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Full text of "Figaro: (revelaciones, ella descubierta, epistolario inédito)"

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OBRAS DE CARMEN DE BURGOS SEGUÍ 

(C0i:.02yCSi:tTS) 
NOYHAS 

Altictiuicióii (agotada^. — El Tesoro del Castillo. — Senderos de vida. — ^El honor de la familia. — ^El veneno 
d^ Arte. — Siempre en berra. — ^Frasca la tonta. — La travesía. — ^La justicia del mar. — 1^ indecisa. — Sor- 
presas. — £1 Abogado. — ^Los Usureros. — £1 Pcrsccnidor. — ^" Villa María". — El hombre necro. — Los Miseros. — 
Las desorientadas. — ^Una bomba. — Lo inesperado. — Don Manolito. — El permisionarío. — Pasiones. — Dos amo- 
res. — ^El Desconocido. — 1^ Flor de la Playa. — ^Despnés de la Paz. — La Nueva Entrometida 
CUENTOS DE COLOMBINE (Scmpere. Valencia;. 
LOS INADAPTADOS.— j ptas. (Sempere, \'alencia>. 
EN LA GUERRA.— I pía. iScmpcrc. Valencia). 
LA HORA DEL AMOR.— i pta. ;Sanz Calleja. Madrid;. 
LA RAMPA. — i.$o ptas. (.Renacimiento. Madrid). 
EL ULTIMO CONIRABANDISTA— 1 pu. iSopena. Barcelona). 

ELLAS Y ELLOS O ELLOS \ ELLAS. — 3,50 ptas. (Sociedad Española de Librería. Ferraz, ji). 
LAS INSEPxVRABLES.— i ptas. (Biblioteca Nuc^a. Madríd). 
LA PUERTA DEL SOL (con grabados en el texto.)— 3,50 pías. 
SECRETOS.- 3.50 ptas. 
LOS .\NT1CU ARIOS.- 3.50 ptas. 
LA DIN'ORCLAD.V.— 3,50 Pi**- 
DOS NOVELAS, DOS PROCESOS.— «3 pta*- Bcrriatua, editor 1. 

LITERATURA 

Notas del Alma (versos) (agotada). — Ensayos literarios (agotada). — Kl Divurcio en Es^paña.— La Protec- 
ción y la Higiene de los Niños. — La Voz de los Mtaertus (i pta. SemtM.rc. Valencia». — -\l Balcón, (i pese- 
ta. Scmpere. Valencia). — Giaoomo Lcopardi (su vida > sva obras dos tomus en 4.*) (3 pta&. cada uno. Scm- 
pere. Valencia).— EL VOTO, L^\S ESCUEL-\S V LO^ OFICIOS DE L.V MUJER Uó* ptas.)— L-\ ES- 
PA.SOI.A EMPERATRIZ DE LOS l'R-\NCESES (NUMEROSOS GR-VB.\DOS.)— 10 ptas.- .\SPECTO 
3 pías. — FÍGARO fRE>'Ei-\cioiiES, "Fu a* D£SCUB4UtTA, EMsrvLAaio ixédit.; vNumerosos grabados.) 10 pías. 
CONFIDENCIAS UE ARTISTAS (Edición de lujo, 4 ptas.) (Socit<iad Española dt Ubrcria) (2,* edición, 
dos lomos a 1,50 cada uno. Sana Calleja, Madrid.)— 1L\ BLANDO CON LOS DESCENDIENTES (de Zo^ 
rrilla, Goya. Larra, Alarcón. Pereda, Valera, Ecbegaray, Romea, Cal* o, Egmlaz, Manuel del Palacio. Carolina 
Coronado. Rosales. Granados, (^anivet, E^a de Üueiroz, Becquer. Ramos Carrión. Vital .\xa, etc., ctc> 
(3.SO ptM.) 

GONFERENCLAS 

La Mujer en España (.Asociación de la Prensa, koma.>— Misión Social de U Mujer (El Sitio, Bilbao;. 
i»<i«>^>« reciprocas eatn U Mujer y U Uteratura (Centro de Cultura. Iu»groño.^-EI Alma Pasional de 
Eqiaña (El Parthenon, París). Musco de las Conferencias dadas en América y Canarias.— Uteratura Es- 
pañola (Curso de Conferencias en la Universidad de Lisboa.) Á 

VLAJES i 

Por Europa (Francia, Italia y Monaco, Uostrada con 234 grabados) (Maucci, 5 jKaO-Cartas sin Des- 
tinatario (Bélgica, Holanda y Luaemburgo). (5 ptas. Sempere. Val-ncia>. -Peregrinaciones ^Alemania. Dina- 
marca, Sueda, Noruega, Inglaterra y Portugal», u ptas.— Sociedad Española de Ubrena. Madndi. 
MIS VIAJES POR EUROPA (Dos tomos a 1,50 cada uno. Sana Ollejai. 

TRADUCCIONES 

Lm Evangelios (dos tomos), Renán.— La Iglesia Cristiana. Recan.— Diez y seis años en Siberia tdos 
tomos). León Deutsch.— La Guerra Ruso Japonesa, Folstoy.— El Rey sin Corona, Je..rges de Bouhclier.- 
Cuentistas italianos.— Fisiología del PUcer, Mantegaza. (dos tomos).— Loca j^r raxoa de Estado iLa fn«. 
cesaLmtsm ဠfi^/tfi«).— Dafnis y Ooe. Loago.— En el Mundo de las Mujcrc*. Roberto Braceo.— La mfrn<- 
ridad mental de la Mujer. P. J. Moebius.— Las piedras de Venecia Uos tomo*». J. Roskin.— Las Mañanas de 
Flomcía. Ídem.— Las Siete Lámparas de U Arquitectura, idrm.— La Corona de Olivo Süvestre. ídem.--fcl 
,««so de San Marcos, ídem.-Los Pintores Modernos, Ídeni--La Biblia de .\miens. idem.-Los recuerdos 
dTmi Joventud. idem.-El Valle del Amo. Ídenu-Sorda. Muda y Ciega, lidien Keller.-El t,o Geromo 
.CrainqueriDe), drama en tres cuadros, .Vnatole France.-Mi grande. Marcel Tynaire.-I^ mujeres de 
Foego Gerardo de NervaL— La Indomada, por J. H. RosnL-La dulzura de vivir. Marcel Tynaire- 
Cu«t« a Maaa, Max Nordan (y numerosos libros originales y arreglos de obras práctKas para to mu- 
jer, e«~^ -I -Tesoro de la belleza-, -Vademécum femenino-, "Salud y bcllexa*. "Las artes de U Mu- 
j^-^ elegancia*, * Staáitt^ usted comer bien?", etc. etc. etc> 



''FÍGARO" 



(REVELACIONES, "ELLA" DESCU- 
BIERTA, EPISTOLARIO INÉDITO) 



POR 



^^ 






CARMEN DE BURGOS (COLOMBINE) 



EPÍLOGO POR 



r 

RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA 



Fotograbados de ADOLFO DURA 



MADRID 

Imprenta de «Alrededor del Mundo» 

Martín db los Hkros, 65. 



De este libro se ha hecho una tirada especial de lujo de 
diez ejemplares numerados, al preció de 200 pesetas. 






PROPIEDAD 
DERECHOS RESERVADOS 

COPYRIGHT 1919 



I 



DEDICATORIA 



^ ^amón §ómez de la Serna, cugo ad- 
miraSle epüogo soSre el Prado, nace (jne se 
destaque viviente, soSre nn fondo elíseo, La fi- 
gura de fígaro. 

CohmSine. 



NT. -V>- 


^4- 


\t>«\1 


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PROLOGO 



RESURRECCIÓN 

Era la segunda vez que recorría aquel camino en pos de los recuerdos de ** Fí- 
garo". La primera vez, hace ya diez y ocho años, estuve en el Cementerio de San 
Nicolás a visitar al amado escritor — ^mi primera visita en Madrid, — ahora iba a bus- ' 
car a su familia, a que me hablasen de él, a recoger de esa fuente histórica que 
forma la tradición algo que me dibujara a "Fígaro" como yo lo veía, como yo lo 
sentía. A fuerza de leer sus obras, de convivir espiritualmente con los ingenios de 
su tiempo, de pasear con ellos por el Madrid antiguo, Madrid de ensueños y de le- 
yendas románticas, yo había «avocado su ñgura de un modo extraño, apartándome 
de casi todos sus biógrafos. A veces su recuerdo me parecía decir: "Han hecho 
sobre "Fígaro" muchos libros de erudición, muchos artículos encomiásticos, bas- 
tantes en los que lo maltratan; pero, ¿quién se ocupó de su espíritu, de su alma? 
¿Dónde está su ñgura humana, su pasión: el hombre? 

Larra había estado olvidado mucho tiempo. Sus contemporáneos habían tenido 
que rendirse ante la fuerza de su talento, pero sin acallar del todo en ellos los res- 
quemores de la envidia. Después del homenaje de su entierro se apresuraron a 
poner la losa y la cruz sobre su tumba. Su íntimo amigo el marqués de Molins — 
¡oh los íntimos amigosl — ^pareció el encargado de sellarla mejor, dé poner el epi- 
tafio. Inri disimulado sobre la pasión y muerte de Larra. Se quería enterrarlo más 
profundamente, dejar su recuerdo atenuado como uno más en la lista de peque- 
ñas cumbres que se destacan en la historia de nuestra literatura. Pero a "fígaro" 
/ no se le podía enterrar así. En "Fígaro" hay una fuerza que lo mantiene siempre 

vivo y joven cerca de nosotros. 

Se admiran, y se les rinden los justos homenajes que merecen sus talentos, a 
Mesonero Romanos, Espronceda, el Duque de Rivas... Nos inclinamos ante ellos 
con respeto... pero están lejos, son del pasado. "Fígaro" no. "Fígaro" es de los 
nuestros. Ellos despiertan la admiración, "Fígaro" el cariño. 

Porque Fígaro es la figura gallarda, joven, pasional, impetuosa y justiciera que 
se adelanta a su época; es el eslabón cjue enlaza a los grandes clásicos españoles 
con los grandes ingenios de nuestra generación; es el que en ese siglo azaroso, en 
el que todos andan perdidos buscando la fórmula, enciende la antorcha e ilumina 
el camino. Larra no se queda atrás. Larra no envejece como los otros; Larra con- 



8 CARMEN DE BURGOS 

serva au {Prestigio de cscrtlor, su prestigio de hombre y hasta 9U prestigio de sui- 
cida. Es eternamente joven, elernamenle original. 

¿No nos dice nada la manera admirable con que ha sabido escaparse de su se- 
pultura? Nuevo Hombre- Supremo ha tevantado.su losa y ha aparecido redivivo y 
triunfante. A pesar de todas las preocupaciones, de todas las intransigencias, de to- 
das las pasiohes bajas, el amor de sus discípulos burló desde el primer dfa la guar- 
dia pretoriana de los que extienden pateóles de genio y fueron en peregrinaciiin a 
9u sepulcro. 



Era la segunda vez que yo recorría aquel camino en una triste tarde de Noviem- 
bre en busca de los recuerdos de Fígaro. Deseaba evocar su figura en la sección 
creada por mf en Heraldo de Madrid, de entrevistas con los descendientes de los 
grandes hombres. En el fondo de mi alma había un deleite íntimo. Tba a su casa. 
Iba a buscarlo entre su familia, a -verlo en la intimidad del hogar. Conforme co- 
rría el coche camino de la Ifjana calle de Gulenberg, y pasaban los minutns, mien- 
tras mi amiga Rosa Eguílaz de Parada Santin hablaba con su \ai. musical de la 
familia a quien me iba a presentar, la ovocarión de Fígaro lomaba en mi espíritu 
mayor fuerza. Cuandn llegamos iba persuadida de hacerle una visita a Fígaro, 
hasta el extremo de preguntaile al jiorlero por D. Mariano de harra, en lugar de 
preguntar por su biznieto político D. Mariano Gullón. 
;La familia de Fígaro! 

E^a simpatía que se experimenta entre los antiguos amigos me invadiú. Contieso 
que perdí la noción del tiempo y de las personas, para no saber con toda certeza 
si todos eran seres de ahora o si todos eran seres de antes y no había de ahora más 
que Fígaro. 

iSe hablaba allí de él como si después de comer acabara de marcharse a la calle o 
al café! ¡Eran tan familiares sus recuerdos! Estaban allí la más anciana represen- 
tante de la familia y la más joven de sus descendipntes, que lleva ya en segundo 
apellido el glorioso apellido de Larra. 

La primera, doíla Pepita de Larra, prima hermana de Fígaro; es la hija de aquel 
buen D. Eugenio de Larra, tío de Mariano José, casi de su edad, que fut^ el ünico 
de su familia que supo comprenderlo en vida y el único que nos lia guardado sus 
recuerdos. La segunda era una preciosa niña de dos años, 
hija de la biznieta de Fígaro, que ron ese poderoso egotv 
mo de los niños muy amados, interrumpía la conversa- 
ción con aun llantos y protestas, de que no se onupasen de 
ella, y repetía entre graciosos sollozos: "La nina no ha- 
bla..." "la niña no habla". 

Hablaba la anciana, doña Pepita, figura menuda, frá- 
gil, con un rostro inteligente y unos ojos llenos de viveza 
y de luz. Nos agrupábamos lodos en torno del sillón, don- 
de la enfermedad del corazón retiene a la simpática viuda 
de Luis de Larra, doña Felisa Gullón. Todos lo conocían 
allí; todos hablaban de él familiarmente "Mariano José", 
"Mariano José". 
Fotiorem de •Fígaro. El fenómeno del amor a Fígaro, creciendo más y más 

oí. A onto. ^ medida que se alejan las generaciones, se mostraba allí 
más poderoso y más visible. Los parientes contemporáneos de Larra no habían sa- 
bido ver su grandeza, lo habían abandonado, lo habían desconocido, lo habían 
amargado. Una punible indiferencia habla becho que se perdiesen muchos de sus 



papelee y de sua recuerdos; pero ahora sus deacendienles rodean todo lo que le ha 
pertenecido de un culto fervoroso; harén suyos los agravios que en el pasado se 
lanzaron sobre él. Esperan ansiosos la obra de la vindieacidn. 

—■Mariano no era un malvado, ni un mal hijo, ni un mal esposo, ni un mal 
padre — me dice doña Pepita. 

Y su voz cálida y segura a pesar de los años... cuenta..,, cuenta..., cuenta... 

Mi sueño ae ha realizado tal como se había hecho en mf. Es ol hombre que res- 
ponde a su obra: como f ondosamente tenía que ser. 

En el curso de la conversación se habla muchas veces de la caja... la caja, "eso 
ealá en la caja". ¿Qué caja es ésa? ¿Puede creerse que aún existan papelet íntimos 
e inédiloi de Fígaro? ¿Es posible que haya sido tan ciega la generación anterior a la 
nuestra y la nuestra misma? El milagro es cierto. La familia de Larra ve la since- 
ridad de mi entusiasmo, y la caja misteriosa se abre para mi. 

¿Habrá sentido alguna vez una mujer al abrir una caja de joyas una satisfacción, 
una alegría tan grande como la que yo experimento? V tn existencia de este tesoro 
no era un misterio ni un secreto. Su nieto Luis de Larra, el notable autor dramá- 
tico, escribió en Heraldo de Madrid de 21 de Marzo de 1909, cuando con motivo del 
centenario de su nacimiento estuvo de actualidad el iluslre muerto: 

"Murió pobre. Nos dejó (fos tesoros: su apellido ilustre y... Las rclji^uias. Ln 
caja con un letrero que dice; "Papeles de Fí- 
garo." 

Pero en este país sin curiosidad nadie se 
inquietf) por buscar estas reliquias. 

Esto ha permitido qiie llegue a mis manos 
esta caja, arca santa del recuerdo, frente a la 
que trabajo en estos momentos y que me deja 
ver la intimidad de Fígaro. 

He vuelto muchas veces a visitar a su fa- 
milia; he conocido a la nuera de Fígaro, doña 
Cristina Ossorio. que fué una gran actriz, y a 
sus hijos, el notable a-tor Mariano de Larra 
y su hermana doña 'María, dama inteligente 
y culta, que me habl.i de sus abuelos con ex- 
traña clarividencia. Hablando con todos, es- 
cuchando sus impresiones, estudiando sus ras- 
gos, he podido día a día ir formando lo iiue 
pudiera llamarse la figura novelesca de Fí- 
garo, acercarme mis a é! y conocerlo mejor, l» o»m¡«. qo. tonu pa«i. .Pi«.™. «i di» 
Además, la familia me ha facilitado las re- de >io mioiaio, y qus oai»erv*>D rkmiiia. 
liquias que restan de Fígaro. Hay una fos- '''"■ ^^''"•"■ 

forera de caoba, de la cual habla el inventario oficial que ^e hizo de sus muebles. 
Tengo cerca de mf la cajita, y la acaricio a veces de esa manera supersticiosa con- 
que los traumaturgos piden un objeto que haya pertenecido al interesado para 
obrar sus hechÍ70s o hallar sus adivinaciones. Para que o^la fosforera no sea una 
cosa muerta, la he llenado de cerillas... 

Tengo también delanle de mí la camisa que llevaba "Fígaro" la noclio ^ue se 
mató. Esa prenda, bajo la cual palpitó por vez ultima su coraitón noble, está man- 
chada por BU sangre. Ea una camisa finísima, de un nipis de hilo más costoso que 
la seda, y esté cosida con dobles pespuntes hechos a mano, con aquel primor con 
que se coefa entonces, cuando aún no se babian inventado las máquinas. El cuello 
y ios puños, de puntas redondeadas y vueltas, tienen la tela doble y conservan hue- 
llas de un ligero apresto; son puños apretados a la muñer'a que tienen algo do 



puños de blusa; las lapas de Id pechera están ambas ojaladas para llevar gemelos, 
y en la del lado izquierdo hay una chorrera lloamenle plisada que cae sobre el 
lado derecho. El tiempo ha hecho amarillear la tela y ha ennegrecido la gota de 
sangre que cayó sobre e! delantero, en el lado izquierdo, sobre el corazón, aquie- 
tado por la muerte de su bárbara desesperación. 

Con ella hay también una levita, una levita que la hija de "Fígaro" legó a su 
sobrino, el actor Mariano de Larra, el cual me la ha facilitado. 

iQué maravilloso paño azul el de esta levita y qué recio terciopelo de seda ne- 
gra el de su cuello, que se conserva al través del tiempo fin haber perdido su color 
y su satinadol Muy estrecha de pecho, muy ceñida de talle, esta levita da exacta 
idea de la estatura de "Fígaro". Ha podido decir en el doncel que era gallardo sin 
ser alto; pequeño, aunque no para merecer ol dictado de imperceptible que le da 
Bretón, da idea de un hombre de talla bastante regular, delgado y bien proporcio- 
nado de cuerpo, 

Oonserva aún esta levita su olor a wetibnr, y parece que están impresas en ella 
las huellas del cuerpo de "Fígaro" y algo de su calor. 

Ver vivir a "Fígaro", en estas prendas emociona. Hay algo de irreal en los es- 
critores conocidos sólo por sus obras; hay como una duda vaga de su existencia 
humana; se pierden confundidos como Homero con toda el alma de su pueblo, se 
esfuman; pero al ver sus objetos, al leer sus cartas, al 
ojear sus cuentas, al examinar papeles que ellos toca- 
ron, y sobre todo, ai penetrar en su vida íntima, en 
todo esto que dijeron y escribieron con sinceridad, la 
figura se humaniza, se acerca a nosotros, la conocemos 
mejor. Tocar estas cosas que fueron suyas, es hacerle 
encarnar de nuevo, humanizarlo, por decirlo así. 

Conociendo mi entusiasmo por "Fígaro" me habían 
invitado muchas veces mis amigos a escribir su bio- 
grafía y jamás me había atrevido. Últimamente, el in- 
signe D. Emilio Gotarelo me envió libros y documen- 
tos de la época, que le agradecí y estudié; pero que no 
me decidieron a un trabajo que no podía apoyar en 
datos para desmentir lo que, conociendo el alma de 
"Fígaro", no podía admitir un mediano psicólt^o. 
Ahora todo variaba. 

No tenía objeto hacer un libro más sobre "Fígaro", 
basado todo en suposiciones; pero hacía falla "un li- 
bro" sobre "Fígaro", lo sentían todos loa grandes es- 
critores. "Azorín", llegando por adivinación a acer- 
L» iBvit» de .Fig»ro> que ooB- c^rse a SU espíritu; Manuel Bueno, lamentando en sus 
■eivKUfamiiu. Iiermosos artículos que no tuviese "Fígaro" una le- 

Fot Aifii^M. ysnda que lo hiciese más popular, cuando es el mnyor 
ingenio de SU época. Y aquí estaba su leyenda, y aquí estaba su figura real; partiendo 
de esta base podía estudiarse a "Fígaro" deshaciendo tos tópicos que se habían 
fosilizado a su alrededor, 

Pero ha habido como una especie de fatalidad que perseguía a ios biógrafos de 
"Fígaro". Uno de los más ilustre?, D. Ramón Lomba, poseía papeles muy intere- 
santes relativos a "Fígaro", entre los que habla cartas de Víctor Hugo y de otros 
hombres eminentes dirigidas a Larra y multitud de documentos. Un artículo de 
Miguel de los Santos Oliver da exacta idea do la terrible amargura del Sr. Lomba, 
al perder en una mudanza de casa la maleta en que estaban esos papelea y el fruto 
de muchos años de trabajo y de investigación sobre "Fígaro". El mozo que llevaba 



PRÓLOGO 



11 



esta maleta, al ver el interés del Sr. Lomba, pensó que contenía objetos de valor y 
escapó con ella, perdiéndose así ese tesoro. 

Yo misma, al empezar este trabajo, he pasado por una enfermedad de muerte, y 
he temido ver frustrado mi intento de trazar una auténtica silueta de "Fígaro". 
Es como un viento demasiado fuerte para el espíritu, para el corazón y para el 
pulmón, el buscar inspiración en el recuerdo de este gran hombre. Pero al fin he 
vencido, y rodeada de todos estos objetos, teniendo sobre mi mesa todos los papeles 
que habían quedado sobre la mesa de "Fígaro", estudio en ellos con ansiedad de 
hallar las revelaciones que puedan fijar las líneas de esta gran figura. 

Hay aquí documentos y datos que permitirán ratificar o.rectificar su biografía, 
esa biografía llena de cifras, que son otra especie de epitafio: mi mano, temblo- 
rosa aún de emoción, aunque ya se va familiarizando con ellos, revuelve estos pa- 
peles amarillos, algo apolillados, empalidecidos por el tiempo. Aquí hay apuntes, 
trabajos, versos... hay documentos interesan- 
tes. Su acta de diputado, sus certificados de 
estudios; los contratos de sus obras... sus re- 
cibos...; veo cartas de "Mariano José" a sus 
amigos... a sus padres... a su esposa y a la 
mujer por quien se mató... lAquí está el co- 
razón I I Aquí está el hombre! Se me ha hecho 
tan familiar todo esto como su letra, que re- 
conocería entre mil. Me completa la figura la 
biografía escrita por su tío antes de morir 
"Fígaro ' y la carta en que narra su suicidio... 
Hallo el inventario de sus efectos. Puedo ver 
los libros de su biblioteca, la ropa de su cama, 
sus muebles. Es una revelación completa. 

A veces me detengo hor^s enteras con un 
pedazo de papel en la mano; son cuartillas o 
pedazos de cuartillas en las que se leen pala- 
bras borrosas. Apuntes, pensamientos, ideas. 
A veces se entretiene en pintar figuras vagas. 
Otras veces trata de domar el ritmo, que no 
obedecía al prosista sin par para expresar 
en verso sus sentimientos de poeta, tan her- 
mosamente poeta en sus escritos, pese al metro. 

¿y esta carta de la última cita? ¡La única carta a ella! 

Esto sólo hubiese bastado para dar interés al libro. Recordaba las siguientes 
líneas de un artículo de Cristóbal de Castro: 

"El misterio de aquel amor está por desflorar aún. Y ese misterio atrae como 
la piedra imán. ¿Fué rubisi? ¿Fué morena? Una aureola de romanticismo y de pa- 
sión ilumina el idilio que acabó tan sangrientamente. Entre aquel esplendor de 
llamas, como un incendio fantástico, vislumbramos un perfil hierático de Esfinge 
y una sombría silueta llevándose a la sien una pistola... 

¿Por qué fué? ¿Cómo fué? ¿Qué prestigio, qué oculta magia tuvo aquella mujer 
para domar a aquel león? Sabemos bien que Onfalia domó a Hércules; pero Hér- 
cules es símbolo corporal, no símbolo espiritual. Y la sutil mirada de '"Fígaro" 
veía la belleza corporal con el estoicismo de un microscopio". 

Y'o sentía la emoción de poder penetrar en estos secretos y acercarme a esta 
mujer, de ver su belleza de morena de cutis blanco y ojos árabes y de adivinar 
en ella el espíritu inteligente, complicado, algo diabólico que cautivó a "Fígaro", 
el cual no concebía la vida sin esa admirable mujer. 




Dibujo de «Fígaro» al margen de nna de bus 

cuartillas. 



12 CAftME.N DE BURGOS 

¿Por qu(í el rosiiplo y oí síleiit-io de tudos en torno de su nombre? Nos la han 
hecho düinnsiado destonorida, y no sabemos si rundennrla o compadecerla, 

Pero su nunibre está aquí, lo ha escrito la inanu del niucrto, aquella mano que 
p<x;o después empuñó la pistola que había de destruir uno de los más nobles ic- 
rebros y de loa corazones más generosos- Las sospechas infundadas que hablan 
reraído sobre otra dama se apartan. Es como si esa misma mano libertadora sa- 
liera de la tumba para señalar a la verdadera, para proclamar su pasión. 

¡Cámo habla esta cuartilla hallada en la mesa del suicida! iCuánto podía ha- 
berles dicho a los que se han entretenido en contar la ridicula fábula de suicidarse 
delante de un espejol 

¡A qué conjeturas no ae presta una frase cuando se sabe veri Más do una vez 
tendremos que volver a mirar esta cuartilla para explicarnos algunas cosas. Ella 
es la que me ha dado la luz, la que me ha mostrado el camino, la quo me ha 
guiado de modo seguro para investigar y poder hallar todos los artfcutos que ailñ 
quedan inéditos de Larra — además de los dados en Post~Figaro. 

En algunos momentos me ha parecido sentir la indignación de "Fígaro" en mi 
propio coranón, y la necesidad imperiosa, ineludible de decir la verdad, de desha- 
cer errores, de escribir Ins nombres de todos tos personajes del drama, de hacer 
resaltar la falsedad de los que mintieron creyi*ndose impunes al hablar de "Fí- 
garo". Es la voz de "Fígaro" mismo la que habla. Este libro ha salido todo de esta 
caja polvorienta y olvidada. 



LAS PRIMERAS BIOGRAFÍAS 



Con las biui^rafíus de l^trra ürune el feíiónieiio de que iin son las miis líercanan 
a su muerte las mejor hechas ni tas más exaclas. 

la biografía que si? ha divulgiido más de todas es la de D. Cayetano Cortes, es- 
crita en 1843 pur cniargo del editor D. M, Delgado, Corles era, romo apunta con 
mmha oportunidad el Sr. Cotarclo, un escritor do segunda fila, que tiiso una cosa 
tendenciosa, pot'o documentada y sin depurar los hechos que afirmaba. El estar 
esta biografía escrita a los seis años do la muerte de Larra, ha hecho creer a al- 
gunos, como al Sr. Noinbela, que Corles serla amigo ife "Fígaro", pero esto no está 
probado ni i'onsta en ninguna paite. Dada la distancia intelectual que los separaba, 
ed fácil que "Fígaro" no conocÍt;se a Cortes. Lo peor es que entre la vulgaridad de 
Cortes y las falsedades de Molins nos han adulterado la figura de Larra, y todos 
han repetido los mismos lugares comunes. 

No es, sin embiirgü, la biografía de Cortes la primera que se escribió de "Fí- 
garo". En vida de éste escribió una su tío 1). Eugenio de Larra, en 1836, tal vez a 
impulsos de la admiración que profesaba a su sobrino, cuya gloria futura pareen 
adivinar, o tal vez porque alK^icn le pidiese datos de la vida de "Fígaro". He aquí 
esa biografía ini'dita hasta este momento. 
Dice así: 
"IWn Mariano José de Larra nació en Ma- 
drid, en la ileal Casa de la Moneda y habi- 
tación de su abuelo paterno D. Antonio Cris- 
|)in de Larra. Fiel administrador que era 
de ella, el ^6 de Mar/o de 1809, a las ocho 
de la mañana, casi sin dolor de su madre 
quo le dio a luz casi sin sentirlo y el rpcién 
nacido tampoco lloró al naier, lo que han 
mirado como buen agüero todos los que creen 
en brujas. 

Al año y medio empezó a aprender a leer 
y a los tros años ya lela'perfectamcnlo. 

Pasó a Francia con sus padres en el año 

1813; a los cinco años hablaba y escribía en 

. franci's correctamente, lo mismo que en es- 

da •Tistto: A tos doce años tradujo la liutaa, de Home- 



16 fiARMEN DE fiÜHOOS 



-••aKMaam 



También su abue|a paterna descendía de una familia portuguesa muy ilustre 
que es la casa de los Bastos, cuyo apellido llevaba. 

Mas como los privilegios de nobleza van caducando, ni el poeta ni su familia 
hacen mucho caso de ellos y estiman más un adarme de sabiduría y virtud, que 
300 quintales de ejecutorias; cosa verdaderamente insigniflcante para quien sabe 
apreciar ei mérito adquirido y mirar en nada el heredado. 

Nota, — Muchas producciones literarias ha dado a luz Larra con su nombre y 
apellido anagramizado, poniendo Ramón de Arrióla por Mariano de Larra. Tiene 
las mismas cuatro aaa a, tres rrr, una i, una 1, una m y una n; entre todas doce 
letras iguales, en ambos nombres y apellidos." 

Después de la muerte de Fígaro no es tampoco la de Cortés la primera biogra- 
fía que se publica. Hay una de autor anónimo, publicada en el tomo primero de la 
revista literaria y artística Cervantes y Velázquez, que vio la luz en Madrid en los 
últimos cinco meses de 1839, és decir, dos años después de la muerte de Fígaro. 
Debo esta biografía a la amabilidad del notable escritor D. Ismael Sánchez Estevan; 



PRIMERA biografía DE FÍGARO PUBLICADA DESPUÉS DE SU MUERTE 

D, Mariano José de Larra, 

FÍGARO 

''Guando hace dos años, poco más, sucedió la catástrofe que lloramos, cuando 
Larra atentó a su existencia, todos los periódicos se apresuraron a juzgar ei hecho 
y le juzgaron moralmente entrometiéndose a descorrer el velo de sus secretos, y 
juzgando al hombre olvidáronse del literato. Sabido es que la envidia clavó harto 
frecuentemente su ponzoñoso diente en la existencia del que ponía al descubierto 
las flaquezas de la sociedad. ¡Se ha hablado tanto de Larra...! ¡Se le ha censurado 
tanto...! {Se han ensañado tantos en su cadáver...! Pero nadie hasta hoy, nadie 
ha cuidado de escribir en la historia la página que por su talento conquistó: nadie 
antes que su memoria se resfríe ha cuidado de decir al mundo lo que fué como 
literato, que en cuanto a su vida privada aún existen causas para respetarla. Y no 
se diga que a LaiTa ni a otro se le juzga por sus obras, que harto general es por 
desgracia el poco aprecio que los contemporáneos hacen de un hombre grande. 
Nunca la sociedad a quien se retrata ensalza al que reprende sus defectos, y es 
fuerza que perezca la generación que se vio ridiculizada y que le suceda otra y 
otra para que haya una que no conociendo los originales de las copias que hizo 
el escritor le coloque en el sitio a que se hizo merecedor. Larra se burló donosa- 
mente de la sociedad de hoy día, de nosotros mismos, de las persona» que aún se 
acuerdan de él, y a Larra no le pueden perdonar algunas almas ruines y encogi- 
das que tal vez sus defectos le sirvieron de modelo. Esa es la razón parque hasta 
hoy la memoria de este escritor excita menos recuerdos que debiera; y porque no 
fué su catástrofe sentida cual era de esperar; porque de nada sirve el alarde del 
sentimiento que hicieron algunos amigos suyos si sobre su tumba no se derra- 
maron lágrimas de sentimiento por la pérdida del literato cuyo nombre fué por 
algún tiempo freno de ciertas gentes. Demasiado sabemos que Larra no había 
llegado a la altura que debió y a que indudablemente hubiera subido, porque sa- 
bia; pero a pesar de esto estábamos persuadidos de que era uno de los pocos hom- 
bres que en nuestra edad se pueden llamar literatos. 

I^arra no prometía. Larra era ya un talento privilegiado al morir. 

Hoy, aunque tarde, nos complacemos en darles un solemne mentís a sus detrac- 



J 



M 



^ torea, a los que sin conocerle han supuesto y aitrmado anécdotas ridiculas enna- 
I minadas a destruir su fama, a loe que no sabiendo imitar bu gracia han remedado 
I su mordacidad, a los que no atreviéndose a tachar sus obras, que el públiro leyó 

con afán, han tachado su conducta privada." 
I Siguen después los datos biográficos, que difteren de los ya conocidos, en decir 

que el niño Larra "estuvo a medio pupilo en casa dell maestro del Colegio de San 
Ildefonso, donde permaneció hasla 1813 en que sus padres lo llevaron a Toledo y 
a Valencia" y que en 1815 "fué llevado a Francia y puesto en un colegio de París". 
Las demás noticias son las mismas que ya conocemos, y al hablar de esa trans- 
formación de su carácter que todos señalan dice que "obedecic^ a un acontecimiento 
que no nos es permitido revelar", 

Se comprende este respeto viviendo aun toa interesados, pero ahora que no 
existen los mismos motivos para guardar silencio es hora de que desapare/can esos 
misterios que el presente libro va a revelar. 

Consuela encontrar en esta biografía ese soplo de 
amor y ese deseo de Justicia hacia Larra, que com- 
prueba lo que muchas veces hemos tenido ocasión 
de pensar leyendo a los que han escrito sobre él, al 
percibir latente en sus páginas el rencor, la envi- 
dia o los prejuicios. E^tc biógrafo hace constar que 
la independencia de Fígaro "llegó al extremo de 
despreciar puestos ventajosos qile le fueron ofre- 
cidos repetidas ve^es y no bubo partido alguno que 
pudiese comprar su temida pluma". El valor de es- 
ta biografía está en esto más que en los dalos que 
aporta, los cuales sabemos que no son exactos por 
una carta inédita del padre de Fígaro, dirigida a 

la viuda de éste, fechada en Navalcarnero el 22 de * t ■ c ■ i d L 

Agosto de 1839. cuando se publicó esta biografía «bneio da irigaro. ' 

Hice así: 

"Querida- hija mía Pepita: Te agradezco mucho la fineza de haberme enviado 
la biografía de Mariano que, aunque no está sin defectos, hace no obstante justi- 
cia del sobresaliente mérito literario de tu malhadado esposo". 

Hasta la biografía hecha por D. Eugenio, en vida de su sobrino, está llena de 
inexactitudes manifiestas, como veremos más adelante, especialmente en la parle 
literaria, en que es incompleta la mención de sus obras y da como originales la» 
nuevas traducciones. 

Pero lo que establecía más confusión es que D. Eugenio da como feí'ha del na- 
cimiento de su sobrino el 26 de Marzo, y sin duda creyendo en esta versión, que 
parece más autorizada por ser de un individuo de la familia, D. Manuel Chaves 
dice que Fígaro nació el día 2ü. Sin embargo todos los homenajes que so le han 
de<licado fueron siempre tomando como fechii de su nacimiento el rita 2í, y Fígaro 
mismo, en su hermoso artículo La nochebuena de 1836, dice: "El número 21 me 
es falal: si tuviera que probarlo diría que en día 24 nací". Se ha dudado de si 
esto ser/a una verdad o si se trata sólo de una afirmación que le conviene hacer 
para probar su tesis, dada la exageración de las líneas que siguen: "El dia 23 es 
siempre en mi calendario víspera de desgracia, y a imitación de aquel jefe de |'o- 
licía ruso que mandaba tener prontas las bombas en víspera de incendios, asi yo 
desde e! 23 me prevengo para el siguiente día de sufrimiento y de resignación, y en 
dando las doce ni tomo vaso en mi mano por no romperlo, ni apunto carta por no 
perderla, ni enamoro a mujer porque no me diga que sí, pues en punto a amores 
tengo otra superstición; imagino que la mayor desgracia que a un hombre le puede 



ÍH , CARMEN nE BL'RtiOS 

suceder es que uua mujer le diga que lo quierti. tii no la cree es un tormento y si 
la cree... ¡Bienaventurado aquel a quien la mujer dice no quicrol, porque ese al 
menos oye la verdad". No faltaba quien dudase también, no sólo del día, sino del 
año del nacimiento de Larra, ateniéndose a la versión de Mesonero Romanos que 
hablando de la diferencia de sus artículos y loa de Fígaro dice: "El intento de Fí- 
garo fué principalmente la sátira política contra determinadas épocas y personas. 
El Curioso Parlante se contuvo siempre dentro de la pintura Jovial y sencilla de 
la sociedad en su estado normal, procurando, al describirla, corregir con blandura 
sus defectos. Esto va en temperamentos, y el de Larra distaba lo bastante del mío 
para conducirle al suicidio a tus IreitUa y un años; mientras que a mí, ¡Dios sea 
ioadol, me bu permitido emprender, a It-s quinte lustros, las Hemorias de un se- 
tentón". Tal vez esta larga vida del autor ha confundido su memoria, o no estaba 
iimy enterado de las cosas que a Larra se referían, por 
más que la frecuencia y naturalidad con que lo cita 
liare suponer que fueran íntimos amigos. Sin embar- 
go, todas las veces que habla de Fígaro lo hace com- 
pletamente equivocado, como tendremos ocasión de 
ver. Üe hacía preciso, a Un de fijar de una vez para 
siempre, delinitiva y rotundamente estas fechas, ape- 
lar a la búsqueda de la partida de bautismo. Algo me 
desanimaba el encontrar en la obra de Chaves las si- 
guientes líneas: 

"Las diligencias que lie practifado para encontrar 
ín partida de bautismo de D. .Mariano José de Larra 
me han resultado hasta ahora inútiles. Un ilustrado 
amigo mío que tuvo la bondad de emprender la bús- 
queda del documento por las parroquias de Madrid, me 
decía lo siguiente; — ..."Me presenté en San Pedro y 
dijome el capellán que la parroquia, y por consiguiente 
el archivo, lo habían trasladado a la Virgen de la Pa- 
loma y allí me encaminé... El cura y yo leímos todas 
las inscripciones hechas on 1809 y no encontramos a Larra, no siendo extraño, pues 
al libro le faltaban muchas hojas, quizás correspondientes al año en que nació 
Fígaro... Entonces me ocurrió que se bautizara al gran satírico en otra parroquia 
que no fuese la suyji, y recorrí la Almudena, San Isidro y Santa Cruz, empero 
en ninguna he encontrado nada..." 

Yo, sin embargo, no desesperé y apelando a la lógica, emprendí mis investigacio- 
nes. Mi hermana Kell.y tomó a su cargo ei recorrer las parroquias y empe/ó por la de 
San Andrés. No fué, por cierto, bien recibida. "¿Es el poeta?... iEl que se suicidó?, 
preguntó el cura con tono airado y despectivo; aqui no tenemos nada que ver 
con él". 

Algo desesperanzada con esto se dirigió a la Almudena. .\llí hicieron un dele- 
nido reconocimiento de los libros de 1809 y la partida no parecía; ya iba a dejarlo, 
cuando se fljó en que todos los que aparecían en el libro empezaban sus nombres 
con L: Luis, Leonardo, Lorenzo, etc., y entonces vio que el índice no está hecho 
por apellidos sino por nombres y no podía hallarse busi'ando con la inicial de Larra, 
que sería lo que le sucedió al amigo de Chaves. Buscaron en Mariano José y no 
tardó en aparecer la. partida, luya copia tengo a la vista y es como sigue: 

"D, Pedro José Martínez Lie. on Derecho Canónico y ■Coadjutor ])rimero de la 
Parroquia de Sta. María la Rl. de la Almudena de Madrid. — Certiílrn que en el libro 
diez de Bautismo folio doscientos Ireinla y nueve se encuentra la siguiente Par- 
tida. 'En la Iglesia Parroquial de :i^anta María la Rl. de la Almudena de esta Corte 



a veinticuatro días úél mes de Marzo de mil ochocientos y nueve: Yo I). Manuel 
Josef Gutiérrez teniente mayor de cura bauticé solemnemente, un niño que nació en 
veinte y cuatro de dicho mes de Marzo, Cuesta de Ramón a la calle de Segovía, al 
que puse por nombre Mariano Josef, hijo de D. Mariano de Larra natural de Ma- 
drid y de Doña María de ios Dolores Sánchez de Castro, natural de Villanueva de 
la Serena obispado de líadajoz, casados en la parroquia de San Andrés — abuelos 
paternos: D. Antonio Crispin de Larra, natural de Lisboa en el Reyno de Fortufcal 
y Doña Kulalia Langelot natural de Udivelas cerca de Lbboa en el Reyno de Por- 
tugal. <Maternoe : D. francisco Sánchez de Castro natural de dicha Villanueva de 
la Serena y Doña Inés Delgado de Torres, natural de este pueblo, Tué su padrino 
D. Josef Sánchez de Castro, tic carnal materno a quien adN^ertf el parentSsco espi- 
ritual y demás obligaciones y lo firmo. — D. Manuel Josef Gutiérrez. — Conforme 
con su original Sta. María de Madrid a treinta de Diciembre de mñ novecientos 
diez y ocho: enmendado — dicho — Eulalia — dicha — "Valen. — ^Lie. Pedro José Mar- 
tínez.— Rubricado. — ííay un sello en tinta que dice, — Parroquia de Sta, María la 
Real, de la Almudena.— Madrid." 

Según esta p.irtida Lana fué bautizado el mismo dfa en que nació. 

Tal vez esa particularidad que apunta su tfo de que Larra no lloré al nacer 
bizo pensar que estaba enfermo y temiendo que muriera sin cristianar se apresu- 
raron a bautizarlo. 

Pero ya puede afirmarse que quedan resueltas todas las dudas y que D. Mariant 
José de Larra y Sánchez de Castro, "Fígaro", nació en Madrid el dfa 34 de Marzo 
de 1809 a las ocho de la mañana. Tenfa sólo ai morir veintiocho afios, menos un 
mes.y once días. 



II 



ALBORES 



Antes de buscar a Larra en sus obras hay que buscarlo en su infancia, en 
aquellas grandes y destartaladas habitaciones que frente al caserón ocupado por 
la antigua €asa de la iMoneda habitaban sus abuelos y donde, como hemos dicho, 
nació el gran escritor y vivió hasta la edad de cinco años. 

Esos primeros años de su vida debieron marcar gran influencia en él. La pre- 
cocidad de su cerebro fué exailtada por su familia, le hicieron vivir demasiado 
pronto, robándole así su infancia, los días de inconsciencia e ingenuidad que tanta 
fuerza dan luego en la vida. Larra a sus vetintisiete años era un hombre de ma- 
durez superior a su edad, estaba demasiado cansado, porque no io habían dejado 
ser niño. 

Fué Mariano José el primer nieto de D. Antonio Grispín de Larra, íiel adminis- 
trador de la Casa de la Moneda, el cual tenía siete hijos : Mariano, padre de Fígaro, 
Jerónimo, José e Ignacio, que murieron niños; Eugenio, biógrafo de su sobrino, 
al que sólo llevaba quince años; Antonio y Antonio Cesáreo que murió combatiendo 
con los franceses. Tuvo varias hijas: Teresa, Carmen, Gertrudis e Isabel. Hay que 
evocar lo que era la vida de España en aquel tiempo para comprender la infan- 
cia de Larra en el seno de aquella numerosa familia. 

A la tradicional reserva española se unía entonces la desconñanza, la separación 
y hasta el antagonismo y la enemistad que habían engendrado las luchas entre 
españoles y afrancesados. 

Recientes estaban, el año 1809, en el cual nació el escritor, los sucesos del Dos 
de Mayo del año anterior, aquella locura heroica de un pueblo apasionado e in- 
consciente, y la herida causada en su orgullo al ver a Napoleón I entrar en el Palacio 
Real de Madrid y poner su diestra sobre la melena de piedra de uno de los leones 
do la balaustrada. 

El fanatismo de unos chocaba contra las ambiciones de otros. No se escuchaba 
la voz del César Corso ofreciendo a España, en su Manifíesto, una Constitución li- 
beral que aseguraba "una Monarquía dulce y constitucional en vez de una absoluta." 

Se calumniaba al buen José Bonaparte achacándole vicios y defectos que no 
tuvo, sin tomar en cuenta su buena voluntad y sus continuas reformas y mejoras. 

Las ciudades de España, aisladas unas de otras, sin medios de comunicarse, 
ofrecían un tristísimo cuadro de agonía, de pobreza y de malestar. Madrid incomu- 
nicado del resto del mvmdo, palenque de todas las luchas, vio llegar con 1811 el 
terrible año del hambre. Una libra de pan valía 20 reales y ni aun así podía en- 
contrarse. El vecindario entero se arrastraba moribundo por la calle para implo- 
rar la caridad pública y arrebatar de los basureros un troncho de col o una monda- 
dura de patata. Dos veces al día los carros de las parixxjuias recogían a los mori- 
a los muertos que ascendieron a más de 20.000. 



Puede Juzgarse lo que sería la vida de relación en estas circunstancias, las fa- 
milias permanecían encerrada? en sus casas llenas ñp, amargura y sin más trato 
que el de algunos vecinos o amigos Íntimos, que tuviesen las mismas ideas. 

Mesonero Romanos, niño entonces, narra en sus Memorias la impresión que 
le produjo hallar en el trayecto de su casa a la escueJa'siete personas muertas de 
liambre. "Llegue llorando a casa — dice — y mí madre me prohibió volver a salir". 

Más aislada aún debía 
estar la familia ile La- 
rra por la distancia a que 
se hallaba la antigua Ca- 
sa de la Moneda del cen- 
tro de la ciudad, la poca 
urbanización de las ca- 
lies, estrechas, desnive- 
ladas, formando zig-zag 
como senderos entre los 
setenta conventos, ro- 
deados de magníficas 
huertas y de canucas mi- 
se rabies, dependientes 
de ellos, que formaban 
la principal poblaoión de 
Madrid. Añádase a esto 
que rafas calles tenían 
aceras : su pavimento de 
cascajo abría en el cen- 
tro un cauce por donde 
corrían los detritus de 
los inmundos sumideros 
y las aguas que lanzaban 
los canalones salientes. 
Los vecinos arrojaban a 
la calle la basura, que se 
recogía dos veces por se- 
mana, y cerdos, gallinas 
y perros las poblaban li- 
bremente. Todo esto" 
añadido al escaso alum- 
brado de los farolillos de 
aceite y a la necesidad de 

efectuar de noche la lim- L% pouda dal U^ragato Ul samo le BOnnrTk «D nocstrOB dlki 

pieza de los pozos negros, po". Aifonm. 

hacía casi imposible s.ilir 

a no ser por necesidad, acompañados y con una linterna en una mano y un arma en 
la otra. Era preciso estar en casa y tener bien asegurados los portones, claveteados 
y recios, con llaves, cerrojos, trancas y barras, lo mismo que balcones y ventanas. 

Parecían hechas las casas para pesar sobre el ánimo. Habitaciones de grandeza 
y altura desmesuradas, con techos envigados que apenas esclarecinn los velones 
de cuatro mecheros; amplios paredones desnudos, con escasas y pequeñas ventanas 
de vidrios verdinegros. 

La Casa de la Moneda estaba emplazada en la calle de Segovia, en el edincio que 
bahía sido antee Hospital de San Lázaro, y estaba dividida en dos cuerpos, uno 



22 



CARMEN DE BURGOS 



que servía de talleres y el otro, situado en frente, de habitación a los empleados. 
Era la calle de -Segovia una de estas calles apenas urbanizadas, por la que pa> 
saban el arroyo de Pozacho y las vertientes de la fuente de Puerta Cerrada; cerca 
de la Casa de la Moneda había varias huertas y mesones, entre los que se destaca- 
ban el de los Maragatos y e\ de la Cruz, el cual ostentaba una inscripción absurda en 
letras negras sobre el fondo de un cuadro pintado de azul en la desconchada pared: 



MESONDELA 


CRUZENDON 


DESEOISADE 


COMERCONE 


Q U 1 D A 



Que mejor escrito quería decir: 



MBSÓN DE LA 
CRUZ EN DON- 
DE SE QUISA DE 
COMER CON E- 
QUIOA 



En esa misma calle, tan típicamente madrileña, existía la vieja casa, con es- 
cudo de la Villa sobre la puerta, que la tradición ha llamado casa del Pastor, por 
asegurarse que su dueño, un arcipreste, la dejó en su testamento al primero que 
acertase a entrar, después de su muerte, por el Puente de Segovia, y el agraciado 
fué un pastor. En ella también ha muerto el escultor y arquitecto Churriguera. 

Destacábase entre todas aquellas construcciones mal alineadas, por su tamaño 
y su importancia, la Casa de la Moneda, de la que aún se conservan restos que co- 
rresponden al número 23. Estaba, por lo tanto, al ílnal de la calle y de los Corralülos 
donde se hallaba instalada la fábrica de sedería. 

Bien podía considerarse entonces la calle de Segovia como las afueras de Ma- 
drid, pues la antigua Puerta de Segovia, que fué derribada en 1852, correspondía 
al lugar donde ahora están las <'aíías números 37 y 44, y en ellas acababa la callo. 

Aquel edificio de hospital debía tener todos esos recovecos de escaleras y corre- 
dores y esa desigualdad propia de las construcciones antiguas y, más aún de éstas 
adaptadas a un diferente uso de aquel para que se construyeron. 

Allí vivía la familia esa monotonía de la vida española del tiempo, con la que 
no se avenía ya el padre de Fígaro, espíritu voluntarioso, inquieto, ávido de saber 
y de emociones, ailgi^n tanto desequilibrado, que no supo luego ver gérmenes de su 
propio espíritu, engrandecidos y cultivados, en su hijo, porque él estaba ya de- 
masiado gastado al nacer Fígaro, y trabajos y desengaños le habían dado esa frial- 
dad e indiferencia en cuyo fondo hay una amargura de vencimiento que torna 
incomprensivo y agrio. 



Las genW de clase acomodnda se levantaban al salir el sol para oir !a misa y 
lomar el desayuno, el jicarón de dos onzas del famoso chocolate de Torroba con 
su bollo de Jesús. "Las cosas de Oios darás y c! chotolale espeso". Luego los hom- 
bres daban un paseflo para tratar de enterarse de lo que habfa de pnlitjca; y mien- 
tras las mujeres, cuyo mayor adorno era ser madrugueras y hacendosas,, disponían 
la casa y cuidabaa los tiestos y los pajaritas. 

A las once se comía el panecillo empapado en vino y a las dos en punto la co- 
mida, que daba principio por el tradicional puchero de tocino y garbanzos. Era 
indispensable la horila de siesta. Pooos se atrevían a dar un paseo como no fuese 
por las calles de Atocha, Alcalá o Montera, porque hasta resultaba temerario ale- 
jarse de este centro bacía la calle del Barquillo o hacia el Avapíés, tantos eran los 
robos y crímenes a que inducía el hambre, a pesar de !a sevcriilad ron que la Go- 




RBBto* de U BntlEnm Cbm da Ia HoDcdi 



Fol. AlfOR! 



misión militar perm.mente ahorcaba y descuartizaba delincuentes, cuyos restos 
se exponían al público al pie de la Torre de Santa Cruz, como se exponían ios ca- 
dáveres de desconocidos frente a la CSrccl de Corte. 

A las horas de atardecer se reunían los vecinos amigos para echar una manecita 
a los naipes jugando al Mediator o a la ilalilla, mientras las señoras hacían labor y 
conversaban o bien se tenía un rato de tertulia mesurada y grave. No se leía nada. 
Los buenos patriotas no querían recordar la .dominación extranjera y rechazaban 
los escasos periódicos ; El Diario y La Gaceta, cuyas noticias no creía nadie. Algún 
libro de Historia o libro religioso: El Evangelio en triunfo, El año cristiano o cosa 
semejante constituía toda la biblioteca. Patriota hubo, como el padre de Mesonero 
que escribió en la Guía de forasteros de 1ft08 " Valfra para 1819", "Valga para i8i0", 
a pesar de que todo había ya cambiado. 



Asi ea quH a las ntieve, después de la cena, las familias reunidas rczabao el R»- 
sario, sin olvidar rogar por su deseado Fernando Vlt y la paz y sosiego de todos 
los principes ciislianus. Ese runruneo del rosario era a la hora de las ánimas un 
ruido sordo y lento que traspasaba las paredes y se extendía sobre Madrid. A las 
diez lodo había cesado y todo el mundo estaba en la cama. 

J.os nii\os estiban sometidos a un severo régimen, tíeneralmente no se -senta- 
ban a la mesa de los mayores hasta que no ha- 
blan hecho su primera comunirtn, pero se les 
admitía en el «alón y se les dejaba oÍr todas las 
conversaciones. Era vanidad de los padres que 
desde muy pequeñitos supieran mucho aunque 
pensaran poco. Se los dejaba todo el día en la 
sociedad de los criados, pero se les tenía maestro 
que les oblígase a aprender de memoria muchos 
nombres de Geografía, y a que supieren de co- 
rrido Doctrina cristiana e Historia sagrada. 

La familia de "Fígaro" vivía en estas costum- 
bres. Era una familia distinguida y con ribetes 
de intelectual ísmo. El padre de "Fígaro" estatra 
casado en segundas nupcias, con la madre de 
éste, doiía María de los Dolores Sánchez de Cas- 
tro, de ilustre familia, y sn abuela era de la lim- 
pia alcurnia de los Bastos de Portugal, una de 
D.M«iianod«L&rra, pudra darigaro. esas familias cuyo blasóii de nobleza se enlaza 
a ios que ornan el techo del Palacio de Cintra y 
se había distinguido en la Historia de su país durante los siglos XVII y XVIII. 
Sobre todo el padre de Larra no era un hombre vulgar, lodos los datos que hay 
de él permiten Juzgarlo como un espíritu atormentado e inquieto. Médico notable, 
y Director del Hospital General y del de la Pasión, tradujo varias obras de impor- 
tancia, entre ellas la Toñcologia del mahonés José Mateo Orilla, e inventó especí- 
ncos: unas pildoras y un elíxir antiepilépticos que se hicieron famosos. 

Las tertulias de D. Antonio Crispín de Larra eran lertiilias Ciisi intelectuales. 
£1 niño asislía a ellas. Pasaba las veladas en aquel salón severo, decorado con gran- 
des cuadros de santos, estampas del Hijo Pródigo, colgaduras pesantes y reloj de 
flauta clavado en la pared; y amueblado con los sillones de baqueta de .Moscovia, 
rinconeras (te dop pies, biombo chinesco, armarios con figuras de talla y la consola 
con los fanales de llores de trapo y la urna de lá Virgen, todo alumbrado por el 
velón de cuatro mecheros. 

En medio del cuadro sombrío las damas de amplío vestido sencillo y obscuro, y 
los caballeros con zapato en punta, medía negra, calzón corlo y corbata blanca sin 
lazo, estaba el niño. El niño vestido prematura menle de hombrecito, como exigía 
la época. Pequeñito de cuerpo, pálido y moreno, de lustroso cabello negro y gran- 
iles y hermosos ojos curiosos, cuyas pupilas se dilataban demasiado porque se abrían 
demasiado pronto a la vida. 

AHÍ recogió "Fígaro" sus primeros triunfos, 'iodos admiraban ya su privile- 
giado talento, su imaginación viva, su facilidad para comprender, su prontitud para 
replicar. 

Su memoria era portentosa, cuando tenía sólo año y medio empezó a aprender a 
leer, y a los tres años ya lela perfectamente. ¡Qué pecadol 

Y todos alimentaban la vanidad del niño y lodos forzaban su desarrollo. De la 
importancia que se le concedía da idea cójno se apuntaban los más pequeños de- 
talles dn 011 nacimiento. 



FÍGARO 25 

''Nació a las ocho de la mañana, casi sin dolor de su madre que le dio a l\iz casi 
sin sentirlo, y el recién nacido tampoco lloró al nacer". 

Sin duda hay en el genio algo superior que desde su nacimiento lo aparta de la 
vulgaridad de los hombres. La familia presentía más que creía en la grandeza 
de "Fígaro". 

La abuela, doña Eulalia Langelot, natural de Lisboa, como su esposo, se había 
casado muy niña aún con D. Antonio Crispín de Larra. La cultura de las mujeres 
portuguesas en los dos siglos anteriores al suyo era muy superior a la cultura de las 
españolas y tenían gustos más refinados. Las princesas de Portugal se enorgullecían 
de ser sabias, y las pinturas de la sociedad en aquellos tiempos nos revelan exqui- 
siteces recogidas quizás de las cortes de Londres y París; de las que a nosotros nos 
separaba una continua enemistad. 

Quiso doña Eulalia aprender bien el español y para ello se dio a la lectura de 
los clásicos. Este tesoro cerrado para tantas mujeres se abrió para ella, y no hay 
que dudar que fué la noble portuguesa la que inculcó en su hijo primero y en su 
nieto después, la afición a la literatura, la que despertó su ansia de belleza, su afición 
al saber y la que hizo desarrollarse los gérmenes del espíritu inquieto. 

Pero siendo aún muy niño "Fígaro" la paz de la familia desapareció. Su padre, 
que, como ya hemos dicho, era de un espíritu indomable, bastante sabio y no falto 
de rarezas y de originalidades (entre las que se cuenta que una vez fué a asistir a 
un enfermo en un pueblo próximo a Madrid, y como le pagasen sus honorarios en 
calderilla, fué sembrando el dinero a lo largo del camino para aligerar de peso su 
bolsillo), ora uno de los más fervientes afrancesados y aceptó una plaza de médico 
de primera clase en el ejército de José Bonaparte, al que tan injustamente llama- 
ban los españoles Pepe Botella, no parándose en su odio para inventar cosas ab- 
surdas, como que era tuerto y beodo. La historia reconoce, y tiene que reconocer 
imparcialmente, las muchas cosas buenas que hizo José Bonaparte durante su breve 
reinado, entre las que se cuentan la supresión de la Inquisición, y asimismo la del 
Consejo de Castilla, los derechos señoriales, las Aduanas interiores, los Fueros y 
Juzgados privativos, la pena de muerte en horca y la de baquetas en el ejército. 
En este tiempo se crearon colegios, conservatorios y talleres, se atendió al ornato 
de Madrid, que tanto lo necesitaba. Hizo derribar las manzanas de casas que, en 
unión del Jardín de la Priora, ocupaban el lugar donde está la plaza de Oriente; 
ensanchó las calles de Alcalá, del Arenal y otras, lo que se le pagaba con el mote 
del Rey Plazuelas. José I se disponía también a crear el Museo Nacional y a cons- 
truir el célebre palacio de Carlos V en la Alhambra. Por su iniciativa se colocaron 
en los teatros de Madrid los bustos de Lope de Vega, Calderón, Morete y Guillen de 
Castro, y dispuso abrir una información científica para buscar los restos de Cer- 
vantes, mandando colocar su estatua en la plaza de Alcalá de Henares. A él se debe 
la supresión de los enterramientos en las iglesias y la construcción de dos cemen- 
terios generales. Así se explica el que hombres verdaderamente liberales como 
Menéndez Valdés, Moratín, Silvela, Burgos, HernK>silla, Lista y otros abrazasen el 
partido de Bonaparte y que no fuese censurable la decisión del doctor Larra. Mas 
a pesar de todas las razones, para el buen D. Antonio Crispín, chapado a la antigua 
y ardiente patriota, aunque nacido en Portugal, y que había perdido al menor de 
sus hijos luchando con los franceses en la batalla de Cabezón, el acto de su hijo 
Mariano fué una ofensa grave, una deshonra. Cesó toda relación entre ellos; el 
niño oía a todas horas quejas y amenazas, pues el abuelo aseguraba que si su hijo 
se atrevía a presentarse delante de él sería capaz de matarlo. Esta exageración no 
debe extrañarnos, dado el fanatismo de la época. Baste recordar que los soldados 
franceses que intentaban socorrer a los hambrientos eran rechazados por ellos, y 
preferían morir a deberles nada. 



26 CARMEN DB BUROOa 

Llegaron en este estado los día» azarosos de revueltas, en tas que luchaban los 
intereses encontrados del padre y el abuelo de "Fígaro": lalea como la entrada de 
Lord Wellingthon en Madrid al frente del ejército anglohispanoporlugués, con los 
famosos guerrilleros el Empecinado, el Médico, el Abuelo y el Chaleco, que fueron 
recibidos con repiques de campanas, rezos y aclamaciones; pero cuando pare- 
cían haber triunfado tuvieron que huir de nuevo, 
y José I hizo BU triunfal entrada en Madrid. 

Al fln estas vicisitudes acabaron a principios del 
año 1813, a consecuencia de la mala suerte que se 
iniciaba para Napoleón, y los ejércitos imperiales 
abandonaron precipitadamente nuestra nación, no 
sin que el rey José tratase de llevar consigo el te- 
soro artfstico de los palacios e iglesias espafiolae, 
del que libró gran parte Wellingthon en la batalla 
da Vitoria. 

Comprometido el doctor Larra tuvo que huir, si- 
guiendo a los ejércitos franceses y llevando consi- 
go a su esposa y a su hijo. Por cierto que "Fígaro" 
niño hizo este viaje al mismo tiempo que otro niño 
francés, que había de ser también glorioso: Víctor 
Hugo, el hijo del general Hugo, comandante militar 
^j de Madrid, que habitaba con su familia en la calle 
de la Reina y hacía estudiar a su hijo en el Semi- 
nario de Nobles de esta corte. 
No debió ser muy doloroso para el niño "Fígaro" salir de la casa de sus abuelos 
y quedarse en un colegio de Burdeos, mientras el doctor Larra y Langelot viajaba 
por Berlín, Strasburgo, Viena y Leipzig para ir a establecerse en Parts. 

El amor de los niños tiene mucho de inconsciente e inconstante siempre. El pe- 
queño Larra lloraría mucho al dejar aquella casa, donde estaban los rincones ele- 
gidos para suS juegos y sus nacientes ensueños; pero no debió tardar en olvidarla. 
El régimen del colegio francés no era duro para él, que prefería un libro a un 
juguete. La sequedad de los internados se le hacía menos notable, porque aquella 
paz lo resarcía de las tempestades sufridas en el hogar, y la amistad de sus com- 
pañeros lo compensaba, con creces, de la ternura de su madre, que no debió ser mu- 
cha, dado el escaso papel que representa en la vida del hijo. Joven, recién casada, 
atenta a su marido, combatida por disgustos de familia, dofla Dolores Sánchez no 
se ocupó mucho de su hijo. Se ve en el poco lugar que ella ocupa luego en su 
vida. Debió ser la madre perfecta, a usanza de aquel tiempo, que supo hacerse res- 
petar y no se preocupó de ser amada, creyendo que el hijo ama por obligación. 

No se ve su inlluencia sobre "Fígaro" en su niñez ni en su juventud; la única 

carta — inédita-^que hay de ella está dirigida a su cuñado Eugenio, una vez quo 

tuvo necesidad de venir a Madrid, antes del casamiento de su hijo; está llena de 

quejas y rencores mal encubiertos y en todos sus detalles prueba un espíritu vulgar. 

Dice así: 

"Querido Eugenio: E! miércoles 30 por la mañana llegaré a esa; no quiero ir 
a ninguna fonda ni a casa de ningún pariente, pues era demasiada molestia, con 
más de 20 arrobas de equipaje; y así, te pido encarecidamente me busques un cuar- 
tito alto, bajo, chico o como le encuentres, si puede ser que no llegue a peseta, 
prefiriendo siempre que esté al sol a otras comodidades interiores, y su alquiler le 
lo abonaré al momento que nos veamos; procura que esté alguna persona a la 
puerta, núes ya sabes que exigen la casa o posada en la revisión de pasaportes o 



una razón de dónde he de ir a parar; yo creía poder contar con mi hijo para esto; 
pero, pues ni tiene dinero, ni casa, ni crédito, que es enteramente inútil para e^lo; 
en la misma calle de Toledo hay siempre cuartos, aunque sea muy abajo, y si no 
ea la de Atocha o donde te se proporcione; te suplico encarecidamente me hateas 
este favor, y es el primer paso que damos para sujetar al torito; mil abrazos a 
Micaela, y muy pronto tendrá el gusto de dároslos a los dos tu hermana, Dolores. 
"No aé dónde echaré ésta al correo, y asi, la escribo en Santa Elena el 23 por 
la noche." 



Qué influencia tenia el sentimiento patriótico sobre los corazones en aquel 
tiempo, lo demuestra que estando el doctor Larra admirablemente considerado en 
Parts, donde no le faltaban di- 
nero ni honores, puesto que 
había sido agraciado con la Or- 
den de San Luis y con la Or- 
den belga de Leopoldo de Bél- 
gica, se acogió a la amnistía 
que dio Femando Vil en 1818, 
y volvió a Madrid. 

Sabidas son las convulsiones 
que había sufrido España en 
ese tiempo. Qué poco duraron 
el entusiasmo y la alegría con 
que se había colocado la lápi- 
da de la Constitución en núes- > ' 
tra romántica Plaza Mayor. 
Todo el pueblo, sin excepción 
de edad ni sexo, trabajaba pa- 
ra habilitar el palacio de doíla 
María de Aragón, a fln de que ■ 
se trasladasen a él las prime- 
ras Cortes, que tenían sus tu- 
multuosas sesiones, llenas de 
insultos entre serviles y libe- 
rales, en el desmantelado tea- 
tro de Los Caños del Peral. 
Pero Fernando Vt! había flr- 
mado en Valencia el funesto 

decreto aboliendo la GonstitU- £l gran notar Iiidoro U&lqnes. 

ción, y dio comienzo la época 

vergonzosli de persecuciones a ios liberales, de abusos, de ceguedad, en que el pue- 
blo que gritaba ¡Vivan las cadenasl y se uncía para tirar del coche de Fernando Vil, 
hiao pedazos la lápida de ia Constitución y la arrastraron, dentro de un serón, por 
las calles de Madrid. En diversas prisiones estaban encerrados los más insignes 
adalides de la libertad y de la patria: Quintana, Moratín, Lista..., los nombres más 
gloriosos de su tiempo. 

Por fortuna, el matrimonio del Rey con la princesa de Portugal doña Isabel de 
Braganza suavizó algo este estado de cosas; influido por el amor, se ocupó de arre- 
glar los jardines, e] Museo del Prado, los edificios de instrucción y beneficencia y 
concedió que se publicaran, además de la Gaceta y el Diario de Madrid, dos perió- 



28 CARMEN DE BURGOS 



dicos literarios, La Minerva y La Crónica Científica y Literaria, Se abrieron en- 
tonces los teatros, y el perseguido Máiquez pudo dejar oir su voz, que de tal modo 
sonaba a clarín que incita a la libertad en obras liberales, que los guardias empu- 
ñaban las armas y ordenaban al actor que moderase el entusiasmo, a lo que se 
negaba siempre, entre los frenéticos aplausos de la multitud. 

Este era el estado de España 4i la vuelta del doctor I^rra, cuyo padre había 
muerto durante su ausencia, el 6 de Abril de 1815. 

^0 había influido en el doctor, como en su hijo, el ambiente de Francia. Aunque 
desinteresado, sapiente y apasionado de loe adelantos e investigaciones ciontífícas, 
su espíritu carecía do flexibilidad; era terco, duro, y el no haber logrado todo lo 
que esperaba le hacía desdeñar lo que tenía. 

A pesar de su historia de afrancesado, fué nombrado médico del infante don 
Francisco de Paula. Hay que advertir en honor de la verdad, que este puesto fué 
debido a su talento y a sus dotes extraordinarias. El dice en la siguiente carta 
inédita dirigida a su hermano D. Eugenio: 

""Al Sr. D. Eugenio de Larra, ensayador de la Gasa de la Moneda. 
Vive en la calle de la Lechuga, a la Imperial, núm. 3 nuevo, cuarto 2.» 

Madrid. 

Todos los gandes destinos que he tenido los he logrado sin pretenderlos, o los 
han pretendido por mí mis amigos sin saberlo yo. Si fui médico de cámara del in- 
fante D. Francisco de Paula, fué sin pretenderlo; me buscaron para asistir a Su 
Alteza: se curó: me propuso que le siguiera en sus viajes y lo acepté. Me despidió 
cuando le pareció bien; ni pretendí indemnización, ni pensión, ni nada. El mismo 
destino que obtengo en el día de médico titular de Navalcarnero, después de ha- 
bérmele birlado cuando lo pretendieron para mí, se me ha ofrecido sin pretenderlo 
cuando ya ni me acordaba de que había Navalcarneros en el mundo." 

i 

Indudablemente, "Fígaro", conocedor de la necesidad y del carácter de su pa- 
dre, fué el que solicitó para él este destino. Véase hi solicitud que encuentro hecha 
de su puño y letra: 

"Al M. I. Ayuntamiento de la Villa de Navalcarnero. 

M. L S. 

Don Mariano de Larra, doctor en Medicina, de edad de cincuenta años y de es- 
tado casado, habiendo leído el anuncio de V. S. de estar vacante la plaza de su 
médico titular, y deseando, si se le considera acreedor de ello, ocuparla, con el 
respeto debido expone a V. S.: 

Que después de haber hecho sus estudios en Valencia y concluidos en Madrid, 
fué por espacio de muchos años médico de los hospitales General y Pasión, de esta 
corte, hasta que circunstancias particulares le obligaron a salir para Francia, donde 
lo fué siete meses de los hospitales militares de Burdeos, y después del de Estras- 
burgo, en las fronteras de Alemania. 

De allí a poco recorrió, para perfeccionarse en los varios ramos del arte de 
curar, las mejores escuelas de la Europa, como Leipzig, Viena y Berlín, recorriendo 
al misofio tiempo los Países Bajos y la Holanda, regresando por último a París, 
donde ejerció por varios años su profesión. 

Allí estuvo hasta que el deseo de volver a su patria le hizo volver a España, 
en la que ha sido médico, de varios pueblos, como Corella, en Navarra; Gáceres, en 
Extremadura: Aranda de Duero, Torrejón de Ardoz, etc. 



P f G A n o 29 

otros méritos podría alegar especifl<>ándolos más minuciosamente si no temiese 
molestar la atención de V. S., y así, en atención a todo lo dicho, 

Suplica a V. S. se digne atender a sus deseos, concediéndole el logro de esa 
plaza, si se le considera acreedor, a lo que quedará eternamente agradecido. 

Madrid, 13, de Abril de 1827. 

De V. S. s. s. s., 

Por ausencia y orden del interesado, su hijo, Mariano de Larra.'' 

m 

£1 padre de Fígaro es un honobre enérgico, de ideas originales, bastante esc»§p- 
ticQ y desengañado, aunque se a ierra y se obstina en ser y parecer creyente. 

Creo útil, para comprender su influencia sobre el carácter de su hijo, dar aquí 
algunos fragmentos de cartas suyas inéditas que estaban en la caja de ''Fígaro". 

Hay en él un cansancio, un desprecio de todo, que se traduce en estos párrafos 
de una carta escrita a su nuera en 22 de Agosto 1839 : 

'\Estoy demasiado fastidiado del mundo y de todo lo que a otros divierte, por 
lo que hago ánimo de estarme encerrado en mi habitación todo el tiempo que du- 
ren los novillos y funciones de este pueblo. 

"Para mí no hay mayor placer que estar solo. No me gustan cumplimientos ni 
visitas, ni sujetarme a estar bien vestido en tiempo de calor que más vale estar en 
camisa, sin corbata y a la fresca, que estar abrasándose vivo y oyendo rebuznar o 
decir disparates en sociedad. 

"Más estimo yo una cartita tuya que todos los entretenimientos que tanto gus- 
tan a las gentes que llaman de gran tono. Los teatros me horrorizan. Los toros y 
novillos jamás me han gustado, porque me han parecido diversiones muy bárbaras 
y muy tontas. 

''Loa bailes no me parecen diversiones adecuadas a una edad como la mía. 

"Las reuniones de gente elegante y bien vestida me gustan al primer golpe de 
vista, como quien ve un cuadro bien pintado; pero al instante me cansan y fas- 
tidian. 

"La tranquilidad del espíritu que disfruta el que vive aislado enteramente y 
sin trato con nadie, me parece preferible a todos los placeres tumultuosos, que ja- 
más se disfrutan sin mezcla de grandes amarguras y de los mayores arrepenti- 
mientos." 

£n el mismo tono se expresa en otra, fecha 23 de Noviembre de 1838, dirigida 
a D. Eugenio pidiéndole un ejemplar de su libro "Tosicología": 

""Me he quedado sin el original, sin el manuscrito y sin ningún ejemplar de la 
traducción; tal es el caso que hago yo de todas esas cosas." 

En otra carta inédita dice : 

'*Te doy la más completa enhorabuena porque tienes tu título de Ensayador 
segundo extendido en papel sellado con el sello de ilustres; providencia muy bien 
entendida, porque ¿qué cosa más lustrosa que los metales y qué gente de más lus- 
tre que los que entienden en ellos?" 

Y en 21 de Julio de 1840 escribe: 

"A posar de que mi alma está tranquila y no reconoce enemigos, porque del 
Mundo no hago caso, ni él de mí; en el Demonio no creo; y la Carne no me tienta, 
conservo relaciones con personas de alto coturno, a quienes es preciso, por decencia 
y no parecer mal criado, escribir en papel flno, quisiera que me enviaras un poco 
papel azul de marca de Holanda, y fino, que sirviera para dos cosas: la primera, 
para escribir a los aristócratas, y la segunda, para cartas al extranjero, sin que 
abulten ni pesen." 



Carmen de buhóos 



Son en extremo curiosas sus ideas sobre Medicina, teniendo en cuenta que e^ 
uno de loa más célebres doctores de su tiempo, 
l.e esiTJbe a. su hermano Eugenio: 

"Siento muchísimo tu indisposieiún, y te aconsejo no hagas nada para ella; no 
llames a ningiln módico, porque los buenos no son conocidos ni tienen fama; los 
mejores que se Conocen en el mundo y que hacen mejores curas, son el doctor 
Tiempo, el doctor Paciencia y el doctor Dieta rigurosa; pero a esos médicos nadie 
los llama, porque no hay ningún enfermo que quiera pasar sin lomar alimentos ni 
medirinas. Los buenos médicos todos saben esta verdad; pero a ninguno le tiene 
cuenta el propalarla, porque se quedarían sin ofi- 
cio, y más quieren vivir matando quü morirse 
de hambre por no hacer mal a los demás. 

Esto no obstante, hay ciertos alimentos, que 
no son muy comunes y pueden pasar por medi- 
cinas, que no hacen demasiado daño y conservan 
entre los enfermos el prestigio de la medicina, 
que necesitan los médicos para no perder su sub- 
sistencia; tales son, por ejemplo, el agua r'.u 
agraz, la substancia de arroi, para las diarreas 
de varano, etc., etc. 

Si quieres que tu hermano -te pruebe prácti- 
camente que es cierta su doctrina, dejo todos mis 
enfermos y paso a asistirte, con tal de que quie- 
ras pasar sin hacer nada hasta que con el tiem- 
po y la paciencia logres tu restablecimiento." 

En otra, tratando de una indisposición de su 
nielo, añade; 

"Los pepinos no son específicos, ni los médi- 
cos creemos en cspecfUcos; pero los pepinos, co- 
mo los calabacines, las es 'arólas, las achicorias, 
la escorzonera, la )frama, la avena, la cebada, la 
lechuga; todos los ácidos, como son el de agraz, 
el de vinagre, el de limón, el nítrico, el sulfíirico, 
el acético, y las sales neutras, como la sal del 
sulfato de magnesia, y aun la sal del puchero, o 
sal marina o sulfato de sosa, lodos, todos son excelentes refrescos para templar y 
moderar el ardor de la sangre; pei'o el principal de todos es el agua, por dentro y 
por fuera, por lo cual le damos baños todos los días y agua natural a beber a todo 
pasto y a todas horas; encima de las comidas, antes de ella, a pocas o muchas ho- 
ras de haber comido y siempre que tiene sed, y lo pide, sin ninguna economía, 
método ni cuidado de que le haga daño. 

El hambre y la sed son leyes de la naturaleza, que nos dicen con imperio la ne- 
cesidad que tenemos de reponer nuestras pérdidas y diluir nuestros humores; y 
tan mal médico es aquel que niega el alimento y la bebida al enfermo que tiene 
sed y hambre, como el que obliga a tomar caldos y alimentos al enfermo que los 
repugna. 

Dentro de nuestro cuerpo tenemos un mediquito, que es ni instinto natural, que 
no? aconseja siempre lo que nos conviene, y.cl que no le escucha y obedece ea un 
tonto: y de eslns tontos es de los que hablan las Sagradas Escrituras, que son los 






FÍGARO 3i 

que mueren antes de tiempo por serlo, y nuestro proverbio nos dice : Aquí yace un 
español, que estando bueno quiso estar mejor.'' 

Mira a la muerte con serenidad de gran espíritu. Guando se siente grave de la 
grave enfermedad que padece, y que él denomina hepatirrea, sigue trabajando, vi- 
sitando a sus enfermos, y escribe a su hermano en 5 de Septiembre de 18i6 : 

""No padezco más que debilidad y flojedad, de modo que estoy contentísimo con 
esta enfermedad, que ni me quita el sueño, ni me causa dolores ni me perturba la 
mente. Me hago cargo de que es indispensable pagar el tributo a la Naturaleza, de 
que todo lo que nace muere y de que de viejo no puede nadie pasar más que a 
difunto; más vale morir a los sesenta y siete años, todavía servible y no ser mo- 
lesto a nadie, que llegar a una avanzada edad, sin poder ganar de comer y siendo' 
gravoso a los demás/' 

En Noviembre del mismo ^ño dice: 

"La muerte no debe intimidar a hombres como tú y yo, que sabemos de posi- 
tivo que es dejar de sentir, y, de consiguiente, la cosa menos sensible." 

Y en otra, escrita días después, añade: 

'^Me dices que has estado a ver a mi señora doña María Eugenia de Porlier, 
marquesa de Bajamar, y la has dicho el miserable estado de mi salud, que la habrá 
afectado lo muy bastante por muchos motivos, pero sin disputa el primero, por 
lo mucho que me estima hace ya más de treinta años. Dila, si la vuelves a ver, que 
siento tener que marcharme al reino de Jos Topos sin despedirme de su señoría; 
pero que no pierde nada en ello, pues estoy tan sumamente feo y descarnado, que 
causa horror el verme, y no me pesa, por lo tanto, economizarle ese mal rato." 

Con todos estos datos inéditos queda hecha la íigura, tosca y rígida, del padre 
de Fígaro. 



• • « 



Peor que el colegio francés le debió parecer a "Fígaro" el enorme y destarta- 
lado colegio de la Escuela Pía de San Antonio Abad, que regido por religiosos es- 
colapios estaba ya instalado en la calle de Hortaleza, donde ingresó como interno 
cuando contaba nueve años de edad. Allí era todo frío, formulista. Las aulas, in- 
mensas, dominadas todas por una galería corrida; los grandes dormitorios, el co- 
medor, capaz para más de 150 cubiertos, todo había de helar su espíritu. 

Sus descendientes han conocido y hablado con su maestro D. Eustaquio Tónico 
de Jesús y iMaría, que lo recordaba a través de los miles de alumnos que habían 
desfilado por el colegio y le llamaba Mi discípulo amado. Según él decía. Larra no 
era bullicioso; le molestaba la compañía de los condiscípulos; allí los había de 
todas las clases sociales, pues en diez reales diarios estaba comprendida la ense- 
ñanza y la pensión, y debían abundar mucho los de la edición barata que ve Larra 
en la humanidad. El prefería leer y estudiar en sus horas de recreo, o bien jugar 
al ajedrez con el hijo del conde de Robles. Su maestro decía que Larra tenía \ma 
gran idea de su dignidad y del respeto a sí mismo, por lo que evitaba todo lo que 
podía ser motivo de reprensión y cumplía estrictamente sus deberes. Era un hom- 
brecito, en vez de un niño; pero un hombrecito sencillo y bueno, de una gran na- 
turalidad, sin nada de pedantería, antítesis de ese niño que él ha retratado en su 
artículo "Don Cándido Buenafó o el camino de la gloria", donde combate la ridi- 
culez de los insoportables niños prodigios, que le hacen exclamar: "Los muchachos 
del ilustrado siglo XIX llegan a viejos sin haber sido nunca jóvenes." 

Larra no era entonces triste; tenía una alegría serena, propia de su distinción 



32 CARME» DE BURGOS 

espiritual que rechazaba lo grotesco y lo ruidoso. Los trabajos que híío en esU 
liempo, sobre todo en los días festivos que pasaba en su casa, lo que prueba que 
no debia estar muy distraído en ella, pueden considerarse más bien como ejerci- 
cios escolaies que como trabajos literarios. Estos trabajos o ejercicios fueron la 
traducción de varios pasajes de la ¡liada, apuntes de Gramática castellana y cua- 
dros sinópticos de la misma, los cuales no tardó en romper. 

Más tarde, Larra debió darse cuenta de lo perjudicial que son los estudios pre- 
maturos, porque a propósito de la educación de su único hijo varón. Luis Mariano, 
lo escribía a su padre,, para que evitase que fuese un fenómeno de inteligencia 
precoz, y decfa: "Cuiden ustedes mucho de 
mis hijos, en la inteligencia de que no deseo 
que sean fenómenos. Se me figura que todo 
desarrollo prematuro de la parte moral del 
hombre no puede hacerse sino a cosía de la 
parte física, y sobre todo me contento cod 
que mi hijo aea hombre grande; no ne:íe3Íto 
que sea un gran niño ni pienso enseñarle por 
dinero. Llénenlos ustedes de besos." 

Del aprovechamiento de Larra en las Es- 
cuelas Pías nos dan clara idea las certiltca- 
ciones que se conservan. 

Con pequeñas interrupciones siguió Larra 
sus estudios después do abandonar esto cen- 
tro. Lo vemos cursar un año en el Colegio 
Imperial de la Compañía de Jesús, y al mis- 
mo tiempo en la Real Sociedad Económica de 
Amigos del País. 

Decidido a seguir la carrera de leyes se 

matricula en la Universidad de Valladolid, 

Uaiigi, hija del iiotabiaj>íDtc)t,«ipo>a ^onde sólo cursó un año no completo, porque 

as D.* i««b8i da Lftn». en el mismo año 1825 lo vemos estudiar en 

los Reales estudios de San Isidro. 

Ha dicho Michelet que los niños que no son mimados en la infancia no saben roir. 

"Fígaro" no os lo que se llama un niño triste, pero su alegría es reflexiva y en 

su risa no hay carcajadas. Su sonrisa se ha de tornar pronto en irónica, casi en 

amarga; signo del pens:imiento más que de la alegría. 

Vemos en su biografía qué aprovechados fueron sus años de colegio. Hablaba 
el idioma de Racine lo mismo que i'l castellano, mezclando con gracioso balbuceo 
infantil los dos idiomas, como dice su tío D. Eugenio. No ha faltado quien quiera 
motejarlo diciendo que olvidó el idioma castellano. Si así fué hay que confesar 
que lo volvió a recordar bien pronto y bien hermosamente, porque en él tomó fle-- 
xibilidad, gracia, ductilidad, se amplió y se diversillcó de esa manera admirable 
que hace aparecer a sus escritos como un mosaico de palabras, en el que no se 
puede quitar ni cambiar ninguna, sin que quede un hueco imposible de cubrir. 
Es indudable que la literatura francesa infiltró en su espíritu mayor delicadeza, 
mayor suavidad de formas, una atenuación de nuestras rudezas y algo de alado, 
de ligero; de una libertad que se había perdido desde los tiempos clásicos, entre 
el formulismo de Lujan y el amaneramiento que nos legaba el siglo XVIII; ya 
afrancesado de suyo desde que sufría la dominación de los Borbones, pero sin que- 
rerlo parecer. Lo que se llamaba literatura española era completamente transpi- 
renaica, y la lucha política era sólo por mantener a un monarca francés en el tro- 
no, f-— ' tro monarca francés. .Así se dio el fenómeno de que "Fígaro", con un 



1 



FÍGARO 33 

— - - ■ ■ - 

espíritu más francés — lo que tratándose de aquel tiempo quiere decir más libre 
y más delicado, — fué un escritor más castizo que aquellos que lo motejaban de 
afrancesado. 

Larra hablaba el francés y tenia gran afición a este idioma, pero sin menos- 
cabo del español. Kara vez hace esa desdichada mezcla de ambos que acostumbran 
a hacer otros escritores, pero en sus cartas familiai'es usa locuciones francesas 
con írei^uencia, así como en sus apuntes íntimos, como vemos en las cuartillas 
iotograbadas y eu las cartas que publicamos. 

Tenía siempre Larra libros franceses eu su biblioteca, y lo escribía con tanta 
facilidad que en su carta inédita dirigida a Delgado, que insertamos más adelante, 
le diee: ""el francés fué mi primera lengua y esta rouille solo, como los goznes de 
una puerta, el uso me vuelve a poner corriente''. Entre sus papeles inéditos hay 
gran número de descripciones oe España y de artículos escritos en correcto fran- 
cés, de los cuales hemos traducido los dos que aparecen en este libro: "^La mujer 
y su guitarra", el "Cartujo", y unas confesiones íntimas que quizás pensó que 
no vería nadie janeas. 

Don Benito Pérez Galdós no hace más que repetir una vulgaridad y cometer 
una injusticia cuando dice: '*era un muchacho que hacía muy malos versos y no 
muy buena prosa, casi abogado, casi empleado, casi médico, que había empezado 
varias carreras sin concluir ninguna. Sabía lenguas extranjeras y en tan corta 
edad había pasado de una infancia alegre a una juventud taciturna'*. lOh, el poder 
del tópico! 

Mesonero Romanos dice en sus "" Memorias de un setentón" que Larra estudiaba 
medicina, expresándose en esta.ferma "^yo mismo lo presenté a Cortina a fin de 
que lo recomendase al Rey para que fuese nombrado individuo de una Comisión 
facultativa que había de ir a Viena a estudiar el cólera, y que en algunos folletos 
y poesías sueltas revelaba ya la travesura de aquel feliz ingenio que tan alto había 
de colocar en adelante el pseudónimo de Tigaro". 

No cabe dudar de este testimonio de Mesonero que asegura haber presentado 
él mismo al joven Larra como estudiante de medicina^ y que repite esto al hablar 
de la mala situación que los acontecimientos políticos creaban a los escritores di- 
ciendo que Gil y Zarate ganó una cátedra de francés en un consulado, Eapron- 
ceda era Guardia de €orps, Escosura alférez de Artillería, Alonso pasante del cé- 
lebre jurisconsulto Cambronero, y "Larra cursaba Medicina"; pero lo cierto es que 
no existe dato alguno que lo compruebe, ni ninguna certificación de estudios entre 
las que tengo a la vista, a pesar de haberlas guardado todas cuidadosamente su 
familia. Lo que hay de cierto es que en el año 1826, a los diez y siete de su edad 
abandonó "Fígaro" los estudios y poco después un destino del Estado que amigos 
de su padre le habían proporcionado, y que él no se resignó a desempeñar, para 
vivir sólo de su pluma, a pesar de que, según Mesonero, los únicos escritores que 
vivían de su trabajo literario eran Bretón y Vega, "que fiaban en su solo ingenio, 
dedicando al teatro, la satisfacción de sus apremiantes necesidades." 

Resulta que más de la mitad de su vida la empleó Larra en sus estudios, los 
cuales empezó a edad demasiado temprana. Veo en estos certificados que ha cur- 
sado con aprovechamiento Gramática castellana y latina, Retórica, Poesía castellana 
y latina, ritos romanos, Mitología, Matemáticas puras, Taquigrafía, Economía po- 
lítica, Metafísica y Física experimental, Griego y Lógica. Todo esto en diferentes 
centros, los más famosos de entonces, con los mejores maestros y con la afición y 
aprovechamiento propios de su talento. Además de esto, Larra estaba educado en 
Franela, más adelantada que España; poseía el francés, que le permitía leer todas 
las obras maestras de la literatura mundial, las cuales apenas se traducían entonces 
al español. 



34 , CARMEN DE BUHÓOS 

Añádase a esto su afición a la lectura, su pasión por la literatura, sus viajes por 
los países más adelantados de Europa: Inglaterra, Francia, Bélgica, Portugal; su 
trato con los hombres más eminentes de todos ellos; sus relaciones, que le hacían 
frecuentar los salones más arÍ«toc rálleos, y se podrá tener una idea de la enorme 
cultura de "Fígaro". 

So le ha motejado, sin embargo, de no ser un erudito. No se ha pensado en la 
erudiriún verdadera, profunda, digerida, que lo capacita para escribir tan gran- 
diosamente crítica literaria y critica social. Esa cultura, escondida bajo la gracia 
alada de su ingenio, que no se hace pesante, que no va llena de citas — tan en boga 
en este tiempo—ni de fiínsados datos y cifras, se escapa a muchos. ■ 

"Fígaro" no es pedanle; es sencillo, rotundo, sobrio. Precisamente en sus pri- 
meros escritos, algunos de ios cuales se publican ahora y nos completan su figura, 
está aún tocado de la pequeña vanidad de escolar; esUn ai'm recientes sus estudios 
de humanidades; mezcla cilas de Horacio y alardea de conocimientos que estropean 
el conjunto, algo débil aún. Es luego, cuando so separa de todo eso, cuando no 
piensa en su saber, porque chorrea y se esparce de toda su obra, cuando avanza 
libre del fardo escolar y de las rutinarias citas, cuando apare; o Fígaro, ¡Figarol 
¡La personalidad suya, la nueva, la que se ha formado i?l mismo, la que os como 
el comien/o de una nueva dinastía fronte a los orígenes ya muertos' 



III 



AMARGURA INICIAL 



Lo que se ha llamado primeras producciones de Larra yo no las considero más 
que como ejercicios escolares, emprendidos a impulso de la vocación literaria que 
en él existía. , 

Ejercicios de escolar, no más que ejercicios, son las traducciones de algunos 
fragmentos de la ''Iliada*", de una parte del ''Mentor de la Juventud "^ y del borra- 
dor de un "Compendio de Gramática 'Castellana'' con un "Cuadro sinóptico" de 
ella. La prueba es que Larra mismo rompió al poco tiempo sus trabajos. 

Lo mismo pueden considerarse los dos cuadernos de "Geografía Historial Espa- 
ñola", de unas trescientas hojas, escritas en verso, con la descripción de lugares, 
tipos y monumentos. Este trabajo no se llegó a imprimir y ha estado en poder de 
su familia hasta hace poco tiempo, que se ha extraviado. No creo que sea de sentir 
su pérdida, porque se comprende que "Fígaro" no pensó nunca en imprimirla y 
que la consideró como una obra de muchacho. 

Sabemos que en 1822 tuvo Larra que suspender sus estudios para ir con sus 
padres a Corella, donde permaneció cerca de un año. Mucho debió de influir en el 
joven de trece años la estancia en el pequeño y apacible pueblo de Navarra, en 
medio de ese ambiente de. severidad de sus campos y de sus montañas. El pueble- 
cito está a orillas del Alama, y allí soñaba el niño con un libro en la mano o es- 
cribía esas primeras cuartillas que rompemos u ocultamos después llenos de rubor, 
porque son todas ellas confesiones íntimas del alma, cuando aún no se tiene la 
pericia literaria ni el dominio que hace quedar impersonal en la obra. 

Sobre todo dedicaba su tiempo a la lectura. De noche, a la escasa luz del candil 
de aceite, cuando todos estaban acostados, él leía con avidez cuanto llegaba a sus 
manos. Su madre tenía que hacer grandes esfuerzos para obligarlo a dejar la lec- 
tura y acostarse. No se debe buscar en esas lecturas una influencia demasiado de- 
cisiva; casi aunea lo son, para el credo artístico, las influencias que se sufren en la 
primera época, a no ser para los cerebros débiles que se resquebrajan como frá- 
giles vasijas de barro. Los fuertes resisten la temperatura, y más tarde admiten, 
rechazan, seleccionan, examinan y critican sus impresiones con absoluta libertad. 

Ya preparado el espíritu de "Fígaro" por la lectura y el estudio, debió servirle 
mucho para formar su personalidad aquel reposo frente a la naturaleza, en la so- 
ledad, que le permitía buscar su propia alma. "Fígaro" entonces no era triste ni 
escéptico; aún no se presentaban en su carácter rasgos que pudiesen alarmar ni 
que revelasen descontento de la vida. Este año de placidez y de reposo en Corella 
es de los más felices de la existencia de "Fígaro". Al año siguiente vuelve a Madrid y 
se matricula en el Colegio Imperial de la Compañía de Jesús, donde comenzó el 



36 CARMEN DB BURGOS 



estudio de las matemáticas en Octubre de 1823, fuuesto año que debió hacer pro- 
funda impresión en su espíritu. 

Desde la vuelta de Larra a España las convulsiones políticas habían estado un 
tanto atenuadas. A la muerte de la reina doña Isabel, Fernando se había casado 
con doña Amelia de Sajonia, de la que no tuvo sucesión y que no influyó para nada 
en su vida, porque la pobre señora, apocada y devota, esparcía en malos versos su 
sentimentalismo y no se ocupaba para nada de la nación. Se decía que no reía 
nunca, y la sola vez que se la vio reir fué representando Guzmán en el teatro del 
Príncipe, por lo que complacido el Rey dijo al actor que le pidiese una gracia, y 
éste se contentó con el primer puesto de expendedor de lunetas que quedase va- 
cante. La reina no pensaba' más que en rogar al cieb y en consultar doctores para 
dar sucesión al Trono, como se ve en esta poesía : 

AL SANTÍSIMO CRISTO DEL PRAIX) 

No el buscar una salud 
Que Dios nunca me ha negado; 
Otros ílnes me han guiado 

De esta fuente a la virtud. 

Busco en mi solicitud 
La pública conveniencia; 
Sigo a una probada esencia 
Y cumplo con mi deber. 
Por mí no quedó que hacer; 
Obre Dios con su clemencia. 

£1 descontento que reinaba en España era grande y sordo; la aristocracia no 
tenía influencia, los nobles estaban reducidos a ser criados de Palacio, y él ejér- 
cito, mal pagado y mal tratado por su Rey, que según frase feliz de un historiador 
"* habiendo derramado tanta sangre, jamás había oído un tiro". (Se cuenta la anéc- 
dota de que el general Castaños se presentó al Rey vestido de verano en Diciembre, 
y le explicó esta rareza diciéndole: "Señor, es que acabo de cobrar la paga de 
Junio.*") La Marina casi no existía, pues los barcos que se habían encargado a 
Rusia resultaban podridos e inútiles. La enseñanza se limitaba a ser una función 
meoánica — ^ya se conoce la frase: "lejos de nosotros la funesta manía de pensar'' — , 
estaba en manos de Jesuítas y Dominicos, y la oficial conllada a los profesores más 
retrógrados. 

Tales excesos, sobre todo el descontento del ejército, dieron por resultado la 
sublevación de los regimientos reunidos en Qádiz para ir a Ultramar, los cuales 
proclamaron la Constitución. 

Esta chispa, que se extendió como voraz incendio por toda la Península, apenas 
se sintió en Madrid; La Gaceta callaba, las gentes se comunicaban las noticias en 
voz baja; pero Fernando, bien informado, cobarde como siempre, ledió a la im- 
posición de la fuerza aparentando ceder al convenííimiento y juró la Constitución 
entre el ingenuo entusiasmo del pueblo engañado por sus palabras: "Marchemos 
francamente todos, y yo el primero, por el camino de la Constitución." 

Todas las reacciones están en razón directa de la opresión. Así, el estallido 
de entusiasmo por la libertad en aquellos días es conmovedor. El derecho de reunión 
y de libre emisión del pensamiento que la Constitución concedía se aprovechaba 
con avidez. En el café Lorencini, situado en la Puerta del Soí, en el lugar en donde 
se ha abierto la calle de Espoz y Mina, había un elegante saloncito y un patio cu- 
bierto por cristales, y de ellos se apoderaron los liberales para hacer tribuna pú- 



blica, perorando subidos en mesas y sillaB. AIK nació la bien pronto disuelta "So- 
ciedad Patriótica de Amigos de la Libertad", y lo mismo sucedía en todos los de- 
más establecimientos de este género. En el caft^ cantante de la calle de Caballero 
de Gracia resonaban las apasionadas notas del -Himno dR Riego", que habían aca- 
llado todas las demás canciones. En la Carrera de San Jerónimo, en La Fontana 



recio ante ellas leyendo, pausada y gravemente. 
el discurso que para tal solemnidad le habla escrito .Arguelles. 

La lucha empezó en la Prensa, El Universal era órgano de los moderados, y a 
su lado estaban £1 Imparcial y Bl Censor. Los exaltados tenían su órgano oñcial en 
El Espectador, y los seguía una brillante pléyade: La Aurora, La Ley, El Cons- 
titucional, La Libertad, El Sol, El Correo Liberal, El Independiente y otros muchos. 
No fallaban los satíricos, como La Cotorrita, La Tercerola y el tristemente célebre* 
El Zurriago, modelo de libelo lleno de grosería. 

El espíritu leal del pueblo no tardó en manifestarse, y el Rey fué públicamente 
insultado en la calle, cantándole el Lairón y el Trágala. 



38 CARMEN DE BURGOS 



'No era Fernando Vil hombre de sufrir esto, y al comparecer ante las Cortes 
de 1821 formuló su queja de un modo agrio y se retiró del Parlamento, dejando 
sorprendidos a Arguelles y a sus demás ministros. Peor aún fué el año siguiente, 
en el cual Fernando no quiso asistir a la apertura de Cortes; bien es verdad que 
era Riego diputado y que Fernando odiaba mortalmente al caudillo de Cabezas de 
San Juan; no le perdonaba su obra liberal, y estaba celosísimo de su popularidad y 
de los agasajos que recientemente le había prodigado la nación entera. 

A la sombra de estas desavenencias provocadas por el Rey, los absolutistas des- 
plegaban su bandera. Los feotas — ^partidarios de la fe — mantenían la guerra en las 
provincias del Norte y Cataluña frente a la liberal Andalucía. En este estado, la 
guardia de Palacio proclamó de nuevo a Fernando monarca absoluto con el apoyo 
de los representantes de Austria, Prusia, Rusia y Francia. 

¡Qué hermoso ejemplo dio entonces Madrid I iQué entusiasmo del pueblo, de la 
clase media, de la aristocracia, de todos unidos para alistarse en las milicias na- 
cionales y defender la libertad! Pero sabido es cómo, con la intervención de los Cíen 
mil hijos de San Luis, venció el traidor Fernando VII y cómo sucumbieron Riego 
y sus amigos. Este fué el año del regreso de Larra de Corella; coincidió con la 
amargura del vencimiento de los liberales, con el triunfal y vergonzoso recibi- 
miento que se hizo al Rey, con el comienzo dfe aquel período de fanatismo y de 
crímenes, que siguió hasta la muerte de doña Amelia, el casamiento de Femando VII 
con doña 'María Cristina y el nacimiento de doña Isabel II. Este tiempo, desdichado 
de opresión, fué la última época de los estudios y de la adolescencia de Larra. Se 
había hecho enmudecer la voz del pueblo, se habían apagado los ecos de todas las 
MarseUesas improvisadas que le subían del corazón a los labios; cantares que tanta 
parte tuvieron en ese período heroico. Los ingenios estaban también amordazados; 
Arriaza era el poeta oficial, esa desdichada casta de poetas que no ha terminado 
aún. En casi todas las Cortes de Europa, los soberanos, caricaturizando a los Me- 
diéis, tenían poetas a sueldo, especie de bufones distinguidos. Era moda ser Mece- 
nas, y de aquí la escuela de poetas asalariados que se extiende por todas partes. 
"Callados los ruiseñores, graznan los gansos", y se produce el infernal aque- 
larre de versificadores que llenan las columnas de La Gaceta y El Diario de Madrid. 
El pontífice de todos ellos es sin disputa el librero Rabadán, que cantaba todas las 
gracias del monarca. Es tan sumamente ridículo, que haría reir si no causase pena 
ver tanta decadencia. Véase el terceto final de uno de sus sonetos: 

iNeptúno, Thetis, Céfiro y Favonio, 
Eterno mostrarán llanto abundante, 
Pues... falleció... el infante Don Antonio! 

O bien este otro soneto : 

A LOS SANTOS REYES 

{Soneto pastoril,) 

Bien venido seas, ¡oh, Reyes santos!; 
Pronto la vuelta dais de ver al niño, 
Que hallaríais más limpio que un armiño 
Entre pastores y sencillos cantos. 

De regocijo romperíais en llantos 
Al mirar en Belén el pobre aliño 
De María y José su gran cariño 
0$ tendría a los tres como en encaníbs. 



Supuesto que sabéis lo que allf pasa 
Y que en la tierra y cielo está mandando 
Manolito Jesúa..., pedid sin tasa 

Que por tjjpaña siga percurando. 
Pues que Ipnemoa ya dentro de casa 
Al mayoral virtuoso, lel gran Fernando! 

Lo más sabroso son las notas que iban al pie del soneto: Primera. "Armiño es un 
animalilo semejante a la comadreja y conejo, según loa naturalistas Olao Magno, 
Agrícola, con Plinio y hu famnso traductor Huerta. Los hay de cuatro clases, pero 
los más célebres son blancos lo mismo que la nieve; para razarlos ponen circos de 
lodo; y son lan limpios, que se dejan coger a mano por no ensuciarse; y así son 
símbolo de la pureza. Segunda. Percurando. 
Voz rústica puesta de intento, que equivale 
a protegiendo y prosjierando." 

¡E)elicioso el buen D. Diego Rabadán! 

Es necesario tener en cuenta todo esto pa- 
ra las deducciones que nos veremos obligados 
a sacar de la personalidad de Larra. 

Ee en esta época cuando hay una transfor- 
mación en su vida. En su alma juvenil debía 
existir el pesar de la injusticia, el sentimien- 
to de tristeza que produce el dolor ajeno; 
lecturas y estudios habían exaltado su tem- 
peramento noble y digno, pues ya sabemnn 
por la referencia de «u maeslro D. Eustaquio 
"Tónico qué gran concepto tenía de su dignidad. 
Afligido e indignado, deja Larra Madrid y 
va a Valladolid. donde estaban sus padres; 
allí se matricula en la Universidad para se- 
guir la carrera de leyes; su edad ea entonces 
la de diez y seis años, y su alma se abre por 

vez primera al amor en la romántica y libe- d. DUgo lUbkdtii. 

ral ciudad de Castilla. 

Don Emilio Cotarelo, en el brillante prólogo escrito, después de conocer y es- 
tudiar toda la bibliografía de Larra, para la biblioteca Posfígaro, se queja con 
razón de cómo se ha admitido sin discusión todo lo escrito por Cortés en la bio- 
grafía de Larra. Puntos oscuros hay en ella, como el del hondo posar que lo aco- 
metió en Valladolid "por un suceso misterioso", del que nadie se ha atrevido a 
hablar, como nadie se atrevió a escribir el nombre de la dama que lo condujo a la 
desesperación. Rara aclarar esto he recurrido a la tradición oral, aún fresca y re- 
ciente, puesto que vive la generación que ha escuchado de hoca de loa que conocie- 
ron a "Fígaro" los relatos íntimos, a ella he de acudir más de una vez. 

Pero antes demos una ojeada a los biógrafos; todos repiten los mismos 
conceptos. Son demasiado vulgares para tenerlos en cuenta tratándose de "Fí- 
garo". 

Cortés dice: "Cuál fué el carácter del acontecimiento que vino a interponerse 
en su vida y le apartó de la senda pacíñca y normal que había seguido hasta en- 
tonces, es cosa que ignoramos por nuestra parte y nos es así imposible revelar a 
nuestros lectores. Este acontecimiento misterioso parece, sin embargo, muy cierto, 
y ejerció una gran influencia sobre el porvenir de Larra. Su carácter se alteró 
completamente: de niño, estudioso y amante del saber, pero confiado, vivo y alegre 



40 CARMEN DE BURGOS 



como SU edad requería, se hizo sospechoso, triste y reflexivo, como si fuera un 
hombre hecho." 

Ferrer del Río, en su Galería de la Literatura Española no hace más que seguir 
esta versión. Además, Ferrer del Río no puede comprender a Larra, él, que es la 
vulgaridad misma. Dice: 

"Calculamos nosotros que a los diez y seis años, toda la desventura que puede 
oprimir a un muchacho, no falto de medios de subsistencia" — encantadora excep- 
ción — , "se reduce a llorar el desdén, la inconstancia o el desvío de una hermosa, 
objeto de sus primeros amores. " En la Galería, de Pastor Díaz y Cárdenas, se dice : 
"Sospechamos que fuese alguna desgracia de familia; algún quebranto en la for- 
tuna de sus padres." 

De los demás biógrafos, no digamos nada; algunos aprovechan la ocasión para ' 
hacer un sermón de moral sobre la religión, la fe y la educación, sin salir de luga- 
res comunes. 

Recurro a la prima hermana de "Fígaro". Doña Pepita duda y responde: 
— -Mi padre me habló de eso varias veces; le había impresionado profundamente 
ver llorar a "Fígaro" con desconsuelo; decía que era la primera vez que lo 
vio llorar. 

— ^6 Y era por amores? 

— ^Amores y algo más. Ya todos han muerto, y yo creo un deber no negar la verdad 
que se busca. íMariano José se enamoró en Valladolid de una señorita, mucho ma- 
yor que él, muy guaípa y muy coqueta, que se gozaba en despertar la pasión del 
joven. El la creía pura, la adornaba de todas las virtudes...; pero... un día súbita- 
mente se le reveló la verdad. Su amada era la amante de su propio padre, D. Ma- 
riano de Larra... 

Hay un silencio, durante el cual yo me explico lo que había parecido tan os- 
curo, y sobre todo me explico el silencio del biógrafo que escribió estando aún 
vivo el padre de "Fígaro" y reciente la desgracia. 

¡Pobre Larra! Aquella explosión de dolor suyo que rompe en lágrimas que no 
sabe ocultar, es la prueba más elocuente de su alma sencilla y noble. No supone 
este hecho la pérdida de un amor, sino la pérdida de la ilusión, de la confianza. 
Hallábase cara a cara de la traición, de la mentira, del engaño. A su decepción va 
unida la tristeza de contemplar la figu^^a del padre convertido en rival suyo, trai- 
cionando a su madre, faltando a deberes que en su inocencia debían parecerle más 
rigurosos. Los hijos no son comprensivos con las pasiones de los padres, porque 
no los ven nunca en ese aspecto pasional. 

No es dado dudar de la confidencia hecha por D. Eugenio a su familia, puesto 
que ningún interés tenía en decir una impostura, tratándose de un hermano al 
que amaba y al que consolaba en su vejez con sus cartas. Pero debieron impresio- 
nar demasiado al buen D. Eugenio, que cuidó de los hijos de ^Fígaro" paternal- 
mente, aquellas lágrimas amargas- de "Fígaro", que habían de dejar en su alma 
un surco de desconsuelo, de tristeza, de desconfianza. 

Se ve que era imposible que en aquellas circunstancias siguieran viviendo jun- 
tos el padre y el hijo; por eso "Fígaro" traslada su matrícula a Valencia; pero 
está poco tiempo en aquella ciudad y vuelve a Madrid, donde le habían propor- 
cionado un destino. 

Sólo así se comprende ya su prematura emancipación de sus padres; se hace 
demasiado pronto dueño de su vida, y comienza a luchar solo, valientemente, por- 
que rechaza su destino y confía a su pluma, a su trabajo, a su talento, el cuidado 
de atender a su sostenimiento. "Se hizo literato", como dice, con más gracia de 
la que él supuso, el bueno de Cortés. 

Considérese que no tendría razón la separación de "Fígaro" de su familia por- 



que el joven tuviese que llorar un desengaño amoroso, vulgar y sin importancia. 

£e de creer que aquel amor no dejó huellas y se borró pronto del corazón de 
"Fígaro", que nos ha dicho ?u lío que eni "bastante enamorado". Otra beldad, con 
su amor fácil, debió consolarlo. Lo que quedó en su corazón despui^s de aquella 
desventura fué la tristeza de un desengaño que no pudó borrar nunca, en su sole- 
dad moml, en su alejamiento de la familia y de las gentes que lo rodeaban y nue 
estaban tan distantes de su espíritu. 

T.os amigos que hubieran podido comprenderlo se hallaban todos desterrados 
o presos. Los jóvenes de talento que se reunían en la Academia del Uirto y seguían 
siendo discípulos de £>i3ta, habían fundado la Sociedad de los yumantinos, la cual 
tenía su domicilio en la calle de Hortaleza. Llenos de ardor revolucionario, de en- 
tusiasmo por la libertad, deseaban cerciorarse por medio de duras pruebas de que 
los adeptos que admitían eran dignna 
de figurar entre ellos, y anf, para la 
iniciación tenían ritos secretos a los que 
sometían a los neófitos. Esto, unido a 
las vibrantes propagandas de los !Vu- 
manNnoB, entre los que sobresalían 
Ventura de la Vega y Espronceda, tan 
liberal y entusiasta, que no podía ho- 
rrar de su alma el haber visto al insig- 
ne Riego arrastrado en un serón por 
las calles e insultado por el populacho, 
dieron lugar a que el Gobierno tomase 
en serio sus chiquilladas y disolviese, 
con todo el rigor propio de la época la 
Sociedad, encarcelando y desterrando a 
sus miembros, que !o hubieran pasado 
peor sin la intervención de Cea Ber- 
múdez, pariente de Vega. 

Que no guarda "Fígaro" rencor a sus 
padres, lo demuestra la siguiente dedi- 
catoria de BU primera oda: 
"A mis muy amados padres. 

Muchos hombres no son deudores a los que les' dieron la vida sino de una exis- 
tencia, sobre la cual tal vez debieron llorar; felizmente, yo no me encuentro en este 
número, y la vida es acaeo el más pequeño de ios dones que os debí: inútil y a 
más gravosa me hubiera sido aquélla sin éstos; el amor a mi patria es de los pri- 
meros que me habéis comunicado; por lo tanto creí mi deber, cuando el amor a la 
patria me arrancó en un momento de entusiasmo algunos sonidos de la lira que 
tímido pulsé, acordarme de aquellas dos personas a quienes debo ¡os sentimientos 
que la profeso. Otros mendigan la sombra de los potentados; yo no me contento con 
tan poco: busco la de la virtud, y ésta me basta. En vuestro regazo aprendí a que- 
rerla y tal vez a profesarla; en ella nació en mí el amor a mi suelo; justo es que 
recojáis las primicias de un fruto que habéis sembrado y que habéis visto nacer, 
cuando un mismo techo hacía de tres voluntades una sola. Recibid, pues, lo que 
de justicia os deben mi agradecimiento y mi inextinguible cariño, inseparables de 
aquella sensibilidad de que me prerio, que tan bien habéis sabido arraigar en mi 
corazón, y que estimo es el mayor de los bienes que podéis dejar a V. H, Mariano 
José de Larra." 

Es en verdad esta dedicatoria más conceptuosa y rebuscada que espontánea y 
llena de cariño; pero demuestra que Larra no guardó enojo contra su padre por 



D. Alberto Liit 



42 CARMEN DS BURGOS 

aquel incidente de Valladolid, aunque no pudiera borrar el Bentímienlo que dejó 
en flu espíritu, y did tristes frutos después. Vemos que vuelve a ser alegre, que 
se divierte con sus amigos, acude a sus tertulias, trabaja, lucha, se enamora y se 
casa al cumplir bus veinte años. Este hecho misterioso de Valladolid fué su bau- 
tismo en los dolores de hixnbre, el que marca el paso de su adolescencia a su pre- 
matura madurez. 



IV 



VIVIENDO 



Triste es el momento en que florece la juventud de Larra. Apenas emancipado 
de la patria potestad, decidido a ganar la vida con su ingenio, a fundar él su nom- 
bre y su porvenir, empieza la publicación de un periódico satírico, El Duende (del 
que nos ocuparemos oportunamente), y lucha esgrimiendo las primeras armas li- 
terarias en sus versos, en sus artículos y en sus tímidos ensayos teatrales. 

'Estamos en la época que se conoce con el nombre de Carlomarditia, aunque ya 
era su segundo período, en el que, abatido el pueblo, el Gobierno disfrutaba de una 
vergonzosa inacción, sin deponer por eso su crueldad y su odio a todo lo que fuese 
libertad, cultura y progreso. Ocupados los empleos y las cátedras por todo lo más 
fanático del bando absolutista, se formó por primera vez bajo este régimen, gra- 
cias a Ballesteros, que era ministro de Hacienda, la primera Exposición pública de 
la Industria Española, para la que sólo tuvo el Rey, al visitarla, las célebres pala- 
bras "¡Esto son cosas dé mujeres", y a la que "Fígaro" dedicó sus primeros versos. 
A pesar de las esperanzas que había hecho concebir el matrimonio de Fernan- 
do VII con Cristina, seguía la persecución a los liberales y el abuso del despotismo. 

El cuadro que ofrecía España era bien triste. El Estado sufría una miserable 
penuria, y se comprometía cada vez más en empréstitos ruinosos; la miseria era 
general; los buques se pudrían en los astilleros, y la Industria y la Agricultura es- 
taban completamente arruinadas. 

La moralidad privada corría parejas con la pública. Todos trataban de burlar 
la ley y nadie cumplía sus compromisos; los nobles evitaban pagar sus deudas va- 
liéndose de las reales cédulas de moratorias, y los pobres se excusaban audazmente 
con su propia situación: "El que no tiene, el Rey lo hace libre." José María el 
Tempranillo, Jliime el Barbudo y los Siete Niños de Ecija sembraban el terror en 
los caminos. En Madrid, cuenta Mesonero que se robaba a los transeúntes y que se 
dio el caso de arrebatar violentamente a las mujeres del lado de sus maridos. 

Cerradas las Universidades, prohibida la entrada de los diarios extranjeros, la 
juventud estaba constreñida a un círculo estrecho, que no permitía su desenvolvi- 
miento; de una religiosidad hipócrita, cínica en el fondo, presa de un escepticismo 
cerebral, se ocupaba sólo de pequeneces y vaciediades. 

Así, los espíritus que no se aniquilaron, los escritores, los jóvenes llenos de 
aliento y de aspiraciones, trataban de escapar a la iniluencia de aquel medio am- 
biente asfixiante, y se reunían para poder comunicarse sus proyectos y sus espe- 
ranzas. 

Ya es sabido el fin que tuvo poco antes aquella entusiasta secta de los Numan- 
Unos, que tan cara pudo costar a Vega y a Espronceda. Este, a consecuencia de una 



44 CARMEN DE BURGOS 

poesía que desagradó a los reacciixiarios, había perdido su empleo 'de Guardia de 
Corps y estaba desterrado de la corte. 

En tal situación el simpático Olózaga fundó en su casa, calle de Preciados, nú- 
mero 7, un Círculo, que tenía un matiz burlesco de Sociedad secreta, y celebraban 
reuniones en las que se acordaban comidas, paseos y festejos; se pronunciaban dis- 
cursos inofensivos y babfa grandes solemnidades cómicas para admitir socios. 

Parodiando a otras Sociedades, vendaban los ojos al neófito, le hacían 
dar grandes paseos en la misma habilación, salvando obstáculos que ponían a su 
paso; le amenazaban con puñales para probar su valor, y le exigían juramentos 
severos. Después de todo aquello 
quedaban admitidos en la Pode- 
rosa Orden de Caballeros de la 
Cuchara, se les extendía el titulo 
y se les agraciaba con las insig- 
nias correspondientes, que lucían 
todos en el banquete o flesta da- 
do para celebrar su admisión. 

Pero en aquel tiempo alarmaba 
todo y aquellas reuniones cómi- 
co-burlescas llegaron a inquietar 
a la estúpida y odiosa Policía, que 
prendió a Iznardi y a Olózaga y 
bubtcra preso a Mesonero, T-arra, 
Alonso y demás amigos, si Olóza- 
ga, advertido a tiempo, no hubie- 
ra roto la lista denombres y he- 
dió desaparecer aquellas actas 
burlescas, con las que se dester- 
nillaban de risa. Sabida es la fuga 
audaz de Olózaga de la cárcel de 
la villa derramando un puñado de 
onzas, al mismo tiempo que em- 
puñaba un arma y encerraba a 
sus propios carceleros, sorpren- 
D. Ssinstiana oidikB». didos, exclamando; "Onzas y 

muertes reparto." 
Aquella necesidad de reunirse hizo fundar en el café de! Príncipe el célebre 
farnaíiUo, que tan gran influencia tuvo sobre la cultura de su tiempo. 

El café del Príncipe, llamado así por su proximidad al teatro de este nombre, 
con el que no tenía ni siquiera comunicación, ocupaba el lugar que ocupa hoy la 
Contaduría del teatro Español. 

Había en Madrid cafés más grandes y confortables que éste, como el de Sólito, 
de la Aduana, Dos Amigos, La Estrella, El Buen Gusto, e! café de Europa, en la 
calle del Arenal; el de Venecia, en la esquina de la calle del Prado, y el de More- 
nillo, en la misma plaza de Santa Ana. El café del Príncipe nos lo pintan los escri- 
tores de su época como uno de los más pobres y Iristes. Larra mismo dice en El 
fobrecito Hablador: "El reducido, puerco y opaco café del Príncipe". Iluminado 
por una lámpara de candilones pendiente del centro y media docena de qutnquéts 
distribuidos en las paredes, desnudas y no muy limpias, no tenía más mobiliario 
que una docena de mesas de pino pintadas de color de chocolate y unas cuantas 
docenas de sillas. En el hueco de la escalera se había colocado un mezquino apa- 
rador, cerca del que liabía dos mesas, que ocupaban todas las tardes algunas per- 



soaas de representación, como Arriaza, Carnerero, Onie, Aguilar, Cuadra y Dehesa, 
que tomaban alK au café o'su chocolate, "sin tener para nada en cuenta la mez- 
quindad Y suciedad de los trebejos de cristal o de loza en que aquellos confortantes 
les eran administrados". 

Ya Larra hace notar que hay una predileccióa del público hacia loa cafés más 
sórdidos y apartados. Mesonero lo explica por la necesidad que sentían los jóvenes 
de talento, no favorecidos por la fortuna, de hacerse un rinconcito para ellos sütos. 
lejos de la impertinencia de los pollos, como había empezado a llamarse a los jo- 



TartnlUDOs dat C»té da LavBiita {odlabí* tnbU de Alen», qna dacoraba el interior de dleho CaN). 

(Colaccida Líiud r.aldnna.) 

vencitos lechuguinos, pisaverdes o tónicos, desde que el marqués de Santiago les 
dio ese nombre un dia que en una reunión, en su palacio de la Cuesta de la Vega, 
exclamó dirigiéndose a los jóvenes: "Callen los pollos." 

Asi es que los escritores, los artistas, los poetas, y hasta algunos aristócratas y 
futuros grandes políticos, hicieron allí su nido. La elección fué feliz, pues en aquel 
café no les inquietaba nadie, quizás debido a que su dueño era el alcalde del barrio. 
Con la fundación del Pamasillo el café tomó incremento; se aumentaron las me- 
sas, los enseres y la vajilla, y se estableció un servicio de café con tostada a d&s 
reales, y de medios sorbetes por igual cantidad. Además del viejo Homo, único ca- 
' marero que había, se admitió otro muchacho, llamado Pcjic, al que pronto troca- 
ron el nombre por Pipí. 

Allí se reunían Larra, Espronceda, Olózaga, Vega, Escosura, Alonso, Santos Al- 
varez, Segovia, Ferrer del Rio, Bretón, Gil y Zarate, Serafín Calderón, Roca d« To- 
gores... todos los ingenios de la época. 

Asistían también los grandes pintores: Madrazo, Rivera. Esquivel, Gutierre» de 
la Vega, Alenza... Loa arquitectos Mariátegui, Calmer y Alvarez; abogados e inge- 
nieros como Cambronero, Echevarría; los notables actores, Latorre, Mate y Guzmán; 
militares, como José Warla Sanz (que fué capitán general), el marqués de Mendi- 
gorrís y el futuro conde de Cheste; por allí pasaron los futuros grandes políticos: 



«6 CARMEN DE BURGOS 

asistían los aficionados al arle, los babadores Pelegruer, Castelló y Ortega; los im- 
presores Burgos y Sancha, y s(Are todo el célebre editor Delgado, que se enriqueció 
a costa de aquellos ingenios, y el empresario Grimaldi, amigo y protector de todos 
ellos. Entre todos se distinguía D. Joaquín Marrad y Soto, que hacía alarde de 
dirigirlo todo, colocar a cada uno en su sitio, mantener el orden y ser el personaje 
necesario en la reuni<5n. 

Bien pronto tuvo cada cual su mesa. Se formaban grupos entre los más aílncs, 
por amistad o por ideas; crilicos, dramáticos, bucólicos, satíricos, poetas, et£. Co- 



Dociendo la calidad de los ingenios que se reunían, puede concebirse el derro'^he 
de chistes y agudezas que se hacia en sus diálogos; los epigramas picantes, los 
brindis burlescos y los ingeniosos chascarrillos que matizaban la coaversaciún. 
Mesonero habla de los chiales de Bretón, de los epigramas de Vega, de tos discur- 
sos de Alonso, de la grave seriedad de Gil y Zarate, de los chascarrillos de Car- 
nerero y de las atinadas observaciones de Grimaldi y añade: "Allí Espronceda, 
con su entonada y un tanto pedantesca actitud, lanzando epigramas fontra todo lo 
existente, lo pasado y lo fuLuro". — -"Allí Larra con su innata mordacidad, que tan 
pocas simpatías le acarreaba". Estas dos afirmaciones más que una verdad pare- 
cen el epígrafe que se pone al pie de un retrato hecho. Ni Esproiiceda fué agrio, 
díscolo y descreído; ni Larra mordaz y escéptico, hasta que la vida, poco piadosa 
con ellos, les hizo conocer todos loa dolores y desengaños. En esa lípoca, "Fígaro", 
joven, feliz, lleno de ilusiones convivía con sus oamaradas como con verdaderos ami- 
gos. Todos allf mostraban su talento, se discutía apasionadamente entre gritos y pu- 
ñadas, que dejaban caer sobre las mesas en el calor de las disputas, las últimas no- 
ticias que circulaban de boca en boca, ya que no podían darlas los amordazados 
periódicos; el mérito de la última pieza dramática, el alcance de un discurso de 
Alcalá Galiano, de una crónica de Larra... todo era examinado y juzgado entre 
la algazara y el bullicio que constituían la fisonomía propia del Pamasillo. 

Tan alegre era la reunión que Fernández de Córdova nos dice que la prefería 



FÍGARO 47 

a la de su hermano, donde iban el conde de las Navas, Toreno, Caballero, Istúriz, 
Álava, el duque de Rivas y otros muchos hombres eminentes. ^ 

Prohibidos los libros y los periódicos, los artistas que se reunían en el Pamasillo 
se desquitaban haciendo quintillas, décimas y discursos. Pero no fué sólo una 
signiñca^'ión frivola la que tuvo esta reunión. Del Pamasillo salió la reforma de 
la fraseología clásica, que invadía la poesía del primer cuarto del ^glo XIX. Allí 
se convino en llamar al viento viento, en lugar de £o]o. Céfiro o Favonio; en llamar 
al sol sol, en lugar de Apolo o Febo, en no designar más a la amada por Filis o 
Nise, y en dar a cada cosa su nombre, sin metáfora, en la bella significación que 
tiene en nuestro idioma, libre de ridicula afectación. Fué además el Pamasillo cuna 
del Ateneo y del Liceo, una verdadera peña literaria, libre e innovadora, que me- 
rece la simpatía con que se recuerda. 

Mesonero Romanos, en sus Memorias, dice que Larra asistió a la magna reunión 
que para fundar el Ateneo, o mejor para restaurar el que ya había existido, tuvo 
lugar en la calle del Prado, esquina a San Agustín, en la librería de D. Tomás Jor- 
dán, que prestó sus salones a la naciente sociedad, pero Larra no pudo asistir per- 
sonalmente, porque él 26 de Noviembre de 1835, en que tuvo lugar, según Mesonero, 
no estaba Larra en Madrid. 

Pero aunque no asistiera personalmente se celebró contando con él; Larra fué 
un camarada de todos los jóvenes de su tiempo y consiguió la estimación de los 
hombres más respetables: Grimaldi, Carnerero, Valora, el duque de Rivas, el de Frías 
y otros muchos como tendremos ocasión de ver en el curso de este estudio. 

Cuando se fundó el Liceo en 1839 ya había muerto Larra. • 

Galdós y Nombela, dejándose llevar de la frase de Mesonero le llaman: el uno 
hipocondríaco, y el otro dice que aHí cobró fama de mordaz, ''Para muchos sus 
ideas eran un verdadero enigma; pocas personas podían comprenderle (¡natural I), 
la generalidad lo admiraba (¿cónio se admira lo que no se comprende?), y le te- 
mían, casi nadie simpatizaba con ér\ Añaden: ""Las ilusiones de todas clases lo 
merecían desdeñosa consideración*". No, este es un Larra visto al través de su 
suicidio; no de la realidad. 

Larra era alegre, decidor, confiesan que sorprendía a todos con su madurez de 
juicio, superior a su edad, con su gran cultura y su extraordinaria clarividencia. 

Nadie más original que él, más atrevido, más moderno, ni de mayor audacia de 
pensamiento. Es cierto que el instinto crítico era innato en él, prueba de un juicio 
claro y rápido, que compara, analiza y generaliza de un modo admirable. Su prima 
doña Pepita de Larra me ha dicho : 

— ''Mi padre aseguraba que esto es de familia. Así, yo misma, en el momento 
que veo una cosa descubro sus defectos, sin querer encontrarlos". 

Además Larra era aristócrata por naturaleza, atildado en el vestir, limpio hf.sta 
lo escrupuloso. La misma doña Pepita me dice que andaba de noche por la calle ha- 
ciendo zig-zag para no pasar cerca de los faroles de aceite por miedo de que le ca- 
yese una mancha. 

¡Y qué calles y qué costumbres las de Madrid en aquel tiempo! 

Era una sociedad aislada la nuestra; no nos visitaba apenas un extranjero, por- 
que hasta para ir de provincia a provincia hacía falta pasaporte, y el viaje era un 
verdadero peligro por caminos plagados de ladrones. No había ninguna hospedería 
elegante; en casi todas las casas se alquilaban habitaciones pobres, sucias, y no exis- 
tían baños en ellas, y de su orden y ornato nos da idea la pintura del salón donde 
•*las botas están sobre el piano, el San Antonio de talla tiene en la cabeza el schakó 
del capitón, el ridículo de la señorita suele servir de bolsa a los cigarros; el naci- 
miento del niño se interpola en la cómoda con las cartucheras; los devocionarios 
con las judías; y los jabones y navajas de afeitar con los pendientes y los canesiis 



.'.^ « 



Í8 CARMEN DB BUHÓOS 

Las señoras de la clase media convivían con las zaflas criadas alcarranas y los 
mozos asturianos, que se inetian eu todo sin respeto alguoo y sin guardar ninguna 
delicadeza. Los que creen que Larra ha exagerado pueden leer los artículos de 
Mesonero en los que se sorprende de que los hoteles en París tuviesen "baño y todo". 
Las calles sucias pobladas de barberías y tabernas más que de tiendas y otros 
establecimientos; desiertas en %u mayoría y llenas de una multitud abigarrada en 
las principales arterias como la de Toledo, por donde entraban, después de increí- 
bles y penosos viajes, los extremeños con sus alforjas de chorizos al hombro; los 
valencianos que venían a vender esteras; los manchegoa con las recuas de borri- 
quillos cargados de colambres do vino; los murcianos con sus carromatos de na- 
, ranjas y granadas; tenía un aspecto de feria permanente, 
feria de pueblo; en que las mujeres bacían corros para 
coser al sol delante de las puertas, los hombres dormían 
tendidos en las aceras, y los muchachos, sin escuela, lo 
invadían todo con sus Juegos y su» gritos. .Xñádase a eato 
voces de vendedores, de castañeras y castañeros en todas 
las puertas de las tabernas: " ¡ Uordale-s seis al cuarto! 
¡Que so arrematanl, ¿Cuántas, que queman?" Los agua- 
dores con las cubas de agua que cruzaban en todas direc- 
ciones entre los escasos y destartalados coches. 
£1 paseo de lujo era el Prado; acudían todas las tardes 
' los elegantes a hacer tertulias en el Gran Salón que era el 

espacio comprendido delante de la fuente de Neptuno. A 
la derecha, en el paseo do coches desfilaba toda la gente 
que tenía vehículo, desde la familia real a ios plebeyos ri- 
cos. Era una mescolanza extraña de tílburys ingleses guia- 
dos por ios dueños y el lacayo una cuarta más abajo; los 
cajones verdinegros de los simones, las carretelas charo- 
ladas con letras de oro en el pescante, cochero de gran li- 
brea y dobles lacayos con uniformes, bandas y plumeros, 
enormes góndolas tiradas por tardas muías castellanas, 
Antorretcato •)• Laon rd berlinas con fogosos Caballos andaluces y entre ellos ji- 
AUnik. netes y amazonas en profusión. 

En la parte del Salón los elegantes rigoristas, pulcros y 
atildados, afectando en sus modales, su risa y au hablar las costumbres extranjeras. 
Las damas con sombreros y trajes a la moda de París dominaban a las que aún 
querían quedar Heles a la tradicional mantilla, especie de bandera de españolismo. 
En cuanto al pueblo, circulaba por el lado izquierdo del paseo, contento de contem- 
plar el espectáculo brillante y sin mezclarse a él. 

Rospeoto a ios teatros puede considerarse lo que serían por la pintura que nos 
hace Fernández de Córdova, y que veremos más adelante. 

Los ingenios concurrentes al Pamasilto eran amigos que trataban de defenderse 
de este ambiente general y con frecuencia se iban a comer juntos a las fondas de 
Geneys, San Fernando o la Fontana de Oro; se reunían para organizar pascas y 
cabalgatas a la Moncloa, a la Casa de Campo, o al Real Sitio del Pardo; o bien se 
daban cita en los teatros del Principe, en el de ta Cruz, o en alguna reunión, de las 
llamadas tertulias en aquel tiempo. 

Gcnnraimente eatas tertulias eran insoportables. Siempre se reunían menos mu- 
jeres que hombres. Las principales tertulias a que tenemos noticias que asistía 
Larra fueron a los lunes de casa de Montoya, a los martes de los Embajadores de 
Rusia y Turquía; este último tenia su palacio en donde está el de Casa Riera en la calle 
de Alcalá, por eso se llamó a la callo a que hacia esquina calle del Turco; a la del 



pIgaro 49 

célebPe jurisconsulto D. Manuel M." Cambronero, a la del conde de la Cortina, a la 
del Consejero real Ü. Vicenle González, Arnao, de ta que dice Mesonero que salían 
él y Larra la noche que se declaró el cólera en Madrid; y más tardo a las reuniones 
de María Buschenthal, que siempre joven regentó í,u salón durante más de cin- 
cnenta años, y a las del embajador inglés Willer y de! duque de Ábranles. 

En algunas de estas tertulias se leían versos, se hiiblalia de comedias, de música 
y de literatura, y ae tocaba al clave alguna sonata de üaydn o bien alguna señorita 
cantaba una sentimental romanza italiana. En otras se tomaban dulces y helados y 
mientras las personas de i^dad emprendían una partida de juego, la gente joven se 
entregaba a los placeres del baile inglés, la gavota o una mazurca con espoKnes. 

has más lujosas eran la de los prínci- 
pes de Pastrana y la del embajador de 
Rusia a 1.1 que se retlere la fútil anéc- 
dota que cuenta Ferrer del Rfo en esta 
forma: 

"Ya liemos indicado que Larra asistía 
a laíi primeras sociedades de la Corte. Ju- 
gaba cierta noche al billar ron un amigo 
suyo en casa de un embajador extranjero 
mienlras se bailaba en los salones: Larra 
hai-ia poco más que dar4)olas; nadie pre- 
senciaba su falta de habilidad y seguía 
jugando. Mas al concluirse un rigodón en- 
traron en la pieza de billar varios concu- 
rrentes; Larra soltó el taco ofreciéndoselo 
a alguno de los que habían llegado. "Aca- 
bemos la mesa", le dijo sencillamente su 
contrincante. Al oír esta insinuación quiso 
dominar su enojo y pudo reprimirse hasta 
perder la mesa sin hacer un tanto. Al sa- 
lir de aquel recinto apostrofaba a su ami- 
go con voz iracunda reconviniéndole por d.* UarUBuaahdnthBi. 
haber ahusado de su paciencia". 

Cuando hay un prejuicio toflos los datos contribuyen a probarlo. ¿No es muy 
humano el enfado de Larra, contra el mal amigo que quiso lucirse a su costa? Que 
Larra no supiese jugar bien al billar me parece un mérito suyo. Ea natural que 
conociendo su falta de habilidad en' esto juego sólo se atreviese, como broma o en- 
tretenimiento, a jugar delante de un amigo. Que éste le obligase, sabiendo que su 
triunfo era seguro y conociendo su superioridad sobre él^en algo había de tener- 
la — es un hecho que debió excitar con razón la cólera de Larra. Cortés y educado 
accedió y se sacrificó a hacer lo que se le exigía, pero luego con nobleza y sinceridad, 
se quejó al mal amigo que intentaba ponerlo en ridículo. ¡Humanol ]Muy humano! 

A estas reuniones asistían las señoras con los vestidos descolados en el pecho y 
la espalda, apenas veladas con los hipócritas canesús de tul, el talle alto, la falda 
corta, hechos de moaré, antir o de tafetán de la Reina. Había entonces el gusto del 
color; en lugar de nuestros medios tonos, se vestían las mujeres de verde, de colo- 
rado, de amarillo, aunque para mayor distinción se nombraran color la Valiiere, 
Rosa de Corinto, A3«l Cristina, Ayes de Polonia o Humo de Marengo. 

Los peinados a la jirafa exigían gran complicación para sostener con alambre 
los treii clásicos lazos de cinta, o bien adornarlos con alguna de las tres famosas 
clase.s de peínelas, de Sofá, de Pico de pato o de r^j'a. Algunas preferían los ri/os 
a la J-'erroniere o el broche a la Sevigne. 



50 CARMEN DE BURGOS 

Li;s abrigiis eran magníficos, en (.rujiente gro tornasol o en tafetán de Florencia, 
altos de tnlle, escurridos de falda y con sus guarniciones de piel de galo. 

Los hombres usaban frac de color azul de Prusia o verde pilacho, y los chalecos 
(Je colores pintorescos con botonadura de filigrana; los sombreros de felpa, de pelo 
largo, ala estrecha y copa de cono truncado. 

Para los bailes aristocráticos, las señoras iban cubiertas de alhajas, y los hom- 
bres vestían de calzón corto, medía de seda y zapato de hebilla, como si fuesen a 
Palacio. Se cuidaba con esmero t«da toilette, y los elegantes se sometían a la dícla- 
dura del sastre ürtet, el zapatero Galán, el sombrerero Lcza y el peluquero Falconi. 
Fernando VII pasaba temporadas con la Corte en Aranjuez, divirtiéndose allí en 
bailes y paseos por loa jardines, con esa indiferencia que le inspiraba el pueblo y 
que había acreditado diciendo en una de las pasadas revueltas: "¡Anda, que se fas- 
tidien por tontos! ¡,A bien que yo soy inviolable!" 

Pero al mismo tiempo, como buen tirano, no quería permitir las tliversiones, en 
especial los bailes de máscaras, que se tenían a despecho suyo por la inlluencia de 
la infanta doña Carlota Francisca y la princesa de Breira, a las 
que una vez cogió el padre del poeta Zorrilla, que era .superin- 
tendente, infragantis al volver a Palacio, y a pesar de su alta 
jerarquía las hizo comparecer ante el Monarca. 

Ppro estas reuniones tan brillantes, de un conjunto tan des- 
lunobrador y alegre, carecían de cordialidad. Mcndijíorria rúen- 
la los lances y desafíos que eran frecuentes por la menor cosa, 
i^os bailes de máscaras mismos no tenian la libertad de que 
hoy gozan. En prueba de ello basta ver el siguiente suceso: 

En el gran café Solís, que estaba situado en la calle de .\lcai£» 
on donde hoy esta el teatro de Apolo, se celebraba en el Carna- 
val de 1832 un baile de máscaras, al cual asistía todo lo más 
joaé Valero. distinguido de la Corte, desde los infantes D. Francisco de Pau- 

líi y doña Luisa Carlota, hasta lo más brillante de la juventud 
de la clase media, cuando acertó a entrar, vestido de frac y con la cara descubierta, 
el actor Valero. Aquella sociedad, llena de preocupaciones, que le negaba el don a los 
cómicos, se sintió herida con la presencia del actor y llegó a la grosería de perse- 
guirlo con indirectas malévolas, empujándole hacia la puerta hasta que le obligaron 
a salir del salón. El actor, ultrajado, corrió al teatro del Príncipe, donde estaban los 
Hevea, y se'quejó a ellos del insulto recibido. Fernando, que gustaba de humillar a 
la nobleza, ordenó que al día siguiente se invitase al actor oficialmente, y Valero se 
paseó por la sala del baile, vestido de frac, sin que nadie se atreviese a decirle nada. 
¡sociedad sin cordialidad, llena de chismes, de hablillas, de comadrees, se hacía 
poco agradable el frecuentarla. Fígaro ha retratado lo difícil que se hacían las re- 
laciones en 9U artículo La sociedad. 

"".No se puede uno dirigir ni sonreír tres veces a una mujer; no se puede ir do» 
veces a su casa sin que digan: "Fulano hace el amor a mengana." Esta expresión 
pasa a sospecha, y dicen, con una frase por cierto bien poco delicada: "¿Si estará 
metido con fulana?" Al día siguiente, esta sospecha es ya una realidad, un compro- 
miso. Luego hay mujeres, que porque han tenido una desgracia o una flaqueza, que 
se ha hecho pública por este hermoso sistema de sociedad, están siempre acecimndo 
la ocasión de encontrar cómplices o imitadoras que las disculpen, las cuales ahogan 
la vergüenza en la murmuración. Si hablas a una bonita, la piérdeos; si das conver- 
sación a una fea, quieres atrapar su dinero. Si gaslas chanzas con la parienla d" 
un ministro, quieres un empleo. En una palabra : en esta sociedad de ociosos y ha- 
bladores nunca se concibe la idea de que puedas hacer nada inocente, ni con buen 
fin, ni aun sin fin." 



Asi, conociendo el medio en que vívian, no es de extrañar que aquella juventud 
de artistas llenos de vida, ansiosos de expansión, formase la célebre Partida del 
trueno, en la cual loa que más se distinguieron, quizás porque eran los más jóvenes, 
fueron Espronceda, Larra y Ventura de la Vega. Era la suya una bohemia inocente, 
cur.ndü aún no se empleaba esa palabra; Ferrer del Rio ase^nira que ha pagado muy 
buenos ratos oyendo de boca de Bretón la narración de aventuras juveniles, on com- 
pafifa do Vega, Larra, Pezuela y Alonso, y los graciosos lances a que daban lugar 



52 CARMEN DE BURGOS 



SUS apuros para organizar sus bromas a escote, resultando que luego no podía par 
gar más que el amigo rico. 

De los más revoltosos era el simpático Ventura de la Vega que pasaba su vida 
entre versos y travesuras. Es graciosa la aventura que le ocurrió por haber trope- 
zado con el superintendente, padre del poeta Zorrilla, que ofendido al ver su bi- 
gote de liberal y sus melenas a uso mcLsónico cuando las severas gentes que legis- 
laban hasta sobre cosas tan inocentes, habían prohibido el bigote se apresuró a 
detenerlo. 

— ^Son bienes raíces — objetó Vega a la autoridad. 

— Pues si lo vuelvo a encontrar a usted así lo envío a la cárcel con todas sus 
posesiones — dijo el inflexible superintendente y obligó al joven a entrar en la 
barbería» Este se dejó rasurar y pelar tranquilamente y cuando estuvo listo se 
marchó. 

— ^6 Pero quién me paga a mí? — ^preguntó el barbero. 
— Que le pagué a usted quien le ha mandado afeitarme. 

La partida del Trueno era más bien festiva que peligrosa, se divertía de una 
manera inocente, aunque de sus diabluras resultasen perjuicios para los que su- 
frían sus bromas como cuando ataban a un cordel todas las cántaras que esperaban 
turno alrededor de la fuente de Mariblanca en la Puerta del Sol y amarraban el 
extremo de la cuerda a alguna caballería que no dejaba un cacharro vivo, al salir 
ospoleada por los bromistas. Una vez rompieron toda la provisión de Santi boniti 
e barati, de un pobre vendedor italiano, que llevaba en una tabla su colección de 
figuritas de yeso, y lo amarraron cea su propio pantalón. Larra una noche, con un 
cubo de almazarrón de que se había provisto, embadurnó toda la caja amarilla del 
cabriolé del duque de Alba, que a la puerta de una casa esperaba con otros coches, 
no pudiendo reconocerlo el mismo Duque cuando salió; por más que al despertarse 
el cochero le asegurase que era su propio vehículo. 

Otra de las diversiones favoritas consistía en atar el extremo de una cuerda al 
coche que más cerca del puesto de una castañera se estacionase, y al otro extremo 
el cajón de la castañera misma, procurando de este modo, al arrancar el coche, la 
caída y momentáneo arrastre de castañera, cajón, castañas y puchero. Casi todos 
aquellos calaveras salían a sus endiabladas expediciones armados de sendas cerba- 
tanas, con cuyos proyectiles, diestramente lanzados, ametrallaban cristales de tien- 
das, bacías de barberos, faroles de alumbrado y aun a muchos pacíficos y retrasados 
transeúntes. El uso de estos instrumentos produjo varios conflictos en Madrid y al 
cabo fué prohibido por la autoridad. Otras noches, el Pamasülo hacía irrupción en 
alguna casa modesta en que se celebrase sarao o tertulia, y del comedimiento y cor- 
tesía pasaba pronto al uso de bromas imposibles de tolerar por los dueños de la 
casa, terminando de ordinario las reuniones a cintarazos. 

Ventura de la Vega llamaba a media noche a los vecinos de los pisos altos y les 
hacia salir al balcón, para preguntarles qué hora era o si habían dormido bien. 
Esto daba origen a chispeantes diálogos, en los que lucía su gracia y excitaba el 
coraje de la pobre gente. El mismo Fígaro ha retratado algunas de esas escemis 
en su segundo artículo Los calaveras, pintando al Calavera Temerón, 



• * 



"Si se retira a la una o las dos de su tertulia, y pasa por una botica, llama: el 
mancebo, medio dormido, se asoma a la ventanilla. — ¿Quién es? — ^Dígame usted — 
pregunta el calavera, — ¿tendría usted espolines? 

Cualquiera puede figurarse la respuesta : feliz el mancebo, si en vez de hacerle 
esa sencilla pregunta, no le ocurre al calavera asirle de las narices al través de la 



FÍGARO 53 

rejilla, diciéndole ¡-^Retírese usted; la noche está muy fresca y puede usted atrapar 
un constipado. 

Otra noche llama a deshoras a una puerta. — ^¿Quién? — ^pregunta de allí a un 
rato un hombre, que sale al balcón medio desnudo. — ^Nada— contesta; — soy yo, a 
quien no conoce; no quería irme a mi casa sin darle a usted las buenas noches. — 
¡Bribónl i insolente! Si bajo... — A ver cómo baja usted; baje usted: usted perdería 
más : figúrese usted dónde estaré yo cuando usted llegue a la calle. Conque buenas 
noches; sosiégúese usted, y que usted descanse. 

Claro está que el calavera necesita espectadores para todas estas escenas: sólo 

10 son en cuanto pueden comunicarse; por tanto, el calavera cría a su alrededor 
constantemente una pequeña corte de aprendices, o de meros curiosos, que no te- 
niendo valor o gracia bastante para serlo ellos mismos, se contentan con el papel 
de cómplices y partícipes: éstos le miran con envidia, y son las trompetas de 
su fama." 

En ocasiones enviaban una caja de muerto a la casa donde se celebraba una 

11 esta o gastaban otras bromas por el estilo. 

Romper los faroles era toda una diversión. Se nombraba a uno para que los de- 
fendiese, y se trababan batallas en las cuales desarrollaban toda su agilidad. Hasta 
la iglesia de San Ginés llevaban sus travesuras y atrevimientos, poniendo tinta en 
la pila del agua bendita o entrando en las tinieblas, que se celebraban todos los 
viernes, para azotar a las devotas a favor de la oscuridad. Fígaro era de estos ale- 
gres camaradas, que embozados en sus capas de embozos escarlata con botones de 
oro, a lo Almaviva, se divertían ruidosamente; ni era tétrico, ni bilioso, ni uraño. 
Se sentía feliz en aquel tiempo, halagado por sus primeros triunfos en el teatro, 
en el periodismo y en la poesía; rodeado de amigos cariñosos, protegido por Ya- 
lera y Grimaldi. Asistía a todas las diversiones, las reuniones y los cenáculos poé- 
ticos de Molíns y del duque de Frías, donde lo había presentado Ventura de la Vega 
y donde lo recibieron con la franqueza y agasajo que su talento merecía. Ya hemos 
visto cómo le sirvió esta amistad para entrar de lleno en el mundo literario y figu- 
rar en la corona poética de la difunta duquesa, aunque sea exagerado el decir por 
esto que ** Fígaro debe a Vega toda su nombradía". La fuerza genial que había en 
él se hubiera abierto paso siempre. 

Además, en este tiempo. Fígaro amaba y era amado. Tenía ese noviazgo lleno 
de honradez, de ilusiones, de buena fe, que hace pensar en el hogar y en la cons- 
titución de la familia. 

La novia de "Fígaro" era una joven bellísima; el tipo de la madrileña: muy nie- 
nudita, muy frágil, de facciones correctas, ojos candidos, boca inocente. Esta se- 
ñorita pertenecía a una familia distinguida y regularmente acomodada; se llamaba 
Pepita Wetoret, pero se la conocía más generalmente por Pepita Martínez, apellido 
de su madre, la que después de enviudar se casó con un Sr. Morales, que ocupaba 
una buena posición. 

En su matrimonio se dejó llevar "Fígaro" de su natural impresionable y entu- 
siasta. El hombre enamorado coloca siempre en la que ama todos los dones y virtu- 
des que desea. A veces no hace más que vestir un maniquí con las galas que le ^on 
a él propias, y se ama a sí mismo, a lo que de suyo ha hecho reflejar sobre ella. 

La familia de Larra no aprobó el casamiento, porque conocían el peligrjj do 
encadenarse con lazos indisolubles un temperamento como el suyo. Pero Larra 
amaba a su novia, lo arrostró todo y contrajo matrimonio el día 13 de Agc»sto" 
de 1829, como consta en su partida de casamiento. 

He aquí la partida de matrimonio de "Fígaro" que existe en la legendaria iglesia 
de San Sebastián, donde estuvieron enterrados Lope de Vega, D. Ramón de la Cruz, 



5i CAHMKN DE IK:R(í0S 

Pepe-Hilio y la amada del poetó Cadalso, la comedíanla María Ignaria Ibáíiez, 
que el poeta quiso robar a la tumba. En esta iglesia romántifa, histíímn, tan ma- 
drileña, se caaiS "Fígaro": 

Hay im dIííkm 6e |«pel de !].■ ctase D. «.030.ÍM5.— Dun Juan Misupl Montcjo ,v I'aíii- 
lln. Fbro. doctor va Sngrada TeoloRfa. tpnkntp mayor de la parroquia de San S^bagLUo. de MB' 
(Irid, CVrlifico : Que en el libro tn^int« y nueve de Matrimonios, al folio doecient>OH diez y si«U- 
vuelto, au bella la aÍKuipnte partida : — "Kn trece de Agosto de mil oehocit^ntoa veinlimieve aDos : 
Con mandamiento del Sr. Dr. D. Prancisco Antonio de In Mararra. Pbro. teniente vicario cii> 
esta vilU de Madrid y su pairtMo. ante Juan FraiH-iitco de I'iílagoe. notario, su fecha veinli- 
iiueve de Julio pr6iúno paudo, habiendo precedido lo» requisitos prevenido» por la Reai praj- 



Iglcsik da San Sabaitián. 

raStica e igualoiente laa tres amoneatacionea gu( el Santv CoBcilJo mnnda, y no resultando im- 
])ed¡inento alguno: Yo. D. Francisco Ruis, Fbro., teniente cura de la iglesia parroquial de San 
ÍSebaBtün, de esta corte, deapuéa de haberlos eiamlnodo y hallándolos capaces en la <)onrinii 
i(-ristiana, deaposé por palabras de presente que hacen verdadero y leeltimo m.iirimoiiío teniendo 
«US mutuos consentim lentos y velí "in facie Bcclesiae" a D. Mnriano José de Ij^rra, hijo de don 
^lariano de Larra y de doSa María de Iob Dolores S&nchez de Oiuitro, oon dofla Josefa Anacle- 
in Welorel, hija de D. Agustín Weton>t y de doña Josefa Martínez, ambos contrayen- 
tes naturales de ««la corte. Fueron testigos el excelentlpimo seBoor duque de Frfas, D. Manuel 
Bretón ds loa Herreros, e Inocencio Chico, y k> lirmé.^ — Don Francisco lUiii." — Hay una ríttwi- 
ca. — Concuerda oon su orígiual a que me romito. Y para que (Conste, lo ñrmo y sello en Sau 
¡^ebaÉtlÍD de Madrid a treinta de Diciembre de mil novecientos diez y ocho. — Dr. J. Miguel 
Monlejo. — Rubricado. — Hay un sello que dice: Tarroquia de 3aa Sebastifin, Madrid. 

¡Siempre el 13, no el 24, ejerciendo una funesta influencia en la vida de "Kígaro". 

La poesía que dedicó Larra al duque de Frías pidiéndole que asistiera a su boda, 

está llena tíe fe, de esperanza, de amor, de entusiasmo. En lo que algunos han crefdo 



FÍGARO 55 

_ 4 

ver Ja iioLa pesimista, no hay más que una delicadeza para con el duque, que está 
viudo de una esposa bien amada y al que teme afligir con el espectáculo de su dicha 
despertando en él recuerdos de días más felices. Así, Fígaro acaba sus versos in- 
vitando al duque a que sea también feliz y se case de nuevo. El matrimonio colma 
sus aspiraciones; le parece el estado perfecto. Esta es la época en que floreció toda 
su poesía optimista. Es cierto, sin embargo, que no había de tardar en ir al Par- 
nasillo a olvidar sus disgustos domésticos y los dolores de un amor grande e in- 
fortunado. 

Fué en este mismo Parnasillo donde se celebró el bautismo del gran escritor, 
donde nació '*Fígaro" a la vida de las letras. Donde se le dio su célebre pseudónimo, 
en una palabra. El pudo sentir esa impresión de crear su nombre que apunta en 
su crítica de "Los Amantes de Teruel". 

"Venir a aumentar el número de los vivientes, ser un hombre más donde hay 
tantos hombres, oir decir de sí: "Es un tal fulano"\ es ser un árbol más en una 
niameda. Pero pasar cinco o seis lustros oscuro y desconocido, y llegar una noche 
onlre otras, convocar a un pueblo, hacer tributaria su curiosidad, alzar una cor- 
tina, conmover el corazón, subyugar el juicio, hacerse aplaudir y aclamar, y oir 
al día siguiente de sí mismo al pasar por una calle o por el Prado: "Aquel es el 
escritor de la comedia aplaudida", eso es algo; es nacer; es devolver al autor de 
nuestros días por un apellido oscuro un nombre claro; es dar alcurnia a sus as- 
cendientes en vez de recihirla de ellos; es sobreponerse al vulgo, y decirle: "Me 
has creído tú inferior, sal de tu engaño; poseo tu secreto y el de tus sensaciones, 
domino tu aplauso y tu admiración; de hoy más no estará en tu mano despre- 
ciarme, medianía; calumníame, aborréceme, si quieres, pero alaba." 

Había firmado sus escritos y obras con el anagrama de Ramón Arríala; en su 
primer ensayo de periodismo adoptó el de El Duende Satírico, y después había 
usado El pobrecito Hablador, El Bachiller Juan Pérez de Murguía y Andrés .Vt- 
poresas. 

No es exacta en todas sus partes la versión que da Mesonero Romanos respecto 
íi la elección del pseudónimo de Fígaro. 

"tíiempre estuvimos ambos en la mejor armonía y comunicación — dice, — y 
tanto, que cuando a mediados de 1833 hube yo de suspender mi tarea con objeto 
de emprender un largo viaje al extranjero, presenté a Carnerero, director de La 
Jievista, que había sustituido a las Cartas Españolas, al mismo Larra para que 
ocupase mi lugar en la parte literaria que me estaba encomendada en aquel perió- 
dico, y en su consecuencia publicó en él a los pocos días su primer artículo "Ya 
■soy redactor". 

En esto está la equivocación, la eterna equivocación de todos los contemporá- 
neos que hablaron de "Fígaro" y que equivocaron a los demás. El primer artículo 
que ** Fígaro" publicó en La Revista no fué a mediados de 1833, sino al comenzar 
«1 año, el 15 de Enero, y no fué tampoco "Ya soy redactor", sino "*Mi nombre y 
mis propósitos." 

í^omo necesitaba un pseudónima, según costumbre, para Armar sus artículos y no 
le agradaba ninguno de los ya usados, en su ansia de una nueva vida encomendó a 
una Junta formada exprofeso de algunos de los amigos que se reunían en el Par- 
nasillo la facultad de darle un pseudónimo nuevo, "expresivo y cadencioso". Mu- 
chos fueron los que le propusieron, sin que le agradase ninguno, hasta que Gri- 
maldi pronunció el de "Fígaro". No faltó quienes lo encontrasen mal, entre ellos 
Mesonero, al que le parecía impropio de un escritor tan castizo y tan español el 
pseudónimo de invención extranjera. "Eso es lo mismo — decía — que si un francés 



•i DE BURGOS 



firmase Pamho Panza. '" Hartzenbusch asegura, sin embargo, que "Fígaro" es espa- 
ñol, de origen catalán. 

