicos  y  teólogos.  Cuéntase  entre 
todos  ellos  á  los  teólogos  Fr.  Benito  y  Fr.  Gregorio  de  Guada- 
lupe, varones  de  vida  ejemplar  que  se  les  cita  entre  los  santos; 
los  escritores  Fr.  Alfonso  y  Fr.  Juan  de  Guadalupe,  el  primero 
autor  del  Ceremonial  romano  (Sevilla,  1 7 1 3)  y  el  segundo  pu- 
blicó la  Statua  pro  sua  Reformatione  y  las  Epistolce  plures  As- 
cetÜBy  muriendo  en  Roma,  el  2  de  Setiembre  de  1506,  cuan- 
do iba  al  Concilio  como  Provincial ;  los  escultores  Diego  y  Pe- 


nasierio  de  Nuestra  Señora  Sancta  Marta  de  Guadalupe^  i>or  Fr.  Diego  de  Écíja, 
monje  de  la  misma  (Ms.  del  siglo  xv}. 

3."  Historia  del  origen  y  fundación  del  monasterio  de  Nuestra  Señora  de  Guada- 
lupe,  invención  de  su  santa  imdgen^y  vida  de  algunos  venerables  monjes(Ms.  de  1 479, 
en  la  B.  del  Escorial'. 

4.^  Fundación  de  la  casa  de  Guadalupe^  y  milagros  de  la  Santísima  Virgen 
(Cód.  IV,  á  10.  Est.  16,  B.  del  Escorial). 

5.^  De  como  fallada  la  ymagen  de  nuestra  señora  sancta  Maria^  mediante  la  qual 
fué  fundado  este  monasterio  de  Guadalupe.  I  de  como  embyó  sant  gregorio  á  sant 
leandre  dende  Roma  á  españa  esta  ymagen  de  nuestra  Señora  (Ms.  Est.  165,  en  la 
B.  del  Escorial). 

6."  Historia  de  la  fundación  del  monasterio  de  Guadalupe^  cómo  fué  fallada  la 
Santa  imagen  de  la  Virgen,  y  vida  de  algunos  monjes  Jerónimos  (Ms.  est.  22,  B.  del 
Escorial ). 

7.^  La  fundación  de  esta  santa  casa  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe,  por  Ber- 
nabé de  Santiago  (Ms.  del  año  i  $90.) 

8.*  Historia  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe,  y  fundación  de  su  santa  casa,  por 
el  reverendo  P.  Fr.  Gabriel  de  Talavera,  su  prior  (Toledo,  1597). 

9.**  Milagros  de  la  Santa  imagen  de  Santa  Maria  de  Guadalupe^  por  Fr.  Fran- 
cisco San  Clemente,  dos  veces  prior  de  su  glorioso  monasterio  (Ms.). 

I  o.  Relación  sumaria  del  descubrimiento  de  la  primitiva  imagen  de  Nuestra  Se- 
ñora de  Guadalupe^  y  de  la  invención  dichosa  del  incorrupto  cuerpo  del  pastor  D.  Gil. 
Escríbela  Fr.  Rodrigo  de  Llerena,  monje  de  esta  santa  casa  (Ms.). 

1 1 .  Venida  de  la  soberana  Virgen  de  Guadalupe  d  España,  su  dichosa  inven- 
ción, y  de  los  milagrosos  favores  que  ha  hecho  á  sus  devotos,  por  el  P.  Fr.  Diego  de 
Montalvo,  monje  profeso  y  predicador  de  esta  santa  casa  (Lisboa,  1 63 1 ). 

12.  O  pastor  de  Guadalupe,  por  Fernando  Correa  de  Lacerda,  lente  de  la  Uni 
versidad  de  Coimbra  (Poe.  Ms.). 

13.  Historia  universal  de  la  primitiva  y  milagrosa  imdgen  de  Nuestra  Señora 
de  Guadalupe,  fundación  y  grandezas  de  su  santa  casa,  y  algunos  de  los  milagros 
que  ha  hecho  en  este  presente  siglo,  escrita  por  el  reverendo  P.  Francisco  de  San 
Joseph,  ex-prior  de  dicha  santa  real  casa  (Madrid,  1743). 

14.  Aparición  de  Nossa  Senhora  de  Guadalupe,  por  doña  Isabel  Senhorina  da 
Silva  (Ms.). 


97  4  cAcERES 

dro  de  Guadalupe,  el  primero  conocido  por  sus  obras  para 
las  catedrales  de  Toledo,  Ávila  y  Badajoz,  y  el  segundo  maes- 
tro de  las  obras  de  arte  en  la  catedral  de  Valladolid  (i). 

En  1 5 1 9  colocó  en  el  coro  nuevo  de  la  Catedral  de  Falen- 
cia, las  sillas  del  viejo  que  había  trabajado  el  maestro  Centellas 
en  el  de  1410,  por  el  precio  de  1,500  maravedís,  y  ejecutó  otras 
veinte  por  4,000  cada  una.  Habiéndose  trasladado  el  coro  el 
afto  de  1 5 1 8  desde  la  capilla  mayor  al  sitio  donde  está  ahora, 
se  trasladó  también  el  retablo  mayor,  ejecutado  por  Guadalupe, 
á  la  misma  capilla,  desde  la  que  se  llama  de  los  Cincas.  Mandó 
hacer  esta  mudanza  el  obispo  D.  Diego  de  Daza,  que  fué  des* 
pues  arzobispo  de  Sevilla,  para  la  que  dio  600,000  maravedís. 
Y  siendo  el  retablo  pequeño  para  el  sitio,  fué  necesario  aftadirle 
las  cornisas  divisorias  y  las  colaterales  con  sus  adornos  y  el 
cuerpo  alto,  en  el  que  se  colocaron  el  Crucifijo,  la  Virgen  y  San 
Juan,  que  trabajó  Pedro  Manso.  Costó  2,000  ducados  y  se  con- 
cluyó todo  el  afto  de  1522. 

Pedro  de  Guadalupe  tuvo  un  hijo  pintor,  pero  debió  ser 
muy  secundario,  cuando  nadie  le  menciona  ni  se  conocen  sus 
cuadros. 

No  fueron  menos  célebres  Fr.  Alfonso  de  Guadalupe,  cuyo 
nombre  se  venera  en  Nueva-Espafta  por  sus  virtudes  y  vida  as- 
cética, y  el  doctor  D.  Francisco  Sanz  de  Dios  Guadalupe,  naci- 
do en  1699.  Estudió  en  la  universidad  de  Salamanca,  tomando 
la  borla  de  doctor  en  la  capilla  de  Santa  Bárbara.  Bien  joven 
aún,  fué  médico  titular  de  la  villa  de  Medina  del  Campo  y,  últi- 
mamente, médico  mayor  del  real  monasterio  de  la  Puebla  de 
Guadalupe. 

Por  los  aftos  de  1729  escribió  el  doctor  Martín  Martínez  su 
célebre  libro  sobre  las  calenturas,  y  no  estando  conforme  el 
D.  Francisco  con  las  teorías  de  su  colega ,  dio  á  luz  una  refuta- 


(i)    Ceán  Bermúdez,  en  su  Diccionario,  al  1. 11. 


C  Á  C  E  R  E  s  975 

ción  de  ellas  bajo  el  título  de :  Medicina  práctica  de  Guadalupe 
(Madrid,  1734).  Con  este  libro  se  encendió  una  polémica  profe- 
sional, en  la  que  intervino  otro  ilustre  profesor  extremeño,  el 
Dr.  Pacheco  y  Ortiz,  con  su  libro  Rayos  de  luz^  etc.,  en  que  se 
defienden  mayormente  las  teorías  del  doctor  Enríquez.  La  obra 
del  D.  Francisco  no  tiene  importancia,  y  su  nombre  lo  debe 
mayormente  á  la  polémica  que  sostuvieron  los  escritores  médi- 
cos del  siglo  XVIII  sobre  las  diversas  teorías  médicas  para  com- 
batir las  calenturas.  El  doctor  Valdés  también  escribió  contra 
Sanz  de  Dios  Guadalupe. 

Fr.  Andrés  y  Guadalupe  y  D.  Gregorio  López  de  Tovar 
son,  por  último,  y  acaso  también,  los  dos  genios  más  grandes 
que  han  salido  de  esta  villa.  El  primero,  religioso  franciscano  y 
escritor  místico,  nació  en  el  año  de  161 3.  Estudió  teología  en 
Plasencia  y  entró  en  un  convento  franciscano,  donde  profesó, 
vistiendo  el  hábito  de  la  Orden  á  los  22  años  de  edad. 

Fué  un  modelo  de  virtudes  y  á  la  vez  un  predicador  distin- 
guido. 

Las  infantas  D.*  María  Teresa  y  D.*  Margarita  de  Austria, 
le  eligieron  por  su  confesor  y  la  Orden  le  hizo  su  Lector  (i). 


(i)  La  historia  de  este  virtuoso  fraile  se  da  en  la  siguiente  obra:  Vidck  del  re- 
verendísimo y  venerable  padre  Fr.  Andrés  de  Guadalupe^  Hijo  y  Padre  de  la  Regular 
y  Reformada  Observancia  de  N,  S.  P.  San  Francisco  en  la  santa  provincia  de  los 
Angeles^  Lector  jubilado  ^  dos  veces  su  Vicario  provincial^  Confesor  de  las  señoras 
Descalzas  Reales  de  Madrid  y  de  las  Serenísimas  Infantas  de  España  doña  María 
Teresa  de  Austria  y  doña  Margarita^  Majestades  cesárea  y  cristianísima^  Vice-co- 
misario  general  de  las  Indias,  Dedicada  á  la  Divina  Majestad  de  Christo  Sacramen- 
tado, Escrita  por  el  padre  Juan  Luengo^  Lector  de  Teología^  Custodio,  dos  veces 
Ministro  provincial  de  la  Santa  Provincia  de  los  Ángeles,  Comisario-visitador  de  las 
santas  provincias  de  Granada  y  San  Miguel,  Presidente  de  algunos  capítulos  pro- 
vinciales de  esta  familia  cismontana,  Y  al  presente  Comisario  general  de  todas  las 
provincias  de  las  Indias,  de  la  Regular  Observancia  de  N.  P.  San  Francisco  (Ma- 
drid, 1680). 

Al  final  de  esta  obra  se  da  la  siguiente:  Sermón  fúnebre  intitulado  Ejemplar  re- 
juiGioso,  que  predicó  al  funeral  del  V,  Guadalupe  el  limo,  señor  D,  Bartolomé  García 
de  Escañuela,  Lector  jubilado.  Padre  de  la  santa  provincia  de  Granada,  Predicador 
de  S,  M.,y  al  presente  Obispo  de  la  Nueva-Vizcaya  en  la  Nueva-España, 


97Ó  C  A  C  E  R  E  8 

En  1 66o  era  Comisario  general  de  las  Indias,  residiendo  en 
Madrid. 

Es  autor  de  los  siguientes  libros: 

I  .^  Historia  de  la  santa  provincia  de  los  Angeles  de  la  Re- 
guiar  Observancia  y  Orden  de  nuestro  Seráfico  San  Francisco. 
Autor  el  Reverendísimo  padre  Fr.,.  (Madrid,  1662). 

Es  un  libro  indigesto,  y  por  tanto,  sin  mérito  alguno. 

2.°     Mística  theulogia  sobrenatural  {}/í^ár\á^  1665). 

3.^     Tratado  sobre  las  virtudes  y  su  práctica  (Madrid,  1 670). 

Parece  que  Fr.  Andrés  falleció  en  1680. 