Pero a Larra le había seducido el pseudónimo del hi-mc de Keaumaivhai^. y 
i'onlra todas las objetiones lo adoptó lleno de entusiasmo. -Con él — -dice Mesonero — 
varió completamente de rumbo, y entregándose al que le man-aban los vientos rei- 
nantes y su instinto natural, se lanzó atrevidamente en el mar prOk'eloso de la 
sátira política, publicando desde luego sus preciosos artículos "La Junla de Cas- 
telho Branco" y "Nadie pase sin hablar al poitero", que Itivo la amabilidad de 
remitirme a París, a los que le contesté señalándolos como la primera etapa de la 
marcha triunfal que esperaba a su ingenio en el campo salfrico político, donde le 
pronosticaba no hallar valiosa competencia." /.si ha sido, aunque la intentaron .\n- 
tonio María Segovia ("El Estudiante"), Santos López Peregrfn ("Abcnamof"i y 
Modesto Lafucnte ("Fray (íerundio"). 

Los motivos que le hacen amar tanto su pseudónimo, nos lo díte el mismo Fí- 
garo en su primer articulo: "Mi nombre y mis propósitos". 

Después de apuntar en este artículo las dudas que surgen en su eKpfrítii al es- 
cribir pensando si efectivamente tendrá algo que decir, y si habrá alguien que lo 
lea y lo comprenda, añade: 

"Quedábame aún que elegir un nombre muy des' onecido que no fuese el mío, 
por el cual supiese todo el mundo que era yo el que estos artículos escribía; por- 
que esto de decir yo soy fulano, tiene el inconveniente de ser claro, entenderlo 
todo el mundo y tener visos de pedante; y aunque uno lo sea. bueno es y muy 
bueno no parocerlo. Dfjome el amigo que debía de llamarme "Fígaro", nombre a la 
par sonoro y significativo de mis hazañas, porque aunque ni soy barbero, ni de 
Sevilla, soy, como si lo fuera, charlatán, enredador y curioso, además, si los hay. 
Me llamo, pues, "Fígaro"; suelo hallarme en todas partes; tirando siempre de la 
manta y sacando a la luz del día defectítlos leves de ignorantes y maliciosos; y 
por haber dado en la gracia de ser ingenuo y decir a todo trance mi sentir, me 
llaman por todas piu'tea mordaz y satírico; todo porque no quiero imitar al vulgo 
de las gentes, que. o no dicen lo que piensan, o piensan demasiado lo que dicen." 



Cklla da Alcalá a la altiiTa del FbUcío del Uarqnéa de CeiK Sie 



EL POETA 



No reveló •Fígaro" en sus comienzos lo que había de ser después.' En la vida lite- 
raria se empieza a hablar en verso. Los pueblos versiílcan en su infancia; los es- 
critores suelen empezar por el verso hasta que están capacitados para escribir en 
prosa. No se sustrajo Larra a esta ley, y empezó a escribir en verso. La primera 
oda, A la Exposición de la Industria Española del año 1827, fué una obra dema- 
siado débil que aun no revela el genio de "Fígaro"; pero no era peor que la mayoría 
de los versos de los poetas del tiempo. Veamos algunas estrofas. 

£mpieza cantando el triunfo de Depaña, que enarbola el pendón de la victoria y 
dice: 

""La Paz le tremiiió desde el Olimpo 

Y Minerva lo vio; confuso Marte 

£n su asiento tembló y entonces Jove 

En la diestra el olivo cimbreando, 

"Vuela, Minerva, dijo, 

A la región dichosa que venciera. 

Planta el vastago fértil; que sus ramos 

Anuncien a la España 

Que su gloria empezó, pasó mi saña" 

Dice y veloz la Diosa hendiendo el aire 

Cien climas atraviesa y ya domina 

De Gades victoriosa las almenas, 

Y en pos las ciencias y las artes fueron. 
Alzóse el noble Ibero 

Y del Betis al Ebro, resonaron 

Las voces de Victoria; ya vencimos, 
Resistiendo al tirano, 

Al mundo dio el ejemplo el suelo hispano. 
Minerva entonces convocó a las artes. 
Sonó la huera trompa por la Hesperia, 

Y plácidos los pueblos la escucharon 4 
Barcino sonrió, se alegró Mantua; 

Y allí, donde esforzados 
Ostentaron denuedo los valientes, 
Do los brazos blandieron los aceros, 
Allí mismo las artes, 

f Vieron en los guerreros sus baluartes. 



58 CARMEN DE BURGOS 



La mano que incansable combatiera 
Hoy oprime la esteva, y aquel brazo 
Que su tierra regó con sangre odiosa 
A producir con su sudor la obliga. 
Ansiosos los Iberos 
Cuál las mieses cultiva y las simientes, , 

Cuál bate el metal tosco, cuál despoja « 

Al animal lanudo 

Y el cuerpo cubre del mortal desnudo. 

Todo corre y se afana, y suda, y vence, , 

Ya se esparcen las artes industriosas, 

Y a su voz obedecen los Hesperios; 
£1 Valenciano astuto, el de Cantabria, 
El Catalán constante, 
El noble Castellano, el ñel Navarro, 
El fuerte Aragonés y Astur fornido, 

Y el que bebe del Betis, 

Y el que en torno incansable baña Tetis. 
Oyese al lejos el golpear continuo 

Del hierro sobre el hierro ya Vulcario 
En grueso yunque descargando el brazo 
Tiznado hundir el hueco pavimento. 

La bulla en los talleres 
Anuncia los trabajos presurosos, 

Y la lima, la rueda y el martillo, 

Y el rechinar del horno 
Llenan de alegre ruido su contorno. 

La forma clásica, las citas mitológicas, el exceso de cuidado en la perfección 
de la forma llenan de frialdad la composición. Todo eso son defectos de la época. 
Pero las primeras estrofas tienen algo de epopéyicas. En la quinta hay calor y brío. 
En el conjunto la Oda no es tan mala como se ha dicho, y trac a la memoria el 
recuerdo de I). .Juan Nicasio Gallego. 

Después de ésta escribe una segunda Oda. 

Al Terremoto de 1829 que asoló Andalucía. Esta es más fría, porque domina 
«n ella más la nota pesimista y la rebeldía contra el fatalismo. El primer verso 
■os ípopardiano. 

''Tierra, tierra fatal a tu habitante 
Que en tu hondísimo seno, 
Al malo injusta igualas con el bueno, 
¿Por qué cuando tirano 
El ñero domador del ancho mundo 
A dominar tus términos trajera 
Sus huestes vencedoras, y doloso 
De afrentosa opresión y servidumbre 
El grito horrible diera, 
Por qué entonces terrible de tus montes 
Oh, tierra, no moviste 
La peñascosa cumbre 
Y al agresor hundiste 
Bajo su derrocada pesadumbre? 



FÍGARO 59 

La primera Oda le valió la felicitación de la Junta de la Exposición que en una 
comunicación que tengo a la vista le decía: "" haber visto con particular aprecio la 
Oda sobre la Exposición pública de la industria española que usted le presentó y 
que tanto honra al mérito literario, como a los sentimientos patrióticos áe su 
autor. £1 Sr. Larra, en opinión de la junta debe ocupar un lugar distinguido en el 
Parnaso español y continuar dando pruebas de su precoz talento en el difícilísimo 
ramo de la literatura, que cultiva con buen éxito; todo lo cual, por acuerdo de la 
junta hago saber a usted para su noticia y satisfacción. Dios guarde a usted mu- 
chos años. Madrid 1." de Septiembre de 1828. Juan López Peñalver de la Torre, 
secretario". 

Pero El Correo que veía con recelo la preponderancia de El Duende Satírico, 
primer ensayo de periodismo de Larra, arremetió contra la composición escri- 
biendo : 

''El Sr. Larra, comisionado por El Duende en los versos que hizo a la Exposi- 
ción pública, por no entender las materias de que hablaba ha dicho cosas muy 
raras." 

'*Yo sospecho — repuso Larra en el cuaderno quinto de El Duende — que el señor 
Carnerero no había leído la Oda sino mi apellido, cuando aseguró ser mala; es de- 
cir esto, que está bien determinado a encontrarla mala cuando la lea; y, efectiva- 
mente, no se hace usted cargo; una Oda hecha por un señor que ha criticado al Co- 
rreo, ¿cómo ha de ser buena? ¿No ve usted la incongruencia que habría de alabar 
un redactor al Sr. Larra? Eso se palpa. Mala, malísima, a los ojos del Sr. Carnerero; 
y Dios nos libre de que algún día les llegue a gustar a los Carnereros la Oda, líbre- 
me de verla alabada por ellos." 

^adie había mencionado esta polémica, más interesante que el disgusto con 
Bretón, que se ha comentado tanto; cuando ésta tiene mayor importancia, porque 
su contricante era D. José María Carnerero, que más tarde fué director y fundador 
de Carias Españolas, convertidas luego en la Revista Española en la que Larra 
publicó sus principales artículos. 

Fué en esta polémica donde "Fígaro", con su pseudónimo de El Duende hizo 
sus primeras armas en la sátira, en la cual fué invencible. Véase una ligera mues- 
tra: 

""El segundo cuaderno del Duende tiene defectos; luego el Correo es bueno. 

El señor Carnerero ka visto el teatro francés; luego el señor Larra no ha estado 
en París, 

El señor Larra critica al Correo; luego es malísima su oda a la Exposición, 

El Duende {pigmeo) es bajo de estatura; luego es ignorante y estudiantino. 

El Duende muda de imprentas; luega no tiene razón en criticar al Correo. 

¿Qué tal, señor Carnerero? ¿Qué le parece a vuesamerced de tanta lógica como 
le vamos encontrando? Ya sabenK)s cómo debemos raciocinar, verbigracia: 

El señor Carnerero es un desvergonzado; luego yo no he visto la calle de Riche- 
lieu. 

El señor Carnerero^ como tiene mal pleito, lo vocea; luego convence. 

Ya se ve, si esta es la lógica que busca el señor Carnerero en toda clase de obras, 
¿qué mucho que- no la encuentre, si él solo la tiene toda?" 

Sin embargo, paisados los años, Larra despreció su obra, porque al juzgar un dra- 
ma de Díaz, dijo: "Daremos al autor un consejo que nosotros lo recibimos... a pro- 
pósito de una mala oda que el demonio tentó a publicar". 

Ya sabemos que esta Oda fué causa de que Vega presentase a Larra a don 
Bernardino Fernández de Velazco, duque de Frías que lo estimó mucho, y en su 
casa de la calle de las Rejas, en la tertulia literaria del magnate leyó "Fígaro" va- 
rias de sus composiciones entre ellas una Anacreóntica y la intitulada El beso. 



co 



CARMEN DE BURGOS 



Todos SUS versos, excepto los que más adelante mencionamos, están escritos 
en esta fecha. 

Todos son frescos, juveniles, sigue la moda de su tiempo, en el énfasis, las ci- 
tas mitológicas, las forzadas endechas bucólicas, pero no hay pesimismo ni tristeza. 
Ansia de vida, de placeres, amor, fe y juventud, se encuentran en todos ellos. Hay 
que leerlos sin pensar que había de ser suicida el cantor. 



"Hazme, platero, un vaso 
cóncavo, igual, redondo, 
donde beber yo pueda 
del jugo más sabroso; 



del que nos den las uvas 
en el templado otoño, 
y sobre todo hazlo 
cuanto pudieres hondo." 



Dice en una anacreóntica, y añade en otra letrilla : 



'*Ni me pueden 

las hermosas, 

envidiosas, 

ya sufrir, 

porque nunca 

tan travieso 

vo las beso 

como a ti. 
Mas ¿qué importa, 

si reímos 

y vivimos 

bien los dos? 

Mientras tú 

besarte dejas, 

guarde ovejas 

el pastor. 
Y entretanto que en mi vaso 
o en tus labios dulce beba, 
ya del rancio de Peralta, 
ya sabrosa miel hiblea. 

El mismo tono alegre tienen sus odas. 



Y echa presto 

bien mullido 

del ejido 

ese vellón; 

que mis venas 

va inflamando 

fuego blando 

del amor. 
Cuando pasen . 

treinta abriles 

juveniles 

por tu tez, 

pensaremos, 

ya sin susto, 

si es que es justo 

o no lo es. 
Que unas veces en mi vaso 
y en tus labios otras beba, 
ya del rancio de Peralta, 
ya la dulce miel hiblea." 



"Y en tanto que sus galas 
y el verde primitivo 
recobra el campo alegre, 
hoy mustio y aterido; 

Y en la estación de amores 
divierto yo el oído 

on canciones ligeras 
de sueltos pajarillos. 

Y gozo en la floresta 
oloroso tomillo, 

V blancas azucenas 



y balsámico mirto. 



Ni amores de una bella 
me faltan, ni un amigo, 
ni una enranciada bota 
ni menos falta un libro. 

Me tengo por dichoso 
cuando el vellón mullido 
recibe en su blandura 
mis miembros adormidos." 



Del mismo género es esta letrilla inédita, en borrador, que he encontrado entre 
sus papeles, y de la cual he podido entresacar algunas estrofas : 



FÍGARO 



61 



"Copa, amigos, copa; 
rebase el cristal, 
que en beber lo bueno 
no puede haber mal. 
Aquel que no bebe 
¿para qué ha nacido? 
¡Le hubiera valido 
mejor no nacer! 

{Copa, amigos, copa, etc.) 

Rueden las botellas, 
viértase el Peralta; 
la copa más alta 
y ancha dadme a mí. 

Dadme acá tintilla, 
V en esa otra mano 
mosto jerezano 
y delante el ron. 

{Copa, amigos, copa, etc> 

Y si aquí a mi lado 
aquella belleza 
con fuerza y terneza 
pagase mj amor, 
nada más al hado 
cruel le pediría, 
que ninguno habría 
más feliz que yo. 

{Copa, amigos, copa, etc) 



¡Más vino I Una cuba 
a apurar me atrevo, 
que mientras más bebo 
quiero beber más. 

Y a la frente suba 
y vacile el paso. 
¡Más ron, que me abraso 
de amor y de sed I 

{Copa, amigos, copa, etc.) 

¡Ayl, mi Filis, tenme; 
llega el blanco brazo, 
caiga en tu regazo 
si es que he de caer. 

Copa aquí. La copa 
quede y la beldad, 
que el amor y el mosto 
nunca hicieron mal. 

{Copa, amigos, copa, etc.) 

Otro brindis: suene 
la algazara y ruido; 
¿a qué hemos venido, 
qué hacer sin brindar? 

El corcho resuene; 
bebamos, cantemos, 
y alegres brindemos 
al dios del lagar.*' 

{Copa, amigos, copa, etc.) 



Sus epigramas no son agrios: 

"Si has de poner por justicia 
a cuantos te llaman necio, 
no nos pongas uno a uno; 
pon, Fabio, al público entero." 

Hay muchos a medio hacer entre sus notas. 

"Luego que estuvo el mundo formado 
y cayó de tu mano omnipotente. 
Tú, con el pie empujándole, indignado, 
rueda, dijiste, y sufre eternamente." 

Hay este otro apunte para versificarlo : 

"Ocupan el año: el otoño, el calor, el invierno, los vientos; 
el hombre es joven y robusto poco tiempo, larga vejez. 
Es bueno por una chispa de sensibilidad o generosidad. 
Pasa la vida haciendo el mal." 



¿No es esto enteramente igual a Leopardi? 



62 



CARMEN DE BURGOS 



Pero éstos son sin duda de su última época; en la que nos vamos ocupando, Fí- 
garo es optimista. Donde más resplandece su optimismo es en el romance que dedica 
al duque de Frías, pidiéndole que sea testigo de su boda y que él se case de nuevo 
también. 

Tiene estrofas de verdadero amor, rebosantes de felicidad. 



""Ya la antorcha de Himeneo 
que amor a encender acude, 
el blanco pecho de Silvia 
alegre a mis ojos luce. 

Ya me brinda de Himeneo 
sonriendo alegre el numen 
del placer la ardiente copa 
para que ansioso la apure. 

Ya el amor que hacer eterno 



jura el lazo que nos junte, 
la joven palma de Silvia 
a su templo restituye. 

Y ya sobre el ara antigua 
quiere el cielo que nos une, 
que amante y esposo a un tiempo 
constancia eterna le jure. 

Mas no la vid amorosa 
al cielo enlazada sube, 
sin que del olmo robusto 
la alta firmeza la impulse." 



Escribe también, con motivo de sus días, a D. Manuel Valora, comisario apos- 
tólico general de las tres gracias: Cruzadas, Subsidio y Excusado, caballero de 
Carlos III, arcediano de Madrid y académico, que a pesar de estos severos cargos 
era un hombre artista, nada ascético, de ameno trato y amigo de conversar con las 
damas, simpático y arrogante, que adornaba su traje sacerdotal con pieles y raidos, 
los cuales le daban el aspecto de una figura de otra época, y del qiu? ha dejado un 
bello retrato Gutiérrez de la Vega. 

Este señor, muy amante de las Bellas Artes y de los artistas, fué ol protector 
de casi todos sus paisanos gallegos y buen amigo de Espronceda, Pastor Díaz y 
Larra, al que distinguía mucho. Este, agradecido, proclama su gratitud al final de 
la composición que le dedica, diciendo noblemente: 

"Con letras de vivo fuego 
on mi pecho a tu memoria, 
grabara tu nombre ilustre 
la gratitud ardorosa." 

Se ha dicho que no era puramente platónica esta protección y que Valora y el 
duque de Frías ayudaban a Larra, que atravesaba una situación difícil, en los pri- 
meros tiempos de su matrimonio. En sus discursos inserta el míirqués de Molíns 
un soneto de Larra a Valera, por el que parece que éste atendía a las necesidades 
de Larra. He aquí el soneto: 

"Por tu vida, señor, que no hay paciencia 
Para sufrir que pueda un año entero 
Estorbar un sayón, bárbaro y fiero, 
Que quien tanto me da me dé una audiencia. 

Bien haya de Pitágoras la ciencia; 
Pues me doy a entender que a tu portero 
Ha transmigrado el alma del Cerbero. 
Según defiende y guarda a tu excelencia. 

O a la ciudad excelsa de Sofía 
Para guardar su harén recomendado 
A Mohamud a tu portero envía. 



o empéñate con él porque, apiadado, 
í^e digne conceder tan s<51o un dfa 
Que pueda entrar a verte un deadichado." 



64 CARMEN DE BURGOS 



¿Podrá creerse que este soneto es de Larra? No lo encuentro de acuerdo con su 
carácter y su modo de producirse. Al acabar de leer este libro, no creo que haya 
nadie capaz de dar fe a una sola palabra de Molíns. En todo caso, el soneto irónico 
y festivo no se puede interpretar como lo hace Molíns. Ni Larra empleó la palabra 
desdichado como lyi miserable hambriento, ni el decir que el que tanto me da sig- 
nifica que fuese apoyo material. No tiene nada de extraño que en algunos momen- 
tos de su vida Larra, recién casado y empezando a luchar, necesitase algún auxilio, 
más de protección que de dinero; pero está lejos de la piadosa interpretación de 
Molíns. He visto el cuaderno en que Larra copió todos sus versos, y ese soneto no 
figura entre ellos. 

Cuando Rossini estuvo en (Madrid, todos lo obsequiaron a porfía; una noche, 
Valera invitó a Rossini al mismo tiempo que el ilustre maestro recibía otra invi- 
tación de un ministro. En la necesidad de elegir dio la preferencia a Valera, y como 
alguien le preguntara la razón, el gran artista, que gustaba de las telas brillantes, 
de la esencia de rosa y de los goces de la vida, contestó : 

— Porque en ninguna parte se come tan bien como en casa de los curas. 

Valera dio un banquete y velada musical suntuosas, a los cuales estuvo invitado 
"Fígaro", que escribió unos verso» en honor de Rossini, los cuales entregó al ilustre 
músico, por cuya razón no se han impreso ni se conocen. De aquella fiesta nació 
el Stabat Mater, que dedicó Rossini a Valera, y del cual se estrenaron algunos nú- 
meros aquel año en San Felipe el Real, dirigidos por el mismo Rossini, que por 
cierto amaba mucho a España, patria de su esposa Isabel Golbran, hermana de la 
madre de Julia Espín, que fué la romántica musa de Bécquer. En este viaje hizo 
el maestro italiano su Passeggiaia, la bella y célebre canción que dedicó a la reina 
Cristina. 

Que no se tenía en poco a Larra como poeta, lo prueba el que fuese uno de los 
ingenios que figuraron en la corona poética de la duquesa de Frías, doña María de 
la Piedad Roca de Togores, segunda esposa del duque, y en qué estima lo tenía el 
duque — su testigo de boda, — se ve en que la poesía de Larra es la que va al frente 
de la obra, después de la del duque, '*E1 llanto conyugal", a pesar de que en ella 
figuran Martínez de la Rosa, Juan Gallego, Eugenio de Tapia, Ramón López Soler, 
Alberto fiista, Manuel José Quintana, Ventura de la Vega, Donoso Cortés, el duque 
de Rivas, Diego Colón, Manuel María Cambronero y Arriaza. La obra, lujosamente 
editada en papel de hilo, termina con un soneto. Gratulatorio, del duque. 

Ya es sabido que las composiciones de Lista y Gallego son dos verdaderas joyas. 

Su tío nos dice que se contaba siempre con Larra para los versos que se repar- 
tían al público en circunstancias solemnes. Si así fué en un principio pronto reac- 
cionó, porque en su epístola Contra los malos versos de circunstancias, va contra 
esa costumbre y execra a los poetas que se someten a ella : 

"¿Versos al que en la cuna bambonea? 
¿Y al que vive más versos y al que muere?... 
I Mal haya quien los haga y quien los lea! 

Yo quiero por mi parte, si acudiere 
A importunar al Dios que nos inspira, 
Para versos que un necio me pidiere, 

Que airado el numen de la torpe lira 
Rompa las cuerdas que mi indigna vena 
Vendiere a la lisonja o la mentira. 

Y contento seré si en justa pena 
De la verdad hollada que desdeño, 
A que nunca la diga me condena. 



FÍGARO 65 

GoQSienio en que, mirándome con ceño 
La musa airada que mi fuego aviva, 
Mis versos den, a quien los viere, sueño. 

Quiero, en fin, que por pena me prescriba 
Un moderno Calígula, en mi mengua. 
Que aquellos versos que adulando escriba, 
Borre yo mismo con mi propia lengua." 

Esta epístola, como la escrita poco antes intitulada Sátira contra la Corte, y no 
Sátira contra los vicios de la Corte, como la han titulado después los recopiladores, 
tiene escaso mérito. Se sostiene por la sinceridad y la fuerza, que hubieran podido 
hacer de ellas dos bellos artículos de prosa. 

El siguiente fragmento de la Sátira contra la Corte nos muestra la constancia 
con que, lo mismo en verso que en prosa, Larra satiriza siempre los mismos vicios 
y defectos: 

''Mal haya para siempre el torpe suelo 
Donde el picaro sólo hace fortuna; 
Donde vive el honrado en desconsuelo; 

Donde es culpa el saber; donde importuna 
La ciencia, y donde el genio perseguido 
Ahogados mueren en su propia cuna; 

Donde no es otro mérito atendido 
Que el oro; donde al mísero atrepella 
El coche de un bribón vano y henchido; 

Donde en millones nada, por su estrella. 
Quien al pueblo los roba desangrado 
En un destino que le dio una beHa; 

Donde al ciento por ciento da prestado, 
Sin que nadie lo mate, un usurero, 

Y vive rico, alegre y respetado; 
Donde el abate, aquel farandulero 

Que mudó de opinión cual de camisa. 
Lleva su moza al Prajdo de bracero; 

Donde marcha la faz bañada en risa, 
£1 crimen descarado, alta la frente, 
Corrompiendo el terreno por do pisa... 

Viva en la corte el que aguantarle sabe, 

Y el que de embrollos gusta y de bullicio, 
Viva en la corte, y que la corte alabe." 

Pero los versos que más se han divulgado de Larra y contribuyen más a su 
fama de mal poeta, son precisamente los versos de circunstancias que escribió Al 
casami^to del Rey D, Fernando VII y con motivo de hallarse encinta doña Cristina. 

No fué él sólo el que escribió con este tema versos que el asunto había de hacer, 
forzosamente, aón más ramplones y vulgares. 

f^ué una esperanza para los liberales aquel casamiento que iba a dulcificar los 
rigorea del aJasolutismo, aunque, como en todas las cosas de Fernando VII siem- 
pre surgía el engaño, no tuvo verdadera confirmación, porque al año siguiente, 1830, 
a pesar de la influencia de la Reina, tuvo lugar la ensañada persecución contra los 

6 



R6 CUtMBN DE BUHÓOS 

liberales, en la que murieron Chapalan- 
gurra, Mariana Pineda, Torrijos con sus 
cincuenta y dos compañeros y laníos 
otros. 

Pero el entusiasmo que produjo la 
boda fué grande y más grande aiin el 
que causó la noticia de hallarse la líei- 
an en vísperas de dar un sucesor a su 
amado esposo. No hubo vale que no em- 
puñase la lira. El Rey se complacía en 
que cantasen a Cristina, hasta el punto 
de que echando de menos la voz de 
Quintana en aquel concierto de alaban- 
zas llamó a su ministro Ballesteros y 
le dijo: — "Procura arreglar de mane- 
ra que sepa Quintana que yo deseo que 
h^fga escuchar sus poesías en obsequio 
do la Reina." Habiendo complacido el 
poeta al Monarca se le levantó el dea- 
tierro y pudo volver a la Corte donde 
le señalaron una pensión. Lo mismo 
sucedió al duque de Frías, que también 
Dofl» iikrik Crutinm de Borb<>n. estaba desterrado y a algunos otros. As' 

hubo un verdadero diluvio de canciones epitalámicas A la Pcrlita de yápales, Al 
Iris de Pai, etc. De los conocidos no faltó ningún vate. Quintana, Gallego, el duque 
de Frías, Arriaza, Duran, Ve- 
ga, Espronceda, Bretón, Alon- 
so, Gil y Zarate, Burgos... To- 
dos. iQué de extraño tiene que 
Larra cantase como todos y 
tan mal como la mayoría en 
p.sta ocasión? 

No era difícil a los poetas 
cantar a María Cristina; era 
bella, graciosa, de carácter 
franco, muy artista y cautivó 
de^de luego al pueblo que le 
profesó gran simpatía. Como 
el día que entró en Madrid 
vestía sombrero con plumas 
blancas y traje azul celeste, 
todas las damas adoptaron pa- 
ra sus trajes este color, que 
sp llamó azul Cristina. Los ab- 
í<nlutistas miraban con miedo 
a la Reina, la cual decían que 
ora rra<'masona. y los libera- 
les con entusiasmo. 

Larra escribió una Oda al 
casamiento del Rey que no se ; 

imprimió, y que no se cono- M«ri»i»» pined». 



FÍGARO 67 

cía, pero que yo he encontrado entre sus papeles. La portada escrita con su más 
esmerada letra dice: 

AL ENLACE DE 8. M. EL SR. D. PFRN.VNDO VII 

CON LA 
SERENÍSIMA SEÑORA PRINCESA PE LAS DOS SICILIAS, DOÑA ^L\RÍA CRISTINA DF! BORBÓN. 

Al denso velo de la niebla fría 
Sus rayos esconder abrasadores 
Pudo el inmenso lumi^iar del día; 
Nunca empero apagarse. Al blando lecho 
Si de la hermosa Tetis baja y se hunde, . 
De su pálida frente la diadema 
De fuego desceñida 

Con nuevo ardor, con brillo más glorioso 
Es por tornar más grande y majestuoso. 

Tampoco las naciones, 
Que de las altas manos del Eterno 
A dominar a las demás salieron, 
Por siempre se oscurecen. 
Cuando a la sombra del laurel durmieron 
Saben del sueño despertar mis grandes, 
Si ante el coloso del Poder de Roma 
Tanto Grecii «alió, fué para, un tiempo 
Entre las palmas de la fe cristiana, 
Nuevas almas creando esclarecidas, 
Alzarse más heroica, más galana; 
Fué por tornar a producir Leónidas. 

¡Cuánto más alta España te elevaste! 

Guando al orbe en esfuerzo soberano 

Leyes dictaba tu arrogante imperio, 

No como Grecia y Roma descansaste. 
: Ambiciosa de glorias 

Fuiste otro mundo a descubrir lejano 
^ Para más conquistar. Otro hemisferio, 

Muy más allá de do pusieron todos 
'- Término a sus victorias, 

• • Un mundo nuevo para ti nacía 

Que al mundo antiguo tu poder decía 



Está toda completa y hay un bello recuento de todas las glorias de España. Acaba 
con un diálogo en el que toman parte el Tajo, las Ninfas, la Lealtad, la Gloria y Es- 
paña y hay en toda un verdadero entusiasmo por Cristina que simboliza para él 

la Libertad. 

Ya sabemos que publicó una octava con el mismo tema del casamiento: 

Bastante tiempo loh Rey! la refulgente 
Antorcha de Himeneo ardiste en vano, 
Y un sucesor al trono inútilmente 
Esperó de tres reinas el hispano. 



68 CAHMBN DE BURGOS 



Sí, salud a Cristina que esplendente, 
Vino a partir tu solio soberano 
Que ella es, Fernando, la que al trono ibero 
Dos veces asegura un heredero. 

Y un soneto "Con motivo de hallarse encinta nuestra muy amada reina Doña 
María Cristina de Borbón". 

Guarda ya el seno de Cristina hermosa 
Vastago Incierto de alta dinastía, 
Y ya la patria conocer ansia 
De quién ha de ser madre cariñosa. 

Tú, amor, que al pie del ara religiosa 
A los esposos enlazaste un día. 
Recuerda que el ibero te pedía 
Directa sucesión, larga y dichosa. 

Y hoy que anuncia el alegre clamoreo 
Kl don feliz, que esperando queda 
Sirve taixibién al general deseo. 

Tú, desde ahora, sobre el regio fruto 
Vela incesante, porque España pueda 
Rendirle pronto de tu fe tributo. 

Otro soneto a Cristina lleno de entusiasmo: ' , 



(■• 



Salve, Infanta Real, por quien confía 
Ver su esplendor España recobrado 

Y en quien promete el cielo que hermanado 
Será el poder de la hermosura un día. 

No ambicionaiba más la patria mía, 
Uue mal un pueblo de héroes anegado 
Sólo amar y vencer, don tan preciado, 
Tan gran favor desconocer podía. 

Yo que adorando vivo la belleza, 
El primero en tu honor el aura hendiendo 
Haré sonar mi lira jubilosa, 

Que es gloria el rendimiento y no flaqueza, 

Y es dichoso el que puede obedeciendo 
Obedecer al menos a una hermosa. 

Esta época es la época de la felicidad de Larra, la época en que brota su poesía. 
De esta época debe ser el drama "Fernán González. La "Sátira contra la Corte" y la 
"Sátira contra los maJos versos de circunstancias" son de 1832. No se asigna fecha 
a la poesía A una hermosa que dio en hacer buenos versos; es una composición 
que debió escribir en 1834, os muy interesante, porque no me cabe duda de que 
está dedicada a la. mujer por cuyo amor puso fln a su vida. En 1834 escribe en 
verso el Maclas, del que nos ocuparemos al tratar de su teatro. Luego aparece la 
poesía al Primero de Mayo, que me inclino a creer de 1835. La última es Recuerdos, 
escrita en Lisboa en 1835. 

He encontrado dos borradores de la poesía A una Hermosa. 

El primero, cuyo cliché doy aquí, aparece en una tarjeta, a cuya espalda se ha 
escrito el reparto de una obra teatral. Está escrita con lápiz, improvisada segura- 



FfOARO 6^ 

mente, y lleva una inicial que no deja lugar a dudas aunque la sigan las discretas 
tres cruces. 



A 



^v.V 



He diuíu. tmJUi^c Jk>ktJ io^ ^l/"^ 
'^^/^^ K-nPí/»- >vc4^i»/ duM^ 




(FAOiimil d« la poeiia eiorit» a lApii a Dolores.) 

¿No te bastan los rayos de tus ojos, 
De tu mejilla la purpúrea rosa, 
La planta breve, la cintura airosa 
Ni el dulce encanto de tus labios rojos? 

¿Ni el seno que a Ciprina diera enojos 
Ni esa tu esquiva condición de esposa 
Que también nuestras armas victoriosa 
Coges para rendir nuevos despojos? 

¿O a celebrar de tantos amadores, 
Ingrata, el ñn acerbo, te previenes. 
Que a mano morirán de tus rigores? 

Ya que a tus plantas nuestras almas tienes 
Déjanos lira, celestial... 
Para cantar siquiera tus desdenes. 

Los puntos suspensivos cubren el lugar donde debiera ir el nombre DOLORES, 
que rima con rigores. 



70 , CARMEN DE BURGOS 



Luego Larra copió esta poesía y la cambió para publicarla en la forma en que 
aparece en el otro grabado, que es como está inserta en la edición de Montaner. 

Tiene la particularidad de que en esa edición de Montaner y Simón, con un res- 
peto digno de elogio hacia el autor, falta la cuarta palabra del segundo verso del 
primer terceto que reconstruyéndola entre estos dos borradores es acerbo. 

Dice así: 







^^*25^ y; * .^c«*A*^ ♦t-ct^-? -^^7' 






} 




CSegando borrador de la poesía a Dolores.) 

¿No te bastan los rayos de tus ojos, 
De tu mejilla la purpúrea rosa, 
La planta breve, la cintura airosa 
Ni el dulce encanto de tus labios rojos? 

¿Ni el seno que a Ciprina diera enojos 
Ni esa tu esquiva condición de esposa 
Que también nuestras armas, Nise hermosa, 
Coges para rendir nuevos despojos? 

¿A celebrar de tantos amadores 
Ingrata el fin te previenes 

Que a mano morirán de tus rigores? 

Ya que en tus redes nuestras almas tienes 
La lira déjanos, ya que no amores. 
Para cantar al menos tus desdenes. 

Esta poesía, tal como aparece en la edición de Montaner y Simón. 



FÍGARO 



71 



Los cambios que se vio obligado a hacer para quitar el nombre de Dolores hacen 
m^ls débil eata poesía despü(^s de corregida, que en la forma primitiva. 

El título a Una Hermosa que dio en hacer buenos versos, ha extraviado a la 
crítica, y hubo hombres ilustres como el Sr. Gotarelo que creyeron que se trntalia 
de la poetisa doña Manuela Cambronero. Así aseguraba el ilustre crítico que había 
"leído impresas dos novelitas de la amada de "Fígaro" delicadamente sentidas y 
expresadas y varias poesías llenas de idealismo elevado/' Así lo admitimos tambií'^n 
IX Ismael Sánchez y yo en las críticas que insertamos en Diario Universal y en He- 
raldo de Madrid, respectivamente. Pero las pruebas que exhibo demuestran que esto 




C4Jt. 




A^M^é^»/ 





^^P$'^i/írf^ ^;áfc^ ^r^^^i^a^^ 



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(Bsproiaooión de nn onrioso y pioaresoo soneto inédito.) 



72 CARMEN DE BURGOS 



no es cierto; la amada de "Fígaro" fué doña Dolores Armijo, no doña Manuela Cam- 
hronoio, de la que he leído las obras citadas por el Sr. Cotarelo, que tuvo la amabi- 
lidad de facilitármelas. Esta señora nada tiene de común con la amada del poeta, y 
los datos que existen de ella me los ha proporcionado el culto escritor D. Eduardo 
Martín de la Cámara, y son como sigue : 

"Cambronero de la Peña (María), escritora gallega. No la citan Carré Aldao (La 
literatura gallega en el siglo XIX, 1903, Goruña, ni Parada (Escritoras y eruditas 
españolas, Madrid, 1881), Ossorio y Bernard (Apuntes para un Diccionario de escri- 
toras españolas del siglo XIX) la hace vallisoletana, erróneamente. Criado (Literatas 
españolas del siglo XIX, Madrid, 1889). Sólo trae la referencia de dos obras de la 
Cambronero, Pérez de Guzmán (Cancionero de la Rosa, Madrid, 1891-92) añrma que 
colaboró en El Serrano, periódico de Ronda. El retrato de esta autora la trae su co- 
lección Dios de convalecencias que acaso tenga la Biblioteca Nacional.'' 

Juan Bautista Alonso habla también de las aflciones literarias de Dolores Armijo 
.en los versos que le dedica; pero sin duda no llegaron a imprimirse las poesías de 
esta señora. 

En la colección de versos de Larra hecha por Montaner y Simón, fal{an la oda, 
que he hallado, al casamiento de Fernando YII y la composición dedicada a Roesini, 
que no se conoce; el soneto a María Cristina, la oda a la Exposición, la elegía a la 
muerte de la duquesa de Frías y los recuerdos. Falta también el soneto dedicado a 
Válera, inserto por Molíns, soneto que sigo creyendo apócrifo. En sus papeles he 
encontrado el borrador de todos los versos citados, excepto los dedicados a Rossini 
y el que cita 'Molíns. He hallado también los dos originales del soneto a Dolores y 
el soneto que reproduzco fotograbado y otro soneto y tres letrillas inéditas que doy 
a continuación insertas en este capítulo. He encontrado además fragmentos de poe- 
mas y de versos en borrador difíciles de interpretar. 

Hay un poema del Amor y Psiquis, de cuyas cuartillas inéditas doy los siguientes 
fragmentos : 

"Un palacio de jaspes excelente 
en Italia magnífico se esconde, 
que fabricó el Amor independiente 
y a su autor en grandeza corresponde. 

Pfof añado jamás de humana gente, 
dulce mansión y habitación en donde, 
con el bien con que a tantos galardona, 
Psiquis al propio Dios premia y corona. 



Allí de Psiquis en los tiernos brazos 
duerme el amor que la rindió cansada, 
de cien rudos dulcísimos abrazos 
de placer la mejilla sonrosada; 
forman sus cuerpos elegantes lazos, 
la pierna con la pierna está cruzada, 
pecho con pecho; en uno confundidos 
los dos alientos de ambos embebidos. 

Así como un artífice extremado 
suele engastar en oro piedra fina 
quedando presa en el metal labrado 
rubio granate o perla o cornalina, 
y cual suele fundir, ya liquidado, 
un metal con el otro, que se inclina 



FÍGARO 73 



cualquier curioso que lo ve importuno 
a apostar que allí no ve más que uno."* 



APUNTE 



M T,l. 



Es para con tu patria 
cada oprobioso vencimiento, un crimen; 
cada grande victoria, un atentado 
contra los puebJos que vencidos gimen. ** 

(Pensamiento que Leibnitz dijo a Carlos XII acerca de los conquistadores.) 

(Es curioso también y también picaresco como el reproducido en fotograbado este 
otro soneto inédito.) 



SONETO 

"¿No te basta el tener bizcos los ojos, 
ni esa cara vinagre y legañosa, 
la ancha joroba, el tufo a caparrosa 
que a ratos sale de tus labios rojos? 

¿Ni te basta el llevar ambos pies cojos, 
ni el ser, cual dicen, madre antes que esposa, 
que además sabihonda y jactanciosa 
de pedante también sufres antojos? 

Para ahuyentar del todo a los amores 
¿un alma igual al cuerpo nos previenes? 
No juntes de una vez tantos rigores. 

O t^ate esa boca por do vienes 
de tu ingenio a njoetrar incultas flores, 
o cúbrete, visión, la faz que tienes." 

LETRILLA (Inédita), y el rojo rubí, 

El rompimiento. ^"^ Jf ^'^''' ^"^ P^^^^^ 

'^ acepté de ü. 

"Quieres, Fili,- ingrata, Y esos tus cabellos 

conmigo reñir; ^^® ^^ rizo gentil, 

ni ya tu inconstancia ^^^ '^®^®^' ingrata, 

cubres con ardid. ^® ^^^^ cubrí. 

A Lisardo guardas, Y tú mi cayado 

dueño del redil, devuélveme a mí 

las tiernas finezas ^ ^^^ dulces horas 

de que dueño fui. ^^^® ®^ ^^ ^^^^ peral. 

Pues bien, anda, Fili, ^ pues quieres, Fili, 

quiérele sin fin, conmigo reñir, 

que es mejor por Celia • devuélveme el beso 

cien veces morir. ^^o ^^V n^isn^o ^^ di." 

Toma ya tu anillo Junio, 1829. 



74 



CARMEN DE BURGOS 



LETRILLA (Inédita), 
"Que es forzoso que cada hombre 
por evitar confusión, 
tenga en este mundo un nombre 
y se llame Juan o Antón 
u otro nombre de esta laya, 

vaya. 
Mas que cosa de importancia 
sea el llamarse así o asá 
y el tener la alcurnia rancia 
o hacia estos tiempos vecina, 
y el ser Quirós o Vidal, 
eso es harina 
de otro costal. 

Que de puro enamorado 
con mujer pobre y bonita, 
un hombre pobre arrojado 
sin temer la hambre maldita 
locamente se nos case, 

pase. 



Mas que sude y su trabajo 

\f* sirva para comprar 

cada día un arrendajo 

a su hermosa Mesalina 

que lo olvida por Pascual, 
eso es harina 
de otro costal. 

Que el ladrón que malamente 
m<itó a alguno sin demencia 
y el que calumnia al ausente 
muera en la horca por sentencia 
y al que vive de lo ajeno, 

bueno. 
Pero que por sólo idea 
y pensar yo así o asá 
ahorcado también me vea 
como el otro que asesina, 
sin yo hacer a nadie mal, 
eso es harina 
de otro costal." 



Hay que tener en cuenta que estos son versos sin corregir, que el autor no pen- 
saba publicar sin pulir antes, y se hace preciso disculpar sus defectos. 

Así y todo, tienen estos versos un encanto, una seducción particulares que se 
halla en toda la obra de Fígaro. Una fuerza de simpatía. Se ve en la letrilla un 
deseo innovador, y en todos los ensayos se acusan detalles de un talento poderoso. 
Prosista sin par. Fígaro hubiera acabado por domar al ritmo rebelde para ser un 
gran poeta. No hay que olvidar que son casi todas poesías escritas por un niño, un 
joven de veinte años, excepto las últimas, ya más perfectas por cierto. 

Además, Larra siente pesar sobre sí mismo la iníluencia del medio. En la crí- 
tica que hace de las poesías de Alonso, pinta el triste cuadro del atraso general de 
la literatura y la poesía en España, y dice: 

"Mal pudiéramos, por otra parte, acriminar a nadie de seguir demasiado estric- 
tamente el camino más trillado; no todos tienen espíritu suílciente para sacudir la 
cadena de la rutina; ni la antigua escuela que nos abruma aún por todas partes 
con su acompasada monotonía, nos permite otra cosa. Antes de inventar nos es for- 
zoso olvidar." 

La misma idea de la influencia del ambiente se halla en su precioso artículo de 
El Fobrecito Hablador. "No se escribe porque no se lee, o no se lee porque no se 
escribe." 

Dice: 

"Si me preguntas por qué me entrometo yo también en embadurnar papel, sin 
saber más que otros, te recordaré aquello de "donde quiera que fueres, haz lo que 
vieres". Así, si fuese a país de cojos, piorna de palo me pondría; y ya que en país 
de autorcillos y traductores he nacido y vivo, autorcillo y traductor quiero y debo, 
y no puedo menos de ser, pues ni es justo singularizarme, y que me señalen con 
el dedo por las calles, ni depende además del libre albedrío de cada uno el no con- 
tagiarse en una epidemia general. Ni a nadie hagas cargos tampoco por lo de tra- 
ductor, pues es forzoso que se eche mulefas para ayudarse a andar quien nace sin 
pies, o los trae trabados desde el nacer. 

"Y 8i me añades que no puede ser de ventaja alguna el ir atrasados con respecto 



a los demás, te dirá que lo que no se ronoce no se df;seii ni celia menos; as{ suele el 
que va alrRsado creer que va adelantado, que tal es el orgullo de los hombres, que 
nos pone a todos ima venda en los ojos para que no veamos ni sepamos por dónde 
vamos." 

Tan poderosas eran estas influencias, que Larra, que había vencido a todos los 
atavismos, que los había arrojado de su cerebro, que los bahía humillado con su 
prosa, que había emancipado su pensamiento, no pudo libertar de ellos ni su poesía 
ni su corazón. 



Palkcio (tfl las Cort», en U Plt» de e»ntk CataUnk- 



VI 



EL DRAMATURGO 



La obra dramática de Larra tiene' más importancia por ser suya que por su pro- 
pio mérito. Larra veía el teatro de un modo distinto a como <lo veían sus contem- 
poráneos, deseaba emprender una senda nueva, pero todo lo que nos ba dejado no 
son más que intentos, obra de juventud, ensayos, que no llegaron a madurar por- 
que en su vida breve no hubo tiempo de que se desenvolviese. 

El teatro en aquella época de decadencia se alimentaba de continuas traduc- 
ciones y escasas y malas obras originales, hasta el momento en que aparecen Gar- 
cía Gutiérrez, el duque de Rivas y Hartzenbuch. No era la vocación de Larra el 
teatro. Un buen crítico teatral no puede ser buen autor dramático. El autor dra- 
mático necesita ser un poco iluso, no ver con demasiada claridad el mecanismo 
que mueve los muñecos; creer en los actores y en el público, y un crítico como 
Larra, que ve cuanto hay de falso, de pobre, de engañoso y de efectista en el teatro 
carece de la fe necesaria para hacer comedias. 

Respecto a la parte material podemos ver lo que eran los teatros por la descrip- 
ción que nos hace Mendigorría: 

"Luces macilentas de aceite que lo dejaban todo en la penumbra y despedían 
olor insoportable. Palcos estrechísimos, mal pintados, mal decorados y pésimamente 
alumbrados, a los cuales no podían asistir las damas con vestidos medianamente 
ricos por temor de mancharlos con polvo y aceite; una cazuela destinada exclusi- 
vamente a las señoras, con sólo bancos de madera sin respaldo, sobre los cuales 
cada ima ponía almohadones expresamente traídos para ese objeto de su casa; 
lunetas de tafilete, rotas, mugrientas y desvencijadas, cuando no totalmente reven- 
tadas y descubriendo el pelote; emanaciones pestilenciales procedentes de las ga- 
lerías contiguas; densa y constante atmósfera de humo; frío en el mvierno hasta 
el punto de que los espectadores asistieran a la representación cuidadosamente 
envueltos en sus capas; calor asfixiante en el verano por la falta de ventilación 
conveniente; empleados y acomodadores que se llamaban apldstadores porque pren- 
saban a las damas, cuyos huecos vestidos ocupaban demasiado sitio, groseros que 
había que tratar a bastonazos bastantes veces; y como complemento a este cuadro 
un público poco culto todavía, cuyas manifestaciones eran violentísimas siempre 
y sobre cuya educación y cortesía me bastará recordar el hecho acaecido en el tea- 
tro de la Cruz, una noche en la que por haber siseado las señoras de la cazuela a 
una cantante muy guapa durante la representación, confabuláronse los hombres, 
colocándose a la puerta de aquel departamento formando calle, y a la salida propi- 
naron a las confusas damas, según iban pasando, la silba más espantosa de que se ^ 
tiene idea." 



En el teatro del Principe había un balconcillo oculto en el hueco que sirve de 
ventilador frente al escenario, que ae llamaba el balconcillo de los frailea, porque 
allí aubfan alfpjnos frailes que veían la representación sin ser vistos del público 
y tomaban durante ella grandes pocilios de chocolate. 

Estos teatros producían poco. El de la Cruz era capaz para 1.318 personas, y un 
lleno producía .10.037 reales. El del Príncipe era aún más j)equeño, sólo cabf&n 
1.236 personas y no producía el lleno más que 9,669 reales. Los precios de las loca- 
lidades en aquel tiempo eran : 

Palcos bajos. 64 reales. — Principales, 60. — Segundos. 48. — .Por asientos. iO la 
delantera; los demás, 8. — ¡Lunetas principales, 12. — Segundos, 8 y 6. — ^Asientos de 
patio, 4. — Sillones, U y 10. — Galerías, 8 y 6. — Tertulia delantera, 8. — Demás asien- 
tos. 4, — Cazuela para mujeres, 8, 6, 5, y 4 ^ reales. 

Todo con aumento de dos cuartos por billete, como impuesto de beneficencia. 
Ya es sabido que los dos sexos 
sólo podían reunirse en el teatro 
en los palcos por asientos. 

Además los pobres teatros se 
cerraban arbitrariamente cuando 
ocurría algüh contratiempo a la 
familia real, como sucedió el 18 
de Septiembre de 1832 en que se 
suspendieron las funciones por 
enfermedad del Rey, hasta el 20 
de Octubre, y luego después con 
ocasión de sii muerte sin tener en 
cuenta los perjuicios que se oca- 
sionaban. 

Marta Cristina accedió a que se 
pagase a los actores la mitad de 
su sueldo en estas circunstancias. 
Aunque hablan ganado en consi- 
deración, con respecto a tiempos 
anteriores, aiin se loe miraba co- 
mo gentes inferiores, a pesar de 
haber tenido un Máiquez, y esto 
lo prueba la anécdota que apun- 
tamos a propósito áe la presen- DdA* OauoapoiAaB'xlrígnei. 
cia de Valero en el baile del Café 

Solís. Formaban aún un mundo aparte que se reunía en el menlidero de comedian- 
tes, en la Plaza de Santa Ana, a la puerta del Café Vencciá. No podían alejarse del 
lugar donde vivían, aun no teniendo contrata, y Guzmán puso en un compromiso 
serio a Grimaldi por haberse ido de campo con unos amigos en el preciso momento 
en que Fernando Vil quería ver una obra. 

En 2 de Abril de 1833 el Director del Real Conservatorio de Música de Haría 
Cristina dirigió una proposición a la Comisión de teatros para que pudiera ponerse 
Don a los actores Carlos Latorre y José Luna en los carteles. Por cierto que la Co- 
misión contestó que no podía acceder porque nada había dispuesto el Ayuntamien- 
to; pero desde entonces se lo pusieron y siguieron usándolo. 

Ed estas circunstancias sin un empresario como Grimaldi no hubiera existido 
nuestro teatro. Don Juan Grimaldi no era español; h^fa venido el 1823 formando 
parle del ejército del duque de Angulema, y el amor lo retuvo en España, donde se 
casó con la gran actriz Concepción Rodríguez. Por cierto, que ésta pudo decir con 



78 CAKMEN DE BURGOS 



razóa que su marido le había caído del cielo, porque, a causa del hundimiento 
del segundo piso de la casa número 11 de la calle del Príncipe, donde vivía Gri- 
maldi, vino éste a caer, magullado y dolorido en la misma habitación de la ar- 
tista que ocupaba el piso principal. Este encuentro despertó un mutuo amor, se 
casaron en 1825 y Grimaldi se quedó en España, hasta que después siguió a la fa- 
milia real a Francia. 

Con un gran conocimiento del teatro y del público, Grimaldi tradujo Pied de 
Montón, de Mr. Martenville, con el titulo de La Pata de Cabra^ obra que aún sigue 
representándose con aplauso y que alcanzó en su tiempo 123 representaciones y 
produjo desde 1829 a 1833 la suma de 965.876 reales y 6 maravedises. Zorrilla cuenta 
en sus Memorias cómo en aquel tiempo, en el que no se podía viajar de una provincia 
a otra sin pasaporte y motivo justificado, el pretexto para poder venir a Madrid era 
el de ver La Pata de Cabra, y al gracioso Guzmán que hacía de D. Simplicio de 
tíobadilia Majaderano Cabeza de Buey, y se visaron 72.000 pasaportes con este 
objeto. 

"Fígaro" fué llevado al teatro por Grimaldi, que realmente hizo mucho en favor 
de los ingenios españoles y por el desenvolvimiento de nuestro arte, en una época 
en la que impersd)a el despotismo que ahogaba todas las manifestaciones de la 
vida española. 

Que "Fígaro" pagó siempre lealmente esta protección que él mismo confiesa ha- 
ber recibido lo vemos en la carta que para probar su consecuencia én amistad pu- 
blicamos en el capítulo Larra y Bretón, en la que dice, refiriéndose a Grimaldi: 

''Gomo director de escena le he debido no pocas atenciones, a él le debí que mis 
primeros ensayos, buenos o malos, viesen la luz, y que el drama titulado Macías. 
al que yo daba toda la importancia que un autor da a sus obras fuese representado 
y ensayado con esmero singular." 

Fué, pues, por instancia de Grimaldi por lo que "Fígaro" dio al teatro su come- 
dia en cinco actos No más mostrador, que se estrenó en el teatro de la €ruz en 29 
de Abril de 1831, y que como hay dos ediciones impresas, algunos han creído que 
se estrenó en 1836. 

Fígaro dio esta obra como original, pero estaba inspirada en el Adienx au comp- 
toir, de Scribe y Leguve, y esto hizo que se la creyese traducida. De todas estas 
dudas viene a sacamos el mismo autor con el artículo que insertó en La Revista 
Española en 23 de Marzo de 1834 y que no estaba coleccionado, con el título de 

Vindicación. 

"En el Diario de Comercio de ayer 22, he visto bajo el epígrafe Variedades, y con la firma 
del Ami^o de la Verdad, un artículo benévolo que eBcribe contra el señor liarra alguno que no 
debe ser menos amigo suyo que de la verdtid. KcMlücese el artículo a decir qué la comedia titu- 
lada No más mostrador no es original sino una traducción de Les adieux au comptoir, de Scribe. 
Como yo y el Sr. de I^rra somos uno mismo, no creo inoportuno insertar los siguientes ren- 
glones : 

Deseando probar mis fuerzas en el arte draimfttico hace algunos afios, y a la sazón que 
buscaba asunto para una comedia, cayó en mis manos aquel vaudevUle en un acto corto de 
Scribe. Presumiendo por mis limitados conocimientos que no podría ser de ningún efecto en 
los teatros de Madirid, apodéreme de la idea, y haciéndola mía por derecho de conquista, es- 
cribí el No más mostrador^ en cinco actos largos; hice mÜs: habiendo encontrado en Scribe dos 
o tres escenas que desconfié de escribir mejor, las aproveché, llev«do también de la poca im- 
portancia que en mi cuadro iban a tener. Yo no sé si esto se puede hacer, lo que sé es que yo 
lo he hecho. Dióse la comedia en cinco actos, traducida literalmente, segAn el amigo de la ver- 
dad, de la comedia en un aeto, y tuvo la buena suerte de agradar. 

De allí a poco esparcieron algunos amigos míos la voz die que era una traducción; pero, 
como nadie lo escribió nunca, no tuve ocasión de responder ; de suerte que hoy sólo puedo estar 
agradecido al amigo de la verdad y mío, que me pone en la ventajosa posibilidad de defenderme, 
inútilmente anhelada por tanto tiemix». 

El articulista, para probar su aserto, confronta el texto francés y oepailol de unos cuantos 
renglones, de donde infiere que todo es una traducción; esto prueba que no es tan amigo de 



las buenas cuDse(.'U< qcíob cnmo áv la verdad ; lo qu« babta áe hcuxr fa ineertar p) te^Io franela 
y el esiuilol desde el principio hasla el ña de nm1uu< comedias. Mientras no me áe este sulpe 
falal, ijoe espero ; <iue le pidu con ansia, leiulré nii comedia |>or mía y |>ur original, a pesar 
lie las «itena» que lie treldo deber y [KxitT rotor a Seribe. lí» di' aitveriir uve sienipre que es- 
c-riliD Bcilire un asunto que baya Iralndu otru escrilur. al cual yo me crea inferior, pienso hacer 
litro tanto, y seguir llamando originnl a lo c|UP ile o^iuf resulte. 

En r.Itimo jtnftlisis eonHrKo que tengo por de muy iioeo niériio mi comedia ,\'o mát mottro- 
dor, y no la creo acreedora ni aun a los elogios que le dispensa el nrlii^ulistn ; de modo que la 
nbnnilono volfintaTÍamenlc a la meint-d de todos loe amigos de la venlod. I^b defecloi de su 
lilan, de su eslilo, de sus carneinrt's, me non conocidos, y creo que si pudo agradar al públioo, 
In debió en gran parte a habérsela considerado como primera produix-iOo de uu princiiiiante. 
Sin embargo, bupua o mala, no creo que su íxilo se haya debido a lo que bey de Seribe en ella. 

Kl seDor qmigo de la verdad ba becbo, indudnblemeule, un gran servicio n nuestra patria, 
a nuestra literatura y a la verdad publica en eslas criticas circniístonciax, y dexde luego me 
le ha hecho a mi mayor todavía ; entoy convencido de i]ue las crltirna son el estimulo de los 
cstaitorea ; todo el dallo que de su articulo puede reiwltitniíe, es que. picado imr él, ptii|>lee to- 
úiti mis esfuerzos en hacer oira cosa niej«>r i>n In que no boya ni un solo renizlAn de Seribe; 
ojalA me haya concedido el cielo las fiterzas suKi'ientcs para conHi-giiirlo ; si no abrigase en mi 
iDli'nci6D muebaa dudas acerca de eslo. hubiera tenido mutbo mils plncer en leer el artículo 
del amigo de la verilad. 

S61o fienlo i|ue csle seíWir haya formado l4in mata idea de mf. que baya creído neee«nrÍo 
ocultar sil apellido; jiucdk- cslar aeguro de que no sicntu hacia fl más que ngradectmienlo. y 
de niníi^na manera rencor, lo cual tengo el honor de ascKurarle con la iniMiia franqueza y 
roble verdad con que escribo estos renglones. " 



. IglHia del Bnan Snosao, «n Ik Pnscta del Sol, antra 1» Carrerk deSku Jarúnlmo y calle da AlcklA. 

(ColaccidD FílU Boli.) 

Conofiendo esta Víndfeocítín esurita por "Fígaro", so ve que pudo en justicia 
dar como original su obra, o a lo sumo como inspirada an el asunto de la obra 
francesa, puesto quo no es una traduiciíJn de ella y lo prueba, sobre todo, el que 
la obra de Seribe luviera un acto y la de "Fígaro" cinco. 

Lo raro es que los críticos no se enterasen cuando se estrenó la obra ei 29 de 
Abril de 1831, aunque tuvo gran éxito y se representó el mismo año en Sevilla y 
en Cádiz. Esta critica surgió al hacerse la segunda edición impresa. 



BÜ CARM£N DE BURGOS 



Pasaremos ligeramente sobre las demás traducciones que dio al teatro. Ya en 
su carta a Delgado se ve que él no concede a esto importancia literaria. Puesto que 
dice: ''£n el momento en que la proximidad del invierno vuelva a dar algún inte- 
rés a las novedades de estos teatros no me descuidaré en enviar algo, desde luego 
escribiré de Víctor Hugo, de Scribe y de Casimiro de la Vigne, tres cosas que están 
trabajando y si son útiles antes de que se impriman aquí, irán caminando en espa- 
íiol para allá." 

Pero en otro párrafo dice : 

''Advierto a usted que en punto a tradu<>ciones tanto para el teatro como para la 
Prensa me será preciso guardar el más severo secreto y anónimo en las que yo de- 
signe, si no no enviaré ninguna. £n las que yo juzgue conveniente pondré mi nom- 
bre. Este es toda mi riqueza y es preciso economizarlo.'* 

Sin embargo trataremos de iijar bien las fechas de algunas de estas produccio- 
nes. Antes de su viaje al extranjero había estrenado ''Fígaro'' en 1832^ el 28 de 
Febrero, con el pseudónimo de Rainón de Arríala, en el teatro del Príncipe, una 
traducción del francés, que se ha dado como original, intitulada Felipe, en dos ac- 
tos y en prosa, en la que a pesar de la excelente labor de refundición se advierte su 
origen, tanto en el planteamiento como en el asunto inspirado en la lucha de cla- 
ses. El mismo año, el 13 de Octubre, estrenó Roberto Dülon o El Católico de Irlanda, 
obra que duró muchos meses en el cartel, porque la tragedia romántica y patriótica 
que encierra era muy del agrado del público, y esto prueba una vez más el gran 
conocimiento que tenía "Fígaro" .de su época. Ya en Junio de aquel año había es- 
trenado El rapto en el teatro de la Cruz, ópera bufa en dos actos, con música del 
maestro Tomás Genovés, que no fué del agrado del público. 

Sigue en orden cronológico Julia que se estrenó en el teatro del Príncipe el 22 
de Enero de 1834 y cuya copia debo al Sr. Mafflotte, inteligente coleccionador de los 
trabajos de "Fígaro", lo mismo que la comedia Siempre, traducida de Scribe y es- 
trenada el 15 de Marzo en el teatro de la Cruz. 

£1 24 de Septiembre estrenó en el teatro del Príncipe su Macías; el 26 de No- 
viembre en la Cruz otra traducción: Un desafio o Dos horas de favor. 

El año siguiente, 1835, lo inaugura con una traducción en el Príncipe Las des- 
dichas de un amante dichoso, y otra traducción en el teatro de la Cruz, el 17 del 
mismo mes. Era esta la obra de Scribe Bertrán et Ratón, con el título de El arte 
de conspirar, en la que desempeñó el papel de Bertrán de Rantzan el cétebre José 
García de Luna que tuvo uno de sus n)ás celebrados triunfos. Esta es una sátira 
contra los políticos taimados. 

En este año estrenó también la traducción de un proverbio en acción, de Scribe, 
"Quien quita la ocasión quita el peligro" que dio a la escena con el pseudónimo 
de Arriata y el título de Partir a tiempo. Algunos de sus biógrafos dicen que se es- 
trenó en 1836 pero fué el 17 de Junio de 1835 y vemos que él pide que le envíen 
«3sa obra en su carta de París a Delgado, escrita en 1835. 

Después de su vuelta estrenó en 1836, el I.» de Febrero, en el teatro del Prín- 
cipe la obra de Scribe ¡Tu amor o la muerte! 

El que poco después se había de suicidar por amor había traducido estas sen- 
satas palabras: 

"MoN. Dices bien, ese recuerdo no me es menos doloroso que a ti. jCada vez 
que me acuerdo de aquel pobre joven, con quien me iba yo por las mañanas a 
buscar plantas raras por la sierra, y a quien llegué a cobrar un afecto tan sin- 
cero...! 

CiiOT. ]Qué fín tan desgraciado I 

MoN. ¡Y tan neciol imatarse, y sin saberse por qué! 

Clot. a mí me aseguraron que una pasión. 



MON. ¡Mayor necedad aún! 

Glot. iQué? 

MON. iDígo que esa es mayor necedad! 

Glot. |Ah! porque no comprendes toda la exlcnsiiSn de ese sacriftoio. Tú no 
serlas capaz de matarle por una mujer. 

MoN. ¡En mi vida! 

Clot. ,¡Ni aun por la tuyal 

MON. Mucho lo sentiría a lo menos, y ella también me parece. Porque al fln yo 
les pondría un dilema a osos locos... O la mujer a quien quiero ha de sentir mi 
muerte, y en ese easo soy demasiado galante para darle semejante sentimiento, o 
mi muerte ha de serle indiferente, en cuyo caso na preciso ser muy necio para pro- 
porcionarla una (livcrsiiín tan cara." 



AQtigQB oa» de Coriaoi, en U PnetU del Hol. 

) a ¡3on Juan de Austria o la vocación, que según el Sr. Ghaves está 
estrenado en el teatro del Príncipe en 1634, no pudo estrenarse hasta 1836 por lo 
menos, porque eo una de estas cartas inéditas que poseo de "Fígaro", dirigida a su 
,Jadre, dice con fecha 26 de Noviembre de 1835: "Me he detenido en Parts unos 
días para traducir aquí el Don Juan de Austria, de Casimiro de la Vigne. No se ha 
publicado todavía, aunque se ha representado, pero estando relacionado con el au- 
tor he podido traducirla por el manuscrito y remitirla a la empresa de Madrid." 
De modo que cuando se dice que la estrenó en Madrid aún no la había escrito el 
autor. Por cierto que esta obra de gran fuerza de pensamiento, anLiclerioal, en don- 
de se trata a los grandes hombres sin el respeto convencional y acomodaticio, norma 
del teatro de entonces, debió asustar un poco a los empresarios que exigieron al- 
guna concesión a "l-'igaro" al mismo tiempo que reifiítearon atgunas de sus con- 
diciones, así se deduce de esta carta, fecha 13 de Abril de 1836 que he hallado tam- 
bién en sus papeles : 



CARMEN DE BURGOS 



"Señores empresarios de los teatros de Madrid. 

Muy señorea mios: He recibido la larga caria del 12 del corriente; por ella veo 
dos cosas: 1.', que las condiciones propuestas por mf para el Don Juan de Austria 
no les convienen; 2.", que no conviniéndoles a causa del estado en que están loe 
teatros en España, no rae puede convenir a mf escribir para ellos, 

Ed consecuencia retiro mi traducciiín de Don Juan de Austria, pero por si die- 
sen de ella otra traducción 
pondré en los periódicos 
que he retirado la mía, por- 
que no quiero en ningún 
tiempo usurpar en la opi- 
nión pública los laureles 
que otra persona granjease 
con la suya." 

Pero el asunto debió de 
arreglarse a satisfacción de 
todos puesto que la obra se 
estrenó con gran aplauso 
del pñbli<!n. 

El conde Fernán Goniá- 
lei o la Ks-ención de Casti- 
lla, drama histórico origi- 
nal, en cinco actos y en 
verso, no se llegó a estre- 
nar y no consta la época en 
que eslá escrito; es una de 
esas obras que no se han 
debido publicar, pues su 
publicación contrariaba la 
voluntad del autor, cuando 
él, en pleno triunfo litera- 
rio no lo quiso corregir ni 
dar n la escena es que no In 
creía merecedor de ello. Pe- 
bfa ser uno de sus primeros 
ensayos, tomado de un epi- 
sodio histórico inserto en 
Te»tro del Principe, hoy Te»tro EspíBoi. '» "Crónica General", de 

que se han ocupado Fray 
Gonzalo de Arredondo y el Padre Berganza, y que ha inspirado a Lope de Vnga el 
asunto de una de sus tragicomedias y a don Francisco de Rojas para La más hi- 
dalga hermosura. 

La exención de Castilla tiene su origen en esta tradición: 
"Cuentan que Sancho, rey de León, prendóse de un hermoso caballo y de un 
halcón muy hábil que Fernán-González tenía, y no queriendo admitirlos en concep- 
to de regalo, aunque el conde se empeñó en ello, los adquirió a precios elevadisimos, 
comprometiéndose, de no pagarlos el día que se designó, a satisfacer doble cantidad 
por cada día que transcurriese. El rey no satisfizo la deuda en el plazo marcado, y 
al cabo de siete años. resenLido el conde de Castilla con el Monarca leonés, por ma- 
los tratamientos que había recibido, reclamó el pago de la deuda; y como se halló 
entonces que la suma habla subido tanto, que no había en el tesoro real dinero para 
satisfacerlo, Sancho indemnizó a Fernán-González ron la independencia de Castilla." 



FÍGARO 83 

~ » .« 

Larra mezcla a su drama la prisión del Conde y, la heroicidad de su esposa para 
librarlo de la prisión. 

La obra teatral original de "Fígaro" es el Maclas, que se estrenó en 24 de Sep- 
tiembre de 1834 representando el papel de Macías, Garlos Latorre; D. Enrique de 
Villena, González Mate; Ekira, Concepción Rodríguez. 

Macias es un drama que impresiona. Sin saber por qué se confunden las figuras 
de "Fígaro" y de Macías. Hay veces en que le llamaríamos indistintamente por uno 
u otro nombre. No hay duda de que "Fígaro" la escribió a impulso de su amor. 
Al fronte de ell{^ puso estas líneas : 

DOS PAIABRAfi 

"He aquí una composición dramática a la cual fuera muy difícil ponerle nombre. 
¿£s una comedia antigua? Ciertamente que no, pues ha nacido en el siglo XiX. 
Ciertamente que no, pues mal se atreviera a aspirar a la versificación y sublimidad 
de Lope, a la gala y caballerosidad de Calderón, al estro cómico de Moreto, al do- 
naire de Tirso, a la pureza de Alar con. ¿£s una comedia moderna según las reglas 
del género antiguo? Menos. Ni es comedia de costumbres, ni comedia de carácter. 
Ni me propuse al imaginarla seguir las huellas de Planto y Terencio, ni tuve al 
concebirla la osadía de* imitar a Moliere o a Moratin. ¿£s una tragedia como la en- 
tienden los rigurosos Aristarcos? Ni tiene la sencillez enérgica de Esquilo, ni la 
humilde sublimiiíad de Sófocles. Ni está escrita toda en verso heroico; ni es su es- 
tilo siempre altamente entonado; ni pueden reputarse sus escenas todas dignas del 
levantado coturno; ni son sus personajes los favoritos de Melpómene. ¿Es un drama 
mixto, do grande espectáculo, perteneciente al género bastardo introducido en la 
literatura a fines del siglo pasado? No hay en él grandes efectos levantados sobre 
débiles fundamentos, no hay escenas de imponente y charlatanesca fraseología, no 
hay tempestades, no hay horrendos crímenes. ¿Es un débil destello siquiera de la 
colosal y desnuda escuela de Víctor Hugo o Dumas? ¿Es un drama romántico? No 
sé qué punto de comparación puedan establecer los críticos con Antony, Lucrecia 
Borgia, Enrique III, Triboulet y mi débil composición. ¿Qué es, pues, Macías^ ¿Qué 
se propuso hacer el autor? Macías es un hombre que ama, y nada más. Su nombre, 
su lamentable vida pertenecen al historiador; sus pasiones al poeta. Pintar a Macías 
como imaginé que pudo o debió ser, desarrollar los sentimientos que experimenta- 
ría en el frenesí de su loca pasión, y retratar a un hombre, ese fué el objeto de 
mi drama. Quien busque en él el sello de una escuela, quien le invente un nombre 
para clasificarlo, se equivocará. ¿Para qué ha menester un nombre? ¡Ojalá no se equi- 
voque también quien busque en Macías alguna escena interesante, tal cual sentimien- 
to arrancado al corazón, un amor medianamente expresado y un desempeño feliz!" 

De toda esta advertencia nos queda sólo esta impresión ¡Es un hombre que ama 
nada más í ¡La síntesis de la vida de "Fígaro"! 

El drama Macías no es igual a la novela El doncel, aunque sean los mismos los 
protagonistas. 



PERSONAS 

DOcr ENRIQUE DE VILLENA, maestre de Calatraya. 
HACÍAS, su doncel. 

ELVIRA. 

iERSÁN PÉBEZ DOS VADiLLo, hidalgo, escudero de 
don Enrifiue. 

NXjÑo HERNÁNDEZ, padre de Elvioti. 

La época es en uno dte los primeros días del mes de enero de 1406. — -La escena es en Andüjar, 

en el palacio de don Enrique de Villena. 



LEATRiz, dueña joven de Elvira. 
RUI PERO, camarero de don Enrique. 
FORTUN, escudero de Maclas. 
>LVAR, criado de Fernán Pérez. 
Un paje de don Enrique. 
Dos pajes que no hablan, 
liombres armados. 



84 



CABMEN DE BURGOS 



Está planteado de un modo distinto. 'En el drama aparece Elvira soltera y se re- 
siste a casarse, por mandato de su padre, el cual no interviene en la novela, donde 
aparece ya casada con Fernán Pérez. 

La engañan, haciéndole creer que Macías la ha traicionado, y loca de dolor y de 
despecho, da su mano al escudero. 

Son muy bellas las escenas en que Elvira hace la pintura de su amor ante su 
padre. 



ELVIRA 

1 Perdóname, señor, si hoy más que nunca 
Presente aquel amor en la memoria 
En vano lucho por borrar del pecho 
lia esperanza engañada I Yo más fuerzas 
Encontrar en mí propia presumía 
Cuando el plazo pedí: imas ayl yo nunca 
Pensé que él de mi amor se olvidaría. 
Mira mi corazón, débil juguete 
Ee una pasión tirana, inextinguible, 
Y tú mismo dirás si verme puedo 
Al yugo extraño del que nunca quise 
En eternales vínculos unida. 



Tranquila y sin llorar. 



Soy mujer, y soy débil: ni depende 
Ser máfi fuerte de mí. Yo bien quisiera 
En mi encerrado pecho sepultando 
Tanto culpable amor, que nada el mundo 
Del volcán que me abrasa trasluciera; 
Y ahogando mi dolor durante el día. 
Que mis lágrimas tristes, por la noche, 
En el oculto lecho derramadas, 
Entre la soledad y las tinieblas 
Pasión tan grande que olvidar no logro. 
En eterno silencio confundiesen. 



Hay en su amor la condición más noble y más grande que es preciso para con- 
seguir el corazón de las mujeres. Un amor basado en la admiración que no pueden 
despertar los espíritus vulgares. El amor que ansiaría Larra. 



ÑUÑO 

¿Mas qué bienes 
Son los suyos, Elvira? ¿Caballero, 
Y no más? ¿Hombre de armas, o sol- 
idado? 
¿Mal trovador, o simple aventurero? 

ELVIRA 

lEso no! — Si no os place, nunca, nunca 
Me llamará su esposa, ni cumplida 
Veré jamás tan plácida esperanza. 
Pero al menos sed justo: sus virtudes, 



Su ingenio, su valor, sus altos hechos 
No despreciéis, señor: ¿dónde están mu- 

[chos 
Que a Macías se igualen, o parezcan? 
De clima en clima, vos, de gente en gente 
Buscadlos que le imiten solamente, 
¿Su ardimiento? ¿Vos mismo no le visteis 
Ha un año, poco más, en Tordesillas 
Los premios del torneo arrebatando. 
Cuando el rey don Enrique el nacimiento 
Celebraba del príncipe? ¿Cuál otro 
Más sortijas cogió, corrió más cañas? 



Para que el parecido con "Fígaro" sea mayor, tiene el triunfo del talento y del 
arte. 



Donde en los juegos mereció de Flora 
P:1 premio y la corona, que a mis plantas 
Vino a ofrecer después. ¡Cuántas cantigas 
De él corren en la corte, que la afrenta 
De los ingenios son, y de las damas 
El contento y placer! ¿Y ese es, decidme, 



Ese el mal trovador y aventurero. 
Ese el simple soldado? Padre mío, 
Si eso no es ser cumplido caballero, 
Si eso es ser un villano, yo villano 
A los nobles más nobles le preñero. 



Después de casada Elvira llega Macías, y son verdaderamente apasionados y 
llenos de fuego los versos del coloquio de los dos amantes; ly hay quien tacha de 
frío el drama I 



FÍGARO 



85 



MACIAS 

¿Me amas? ¿Es cierto? 
¿Tú me amas todavía? ¿Y aún estamos 
En Andiijar los dos? ¡Ayl ¿Quién ahora 
Me robará la hermosa que idolatro? 
¿Me amas? Ven. 

ELVIRA 

¿Yo eso he dicho? Que os amaba 
Sólo os quise decir, mas no que os amo. 

MAGÍAS 

No; tus ojos, tu llanto, tus acentos, 
Tu agitación, tu fuego, en que me abraso, 
Dicen al corazón que tus palabras 
Mienten ahora; sí, bien mío, huyamos. 
Todo lo olvido ya. Pruébame huyendo 
Que no fué liviandad el dar tu mano. 

ELVIRA 

¿Dónde me arrastras? 

MAGÍAS 

Ven; a ser dichosa. 



¿En qué parte del mundo ha de faltarnos 
Un albergue, mi bien? Rompe, aniquila 
Esos, que contrajiste, horribles lazos. 
Los amantes son solo los esposos. 
Su lazo es el amor: ¿cuál hay más santo? 
Su templo el universo: donde quiera 
El Dios los oye que los ha juntado. 
Si en las ciudades no, si entre los hom- 

[bres 
Ni fe, ni abrigo, ni esperanza hallamos. 
Las ñeras en los bosques una cueva 
Cederán al amor. ¿Ellas acaso 
No aman también? Huyamos; ¿qué otro 

[asilo 
Pretendes más seguro que mis brazos? 
Los tuyos basiaránme, y si en la tierra 
Asilo no encontramos, juntos ambos 
Moriremos de amor. ¿Quién más dichoso 
Que aquel que amando vive y muere 

[amado? 



No menos grande aparece el desdichado amante en su furor y en sus celos. 



MAGÍAS 

No, tú no me amas, no, ini tú me amaste 
Nunca jamás! Mentidos son y vanos 
Los indicios; tus ojos, tus acentos 
Y tus mismas miradas me engañaron. 
¿Tú en ser de otro consientes, y a Macías 
Tranquila lo propones? ¿Tú en sus bra- 

[zos? 
Tú, Elvira, y cuando lloren sangre y fuego 



Mis abrasados ojos, ¡ahí, ¡gozando 
Otro estará de tu beldad I ¡Y entonces 
Tú gozarás también, y con halagos 
A los halagos suyos respondiendo 1 1 1... 
¡Imposible I ¡Jamás! No, yo no alcanzo 
A sufrir tanto horror. ¿Yo, yo he de 

[verlo? 
Primero he de morir o he de estorbarlo. 



En este coloquio son sorprendidos por el esposo y encierran a Macías en una 
torre, adonde va a buscarlo Elvira para hacerle huir. Imposible expresar el amor 
con más vehemencia y más dulzura. 



MAGÍAS 

Sí, Elvira, "llega y habla, 
lí&bla, y que oiga tu voz. ¡Cuan deliciosa 
Suena en mi oído! ¡Un bálsamo divino 
Es para el corazón! ¡Ah! De tus ropas 
Al roce sólo, al ruido de tus pasos, 
Estremecido tiemblo, cual la hoja 
En el árbol, del viento sacudida. 
La esperanza de verte, tu memoria, 



Todo el encanto son de mi existencia. 
Mas si te llego a ver, mi alma se arroba, 

V me siento morir, cuando en tus ojos 
Clrivo los míos; si por suerte toca 

A la tuya mi mano, por mis venas 
Siento un fuego correr que me devora. 
Vivo, voraz, inmenso, inextinguible, 

Y abrasado y pendiente de tu boca. 



Es todo un análisis de la propia alma de "Fígaro", una adivinación del por- 
venir. Desea morir para ser más fuerte, para estar más en la que ama, que es tam- 
bién casada y es también esquiva. 



8o CARMEN DE BURGOS 



¡Fementida! Tu profanado seno; con su mano 

Cuando olvidarme quieras en sus brazos, Yerta te apartará, siempre a tu mente 

Entre tu esposo y entre ti mi sombra Tu deslealtad infame recordando; 

Airada se alzará, para tu espanto, Y hondamente Maclas repitiendo, 

De sangre salpicando todavía ¡M acias sonará por el espacio! II 

Pone en ella un grito de amor desesperado, que él no debía oir en el momento 
de su drama real. 

ELVIRA El sQcreto no guarda que le agobia. 

Sí; yo también sé amar. Mujer ninguna magías 

Amó cual te amo yo. Vuelve, recobra Más bajo, por piedad, que envidia tengo 

Un corazón que es tuyo, y que más Hasta del aire que te escucha. 

[tiempo 

Estos atrevimientos de la mujer casada que proclama así su amor, ese gran atre- 
vimiento de decir en aquel tiempo '*Los amantes son solo los esposos'", se perdona- 
ron por la fuerza y la hermosura del drama y por la habilidad de la muerte de Ma- 
cías y el suicidio de Elvira al lado de su cadáver, aunque irónicamente triunfa la 
forma del viejo teatro al exclamar Vadillo : 

"Ya se lavó en su sangre mi deshonra." 
II' 

El drama fué muy aplaudido y gozó de gran favor durante mucho tiempo. 

He aquí el artículo publicado por El Eco del Comercio dando cuenta del estreno 
del drama de I^arra, que me parece de interés y curiosidad reproducir: 
<. ' 

** Teatro del Príncipe. — Primera repre^ntacidn del Maclas, drama hÍ8t<)rico en cuatro actoe 
y en verso, por D. Mariano José de Lama. 

El nombre sólo de Macfas despierta en todos los afícionadioe a la literatura española el in- 
terés más tierno por este desjprraciado amante, que pagó oon su vida la firmeza de su amor ; su 
lamentable fin no ha sido olvidado por el transcurso de los siglos ; su nombre vive en el corazón 
de los poetas y de los enamorados, como si la compasión de tantas -generaciones se empeñara 
en aliviar los dolores o en compensar la mala ventura del enamorado doncel. La poesía de aque- 
llos sencillos tiempos se encargó de transportar a los venideros los desdichados amores de Ma- 
clas, y hasta el grave Juan de Mena miró como un deber el recordarlos en su Laberinto; ¿qué 
amante de las musas no conoce estos versos? 

'*Tanto anduvimos el cerco mirando 
a que nos hallamos con nuestro Macías, 
el que de su vida tuvo fin amando, 
y vimos que estaba llorando los días, etc." 

... Este interés que excita la memoria de Macías, si bien es una disposición favorable para 
ser representadas en sus desgracias, es uoa dificultad mAs para el poeta dramfttioo, y se ne- 
cesitan muchos esfuerzos para que se aumente, en voz de amenguar, la simpatía que ya de 
antemano por su héroe se sentía. ¿Ha logrado el Sr. Larra vencer esta dificultad? Él publico 
ha respondido antes que nosotros, y loe numerosos aplausos que arrancaron varias escenas del 
Modas son la m&s cierta sefial de que su autor ha sabido hacer que no se debilite en lo m&s 
mínimo el interés positivo y real que tenía antes de ser espectador de mi drama. Sin tener 
ningún modelo que imitar; sin Uamar en su auxilio accidentes extraordinarios; sin cefiirse 
a las reglas de las diversas escuelas que hoy florecen en el teatro, pero sujetándose a las del 
buen gusto ; sin ver en Modas otra ooaa que un hombre que ama y nada más, el autor ha cau- 
tivado la atención del publico y ha logrado entretener su curiosidad como si el argumento fuera 
desconocido... 

Retratadas bien las personas, es claro que se ha vencido la primera dificultad en una com- 
posición dramática, y que sólo falta que la acción, camine, como en el Modas, con aquella poro- 
gresión tan diñcil de graduar, que ha sido bien entendida por el Sr. Larra. 

Desembarazada de episodios, unida con intereses anexos y naturales, tiene la acción toda la 



FÍGARO 87 

rapidez necesaria para satisfacer la curiosidad del espectador, y el desenlace está preparado 
de tal modo, que sin sorprender interesa sobremanera. Mucho puede contribuir al buen éxito 
que ha tenido este drama la versificación, que en general es fácil y rica ; hay trosoe tan acomo- 
dados a la situación del interlocutor, y sobre todo que expresan tan tiernamente los sentimien- 
tos del amor, que ellos solos forman a veces el mérito porincipal de algunas escenas. 

Nos alargaríamos demasiad!o si fuéramos a presentar todas las bellezas de esta composición ; 
el público supo distinguirlas y premiarlas con sus aplausos... 

Felicitamos al Sr. Larra por la elección del asunto, y el modo de desempeñarlo y por la im- 
presión que produjo en el público. I Qué hermosa no quisiera hallar un amante como Maclas! 
¡Quién no adorará a una Elvira!..." 

Larra miró siempre con cariño el Maclas, lo que hemos visto que no le sucede 
con las otras obras. Había puesto en él mucho de su alma. En una de las cartas 
inéditas, dirigidas a sus padres en 8 de Noviembre de 1835, dice: 

"El Maclas se está traduciendo para insertarlo con una noticia biográfica y bi- 
bliográfica del autor en la gran colección titulada Teatro europeo,'' 

En la edición de "Obras completas de Fígaro'', de Montaner y Simón, sólo están 
comprendidos : 

No más mostrador, Roberto Dillon o el Católico de Irlanda, Don Juan de Austria 
o la vocación. El arte de conspirar, ün desafio o dos horas de favor. Maclas. Felipe. 
Partir a tiempo, ¡Tu amor o la muerte! El conde Fernán González o la exención de 
Castilla, 

En los papeles inéditos de ** Fígaro** encontramos la hoja siguiente, borrador de 
un contrato sin fecha : 

''Don Mariano José de Larra recibirá de la empresa de los teatros la cantidad 
de 1.500 reales, y por ellos concederé el derecho de que puedan poner en escena 
cuantas comedias ha dado a estos teatros de la capital, así en tiempo de la Empresa 
Ceriola como anteriormente a ella, cuyos títulos son: 

No más mostrador. La madrina. Siempre. Julia. Felipe, Roberto Billón, Arte de 
conspirar. Partir a tiempo. Los inseparables, ün desafio, ¡Tu amor o la muerte! 

Y exceptuando sólo el Maclas, Con respecto al Maclas, podrán volver a ponerle 
en escena y usufructuarlo, dando al autor el importe líquido de la segunda entrada, 
deducidos gastos. 

De estas condiciones se hará un documento donde consten, y de no convenir a la 
Empresa no se podrá poner en escena ninguna de las piezas del autor que obren 
desde luego en los teatros.** 

Vemos que en esta lista se mencionan, además de las recopiladas, Siempre y Ju- 
lia, obras cuyos manuscritos me ha facilitado el Sr. Mafflotte y que están en nuestra 
Biblioteca Municipal, y La madrina y Los inseparables, cuyo paradero se ignora, 
así como los datos de si están o no estrenadas. 

La escena de Julia pasa en Madrid, y sus intérpretes son : Jerónima Llórente, 
Teresa Baus, Joaquina Baus, Concepción Rodríguez, Pedro González Mate, Pedro 
Montaña, Julián Romea y Mariano Casanova. 

Siempre pasa la primera parte en Madrid y la segunda en una 4;a8a de campo. 
Tiene por intérpretes a Teresa Baus, Antera Baus, Catalina Bravo, Patrocinio In- 
fante y Juan Antonio Campos. 

Ambas comedias tienen todos, los caracteres del teatro de Scribe, y la labor de 
refundición de "Fígaro" es admirable. No hay ni un solo giro que no sea netamente 
español. 

No debe extrañarnos la pequeña suma en que Larra cede la representación de 
sus obras a una empresa, sabiendo que una de las obras más aplaudidas de Bretón, 
A Madrid me vuelvo, que se puso un mes sin interrupción, le produjo sólo 1.300 
reales. 



88 CARMKN DE BURGOS 



Entre estos papeles de "Fígaro" que hojeo siempre con emoción, encuentro el 
primer acto de una obra de la que nadie ha hablado ni se la menciona en ninguna 
de sus notas. No sabemos si original o traducida. 

Se titula Una imprvdcncia, c\iya portada ro[iroduzco, y por hi que se ve que se 
trata de una obra en tres actos. Quiz'ís no so llegaran a escribir los otros dos. 



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FÍGARO 89 

Como no está corregida e indudablemente su autor no la hubiera dado asi al 
público, creemos cumplir un deber para con el admirado escritor no publicando 
esta obra. !; * V '' rlfj^ 

Todo e! primer acto pasa en un baile de máscaras, tan habituales entonces, y 
retrata admirablemente lo que eran aquellas diversiones, en las que se mezclaban 
las distintas clases sociales. 

Reproducimos un diálogo entre una vizcondesa y un cajista. 

"Amalia. — .¡Oh, qué pesado eres, máscara I 

Rodríguez. — Gomo un artículo de política; siempre diciendo lo mismo. Tú eres 
la más hermosa y discreta mujer que he visto. 

Amalia. — ¿También adulador? 

Rodríguez. — Como un artículo de circunstancias. 

Amalia. — ^i Qué insulso I 

Rodríguez. — Gomo unos versos. 

Amalia. — Suelta. iQué atrevido y qué desvergonzado! 

RoDRíGUEz.—jComo un artículo de teatros. 

Amalia. — ^Y qué indigesto y qué importuno. 

Rodríguez. — <]lomo un comunicado." 

Tal vez se trata de alguna de las obras a que alude- "Fígaro" en la carta a 
Delgado, en la que dice : 

"Tampoco me olvido de mi comedia empezada y un drama original que bulle 
en mi cabeza." 

Encuentro también en estos papeles un ejemplar del drama lírico en dos actos 
— ^único drama lírico que escribió "Fígaro" — intitulado El rapto. La letra de este 
manuscrito no es suya. Debió darlo a copiar y lues^o corregirlo él, porque se encuen- 
tran en algunas páginas correcciones y adiciones do su letra. Ya sabemos que este 
drama fué estrenado, pero que no agradó al público. Al pie de una lista de obras ce- 
didas a Delgado, consta que Larra compuso o tradujo una comedia titulada El re- 
trato de Shakespeare, de la que no hay más noticias. 

En la época de su muerte, Larra estaba preocupado con una obra, cuyo principal 
personaje era Quevedo, y en la que los escritores fundaban grandes esperanzas, 
pues era de mucho interés conocer la interpretación que hacía el gran satírico del 
siglo XIX de la íigura del eminente satírico del siglo XVIL 

Molíns dice que "Fígaro" tenía ese drama planeado con él; pero "Fígaro" era 
formal y correcto en todas sus cosas, y el mismo día de su muerte ofreció la co- 
laboración en esa obra a Mesonero Romanos. De haberla tenido planeada con Mo- 
líns no lo hubiera hecho. 

En el discurso que pronunció Molíns cerca de la tumba de "Fígaro", dijo que 
otro ingenio terminaría aquella obra. ¿Es que la tenía él? Después nada se ha sa- 
bido de tal proyecto, aunque asegura Chaves que en 1886 poseía aún la familia de 
Molíns el manuscrito. 

Pocos años después de la muerte de "Fígaro" hizo FiScosura ím Corte del Buen 
Retiro, y en 1848, es decir, a los once años de la muerto do "Fígaro", estrenó Ju- 
lian Romea un drama de Eulogio Florentino Sanz con el título do Quevedo, 

¿Tenían algo que ver estas obras con la do Larra? T^a do Florentino Sanz, que 
había hecho la recopilación de la obra de Larra, tiene semejanza en las situaciones 
de las primeras escenas con estas escenas de la obra de Larra, que se recogieron 
en su mesa y que han llegado a mis manos. Aunque reproduzco una cuartilla para 
que los lectores puedan juzgar de su autenticidad, doy impresas todas las otras 
para mayor comodidad. 



90 



CARMEN DE BURGOS 






A'nritiyyx ^m^ 



A'étt^ 



/i»^ 




Son sólo tros cuartillas; una escrita por un solo lado dice: 

ESCENA IV 

EL DUQUE Y QUEVEDO 

(Varias líneas torradas.) 

Kn las otras dos cuartillas, .escritas por ambos lados» se lee: 

(Anverso.) 



FÍGARO 91 



ESOENA 



El duque de Osuna va a entrar en la iglesia; sale Quevedo. 
Osuna codea a Quevedo. 

— ^Apartárase el buen hombre...; no ve que voy a entrar yo. 
— Entre enhorabuena el importuno, que si él entra yo salgo, y estamos a en- 
trada por salida. 

Que escucho, esta voz, ese ñero continente. 

Sois vos Quevedo; 
y vos, señor duque, aquf. 

— ¡Oh I Mi estrella me lo envía; mucho huelgo de tal encuentro. 

— ^De rezar las estaciones salgo, que es cosa entretenida en tales días. 

(Reverso.) 

En la misma cuartilla, al través, a un lado, unos tachones; después, vuelta entre 
tachaduras, se ve: 

La lanza y espada arriman 
por la pluma y sus cuestiones (?) 
y los que hacen más canciones 
más medran y en más se estiman, 
y con frenético afán 
preñere al reino el amor, 
y vale hoy más un autor 
que antes un gran capitán. 

(Anverso de la tercera cuartilla.) 
Entre muchos tachones. 

y si una sola ciérrame su puerta 
que si cerradas hallo aquí las puertas, 
vayase por las mil que encuentro abiertas. 
Vos por calles siguiendo y callejones 
un manto de señora y una dueña. 
Que es lo más si le atisba los talones 
o si un cuarto de cara se le enseña. 
Tal mi deseo retratar procura 
una mujer que sigo por capricho. 
Que no anduvistes lerdo al haber dicho 
y escrito del edén es la hermosura. 
Que aunque mirar apenas he logrado 
su faz entre los pliegues de su velo, 
no será menos bella, porque el cielo 
no es menos cielo porque esté nublado. 



(Reverso.) 



Y es además sabido, 
y es además notorio, 
puesto que vos sufrís para alcanzarla 
amante purgatorio. 

El cielo es la mujer, en mi conciencia, 
Porque se gana haciendo penitencia. 
Con efecto, señor, en mi conciencia 
Es la mujer un cielo justamente. 



92 CARMEN DE BURGOS 



Pues que se gana haciendo penitencia. 
Y la comparación es más precisa 
En aqucsa, señor, que en otra alguna, 
Pues que además al cielo se semeja 
En que no la habéis visto; dame risa 
Vos por calles siguiendo y callejones 
Un manto de señora y una dueña. 
Quizás es lo más si descubres los talones 
O si un cuarto de cara se le enseña. 

Vos donaires ahora 

¿Es posible, Quevedo, 

Que no dejéis las burlas y que os mueva 

A decirlas mi amor? 

¿Dejarlas puedo? 

Y luego, de través, dos versos borrados dicen: 

Con chistes venís, que nunca 
dejáis las burlas, Quevedo. 

Y otros dos sin borrar. 

Chiste decís, que nunca 
burlas dejáis, Quevedo. 

Si pudiéramos llar en el testimonio del marqués de Molíns, sabríamos si hay 
alguna obra inspirada en la de ** Fígaro"; pero a lo largo de este libro aparecen so- 
brados motivos para dudar de Roca de Togores. 

Es raro, sin embargo, lo que narra de la curiosidad que inspiró esa obra a 
Bretón de los Herreros. Dice : 

"Recuerdo que una noche, hablando del drama que con el nombre de Quevedo 
había dado a las tablas Eulogio Florentino Sanz, haciendo notar algunos de los con- 
currentes que Escosura había hecho intervenir a Quevedo en su dtama La Corte del 
Buen Retiro, y que Larra, en unión de quien esto escribe, había trazado el plan de 
un drama, en el que era el principal personaje el desventurado señor de la Torre 
de Juan Abad, me llamó aparte Bretón, y con una curiosidad erudita, en él poco 
común, me preguntó si "Fígaro" y yo teníamos de Quevedo, de su vida y de su 
carácter la misma idea que el insigne colector de sus obras en la biblioteca de Ri- 
vadeneyra, y si el drama por nosotros trazado se asemejaba algo al de Florentino 
Sanz. Contéstele cómo era verdad que aun antes de aprender yo lo mucho que he 
aprendido en las eruditísimas noticias del docto académico, había por mis estudios 
particulares, llegado a casi iguales conclusiones; que Larra pensaba en todo como 
yo, y que el plan por nosotros trazado no tenía más punto de semejanza con el 
drama de Sanz sino que uno y otro comenzaban por el lance de la Plaza de San 
Martín, que consta en la biografía de Quevedo, y que nosotros también lo suponía- 
mos enamorado (no sensual, sino muy platónicamente) de. la dama por cuya de- 
fensa mató a un hombre." 

Se comprende esta curiosidad porque poco después, en Noviembre de 18-49, Bre- 
tón dio a la escena su drama ¿Quién es ellaí basado en el mismo asunto. No sabe- 
mos por qué motivo Bretón no firmó este drama. Se complació en ocultar que era 
suyo y asistió al estreno como un simple espectador. Los personajes principales 
eran Felipe IV y Quevedo. 

Algunas personas han creído que Luis Mariano de Larra, el hijo del insigne 



"Ff^ro", pudiese haber aprovechado la obra de su padre en su comedia La Pluiaa 
y la Espada. 

Desde el momento en que por estas cuartillas podemos vislumbrar el plan del 
drama do "Fígaro" toda duda desaparece. En la obra de su hijo interviene Quevedo, 
niño de doce años, y nada tiene de común con el drama planeado por "Fígaro". 
Tampoco he encontrado semejanza con el de Florentino Sanz ni con ¿Quién et Ellat 
de BreU^n. 

Es de una tristeza grande el pensar lo que Larra dejó de hacer cuando en lodos 
los campos de la actividad literaria se encuentran proyectos suyos; obras a medio 
hacer; planes de nuevos trabajos. No se puede olvidar la edad a que murió Larra, su 
juventud; lo que asombra es que su obra, fruto de siete años de trabajo sea tan ex- 
tensa y que haya lanía madurez en urt cerebro que no pasó de los veintisiete años. 
No era la obra de "Fígaro" esa obra que brota como espuma de juventud y cuando 
ralla la pasión no le queda nada que decir. 

El se preparaba para grandes obras. Doña Pepita me asegura que cuando su 
tfo D. Eugenio le instaba a emprender una obra grande. Larra le respondía: 

— Aún es prematuro. Así que tenga más años la comenzare. 

Su ol>ra sobro Quevedo merwe en justicia el inleri's que desporítí. ¡Cómo hu- 
biera sabido Larra interpretar el gran satírico, su progenitor espiriluall iCómo lo 
hubiese resucitado Larra para dirigir sus ironías contra la sociedad en que vivía, 
como las dirigió Quevedo a la sociedad de su tiempo! 



n «t Prado, por Alensk. 



vil 



EL PRIMER PERIODISTA 



Maestro de periodistas, el primer periodista, es nuestro "Fígaro". Jamás hasta 
que él empieza su labor en la Prensa había llegado el periodismo a tanta altura. £ste 
género periodístico ameno, lleno de interés, ligero en la forma, profundo en el fon- 
do; tan lleno de vida, tan expresivo, no ha sido superado por nadie. Larra hace del 
articulo de periódico una obra literaria. No descuida la forma ni la belleza; no 
es para "Fígaro"' el artículo de periódico una cosa que se escribe en estilo familiar 
para informar a las multitudes, o para esgrimir m; arma de partido. Escribe con 
galanura, en un estilo depurado y perfecto, atento siempre a su condición de ar- 
tista, a su distinción espiritual. Los más violentos ataques son corteses; no usa ja- 
más la frase gorda, no asoma nunca a su pluma la grosería. La expresión obedece a 
su pensamiento, sabe decirlo todo con la claridad que quiere, y con la mesura que 
se impone. iQué claridad de juicio, qué sensatez, qué profundidad y qué experien- 
cia en un hombre de tan pocos años! 

Si se examina todo lo que constituía la Prensa antes de **Fígaro", aquellos men- 
guados periódicos de principios del siglo, se ve cómo con "Fígaro" se levantan de 
su postración, se elevan, renacen y adquieren belleza y prestigio. 

Pasa con los artículos de "Fígaro" como con las estatuas griegas. El encontró 
la forma. Después, con el modelo a la vista, nadie pudo superarlo. Perdura y sigue 
siendo el modelo de su género. Cuando se lee uno de estos escritos suyos, los que 
somos periodistas, los que hemos dado la ñor de nuestra vida y de nuestra ilusión 
al periodismo, los que conocemos toda la amargura de entre bastidores, que destila 
la pluma de "Fígaro", tenemos siempre que exclamar: ¡Es el Maestrol 

Comienza Mariano José de Larra su labor en un tiempo desdichadísimo. Es como 
el joven marinero que se embarcase por primera vez en medio de una tempestad 
horrenda y en una carabela sin brújula y sin timón se lanzase al Océano en busca 
de otro mundo nuevo, de un mundo ideal, libre, justo, bello... 

El anhelo de belleza y de perfección que hay en el alma de "Fígaro" es su tor- 
mento. Conocemos estas almas que se han apasionado de su ideal y sufren por el 
contraste de éste con lo mezquino de la realidad. Los que tropiezan en la vida 
con ese muro con que tropezaba "Fígaro", un muro que lo aprisiona, un muro que 
no puede romper. Ese muro no está sólo en torno suyo. Pesa sobre ios otros. Siente 
el dolor de la opresión de los demás, y hasta de la inconsciencia de los demás. Sufre 
con los que padecen y con los que se resignan a su padecimiento o no se dan cuenta 
de él. Ve a muchos que son semejantes a esos hombres que caminan tranquilos por 
la calle y un muchacho les cuelga un muñeco dte papel del borde de la americana. 
Ellos no sintieron el peso ni la molestia. Los mal intencionados ríen, sin pensar en 



FÍGARO 95 

que llegará el turno de que les cuelguen a ellos otro semejante^ Sólo el hombre de 
buena voluntad se expondrá a las iras de todos y a las pedradas de los burladores 
para libertar a aquel hombre que, quizá humillado al enseñarle su estigma, se re- 
volverá en contra suya. 

Vocación de apóstol, de libertador; él necesitaba hacerse oir. Nacido en otras 
épocas hubiese predicado por los campos como Jesús o por las calles y plazas como 
Savonarola o Giordano Bruno. Nacido en nuestros tiempos necesitaba que fuese su 
eco el periódico. £1 habla de ser su lengua, su portavoz, su tribuna. 

Cuando "Fígaro" hace su primer ensayo periodístico es en el año 1828, cuando 
sólo tiene diez y nueve años. Crea El Duende Satírico del Día, cuyo lema anuncia 
ya su espíritu. Dice así la portada: 

EL DUENDE SATÍRICO DEL DÍA 

LE PUBLICA DE SU PARTE 

MARIANO JOSÉ DE LARRA , 
{Des sotises dxi temps, je compose mon fiel. "Boileau", "Sat*\) 

El primer número se publicó en Marzo de 1828. bolo se llegaron a publicar cinco 
números desde esta fecha hasta Agosto del año siguiente, en que vio la luz el úl- 
timo; pues salieron sin día üjo, y sólo como las circunstancias de la época lo permi- 
tían. Es poco conocida esta publicación de la que dan escasas noticias D. Juan Eu- 
genio Hartzenbuch en su "Bibliografía de Periódicos Madrileños", y D. Dionisio 
Hidalgo en el "* Diccionario General de Bibliografía Española". 

No desdice, sin embargo, de las posteriores de Larra. Si el estilo no es tan per- 
fecto, si está aun tocado de las citas de Horacio y de los clásicos, restos de su vida 
de escolar, ya se encuentra en él ese espíritu que permanece recto y unilateral du- 
rante toda su vida. En el primer cuaderno, en el diálogo de El Duende y el Librero, 
"Fígaro" trata de romper con el periódico antiliterario. Su deseo es el periódico 
libre, que diga la verdad, que no se sujete a convencionalismos : 

"Ahí van esos borrones; póngalos usted en limpio, en la inteligencia de que no 
quiero que nadie sepa que yo soy el que los publico; póngales usted cualquier título, 
que en el día no se repara mucho en eso, y mientras más desatinado más gusta, es 
decir, más llama la atención, más se compra; de modo que ya eso del título es espe- 
culación del librero; pero entienda usted que no le doy licencia sino para anun- 
ciarlo, pelado de toda alabanza; nada de prevención; que juzgue el público lo que 
quiera... 

— Pero, para venderlo... 

— Si no se vende que no se venda; yo le abonaré a usted el gasto. Vaya usted con 
Dios, y hasta otro mes no me vuelva usted a incomodar." 

En el segundo artículo El Café, apaí^ce ya el gran satírico combatiendo cos- 
tumbres y vicios con su gracia peculiar, y se esbo/a la nota de ^u tristeza de es- 
pañol; sin ser por eso un detractor sistemático de las cosas de España para acep- 
tar como bueno cuanto llega del extranjero. Al contrario, él fustiga a Duoange por 
sus falsos juicios sobre nosotros, y lo vemos criticar acerbamente a los que se ex- 
tranjerizan en costumbres e idioma. 

Frecuentes son las ocasiones en que vuelve por los fueros del castellano, que 
fué siempre tan cuidado por él y en ocasiones dedica artículos a fijar la acepción 
verdadera de una palabra; como en el cuaderno último con la palabra Genio. Apa- 
rece el polemista sin par en su discusión con el Correo Literario y Mercantil, que 
había aparecido aquel mismo año, un mes después que El Duende, y del que eran 
redactores José M.' Carnerero y Manuel Bretón de los Herreros. iCómo lo coge, lo 
desmenuza, lo tritura y lo deshace! No pudiendo vencisr a Larra en buena lid ape- 



96 CARMEN DE BURGOS 

laron a lo que en aquel estado de cosas po- 
día ejertepse con facilidad. Su lío don 
Eugenio nos lo dice en la biografía que 
hemos publÍL-ado. "El Duende se suspen- 
dió al año y medio de su publk-aciún, por- 
que algunas peisoiias de valimiento que 
se creían satirizadas en «'I, interpusieron 
su influjo con el Gobierno, que mandó sus- 
pender dicha publicación." 

Larra se queda sin periódico, sin aquel 
periódico que le debió costar tanU> tra- 
bajo sostener, que sale de un modo irre- 
gular, que tiene que mudar de imprenta. 
Ese periódico, sueño de todo periodista, 
para el que se buscan roiiursos. para el 
que se priva uno de lo necesario; por el 
que se sufre la tragedia de buscar el papel 
y el púnico de llegar el día en que la 
venta no cubra los gastos de la imprenta. 
Empresa juvenil, de entusiasmo, de opti- 
mismo, en la que se empeñó Larra antes 
de sus veinte años. 
Aofi HkriB Bagovia (■i.AtudfaNfí). Esto lo pi'ueba, entre otras cosas, el 

recibo inédito siguiente: 

It«clbf de I). Pablo t'errcr, nknfl[«DÍata ele papel de esta Corte, TeÍDl« rcBínns de- papel d<> 
impresiÓD, limpio de (.'uxlfrae, a ireiata y cuatro R. V. cada umi, oujo importe debarS serle abo- 
nado del i>roducto de la venta del períúdicu que se publica metutualmeiite, titulado £1 Duende Sa- 
tírico del Dio, al m«s de na eoCrega, en la librería de la Viuda de Paz, calle Mayor, y eD caso 
de no ser baataute el producto de esta librería, me obligo en el mismo plaio a cubrirle el déficit 
que reBul'i! del de cualijuiera de las ottad en que se venda dicho ppjifrdico. 
Madrkl, 7 Junio de 1S28. 

Como editor del /íucnrfc, 
Mariano Jo*é de Larra. 

Se interrumpe la labor periodística de Larra hasta que en Agosto de 1832, o sea 
Ires años más tarde, aparece ¿7 Pobrecito Hablador. 

REVÍSTA SATIRIGA DE COSTUMfiBES 

POR EL BACHILLER 

DON JUAN PÉREZ DE MURGÜU. 

Se publicaba también sin fechas fijas, en cuadernos dé unas 24 páginas en S-' 
menor, en papel' de hilo. 

Al frente del primer múmero aparece a guisa de programa una nota de la que 
copio estos párrafos: 

Siendo nuestro objeto divertir por cualquier medio, cuando no s« le ocumt a nuestra pobre 
Ínia([!iiaciAii nada que nos parezca iuGcicnle o aalisfacluriu, dwiaramos francamente que roba- 
remos donde podamofl uuvalros materbiles, publiolndolos [nti>Bro« o niutiíu<li>s. traducidos, arre- 
glados o refundidos, citando In Fuente, o aproiiiAndouostos desiwmdamentc, porcjue como |>o- 
bres habladores bablHmoa lo nuoalro y lo «jeno, scgiiroB de que «I ptililico lo i|ue le importa en 
lo que se le da impreso no es ol nombre del escritor, niño la calidad del escriluv y de que vale 
mus divertir con cosas ajouiís que foHtidiac con las pruiijna. Cun<-urrirrmoA a las obras de otro» 
como los faltos de ropa a los bailes del carnaval pawidci ; llevaremos nuestro miserable Ingenio, 
le cambiaremos por el bueno de los demlls, y con ribeti^s distintos lo prohijaremos, oomo lo bacen 



FÍGARO 97 



miK'lios sin difirió : lU» nimio que hnbrA Artículos que sonn una capu ajena con embozoR nuevos. 
Kl de hoy »erñ de esta laya. Arlemils, ¿qui^n nos podrft pegar que semejantes artículos no« per- 
teñejGcan di^spués de que los hayamos robado? Nuestros senln ¡ndudaMemente por derecho dé 
conquista. Uabralos tomabién. sin eTObargo. enteramente nuestros. 

Sigtiiendo este sistema, no podamos fijar las materias de que hablaremos; saldemos poco, y 
aun sabemos menos lo que se nos podk*íl ocurrir, o lo que podremos encontrar. Beimos de la-i 
ridiculeces ; esta os nuestra divisa : ser leídos ; este es nuestro objeto : decir la verdad ; este es 
nuestro medio. 

Aunque nos damos tratamiento de nos. bueno es advertir que no somos mAs que uno. es 
decir, que no somtw lo que parecemos ; poro no presumimos tampoco ser más ni menos que 
nuestros coescritores (k* la época. 

El primor artículo de este número primero se intitula: ¿Quién es el público y 
dónde se le encuentra} y tiene por subtítulo {Artículo Mutilado o sea refundido) y 
no Artículo Robado, como dice en la edición de Montaner y en otras. 

Está inspirado en uno del '*Hermite de la Chausse de Antin" título de una obra 
de Joui. 

En la última página hay una nota que dice "El pobrecito hablador por no de- 
jar meter baza a nadie ni admite ni da contestaciones". Advertencia que en forma 
parecida repite en casi todos los otros números. Eiste publica la Sátira contra la 
Corte, no Sátira contra los vicios de la Corte, como la han llamado, y añade: (Artícu- 
lo enteramente nuestro.) 

El número tercero tiene otro: (artículo enteramente nuestro) "¿No se lee porque 
no se escribe, no se escribe porque no se lee?", es una de las célebres cartas diri- 
gidas a Andrés Niporesas, desde fas Batuecas. En el número tres además de repe- 
tir que El Pobrecito Hablador "no admite ni da contestación" añade: "Siempre 
que por cualquier obstáculo no pudiese un cuaderno publi<>arse, saltaríamos* al 
siguiente, aunque fuese dejando una laguna en la numeración". 

Este número lleva dos artículos. "Empeños y Desempeños (artículo parecido 
a otro)" y otro de teatros: "Qué cosa es por acá el autor de una comedia" (Artícu- 
lo nuestro). Este no se había incluido en sus obra» completas. 

En el número cinco aparece su "Sátira contra loe malos versos de circunstan- 
cias" y lleva el lema — que no le han conservado — "Que trata de cosas que no están 
escritas". 

'En el número seis inserta la segimda parte de su artículo "¿Quién es por acá el 
autor de una comedia?" Está bien claro que os un^ segunda parte, porque en negri- 
tas gordezuolas y bien desUcadas añade: 

"Artículo segundo." 

"El derecho de propiedad." Esto se ha suprimido, y han dado en la recopilación 
fie sus obras la segunda parte del artículo 9in haber dado la primera. 

En este número lleva un breve artículo de Filología, en el que trata de íljar el 
valor de algunas frases. En el número seis da la "Segimda carta a Andrés" y en el 
séptimo número se halla el artículo **E1 casarse pronto y mal", que tanto valor 
tiene para la biografía suya. El le llama Costumbres (Artículo del Bachiller). Le 
han suprimido una nota, en donde dice que la familia se negó al matrimonio por 
la diferencia de clases y que las autoridades otorgaron la demanda para poderse 
casar. Cuya nota dice: "El Bachiller comete aquí un error crasísimo. Ignora que, 
según nuesti*as leyes, uno de los obstáculos de esta clase de matrimonios es la dis- 
tancia y diferencia de clases. ¡Pliegue al cielo que esto no sea más que una dis- 
tracción!" 

En el número ocho van dos de los mejores artículos del Bachiller: "El caste- 
llano viejo" y "Robos decentes". Este último no se ha recopilado en sus obras. In- 
serta en el número nueve "I.as reflexiones acerca del modo de resucitar el teatro 



y*í CAHMKN IIK BlJROu» 

español", f en el número diez, una "Carla a Andrés Niporesae". En el numera once '^ 

hajr otro de sus famosos arUculoR, "Vuelva usted mañana", en ol que con tanta ver- 
dad y tanta amargura describe el apAlirn carácter enpailol y la desorganización que 
r-í>ina. i 

Después de este artículo hay una ñola que dice; "Con el mayor dolor anuncia- 
mos al público de nuestros lectores que estamos ya a punto de concluir el plan 
reducido que en la publicación de estos cuadernos nos habíamos creado. Pero no _^ 

está en nuestras manos el evitarlo. Síntomas alarmantes nos anuncian que el ha- \ 

Mador padece de la lengua; fórmasele un frenillo que le hace hablar más pausada 
y menos enérgicamente que en su juventud. [Pobre Bachillerl Nos figuramos qui^ 
R.orirá por su propia voluntad, y reco- 
mendamos por esto a nuestros apasiona- 
dos y a sus preces este pobre enfermo de 
aprensión, caneado ya de hablar." 

Sin embargo, moribundo y todo, sa- 
len aún tres números más. En el doce, el , 
aitfculo "El mundo todo os máscaras; 
INJo el año es Carnaval". (Artículo del 
Bi.chiller), en el que "Fígaro" debió re- 
tratar a mucha gente de su tiempo, pa- 
rece que ha recobrado brío y toda su sol- 
tura y facilidad para hablar. 

Es admirable la descripción de tipos, 
que debían ser en su mayoría retratos en 
"Todo el afío es Carnaval": 

"¿Quién es aquél? — Un militar; obser- •. 

v\ cómo se paga de aquel oro que adorna L 

sil casaca. |Qué de trapitos de colores se | 

cuelga de los ojalral iQué vano Se pre- ■ 

sentad To té ganar batallas, parece que 
va diciendo. — ¿Y no es cierto? Ha ganado | 

la de '".— [Insensatol Esa no la ganó i'l, 
Bino que la perdió el enemigo. — Pero... 
lUtrato jnvenil da don BamAn Utsaneio — No OS lo mismO. — ¿Y la otra de • " ■ ?— 

Bomanoa. j^ Casualidad. Se está vistiendo de grande 

uniforme, es decir, disfrazando; con ese disfraz todos le dan V. E.; él y los que asi 
le ven creen que ya no es un hombre como todos." 

£1 numero siguiente se intitula "Conclusión", y en la segunda página aparece 
esta nota, que lo aclara todo: 

"No tratamos de inculpar en modo alguno por los cuadros que vamos a describir 
ni justo gobierno que tenemos; no hay nación tan bien gobernada donde no tengan 
entrada más o menos abusos, donde el gobierno más enérgico no pueda ser sorpren- 
dido por las arterias y manejos de los subalternos. Contraria del todo ea nuestra ^ 
idea. Precisamente ahora que vemos a la cabeza de r.uestpo gobierno una reina que, i 
de acuerdo con su augusto esposo, nos conduce rápidamente de mejora en mejora, | 
nosotros, deseosos de cooperar por todos términos, como buenos y sumisos vasallos, 
a sus benéficas intenciones, nos atrevemos a apuntar en nuestras habladurías aque- 
llos abusos que desgraciadamente, y por la esencia de las cosas, han sido siempre j 
en todas partes harto frecuentes, creyendo que cuando la autoridad protege abier- 
tamente la virtud y el orden, nunca se la podrá desagradar levantando la voz coa- ^ 
tra el vicio y el desorden, y mucho menos si se hacen las críticas generales, em- 
bozadas con la rhanza y la Ironía, sin aplicaciones de ninguna especie, y en un 



FÍGARO 99 

folleto que más tiende a excitar en su lectura alguna ligera sonrisa, que a gobernar 
el mundo. 

^'Protestamos contra toda alusión, toda aplicación personal, como en nuestros 
números anteriores. Sólo hacemos pinturas de costumbres, no retratos. "" 

Despuí'^s de esto no es raro que suspendiesen al Pobrecito Hablador. 

''Nota. De aquí para adelante el editor no sabe más qué ha sido de los escritos 
del Bachiller ni de su correspondencia con Andrés Niporesas; sólo se sabe que, 
como de los fragmentos de esta carta se puedo barruntar, se había puesto el Po- 
brecito en camino para la corte de las Batuecas, y, como se infiere, Andrés seguía 
en Madrid. Que a poí o el Bachiller murió, lo cual se supo por los últimos partes 
telegráficos. El editor aguarda los más recientes pormenores para darlos al pú- 
blico, como lo espera hacer en el número 14 de esta colección, que será la muerte 
del Pobrecito Hablador. Sólo se han hallado entre papeles viejos algunos fragmen- 
tos, como en dicho número se dirá, los cuales no se sabe si con el tiempo podrán 
ver la luz públií-a." 

Termina con el catálogo de las piezas dramátii^as que se venden en la librería 
de Escamilla. 

El número siguiente es de verdad el catorce y último. "Hablo lo que tenía que 
hablar y expiro." Se intitula "Muerte del Pobre Hablador''. Escríbela para el pú- 
blico Andrés Niporesas, su corresponsal. 

Este artículo es una maravilla. Es todo el credo periodístico de "Fígaro". Es 
la causa de su amargura, el refiejo de su lealtad, el por qué de la muerte de este 
periódico sin par. Veremos algunos párrafos de los que pone en boca del ex escri- 
biente del Bachiller dando cuenta de su muerte. Son todo "Fígaro'*, todo su carác- 
ter, toda su labor de periodista : 

Bien sabe usted, y lo sabe mejor que nadie, que mi principal el sefior Bachiller, que Dio* 
haya perdonado, di6 en hablar por los codos, y valga lo que valga esta frasecilla. No fueron 
parte, como usted sabe, a atarle la lengua, ni los respetos debidos a los necios en todo país 
poco menos que civilizado, ni las consideraciones que la sinrazón merece más de una vez entre 
njsotros, ni loe gritos de su familia, que los poníamos en el cielo, suplicándole que na se 
«netiese en habladurías, para lo cual le acumulábajnos un sin fin de refranes. 

Hijos' míos, dijo con voz bien diversa de la que solía tener cuando hablaba claro, porque 
es de advertir que a lo último ya apenas se le entendía, hijos míos, os reúno porque no quiero 
que se diga de mí que morí sin hacer disposición alguna, ni declaré mi verdactero modo de 
pensar, que si no fuese el verdaidero, porque esto ni yo lo sé, será por lo menos el Último; 
pues os advierto que yo también tuve varios modos de pensar, y tuviera más, si más lugar me 
diera la muerte, que me siento aquí que me aprieta en la misma garganta. Ni menos qniero 
que se diga que murió sin decir oste ni moste quien sólo de hablar vivió, que esto fuera mengua. 

Declaro y confieso en la hora de mi muerte, y como si me hallare en ella, que tengo miedo, 
y que de miedo muero ; lo cual no me da vergüenza, así como hay otras cosas que tampoco se 
la dan a otros; antes me da mucha pena y estoy muy arrepentido de no haberlo tenido un 
poco antes. ¡Cómo ha de ser! Todo no se puede hacer a un tiempo. 

ítem más: en consideración a que conozco muchas personas, que están buenas y gordas y 
bien establecidas, que se han retractadlo de sus opiniones o expresiones siempre que han creído 
serle conveniente o venir muy al caso, en consideración a esto, me retracto no sólo de todo lo 
qne he dicho, sino también de lo que me he dejado de <lecir, que no es poco. Y esta retractación 
deberá entenderse reservándome el derecho de volverme a retractar cuando y como mé aco- 
modare, si vivo, y así sucesivamente hasta el fin de los siglos, parque esta es mi voluntad y en 
cosas de cada uno nadie tiene que mezclarse; siempre tuve mis opiniones como mis vestidos, y 
cada día me puse uno, en lo cual batuecos hay que no tienen nada que echarme en cara. 

Iteni máe: digo que hay amigos en el mundo (si bien yo he dicho lo contrario), pues los 
tengo yo, que es cuanto hay que decir en la materia, y es la prueba de las pruebas. 

ítem : digo que en la corte no haor vicios, a pesar de mi segundo ntbnero, donde me dio por 
decir que sí. ¡Válgame Dios por decírmelo todo! 

ítem : confieso que el público es ilustrado, imparcial, respetable, y demás zarandajas que 
de él pe cuentan. Y si he dicho lo contrario, precis» ee que haya estado loco para desconocer 
ftimplezas de tanto bulto. Verdades serán cuando todo el mundo las dice. 



lt»iu : ilecluro une n verpM hi> dielio Uis <-osb« «vmu im Iom (nii'rín decir. Xo hnportii luiu-fao, 
imrgue creo que de ciialijuiera nMtiei'ti i|iii- m> ilieNn. e» <imi« «i nu w (Kjeraii. Hay cosas qiiP 
no tienen remedio, y son Ins infiíi. 

ítem: afirmo nnorn que Ioh vermut úe circuuslaucinH nuiíoi hou mnlu^. sí vienen n pelo, por 
malos que senn, porque encía com ch relntivn n utrn tuxa, y ni no me enteiMUeRen lo que quiero 
decir en esto, ;eAmo lin de ser! Aborn Pstciy muy de iirie«<a i)am detenerme a explicarme 
n\ñn dnro. 

De eiiln mnuem habl6 1» ijue teiiln que liablnr, y cxplrO a imh-o rato. 

El facultativo, híh embargo, diulaudo ni tendría iiigfln re.ít» de vida, ae ucercO poco n iHxii 
ft MU otilo, y le de<-[a a emndeR voces: "¡Heñor Bachiller! Vuelva en ni y rcfMire quí versos 
laii malo4 andan |)or esos mundos, ¡\ufi autorcilios Inn minerableit, y qué traihtccioneA tan malnn 
el pflblico aplaude, y qnfi ile cosas buenas des|)recia... Mire uwted que llene aquí a media do- 
'.-eua de necios : ^nte es un eleg^inte, aqnél un enamorado, el otro un amigo, el de mAa nllü dice 
que ex saino, el otro !« un militar y el otro un aboRacia; tnduo se tienen por hombres de im- 
portancia. r.No les «lecfA nuia?" Knlonces, haciendo el flilimo esfuerzo, cofciO algunos iteriAdicoK 
espaDoleR, pftsoBelos sobre In i-nra y esiierCí un momento : pero no rebullendo mi nmo, el doctor 
eiclRmó eou In mayor penn, dejando caer la ro]M sobrí- el difunto: "Muerto e^líl. eiinndo naila 
dice a todo cuto; ni un soiilo de vida le queda. Kn imx (h?scnniie.'' 

No; mi silencio iliríl mrts que mis mnargaH quejas. 

Yo te consaicraré una memoria, mi igueriilo y nwloxrado Bacliillpr, siempre que un abuso, 
siempre que una ridiculez se atraviese delante de mis ojos, siempre que la injusticia me hiera. 
iiup me ofenda la maldad, que me de»cimcierti' In intriga y que el vicio me horrorice. Yo, en 
defecto tuyo, etiya censura iioArfu reprimir en aiKo a Ion lialueeos. rogara n Dios y a Santa 
Itita, abofnida de ini|>of<ibleH. iior la proiiperidml de nuestra |>nlria, que tantos nos anuncian con 
lan fáciles como inconsidenniiis promesas. 

P. n. ;.Il!i leído vuena utei-eed El l'ubn-rilu lliibladorf Yo le publicaba en liempo de Ca- 
lomarde y de ('en', almi'a, i-omo ya tenemos lilterlad racional, prolin ble mente no se jindrln 
publicar. 

No puede (íxistir una critica más |i«i-r«'l« ni (\w iiipjor rftrafn a la aipiedad de 
su época que esloa frat'mol"!', dondi' a pesar «c lodo no vf-mi-s exígeme i iln ni 
acritud, y íiciiba dk'ieiido Nipore^as; 

"i:Oi>i<''n nos dirá do nqiif en adelante que no lia> más que sinrazón p.n la liurm? 
■jQuién nos dirá que oí que no os lonto en 
el mundo, es picaro, y que las mrts son Inn- 
Ijw-pícaros? ¿Quilín nos dii-á que no liay or- 
gulln nacional, que no liay quien conozca su» 
deberes y eimipla con ellos, que no hay lite- 
ratura, que no hay teatros, que no hay nuto- 
les, que no hay actores, que no hay educa- 
lión, que no hay instrucción? .■.Quién, en Un, 
nos dini tanto romo se ha dejado por decir? 
, "Ju/guc ahora el lector desajtasionado si 
; tan linrroruso golpe me deja espacio ni hu- 
mor de hacer más largas rclloxiones," 

Ya no vuelve a tener un periódico suyo, re- 
daclndo sólo |>or él; pero su vida de periodlsln 
no se interrumpe, porque anl«s de morir El 
Pobrecito Hablador, "Fígaro" escribía critica 
lealral en £7 Correo ilf las Damas, donde Ar- 
maba con una L y usaba el lema "Parnasis 
levita s.imper árnica fuit". En Marzo de lfl33 
"Fígaro" era ya redactor de la Revista Et- 
.^ piñola, en la que colaboraba desde Enero de 

AioaU Oaiiaao aquel mismo año. Era esta Revista de D. JoSé 

María Carnerero, que la fundii. en sustitu- 
ción de Carlas Españolas, en .Vgosto de 1832. Compañeros de redacción de Larra fue- 
ron en ella Alcalá Oaiiano. Campuzann y urimaidi, aunque él los eclipsó a todos. 



PÍGAHO lo I 

So publicaba la Revista Española dos veces a lá semami. En ella ka dojado Larra 
sus mejoros artículos — muchos sin recopilar.— Escribió desde Enero de 1833, en 
que entró en ella, hasta Agosto de 1836, en que murió esta Revista. Su último ar- 
tículo lo envió desde París; es el célebre "Cuasi" {Pesadilla política^ Diferencias 
de criterio lo alejaron de La Revista desde 16 de Septiembre de i83í hasta el 16 
(\(\ Enero de 1835, que publicó el artículo "La so<*iedad'\ 

Que ÍM Revista Española dejó de publicarse en. Agosfo dt» 1835, lo prueba su 
último número, publicado el día 26 de di^ho mes, en el que hay un aviso que dice: 

La Revista Eapañola a sus lectores: El sigiikMite aviso o*Ul (Ksput^sto para Kulir eu el nrt- 
luero de la Revista que debía ver la luz pública en esta semana ; pero resentido el due0o de la 
imprenta de que saliese <te elki nuestro periódico, después de haber tomado los orisinalei a la 
hora de costumbre, toleró que al anochecer se mareliasen todos los cajistas y demás operarios, 
y nos dejó en el duro compromiso dte no poder hoy cumplir con nuestros benévolos suscritores. 
Inmediatamente que supimos el hecho oficiamos al señor jefe i>olítico iMira que fuese sabedor 
de la ocurrencia ; y respecto de haber cumplido siempre por nuestra i)arte los contratos hechos 
con el referido impresor, y con toda religiosidad, nos reservamos usar de nnestro derecho sobre 
tal accidente. Entretanto, sirvan estas cortas explicaciones para dar satisfacción a los que qui- 
sieren atribuir a otras causas la falta del numero de esta mañana, el cual «uplimos coa el que 
se publi<:a esta tar^. 

141 Revista Española y El Nacional se reúnen desde hoy en adelante y los dos forman 
uno solo. 

Principios de conveniencia política y mercantil, tanto imuwi empresarios como para suscri- 
tores, motivan esta reunión. 

Los precios de suscripción de la Re vista ^ en virtud de los nuevos arre|!:los tomados con El 
Nacionaí, quedan rebujados, en las provincias de una teivera parte y en Madrid de una quinta 
parte; en la inteligencia que esta rebaja no tendrA efecto sino para los que en adelante re- 
nueven la suscrii>ción o para los que en adelante se suscriban. 

E3sta disminución en nada destruirá ni la vori edad de artículos, ni la abundancia de noti- 
cias, ni la amenidad con que ha sostenida constantemente esta empresa el aprecio del público. 

Su publicación por la i&Túe en la capital protiorcionarú a los lectores las noticias llegadas 
en el mismo día, tanto de lo interior como de lo exterior ; y a los de provincias, a la par de la 
Gaceta Oficial, todos los actos del Gobierno publicados también en el propio d(a, y con un 
correo de anticipación a los periódicos que se publican por la mañana. 

El público todo de Madrid y de las provincias gana con esta nueva ct>mb¡naciÓn. y la em- 
presa se facilita nuevos medios de agradar y ser útil disminuyendo el coste del periódi(^ do 
un modo bastante crmsiderable. sin desrirtuarla ni enflaquecer, que siempre ha presentado, 
según es de inferir por la benevolencia que sin interrupción le ha dÍ9i)ensado el público. 

La Revista, unida desde ahora al NacionaL se dará « la luz con el :*olo título de Revista 
NadonaL 

La experiencia aoreditarft que cumple con toda la resi^onsabilidad cpue le impone un título 
tan patriótico y tan propio de las circunstancias. 

Nota. El primer número de la Revista yacional según el nuevo arrodo, lo recibirún los 
señores suscritores hoy mi«mo por la tarde. 

En este tiempo se le han atribuido artículos que él no es»cribió, como veremos más 
adelante, y lo mismo ocurre durante su viaje. En este lapso do tiempo, "Fígaro" 
escribió en El Observador, diario liberal que dirigía Alcalá Galiano. Coincide la 
entrada de ** Fígaro" como redactor de Revista Española y la muerte de El Pobrecito 
Hablador con el cambio que se opera en la sociedad española. Es este el año de la 
muerte de Fernando VII, que sobrevivió medio año al periódico de Larra. Haber 
escrito en las épocas en que él lo hizo, fué ya una valentía excesiva. Era peor que 
cuando hoy se escribe con suspensión de garantías constitucionales. Escribía en 
una nación aún más empobrecida para un pueblo aún más atrasado, donde la clase 
media no se había desenvuelto y la nobleza, ociosa y llena de ambición, formaba 
una remora más. 

El espíritu dominante en la nación era tradicionalista, clerical, y había de mi- 
rar con recelo o con odio la posición de "Fígaro", tan radical en sus ideas que no 
lo aventajamos los radicales de hoy. El tomó el partido de la libertad, ampliamente 



102 CARMEN DE BURGOS 



con un espíritu emancipado, lleno de la filosofía enciclopedista francesa mezclada 
a un sentimiento realmente español. 

Fustigó, como nadie se había atrevido a hacerlo, la igpiorancia del país, la ad- 
versión a la lectura; la falta de alegría y de sentido práctico de la vida; las cos- 
tumbres groseras y rutinarias, la pereza, la desidia, los vicios. Hay que leer **EI 
castellano viejo", el "Vuelva usted mañana", toda su obra para hacerse cargo de ella, 
y cuanto más se la profundiza se la admira más. El análisis, en vez de pcrjudicarlor 
descubre nuevas bellezas. A pesar de la coacción que se ejercía sobre el escritor, _ 
"Fígaro" no dejó de hacer constantemente alusiones políticas, por más que éstas 
tengan que estar veladas con destreza. ¡Qué periodista tan formidable! lY en aque- 
lla época! 

£1 dice : 

"Con la publicación del Pobrecito Hablador empecé a cultivar este género arries- 
gado bajo el Ministerio Galomarde; la Revista Española me abrió sus columnas en 
tiempo de Cea, y he escrito en el Observador durante Martínez de la Rosa. Esta 
colección será, pues, cuando menos, un documento histórico, una elocuente cró- 
nica de nuestra llamada libertad de imprenta." 

Véase cómo él mismo se burla irónicamente de lo que es el periodista, en con- 
traposición de lo que debiera ser: 

BL HOMBRE PONE Y DIOS DISPONE 

o LO QUE HA DE SER EL PERIODISTA 

Gran cosa dijo el primero que annncK) este proverbio, hoy tan trillado. S? hay proverbios 
que envejecen y caducan, éste toma por el contrario más fuerza cada día. Yo por mi parte opn- 
tieso que a haber tenido la desgracia de nacer pagano, sería ese proverbio unxí de las cosas que 
más ane retraerían de adoptar l€ existencia de muchos dioses ; porque soy de mío tan indómito 
e independiente, que me ajustaría la idea de proponer yo, y de que dispusiesen de mis propó- 
sitos millares de dioses, ya que desdichadamente ha de ser hombre un periodista, y, lo que es 
peor, hombre débil y quebradizo. Ello no se puede negar que un periodista e?» un ser bien 
criado, si se atiende a que no tiene voluntad propia ; pues sobre ser bien criado, debe participar 
también de calidades de los mAs de los seres existentes : ha mienester, si ha de ser bueno y de 
dura, la pasta del asno y su seguridad en el pisar, para caminar sin caer en un sendero estre- 
cho, y como de esas veces fofo y mal seguro ; y agachar como él las orejas cuando zumba en 
derredor de ellas el garrote. Necesita saber pasar sin alimento semanas enteras, como el ca- 
mello, y caminar, la frente erguida, por medio del desierto. lia de tener la velocidad del gamo 
en el huir para un apuro, para un día en que Dios dispongta lo que él no haya puesto. lia de 
tener del perro el olfato, para oler con tiempo dónde estA la fiera, y el ladrar a los pobres; 
y ha de saber dónde hace presa y áñmáe quiere Dios que hinque el diente. Le es indispensable 
la vista perspicaz del lince, para conocer en la cara de>l que ha de disponer lo que él debe 
poner ; el oído del jabalí, para barruntar el runrtín de la asonada ; se ha de hacer, como el 
topo, el mortecino, mientras pasa la tormenta; ha de saber andar cuando va delante con el 
paso de la tortuga, tan menudo y lento que nadie se lo note, que no hay cosa que mAs espante 
que el ver andar al periodista; ha de saber, como el cangrejo, desandar lo andado, cuando lo 
ha andado de míls, y como de esas veces ha de irse sesgando por entre las matas a guisa de 
serpiente ; ha de mudar oamisa en tiempo y lugar como la culebra ; ha de tener cabeza fuerte 
como el buey, y cierta amable inconsecuencia como la mujer ; ha de estar en continua atalaya 
como el ciervo, y dispuesto como la sanguijuela a recibir el tijeretazo del mismo a quien salva 
lamida; ha dte ser, como el músico, inteligente en las fngas, y no ha de cantar de contralto, 
mas que escriba con trabajo; y a todo, en fin. ha do poner cara de risa como la mona. E^to 
con respecto al reino animal. 

Con respecto al vegetal, parécese el periodista a las j.lantas en acabair con ellas un huracfiu 
sin servirles de mérito el fruto que hayan dado anteriormente : como la caña, ha de doblar In 
cerviz al viento, pero sin murmuran como ella; ha de medrar como el junco y la espadaña en 
el pantano; ha de dejarse podar como y cuando Dios disponga, y tomar la dirección que le dé 
el jardinero; lia de pinchar como el espino y la zarza los pies de los caminantes desvalidos, 
dejándose hollar de la rueda del poderoso; en días oscuros ha de cerixir el cáliz y no dejar 
coger 8U8 pistilos como la flor del azafrán ; ha do tomar color segón le den los rayos del sol ; 
ha de haoer sombra, en ocasiones dañina, como el nogal ; ha de volver la cara al astro que mfijs 
calienta, como el girasol, y es planta muerta si no ¡ semejase a las palmas en que mueren las 



cota pu aeras empezando u 
de piOa i ba de díet a ro 
«orno la hirdra. 

Poc lo que hat'e al mio^nil. parece el periodista a la piedra ea que no hay picapedrero que 
no le qoil» una esquirla y que iio le dé un parnizo; ba de tener taatoa colorea como el Jaspe, 



104 CARMEN DE BURGOS 



8i ba de parecer bien a todos ; ÜíT fle' ser frío cómo el milrmol debajo del pie del magnate; ha 
de ser dúctil como el oro ; dfe plata no ha de tener ni aun el hablar en ella ; ha de tener loe 
pies de plomo; ba de senir como el bronce para imnortalifar hasta los dislates áe los pro- 
ceres ; lo ha de soldar todo como el estaño ; ha de tener más vetas que una mina, y mfis vir- 
tudes <iue un agua termal. Y después de tanto trabajo y de tantas calidades, ha dp saltar, iK>r 
íin, como el acero en dando con cosa cTura. 

En una palabra, ha de ser el periodista un imposible: no ha de contar sobre todo jamáis 
con el día de mañana ; ¡ dichoso el que puedíe contar con el de ayer ! Xo debe, iwr consiguiente, 
decir nunca, como El Universal: •'Este periódico sale todlos los días, excepto los lunes"; sino 
d^pcir: •*I>e este periódico sólo se sabe de cierto que no sale los lunes." Porque el hombre i>one 
y Dios diapone. 

Ya en los últimos tiempos de Fernando, la influencia de la Reina empezaba a 
favorecer la labor de los periodistas y la vida artística de España. Con espíritu de 
artista, María Cristina había creado el Real Conservatorio de Música, y con esto y 
la venida de su paisano Rossini, la sociedad se entregaba delirante al placer de 
la música, florecían los teatros, las reuniones se animaban y los grandes artistas 
tenían acceso ai Palacio. 

Esto, como es natural, alarmaba a los oscurantistas, y se formaba alrededor del 
infante D. Carlos un partido cada día más numeroso y más intransigente, del que 
formaban parte los apostólicos, que de un modo encubierto trabajaban cerca del Rey. 

El ataque de gota que sufrió éste, en Septiembre de 1832, vino a mostrar el 
verdadero espíritu de estas gentes. Regocijados con la idea de la muerte de Fer- 
nando VII, todos los cortesanos huían de la Reina, que dando un hermoso ejemplo 
de entereza no se separaba del lado del Rey, que hinchado, lleno de emplastos y de 
bizmas, no se podía mover del lecho. 

La figura de María Cristina es quizás de las más grandes de las reinas que se 
han sentado en el Trono de España. No se ha hecho toda la justicia que se le debe 
a esta reina-mujer, que supo cumplir todos sus deberes y que tan benéfica influen- 
cia ejerció en favor de la libertad y del arte. Sin Cristina, hubieran triunfado los 
apostólicos y el carlismo. Nos figuramos cuánto se le haría sufrir en aquellos días 
en que, vestida de hábito del Carmen, se había constituido en enfermera de su 
esposo, y sin separarse de la cabecera del lecho» presenciaba los manejos de todas 
aquellas gentes ambiciosas que deseaban arrebatarle el Trono a su hija. 

Se piensa con emoción en el sufrimiento de la Reina en la célebre escena del 
testamento, oyendo las artificiosas arengas del ministro Calomarde, del conde de 
Alcudia, del confesor del monarca y del enorme obispo de León, que se llamaba 
representante del Partido del Altísimo, para amedrentar al Rey, hasta que le hicie- 
ron exclamar: 

— ¡Que España sea feliz; que haya paz! 

Frases en que más que un amor que jamás tuvo a la patria, este Rey tirano 
expresaba el miedo dAl que cree va a comparecer ante un tribunal superior. Tal 
violencia debía hacerse, que de aquella masa hinchada y verdinegra se escapó un 
sollozo, y la Reina, que l6 limpiaba solícita el sudor, hubo de exclamar: 

— 'Parece que llora. 

Sabido es el efecto que la noticia de la falsa muerte del Rey causó en Palacio; 
él regocijo de la chusma, que esperaba impaciente en el cuarto de D. Carlos, y la 
alegría del obispo, que exclamó, creyéndose triunfante: 

— ¡No volverán a levantar cabeza los liberales! 

El padre Carranza repartió, en el poco tiempo que duró el engaño, cuarenta ca- 
nongías a sus amigos. 

Pero Femando no estaba muerto, vuelto de su colapso empezó a mejorar y siu 
duda fué como un segundo nacimiento esta vuelta a la vida. ¡Qué lección tan dura 
y qué drama tan hermoso si Fernando no fuese demasiado pequeño para represen- 



lar el personaje rciitrall Se realizaba en Palacio uno df esos cuenlos en que un 
hombre rico y desconílado se finge muerto para ver el coraziin de sus herederos. 

Conocemos todos bien las escenas que se sucedieron. La energía que ie TalUba 
a Cristina la tenía su hermana la princesa Carlota, que llegando apresuradamente 
a Palacio, insultó a ;u bnndíidosa hermana en su sonoro idioma; llamándola Pazta, 
Choca y otros dictados por ni estilo y descargó el famoso bofet^in sobre «1 rostro 
de Calomarde. 

Por cierto que no era el primero que este desdichado ministro recibía. Ya antes, 
habiendo venido de Berlín don I.uis Fernández de Górdova, con una interesante mi- 
sión secreta para el Rey, el ministro se obstinó en no quererle dejar pasar a la 
real Cámara, y como se insoicnlase con él, este noble magnate descargó una bo- 
fetada en la mejilla del ministro y pasó a presencia del Rey a confesar su falta. 

Fernando, que en el fondo debía estar harto de aquella hipócrita gente pala- 
ciega de la que se servía y qui' era 
en medio de todo un gran ironista, 
exclamó : 

— 1 Una bofetada a Calomarde! ¡Más 
le valiera habéraela dado a mi her- 
mano Carlos o al arzobispo de To- 
ledo I 

Después de esto, ge informó de la 
misión y no sólo le dió los pasapor- 
tes para volver a Berlín, sino que lo 
ascendió a brigadier y le regaló para 
el camino dos mil duros en onzas de 
oro y otros tantos cigarros de re- 
galía. 

Con la resurrección del Rey varió 
todo. Fernando conoció que debía 
apoyarse en los liberales y entregó 
la resencia a Cristina que en unión 
del ministro- Cea, dió una serie de 
decretos que satisfacían a los libe- 
rales; abrió universidades, dió am- Haitinai da u Bo». 
nistfa a los liberales, separó del ejér- 
cito a los militares que habían ido contra ellos. Calomarde se fugó de España, y la 
princesa de Beyra con don Carlos y toda su familia, excepto el infante D. Sebastián, 
obtuvieron permiso para ir a Portugal. 

Fué entonces cuando se juró con todo esplendor en San Jerónimo a la niña Isa- 
bel II, que aún iba acompafiada de su nodriza. 

Pero al año siguiente, el 29 de Septiembre de 1833, falleció Fernando Vil a las 
tres menos cuarto de la madrugada de un ataque de apoplegía fulminante, y que- 
riendo librarse de su castigo dejó en su testamento 25 millones de duros y 20 mil 
misas p«ra su alma. Entonces sucedió lo que él había previsto cuando dijo "que 
era para la sociedad española como el tapón de una botella de cerveza". Los fer- 
mentos contenidos se desbordaron, el país apareció dividido, ardiendo por una 
parle en vergonzosa guerra civil y pop otra en ruines luchas de partido. 

Toda la oficialidad joven, y todos los liberales se agruparon al lado de Cristina. 
Larra estaba con ellos. Enfrente, los partidarios de Don Carlo^ que habían encen- 
dido la guerra civil, con su manifiesto. Véanse los hermosos artículos de Larra: 
"Nadie pase sin hablar al portero", "La planta nueva u el faccioso" y "La Junta 
de Castello Branco", recopilados en sus obras, y los no monos notables que mcn- 



106 CARMEN DE BURGOS 



ciona D. José Ramón Lomba ea su admirable folleto Larra periodista político: 
"El hombre menguado o el Carlista en la Proclamación", "El fin de fiesta", "¿Qué 
hace en Portugal Su Majestad?" y "El último adiós". 

Pero bien pronto no tiene sólo Larra que combatir contra los facciosos. Se ha- 
bía confiado demasiado en el arrojo de la Reina. Aunque apoyándose en los libe- 
rales, Cristina forma un Gobierno morigerado. Martínez de la Rosa, que trae tan 
hermosa historia de liberal, da entrada en el Gobierno a etementos viejos y de un 
modo irresoluto, impropio de él, da a luz el engendro llamado Estatuto Real que deja 
a las €ortes en poder del Monarca y hace una comedia de la Constitución. Es entonces 
cuando escribe Larra "La gran verdad descubierta. Los tres no son más que dos 
y el que no es nada vale por tres" y arremete con el señor Martínez, cuyas torpezas 
encendieron más las luchas y dieron más tarde lugar a las matanzas de frailes y 
a la llegada de Don Carlos a Navarra, sembrando el terror en el Norte de la Penín- 
sula. No perdonó Larra en su censura ni al Parlamento débil y sin valor, ni a los 
ministros indecisos y mixtificadores. Desde el extranjero sigue preocupado con 
los asuntos de España, como puede verse en sus cartas a sus padres y en sus ar- 
tículos de ese tiempo. 

El sueña con hacer un periódico que Heve su nombre y en la carta que escribe 
desde París a Delgado, se lo anuncia. Entre sus papeles hallo ya sacado en limpio 
el programa-manifiesto del que doy el trasunto inédito y frente al que nos pode- 
nK)8 preguntar: ¿Puede ser más moderno? ¿No lo tomaríamos por lema para el 
periódico nuestro, para el periódico ideal'i ^ 

FÍGARO 

Bolelin de Teatros, Mútica, Modas, Beüas Árte^, Costumbre» j Amena literatura j PoUtica, 

Cortes, Noticias, Anuncios, etc, 

FBOfiPKCTO 

Dos afios hace qae ** Fígaro** comened sii carrera periodística, modestamente escondido en- 
tre las dilatadas columnas de la Revista Española. AimrtAndose de las altas cuestiones políticas, 
caminó los primeree meses de su existencia a paso de reformar, es decir, lentamente de bas- 
tidor en bastidor y de teatro en teatro. Los actores malos abundan más todavía que las malas 
comedias, y acaso a su sabor maligno debió gran parte, si no el todo, de la aceptación que a 
sus lectores empezó a merecer. Varios artículos áe costumbres y las circunstancias políticas 
vinieron después a ofrecerle un campo donde no era menester gran mérito para triunfar. Ha- 
blar contra Don Garlos, entonces mero pretendiente, después mal aconsejado Príncipe y en el 
día traidor ya declarado, era alcanzar un éi(ito seguro. No fueron, eqipero, los facciosos ni las 
preocupaciones el mayor enemigo con quien tuvo que luchar. Un enemigo doméstico, criado y 
mantenido en el seno mismo de nuestro partido, le presentó desde el principio más obstáculos 
que todos los faccioaos de la Península. Era efectivamente más difícil, en tiempo del Ministerio 
Cea y aun después, ser escritor público que general de un ejército de operaciones. El faccioso 
muerto en campaña no vuelve ; pero el censor, siempre en pie y más iavulnerable que el mismo 
Aquiles. no presentaba siquiera un triste talón por donde herirle. 

Felizmente, al paso que se reforzaban las líneas censorias, no aparecían menos estpesas ni 
sostenidas las filas de los escritores. Sobre las ruinas de un periódico levantábase otro. Un 
aüo bastó para hundir en el abieono de la prohibición multitud de p^ódicoa, debida su existen- 
fia a la aurora de libertad que comenzábamos a ver lucir ; débiles, empero, como hijos al fin de 
tan débil madre. Crónicas, Auroras, Tiempos, Siglos, Universales, Boletittes de Comercio^ 
Gaceta de Tribunales, todo desapareció y para nunra más volver. Él monstruo los tragó, sin 
considerar que el deseo de ilustración en E}spaña e» la hidra de las cabezas renacientes. Así, 
vimos retofiar de los tronóos cortadlos vastagos más robustos que lox primeros: las prohibicio- 
nes pasaron, los periódicos han quedado. En lucha tan gloriosa y tan sostenida, mucho debe la 
Bispafia a sus pctriódicos muertos y existt;nte9. Los derechos del ciudadano >eu la una mano, 
los deberes del Gobierno en la otra, ellos afinnaron el camino al carro de la libertad, ellos han 
ido cortando la retirada a las reformas que quisieran retroceder. Inútil fué la coacción ; vanci. 
enteramente vana la reprensión ; surgieron obstáculos en buen hora ; si necesario hubiese h(^ 
cho para defendeo* nuestra libertad, cada español hubiera sido un periodista; y si no nos 



FÍGARO 107 

hubieran dejado escribir, habrfamoe ¡do a decir a las oafias, conio ol barbero del rey Midas: 
qneremos ser libres. 

No crean por esto ciertos amenos meticulosos que "Fígaro" va a ser un demagogo. Por otra 
parte, ya no ^i\'imos bajo el Ministerio Cea. Los tiempos han -variado algún tanto y !a lucha 
es suave, iior más que el pensamiento está distante todavía de dar sus alas libres al viento. 
Lo que falta vendrá, y, entretanto, quien ha echado en el Estatuto lo» cimientos no deja-i de 
üierecer alguna consideracidn al que ha de vivir la casa que sobre ellos se edifique. 

** Fígaro", en el día emancipado yia de ajenos andadorcR, se presenta por sí solo en la 
palestra, no confiado en sus fuerans. cuya debilicUid sería su única remora si fuese tiempo 
aún de reconocer alguna, sino animado por la benevolencia del público, que se ha dignado 
tiibntar algunas sonrisas a su alegre pluma. También él quiere luchar de frente con los 
obstáculos y merecer su poca parte de gloria en la regeneración de su patria. 

;.Un periódico más?, nos preguntarán. Si éste hubiese de segitir la maircha de sus apre- 
cia bles colegas, cuyas luces y sistemas por otra parte respeta, ju«tk sería acoso la recomen- 
dación. Pero "Fígaro" no llenará doce columnas diarias de artículos graves y profundos, 
por buenos que fuesen, sobre derechos sociales, empréstitos o moneda, ni menos con las Inte- 
resantes sesiones de Cortes, que no siempre interesan, ün periódico ameno, dedicado a la 
sociedad más culta, escrito en gran parte para el bello sexo, y que no por eso aea indigno 
de andar en kis manos del grave procer, o del sinuoso diplomático, parece hacer falta en la 
lista de los periódicos. 

El teatro nacional y aun los extranjeros serán uno de loa ramos fundamentales de 
''Fígaro". Los coliseos de Madrid y los de provincias merecerán igualmente su atención. En 
tiempos pasados una novedad dramática era casi la aparición de un cometa, era una revo- 
lución. La literatura, el teatro, empero, participan de las viciaitudes políticas, y en el día 
una juventud, hija de las emigraciones o destello de los dos rdámpagoa de libertad que en 
dos distintas épocas ha visto briUar Espafia sobre su oriente, parece anunciar nueva era de 
gloria a las musas espafiolaa. La declamación, además, considerada por fin como un arte, 
como una profesión, promete también cómicos donde sólo había farsantes. Ehi d astado actual 
de nuestra cultura, los teatros bien explotados pueden formar la base de un periódico. 

La revolución prodigiosa que en el siglo XIX ha experimentado la música ooostituye otro 
ramo no menos importante. No destinada ya solamente al culto divino o a los himnos de 
guerra, primer objeto suyo en los pueblos primitivos, sino aplicada en lo moderno al teatro, 
la música se ha humanizado, dlgimoslo así, para colocarse en la altura de todo el mundo; 
y si no son todos dueños de producir las divinas inspiraciones de El Cisne de Pesaro y d£l 
autor de la Straniera, todos pueden, al menos, disfrutarlas y apredarias. EH editor serí^ 
ingrato si no consagrase gran parte de sus esfuerzos a ese arte divino, a quien debe su 
celebridad el nombre que ha adoptado. 

Las bellas, desatendidas en los periódicos políticos, merecerán a "Fígaro" toda la atención 
y obsequio de que son dignas. En buen hora levante serrallos el Asia para obscurecer lai más 
herniosa mitad del género humano. La culta Europa, la caballerosa y galamte Espafiís verá 
siempre en la mujer la madre, la esposa, la amante, el ídolo del hombre. ¿Qu\é valen sus 
pequeños defectos, tan ponderados? ¿Que es voluble? He ahí su primer mérito. ¿Qué sería 
de un muudo condenado a la constancia y a la monotonía? ¿Dónde está esa constancia en 
la naturaleza, cuya ley primera es el movimiento y la transformación? ¿Que es ligera y 
superficial? ¿Qué seria un mundo nesotoniano? ¿Qué un mundo de filósofos y publicistas? 
Si hemos de vivir en sociedad, nosotros preferiremos siempre Bos ojos españoles y una enamo- 
rada sonrisa a todos los turbillones de Descartes, a los átomos de Gasendi, a los tortuosos 
raciocinios del filósofo de Ginebra. ¿Que es caprichosa? No parace sino que el mundo 'se 
alimenta de otra cosa sino de caprichos. ¿Qué es amiga de la moda? ¿T qué? En T>oISticB, 
en guerra, en sociedad, la moda es la reina del mundo. Regístrese la Historia, recórranse las 
aficiones de los pueblos : la caprichosa variedad, la contradicción incomprensible e injusta la? 
más veces con que sé suceden estos usos a aquéllos, unas leyes a otras, unos a otros Gobier- 
nos, segundas creencias, en fin, a las primeras... ¿Qué es todo sino moda? Al erigir a la 
moda en raina de sus pensamientos, no hace la mujer más que pagarle el vasallaj)? que todo 
el mundo le paga.. Al hacer nosotros a las bellas el objeto de nuestros escritos no hacemos 
más que reconocer el mérito donde al Supremo Hacedor le plugo ponerle. 

En punto« pues, a moda y a cuanto puede interesar a las hermosas, el nuevo periódico 
tiene tomadas las medidas necesarias para que nada echen en él de menos sus amablrs 
suscriptoras. 

Guiado de los principios que se acaban de enunciar, mal pudieran ser de '•Fígaro" olvi- 
dadas las bellas artes, las artes de imaginación. Si han de adoptarse palabras para entenderse, 
yipamos llamando imaginación a lo que hasta aquí ha llevado ese nombre, y en esc supuesto 
1 plegué al Cielo no ahogar nunca la imaginación bajo el peso de un siglo acaso demasiado 
natural y positivo! 



108 CARMEN DE BURGOS 



Cousiderando que las venladerag i^fonuas son las (iu« .aiminan aijoyadas en las i.-ofitum- 
1)108 de loa pneblos, y que sólo í5e arraiga la libea-tad al paso que se defjtierran aquellos 
abusos que muchas veces no ak*anza la ley a preveí ni a castigar, liai-íl de nuestras eoetum- 
l»rt»8 uuo de sus princiimles objetos. 

Artículos jocosos, anécdotas picantes, cuentas cortos, brevísiniAs y escogidas • poesía** y 
juicios analítit^os de las obra?» de aonena litd'atursi, constituirfln adeinfts una se<TÍrtn variada 
del periódico. 

Pero como por poco graves que quiera escogier "Fígaro'* sus lectores, no puede suponer 
que hayan de prescindir enteramente de Iqs intei-eses políticos, que tan ocupadas tienen eni 
el día de las imaginaciones, seiú también, coimo anuncia su título, boletín de política, dando 
en breves artículos una idea del estado de los negocios; i)ero tratará muchas veces' este 
ramo con igual ligereza que los demás; sacudirá festivo el Iñtigo de la sátira docorosa 
y permitida así sobre las graves cuestiones políticas como sobre los mnlos cómicos o las 
ridiculas comedias. . 

No es la política el objeto princiiHil de "Fígaro"; será una de tantas cosas. Y bien mi- 
rado, ¿merece acaso más Importancia? ¿Más que los teatros, má» que las modas? Si la polí- 
tica fuese otra cosa que una gran farsa representada seriamente, podría dedicársele un pliego 
diario. La política es la ocupación de los periodistas; ella será la diversión de "Fígaro*. 

Las noticias más imix>rtante8 de todas las especies, extranjeras y nacionales, polítiaas, 
biográficas, teatrales, música, etc., ocuparán un lugar en sus columnas, así como breves 
extractos de las- sesiones d'e Cortes en que, al dar sólo el resultado de ellas, se hará mención 
de los discursos más notables y una r^sefia de las determinaciones imix>rtantes del Gobierno 
que considere de interés para sus lectores. 