El  Licenciado  López  de  Tovar  (mayormente  conocido  por 
El  Acurcio  Español  ó  El  Legista  Extremeño)^  nació  en  1 496. 
Por  sus  múltiples  conocimientos  en  filosofía,  escritura  sagrada 
y  derecho  civil  y  canónico,  adquirió  una  reputación  universal  de 
que  goza  su  nombre  hasta  en  los  tiempos  presentes.  Entre  sus 
mejores  trabajos  en  el  foro  cuéntase  sus  comentarios  á  La^  Siete 
Partidas  del  Rey  D.  Alfonso  el  Sabio.  En  aquellos  tiempos  en 
que  el  derecho  estaba  en  embrión,  y  apenas  si  se  conocían  co- 
mentaristas de  lo  poco  que  se  había  escrito,  López  de  Tovar 
era  figura  colosal  que  admiran  propios  y  extraños.  Por  eso  su 
nombre  ocupa,  y  con  razón,  un  puesto  respetable  en  la  magis- 
tratura española,  que  bien  puede  honrarse  con  tan  inteligente 
legista. 

Oriundo  de  una  familia  distinguida ,  había  vivido  no  obstan- 
te y  contra  las  costumbres  de  los  nobles  de  su  tiempo,  traba- 
jando en  la  reforma  de  la  legislación  y  en  la  aplicación  de  las 
leyes  escritas,  hasta  que  murió  en  1560,  siendo  Corregidor  de 
la  Puebla  de  Guadalupe  y  cuando  preparaba  una  obra  sobre  el 
Derecho  Romano  en  España,  y  cuyo  original  le  dan  por  perdi- 
do los  bibliófilos  y  anticuarios. 

Su  cuerpo  fué  sepultado  bajo  el  altar  que  hay  en  el  gran- 
dioso arco  que  divide  la  nave  de  Santa  Ana  de  las  otras  capi- 
llas del  templo  en  el  monasterio  de  San  Jerónimo  de  Guadalu- 
pe. Su  sepulcro,  de  mármol  blanco,  se  encuentra  junto  á  la  pila 


C  Á  C  E  R  E  s  977 

de  agua  bendita,  á  la  izquierda  de  la  entrada  principal ,  y  tiene 
la  siguiente  inscripción: 


aquí  yace  el  cuerpo 

del  licenciado  gregorio  lópez, 

natural  de  este  pueblo: 

rueguen  á  dios  por  él. 


Fué  el  notable  jurisconsulto  extremeño  alcalde  mayor  de  la 
Puebla  de  Guadalupe.  Por  sus  conocimientos  en  las  letras,  por 
su  alto  criterio  en  materia  legal  le  nombró  el  rey  de  su  Consejo 
de  Estado,  en  cuya  ocasión  comentaba  las  Siete  Partidas.  Bien 
joven  todavía  casó  con  D.*  María  Pizarro,  señora  muy  principal, 
hermana  de  los  célebres  Pizarros,  conquistadores  del  Perú,  y 
de  este  matrimonio  nacieron  tres  hijos :  D.  Diego,  D.*  María  y 
D.*  Luisa. 

López  de  Tovar,  como  Acebo,  Herrera,  Gutiérrez,  Hinojo- 
sa  y  Cerrato  y  Calatrava,  todos  notabilísimos  en  la  magistratu- 
ra y  salidos  de  Extremadura,  son  una  honra  para  su  patria,  que 
siempre  los  recordará  entre  sus  hijos  más  ilustres. 

La  mejor  obra  de  López  de  Tovar  es  la  ya  citada  con  el 
título:  Las  Siete  Partidas  del  sabio  Rey  D.  Alfonso  el  X^  nueva- 
mente  glosadas  por  eL..  Diferentes  ediciones,  hasta  el  número 
de  113,  podíamos  contar  de  esta  obra,  pues  solamente  de  Sa- 
lamanca conocemos  las  hechas  en  1550,  1555,  1565,  1576, 
1580  y  otras,  todas  en  tres  tomos  en  folio. 

Esta  obra  de  López  fué  un  suceso  entre  los  hombres  del  foro 
español,  y  sobre  la  parte  que  él  tomara  en  su  redacción  hubo 
no  pocos  litigios  entre  él  y  un  hijo  del  doctor  D.  Lorenzo  Ga 
líndez  de  Carvajal,  que  disputaba  la  paternidad  de  la  misma  á 
favor  de  su  difunto  padre. 

D.  Rafael  de  Floranes,  en  la  Vida  y  obras  del  doctor  don 
Lorenzo  Galindez  de  Carvajal  (Colección  de  documentos  inédi- 
tos para  la  Historia  de  España^  t.  XX,  páginas  329  á  345), 


978  G  A  C  E  R  E  S 


dedica  á  este  asunto  una  larga  y  erudita  investigación,  que  re- 
comendamos al  lector. 

D.  Gregorio  dejó  á  su  muerte  entre  otros  un  hijo,  jurista 
como  él,  y  escritor,  llamado  D.  Diego  López  y  Pizarro.  Publicó 
cuatro  obras  sobre  derecho  y  se  trasladó  á  Roma,  en  1574, 
abrazando  el  sacerdocio,  muriendo  en  1594  con  fama  de  sabio. 


CAPÍTULO  X 


Tuste  á  vista  de  pájaro. — La  subida  al  monasterio. 

Unas  ruinas  históricas. — El  palacio  del  emperador  Carlos  V. 

La  muerte  del  emperador.— Conclusión 


I 


ARA  visitar  el  Monasterio  de  Yuste,   viniendo  de 
Madrid,  ha  de  tomarse  el  camino  de  Jarandilla, 
y  desde  la  villa  de  Cuacos  partir  á  Yuste,  que 
dista  unos  dos  kilómetros;  y  si  la  visita  se  ha 
de  hacer  viniendo  por  Cáceres,  Trujillo  ó  Coria,  se  ha 
de  venir  forzosamente  á  Plasencia,  para  seguir  en  direc- 
ción á  Jarandilla. 

De  Cuacos  ó  de  Jarandilla  se  hace  la  última  jornada 
para  Yuste,  ya  sea  caballero  sobre  fogoso  caballo  ó 
sobre  sufrido  burro ,  que  no  se  puede  dejar  desde 
la  estaciones  férreas  de  Navalmoral  de  la  Mata,  ó  de  Pla- 
sencia. 

Jarandilla  se  ve  asentada  en  una  ancha  hondonada  que  la 
rodean  las  altas  sierras  de  Béjar  y  de  Gredos.   Entre  esta 


98o  C  Á  C  B  R  E  S 

villa  y  la  de  Cuacos  está  el  Monasterio  de  Yuste.  Cuacos  apa- 
rece en  las  faldas  de  la  sierra  de  Tormantos  y  cerro  del  Sal- 
vador. 

Ambos  pueblos  son  de  origen  relativamente  moderno.  Ape- 
nas se  sale  de  Cuacos  se  ve  Yuste  á  vista  de  pájaro,  solitario  y 
silencioso,  rodeado  de  robles  y  de  olmos,  cual  si  fuese  un  oasis 
en  medio  de  sierras  escuetas  y  pedregosas,  por  donde  sólo  cru* 
zan  los  pastores  y  algunas  aves  que  habitan  en  los  verjeles  de 
la  granja  de  Valmorisco. 

Cuacos  es  un  pueblecito  que  de  antiguo  miró  con  malos  ojos 
el  engrandecimiento  del  Monasterio  de  Yuste.  Desde  el  siglo  xv 
sus  monjes  esquilmaban  á  pretexto  de  los  derechos  del  diezmo,  los 
pocos  frutos  que  sus  vecinos  recogían  del  producto  de  los  cam- 
pos. 

Más  tarde,  y  con  ocasión  de  escoger  para  su  retiro  aquel 
monasterio  Carlos  V,  las  tropas  que  de  continuo  acompañaban 
á  los  personajes  que  iban  á  visitar  al  ex-emperador,  cometían 
mil  atropellos  pidiendo  raciones  y  alojamientos  y  dando  malos 
tratos  al  sufrido  vecindario  que,  entre  otros  muchos  derechos, 
tenía  indudablemente  el  de  poder  vivir  en  paz  sin  que  le  moles- 
tasen malos  huéspedes,  como  por  lo  común  lo  son  frailes  y  sol- 
dados. 

En  1557  reclamaron  al  ex  emperador  contra  las  demasías  de 
los  frailes  y  palaciegos ;  pero  aquél  no  atendió  estas  quejas,  y  los 
aldeanos,  que  como  todos  los  de  Extremadura  no  han  capitula- 
do con  despotismo  de  reyes  ni  emperadores,  apenas  asomaba 
por  el  pueblo  una  partida  de  gente  armada,  la  recibían  á  pedra- 
das, y  ya  en  este  camino  se  apoderaron  de  las  1 2  vacas  suizas 
que  tenía  el  ex  emperador  para  sustentarse  de  su  leche,  por 
meterse  á  pastar  en  el  término  municipal,  y  hasta  secuestraban 
las  cargas  de  truchas  y  de  caza  menor  que  de  regalo  á  Carlos  V 
le  enviaban  los  nobles  y  comunidades  de  los  contornos,  sin 
que  el  que  había  vencido  á  todos  los  ejércitos  de  Europa  y 
África,  pudiese  declarar  la  guerra  á  los  vecinos  de  Cuacos,  sin 


VUSTÉ. —  Vista 


982  '  C  Á  C  E  R  E  S 


duda  porque  desde  que  se  alojó  en  Yuste  hizo  el  propósito  de 

vivir  en  paz  hasta  consigo  mismo  (i). 


II 


Subiendo  por  el  camino  que  conduce  desde  Cuacos  al  Mo* 
nasterio,  nos  aparece  una  enorme  cruz  de  piedra,  denominada  del 
Humilladero,  y  una  alta  cerca  de  ennegrecidas  piedras,  donde 
comienza  la  jurisdicción  comunal  del  Monasterio.  Por  aquel  es- 
trecho sendero  subía  Carlos  V  el  día  3  de  Febrero  de  1557 
pat'a  encerrarse  en  el  pequeño  palacio  que  había  mandado  le- 
vantar, pegado  al  propio  convento. 

Jamás  monarca  alguno  desplegó  más  actividad  en  los  cua- 
renta viajes  que  hizo  de  Alemania  á  España,  á  Flandes,  á  Italia, 
á  Francia  y  África,  que  Carlos  V. 

Después  de  la  campaña  contra  los  protestantes  y  contra 
Enrique  II  de  Francia,  aunque  no  muy  viejo,  bastante  enfermo, 
y  abatido  por  el  triunfo  que  aquellos  consiguieron,  tuvo  la  ab- 
nísgación  de  escoger  para  retiro  de  sus  últimos  días  este  Monas- 
terio, donde  vivió,  no  exclusivamente  dedicado  á  ejercicios  de 


(I)  Él  arriero  que  nos  condujo  á  Cuacos  nos  hizo  la  siguiente  definición  del 
origen  de  este  nombre,  que  antes  se  escribió  así :  Quaquos,  «Cuéntase  en  esta  tie- 
rra que,  encontrándose  un  cuervo  muy  viejo  y  con  pocas  plumas  para  volar  y  bus- 
carse la  comida,  se  fué  á  un  nido  de  urracas  y  se  ocultó  entre  los  polluelos  y,  sa- 
cando la  cabeza  por  entre  ellos  abriendo  la  boca,  recibía  el  alimento  que  los  pa- 
dres traían  á  sus  hijos.  Éstos  fueron  creciendo,  y  haciéndose  volanderos,  abando- 
naron el  nido  dejando  en  él  al  cuervo,  que  en  vez  de  criar  plumasen  el  transcurso 
del  tiempo,  se  iba  quedando  más  desnudo.  La  estación  avanzaba  y  las  urracas  ya 
no  encontraban  higos  para  alimentar  á  su  cuervo,  y  lamentándose  ante  él  de  la 
escasez  de  esta  fruta,  las  dijo:  «^no  habéis  ido  á  Cuacos?»  las  cuales,  cayendo  de 
su  engaño,  dijeron:  «pues  si  sabes  á  Cuacos,  vé  tú  á  buscarlos.» 