"Fígaro" dará cuenta además de toda clase de espectáculos públicos y aun entrará muchas 
veces a tomar sus notas en los saraos, en los conciertos, en las mejores reunione-; de lia 
capital. 

En el lugar destinado a los anuncios incluirá aquellos que pueden entrar en un periódico 
de esta especie. 

Vasto es, pues, el plan que "Fígaro*' se propone y de no fTicil eje<'ución. ¡Ojalá que sus 
tuerzas le ayuden en tamaña empresa! 

Sólo dos cosas le resta advertir: 

Primera, No se propone en sus escritos ni más color ^ni más partido que el que se le 
ha concedido hasta el día. Toda la libertad posible i>ara nuestra patria ; por lo demfts. reirse 
de cuanto encuentre ridícylo respecto a las leyes, y persecución de las almas dond:» quiera 
que se anldien. 

Segunda, "Fígaro" no será nunca un "Zurriago". Vivimos en ol siglo de la buena, edu- 
cación. No usará más sátira que la compatible con el decoro, como procuró hacer hasta 
aquí. Ni insultos ni cariíaturas. En consecuencia de tales principios y de la tolerancia a su^ 
opiniones, nunca acometerá a ningún periódico; por el contrario, rehusará toda lucha inde- 
corosa e inútil para el público. Respetará a los demás para tener derecho a exigir igual 
respeto para sí. Si alguno, pues, abusando de la previsión con que "Fígaro" se desawna. lo 
acometiese vilmente con anuas prohibidas, seim que no será en las columnas del periódico 
donde encontraría la respuesta." 

Pero este periódico no se publicó. Vemos en sus cartas que ha pactado entrar 
de redactor en El Español, que había comenzado a publicarse durante su viaje al 
extranjero, en l.o de Noviembre de 1835. Este periódico le asignó 20.000 reales al 
año, y "Fígaro", que en su artículo "La vida en Madrid" habla de la aridez de los pe- 
riódicos, se entusiasma con El Español y dice en su carta a su padre que es uno de 
los principales, no ya de España, sino del mundo. Este periódico estaba dirigido por 
D. Andrés Borrego. Aquí dejó "Fígaro" alguno de sus artículos n>ás maravillosos, 
de sus más hermosas críticas sociales. Su última crítica teatral "Todo por mi pa- 
dre", la magistral de los "Amantes de Teruel" y los inolvidables artículos de la 
"Necrología del conde de Campo Alange" y "El día de difuntos". 

Cuando "Fígaro" se marchó a París quedó al frente del Gobierno Martínez de la 
llosa. Al volver ya había sucedido a éste Toreno y acababa de entregar el poder a 
Mendizábal. Sabemos con la pujanza que vuelve "Fígaro". No hay más que leer sus 
fiémosos artículos Fígaro de vuelta. Buenas noches, Dios nos asista. Literatura y 
iodos los demás que siguen. 

Combate "Fígaro" a Mendizábal como ha combatido a los anteriores; ninguno 



FÍOAno 109 

realiza su programa. Gomo sucede aún, todos prometen y lu) cumplen, y ''Fígaro" 
lucha valientemente. 

I.os contemporáneo's de Larra no ocultaron su envidia. En la Revista Mensajera 
se decía comentando el artículo "Buenas noches", el 5 de Febrero de 1876: 

"liOs que escriben en el estilo de ''Fígaro", jugando y riendo con las cosas y con 
los hombres, tienen no pocas veces ancho campo para embozar con la capa de las 
chuscadas, muchos pensamientos que, no por que diviertan, dejan de ser falsos y 
sofísticos... 

"Hay en la frase, sal; hay epigrama; pero líbrenos Dios de decir que haya ver- 
dad. No todos pueden como ''Fígaro" aplicarse aquello de Quevedo: 

"Que calle, no puede ser, 
pues soy poeta en efecto, 
y por decir un concepto 
deshonraré a una mujer." 

También he encontrado esta nota escrita por mano de "Fígaro", referente a su 
artículo Rueños noches, y tiene la particularidad de darnos idea del coste de las 
impresiones en este tiempo. 

Cuenta de los gastos causados en Madrid en el folleto titulado Ruenas boches: 

Por anunciar dos veces en el Diario dicho folleto 16 reales. 

Impresión de 500 carteles 80 " 

Papel para dichos carteles 80 " 

Encuademación de 1.500 ejemjilares con papel 150 

Impresión de 2.500 ejemplares y gastos extraordinarios para 

el trabajo hecho en días de ílesta y noches 480 " 

Papel para la impresión 315 

Por lijar carteles 18 " 

Por la comisión de 1.200 ejemplares 240 

Suman los gastos 1.379 " 

Importan los 1.200 vendidos 2.400 

Se regula para toda venta en las provincias y Madrid de los 

restantes 800 más que suben a 1.600 " 

Total de venta 4.000 " 

Queda liquido 2.621 reales. 

Gastos 1.379 reales. 

Producto 2.400 

Diferencia 1.121 " 

Pueden venderse 1.600 

2.621 " 

Corresponden al Sr. Larra 1.780 

Recibió a cuenta 1.507 

Le resta 273 

No menos resonancia luvo el artículo ¡Dios nos asista! La reina deseaba vivamente 
librarse de Mendizábal, que acababa de tener un duelo a pistola con ísturiz y se 



íiO CABMEN DK BUUGüH 



imponía no sólo a la nación sino a la reina misma. Es curioso ver respecto de esto 
las cartas que María Cristina dirigía al noble Fernández de Górdova, en el que veía 
su más leal apoyo y que luchaba en el Norte contra los carlistas. En ellas se queja 
constantemente de Mendizábal, así es que tanto el general Górdova como ella vie- 
ron con gusto los ataques de Espronceda, Ochoa, Bravo y sobre todo Larra. En la 
correspondencia que se conserva de D. Joaquín María de Alba, dirigida al general 
Fernández de Górdova hay un párrafo que dice: "^En estos días saldrán tres folle- 
tos — con licencia o sin ella — de Espronceda, Gortés y Vega. Serán ataques fuertcí? 
al Gobierno, y usted será respetado en todos ellos: es un plan combinado. El do 
I^rra no se lo mando a usted según me pide, porque es tarde; en el correo que 
viene irá". 

En efecto, en otra carta fecha 20 Abril añade : 

"Remito a usted adjuntos unos cuantos ejemplares del ¡Dios nos asista! de "* Fí- 
garo", al que dije lo que usted me señalaba para él. Contestóme que no mordía a 
los que obraban de buena fe, aunque llegasen a equivocarse alguna vez on cosas poco 
trascendentales". 

Esta referencia íntima dibuja mejor aún el carácter entero y recto de "Fígaro" 
y prueba la gran estima en que se le tenía y cómo los grandes políticos se preocu- 
paban de él. Ante él está abierta toda la Prensa, fáciles todos los teatros, goza de 
la consideración general. Así es que unos lo estiman y otros lo envidian. 

En esta temporada de triunfo la misma reina Cristina desea conocer a "Fígaro", 
que le es presentado. La Reina seducida por su privilegiado talento, siente una 
gran simpatía por el escritor y la demuestra más tardé a sus hijos. 

De la independencia de Larra nos da idea el que cuando Mendizábal fué susti- 
tuido por Isturiz, él se preparó a seguir combatiendo a loe ministeriales; don 
Andrés Borrego, amigo de Isturiz, devolvió a "Fígaro*' el artículo que había es- 
crito contra el Gobierno, y con este motivo publica "Fígaro" en el número de 23 
de Mayo de 1836 el artículo Fígaro al Director de El Español. 

fígaro 

AL DIRECTOR DE "El EsPASOL" 

Fígaro, — Señor director de El Español^ pido la palabra... 
Director. — ¿Para qué? 

Fígaro. — Para rectificar nn hecho y hater una interpeUción. 
Director.— El señor Fígaro tiene la palabra paira rectificar 
un hecho y Iiacer una interpelación. 

Señor director de El Eapañol : En la primera carta que a mi vuelta del extranjero 
publiqué, di loa motivos por qué me decidía entonces a escribir en el periódico quie usted 

Unge. 

Independiente siempre en mis opiniones, sin pertenecer a ninj^ún partido de loe que mi- 
serablemente nos dividen , no aml)icionando ni de un Ministerio ni de otro ninguna especie 
de destino, no tratando de figurar por ningún estilo, estoy escribiendo hace años, y no tuve 
nunca más objeto que el de contribuir en lo poco que pudiese al bien de mi país, tratando 
de agradar al mayor nAmero posible de lectores; para conseguirlo creí que no debía deflcn- 
der más que la verdad y la razón, creí que debía combatir con las armas que me siento 
aficionado a manejar cuanto en mi conciencia fuese incompleto, malo, injusto o ridículo. 

Esta es la razón por que constantemen>te he formado en las filas de la oposición; no 
habiendo habido hasta el día un solo Ministerio que haya acertado con nuestro remedio, m e 
he creído obüsado a decírselo así claramente a todos. Si yo tuviera alguna importancia 
política o literaria, tal vez sentaría en este lugar doctrinas o acumularla profesiones de fe. 
Infelizmente no tengo ninguna importancia, y sólo reclamo el derecho que tengo de no hacer 
cuerpo común con nadie; por eso firmo constantemente mis artículos. Siguiendo este sistema, 
he remitido a usted estos días un articulo riéndome de lo que en el día me parepe risybliev 
sm cuidarme de si estaba o no en el sentido de su periódico, sea /éste el que fuere. Este 
artículo me ha sido devuelto por usted, por no hallSirse de acuerdo, sin duda, con sus 



PÍOAKO 111 

opiniones; no podiendo exponerme a escribir otros que tengan igual resultado, unted me 
permitirá que le interpele, según el uso del dia, y le pregunte sencillamente en qué sen- 
tido habré de escribir para yenne impreso; bastante censura nos ponen los Gobiernos a los 
escritores sin que se nos aQada otra doméstica en nuestro mismo periódioo. 

Si El Enpañol es ministeriait uatod me permitir& que, sin que altere en nada el aprecio 
que le profeso, sacuda desde este momento toda mancomunidad de responsabilidad política; 
y si no loes, espero q^e explícitasnente me lo manifestacft, seguro de que pocas coaaa serían 
para mí más dolotosas que haber de renunciar a las ventad que su amistad y su periódico 
me han ofrecido hasta el día. 

Además de cuanto llevo expuesto, me pernútir& usted, seSor dinector, que pana facilitar 
su respuesta, afiada que actf rehuso pertenecer a un sistema de ministorialismo q^^and mémCy 
tiomo rehusaría hacer parte de un periódico de ciega loposición, quand mime; y para que no 
se pueda dar a este paso más motivo que el que yo mismo le doy, concluiré diciendo que paira 
mí, así el ministerio Isturfs como el ministerio MendizAbal, como cuantos le han precedido y 
le seguirfin, no tienen más importancia que la del bien o del mal que puedan hacer a mi 
patria. 

En er ministerio Mendixábal he criticado cuanto me ha parecido criticable, y de ello no 
me retracto cualquiera que sea el partido o la popularidad que pueda tener en su favor, y 
los medios que ponga en práctica en el día para hacer la oposicién; lo mismo pienso hacer 
ahora con el actual, cualquiera que sea la fuerza que como gobierno tenga en su favor ; por- 
que si hay quien puede tener miedo a los alborotos, a las multas o a la cárcel, yo no mo 
siento con miedo a nadie. Y lo mismo pienso hacer con cuantos ministerios vengan detrás, 
hasta que tengamos uno perfecto que termine la guerra civil y dé al país las instituciom^ft 
que en mi sentir reclama: el acierto es, pues, el único medio de hacer cesar mis críticas, por- 
que en cuanto a alabaor, no es mi misión ; ni creo que merece alabanza el que hace su deber. 
Por ahí inferirá usted que tengo oficio para rato. 

Espero, pues, su respuesta para saber el pastido que debo tomar, y sólo me queda que ha- 
cer presente a usted que cualquiena que ella sea, tolerante como soy con las opiniones de los 
demás, ni dejaré de respetar las suyas, ni trato con este paso de aventajar mi posición a 
costa de su periódico. 

En el ínterin queda su atento amigo y servidor: — Fígaro. 

Detrás de este artículo va la contestación de D. Andrés Borrego, haciendo pro- 
fesión de fe ministerial, pero sin prescindir del redactor que es alma de su pe- 
riódico. 

"^ Fígaro'' tal vez por esto, tal vez porque se decide al ñn a tomar parte en la 
vida pública al lado de su amigo el duque de Rivas, deja de ocuparse de política y to- 
dos los demás artículos son de crítica o de bella literatura. 

. En ios últimos meses, o sea desde Noviembre de 1836 Larra tiene un contrato 
con la empresa de los periódicos El Observador General y El Mundo. £1 primero, 
era un periódico político y el segundo se llamaba Diario del Pueblo. Estaban fun- 
dados por D. Santos López Pelegrín, uno de los redactores era Antonio María Se- 
govia, al que "Fígaro" dedica su artículo de 3 de Enero de 1837, uno de los últimos, 
Fígaro al estudiante, el que aunque era un hombre de gran valer, detractó más 
tarde a **Fígaro", ya muerto, en uno de sus artículos. '^ 

He encontrado en los papeles de "Fígaro" el borrador- hecho por él de este 
contrato y el contrato sacado en limpio y Armado. 

I^a empresa de los periódicos que ven la luz en esta corte con los títulos de El Redactor 
y El Mundo y el Sr. D. Mariano José de Larra, se obligan al cumplimiento de las 
siguientes estipulaciones : 

1.0 Don Mariano José de Larra procurará al periódico titulado El Redactor General seis 
artículos jocosos al mes, firmados Fígaro^ no pudiendo usar esta firma ni género en ningfui 
otro periódico, sino en El Mundo, y dos artículos al mes de fondo, con firma o sin olla. 

2.0 *Don Mariano José de Ijarra procurará al periódico titulado El Mundo un artículo a 
la semana. 

3.0 La empresa proporcionará sujeto que firme los artículos de don Mariano José de 
Larra. 

4.0 Dicha empresa procurará que los artículos que dé el sefíor de Larra al El Redactor 
General, con la firma de Fígaro, sean impresos en letra clara, de regular tamafio, y al pie 



112 í:armkn dk ncnoos 



iUA periódico, con oiitora sopnnirifMi úv las <loinfiii materias, y en el sitiii que lo» franceses lla- 
man feuiUefon. 

Ilabrftn de salir a la luz sin la menor alteración en el lextc» y enteramente c<»nformes con 
€i manuscrito del autor. 

5.0 I^ empresa se obliga a dar al señor de T^arra i>or los empeños que éste contrae el 
sueldo áe 40.000 reales al año, ixagados mensualmente ; es a saber : 30.000 por los artículos que 
procure al Redactor y 4.000 ix)r los que dé al Mundo. 

G.o La empresa de los periódicos titulados El Redactor Ocncral y El Mundo remitirft al 
señor de Larra dos ejemplares d^ cada uno de estos iieriódicos. 

7.0 I^ misma empresa procutrarA al señor de Tiarra un billete de entrada en las Cortes 
y en la tribuno de los taquígrafos, si puede ser. 

8.0 En ca-jo de que cualquiera die las partes que contratan quisiera algún día i*escindir i^e 
empeño, que comenzará a ser válido desde l.o de IHciembre próximo, deberá avisar a la otra 
con un mes lo menos do anticipación, sujetándose, de no, a indemnizar los perjuicios que resul- 
ten, asf como en el caso de faltar cualquiera de ellas a lo estipulada 

Y para reisguardo de entrambas partes lo firman por duplicado en Madrid a 28 de Noviem- 
viembre de 1S30. 

Mariano José de Larra. — Rubricado. — I'or la empresa, Toman Jordán. — Rubricado 

Vemos, pues, que desde esta fecha hasta su muerte "Fígaro" escribió en El 
Redactor (ieneral. sin firma, dos artículos mensuales. Pueden existir en este pe- 
riódico cuatro o seis artículos de *' Fígaro" que se conocerán por el estilo y que 
es curioso buscar. 

Existe el borrador de este documento, de letra de "Fígaro", y sólo difiere de 
las copias en que lleva el borrador fecha !.*> de Diciembre y esta nota: El señor 
de Larra al firmar el contrato deberá recibir del señor Jordán el mes de Diciembre 
adelantado. 

También se halla un borrador interesantísimo de contrato con El Español y 
Revista Española, en el que hay la cláusula siguiente: 

El editor del periódico no i>odrá ins€<rtar ningún artículo en contestación o impu?:nación 
:i "Fígaro", sin que é«te consienta en ello. 

El periódico le daba 40.000 reales al año y podía descontarle 400 por cada uno 
de los artículos semanales que dejase de dar si era de política o literatura, y 200 si 
era de teatros. 

El último artículo de "Fígaro" que se publicó en un folleto después de su 
muerte, y forma parte de sus obras completas, se intitula ;Yí por esas, 

Verda/iera contestación de Andrés a "'Fígaro'^; pero es de creer que no es el 
último que escribió, sino que es de la época de El Pobrecito Hablador y que como 
permanecía inédito se explotó a raíz de la muerte del escritor. ¡ 

Todavía existen sin recopilar todos estos artículos de Mariano José de Larra, 
además de los comprendidos en las "Obras completas" de Montaner y Simón y los 
dos tomo<? publicados de "Post Fígaro". 

Teatros: "Hacerse amar con peluca'* {R. E,, 18íí2). ¡ 



Teatro de la Cruz: "El Espía" (R. E., 1833). 
Variedades crítit^s: "No lo creo" {R. E., 1S:^5). 
Teatros: "I^ Vengada sin castigo" (R. E., 1833). 
Teatros: "lias Capas" {R. E., 1833). 
Teatro de la Cruz: "Siempre" (R. E., 1834). 
Teatros: "El Colegio de Tonniíigton" (R. A*., 1S34). 
Teatros: "Parisina" (7?. E.^ 1834). 
"Ascensión aerostática" (R. E., 1833). 
"Ascensión aerostática" (segundo) {R. E., 1S33). 
"Rehiletes" {R. E., 1S34). 
Concierto» {R. E,, 1832, 22 de Marzo). 
(Todos estos omitidos en el "Post-Fígaro".) 
Teatros: "El Vampiro" (Observador. 1834). 



J 



M 



TuBlros: -El Ditiloiiiiltku'' (O., 1834). 

Comnaicado Reviita-üentajero, l83r>). 

Teatros: "OaceU de CoBlilla", etc. iiJinaüol, ].S,tl!). 

Teatros (£., 1S3G). 

Publicaciones nuevas: "Bl Jorobado" (t'.. lSac>). 

Teatroa: "De la reparación de la Opera italiana y dpi Icairo nacioDai" (E., 183U). 

Teatroi: "La muerte de Torrijos" (fí-, isati). 

Teatroa: "La empresa Duern", «te. (prohibido i>or la eeniurn. De Abril. IS3G). 

"Tealroi j algo rnAa" (b'., 1836). 

Teatros (arttculos sin alusiones poIftii'Hs) (H.. ^XUi). 

l'ublicacioneB numna: "El roíuiíitiTio Mendiíalml" (ií.. ]83ü). 

Teatros: "Revista del mes" (A'., Mayo, 1S1«). 

Fígaro al director del Etpañot (ISSti). 

Ateneo Científico s Lilersrio de Madrid, xiete nrtfculoB </:;.. lS-%). 

Teatros: "Esta loco" (B., k^SC). 

Teatro Nacional: " r.e redacdOu de un periiVdico" (A".. lS3(i). 

Teatros: "Un bofetfin" {£,, '183«). 

Oomtmiuado (K., 1S36). 

Teatros: "Abelardo y Eloísa" (£.. 183ii). 

Teatros: "Uun niadre" (B., 183iJ. 

Oamuoioado (¿'., 1836). 

Teatroa: "Príncipe. tunciOn extraordinaria" (E., 1837*. 

Príncipe: "Ija honra de uua mujer" (&'., 1S3C). 

Correspondencia (Correo Litemrio y MercanlU. 182)1). 

Otrrespondenoin : "Crllíca" (ídem Id. Id., IS;!!). 

Correspondencia: "Rectificación" (ídem W. Id., 1S.121. 

Teatros: Revixta Bdmanal. cinco artículos {Correo dr fin namm. :R3.H). 

RehUetes. en 12 nUmeros (ídem td. Id. Id.). 

Teatros: "Kl regreso del prisionero (ídem fd. tú. Id.). 

üay además algunos sin firma que es fácil idonljJlcar. 

t^n eambio se le lia alribiiídu algunos errónoamentc, entre ellos la crílirn do 
Hiena, de DreWn, y la dol Don Alijaro, del diiiiiie de Rivas. como tendremos ocasic'm 
de demostrarlo. 



D. Fernando Fgrnftiidasde Córdova. 



VIII 



EL CRÍTICO 



Las épocas en que llorece la sátira son las épocas del apogeo de la literatura. 
Es muy difícil ser buen satírico. La sátira no está al alcance de todos; es una es- 
pecie de modalidad del espíritu, que al mismo tiempo que está dotado de una ñna 
observación sabe censurai* de un modo plácido o amargo, pero siempre, el tono 
debe ser festivo, y el discurso lleno de mesura y distinción. 

Toda la obra de Larra es crítica. No es un costumbrista, pues cuando describe 
costumbres es para criticarlas. Más que periodista político ejerce la crítica política; 
y sus artículos de sociología, de teatros, de literatura, son críticos todos. Su misma 
comedia No más mostrador, al bacerla suya la hace crítica. Hay en ella una her- 
mosa sátira social y una pintura satírica de tipos a<}mirablemente hecha. 

Todas las criticas de ''Jb'ígaro'' son de buen tono, de guante blanco, aunque de- 
jaba penetrar liasta el fondo el estilete. Sus contemporáneos le temieron por lo 
certero de sus ataques y por la gracia incomparable, con la que cualquiera de sus 
frases se tornaba inolvidable. 

Rara vez su crítica es personal ni exagerada; so coloca siempre en el justo 
medio, y hasta cuando ataca directamente, como tiene que hacerlo al tratarse de 
D. Clemente Díaz u otros casos semejantes, sabe elevar las cuestiones de tal ma- 
nera que su sátira adquiere un valor impersonal, se generaliza. 

''Fígaro", por lo mismo que desde niño tenía una alta idea del respeto a si 
mismo, tenía también un gran respeto a los demás y sobre todo una alta idea de 
la misión de crítico. En su artículo De la sátira y de los satíricos proclama el alto 
ministerio de la crítica y censura a los que emplean la que debe ser arma mora- 
lizadora para satisfacer rencillas personales. Hace ver que el satírico rara vez es 
alegre, que Moliere era el hombre más triste de su tiempo. Tiene que ser así, por- 
que el temperamento del satírico está predispuesto para ver en las cosas antes el 
lado feo que el lado bello. 

Llámanle la atención en el sol más sus manchas que su luz, y sus ojos, ver- 
daderos microscopios, le hacen notar la fealdad do los poros exagerados, y las des- 
igualdades de la tez en una Venus, donde no ven los demás sino la proporción de 
las facciones y la pulidez de los contornos: ve detrás de la acción aparentemente 
generosa el móvil mezquino que la produce. 

El escritor satírico se lo representa como un cuerpo opaco, destinado a dar 
luz, ee acaso el único que da lo que no tiene. 

"Somos satíricos porque queremos criticar abusos, porque quisiéramos con- 
tribuir con nuestras débiles fuerzas a la i)erfección posible de la sociedad a la que 
tenemos la honra de pertenecer. Pero deslindando siempre lo lícito de lo que nos 



FÍGARO 115 

08 vedado y estudiaudo sin i'esar las costumbres de nuestra época, no escribimos 
sin plan; no abrigamos una pasión dominante de criticarlo todo con razón o sin 
ella; somos sumamente celosos de la opinión que puedan formar nuestros conciu- 
dadanos sobre nuestro carácter; y en medio de los disgustos a que nos condena la 
dura obligación que nos hemos impuesto, cuyos peligros arrostramos sin restric- 
ción, el mayor pesar que podemos sentii' es el de haber de lastimar a nadie con 
nuestras criticas y sátiras; ni buscamos, ni evitamos la polémica; pero siempre 
evitaremos cuidadosamente, como hasta aquí lo hicimos, toda cuestión personal, 
toda alusión impropia del decoro del escritor público y del respeto debido a los 
demás hombres, toda invasión en la vida privada, todo cuanto no tenga relación 
con el interés general/' {El Español, 2 Marzo 1836.) 

£n la crítica de costumbres Larra descuella también de un modo admirable. 
No es Larra costumbrista ni malo ni bueno. No es costumbrista aunque él mismo - 
crea serlo como asegura en su crítica de Mesonero Romanos Panorama matntense. I 

Sus artículos no son esas descripciones en cuya exactitud está el mérito del 
costumbrista. No era él ese señor que se pasea cargado con su máquina de foto- 
grafía y que va tomando cuadros que nos seducen porque guardan la imagen de 
cosas que ya no existen. Cuadros que tienen más valor de documento que valor 
artístico, sobro todo tratándose de una generación como la suya, colocada en la 
confluencia de dos épocas. 

"Fígaro" no se contenta con retratar; penetra en las casas para inquietar a 
los moradores echándoles en cara sus cobardías o sus ridiculeces; lleva al homliro 
una piqueta para ir demoliendo las cosas viejas que halla al paso; lleva en la mano 
un libro para loe que quieran estudiar, y camina entre baches y vericuetos ele- 
vando en la mano la antorcha que muestra el camino. 

En cualquier artículo de Larra hay ideas para escribir un libro entero. ¿Puede 
darse crítica más completa de la sociedad española en general que en ¿Quién es 
el público y en dónde se le encuentra? 

Ante la dificultad de delínir el concepto abstracto del público, sale a observar 
sus diferentes aspectos. Es domingo y la gente va a misa vestida de limpio y recién 
lavada. Al salir de la iglesia hacen todos visitas y los hombres se complacen en 
seguir y admirar a las lindas devotas. "Fígaro" escribe: 

"El públiío oye misa, el público coquetea (permítase la expresión mientras no 
tengamos otra mejor), el público hace visitas, la mayor parte inútiles, recorriendo 
casas, adonde va sin objeto, de donde sale sin motivo, donde por lo regular ni es 
esperado antes de ir, ni es echado de menos después de salir; y el público en con- 
secuencia (sea dicho con perdón suyo) pierde el tiempo, y se ocupa en futesas." 

Va luego a las fondas sucias y mal olientes y « los ppseos, donde va todo el 
mundo, ahogándose de polvo y dándose pisotones; los ve entrar en los cafés más 
opacos y más sórdidos, y "Fígaro" concluye: "el público tiene gustos infundados" 
y "El público es caprichoso". 

Pero el crítico se detiene a observar lo que sucede en el t»fé. 

"En esta mesa cuatro militares disputan, como si pelearan, acerca del mérito 
de Montes y de León, del volapié y del pasatoro; ninguno sabe de tauromaquia: 
sin embargo se van a matar, se desafían, se matan en efecto, por defender su 
opinión, que en rigor no lo es. 

En otra cuatro leguleyos que no entienden de poesía se arrojan a la cara en 
forma de alegatos y pedimentos mil dicterios disi)utando acerca del género clásico 
y del romántico, del verso antiguo y de la prosa moderna. 

Aquí cuatro poetas que no han saludado el diapasón se disparan mil epigra- 
mas envenenados, ilustrando el punto poco tratado de la diferencia de la Tossi 
y de la Lalande, y no se tiran las sillas por respeto al sagrado del café." 



r.ARMKN IIK BUROO^ 



FÍGARO 117 

'En todas partes muchos majaderos que no entienden de nada, disputan de 
todo". 

El concluye: **E1 ilustrado público gusta de hablar de lo que no entiende." 
. Después, viendo la concurrencia de las tabernas, va a escribir en su libro de me- 
morias, cuando se rompe la punta del lápiz "El respetable público se emborracha". 

Confundido con estos datos trata de inquirir la opinión ajena. Un autor silbado 
le dice: "Preguntadme más bien cuántos necios se necesitan para componer un pú- 
blico." En camhio, un autor aplaudido afirma: "Es la reunión de personas ilustra- 
das". Para cada uno el público es diferente. 

Un periodista presume que el público está reducido a sus suscriptores, y en 
este caso no es grande el público de los periodistas esparloles. Un abogado cree que 
el público se compone de sus clientes. A un médico se le figura que no hay más 
público que sus enfermos, y gracias a su ciencia este público se disminuye todos 
los días. 

'* Fígaro" se pregunta: 

"¿Será el público el que compra la Galería fúnebre de espectros y sombras en- 
sangrentadas, y las poesías de Salas, o el que deja en la librería liis VicUu de los 
españoles célebres y la traducción de la Iliada'í ¿El que se da de cachetes por co- 
ger billetes para oir a una cantatriz pinturera, o el que los revende? ¿El que en las 
épocas tumultuosas quema, asesina y arrastra, o el que en tiempos pacíficos sufre 
y adula?" 

De todo esto saca la conclusión del poco respeto que merece la opinión pública. 

"Y esa opinión pública tan respetable, hija suya sin duda, ¿será acaso» la misma 
que tantas veces suele estar en contradicción hasta con las leyes y con la justicia? 
¿Será la que condena a vilipendio eterno al hombre juicioso que rehusa salir al 
campo a verter su sangre por el capricho o la imprudencia de otro, que acaso vale 
menos que él? ¿Será la que en el teatro y en la sociedad se mofa de los acreedores 
on obsequio de los tramposos, y marca con oprobio la existencia y el nombre del 
marido que tiene la desgracia de tener una loca u otra cosa peor por mujer? ¿Será 
la que acata y ensalza al que roba mucho con los nombres de señor o de héroe, y 
sanciona la muerte infamante del que roba poco? ¿Será la que fija el crimen en la 
cantidad, la que pone el honor del hombre en el temperamento de su consorte, y 
la razón en la punta incierta de un hierro afilado? 

Pero ¿a qué me canso? Yo mismo habré de confesar que escribo para el público, 
so pena de tener que confesar que escribo para mí." 

En empeños y desempeños hace la crítica más acabada de como vive una socie- 
dad empobrecida, vana, que gasta más que tiene, y acaba : 

"¿Es posible que se viva de esta raapera? Pero ¿qué mucho, si el artesano ha de 
parecer artista, el artista empleado, el empleado título, el título grande, y el gran- 
de príncipe? ¿Cómo se puede vivir haciendo menos papel que el vecino? iBien 
haya el lujo! ibien haya la vanidad!" 

iQué hermosa, qué admirable pintura de la clase media en el Castellano viejo! 
Aquella gente que confundía ol patriotismo ron el atraso y la grosería, está admi- 
rablemente retratada. 

"Mi amigo Braulio está muy lejos de pertenecer a lo que se llama gran mundo 
y sociedad de buen tono; pero no es tampoco un hombre de la clase inferior, puesto 
que es un empleado de los de segundo orden, que reúne entre su sueldo y su ha- 
rienda cuarenta mil r(»í»Ios do renta; que tiene una cintita atada al ojal, y una cru- 
cecita a la sombra do la solapa; que es persona, en ün, cuya clase, familia y como- 
didades de ningiina manera se oponen a que tuviese una educación más escogida 
y modales más suaves o insinuantes. Mas la vanidad le ha sorprendido por donde ha 
sorprendido casi siempre a toda o a la mayor parte de nuestra clase media, y a 



118 CARMEN DE BURGOS 



toda nuestra clase baja. Es tal su patriotismo, que dará todas las lindezas del ex- 
tranjero por un dedo de su país. Esta ceguedad le hace adoptar todas las respon- 
sabilidades de tan inconsiderado cariño; de paso que defiende que no hay vinos 
como los españoles; en lo cual bien puede tener razón, defiende que no hay educa- 
ción como la española, en lo cual bien pudiera no tenerla. 

No hay que hablarle, pues, de estos usos sociales, de estos respetos mutuos, de 
estas reticencias urbanas, de esa delicadeza de trato que establece entre los hom- 
bres una preciosa armonía, diciendo sólo lo que debe agradar y callando siempre 
lo que puede ofender. El se muere por plantarle una fresca al lucero del alba, 
como suele decir, y cuando tiene un resentimiento, se le espeta a uno cara a cara. 
Como tieuB trocados todos los frenos, dice de los cumplimientos que ya sabe lo que 
quiere decir cumplo y miento; llama a la urbanidad hipocresía, y a la decencia 
monadas; a toda cosa buena l^e aplica un mal apodo; el lenguaje de la finura es para 
é\ poco más que griego: cree que toda la crianza está reducida a decir: Dios guarde 
a ustedes al entrar en una sala, y añadir con permiso de usted cada vez que se 
mueve; a preguntar a cada uno por toda su familia, y a despedirse de todo el 
mundo; cosas todas que así se guardará él de olvidarlas como de tener pacto con 
franceses. En conclusión, hombres de estos que no saben levantarse para despe- 
dirse sino en corporación con alguno o algunos otros, que han de dejar humilde- 
mente debajo de una mesa su sombrero, que llaman su cabeza, y que cuando se 
hallan en sociedad por desgracia sin un socorrido bastón, darían cualquier cosa 
por no tener manos ni brazos, porque en realidad no saben dónde ponerlos, ni qué 
cosa se puede hacer con los brazos en una sociedad." 

Es magistral la pintura de esa comida, que no se olvida jamás habiéndonos 
hecho asistir a ella. Las visitas, las tardanzas de los convidados; la excesiva fran- 
queza con que le hace quitarse el frac, para que no se manche, y le pone una 
chaqueta suya, por la cual sólo asomaba los pies y la cabeza, y cuyas mangas no 
me permitían comer probablemente. Díle las gracias: al fin el hombre creía ha- 
cerme un obsequio. 

Los días en que mi amigo no tiene convidados se contenta con una mesa baja, 
poco más que banqueta de zapatero, porque él y su mujer, como dice, ¿para qué 
quieren más? Desde la tal mesita, y como se sube el agua del pozo, hace subir la 
comida hasta la boca, adonde llega goteando después de una larga travesía; por- 
que pensar que estas gentes han de tener una mesa regular, y estar cómodas todos 
los días del año, es pensar en lo excusado. Ya se concibe, pues, que la instalación 
de ima gran mesa de convite era un acontecimiento en aquella casa; así que, se 
había creído capaz de contener catorce personas que éramos una mesa donde ape- 
nas podrían comer ocho cómodamente." 

Los incidentes de la comida, en la que los dueños riñen a los criados y el marido 
y la mujer cambian pellizcos y pisotones y hasta se inicia una tempestad domés- 
tica por deficiencias del servicio. Se ve al hombre que no sabe trinchar, forcejeando 
ron un capón que se escapa del plato para caer en medio de la mesa; el señor que 
deja al lado del pan de su vecino los huesos de las aceitunas; el niño que vierte la 
salsa; la criada que vierte la salsa; el invitado que derrama el vino; la dama de 
los dientes negros y amarillos que hace finezas ofreciendo un horado en su mismo 

tenedor. 

"Hay nada — exclama — más ridículo que estas gentes que quieren pasar por finas 
en medio do la más crasa ignorancia de los usos sociales; que para obsequiarle le 
obligan a usted a comer y beber por fuerza, y no le dejan medio de hacer su gust<»? 
¿Por qué habrá gentes que sólo quieren comer con alguna más limpieza los días 

de días?" 

"Ustedes harán penitencia, señores— exclamó el anfitrión una vez sentado—; 



FÍGARO 119 

pero hay que hacerse cargo de que no estamos en Genieys;" fi-ase que creyó preciso 
decir. Necia afectación es esta, si es mentira, dije yo para mí; y si verdad, gran 
torpeza convidar a los amigos a hacer penitencia." 

Muchas veces nos hemos referido al famoso "Vuelva usted mañana'', donde 
retrata la pereza nacional. Aquel extranjero Mr. Sans-Delai, que halla aquí la an- 
tetis de su apellido, viene a evacuar un asunto que se puede resolver en una 
semana, y que al cabo de varios meses tiene que marcharse sin haber conse- 
guido nada, porque en todas partes repiten "Vuelva usted mañana" un día tras 
otro día. 

No es cierto que "Fígaro" sea un extranjerófllo. Al contrario, satiriza acerba- 
mente en el "D. Periquito" de En este país a los españoles que se complacen en de- 
tractar a su patria. Se necesita tener una mala fe maniñesta para seguir aflrmando, 
después de leer esas páginas, que Larra no era un buen patriota. ^' \ 

Siente Larra con intensidad todos los dolores de esa España triste y doliente / < 
eñ la que él vive, y más de una vez pasa de la crítka de tipos j de costumbres a y \ 
la profunda crítica social. En bu artículo Dios nos asista, exclama : "Asesinatos por^ ' 
asesinatos, prefiero los del pueblo." ' — 

Revolucionarios, completamente revolucionarios son sus artículos Los barate- 
ros y el Reo de muerte. 

En éste exclama, después de pintar el cuadro bárbaro de la ejecución: "¿Qué 
quiere decir un reo noble? ¿Qué quiere decir garrote vil? Quiere decir indudable- 
mente que no hay idea política ni sublime que el hombre no impregne de ridi- 
culeces." 

Acaba con estas palabras : 

"Miré el reloj: las doce y diez minutos: el hombre vivía aún... De allí a un 
momento una lúgubre campanada de San Millán, semejante el estruendo de las 
puertas de la eternidad que se abrían, resonó por la plazuela : el hombre no existía 
ya: todavía no eran las doce y once minutos. "La sociedad, exclamé, estará ya sa- 
tisfecha: ya ha muerto un hombre." 

Más grandioso es aún el artículo Los barateros. Pinta una cárcel inmunda donde 
están mezclados los criminales, cada vez más pervertidos, más viciosos, entregados 
a la holganza y al juego. 

En esa cárcel hay dos barateros, dos que se creían con derecho a retirar del 
juego de sus compañeros un fondo piratesco. Estos dos hombres confían su dere- 
cho a la fuerza de su brazo, como los hombres primitivos, y riñen navaja en mano 
ante todos los detenidos, que apagan el ruido de la lucha con el cántico religioso 
de la Salve que entonan todos los atardeceres, y al final deí cántico uno de los 
barateros cae muerto. 

"La sociedad entonces acude, y dice al baratero vivo: Yo te lancé de mi seno, 
yo te retiré mi amparo, yo te castigo antes de juzgarte con esa cárcel inmimda que 
te doy; ahí tolero tu juego y tu barato, porque tu juego y tu barato no molesta mi 
sueño; pero de resultas de ese juego y ese barato, tienes una. disputa que yo no 
puedo ni quiero derimír, y me vienen a despertar con el ruido de un cuerpo, que 
has derribado al suelo; me avisan de que ese cuerpo, de que en vida yo no hice 
más caso que de ti, puede contagiarme con su putrefacción, y por ende mando que 
oí cuerpo se entierre, y el tuyo con él, porque infringiste mis leyeis, matando a otro 
hombre, aun entonces que mis leyes no te protegían. Porque mis leyes, baratero, 
alcanzan con la pena hasta a aquellos a quienes no alcanzan con la protección. 
Filias renuncian a amparar, pero no a vengar: lo bueno de ollas, baratero, es para 
mí, lo malo para ti; porque yo tengo jueces para ti, y tú no los tienes para mí: 
yo tengo alguaciles para ti, y tú no los tienes para mí: yo tengo, en fin, cárceles, 
y tengo un verdugo para ti, y tú no lo tienes para mí. Por eso yo castigo tu ho- 



120 CARMEN DE BURGOS 



micidio, y tú no puedes castigar mi negligencia y mi falta de amparo, que solos 
fueron do él ocasión." 

Hay una adivinación de las más avanzadas doctrinas socialistas y hasta anar- 
quistas o bolchevikis. 

"Y la sociedad: Hombre del pueblo, la igualdad ante la ley existirá cuando tú 
y tus semejantes la conquistéis; cuando yo sea la verdadera sociedad, y entre en 
mi composición el elemento popular; llámanme ahora sociedad y cuerpo, pero soy 
un cuerpo truncado: ¿no ves que me falta el pueblo?, ¿no ves que ando sobre él, 
en vez de andar con él?, ¿no ves que me falta el alma, que es la inteligencia del 
ser, y que sólo puede resultar del completo y armonía de lo que tengo, y de lo que 
me falta, cuando lo llegue a reunir todo?, ¿no ves que no soy la sociedad, sino un 
monstruo de sociedad? ¿Y de qué te quejas, pueblo?, ¿no renuncias a tus dere- 
chos en el acto de no reclamarlos?, ¿no lo autorizas todo sufriéndolo todo? 

""Y el baratero: Mi día llegará, oh, falsa sociedad, oh, sociedad incompleta y 
usurpadora, y llegará más pronto por tu culpa; porque mi cadáver será un libro, 
y un libro ese garrote vil, donde los míos, que ahora le miran estúpidamente sin 
comprenderle, aprenderán a leer. ¡Hágase en el ínterin la voluntad de la fuerza; 
ahorca a los plebeyos que se baten en duelo, colma de honores a los señores que 
se baten en duelo, y, en tanto que el pueblo cobra su barato, cobra tú el tuyo, y 
date prisall!" 

No hay que admirar estas líneas pensando sólo en lo que ellas son en sí, sino 
pensando en el tiempo en que están escritas. Lo que representan en esa época. 

Algún hombre de orden debió indignarse porque encontramos un artículo de 
"Fígaro" en que contesta a otro artículo intitulado El reverso de la medalla, donde 
alguien rebatía Los barateros con el pseudónimo de "Un viajero inglés". Comienza. 
"Fígaro" su carta A Un viajero inglés con la sorna peculiar suya en todas ías po- 
lémicas, por establecer la diferencia que existe entre España e Inglaterra. Hace 
notar la arbitrariedad con que en España se prendía o deportaba a quien se quería; 
habla de la desmoralización de las cárceles, de la ineducación y del desamparo 
moral de las clases humildes. Es quizás "Fígaro" el primero que hace la campaña 
para borrar la diferencia de clases : Un plebeyo no se puede casar con la hija de 
un caballero por la desigualdad de clases; se condena la vagancia y no se da tra- 
bajo a los que lo solicitan. Acaba contando el caso del famoso Jaime el Barbudo, 
al que unos caballeretes que robaron por broma unos carneros le arrojaron las 
pieles a su cara, injustamente condenado por robo, Jaime va a un presidio, en cuya 
atmósfera germina su rencor, y al salir de él sale convertido ya en ladrón para 
combatir con las armas hasta el pie de la horca. 

"Hace días, un hombre del pueblo es atropellado por un hombre de cabriolé; 
el hombre del pueblo reclama sus cántaros rotos: sobreviene un celador de po- 
licía, y al oír al hombre y al ver al del cabriolé, vuelve la espalda diciendo: ¡Bahf 
¡bahl Y si este hombre se toma la justicia por su mano, ¿a quién la culpa?" 

El termina este valiente y demoledor ailículo, deduciendo que de la mayor 
parte de los delitos es sólo culpable la sociedad. 

El gran crítico es invencible en la polémica. Don Clemente Díaz, un hombre 
tan escaso de talento y cultura como sobrado de osadía, escribió una sátira contra 
/i7 Pobrecito Hablador intitulada La satírico manía, donde con malísimos versos 
trata de ridiculizar a "Fígaro" y demostrar la nulidad do la crítica. Empieza: 

¡ Cáustica musa, que al malÍMiio vate 
versos de hiél y de veneno inspiras, 
con que los vicioB juzga que combate! 

Dame tu auxilio, 9i a lograr aspiras 



FÍGARO 121 



ocupación mAs digna ; si apeteces 
templar tu fuego, mitigar tus iras. 

Entre otros dislates añade: 

¡Canción ya tantas vecee repetida 
contra abusos sociales! ¿Cuándo, Apolo, 
de sernos cesará reproducida? 

''Persto" gustará, si cantara solo: 
gustará aun ''Juvenal**, y aun otros ciento, 
si más no hubiese desde polo a polo; 

lias ¿quién podrá de multitud sin cufnto 
íialta de ingenio, de discurso y arte 
servOes copias digerir contento? 

¿Quién, si no tuvo por estirella a Marte, 
la guerra intenta declarar al vicio, 
que vencedor tremole 6u estandarte? 

¿Piensa rendirle el escritor novicio, 
arrebatando de Boaló (1) la espada, 
con flaca mano y agostado Juicio? 

¿Será que esta empresa reservada 
esté por las deleidlades de Helicona 
a plunaa de cotorra mal cortada? 

¿Ser, pues, que la fama lo pregona, 
de un pobre bachiller la habladuría 
punzante a veces, rancia y monótona. 

Quien destierre del mundo la herejía ; 
quien de flaqueaas purgue al hombre flaco, 
y el pecado de Adán ponga en lejía? 

Pues mal que pese al reverendo Baco, 
festivo dios, de las locuras padre, 
echa esta vez su trigo en roto cnoo: 

Aunque a los hombres importuno ladre, 
¿qué fruto ha de sacar, si en sus orejas 
no bey barreno de acero qtie taladre? 

¿Hizo a los hombres Juvenal mejores? 
;. Curóse de los "vanos" la demencia 
con darla mil ridículos colores? 

Pues pobre ** bachiller", ¿dó está tu ciencia? 
¿Dó está la ciencia que ejercer procuras, 
probando de IO0 sabioa la paciencia? 

¡Musa?, aunque viertas tu letal veneno, 
y al estilo satírico me impelas, 
graies acentos vibrará mi seno. 

Hinche en el mar del "frivolo" tus velas, 
qu«i «i invoqué tu auxilio frágilmente 
cu&udo el fiiror mis párpados vendaba, 
no más seguirte mi razón consiente. 

La contestación de "* Fígaro** no se hace esperar. Despliega toda la pompa de su 
sátira burlesca y destroza completamente al infeliz D, Clemente Díaz, envolvién- 
dolo con sus hiperbólicos elogios en el más cruel ridículo. 

Mi primera idea, cuando tuve la primer noticia de que un literato (entonces no sabía yo tocia - 
vía que había de ser vuestra merced) iba a escribir contra el Bachiller, sépase que fué acribi 
liarle a sátiras y folletos, y no dejar en sus escritos pedazo entero y sano tamafio como una ave- 
llana, o como la reputación de vueetra merced, que todo es comparar. Pero luego que supo 
que era d impugnador un hombre tan conocido como don Clemente Díaz, guardárame yo 
muy bien, dije para mi, de seguir en tan loco empeño ; a más de respetarle como si fuera el 
mismo cólera morbo, vínome a la imaginación que debía de haberse hecho con su bien piar- 
lado folleto un numeroso partido, compuesto todo de los ofendidos por el Hablador. iQvté de 



(1) Boileau debió eieríbir. 



122 CARMEN DE BURGOS 



usureros prestanilstafi y qué de (íalaveras tramposos no miro yia en derredor suyo, dispuestoB 
a defenderle; qué de libreros mandrias, qué de autores silbados, qué de autores éticos de 
circunstancias, qué de capitanes de ocho años y de vistes ciegos, qué de queridas de inten- 
dentes, qué de ptSblicos de toda» e8i>ecie8, qué de perezosos de aquéllos de "Vuelva usted ma- 
cana", qué de autores batuecos, qué de batuecos convidadores, qué de gentes, en "fin, que ni 
escriben ni leen, ni leen ni escriben, ni hablan ni oyen, tendió dispuestos a sacar la cara 
por sus escritos! 

Sabe don Clemente Díaz haic^r versos aconsonantados sin oonsonante, caso que no hn 
acertado a conseguir ni ha intentadlo siquiera ningún poeta ni famoso, ni sin fama, como 
cuando liace consonar velas con vendaba. ¡Tan cierto es que sólo al genio le estft reservado 
abrir sendas desconocidas! Esto me trajo a la memoria aquel otro caso tan sabidb del jue- 
go de prendas, en que se apuraba una letra y era la </; había dicho algunio guiiarra. **'A us- 
ted le toca ahora, sefiorita", dijo a la persona siguiente el que llevaba el juego; a lo <Jual 
contestó ella con gran prisa y raro tino violín^ y calló con aquel aire de satisfacción y des- 
''mbarazo que tiene el que ha salido triunfante de un grande apuro. 

Consonante a velas... Vamos, don Clemente, en elas. ¿En elasf ¡Vendaba! ¡Brayo, don 
Clemente! ¿Ven ustedes? Ya salimos del paso. 

Recuérdame este otro cuentecito qye me contó «ni maestro: un poeta nuevo, como vues- 
tra merced, señor don Clemente, tenía que hacei una oda a un amigo suyo, a quien habían sn-% 
cramentado; él había visto que en las odas solfa haber unos versos cortos y otros larsros, 
y dijo: "Si en eso consiste, odas haré yo también'', que es lo que a vuestra nMirced k habrm 
sucedido con los terceto»: hizo, pues, su oda, y describiend'o una mala uodie, concluía una 
estrofa con estos dos versos, el uno quebrado y el otro tan entero como nn burro garañón : 

I 

"Y era tan fuerte el viento, 

Que se apagaban las hachas de los que por purísima devoción iban alumbrando 'al Suntíi 

[simo Sacramento " 

cuando leo un hermoso trozo de Homero, y aun de Virgilio, siempre arrojo el libro, diciendio: 
1 Qué lástima que esos hombres no fuesen buenos cristianos y hombres de bien, como don 
Clemente Díaz! Pues ¿y cuando leo a Horacio, a Juvenal, y a Persio, y a Boalót como vues- 
tra merct'd escribe, o Boileau, como se llamaba él y escribimos nosotros? Entonces .me ocu- 
rre al momento la misma idea que a vuestra merced. Si los abusos no se hani de corregir^, por 
•nás sft tiras que se escriban, ¿para qué escribirlas? 

Semejante a ésta es su contestación a D. Pedro Pascual de Oliver, que principia: 

Muy señor mío: En la Revista del 20 del que expvra he leído un comunicado de usted, 
fecha en Zamora, en que trata de la real orden, relativa a correos, tan amargamente criti- 
cada por mi en mi reciente carta, titulada "Buenas noches". 

¿Con que es usted, señor don Pedro Pascual' Oliver, el responsable de loe defectos de aquel 
corto escrito? ¿Con que usted era oficial de la secretaría de la gobernación del reino y en- 
cargado en ella del negocio de correos? Doy a usted, sefior don Pedro, doÍ<me a mí y doy 
8 la Secretairfa del reino la más completa enhorabuena. 

Pero volvamos, si usted gusta, a nuestro riesgo y peligro. Decía, sefior don Pedro, mi 
amigo, que ya se me alcanzaba a mí antes de leer su apreciable carta, que no son éinóni- 
'íias esas voces: la diferencia, que tengo, ha tiempo establecida pfira uso particular en uil 
trabajo inédito, que sobre sinónimos de la lengua castelliana en ratos perdidos me he ocu- 
pado, consiste en esto: que el peligro es iruminente; en el riesgo hay más contingencia, Y 
aclarando las definiciones, no ínuy buenas dH diccionario .(permítwne él y ust^ esta propo- 
sición) con un ejemplo, diremos perfectamente: "Un general corre riesgo de perder 1« bata- 
lla si SUR soldados le abandonan en el peligro.^ El riesgo es dudoso; el peligro tps (Oierto: 
€8te es mfts próximo; aquél, más lejano. 

Convengo también con usted en que es mfi? fácil buscar y aun haÜlar defectos, donde hay 
tantos, sobre todo, que poner reales órdenes, y mAs si éstas son, ooono usted dSce. sobre asun- 
los dados, porque si no son sobre asuntos dados, ya es otra cosa. Y la prueba de la proposi- 
ción de usted está en lo raro que es ver retiles órdenes que tengan sentido comtin ; argu- 
mento grande en apoyo de su dificultad, a cuyo propósito citaré a usted lo que r«cribía cierto 
crítico francés, hablando de un antagoni-fitn suyo: "Kl señor es un necio — decía — ; yo soy 
quien lo digo, y él es quien lo pruebni" 

No se olvidará nunca el nombre do D. Clemente Díaz, como no so olvidará el de 
D. Pedro Pascual de OHver. Son dos nombres que ha inmortalizado "Fígaro", como 



JMiguuI Angol inmortalizó en "El Juicio Final", de la Capilla Sixtiiia, ni signuto 
Biagio de Ocsana, on la /Igura de Minos, con sus orejas ile asno. 

Hn la crfticn literaria, ""Fígaro" no tiene un criterio oslrecho y desconté ntadi/.o. 
Su credo está expreso en la Polémira literaria, <londe insiste una vez más en que 
no deben ser .¡amas personales los ataques. Si del retrato del vicio sur«e la figura 
del vicioso, no es culiia del autor. 

Sin embargo, no puede sufrir la pedantería de los santones de la literatura, esos 
fantasmones consagrados por la fama que pinta en D. Timoteo o El literato, al que 
"Fígaro" visita, y al ver su figura sucia, descuidada, con las gafas encaramadas on 
la frente, exclama: "Este es un sabio." 

"|0h, sabio don Timoteo! íQuién me diera a mí hacer una mala oda para 
echarme a dormir sobre el colchón de mis laureles; para hablar de mis afanes li- 
tersríOB, do mis persecuciones y de ' 

las intrigas y revueltas de los tiem- 
pos: para hacer ascos de la litera- 
tura; para recibir a las gentes sen- 
lado; para no devolver visitas; para 
vestir mal; para no tener que leer; 
para decir del alumno de las musas 
que más haga: "es un mancebo de 
dotes muy recomendables, es mozo 
que promete" ; para mirarle a la cara 
con aire de protección y darle al- 
guna suave palmadita en la mejilla." 
Se cree que "Fígaro" aludió aqui 
a D. Juan Nicasio Gallego, que era 
tan poco pulcro, que asistiendo a 
ima partida de tresillo, se levantaba 
con frecuencia para ir al retrete; 
pero en vez de llegar hasta él, se de- 
tenía en los huecos de los balcones 
del salón. Descubierta la causa del 
estado de la tapicería, la dueña do la 

casa gritaba, cada vez que veía le- l>. Joan KioaaloOBllago. 

Yantarse al sacerdote: 

— Don Juan Nicasio, D. Juan Nicasio; que acompañen a D. Juan Nicasio. 
Del mismo modo se vuelve contra los malos traduotores y los malos hablistas, 
condena la afectación, pero él no se sujeta a regla ninguna; dice, como Leopardi; 
"El que los clásicos no hayan hecjio tal o cual cosa, no significa que no pueda ha- 
cerse, sino que ellos no la hicieron." Un estilo demasiado florido sólo sirve para 
encubrir pobreza de ingenio o un estilo académico invariable y uniforme loa re- 
chaza por igual. "Las lenguas siguen la marcha del progreso y de las ideas", 
dice. 

Otn- de los defectos que censura es el abuso de citas, que hizo exclamar más 
tarde a Uainc; "¿Como cuántas citas puede un hombre honrado consumir al año 
por dos francos." 

Lacra no cae en tos dcfectns que critica; hay en su prosa una Iluidez y una 
ligereza incomparables. \^ palabra se tiende, se desenvuelve con una elegancia, 
desacostumbrada: deliberadamente huye de todo lo que es erudición fatigosa; con- 
densa las ideas cu vez de diluirlas, y asf tiene esas frases síntesis, gráficas, acera- 
das, que se graban a buril en el espíritu del lector. 

Busca la nota pintoresca, la que eocubfe la profundidad entre ligeras gasas, y 



124 CARMEN £)E BURGOS 



aproveclia esos chascarrillos peculiares de la Conversación española para matizar 
con ellos sus escritos. 

No es parco en elogios para las obras que lo merecen,, aunque nunca es un in- 
condicional. Lo veremos elogiar Las vidas de españoles célebres, de Quintana; las 
Poesías, de Martínez de la Rosa; el Panorama matritense, de Mesonero, del qw 
dice que ^'ha sabido sacar la mascarilla de Madrid"". 

La prueba de su imparcialidad en la crítica está en cómo censura sus propios 
defectos, como cuando habla de la mala oda que el diablo le tentó a escribir, o 
pone por ejemplo de galicismo su comedia No más mostrador, en la que dice: ""Si 
el ridículo que nos hemos echado encima no nos hace morir." 

''¿Qué cosa es — ^pregunta luego — ^un ridículo que se echa uno encim^a? ¿Se usa 

en castellano como substantivo la voz ridículo, ni quiere decir nada usado de esta 

manera? Si los jóvenes que se dedican a la literatura estudiasen más nuesti'os 

poetas antiguos, en vez de traducir tanto y tan mal, sabrían mejor su lengua, se 

^ aficionarían más a ella, no la embutirían de expresiones exóticas, no necesarias."* 

Por eato sorprende que Larra consagre todo un artículo a un libro de poesías 
de D. Juan Bautista Alonso. Después de leer los comentarios de '"Azorín"" sentí 
el deseo de conocer este libro y al ñn logré un ejemplar, al que, a pesar de la 
larga fecha que lleva encerrado en una biblioteca, tengo yo que abrir las hojas, 
porque a nadie ha tentado su lectura. Está impreso en ese papel que parece hecho 
para la inmortalidad; ese antiguo papel de hilo recio y plástico, que resulta una 
caricia para el tacto. Está impreso en negritas redondas y gordezuelas, y en su 
portada se lee: 

"Poesías de D. Juan Bautista Alonso, individuo del Colegio de Abogados de 
Madrid.-^Madrid. Imprenta de D. Tomás Jordán. 1835." 

Hay en el libro de* todo: Odas, romances, letrillas, sonetos, anacreónticas; pero 
todo débil. Leo con atención, y veo que "Fígaro" se debate entre su sinceridad y 
su deseo de elogiar. Véase cómo va la censura entre el forzado aplauso. Empieza : 

"Colocándonos, pues, en la época a que corresponden estas poesías, examinemos 
el libro en venta, no ya comparando a nuestro autor con lord Byron o Lamarteine, 
puesto que su género es tan distinto, que difícilmente se le pudieron hallar puntos 
de contacto." 

Después de elogiar estrofas de las odas del poeta, dice: 

"Quítensele a sus estrofas algún adjetivo inútil y cierta oscuridad que resulta 
de la violenta colocación del tercer verso de la segunda, y es un rasgo de primer 
orden." 

Más adelante añade: 

"Parécenos, sin embargo, que el género filosófico no es el sol de Austerlitz para 
el señor Alonso: le compararemos de buena gana en esta circunstancia con Me- 
léndez, de quien las odas y los discursos, salvo alguna excepción, como el de las 
artes y las estrellas, no son lo que le da inmortalidad." 

Sin duda para compensar todo este descontento encubierto que se lee entre lí- 
neas, exagera tanto el elogio de la Vida feliz, que bien pudiera tomarse por ironía. 
En algún momento Larra lo conoce, y dice disculpándose: 

"Amigos del poeta, quisiéramos no vernos obligados a poner al lado del aplauso 
conquistado la merecida crítica. Pero conocemos demasiado al señor Alonso y sus 
severos principios de virtud, para ofenderle con una parcialidad, indigna del es- 
critor público. Al notar los defectos de su obra, como lo liemos liorho, repetimos 
su axioma: 

"Amíctíí Plato, sed magis árnica voritas,'" 

En el final es donde más se ve el favor y el disfavor que hace Larra a su 
amigo; dice: ' ,- -t«- 



FÍGARO 



125 



"En resumen: el señor Alonso tiene en general el mérito de ser original, y en 
estos tiempos no es poco. No se puede comparar con Rioja, con Herrera, con Gar- 
cilaso; no es precisamente Meléndez, ni Gienfuegos; no es Quintana; no es... es un 
poeta sui géneris; el señor Alonso es Alonso. Es superior, como hemos dicho, en el 
género bucólico. Su versificación es en general buena, casi siempre armoniosa. No 
es muy correcto, y esto no porque no le creamos capaz de corrección; pero ha 
hecho mal en no pulirse más, como él mismo dice en su prólogo, por falta de hu- 
mor y de paciencia. Hubiera podido espurgar algún tanto sus poesías, suprimir 
alguna composición y acortar muchas. 

Poeta franco y libre, suelta la rienda a su inspiración y escribe demasiado. El 
talento ha de servir para saber lo que se ha de decir de lo que se sabe. Esa super- 
abundancia de vena suele dañar al efecto, desliendo demasiadas ideas que, ligera- 
mente apuntadas, resaltarían doble; porque en las artes de la imaginación snol(' 
querer decir de mds lo que se dice de menos. Manifiesta instrucción y filosofía si 
no abusara a veces de la primera y si no afectase demasiado la segunda." 

, La sinceridad triunfa. No es un elogio esta crítica; mas a pesar de eso nos pre- 
guntamos con "Azorín": "¿Por qué Larra hizo un artículo a este señor Alonso?" 

La respuesta no es difícil, estando ya en antecedentes de su vida y conociendo 
el secreto de su corazón. Don Juan Bautista Alonso era el primer pasante (Oló- 
zaga era el segundo) del célebre letrado D. Manuel María Gambronero, al que de- 
dica el tomo y varias de sus poesías; le ligaba con él una gran amistad, tanta, que 
heredó su bufete y su biblioteca, llegando a ser también un célebre jurisconsulto. 
Tenía Alonso aficiones y entusisismos de poeta y trato y amistad con todos los de 
su época, y él fué el que presentó a Larra en la casa donde había de hallar a la 
mujer que decidió de su vida. 

Además, en el libro de Alonso hay poesías dedicadas a Concepción Rodríguez, 
esposa de Orimaldi, la que estrenó las obras de Larra. Encontramos otra a doña 
Mariquita Zabala do Ortiz, a cuya muerte dedica "Fígaro" un soneto y un epigrama 
a su esposo por haber mandado hacer su busto a un mal artista. Son, pues, co- 
munes sus amistades; se ve que conviven, que "Fígaro" le tiene afecto, y sobre 
todo se ve que Alonso ha dedicado una poesía a aquella mujer que era la vida 
de "Fígaro". 

Al cumpleaños de la sEÑonrrA doña María de los Dolores Armijo de Gambronero, 

MI amtoa: 



**Yo no sé, celeste Amira. 
Si podrá decirte el labio 
La gloria que el alma siente 
Viendo florecer tus años. 
Hoy que con vírgenes luces 
De tu dulce vida al árbol 
Añade una rosa nueva 
El monarca de los astros. 
Que algún fúnebre recuerdo 

Y algún punzante cuidado 
Mi férvido pecho asedian 
Para menguar sus encantos. 

Y a no templar tu sonrisa 
El grave dolor amargo. 
Fuera mi tímido acento 
Ronco son desconcertado. 



Perdona, imagen del cielo. 
Si no alcanza el plectro a tanto. 
Que las cuerdas de mi lira 
Haga sonar con aplauso. 
Hoy Venus en el olimpo 
Celebre su nombre claro: 
Que yo el tuyo venturoso 
Humilde cantor ensalzo. 
No de la torpe lisonja 
En el vil altar consagro 
Impura ofrenda, que el mío 
Son de la amistad los lauros. 
Las adoríferas ílores 
Que yo te presente ufano, 
Brillarán inmawesibles 
Hasta en el sepulcro avaro. 



120 



CARMEN DE BimoOS 



Ante mis ojos atentos 
Pareces elavel lozano, 
Que del sañoso Dioienihre 
Sobrevive a los estrag:os; 
Vernal hermosa azucena 
Que, en el pensil descollando 
De la beldad, con su aroma 
Trasciende al valle cercano; 
De grato amor y ternura 
Brillante sol, un milagro 
De bondad, de claro ingenio 
Feliz y nítido rayo. 
Gomo "a Rosana en los fuegos" 
Cantío Meléndez ufano 
AI son de cítara tierna 
('on indecible entusiasmo, 
Yo, si a sus manes divinos 
Robase el numen sagrado, 
Cantara a Amira triunfante 
"En la ciudad y en el campo": 
¿Gimes? ¿De modesto lirio 
Se cubre tu rostro? ¿El llanto 
Baña tu pura mejiíla? 
¿Tiembla tu seno agitado? 
Deja al corazón que vuele 
por el halagüeño espacio 
De sus ideas, al gozo. 
Templo y víctimas buscando, 
Vive y triunfa, que la aurora 
Brilla sin ñeros nublados: 
Pura es su luz y te anuncia 
Siglos de sublime halago. 
Ni las rencillas te afligen, 
Ni te apenan los cuidados, 
Ni de la vejez caduca 
Te hiela el frío desmayo. 
Y tú el secreto conoces 
De ser feliz, que en el vaso 



De Minerva y de las musas 
Beben su licor lus labios. 
De .\nacreonte y Villegí^s 
Osaste emprender los pasos, 

Y modelo de buen gusto 
Son tus primeros ensayos. 
En vano callas: tu aliento, 
Por la ternura inflamado, 
Te hace traición y revela 
Que eres un mimo de Erato. 
Vulgares almas no saben 
Que en el delicioso engaño 
De la ilusión se atesoran 

Del existir los encantos. 
La ilusión manda la gloria 
De los héroes: mas, brillando 
Sin su amable velo, al mundo 
Escombros son los palacios. 
Alza, pues, la hermosa frente. 
Sacude el muelle letargo, 

Y vuele tu voz canora 
Por el confín mantuano. 
Lleva tus dones al templo, 
Donde los vates hispanos 
Se postran; allí suspira 
Placer el aura, volando. 
Si te rodea el contento 
Con su esplendoroso manto, 
¿Qué te importan de la tierra 
Los fatídicos amagos? 
Allegando a la hermosura 
De las letras el ornato, 
Serás de Palas escudo 

O insigne alumna de Pafos. 
Y cuando una sombra anuble 
De tu juventud los años. 
Aún te quedarán laureles 
Que oponer al orbe vano." 



Esta poesía da, además, la razón a Larra; es sonora, bien medida, bien hecha. 
Quizás demasiado diluida y obedeciendo al terrible clasicismo del tiempo, que le 
hace llamar Awtra a Dolores aún después de dar su nombre 

Es más, en uno de los párrafos de la crítica Larra dice : 

**Y en i)unto a romances, aunque son buenos el retrato de Rosana, el de los cum- 
pleaños de la señora doña María de los Dolores Armijo de Gambronero, el de An- 
friso a Dalmiro, campea sobre todos el de El Consejo". 

En este párrafo Larra no obedeció a la necesidad de citar que suele exigir la 
crítica. Debió obedecer a la satisfacción, pueril, muy humana, de hacer ílgurar en 
su artículo el nombre de la que adoraba. ¡Dolores Armijo! ¡Con qué frialdad y qué 
indiferencia aparentes está escrito este nombre que nada ha dicho a los lectores! 

Parece que debían estar las letras de relieve para hacer tropezar y detener la 
mirada. ¿Cómo escribiría este nombre de emoción, de amor, que debía sellar con 



FÍGARO 127 

SU sangre? Se piensa en qué estado de ánimo escribió ''Fígaro'' esta irrónica, sa- 
biendo que está publicada en Febrero de 1835 y que dos meses más tarde, en Abril, 
abandonaba España presa de la desesperación que le causaba la pérdida del amor de 
aquella mujer. ¿No era el escribir su nombre un grito de su alma? ¿No era un 
mensaje que le enviaba? ¿No lo babía escrito como lo dejó escrito en esa cuartilla 
última, que quedó sobre su mesa? La crítica era un pretexto para decirle: ¡Acuér- 
date! Larra estaba en el comienzo de su dolorosa tragedia, separado de aquella mu- 
jer, detr^ de la que por aquellos días fué a Badajoz, donde escribió sus artículos 
sobre las antigüedades de Mérida. 

Aparte esto, la crítica de Larra a las poesías de Alonso tiene un gran valor pai^a 
ver lo que pensaba Larra de la poesía y de los poetas. 

''Los bombres son raros en verdad. De cuatro veces tres no se entienden unos a 
otros:*y de tres cuatro no se entienden a sí mismos". 

"Pedimos libertad de imprenta, no para lucirnos, sino para quejarnos, como 
anda buscando la voz para gritar eJ que abrumado por una terrible y medrosa pe- 
sadilla tiene embargada el babla en un suefio. Busquemos en España desgraciados 
y oprimidos, ¿pero literatos?" 

Expresa esa triste idea de que los escritores no bailan eco en España, que ba 
repetido en varias formas, en diversas ocasiones. 

'*Si bien luce algún ingenio todavía de cuando en cuando, nuestra literatura, 
sin embargo, no es más que un gran brasero apagado entre cuyas cenizas brilla aún 
pálida y oscilante tal cual chispa rezagada. Nuestro siglo XIX no ha llegado todavía.** 

"En poesía estiimos aún a la altura de los arroyuelos murmuradores, de la tór- 
tola triste, de la polémica de Filis, de Batilo y Menalcos, de Jas delirias de la vida 
pastoril, del caramillo y del recental, de la leche y de la miel y otras fantasmago- 
rías por el estilo. En nuestra poesía a lo menos no se hallará malicia, todo es pura 
inocencia. Ningún rumbo nuevo, ningún resorte ni asado. Convengamos en que el 
poeta del año 35, encenagado en esta sociedad ennegrecida, amalgama de oropeles y 
de costumbres perdidas, presa él mismo de pasioncillas endebles, saliendo de la 
fonda o del billar, de la ópera o del sarao, y a la vuelta de esto empeñado en oir 
desde su bufete el ceílrillo blando que juega enamorado y malicioso por entre las 
hebras de oro o de ébano de Filis, y pintando a la gente la deliciosa vida del Otero 
(invadido por los facciosos) es un ser ridiculamente hipócrita o furiosamente atra- 
sado, o ¿qué significa escribir cosas que no ( ree ni el que las escribe ni el que 

las lee?" 

"Antes de inventar nos es forzoso olvidar y esta es una doble tarea de que no 
son todos capaces: acaso cuando le ocurre a cada cual olvidar es tarde ya para él. 
Todo va despacio entre nosotros. ¿Por qué ha de ir de prisa sólo la poesía?" 

En la crítica política no tiene rival Larra: ya hemos hecho notar la importancia 
que tienen sus artículos de este género al hablar de Larra como el primer perio- 
dista. Político y sociólogo a un tiempo, en su artículo Dios nos asista, que ya he- 
mos visto la gran resonancia que tuvo, inicia un programa de revolución social y 
dice: "Entre a gobernar no este ni aquel, sino todo el que se sienta con fuerzas, 
todo el que dé pruebas de idoneidad. Basta de engaños. A esto no responden ellos, 
los hombres viejos del ano 12. ¿Dónde están esos hombres? ¿Dóndn han de estar? 
En la calle esperando que acaben de bailar los señores mayores." 

Con su ferviente anhelo de libertad "Fígaro" está con. los isabelinos frente a los 

partidarios de D. Carlos. 

Combate a los carlistas, durante el tiempo en que se teme que puedan ser up pe- 
ligro para el partido liberal, agrupado cerca del vacilante trono de Isabel TI. 

No hay pintura más perfecta del carlista que la que hai*e "Fígaro" en Tm Planto 
yueva o El Faccioso, 



128 CARMKN DE BUHÓOS 



El faccioso participa de las propiedades de inuciías plantas; huye, por ejemplo, 
como la sensitiva al irle a echar mano; se encierra y esconde como la capuchina a 
la luz del sol, y se desparrama de noche; carcome y destruye como la ingrata hiedra 
el árbol a que se arrima; tiende sus brazos como toda planta parásita para buscar 
puntos de apoyo; gústanle sobre todo las tapias de los conventos, y se mantiene, 
como esos frutos, de lo que coge a los demás; produce lluvia de sangre como el 
polvo germinante de muchas plantas, cuando lo mezclan lasauras a una leve lluvia 
de otoño; tiene el olor de la asafótida, y es vano como la caña: nace como el cedro 
en la tempestad, y suele criarse escondido en la tierra como la patata; pelecha en 
las ruinas como el jaramago; pica como la cebolla, y tiene más dientes que el ajo, 
pero sin tener cabeza; cría, en fin, mucho pelo como el coco, cuyas veces hace en 
ocasiones. "" 

Campea esta niisma ironía en ''Nadie pase sin hablar al portero'', ''La Junta de 
Gastelho Branco", "¿Qué hacen en Portugal Sus Majestades?" y todos los que escribió 
sobre el mismo tema. 

Pero bien pronto tiene que volver su critica contra los mismos. Gobiernos que 
ha defendido. Contra Martínez de la Rosa, que en vez de realizar las esperanzas que 
en él se fundaban, es el padre del funesto Estamento. 

Todas sus **Gartas de un liberal de acá a un liberal de allá" son modelo de iro- 
nía, de valentía. £n ellas combate el Estamento, el gobierno, habla de la falta de 
libertad. 

"Podemos gritar en días solemnes "¡Viva el Estatuto!" y podemos estarnos 
cada uno ,cn su casa, y callar a todo siempre y cuando nos dé la gana. Si esto no 
es libertad, venga Dios y véalo. Lo mismo es esto que lo que acerca de la libertad 
de imprenta me añades. ¿Y quién duda que tenemos libertad de imprenta? Que 
quieres imprimir una esquela de convite; más, una esquela de muerta; más todavía, 
una tarjeta con todo tu nombre y tu apellido, bien especificado: nadie te estorba. ' 

La indiferencia de todos, la inmovilidad de España le arranca amargas quejas, en 
Ventajas de las cosas a ^nedio hacer. 

"Por nuestra patria efectivamente no pasan días; bien es verdad que por ella 
no pasa nada: ella es por el contrario la que suele pasar por todo." 

Con la misma tristeza se expresa al tratar de loe políticos: **Aquí los grandes 
hombres que hemos tenido — exclama — ^nos han salido calabazas". En su artículo 
El hombre globo después de describir el hombre sólido, el hombre líquido y el hom- 
bre gaseoso, hace la exacta pintura de la mayor parte de los políticos de fama. 

"Vean ustedes, sin embargo, al hombre-globo con todos sus caracteres. ¡Qué 
ruido antes! "¡La ascensión! Va a subir. ¡Ahora, ahora sí va a subir!" Gran fama, 
gran prestigio. Se les arma el globo; se les confía: ved cómo se hinchan. ¿Quién 
dudará de su suficiencia? Pero como casi todos nuestros globos, mientras están 
abajo entre nosotros asombra su grandeza, y su aparato y su fama. Pero conforme 
se van elevando, se les va viendo más pequeños; a la altura apenas de Palacio, que 
no es grande altura, ya se les ve tamaños como avellanas, ya el hombre-globo no es 
nada:, un poco de humo, una gran tela, pero vacía, y por supuesto, en llegando 
arriba, no hay dirección. ¡Es posible que nadie descubra el modo de dar dirección 

a este globo!" 

La censura, que es su martirio, le hace escribir La alabanza o que me prohiban 
este, en que dice "Para mentir vale más no escribir". 

Desde el extranjero, viendo a España en perspectiva escribe el maravilloso 
Cuasi en el que sintetiza toda la vida de entonces. ¿No estamos aún cuasi lo mismo? 

En Bispafia, primera de las dos naciones de la Península (es decir, de la cuasi-insula) , 
unas cuasi instituciones reconocidas por cuasi toda la nación; una ouasi-Vendée en las 
provincias con un jefe cuasi imbécil; conmociones aquí y allí cuasi parciales; un odio cuasi 



eeneral a unoa cunii honibrp» que niaii bOIu oxialeni ya eu Espefin. Cuati siempre regid» 
por un Uobiemo ilo cvati medidos. Uiia eqperauKa cuati legvra de Ber cvati librea aigím 
dfu. Por deacrocia, mui^hoa hanabres cuaii ioeplcn. Una cuati ilustración repartida poír todas 
Itartea. Una cuasi laterveacióD. resultado de uu cuasi tratado, cuati olvidado, ooa aaeioons 
cuati aliadas. El cuati, en fin, en las cows más poqu^aa. Oanalea Iiu acebadoa, teatro 
empesado, palacio sin concluir, museo incompleto, hospital fromento; todo a medio hacer.,. 
hasta en lo* edificios el cuati. 

Por dltimo, tiende la víala por doquies« : una lucha cuati eterna ei\ Europa de dot> 
prindplOB : re;es y puebloit, ; el cuati iriunfanle de ella s reaolviéndola con su juste medio 
de tener «casi reyes y cuati pueblos. Epom de Iranaieitiii y Oobiemos de transición 7 de 
transacciAn ; representaciones cuati nacionales, déupoUe cuati populares ; por todas partas 
un justo medio que iw ea otia cosa que un gran cuati mnl disfrazado. 

A 6u vuelta tienB que combatir al Gobierno de Mendizábal como antes ha com- 
batido a ios otros. "Dueñas noches", "Dios nos asista". Sus i'artas a su corresponsal, 
todo lo que en esta época eeiTibe os una nueva demostración de su espíritu liberal, 
consecuente, cada vez más formado. Dice en una do üslas cartas. 

"Por lo demís, es sabido que el Gobierno no ha iuflufdo absolutamente nada en las elec- 
clouea, y desde luego se dijo que eran a pedir de boca. Pam que formes una idea, ban «ddo 
elegidos los sujetos slgnieutes; 

Por BarceloDa, coono llevo <Hcbo, D. Jiiao Alvmrez MendizAbal. 

Por ClLdis, O. Juan Alvnrez MendizSbal. 

Por Gerona, D. Juan Alvarex Mendixfibal. 

Por Granada, D. Jnan Alvarfi Mendliábal. 

Por Madrid, D. Juan Al va reí Mendiz&bal. 

Por M&laga, D. Juan Alvturez MendiiAbol. 

Por Pontevedra, D. Juan Alvarez MendiiAbat, ele, etc., etc. 

Que es el cuento de "pa«0 una cabra, y volvi6 y pasó otra, y volvió a lomar y a pasar 
otra cabra", y asi sucesivamente. 

Si oyes decir que se abre el Estamento, di que es brome, que quien se abre ea D. Juan 
Al varec MendizAbal. 

No habrfia olvidado que los ministros de litado y de Hacienda y el presidente del Con- 
sejo son D. Juan Alvarez Mendlzftbal, y que loe otros ministros no son sino una manera 
(lt> ser distinta *0lo en la apariencia dú D. Juan Alvares Mendidbal. Ahora figúrete d dftt que 
el Estamento D. Jnan Alvarez Meudii&bal pida cuentas al ministro D. Juan Alvares Mm- 
dis&bal... aquí llaman eslo un Qobitmo reprftenialiio : sin que sea murmuración, confieso 
que yo llamo esto un hombre reprctentativo." 



D. Jaso AlvatasUtiidÍEábal. 



IX 



EL CRÍTICO TEATRAL 



La crítica teatral es uno de los géneros que más pronto pasan de actualidad. 
¿Quién leo ahora una crítica teatral del año anterior? (y a veces ni la del momento). 
Si se recopilan, los lectores las hojean sólo cuando tienen que fijar un dato o una 
fecha, pero, ¿quién las loe como obra literaria, qué interés tiene el saber lo que un 
señor Pérez o López juzgó de tal o cual producción? 

La crítica teatral de Larra se lee siempre y siempre interesa. Es su manera de 
elevar todos los asuntos. La idea que tenía "Fígaro" del público, del teatro, de los 
actores, de los empresarios y de los autores nos la dice al través de su obra. Tiende 
a dignificarlo todo; y en primer término la personalidad de los autores. 

Aquella sensibilidad exquisita de Larra que le hacía impresionarse rápidamente 
con los defectos de las cosas, de una manera que nadie mejor que él pudiera haber- 
nos hecho una estética de lo feo, puesto que sabía analizar el sentimiento que le 
producían los objetos que carecen de belleza; debía sufrir ante el espectáculo del 
teatro de su tiem|)o. 

A las deficiencias de aquellos teatros primitivos y faltos de ornato y de comodi- 
dad, a la pobre presentación de las obras, a la falta de pericia de la mayoría de los 
cómicos, se unía también lá desconsideración con que se trataba a los autores. 
Larra atento siempre a la dignidad del literato escribió su hermoso artículo: "Quién 
es por acá el autor de una comedia.'' 

Este artículo tenía dos partes; la primera, que trata de las consideraciones que 
merece el autor, no está coUH!cionada en sus obras completas; con la rareza de es- 
tarlo la segunda que trata del respeto que se debe a la obra dramática y lleva el 
gracioso lema "Dios crió al poeta para el librero como el ratón para el gato". Am- 
bas partes de este artículo se publicaron en El pobrerito hablador, en los núme- 
ros cuatro y cinco. 

Larra hace conocer la injusticia de que el autor que da constantemente come- 
dias, del que mantiene con su talento a todos los que del teatro dependen, no sea 
mirado como de la casa, pues en. aquel tiempo ni aun entrada se les daba. Hace ver 
el contraste que forma esto con la consideración que los escritores tienen ya en los 
demás países de Europa, donde la más apreciada es la aristocracia del talento. "En 
otras partes — exclama — un hombre dedicado a la literatura tiene profesión cono- 
cida y puede responder a la policía: soy literato. Por acá un literato es un vago sin 
oficio ni beneficio, y el que vive de sus manos: si quiere poner en su carta de se- 
guridad escritor público habrá quien le ponga escribiente y diga que todo es es- 
cribir. 

"Oyese después gritar jKl Teatro se arruina: no hay comedias! 



FÍGARO 131 



t — 



"¿Quién queréis, gritadores de café, que componga comedias? ¿Queréis héroes 
en los poetas o queréis cuerpos gloriosos? ¿Queréis que suden y se afanen para 
divertiros y enseñaros, y recoger por único fruto de su talento, en el cual pueden 
tan pocos rivalizar con ellos, el desprecio, la befa, el oprobio o el vilipendio?" 

Y acaba "El autor de una comedia no es nadie por acá": "Nada tiene de parti- 
cular que sólo se vea salir a luz una comedia nueva de años en años. Si las comedias 
son buenas debe tratarse de proteger a los que sean capaces de componerlas y si 
son malas deben prohibirse del todo y cerrarse los teatros y enviar a paseo al loco 
que escribe." 

' - ^••' segunda parte noe narra cómo tratan los empresarios a las comedias aplau- 
"Aquí un corifeo de la compañía la despojó de su título y le puso otro hijo 
"apricho. Allí otro cacique de aquellos indios de la lengua le atajó un parla- 
todos cambian, mutilan la obra, la despojan del nombre del autor." 
10 el juicio de Larra se adelanta a su época, cómo él ve el teatro lo encontra- 
ii el artíí ulo "Reflexiones acerca del modo de resucitar al teatro español" 
j en la edición de Montaner con el título de "Teatros". En él -expone "las 
as que los teatros pueden reportar a una nación dispuesta a recibir instruc- 
a un gobierno dispuesto a dársela." 
tudia cómo no basta que haya autores y actores si no tienen un público culto 
3^ plaude más las obras mezquinas y no recompensa el esfuerzo de los escrito- 

^ ncitando a escribir no obras de arte sino un género charlatán que deslumhra 

serables traducciones. Contra todo esto tienen que luchar los autores, los 
I I jres extraordinarios, los que por su talento están obligados a ser los directo- 
<:> los educadores de la masa, los que dan el primer impulso, y los periódicos con 

ÍN) pv^ sana imparcialidad. Considera el talento un arma poderosa para influir en el 
i de la humanidad y que el artista tiene la obligación sagrada de emplear "los 
ibres de talento son los que empiezan a instruir a las naciones". Echar esto en 
lo le parece una culpable ignominia. "En una primera representn^'ión" ana- 
liza magistralmente todo lo que el autor novel tiene que sufrir con empresarios, 
actores, público y prensa. La psicología de los amigos ante el triunfo y la desgracia 
tiene esa amarga verdad que sabe poner en su pluma y ¡"Después de esto haga 
usted comedias!" exclama. 

Se ve que "Fígaro" siente esa tristeza que nos es aun dada, después de un si- 
glo más, sentir a nosotros, al ver llenarse los teatros donde se ponen las abomina- 
bles obras, que depravan el gusto y el buen sentido, mientras que el público des- 
deña las obras de arte. "Fígaro" no transige con que el teatro sea un lugar de di- 
versión vana, él sueña con el teatro de arte, el teatro educador del sentimiento 
por medio de la belleza, y escribe: 

•*A¿ teatro vamos a divertirnos, áken algunos candorosamente. No; al teatro 
vamos a ver reproducidas las sensaciones que más nos afectan en la vida; y en la 
vida actual, ni el poeta, ni el actor, ni el espectador tienen gana de reírse; los 
cuadros que llenan nuestra época nos afectan seriamente, y los acontecimientos en 
que somos parte tan interesada no pueden predisponernos para otra clase de tea- 
tro: de aquí que no se darán comedias de Moliere y Moratín, intérpretes de épocas 
más tranquilas y sensaciones más dulces, y si fuera posible que se hicieran, no nos 
divertirían; y en eso nuestra época se parece al borracho, a quien de resultas del 
vino atormenta la sed, y que no puede apagarla sino con vino, porque el agua le 
parece insípida cuando el deseo engañador le conduce a gustarla." 

Los malos actores eran una pesadilla para "Fígaro". Su admirable artículo "Yo 
quiero ser cómico" retrata la incultura de las gentes que no sirviendo para nada 
se creen capaces de ser artista. 
Larra le pregunta al futuro actor : 



132. a\HMEN DE BURGOS 



• — ¿Y qué sabe usted? ¿Qué ha. estudiado UKte<1V 
— ¿CkSono? ¿Se necesita saber algo? 

— No; para ser actor, ciertamente, no necesita uated saber cosa mayor... 
— Por eso; yo no quisiera singularizarme; siempre es m&lo entrar oon pie en una cor- 
poración. 

— ^¿Sabe usied pronunciar oon afectación todas las letras de una palabra y decir uuas 
\occ8 por otras: actitud por aptitud y aptitud por actitud, diferienoia pc/r diferencia, hayamos 
poi hayamos, draomático por dramático, y otras semeJanteB? 

— Sí, sefior, sí ; todo eso digo yo. 

--Y do educación, di modales y usos de sociedad, ¿a qué altura se halla usted? 

— 'Mal, porque, si . va a decir verdad, yo soy pobrecillo ; yo era escribiente en una mala 
administración; me echaron por holgeoAn, y me quiero meter a cómico porque se m^* figura 
a mi que es oficio en que no hay nada que hacer... Si hago de rey, de principe o de magnate, 
ahuecaré la voz, miraré por encima del hombro a mis compañeros, mandaré con mucho 
imperio. 

— Sin embargo, en el mundo esos personajes suelen ser muy afabks y corteses, y como 
están acostumbrados desde que nacen a ser obedecidos a la menor indicación, mandan poou 
y sin dar gritos... 

— Sí; pero, ¡ya ve usted! Mn el teatro es otra cosa. 

Por ejemplo, si hago el tpapel de' juez, aunque esté dielante de sefíoras o en casa ajena, 
no me quitaré el sombrero, porque en el teatro la justicia est& dispensada de tener crianza; 
aaré fuertes golpes en el tablado con mi bastón de borlas y pondré cara de caballo, como ¿i 
ios jueces no tuviesen entrañas. 

"Si hago un papel de picaro, que ahora 'están en boga, cejas arqueadas, cara pftlida, vo4 
roma, ojos atravesados, aire misterioso, apartes melodramáticos... Si hago un calavera, 
muchos brincos y zapatetas, carreritas de pies y lengua, vueltas rápidas, habla ligera... 
Si hago un barba, andaré a compás oomo un juego de escarpias, me tembliárán siempre las 
manoá, como perlático descoyuntado, y aunque el papel marque más de cincuenta años, haré 
eí tiarato y decrépito y apoyaré n^ucho la voz, con intención marcada en la moraleja, como 
quien dice a los espectadores: **A1U va esto para ustedes'*. 

— ^¿Y memoria? 

— No es cosa la que tengo, y esa no la aprovecho, porque no me gusta el estudio. Además, 
que eso es cuenta del apuntador. Si se descuida, se le lanza de vez en cuando un par o«y 
miradas terribles, como diciendo al publico: '*¡Ven ustedes qué hombre!** 

Al llegar aquí iko pude ya contener mi gozo por más tiempo, y acrojándome en los brazos 
de mi recomendado: '"Venga usted acá, maincebo generoso — exclamé todo alborozado — . Venga 
usted acá, flor y nata de la andante comiquería. Usted ha nacido en este siglo de hierro 
de nuestra gloria dramática para renovar aquel siglo de oro en que sólo comían los hombres 
bellotas y pacían a su libertad por los bosques, sin la distinción del tuyo y del mío. Usted 
será cómico, en fin, o se han de olvidar las reglas que hoy rigen en el ejercicio.** 

Esa incultura, esa falta de elegancia en los cómicos le hace censurarlos conti- 
nuamente; en Los guantes amarillos dice: # 

*"£! Sr. Liombía entiende tanto de representar a un maestro de baile como de fingir rl 
amor: ni agilidad en sus movimientos, ni gracia, ni una ligera muestra de que es maestro 
de baile. ¿Dónde ha visto el Sr. Lombla maestro de baile que se vista de luto riguroso a laa 
ocho de la mailana, sin habérsele muerto padre ni madre, y de frac y pantalón colftn, como 
81 fuera a asistir a un baile de corte? ¿Dónde ha visto pantalón colán negro con carreras 
de botones de metal, a manera de botín manchego? En una palabra, el teatro español es una 
confusión; algún autor, algún actor, algún traductor; fuera de esas excepciones todo es caos 
y un completo olvido, por mejor decir, una ignorancia completa del arte, del teatro 'y de 
la declamación." 

Estas críticas debieron concitar más de una vez contra "Fígaro** las iras de los 
malos actores. En el año 1833 estos pensaron en pedir a las autoridades que impi- 
diesen que se hablase de ellos en los periódicos. 

Fígaro" escribe acerca de esto en sus Rehiles á(' "El Correo de las Damas": 



u 



"Se susurra que varios aolores han hecbo una representación para que no se hable 
de ellos en los periódicos |^ diremos todavía que los cómicos no saben representarí" 
En un artículo publicado en Julio de 1833 en "Revista Española" y no recopi- 
lado se batían noticias curiosas acerca de esUí. 



(2, Jiiíio. ISSS-B. E.) 

— ¡Heñor Ftgaro! ¡Sáltete uited. señor Ftgsro! — Pntrtl didendo a vooe» en mi cuarto un 
hombre cufldrado, qne babrflo ustedes -visto por esae calles, y df^olo porQne se parece a todo* 
los tontos, blra asi como ae porecen t«doH los tontos entre «I. Gil hombre no me ent (loonocldo; 
sudaba y respiraba con dificultad ; no parecía sino qne acababa de tradadr una ecceoa de 
melodrame. 

— Soeiépiese usted, caballero — le dije — . Slíutese, respire y Bepnjnos rniá urgentísimo 
Rsnoto le trae tan asorado en basca mía. 

— SeÜor "Fígaro": To soy nn afidomido a leer, a quien gustan mncbo las aprenití(«es 
d» nsted... 

— [Muchas gracias! 

— Sf. teOor. Me llamo Joan Medrana : el teatro era mi paaationpo taToríto hasta que 
uBted ba empezado a abrirme los ojos con ana artfcnlan. A«I <*reo que se ha de llamar Id 
que usted hacp. 

— SI, señor; preclnmente. 

— Y Ic he cobrado a usted tal aRclAn, que no quMera que le mataran a usted. 

— íHombre! ¿Matarme? ¿Sabe usted que eso me da qne pensar? ¡BnbrC picarilIoF! 

— SI, seDor. raatnrk; y plegué al délo qne no pase de ahí. En una palabra, Uevadf'dc 
mi celo y de mi aüclIVn a los artfculoB de usted, vengo a prevenirle que Ifc au maleta 
'r ponga pi«B en polvorosa lo mUa p^rato y lo mus mllandito que usted pueda. 

— Pero jqufi hay? ),Se va a e<?har alguna tra- 
dncclfin original? ^Quiere usted que me escape 
por DO oiría? 

—Peor. 

— ¡Sale algün actor nuevo? 

— ^Peor. ¡ Cien veces peor ! 
—Acabe nated, por Dios, seBor Medrana. 
Me tiene usted aso atado. 

— Hace UD mes, semana mSs o menoa. que 
le nndan buscando a usted para... 

— IDírs! ¡Ya ae ve! No me habrán encon- 
(Tado. ¡Como no ando por ninguna parte! ¿Y 
por qué? 

— ¿Y nated lo pregunta? Jüsled. qne escribe 
artículos de teatros? ¡Usted aabe lo que anda 
entre bastidores? 

— 1 Vea usted! Yo creía hacer mucho favor a 
los teatros... 

— íFavor. eh? Oontento tiene a algunos ac- 
tores. I Buenos cosaa dicen de usted ! 

— ¡Hola! ¡Dic«n cosas buenas? ¡Vea usted! 
Qtuíntum mutatví ah ido.' ¿Y quí dicen? 

— Le diré a usted. Por supuesto, que los 
buenos no dicen nada. ; Pero loa otros ! En 
primer lugar, Acen que es usted parcial, y qne 
sfilo alaba a los que lo hacen bien... 

— iHabrfi picardía! 

— Que no guarda astad conñdwadiSn ninguna a los que lo hacen mal. ¡ Eso clama a 
Icfl délos! Alinden qne es ualed hombre d? muy malas entraílns. Como todo el qvc ti 
amigo de la jvttieia y de la rosón. Que tiene usted mSs ooriQo a los progresos del arle 
qne a loe malos cánticos, y que eso es una mala partida. Htw quien dice que si hubieran 
tenido la precaucita de enviarte a usted, en calidad de repalo, cuatro frioleras de pisto, 
no les sucedería lo que lea sucede. 

— ;Ah, aefior Medrana! Esoe. esos han conocido el carÉcler de "Fígaro". 

•—Que en ninglln pala- culto se permite bsblar de Ion cómicos ni juigar si 1',- hacen 




134 CARMEN DE BURGOS 



bien o mal ; eao sólo se ve en los climas habitados por iroqueses, como, por ejemplo, Francia, 
Inglaterra, Italia, Alemania y el resto de la Europa. Que tienen los periodistas un extra- 
ordinario interés y malevolencia en criticar sus defectos. 

— En eso tienen raz6n, porque el intoírés de todo hombre es granjearse enemigos. 

— Que los adelantos grandes hechos en el arte por los Taimas y los Kean se han debido 
a la impunidad, y que sólo alabandlo a los malos actores llegan éstos al ápice de la perfec- 
ción; y, por úlimo, si algunos se confoírman con la cenaura periodística, ha de ser con la 
condición de que no ha de contener nunca personalidades la crítica. 

— Cierto. Sólo que hay señores actores que llaman personalidades a todo lo que no es 
aecirles que representan a la« mil maravillaa. 

— En fin, señor "Fígaro", que en España todo actor es una cosa sagrada, y qu^ nunca 
se ha visto el escandaloso abuso que hoy por oausa de los periódiccet reina. 

— ^Dicen bien, señor Medrana; en prueba de ello aquí tengo uno de los primeros perió- 
dicos que en España se han pu'blicado. Vea usted lo que decía en Enero de 1788 el Afemorial 
Literario acerca de los actores, y si hablaba áe ellos con más respeto que "Fígaro": 

"Los teatros de esta corte cada vez irán a peor ínterin resida entre los ignorantes cómicob 
*la potestad dé ser jueces del gusto teatral, que es bien malo; esto es, que esté a su arbitsric» 
"representar las comiedias que quieran, sean malas o sean buenas, eto., etc.** 

Ya ve usted, pues, que desde el año 1788 acostumbraban los periódicos a hablar 
directamente de los cómicos. 

Recorra usted ahora, para sí esos periódicos que le han sucedido en diversas epodas; 
vea usted ése Diario Literario del año 24; lea usted... Concluyamos, señor Medrann, que 
en este país no queremos acostumbramos a sufrir la crítica merecida. 

— 'T añada usted, señor "Fígaro**, que en mi entender nos ha de alcanzar la muerte 
antes de que nos acabemos de acostmmbrar, como al caballo del Dostor le aconteció. 
Si va a decir verdtad, yo me inclino algo a favor de los actíores que tanto se quejan ; no 
hay nada más justo que el que se critique a un poeta que da una mala comedia, a un pintor 
que pinta un mal cuadro, a un escultor que contrahace una estatua, a un arquitecto que 
construye mal un edificio ; pero por la misma razón ya se deja entender que no hay nada 
más injusto que criticar a un actor que representa mal ; porque ¿qué distancia hay d^ la 
esencia y naturaleza de un actor a los demás hombres? ¿En qaié se parece un actor malo 
a los demás hombres? En nada, señor "Fígaro**. Un actor malo es una especie de residuos 
que tiene figura de hombre por una extraña degeneración de la especie. ¿Hay cosa más 
respetable que un mal actor? Luego entra lo que ellos dicen. Figúrese U8te<) que un actor 
malo es un hombre que vive de representar mal, y si usted le critica le priva usted de m\ 
pubstancia. ¡Por caridad cristiana siquiera! 

— Ya se ve que está esa razón muy bien entendida. Porque aunque en la sociedad sucede 
comunmente que el que no sabe su oficio no puede vivir de él, aunque sucede que el mal 
médico no tiene enfermos, el mal abogado no tiene pleitos y el n^l sastre perece por falta 
de parroquianos, todo esto es clairísinia injusticia que hace el (mundo picaro a los ignorantes. 
El actor, aunque sea malo, debe temer ajustes sobrados y buenos sueldos, y la caridad que 
no usa la sociedi\d con los demás debo usarla con él. Por esa razón cometió Moratín tan 
gran picardía cuando sacudió su látigo contra los Andorras de nuestna escena, porque les 
guitó el pan. Por esa razón es un evidente disparate el consejo que en "El Café** da por boca 
de D. Pedro a los Comellas de su época, por el cual les aconseja que el que no sepa 
escribir que ajprenda otro oficio. Por esa razón es una crueldad pretender que el mal cómico 
abandone las tablas, porque lo que le hace a un país culto es que vivan holgad^imente 
los que no saben representar. Elsta es, señor Medrana, la base de la prosperidad de Un país. 

— ¿Pues qué diría usted, señor "Fígaro*', si le aí^egurase yo a usted que ya lian dado 
en el hilo de la dificultad, y que acaso no se pase mucho tiempo sin que deje usted de ha- 
blar de los actores? 

— No lo creo, señor Medrana ; no lo creo. 

— ^¿No lo cree usted? Y si le digo yo a usted que van a hacer una representación, por la 
cual piden y reclam{\n en justicia que no se hable ya más de ellosi? Este es golpe, este es el 
golpe mortal. 

— No lo creo, l Cómo quiere usted que yo crea que dan la mano a semejante plan aprecia- 
bles actores que personalmente conozco, y que son los principales, quienes piensan de muy 
distinta manena? ¿Cómo quiere u;:ted que pidan semejante cosa aquellos 'que saben que 
han de decir de ellos los periódicos más bien que mal? ¿Qué fuerza había de tener una repre- 
sentación en que no figurasen los buenos actoiTs? ¿No conoce usted cuan en ridiculo se 
pondrían los que tal representación hiciesen? ¿No ve ueted que sería lo mismo que de- 
cir: "Somos tan malos que tememos la crítica?" ¿Y qué les serviría tal representación 
mientras haya publico que haga de ellos la merecida justicia? ¿Y ¡reiM-esen taran tambi<!fa 
contras las silbas de los espectadores? ¿Lograrán, por ventura, una orden pax^a ser buenos 



FÍGARO 135 



actores? Hagro mAa favor a los cómicos : cn*<»o que hay muchos entre ellos tan sensatos que 
oponen la enmienda a la justa crítica de Uw» periódicos ; esa es, señor Medfana, la mejor re- 
presentación. Hayloe, en fin, que conocen que no existe otro camino que la crítica para la 
perfección ; haylos que saben muy bien que todo el que da al publico su habilidad en espec- 
táculo, da también a cuantos le ven derecho de criticarla. En fin, señor Morana, no lo creo. 

— 'Pues sí, señor, la ha^en; yo no tengo bastante memoria para repetírsela a usted entera, 
y bien podría suced<'-rme lo que a Sancho cuando recitó en la venta, delante del curtí y del 
barbero, la dulce misiva de su señor, Don Quijote, a Dulcinea ; pero esté usted sej^uro de qU'a 
se apoyarán en fundadas razones. Hí, señor. **Kn vista deJ abuso que reina en los peri^idicos 
de criticarlos con indecoronas personalidkidcit ; en atención a que los teatros no pueden pros»- 
ryerar mientras no se alabe todo lo malo que en ellos se presente ; at^^ndiéndo a que el pu- 
blico no tiene afición al teatro nacional, a causa del mal eetado de los periódico», que es 
como si dijéramos que andamos a oscuras en el mundo a causa del sol ; y siendo los malos 
actores la causa prinirf{>al del bienestar de una nación, pedirán que nadie sea osado en ptV- 
blico ni en secreto, solo o en compañía de otro, a hablar, escribir, ni menos pení^ar, en 
perjuicio de los citados malos cómicos (aunque sean realmente tales males c6micos), sin dis- 
tinción de fueros ni personas: pedirán que «ea castigado en la más rigurosa pena, comi) 
reo de leso-cómico, quien a otro indujere a hablar, escribir, hacer seña con pies y manoti. ba'r»- 
tones o silbatos, pensar, ianaginar, discurrir, sospechar o barruntar siquiera que un cómico 
no ha representado o representará con la más escruploaa perfección, de noche o de día, en 
ensayo o pública representación, en el teatro o fuera de él,' etc., etc., y demás contenido 
en la ley del ejercicio. Pedirán que todo buen español, amante de la felicidad de su patria, 
sea amonestado y requerido de concurrir con tres pesetas lyroipias y bien ganadas, amén de 
los consabidos dos cuartos del pico, las cniales liairáju ingresar en las arcas de la casa, «para 
tener el gusto de .alabar, aplaudir, encomiar, con todo género de demostración de sin(*ero y 
bien contento (como son aplausos, palmadas y bravísimos y demás señales de costumbre), 
toda representación, por mala que sea (que sí será), debiendo en lodo caso fingir disintular y 
aparentar en todo su rostro y todo su cuerpo el sobreentendido entusiasmo, si no lo sintiese 
realmente (como no lo sentirá), desde el momento que entre por las puertas del teatro; y 
debiendo durarle la dicha embriaguez del citado entusiasmo, éxtasis y anrobo hasta des- 
pués de la conclusión de la comedia, en su propia casa, y al otro día, si pudiese ser, y has- 
ta después de su tíiuerte, si hubiese lugar. Requiriéndiole para que se dé la enhorabuena por 
la enajenación de sus enunciadas tres pesetas y ocho maravedises cada noche, que le habrán 
procurado tan grande acumulación de contento y de ey^tusiasmo, mas que sea fingido, por 
respeto al tenor de los dichos míalos cómicos, y más que lo finja, hasta reventar, en obsequio 
de los progresos del arte declamatorio y de dicha preciosa subsistencia de los ya dichos ma- 
los cómicos, ' etc., etc." 

— iBasta, señor Medrana ; basta, por Dios, que repito que no lo creo. 

— Y si las emtpreeas directoras de los teatros apoyasen algún día una representación tan 
justa... 

— 'Xo lo creo; porque las empresas y las comisiones de los directores de teatro yi los 
.\y untamientos conocen mejor que usted y que yo sus verdaderos intereses, y encierran en 
su fteno personas de talento ; éstas saben que a nadie tiene nxáis cuenta que a las empresas 
teatrales el que se hable mucho de los actores y el que la censura de los periódolcos los obli- 
gue a hacer esfuerzos, que, sin temor, no harían. lias empresas debieran pagar y sostener 
periódicos, con el objeto sólo de hablar al público de teatros, dando importancia a este ramoi y 
b^aciéndole concurrir a él en consecuencia ; periódicos, en una palabra, que corrigiesen a los ma- 
los actores, que no son los que hinchan sus arcas de dinero, ni los que poioducen sus grandes 
entradas. £1 creer la suposición de usted sería hacer poco favor a las luces distinguidas 
de nuestro ilustrado Ayuntamiento, que se desvela por la proí?peridad del teatro, c<»mo en 
muohas y diversas ocasiones lo ha probado. 'No lo creo. 

— ¡Ah, señor "Fígaro*', señor "Fígaro"! Ya veo que mi visita ha sido inútil. ^Y si a 
p^sar de cuanto usted dice lo lograsen? 

— iNo. lo creo. En un país donde rige un monarca ilustrado, que ha hecho imprimir 
a su costa las obras de Moratín, dando esta pública lunieba de su protección al teatro 
nacional y honrando la memoria de wuestro primer i)oeta dramático, y un monarca tan 
amante del teatro español que ha establecido recientemente escuela de declamación, nodie 
puede ignorar que la censura decorosa de loo periódioos es acaso el único medio que puede 
elevar la escena al grado de espleadior y perfección de que se halla k-jos en él día ; nuestro 
sabio Gobierno ha dado y da diariamente demasiadas muestras de cuánto protege Ish letras 
y las artes i>ara que nos sea lícito dudiar del éxito de una representación semejante si, como 
no creo, llegase un día en que los actores desnudos de mérito, no contentos con la protec- 
ción abierta que continuamente se les dispensa, se propasasen a tan extraordinarias exigen- 
cias, Nq lo creOf señor Medrana — añadf, despidiendo a mi solícito amigo — ; no lo creo, sin 



CARMEN DE BURGOS 



rjub pBto sea, por otm part?, mostrarme poco ngmidecido al celo y amistad que uitedi acaba 
lie raaniícBtarme. 81 Ufgase un día en que ios actoreo se crejesen con derecho a exigir -un ai- 
lencio, mus humillante y ridiculo para ellos que para nadie, Ía« poetas y autores de toda clase 
rl<- libros no podrfnu meuoa de creerse coa igual derecho, porque uiwa ; otros viven de dar- 
w al pabliío; se acabarían entonces loa medios de rebatir la ignomacid o la mala fe de un 
libro, y la polémica lileraria, únlon fuente del aaber humano. No lo creo, señor Medrana ; 
:io lo creo. Vaya usted, pues, seguro de que ni loe sctorea ¡nensan en hocerme ei dalio petHo- 
nal. ni yo le temo. Si a pesar de mi incredulidad sucediese, ain embargo, Ouanbo uxted anüs- 
losBDiente anuncia, colocarla lo maJo que atontecerme pudiese entre loe contratiempos de la 
vida, a que vivo sumamente dispuesto y 
resignado ; y si personas de más luces 
qo» yo DO creyesen Justas mis ideas, y 
fuese preciso obedecer y callar en ma- 
teria de actores, crea usted que no serla ' 
el mayor mal para "Fígaro", y que cues- 
ta menos desvelos callar que hacer artícu- 
los de periódicos." 

No pega, sin embargo, "Fígaro" 
inveteradamente como esos críticos 
biliosos a loa que les cuesta trabajo 
elogiar; a veces censura con pena 
cumpliendo una obligación, como 
ruando en la crítica de Bretón dice: , 
■La misión del critico es juzgar." 
Elogios efusivo» y sinceros se en- 
cuentran en BUS articulo» para las 
actrices y los actores, especialmente 
para Concepción Rodríguez, de la' 
que dice en "Catalina Howar" que 
"nadie puede igualarla en la buena 
dicción", e igualmente lo vemos elo- 
giar con frecuencia a Latorre, y a 
algunos otros. Como "Fígaro" pre- 
senció las dos primeras salidas de 
dos astros de la escena española, 

Matilde Diez y Julián Romea, creemos curioso consignar la opinión que le merecieron. 
Julián Romea se presentó en el teatro del Príncipe, la noche del 21 de Abril 

de 1833 con el papel de Roberto en la obra "El testamento". "Fígaro" dice: 

El Sr. Romee ha dado principio a su carrero, teatral haciewio el Tetiitmento, y esta cir- 
cunstancia, que pudiera parecer en tudos sentldoB de mal sgUero, dos da lugar a decir seria- 
mente que ha empezado por donde muchos acaban. Bste dnimita. sito, sencillo y iiobre de ca- 
iScter y situaciones, ha sido, en nuestro entender, mala eleociiSn psira su salida ; no bay en 
él sino la lectura del testamento, y este paso es de un efecto seguro; poco, pues, puede lucir- 
le un actor en el ; un papel de galán m&s joven y más marcado hubiera taonvenido mejor tú 
lucimiento del seDor Romea. Sus dotes físicas aon muy recomendables, y deseiunos verlas dee- 
arrollarstt en otras representaciones de mlls importancia. No se necesita preguntar de qaien 
es discípulo. Sabemos, por una pairtc, que pertenece al Conservatorio de Üarla Cñstina, qne 
por lo visto, ompieía ya a dar frutos, y por otra, basta oirle para reconorer «o íl a su 
maestro, el primer aot«r Latorre, profesor de Declamación de aquel establecimiento. Nada 
bay mlls natural en los principios de cualquier cajTera que el no atreverse a hablar el dijcf- 
pulo por al solo; únicamente la reñexien, la couñanza y el tiempo van dai.do a cada uno 
un aire peculiar suyo, y la facilidad db crear, seglln su propia inspirsciiSn, un iSrActr-r; en 
el interior nos parece Iflinlable modostia lo que otrcs podrAn Uainar remeA» servil. Agríeuese 
a esto, paiB hacorios mSs ]>ei'donablee, que el nrtor IjStorre desempeña perfoclamente ese pa- 
pelito interesante, y, por consiguiente, el ser otro yo, como le puede llamar su maestro, era 
lo mejor que podía hacer el discípulo. Felicitanios al primero por el honor que a bus oonoci- 
niieutos hace su alumno, y a éate por sus disposiciones, que creemos buenas para el teatro. 



jDliin Boma». 



De otra actriz notable, que hizo su salida en el teatro de la Cruz a Ib noche si- 
miente, decfa: 

Va se bablO a su tiempo eu Iob periOdicoB de est« interseaale drftniA, y s6lo reclama hoy en 
fl nuestra atencíOn la s^ora CarñSloa del GaatUIo, qae por Mnbargo nos hn údo traída d« 
Valencia. Se la ba visto coo gusto representar eete papel, por aec de ba«tnule efecto. Su Aira- 
ra es muy favorable para, su ludmiento y aun el metal de bu toe «e afcmdable, bí bien no tte- 
i>e bastante cnerpo. Manifiesto, tener díspoñciones pora la eeoena, y cMemot que necesita 
cultivarlas con «smero en la corte procnrando hacer desaparecer ciertas maneras y tonillos. 
que se resiente de sn permanencia en loa teatros de provincia, ^Bn ^D«ral, podemos felici- 
rnrla, r seDtimo>j que «o se haya dado a conocer delsiiite de on concurso mfls numeroso, por- 
que el público DO asiatifi al teatro en esta ic presentación. No concloIremoB el arttcnlo si» 
rendir an tributo de justas alabanias a la seflora Teresa Bans, que ae distinguli} en va- 
rios pasajes del papel soyo, qne por primera vei ha desempetlado. 

De la salida de Matilde Diez, en la noche del 7 de Abril de 1834, en el teatro del 
Príncipe, con la Huérfana de Bruselas, dijo: 

Con la prevención que Justamente t«neiaoe ya contra loe adore* que nos vienen de lae 
provincias, entre los cuates, pocos, poquísimos, hemos visto que nns Mtisfagan completamente, 
ocudimoe anteanoche a presenciar la sa- 
Vtta áp la loven dama la seBorita Matil- 
de Diec, cuyo elogio, que repetidps veces 
hablamos visto en el Diario de Sevilla. 
nos Inclinábamos a creer exagerado. Con- 
fesamos. sin embargo, que bemoi salido 
agradable y completamente chasqueados. 
Toi figura de la seBora Dlee, por degra- 
da, no es imponentie. pero sn gesticula' 
cifln agradable y «fficil, y an acento, so- 
bre todo, en gran manera grato y pene- 
trante, se sobreponen al punto que ha- 
' bla. a la primera Impresión y ann la so- 
breponen. El papel de la Huérfana de 
Brmtéla» no es ciertamente papel de 
principiante, y fueixa es tenei' muebo 
mérito para arrancar en íl los nplaneos 
de entusiasmo que arranco le seSora 
DIei a un pública que lo ha visto bacer 
tantas veces a la seflora' C. Rodrigue)!. 
ConOcese que éstA ha servido en alguna 
parte de modelo a la nueva dams ; pero 
échase también de ver sobradamrnte que 
qnien sabe tomar el templo, sin imita- 
ción servil ni trivial remedo ; quien con 
tanta naturalidad sabe hacer pro^íia una 
creacMn ajena, es capax de crear por sí: 
la eerlora Dtes sabe modelar y manejar 
perfectamente su voz. Su acciOn es sen- 
cilla y conveniente ; su inteligencia debe 
ser mucha. No -no'<. acordamos (le haber 
visto a ninguna actriz de su edad presen- 
tarse con tan felices disposiciones SI es- 
tudia su arte constantemente, si después 
de bedio sobre el carficter qne ha de re- 
presentar el estudio conveniente, ae oban- 
doiui a au propia ¡nsfíiraciOn con con- 
fianza, pero sin orgullo, nos atrevemos a 

asegurar que pocas le podrfin disputar ol pueelu. Juiganios que es una adquisieiúu preciosa para 
los teatros de la corte. Llevado, engiero, del deseo de contribuir al mayor realce de esta Jove'U 
octrii, sOlo le odveitiremos que no crea, al leer estos renglones, que salen de nueedu corazOn, 




HatiMe DIss. 



138 CARMEN DE BURGOS 



que ha llegado ail ápice de su arte. Tal vez tendrá defectos, que en la representación de un 8í)1o 
papel, acaso muy estudiado y ensayado, no hemos podido echar de ver ; y de toda suerte le iw?- 
venimos de que conocemos actores y actrices a quienes un fácil triunfo, debido en los principios 
de sus felices disposiciones y los elogios han desvanecido, y que habiendo creído del>er descansar 
sobre sus propios laurelí^s, no han llegado a todo lo que i^odían llegar. Este es el escollo de sn 
carrera. Estamos^ lejos de creer que la señora Diez pueda merewr nunc^ esta reconvención, y 
sentiríamos equivocarnos, tanto más cuanto que estamos decididos por nuestra parte a ser más 
severos con los actores de que tiene el ptiblico derecho a esperar más. Ix)s aplausos que éste ha 
dispensado a la señora Diez la comprometen a no dejar fallidas las felicísimas esperanzas que, 
dn. Representó el papel de graciosa en el saínete con bastante desombarazo; pero nos pai-ece 
que sa género no es ese. E-l señor Tja torre no dejó nada que desear en su pai^l. _v Guzmán 
hizo reir a los más taciturnos y melancólicos espectadores. No del>emos dejar pasur sin elo- 
g'os a la' señora Llarente: e^ el papel que la hemos visto hacer mejor. 

Bailaron un baile nacional dos niños; p«in duda alguna que sus respectivos papar, debe- 
rían estar embelesados porque bailaron bien ; el público, sin embargo, no parece gustar tanto 
de este pueril entretenimiento, a pesar de aquel refrán que dice "Por los niños sé pone 
la mesa**. 

. En el intermedio del baile al saínete la orquesta se sirvió tocar de una manera tan par- 
ticular, que el publico tuvo por conveniente abrumarla a aplausos y bravos, terminados con un 
acompañamiento de chichees, que llevaban, por cierto, el compás mejor que los mismos vio^ 
lines. Verdad es que hacía tan mal efecto su müsica. que parecía n<K«he de ópera. 

Larra no había hecho nunca crítica musical y nos sorprende hallar en la '* Re- 
vista Española" en la temporada de 1834 críticas musicales de Larra. En verdad, 
éstas son más débiles y podríamos llamarlas críticas de obras con música en vez 
de críticas musicales. La música es lo de. menos; lo principal es la representación, 
y si se observa bien lo principal es la señora Judith Grissi. 

Esta artista italiana, hermana de Julia Grissi, que fué la más célebre de las 
dos hermanas, vino a ¡Madrid en 1835 y estrenó en l.o de Mayo la ópera "Gapuletz 
e Montechi" en el teatro de la Cruz. 

Al día siguiente escribe "Fígaro": 

"Habíamos oído decir a unas personas: la Judith no es la bella, es la brava; a 
oirás: e la brava, ma non la bella. Nosotros no hemos tenido el gusto de oir a su her- 
mana la señora Julia, y desde luego, juzgando de estas dos célebres cantatrices como 
juzgaba Quevedo de los dos sonetos, nos parece que hemos oído en la señora Judith 
a la bella y a la brava; no sabemos si se puede ser ni más bella ni más brava. Voz, 
inteligencia, figura, acción, expresión, todo ha merecido los mayores aplausos. No 
felicitamos a la empresa por tan fausta adquisición, porque creemos que la mayor 
parte de la enhorabuena es para nosotros. La hora avanzada nos precisa a dejar 
para el número siguiente los pormenores que el entusiasmo nos haría dar hoy 
mismo, si no fuese a entrar en prensa nuestro periódico". 

El día 3 añade : 

La novedad que absorbía anteanoche la púbUca atención era la señora Gríssi : mil rumo- 
res contradictorios, mil encontradas opiniones corrían acerca de su mérito y su figura por 
las sociedades de Madrid, y se puede asegurar que desde su salidla las reunió y las refuu*- 
üió todas en una sola, felizmente muy favorable para ella. I>e»de su salida se vio una figura 
interesantísima; no una de esas belleJMS cuyas proporciones pueden servir de modelo aca- 
démico, sino de esa clase de belleza pivferible a la hermosura. Nos han dicho que si> Iver- 
mana es una hermosa estatua ; de ésta sientimos que eet una mujer bella ; nosotros no vaci- 
lamos nunca entre las mujeres y las estatuas. Si la belleza í*s la expresión, ai vale algc> una 
fisonomía animada, nada ha venido ai Madrid comparable con la stMlora Judith ; si se -íitieiide, 
sobre todo, al realce que sabe dar a su mérito natural con el conocimiento del teatro y con 
aquella indispensable -coquetería del arte, que supone la conciencia de los recursos que »e po- 
see y de la importancia de afectar loe que no se tienen. Su voa nos iwareció un mizzot soprano 
de mucha fuerza y extensión : llena, fuerte, sonora, corpulenta, de l<xs medios para arriba, so- 
bre todo; tiene, además, una Wbración melodiosa que encanta, y es de aquellas voces de las 
Cuales se dice vulgarmente que se pegan. Personas que la han oído antes nos han asegurado 
que en los puntos bajos, que en el día son firmes y claiw, y en algunas notas medias h:a 



tenido, ain embargo, mis vicor; la campoeiciOn de esta fipera, espresamente escrita para efía, 
parece probarlo ; si es cierto, con todo, como creen algunos, que en nuestro clima ganan las 
io'-es de los cantantes, podrli ser que recupere toda su fueria. Su método ea excelente; bu 
canto, tpianatlo s declama- 
do con una inteligencia mú- 

una expresión que Mo vue- 
ili-n concebir y apreciar loB 
ijue la oigan ; nunca, empe- - 
ro, los que quieran formar 
su opinión por un nrtlculo 
de periMlco. Cantó linda- 
mente, aunque con atgiln 
miedo, el aria de su salida 
del primer acto : con admira- 
ble valentía el dOo del inis- 
niti y, sobre todo, la cabalet- 
ta, A RU cooperación He ha 
debido, indudablemente, que 
B'. baya oído bien por pri- 
mera TCt en Madrid el final 
drl primer acto, qne arreba- 
tó, i Qué verdad, qué expre- 
sión en el dflo del segundo 
arto con el tenor, y singu- 
larmente en lodo el tercer 
acto ! En éste probó que 
puede unirse victoriosamen- 
te la acción al canto : las no- 
tas que canta moribundo Ito- 
nieo serSn siempre el triun- 
fo de la aeSora Grissi: es 
difícil qne ella misma haga 
nada mejor. La señara Gris- 
si. sin que queramos ofender , 
Ib memoria de la ejrpresíva 
ToHsl y de la profesora La- 
lande, es, indudablemente, la 
mejor que en Madrid bemos 
tenido, supuesto que reúne 
en grado eminente las cua- 
lidades que separadamente Adilaida Tdhí. 
tenfan aquellas dos canta- 
trices, siempre de felix recuerdo para nosolroe, qne nunc« reconocercmoa mfis partidos qne el da 



En "Norma" la elogia sin reserva: 

íX de la señora Uriasi? ¡Con qué sublime, profunda y tiernUiua expresión cantó algunos 
trozos de la Normal X lo que ¡ee mfis. ain luiustaree de los singularbñmos gestos de la acción 
del señor Género, lo cual prueba que la señora Grissi snbe.conser\'Bir su serenidad y su mérito 
en medio de las circunstancias mlin nxarosas. ¡ I.flstima tenemos a las famitias fiUrniónicafi que 
recorren despavoridas los camiHis de la madre España, no se sabe si buyendo diel mal terrible o de 
las medidas sanitarias ! Por lo que a nosoBros toca, venga el cólera en buen bora, si nos ha db 
encontrar oyendo a la seflora Grissi. 

Y on "I.a Sonámbula" dice: 

Parece esoríta para el lucimiento del tenor, y, sin embargo, lució mus en ella la a'ñora Grls- 
si ; verdad es que es difícil brillar m¿s que ella a m lado. 

Su pntusiasnio por la Grissi In lleva liasta tenor unrfcuestit^n personal. En un 
arüculo de "El Semanario Teatral", von motivo de la traducción de Bretón "El 
Colegio de Torrigton" se hace alueíón a la Grissi y a "Fígaro". El autor, que es 



" CARMEN DE BURGOS 

UTi mal címfco llsmado AjGona, Irata de vengarse de desdenes de "Ftgaro- y es- 
mbe un arlt-u „ dMconsIderado que a»ba con eala cuartel, sin pies „¡ cabera, a 
dlTudHh. "''"' "'""""''' """'' °" J™8° "• P»l«>"-» ™n el nombro 

Un Holofernes no marra 
Tres siglos ha te mató, 
Y hoy, por más que diga Larra, 
Caes bajo la cimatarra 
Que a Hol,ifernes degolló. 

Cómo tomó Larra esto nos lo dice el siguiente artículo intitulado "Pepsonalida- 
des", inserto en la "Revista Española" de 5 de Junio de 1834, y que es casi des- 
conocido ; 

En el Dúmero 7 del Semanaño Teatral, perifidioo de "amena literatura", que se publica 
ea esU corte, vemos lin artículo titulado "El Colegio de Torringíím". ílultilud de alusiones in, 
juríosaj r calmnniaB, degradanteg para quien las ha etwrito, dirigidas n uno de los redactores 
de l& Revivía Bapañoia, ya solapadamente, ya a cara descubierta, nos Im pidieron lomar parte en 
eucstiOn tao indecoroaa. jOOmo responder a proposiciones que de ninguna manera pueden ser 
de la jorísdlceiOii de la literatura, ni de la polémica periodística? El redactor I». Mariano JoW 
de T«rrB, a quien era el articulo dirieido, no creyfi el asunto digno de eaibadumar con él las 
i-olumnaa de un periódico que se jacta de manifeBlaír constan temen le al pOblico el respeto a que 
es acreedor, Creyeodo que áste no podía ser sino un asunto personal, 
se dirtgie el dto 3 del corriente a casa del Sr. Azcona, editor del 
Semanario Teatral, a Ia« cuHlro de la larde, presumien*) que era la 
mfis a propAsito para encontrarle. Habiíndosele contestado que no 
estaba en casa el seflor de Aicona. le dejo escrita una esquela en 
que le rogaba que le esperaac al anochecer o le seilalase hora para 
conferenciar sc4>re un asunto que atacaba a su honor. Al anochecer 
no encontró tampoco al aedor de Azcona, y sfllo se le dijo qu« a9 día 
siguiente estaría regularmenle en casa a eso de las doce. El redactor 
de la revista, deseando evitar toda ventaja particular en aquella 
entrevista, escribid en la misma noche una esquela al aefior de Ab- 
cona, advirliéndole oue, no creyendo conveniente verle en su casa 
le eapi-raba en un punto dado de cata corte, donde cortnlin Verte sin 
testigos, o con un arai(£o a lo mfls de la uuiyor confianza. Remitida 
esta esquela al seRor de AaconiL. respondió que, hallándose Hmlo des- 
v.n»nr.rt»i.T.„. *■* '""^'' 'i™"!"- '■ «aliPido poco de su («s», lo mfls que podía hacer 

V«ntür.d6l»V«K«. ^^a esperar en ella a la hora indicada. En ístn el seflor de I^rra, 

encontró al aeQor de Azcona en actitud de enfenmo, con un paB\io- 
lo a la cabeza, como aqu^l que la tiene dbliente, exigióle primero que le dijese si el primer 
párrafo de su articulo, redactado sol aliadamente, aludfa a su persrno o no. El ezlracto del dia- 
logo es el siguiente : 

Aac. — ^Qaro está que no, cuando al fin de fl dice; "Baate de introito y ^anue a> "Fígaro" 
— Bn ese caso, «e servirá usted dodr en su periódico a quiSn se dirige, probando que no en 
dirigido a mí. 

Azc.— Eao no creo que tenga usted dienecho a exigirlo. 

— Y con retpecto a las Injuria» dirl(rida« a] nombre de "Fígaro", insertara en su prójimo nfl- 
mero que son calumniosas y que le pesa de haberme ofendido en eHas. 

Aic.— E«to7 dispuesto a que se terminen nueslrag diferencias, y pondré eso y cualquiera 
sUlisfacciOn que usted mismo redacte, con taj que usted reciprocamente confiese que sient*- h». 
berme ofendido en criticas hechas en bub artículos. 

—Yo, seflor de Aicoaia, al criticar a ufted be pedido decir que es mal actor porque asr lo 
pienso y no he Ralidt» en esto de los derechos que me da la critica periodfctica. En esta parle, 
DO sillo no me retracto, sino que me ratifico. Igual derncho le asiste a usted con respecto n 
mil" producciones literarias. La satisfacción o rplrnctacJOn que venRo n eligir es i'nn respecto 
a la» injurias personales: nada tengo que satisfacer: vengo a pedir wilisfacciOn y u.i n dnrln. 
Utbo advartir a usted, adomfls, que cuando yo escribo fuerte es porque estoy resuelto i obrar 
fucrle también; y si alfuien me hubiera venido o pedir saílsfacciOn en alguna ocosiOn, hubiera 
ualiido mi deber. Nunca me la ba pedido nadie. I'or eso nunca Ina he dBdo, 



FÍGARO 141 



Ase. — Yo estoy dispuesto..., yo quisieira que nuestras diferencias... 
--Reasumamos. ¿Usted se retracta y me da una satisíacción amistoea, particular, absoluta 
y sin condiciones, escrita en su periódico?... 

Ase. — Con la condición dicha... 

— Repito que no tengo que satisfacer..., y que cuando satisfago sólo de un modo lo acos- 
tun>bro a hacer. 

Aac. — En ese caso no puedo... 

— ¿T no me da usted ninguna o4ra especie de satisfacción que pueda \indicar mi honor?... 

Aso. — Yo estoy malo hace días, y usted considera... 

— Sefior de Azcona, senridor de usted. 

En vista de esta conferencia, en que no ha sido ¡cosible recabar diel Sr. Aaoona satÍ2»faccióo 
ni reparación alguna que destruyan las injurias dirigidas al sefior do lArra, éste ha tomado 
el tínico medio de vindicación que le quedaba con un sujeto de esta especie, acudiendo a los 
Tribunales en querella contra el mencionado artículo.*" 

Esta cuestión lo liizo oscribir a Vonlura de la Vega, noble y jíeneniso siempre, 
el siguiente artículo: 

AL SEMANARIO TEATRAL 

Uasta ahora, la redacción de la Qaccia ébc los TribuíUileñ se había propuesto lanzar úni'-' 
cambute tal cual burlona changoneta al Bemanario Teatral^ por oreer que no merecía mayor 
iraportancia un '* periódico vergonzante"*, órgano de los inupotentes graznidos de un partido hu- 
millado, por hacerle además a dicho periódico la caridad de darle de comer publicando su exis- 
tencia, que todo el mundo ingnoraba ; y flltijuainente, por cuadrarle aquel verso, que dioe : 

'*Les sots sont ici-bAs pour nos menus plaisirs." 
... Pero visto el número del lunes úUimo, y el artícelo inserto en él sobre "El fVdiegio d» Tií- 
riingtón", en que se estaonpau groseros insultos y ofensas personales contn-a el sefior {jarra, que 
bajo el nombre de "Fígaro*^ es redactor de la Revista Española, la m&s justa indignación pone 
la pluma en la mano al encargado de la sección) de teatrice de La Oaoeta de los Tribunales, 
para responder por su compañero y amigo, torpemente ultrajado, y vengar a la imprenta de 
la asquerosa mancha con que la afea, torciendo su noble fin, el inmundo escritor de tan inmun- 
do libelo. 

Hago esto, primeramente, porque estando el citado artículo fuera de los decorosos límites 
dü la polémica literaria, espero que el 8r. Laura no intentará mojar su pluma para descender 
del alto puesto en que lo han colocado sus talentos y la admiración pública, tal sucio loda-| 
zal en que se revuelca el insolente redactor del Semanario ; y en segundo lugar, porqué vite* 
r;ome citado en dicho artículo con cierta especie de benevolencia, quiero manifestar al público la 
vergüenza que me oausa haber merecido la indulgenda del citado redactor, y declarar que 
aunca me he creído más pequeño que cuando me he visto elogiado por semejante pluma. 

Llegó, pues, el caso de desenmascarar al autor de tales inmundicias, daor la clave de sus re- 
jscntimientos y venganzas y denunciarlo a la befa y al desprecio público. 

El Sr. Azcona, segundo gracioso que fué de los teatros de Madrid, fué demasiadas v^eces blan- 
co de los gritos y chicheos, hizo demasiadas veces bostezar y dormir al público, para que no 
oaigan nuesdros lectores en la persona de que se trata. No creo que se habrán olvidado de aquel 
rifUculo actor que, desempeñando en 1828 el papel de juez en ''Ligenio y Virtud**, no abrió uzia 
vez la boca sin tener la grita encinva. Diaré señas áe otra especie. lEs traductor d^ un insfpido 
melodrama titulado "Margarita de Anjou'*, silbado solemnemente; es traductor de otro furibun- 
do melodrama titulado **E1 Bandido Incógnito" o la *' Caverna Invisible**, también umversalmen- 
te silbado; es traductor de una pieza, en un acto, titulada "Las OolegiaJAs de París y el Hey 
de Argel**, silbada asimismo y desterrada de la escena con toda la pompa de la ignominia. No 
sé si habrán caído mis lectores : seguiré d»indo señas. Fué en estos últimos años director de la 
Opera italiana ; puso en la "Corte de Semlramis** indios de América en lugar de los del Gan- 
ges ; hizo que la luna en la "Norma** apareciese en la falda de una montaña ; hizia, en fin, tales 
estupideces, que no parecía sino que estaba simpre representando. Llegó la nueva Ehupresa, y 
convencida de su imbecilidad, tanto para director como para actor, determinó no ajustarlo : y he 
aquí al Sr. Azcona en la calle. ¿Qué hará el Sr. Azcona? Un periódico. ¿Cómo se llamará el 
periódico? Semanario Teatral. ¿De qué tratará? Claro está: de desacreditar a la Empresa, 
gue le ha quitado el pan ; de hahlar mal de cuanto ha hecho, hace y piensa hacer, sin exami- 
narlo, sin darle a sus criticas, siquiera por propio interés, un colorido de imparcialidad. 

He aquí el secreto. 

Juzguen ahora nuestros lectores si un hrfnbre que como cómico es malo, como director im- 
bécil y como periodista estúpido, está en el caso de llenar de insolencias a un literato como el 
Sr. Larra, conocido iwr sus chistosos y profundbs artículos de Fígaro, por las atnevidas cartas 



J42 CARMEN DE Bl/PíriOS 



del Pobrecito Hablador, por su gracúrsa comedia "No mAs mostrador", por su {preciosa dovela 
**Kl DoiKíel <íe Don Karique el Doliente" y por varías comi)08Íciones lírícas que el público to- 
noce y aprecia. Juzguen nuestros lectores si un ente de esa calaña es <«.paa de criticar el pei- 
nado y adornos de la señora Grissi en "Ana Bolena", que e«itá, fiel y «xajotamente co- 
piado del retrato de dicha reiua que existe en Ix)nd're8, y diel que hemos visto copia ; como tam- 
hiCu burlarse del pañuelo guc sacaba en la mano, como si Ana Bolena hubi-era ó& sonarse con 
los dedos. Juzguen, en fin, si una pluma vendida a un partid)i> anrtiartfstico y desorganizador 
y consagrada a bajo rencor y a la pérfida mentira merece, de entre tantas otras elegantes y 
bien tajadas como redactan los amenos i)eri6dico8 de la corte, ni que sus ilustrados escrito- 
res traten de codear y arrojar de sus filas a tan intruso y heterogéneo persoinaje; o, lo que 
es más probable, sin que el público, convencido del espíritu que anima las frases de tan sucio 
papeJ, haga con él lo que hizo la empresa c<m- eu autor. — Ventura de la Vega, 

Estos dos artículos prueban primero que "Fígaro" era hombre que sabía res- 
poFKier en las cosas de honor, y que la mano que sostenía la pluma no rehuía las 
cuestiones personales, y segundo, la consideración de que "Fígaro" gozaba entre 
los escritores, con este rasgo del simpático Ventura de la Vega. 

Repetimos que la única vez que el gran crítico tuvo que k* a los tribunales fué 
como demandante, lo que demuestra que jamiís hubo en su pluma calumnias ni 
injurias personales. 

A pesar de todo esto, "Fígaro" no tarda en aparecer desengañado del arte de la 
Grissi. En el estreno de "La Straniera" escribe: 

Viniera la señiira Grissi, cajntara "La Sonámbula", la "Norma", "Parisina"; acabara con 
"Julieta y Romeo"; llegara en seguida el 15 de noviembre, y la admirable Grissi haUfa pa- 
sado delante de nosotros con un brillante meteoro, que deja trae sí un raatro ; inmeniso de plá- 
cida luz. Su vida filarin/>nica en nuestros teatros hubiera durado poco; pero su memoria no 
se hubiera acabado nunca. Algún día, una empresa hubiera dado la "Straniera" a cantar 
a una cantatriz débil, y Madrid a una voe hubiera dicho: "¡Ah, si la Grissi hubiera can- 
udo la "Straniera", hubiera hecho furor!" Mfts valía, efectivamente, que se hubiera dicho: 
"Qué lástima!", que no "¡Qué chaaeo!" 

No es decir esto que la señora Grissi haya cantado mal la "Straniera". Difícil le fuera 
a elLa misma cantar mal ninguna cosa. Ha cantado la "Straniera" oomo ssabe cantarlo todo; 
siempre es la actriz, la oantatriz de gran mérito ; es el astro de la ópera siempre, mo jéstuoao, 
grande; pero en la "Straniera" es el astro de la Ópera que no puede vencer y i)enetrar la 
inmensa niebla que le roba iK)r un momento a los anhelantes ojos de la concurrencia. ¿Por 
qiié el público en la luneta, en loe palcos, al oirle el último "addío", inronunciaba entre- dien- 
tas, con más o menos grato recuerdo, loe nombres de la Tossi y lialande? En ta "Straiviera" 
era donde esperábamos a la Grissi ; ahí es, sin embargo, donde no la hemos encontradói Ctm 
dilor lo decimos; pero no debietra haberla cantado. El público, más justo de lo que general- 
mente se cree, dio a conocer a la señora Grissi áeaáe el dúo de tiple y tenor d|pl primer iicto, 
no que ella cantaba mal, sino que él empezaba a no encontrar todo lo que esperaba. Al fínial del 
primer acto, un aplauso, sin ennbargo, no contrariado, d<ebi6 darle a entender galantemen- 
te cuáfi sensible le era al público ; no podemos menos die desairar en esta ópera a su can- 
tatriz predilecta. Otros aplausos modestos del segundo acto debiensn probarla que no era a la 
Grissi a quien se había desa^probado, sino a la parte que desiempeñaba aquella, noche esa ** Stra- 
niera" tan ataviada, por desgiracia suya, de dulces recuerdos y tan desfigurada en esta rei>e- 
tición. 

Algunos han creído ver en esto un enamoramiento de "Fígaro" y las manifes- 
taciones de su despecho. Pero dada su galantería de siempre y la justeza de sus 
apreciaciones, no se puede colegir de todo esto más que una admiración de "Fígaro" 
hacia la Grissi, sin duda más como mujer que como artista, desde un principio; 
pero su espíritu crítico se sobrepone a su admiración para hacer justicia. 

En la crítica de obras Larra es sincero. Sabe los disgustos que su sinceridad ha 
de costarle, se expone a que le cierren las puertas del teatro. En "Yo soy redactor" 
cuenta la violencia que le cuesta resistir a las seducciones de los que le escriben 
invocando favores prestados y la amistad que los une para que les haga una crítica 
imparcial ("Imparoial llama él a un juicio que le alabe— dice) y añade: "Resista 
usted a estas indirectas y opte usted entre la ingratitud y la mentira. Ambos vicios 



FÍGARO 143 

tienen sus acerbos detrae t(3res, y unos u otros se han de ensangrentar en el triste 
^'Fígaro". ¡Oh, qué placer el de ser redactorl" 

Esta sinceridad suya es la que le crea mayores dificultades. En el capítulo co- 
rrespondiente veremos las críticas agridulces que dedica a Bretón de los Herreros 
y que son causa del enojo de éste y de su venganza. Duro en demasía se muestra 
con Martínez de la Rosa en la mayoría de sus obras. Lo creía inferior a su fama, 
pero teme que se le tache de injusto y dice con motivo del estreno de "Aben Hu- 
meya" en castellano (ya se había estrenado en francés con tan escaso éxito que 
"Fígaro'' pregunta si valía la pena de traducirlo.) 

"Si nosotros fuésemos capaces de desear que volviese a ser ministro el señor , 
Martínez de la Rosa sería en esta ocasión, en que quisiéramos poder aparecer in- 
dependientes, y decir francamente lo que de "Aben Humeya" pensamos. El autor 
nos [)one en el más duro compromiso. Guando era ministro popular daba al teatro 
sus mejores dramas; y obligándonos a alaliárselos, nos ¡íonía en el aprieto de pa- 
recer aduladores; y ahora que no es ministro empieza a dar los peores, poniéndo- 
nos igualmente en el amargo trance de parecer enemigos suyos. Esto es por su parte 
poco generoso.'' 

A pesar de su amistad y su cariño a Espronceda no deja de juzgar severamente 
la comedia que éste hace en colaboración con Ros de Glano y que se estrenó en el 
teatro de la Cruz la no(*he del 25 de x\bril de 1834. No dieron los autores su nom- 
bre y la comedia apareció en el cartel como "Compuesta por dos Ingenios". Larra 
dice: "Esta representación nos ha probado que no basta el talento por grande que 
sea para hacer una buena comedia, cuando la más detenida meditación no preside 
al plan, cuando la demasiada confianza tal vez, o la precipitación hacen correr irre- 
ílexivamente la pluma del poeta, es muy de temer que el ingenio comprimido en 
límites harto estrechos produzca una obra descolorida y falta de vida y movimien- 
to". Y desí)ués de narrar el argumento añade: "Hay sin embargo algo bueno en el 
fondo de la comedia, hay situaciones cómicas : con alguna meditación acaso se hu- 
biera podido sacar partido más aventajado de la idea principal. El diálogo nos ha 
parecido fiúido y correcto: no carece de chistes, de viveza y naturalidad, y es buena 
su versificación. El público manifestó desagrado en varias escenas, y más marca- 
damente a la caída del telón." 

Se le han atribuido también críticas que no hizo como la de "Elena", de Bretón, 
y Ja de "Don Alvaro o la Fuerza del Sino", del duque de Rivas. La primera sabemos 
ya que no es suya, la última tampoco, porque ya había salido Larra de Madrid 
cuando apareció esa crítica. 

La fecha de la salida de Madrid nos la da la de la época en que ha canjeado el 
contrato de la casa en que vivía en esa época. Dice : 

"Gomo administrador de la casa sita en la calle de la Visitación núm. 14 de la 
manzana 218, tengo alquilado al Sr. D. Mariano José de Larra el cuarto principal 
de dicha casa en precio de tres mil seiscientos cincuenta reales vellón, correspon- 
dientes a sois meses y trece días de su inquilinato que cumple en 11 de Marzo del 
año venidero de 1835, Madrid, 13 de Septiembre de 1834. — Manuel José de Silva. 

Son R. V. Í.955 por seis meses y trece días." 

"Recibí 12 reales de la devolución correspondiente a seis días y 12 reales de com- 
posición de vidrios que encontré rotos, habiendo entregado las llaves el 25 de 
Marzo de 1835. — Larra,'" 

Además que el artículo sobre "Don Alvaro" es de Alcalá Galiano se prueba con 
otro artículo publicado en la misma "Revista Española" en 12 de Abril del mismo 
año, artículo que se da como continuación del primero y en el cual entre otras 

cosas dice: 

"Xo tengo parte hablando propiamente, o no tengo parte principal en la compo- 



1]t CARMEN DE BURGOS 

aición de "Don Alvaro", pero le vi nacer y crecer y en nuatito mi poquedad podía 
ayudé a su crecimiento y tengo amor entrañable, amor casi paternal a la criatura, 
dimanado quizás del amor casi fraternal que me une con su padre." 

La exquisita sensibilidad de "Fígaro", su respeto a laa obras literarias, y su 
protesta contra la gazmoñería se hallan en unae líneas que dedica a "El Si de las 
Nifiaa". / 

Lo vemos aplaudir sin reserva £1 Trovador y Los Amantes dé Teruel. 

A pesar de que Larra, prevenido por la modesta condiciín del autor de Los A-man- 
tes de Teruel, por no suponer a un modesto sillero la erudición necesaria, dijo en 
el teatro del Príncipe, momentos antes de empezar la represñntadi'm: "Entonces 
ese drama tendrá mucha paja." Sin embargo, ganado por la belleza de la obra, "Fí- 
garo" escribe esa incomparable crítica en la que él puso tanto de su espíritu, por- 
que es un fenómeno que se repite con frecuencia el que "Fígaro" lleve a la critica 
de los dramas el reflejo del drama de su alma. 

La última crítica que escribe, Todo por mi padre, os un modelo de gracia bur- 
lesca. Nada acusa en ella la desesperación que destilaban en esos días sus otros ar- 
tículos, en especial el dedicado a Campo Alange. 

¡Pobre "Fígaro"! Su gran talento satírico ha sido la fuente de donde brotó el 
odio que le tuvieron sus contemporáneos. Creyó tener fuerza para oponerse al 
vulgo, para moralizar y fué arrollado por la avalancha de loa hipócritas. Es monos 
peligroso ser un malvado que tener eJ atrevimiento de señalar los vicios ajenos. El 
hombre de conciencia honrada, que desafia la gazmoñería es el que suele aparecer 
rariíado con los pecados que los demás arrojaron sobre el. 



X 



LITERATURA 



Además de los versos, los artículos y las obras teatrales, Larra hizo también 
ensaj'os breves, no permitió otra cosa su edad, en los demás géneros literarios. 

En la novela sólo nos ha dejado El doncel de D. Enrique el Doliente, que inti- 
tuló Historia caballeresca del siglo XV. Esta obra demuestra la obsesión que le 
causaba la ñgura del enamorado Maclas, con el que tenía de común la circunstan- 
cia de estar enamorado, con un amor único de una mujer casada. La desesperación 
de un amor imposible, los celos hacia el esposo feliz, todo aquel ambiente de roman- 
ticismo que envuelve la figura del desdichado trovador gallego muerto en la cárcel 
de Arjonilla seduce a Larra, que en sus veinticinco años, apasionado, romántico y 
desdichado sólo veía en Macías "Un hombre que ama; nada más" segiin sus propias 
palabras en el prólogo del drama Madas, que aunque variando un poco la forma 
de la fábula, trata del mismo asunto. Ambas obras están escritas en el mismo año 
y a impulsos de la misma pasión. No es El doncel una novela histórica propiamente 
dicha, más que por ser personajes históricos los que intervienen en ella; con 
estos personajes ha hecho "Fígaro'' una novela moviéndolos tan libremente y con 
tanta pasión como si todos fuesen creaciones de su fantasía o tomados de época 
actual. La descripción de costumbres, el sabor de arqueología, no es más que un 
marco que ha puesto la cultura de "Fígaro" en torno de sus figuras y que sostiene 
el ambiente y las situaciones con gran acierto. 

Seguramente que los que tachan esta novela de fría no la han leído. Hay eíf ella 
a veces, por la moda del tiempo, descripciones demasiado largas, aunque siempre 
llenas de interés y color; pero sobre todo hay pasión, una pasión sentida, sincera, 
humana, que campea en los diálogos. Todos los que sostienen Elvira y Macías son de 
un fuego que corre al par de la sencillez y de la facilidad. Menéndez y Pelayo reputa 
como las mejores novelas históricas de España esta obra y La campana de Huesca 
de Cánovas del Castillo. 

Si consideramos El doncel alzándose sobre el jardín yermo de la novela na- 
cional, que empieza a revivir abonado por las novelas extranjeras y por la afición 
a las obras de Walter Scoot, podremos darnos cuenta de lo que es y de lo que re- 
presenta esta obra, en la que no se ha fijado toda la atención que merece. 

"Fígaro" ha demostrado en su novela, como lo demostró en la vida con la muerte, 
que la vena satírica no había secado las fuentes de su corazón. En él esa crítica, 
que un catolicismo timorato ha juzgado acritud, mordacidaÉ y odio, fué siempre 
anhelo preneroso de bien y de justicia. Se prueba su bondad en que no hay en él 



10 



' 



146 CARMEN DE BURGOS 



-jr- 



ataques uerssinales; son ataques a l^as ideas, a las cosas, al estado general que 
"creaPün alma generosa que en vez diTTTDrar combate, o mejor aún, que combí 



se 
'ombate 

llorando. Sus ironías, su amarga sonrisa que provoca el regocijo del vulgo y la tris- 
teza de los pensadores, no son más que lágrimas. 

No imita "Fígaro" a Walter Scoot en su novela, ni imita tampoco a Dumas y 
los escritores franceses. £s una obra española, genuinamente española en toda la 
composición y en toda la pintura de costumbres, pasiones y fanatismos. Se ve que 
aun con un escenario t4in objetivo, la obra os subjetiva. "Fígaro" y Dolores encar- 
nan en Macías y Elvira; así, no es extraño que hasta los retratos físicos se les pa- 
rezcan. "Fígaro" cncaina en Macías; en su superioridad, su nobleza, su arrojo, su 
amor, su caballerosidad. Desdichadamente, ella no es Elvira. Ella no ama ni es la 
amante íiel que muere sobre la tumba del amado. 

Ese diálogo que debieron sostener Larra y Dolores el día en que él se suicidó, 
podría suplirse con las palabras que pone on boca de las dos enamoradas en El 
doncel. 

Veamos estos tres fragmentos, y digamos luego si la novela os fría y si el len- 
guaje os afoct^ido: 

— ¿Vuestra tranquilidad? Y la mía, sertora, ¿quién la turbó sino vos? ¿O no es nuda, 
por ventura, mi (ranquilidad? 

—¿Yo? 
. ¿Quién, sino vos, emi>onzoñd mi existencia, antes feliz y descuidada? ¿Quién, sino voe, me 
dijo: '* Macías, mírame y aína"? 

-^Yo? 

— Vuestros ojos, vuestros ojos se clavaron cien, veces en los míos, y bien claro lo dijeron. 
¡ Ah ! Elvira, yo he aprendido, bien a mi costa, a leer en ellols. 

— Santo Dios, ¿qué decís? 

— ^¿JuzgAis, señora, por ventura, que es lícito mirar a un hombre y elegirle con los ojos 
entre la multitud para abrasarle impuntviente? ¿Creéis que no vale tanto un hombre como 
uiui mujer? ¿Imaginasteis que su vida no es nada, que su existencia es vuestra? Vuestra, sí, 
si la compráis ; pero con una sola moneda que la paga : ¡ con amor ! 

— Pleax), Macías, ¿deliráis? 

— Sí, deliro, porque te veo, porque te hablo, porque ésta era la felicidad que anhelaba y 
que huía hace tres aflos. ¡Tres años, Elvira! Tü sabes los días, los larguísimos días que en- 
cierran cuando se pasan sin esperanza. lie huido yo también, pero no hay hombre más fuerte 
que su destino. Te amo, Elvira ; te adoro. Ama me, o mátame. 

— Elegid, caballero, lo que gustéis — exclamó Elvira fuera de sí y haciendo un esfuerzo 
sobrenatural — , ¡Vos osáis ofenderme, vos abusáis de esa manera de mi loca confianza! ¿Quién 
06 ha dicho que os amé? ¿Olvidáis que no puedo ser vuestra nunoa, jamás? 

— ¡ Yo olvidarlo, señora ! ¡ Pluguiera al cielo que me fuera dado olvidarlo ! ¿Quién más dicho- 
so entonces? Pero nunca creí que vos misma os complaceríais en repetírmelo. Añadidme ahora 
que amáis a ese hidalgo... 

— ^¿Y si os lo dijera, ¿mentiría? Le amo... 

— ¡Silencio! El infierno, el infierno se abre en este momento ante mis ojos... Necio de mt^ 
que c(.ai«uml una vida entera líe amor en conquistar este desengaño... Pero ¿qué veo? ¿'Llo- 
ráis, Elvira, lloráis? Nos entendemos, ¡ah!, nos entendemos; se hablan nuestras almos, a pesar 
do nosotros y de los obstáculos ; confesadlo ; es imposible que no me améis. No se amia nunca 
con este amor que me abrasa par^ no ser correspomlido. Os comprendo. ¿Teméis? ¿Miráis a 
todas partes? Bien ; callaré, señora, callaré. Pero decidme os amOf y nada más^ 

¡ Elvira ! — ^gritd Maclas fuera de sí, levantando a la hermoeai Elvira — . Oidme. ün mo- 
mento no más. Oidme, y partiré. Tres años, señora, hace que os vi la vez (primera; tres lafios 
os amé, y os amo, yo os lo juro, como nadie amó jamás; igual tiempo calléi. Mil veces fué a 
escaparse de mis labios la palabra fatal; imil veces la sofoqué: la inmensidad de mi amor )a 
ahogó en el fondo de mi corazón. Mis ojos, sin embargo, os lo dijeron. ¿Cómo imponerles si- 
lencio? Ellos habl'ircoi, a mi pt^ir. ¿Por qué los vuestros me reepondieiton? Callaran ellos, y 
muriera yo callando. Ellos me animaron, empero. Bien lo sabéis, señora. Mi amor es obra 
• uestra. 

— ¿Mía? ¡Ah, sed, doncel, más generoso! 
^Pedisme generosidad? ¿La usasteis vos conmigo? ¿Vos me pedís virtudes? Pedid amor. 



yo ílrruosu? Si es cnmi'D, soy un mouHtnio. 

— 8i ful Uiipruilt^nte, lo confleao, Ifl Inviste U. cU|lpo. ¿Por qifC no me inapinuitc uun <le «Mas 
díbiles iiasioiii'^, uu niuui pasajero, ili- vsr.e que ea ilnil» ni hombre dislmulnr; ile eHon que 
no asomaD a los ojee, que no hablan de ooiUiíiuo en la lengua del amante, de eeoa que 
pBaan y se acaban y dan lugar a otros? l4y, tO lo ignoras, Elvira! Hny un amor tirano; hny 
uu amor que mala; un amor que destruye y anonada como el myo el coraKdn en donde cae, 
que rom|>e y unlquila la i-íialencia, y que es tan ífiril de eiu-i'rrnr, en fin, en lo profundo 
,lel pecho, oomo ea (ficil enoerrar en una vasija eaoa rayos del sol que nos alumbra, 

— Macfaa, ¡ por piedad ! 

— No; sufre abom, que yo sufrf también, y aln consuelo y ain indemuiuiciúD y aln pic- 
mko. Una vez no máe te hablo en \a vida, pero me has de oir. ¿Temies el mundo? Bi'.'n. Ba- 
bia, es verdad; habla, imprudente, lo que sabe, lo que no sabe, lo que existe y lo quje acaso 
jiunSs existirá. Témele tú en buen hom. Yo le aborrezco. Huyamos de éh huyamos para siem- 
pre. Una lanía para nif ¡¡ un caballo pnrtí los don. Basta. - 

- — ¿Qué escucho? ¿Adunde queréis llevarme? 

— Donde no hayu hombres, Elvira ; donde la ennridía no penetre. Uoa cueva noe ceiler&h 
luH bosques ; amirr la adomikirfi ; tú tnittmn con tu rrreeencia. SOlo nosotros haMai«mo« de 
nosotros. 

— Basta ya; ¡es imposible! ¿Pareceos que la supercherfa que comulgo usáis, y i)Ue este 
encnentro, ca«iial sin duda, en la habitación del astrúlogo, merecen de mi imrte premio y ga- 
lardón? Cieedme, joven imprudente, un imundo en((n~> existe entre vos y entré mt : JBm&a l« 
traspasaréis, 

--iJamds! J Dios mío! 

— Y escuchad : si queréis evitar mi odio, si mi aprecio os interesa, jamAs me habléis de 
amor: os prnbiln que os presentéis delante de mf. it> prohibo que me dirijáis trova ni cnn- 
ci6u alguna, os prohibo... 

— Prohibidme el vivir, cruel, y atiabaréis mfis pronto—cootestO el doncel con toda la 
amargura de la deaesperAclOn. 

— Juradlo, Moilns; juradlo, si sois caballero. 

— íQoe jure yo no aminrte? Jnrad vos nu ser hermosa, jurad que vuestra Jtoi no lerA 
dulce y penetrante, jurad que vuestros ojos no me abrasarfln en lo sucesivo, y yo juraré 



Soa los mismos sentimientos que esboza en el Macíat, la misma queja de ser 
víctima de un amor que ge le iia fingido, de estar 
torturado por una pasión superior a su resisten- 
cia; por ese anhelo de la muerte que parece en- 
gendrado al mismo tiempo que el amor, y que 
hace exclamar a Leopardi, que cuando un amor 
verdadero conmueve la esistcncia, "un deseo de 
morir se siente"; y a un clásico moderno: "El 
amor está sentado en las frías rodillas de la 
muerte." 

¡Qué diferencia de esta novela con Sancho Sat- 
dáña, de Espronceda, y con el Conde de Canden- 
pina del Buscarruidos — como le llama el padre 
Blanco — , de Patricio de la Escosural 

Estas dos ijitimas tienen todos los defectos de 
El doncel y de la época y ninguna de las belle- 
zas. No liay en ellas ni uno de los rasgos geniales, 
que son como chispazos con que el genio de La- 
rra ilumina acá y allá las páginas de su novelii. 
Hay que estudiarlas en la comparaciiín para ver 
la diferencia. 

La novela de Larra fué la segunda que se pu- ■ r oío o a coanr», 

blicó nn la f-olci-iún de .\ovelas históricas espafíolas, que empezó a editar D. Manuel 



148 CAliA!RN 1)R BURGOS 



Delgado. La primera fué la de López Soler, con el pseudónimo de "Gregorio Pérez 
de Miranda'', intitulada El primogénito de Alburquerque, La novela'de Larra tuvo 
un éxito enorme en su tiempo; se han hecho de ella un gran número de ediciones, 
y es una obra a la que hay que volver los ojos siempre que de la historia de la 
novela en España se trate. Menéndez Pelayo la reputa, con la de^ Cánovas del Gas- 
tillo, de las mejores novelas históricas de España. En 1808 fué traducida al fran- 
cés por Marcel Mars, con el título de Le damoiseau de /). Henri-le-Dolent, Va 
precedida de un preámbulo de una vulgar biografía y está intercalada con una 
multitud de notas. 

Larra pensaba escribir otra novela, por encargo de Delgado, como lo demuestran 
un borrador y un contrato que hallo entre sus papeles. 

Dice así el ultimo : ' 

Yo, don M. J. de Jjarra, me obligo a escribir una novela original, en cuatro tomos, de la 
dimensión de los de la que tengo escrita, titulaxla ^ifS\ doneoii ile dion Enrique el DoUenlo*', la 
cual doy en venta perpetua a don Manm*! Delgado en la cantidad de kímm mil reales, o swíu 
mil y quinientcfi reales cada tomo, pa¿ra que pueda imprimirla, publicarla y venderla, cmiíornic 
al texto del auanuscrito, como propiedad snj'a, y previas las condiciones HÍguientes: Kl señor 
Delgado deber& hacer la ian|>reBÍ6n en la forma Uanvada oi'tjbvo frau0i&4, y en car&cter de letra, 
dicho entredós ; deberá usar en ella el papel que escoja, de acuerdo con el autor, para el efecto, 
debiendo este (\1timo abonar la diferencia que liaya, en el precio dt» treinta rcak^ r<»sma, hasta 
el qué cuftete el i)apél escogido, del cual se coserá un pliego de muostaxi a este contrato de 
veleta, y esa diferencia que el autor del>e al>onar se descontar/i del último pago que se hag|a 
áei original. Kl autor deberá recibir, en el acto de firmar este contrato, ki cantidad de 1.000 
leales, en clase de adelanto y a buena cuenta, y podarA tardar en entregar el manuscrito cofin- 
pleto doB meses, a partir de esta fecha. Rl Sr. I>elga;do descontará al señor de I^rra, del pre- 
cio de esta obra, 500 reales vellón, que se aplican a pagar, igual cantidad de la deuda atra- 
sada que el autor tiene a esta fecha con el editor, como consta del i^nbo <iue de él tiene y en 
el cual se apuntará este descuento. £)1 resto del precio de la obra deberá pagarse, o de una 
vez al entregar el autor la novóla completa, acabada en estado de publicarse, o repartiéndolo 
a partes iguales en los diversos tomos si se hiciese la entrega del nmnuscritk> por tomo^. El 
editor deberá de dar al autor 12 ejemplares gratis, encuadernados, mitad en rástioa mitad 
en pasta, sin cuyo requisito no iwdrá publicar la obra ni venderla, e imprimir además seis 
ejemplares en el papel de lujo (pie le dé para el efecto el autor, los cuales le deberá entregar 
aquél en rama antes de la publicación de la otra. Y para que conste que entrambas parles nos 
ajustaremos a sus condiciones, lo firmamos en Madrid a IS de Marzo de 18^35. 

I Aflcionado a los estudios gramaticales, que él ve con la claridad de un cerebro 
! que abarca las más difíciles ideas abstractas; conocedor de la íílosofía del lenguaje, 
; que maneja de tan admirable manera, sin sujetarse por eso a un clasicismo in- 
movilizador, cuya receta es tan fácil, sino siguiendo el genio moderno, dándole 
mayor flexibilidad, enriqueciéndola con vocablos que expresan algún matiz nuevo, 
aun a costa de que lo tachen de poco purista, cuando es el que trae la mayor pu- 
reza, la rotundidad y la armonía perfecta a nuestro idioma; gusta Larra de dedi- 
carse a estudios del lenguaje y empieza a formar su Diccionario de los sinónimos, 
es decir, del Diccionario donde se prueba que no existen los sinónimos, puesto que 
cada una de las palabras que se emplean a primera vista con una misma acepción 
tienen acepciones distintas y en cada una aparecen distintos matices del pen- 
samiento. 

De estos sinónimos publicó los ya terminados Montaner y Simón. He hallado 
multitud de cuartillas preparadas para escribir otros, que de trecho en trecho tienen 
escritas las palabras cuyas diferencias ha de hacer notar. En estas cuartillas hay 
columnas compactas de nombres con esas letritas menudas, verdaderas patitas de 
mosca, y cuartillas trabájadísimas, como la que doy fotograbada. 

Otras veces son cuartillas confusas, en las que es difícil entresacar los pensar 
mientes, y en las que se encuentran algiuios ya delineados, como el siguiente: 



FÍGARO 149 

"(^aretn. Oareta i*s la figura do eart6ii o do otra materia que h€ pom^ el que se dÍHfr.a2a 
para cubrirse el rostro. 

Máscara. 

Mascarilla. 

Máscara es esta mÍKiua y, además, lodo ol disfraz qnv ciilnv el cuerpo y el mismo dis- 
frazado. 

Mascarilla es la careta pwiueña quo. iH>r lo regular, cubre solamente la frente y los ojos. 

Masa es sólo la harina incorporada con agua u otro líquido, la niieascla o betún que se for- 
ma cüu el yeso, cal, barro u otra cosa incorporada o batida con agua. "Mes^ la porción di» oro, 
plata u otro metal derretido." "Met, el cueriK) de una hacienda u otra cosa tomada en grueso.** 
*Mut, el conjunto o la concurrencia de alguna cosa.'* **Met, la uatucaleaa, constitución o cali- 
dad de los cuerpos.** ''Met, el natural, dócil o genio blando de alguno, la ooea de labranza, gHan 
masa, lo que se descuenta del haber de oada soldadu para proveerle de vestuario." 

Mayoría : superioridad o excelencia de una cosa resnecto de otra. La mayor edadf proscripta 
por las leyes para salir de la curadoría. 

Minoría : Ja inferiori<lad o subordínj\ci6u con que uno estil sujeto y en más ínfimo grado que 
otros : menor edad **. 

Hay iambién borradores de artículos escritx)S en francés, y que según lo natural 
y corrido de la letra y los tachones ligeros, deben estar escritos con tanta facilidad 
como tenía para escribir en español. 

Se halla entre los papeles de "Fígaro" unas apuntaciones escritas en latín, de 
su letra, que es la copia del índice de una obra de demología del siglo XVI, lla- 
mada "Los XXX libros de las lecciones antiguas de Luis Celso Ludigino. Impreso 
por permiso y privilegio de la Imperial Majestad, én Basilea, año de 1542.*' 

("Loduvici Coelis Rodigni Lectiorum anticuarum libri XXX cum impelía gesta- 
tis gratia et privilegio Basilea MDLXLII.*') 

Muestra de algunos de los títulos de los capítulos : 

''Qué cosa sea el mundo. 

Si pueden existir cuerpos (organizados) fuera del mundo. 

En qué tiempo del afío fué creado el mundo. 

Ix>6 colores del mundo scm tres. 

Los grados de la naturaleza racional son tres: dioses, demonios y hx'ml)rc6. Por qué hay de- 
monios. Asimismo los lares y loe genios. Descriix:ión de los demonios. Plutón os el superior.. 
Si todos los ángeles son de una misma, especie. 

Prefecturas de los demonios. Ellos son como pastores. 

Si tienen los diemonios cuerix) y lo mismo los Angeles. Qué cosas eran las Nereidas. 

Que los demonios tienen semen fecundo y cohabitan; los ángeles buenos, no. 

De los gigantes, qué cosas son los náyades. Pqr qué algunos demonáoB se introducen en las 
parturientas. Admirable genio de pestilencia en Oonatantinopla. 

Los demonios malos su traída del cielo. 

Si los demonios pueden sentir la fuerza del dolor. Qué existe del espíritu que produce el sen- 
tido. Teológica sentencia del suplicio de los demonios. Se explica un lugar dé Virgilio. Si los án- 
geles son capaces de seducción. Quiénes son los exorcitas. 

Comodidad y necesidad de Ins sentidos.*' 

Luego habla de cada sentido en particular, y entre ellos se encuentran los si- 
guientes capítulos: 

"Qué es el pulso: razón del cabello por qué las mujeres no tienen barba." 

¿Intentaría ya Larra hacer alguna de estas obras demoníacas que han aparecido 
después? ¿Copiaría el índice de tan curioso libraco sólo por curiosidad? iMisterio! 

Hallo también cuatro tomitos cosidos y cuidadosamente ordenados de la novela 
de Fenimore Goopel, El pirata. Está toda hecha de mano de Larra con letra más 
cuidada que de costumbre, sin un solo tachón, lo que indica que Larra debió sacar 
en limpio sus cuartillas. ¡Qué traducción! Se empieza a leer, y la prosa maravi- 
llosa de Larra nos acaricia al oído con toda su armonía. Traducir así es crear. Gomo 
sucede siempre que Larra critica, critica con el ejemplo. El, que tanto ha escrito 
contra los malos traductores, es un traductor admirable. Sin perder nada de su 



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Caartüla inédita del Diooionario de loe Sinónimos. 



10, \ 
in. \ 



FÍGARO 151 

fídelidad, la obra se castelianizn. Es como si volviese del revés un guante sin cos- 
tura, de flüísima piel, que no sabría diferenciarse del otro, por adaptarse cada uno 
con igual perfección a la mano correspondiente. 

Dos traducciones de Larra ya publicadas, nos aseguraban el mérito de Larra 
como traductor. Una de ellas es el Folleto históHco, de Carlos Didier, escritor suizo 
de origen francés, que habitó Italia y España durante mucho tiempo. Escribía 
d&sde aquí a la Revue des Deux Mondes, y de allí tradujo Larra L'Espagne depuis 
Fernando VII a Mendizábal; de 1830 a 1836. Pero esta no es una traducción flel. El 
mismo lo anuncia, cuando al frente de la obra dice : ''Lo da a luz en castellano, con 
las variaciones que ha creído oportunas, D. Mariano José de Larra.'* 

Se ve la simpatía que Larra debió sentir por la obra del escritor elocuentísimo, 
al ver las ideas liberales del autor 'de Roma subterránea o los Carbonarios de Italia. 
Pero Larra es aún más radical y sobre todo más apasionado. Traduce con ñdelidad 
mientras las ideas coinciden con las suyas; pero omite o añade, enmienda o contra- 
dice según su gusto; va haciendo la obra más intensa a medida que la traduce; la 
extracta, la condensa, imprime en ella el sello potente de su personalidad; la obra 
es más vibrante, más enérgica; queda reducida a la mitad de su extensión, y, sin 
embargo, lo dice todo. Larra suprime pasajes mortifícantes para la familia real y 
los que le parecen demasiado antirreligiosos para los lectores de su tiempo. En el 
fondo, las ideas y el espíritu del autor se respeta; pero '^Fígaro" pone todos los 
matices, todos esos toques de gran maestro, esas pinceladas que daba Rafael Sancio 
a las flguras que pintaban sus discípulos en las cámaras del Vaticano y les hacía 
vivir con ellas. El Sr. Lomba, que ha cotejado cuidadosa y concienzudamente el 
original francés y la traducción de Larra, escribe : 

"Didier dice, por ejemplo, que don Carlos, pretendiente futuro al Trono, vivía 
en Palacio, reinando don Fernando su hermano, absorto en sus ejercicios religiosos. 
Larra añade de su cosecha: "hipócritas". "La historia de España — leemos en la 
traducción de Larra — , desde 1830 es un perpetuo vaivén: 1831 había pertenecido 
a los liberales; 1832 perteneció a loe apostólicos; las "bajas" intrigas de los últi- 
mos ocuparon ese año, como las "heroicas" conjuraciones de los primeros habían 
ocupado el anterior." Bajas y heroicas no se hallan en el original francés. Cuando, 
traduciendo fielmente, Larra nos ha coiitade la muerte de Torrijos, caído en la 
trampa que Moreno le tendió desde Málaga, se escapa al traductor este grito, en 
que el autor no tiene parte alguna: "Velemos nuestro rostro de dolor y de indig- 
nación. ¿Y se quiere todavía que no gritemos venganza y exterminio sobre su par- 
tido, cómplice todo él del más espantoso crimen? ¿Y es a nosotros a quien se pide 
todavía generosidad? En estas frases: "El [Calomarde] cerró las universidades y 
abrió encambio una escuela de tauromfiquia; sangrienta burla, insolente sarcasmo 
politico que caracteriza él solo todo su sistema"; las palabras subrayadas son del 
traductor. Hablando de la sublevación carlista sobrevenida en las Provincias Vas- 
congadas a la muerte de don Fernando, dice Carlos Didier que, por reacción "pro- 
duisit k Madrid une explosión violente". "El movimiento de las provincias exaltó 
a los liberales de Madrid— traduce Larra— y produjo una reacción, por desgracia 

demasiado poco violenta." 

La otra traducción. El dogma de los hombres libres. Palabras de un creyente, 
por F. M. Lamennais, lleva al frente "Cuatro palabras del traductor", en \bs que 
"Fígaro", conocedor del espíritu del pueblo español, trata de hacer algunas con- 
cesiones, en materia religiosa sobre todo, a fin de que no cause escándalo la obra. 
Pero Larra no cede en radicalismo a los más profundamente radicales de nues- 
tros días: hay en él un ansia de hombres nuevos, sociedad nueva, literatura nueva, 
que se mezcla a un ansia de bien y de justicia. 

Esa hermosa obra, de un evangelio cívico, libre, bíblica, llena de amor, de La- 



152 CARMEN DE BURGOS 



meiinais, no pudo salvarse de la timoratería alarmada, y el periódico que la pu- 
blicaba tuvo que suspendarla antes de llegar a la mitad y dar excusas. 

Veamos lo que le producían sus trabajos, según una anotación hecha por don 
Eugenio : 

Obras escritas por don Mariano José de Larra^ pertenevieuics a don Manuel Jh'lgvdo, por 
derecho de propiedad^ según aparece de los documentos de cesión firmados por aquéh y 
las siguientes : 

Precio en que 
^0 enajenaron, 

títulos de las obras — 

Rles vellón. 



El Pobrecito Hablador ' 1.050 

El .Roberto Dillón o el católico de Irlanda 600 

Julia (comedia) 000 

Por las comedias Un desafío, Siempre, Ijbls desdichas de un 
amante dichoso, No múB mostrador, Felipe y Una impru- 
dencia • a.540 

El Doncel de Don Enrique (novela) 4.8ü0 

Tomo I y II de la Colección de Arlfculof* 8.000 

Kl tomo III de la misma 2.000 

El arte de conspirar (comedia) 500 

De 1830 al 1836 (folleto) 1.000 

Primera carta de "Fígaro" 1.000 

Segunda y terocra carta de "Fígaro*' r>0(X) 

El Dogma de lo« hombres libres 3.000 

Macías (drama) 1.000 

Cuarta carta de "Fígaro**. 2 500 

Don Juan de Austria, oi tu amor o la muerte (comedia) .... 760 

Don Juan de Austria, derecho de representación 1.000 

Vida de San Vicente de Paúl, última mita;d de su traducción. .500 

Tomos IV y V de la Colección de .Artículos 3.000 

Partir a tiempo (comedia) 240 

lmi)orte <le todo lo que ha dado. Delgado a Mariano 4J5.ÍHK) 

A más de las obras mencionadas eoesta lista consta en una carta de Delgado, 
firmada por él, que yo he visto y conserva la viuda, que Mariano compuso o tradujo 
otra comedia intitulada "El retrato de Shakespeare" por la que dio Delgado a 
Larra 500 reales de vellón. 

Es bastante escasa esta remuneración, hasta ridicula, tratándose de tan gran 
escritor; i8.122,50 por toda la obra genial de "Fígaro"!, y hay quien se deslumhra 
y habla de su opulencia. 

Estos papeles viejos y amarillos me hablan de sus apuros. Se ve que tiene que 
tomar anticipos de los periódicos y de los editores; que firma letras y pagarés, que 
hay facturas de papel tomado a crédito y cuentas de varias clases. Un pagaré a 
favor de Delgado, fecha Diciembre 1832, por valor de dos mil quinientos reales 
para ir desquitando del importe de sus obras. 

Debajo se ven las entregas que van sucediendo. 

De las Desdichas de un amante dichoso, le descuenta, en Marzo del año siguiente, 
cien reales. 

En Abril, 300, por Una impmdencia. En Febrero de 1834, del tercer tomo de El 
doncel, 180 reales. 

En Diciembre, iOO sobro la colección de "Fígaro''. 

En Enero de 1835 le descuenta 100, de El arte de conspirar, y así siguen des- 
cuentos sobre Partir a tiempo, el Don Juan de Ausina, hasta que en Febrero de 1830 
se ve el último descuento en el folleto Buenas noches, iCuatro años para redimirse 
de una deuda de 2.500 reales! 



Hay una letra a quiace días a D, Pedro Estrada, eii Sejitieiribre de 1833; 3 de 
Agosto de 1834, hay un pagaré n la orden de un D. Perfecto Valdés Arguelles, para 
abonarle eo 1.° de Octubre !a cantidad de C62 reales, que debe abonar de bu sueldo 
en ttei'iíta Española y que garantiza el pagador D, Cristóbal Garrido. De Octubre 
del mismo ario existe otro pagaré, por 2.000 reales, a D. Casimiro León, a un 
mes fecha. 

üesimés de venir de su viaje, cuando se cree su situación más brillante, siguen 
sus apuros. Un pagaré, de L'9 de Febrero de 1836, a favor de D. Pablo Ferrer, por 
000 reales, lleva debajo las entregas sucesivas de cien reales mensuales hasta ex- 
tinguir la deuda. 

De Marzo del 36 hay otro pagaré a favor del mismo D, Perfecto Valdés, por va- 
lor de setecientos reales, que recibe el acreedor en Mayo del mismo atio del pagador 
de El Español. 

La buena época empezaba para él cuando acabó su vida. Los veinte mil reales 
que le daba El Español sólo los disfrutó un año, y los cuarenta mil de El Observa- 
dor y El Hundo fueron únicamente durante los tres meses i'iltimos. "Fígaro" vivía 
la vida dé estrechez de la mayoría de las gentes que viven sólo do su talento en 
España. En tas cartas íntimas a sus padrea y a su mujer se le ve luchar con di- 
(Icultadee de dinero, aunque no sean para lo más apremiante. "Fígaro" no mal- 
gasta; no es bohemio, no juega; está bien instalado, lo vemos en su inventario, pero 
sin ostentación; la vida entonces es económica, y esto le permite tener algunos re- 
Unamientos que sus contemporáneos creen excesivo lujo. "Fígaro" se viste bien, 
se perfuma, se corta y se riza el cabello en la peluquería... iSólo por esto se ha 
dicho que era un Jorge BrumelU No es raro esto, donde aún ahora se ^i** en una 
novela que "el colmo del sibaritismo es comer mortadela" y donde es refinado el 
que lleva camisa limpia los días de trabajo. I,arra era elegante y cuidadoso, pero 
sin exceso. Lo vemos en todos sus detalles y en todos los datos y en todos los do- 
cumentos de su vida íntima. Como hombre de un espíritu distinguido, vestía bien; 
pero esto no significa que fuese un Dandy. como se ha dicho, ni que ganase montes 
de oro, ni siquiera de-plata, con aquella pluma que tanto los merecía. Ser ele^nte 
en aquel tiempo no era difícil; él mismo dice en su carta de Londres, que ir allí 
al teatro era tan costoso "como hacerse un frac en Madrid". Es que en torno de 
Larra, en un sentido o en otro, ha habido siempre una lamentable exageración. 



SaiKlÍD ArjoDK. 



Xí 



su ESPÍRITU 



Los nacidos a primeros del siglo XIX debían coger el fruto insazonado que les 
legaba el siglo XVIII. Ninguna época elaboró con más rapidez ideas y formas; 
asombra el paso gigante que la humanidad, tan largo tiempo estacionaria, dio al 
fínal de la llamada edad novísima. Las convulsiones que marcaban la sociedad na- 
ciente se desenvolvían simultáneamente con las últimas convulsiones de la edad 
que desaparecía. La lucha de la época era, más que nada, lucha de ideas. Ellas 
habían hecho estallar en Francia la revolución de carácter político, y su influencia 
se extendía en toda Europa, sobre la cual pasaron como un soplo ü^ágico los días 
del Terror. Entonces, como ahora, todos los tronos se bambolearon, todos los reyes 
sintieron mal seguras sus coronas en la cabeza; Francia parecía haber recogido 
todas las luces del pensamiento para concentrarlas, enviándolas después como po- 
tente foco a todas las naciones. 

Pero esta Revolución francesa, tan grande, tan mundial, precursora de la nueva 
edad que se abre en el siglo XX, no tenía por causa las pequeneces que se le han 
querido asignar. No la produjo ni las torpezas de los monarcas, ni los abusos del 
Poder, ni los desórdenes de la Corte. Estos no fueron más que pretextos. La revo- 
lución estaba en las almas de aquellos hombres que recibían a Voltaire, su verbo, 
con honores reales y próximos a hacer caer la corona de sus reyes, ceñían una 
corona a la frente del viejo filósofo en el mismo palacio de las TuUerías. 

Los hombres del terror fueron el brazo de los filósofos; La Fontaine, La Bru- 
yere, Pascal, Moliere, Boileau les habían enseñado a despreciar la aristocracia; las 
Memorias de Saint Simón iluminaban el interior del Palacio y de la Corte, dejando 
ver sus vicios y torpezas. 

La revolución empezó por la lucha contra-Ios libros. El rey, el Parlamento y la 
Sorbona ejercían la censura destrozándose unos a otros, y entretanto el pueblo leía 
con fruición los libros prohibidos, quizás por el hecho de serlo, y se formaba en el 
ambiente irreligioso de Prusia y en el republicanismo de Ginebra. Suiza no era aún 
el admirable Estado federal que conocemos; pero con el triunfo de la revolución 
esparcía por Europa las doctrinas de Calvino y la filosofía de'J. J. Rousseau. 

Francia se había emancipado del Vaticano; Alemania, con el espíritu superior 
de Josó IT, tan distinto de Guillermo II, se había abierto a las libertades; había 
hecho abolir el feudalismo, tan arraigado allí, y la servidumbre personal; le había 
concedido a los judíos el derecho de ciudadanos libres y había codificado las leyes. 

Con la libertad de imprenta, concedida por este monarca, se inundó Alemania 
de folletos y de libros, en que todos exponían sus ideas para el progreso de la pa- 
tria y discutían las creencias religiosas que les servían de trabas, 



FÍGARO 155 



Apoyándose en la democracia, José II rompió con Roma; nombró obispos y 
sacerdotes a su capricho, hizo traducir la Biblia al alemán, para facilitar más el 
libre examen. Los católicos vieron con terror al Pai)a Pío VI ir a Viena a suplicar 
la amistad del Emperador, que lo trató con galante familiaridad mientras Kannitz 
le estrechaba de igual a igual la mano que lo había dado a besar. 

Inglaterra aportaba a este estado de cosas el nuevo elemento do la soberanía 
popular. En Italia, dividida en pequeños Estados empobrecidos, se encendía la re- 
belión a impulsos de las ideas nuevas. Todo eran luchas én Roma, el Píamente, la 
Toscana y Venecia, contra españoles, franceses, ingleses y alemanes. Ñápeles llegó 
a proclamar la República de Partenope y colocar el gorro frigio sobre la estatua 
del ciudadano San Genaro; de aquellas luchas brotó la aspiración común de la uni- 
dad italiana, pues sus sufrimientos levantaban el espíritu con ideas de regeneración. 

España sufrió también e) choque de las ideas que había provocado esa potente 
revolución de Frj^cia, que mejor podría llamarse Revolución de la humanidad. 

Aquí fué ruda la lucha; como esos aparatos de vapor a los que una exagerada 
presión hace estallar, así se convulsionaba nuestra sociedad con la ebullición de 
las ideas modernas; para no dejarlas penetrar se exageraban los rigores, se des- 
acreditaban las teorías; era la lucha apasionada, terrible, de lo que se sentía morir 
y se aferraba a la vida con caracteres de desesperación. 

Las ideas nuevas se hacían débiles entre nosotros; iban marcadas con la pátina 
de atavismos difíciles de arrancar de nuestro ser, porque ellos habían moldeado 
costumbres, leyes, creencias y vocabulario, ese vocabulario en el que las palabras 
llevan disfraces porque se las viste con ideas que no tienen; pero que nos da los 
elementos todos con los cuales ha de funcionar nuestra inteligencia, encadenan la 
razón para no poder emitir juicios libres, e impiden ejecutar las voliciones de 
acuerdo con la razón, porque el sentimiento, formado en medio tan diverso, las 

rechaza. 

De aquí nace la duda de indecisión, el anhelo de la verdad; esas luchas del yo 
contra el yo mismo (si su unidad no es también ficticia), que destrozan al individuo 
y repercuten sobre la especie. Esta lucha y esa duda son características de los si- 
glos XVIII y XTX. 

Los seres privilegiados que llegan a la vida en estas épocas de transición y 
lucha, de transformación y espasmo, pretendiendo guiar a los humanos hacia la 
felicidad, son, en su loca empresa, como la brújula destrozada en el fragor de la 
tempestad y que todavía tiembla y oscila bajo su cristal, para señalar al navegante 
la orientación hacia el polo ideal que busca. En esta época nacieron genios como 
Byron, Bhelley y Lamartine, Leopardi y Víctor Hugo, a fines del siglo XVIII. y 
Larra y Espronceda a principios del XIX. 

Ellos, que se adelantaron al espíritu colectivo de la época, debían quedar aisla- 
dos y separados de la masa, pero impotentes para obrar contra sus leyes y costum- 
bres. Tienen que expresar sus pensamientos con las palabras que les han dado y 
que corresponden a los pensamientos de los demás; carecen de una forma de ex- 
presión suya propia; han de sujetarse a todo lo ordenado, lo establecido, lo consa^ 
grado; esos terribles neutros tan abstractos y de una existencia tan real en nuestro 

^^^Después de sus luchas por la dependencia de los Borbones, dominada por ellos, 
España estuvo sumida en la decadencia, y los ingenios españoles originales apenas 
podían luchar para producir su renacimiento. . i i i 

La reacción rechazaba la literatura fraiu'esa y pretendía despertar el gusto de 
las letras clásicas, aconsejando Homero, Virgilio, Teócrito, Horacio, Milton y Ad- 
dison; pero el soplo de Voltairc, de Rousseau y de los enciclopedistas franceses 
pasaba la frontera con violencia de galerna. 



156 CARMEN DE BURGOS 



Todos estos elementos forman un pesimismo que se dio en llamar el mal del 
siglo. A pesar de sus esfuerzos, los pueblos oprimidos no pueden entender ya la 
felicidad, libre de preocupaciones; la filosofía ha envenenado el pensamiento y no. 
hallamos ya la alegría serena de la vida pura y feliz, sin retorcimientos, que pa- 
rece dibujada en la línea dulce, sin sinuosidades, reposada y tranquila de los ar- 
tistas griegos, cuyas estatuas, así conlo sus cantos, se tienden en la olímpica suavi- 
dad de la armonía de la Naturaleza, porque no están en lucha contra ella. Para 
aquellos pueblos la vida era bella, el cuerpo, un amable compañero que la goza 
naturalmente. Eran tanto más buenos y más felices cuanto menos idea tenían del 
mal y del pecado. El amor y la muerte, cosas naturales, no les causaban dolor. Las 
rosas estaban hechas para aspirar su perfume. Es un ideal que no pueden gozar 
ya los pueblos vacunados con el virus cristiano; los que maceran sus cuerpos, fuen- 
tes de pecado, oponiendo la resistencia de la voluntad a los sentimientos naturales. 
Se huye de los perfumes, de la blandura de los lechos, del regalo del baño y de la 
satisfacción del festín, para alcanzar un ideal imposible de. vida futura por medio 
del dolor. El sufrimiento se ofrece como medio necesario para encontrar el goce 
supremo, y el espíritu que tiende a la felicidad ansia la muerte que le ha de abrir 
las puertas del eterno contento. Ese pesimismo cristiano, ofreciendo la felicidad 
más allá de la tumba, llevaría al suicidio sino estuviese prohibido el deseo del goce 
y el librarse de padecer precipitando su llegada. Los mártires sonreían a la muerte 
y deseaban los tormentos; los epicuros la veían con indiferencia; los místicos la 
deseaban como Teresa de Jesús cuando dice : 

Vivo sin vivir en mí, 
y tan alta vida espero, 
que muero porque no muero 



'Todo idealismo exagerado lleva al pesimismo. Convergen en la idea del descanso 
eterno. El nirvana no es sino un idealismo llevado al más alto grado. 

Alemania, por su parte, viene con su filosofía y su literatura a aumentar el pe- 
simismo. Goethe, como un dios creador, modela llguras humanas verdaderas, vivas, 
sin preocuparse de que sean buenas, pero cuidando de que sean bellas. "Fausto'' 
y "Werthe" tienen una influencia decisiva sobre los espíritus, Werther es el tipo 
perfecto de la sociedad sin voluntad, sin esperanza, resumen doloroso de todo pesi- 
mismo, que sólo se liberta con la muerte. La verdad del sentimiento que expresa 
se halla en todos, ¡cuánta gente ha aprendido a deletrear en él sus sentimientos y a 
buscar su libertad! Fausto es todo materialismo, sensualidad "burla para toda vir- 
tud sarcasmo para todo padecer". El Mal no aparece como una idea negativa sino 
substantiva y fatal. 

La literatura morbosa de Inglaterra viene a inyectar un espleen sin grandeza con 
las noches de Young, los sueños melancólicos de Gray, la fantasía desequilibrada de 
Macpherson y esa humanidad, perfecta y pura, austera, calvinista, que personiñca 
Rifhardson en "Clara Harlowe''. Es a principios del siglo XIX, cuando herederos 
de este triste bagaje espiritual escribe Byron su "Harold"; iShelley, "Prometeo des- 
encadenado"; Haine su maravilloso "Intermezzo"; Víctor Hugo sus "Odas"; Lamar- 
tine sus "Meditaciones"; Musset "Las confesiones de un hijo del siglo"; Leopardi, 
el poeta de Italia sus melancólicas obras, y Puchkine el poeta ruso sus admirables 
poesías; cuando Espronceda canta a Teresa y cuando Larra sintetiza todos los do- 
lores, las angustias, las dudas, en frases cortantes amargas, llenas de gracia. 

Lo mismo que él habla del muro que lo aprisiona, lo mismo que en su artículo 
del día de Difuntos no puede ni siquiera refugiarse en su propio corazón, Leo- 
pardi dice: 



158 r.AllMEiN DR BURÍiOft 



''Yo no veía más que un desierto a mi alrededor. Me hallaba espantado de ha- 
llarme en medio de la nada, una nada yo mismo. Me sentía como si me ahogase, 
considerando y sintiendo que todo es nada, sólo nada'\-Puchkinc dice: ''{Qué sole- 
dad! Dime qué hacer para no volverme loco o saltarme la tapa de lo sesos "", y lo 
inismo se expresaron los demás. 

Alberto Durero fué en el siglo XYI el profeta que hizo el estandarte para esta 
humanidad dolorida en el maravilloso ángel hembra que despliega la bandera de 
la Melancolía y tiene a sus pies la sentencia del E(*Iesiastés : ''Donde hay mucha 
ciencia hay mucha tristeza''. 

Tuvieron que influir en Larra todos estos factores; y además el malestar general 
en torno suyo, la certeza de que el esfuerzo era inútil, Vjue la humanidad era irre- 
denta. No cree en los hombres y sus pensamientos convergen con los de Leopardi 
que ha dicho: "No comprendo que pueda ser feliz una masa compuesta de criatu- 
ras infelices". Es en el fondo el mismo pesimismo. "£1 mundo es una liga de bribo- 
nes contra los hombres de bien'', dice el poeta de Italia, y añade: "Sea cual sea el 
hombre que veas por primera vez ésta seguido de no errar teniéndolo por un mal- 
vado". Esto no indica odio al hombre sino conocimiento de su imperfección, ciínoci- 
mionto que roba la felicidad, puesto que al mismo tiempo se le ama y se sufre por 
su miseria, por su opresión, por los males que a él parecen no dolerle. £1 espectácu- 
lo de la imperfección y la infelicidad humana con su amargura, con su desespera- 
ción. Es amor y bondad en lugar de odio y acritud. Cuando pretende ocultar sus 
sentimientos con risas se ve que éstas son irónicas y dolorosas. 

Ve la ruina, el empobrecimiento de la patria y adquiere el convencimiento -de 
que ni unos ni otros de los que luchan la salvarán. Hay siempre en él una tristeza 
por la esterilidad de la revolución española. Añádase a esto que se ve incompren- 
dido, ^e refugia en el arte, cree, se estremece en el dolor de la creación y en el do- 
lor de su propia superioridad. Ver la decadencia del arj,e, la corrupción del idioma; 
contemplar la intriga triunfante, los pseudo artistas envanecidos, la máscara de 
la amistad y del amor hipócritas. 

Lo que más lo atormenta es la idea de la esterilidad del esfuerzo en todos los 
órdenes, la desesperación de la impotencia. En "Horas de Invierno" dice: 

Ni, ¿do qué suerte crear entre nosotros? ¿Cómo? ¿Y para qué? ÍEl genio, como el cedA) 
del Líbano, nace en las alturas, y crece y se hace fuerte a los embates de la tempestad, no 
«»n los bajos ni en la confusión de la» vertientes cenagcsas que se dleRprend<en a inundarlos dte 
la (montaña. El genio ha menester del laurel para coronarse; y ¿dónde ha quedado entre nos- 
otros un vastago de laurel para ooronar una frente? El genio ha menester del eoo, y no se 
produce eco entre las tumbas. 

Escribir y crear en el centro de la civilización y de la publicidad, como Hugo y Lhermi^ 
nier, es escribir. Porque la palabra escrita necesitk retumbar, .y como la piedra lanzad^i en 
medio del estanque, quiere llegar repetida de onda en onda ha'dta el confín de la 8ui>erfície(; n^ 
cesita irra<íiarse, como la luz, del. centro a la circunferencia. Escribir como Chateaubriand y 
Lamartine en la capital del mundo moderno es escribir para la humanidad ; digno y noUe fin 
de la palabra del hombire, que es dicha para ser oída. Escribir como escribimos en Madridl, es 
tomar una apuntación, es escribir en un libro de memorias, es realizar un monólogo desespe- 
rante y triste para uno solo. Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz fldn encontrarla, comoi 
en una pesadilki abrumadora y violentta. Porque no escribe uno siquiera para los suyos. ¿Quié-» 
nes son los suyos? ¿Quién oye aquí? ¿Son las academias, son los círculos literarios, son hott 

(^) Descripción del cuadro de Csqulvel. 

Bm el Cémtro ap iréCé Zorrilla Uyéttéo. Lo» do» lienao» qué hay «n él fonio réprééentan: el «fe la izquierda, 
•I Duque de Riva»; el de la derechi, a Biproncñda. Eetdn éentadoé, dé izquierda a derecha, loe teñoree Ni- 
eoéio Oallejo, Oil y Zdrate, Bretón de lo» Herreroe^ Ro» de Olano, Burgo», Mariinee de la Roea, Mf»on»ro 
RitwMno»^ Duque de Friany Durdn (D. Águetin), De pie, y por el miemo orden, »e éneuefiran lo» »eHorf» Fe- 
rrer del Rio, HarUténbutehj Rodriguen Bubi, Qit y Bau», B')»ell, Flo^e» (i>. Antonio), Oonzález Blipe, 
B»et»ura, Conde de Toreno, Pacheco, Rnea de Tógore», Pegúela, Tejado (D. Oabino), Amador dé lo» Rio», 
Valladar^», Doncel, CtUel y Renté, Ferndndez de m Vega, Vega(D. yenturá), Olona, ÉSequivel (con la paleta, 
al centro) Romea (D, JuUdn), Quintana, Diaz (D. Jo»é Maria), Oampoamor, Coñete, Fernández Querrá, 
Madrazo (D, Pedro), Nocedal, Romero Larrañaga, Azquénno y Diana (D. Juan Manuel). 



corrillos uoCU-iero« de la Puerta del Sol, son las mesas de los oaíés, son las dSvMones expedir 
cioDBries,- soD laa pnncllllaH áv Qamet, aoa Ioh que despojaii. u bou los drapajadoe? 

l.SetA el teatro el refugio ile nuestra gloria? ¿El teatro, siu actoreB y »in p(lbliiM>; el teatro 
naiioiíaJ, que, por Ultuuu insulto, iMini mengua etenuí y di^radaciOu híd fio del pefs. es ya 
una Bucursnl de la Opera, y un llenabiieíos iwra las nuchi'K di que eatil ronc.-]] Ih primerH damaV 
Porque es preeiso impriiuirli^: hnbril quien uo lo sepa: el lenlro naelonnl no tiene fOi empresa 
] dirección propia: el teatro uaoiunal lia xidu confiado a lii dini-ciOn mUma de la Opera, ba 
lenidn tn Imiidad de rtvogerlu m'>ribuiido de maDoa de loa uit-tures que no pueden soportar eu íi 
; ; ; la dura carga que eu bus liimibnj.s ¡lena 1 ! ! 

¡ Caao DO ocurrido basta la presente en país alguno, escüiMlaio de qu« la desdichada patria 
de Moreto y de AlnrrOn estaba reservada a dar Kjempln ! 

Y desiiu^ de estas reflexiones, ¿queremos violentar las 1eyi-s de la ooturaleza j pedir eserí- 
tores a la l'!spa!la? liay una armonía eu las cosas del ii>un<li> que no consiente el dwoiyí'^; 
cuaodo eu política tenga Talleyraneit o Periers, cuando en armas tenga Soults, cuando en su 
clünara teoga Tbiers, cuando en ciencias tenga Aragos, entunoes tendrfl en literatura Chateau- 
hrianes j BaltncM. 

Lloremos, pues, y traduzcamos, y en este aenlido demos lodavfa las gracias a quien se tome 
la molestia de |>onernos en castellano, y en buen i-asteitano. lo <iue otros ««-rilien en las lenguas 
de Europa: a tos que, ya que no pueden teñen' eco, se hacen ecu de los demAs : no eitranemoa 
ciue jOvenes de mírilo, como el traductor de ks "Horaa de Invierno", rompen su lira y su plu- 
ma y su esperanza. ¿Qué liarla con crear y con inventarl Do« amigo» Oirían, al verle luiBfrr 
lH>r el l'mdii : "/Piene chispa!" Muchos no lo dirlíin. |>or no hacer i«a trislE.- coníesiOn. 'Iaw 
mfifi ui) lo sabrían: las l>ellan cri-erlan haivrle un gran elogio diciéndc)lc : "Bomantico." AlgU; 
nos exclama rfan : "Km un buen inucbacho; ¡i>ero es ixM'ta!" Otra i>artc, y no la menor, le lla- 
marla inmoral y mala cabexa, ¡ infemarfa su exisit-neia y la llenarla de amargura '. 

El Gobierno le enviarla en p:'emiii a las KaleEirrf. Uaniünilole revolttciona rio, y el reslo del 
pflblico le preguntarla en la calle de la Monleni el día que saliese a ver el efecto que hu- 
biese becho sn flltima obm ; 

"lllola, poeta! ¿Qué hay de (iúmez?" 

£3 esta la idc» fuiídanienUl del pesimismo de Larra, la encontramos repetida en 
los apuntes sueltos de que hablamos en el capitulo "Inventarios". 

Sin embargo no fuií un ¡icsiniista teórico; contra todos estos desalientos reales 
oponía su fuerza de combatiente, de ba- 
tii'lailor. £1 hubiera Lriuiiíado ile la vi- 
da y de sj misma si hubiera tenido un 
afni'to capan de sostener su corazón. No 
lo halló en la niñez, en sus padres; no pu- 
d'i encontrarlo en el corazón de su espo- 
sa; no podln bastarle ese amor íncom- 
prensivo que sólo demanda ternura y 
protección de sus hijos; no lo pudo cifrar 
en una amistad única. Sintió el deseo de 
amar como él podía amar, y el amor fué 
para él ese fantasma engañado que Dios 
envió a la tierra [lara desesperar a los 
mortales. No halló el amor potente que 
esperaba y cuya sed ardiente sólo se apa- 
gó con su vida. 

Así se ve que el pesimismo de sus ar- 
tículos es personal, le indigna que se crea 
cerebral la pasión que le domina y que es 
superior a él. 

I-irra es clásico porque es maestro de 
su generación, pero no es clasicista. Poco 
amigo de citas eruditas menciona sin em- 
bargo a Quevedo, a J-ope y a Cervantes, 
pero no los quiere imitar en su estilo ya csrioiLmtorr*. 



100 CARMEN DE BURGOS 



arcaico, sino en sus íualidades modolo. L.^ biblioteca que se encuentra en su casa 
a su muerte y de la que doy a continuación la lista, no es muy numerosa ni muy 
escogida, cosa que no debe extrañarnos, pues ya he dicho que I^arra no era rico 
y en aquel tiempo los libros no eran tan abundantes como ahora, y mucho más 
caros. Los escritores acostumbraban a frecuentar las bibliotecas más que ahora 
lo hacen, como podemos ver en las Memorias de Zorrilla y de otros escritores del 
tiempo. 

He aquí la lista inédita de obras contenidas en la biblioteca de Larra: 

Obras de Qiievedo, seis tomos en i>ergiuii¡no. 

**PanoraiiMi literario de líXiropa", un tomo, francés, en holandesa. 

"Parnaso EsiMiñoP, tres tomos en iMsta. 

'*I?\)ntaÍQebleau", un tomo en rflstica. 

Una Guía francesa. 

Cineo cuadernos de la obra intitulad.i ** lloras de Invierno*". 

** Revolución de Francia", IV, V y VI tomos. 

•*El dogma de los hombrea libres*', un cuaderno. 

"Pn labras ú:^ un creyente", un t4mio en iri8li<'n. 

-<- 'artas peruanas", dos ídem íd. 

"Consideraciones soltro la f;randc/.n de los romanos y su decadencia", un ídem íd. 

I^ Rochefocauld, un ídem íd. 

"Viaje seutimenital", un ídem íd. 

"Tauromaquia", un ídiem íd. 

Troce canM)dias }' óperas, encuadernadas en rústica. 

"Fígaro", tres lomos encuadernados en holandesa y olro en rflstica. 

** Literatura dromfilica", en francés, tres toimw. 

Obraa completas de Ourrier, un tomo. 

"Ja Huérfana de Bruselas", un tomo. 

"El Romancero", un tomo. 

-Itomance de los Infantes de I-rfira", un tomo. 

**Kl Trovador", en francés, un tomo. 

**Mét<Klo para aprender inglés por reglas", un tomo. 

"Don Juan de Austria", en fraiu-és, un tomo. 

"Holamla o el órgano del siglo XV", dos ton.os en holandesa. 

"Colección de Constituciones a la rústica", en español, un tomo. 

"Panorama matritense", dos í<lc>m. 

"Poesías" de Martínez de la Ilo«i, un tomo. 

"Kl jefe de obra de un desconocido", dos tomos, pasta. 

(Este inventario, hecha por el Juzgado, traduce libremente el título de la obra de Ralzac "I^ 
obra maestra de un desconocido".) 

"Cuentes morales", por Marmontel, cuatro tomos cu lústicn. 

"Noticia de los cuadros de la E3q)oeición del Museo Br.", en franctés. 

"Requena: Biografía de autores y est*ritoi*es", un tomo en rústica. 

Varios pliegos, sin encuadernar, de poesías de don Juan Bautista Alonso y «comedias en 
rústica. • 

Varios cuoidernos y folletos en rústica. 

Catorce cuadernos de las "Memorias originales del l*iíncipe de la Paz". 

¿Qué influencias literarias obraron más sobre Larra? Es de creer que fuera de 
esa parte inevitable que existe en todos adquirida del tesoro de la literatura uni- 
versal, y aparte de las afinidades de que visten el es|)íritu las inlluencias de la épo- 
ca a la que han de responder las mismas aspiraciones ideales, "Fígaio" no tiene in- 
(luencias muy acentuadas de nadie; esto lo prueba la misma dificultad que hay 
para buscarle progenitores o hermanos. Es él, libre, solo, único. Larra "Es el que 
es", en nuestra literatura. 

Dice ''Azorín" que su antecesor más inmediato en la crítica es Sebastián Miñuno, 
si bien hace ya notar que con una notable diferencia de e.^tilo. Si falta esta condi- 
ción falta la semejanza, porque ésta no puede buscarse en escribir de los mismos te- 
mas, que eran los temas palpitantes los que afectaban a todos: ni en sentir las mis- 
mas rebeldías. 

TIe leído atentamente las caitas de un Pohrento Holgazán y no encuentro^seme- 



FÍGARO 161 

^ 

ff 

janzas ni en la forma ni en el estilo. Miñano, hombre maduro, cuando escribe tiene 
un sosiego que no tfene Larra; clérigo acostumbrado a la exposición lógica no tiene 
el arrebato y la frescura de Larra. La irreverencia, el anticlericalismo, la liber- 
tad, no las bebió Larra en las obras de Miñano, sino en la vida misma. £1 es rebelde 
por temperamento, por convicción. Larra es muy superior a Miñano. Este emplea 
siempre tono elegiaco, demasiado hipócrita. Una parte de su éxito se debe al rego- 
cijo que produjo entre los liberales ver a un cura liberal aunque afrancesado, apo- 
yando la Constitución; y al escándalo que produjo su polémica con "Fermín Ca- 
ballero", y los artículos en que éste tan duramente lo fustigó con el título de "Co- 
rrección fraterna". 

Se señala también a Jouy, el autor de Uhermite de la Chausae cTAutin, como 
el modelo imitado por Larra. Esto no tiene ningún fundamento, más que el haber 
puesto como lema de su artículo ¿Quién es el público y d(inde se le encuentra?, 
palabras de la citada obra de Jouy, confesando que tomaba de éste la idea. Pero 
Jouy es ameno, dulce, no tiene la sátira picante de Larra; se parece más á Meso- 
nero Romanos, y el mismo Larra dice : 

"El Sr. Mesonero ha estudiado y ha llegado a saber completamente su país: 
imitador felicísimo de Jouy, hasta en su mesura, si menos erudito, más pensador y 
menos superficial, ha llevado a cabo, y continúa una obra de difícil ejecución.'' 

Tiene razón. No es Jouy el modelo de Larra, cuyo espíritu es todo rebeldía ge- 
nerosa, que choca con violencia contra las costumbres que critica. 

Más parecido, pero sin que pueda señalarse a éste como su influenciador, tiene 
con el gran periodista francés Juan Pablo Gourier, modelo de ironía helénica; pero 
la ironía de "Fígaro" es más punzante y su estilo más llano. £1 hermano espiritual 
de "Fígaro" es Heine, que no estaba ni podía estar influido por ninguno de éstos. 
La pasión con que Larra toma el pseudónimo de "Fígaro", hace que se le crea 
hijo del admirable Beaumarchais. En efecto; se parece más a él que a los otros; es, 
como él, rápido, mordaz, desenfadado y profundo. Sobre su mesa se encontraron 
cuartillas con referencias a la obra del gran escritor. Debía también haber leído 
mucho a Balzac, de cuyo rápido análisis espiritual se apodera. 

Pero Larra es español, netamente español en todas sus manifestaciones; es un 

español hijo de la enciclopedia francesa, discípulo de Yoltaire. He aquí al maestro. 

£stá lleno de Yoltaire; en sus obras son frecuentes las citas que hace de él y 

se ve la admiración que le profesa, lo penetrado que está de su espíritu. Larra es 

el Voltaire españoL 

Las influencias que más lo dominan no son las románticas de su tiempo; no lo 
ganan Hugo ni Dumas, no tiene jamás el tono dulce de Lamartine ni la religiosidad 
flamboyante de Chateaubriand; él no es romántico, y si alguna vez su pasión 
exaltada toma caracteres de romanticismo, es porque se viste a la moda de la 
época. Ya hemos dicho que no es tampoco clasicista. 

Es innovador, radical, y lucha con los gérmenes que quedan en su espíritu de 
lo rutinario. Hace esfuerzos por romper los moldes que aún le hacen establecer 
clasifícaciones y ajustar sus críticas a principios dogmáticos que les restan valor. 
"Queremos una literatura — escribe — hija de la experiencia y de la historia, y 
faro, por tanto, del porvenir; estudiosa, analizadora, fllosóflca, profunda, pensán- 
dolo todo, diciéndolo todo en prosa, en verso, al alcance de la multitud, i^nfluante 
aún, apostólica y de propaganda; enseñando verdades a aquellos a quienes interesa 
^Iberias, mostrando al hombre, no como debe ser, sino como es, para conocerle; 
literatura, en fin, expresión toda de la ciencia de la época, del progreso intelectual 

del siglo." 

En esta lucha olvida un poco la psicología de las cosas para atender a los ca- 
racteres externos. 

II 



1Ó2 CARMEN DE BUHGOS 



_ -• 

£n realidad, los que más predominio tienen sobre éi son los escritores france- 
ses del siglo XIX^ — Voltaire sobre todos — que marcharon los primeros por la senda 
de la literatura libre, la literatura de la revolución. Puede decirse que Larra es 
un hijo de la enciclopedia; está penetrado por las doctrinas racionalista y natu- 
ralista; es un niósofo de su tiempo, y en su crítica opone siempre los principios 
de la razón y la ciencia a la injusticia y la Rutina. Ama el análisis, el libre examen^ 
Cánovas del Castillo ha dicho, en El solitario y su tiempo, que Larra es un ecléc- 
tico. Eso es cierto; pero lo más admirable que hay en él es que disputándoselo tan 
encontradas influencias, combatido por todos los vientos, él siga siempre su rUmbo 
y sepa conservarse original. "A/orín" dice: 

**...una lógica profunda ños hará ver la perfecta coherencia de su espíritu, que 
instintivamente se mantiene siempre igual a sí mismo. Ese es el espíritu de 'Larra, 
y de ahí su inquietud, su febrilidad... y lo difícil que debía ser en el trato parti- 
cular, siendo, como era, un hombre bondadoso y humano." 

Estas líneas prueban el espíritu clarividente de ''Azorín", que fué el que antes 
que nadie supo ver el carácter humano y bondadoso de "Fígaro", sin hacer caso 
de los acomodaticios y los envidiosos que, como Ferrer del Río, no pudiendo negar 
el mérito del escritor, que se impone, arremeten contra el hombre, para decir qué 
**hay que guardar sus esi*ritos y demoler sU estatua"; ¿y se quedaría tan tranquilo 
después de haber escrito esa majadería? No se fijan más que en pequeneces. Pue- 
den tanto los prejuicios, el tener ya una idea o priori. Ayguals de Yzo, en su "Pan- 
teón de hombres ilustres", apenas le dedica un octavo de página, y termina diciendo 
que lo llevó al sepulcro "una pasión desgraciada sobre la que quisiera extender 
impenetrable velo". El mismo Menéndez y Pelayo se deja llevar de ellos para com- 
parar los caracoles con las castañas, cuando dice que "Fígaro" es inferior como 
costumbrista a Estévanez Calderón y a Mesonero. Es que los sabios que no son a la 
vez artistas no pueden juzgar a éstos. A Larra no pueden juzgarlo ni sus contem- 
poráneos, inferiores a él, ni hombres de espíritu estrecho como el padre Blanco y 
otros historiadores, que desgraciadamente son los que sirven de texto a la juventud 
escolar que lee y acepta juicios sin saberlos examinar. 

Las burdas reproducciones que ha hecho Pérez Galdós de la figura de liarra, no 
podían tampoco hacerlo conocer. Ya nos hemos ocupado de los desdichados tópicos 
que emplea en Los apostólicos al hablar de "Fígaro". Peor aún aparece en Estafeta 
Romántica, esas páginas inaginintables donde una dama romántica con visos de in- 
telectual dice que le han dado a leer "El doncel de no sé qué rey, escrito por ese 
que se mató", y donde hay una ridicula aparición de liarra que contradice toda su 
vida y su obra. Galdós tiene cataratas incurables en el espíritu [lara ver a Larra, 
y es lástima que en su necesidad de glosar cuanto se ha escrito del^siglo XLX se 
haya ocupado así de él, haciendo resaltar la distancia que les separa. El "Fígaro" 
sin piernas que se aparece al héroe de la Estafeta, no es "Fígaro". Es un pelele. 

A veces las confesiones de la verdad se imponen. D. Juan Valera, en' la continua- 
ción de la Historia de España, de Lafuente, dice: "Conviene hablar de un autor que 
a más de poeta lírico y dramático fué crítico eminente, para entonces de popula- 
ridad muy superior a "El Estudiante", y eclipsando también como autor de ar- 
tículos a "El Curioso Parlante" y a "El Solitario". "Clarín'', que reunía las dos con- 
diciones, dijo que "Fígaro" es el primer escritor de su tiempo; veía horizontes que 
sus contemporáneos no columbraban siquiera". 

Navarro Ledesma dice: 

"Ninguno de los cargos que se han hecho contra la originalidad de Larra tiene 
valor, ni certeza, ni le hace mella alguna. Miremos y leamos sus obras: ¡qué te- 
soros de novedad, qué de maneras y aspectos nuevos, recursos inesperado*, ideas 
brillantes, ocurrencias no previstas, sales no preparadas, dichos profundos sin in- 



i 



^ 



lanuiónl; lodo eu él sorprende y deeluñibra. Ningún esirrilor más independiente; 
ninguno qué más al fondo se fuera... Sus juicios obtienen de quien los lea la ad- 
hesión que presta el convencimiento, y se imponen tanto u la inleligencia por su 
solidez Idgica, cuanto* a la fantasía por la brillantez de la expresión, y esto con na- 
turalidad, sin artificios ni contracciones violentas y sin que el lector advierta au 
conformidad, sino entrando ésta suavemente en su ánimo, Lomo cosa propia y la 
única aceptable. Esto es lo más maravilloso de "Fígaro": la valentía de la crítica 
que hiere de punta, con golpe certero y profundo y que hiere sonriendo con ino- 
cencia, como si hiciera un halago; esa manera especial fsima suya de burlarse con 
seried&d, que es la burla más acerada; cuándo con simple y pacifica ironía; cuándo 
con franco y casi brutal sarcasmo; cuándo con agridulce tiumorÍB(no..> 

"No ha menester estatua; álcense enhorabuena estatyas a Jo^ que han jau^rlo. 
Para gloria suya. Larra sigue vivo hoy, lan vivo como hace setenta años." 

£1 ilustre profesor de Oxford, Jaime Fitzmaurice- Kelly, tan grande y concien- 
zudo hispanófilo, en su historia de la literatura española, traducida del inglés por 
A. Bonilla San Martín, consigna estos juicios sobre "Fígaro": 

"Durante el siglo XIX no ha producido España prosista más brillante que Ma- 
riano de Larra." "Supo observar y satirizar con asombrosa valentía y malicia. Bajo 
los pseudónimos de "Fígaro" y de "Juan Pérez de Murguía" conseguía en la es- 
fera del periodismo un renombre que ningún otro escrit<)r español ha logrado 
Jamás. La política española, las flaquezas del carácter nacional están expuestas en 
sus artículos con un espíritu de feroz amargura, peculiar del escritor. Su obra es 
realmente depresiva y está recargada de misantropía; no obstante, por su arrojado 
valor, su profundidad de criterio y su sombrío humorismo', Larra no tiene igual en 
la moderna literatura española." "Es imposible leer las pesimistas páginas de 
Larra sin admirar su lucidez y su fuerza." 

Ya que no podamos hallar influencias precisas que hayan obrado sobre él. tra- 
temos de hallar las que él ha ejercido en nuestra literatura, hasta sobro los mismos 
que lo han negado. 

¿No tenemos algo de hijos espirituales de "Fígaro" todos los escritores moder- 
nos — los más grandes más — : "Clarín", "Silvcrio Lanza", "Azorfn", Gómez de la 
Sorna...? ¿No son hijos espirituales de "Fígaro" esos críticos de teatros, como 
Manuel Bueno y Tomás Borras, que se elevan y generalizan desentrañando el alma 
■ de las obras? Sí; Larra ha derramado una influencia bienhechora inolvidal>Ie en la 
lileratura española. Maestro de la presente generación ps Mariano José dE Larra. 



Hta del Pkho dal Prado en l-m. 



XII 



EL HOMBRE Y SUS PASIONES 



Hemos visto pasar por estas páginas a Larra desenvolviendo su figura en las 
diferentes facetas de su vida, desde que niño aún aparece en las tertulias de don 
Antonio Grispín de Larra, su abuelo, con sus ojos grandes y curiosos, su cuerpe- 
cito endeble, su semblante sereno, pálido, escuchando ansioso todas las conversa- 
ciones y asombrando ya a los concurrentes con los destellos precoces de su ingenio. 

Hemos visto al niño estudiar y formarse en la soledad de un internado francés; 
lo hemos seguido ávido de saber, reflexivo 'y dulce; lleno de una gran idea de su 
dignidad en una adolescencia dichosa, hasta verlo derramar sus primeras lágrimas 
de hombre al choque de su primer desengaño, tan cruel, tan duro, que debió dejar 
para siempre una tara en su espíritu. El ha descrito sin duda su infancia y su 
madre en el artículo El casarse pronto y mal. Es sin duda doña Dolores Sánchez la 
señora que va a Francia, se cree espíritu superior, no se cuida de educar a su 
hijo, y él se pinta, calumniándose, en el jovencito precoz, escéptico y vano que es 
protagonista de su artículo, en el que hay ironías como la siguiente : 

"^A papá y mamá se les debe tratar de tú, porque no hay amistad que iguale a 
la de los padres con los hijos. (Salvo algunos secretos que guardarán siempre los 
segundos de los primeros, y algunos soplamocos que darán los primeros a tos 
segundos.) " 

Lo vemos rehacerse de su amargura inicial, despertar de nuevo su espíritu ena- 
morado de la libertad y del arte con hermosa rebeldía, con una enorme ansia de 
felicidad y de justicia para todos. Aún no han apuntado las alas en sus muñones y 
ya reconoce su fuerza y quiere volar solo. En lugar de cuquería calculista para 
hacer lo que conviene, él hace lo que quiere, y emprende valeroso un camino rec- 
tilísimo en pos de la verdad, rechazando un destino del Estado para buscar su 
existencia con su trabajo. No sigue el ejemplo de los jóvenes de su tiempo. El 
demuestra que se puede ser elegante, distinguido, vestir bien, ir contra la rudeza 
de costumbres groseras, so color de españolismo, y al mismo tiempo ser un hombre 
sensato, trabajador y artista. 

Larra trabaja probando sus facultades en varios géneros : hace poesías, intenta 
el teatro, y hace con El Duende Satírico su primer ensayo de periodista. Su salida 
en este caso es hacia los campos de Montiel. Un periódico satírico que pregone la 
verdad en medio de una sociedad aniquilada por el despotismo, es empresa que 
sólo en un corazón como el suyo pudo caber. Espronceda mismo, con ser tan noble 
y tan liberal, esperó para escribir en el periódico una época libre de censura: 
i>arra se arroja valeroso, fogoso, y aunque más tarde su estilo se puriflca, se per- 
fecciona, es desde el primer día "Fígaro" igual a sí mismo, consecuente en toda 
su vida, una personalidad fuerte, formada, deflnida desde el principio al íln. 



Conocemoa sus luchas de pt^riodista, de autor dramátioo, sus aspiraciones juve- 
niles en aquella época en que asiste al PanuuiUo y all«rna alegiremente, casi 
inconscientemente, llevado de bu turbulencia j de su juventud, con los Cabállerot 
de la Cuchara y flgura en la Partida del Trueno. 

En esta época Larra se enamora, se enamora con toda su buena fe, con toda su 
pureza, volviendo a vestir su alma de inocencia para crear y formar un hogar en 
el que se propone ser feliz. Contra la voluntad de su familia. Larra realiza su ma- 
trimonio con Pepita Wetorel y se encuentra envuelto en las obligaciones de un 
hombre Casado, trabajando para sostener su hogar. Larra ama a su esposa. Pepita 
Wetoret era bellísima, una belleza delicada, una de esas mujercitas muy pequeñas, 
muy suaves, que se comparan siempre a las figulinas, a las tanagras, lindas mu- 
ñequitas que despiertan más bien la ternura que un amor apasionado. 

Era una jovencita bien educada, que sabia hablar el francés y tocar el piano; 
pero una jovencita mimada, volunlarioea, burguesita. Es también el retrato que 
conviene a la joven esposa de su citado articulo. La señorita frivola, insustancial. 
Tan lejos de la mujer interesant*. enérgica, de es- 
píritu abierto y superior que hubiera podido sos- 
tener el entusiasmo de un hombre como Larra. 
Sueño ideal de pureza para un niño de veinte años 
que tenia Larra entonces, excitado en su pasión 
romántica por los obstáculos, se encontró con una 
esposa que ni le servía para amante ,ni para com- 
pañera. Su nieta doña María de Larra, que ha vi- 
vido con ella, la retrata' admirablemente. Era fría, 
infantil, inconsciente; t«nfa empezadas veinte la- 
bores y jamás acabó ninguna; le gustaba todo lo 
bonito más que lo bello; era más capaz de admi- 
rar una figurita de biscuit en un ba7»r quo una es- 
tatua de Miguel Ángel. Huía de la sociedad; se en- 
tretenía con cualquier futesa. Su sensibilidad ex- 
traordinaria hacia que no pudiese sufrir ni un 
grito ni una palabra fuerte sin ponerse enferma. 

Sus mismos hijos, impresionados por su perpetuo Pepit» w«tor«i d«»pní» d« »ind». 
infantilismo, la llamaban Pepita en vez de jnamá. 

Esta criatura no podía ser la mujer de "Fígaro". Caído el velo de la ilusión, él la 
amó como a una amiga o a una hermana, a la que se considera y se quiere, pero 
nada más. 

Tal vez se sentía en su hogar algo del malestar de que habla en Et catarse 
pronto y mal. En esa época debía sufrir apuros pecuniarios. No es inverosímil que 
amigos generosos, como el duque de Frías y Valera, le protegieran y le ayudasen. 
Así parece expresarlo en sus versos, sin que demos crédito al soneto que inserfft 
Mnlins, en sus obras completas. 

En esl« tiempo conoció Mariano José de Larra, en una de las tertulias en que 
fué presentado por su amigo Alonso, a Dolores Armijo. Esta se hallaba casada y 
era una mujer en la plenitud de su encanto, muy bella, muy elegante y muy co- 
queta. Tenia para brillar y seducir todas las armas que le faltaban a la esposa de 
"Fígaro", excelente madre, apartada de la sociedad y más olvidada de lo que su 
interés exigía de sus coqueterías de mujer. 

Dolores Armijo, que tenía a su alrededor una cort« de admiradores, con los que 
coqueteaba, haciendo valer para no comprometerse "su esquiva condición de es- 
posa", debió sentirse halagada por el amor de un hombre de tanto mérito como 
Larra. ¡Ser la musa del escritor, de un escritor tan grande como "Fígaro", debía 



'l-Gtí CARMEN DÉ BURGOS 



(noJmar SU vanidad, e indudablemente se complació en cultivar níquel amor, encen- 
deFlo yJucirlo como un prendido que adornara su hermosurat!- 

Pepita Wetoret no ayudó a su marido a luchar contra aquel' amor;. Geloda, in- 
dignada, colérica, hizo terrible la lucha' qua existía éntre.ello&:.áhx}iTdó.8U separa- 
ción y llegó a querer irse del lado desu marido;: en: «r que deseaba ver siempre el 
ninanteiromántico,. sujete a sus caprichos, y haciendo de du amOr.el norte de: su 
vida. Empezaron: los disgastos. Al cabo dé.unráño naciósuprúnier^bijo, Luis Ma- 
riano, el. 17 de Diciembre de 1^0, y la inadre tyvo que cüedicanié .a. su .cjAidádo 
mi^tras: el padre; cada vez más solicitado pof su vida dé literato, .se.v^ífaJflDíizado 
a\Ia lucha y se abría camino rápidamente, viendo crecer. ^u fama y 'so. crédito; 

' Larra' no podía llevar a su esposa a la socieflad que él frecuenüdia, La: esposa del 
literato queda generalmente oscurecida^. como! una estrella que no hice .cecea de 
la luz de otra más brillante. Ella debía sentir la tristeza, la monotonía del hogar, 
siempre Sola; algo de unos celos latentes ante la gloria del marido; .^e despe«Tho 
de verlo engolfándose en una existencia aparte de -la suya, que ella no compartía, 
en la que no podía mezclarse. Sus disgustos se acentuaron aun más después* del 
nacimiento de la primera hijo, Adela, dos aílosmás tarde que:su hermano en 1882. 

Sin ser guapo "Fígaro" debía ser interesante. La levita y Ja camisa que. «e 
conservan de él, convienen a un hombre.de una .estatura de 161 centímetros. No es, 
pues, tan pequeño «omo él se pinta jsxagerando,; ni merece llamarse imperceptible^ 
como le llama Bretón. Un hombre de estatura pequeña puede suplir por au arro- 
gancia lo que le falte para ser buen mozo. Se puede creer qué él se ha retratado en 
"El Doncer. * ., 

"Era un mancebo que en caso de duda hubiera podido atestiguar con su propia 
persona la larga doininación de los árabes en Castilla. Su color era moreno, sus 
cabellos negros como el azabache; sus ojos del^mismo color, pero grandes, brillan- 
tes y guarnecidos de largas pestañas : un£i sola vez bastaba verlos para decidir que 
quien de aquella manera los manejaba era un hombre generoso, franco, valiente y 
en alto grado sensible. Un observador más inteligente hubiera leído también, en su 
lánguido amartelamiento, que el amor era la primera pasión del joven. Su frente 
ancha, elevada y espaciosa, y su nariz bien delineada, denunciaba- su talento, su 
natural arrogancia y la elevación de sus pensamientos. Ornábítleel rostro en de- 
rredor una rizada barba que daba cierta severidad marcial a su ílsonomía : su voz 
era varonil, si bien armoniosa y agradable; su estatura gallarda." 

Con este retrato coincide "Azorín". 

"Viste con atildamiento perfecto; su mirada brilla con lumbres de inteligem-ia; 
lleva una barbita negra y sedosa, y sobre su grueso labio, que es un trazo recio, se 
ostenta su poblado y caído bigote. Hay. en toda la personalidad de este joven, en 
•sus ademanes, en sus gestos, cierta aerviosa. rapidez.'' ; :: 

:lil retrato más verdadero de Larra es aiavdoda el hecho por :Gutiérr§iZ;- de Ja 
Véíá, ante el que conBigüió Ventura de la Vega que podase el inquiete ^Fígaro.". 

Tomado de éste debe ser el que posee su nieto -.el Xiotable: actor :D; Mariano de 
"Lárrá. Me dice qué está flrniadQ.por:una:^eflorrtai:No he podido yerip rporqtíe con 
JíAtó^atía que persigue -a las cosas .dC "rFígaro", est^ retrato estaba. ewvueltp en 
-unóS «bl€hftt!^;'é!i unos sóteamos inundados, &n Valenciía^eon mótiyo deltí*^^^^ 
"f!(#caWde éu* dueño; He dado aquí. todo&- los.. r.etratos -.que hay.de "Eí^^ 
frente, en Fa anteportada;- e\ de Gutiérrez, debido a D. Félix B0i&,.máB adelaate el 
otro que apareció en sus obras, luego* el de la Biblioteca Nacional y por-último. 
este que es fotografía de ese a que me he referido que conserva su familia; Sigo 
creyendo que el de J. Gutiérrez es elmás autorizado. 

•• Para su retrato moral no hay más que seijuir a *^ Fígaro'' en sus artículos. En el 
' qOe escribe en el número primero de El Duende, dice: . . . 



"^^álgome de casa con mi esta infantil y bobalicona a buscar al publico por esas 
calles, a observarle, y a tomar apuiltacioneB en mi registro acerca del carácter, 
por mejor decir, de los caracteres distintivos de ese respetable 8§fior," 

Es entonces un perfecto niño lleno de ilusiones. Es la época a que correspondo 
la pintura que hace en La Sociedad de aquel joven primo suyo en el que encarna. 



Capia del rstiato da •flft.xo* qn* poM* (a lamilla 



168 CARMEN DE BURGOS 



"Joven, vivaracho, inexperto, y por consiguiente alegre. Criado en el colegio, y 
versado en los autores clásicos, traía al mundo llena la cabeza de las virtudes que 
en los poemas y comedias se encuentran. Buscaba un Pílades; toda amante le pa- 
recía una Safo, y estaba seguro de encontrar una Lucrecia el día que la necesitase." 

Cuando conoce a Dolores tiene miedo de amar y en Las Casas Nuevas, artículo 
escrito en 1833, glosa una frase de Ninon de Lenclós: "La constancia es el recurso 
de los feos", y dice: 

"lias personas de mérito, que saben por dondequiera han de encontrar ojos que 
se prenden de ellas, no se curan de conservar la prwida conquistada; los feos, los ne- 
cios, los que viven seguros de que difícilmente podrán encontrar quien llene el v»- 
cío de su corazjón, se adhieren al amor, que una vez por acaso encontraron, como 
las ostras a las pedas que en el mar las aostienen y alimentan.'' 

Pero ya pocb seguro de sí se detiene en sus bromas y dice: 

"Tengamos lástinia al hombre que ha dejado tomar al amor incremento en su 
corazón." 

' "El hombre, efectivamente, se contenta muchas veces con las cosas tales cuales 
las encuentra, por no darse a buscar otras, como se figura acado difícil encontrarlas: 
una vez resignado^ por pereza, se aficiona por costumbre a lo que tiene y le rodea; 
y una vez acostumbrado, tiene la bondad de llamar constancia a lo ^ue es en él 
casi naturale^^a. Pero yo luché, y al cabo de poco tiempo de ese empeño en cerrar 
mi corazón a las aficiones que pudieran llegar a dominarle, agregado esto a la ne- 
cesidad de viajar y variar de objetos, en que las revoluciones del principio del siglo 
habían puesto a mi familia, lograron hacer de mí el ser más veleidoso que ha nacido. 

"Pesándome de que me llamen todos los días, desde el año 9 en que nací, por 
el mismo apellido, cien veces dejé aquel con que vine al mundo, y ora fui el Duende 
satírico, ora el Pqbrecito hablador, ora el Bachiller Munguia, ora Andrés Niporesas, 
ora Fígaro, ora... y qué sé yo los muchos nombres que me quedarán aún que tomar 
en los muchos años que, Dios mediante, tengo hecho propósito de vivir en este 
bajo suelo; porque si alguna cosa hay que no me canse es el vivir; y si he de 
decir la verdad, consiste esto en que, a fuerza de meditar, he venido a conocer 
que sólo viviendo podré seguir variando." • 

¿Cómo se puede pensar que es un suicida. teórico el que ha escrito esto? 

Debió Dolores coquetear con él, enamorarlo para merecer los cargos que Macias 
le hace a Elvira en sus diálogos. Al mismo tiempo Pepita ofendida por el desamor 
del esposo, cansada de su hogar, incitada por su misma familia se apartaba cada 
vez más moralmente de su marido y le exigía la separación. 

Este Larra tan calumniado, tan noble y tan desdichado, amaba con amor de fa- 
milia a su esposa, y sentía el dolor de separarse de ella, de sus hijos, de hallarse 
sin escudo para luchar; sin su hogar; sin lo que podía hacer que no cayese por 
entero en una pasión que. absorbiese su vida toda. 

Tan grande fué su deseo de conservar su hogar que llegó a encerrar a su mujer 
y llevarse la llave de la habitación.- Esto provocó un estallido en sentido contrario. 
La madre (le Pepita la libertó y se la llevó consigo. Esto debió ser a fines del año 
1833 o a {Principios del 34f porque en eate año nació su última hija, Baldomera, cuyo 
nacimiento fué después de la separación, y Larra no la conoció hasta $u vuelta del 
extranjero. Aflrnian también que Larra desolado por el abandono de su mujer, 
sintió un despertar de su' cariño hacia ella, y que en los priríierós tiempos dé su 
separación le rondaba la calle coráo un pretendiente, hasta que ofendido de verse 
rechazado por Pepita se propuso aceptar la separación de una manera definitiva, 
y formarse la idea de que había muerto para él, de tal modo que al hablar de ella 
en sus cartas íntimas la llama mi difunta. 

Entretanto ganaba cada vez más camino en su alma la pasión por Dolores. Esta, 



FÍGARO 169 

— — ■ - 1 I 11^ I - ■ - ■ -II - I I I - I i- _ I 

tal vez enredada en las propias redes de la coquetería, había acabado por corres- 
ponderle. Larra disculpa en uno de sus artículos la honradez de la mujer, que no 
pudiendo legitimar su amor se entrega noblemente a él. 

Satisfecho en su pasión por Dolores, la vida parece sonreír a Larra.- Está lleno 
de aliento, de ilusiones; es entonces cuando escribe con más reposo sus mejores 
obras, cuando se halla más capacitado para la lucha. Su Macías es un estallido de 
pasión, de amor y de celos. Indudablemente, Dolores estaba en el teatro la noche 
del estreno, y él le dijo públicamente,, por boca de Garlos Latorre, toda su pasión: la 
oyó hablar, como quería oírla, por medio de la Concepción Rodríguez: experimentó 
así la suprema voluptuosidad de su triunfo, de su amor satisfecho; Dolores no era 
una mujer vulgar; ya sabemos que ella también hacía versos, lo que prueba cierta 
cultura y aflción a la literatura. Discreta, graciosa, amable, hermosa, la pintan l&s 
cartas inéditas que yo poseo de Ramón Geruti a '' Fígaro "". Según ellas, Dolores debía 
ser bien proporcionada, más bien alta que baja, de. cal^llos oscuros, cutis blanco y 
ojos árabes; es decir, esos magníficos. ojos color de tabaco que se esclarecen o se 
.llenan dé sombra según reciben la impresión. Elretrato que ha escrito ^'Fígaro'" 
de la Elvira 6e El ^nceZ corresponde sin duda a su retrato, porque esta novela 
estaba escrita a impulso de su grande amor. 

**Tez blanca y más suave a la vista que la mi^ma seda; estatura ni alta ni pe- 
queña; pie proporcionado a sus dimensiones; garganta disculpa del atrevimiento, y 
fisonomía llena de alma y de expresión. Su cabello brillaba como el ébano; sus ojos, 
sin ser negros, teñfan toda la expresión y fiereza de tales; sus demás facciones, 
más que por su extraordinaria palidez, se distinguían por su regularidad y sus 
proporciones marcadas, y eran las que un dibujante llamaría en el día académicas 
o de estudio. Sus labios, algo gruesos, daban a su boca cierta expresión amorosa y 
de voluptuosidad, a que nunca pueden pretender los labiop delgados y sutiles; y 
sus sonrisas frecuentes, llenas de encanto y de dulzura, manifestaban que no ig- 
noraba cuánto valor tenían las dos filas de blancos y menudos dientes que en cada 
una de ellas francamente descubría. Cierta suave palidez, indicio de que su alma 
había sentido ya los primeros tiros del pesar y de la tristeza, al paso que hacía 
resaltar sus vagas sonrisas, interesaba y rendía a todo el que tenía la desgracia 
de verla una yez para su eterno tormento." 

Las páginas íntimas que he hallado de Larra y que publico más adelante, nos di- 
cen que Dolores era sevillana, con "cabellos más negros que el ébano y más brillan- 
tes que el azabache; de piececítos hechiceros, de tímidos andares, de seno alabastrino, 
de talle esbelto, balanceándose como la flor sobre el talle ondulante, de miradas de 
fuego *\ Se advierte la identidad entre el retrato literario y este otro retrato íntimo, 
que escribe para él en francés y en esa letra menudíta y que ha permanecido 
inédito hasta llegar a mis manos. 

Hay aquí una laguna que no se puede llenar. ¿Por qué esta mujer, que coíres- 
ponde al amor de "Fígaro" y no lo amó, quiso alejarse de él? "Fígaro" dice en su 
artículo^ "La sociedad" : 

"Quise a una qi;e me quería sin duda por vanidad, porque a poco de quererla 
me sucedió un fracaso que me puso en ridículo, y ijne dijo que no podía arrostrar 
(jlridícúlo; luego ¿uise frenéticamente a una casada: ésa sí, creí que me quería 
sólo por mí; pero hubo hablillas, que promovió prejfisaniente aquella fea que ves 
allí, que como no puede tener amores, se complace'én desbaratar los ajenos; hu- 
bieron de llegar a oídos del marido, que empezó a darla mala vjda: entonces mi 
apasionada me dijo que empezaba el peligro y que debía concluirso el amor; su 
tranquilidad era lo primero. Es decir, que amaba más a su comodidad que a mí. 
Esa es la sociedad." 

De todo lo que se puede deducir y observar, se deduce que hubo personas em- 



peñadas en perseguir aquellos amores, envidiOEos y despechados, quizás esa mujer 
a la que él dedifa el soneto inédito que hemos leído. El caso es quií debid haber 
una serie dé disgustos graves; se cruzarían anó- 
nimos, se inventarían calumnias. Se le dirían 
mentiras a Dolores. 

Esto debió decidirla a. ella, rodeada de tatUo» 
amadores, a romper con "Fígaro" para conservar 
BU tranquilidad. 

Se da como cierto que después de muchos es- 
cándalos y disgustos, el marido, convencido de su 
desgracia, se decidió a llevarla cor unos tíos su- 
yos a Badajoz; hay quienes aseguran que la re- 
cluyó en un convento de aquella capital uñilar- 
ga temporada y que al salir de él se fué a vivir 
con su tío D. Alfonso Carrero. 

Estas oootrariedades irritaron más el amor de 
"Fígaro". Dejó a sus hijos pequei^os, Luis Ma- 
riano y Adela, en Navalcarnéro con sus padres, 
y con pretexto de estudiar ías antigüedades de 
Mérida, salió de Madrid con su Joven amigo el 
conde de Campo Alánge. Aún se conserva en Ba- 
dajoz, en el Campo de San Juan, la casa que ha- 
bitó "Fígaro"; su habitación tiene aún el mismo 
empapelado y desde sus ventanas se ven las de la 
morada de Dolores. ¿No pudo logrir verla? «Fuii 
rechazado por ella? No se puede asegurar; pero 

otro T*(r*»o da Faplta Wetorat. . , , . j . 

'^ debía estar desesperado. 

Se trasluce esto en la carta que para darle los días a su madre, que llevaba el 
mismo nombre de su amada, escribió «1 10 de Abril de 1835. Después de la fór- 
mula de un cariño rutinario habla de sus hijos con una ternura y un escepticismo 
tan grandes a un tiempo mismo, que estremece pensar en el desgarramiento del 
corazón ^ue los dicta, 

Be^jai, 10 Abril 1839. 

Querida laamfi : A pesar de que no me be. faltado a quién dar los dfas en Badajoz., mucho 
me hubiera alegrado haberla dado a usted un abrasa Otro aDo serí. 

¿C6mo está esa divina Adelaí ¿C^mo eltonellUo d« Luis? iDeian cosa a vida? í6e pegan 
mucho? iRiflen de continuo? ¿Hacen la vidSi de ca8a,di>t? ¿Oumplen con A Iríhuto de la huma>- 
nidad d« aborrecerse mutusmeate todo lo posible? Dios los haga grandes pura que sean ma- 
los cuanto antes ; es decir, peores : cuando el uno sea un hombre hecho y la otn una mujer 
derecha, no babr& nada que pedirles ni por dOnde el diablo los deseche. Ctst Tinage. D4 to- 
dos modos estoy agradeclaimo al trabajo y esmero que ustedes se toman por haceiloe bueno*. 
fíie fRain.>ni andina tat eit, Pñ.pi se lo expllcarft a usted eso, o Cecilia, a quien envfo mil 
nfef-tOB 7 deseo salnd. Lo que no necerita ezplicacifin es el carillo que U profesa su hijo. 

\ impulsos de su despecho debió estar también escrito su artículo "El duelo", 
donde se vuelve contra la coqueta y dice: . . 

"He pido decir mtíchas veces que «uele salir de una coqueta una huena madr« 
de familia: también suele salir de una tormenta una cosecha; yo soy .de opiniín 
que la mujer que empieza mal, acaba peor." 

Algunos biógrafos, como el Sr. Cotarelo, creen que está escrita en este añu su 
poesía Al Primero de Mayo. Una poesía débil en su estructura, pero que cau- 
tiva, como sucede con toda la obra de Larra, por la verdad del sentimiento. Otrop 
críticos la creen anterior; pero es más lógico pensar que es de este fino, en el que 
llora su rompimiento y recuerda una fecha dichosa. 



FÍGARO 



171 



AL Día PRIfMERO DE MAYO 



¿Tornas, infausto día, 
irayéndole a mi mente 
fortunas olvidadas 
de tiempos más alegres? 
¿Acaso deslumhrarme 
ora también pretendes 
con esperanzas locas 
perdidas tantas veces? 



Hoy fué que de ilusiones 
un tiempo yo juguete, 
pensé que ya tocaba 
mil anhelados bienes. 
Mas tü corriste luego, 
y aquella ingrata aleve, 
cruda, en tan largas penas 
trocó dichas tan breves. . 



Las siguientes estrofas prueban la deducción de que Dolores se había compla- 
cido más de una vez en jugar con aquel noble corazón, y que había en torno suyo 
una multitud de adoradores que se complacía en mantener: 



¿Acaso a recordarme, 
risueño, me amaneces, 
que en pos de nuevas burlas 
luego a sus plantas vuele? 
Ora tal vez brillando 
cual rosa entre claveles 
a mil adoradores 
la faz graciosa vuelve. 
Dila que entre esa turba, 
que hoy a sus pies advierte, 



quien como' yo la odore 

no es fácil que lo encuentre; 

qué si otros más la dicen, 

ninguno tanto siente 

como éste que callando 

ni verla ya pretende; 

como el que por tributo, 

único reverente, 

a sus divinas plantas 

sus lágrimas le ofrece. 



Otra cosa que nos inclina a creer que es de esta fecha, es la última parte, en la 
que "Fígaro" habla de su gloria, puesto que su gloria estaba muy reciente. 

' El año anterior y a primeros del 35 había dado sus mejores producciones a la 
escena y. a la literatura. 



¿Qué a mí, que aplaudan todos 
como ella me desprecie? 
¿Qué valen para un pecho, 
que eterno amor somete, 
qué valen, conseguidos, . 
los lauros ílorecientes? 
Al que le abrasa el fuego 
que el ciego dios enciende, 
los laurjos envidiados 
son galardón estéril, 
si su gentil belfeza- . 
el mísero no tiene 
a quien ornar con ellos 
la majestuosa frente. 
Vo, más que no el ruido 
de palmas mil batienlps, 
preciara el de sus besos. 
emblemas de deleite. 
¿Y esa mentida gloria, 



cuál rico don me ofrece, 
si a enardecer no basta 
un corazón de nieve? 
Guando mi humilde numen 
honra el estruendo alegre, 
yo solo de mi hei'ino^a, 
yo lloro los desdenes. 
¡Oh! callen los aplausos 
mientras su amor me nieguy. 
que amante despreciado 
;. de. ella, .no los. merece. 
Dila que ya estos lauros 
arranque de mis sienes; 
yo todos se los trueco 
por sólo un beso ardiente: 
que me corone un día 
do amor y de placeres; 
y coja quien los quiera 
los fútiles laureles. 



Lo cierto es que después de todos sus esfuerzos; después de querer realizar el 



172 ÜARMBN DE BURGOS 

liermoso sueño del Maci<u; después de proponerle a su adorada huir con él a un 
pafs extranjero, "Fígaro", desesperado, enfermo, lleno de amargurn. se decide a 
alejarse de España, con la esperanza de olvidar, impulsado por su desesperación, 
escapando lejos de España, refugiándose en el extranjero para huir de su dolor, 
romo luego se refugió en la muerte. 



La Bala» Crlitlnk, ▼•itld» d* KmawiDa, vUItanda tu ho*pitkl. 



XIII 



EL VIAJE MISTERIOSO 



En este viaje de "Fígaro" hay un misterio, una novela que es sensible no 
poder penetrar. El haber emprendido este viaje con su amigo Campo Alange y 
haber pasado unos días con él en sus posesiones, cercanas a la frontera, hixo 
decir a los que con tanta ligereza juzgan las cosas, que fué éste el que costeó el 
viaje a "Fígaro". Esto no es cierto. "Fígaro" hizo este viaje consteándose sus 
gastos con sus propios recursos. Además, de que en medio de todo, el viaje debía 
tentar su fantasía de artista. No lo guiaba sólo el egoísmo de tratar de curarse de 
su pasión; sino la idea generosa de volver la tranquilidad a Dolores. Además Larra 
llevaba la representación de su padre para cobrar al barón Felipe de Saint Marz 
una deuda de 23.000 francos contraída con su padre desde el año 1812. 

Las dificultades del viaje en aquel tiempo las ha pintado admirablemente "Fí- 
garo" empezando por su salida de Madrid en su artí<;ulo La Diligencia, en el que 
comenta: • -'^ 

En los coches viajaban sólo los poderosos : las galeras eran el carruaje de la clase acó* 
modada; viajaban en ellas los empleados que iban a tomar poeesión de su diestino, los corre- 
gidores que mudaban de vara : los carromatos y las acémilas estaban reservada» a las mu- 
lores áe militares, a los estudiantes, a los predicadores cuyo convento no les proporcionaba 
muía propia. Las demás geutes no viajaban ; y semejantes los hombres a los troncos, allt 
donde nacían, allí morían. Caída cual sabía que había otros pueblos que el suyo en el mundo, 
a fuerza de fe; pero viajar por instrucción y por Curiosidad, ir a París, eso ya suponía un 
hombre superior, extraordinario, osado, capaz de todo: la marcha era una hazafia; la vuelta, 
una solemnidad; y el viajero, al divisar la Venta del Espíritu Santo, exclamaba estupefacto: 
"¡Qué grande es el mundo!" 

Hace una pintoresca descripción de su viaje a Badajoz en su Adiós a la Patria. 

La carrera de Madrid a Badajoz, principal camino de Extremadura, es una de las anfts 
descuidadas e inseguras de Espafia. En primer lugar, no hay cairuajes ; una endíeble em- 
presa sostiene la comunicación por medio de galeras, mensajerías aceleradas, que andan 60 le- 
guas en cinco días ; es decir, que para llegar más pronto el mejor medio es apearse. Por 
otra parte son tales, que galeras por galeras, se les pudieran preferir las de los forzados; 
sólo de quince en quince días sale una especie de coche-góndola con honores de diligeacia. 
Servida, además, esta empresa por criado» medianamente selváticos e insolentes, no ofrece al 
pasajero los mayores atractivos; añádase a esto que, por economía o por otras causas difí- 
ciles de penetrar, durante todo el viaje paran sus carruajes en la posada peor de todo pueblo 
donde hay más de una. 

En segundio lugar, esas posadas, fieles a nuestras antiguas tradiciones, son i>or el estilo 
de la que nos pinta Moratín en una de sus comedias; toda« las de la carrera rivaliza a en 
miseria y desagrado, excepto la de Navalcarnero, que es peor y campea sola, sin émulos ni 
rivales, por su rara originalidad y su desmantelamiento ; entiéndase que hablo sólo de lo que 
pertenece a la empresa de las mensajerías ; habrá otras mejores tal vez ; no es difícil. 



174 avRMBN DB BURGOS 



Ku teroer lugar suele haber kulrones, y, entre otras curiosidades que se van viendo por 
el camino (como, por ejemplo, el árbol en que fué ahonoado por su misma tropa el general 
Han Juan en una época de exaltación), mal pudiera olvidar los dos amenos sitios que se 
descubren antes de llegar a Mérida, comúnmente llamados los confesionarios; el grande y el 
chico; nombre vk^rdaderamenrte original; él solo es la mejor pincelada oon que el escritor de 
costumbres puede pintar a un pueblo; nombre lleno de poesía y de misterio; nombre que 
vale él soló mAs que una novela ; nombre impregnado de uu orientalismo singular y a la vea 
terrible, «niblime e irónico, dado por un pueblo religioso a un asilo de bandidos. Los con- 
fesionarios son dos faondoihadas imnediatas, dos pequeños valles, dominados por todas partes 
y protegidos de la espesura, donde los foragidos confiesan a los pasajeros, donde los peca- 
dos son el dinero y la vida, y donde un puñal hace a la vec de absolución y de penitencia. 
Niegúese a nuestro pueblo la imaginación. Otros países producen poetaa En Espada, el pue- 
blo es poeta. 

Describe admirablemente Badajoz que le parece insignificante, pobre, pero ''cu- 
yas casas enjabelgadas y muy blancas le atraen, como seres raros que se lavan la 
cara todos los días**. Alaba la amabilidad de la gente, pero exclama: 

Ilay una fonda llamada, si mal no nM» acuexdo, dlp Las OiMiro íVocioner. Menos naciones 
y mejor servicio, puede uno decir al salir de ella. 

No fué larga su estancia en Badajoz. Sabemos por el recibo firmado al casero 
que estaba en iMadrid en Marzo. La fecba exacta de la salida de España la encontra- 
mos en esta carta inédita : . 

Abril. 27, 1835. T 

Querido papA: Son las siete de la mañana, y salgo de Badajoc paia lásboa en pelota; 
no tienen ustedes ni pueden formarse una idea de cuantos obsequios y de qué especie he vé- 
cibido en este pueblo ; salgo agradecidísimo ; ni en las fondas me han -querido cobrar mi hos- 
pedaje. Llevo cartas para todas las autoridades, y hasta los caballos de posta que Uevo basta 
Yelves es orden que ha dado él administradbr poniéndolos a mi disposición. Como no me es 
posible correr la posta con mi equipaje entero, hago devolver a Navalcarnero, por la próxima 
mensajería, en baulillo negro, lleno de efectos ; estén ustedes a la mira y paguen el porte ai no 
(i«t& pagado. 

Mañana duermo en Lisboa, desde donde escribiré a ustedes, y pueden escribirme, desde lue^ 
go, con sobre a D. Joaquín Campuzono, agregado en la LegaíKón Española. Hasta Lisboa. Su 
amantíaimo hijo. Mil besos a mamá y miUones de besos a mis hijos. 

Además de esta versión íntima de su viaje bay la que él da al público de la 
parte externa, en la que nosotros podemos observar los sentimientos que le agitan. 
Dice así en su artículo Impresiones de un viaje : 

Por fin, debía dejar la Elspafia; pero bien como el que se separa die una querida a quien 
ha debido por mucho tiempo su felicidad, no podía menos de volver frecuentemente la ca- 
besa para dar una última ojeada a esta patria donde había empezado & viv^r, porque en ellA 
había empezado a sentir. 

Y añade: 

Era el 27 de mayo: el sol empezaba a dorar la oampiña y las altas fortificaciones db Ba- 
dajoz; al salir saludé el pabellón españoi, que en celebridad del óki ondeaba en la torre de 
Palmas. Media hora después volví la cabeza; él pabellón ondeaba todavía; el Laya, arroyo 
que divide la España d^l Portugal, corría mansamente a mis pies; tendí por la (Utima \>ctt 
la vista sobre la Extremadura española ; mil recuerdos persootales me asaltaron ; una sonrisa 
de indignación y de desprecio quiso desplegar mis labios; pero sentí oprimirse mi corazón, y 
una lágrima se asomó a mis ojos. 

Un minuto después la patria quedaba atrás, y aritebatado con la velocidad del viento, comn 
si hubiera temido que un resto de antiguo afecto mal pagado le detuviera o le hiciera v'ficUer 
en su determinación, expatríado corría los campos de Portugal. Entonces el escritor de cos- 
tumbres no observaba ; el hombre era sólo el que sentía. 

En liisboa estuvo sólo veinto días y allí escribió su poesía "Recuerdos*'. De las 
cartas que debió escribir no ha llegado ninguna hasta nosotros. 



fígaro 175 

Lo obsequiado que fué tanto en Badajoz como en Lisboa prueb^a lo mucho en 
que lo tenía y nos lo confirma la carta escrita a su hermano D. Eugenio, por don 
iMariano de Larra. Dice así aquel desdichado padre que fué capaz de llorar la 
muerte de su hijo pero no lo fué jamás de comprenderlo, con esa incomprensión 
que suelen tener los padres para con los hijos geniales : 

^'4 Junio 1835. 

Mariano ha sido muy obsequiado en Badajoz y en Lisboa: Lleva recomendacio- 
nes de Martínez de la Hosa y Toreno para ios Cuerpos diplomáticos de.IiOndres, 
París y Bruselas, y para otras notabilidades y personas de la mayor distinción: y 
como ya es conocido su talento y han aplaudido mucho más de lo que esperábamos, 
es de esperar que en todas partes encuentre la mejor acogida. 

£n el adjunto Boletín de Badajoz, que me harás el favor de devolverme, verás 
cómo se anuncia su vicije, como si fuera el de un personaje de la más alta impor- 
tancia." 

En este tiempo se ve que se siente satisfecho y orgulloso de su hijo : 

''A un padre como yo, que no piensa ni ha pensado hace veintiséis anos más 
que en su hijo, le os de la mayor satisfacción coger el fruto de sus desvelos, y ver- 
los premiados en la estimación general que le dan los literatos de la Europa."" 

La primera carta inédita relativa a este viaje que encontramos, está fechada en 
Londres. Hay un sello en relieve, en el ángulo izquierdo, con una corona y la pala- 
bra Vath. Dice así : v 

Jjondres, 27 de mayo de 1835. 

Queridos papas: Conforme escribí a ustedes, salí de Lisboa el 17 del corriente a borc^ 
del vapor WUíiam Faucett, y he llegado a esta magnífica capital ayer, después d^ una nave- 
gaci6n algo m&s lenta de lo regular por los vientos contrarios que tuemos tenido y habernos 
detenido un día en Oporto y otro en Falmoth. He tenidb la fortuna do no marearmte sino un 
par de horas el primer día, y en esto he sido el único de .todos los pa^iijeros; persona ha ha- 
bido que ha venido mala los diez días. París es, indudablemente, al lado de esto, un pueblo 
mezouino; es kmoosible dar un paso a pie, y en este sentido pu«do decir que no he pue^o 
el pie en Inglaterra ; ello ee un caQo de plata el berilio ; pero si se paga se disfruta ; sin em- 
bargo, como este gasto no produciría ningún resultado, y, como, por otra parte, no tengo que 
hacer aquí, saldré el sábado próximo, 30 de éste, para Calais a bardo de un vapor; llegaré 
en la noche del 30 al 31; el 31 tomaré la posta allí y llegaré a Ipres por la noKrbe; por con- 
siguiente, el primero de junio tendré el honor de comer con nuestro hombre, si Dios no dis- 
pone otra cosa, que no dispondrá. Sospecho que un par de días bastarán para el negiocSoy sal- 
ga bien o mal despachado; inmediatamente escribiré a ustedes el resaltado, y si habla su se- 
ñoría en plata, acompafiairé dignamente mi carta; de todos modos, yo no arreglaré nada defi- 
nitivaonente, como no sea de una manera muy ventajosa. Trataré de sacar en el «icto todo el 
partido posible y de fijar plazos para el resto de una manera algo segura. En conj^>ecuencia, 
pienso estar en Bruselas para el 8 o 10 de junio, como llevo excelentes reoomenda<?iones para 
aquel pueblo y es uno de Jos más agradables de Europa en ka estación del verano, en que vtin 
a parar allí las principales familias de Inglaterra y Francia, y me detendré todo el mbs de 
junio y julio, acaso algo más, y me vendré ea seguida a pasar el invierno y el otofio enl Pa- 
rfs, donde me encontraré ya probablemente a todo» mis amigos de Madrid, honoríficamente 
emigrados por tercera vez, según se disponen Jas cosas, gracias a nuestros lamosos talentos 
del año 12. Estos son los triunfos de Vaaco de ^Figueiras. Aquí reina la mayor desesperación 
con respecto a las cosas de España; hasta decir que han bajado nuestros fondos esta semana 
22 por 100, ejemplo inaudito en los fastos de la Bolsa ; se espera que pasado mafínnii se de- 
clararán en quiebra, en consecuencia, una porción de las mejores ca«as españolas o de las del 
país interesadas en nuestros bonos. 

Por mí nada me importa ; sólo siento tener hijos y que ustedes no sean ricos y más inde- 
{.'endientes ; en esto soy muy buen cristiano, y como estoy viviendo áe milagro desde el f^ño 
26, me he acostumbrado siempre a mirar el dta de hoy como el último; usted dirá que vuelvto 
a mi^ ideas juveniles ; yo no sé si algún día pensaré de un modo inás alegre ; pero Minqi4e 
esto cmpeziiru a suceder mafiA'na, siempre resultaría que había pasado rabiando una tercera 
parte lo menos de la vida ; todavía quedaría por averiguar cuál de las tres es la más impor- 
tante. No vayan ustedes a inferir de aquí que estoy de mal humor; no tengo por qué» estarlo 
en el momento ; pero hasta ahora no he visto nunca delante de mí un horizonte bueno, y aho 
ra empiezo n verlo malo si trinnLa D. Carlos. 



170 



CARMEN DB BURGOS 



Ksta será la (\ltiina vez que hablie de polftioa en mis cartas, porque pudiera no ser prudfeote. 

¿Saben ustedes algo de mi difunta*/ No me interesa mucho; pero quisiera saber ^ ha in- 
comodado á ustedes. ¿Y mis hijos? ¿Sabv>n ustedes que para estar en Navalcamero^ dondte no 
liay grandes distracciones^ me escriben ustedes demasiado? Yo, en camino siempre, apenas 
puedo combinar los correos; si tengo algún influjo con ustedes, les suplicaré que me escriban 
una vez a la semana y lo más tardte posible. 

Soy de opinión que la mejor dirección pam mis cartas ahora os a Bruselas, con un se- 
gundo sobre al ministro áe S. M. O. allí o simplemente a mi nombre, pues tanto allf como en 
Paría tendré cuidado de ir a ver las pistas de la Poste. 'Dambién es un buen medio para cuan- 
do esté en París, un segundo sobre al secretario de nuestra Embajada o al mismo duque de 
Frías. 

Se me olvidó remitir la llave de mi baúl, o, por mejor decir, temí que si la dejaba i.» Ba- 
dajoz, el miamo sujeto, que era bueno para remitirle, lo sería también para abrirle; pevo us-' 
tedes pueden descerrüjarle si quieren, conservando con esmero los ejemplares finos encuader- 
nados y sin encuadernar de la colección y del drama, pues quisiera que se . remitieran; hiego 
a París, donde me podrft convenir mucho hacerlos encuadernar y que me sirvan de pasapoite 
con algunos literatos franceses que no sepan español; bien enciuideruaditos y limpios, y no 
leyéndolos, siempie le darfin a uno un relieve. 

Confieso que el aspecto de Londres entristece más que alegra ; se ve uno tan peque flo eii 
él, ¡es uno tan nadie! Por otra parte, yo creía que el viajar me distraería de mis disgustos; 
pero en Madrid, adonde veía diariaonente a mis amigos y amigas, donde era obsequiado y te- 
nido en Algo, esto mismo no permitía estar siempre enteramente solo; por el contrario, mien- 
tras m&s me alejo, mAs objetos veo; pero como ninguno de ellos estA ligado a mí, no sirven 
mfts que para recordarme que estoy solo ; en una palabra, estoy en Londres cara a cara con- 
migo mismo, y este es el mayor trabajo que me podía suce<ler, porque, a decir la verdad, no 
me gusto gran cosa. 

Paciencia ; espero que Bruselas y París me indemnizarán un poi*o ck- mi habitual spleen; 
entretanto, colmen ustedes de besos a Luis y Adela, escríbanme largo y cuctuten con el riiriQo 
de su amantíslmo hijo. 

{Áqui la rúbrica de Htcmpre.) 

P. D. — Se me olvidaba decir a ustedes que Brancaan es lino de los primeras hombres de 
Portugal y pariente de la mujer de Pérez de Castro, nuestro ibinistro, que me ha colmado de 
atenciones y bondades. 

En Londres paro en ¥\eet Street, City, Portugal Hotel, que es uno de los buenos, ya que 
no es de los mejores ; me cuesta la habitación sólo tres chelines al día, esto es, quince reales ; 
en Lisboa me costaba veinticuatro re&Ies, pero era mucho mejor, era una de las primeras y 
la misma que había ocupado nuestro ministro; luego un birlocho de place cuesta aquí un 
chelín y medio la course, y los ómnibus, mediio chelín cada course. En Lisboa me hartaba 
de ostras, mariscos y buenos vinos por un diuro a la comida ; aquí viene a costar un duix> 
cada plato y cada sorbo de vino; ir al teatro es como hacerse un frac en Madrid, y se paga 
a todo inglés que le mire usted a la cara. Anoche, sin embargo, estuve en Conrent-Oarden y 
oí una ópera francesa traducida al inglés; en Lisboa siquiera había teatro francés. I^s mu«- 
jeres son diosas. Los hombres, marmotas. 




{Dirtcei&n dé la$ carcot dé ^Fígaro* a $u padre, etcriia c» el reveno del miemo papel, qué era CQéímnhré do- 
bladillar pegando loe cierre» con obleae.) 

}so se interrumpe la relación entre la carta anterior y ésta: 



r»* 



FÍGARO 17 



París, 7 de juaio 'dj liS¡i5. 

Qiuíridus papas: Mi filtiina carta fué de landres, y en ella anuucl:ü>a a ustedes mi' salida 
para Hélgiwi ; como lo peusé lo ejecuté, y salí el 21) eu uivo de los hermoMfe» cocines ingleses; 
Uejjué a Dover el mismo día; el ÍJO tomé el vapor para Calais; el 31, la diligreiiciu hatfta 
J)unkerque. Kn esUi ciudad tomé una silla y me vine corriendo la posta hasta l'operingbe; 
me apeé en el Hofvl l)u (Jrand Vvrf y tomé un cabriole hasta (-aattl, bonita iK>sesi6n dií 
nuestro hombre; sin duda usited le ha perito o es muy buen diplomático, pues me recibió 
como a quien esperaba. Después de una confeivncia larga, en la cual no vi a na^lit^t de Ia 
Üamiliti, resultó que estil, efectivamente, atrasado; pero a fuerza de diplomacia pude sacarle 
una carta orden de cien fran<os pagadera en Gante y otra de quinientos francos iiagadera 
eii París. Le expuse que era preciso com-luir este uego<*io a tmla costa, el cual <ronsi<leré 
bajo dos puntos Je vista : los Atrasos, con respecto a los cuales K' indiqué que djando de una 
vez una cantidad decente se podría hacer una reducx-ión ventajosa para él ; i^ro cumo no se 
halla en ui.posición de adelantar dinero alguno en el acto, no quise iucUcarle rebaja algu:na 
ni entrar en esti:)ulaciones. Cuando se halle en el caso, haré por sacar el mejon partida jk)- 
sible ; eu esto quise tatmbiéu dar largas, porque quisieini salx'r su (Ux'isión áe usted en la ma-* 
teria, y la espero, en la inteligencia de que reahnentc estft atrasado. Con respecto al porMe- 
nir le hice presente que hallándome c*asado y con hijos, y siendo su asunto una <-arga de la 
familia rae veía imposibilitado de consentirla por más .tiempo, tanto más cuanto que, tartke o 
temprano, puede venir a refluir sólo en. mí ; i>ero le advertí que si quería entrar conmigo en 
un arreglo definitivo, arreglado a nuestras mutuas circunstancias, yo no tendría dificultad; «mi 
i'doptar una hemwna para toda mi vida ; me ixirece que es cuanto favor se le podía hacVr. 
Rspero que en el transcurso de unos cuantos meses el asunto quedará enteramente zanjado. 
Kra tanto el miedo que el buen señor tenía a mi estancia en Poperinghe, que me suplicó quit 
pasase a otra parte, dando repetidas palabras de cumplimiento; en consecuencia, pasé a Ipres, 
Cambray, Menin.y Gante ; cobré los cien francos ; de Giinte a Ijille, y de Lille ilefinitivamen- 
te a París, donde llegué ayer desiniés de haber recorrido la Flandes Oriental y el herm<icio 
país de Bélgica. Como el objeto de mi viaje a Bruselas era apurarle desd«e allí, valiéndom»* 
dt ^mis buenas recomendaciones y de mi posición, que le hice entender, y ésto parecía inútil 
por ahora, lie sentado mis reales en e»ta capital que ustedes no ixíconocerían. Paro en el 
Hotel d*Italie, place des Italiens, entre lá rué de Richelieu y el bulevar des Italiens, enfrena 
te del teatro italiano ; tengo una linda habitación y he arreglado mi modo de vivir de un 
mo<lo económico y bien entendido. He sido rei'ibido con lo«> brazos abiertos por el duque d'e 
Frías y bu familia, que me esperaba, pues los periódicos de Madrid hablan anunciado mi viaje. 

Siento haber visto París d-espués de Londres, i»orque me ha parecido mezquin-o; el menor 
cacho de Inglaterra vale más que el rosto del mundo. Londres es el primer pueblo. París po- 
drá ser el más divertido a menos costo. 

El medio más seguro de escribirme es con sobre al Sr. Ayllón, secretario de la F^nbajaiXa 
espafiola, o a este Hotel ; al mismo tiempo díganme ustedes si me han escrito alguna otra 
carta a Bruselas o a Londres para reclamarla, a pesar de que en Londres dejé enc^irgado 
que me la remitiesen a Bruselas, y que escribo con esta fecha a nuestro ministro Ai^gaiz 
para que me la remitan. 

Espejo cartas, noticias de todo lo que me pueda interesar, de mis hijos sobre todV>, del 
estado de ustedes y de la6 cosas del país. 

Me urge una cosa : serLi preciso que ustwies se entendiesen con Delgado y que se fvmnase 
un paquete bien forrado en hule y selUido y lo menos abultado posible con las co».)s siguien- 
tes: los ejemplai'es finos de mi drama y de la colección que devolví en el baóJ, y las íiiguien- 
tes cosas, que deberá poner Delgado: dos ejemphu'es de la novela; dos de **No más mostra/- 
dor", dos del *'Arte de conspirar", dos del "Feliiw", dos del "Iloberto Dillón", dus del "Po- 
brecito hablador^ completo; dos del "Desafío o Dos horas de favor", dos ordinarios i?r.» cada 
tomo de la colección de "Fígaro", y además los seis finos del segundo y tercer tomo de la 
misma, que me corresponden, según nuestro contrato; todos sin eiuiwidernar. pues aquí se 
encuadernarán. 

(.■on esta fecha escribo a Delgado diciéndole cómo me Jo ha de enviar. 

Además, me corresponden de la colewión otros seis ejemplares de cada lomo segundo y 
tercero ordinarios y encuadernados, los cuales lAiede usted decirle que le« envíe y Cííusí'rvnr- 
!os. Escríbanme ustedes pronto y mucho, y dispongan como quieran del cariño de su hijo, a 
quien no le falta más (Jue tener el corazón contento i>ara ser feliz en París. 

P. D. — Tengan ustedes la bondad de dirigir esta cartita a Badajoz. 

En París está ha«*iendo na calor y un cielo de Madrid. 

Echada la cuenta de mi viaje, me ha ( osíado <le Madrid a París seis mil reales. 

El misterioso asunto en que se ve envuelto Larra despierta más la atención con 

12 



r 



178 CARMEN DE BURGOS 



la lectura del poder dado por su padre; pero el doctor Larra iio era bastante rico 
para poder prestar 23.000 francos en 1812 al barón de Saint Marz. 
lie aquí este documento: 

iüic) S*autorice Qt donne plein pouvuii* a Mr. D, Mariano José de Larra mon tres cher fils 
afin qu*l puissc toucher en espcce et percevoir, conune sirerait moi-méme, la somine de oiuf 
mille fraupos que Mf. le barón de Bt. Marz (Fhilibert) reste a me payer de vin^t trois niilles 
francos que'il devrait m'avoir donué, d^puis Tan 1812 jusqu'a present selon un contrat que 
nous avons fait tuus les deux a Mado-id dans la dite aune de mille huit ceuts d^ouce. 

En foi de quoi ye donne la presente autorization au dii Mr. mon fíls qui va se transferer 
aux l*ays et a l'enda'oit méme de la residtuce de Mr. le barón qui demeure nu (.\ipiel pres 
Poperinghe, selon la date de Ja derniére letre regii. 

Madrid le 5 avril 183G. — Mariano de Lafra. 

¿Cuál podría ser el origen de esta deuda? ¿Qué cosa tan misteriosa y secreta ha- 
bía en ella que el Barón temblaba al ver a ''Fígaro'' y deseaba evitar su presencia? 

Por dos borradores de cartas escritas en francés a M. le Barón de St. Marz, se 
ve que "Fígaro" le pide insistentemente que le envíe la suma convenida. Le ame- 
naza con ir a Poperinge, y le dice: ''Más le interesa a usted terminar este asunto 
que a nosotros''. íSe habla de que Mr. THarpe, que ha descontado la letra en Gante, 
ha tenido sospechas y de3coníianzas y que él le ha dicho que es un antiguo asunto 
de su familia. 

"dii familia ha hecho durante muchos años el sacrificio, a usted le toca ahora'". 
''No tendría inconveniente en adoptar una hermana para toda la vida". 

Sin saber por qué se piensa en esa Cecilia que vive en Navalcarnero, que es ca- 
paz de traducir el latín, y de la que nadie sabe darme noticias. 

¿De qué índole eran estas relaciones que ''Fígaro" mismo cada vez que escribe, 
tratando del Barón, no dice más que Nuestro Hombre? No lo sé. La imaginación so 
echa a volar leyendo estas cartas y piensa en algún hijo natural, del Barón o de algún 
personaje amigo suyo, puesto bajo la tutela del doctor Larra. ¿Por qué habla Larra 
de que se han estado sus padres sacrificando por el Barón durante tanto tiempo? 
¿Por qué dice que esa carga caerá sobre él? No es una deuda pasada; es una carga, 
una cosa viva; yo no he podido descifrar completamente el misterio. Por el poder 
que D. Mariano de Larra le dio a su hijo, y por borradores de cartas de éste, es- 
critos en francés que he hallado entre los papeles íntimos, he podido saber que 
* nuestro hombre era el Barón. El origen de la deuda permanece en el misterio. Pero 
continuemos examinando esta correspondencia inédita. 

Dice en su carta siguiente fechada en 

Paría, 23 de Junio de 1835. 

Queridos papas: He recibido todas sus cartas de ustedes fechas de 11, 25 de Mayo y 1.** de 
Junio, y en mi anterior di a ustedes cuenta de mi entrevista con el hombre. 

Hasta ahora no ha habido más novedad que sólo he tomado^ 600 francos, que, como me 
hacían Calta después de tantos viajes, he dispuesto de ellos. 

Con fecha del 32 del corriente me escribe, prometiéndome zanjarlo todo a nuestra comdn 
satisfacción, crm tal qUe le dé un poco de tiempo. En cuanto se verifique esto y lome dinero^ 
lo remitiré a ustedes, pues para entonces habré yo tomado cantidades de Madrid. Kl tiempo 
me falta: me estoy rekbcionfludo con las notabilidades literarias del país. VA barón Taylor, 
comisario del Teatro Francés me da billetes gratis, de autor ; de suerte que tengo teatro gra- 
tis, renglón caro aquí. £1 Maclas se e»tfi trasluciendo para insertarlo en una noticia biogrfl- 
fíca y bibliográfica del autor en la gran colección titulada Teatro Europeo. Mañana como con 
Soribe en su casa de caonpo del Meudon, a dos leguas, e invertiré la semana en ir a Versa- 
lles, Sebres y Fontainebleau con Taylor, que me ha convidado a estas tí^/rrerías, después de 
haberme llevado a Saint Denis y de iui'benne ensefiado los departamentos reservados de mu- 
seos y bibliotecas. 

Sírvanse ustedes dar curso a esas cartas, que envío así para ahorrarse el gran gasto 
del franqueo. A ustedes les cuesta lo miamo. 

Me urge mi encargo de mis ejv^mplares: en todo caso, Delgado pudiera encontrar ocasión 
de enviarlo: yo, desde aquí, no sé ele qué medio valerme. 



FÍGARO 179 



Me he mudado a la me de Proveuce, n.o 81, cuarto principal. Tengn una bonita habita- 
ción, que me cuesta 70 francos. La comida, tiO francos al mes, y el almuerzo, 30. Total : IGO, * 
con hs gastos sueltos: vestir, calzar, etc., de 200 a 2r>0 francos al mes. Vivo con arreglo; 
escríbanme ustedes. Mil besos a mis hijos y cuenten con el cariño de su amantfsimo hijo. 

lias cartas, a la Embajada, con segundo sobre, al secretairio ^yll6n. 

Kl pasajero que pasd para esa era mi amigo lioncha, secretario de la Iiegaci6n española 
en Lisboa. 

Aquí se interrumpe este interesante epistolario a sus padres en el que vemos 
la vida de "Fígaro" en aquel París tan distinto al que nosotros conocemos, que a él, 
deslumhrado por Londres, le parece mezquino, pero donde se le obsequia, áe le 
agasaja, convivo con los grandes ingenios de su tiempo y no le falta mds que tener 
el corazón contento para ser dichoso, 

IjS que allí lo persiguen su amor y sus preocupaciones. 

£1 recuerdo constante, el constante diálogo mental con su amada, que le hace 
no ver nada bien porque no lo ve con ella. 

La carta, tantas veces mencionada, que le escribe a Delgado, es quizás lo que 
mejor describe el espíritu de "Fígaro" en estos momentos y es además la primera 
que hallamos después de la anterior. 

Está escrita en papel azul de hilo y dice así: 

París, 20 de Agosto de 1835. 

Querido Delgado : He recibido a mi vuelta de Fontainebleau, donde he pasado cinco días, 
su carta del 27 de Julio, que me ha dado no poco contento. Hemos sabido del tercer tomo 
de la cdlección. Completaré un cuairto tomo ; lo escribiré lo mejor que pueda, y cuando esté 
listo lo remitiré; al mismo tiempo le diré a usted lo que me ixirezca acerca de su precio, y 
tendré en consideración su observación justísima acerca de la cin^unstancia de no haber lle- 
vado al tercero nada inédito. No reñiremos por 10 duros más o menos. 

Apruebo el descuento hecho de 12 duros de nuestra antigua deuda por cuenta de la im- 
presión de Partir a tiempo; como no he estado ahí no puedo juzgar si estft bien o mal pa- 
gado ; de todos modos usted lo ha calculado así : bueno estfl. 

Llevo dos meses en París casi y no he enviado a usted nada de la novela : llevo escrdtOB 
cerca de doo tomos, pero no quiero enviar nada si no acabado. La calculo de mucho endito» 
y debo advertirle que se habrá de imprimir en letra grucaecita y lo mejor posible. 

La razón por que no escribo más de prisa para España es la siguiente : al llegar a ésta 
me he relacionado con las notabilidades de París. El barón Taylor y Guiarles Nodier^ edito^^ 
res di varias obras de viajes por el mundot tratan de publicar Un viaje pintoresco por. E»- 
pafia, el cual saldrá muy en breve en 150 entregas, en folio, con papel veUn; cada hoja lleva* 
una magnífica lámina, grabada en Inglaterra, y numerr.'sos adornos y viñetas, con vistas de 
los principales monumentos y ciudades españolas. Les faltaba el texto, y como e9te trabajo 
debía ser en francés, usted puede calcular que no me habrá ocupado pooo. Lo acabo en este 
momento; se reduce a unos 60 pliegas de papel, con la descripción dp los principales pue- 
blos de España, sus monumentos antiguos y modernos y el estado de nuestras costumbres .- 
un estudio sobre nuestra literatura y nuestro teatro desde principios de este siglo hasta el 
dia, etc., ttc. ¿Sabe usted cuánto se me ha pagado este trabajo de un mes, hecho con dos es^ 
cribientes y poniendo a mi disposición U^dos los libros que he pedido a la biblioteca realf 
Dos mil francos, y eso porque fué lo que yo pedí, habiéndolo dejado a mi arbitrio, y me lo 
han traído a mi rasa y me han colmado de obsequios y finezas al mismo tiempo. Con este 
motivo he tenido ocasión de hacer conocer en Franoia y, ptr consiguiente', fn toda ^Europa, 
los nombres demasiado oscuros, como todas nuestras cosas, de mis amigos. Puede usted poner 
esto en conocimiento de Bretón, de Vega y demás, por si les puede servir de su tisf acción. Ya 
pueden calcular que como español y como amigo habré tratado de dar todo el realce posible 
a nuestras cosas y a ellos mismos. 

Habiendo gustado este ensayo de mi prosa en francés, se me ha propuesto si quiero escri- 
bir algunos artículos en la obra periódica tituladH Tabl«iu de la Penfnsule, que se está pu- 
blicando. He aceptado : se paga a cien francos ^ pUcgo de impresión. Como ahk^ra toda la 
atención de Europa se ha fijado en España, es un tesoro para ellos, que no conocen sino im- 
perfectamente nuestro país. 

La gran dificultad ha consistido y consiste en el francés; pero tengo quien retoque mis. 
composiciones, y al cabo, escribiendo, siempre diariamente, he de add^intar. Hay que agregar ^ 
a esto que el francés fué mi prinufra lengua, y estaba rouillé, comí» los goesnes de una puerta : 
(A .iFo me vuelve a poner corrie»te. 



180 CARMEN DE BUIOIOS 

ICeto uu uüfilunte, iiit-nw) t^a mi Ei-pnilii nliuia iiUls ijiic nunca y la considero siomprc coDio 
' mi cusrt«l general, l'or Id tnalu, en el momento Qut; la <le In aproximación <1el iuvicruo viielvii 
a dar un poco de interés a las noredade» úv este teatro, no me ili'íicuidaré L-n enviiir algo ; des- 
de Itíego, eacrlbirí de \'(clor Hubo, de Seribe j- ilc Cnainüro do lu Vigne, tres (xbwh que esUtn 
Lrabajamlo, y ui snii tltiie<i antes de que se impjiman aquí, irftn caminanrtu en eHpaQol para alia. 
Ue Ua demAs publicnoJones de fxtn, lin.sta ahora no ba.y cosa que puebla ofrecerle a usted gran 
ganancia, r mirando con cai'iflo su liolfnllo de ualed, do quiero «nviarle nino cosa iicgura. 
Tampwu me olvide de mi ('lanpdin cmiiexada ; un dramii orijcinnl que liulle en la cabexn. 
Vuu reapei'to a. mi vuella, depeude de lo que tarde en arreglar tmi asunto de Uélgicn ; no creo 
que serll muy largo el zanjar estos ¡iriereHea ; pero ya Bal>e usted que no han plací ijiie no ti 
cauí/ila, ICl temor ile hacerle a usted gestar en rorreo es Im que me etuuumlxa cartaH. Con tuilu, 
las menudeara, porque ci-co que si teDeimr)a el talento de unirnos noH iiodemos ser. muy ntilea. 
Convendría (lue usted me dijese si «luierc que le haga niiuf alguna diligencia de «Igima cosa de 
implanta, vlñeíaíi, ele, en la inteligencia de que vilver a KíipaKa y pulilienr un imítíChüí-'o lafo 
serft lodv uno. l'ara eiio llet-arl' lodo liien arreglado. 

Advierto n usted que en punto u traducciones tniito giara el teatro como para la Prensa me 
sera preciso guardar el mfls severo Hccrelo y nuOnimo en las que yo desi»n<í; si no uo enviara 
ninguna. Ka las que yo juzgue enm-pnieute iwndré mi nomlire. Kste es loila mi riiiiKia y <■>> 
preciso ecouom izarla. 

X'aimuB a otra c<k«i. I>esili> iiw> nos eoniieemos nuestra lunistiad lin 4<>nido mucltas alnis y 
liajas, y ha debido tenerlas. 

{Áqui. aicfr llnfiii tarhadait y ahaol«tamenle ioi.poiÍblr de i/cHeubrir.) 

hltlo sentado, i>efeHÍto Itncer a iwted una ctinrcsiOn, en In cual me ha ile servir. Al salir tV 
^([adrid hm hallaba separado de mi mnjej", a quien no considerare yn nunca como tal y con quien 
nunca me ri-uuiré. l'ero esa misiica mujer es madre de lUm liiji •» que <|u[eri> y que he ilehldo a su 
tmor. líB posición de esa mujer nliatiiionadn [siv uif ¡m-<\- «-r buena si sus padres se portan 
roano deben ; |>ero conio eslo puede no suceder, nmso m-a. Iiorrible, ¥M& idea hai'e mi tormento 
con oirán mnebns. No quioru ni aun retneiOn de amistad entj'e iHted y mi tnujer; esto le darla 
eouHanxa imm esperar una reunión Ím|>oHÍble; i)ero 'necesito e\'ilar que ena Infelis. victima de 
mi crueldad, araxo muí entendida, se vea en una posición hornirosn. Necesito que usted se in- 
forme mjiñosamente de su nindufltn, no imhijuc me ImiKtrte, pues esta en complnta lilvrtad, y no 
<ne reci noxco su marido, sino porque uuila hnlirfa mus liorribk- que el que la que fi^ mi mujer 

sucumbiese por miseria a cosas poco 
decori)sns. At'eriglle usted eslo : si ne- 
cesita, ínmediataouente se le enviarA 
dinero ; lo pondrí en poder de usted, 
y usled luego cuidarA, por cualquier 
medio, de que lo m'ilm, pero ndvir- 
tiendo que no serS como mesada ni 
como alimento^ sino como repito, co- 
mo socorro, que n nada me obligue ; 
uo quiero hacer nada a la fuerm ni 
lior el deber. Yu basto solo pam ser 
<'uba11ero. 

No tenga usted diücultnd en infor- 
marme de la verdad, 9ea la que fue- 
se ; pero no mantenga usted '.a menor 
relación con ella, ni menos con sus 

Asimismo haré a usted presente 
que tanto en esto como en cualquier 

ludo lo que pueda importarme ; sí 
oyese usted hablar mal de mi, sobre 
lodo, dleamelcí usied. No necesito sa- 
lier lo bueno que digan, si algo di- 
cen, sino lo malo, y esto sin rebozo. 
Se lo pido H usted encareeldsmen- 
, , , „ te. Sftio puPile uste<l callar e! nombre 

JosídaE.pr<,noeU.. ,^ ,^ ^^^ hablen; eso no me im- 

Averigüe usted si G-rimaldi eslA enfadado conmigo y por qué; sin duda serfi porque le he 
escrito muy amlHtosamtnte y porque lo esliroo ; eJlo ea que no me ha conlesladiv 

i* mismo digo de Vega ; pregúntele sí le ha incomodado que me mcuente Innto de #1 desde 
mi salida de Madrid ; si estuviese usled en París podría ofrecerle ima coma di' dos que tengo en 



FÍGARO 181 



uua excelente habitación y un amigo ; como eetá por aliú no puedo ofrecerle más que re<-uertloM ; 
hay pocas cosas que me inmutan mds que el silencio de Wga y de Crrintaldi ; me hiela la 3an- 
i;re; necesito estimarlos para no enviarlos a tous les diableit. 

Si hubiera escrito a E^ronceda, Ochoa o Bretón, otro gallo me cantara. Al primero dígale 
usted que estoy muy agrade<'ido a la exactitud con que en los prinik^ros días de mi ausencia 
cumplió mis encargue de guardar secreto. I*osteriormente ho sabido, por una casualidtad^, su 
porte caballeroso. Nunca me admiro, porque le conozco ; pero sí det^eo ocasiones aquí o en cuaU 
<iuier otra parte de probarle cuánto le estimo; más: !(«' quiero y respeto sus brilkintes cualida- 
des, superiores aun, si cabe, a su talento. 

Esta carta es ya demasiado larga ; atribuyalo ustvxl al placer que «tengo en conversar con 
usted, y conteste pronco, contando siempre cim la amistad sincera de M.^T. de I^arra. 

1*. D. — ^Pcr Dios, envíeme usted por cualquber medio, y si no hay otro i>or el de la Eknbajada 
de España en París, el paquete que tengo pedido hace tanto tiempo ; imcluya usted, si es tiempo 
aun, el tercer tomo de la colección Partir a liempo; si no, enviémelo solo con sobre a Ayllón, 
para que no me cueste, un par de ejemplares sin encuadernar del tercer tomo; 

Sigo siempre en la Rué dio Provence, núm. 31. 

Dé usted dirección a esas cartas echándolas al correo general de Madrid y sin retardarlo. 

Dígame ustJed cuál es el medio más seguro de ponerle los sobres o enviarle paquetea, si a In 
librería de Escamilla, o a la imprenta de R^^pullés, o a su casa.** 

Esta carta fué mostrada por Luis Mariano do liarra a Chaves, que lia copiado de ella el 
pA:rrafo que acotamos con comillas ; lo demás había pe^rmanecido inédito y ofrece la particula- 
ridad de siete líneas y media tachadas, (cn un trazo de pluma gruesa, en el lugar que se indica. 
Sin duda no fué '^Fígaro**, sino su hijo, quien tachó esas lineas. ;.Por qué? En estas cosas son 
siempre peor las dudas que las más crudas realidades. Esta honrosísima carta de -"Fígaro** de- 
bían haberla publicado loe hijos en un folleto para que se vkira bien el alma de aste hombre, 
delicado y noble, que vela por la madre de sus hijct; de un modo tan espontáneo, sin necesidad 
de obligaciones ni de coacción ninguna. 

"No quiero hacer nada a la fuerza ni por el deber. Yo basto solo para ser caballero. " 

Ee una pena haber estropeado carta tan hermosa con los imprudentes tachones. 

Después de ésta, la primera que encontramos es una fechada en París el 24 de 
Septiembre y qucí ha sido publicada por la Revue Hispanique, seguramente facili- 
tada también por sus descendientes, sin pensar más que en su valor de autógrafo. 

Parlé, 24 de septiembre de 1S35. 

Queridos papas: He recibido su última carta de ustedes, fecha 2 dL»l corriente, y con ella 
cuantas noticias me dan de mis hijos, que ardo en deseos de ver y abrazar. 

He estrechado a nuestro hombre en tales términos, que eepero de un cnomento a otro dinero ; 
ionnediatamente que lo reciba lo haré llegar a manos de ustedes. De todas suertes, salgo uno 
de estos días para Poperínghe y Bruselas. Vistas las cosas de España, después de haber «calcu- 
lado que hacer fortuna aquí ee casi imposible, porque me falta la fe, es decir, la voluntad de 
amarrarme a la cadena- en París muchos afíos para lograr o no lograr lo que en España ya 
tengo conseguido, vifito que ha llegado el momento de que mi partido triunfe completamente, 
uo quiero verme detenido aquí por un negocio que debía estar acabado hace ye mucho tiempo. 
Quiero ser libré. En consecuencia, dentro de poco estará el asunto concluido con las «mayores 
ventajas posibles, o el buen hombre y yo nos veremos las caras dé una nuanera un po<x) seria ; 
Dic he propuesto que no seamos juguetes di? nadie por más tiempo, y lo conseguiré. En una pa- 
labra, no vuelvo a ¡España sin haber sacado unos cuantos miles de francos en moneda sonante, 
haber zanjado el resto, determinándolo por medio de un escríto suyo firmado y remitido su 
plazo a épo<;as fijas e immediatas. 

Oon respecto de este viaje a Poperinghe y Bruselas, comió será un paseo de unos cuantos 
días, no altera en nada la dirección de mis cortas, que deberán venir constantemente, hasta 
nuevo aviso, a la Rué de Provence, 31, que es donde he díi'ho a ustedes que vivo. No enciendo 
cómo pueden ustedes ignorar mi casa, puesto que me escriben a ella ; ¿o es que yo no tengo 
cara de vivir en la calle del'rovence? 

Con respecto de la vuelta a España, vuélvame yo abogado o cualquier otra cosa peor si la 
ha}', no sé cuándo será ; no he reflexionado en eso seriamente ; pero de todtw modos áuplircaría 
a ustedes una cesa si mudan ustedics de domicilio y van a Plasencia : figúrense ustedes (|ue he 
muerto y no hablen nunca de mi vuelta. Conténtense con decir que tienen un hijo en Parfs y 
que no saben cuándo volverá: pero nada de "Fígaro' ni de que hace versos, ni de que escribe 
para el publico. Yo me entiendo; hasta para ustedes puede ser rttil esto algt\n día. Por lo de- 
más, el fin de las rosas de España, tan incalculables a los ojos de Ufitedes, está ya (ía1c\iladó ; 
y como que la ocasión es calva, pienso recoger el ñnico pelo que presenta. Ffenpe ustedes en 
mi prudencia y en que conociendo el mundo diemaslado bien, por desgracia, no t^^rá la fe (qUe 



182 CARMEN DE BURGOS 



uo tengo en ninguna opinión i>o1ítiea), ni la ceguedad de partido, ni la precipitación la qde me 
comprometa. 

Es preciso acontumbrar^e a considerar la vida como una partida de ajedrez: ni loe bombres 
tienen más valer que los muñecos de palo, ni una desgracia es mfls que una mala jugada. 

Cuiden ustedes mucho de mis hijos, en la inteligencia de que no deseo que sean fenómenos ; 
se me figura que todo desarrollo prematuro de la parte moral del hombre no puede hacerse sino 
a costa de la parte física, y sobre todo me contento oon que mi hijo sea hombre grande: no ne- 
cesito que sea un gran nifio ni piíeniBo enseñarle por dinero. I^lénenlos ustedes de beso^. 

A mamá le escribiré otro día largamente. Escríbanme ustedes y cuenten con el cariño de su 
hijo. 

Rué de Provence, 31^ 

Después aparece otra caria idédita fechada en 

Plaris, 8 de noviembre de 1835. 

Queridos i>apfls: Ue recibido su caita de ustedes del 10 del pasado. Son tantas las cosas 
que me han pasado desde la última que a fines de septiembre escribí a ustedes, qué al saberlas 
no extrañarán mi largo silencio. 

El 27 salí de París para Ipres, con ánimo de dar la vuelta luego por Gante, Amberes, Bru> 
selas, Waterloo, Licja y Valenciennes ; pero me haUaba ya malo y hubiera debido retardar mi 
viaje; como había amenazado con él a nuestro hombre, presumí que el no verificarlo era darle 
a entended* que mis promesas no eran sino amenasas vanas, y a pesar de haber recibido la ma- 
ñana misma de mi salida una pequeña cantidad de p|arte suya, cpie me trajo su amigo el minis- 
tro de Dinamarca, emprendí cd viaje resuelto, como decía a u^edes, a acabar de una vez para 
siempre. 

Pero llegué a Lille en un estado poco satisfactorio ; hice un esfuem) al apearme en Ipres ; 
me tuvieron que llevar a la cama. Solo, en un mal pueblo de Bélgica y sin alma viviente a quien 
dirigirme, sin más dinero que la misma cantidad que acababa de tomar en París y residuos M 
gasto del viaje, ustedes pueden presumir si habré pasado buenos ratds. 

En Ipres pasé veinte dias comido de sanguijuelas, médicos, cirujanos y posaderos, sin dejar 
la cama y sin poder escribir ; lo uno, porque realmente no me era fácil ; lo otro, porque era pre- 
ciso confiar la carta a cualquiera otra persona, que se hubiera metido en el bolsillo el dinero del 
franqueo y en alguna otra parte peor la carta misma. Hice avisar a nuestro hombre, el cual» 
como buen diplomático, se aprovechó de mi situación. A los veinte días vi que, si había de es- 
perar a un completo restablecimiento, necesitaba estar mlicho tiempo en Ipres; el primer día 
que pude levantarme, informado ya por mi estancia en el país, de que realmente el hombre no 
CR un Creso, aunque no le falta para vivir, le estreché, y saqué de él todo cuanto partido se 
podía haber sacado de un negocio de esa especie, malo y bueno a un mismo tiempo. Pero 
en dinero fué imposible sacarle más que 1.200 francos. El resto del negocio se concluyó dán- 
dome dos pagarés a plazos algo largos, es verdad ; ''pero no hay plazo que no se cumpla ni deu- 
da que no se pague**, y el día que yo llegue se alegrarán ustedes mucho de esta conclusión : 
no me parece prudente entrar en anas detalles por carta. 

Concluido lo principal, me decidí a dar la vnellta, después de haber pagado los malos ratos 
de Ipres, tan caros como si hubieran sido buenos, y, a pesar de los consejos del médico, tomé 
el camino de París ; estas setenta leguas andadas en horas me condujeron de nuevo a la cama 
com una recaída peor que la enfermedad. En ella he estado imposibilitado de escribir por -las 
mismas razones de arriba, hasta hace dos o tres días. Vuelta a las sanguijuelas, vuelta á los 
médicos, vuelta á las comidas de enfermo. Sólo que en París la salud se vende más cara que 
en Ipres. 

Sin mi enfermedad hubiera enviado a ustedes siquiera 1.000 francos; pero me ha sido im- 
posible ; he tenido que echar mano de todo : ni podía trabajar ni podía percibir nada de la Re- 
viétúf a la cual no he enviado artículos desde Julio. 

Convaleciente ya, espero el momento en que el médico me dé licencia para echar a correr 
a. España por mil y una razones: diré la una y dejang las mil para nuestra primera vista: 
sólo tengo confianza en usted en punto a medicina, y estoy seguro de que a peco tiempo de es- 
lar a su lado estaré como nuevo. 

Mi enfermedad ha sido una irritación violenta : me hallaba en el mismo estado que el año 
pasado cuando se me hizo sangrar; no me sangré, me descuidé, y las circun^antHas, que me 
han hecho hacer disparate sobre disparate, han convertido en órma. seria lo que, atajado, no hu- 
biera sido nada. 

A mi llegada ajustaremos cuentas ; si necesitan ustedes dinero, }o tendrán ; y sucefi im- 
mente nos iremos ayudando ; mientras que don Carlos no entre en Madrid tengo demasiados 
recursos para afligirme por un retraso de intereses como éste, y mientras yo tenga recursos no 
tengan ustedes cuidado por nada. Un poquito de paciencia y odisérvenme ustedes siempre el 
mismo cariño que yo les tengo. 



FÍGARO 183 



En este momento no puedo aventoranne a quedanne con demasiado poco dinero, pues en 
el estado de debilidad en que voy a emprender el viaje, sería posible que tuviera que detenvr°^ 
en Burdeos o en alguna otra parte. Ademfls, el Aragón está ya trabajado de facciosos, y quién 
sabe si habrá que hacer alto en Zaragoza o en Jaca, y si necesitaré en esos puntos recursos : 
no puedo tampoco salir de París sin baoer oompras indispeinsables. Por lo demás no tengan 
ustedes cuidado ninguno, pues no puede hat>er peligro para mí ; y en cuanto a mi salud, podré 
no llegar muy bueno y muy descansado, pero estoy fuera ya de todo cuidado. 

He tenido la fortuna en París de que no me han dejaido ni un momento solo mis numero* 
sos amigos : se feñnen en mi casa noche y día, y al menos no me dan tiempo de estar triste. 

Saldré de aquí el 12 ó el 15 y llegaré pisando los talones a esta carta ; pero ni una palabra 
a nadie de mi ida ni de nada qtie me atafia. 

No me escriban ustedes más y abran los brazos para recibir a su hijo. 

Millones de besos a los míos. 

A pesar de sus propósitos retardó unos días su viaje, como se ve por la si- 
guiente : 

París, 17 de Noviembre de 1835. 

Queridos papas: Aunque en mi última decía a ustedes que salía de esta capital en pos de 
mi carta, escribo nuevamente ésta pora que no e^tén con cuidado. 

Los médicos me obligan a demorar algunos días todavía mi viaje ; espero que no serán más 
que días y creo que pueden ustedes contar con que nos dairemos un abrazo lo más tarde para 
la Concepción. Es intLtil hablar a nadie de mi ida. 

Escríbanme ustedes, sin embargo, desde luego a Zaragoza cuanto oreao que puede intere- 
sarme, con el sobre a don José Sánchez de Castro y Langelot. 

A mi llegada iré al conreo, a la lista, y acaso me detendié en aquella capital uno o dos días. 

Millones de abrazos a mis hijos y cuenten can el carifio del suyo. 

Con esta carta anterior que permanecía inédita enlaza la siguiente, publicada en 
Gente Conocida: 

París, 26 de Ncwiembre, 1835. 

Queridos papas: Eétoy casi enteramente bueno, y s6lo me he detenido unos días para em- 
prender la marcha sin cuidado de recaída y para tradiucir aquí el Don Juan de Austria, d^B 
Casimiro Delavigne. No se ha publicado aún, aunque se ha representado ; pero estando rela- 
cionado con el autor, he pedido traduicirla por el manuscrito y remitirla a la empresa de Ma- 
drid. Nd nos podremos abrazar el día de la Concepción, pero sí antes de mediados de di- 
ciembre. 

Escríbanme ustedes a Zaragoza, a don José Sánchez de Castro y Ijangelot; yo iré al co- 
rreo en llegando. 

Millones de besos a mis hijos y felicidades de su hijo. 

l^espués aparece otra inédita : 

Burdeos, 7 Diciembre, 1835. 

Queridos padres: Acabo de llegar a esta hermosa ciudad y continúo mañana mi viaje. 
Debo llegar del 15 o el 16 a Madrid, si no me detiene la nieve y la falta de carruajes. Excu- 
sado es decir que no tardaré en pasar a Navalcamero. De todas maneras vean ustedes qué 
hay que sea confortable, pdrque llevo cuatro meses de dieta rigurosa, :y de París a Madrid no 
habré probado más que un caldo diario; voy, sin embargo, bueno, contra el parecer de los fa- 
mosos médicos cíe París. Lo mismo fué ponerme en viaje que emipezé la memoria a ser tan 
grande, que me doy a pensar que si el viaje dura un par de días más de lo preciso he de mo- 
rir todavía de exceso de vida. 

Hasta la vista, su amantísimo hijo. 

Se detuvo Larra próximamente una semana en Burdeos, que guardaba para él 
los recuerdos de su infancia, y luego continuó su camino hacia Madrid, donde debió 
llegar en los últimos días de Diciembre. 

El 5 de Enero publicó la Revista su artículo "Fígaro"' de vuelta^ que debió in- 
quietar a muchos, y del cual tomamos los párrafos que se refieren a la manera de 
efectuar el viaje: ... 



VA cBjnliio de Viw^nyii u<i culi |inrn tndo el inundo. si>l)i'e ludo denle nue hiuIh pi»' ''1 "" 
/uix!Íoío má>; gue, nuuqiii; no p» mftB (|ur uno, «uno Im diclio muy bien Hlpiieii, debe db si-r. 
r-in dude, tan grande, que In oeuim todn. Ilueno eirá no hnee mucho, en dpfectn de ese. el de 
C-Rlnlu&ti; pero de poco tkiiiiix) n eala partn hay también en *1 algunoa faisiiKoB mSs y uIkh- 
riHK -diligenelati nienoH. B(i>n me dii-fnn <|ue el de Olcríin era IneAmodo; pern ;,quí remedio? 
Volver iwr PorluKnl. romo hiilifii ido. ni ora lo mfis derecho, ni menoB |iiira im carftcter vcr- 
sStU : ademAK de riue hay países que nu spn para rifrtos dos vwes; y aunque alguien me -imi- 
taha a lomar con el vapor del Mediterrflneo In vfa de Margella, Areel. Ofidií y B^viHa. eso de 
volven- a EapaBa por Argel, má» io luve yo por pulla y atreiiila que por ci)ni*jo rannable. 

Vfneme, pues, por OlerOu, adonde no creí llegar por entre tantoii K-'udarmes como andaii 
Ijor la frontera, defendiendo el paso a los c^rlislaa tmra la faio(Ji6n. Como yo no tengo traza 
de príncipe, ni me parcECO a don Carlos, ni a don Sebastián ; oinno no trata conmigo ni arma- 
mento ni municiones, ni caballos, me costo mucho trabajo introducirme en EspaÜa. 

IjOS Pirineos, esos montes que no existen deede la Cuádruple Aliauxa, esas barreras que 
allan6 para siempre entre Francia y EepaBa nuextro Ministerio d«l justo medio, se pasan, sin 
embarg<<, a caballo en un mulo, o, |>or decir mejor, en eompalUa de nn mulo, n lo cual llaman 
diligeneia ác Zaragoxa a Olerán, sin que yo linya podido dar con la verdadera causa de esta 
denoiainaciCm en doe largos días que con dicho mulo viví, solo con ei en aquellos vericuetos, 
'^nsiderllndole yo a él, y considerlludomc (\ a mf. Era tanto el hielo, y tan malo el papn, que 
no sé decirte quién llevaba a quién. 

PoBleriormente he ofjh hablar mucho en el Estamento, y nun por todo Madrid, de adua- 
usH. Hilmblitia eminentes nay que aseiniran ser las tales un gran recurso pnra el Estado, y to- 
dos iKir aquí están crtídos, basta el Gobierno, de que tenetoos una en la frontera : se dice 
que está «n Oaníranc, Asf debe de ser. Lo cierto es que cuando yo paaé, la tal aduana habrTa 
aalido a dar una vueJta con el cura y el cirujano det pueblo, porque nunca la Vi, ni ella viA 
jamás mis baúles. Lo que si vi fué varios carabineri s, con quienes contraje relaciones di di- 
nero; pero de peseta en peseta me vi a lo raejrr en Madrid, en donde ya no sirve, para no ser 
registrado, daf una peseta, sino que es preeiw dar dos, por ser In. capital, y a casa luego 
con el contrabando. Yo no lo trata casualmente, que lo aenlf, pero te juro que el ramo está 
perfectamente organisado para el que lo quiera traer. Esto te lo dico por si te vienes. Tráe- 
te medio París en lo maleta, y no vayas a creer al pie de la lebra. Limio yo. que lodo está 
reformado y que andan todos di'rechos. aunque lo veas Lmpree'\ poiriue olicío es nuestro im- 
primir, y no ignoras que los jieriodintas el día que no imprimimos no comemos. De todos mo- 
dos, hagas uso o no del aviso, bueno es que esto quede entre los dos. 



Tarsia llkoali». (La amata de Etprene*ia.) 



XIV 



LARRA Y BRETÓN 



La |M)l<''iiiica de J^arra con Bretón no tiene realmente la importancia que se le 
lia querido dar. Frecuentes son las rencillas y mordeduras de los literatos en todos 
los tiempos. Esta tiene de extraordinario el tratarse de un escritor insigne y genial 
como es Larra, y de un literato tan notable como Bretón de los Herreros. 

Hay además en esta cuestión un aspecto que favorece poco al último, puesto que 
al zaherir a Larra no lo hizo animado de ese espíritu de justicia con que se juzga 
a un hombre descalificado por la opinión, o de un malvado al que la sociedad no 
conoce lo bastante y se tiene la valentía de arrancarle la careta, sin odio y sin 
rencor, con pena algunas veces, en cumplimiento de la misión moralizadora que se 
impone el escritor. 

Nada de esto hubo, ni pudo haber, en este caso. Más que venganza personal por 
ofensas que infiriese el crítico, dentro de sus atribuciones, hay un ensañamiento de 
mal gusto, un rencor, una envidia, que se acentúa más cuando más se profundiza 
en el estudio. tx 

Que Larra y Bretón eran amigos, es indiscutible. Ambos eran asiduos concu- 
rrentes al Parnasillo, tenían las mismas relaciones, iban a las mismas reuniones y 
compartían sus diversiones y sus esperanzas. 

En la partida de casamiento de Larra hay una prueba más de su amistad íntima 
con Bretón de los Herreros, puesto que éste y el duque de Frías son los testigos 
de su boda. 

Larra era más joven que Bretón; cuando éste contaba treinta y cinco años no 
tenía Larra más que veintidós; así se explica el tono doctrinal, un poco de superio- 
ridad, que toma Bretón al juzgar en el Correo Literario del 2 de Mayo 1831 la pri- 
mera obra teatral que estrenó Larra en el teatro de la Cruz : Xo nids mostrador. 

Bretón se complace en alentar a Larra a continuar por el camino emprendido 

* 

y elogia la obra y el talento del autor. 

Han creído muchos que es una magnanimidad de Bretón el haber callado en su 
crítica que No más mostrador no era original de "Fígaro", sino una traducción de 
Scribe. Esto obedecía a estar enterado Bretón de lo que después ha narrado el 
mismo Larra. Esto es: que ora inspirada en Scribe, pero no traducida. 

Leemos, sin embargo, que Molíns dice que la crítica hecha por Larra de IJn 
tercero en discordia, era en verdad harto mis dulce que la que Bretón había hecho, 
en el Correo Literario y Mercantil, de la comedia de Larra No más mostrador. Hay, 
pues, una mala fe manifiesta en Bretón respecto de "Fígaro". Mientras en una parte 
lo elogia y le da consejos, en otra califica el título de la obra de impropio, y dice 
que los caracteres son exagerados e inverosímiles: y aprovecha el pretexto do la 
crítica por volverse y zaherir a contemporáneos suyos, que bien pudieron haber 
servido de modelos a ** Fígaro" en esta obra de verdadera realidad, aunque exage- 
rada, como el caricaturizar a tales personajes obliga. 



186 CARMEN DE BURGOS 



Al año siguiente, Bretón elogió la obra que estrenó Larra, comedia en dos actos ^ 

y en prosa, Felipe y Roberto Dillon, la traducción de un melodrama de Víctor Du- 
cange, que firmaba con el pseudónimo de "Ramón de Arríala, anagrama de Mariano 
de Larra. 

Mariano de La rra. 
1, 2, 3, 4, 6, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 18 

Ramón de Arrial a. 
3, 2, 1, 7, 6, 8, 9, 19, W, 4, 6, 10, 11 

También elogió mucho Bretón en La Abeja ''El arte de conspirar '\ traducida de 
Scribe con el mismo pseudónimo, aunque apunta "que los traductores dejan por la 
prisa de limar su trabajo''. Más generosamente aún juzgó Las desdichas de un aman- 
te dichoso, porque esta obra no fué del agrado del público. Lo curioso es que aún 
en 20 de Julio de 1835, es decir, pocos meses antes de estrenar la obra que rompió 
su amistad con Larra, aún elogiaba Bretón la traducción echa por éste de Partir a 
tiempo, de Scribe. Ya en este tiempo había "Fígaro" publicado las críticas que pu- 
dieran molestar a Bretón. 

Anteriormente también había Bretón elogiado a Larra como periodista y a El 
Pobrecito Hablador en El Correo, llegando a decir que no tenía buen gusto quien 
no le leyese. 

En 1833 criticó Larra la traducción hecha por Bretón de la comedia en un acto, 
de Scribe, No mes muchachos. En ella no nombra al traductor, pero dice: "Ld tra- 
ducción está hecha por mano ejercitada y feliz; el público aplaudió mucho." Res- 
pecto a La nieve, empieza su artículo festivamente : 

"¿Comedia nueva? ¿Traducida? Claro está. ¿Autor? Scribe; eso ya no se pre- 
gunta : cosa es sabida. Un título tan refrigerante no podía menos do ser consolador 
en los principios de la calurosa estación que nos amenaza." 

Pero consigna: 

"La traducción es de mano maestra, en buen lenguaje, y hecha con conocimiento 
del teatro." t 

Muy benévolo aparece, quizás benévolo en demasía, al hablar de El músico y el 
poeta, alusión a los días de Fernando Vil : 

"Un plan acaso demasiado sencillo, disculpable sólo por ser el de una corta pieza 
de circunstancias, y un diálogo a la par vivo, animado y salpicado de sales cómicas, 
son las circunstancias más notables de este breve dramita, en cuya fluida versifica- 
ción hemos creído reconocer la pluma de uno de los más fáciles de nuestros poetas 
modernos. El cartel no anunciaba quién fuese; pero no creemos equivocarnos si 
colgamos este milagro al autor de la Marcela. Sus lindas redondillas revelan quién 
es a su pesar y rasgan el velo del modesto anónimo." 

También elogió El templo de la gloria y La loca fingida, traducción del mismo 
autor francés que llenaba nuestro teatro. 

De Carolina o El talento a prueba, estrenada en Abril 1834, dice "Fígaro" : ^ 

"La traducción nos ha parecido de mano maestra, y las lindas coplas que la 
amenizan la hacen resaltar." 

Al 14 de Mayo siguiente rechaza ruidosamente el público la adaptación de Bre- 
tón de Le Mariage de Fígaro, con el título de Ingenio y virtud o el seductor confun- 
dido, y Larra lo defiende. j 

"... Si de algo se puede culpar al traductor, es de no haber conocido suficiente- 
mente en esta ocasión el gusto y la irritabilidad delicadísima de nuestro público. -< 
Las costumbres purísimas de nuestra sociedad del día, no podían menos de ofenderse 
con las pinceladas atrevidas de Beaumarchais... ¡Dichoso el país tan celoso de la 
pública moral, donde no bastan las muchas gracias del diálogo,' el mucho talento de 



FÍGARO 187 

las situaciones y los aplausos parciales merecidos durante la representación a com- 
pensar el efecto de la desnudez de las pinturas; donde no puede hacer efecto una 
comedia escrita contra la aristocracia, por ser en tal país la aristocracia la primera 
liberal, y, en íln, donde la virtud vale más que el "^ingenio"', cuando se echan a 
reñir. 

Y lo mismo sucede, pocos días más tarde, a propósito del estreno de La educanda, 
por Bretón, de Víctor Ducange. 

''Si bien el partido de la administración pasada de los teatros quiso, como su- 
cede ahora todos los días, ingerir al flnal sus parciales demostraciones de desapro- 
bación, la pública indignación triunfó de la hostilidad y sofocó todo chicheo.** 

I^al ocurre respecto a Los dos preceptores, "Fígaro" dice en El Observador: 

"La traducción es de mano maestra y tan bien hecha, que nunca se trasluce en 
ella la huella original.** 

Es cierto que en críticas más importantes, de obras originales. Larra, a pesar de 
su amistad con Bretón, fué un justiciero y censuró, con su admirable visión del 
arte, todo lo que podría censurarse colocándonos en el punto de vista de este pri- 
mer cuarto del siglo XIX. 

El mismo año 1833 juzgó Larra ün tercero en discordia, y al siguiente. Un novio 
para la niña. Estas críticas, por lo mismo que eran razonables y certeras, debieran 
molestar a Bretón, que estaba rodeado de un círculo de amigos dispuestos a aplau- 
dirle siempre, y no tenía hábito de escuchar cosas desagradables, por sensatas que 
fuesen. 

En ün tercero en discordia, no sólo deshacía la obra, sino que iniciaba una es- 
pecie de revisión de valores de las comedias bretonianas, y la emprendió con su 
famosa Marcela, para decir: 

"En la Marcela es una mujer amable, cuya peligrosa amabilidad da esperanzas 
a tres amantes, igualmente indignos de su alto cariño. En ün tercero en discordia 
es una joven perseguida también por tres amadores; los caracteres nuevos que pre- 
senta esta composición son los de los dos amantes más inoportunos de Luciana. El 
uno es joven, en demasía desconflado del cariño y fidelidad de su amada; en una 
palabra: un hombre celoso; el segundo es un necio, por el contrario harto confiado 
en el amor de una mujer que no le ha dicho siquiera que le ama, pero de cuyo 
cariño cree poder estar seguro; en una palabra: un presuntuoso. Un tercero en dis- 
cordia que ni es celoso ni presuntuoso, sino un tipo de la perfección social, un 
amante que ama sin prisa, sin mal humor nunca, que nunca exige nada, impasible, 
eterno, imagen del no movimiento y de la no acción, es el justo medio presentado 
en ese carrusel amatorio. A los ojos de una mujer sentimental, exaltada, romántica, 
de pasiones vivas, pudiera no parecer don Rodrigo el más perfecto ni el más amante; 
pero a los ojos de una muchacha bastante fría, como el autor nos la pinta, bien 
educada y de suyo sosegada, no hay duda que don Rodrigo debe ser el amante pre- 
ferido, el esposo." 

Sigue analizando como hábil psicólogo la obra : 

"¿Nos permitirá el autor que no convengamos con él en una cosa? El calor, sin 
duda, de su imaginación poética le lleva a formarse a veces una sociedad ideal, 
donde sólo considera virtudes y vicios, perfecciones y defectos personificados y si- 
tuaciones posibles de efecto; esto le aparta de la pintura verdadera de la sociedad 
en que vivimos: queremos decir, que tanto en la Marcela como en ésta, los desenlaces 
no nos parecen naturales. Al fin, en Marcela no hay otro inconveniente contra los 
usos sociales que el declarar en publico a sus amantes lo que sólo puede uno oír 
en particular; porque si una mujer tiene derecho a no corresponder a un hombre, 
no le tiene para ponerle en ridículo sólo porque la ama. 

'* Acabaremos este rápido juicio con una observación. En nadi^ brilla n)ás el sin- 



1B8 CARMEN DE BURGOS 



guiar lalentu poótico del Sr. Bretón, que en la sencillez de sus planes; en todas sus 
comedias se conoce que haie estudio y gala de forjar un plan sumamente sencillo; 
poca o ninguna acción, poco o ningún artillcio. Esto es sólo concedido al talento, y 
al talento superior. Una comedia llena de incidentes que cualquiera inventa, es fá- 
cil de hacerla pasar a un público a quien siempre cautivan el interés y la curiosidad. 

''El 8r. Bretón desprecia estos triviales recursos, y sostiene y lleva a puerto 
feliz, entre la continua risa del auditorio y de ai)lauso en af)lauso, una comedia 
apoyada principalmenle en la pintura de algunos caraoteres cómicos, en la viveza 
y chiste del diálogo, en la i)ureza, fluidez y armonía de su fácil versiñcación. En 
estas dotes no tiene rival, si bien puede tenerlos en cuanto a intención, profundidad 
o filosofía. 

"Alguna palabra exótica tildaríamos en Un tercero en discordia; pero ¿qué son 
esos pequeñísimos lunares en una comedia que ha sido muy reída, y que han co- 
ronado los aplausos del auditorio? Damos el parabién al Sr. Bretón por este nuevo 
lauro adquirido, y nos le damos a nosotros mismos."" 