C  A  C  E  R  E  S  983 

devoción,  sino  compartiendo  éstos  con  tareas  políticas,  pues 
mantenía  frecuente  correspondencia  con  su  hijo  para  darle  con- 
sejo en  todos  los  graves  asuntos  de  gobierno.  Renunció  en  su 


.    Hl]Mll.LAt>eRO 


hijo  Felipe  II  los  Países  Bajos,  el  Franco  Condado,  Ñápeles, 
Sicilia,  Cerdeña,  Milán,  el  Rosellón  y  toda  la  Península,  á  ex 
cepción  de  Portugal.  En  África  le  dejó  á  Túnez,  Oran,  Islas  Ca- 
narias, Fernando  Póo  y  Santa  Elena,  y  en  América,  Perú  y 


984  C  A  C  E  R  E  S 

Chile,  Méjico  y  las  Antillas.  Dos  años  después  legó  á  D.  Fer- 
nando, su  hermano,  la  corona  imperial  con  todos  los  estados  de 
la  casa  de  Austria  en  Alemania,  para  morir,  en  ñn,  el  día  21  de 
Septiembre  de  1558,  á  consecuencia  de  una  insolación,  y  bajar 
por  este  camino,  que  subió  dos  años  antes,  en  estrecha  caja  que 
había  de  ser  depositada  más  tarde  en  el  Monasterio  del  Esco- 
rial. 

No  vino  á  morir  aquí  este  déspota  coronado  por  ofuscación 
repentina  á  que  pudo  ensimismarle  algunas  contrariedades  de 
sus  últimas  campañas.  Estando  en  la  villa  de  Monzón  por  los 
años  de  1542,  manifestó  sus  propósitos  al  entonces  duque  de 
Gandía,  D.  Francisco  de  Borja,  y  que  desde  mucho  antes  venía 
halagando  con  la  emperatriz,  su  esposa,  de  retirarse  á  pasar  sus 
últimos  días  en  un  lugar  apartado  y  asilo  de  religiosos,  ordenando 
al  príncipe  D.  Felipe,  su  hijo,  que  antes  que  saliese  de  España 
á  casarse  en  Inglaterra  con  María  Tudor,  fuese  al  monasterio  de 
San  Jerónimo  de  Yuste,  á  ver  el  sitio  á  donde  se  habían  de  la- 
brar y  hacer  los  aposentos  y  cuarto  en  que  pensaba  habitar  los 
postrimeros  años  de  su  vida  (i).  Más  de  doce  años  hacía  que, 
habiendo  tomado  esta  determinación,  había  enviado  á  reconocer 
la  casa,  sitio  y  cielo,  disposición  de  lugar  del  Monasterio,  hom- 
bres doctos  y  prudentes  que  en  él  había,  y  cuantas  circunstancias 
deseaba  reuniese  para  el  ñn  (2);  y  siendo  todo  ajustado  al  gusto 
del  emperador,  escribió  al  prior  y  monjes,  diciéndoles:  «Deseo 
» retirarme  entre  vosotros  á  acabar  la  vida:  y  por  esso  querría 
>  que  me  labracedes  unos  aposentos  en  San  Gerónimo  de  Yuste; 
»y  por  lo  que  fuere  menester  acudireys  al  secretario  Juan  Vaz- 
>quez  de  Molina,  que  él  procurará  dineros:  para  lo  qual  os  em- 
>bio  el  modelo  de  la  obra...i  (3).  En  efecto,  habiendo  mandado 


(O    Ms.  de  un  fraile,  citado  por  Cachard,  ^etraii  et  morí  de  Charles  Quiñi  au 
mon,  de  YuslCy  tom.  II,  pág.  3. 

(2)  Historia  de  la  orden  de  San  Jerónimo,  part.  Ill,  lib.  I,  pág.  1  87. 

(3)  SiGÜENZA,  Historia  de  la  orden  de  San  Jerónimo,  part.  III,  lib.  I,  pág.  187. 


C  A  C  E  R  E  S  985 

á  García  de  Castro,  á  cuyo  cargo  estaba  la  cobranza  de  los  de- 
rechos de  once  y  seis  al  millar,  que  facilitase  tres  mil  ducados 
al  prior  y  general  de  la  orden  jerónima  (i),  y  apenas  salió  de 


YUSTE.  —  Escudo  deu  Emperador  Carlos  V 

Yuste  el  príncipe  D.  Felipe,  después  de  practicar  la  visita  que 
le  había  sido  ordenada  por  su  padre,  el  viernes   25  de  Mayo 


(O    Archivo  de  Simancas,  Cotisíarf,  i.' époc,  Icg.  275. 


986  C  A  C  E  R  E  S 

de  1554,  comenzaron  á  traer  y  aparejarse  los  materiales  parala 
obra  del  cuarto  del  emperador,  según  los  planos  que  éste  había 
remitido,  y  que  parece  eran  semejantes  al  de  la  casa  en  que  na* 
ció  en  Gante.  Púsose  al  frente  de  las  obras  el  P.  Fr.  Antonio  de 
Villacastin,  profeso  de  la  Fuensisla  de  Toledo,  y  duraron  dos 
años  y  nueve  meses,  habiendo  acudido  á  todos  los  gastos  el  se- 
cretario Juan  Vázquez  de  Molina  (i). 

Luego  que,  de  vuelta  de  Fiandes,  después  de  haber  hecho 
renuncia  de  aquellos  Estados  y  de  los  de  Brabante  en  el  rey 
D.  Felipe^  su  hijo,  despidió  á  las  reinas  de  Francia  y  Hungría  y 
al  resto  de  su  acompañamiento  y  corte,  «tomó  el  camino  para 
Yuste,  y  no  permitió  que  le  acompañasen  más  que  los  criados 
que  había  señalado,  que  eran  dos  médicos  y  dos  cirujanos,  y 
el  P.  Fr.  Juan  de  Regla,  confesor,  á  quien  viendo  el  César  corto 
y  poco  fiado  de  su  suficiencia,  le  dijo :  Fr.  Juan^  no  temáis  la 
conciencia  de  un  emperador  que  hace  un  año  entero  que  tratan 
de  descargar  cinco  juristas  y  teólogos  (2).» 

£1  día  de  San  Blas  año  de  1557  salió  el  emperador  de  Ja- 
randilla  para  su  último  retiro,  á  donde  llegó  á  las  cinco  de  la 
tarde,  siendo  allí  recibido  con  procesión  de  todo  el  convento  y 
con  grande  alegría,  cantando  el  Te  Deüm  laudamus  en  canto 
de  órgano.  Desde  Jarandilla  fué  conducido  á  Yuste  en  una  lite- 
ra^ de  la  que  se  apeó  á  las  puertas  de  la  iglesia ,  y  puesto  allí 
en  una  silla  lo  llevaron  hasta  las  gradas  del  altar  dos  gentiles- 
hombres,  yendo  á  un  lado  el  conde  de  Oropesa,  D.  Fer- 
nando Álvarez  de  Toledo,  y  D.  Luís  de  Quijada,  su  mayor- 
domo (3). 


(i)    Ms.  inserto  por  Gachard,  pág.  475. 

(3)    Ms8.  citados  por  Gachard,  págs.  17718. 

(3)  Un  poeta  nacido  en  Jarandilla  en  1604,  D.  Gabriel  Azedo  de  la  Bemieza, 
en  su  libro  Amenidades^  florestas  y  recreos  yete, ^  de  la  Vera  (Madrid,  1667),  publica 
cstt  precioso  romaincG  titulado:  Relación  de  la  retirada  que  Carlos  V^  Emperador, 
hizo  d  Yuste: 


C  A  C  E  R  E  S  987 

Recordando  nosotros  todos  estos  hechos  nos  detuvimos 
delante  la  cerca  que  estaba  junto  á  la  cruz,  á  contemplar 
un  gran  escudo  de  piedra  donde  se  dan  grabadas  las  armas 


«Yace  en  la  valiente  España 
un  gran  pedazo  de  tierra, 
dulce  olvido  de  los  hombres, 
en  la  vera  de  Plasencia. 

Suelo  de  tanto  deleite, 
que  acreditara  á  un  poeta 
que  íingi6-ei  Elíseo  campo, 
á  decir  que  fué  en  la  Vera. 

Aquí  el  temerario  invierno, 
de  lástima  y  de  vergüenza 
del  campo  siempre  florido, 
dentro  sus  huertas  se  encierra. 

El  noble  Mayo  detiene, 
el  dudoso  otoño  aterra, 
y  á  más  no  poder  corona 
de  nieve  las  altas  sierras. 

No  que  el  hielo,  humilde  fuente, 
ate  en  nevadas  cadenas, 
que  en  su  imperio  de  cristal 
sin  ley  murmuran  y  reinan. 

El  seco  abrasado  estío 
sus  ardientes  llamas  templa 
con  el  céfiro  agradable, 
blando  rey  de  las  florestas. 

No  permite  á  la  chicharra 
ronca  voz,  porque  en  la  siesta 
mil  cantores  pajarillos 
alegremente  gorjean. 

El  aire  entre  alegres  prados 
y  entre  las  fuentes  risueñas, 
con  abanicos  de  flores 
mueve  fresco  y  vierte  perlas. 

El  otoño,  de  las  plantas 
ladrón  y  común  afrenta, 
nunca  se  atreve  á  las  hojas 
porque  tenga  el  viento  lenguas. 

Pródigo  esmalta  los  campos, 
viste  de  verdes  libreas, 
con  pasamanos  de  plata, 
ríos  que  la  yerba  ondea. 

Veréis  los  ricos  vestidos 
de  escarchadas  lentejuelas, 
que  tal  vez  la  variedad 
muda  la  naturaleza. 


988  C  Á  C  B  R  E  8 

de  Carlos  V,  sobre  el  águila  de  dos  cabezas,  y  encerradas  entre 
las  columnas  de  Hércules,  con  la  leyenda  de  Plus  ultra.  Aque- 
llos cuarteles  que  la  heráldica  ha  escrito  con  el  buril  sob'e  la 


La  primavera  agradable 
con  florecillas  soberbias 
vierte  el  tesoro  oloroso 
de  la  copa  de  Amaltea. 

Sementeras  de  claveles, 
desperdicios  de  mosquctas, 
montes  de  jazmín  y  rosas,    ^ 
más  fragantes  que  azucenas. 

Del  campo  y  valle  en  los  ecos 
dobladas  las  voces  suenan 
del  facistol  de  las  aves, 
ya  canciones,  y  ya  endechas. 

Aquí,  pues,  donde  el  rigor 
del  tiempo  no  se  respeta 
por  ser  alba  todo  el  día, 
todo  el  año  primavera, 

se  vino  el  Emperador 
por  gozar  en  esta  tierra 
del  cielo  más  favorable  * 
que  cubre  toda  la  esfera. 

Llegó,  pues,  á  jarandilla, 
y  después  de  estar  en  ella 
mucho  tiempo,  partió  á  Yuste 
y  se  encerró  en  una  celda. 

Está  el  convento  de  Yuste 
apartado  siete  leguas 
de  Plasencia,  junto  á  Quacos, 
hermosa  y  frondosa  aldea. 

San  Jerónimo  se  llama, 
cuya  religión  estrecha 
entre  estas  blandas  delicias 
vive  en  dura  penitencia. 

En  él,  hacia  el  Mediodía, 
con  respeto  de  la  iglesia 
que  espaldas  le  hace  al  convento, 
se  labraron  ocho  piezas. 

Para  tanta  Majestad 
ni  son  grande^,  ni  pequeñas; 
tienen  veinticuatro  pies, 
las  cuatro  están  en  la  huella, 

casi  al  mismo  andar  del  claustro, 
y  las  otras  cuatro  dellas 
van  bajando  de  una  en  otra, 
que  con  estar  en  ladera 


CÁ  C  E  R  E  S  989 

_ __  — -■■ 

piedra,  era  la  historia  del  César  español,  que  había  subido  por 
aquel  mismo  sitio,  el  3  de  Febrero  de  1557,  para  vivir,  no  como 
un  monje  (según  han  querido  que  sea  algunos  cronistas),  sino 


el  convento,  el  edificio 
fué  obedeciendo  á  la  cuesta 
de  tal  suerte,  que  parece 
que  á  la  persona  venera. 