En Un novio para la niña señala de un modo epigramático la pobreza de recursos 
y la monotonía del autor, diciéndolo, desimés de analizar la obra, con esa clarivi- 
dencia suya': "Sólo diremos, con respecto de Un novio para la niña, que tanto las 
bellezas como los defectos que quiera encontrar en ella el crítico severo, son lafe * 
mismas que en las demás obras del autor se encuentran. ¿Faltaríamos a la amis- 
tad si aconsejáramos al autor que meditase algún tanto más sus planes? Este es 
generalmente el escollo de la abundancia de genio. El autor se deja llevar de su 
facilidad; en ésta no le conocemos rival, así como tampoco en el chiste y la agtide- 
za de sus descripciones, así de los bailes como de las casas de huéspedes, sJon un 
espejo fiel de las costumbres; su diálogo está lleno de gracia y de viveza. Su versi- 
ficación es un modelo; pero donde se prueba cuánto puede el ingenio es en una 
circunstancia notable. Tres comedias consecutivas nos ha dado este poeta, en las 
cuales ha sabido hacer tres obras diferentes, repitiéndose asimismo. Una joven 
sencilla y virtuosa y tres pretendientes de diversos caracteres forman el argumen- 
to de todas ellas. Otro se habría visto apurado para hacer el de una sola comedia. 
El autor de Un novio para la niña ha hecho> sin embargo, con él tres obras dife- 
rentes. 

En la traducción de La fe de bautismo, de Picard, Larra no nombra a Bretóa, 
poro se burla de la obra. 

Los biógrafos señalan como la más cruel de las críticas de Larra contra Bretón 
ésa en que se Ice: 

"El drama Elena abunda en buenos versos, dignos de su autor; pero sus largos 
diálogos y muchas de sus sit^uaciones, sobradamente forzadas-, han producido un 
efecto que ni es el del interés ni ha cautivado la benevolencia del público. El telón 
del fastidio vino al suelo (ítr'. Hablaremos más despacio de esta composición, en 
cuyo género no aconsejamos al autor que continúe... Las gentes salían refunfu- 
ñando. Es pieza que, en nuestro entender, no proveerá las arcas deil teatro, a pe- 
gar de sus bandidos, de-sus. asesinos, de sus decoraciones, en la« que se reconoce 
la hábil mano del pintor Blanchard." 

Pero esta crítica no la escribió Larra. Este había dejado de pertenecer a la Re- 
vista Española en la fe<*ha en que se estrenó Elena, o sea el 23 de Octubre de l'RSi, 
Lo prueba así la carta siguiente, cuyo original me ha facilitado D. Ismael Sánchez 
Esteban : 

U Abeja nrtm. ItíO, 8 Octubre 1S34. 

COMüNICApC) 

Señores redactores d« La Abeja: ' 

En el número t5S de bu periódico h« leído un párrafo Alusivo a mí, resultado acaso de una 
noticia equivocada. 









bl4diiN*>faMR4<IMr. 



LA ABEJA. 



X 



J 



<'an resiw<'[o n mi Hfiinraci6n de 1h Hcvista Kipúñola, t«tij;o el huuiir do mniuíeslni n iis- 
'(■dea que ""Fljtaru" hn ilojnd<>, íl, de escribir rn pila porque asi lo ha cielilo lum eniente. 

Ks fierto ijiip eNfribo ui'tualiucnle cu Kl Oharrtador , pera no lo es que yo trate de prrsrn- 
taimr i-n la paimlrii de laH pol^miciiK que esle iienCidieu, nm nif^n otro, puerta tener con 
tus colefcas o rivales. Con este motivo advertiré a usliites que bnee dcB allOB que e«iribo en 
l>eri6dicofl. Kn e«e tiempo be hablado oRadnineuIe. aeaE4> cou peligro mío. de ados del Gobier- 
no, de hechos, de eiiHas. de cralumbres, de teatros, de obras literanas, de parliiloH t o[iiuloiieti 
fjolflicfls, de euanto entra en In iurifdiwiún de la rrfiko: pero en lodo ese tiempo ni he 
amfnamilo ninguna rxhlencia iirriotlMiea, ni ho manchado mi pluma con personal ídaden. 
He eviíado igualmente toda [M)lemica pnrlifuiar con poriMict* o perioJisIns, no por inií'du, 



190 CARMEN DE BUHÓOS 



seguramente, ni nwnos por arrogancia, sino por el convencimiento en que estoy de que eetas 
luchas, sobre tomar las mfta veces un giro indecoroso, no siempre son fitiles. Dos veces m<» 
he visto acometido. Una literariamente, y respondí breve, seria y literariajnente. Otra, en 
términos insultantes, y traté de dar la única contestaci(>n que daré siempre a los insultos per- 
sonales. 

Me tomo, pues, la libertad de manifestar a ustedes que pienso seguir ocaistantemente «n el 
mismo plan, escriba con firma o sin ella, en El Observador o en otros periódicos. Cosas, y no 
personas. Ataques al poder injusto, a la arbitrariednd, a lo que yo crea error o ridiculeiE. 
Con respecto a los periódicos y periodistas, opino que cada uno puede eegulr la marcha que 
gaste, como yo la mía. 

Sírvanse ustedes insertar esta* líneas en su periódico. De ustedes s. s. q. s. m. b., 

Mariano José de Larra, 

"Fígaro" no volvió a escribir en la Revista desde Septiembre hasta el 16 de Ene- 
ro del año siguiente, 1835, en que publica La Sociedad, 

La última crítica que hizo Larra de las obras de Bretón antes de su viaje fué la 
dú Mi empleo y mi mujer, en la que también sale maltratado el autor, pues dice que 
''^ilusiones grotescas y un tanto indecorosas se oyen a cada momento". Pero esto fué 
en Noviemfire de 1834, en El Observador, y la última crítica, en que Bretón elogia 
a Larra, como hemos visto, es posterior a todo esto, en 1835. 

Fuerza es confesar que si Bretón estaba ofei^ido k> sabía ocultar admirable>- 
mente, guardando encubierto su rencor para vengarse en momento oportuno. 

Esto es lo lógico, porque la versión que da Mariano Roca de Togores, el már- 
qués de Molins, no es admisible, como vamos a demostrar. Dice Molins : 

"Un suceso políticamente grande, literariamente pequeño, y que Larra conside- 
ró como imperdonable ofensa a su amor propio, vino a dar la señal del rompimien- 
to. Había subido al Poder Mendizábal, se había decretado el armamento de cien 
mil hombres (entre los cuales, por cierto, fué comprendido el hasta entonces des- 
r^onocido y hoy insigne autor de El Trovador). Organizáronse funciones teatrales 
para aplicar su producto a las urgencias de la guerra. En una de ellas, titulada El 
Plan de un Drama, que improvisaron Bretón y Vega, y que se representó en el tea- 
tro de la Cruz el 22 -de Octubre de 1835, se acababa por leer composiciones poéticas; 
fueron los autores de éstas Gil y Zarate» Roca de Togores, Bretón de, los Herreros, 
Espronceda, Ventura de la Vega. (Nombramos los autores en el orden en que fue- 
ron leídas sus poesías); no se contó con Larra, y esto le ofendió mortalmente." 

La mentira no puede ser más visible. ¿Cómo se iba a incomodar "Fígaro" por- 
que no se contase con él si no estaba en Madrid? Comprobamos plenamente, con 
las cartas inéditas que publicamos, que el 22 de octubre de 1835 Larra estaba en 
París. 

Aun sin esto, el aserto apuntado resultaría siempre una majadería, porque si no 
se contó con Larra para leer poesías sería él quien se ofendería y no Bretón; de 
manera que no es de suponer que siendo Larra el ofendido, Bretón hiciese por 
venganza una obra en contra suya; Molins no aparece muy bien de lógica. 

No sólo no estaba Larra ofendido con Bretón, sino que en aquella fecha lo tenía 
por uno de sus buenos amigos; esto lo prueba la carta que escribió a su editor don 
Pedro Delgado, que ha permanecido inédita hasta este momeíito. En ella, fe^ha 20 
de Agosto de 1835, vemos que envía sus afectos cariñosos a Bretón de los Herreros, 
y que él, que fustiga en España vicios y defectos, como el médico que toca la llaga 
para curarla, en el extranjero cumple un deber patriótico, ensalzando todo lo que 
puede ser defendido, más o menos sofísticamente, y sabe poner de relieve los esca- 
Bos ingenios contemporáneos suyos. En esta carta, en que narra "Fígaro" que ha es- 
crito el texto de la obra firmada por Charles Nodier y el barón de Taylor, añlade^: 
' Puede usted poner esto en conocimiento de Bretón, de Vega y demás, por si les 
puede servir de satisfacción. Ya pueden calcular que como español y como amigo 
habré tratado de dar todo el realce posible a nuestras coeas y a ellos mismos." 



FÍGARO 191 

Después ruega que le cuenten lo que se dice acerca de él, se queja de que bus 
riinigos no le escriban y dice: "Hay pocas cosas que me inmuten más que el silen- 
cio de Vega y Grimaldi; me hiela la sangre; necesito estimarlos como los estimo 
para no enviarlos a tous les atables. Si hubiera escrito a Espronceda, Ochoa y Bre- 
tón, otro gallo me cantara." 

Estas últimas líneas prueban la conlianza que. depositaba en su amigo. Induda- 
blemente si censuró su obra no lo hizo con deseo de molestarle, sino cediendo a 
ia noble sinceridad, tan arraigada en él. 

No fué nunca Larra mal amigo. Ni jamás habló mal de los suyos; conocemos su 
entrañable afecto por Espronceda, cómo hace justicia a este hombre noble y caba- 
lleroso, el más cercano a él de todos los de su tiempo. Conocemos también su afec- 
to por Ventura de la Vega y por Mesonero Romanos, de los que fué siempre buem 
amigo; lo mismo aparece en todas sus relmúones amistosas, incluso con Molins. 
Hasta fué indulgente en exceso a veces, como sucede con Alonso. 

La nobleza de su alma resalta en la pena sincera y conmovedora que le causa la 
muerte de Campo Alange, amigo noble y fraternal, al que llora con tanto senti- 
miento "Fígaro". 

Ahora, con la publicación de estas cartas, resalta más aun la pureza de esta 
amistad, puesto que no tiene "Fígaro" motivos que lo obliguen a su amigo que no 
soan pura y simplemente de afecto, pues no es cierto que éste le ayudase con di- 
nero ni que hiciese a expensas suyas — como han insinuado algunos — sus viajes 
por el extranjero; que ya hemos visto cómo ha sufragado "Fígaro" con sus propios 
recursos. 

A mayor abundamiento, su conducta respecto a Grimaldi, su protector, está 
llena de lealtad, de ecuanimidad y de nobleza. 

Sr. Editor del Castellano: 

En el número 44 de su periódico, del lunes 26 del corriente, veo mi nombre onezelado en 
un artícnilo, el cual dice, haUando del señor GrimaldlT lo siguiente : 

** Cuando la Revista empez6 a subir de punto, a principios de 1833, por mediación e im- 
pulso de su amigo don José M<ariano de Larra, entró Grimaldi como redactor en jefe de aquel 
periódico, etc." ^ 

En ese artículo, en el que no se trata de hacer favor a Grimaldi, e» claro que en citar mfi 
nombre de esa manera hay una intención fficil de int^erpretar. 

Oreo de mi honor advertir a usted que en ia época a que se refiere era yo mero redactor 
de teatros de la Revista^ sin influencia ninguna en la composloíóa de la redadción. Mi me- 
diación y mi inri)ulso no colocaban a nadie. 

Es, pues, falso, lo que en su articulo se dice ; quiero decir que el que la ha escrito no mbe 
lo que se dice, o miente, si lo sabe. 

Es muy extraño que el editor del CasteUano, habiendo sido tanto tiempo colaborador de 
don Mariano José de Ijarra, y no José Mariano, en la misma Revista ^ no baya tenido mejores 
datos de su compañero y consocio don José María Oarnerero. 

Por lo demás, como parece que al llamarme amigo del señor Grimaldi en un articulo en 
que a éste se le denigra se me quiere hacer agravios, hago presente a usted que mis relacio- 
nes con el señor Grimaldi han sido siempre puramente teatrales, al teatro debieron su origen ; 
t-omo director de escena le he debido no ix>cas atenciones : a él le debí que mis primeros 
ensayos, bu<enos o malos, viesen la luz, y que el drama titulado Macias, al que yo daba toda 
la importancia que un autor da a sus obras, fuese representado y ensayado con esmero sin- 
Sular. 

De estas atenciones nació esa amistad, amistad que nada tiene que ver con la política, en 
la cual me considero harto poco importante para mezclar en ella mis intereses o los actos 
de mi vida. Ijbl p( lítica sincera no impedirá ser agradecido. 

Sean cuáles fueran las circunstancias del señor Gi^maldi, feliz o desgraciado, antes en 
España y ahora fuera de ella, tendré siempre un placer en decir a la faz dei mundo qu!e sg^ 
;imi.c:o suyo, haya sido o no peluquero, porque como soy liberal, estas distinciones me impor- 
tan poco, y pelu<iueros puede hal>er mejor que periodistas y que títulos. 

Af. J. de Jjirra^ 



102 CAKMEN DE BUltGOS 



El origen del disgusto de Bretón no hay, pues, que buscarlo en otra cosa que en 
la molestia 4ue le causaron las ya mencionadas críticas do ''Fígaro''. 

Bretón, a pesar de que tuvo una existencia fácil y dichosa, en la que alcanzó ex- 
cesiva fama para su poco esfuerzo, porque el número de sus comedias no supone 
más que labor extensa, no intensa, era un poco díscolo y poco amigo de sus amigos. 
Esto se demuestra en varios pasajes de su vida y lo atestigua el célebre fragmento 
de la carta que escribió desde Madrid el IG de Junio de 1832 a su amigo Juan de la 
Pezuela, que fué luego conde de Cheste: 

"El imperceptible Larra está en Bermeo con su padre; el versátil Vega, como 
siempre; el dulcísimo Alonso, ídem; el sochantre Uoca de Togores, con un brazo 
dislocado merced a la fogosidad de un bridón. DeJ nefasto Pizarro nada sé, y la 
demás canalla, sin novedad.'' 

En esta carta íntima, donde descubre la sinceridad, vemos la ligereza y el poco 
aprecio que hace de sus amigos, los dictados con que los caricaturiza y el desenfa- 
do con que caliíica a to<los, parte de "la demás canalla" ¡Qué diferencia entre esa 
carta y la de "Fígaro"! 

Conocido el temi)eramento de Bretón, sus disgustos con la Academia en los úl- 
timos años, por no plegarse ésta en todo a su voluntad, lo que le hizo no volver a 
entrar en ella jamás, se' comprende la falta de respeto y consideración con que trató 
:; "Fígaro". ¡A "Fígaro"! ¡Al más grande ingenio de su siglo! 

Fué muy mezquino Bretón de los Herreros al recoger toda la basura que los 
envidiosos arrojaban sobre Larra, atribuyendo sus viajes a fracasos políticos, a 
deudas, o a cobardía y miedo, que le hacían huir de la familia de Dolores. 

Conociendo ya bien la figura de "Fígaro" y el motivo de su viaje, se puede opo- 
i.er la verdad a las versiones de la envidia y la mal querencia. 

Resalta más el desconocimiento con que habla Molíns del asunto cuando dice: 
'*Llegó en tanto el mes de Diciembre de 1835; Larra hablaba a todo el mundo y 
<}.scribía en todos los tonos sobre sus deseos de viajar." 

Si era vrdaderamente amigo tie Larra, ¿cómo no sabía que en esa fecha no 
podía hablar del deseo de emprender un viaje de que estaba ya de vuelta? ¿Dón- 
de están esos escritos, en todos los tonos ^ de que nos habla Molíns? 

Seguramente no es ami¿o de Larra, com# se ha creído por la lectura que se ha 
hecho, sin espíritu de investigación, de su apócrifo Ultimo paseo de 'Figaro'\ Ks 
más: se nota enemistad en Roca de Togores hacia "Fígaro" y aparece una mala 
fe en esta cobarde especie que vierte al liablar del disgusto de Larra y Bretóu 
cuando escribe: 

"Los maliciosos decían que el viaje .del primero era una fuga y que la comedia 
del segundo era una sátira. Para prueba de lo uno contaljan histí)rias amorosas, 
más o menos novelescas y de todo punto íntimas." 

Leyendo esto acude a la memoria la anécdota que el mismo Roca de Togores 
refiere, a propósito de un disgusto habido entre -él y Larra, y cr^^o que no pudo 
perdonarlo nunca, aun a pesar suyo. 

Los poetas del Parnasillo, unidos casi todos por estrecha amistad, solían re- 
unirse en la casa de Roca de Togores, en la calle le Alcalá, para poder con mayor 
tranquilidad ofrecerse las primicias de sus obras. En una de estas reuniones leyó 
Ventura de la Vega, que era un lector odmirablo, el drama del marqués de Mo- 
líns El Duque de Alba. 

En este drama hay una escena, en la que la hija del Duque, burlada por su 
umado, y obligada por su padre a casarse con \\n hombro que le es odioso, en- 
ferma, y, resuelta a renunciar al mundo para encerrarse en el claustro, cae en un 
delirio de locura al sufrir la conmoción del sonido amedrantador e inesperado de - 
una campana. Al empezar este pasaje, en el momento en que Ventura de la Vega 



leía una acotación, que dice "Se oye el reloj, que da las doce", sonó realmente osla 
hora en el reJoj de la chimenea, y Larra exclamó: "¡Qué oportunidad! Es la hora 
de almorzar; sea enhorabuena." Soltaron todos los oyentes la riBa, sorprendidos 
por esta salida; pero Molina se enfadó extraordinariamente, y, a pesar de que, 
como autor de la obra y dueño de la casa, estaba obligado, inlerrutnpió "no con 
mucha templanza", s^ón sus propias palabras. Vega se detuvo en su lectura sor- 
prendido, y entre Larra y Molina ee trabó una agria disputa, que tal vez hubiese 
tenido lamentable desenlace a no alzarse la robusta y autorizada voz de Gallego, 
exclamando: "Adelante la lectura, que calle la cazuela." Roca de Togores condesa 
en sus escritos que la indulgencia con que l^arra procuró indemnizarlo de aque- 
lla pesadumbre les calmó a todos; pero viendo su parcialidad al hablar de "Fíga- 
ro", hay que pensar que no le amaba y que su reconciliación no fué sinrera. 

Pero antes de pasar adelante, veamos la comedia que lanzrt contra "Fignro" el 
enojo de Bretón. 

La crítica do "Azortn" ha disgustado a los amigos de Broten. Yo creo, como 
''Azorfn", que la comedia es muy nnala y me desagrada mus el carácter del vir- 
tuoso don Fructuoso que el de don Joaquín, que repmsenta a Larra; Manuela, la 
\iuda enamorada de Joaquín, dice a su hermano en la primera escena: 

"Tú sabias que me amaba 
diin Joaquín; y, sin embargo, 
en tu casa le recibes 
como amigo, como hermano; 
consientes que a todas horas 
nos visite; y como, al cabo, 
no tiene pelo de tonto, 
ni es mudo, ni es feo... Vamos, 
si al fin me prendara de él, 
«deberlas extrañado? 
Pnu<:T[iOso 
Manuela, yo le detesto, 
iái le hago mil agasajos, 
es porque temo a su lengua 
y a su pluma : yo soy franco. 
Me haría muy poca gracia 
que a sátiras y a sarcasmos 
me derribara del puesto 
que me cuesta afanes tantos 
conservar: sí, que estos zoilos, 
peste del género humano, 
tal vez con su envidia mueren 
sin salir nunca del fango; 
mas desgraciado de aquel 
que sirve de triste blanco 
a sus epigramas. De ellos 
no esperes, ni por acaso, 
ningún bien: son sabandijas 
que natren para hacer daño. 
Ya un dia le falté poco 
para sacarme los Irapoíi 
a la colada." 



194 



CARMEN DE BURGOS 



Es toda una presentación de hombre hipócrita, que llega hasta a franquear 
su casa y exponer a su hermana a peligros que conoce, por su propia conveniencia. 

Ademáfi se descubre Bretón: se ve que le duele; la obra va contra el zoilo, ai 
que le faltó poro para sacarle los trapos a la colada. ¡Señal de que no estaban 
limpios! 

Pero aún se deslapa más el hombre pancista y sin ideales dé la comedia. 



MANUELA 

Como ensalzaba un día 
el despotismo ilustrado. 

FRUCTUOSO 

\ antes al rey absoluto. 



MANUELA 

Hombre versátil. 

FRUCTUOSO 

Yo me hallo bien con cualquiera que 

[mande, 
niientras cobro del erario. 



Entra Jon Joaquín, y como es preciso hacer que le parezca a I^arra, hay que 
terminar el retrato. Ya nos ha dicho Manuela que es listo y que no es feo. Ahora 
dice don PYuctuoso: 



"Viene usted hecho un figurín. 



« 



Ya es sabido el cuidado con que se viste Larra. Después hay un parlamento 
exageradísimo de don Joaquín, para presentarlo como un hablador, maldiciente, que 
ul íln interrumpe don Fructuoso diciendo: 



Siempre punzante y maligno; 
mas con gracia peregrina. 

JOAQUÍN 

¿Qué he de hacer? 
A esto me inclina 



la influencia de mi signo. 
¿Y por qué no perseguir 
con satírico desprecio 
al bribón? ¿Por qué del necio 
no me tengo que reir? 



Esto nos parece más lógico y muy bien; pero don Fructuoso, el gran hipócrita, 
exclama : 



¿Y dónde hay hombres perfectos? 
¿Lo es usted acaso? 

JOAQUÍN 

No. 



¿Pero tengo que ser yo 
quien censure mis defectos? 
No faltará quien se tome 
ese trabajo, en verdad... 



Sigue don Fructuoso haciendo el rolrato moral de Larra. 



"iQué, si tiene usted del labio 
siempre una pulla pendientel" 



"¡Ay del pobre a quien ataque 
esa lengua de escorpión I" 



Joaquín protesta y dice: 

"Al menos nunca es el blanco 
de mi sátira un amigo : 



sólo a mi rival persigo 
y la máscara le arranco." 



Lo que no se comprende es que ponga en boca de d^arra : 

"Soy joven, vivo en el ocio; 
en algo me he de ocupar'', 

porque piecisamente pocos escritores han sido tan activos y tan laboriosos como 
"Fígaro", que vivía, y vivía bien, de su trabajo y de su ingenio. 



FÍGABO 



195 



Acaba de hacer el retrato de Larra pintando su influencia política, el miedo que 
lo tenían los ministros, y resalta más su nobleza al lado del pasteleo de don Fruc- 
tuoso, cuando exclama: 

JOAQUÍN 

Por eso yo me malquisto 
con todos los gobernantes. 

En este aspecto, contra la voluntad de Bretón, sale triunfante la figura de "Fí- 
garo". Se entra después en la trama burda y manida de la comedia. Es preciso pin- 
tar a "Fígaro" cobarde, mujeriego, tramposo; para eso se ha hecho la obra, y su- 
bordinándolo todo a ese interés hay un desarrollo absurdo, on el que no faltan mu- 
jeres engañadas, un marido en la higuera, o sea escondido en un jardín, precüsa- 
mente en el lugar desde donde oye que don Joaquín galantea a su mujer. 

No es el tipo de este calavera el de Larra. 

Sus cartas íntimas, que hablan de su modo de vivir, nos responden de que no es 
tampoco ese tramposo. 

Todos los datos que existen de él lo pintan como modelo de dignidad, de caba- 
llerosidad, desde niño. Ya lo dice su maestro: "Tenía una gran idea del respeto a 
sí mismo." En esta misma carta en que habla de traducciones a su editor dice:. 
"Mi nombre es toda mi riqueza." 

Pasemos la pesadez tendenciosa del diálogo de Manuela y Tomasa s<^re la man- 
tilla y el sombrero, y si las mujeres deben leer o guisar; dejemos la ridiculez de la 
dama que no entiende la declaración de don Joaquín y la cree dirigida a una amiga 
tuya; no nos metamos a juzgar salidas y entradas intempestivas; la ridiculez de h\ 
casa de don Joaquín, del cobro de cuentas de un sastre ladrón (al que dice, con 
razón, "Azorín": que harían bien en no pagarle), y vamos a la escenita del retrato. 

El monólogo de don Joaquín no tiene desperdicio. 



**¡ Bravo lance! El marco es de oro, 
y me hallo en tales apuros.. 
Bien me darán quince duros 
por el dulce bien que adoro. 



Pues con su cara y su trato 
me cautiyó esa mujer, 
lo menos que puexlo hacer 
es cautivar su retrato." 



El diálogo parece un cantable de zarzuela. 

MANUBLA 

He aquí mi efigie: 
mi amor te la da. 
Pendiente del pecho, 
mi pobre Julián, 
siempre la llevaba, 
constante y leal. 

JOAQUÍN 

Del mío un instante 
no se apartará. 



¿Sabes que con ella 
la vida me das? 

MANUELA 

¡Qué alma tan romántica! 
¡Qué fino galán! 

JOAQUÍN 

¡Ay! Hasta la tumba 
te tengo que amar, 
aunque se incomode 
mi hermano carnal. 



¿A qué seguir? Se va don Joaquín, besando el retrato y suspirando alto y, como 
y« nos esperábamos todos, corre a empeñarlo. 

Lo raro es que su criado lo lleve a una prendera pretstamista, taníbién amante 
del dichoso Joaquín, y que ésta encuentre a Manuela y se descubra iodo. 

Su viudita perdona, humillando al traidor. • . 



196 



CARMEN DE BURGOS 



"€on causa legítima 
culparte pudiera, 
clamando severa 
con trémula voz: 
"Detengan al prófugo 



que me puso en venia, 
y den a mi afrenta 
venganza feroz." 
Mas téiigole lástima", etc. 



i Delicioso I Pasemos por alto también las zarandajas de la política y el periodis- 
mo y la ridicula letrilla en que don Joaquín le cuenta a su criado quo escapa de 
Madrid huyendo de toda aquella gente. (Y tenía razón.) 



JOAQUÍN 

Despacha : dame el almuerzo. 

LUCAS 

Ahora lo voy a servir. 

JOAQUÍN 

Esto es hecho: yo me voy. 
No es la corte para mí; 
respiremos otros aires... 
¿Qué me das? 



LUCAS 

Una perdiz. 

JOAQUÍN 

¡Pobre avecilla I 

Recuerdo (No estaba tan mal, ¿eh? 
que incauto como ella fui .; 
pero aún me quedan las alas, 
laicas: ¡me voy de Madrid! 



La obra termina en un convite a gusto de todos y con la exi*lamación del ma- 
ndo salvado. 

"Y brindad los tres conmigo 
porque el común enemigo • 

no vuelva más a Madrid.' 

Pero esta obra ni siquiera es original. ¿Por qué no se ha fijado nadie en este 
principal y definitivo? Está inspirada en Los jugadores, de Regnard. Este autor, 
que nació en París a mediados del siglo XVII, es más bien que Moliere el ante- 
cesor de Bretón. Menos profundo que Moliere, menos grande, frivolo y gracioso, 
supo entretener y entendió admirablemente el teatro de su tiempo. Su obra El 
jugador está estrenada a fines del siglo XYII (en 1696), y había de ella dos tra- 
ducciones ai español, una de don Feliz Enciso Gastrillón y otra de don Manuel 
Eduardo de Ggrostiza» contemporáneo de Bretón, él cual también debía conocer 
esta obra. 

Son idénticas las situaciones del calavera que empeña el retrato que le da su 
amada, en prueba de cariño y la coincidencia de que la prendera lleve la joya y cai- 
ga en manos de su dueña, y el que ésta se irrite con el galán y terminen las rela- 
ciones. Aunque la versión que hay de don Cecilio Merino en la Biblioteca cláisica 
está en prosa, el original de Regnard estaba en verf.o, y apenas en esas escenas se 
ha hecho modificación alguna. Esto perjudica al conjunto, pues mientras que en 
la psicología de la .obra de Regnard está explicado el modo de proceder de un hom- 
bre, que aunque tenga sentimientos de dignidad, está viciado por la pasión del jue- 
go, que no puede dominar, no se explica en el don Joaquín de Bretón de modo al- 
guno. El jugador de Regnard es un acierto, en su género, gracias a la pericia tea- 
tral del autor y a la lógica que observa en el desarrollo de la figura. Así es que el 
mismo Dufresny, su colaborador, que se quejó tanto de que le hubieran robado la 
idea y escribió con el mismo tema El caballero jugador, tuvo un fracaso. Lo mis- 
mo le sucede a Bretón. El hombre que obra como Regnard le hace obrar a su pro- 
tagonista, tiene que ser Valerio, nadie más que Valerio; como solo pueden abordar 
empresas de la índole del Tenorio y del Estudiante de Salamanca (donde también 
se juegft un retrato de mujer) Don Juan Tenorio y Don Félix de Montemar. ¡Qué 



FÍGARO 197 

modo de robarse unos escritores a otros esa miniatura con marco de brillantes! 
I Robada tres veces I 

lia escena del regalo del retrato es igual. 

Anobliga — Y para probarte hasta qué punto te quiero, añado a este presente 
(el de su corazón) mi retrato. 

Valbrio. — I Oh, favor inaudito! 

Angélica. — ^Te ruego que lo conserves. 

Valerio. — iQue lo conserve! El resto de mi vida es poco aún. Este amadísimo te- 
soro irá conmigo a la tumba, para que ni la muerte me separe de él... 

Pero en cuanto se ve solo corre a empeñar la miniatura, que tiene marco de oro 
> brillantes. También la prendera doña Recursos, tipo abominable de la presta- 
mista a peseta por duro al m^s, va a llevar sus joyas a casa de Angélica, y, buscan- 
do entre sus estuches unos pendientes de brillantes, sale ed famoso retrato, que 
causa el efecto consiguiente. Angélica, como Manuela, apostrofa al desleal y lo des- 
pide, humillándolo. 

— Cesa de ultrajarme, corazón ruin — le dice, despidiéndolo. 

No hay mucho que cavilar para ver que la idea, por lo menos, está tomada de 
esta obra y aplicada a ''Fígaro'', como podía aplicarle una cataplasma de m</staza, 
con el solo deseo de que le escociera, viniese o no viniese a cuento, sin tener para 
nada presente lo forzado y lo traído por los cabellos que resulta esto en Me voy de 
Madrid, puesto que no tienen la misma psicología Valerio y Don Joaquín ni Angé- 
lica y Manolita. 

Pero lo peor de todo es que respecto a este plagio se puede parodiar la fra^e 
de Osear Wilde, cuando en su proceso le mostraron una carta, preguntándole si 
reconocía que era inmoral: 

"Es peor que eso: está mal escrita." 

Es gracioso que Bretón, que pone en boca de don Joaquín la siguiont^. redon- 
dilla: 

"No es ella de nuestra masa. 
¿Y qué ha de entender de amor 
mujer que tiene valor 
para llamarse Tomasa? 

i se casa luego con doña Tomasa Andrés!... 

En efecto, la comedia es, más que mediocre, insufrible. "Azorín" la ha juzgado 
admirablemente cuando dice: "¿Cómo pudo mantenerse todo esto? ¿Qué sociedad 
era aquélla que mantenía todo esto?"" No hay, sin embargo, que culpar demasiado 
a aquel público, que tuvo el buen sentido de no gustar de la dbra Esta se puso sólo 
seis u ocho noches, y aunque hombre tan docto como él Sr. Cotarelo aflrma que» no 
solían durar más en el cartel entonces, hay ejemplos que íicreditan cómo se soste- 
nían las que gustaban y cómo se había sostenido años antee A Madrid me vuelvo, 
del mismo Bretón, que se puso un mes seguido. 

Roca de Togores, siempre amigo de Bretón, disculpa el fracaso diciendo: "La 
hipótesis de que la comedia era una sátira personal contribuyó al poco éxito y a la 
severa crítica que hicieron de ella los periódicos." 

El que no la aplaudieran prueba bien claro que no era odioso Larra. Nada dijeron 
El Eco del Comercio ni El Español; Revista Española la censura cortésmente y dice : 
"Un crítico mordaz podría tal vez decir que las situaciones huelen a saihete, que 
los caracteres son corrientes, las escenas comunes y ma:i trabadas entre sí; pero yo 
no soy mordaz, y no digo nada de eso. 

El Diario de Avisos dice: "la obra no ha satisfecho al público", y aunque a i^a- 
tos elogia, añade: 



198 CARMEN DE BURGOS 



"Lo confesamos con franqueza: o no conocemos originales al trapalón de doit 
Joaquín, a la extravagante Manolita y al babitonto de D. Fructuoso, o si los viére- 
mos los tomaríamos por excepciones, que se despegan del gran cuadro social que 
|ja de intentar reproducir el autor cómico.'" . 

Pacheco, compañero y jefe de redacción de Bretón, escribía en La Abeja: 

"El reverso de A Madrid me vuelvo esperábamos ver muchos en la comedia. No 
nos engañamos; tuvimos evidentemente lo que se llama una esperanza frustrada. 
Nada de lo que aguardábamos sucedió, sino la mera partida de Madrid del prota- 
gonista de la pieza. En cuanto a la acción y conducta del drama, a mí me parece 
escasa y débil la primera, y susceptible de mejoras la segunda. Seguramente no se 
propuso el autor otra cosa que lo que se ha llamado comedia de carácter; al de don 
Joaquín quiso concretar la pieza; ese tuvo siempre ante los ojos, y no cuidó tanto 
como debiera el enredo." 

Lo gracioso es que cuando se estrenó Me voy de Madrid, "Fígaro" estaba ya de 
vuelta, como vemos en las cartas originales suyas. Es preciso estar perturbado para 
escribir lo que escribe Modíns. Nosotros sabemos ya a ciencia cierta que *" Fígaro" 
emprendió su viaje por el extranjero saliendo de Badajoz el día 27 de Abril de 1835, 
a las siete de la mañana. Lo hemos seguido en todo este viaje y lo hemos visto vol- 
ver para el 15 de Diciembre, es decir, antes del 22, en que ^e estrena Me voy de 
Madrid, Está equivocado también reapecto a esto don Antonio Ferrer del Río cuan- 
do dice: "Hallábase Larra en el extranjero, y allí tuvo noticia de que Bretón le 
había retratado en el protagonista de su comedia." No pudo saberlo allí, sino a su 
regreso a Madrid, puesto que la carta 8 de (Enero prueba que no se había retrasado 
en su viaje. .^^ 

Es risible lo que escribe Molíns respecto a las fechas del viaje de Larra; dice: 
""Me voy de Madrid fué representada el 21 de Diciembre de 1835, y el viaje de La- 
rra por Portugal a Francia (fué a Inglaterra) se emprendió pocas semanas después 
(esto es lo que le conviene para su tesis). A loe diez meses de ausencia, en Enero 
de 1836, regresó "Fígaro" de París." 

Si "Fígaro" emprendió el viaje pocas semanas después del 21 de Diciembre 
de 1835, sería lo más pronto en Enero de 1836. ¿Cómo afirma que volvió en el mis- 
mo enero de 1836, después de diez meses de ausencia? Hay que estar loco ^^m 
e«-cribir esto. 

El enojo de Larra fué cortés; tuvo un gesto superior digno de él. Consignan to- 
dos que sólo se limitó a no saludar a Bretón, y Molíns mismo dice: "En ouanto a 
Larra, oponía a todo un marcado desdén." 

Pero era "Fígaro", y "Fígaro" era invencible en la polémica. Apenas tomó la 
pluma, sin necesidad de nombrar a Bretón, se vengó cumplidamente, clavándole el 
aguijón de su genio en el artículo "Literatura", inserto en El Español de 18 de 
Enero de 1836. En este artículo, después de examinar con extraordinaria lucidez 
nuestra literatura, termina diciendo: 

Si nuestra antigua literatura fué en nuestro siglo de oro más brillante que sólida, si mu- 
rió después a manos de la intolerancia PíHllgiosa y de la tiranta política, si no pudo renadef 
sino en andadores franceses, y si se vio atajado por las desgracias de la patria ese mismo im- 
pulso extrafio, esperemos que dentro de poco TH>damos echar los cimientos de una literatura 
t,vcva, expresión de la sociedad nueva que com'pom^imos, toda de verdad^ como de verdad lea 
nuestra sociedad, sin más regla que esa verdad misma, sin más maestro que la naturálegaf 
jaren, en fin, como la Espafia que constituímos. Libertad en literatura, como' 'en las artes, 
como en la industria, como en el comercio, como en la conciencia. He aquí la divisa de la 
época, he aquí la nuestra, he aquí la medida con que mediremos; en nuestros juicios críticos 
preguntaremos a un libro: ¿Nos enseñas algo? iNos crea la expresión del progresa humano f 
iNog eres úHlf Pues eres bueno. No reconocemos magisterio, literario en nicjgtin país, me- 
nos en ningDn hombre, menos en ninguna época, porque el gusto es relativo; no reconocemos 
una escuela exclusivamente buena, porque no hay ninguna absolutamente mala. NI se crea 



que asignamos al que quiera s^uirous una larva mflH fácil, no. Le instaoiOB al estudio^ «1 codo- 
clmiento del hombre; no le baatarS. «.'omo al clásico, abrir a Horacio j b Boileau, y de*pr«ciar 
a. Lope o a. Shakespeare ; no le sera HUfidente, como al romántitu, colocarse en las banderas 
de Víctor Hugo y encerrar las reglas con Muliere y con Alorattii ; no, iiorque en nneatra 
librería campeftrft el Arla«to al lado de Virgiliu, Raciue al lado de Calderfin, MolÍ6re al lado 
de Lope ; a la par. en una palabra, Shakespeare, Sehiller, Goethe, Byrou, Víctor litigo 7 
CornelUe, Voltalre, Chateaubriand ; T.ajDiBrtine. 

Rehusamos, pues, lo que se llama en el día literatura entre nosotros ; no queremos eaa 
lileratura reducida a las galas del decir, al son de la rima, a entonar sonetos j odas de circuns- 
taociag; qua concede todo a la «ipreaifin y nada a la idea; simí una literatura hija de la 
experiencia y de la historia y faro, por lento, del porvenir, estudicea, analitadora, filosófica, 
profunda, pensándolo lodo, diciéndolo todo en prosa, en verso, al alcance de la multitud igno- 
rante nQn ; apostólica y de propaganda ; enseüando verdadn a aquellos a quienes interesa sa- 
berlas, mostrando al h(»nbre, no como debe «er. sino corno o>, para conocerle; literatura, en 
fin, expresión toda de la ciencia de la época, de progreso intelectual del siglo. 

Eglo era la condenación de la obra de Bretón, y eupone <Molfn8 que éate lo en- 
tendió así, y que irritado de nuevo en su delicada susceptibilidad, aprovechó la 
apárenle claudicación de 
Larra, que aparecía co- 
mo diputado ministerial, 
e hizo BU otra comedia. 
La Redacción de un pe- 
riódico. Esta es una obra 
aun más floja que la 
otra. Una comedia bre- 
toniana. hija de su musa 
juguetona, caa:]uivana y 
superficial, que arrastra- 
ba al poeta en su torren- 
te de cnnsonantes fáci- 
les, chistes adocenados y 
versos vulgares. 

Esta obra se estrenó el 
día 5 de Julio de 1836 en 
el teatro del Príncipe. 

Empieza la obra en la 
a d m i n i s tración de un 
diario moribundo, como 
todos los de la época, y 
no habrfa quien aguan- 
tase la tirada de versos 
en que nos explica la 
triste situación de la 
prensa. 

Después viene el vul- 
gar amor de don Agus- 
tín y Paula, la hija del 
director, que se opone, y 

quiere casarla a la fuer- uarqn** da Uoiiiú. - 

za con un primito. Es- 
tando los enamorados en una dulce escena de quejas, protestas y juramentos, en la 
misma contaduría, delante del administrador, aparece el papá, y la niña ("se sienta 
en una silla que habrá al balcón y se pone a coser"). No puede ser más a propósito 
el sitio y la costura. 



200 CARMEN DE BURGOS 



El pai>á está quo bufa porque r»l periódico va mal. Los suscriptoros se borran, el 
rorreo viene lleno de anónimos insultándole, aparecen algunos suscriptores que 
se dan de baja. ¿No es esto interesante? Así es que calcúlese el efecto qué le hará 
>er a la niña en su balcón. 

"Vete, que aquí me incomodas, 
y acaba esa tnuJucción 
del artículo de modas." 

Se va la niña a traducir, y el iracundo papá la emprende con "Fígaro", que es 
don Agustín. 

(Ahora, que a solas le cojo, 
voy a descargar mi enojo 
sobre el galán mequetrefe.) 
Señor redactor en jefe: 
el periódico está flojo. 

El redactor, que tiene vergüenza, responde : 

Por despedido me doy. 
Reempláceme usted al momento. 

DON TADBO 

Mañana; acabe boy su tarea. 

DON AGUSTÍN 

Bien; consiento. 

DON TADEO 

Abur; me voy a las cajas... 

DON AGUSTÍN 

Yo, a la Redacción. 

DON TADBO 

¡Canario! 
Si no be de sacar ventajan, 
yo buscaré un carbonario 
que no se duerma en las pajas. 

Siguen las vulgaridades de la actriz, que viene a quejarse de que le han lla- 
mado vieja, y despierta los celos de Paula, para dar lugar a una escena que acaba 
con protestas de amor. 

Asistimos a la confección del número, a los apuros de falta de original, de que- 
jas del regante y de los cajistas, y aparece el inevitable capitán, que exige una rec- 
tiflcación y amenaza con un duelo. Todo sigue así, tan entretenido, hasta que la 
niña se fuga con su amfado. En el momento en que más desesperado está el papá, 
que para colmo de males se encuentra con que en lugar de un artículo que debía ser 
una apología del Gobierno, es una furiosa diatriba que ha enviado un suscriptor; 
poro, por fortuna, el número no llega a circular, el Gobierno le da una cantidad para 
destruir la edición y que cese el periódico, y hasta obsequia al redactor-jefe con 
una credencial, diciendo que "es un joven de mucho mérito". 

Todo acaba en alegría, en boda y en una letrilla muy mala, en la que expresa que 
si no hubiera tantas" discultades con que luchar, con el público y la censura. 

gran dicha fuera 
ser periodista. 

' Don Agustín, en el que han querido ver a "Fígaro", es el personaje más simpa- 
tn*o del drama. Se ve en su sinceridad. 



^ • 1 



FÍGARO 201 



DON AGUSTÍN 

Yo 110 sé si escribo bien; 
pero escribo lo que siento. 

Se ve también su superioridad y claridad do juicio. 



¿üuión hace aprecio 
de anónimos? Estos son 
gajes del oílcio. 



Puede apreciarse su rectitud. 



Yo a caprichos no me doblo 
de un naranjo como él, 
ni mis doctrinas inmolo 
a cálculos mercantiles. 

Hablando de él se dice: 

**Es joven de mucho mérito. 
Aunque el artículo es agrio, 
está escrito, ivive Dios!, 
con talento extraordinario.*" 

Además, "Fígaro" era casado, y el protagonista, soltero. En loe anntores que le 
atribuye, obra como persona leal y decente. Si el público pensó en "Fígaro", fué 
porque en él, en el maestro, había que pensar al hablar de periodistas. "No podía 
disgustar de esta obra a "Fígaro" nada más que la mala intención de Bretón, si 
la tuvo, y la risa de los envidiosos y los necios. 

La crítica también fué esta vez justa y severa con Bretón. £1 mismo Pachedo 
escribió : 

"No hacemos ningún motivo de crítica al autor de la Redacción de un periódico 
por no haber presentado los diversoe caracteres que el periodismo le pudo sumi- 
nistrar; desde luego conocimos que la índole de su genio le había áe decidir por la 
comedia de costumbres risibles, un poco recargada, un poco episódica, débil quizás en 
cuanto a la acción, pero sin igual en la gracia, en la viveza, en el halago de los de-* 
talles. Concluiremos este artículo manifestando el sentimiento de que el don Agus- 
tín, el redactor en jefe, sea, en nuestra opinión, el personaje débil, cuando no 
equívoco del drama." 

En vista de esto escribe Molíns: "Tan severas y repetidas censuras, hechas por 
los mayores amigos de Bretón, y la frialdad del público hubieron, sin duda, de ca^l- 
marle" (a Bretón). Es la lógica especial del buen Roca de Togores. Su lógica de 
siempre. 

Además, Bretón tuvo muy buen cuidado de que no se creyese a esta obra alu- 
sión, y así en el anuncio de su comedia decía: 

"PRINCIPE. — -A las ocho y media de la noche, primera representación de la co- 
media nueva, en cinco actos, escrita en diferentes metros, titulada La Redacción 
de un periódico. 

El autor no prevendrá el juicio del público acerca del mérito o demérito de la 
composición que anuncia; pero séale permRido advertir, para evitar toda alusión 
personal, que no se ha propuesto hacer el retrato, y aun menos la caricatura, de na- 
die, si bien ha procurado que haya verosimilitud en los sucesos y en los caracteres. 
En una palabra: no ha tratado de escribir un "drama histórico", sino una come- 
dia." {Gaceta de Madrid, 5 de JuUo de 1836.) 



202 CARMEN DE BURGOS 



Por SÍ esto no bastase, todos los días que la obra se representó (que fueron po- 
cos) se anunció en idénticos términos. 

Molíns dice en una de sus páginas que Larra caliñcó esta obra de Epigrama en 
cinco actos, y en la página siguiente asegura que, merced a la intervención de bue- 
nos amigos, nada dijo " Fígaro "" de esta obra ni de la titulada El amigo mártir, 
estrenada eií Octubre de 1836. Esta es otra ntaniñesta inlexactitud. l^No conocía 
Molíns la crítica, que no tardó en aparecer más que tres días después del estreno 
de La Redacción de un periódico, en El Ejspañol? Larra hace constar en este razo- 
nado artículo que "la posición personal en que con respecto al autor nos hallamos 
pudiese torcer, a los ojos del lector, el verdadero sentido imparcial de nuestras crí- 
ticas o elogios. La amistad es mal antecedente para la serenidad crítica"" , 

Pero es periodista, y está obligado a volver por los fueros de la prensa, y dice: 

"Gomo periodista*? que somos y hemos sido, y en eso compañeros del autor, así 
periodista como poeta cómico, una sola observación general no podemos perdonar." 

"¿Dónde ha visto el ¿señor Bretón esos gobiernos que nos pinta? ¿Y dónde, taml- 
bién nos preguntamos, esos periodistas tan bajos y tan...? ¿Qué Redacción es esa 
donde no hay una persona decente? ¿Dónde la hija del editor vive con 3os redac<- 
toresf?" 

Pero lo que importa a "Fígaro'' es hacer la defensa del periodista ministerial. 

"Entre los periodistas, concluiremos declarándole que hay de todo, como en las 
demás clases: hombres que se venden, hombres que no se compran, hombres de 
mala fe por pasiones viles, hombres de partido y de buena fe, hombres incorrup- 
tibles, defensores de los derechos ded pueblo, hombres que deñenden al Poder por 
convencimiento, y hombres que ni reconocen miedo ni precio, holinbres que no 
admiten ni admitirán nunca destinos del Gobierno ni promesas de los partidos, 
hombres, en íln, que tienen harto orgullo, fundado o no, para escribir otra cosa que 
lo que sienten." 

Y hace notar que él no tiene nada que ver con esa obra. 

"Sabemos que el señor Bretón no ha tratado de ofender a nadie, y eso, claro, 
se echa de ver en el pulso con que toda la comedia está escrita; pero si quería huir 
de semejante riesgo, pudiera haber puesto por título a su comedia no La Redacción 
de un periódico, sino El periodista venal. Entonces se hubiera visto que así pinta- 
ba a los que así son, y no hubiera resultado ese colorido falso y ofensivo a toda la 
clase en general." 

Acaba: 

" Volvemos a pedir perdón al autor por la observación que hemos creído necesa- 
rio hacer; fuera de esa, que acaso será delicadeza extremada nuestra, no tenemos 
valor sino para reconocer las bellezas que le son naturales ya en sus escritos. Por lo 
que hace a los efectos, si más hay, encuéntrenlos otros; por hoy renunciamos a 
ese derecho." 

Hay que tener en cuenta que el enojo de Larra y Bretón apenas duró un mes 
después de la vuelta de "Fígaro". Esa reconciliación tuvo lugar el 30 de Enero 
de 1836; de manera que es cierto que Bretón no quiso aludir a "Fígaro" en su 
obra, y éste hizo la crítica de ella, y no obedeció su pasado disgusto para hacer o 
dejar de hacer la de El Amigo mártir, tanto más cuanto que antes de esireñarsiB 
estas dos obras ya había hablado de Catalina Howard, que fué anterior, en ^farzo 
del mismo año; si bien no nombra al traductor, consigna que "lá traducción és 
mala y ha sido mal puesta en escena". 

Pero quizás más que la crítica ésta, sentiría Bretón los elogios que, como tra- 
ductor de vaudevilles, le dedicaba "Fígaro" pocos días antes en su artículo de Las 
traducciones. Molíns comenta: 



FÍGARO 203 



"Parece que aún no había olvidado Larra la pieza de cirt^unstancias, El plan de 
un drama y la lectura de sonetos, en que no se le dio participación." 

Ya sabíamo« que no podía tenerla no habiéndose aún inventando los aeroplanos 
para venir de París. Yo creo, por el contrario, que el que no había olvidado la lec- 
tura de su drama era Roca de Togoree. (Seguía oyendo dar las doce.) 

Pero veamos lo que hay de cierto en lo referente a la reconciliación de Larra y 
Bretón. Tenemos dos versiones distintas: la de Ferrer del Río y la de Molíns. 

Está bien claro que tenemos motivoB para no creer nada de lo que este último 
ha escrito respecto a "Fígaro". Veamos, sin embargo, su versión: 

Había a la sazón «n lo que se llamaba Huerta de Bringas, última matiflana enttltioefi a la 
izquierda saliendo por la calle ^e Fuencarral, donde est&n ahora la casa del duque de Vista 
Hermosa, de don Fermín Lasala, etc., un am-eno jardín publico y una bien abastecida foncEa, 
establecimiento que se llamaba Jardín de Apolo, en donde cabalmente pasa part« de la acción 
de El amigo mdrtir, comedia que se representó el 10 de Octubre de 1863, poco después del 
suceso que vamos a referir. 

Allí, por hkvitaición mía, y con pretexto de celebrar que a Bretón de le hubiese conferido 
la plaza de bibliotecario segundo de la Biblioteca iReal, merced a la propuesta del duque de 
Rivas y el decreto de 18 de Julio del mismo a fio, se raunieron muchos de los escritores más 
aplaudidos del público y, sobre todo, más deseosos de traer a un honroso acomodamiento ta 
los dos adversarios. Eran tantos los concurrentes, que no había por qué tomer frialdad, ni 
menos forzoso roce de quien no quisiera tenerlo con algún otro; era tanto también el deseo 
de todos cEe contribuir a la reconciliación de los dos amigos, ique no se necesitaba de gran es- 
fuerzo para lograrlo. 

Yo (y siento tener que usar el egoísta pronombre), al cabo, como anfitrión, hube de rom- 
per la marcha «d los brindis, e improvisé (aún estaba en edad que se improvisa) uno, de que 
ni puedo ni quiero acordarme..., tan detestable era... ; pero... jam:áe he hecho ninguno me- 
jor, a juzgar por Jos efectos..., dudo si cecrito o dicho, algo que mereaxüa ser registrado por 
la historia; óe aquello Ukofi nota la caridad. 

Sólo recuerdo que invitaba a todos a la paz... con versos mal corregidos por la mente, 
pero con aspiraciones bien arraigadas en el corazón y, sobre todo, muy en armonía con los 
sentimientos de los oyentes, que éste es el secreto de «muclbos triunfos oratorios. 

lAiego he pedido recordar este brindis ; era una quintilla qu«, poco mus o menos, dedía así : 

Amigos, hermanos, brindo 
I)orque Dios, en este día, 
cobne la esperanea mía 
y trueque en el sacro Pindó 
el rencor en simpatía. 

Callaron todos..., mirábanse unos a otros y paseaban sus miradas de Larra a Bretón y de 
Bretón a Larra. Al cabo, Ventura de la Vega, que estaba frente a mf, y que tenía a su dere- 
cha a ** Fígaro**, con acento conmovido y con aquella elocuentísima expresión, en )a que na- 
die le ha igualado, se lervantó y dijo: 

Dios oiga tu voz, Mariano; 
tc<do rencor sé deseche ; 
el vate es del vate hermano; 
si hay quien alargue la mano, 
yo sé que habrá quien la estreche. 

No se había sentado aún cuando Bretón se levantó. ¿Quién podía en aquel tiempo ata- 
jar su vena fáoil, puesta a prueba?— y dijo, mirando a Larra: 

No aguardo a que tü comiences ; 
. quédese el rencor odioso 
para enemigos vascuences. 
Yo te vencí rencoroso, 
tü, getteroso, me vences. 

Levantáronse ambos y corrierf'n el uno al otro y abrazáronse, entre el aplauso de todos y 
(también hay que decirlo) las lágrimas de ternura de algunos. 

Ferrer M Río dice : "Larra no saludaba a Bretón de los Herreros, y éste imitaba su con- 
ducta. Habían transcurrido semanas, y sus mutuos amigos no avanzaban un solo paso que a 
la reconciliación condujese. Aquella situación no se podía prolongar demasiado, pues, aíortu- 



204 CARMEN DE BURGOS 



nadamente, en España hacen los escritores y)da mAs común y afectuosa que en otros países: 
desconocen, por lo general y casi sin excepción alguna, los accesovj de la ruin envidia; a/tiso 
les impulse a veces noble emulación, competencia honrosa ; nunca se doblan al yugo de riva- 
lidad enconada. Dirigía a la sazón los teatros de Madrid el inolvidable Grimaldi, amigo y con- 
sejero de todos los poetas ; había sido por aqoíel Carnaval uno de los empresarios de Oriente ; 
dispuso en uno de sns salones un convite, a que asistieron el barón Taylor, Carnerero, Vega 
y otras personas de letras : Bretón y Larra juraban como héroes de la fiesta ; ni se hicieron 
un saludo ni se cruzaron sus miradas ; Grimaldi los icolocó en opuestos lados ; empezó la comi-' 
da, y durante toda ella giró la conversación sobre asuntos indiferente» ; al llegar la hora de los 
postres y del Champaña se propuso un brindis, y Ventura de la Ve^a dijo con su simpAticb 
acento : 

El odio y rencor insano 
del corazón se deseche ; 
el vat» es del vate hermano ; 
si hay quien alargue una mano, 
yo sé que habrá quien la estreche. 

Como si obedeciera a magnético influjo se puso en pie Larra y tendió su mano; Bretón, 
con las lágrimas en los ojos, improvisó la siguiente quintilla: 

No aguardaré a que comiences ; 
quédese el rencor odioso 
para «enemigos vascuences. 
Yo te vencí rencoroso; 
tú generoso me vences. 

Se estrechaban después fraternalmente y vertían tierno llanto, y lloraban Grimaldi. Tay- 
lor, Carnerero, Vega, y lloraban todos. Al concluir tan cordial escena se repetían los bríndiij 
con sabrosos vinos. 

Dice: "Habían transcurrido semanas y aquella situación no podía durar mucho." 
Además habla de que el banquete fué con motivo de haberse quedado Grimaldi 
con la empresa de teatros y bailes de máscaras. Además dice, y es lógico crerlo, que 
el banquete lo dio Grimaldi, y no fué Molíns el anfitrión, ni es tampoco en honor 
de Bretón de los Herreros, cosa muy lógica, porque entonces es de suponer que no 
hubiese asistido "Fígaro", como deduce el ilustre Cotarelo. 

Molíns hace pasar la escena en el Jardín de Apolo, el cual ha descrito "Fígaro" 
en su artículo Jardines Públicos. 

£>1 jardín de Apolo, sito en <el extremo de la calle de Fuencarral, no goza de una posición 
tan ventajosa; pero una vez allí el curioso reconoce en él un verdaderd establecimiento de 
recreo y diversión. Domina a todo Madrid, y su espaciosidad, el esmero con que se ven or- 
denados sus árboles nacientes, los muchos br<squ«tes enramados, llenos por todas partes de 
mesas rrtsticas para beber y qtie parecen nichos de vierdura o verdaderos gabinetes Cé^ Flora ; 
sus estrechas calles y el misterio que promete lel laberinto de su espesura, hacen deplorar la 
larga distancia del centro de Madrid a que se halla colocado el jardín, que fie-rá verdadera- 
mente delicioso en cretiendb sus árboles y dando mayor espesura y frondosidad. 

Pero, según Ferrer del Río, .tuvo lugar en uno de los salones de Oriente. Asis- 
tieron, además de los literatos españoles, el barón Taylor, amigo de Larra, como 
sabemos, lo que hace casi obligatoria la presencia de éste. Tampoco menciona el 
brindis de Molíns, que debió oir, puesto que era de los comensales. Hay que tener 
en cuenta, como dice un notable crítico, que Ferrer del Río escribía cuando e^staban 
recientes estos sucesos, y Roca de Togores cuando ya no había quien lo destnin- 
tiese. 

Por fortuna, el laborioso y culto investigador de la obra de "Fígaro", don Is- 
mael Sánchez Esteban, poíie fin a estas dudas con el hallazgo de un periódico de 
ib ^poca que me facilita, el cual hace el siguiente relato del suceso: Dice así: 

I>a reconciliación í»e verificó el 30 de enero, porque La Revista Mensajero publicó en su 
nilmero 337, coi respondiente al 31 de dicho mes, con el título de "Noble reconciliación", el ar- 
tículo siguiente : 



AyiT (]¡6 UD cunvilo IX .Innn (ii( OrimalíU a vnrlns pcrmnas untablox por hu prairiiin «o- 
rial y pur bus tab'iitos, oí que aaintlnD IguaJmPnle eztrnnjeroe d« distioolÓD, entre elloR M. Tny- 
lor, neredilndo iiternlo, autor de un importante viaje pintoresco de España y e«misario regio 
del teatro Francia, de l'arfB. Al lucer menciÚQ de este com'ite Itevamos el objeto de referir un 
Incidente ocurrido en él, por la prael» qoe ofrece de qtte loa hombrea de mérito se honran cuan- 



8il6ndaOri«Dta. 

do ae dan muestras d« mutua eatimaciún y se desentienden de reDcillas que únicamente deben 
dominar en almas mezquinas y apasionadas. 

Después de varios "brindis" de reciproca cortesanía y de otros a la "libertad", al "progre- 
so de las buenas Ideas", a la uniOn de loe "pueblos civiliíadoe", etc., D. Ventura de la Vega, 
poeta de mérito bien conocido, se puso en pie, j, llamando la ntenciOn de loo drcun^tantes so- 
bre la especialidad del motivo, redtA la siguiente quintilla : 
El reacor y el odio insano 

del corasún se deseche ; 

el vat« ea del vale hermano ; 

si hay quien alargue una mano, 

yo sé que habrfi quien la estreche. 

Hubiera podido suceder que no se entendieec a qué aludían estcd versos, si apenas conclui- 
dos no hubiesen visto los presentes levantarse en uno de los fingutoa de la mesa a D. Mariano 
José de Larra (el ingenioso y críii<'o "Fígaro") y en el opuesto a D. Manuel 13i«t6n de loa 
Herreros (tan estimadlo por sus prodiK'ciones y tan fecundo ciano autor dramático). 

Ambos primiediaron la distancia que los separaba, y aorrcándose uno a otro se di>'rirn lux 
lirazos, prDrrutni>¡enilo «1 8r. BretOn, con delicada y lionrosa srusibilidiul, en ulrn i|uinlilla, 
concebida en estos términos : 

No aguardaré a qite comii-uces; 
quédese el rencor odioso 
para enemigoj vascuences. 
Yo te vencí rencoroso ; > 

tü generoso me vences. 
Fué general la agradable impnesiíin que pro^lujo ™tn nohlo rpcnncilíaj-ifln de dos siij^toe tan 



206 CARMEN DE BURGOS 

«pivciablM, <¡ae (segAu bi>niiH n(do) ae hablan conlrapantcado por uotlvos <tu? no debemos re- 
Tflar, pero que son, de toda» aiiertptt, bieu lusimiilieniites ni hp eompmrña van el aprecio q^ie 
niuluaiuente <lf b«n profesara duH Jiivenen de BeDtüiiieDioH tan patríOlioos y que fonniik uno de 
lu< principales oroani^ntoH de uuealra literatura. Loa hombres que valen, (>M..ouHlguler linea que 
sea, deben vivir amlgre y unir autt esfuereoii para romlintir a loa adveraarioB de la pai y de la 
iluatraclOn de 1n Patria. 

Quedaron, pues, reoonriliados Ijirra y Bret6n en 30 de enero de iS3ñ. Cinco menes deapuis 
de esto ae mtren&, el ü de jutlo de aquel miimo ai^o, la romedSa, Ae RrelOn, "Ii* ItedB«)ian de 
un |>eriÜdÍco''. 

Y no parece por ninguna parte el brindis que improvisó Molina, sin duda, mu- 
chos años nvls tarde. 

¿Pero no sabia el marqut^s de MoJIns que se hablan publicado estos relatos? 

Es pueril este afún suyo de sor el personaje principal en t«do, de intervenir en 
todo, y esto es Jo que le hai-e caer en tanUis InexactiludeB, dando lugar a que la 
posteridad no pueda prestar fe a su obra. 

1.0» críticos, en su revisión, Iihu do encontrar esa lamentable parcialidad de Mo- 
lina contra "Fígaro", la cual viene a agravar la de Bretón, cuya gloria empaña y 
cuyo proceder Juxga severa la posteridad. En un libro, rficionlementc editado en Pa- 
rís por la enea Hachette, en 1009, con el titulo de "Bretón de los Herreros y la so- 
ciedad espaiíola, desde 1830", por Gcorgos I^ (ienlil, éste, que no es sospechoso de 
liarciatidad contra Bretón, dice, despuiT-s de censurar su proceder para con "Fígaro" : 

"I.a posteridad le perdonará difícilmente el haber profanado con el escándalo 
una amistad antigua, fundada en la alinidad df los esiitrilus y fortalecida en el ar- 
dor de convicciones comunes." 



n Eu|«DÍo Hartsanbaacb. 



XV 



DOLORES ARMIJO 



I^ primera noticia que tenemos de la vuelta de Larra a Madrid es esta carta 
inédita que hallamos dirigida a sus padres: 

Madrid, 8 de iBnero de 1830. 

QueridoR papAs : Dirftii ustedes que he muerto, que no me acuerdo de natedee... Nada de eso ; 
pern desde mi vuelta no be tenido un momento mío, y no teniendo nada urgente que decir a us- 
tedes, no quería escribir mientras no pudieise participarles buenas nuevas. 

Me Ite mudado a la calle del Caballero de Gracia, nüm. 21, esquina a la del OLav^l, cuarto 
principal, donde tengo una espaciosa habitación, que ofrece cuantas comodidades puede apetecer 
para mí, y aun para ustedeA, si se les ocurre, como pueden, venir un par de dfas o el tiempo 
que gusten a Madrid. 

Sobre tc^do no deben olvidar que tengo en mi despacho una hermosa chimenea francesa bÍK^n 
nutrida. 

Soy redactor de El Español con 20.000 reales al afio y la obligación de dar dos artículos iK>r 
semana. El primero di> ésta ya ha visto la lux, y parece que sigo haciendo fortunla. No reciben 
ustedes este elegante periódico, el mejor indudablemente áe Europa, porque sólo se extienden 
las sucripciones desde 1." a 15 de cada me». Desde el 15 lo recibirán ustedes. En el ínterin 
ahí va esa muestra para que si ustedes... (i)ed2ixo cortado) ...os ning(tn ejemplar. Sig.... (pe- 
dazo cortado) ... para Delgado; de suerte que acó... (pedazo cortado) ... quedamos regulari- 
zaré mis envíos de dinero a ustedes, formándoles un sueldo al mes que puedla ayudarles a su- 
frir la mala paga de ese pueblo; en el ínterin no piei*do de vista la orden del gobernador ci- 
vil, que esi)ero remitir a ustedes en breve. Esa esepecie de sueldo no es ^ino una justa indem- 
nización del adelanto que en el extranjero he tomado sobre fondos de ustedes y el gasto que 
necesariamente les ocasionan mis niños, sobre lo cual también creo que determinaré muv 
pronto, si es que pueden servirles a ustedes de molestia. Por el pronto siempre han de estar 
mejor ahí que conmigo. 

Mi difunta no resueUa ; estfl muy uní&CL a mi tía Isabel, y, por lo tanto, he desistido de ir 
a casa de... 

¿Cómo estA Cecilia ? Mucho me acuerdo de esa pobre enferma. A >Lui« y Adela que sean bue- 
nos y les enviaré lo que les tengo prometido al mismo tlemop que envíe la mnl«*ta y los efectos 
que, como convinimos, pueden ser a ustedes más titiles que a mí. Como no tomo dinero en ésta 
hasta fin de este mes, extrafiarfln ustedes que no haya remitido dinero tc^iavía ; no me convenía 
en eate momento tomar adelanto alguno, y ustedes saben que me quedaban del viaje muy pocos 
fondos disponibles. Escríbanme ustedes y cuenten con el cariño de sw siempre agradecido hijo. 

Esta carta tiene la particularidad de estar ñrmada con su nombre y apellidos, 
cosa que no hace nunca cuando escribe a su familia; y alguien^ para reproducir su 
firma, la ha cortado, dejando en ella el hueco que hemos señalado. 

Vemos por esta carta que "Fígaro se instala en la casa nüm. 21 de la calle del 
Caballero de Gracia, que acaba de ser derribada por reflejo de las obras de la Gran 
Vía, y que se instala de un miodo confortable, teniendo en su despacho una hermosa 
chimenea francesa bien nutrida. A propósito de esto hallo varios recibos, como el 
siguiente : 



208 CARMEN DE BURGOS 



''Como viuda de D. Juan Guardia Gallegos he recibido del Sr. D. Mariano José de I^arra la 
cantidad de trescientos y sesenta realies vellón» importe de quince días primeros del r<()rrionte 
mes, por habitación amueblada, que a razón de veinte y cuatro reales diarios l& tengo alquilada 
en mi casa, calle del Caballero de Gracia, núm. 21, cuarto principal, inclusa la asistoueia. Y 
para su resguardo lo firmo en Madrid a diez (le Febrero de 183G. — María de los Dolores Orcaya, 
viuda de Guardia. ** 

El Español le da mil duros anuales, y él atiende, no sólo a su sostenimiento 
con decoro — no principescamente, como se ha dicho — , sino que también ayuda a 
su familia y al sostenimiento de sus hijos. En los capítulos correspondientes ve- 
mos su desenvolvimiento como periodista, su reconciliación con Bretón de los He- 
rreros, su actuación en la política y sus luchas de escritor. Ahora, apartándonos da 
todo esto, vamos a perseguir su vida intima, a seguir buscando su corazón. 

£1 viaje no ha curado a Larra. £n Londres ha sentido la frialdad de la gran ca- 
pital, en la que se ve solo, sintiendo pesar sobre su espíritu toda aquella magniA- 
cencia; en París tiene amigos, visita todos los sitios notables, pero en vez de de- 
dicarse a la diversión, a la molicie, a hablar del bulevar y de las grisetas, como cual- 
quiera de nuestros escritores vulgares, se desentiende dd bullicio, de la alegría 
del París de aquel tiempo, lleno dé teatrülos y de music-halls, y se dedica al traba- 
' jo; hace el texto del libro de Taylor, recuerda el francés, escribe artículos en ese 
idioma y vemos, por su propia descripción^ que hace una vida arreglada, morige- 
rada, económica. Sü preocupación son sus obras, su trabajo, y no olvida a sus hijos, 
a sus padres y a sus amigos. 

En vez de desentenderse de su esposa, la recuerda con una amargura no exenta 
de afecto, y trata de endulzar su situación, como se ha visto en la carta a Delgado. 

Su carácter rectilíneo le hacp querer cumplir su prom)esa al barón de Sant Marz. 
Se siente enfermo; pero ha ofrecido ir e irá a buscarlo si no le paga, cuéstole lo 
que le cueste. Esta prueba de decisión y de carácter se halla en toda su vida. Así, 
más tarde pensó en matarse y se mató. 

Encuentra todos aquellos lugares del extranjero mezquinos; no son a propósito 
para su carácter y su estado de ánimo. Quizás si hubiera ido a Italia se hubiere 
podido curar, le hubiera dado optimismo esta tierra de arte y de pasión. 

Pero su viaje no estuvo bien dirigido; no pudo permitirse descanso por no es- 
tar frente a frente consigo mismo, que era lo peor que le podía pasar, como dice 
en su carta de Londres, reconociendo que el aisílarse con el propio pensamiento es 
sólo patrimonio de los dichosos o de los necios, que no se reconcentran jamás. 

Su enfermedad primero, las dificultades del viaje después, todo hacía que vol- 
viese la vista a Madrid, y que la figura de Dolores, en vez de borrarse, se fuera de- 
lineando más y más, con contornos nüás perfectos, que la hacían más tiernamente 
amada, por aquello de que la impresión que produce pensar en la amada es supe- 
rior a su presencia. 

Así Larra volvió más doliente, más enamorado, más débil y más entregado a los 
delirios de su amor. 

En este tiempo de su ausencia, Dolores había salido del convento y vivía con su 
tío D. Alfonso Carrero, que ocupaba el cargo de intendente en la provincia de Avila. 

Que uno de los primeros cuidados de Mariano José de Larra fué tratar de acer- 
carse a Dolores, de saber de ella, de hallar medios de comunicación, lo prueba la 
correspondencia inédita, de la que nadie ha sabido nada hasta ahora, que sostuvo 
con su amigo D. Ramón Ceruti. Había sido éste nombrado secretario del Gobierno 
civil de aquella provincia, y se conoce que Larra trató de hacerse amigo suyo y de 
intimar con él para que le sirviese de auxiliar. 

Que habían precedido algunas entrevistas y averiguaciones respecto al para- 
dero de Dolores por parte de Ceruti y "Fígaro", lo prueba el que el primero haga 



PfOARO 209 

alusión a la imprudencia que cometiieron ai preguntar a un amigo del intendente 
en el Mesón de los Huevos, situado en la Concepción Jerónima, **si el intendente 
tenía una sobrina''. £8to prueba, además^ que Larra estaba desorientado acerca del 
paradero de Dolores, que ella no le había escrito, como pudo haberlo hecho. 

Debió Larra buscar a Geruti y tratar de intimar con él, cosa que halagaría a 
éste, sabiendo la fama de "Fígaro *" y su influencia en la Prensa y en la política. 
Que no era antigua la amistad, lo indica la dirección de la primera carta que Ra- 
món Geruti dirige a '* Fígaro**, en la que en lugar de llamarle Mariano José le lla- 
ma Joaquín Mariano. 

Hay un sello en que se lee: "" Gobierno civil de la provincia de Avila**. 

Avila y Enero, 26 de 1836. 

Sr. Dr Joaquín Mariano de Larra. 
Mi muy amigo a quien quiero mucho : Llegué aquí a su diebido tiempo y al día siguiente tomé 
posesión, por lo que fueron perdidas aquellas veinticuatro horas. £n las siguientes vine a ente- 
rarme de mi oücio, y cuando vcAví a comer me encontré alguna» tarjetas de ofrecimientos de 
(*asa, pero ninguna de tu tío de usted, Al olro día hice algunas visitas de desquite y por la nor 
che ful a casa de Maxarredo, donde hay regular tertulia. Un una palabra, hasta el sábado li 
medio día no se áign^ éí tío visitarme, y era día de su santo, y tenía comida, refrescó y recibió 
máscaras por la noche ; mas como la visita la hizo el mismo día por tarjeta, pues no me halló 
en casa, m« pareció forzado ir por la noche, y así me abstuve hasta el domingo, que fuf a laa 
dos e hice mi visita de etiqueta. Estaban, y me recibieron tía y sobrina con suma amiabilidad 
y obsequio, quejándose de mi etiquieta para no haber ido a las máscaras la noche anterior. A 
poco rati> entró el tío >y se explicó del mismo modo y me ofreció su mesa y su café sin etiqíseta 
cuando gustase. Hablamos de política y se explicó según el sabe y le conviene, y yo le respondí 
por monosílabos amables e indiferentes; en fin, en <^sequio de usted pasteleé. Por la tarde 
hubo paseos de máscaras, en el que me uní clo la sobrina, que ya iba acompañad'a del tío, del 
gobernador, del contador Balboa, del de Propios, Acilú, y de dos amigos ; pero fuese por etiqueta 
hacia un forastero, por curiosidad de ver al oso o por sospechóme algo, me dio una preferencia 
amable y cortés, inspirándome alguna franqueza, de que no podía usar, visto los acompañamien- 
tos y escoltas, y ya desde que la visité me pareció notar ciertas miradas que ni eran sólo áe 
curiosidad ni menos de capricho inspirado. Usted calculará lo que serían, mucho más si recuer- 
da la imprudencia que tuvo en El Mesón de los Huevos cuando pregunt3Ó usted al tesorero si el 
intendente tenía una sobrina. Vjb\» tesorero es visita diaria de la casa y no deja de hablar mu- 
cho, mal y fuera de tiempo ; a esto atribuyo yo las hermosas miradas de aquellos ojos ái^ibes, 
y para ccocluir diré a usted que me ha prometido ser amiga snía, amiga y no más, cosa que a 
on joven lechuguino nada le acomodaría ; pero a mí, corazón podrido, no me aflige y menos 
eiendo incapaz de ser con usted más que otro "Fígaro", aunque no haga reir y corrija las cos- 
tumbres... 

• •••••••••««•••••••t«*««««*a«*««aafl«*«*B»a ■••••••••••••••••••■••»••••■•••••••••••••• •••■••••«•••»••••••#••••••••■•••••••••«•»• 

¡Adiós! I^^sta carta es muy larga, y quien escribe mucho a ^Fígaro'' se exipone a amarga 
censura. 

JDe usted todo amigo de veras. — Ramón Ceruti. 

Ruándonos en la fecha de la carta se ve que Larra no había perdido el tiempo 
para informarse. Vuelve a ver surgir en esta carta la figura de su amada, siempre 
bella, rodeada de una corte galante y quizás no olvidada del todo de su cariño, 
puesto que aquella amistad graciosa y coqueta, aquella preferencia por Geruti, 
parecen tener por objeto el saber que es amigo de "Fígaro" y ocultar un deseo 
contenido de que se hable de él. Siente "Fígaro" clavarse en su corazón las her- 
mosas miradas de aquellos ojos árabes, y anhela, presa de mil ideas, la carta si- 
guíente, que no se hizo esperar. 

Avila y Snero, 30 de 1836. 

Sr. D. J. M. Larra. 

Mi amigo: lias máscaras no han dejado de dar alguna ocasión de intimar con Rosina^ y 
aunque no muy larga, decididamente me suplicó no le hablase de usted'. I^a interrogué el mo- 
tivo y contestó no era porque usted la ha hecho desgraciada, pues eso no lo culpa una ornante 
vehemente cuando la falta de su duefto es sólo de vehemencia, orea que no ofende a un coraaóta 
ardiente, sino porque después usted ha procedido mal con ella. Traté de saber en qué y no hubo 
tiempo para respondeime, aunque yo, en téranino* generales, defendí a usted con las generales 

14 



210 CARMEN DR BUHÓOS . 

de la )ey. EsU noche hay máscaraja en bu casa por a^r dfn ie Gloria, y algo adelantaré pan 

Ratina, la noche de míacaraB, me resalo un par de guantes suyos al Ver que habta perdido Io« 
mfoB ; este ea un compromiso de galantería, del que me es preciso salir airos r Híganv> usted 
el favor de mondarme at momeato, por el ordinario del Uetón de toi Hvevog. media docena qu« 
estén bien a la mano ya conocida de "Fígaro" y que sean de diíerentes «>loreB. para no quedar 
mal. El importe, ^^n toda franqueza, dígamelo usted para que por «I mismo ordinario pueda yo 
remitírselo. 

B. Cemli." 

Qué efecto causaría esta nueva carta a "Fígaro" podemos imaginárnoslo. Elta 
lo acusa de desleal; pero no le hace culpable de haber causado su desirracia, por- 
que eso no lo culpa una amante ve- 
heni'uie cuando la falla de su ilunño 
es sólo de vehemencia, cosa que no 
ofende a un coraxón ardiente. Esto le 
dn lu idea de que es aún amado, au- 
menta su esperanza y enciende más 
3u pasión. Puede considerarse con qué 
emocirtn va a comprar .iquellos pare» 
de guantes quñ han de ir a su mano, 
a aqufillas manos tan conocidas de 
"Fígaro", las manos adoradas, las 
que (antas veces ha besado, las mis- 
mas que habían de disparar la pisto- 
la que lo matú. 

El sentía la necesidad de ir a Avi- 
la; quería verla, soñaba mil medios 
propias del rwnanticismo de la épo- 
ca para lleí^r misteriosamente, sin 
que nadie le viese, sin que ella pu- 
diese negarse a la entrevista. Quería 
hablarle, sincerarse, volver a tener 
su amor. Debió en este sentido escri- 
bir a Ceruti, cuando éste, en la si- 
guient« carta, que también retrata 
una reunión provinciana de la épo- 
ca, después de aumentar su interés 
B«iusjtd*ift«poaa.iiarqiiHadeVinkQ.iotK. ('ou SUS descripcíoues, de loB pala- 
bras y de la belleza de la sin par. le 
hace notar la imposibilidad de poder guardar el incógnito en una población pe- 
queSa, entre la malicia de la gente, en antecedentes ya, y le aconseja vaya franca- 
mente, con bI pretexto de estudiar el arte." 

No cabe la menor duda, por todos los dctalie«, de que la mujer de quien se trata 
es Dolores Armijo, Ceruti la llama siempre, por prudencia. La bella. La sin par o 
if: da el nombre de Rosina, por ser el nombre de la linda prolagoniste de El bar- 
bero de Sevilla, de cuya obra está tomado el pseudónimo de "Fígaro", que, segÚD 
Hartzenbusc.h, es de origen catal.ln. Dice agí la carta de Ceruti : 

Avila y Febrero de 1S38. 
Sr. D. M. J. de Larra. 
Queridísimo amigo : Aunque la recibí roes larde de lo que deseaba, agradecí mucho la con- 
testación de usted a mis dos cartas, y mfis que lodo Lai Buena» íiochet; estamos de acuerdo 



FÍGARO 



* t. 



211 



en opiniones y previsiones, y así pudiera unirme a usted en. saber, gracia y oportunidbd pnjra 
escribir cuanto pienso. . 

En casa de la bella estaba yo cuando me llevaron el correó ; era de noche^ y sobre la mesa, 
que rodeábamos un gran número de concurrentes y oonaurrentas, incluso el tík>.y la tí^, s61o 
alumbraba una mala vela de sebo, peor que la luz descrita por Gorostisa en boca de Aon Se- 
bero. Varios eran los que leían periódicos y cartas, y yo, que, entre otras, tenía en la mand 
la de usted, con Lüs Buenas Ñocha y El Español, abrí la distinguida epístola y dije a la sin 
par que a mi lado estaba : '*¿ quién ha de leer esta letra tan menuda con luz tan descomunal ?", 
y cuando la hice fijar bien su vista la guardé en el bolsillo. Concluido el^to, que, como usted 
ironocerá, no fué largo, teniendo sobre mí los bolsillos, pues también en Avila usamos esta 
moda, ensef&éla las impresas Buenas Noches; ella hizo un movimiento fuerte de sensación, me 
clavó sus ojos divinos con mucho interés (no hay que encelarse) y los volvió a bajar pen8ativa^ 
y pensativa quedó el resto de la soirée, habiendo estado antes muy asnable y muy joviaU 
Como la gente era mucha, y toda reunida, no pudimos hablar hasta la despedida, en que 
le prometí para la noche siguiente prestarle las Buenas Noches, cosa que verifiqué sin falta,, 
y aún no me las ha devuelto, lo cual no serft por grosería, cuando nada Ae cuesta responder 
téngalas usted muy huenas. 

Ayer tarde 'pude, de prisa y corriendo preguntarle si habla leído la letriUa de El Españoíf 
y me dijo que sí, afiadiendo buen hipócrita es, y yo le respondí agraviaba mucho a usted. 
Hoy también pude preguntarle cuiUee eran las quejas que contra usted tiene, y respondió: 
** Muchas, muchas." Dígame usted una siquiera, le repuse. ^^Es hombre que apenas recibía 
un favor mío iba al café y a las tertulias a contarlo." 

Aquí de mi prudencia. Tomando un tono grave y sentimental contesté : No sé cómo pueda 
ser cierto lo que a usted le han dicho, pues a mí, ahora que todo casi ha oonoluído, por mfta 
que le he instado en muchos momentos de curiosidad, siempre se me ha presentado con un mis- 
terio propio del tiempo de Cervantes. Aquí concluyó la conversación, por no permitir m&s la 
parentela; y vamos a otra cosa. 

Pido a usted mil perdones porque me tomé la franqueza de encargarle unos pares de guan- 
tes ; creí escribir a un amigo sin ceremonia, en virtud de nuestro reciente convenio de dupli- 
cada alianza ; pero al ver que usted no quiere venir a vivir en mi casa, temeroso de hacerme 
grave perjuicio en los gastos, conozco lo ligero que fui yo al usar primeramente de fraii- 
queza. 

Sin embargo, todo bien pensado, usted no tendrá miedo de que haga bancarrota; y si vie- 
ne aquí vendrá a mi casa, a menos que mi amistad no le interese. 

Pero por venir a mi casa no puede ser misteriosamente, como usted quiere, pues como 
posada viven muchas personas, y me visita diariamente una que conoce a usted personalmente : 
es don Domingo Acilú, contador de propios, muy buen chico, peBx> que no está en el misterio. 
Tampoco puede usted ir a otra casa y estar oculto, pues aquí a los cinco minutos se sabe la 
llegada de cualquier hombre de camisa limpia, y en la dase de empleados muchos conocen a 
''Fígaro"", que no puede ocultarse. Tampoco llegaría usted en tiempo de máscaras, porque hoy 
que contesto, sin pérdida de correo, y no como usted, es miércoles, y muy deprisa había de 
salir para llegar antes del martes de Carnaval ; y visto cuanto de este sumario resulta, soy 
de parecer venga usted francamente autorizado para registrar manuscritos históricos al Es- 
corial, Segovia y Avila, y pasaremos más de dos días juntos. Si viene usted de otro modo, es- 
pantará la caza y nada más adelaottará que desde la calle de la Montera... 

R, Ceruti, 

La letrilla inserta en El Español de 3 de Febrero de 1836 que Larra envía a Ce- 
ruti a Avila y que éste da a leer a Dolores es la intitulada Recuerdos, que Larra 
fechó en Lisboa en Mayo de 1835, y no figura en sus obras completas. Reprodu- 
cimos algunas de las apasionadas estrofas que no merecieron más comentario de 
aquella mujer tan tierna y fervientemente adorada, que las tres palabras que Ce- 
ruti transmitió a Larra **Buen hipócrita está'\ 



Nube de dolor envuelve 
Su frente altiva y rugosa, 
y en firme actitud parece 
Ser el genio de las olas. 



Tan presto un hondo suspiro 
Do su corazón rebosa, 
Como a sus trémulos labios 
Sonrisa amarga se asoma. 

Al fin lanza de su pecho 



212 



CARMEN DE BURGOS 



I;a VOZ destemplada y ronca, 

Y así al Tajo, que le escucha, 
Con triste acento apostrofa; 

"Río Tajo, río Tajo. 
Ki de la corriente undosa, 
El de las arenas de oro, 
fcl que padre España nombra; 

"Tú me viste n>ás felice 
Que infeliz me ves ahora; 
Aún no pasaron seis lunas 

V pasó mi dicha toda. 
"Risas y juegos y amores 

Me tejían la corona; 
Mas era de flores leves 
Que un leve soplo deshoja. 

"Y hoy más lágrimas ardientes 
be mis pobres ojos brotan 
Que turbias ondas revuelves 
Contra el muro de Lisboa; 



"Si lusitanas bellezas 
Mi muda lira provocan, 
Si el tributo le demandan . 
De admiración amorosa; 

"Díles layl que ya tan sólo 
Ecos de dolor entona 
Para amores y placeres; 
Que sus cuerdas yacen rotas; 



"Díles que errante y perdido 
El vate infeliz se arroja 
Al mar, maldiciendo acaso 
La misma patria que adora; 



"Díles que tan sólo un voto 
La amistad para ellas forma: 
ll'legue a Dios que no amen nunca 
lias que aún el amor ignoran I 

*"! Plegué al cielo que en su vida 
Las haga el amor dichosas! 
Cfue son del amor las dichas 
Más amargas que las ondas. 

"Gomo ellas también volubles. 
Como ellas, halagadoras, 
P(^rfldas también como ellas, 
Y como ellas azarosas. 

"Esto díles, y en tu curso 
Si ha de ser mi última hora. 
Haz que tus ondas me traigan 
El nombre de mi señora.'' 



Y con la tormenta el vate 
Confunde su voz sonora, 
Y en su último atiento se oye 
El nombre de su señora. 



Aquí volvemos al terreno de las conjeturas mezcladas a los hechos sobre los que 
estos papeles dan luz. 

Larra hizo el viaje inmediatamente después de recibir la carta de Ceruti. Este 
viajé, del que no habla ningún biógrafo, debió hacerlo con el mayor secreto posi- 
ble, pero no tuvo el resultado apetecido. Hay entre sus papeles un borrador sin fe- 
cha, escrito en Avila y dirigido a D. Alfonso Carrero, en el que "Fígaro" hace pro- 
testas de que no ha ido a esta ciudad con m¿s objeto que el de estudiar el arte, 
como iba a otros puntos de la península y de que siente haber turbado la tranqui- 
lidad de su amigo y de su familia, ofreciendo hasta el sacrificio de su ausencia, si 
es preciso. 

Hay en este manuscrito una alusión al acontecimiento desgraciado, que reunió 
a la familia de Carrero una persona demasiado apreciable a sus ojos. 

Esto y el saber que cuando estuvo en Badajoz estaba allí Carrero con esa per- 
sona da aún mayor luz en el asunto. A raíz del escándalo promovido por enterarse 
el esposo de Dolores de sus amores con Larra, sobrevino su separación y ella debió 
irse a vivir con su tío, que exigía un severo respeto. No niega "Fígaro" en ese es- 
crito su amor y las relaciones que con Dolores lo han unido, asegura que aunque 
ella haya dado o no oído a calumnias, su memoria le es demasiado grata para que 
dude en hacer los mayores sacrificios por ella. 

Como en todas ocasiones su natural noble y leal se revuelve contra la gente 
chismosa y mal intencionada que se mezcla en su vida tan arbitrariamente. Se ve 



FÍGARO . 213 

el comadreo de la ciudad, de las gentes graves alarmadas en nombre de la moral, 
de toda esa barrera oñciosa de prejuicios que alza diñcultades entre ellos. No le 
han dejado ver a Dolores, su viaje es inútil. ¿Por qué toma alguien el papel de 
protector de aquella mujer que él adora y que será el primero en defender si lo 
necesita? "No sé quién pueda tener más derechos que yo a mirar por el honor de 
su sobrina", exclama con arrogancia. Y acaba ofreciendo una entrevista franca y 
leal. 

He aquí ese borrador: 

Sr. D. Alfonso Carrero. 

Muy señor mío y de mi mayor aprecio. Por el amigo Aécálik he sabido, con gran sentimiento 
mfo, que mi viaje y la falta de explicación entre Dosotros ha podido turbar el reposo de su 
familia. 

Eso me es muy doloroso: desde el acontecimiento desigraciado que reunid a su fami- 
lia de usted a una persona demiasiado apreciable a mis ojos, procui^ que mi conducta fuese K) 
más delicada posible; al pasar por Badajos no tuve otra causa que esa misma delicadeza 
para no usar siquiera de sus ofrecimientos y cortesía. Tanto en aquella ocasión como en 
ésta, en que un objeto artístico me ha' traído a Avila (como me llevaiú sucesivamente a 
otros puntos de le. Península), cuidé mucho de no dar Ingaf a la menor queja de parte de 
usted, y por más violencia que me haya costado y que me cueste ni he desmentido ni id'es- 
n^ntiré nunca el respeto que profeso a usted y a otra persona que me es harto cara. 

Dando ya por concluidas y aun olvidada« relaciones de tan triste recuerdo, creí que Va, 
conducta mía bastaba para tranquilizar a todos ; pero puesto que me he equivocado, y puesto 
que la pequenez de este pueblo le parece a usted un motivo más de cautela, que en pobla- 
cionés más grandes no existiría, no tengo el menor inconveniente en aivistarmc con ustc'd y 
las personas de su familia que juzgue conveniente para convenir amistosamente en los me- 
dios que por mi parte pueda poner para evitar a usted en lo suceeivo nuevas inquietudes. 

Tengo, señor de Carrero, muy buen concepto formado de usted y de su buen talento, y ha- 
yase portado conmigo su sobrina como se haya portado, haya dadb o no oídos a calumnias, 
su memoria me es demasiado greta para que yo dude ni un eolo momento en hacer por su 
tranquilidad el sacrificio óe mi ausencia, si ésta puede serle necesaria, por más que usted 
convenga conmigo en el poco derecho que a nadie le asiste para exigirlo de mí. 

Siendo e«te asunto tan delicado, no puedo menos de extrañar que extraños en él se quie- 
ran dar el aire de protectores de su familia, la cual seguramente no necesita protección de 
nadie teniéndolo a usted por cabeza y siendo yo su mejor aimigo ; su conducta no puede tener 
más objeto que aparentar una franqueza y unos deo-echos que no pueden existir: no sé 
quién puede tener más derecho que yo a mirar por el honor de su sobrina. Por lo tanto, su- 
plico a usted que ninguna otra persona, excepto el señor de Acild, que tan de buena fe nos 
ha puesto en comunicación, tenga que ver en este asunto, poop el mismo honor de ustedes, y 
esperando sus Órdenes, la hora y punto en que podré avistarme con usted, tongo el honor d«f 
repetirme su muy... 

Una carta de D. Alfonso Carrero que debe ser contestación a la copia del borra- 
dor indica la fecha del 17 de Febrero y dice así: 

Sr. D. Mariano Joeé de La^ra. 

Muy señor mío y de mi mayor consideración : Su atenta carta de usted no hace más que 
<*onfirmarme la justa y apreciable reputación que merece. Ni yo he creído jamás encontrar en 
usted las ideas rastreras que prostituyen a un hombre y que lo proscriben de la sociedad de 
los sensatos y del círculo del pundonor. 

Lícitamente necesitamos hablamos ; todo lo exige. Lleno de dolor y lleno de lágrimas, aún 
no he serenado mi agitado espíritu ; de nuestra entrevista nacerá la calma, y acaso yo po- 
dré optar al título de amigo de usted con que siempre me honraré. De esta suerte, a las 
cuatro en punto de la tarde me hallaré en la plazuela de San Vicente, y oontinuaremos et 
paseo. Ofreciéndome a usted en tanto suyo aítmo, 

q. b. s. m., 

Alfonso Carrero. 

¿Cómo sería ese paseo de dos hombres sinceros, en una de esas tardes de nieve 
y de sol tan frecuentes en los inviernos de Avila? Aquellas calles silenciosas, en 



214 CARMEN DE BURGOS 



cuesta, la Alameda, el Paseo de los Convenios de Teresa de Jesús, el misticismo 
romántico que impregna la ciudad, los huertos de violetas, él pensando en ella que 
concurría a esos paseos, tratando de hallar la huella de su mirada en todas las co- 
sas, como si aquellos ojos debieran penetrarlas de luz; tratando de hallar su si- 
lueta; feliz en el fondo por respirar donde Dolores respiraba y por saberla llena 
de inquietud pensando en él. 

Aquella entrevista debió de ser muy sincera, ''Fígaro" debió llorar, debió mos- 
trar todo su dolor, porque el tío de Dolores no sólo lo compadeció y le hizo justi- 
cia, sino que se sintió arrastrado por la más viva simpatía para darle la razón, y 
ofrecerle de nuevo su amistad. Parece colegirse de todo esto alguna nueva coque- 
tería de Dolores; alguna nueva traición. 

Después de esta entrevista Larra más triste, más enfermo, más desesperado, 
volvió a emprender el camino de Madrid. 

Luego hay sólo una carta escrita tres días después por Ramón Geruti, que de- 
bió quedar en bastante mal lugar con el intendente y la familia de Dolores y que 
(rato de justificar con un artículo el viaje de ''Fígaro**. Aunque le promete hablar- 
le de este asunto no lo hace. Se conserva una larga correspondencia suya dirigida 
a Larra, pero ya es toda sobre política. 

Avila,. 20 Febrero. 
Sr. D. M. J. de Larra. 
Mi muy amigo: mucho celebraré su buen viaje y mejor recibo en esa del que 
tuvo en esta. 

También remito a usted el articulito sobre la venida y salida de usted de Avila: 
le he puesto C prohijando la producción, porque en boca mía suena esto mejor... 

A Borrego escribo sobre elecciones y haberse cerrado los Conventos. Estoy 
en el mismo caso con tío y sobrina: apenas he tenido tiempo para hablar con el 
diplomático, pero esta noche estamos citados y chariaremos largo; le daré a usted 
cuenta... — R, Certiti, 

¿Quién es este nuevo personaje, este diplomático? ¿El nuevo flirt de Dolores? 
Sin duda fué "Fígaro" el que a raíz de su desdichado viaje le impuso silencio a 
Geruti sobre todo esto, y no se sabe nada más. 

Que "Fígaro" se había portado noblemente en medio de las desdichas de aquel 
amor imposible de legitimar, que había sido víctima, que había puesto todo su co- 
razón en él, lo demuestra el que D. Alfonso Carrero le escribe un mes después 
pidiéndole un favor, y que "Fígaro", aun a trueque de parecer poco generoso, deja 
escapar toda su amargura en una queja doliente y sincera, ante aquel hombre que 
conoce todas las intimidades y ante el que no podría hablar "de la persona que más 
indignamente se ha portado con él y a la cual sigue amando", de no ser cierto lo 
que afirma. 

Sr. D. Alfonso Carrero. 
Muy señor mío y mi apredable amigo : Varias razones han impedido que yo me apresurase 
a escribir a usted : primero, el mal estado de mi humor ; se'guDdo, el deseo de que usted si<. 
guíese viendo en mi conducta la misma delicadeza que le he ofrecido, que siempre tuve y que 
trn mí será eterna. Por otra parte, confieso francamente qu« no me atrevía ft dar asenso a 
sus protestas de amistad y que tuve momentos de creer que eran hijas del deseo de apartarme 

de Avila. 

En la actualidad, que su carta de usted me prueba que puedo ser ütil a usted, me apre- 
suro a contratarle que las seguridades que de mi aimistad le di eran francas, y que si hasta 
ahora fto lé he dado prueba ninguna es porque creí que no debía dárselas sin nueva comuni- 
cación. • 



FfGARO 215 



Voy a emplear cuanto yalgo y puedo en favor de usted, y espero que podré darle presto, bue- 
nas nuevas de su solicitud ; confieso que s61o por usted lo harÍAi pues por mi mismo no he pedido 
ni haría ánimo de pedir nunca nada. Si puedo ser útil a la familia de la persona que más india- 
namente se ha portado conmigo, si tengo la fortuna de hacerle a usted y a ella un favxyr de 
cualquier especie que sea, quedaré completamente vengado. 

Perdóneme usted si una esperanza largo tiempo alimentada y tan ridiculamente muerta dan 
í mi expresión una acrimonia de la que usted no es digno. 

Deseo que usted se tranquilice y domine sus disgustos como yo procuro hacerlo pon los míos, 
y voy a emplear en dar cumplimiento a los deseos de usted todo el celo y toda la prudencia de 
que soy <^paz. Avíseme usted prontamente del resultado. 

Nada me agradezca usted, pues sólo desea ocasiones de poderle ser útil a usted su afectísi- 
mo amigo y s. s., q. s. m. b., M, J. de Larro, 

Ya las únicas relaciones de "" Fígaro*" con la familia de Dolores, do que tenemos 
noticias después, son una carta de D. Alfonso, fecha 17 de Junio de 1836, en la que 
se le ofrece agradecidísimo reconociendo su caballerosidad y se brinda a ayudarle 
en su elección de diputado por Avila, y otra en la que le ruega le recomiende 
en la vacante de la Intendencia de Extremadura, aunque teme abusar de la bondad 
de Larra. 

Ya en todas las demás sólo le habla de política, y en una fechada en 2 de Julio 
le dice que sus amigos salen en todas direcciones a trabajar la elección de "Fí- 
garo", que, como sabemos, se presenta diputado por Avila. 

Sin duda Larra se había sentido feliz con esto, que le haría estar más en comu- 
nicación con sus amigos y tener un medio más de hacer llegar su nombre a los 
oídos de Dolores; pero él no volvió a Avila, ni como candidato, pues así lo revela 
su correspondencia y el que le remitiesen a Madrid el acta. 

Que ''Fígaro'' debía de estar despechado, lo prueba la crítica que hace de An^ 
tonay, de Dumas, en Junio de aquel mismo año, y en la que arremete contra las 
mujeres casadas que faltan a sus deberes, siendo este precisamente el caso de 
Dolores. 

En la literatura moderna ya no se dan padres ni hijos ; apenas hay en la sociedad de fthorft 
opresor y oprimido. Hay iguales que se incomodan mutuamente debiendo amarse^ Por confd-' 
guíente, la cuesti6n en el teatro moderno gira entre iguales, entre matrimonios: es principio 
irrecusable, segtin parece, que una mujer casada debe estar mal casada, y que no se da mu^er 
que quiera a su marido. El marido es en el día el coco, el objeto espantoso, el monstruo opre- 
sor a quien hay que engaüar, como lo era antes el padre. Ix)s amigos, los criados, todos están 
de parte de la triste esposa. ¡Infelice! ¿Hay suerte mAs desgraciada que la de una mujer ca- 
sada? ¡Yea usted, estar casada! jes como estar emigrada, o cesante, o tener lepra! ]>a mujer 
casada en lia. literatura moderna es la víctima inocente aunque se case a gusto. El marido es un 
tirano. Claro está : se ha casado con ella, ¡ habrá bribón ! ¡ La mantiene, la identifica con su 
suerte! ¡picaro! ¡Luego el marido pretende que su mujer sea fiel! Es preciso tener muy malas 
entrafias para eso.* El poeta se pone de parte de la mujer, porque el poeta tiene la alta misi(3in 
de reformar la sociedad. La institución del matrimonio es absurda segtkn- la literatura moder- 
na, porque el corazón, dice ella, no puede amar siempre, y no debe ligarse con juramentos eternos. 

Sin embargo, hay un momento en que se contradice: 

Nosotros reconocemos los primeros el influjo de las pasiones; desgraciadaonente no nos es 
lícito ignorarlo: concebimos perfectamente la existencia de la virtud en el pecho de una mu- 
jer, aun faltando a su deber : convenimos con el autor en que ese mundo que murmura de una 
pasión que no comprende, suele no ser capaz del mérito que granjea una mujer aun sucum- 
biendo después de una resistencia no menos honrosa por inútil : establecemos toda la difer^en- 
cia que él quiera entre el caso excepcional de una mujer que se halla realmente bajo el influjo 
de una pasión cuyas circunstancias sean tales que la dejen disculpa, que la puedan hacer apa- 
recer sublime hasta en el crimen mismo, y el caso de multitud de mujeres que no siguen id 
atrepellar sus deberes más inspiración que la del vicio, y cuyos amores no son pasiones, Mno 
devaneos: ¿quiere más concesiones el autor? Pero semejantes casos son para juzgados en el 
foro interior de cada uno: queden sepultados en el secreto dH amor o de la familiiu Porque 



216 CARMEN DE BUflOOS 

desde el momento en que erija asted ese caso posible, solHmente posible, pero Bitoi^re raro, eu 
dogma, desde el momento en que generalizSndolo presente usted en el tealro una mujer faltan- 
do plausiblemente a su deber, y apojíndoae en la oatursleía, Be eipone usted a qae toda mu- 
jer, sin estar realmente npaaionada. siu tener disculpa, ge cree Adela, ; crea Antón; bu aman- 
te ; desde esc mormcnto la mujer mAs despreciable se creerú autorizada a romper los vínculos 
sociales, a desalar Ioh nudos de familia, j entoncta adiCs últimas iluRíones que uos quedan, 
aoiós amor, adifis resJEtencia, adiúa lucha eutre el placer j el deber, adifis diferencia enlic mu- 
jeres virtuosas, eriminaka, s mujeres despreciales. Y, lo que es peor, adifis ancledad, porque 
h\ toda mujer se creerú Adela, todo hombre se creerfi Antón;, aoliacarA a injumida de la so- 
ciedad «manto »e oponjra a sus apetitos brutales, que encoDtrard naturales; en gustando de 
una mujer, dirfi : Vo Icjigo una paiión irretitUlle que e* má* fuerte gut yo. 

Tal vez si estando en este estado de ánimo Dolores liubiese permanecido ausent«, 
'Ffgaro" se hubiese salvado: pero Dolores vuelve a Madrid; se deduce de una carta 
de Geruti. en que le ruega vea al intendente, que ya ha salido de Avila, y la pasión 
rata! se aviva con su proximidad. Desde este momento, el dolor y la desesperación 
irán tejiendo sus hilos entre los hilos de oro que constituyen la trama de los lumi- 
nosos artículos de Larra; le irán labrando su sudario. 



XVI 



EL POLÍTICO 



Confieso ingenuamente que si hay algo que me 'consuele de la prematura pér« 
dida de Larra, es el que su muerte le librase de convertirse en un político... como 
los demás. ^ 

No es aventurado pronosticar que a pesar de su talento, de su carácter ecuánime, 
de su personalidad robusta y bien formada, él no hubiera podido modiflcar la po- 
lítica española ni cambiar el estado de cosas existentes, que han continuado y con- 
tinúan. Se hubiera plegado a los convencionalismos, se hubiera amoldado al medio, 
hubieran caído deshojadas una a una sus hermosas rebeldías; sus aspiraciones ro- 
mánticas se hubieran hecho sensatas, su ardor habría tenido freno, y hasta el 
«margor de su pesimismo se hubiera templado en la comprensión que dan los años 
y la experiencia. Su hermosa figura se hubiera deshecho, como tantas otras de su 
época. ¡Bienaventurado él, que murió a tiempo de continuar viviendo para la 
gloria! 

A Larra lo atrajo la política, quizás por una naciente ambición de ser, de brillar 
para atraer a aquella mujer; para deslumhrarla, para apare(^er ante ella con esa 
superioridad que. conceden los espíritus vulgares a la popularidad y a los altos car- 
gos. Quizás era esta la manera de exigir el reconocimiento público de su talento, 
que sólo conceden lasf masas en razón directa del éxito. 

Habría además en él esa especie de deseo del hombre superior, para el que la 
política es como un¿i partida de ajedrez; un goce de domeñar. Como cuando dice 
en El Trovador: "Censura, pero admira." 

Tal vez entendía la política ideal como la entendía "Azorín"; en su alma ge- 
nerosa existía tal vez el ensueño de la regeneración de España. El se reconocía a sí 
mismo como uno de aquellos "jóvenes que esperaban en la calle a que los señores 
mayores se cansasen de bailar y les dejaran la pareja". Desengañado del poco fruto 
que doceaftistas y veinteañistas habían dado en el Poder, de que "todos los gran- 
des hombres nos han salido calabazas", y teniendo la consciencia de que el perio- 
dista honrado y valiente que lucha en las primeras filas y por la patria no hace 
más que sacrificarse en vano y seguir el juego a los señores que aprovechan su es- 
fuerzo en provecho suyo. Larra pensaba que en política podía ser "el árbol joven 
que es esperanza del jardinero si el viejo le da sombra". 

El que había combatido todos los Gobiernos, excepto el del conde de Toreno, 
que ocupó el Poder en la época en que estaba fuera de España, no podía unirse sin 
chocar con sus principios más que a la política de Isturiz. en cuyo programa estaba 
el dar una Constitución de acuerdo con las necesidades del país, y esto era el cons- 
tante sueño de Larra, el blanco donde dirige todos sus trabajos. 

Así, vemos a Larra presentarse diputado ministerial por Avila, apoyado por su 



218 CARMEN DS BUROOB 

amigo el duque de Rivas, cuyo ejemplo de gran literato y su afecto de excelente 
amigo contribuirían a decidir a "Fígaro". 

Se presentaba por Avila, por Avila donde estaba aquella mujer tan amada. Sen- 
tirla la voluptuosidad de saber que por esta circunstancia su recuerdo habla de 
avivarse en ella; que en aquellas tertulias que se verillcaban en torno de la mesilla 
que sostenía el candelero con la triste 
vela que alumbraba la habilacióu de Ca- 
rrero, se discutirían cada noche su nom- 
bre y sus mérilíis, y más de un intencio- 
nado mirarla a Dolores. ¿No se sentirla 
ella ai fln orgullosa del amor lan cons- 
tante de un hombre que tanto valla? 

No se aprovecha Larra de la circuns- 
tancia de su eleceión para volver a 
Avila. Su amigo Ramón Ceruti y el pro- 
pio D. Alfonso Carrero trabajan su elec- 
ciiin con empeño. Hay en la caja de pa- 
pelea de "Fígaro" una multitud de car- 
tas de ambos, de Domingo de Acilú y 
algunas de D. Domingo Ruiz de la Vega, 
gobernador de Avila, que es a su vez 
candidato por Granada, en cuya ciudad 
está de gobernador Gambronern. 

lEn esta fecha, Julio de 1836, se ha 
mudado ya de la casa de la calle de Ca- 
ballero de Gracia, porque todas las di- 
recciones que están escritas al dorso de 
ZkTiar iitnrii. [as cartas, porque no se usaban sobres, 

dicen : 
"Sr. D. Mariano José de Larra. — Calle de Santa Clara, núm. 3, cuarto 2.'; casa 
de los baños de la Estrella." 

Ninguna de estas cartas nombra ya a Dolores. Tratan sólo de las elecciones, y 
quizás el mismo Ceruti está creído en que todo ha terminadp, porque en algunas 
cartas se despide diciendo : 

"Salud, pesetas y muchachas." 

Se observa qoe lodos ellos ven en Larra al amigo Intimo del duque de Rivas, 
porque le dicen secretos que él debe hacer llegar a oídos del magnate y le piden 
que ponga en sus manos las cartas que le envían. 

lOh, la inmoralidad de las eteccionesl No hemos progresado bastante para ga- 
narles en ella. En muchas de las cartas se pide a "Fígaro" que influya para que 
se nombre jueces y autoridades a propósito para presti^rse a los amahos. 

La Gaceta de 1.° de Agosto de aquel alio publicaba una Real orden encargando 
a los gobernadores dieran escolta a los diputados electos para su seguridad. 
Una carta de Ceruti dice: 

Sr. D. Sí. J. de Larra. 

MI siempre amigo, toda vez qoe el Blngnlar ailenoio de usted no toé efecto de chinne na bar 
que dar mAs importancia a ello, Ta carta de usted loe ha sido' muy srata. j deede «1 momento 
noi pusimos a trabajar Acllu, Balboa y yo ; tarde hable usted del asunto, pues circulan ya va- 
rias listas ; pero sale usted por eo lado en el Boletín del martes prSxioio no sAlo en el articulo 
adjunto, sino en otro especial para usted. Mucho nos ha d« costar destmir la fais^oncilla 
Mendiitbal, que trabaja aquí, como Terft usted por el BoleKn Ofidol de ayer, en que propooen 
a Somoza, Martín del Tejar y SUyeta oon Antonio Zaonero, residente ahora en Madrid, con 
Snimo de pretender del minno ministerio a quien hace la opoaidAn ¡ pero este Qltimo tiene dos 



MiWBS peodientea ; poco concepto en Iob parlidoi, í ssdle cre« aen UMubrado. Lo que nos ad- 
mira mucho ec que el Mioiat^riu IstOrli baya dado un Gobierno a SiWela, gu« tant» fuerra le 
ha hecbo y bace es Avila, y este golpe itoe ba dejado estupefactoa. 

El gobernador civil trabaja por usted cod mucho empeSo. r lo mismo 'Bal boa, que de nada 
■c acuerda, vino para reimos todos de nueslres camorraa. ; aprecia a oated. M Intendente 
rno harA lo miemo, spgfln me dijo nnt^ajer antes ^de recibir íl correo que Acilu le habtn 
hablado ; pero luego no lo be visto, porque marchA a Cebraroa 7 no vueWe hasta maKana. De 
U lista adjunta el primero es dd 
comercLante viejo ; cuento con él 
par& qoe ceda a usted sus votos, 
(eso que le [alten ; si conoce usted 
a Tapia y no admite, como dic^n 
nu enemigos, que haga lo mismo 
a tevor de usted. Sobre todo, el 
contenida de esta carta serta muy 
atfl insertara usted un articulo en 
U Rtvitla y en La Abeja, do en 
Bt Eipañol. pues luego conocen es 
mfo, y ya esto lo saben ; es pre- 
dso confundirlas para que no crean 
Bon mtKhas las concesiones. En El 
Erpaüol inserte usted a61o la lista 
adjunta y este usted a la mira pa- 
ra dar un ridiculo s Znonero, que 
estt en esa, caso que quiera con- 
testar; dice tiene mucha amistad 
del colegio con BArrio Aynso. £a 
sabe nated que estos trabajos ne- 
cesitan actividad' y reserva ; man- 
de usted su manifestación a esos 
peri6dico9 y a este Boletín Oficial. 
Cuidado con Silvels. a quien ya lo 
atacan do» ciudadanos en el de 
ayer y conltnnarín el martes. Pfi- 
aelo usted bien, con salud, pesetas 
y muchachas, y no dude lo apre- 
cia siempre mucho su amigo y ser- 
vidor, q. b. s. m., R<tt7ión Ceruli. 

En otra aSade ; 

Avila y Agosto. 6. 183C. 

Sr. D. Mariano J. de Fyirra, 
Amigo mío : Acaba de verificar- 
se el escrutinio general y se le re- 
nite el acta de él, credencial y 
utra al ministerio d<í la UobemaciOn; be aquf el extracto para que usted no ae moleste mucho: 

I^rra, 477; Garro Mno„ 25*; SomoEa,2». ToUl, 7», 

Hitad mis uno, 381. 

Hta de mayoría absoluta, 06. 

E3 comisionado del partido o distrito «lectora! de Cabecaa del Villar no se presentó hasta 
vespués de concluido el escrutinio ; pero cusudo fué culpa suya, a pesar de la convocatoria, no 
hay nulidad. 

Por eate correo se le ronite a ualed el acta como credencial, lo que repito por si la ^interceip- 
laa los malvados, que reclame al instante. 

Hemos deportado a tres de la O. N. para Valladolid, se ha hecbo renandar a D. Joaquín 
Pírez el mando de la compsQIa de infantería y se desarmaron todos los N. N. que no bntxlan 
querido firmar la manifestacifin a Is Reina contra los atentados de MAlaga ; pero esla nocb« 
dormiremos sobre las armas con los carabineros de R. Hacienda, pues parece quiere el teniente 
de la Compafila publicar la Constituciún. Nos defenderemos y ofenderemos cuanto se pueda al 
llegan a intentarlo; pero hay de malo, malísimo, que no se puede contar .con este comsndante 



S20 CARMBN DE BUROOB 

treneral, y uslpd no nos manda un 
vaoo, bí dos falta estB ConipaQfa g 
prorlDcla. 

Bstimarfs a usted mncbo escribiese una corta fina a I>. Domingo Mela ; a D. Pr^ro Sfiint 
Gano, que Gnnaron con Acilu y conmigo la profesión política de usted. EbIob dos, ademfi^ son 
los dueños del partido de Uontiveroe, que decide con Avila de las votaciones, Im agradecerían 
mucho, y aiempre es bueno conservar estas coDCoaioDea para otra ves. * 

AI Duque mil cdívk de mi parle, que maliana le escribii^ por propio el resultado de esta no- 
che, que serfa terrible sin los carabineros y Balboa, fínica fuerza orgonicflda con quien decidi- 
damente contaimos. Por Dios, que hí sale de aqut R. de la Ve:!a. que me de^en tii quieren, pero ni> 
interino, pues ae debilitara mucho la autoridad, prefiero en cotnÍHÍOn con nmnbrajaiento para 
Andalucía de lo que quiera el Duque y me sea un poco lisonjero. 

Recibí la conte!i(aci6n de usted por el propio : deseo haya usted hablado al Duque ; do dei- 
cuide hacer tina visita a Gaspar Axuilera y no descuide que sea secretario por mi vacante don 
Flateban GfimeE, alcalde de ésta, que se ba portado y porta ahora cono un híroe. Asi como es 
preciso dar palo al epcmigo, ee preciao premier al amigo decidido ; si no, adi6a preatigio del 
Gobierno. 

De usted todo afectísimo. <tuf deseo abrazarle y que s. m. b.. Ramón Cfmli. 

Caen sobre Larra las recomendaciones y las visitas de electores, las peticiones 
y las ambiciones de todos. jCómo debía excitar su pesimismo ver de cerca tantas 
miserias I 

El mismo Ramón Ceruti, en su carta de 20 de Julio, le recomienda a D. Luis, 
Antonio Espinosa, "patriota benemérito que solicita una plaza de celador en Mon- 
tes o Plantíos en ei partido de 
Cebreros". 

Al día siguiente vuelve si 
escribirle y le dice: 

"Los amigos Ansa y Fo- 
rres, los dos viven y comen 
conmigo; no puede usted figu- 
rarse lo que se han afanado y 
se afanan en ayudar a la elec- 
ción. Es de suma justicia y 
gratitud saque usted al pri- 
mero un ascenso de diez o 
doce mil reales en cualquier 
provincia. El segundo, con 
ventaja a Madrid o las pro- 
vinfias cercanas. Sea usted ac- 
tivo para esto," 

En la de 1.° de Agosto da 
cuenta del resultado de la 
elección. Mayoría absoluta, 
421 votos, y acaba: 

"He cumplido cuanto ofre- 
cí: ahora a usted toca sacar- 
me de aquí para Andalucía o 
.Madrid, pronto, con ventaja, 
etcétera. Hágame el favor d« 
leer la adjunta y dársela al 
Bl Daqua da Blv.i. duque. 

"El gobernador no puede 
escribirle hoy y me encarga mil cosas para usted. Expresiones a Carrero y a Aciltl. 
si aiin está en ésa." 

¡Pobre "Fígaro" entre todo estol 



FÍGARO 



22J 



He aquí el estado de la elección que envían sus amigos a Larra : 

Resamen de los votos qne hasta la noche del 15 de Julio se saben han obtenido los candida- 
tos de esta proYÍncia de Avila, segtkn las noticias recibidas de loe distritos electorales, a ezc^- 
cito de Arenas, Casa Vieja y Cabesas diel Villar, qne se ignoran : 







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19 
16 


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98 
80 


■ 


D. 


Bngenio de Tapia • 


684 


D. 


Leandro Ladrón de Onevara 


466 


D. 


Mariano José de Larra. . . 


49 


16 


1 






67 


48 


118 


2 


7 


14 




18 


886 


O. 


J. Oftrr A molino 


96 
95 




67 

9 

11 








19 
5 

4 




9 
95 
91 


8 

81 

9 


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96 

80 




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17 
7 


18t 


P. 


J. BoniOBa ...• ....*«t... 


140 


D. 


P. Martia dol Tejar 


100 


D. 


F.A.SUrela 


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4 








4 




91 


ib 


SO 




4 


84 


V. 


N. Bio 


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68 

• 




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• 
» 


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» 
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68 


D. 


B^iitoa Aboin Oor o nsl 


19 

















Nota. — Hay otros individuos que han obtenido de uno a seis votos, y por su minoría no ae 
expresan sus nombres. 



Acta de diputado de Larra 



Don Domingo Ruiz de la Vega, gobernador civil, presidente, y D. Julián Navarro y Manso, 
D. Pedro Sáinz Cano, D. Sebastián Canuto Corriendo y D. Antonio Sánchez Bula, aecvetarios 
escrutadores de la Junta electoral de esta provincia de Avila para el escrutinio general de la 
segunda elección para el único diputado que faltaba para el completo de los de su cupo. 

Certificamos: que el Acrta del referido escrutinio general de votos sacados de los distritos 
0e la misma provincia os del tenor siguiente : 

En la ciudad de Avila, capital de la provincia de su nombre, hoy dfa seis de Agosto de mil 
ochocientos treinta y seis, señalado por el señor gobernador civil para el escrutinio general de 
votoe en la segunda elección, a efecto de nombrar el único diputado que faltaba para el com- 
pleto, de los de esta provincia, y siendo ya dada la hora de las nueve de la mañana, publicada 
de antemano para la celebración de diciio acto, se reunieron en el salón de la casa de la Dipu- 
tación provincial los Sres. D. Domingo Ruiz de la Vega, gobernador civil, presidente : D. Faus- 
tino Balboa, intendente interino; D. Domingo Fernández Mela, D. Luis Arrabal, D. Andrés 
Bemaldo de Quirós, D. Genaro Ocaua y D. José Ruiz Cermeño, individuos de la Diputación 
provincial; D. Esteban Gómez, comisionado por el distrito de Avila; D. Juan Manuel de Ti>- 
rres, por el de Mañana; D. José Joaquín Delgaido, por el de Velayos; D. Valentín Garralda, 
por el de Arévalo; D. Pedro Sáinz Cano, por el de Ilontiveros; D. Antonio Sánchez Bula, por 
el de Arenas; D. Sebastián Canuto Corriendo, por el de Casas Viejas; D. Julián Navarro y 
Manso, por el de Mombeltrán ; D. Salvador Blasco, por el de Barco de Avila ; D. Francisco 
Ramos Peres, por el de Cebreros; D. Ángel Ariño, por el de Piedrahita, y D. Pedro Martín 
Cerrajero por el de Navan^edonda, no habiendo comparecido el respectivo comisionado del dis- 
trito electoral de Cabeza del Villar, y habiéndose leído en alta voz por el señor prlesidente lo«i 
artículos del Real decreto de 2^ de Mayo del corriente año, relativos a la formación de la Me^a 
electoral para este acto, se procedió, en su virtud, a designaír por suerte cuatro de los dichos 
comisionados para que hiciesen de secretarios, y resultaron serlo D. Julián Navarro y Manso, 
D. Pedro Sáiz Cano, D. Sebastián Canuto Corriendo y D. Antonio Sánchez Bula, quienes ocu- 
paron luego sus respectivos asientos en la Mesa ; y habiéndose leído en alta voz por uno de di- 
chos secretarios, y de orden del señor presidente, la real convHxratoria a Cortes por S. M., así 
como los Reales decretos y órdenes relativas a la materia y asunto del acto, y la convocastoria 
del señor gobernador civil circulada al mismo efecto, se declaró, acto continuo, por dicho señor 
presidente hallarse legítimamente constituida la Junta electoral de la provincia de Avila. En 
seguida, y ateniéndose a la vista así las copias certificadas de las actas de lá elección de los 
respectivos distritos electorales, como las mismas actas originales a que se refieren, se practicó 
un escrupuloso cotejo de una con otras, y habiéndose hallado conformes, se procedió a<;to con- 
tinuo, con el mayor esmero y comparación, al escrutinio general, de que resultó que el número 
total de los electores de esta provincia, según las mismas actas, es de 893, y que de ellos han 
tomado parte efectiva en la votación para esta segunda elección 760 electores, sin incluir los 



223 CARMEN DE BUR008 

correspondientei al distrito electoral de CabesaB de) Villar, cuyo comisionado, como queda di- 
cbo, no ha comparecido, ; cuyo nOcnero total de electoreí, según las listas originalea (onnadki 
por la Diputación provindal que se li«DCn pretenteg. ei de 35, de curo nflmero de 700 Tot«a 
afectivos que retnltan hal>er tomado parte en tata segunda elecdAn, se biso el resumen pre- 
Tenido por la ley, del que aparece que los tres candidatos seüalado» por la Junta eleftcTal de 
e&ta provincia en In primera celebrada en 23 de Julio próximo pasado y anunciados de codM- 
guteote en la convocatoria de este Gobierno civil para estas segundas elecciones, ha obtenida 
D. Mariano José de Letra 477 votoa, D. Juan Martfn (^rramotino, 2S4, y D. JoaC Somcca, 28. 
Y TÍBto que D. Mariano Joeé de láirra no bOÍo obtenía la mayoría relativa que en este caso •« 
requiere por la ]i>y, sino aun mfis de la absoluta del lotel de los eleotores de la ptovlnr'ia, aun 
cuando hubieran votado todos, se declaró en alia vos por dicho «eOor preoidente que A referido 
D. Mariano José de I^rra quedaba legítimamente elegido diputado a Cortea por la prorinch 
de Avila y completo con sn nombramiento el nOmero total de diputado» que por la ley setiaian 
para la represen taci6n de la misma en Isa Cortes que se refiere la r«al convocatoria de S. M. áo 
24 de Mayo del corriente aOo, con lo cual se da por concluida esta Aota, deparándose por el 
bellor presidente disnelta la Junta electoral de la provincia de Avila ; j asi lo firmamos loa in- 
frascritoB secretarios escrutadorea con dicbo seBor presidente en la expresada ciudad boy día 
de la (echa que en la cabeza reBulta. — Domingo Rnis de la Vega, pireiidente. — Juliín Navarro 
y Manso, secretario earrutador. — -Pedro BAini Cano, secretario escratador. — Sebuatlfin Canuto 
Corriendo, aecretfrio eacrutador. — Antonio Sánchei Bola, secretario es.rutador. — Concuerda 
esta copia literalmente con el acta originnl oue queda srchiíada en la secretaria del Oohleriw 
civil de estn provincia s la que nos reFcrimoa. Y para que conste y obre los efectos corresiran- 
(lientes, asi lo certificamos, notorisamOE y firmamos en Avila a B de Agosto de 1836. — Domingo 
Ral* de ia Vega. — Rnbricado.^I'residente. — Sebastifln Canuto Corriendo. — Julián Navarro y 
Mnnao. — Pedro Sáinz Cano. — Antonio Sáncheí Bola. — Secretarios eacnttadores. — Rubricado*. 

Que Larra ya iateresado en su amor propio se^fa con avidez el curso d« su 
elección, lo prueban estas dos cartas, inédita la primera y facilitada a Heraldo de 
Madrid por la familia de "Fígaro" la segunda. 

Madrid, 15 de Julio f.f ^X'.{■,. 

Muy queridos papas : Sólo por con- 
testar a la auya escribo en este correo, 
pues laa elecciones y la ausencia de Bo- 
rrego noa dan infinito que hacer en d 
periódico. 8ui encargos de ustedes se 
completarán, y en el correo Inmediato 
dnré a ustedes aviso de todo, sal como 
de mi dipulacldn. si la he recibido, co- 
mo es posible, según los resaltados que 
acabo de recibir por el correo de hoy 4t 
los primeros eacmtinios. Hasta ahora ta- 
ñemos mayoría Tapia, L^drfin de Gue- 
vara y yo. 

Celebro la renovación de la contrata, 
por ai va mal ; pero st la anerte sopla 
corno hasta aquf, no habrá necesidad. 

GoDSírvense buenos y dispongso del 
carifio de su hijo. 

I Viernes 12 de Agosto. 

Queridos papas: Sigo bueno, sin la 
I menor novedad ni cuidado alguno por 

aliora. Tengo ya en mi poder el acta ere- 
Jsvisr de Bjrgo*. dencial de mi diputación, y me han so- 

brado 36 votos aobre la mayoría abarata, 
y el martes es Is primera junta preparatoria, en que probablemente me tocará ser secretario, 
como más joven. 

Hasta otro correo su amontlsimo hijo — Jf. J. de Larra. 

Sin duda Larra tendría que acreditar que pagaba contribución, porque encuen- 
tro este singular documento: 



8«fioT Intendente de Bentas de la provincia de Madrid. 

*Doa Mariano Joet áe Letro, vecino de esta corte, diputado de Ibh praxima« Cortea por la 
provincia de Avila, a V. S-, con la debida atenciOn, hace preiente : 

Qne Biendo empresario por tercera parte eu el arriendo de la Tenta del jaMn, coma resulta 
de la adjunta decloraeiún de D. Jaime Ceriola, reciño del comercio de esta corte, en cuyo nom- 
bre eatA hecho aquel airiendo, han sucedido n loa motivos personales que le obligaban a no dap 
su nombre en esta industria razones mfis poderosas que le fuerzan a ponerlo de manifieoto. Bu 
consecuencia, el interesado contribuye al Elstado con la cantidad de quinientos reales TellOOt 
que por aquella tercera parte le cotreeponden de loe mil y quinientos que paga el arriendo d» 
esta venta ; lo que pone en conocimiento de V. S. país que conste oportunamente en las oficá- 
naa de su digno cargo; y néndole nrgente asimismo al que firma acreditar ante el Bstament» 
de diputados esta contribución que par dicho concepto paga de quinientos reates; en oonse- 
cuencia de lo eipueelo : 

A V. 8. suplica se sirva hacerle expedir, en la forma acoatmubrada para casos aemejantca, 
el c(»npetente testimonio « certificacidn que acredite que pago la taferida cantidad de qulnlen^ 
tos reales vellfin de contribución directa. Madrid, 12 de ¿goato de 1836. — Mariano Joti de 
Larra.— ^RabñcAúo.) 

||"Fff^ro'', apareciendo como comerciaDle de JaMnlI 

Pero Larra no había de sentarse en las Cortes. Sólo veinte dfas fué diputado 
electo por Avila. A los nueve días de su elección, el 12 de A^sto estalló el celebro 
motín de La Granja, el 15 cafa el Ministerio laturiz y ocupaba la presidencia del 
Gobierno D. José María Calatrava. Kl 23 se anulaban laa elecciones y se publicaba 
nueva convocatoria para el 24 de Octubre. 

Es indudable que "Fígaro" experimentarla con esto una gran contrariedad^ 
pero conociendo bien su espíritu, puede afirmarse que no contribuyó para nada a 
que se aumentase su pesimismo. Los anhelos que cifró en ll^ar al Parlamento 
eran muy secundarios, para quien como él sobrepuso su amor a la vida y a lai 
gloria. 



XVII 



INTIMIDADES 



Otro problema sentimental se mezclaba también en la vida de "Fígaro" a su 
vuelta del via,je. Parece que la existencia se precipitaba con intensidad sobre él, 
que giraba bailando en rededor suyo una danza macabra y aterradora, en la que 
66 justifican plenamente sus delirios de Nochebuena y de el día de Difuntos. 

En este tiempo sucede un hecho, que la familia me cuenta y que yo acojo con 
la reserva consiguiente. Según me refieren, una tarde de la primavera de 1836 es- 
taba Larra sentado en el café de Venecia, situado en la plaza de Santa Ana esquina 
a la calle del Prado. Este café era el mentidero de actores, toreros y artistas de 
todas clases que se reunían en él, cuando acertó a entrar una niñera, con una niña 
de año y medio a dos años. Parece que Larra se sintió atraído por la belleza de la 
niña y que la llamó y la acarició largo rato, hasta que preguntando su nombre 
Bupo que se llamaba Baldomerita de Larra y Wetoret, ¡Aquella niña era su hija I 
Este encuentro, que parece el capítulo de una mala novela sentimental, turbó ex- 
traordinariamente a Larra, que sintió una terrible impresión al saber que la linda 
niña era aquella hija, habida después de su separación, a la que ho conocía y a la 
que ni antes ni después de esta fecha menciona para nada en sus cartas, tan llenas 
•de cariño para Luis y Adela, y la vez única que la menciona, dirigiéndose a su es- 
posa, le llama tu niña. 

Larra salió del café atropelladamente y se fué a la casa de la calle de la Le- 
chuga, donde vivía su tío Eugenio, franqueándose con éste, único amigo que te- 
nía entre las personas de su familia, le contó todas sus luchas interiores, to- 
dos los pesares que lo abrumaban, traicionado por la mujer que amaba, con su 
hogar deshecho, atormentado por los anhelos encontrados de su corazón, que aun 
agudizaba más su propio triunfo, puesto que todos aquellos halagos y aplausos, 
ijue a nadie podía ofrecer y que con nadie compartía, eran como una mueca des- 
vergonzada de la suerte que se burlaba así, dándole lo que en su altura, en su su- 
perioridad sobre todas las vanidades, no le podía halagar, y en cambio le negaba 
lo fundamental, lo verdadero; el reposo del amor y el poder compartir su vida con 
<iuien fuese capaz de amarlo y entenderlo. Toda la noche vagó "Fígaro" por las 
calles de Madrid, con el sombrero en la mano, descubierta su noble frente, como si 
deseara que el aire libre pudiera calmar un tanto la hoguera que encendía su 
cerebro. En aquella noche de tempestad y de amargura no lo dejó solo un momento 
su tío D. Eugenio, que con prudencia y dulzura logró calmar su agitación. 

No era ya el Madrid del 36 el mismo que hemos descrito de 1809. El ornato 
adelantaba rápidamente; se habían derribado muchos de loe viejos conventos y ca- 
sucas anejas a ellos y se habían abierto calles nuevas, con lápidas en que consta- 
¿an sus nombres y se cuidaba de la numeración de las casas. Estas calles se lim- 



piaban ya casi todos los días; habfa algunas alumbradas por gas, coq farolillos y 
reverberos; las había empedradas, como la de la Concepción Jerónima, y enlosadas, 
como la de Alcalá, y además se habían abierto otras muchas. 

A la vieja botillería de Canosa, en la Carrera de fian Jerónimo, a cuyas puertas 
paraban las damas sus carruajes para ser servidas sin entrar, habla sucedido el 
Café Nuevo, donde ya no desdeñaba aparecer el bello seso. La posada del Dragdo 
bahía aido reemplazada por la elegante fonda de Geneya. 

Se hablan abierto, además, otros lujosos establecimientos, como el almacén de 
muebles de la calle de Hortaleza, que lucía en sus escaparates les renombrados 
sillones de Moscovia y las consolas y bargueños de la época, y la Perfumería de 
Diana, en la calle de Caballero de Gracia, en la cual se encontraban todos los ob- 
jetos de tocador, que hacían las delicias de las elegantes, todos bautizados con 
nombres extranjeros: Pomada de tuétano de vaca suiza o de oso de Rusia, para 



Lk Pasrta dal Bol «n leefl. 

hacer crecer el cabello; Perlas oleaginosas del Paraguay, para teñir las canas; 
Aceites de Florencia, de San Petersburgo y de Madagasear, para darle brillo a la 
cabellera. Crema de Venus y de Alabastro para blanquear el cutis, en competencia 
con las lechee de Bengala y de Atenas, y las esencias que usaban los refinados, 
Rosa de Bengala o el romántico y exótico Extracto de Witiber. 

La vida de sociedad se desarrollaba cada vez más: se multiplicaban las reunio- 
nes; con la mayor comodidad en los teatros crecía el lujo de los vestidos, y los 
frecuentes bailes daban ocasión de lucir atavíos suntuosos, además de que el 
gusto, un poco churrigueresco, aUcionado al color y la luz, hacía recargarse de 
adornos y vestir de calle con excesiva rimbombancia. En 1836 se llevaban las telas 
ricas, ligeras, de colores vivos; la brillantina de seda de cuadritos; las gasas sul- 
tanas con estampados; el pekin gótico, de gusto chinesco;, las románticas muse- 
linas listadas y los Organdis blancos. 

La silueta exigía las mangas de farol, con ahuecadores, muy caídas del hombro 



226 CARMEN DE BURGOS 



y de largo puño; cuerpos ajustados con chorreras y faldas de excesivo vuelo. Lo» 
adornos eran complicados y casi todos llevaban también nombres extranjeros : Tru- 
sas de cintas guarnecidas de perlas a la Princese Chatelaine; Mantillas guarnecida» 
de gasa y cintas a la Maintenon, y Goletas Princesa de Gales, Las cintas de todos, 
colores eran las delicias de las damas, en especial las de terciopelo punzó o color 
de fuego, con los que hacían pulseras, mezcladas a raso y blonda; boas escarolados. 
y toda clase de adornos. 

Complace evocar estas elegancias pasadas, porque parece que entre ellas evo- 
camos a la amada de "" Fígaro*"; ella era una de las elegantes clientes de Mme. Pe- 
tibon, la modista de fama, y se completa su silueta, su gracia, su perfume en et 
ambiente de su tiempo. 

En cuanto a "Fígaro", ya es proverbial su elegancia. El sastre Utrilla, que iba 
todos los años a Londres y a París, traía para él los mejores modelos, los más 
atrevidos. El sabía llevar como pocos hombres aquellas levitas cortas, entalladas,, 
de poco vuelo, de cuellos largos, bien caídos sobre los hombros, con botones gran- 
des, color Lord Grey, y los fraques de color^ sin carteras, de faldones estrechos y 
cuellos semejantes a los de las levitas. 

Toda su ropa era siempre de última moda, lujosa, perfumada de rosa o de 
Witiber; en aquel tiempo en que aún se decía que los hombres debían oler a ta- 
baco, a vino y a porquería y en que hasta personas de posición y educadas recha- 
zaban los refinamientos, "Fígaro" los buscaba y los seguía estrictamente, no por 
vanidad ni ostentación, sino por aquel espíritu suyo de elección, tan pulcro y tan 
amante de la limpieza. En el inventario de sus efectos vemos sus ropas y sua 
alhajas: 

Un reloj saboneta de oro, con cadena del mismo metal, y su llave. 

Seis alfileres de oro. 

Tres sortijas macizas del mismo metal, una de ellas con un topacio. 

Ocho pares de guantes. 

Un paraguas de gro morado. 

Un bastdn de caña. 

Dos pares de pantalones de pafio, unos de color y otros negros. 

Dos fraques de paño, uno verde y otro negro. 

Una levita de paño negro. 

Cuatro chalecos, tres de seda y uno negro. 

Uno de seda color blanquinosado. 

Seis pares de verano de diversas clases. 

Una camisola de batista. 

Un camisolín con chorrera de lo mismo. 

Una corbata de seda y cuatro pañuelos de lo mismo. 

Dos pañuelos de seda blancos. 

Una camisa de color. 

Un frac y tres pares de pantalones usados. 

Una capa de paño color de lana con embozos encarnados. 

Un capote de paño negro usado. 

Uno de hule. 

Una gorra de piel. 

Una bata de algoddn, tela de cuadros. 

Tres sombreros da seda. 

Si no es muy numeroso el guardarropa para un elegante de hoy, es bastante 
para aquel tiempo, y se ve que es todo escogido; no se hace notar por la riqueza, 
sino por la distinción. 

En el inventario se observa también que para ser un hombre solo tiene muy 
bien puesta su casa. Su cama está chapeada de caoba, con tres colchones de Terliz 
henchidos de lana, y hay abundancia de sábanas de lienzo y de fundas de al- 
mohadas guarnecidas. 

Tiene muchos muebles: un estrado de caoba con asientos y respaldo de cerda 



negra; otro estrado, de Vitoria, con asienU) de paja de colores; otro, amarillo; 
sillas, mesaa. rinconeras, su mesa de escritorio de caoba, veladores, espejos, velo- 
nes y quinqués; un sillán de escribir, con brazos y colchoncillo forrado de badana 
verde; menaje de casa, con una vajilla flna, crislalerfa, juegos de té, cosas que. 
como los utensilios de tocador, no eran comunes en su tiempo. Además de lavabo, 
jofainas y vacías, Larra tiene mesa de Locador, en la que hay: 

"LdvBilor de IXM-a con bu platillo corretpoad lente, al parecer de erittat de rooa. 

Dofl frasqueras de cristal de roca, con wencias. 

Dn coFrecito de la misma cíate para cepillos de limpiar dientes, f contiene doi cepillos. 

Doí peinea negro* con iti brocha de pezufia, para peiuarae. 

Un eapejo circnlar con mango negro. 

Dn bote de jabAn de almendras para afeitarse. 

Trea cepillo», doi de cerda negra y uno blanca." 

Cuando se lee este inventario se ve 
a "Fígaro", se hace mentalmente la 
reconstrucción de aquella casa de la 
calle de Santa Clara, donde se mudó 
bien pronta, después de venir de su 
viaje e instalarse en la calle de Ca- 
ballero de Gracia. Es fácil formar- 
nos idea de sua habitaciones todas, 
especialmente de la alcoba y de 
aquel cuartito de trabajo, donde es- 
cribía y pensaba y donde puso ñn a 
su vida. Es fácil verlo, con eu estera 
de junco, sus cortinas blancas, su si- 
llería de caoba; aquella mesa de cao- 
ba con cajón, su sillón de brazos, su 
veladorcilo con el servicio de té, el 
quinqué sobre la mesa, y los floreros 
de cristal, el reloj y la relojera so- 
bre la chimenea. 

Allí "Fígaro", siempre vestido con 
esmero, con corrección, limpio, per- 
fumado, luciendo en la nerviosa ma- 
no que mueve la pluma la sortija del 
topacio, se dedica a sus estudios y a 
sus meditaciones. 

Pero de todas las cosas que exis- 
ten en el inventario, que más ade- 
lante insertaremos completo, las que 
más conmueven son las siguientes: 

"Un catrecillo blanca, dos colchoncitoe y 
tres mantaa. 

Un arca de nogal, y dentro de ella ya- 
riaa ropaa de la nifin. 

Tree pares de medias para nlfia. 

Un cubierto peijaeSo de plata qae naabn 
la niOa." 

Un «legante da la ipoea. 

Parece que es aquí donde se ve la 
orfandad de aquella nifiita, que había de ser la primera en ver el cadáver de su 
padre. 



228 



GARMBN DB BURQ08 



Esto prueba que *" Fígaro** tenía a su hija Adela, la segunda habida en el ma- 
trimonio y la mayor de las dos hembras, consigo siempre. 

Es mentira esa afirmación de D. Antonio Ferrer del Río, que en su Galería de 
la literatura española dice: ""Su malestar doméstico empeora de día en día; su 
culpable pasión era cada vez más devoradora; por especial obsequio admitía a su 
mesa todos los domingos a uno de sus hijos.** 

No; eso no es cierto. Larra, desde que se separó de su esposa, se hizo cargo de 
sus hijos. Primero, durante su viaje, los dejó con sus padres, y ya hemos visto 
que no cesa de recordarlos y de ocuparse de ellos. A su vuelta, lo primero que 
hace es ir a abrazarlos; luego se preocupa de que estén bien, de enviar para su 

sostenimiento , 
y los deja allí 
porque cree 
que han de es- 
tar mejor cui- 
dados que con 
él. Después, 
enamorado de 
las gracias de 
Adelita la lle- 
va a vivir a su 
lado. No es que 
por casualidad 
estuviese aquel 
día la niña en 
su casa. Cómo 
se ocupaba de 
sus hijos y de 
su esposa, nos 
lo dirán sus 
'mismas cartas. 
No es de ex- 
trañar sin em- 
bargo estas 
apreciado n e s 
de Ferrer del 
Río, cuando 
vemos qué po- 
co documentados están en la mayoría los biógrafos de Larra; con qué ligereza y 
falta de conciencia acogen las cosas que perjudican su fani8 y bastardean su figu- 
ra. Ha necesitado ser muy grande y enseñar muy claramente su alma en sus ar- 
tículos para que no hayan logrado hacerlo odioso las pinturas de sus contemporá- 
neos, que le habían aplicado para dibujarlo la cuadrícula de su hipócrita mora- 
lidad. 

Así se explica que Ferrer del Río afirmase esto en falso, y además dijese que 
** Larra con su índole viciosa, su obstinado excepticismo, sin saborear nunca la 
inefable satisfacción que resulta de las buenas acciones no cabía en el mundo**. 
¡Miserias! No le quedaría muy tranquila la conciencia cuando, como queriendo 
disculparse ante sí mismo, añade: "Si le juzgamos rígidamente consiste en que por 
mucha estimación que nos inspire su memoria, la moralidad pública nos impone 
más respeto.** Este es el secreto: el temor de no querer ir contra la acomodaticia 
moral de un público inmoral. iQué épocal iQué hombres! ¡Desdichado **Fígaro"l 




Original inédito de Larra. 



FÍGARO 229 

Aflí 86 han seguido explicando la mayoría de sus biógrafos. Por suerte vienen 
estas cartas escritas por él a revelamos la verdad. 

La mediación de su tío D. Eugenio, de su tía doña Isabel casada con un hijo 
del gran pintor Mengs, y de otras personas bien intencionadas habían logrado 
amistar a "Fígaro" con su mujer, no para emprender de nuevo la vida en común, 
ni para resucitar un amor ya imposible; sino para comunicarse y velar por sus 
hijos uniendo sus esfuerzos. 

Es tan raro un marido, de aquel tiempo y con nuestras costumbres, que separado 
de su esposa se ofrece como un amigo tierno, respetuoso y galante, que a no tener 
la dirección estas cartas no se creerían dirigidas a su mujer. Gomo en todo lo q^Q 
escribe a su familia, rara vez firma; hay después de la última frase una rúbrica, 
una lazada nerviosa que traza su pluma, bajo el texto escrito con esa letra fina 
que liga unas palabras con otras y que resulta clarísima, a pesar de su exagerada 
pequenez. 

Pero la dirección está en la misma carta; no usa sobre; la dobla y la cierra 
con una oblea poniendo al dorso la dirección: 

"^ Señora doña Josefa Wetoret 

(Jamás pone de Larra.) 2, calle del Prado; 

de s. a. M. J. de L.** 

A veces están escritas en papel azul, y algunas tienen un sello en relieve, en 
letra gótica: M. J. L. 

La primera que veo es una esquelita sin fecha, que dice así : 

"Da Ifla sefias, Pepita, a Manuel por escrito de ln caaa <le ta amiga y la hora que tü llamas 
a los postres y tendré macho gusto en ir a ponerme a tus pies. — M, J. de //." 

Después hay otra carta, sin fecha, que dice: 

"Pepita : Ten la niña. contigo un par de días, pnes no puedo exponerla a k>8 peligros que pue- 
dan sobrevenir en estos días y yo no sé si podré estar en casa ; como su cuidado requiere, presu- 
mo que podrft incomodar algo ; pero ten un poco de paciencia, hasta que se despeje el horisonte 
un poco. 

A11& va una poca ropita suya ; te avisaré de lo que vaya ocurriendo y te mandaré dinero uiio 
de estos días. 

Rompe esta carta y dispén del carifio de tu afectísimo — M. J. de 1m^ # 

Si te fuese demasiado incómodo tenia siquiera esta noche ; mafiana irá el criado y la tras- 
ladará, en todo caso, a casa de la tfa Mariquita." 

¿Qué le podía ocurrir a Larra en este tiempo? ¿Se trataba de alguna de las 
vicisitudes políticas que eran tan frecuentes entonces? ¿Algún lance personal? No 
lo sabemos. Es raro que exponga ese temor de que la niña pueda molestar a su 
madre y se disculpe tanto de enviársela. No es menos raro tampoco que en ninguna 
de sus cartas nombre jamás a Baldomera. 

Parece que esa carta debía estar escrita antes de la siguiente, que lleva fecha 
de 22 de Agosto de 1836, y dice así: 

22 de Agosto de 1836. 

Te escribo para tranquilizarte; las cosas parecen tomar un aspecto mfls sereno y yo sig'o 
dándome a mi vida laboriosa para reponer un poco mis intereses atrasados. Ayer pensaiba ha- 
berte enviado algún dinero ; pero Delgado se me ha venido con unos cuantos duros en el bolsillo 
y creo que hasta mafiana que le entregue el trabajo, que estoy concluyendo para él, completa- 
mente atrasado, no habrá forma de sacarle más. Pero en cuanto tome dinero, que será proba- 
blemente mafiana, acudiré en tu auxilio. 

Por lo demás, te suplico que no vengas ; no tenemos necesidad de habladurías ; estando todo 
&ereno debes de estar tranquila y contenta con lo que buenamente da dé sí nuestra situación, 
en la cual no he sido yo ciertamente el que te he puesto. 

Presente y ausente siempre mirará por ti tu amigo— If. J. de Larra. 



230 CARMEN DE BURGOS 



Este tono mesurado, tranquilo, dulce, con que Larra marca a su esposa el ca- 
mino que deben seguir, es verdaderamente admirable. Añrma que fio ha sido él, 
ciertamente, quien los ha colocado en esa situación difícil, y le ruega que no vaya 
a su casa; le quita toda esperanza de vida en común. El marido ha muerto; pero 
vive el amigo que, presente o ausente, mirará siempre por ella. 

La carta siguiente, fotograbada en esta página, dice: 

"36 de Agosto. 

Te envío la nifia y el criado para que la compres za^patoe y coma contigo. Decididamente soy 
diputado y ando ocupado en la diligencia de aprobar las actas. Probablemente tendré, a causa 
de ellas, que salir de Madrid unos días ; pero de toda suerte en toda la semana y próxima veni- 
dera recibirás tu mosada correspondiente al mes corriente ; al mismo tiempo que te la enyfe té 
enviaré el recibo en la forma que me parece debe ponerse. 

El criado lleva veinte reales para los zapatos. Diviértete y cuenta oon la amistad de M, J. de 
Larra."* 



^ 







> - ^, 



.^ 



^/ü^ 












Carta autógrafa inédita 

De la misma fecha debe ser la siguiente, sin fecha, que va fotograbada en la 
página 228: 

"Te envío, querida amiga mta, esos reales más y siento mucho no poder por hoy s^r más ge« 
neroso. Me ha parecido muy mal que vengas hablando de cuentas y tonterías de esa especie. 
Aquí no hay más descuento sino que todo lo mío es tuyo y que siento no ser muy rioo. Pasado 
mañana haré por enviarte una cantidad más decente, y excusa llevar cuenta; recibe lo que yo 
pueda darte y vive segura de que mientras yo tenga no te faltará. 

Si puedes escribir dime cómo estás, qué enfermedad tienes, qué dice el médico y cuanto creaj 
que puede interesar a tu amigo M. J. de Larra.** 

¡Y este es el hombre que aflrman que' abandonaba a su mujer! 
Han dicho algunas personas de su familia que los dos esposos se iban a 
reunir, y que no lo habían hecho ya por estar Pepita enferma, como vemos en la 



FÍGARO 231 

carta anterior. Esto no es cierto. Larra veía a su mujer, la visitaba de vez en 
•cuando; pero no pensaba en una nueva unión. 
I^ prueba está con la carta siguiente dirigida : 

Señora doña Josefa Wetoret 
£n casa de José Díaz. Galle del Príncipe, cuarto 2.**, portal de la tienda del hojalatero. 

Esta carta tiene fecha úe 22 de Diciembre de 1836; es decir, que está escrita 
con la misma pluma y la misma tinta con que se escribió: **Yo y mi criado'*, en 
esa época de desgarramiento en la que empezaba a vislumbrar el próximo mañana 
libertador. 

Es una carta amarga, algo dura en medio de su corrección. Sigue prohibiendo 
a su mujer ir a su casa; pero trata de hacerle la vida agradable: de atender a sus 
caprichos, de que pueda hacer un viaje a Valencia, que ella desea, y de que viva 
como le acomode. Pero nada que aleje más la idea de una próxima reunión. 

Jueves, 22 de Diciembre de 1836. 

Pepita, estoy malo y no puedo salir de casa ; pero como ni quiero que Tengas a ella ni que 
pienses que mis proyectos no son formales, te escribo para que sepas lo que en nuestra entre- 
vista de hoy había de decirte. 

Saldrfts de Madrid con tu niña y la persona que Ueves contigo en la primera diligencia qtie 
«alga para Valencia después del 31 de Diciembre. 

To me encargo de tomar los asientos y pagar adelantado al conductor el gacpto de comida y 
domas del viaje para que no tengras que pensar en nada, así como del pasaporte, para lo cual 
me enviarás por escrito el nombre, apellidos y edad de la persona que te acompañe. 

El día 27 se te entregará en casa de tu tía Juana mil reales para que te bsgas la ropa y 
prevenciones que necesites, y al mismo tiempo se te enviará la paletina y vestidos que tiene dbn 
Tomás en su poder. 

La víspera del día que hayas de salir se te avisará de la hora y sitio ; iré a buscarte con un, 
coche para dejarte en la diligencia, y te entregaré mil reales en oro, que puedes Uérvar sobré ti, 
y calculando que hayas de pasar en Valencia por lo menos Enero, Febrero y Mano, te ekitre- 
garé en letras pagaderas a la vista, a tu llegada a Valencia, tres mil reales más, es decir, a rax^ 
<de mil reales al mes. 

Si expirados esos tres meses te va bien allí, se te remitirft adelantado el siguiente trimes- 
tre, y si no te acomodase el seguir en Valencia, entonces harías tu gusto. 

De suerte que yo te pago el viaje y todos sus gastos ; te pongo mil reales en oro el 27 en la 
mano, mil reales en oro para que lleves contigo el día que te marciies y tres mil reales en le- 
tras para que lo cobres en llegando. 

Es cuanto tengo que decirte, esperando el aviso de tu conformidad. 

Tu amigo M, J, de Larra. 

Este viaje debió demorarse o desistirse de él, porque cerca de dos meses des- 
pués, en la desdichada fecha del 13 de Febrero de 1837, Pepita vivía aún en Madrid 
y continuaba separada de su marido, puesto que aquel día recibía su última visita. 

Asusta la amargura, el dolor, el desconsuelo acerado, frío, cruento, que hay en 
los últimos artículos de Larra, reveladores de lo que debía pasar por su alma 
aquellos días. 

Si se tiende la vista atrás y se contempla desplegarse su vida como una pro- 
yección en un planisferio, asustaría ver cómo parece que una mano cruel y fatal 
se complace en ir cortando toda yema que germina en su alma antes de que brote 
y se desplegue. Es un niño bueno, juicioso, dulce; muy equilibrado y muy normal. 
Es un adolescente lleno de ensueños, de ansia de belleza, trabajador y contempla- 
tivo, cuyo primer ensueño troncha la mano que él no puede maldecir: la mano de 
su padre. Es un joven que ama ingenua y honradamente y tropieza con una cria- 
tura frivola, incapaz de comprenderle. Hombre digno, probo, rectísimo en materia 
de honor; se le desconoce y se le juzga agrio, amargado, mal amigo, cuando no es 
nada de eso. Es el primer ingenio de su tiempo y lucha con la pequenez de los 
demás. ¿Qué le queda? Sus hijos, i Pobres hijosl iCuántas veces se invoca en vano 



232 CARMEN DB BURGOS 



9\x nombre I Es grande, poderoso, el amor de los hijos; pero rara vez puede servir 
de freno a un corazón joven y combatido por la pasión. Ese sunov a los hijos pe- 
queños, que reclaman protección; esa ternura llenado sacrifício, en la que el padi^ 
lo pone todo sin pedir nada, no evita que una pasión de hombre lo absorba y lo 
destroce. El hijo ve rara vez al padre en su aspecto de hombre. Gomo hemos for- 
mado del ideal de imposible perfección absoluta en un Dios, hacemos a los padres^ 
una especie de divinidad. {Desdichada divinidad, combatida por pasiones que no 
puede vencer! ¿Cómo van a comprender a ** Fígaro *" los que no tienen una fuerza 
cerebral que los haga capaces de pasiones como la suya? 

I El había entrado en el mundo con un caudal de ensueños, de buena fe, de sin- 
ceridad! Esas almas muy nobles, muy creyentes, son las que más fácilmente caen 
en el escepticismo y en la desesperación. Es para ellos más doloroso, más cruel 
el desengaño, por lo mismo que son más sensibles, más delicados y que espe- 
raban más. 

Ellos forman una humanidad a su imagen y semejanza, y sufren al ver que 
no es como la han soñado, se quejan de un engaño que no existe, en lugar de 
quejarse de no haber sabido ver la realidad. 

Su superioridad había ya establecido un alejamiento moral entre él y su fa- 
milia. Principios rígidos que los hacía incomprensivos; falta de conñanza con su» 
padres, que en aquella época se hubieran avergonzado de ser amigos de sus hijos; 
distancia grandísima entre él y sus contemporáneos, envidiosos unos, incapaces de 
comprender otros... 

Así, a lo largo de su vida, contemplamos sus desalientos frecuentes, ya en sus 
artículos, ya en sus cartas. En Varios caracteres dice : 

No siempre está en mano del hombre el coordinar sus ideas y formar oon ellas una olMra 
arreglada, con principio, medio y fin. ¿A quién no le habrá sucedido repetidas veces abrir un 
libro, leer maquinafanente y no poder establecer entre lo escrito y su cabexa ninguna éap^d/b 
de comunicación, cerrar el libro y no poderse dar cuenta de lo que ha le(^? En estos casos, 
que a menudo me suceden, suelo echar mano del sombrero y la capa, y no pudiendo fijai* m^ 
atención en una sola cosa, trato de fijarla en todias ; salgóme a la calle, entróme por los cafés, 
vóime a la Puerta del Sol, a Correos, al Museo de Pinturas, a todas partes, en fin, y en idn- 
guna puedo decir que estoy en realidad. Cualquiera me conocerá en estos dfas en que el fa«ti'- 
dio se apodera de mi alma y en que no haiy cosa que tenga a mis ojos color, y menos color 
agradable. En estos dfas Uevo cara de filósofo, es decir, de mal humor ; una sonrisa amarga de 
indiferencia y despego a cuanto veo se dibuja en mis labios; llevo conmigo un lente, no por- 
que, me sirva, pues veo mejor sin él, sino para poder clavar fijamente el objeto que mfts me 
choca, que un corto de vista tiene licencia para ser desvergonzado; no saludo a ningtiix amigo 
ni conocido que encuentre, porque esto sería bacer yo también un p^pel en la comedfja de 
que pretendo ser únicamente espectador, y que sólo para divertirme a mí creo por entonces 
que representa el mundo entero. Mala crianza serft, pero me acerco a escuchar conversaciones 
do corrillos ; es de advertir que cuando el tedio me abruma con su peso, no puedo tener más 
que tedio. Recibo insensible las impresiones de cuanto pasa a mi alrededor; a todas me dejo 
amoldar con indiferencia y abandono; en semejantes días no hay hermosas para mí, no hay 
feas, no hay amor, no hay odio. 

Se ha visto irse transformando al adolescente, de cara juvenil y bobalicona» 
que exclama: ''Es encantadora la sociedad; iqué alegría, qué generosidad!; ya tenga 
amigos, ya tengo amante.** Luego dice: 

De necesidad parece creer que al verse el hombre solo en el mundo, blanco inocente d» 
la intemperie y de toda especie de carencias, trate de unir sus esfuerzos a los de su semé- 
jante para luchar cc^ntra sus enemigos, de los cuales el peor es la naturaleza entera ; ea decir» 
el que no puede evitar, el que por todas partes le rodea ; que busque a su hermano (que asf s¿ 
llaman los hombres unos a otros, por burla sin duda) para pedirle su auxilio ; de aquí podrís 
deducirse que la sociedad es un cambio mutuo de servicios recíprocos. Grave error; es todo 
lo contrario : nadie concurre a la reunión para prestarle servicios, sino para recibirlos de ella ; 
es un fondo común donde acuden todos a sacar, y donde nadie deja, sino cuando sólo puede 



FÍGARO 233 



tomar en yirtud de penmata. iLa sociedad es, pues, un cambio mutuo de perjuicios recíprocos. 
Y el gran lazo que la sostiene es, por una incomprensible contradicción, aquello mismo que 
parecería destinado a disolverla; es decir, el egoísmo. 

Afíade : 

Nuestro amor propio nos pierde : a los veinte afios queremos encontrar amigos y amantes en 
las personas de treinta, es decir, en las que han llevado el chasco antes que nosotros, y en loa 
qne ya no creen; como es natural, le llevamos entonces nosotros, y se le pegamos luego a loa 
que vienen detrás. 

Felizmente no se llega al conocimiento de estas tristes verdades sino a cierto tiempo. En 
un principio todos somos generosos aun, francos, amantes, amigos... ; en una palabra, no so- 
mos hombres todavía ; perq a cierta edad nos acabamos de formar, y entonces ya en otra oosa ; 
entonces vemos por la primera vez y amamos por la última. 

Ta de este convencimiento adquirido a su costa a tan temprana edad brotan 
todos esos pensamientos tristes que se hallan en el jardín de su obra. 

"Si hemos de hablar en razón; si sólo se ha de escribir la verdad; si no se ha. 
de decir más que lo que de cierto se sabe, convengamos en que todo está dicho en 
un papel de cigarro. *" O le hacen decir con voz doliente: "Mi vida es una cadena 
de males y toca ya a su último eslabón.** En la dolorosa síntesis que hace parece 
adivinar a los que lo detractan, y dice por boca de su pariente en La sociedad : 

"Preciso es que sea muy malo mi primo— decía — , para pensar tan mal de los 
demás.** A lo cual solía responder yo para mí: " — Preciso es que sean muy malos 
los demás, para haberme obligado a pensar tan mal de ellos.** 

Su pasión por Dolores es su fatalidad. Dolores es bella, es coqueta, es pasional. 
Ha irritado su pasión y su amor propio; es para él el ideal, el último refugio; 
"Fígaro** no concibe la vida sin ella. No es el suyo un amor cerebral. No está ins- 
pirado por haber leído el Werter y buscar un maniquí para hacer el romántico» 
no; es un amor grande, único, que crece y arraiga en un corazón grande y único 
también. 

¿€ómo va a ser un pesimista teórico el que tiene por característica en su vida 
la pasión? Larra es apasionado, de una vehemencia extraordinaria. Se apasiona 
por las ideas, por las cosas, por todos los asuntos. En todo lo que escribe vibra. 
Su vida corta está llena de una intensidad que le hace agotar las emociones pasio- 
nales. Así, todo para él es importante, todas las sensaciones se agudizan, llegan a 
ser dolorosas. Se entrega a la vida, a la pasión sin reservas. En estos borradores 
de artículos de polémicas se ve la mano nerviosa que escribe y tacha de un modo 
febril, poniendo siempre a su pasión, a su indignación o su vehemencia la brida 
de su sensatez y buena educación. 

Fácilmente, con los datos que tenemos podemos ya ver esta pasión en su desen- 
volvimiento; "Fígaro** se siente deslumhrado por aquella mujer escultural y bella, 
que se complace en mirarlo, en atenderlo, para sentirse admirada por un hombre 
superior. En su coqueteo, Dolores es víctima de ella misma; cede al amor de Larra» 
es su amante, y goza el aroma de aquella adoración y el homenaje que hay para 
su vanidad en la dedicación del escritor insigne. 

No debía tardar en alterarse aquella paz. Envidias, odio, rencillas, la moral hi- 
pócrita asustada por un lado; los celos de la esposa de Larra por otro. Dolores 
debió temer por su tranquilidad; lo que en Larra era una pasión en ella era un 
capricho. Quiso concluir y tal vez lo hubiese logrado si las imprudencias no hu- 
biesen llevado a conocimiento de su marido la verdad. Entonces sobreviene el es- 
cándalo; el marido la repudia, la arroja de su lado, se dice que se marchó de Es- 
paña. Larra la sigue a Badajoz, debe proponerle el rapto, intenta reanudar sus 
amores; pero ella, cobarde y desenamorada, se niega, y entonces emprende él solo 
su viaje, en el cual su recuerdo constante y su soledad agudizan la pasión y lo 
obligan a volver. 



234 CARMEN DE BURGOS 



He encontrado entre los papeles de "Fígaro" medio pliego de papel ya amari- 
llento, escrito por ambos lados, en francés, con infinitos tachones. Con el auxilio 
•de una lupa he podido descifrar y traducir este escrito. Es una dé esas páginas 
-que el escritor siente necesidad de escribir para sí mismo, para satisfacer su 
corazón. Está, sin duda, escrito en París y expresa el cruel dolor de dejar la pa- 
tria y a la mujer amada, de pensar que ha creído locamente poder olvidar. Se ve 
toda su pasión, todo su dolor, toda su soledad. 

El nombre de Dolores está escrito con una timidez rayana al miedo. Siempre 
^ hablar de ella dice: mi bella, pero luego tacha ese italianismo y escribe entre 
líneas mi Dolares. Tal como se presenta a su sueño y a su deseo la describe, y su 
retrato coincide con el borroso que hace de ella Coruti y con el literario que leemos 
•en La mujer y su guitarra y en El Doncel, Este escrito nos hace conocer que Do- 
lores es andaluza, de Sevilla, y que Larra ha visitado este país. 

**QuÍEíU hayáis tenido alguna yez que abandonar vuestra patria. Entonces, cuando después 
de lanzar una postrera mirada languideciente a al costa que se aleja, os sentisteis llevado* 
•sobre las olas espumantes, hacúa lejanas costas, habéis reconocido— quizás por última vez 
en vuestra vida — ^ que aquella i>atria os era queridísima. Quizás maldijisteis cien veces aque- 
lla misma patria antes de abandonarla: era una mujer qiie oe había ens^&ílA'do— porque «iem- 
pne enga&an las mujeres — ; o sino, era un amigo, que se portó con vosotros como una mujer, y 
•que hundió en vuestro corazón el pufial, con mango de oro, de la traición; o, sino, eran las 
intrigas, las infames intrigas, de hipócrita lenguaje y frente de jesuíta, quien desbarató vues- 
tro porvenir; o, sino, era, finalmente, ese vago hastío del alma, ese va£Ío atroz de la existen- 
-cia, en el que gira sin ce3ar el ambicioso, por el que corre sin objeto, mirando siempre, sin 
horizonte nunca, ese desierto ecrtéril e infinito, en el que una arena blanda y movediza os arras- 
tra a cada paso, sin tregua ni descanso, de sima en sima y de abismo en abismo. Lleno en- 
tonces de amargura, exclaonasteis cien veces: **Te dejaré, tierra árida para mí; te maldigo, 
patria... Buscaré un país hospitalario. Hay muchos países hospitalarios^ y en ellos olvidaré;" 

¡ ¡ Olvidar ! ! Y os fuisteis — entonces muy lejos de aquella patria — y os dejasteis arrastrar, 
•a mi'rced de los vientos, como la hoja que el huracán arrancó, verde todavía, del árbol, cuya 
gala era ella... Y corristeis tierras y tierras... ; pero corristeis como el tímido ciervo que lleva 
•en el costado el dardo del diestro cazador ; cuanto más corre, más hunde el arma por sí propio. 

Entonces fué cuando la patria apareció ante vuestros ojos ornada con todos sus encantos 
-seductores; entonces fué cuando mil tiernos recuerdos renacieron sin cesar en vuestro corazón 
j)ara combatiros como las cabezas de la hidra, y renacían además para venceros, porque vos- 
•otros no erais Hércules. 

Dntonces fué cuando supisteis lo que significa verse confundido, perdido, olvidado entre una 
multitud inmensa que se agita, que and«^ que os empuja, que os oprime, que no os habla, indi- 
ferente a vuestra persona, para la que sois el paria, y os sentís allí sin una mirada amiga que 
recoja las vuestras ; sin un corazón que comprenda vuestro corazón ; sin una voz que responda 
4i la vuestra. "No hay más que una patria"— os habéis dicho entonces — •, como no hay más que 
un amor ; no se hace el verdadero amor ni se rehace la paitria cuando se les ha perdido una veq; 
•son la isla escarpada, a la que no puede volverse ya una ves fuera de ella. 

Vuestra patria entonces se convertirá en vuestra alma, en vuestra conciencia, en vuestro 
propio remordimiento, y ya no se separará nunca de vosotros. 

Si, extranjero en algún país, sufristeis esos tormentos — siempre renovados y jamás extintos — ; 
«i como espectador aislado contemplasteis un mundo entero, desarrollado como inmenso teatro^ 
■ante vuestro» ojos atónitos sus mil escenas diversas ; si asististeis a toda^ es&9 representaciones^, 
~a todos esos intereses de la vida ajenos a vosotros ; si oísteis esas mil voces de las cuales nin- 
guna se dirigía a vosotros ; si a pesar de vuestro esfuerzo se deslizó entonces una lágrima po^ 
vnestras mejillas, en esos días de dolor y de soledad, entonces me coimprenderéis. 

Sí ; hallábame solo en medio de la multitud, frente a frente conmigo mismo, sordo a todos los 
rumores, in-sensible a todo acontecimiento ; no veía nada ; no entendía nada ; ni siquiera habla- 
ba. ¿A quién iba yo a hablar? Mi voz me hubiera aterrado a mí mismo, y además, ¿quién hubie- 
ra querido escucharme? Los recuerdos habían borrado mis juramentos y roto mi cadena. El 
nombre de mi patria, mezclado de vez en cuando con el dulotsimo de Dolores, sol de Sevilla, va- 
gaba por mis labios resecos ; a veces mi mano temblorosa apretaba convulsivamente una trenza 
de cabellos más negros que el ébano y más brillantes que el azabache, trenza que yo regaba con 
mis lágrimas. 

"I Pero he podido yo abandonar mi patria y mi Dolores! ¡Y para mempré, para siempre!..."* 
Y mi corazón de espaflol latía locamente en mi pecho. Y erraba por las calles sin rumbo, como 
•en busca de algo. Y hubiese querido ensefiar mi idioma a los árboles y a las rocas y a los hom- 



FÍGARO 235 



t>re8 que pasaban por mi lado para que comprendiesen mis penas y mis sordos gemidos. Me ardfa 
la cabeza ; mis cabellos revueltos descubrían mi frente pálida y agitada ; sentía pesar sobre mí 
una mano de hierro que me oprimía... Era mi patria entera que se apoyaba sobre mí... Era la 
fiebre, y tras la fiebre, la pesadilla. 

¡Orillas encantadas del Guadalquivir! ¡Praderas verdea, sotos sombríos, cunas de la ino- 
cencia, £}dén de Iberia, onda9 sonoras del Betis, pérfidas y atrayentes como la sonrisa de una 
mujer, creí veros en aquellos momentos ! Respiré el suave perfume de vuestra eterna primavera ; 
las hojas largas y afiladas de la adelfa acariciaban mi frente pálida y abrasada ; el sol de Anda- 
lucía reanimaba mi corazón helado, y sentí el deeeo, el ardiente deseo insinuarse en mis venas y 
-«acndir mi existencia. Me estremecía de amor. La más bella entre las bellas, Dolores, la estre- 
lla de Sevilla, de negros cabellos, trenzados al desgarre por los dedos del Amor, la andaluza de 
piececitos hechiceros, de tímidos andares, de senos alabastrinos, de talle esbelto, balanceando- 
4K como la flor sobre el tallo ondulante, de miradas de fuego, surgió ante mia ojea con todos los 
•encantos de la belleza española, e^a belleza morena, imagen y compendio del fuego de su alma. 

La belleza española es el sol de mediodía; la mantilla blanca bordada que cae en pliegues 
^sinuosos sobre so seno deslumbrante, es su propia nube. 

Después de leer esta página íntiína y apasionada se comprende cómo ese amor 
impele a Larra a volver a España, y vemos que apenas llegado su primer anhelo 
es buscar a Dolores; trata de acerrarse a ella. En las cartas de Geruti vemos pasar 
a Dolores alegre, coqueta; su amor con "Fígaro" ha sido una aventura para ella. 
No hace la vida retirada de la esposa repudiada, ni demuestra sentir amor por su 
amante. Tal vez le inflere alguna grave ofensa, como se deduce de lo que Larra 
escribe a Carrero, el cual, a pesar de su parentesco con Dolores, reconoce la caba- 
llerosidad de "Fígaro". 

Después de un período de completo alejamiento, "Fígaro" vuelve a ver a Do- 
lores en Madrid. JBl desdichado le suplica de nuevo que tenga piedad. Ella no lo 
-amaba; pero aún no lo desengañó, aún le permitió esperar mientras se entretenía 
•en aceptar algún otro galanteo. Esto llevó a "Fígaro", ioco de celos y dolor, a pro- 
vocar un duelo con un rival. ¿Quién era éste? ¿Llegó a verificarse el duelo? No 
lie podido averiguarlo. En la familia hay memoria de un duelo a pistola que tuvo 
"Fígaro" días antes de su suicidio. El conde de Gheste, que fué un íntimo amigo 
de Larra, habló de este duelo a varias personas, entre ellas al Sr. Lomba, y dijo 
que el adversario de "Fígaro" se llamaba Bertodano. Según el conde, cuando se 
verificó ese duelo era "Fígaro" soltero y él fué su padrino. No tendría nada de ex- 
traño que el tiempo hubiese confundido las fechas en la memoria del anciano 
!Conde y se tratase de este mismo asunto. El recordaba que fué por una mujer; tal 
vez esto lo inducía a creer soltero a "Fígaro"; pero la ofensa debía ser grande, 
porque se batieron a pistola, en condiciones terribles, tanto que los padrinos cam- 
biaron las balas de plomo por otras inofensivas, conociendo el rencor que los guiaba 
y queriendo evitar un mal irreparable. Los dos contendientes, que ignoraban esta 
superchería, dieron muestras de gran valor y serenidad. La versión de este duelo 
por aquellos días está tan extendida, que entre los disparates que insertan los pe- 
riódicos extranjeros se habla de un duelo de Larra a causa de celos de su amada, 
si bien suponen que ésta es la reina doña Gristina. Su mismo tío hace referencia a 
■esto en la carta en que narra el suicidio, la cual insertamos más adelante. Lo cierto 
•es que "Fígaro" siguió implorando a Dolores y que ésta se mostraba inflexible. 
"Sus parientes y amigos habían mediado para reconciliarla con su esposo, y éste 
b1 fin había perdonado y consentía en su nueva unión. Goloso de su honor, el esposo 
de Dolores se había marchado de España a nuestras posesiones de Ultramar. Allí, 
lejos de Madrid, lejos de cuantos le conocían, lejos de "Fígaro", él podía olvidar y 
perdonar. Se asegura que Dolores vacilaba, temerosa de la situación inferior en 
que se encontraría colocada al volver a su hogar. Esta vacilación la aprovechaba 
'''Fígaro" para decidirla a arrostrarlo todo y a ser feliz con él. 

No era Dolores mujer de alma entera para afrontar una situación así sin sentir 
por "Fígaro" un amor semejante al que inspiraba. Además, sus parientes la em- 



ZSB CARMEN DE BUROOB 

pujaban hacia su marido, la hablaban de su deber; le creaban dificultades; procu- 
raban vigilarla sin dejarla sola un momento. Solamente una de sus amigas era la 
confldente, y la única con quien podía salir de casa de sus tfos sin provocar un 
disgusto. 

Tal vez "Fígaro" se refiere a sus asuntos privados cuando tomando por pretexto 
los políticos escribe: 

Yo doy la cara ; primero, porqne no tengo otra cosa que dar, y creo que hago qd don ■ la 
patria, puea tal cual es, tampoco tengo otra ni peor ni mejor guardada para ud apuro. Yo de- 
clino mi nombre como AgamenAu. To wy F(- 
goro; todo el mundo aalM quién ei Fígaro, y por 
9i acaso alguien lo ignora, añadiré qne Fígaro 
y Mariano Joti de Larra son uña y carne como 
el diputado Arguelles y la conatituridn del aOo- 
12, y que Qo ae puede berir al uno sin 1a»t¡[ii 
al otro. Juntos Tivimoe, juntos escribimos y jao- 
t08 DM reimos de ostede», de loe demís y de 
noBotroa miamoa. 

Tenemos hecha la maleta para la primera re- 
meta de deportación que ocurra, y pedidas car- 
tas de recomendación para laa lilas adyncente*. 
[Uinqne no pensaanoa ir, porque no conspiramos, 
y por otras raionea. En cuanto a impeles, como 
el Oobiemo ba tmido la ijondad de aviaamoa 
con tiempo que los habla de registrar, no bemo» 
dejado mía que las cartee amorosa», que hn- 
btan de «er buen rato pare el setior Jefe polfttco' 
y para loa teatigos. Loa dc«n^ loe hemos re- 
cogido (InclnsBs las letras de camNo, porque 
francamente no nos fiamoa). 

ítem mSs, declaramos en toda forma rlvlr eit 
la calle de Santa Clara, casa número 3 en la 
cual pensamos seguir viviendo hasta que se- 
hunda ; donde se nos puede prenBer por la mafia- 
na desde laa nueve en adelante y, en Gn. adonde 
no* retiramos tarde por la noche y aoloa los dos. 
Fígaro y dicho Larra, Irai deuut, brat dt*totit. 
.^ . 1 m. ^ ordinariamente por la calle Mayor. 

C*ad.d.Ob..t.. Y _^ ^^ j^_ anondoa de lo. carnajes qaa 

salMt suelen aDadir: Be admiten arroba», de- 
claramoa que tanto en aquella casa, que estft a la disposicldn de ustedes, como fuera de ella, 
admlthnoi anOnimos, calumnias, billetes amorosos, cartas de convite, esquelas de entierro, co- 
municados, desaffoa, motines. puQnladas, Ordenes de destierro, ministros (esto es, alguaciles, 
qua a los otros no reciblmo». aunque en el dta todos prenden) y demAs, con equidad y a guato 
de los consumidores. De todo lo cual dará racOn Fígaro en sn siguiente carta. 

T no ocurriendo más por hoy, y teniendo qne ir a dar una vuelta al Prado, a coqaetesr 
o a la calle de la Montera, a mentir, qne es lo mismo, si el tiempo lo permite, queda muy da 
ustedes y lea besa su mano, como generalmente se dice, y no se siente, su- afet'tlslmo: — Figart», 
o, por otro nombre, ¡üariano Jaré de Larra. 

Lo mismo en la calle de Caballero de Gracia que en ta de Santa Clara hay una 
casa de baños; los de la últioia los describe así un periódico de la época: 

"Don Francisco Travesedo, quien en el aBo 1831 mandú construir dicha casa en una eiten- 
sifin de 9.000 pies. cotocO en ella 2S pila», la mayor parte de mármol, ; laa reatantes de 
piedra blanca ; 27 de estas pilas están colocadas en doa galerías y patio en pieEas espaciosas, 
y las otras dos están colocad.is por separado para dar en ellas baBos minerak's, «egún los di*'_ 
pongan loa facultativos. Además, puede darse en una de dichas dos pilas baSoa de chccro y de 
regadera. Hay tres salas de descanso y nn patio espaciosa cubierto con toldo. Bus aguas son 
abuudantes y claras y han producido buenos efectos en la aalud, ^ta casa se baila abierla 
todo el afio, administrando baños a las casas de día y de noche, en lo cual se hace gran servi- 
cio al pdblico. y se hizo aun maym' en tiempo del cOlera, suministrando algunos dtas más d« 
SO batios a eofcrmo<i rolíricoa, que produjeron felices resultados en muchos de elloet El precio 



FÍGARO 237 

•de los baños es 6 rs. sin ropa y 7 con eUa, y llevado a domicilio, 16 m. el primer (baño, y 14 loa 
demfiA." 

Se ha preguntado si facilitaría el movimiento de gente que va a los baños la 
entrada en casa de "Fígaro'' y si habría alguna razón para que buscase esta ve- 
-cindad; pero no parece lógico esto, dado el carácter casi medicinal que, como vé- 
anos por el párrafo que antecede, tenían entonces las casas de baños. 

Hay, sin embargo, un misterio en cómo le interesa fijar el lugar en donde habita, 
duando a propósito del artículo !* Buenas noches" la Revista Mensajero explica el 
concepto de porqué "^No había hecho más camino que de la calle de Caballero de 
•Gracia a la de las Rejas**, y dice: "Esto lo entenderán los que sepan que el pica- 
resco **Fígaro** está alojado en la casa de baños de Monnier, calle del Caballero de 
Gracia, y que El Español tiene las oficinas en la calle de las Rejas.** 

**Fígaro** obliga a rectificar esto. ¿Qué intención ocultaba una cosa tan senci- 
ila? ¿Se refería a su vida privada? No es fácil averiguarlo. 

Lo que hay de cierto es que en la lucha con su amor estaba vencido, agotado; 
dO tenía voluntad ni fuerza para luchar contra aquel amor; se había abandonado 
A él; su desesperación era tan grande, que la conocían todos los que lo rodeaban. 
Un amigo suyo, compadecido de aquel gran padecer de Larra, se decidió a hablarle 
«on la ruda franqueza que su desesperación aconsejaba: ** Acordé — dice — aplicar a 
la herida de aquel noble corazón despedazado el hierro candente de mi propia in- 
•dignación cariñosa, y le hablé, le interpelé repentina y despiadadamente, dicién- 
4oIe, en estas o parecidas frases, que el espectáculo de su anonadamiento mataba 
y destruía de un golpe toda mi antigua y persistente fe en su elevación moral, que 
me había enseñado a tenerle por un ídolo. 

-^Mira — me interrumpe alzando su noble frente altiva y fijando en mí sus ex- 
presivos ojos; — ^nó te canses, no prosigas el sermón inútil, y óyeme. Muchas veces 
hemos pensado y dicho juntos y conformes que el ** Quijote** es el libro de los li- 
bros, el mejor, el más admirable de todos. Muchas veces hemos convenido en que esa 
generosísima creación de su protagonista debe servir de ideal perpetuo a la hu- 
manidad para amar el deber, la virtud y el sacrificio. Muchas veces hemos llegado 
a pensar que Don Quijote es la figura de un Cristo con yelmo. iQué lástima que 
tuviera la locura especial e incurable de sus leídas y soñadas magias caballerescas! 
Pues bien; yo seré todo lo grande hombre, todo lo Quijote que tú quieras; pero 
también tengo mi locura en esta pasión que me ha gangrenado; no se cura afor- 
tunadamente. Conque déjame en paz.** 

Si se estudian los cuatro artículos terribles: Día de Difuntos, Yo y mi criado, 
ia crítica de Los amantes de Teruel y la Necrología de Campo-Alange, se verá que 
corresponden bien a este dolor de Larra; a su terrible melancolía. 

Para él todo ha muerto; las campanas lloran su propia muerte; aquellos dobles 
8on como el estertor de la agonía de un moribundo. 

Necios, decía a los transeúntes, ¿os moréis para ver muertos? ¿no tenéis ecfpejos por ven- 
tura? ¿ha acabado también Gómez con el azogue de Madrid? ¡ Miraos, insensatos, a vosotros 
mismos, 7 en vuestra frente veréis vuestro propio epitafio! ¿Vais a ver a vuestros padres y a 
Tuestros abuelos, cuando vosotros sois los muertos? Ellos viven, porque ellos tienen paz ; ellos 
tienen libertad, la tínica posible sobre la tierra, la que da la muerte ; ellos no pagan contribu- 
ciones que no tienen ; ellos no serán alistados ni movilizados ; ellos no son presos ni denuncia- 
dos ; ellos, en fin, no gimen bajo la jurisdicción del celador del cuartel ; ellos «on los ónicoB que 
gozan de la libertad de imprenta, porque ellos hablan al mundo. Hablan en voz bien alta, y 
que ningún jurado se atrevería a encausar y a condenar. Ellos, en fin, no reconocen más que 
una ley, la imperiosa ley de la naturaleza que allí los puso, y esa la obedecen. 

Pero ya anochecía, y también era hora de retiro para mí. Tendí una última ojeada sobre 
el vasto cementerio. Olía a muerte próxima. Los perros ladraban con aquel aullido prolon- 
gado, intérprete de su instinto agorero ; el gran coloso, la inmensa capital toda ella, se removía 



como un moribundo que tantra la ropa; eatoDces no vi máa que on gran sepukto; una ior- 
menta lápida «e disponía a cubrirle coioo una ancba tumba. 

Una nube sombría lo enTolriú todo. Kra la noobe. El frió de la noche helaba mis venas. Qui- 
se salir violentamente del honible cementerio. QuUe refugiarme en mi propio coraz6n, lleno 
no ha mucho de vida, de llosloneB, de deseos. 

¡ Santo cielo ! También otro cementerio. MI corai^n no es más que otra sepulcro. íQni 
dice? Leamofl. ¿Quién ha muerto en 417 ¡fiepantoeo letrero! ¡¡Aguí face la eiperaiuaf! 

] ¡ l Silencio, silencio ! ! ! 

Los cantos fúnebres de las exequias de Campo-Alange loa oye "Fígaro" resonar 
en su propio corazón; le angustia aquel De profundis, "agonizante clamor del ser 
que se refugia en el seno de la creación, alma particular que se refunde en el 
alma universal", como si también su alma se hubiera ya sumido en ella. 

"Fígaro" amaba 
mucho a Campo- 
Alai^e, tres años más 
joven que él, y con el 
que le unía amis'-ad 
fraternal. 

Don José Negrete, 
aunque seguía la ca- 
rrera de las Armas, 
era escritor y artista. 
Ha dejado una bella 
crónica del Sitio de 
Amberes, al que asis- 
tió; algunos artículos 
literarios y una no- 
vela muy estimables. 
Liberal y entusiasta, 
fuá de los primeros 
en salir a combatir 
contra los carlistas, 
muriendo de un ba- 
lazo, que recibió ei> 
el sitio de Bilbao, de- 
jando casi toda su 
fortuna a los heridos 
de la guerra. 

Por cierto que an- 
tes de esle articulo, 
"Fígaro" había escri- 
to otro, que no está 
recopilado, el 22 de 
Diciembre en El Et- 
pañol, a impulso de 
la indignación que le 
produj o la manera con 
que El Castellano da 
cuenta de la muerte 
de Su noble amigo. 

También hay una 
alusión a él en las 
páginas de la necro- 
Slttuita da U <poa«. logia: 



FÍGARO 239 

"Su biografía es bien corta, las páginas de su historia pueden llenarse en breve; 
¡pero ni una mancha en ellas I 

El conde.de Gampo-Alange no era un héroe como en menguados elogios lo he- 
mos visto impreso. (Nosotros creeríamos ofenderle «^o escarnecerle más que enco- 
miarle con tan ridículos elogios. Ni había menester serlo para dejar muy atrás al 
vulgo de los hombres entre quienes vivió. Era un joven que hizo por principios y 
por afición, por virtud y por nobleza de carácter, algo más que su deber; dio su. 
vida y su hacienda por aquello por lo que otros se contentan con dar escándalo y vo- 
ces. Amaba la libertad, porque él, noble y generoso, creyó que todos eran como él 
nobles y generosos; y amaba la igualdad, porque igual él al mejor, creía de buena, 
fe que eran todos iguales a él.*" 

Después de esta tierna y admirable biografía íntima, añade: 

""Pero era justo; Campo- Alange debía morir. ¿Qué le esperaba en esta sociedad ?^ 
Militar, no era insubordinado; a haberlo sido, las balas le hubieran respetado. Hom- 
bre de talento, no era intrigante. Liberal, no era vocinglero. Literato, no era pe- 
dante. Escritor, la razón y la imparcialidad presidían a sus escritos. ¡Qué papel 
podía haber hecho en tal caos y degradación!" 

Vuelve a sentir aquella punzante desesperación de su soledad y el dardo de la 
traición que lo hiere, y exclama: 

"Ha muerto el joven, noble y generoso, y ha muerto creyendo: la suerte ha. 
sido injusta con nosotros, los que le hemos perdido, con nosotros, cruel; icon éU 
misericordiosa! 

En la vida le esperaba el desengaño: ila fortuna le ha ofrecido antes la muer- 
te! Eso es morir viviendo todavía; pero, lay de los que le lloran, que entre ellos- 
hay muchos a quienes no es dado elegir, y que entre la muerte y el desengaño 
tienen antes que pasar por éste que por aquélla, que esos viven muertos y lo 
envidian!** 

En su artículo Yo y mi criado se encuentran alusiones a los sufrimientos que 
acosaban a Larra aquellos días, hasta el punto de alterar su salud, pues como he- 
mos visto en su última carta a su esposa el día 22 de Diciembre estaba enfermo. 
Dolor, desesperación, ñebre hay en su pluma cuando escribe este artículo, hijo de) 
delirio. 

Sin duda, "Fígaro** recibía anónimos que lo martirizaban; tal vez se refiere a 
ellos en esa última carta escrita a Dolores — que vemos en el capítulo siguiente, — 
en la que asegura que no sabe si tendrá fuerza para resistir "a la calumnia y a la 
infamia". En el artículo Yo y mi criado, éste le dice: 

"Acaso ese billete que desdoblas es un anónimo embustero que va a separar 
de ti para siempre la mujer que adorabas; acaso es una prueba de la ingratitud 
de ella o de su perfidia. Más de uno te he visto morder y despedazar con tus uñas 
y tus dientes, en los momentos en que el buen tono cede el paso a la pasión y a la 
sociedad.** 

Es como un resumen de todos sus desengaños, de todo cuanto lo agobiaba en su 
pesimismo mortal, lo que nos ha dejado en los párrafos que siguen. Es inútil hacer 
deducciones pudiendo leerlos: 

Tú buscas la felicidad en el corazdn humano, y para eso le destrozas, hozando en él, coma 
quien remueve la tierra en busca de un tesoro. Yo nada busco, y el desengaño no mé espera a 
la vuelta de la esperanza. Tú eres literato y escritor, y ¡qué tormenta no te hace pasar tu 
amor propio, ajado diariamente por la indiferencia de unos, por la envidia de otros, por el 
rencor de muchos ! Preciado de gracioso, harías reir a costa de un amigo, sá amigos hubiera, y 
no quieres tener remordimiento. Hombre de partido, haces la guerra a otro partido; o cada 
vencimiento es una humillación, o compras la victoria demasiado cara para gozar de ella. 
Ofendes y no quieres tener enemisoí. ¿A mí quién me calumnia? ¿quién me conoce? Tú me 
pagas un salario bastante a cubrir mis necesidades; a ti te paga el mundo como paga a los 



240 CARMEN DE BURGOS 



demás que le sirven. Te llamas liberal y despreocupado, y el día que te apoderes del látigo 
azotarás como te han azotado. Los hombres de mundo os llamáis hombres de honor y de ca- 
rácter, y a cada suceso nuevo cambiáis de opini6n, apostatáis de vuestros principios. Despe- 
dazado siempre por la sed de gloria, inconsecuencia rara, despreciarás acoso a aquellos para 
quienes escribes y reclamas con el incensario en la mano su adulación; adulas a tus lectores 
para ser de ellos adulado, y eres también despedazado por el temor, y no sabes si mafiana iifts 
« coger tus laureles a las Baleares o a un calabozo. 

— ¡ Basta, basta ! 

— Concluyo ; yo, en fin, no tengo necesidades ; tú, a pesar de tus riquezas, acaso tendrá» que 
someterte mañana a un usurero para un capricho innecesario, porque vosotros tragáis oro, o 
para un banquete de vanidad en que cada bocado es un tósigo. Tú lees día y noche buscando 
la verdad en los libros hoja por hoja, y sufres de no encontrarla ni escrita. Bnte ridículo, bai- 
las sin alegría; tu movimiento turbulento es el movimiento de la llama, que, sin gozar ella, 
quema. Cuando yo necesito de mujeres echo mano de mi salario, y las encuentro, fieles por 
más de un cuarto de hora ; tú echas mano de tu corazón, y vas, y lo arrojas a los pies de la pri- 
mera que pasa, y no quieres que lo pise y lo lastime, y le entregas ese depósito sin conocerla. 
Confías tu tesoro a •cualquiera por su linda cara, y crees porque quieres ; y ei mañana tu tesoro 
desaparece, llamas Itidrón al depositario, debiendo llaanarte imprudente y necio a ti mismo. 

— iPor piedad, déjame, voz del infierno. 

— .Concluyo: inventas palabras y haces de ellas sentimientos, ciencias, artes, objetoe de 
existencia. Política, gloria, saber, poder, riqueza, amistad, amor! Y cuando descubres que 9on 
palabras, blasfemas y maldices. En tanto el pobre asturiano come, bebe y duerme, y nadie 
le engaña, y si no es feliz, no es desgraciado, no es al menos hombre de mundo, ni ambi- 
cioso, ni elegante, ni literato, ni enamorado. Ten lástima ahora al pobre asturiano. Tú me 
mandas, pero no te mandas a ti mismo. Tenme lástima, literato. Yo estoy ebrio de vino, es 
verdad ; pero tú lo estás de deseos y de impotencia !!!... 

En este doloroso artículo, que no puede leerse con serenidad, "Fígaro" hace 
por vez primera y única vez alusión a su suicidio. Este horrible desaliento, este 
pavor de sí mismo lo sorprende al despertar. 

"Una lágrima preñada de horror y desesperación surcaba mi mejilla, ajada ya 
por el dolor. A la mañana, amo y criado yacían: aquél en el lecho, ésie en el suelo. 
£1 primero tenía todavía abiertos los ojos, y los clavaba con delirio y con delicia 
en una caja amarilla, donde se leía mañana. ¿Llegará ese mañana fatídico? ¿Qué 
encerraba la caja? En tanto, la noche buena era pasada, y el mundo todo, a mis 
barbas, cuando hablaba de ella, la seguía llamando noche bueno.*" 

Este artículo debía haber alarmado a los que le amaban y apiadado a los que 
lo leían. No era un artículo pensado, era un artículo sentido; un artículo lleno 
de gritos de angustia. ** Fígaro" tenía la costumbre de llevar armas y de tenerlas 
en su casa. La situación en que colocaba la época a los escritores explica esta cos- 
tumbre, que varias ^eces le invitó a abandonar su tío D. Eugenio, sin que él hi- 
ciese caso de sus advertencias. 

Más tarde aún, en su última crítica seria a propósito de Los amantes de Te-- 
ruel, que elogia, contento de hallar una verdadera obra de arte, hay, no un grito 
desesperado como los anteriores, sino un lamento de tristeza, de vencimiento, del 
que está próximo a abandonarlo todo. 

Esta obra era consoladora para el crítico artista, cuya noble pluma tuvo que 
emplearse en tan malos modelos literarios, como el pincel de D. Diego Velázquez 
en estúpidos, enanos y bufones; pero debió hacer daño a su corazón de hombre, al 
que el espectáculo de aquella triste tragedia renueva sus dolores, tanto más cuando 
esa tragedia está inspirada en el Maclas, hasta el punto de que Ferrer del Río 
dice que el autor tuvo que introducir las escenas de la mora para evitar la semíe- 
janza completa. Escribe: 

"Algún otro lunar pudiéramos advertir; pero nos parece mejor dejarlo al pro- 
pio discernimiento del autor, que tan bueno le manifiesta: en nuestro humilde 
juicio, las bellezas oscurecen los defectos; nosotros animamos al poeta a proseguir 
ia carrera que tan brillantemente empieza, no ya como jueces de su obra, sino 



como émulos de su mérito, como Decesitados de sub producciones; y si oyese re- 
petir a sus oídos UQ cargo vulgar que a tos nuestros ha llegado, y que ni mentar 
hemos querido en este articulo; si oyese decir que el ñnal de su obra es inverosí- 
mil, que el amor no mata a nadie, puede responder que es un hecho consiguado 
en la historia, que los cadáveres se conservan en Teruel, y la posibili<iad en los 
corazones sensibles; que las penas y las pasiones han llenado más cementerios 
que los médicos y los necios; que el amor mata [aunque no mate a todo el mundo) 
como Doatan la ambición y la envidia; que más de una mala nueva al ser recibida 
ha matado a personas robustas, instantáneamente y como un rayo; y aun será en 
nuestro entender mejor que a eee cargo no responda, porque el que no lleve en su 
coraz(in la respuesta, no comprenderá ninguna. Las teorías, las doctrínae, los sis- 
temas se explican; los sentimientos se sienten." 

Causa un profundo respeto el escribir cuando llegamos a este punto. P'arece 
como si nuestra pluma se hundiese y escarbase en el propio corazón de "Fígaro" 
para aumentar sus dolores, y bíd embargo, i cuánto se ha abusado y se ha fanta- 
seado respecto a su suicidio y a sus últimos días! Hay varios que le han hecho 
sentarse y escribir de una vez. la mañana del día de su muerte, cuatro articutot 
y para la "Revista Española", que ya no existia, como sabemos. 

Mollns le hace dar el estúpido paseo por el Retiro, que ha sido aceptado tan 
ligeramente por la crítica, y que desdibuja y falsea toda la figura de Larra, como 
en su análisis veremos. ; 



XVIII 



EL SUICIDIO 



FEBRERO 



1837 




L.XJ35TB S 

Santa Catalina de 
Ricci y San Benigno. 



Amanece un día de este invierno de Madrid; 
claro, gris y frío. "Fígaro" está aun acostada 
cuando su criado le entra una carta, i Carta de 
Dolores I Debía ser una engañosa carta en la que 
ella se prestaba a oirlo, una carta pérfida que 
trae al corazón de "Fígaro" el último rayo de 
esperanza. Cree que consiente en verlo, por- 
que aun queda amor en su alma. La han alejado- 
de él intrigas y calumnias que aun podrá des- 
vanecer; él disipará sus miedos, sus indecisio- 
nes; su amor triunfará de la infamia. Se halla- 
rá una fórmula acomodaticia para no sepa- 
rarse. 

"Fígaro" salta del lecho y escribe. Es lo úni- 
co que escribe aquella mañana. El maravillosa 
hablista traza atropelladamente estas líneas que 
fotograbamos, mal construidas, dobla el papel, 
lo cierra con una oblea y no le pone dirección. 
"He recibido tu carta. Gracias: gracias por 
todo. Me parece que si piensan ustedes venir,, 
tu amiga y tú, esta noche, hablaríamos y acaso sería posible convenirnos. 

En este momento no sé qué hacer. Estoy aburrido y no puedo resistir a la ca- 
lumnia y a la infamia. Tuyo."* 

Hace entrar a la persona que le ha traído la carta; es una muchacha joven a 
la que interroga ansioso, al par que asegura su fidelidad con nuevas dádivas. 

Después de la breve conversación "Fígaro" se queda contento, alegre, lleno de 
optimismo. La esperanza renace. Se asoma al balcón y la silenciosa calle de Santa 
Clara le oprime el corazón. Vuelve a hallar en ella algo de ese inmenso cemente- 
rio que ha visto en Madrid, el pavimento mojado, las paredes húmedas, los muros 
de Santiago, y aquel jirón de cielo tan pesante que parece servir de toldo. Ciela 
gris, que deja adivinar el sol bajo la masa blanda que se desploma sobre la tierra. 
Vuelve la vista hacia la habitación y también le parece descuidada, fría, triste. 
Tiene esa frialdad de las habitaciones en donde no hay amor; ese aspecto que 
toman las casas ab?>ndonadas. "Fígaro" llama a la criada y al criado que lo sir- 
ven. Es preciso arreglarlo y embellecerlo todo. Ordena que se enciendan todos lo» 



FÍGARO 243 

braseros, que pongan flores en los búcaros, hay que vestirlo todo de fiesta y de 
alegría. El mismo se viste con la elegancia de costumbre, envía a llamar al pelu- 
quero para que lo peine y le arregle la rizada barba. Gome de prisa, distraído un 
momento con las gracias de su Adelita; pero nervioso, inquieto, deseando acelerar 
las horas. 

Acabada la comida sale, lo envuelve la alegría de la call<e, en aquel segundo día 
do Carnaval. Las máscaras ponen la nota pintoresca de color, non brochazos de sue 
alegres percalinas; resuenan los gritos, las músicas, ios ecos de la voz gangosa, 
voz chillona, voz de máscara; se establece esa mayor sinceridad que da el taparse 
la cara £1 siutor de Todo el año en Carnaval so mezcla a la multitud, va a 
casa de Delgado, su editor; pasa por la redacción del periódico, entra a ver a 
Mesftnoro Romanos y al lado suyo, influido por esa dulce paz espiritual de Me- 
sonero, "Fígaro" ha- 
bla de sus proyectos /^ ~ 
y le propone la cola- ^nC^-^r^^/Z/^o Ju¡ íw^>t- . P* •w*^.#*- ^ a k^***^ 
boración en su Que- 

redo. Mesonero que es ^ /í^¿. ^vit^ -w^*-«-^ ¿^^-^-^ " z***^^*^**" ^^*^ 
de sus buenos ami- 
gos, de los que no ,/^^.r^ '^t^ ^-»«^w^.**-y •^*— A'^é^^»*-»,.^ ^cW^c 
sienten la envidia, se ^ 

queda satisfecho de p>-^ u ^um^^ ya^r^ Ju^,-^^ 
ver a "Fígaro" lleno /" 

otra vez de confian- /»- ^ u^. -^w^^t^^^^^t- .-^.—i ^ ^, 

741 en lo porvenir, de /I ^ ^ 
ansia de vida, de crea- ^ 
ciones, de trabajo; -vw^** ^ 
lleno de proyectos y 
de entusiasmo. Ha 
abandonado su tris- 

teza, su pesimismo; Original de U última oaita de «Fígaro». 

se diría que renace 

¿Por qué extraña condición de su espíritu "Fígaro** que tiene toda el alma 
llena de otra mujer va a visitar a su esposa? Pepita está convaleciente de una 
afección catarral, y su marido pasa todos los días a verla. Este día ella se sor- 
prende de hallarlo tan contento. Animada por esto le propone salir e ir a ver a 
la niña; pero Larra le dice que aquella noche espera a unos amigos. 

Desde casa de su esposa "Fígaro** vuelve a la suya. Ni está desesperado ni 
piensa en hacer un recuento de su vida, como el que hace confesión general, ni 
ha deliberado suicidarse. Está más alegre, más confiado que nunca. Estremece 
contemplar el aspecto de esta breve e intensa felicidad. ¡Va a esperarla a ella! 
Siente temblar su corazón en la zozobra de la espera, en esa duda cruel del amor 
impaciente. ¿Vendrá? Está caldeada la estancia, las luces encendidas... no se atreve 
a abrir un balcón para no enfriar la habitación; va de la puerta a la ventana... 
levanta los visillos, escucha... En esos momentos vive toda la eternidad de su 
vida en la intensidad. La cocinera entretiene a la niña; el criado, advertido, es- 
pera. £1 Carnaval es propicio para aquella cita; la sombra, manto necesario para 
envolverla en su visita, cae poco a poco, y Dolores entra. {Dolores! lEs ellal 
¡Está allíl ¿Dónde están los discursos que "Fígaro** había preparado? ¿Qué es lo 
que quería decirle? No tiene más que ojos para contemplarla y corazón para que- 
rerla. 

La amiga — que ha referido después esta entrevista a la misma esposa de ** Fí- 
garo** — queda en la antesala. Ellos no cierran la puerta. "Fígaro** le habla de su 




244 CARMEN DE BURGOS 



amor, de sus padecimientos; suplica. Hay lágrimas en su voz. Ella está dueña 
de sfy coqueta. A las súplicas de ** Fígaro "^ contesta con frialdad. Está decidida a 
irse con su esposo, a rehacer su vida, no quiere seguir en una situación equívoca. 

— ¿Por qué has venido? — pregunta él. 

— ¡Quiero que me devuelvas mis cartas. No dehe quedar nada entre nosotros! 

El la oye como el que no comprende, no puede, no quiere comprender. Ella se 
levanta, cruje el raso de su falda y esparcen perfume de rosa los encajes de su 
mantilla. Como queriendo dar ejemplo, deja sobre la mesa la carta que ^Tígaro** 
le ha escrito aquella mañana, e imperiosamente demanda las suyas. Sólo ha que- 
rido verlo para eso... para asegurar su tranquilidad. Su voz es dura, sus palabras 
crueles; llegará a azotarlo con el insulto si se niega. **Fígaro" suplica aún. Gomo 
la escena se prolonga y él pasa de la súplica a la violencia, la amiga aparece, in- 
terviene... 

¡"Fígaro"* le da las cartas I Una visión de muerte pasa por él, una visión de 
crimen. Quiere salvarse, apartarla, y llama. Aparece el criado. 

— ^Acompaña a estas señoras. 

No es la vez primera que en días más felices la ha acompañado Pedro... 

'"Fígaro*" se siente enloquecer; no están solos, ya no puede él llorar; ya no 
puede estrecharla entre sus brazos y ahogarla en ellos antes de dejar de verla para 
siempre. Aún en el momento último retiene su mano y bebe en el calor y el roce 
de su piel la vida toda. No es una despedida. Es una pregunta. La busca del último 
resquicio de esperanza. 

—¿Adiós? 

Np puede creer que aquella mujer que lo ha amado lo pueda abandonar así. 
Pero ella responde : 

— Adiós. 

— ^¿ Adiós para siempre? 

—Sí. 

Se aleja... i<No hay remediol La ola de la pasión y del dolor envuelve a **Fíga- 
ro"". No piensa, no reflexiona, no se da cuenta de nada. ¡Es un dolor bárbaro el 
suyo I I Se ha ido I ¡No la verá más I El no concibe ya la vida. El Siempre, el inven- 
cible Siempre lo anonada. Rabia, dolor, impotencia; rebeldía, contra lo invencible, 
io supremo, lo inconcebible. Uno de esos momentos en que no hay cielo, ni aire... 
en que el mundo se abre, cortado a pico por un hachazo, y no tenemos dónde 
poner el pie. Se ha concluido todo... la locura invade el cerebro... no recuerda... 
no hay hijos... padres... gloria... nada. Es imposible vivir en el vacío. El alma se 
va... el alma corre, el alma vuela... la sigue... la acompaña... la anhela. Es el alma 
deseosa de escaparse la que lo guía... ¡Desdichadamente las pistolas están allí, en 
la caja amarilla! Son el remedio... no puede sufrir aquel dolor bárbaro de su co- 
razón... Se aplica la pistola a la sien, sin fijarse en nada, loco, apresurado, pen- 
sando quizás que Dolores va a volver al oir la detonación y que va a revivir en 
brazos de ella... ¡Dispara! 

Dolores no ha salido aún de la casa. El ruido del disparo y la caída del cuerpo 
y de los cristales del balcón producen un ruido que oyen todos. Los otros no sos- 
pechan nada. Dolores, sí. Tiene la visión de lo que ha sucedido. Pero en vez de 
dolor y amor siente pánico de verse descubierta; con voz temblante y emocio- 
nada dice al criado: 

— ^Vuélvase usted... vuélvase, Pedro. Pueden necesitarlo... 

No se atreve a decir más y aprieta el paso, se aleja, huye... Nadie la acusará 
de asesinato, pero ella sabe que su mano, que aún guarda la presión de la mano 
de "Fígaro", ha disparado un arma. -Sabe que es ella quien lo ha matado. Los pa- 
sos breves y rápidos de las dos mujeres se pierden resonando a lo lejos sobre las 



F iO ARO 



245 



desiguales losa de la calle de Sania Clara. A sus ecos responden las campanas de 
Santiago doblando lastimeras por las ánimas... '^Fígaro" no es más que un cadáver 






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CnartilJa baUada sobra la meta de «Fígaro», en la qa« apar«oe ••orito el nombre de DolortM Am ijo. 



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CAHMEN DE BURGOS 



que yace Baogriento y abandonado... no ba recogido nadie su último suspiro, ni su 
última mirada... sobre la mesa hablan quedado unas cuartillas y la carta que le 
devolvió Dolorefl. 

Parece que un velo de muerte cubre la casa, un estremecimiento de temor agita 
a todoa. Ks más triste, más lastimera la voz de las campanas de Santiago. Ellas 
saben que doblan por un muerto más. Que en el aire vaga aún el suspiro de otro 
agonizante. Las campanas de Santiago lloran; es como si quisieran con sus dobles 
dar el aviso de que un hombre agoniza y muere solo y abandonado; de que bay 
un cadáver a quien nadie se acerca. Las campanas quisieran ser como esas campa- 
nas que tocan a fuego y hacen correr a las gentes para remediar el siniestro. Pero 
nadie las entiende, ellas lloran, doblan, plegan... a sus ecos lastimeros responde el 
:ilegre bullicio de las máscaras, ya cansadas del regocijo del día... |E1 cadáver 
continúa solo tendido en medio de la estancia I 

I La detonación apenas ba sonado. La criada escuchó el ruido de la cafda del 
cuerpo derribando el juego de té y de los vidrios del balcón que quebró la bala, pero 
no comprendió y puso su comentario vulgar al voNer Pedro: 

— Mal humor ha dejado al amo esa visita. 
' Era la hora en que la niña debía entrar, como todas las noches, a darle un 
beso a su padre antes de acostarse. Tierna costumbre que es un mentís más a los 
que han dicho que Larra no hacía caso de sus hijos « han escrito que la niña es- 
tuba allí por casualidad. No queriendo los criados exponerse al mal humor de "Fí- 
garo" la dejaron ir sola. Adelita, la linda niña de rizos rubios, no tenia idea de la 
muerte; pero el espectáculo de su padre caído en el suelo, casi bajo la mesa, con 
un revólver al lado y los muebles derribados, la sobrecogió. Sintió lo que no com- 
prendía y huyó aterrorizada llamando a los criados: 

— "Papá está debajo de la mesa". 

Entonces acudieron. 

Un quinqué iluminaba el fúnebre cuadro. Al caer habla derribado el vela- 
dor, periódicos, libros y papeles se habían esparcido por el suelo; un cristal 
del balcón se habla roto y un helor glacial penetraba en la estancia: "Fígaro" ya- 
cía pálido, con los ojos cerrados; con una expresión de dolor y de amargura, que 
denotaba bien las últimas impresiones de su vida. 

Su cabello de ébano caía sobre su noble frente y hacía resaltar más la palider. 
Apenas, se notaba el orificio de entrada de la bala, apenas la sangre habla salpi- 
cado la pechera de su levita y de su camisa. Se podría decir, en verdad, que des- 
cansaba. 



XJX 



VELATORIO Y ENTIERRO 



Hemos podido reconstruir la escena del suicidio de Larra, gracias a los relatos 
de la familia, que pudo tener noticias de la entrevista por la amiga que acompañó 
a Dolores en aquella desdichada visita, y por los párrafos de la carta de D. Eugenio 
de Larra — que reproducimos más adelante — , y cuyo final, desgraciadamente, se ha 
perdido. 

Larra estuvo tan solo en su muerte como lo había estado en su vida. Su esposa 
no tuvo fuerza para ir a su lado. Dolores, egoísta y sin amor, procuraba que no 
se pronunciase su nombre y se apartaba de todo como si huyese de su recuerdo; 
los padres no vinieron; los tíos, anonadados por el golpe, permanecen en una ac- 
titud pasiva. €asi nadie piensa en los tres niños huérfanos; porque es mayor aún 
la orfandad ^n que ""Fígaro** ha dejado al arte y más irreparable su pérdida para 
nuestra literatura. 

La circunstancia de vivir el ministro de Gracia y Justicia, D. José Landero y 
€ochado, en el principal de la misma casa que ** Fígaro**, hizo que éste fuese la 
primera persona que acudió a su lado. Gracias a esto y al haber triunfado las ideas 
liberales, se pudo conseguir que el cadáver del suicida se enterrase en sagrado. 

El Juzgado dio las órdenes oportunas para esto, y en el libro de los Difuntos, 
folio 102 vuelto, de la entonces iglesia parroquial de Santiago y San Juan Bautista, 
existe la partida de defunción de Larra, que dice: 

""En la Real Iglesia Parroquial de Santiago y San Juan Bautista, de esta muy 
Heroica Villa y Corte de Madrid, en quince días del mes de Febrero del año rail 
ochocientos treinta y siete, se enterró en uno de los nichos del cementerio extra- 
muros de la Puerta de Fuenearral el cadáver de D. Mariano José de Larra, de es- 
tado casado con doña Josefa Wetoret, vecino y natural que fué de esta Corte, hijo 
de D. Mariano y de doña Dolores Sánchez, mi feligrés, que vivía calle de Santa 
Clara, casa de baños, núm. 3 nuevo, cuarto segundo. No tenía hecha disposición 
alguna testamentaria, y declarado que fué el abintestato, el Sr. D. Benito Serrano 
y Aliaga, Juez de primera instancia, remitió a esta parroquia un oficio con fecha 
•catorce del referido mes y hño, en el que mandaba que el cadáver del dicho don 
Mariano José de Larra a la mayor brevedad fuese extraído y sepultado en el 
Camposanto, en inteligencia que se ha suicidado de un tiro de pistola, en la noche 
anterior a las ocho y media, a la edad de veintisiete años, cuyo oficio queda en el 
arohivo de esta parroquia. No pagaron derechos algunos a esta fábrica, por no ha- 
berle hecho entierro alguno; y lo firmé yo, el Teniente mayor de cura de ella, 
fecha ut supra. — D. Isidoro ülpiano Sotomayor, — Hay una rúbrica. Raspado — mi 
feligrés que — ^vale.** 

El cadáver de ** Fígaro** estuvo es^uesto en las bóvedas de dicho templo desde 



248 CARMEN DE BURGOS 



el día 14 hasta la tarde del 15, en que tuvo lugar la conducción del cadáver. Ante 
él, en desfile de honor, pasaron cuantos políticos, poetas, artistas, escritores y 
personas importantes había en Madrid. Entre todos se acordó costear el entierro 
y hacer una importante manifestación de duelo, justo homenaje al desdichado 
genio. 

No se recuerda ningún entierro así en Madrid desde el de Lope de Vega. Se 
reconstruye en los periódicos de la época el acto solemne. Desde muy temprano, 
la iglesia y los alrededores estaban llenos de una multitud de enlutados, ron som- 
breros de copa. Al dar las cuatro, el féretro que encerraba los restos de Larra fué 
colocado en el coche fúnebre, cubierto de coronas y de ejemplares encuadernado» 
de sus obras. Su mejor tarjeta de despedida de este mundo y de presentación en 
la eternidad. 

Entre los nombres que entresaco de los asistentes al entierro, están: Martínez 
de la Rosa, el conde de las Navas, el de Torrejón y el de la Cortina; Mesonero Ro- 
manos, sir Willers, Cortés, Villalta, Fernández de CórdoVa (D. Fernando), López 
Peñalver, Romero Larrañaga, García Gutiérrez, Pastor Díaz, Roca de Togores, los 
hermanos iMadrazo, Hartzenbusch, Alvarez, Segovia, López Peregrín, el pintor 
Alenza, Díaz <D. José María), Ferrer del Río, Salas y Quiroga, Ayguals de Izco, 
López (D. Joaquín M.), Bretón de los Herreros, Vega, Gil y Carrasco, Carnerero, 
Romea, Latorre, Grimaldi, Delgado, el famoso editor; los directores y redactores 
de todos los periódicos de Madrid, y las más importantes personafídades de las 
ciencias, las letras y la política. 

La comitiva recorrió la calle de Santiago, la calle Mayor, la Puerta del Sol — 
ese recorrido que ér nos dijo que hacía todos los días — , la calle de la Montera y 
la de Fuencarral, donde estaba el cementerio. 

El nicho de Larra en ese cementerio, que ya no existe, estaba situado en el 
primer patio, en la pared, cerca del suelo. Al ver aquel agujero oscuro, donde iba 
a sumirse para siempre, los concurrentes tuvieron más viva aún la sensación de 
la muerte. Se colocó la caja en el suelo, y como si aún los vivos quisieran detener 
más entre ellos al que voluntariamente los había abandonado, se abrió para qur^ 
todos pudiesen verlo por vez última. Lo que fué esta escena, en la que estaban 
congregados los más ilustres hombres de su tiempo, con las cabezas descubiertas, 
los ojos llenos de lágrimas y el alma palpitante en torno del cuerpo de Larra, lo 
ha pintado mejor que nadie D. Nicomedes Pastor Díaz. 

^En aquel momento-describe — nuestros corazones vibraban de un modo que no se puede 
hacer comprender a los que no lo sientan ; que los mismos que le hayan sentidb le habrán ya 
olvidado, porque de los vuelos del alma, de los arrebatos del entusiasmo, ni se forma idea ni 
queda memoria, pues en ellos el espíritu está en otra regidn, vive en otro mundo; los objetos 
haóen impresiones diversas de la-d que producen en el estado normal de la vida ; el ahna ve cla- 
ros los misterios, o cree, porque lo siente, lo que tal vez no puede comprender 

Se ve entonces a sí misma, se desprendé y se remonta del su«lo ; conooe, v«, palpa que ella 
no es el barro de la tierra, que otro mundo la pertenece; y se eleva a él; y desde altura, como 
el águila que ve el 9uelo y mira al «ol, sondea la inmensidad del tiempo y del esfpacio, y se en* 
cuentra en la presencia die la divinidad, que en medio del espacio y de la inmensidad preside. 
Entonces no se puede usar del lenguaje del mundo, y el alma siente la necesidad de otra forma 
para comunicar lo que pasa en su seno. Tal era entonces nuestra situaciCn. No era amistad 
lo que sentíamos ; no era la contemplación profunda de aquella muerte desastrosa, de aqueUa 
vida cortada en flor, la vista de aquel cementerio, la inauguración de aquella tumba, la sere- 
nidad del cielo que nos cubría, la voz elocuente dd amigo que hablaba ; no ora nada de esto, o 
más que todo esto, o todo esto reunido, para elevarnos a aquel estado de inexplicable magne- 
tismo, en que una situación vivamente sentida por muchos parece que se ayudan todos a soste- 
nerse en las nubes. ¡ Ah ! Pero nuestro entusiasmo era de dolor, y llorábamos (sábenlo el cielo 
y aqueUas tumbas), y al querer dirigir la voz a la sombra de nuestro amigo pedíamos al 
cielo el lenguaje die la triste inspiración que nos dominaba, y buscábamos en derredor nuestno 



FÍGARO 249 

on intérprete de ntiestra aflicción, un acento que reprodujera toda nuestra tristesa, una YOf 
donde en común concierto sonasen acordes las notas de todos nuestros suffpiros. 

Roca de TogorefS fué el primero en romper el silencio para hacer el elogio de 
'* Fígaro"*. En verdad que otra voz más sincera pudo alzarse. Veamos uno de los 
párrafos que le dedica y se sentirá la indignación. 



Este hombre, señores, que a todos ha hecho reír, muere víctima de su melancolía ; este 
crítor, que parecía tan festivo, y tan indiferente a todo, muere suicida, y quizá de amor. Pues 
que nos hemos engañado mientras vivid, procuremos conocerle mejor diespués de muerto ; cele- 
bremos sus escritos, compadesecamos sus obras, y esos dos nombres que en la lApida se verftn 
grabados se explicarán y disculparán mutuamente: uno es "Fígaro**; el otro, Mariano José de 
Larra. 

Este hombre no comprende a "Fígaro"; para él, "Pígaro" es "un hombre que 
a todos les ha hecho reir*\ no es el hombre que a todos les ha hecho pensar. f:sa 
aflrmación, "Muere suicida y quizás de amor*", es completamente bufa; "celebre-* 
mos sus escritos, compadezcamos sus obras; y esos dos nombres que en la lápida 
se verán grabados, se explicarán y disculparán mutuamente". ¿Qué tiene Larra 
que disculpar? ¿Era esto lo que debía decir, al lado de su cadáver, un amigo 
sincero? 

Le siguió el conde de las Navas, elocuente orador político, buen amigo de "Fí- 
.Graro", que proclamó la aristocracia del talento y la superioridad del genio. Des- 
pués hablaron Salas y Quiroga, José María Díaz, y leyeron versos Manuel Alberto 
Benito y Zorrilla. He aquí la primera composición : 

SONETO 

A LA MUERTE DE D. MARIANO JOSÉ DE LARRA 

Una tumba, un ciprc^s, y destemplada 
una lira también; lúgubre ardía 
lámpara funeral; la tiranía 
murmuraba en secreto: "Estoy vengada.** 

£1 teatro de Iberia malhadada 
amargo llanto con rubor vertía: • 
lloraba la virtud; la patria mía 
lamentaba una pluma malograda. 

— Omnipotente soy, dijo una hermosa; 
este lúgubre grupo legó st España 
una sílaba mía desdeñosa. 

"Fígaro** yace: que de amor la saña 
no la resiste un alma generosa 
si el desdén y el orgullo la acompaña. 

Manuel Alberto Benito. 
La de Zorrilla, bien conocida y que no merece del renombre alcanzado, dice: 

a la memoria DESGR.\C1ADA del joven literato MARIANO JOSÉ DE LARRA 

GSse vago clamor que rasga el viento cuelga el profano velo en el altar, 

es la voz funeral de una campana; Miró en el tiempo el porvenir vacío, 

vano remedo de postrer lamento vacío ya de ensueños y de gloria, 

de un cadáver sombrío y macilento y se entregó a ese sueño sin memoi;ia 

que en sucio polvo dormirá mañana. que nos lleva a otro mundo a despertar» 

Acabó su misión sobre la tierra Era una flor que marchitó el estío; 

y dejó su existencia carcomida, era una fuente que agotó el verano; 

como una virgen al placer perdida ya no se siente su murmullo vano. 



250 



CARMEN DE BURGOS 



ya está quemado el talle de la flor; 
todavía su aroma se percibe, 
y ese verde color de la llanura, 
ese manto de hierba y de frescura, 
hijos son del arroyo creador. 

Que el poeta en su misión 
sobre la tierra que habita, 
es una planta maldita 
con frutos de bendición. 

Duerme en paz en la tumba solitaria, 
donde no llegue a tu cegado oído 
más que la triste y funeral plegaria 
que otro poeta cantará por ^ti. 

Esta será una ofrenda de cariño 
más grata, sí, que la oración de un hom- 

[bre, 
pura como la lágrima de un niño, 
memoria del poeta que perdí. 



Si existe un remoto cielo 
de los poetas mansión, 
y sólo le queda al suelo 
ese retrato de hielo, 
fetidez y corrupción, 
¡digno presente por cierto 
se deja a la amarga vida! 
{Abandonar un desierto 
y darle a la despedida 
la fea prenda de un muerto! 

Poeta; si en el "no ser" 
hay un recuerdo de ayer, 
una vida, como aquí, 
detrás de ese Armamento..., 
conságrame un pensamiento 
como el que tengo de ti. 

José Zorrilla 
U de Febrero 1837. 



Realmente es una poesía de circunstan;cias, porque sólo el momento de emoción 
con que se leyó y el ser su autor un niño que rompe en lágrima, es lo que le hace 
adquirir tal nombradía. Esa poesía tiene, sobre todo para impresionarnos, el pen- 
sar que a} eco de sus últimos acentos entró en la tierra el cadáver de Mariano 
José de Larra. 

Veamos cómo narra Zorrilla, en sus Recuerdos del tiempo viejo, su llegada 
a Madrid, escapado de la casa paterna, el 14 de Febrero de 1837, en compañía de 
Miguel de los Santos Alvarez: 

Y aconteció— dice — que entre las personas con quienes tropezamos en la Biblioteca aoert6 
a ser una la de un italiano, al servicio del infante don Sebastián, llamado Joaquín Mossard, y 
nos di6 de repente la noticia de que Larra se había suicidado al anochecer del día anterior. 
Dejónos estupefactos semejante noticia, y asombróle a él que ignoirftsemos lo que todo Madrid 
sabía, e invitónos a ir con él a ver el cadftver de Ijarra, depositado en la bóveda de Santiago. 
Aceptamos y fuimos. Mossard conocía a todo el mundo, y tenía entrada en todas partes. Ba- 
jamos a la bóveda, contemplamos al muerto, a quien yo veía por primera ves a todo nueetiio 
despacio, admirándonos la casi imperceptible huella que había dejado junto a su. oreja dere- 
cha la bala que le dio muerte ; cortóle Alvarez un mechón de cabellas, y volvimos a la Biblio- 
teca bajo la impresión indefinible que dejaba en nosotros la visita de tal cadáver y el relato 
de tal suceso. 

Joaquín Massard. que en todo penaba y de todo sacaba p«Lrtido, me dijo al salir: 

— Sé por Pedro Maérazo que usted hace versos. 

— Sí, señor — le respondí. 

— ¿Querría usted hacer unos a Larra? — repuso, entablando 9u cuestión sin rodeos; y vién- 
dome vacilar, afiadió: "Yo los haría insertar en un periódico, y tal vez pudieran valerle algo." 
Ocurrióseme a mí lo poco que me valdrían con mi padre, desterrado y realista, unos versos he- 
chos a un hombre tan de progreso y de tal manera muerto; y dije a M«i6sard que yo haría los 
versos, pero que él loe firmaría. Avínose él, y convíneme yo; prometíselos para la mañana si- 
guiente, a las doco, en la Biblioteca; y despidiéndonos a sus puertas, echó Massard hacia la 
plazuela del Cordón, donde moraba, y Alvarez y yo, por la Cuesta de Santo Domingo, a va- 
gar como de costumbre. Pensé yo al anochecer en los prometidos versos y fulme temprano 
al zaquizamí donde mi cestero me albergaba con su mujer y dos chicos, que eran tres arpías 
de ti;es distintas edades. No me acuerdo si cenamos ; pero después ée acostamos metíme yo en 
mi mechinal con una. vela que a propósito había comprado. En aquella casa no se sabía lo que 
era papel, pluma, ni tinta ; pero había mimbres puestos en tinte azul, y tenía yo en mi bolsillo 
la cartera del capitán con su libro de memorias. Hice un kalam de mimbre, como lo hacen los 
árabes de un carrizo, y escribí tomando por tinta el tinte azul en que los mimbres se teñían... 



FÍGARO 251 



La iglesia estaba llena de gente: hallábanse en ella todos los escritores de Madrid menos 
.Ekpronoeda, que estaba enfermo. Massard me presentó a García Qutiárres, que me did la 
imaiio y me recibid como se recibe en tales casos a los • desconocidos. Yo me quedé con sus 
manos entre las mías, embelesado ante el autor de El Trovador, y creo que iba a arrodi- 
'Varille para adorarle, mientras él miraba con asombro mi larga melena y el más largo levitón, 
-en qae llevaba yo enfundada mi pálida y exigua personalidad. 

El repentino y general movimiento de la gente nos separó ; avanzó el féretro hacia la puer- 
ta ; ordenóse la comitiva ; ingirióme Joaquín Massard en la fila derecha, y dos larguísimas de 
üimamerables enlutados nos dirigimos por la calle Mayor y la de la Montera al cementerio de 
«la Paerta de Fuencarral. 

Mohíno y desalentado caminaba yo, poniendo entre los días nefastos aquel aciago en que 
.oie haldían negado una plaza en El Mundo, había llegado tarde a la mesa, y en que iba, por 
'ñUf ayuno a enterrar a un hombre cuyo talento reconocía, pero que no entraba en la trinidad 
•^ae yo adoraba, y que componían Ejpronceda, García Gutiérrez y Hartzenbusch. Parecíame 
4iie oon aquel muerto iba a enterrarse mi esperanza, y que nunca iba yo a tener un papel en que 
•enviar impresos mis delirios a la mujer a quien había pedido un afk> de plazo para pasar de cri- 
:flálida a mariposa, ni mis versos laureados al padre a quien con ellos había esperado glorificar. 
Aaf, el más triste de los que íbamos en aquel entierro mardhaba yo en él, envuelto en un suriout 
•de Jacinto Salas, llevando bajo él un pantalón de Femando de la Vera, un cbaleco.de abrigo 
'éfi su primo Pepe Mateos, una gran corbata de un fachendoso primo mío, y un sombrero y unas 
<tM>tas de no recuerdo quiénes, llevando únicamente propios conmigo mis negros pensamientos, 
4nis negras pesadumbres y mi negra y larguísima cabellera. 

Llegamos al cementerio, pusieron en tierra al féretro, y a la vista del cadáver, como se tra- 
ncaba del primer suicida a quien la revolución abría las puertas del camposanto, tratábase de 
<^ar á la ceremonia fúnebre la mayor pompa mundana que fuera capaz de prestarla el elemento 
laico, como primera protesta contra las viejas preocupaciones que venía a desenrocar la revo- 
tinción. Don Mariano Boca de Togores, que aún no era el marqués de Molíns, y que ya figuraba 
•entre la juventud ilustrada, levantó el primero la voz en pro del narrador ameno de El Doncel 
-de don Enrique, del dramático creador del enamorado Macias, del hablista correcto, del inexo- 
rable crítico y del desventurado amador. El concurso inmenso que llenaba el cementerio quedó 
¡profundamente conmovido con las palabras del señor Roca de Togores, y dejó aquel funeral 
escenario ante un público preparado para la escena imprevista que iba en él a representarse. 
Tengo una idea confusa de que hablaron, leyeron y dijeron versos algunos otros: confundo en 
-este recuerdo al Conde de las Navas, a Pepe Díae..., no sé... ; pero era cuestión dé prolongar 
j dar importancia al acto, que no fué breve. Ibase ya, por fin, a cerrar la caja para dar tierra 
-él cadáver, cuando Joaquín Massard, que siempre estaba en todo y no era hombre de perder 
Jamás una ocasión, no atreviéndose, sin embargo, a leer mis escritos con su acento italiano, 
metióse entre los que presidían la ceremonia, advirtiéndoles de que aún había otros versos que 
leer; y como mé había llevado por delante, hízome audazmente llegar hasta la primera fila, 
púsome entre las manos la desde entonces famosa cartera del capitán, y hálleme yo repentina 
-4 inconscientemente a la vera del muerto y cara a cara con los vivos. 

El silencio era absoluto ; el público, el más a propósito y el mejor preparado ; la escena so- 
lemne y la ocasión sin parí Tenía yo entonces una voz juvenil, fresca y argentinamente tim- 
l>iada, y una manera nunca oída de recitar, y rompí a leer... ; pero según iba leyendo aquellos 
«nis tan mal hilvanados versos, iba leyendo en los somblantes de los que absortos me rodestban 
•el asombro que mi aparición y mi voz les causaba. Imagíneme que Dios me deparaba aquel 
•extraño escenario, aquel auditorio tan unísono con mi palabra y aquella ocasión tan propicia y 
excepcional para que antes del afio realizase yo mis dos irrealizables delirios: creí ya impo- 
-sible que mi padre y mi amada no oyesen la voz de mi fama, cuyas alas veía yo levantarse de#* 
4e Siquel cementerio, y vi el porvenir luminoso y el cielo abierto..., y se me embargó la voz 
y se arrasaron mis ojos en lágrimas..., y Roca de Togores, junto a quien me hallaba, con- 
•dayó de leer mis versos. 

Guando, volviendo de aquel éxtasis, aparté el pafiuelo de mis ojos, el polvo de Larra había 
jra entrado en el seno de la madre tierra, y la multitud de amigos y conocidos que me abraza- 
t>an no tuvieron gran dificultad en explicar quién era el hijo de un magistrado tan conocido 
en Madrid como. mi padre. « 

Al. salir de allí, la reputación de Zorrilla estaba hecha. Había nacido del polvo 
•de **Fígaro'\ No sólo moral, sino materialmente. A los pocos días recibió la si- 
guiente carta: 

"Muy sefior mío: He tomado la dirección de El Español, periódico cuyas co- 
lumnas surtía Larra con sus artículos; pues la muerte se llevó al crítico dejándonos 
al poeta, entiendo que éste debe suceder a aquél en la Redacción de El Español. 



253 CARMBN DB plJROOS 

Sírvase usted, pues, pasar por esta su casa, calle de la Reina, esquina a la de la» 
Torrea, para acordar las bases de su contralíi, S; a„ F. G. de Villalba." 

Zorrilla fué después ingrato con Larra. 

Sin embargo, él misiVio reconoce más tarde su error, y en sus Memorias apa- 
rece eela retractación sincera; 

Ed cuanto a mi ingratitud..., por mfia que me aTergttence ; me homille tal confe^iAn, :t>o- 
laiero morir sin h.%cerlB. I^ mueiie de 'I.aiTa fué el origen de mis versos l^fdoa en el etmm- 
terio. Su cadAver llcvO allí aquel publico, dispuesto a Ter en mi un genio, salido del otro muádbi 
« íite por el boyo de au sepultura ; aiu las eitraSat circuDttancias de su muerte y de su «ntie- 
iTo, hubiera yo quedado probablemente en la oscuridad, y tal vez muerto en la vane abyecta' mi- 
feria; y apenBfl me vi famoso me descolgué diciendo nn día : 

Nacf como una planta corrompida 
al borde de tn tumba de un malvado, 
y mi primer cantar ti-éa un suicida... 
: Augurio fue, por Dios, bien desdichado! 

He aquí un insensato qup in:>u1ta a un muerto a quien debe la vida ; que iolenta desbonrar 
la memoria del muerto a quien debe el vivir bonrado y aplaudido, ¿Concibe usted, señor Ve- 
larde, un ente más ingrato ni más imbécil? Pues ése era yo en 1ÍÍ40: mezcla de incredulidad y 
Eupereticiau, ejemplar inconcebible de progresista retrogrado, que ignoraba, por lo visto, hasta 
la acepdOa de las palabras que escribía. 

Han transcurrido treinta y nueve afios; nadie ba venido jarnos a pedirme cuenta dé mis 
palabras, y aprovecho la primera, aunque tardía, ocasi6n que a la pluma se me viene para dar 
a quien corresponde nna satisfacción espontánea y jsiufis por nadie eligida; quiero decir: a 
la« hijos de Larra. 

Sobre el nicho de Larra quedd colocada la lápida, que aún conserva la familia^ 
con la inscripción siguiente : 

fIqaro 

(la amistad) 

a la memorfa de don mariano josé de larra, 

murrto el 13 de febrero db 1837 

A LOS 27 aSos de edad 

n. 1, p. 



. ( 

I 



necrología 



Parece que al sonido de las campanas de Santiago, que lloraban la muerte de 
""Fígaro", debía responder el sonido de todas las campanas de las demás parro- 
quias, extenderse sus sones plañideros de provincia en provincia, para llorar toda 
la nación la muerte de uno de sus más preclaros hijos; pero en lugar de ser así 
hay prisa en acallar los dobles y en hacer olvidar al muerto insigne. 

Después del homenaje de su entierro se cree haber cumplido con lo que se le 
debe, y la envidia al genio, el rencor al satírico y el miedo al suicida, tratan de 
enterrar su memoria. 

Es triste el espectáculo que da la Prensa española, sobre todo la Prensa de 
Madrid. 

Ningún periódico da noticia de la desgracia hasta el día 15. 

/¡r7 Castellano y El Diario de Madrid guardan un silencio vergonzoso acerca de 
la muerte del más castellano y más madrileño de todos los escritores. 

El Patriota Liberal no publica hasta el día 15 un sueltecillo en tercera plana. 

"^Tenemos el sentimiento de anunciar a nuestros lectores el prematuro y des- 
vaciado término que puso a sus días el joven literato D. Jos^S Mariano de L., cono- 
cido del público por sus graciosos artículos a los que solía suscribir con el nombre 
de "Fígaro". Gonsideramoe este suceso como una pérdida de difícil reparación para 
la literatura española. Guando tengamos pormenores positivos sobre este fatal 
acontecimiento lo transmitiremos a nuestros lectores; pues lo que hay de cierto 
hasta ahora es que en la noche de antes de ayer, un arrebato, al que no parecen 
extraños los celos, lo ha conducido al acto de desesperación que deploramos." 

El Duende Liberal decía el día 15: 

"Dicese que no ha dejado nada escrito (Larra), y que dos señoras acababan de 
salir de su casa cuando se oyó disparar el tiro que puso íin a su existencia." 

El Eco de Comercio no dice tampoco nada hasta el día 15 que le dedica este 
suelto : 

"A las ocho menos cuarto de la noche de antes de ayer, se suicidó de un pisto- 
letazo nuestro distinguido escritor Don Mariano José de Larra, bien conocido en 
el mundo literario por sus muchas y preciosas producciones, y cuya pérdida ha- 
brán de lamentar eternamente todos los que sepan apreciar nuestras glorias li- 
terarias, que tanto lustre han adquirido con las obras de este desgraciado joven. 
No nos atrevemos por delicadeza a manifestar la causa que ha motivado esta ca- 
tástrofe. 

"Noticiosos sus muchos amigos de que había de enterrarse su cadáver en la 
mañana de hoy en sepultura- de misericordia, por no haberse dado disposición 



254 



CARMEN DE BURGOS 



alguna por nin^no de sus parientes para que se efectuase con el decoro debido 
a uno de nuestros primeros ingenios, se decidieron a costearle su entierro y se- 
pultura, que tendrá efecto a las cuatro de la tarde de hoy, saliendo de la iglesia, 
de Santiago donde está depositado, acompañándole hasta su última morada lik. 
juventud literaria de Madrid." 

A los pocos días, el 19 de Febrero, publica un folletón firmado P. S. cuyo ob- 
jeto es protestar de un artículo de El Español empezando una polémica lamen-— 
table, de la cual la tontería de unos y otros hace víctima a "Fígaro", 



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DIARIO DEL PUEBLO 



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WipmCOLSS 15 DS TBBaBaO D t 1857.' rKíeio 6 cvaktml 



Don J<M^ Iffariaoo 4c Laira ja no 
txult. Llórcalc las letras, lat cicDciacj 
la amUu4. Nada ou'f diremos por oAor*: 
es demasiado violcoM ti golpe ^oe kc- 
mos recibido: el dolor j el tUoto nos lo 
imptdcD. ÜM es«e ÍAStantc vamos a acom- 
pasar sos irisica resios a la loniba y á 
darle allí el dltimo A D¡os.« 

NOTA. Roy no sakmos di podemos 
eKriUr el moaáko. 

La salida de los dipoiados Lojaa y 
Valle coo dicecctoa al ejercito del Nor- 
te ha llamado machóla atención del pd- 
Uieo, y dado lugar á mil conjetaras. Se- 
|«a la Gooalilncioa ao pocde ohicner 
empleo ai tomisioB del gobierao níngna 
Jipfllado, y Moqoc cata disposicióD de 
la ley faüdamcaial ha aMoeiiMric mo- 

tasa.: J* M. Mi MHBI'ia ét» ÍM 



(endicnie. Oíros dioea qac vaa de mU 
sioaen^ al ejército para persoadir á las 
tropas qnc no hay mejor sistcam políti- 
co qac el del mioisferto Calalrava t ai 
mejor pian de Hacienda qoc el adoptado 
por el scSor Mcndiubal, paesto^qne ae 
hallan tan bien atendidas las obli(;aeio- 
nes militares 911a el ofitial fue m tea m 
prádi§9 deU tener «n cinto de eouu. Otras 
en fin sutpendrn so joicio, cKarmenta- 
dos de tantos chascos como han llevado 
los qae se figuraron que el minitterio éti 
proirar-a y el del empriüito fortoso^ 
podían nacer nada bueno. Nosotros en 
medio de tantas dudas , confesamos que 
DO nos es fácil atinar con la verdad; pe- 
ro detOe luego aseguramos, que vayan 

<& Vengan comisionados, concédanse al 
gobierno facalladcs oniDfnmdaa d recdr 
janscle las que se le han 4*'o, siempf)p 
aucederá lo mismo, y es, que la gacrca 

*civil durará mientas prmrakftca «¡*^ 
leau político del^minialcrift ,; ^y "*" ^ 



M misoM mioislerioThicn,apeBas cviró 
lalaria. El dcacrddílo del actual miaisic^ 
rio es caata'dé lá tibieza coaq«c ae t am 
portal d^fDhiemo fraocds con el nucsim. 
Si 4cjMea,de ser ministros d aeSor Me». 
éiaahíal v sas colegas y caíraaea á reempla- 
áarict hombres de saber, amaates M 
ordea y de la justicia 'qa< pusiesca eublu { 
á auesira ruinosa hacienda , que ccbsca 
porque se admlnislrascA coa purcca las 
caudales pdblicos , que hablasen aiemptc 
la verdad en el Congreso , que m abas 
donasen las prerogativas. «le la eoroa 
^ac^irigiesea con ciencia y prudeoc 

iones, y qae por su respeiabiÜdád I 
_ ^NW^nlías á la nadoa #e au 
buen compütimiealo, es seguro que la | 
Fraacia aos ayudaría, y que con au <••- 
peraeíon y la de la IngUlerra se lermi- 
naria la guerra y se irían remediaudu lw| 
gravísimoa aules que dos ha hecha cidra 
acertado sistema del mni^ dot progrmmm^ 
Mik^jfmt ¡ffitmediaUemeate 4ihiia Ea- 
9^ 4ftllqrirjor iMfOf Mbt> 

El más lamentable de todos es El Español, Ese periódico en el que **Fígaro"^ 
había puesto tanto de su alma y que no da cuenta de su muerte hasta el día 1& 
diciendo : 

''No es Iónica la desgracia que acabamos de lamentar (la otra es la muerte del 
director del periódico, D. Juan Esteban de Igaza), anteanoche ha tenido fin la^ 
existencia de otro amigo nuestro, D. Mariano José de Larra. Quizás no haya persona, 
de las que pertenecen a la España ilustrada, que no conozca este nombre, quizás- 
no haya uno que no conociera al sujeto que lo llevaba. "Fígaro", el eecTitor qu« 
hacía asomar la risa a los labios de todos, el que se burlaba de todo cuanto el 
mundo admira y aplaude, no reía. 

"Fígaro" tenía un talento demasiado claro, un alma demasiado noble para 
no llorar de continuo, y cada uno de sus artículos que el público lee con carca- 
jadas eran otros tantos gemidos de desesperación que lanzaba a una sociedad co- 
rrompida y estúpida que no sabía comprenderle." 

La Gaceta no habla hasta el 4 de Marzo que mete su cuarto a espadas con mo- 
tivo de esa desdichada polémica y hace un sermón de moral. "¿Qué le faltaba a 
Larra? ¿No era padre y esposo? ¿No encontró un amigo a quien amar?" Acababa r 
"Vertamos un lágrima a su memoria y coloquemos una corona de laurel sobre I» 



FÍGARO 255 

fría losa de su sepulcro." "Murió Larra, pero "Fígaro" vive y vivirá eterna- 
mente." 

Estas i^ltimas palabras son las que excitan la polémica a que se lanzan El 
Eco del Comercio y La Gaceta. Desdichadamente El Español acepta la controver* 
sia y en la cuarta plana aparece el día 22 un remitido ñrmado por M. R. de T. (Ma- 
riano Roca de Togores), en el que se declara autor del primer suelto y se pierde 
en vanas excusas diciendo que no es "estúpida y corrompida toda la sociedad» 
sino una parte de ella que alentaba a "Fígaro" en sus extravíos". 

Por si no era bastante, El Español comete una felonía publicando en su número 
del 8 de Marzo una Carta a Fígaro, Donde un necio se dirige al escritor insigne 
con un tono familiar y burlesco, idiota, y dice: "Mal hiciste en matarte, "Fígaro" 
amigo, y perdona que emplee este dictado un novel escritor burlesco", y ter- 
mina firmando El nuevo Fígaro. Indigna este atrevimiento, se echa de meno» 
al escritor que hubiera podido contestarle con la punta del pie. Con razón dice 
Azorín: "Adiós, Español..., y no vuelvas." 

En él aparece un folletón cuyo primer artículo firma J. de S. y Q. (José de Sa- 
las y Quiroga). 

Suicidio de D. Mariano José de Larra. — Despuée de dos días de un dolor acerbo, despué» 
de haber derramado sobre la tumba de un infelia amigo, de un ingenio privilegiado, lágrimas 
do verdadera amargura, trazar en el papel algunas frases de consuelo es ceder a etrta natu« 
raleaa, cuyos beneficios son alivio a nuestros pesares. De todas las pérdidas que en los afioa 
de una existencia borrascosa nos ba hecho experimentar la mano de la muerte, ninguna, lo 
juramos, ha obrado en nosotros una sensación más profunda y tenible que la de nuestro 
amigo D. Bíariano José de Larra. De cuantos cuellos la muerte ha segado, ningún cuelLúi 
más digno de no caer; de cuantos corazones ha helado la tumba, ninguno más noble, más fo-^ 
goso y Abrasado. Una existencia de borrascosos afane?, de verdadera contemplación, ha for- 
ii»ado el tejido de un drama sublime, cuyo desenlace... está encerrado en la tumba; una flor 
hermosa no pudo arraigarse en un suelo corrompido ; esos ojos de fuego abrasaban a los que 
osaban mirarlos, y la flor se marchité y se apagó el fuego de los ojos. 

¡Pobre poeta!... Lanzado del délo a una tierra de maldición, sediento en el desierto, ja- 
más llega a asentar sus pies en el suelo, menos que un ángel, más que un hombre, e« flK>lo^ 
sin «tener donde tornar la vista ni a quien pedir una hora de delicia. Sus horas no ^n horas; 
son eternidades de agonía, y por cada instante de placer que se escapa a 8us labios de las 
manos del Creador, una nueva eternidad de pena viene a exigirle una terrible expiación. 

¡iPobre poeta!... Cuando inclina su frente al suelo, que quiere unir sus labios a los labio» 
de un mortal, que se rebaja a ser hombre, entonces se levanta un grito de la socicidad. qaft 
es como un soplo asolador que marchita la flor más pura, entonces el poeta que creyó ser 
hombre y que dejó el cielo, se consume en la tierra, se agita en estos estrechos límites del 
mundo, y tiene que dejarlos para subir al cielo, su morada. 

Ayer, al acom^pafiar el carro fúnebre del malogrado Larra, mil vagos pensamientos de do- 
lor agobiaban nuestro corazón; era un amigo que llevábamos a la mansión de los mucFtc^s; 
era un poeta desgraciado que íbamos a entregar a la tier;»; era una esperanza trocada por 
un recuerdo. Tantos amigos en nuestro tomo, todos tristes, todos melancólicos, todos llorando 
una muerte que todos d^loraban, recordando una existencia brillante, pero desgraciada, un- 
instante de delirio coronando una vida de filosofía. 

El cadáver de D. Mariano José de -Larra quedó en la huesa, y al lado de su sepulcro su 
joven amigo el distinguido D. -Mariano Roca de Togores elevó su voz de tristeza, pronuncld^ 
el elogio ftinebre del filósofo que durante su vida se ha cubierto con una risa sardónica, que- 
ba arrojado un sarcasmo sobre la sociedad donde vivió, tan infeliz en medio de M placeres. 
Nos contó algunos particulares de la vida de su muerto amigo, y hemos oído con placer que 
en breve verá la luz pública un drama que dejó sin concluir y que continuará uno de su^ 
amigos, bajo el titulo de Quevúdo, 

En seguida el fantástico joven D. José Zorrilla leyó con el mayor fuego una hermosa com<^ 
posición, a la cual damos lugar en nuestras columnas por parecemos digna de ver la luz pú- 
blica. Algunas estrofas, sobre todo, han sido estrepitosamente aplaudidas, y en una reunión, 
compuesta en su mayor parte de artistas, debía encontrar, por cierto, eco tan sentidos versos^ 
gritos tan dolorosos de una especie aparte de hambres, que viven en el mundo una vida d»> 
agonía. 



256 CARMEN DE BURGOS 



Ahí se acabó todo : se acabó el trato de los hombres con un cuerpo de barro ; en el corazón 
él» sus amigos, en la memoria de todo hombre sensible no ae acabará jamás el recuerdo del 
infeliz Larra, víctima de una pasión desgraciada, de una exageración poética peligrosa. Ojalá 
sea el último joven fogoso que de igual modo tenga el mundo que Uorax ¡He aquí, oh jóve* 
nes, hasta dónde arrastra a un alma de fuego el huracán de las pasiones ! \ Guay, oh jóve- 
-i)«8... aprended en esa tum1:«i! J. de S. y Q. 

Después hay otro artículo enfático e indigesto, lleno de filosofía barata que- 
firma M. (¿Mariano Roca de Togores?) y los verbos de Zorrilla. 

En este mismo periódico aparece dos días después este comunicado: 

Madrid 6 de Febrero. 

El sefior conde de la« Navas nos ha dirigido el siguiente escrito : 
.. "Murió lArra; ya no existe Fígaro; ya vivirán más a su placer loe mandarines que, abu- 
"sando de la credulidad del pueblo y del poder, hacían, aunque con temor a aquel pesado, la 
<!adena de su mando a la sombra de libertad de que todos carecemoe; la pluma independiente 
<ie aquel célebre escritor nos libertó más de una vez de las iras del despotismo enmascarado; 
justó es que tamaña pérdida la lamentemos muy particularmente los que por la independencia 
de nuestras opiniones nos hemos atraído el odio del poder, y aunque valientes ostentaremos 
Í3 lucha en favor do los derechos populares, no dejaremos de hallar un colosal vacío en nues- 
tras filas; la parca nos privó de un compañero, de un amigo; consagremos a su memoria 
nuestros esfuerzos para coronar la obra que anhelaba, es decir, por ver a su patria libre y 
feliz a la sombra de una buena legislación, que a la par que consolidara la libertad, la pu- 
diera a cubierto de los desórdenes y pandillajes que hasta el día la han despedazado. So 
];obk) corazón, su ardiente alma, se desborda por ver el fin deseado, tal vez una de las cau- 
sas que han podido contribuir a su desastroso término sea la ninguna esperanza que la ac- 
tual administración da para ello. Todos debemos sentir su muerte, y tal vez más que nadie, 
yo, que, honrado por su particular amistad, conocí desde luego de lo que era capaz y la pér- 
fida que en la suya podía tener ese desgraciado país, en el que por una fatalidad los genios 
•como el de mi amigo son tan raros; lo tínico que enjuga de algún modo mis lágrimas es el 
lucido acompafiamiento que le ha asistido al asilo del detocanro, en donde la más brillante y 
florida juventud ostentaba con recogimiento la convicción más pura de las virtudes del joven 
literato, y hacía votos al cielo por su eterno descanso. — Conde de (as Nava», 

Ramón Ceruti, atento a la política, aprovecha la muerte de su amigo para di- 
rigir la siguiente alocución : 

Electores de la provincia de Avila. 

liarra, el diputado del pueblo que vosotros nombrasteis para las Cortes Constituyentes 
que debieron reunirse en Agosto (lltimo, ya no existe, ya no vive entre nosotros aquel lité- 
rato, aquel patriota cuyo nombre yo recordé a las Juntas electorales, no por prevención mi- 
nisterial, sino por amistad política con el candidato, porque conocía sus principios, porque 
«Uos le hacían amar la libertad de su patria, el orden público y el fomento de su país. Yo, 
que conocía sus sentimientos; yo, que alcanzaba cuanto él comprendía, sin nivelarme por 
4»so a aquella imaginación ardiente y filosófica, puedo casi asegurar que si el momento de 
arrebato que privó a la Patria de uno de sus jóvenes más distinguidos, .de un joven que tal 
vez habria clasificado el siglo en que viviera, si tal momento hubiera dado tranquilidad 0. etu 
espíritu, aunque hubiese sido violenta. Larra, al apartarse para siempre de sus amigos y de 
la Patria que llora su fin, habria dedicado las últimas expresiones de reconocimiento a los 
electores de Avila, que le honraron con sufragios tan numerosos, arranoados por el conven- 
cimiento patriótico de los ilustrados proipietarios de esa provincia. Si la sombra de un hom- 
bre ilustre deja alguna impresión en los mortales, sirva ella para que los electores de Avila, 
en las primeras elecciones directas, den a la representfbción nacional un diputado digm de 
reemplazar a mi desgraciado amigo. — B. O. 

El Madrileño da cuenta de la desgracia el día 15 en un mezquino suelto: 

*'Se nos ha asegurado que D. Mariano Larra, el "Fígaro** español, se ha sui- 
cidado en la madrugada de ayer de un pistoletazo." 

El día 16 añade: 

*'Por antecedentes de esta catástrofe hemos averiguado que a las seis de la 
tarde del día 13 tomó en su casa (Larra) café con dos señoras. Oyéronse varios 
altercados, y el resultado fué marchar las señoras con visos de disgusto a las 



-4 

I 



FÍGARO 



257 



siete y media. Salió él a despedirlas y mandó a su criado las acompañase. Aun no 
habían llegado a la puerta de la calle, cuando se oyó un estrépito y saltar peda- 
zos de cristal a la calle. La bala que acababa de privarle de la vida, después d& 
atra\'e4er su cerebro, rompió la vidriera de su habitación. Su hija, de edad de 
oinco afios, fué la primera que le vio ensangrentado, cadáver, tendido a los pies 
de la mesa de su despacho. £staba elegantemente vestido, y parece que aquél día 
su tocado había sido muy esmerado.** 

La duda que nace acerca de si fueron una o dos las visitantes de Larra, por 
la contradicción de El Duende Liberal y El Madrileño con lo que dice Cortés en su 
biografía, queda aclarada con la carta de "* Fígaro '': "Venúi tú y tu amiga'*, que 
va fotograbada; asimismo se sabe la condición social de la acompañante. 

La muerte de **Fígaro" halló también eco en el extranjero. Dos periódicos 
franceses ha hecho conocer D. Ismael Sánchez que tratan de la muerte de "* Fíga- 
ro". **Azorín**, en vista de su desconocimiento y ligereza, les llama con frase 
gráítoa ** Castillos en Francia**; uno de ellos es la ñevué Britannique, de Man^ 
do 1837, página 49. La Nouvelle Liiteraire en Espagne. 



Enfln, il serait injuste de passer sous 
silence Tinfortuné Vega, imitateur de 
Scribe, dont il a popularisé les créa- 
tions sur la scéne espagnole. Dans le 
nombre de ses petites comedies, la plu- 
part empruntées au théatre franjáis, on 
en remarque surtout une qui a pour 
titre : Marcela o Cuál de los tres. Ge spi- 
ritual écrivain, qui signait ses feuille- 
tons du pseudonyme de "Fígaro", a 
péri récemment d'une maniere tragi- 
que. Irrité du dédain de la jeune reine, 
a laquelle il avait adressé plusieurs 
lettres pour lui déclarer sa passion, il 
provoqua en duel le favori Muñoz, qui 
garda aussi le silence. Le poete ne put 
supporter tant d*outrages et se suicida, 
tenant le portrait de la reine pressé 
sur son coeur. 



"£n ñn, sería injusto pasar en silen- 
cio al infortunado Vega, imitador de 
Scribe, de quien ha popularizado las 
creaciones en la escena española. En 
el número de sus pequeñas comedias, 
la mayor parte tomadas del teatro fran- 
oes, se destaca, sobre todo, una que 
tiene por título Marcela, o ¿cuál de las 
tres? Este espiritual escritor, que fir- 
maba sus folletos con el seudónimo de 
'* Fígaro", ha perecido recientemente do 
una manera trágica. Irritado por el des- 
dén de la joven reina, a la cual había 
dirigido muchas cartas para declararle 
su pasión, provocó en duelo al favorito 
Muñoz, que guardó tanibién silencio. 
Rl poeta no pudo soportar tantos ul- 
trajes, y se suicidó, teniendo el retrato 
de la reina apretado sobre su corazón.** 



El otro de Le Voleur, lO.o año, núm. 13, 5 de Marzo de 4837, dice: 



28 Février. — 'Mr. de Larra, littérateur 
espagnol, avait la manie de croire que 
la regente Christine était éprise de lui : 
il lui écrivit souvent sans avoir de re- 
pensé. II se ñgura alors que le seul mo- 
yen était de se battre avec Muñoz, lo 
favori. II lui envoya un cartel: Muñoz 
le lui renvoya sans rápense. M. le com- 
te de Larra se decida alors a se sui- 
cider. 

On Ta trouvé dans sa chambre, baipr- 
né dans son sang, un pistolet a la main, 
devant le portrait de la reine. 



''El Sr. Larra, literato español, tenía 
la manía de creer que la Regente Cris- 
tina estaba enamorada de él; la escri- 
bió frecuentemente, sin obtener res- 
puesta. Se imaginó entonces que el úni- 
co medio era batirse con Muñoz, el fa- 
vorito. Le envió un cartel; Muñoz se 
lo devolvió, sin respuesta. El Sr. Con- 
de de Larra se decidió entonces a sui- 
cidarse. Se le ha encontrado en su 
cuarto, bañado en su sangre, con una 
pistola en la mano, ante el retrato de 
la Reina." 



n 



258 CARMEN DE BURGOS 



No queremos dejar de colocar entre edtas necrologías una carta del general 
Fernández de Górdova, dirigida a su hermano don Fernando, que asistió al en- 
tierro de "Fígaro". Dice: 

"Celebro que hayas ido al entierro do Larra. Su suicidio me ha afectado y 
afligido mucho; ly por una mujer, en una época como la presente! Esto debió 
ser, en verdad, un verdadero rapto de demencia. Tenía Larra una gran capa- 
i'idad, que admiré mucho siempre, pero que siempre me pareció mal dirigida. 
Es una gran pérdida para nuestra literatura, y yo la miro también como perso- 
nal. £1 país hubiera podido contar para muchas cosas con aquel desgraciado 
muchacho." 

La más íntima de todas es esta carta de su tío don Eugenio, escrita a ios 
cuatro días de la muerte de "Fígaro", en la que narra todos los sucesos a su 
hermano, y en la que aparece escrito el nombre de Dolores. Desgraciadamente 
no existe más que el primer pliego de carta tan interesante. 
"Madrid, 17 de Febrero de 1837. 

Mi muy amado hermano Mariano: Convencido de que con tu talento y filo- 
sofía, y después de pasados los primeros momentos del dolor, te hallarás ya 
on disposición de poder oír la revelación de la fatal y desgraciada ocurrencia, 
paso a referírtela, aunque conozco será para renovar tus llagas. 

El 13, por la mañana, se manifestó muy diligente aquel infeliz con sus cria- 
dos, previniéndoles limpiasen toda la casa, encendiesen más braseros, et".: es 
taba, al parecer, más contento que otros días, muy agradable con la familia, y 
so vistió con la mayor elegancia, cortado y rizado el pelo de peluquero; a cosa 
de las tres de la tarda, fué a visitar a Pepita en la casa en que se hallaba esta- 
blecida de común acuerdo; observando ésta su alegría, diferente del estado que 
manifestaba hacía días, en que estaba triste, pensativo y hablando siempre de 
la muerte, le indicó sus deseos de ir a ver a Adelita aquella noche, a lo que re- 
plicó el difunto lo suspendiese hasta el día siguiente, que se la mandaría a co- 
mer y vendría él a los postres, a pretexto de estar ocupado esta noche con 
dos amigos en su casa. 

A cosa de las siete y media de la misma (según consta de declaración de los 
criados) se presentaron en ella dos señoras, una más anciana que otra. La voz 
pública designa a la segunda por doña Dolores Armijo de Cambronero, quienes, 
después de una conversación acalorada, según los gritos que se percibieron, a 
cosa de las ocho, a consecuencia de un campanillazo, dio orden Mariano a su 
criado para que las acompañase; marcharon, cerrando él en seguida con un 
gran golpe las dos puertas intermedias a su despacho; a pocos momentos, y antes 
que regresara aquél (a quien despidieron ellas cerca de Santiago), oyó la criada 
un ruido confuso, que atribuyó a haber derribado su amo el velador con el 
juego de café, por ir acompañado del que produce la caída como de vidrios; así 
56 lo manifestó al criado, añadiéndole: "i Jesús, qué de mal humor ha dejado 
al amo esa visita." Pero no atreviéndose a entrar sin ser llamados, según sus 
órdenes, aguardaron a que acabase de cenar la niña, y entró el criado con ella 
a dar las buenas noches a papá, según costumbre, a quien encontraron cadávei\ 
tendido en medio de su despacho. El criado, asustado, y la niña gritando, salie- 
ron despavoridos y se lo dijeron a la criada, avisando en seguida aJ ministro de 
Gracia y Justicia, que vivía debajo. 

En el reconocimiento practicado por los facultativos ha aparecido el papel 
cuya copia es adjunta, el que, según noticias y presunciones fundadas, fué es- 
crito pocos días antes al tratar de un desafio a muerte por esa misma mujer 

que no llegó a veriñcarse. 

T .. -"*Aridad judicial, como es indispensable en esos casos, tomó conocimiento 



fígaro 



259 




'M:^itn/i4, 



4 »^^ 



desde el principio de tan desastroso suceso y llenó completamente sus deberes, 
no pudiendo nadie mezclarse hasta que concluyó sus funciones. 

La Sociedad de Literatos dispuso la conducción de los restos de su amigo 
al cementerio de la Puerta de Fuencarral en una carroza fúnebre, adornada con 

/ 







/e^y^^^/wí /m A^^f^^ »^^^*^2 ^**^T;? ^ ^f^O'^-K^ A^ 
/V^*^^/»;» 'T^^/^/a ^í^^tc ^é^^ f''**^iry¿ ^^^»A 



ün» pági&A de 1» o»rt» d« D. Bagenlo d« Larra. 



260 CARMEN DB BURGOS 



una corona de laurel y varios tomos encuadernados, tirada por cuatro caballos 
enlutados, con acompañamiento general de todos ellos, doce pobres de San Ber- 
nardino con hachas y otros doce niños, dirigiéndose, por la calle Mayor, de la 
Montera y Fuencarral, a su destino, donde fué colocado en un nicho, improvi- 
sándose por los concurrentes en loor de su ingenio varias composiciones, tanto 
en prosa como en verso. 

Se asegura se trata de poner una lápida sepulcral con una mención hono- 
rífica, como homenaje debido a su mérito. 

Su inconsolable esposa, en medio del dolor en que se hallaba sumida, ha ma- 
nifestado su gratitud a tan bien merecí...** 

No debemos pasar en silencio el artículo de Molíns El último paseo de ""Fí^ 
garó"", que con gran inconsciencia hemos leído y citado todos, hasta que ha 
llegado el momento de examinarlo a la luz de la crítica. Don Emilio Cotarelo puso 
hace ya tiempo en duda las afirmaciones de Roca de Togores. Después de un 
examen detenido y de la nueva luz que aportan todos estos documentos, la vera- 
cidad de ese artículo puede negarse en absoluto. El último paseo de '^Fígaro'* 
no tiene más que el poco o mucho valor que posea como artículo literario. No 
tiene él más ligero valor de documento histórico. 

Molíns ha empleado para ese artículo el mismo procedimiento que para los 
demás del libro. Lo mismo hace hablar a "Fígaro" que hace hablar a San 
Francisco de Borja o a don Fadrique de Carvajal en los otros opúsculos. 

En primer lugar sabemos cómo empleó Larra el día y que le faltó tiempo 
para ese fantástico paseo que supone Togores. 

Después sabemos por testimonios irrecusables, como el de su esposa, su tío 
y Mesonero Romanos, que aquel día "Fígaro" estaba más alegre y optimista 
que desde hacía mucho tiempo. Sentía renacer la esperanza, y lo más lejos de 
su ánimo era la idea del suicidio. Esto aleja la posibilidad de esa actitud melo- 
dramática en que lo presenta Molíns, y que no tuvo nunca, limitándose a ser taci- 
turno y melancólico, no locuaz y trágico. El carácter de "Fígaro" hace impo- 
sible creer que llorase así en medio de la calle, y que a la majadería que supone 
haberle dicho Molíns: 

** — ^Yo pienso que su conciencia de usted es buena; su conducta, criminal; 
sus palabras, tristes; sus escritos, festivos", respondiese "Fígaro: 

" — Usted me entiende. Voy a saber si otra persona me ama." 

No es "Fígaro" ese hombre paradoja que en ese resumen quiere hacer Mo- 
líns, aun cuando se admitiera el texto de su conversación. Pero éste no puede 
admitirse tampoco. 

¿Qué hombre en un paseo con un amigo íntimo, al que ve casi todos los días^ 
con el que colabora, empieza a contar su vida en el tono siguiente?: 

"Nací en Madrid el 14 de Marzo de este siglo." Natural que no sería del otro. 
"Salí a luz en la Casa de la Moneda, y desde entonces apenas he pagado la visita a 
mi patrona. Bautizáronme en Santa María, iglesia como mi fortuna, ek," 

Y sigue contando toda su biografía detalladamente; "emprendí en 1827 El Duen- 
de Satírico'', y enumera artículos, obras de teatro y traducciones do un modo in- 
verosímil. 

Arbitrarios e indignantes son los juicios que pone en boca de "Fígaro", obli- 
gándole a hacer una autocrítica. "El gusto se apartaba además del clasicismo, y, 
por consiguiente, nada me produjeron estas obras más que una buena cosecha de 
i?abafíones en Navarra en 1834. Conocí que mejor que estudiar héroes antiguos era 
iBorder a los modernos." "La poesía me presentaba el más fácil acceso; la cultivé; 
usted sabe cuan poco valen ñus versos."" 

"Con el movimiento político comenzaba también el literario; aprovécheme de 



FÍGARO 261 

él y di el Macias.'' ^'üna vez aceptado el papel en la comedia me sujeté a las con- 
iliciones de comediante; busqué querida; presumí tener amigos...; engañóme la 
ima, vendiéronme los otros. Mis folletines seguían en tanto su carrera; mi fama 
«recia; los Ministerios cafan, unos al ruido de mis artículos, otros impelidos, sin 
duda, por las circunstancias; el público, que veía esto y que no deslindaba ambas 
cosas, miraba mis escritos como la gente preocupada el aullido nocturno de los 
perros, como anuncio de muerte próxima." iQué mala intención y qué pedestre 
imagen! lY pone esto en boca de "Fígaro"! 

Y así sigue; le hace hablar a "Fígaro" de su viaje como a un viajante de co- 
mercio y envanecerse de la gente ilustre que en él conoció; lo pone en ridículo 
como político, haciendo que diga: "Alistóme en un partido que me hizo diputado 
por Avila para las Cortes revisoras; pero se quebraron pn el cascarón, y cáteme 
usted engendro de hombre público y de literato transmigrado,"" 

No hay nada íntimo, nada que sea secreto, nada no vulgar y conocido y sobre 
todo no hay nada humano. No, no es humano que "Fígaro" hable reciUiOdo pá- 
rrafos de sus artículos. • 

Sus apreciaciones sobre su vida íntima están tomadas de El casarse -pronto y 
mal; sus juicios sobre Campo Alange, textualmente de la Necrología; las afirmacio- 
nes sobre el valer de la aristocracia, del talento de ¿Qué cosa es por acá el autor 
de una comedia? Las palabras con que pinta su desesperación están tomadas de 
El Día de Difuntos. Comprobémoslas: "España es para mí un cementerio; mi cora- 
zón, lleno no ha mucho de vida, de ilusiones, de deseo, no es más que un sepulcro 
en que dice el epitafio: "aquí yace la esperanza". Cuando habla de la pena del amor 
que lo mata se expresa con las palabras escritas en la crítica de Los amantes de 
Teruel; "las penas y las pasiones han llenado más cementerios que los médicos 
y los necios; el amor mata (aunque no mata a todo el mundo), como matan la am- 
bición y la envidia. Las teorías, las doctrinas, los sistemas se explicíin. los sen- 
timientos se sienten." 

¿No es ridículo hacerle hablar a "Fígaro" así? ¿No se ve a Molins en su des- 
pacho componiendo un artículo sobre los elementos dados por Larra en su obra? 

En el tomo 4.° de sus Discursos Académicos dice Molins que paseó con " Fígaro '^ 
el día de su muerte y que desde las alturas del Retiro vieron derribar la cruz de 
la iglesia del Buen Suceso en la Puerta del Sol. Larra se paró... miró tristemente 
el lejano espectáculo... y señalando coij la mano preguntó: 

"¿Qué dejan esos hombres al que quiere salirse del mundo no habiendo Claustro? 

¿Sus pistolas?" 

Para que no falte nada al final de la confesión está el acto de contrición. "Si 
yo comenzara a escribir ahora — le hace decir a "Fígaro" — no lo haría en un gé- 
nero que todos celebran y ninguno estima, etc., etc." 

¿Cómo en tanto tiempo no se ha examinado bien este artículo para colocarlo en 
•el lugar que le corresponde y despojarlo de todo valor documental sobre "Fígaro"? 

Es un artículo ridículo y mal intencionado. Veamos cómo en las últimas pá- 
ginas narra el entierro de "Fígaro": 

"Lo cierto es que jamás se vio en Madrid más lucido entierro : literatos y artis- 
tas rodeaban su carro fúnebre; encima, como por trofeo, iban unos cuantos libros 
<iue si no nos informaron mal eran No más mostrador, etc.'' — ¿Si no le informaron 
mal? ¿Pero no lo vio él, no asistió, no se complace en figurar como el amigo intimo? 

"Una corona de laurel lo cubría, y al ver pasar este lucido concurso, cual jamás 
lo vieron los tiempos presentes, ni lo recuerdan los antiguos, sino en obsequio de 
Lope, al pensar, digo, que poco antes, Arriaza, poeta también y satírico, como es- 
totro'' — igualito — "había muerto oscuro e ignorado". — ^Naturalmente — "no pocos 
preguntaban: ¿es el obsequio al autor o al suicida?" — ^Y era Molins precisamente 



263 CARMEN DE BURDOS 

el que había de llevar la voz para formular esta pregunta absurda. Añade: "Los 
que tomamos parle en él, como amigos no podemos respondcT." 

A esta perfidia, cobardía o torpeza de Moiins responde noblemente "Azorfn" 
diciendo: "PUes la contestación era facilísima: El homenaje es al amigo quepido^ 
al compañero inforLunado, para quien la vida fué amarga, al grande, al extraor- 
dinario, al admirable escritor que supo poseer una viva sensibilidad, una clara in- 
teligencia en cuanto escribió. La contestación era de una facilidad enorme, pero- 
el amigo — el amigo — no supo contestar." 

Hora es ya de que los que amamos a Larra nos propongamos fijar el valor d» 
los hechos y colocar en su justo medio a falsos amigos y disimulados detractores. 
También entre las obras inspiradas en la tragedia de Larra está la obra de doi> 
José Díaz El poeta y la mujer. 

El suicidio de Larra fiada quita ni aífade a su mérito de escritor. Es una cosa 
aparte, completamente, que no influye en su labor para nada. 

En su vida de hombre su suicidio le da mayor prestigio. Abona au sinceridad. 
No es un farsante, no es un hombre que busca querida, porque ese es el uso, el 
hombre que en un momento de dolor intenso firma con au sangre su pasión. Hay 
suicidas literarios que mezclan a su deseo de muerte desengaños, descontento 
de la vida, diaquisiriones, lo que podemos llamar un elemento cerebral da pe- 
simismo, de cansancio. Larra no es de ésloa. No ea Larra un suicida literario 
por máa que sea un literato y que su sensibilidad agudizada y torturada lo entre- 
gue mia indefenso al dominio de las sensaciones. No es el literato el que sientA 
el dolor; es el hombre el que se suicida arrollando al literato: la pasión de "Fíga- 
ro" es poderosa, sincera, vivida, humana; por eso se hace tan simpático y halla 
tanto eco en nuestros corazones. Larra es quizás el único literata que se suicida 
sólo por amor, que es un hombre que ama nada más. Ganivet siente la duda que lo 
atormenta; Felipe Trigo es presa de la neurosis. I-eyendo al francés Gerardo de 
Nerval se adivina al futuro ahorcado. 

En José Asunción Silva, el poeta de América, hay un desequilibrio cerebral. 
Elementos literarios se hallan en casi todos los suicidas, como los portugueses 
Camilo Gastelho Branco y Anthero de Quental. 

Tal vez el único que podemos comparar con "Fígaro" en su suicidio es Manuel 
Acuña, que siente el mismo bárbaro dolor. 

En nuestra literatura, donde, aunque otra cosa se creo, la pasión es máe artifi- 
ciosa que real, el único hombre que se mala por amor es "Fígaro", como el único 
que se muere de tristeza de amor, es el traicionado y noble autor del Canto a 
Teresa. 



CftpiUadal camanta 



XXI 



INVENTARIOS 



¿Qué bienes deja Larra? Ningunos. £1 inventario judicial de sus muebles, ai- 
bajas, ropas y efectos, al que varias veces nos bemos referido, nos muestra todo 
lo que poseía. Da idea de una acomodada medianía, de un modesto desabogo; ni 
vive con estrecbez ni principescamente. 

Este inventario completo, copiado del original, es como sigue : 

Inventario de loa bienes muebles, ropas y efectos encontrados en la habitaci6n del difunto 
Don Mariano José de Larra : 

Un jarro, palangana y toalla con pie de caoba. 

Una cama chaceada de caoba. 

Tres colchones de Terliz henchidos de lana. 

Una sábana de Corufia. 

Una fdem de lienzo fino guarnecida. 

Dos fundas con sus almohadones, finas, guarnecidas. 

Una colcha de cotonía guarnecida. 

Una bacía. 

Una caja de orinal de caoba, con dos senos y el vaso corre8,nondiente. 

Un sofá de caoba, con rollos, asiento y respsldo de cerda negro, y 12 sillas compafieraa. 

Un sofá de caoba, con asiento de paja de colores, y 12 siliaa compafieras. 

Unn caja de brasero chapeada de caoba. 

Una bacía de azófar con badila de metaL 

Un sillón de caoba, con brazos y colchoncillo, forrado de badana verde. 

Una mesa de doblar de tuerca, chapeada de caoba, pies torneados. 

Un reloj saboneta de oro, con cadena del mismo metal y su llave. 

Seis alfileres de oro. 

Tres sortijas macizas, del mismo metal, una de ellas con un topacio. 

Cuatro cucharillas para café, al parecer de plata. 

Una mesa tocador, chapeada de caoba, con su luna ovalada suspensa en brazos. 

Un lavador de boca con cu platillo correspondiente y vaso, al parecer de cristal de rooa. 

Un quinqué de bronce con su bomba de cristal labrado. 

Dos frasqueras de cristal de roca para ensénelas. 

Un cofrecito de la misma clase pora cepillos de limpiar dientes y contiene dos cepillos. 

Una botella, con su platillo correspondiente, de la misma clase. 

Un acerico con su pie, y dentro tres cordones, con una llave pam reloj y un adorno. 

Dos peines negros con su brocha de pezuña para peinarse. 

Un espejo circular con mango negro. 

Un bote con jabón de almendras para afeitarse. 

Tres cepillos, dos de cerda negra y uno blanca. 

Un cubierto pequeño de plata que usaba la niña. 

Dos cajas que contienen tres navajofir de afeitar y un alisador en otra. 

Un sello con las iniciales M. J. L. 

Un cerillero de caoba. 

Una gorra de terciopelo y piel. 



26 i CARMEN DE BURGOS 



Una caja para reloj de tafilete encarnado. 
Ocho pares de guantes. 

Un paraguas do gro morado, muy obscuro. 
Tres cuadernos de papel blanco holandés. 

Una Ifimina y un paquete de tarjetas con el nombre del difunto. 
Un bafit6n de cafia. 

Una mesa de caoba con columna y cajdn. 
Un velador ochavado de lo mismo. 
Cuatro rinconeras. 

Una banqueta, forrada de encarnado, para el soffi. 
Cuatro copas lisas de cristal. 
Dos floreros de cristal labrado. 
Otro velador ochavado con cajones. 
Tres pedazos de alfombra. 

Un velón de metal con rolojera de piedra, fanal de cristal y peana de nxadera, su autor, 
Bouchet e Hijo. 

Una luna espejo con marco dorado de mfts de una vara de ancho y tres cuartas de alto. 

Seis cubiertos de postre y seis cucharillas con mango blanco. 

El esterado de la habitación con estera fina de verano. 

Cuatro tacillas con sus platitos. cafetera y azucarera, de loia fina, con ribetes dorado». 

Una bandeja mediana. 

Una pequefia. con despaviradelas. 

lycm pares de pantalones de paño, unos de color y otros negros. 

Dos fraques de ídevn, uno verde y otro negro. 

Una levita de pnfio negro. 

Cuatro chalecos, tres de seda y uno nx'^gro. 

Uno negro do seda, color blanquinoso. 

Seis pares de verano de diversas clases. 

Una camisola de batista. 

Un camisolín con chorrera de lo mismo. 

Un candelerito de bronce para la mano. 

Una corbata de seda y cuatro pañuelos' de lo mismo. 

Dos pañuelos de !K>da blancos. 

Una camisa de color. 

Un mantel y seis servilletas. 

Tres pares de medias para niña. 

Tres pares de guantes. 

Dos sábanas, una guarnecida y otra lisa. 

Dos almohadas guarnecidas. 

Un frac y tres pares de pantalones usados. 

Una capa de paño, de color de la lana, con embozos encarnados. 

Un capote de paño negro, usado. 

Uno ídem de hule. 

Una bata do alarodón tola de cuadros. 

Un saco de noche. 

ITna toalla sucia. 

TTna caja do madera fina con llove y lavativa dentro. 

Tres sombreros de seda. 

Libros: Balbi. "E5?tadÍ5tica de Portugal", dos tomos en pasta. 

"Obras de Quevedo**, seis toónos en pergamino. 

"Panorama literatura de Europa", un tomo en francés, on holandesa. 

** Parnaso Español", tres tomos pasta. 

''Pontaincbleau", un tomo rústica. 

Una guía francesa. 

Cinco cuadernos de la obra titulada "Horas de Invierno". 

** Revolución de Francia", IV, V y VI tomo. 

*E1 Dogma de los hombres libres", un cuaderno. 

*** Palabras de un Creyente", un tomo rústica. 

*Oartas persianas", dos ídem M. 

"Consideracionefí sobre la grandeza de los romanos y su decadencia", uno ídem id. 

"La Rochefoucauld ", uno ídem id. 

^ Viaje sentimental", uno ídem id. 

"Enriada", otro ídem. 

•^Tauromaquia", uno ídem. 



13 comedias 7 Operas pncuadernadas en rdatica. 

"Plfato", tres lomoa encuadernados en bolandesn y otro en rOi 

"Literatura dramAtica", en francéa, tres tomos. 

Obna completas de Currier. un tomo ídem. 

Ouatro "Uuerfdiiaa de Itruspla-í", ídem. 

"El Komanccro', un ídem. 

"Romance de los Infantes de T^ra". un fdem. 

"El Trovador", en francés, un ídem. 

"Método para aprender Inglés por reglas", un tdem. 

"Don Juan de Auítria", francés, un ídem. 

"Holanda o el orgullo del siglo XV", dos tomos holandesa. 

"OoltcciOn Constitucionea", a la rÜBtíca, en espaQol, \in fdem, 

"Panorajoa matritense", doa ídem. 

"Poesías de Mnrllnei de la Rosa", un ídem. 

"El Jefe de obra de un desconocido", francés, dos ídem pasta. 

"Cuentos morales", por Marmontel, cuatro fdem rústica. 

"Noticia de loe cuadros de la Exposición del Museo Británico 

"Roqueña", biografía de autores j sotr 

Varios pliegos íin encuadernar de poesli 

Siete comedias a la riVitica. 

Varios cuadernos y folletos a la rftstica. 

Catorce cnademos de las "Memorias oi-íginnlt's del Príncipe de ia l'sz". 

Un Gofñ de Victoria, asirnlo dn paja de colores, con costillas, j 12 sillas Iguales. 

Siete sillsa de diversas clases- 
Dos bsnquetas. 

Una cama chica, tablado verde, un jergún, dos sábanas, dos almohadas j una colcha. 

Dn catrecillo blanco, dos colchoncitos v tres mantas. 

Una bacía de azófar con caja de nogal y badila' de metaj. 

Una de hierro, badila de lo tníMno y mjn do iiitjo. 

Cuatro cnndeleros de metal dorados a 
fuego, con stis arandela» de cristal. 

Un arca de nogal, y dentro de ella 
varias ropas de la niDa de muy poco 

Un fregadero de pino con doi ba- 

Una tinaja del Toboeo con pie y 
tapa de pino. 

Dos taburetes de pino. 

Una plancha con su píe. 
Una mesita pequefia. 

Dos sartenes de hierro, una muy 
peqae&a. 

Un cacharrero, unos fuelles, aceite- 
ros, Irévedea, parrillas, cacillo y tenazas. 

Una corta porciOn de TÍdriado or- 
dinario. 

Diez y seis platos y dos fuentes de 
losa ñnn. 

Una jarra y iina palangana de loza 
de Valencia. 

Cnatro vasoa de cristal. 

Tres botellas ídem blancas. 

Cuatro de vidrio, de cuartillo y medio. 

Una copa y un vaso de cristal de roca. 

Un barreSo grande de Alcorrñn, 

T'n lebriUo blanco. 

Madrid, 14 de Febrero de 183T. 

Hay un paquete de descripciones de Geografía e Hialoria d» Espafia, algtinu 
en francés, que son, sin duda, borradores de trabajos hechos en París. 

(En estos escritos en francés está la descripción completa de toda España y Por- 
tugal. Una bella descripción de Madrid de su tiempo que en nada va en zaga a las 



266 CARMEN DE BURGOS 



de Mesonero. Describe todo apoderándose de sus rasgos. Aquella Puerta del Sol,, 
''punfo de reunión de hombres de pequeños negocios que pasan horas y horas de 
pie, 7 la animación, que haría ereer a un extranjero en el comienzo de un motin". 
La Plaza Mayor, **la más bella de España". La pequeña Plaza de Santa Cruz, en 
donde estaba la cárcel de Corte con el famoso letrero que decía haber sido construi- 
da "para comodidad y seguridad de los presos". 

Debían estar hechas para la obra de Taylor, de que habla en la carta a Delgado, 
que inserto anteriormente. 

La portada del libro de Taylor que he visto tiene fecha MDC*OCXXTT, y el que^ 
cita Chaves dice que es de MDCCCXXXII, y Larra fué a París en 1835. 

Tal vez el texto es posterior a la fecha que indican los grabados. En cuanto a 
los Tableaux de la Peninsule, no he podido hallarlos. 

Uno de los originales escrito en francés que he hallado entre sus papeles es ef 
siguiente : 

TA VENTANA DE UNA BELLA EN ANDALUCÍA 

LA MUJER T BU GUITARRA 

¿Veis esa casita, cuya fachada os deslumhra, hlanqueada con cal, como ésta, y en la qae- 
te reflejan los rayos del sol de Andalucía, una larga galería descuhierta corona, siguiendo 
todo su contorno, su tejado, donde crece la hierba a Teces entre las grietas de los ladri- 
llos, de junturas desiguale»? Es la azotea, a la cual, en una noche tranquila de Julio, la 
familia española sale a respirar el aire aromado por el azahar, la flor del oloroso naran>»; 
el patio de entrada estft cuidadosamente rearado, y un ancho toldo colgado le protege de lo» 
ardores del astro diurno. Allí, el apacible andaluz, perezoso, dormitando, lánguidamente 
mentado sobre una silla rústica de madera, fuma con fruición su cigarrillo, del cual extrae 
y lanza al aire frecuentes bocanadas de humo. La chaquetilla, tiesa, con botoncitos platea^ 
dos; el chaleco, de colores vivos; la faja de seda roja, el cabsón soi^enido por unos lazos 
de seda, la media blanca, la pechera deslumbradora, el pafíuelo sostenido en el cuello por 
un anillo de oro, y en su cabeza, inclinado hacia un lado, el sombrero, de anchas y redondas 
alas, cuya copa, adornada alrededor por una cinta de terciopelo negro, se levanta en forma 
de pirámide. Es el andaluz. Su perro está a sus pies. Goza de su embriagadora pereza. Se 
encierra en sí mismo, tiene conciencia de que vive, y eso le basta. 

Se abre una ventana con un mido apagado en el piso bajo; no se ve ninguna luz; al 
amor le gusta el misterio y vive en la sombra; diríase una cárcel: largos barrotes de hierro 
se entrecruzan en la ventana e impiden la entrada al amante atrevido; tras la reja se ha 
dejado ver la hija del andaluz de lindos piececitos seductores, de pierna bien modelada» 
de tez morena , de ojos chispeantes y de negras trenzas, de seno- levantado y palpitante, 
de delgado talle, que diríase va a quebrarse y que se balancea sobre las mórbidas caderas 
como una flor sobre su tallo ; no posee la andaluza más que sn amor por toda gala, pero qné 
hella es. Su mirada de fuego es el rayo que os abrasa y os trastorna. 

Pero escuchad. No oísteis algo. Es un instrumento... de sones agudos y graves que se 
suceden rápidamente; un aire alegre y melancólico a un mismo tiempo; es la tristeza de la 
dicha ; a veces resuena sólo una cuerda, punzada por un dedo delicado ; otras, son varias 
cuerdas que se armonizan y producen un sonido ruidoso y prolongado. Es el instrumento, 
es la guitarra ; es el instrumento nacional, es el lenguaje de la andaluza. Cómo hace hablar a 
fita guitarra. La oís; comprendéis ese lenguaje porque os habla al corazón, porque es el 
lenguaje del amor, y estuvisteis enamorados vosotros también alguna vez. 

No tiene más que trece afios la muchacha; ni siquiera los ha cumplido, y no tiene 
novio; no quiere decir esto que los jóvenes del pueblo no se hayan enterado aun de sus en- 
cantos nacientes...; pero ella ha soñado con un novio; le ha adornado con todas las cua- 
lidades del corazón, le ha prestado sentimientos fogosos, y la realidad no se ha presentado 
uún a sus ojos con toda la poefía de su corazón. 

De noche es cuando las sombras favorecen tan dulces ensuefios: ve dibujarse a sn no^ 
vio en la sombra ; entonceti r.lza sus ojos al cielo, y un suspiro se escapa de su seno estre- 
mecido y BUS dedos afilados tranmiten a las cuerdas de su instrumento las vibraciones de 
fU corazón. 

La guitarra es su intérprete, porque en el rodar de sn pensamiento cree escuchar absorta 
la voz de su amado fantasma y la guitarra es quien le responde. Íjsl triste y suave rondefia 
es sustituida por la alegre seguidilla, y en su lenguaje misterioso la desatinada jácara y el 



FÍGARO 267 



rasgueo melancólico ae suceden tan rápidamente bajo mm dedos como la alegría y la tria- 
toza comparten alternativamente su amoroso éztasia. 

Si llega entonces la ronda de mozos y de majos que andan dando vueltas por la du- 
dad cantando y toocndo ante las bellas juveniles, y se detiene ante su ventana entreabierta, 
la joven andaluza palidece y un ligero estremecimiento de indignación sacude sus sentidos;, 
que atrevimiento ropn^senta en ellos el venir a turbar de este modo su dulce coloquio : son 
testigos inoportunos que llegan a interponerse entre ella y su amigo. Ha cal1nd<i ]n gnita<* 
rra, y ella ha mirado; pero no es la inquietud de la enamorada; es la curloeidad de la 
mujer. 

El mfls atrevido de la comparsa se ha acercado de pronto; su traje le delata. 

Comienza una suave tonada..., pero, ¡oh, sorpresa! En el acto la joven de ojos negroa. 
ha cerrado sus pjlrpados abrasadores; su guitarra se le escapa de las manos. ''¡Virgen San- 
tísima! — ha exclamado toda temblorosa — . ¡No era él tampoco!" Y una lájirima ardiente se 
ha deslizado por su mejilla. Se ha cerrado la ventana, y la alegre ronda se retira y ya a 
dar a otros sitios la serenata y el amor. 

Sin embargo, la muchachita llora. ¡No era él tan&poco! ¡Ah, Virgen Santísima, ampa^ 
radia cuando sea él de verdad, porque él vendrá, sin duda, y vendrA a esta misma ventana 
y allí cambiará con la joven andaluza estas tiernas palabras de amor durante la noche 
protectora... La joven andaluza tiene trece afios y sabe puntear en su guitarra. El no está, 
lejos. B^ntonces llorará ella de bien distinto modo, quizás entonces olvide su guitarra... 

• 

Este artículo tiene la particularidad de que el retrato que hace de la Joven an- 
daluza es el mismo retrato que encuentro de Dolores entre sus papeles y que ñgura 
en el capítulo ^^Intimidades*". Por ese escrito venimos en conocimiento de qu» 
Dolores era también sevillana. ^ 

Otro artículo interesante es el que inspira a Larra la célebre matanza de los 
frailes, acusados de haber envenenado las aguas. El alto espíritu de ''Fígaro** 
tenía que indignarse por igual contra los dos fanatismos en lucha. 

En el artículo ''Dios nos asista*' Larra habla de la matanza de frailes y, aun- 
que ese maravilloso artículo es la iniciación de la más avanzada insurrección so- 
cial, dice: "Muchos liberales se aíligieron y yo también me afligí. ¡Vaya! Pera 
no precisamente en cuanto a liberal, sino en cuanto a hombre." "Azorín**, con 
su gran clarividencia, comenta: "Si se afligió en cuanto a hombre, se afligió, con- 
secuentemente, en cuanto a liberal y en cuanto a todo." 

Este artículo, que no se había de publicar en España, le da la razón a ''Azo- 
rín" y prueba más y más la nobleza de alma de "Fígaro". 

EL CAKTUJO 

Es inútil que el hombre desengañado de los placeres falacee de este mundo intente de- 
fenderse contra la molicie de las pasiones desencadenadas; ya puede huir de eUas, las lleva 
en su corazón. La causa de sus desdichas, el origen de su repulsidn no está en la sociedad; 
está en la manera de comprenderla y de afrontarla. El convento, solitario y silencioso, le 
abre sus puertas, que se cierran tras él acto seguido. Pues bien; en esa soledad, en esc 
aislamiento se halla solo e indefexiso frente a las pasiones, y su grito se oirá más pene- 
trante en medio de ese espantoso silencio; y esas pasiones, que no podían desarrollarse en 
un amplio campo, crecerán encerradas en el estrecho claustro religioso. Obrarán sobre 
cosas más pequeñas, haciéndose más mezquinas; por consiguiente, no podrán ensefiar el 
rostro noblemente al descubierto y se harán hipócritas. Una lucha horrible se entablará 
entonces en su corasen, en su consecuencia en todo su ser, entre Dios y el hombre, entre 
el Creador y la creatura, entre ei det-er y el placer, entre la esperanza y la desesperación, 
entre la envidia y la caridad, entre la virtud y el vicio; y. desgraciadamente, no siempre 
será Dios el que triunfe. Si queréis ser fraile, sedlo en medio del mundo: tendréis aM más 
mérito, y si deseáis venceros, no os faltarán ocasiones. Pero asimismo, cuando el corazón, 
libertado de sus pesadas anclas que lo atan a la tierra, se dirija, se alce todo él hacia su 
Dios; cuando la Religión y el estudio hayan llenado el vacío de las pasiones mundanas^ 
1 qué hermosa vida entonces la del fraile ! 

No quiero decir con esto que no haya virtudes, grandes virtudes, en esos lugares de 
recogimiento, virtudes que crecen, como los cedros del Líbano, en medio de las tempe^ta- 
des, no. ¿Dónde encontrar virtudes entonce!, ai no ae hallasen entre esos hombres que 
hacen de la virtud su profesión? 



268 CARMEN OG BURGOS 

En los grandeB peligros, sobre lodo, eo Ibg grandes circuDslancUs de Is vida, desapare- 
ten a inenud» eaos meiquiíioa intereBei que diTideo todu el aDo a los moradores de an 
claustro; se entusinsman entoDCes, deifanalUan a los míeroos hombres que fl día anterior 
rcDfan por distíneioDed ruines, por el priorato, por coKegair el favor del prelado, el honor 
de las mirones, la preferencia ea las celdas, la pnrle mismn áe comida; su fanatismu. bien 
diri^do entOQces, podría produ<?¡r grandes cosas, y aunque fuera un faanitLHmu mal entendido, 
aunque tendiera hacia un üu pecaminoso, ese fanatismo sería rirtunso, twrque el fanatismo 
t% la convicción, j porque el faoa:tLHmo es aiompre fuerte, 7 la vlrttid ea la fuerza. 

Ba esos momentos de crisis ; de ~DKust¡s, el fraile se siente superior a los demás bom- 
bPM, «imprinde la elevada misiOn que está llomodo n cumplir y la cumple ; acaso va mis 
BlU todavía. Era en Madrid, el 18 de Julio de ifm. La. atmosfera hallábase cargada de 
exhalaciones pérfidas: era atros; el aire que reepirabais estaba envenenado, j os era pr«- 
cím tragar «1 veneno para vivir. Llegaba el azote magno. Habla calera en Madrid. 

T, sin embargo, nadie lo totoaba en consideración : el pueblo, ciego 7 tauático, no qne- 
Ha creerlo — más obstinado que Sanio Tomás — ni palpándolo con el dedo, I,ia muerte ani- 
quilaba la población: y como si no fuese natural en el hombre ser presa de una epidemia, 
tt'nlun que buscarse causas sobrens-tura- 
Im a una desdicha por completo de este 
mundo : alzOse una voz, j se bÍzo ofr con 
voz demoniaca, vibrando por todas par- 
tes sobre Madrid: "Se nos envenena; 
miserables envenenan el agua de nues- 
tras fuentes; quieren matamos.'' !,Con 
qué objeto? Eso era lo que no se decía. 
Pero ¿acaso reflexionan loa pueliloi? 
•jAcaso formulan prejuntasí Propagóse 
la especie, aCadiendo todavía: "Son los 
frnileB los que nos asesinan." FH mie- 
do a la muerte invadid como una fiebre 
las débiles cabezas, y por miedo a mo- 
rir fueron a matar; como ai no bastase 
con una calamidad, afladiOse a la cule- 
ra de Dios la cólera de los hombrea 
para acabar con ¡odo. Fué una pesedi- 
Ua la qiíe se apodero de los espíritus. 
Viéronae en loncos innumerables crí- 
menes, innumerables profanaciones lan- 
jrrientas : una mucbedumbre aterroriza- 
da, semejante a Uba nube que lleva en 
su seno el rayo pronto a precipitarse, se 
dirieió haría los conventos y loa hizo 
retemblar. Ijis puertas fueron des/troza- 
das, convertidas en polvo; pero la» puer- 
tas eran poco: habla que entrar por lafl ventanas, ;.T qué encontraron dentro? Encon- 
traron frailea... Rezaban los desgraciados, abrasábanse a la Cruü. besaban sus erucifijns, im- 
ploraban clemencia.,. Se confesaban inocentes en alta voz... ¿COmo no iban a serlo del cri- 
men que les imputaban? Pero no les escuchaban ; era preciso que muriesen. Entonoee, arrodi- 
llados, temblando ante sus verdugos insensibles tendían bu caUesa ante los sables de los furio- 
«OB... í.Por qué ernn fraile-i cuando el cOlcra estaba en Madrid? 

Fueron ci^rangijlndoii, af)unnlndos. lys arrojaron desde lo alto del coro en aquella mis- 
ma Itrlesia que hnbln vibrado tantas veces 00a 'sus rAtitícos funeirarioi por su9 semejantefV 
Hablan huido del mundo, y el mundo venia a buscarles, con el puflal en la mano, como 
linaca a aus victimas. 

Al día ñgniente termino la matanza por falta de reses; el Goblemn, lleno de previsión, 
busco a los culpables; fueron apresados algunos misersbles. El prior de Ssnto Tomás, 
anciano venerable, habla sido horrorosamente vapuleado, herido ,v mutilado por un mozo 
que se destacaba de los demfts furiosos por su traje porticiilarfaimo: el santo varñn lo habla 
reconocido, no podía engañarse: InH blancas ve;it¡duras del mercenario cataban afln tefli- 
du con an tangre. con aquella sangre que hshfa prometido vender a lo? infieles romo re»- 
Mt« de los cristianos, y que habla sido vertida por el hombre que rolncabnn ante él. "¿Fué 
este mozo — le pregunto la policía— el que le birifl? No ae espera sino m respuests, padre, para 
contundirle. " 

El anciano bajo los ojoi; el asesino palideció, no atreviéndose a mirar de frente a su vlc- 
llma; espero, en la más cruel de las angustias, la respuesta que debía hacerle condenar. 



FÍGARO 269 



"No reconozco a mis enemigos", respondió entonces «4ittel fcaile vilipendiado^ aqa^ en- 
venenador de las aguas. Y salv6 al asesino. 

Al día riguiente de la nuutansa todo el mando estaba de acuerdo en la imposibilidad 
de envenenar las aguas; hasta se burlaban de lo absurdo de aquella sui>osiciOn. Entonces 
ios muertos fueron enterrados. 

Ocültanse muchísimos intereses mundanos, muchísimas vanidades humanas y hssta muchl-- 
t>imos desengaños bajo el humilde hábito de un fraile ; hay muchas guerras interinas y muchas 
envidias escondidas entre loe espesos muros de ese convento solitario, que le parece a uno tan 
«iracible y tan silencioso. También hay injusticias y hay tiranos y esclavos, y con frecuencia 
se hace en ellos política... y D. Carloa— podía decir con el Salvador — ^"cuando vengAis a Mí,. 
yo siempre estaré en medio de vosotros" 

(Existen borradores escritos de su mano de los cuatro actos de El Conde Fer- 
nán González, y de sus traducciones del drama Don Juan de Austria y de la no- 
vela El piloto, de Fenimore Cooper. Hay fragmentos de versos y un cuaderno, 
en el que ha recopilado todas sus poesías, muchos artículos completos y frag- 
mentos de otros. Un paqute de cuartillas preparadas para los trabajos del Dic- 
cionario de sinónimos. Artículos escritos en francés y apuntes temados en la- 
tín. En algunas cuartillas hay escritos pensamientos. En una se lee: **Dice el. 
Alcorán que el gato nació en el Arca de un estornudo del león." En otra dice: 
"Escribir aquí es confesarse en voz baja, como los moros, y dejar sus peca- 
dos en un agujero." 

Hay un paquete de descripciones de Geografía e Historia de España, algu- 
nos en francés, que son, sin du<la, borradores de los trabajos hechos en París. 

Hay también un paquete de recibos y cuentas, entre las que se hallan 
todas las mencionadas en el curso do la obra, contratos de las casas donde 
habitó y apuntaciones' de sus compras. 

Se encuentran sus certifícados de estudio, su acta de diputado, sus cartas 
i^obre política, etc. Entre estas cosas hay un nombramiento de "" Socio Corres- 
ponsal Fundador de la Sociedad Económica de Amigos del País", fechado en 
J-.ogroño ol 3i de Mayo de i 836, y que tiene el mérito de estar ílrmado por 
otro hombre extraordinario: Serafín Estévanez Calderón, el Solitario. . 

Hay algunos pedazos de cuartillas en las que ""Fígaro" ha improvisado cosas, 
con lápiz, y luego, para fijar mejor los trazos, las ha reseguido de tinta. A ve- 
ces se ha parado en su trabajo para dejar vagar el lápiz haciendo el dibujo< 
de un paisaje ideal. 

En una cuartilla está el borrador de una dedicatoria de sus obras a una. 
dama; dice: 

"" Ofrecerla a usted esta colección, amiga mía, no es hacerle un presente; 
es devolverle lo que es suyo, supuesto que usted lo inspiró, y que sólo para com- 
placerla lo escribí. Sólo siento que la inspiración no corresponda a la musa; pera 
eso no es culpa mía, sino de quien se hizo tan superior a los demás seres de 
este mundo." 

¿Sería Dolores? 

I Qué vida conservan estas cuartillas incoherentes I Son superiores al mejor 
artículo. Una dice: ¡I 

"La Sillería 

El Ministerio 

"Fígaro" gua 

"Fígaro" la 

"Fígaro" que 

"Fígaro" ín 

Barbier de Seviglia.'' 

En otra hay esta dirección: 



aUlMEN DB 



"D.* Franciaca García, casa del Sr. Conde de Villa Paterna", y a uii lado 
^ta apuntación: 

"Ei alguacil y la Hoza." 

Se encontró también un libro manchado con sangre de "Fígaro", que debe fe- 
'ner el I>r. Barrantes al que se lo regaló doña Baldomera, de la cual fué novio eo 
«u juventud. 

Pero las más interesantes de todas son dos cuartillas. 

En una hay una cuenta íntima, al lado de una dirección y de títulos d» 
tus artículos, que en la forma que están parecen indicar que se trata de una 
recopilación. Se mezclan con ellos Utulos de algunas cosas que se propone es- 
cribir. 

Lo mismo sucede con la segunda publicada en la página 2i5. Se ve el espíritu 
-del hombre vivir en ella. Hay títulos de artículos en proyecto, ideas que esboza para 
Juego recordar. Toda la cuartilla está cruzada, desigual, siguiendo el vuelo de un 
pensamiento fatigado. Se detiene, hace signos sin valor..., dibujos y, al tln, traza 
con su letra más clara, más cuidada, el nombre que rebosa en su alma, que pugna 
por salir de sus labios. Ese nombre sobre el que debieron descansar y recrearse 
sus ojos: Dolores Armijo. 

Ese nombre ha quedado así escrito por la mano de "Fígaro" en esa cuartilla, 
que sé debe perpetuar como lo más valioso de todos loa objetos que aún restas 
•del inventario del genio sin fortuna. 



El po*tk Jad Zorrilla ; Kigaal da loi Santón Alvarai. 



XXII 



DUELO FAMILIAR 



Sería injusto no dedicar un recuerdo a la familia de Larra en estos momen- 
tos dolorosos. No porque no acudan y se mezclen al duelo oñcial, no porque no 
tengan cabal idea de la alteza de ""Fígaro", su dolor es menos grande y respeta- 
ble. £1 duelo de la familia de ""Fígaro" debió ser mayor por ir unida la idea de 
su muerte a la del suicidio, que tanto espantaba a los creyentes. 

En su amargura, el padre de Larra quería hacer culpable a su esposa de no 
haber inculcado ideas religiosas en ""Fígaro". La madre era el tipo pintado por 
Larra en Casarse pronto y mal. No había sido suya la falta de educarlo, ni me- 
nos de infundirle esa religiosidad absurda que hace a los hombres timoratos^ Su 
falta, que realmente la había para con su hijo, era falta de ternura. No religio- 
sidad; amor, bondad, es lo que necesita inculcar la madre en el corazón del hijo. 
Ese es e> caudal de amor én que encuentra la fuerza necesaria en la lucha de la 
vida: la moral suprema. No se debe, sin em|)argo, culpar a la madre, lo he di- 
cho ya antes: en e.<«as familias españolas antiguas, en las que inipera el derecho 
romano para que la esposa sea una sierva del marido y los hijos una propiedad 
de los padres, no se pueden desenvolver bien los gérmenes del amor y de la justicia. 

El padre de '"Fígaro" había tenido siete hijas y un hijo antes de .nacer "'Fí- 
:garo", y todos murieron pequeños gracias al régimen excesivamente naturalista 
<]ue empleaba el Dr. Larra, y que se negó a aplicar a su hijo último su segunda 
-esposa doña I>olores Sánchez de Castro. 

Don Mariano de Larra dejaba caer el peso de su dureza en su mujer y le 
decía; ""Tu castigo está en que el día que yo me muera te quedarás sin nada." 
Así fué. Después de su vida de trabajo (dice en una de sus cartas que había ga- 
nado con la medicina millón y medio), el día que murió le quedaron a la viuda 
líos modestos enseres de la casa y dos reales por todo capital. 

En todas las cartas que se encuentran del doctor Larra, después de la muerte 
de ""Fígaro", se halla la preocupación que le causa el recuerdo de su hijo. Un 
deseo de honrar su memoria, como si quisiera resarcirlo de su abandono y su 
«everidad mal entendida; por más, fuerza es confesarlo, en ese deseo entra por 
mucho la preocupación del "'¿Qué dirán?" 

En. una carta fecha 26 de Octubre de 1837 se leen estos párrafos: 

""También me ha dicho M. Pascual que le has dicho tú que cuestan doce 
duros los doce blandones que te encargué para el día de Todos Santos y el 
siguiente de los Difuntos^ El precio, por alto que sea, no me acobarda, y quisiera 
poder gastar, no sólo doce, sino doce mil en dar una prueba de cariño al hije 
que he perdido; no obstante, sé que no sirve de sufragio para su alma, pues es 
pura vanidad y lujo, que no sirve para nada absolutamente, sino para dar un 



tapabocas a los que han dicho que no tenia amigos y que sus padres y parientes 
no hacfan nada por él. £1 funeral que sí hizo en Madrid a expensas de sus ami- 
gos, el magnifico que le hire yo en Navalcamero, que no se ha visto otro mejor 
en este pueblo, pues el catafalco llegaba casi al techo y toda la iglesia estaba 
iluminada con más de cien blandones, lo que no contribuyó poco para que se 
llenase toda de gente; la lápida sepulcral que cierra el nicho en que está depo- 
sitado el cadáver, y sobre la cual me han asegurado se han colocado dos coronas 



o d> Larra, hijo de iFigkioi, an >n Jeipaobo. 



FÍGARO 273 

también de mármol blanco, y lo poquísimo que pueda hacer yo ahora, y conti-> 
nuaré haciendo todos los años, mientras que yo viva, será una prueba de quft 
ni lo uno ni lo otro es cierto; pues tenía muchos y verdaderos amigos que ad- 
miraban su extraordinario talento y le querían de todo corazón por sus bueñas- 
cualidades, y padres que con ellos han llorado su pérdida y sienten que haya 
echado a su ilustre memoria el borrón indeleble de haber destruido por su» 
manos una cabeza tan bien organizada y de haber privado a la España de una 
de sus mejores ingenios.** 

£n otra fecha 28 del mismo mes dice: 

^'Me harás el favor de averiguar cuánto me costará, poco más o menos» 
el poner delante de la lápida sepulcral que cubre el nicho en que están depo- 
sitados los restos de mi Mariano doce blandones de cera que ardan toda la tarde 
del próximo día de Todos Santos y la mañana siguiente del día de Difuntos y 
las diligencias que es preciso practicar para el logro de este pequeño obsequio a 
su ilustre memoria, y si será preciso que Dolores o yo vayamos a Madrid al efecto.*** 

Con fecha del 31 escribe: 

^'Te doy las gracias por lo bien que has desempeñado la comisión del cam- 
posanto que me tomé la libertad de darte. 




^i^C^^/A^ ^<^M,4p^ 



Amtógrafo de una oaenta haUada entre loe papelee de «Figaro». 

He recibido el cartel que tú tuvistes a bien poner sobre el alrededor de los 
ambleos, cosa que yo también te agradezco, aunque no exigía tanto, pues mo 
contentaba con que no estuviese la lápida sin luces para que no se dijera con ver- 
dad que sus padres y parientes habían olvidado al desgraciado "Fígaro**, cuando 
no hay persona en España que no tenga muy presentes sus gracias y agudezas.** 

El padre de "Fígaro" le enviaba dinero a su nuera para atender a sus nietos. 
En una carta de 17 de Diciembre de 1840 dice a su hermano Eugenio: 

19. 



DB BURGOS 



"Eate mes no me he valido de ti ni de M&Duel Pascual para enviar los 
nueve duros a P^ita, porque los ha llevado, con otro par de medias de lana para 
Luisito, una señora, natural de este pueblo, que es parienta de la mujer del hijo 
de Mariategui, con lo cual me he ahorrado una peseta que daba a Manuel Pas- 
cual de gratificación cada vez que llevaba dinero. También le doy dos reales 
por cada carlita que me trae, por lo que me costará meaos por el correo. 

Tengo poquísimo tiempo para nada, pero no quiero desperdiciar el que po- 
seo y lo aprovecho para daros las debidas gracias a ti y a Micaela por lo mu- 
cho que os habéis esmerado en la educación física y moral de Luisito, que 
«ttá adelantadísimo eu todo, y si su car&cter no es mejor, no es culpa vuestra, 

sino de la configuración y 
organización particular que 
le predispone a ser un buen 
general de cualquier ejér- 
cito; 03to es, un grandísimo 
picaro, facineroso, descasta- 
do, hombre cruel y egoísta, 
que esto y otras cosas peo- 
res son las circunstancias 
que constituyen el carácter 
de un buen militar. 

Yo me precio de todo lo 
contrario; tengo el gusto de 
firmarme vuestro agradeci- 
do hermano,, ," 

En otra del 13 Diciembre 
1837 afiade: 

"... Yo quiero hacer en ob- 
sequio tuyo y de mi querido 
Luisito todo cuanto pueda, y 
no quiEiera te fuera gravosa 
de ningún modo la buena 
educación que todos me di- 
cen le das, y que te estoy 
muy agradecido, pues por 
ahora con lo que t\\ y la bue- 
na Micaela ns tomáis el tra- 
bajo de enseílarle, basta, que 
tiempo vendrá en que pueda 
L> TiQd» de OkotIo eon «ni hijoi.- !>• pi», «m ognod* tírmi- ponerle CU un colegio, dondft 

HarianodaLtrrananiah joprlBi>B-iil»nHarlaiio;a*i>lado aprenderá todo lo demáS que 

aaaapa» » ' <=^"¿'»' ^^;,'Íí¡;=^;°, "J.'^'jJ'i'';; *"""" "'" debe saber, y si mi poca for- 
tuna no me permite llevar a 
cabo tan brillantes proyectes, yo me encargaré de enseñarle por mí mismo la Gra- 
mática Castellana y la Francesa, y cuando ya sepa bien estas dos lenguas, le ense- 
ñaré el latín y el griego; en seguida la Mitología, la Geografía y la Historia, y po- 
niéndole buenos libros en las manos y enviándole a una Universidad, él aprenderá 
en ella las demás ciencias a que su inclinación propenda. 

Por ahora, con lo que vosofrns le enseñáis y el buen ejemplo que le dais basta 
para que sea hombre de bien y aplicado, que es cuanto podemos desear. 

Quisiera saber si las medias de lana que enviamos a Lujsito con el arrope y las 
s le vienen bien para hacerle al instante otras y enviárselas." 



£n una carta de 1840 habla de su mal estado de salud, y dice: 

"Si me vieras te asustarlas, porque parezco ua espectro; pero siempre alegrs 
■y de buen humor. Duermo bien, no como ni puedo comer más que sopas de ajo, 
visito todos mis enfermos, no tengo dolor ninguno, pero tengo muy mal color, 
semblante abotargado y me dan congojas de debilidad." 

Luego habla de su alegría de que Luiaito haya entrado én San Isidro a estudiar 
Gramática Latina gratuita por influencia de Morales, sin cuyo estudio ninguna 
persona da muestras de haber tenido educación; la cree indiapensable para vivir 
«n sociedad y añade: 

"Dile de mi parte al señor gramático que se aplique mucho; que como él lle- 
gue a saber hablar y escribir con perfección, esto es, con buen lenguaje o, lo que 
es to mismo, con buena gramática, no le faltará qué comer; que todo el gran mé- 
rito de su padre consislii} en ser un gran Ülólogo o, lo que es lo mismo, un gra- 
mático de orden superior, lo que se llama un buen hablista." 

Todo el gran mérito de "Fígaro" consistió para su padre en ser un gran 1116- 
logo. 6e ve que no le comprendió n! después de muerto. 

Añade : 

"Si tus apuros son tantos que no puedes continuar aliviándome de mis cargas, 
dinw cuándo podré ir a buscar al niño y a aliviarte de ellas, pues aunque tampoco 
«a obligación mía el cuidar de mis nietos, ínterin tengan madre y otros abuelos 
más pudientes, es demasiado el interés que me inspiran para que yo me desatienda 
d« su educación moral y física. 

Yo tengo la culpa de todo: pagaré la pena. Si yo hubiera dado mejor educación a 
Mariano no hubiera atentado a su vida, y éste hubiera 
sido útil a toda la familia." 

Aunque no es un católico fanático, con la debilidad 
y la vejes se apoderan de su espíritu supersticiones y 
terrores religiosos, que le hacen escribir a su nieto la 
siguiente carta: 

"27 Noviembre 1837. 

Querido Luisito mío; He leído tu carta con grandí- ' 
simo gusto y te doy mil besos en prueba del mucho pla- 
cer que siento al ver tus adelantamientos. 

A tu papá Eugenio encargo te compre los juguetes a' 
■que te considere acreedor, que yo los pago muy con- 
tento. Haría Dolores te está haciendo medias de lana 
para que te abrigues con ellas este invierno y te pre- 
serven de sabañones. 

Te da también tiernos abrazos y muchísimos besitos, 
como también la Adela, que siempre se está acordando 
de ti. 

Procura tener muy contenta a tu mamá Micaela y „.^_, „ _ . 

<IUÍerela mucho. Lbíi Uarlsno da L*rr>. 

Como ya te creo impuesto en los dogmas de nuestra 
sagrada religión, te encargo procures hacer tu primera confesión para el día 2 de 
Noviembre próximo, y cuando ya te consideres en gracia de Dios, le pidas muy de 
veras por el alma de tu difunto papá Mariano, que Pomo para Dios no hay pasado 
ni futuro, sino que todo es presente, importa muy poco que no hayas hecho esta su- 
plica a tiempo, pues Dios ya sabía que lo habías de hacer con todo fervor; por ello 
habrá permitido que haya muerto sin darle tiempo para hacer acto de verdadera 
contricción, que le reconciliase con su creador, que por loa méritos de la preciosí- 
sima sangre de su unigénito hijo Nuestro Señor y Redentor, ele; en la cruz por to- 



276 Cahuen de burgos 

dos loB pecados, le haya procurado su salvación, quizás deteniéndolo largo tiempo 
en el Purgatorio para satisfacción de la Divina Justicia, que tú puedes convertir 
en Clemencia e Indulgencia Plenaria con tus fervientes e inocentes oraciones, sa- 
cando a tu buen papá de aquel lugar tenebroso de expiación. 

Adiós, Luisito mío; te quiere mucho tu abuelito Mariano de Larra." 
Después, en todas sus cartas hay la preocupación de la muerte da su hijo y dfr 
la suerte de su nieto, con un celo en el que se halla siempre cierto eco de remor- 
dimiento. 

Apena ese dolor rudo y sombrío del pobre anciano, mortiUrado en su amor de 
padre y en sus creencias más Intimas. 



Fkoliadft d*l cemaotario da San Ifioolfci. 



XXIII 



EXHUMACIONES Y HOMENAJES 

POSTUMOS 



No descansó definitivamente el cuerpo del desdichado y grande escritor en el 
cementerio de Fuencarral. A ios siete años de su muerte se ordenó el derribo de 
«ste cementerio, y entonces se pensó en llevar los restos de Larra a otro panteón 
que fuese definitivo. Fu^j> este cementerio el de la real, ilustre y muy antigua ar- 
chicofradía sacramenUi de San Nicolás de París y hospital de la pasión, construido 
extramuros de la Puerta de Atocha, y donde era difícil hallar sepultura por el 
crecido número de personas de todas categorías que se inscribían, creyendo en- 
contrar una sepultura perpetua. Reunidos los escritores se abrió una suscripción 
para allegar los fondos necesarios y se hizo mayordomo de la Sacramental de San 
Nicolás al hijo de "^Fígaro", que contaba entonces trece años de edad, y tenía de- 
recho por el cargo desempeñado por su abuelo en el Hospital de la Pasión, del 
que, como sabemos, fué miédico. Este cedió por escritura a su admirable padre el 
•enterramiento que le correspondía, y los restos de "Fígaro" fueron a reposar en 
la galería de la derecha del primer patio del cementerio de San Nicolás, cuarta fila 
de nichos, en el señalado con el núm. 792. En él se colocó la lápida de mármol ne- 
gro con letras doradas, cubiertas por un cristal y una corona de pasta rodeando 
el pseudónimo del escritor. Hay dudas de si esta lápida fué la primitiva, que po- 
seo, y vemos en estas páginas, o bien otra distinta, cuyo paradero se ignora.. 