Estas  piezas  las  dividen 
dos  tránsitos,  que  atraviesan 
desde  el  Oriente  á  Poniente, 
y  en  lo  alto  está  una  puerta 

que  sale  á  una  hermosa  plaza, 
cuya  máquina  sustentan 
muchas  valientes  columnas 
de  muy  bien  labrada  piedra. 

En  este  sitio  hay  mil  flores 
que  viven  en  competencia 
de  los  naranjos  y  cidros 
de  que  está  la  plaza  llena. 

En  medio  tiene  una  fuente 
tan  grande,  que  bien  pudiera 
la  más  arriscada  nao 
temer  furiosa  tormenta. 

El  tránsito  bajo  sale 
á  una  dilatada  huerta 
poblada  de  varías  frutas 
naturales  y  extranjeras. 

Tienen  estas  ocho  cuadras 
seis  francesas  chimeneas, 
y  á  la  parte  del  Oriente 
una  estufilla  flamenca. 

De  aquí  se  sale  á  un  jardín 
á  donde  la  diligencia 
trujo  de  reinos  extraños 
plantas  y  flores  diversas, 

que  por  no  ser  naturales, 
una  fuente,  no  pequeña, 
con  cortesanas  corrientes 
sus  raíces  lisonjea. 

Hay  para  los  oficiales 
bastante  sitio,  escaleras 
descansadas,  y  ventanas 
que  todo  lo  señorean; 

una  tribuna  que  baja 
á  la  iglesia,  tan  estrecha 
que  es  como  una  sepultura, 
voz  viva  de  tierra  muerta. 


990  C  Á  C  E  R  E  S 

como  un  monarca  que  había  realizado  en  el  apogeo  de  su  impe- 
rio todos  sus  sueños  y  caprichos,  y  débil  para  resistir  en  su 
puesto  los  caprichos  de  la  fortuna,  quiso  retirarse  á  la  soledad 
de  los  montes  para  terminar  sus  días  al  pie  de  un  monas- 
terio. 

Por  bajo  del  escudo  encontramos  las  siguientes  letras  que 
leímos  sin  dificultad : 

En  esta  sania  casa  de  San  Jerónimo  se  retiró  á  aca- 
bar su  vida  el  que  toda  la  gastó  en  defensa  de  la  Fe  y  can- 
servación  de  la  Justicia^  Carlos  V^  Emperador^  Rey  de  las 
Españas^  cristianísimo^  invictísimo.  Murió  á  21  de  setiembre 
de  1558. 


Ya  jardines  y  ya  fuentes 
toda  la  ribera  cercan 
(esta  es  cifra  de  un  alcázar), 
y  por  las  ventanas  mesmas, 

lanzas  de  cristal  arrojan, 
y  tanto  el  cuarto  respetan, 
que  si  arriba  suben  púas, 
cuando  bajan  vuelven  perlas. 

Los  animosos  naranjos, 
cidros  y  limones  trepan 
por  meterse  en  las  ventanas; 
y  admirando  las  grandezas, 

no  del  cuarto,  de  su  dueño, 
van  diciendo  en  agrias  lenguas: 
«Grande  celda  para  un  fraile; 
corto  albergue  para  un  César.» 

El  sitio  es  sano  y  templado, 
el  agua  delgada  y  fresca, 
con  mucho  ganado  el  campo, 
los  ríos  con  mucha  pesca; 

el  viento  lleno  de  olores, 
con  mucho  fruto  la  tierra, 
y  en  fin,  todo  es  un  milagro 
y  un  paraíso  la  Vera.» 


CÁCERES  991 


III 


Desde  esta  citada  cerca  se  sigue  cuesta  arriba  por  estrecho 
y  empinado  camino,  y  á  poco  que  se  ande  aparece  el  Monaste- 
rio, mejor  dicho,  el  Afonasterio  no,  sus  ruinas,  porque  ruinas 
son  ya  aquellas  obras  que  con  tanta  perseverancia  se  empren- 
dieron en  1402  por  unos  seftores  de  Plasencia,  allí  donde  desde 
los  comienzos  del  siglo  xii  la  piedad  de  unos  monjes  que  habían 
acompañado  en  sus  conquistas  á  D.  Alfonso  VIII  por  toda  la 
Vera  de  Plasencia  habían  levantado  á  San  Cristóbal  su  modes- 
ta ermita,  al  norte  de  otra  muy  cercana  dedicada  al  Salvador, 
donde  en  tiempos  de  la  invasión  de  los  árabes  fueron  degolla- 
dos 1 4  obispos  que  refugiados  en  dicha  ermita  los  descubrieron 
los  infieles,  sacrificándolos  en  el  cristalino  manantial  denominado 
Fuente  Santa,  roja  luego  con  la  sangre  de  los  mártires,  al  decir 
de  Fr.  Luís  de  Santa  María  (i),  y  según  afirma  D.  Félix  Mon- 
tero y  Moralejo  (2),  ambos  autores  inspirados  en  esta  leyenda, 
que  sobre  el  particular  cuentan  los  falsos  cronicones. 

De  Plasencia  vinieron  en  1402  Pedro  Braftes  y  Domingo 
Castellanos,  con  tosco  sayal  y  luenga  barba,  para  habitar  estas 
antiguas  ermitas;  pero  la  crudeza  del  tiempo,  por  las  nieves  que 
coronan  aquellas  alturas  en  el  invierno,  les  hicieron  correrse 
hasta  las  orillas  del  pequefto  Vusíe^  donde  fijaron  su  residencia 
bajo  un  corpulento  olmo,  dispuestos  á  labrarse  allí  su  casa,  que 
les  sirviese  después  para  sepulcro.  Sancho  Martín,  vecino  de 


(i)    Códice  Ms,  (formado  por  las  actas  de  la  fundación  del  Monasterio  de  Yus- 
te)  propiedad  del  Marqués  de  Mirabel. 

(2)    Papeles  varios  y  apuntes  curiosos  sobre  Jarandilla^  Cuacos  y  Yuste  (Ms.) 


<y)2  C  Á  C  E  R  E  S 


Cuacos,  y  propietario  de  todo  aquel  barranco  y  valles  inmedia- 
tos, recorriendo  sus  propiedades,  topó  con  los  anacoretas  á  quie- 
nes preguntó  por  la  vida  que  traían  en  aquellas  soledades.  In- 
formóse de  que  sus  deseos  no  eran  otros  que  el  de  labrar  un 
monasterio  dentro  del  cual  deseaban  pasar  sus  días,  y  Sancho 
Martín,  admirado  de  la  humildad  y  mansedumbre  de  aquellos 
cenobitas,  les  donó  todo  el  terreno  que  se  quisieron  señalar, 
otorgándoles  su  correspondiente  escritura  en  24  de  Agosto 
de  1402,  ante  el  escribano  Martín  Fernández  de  Plasencia.  Juan 
de  Robledillo  y  Andrés  de  Plasencia,  otros  dos  cenobitas,  se 
unieron  poco  después  á  Pedro  Brañes  y  Domingo  Castellanos, 
y  todos  cuatro  emprendieron  la  tarea  de  construirse  sus  celdas 
en  el  terreno  que  les  donara  Sancho  Martín  (que  es  donde  es- 
tuvieron la  Panadería,  la  Casa  del  Obispo  y  las  Caballerizas). 

La  obra  de  estos  pobres  ermitaños  no  pareció  bien  á  todos. 
El  obispo  de  Plasencia,  D.  Vicente  Arias  Balbuena,  se  incautó 
al  momento  de  cuantos  bienes  habían  podido  juntar  los  refugia- 
dos en  las  orillas  del  Yuste,  y  no  contento  con  esto,  los  sometió 
desde  el  primer  momento  á  la  contribución  del  diezmo  y  el  no* 
veno  de  san  Marcos  á  que  estaban  sujetas  varias  iglesias  de  la 
Vera.  No  se  acobardaron  por  ello  los  ermitaños,  y  elevaron  al 
papa  Benedicto  XIII  su  petición  contra  el  obispo  de  Plasencia, 
suplicándole  á  la  vez  licencia  para  elegir  capilla  á  san  Paulo, 
primer  ermitaño.  Presentan  en  Roma  la  petición  al  pontíñce 
Juan  de  Robledillo  y  Andrés  de  Plasencia,  y  S.  S.  dio  su  bula 
en  1407  para  cuanto  le  pedían  tan  humildes  cenobitas,  otorgán- 
doles campanillas,  campanas,  cementerio  y  licencia  para  cele- 
brar misa  en  aquellos  apartados  desiertos  de  la  sierra  de  Tor- 
mantos. 

Resistió  el  obispo  el  mandato  del  pontífice,  acudieron  los 
ermitaños  al  infante  D.  Fernando  (que  á  la  sazón  se  encontraba 
en  Tordesillas),  que  escribió  al  obispo  para  que  cumpliese  el 
mandato  del  papa;  pero  el  que  niega  obediencia  al  Jefe  de  la 
Iglesia,  no  había  de  prestarla  á  un  príncipe  real,  y  no  oyó  tam- 


994  C  Á  C  E  R  E  s 

poco  la  voz  de  D.  Fernando,  triste  ejemplo  que  antes  como 
ahora  nos  ha  dado  el  episcopado  español,  rebelándose  facciosa- 
mente con  todo  principio  de  autoridad.  Escribió  el  infante  á  don 
Lope  de  Mendoza,  arzobispo  compostelano,  de  quien  era  sufra- 
gáneo el  de  Plasencia,  para  que  sometiese  á  éste  á  obediencia. 
El  metropolitano  escribió  al  obispo  de  Plasencia,  en  lo  de  Junio 
de  1409,  amenazándole  con  la  pena  de  excomunión  mayor  si 
persistía  en  su  rebeldía,  y  mandaba  por  otra  carta  al  señor  de 
Oropesa,  D.  Garci-Alvarez  de  Toledo,  el  encargo  de  dar  pose- 
sión de  su  casa  d  los  ermitaños  en  el  cerro  del  Salvador.  En  la 
mañana  del  25  de  Junio  las  gentes  armadas  á  las  órdenes  del 
señor  de  Oropesa,  con  los  Concejos  de  Cuacos  y  Jarandilla, 
dieron  posesión  de  sus  míseros  bienes  á  los  despojados  anaco- 
retas, prendiendo  al  canónigo  Fr.  Hernando,  administrador,  por 
el  obispo  de  Plasencia,  de  aquellos  bienes,  y  mandándolo  á  las 
órdenes  de  su  prelado. 

Desde  este  momento  los  propósitos  de  aquellos  solitarios 
monjes  caminaron  con  gran  prosperidad,  poniendo  su  fundación 
bajo  la  tutela  de  san  Jerónimo,  con  la  protección  de  Fr.  Velas- 
co,  prior  del  convento  de  Guisando,  quien  no  atendió  cual  me- 
recía la  petición  de  los  ermitaños.  Para  probar  éstos  fortuna,  se 
dirigieron  en  141 4  al  prior  de  Guadalupe,  asiento  á  la  sazón 
del  Capítulo  General  de  la  Orden,  solicitando  ingresar  en  ella  y 
ser  reconocidos  como  verdadera  comunidad.  Los  PP.  de  Guada- 
lupe  rechazaron  también  la  petición,  fundados  en  la  pobreza  de 
los  ermitaños  ^  pues  carecían  de  fincas  y  elementos  necesarios  para 
sostener  con  decoro  el  prestigio  de  la  orden  (!!!),  sabido  lo  cual 
por  el  señor  de  Oropesa,  se  presentó  á  Capítulo  y  respondió 
después  de  discutir  con  los  PP.  este  acuerdo:  Pues  bien:  hoy  por 
mi^  mañana  por  mis  descendientes^  me  obligo  á  cubrir  todas  las 
necesidades  del  monasterio  de  Yuste, 

Confusos  quedaron  los  PP.  de  Guadalupe  con  esta  resolu- 
ción de  D.  Garci-Alvarez  de  Toledo,  y  no  tuvieron  otro  remedio 
que  €  declarar  por  los  siglos  de  los  siglos,  Jerónimos  á  los  po- 


C  Á  C  E  R  E  s  995 

>bres  ermitaños,  y  monasterio  suyo  el  por  ellos  fundado,  nom- 
» brandóles  prior  á  Fr.  Francisco  de  Madrid»,  en  vez  de  haberlo 
sido  el  P.  Robledíllo  ó  el  P.  Plasencia,  cuyas  modestias  y  humil- 
dad les  hicieron  declinar  este  puesto,  tpara  el  que  no  tenían  su- 
fícienda  bastante»,  según  confesión  propia. 

Tal  fué  el  origen  del  Monasterio  de  Yuste,  hoy  en  ruina. 
Estos  históricos  restos  fueron  indudablemente  depositarios  más 
tarde  de  los  secretos  de  Estado  que  los  políticos  de  toda  Euro- 
pa revelaban  en  sus  continuas  visitas  al  rey-monje.  D.  Sebas- 
tián de  Portugal,  aquel  valeroso  portugués  que  murió  peleando 
en  el  ardoroso  suelo  africano;  Felipe  II,  el  melancólico  monarca 
que  no  pudo,  ó  no  supo  inspirarse  en  la  política  de  su  padre; 
los  enviados  de  los  papas  y  de  los  reyes;  los  príncipes  y  seño- 
res más  influyentes  en  todos  los  Estados,  visitaron  este  ediñcio, 
hacia  el  cual  se  dirigían  todas  las  miradas  de  los  políticos  de 
Europa  desde  los  comienzos  del  año  de  1557  hasta  fines  del 
de  1558,  en  que  lo  habitó  Carlos  V. 

En  fines  del  año  de  1407  los  monjes  que  habitaban  esta 
casa  recibieron  la  bula  del  papa  Inocencio  VII  confirmándoles 
como  monjes  de  san  Jerónimo,  y  desde  aquel  día  se  erigió  este 
templo  en  uno  de  los  Monasterios  más  notables  de  España. 

El  edificio  era  magnífico  y  sobre  todo  la  iglesia;  pero  á  los 
mediados  del  siglo  xvi,  en  1547,  los  condes  de  Oropesa  man- 
daron edificar  á  su  costa  otro  nuevo  de  carácter  monumental  en 
el  orden  del  Renacimiento,  terminándose  las  obrasen  1554. 
Forma  una  sola  nave  gótica,  larga  y  muy  elevada,  mejor  traza- 
da que  la  del  San  Jerónimo  de  Madrid.  Las  bóvedas  ojivales  se 
han  construido  de  nuevo  en  1860  por  el  maestro  José  Campal. 
En  la  nave  de  la  iglesia  no  existe  ornamentación  ni  decorado 
alguno  que  señale  culto.  Sólo  en  lo  más  alto  de  aquellos  blan- 
queados muros  se  ven  en  una  parte  las  armas  del  Emperador, 
y  en  otra,  bajo  el  centro  de  la  bóveda,  y  dentro  de  una  horna- 
cita  de  la  pared  de  la  derecha,  un  negro  ataúd,  de  madera  de 
castaño,  que  en  tiempos  anteriores  estuvo  forrado  de  terciopelo 


negro,  claveteado  con  adornos  dorados.  Hoy  se  encuentra  va- 
cío, pero  hasta  1574  guardó  otra  caja  de  plomo,  dentro  de  la 
cual  fué  depositado  el  cadáver  de  Carlos  V. 


.  YUSTE.-lNTEi 


Dispuso  éste  en  su  testamento  «que  fiíese  enterrado  debajo 
>del  Altar  Mayor  del  Monasterio,  quedando  fuera  del  ara  la 
>  mitad  del  cuerpo,  del  pecho  á  la  cabeza,  en  el  sitio  que  pisa  el 


C  Á  C  E  R  E  s  997 

;»^acerdote  al  decir  la  misa,  de  manera  que  pusiere  los  pies  so< 
»bre  él...» 

Para  cumplir  con  esta  cláusula  testamentaria  hubo  que  de- 
rribar el  Altar  Mayor  y  sacarlo  hacia  fuera,  depositándose  así 
el  cadáver  detrás,  porque  bajo  el  ara  no  podía  estar,  por  ser 
reservado  este  sitio  para  los  santos.  Por  esta  circunstancia  el 
Altar  Mayor  quedó  sumamente  estrecho  de  presbiterio  y  muy 
alto  en  relación  del  escaso  desarrollo  de  su  escalinata. 

El  Altar  Mayor  que  había  en  este  templo  fué  obra  del  ins- 
pirado pintor  y  escultor  riojano  Juan  Antonio  Segura,  que  lo 
terminó  en  1558.  Fué  ésta  acaso  la  mejor  obra  del  maestro  Se- 
gura, pues  se  cita  entre  lo  más  notable  de  su  buena  época.  Las 
capillas  y  altares  de  este  Monasterio  reunían  muchas  obras  de 
arte,  que  todas  fueron  pasto  de  las  llamas  en  el  incendio  de  1809, 
cuando  el  ejército  francés  que  lo  ocupó  destruyó  este  histórico 
templo,  teniendo  la  comunidad  que  trasladarse  al  antiguo,  que 
había  estado  destinado,  desde  1554,  para  Noviciado. 

Reedificado  después,  muy  pobremente,  algo  se  ve  en  él  aún 
de  su  primitiva  grandeza,  mayormente  en  el  interior,  donde  las 
arcadas  góticas,  las  columnas  de  piedra  labrada,  esbeltas  y  ele- 
gantes como  gentil  palmera,  denuncian  una  grandeza  arquitectó- 
nica del  mejor  gusto. 


IV 


Al  entrar  en  Yuste,  frente  á  la  antigua  puerta  de  la  Huerta, 
se  ve  el  Nogal  del  Emperador^  corpulento  árbol  más  antiguo 
que  el  Monasterio.  Sobresale  de  todos  los  demás  que  le  rodean 
unos  cuatro  metros,  y  es  tradición  en  el  país  que  cuenta  de  vida 
tan  corpulento  arbusto  más  de  ocho  siglos.  Créese  que  fué  el 


C  Á  C  E  R  E  S 


mismo  bajo  cuyos  espesos  ramajes  se  aposentaron,  en  1402, 
Pedro  BraAes  y  Domingo  Castellanos. 

También  descansaba,  bajo  las  sombras  de  este  anciano  ar> 


YUSTE,— KiST^Hico  NOOAL  DC  Carlos  V 

busto,  Carlos  V,  las  tardes  de  verano  que  salía  á  pasear  por  la 
campiAa.  Por  la  puerta  que  hay  junto  al  nogal  está  la  entrada 
al  Monasterio,  ó  sea  la  puerta  rústica  del  que  fué  palacio  del 


C  Á  C  £  R  E  8  999 

Emperador.  Porque  todo  lo  que  se  ha  referido  de  que  éste  fué 
monje,  que  vistió  el  sayal  de  san  Jerónimo,  que  recitaba  los  can- 
tos desde  el  coro  y  que  se  mandó  hacer  en  vida  sus  propios  fu« 
nerales,  que  presenció  dentro  del  ataúd,  es  invención  ridicula 
propia  de  nuestros  cronistas  monacales  del  siglo  xvii  ó  de  los 
Académicos  de  la  Historia  capaces  de  comulgar  ccon  ruedas  de 
molino  > ,  como  vulgarmente  se  dice. 

Carlos  V  entró  en  Yuste,  vivió  en  Yuste  y  murió  en  Yuste 
sin  dejar  de  ser  Emperador.  Antes  de  su  renuncia,  hallándose 
en  los  Países  Bajos,  encargó  al  infante  D.  Felipe  (después  Feli- 
pe II)  que  fuese  al  Monasterio  de  Yuste  y  mandase  labrar  tun 
«palacio  modesto  para  pasar  sus  últimos  días  en  el  retiro  y  la 
•soledad  del  desierto.» 

Vino  en  3  de  Febrero  de  1557  á  Yuste,  donde  fué  recibido 
por  la  comunidad  con  cruz  alzada  y  bajo  palio,  cantándose  á  su 
entrada  en  el  templo  un  Te-Deum  laudaimiSy  terminado  el 
cual,  S.  M.  €  ocupó  una  gran  silla  dorada,  y  pasaron  por  delan- 
te de  él  todos  los  monjes  besándole  la  mano,  y  el  prior  le  diri- 
gió un  discurso  felicitando  á  la  comunidad  por  haberse  venido  á 
vivir  entre  nosotros  el  que  fué  Emperador  de  Espafta  y  hoy 
Nuestra  Paternidad^ ,  lapsus  que  al  punto  le  hicieron  notar 
otros  frailes,  y  aun  el  ceño  adusto  de  Carlos  V,  y  rectificó,  di- 
ciendo :  €j)/  siempre  antes  como  ahora  y  hasta  después  de  muerto^ 
el  César  y  rey  de  los  reyes  y  soberano  de  todas  las  Españas.,.% 

Entró,  pues,  Carlos  V  en  Yuste  con  toda  la  majestad  de 
que  gozó  en  su  trono,  y  ocupó  al  punto  su  palacio,  distinto  del 
Monasterio,  y  con  la  siguiente  servidumbre  para  él  solo :  el  pa- 
dre Fr.  Juan  de  Regla,  su  confesor;  el  padre  prior  de  Yuste, 
Fr.  Martín  de  Ángulo,  su  limosnero;  el  P.  Fr.  Lorenzo  de 
Losar,  que  entendía  en  todo  gasto;  el  P.  Fr.  Miguel  de  To- 
rralba,  obrero;  á  D.  Luís  de  Quijada,  su  mayordomo;  á  Mar- 
tín de  Gaztelú,  su  secretario;  á  Juan  Gaeta,  su  veedor;  al 
doctor  Cornelio  Mathisio,  su  médico;  al  caballero  borgoñón, 
Morón,  su  camarero;   á  Juanelo,  su  maestro  de  reloj;  á  los 


lOOO  C  Á  C  E  R  E  S 

gentiles-hombres  Charles  Oxier,  Guillermo  Molinep,  Mathia  y 
Pietro;  á  dos  barberos,  Dirú  y  Guillermo;  á  dos  cirujanos, 
Gabriel  y  Nicolás;  á  un  guardajoyas,  Joannes;  al  panetero  y 
mantequero,  Andrés;  aun  vizcaíno  panadero;  á  los  cocineros 
Adrián  y  Enrique;  al  guardamangel ,  Enrique;  al  salsero  y 
guarda  plata,  Nicolás ;  al  ayuda  de  cámara,  Francosi ;  al  porte- 
ro, Andrés  Muftoz;  á  los  ayudas  de  cocina,  Jerónimo  y  Rufo;  á 
Gil  y  Martín,  que  ponían  las  notas  de  Estado ;  á  Boñón,  que 
tenía  la  cava;  á  dos  lacayos,  uno  flamenco  y  otro  español;  á 
tres  porteros ;  al  carnicero  Hans  y  al  capellán  Jorge  Nepotis. 
Además  servían  al  Emperador  50  religiosos  de  predicadores, 
confesores,  músicos,  capellanes  y  para  el  oficio  divino,  escogi- 
dos de  toda  la  orden  (i).  El  Emperador  se  había  reserva- 
do 12,000  ducados  cada  año  para  el  gasto  ordinario,  y  aun 
éstos  á  disposición  del  prior  de  Yuste  (2).  Así  fué  que  cuan- 
do vino  á  visitarle  san  Francisco  de  Borja,  como  le  diese  300 
escudos  para  gastos  del  camino,  sin  excusa  de  tomarlos,  le 
dijo:  Tal  es  mi  hacienda^  que  vale  más  lo  que  ahora  os  doy  y 
con  proporción  á  lo  que  iengo^  que  cuanto  os  diera  siendo  em- 
perador (3). 