Allí dormía, olvidado, después del acto de la traslación, recibiendo escasas y 
tímidas visitas de enamorados de su genio, o de los descendientes que lo amaban 
y parecían ocultar su amor. 

Fué Martínez Ruiz {Azorín) el primero^ que había de glorificar su nombre 
con uft acto grandioso y conmovedor, digno de los tiempos del romanticismo. 

Leamos lo que él ha escrito: 

En la tarde del 13 de Febrero de 1901 un grupo de jóvenes oe dirigían por la calle de Al- 
calá abajo, desde la Puerta del Sol en direoción a Atocha. Vestían estos mozos trajes óe 
Into; iban cubiertos con sombreros de copa; Ueraban en las manos ranfitos de yioletafl. E] 
sombrero de alguno de estos jóvenes era de ala plana, recta; una larga melena bajaba casi 
hasta los hombros ; el cuello iba rodeado con triple vuelta de una negra corbata. Diríase una 
típica figura de un cuadro de Esquivel. Esto« muchachos se enoaminaban hacia el cementerio 
de San Nicolás, donde estaba enterrado Fígaro. Llegados ante la tumba del escritor, deposi- 
taron en ella los ramitos de violetas, y uno de los jóvenes leyó un breve discurso, en el qué 
se enaltecía la memoria de Jjarra. 

En su libro ^'La Voluntad"' narra esa visita con mayor extensión: 

lios transeúntes miraban recelosos esa extraña comitiva que iba a realizar un acto dt 
xnát trascendencia que una crisis ministerial o una sesión ruidosa en el Congreso. 



278 CARMEN DE BURGOS 



El cementerio de San Nicol&s estaba cerrado hace muchos afios. Pasada la estación <J« 
Atocha, al final de nna mísera barriada, lindando con la desolada llanura manchega, apnrecem 
•obre los tejados negnucos las puntiagudas cimas de los cipresee, resaltantes en el azul del 
cielo. Luego una verja larga de hierro que deja ver el seco ramaje dt» un jardín abandonado. 
Una campana suena ; una mujer llega y abre la puerta ; el grupo penetra en el diminuto jar- 
dín yermo. Enfrente un pórtico agrietado con los cristales de sucr yentanaa rotos, y vo* 
Inscripción sobre la puerta. 

"Templo de la Verdad es el que miras; 
No desoigas la vox con que te advierte 
Que todo es ilusión, menos la muerte." 

El grupo atraviesa el zaguán, donde un perro amarrado a una cadena gruñe sordamente 
eon la cabeza baja... entra en el cementerio de grandes arcadas^ ruinosas, con anchas hen- 
diduras negras que las rayan de arriba a abajo, repleto de nichos con lApidas borrosa». La 
hierba crece rozagante entre las junturas de las piedras; los pájaros saltan y trinan en lo» 
panteones; brilla el sol en los cristales de los nichos; un dulce sosiego /«e percibe en el airew 

Y de cuando en cuando, a lo lejos, se oye el silbido de una locomotora, el cacareo persis» 
tente de un gallo. 

El nicho de Larra está en el primer patio, en la cuarta galería. No lejos está el de Esk 
pronceda, al ras del suelo. La mujer que les ha abierto la puerta los acompafia. Todos se di&s- 
cubren ante la tumba. Reina el silencio. La mujer exclama: "¡Ay, Sefior! ¡Ay, Sefior!**, y 
Agorin lee con vos pausada su discurso. 

Dos días después de la visiU a la tumba de Larra publicaron una hoja im- 
presa por una sola cara; en la cabes&a se lee en negras y recias letras: 

"LARRA 
1809 — 1837 

ANIVERSARIO DEL 13 DE FEBRERO DE 1901." 

Esa hoja contiene una breve biogvdLÍÍ^L de Larra, los nombres de los que asis- 
tieron — ^Ignacio Alberdi, Camilo' Barquiela, Pío Baroja, Ricardo Baroja, José 
Fuixá (la ñgura de Esquivel con sus melenas y su chistera de ala plana), Anto- 
nio Gil y J. Martínez Ruiz — , el discurso de **Azorín'' y la descripción del acto 
hecha por el admirado Pío Baroja que describe así el cementerio: 

**£1 cementerio este se encuentra colocado a la derecha de un camino próximo a 
la estación del Mediodía. A su alrededor hay eras amarillentas, colinas áridas, yer- 
mas; en donde no brota ni una mata ni una hierbecilla. 

A loa lados del camino del Camposanto se levantan casuchas roñosas, de piso bajo 
sólo, la mayoría sin ventanas, sin más luz ni más aire que el que entra por la puerta. 

El día en que fuimos era espléndido; el cielo estaba azul, tranquilo, puro. Desde 
lejos, a mitad de la carretera, por cima de los tejadillos de la carretera, se veían 
las copas de negros cipreses que se destacaban en el horizonte de un azul luminoso." 

**Las paredes del patio, bajo los arcos, están atestadas de nichos, abandonados» 
polvorientos; cuelgan aquí coronas de siemprevivas, de las que no queda más que 
su armazón; allí se ven cintajos podridos, en otra parte una fotografía iluminada, 
más lejos un ramo arrugado, seco, símbolo de vejez o de ironía. En los suelos crece 
la hierba, hermosa y fresca, sin preocuparse de que vive con los detritus de los 
muertos." 



Aquel mismo año, poco meses después, en la tarde del 2 de Noviembre, una po- 
bre muchacha que acababa de llegar de remota provincia andaluza y que no conocía 
aún el acto realizado por los más prestigiosos representantes de la generación del 



98, iba sola y enlutada al cementerio de San Nicolás en busca de la lumba del 
Maestro. 

De aquel aclo realizado por mí queda como recuerdo un ingenuo y apasionado 
articulo inserto en El Globo aquellos días. 

¿Qué emocioDCB agitaron mi alma Juvenil, en la que todos eran gérmenes y con- 
fusión ante aquella tumba? 

Allf habla nombres gloriosos, capaces de sugestionar a los que se acercasen: 
Arguelles, Calatrava, HendizA- 
bal, Mufioz Torrero y Olózaga. 
En aquel mismo patio hüme- 
do, ruinoso y frío, dormía 
también otro poeta desdicha- 
do: Espronceda: y, sin em- 
bargo, el que culm.inaba, el 
que lo cubría todo, el que pa- 
recía un árbol gigantesco co- 
bijando con su ramaje al ce- 
menterio, era Larra. 

iLarral |üuiz& el menos 
propicio para cautivar un es- 
píritu lemenino si se le mi- 
rara a través de sus biógrafos 
y de sus amigosl Pero yo era 
una ingenua que aun no ha- 
bía aprendido a analizar. La 
impresión de Larra babia lle- 
gado a mí directamente, lo ha- 
bía conocido en su obra, ha- 
bla amado su espíritu libre de 
todo comentario: su gracin, 
su frescura, su fuerza, su sin- 
ceridad, llegaban hasta mi al- 
ma, debprovista de amaños li- 
terarios, como llegan al niño Hini>t»bi>^»otor ii»ri«n( 
(as caricias, que no pregunta 
con qué interés se le hacen y que conquistan su corazón. Fué la mía una oraciÓD 
inconsciente, balbuciente, ansiosa de belleza y de verdad, que se elevó hasta Larra. 

|€uántas oraciones así se habrán formulado cerca de su sepulcro! ¡Cuántas vi- 
sitas solas, sinceras, amantes y angustiadas no habrán llegado hasta éll iCuántos 
ojos no habrán querido penetrar con la mirada en su losa, con un deseo vivificante 
y una protesta de rebeldía contra la muerte! i Cruel destino el de "Fígaro", que 
cruzó la vida atormentado por un anhelo de belleza, y hasta después de muerto 
fué arrojado a un antro donde no le acariciaba el sol y donde no podía llegar la 
luz temblante y pálida de las estrellas) 

No corría el agua con rumor de canto sobre el mármol de su tumba, como 
sobre la tumba de Enrique Heíne, en París; no tenía flores frescas, como el poeta 
del Rhin; no habla allí un lugar destinado a recibir las tarjetas do los visitantes, 
ni palabras suyas se habían grabado como un himno en la hipócrita losa. Era en 
una casa vieja, en un cuarto de una inmunda casa de vecindad, donde vivía el 
muerto amado, j Donde nos vimos la primera vezl 

Es cierta la aílrmación de "Azorín". La juventud actual ama a Larra cada ves 
más: repara la injusticia de los años pasados y la injusticia de las cosas; se acer- 



280 



CARMEN DB BURGOS 




Banquete a «Fig^aro» en Fornoe. (Caricatura de Bobledano.) 



ca más a él, toca sus llagas, introduce la mano en su costado. Las lanzadas que se 
clavan en su pecho con la acritud de los formulistas, de los envidiosos, de los hi- 
pócritas, hacen brotar el agua clara que cura la ceguera. 

¡Larra resucita! Nace de nuevo en el aniversario de su primer nacimiento. 
En los hechos triviales hay una psicología honda. Guando un espíritu se im- 
pone al amor de una generación entusiasta y sana, ese espíritu es bueno. Guando 
hasta los murmuradores, los que todo lo niegan, tienen que poner un pero que 

reconoce su méri- 
to, ese espíritu es 
grande. 

Pero hay más. 
Guando los homp- 
najes no son sólo 
homenajes oficiales, 
medallas, 1 á pidas, 
estatuas, conferen- 
o i as y artículos... 
Guando se le habla, 
80 le llama, se le 
pone un cubierto en 
una mesa..., el es- 
píritu vive. 

Llegó el aniver- 
sario glorioso del 
nacimiento de La- 
r r a. £1 elemento 

oficial no se entusiasmó: no le convenía entusiasmarse. Hacía poco que había puesto 
otra losa más pesada, más suntuosa y más fría sobre los despojos de ''Fígaro'' en el 
panteón de Hombres ilustres: se había lanzado sobre él la oratoria ampulosa y 
encomiástica. lYa podía dormir en el olvido I 

Pero las almas jóvenes protestaron. Ramón Gómez de la Serna ofreció a "Fí- 
garo" un banquete, donde nos juntamos todos los rebeldes. Fué como una mesa 
de comulgantes; había que acercarse limpios de corazón. Los que así nos acerca- 
mos vimos a "Fígaro". Nos sonrió, estuvo con nosotros, comulgó en nuestros 
ideales y alzó el cáliz para acompañarnos en nuestros brindis. 

Pero leamos la reseña que apareció en Prometeo, de aquella ílesta: 

Ágape en honor de *' Fígaro*". — Con una brillantez inusitada se celebró en los altos de For- 
nos, el día 24 de Mar/o, a las nueve de la noche, el banquete en honor de "E^garo*'. Inspirado 
por la admiración y vi exceptisma, rcsultd un acto humaoo en la irrebasable acepción de la 
palabra. 

El acto, que había sido tnn discutido por la Prenda y los críticos timoratos o festiyos, fu6 
exaltado y noble. 

Alrededor de una larga mp»n s« sentaron más de cien comensales. En la presidencia había 
un cubierto preparado para "Fígaro", y sólo algún necio hubiese dicho que estaba vacío el sitio. 
A la derecha estaba sentada "Colombine", vestida de seda negra, pfllida por la emoción de 
«star al lado del muerto ilustre; Raimdn Gómez de la Serna estaba a la izquierda del home- 
najeado, y trazaba a "Fígaro** en voz baja la silueta de los que estaban sentados a su alrede- 
•dor, no olvidándose de hacer I09 honores de la mesa a "Colombine**, cuidando al alargarle los 
•entremeses de no pasar el brazo descortésmente por delante de "Fígaro". 

Un fervor distinto al de loo otros banquetes se notaba en éste. El espíritu de todos es- 
taba excitado y no se pudo sobreponer la fuerza de la comida a la fijeza de todos en "Fígaro** 
redivivo, con su pequeña cicatriz, con eni rizada barba, barba de barbilainpifio que crece más 
«n la sotabarba que en la faz, sobre el amplio plastrón abuUonado, al que hacían resaltar las 
chorreras de su camisa. 

Pa^»aba alsro inaudito frente a todos, en una valiente cita con las sombrafp. Detrás de todos, 



FÍGARO 281 



y como esos xnvHibdoB que no corneú, pero que asisten a lo» postres de los banquetes, había al 
final del ágape numerosos amigos muertos de *' Fígaro" de facha abcnrda. En ese momento se 
levantó a hablar *'Colombine". El momento fuó serio y sorprendente, porque aquel que se ha- 
bía matado por una mujer, y al que abandonó la opinión de las mujeres, que lo creían — ^y lo 
siguen creyendo — un condenado y excomulgado sniicida, una mujer valiente 4e espíritu iba a 
curarle y a elevar mi figura. **Colombine" dijo, dirigiéndose primero al sitio de "Fígaro" y 
después a toda la mesa: 

'^Aamirado maestro, queridos compañerocr: 

Temblorosa como en las sesiones de espiritismo en que hemos visto aparecer bajo toda» 
las luces al muerto que hemos evocado, me levanto a hablar con él, frente a él. 

¿Qué decirle? El lo sabe ya todo. 

Sólo el afecto le puede agradar. Sólo el hablarle de esa constancia que a través de los años 
me ha hecho contaír con él, buscar en su obra la entereza para desdeñar o para amar, la ma- 
nera de observar con rectitud y firmeza el consuelo de encontrar al que se había parado frente 
a la realidad con buena fe y claros ojos. 

Frente a toda veltfda o todo acto oficial, estoy contenta de figurar en esta forma nue- 
va y viva del homenaje. Elota es la única manera de conmemorar a un grande hombre sin 
UATAB MÁS AL MU£BTO. Es la manera con que descartamos que nos recordasen las generaciones 
venideras, porque en esta hilaridad nuestra no hay burla, sino alegría, y un escepticismo sin 
amargura. 

De esta visita que hace a la ciudad de los vivos el día de su centenario "E^garo" 
volverá oi>1imi>itu y contento con el recuerdo de este banquete y de esta noche. Lo demás 
ha sido de una hueca solemnidad; que él hubiera ridiculizado, y que Celebraron gentes que 
no le han comprendido, ni comprenden los contrastes de luz y sombras que hay que pro- 
vocar para que un acto sea intenso y artístico. 

¿Olvidaremos alguna vez esta cena, que parece que se ha verificado a la luz de autor* 
chaa y cirios de una luz espléndida, de una luz que nos ha mostrado toda la real pre- 
sencia de aquel grande hombre? 

El Madrid de la calle, de la realidadi. el alma independiente de la ciudad vive en este 
local con aires bohemios y carácter mundano; el Madrid de ''Fígaro", aquel Madrid en 
que vivió su vida anecdótica y, más que literaria,, huimana, es aquí donde él lio puede dis- 
frutar de nuevo ; es aquí donde se le ofrece, y donde no hay aire^ de capilla ardiente para 
su homenaje, ni siquiera esa solemnidad de las veladas necrológicas, en que si el alma del 
muerto asiste, tiene que ver sru catafalco cubierto por el negro tapiz, con el cráneo y los 
fémures bordados en plata:, que crea en el ambiente, demasiado compungido y tétrico, las 
palabras de los oradores, su actitud y su rigidez. 

Acto de cariño, de vivificación, de deseo de que viva muchos afios, de que viva siempre, 
Q& éste, reunión en la fiesta onomástica, más que en la necrológica; y por eso, como en 
plena vida del grande hombre que nos ha congregado, cegando con ilusión los abismos 
abiertos, reanudando su vida, corrigiendo sus tristezas y sus fatalidades, imaginándonoslo 
tal cómo debió ser, yo pienso en esa mujer a la que él amó tan apasionadamente, y pro- 
pondría que se le enviasen las flores de la mesa..." 

Hondamente conmovidos por las palabras de ''Colombine", todos aplaudieron. Cada vez 
era más ardientemente verdadera la figura de "Fígaro" en la presidencia de la mesa, y 
parecía preparar, emocionado él también, su discurso de gracias^ 

Después, el iniciador del ágape, Rajnón Gómez de la Serna, dijo : 

"Admirado maestro "Fígaro", queridos enmaradas : 

Iniciador de esta fiesta, y hasta único organizador que ha ido d« un lado a otro bus- 
cando a los amigos, y que ha sido escarnecido como un sacrilego de la muerte, me siento 
en este momento alegre como nunca, embriagado por la unanimidad que ha brillado du- 
rante todo el ÍLg&pe, El esplendor del acto y la presencia del humano maestro me ha- 
cen asumir más esa responsabilidad, que he llevado como una capa de dulce abrigo estos 
días, y en la que me he embozado felizmento en vez de rechazarla. 

To, pensando que no era un maestro retumbante y ampuloso como los demás, que 
no era el maestro que da miedo y que está en una lejanía adüsrta, sino el maestro que 
se acerca, el maestro que se encuentra en la calle, y con el que se pasea pisando los gui- 
jarros de la realidad a gusto en ella, pensé en dedicarle este homenaje de la vida, en que 
hubiese familiaridad y aproximación. 

Entonces redacté esa Justificadón que va escrita en las invitacionesr, y en la que 
supongo que dentro de la lógica del escéptíco que tuvo la genialidad de pegarse un tiro 
cabe tanto un banquete como un suicidio, aunque debo afiadir que lo que no cabe de nin- 
gún modo es un acto mentiroso y engolado, tanto que en esa velada oficial que se le prc- 
lidra, es posible — si aún queda una bala en In pistola de dos cañones con que se pegó el 
tiro— ^ue se dispare el segundo y se vuelva a suicidar. 



CARMEN DB BUBOOB 



Pero U prnebíi deñiiitiM de que «1 cre« en eato e* qae erta noche eatA aquí con n 
kyant.dí. tupé y bu espíritu Independiente y adnünUe, >1 que todo le Mah por una friolen. 
Derfe hoy muerto homenajeable que no Tesiata un banquete, nverece que detconfieMoa de CL 
por Inhumano. ™ "■ 

"Fígaro- está aquí 3tt»enil, moao. con n»eatnu «peranaa», n««ros nuevoa urcaimoaL 
nuestra rebeldía. ¿Quién puede creer en eso de su centenario? Porque "Fljaro- aupo deU- 
ner «n »ida a loa Temtiaiete afioa 7 peimanecer en la edad de ke evolucione* para eroln- 

i erte acto eae apuOalamieiHo que ei todo centenarto- 
festejado oficialmente, porque «a el me- 
dio de hacer perder snx carftcter al que 
lo cutre, 7 alendo un aimularro de 
amlatad, hace fracaiar lo mfta gnutde- 
d«l homenajeado: nos ' rebeldías. A 
muMln, en ewM homenajea oflcialea, 
la« antotidade*,' viendo que el pAhltco 
puede notar que el tramle hombre está 
Ut frente de dloa, aimnlan ser aui alia. 
BadoB de momento y lo envoriven, lo 
involocran 7 logran hacerle borrólo y 
enterrarlo definitivamente. Bu el caao 
de "rigaro' habla que evitar aao de 
^ un modo decidido; porque, ¿céoíD va- 
mos a creer que feítejabaa de buena í» 
al que habla dkho "a lai palabras no 
hay que preguntarlas ide dénde vle- 
nea?, sino. Ido qué sirves?" ¿COmo íba- 
mos a creer que featejaban los pnsílft- 
ulmes al que dijo "la libertad no ae da, 
BU toma"? 

Eln este Igaipe febrlcent», en que dea- 
hacemos la aupersticiOn de que no pue- 
d« ser citado el comendador; en cate 
ágape de liinftticos eatamoa tan cena 
de él como cerca de so tiempo ; porque 
hoy, la noche del 24 de Mano de 1900, 
ae reproduce en Madrid la noche del 
nfio en que él naciA. Las ccatninbrea 
; el ahna de las gentes son tan apoca- 
das, tan angostas j todo eatA cercado 
' tan a piedra y Iodo como entonce* ¡ 

Ja misma incompreneidn Impermeabiliía las fachadas y hace imipenetrablea los ojos. 

Al posar por la noche de Madrid pasamoi aun por la que pa«} "Fígaro", 7 aentimo» a 
vocea frente a ese miedo a la pasiSn que siente eata sociedad pusilánime la misma noktal* 
ria del SDtcidio. Política, arle, trato de gentes, coraifiu de mujer, todo ea lo mismo que en* 
toncea, todo ea sombrío, mezquino, formulista, nada gmeroso. 

íNo esli 7a plenamente Jnittficado este ardoroso afecto por "FlEsro"? Todos somos 
como videntes eata noche y sectanoa una deagarradora admiración por el amigo querido 
que es "Fígaro". 

Saldremos de aqnl tutefimlole. Tanto aa ha meictiuio n nosotros en una hora confiden- 
cial 7 de camaradería. 

Mariano, til que eres tan tO, laam puedes dejar que te tuteemos y que 70 te abroes 
en nombre de lodos,, ofreciéndote d banquete... He dicho." 

Apagados los últimos nplausos hubo un iíIpdcío tan grande 7 tan profundo, que par«- 
eift que de él iba a brotar la palabra de "Ff^aro" agradeciendo el baoquel». No resonaron 
sus palabras; pero en aquel sileocio hab16 "Fígaro", como diciendo que en ningan otro 
momento de su vida y de su muerte se habla sentido tan feliz y tan acompaDado. Rui» Con- 
(reras propuso allí la cpeecíOn de uu periódico y unA revista "Fígaro", que otros han lle- 
vado luego a cat«, y Miguel Jiménez Aqnino recité una hermosa poeala. 

Esle 68 el reíalo que de esta ílesta hace Prometeo, y al reproducirlo para 
hacer más vibrante esta reaparición de "Fígaro" sobre la tierra, que yo intento. 



FÍGARO 283 

debo anotar que uno de los que figuraron en la fiesta aquella noche, Felipe Trigo^ 
había de ser más tarde un nuevo suicida. 

Últimamente Larra ha vivido con asiduidad en Pombo. Ramón Gómez de la 
Serna, que es fiel a sus amistades y a sus admiraciones de un modo incomparable», 
sienta en la presidencia de su tertulia a Larra desde que la fundó en 1913 en el 
antiguo cafó y botillería de Pombo, y en la primera proclama que publicó, y que 
después ha sido reproducida, aunque extractada, en el primer tomo del libro titu- 
lado La sagrada cripta de Pombo, publica el siguiente párrafo: 

La fuerte realidad que se aprieta dentro de Pombo se moldea según Larra también^ 
''Fígaro" Tiene aquí. Todo le desentona m&s que esto. Su café de Ventecla 7 su café del 
Príncipe quedan sólo en Pombo. 

"Fígaro" comprendió Madrid, el Madrid que no Te casi nadie de loe que Tan por so» 
caUes, 7 que son loe que le adoquinan 7 le concrecionan,- como la argamasa 7 la cantería. 
** Fígaro" entra en Pombo 7 se solaza con su carácter. Sobre todo de noche, es como si en. 
Pombo se guardase el modelo auténtico, el Terdadero trasunto, la concepción 7 la inteli- 
gencia de Madrid. El sombrero de copa de ** Fígaro" es el modelo de esos sombreros que not- 
ponemos los días de laa grandes solemnidades, 7 hemos sentido no encontrar frac a la moda. 
su7a, 7 con sus botones dorados; ni pantalones de colon o de paniinncour. 

"Fígaro" tiene el tipo del primer morador decente de Madrid, del obserrador que para 
tna7or realidad de su alma, 7 para no desquiciarla, se contenta con ser el observador 
distinguido de la ciudad, dándose cuenta de sus sentimientos encontrados 7 de su "infor-^ 
midad". 

Sólo una gran ingratitud podía olTÍdar a ''Fígaro" 7 &o t^Io sentado en sd rincón.. 
No porque paresca un recurso socorrido de cTocación fácil Tamos a dejar de Terlo 7 ▼* 
a dejar de esitar. Aquí, en nuestra Bagrada Cripta, no se trata de aparentar, de hbcer 
méritos, de demostrar conocimientos o grandes amistades, sino de . estar bien con la rea- 
lidad que respiramos 7 respirar una lógica profunda. 

Junto a los otros dos concurrentes anacrónicos, 607a 7 Alenza, "Fígaro" está bien» 
porque él biso en sus prosas algo parecido a lo que pintó 007a en cuadros más chicos. Es 
el "articulista", porque es casi imposible esculpir el bloque de la gran concepción en este 
ambiente berroquefio, fósil, apretado, agarrado, compacto, hecho de obstáculos intraspasables 
7 con aire difícil de partir. 

La realidad de los pelos de "Fígaro", de su alto tupé, de su barba de orla 7 de ra 
bigote es 7a superior a mochas grandes obrasu Por eso me gusta estar junto a "Fígaro", que 
es contraste de lo que sucede 7 de lo qtie perTÍi^. 

"Fígaro" llega puntual todas las noches de sábado — ^nuestras ttnioas noches de reunión 
para no estragamos de Café — . Viene de la calle de Santa Clara, atravesando la placa Ma- 
7or 7 entrando por la calle de la Pa2, en el callejón en donde está la ."pnnrta de incógnito*^ 
de Pombo. "Fígaro" entra en nuestra sala por la puerta del fondo, en Tes de cintrar por 
ol arco, por el que entran los que penetran por la puerta de la calle de Carretas. Por esa 
puertee! ta del callejón de San Ricardo, 7 como por escotillón, se presenta él. 

Sentimos todos la mirada a "Fígaro" todas las noches le viesnos quitare» el paleto 7 
sentarse en el rincón de en frente. Mira la realidad con finurs^ 7 no la apostilla dema- 
masiado. Es el madrileño, es el castellano neto que no recarga su pensamiento ni su Tida; 
que no es el mozo de cuerda de las letras, abrumado por la absurda carga con que le rebaja 
una tradición de dependencia con lo académico» sino el hombre erguido, enhiesto, sefierOr 
de cabeza personal, de perfil acusado, de proporciones simples. 

Mientras este pueblo no se Tuelva monstruoso 7 se confunda en la desproporción, "Fíga* 
ro" será el que lo resuma de un modo sobrio, acusado 7 en la medida de la estatura humana. 
Esa torre aguda, lene, sencilku que es lo que mejor remata la psicología de Madrid; esa 
torrecita es Larra, 7 seguirá siéndolo. Nosotros encontramos que el tipo que corresponde a 
este lugar, 7 que contiene todo el sentido die la Tida con radiante 7 diamantina simplicidad, 
es él, 7 por eso Tolvemos ios ojos al lugar en que está, buscando la aprobación silenciosa en 
sus ojos de rana. 

Así acaba ese retazo dedicado a "Fígaro** en la primera proclama de Pombo» 
«quel gran pliego amarillo de dos metros cuadrados impreso por ambos lados. To- 
das estas cosas, esta convivencia de "Fígaro** con mis amigos, ésta persuasión de 
alternar con él, de consultarlo para la rectitud y la energía, para pedirle consuelo 
frente a los malos hablistas y a las gentes triviales para hallar en su espíritu 



284 CARMEN DB BURGOS 



orientaciones nuevas, me daba la impresión de que "Fígaro" vivía, vivía en nos- 
otros y para nosotros. 

Aquel viejo cementerio donde durmió durante cincuenta y ocho años, no debía 
ser tampoco su última morada. Las necesidades de los vivos, de la vida que avanza, 
de la ciudad que crece y se engrandece, debían arrojar de allí aquellos restos glo- 
riosos. Alumnos de aquellos grandes fueron trasladados al cementerio de San 
Justo, al Panteón de Hombres Ilustres, muchos se han perdido, acabando ya res- 
pecto a ellos esa lucha estéril que sostenemos por perpetuar la materia más tiempo. 

'Es digno de reproducirse el artículo de D. Francisco Alcántara publicado en 
El Imparvial, del que copiamos algunos párrafos interesantes: 

"El cementerio de San Nicolás — escribe — , desconocido para los actuales habitantes de 
Madrid, estuvo al fínplizar el primer tercio de este siglo de moda." "Lios enterramientos de 
piedra calcárea, cubiertos de musgo y hierrumbre ; lo9 setos vivos, límites de cuadros y pan- 
teones, creciendo con libertad; algún arbusto con pretensiones de árbol que extiende libre 
7 bravio sus ramas, ligeros d-esniveles en los aleros, el blanco de loe ornamentos empazde- 
rJdo, y &x>bre todo esto las masas de loe cipreses, casi silvestres, méia melancólicos que los 
rapados por el jardinero, dan testimonio del olvido en que se tiene este panteón**... 

"A las diez en punto de la mañana llegó la comitiva, presidida por Núñez de Arce. Unos 
veinte minutos después procedióse a la exhumación de los restos de Espronceda para guar- 
dadlos en una magnífica caja y en ««guida bajaron los restos de L>arra, que, por haber sido 
antes trasladados de otro lugar, se encierran en caja de escasas dimensiones, y cuando pude 
los vi. Sobre el cráneo, deshecho, había una corona de laurel'*... "Lá paz de aquel patio, cuajado 
de flores silvestres, amortiguó la acerbidad de estas sensaciones, que disipó un e(pisodia 
Presentaban a don Guspar Núñez de Arce a don Luis de Larra, que, descubierto ante el 
poeta, mostrábase agradecidísimo, cuando notamos que él nieto era el vivo retrato de "Fí- 
garo". "Fígaro", de más edad y con tupé y todo**... 

"En la capilla, que conserva algunos objetos de valor artístico, se firmó el acta por todo^; 
guardaron cuidadosamiente Martínez Ruiz, Rueda, Colorado y otros pequeñas reliquias, ta- 
les como un botón de Espronceda y hojas de laurel dé I>arra y llevaron en hombros ambos 
ataúdes hasta depositrtrlos en los furgones**... 

"Los restos fueron depositados en el Museo hasta el día siguiente, que, en unión de los 
restos de Rosales, fueron conducidos al lugar en donde hoy reposan"... 

"Del ataúd de Espronceda cayó un zapato fino, delicado y tan preciosamente hecho, que 
parecía un guante y conservaba la forma de un pie breve y carnoso**... 

He aquí el relato que del traslado de los restos hace Heraldo de Madrid del 25 
de Mayo de 1902: . 

"Esta mañana, a las once, han sido conducidos al cementerio de San Justo los 
restos mortales de los gloriosos artistas Larra, Espronceda y Rosales. 

En el Botánico, frente al Museo Nacional, se habían colocado en los árboles 
carteles designando el lugar que habían de ocupar las diversas Comisiones de la 
comitiva, facilitando mucho la organización. 

Las tres arcas que guardaban los huesos estaban colocadas en tres túmulos cu- 
biertos de terciopelo rojo. Cubría los féretros la bandera nacional como significan- 
do que desea cobijar entre sus pliegues los restos de los hijos que tanta gloria le 
dieron." 

Describe luego la grandiosa comitiva, en la que figuraban los niños de las escue- 
las públicas, llevando ramas de laurel en la mano. Más de treinta Teatros y Corpo- 
raciones, y multitud de estandartes y coronas, entre las que sobresalía la de lau- 
rel de oro de la Asociación de la Prensa. Coches con artistas y actores, presididos 
por D. José Mesejo, y en un coche Loreto Prado con otras artistas. Magníficas ca- 
rrozas, tiradas por ocho caballos cada una, admirablemente enjaezadas de negro, y 
rodeadas de lacayos vestidos con librea de terciopelo, llevando palmas verdes. 

"Las cintas del féretro de Larra, cubierto de coronas de su familia y admira- 
dores, las llevaban su nieto D. Luis y los Sres. Ortega Muniila, Ossorio y Gallardo, 
Cantín y Pérez González. 



FÍO Ano 285 

Formaban la presidencia del duelo D. Francisco Silvela, D. Miguel Moya y loft 
nietos y sobrinos del inolvidable escritor, cuyos restos conducían. Detrás iba otra 
corona de la Asociación de Escritores y Artistas y la música del batallón de cazado- 
res de Madrid. 

La presidencia de la comitiva la ocupaba el grande de España duque de Rivas, 
en nombre y representación de S. M. el Rey; en el del Gobierno, el ministro de Ins- 
trucción pública, conde de Romanones, y el presidente de la Sociedad de Escritores 
y Artistas, el ilustre D. Gaspar Núñez de Arce, iniciador del panteón para las glo- 
rias españolas del siglo xix; D. Antonio López Muñoz representando al Congreso 
y Lora al Senado. 

En el acompañamiento iba todo cuanto Madrid encierra de notable en todos los 
ramos del saber. La comitiva atravesó el Salón del Prado, subió la calle de Alcalá^ 
Puerta del Sol y calle iMayor. Llegó cerca de la una de ta tarde al cementerio de 
San Justo. Los tres féretros fueron bajados de las carrozas y transportados a la 
Iglesia del cementerio, donde se entonó un solemne responso. 

El panteón de hombres ilustres del siglo xix, terminado sólo provisionalmen- 
te, está hecho por el proyecto del arquitecto Sr. Repullés, no contiene más que 
diez sepulcros, y las esculturas son de Querol, ayudado por el Sr. Martín, con me- 
dallones de Ángel Trilles. 

A la una y media quedaron sepultados los tres féretros. En la lápida corres- 
pondiente se lee el nombre de Mariano José de Larra y las fechas de su naci- 
miento, de su muerte y de esta última traslación de sus restos. 

El último homenaje que se ha dedicado a Larra, por los periodistas, fué poner 
la lápida conmemorativa en la calle de Santa Clara, donde murió "Fígaro", el 
2 i de Marzo de 1909, fecha del primer centenario de su nacimiento. 

Esta lápida tiene tres fechas esculpidas en mármol: 

Marzo 1809, 

Febrero 1837 

y 1908, 

que corresponden a las de su nacimiento, de su muerte y del año en que se tomó el 
^icuerdo de perpetuar esta memoria. 

Asistieron al acto autoridades, políticos y escritores estando en mayoría lo» 
periodistas. * 

La Sociedad de Escritores y Artistas estuvo representada por su presidente don 
Antonio López Muñoz y D. Antonio Guerra y Alarcón, la familia por su nieto, el 
notable autor Luis de Larra, su primo el doctor Larra y Cerezo, algunos de sus 
bisnietos. 

Es de esperar que no se terminen con estos los homenajes a "Fígaro". La reivin- 
dicación de su memoria, el reconocimiento de su mérito han de continuar de día en 
día, cada vez más potentes, pese a los iconoclastas del arte, segiín la posteridad 
revise valores, no para estar de cara al pasado, sino por espíritu de justicia y para 
dedupir útiles enseñanzas. 

"Fígaro", el Voltaire español, el bien amado de los artistas, no pudo ser enten- 
dido en su tiempo por lo muy distante de su tiempo que estaba. Espíritu de elec- 
ción, de esa dolorosa elección que es marca de infelicidad, sus contemporáneos 
sufrían el influjo <ie su superioridad, quedaban desconcertados ante él, pero no 
podían hacer justicia a lo que no podían llegar a juzgar. 

La verdadera reivindicación de Larra data del principio de nuestro siglo. Tiene 
Madrid una calle de Larra, que algunos dicen que es en memoria del doctor Larra 



jf Langelot Falta la calle de "Fígaro", la inconfundible, y falta su estatua. Tributo» 
desinteresados de admiración 7 amor. No es dudoso que Larra recibirá homenajes 
«n el próximo centenario de su muerte y que su gloria vivirá en lo sucesivo, mien- 
tras su recuerdo y el culto al ideal vivan en el corazóü de los españoles. 



Cbh de U oklU d* Santa Cía», dond* mnrl4 •tíg^xot. 



XXIV 



LOS DESCENDIENTES 



£n los momentos actuales la descendencia masculina de Larra en línea directa 
amenaza con extinguirse. Larra al morir dejó tres huérfanos, desprovistos de todo 
recurso, sin más herencia que su nombre ilustre y sus cualidades que parecen par- 
tirse entre ellos : Es Luis Mariano, el hijo varón, mayor que sus dos hermanas, el 
heredero de la sabiduría del padre, de su gran dignidad, de su alteza de miras. 
Adela hereda la elegancia, los refinamientos, los gustos aristocráticos, la delica- 
deza, y Baldomera todo el espíritu batallador, indomado y rebelde. 

Nadie piensa en los primeros momentos en aquella madre joven, casi una nifia, 
y en los tres hijos de Larra. 

La reina Cristina, que tiene una alta idea del mérito del escritor insigne, con- 
rede una entrevista a la viuda, coíno consta en la carta hallada entre los papeles 
de familia que trascribimos: 

*'Sra. Doña Josefa de Larra. 

Muy sefiora mía : S. M. me ha dicho que puede usted venir mañana a la seis de 
la tarde. 

No tenga usted reparo en decirle todo cuanto usted quiera, porque cuando ha- 
bló conmigo de usted, ha estado muy amable. 

Adiós, señora mía; usted me perdonará que no sea más extensa, pero en este 
momento me es imposible; dará usted muchos besitos a mis queridos amigos, y 
iisted no dude del cariño de su amiga que la quiere mucho. — María Zaldívar.^ 

De resulta de esta entrevista se concede en las Escuelas Pías una plaza a Luis 
Mariano. Respecto a esto hallo la siguiente carta de su abuelo : 

"•Sr. D. Celestino de Olózaga. 

Muy señor mío y mi respetable amigo, y muy apreciable compañero: Mi nieto, 
«1 hijo mayor del malogrado ''Fígaro", ha obtenido de la Real maguiñcencia de Su 
Majestad la reina gobernadora, la gracia de que se le coloque en una de las plazas 
de colegial de las Escuelas Pías a expensas de S. M. ^ 

Ya se ha pasado la orden al Ministro de la Gobernación y éste debe haberla 
pasado, o la pasará, a la Dirección de Estudios de la que es S. V. dignísimo indi- 
viduo; en obsequio de la memoria de mi desgraciado hijo y en el de la amistad 
con que el Sr. Don Salustiano le honraba, espero de la bondad de S. V. influya para 
•que se dé cumplimiento a la Real Orden y sea preferido mi nieto a otros aspirantes, 
siendo posible esta gracia sin faltar a la justicia y equidad que distinguen y ca- 
racterizan a V. S. c. m. b. su atento y seguro servidor y verdadero amigo Mariano 
de Larra."" 

Pepita, en su eterna infantilidad, no guarda rencor al marido que muere por 
otro amor; viste luto; lo llora, y durante toda sir larga vida, pues vivió hasta 1884, 



288 



CARMEN DE BURGOS 




Árbol genealóf loo de «Fig^aro» heobo por el Bey de Armas D. José de Bújula y de Oobotorena. 



le llama cariñoeamente siempre Mi Mariano. Pero ella no conoce la grandeza de "Fí- 
garo", no sabe guardar sus recuerdos, es para sus hijos una hermana mayor, a la 
que llaman cariñosamente Pepita. 

Ya hemos visto en el transcurso de la obra, por las cartas del padre de "Fígaro*" 
que éste y su tío D. Eugenio son los que cuidan de la educación del niño. 

Sobre Luis Mariano pesa como una fatalidad la gloria de su padre. Sin la com- 
paración constante su ñgura se hubiese destacado más en las letras. Es como la 
planta que crece al lado de uno de esos árboles frondosos, que absorben todo el jugo 
de la tierra cercana y que se elevan de manera que no dejan lugar a que se distingan 
aquellos que los rodean. 

Luis Mariano es un literato notable y un hombre de honor, trabajador y severo, 
que enaltece el nombre de su padre. 

Las dos niñas crecen al lado de la madre, falta de energía, son inteligentes y be^ 
lias, y ambas se casan muy jóvenes. Adela con D. Diego García Noguera, y Bal- 
domera con D. Garlos Montemar, que fué médico del rey D. Amadeo de Saboya. 

La suerte de las hermanas es diversa en el matrimonio. Adela es feliz; ocupa 
una posición envidiable y ostenta un desmedido lujo. Sus encajes y sus trenes 
compiten con los de las damas más fastuosas de aquel tiempo, como la Fernán 
Núñez a la que eclipsa en el Prado y en el Teatro. Su beücza le hace tener los 
sobrenombres de la bella señora del lunar y la graciosa señora de las patillas y la 
PatiUera. Merced al cargo que su (niñado tiene en Palacio, la familia goza el favor 



fle Amadeo, príncipe demócrata y amigo de la belleza y del arte. El Rey frecuenta 
la casa de sus amigos, en la que se encontraba cuando la reina Victoria <lió a luz 
al que es hoy duque de los Abruzzos, y entoncee príncipe heredero del trono dei 
España. 

No tiene nada de extraño esta amistad de Amadeo conociendo el vacío qus se 
hizo es tupi da mente, por la nobleza palaciega en tomo del ilustre principe. 

Amadeo de Saboya fué el Rey amado de las damas. £1 golpe disparado contra ei 
general Prim derribó moralmente el trono del nuevo rey. El 30 de Diciembre, a las 
nueve menos cuarto de la nocbe, exhalaba Prim su último suspiro, tres días después 
de haber sido herido, y aquella misma mañana pisaba tierra española el hijo de Víc- 
tor Manuel. Un sentimiento de curiosidad se 
sobreponía a todos los demás cuando entró en 
Madrid y la impresión no le fu'} desfavorable. 
Amadeo tenía de veinticinco a veintiséis años, 
aspecto varonil, mirada inteligente, rostro si 
fio bello simpático y figura airosa y esbelta. 
Vestía uniforme de Capitán General, con el 
Toisón de Oro y la Cruz de Carlos III, y mon- 
taba un soberbio alazán que fué victima del 
rigor de aqueT día de nieve, pues cogió una 
pulmonía de la que murió. 

Las damas quedaron encantadas de Amadeo I, 
j el bello sexo lo tomó bajo su protección. Las 
devotas estaban seducidas porque su primera 
visita en Madrid había sido para la Virgen de 
Atocha, con objeto de rezar ante el cadáver de 
Prim, y porque en Cartagena visitó a la pa- 
trona de la ciudad y dio 4.000 reales para aca- 
bar. la capilla del santo patrón de Calasparra. 

]No era un hereje el hijo de Víctor Manuell Ad.u d. l«« {hij. d. .Fic»r..). 
Las damas de imaginación ardiente y novelesca 

«staban admiradas de la gallardía con que manejaba el caballo, de la flexibilidad 
y elegancia de su talle, y de la expresión de sus ojos, que denotaba grande energía 
7 resolución. 

Un cronista de la época dice que "muchas mujeres obligaron a sus esposos, sus 
amantes y sus amigos a concurrir a la primera rerepción de Amadeo, celebrada en 
el Palacio Real, el día de Reyes a la una de la tarde." A los palaciegos de entonces 
se les pudo aplicar la frase de Femando VII al regresar de Cádiz en 1823: "Los 
propios perros con diferentes collares." 

El marqués de Valle-Alegre, padre de los cronistas de salones, que tan bellas 
crónicas ha hecho, decfa: "El bello sexo madrileño ha estado todo el mes muy 
ocupado, ocupadísimo, en examinar los movimientos, los gestos, las entradas y las 
salidas del nuevo monarca. Las infatigables observadoras, que le han seguido con 
sus miradas a todas partes, aseguran que el rey Amadeo tiene un carácter enér- 
gico y resistente y lo que es más, reservado; que su entendimiento es claro y pers- 
picaz; y en íln, que su penetración es asombrosa. En la Fuente Castellana; en los 
teatros Real, Español y de la Zarzuela — únicos que hasta ahora ha concurrido — 
la curiosidad femenina pudo también continuar sus atentas investigaciones. Ama- 
deo — según lo Hablan familiarmente los que no reconocen su autoridad — ^Amadeo 
es hombre de modales sueltos, desembarazados y distinguidos; se v:.<>te con natural 
elegancia, y no hace nada que no sea digno del más exquisito buen tono. La du- 
quesa de... me decía noche pasada que debe gustar de las flores, porque la vis- 



S90 CARMBN DB BURGOS 

pera habfa llevado un jacinto en la mano al teatro de la Opera, y no dejó de as- 
pirarlo ni un momento. La marquesa de... añadid que deba ocuparse baatant« de 
su toilette, porque ha advertido que desde que se halla en Madrid ha cambiado 
tres veces de modo de peinarse. 

Por último, la viuda de un ex ministro me ha ponderado el buen gusto desús 
trenes, especialmente del a !a d'Aumont que saetí uno de los domingos anteriores." 
Además las damas devotas podtan mirar a Amadeo con tranquilidad; el 18 de 
Enero llegó a Madrid la Bula que levantaba la excomunión del hijo de Víctor Ma- 
nuel. El sueño dorado de la mayoría de las damas era introducirse eo Palacio, y 
se esperaba como pretexto la llegada de la 
reina Victoria. 

Se hablaba ya de la constitución de la nue- 
va Corte, de la que serta camarera mayor la 
duquesa de Prim, y damas las duquesas de la 
Torre, Tetuán y Veragua; las marquesas del 
Duero, Sierra Bullones y condesa de T-aredes 
de Navas. 

Amadeo recompensaba los servicios del di- 
rector de Las Novedades, D^ Francisco de 
Paula Montemar, haciéndolo marqués, mi- 
nistro plenipotenciario, Gran cruz de varias 
Ordenes españolas y extranjeras, y título de' 
R«ino de Italia. Con este motivo su pariente 
D. Carlos Honlemar fué -nombrado médico 
del Rey, y Amadeo profesó gran amistad a su 
familia. 

Amadeo era muy aflcionado al bello sexo, y 
por lo tanto galante con todas las damas es- 
pañolas. La reina María Victoria, enferma, 
retrasaba su salida de Tur/n, y entretanto la 
comidilla de los desocupados eran una pareja 
de italianos, asiduos concurrentes a todos los 
lugares de moda y que iban a diario al res- 
taurant de Fornoa; punto de reunión enton- 
ces de la juventud elegante. La joven italiana 
D. Di.g» o«tci«Nog».™(«po,o d. Ad«i. ^j,^ ^^^ hermosura de primer orden, morena, 
de ojos expresivos y talle psbello; y el ca- 
ballero que la acompañaba la trataba con grandes muestras de cortesía y res- 
peto. 

Bien pronto una historia picaresca Corría de boca en boca: la dama era de Mi- 
lán y a los quince años tenia en toda Italia fama de prima donna insuperable. Un 
monarca poderoso quiso oírla y como estaba de luto, el concierto se celebró tete a 
tele. El monarca complacido entregó a la diva un bono de 30.000 francos, pero al 
ir a hacerlo efectivo éste se habfa transformado en 300.000. El Ipsorero acudió & 
consultar con el Soberano cuya sorpresa fué grande, pero na quiso discutir y pagó. 
La diva tuvo sus 60.000 duros por haber cantado una vez a solas ante una testa 
coronada. Su presencia en Madrid producía grande escándalo. ¿Quería cantar ea 
la Opera? ¿Por qué estaba aquí? Todos los periódicos hablaban de una bella palo- 
ma que habitaba en la calle de Fomento. « 

El caso fué que la Policía celosa expulsó a la Dama del Cero^como se la lla- 
maba de Madrid y de España, aunque con todas las consideraciones debidas a su 

hermosura y 9 su rango. 



FÍGARO 291 

Parece que Amadeo preguntó al presidente del Consejo el motivo de esta deci- 
sión, y que éste le contestó : 

— Se tenían indicios de que pudiera estar complicada en un complot contra 
Yuestra Majestad. 

Amadeo no tardó en olvidar, con el trato de bellas españolas, a la hermosa 
italiana. 

Pérez Galdós, con esa vaguedad que lo caracteriza, en su libro ''Amadeo I** des- 
cribe así a una dama española, amiga del rey: 

"Era de mediana talla, bien formada y no mal constituida de carnes y anchu- 
ras. El rostro, tan agraciado como hermoso; la tez morena, ojos expresivos, grande 
la boca, tan abundante el pelo, que no se contenía dentro de los límites naturales, 
excediéndose por delante de la oreja, como un rudimento suave de varoniles pa- 
tillas. Er conjunto de tal rostro tenía el encanto de la originalidad, que en arte 
como en belleza es poderoso atractivo.** 

El novelista le hace hablar de un modo absurdo entre caló, clásico y extranjero, 
diciendo muchas tonterías, a pesar de lo cual exclama: "^iQué discreción, qué ta- 
lento, qué golpe de vista! Yo me decía: **De casta le viene al galgo. Ya sé que te 
engendró el primer escritor del siglo." 

Pero Amadeo, inconstante, se enamoró en Santander, durante el veraneo, de 
una zancuda inglesa, esposa del corresponsal del The Times, que llamaba la aten- 
ción nadando como una ondina. 

El rey desairó a la damia española, no invitándola a una llesta marítima, lo que 
dio origen a que terminaran las relaciones. 

Galdós dice que la dama, iracunda y ciega, penííó que su papel en aquel drama, 
medio personal y medio histórico, era responder al secreto agravio con agravio 
público y resonante. Pues se la despreciaba indignamente, no se retiraría de la 
escena sin escándalo. jQué menos podía hacer que dar publicidad a trece cartas 
escritas de puño y letra por el rey de España D. Amadeo I? 

Añade que un amigo del soberano se presentó en el Hotel del Comercio, donde 
estaba la dama, y le entregó cien mil pesetas para que le diese las cartas. 

La señora las rechazó indignada; poro el galante mensajero sacó el revólver 
y dijo: 

— O me da usted las cartas, o la mato a usted ahora mismo. 
La dama, aterrada, entregó las misivas y se guardó el dinero. 
Quizás se reílera a esta dama que pinta Galdós la anécdota que se cuenta, res- 
pecto a lo difícil que le era al rey romper sus relaciones con una enamorada que 
lo perseguía constantemente. Amadeo, recordando la aventura de la bella italiana, 
dijo un día a su ministro : 

— -Me han asegurado que hay indicios de que la señora de X está complicadli 
en un complot contra mí. ¿Por qué no la acompañan a la frontera, como a la otra? 
Y como el ministro le contestase que no podía procederse sin pruebas contra 
una dama española, Amadeo exclamó con cómica indignación: 
— Cueste paise e ingobernabili! 

Es preciso confesar que en estas palabras había una gran verdad. 
Una grosería sin nombre hizo que los socios del Veloz Club marcaran el desaire 
de no saludar a la reina Victoria a su entrada en Madrid. Esta virtuosa dama, tí- 
mida, pálida, delicada, de mirada inteligente, tuvo una impresión tristísima. Las 
damas hicieron una manifestación española de mal gusto, con el deseo hipócrita 
y encubierto de protestar de una soberana extranjera. ¿No habían sido extranje- 
ras todas las esposas de Fernando VTI y su madre, la virtuosa María Luisa? Las 
marquesas de Alcañices y Valmediano, con otras damas, se presentaron vestidas 
de majas, con falda negra, corta, adornada de guarniciones. la airosa mantilla de 



392 CARMEN DE BURGOS 

oncaje, el peinado alto, coa el característico peine de teja y la ro»a caída sobre 
la mejilla. 

iSiQ la prudencia del rey, que dio órdenes severas, esto pudo traer un día de 
luto. Amadeo tenia que Lonleutarlos a todos. La marquesa de Valmediano era 
niela de Echagiie, que por aquellos días fué elevado a duque del Serrallo. Todo 
eran luchas y ambiciones; todos querían cargos palatinos, amigos y enemigos; al- 
gunos, para volver la casaca, exigían una alia posición; otros querían hacerse 
dinásticos si se les aseguraba un destino. £1 vacio que se hacía a los reyes era tal, 
que no tuvieron servidumbre para presentarse en público l:i Semana Santa con la 
pompa acostumbrada. Tuvieron que ir de incógnito a recorrer los templos, sin má» 
acompañamiento que el duque de Teluán y la señora de Hevia, dama de c<nn- 
pañia de la reina. Ni la caballerosidad de Amadtto, ni la liberalidad de la virtuosa 
reina, pródiga en dádivas y obras de beneficencia, 
desarmaron a los ambiciosos. 

Era demasiado caballero Amadeo de Saboya para 
poder soportar todas las molestias que se le in- 
fringieron, y abdicando la corona abandonó a Es- 
paña, de la que llevarla un rnolesto y triste re- 
cuerdo, endulzado sólo por el resplandor do los 
amores y de la amistad de las daman, circunstan- 
cias que me ha hecho evocar aquí su gallarda y 
caballeresca flgura. 

Con la abdicación de Amadeo, su médico se ve en 
la necesidad de marcharse i Auiérica; Baldomera 
queda sola con una numerosa familia. Uno de sus 
hijoB está enfermo. La infeliz mujer recurre a una 
de esas prestamistas tiranas, cuya raza do se ha 
extinguido, y solicita un préstamo ofreciendo «! 
ciento por ciento de intereses. "Si usted me da unn 
onza — le dice — , yo le devolveré dos." La muju:" 
acepta el negocio, y a fln de mes recibe treinta y 
dos duros en cimbio de los diez y spis que ha pres- 
tado. Las comadres de la vecindad comentan el caso, 
y despierta la codicia acuden a explotar a la infeliz mujer necesitada, ofreciéndole 
dinero en las mismas condiciones... Baldomera está arruinada; tiene numerosos hi- 
jos en la miseria; su marido está lejos...; el hambre la amenaza... Esta nMijer, a la 
que iiperamente se toma como e! tipo de la explotadora, es mucho menos culpable 
que todas las personas que acudían en tropel a dejarle su dim.ro, deseosas de esta- 
farla, de robarla, y que luego aparecieron como victimas, como engañadas, como 
personas decentes. Baldomera, envuelta ya en aquella red, que no tenia fuerza para 
romper, se dejaba arrastrar en ella. Con el dinero que unos le llevaban pagaba las 
primas de los otros. Tan poco engañados estaban la mayoría do sus explotadores, que 
contaban como elemento de triunfo la prisa en llegar a imponer fondos. 

Lanzada en ese camino, sintiendo el vértigo, el miedo de retroceder, Baldomera 
alquila el local del Teatro España, en !a Plaza de la Paja, y coloca en él cinco me- 
sas forradas de hule, con tinteros, cárpelas y demás utensilios de escritorio; una 
estufa, un cepillo, un armario de madera y algunos bancos. 

AIK estaba su oficina, con el nombre de Caja de Imposiciones, que funcionaba 
los días de trabajo, y por las noches y los dfas festivos se sacaban los muebles y 
el propietario explotaba el local para representaciones y bailes públicos. Su admi- 
nistrador era D. Saturnino Iruega, que habitaba Puebla, iS. y sus empleados, un 
Ul Nicanor, del teatro de la Zarzuela; un Sr. Enciso, habitante en Lope de 



FÍGARO 293 

Vega, 24; otro Sr. Rojas, plaza de la Cebada, 13, y un Sr. Casanova, empleado del 
Ministerio de la Gobernación. 

El local estaba alquilado a nombre de su madre, doña Josefa Wetoret, que ha- 
bitaba en Serrano, 56. 

Baldnmera vfvía en la calle del Sordo, 29, con sus hijos menores; en una casa 
grande, con cuarto de baño, lujosamente amueblada, como se ve en el inventario 
del Juzgado — en donde constan todos estos datos. — Su mobiliario produjo en la 
venta judicial 70.000 reales. Tenía abono de coche, cocinera y doncella — ^Nicolasa y 
Pancha — y varios criados. 

La catástrofe sobrevino el 4 de Diciembre de 1876. Sin duda ya se murmuraba 
algo, porque en la declaración de un carbonero, que le había entregado su dinero, 
consta **que le dijeron que doña Baldomera se había fugado y él fué a verla, y 
como le preguntase qué deseaba y él dijese la verdad, ella repuso: "Pties ya me 
ve usted aquí, y el que quiera, que venga." 

Bastó que no se presentara un día en su oficina para que la Inspección de Orden 
Público pasase un oñcio al Juzgado de la Latina, el cual, de un modo expeditivo 
que asombra, acordó, sólo por eso, su procesamiento y registró la casa y las oflci- 
nas, sin que en éstas pareciese ningún papel comprometedor. En su casa hallaron 
7.755 reales en diversas clases de moneda, y en la oficina, 176 reales. 

Resultó que Baldomera despidió a su doncella el sábado y que el domingo mandó 
comprar un palco del teatro de la Zarzuela, y salió en su coche, como de costum- 
bre, sin que la portera, que acudió a cerrar la portezuela del coche, ni nadie, 
notase nada. 

Puede calcularse el escándalo en todo Madrid, especialmente en aquel barrio» 
donde todos, cual más, cual menos, era imponente de la Caja; porque el número 
de éstos ascendía a 5.322. Durante muchos días se hizo preciso tenor guardias en 
los alrededores. 

Según la investigación judicial, los capitales satisfechos sólo por intereses, al 
30 por 100, desde I." de Mayo a 30 de Octubre de 1876, importaban 5.968.216 rea- 
les, lo que supone un capital recibido do 19.894.053 reales y ocho céntimos. 

Todos reconocieron que doña Baldomera era mujer de buena conducta, y uno de 
los oficios de la Policía, dirigido al juez, dice: "Siempre ha cumplido todos sus 
compromisos; pero eso no conviene decirlo, pues daría mayor confianza en ella." 

Entre las cartas halladas las hay hasta con coronas de nobleza y altas firmas 
pidiéndole dinero a rédito. Se supone que manejó en su neorocio 39 millones. 

No era la suya la única Caja de Imposiciones de Madrid; a raíz de este escán- 
dalo, la Policía descubrió otras doce, todas clandestinas; la única que pagaba con- 
tribución y estaba inscripta como banquera era doña Baldomera. 

Sobre todo, es curiosa una carta, firmada Olivera y Compañía, en la que le pide 
autorización para fundar una Sociedad análoga a la suya, "ya que ella tiene exceso 
de clientes." 

Doña Baldomera no se llevó la gran cantidad de dinero que se supone; los 
negocios no fueron bueno?, y huyó, no por estafar, sino por miedo a su situación. 
Está probado que en vez de llevarse todo el dinero que tenía en su poder, dejó gran- 
des cantidades a D. Saturnino, procesado con ella, para que las restituyese a los 
más pobres y necesitados. En todo el procef*o se hace resaltar su generosidad y la 
exactitud en cumplir sus compromisos mientras pudo. 

Guardaba el secreto de su especulación, diciendo que era "como el de Cristóbal 
Colón"; pero no pedía fondos ni daba garantías. Los documentos eran unas gran- 
des hojas impresas, donde se apuntaban la cantidad y la fecha en que había de 
devolverla. Cuando alguna persona le pregunUiba qué garantías podía ofrecer, con- 
testaba audazmente: 



— ¿Vo?... El Viaducto. 

Estuvo de diez y ocho a veinte meses en el extranjero, y al fin, vuelta a Espafia, 
ingresó en la Cárcel de mujeres, de Madrid, donde enfermó, y tuvo que pasar al 
hospital. 

Se ve en este tiempo un raro movimiento de simpatía hacia illa. Pliegos en- 
teros, de esos grandes pliegos amarillos que forman los legajos judiciales, están 
cubiertos de Armas, declarando que doña Baidomera ha cumplido honradamente 
con loa firmantes. Hay una exposición al ministro; hay declaraciones en las que es- 
tán conformes todos para convenir en que no era delito el no estar doña Baidomera 
autori^tada por áu marido, puesto que todos lo sabían y estaban coiifonnes. Hay uno 
que ha impuesto diez mil duros, y dice ; "Aunque los perdiera, no tengo derecho a 
reclamar, porque yo sé lo que me hago." Todos declaran que ha cumplido con ellos y 
hay quien la llama nuestra generosa protectora. Pasan de ocho mi! los que asi se 
expresan. 

Sin embargo, el .luzgado la condenó por "Alzamiento de bienes en perjuicio de 
acreedores", y la Audiencia confirmó la sentencia a seis 
años y un día de prisión mayor, así como a don Satur- 
nino, 

Baidomera solicitó indulto, que le fué negado, y don 
Saturnino apeló al Tribunal Supremo, que lo absolvii^ 
haciendo extensiva la sentencia a Baidomera en 1881. 

Esta es la verdad escueta de la dolorosa historia de la 
desdichada mujer, en la que se ha fantaseado un tipo 
que no fué. 

E! que aparece mártir de todo esto es Luis Mariano. 
En su severidad, él repudia a sus dos hermanas, rompo 
todo trato con ellas. Adela no entra en su casa mes que 
^ el día de la muerte de su madre, y eso sin encontrarse 

(O da Bai..0maM de Lkr»). cotí él. Descendientes suyos me cuentan esta visita. Eni 
Adela adn bella, delicada y fastuosa; vivía en el seno 
de una familia feliz; su marido y sus hijos adoraban en ella. Coni-ervabn aquella 
pasión por los refinamientos: los vestidos suntuosos, los perfumes y las elegan- 
cias que había heredado de su padre. Adela no se atrevió a pasar de la puerta 
de la alcoba do la moribunda; el espectáculo de la muerte era demasiado duro 
y cruel para su espíritu de niña. Vestida con un traje de terciopelo negro, fo- 
rrado de raso blanco y adornado de encajes blancos tambirn, amplio, de larga 
cola, Adela estuvo en la antesala sufriendo su dolor como una extraña en la 
familia. 

Más severo adn fué Luis Mariano con Baidomera. La arrojó de la familia, la 
borró de ella; y más tarde, cuando desgraciada y vencida se hÍ7:o perdonar su li- 
gereza — que no era más grave su pecado — , Luis Mariano le cambió el nombre. 
Su hoimara Baidomera habla muerto y ocupaba su lugar la tia Antonia. Con ese 
nombre la conofieron todos los descendientes, y algunos de ellos no tuvieron ja- 
mSs idea de que hubiese nada de común entre ellos y doña Baidomera, y murho 
monos que la dulce y bondadosa tía Antonia fuese aquella mujer t^n tristemente 
celebro. 

Baidomera, después de sufrir mucho, pero siempre alegre e inconsciente, ya 
viuda, se marchó a América con sus hijos. Allí, su conducta fué ejemplar, y en esa 
segunda mitad de su existencia aparece llena de bondad, de ternura, de virtudes, 
que borran la desdicha de su juventud. 

Luis Mariano tuvo que sufrir la tragedia de sus hermanas y la tragedia del sui- 
cidio de su padre. 



£1 era artista; tenía esos caprichos y esos desequilibrios que engendra el arte 
en loa mejor templados. 

El glorioso apellido de su padre, ya lo he dicho, era romo un peso insuperable 
que sus enemigos arrojaban sobre él. Larra el malo solían llamarle, cuando en rea- 
lidad no tiene comparación con su padre. D« cuando él era muy jov«n he visto 
unos artfrulos en el Semanario Pintoresco, y en esos artículos juveniles hay una 
imitación o una influencia de "Fígaro". Se halla en ellos la nota pesimista, un 
dejo de ironía, y, como es natural, no llega a la latía del modelo. Pero después, 
Luis Mariano se dedica sólo al teatro, y es uno de los autores más feí^undos y 
notables de su tiemvo. 

La primera obra la estrenó Luis Mariano a los diez y nueve años; estaba hecha' 
en colaboración con Valladares, El toro y el tigre, y su asunto era el satirizar la 
célebre lucha entre las dos fieras a la vista del público y como si esto fuese un 
espectáculo agradable. Poco después estrené la primera obra que hizo él solo. El 
amor y la moda Esta obra la estrenó en el Teatro del Príncipe y tuvo por intér- 
pretes a Matilde Diez y Julián Romea. ¿No creemos ver aún vivir a su padre? 
Fácil en la versillcación, fecundo y trabajador, Luis Mariano ha dejado 5C come- 
dias y 24 zarzuelas. Entre las primeras podemos citar La oración de la larde. El 
CabaiUro de Gracia, Loa coraxonet de oro, Flores y jjerlas. La flor d-.t valle y 
«tras muchas que se distinguen por la ílrmeza de la trama, la lógica en el des- 
arrollo, la pintura de carai;tere8, la belleza de la forma y la profundidad de pen- 
samiento. Entre las zarzuelas merecen especial mención el célebre Barberiüo de 
Lavapiés, Las hijas de Eva, Los órganos de Móstoles, Sueños de aro. La vvelta al 
Mundo y Los hijos de Madrid. Arrióla, Gaztambide, Barbieri y Caballero unfan su 
nombre al de Larra, que llegó a acaparar e¡ cartel de todos los teatros de Madrid. 
La fortuna, que no había logrado su padre, la logró Luis Mariano. Empezó a cons- 



296 CARMEN DE BURGOS 



truirsG una casa, y cuando estaba a medio hacer pensó que estaría mejor en la 
acera de enfrente, y la dejó, para comprar la que más le gustaba, demolerla y 
edificarla a su gusto. 

Pero la fortuna le atrajo las envidias, y quisieron arrojar sobre él las consecuen- 
cias de lo ocurrido con doña Baldomcra. A tal punto llegó (a animosidad que sus 
obras se silbaban sin oirías, como sucedió con La africanita, con música de GerO' 
ceda, que rechazaron ruidosamente en el Circo de Price el 9 de Enero de 1883. 

Luis Mariano de Larra no quiso luchar y se retiró a su casa de Yaldemoro, cod 
su familia, que lo adoraba y que le llamaba Coco cariñosamente. Según todos los que 
lo trataron, Luis Mariano era de buen corazón, carácter afable y cumplido y co- 
rrecto caballero. 

Además de las obras teatrales ha dejado varias novelas. La gota de tintan Ayer^ 
hoy y mañana, Tres noches de amor y celos, y numerosos artículos publicados en 
la ilustración Española y Americana, El Museo de las Familias, Gente Vieja y 
otros periódicos. 

Se conoce que sobre él pesó siempre también el suicidio de su padre. El, que de- 
dica sus obras a toda la familia, no dedicó ninguna a "* Fígaro". El prólogo que 
escribe para una edición de El doncel es tan frío, que sólo al final, por unas líneas 
aclaratorias, se ve que está escrito por un hijo. Tal vez Luis Mariano sintió el des- 
amor del padre, en cuyo ánimo no pesó la paternidad, tal vez predominaron en él 
las preocupaciones de la infancia, la especie de sambenito que cubre la memoria 
del suicida; el criterio estrecho de una familia imbuida en las preocupaciones de 
la época. Lo cierto es que no le gustaba que le hablasen de su padre más que como 
escritor. Su nuera, doña Felisa Gullón, me cuenta que revolviendo un día en esos 
viejos armarios que tienen olor a lienzos antiguos, a manzanas seras y a aromas 
marchitas, encontró esa camisa, cuya fotografía aparece en la página 9, man- 
chada de sangre, de "Fígaro", y que su suegro, que era siempre amable y 
atento, le habló con dureza para evitar sus preguntas y se apresuró a cerrar el 
armario. 

Luis Mariano de Larra se había casado con una mujer hermosísima, exce- 
lente actriz, hernoana de los grandes actores Manuel y Fernando Ossorio, que 
fué la intérpriete de alguna de sus obras y que abandonó por su anwr la gloria 
escénica. * 

He llegado a conocer a esta dama, ancianita, distinguida, con ademán de gran 
señora, cuya memoria empieza a fiaquear, y vive, rodeada de sus hijos y de sus 
nietos, de un modo patriarcal. 

Hijos de Luis Mariano de Larra y de doña Cristina Ossorio fueron D. Mariano, 
doña María y D. Luis. 

El primero, que era el hermano mayor, no ha tenido descendencia. Sabido es 
que heredó el arte de su padre y de su abuelo, y la afición al teatro de su madre 
y de sus tíos maternos. El ha sido el tipo del actor tal como lo deseaba "Fígaro": 
el actor artista, bien amado de todos los públicos, ante los que se ha presentado 
cosechando muchos aplausos. 

Doña María se desposó, aún muy joven, con un hijo de D. Eugenio de Larra, 
aquel buen tío paterno de "Fígaro" que se hace tan simpático por su cariño a) 
poeta. Hijos de éste fueron doña Pepita de Larra, la simpática e inteligente an- 
cianita que tanta luz me ha dado para la biografía de **Fígaro", y el doctor Larra 
y Cerezo, periodista de talento, del que tuve el honor de ser compañera en la Re- 
dacción del Diario Universal, y que fué el esposo de su prima doña María. 

Doña María de Larra es una dama que tiene el sello de distinción y talento, 
propio de la familia de "Fígaro". Esta señora, que es una gran admiradora de 
*• Fígaro" y una hija enamorada de su padre, tomó la pluma para deshacer algu- 



ñas de las falsedades que corrfan sobre su familia; pero su timidez de mujer 
venció, Y las cuartillas quedaron escritas y desconocidas hasta que el azar las trajo 
a mis manos. 

Tomo de este escrito un párrafo a propósito de la tumba de "F'Igaro": 

"Cuando se trasladaron los restos de "Fígaro", dijo uno de los más leídos pe- 
riódicos de la corte: Ai fin el crítico ilustre ka salido de la tumba abandonada en 
la que nunca lució una flor; falsedad indigna, pues desde que tuve aptitudes físicas 
e intelectuales para hacerlo, el hijo de "Ftgaro", cogido de mi brazo, se encaminó 
todos los años de su vida, en la fecha fatal del 13 de Febrero, y no en las que la» 
gentes hermosean la habitación de sus difuntos para que el mundo las vea, al alto 
nicho del cementerio de San Nicolás, y allí, subido en una escalera y ayudado por 
mis manos infantiles, lavaba, cui- 
daba y pintaba él mismo aquel 
rincón sagrado, y dejaba un ramo 
de violetas que algunos años nos 
costó trabajo hallar en esa fecha." 
Acaba su escrito con una ironía 
digna del abuelo: 

"Todo esto escribiría si yo fue- 
se varón; pero hoy los hombres 
míos dirfan que los ponía en ri- 
dículo, porque no sé si habréis no- 
lado que, equivocadamente o no, 
se sienten en ridículo siempre los 
hombres por lo que hacemos las 
mujeres, y nunca por lo que ellos 
hacen o dejan de hacer." 

Hijo de esta dama de excepcio- 
nal talento, es D. Fernando de La- 
rra, también escritor y poeta no- 
table, último representante de la 
rama colateral, que no tiene has- 
la el presente descendencia mas- 
Luis de Larra, artista como todn 
su familia, continuó la brillante 
tradición de escritores ilustres, a 

los que sólo perjudica la comparación, que es igualmente insostenible para lodos 
los demás escritores ajenos a la familia. 

Luis de Larra estudió, como su abuelo y su padre, en las Escuelas Pías de San 
Antonio, y abandonó la carrera de medicina que deseaba su padre que siguiese, 
porque conocía que no tenía la vocación suficiente. Su afición era, desde pequeño, 
a las letras, que cultivaba a hurtadillas, porque su padre se oponía diciendo que 
"No quería que saliera un tercer Larra escritor y al publico le pareciera excesivo 
el número". 

A pesar de eso Luis de Larra hacía artículos .para La Correspondencia de España 
y para otros periódicos, y antes de cumplir sus veinte años estrenó en Eslava su 
primera obra, "Salirse con la suya". Luis Mariano no tuvo conocimiento de esta 
obra hasta el dia del ensayo general, en que fué requerido por su hijo para pre- 
senciarlo y dirigirlo, con estas cariñosas frases : 

"Al Excmo. Sr. D. Luis Mariano de Larra: Croo cumplir, queridísimo padre; 
con un sagrado deber al colocar lu nombre al frente de mi primer trabajo literario. 



298 CARMEN DE BURGOS 



Nada vale; asi, pues, acéptalo, no por su snérito, sino como una pequeña muestra 
del inmenso cariño que te profesa tu hijo Luis,"" 

Ya francamente dedicado a escribir, en especial para el teatro, siguió Luis de 
Larra su carrera artística en la que obtuvo grandes éxitos y bien pocos fracasos. 

Su género principal fué el llamado "género chico'', pues Luis de Larra no as- 
piró jamás a la gloria literaria, por el temor que le producía el creer que no podía 
aumentar el brillo de su apellido, ese terror y desaliento que inspira el descender 
de un genio consagrado y admirado por todos, y se contentó con vivir del arte sin 
vilipendiarlo. El fué gran parte en la fama y nombradía que adquirió Loreto Prado, 
pues dedicó a esta artista casi toda su producción de más de veinte años consecuti- 
vos y fué el primero que descubrió en ella la modalidad dramática y quien le dio el 
primer papel "serio" en "La trapera", obra que habiéndose estrenado hace diez y 
ocho años, aún se representa en los teatros de toda España y América latina. Con 
aquella obra y gracias a Luis de Larra, rompió la simpática Loreto Prado sus mol- 
des de trabajo, ampliándolos, lo cual le dio ocasión después a generalizar más y 
abarcar toda la gama de su arte, quizás de no haber sido por la perspicacia y gran 
experiencia teatral de Larra hubiera quedado reducida a mostrarse en el desem- 
peño de papeles de chica o chicos traviesos y de golfos de buen corazón. 

En el iiño 1897 fué trasladado a la Isla de Cuba, aún española, a instancias su- 
yas, donde permaneció hasta fines del año 98, y en aquel lapso de tiempo fué re- 
dactor del periódico de la Habana La Lucha. Gomo le cogió en la Habana todo el 
horror de la guerra contra los yankees, y era un español muy español, formó un 
batallón de voluntarios, que llegó a ser numerosísimo, y del que le nombraron ca-. 
pitan. Con él hizo servicios de guardia en los ediñcios públicos de la población y 
algunos d6 vigilancia por patrullas en los alrededores a las órdenes del general 
Arólas, de quien fué a3rudante honorario. 

Al término de la guerra, Larra fué declarado cesante (siendo precisamente mi- 
nistro de Estado D. Pío GuUón, tío carnal de su mujer, paradoja admirable, .{ue 
pinta el carácter de Luis de Larra que jamás pidió nada a nadie, ni la reposición 
en su destino a su tío) y el día antes de que los americanos pusieran la bandera 
yankee en el castillo del Morro, cuando aún ondeaba allí la española. Larra, con 
otros camaradas, zarpó para España en el "Alfonso XIII", teniendo el consuelo 
de ver hasta el último momento la bahía cubana adornada con la enseña amarilla 
y roja. • 

Luis de Larra trajo de Cuba una<^laringitis crónica, que agudizándose le produjo 
la tuberculosis laríngea que le causó la muerte. 

Gomo no quiso gestionar su reposición en Hacienda — que tan fácil le hubiera 
sido — ^vivió y vivió bien, del producto de sus obras. 

Luis de Larra era fecundo aunque poco trabajador, y tenía la facultad envidia- 
ble de la rapidez para concebir y desarrollar, hasta el punto de que fué el autor da 
su tiempo que hizo más obras "de encargo", pues cuando algún empresario veía 
su negocio flojear y no tenía obra en que poner su esperanza, acudía con urgencia 
a Larra, con la seguridad de que en ocho días perjeñaba una zarzuela, y con la 
fortuna, además, de que estas casi improvisaciones suyas, solían ser sud mayores 
éxitos. 

A no ser por su condición de eterna cigarra, habría podido reunir un capital 
con el producto de sus obras, pero no supo administrarse, ni concedió jamás valor 
al dmero — ^grandeza suya indiscutible — y al morir quedaron gravadas sus obras, 
produciendo pingües beneficios a usureros y prestamistas. 

Si sobre Luis de Larra no hubiera pesado siempre el temor de que se pudiera 
pensar que quería emular, las glorias de otros Larra, mayores, con certeza que 
hubiera hecho obras de más importancia. 



6u modestia fué grande; su bondad, mayor. 
Generoso, caballerosísimo, abierto, cordial y ata- 
ble, siempre sonriente, de un agudo ingenio, con 
algo de la sátira espontánea a "lo Fígaro"; no 
dejd un enemigo, y al morir hizo llorar la pér- 
dida del protector cotidiano en muchos •hogares. 
Era tanta bu bondad y su culto a la amistad 
. tan acendrado, que a la puerta de la muerte, 
cuando ya no podía salir de casa, le dijo Enrique 
Chicote — BU gran amigo de siempre, que aún le 
llora con lágrimas cordiales — que bu teatro ib^ 
mal, y el pobre escritor, que no podía hablar, por- 
que la tuberculosis habla carcomido su laringe, 
«onto iba comiendo su organismo todo, hizo un 
-esfuerzo sobrehumano; y junto a una estufa de 
petróleo — con la que pretendía matar el írío de 
«u sangre helada por el terrible bacilo — se puso 
a escribir, y en doce días terminó dos zarzuelas 

■en un acto: "El tango argentino" y "Las llaves „ T . ~ , , 

del cielo , cuyos ensayos ya no pudo presenciar dsLkrr»). 

y en cuyos afortunados estrenos sonaron los úl- 
timos aplausos que el público le tributó en vida y que él ya no escuchó. 

Luis de Larra era de poca estatura, sin ser muy bajo, menudo de cuerpo, de 
tez morena, nariz larga, ojos negros, vivísimos y de una mirada penetrante, pero 
duke y "ñrcna, como su alma, su parecido físico con Larra io dicen aus retratos, y 
en la crónica de Alcántara que he reproducido, con motivo de la traslación de los 
restos de "Fígaro" vemos la impresión que produjo ver a su nieto, que ofrecía 
«on él tan gran semejanza. Indudablemente en el carácter fué el que más so le 

pareció. 

Estaba casado, desde los 
veintiséis años, con doña Fe- 
lisa GullóD y Fernández Te- 
rán, de una ilustre familia 
de políticos y militares. De 
este matrimonio quedaron 
tres hijos: doña Pilar, doña 
Cristina (casada con el pe- 
riodista D. Mariano Gullón) 
y Carlos de Larra y Gullóu, 
notable autor y periodista, 
casado con doña Adela Sevi- 
lla Ortiz, y que no teniendo 
hijos parece ser el último 
descendiente en linea recta 
del inmortal "Fígaro". 

Asi, con la silueta de los 
últimos descendientes cie- 
rro este libro, a cuyo Una) 
no quiero añadir nada des- 
pués de haber trazado tan 
apasionadamente cada una 

«Figara» por lina* m»tCDlia>). QO SUS páginas. 



300 CARMEN UE UUH0O8 

La presencia de '•Fígaro" está en los capítulos en que vive» 
escribe y ama, lejos de apreciaciones de biógrafo que divaga, 
apareciendo tal cual se nos muestra en su obra, en sus cartas, en< 
su intimidad. Ha^ta en su suicidio está como en el brillante es- 
pectáculo de una ascensión, y sólo vuelve en la hora de las be- 
llas y e:taitadn3 necrologías. En este momento, annlizado y evo- 
cado todo, para fljar definitivamente su figura, se impone el 
silencio y una actitud callada y sobria. 

Ya es la hora de poner la firma, como si en vez de firma cs- 
D.' AdaU ScviiiA cribiéramos otra frase, una frase que díjeae esas últimas pala- 
d»*LMr»" "* bras que no sé encontrar, pero que desearía encontrar, para re- 
sumir de una plumada la aureola de "Fígaro"; esas ultimas- 
palabras que volverían s ser las primeras y las intermedias, pues sin notarlo volve- 
ría una y otra voz, a escribir este libro de mi romanticismo y de mi entusiasmo. 



^-fSf:±<trf^ 



EPÍLOGO 



POR 



EAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA 



i 



EPÍLOGO 



PRÓLOGO AL EPÍLOGO 



¿Cómo epilogar este admirable libro de Carmen de Burgos? 

Yo hollaría de ella con esa fe ijUe doce aiios de constante amistad han cuajado 
en mi espíritu, del espectáculo único que ha sido para mi m sensatez, au compren- 
sión y hu rebeldía» Pero no es efo lo que fila quiere. 

Me tengo que referir a este libro, cuya preparación ha sido obra de su devo- 
ción durant'i mucho tiempo, pues hace años que aparece anunciado entre sus libros 
en proyecto — aunque parecía esperar a ese hallazgo del cofre de los secretos y los 
manuscritos de ^Figoro». 

Este va a ser el libro que quede ^obre Larra, el que primero descubre lo que de 
verdaderamente inédito quedaba de él y el que reúne todos los antecedentes dis- 
persos de un modo vivo y •simpático». Todos, después de este libro, tendrán que 
refeHrse a él, que copiarle, que seguirle. Carmen ha hecho esto con sencillez, con 
una idea genial, instintiva y clara de la distribución, corrigiendo hasta a los con- 
temporáneos y amigos de ^Fígaro», que tantas falsedades dijeron de é^l, y tod^ 
esto sin que resulte muerto y ahogado en la insoportable prosa negra de los eru- 
ditos^ y sin dejar p( r eso de tener algo más de la erudición necesaria. ¡Gran libro 
de erudición^ sin una nota, porque cuando el que escribe sabe escribir, dice todas 
las cosas en su sitio! 

Eso le da vida fresca y coMinua, sin esas hemiplejías de las notas. 

Sentado frente a Carmen ante su amplia mesa de trabajo — esta mesa con la 
forma de un piano de cola y que pf^f tentar sólo tres patas parece la mesa de los 
espiritistas, a la que por eso quizás acuden a ella las esencias de hs muertos y 
por eso Carmen hizo aqtul htimioso lilro sobre Leopardi, desgraciadft también e 
impar ^ y ahora sobre •Fígaro*^ he visto y he leído U)S d- cu mentas y he oído l(M 
cuartillas de Carmen, saturándome de ^Fígaro*, y sacando) del cerillero de él, que 
la familia lia dedicad*) a la escritora, las cerillas para mi pipa, cerillas con una 
luz en algo inspirada directamente en él. 

Sólo porque era Carmen la autora de este libro no he sentido envidia de él. Es 



304 RIMÓN GÓMEZ DF LA SERNA 

noble y cabal como él solo, y por eso ante la neceñdad de epilogarle, y ya que no 
pueda añadir nada a la figura qae traza tan bien ella, he crfido que evocando )*e- 
■ciamente ese fundamental paseo del Prado, pasando a lo largo del Prado pensan- 
do en 'Figuro* — al que con una certeza misteriosa veo pasear aún por sus ande- 
nes — surgirá él por último, desprendido del libro que le resucita, ya silencioso, 
escueto, indirecto, anónimo, incógnito, callado, desprendido de la biografía, en 
pleno asueto, en plena vida. Sobre todo por medio del grabado — no se dará cuenta 
la gente de lo que ea reunir todos los que reúno sobre el Prado — el fondo queda 
tramado perfectamente. 



EL PRADO 



Yo puedo hablar del Prado, porque yo soy "El hijo del Prado**. 

Como hijo espontáneo del Prado, como su cigarra, dispuesto a trazar unos diá- 
logos escépticos y sentidos entre "yo" y "yo mismo" titulados "Paseos por el Prado", 
encontrado su antecedente histórico total en muchos libros, y su sentido actual, 
•'eterno" y nada "efemérico" en muchos paseos de todos los días, embocaré primero 
la cuestión de su historia y después ya estaré tranquilo para hacer los zig-zag del 
pa^eo y sus idas y vueltas. (Si yo pudiera elegir entre mis libros, diría que considero 
este trabajo como el mejor de todos los míos.) 

El Prado son los Campos Elíseos de Castilla, planicie de aire profundo, de honda 
serenidad. 

Siempre ha sido el camino del Prado el camino oriental. Por el Prado se ya hacia 
Oriente, que es nuestra dirección ideal. 

El Prado era el último camino cuando Madrid acababa en la Puerta de Guada- 
lajara. Después del Prado se caía en los barrancoe y en los aguazales. 



(Larra paseó por él mucho, y el último paseo parece que se realizó en él, siendo 
eso lo único que sugiere el falso paseo que describe Molíns. Después, cuando fué en- 
terrado en Fuencarral, estuvo inquieto, hasta torcer el curso de las cosas y pasar en 
carroza fúnebre por el Prado, yendo a parar al Cementerio de San Nicolás.) 



"Tienen prevención de arboledas vecinas las poblaciones numerosas, donde el 
agua de las fuentes enfría el aire, el aire las hojas, para que las hojas, aire y fuentes 
hagan un deleitosísimo paseo. Esto, en Madrid, se llama el Prado" — dice un his- 
toriador. 

Como en ese otro paraje, llano y filosófico de Lisboa, en que están los Hieronimos, 
había un Monasterio de monjes Jerónimos en el Prado. 

Mezclándose a sus pocas construociones había huertas y hierbas, que fué lo que 
naturalizó todo el suelo de la ciudad alguna vez, y cuyo recuerdo no hay que perder. 
Siempre por estos parajes estuvieron, efectivamente, los prados de la villa; el Prado 
de Toya o de Atocha, que se menciona en los fueros de Madrid del siglo XIII (se 
llama después Atocha por los atochares (atocha = esparto. Atochas = espartizal). 

Había varias hileras de álamos todo a lo largo de él; álamos que realmente no 

20 



'M6 RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA 

han desaparecido, porque se nota aún en el paseo un aire de a'.ameda, fresco camino 
de la medltaclfin. 

Kl Prajo es la obsesión de Madrid. Vlllamediana dice: 

"Llego a Madrid y no conozco el Prado, — ? no lo desconozco por olvido, — sino 
poriue me consta que es pisado — por muchos que debiera ser pacido.' 

La inuBa callejera compuso también una seguidilla a este respecto: 

"Como correa lo» tiempos — Libres y alegres, — Muchos salen al Prado — Por darse 
na verde." 

También Lope de Vega dijo, con el conceptuostsmo del mal humor: 

"Los Prados en que pasean — son r serán celebrados; — bien hacéis en hacer' Pra- 
dos, — pues har bien para quien sean." 

Loa poetas se entusiasman con el Prado. Cervantes, que pasaba mucho por allf 
porque vivía en aquel barrio, dice en la despedida de Madrid: 

"Adiés dije a la humilde choz» mía, — Adlús, Madrid, adlús tu Prado y fuentes — 
Que manan néctar, llueven ambrosia." 

Lope de Vega, en "El acero de Madrid", le recuerda 7 le dedica su atenclAn. 
Quevedo, también. Y después, después, ¡cu&ntos otros! 

Las fuentes que te decorabsn ya desde el principio, las fuentes "de mejor agua que 
hayan hasta agora visto". ("Lindísima agua" llama al agua del Prado el maestro 
Pedro Medina.) Eran cinco de singular artificio, cada una con una bacía de piedra 
tierroquefia 7 varias cbQos, sobre todo una que recordaba la lluvia tupida de la tor- 
menta, la del "Caño dorado", la "Sierpe" y la del "OHvillo", habiendo una que re- 
cogía BU agua en nueve grandes tazas de piedra. La más original era una que lanzaba 
el agua por la boca de una serpiente, a la que se enrollaban otras dos, destac&ndose 
en ella "una esfera que tiene un espejo de bronce y en medio dice "Vida y gloria". 

Muchas cosas pasan en el Prado. Bn 1644 "vino un andaluz con unas quimeras 
de Arqufmedee, hizo un molino, añadid a la tramoya otra traza con que hablan de 
tener unas bombas movimiento perpetuo, y el agua que saliese para hacer moler la 
rueda habla de volver al mismo estanque de donde so habla sacado". 

Las fiestas m&s espléndidas se dan en el Prado. Para la entrada de doña Marta 
de Austria so construye un ancho tablado, con Jardines, fuentes y salteadores, y en 



¿iptoto antirio ^* >> <!""* ^* Alukl* tnau k Ik enttadk d«l paaao d»l Prado. 



EL PRADO 307 



BU parte más alta el Monte Parnaso, en que pe veían las mnsas. Pegaso, el dios 
Apolo, y al pie de la Fuente Castalia, seis de los principales ingenios de la edad 
pasada: Calderón, Lope de Vega, Argensola, Quevedo, Zarate y Gdngora. 



(Queda ese Parnaso aún, y en uno de sus bancos está Larra. Es un Parnaso sin 
túnicas; queda uno con el trajo de su tiempo; todos reunidos como en una gran Casa 
<de Orates de lujo.) 



Para la entrada de la reina doña Ana de Austria se hizo al final del Prado un 
•estanque de 50Q por 80 pies, en que bogaban ocho galeras, cada una con 20 soldados 
y cuatro piezas de artillería, un castillo con cuatro rebellines y un tablado sobre el 
que se elevaba un trono cubierto de brocado, desde donde doña Ana presenció la 
toma del castillo. 

(En ese sitio es adonde aún se forman unos grandes charcos que evocan a aquel 
gran estanque.) 

No solamente en las horas de fiesta pasean los reyes y los aristócratas por el 
Prado. Ya el día de San Juan de 1613 salió el rey al Prado acompasado del duque 
de lerma, deteniéndose en el convento de los capuchinos, adonde se hallaba la reina 
de Francia con su hermana, volviéndose con ellos a Palacio y yendo el duque en el 
■estribo del coche real 

En casi todos los palacios del Prado había sobre el dintel de la puerta una gran 
cadena, que sólo ostentaban los que hablan tenido la honra de que hubiese estado el 
rey en ellos. 

La aristocracia también pasea por él. El conde de Humera paseaba mucho por 
sus andenes, acompafiado también por el de Lerma, al que llevaba a su derecha, 
yendo muchas veces a ver correr lanzas a los franceses de su acompañamiento. Tam- 
bién se dieron bailes en los palacios que en el Prado tenia la aristocracia, siendo el 
más suntuoso el que dieron en honor de Felipe IV la noche de San Juan, con mas- 
carada y con una suntuosa "Rúa*" por el paseo que duró hasta el amanecer. (S51o 
Ja mascarada real que se verificó en el Prado para solemnizar la boda« de Fer- 
nando VII y María Cristina, aventajó en esplendor al de esa fiesta.) 

Ta entonces, como siempre, después y antes, al mismo tiempo que el sitio de 
paseo por la tarde, es el Prado en la noche sitio en que se recogen el misterio y una 
sombra pecaminosa, porque ya entonces se rozaban con los palacios y sus monaste- 
rios, imancebías y ventorrillos^ diciéndose en un bando de 1757 (año en que el Prado 
•es guardado por treinta y dos soldados) "que se prohibía estar ni entrar en él con 
capa", y mandando que fueran expulsadas las ramilleteras y limeras. 

El arquero holandés Cock dice por esta fecha, que "no se debe buscar en él la 
mansión de la casta Diana, ni de la Virgen consagrada al cuitó de Vesta, sino la de 
Venus y el amor Ciego". 

Hubo en él estocadas por cuestión de mujeres. Una vez, porque unas damas que 
iban en una calesa llamaron al duque de Alburquerque, fué herido éste y el conde 
Oropesa que iba con él. También hirieron por mujeres al marqués de Almenara, y 
se celebraron muchos otros empeños de armas y desafíos, en que se oía el martilleo 
de las espadas de taza y en qiíe eran curados los contendientes en la clínica del Mo^ 
nasterio. 

En una comedia antigua se dice: 

"Irás al Prado, Leonor, — en cuya grata espesura — toda divina hermosura — ^rinde 
tributo al amor. — '¡Cuántos mirándote allí — aumentarán sus desvelos! — ^No quieran, 
Leonor, los cielos — que te los causen a ti." 

De sus aventuras hablan también estos otros versos: 

"Si ir al Prado dejares — ^tu esposa, loco, — mientras ella va al Prado — ^vete tú 
al Soto." 

En esta primera época se sentaban las mujeres en su verde. Así, el gran maestro 
de todos, Zabaleta, las ve sentadas "tomando la apariencia de flores". 

En este césped del Prado se dieron muchas meriendas, merendolas alegres, bé- 
hiendo en el aire el refresco verde de las lechugas de las huertas. 

El oésped del Prado lo hollaron numerosos zapatos de ponlevl y numerosos cha- 
pines con virillas de plata y buscaron sus alamedas numerosas basquinas de chame- 
lote, guardainfantes de seis varas de ruedo y mantos de gloria. 

Así, el campo que dora y calienta el sol del invierno estaba salpicado de mujeres 
«entadas, muchas "con los pañuelos sobre loe mantos". 



308 RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA 

Por el centro del Prado pasan las que van en coche; "en un zapato alpargatado- 
con ruedas se aprietan eele peraonae". Habiendo nmchos enredos de coches. 

"Muchas carrozas rebosando dueñas; — de todo un barrio cada coche lleno." 

(Que vedo.) 

"... ver mil coches de día — del Prado armados bajeles." (Lope.) 

Gran sitio de fiesta durante el día y paseo de damas de rebocillo y de medio oJO' 
7 dueSas guintafionas, durante la noche siempre servia su gran sombra y el gran 
sentido de sensualidad que lo anima, de sitio de regodeos de cotorreras y sirenas de 
respIngOn, tanto que dice, refiriéndose a esto, un historiador: 

"Es un gran bosque, donde se sale como guten dice al ojeo, con la particularidad 
que en él suele ser más frecuente ver liebres buscando galgos, que galgos buscando 
liebres." 

La Tisi6n del Prado, después de esos mimos y esas Francachelas, podemos declr- 
que va a ser deOnltlva. Se queda en su paraje para siempre. . 

Ya el Monasterio de los Hieronlnios lo aomina coono hospedería de Reyes en los 
momentos de meditación y tristeza, como lugar de las Juras y hasta sitio en que se 
celebran las primeras Cortes. 

Se dice que allí conteaú el principe D. Carlos que quería matar a su padre, re- 
untt^ndose la comunidad para Juzgar el caso, y aconsejando el conFesor absolver al 
principe o darle de comulgar una hostia no consagrada, para que el pueblo no ad- 
virtiese que DO se le daba la absolución. 

De orden severo es ese monasterio; "no salen en siete anca de sus claustros los 



Fa1*oiadeldaqaedeTillml»rmo»«a«l Prado. 

que empiezan el monacato, sirviendo en todos los ejercicios de humildad, con un 
maestro que no les pierde de vista y en la mesa les cuenta los bocados", y permitién- 
doEeles súlo al cabo de ese tiempo ir a sus tierras StCompaSados de un anciano. 

Más iglesias habla en el Prado. San Antonio del Prado, que estaba entre la plaza 
de las Cortes, y la iglesia de Jesús y el Santísimo Cristo del Prado, que era una de 
las mayores devociones de las gentes. 

La entrada del Prado tenfa a un lado el magnifico palacio que perteneció primero 
al marqués .Ambrosio Spfnola, a quien otorga el titulo Felipe iv en 1G2I, y después 
al duque de Sexto, quien lo vendió al Banco de España, que también necesitó para 
BU solar destruir la iglesia de San Fermín que Iba a continuación de eee palacio. 

Numerosos palacios le daban carácter. El de Lerma era uno de los más impor- 
tantes. Do él dijo un poeta: 

"Llenando en su parte yerma — del Prado viejo nn espacio,— con lo que al erario 
merma — levanta altivo el de Lerma — suntuoso y rico palacio." 

El palacio de Medlnacell, que era otro de los grandes palacios del Prado, estaba 



EL PRADO 309 



pasada ia Carrera de San Jerónimo, continuaba su tapia hasta la calle de Trajineros. 

El palacio del duque de Villahermosa, esquina a Is Carrera de San Jerónimo, fué 
construido por Antonio López— dirigió la obra el propio D. Antonio López. 

Todo es agramilado. 

Es la principal la fachada opuesta a la que hace de principal dando a la calle de 
.'San Jerónimo. Sobre su frontón campea este letrero, escrito sobre el tímpano de ese 
frontispicio: 

''In Eoden loco artis perfectionen et naturae oblectamentum, María Emmanuela 
Ducissa de Villaermosa conocía vit. "^ 

Lo más bello de este palacio es su regularidad. En él se conservan los retratos de 
todos los duques y unos soberbios tapices que — como las colchas las chulas — sacan 
al balcón en las solemnidades. En él vivió el duque de Angulema en 1823. • 

También ha sido el Prado, y quizás realmente es lo que definitivamente será, 
'el sitio de las fiestas cívicas. Allí, después, del día 2 de Mayo en que se regó todo él 
de sangre en una avenida tan grande coíno aquella de agua qué en 1581 le causó 
muchos daños, ¡cuántas fiestas cívicas se han celebrado! Entre otras se debe recor- 
dar la que se celebró el día 24 de Septiembre de 1822 conmemorando el triunfo del 
7 de Julio y para la que se entoldó todo el Prado y se dispusieron ** 1.110 varas de 
mesa*" para los 9.000 qonvidados compuestos por los soldados que formaron la guar- 
nición aquel invicto día que solemnizaban. 

El Prado desde sus primeros días de prado silvestre, se había ido modificando y 
arreglando, habían sido echados abajo varios edificios; el antiguo juego de pelota 
que estaba donde mucho más tarde se levantó el monumento al 2 de Mayo; también 
fué necesario para abrir por ahí el camino ai Retiro, rebajar una formidable altura 
que según afirma Pinelo '* estaba allí desde el principio del mundo**. (¡Qué agarrada 
estaría la tierra a la tierra!) Se hace una mina subterránea para encauzar el arroyo 
<iue lo enloda y otras aguas que convergían en él, obra que según Jovellanos ''era 
comparable a la gran cloaca en que Dionisio y Casidioro creyeron cifrada la magni- 
ficiencia romana." 

(Últimamente en nuestros días, no hace muchov hemos visto acabar de sanear y 
de regir esa cloaca máxima metiendo, gracias a la fuerza de una recia grúa, unos 
enormes tubos de hierro embreado, por cuyo túnel jugaban a pasar niños de doce 
«(ños. ) 

Entusiasmándose con el sombrío encanto, con la magnífica y severa base que es 
el Prado, se proponen al Ayuntamiento de Madrid proyectos descabellados y sun- 
tuosos, entre ellos un peristilo capaz para 7.000 personas que pudieran refugiarse en 
él en caso de lluvia (hoy el soportal de los buzones del nuevo Correos puede servir para 
caso de lluvia), un inmenso monumento a Cervantes, y últimamente un absurdo 
monumento a todos los héroes de España, sus colonias, la industria, el comercio y 
sus productos. 

' El Prado rigiéndose con rigidez a sí mismo, se conserva, sin embargo, resuelto y 
rotundo. Todo va creciendo en él poco a poco. Se crea el Botánico — Jardín Botánico 
del Museo de Ciencias — frente a la Real Fábrica de Platería dotado de un bello pór- 
tico y de un despejado frontispicio. Están rodeadas las 30 fanegas de tierra del Bo- 
tánico por una verja solemne y robusta fabricada en Tolosa de Guipúzcoa por Arri- 
villaga y Muñoz, con asientos exteriores y sillares en toda su extensión. Tiene dos 
puertas, una que da a la plazoleta de MuriUo, formada por una fuerte y achaparrada 
edificación de columnas arrimadas y dóricas, y la otra que da al Prado con arco de 
medio punto con archivolta y dos columnas entregadas de orden dórico, y a los lados 
dos pequeñas puertas con arco adintelado. Sobre su frontispicio Juan de Triarte es- 
<;ribiÓ **Carolus JII, P. P. botanices instarautor civlum saluti et oblectamento anno 
MDCCLXXXr. 

Primero Felipe 11 había querido construir uno, anterior en mucho a los de París 
y Montpellier, y casi coetáneo con los de Pisa y Padua. El mismo herbario de Her- 
nández que se conserva en el Escorial, revela aquella curiosidad. A orillas del Man- 
zanares y camino del Pardo hay un soto "Migas callentes" en el que se implanta el 
primer Botánico o Real Granja. Después por orden de Carlos III fué trasladado aquí. 

El conde de Florida Blanca, quizás por la fuerza de su título, fué el que protegió 
al Botánico. 

Un extranjero en 1789 propuso darle un destino que únicamente el Monarca de 
las Españas podía realizar "establecer familias de peruanos, mejicanos, california- 
nos, culsanos, habitantes del Paraguay, Buenos Aires, Caracas, Puerto Rico, Cuba, 
Canarias, Filipinas conservando los trajes del país y sus costumbres." 

Otro propuso establecer un Parque Zoológico en libertad y yo he propuesto en un 
libro lo siguiente: 



310 RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA 



Bebía haber un botánico de los senos, un verdadero y amplio Jardín Botánico en 
que figurasen todas las especies de senos del universo, sostenidos y alimentados por 
las mejores mujeres de todas las especies. Ellas podrían estar desnudas, con sus senos 
al aire, y estáticas como los árboles. El cartón cito latino que cuelga de los árboles 
y de las plantas de los botánicos colgaría del intervalo de sus senos como un meda- 
llón, señalando la procedencia de cada mujer y el nombre de sus senos: "SENUS ABI- 
SINIUS", «SENUS GOMORRIENSES", "SENUS JAVANESES'. ¡Oh, admirable botá- 
nico, en los cálidos invernaderos durante el invierno y en el jardín el resto del año I 
El Ministerio de Bellas Artes debía ocuparse de eso." 

Entre las plantas que conservan están la dracoeana, la tecomas, hiphocampylus» 
magaricarpus, perrettia, el ecluites y los humildes granos de cien diversos géneros. 
* Semilleros; modelos de secano, campanitas de cristal debajo de las que se colo- 
caban los ejemplares de los trigos de que habla Clemente en su adición al Herrera» 
maderas exóticas, formas, resinas, etc., etb. 

"En los primeros días de la estación calurosa — dice Madoz — se ve sumamente 
frecuentado este jardín por una sociedad escogida, que busca el deleite que les ofre- 
ció su fundador, así como la clase menesterosa las yerbas medicinales que se les 
proporciona gratuitamente, llevando receta del facultativo, 9i su aplicación es pe- 
ligrosa." 

(La tila les será dada a todos sin tasa ¡Oh, gran farmacia frenca!) 

Tiene unas dos mil especies vegetales perennes, tintóreas, de los prados, texti- 
les, etc., etc. 

Hay una noria y una casilla como esas que se dan a copiar a los niños, y que 
tienen algo de molino, algo de alquería, algo de casa del herbolario. 

Pronto el Botánico se llenó de plantas. Los virreyes de España enviaron grandes 
árboles y pequeñas semillas en número incalculable, que nuestro Botánico las expedía 
al mismo tiempo como si fuese el correo central de las seonillas, llegando a enviar al 
extranjero 7.649 paquetes en un año. La Biblioteca llegó a contar con 2.500 volúme- 
nes y los herbarios ascendieron a 30.000. (Al abrir esos libros, ¡cuántas flores y hojas 
se desprenderían de ellos!) Las plantas del Nuevo Mundo ocuparon mucho sitio. Se 
cultivó la escuela linneana, el sistema de Cavanilles y, por último, las plantas de 
adorno. Se erigieron varias estatuas, entre ellas la de Quer, el célebre médico y natu- 
ralista que escribió una flora española; Cavanilles, el célebre autor de las Observacio- 
nes al artículo "España en la Enciclopedia", y más tarde la de Lagasca, el primer 
botánico del XIX. (Hoy en la hora de salir del despacho y pasear por el Paseo de esta 
tarde veremos todas las que hay hoy.) 

El Museo del Prado, que nació destinado a Museo de Ciencias, llega a ser el Museo 
de Pintura, y las nuevas fuentes se implantan. Estas nuevas fuentes merecen fijeza.. 
La primera en el ancho y largo estadio es la Cibeles. Es esta una fuente que se am- 
para del símbolo de la tierra patria y siendo una diosa hija del cielo y de la tierra,, 
mujer de Saturno, la magna-mater, resulta como la reina de todas las Castillas (al 
principio estaba colocada más al lado del que hoy os Ministerio de la Guerra y mi- 
raba hacia el Sur). Surtiéndose de la dotación de la antigua y acreditada fuente del 
Piojo, su agua era muy estimada aunque algún cronista dijese que causaba a los 
provincianos que la bebían el efecto de las aguas del Leteo en las aliñas de los 
muertos: el olvido. 



("Fígaro" debió encaramarse sobre su taza, y en sus paseos por el largo salón 
de la reflexión, debió quizás curarse bebiendo de ella. ¿Pero hubiera querido seguir 
viviendo sin sus recuerdos?) 



La fuente de Apolo en el centro de) paseo lo decora de un moio más íntimo, como 
la Cibeles y todas las que están injertadas para siempre en el Prado, procede de un 
diseño del gran Ventura Rodríguez, Apolo o la fuente de las cuatro estaciones tiene 
cuerpo o tronco de panteón. Los tarjetones en que se ha borrado la inscripción y que 
tiene en los frentes esperan un cenotafio. Los mascarones por los que sale el agua 
están bien aunque es doloroso como ver un vómito de sangre ver echar a un masca- 
rón el agua por la boca. Su agua, es un agua dulce del viaje viejo mezclada a la do 
la Cibeles para ayudar (esta comunicación de unas fuentes con otras es conmovedora 

y entrañable). 

La obra está hecha con piedra de las canteras de Redueña (el que yo cite el pue- 
blo de la piedra no es citar por citar, sino por cómo evoca un formidable pueblo d& 



EL PRADO 



La laaute de Apolo. 

España), Tiene ud tono esa piedra de piedra de hueso blanco. Resulta lívido v ahue- 
sado ese Apolo. Aunque al disefio ea de Ventura Rodríguez fué Alvarez el que lo rea- 
11e6. aunque según ha dejado dlclio uno de aquellos crfClcoa de arte, "los oficiales que 
desbastaron la pi&ira estragaron la escultura". Gregorio de Salas, admirado de la 
obra, ha dicho de ella y de su autor: 



312 RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA 



"Alvarez, tus estaciones — nos presentan sus efectos — en tan bellas actitudes — 
y modo tan verdadero, — que con toda propiedad — me parece que estoy viendo— en 
primavera y verano, — el otoño y el invierno — aflores, y espigas y fruta, — ^nieves, es- 
carchas e hielos.** 

Y después ha escrito en la tumba de Alvares. 

"Aquí yace un escultor, — que, por su grande destreza — le echaran menos loe 
hombres — y le lloraran las piedras.*' 

Alvarez muerto antes de acabar su obra creó un confleto, pues el escultor Abíid. 
ol que se encargó la continuación, no quiso porque como él dijo: "si la obra sale 
bien dirán que es de Alvarez y los defectos se atribuirán a Abad'*. 

En vista de eso se lo encargó a Bergaz, al que un poco infiel a la memoria de Al- 
varez, dedicó Salas también estos versos: 

"Si el Apolo, Bergaz, fuera Narciso, — al punto que a la fuente se asomara.** 

El agua de la fuei^te de Apolo cae en tres conchas, conchas eternas hechas para 
soportar el agua de las fuentes como las otras para soportar el agua del mar. En vez 
de agua parece que debía caer de ellas besamel, pero su baba tiene un dulce de ca- 
ramelo en que se mezcla el encanto de los días de Madrid. 

Refiriéndose a esta estatua dice don Ramón de la Cruz en "Los panderos" por 
boca de una garrida moza: 

"Y le dejé más parado, — más blanco y más frío que — la "estanta** nueva del 

Prado.'* 

Es maravilloso que no haya parado su fuente. Nos reúne eso con todo el pasado. 
Sus dos cariátides, eternas sopladoras de vidrio que a veces echan el agua no en 
forma de ohorro sino de ancho abanicct, están siempre intentando crear la ampolla 
de vidrio que algún día de invierno parece que va a cuajar al fin. 

(Ante esta fuente "Fígaro** se detenía y veía la perspectiva de las estaciones, 
sobre todo la del invierno que representa el mendigo de pantalones atados por de- 
bajo de la rodilla como se los atan con una cuerdecita los miserables para no perder el 
calor que guardan, atadura igual a la que evita que no se pierda de un pellejo de 
aceite el aceite. Toda la estatua es invernal, hasta los racimos en piedra son racimos 
de uvas heladas, uvas de invierno. Es la fuente del hombre con capa y con una copa 
con brasas, en la mano). 

Neptuno es la fuente que sigue. Hay que tener on cuenta que es hijo de Cibeles y 
atmigo de Apolo, y que como todos los dioses entronizados en el Prado es un dios 
arrojado de la tierra. Está hecho también según un diseño de Ventura Rodríguez y 
con piedra de la cantera de iMontesclaros. 

Aunque resulta extraño ver a Ncptuno en el sitio más lejano al mar, le justifica 
el *iue ostenta la representación de Marciano del que España tiene la gloria de haber 
descubierto los límites en Occidente. Su tridente — que por cierto le robaron una vez — 
es de tres puntas que simbolizan su triple poder de conservar el mar, solevantarle y 
apaciguarle. Este pobre Neptuno como el que se levanta en la Plaza de la Señoría 
de Florencia, siempre en seco, en lo más central de la meseta central, parece que va 
a morirse como un pez sin agua. Está en las ciudades estas para tener propicio a 
Dios, pues si tomamos en serio a algún dios hay que tomarlos todos en serio. Este 
Neptuno evita las sequías. Es llevado por unos caballos de hermosa figura, figura de 
caballos inmortales y momificados, medio caballos esqueletizados y medio caballos 
focas, caballos cuya base algunos creyeron que debía estar sumergida en el agua, 
más dentro de la taza que contiene todo el grupo c&cultórico. Donde estaba esta 
fuente, había antes de su existencia una torrecilla en que se colocaban las músicas 
que amenizaban el paseo, músicas con atabales y trompetas. Durante mucho tiempo 
se han estado mirando Neptuno y la Cibeles, tanto que Sinesio Delgado dijo: 

"Neptuno y la Cibeles se hicieron guiñes — y apareció en el Picado la mar de niños." 
(Ante estos caballos de Neptuno de los que salen altos y arquoa.ios surtidores, 
me he parado a pensar que en vez de caballos debían ser ballenas y no sólo porque así 
se justificarían sus surtidores parecidos a los que son como el "esprit** de las ballenas, 
sii.o que a poco que se piense el trarsatlántico ideal, el enorme vehículo de Neptuno 
es naturalmtnve una ballena.) 

(Fígaro al pasar anti5 Neptuno, medio cocinero grotesco y medio rey desnudo, 
equilibraba su pensamiento pensando en el mar.) 

Después vienen las cuatro fuentes que están frente al jardín Botánico, en la pla- 
zoleta tercera del Prado. Su piedra es también de Redueña. Son cuatro fuentes idén- 



ticas. Están rematadas por ud trltonclllo que juega con un delfla, debajo ra !a taza 
y en el tronco sobresalen unas cabezas de oso. 

Por fln trente a la eBtacl6n del Mediodía estaba antes la tuante de "La alcachota" 
que bor estA en el Retiro y cuyas aguas eran demasiado gruesas paru bebei. 



Antes de entrar en la divagación libre, en el paseo en que ios pensamientos son 
voluntarlos, <)ÍspBres y desordenados, debo dar todavía un antecedente histórico sobre 
el monumento del 2 de Mayo aunque sobrio, curioso, completo. Solemniza a los po- 
bres madrileños que tusilai;on altl en masa los franceses, escena nocturna y patética, 
porque mientras se verldcaba loa monjes del Prado abrieron sus puertas y entonaron 
el "dies Irae" para que lo oyesen los asesinos y eso les conminase. 

El monumento del 2 de Mayo construido sobre el lugar en que arcabucearon a 
los madrileños en 1S08 está formado con cinco hiladas de piedra berroqueña, con 
una gran musa de granito rojo de las canteras de Hoyo de Manzanares, un gran pe- 
dazo de piedra tostadiza, las estatuas de piedra blanca de Colmenar y la pirámide 
de granito orienta! a imitación de loa obeliscos egipcios. 

Aunque los obeliscos debían ser más altos, su conjunto es profuniiaimente con- 
movedor y "cenotáfico". Están bien todos sus símbolos, esas antorthaa invertida» 
■que eran emblema de muerte entre los antiguos y que se ven mucho en nuestros ce- 
menterios, los vasos lacrimatorios, lacrlmatorioe de la lluvia que llora por todos en 
Invierno, y los flaraeros. llamas Hjas, ineitlngulbles, llameantes siempre, alimentadas 
por un fuerte alcohol de piedra que resiste todos los vientos. 

En los primeros trabajos de excavación y cimentación de este monumento traba- 
Jaron voluntariamente algunos probos madrlle&os, un abogaJo, un camarero de la 
Fontana de Oro — ¡oh, ínclitos camareros de cafél— jvarlos hijos de familia, algunoe 
títulos, algunos escritores como Ventura de la Vega y Escosura. y hasta alguna 
mujer. 

Cuando se bubo acabado metió el Ayuntamiento algunoe documentos de la época 
«n una caja de plomo, — costumbre de entonces que también se usó con el arco de 



314 RAMÓN GÓMEZ DE LA BERNA 

la puerta de Toledo — sucediendo a "esotra" caja las mismas peripecias que a ésta. 
Entre loe documentoe que se metieron ^ el sarcoifagulto de plomo figuraba un ejem- 
plar de !a Conetltueión espafiola, una mMieda de plata, la lista de las sofiaa de di- 
putados, dos decretos, varias medallas de plata 7 bronce, monedas desde un real a 
un peso de duro. "Gacetae", Elogios, libros. 

Un poco después se saca todo eso y se metieron nueras cosas entre las que habla 
una copla certificada del acuerdo que tonnaron los Gabinetes de Francia, Austria, 
Prusia 7 Rusia en el Congreso de Verona, para restitutir el patriotismo. 

Después fué exhumado de nuevo el cofrecillo y fueron sustituidos esos documen- 
tos por otros entre kM que estaba la nuera Constitución, periódicos liberales, un do- 
blOn. reales, ocharos, cuartos, duros, pesetas. 

También las Inscripciones que hay en las aras de loe Ángulos han pasado por di- 
ferentes transformaciones, siendo escritos y vueltos a iKirrar muchos pareados, en- 
tre loa que se destacaban unos de Lope de Vega: 

Para los que murieron dando ejemplo, — no es la tumba sepulcro, sino templo. 



La lucha del 2 de Uajo d« I80Í «n «1 Prado. 

Inscribiéndose por Dn en un lado la dedicatoria del monumento 7 los nombres 
de loe héroes, y en el otro unas palabras del libro de Job, cap, 12, vers. 21: "Di* 
tunde el desprecio de loe déspotas ensalzando a ios que por sus órdenes perecieron." 

Numerosas fiestas se han celebrado alrededor de ese monumento todos loe 2 de 
Mayo, desde la creación de la fecha histórica. Dos coronas — una de los milicianos 
y otra pagada con el legado que para eso dejó un patriota, son renovadas todos loe 
atios.^V un detalle conmovedor de la solemnizacldn anual es que sustituye y re- 
presenta al teniente Ruiz un capltfin que cuando llega la hora de responder en la 
revista, que pasa el capitán general a las tropas que forman alrededor del monu- 
mento, contesta con una voz de ultratumba y como si fuese el teniente Rulz: "como 
presente y muerto al frente del enemleo". Gautler frente al dos de Xtayo se cree tras- 
ladado a la Plaza de la Concordia de París, fieurándosele contemplar el venerable 
obelisco Luxor "al cual no hubiera creído capaz de hacer tal viaje". 



Don Ramón de la Cruz ya lo ha bendecido con sus palabras y le ha dedicado al 
Prado mucha atención y hasta algún fin de fiesta como el titulado ol "Prado por la 
noche". Esos diáfanos personajes de Ramón de la Cruz que son gratoí^, chispeantes 7 



EL PRADO 315 



simpáticos y qne desaparecen en seguida, han paseado muchas veces por el Prado,, 
así como hemos visto en las obras de don Ramón esas mozuelas que bailaban al son 
de la música de los ciegos en el Prado, las mujeres que gritaban por el Prado también 
**¡Agua fresquita de Recoletos! ¡Roscones de Zaragoza! ¡Garbanzos verdes y tier- 
nos!" ¡Bizcochos de moda tiernos! ¡Puerros!" 

En una ocasión don Ramón le dedica este soneto por boca de uno de sus persona- 
Jes de comedia llamado Espejo: 

Del verano en la plá»cida estación, — es el Prado paseo de alquiler, — donde cuesta 
a los más breve placer — la fama, la salud y el corazón. — ^Adornada entre tanta con- 
fusión — y torpe la ocasión se deja ver, — de cualquiera dejándose coger; — que aquf 
sólo no es calva la ocasión. — ^Pretextan que se van a refrescar, — y a divertirse con 
mirar y oir,— dando mucho al discreto que pensar — cómo puede un paraje divertir — 
donde pierden los hombres por mirar, — ^y las mujeres sólo por venir. 

El Prado así queda confirmado. 



• *• 



'Desde mediados del siglo XIX hasta el final su vida es intensa. Se convierte en 
salón oficial de todos. Ha llegado a oído de todas las gentes la cita en el Prado. 

En este momento en que es centro elegante pregunta un cronista de la época: 
"¿Dónde irán los elegantes que puedan lucir sus atractivos a la clara luz del gas como 
en el Prado de Madrid?" 

El lado de mucha luz del Salón era el llamado de París, y como siempre en estos 
paseos de Madrid, había el lado aristocrático y el lado plebeyo. 

Las ñiflas Jugaban al mambrú o a la limón. Frente a la fuente de Apolo se colo- 
caban dos arpas que tocaban redovas y polkas. 

Hasta hubo un ferrocarril para los nifios, además de un cochecillo tirado por dos 
cabritas... y 

Sus sillas eran como sillas de la casa de todos. Primero las sillas fueron de Vitoria 
y las llamaban las "carracas" por el ruido que metían, al desvencijarse cuando las 
crujían un poco los huesos y eran ocupadas, a mediados del XIX, mediante el mo- 
desto rédito de ocho maravedíes. 

Casi pegado a la verja de los jardines del Buen Retiro por la parte del Prado 
estaba el Teatro Felipe y el Circo-Hipódromo, barracón de madera, primer El do- 
rado antes de que éste naciese para incendiarse; lo dirigía Felipe Ducazcal que diri- 
gía el Real también y allí estuvieron los Bufos y allí se estrenó la célebre obra tea- 
tral "La Gran Vía", y por allí estuvo el "Panorama de la batalla de Tetuán" (el 
campo de África y los moros én figuras de bulto.) 

Durante esta última época del Prado fué cuando se establecieron en él los agua- 
duchos que un concejal al que no hizo caso ninguna de aquellas reales mozas, mandó 
suprimir. 

Aquellos aguaduchos, altares para los vasos, las cepitas y las botellas, vasares al 
aire libre, pagodltas con su tejadillo, retablos de fondo para la gachona aguadora, eran 
algo fresco y sabroso que ya resultara Inimitable para los tiempos venideros. 

Eran aquellas garridas mozas las sucesoras de los agualojeros del Prado. 

Aquellos aguaduchos donde estaban deificados los más blancos y enormes bo- 
tijos, eran cómodos, y recordando su comodidad me parece como si hubiese tenido al- 
guno sofá de muelles. Las mujeres, "que hacen afeite de la sombra de la noche", eran 
convidadas en aquellos puestos de refrescos. 

Esa cabecera de piedra que tiene el Salón enfrentándose con la plaza de la Ci- 
beles se levantó para el segundo centenario de la muerte de Calderón en 1881, y 
."^obre esas especies de pedestales que la rematan se instalaron unas estatuas de 
cartón provisionales, proyecto de unas definitivas que se habían de colocar allí y 
que a^ no se han colocado. 

Aquí se celebraba el carnaval hasta que en 1895 siendo alcalde el conde de Ro- 
mán oner. se trasladó al Retiro de donde se trasladó a Recoletos al aflo siguiente, por 
los muchos destrozos allí causados. 

Los últimos días clásicos del Prado — según el gran madrileñista E. María Sego- 
vla — fueron los del verano de 1891 "en este año el uso del velocípedo se generalizó 
de tal modo que fué una verdadera monomanía, invadiendo sus partidarios todos los 
paseos y sobre todo el del Prado por sus especiales condiciones para el manejo de 
aquel aparato, abandonando por eso el Salón mucha gente y acabándolo de descon- 
gestionar también el que acababan de inaugurar la primera "montaña rusa", detrás 
del teatro Felipe. 



^4* 



HAHÓN GÓMEZ DE LA SERNA 



Bapradaoeida de ao ea>dro «xittSDta an Falaoio,qaa raprsisnt», paiadndo por el Prado, ■ alenno* 
panonajas da la latoerB mltaa dai SiX, entre lOa qoe aatAn la ATellaneda, en el oantro, r a nn 
eitramoi ooa graDdaa patilla*, aombraro da oopa nrgto y pantalón blanco, Veotnra da la Taga. 

Ahora pasemoB a lo largo de este Prado hisldrico y fundamental, ya tranquilos y 
«n la actualidad, como en la tarde de hoy. 

Si fuésemos ínTialbles por este paseo se piensa — lo veríamos mejor. — Es el pasen 
por el Que andar Invisibles. 



El paseo del Prado bace capital a España. Cuando queremos pensar más racfo- 
nalmeute que estamos en Madrid, nos vamos al Prado, Es el fcndo en que bacer que 
se proyecte todo. Es por donde m&s se disimula uno. 

Por el Prado nos damos paseos con nuestra muerte, con el muerto de nosotros — 
con nosotros muertos. — iDejando atrás todaa las mlBertaa de nuestras casas estamos 
en el Prado en el ancho campo por el que el "gris" se pasea. Nosotros los que siem- 
pre andarijos con pies flojos, uno en el abismo y el otro en otro abismo de distinta 
profundidad, anjanios por el Prado ürmes y tranquilos pisando sobre la 4nlca rampa 
lisa, sobre la gran explanada nivelada. 

Siempre que nos aproximamos a él no nos podemos salvar a su influencia. No se 
puede Ir a sitios más lejanos. 

El Prado es el paseo de Castilla, en el cgntro de Castilla. 

El gabfin o la capa, el aljrlgo en una palabra, sientan muy bien en el Prado, y 
siempre se va de levita, por él y de sombrero de copa. (SOlo en el Prado aún está bien 
el sombrero de copa.) 

Parte por medio la ciudad, es el camino neutral y aparte, por donde se abre él mar 
de laF tierras como se abrió et Mar Rojo. I.as botas andan por é! con mis solemnidad. 

El Prado les da miedo a los novios frivolos. Es algo muy trascendental lo qu« 
w>rre por el Prado. I.as gentes estultas lo cruzan y lo atraviesan de través huyendo 
de su adustez y su gravedad. 

(Y "Fígaro" se quedó amortajado en su levita azul, allt en la casa de la calle da 
Santa Clara, lejos de este Prado donde se hubiera dlsuelto el dolor adelantándose a 
la muerte en au meditación por su campo trascendental y por lo tanto no necesitando 
matarse. ) 



Ea donde más a solos estamos con nuestra sombra, donde nuestra sombra se ve 
m«]or. 

Al Prado vamos todos los dfas a despedimos de la vida por al al volver a la casa 
nos ponemos mal, y aunque dure la enfermedad, ha sido en ese preciso momento de 
metemos en la cama cuando nos hemos envuelto en vec de en las sábanas en el suda* 
rio. Mucbos de los que mueren, sobre todo de loa que murieron en las épocas de epl^ 
demla, el atacado del culera o del dengue, cuando eran de los que sabían donde ha- 
bla que despedirse de la vida, cuando eran de los que sabían que habla que cumplir 
con el Prado, pasearon por aquf antes de acostarse para siempre. Por él pasan todoa 
los días las siluetas negras de los que cada día se despiden para siempre y de lo que 
Ee acuerda más un muerto es de haber paseado por el Prado. 

Es el sitio por donde más ancho cielo se ve. Es donde se ve un mar celeste mayor 
y loe días grises un cielo gris que reconforta a nuestra materia gris. 

Se corrige a la muerte andando por el Prado. Asi el nlAo enfermo al que pasean 




1 monamento d«l 8 da Hayo. 



318 RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA 



con un cochecillo por el Prado se pone mejor, y el viejo que recoge su último sol, un 
sol de urgencia, en el Prado, se salva de la asechanza. 

Eb por donde se han paseado por última vez los suicidas de la miseria, echando 
nna mirada de desdén al Banco, gran mole de piedra con salientes nevados que arro- 
jan una sombra gris sobre el saliente de otra dase de piedra que parece ser de la de 
las cumbres del Guadarrama y con sus focos grises hasta tener atrofia gris. 

Generalmente acude con determinación al pensamiento la Idea de que es un río y 
íe dan esa apariencia también las pasarelas que tiene a un lado, los antepechos de 
fierro bronceado que parecen hechos con cañones tomadoe, como siempre, a los moros, 
y sobre los que hay gentes acodadas y hasta nos hemos acodado también nosotros 
como asomándonos a ver el agua a la que a veces nos lanzamos raudos, pasando sobre 
-el río como si el agua estuviese helada, como si fuese el Volga helado, simulación a 
la que coadyuva el asfalto que es como un agua sucia y espesa. 

Aquí donde no hay verdadera catedral suenan como a campanas de catedral las 
campanas del reloj del Banco, reloj de martillazos, campanas que apiadadas de lo que 
•sucede suenan con más deje que las de ningún otro reloj en ese que está rematado por 
una absurda bola deslucida que parece haber sido un regalo que hicieron al director el 
día de su santo y que él colocó ahí por no colocarlo en la antesala de su casa. 

El político por aquí es por donde pasea solo todo su fracaso. 

Sólo a Azorín le hemos visto pasear su triunfo. 

La última serpentina de carnaval queda colgando de un árbol y se la disputa el 
viento como un bi'ciclifita en una carrera de cintas. 

Faltan en el Prado aquellas casas de color sepia, aunque está en su sitio la casa 
Mateu (antigua fábrica de fototipias de Mateu) cuyo frontis está pintado de un azul 
«extraordinario, único, muy digno del Prado. 

m 9 

Paseo por el Prado, siguiendo esos grupos de ancianos, detrás de los que hay que 
ir lentamente: ¡Milicianos nacionales vestidos de paisano! 



Se ven pasar los entierros y los grupos que les siguen, todos con el color del que 
va en la caja, todos como en apretada maniífestación de ira reconcentrada, y detrás 
de todos el coche de ferrocarriles, al que se han de subir a mitad del camino^ coche 
de ferrocarriles sin equipaje, cuando podía llevar al muerto encima. 



Nos duele un pulmón, y pensamos en unas enormes coronas como marcos ovala- 
dos del último retrato. El grave catarro del llanto, la terrible gripe del llanto, ha 
«stado en nuestra vecindad, porque no han cesado de llorar las vecinas, a las que se 
Jas ha muerto el padre de la gripe verdadera. 

Hay por todo eso, en este día de primavera, una cosa de despedida, y las despedi- 
das se van a tener en el Prado. Muchos días, poseídos de esta superstición de que eran 
•el último que nos iba a coger en la calle, hemos buscado el Prado para despedirnos 
de la vida. Allí nos despedimos de los faroles, los árboles y el panorama largo del 
cielo. (De esos días de despedida queda una imagen, que ya se ve «mucho durante toda 
la larga estancia en casa hasta curar la enfermedad: un carro cargado de sifones, 
por ejemplo.) 



Pasan los carros regimentales, "2.*" regimiento de Zapadores", con su cochero ves- 
tido a la antigua usanza, con su calan és y su traje de contrabandista, un poco con el 
disfraz siempre de José María el Tempranillo. 

Pasan los coches de los periódicos. El más viejo, destruido y lamentable, el de "La 
Correspondencia de España**. Van hacia el Mediodía, llevando los periódicos claros 
•que allí amarillearán en seguida. 



Pasan los coches de estación — que van de verdad a la estación — ^y los automóvi- 
les de hotel que no se cansan de subir y bajar vacíos. Pasan los simones con sus ma- 
letas tristes, de cerradura rota, atadas con una cuerda. 



Por el Prado es por donde se abre el cielo optimista cuando es primavera, esa pri- 
mavera que hace reflorecer en el viejo jardín de los héroes del 2 de Mayo el almendro 
de la heroicidad. 



EL PRADO 



Por el Prado pasan las admlrablea "bobinas" de papel de perifidica, grandes y 
pesadas como la piedra delantera de las máquinas apisonadoras, "bobinas" de papel 
de las que nos sentimos consumidores de casi la totalidad. 



Al pasar por sus andenes — ya allf bajo — se ve la fabrica de b&sculas, que está en 
esa casita entre las calles de las Huertas y la Platería d« Martínez, en ese delta cuya 
«al)eza chiquita, graciosa y franca, se encara con llstesa con el Prado. Es la casa ideal, 
con tienda y piso, dei artesano de la precisión. 

I>a cita con una mujer en el Prado la coloca Indefensa en nuestras manos. No 
tiene, ni disculpas, ni arrumacos, ni dengues. Queda absolutamente en nuestro po- 
der, vencida, cogida, entregada a una sinceridad superior a sus fuerzas. 



pavimento; esos carros con cal que van esparciendo como una aureola de lus un pol- 
vllio blanca sobre sus sacos. Esos otros que van regando de su sustancia el caimino 
como para poder volver; esas muías con sus recargados aparejos, entre los que se 
destacan las monturas Inútiles y pintadas de azul con flores, monturas estrecbas y 
engaDosas, monturas simuladas, súlo parecidas a las de los caballos de picadores; 
esas ruedas de esos carros que parecen una obra de arte rústica por como van de 
escarchadas, de adornadas por et barro. 

Interminable ruido de las caderas de los carros y de sus potras de potrosos, 
que arrastran sus grandes y pecadas bragas. 

Arreos color del polvo. Carros pequeBos que llevan un gran puente, un puente 
para uno de esos ríos que no tienen ningún agua, 7 carros grandes que llevan algo 
asi de tremendo como la Carpetobetónlca entera. 

Tan para los carros es ese andén de la derecha según se va hacia Atocha, que en 
los solares que hay a los lados ea donde descansan y son desnncidos loa bueyes. 



320 RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA 



¡Cómo se echan a descansar! Se tiran como casas que se derrumban. Parece que van 
a hundirse en la tierra, y, sin embargo, es cuando se yerguen. Son como viejas opu- 
lentas sentadas en su recHnatorio o sencillamente a los pies del altar, viejas opu- 
lentas, cansadas, como envueltas hasta la testuz en un mant6n gallego, sentadas en 
el camino- como esas que ferian algo. 6u aspecto hierático y sicofántlco crece al 
verles en esa postura. 



Tan madrileño es el Prado, que estos días ha andado por allí el oso, un oso que 
se ha subido a sus árboles, el verdadero oso de Madrid, al que el gitano hacía bajar 
del árbol después de la recaudación sólo con tirarle del anillo de la nariz. ¡Perfecto 
símbolo del oso y del' madroño, rematado por ese descanso del oeo en la copa del 
árbol! 



Apoyados en el antepecho de bronce que margina la primera parte del Salón del 
Prado, hay siempre- algún señor úe barba grande de. comendador que pareOe que ve-. 
pasar el agua de la vida, abobado como en el pretil de un puente, viendo transcurrir 
el Rhin madrileño. 



El obelisco amarillo, altivo e indicador del 2 de Mayo es como un cronómetro de" 
sol elevado en el centro de los Campos Elíseos. Va como marcando grados en una 
<F8cala ideal al reflejarse el Sol por trechos sobre el índice de piedra del obelisco. 



Qué a propósito para unas cuantas miradas solemnes y largas es el Prado, bueno 
también para curar todos los días el cáncer de todos los días. La gran convalecencia 
de los hombres más sanos hay que pasarla y pasearla por el Prado. Es el Prado la 
gran rampa para el espíritu, y en él se encuentra la pacífica seriedad de la vida, en 
una perfecta y extensa proyección. Es el paisaje suficiente y ático. 



(''fígaro", con su tipo de morlto distinguido y señorial, de sombrero de copa, de- 
levita azul, marcándosele en los pantalones ajustados las piernas combeadas hacia 
atrás de hombre nervioso y recio, y tocando el suelo con su bastón — un "véngala*^ 
que compró en Lisboa — como si fuese un ciego, ciego de rato en rato por mirar la 
luz fúlgida del cielo, pasa paraíso a todos y, sin embargo, en un andén del Prado 
hacia el que no podemos atravesar. 

Se ve que quiere ir solo y estar solo. Mira a lo lejos las gentes que vienen hacia 
él, pero aparta de ellas los ojos cuando están cerca, porque hay una gran promis- 
cuidad en mirarse de cerca, y él no quiere Incurrir en ella. Eleva toda la cabeza hacia, 
el cielo, con ese gesto de orear la barba y aligerar su agobio en regiones más etéreas. 

El, que no ama las cuestas, ni esas piedras de Madrid que, como escribió Gau- 
tler. •*nQs muerden como bocas de perros", adora este paseo, recto, seguido, como la 
planicie castellana.) 



TiOS niños juegan en el Prado con menos alegría que en los jardines que están un 
poco más en las afueras. El Prado está dentro de la ciudad, y cae toda la trascen- 
dencia de la ciudad y del Prado sobre los mismos niños. Los niños verdaderamente 
madrileños van al Prado; es menos frivolo que el Retiro. En el Prado he jugado yo» 
y ya entonces más que jugar era pasear lo que hacía 

« « >í( 

En el trecho que hay frente al Dos de Mayo y que se llama el paseo de las "víc- 
timas", es desde donde últimamente se ven los rayos del sol. 



"La berlina azul...", "las botas azules...", "el frac azul...", son cosas que se repi- 
ten en la memoria paseando por el Prado, en el que está enterrada la elegancia de 
antaño. (En la "Moda Elegante" se habla mucho del Prado.) 



La ancha cabecera del Prado, su plataforma principal en medio de las avenidas- 
laterales y sus calles, antes no tenía esas plantaciones soporíferas ni esos macisoa 
que la escombran. 



Lm lo. me de I» kJorLcfa qoe «ntct (*1abm al flml d>l Fr*do. 

MI ImagiDacifiD lo Tsri siempre como estaba, borrando ese aspecto de postal de 
Allcanie que ha tomado su trecho mia solemne. Asi. en bu desierto de antes, se dea- 
■taea aún para tnf con toda bu Importancia esa casa del guarda, más amplia que las 
upuales y de una (acha distinta a las otras, que hay en el centro. En esa casa vieja y 
■empolvada del polvo de la gran carretera y del gran desierto polvoriento que es el 
Prado, parece que se guarda el archivo y la biblioteca del Prado, au documentaclAn, 
loa álbums de retratos. 

La» sillas de hierro que tanta Importancia tenían en esa parte que era el "BalAn" 
del Prado, hoy están también más arrinconadas, se destacan ya como en un gran 
almacén vacio, "pero ee las ve, siguen". Son esas sillas que hieren los pantalones, 
que se agarran a nuestra americana cuando dos vamos a levantar y que a veces se 
abren y se desarticulan. Stilo unos cuantos ancianos se sientan aún en ellas, las ponen 

ai 



RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA 



EL PRADO 323 



al Bol, manejándolas como sillas de tijera de iglesia, y se establecen en ellas como 
en las de su gabinete. Ya .se despachan también pocos billetes de sillas, billetes dis- 
tintos a aquéllos de entonces, y que recuerdo que tenían todos el anuncio de las má- 
quinas Sínger con un grabando en que figuraba una señorita de mangas de Jam6n 
sentada a la máquina. 



(Bn ese primer trecho se establece todo el afto, a espaldas de su gran palficio de 
necesidades, un puesto de libros en que abundan las geometrías y los métodos para 
aprender el francés, un puesto absurdo en el que también se venden cuadros, cua- 
dros muy malos, pero bastante antiguos, que tan cerca del Museo del Prado parecen 
robados en sus sótanos. 



Pasan, siguen pasando, pasan los ancianos con gabán, bufanda y bastón. 

De los dos andenes para peatones, el Izquierdo es el de los peripatéticos y el de- 
recho el de los que van a la estación del Mediodía. 



Los duelos a bastón se celebran en el Prado. Yo los celebraré siempre allí. Ci- 
taré allf a mis contrincantes, porque tiene rincones oscuros y solitarios donde nadie 
intervendrá en la refriega, rincones que es indudable que están en el verdadero 
terreno o campo del honor que está realmente en el Prado. 



No se puede olvidar que allí ha existido un teatro de Polichinelas, el teatro de 
la ópera de los polichinelas, un teatro amplio rodeado de una valla y con una cam- 
pimita coono la que en las obras da la hora a los trabajadores, simo que mucho más 
argentina, campana infantil con la aguda vos de la infancia. (Después ese teatro fué 
derruido y en su solar hubo un velódromo, donde se civilizaron los flrimeros ciclistas, 
los primeros jockels del caballo de acero.) 



Las miradas a las bocacalles también son gratas de lanzar desde el Prado, por- 
que tiene bocacalles admirables, entre las que se destacan la bocacalle del Paseo de 
la Academia, al final de la que se ve el frontis del Museo de reproducciones con un 
gT%a balcón de espléndido cristal que es el espejo del ocaso de Madrid, y también se 
ve la Academia de la Lengua. 



A los automóviles es en el paraje del Prado» por su ancha y asfaltada avenida, 
cuando se les ve mejor y con ^^^^^ simpatía. 

Pasan raudos y, ¡ras!, de una vez cruzan todo el Prado. Es donde celebran sus 
carreras más veloces, como si se desmaterializasen un poco en el aire del Prado. 
Pasan muchos, y todos como queriéndonos llevar al otro mundo, a los verdaderos Cam- 
pos Elíseos, a los que están un poco más allá de estos del Prado, al final de él. Pasan 
rozándonos tanto, que a veces es como si nos matasen y nos laminasen por de pronto, 
aun cuando un segundo después resucitemos. 

Los automóviles más para el otro mundo, ésos pintados de un gris de barco, pa- 
san por aquí, y como en este hipódromo hacen un gran gasto de esencia, parece que 
se queman por detrás, que van incendiados, que van a morir lejos, pero segura e 
inmediatamente como cohetes prendidos. A veces desaparecen un la nube de su gaso- 
lina, y entonces se piensa que la nube que ocultó a María, a José y al Niño en su 
huida a Egipto fué de gasolina, por^iue su borrico era el borrico mecánico y la 
echaba por detrás. 

También las motocicletas, esos rebuznantes borriquillos del mundo automovtlista 
pasan desbocadas, como huyendo de la justicia y del mundo. * 



El pobre ciclista, el fino y sutil ciclista es por el Prado por donde pasa más 
raudo, también como* si viajase en el aire o en el canto de un duro. A veces son dos 
los que pasan, y entonces pasan «n una especie de triciclo, pues como procuran ir 
reunidos, sus dos bicicletas hacen ese efecto. 



(Qué lástima no saber bien las palabras de aquella última cita de ** Fígaro" con 
Dolores, aquellas últimas palabras sencillas: "El. — ¿Por qué llevas el rosario enro- 
llado a la muñeca como una pulsera? — Ella. — Para tener decisión..."; que sabiendo 
su autenticidad tendrían un valor extraordinario.) 



RAMÓN OÓMEZ DK LA SEBNA 



Los "mtlores" pasan por eí Prado, también en abundancia. Tanto en ellos como 
en tas berlinas se aprecia aquí, con más vista que en nln^n otro sitio, su forma de 
ca]6D charolado, y eobre todo se ve con claridad que el que Ta dentro, va sentado oomo 
en cuclillas, en la traviesa, en el eje, BObre los flejes de la trasera. 



Los coches con muías pasan mucho por el Prado; todos como coches del obtopo, 
pero que uo son del obispo, sino de la obispa, gorda, chlqnltlta y vestida de negro. 



Todos los coches pasan por el Prado romo por un dibujo antlfcuo. 
Por aquí pasan los cupés. 



Por los cristales de los coches que pasan por el* Prado e 
crlsUl de un viejo reloj. 



Las ruerlas de la fortuna de las ruedas de los coches adquieren m&s velocidad al 
pasar por el Prado y dan m&s vanas vueltas. 



{"Fígaro" no es purista... Ve a todo el siglo XIX contenido en la palabra "cuasi", 
y él es el único que se sale del "cuasi"... Se siente en la época de las palabras; pero 
reacciona contra ellas y contra el género charlatán, que deslumhra con sus r&dles r 
sorprendentes golpea de teatro.) 



EL PR-ADO 325 



Pasan varias especies de calesas y tílburis de médicos de pueblo. 

Los simones, euando pasan 'de vacío por el Prado, parece que van de entierro. 
Aquí es donde sus jamelgos pueden únicamente restaurar su terrible sed de -came- 
llos, bebiendo en las tazas bajas de las fuentes de la plazoleta de las cuatro fuentes» 
aunque esa única agua que se brinda a los caballos en el centro de la ciudad tiene 
un fondo verdlucso, rejalgado, sucio,' que les da el tifus a las pobres bestias. Aquí es 
adonde lo<s jamelgos de los simones vienen a morir. Es enterneceior verlos morir. 
Su último trote es gracioso, sefioritil, y tiene un elegante aire de baile de la tem- 
blaera. Tolo oscila y se afloja en ellos. Su espina dorsal hace eses y zig-zag exage- 
rados. Sin embargo, tiran un poco, avanzan, hacen cuanto Jes es "humanamente** 
posible para avanzar, pero caen al fin. 

El pobre cochero, resignado ya, que sabe lo que significa epe último gesto dulce 
y agoníaco del caballo, espera echarse hacia atrás como un jockey oue va a tirarse 
con su caballo al abismo, con el látigo triste eomo una cafia de pescar, porque ¡de 
qué le iba a valer darle ya un latigazo! 



(** Fígaro" es el 'hombre que se ha puesto triste en los bailes de máscaras, lo 
cual deja en el corazón un vahído especial que hace girar la cabeza sobre el pro- 
fundo sentido de la vida... ''Fígaro" estuvo en muchos bailes de. máscaras y aprendió 
allí las amarguras trági-cómico-grotescas de la vida. De frac supo ser caballeroso» 
aunque irónico, y distante, con la máscara abyecta.) 



Se ve al pasar por el Prado la iglesia cercana a él. La Iglesia de loe Jerónimos, 
esa iglesia en que se casó el rey Alfonso XIII, y en la que el anarquista Morral hizo 
lo posible por entrar y soltar la bomba como quien aplasta una balsa de la 
tienda de ultramarinos en la que ha encerrado un poco de aire. Se ve esa iglesia que 
quiere ser la Catedral de Madrid, y que siendo de mala mampostería no se sabe 
cómo ha tomado ese tono de piedra antigua, y ante la que, aun viendo que es falsa» 
se admira ese algo que tiene de verdadera. 



Siempre de vez en cuando se vuelve a recordar aquella fecha en que la ciudad es 
la ciudad de veredas, e intentamos adivinar sobre lo que ahora se interpone entre 
nosotros y la ciudad como se atezaron aquellas almas frente aquella verdad inicial 
de la ciudad. 



Nuevos pensamientos ante el monumento del Dos de Mayo. Todo se tuesta un 
poco y algunas cosas mucho, sobre todo los obeliscos, estos cipreses de piedra. Este 
obelisco — «quizás como todos también — coge perfectamente el sol, y sobre todo el 
ocaso, en el que se convierte en el verdadero y rico picatosto de piedra. Como todo 
obelisco, por lejos que esté del ocaso, se empapa y se fríe en su luz. En los costados 
de ese monumento las lluvias ponen eomo unos de flecos de sangre de herida, imi- 
tada por los churretes del orín que sueltan las letras de hierro. 



("Fígaro** escribió sus mejores artículos en invierno. Alguno en otro tiempo, pero 
sometido a la galvanoplastia Inmortalizad ora de la helada. En invierno, bajo el frío, 
después de un paseo por Madrid, partiendo el hielo con el agudo mascarón de proa 
de su rostro, es cuando "Fígaro** hizo sus tmejcres resúmenes de la ciudad y de su 
vida cotidiana, breve — siempre breve — y dolorosa de hipocresía.) 



A las coronas del Dog de Mayo, que tienen cambiadas la fecha de difuntos, se les 
cae la hoja en el otoño, están muertas en el otoño, cuando las recientes y frescas van 
a los cementerios. 



Alrededor de ese jardín cerrado del ¡Dos de Mayo se sientan los senadores roma- 
nos de Madrid — ¡oh, recuerdo de los soleados bancos de piedra del Senado de Pom- 
peya! — los verdaderos viejos con sentido y que viven con nobleza y sabiduría su 



RAMÓN OÓMEZ DE LA SEHNA 



vejes. Aal, cuando veo a. un viejo ; deshonesto político cualquiera pasar por ese 
trecho y frente a esos hombres, veo la proíUDda dllerencla, debida a la Injusticia, 
qu» hay entre ellos y él. 

TambiÉn se sienta en ese banco circular la que da de mamar al nlffo que será un 
húroe, y la tonta y el jorobado, que en ese sitio es donde úaicamente no se sienten 



El Prado no hay que olvidar que es tambtén el pasoo de Trajfneros; el paseo de 
los carros, de los carros espaüoles, grandes, de vía ancha, de calzada romana. 
Los carros aé ven en el Prado en todo su carácter. 



VigiAn de la tntute ds 1k BlcaoliDlk y de la PaerU de Atocht. 

(CoJeccJdn PílJi Boji.) 

Bt gran carro del Invierno y el del verano entran por abl. ¿C6mo es el carro del 
Invierno? Es como una carroia de Carnaval, es sólo un símbolo, es el carro de bue- 
yes más cargado, el mAs abrumador de esos carros que vsn Henos de sarmientos secos. 
¿Y el del verano? Es el carro cargado hasta el cielo de Jaras que huelen a su resina 
natural y tornan oleaginoso el aire. 

Pasan loa carros empolvados por el tiempo, y esos carros con balustres azules, j 
ese que va muy echado haela atrás, y ese que. tirado por un borrtqulllo. lleva cinco 
personas. 

Vienen o van mucbos carros csrgados de carbOn, de madera, de pellejos de viso 
Inflados como con un aire espeso, de cerdos cuya fofez asoma por la ventana, viéndose 
sobre todo los enormes labios de la herida de su vientre, sus hocicos extendidos y sus 
patas estiradas y rígidas; pero los carros más bonltcs son tos cargados de papelee 
viejoe de colores distintos, y de pronto hasta hay algún carro más bonito aUn, como 



EL PRADO 32 1 



aquél que y\ cargado con unos troncos enormes, de bello y estriado biselado y de un 
•color alimentado con ocaso, o aquél otro cargado con argentíferos y brillantes re- 
^cortes de hoja de lata. 

Se aprecia, al yer pasar por aquí los carros, su cubierta de cañizo y cuero como 
de baúles viejos, su toldo, bajo el que hay una negrura añeja, una negrura de tor- 
menta, y también se aprecia esa especie de corselete que les cierra por detrás, y en 
-cuyo formidable cuero de pernera brillan los ojales de metal. 

Numerosas muías, que parecen más numerosas por lo muy separadas que van, ti- 
ran de esos carros. En ese paseo de Trajineros es don Je se puec^ie ver más IsTmula, esa 
muía que sorprende a los extranjeros con sus ojos femeninos, ''mujerazohes'* — mejor 
dicho — , y con sus orejas largas, que son como un adorno de sombrero burdo y que a 
veces las dan un tipo de gran conejo, esas muías que tienen un aspecto de relajadas 
y desriñonadas muchas veces, muías que en el verano brillan de sudor y en el in- 
vierno entran llenas de barro, con el barro pegado a la piel, a los pelos de la barriga 
y a los de las nalgas, como los corderos, esas muías que se derrengan en Madrid, 
llegando por los grandes esfuerzos que realizan a alargarse oblicuamente como ican- 
guros o grandes liebres, arremetiendo hacia adelante en el salto por el aire y levan- 
tando chispas en las piedras — como las que el hierro saca en el perclenal del encen- 
-dedor — chispas de las azuladas y fogosas que salen de debajo de los tranvías y. gra- 
cias a las cuales loe tranvías recuerdan a las muías de arranque heroico, las muías 
de los ''Ripers", demostranio así que aunque parezca paradoja, una cosa procede de 
la otra. 



(Era tan humano ''Fígaro" que todo conflicto como el conflicto que le mató se en- 
cerraba en él mismo. "¿Cémo me voy a hacer la corbata ya como no sea para ahor- 
carme? ¿C6mo subir la cuesta de todas las mañanas para entrar en la tarde triste a 
-cuyo atardecer tú ya no vendrás?** Esto debié pensar el día de su última cita.) 



A los grandes paletos que guían los carros se les ve funcionar en el Prado per- 
fectamente, al cochero que guía y al que le secunda y aprieta ese freno que es el más 
:primitívo de los frenos, el freno egii^clo de la rueda, y que consiste en un largo tronco 
— también simbolizado en el tranvía por el largo palo de colocar el trole — largo tronco 
'que se pega al cubo de la rueda y la dificulta el giro, ¡qué gran fuerza de amarrado- 
res tienen que tener los carreteros para apretar ese tronco a la rueda con las cuerdas 
Inrompibles y ceñir >e8as largas caderas del carro, soltj.ndolas poco a poco después! 
¡Gran arte ese de sujetar, afinar y enclavijar las galgas! 

Los perros de los carros también se pueden observar bien en el Prado, atados a 
la trasera, medio ahorcados i>or el tiro del carro cuyo compás no saben llevar. Ño sa- 
ben lo que es Madri-d, y ladran y se encolerizan como salvajes cachorros de león, 
•escondiéndose debajo del carro, aplastados por el carro sus cuartos traseros, medio 
•cogidois por las ruedas o pillados entre sus radios o bien osados o terribles ladrando 
al que pasa y queriendo romper la cadena cuyos eslabones logran por lo menos en- 
treabrir. 

Ix>s bueyes de las carretas erizadas de juncias, son tan de Madrid y sus alrededo- 
res, son bueyes que no se parecen a los del extranjero, que son pálidos, adiposos como 
hechos ya de por vida de insípida carne frigorificada. Estos son b^ieyes a veces negros, 
prietos, enjutos con aspecto de toros bravos, de toros de Miura, sobre todo cuando el 
^sol les saca el color rojizo, de ladrillo en polvo, color fuerte de leones y de toros de 
brega. 



La Bolsa, la trascendental Bolsa de Madrid está en el Prado, porque debía estar 
•en él, pero no para que merezca la atención del desinteresado peripatético. Tiene 
aspecto de templo y salen de ella unas cadenas enormes que componen una guirnalda 
-de hierro alrededor de su jardinillo atravesando varios poyos de hierro, unas cade- 
nas que parece que retienen a la Bolsa en su sitio evitando que huya al extranjero 
con todos sus valores en cartera en la cartera. Su reloj en el que no se ve la hora, 
•denuncia su egoísmo, porque es un reloj que dando al exterior mira hacia dentro como 
•con la esfera de su ojo vuelta hacia el interior donde marca y ve una nueva cotización 
o el final del día corto y oficial de la Bolsa. 

Sólo su café está bien. Frío, imparcial, profesional, neutral, solemne como debía 
-ser según una alta etiqueta. A veces entro porque estoy en el Prado y sigo estando en 



RAMÓN OÓMEZ DE LA SEHNA 




EL PRADO J2a 

el Prado estando en ese caté y veo el ánimo de desdén y de Indiferencia que pone en 
el espíritu el Prado. Sentado entre gentes que hacen nflmeros no alentó ninguna am- 
bición y miro esos medallones que tiene pintados en la pared y en los que sobre vela- 
dores cargados de íirvlcios con licores, fruteros y hasta champagne están exten- 
didos los periAdlcoB serlos de Espafia y del extranjero — El "Thimes" y "Le Temps", — 
en loe qije es seguro que vietie el resumen de la Bolsa. 



El Museo del Prado no está unido al Prado y al paseo de In interrumpí :1a unidad 
que JBtnoB por él. y sólo está en él. como edificio. (Sus cuadros están al margen dor 
sitio y del tiempo.) 

Construido para Museo de Ciencias lo que se hlio ei 
que se necesitaba para que saliese bien en el grabado c 



Ud BipBoto de la fii*Dt* d* Apolo. 

dgnrar en las gulas. iDe largo, con su largo costado es coma figura en nuestros paseoSr 
en nuestra visión del Prado. 

Frente a ese extenso costado se destacan primero unos baicoa, después unos Ar- 
boles, y al fondo unas galerías y unas estatuas. 

Los bancos esos, esos grandes asientos de piedra como tumbas para los vivos, fue- 
ron colocados en 1S20 aunque en ese paraje tomen el aspecto de piedraÉ de los siglos. 
Bon bancos como hechos con restos de monumentos de grandes arcos triunfales, y , 
quizás por eso al sentarse en ellos se tome el aspecto de los que están sentados en 
el relevante asiento de les piedras de las ruinas, de "unas ruinas". Tienen mordiscos 
terribles, melladuras hechas con una piedra enorme por los ableos de loe Atlantes. 
Son bancos para una parada larga asentada y tranquila. Se está quieto de ud modo 
Importante en ellos. La mujer completamente desengañada se sienta en ellos a la tarde, 
descorazonada. Incapaz de prestar atención a nadie en esa hora. 

Loa árboles de ese sector, son loa más grandes árboles de la ciudad, los padres, 
los verdaderos arbolea genealógicos de la ciudad. Arboles de muchos hijos que dan 
una gran antigüedad al Prado. Son como los árboles de los cuadros más primitivos 
del Museo y quizás debidos a las semillas de loe cuadros en cuyas ¡selvas antiguas 
y poderosas es je donde son originarlos. 

Detrás de esos enormes y piramidales árboles se destaca el Museo; se ve en lo 
alto una larga galería de cristales, una galerín con el prestigio y la melancolía de- 
ser la del asilo de los plntorec^, del asilo de la Inmortalidad, «ínlerla de convalecien- 
tes que no dejaron nunca Jamás de convalecer, mientras abajo se ven las ornacinaa 



330 RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA 



•en que est&n escondidas y desconocidas todas las virtudes fuertes de la ylda, todas 
las imágenes buenas y sanas, siendo yo quizás su único devoto, el único que sabe y 
busca esas opulentas esculturas en piedra marmórea, que representan la Fortaleza, 
la Euritmia, la Paz, la Fertilida-d, la Simetría, la Magnificencia, la Constancia, la 
Admiración, la Inmortalidad, la Fama, la Arquitectura y la Victoria. 

Las interviüs con unas y con otras para mayor luz y anticipación de mis ideas las 
verifico al anochecer, y por eso yo sabía cuándo llegaría la paz y el día y «hasta la 
bora que había de firmarse. BLLA, la Pa2, la auténtica, serena, abandonada, con 
«enos nobles de pitonisa, me lo había dicho. 



("Fígaro" no espera nada de nada. Da claramente la impresión de dulce y melan- 
cólico vacío que hay en el corazón, sin perjuicio de describir y pintar bien cosas y 
-circunstancias que se espejean en su vacío. Por eso se produce en "Fígaro", al creer 
«n la mujer, tan fatal desequilibrio. Pone en una mujer toda su fe desusada — esa 
fe atávica que quiere aún ser empleada en algo en la vida — , y por eso viene esa 
quebrancia atroz de su vida, esa quebrancia que es su muerte el día en que la mujer 
le falta. No sabe soportar íntegro todo su escepticismo. Estaba tan influido por tan- 
tas herencias inmediatas y en una atmósfera tan propicia a otras cosas, que no 
acaba de acomodar su espíritu al ambiente; no pudo ser, ni haciendo el más inaudito 
-esfuerzo. Le mató, por lo tanto, la atmósfera de aquella época y una mujer.) 