Apenas  se  abre  la  puerta  que  está  delante  del  histórico  no- 
gal, aparece  un  atrio  que  está  sembrado  de  naranjos  seculares 
donde  anidan  á  miles  los  parleros  pajarillos  que  han  escogido 
la  Vera  para  salón  de  sus  conciertos.  Las  ramas  de  aquellos 
naranjos  tocaban  con  las  verjas  del  único  piso  alto  del  mirador 
del  palacio  de  Carlos  V,  mirador  que  forma  una  especie  de  sa- 
lón abierto,  sin  otra  defensa  contra  las  injurias  del  tiempo  que 
el  ramaje  de  la  arboleda  que  vejeta  en  la  planta  baja.  No  se 
sube  á  esta  estanci^i  por  peldaños  elevados,  sino  por  suave  ram- 


(1)  Manuscritos  citados  por  Gachard,  págs.  177  18. 

(2)  Mss.  de  la  Biblioteca  Nacional  antes  citados.  E.  177,  pág.  3 1  vuelta. 

(3)  ídem.,  id.,  id.,  id.,  pág.  38. 


C  Á  CE  R  E  S  lOOI 

pa  tendida  sobre  arcos  de  progresiva  elevación,  construida  de 
e3q)rofeso  para  que  Carlos  V  pudiese  montar  á  caballo  desde 
su  propia  habitación. 

El  panorama  que  ofrece  este  rednto  no  es  para  describirlo. 
De  una  parte  el  vetusto  palacio  que  ocupó  en  sus  dos  últimos 


YUSTE.— VlBT*    DBL    PALACIO    DE     CaRLOS    V 

años  el  también  vetusto  Emperador,  y  que  tantos  recuerdos 
históricos  guarda;  de  otra  el  agua  que  brota  de  la  tapia  y  sirve 
para  regar  las  plantas  caprichosas  que  nacen  y  viven  espontá- 
neamente bajo  la  benéñca  acción  del  alegre  cielo  de  la  encanta- 
dora Vera  de  Plasencia^  paraíso  verdadero  de  este  rincón  de  Es* 
paña,  y  por  otra  tamicen  aquellos  copudos  naranjos  que  acaso 
dieron  sombra  en  el  siglo  xyi  á  Carlos  V,  Felipe  II,  D.  Sebas- 
tián, al  Duque  de  Gandía,  y  tantos  otros  personajes  de  aquellos 
tiempos. 


1002  C  Á  C  E  R  E  S 

Cuatro  grandes  arcos  ponen  en  comunicación  este  salón- 
mirador  con  el  ambiente  de  la  campifia.  Los  dos  primeros,  por 
el  de  la  derecha,  se  da  acceso  á  la  rampa;  el  de  la  izquierda  es 
un  balconcillo  desde  donde  se  alcanzan  las  ramas  y  frutas  de 
los  árboles  que  hay  en  el  jardín  ó  huerto.  Entre  uno  y  otro  de 
estos  dos  arcos  hay  un  poyo  de  piedra  de  dos  cuerpos,  más  an- 
cho arriba  que  abajo,  y  el  cual  se  colocó  allí  para  qué  el  Empe- 
rador pudiese  desde  él  montar  más  cómodamente  á  caballo.  Los 
otros  dos  arcos  miran  al  mediodía.  En  la  pared  del  norte  hay 
una  fuente  de  carácter  monumental,  regalo  al  Emperador,  del 
Concejo  de  Plasencia.  En  la  cuarta  pared  está  la  puerta  de  en- 
trada al  palacio,  y  á  su  lado  se  ve  un  banco  de  madera  sobre 
el  cual  se  lee  lo  siguiente: 


Su  Mag/^  El  Emper.o''  D,  Carlos 
quinto  nro.  Señor  en  este  lugar 
estaua  asentado  guando  le  dio 
el  mal  d  los  treyta  y  uno 
de  Agosto  á  las  cuatro  de  la 
tarde, — Falleció  á  los  Veinte 
y  uno  de  Setiembre  d  las  dos 
y  media  de  la  mañana.^  Año 
del  S,^r 

de  IS38, 


El  palacio  se  compone  de  cuatro  grandes  salones,  situados 
dos  á  cada  lado  de  un  pasillo  que  atraviesa  el  edificio  de  Oeste 
á  Este,  y  á  que  dan  las  cuatro  puertas  de  estos  salones.  El  ala 
izquierda,  que  tiene  una  gran  chimenea,  era  destinada  á  recibí- 
miento;  el  otro  á  dormitorio;  los  de  la  derecha  eran  comedor  y 
cocina.  Este  era  todo  el  palacio  de  Carlos  V.  Su  servidumbre 
vivía  en  el  piso  bajo,  una  parte,  en  el  Monasterio,  otra,  y  la  que 
no  tenía  servicio  diario,  en  Cuacos,  con  alguna  tropa  que  siem- 
pre  allí  se  encontraba  de  las  escoltas  de  los  que  visitaban  al 
Emperador. 


C  Á  C  E  R  E  S  1003 

En  la  actualidad  no  hay  un  solo  mueble  en  estas  habitacio- 
nes, que  están  blanqueadas  de  cal  y  sin  adornos  de  ninguna  es- 
pecie. En  el  dormitorio  hay  señalado  el  sitio  donde  murió  el 
Emperador.  Su  cama  estaba  frente  á  la  puerta  desde  donde  po- 
día oir  misa  acostado,  pues  veía  todo  el  altar  mayor.  Un  cua- 
dro hay  colgado  de  la  pared  donde  estaba  la  cabecera  de  la 
cama.  Representa  á  San  Jerónimo  viendo  llegar  á  Carlos  V  á  la 
gloria  y  arrodillarse  á  los  pies  de  la  Virgen.  Debajo  de  esta 
pintura,  de  autor  desconocido,  se  lee:  tS.  A.  R.  el  Infante  Du- 
»que  de  Montpensier  regaló  al  Monasterio  de  Yuste  este  cua- 
>dro,  sacado  del  original  que  á  la  muerte  del  Emperador  Car- 
tíos  V,  su  glorioso  abuelo,  se  hallaba  á  la  cabecera  de  su 
>cama.> 


No  es  para  este  lugar  seguir  la  vida  del  Emperador  Car- 
los V  durante  su  permanencia  en  Yuste,  ajustándonos  á  los  lími- 
tes que  este  capítulo  nos  impone  (i).  Luego  que  el  Emperador 


(1)  El  lector  que  quiera  conocer  en  sus  más  íntimos  detalles  la  Historia  de 
Yuste  y  todos  los  pormenores  de  Carlos  V  en  este  retiro,  puede  consultar  las  obras 
siguientes: 

I  .^^Fundación  del  Monasterio  de  Yuste^  sacada  del  libro  de  los  bienhechores^  por 
Fray  Hernando  del  Corral  (Ms.  en  la  B.  del  Escorial^  L.  i  3,  fol.  2  $,  vuelto). 

2,*-~Vida  y  fin  que  ha  tenido  la  C.  S.  R.  M.  de  nuestro  señor  D.  Carlos  en  este  mo- 
nasterio de  San  Gerónimo  de  Yuste.— k  la  serenísima  señora  princesa  doña  Juana, 
gobernadora  destos  reinos  por  la  majestad  de  D.  Felipe  II,  Fray  Martín  Ángulo, 
prior  de  dicho  monasterio  (Ms.). 

3.*" — Historia  breve  y  sumario  de  cómo  el  emperador  D.  Carlos  V  nuestro  señor ^ 
trató  de  venirse  á  recoger  al  monasterio  de  San  Gerónimo  de  Yuste^  ^ue  es  en  la 
Vera  de  Plasencia^  y  renunciar  sus  estados  en  el  principe  D,  Felipe^  su  hijo^y  del 
modo  y  manera  que  vivió  un  año  y  ocho  meses  menos  nueve  d'tas  que  estuvo  en  este 


1UC»4  C  Á  C  E  R  E  S 


murió,  Fray  Martín  de  Ángulo,  prior  de  aquel  Monasterio  y 
limosnero  del  monarca,  escribióla  á  instancias  de  la  serenísima 
princesa  D.*  Juana,  que  como  hija  del  Máximo  César  quiso  sa- 
ber por  átomos  la  vida  que  tuvo  en  el  monasterio  (i);  el  mar- 
qués de  Valparaíso  en  1638  dedicó  al  conde-duque  de  Olivares 
un  precioso  libro  que  con  el  título  de  El  perfecto  desengaño  se 
conserva  manuscrito  en  nuestra  Biblioteca  Nacional;  Fray  Pru- 
dencio de  Sandoval,  obispo  de  Pamplona,  en  su  Historia  de 
Carlos  V;  M.  Gachard,  Bakhuizen,  el  canónigo  de  Plasencia 
E.  Tomás  González.  M.  W.  Stirling,  Mignet,  Pichot  y  otros  cé- 
lebres historiadores  nacionales  y  extranjeros,  han  hecho  traba- 
jos y  monografías  amplísimas  sobre  los  últimos  años  del  Em- 
perador en  Yuste. 

El  día  21  de  Setiembre  de  1558,  á  las  dos  y  media  de  la 
mañana  murió  el  Emperador:  durante  su  agonía  no  había  ^tr- 


monasterio  hasta  que  murió,  y  de  las  cosas  que  acaecieron  en  su  vida  (Ms.  anónimo 
en  el  archivo  de  la  Cour  feodal  de  Brabante). 

4.*'-Retrato  de  Carlos  K.— El  perfecto  desengaño,  por  el  Marqués  de  Valparaíso, 
del  consejo  de  Guerra  de  Madrid,  comendador  de  Villoria  en  la  Orden  de  Santia- 
go, etc.— Al  Excmo.*Sr.  D.  Gaspar  de  Guzmán,  conde  de  Olivares,  duque  de  San 
Lúcar  la  Mayor,  caballerizo  mayor  de  su  Majestad,  de  sus  consejos  de  Estado  y 
Guerra,  capitán  general  de  la  caballería  de  España,  gran  chanciller  de  las  Indias, 
etc.,  etc.  (Ms.  de  la  B.  N.,  E  164  y  E  177). 

5." — Retiro^  estancia  y  muerte  del  emperador  Carlos  V  en  el  monasterio  de  Yuste. 
^Relación  histórica  documentada  por  D.  Tomás  González,  canónigo  de  Plasencia, 
archivero  de  Linares  (Ms.  en  el  archivo  del  M.  de  N.  E.  de  Francia.) 

6.'— The  cloister  Ufe  0/  the  emperor  Charles  the  Jijth  by  William  Stirling^  author 
0/  Annals  ofthe  Ar tistes  oj  Spain  (London,  1853). 

'j,^— Retraite  etmort  de  Charles  Quint  au  monastére  de  Yuste.— -Leltres  inédites 
fubliées  d'aprés  les  originaux  conserves  dans  les  archives  royales  de  Simancas: 
par  Mr.  Gachard  (Bruselas,  1854-185$). 

8.*— Charles  Quinta  son  abdication,  son  séjour  et  sa  mor t  au  monastére  de  Yuste, 
par  Mr.  Mignet  (París,  1 863). 

9.* — Charles  Quint.— Chronique  de  sa  vie  interieure  et  de  sa  vie  politiquea  de  son 
abdication  et  de  sa  retraite  dans  lecloUre  de  Yuste^  par  Amédée  Pichot(París,  1854). 

10,— Crónica  general  de  España.— Cáceres^  por  Juan  P.  de  Guzmán  (Madrid, 
1870). 

1 1.— Viaje  por  España^  de  D.  Pedro  Antonio  de  Alarcón  (Madrid,  1883.- Una 
visita  al  monasterio  de  Yuste  (Págs.  11  á  75). 

(i)    Manuscrito  citado  de  la  Biblioteca  Nacional.  E.  177,  pág.  33. 


C  A  C  E  R  E  S  1005 


dido  el  conocimiento.  Su  amoroso  predicador,  Fray  Francisco  de 
Villalba,  asistióle  en  los  postreros  instantes:  después  de  exhalar 
un  suspiro  y  pronunciar  el  nombre  de  Jesús,  entregó  su  alma 
á  Dios;  y  Luís  Quijada,  que  pintaba  los  últimos  momentos  al 
secretario  Vázquez  en  carta  que  le  escribió  á  26  del  mismo  mes, 
tasi  acabó — le  decía — el  más  principal  hombre  que  ha  habido  ni 
habrá.  No  puedo  persuadirme  de  que  ha  muerto,  > 

Velado  por  cuatro  religiosos  permaneció  todo  el  día  2 1  en 
su  lecho,  vestido  con  su  traje  de  noche,  cubriendo  el  pecho  un  ta- 
fetán negro,  y  colocado  sobre  sus  manos  el  crucifijo  que  en  igual 
circunstancia  sirvió  á  la  emperatriz;  la  imagen  de  la  Virgen  es- 
taba suspendida  sobre  su  cabeza:  su  rostro  pálido  y  sereno 
parecía  dormir. 

Al  día  siguiente  se  le  colocó  en  un  ataúd  de  plomo  que  lo 
fué  en  una  caja  de  castaño,  y  se  transportó  á  la  gran  capilla  del 
convento  revestida  de  negro. 

En  medio  se  había  levantado  la  víspera  un  túmulo  no  gran- 
de^ sobre  el  cual  se  veían  las  imágenes  é  insignias  de  su  antigua 
grandeza.  Las  exequias,  que  dirigió  el  arzobispo  de  Toledo,  y  á 
las  que  asistieron  el  clero  de  Cuacos  y  los  monjes  de  los  con- 
ventos circunvecinos,  se  celebraron  con  ostentosa  solemnidad 
durante  muchos  días.  Los  Jerónimos  de  Yuste,  los  franciscanos 
de  Jarandilla  y  los  dominicos  de  Santa  Catalina  cantaron  los 
oficios  de  la  iglesia,  que  acabaron  con  una  oración  fúnebre  que 
dijo  Fr.  Francisco  de  Villalba,  con  tanta  emoción  como  unción 
evangélica.  En  toda  la  diócesis  se  hicieron  sufragios,  y  se  dijeron 
misas  de  orden  del  General  de  los  Jerónimos;  quedando  deposi- 
tado el  cuerpo  del  emperador  en  el  monasterio,  hasta  que  con 
fecha  de  3  de  Enero  de  1574  expidió  cédula  el  rey  su  hijo,  para 
que  fuese  entregado  al  obispo  de  Jaén  y  al  duque  de  Alcalá,  que 
lo  trasladaron  á  San  Lorenzo  el  Real,  á  donde  habían  de  re- 
unirse sus  despojos  con  los  de  la  emperatriz,  su  esposa,  que  fué 
con  los  de  la  princesa  D.^  Juana  y  con  los  de  los  infantes  don 
Fernando  y  D.  Juan. 


I006  C  Á  C  E  R  E  S 

Los  restos  de  Carlos  V  fueron  acompañados  desde  Yuste  á 
San  Lorenzo  por  el  marqués  del  Carpió,  el  marqués  de  Villa- 
nueva,  D.  Fernando  Cortés,  el  conde  de  Monterey,  D.  Juan  Ve- 
lasco,  el  conde  de  Castelar  y  muchos  otros  caballeros,  los 
gentiles-hombres  de  casa  y  boca,  los  capellanes  reales,  con  el 
pendón  y  estandarte  real,  24  religiosos  de  las  órdenes  mendi- 
cantes y  ocho  de  Yuste.  Los  vecinos  de  Cuacos,  los  habitantes 
de  la  Vera  y  los  solitarios  de  Yuste  sintieron  en  extremo  les 
llevasen  aquellas  regias  cenizas. 

Al  deshacerse  la  casa  del  emperador  en  el  mes  de  Junio 
de  1556  había  las  siguientes  personas  que  habían  servido  á  la 
majestad  cesárea:  en  la  capilla  dos  limosneros,  dos  bachilleres 
de  oratoria  y  un  maestro  de  capilla,  ocho  capellanes,  siete  can- 
tores, 10  muchachos  de  capilla  con  su  maestro,  un  organista,  un 
templador,  un  furriel  y  cinco  mozos ;  un  sumiller  de  corps  y 
cuatro  mayordomos;  57  gentiles  hombres  de  boca  y  cuatro  ca- 
ballerizos; 134  gentiles-hombres  de  casa,  dos  varíes  servanSy 
5  2  cosiilliers^  ocho  pajes,  ocho  empleados  en  la  panetería,  cinco 
en  la  eschanzonería,  12  en  la  cocina,  dos  guarda  mensagers,  dos 
empleados  en  la  salsería,  tres  en  la  cerería,  12  en  la  caballeriza, 
1 1  trompetas,  cuatro  tañedores  de  vihuela,  seis  lacayos,  1 6  mo- 
zos de  litera,  y  los  demás  empleados  en  la  furrería,  gentiles- 
hombres  de  la  cámara,  ayudas  de  cámara  y  pensionistas,  entre 
los  cuales  se  encontraban  los  más  altos  personajes  de  la  primera 
nobleza  de  España  y  Alemania,  suizos,  flamencos,  borgoñones, 
franceses  é  italianos. 


VI 


Hora  es  ya  de  que  pongamos  término  á  nuestra  reseña  de 
Yuste  y  con  ella  á  este  tomo,  que  dedicamos  á  Extremadura. 


Yuste  y  Carlos  V  requerían  mayor  proporción  que  aquf  le 
damos.  Recuerdos  hay  en  él  para  llenar  un  tomo  como  el  pre- 
sente. 

El  catálogo  de  los  principales  monjes,  las  mensuras  de  las 


habitaciones  del  Monasterio,  casa  de  Novicios  y  palacio  del  Em- 
perador, los  restos  de  las  ermitas  que  están  en  los  cerros  pró- 
ximos á  Yuste  y  aun  la  de  Belén  que  se  conserva  dentro  de  las 
demarcaciones  del  monasterio,  todo  requería  minuciosa  descrip- 
ción, que  hemos  de  omitir  forzosamente  ante  las  proporciones 


ioo8  c  A  c  E  K  E  a 

que  hemos  dado  al  presente  volumen.  Sin  embargo,  diremos  que 
la  ermita  de  Belén,  en  Yuste,  se  conserva  en  buen  estado.  A 
ella  acudía  el  Emperador  muchas  tardes  á  orar  ante  un  cuadro 
de  Jesús,  al  que  tuvo  siempre  singular  devoción. 


Ii^Dice 


Dedicatoria  del  Autor. 


Padillas. 


5 


INTRODUCCIÓN 


I. — Geografía  extremeña 

lí. — Extremadura  geológica,  geogoóstica  y  prehistórica. 

III. — Hidrología  extremeña 

IV.— Del  nombre  de  Extremadura  y  de  sus  armas.. 


vil 

XIV 

XXVII 

XXXVIII 


:bj^idj^3'Oz 


Capítulo  primero. — El  puente  de  las  Palmas. — Origen  de  la 
ciudad  de  Badajoz  y  su  importancia  en  tiempo  de  los  roma- 
nos.— Badajoz,  cabeza  del  reino  de  Algarve  y  la  Lusitania.  . 

Cap.  II. — D.  Alfonso  Enríquez  de  Portugal  y  D.  Fernando  II  de 
León  en  Badajoz. —  De  algunos  sucesos  importantes. —  El 
Estandarte  y  la  Caldera 

Cap.  III. — Del  nombre  antiguo  de  Badajoz. — Fundación  y  vi- 


51 


93 


lOIO  ÍNDICE 


Págs. 


cisitudes  de  su  obispado  hasta  el  siglo  xvi. — La  Cate- 
dral de  Badajoz. —  San  Sisenando,  Santa  Engracia  y  San 
Athon 113 

Cap.  IV. — De  otros  edificios  religiosos.— Sigue  la  historia  civil. 

— De  las  armas  de  Badajoz 135 

Cap.  V.— De  los  fueros  de  Badajoz. — Extensión  y  límites  de  su 
obispado. — Los  bienes  comunales  (cañadas  y  rescalvados) 
de  Badajoz 157 

Cap.  VI. — Hijos  ilustres  de  Badajoz  desde  el  siglo  xiii  al  xvn. 
— Los  Sánchez  de  Badajoz.— D.  Juan  de  Badajoz. — ^Joaquín 
Romero  de  la  Cepeda. — Rodrigo  Dosma  y  Delgado.     .        .        187 

Cap.  Vil. — La  independencia  de  Portugal. — Los  fuertes  de  San 
Cristóbal  y  de  Pardaleras.— El  hospital  de  San  Sebastián, 
el  Seminario  de  San  Athón  y  otras  obras  importantes. — 
Nueva  guerra  con  Portugal  y  venida  de  los  Reyes  á  Ba- 
dajoz  209 

Cap.  VIII. — De  las  obras  que  se  hicieron  en  Badajoz.— De  los 
hermanos  pintores  Mures  y  Estradas. — El  Principe  de  la 

Cap.  IX. — Alzamiento  de  Badajoz  en  1808,  y  muerte  del  Conde 
de  la  Torre  del  Fresno. — Segundo  recuerdo  del  Fuerte  de 
Pardaleras.— Capitulación  de  Badajoz. — Segundo  sitio  de 
esta  plaza.— Reconquista  por  las  tropas  aliadas.  .        .        •        24; 

Cap.  X.— Progresos  de  la  higiene  en  Badajoz. — Sus  paseos  pú- 
blicos.—Noticia  de  los  edificios  más  notables,  de  las  mura- 
llas y  de  su  Milia  Urban  y  Leal 267 

Cap.  XI.— Talavera,  Lobón,  Montijo,  Puebla  de  la  Calzada  y 
Garrovilla. — La  obra  de  los  romapos  en  los  campos  de  Mé- 
rida.— Su  puente  monumental 285 

Cap.  XII. — Ojeada  histórica  sobre  los  tiempos  pasados. — Des- 
cripción de  los  monumentos  íntegros  de  Mérida. — Monu- 
mentos fragmentarios. — Monumentos  ruinosos. — Monedas 
y  armas  de  Mérida 319 

Cap.  XIII. — El  poeta  Deciano. — Santa  Eulalia. — ^Julia  Saturni- 
na.— Paulo  tEl  Diácono.» — El  Arzobispo  de  Mérida.    .        .        381 


ÍNDICE  lOII 


Pigs. 