En e] Prado hay un café disimulado, casi desconocido para todos, desde el que 
se ve en el Prado admirablemente, y es el café de la Montaña. 

No se le ve al pronto nunca y casi nadie lo recuerda, porque por una especie de 
mimetismo se disimula para todos, menos para mí. /De los cafés que hay en el Prado 
(¡que pronto se dirá ''que había!"), en el de la Bolsa se siente uno en el Prado, pero 
no se le ve, y en el del Palace se ve con cierto extranjerismo una cosa que no acaba 
de ser el Prado, sino la visión del turista; sólo en el de la Montaña se presencia 
la verdad. 

Es el café de la Montaña un café viejo, con una sola ventana con el cristal roto, 
roto como si tuviésemos roto el ojo, roto con una rotura estriada, radiada desde el 
4sitio del golpe, y que por eso y porque en ese punto inicial tiene una laña redonda, 
parece una gran araña proyectada sobre el cristal. Sus esteres son blancos y plisados, 
como ya quedan muy pocos; e&tores que recuerdan los polisones y las mangas de 
farol, por lo que siempre, cuando se les ve desde fuera, corridos y abullonados, pa- 
rece que hay dentro damas de esa moda antigua. 

Sobre los cristales de ese café hay dos iniciales pirograbadas, una M. y una L., 
como si estuviesen bordadas en él las iniciales de Mariano de Larra cruzadas, y que 
se proyectan cuando hay sol sobre uno de los lados, de madera incendiada por .el 
tiempo, de la ventana. 

Decoradas todas las paredes con un forro de hule, en el que se repiten unos bel- 
vederes y un rincón de follaje, recalca la importancia de ese "primer ensayo en 
España del decorado en hule" una inscripción que hay sobre la puerta de la tras* 
tienda. 

¡Cuántas horas he pasado sentado en el quicio de la ventana y apuntando mi» 
oosas! Sólo tien<» un defecto esa ventana, y es que se paran trente a ella los coches, 
y además de ocultarme la fuente de las cuatro estaciones, que se ve desde ahí, tengo 
•que verles la lengua sucia a los caballos. 

Sólo me compensa de ese eclipse que ocasionan los <!oches estacionados ahí, el 
que veo la extraña intimidad que hay en el fondo de los coches y que cuando se 
interpone bien el coche enfoco por las ventanas de los cristales biselados del coche 
un paisaje inefable ae ventana antigua, a cao ae la .media tarde vienen ios carree 
que llevan y traen las botellas y que tienen forma de sarcófagos. De ellos van sa- 
cando botellas verdes y sifones con su gatillo y su cañón. 



La hilera humana — todos hijos de Daoiz y Velarde — anda i>or el Prado como una 
procesión más organizada y más completa que en ningún lado. 



Se pasean por el Prado los jubilados, los supervivientes, los viejos esos que tie- 
nen repartida la barba en dos mitades, como Moisés o como un marino de los que 
miraban a lo lejos con catalejo. Todos estos viejos, muy echados hacia adelante y 



EL PHADO 331 



muy encorvadoe, usan gafas unos, los más distinguidos, gafas de Ana montura y de 
cristales de una inaudita grosura, gafas por las que se ve el Prado muy chlQuitín» 
yago, como esos esmaltes con vivos colores sobre un cristal cóncavo en que está re- 
presentado el paseo principal de una capital de provincias, y otros, los viejos pobres, 
gafas de picapedrero, con las que ven todo como lo verían sin gafas, aunque con 
gafas se sienten abrigados como si viesen el Prado detrás del cristal del café de la 
Montaña. Lo más importante de todos estosv viejos es el que hayan llegado a viejos, 
¡con lo terriblemente difícil que es eso! ¡Hurra por los que han podido llegar! (Ade- 
más, los viejos a los que se les murió un hijo y la esposa vuelven a ver pasar aque- 
llos entierros, viendo pasar por el Prado a las gentes que. se les parecen en juventud 
o en vejez.) 

Por el Prado pasan también los hombres de gabanes largos, los caballeros con 
bastoncito o bastón de mando con borlas, los caballeros con zapatillas de casa, el 
hombre de los tres perros, los guardias civiles que vienen de hacer los servicios de 
trenes, los cojos con sus muletas, y sobre todo muchos curas, porque son los hom- 
bres que están muertos bajo sus sotanas, curas que toman un aspecto de señoras 
viejas por estos paseos, unos muy altos y otros muy bajos; debía de haber una talla 
mínima para ser cura, evitando ese contraste que forman los altos, parecidos a fan- 
tasmas negros, y los pequeñuelos, parecidos a tías chiqultltas, todos embozados en su 
bufanda como curas de pueblo, subido el embozo de su manteo, que lo mismo llevan 
puesto en invierno como en primavera. 



(Entre "Fígaro" y Nerval — el suicida de la calle de "Lenterne*' — hay cierto pa- 
Tecido que se completa porque los dos devotos de ambos se parecen entre sí, "Ba- 
rres", gran devoto d\3 Nerval, y "Azorín" de "Fígaro", acabando de darles parecido el 
•oue la mejor obra sobre Nerval la ha escrito una mujer y la mejor obra sobre "Fl- 
i>nro" Carmen de Burgos.) 



ÍY "Fígaro*' parece que podí.t vivir aún v«?almpine Así. cuando on la lectura de 
los libros del pasado encuentro los años siguientes a su muerte, una pena muy grande 
me entra como si echase de menos al que aún polía seguir viviendo en esos tiem- 
pos... El suicida parece que podía recobrar su juventud en nuestros días si no se hu- 
liiese suicidado, que pudiera estar viviendo esta hora que nosotros vivimos hoy 
mismo, si no se hubiese disparado el tiro... ¡Qué gran laguna es esa época que 
le sigue! El había muerto y nosotros no habíamos nacido.) 



Transeúntes del Prado, al fin y al cabo, lo son también los que pasan en coches 
hacia la gran estación del "Mediodía" y que son los hombreo que ra,is se van a in- 
ternar en España, y también, como es consiguiente, pasan los que vuelven, entre los 
que se destacan los que vuelven de Portugal o los que vienen por primera vez de 
Portugal, y que son los que se dan más cuenta de la experiencia que hay en este 
paseo, experimentando también los que van y vienen por esa estación, esas dos sen- 
saciones que tiene el Prado la de ir por un camino blando y silencicso y entrar de 
pronto en un camino resonante sobre eh empedrado saliente y alterado, ya más en 
la cercanía de la estación. 



En los tazones bajos, como a ras del suelo de la fuente de Apolo, ¿cuántos niños 
no se habrán ahogado? 



Los faroles del Prado se ven mucho y toman un verde "fln del mundo" estupendo, 
siendo su caperuza como un hongo color café que hubiese verdecido con el tiempo 
7 las lluvias. 



("Fígaro" es el autor de una obra breve que ha regido la inquietud breve y ro- 
tunda de la vida con brevedad. Los rimbombantes y los falsarios debían de buscar una 
razón al gusto que ha manifestado por él la juventud de otra época, de la época que 
puede comenzar a llamarse moderna, no de un modo provisional sino definitivo, porque 



332 RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA 



parece que viene otra época a la que se podrá llamar "la venidera", en toda la exten- 
fcl6n del tiempo ya, pues viviendo la fórmula superior de la vida estarán viviendo 
tanto lo venidero como lo presente. 

Si los rimbombantes y los falsarios hubiesen querido buscar la raz6n de esta 
viva simpatía por ''Fígaro*', hubieran tenido que cambiar sus valorizaciones, hubie- 
ran tenido que ver que lo novelesco, lo largo, lo empingorotado*, lo trascendental 
valen menos que un acierto sencillo, escéptico y simple, que sea la modesta confesión 
de una limitación insubsanable aunque pueda verse que es ímproba la sabiduría in- 
fusa que ha necesitado el hombre sencillo para llegar a tan menuda consecuencia.) 



La Cibeles ahora no echa casi agua; y parece, por lo tanto, que puede sufrir un 
ataque de uremia. Las fuentes secas mueren en seguida. Aquel precioso chorro qut» 
la salía de los pies, y que hacía un precioso arco, ya no existe, y los angelitos que 
añadieron hace pocos años, a su espalda, como chicos montados a la trasera del carro 
de la dicsa, tampoco vacían ya el cántaro que vaciaban recién inaugurados. 



No solamente el Prado es el sitio por aonde pasaran los faetones, sino las carre- 
telas, carros de escombro, tartanas, coches de camino, ÓmniDus, coches de ciudad, 
sillas de posta, cupés, chartauberts, landos, faetones, americanas, tílburis, fargo- 
líes. bastardas, brecks, galeras, berlinas, bronquens, góndolas, birlochos, cabriolés, 
charavanes, bombes y calesas. 



Por el Prado pasan y pasan los coches fúnebres, primero a primera hora de la 
tarde, en la hora de la digestión, va el cochero con el cigarrillo de después de comer 
en la boca guiando su coche conio el cochero que se va a buscar al señor para darle 
el paseo de la tarde, o quizás como si fuere más alegre aún su misión, como si fuese 
una carroza de carnaval yendo por sus máscaras como van las carrozas también a 
eso de las dos y media, buscando a sus máscaras como los coches de colegio a los 
rifios. Después pasan con el muerto, despacio, compungidos, solemnes, abrumados 
por un peso inaudito y por fin vuelven a pasar ya de vacío medio más tristes que 
al llevarle, medio más alegres que nunca, porque los palafraneros se divierten y 
atan una cuerda a los faldones del solemne cochero, el cochero que les ha de llevar. 
¡Qué diferencia más profunda entre el primer momento cuando pasan con la pla- 
taforma, la bandeja vacía, delgada y flaca, el central en que van "ocupados** y al 
Cdtimo en que vemos la cama renacimiento con estrado y tallas del coche fúnebre, 
cama que en ese momento está más vacía que nunca, porque el que por un momento 
^0 acostó en ella se ha caído después a sus pies, hundiéndose en el abismo de débalo 
de ella. 



("Fígaro" se sentía solo.). 

El Prado está ahora más abandonado que nunca. Fuera de sus verbenas de San 
Pedro y San Pablo, y de San Juan no hay fiestas en él. Sus elegantes embozados en 
su capa de fino sedán y sus elegantes vestidas con "brillantinas**, con "gasas sulta- 
nas" o con ''pekín gótico**, han desaparecido. Aquella segunda época más moderna 
del Prado en que se paseaba por él de frac azul, botas azules y con guantes pajizos, 
en que las carretelas daban vueltas cortas en un paseo de coches, y que entre los 
novios en vez de retratos se cambiaban miniaturas, aquel sitio de recreo — fonda y 
café público llamado el Tívoll, sito entre la fachada Norte del Museo y la salida del 
Retiro, y en el que se celebraban reuniones y conciertos desapareció antes de que lo 
coLociéseiro^ nosotros. — El Salón de Oriente, con sus jardines iluminados con va- 
leos y farolillos de color, en el que las bandas de música tocaban incansablemente 
valses, redovas, schotls y polcas, han desaparecido y también desaparecieron los 
jardines del Buen Retiro que daban al Prado y que conocimos, reteniéndolos como 
un inolvidable Cuadro de Ronoir — también fueron extirpados. 



Los mismos aguaduchos, pequeñas casitas aparadores, pequeños altaros del bo- 
tijo y del aguardiente, con sus mozas de regia estirpe y sus viejos chambelanes del 
89, enamorados y pródigos, también se fueron. Aquel teatro de polichinelas, "el 
teatro de la Opera de los polichinelas**, el Regio Coliseo Madrileño de los polichine- 
las, El Teatro de la Infancia, cuya campana de plata será inolvidable para mí, como 



334 RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA 



■i hubiese sido una campanita de catedral para mi nifiez, también fué destruido. Sin: 
embargo, aún dentro del desconsuelo, no deja de ser el Prado el sitio de todo aquello- 
y de todo lo otro, el camino tínico. 



("Fígaro'* es el caballero que pasa Junto a nosotros. — Eb elegante y no ama la 
sociedad. Como hemos podido ver en las cartas del padre, ''Fígaro** tenía un gusto> 
especial por el agua de Madtid. — 'Esta límpida afición que "Fígaro** heredó es lo que- 
le da el sentido de la claridad y del buen sabor a agua fresca y potable de sus trabajos. ) 

Lo importante del Prado es el Invierno, pero tiene primavera, verano- y un otoflo- 
que ya tiene bastante mérito. Bn cada una de las estaciones sonríe cada una de las 
estatuas de las cuatro estaciones de la fuente central. En cada estación está de en- 
horabuena una y es su santo. 

El invierno es lo primero y lo último porque insiste sobre el Prado en todo 
tiempo, como .su sentimiento mát imborrable. 

*E1 invierno del Prado es como el espectro de la vida total. Bajo loe días de hielo 
es como un paisaje de gran paseo en los Patses Bajos. 

En los días muy crudos el aire, loe palitos de los árboles, todo, contribuye a for- 
mar un paiflaje que se podría llamar el paisaje Fósil, y sobre todo entre todas las- 
tardes de invierno salen algunas que son enteramente tardes fósiles en un ambiente 
lleno de eternidad. 

Sobre este invierno pasan nubes fantásticas, nubes cárdenas, las nubes que con- 
ducen a los muertos. 

En el invierno del tupido enredijo .de las varillas y varillitas de loa huesos de loa 
árboles penden como moñas y borlas y faralaes de los árboles, las secas, las pilonga» 
castañas de Indias, esas bolitas de la simiente que ponen como unos caireles o unos 
almendrucos en el cielo. También quedan entre las jaras secas eeas últimas hojas- 
secas y amarillas que son como los falsos canarios de su invierno. 

En ellnvierno de un tupido gris del Prado es donde se ven con más claridad los 
humillos de los caballos, tanto los que salen de sus narices de hipógrifos degenera- 
dos, pero hipógrifos aún, coauo los que salen de todo su cuerpo, y los humos asulo* 
í;cs de la gasolina que toman bajo el boscaje que forma un largo túnel como con un 
emparrado seco — como las costillas em bruzadas de un gran esqueleto — un tono enter-^ 
necedor de humo de esas fogatas que se encienden en el invierno en el bosque para 
quemar las hojas y los palitroques secos. 

El viento que pasa por el Prado, aunque parezca un simou es el "cierzo**, el puro 
CIERZO. Este viento terrible y Heno de polvo, que convierte al Prado como en el 
"golfo-estrom" (!) de Madrid, juega a la ruleta con las abiertas y radiadas palme- 
ras, empuja a los automóviles, los contiene, según vayan hacia el Noite o el Sur^ 
mueve terriblemente focos que parecen irse a estrellar contra su soporte como con- 
tra la pared esas bombillas que tropezamos, a veces, violentamente con la cabeza. 
"Talmente** se siente el viento como en su casa que parece que se pasea por allí cons- 
ciente y constante. Con las faldas de las mujeres hace perrerías y allí se sorprenden 
vivas escenas galantes en que se ve hasta el florón de las ligas. También el ábrego 
visita a veces el Prado. ¡Oh, el ábrego!... 

En invierno es en el Prado donde da más el sol, pero si no se tiene un buen tem- 
ple 'madrileño hay que temer al Sol del Prado, porque después brota en este paseo 
un frío intenso que hace que sea mortal el cambio de sol a sombra aun antes de que 
suba ese fresco de ribera de río que brota del río fantasmal, que está inscripto en el 
margen del Prado. Hay que desconñar además del Sol, el Sol es malo, la fe en el Sol 
ha perdido a muchas gentes, y, sobre todo, a los que estando un poco enfermos vl^ 
nieron a tomar este Sol, les ha agravado y matado en el paseo. Había que escribir 
en algún sitio: "¡Cuidado con el Sol!**, como hay el "cuidado con los rateros**, o 
"con la pintura". 

Para el Prado son las bufandas sobre los gabanes o las capas. 

Por el invierno del Prado pasan esos andaluces muertos de frío que han llegado 
a Madrid con un sombrero calafíés y una guayabera de invierno que no les viene y 
se queda al margen de los pantalones que por lo muy ceñidos que son les dan más 
frío. Junto a la estación que está en el extremo del Prado y por la que entran loa 
hombres chorizos de Extremadura y los hombres de sombrerito de paja en pleno in- 
vierno de la Andalucía, también se encuentra deseando que salga el tren, haciendo 
tiempo, pasando como junto al brasero junto a su estación la última tarde, el po- 
bre andaluz con traje de rayadillo que vino a luchar y que huye escapado. 



EL PRADO 335 



(Se cuela por el estilo de "Fígaro" como una aspiración de aire que deyuelve,. 
ese vlentecillo ligero, ese aire sknple que es el tono de Madrid.) 



Siempre ee recuerda y pasa por la imaginación en el Prado invernal, el año det 
"^ dengue''. Aquel año proverbial en que murió medio Madrid se repite, se recuerda 
mucho, y se piensa que quizás se oculta que todos los años de Madrid son años del 
dengue. Eso no acaba de parecer 'mal en el Prado, pues la enfermedad hace resaltar 
la vida y no suele matar, pues la muerte es mala operadora y nos hace operaciones, 
que no acaban de matamos. 

La lluvia de invierno es desalmada en el Prado. — ^Al principio de la tarde brilla» 
las barbas del agua, pero después aunque siguen cayendo se pierde el gris de cstan^ 
que del Prado. Por entre la lluvia y el viento del Prado pasan loa que parecen ser 
llevados por sus paraguas como por un oscilante y vertiginoso paracaídas. 

Cuando escampa, bajo el gran cielo del Prado el agua de los charcos toma un ca- 
rácter, una luz y unos matices de agua de charco de playa. 



El incendio de las fogatas de hojas y restos de la poda en los jardinillos del Obe- 
lisco a los héroes del Dos de Mayo, crea un humo de incensario para los héroes, y 
parece que sube hasta ellos. 



Cada vez parecen más algo así como "Cedros del Líbano **, esos grandes árboles^ 
•que hay frente al Museo de Pinturas. También parece, al pasar bajo sus agobiadoras 
ramas, que una trompa de elefante nos va a coger y a subir a lo alto. 



Paseando por el Prado, figuran las que usan esos sombreros enormes, que pare- 
cían haber desaparecido ya para siempre, y esas que se envuelven en pieles consu- 
midas por la tifia pelona, pieles de animales mojados, sucios, y que, después de apun- 
tillados, parece que debieran ser arrastrados por la calle. 

Por entre esta multitud, pasan los cochecitos de los nifios del Prado, que son los 
niños que se han de morir, y el coche que mueve con las manos el imposibilitado dé- 
los pies. 

En las esquinas de las bocacalles hay viejas, antidiluvianas vendedoras que están 
í\ bien con la muerte porque tienen en sus cráneos y en su mascarilla un gran pare- 
cido con ella. 



(Lo más importante de " Fígaro ** es que descubre su gran candidez, su increnuidad 
trémula, temblorosa, parpadeante, con la que el primer hombre no pudo dar, y que ei 
íiltimo comprenderá y sabrá perfectamente como su principal sinceridad y su más pre- 
ciado hallazgo. ¡Oh gran precursor, hombre que comprendió las Imágenes sencillns 
y las usó, teniendo sus cosas un poco la simpleza y la rudeza admirable de los pies de 
las aguafuertes de Goya!) 



La primavera del Prado es bonita, pero tarda en ser sostenida, porque se desarro- 
llan en él los más grandes contrastes, pues le cubren de pronto las nubes de color de 
invierno. Oscila su primavera hasta que llega el día del Santo del Prado que es el 2 
de Mayo, después de cuyo día cuando los mangueros le riegan bajo el Sol de la tarde, 
los arcos de agua que proyectan en el aire las mangas de riego son como arcos iris de^ 
buen tiempo. 

L<os paseantes del Prado, esos viejos y esos petrímetres vestidos de negro toman 
un aspecto deplorable, pues bajo este Sol del Prado salen a relucir todas las manchaa 
que cubren sus trajes. 



("Fígaro*' sabía que en Madrid no hay otro espectáculo más verdadero que el de 
ver pasar gentes, peiflles idénticos y distintos sobre el mismo paraje.) 



El verano del Prado es temido porque asi como en invierno es en él donde más 
frío hace, eh el verano se encalma en él el calor como en su infierno. 



S36 RAMÓN GÓMEZ DE LA 8EHNA 



Sin fiestas, 8in un recreo constante en su paseo, se queda solo y quemado, aun 
•cuando sus acacias y sus castaños le dan sombra, pues echan mucha hoja hasta esos 
árboles centenarios con grandes agujeros, todos comidos por dentro. ¡Qué diferencia 
«con el de antaño! -En el Prado de antaño todo era concurrencia y festejos. Nadie salla 
de Madrid los veranos. Las diligencias no permitían las excursiones a los puertos de 
mar, estas excursiones que hoy facilitan los kilométricos en que está retratada toda 
la familia por numerosa que sea. 

Tolo Madrid en Madrid durante los veranos, daba lugar a las más opulentas fies- 
tas veraniegas. 

Hoy el Prado en el verano resulta como las eras de Madrid, sin aventadoras ni tri- 
lladoras siquiera. Sólo se ve pasar algún fraile que aumenta el calor del verano con 
-su estameña y algún señor con quitasol. 

Las verbenas son momentáneas y lo encubren un poco. Se convierte bajo las 
verbenas en una cosa así como en un paseo valenciano o en el demasiado jacaran- 
doso y frivolo paseo de San Antonio de la Florida. 



C Fígaro ** fué la sencillez. No complicó su misión. Fué el madrileño preocupado 
por la muerte y por la vida conjuntas en una filosofía simple y suficiente.) 



El otoño cunde mucho en el Prado aunque es corto. Lo curan, lo aplacan, lo ci- 
vilizan los libros. Por eso es más dulce. Aunque hay días en que los viejos dicen: 
"'Ya se ha estropeado el día**, y, en efecto, se ennegrece y se reumatlza. 

Si no acaba de tener carácter de invierno el Prado durante el otoño, es por la 
-feria de libros. 

En el Prado de Atocha, junto a los atochares se celebraba primero esta feria de 
libros junto a la de avellanas y de otras futesillas. La victoria creciente del libro le 
lia hecho subir más y hoy se instala junto a la verja del Botánico. 

A mediados de Octubre emprende este camino. No somos de los que madrugan 
porque somos de los que no creen en los libros viejos y apenas en los nuevos. Vamos 
1)8 ra echar una ojeada sobre los montones y ristras, pero cuando se llega ya no se 
ven los libros. — Ha oscurecido al atravesar el Prado. — ^En esa media luz se intenta, 
sin embargo enterarse y es cuando más profundo sentido parecen tener los libros. 
^l Prado influye en ellos como un sugeridor mágico. Todos parece que dicen algo y 
que prometen más. (Sólo cuando lejos del Prado se les desentraña se ve que no di- 
cen nada, nada.) 



("Fígaro" ve lo que hay. Por eso aún hoy nos cruzamos con él en este paseo, es el 
•compañero a quien recurrimos de vez en vez. Casi no tenemos confianza más que 
■en él. Sencillo, impotente y hundido en la tierra, a sabiendas suyas, y paseante des- 
deñoso y curioso ya que es eso lo más que se puede ser en el mundo y a lo que no 
llega casi nadie.) 



¡Qué raro es que junto a los puestos de libros se establezcan' los puestos de ave- 
llanas, torraos y nueces! Parece que sus duefios engañados por lo de feria se han 
establecido sin saber que es feria de libros. Los altares de ermita de pueblo a que se 
asemejan esos puestos no dejan de estar bien junto a los libros. El primer día de feria 
de los libros hay en Madrid algo como una apertura de curso de los que ya no cursan 
nada, áe los escritores, los críticos y los vagabundos literarios. Los más vivos, los 
que tienen bien señaladas las fechas en un libro de notas, van ese primer día y se 
llevan lo mejor. Al día siguiente ya faltan los libros impares y únicos. 

Al Prado va entonces la que busca música, el que no sabe lo que busca y el que 
j)regunta cualquier cosa a estos libreros que no saben nada. 

Esa feria de libros del Prado es en modesto esa feria de Leipzig de la que tantas 
fotografías se han publicado en las revistas. Se ve en esos estantes y sobre las gran- 
des mesas de libros para "disectar", los libros de todos los años; los libros de siempre. 

Tienen junto al Botánico una cosa de plantas seca», de herbolarios variadísimos, tal 
Tez alguno de fruto membrilloso. Ha habido, puesto que es otoño, una caída de la hoja 
impresa, una caída del libro. Se escapa a ellos un fuerte olor de humedad, de la Uu- 









■flí's 



33í* HAMÓN GÓMEZ DE LA 9EHNA 

vía que cayó sobre los montones de hojas Impresas y que no pudo desprenderse con 
i I Bol ea las que estaban mAs debajo. 

Nosotros dejamos sitio y paso al coleccionista ciego como un ran&tico. Compren- 
demos al coleccionista de estampas, y comprenderfumos el de libros si no dedujese 
leyes y altiveces demasiado amplias de su 3flci6n. d= su suerte y del hecho de tener su 
i-oleeci6n. Tiene en qué entretenerse, buen material, noelone.3 que se combinan, todo 
lo consultable, pero no por eso tiene la sabiduría y menos el talento. El mayor Bervicln 
de sus libroE será para quien haga una deducción o un resumen genial de ellos, a lo 
r¡ue se prestan los qi:e tienen las mejores colecciones del mundo, cuyos ejemplares son 
prestados después de todo con bastante caridad.- 

t'no busca el libro, que busca y no busca, para estar mis cerca de él, para facilitar 
en la urgencia de nuestro trabajo fértil y de algún modo prtbiico y concluyente, la 
búsqueda inmediata. Ellos esperan toda la 
vida para no hacer nada toda ella. Se pre- 
paran, pero como están desfondados nunca 
consiguen que esté reunido lo de antafio 
con lo de hoga&o. Solos los libros, y como 
no escritos. estSn en los altos estantes a los 
que no podrían llegar aunque quisieran. 
tan altos e incómodos estln. 

Yo por lo menos no me presto ni un mo- 
mento a esta comedia de consideraciones 
lue me exige el lefdo o el erudito. ¡Si fue- 
sen sencillos! Serian por lo menos amables 
hombres como todos los hombres en vez 
de bestias Ubreras, que se comen y despe- 
dazan los libros en vez de leerlos. 

El hallazgo de los libros raros be te- 
nido tiempo de ver que es ademas de Iodo 
fácil, fácil hasta el gran negocio. Pero 
no me ha tentado nunca la carrera del co- 
mercio. 

' No cambiarla yo por nada este saber 
abandonar el libro viejo que no dice nada 
Ud pneito d« librí»! TÍBjoa «D al Frmii«. y quizás de tirar a un lado el libro que 

valdría una fortuna en manos de un nego- 
ciante. Prefiero todo el desdén y toda la Indiferencia enteros y verdaderos, y escoger 
el libro que no vale nada y por el que no darían nada, pero que es el único que aclara 
algo las cosas, que dke algo nuevo. 

Frente a los libros tirados en los escaparates, como el pescado de los puestos de 
libros viejos, se ve que casi todos los conocemos, de ferias anteriores, de la librería 
del padre o de los amigos, de haberlos tirado algún dta en el cesto de los perlAdlcos 
junto al pupitre del criticismo literario. ¡Qué pequeño es el mundo; ¡NI siquiera IM 
sorpresas de títulos que debían tener para nosotros ios libros! ¡Todos se han repetido 
por lo menos ocho o diez veces en nuestra memoria y sobre poco más o menos sabe- 
n!os a qué atenernos respecto a ellos! 

En los puestos "de la sardina" o mejor dicho del "boquerón", esos en que pone 5 
15 céntimos a elegir y se puede dar la vuelta al gran montón, buscando lo bueno, uo 
h;'-y mucho. Es donde lo revuelta del pisto podía preconizar un hallazgo y es donde 
ii.enos lo hay. Si todos los libros están revueltos, fueron echados uno a uno por el 
tasador, que por bruto que sea, sabe el coste y la consabida clasificación para la venta. 

("Fígaro" es la medida de ese hombre puntual y cabal que es el transeúnte, el 
observador y el que vive la vida comentándoK con tos comentarlos que consuelan 
de la falla de vlsuatliad y de idealidad de los otros. Es el amigo con que se puede 
hablar y que os lo único que deseamos loa que estamos tan desnaturalizados que no 
(leseamos el genio que ensalzar. Quien compendie nuestra vida con cierta gracia y 
ion esa cierta discontinuidad con que se produce )n vida, ese (¡era nuestro hombre.) 

i,OB curas — ignorantes como ellos solos^vipni'u a pasearse por entre loa libros de 
viejo. ¡Están tan aburridos ie la vida! Además, es por donde menos ae ve lo feos que 
se han puesto y cómo se les ha retorcido y engorabilado la expresión. En estos pues- 



El. PRAUU 330 

tos es donde aprenden vidas de santos que uo conocían y otras uocloneü. con las que 
rodrán ttermoDear todo ct año y hasta ir a loa Conclltoe. Cuando se paran un rato 
y se Inclinan sobre loa libros, parecen estar ante los anchoa facistoles leyendo el latín 
df las oraciones. 

Las maderas de las librerías se combean terriblemente, pues son delgadas para 
e¡ gran peso que soportan. Hay una cosa de barco que va a uaufragar con toda la 
tripulación en ese plúteo que se derrenga. 



o lAnabra d* Daoii y Valftrda al pk>»r por el Ptado (ISit), trnit* »1 t*mpl«t* •da 
. el monumsuto ftl Dos da Hfiyo. 



'ado lobra al altlo ao oaa foaron fnajlada* aigoD'a bíroaa y dunda mAa tarda habla da 
.. . 'Boa''- " -- 



El valenciano e? el gran vendedor de este paraje y el que después, en la esquina 
del Prado con Atocha, tiene un largo e internilnable puesto de librea que es oomo 
el final prometido después del Prado, el sitio en que yo compro un libro al flnal de 
rada paseo, yéndome a leer las adqulBlclonea al cercano café de Oriente. 

El valenciano tiene un gran tipo de hombre de ciencia, do profesor de la Insti- 
tución Libre de Enseñanza. EstA regañando siempre en "valensiá" con toda la gente 
que tiene alrededor. El quisiera un gran orden en su inmensa biblioteca. 

Primero le tenfajmos una gran antlpatta. Después hemos visto que es un hombre 
slmpAtlco y tratable. Aconseja libros y dice, animando a la gente: "Cada uno es un 
pozo de Ciencia...; lo que es necesario es sacar y sacar bien." Tiene varios niños que 
^'i ayudan y a los que dice: "Todo lo de^".Mellcina~, aquf..." Refiriéndose a las cosas 
en Inglés, dice: "Todo el "te", aquí"... _, 

De este valenciano, Baroja ha dicha que es "el Atila de las llbr-írlas de viejo", "un 
hombre de pelo rojo y de gafas" "que se dedica a estropear los libros, cortándoles 
con la guillotina los márgenes para vender después éstos como papel". 

De este mismo valenciano ha dicho Solana: "Es un hombre que viste un largo 
delantal amarillo; es vegetariano y ateo; tiene gran fuerza y agilidad; ¡leva la ca- 
btza al descubierto y rapada, lo mlsrao en verano que en invierno y los pies des- 
Tiudos; mira tos tomos muy de cerca con los gruesos cristales de sus gafas y trepa por 
Ip escalera como unnioño, bajando y subiendo libros que limpia a zorrazos, levan- 
tando nubes de polvo, dando chillidos al enfadarse con la demás dependencia y po- 
niéndose encarnado por la cólera." (Aliora ese gran puesto está dividido en dos sec- 
ciones y hay otros rtos libreros, amables y rumbosos, de fino instinto y de gran me- 
moria, uno de ellus muy parecido a .Menéndez Pelajo en su juventud.) 

El otoño, con BUS hojas y sus fiore.s secas, está dentro de esos libios, ranchos con 
tipo de herbolarios correspondientes con el Botánico, junto a cuya verja se exponen. 
El mejor regalo para lo niños que si>mos os un libro que tenga la sorpresa de una 
flor dlaecaí'a: pero nunca se sabe en iiué libro la habri. no se debe saber, como en 
ese juego de los paquetes que los niños juegan en la calle abriendo el paquetlto y 
encontrando una sortija de plomo. 

Ya está alir hasta el libro que su antor se dedicó a si mismo. SI el autor ha 



340 RAMÓN OÓMra DB LA SERNA 

;nuerto. eso no «b eztraflo; pero si vive, la sorpresa de ver ése ejemplar allí le des- 
«ngaña a uno de tcwlo, hssta de sf mlamo. 

Los libros sin portadas abundan niuclio; tristones como sin párpados. 

¡Muchos libros encuadernados! No llaman la atención esos libros. No se les mira 
ni se lee su lotno. Se desconfía del libro encuadernado como de un libro que, aunque 
sea bueno, estA convertido al burgueaUmo. Loa libros encuadernados generalmente 
desmerecen; est&n más muertos, aunque hayan sido embalsamados; son más priva- 
dos; están como en la caja ifil muerto preparados para la sepultura perpetua. 

Loa diccionarios, ¡qué viejos!; todas sus palabras parecen baber variado. 

Numerosos tomos médicos, que contagiarán del titua u otra enfermedad at que 
los compra, sobre todo si tratan del cáncer. Un libro como esos, como el del cáncer 
sobre todo, sAlo está antiséptico y aislado en las librerías de nuevo. 

No debe comprarse nlngiln libro por el titulo y lo que diga el autor de él en su 
prólogo personal; y si el libro está en la mesa de PREXIIOS CONVENCIONAbEM, no 
se debe preguntar siquiera por él. Hay que declarar el boycot a los precios con- 
vencionales. 

Más estanterías de obras de Medicina tratando de más enfermedades, ; muy in- 
sistentemente de Ginecología. Ante estos libros de Medicina se piensa que ha variado 
todo el sistema de tratar las enfermedades y eso hace antiguos e inservibles loa It- 
'>iroa, y nos da miedo que alguien, algún médico provinciano o Inexperto, compre y 
trate a sus-enfermos ateniéndose a sus fórmulas amarillas. 



iml PftIftDio d* !>■ CorlH. 

Todo el aspecto de los puestos es el de los libros en la hora de la mudanza. Nin- 
gún librero sabe si tiene otro libro que la "Hija del Jornalero". 

Todos son como libros caldos, libros del otoño, libros quñ el viento ha barrido 
hacia allí. Sobre sus chibaletes, escalonados, el mejor está siempre debajo del peor. 
que se le superpone. El mejor está el último y se disimula con modestia. Da pena ver 
que no se le encuentra, que no hay ninguno que elegir después de seguir a nuestra 
secreta adivinación en un juego como el de "¡frío!"... "¡callente!"... " itemplado!",.. 
"¡frío!" 

Sobre todo, lo que mfis noe defrauda en esos baratillos de libros es que nunca se 
encuentra un libro que trate, como debe tratar, de la muerte. El enigma de la vida, 
adeanis de tener momentos de evidente e indecible evidenciaypor lo menos es breve 
y todos los libros lo quieren aclarar; ¿pero y el de la. muerte? NI un solo libro hu- 
mano, dócil y sentido sobre la muerte y los muertos, cuando ese libro era el libro que 
debía estar en esta feria como más propio también de este paraje. 



Lo údIco encantador de eeos libros que por comprar algo se adquieren en el 
Prado, es esa hoja de un almanaque de Lace afios que a veces se encuentra entre sus 
pftKlnas. ¿De qué año? No se sabe, poique no pone sino el día y el mes, porque no 
«etftn becboB para la posteridad los almanaques, sino para el afio que corre. 

Así, el que se encuentra esas bojas vive otro dfa que su día, un día que no es 
de sus días, lo más redivivo de un dfa pasado. Las hojas de.esod almanaques antiguos 
se transparentan ya y se ve por el reverso la cltra da la fecha, i Delgado y consumido 
licmpo caduco! 



En el centro del Salún del Prado, estorbando en medio de las dos plazoletas de su 
nuevo follaje, bubo dos fuentecltas, dos nifios, dos angelitos Incontinentes, niños Ile- 
gítimos del Prado por su cursilería, esculturas de recibimiento que un dfa desapa- 
ree le ron. 



(Todos eran tontos menos "Fígaro" en su apoca. Qué distancia más espantosa — 
■espantosa — entre ál y los fecundos y aplaudidos autores de su tiempo, todos tontos.) 

(No tiene que ver nada "Fígaro" con Mesonero. Mesonero está bien, pero es un 
bombre con gafas. Mesonero es el señor que no se compromete y "p^garo" si. y en 
la vida hay que "comprometerse". 

"Ftgaro, mSs que las cofiíumbres, muestra unos años de vida espiritual, de vida 
dramática de nuestra ciudad. Todas las al- 
mas de su tiempo, todos los muertos de su 
época hablan por él. 

Sigue tan Joven ese sentido de sus 
obras, que parece que no está ni viejo su 
cadáver. 

Además, es que de pronto se transpa- 
renta tanto lo humano que es o ha eido un 
hombre, que eso basta para hacerle eterno 
sobre todos los otros, fatuos o gloriosos. 
8u mismo tono de amargura y escepticis- 
mo le hace muy nuestro, y es que le vemos 
vivir consumiéndose. Se le ve consumirse. 
Se le ve consumido por todo lo que debe 
quemar y consumir la vida.) 



El atardecer del Prado es también algo 
muy bueno. Se pone morado, cárdeno, des- 
ciende su luz, y bajo esa poca luz del Pra- 
do las personas pasan como sombras pe- Viiión.dMdslKeiqninkdelHotpftal.daUPnar- 
^ueñitaa. verdaderas sombras peripatéticas, t»d« Ati>oli»«nqq«»otb»t»«lPr«do. 

bajo el viaducto del cielo. 

Sobre todo en los días sin farolea de la Gran Guerra, el atardecer le dominaba 
completamente. 

La fuente de Apolo se torna completamente blanca sobre el fondo del atardecer. 

Paralelo a toda la ciudad y al ocaso, que le da contraste, nos envía la luí po- 
niente toda la silueta de los tejados en un atardecer lleno de chimeneas. 

:Que el atardecer — siempre pienso en el Invierno en el Prado — no os coja sin 
Xi;b&n en el Prado! El cierzo os «osería a pufialadas de incurables heridas. 



(Ese desengafio atroz de la política que siente "Fígaro" es más que desengafio 
de la política, de la autoridad. La autoridad, entonces como ahora, se le da al que 
1)0 la merece, y ante eso el espíritu, si no prorrumpe en carcajadas al verlo, y. por 
«1 contrario, se entristece o se angustia, puede llegar a sentir el suicidio.) 



La noche del Prado es grave, febril y tremebunda. NI los focos, ni esas luces 



3i> Ramón iíúmez de la serna 

de nitrógeno, que tan bien lo alunibrau, y que se estrellan en nueatroe ojos y rom- 
iK'n nuestro Iris y agrietan nuestru córnea, pueden con su sombra. 

El Prado es en la noche el gran descampado, un lugar desierto, peligroso y si- 
niestro, en e! que se puede ser rollado y matado casi impunemente. Ea lo más ven- 
dido de la ciudad, donde el crimen, la lujuria y el robo se pasean de noche, donde 
tiene citas la luna, que también espera prostituida al que pasa. 



1 



TUidn pk&orámloft dal Prmds kotDkl d«sd* Naptnno o !■ Cibein 

iPor qué lo han escogido desde tan antiguo las jnujeres máa fftcilesT Porque 
por no se sabe por qué extraña y sombría razón en la noche el Prado es el lugar por 
donde pasan las almas llenas de mayor deseo sexual, el sitio a que van a parar fatal- 
niente. 

Se tiembla al entrar en el Prado de noche, con ese temblor que se tiene al ir 
ileBcalzo por el pasillo en el viaje furtivo al cuarto de la criada. La autoridad lo 
tiene abandonado, y s61o alguna vez da vueltas alrededor de loe Jarllnee del Dos 
de Mayo para que sea respetado de la profanación el cementerio de los héroes. 

■En el Prado espera a los Infelices aquella única novia que tuvieron, y que han 
echado del otro mundo por estúpida, repulsiva y fea. 

Son almas con mantón las que pasan por el Prado, un mantón con el que se 
cubren en invierno, y que en verano llevan al brazo, como viajeras Impenitentes (los 
cocheros llevan siempre también una manta asi. una manta repugnante que ofrecen 
n las parejas que conducen por en mejio de la noche.) Bajo los arboles copudos y 
cobijadores del Prado se ven también en la no<'he las sombras copuladoras y su rltmo' 
regular y solemne, como el de esos relojes en que sube y baja un colujnpio. 

Todo ese anhelo torpe y supremo de la humanidad circula y se pasea por el Pra- 
do de noche. Eso es algo serlo, trágico y de una absoluta verdpd. No lo avent&Ja 
nada, ni en la noche de novios ni en la galantería rica y mocil. El mar sexual allí 
dn los latigazos Imponentes, allí se bate y salta con vlolenclri sobre los acantilados 
de la ciudad. En la noche del Prado muerde el polvo el hombre. Nadie debe pasar 
por él en la noche. 

Pero por la mañi.na y durante todo el dfn no se sabe nada de esto. Por la ma- 
ñana y durante todo el día es que se vertñca la baja marea, y la gran playa est& 
íeoa y transitable, l^as que estaba anoche entre laia sombras po aparecen en el 



Prado de dfa, y si alguna de las que se sien- 
tan al bprde de loe bancos es alguna de ellax, 
est& muy disimulada y muy liipócrlta. 



(En "Fígaro" comienza la humanidad del 
pueblo de Jradrld... "Fígaro" iTea el hom- 
bre en España, al hombrecito de mundo en 
el sentido más elevado que puede tener esta 
[rase. Antea de él había el elevado concepto; 
pero eso cinismo a nue tiene derecho el hom- 
bre de mostrar y elevar su sentiinentfllidad 

íntima, esa afirmación independiente y re^ Ví.iéndei Pr.do d*»d» I» «ulid» de 1» C«- 
beldé de la estructura natural del hombre. rn» da San jErAuiíDo. DaCrás delObelUoo 

Eijusga de pelota derribado an lBS7asIkbs 
en el titio qaa ooapii el mouniDeiito del Dob 
de Ukyo r en paita el que ocnpnbe elderri- 

romo larga, aparte y especial dlvaKación p'r1i°ifm¿'y^od'rífbVh»7i«'&"é'd%Vr«n"- 
hay que paanr por el Botánico, el jardín del rl» janto > San Jerónimo que habik lido 
Prado. Parque de Artillería hacia lc«. 

Primero, el BotSnieo tiene el aire de un 
Ltr^o y romántico cementerio. Al primer golpe de vista, desde fuera, es un cemente- 
rio. Su verja de gran autor es verja de sacramental, verja no muy alta, que favo- 
r'-'t:n la esbeltez de los árboles, con gruesos pilares intermedios, pilares que en la 
parte que da al >aseo tienen pintadas esas cruces negras y chorreantes que pintan 
luf. chicos como para poner cruz a las tumbas anónimas, cruces que parece que 
ilihiija una congregaciún que hay para esto, una congregación como la de los Her- 
r.iívnoe de la Paz y Caridad, que asisten a los reos de muerte, y la de la Buena 
Agonfa, que asiste a los moribundos (Junto a la verja hay siempre dormido y tirado 
un pobre miserable que recuerda mucho a Job). 

Su puerta, de estilo dórico, con columnas de piedra, da al Jardín de los Médicls, 
o cosa que lo vale y lo parece. 

Al entrar se ve que el portero tiene una mecedora, porque éste es un jardín 
up poco particular hest» para el portero. 

Aunque Barres ha hablado mal de los Jardines botánicos con muy buenas razo- 
nes, también se puede 
hablar bien de ellos con 
razones también buenas. 
E}1 Botánico parece 
que tiene otros eoles, va- 
rios soles distintos, y 
cuando está nublado tie- 
ne una niebla hecha de 
grises exóticos. En su re- 
unlún cosmopolita hay 
una tarde de todos loa si- 
tios. Sobre todo en la no- 
che, se congregan en 
todas las noches del 
mundo, lleno y palpitan- 
te de añoranzas y nostal- 
gias. 

Kn invierno, como to- 
do el Prado, está muy 
bien, aunque es un Jir- 
dln húmedo; muchos di- 
mal, como los ríñones 



• del Bot*Di«a por U plftia de II 



3ii iiAMúN g6mi^ ui; lx sehna 

Se respira al entrar uQ aire salutttero, como compueato con todos los auténticos 
iugredlentes de la antigua botica. 

Los entierroB del Prado son eolemnes, y ttenea como mfts lujo que todos loa que 
iiD pasan por el Prado. TleneD usa hora de flestá fúnebre. Durante esta hora pasan 
jioír él todos los Entierros anunciados, con su comitira vestida con traje de domingo. 
Todos los entierros, al pasar por el Prado, hasta los más sencillos, aun loa de 
cuarta clase, toman tIbos de grandes entierros, de entierros blstArkos del gran poeta, 
del gran militar, del gran político. 

Siempre, todos esos entierros evocan el paso de los grandes entierros que pasa- 
ron por el Prado, habiendo quedado como el modelo úe eea eTocacIftn, como el 
cristal de linterna que se proyecta de dentro afuera en nuestros ojos, el gran 
entierro a Daoiz y Velarde, celebrado en el Prado de 1S14, con sus caballos vestí- 
doB de disciplinan tea (ocho caballoír desherrados para que anduviesen sin meter 
ruido) y au alto catafalco de héroes; lá traslación de las cenlsas de "Fígaro" y 
otros grandes compañeros desde el cementerio de Puencarral al de San Nicolás, 
y la traslaciAn de las ceniíaa más cernidas de Mena, Quevedo, Calderón, Garcllaso, 
^^ " ■ ' — etcétera, en "una magnifica tarde de primavera, 

un cielo purísimo y un sol espléndido parecían 
i proteger aquella ceremonia, la más Imponente 
que ba presenciado Jam&s la capital de EspaDa". 
¡ Todos esos grandes Carnavales, con sus ca- 
rrozas coronadas de laurel y tiradas por cuatro 
o aela yeguas, con renlaje y penachos de co- 
lores, se verifican de nuevo en el Prado cuan- 
do pasan los nuevos entierros, esos entierros 
tristes con el pendón de la Sociedad o el Sin- 
dicato colgado a la trasera, como la dalm&tica 
que usó en vida el muerto. (¡Grandes imaceros 
íallidoef ) 

La lentitud y la prosopopeya que toman los 
entierros en el Prado es para verla. (Al de Daois 
y Velarde asistieron diez doncellas dotadas por 
Bl «atierro de MqÚoi T.irr.ro al paiar la Villa con 3.000 reales cada una.) 



i, ^„„„ , . , . . Por el Prado se pasean esos sefiores de luto 

inconsolable, todon esos caballeros con barba blanca y sombrero fle paja pintado 
de negro con pintura de coche o de mueble de fonda. 

Por el Prado pasa todo por la recta de la proyección, por el apaisamlento eterno. 

¡Corazón plebeyo el que paaa el Prado de través o lo huye! 

Al atravesar por el Prado para entrar en las calles de luí. parece como si se atra- 
viésase el gran salón de las recepciones, oscuro, cerrado, enfundado, pero el de mis 
ambo techo y un decorado m.ls digno de la casa. 

Siempre me acabo de enterar de alguna cosa nueva del Botánico. El Botánico 
t's Inagotable hasta para tos botánicos, que no acaban de saber las plantas que 
li.iy en él. 

Después de haber hablado de aquel esqueleto de una ballena que hubo expuesto 
en au galería de cristales, y del banquete a diez mil ñiflas que se celebró en 
tise mismo Invernadero, creí ya iiicha la última palabra, cuando al hablar con esa 
vlejeclta que fué amiga de Paulina Martínez — la de ese retrato—, me entero que 
iili; estuvieron expuestas "las momias del Pacífico", unas momias que hablan ve- 
nido por el mar Pacífico, y también me entero de que Junto a ese cuartel de Artl- 
li«;rla habla una taberna donde vendían caracoles y calloe... 

Los hombres del chaleco blanco es por el Prado por donde pasean. Aún no se 
li>iii dado cuenta de que el chaleco blanco es como ropa blanca, como ropa In- 



EL PRADO 3i5 



Prado. (Señoritas esas que llevan sus sombrillas con el cuello engalgado, echadas 
al brazo, como las aldeanas llevan las gallinas.) 



En los simones del verano, el paseo más soñador, y más en un gran lago, que se 
pi;ede uno dar es por el Prado. En los simones del verano, con sus cocheros de som- 
brero de jipijapa, pasan los señores con el sombrero quitado, disfrutando atroz- 
iiiente del espectáculo, explayándose, mirando al cielo. (A veces el simón resulta, 
por la piel de su capota y por todo, una bota vieja de elástÍ<io.) 



("Fígaro" escribió el primero con el tono que después se ha repetido mucho, a au- 
nque nunca lo bastante ni con la suficiente originalidad. 

Hasta cuando apenas se le ha leído, hay una cierta telepatía extraña, por la 
que al repasar la historia literaria es su figura la que se muestra entera, cabal, no 
•abruiáada por el talento humano, sino llevándolo con ligereza y ha-ciéndolo com- 
patible con la necesida-d de vivir la ciudad y la vida. La ponderación de ese hombre 
ivos subyuga. Es el arquetipo de nuestro ideal lógico, sencillo y caballeresco. 

Oímos, como si fueran palabras latentes en el ambiente de nuestra ciudad cas- 
tellana, las palabras de ** Fígaro". Siento que antes de haberle leído tenía yo ya do 
pequeño el mismo concepto que hoy tengo de sus artículos y de sus palabras. Di- 
ríamos que su obra es más caudalosa en el espacio que en sus libros, y que nos 
habla con la misma persuasión que en su imejor artículo. Hay en él una amistad 
y una construcción inacabable en el buen juicio, hasta sobre los casos de nuestro 
líempo.) 



La gracia del paseo de las estatuas del Botánico tiene la gracia que no tiene 
^1 del Retiro, cuyas estatuas son gigantescas, hinchadas como estatuas de nieve, in- 
acabadas y terribles. Por el contrario, las estatuas del Botánico son admirables, hu- 
Tiianas y sencillas, como si fuesen antiguos transeúntes convertidos en estatuas de 
piedra. La estaturia ha sido corrompida en Madrid por las grandes estatuas de la 
plaza de Oriente y del paseo de las estatuas; hechas para estar en lo alto del Palacio 
Real, fué transformado su destino y colocadas en lo bajo; eso ha corrompido el sen- 
tido de la estatua ligera y delicada, que hasta un mal escultor puede hacer si la hace 
a proporción. 

Erigidos como en un cementerio, está primero Quer, el célebre médico y natu- 
ralista que esA*ibió una fiora española; después, Clemente, con su capa amplia, la 
gran capa magnífica del tiempo del gran sombrero de copa, también magnífico (Cle- 
mente tiene un tipo romántico, y en el zócalo de su estatua vi un día escrito el nom- 
l)re de Narciso). Lagasca, el primer botánico del pasado siglo, que se quejaba de 
Cjue no había grandes estanques en el Botánico para estudiar la flora acuática, y 
Cabanilles, el célebre autor del célebre artículo ''EiSpaña de la Enciclopedia" y el 
que clasificó el penacho florido de la "Esteparri Statice". 

Todos erguidos, satisfechos entre sus flores, las flores de su vida, llevan alguno 
babero y todos chalecos con fiorecitas. pues ellos son los que inventaron esos cha- 
lecos, primeramente en Suiza, la patria del Inefable botánico Rousseau, allí donde 
todos llevan un "saquito de mano" de herbolario. 

La elegancia del siglo XVIH fueron, sobre todo, los botánicos los que la llevaron 
mejor, con la ingenuidad con que se debe llevar la elegancia. 

Separado de esas estatuas, en pie, hay en el fondo un busto de don Mariano de 
la Paz. 

Ahora veamos los árboles: sus cartelas son como las que llevan los ciegos, y las 
que están más a ras del suelo, sobre una pequeña varita^ señalando el sitio de 
las plantas raseras, parecen pequeños epitafios de un cementerio profano y, en 
la hora de la primavera y de los pájaros, pequeños atriles de su música, en los que 
parece que gastan bromas que les resultan muy pésalas a los botánicos, cambiando 
con sus picos las de un lado a otro, coimo esos pájaros de las adivinadoras que co- 
irón el papelito de la suerte y lo trasladan. 

Después de los clpreses, claro está, esos clpreses "cupresus plramldalls", que 
parecen abonados con huesos humanos para su mayor esplendor y que dan carác- 
ter de cementerio al Botánico, se destacan los almeces, grandes coono elefantes en 




pie (Los almecea se ve que han querido ser elefantes, que estuvieron i 
serlo y no pudieron realizar au Ideal.) 

Después, loB arbolea de ramas péndulas y colgantes atraen por su elegancia y 
femenldad de mujeres que se han desmayado. La "Sophora japúnlca péndula" es el 
extraño árbol Japonés que parece mentira que nos podamos encontrar aquf, (uera de 
esas estampas en que todo estfi Irritantemente pintado dentro del agua, todo paleaje 
submarino y ahogado. 

El amarillo firbol del desmayo está también bien, es más en fino el viejo sadce 
llorón. Tiene estalactitas o flecos de sol durante todo el invierno. 

Los tejos construyen aquf unas puertas mudéjarea de la hojarasca, por las que 
es agradable pasar. 

Después sorprende en un lado la acacia de 'tres espinas" y la "sin espinas"; en 
otro, el "árbol del cielo". Una especie de acacia que no creemos que s^ del cielo; y 
ol árbol de los pájaros, envuelto por una yejra, y que en todo tiempo da ho^ltalldad 
R los pájaros, siendo el último refugio de los pájaros.en el invierno y en donde se 
les oye cantar en ios días de más frío. 

Arboles de las mr.ntafiaa. árboles serpientes, álamos blancos llenos de ojos de la 
Providencia, árboles con Rraades orejas de mona en el tronco y árboles que parece 
que están en el Botánico por cumplir, por llenar huecos, pues son árboles de la calle, 
arboles goKos, a los que a veces tienen la avili^ntez de poner nombres extraños, como 
'cinamomo". (¿Puede ser este árbol vulgar el cinamomo?) Se echan de menos unOB 
itrboles que se moviesen y rugiesen o bramasen. 

Resulta curioso que haya murhcs falsos árbples, según está escrito en su cartela, 
Dhundando mucho los falsos plátanos, que deben ser esos que en los mercados ven- 
den a 50 céntimos la docena y están todos podridos. 

Detalle importante y castizo del Jardín son sus parras, sostenidas por unos em- 
parradoB de hierro, ¡sostenes de hierro que parecen haber crecido espontáneamente 
de la misma tierra y que son como e! emparrado de hierro vivo que sostiene el em- 
parrado de madera viva. 

Bajo el dosel esquelético y retorcido casi todo el año, y sólo por excepción con 
la hojarasca de Agosto, que es en la proyección de su sombra sobre el suelo máa 
un electo de luna que de sol, ponemos particular atención en leer loa carteles que 
cuelgan de él de vez en cuando. Leyendo esos carteles se saborea un poco un vago 
n;osto. Alli están la cepa "Leonada", la "Rayada" o ".Melonera" (oh, enormes uvas), 
I-! "Bocadüla", la "Torralba", la -Bocal", la de "Albulo", la de "Moscatel", la "Ne- 
grilla", la de "Mollar cano" y la de "Guadalupe" (ioh, hermosa y rica "Guadalupe" 
en cuyo cartel alguien como un piropo que estaba pidiendo ba escrito " ¡Precloeal "> 



£1 Ckrnmvftl «n el Frftdo, poi Parea. 

A'iicho tiempo, desesperadamente demaefado tiempo, están agraces estas uvas y el 
día que están verdad era mente maduras el Jardinero mayor se hincba de comer uvaa. 

Las acacias, todas las acidas, están muy descubiertas por nosotros: las d? una 
espina, las de tres espinas, las sin espinas: pero de hoy-es el subrayar la "acacia de 
liola". 

Otro descubrimiento es el del árbol de las pelucas. ¡Cuántas veces habré pasado 
por ese parale del Botánko!, y, sin embargo, ¿cCmo no babla visto una cosa tao 
prodigiosa tomo ese "árbol de las pelucas"? El árbol de las pelucas, aunque debiera 
estar lleno de pelucat:, como un escaparate de peluquero el dfa de Carnaval, no tlane 
ni una peluca. Qulzáf le d\ó su nombre el que era el apacible refugio de los abaten- 
ion peluca en la hora del bochorno estival en los Jardines versalleecoB. Yo no sé. 
¿Es que habrán vendimiado y recogido ya sus pelucas, quizás de palafrenero de en- 

El "tilo plateado" ea como un árbol sesudo, de una digna anclacldad, sensato v 
antiquísimo. 

IjOB oljnos son también unos vlsjecillos sanoe, recios, cansados de mirar el hori- 
zonte a través de los años. 

No acabamos de ver claro cuáles son esos plátanos que no gon plátanos y cuá- 
les son los castaños de Indias. Que quede sentado que los que tienen hojas en for- 
ma de mano de tres dedos y los que tienen esos madroños con púas de pequeños 
puercos espines, scm los "plátanos de Occidente". 

La "Betula Alba" es una Ingenua a la que hay que aprender a llamar asi. en 
vez de "Abedul , que es ya otra cosa desprovista de galantería y de encanto, una 
i.'C'sa asi como llamar a ese árbol gandul. 

Los "Almeces" sigo viendo a través de los años que son los árboles a tos que me- 
jor sienta Madrid, los más enormes, más fuertes y más arraigados. ¿C6mo enton- 
ces no se le ocurre lo indicado al que debiera plantar de almeces la ciudad? íEa 
que no resultarla un espectáculo grandioso, umbroso y como sostenido por ávbolw 
ntlante^, el de tos bulevares llenos de almeces? No hay lúglca ni perspicacia en nadi3. 

Siempre hay una vieja de medias blancas que lee un periódico bajo el árbol de 
la vejez, el buen árbol que la defiende. 

¡Qué extraño que en el centro de Madrid, entre casas y ruido de coches y tran- 



3iH kamón gómbz d& la serna 

vías, en el centro mismo de la gran urbe, suene la estridencia auténtica de la cbU 
<'b&rra! Las chicharras del Botánico no las hay en el Retiro, y hay que Internarse 
-mucho en la Moncloa para encontrarlas. 

En unas plantas chaparras, que abundan no eúlo en el Bot&níeo, se encuentran 



IiOS r«f rsiana de) P^ado, por Alema. 

unas falsas flores de azahar, redonditas, blancas, pero mentirosas, como para las 
talsas TlrgeooB del matrimonio, esas flores do azahar con que qulz&s preparan esas 
cajltas con diademas de falso azahar y esas ligas de novia con broche de azahar en 
las tiendas de telas. 



lY eee arc« coa hoja de fresno? ¡Oran plagiario! 

Los racimos de ettoB parrales magnfflcoa del Botánico son los racimos del Rey^ 
Job que son servidos en los grandes fruteros de cristal tallado. 

Ese "tresno de hojas pequefias" merece ese callflcatlivo, como lo merece la mujer 
de manos pequeflas. 

Pues ¿y ésa planta tan femenina, tan labor de aquella primera mujer que apll~ 
caba BUS primores al bosque, la "plañera festoneada"? 

Al pasar Junto al saúco nos sentimos siempre como en la TleJA y primitiva ca- 
lle del Sálico. 

En el Botánico penetran esos rayos de sol de lo alto, de lo muy alto, que súlo- 
penetran en las catedrales y en loa bosques. 

íY cOmo Qo hay faisanes ni pavos reales en el Botínlco? S6lo hay pajaritos de- 
todas clases, y eso que bub altos árboles son de esos que tienen en la punta más alta 
una ramlta seca, ea la que se establece la USrtola. 

Siempre están preparados los atriles de la banja que simulan los letreros elava- 
doB en tierra sobre las hierbas medicinales. Habrá música, si. Parece que van a 
locar "La caza". Las maricas negras están por entre los atriles tiesos, y ya con el 
papel abierto. 

Atora, en eeta« horas de primavera en que el sol parece entrar en el Botánico- 
tor rosetones con crtetales de color, se recuerda más y mejor el otoño, cuando- 
oentlamos al entrar el amargor de lo que se morta por momentos, y velamos caer, 
como abanicos, las hoja» de parra, y lo que quemaban los Jardineros olla como a. 
cabesa mal lavada, a esa humedad aviesa que a veces tienen las cabelleras mojadas. 
y que es de lo más irresUtlble de lo irresistible. 

Volverá todo estacada Invierno, aunqi^ cada Abril eúIo es hora de recrearse, por 
m&s que de pronto se apodere de nosotros esa melancolfa que aun bajo el mejor tiem- 
po acude a noaotioa en el Botánico, y entonces tenemos que huir del Jardín como de 
la cátedra o de la fila de colegiales en que hay un momento en que se siente uno In- 
miscuido... Y salimos por la puerta del montante, la puerta que hay trente a Trajine- 
ros, esa gran puerta de hierro que tiene un hermoso montante vacio entre el arco de 
piedra y el arco de hierro en que comienza la puerta, bello montante por el que se 
ve el azul del cielo en combinación con unos rlcltos y cascabullos del rerde de loe. 
drboles de ambos lados, divino montante por el que entra y sale la pura libertad 7 
tndas las cxplacloneb y las indulgencias apetecibles... 

A por los hierbas del Jardín, a por determinado y necesario talerbajo vienen gen- 
tes del pueblo con verdadera fe. (Por cierto que, entre paréntesis, en el Botánico 
so da el 'culantrillo" y por 
él vienen las que quieren 
abortar, y que como es di- 
fícil adquirir, ya qpe está 
prohibido expenderlo, hay - 
unas muchachas pálidas y 
con los zarcillos de las ojf:- 
ras muy pronunciudos qiii' 
buscan la planta do un mo- 
do furtivo, disimulado, an- 
heloso, mirando mucho a 
todos laáos y dnmlo un 
salto de presteza cunado al 
fin. lo encuentran.) 

En el otofio, las aveni- 
das roJIQas hacen muy 
bien. Como cuando se dice 
"el niño fa a ser rojlllo", 
se dice de los paseos que 
sorprenden con ese tono. 
Bl primer aire del otoño 
ha hecho eso. 

L^B hojas picadas y ta- 
ladrabas del otoño llenan 
las avenidas. Parece quo 
los alfombradores han es- 
terado. 

El árbol del amor, con las hojas en forma de coraiún, muere romo un cardiaco. 



511 



Se ve que siempre en todo tiempo hay un árbol que pelecha y otro que ee lleua de 

Debfa de heber pojaros de todo e¡ mundo. Ba el sitio Indicado para que lo^ hu- 
biera desde la cotorra hasta el pequeño pSjaro. Los cantos también debían ser va- 
riados y nuevos, debía oírse al canario alemAn de flautas largas y capilares. 

La oropéndola estuvo, pero desapareció a últimos del siglo XIX. Hoy s61o hay paja- 
ritos, loa pajaritoa de las acacias y de los chopos de las carreteras españolas y las urra- 
cas negras de las huertas, muchas urracas. Las urracas se ven que gozan el jardtn y que 
se Ajan un poco en las cosas extrañas de él. Deben estar encantadas con la variadísima 
despensa que disfrutan, aunque a veces por probar una planta desconocida se envene- 
nen o se purguen. ¿Qué piensan las listas urracas de los ^artelitos? Quizás creen que 
pone en ellos el usual "se prohibe tocar a los objetos", pero no hacen caso de ellos. 
En un rincún hay una alberca andaluz» con mácelas. El que quien pistar uaa 
tabla andaluza puede Inspirarse aquí, pudiendo pintar tambtán lo que tiene de huer- 
■i;i el Botánico, 

El Botánico es el Jardín de las embarazadas. 

Los estudiantes de Bot.ínica son tos que no vienen quizás nunca al Botánico. El 
que va leyendo por sus avenidas lee unas poesías y no un libro de Botánica. A ve- 
ces un farmacéutico de vocación va por itllt. y después, cuando de nuevo vuelve a 
Madrid, ya con barba y con una farmacia en su pueblo, entra en el Botánico para 
recordar sus tiempos de alicién. 

En el otoño del Botánico las escobas de los barrenderos no pueden realmente 
conducir todas las hojas que han caldo. 

Quizás sOlo se soalieiie el Botánico para las brujas y las curanderas o saludado- 
vas que vienen a buscar las hierbas que ya sólo existen en el Botánico, 

Bsas mujeres solitarias que están sen- 
tadas sobre los bancos bajos y como hun- 
didos del Botánico, parecen sentadas 
frente a sus recuerdos, como frente ai 
árbol de su muerto, como si hubiese da- 
do ya su árbol e! hueso como de dátil 
que se ha enterrado con cada muerto. 

Al Botáílico van de paseo muchos co- 
legios de niños, con sus profesores, que 
son como arbustos raros de la Botánica. 
Ante esas filas de niños me acuerdo siem- 
pre de aquella fiesta que se celebrú el 
día de la jura de Carlos IV en el Botá- 
nico y en que fueron sorteados para Qgu- 
rar en ella 200 niños y niñas, que asis- 
tieron B la fiesta con ua hacha de cera 
encendida, y a todos los que se les obse- 
quió con una rica cena en los Invernácu- 
los del jardtn. 

Hay un medio edificio con dos alas lar- 
gas, cubiertas de cristales, que ligura en 
el Botánico como su palacete. 

Se llama de catearas df Botánica; pe- 
ro allí nunca se da clase de Botánica; se 
distraían tanto los alumnos con el cielo 
azul y el buen tiempo, que no dld resul- 
tado ninguno. Nunca ha sabido qué ha- 
cer el Botánico con ese pabellún de tan ' CitedrMdeBotAnio» del Mueno. 
noble apostura, y por darle algún objeto, 

fjtuvo encerrado en él el esqueleto de una gran ballena, enorme esqueleto que lla- 
maba la atención de les niños, heridos en su sensibilidad por lo monumento de piedra 
que resulta el hueso, por esa perennidad triste que hay en las osamentas, l'n detalle 
que evoca aquel esqueleto, más que nada, es el de un intenso olor a aceite de pescado, 
quizá el aceite con el que le hablan untado para que no se descompusiesen las largas 
y numerosas vértebras; metido en ese ret;into tibio siempre de las palerías de cristal. 
los días de sol olla terriblemente a aceite salado y rancio. En nuestra imaplnaclón se 
asomaba la Interminable ballena, y noa asustaba con su impotencia para moverse, con 
su tragedia de estar on un sitio sin agua, cuando por lo menos necesitaba un vaso de 
agua en que cupiese un estanque. 



352 n.mó.N ui^Miiz de la seuna 

Después, ese pabellón ha estado vacio, y, por flii, se ha dodicado a la conserracián. 
de las plantas más flntu, esas que aecesltaa un palaiclo de cristal para no languidecer. 
Allí están las plantáá m&s aristocráticas: la Celia, la Princesa, la Cristina, la Rusal- 
ka, la María Antonleta, etc. Es demasiado, sin embargo, para esas plantas el pabellón. 
Aquello necesita Touebles preciosos, cuadros y una familia real auténtiica, que, yén- 
dose en el verano, dejase visitar al público sus riquezas. La cosa es que ese pabe- 
llón tuviese al fin la consagración que necesita. 

Siempre que veo al línal de las frondas del Botánico el elegante palacete, pienso 
ti! lo que quisiera ser. Tiene empaque de ser una cosa que no h& sido ni aer& nun- 
ra. ¿Qulz& sitio en que conservar las míts bellas muertas Incorruptas? (Tipo sf tiene 
Ce optimista pabellón de cementerio; pero tampoco es eso.) Qulz& ese debía ser el 
palacete del hada, el hada del Botánico, el hada de las flores, y quIíá por la au- 
sencia de esa hada, que no es ficil Improvisar ni hallar, bosteza de ese modo, sin 
£u objeto Di BU razón de existir, ese pabellón de trazo elegante y con una dignidad 
putrafla. 

El Bot&nlco está lleno de hojas, de m&s secas hojas que nlngtin Jardín, como si 
s(. hubiesen deshojado en él los volumlnoBOs libros de Bot&nlca. 

¿Qué luz es esa en que se destacan lo» carteles de los árboles? Sobre todo, cuando 
no se entra en el Botánico, cuando se pasa de largo, e^ cuando más llamativa resulta 
«sa calidad de esos carteles de los árboles, que se parecen a esos que llevan coligados 
del pecho los ciegos con toda su variedad de leyendas: "Pobre ciego' con la gota se- 
r.ena", "Pobre ciego del Cáucaso", etc., etc. 

("Fígaro" fué el hombre extemporáneo. ¿Pero, aquf, quién no ee extemporá- 
neo? Aunque ya parece que se acabó esa extemporaneldad, hace el destino coreos- 
vetas tales, tiene paradas tan bruscas nuestra carrera, recibimos anónimos de tan 
mala Intención, oímos sentencias tan duras y cerradas sobre todo, que sigue habiendo 
el suplicio, la angustia, la congoja de lo que es extemporáneo, debiendo ser consi- 
derado eso que parece lo extemporáneo como lo prudente, lo oportuno, lo supremo.) 

El Parasol de la China no se encuentra muchas veces, sobre todo toando se I» 
busca para ensefiárselo a un ami- 
go. Parece que desaparece, que hoy 
no ha abierto su parasol el Bota- 

Vamos siempre viendo y repasan- 
do de nuf^vo los árboles: 

El árbol del cielo, ese árbol en el 
que hacen sus nidos los ángeles qun 
durante el invierno huyen al cielo, 
como las golonlriiiae al Egipto. 

Ijos grandes abetos, olmos comí' ■ 
nes, castalios de Indias. 

El... (Algunas enredaderas oscu- 
rantistas tapan el letrero de algón 
árbol.) 

El laurel, común que es para loa 
mediocres, y el venenoso laurel rosa 
para los genios crueles. 

¿Y los abedules? .\ntes habla pa- 
seos de abedules en las novelas y en 
la vida. Hoy sólo queda aquí un 
abedul. 

El fresno de Castilla es ese que 
nunca se rompe en manos del arrie- 
ro. Sirve para hacer varas, pero no 
bastones. 

¿Y el nogal del Caucase? ¿Es del 
Cáucaso? Parece que. como si hu- 
biera cumplido ya su condena, le 
han enviado a un país meridional. 
SI te.tto Felipe que otabs «n «I Prsdo «D 16*5. ;Quí Kran recomendación le ha de- 



bido Tfller eata buena suerte! ¿O es que «bUm arboles pertenecen a la carrera diplo- 
mática de loB arboles? 

En el Botánico se oyen cosas curiosas y raras. En el Botánico yo he oído decir 
u una madre a su hijo pequeño: "Anda..., Héctor... Anda... Vamos, Hectorln." 

Parece que para cuidar lada árbol de estos tienen que traer tierra de dlstintoa 
países, y asi como la tierra del cementerio de Pisa lué llevada de Jerusalén, en el 
Ootfinlco hay tierra del Asia y de la Oceanla, que ya es lo íltlmo. 

Debían recomendar los doctores el Botánico a sue, eatermos, escogiendo bien la 
sombra de cada árbol para cada enfermo. Mi doctor Inverosímil sabría sacar ven- 
taja de eso. y, sobre .todo, elegirla para aquel que tuviese dolor de muelas, el árbol 
üamado "Raigón". Eso ni que decir tiene. 

I.d viuda, esa viuda española encerrada en el manto sucio, pequeSlta ; con plea 
y calzado de viuda, que no se casará ya otra vez, va al Botánico con bus cinco hi- 
jos vestidos de negro. 

El viejo, que ba vuelto a deletrear, lee con disimulo a dos viejas que coseti. 

El Botánico está unido al recuerdo de ese edificio de la calle de la Farmacia, 
que también mandó construir el gran rey Carolus 111, que fué todo un maestro 
de obras, edificio en el que 

se estudia para farmacéu- 

tico. Pocos ejificlos dedU 
cados a la enseñanza fren- ' 
te a lo« que se note más 
lo que ha de salir de ellos. 
De ese no pueden salir 
más que larmacéuticns. 
nuevos, botánicos, como 
los antiguos, aunque niá~. 
desmemoriados, porque 
los anuncios y los perld- 
dicos hai^ destruido la me- 
moria de este siglo... El 
día que estudien los far- 
macéuticos en otro edlF- 
clo nuevo, claro, lleno de 

puertas y de compartí- El editólo díU Boli.frsnt.»! Pt.do. 

mentos de cristales, aal- 

<lrán verdaderos falsificadores, que pabrén preparar admirablemente preciosos envases 
para las medicinas en fraseos como búcaros y en cajitas como de bombones... Por el 
centrarlo, de esa casona vieja, color de palo de regaliz, con grandes balcones, con sen- 
das persianas de madera, y at fondo, uQ Jardín de floricultor, salen aún los botánicos, 
liue por dentro son los mismos de chupa y chaleco con floreclUas, aunque por 
fuera tengan tipo de seminaristas, de pltrnas cortas y torcidas, que no dejan el 
sombrero bongo quizás porque el hongo corresponde a la Botánica y al botfinlco. 

Un gabán deslustrado no estS mal en el Botánico, hay árboles que se combl- 
ran con él en una relación de mlmetiamp. 



(Se piensa bien y sosegadamente en "Ffgaro" en el Botánico. También pasa por 
til; su suicidio se ve muy bien en el ambiente del Botánico, como en el cementerio 
iiue remata el camino de la meditación del Prado. 

Bu aquel ambiente de aquel tiempo, ¿qué le esperaba? El sukldto representa 
valor y una verdadera idea de la vida y de eu limite, porque nadie ve que súlo se 
adelanta a los acontecimientos el que se mata y escoge Ja muerte sin supuraciones 
y larga agonfa, escogiéndola en el momento más oportuno. La cobardía social, 
que produce las ideas generales, se opone a tos suicidios y los critica. 

Un desequilibrio, que Be produce cuando se nace con variedad en el corazún, en- 
tre esa variedad insaciable y la monotonía de la vida, trae consigo la necesidad de 
urabar con la variedad, que está sólo en uno y que exige lo que no está fuera. El 
suicidio, además, ne venga de la muerte, la hiere, la mata y nos venga a noa- . 
Ciros. Es el anarquista de acción, que sabe atentar contra la muerte que reservaba 
contra nosotros su arbitrariedad, su capricho, su abyección. 

■ Aquellos hombies tenfsn mss fatalidad que nosotros! La fatalidad ya está 
:^asl atrofiada en nosotros. 



354 ram6n oóhez de la serna 

Aunque se matú por ella, no acabó de matarse por ella. Blla fué el desengaflo 
(le lo máB engafioso. Su última disculpa couTendonal de tItIf ae habla roto, fti 
hubiese habido una verdad grande y fuerte, la vida no ae hnbleae matado. Bl se 
había Inventado un boIo motivo superfluo, y ese tracaad. Como era de los hombres 
<iue iuraban, JurA que si ella se iba, se mataba, y al verla irse se le disparó el ju- 
ramento. ) 



El Botánico es el paseo sencillo del domingo para loe que, temiendo el abu- 
n'lmleuto Indiscreto de todos los demás jardines de la ciudad, buscan el sitio en 
i^ue es mfis discreto, pues si en los demía sitios está el infierno del domingo, aquí 
C!<tá el limbo. 

Bl novio que no es frivolo, el que se va a casar, pasea por el Botánico. 

En el BotAnlco ha; una campanilla y una campanlta; la campanilla comunica 
con la casa del guarda y tiene el tirador en la puerta que da a la plasa de Murlllo; 
«3 la campanilla que pueden tocar todos los fantasmas y los vagabundos de t^ 
noche, la campanlta está mis en el Interior y suena b6Io para que dejen el tra- 
bajo todos los jardineros y anunciar que el Jardín se cierra, A ningún nlDo se le 
ocurriría nunca tirar de su cadena, temiendo que acuda toda la base misteriosa 
del jardtn al son de la campanlta, todos loe espíritus- exóticos de los árboles, con 
Dafne a la cabeza. Además no tocan esas campanas, temerosos de que lis encie- 
rren en el Jardín. 

En los invernaderos está lo que líos queda de las colonias, de Cuba, de Filipi- 
nas, de América: un par de macetas que recuerdan aquellas posesiones y sigo 
como un poco del aire tibio de aquellos países concentrado en las "serré" de cris- 
tales. 

En tos Invernaderos véanos como viejas a ver crecer nuestras macetas. 

En el olofio del Botánico las hojas de los castaños de Indias caen, poniendo muy 
bien la mano al caer. Los tiestos muerti)8 y vacíos del Invierno, unos encima de 
ttroB, son como gorros de clowns en hilera. Huele a huesos de fruta ' aolertos, a 
castafias de Indias rotas, a bayas partidas, a almendras amargas. La magnolUí 
echa en el otoño una plña falsa, la piña que remata los tirsos, la pifia torneada, 
pei-o sin fondo ni, metamorfosis posible. 

Al atardecer hay olores de atardeceres fantásticos y lejanas. 

Hay en el Botánico diferentes caminos, t4>doE de diferente país y hasta con dlfe- 
lente clima. 



Vi*U del Uanoo de Bipsña 7 da 1* oBb 



EL PRADO 



Las mujeres, en cierto día de bu mee, no pueden tocar a las plantas, por que 
las eecan. Yo veo en ese día una mujer fulva, espléndida, terrible, que ese día quie- 
re contagiar toda^ las plantas, y aunque la contiene su novio, para evitar que se 
asuele el Botánico, toca un ftrbol enorme, hasta un ciprés "plrtvmldalis", que es 
'el &rbol que idAb se defiende de lodaa las asechanzas, y ese irbol languidece poco 
a poco y, al fin, muere. 



("Fígaro" ae planteó la vida sin engaSo, No tenfa bu cabeza llena de obceca- 
ciones, ni entrapajada por la fe. "Fígaro" sentía el día como algo inexplicable 
y largo, con el que no se acaba de saber lo que hacer. Su inspiración era por eso 
«lucera y breve, y por eso le acogen como lo más reHpIrable todos los adolescentes 
de corazAn evldeute.) 



Se \en por los sútanoa que tiene abalo la Biblioteca del Bot&nlco — todos los 
libros, Ilustrados con pistilos, hojas y flores 
orladas de letras, como una trigonometría — ; 
se ven unoi grandes caracoles marinos, deta- 
lle que no se puede olvidar al recordar el Bo- 
tánica. 

En una habitaclún oscura, en donde ponií 
"Herbolarlos", hay una puerta con gatera para 
que toa gatos puedan perseguir a las grandes 
lataa del Indostán y de la Cochinchina que 
aquí crecen. 

Salgamos del Bot£uico... Va estamos otra 
vea en medio del Prado... , * . 

Durante tres o cuatro aAoe estuvimos vien- 
do — hacia el 1918 — al pasar por el Prado, so- 
hre la Impasta de un extraño edificio de gesto 
Olímpico, eate cartel de 

"Se venden estas columnas." 

jSi hubiéramos podido comprarlas! Pero 
nuestra calderilla no alcanzaba, y teníamos 
que dejar con vergüenza que algo tan esencial 
de Madrid y con tanto carácter se vendiese tan 
B pilbllca subasta. 

Hablan quedado las columnas solas y apun- 
taladas. Resultaba como un pequeño templo 
en venta, uno de esos modestos y apócrifos 
Partenouea que tiene toda ciudad, ya que no 
puede tener los verdaderos. 

A medida que pasaba el tiempo parecía que 
*sa "liquidacien" no era aprovechada por na- 
die, y allí Iba a quedarse el coliKnnario. aun- 
que afeado por el gran cartel de SAIjDO. Re- 
sultaba demasiado grande la mercancía para iÍDaÍ~d*ÍF(*Í<>~d»tiía¿n(loia < 
que la pudiese aceptar alguien. Era como si Ob««t»«totlo Attroaómioo. 

colocasen el cartel de "Se vende el terráqueo". 
; Quién iba a cargar con él'. Se aman las co- 
ífls que después de compradas se pueden llevar a casa inmediatamente. 

Aunque ese bello púrtloo habla sido "mataao" como un sello, por el letrero 
de "Delegación de Haciendp" .con que habla sido sellada su trente durante bás- 
tenles años, le salla a la cara su graeia clásica y dignísima, pudiéndose admirar 
í'empre el orden dórico de sus columnas. 

Un día, después de muchas miradas interrogativas de reojo, vimos que habla 
desaparecido el enorme cartel de su subasta. Desde ese día fueron desmontándole 
mny poco a poco, A veces languidecía la obra, y parecía como si se hubiesen arre- 



RAMÓ.N aÓMEZ DE LA SERNA 



pentido los compradores. El peristilo, ya bId cartel, tenia días de una belle» como 
olvidada de la muerte. 

La piqueta hubo un momento en que tomó más aprisa y más embate j vaci6 
el foodo del atrto, viéndose la luz del revés por entre el intercolumnio ausente 
de edificio ya. ¡Luz de ocaso, largo y perpetuo! Desaparecía la Platería de Mar- 
tines, el templo del artlBce del Prado. 

Esa Real Platería fué construida en el 1792. bajo la protección de Carlos UI, 
-y dirigida por el arquitecto don Carlos Bargas. Habla, decorando el átko, un gru- 
po escultórico que representaba a Minerva premiando a las Nobles Artes, 7 sobre 
el cielo se destacaban una serte de Jarrones etruscos. a>entro, después de posar 
por un vestíbulo pintado al estilo gótico y con dos hornacinas que contenían do» 
hermosas figuras, se pasaba a un templete octógono, en cuyo centro se elevaba 
un gran escaparate vestido Interiormente de espejos, que reproducían con mucha 
brillantez las preciosas albajas de la platería. A los lados del edificio, 7 en dos 
cubos alargados, habla, y han durado hasta última hora, dos garitas para que 
una guardia vigilase el envidiable depósito del tesoro, y hasta en el edlfioo de 
enrrente habla otra garita para estrechar mfts la vigilancia (E^as garitas eran pa- 
rientes de las que bay a 
ambos lados de la gran 
puerta del Botánico, nidos 
vados de unos guardias 
que desaparecieron.) 

Trabajaban en la plate- 
ría doscientos operarioe, 
que hacían toda clase de 
objetos de metalurgia con 
esa gracia un poco tosca, 
pero lejos siempre de los 
alfeñicados adornos de los 
otros países, que ha carac- 
terUado a España. Aún se 
ven en el barrio de Plate- 
rías, alrededor de la Plaza 
Mayor, repujados lejano» 
a tos objetos de Miel y 
L>PlBt*riftdaU»tinei, qnaMtubksnalPrkda. Compañía, que agradan 

m&s al burgués, porque él 
quiere que pese la plata de bu casa — bandejas y cubiertos que no usa — , y el arte 
aligera la materia. 

' Por una pragmática de Carlos III se ordenó que fuese escuela de los Jóvenea 
qne tuviesen vocación por el arte de orfebre, y asi continúa la Real Platería ea 
tiempos de Carlos IV, hasta que en 1798 muere su fundador, Martínez, aquel qu* 
trajo del extranjero los próc«dimientoB modernos del esmalte, del plaqué 7 de la 
máquina de cubiertos. Su hija, doña Josefa, le sucedió. Los tot-nos de Qutllosé, los 
volantes e Inñnldad de máquinas 7 herramientas no dejaron de producir objetos 
admirables, hasta qut llegó del extranjero el "Melcblor" o plata alemana — [alema- 
na! — Dse metal blanco o "Melchlor" acabó brutalmente con el blando y enamorado 
arte de la orfebrería. 

Allí, y entrando por entre la sexta y la séptima columna de su intercolumnarlo, 
ha estado también el Diorama, con sus variadas vistas y figurillas, espectáculo para 
los nlfloB y los papas de los nidos que, quitándose et sombrero de copa, asomaban 
un ojo por el objetivo. Ilusionados con el mundo desde ese recodo del Prado, tan 
impresionado para eso, 

¡Platería de Martínez! De ella — que también estaba rodeada de un bello jar- 
dín, que desapareció hace tiempo— sólo ha quedado el nombre de la plazuela que 
Pe forma allí como estuario de la confluencia de las calles de Moratln 7 de las 
Huertas, estuario que participa de las menguantes 7 las crecientes del Mar Elíseo 
del Prado. "Fígaro", que es et espíritu que reina en el Prado, se siente más perdido 
aún en la vida al no encontrar la Platerlr. de Martínez, donde él leyó unos versos, 
mientras en la misma velada daban un concierto las t>ellas de Mantua. 

El Prado, sin esas columnatas, sin ese pórtico, se ha quedado desconcertado. BI 
Prado se está quedando paralítico de un ladn — del derecho^ — , como les ha pasado a 
muchos grandes artistas. 



Ea tan Inteasa la 
Ilusión de elegancia, 
«I deseo de r»ha«erse 
■que hay en el Prado, 
que se nota nnucho 
eso al pasar por él. Su 
nostalgia d«1 pasado 
es forUsima. Todos 
BUS "dandys", lechu- 
guinos, "tOnlooe", 
quieren resucitar en 
el Prado, y él los echa 
de menos. La> estam- 
pa desaparecida quie- 
re reaparecer. En ca- 
da árbol se apoya una 
silueta, y en tos ban- 
cos se sientan algunas 
damas que en la som- 
bra de la noche aun 
parecen bien. Eaa des- 
graciada, esa vieja al- ' 
,raa en pena del perri- 
to gris con un gran la- 
zo de raso, se sienta 
en los hancoa del Pra- 
do. Su sombrerete re- 
sulta un sombrero ex- 
traviado de aquel 

Las cuatro fuentes 
de la plazoleta, a la 
que dan el nombre, 
aon cada vez mfts el 
único abrevadero cén- 
trico de los caballos 
de Madrid. En loa dtas 
de Agosto "hay caba- 
llo sediento «lue las 
agota. 

Destruye la gracia K.t. on.drod. E.p.lt.r r.p„..»U . I. f.milu d.l ,,.„ pUt«<. don 
de las fuentes el que Pablo Haitlnei, an cayo bonns coDRiciabaii !■■ boraa ■ lamAiie» 
metan en ellas los bo- "latiando > algano d>eioa GODalrrioaai mlimoBej. 

«icos los caballos, esos 
hoctcoa que ai meter- 
se blandamente en el agua se vuelven mfis de hipopótamos y toman el gesto guluz- 
nu-ador y flotante de los hipopótamos. 

Loe cahailos. bebiendo, parece que pastan en el agua, y parece que hay en ellos la 
pretenaiún de nivelarse con el agua, y que la Ingurgitarán hasta que, como en los 
ti'itljos. les salga por el pitorro, por las narices. 

Todo el coche parece que se refresca y que toma parte como un bar«o en ese 
atracón que se dn el caballo. Los cocheros parece que ólrecen a los caballos, si se 
rortan bien, llevarles a refrescar al Prado, y los caballos trotan y trotan, y llegan 
hasta a tiempo a la estación, gracias a la lluslún de pararse después en la plaza de 
lafi cuatro fuentes y beber agua "de la gorda", que es la que prefleren. pues de densa 
que es se masca. De tanto beber, sacan los caballos bigotes de foca. 



y para completar la Idea del Prado ya ae puede hablar del nuevo edificio de 
Correos, que ha cambiado un poco la flaonomfa del Prado y las gentes de su abono. 

Lo hemos visto crecer, lo hemos visto de primera pledroi, o sea como quien dice 
de niEo. 

Primero, cuando ya se destacaron suj formas, nos dejamos llevar un poco de 



358 r.amAn oómez de la BBRNA 

la opinión «J«na. Todos ae mettan con él como paaa con todas las arquitecturas slem- 
Itre. Pero aun a tiempo fuimos los primeros ine dijimos a loe amigos tno tanto". 

Con este edificio llegaban a Madrid oficialmente las arquitecturas Inauditas, ni 
para Dios ni para la arlstocraicln pura de antee, sino un poco para el comunismo y 
señalando la cúspide de la deroocrncla. Es esta arquitectura de tipo btbrldo j raaa~ 
nable al mismo tiempo, la cosa moderna y estrafalaria, que, sin embargo, carac- 
terita a Madrid, y más que nada le caracterizara en el porvenir. 

Con los edificios jnodernoa nos Indignamos. Mal hecho. Eso es ser tan ultra- 
montanos como los hombres oscuros que abominamos. Hay qne ver a esos edificios 
»n la hora en que te abren, como los girasoles, la hora en que estAn m&s en. 
pompa, frente a un cielo maravilloso, la bora en que cogen la hora de Madrid. 

¿Ün edificio de correos puede ser otra cosa que eso? No se puede convertir 
un edificio de correos en edificio religioso ni académico, además de que hoy es. 
Inmoral convertir nada en religión. 

Poco a poco todos fueron convencléiMloee. Habla noches de luna en que la luna, 
que le cae precisamente encima, acentuando el edlflcio de un modo extraño, nos 
hacía ver que iba a ser muy madrileño en el porvenir. 

LlegA la bcra en que le salieron los cristales, que son ya como la dentición del 
edificio. Vimos el "Vlc" — debía ser "virgo 
virglnum" — que escribe la tiza en los cris- 
tales nuevos, y esperamos a que lo borra- 
sen. Todo tardaba mucho. 

En los paseos constantes por el Prado íba- 
mos viéndolo todo; esas columnas que tienen 
dos tirabuzones a los lados; esos alfiles que 
ahora rematan los edlficloR, como si la Divina 
Providencia jugase una partida de ajedrez so- 
bre los tejados; los nombres y Iob números, 
• escritos con un profundo negro en las piedras 

nuevas, como al el edificio hubiera sido mon- 
tado en otra parte antes de aquí; esa pequeña 
FUiB de !■■ OnatTO Pauto. escalerlta, que da a una puerta que parece de 

una cervecería, y de pronto un día los másti- 
les de la telegratts sin tallos, que convirtieron en un gran barco, en un gran trasat- 
lúntlco. al edificio. 

Muchas veces pensamos antes de que se Inaugurase: ¿cómo eerSn los buzcnesT 
i.Por qué no se le ocurrirá a alguien pintar una serle de sellos extranjeros y raros 
en BUS porchCB? (Hubieran pintado una decoración bíblica antes que pintar eso. Pare- 
ce que se tiende a ocultar que el edificio de correos es de correos.) El día de la inau- 
euración, ¿se podrán echar las cartas gratis? ¿Llegarán mía pronto las cartas, o se 
retrasarán en ese cómodo edificio las que van a provincias, mientras, entusiasmadas 
con la Idea de llegar a este edlflcio, vendrftn más pronto las de provincias? ¿Podrin ser 
admitidas para nuevos pueblos y hasta nuevas naciones? ¡Por qué no han sacado 
partido, como motivo decorativo de la fachada, de los sellos de lacre? ¡Grandes sellos 
de lacre posibles!... 

Madrid, mientras tanto, se Iba queiando con e-e edificio dándole su parecido 
de padre a hijo. 

Hasta que, por fin, un día se inauguró, y entramos a verlo. Fué al atardecer, 
y se nos hizo de noche dentro. Su Interior tenía aspectos contrastantes; de pronto 
so notaba que tenia algo de Teatro de la Música o de Music-hall sin música y sin 
f-spectáculo, pero con un aire de espectáculo con el escenario desvanecido, y de pron- 
;o también la sensación de barco se acentuaba después en sus adentros y dond** hay 
dOE puentes como entre el barco y el desembarcadero. 

Subimos a la terraza como esperando que desie ella se viera el mundo y los ca- 
minos postales universales. Desde tan gran altura se vela la patina obscura que tiene 
el Prado, la humedad y la abismada condición de paraje del otro mundo que tiene el 
prado: se vela el Retiro y sobre las cimeras de los árboles y como sin su alto pedestal, 
Alfonso XII montado en su caballo sobre una colina natural a ras de nosotros; so 
veía el ocaso de Madrid, que nadie contempla, como si todos estuvléaemos de espal- 
das a él, y que tiene abertuias y rasgaduras enormes, como escotillas por las que 
nodrlamos escaparnos de este mundo, aberturas de la mina bacía la luz dorada; se 
veían terrazas frías, terrazas de barrio elegante llenas de ropa tendida; se veía ese 
—■•--'- -errado con su coronilla de cini; se velan loe tiburones que hay en el fondo 



del agua de la Clbelee; se veta la cueata InTeroalmll de la Castellana, y, aestin frase 
de Romero Calvét; ae vela "el sitio en qne descabellar las casas". (Ta babla en esa 
altura las Inscripciones de que Fulanito estuvo y se vela que lo que acabara de 
inaugurar el edfScio será que el primer suicida se tire desde esa terraia.) 

Una vez abajo vtmoa que en esos bancos que haj' en el 'taaU" de gran Albambra 
que se dlsíruta vendr&n a sentarse y calentarse durante toda la eternidad esos que 
estáa sueltos y perdidos siempre, y entre otros, ese bombre alto de sombrero color 
café. Se velan mucbas mujeres, unas mujeres que no se babían destacado ni decidido 
antes, pero que ahora InaugurarAn una nueva clase de aventuras m&s europeas. 

Los empleados de Correos, con un gorrlto de cuarto de banderas, resultaban mAs 
viejos y más visibles 

Se vetan dos almanaques. Por nn se Iba a saber la fecba ofldal mente, pues quIíA 
por no tener almanaques nos hemos saltado unánimemente muchas fechas todoa. 

Se vela que la aaOItera entrará ahora en la catedral del adulterio. Se vela que ya 
todos Irán más elegantes a certificar, aunque 
se pueda presentir que el Estado acabará 
arruinándose por el gasto de carbdn y lus que 
se ha metido a hacer. 

Y saliendo del Interior se veta que las car- 
tas se tenían que perder máa que nunca en me- 
dio de tanto maremagnum y tantos laberintos; 
ae veta que loa cochea que esperan en loo pa- 
tios las grandes sacas parecen estar en el pa- 
tio de la eatacldn, una entacldn como laa de 
Suiza y ante los excesivos buzones con títulos 
fantásticos y desorientantes como el que tenia 

escrito: "Tajo", y que parecía recibir cartas ^'¿^^Vi» K«Vm*dV"At*.*íi.°"ien**Vdw^ 
para el fondo del rio;, se vela al remitente iiaiper.ts'inrliftei>laiiqnieidB,Kpo:>liido- 
que leraotaba el "ojll" del bus6n y gritaba a laaD *d diotai. <i.k c*píil> de 8-0 BUi r 
los de dentro si era por allí por donde debía Nn».ir» s.flor. ds Atoob» » tsd «i (. ndo). 
echar su carta. 

Ya han pasado muchos días desde la InauguraclAn. Ya está adosado al Prado, y 
en el pArtlco que da a él ban colocado las farolas más dignas del Prado que se po- 
CÍMi Imaginar. 

S61a falta el rel.oj. Tiene marcado su sitio y dará una gran vida al edificio, suce- 
diendo el día que esté colocado que entrará en una terrible competencia con el del 
?anco, ecbándo^e a reñir como en una riña de gallos. 

También faltan tas redes telegráficas, que hay aún en la calle de Postas, como 
una coincidencia de meridianos sobre el polo, como centro de la tela de araña aa- 
(.lonal. Parece que lo:i hilos telefAnlcoe que van a pasar sobre la Central de la Puerta 
t'et Sol, en ese bello palomar de palomas atadas, también coronará el ediflclo. No 
han hecho ya el traslado, porgue les da miedo remover tantos ralles de hilos; porque 
temen que ae enreden para siempre; que no haya desenreiador que los desenredo. 

Acompaña al Prado, le esclarece un poco; atrae forasteros hacia él; en el caté 
de la Montafta ya entra más gente, que escribe una carta 7 se va; pasan chicos con 
paquetes y doncellaa apresuradas con una cartlta de comedia en la mano, pero no ha 
'inundado" al Prado como se podía temer, aunque lo ha elevado como remate, 
como si se hubiese erigido con él una especie de Basflica de piedra que le da realce y 
l^ja más su Importancia. 



("Fígaro" es rte este edificio cívico y tremendo de lo único que se puede sorpren- 
der; pero es Indudable que él acepta la novedad. "Fígaro", que se solfa parar ante 
los edificios para escribir sus artículos, ante este edificado en el sugeridor Prado, se le 
habría ocurrido algo asi como "El nuevo edificio de Correos o todo va a ser corres- 
pondencia comercial" o "Nuestra Seüora de las Comunicaciones o la catedral oscura".) 

("Fígaro" representa ese tipo que no necesita ser héroe ni llevar una pesada 
LerenclB de gloria, ni ser sabio como una biblioteca para ser amable, digno de 
vivir, de haber vivido y de pasar a la posteridad, porque entre millones de millo- 
nes de seres fué él uno de los primeros en sincerar discretamente su naturaleza 
humana y hallar la manera de hermanarla con la vida.) 



3(i0 RAMÓN u6MI£Z DS LA Ijt^HNA 

Cada Tez resulta mfia deñnltlvo el palacio de Correos, catedral de ábside y- 
i'.gujae quebradas. Ya todo el mundo sabe su camltio, y ba aprendido el público 
a mover las puertas giratorias. 

El soportal de ios buzones tiene ya sus faroles so-lemnes. magníficos, con alga 
fúnebre en su hecbura, pero con una dignidad en su forma y en sus aplicacio- 
nes de un metal "de ocaso", rojizo y mate, que va muy bien al Prado. Loe han 
puesto un poco tarde; pero se ve que merecen la tardanza, ya que se mecerán una 
eternidad colgados de sus cadenas. 



'En ese soportal ya ba habido numerosus citas, y ya tiene sus abonados, los 
que saben defenderse de la precipitación de todo el mundo y permanecer qule~ 
toa, vigilantes, gozando del ir y venir de los demfts. ¡Hombres acrenoa y supe- 
riores! Los días de lluvia han salvado a mucha gente, que ha aprovechado el rato 
para echar la carta de aburrimiento por los buzones correspondientes... 

Bn aquella precipitacifin de ecbar la carta tn la calle de Carretas no ^hbfa 
esta tranquilidad con que, gracias al soportal, se puede mirar s! la dirección cstA 
bien escrita, o si el sello es de esos sellos granujas que se escapan, que se evaden. 

Hios pasos han desgastado ya un poco las escaleras y los plsoe. La tinta ha caldo 
ya sobre- los pupitres, y en loa bancos, la gente sentada ba pulimentado las es- 
quinas, y hasta los ha hecho cAmodos y mullidos de tanto esperar, moviéndose en 

Hasta la ventanilla por donje se echan las cartas para el otro mun-do la sa- 
ben los que han necesitado apelar a esa comunicación. 

Los numei'osoa pedazos de papel que deja tras de si el correo que se abre con 
Impaciencia, las fajas de periódicos y otros desgarra mi eL toa del papel de la corres- 
pondencia llenan los suelos y dan un tono de vida veterana al conjunto. La gran 
merienda de la correspondencia — se podría decir — yleja llena de papeles sucios la 
gran catedral, como las otras merendolas en ciertos parajes de los campos los dejan 
Henos de papeles grasicntos. 

La correspondencia del Mediodía llega ahora antes que la del Norte, cuando 
antaño pasaba lo contrario. La nueva mudanza hace que los coches del Norte lle- 
guen rendidos y tardíos. 

De Gran Casino (orna también aspecto ese ediflcio muchos ratos, Gran Casino en 
que se Juega a las cartas. 

Ahora se ve con gran claridad al que va a echar una carta al Correo, sobre 
todo a los que van muy de prisa o a los que llevan grandes carteras. La cosa de 
depósito que tiene el Correo también se nota, y por la parte del Prado se ven 



ÉL PRADO 361 



muchos chicos cargados con paquetes más roluminosos que pesados, y se ven tam- 
bién muchos blci<$lÍBtas con correspondencia. 

JSn esa catedral con muchos párrocos, ¿se dan cuenta ellos, como confesores; 
de cuál es la carta del dolor y la de la alegría, la carta que debe ir antes que 
ninguna y. la carta tonta que no debe salir nunca? ¿Se dan cuenta de cuándo 
acaba súbitamente una corresponden<;ia que sostenían hacía años ella y él? 

¡Qué de cartas incongruentes y estúpidas deben entrar por los buzones! Si se 
abriesen todas — hoy, por ejemplo — en un concurso amplio y sorprendente, no se 
-ezKSontraría quizás ninguna interesante. Habría que declarar desierto el premio de 
la pluma estilográfica de oro. 

En vista de que se llevan las cartas a un edificio tan suntuoso y nuevo, todos 
tienen el deber de escribir cartas ' mejores, más profundas y elocuentes, expurga- 
das de los lugares comunes de las cartas. 

Los valores declarados están ahora mejor guardados que nunca por todo el 
«dificio de piedra y de ventanas chicas, que es la cárcel dorada del empleado. 

Los matasellos han matado ya, por decirlo así, la Inmaculaciún de sus facha- 
das, de las paredes, de todos los rincones. Ya no hay ni un solo trecho en que el 
matasellos del uso no haya impreso su huella. 

Desde ese gran Banco salen cartas para puntos del globo que antes estaban olvi- 
dados. Las más difíciles dudas se han resuelto gracias a la gran capacidad del edi- 
ílcio. Cartas que se encontraron en la mudanza, y al levantar armarios y muebles, 
han circulado, poniendo en circulación hasta ese resto de correspondencia que 
tenían casi medio siglo de retraso por la falta de condiciones del otro local. Hasta 
una carta de "Fígaro**, traspapelada en las rendijas de aquel viejo edificio, ha 
buscado estos días su destinatario, fallecido, así como su misma calle: la calle del 
Carbón; 

Aún no tiene colgaduras para las grandes solemnidades, ni tampoco elementos 
para una gran iluminación de regocijo. Tampoco tiene aún reloj — porque lo tiene en 
'* observación" el relojero todos esos años que se toman los relojeros para* obser- 
var — ; pero en seguida estará completo. 

Vamos viendo también cosas curiosas: que las esferas que le decoran en lo alto 
«stán vendadas, como si tuviesen dolor de muelas; que esas dos escaleritas miple- 
^«orias y exteriores que dan a dos puertecitas en la misma fachada parece que 
conducen a la cervecería alemana de Correos, etc., etc. 

Sus ventanas son ventanas sin ojos. Apenas se asoman a ellas los empleados. 
Se ve que nadie se distrae allí dentro, porque la correspondencia del día todos los 
días es terrible. Sobre todo la que las madames Stael escriben copiosamente. Sólo al- 
gún recalcitrante espíritu fraterno del mío no puede apartar la vista del Prado y ha 
recibido todos los apercibimientos y amonestaciones, aunque el panorama del Prado, 
•que es como el de su etefnidad, no le deja pensar en las cosas ruines. Le dejarán 
cesante; pero entonces se podrá sentar en los bancos del Prado, que son sólo 
para los que se sienten cesantes de los cargos oficiales del mundo. 

De noche vela, vela en grande, con tanta luz como una estación, y parece que 
-sólo admite esquelas de defunción. 

Ya todo el edificio está hormigueado, y la hormiga humana no le dejará. Su 
destino puede hasta mejorar, y es probable que en lo futuro sea el ministerio de 
)a Gobernación de los nuevos movimientos. Los nuevos Poderes quizás le usur- 
pen el local en lo futuro. ¡El también usurpó el lugar de los jardines del Buen 
Retiro! 

Cuando pienso en la roturación y desmoche del Buen Retiro no encuentro adje- 
tivos para juzgar al causante de aquel crimen. En el otro mundo no le tendrán en 
cuenta sus pecados privados, por mortales y cochinos que sean; sólo le tendrán 
■en cuenta esta expropiación. 

Todo está lleno aún de la nostalgia de aquellos jardines del Buen Retiro, que 
no puede sustituir ningún campo nuevo de recreo. 

Los jardines del Buen Retiro, nombre que se dio a la huerta llamada del Rey 
o de San Juan, tenían un aire clásico, discreto y solemne. Eran la Gioconda de los 
jardines, y eso, como se comprenderá, tiene que resultar inimitable. 

Detrás de ellos quedaban los jardines de- Apolo, con lo que se ve que el des- 
pojo fué aún mayor de lo que parece. Se necesitaba un jardín puro, .de graciosas 
ondulaciones, de elegante boscaje en sitio céntrico de la población y al lado de sus 
Campos Elíseos: ese era el Buen Retiro. 

En algún rincón del nuevo edificio, como voz de su alma, como ese recuerdo 



362 iWMÓN OÓMfS. DE ÍA ÜERNA 

jtne queda en IM caracolas del mar que oyeron, se oirí un eco de aqueUoB especUcu- 
los que oíreeló el empresario Roeelnl en e] Buen Retiro, con pleíaa a la francesa 
en las que. como dice, hablando de eao, un cronista de la época "el vestido o' 
mejor dicho, el desnudo lo es todo", y se olr4 toda la mUalca que se hlio en e'lloá 
T un especial murmullo de conTersaclones. El que quede dormido sobre loe pupi- 
tres del trabajo, o esos que velan toda la noche en el edificio, y que deben des- 
cabeiar sendos suefios, tienen que entrever en sus sueños aquellas reuniones de la 
buena sociedad madrilefia — que siempre es buena mientras no se demuestre la 
contrario — , y tienen que sentir las miradas 
lánguidas de aquellas mujeres deacotadas. en 
las que aún no resultaba falsa ai ñoña cli^rhi 
loclinacldn de cabeza en señal de candidez... 
iQué mujeres de treinta años can un tirabusón 
sobre el desnudo cuello deben ver en sus 
Buefios! 

¿Será por eso por lo que tiene algo de tem- 
plete de la mUsIca la nave central del edlfkJo? 
Un espectáculo eatft pidiendo realmente tmlo- 
el Interior de la gran basílica, y cuando ni 
anochecer se la ve Iluminada y con cochea a l¡i 
puerta, se sospecha que el gran concierto tienf: 
lugar en su salón de la música, donde todos 
han pagado un sello de peseta para podi-l- 

Aunque no circule ya por el Prado aquel 
coche áa cabritas que amenizaba el Salón del 
Prado en 1858. circula por él el cochecito de 
las campanillas, tirado por el más eterno pár- 
vulo entre los burros. 

El cochecito de loa niños es repintado y 
barnizado todos los años por este tiempo, y 
es escrito en él de nuevo, con caracteres ama- 
rillos, eso de "Recreo de la infancia". El tra- 
yecto de ese cochecito resulta interiuinable, 
y toio por cinco céntimos. ¿No lo habrán su- 
bido?... 

Es una alegre tartana que conduce al pue- 
Un «goftdpobo Jel Pr«do blecito de loa niñoa, al puebieclto en que los 

nlñoB mandan y el ílcalde ea un niño, y el cura 
otro niño, y el general otro niño. 
"¡Todos saldrán a recibirles cuando lleguen' ¡Habrá música en la eataciónl" 
Los niños se aturden en el trajéelo tocando laa campanillas. Son como mona- 
guillos o como xitofonistds de la campanilla como esos concertistas de circo que 
palen a dar un concierto con los gallineros de campanillas y laa ringleras de cas- 
cabeles, como sartas de ajos y de cebollas de metal 

Cada campanilla tiene un cordón de calzon< lllo'^ > muchas veces se pierde entre 
los demás el cordón de la buena de la que ha bonado a csjupanllla de piala. Gene- 
ralmente, todas las campanillas >ion de oteja o de ternerllla en esa gran colección. 
Alguna campanilla recuerda la que suena cuando abren la puerta del jardín de 
hotelltoa de las afueres, y otra la agria campanilla de los colegios, y otra la que 
anuncia la función en los teatros de polichlnelaa, y otra la que auena en la luz 
lie la mañana, cuando pasan los carros de la basura, y otra evoca la idea máa tem- 
pranera de las burraa de leche, y otra la del pobre ciego, que llama la atención con 
su campanilla, y otra la del sacamuelas, parlanchína, inacabable, enloquecida, de 
badajo suelto y taravlllesco. 

Loa niños conocen todas las campanillas, y les Interessn o las sueltan en se- 
guida. Sólo los muy pequeñltos se enzarzan con una, como un sonajero, y tiran 
y tiran hasta que la arrancan. 

La música que forman entre todos tiene cierta armonía, y compone, por lo me- 
nos, ese esquileo que se siente eu el campo durante la noche, en su silencio más 
penetrante, cuando todo se pone cárdeno de silencioso que se queda, cuando pasa. 
«I coche de tos niños por ese silencio. 



Tocan a S&bado de Gloria toJos loa dfas eeas campanillas d6 los cocbee de nlSOK. 
Pesan aobre la cabeía, como campaoulas Invertidas de una enredadera eittraSa: 
Hay un momento — sólo un momento — en que todas suenan como el todos los ntüos 
llamasen desesperadamente a alguien; pera en seguida se sualta el bllo de una 
de ellas, que se queda tranquila, como los globos de los nltlos cuando ascienden al 
tecbo de la casa, o como una golondrina de las atadas por la pata cuando se suelta y 
Si- queda poe&da sobre un armarlo ; pero en sus vuelos de libertad lleva ya colgan- 
dero el bllo atado a la pata. Hay un ntflo ladrún de campanillas que se llera al^na, 
tunque después le remuerde la misma campanilla, que sueña en su casa (?omo la 
del presidente de la Audiencia el día del Juicio oral y le repite algo aal como: "Que- 
diga el acusado cAmo robO..." 



ICI niflo que va sobre el borrico en esos coches de nlBoa es como el principe here- 
dero, el privilegiado, el distinguido. Los estribos, casi siempre cuelgan para una 
medida mayor, y hay que subirlos mucho para que pueda meter en ellos sus pies 
el niño. Después es atido a la montura, montura estrecha como esa montura atro- 
iiada que llevan las muías a la espalda. El pobre niño que siente un serlo animsl 
debajo teme que se vuelva el burro y le muerda, y va preocupado por los gestos 
de las orejas del burro, que a veces le parecen pitones, con loa que el bnrro se dla- 
t)one a embestir a alguien. Hay alguna ocasión en que vuelve la oreja hacia el niño 
para ver si le oye rechistar. 

i Vano paseo de los coches de los niños! El coche resulta muy pequeñtn bajo la 
|:ran arboleda del Prado: pero eso agranda en los niños la sensaciún de bosque, o 
rt<> gran cosa que tiene el Prado. 

Al fln de la tarde se llevan a encerrar el cochecito, y no va nadie dentro de él. 
Todas las cuerjns de las campanillas, movidas por el viento, solitarias, colgande- 
ras, como llecos. ;Lo que yo hubiera dado por que el coche ese me hubiera llevado 
II casa! Pero eso no lo ha hecho con nadie. 

jAh! ¡Adem&K es el coche cuya plataforma no va llena de guardias! 



Los futuros artistas del circo dan vueltas alrededor de la barra bruñida de la 
balaustrada de granje y largo balcón, hecha con cañones cogidos al enemigo, del 
Prado. Los barrlsta^. esa generación de barrlstas que se prepara para el circo, en- 
B.iya en esta barra, y los de la cuerda floja comienzan por andar por esta baranda, 
<iiie es como los palotes con relación a la flna escritura de algún día. 



Los bancoe del Prado tienen doble fondo, como los sarcófagos; 
'faltriqueras de piedra, bancos como con trampa, en que han deblc 
de los que se han sentado en ellos. 



¿tíi UAMUN (iUMi:/. DE LA SBRNA 

En el Prado ha habido un telesooplo, por el que se vela la verdadera luna coii 
í^us Guadarraraas eternamente nevados y su luí de gas, 8e daban dtez céntimos, y 
lofi niños subíamos a los cielos, como pone en las esquelas de defunción. 

guineroa terribles, cuya novia 



Loi «UKantM d«l Frkdo en 18«, por Onitavo Doré. 

«H tan genérico, perpetúa y representa esencialmente a todoe tos que han pasado, 
muertos o vivos, frente a él y le han rezado la oraclún del obelisco. ¡Grandes in- 
dulgencias! 

El Prado está lleno de esos árboles anchoe y copudos de Madrid, árboles para 
Aubirse a ellos y para ver la procesiAn o la fiesta comodlslmos sobre su meseta, 
<'omo la de uu [rutero. 

Los bueyes son toros maduros, y tienen tipo de cordobeses. 

Por los andenes del Prado pasean esos caballeros que, aunque cada vec están 
niás pobres, siguen oonservando su prestancia, su altivez y sus grandes bigotes en 
punta, como de Napoleones terceros. Son los miemos caballeros de antaño, a los 
due, según la descripción de una fiesta del siglo XVIII dada por la condesa-du- 
quesa de San Lui-aa en los Jardines que el conde de Monterrey tenia en el Prado; 
"Sirvieron una cantidad de platos a través de la verja, pues habla muchas caba- 
lleros y señorea que por la parte del Prado se los pedían." (Esos hidalgos ham- 
brientos son los mismos tambl'én que en las recepciones del Ayuntamiento piden 
con voracidad bocadillos y ese Champagne de las recepciones oficiales, que es "aidra- 
l'hampagne o, a veces, sOlo sidra natural. > 

Ahora le falta al Prado un final rústico, la parte esa de atochar (espartizal), 
o de oliveral o de carrascal que tenia. (El Carrascal de Vallecas, a Juígar por to- 



EL PRADO 365 



(los los datos que figuran en el fuero otorgado al Concejo por Alfonso VII, comen-^ 
zaba en el Prado de Atocha.) 



Pensando en ''Fígaro" recuerdo unas palabras de Ramiro de Maeztu, de las 
más acertadas que se han dicho sobre Tígaro". Sobre poco xaÁa o menos, dicea 
que "lo que puso una pistola en la mano de "Fígaro** fué tanto la soledad como 
la pasiión contrariada. Estaba solo. La índole de su inteligencia penetrante le 
aislaba. Ni "'El Solitario", ni Mesonero Romanos, ni Eispronceda, ni Gil y Za- 
rate, ni Bretón de los Herreros, ni ninguno de los hombres de su tiempo podía 
ser su camarada. Tenía público, admiradores y Mecenas, pero no camaradas, qufr 
un día le allanasen la soberbia con pertinente crítica y al siguiente le despertasen 
el estímulo dándole motivos idales de trabajo y de vida. ''Fígaro" podía sentirse, 
por la mañana Dios y nadie por la noche, según los humores; pasaba de un ex- 
tremo a otro, porque le faltaba el contrapeso de unos cuantos amigos capaces, 
y un día se dijo: "Aquí yace la esperanza", y se mató. El dicho tuyo, " Fígaro "^ 
querido era inexacto. No yacía la esperanza de tu generación: tú la mataste; 
eras tú. Y si tú simbolizas el vuelo libre de la mentalidad espafiola, sigues slén-^ 
dola." 



Mirando al cielo del Prado, sobre los árboles, se está en el otro tiempo, en la 
misma tarde de antaño. 



La mujer que se ha perdido, que se acaba de perder, se pasea por el Prado con^ 
]<a mortaja de su perdición envuelta en un papel de periódico. 



Por el Prado se pasean los caballeros muertos de hambre, estos caballeros de- 
Madrid que ha habido siempre, porque ya en esa larga descripción de las fiestas 
«lue dio la condesa-duquesa de Lucas en el jardín del conde de Monterrey — y cuya 
latosa descripción, con los estrenos de Quevedo y Lope, los regalos y lo demás 
dejo a los "abusadores" y "facilones" — se dice que llevaron "gran cantidad de^ 
platos a los músicos y representantes y a muchos caballeros y señores que por la 
parte del Prado se los pedían". (¡Los mismos que en los "lunchs" del Ayunta- 
miento, del Ministerio de Estado y hasta de Palacio piden, y piden y guardan 
en sus sombreros de copa con trampa!) (Repito esto porque es conveniente.) 



Tan caballeroso y tan distinguido es el hombre que pasea por el Prado, tan- 
dueño de la ciudad es y tanto comparte su poder con los reyes, que Carlos IV, 
cuando celebraba alguno de sus magníficos festejos en el Buen Retiro, mandaba 
al Prado algunos guardias de Corps para que reclutasen espectadores entre los pa- 
seantes del Prado. 



Cuando se ha llegado en el paseo por el Prado al final- de él parece que se h» 
llegado, en i>equeño, al final de la vida, que se ha ensayado un paseo todo a lo largo 
de la vida en un facsímil bastante aproximado. 



Sólo ante el monasterio de los Jerónimos — falso Parral madrileño — me indigna 
un poco la imitación que engaña a todos. 

El monasterio de los Jerónimos sólo conserva antiguo lo que en ruinas se con- 
serva de su claustro y el dintel de su puerta principal; todo el resto es mentiroso 
y, sobre todo, esas dos torres que le caracterizan, como dos orejas puntiagudas. No 
es en nada verdadero ese monasterio, que se edificó en el Prado después de derruí- 
do por insalubre — les daba muchas tercianas y cólicos de Madrid a los monjes — el 
que junto al Puente Verde se construyó por encargo de Enrique IV (el Impo- 
tente) en honor de su valido Beltrán de la Cueva (papá de "la Beltraneja"), que 
tan lucido papel hizo en un paso de armas. 

Siempre, antes de cerciorarme completamente, había desconfiado mi alma de 
ese monumento de yeso con sucia patina amarillenta. 

Ya no pongo en él una mirada, pues me parece una mentira que engaña, que 
aun quiere engañar, al desengañado, que perturba el alma gótica de casi todosr 
niñas, señoras, señoritas, y jóvenes y señores góticos. 



A los caballos les salen aquí aire de señoras trotonas. 



3GG RAMÓN GÓMEZ DB LA SERNA 

QuIeüs en llampos sonaron en el Prado. relojes mis profuados que el del Banco. 
lAs horas que descubre este reloj son las horas en que se gasta el dinero. Els como 
un "croupier" este reloj, porque es el reloj que dice: "No va más". Son horas ríe 
diñero, horas como doblonas. iSl alguien supiera aprovecharlos! Pero es como la 
<'nergía del mar: no es posible. 



Prado, porque ee pone a Jugar como un niño entre 



Como si fuesen barómetros — no veleta» — contra el vlento^ — -los vel6metros, mejor 
Jlcho— , se venden es el Prado muchos jnollhlllos de viento para los nlfioa. £1 céñro 
4iue pasa por el Prado ahora los mueve con lentitud, habiendo muchos ratos en t]ue 
Jii siquiera se t 



No solamente paseaba por el Prado un coche tirado por una cabrita — sino 
i)ue según me ha dicho una ñifla de novecientos meses, non la trenza amarrada 
a su cabeza, en forma de moño pequefiito— . paseaba por él también un coche que 
representaba un barco. 



Bn la noche del Prado ahora hay, durante los veranos, cinematógrafo al aire 
libre, y parece que ese artificio es provlnente de la luna. Resulta lunar, "altnter- 
nada", hija de una especie de linterna aorda esa proyección desvanecida y espec- 
tral, hija de un claro de luna desvanecido. 

Las sillas son cada vez m&s numerosas dentro del redil de ese cinematógrafo. 
Un numeroso pflbllco, como el que frecuentaba antaño el Salón, queriendo que se le 
viese bajo la mfie fúlgida luz, se congrega ahora en la sombra, deseando que no 

La proyección parece que se refleja sobre una telilla Inconsistente, Inmaterial, 
de papel de fumar. No pueden adquirir vigor ni relieve las figuras, y todas están 
operando en la terraza o en la escalinata, Iluminada por la luna. 

Aunque siempre ee proyectó sobre la tela que se transparenta, aquf eso resulta 
mñs visible. 

Hay un público que ve del revés la cinta, y si no lo nota ante el pasaje de las 
f.guras, lo nota en loe. letreros. Cuando llega la hora de leer las explicaciones sale 
una cosa árabe escrita de derecha a Izquierda. Bs otra lengua la suya, es como la 
ixplLcación de una cinta escrita por un galamatoso. 

Hay ya. familias enteras que son asiduas a estos cines durante loa veranos, y 
{iue saben ya leer del revés, proclamAndolo en público, y a mucha honra, que 
lodos en la familia saben ver leer al revés. ¿Grandes y refinados castizos! ¡Leer 
de carrerilla al revés! ¡Cuando nosotros no podemos y nos quedamos en laa prl- 
i'jeras letras! Como, por ejemplo, "ENTONCES ELIíA..." 

Todo se nos trabuca viendo del revés la pe- 
lícula, y parece que el coraiún está al lado 
derecho, y que los protagonistas se aman zur- 
damente y que nos mira el ojo del lado Iz- 
quierdo en el derecho, y el del derecho en 
el Izquierdo. ¡Gran confuslónl 

Lo único malo de ese cinematógrafo, en que 
parece la proyección de una proyección de una 
especie de telescopio del revés o Intermediarlo 
entre la luna y la tierra, ea que en sus sillas 
habitan las pulga? más enormes de Madrid, 
grandes como grillos. (¿Cantan el grl-grf en 
el fondo de las camisas?) 

El que se sienta en la preferencia de ese 
cinematógrafo vago, derretido, espectral, tie- 
ne derecho a tres o cuatro pulgas por lo me- 
nos, y los otros, tal vez a menos, tal vez a más. 
Yo serla Incapaz de distraerme de la visión 
del Prado por la del cinematógrafo, y me en- 
tretengo en ver ese paseo de arrayanes que po- 

L« pmrl» principal del Botiulco ea el ^^^ ^^ ^^ ^„q j^, ^¡^^^ j^ pjto de loB árboles. 



KL-PRAPO 367 



Mientras este libro se hacía, el sórdido café entrañable del Prado ha variado 
y tiene yisillos de encaje inglés, y está recién pintado de amarillo, y la verbena de 
San Juan se ha ido más allá, al paseo de invierno, al paseo de Atocha. 

Mi paseo por esta nueva verbena de San Juan ha sido triste y al mismo tiempo 
alegre, porque las eternas Inquietudes hacen olvidar las reivindicaciones. He aquí 
7nis pasos. 

'Esta nueva verbena <de San Juan en una calle distinta a la suya, lejos del Prado, 
x\\\e era su paraje ideal, resulta una verbena desconocida, con luces distintas a las 
de antes, una luz del día soslayada y rara, y en la noche, con una luz de noche que 
no es la del Prado, sino otra más de la noche de los campos abiertos, con un cielo 
que llega hasta Sevilla, ese cielo amplio, en el que se acucia el observatorio astro- 
nómico, y en el que la luna se tima con el observatorio cercano, donde los viejos 
astrónomos son como viejos de proscenio que miran con unos enormes gemelos^ a 
la primera diva. 

Ya no es esta verbena la de San Juan Bautista, ya es la verbena, no sé por 
'Qué, como de otro San Juan, como de San Juan Nepomuceno. 

Achabacanada y agriada por la vecindad de ese doble ministerio, de ese doble 
monstruo, de Instrucción y de Fomento, se resarce de eso más lejos, adornada con 
¡a torre de la Basílica de Atocha, bello campanil que recuerda remotamente el de 
Florencia, y limitada por el panteón de grandes hombres, alegre, dichoso, supremo, 
y cuyas tertulias silenciosas se han sentido animadas por las músicas y los gritos 
cíe las verbenas. (También la adorna, y la va bien, el que da al Museo Antropoló* 
gico— tan barraca de verbena — , y en cuyo frontis lee todo el ¡mundo el "Nosce te 
ípsum" conveniente.) 

Pudo salir peor que ha salido este ensayo de verbena nueva. 

Ya no hay de aquellos farolillos japoneses que, con poco viento que hubiese, 
jugaban, saltaban sobre el alambre, se columpiaban y a veces, como el siniestro dé 
uno de esos globos de papel de seda que se lanzan encendidos al cielo, ardía alguno. 
Y ya tampoco hay de aquellas cadenetas de papel, como hechas por los nifioe. (Sólo 
ia verbena del Carmen aparece enguirnaldada con ellas.) 

Las hortensias son cada vez más hermosas, más faroleras, más fenomenales. 
En esta verbena las hay enormes, con sus flores, a las que se podría llamar *^ flori- 
pondios**, y que resultan, mézclalas en la misma maceta, una de un rosa pálido; otra 
de un rosa más fuerte y alguna de un temprano rosa-amarillento-verdoso. Se ve 
<jue estas magníficas hortensias necesitan una mujer para ellas solas, y si se nos 
ocurriese comprar una de ellas, nos tendríamos que casar inmediatamente, sólo para 
fiue la esposa la cuidase y se dedicase a ella como la que se dedica a sus hijos. 

Se debe comprar un botijo dé gallo, como de estos verdaderos gallos disecados» 
cuya cresta e§tá tan bien puesta, y que dan frescura al agua, porque saben buscar 
muy bien los sitios de sombra. 

I^ locura de lo€ columpios es cada vez mayor, y, sobre todo, a las niñas les en- 
tra la voluptuosidad suicida. Esa niña, cuya belleza debuta ante un gran público, 
Me mece en una barca como en pleno naufragio, en pleno "Gulf-Stream**. Hay un 
1 .omento en que las faldas revuelan como ellas querían, y otro momento en que, 
completamente desprendidas, las contienen y las salvan las miradas apasionadas del 
I/úblico. (Ellas lo saben y provocan al hombre, al que excita el ver la mujer que 
quiere matarse; sf, saben y sienten así que provocan un amor quejoso y vigilante.) 

A la barraca que habíamos visto en otra verbena, a esa barraca en la que se ex- 
hiben dos chotillos unidos por la cintura, y que, después de anunciar tanto en la 
portada el fenómeno, resultaba que no estaban ni vivos ni frescos y conservados en 
un fiasco de alcohol, sino disecados, le ha salido una competencia terrible con el 
** monstruo doble teratópago", o sea dos niños unidos por la cintura. 

No está mal la yerbena de San Juan, aunque sea del Nepomu<5eno, y no esté 
• en medio del Prado; aún está perfumada de esencia de verbena; se ven a las muje- 
res pobretonas y presumidas con esos trajes de enagua que son tan de verbena, y 
por todo eso, habiendo ido para dar una vuelta, se queda uno cogido por la gracia 
madrileña de las verbenas, como enredado por el fleco del mantón de la verbena. 

¡Y siempre ya seguirá siendo la del Prado! 



El Prado, en el verano, cuando llega San Juan, está tostado y acaramelado por 
ti sol. Sus barquillos — las "consolaciones" de antaño — son, por eso, el producto de 
ese sol fértil del Prado y de la canela y el encanto del ambiente, tton como el maná 
evolucionado que cae en las barquilleras. 



RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA 



Asf como loe barquilleros de otros lados se arruinan numerosas veces, y reaolts 
(]ue cuando abren con dtflctiUad sus cajas no tienen apenas barquillos en el fondo^. 
loe del Prado siempre tienen la barquillera llena y reparten también entre los ni- 
ños esas pálidas y "hostladas" lunas de la tarde, que son las grandes obleas. 

Bn et Terano es el momento en que se blnchan del azul del día los glotrás para 
los niños, y por eso tienden al cielo, y muchas veces se escapan por el deseo terri- 
ble que tiene el morado de fundirse en el azul, de ser azul. ¡Qué desesperación de 
•^er morado tiene el morado! 

En el verano no sopla en el Prado ni el ábrego nL el austro, ese viento que so- 
pla de la parte Sur. Todo el Prado se estanca. 
está quieto en la luz y en el aire coagulado, 
tanto, que parece domo una fotogralfa Ilumi- 
nada — escara bateadores verdes y portentosos 
azules — , como fondo de uno de esos panes 
de cristal, que dan más fuerza a los colores. 
El Botánico se pone tropical en el verano. 
Las plantas tropicales, y todo lo cubano, y 
todo lo filipino que h^y en él se acicala y se 
destaca. La planta del tabico, que está en los 
Invernaderos, huele a caruncbo. 

Los árboles claros se anteponen a los otros. 
y son como las blusas del Jardín los árboles 
y las plantas veraniegas. 

En el verano cantan en el Botánico la? chi- 
charras, los ruiseQores, los pardales, las alon- 
dras y. de vez en cuando, alguno de esos ca- 
carlos flautas, que lanzan el hilo telefdnloo 
de su canto basta su país de origen. 
Bl emparrado del Batfcnlc». ^^ '"^ invernaderos se ahogan las plantas, 

aunque tienen bajadas las largas persianas so- 
bre las cristaleras. 
Aun con todo el calor i;ue hace en el Botánico, si se sienta uno o se guarece bajo 
(I quitasol del árbol del Paraíso, se siente uno en el Paraíso. 

Ij^b saltamontes, que ya han llegado a Madrid — salen del Escorial unos días an- 
tes del dfa perfecLamente estival — , se pasean por las avenidas del Botínlco, siempre 
(ie dos en dos emparejaJos y dando saltos de un modo que parece que juegan al paso. 

El obelisco del Dos de Mayo marca para mi las horas, < 
erigido en honor de Augusto, servia de "gnomon", o sea c 
sunque de cimbra móvil para el gran reloj trazado en el c 

Antes el Botánico tenfa horas de retiro y soledad, días, meses enteros en que da- 
llan la orden de cerrarlo y se apartaba de lodos como si cada árbol se hubiese Ido a 
un lejano lugar de origen. 

Ahora nunca sucede eso y podemos ver el Botánico de otofio y de Invierno, de- 
Jando la huella de nuestros zapatos y recogiendo la llorosa y rompunglda conflden- 
cla del Jardín. 



Muchos caminos con nombres distintos se han formado en el Prado, como si cada 
tres generaciones se quisiera variar el mundo variando sus nombres. Siempre ha ha- 
lildo diferencias. Al lado del paseo de coches, hacia 1840. habla una linea de toscos 
iiiarmoHUos y otra paralela, a corla distancia de asientos de piedra, formando una 
estrecha calle, que se llamaba "el gabinete" y separaba el salón de coches. En ese 
reducido espacio gozaban su Intimidad loa de más noble alcurnia y se sonreían al 
pnsar como si los biombos azules del espacio les separasen y les aislasen. 

Con una raya escrita con un bastón sobre la tierra traza siempre el elegante el 
limite de sus dominios, y iguay! del que penetre en ellos. La fuerza de su desdén y 



B«iii*ntiao dibajo d* U pUia da lai anatro faantai. (ColacciJn Fílti Boli). 



S^O RAMÓN GÓnIez bfi LA SBRNA 



bu? miradas en colaboración con las mujeres logran empujar hacia fuera al entro- 
metido« 

» 

"Fígaro**, pálido, demacrado, blanco como el mármol en su lápida, tiene en sus 
ojeras el color del polvo que han Ido dejando en ellas los días. Cada nueva alusión da 
v.da a esa efigie y parece que al verle en el día en que le han aludido tiene él más 
animada catadura y una mirada más intensa. Como si detrás de la máscara de már- 
mol estuviesen sus ojos de aguda mirada. 

En el Prado aun el que no quiere, aun ese ser atrabiliario y obcecado que corr* 
en persecución de alguien o de algo, tiene que saber que pasea, tiene que tomar aire 
de hombre que pasea. 



El Prado es, en los días de calor, el fresco río de fuego. El asfalto está en ebulli- 
ción, y va en racha interminable a abrasar más la Mancha. 



Las viejas que están sentadas en los bancos de abultada panza de piedra, largos, 
sólidos y macizos como sepulcros, parecen estar sentadas sobre la tumbando sus* hi- 
jos... Enlutadas, sentadas de medio lado, mirando más al banco que al paseo, parecen 
meditar sobre sus muertos. 



Sobre el asfalto del Prado no se oyen las ruedas de los coches, sino el "¡Clof!", 
"¡Clof!" de las pezuñas de los caballos. 



Estos grandes árboles del Prado tienen una gran serenidad en la hora abruma- 
dora del estío. La ajárma es la que llena de pánico y de ardor el verano de Madrid. 
Todos hablan del calor como se habla de la peste, del incendio, de la guerra asola- 
dora. ¡Mentira! En el Prado es donde hay menos alarmismo, porque sí bien podría 
ser ese sitio de menos alarma el Retiro, al Retiro se van los huidos, los prófugoe, los 
que aun allí se limpian el sudor con las grandes sábanas de sus pañuelos y hablan 
los muy patrañeros del calor inaguantable. 



El Prado'ea el verdadero' fondo para pintar el "Paseo** dé Madrid. La Castellana 
se alarga más rústicamente, más igual, sin ambiente, sin carácter. A lo más, tiene la 
frescura y la elegancia tonta. Todo es igual en el largo paseo ese, desde que princi- 
pia en Recoletos hasta el final. Quizás grato paseo de excursionistas, de gentes higié- 
nicas, de gentes que quieren bordear siempre el barrio de Salamanca, de amigos del 
paseo obsesionador por quitarse la pancita o por hacer esa excesiva higiene, que es 
como una especie de "mori&mo'* que llena su cabeza, pues esa manía tiene la misma 
torvedad y la misma voluntad que todas las cosas de los genízaros. 



El Prado es de una euritmia admirable — no en vano está la estatua de la eurit- 
mia entre las estatuas que le bordean en el ala estatuaria del Museo — . Y es eurít- 
mico porque tiene mucho cielo, y al mismo tiempo sus calles de árboles son espesas, 
aunque con sus linternas correspondientes en lo alto. 



Está alto, y, sin embargo, se toca este cielo del Prado; ed incomestible, y, sin 
embargo, se prueba; no tiene borde su estanque azul, y, sin embargo, se puede meter 
la ma^o en su líquido azul. 



Las visuales que recorren el Prado lo recorren casi a todo lo largo. Su perspec- 
tiva debe ser la perspectiva del espíritu, porque vemos las almas que se van acer- 
cando desde que penetran por la puerta del salón. 



Los cimientos de estos bancos del Prado son cimientos inmensos, que por eso han 
conseguido que éstoa sean los únicos bancos que no se hunden con el tiempo. 



En la memoria del Prado, en su cuarta realidad, están esos ventorrillos que había 
en su tránsfto. Fn ellos tomo de vez en cuando un vaso de vino del Prado, el vino 
azul que sume en unas tenues sombras azules de una embriaguez azulada. 



Muchas veces busco el sendero primitivo que era antes el Prado. Me tengo que 
dedicar á dejarme llevar por el magnetismo. Me vendo los ojos a mí mismo, y voy 



ramOh oóhb de la SKRSA 



"encoDtraado" el sendero. Mis pasos lo dibujan, lo trazan, aunqoe alguien crea qne 
voy borracho al ver la desigualdad con que camino y los zlg'Zags que hago. 

El Beudero del Prado cre6 el Prado. SI no hubiera habido ese sendero estrecho, 
como trazado por nadie, que como raya de una cabeza era la raya de todas las tlemu 
de alrededor, todos hubieran tirado por otro lado. Esas sandalias que primero pisan 
unos matorrales y ven-cleron bu maleza y crearon la vereda, son los que crean las 
orientaciones y Icn caminos. 



Esos charcos que se forman en el Prado recuerdan a aquellas viejas que lavaban 
en el arroyo que pasaba por allí, una verdadera avenida de agua que pasaba por de- 
tr&s de los bancos de hoy. 



En mi paseo por el Prado pienso qne debfa figurar comprobada la cifra de 192.780 
pies cuadrados; pero como mis pies son pies rectos y estrechos no puedo recogerla. 
SOLO EL ELEFANTE PUEDE CONTAR, PASO TRAS PASO. LOS PIES CUADRADOS. 



374 RAMÓN GÓMEZ DE LA 8EIOA 



¡Que no le abramen las casas de yeclndad de veinte pisos y con numerosos inte- 
riores!... ¡Que no sufra una humanidad en uno de esos grandes pozales, y que ese 
sufrimiento anuble y entontezca el único refugio para la serenidad y la sensibilidad! 

¡Que pesen sobre él las grandes desgracias antes que los rascacielos de ladrillo, 
las grandes desgracias, como la que pesó sobre el palacio del duque de Lerma, tan 
honrado con sus visitas por el Rey Felipe 11 1 — con su magníñca huerta, en la que 
se llegaron a lidiar toros — , y a cuyo pesar y abandono, cuando en el reinado si- 
guiente le ocurrió caer en desgracia, compuso Quevedo ese soneto que termina así: 

"¡oh. amable, si desierta arquitectura, 
m&s hoy al que te ve desengafiado 
que cuando frecuentada en tu ventura!** 



El Prado, no obstante ser el pasco ideal de Madrid, está abandonado por el gran 
mundo. ¡El, que ha visto congregarse bajo sus frondas el todo Madrid verdadero por- 
que aún no había trenes, ahora sufre solo, aunque dichoso, como si siguiese siendo 
la ''serré** de lujo que fué. El apetitoso sabor a sandía madurísima y fresca que se 
disfruta bajo sus ramas en la hora tórrida, es algo que ni con la sintética sandía en 
el plato disfrutara nadie. 

Más irremediable y más ingrata resulta, sin embargo, la soledad del paseo de las 
Delicias, la auténtica y rampante continuación del Prado, su estribación hasta un ver- 
dadero límite, ese verdadero límite que es lo üntco que pone término a las rectas que 
se continúan con continuidad de avenida o el río o la montaña o el mar. A este ca- 
mino le pone término el 'Manzanares. 

Así como en la soledad del Prado es fácil evocar su pasado, en el paseo de las 
Delicias nada se evoca, y sólo se siente un ambiente plebeyo y arrabalero. 

¿Quién se puede imaginar que haya sido un paseo elegante por el que han paseaao 
los sombreros de copa y los más finos chales y mantillas de España? 

El paseo de las Delicias — no hay que confundirle con el llamado "Delicias de 
Isabel II** (hoy la Castellana) y también favorito de la elegancia — fué muy agradable 
camino hacia el paseo del Canal y hacia el embarcadero, donde hasta flotaban algU' 
nos barquitos y falúas. (¡Ha adelgazado el Manzanares, indudablemente!) 

De la Puerta de Atocha brotaban tres caminos en los tiempos en que el paseo de 
las Delicias era "muy frecuentado por las personas que pasean por conveniencia y 
sin otro objeto que respirar un aire Ubre**. Eran tres caminos, en cuyas desembocadu- 
ras, así como en la de la calle de Atocha, había cuatro fuentes para que se abrevasen 
loe caballos. LiOs tres caminos eran el de Valencia para Vallecas, el de las Yeserías 
y el paseo de las Delicias. 

En el de las Yeserías había muchos figones y despachos de vino, una casa de vacas, 
el parador de Guillermo — gran comedor de grandes tasajos de todo, ¿qué fué de ti? — , 
dos juegos de bolos — ahora juegan a los bolos con las calaveras de los jugadores — 
y un columpio — ahora se columpian en las raíces que cuelgan en las grutas de la 
tierra — ; después el cementerio de San Nicolás y San Sebastián y cinco yeserías, que 
son las que le dieron nombre — hoy se agotó todo su yeso en las construcciones, y han 
desaparecido. 

Por el paseo de las Yeserías ningún elegante se atrevía a pasar. Todos, después 
que se cansaban de pasear por el Prado y después por el paseo de Atocha o de in- 
vierno, "que se encontraba al abrigo de los vientos**, tomaban el camino pacífico de 
las Delicias, que, según las medidas de estos libros que parecen no mentir, és más 
largo, desde luego, que el Prado y algo bastante más que Recoletos y la Castellana 
unidos. 

Por allí, los elegantes, continuaban la confidencia más larga, esa confidencia que 
no acaba ni después de haber dado varias vueltas de circunvalación a la ciudad, y por 
él avanzaban, despacio y pálidas, más bellas que nunca, esas mujeres delicadas y lle- 
nas de dedicaciones por su caballero, que tanto enferman en los inviernos de Madrid 
y que asustan con su poquito de sangre por la boca— ¡pobre cordero degollado! — al 
que las adora. 



Hay un poco de veneración en mirar a Apolo, en pasar y repasar ante él. Nadie 
ha visto lo que de gentílico hay en esto. "No sólo era el buey Apis, sino Apolo tam- 
bién, ídolo de la idolatría**, se les diría, sacando la consecuencia de que ya que sien- 
ten la adoración de Apolo sean consecuentes con ese sentido de la vida. 



El marqnés -de ^íendigorría, más hombre distinguido y de espíritu diáfano que el 
cronista que encierra en tipos de imprenta cerrados, -espesos y tópicos la fluidez del 



376 RAMÓN GÓMEZ DE LA BERNA 



^aire" que tenían las cosas del pasado: ''Las clases medias frecuentaban por lo ge- 
neral el Retiro, visitando los domingos la oasa vieja de Fieras, y paseando alrededor 
del prosaico y monótono estanque. También lo verificaban en el Prado, por el lado de 
Recoletos y de Atocha, recorriendo las alamedas del Botánico, cuyas puertas sólo se 
abrían en las temporadas de la primavera y del verano. Por último, como ya he dicho, 
eran las clases principales por la riqueza y la alcurnia las que guardaban el natural 
privilegio de pasear en el salón del Prado, aunque para ello no había otro derecho 
que el establecido por la costumbre. Parecían estar separadas estas clases de las otras, 
casi por abismos, sin que con ello resultaran antagonismos ni rivalidades de trascen- 
dencia. Verdad es que a nadie se prohibía entrar en salón tan favorecido; sin em- 
bargo, el orgullo de raza establecía las diferencias, unos porque no querían parecer 
menos que los otros, y los de más encopetadas «pretensiones, por no confundirse con 
los más modestos. Aquel paseo parecía tener puertas franqueadas sólo a títulos no- 
biliarios o a altas posiciones pecuniarias. Dentro del mismo salón había sus prefe- 
rencias de clases y de edad, que hacía conocer la riqueza del vestido de las señoras 
y. el porte de las más jóvenes. Al lado del paseo de coches, una línea de toscos^mar- 
moliUos, y otra paralela, a corta distancia, de asientos de piedra, f<Hrmaban una 
estrecha calle, que llamábamos ''el gabinete** y separaba el salón de los coches. En 
este reducido espacio, que tenía la ventaja, por su escasa concurrencia, de ser el más 
visto, de lucir mejor los trajes y estar más en contacto com los que paseaban en 
coche, reuníase lo que entonces se llamaba la "nata** de la sociedad. Por ningún es- 
tilo hubiérase permitido a las amas y criados, con los niños que cuidan. Invadir el 
salón. Sólo ocupaban las calles contiguas y paralelas a él, donde podían ser vigilados 
por sus amos, hasta que más impunemente lo llenaron todo. La moda, la elegancia 
y las pretensiones de los hombres llegaba a la trivial pretensión de pasear, a riesgo 
de ser atropellados por algún coche, entre éstos y la línea de loe marmolillos, que 
más tarde fueron sustituidos por una ordinaria y gruesa barandilla de bronce, que 
como una muralla de la China separa la gente de los coches, de la que pasea a pie 
con toda confianza. Entoinces nunca se dio el caso de que ésta fuera atropellada por 
aquéllos. To era uno de los que gustaban estar más cerca de las damas que llegaban 
en sus carruajes, y fui, con Manuel Concha y todos los de la Guardia, de loe primeros 
en establecer la moda. Pero eran a la sazón pocos los coches de personas pertene- 
cientes al comercio, y sólo entre ellos recuerdo el del marqués de Casa-Riera, que 
entrara en aquel apartado. (El paseo a pie era entonces de la más alta elegancia, y 
más preferido que el de coches. 

Con mejor sentido que ahora y mayores conveniencias para la salud, las gentes 
de aquella época paseaban en invierno los domingos y días de fiesta, desde la una de 
la tarde, después de la misa, hasta las cuatro y media, hora en que se retiraban a 
comer y en la cual comienza ahora la vida de sociedad moderna, haciendo gala de 
despreciar loe catarros, reumas y pulmonías que pueden recoger en sus paseos, ge- 
neralmente nocturnos. En todas las estaciones, el Prado era la cita y reunión de la 
sociedad elegante. La juventud de Madrid gozaba del privilegio que en ninguna parte 
ha tenido, de encontrar diariamente, a hora marcada y en delicioso paseo dentro de 
la ciudad misma, un sitio en donde de fijo estaba cada uno seguro de verse con la 
mujer de su pensamiento o de su ardiente culto. Dos o tres horas reunidos en tan 
limitado recinto, dando continuas vueltas a pie y en tan inmediato contacto, satisfa- 
cía a los más exigentes, formándose las relaciones más estrechas, porque, aun a des- 
pecho de las terribles oposiciones de padres y de tutores, entonces muy frecuentes, 
nunca faltaba ocasión de deslizar un atrevido billete, una inteligente mirada o la 
más inocente pero significativa frase. Eran, por lo tanto, más felices que los actuales 
aquellos jóvenes, que tantas facilidades tenían para alimentar un amor constante, así 
como las doncellas para aprisionar en sus grillos a los que no podían defenderse en 
aquel campo de batalla, tan estrecho como estratégico para el bello sexo. La juventud 
de la época podía, pues, presentar con grandes probabilidades de éxito los títulos de 
su particular distinción. 

Teníamos, sin embargo, los oficiales de la Guardia tiempo para todo. Aún no ha- 
bía amanecido cada día, cuando ya estábamos en loe cuarteles pasando revista y pre- 
parando las compañías a la luz artificial, para presentarlas en aquel mismo salón del 
Prado, donde nos amanecía siempre, recibiendo en parada al Conde de España, que 
con constante celo revistaba los Cuerpos, formando y afirmando en ellos la disciplina, 
la instrucción y el espíritu. Después de un desfile en columna de honor, desde la cual 
loe oficiales con sus espadas y las banderas inclinadas saludaban al general, retirá- 
banse las tropas a los cuarteles. Otras horas del día destinábanse en el campo a la 



EL PRADO 



Antiguo ktpecto ds l> bajftdá al 



Bntiadk d*l Frsd* a prlmatoi dal aislo XIX, ■•cAn an coadro de la 4paoa. Al fondo ■• ra^I 
hoj Hlniíteiio da U Qneria. 



378 RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA 



instrucción con los regimientos o a las academias; pero nunca los oficiales faltaban 
a los paseos, porque las ocupaciones del servicio eran compatibles con las horas en 
que, presurosos y galantes, volvíamos al Prado." 



Los novelistas del pasaje necesitaban que por lo menos dos capítulos de la novela 
se celebrasen en el Prado. Entre ellos se destaca Rosalía de Castro por el car&cter 
inefable de su novela ''El caballero de las botas azules", esas botas que relucen y 
que son tan prodigiosas que se reúnen todos los zapateros para tratar de ellas, por- 
que hay aristócratas que quisieran uñas iguales y no pueden encontrarlas. El caba- 
llero de las botas azules, claro está, como no tenía más remedio que suceder, se pasea 
por el Prado luciendo sus botas tenuemente iluminadas de azul, un poco así como 
las bolas de las boticas o como la luz de la lá.mpara a través de la esbelta botella 
azul de, la Manzanilla o de la medicina. 

''¡Qué aspecto nuevo y deslumbrador — dice Rosalía de Castro — presentaba el 
Prado el domingo por la tarde; qué mágica y extraña perspectiva!" T fijándose en 
las damas que pasean por él, dice: "Vedlas luciendo el alto y revuelto peinado lla- 
mado "montaña alpina", sobre el cual un disecado aguilucho tiende las nevadas alas 
y posa el encorvado pico." 



Los extranjeros siempre han encontrado en él el más bello paseo de Madrid. Así, 
el autor de España en 1810 dice: 

"Al ir a Palacio atravesamos el Prado, que ya he citado como el paseo más bonito 
de Madrid. Casi siempre está lleno de gente, cuyos trajes y carruajes divierten un 
poco a los extranjeros. En estas dos cosas, los españoles están en retardo lo menos 
un siglo, comparativamente con los franceses e ingleses. Algunas veces se ve un ca- 
rruaje pesado, cincelado y cubierto de dorados, tirado por dos mulos con amesi^ 
de terciopelo carmesí, adornados con innumerables hebillas y placas doradas y con 
las crines trenzadas y adornadas con cintas de diversos colores que caen en gruesos 
nudos. Estas carrozas, que van al paso, están guiadas por un cochero que lleva sujeto 
el pelo por una redecilla, una librea cargada de galones <de oro y un enorme som- 
brero de tres picos. Todo parecía haber servido a varias generaciones. A través de 
los cristales se veía a un grande de España en traje de Corte. Si se para uno un mo- 
mento para contemplar el extraño carruaje, se ve muy pronto distraído por un mo- 
derno hidalgo o advenedizo carruaje de fabricación francesa, que pasa como un re- 
lámpago tirado por seis u ocho mulos y seguido por varios jinetes muy bien vestidos. 
Entre las personas que van a pie, el contraste es también muy grande, debido a la 
extraña mezcla de oficiales franceses, de comerciantes españoles y de ciudadanos de 
Madrid, que mutuamente se burlan de sus trajes sin advertir su propia ridiculez, por- 
que se ve claramente que el tocado ha sido cuestión de mucha importancia para todas 
las personas que vienen al Prado. 

Este paseo comienza en el antiguo convento de Atocha, que ahora se ha trans- 
formado en un hospital militar, y se extiende hasta la calle de Alcalá en cuya entrada 
hay una fuente magnífica que representa a la diosa Cibeles en un carro arrastrado 
I>or leones, en medio de un pilón de miármol blanco. Tiene en la mano una llave, como 
diosa de las ciudades y de las guarniciones. Esta eetatua está muy bien hecha." 

Continuando este autor con la descripción de Neptuno "que tiene en sus brazos 
a Anf rite, su esposa, ambos colocados en una concha arrastrada por hipopótamos ( ? ! ) 
y seguida por Nereidas (?!)". 

Los árboles de mancha oscura y voluntariosa dominan el paisaje y el panorama 
del Prado. Son árboles geniales, árboles artistas de crespa melena que se engrande- 
cen sobre los hombres, y que tienen silueta rizada. (Son los árboles de tres ramas 
de igual importancia y desigualmente distribuidas en el tronco.) 

("Fígaro" no se extingue. Es el diputado que representa en las Certes del presente 
a (muchos millones de hombres. Continuará siendo su representante en la legislatura del 
siglo que viene y del otro. El gran "Fígaro" de ojos preñados de lágrimas de melancolía, 
ha mirado su reloj y se va. Va a suicidarse como todos los días a la misma hora de 
aquel día célebre. No puede soportar el día sin aligerarse de sus penas ante la gran 
hipocresía que lo retiene todo y la gran brutalidad que lo desorienta.) 

Nuestros diálogos del Prado tienen momentos en que salen a la superficie como 
los ríos que van ocultos: 



/ 



RAMÓN QÓHB DK LA BEFINA 



e oonoceB aospecbee siquiera que yo tenso 

Yo. — Dlme tn Becreto... No tob qne te soy mfts consecuente que nadie, 

To mJatno. — No hay secreto... No hay secreto nlngnino... No hay ningún secreto^ 

como DO sea el de las lacee y el de las eombrae que ya comienzan a 

apagarse en el flual de este largo paseo. 



Ditanat* vlilóa d«l Fiado < 



Las parejas al pasar por el Prado ae ciñen más que nunca y ella es llevada t 
puleo por el brazo del vardn. 



En la noche obscura, espesa, entonada del Prado las lucecltas de los farolee bod 
como sus tuegOB fatuos. Los tocos eléctricos le hieren como la Impertinencia. 

Y 7» estamos si final del Prado... 

Estamos al final, pero no Balgamos de él. Retrocedamos. Volvamos a recorrerle, 
solo al salir de él nos desorl en tamos. Paseemos de arriba a abajo, de abajo a arriba. 
El paseo de Atocha o de Invierno tiene como un clima oriental; pero debemos curtir- 
nos y sentir la sensaclún remachada del frío y del calor del Prado. 




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162 
174 
178 

179 

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189 
194 



195 



traumaturgos 

Arrióla 

dedicando 

Posflgaro 

de tu 

Ángel 

Hermite de la Cnausse de Antin 

Toui 

choca 

cara 

Lamarteíne 

ni asado 

tiarato 

RekiUt 

aprensiones 

úHmo 

Bans 

Capuletz 

Montechi 

público; no podemos 

"Yo soy redactor" 

Condi de Candespina del Buscarruidos 

Ludigino 

|("Loduvíci CoeKs Podigni Lectiotum an- 
24-25 <ticuf>rum librí XXX cum impelía fjestatis 
igratia et privilegio Basilea MDLXLII.") 

20 Se respeta 
39 ¡8.122,^0 por 
34 Serafín 

45 engañado 

II L* hermite de la Chausse iTAutín 

21 A y guala de Izo 
43 Era el 27 de Mayo 
50 Sebres 

22 sabido 
2S asimismo 

4 nin nigún 

8 ensalzaba 



taumaturgos 

Arriala 

dedicado 

Post Fígaro 

de su 

Antonio 

Ermite de la Cbaussée d' Antin 

Jouy 

ciocca 

casa 

Lamartine 

no usado 

tardo 

Rehiletes 

reprensiones 

último 

Baus 

Capuletti 

Montecchi 

público no poder 

•*Ya soy redactor" 

Conde de Candespina, del buscarruidos 

Rhodigino 

[("Ludovici Coelii Rhodigini Lectionum 
lantiquarum librí XXX. Cum imperialis 
iMajestatis gratia et privilegio, Basileae 
fMDXLIL") 

se respetan 

1 9.122 50 pesetas por 

Joaquín 

engañador 

2J ermite de la Chatissee etAnün 



Ayeuals de Izco 
ra el í 



37 



) 



|AyI Hasta la tumba 
te tengo que amar 
aunque se incomode 
mi hermano carnal. 



203 


40 * 


efectos 


203 


14 


10 de Octubre de 1863 


207 


37 


reflejo 


225 


7 


Geneys 


250 


28 


Mossard 



Era tí'il de Abril (i) 

Sevrea 

salido 

a si mismo 

ni ningún 

ensalzabas 

[Estos versos que se atribuyen a Joaquín 

Ison continuación del parlamento de Ma- 

¡nuela que empieza: « 

¡Qué alma tan romántical 

¡Qué fino galánl 

defectos 

10 de Octubre de 1836 

efecto 

Genyeis 

Massard 



(i) Esta errata es de la obra de Montaner y Simón, pues en las cartas autógrafas de «Fígaro» apare- 
ce esta otra fecha. 



/ 



ÍNDICE 



Dedicatoria 6 

Prólogo.— Uesumcoión 7 

l.—Lasprinuras biografías IS 

II.— Albor» 2ü 

III.— Amargara inicial S6 

1 V . -Viviendo 43 

V.— ElpoeU 67 

71.— Eldramatorgo .. 76 

Vil.— El primer periodista . 91 

Vlir.— Elorítico 114 

IX.— El critico testral IBO 

X.— Literatura 146 

XI.— Su espíritu 164 

XII.— El hombre y sus pasiones lt>4 

XIII.— El viaje misterioso 17S 

XIV.— Larra y Bretón 184 

X V.— Doloiee Aroiijo 2o7 

XVI -El político an 

XVII.— Intimidades 224 

XVm.-El soicidio 342 

XIX . -Velatorio y entierro 3*1 

XX. -Necrología 258 

XX [.—Inventarios 26S 

XXK—Dnelo familiar 371 

3IXIII.— Exhumaciones y homenajes postamos 317 

XXIV. -Lea descendientes 287, 

Epílogo.— El Prado : 801 



rUis da B*Dtimf •. 



ESTB LIBBO SE ACABÓ DE lUPBIUIB 

IL DÍA 25 DE SBFTIEMBSE DB 1920 

KN LA lUPBBNTA DE <ALBE- 

DEDOB DEL HUNDO»