Cap.  XIV. — Los  godos  en  Mérida. — Su  sumisiÓD  á  los  árabes. — 
El  Conventual.  —  Aobaid  Allahben-Mohamed-ben-Ahmed- 
Escakiul-el-Marid 401 

Cap.  XV. — Conquista  de  Mérida  por  D.  Alfonso  IX. — Las  Pa- 
rroquiales de  Mérida. — Los  Veras  de  Mérida. — Cuatro  his- 
toriadores emeritenses.  —  El  cardenal  Molina  y  el  obispo 
Nabas. — Mérida  moderna 415 

Cap.  XVI. — Alange  fué  el  t  Castrum-Colubri »  de  Caracalla.— 
lAlhanghiz»  en  poder  del  Muladl  Ben-Merwan.— tMete- 
lium  Caeciliae. »  —  Medellln  en  la  Edad-media.  —  Hernán 
Cortés 445 

Cap.  XVII.— Don-Benito  y  Villanueva  de  la  Serena. — Magace- 
la. — Zalamea  de  la  Serena. — La  torre  de  Trajano. — Zalamea 
en  la  Edad-media.— Zalamea  moderna 473 

Cap.  XVIII. — Almendralejo  en  su  pasado. — Sus  hombres  ilus- 
tres.—Espronceda  y  Delgado. — Carolina  Coronado  y  Ro- 
mero.— Los  Fernández  Golfines.— El  Disco  de  Teodosio  el 
Grande.    .  •     .      • •  .        .        .        .        499 

Cap.  XIX. — Villafranca  de  los  Barros  y  Los  Santos  de  Maimo- 
na.— La  Segeda  de  los  celtas  y  Restituta  Julia  romana. — 
Azafra  en  la  Edad-media. — La  familia  de  Suárez  de  Figue- 
roa. — Zafra  en  los  tiempos  modernos. — Sus  hombres  cele- 

urcd.*  .  •  •  .  .  .  .  .  •  .  .  jjj 

Cap.  XX.— Usagre,  Bienvenida  y  Villagarcía. — El  cardenal  Si- 
líceo.— Llerena  fué  el  «Arabicaí  y  diócesis  del  Priorato  de 
San  Marcos  de  León. — La  prioral. — La  parroquial  de  San- 
tiago.— Recuerdos  de  la  Inquisición. — Llerena  contemporá- 
nea.— Memoria  de  sus  hijos  célebres 591 

Cap.  XXI. — La  iRespüblica  Reginensis.» — «lulipense-Teultu- 
niacum»  y  el  Monasterio  de  Nuestra  Señora  de  Ten-tu-dia. 
— «Nertóbriga  Betúnense  1  ó  «Concordia  Julia.»— Fregenal 
de  la  Sierra. — Arias  Montano  y  Díaz  Tanco. — Jerez  de  los 
Caballeros. — Nüñez  de  Balboa 625 


IOI2  ÍNDICE 


C^CEPIES 


Pági. 


Capítulo  primero.— Cáceres  fué  la  Castra-Ceecilia  de  Quinto 
Caecilio  Metello. — Invasión  de  los  árabes,  sitio  de  Cáceres 
por  Zeth  y  coronamiento  del  rey  Alhá-el-Gamí. — Cáceres 
desde  la  Edad-media  hasta  el  siglo  xvi. — Privilegios  y  fue- 
ros reales  de  Cáceres. —  Cáceres  contemporáneo. —  Hijos 

ilustres  de  Cáceres. — Los  Ulloas. 673 

Cap.  II. — Cañaveral  de  Alconetar  y  Torrejoncillo. — Coria  fué 
Caurium  ó  Cúrica  de  los  vettones. — El  obispado  Cauriense. 
— La  monarquía  de  Zeth  y  de  Mandhir.— Coria  restaurada. 

— Noticia  de  sus  hijos  más  ilustres 753 

Cap.  III. — Origen  y  vicisitudes  de  Norba-Caesárea. — El  famoso 
puente  de  Alcántara. — Su  arco  triunfal. — Medalla  conme- 
morativa del  Puente.  ^La  ^Edicula  y  la  tumba  de  Cayo 

Julio  Lácer .        775 

Cap.  IV.— Alcántara  en  la  reconquista.— La  orden  de  los  caba- 
lleros de  Alcántara. — Alcántara  después  de  la  reconquista. 
— Los  Aldanas,  Barrantes,  y  Roco  de  Campo-frío. — Hijos 

célebres  de  Alcántara 797 

Cap.  V. — Julia  Contrasta. — Valentía  de  Alcántara. — La  actual 

Valencia  de  Alcántara. — Sus  hijos  ilustres 857 

Cap.  VI. — La  tAmbracia  Vettonia»  no  fué  Plasencia.— Funda- 
ción de  esta  ciudad  y  su  escudo  de  armas.— Panorama  ar- 
tístico que  presenta  desde  el  exterior. — La  catedral  de  Pla- 
sencia y  sus  obispos. — La  obra  escultural  del  Coro.  .  .  869 
Cap.  VIL— Exterior  de  la  catedral  nueva. — Noticia  del  señorío 
de  Jaraicejo  que  disfruta  el  obispo. — Confirmación  de  los 
fueros  de  Plasencia  y  noticia  de  la  iglesia  parroquial  de  San 
Nicolás.— La  leyenda  de  doña  María  la  Brava. — Memoria  de 
los  Monroyes  y  Almaraces.— La  población  judía  en  Plasen- 
cia.— Plasencia  moderna 895 

Cap.  VIII. — Castrae-Juliae. — Trujillo  en  la  Edad^media. — Tru- 


ÍNDICE  IOI3 

Pigi. 

jillo  en  los  tiempos  contemporáneos. — Sus  hijos  célebres.  .  929 
Cap.  IX. — La  Puebla  de  Guadalupe. — Su  famoso  Monasterio. 

Guadalupe  en  su  decadencia  y  la  memoria  de  sus  hijos  más 

ilustres 957 

Cap.  X. — Yuste  á  vista  de  pájaro. — La  subida  al  monasterio. — 

Unas  ruinas  históricas. — El  palacio  del  emperador  Carlos  V. 

— La  muerte  del  emperador. — Conclusión 979 


índice  de  los  grabados 


B -A.  r> -A.  O"  o  z 


Pág». 

CAPÍTULO  I 

Badajoz. — Vista  general •        .        .  52 

—  Puente  de  las  Palmas 55 

—  Puerta  de  las  Palmas 67 

—  Torre  de  Espanta-perros  y  Hospital  del  Salvador.  .  73 

CAPÍTULO  m 

—  Catedral  Pacense. r— Iglesia  de  San  Juan.  .        .        .121 

CAPÍTULO  X 

—  Casas  Consistoriales. .        .        .        .        .        .        .  273 

CAPÍTULO  XI 

MÉRiDA. — Vista  general 306 

—  .   Cruz  de  Carija.     .        . 309 


I0l6  ÍNDICE 


Págt. 


MÉRiDA.— Acueducto  de  San  Lázaro 311 

—  Puente  romano  sobre  el  Guadiana 317 

CAPÍTULO  XII 

—  Arco  de  Trajano 327 

—  Lago  de  la  Proserpina 334 

—  El  anfiteatro  de  Marco  Agripa 343 

—  Restos  del  templo  de  Diana,  boy  casa  de  los  condes 

de  los  Corbos 351 

—  Columna  de  Santa  Eulalia 359 

—  La  Naumaquia  Romana 369 

CAPÍTULO  XV 

—  Iglesia  de  Santa  Eulalia 419 

—  Palacio  del  Duque  de  la  Roca 423 

—  Torreón  del  palacio  del  Duque  de  la  Roca.  425 

—  Plaza  de  la  Constitución 442 

CAPÍTULO  XVI 

Alance. — Castillo 447 

Medellín. — Castillo 459 

CAPÍTULO  XVII 

Magacela. — Castillo ...  477 

Zalamea  de  la  Serena.— Vista  general 483 

—  —         —         Torre  de  Trajano 489 

CAPITULO  xvm 

Almendralejo. — Palacio  del  Marqués  de  Monsalud..  ...  502 
—               Disco  de  Teodosio  el  Grande,  encontrado  en 

Almendralejo  en  1847,  7  conservado  en  la 
Real  Academia  de  la  Historia.      .        .        .529 


ÍNDICE  IOI7 

Pági. 

CAPÍTULO  XK 

Los  Santos  de  Maimona. — Puerta  del  perdón 541 

—                  —           Ntra.  Sra.  de  la  Estrella.  .        .        .  542 

Zafra. — Antiguas  ventas 559 

—       Portada  del  Hospital  de  Santiago.        .        .        .        .  560 

CAPÍTULO  XX 

Llerena. — Parroquia  prioral  de  Ntra.  Sra  de  la  Granada.        .  601 

—  Parroquia  de  Santiago 602 

—  Palacio  de  la  Inquisición 617 


C^CEHES 


CAPÍTULO  I 

CAcERES. — Vista  general 675 

—  Plaza  de  la  Constitución 681 

—  Palacio  de  las  Veletas 689 

—  Casa  del  conde  de  Torre  Mayoralgo.  .  691 

—  Iglesia  de  San  Mateo 693 

—  Parroquial  de  Santa  María 699 

—  Palacio  del  Obispo 701 

—  Casa  del  Sol 703 

—  Torre  de  las  Cigüeñas.  .        .        .        .        .  711 

—  Palacio  de  los  Golfines 713 

—  Antigua  casa  del  Marqués  de  Santa  Marta.  .  715 

—  Casa  de  los  Carvajales 723 

-—          San  Juan  Bautista 727 

—  Parroquia  de  Santiago 731 

—  Nueva  Casa  Consistorial 735 

xa8 


IOl8  ÍNDICE 


CAPÍTULO  ra 

Alcántara. — Puente  Romano 781 

—  Arco  romano  en  el  puente 783 

—  Fortaleza  á  la  entrada  del  puente.  .  788 

—  Templo  dedicado  á  los  dioses  de  Roma  y  al  Cé- 

sar, y  sepulcro  de  Cayo  Julio  Lácer. .  792 

CAPITULO  IV 

—  Santa  María  de  AlmoQobar 818 

—  Convento  de  San  Benito 821 

—  Claustro  de  San  Benito 823 

—  Iglesia  de  San  Pedro 826 

CAPÍTULO  VI 

Plasencia. — Escudo  de  armas 876 

—  Vista  general 877 

—  Alcázar 879 

—  Puerta  de  la  Catedral  vieja 887 

CAPÍTULO  vn 

—  Parroquia  de  San  Nicolás 901 

—  Casa  de  las  dos  Torres 909 

—  Palacio  del  marqués  de  Mirabel 910 

—  El  Berrocal 919 

—  La  casa  del  Deán 926 

CAPÍTULO  vm 

Trüjillo. — Ruinas  de  la  Torre  Juliana 932 

El  castillo 934 

—  Plaza  Mayor  y  Parroquia  de  San  Martín.  941 

—  Parroquia  de  Santa  María  la  Mayor.  .  942 


ÍNDICE 


IOI9 


Págs. 


CAPÍTULO  IX 


Puebla  de  Guadalupe. — Monasterio  de  Ntra.  Sra.  de  Guada- 
lupe..       ......        961 

—  —  Fachada  principal  del  Monasterio  de 

Ntra.  Sra.  de  Guadalupe.        .        .        963 

—  —  Camarín  de  Ntra.  Sra.  de  Guadalupe.        967 

CAPÍTULO  X 


YusTE. — Vista  general 

—  Cruz  del  humilladero 

—  Escudo  del  Emperador  Carlos  V. . 

—  Ruinas  del  Monasterio  de  San  Jerónimo 

—  Interior  de  la  Iglesia  del  Monasterio.    . 

—  Histórico  nogal  de  Carlos  V. 

—  Vista  del  palacio  de  Carlos  V. 

—  Ermita  de  Belén 


981 
983 
985 

993 
996 

998 

lOOI 

1007 


FE  DE  ERRATAS 


PÁGINAS 


LÍNEA 


DICE 


LÉASE 


74  nota 

4 

construcción 

destrucción 

76 

5 

Alace 

Atace 

631 

4 

Buturía 

Beturia 

636 

3 

FANVLVS 

FAMVLVS 

638 

10 

Célicos 

Célticos 

654 

6 

Certe 

.  Ceret 

700 

19 

Magallanes 

Magallones 

756 

19 

de  Celta 

del  Celtar 

759 

2 

lo  firmó 

lo  firmó  en 

762 

12 

arciprezgo 

arcipreztazgo 

PUNTILU  m  Ll  COLOCIIClill  DE  Uii  ÉiS 


PAOOlAt. 


BADAJOZ   .     .      Campesino 


» 


ZAFRA  . 


C ACERES  .    .      Campesina 

MÉRIDA.     .    .      Acueducto  de  los  Milagros.    . 


El  Hornito,  ó  Templete  compuesto. 
Palacio -castillo  del  Duque  de  Feria. 


C ACERES  .    .      Arco  de  la  Estrella 

PLASENCIA.  .      Fachada  de  la  Catedral 

GUADALUPE.      Claustro  y  glorieta  de  Nuestra  Señora 

de  Guadalupe 


XX 
XXIV 

304 

548 
686 
880 


964 


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